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La influencia de la radiación cósmica

Por Patrick Rivière


En la abundante literatura alquímica, hay que reconocer la importancia concedida a los
rayos cósmicos estelares (esencialmente solí lunares), tal como lo reflejan por ejemplo,
las planchas 4, 9 y 12 del Mutus Liber de Altus, así como las del Triunfo Hermético,
de L. de St Didier. ¿ Se deberá solamente a la presencia de los rayos
ultravioletas (U.V.) ? En efecto aunque éstos estén filtrados por la
capa de ozono, los rayos cósmicos que afectan la atmósfera y la
superficie terrestre, generando regularmente una serie de elementos
- radioactivos o no - y en particular transmutan el nitrógeno 14 en
carbono 12 o en carbono 14 radioactivo, con producción de
protones y electrones. A eso se añade aún el "viento solar"
especialmente presente en las erupciones que se producen en el
astro diurno siguiendo un ciclo de 11 años, capaz de generar
repercusiones electromagnéticas sobre nuestro planeta.

Fuerte es el interés que en la literatura hermético-alquímica tiene el


Sol: "el Sol hace todo" dice Hermes Trismegisto, que añade aún:
"Expone al Sol y diluye el vapor al Sol..." Zozimo el Panapolitano
afirma que “el momento para emprender la Gran Obra es el verano,
mientras que el Sol tiene una naturaleza favorable para la operación”.
En un Tratado aparecido en 1724, el autor anónimo escribe en el
capítulo IX, titulado El Sol, el verdadero centro y el corazón del
mundo : “El que supiera concentrar las influencias del Sol... habría
encontrado el secreto de la Naturaleza para la salud y para la
riqueza”. Théodore Tiffereau, entonces preparador de química,
asistente de M. Lelou, director de la Escuela Profesional Superior
(l'Ecole Professionnelle Supérieure) de Nantes, realizó, durante un
viaje de estudios mineralógico emprendido a México, a mediados del
siglo XIX, una experiencia transmutatoria que relata así:

"Partí para México, en 1842, con la intención de estudiar en este país


los métodos seguidos por la Naturaleza para la producción de los
metales preciosos, conseguí finalmente, tras muchos tanteos,
transformar en totalmente en oro, puro una decena de gramos de una
aleación de plata y cobre. Esta transmutación memorable, la realice,
en 1847, en la ciudad de Guadalajara y me autorizó así a creer que
la ciencia había tenido la culpa de relegar la transmutación al
ámbito
de las quimeras... Mi primer éxito lo obtuve en Guadalajara. He aquí en qué
circunstancias: Después de haber expuesto, durante dos días, a la acción de los rayos
solares ácido nítrico puro, proyecte limaduras de plata pura combinadas al cobre en la
proporción de la aleación de la moneda. Una viva reacción se manifestó acompañada de
una liberación muy abundante de gases nitrosos; luego el licor, dejado en reposo, me
dejó ver un depósito abundante de limaduras intactas aglomeradas en la masa. La
liberación del gas nitroso sigue ininterrumpidamente, yo deje en reposo el líquido así
durante doce días, y observé que el depósito incorporado aumentaba sensiblemente en
volumen. Añadí entonces un poco de agua a la disolución sin que se produjera ningún
precipitado, y abandoné aún el licor en reposo durante cinco días. Durante este tiempo,
nuevos vapores no dejaron de retirarse. En estos cinco días transcurridos, llevé el licor
hasta la ebullición, lo mantuve así hasta el cese de la liberación de los vapores nitrosos ;
después de qué los hice evaporarme hasta la sequedad. La materia obtenida por la
desecación era seca, mate (pardusca), de un verde negruzco ; no ofrecía ninguna
aparición de cristalización ; ni ninguna parte salina se había depositado. Tratando
entonces esta materia por el ácido nítrico puro y bullente (hirviente) durante diez horas,
vi a la materia volverse en un verde claro sin cesar en pequeñas masas ; agregue una
nueva cantidad de ácido puro y concentrado; la hice hervir de nuevo; es entonces que vi
la materia finalmente disgregada tomar la brillantez del oro natural. Yo recogí este
producto y sacrifiqué una gran parte para someterlo a una serie de ensayos comparativos
con oro natural puro; no me fue posible constatar la más ligera diferencia entre el oro
natural y el oro artificial que acababa de obtener... " /.../ Tengan aquí, Sres. míos: con
toda sinceridad, la experiencia obtenida, con el resultado constante que pude reproducir
varias veces en México. "

Y en una carta en esos tiempos esta vez dirigida al prestigioso químico, miembro de l´
Intitut, Marcellin Berthelot, Théodore Tiffereau escribió: " /.../ No estamos en
los tiempos de Galileo, podemos hablar, aprovecho para afirmarles de
nuevo, con una convicción inquebrantable, que el oro que presenté a
la Academia de Ciencias (l'Académie des Sciences) el 17 de octubre
de 1853 es oro artificial, así como pude demostrarlo un año más
tarde, en 1854, cuando hice la experiencia en la Moneda (la Monnaie)
en presencia de M. Levot. Al despedirme de estos Señores no me
quedaba más que la convicción de lo que había obtenido, pero no
obtuve ningún apoyo para continuar con mis investigaciones. Es con
amargura que retenía este oro en mi esperanza, sin saber cuando
podría volver a reanudar estos trabajos, mi posición no me permite
disponer de mi tiempo... "
Théodore Tiffereau dirigió varias memorias a la Academia de Ciencias. Y en otra
carta, añade: "El oro que yo obtuve en Guadalajara constituye un hecho
palpable que siempre he tenido a disposición de los científicos, y cuya
existencia real no ha podido negarse”. Fue analizado y reconocido
como oro verdadero por M. Silva, antiguo Presidente de la Sociedad
química y profesor a la Escuela Central. Este análisis fue confirmado
por otros químicos, entre ellos M. Itasse. " /.../ Este oro se expuso en
la gran Exposición de 1889, sometido a los miembros de la Comisión.
Se expuso en el Congreso de Química en la sesión del 14 de agosto
de 1889 en la exposición de la Sociedad química, de las Artes y
Oficios. M. Silva, antiguo Presidente de la Sociedad, el cual había
sometido este oro para que se le hicieran los análisis, me dijo: "Este
oro tiene todas las propiedades del oro natural, pero yo no le pude
tomar la densidad, ya que lo que solo tenía, era una cantidad
demasiado minúscula de este metal. "

Entonces habría podido tratarse simplemente de una variedad alotrópica de la plata, el


físico Carey Lea es el que detecta entre todas, una de color amarillo, ¿revelando según
él, el aspecto del oro? Personalmente, no lo pensamos y por otra parte Th. Tiffereau
prosiguió sus experiencias en que sometía también ácido
nítrico y sulfuro de carbono a la acción directa de los rayos solares
(Mém. Acad. Sciences), se interrogaba así: "Estos cambios, al los
cuales la acción de la luz solar parece así contribuir enérgicamente,
deben asignarse a un estado eléctrico o magnético especial, ¿o al
papel del nitrógeno bajo esta influencia? "

Y como la experiencia de la realización del “oro artificial" no pudo renovarse en


Francia por Th. Tiffereau, es necesario concluir que la agudeza de la radiación solar
en México, cerca del Ecuador, constituía la condición sine qua non para la
"transmutación en oro" de la plata y el cobre originales. La intensidad de la radiación
solar en el suelo es más elevada en las regiones intertropicales que en las regiones
moderadas del globo. Tengamos en cuenta además, que en el tiempo de la
"transmutación" realizada por Th. Tiffereau, o sea en 1847, la actividad solar (según el
ciclo de las protuberancias y manchas, de 11 años) estaba en su apogeo. ¿Resultado del
azar? . Una experiencia muy interesante del científico (miembro de l´ Institut), oculto
bajo el seudónimo alquímico de Fulcanelli, literalmente. "Vulcano-Elías", el Fuego
del Sol (ver P. Rivière, Fulcanelli, coll. " Qui suis-je ? ", éd. Pardès, 2004), lejos
invalidar lo que antecede como se podría creer en la lectura a
primera vista, permite por el contrario afirmar la importancia de esta
"madurez solar" proporcionada a la materia, permitiendo su
verdadera "transmutación" en oro:

" /.../Verted en una retorta de vidrio, alta y tubular, el tercio de su


capacidad de ácido nítrico puro. Adaptadle un recipiente provisto con
tubo de escape y colocad el aparato en un baño de arena. Opere bajo
el recipiente calentando el aparato suavemente sin alcanzar el grado
de ebullición del ácido. Apagad entonces el fuego, abrid la boca del
tubo e introducid una ligera fracción de plata virgen, o de copela, que
no contenga la menor traza de oro. Cuando cese la emisión de
peróxido de nitrógeno y la efervescencia se haya calmado, dejad caer
en el licor una segunda porción de plata pura. Repetid así la
introducción del metal, sin prisa, hasta que la ebullición y el
desprendimiento de vapores rojos manifiesten poca energía, índicios
de una próxima saturación. No añadan ya nada, dejen que se
deposite durante una media hora, luego decanten con precaución, en
un recipiente, vuestra solución clara y aún caliente. Encontrarán en el
fondo de la retorta un pequeño depósito en forma de arenilla negra.
Lavadla con agua destilada tibia, y viértanla en una pequeña cápsula
de porcelana. Reconocerán a los ensayos que este precipitado es
insoluble en el ácido clorhídrico, como lo es de el ácido nítrico. El
agua regia lo disuelve y da una magnifica solución amarilla,
absolutamente similar a la del tricloruro de oro. Añadid agua destilada
a ese licor; precipítelo por una lámina de zinc, se depositará un polvo
amorfo, muy fina, mate, de coloración marrón rojizo, idéntica a la que
da el oro natural reducido de la misma forma. Lave
convenientemente luego deseque este precipitado polvoriento. Al
comprimirlo sobre una plancha de vidrio o contra el mármol, les dará
una lámina brillante, coherente, de un hermoso brillo amarillo por
reflexión, de color verde por transparencia, cuyo aspecto y
características superficiales serán las del oro más puro/.../ "

Y el científico se interroga en cuanto a la naturaleza intrínseca del


cuerpo obtenido: "Pero este cuerpo simple, obtenido con tanta
facilidad aunque en escasa proporción, ¿es de verdad oro? Nuestra
sinceridad nos impulsa ha decir no, o, al menos, no por ahora. Pues si
presenta la más perfecta analogía exterior con el oro, e incluso la
mayoría de sus propiedades y reacciones químicas, le falta no
obstante un carácter físico esencial, la densidad. Este oro es menos
pesado que el oro natural, aunque su densidad propia sea ya superior
a la de la plata. Podemos pues considerarlo no como el representante
de un estado alotrópico, más o menos inestable, de la plata, como del
oro joven, el oro naciente, lo que revela aún su formación
reciente /.../". Y más adelante en el texto, como para añadir a la
resolución final de la operación, el científico hace por otra parte
alusión a la importancia de los influjos cósmicos:
“Para los alquimistas, los espíritus son influencias reales, aunque
físicamente casi inmateriales o imponderables. Actúan de una manera
misteriosa, inexplicable, incognoscible, pero eficaz, sobre las
sustancias sujetas a su acción y preparadas para recibirlos. La
radiación lunar es uno de estos espíritus herméticos..."
(Fulcanelli, Las Moradas Filosofales, (Alquimia y Espagiria) t.1, pp. 184-189,
éd. J-J Pauvert, 1973) La luz solar polarizada emitida por el astro
nocturno no debe obviamente descuidarse tampoco.

***

En un orden de ideas relativamente secundario – comprometiendo solamente aquí el


flujo electromagnético solar - sigue siendo interesante de examinar el comunicado
científico hecha por A. Baumgartner, eminente profesor de Física en Viena:

"Repitiendo el año pasado, las experiencias de Me Somerville sobre la magnetización


del hierro por la influencia de la luz solar, encontré un procedimiento con el que tuve
éxito más rápidamente y seguramente que el de M. Morichini y de ME Somerville. Me
condujo a este resultado, que en un trozo de acero del tamaño de una aguja de tejer
ordinario, en el que se pulen uno o más lugares y los otros quedan sin pulir, y que se
expone a la influencia de la luz directa y blanca del sol, toma un Polo Norte en cada
lugar pulido y un Polo Sur en cada lugar no pulido/.../ " " /.../ Al tiempo, todas las partes
por igual, parecían depender de la intensidad de la luz solar; ya que cuando concentre la
luz solar sobre las zonas pulidas por medio de una lentilla (supongo que será una lupa),
llegue en pocos minutos a producir un magnetismo que habría exigido varias horas con
la intensidad natural del sol... "(Magnetización (Aimantation) del acero por la luz
blanca directa del sol," en Anales de Química y Física, T.33, 1826)

Notemos también el pasaje, de un reciente texto que tiene a priori un carácter


"alquímico", traducido del danés al inglés y que circula en la Red, atribuido a un tal
Merelle (seudónimo que se refiere a la coquilla de St. Jacques), en el cuál se describe
una interpretación un poco banal del "libro mudo alquímico”, compuesto de planchas
" citadas antes ", el famoso Mutus Liber. (The Mysteries of Alchemy, por Merelle,
traducido al ingles por Ole Jensen). La autora, al parecer poco preparada en el ejercicio
de descifrado del simbolismo hermético, después de una insípida exposición general de
la ancestral Alquimia, explica el orden de cómo interpreta las planchas en donde hace
alusión a la radiación cósmica así como al rocío primaveral. Según ella, sólo este último
y el mercurio común bastan para producir el Oro alquímico. Para ello, hay que
cuidadosamente recoger el rocío en el alba (en período de luna llena) con ayuda de linos
esponjosos, llenar un recipiente de vidrio. Se requieren dos libras de mercurio sobre los
cuales la autora vierte el rocío. Luego, ¡lo hace lentamente evaporarse (al sol!) y
renueva la experiencia hasta que se haya utilizado todo el rocío (siempre en luna llena).
Después de haber filtrado el mercurio que permanece en una gasa o una fina tela de lino
y que ésta se haya quedado seca, ¡ la autora nota en ella la presencia de las
partículas de "oro" que tomó cuidado de fotografiar y presentar al
lector en página 2 de su exposición! Que pensar de todo eso, si no es
que la autora cuyos conceptos definitivamente de fisicoquímica no
triunfan más que sobre las correspondientes al simbolismo alquímico,
se abusar por su fantasía y simplemente se engaño...

En efecto, el mercurio calentado y que bañaba así en el rocío debió finalmente oxidarse
parcialmente, formante del óxido mercúrico de color rojo-anaranjado, impregnando de
un tintura dorada los cristales nitrosos (nitrato de potasio y un poco de amonio)
filamentosos y prismáticos en formas de agujas, ¡como representados sobre la fotografía
proporcionada por la mujer disimulada bajo el seudónimo de Merelle!

No sigue siendo menos verdadero que el mejor metal "transmutado en oro", por los
métodos modernos clásicos que hacen intervenir los aceleradores de partículas, habida
cuenta de la Tabla periódica de clasificación de los elementos, de Mendeléiev (Nb
atómico (de electrones)/ Peso atómico: mercurio, Hg = 80/200,61; oro, = A 79/197,2),
permanece indiscutiblemente el mercurio. Así pues, en 1947, el PR Dempster, de
Chicago, bombardeó por neutrones el isótopo 196 del mercurio (fisión nuclear) para
transmutarlo en oro, con éxito. Lo que, a la hora de la "fusión fría" tan controvertida,
realizaría lo que se intento tanto en la antigua Alquimia – tan esperado por nuestro gran
amigo, el PR Jadczyk, Doctor en la Física teórica, introductor de la tesis revolucionaria
de nuestros otros dos amigos no menos eminentes, Igor y Grichka Bogdanov (Antes
del Big Bang, éd. Grasset, 2004) - nos lleva que reconsiderar la famosa y espinosa
cuestión del "mercurio rojo" que circuló en Rusia, hace una decena de años. Es cierto
que se trataba aún más en este contexto, si se cree en los científicos americanos Cohen
y Barnaby (según sus conversaciones con responsables científicos y militares rusos, en
H. Guillemot, Ciencia y Vida, n°924) de efectuar (hacer) bombas de neutrones del
tamaño de una naranja, a partir de la fusión nuclear; Barnaby cita incluso las fábricas
militares rusas donde se procedería a su fabricación. El "mercurio rojo", que
propiamente dice, estaría constituido esencialmente por antimoniato de mercurio
(Sb2O7Hg2), compuesto muy conocido de los antiguos alquimistas (ver Filaleteo,
Nicolas Flamel...) resultante de sus Águilas o sublimaciones particulares
que sirven a la animación de su mercurio filosofal.

En el contexto contemporáneo el "mercurio rojo", éste se mezclaría


al mercurio metal, irradiando luego durante veinte días en un reactor
nuclear. El proceso de su utilización sería el siguiente: en las bombas
de neutrones, una capa de mercurio roja rodearía una carga de tritio
(tritium) y deuterio (deutérium). En el momento de la puesta a fuego,
la onda de choque de la explosión inicial causaría en el mercurio rojo
una enorme liberación de energía, suficiente para desencadenar la
fusión del deuterio y el tritio y la eyección de neutrones muy
energéticos. Esta cuestión fue en la época muy controvertida por la
comunidad científica francesa. ¿Se trataba de un verdadera "info" o
más bien de una "intox"? Todavía hoy el "mercurio rojo" o
antimoniato de mercurio existe en el estado natural en África Negra
(Ghana, Chad, Togo) en el mineral shako y que se habría utilizado
tradicionalmente allí para hacer...¡moneda falsa! Pero no se dice lo
que ocurriría, si una amalgama de mercurio vulgar, es irradiada por la
radiación cósmica y más concretamente solar, en esta latitud casi
ecuatorial... Los alquimistas del pasado, utilizando la radiación
cósmica, ¿habían puesto así el dedo sobre una energía considerable y
renovable a desear?

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