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fL-

LA EXPLOSION A TOBIOGRAFICA
La autobiografía es uno de
los temas de mayor actualidad.
Basta decir que en España se
han publicado más escritos au-
tobiográficos (autobiografías,
memoria, diarios, etc.) desde
1975 que en todos los siglos
anteriores.
y es que estamos en un
mundo (pos moderno) que
anuncia el siglo XXI, un mun-
do de grandes cambios en las
relaciones poi íticas y persona-
les, un mundo más pequeño y,
sin embargo, probablemente
menos a la medida del hombre
tal como hoy lo conocemos.
De hecho, es este "hombre" el
que hoy está en entredicho: el
viejo hombre blanco heterose-
xual, heredero de la cultura
grecolatina, sufre el acoso de
otras culturas, otras razas, otro
sexo, otras preferencias sexua-
les: la idea de una esencia uni-
versal del "hombre", cuestio-
nada en numerosos frentes, se
está abandonando. Y la auto-
biografía es el espacio privile-
giado donde estas tensiones,
estos combates, se están li-
brando de manera más obvia y
señalada.
La colección "La Auto-
biografía" inicia su andadura
con obras básicas, ante la pre-
ocupación por cubrir las ten-
dencias más señaladas y fruc-
tíferas.
· 1

NARCISOS DE TINTA
Ensayos sobre la literatura autobiográfica
en lengua castellana (siglos XIX y XX)
ANNA CABALLÉ

NARCISOS DE TINTA
Ensayos sobre la literatura autobiográfica
en lengua castellana (siglos XIX y XX)

M[GAZ~
Diseño gráfico:
Alvaro Nebot

Director de la colección:
Francisco Jurdao Arrones
INDICE

NOTA PRELIMINAR 13

Primera parte: USOS Y ABUSOS DE LA LITERATURA EN


PRIMERA PERSONA 15

1. La literatura del Yo y su rendimiento hermenéutico............. 17


2. Historia, individuo, literatura 37
3. La intimidad y el mercado 39

Segunda Parte: RECORDAR, INVENTAR, OLVIDAR: LOS


MECANISMOS DE LO AUTOBIOGRAFICO................... 79

1. Semiología del recuerdo........................................................ 81


2. Memoria y antirnemoria: invenciones, silencios, enmasca-
rarnientos 107

Tercera parte: LA AUTOBIOGRAFIA EN ESPAÑA 129

1. El tópico de la escasa afición.................. 131


2. Tradición y contexto del memorialismo decimonónico.. 139
3. El siglo XX (hasta 1975)....................................................... 161

© De la presente edición: MEGAZUL, S. A.


Bibliografía
Apartado de Correos 4061
29080 MALAGA a) Autobiografías y memorias españolas .
ISBN: 84-88803-10-9 b) Otras referencias bibliográficas 221
Depósito Legal: M. 13.431-1995
Fotocomposición: ORCHE. Doña Mencía, 39 - Madrid 7
Imprime: qrafofbet.)J - Los Herreros, 14 - Getafe (Madrid)
A Oriol,
la luz más clara
AGRADECIMIENTOS

Sería muy de lamentar que se tomara este capítulo de agra-


decimientos como una obligación vacía de sentido. En mi caso,
es el capítulo más importante, puesto que de los amigos a quie-
nes se destinan ha dependido no tanto que el libro se iniciara
como que lograra finalizarlo. A veces todo está a merced de
una voz de aliento expresada en el momento oportuno. Y voces
de aliento han sido las de mi madre, en primer lugar. De José
Luis Aranguren, José Manuel Blecua, Joaquín Marco, Carlos
Castilla del Pino, Emilia de Zuleta, Angel Loureiro, Enric Bou,
Manuel Alberca, Antonio Cornejo Polar, Santos Sanz Villa-
nueva, Andrés Soria, Guy Mercadier, Jordi Gracia y Jesús
Ferrer Solá. El empujón final lo debo a Francisco Jurdao y
Arcadi Espada. Son muchos nombres, es verdad, para un solo
libro, pero ellos valen más que yo.

Este libro se ha beneficiado de una ayuda prestada por la


Dirección General de Investigación Científica y Técnica
(DGICYT), a través del proyecto PB93-0764.

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NOTA PRELIMINAR

Decía Anatole France que el buen crítico es aquel que


cuenta las aventuras de su a ma· a traVésdelas obras maestras.
Ha llovIdo muc o des e entonces y a es e escrtmrparisiu{}"lJ(}'
siempre se le ha interpretado bien. Pero, en cierto modo, el
tiempo no existe y las ideas son materia exclusiva e intemporal
del hombre. O sea que lo que dijo Anatole France sigue en pie.
y reconozco no hallarme en la situación expuesta por Georges
May al comienzo de su estudio sobre la autobiografía, publica-
do en 1979 : May se felicitaba por no haberse visto afligido en
el curso de su trabajo por cualquier forma de idolatría -abe-
rrantes todas para el crítico francés- hacia el género en cues-
tión. No dudo que de un ánimo poco predispuesto al entusias-
mo por aquello que se quiere describir surgirá un trabajo desa-
pasionado, y puede que ello resulte beneficioso a determinados
propósitos: esto es, la siempre anhelada objetividad. Puede. Sin
embargo, mi situación es más bien la contraria (y muy próxima,
por cierto, a la expuesta por Philippe Lejeune): en lo que
recuerdo, siempre he experimentado el mismo temblor ante un
texto autobiográfico y la decisión de utilizar su lectura como
materia de mi tesis doctoral (en 1986), primero, y más tarde en
múltiples trabajos preparatorios de una hipotética historia de la
autobiografía en España responde a una profunda correspon-
dencia con el género. De la cuerda de France, Heine sostenía

13
que la historia de la literatura es "la gran Morgue donde cada
cual acude a buscar sus muertos, aquellos a quienes ama o de
quienes se siente más afín". Y, al margen del hallazgo verbal,
un tanto escatológico, creo que así opera en general la selección
de temas, autores o motivos en el ánimo de quien los estudia: es
una cuestión de afinidades -electivas, diría Goethe- que viene
dada por una esencial correspondencia entre los mundos que
110s escritores insinúan y la naturaleza del conocimiento de
aquel que los prefiere.
Mis primeros contactos con el género autobiográfico proce-
den de lecturas adolescentes -muy especialmente, y por razo-
PRIMERA PARTE:
nes que no vienen al caso de La Rochefoucauld-, pero la afi-
ción como tal cristalizó, y puedo decir la fecha, en 1976, cuan- USOS y ABUSOS DE LA LITERATURA
do se editaron en castellano las memorias de Gerald Brenan y
comprendí que e~recuerdos está el fundamento de nuestra EN PRIMERA PERSONA
identidad (algo de lo ue yo estaba bastante' necesitada).
Em ecé a confiar en el valor noseológico de una autobiogra-
- ía, en su capacidad de volver inteligible una vida privada. Y
así em ezó to o. -
Por otra parte, escribir sobre memorias y autobiografías
españolas ha sido, es, una experiencia enriquecedora y, desde
luego, muy estimulante. Porque, cómo no, siempre se espera
que la lectura de estas obras sea apasionante; que planteen pro-
blemas estéticos y, sobre todo, éticos. Que de algún modo sus

¡ revelaciones nos conmuevan. Porque el género no tiene dema-


siada tradición literaria en Espana,Se dice, y, no obstante, des-
de san Agustín se perfi a corñOüñ ve cu o ex resivo esencial
para el conocirrtiento del hombre. Haría falta ue los autobió-
grafos no necesitaran tanto d~.Justl icación ni pretendieran
demostrar nada. Deberían integrar en sus textos la ambC üedad
de la vida, las formasJnsó1il:as e a sensibilidad, las oscurida-
des del alma. C~ en fin, que pocas veces prosperan en el
seno de la literatura autobiográfica peninsular, algo cicatera en
eso, pero que sí está en nuestro ánimo el descubrirlas. El lector
podrá juzgar.

Rosas, agosto de 1990 - Barcelona, enero de 1995

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1. LA LITERATURA DEL yo
y SU RENDIMIENTO HERMENEUTICO

El interés por la literatura autobiográfica, en la actualidad,


es moneda de uso corriente: escritores, críticos y lectores reco-
nocen abiertamente su afición por aescrl ura c~ional en
sus más diversas manifesta 1 e aunque ya veremos que, en
ocasiones, e nntest na lene muy poco): diarios íntimos,
memorias, epistolarios, áutoDlOgrafías y, e-n definitiva, por
todas aquellas manifestaciones literarias 2aIacterizadas_por su
capacidad de revelación personal. Disponemos ahora mismo de
colecciones editoriales dedica as exclusivamente a la publica-
ción de obras autobiográficas ("Espejo de Tinta" de Grijalbo;
colección "Andanzas" de Tusquets; "Memorias y Testimonios"
de Planeta, "Travesías" de Versal, "Biografías y Memorias" de
Plaza&Janés o la que ampara la publicación de este trabajo )_
Al género se le dedican congresos (en nuestro ámbito es
forzoso mencionar la labor de un pionero, el hispanista francés
Guy Mercadier, en la organización de varios encuentros inter-
nacionales dedicados al análisis de las manifestaciones autobio-
gráficas en lengua española); números monográficos en las
revistas especializadas (Revista de Occidente, Quimera, 1616,
Anthropos, Compás de Letras ...); premios ("Premio Comillas"
de Tusquets) y también amplios reportajes en los medios de
comunicación (El País Semanal fue el primero en recoger este

17
memorias" era el texto básico del anuncio. Son pequeñas mues-
renovado interés por lo auto biográfico publicando, el 11 de tras, en fin, de la popularidad de un género que ha logrado des-
marzo del 84, un extenso y valioso informe, escrito por Rosa vincularse de su praxis escritural para definir u modo de
Montero, sobre las "Memorias de los famosos"). En Londres expresión artística, más amp io, que lucha por encontrar cauces
existe una librería (la Biography Bookshop, en Covent adecuados en medios alejados de la graphé, hasta ahora la úni-
Garden) que proyectaba convertirse también en productora ca que gozaba del privilegio explícito de la explicación de uno
cinematográfica de textos autobiográficos que pudieran adap- mismo. Incluso algunos cómics resultan ser abiertamente auto-
tarse al celuloide. De hecho, esta decantación del arte contem- biográficos. Es el caso de Paracuellos, de Carlos Giménez, uno
poráneo por el autobiografismo ha alcanzado ya, lógicamente, de los creadores de historietas gráficas más reconocidos en
al cine: ¿ se estará poniendo la autobiografía de moda entre los España. Y Paracuellos es un cómic auto biográfico -así lo ha
cineastas mayores del momento?, se interrogaba el malogrado reconocido su autor- en el cual se narra un conmovedor relato
José Luis Guarner en su habitual sección de "Pantalla abierta" sobre la propia infancia de Giménez en uno de los "Hogares"
(La Vanguardia, 9/10/87). Porque, en efecto, los recuerdos de del denostado Auxilio Social: el protagonista es pues un niño,
infancia han inspirado magníficas películas como Amarcord, Carlines, hambriento de cariño y criado, a duras penas, en la
Au revoir les enfants, Hope and Glory, dirigidas por Fellini, disciplina nacional de los rígidos años 50 (algo así como un
Louis Malle y John Boorman, respectivamente. En fechas más personaje de Dickens, a la española). Testimonio, claro es, de lo
recientes, Woody Allen con Maridos y mujeres o Nani Moreti que fue para muchos la postguerra franquista.
en Caro diario han convertido la expresión cinematográfica en ¿Es una moda de nuestra época? Más que moda, "es una
desnudo reflejo de sus propias inquietudes. adicción" opinaba Rosa Montero en un artículo "El eco del
El penúltimo elepé doble de Duncan Dhu, antes de que la pasado" (incluido en el reportaje de El País Semanal antes
pareja se disolviera, se titulaba precisamente Autobiografía, mencionado) refiriéndose a la ola de autobiografías y memorias
siguiendo los pasos de sus mayores Supertramp, autores de un que nos invade: directores de cine o de teatro, escritores, políti-
disco, The Autobiography of Supertramp, editado en 1986. cos, médicos, científicos, viudas de algún personaje, presos
Aunque, en Duncan Dhu, no se trate, como pudiera pensarse, (ilustres o no), funcionarios, y muy especialmente, actrices,
de una recopilación de temas anteriores; más bien el título cantantes y top models que deben aprovechar velozmente su
arranca de un cierto tono melancólico que flota en el álbum del pasajera fama (también famosos al borde del desempleo como,
singular dúo. En este sentido, más amargo y también autobio- en su día, Jaime de Mora o más recientemente Espartaco
gráfico es el disco de Marianne Fathfull: Blazing Away donde Santoni), se entregan a ello con verdadero entusiasmo. Y sin
la cantante hacía un repaso a su carrera (Sister Morphine, embargo, nihil novum sub sole si prestamos atención al
etc.), es "la historia de mi vida" leí en un número reciente de comentario de Larra, escrito a propósito de la publicación de
Ajoblanco. Y el genial Camarón de la Isla, siempre aficionado las Memorias Apologéticas de Manuel de Godoy, donde con su
a cantar de lo suyo editó un álbum, poco antes de su muerte, característica mordacidad opinaba lo que sigue:
también doble, titulado Autorretrato. En una sala de arte madri-
leña, siete jóvenes pintoras expusieron (marzo de 1992) parte
..."la invención de la imprenta a la disposición de todo el
de su obra bajo el lema genérico de Autobiografías: la idea par-
mundo ha sido un puerto contra el naufragio para clases y
tió de ro oner la propia individualidad -corporal, emocional-
generaciones enteras: hecha industria lucrativa, todo e~que no
como sujeto de experiencia y punfo e partida estético. Incluso
ha tenido otro oficio, todo el que se ha creído con ojos para
etreclamo pu licitario de las agen as "E ats 1993 se apoyaba
ver, con oídos para oír, todo el que se ha figurado tener las
en el auge memorialístico para su propaganda: "Escribe tus
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cualidades de testigo (cualidades más difíciles de poseer de lo limpio manantial que le tributa su pura y cristalina corriente"
que parece para no ser testigo a la manera de las paredes, den- (Edición de CLásicos castellanos, 246-248).
tro de las cuales pasan los acontecimientos), todo el que ha
sentido dentro de sí o la pereza de obrar o la insuficiencia de La indignación de Larra, su opinión distante y negativa en
producir cosas dignas de ser por otros escritas, ha asido. d~ ~na lo esencial respecto de los libros de memorias, se explica, fun-
pluma y ha exclamado: '-Yo, que no hago nada,. escribiré lo damentalmente, por la avalancha de textos justificativos de toda
que hacen los demás; escribiré lo que sobre ellos ,pIenso, Y,has- índole que se suceden a lo largo del siglo XIX y que acabarán
ta escribiré lo que yo hago, cuando no hago nada. De aqui (...)
por saciar al lector, circunstancia ya intuida por el lúcido escri-
ese torrente sin dique de memorias de la contemporánea, del
tor y periodista. La paternidad de muchos de estos escritos se
contemporáneo, del ayuda de cámara, del médico, del barbero,
debía entonces a secretarios de confianza que pergeñaban el
del portero, de la mujer, del padre, del hijo, del hermano, del
texto a partir de los testimonios orales de sus protagonistas. En
sobrino y de los amigos y de los enemigos del hombre que ha
hecho, que ha sonado, que ha intrigado, que ha mandado algo;
la actualidad, dicha tarea suele recaer en profesionales anóni-
memorias de su cocinero, de su repostero, de su quenda y de mos (o no) cuya misión consiste en ordenar y "aliñar" (esto es,
su viuda acerca de la manera que tienen los hombres grandes inventar si el caso lo requiere) un material en bruto obtenido
de ponerse; la corbata, de salir a paseo, de dormir, de estar des- frecuentemente a partir de la grabación de unas cintas magneto-
piertos; memorias de los que le han visto a todas horas, y de fónicas hasta lograr un producto final de cierto interés anecdóti-
los que no le han visto a ninguna". co y picante (el más cotizado para eso en el mundo de la farán-
dula es el periodista Tico Medina, sin duda un buen conocedor
El artículo, fechado en septiembre de 1836, es de .un~ sor- de la misma). Se trata de negros disimulados tras una firma
prendente modernidad y parece inspirado en aco~tecl~entos famosa cuya labor se limita, la mayoría de veces, a un sucinto
de ahora mismo, cuando la moda por lo autobíográñco es relato oral registrado en dichas cintas y a una supervisión del
capaz de lanzar al mercado toda clase de refrito s (citemos Yo, el trabajo una vez concluido'.
hermano de Juan Guerra, una lamentable especulación a costa Este fenómeno que desde una perspectiva textual ofrece en
de un apellido político). Para Larra, y con razón, el exc~so ~e ocasiones el mayor interés por tratarse de obras escritas en
testimonios puede suponer incluso un obstáculo para la Historia colaboración, a dos manos, encierra ciertas dificultades de pon-
(muy lejos pues de su presunta y socorrid.a utilidad), en la deración pues a la hora de emitir un juicio surge la pregunta,
medida que exige una labor de desbrozo, a fin de aventar co~- inevitable: ¿hasta qué punto el autobiógrafo que aparece en la
venientemente el grano de la paja. Así lo expresa el propio portada del libro como autor es responsable del texto que tiene
Fígaro: en sus manos el lector? Es el caso de algunas memorias publi-
cadas póstumamente (Can sinos Asséns, Neruda, ...). Mención
"Entonces necesitaba (se refiere a la Historia) de la linter- aparte merecen los libros basados en el método etnográfico que
na de Diógenes para buscar un hombre y un dato, y ah?ra sociólogos, antropólogos y etnólogos han utilizado para dar a
necesita de todas las linternas del buen gusto y del sano ente- conocer la voz, el testimonio, de los menos favorecidos (Me
rio para desechar hombres y datos. Voces por un lado con una
relación, voces por otro con la contraria; multitud de folletos y
J Véase el trabajo de Philippe Lejeune: "L'autobiographie de ceux qui
memorias, supuestos materiales para la Historia, y en realidad
n'écrivent pas", en le est un autre, Paris, Seuil, 1980. Es una magnífica expo-
verdaderos albañales que corren hacia un río para perderse en sición de la naturaleza y dificultades de las autobiografías habladas: ¿auto-
él, ensuciándole y entrabando su curso, y sólo por azar algún biofonías?

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llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, ~e "La división del trabajo -escribe Philippe Lejeune a este
Elizabeh Burgos, es el más notorio hasta la fecha). A mediO propósito- entre dos 'personas' (al menos) revela la multiplici-
camino del testimonio y las memorias se hallan algunas obras dad de instancias implicadas en la escritura autobiográfica
interesantes: Felicidad Blanc, por ejemplo, esposa del poeta como en toda escritura. Lejos de remedar la unidad de la auto-
Leopoldo Panero es autora de una "historia de vida" (segú~ 1.0 biografía auténtica, pone en evidencia su carácter indirecto y
suelen definir las ciencias sociales) apoyada en las característr- calculado" (1980: 235).
cas del relato hablado y transcrito por Natividad Massané~:
Espejo de sombras. El libro, de una .sorprend~nte homogene~- El arraigamiento de lo autobiográfico en nuestra sociedad
dad, se publicó en 1977 a raíz del éxito obtenido por .una pelí- implica un juego de expectativas y convenciones colectivas que
cula anterior y ejecutada por los mismos protagonistas que afecta a públicos muy distintos: desde un público intelectual,
aparecen en Espejo de sombras. El filme, titulad.o El de.s~n- minoritario, que lee tan sólo determinadas obras autobiográfi-
canto, que se propuso una desmitificación de. la .vI,da familiar, cas, ya sea por el interés que despierta su autor -los recuerdos
y en especial de la figura del padre (t?d?s comcId~a~, en corn- de infancia y juventud de Ramón y Cajal, por ejemplo- bien
batirla), siguiendo los esquemas del cinema-vente tuvo su por el valor creativo (es decir, puramente literario) de la obra;
prolongación, pues, en la larga reflexión ~ue sobre su pasado hasta un público amplísimo que consume productos autobiográ-
ofrece Felicidad Blanc, cuya voz en la pehcula quedaba o~.cu- ficos de más o menos valor (entrevistas, declaraciones, sondeos
recida por las más brillantes y agresivas de t?dos sus hIJOS. de opinión, encuestas ...) obedeciendo al impulso -perfectamen-
Ambos El desencanto (del que ahora' se anuncia una segunda te natural, dicho sea de paso- de la curiosidad que siempre des-
parte) ~ más tarde Espejo de som.bras, co~stit~~en un buen pierta lo ajeno y la necesidad de satisfacer dicho impulso. En el
ejemplo de superación del espacio autobiográfico conven- dominio de la historia es posible hallar un equivalente a esta
cional. . curiosidad, como es la pasión por el dato biográfico, expuesta
Concha Méndez, compañera de Manuel Altolaguirre en lúcidamente por el crítico Sainte-Beuve, en un artículo sobre
tantas empresas poéticas, es también la prota~onista de ~nas Diderot, al confesar su amor por descubrir quién está tras las
"memorias armadas" por su nieta Paloma Ulacia Altolaguu:e, páginas de un libro:
sobre las que volveré más adelante. Lo cierto es que este tipo
de obras, escritas por interpósita persona, no son muy frecuen- "He amado siempre las correspondencias, conversaciones,
tes, y es lógico, en el dominio literario y sí lo son en el campo pensamientos, todos los detalles del carácter, de las costum-
de la antropología, la sociología y la psicología ~ en ellas la bres, de la biografía (...) Nos recluimos con los escritos de un
articulación del relato se ve sometida a circunstancias -esto es, muerto célebre (... ) lo hacemos posar para nosotros ...
propósitos- ajenos a los propios del sujeto del relat? p~r.o, en Paulatinamente van desvelándose los rasgos y adquieren su
cualquier caso, reflejan la imposibilidad de muchos mdlVld~os pleno sentido en la fisonomía que se intenta reproducir. ..
(incluso escritores, caso de Felicid~d Blanc, .aut?ra ?e vanos Sentimos nacer, vemos acercarse el parecido; y el día, el
cuentos publicados: El cóctel, Domingo, La instuutri: ...) para momento en que captamos el tic familiar, la sonrisa revelado-
reducir su vida a un texto lineal y unitario, más allá de relatos ra, el gesto indefinible, la arruga íntima y dolorosa, el análisis
ocasionales, comentarios que carecen de la exigencia d~ lo desaparece bajo la creación, el retrato habla y vive, hemos
escrito o del subterfugio de la ficción: se avienen en cambio a encontrado al hombre" (1898: 228).
realizar un esfuerzo de memoria mientras que otro (u otros)
Dicho de otro modo: la escritura autobiográfica oscila entre
serán los responsables del esfuerzo de la escritura:
los dos extremos del 'aulo soc'al: {2oruna arte u caracter

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bien disputa familiar, suscitada por Juan Goytisolo con su pri-
gratuito, profundamente comJ.>!:9metido, en aquellos autobió- mera y deslumbrante entrega autobiográfica: Coto vedado. El
grafos que, ~on la muerte.en los talones escriben su propia his- origen: la consciente enfatización que hacía el novelista de
toria buscando diferir un destino .inaplazab e ("cuánto más se algunos elementos del sus trato biográfico y familiar y que fue-
envejece;- mayor es la tentación de hacer balance", reconocía ron rechazados de manera pública y contundente por su herma-
Friedrich Dürrenmatt en Stoffe) ; en la otra nos enfrentamos a no Luis, muy poco después de editarse el libro, porque ... "no
su indiscutible rentabilidad económica. Y eñ esta tensión surgi- hacerlo supondría asumir, por extensión, una carga biográfica
da de ambas posibilidades, del rigor al fraude, de la dificultad a que yo no acepto como propia" (El País, 21/7/85). Luis
la facilidad, encuentra su lugar toda obra autobiográfica. Goytisolo acabó por ofrecemos su propia y altiva versión de los
Manuel Granell y Antonio Dorta, en el sustancioso estudio hechos (Estatua con palomas, 1992), desgraciadamente sin
preliminar a su Antología de Diarios Intimos, afirman poder añadir nada digno de mención: nuevas pero confusas coloracio-
clasificar los géneros literarios, no por su forma, sino de acuer- nes a una foto familiar de sobra conocida de todos.
do con la dirección de la mirada de su autor. De ese modo orde- En 1977, Mario Vargas LLosa publicaba una novela: La tía
nan dos series bien distintas de obras: las unas orientadas al Julia y el escribidor, inspirada en dos personajes de la vida real,
mundo, a los demás hombres, se olvidan de sí mismas y deter- esto es Julia Urquidi y, muy posiblemente, Raúl Salmón, con-
minan una forma objetiva de narrar: el cuento, el teatro, la vertido en Pedro Camacho, el escribidor. En el libro se alternan
novela, la epopeya ... son manifestaciones de este punto de vista los capítulos impares, auto biográficos , con otros en los que se
extravertido. Pero hay otra forma ~e expresión más reflexiva, resumen melodramas radiofónicos, y, así, yuxtaponiendo reali-
qu~l<?!lla por objeto de la escritura la propia intimidad y es el dad y ficción, Vargas Llosa narra sus años de estudiante de
punto de vista característico de los géneros introvertidos: con- Derecho en Lima, sus comienzos como periodista en Radio
fesiones, autobiografías, diarios, correspondencias ... De hecho, Panamericana y su insólita boda con su tía política, Julia
si pensamos en el esfuerzo que conlleva el reflexionár sobre Urquidi, una boliviana divorciada, diez años mayor que él y
uno mismo (siempre más difícil que hacerlo sobre los otros: de emparentada con su familia materna. La que fue primera esposa
ahí la abundancia de los libros de memorias), trascender la inti- de Vargas LLosa y destinataria de la dedicatoria de la novela
midad y convertirla en expresión lúcida, podemos calificarlos a ("a Julia Urquidi Illanes, a quien tanto debemos yo y esta nove-
todos ellos de confesiones, tomando la palabra en su sentido la") publicó en una editorial boliviana un libro subjetivo, escri-
más general (como declaración de lo que se sabe), no en senti- to desde la perspectiva de una mujer abandonada: Lo que
do estricto o religioso (aunque su origen cristiano sea induda- Varguitas no dijo (1983) en respuesta no tanto a la novela del
ble), ni tampoco entendiendo el vocablo como afín a "confiden- escritor peruano como a la versión, algo así como un culebrón,
cia". Al contrario de lo que ocurre en la confidencia, la confe- que de la obra llevó a cabo una cadena venezolana, según
sión suele carecer de destinatario personalizado. Es erga declaraciones de la propia Julia Urquidi-.
omnes, pero, como ella, significa también contar lo que social- En una entrevista concedida a Cambio 16, Vargas Llosa
mente no puede o no debe contarse e impone, acaso, un acto mostró su indignación por la "contestación" que suponía el
psíquico de mayor envergadura, puesto que conlleva el esfuer- libro de Julia pero, en cualquier caso, es una prueba más de que
zo de otros actos: el que se confiesa no sólo vierte su intimidad, 10 que uno escribe sobre sí -;-en la medida en que concierne
también suele juzgar;-apreciar, referir la intimidad de otros . Y
se expone a se! referido, juzgado ... convirtiéndQ§e de ese modo 2 En El País, 3 de junio de 1990: "Aparecía- recuerda todavía indignada

en objeto de otros discursos, igualmente legítimos. Tal vez nin- Julia Urquidi- como una divorciada seductora que iba a seducir a un jovencito".
gún ejemplo tenga mayor oportunidad que la polémica, más
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también a otros- nunca es la última palabra y cuanto más "sin-
to literario) no se ofrece al lector ningún caso particular de 1.0
cero" se es, mayor es la vulnerabilidad de lo dicho a las inter-
nillhah-o-simJla eXIstencIa misma en una e sus as POSI-
pretaciones de quienes compartieron idéntica experiencia vita~.
Todavía más tratándose del novelista peruano, pues como escn-
o es. o; ello, cuanto ma or sea el radOde ocultamirnto e~ un
texto autobio ráfico, menor será su grado de compromiso.
tor es muy aficionado a recurrir, literalmente, a las circunstan-
Claro que aquí topamos con os Imyo.r ant~s 1f¡cu~t .des: la
cias de su vida real como trampolín de la creación literaria: lo
cuestión del autoconocimiento y deja sinceridad en la literatu-
practica también en Mi hijo, el etíope (1986), donde relata la
ra. Vayamos por partes. . .
conversión de su hijo al rastafarianismo. Es algo que puede ver-
¿Es posible conocerse uno mISm? y com~lllcar a otros esa
se como una indiscreción o bien fruto de una necesidad de ilu-
experiencia? La respuesta es compleja, e~ pnmer lug~ ~~rque
minar desde una perspectiva creativa el entorno ( a otros propó-
el hombre encerrado en los estrechos límites de la subjetividad,
sitos, eso es también lo que hace Simone de Beauvoir en su
no puede salir de sí mismo para juzgarse: es juez y parte intere-
obra autobiográfica). La experiencia ha culminado de momento
sada, objeto y al mismo tiempo sujeto, y ello pese. a los ~sfuer-
con su libro de memorias: El pez en el agua (1993), de nuevo
zos de desdoblamiento patentes en muchas autobiografías. De
un texto distribuido en capítulos alterno s que refieren dos eta-
ese modo, ningún hombre puede concentrar sobre sí la mirada
pas decisivas de su vida: la infancia, magníficamente evocada,
fría que es capaz de dirigir a los otros; ningún hombre resulta
y el momento crucial en que Marito descubre que su padre no
adecuado para ofrecer una imagen ajustada ~e sí ~smo ue.sto
había muerto como, sin embargo, se venía sosteniendo en el
que los motivos que le impulsan a.rescatar vIv~ncIas del olvido
CÍrculo familiar. Y, alternando con la serie que rememora su
recreándolas mejor, o de manera iférente gracias al poder de la
infancia, los capítulos centrados en su trayectoria política,
imaginación, son los mismos que le ll~van a Do.rrar, a falsear o
cuando aspiró a la presidencia del Perú.
dejar en a som ra rasgos, circunstanqas que, cIe~aIl!ente~ a e-
Por otra parte, el ad'etivo confesional a licado a la literatu-
arían su retrato ante la posteridad. Medio en seno, medio en
ra resulta inquietante por cuanto as relaciones entre esta forma
broma lo expresaba Bretón de los Herreros: -
literaria y a presunción de verdad que debería alentafla gozan
"Biógrafo de mí mismo/ me voy a espontanear/ ~unque no
e apoyo etimológico: confesión viene de confiteor, vocablo
es parlamentario/ el que dice la verdad".. .
"dérivado de fateor (del indoeuropeo for-fari) que significa decir
De manera que, en mayor o menor medIda, toda autobio-
la verdad, descubrir. Y es esta última acepción de revelar, de
rafía es nir uesto " rovocada or un im ulso
descubrir lo que uno sabe de su entorno y se supone que los
creador en consecuencia, ima inativo, ue em u'a a dar for-
demás ignoran, la que suele privar en los libros de memorias,
ma a lo vivido y, al darle forma a la vida se la f~lsea. L?, reco-
sin duda la modalidad más periférica y alejada del centro del
-noce Dionisio Ridruejo en unas prosas a medio camino del
Yo. Pero, en un sentido más restringido, la confesión equivale a
ensayo y las memorias (Sombras y bultos):
un saber de uno mismo que al formularse se revela, y lo hace
precisamente sobre aquellos aspectos que se mant.ie~en. más "Nadie puede repetir su vida. Ni lamentarla. Ni compl~-
ignotos y ocultos en el corazón del hombre, su intimidad. cerse en ella. Nadie puede volver a entrar pero tampoco salir.
Confesar es, e . pinión, un acto oe valentía que supone Una niebla con sol la va cubriendo y no se sabe ya si es pena
cierta seguridad en el valor de uno mismo y del alcance univer- / lo que fue goce, vacío lo-que fue colma, arrepentimient? lo que
fue orgullo. Y al revés. De pronto estalla una burbuja ~n el
sal de la experiencia individual (como lo estaba Jean Jacques
Rousseau al escribir sus Confessions). En otras .Ralabras,_col} la velo que la medio ocultaba y reunía. O una luz que se enciende
o se apaga. Y entonces, por aquel punto del recuerdo vivo,
-
vida de un hombre transformada en escntura (es decir, en obje-
regresa toda ella ya tan real como inventada" (1977:9),
26
27
La importancia del autoconocimiento fue subrayada por un "En la empresa a que me he lanzado de mostrarrne entera-
experimentado maestro de la escritura autobiográfica, Fran- mente al público es preciso que no quede oscuro ni oculto nada
mío; es necesario que me ofrezca constantemente a sus ojos,
cesco Petrarca:
que me siga en todas las vicisitudes de mi corazón, por todos
los recovecos de mi vida" (1979: 70).
"Regístrate por dentro sin condescendencia -instruye san
Agustín a su alumno, el propio Petrarca, en el Secretum- ¿Qué Rousseau es siempre muy hábil: por un lado nos advierte de
vale el mucho saber, si una vez aprendidas las medidas del cie- la dificultad de la empresa, mientras que por el otro no duda de
lo y tierra, las dimensiones del mar y el curso de los astros, la la importancia de la introspección. Es probable que, tratándose
virtud de hierbas y de piedras y los secretos de la naturaleza,
de arte, no haya nada tan objetivo como lo subjetivo (por la
seguís siendo unos desconocidos para vosotros mismos?"
capacidad de reconocimiento universal que permite, decíamos)
(1978:67).
aunque, naturalmente, si cabe pensar en un método óptimo para
lograr una imagen ajustada de un hombre, éste sería el que per-
y el conocimiento del Yo, la aprehensión absoluta de la mitiera poder contrastar su autobiografía con la biografía del
individualidad fue el objetivo fundamental y posible de los mismo escrita por otra persona, sin olvidar el soporte memoria-
Essais de Montaigne: lista de quienes lo rodearon. Y ni así obtendríamos una visión
completa, porque el acto de conocer es un empeño inalcanzable.
"Tenemos un alma capaz de volverse sobre sí misma; pue- En segundo lugar ¿de qué conocimiento hablamos? ¿Del
de hacerse compañía; tiene con qué atacar y con qué defender,
que disponemos en el momento de la escritura, a toro pasado?
algo que recibir y algo que dar; no temamos languidecer en esa
¿del que teníamos cuando llevamos a cabo la acción sobre la
tediosa soledad" (1985: 305).
que ahora volvemos? Lo resume sencillamente José ~Luis.L.
Aranguren cuando afirma: "Toda biografía, por muy autobio-
Para Montaigne nada más lícito que, a cierta altura de la grafía que se pretenda, es heterobiografía, es biografía del yo
vida, rechazar toda idea o doctrina establecida, toda experiencia ejecutivo escrita J?or el yo réflexivo" (1981: 54). Porque, en
ajena y ahondar en la propia para alcanzar el conocimiento pro- efecto, al ser espontáneo (consciente o inconsciente) que vive,
fundo del Yo, es decir, del hombre: "Ya hemos vivido bastante actúa y siente, hay que sumarle una especie de alter ego, un ser
para los demás, vivamos al menos para nosotros y por nuestro reflexivo que más pronto o más tarde vuelve sobre esa vida, esa
bienestar', pensamientos e intenciones" aconseja M.0ntaigne acción o ese sentimiento y los dota de sentido. De nuevo cede-
cuando expone los beneficios de la soledad, praxis que condu- mos la palabra "aAranguren:
ce, o puede conducir, al autoconocimiento. Sin embargo, la
empresa de Montaigne, en su empeño por aprehender lo esen- "Cuando vivimos no sabemos todavía qué sentido va a
cial, no es completa (¿podrá serio alguna vez?) pues no va cobrar lo que hacemos, porque el sentido no depende solamen-
acompañada de un desnudamiento externo, diríamos, como el te de nosotros, sino de la incidencia de nuestros actos sobre la
que llevará a cabo más adelante J.J. Rousseau, éste ya plena- realidad social, de la acogida o falta de acogida que encuentran
mente consciente de la complejidad de la tarea: la idea de que nuestras acciones, de una porción de factores que, todavía, nos
el conocimiento y la expresión de uno mismo son, en cierto son incógnitos" (1969: 17).
modo, enigmáticos queda expuesta una y otra vez en sus
Confessions, y también en los Fragments autobiographiques. Un poeta, Gabriel Celaya, se expresa de modo parecido en
Aunque no por ello cederá en su atrevimiento: el prólogo a sus Memorias inmemoriales:

28 29
la decisión de su esposa: sólo esta decisión debida a otra perso-
"¿Qué se pretende con este contar y recontar una vida apa-
rentemente acabada? No volverla a vivir sino algo más. Porque
na consigue alterar el rumbo de la vida de Kürrnann.
recapitularla es tomar conciencia de lo que hemos hecho, ver- En la curiosa hipótesis teatral planteada por Frisch, la
nos como no nos veíamos cuando actuábamos, y, en último lucidez del yo reflexivo del que hablabámos no consigue alte-
extremo, tratar de encontrarle un sentido a lo que quizá no lo rar la trama biográfica tejida, día a día, por el yo ejecutivo. Se
tiene. Pues lo que no podemos soportar es que nuestra vida no limita a actuar intelectualmente sobre éste último, esto es, a
haya sido más que una sucesión de días inocuos sólo interrum- manipularlo. De modo que llegado el momento de la retros-
pida de vez en cuando por pequeñas catástrofes financieras o pección, fácilmente el autobiógrafo puede confundir ambos
sentimentales. De ahí que toda autobiografía tienda a ser -y ya planos, deslizarse por el camino del autoengaño y modificar
veremos que tiende a serlo ineludiblemente- una fábula" el sentido de los hechos del pasado, consciente o inconscien-
(1980: 51). temente, a su comodidad. La posición de Carlos Castilla del
Pino no ofrece dudas al considerar que la reflexión objetiva
La cuestión, como vemos, acaba por ser algo más que un
sobre uno mismo es factible y todavía "cabe la posibilidad de
problema de identida y alcanza una dimensión trascendente y
que el sujeto se vea a sí mismo incluso bien a su pesar, es
metafísica, pero, sea como fuere, hay que subrayar el do~nio
decir, con una imagen depreciada y hasta aberrante". Una
iñdiscutible dé ese yo reflexivo en la escritura ~utobiográfica,
situación de esta índole, en la escritura, es inimaginable: "no
responsable de imprimir carácter a nuestras acciones pasadas,
pue~e darse de ninguna de las maneras (Oo.) la autobiografía
dotándolas de significación. -
es, por tanto, autoengaño, en primer lugar, porque es autocen-
Una de las obras de teatro más curiosa de Max Frisch es
sura; en segundo lugar, porque se escribe para la exhibición
Biografie: ein spiel, donde se especula con la posibilidad que se
de sí mismo">.
le ofrece a un individuo de llevar a cabo otras variantes biográ-
Cuando Emir Rodríguez Monegal refiere en sus memorias
ficas, de responder al lamento que todos hemos formulado,
detalles de su infancia montevideana, habla de unos dibujos
siquiera una vez: "si pudiera empezar de nuevo, sé exactamente.
que le hacía un tío suyo y que el crítico conservaba al cabo de
)0 que cambiaría de mi vida". Pues bien, a Hannes Kürrnann se
los años:
le ofrece la oportunidad de cambiar su vida, de comenzarla de
nuevo por donde quiera, conservando la plena conciencia de lo "Aunque los dibujos parecen originales, estaban realmen-
que ha vivido y de los seres que ha conocido: así, podrá evitar, te inspirados en las estampas violentamente coloridas de la
por ejemplo, el suicidio de su primera esposa, el accidente del edición Sopena de estas novelas. Pero al recortar cada héroe de
.pequeño Rotz, la amargura que le 'supondrá conocer a la ilustración más detallada el}.que estaba inscrito y ponerlo
Antoinette (su segunda esposa), etc. El Registrador, que dirige sobre un fondo blanco, los dibujos de Pepe adquirían un relie-
el juego, le permite otras alternativas vitales. Sin embargo, en ve expresionista que me maravilla hasta el día de hoy. Por
su lugar, y pese a los intentos de evitar una fiesta en la que estar perfilados ganaban en dimensión heroica, se saltaban del
conocerá a su segunda esposa cuyo matrimonio ha sido un fra- papel, eran mis mosqueteros (Oo.) Lo que veía ante mis ojos era
una ilustración brillante y algo agresiva en que los mosquete-
caso, el protagonista no logra modificar casi nada: la misma
ros se recortaban sobre el papel en un estilo reminiscente a la
vivienda, los mismos tropiezos profesionales, la misma relación
vez, de los teatritos de cartón para niños y de un arte pop
fallida con Antoinette. La historia se repite y el hombre, al avant la lettre" (1989: 67).
parecer, no es capaz de aprender siquiera de su propia historia.
Al final de la obra se verá liberado del matrimonio, que tanto
3 En "Autobiografías", El País, 26/10/1987.
lamentaba haber contraído en la primera escena de la obra, por

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"Tal vez imagino demasiado, proyecto lo que aprendí más tura autobiográfica se desliza, con el tiempo, a otro plano inma-
tarde" acaba por reconocer Emir Rodríguez Monegal cuando nente del que extrae jugosos rendimientos.
resulta evidente que el niño de siete años que se recrea en la Vamos con la se unda cuestión .. Es le ítiVlo hablar de sin-
imaginación del escritor era ignorante de la anticipación artísti- .cerí ad en un texto literario, por más autobiográfico que se
ca de los dibujos de su tío. Simplemente se sentía atraído por pretenda? Ciertamente a "sinceridad" literaria es distinta de la
ellos. sincerida real; a primera se desarrolla mediante el esfuerzo
Resumiendo, estamos en una posición embarazos a: hemos creativo y este esfuerzo opera, además, dentro de unas conven-
hablado de es oblamiento del yo en dos seres, uno que ejecu- ciones o categorías estéticas cuya función es liberar el deseo o
ta y el otro que piensa, y, por tanto, del problema de 1 entidad la necesidad de expresar ideas o emociones transformándolas
que toda autobiografía conlleva. Nos planteamos la legitimidad en algo superior e imperecedero. En este sentido, la relación del
del yo para hablar de sí mismo, "ñegan 6 en- cier o modo que lector con la obra no se dará en términos de veracidad (imposi-
ue es o arruento uera posi51e. Ambas interpretaciones ble) sino de verosimilitud, o sea, de apariencia de verdad
conducen, en e extremo, a estadios de crítica irreversibles Sin embargo, la literatura autobiográfica plantea algunos
puesto que ambas niegan la posibilidad de hablar de uno mismo interrogantes: sea cual sea la variante formal elegida, todos ten-
con coherencia y objetividad. No obstante, el fenómeno adquie- demos a considerar una autobiografía (y por extensión, un diario
re s.;
una nueva luz si añadimos un elemento: no ha ría motivo íntimo, una carta, etc.) como la expresión de una realidad subya-
suficiente ara una autobiografía si quien la escfibeno experi- cente, esto es, un yo cuya existeiicia es Independiente de cual-
I]!entara durante su vida alguna modificación o cambio radical quier escritura. No podemos afirmar lo mismo de Ana Karenina,
respecto de la existencia anterior. Y son las metamorfosis que de Geoffrey Firmin o de la tía Tula, por ejemplo. De manera
jalonan las sucesivas etapas de la VI a e un ombre las que que, en teoría, todo texto autobio ráfico permite la prueba de la
aportan el material para un ISCurS 'narratIvo que parte del yo verificación: el lector esta Invitado a contrastar lo expresado en
como sujeto objetual para ofrecer, finalmente, un conocimiento el texto con otros testimonios, otros documentos que describan
recapitulador: del ser que se era al ser que se es en e momento los mismos acontecimientos que se relatan en la obra al objeto
en que se escribe. De 16 contrario, si no hubiera cambios o de determinar su veracidad y con todo aquello, en fin, que su
éstos no afectaran a la psicología del narrador, a éste le bastaría autor ha podido manifestar en otras ocasiones, a fin de determi-
con describirse a sí mismo de una vez por todas y la única nar su autenticidad. Y ello es así en ocasiones: antes citábamos
materia cambiante en el relato sería la serie de acontecimientos el "caso Goytisolo" pero, lógicamente, es el memorialismo polí-
exteriores que pueden sucederse a lo largo de una vida. En un tico el espacio privilegiado para la controversia y donde suelen
principio ese cambio fue la con.versión religiosa, la irrupción de proliferar los ajustes de cuentas, las acusaciones y las réplicas de
un estado de gracia lo que impulsó la escritura autobiográfica y todo tipo. La historia reciente de España, como también los
su ejemplaridad (san Agustín, san Ignacio de Loyola, santa sucesos de 1808, las guerras carlistas o la independencia ameri-
Teresa ...); después se trató de una inquietud narcisista, la volun- cana han sido y son ocasión excelente para analizar la división
tad de dejar huella, la que avaló la expresión de las transforma- de opiniones ante acontecimientos comunes.
ciones interiores del individuo. A partir del Renacimiento sigue Conseguimos escribir algunas páginas sobre la autobiogra-
tratándose de conocerse, sí, pero ahora ya no para hallar el fía sin hablar, prácticamente, de Phili e Leisune: ahora resulta
camino de la Gracia sino por el placer del análisis personal, de inevitable pues ha sido este lúcido y cartesiano crítico francés
la introspección y, con frecuencia, para ofrecerse a la admira- el primero en percatarse de que, si bien en el seno del texto no
ción del prójimo ... En suma, de un plano trascendente la escri- es posible hallar diferencias entre una novela y una auto iogra-
--- -
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fía, sí las hay en el contexto de uno y otro género: el status ofi-
cial de un libro autobiográfico, el hecho de que el autor afirme de septiembre a sondear a conocidos escritores de la ~P?ca
su intención de hablar dé sí mismo y decir la verdad, es el res- acerca de su valor. Las opiniones de los encuestados, lógica-
ponsaoíe de la proeza y tal irmación afecta muy es ecialmen- mente, oscilan y, así, mientras unos ponen de manifiesto una
te a la lectura de la obra: "es un modo de ectura tanto como un extrema animosidad y virulencia (Alfredo Marquerie, Luis
tipo de escritura, es un acto contractua istóricamente varia- Ruiz Contreras), el juicio de otros, como César González
ble", escri1:5eLejeune (1975: 45). Ruano, es más atemperado al calificadas de " descuidadas,
Y, en efe-clo, nuestro comportamiento como lectores no es insistentes, casi cornineras" pero de un valor literario indiscuti-
el mismo ante una novela que ante una autobiografía: en el pri- ble. Como colofón al cuestionario, La Estafeta incluía la pre-
mer caso nos abandonamos a la trama, o bien nos interesamos gunta: "¿Qué dice Vd. de lo que Baroja dice de su esposo?"
fundamentalmente por la escritura, conscientes de que en ella dirigida a las viudas de Villaespesa y Maeztu, ambas presumí-
radica el único soporte de la ficción. Por el contrario, en una blemente agraviadas por los comentarios vertidos por el nove-
autobiografía, incluso cuando el estilo es particularmente bri- lista en sus memorias (del primero, por ejemplo, se queja el
llante, nuestra atención se orienta, en lo fundamental, hacia el escritor de que le sacó con malas artes cuarenta duros).
hombre cuyo rostro adivinamos en cada página. Es probable Bien es verdad que algunos escritores han percibido el par-
además que el lector conozca de antemano algo de la historia tido que pueden extraer de la confusión de los acuerdos de lec-
personal del autobiógrafo: obra anterior, declaraciones, notorie- tura para componer sus novelas en un marco de mayor labilidad
dad ... es decir, que haya podido forjarse su propia idea del per- artística: pienso en Cervantes, en Galdós o en Max Aub, todos
sonaje. En ese caso, el lector, observa Lejeune, puede parecerse ellos responsables de magníficas historias de ficción ofrecidas
a un improvisado detective y dejarse llevar por las disonancias al lector bajo un ropaje autobiográfico convincente: el
del texto: buscar las diferencias, los errores, las deformaciones Coloquio de los perros, por no hablar del Quijote, podría defi-
en que haya incurrido el autobiógrafo al objeto de romper el nirse como una autobiografía fantástica: Berganza relata a
pacto tácito establecido y desautorizar la identidad entre narra- Cipión el discurso de su vida, y hay una coincidencia entre
dor y personaje o bien> entre el autobiógrafo tal como se pre- narrador y personaje que sirve además de vehículo a las ideas
senta en la obra y la imagen que el lector guarda de él. Sostiene del escritor. Sin embargo, el argumento de la obra arranca de
el crítico francés que así es como nació el mito de que la auten- una situación imaginaria e irreal: Cipión y Berganza son dos
\ ticidad es mayor en una novela que en una autobiografía, por- perros favorecidos, por una noche, con el don del habla; p~vi-
que siempre se encuentra más verdadero y profundo aquello legio que ambos aprovecharán para decir cosas que con el tiem-
que uno ha creído descubrir con dificultad, a través del texto, po se han ido depositando en su memoria. En cuanto a Galdós,
que aquello que desde un principio se nos ofrece sin reservas maneja con suma habilidad el relato en primera persona, es~e-
(cfr. Lejeune, 1975: 26». Más arriba citábamos algunos ejem- cialmente en El amigo Manso y Lo prohibido, donde el novelis-
plos de disconformidad autor-lector, inimaginables en un texto ta canario se permite incluso la simulación de que sea un ama-
de ficción, pues todos habían sido objeto de réplicas por parte nuense -un tal José Ido del Sagrario- quien se encargue de
de lectores privilegiados que participaron, de algún modo, en lo finalizar las Memorias del protagonista, José María Bueno de
evocado sin identificarse con el modo en que se hacía. Pero hay Guzmán . Este último deberá combatir además la tendencia de
más. Por ejemplo, el revuelo causado a raíz de la publicación Ido del Sagrario a literaturizar las experiencias relatadas por el
del primer tomo de las memorias de Pío Baroj a, en 1944: La primero, apartándose de la "verdad" de su vida ( y pese a la
Estafeta Literaria dedicará las páginas centrales de su número magistral urdimbre de las memorias apócrifas que son algunas
de sus novelas, Galdós defrauda en sus apresuradas Memorias
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35
de un desmemoriado). En cuanto a Max Aub, gustaba de jugar
con las fronteras entre biografía y ficción y de ello pueden
hal.larse abundantes pruebas en toda su obra (Vida y obra de
Luis Alvarez Petreiia, Josep Torres Campalans, etc.). Por no
habl~ de tantos títulos existentes en el mercado con epígrafes
ambiguos: Memorias de un feto, Memorias de un asesino
genial, Memorias de un billete de banco, Memorias de un Ford
T (probable reminiscencia de aquellas célebres Memorias de un
vagón ~e ferrocarril, de Eduardo Zamacois) o de las pícaras
Memorias de un somier, de Joaquín Belda...· .' .
Sin embargo, y al margen de las amplias posibilidades que
t~?as, l~s cosas ofrecen cuando uno las quiere definir, la condi-
.clO~ etica de la sinceridad es, en mi opinión, una exige'ñcia ine-
2. HISTORIA, INDIVIDUO, LITERATURA
ludible de la obra autobiográfica y, tal vez, su mayor atractivo
puesto que e~ ella todavía es tolerable a distinción entre falso y
verdadero, Impostura y rigor. Así 10 manifestaba César
González Ruano en el prólogo a sus Memorias: La escritura autobiográfica suele recurrir a la primera per-
sonagramatica, asta el extremo de que podemos calificarla
"Casi el único aliciente que tiene esta empresa es el de su como literatura del Yo: el mismo individuo ocu a una posición
s~nceridad,posible en tanto que aquí no hay que adular a nadie múltiple y simultánea: 'es protagonista, narrador y autor de la
111 contemplar ~ t~1o cual público, porque me pongo por pri- obra, de modo que ese yo (el shifter por excelencia para
mera vez en mi Vidaa escribir un libro por el que no he cobra- Jakobson) aparece como fundamento de una estructura discur-
do ningún adelanto y del que no he querido tener conversación siva fuertemente lingüística en la que al hablante se le permi-
alguna con ningún editor habitual ni desconocido" (1951: ten explotar algunas de las convenciones que rigen la comuni-
401).
cación en general. Por ejemplo, aislando la posición clave del
oyente: ese yo au obiográfico que refiere aspectos de su vida
. y también. Ruano, por cierto, se vio envuelto en un episo- desde una posición privilegiada (pues él ha elegido la ocasión,
dI? ~ontrovert~~o al publicarse el libro, según sabemos por el el contenido y la duración de su discurso) lo hace ininterrum-
DIarl.O(anotación del 5 de enero de 1951) pues tanto el hijo de pidamente (lo que en otras circunstancias comunicativas resul-
Ranuro de Maeztu, como los dos vástagos de Ricardo León se taría intolerable y es motivo de que algunos libros de memo-
ofendieron seriamente con lo que en las Memorias se decía de rias nos aburran con la cháchara inacabable de los recuerdos).
sus respectivos padres y entablaron una querella criminal con- O bien cede la voz a otros de forma indirecta y a su convenien-
tra el escritor, lo que le ocasionó notables quebradero s de cabe- cia: es el único responsable, en fin, de las reglas que rigen el
za. Se equivocaba "el gran confalonero del Yo" (son palabras discurso pero, además, al ser también sujeto y referente de las
de .Umbral) en eso de que el género autobiográfico permite acciones evocadas, según veíamos en el capítulo anterior, las
olvidarse del público.
implicaciones de esa estructura pronominal son mucho más
profundas y duraderas y están relacionadas con el concepto de
"acto de habla" formulado ~or J.L. Austin J.R. Searle del
cual Elizabeth Bruss extrajo su modelo de "acto autobio ráfi-
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se decidía a considerar que en cualquier obra importante, de
CO"4.Para Austin, del mismo modo que "mañana cumpliré tu hecho, todo es autobiografía',
encargo" no es una oración descriptiva al estilo de "me duele la La franca opinión de Gaulmier refleja una indecisión que
cab~za", pues en la primera se hace algo que va más allá de todos hemos experimentado en alguna ocasión. Tal vez sea útil,
decir algo: la frase contiene la acción mental de un compromi- para evitarla, h~cer,una distinción, al mod~ arist~télico, ~ntre la
so, c?n toda la complejidad de implicaciones que tal cosa lleva potencia autobiográfica y el acto de autobiograffa sugenda por
consigo. Es decir, registra la voluntad de hacer algo por parte José Romera Castillo (1981: 13-56»: entre ambas, potencia y
del hablante, voluntad que permanecerá, una vez dichas las acto, se configura la total expresión de yo. De ahí que poda-
palabras, hasta que, en efecto, cumpla el encargo (o no lo cum- mos afirmar que el hombre, cual uier horñl5re, vive con ese
pla y deba atenerse a las consecuencias). .... potencial autobiográIico que en realidad le define, puesto que
. De igual modo: ~uando un _memo~ialista se .refiere, por le es consubstancial, y que manifiesta de muy diversos modos,
ejemplo, a la autenticidad de su discurso al hablar de sí mismo en1a vida tanto como en las obras (si las hay).
s= ?~ciendo algo que también va más allá de la simple des-
cnpclOn.o asevera~ión -"nacI en ..." ya que lo dicho exige cierta
"El ser humano 'practica constantemente el ejercicio de
hablar de sí mismo: lo hace, desde luego, en las cartas que
c.?nforll11dad(relatI."a) con los hechos. Es más una autobiogra- escribe, en las conversaciones que sostiene, en las opiniones
fía (o unas memonas) pretende, por lo común, concordar con que defiende, en los créditos que solicita. Habla de sí, aun sin
o~os testimonios e idealmente, estamos invitados, por con ven- pretenderlo, cuando está enamorado, enfermo, solo, eufórico o
cion, a contrastarla con ellos al objeto de determinar su veraci- depresivo. Cuando come, cuando bebe, cuando paga (nada más
dad, incluso con todo aquello que su autor ha podido manifestar elocuente que la forma de manejarse con el dinero). Es más,
en otras ocasiones a fin de aquilatar su grado de sinceridad. habla de sí cuando calla por el modo de hacerlo, y tal vez sea la
Ahora bien, volviendo a su calificación como literatura del elocuencia de algunos silencios la parte más inapelable de cual-
Yo, se me dirá que el creador literario, sea cual fuere la forma quier discurso sobre el yo. Pero sólo unos pocos emprenden un
elegida para e~presarse, pone siempre de manifiesto aspectos, acto de escritura encaminado a descubrir explícitamente, yeso
f~agmentos mas o menos extensos de su yo en la obra. Toda es fundamental, la mismidad (concepto que surge en la medida
jIteratura es pues literatura del yo: nuestra vida es, como sabe- en que el yo se hace a sí mismo) convirtiéndola en sujeto de la
mos, una inmejora?le fuente de escritura. so es aIgo que se ha acción, en único argumento de la obra. La literatura del Yo
mantem?o desde SIempre y 'remonta la tradición autobiográfica atiende al conjunto de esos actos de escritura cia-
a los ongen~s del ho~bre de ta cultura. ¿En qué quedamos? les otros unitarios- en los ue el autor se enfrenta sin subterfu-
Jean <,Jaulll11er,coordinador del coloquio sobre la autobiografía gi;s formales coniil ro ia ex eriencia ara descubrir des ués
organizado por la Société d'Histoire Littéraire de France en en qué medida sus vivencias conectan con las de otros ,en
enero d~ 1975, c~nfesó e~ la apertura del coloquio que su áni- definitiva, con el lector. Claro que abundan las interpretaciones
mo oscilaba, segun los días y el humor, entre dos posiciones y las ambigüedadesen la aplicación de dichos conceptos y,
opues.ta~: tan pronto ~e inclinaba a pensar que la autobiografía entonces, no queda más remedio que oponer escrituras próxi-
no eXIStIacomo tal mas que en las formas ambiguas y múltiples mas ( esto es, aceptar una autobiografía estereotipada y recha-
adoptadas según los autores y la época, como, por el contrario, zar una novela en la que, no obstante, lo autobiográfico aflore

. 4 En su arc?icitado libro The ~utobiographical Acts: The Changing 5 Leído en la introducción al núm. 6 de la RHLF (1975), dedicado ínte-
Situation. o/ a Literary Gen re, Baltirnore, John Hopkins University Press gramente a la autobiografía, noviembre-diciembre, pp. 901-902.
1976. '

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con violencia) Y reunir obras de valor y alcance muy diferente.
Por esta razón, los términos aristotélicos parecen los más acer- memorialista se adentra en sí mismo a la búsqQeda de ecuer-
tados: el acto denota la realidad desplegada (explícita, decía- '(í()S: el objeto inmediato d~ su em resa no es tantqel mundo
mos), mientras que lapotencIa aIUcle-a-a acu ta ,siempre VIva exterior como la propia vida que se quiere revivir . . mediante el
en el hombre, para producirlo. recuerdo. El memorialista suele evocar acontecirmentos o per-
- Autobiografías, autorretratos, memorias, diarios íntimos y sonas de alguna trascendencia, que influyeron en su presente o
epistolarios son, en mi opinión, las cinco manifestaCIOnes auto- que ocasionaron consecuenc~as de ~nterés ~n su ñuuro o en el
rreferenciales fundamenta es. rescm amos de que eladjetivo de sus contemporáneos. X. el ha SIdo testigo de ellos, estuvo
"autobiográfico" suela utilizarse para calificar no sólo a una de presente, intervino o los vivió de cerca: es el tópico decimonó-
las más genuinas manifestaciones de la literatura del Yo, esto nico repetido por Godoy, Fernández de Córdova, Mor de
es, la autobiografía, sino que, debido a la transparencia semán- Fuentes, Mesonero Romanos, Sanromá, Estévanez, etc.
tica del vocablo or extensión, sirva ara referirse a cual uie- Porque, tradicionalmente, las memorias se han considerado
ra de las restantes orie:ntaciones tipológicas mencionadas (y es un género histórico: las Lecciones sobre la Retórica y las
una circunstancia que ha favorecido innumera es confusiones Bellas Letras (1783), del humanista y fisósofo escocés Hugo
y anfibologías). Así, cuando se afila óefgénero au o IOgráfi- Blair, recogen esta secular opinión, a la que no faltan razones:
co se suelen obviar distinciones -ertillen es: . nos re enmos al
conjunto de autobiografías strictu sensu o, por el contrario, "Bajo el nombre de historia se comprenden, como espe-
estamos pensando en un dominio másvasto que agrupa a toda cies subalternas, los anales, las memorias y las vidas; sobre las
cuales se harán algunas reflexiones, después que se haya con-
aquella escritura -diarios, cartas ...- cuyo referente inme iato es
siderado cuanto pertenece a la verdadera historia".
el propio autor? Común a todas estas manifestaciones encontra-
mos la autorreferencialidad y el apoyo estructural tripartito: un
Blair considera pues las memorias como un soporte más de
ej~ temporal o histórico, un eje In IVI ua y un eje iterano
la "verdadera historia", aquella que tiene por objeto "recordar
(cr~ati~~ según sea el gra o de unciona 1 a e ISCur-
la verdad para instrucción de los hombres". (Claro que en el
so). La importancia y función de dichos ejes vanara e un
siglo XVIII "la verdad" era una referencia todavía posible, des-
género a otro y explicará las diferencias existentes entre ellos.
pués saltaría por los aires.) Y prosigue el escritor escocés:

"Las memorias denotan una composición, en que el autor


2.1. Memorias v. autobiografía refiere solamente los hechos que él mismo ha llegado a saber,
o en que se halla personalmente interesado; o que ponen a las
Acaso la más difícil de discernir sea la diferencia que cabe claras la conducta de algún personaje, o las circunstancias de
establecer entre una autobiografía y un libro de memorias. Del la acción que toma por asunto. Lo que principalmente se
latín memor, el vocablo memorias pasó al castellano muchos requiere de este escritor es que sea animado e interesante; que
siglos antes de que lo hiciera el cultismo autobiografía (habría dé noticias curiosas, y útiles; y que informe de algunas particu-
que estudiar el nacimiento y evolución crítica del término en laridades dignas de saberse" (1819: 187).
España), y con él se designa, fundamentalmente, una relación
de hechos: los hechos de una vida, los de una sociedad o insti- El objeto de las memorias coincide, aparentemente, con el
tución, los de una etapa histórica ... Sin duda, las memorias (en objeto de la Historia, esto es, dar cuenta de los hechos de cierta
plural) pertenecen al dominio literario del Yo puesto que el relevancia, hechos que serán referidos con objetividad, fideli-
dad y exactitud por el historiador y narrados por el rnemorialis-
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autobiográfico cabal y dice en sus memorias:
ta desde una perspectiva personal, subjetiva, desde luego, pero
menos que la manifestada en otros géneros autobiográficos, "Cada vez que pienso en una autobiografía tengo una sen-
puesto que el memorialista mira al exterior, al mundo que le ha sación muy rara. Mejor no pienso en eso, sino en contar anéc-
r?deado .y.~el que se propone ofrecer, por alguna razón, su par- dotas y no en buscar una interpretación de mi vida" (1990: 33).
tlcul~ visión: son. los datos, no los esfuerzos de un hombre por
erguir su personalidad, los protagonistas de la obra. En efecto, entre los escritores españoles hay un evidente
y el término continúa marcando las preferencias de la recelo a calificar una obra autobiográfica de "autobiografía": el
mayoría de escritores, que suelen subrotular así "Memorias" lector puede comprobarlo en la frecuencia de aparición de los
sus obras autobiográficas, independientemente de que lo sean o términos Memorias o Recuerdos, mientras que son muy pocos
no. Pongamos un ejemplo: en lo que se me alcanza, la estructu- los que utilicen el de Autobiografía en sus escritos: tan sólo
ra narr~tlva de las llamadas Memorias políticas (1931-1933) y Miguel Villalonga y Jorge Semprún recurren a ella. José
Memonas de guerra (1936-1939) de Manuel Azaña es la carac- Moreno Villa y Rosa Chacel la añadirán como subtítulo de sus
terístic~ ~e un diario, pese a la calificación de Memorias que obras Vida en claro y Desde el amanecer, respectivamente. El
han recibido sus cuadernos políticos respetando la intención del resto parece corresponder a iniciativas editoriales.
presidente ?e la IIRepública española, que no logró, sin embar- En cuanto a la autobiografía, en l~ últimas décadas se ha
g?, concluir su ~mpres~. Tal condición diarística puede perci- convertido en el objeto de importantes estudios, espe~nte
birse desde la pnmera línea del texto, cuando escribe: en el dominio francés, angillsajón. Todos coinciden en buscar
el carácter distintivo e genero, en encontrar aque1lo asgo s
. "Ayer tarde [1 de julio de 1931], un poco menos atereado, pertinentes que permitan acomodar la percepción del mercado
fui al.Ate~eo cerca de las ocho. Metido en mi despacho, no vi literario a un determinado e emen o organiza or: protrrema
a nadie mas que al conserje" (1978, 1: 9). no radica tanto en trazar los límites, siempre móviles y fluidos
cuando de arte se trata, como identificar un centro que le pudie-
La razón de ese frecuente epígrafe, aun tratándose de textos ra conceder autonomía al género. 'Pero, surgida originalmente
que poco t!enen que ~er c?n unas memorias, es simple: parece de las memorias y las vidas religiosas, la autobiograffa ha
que e~te gener? autobiográñco carece, en la expectativa de sus adquirido, de hecho, una autonomía muy precaria que no iguala
usuanos, del nivel de exigencia y compromiso que suele acom- a la autonomía de su nombre. Como dice Georges May, autor
pañar a una autobiografía. En una de las últimas entrevistas de un úfil manual sobre el genero, "sin duda la historia de este
concedidas por Emir Rodríguez Monegal antes de su muerte nombre refleja la naturaleza de la autobiografía, pero sin defi-
(Diario 1.6, 17/11/1985), e~co uruguayo admitía ese extses nirla ni fijarla" (1982: 151).
mo al afirmar que había actuado "astutamente" al titular su A Philippe Lejeune debemos, hasta el momento, la caracte-
libro autobiográfico Las formas e a memona toma o e una rización más completa del género. Hace 20 años, en Le pacte
ci~ de 13~rges: "el olvido, una de las formas ememorla por- autobiographique afirmaba el crítico francés situarse como un
que no quería que su obra fuera e I era amente iccional" lector de hoy que quiere vislumbrar un orden en el magma de
p~~o tampoco "someterse a ngor auto lOgr ICO , aSl que eci- textos publicados en los que el tema común es la narración de
dIO.aco~erse al género memona ista, e mayor I erta imagí- la vida de alguien. Era pues la perspectiva del lector la domi-
n~t va smyor _ello ~enunciar a la primitiva intención que origi- nante en la archicitada aehnlClOn que nos propollla tcrfrico
no laescritura del libro. Y también-COñc a en ez se desern- francés: ''Re ato retrospectivo en prosa que una perso~ real
baraza de la excesiva exigencia que supone un proyecto
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hace de su propia existencia, cuando el acento recae sobre su cesas Y de los personajes conocidos, o de las obras llevad~s a
su . . d
vida individual, en particular sobre la historia de su personali- cabo, son los objetos superficiales, pnmenzos, e una expe~len-
dad" (1975: 14). Pese a la intención empírica e inductiva que .a más profunda que, si bien aparentemente puede seguir el
CI . d"
animó a Lejeune, su voluntad de elaborar una simple hipótesis entramado del "currículum vitae", recorre un canuno ~StllltO,
de trabajo, lo cierto es que el estatuto teórico de su formulación paralelo o inverso, impulsado por la búsque~a de. un se?,tldo, de
favoreció que se convirtiera muy pronto en el punto de referen- n cintro. Acaso baqueteado por una honda ínsaostaccíon.
cia indiscutido de cualquier análisis sobre el tema: motivo de u En unas páginas autobiográficas tituladas "vida ~ obra" y
adhesiones y de críticas, su concepto del pacto autobiográfico escritas por Dámaso Alonso en 1948, el poeta co?ftesa. que,
havenido a s_erla hipótesis de trabajo que en un principio se pese a la benevolencia con que siempre .le trataron. VI?a y l~tera-
proyectara, a cuyo desarrollo y matización ha contribuido el tura, lleva dentro de sí una gran angustia, un sufrimiento inno-
propio Lejeune con recuen es y sucesivas correciones a los minado que con el tiempo ha ido intensificándose Y de~ cual ha
aspectos más conflictivos de la misma. brotado buena parte de su obra poética, llena, por CIerto, de
Algunos estudiosos se an re e a O'éontra el dogmatismo autorreferencias, también nominales: "Yo me llamo Dámaso,
de Lejeune (Beaujour y muy especialmente Georges Gusdorf escribo en mi cuarto", "ella podría ser un monstruo que se lla-
en su estudio Lignes de vie, de 1991) pero, sea como fuere, la mara Dámaso", "Dámaso-babosa, con cuánta tristeza", "río al
resonancia de Le pacte autobiographique fue tan espectacular que le llamaban Dámaso, digo, Carlos", etc. (L~ poesía de
que nos lleva a pensar que al crítico francés se deben buena Dámaso Alonso serviría para ilustrar eso que los ingleses lla-
parte de los frutos obtenidos en la "canonizacióñ" del género. man "name-dropping" o goteo cons.tante d~l no~bre: ~ra
Desde entonces ha llovido mucho, sin embargo, Lejeune sigue Lejeune esa pasión del n~bre ro 10 va mas alla de la sim-
combinando con rigor y sutileza la teoría y la crítica en el análi- ple "vanidad de la autoría" puesto .gue, a t:r~,és de ella, la er-
sis de la autobiografía y en los últimos años su investigación se sona misma reivindica la existencia convlrtlendose el nombre
abre al estudio del diario íntimo y su incidencia en la sociedad propio en el tema profundo de toda autobiogr~fr~. 'Pero ta v~z
francesa actual Cher cahier (1989) y Le Moi des demoiselles el móvil autobiográfico descanse en un sentírruento contrano
(1993) son sus recientes aportaciones al respecto). Renuncio a de orgullo y de autosatisfacción.
ofrecer una síntesis de sus trabajos y me remito a la magnífica En cualquier caso, el escritor deberá mantenerse atento a
síntesis elaborada por Paul John Eakin como prólogo a la pre- sujetar las bridas de su imaginación: la ~~tobiog:a~ía permite
sentación de su obra en engua mg esa y que sirve de introduc- largos vuelos a la fantasía, a una recreacion ~d llbítum de lo
ción a la edición española. sentido y, en definitiva, puede tentar al artista a pe!der s,u
Si el eje histórico, los recuerdos, el relato de los aconteci- honestidad. De ahí q~e Georg Gusdorf hable de la autobiografía
mientos vividos vertebra la literatura memorialista, en la auto- como de una experiencia iniciática animada por una mtenclOn
biografía, por el contrario, los recuerdos están sometldOs a la
logía de la vida personal. -
-
meta-histórica , en cuanto se sitúa en la perspectiva de una onto-
.
tentativa del individuo de interpretarse a sí mismo. La recapitu-
lacÍOñ imp ica una or enación el pasado llevada a cabo Qor el n a eXlstencía e un hombre cualquiera el centro VItal
yo reflexivo: se trata de clarificar oscuridades, unificar contra- está en todas partes, suele desplazarse según las circunst~cias,
dicciones, reagrupar los hechos, deseos y creencias en una o, mejor aún, no hay centro ni tampoco la nec~sidad de~ rrus~?
simultaneidad plenaria. El desafío es doble pues, por una parte, De hecho, la empresa autobiográfica denuncia esta alienación
el auto lOgra!o se descubre entregado a sí mismo como proble- del hombre ordinario cuyo vivir le impide vivir-se, explorar los
ma al que sólo él puede dar solución. El relato, la crónica de los repliegues del espacio íntimo: analizar la relación entre vida

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real y conflicto interior, profesar un nuevo orden de prioridades
a la luz de la experiencia, de los errores y el talento de cada mente en esto: en la conexión entre los hechos externos, objeti-
cual. La búsqueda y consecución de este espacio familiar aun- I vamente comprobables, y el sentido íntimo de la individual,
que inexplorado, en el cual pueda manifestarse aquel plus de que aun para el propio sujeto que la vive está muy lejos de ser
significaciones que con frecuencia la vida pública del hombre transparente (antes al contrario, suele aparecérsele envuelto en
no agotó, o tal vez ni siquiera le dio salida, bien pudiera ser el angustiosas ambigüedades y dar lugar a perplejidades muy
objetivo específico de una autobiografía. perturbadoras" (1982: 10).
Juan Larrea, en su proyecto de memorias, considera que
nadie con anterioridad a nosotros ha sido capaz de revelar el
sentido de nuestra experiencia. Sin embargo, los seres más 2.2. El autorretrato
capacitados están obligados, en opinión del poeta, a transmitir
la suya en beneficio de los demás: Michel Beaujour es autor de un conocido ensayo sobre el
autorretrato: Miroirs d'encre (1980), en el que profundiza acer-
"Nadie de las generaciones predecesoras nos ha revelado ca de las afinidades y diferencias del autorretrato respecto a la
nunca con puntualidad el verdadero sentido de lo que más nos
autobiografía. Para Beaujour el primero es un conglomerado
interesa a todos conocer, por ser nuestro denominador común,
la Vida (...) Lo que nadie se ha propuesto dejar dicho es qué es
polimorfo mucho más heterogéneo y complejo que la narración
la Vida. Cómo se comporta, a qué intenciones se ajusta, cuál auto biográfica, hasta el punto de aislarlo de toda filiación gené-
es el sentido y alcance de su influencia a juzgar por las expe- rica. Y si bien su rasgo principal es la ausencia de un relato
riencias circunstanciales a fin de que los demás puedan continuado así como la subordinación de la narración a una
aprovechar ese conocimiento, como sucede en el orden cientí- interpretación lógica y estática de uno mismo, su alcance le
fico, para enriquecer entre todos la conciencia de la especie" sitúa en un conjunto discursivo más amplio donde el yo resume
I
(1978: 10). la estructura del mundo, como el microcosmos en relación al
macrocosmos. Así, el discurso de un yo sobre yo se convierte
11
En efecto, nadie nos ha revelado asuntos de tanto interés, en microcosmos del discurso colectivo sobre el universo de las
acaso porque nadie sepa mucho más sobre ellos que cualquiera cosas (1980: 30).
de nosotros. Beaujour afirma que el término autorretrato no le satisface,
Pese a que pueda parecerlo en nuestra exposición, la evoca demasiado a Goya, a Rembrandt, a Van Gogh o a Francis
autobiografía no es en modo alguno un género puro e in- Bacon, es decir, que su origen y desarrollo principal es pictóri-
contaminado y, en consecuencia, difícilmente la voluntad de co, lo que siempre genera falsas dependencias estéticas. Sin
autoanálisis que caracteriza a las mejores constituye el peso embargo ¿cómo definir aquello que no es propiamente una
único de la obra: en la tradición textual, la personalidad del autobiografía aun participando de muchos de sus destellos?
autobiografiado se integra en los diversos sucesos del relato. Meditación autobiográfica, antimemorias, ensayo ... son térmi-
Para muchos, el valor de una autobiografía descansa en la acer- nos, en fin, que todavía resultan más inapropiados. Y lo cierto
tada fusión entre ambos planos, el histórico y el individual. es que disponemos de una realidad literaria que avala la necesi-
Francisco Ayala así lo expone en el prólogo a sus Recuerdos y dad terminológica: los autorretratos de Cervantes, de Valle-
olvidos: Inclán, de Gómez de la Serna, de Machado, de Azorín, de
Barral y un largo etcétera que debería inventariarse. Men-
"Claro que el problema de toda biografía radica precisa- cionemos algunos.
En 1988, aparecía el primero de los "Cuadernos Jarne-
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sianos": una especie de "plaquette" editada por Ildefonso- motivado por el temor a caer en el extremo contrario del enva-
Manuel Gil con el sugestivo título de Autobiografía. Sin necimiento autodescriptivo. Lo hemos apreciado en muchos
embargo, su contenido responde perfectamente al arquetipo del textos. Por ejemplo, en el breve Autorretrato escrito por
autorretrato: descripción, estatismo, selección de algunos ras- Eduardo Chicharro hacia 1959 (aunque inédito hasta 1974), la
gos biográficos con valor autoproyectivo y brevedad en la voluntad distanciadora puede apreciarse en la decisión de escri-
escritura. El propio Benjamín Jarnés reconoce en cierto pasaje birlo en tercera persona, como alejándose en lo posible del refe-
del texto, escrito a propósito de la primera edición de Yiviana y rente. Y, en efecto, el poeta emprende una descripción exhausti-
Merlín, su poca disposición mental por entonces (primavera de va de sí mismo: sus medidas ( altura, número de pie, circunfe- .
1930, según I.M. Gil) para escribir su autobiografía: rencia pectoral, cuello de camisa, número de dioptrías ...); las
huellas del tiempo a su paso por el cuerpo (cicatrices, arrugas,
"Temo escribir mi biografía. Tampoco siento ahora deseos malos gestos), sin excluir los rasgos menos favorecedores de su
de contemplar esa cadena de mis pasados yos, indecisos, fisonomía:
borrosos, pruebas de mí mismo que debo respetar y compade-
cer como a mi prójimo. Ni puedo escoger de entre todos ellos "Tiene mala y fea dentadura, con los incisivos superiores
un ejemplar de los días festivos para hacerla pasar por el hom- algo sobresalientes e irregulares, lo cual le produce un aspecto
bre de todos los días -como se suele hacer-." (1988: 6) poco agradable y le impone lo que vulgarmente se llama un
complejo" (1974: 316).
El autorretrato constituye una práctica marginal de la escri-
tura autobiográfica, no tanto desde la perspectiva de su ejerci- En la descripción de sus rasgos de carácter, Chicharro
cio -porque el caso es que los autorretratistas abundan más que resuelve el problema que podía planteársele de destruir la
los autobiógrafos-, como desde una posición crítica: carecemos impresión de separación o de distanciamiento transmitida en
por completo de estudios sobre la probable evolución del auto- la descripción de su aspecto apoyando la etopeya en un estu-
rretrato o sobre su estatuto teórico. (Lo mismo puede decirse dio grafológico que consigue aportar datos suficientes como
sobre la biografía como género literario, de extraordinaria difu- para constituir un análisis caracterológico equilibrado con res-
sión en España durante el primer tercio del siglo XX, gracias al pecto al anterior, manteniendo, al mismo tiempo, la neutrali-
renovado impulso que le diera Ortega y Gasset.) dad deseadas.
Siempre se ha tratado al autorretrato desde un punto de vis- No es el único texto autobiográfico del poeta postista.
ta restrictivo o negativo, aquello que no alcanza a ser, o se pare- Disponemos de otros dos textos autobiográficos, uno de ellos:
ce a... sin considerar su coherencia interna y el hecho de que La infancia fue escrito pensando en unas Obras Completas que
surja de propósitos distintos de los que inspira un relato auto- no llegaron a publicarse. El último se titula Autobiografía (en
biográfico. Escribe Beaujour: "La fórmula operativa del auto- realidad, es una larga carta dirigida a Angel Crespo con motivo
rretrato es pues: 'Yo no vaya contaras lo que he hecho, vaya de otra edición de su poesía que no llegó a realizarse), pero lo
deciros quien soy" (1980: 9). El trazo de lo que uno es, o cree importante es que en los tres se respeta la intención sintética,
ser, se alza pues como el objetivo fundamental del autorretratis- temática, autorretratista y en todos sobresale el esfuerzo de
ta. No obstante, es curioso notar cómo en este género literario
hay identidad, pero no suele darse coincidencia entre el autor y
6 Véase mi trabajo "Estrategias del autorretrato en Eduardo Chicharro",
el personaje: el distanciamiento, incluso una cierta crueldad del en L'autoportrait en Espagne. Littérature et Peinture, Université Aix-en-
primero con el segundo, es un rasgo acusadísimo, sin duda Provence, 1992, pp. 243-258.

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bio de vida tan radical debía de dejar huellas indelebles: el niño
Chicharro por facilitar una descripción de sí mismo y de su altanero y feliz que había sido, se hizo temeroso y huraño trai-
visión desarraigada del mundo lo más ajustada posible a la rea- cionando las expectativas puestas en él:
lidad del individuo. La escritura abandona la tercera persona
gramatical, pero el estilo de Chicharro sigue siendo lacónico, "¿ y qué importa la traición? -se interroga el escritor ala-
contundente en la autoespecularización y reacio al sentimenta- vés-. Es un deber cuando la propia causa es mala. Pero no hay
tal cosa; Maeztu es hoy decadente, pero ¿qué importa el
lismo:
Maeztu de hoy? El importante es el de ayer, el niño fuerte,
intrépido y feliz. Su recuerdo le arranca a la pluma adverten-
"Es hipotímico, por lo que no empieza por lo general a
cias de amigo para los hombres sanos y latigazos desdeñosos
sentirse normalmente dispuesto sino hacia medio día y su efi-
para esos enfermos que esconden sus úlceras. y en esta tarea
ciencia se manifiesta más fuerte en las primeras horas de la
recobra la cohesión que aún le es posible este otro Maeztu, que
madrugada. Es algo misántropo, pero con tendencia altruista.
termina su análisis triste y soberbio, a la vez necrología y
Tiende a aislarse, es irritable, pero comprensivo y paciente.
panegírico, afirmando la convicción soberbia y triste de que en
Padece esporádicarnente crisis de abatimiento y ligera neuras-
él se ha malogrado el mejor ejemplar, en su tiempo, de su país
tenia. En compañia que le agrade suele mostrarse alegre, ocu-
y de su casta" (1962: 29).
rrente, agudo, chistoso y hasta brillante" (1974: 316-317).

En cierto modo, Chicharro aparece ante el lector como un Maeztu se desmorona acaso por partir de muy alto y exigir-
outsider que lucha toda su vida por encontrar su lugar, sin con- se demasiado a sí mismo. Lo cierto es que ha sido casual diver-
seguirlo: gencia psicológica entre autor y personaje que cabe apreciar en
los retratos de Maeztu y Chicharro. No siempre es así. En cam-
"Confiésome amasado de carne pecaminosa y sensual, bio, un rasgo permanente del autorretratista es su intento de
porque no otra cosa es que guste tanto la superficie del agua, el lograr una síntesis: podía apreciarse muy bien en las páginas
olor a libro viejo y el vuelo de las aves planeadoras. porque no dedicadas a este microgénero en el periódico ARe literario
es otra cosa el que añore ardientemente la vista del mar, de los (agostoIl994: lamentablemente no dispongo de la fecha exac-
altos bosques, de las cumbres majestuosas y llore en mi cora- ta). Ocho poetas y narradores mostraban su capacidad de dibu-
zón de pecador por tanto y tanto pobre ser humano a quien
jarse a sí mismos en unos pocos trazos: ironía, inteligencia,
jamás será dado ir a vivir con el mar, hollar las cumbres o
inseguridad, olor a rancio ... Había de todo.
penetrar en los bosques de alto fuste. En fin, amigo Crespo,
que soy pobre y miserable y triste y blando. Pobre como el que
más, yo digo, ya que de tanto carecer ni la misma pobreza de
verdad poseo". 2.3. Los diarios

¿ y qué decir del autorretrato de otro outsider, como lo fue El diario íntimo constituye la quintaesencia de la literatura
Ramiro de Maeztu? También Maeztu se eclipsa del relato asu- autobiográfica, su manifestación más genuina y consubstancial,
miendo el papel de un notario que fríamente analiza los moti- aquella que permite -por la inmediatez de la escritura- una
vos que conducen al escritor a la dispersión y la ligereza de mayor espontaneidad en la exteriorización del yo. Pero al mis-
carácter que marcó su vida (así lo ve Maeztu). En su opinión, mo tiempo, y por paradójico que pueda parecer, resulta la for-
las claves de la evolución inarmónica y desgarrada de su vida ma genérica menos conciliable con la literatura, entendida ésta
se hallan en la ruina económica familiar, tan brusca como estre- como sistema de comunicación intersubjetivo y público, dado
pitosa y acaecida en una etapa de la pubertad en la que un cam-
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que el diario es una escritura endogámica, desarrollo de una rese en el perfecto equilibrio que guardan los diferentes aconte-
expresión formulada en primer lugar para uso del que lo escri- cimientos del día):
be. En razón de la estricta identidad que vincula al autor con el
lector carece precisamente de la condición más universal de la "Ha hecho un día inseguro. Después de comer, el azul del
literatura: el ámbito público de la comunicación. Es pues a-lite- cielo se ha cubierto de negras nubes. Más tarde, una gran tem-
ratura, como subrayó Hans Rudolf Picard en un penetrante pestad ha durado hasta el anochecer. Al salir de dibujo, todo
estudio acerca de este singular género literario (1981, 115: había pasado y el cielo estaba pulcro y transparente como
siempre.
122). Aunque no sea ésta precisamente la opinión de Paul
Con el compañero nocturno hemos estado de mala suerte,
Valéry, quien en más de una ocasión reconoció su repugnancia
hoy también.
a escribir sobre sus sentimientos porque "en primer lugar, no
Han circulado rumores de que ellock-out se había solucio-
hay palabras valederas para estas cosas consigo, lo que se dice nado, pero no sé que es lo que me hace pensar lo contrario. De
sobre esto, incluso a sí mismo, huele a terceros". todos modos, no hay nada cierto. Esta tarde tampoco ha llega-
Sea como fuere, con terceros o sin ellos, el diario íntimo se do 'El Sol"'.
diferencia de autobiografías y memorias en la naturaleza de la El Sr. Pepito Sans me ha martirizado con un problema de
materia manipulada por el escritor: el objeto material es, desde álgebra. Afortunadamente he contestado bien." (1994: 26)
luego, común a todos ellos, a saber, un deseo de retorno y refle-
xión de uno mismo sobre el fondo de la realidad exterior en una Es frecuente también que el diarista, en el momento de rela-
relación tensa y fluctuante, pero, de nuevo, ésta es una coinci- tar sus impresiones, haga alguna reflexión que desplace su pun-
dencia superficial, pues mientras memorialistas y autobiógrafos to de vista sobre la impresión misma: es, por ejemplo, una prác-
se adentran en la propia vida mediante los mecanismos de la tica habitual en los diarios de Rosa Chacel, de escritura emi-
memoria, y no es por tanto la vida directa con sus conmociones nentemente intelectual y elaborada: los hechos relatados en el
e incertidumbres lo que anotan, sino una depuración de la mis- diario se ofrecen al lector con sus precedentes, sus significados
ma una vez rebasada la línea incierta del futuro, cuando éste se y sus consecuencias. En ese sentido, el estilo es poco impresio-
ofrece ya como materia conocida para el escritor y es posible su nista y se percibe en ocasiones una tenaz búsqueda de la cohe-
evocación. No es el mecanismo del diarista que no maneja rencia biográfica. Porque algunos autores bajan la guardia en
recuerdos sino impresiones, huellas que conservan todavía el sus diarios y apuntes de trabajo, y se les ve buscar torpemente
aliento de lo vivo y mantienen una conexión inmediata con la lo que cualquier persona, y otros, por el contrario, se muestran
realidad descrita: el aporte subjetivo congénito a la impresión escritores por encima de todo ( es el caso también del diario de
coexiste con los datos objetivos, en mutua relación. Es por eso Jaime Gil de Biedma, Retrato del artista en 1956, soberbio
que la presencia del entorno físico, tan escasa y enardecida en ejercicio de transformación de la propia vida en arte).
memorias y autobiografías, suele ser protagonista en los dia- En los diarios no cabe hablar de un punto de vista único,
rios: las referencias al paisaje, estación, clima, hábitos, comi- sino múltiple, incluso contradictorio: al impacto causado por
das, paseos, objetos familiares y demás circunstancias de la cualquier estremecimiento, experiencia ... , le suceden otros
vida cotidiana reflejan la inextricable relación del diarista con impactos que provocarán nuevas impresiones (nos estamos refi-
su entorno: en los diarios de juventud de Salvador Dalí, por riendo en todo momento a los diarios auténticos, escritos con
ejemplo, hay una preocupación constante por ubicar sus anota- regularidad durante un período de tiempo, no a los ficticios
ciones en una determinada atmósfera, sobre todo de luz. cuya perspectiva es perfectamente manipulable). Al carecer los
Tomemos como ejemplo la primera del diario de 1919 (y repá- diarios, por lo general, de un criterio "a posteriori" que deter-

52 53
I I

mine un punto de vista retrospectivo en función del cual se


estructuren, realcen o difuminen las impresiones recibidas de y era un adolescente atormentado por toda clase de dudas, fenó-
acuerdo con las consecuencias ocasionadas en la economía meno común si pensamos que la adolescencia es la etapa más
interior del diarista, lo relatado no se coordina en estructura, crítica del ser humano: a la crisis del ser en plena evolución se
sino que presenta un carácter atómico y fragmentario, "antiins- añade la crisis del medio en que se desenvuelve el adolescente
titucional" (el término es de Lejeune): es el lugar, en fin, donde y con el que colisiona.
uno recupera y construye, al mismo tiempo, su identidad, de Si en teoría el diario íntimo debería reflejar la subversión
modo que la única estructura posible de un diario es la que obe- expresiva de los vaivenes del alma, en la práctica, las cosas
dece al discurso vital de cada uno: imprevisible, caótico, mono- cambiaron mucho para el auténtico diario cuando éste pasó de
corde ..., según y como. un status privado, connatural, a un' status público: supuso un
Acaso pudiera definirse el diario como una modalidad acontecimiento importante, tanto desde el punto de vista de la
catártica del hablar en soledad, cuya vertebración intriga a psi- historia de las formas literarias como desde una perspectiva
cólogos, lingüistas y poetas, pues parece evidente que su proce- ontológica de la literatura. Ni el diario que se escribe pensando
so mental tiene mucho que ver con esta forma de actividad psi- en la posteridad, caso del mediocre Diario de un genio, conce-
co-lingüística que es el lenguaje interior, al menos en teoría. bido en una fase "terminal" de su dinámica creadora:
Leamos las primeras líneas del Diario íntimo de Emilio Prados,
fechadas un 12 de noviembre (¿de 1919?): "Este libro va destinado a probar que la vida cotidiana de
un genio, su sueño, su digestión, sus éxtasis, sus uñas, sus res-
"Hoy me encuentro en un estado deplorable. friados, su sangre, su vida y su muerte son esencialmente dife-
He leído algunas cosas de Andreiev que me han llenado el rentes a los del resto de la humanidad" (1964: 11).
corazón de angustia y desesperación, dejándome un aplana-
miento de espíritu enorme. Ni el diario ficcional -etapas sucesivas de su incorporación
He pensado empezar mi diario..., y ahora, al escribir aquí
estética a la expresión literaria- estarán ya regidos por la propia
mis pensamientos, siento un gran alivio.
De lo que más me impresionó ha sido El médico loco. ¡He sensibilidad, sino que se verán condicionados por las estrate-
encontrado en Antonio Ignacio Kerjentzef algunas cosas tan gias de la comunicación, de la influencia sobre el lector o de la
semejantes a las mías! 'Me gusta el saber que estoy solo y que rentabilidad financiera. Por ejemplo, la tendencia a la predica-
nadie ha penetrado con su curiosidad la hondura de mi alma, ción y a la elipsis, tan características en una escritura verdade-
sus cavas y sus abismos sombríos, en cuyos bordes la cabeza ramente subjetiva (caso del Diario que Leandro Femández de
gira desvanecida...' . Moratín mantuvo durante el período comprendido entre la
En verdad, no existe mayor placer que esta soledad. muerte de su padre, en 1780, y la sublevación popular de
Estando yo con mi espíritu, aunque sea para torturarlo, ¿cabe 1808), quedarán neutralizadas en la medida en que el diarista
mayor goce?" (1967: 17). pretenda la plena comprensión de lo escrito. Sin embargo,
siempre hallaremos rastros de esa condensación lingüística,
En la mayoría de los casos, la escritura de un diario se inevitable cuando uno está en posesión de todos los matices.
corresponde con una crisis de identidad, lo que exige la necesi- Cuestión característica de los diarios es la nivelación de los
dad de establecer un puente de entendimiento entre los extre- acontecimientos en la escritura (lo veíamos antes, en el pasaje
mos del conflicto: entre el pasado y el porvenir en el caso del citado del joven Dalí) . Así, una guerra, un alzamiento o una
joven poeta. Emilio Prados tiene 20 años cuando inicia el suyo grave crisis económica no suelen ocupar mayor espacio textual
que un dolor de cabeza o cualquiera de las minucias que le ocu-
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Torga). Pese a todo, en la escritura diarística se acumula, decía-
pan a uno todos los días sin que de ellas suela quedar la menor mos, ese plus de significación que densifica la vida cotidiana y
noticia. En realidad, lo decisivo en las vidas de todos suele que, sin embargo, no halla salida en la vida de relación. Según
acontecer en torno a un radio de acción ínfimo. están los tiempos ¿por qué no llamarla literatura del excedente?
Sin olvidar el hecho de que, a menudo, los diarios sirven de
"En la base de un diario -escribe Andrés Trapiello, exce- material en bruto a partir del cual se organizan otros textos de
lente diarista en su Salón de los pasos perdidos- encontramos mayor alcance artístico. O bien que se recurre a él con cierta
la vida, porque ése es justamente su argumento, lo que pasa en frecuencia, al término de una carrera literaria (razón subrayada
el 'más acá', a nuestro lado mismo. Incluso los diarios de hom- por Juan Benet en su soberbia crónica, Otoño en Madrid hacia
bres atormentados por el 'más allá' (...) los vemos contagiados 1950), cuando el escritor se halla exhausto para la ficción pero
por ese temblor de lo que acaba de sucederles hace sólo unos mantiene en pie su voluntad creadora. La primera es la función
instantes. Así lo constatan ellos: el color de unos ojos, la bris
anecdótica apuntada por César González Ruano en la nota pro-
ama de la mañana en las mejillas, una melodía de piano escu-
chada a través de una arboleda, un té servido en grata compa- logal al Diario íntimo (1952) que siguió al éxito alcanzado por
ñía" (ABe, 5/5/1990). sus memorias, la de utilizar su diario como Índice o recordato-
rio. Y, en efecto, es muy frecuente que tanto la literatura de fic-
Es una cuestión de óptica, decíamos: el diarista, que escribe ción como la de no ficción se apoye en un material de trabajo
cada día o con regularidad, carece de perspectiva. Goza, por el recogido en diarios que ayuden a la reconstrucción de lo que se
contrario, de una libertad absoluta para volcar en la escritura pretende. De manera que, si bien no cabe hablar del diario
aquello que forma parte de una experiencia a duras penas como de un género comercial (el Diario de Ruano tampoco
comunicable: el diario está libre de acción, de contexto, de tuvo el éxito esperado), sí parece razonable subrayar otros
limitaciones de estilo. Nada lo sujeta, en efecto, como no sea la beneficios posibles.
necesidad interior de hallar un punto de amarre . Lugar de
repliegue, de confinamiento, de preservación del yo, el diario
se erige como un espacio privilegiado para exprimir ese indefi-
nible malestar que atenaza el ánimo y "arrojarlo por la borda",
como anota el novelista navarro Miguel Sánchez-Ostiz:

"Pero hay algo en esa Tala (...) que me recuerda el hecho


de escribir un dietario: consignación de lo que nunca más vol-
verá a ser con nosotros y, a la vez, descargo de conciencia,
como la autobiografía: lastre arrojado por la borda, de forma
furtiva en ocasiones." (1993: 12).

Su autor sabe, sin embargo, que es una forma de escritura


que carece de rentabilidad económica: en teoría no se escribe
para su publicación, decíamos, pero es que además su público
es sumamente reducido (al margen de algunos títulos, auténti-
cos best-sellers y en la mente de todos: el Diario de Ana
Frank, de Anaís Nin o, en determinados círculos, el de Miguel
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56
3. LA INTIMIDAD Y EL MERCADO

En La sociedad transparente, el pensador italiano Gianni


Vattimo habla del presente como de un espacio socio-temporal
que es el de una tardomodernidad en la que no cabe hablar ya
de la historia como de algo unitario, ni del ser como algo que
"es". Ni siquiera de "un" mundo. Tampoco de "una" realidad
en sí cognoscible y reproducible por el conocimiento humano
de acuerdo con el principio de la perfecta adecuación entre el
mapa y el territorio. En el aquí y ahora que nos define, prosigue

I Vattimo, sólo disponemos de imágenes: imágenes del pasado


propuestas desde puntos de vista diferentes y a veces irreducti-
bles, múltiples imágenes del presente de acuerdo con la multi-
plicación generalizada de visiones del mundo y perspectivas
vitales impuestas por la omnipresencia de los medios de comu-
nicación ..., por no hablar de las contradictorias y relativizadas
imágenes del futuro de que dispone el hombre de hoy. Por otra
parte, la continua dilatación del mercado de la comunicación
exige que todo se convierta, de algún modo, en objeto de comu-
nicación. Y esta exigencia vertiginosa mediante la cual el mun-
do de los objetos se ha transformado en un mundo de mercancí-
as -todo puede comprarse y venderse- conlleva una pérdida del
"principio de la realidad" (1990: 82).
Nuestra sociedad lo es todo, en fin, menos una sociedad
transparente. Sin embargo, en ella brilla un valor fundamental

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y es el de la realización personal, el culto a la singularidad sub- cen de biografía, y sólo en su obra pueden hallarse rastros de
jetiva bombardeada al mismo tiempo por toda clase de mensajes ella, escribió Octavio paz a propósito de Pessoa. Más escéptico
homogeneizadores: la revolución del consumo es inseparable se mantuvo Paul Valéry toda su vida:
del desarrollo de los derechos y deseos del individuo. "Qué error
"El yo se dice yo o tú o él. Hay tres personas en mí. La
-exclamaba Gilles Lipovetsky en su ensayo sobre el individua-
Trinidad. Hay quien tutea al yo; hay quien le trata de él"
lismo contemporáneo- el haber pregonado precipitadamente el
(Cahiers, 1973: 1,440).
fin de la sociedad de consumo, cuando está claro que el proceso
de personalización no cesa de ensanchar sus fronteras. La rece-
Tampoco resulta imaginable Jorge Guillén escribiendo sus
sión presente, la crisis energética, la conciencia ecológica, no
memorias y el propio poeta lo confirma en Más allá del solilo-
anuncian el entierro de la era del consumo: estamos destinados a
quio refiriéndose a su obra:
consumir, aunque sea de manera distinta, cada vez más objetos e
informaciones, deportes y viajes, formación y relaciones, músi- oo."no tenía tendencia a buscarme a mí solo en la soledad.
ca y cuidados médicos" (1986: 10). Esta es, sin duda, la socie- Que yo no me interesaba en cuanto yo, si no que me interesaba
dad actual, una apoteosis del consumo, su alcance a la esfera por el mundo, por las cosas, por los otros. Y de una manera fir-
privada, a la propia existencia ahora idolatrada: calidad de vida, mativa. Yo no me intereso como tema. No hay yo personal en
pasión por la personalidad, sensibilidad ecologista, culto de la mi obra" (1978: 21).
expresión, abandono de las grandes ideologías ... Christopher
Lasch, Jim Hougan, Lipovetsky, Richard Sennett, Tom Wolfe y De parecida opinión debía ser Ramón Pérez de Ayala cuan-
tantos otros han subrayado la obsesión (post) moderna del indi- do redactó el prólogo a las memorias de Julio Cejador y Frauca.
viduo por revelar su ser íntimo, el auge del narcisismo (conse- Empieza así:
cuencia y manifestación del proceso de personalización a que
nos referíamos) y el culto a la personalidad como rasgos esen- "Repugne hablar de mí mismo, porque me repugnan quie-
ciales del "horno psicologicus" contemporáneo que ha determi- nes no hacen sino hablar de sí. El ego es lo antipático. Hay
nado una vuelta a las preocupaciones puramente personales. egoístas que se juzgarían fracasados si no estuvieran a todas
, I horas ante las candilejas modulando la enfática y seductora
I • El prestigio de lo personal en la escritura autobiográfica se
aria del yo. Insigne pusilanimidad la del que tiene miedo a
presta a opiniones muy contrarias, y todas llevan su parte de
quedarse solo. Pero en ocasiones, lo egoísta y lo cobarde con-
razón. Simplificando mucho, una poderosa corriente de la crítica
siste, por el contrario, en esquivar el yo, en rehuir la opinión
literaria considera una superchería, o una imperdonable ingenui- paladina; por ejemplo, en lo atañadero a la vida pública; bien
dad, la consideración de "lo autobiográfico" como una forma entendido que ese concepto de vida pública abarca en su perí-
literaria aislable y ajena a la verdad de la ficción que rige para el metro todas las valoraciones genuinas y eficaces: sociales,
arte en su conjunto: la importancia de lo personal en determina- políticas, literarias, artísticas, etc. etc. precisamente suele
I
dos textos debería entonces valorarse junto a otras formas de acontecer que los desmedidos, incontinentes y reiterativos en
I escritura como la novela personal, la novela de aprendizaje o la la manifestación melodiosa del yo, son los que, llegada la
autoficción, por utilizar un término relativamente reciente y acu- coyuntura solemne y expectante, se sotierran fangosos y abis-
ñado por el novelista francés Serge Doubrovsky (Fils, 1977), sin máticos, como el río Guadiana"
las cuales la noción de lo autobiográfico resultaría ininteligible.
También muchos escritores se han manifestado en contra de lo El escritor ovetense sostiene una actitud decimonónica ante
autobiográfico como valor literario autónomo: los poetas care- el género: sólo los avatares de la vida pública pueden justificar

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Amando de Miguel describía al narciso supremo como
la escritura de un libro de memorias; complacerse en la vida aquel que no só~o se complace en narrar su autobiografía, sino
personal es hedonismo y bohemia. (Aunque se diría que Pérez que es un. continuo em~sor de información: reparte fotos y
de Ayala escribió el citado prólogo pensando en alguien muy recordatonos con cualquier pretexto, lleva el currículum al día
determinado ¿el propio Julio Cejador?) vive pendiente de su agenda de direcciones, reparte tarjetas a
La cuestión del narcisismo viene de antiguo, como todo, todo el mundo y, en fin, hace lo posible para estar presente en
pero fue Sigmund Freud el primero en abordarlo, en 1914, des- las biografías de otros (cfr. 1979: 80). Resulta una labor com-
de una perspectiva fundada en la investigación psicoanalítica. pleja la de querer describir comportamientos que, en el fondo,
Freud distingue, en su Introducción al narcisismo, entre un nar- todos co~partImos: ¿será una cuestión de grado tal vez?
cisismo primario que, de hecho, puede suponerse en todo ser Lo CIerto es que pese a colgar la etiqueta de personalización
humano y que va ligado al egoísmo del instinto de conserva- a cuanto nos rodea, nada más falso que calificar al hombre con-
ción que atribuimos, justificadamente, a los seres vivos; y un temporáneo como un hombre unidimensional. Cedamos de
narcisismo secundario que como comportamiento sexual queda nue~o la palabra a Lipovetsky en la cruda descripción de su
reflejado en la consideración del propio cuerpo como único ambiguo comportamiento:
objeto sexual satisfactorio: supone una vuelta al autoerotismo
infantil aunque con implicaciones psíquicas que no es del caso . . "Cool en sus maneras de hacer y ser, liberado de la culpa-
describir. En su opinión, dos son los síntomas principales de la bilidad mo~al, el indi:iduo narcisista es, no obstante, propenso
conducta narcisista, entendida como perturbación o patología: a la angustia y la ansiedad: gesto permanentemente cuidadoso
el delirio de grandeza y la falta de todo interés por el mundo de su salud pero arriesgando su vida en las autopistas o en la
exterior (pues el yo no precisa de él si es autoerótico, aunque su montaña; formado e informado en un universo científico y sin
hiperestimación sexual suela necesitar la admiración de los e.mbargo, permeable a todos los gadgets del sentido, al eso te-
otros). Dando un salto que parece lógico, si aplicáramos los nsmo, a la parapsicología, a los mediums y a los gurus; relaja-
rasgos del narcisismo definido por Freud a la sociedad contem- do respecto del sabe~ ~ las ideologías y simultáneamente per-
feccionista en las a~tlVldades deportivas o de bricolaje; alérgi-
poránea, es probable que pudiéramos calificarla asimismo de
c~ a las normas estnctas y coercitivas, pero imponiéndoselas él
narcisista: nuestra voracidad consumista tiene mucho que ver
rrnsmo en los regímenes para adelgazar; discreto ante la muer-
con la megalomanía observada por Freud. En cuanto a la regre- te, controlado e~ sus relaciones públicas pero gritando, vorni-
sión moral que ha experimentado la sociedad occidental respec- tan~?,yorando, insultando con las nuevas terapias psi; flotan-
to de la índole de sus preocupaciones, creo que ya se ha escrito te, 10, p~od~cto de los modelos internacionales de la moda y
lo suficiente. a la vez reinvirtiendo en las tradiciones religiosas o populares"
En España, Amando de Miguel publicó en 1979 un libro (1986: 111).
pionero titulado Los narcisos, que trataba precisamente de ese
doble fenómeno sociológico: el fracaso del activismo político . Pese a que el retrato de Lipovetsky debería rehacerse en
de los años 60 y la búsqueda de su contrario, esto es, la terapéu- CIerto modo .(él. mismo lo habrá hecho, supongo), los trazos
tica narcisista, asociada al nacimiento de una izquierda lúdica y g~uesos del dIbUJOse mantienen firmes al describir la emergen-
exquisita, inmortalizada en el célebre artículo que escribiera c~a.del hombre contemporáneo como individuo que obedece a
Tom Wolfe en 1970 sobre el party que Leonard Bemstein ofre- logícas .múltiples pero también a una profunda perturbación de
ció al grupo terrorista de las Panteras Negras y al que asistió su lll.tenor .que, según pienso, es asunto clave para comprender
la "creme" de la sociedad neoyorquina. Ahora, esa izquierda las dImensIOnes del fenómeno autobiográfico.
lúdica y exquisita ha desaparecido sin dejar rastro.
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y aunque su análisis, que no me veo capaz de realizar, des- Parece ser pues que nuestra vida se mueve alrededor de
borda los límites de este trabajo, importa considerar aquellas unos pocos interrogantes compartidos, al margen de los cuales
manifestaciones del narcisismo contemporáneo relacionadas acaso no pudiéramos existir. Y esta curiosidad, perfectamente
con la hiperestimación del yo y cierta incap~cidad para ~ansfe- legítima, por la vida de los otros, porque es un modo indirecto
rirlo emocionalmente, pues son circunstancias que explican, en pero eficaz de conocer la nuestra, explica también la presente
parte, el desusado auge de la literatura autobiográfica com.a inflación de textos biográficos (autorizados, no autorizados ...) y
vehículo asertivo en la esfera de lo personal. A sensu contrario autobiográficos. Pero también el renovado éxito de las revistas
dizamos que, como subraya Freud a propósito de algunas muje- del corazón (aunque ahora todas lo sean en mayor o menor gra-
re~ bellas en las que brota con intensidad el sentimiento de la do) destinadas a explotar los aspectos más "confidenciales" de
autocomplacencia, resulta evidente que el narcisismo de una la vida privada; la popularidad de algunos espacios radiofóni-
persona, o de una sociedad, ejerce un gran atractivo sob~e ~q~e- cos; el nuevo valor concedido al testimonio; la conmoción
lIos que han renunciado plenamente al suyo',Y de esa.dlal~ctlca social que despiertan las autocríticas, los revisionismos, las
que se establece entre la fascinación po~ ~o aJ.eno'! ,la l?Satlsf~c- autojustificaciones y los arrepentimientos socio-políticos de
ción por lo propio arranca una producción biográfica industria- todo tipo (franquistas, narcotraficantes, policías ...) o bien el
lizada, perfectamente inserta en un sistema de pro~oción y éxito de esas enormes maquinarias de los reality-show. Se I

consumo. La cantidad prevalece tanto sobre la calidad que sugiere en todo que nos enfrentemos a historias verdaderas, a la
podría hablarse de un overbooking bi.o,gráfico en n:e?io del vida en toda su crudeza y sinceridad; nada de invenciones o de
cual, inevitablemente, afloran las debilidades congemtas del fantasías, El lector, espectador u oyente no tendrá la ocasión de
género: convenciones, simplificación, ligereza, trivialidad ... distanciarse a voluntad, como sí hace cuando se trata de fic-
Richard Sennett (1976) interpreta el narcisismo que traspasa ción, sino que se verá comprometido, atrapado en la supuesta
nuestra sociedad como la manifestación de un principio más confidencia del otro, El éxito del producto dependerá única-
abstracto del Zeitgeist actual que considera la exposición públi- mente del grado de identificación alcanzado por la audiencia. Y
ca del yo como una actividad moralmente aconsejable y añada- creo que ese es el fundamento del éxito o fracaso comercial de
mos que al mismo tiempo muy comercial: aquello que se escri- buena parte de la literatura autobiográfica: su capacidad de
be con fechas y nombres propios no tiene por qué ser más reve- hacerse comprender, de conectar con el público, dando a veces
lador que lo que se dice mediante metáforas, parábolas o un giro copernicano al cliché establecido. Es el caso de las
ficciones pero sus repercusiones son muy distintas y tienen que memorias de El Lute, Camina o revienta. Eleuterio Sánchez
ver con el interés y la curiosidad por los problemas personales consiguió que se olvidara el rechazo social en beneficio de un
de los otros, por extraños que nos sean, pues, en el fondo, se mejor conocimiento de su realidad y de la postergación sufrida
trata de problemas comunes a todos: el novelista Gustavo durante muchos años.
Martín Garzo escribía en un artículo navideño, "Mano de som- La demanda y consumo del producto "autobiografizado" es
bras", sobre los temores de su infancia reconociendo que con un hecho probado y en eso estamos todos de acuerdo. No obs-
los años había comprobado que esos mismos temores y delirios tante, cabe preguntarse por el grado de estimación que se le
infantiles gravitan en la mente de muchos niños, y acaba: concede cuando se conoce ya su contenido. Lipovetsky advierte
que, paradójicamente, cuanto mayores son los medios de expre-
"Hice ese descubrimiento incontestable, que lo que sión, menos cosas se tienen por decir; cuanto más se reclama la
nos sucede les sucede a todos" (en Diario 16, 24/12/ Subjetividad, más anónimo y vacío es el efecto; cuanto más
1994). proliferan los desnudamientos psicológicos mayor es la impre-

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sión de trivialización y superficialidad que nos producen (1986:
14). Dado el empuje con que esta forma de presentar la inf?r- personajes del peculiar star system peninsular, no dicen más
mación ha invadido el mercado, cabe prever dos consecuencias que aquello que todo el mundo ya sabe: en cierto modo, son
distintas: o bien la sociedad acabará por saciarse muy pronto de relatos intercambiables marcados por la frivolidad, la improvi-
esa sobreabundancia confesional que incluye todas las escorias sación y el afán de lucro. Pero hay magníficas excepciones,
y abyecciones del individuo, exigiendo nuev~s orienta.ci~nes, o como las sucintas "Autobiografías" de Fernando Fernán Gómez
bien su consumo se convertirá en una especie de bulimia per- y Adolfo Marsillach, publicadas por la revista Triunfo en el año
manente, en la medida en que nunca verá colmada su ansia de 1981 en el seno de una sección así titulada y en la que también
conocer las vidas de los otros. publicaron un extracto de su vida otros nombres ilustres: Maria
Algo de eso ocurre con las memorias de f~o~~s public~- Aurelia Capmany, Faustino Cordón, Teresa Pamies, José Luis
das por entregas en los semanarios de may~r ~IfuSIO~ del país L. Aranguren, Fernando Díaz Plaja, Gonzalo Torrente Ballester,
(con tiradas que han llegado a alcanzar el nu~lon de e~emplares Francisco Nieva, Julio Caro Baroja y Angel M: de Lera.
en el caso de ¡Hola!) y consumidas con la misma ansIeda.d que Fernando Fernán Gómez inició la sección y su artículo "El
suele caracterizar su publicación: por lo visto, las memonas. de olvido y la memoria" resulta un modelo de densidad autobio-
Augusto Algueró: "Mi vida con la música, con. Carmen Sevilla gráfica y condensación sin que ello le impida ofrecerle al lector
y con otras mujeres" (publicadas por la revista Semana en una detallada, pese a su breve extensión, pero irónica reflexión
1982) fueron la espoleta que desató en España la cOI?prav~nta sobre sí mismo y sobre su entorno. Se trata de un relato escue-
de recuerdos (pues las de Algueró provocaron la inmediata to, dispuesto cronológicamente con una eficaz sencillez y natu-
réplica de Carmen Sevilla: Yo, en cuerpo y alma y ~sí hasta ralidad, ambas características muy notables además en el resto
hoy). Sin embargo, al entrar en contacto con ellos (hacia 1985) de su prosa
me pareció que ninguna de las revistas del cor~zón que atestan La entrega de Adolfo Marsillach, "La imposibilidad de ser
los quioscos creía que las amañadas memonas .de famosos o no ser otro", sigue el tono inaugurado por Fernán Gómez,
tuvieran un interés real para los lectores. En cambio, desempe- aunque en este caso la fuerza de la ironía es mayor porque el
ñaban un papel importante en la venta de una revista al aumen- actor y director elige la escritura en tercera persona para orde-
tar el nivel de competencia, ya de por sí en auge constante, nar sus recuerdos que, narrados bajo una apariencia de fri-
entre las distintas publicaciones. Son un factor de rivalidad que volidad, resumen la posición de Marsillach ante la sociedad
halaga al público, el cual suele agradecer el abani~o de expect~- española.
tivas que las confesio~es "fa~osas" gene~an mediante ~a,adqUi- Pero la regla, decíamos, entre el pseudomemorialismo
sición del correspondIente ejemplar. ASI fueron pubhcandose comercial consiste en explotar los aspectos más manidos y
las "Memorias" de Lucía Bosé, Luis Miguel Dominguín, Sara anecdóticos de una vida, muy lejos en propósitos y contenido
Montiel, Marujita Díaz, Paquita Rico, Celia Gámez, Vicente de su acostumbrada publicidad ("toda la verdad ..."). Veamos,
Parra, Lola Flores (autora de un pack autobiográfico que inclu- sin embargo, la otra cara de la moneda, esto es, de qué manera
ye, por el momento, su adaptación televisiva) ..., hasta llegar al influye la demanda en la selección del contenido de un relato
escándalo suscitado por las memorias poco galantes de auto biográfico. Se ha señalado ya, por parte de la crítica litera-
Espartaco Santoni, centro de una oleada de réplicas, descalifi- ria, el hecho de que el público es en sí mismo una fuerza for-
caciones y protestas femeninas derivadas de un producto .clara- madora de estilo. El público, en efecto, con su capacidad de
mente adocenado y comercial. Lo cierto es que en este tipo de hundir o exaltar cualquier producto destinado a su consumo, se
memorias, anunciadas a bombo y platillo, sus protagonistas, ha convertido en el único barómetro eficaz del mercado, como
lo demuestran las luchas televisivas por lograr los mejores índi-
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ces de audiencia. Pero su indiscutible influencia actúa en dos españoles al tratar circunstancias o hechos delicados es fre-
sentidos: positiva y negativamente. Como estímu.lo y acicate,. es cuentísima porque pese a su decisión, en el mejor de los casos,
decir, como generadora en ocasiones de una conle~te.expreslva de contamos su vida sin mistificaciones, se ven condicionados
que sin una respuesta adecuada carecería de continuidad; pero por la inevitable proyección del personaje que en definitiva son
también como castradora de iniciativas que, por las razones que y, ante esta dimensión trascendente de la escritura autobiográfi-
sean, no gozan de su favor o estima. . ea, el autor difícilmente puede comunicarse tal cual es. Quizá
Desde el punto de vista del autobiógrafo, la necesidad que dicha escritura se verá coloreada por un subconsciente vivaz
experimenta de tener en cuenta a quienes han de leer lo q.ue que aportará, sin pretenderlo, destellos de la memoria oculta o
escribe (por otra parte, y hasta cierto punto, como cual~U1er silenciada. Pero nos resistimos a considerar un libro de memo-
escritor) le obliga a seieccionar su material en una.d~te~nllnada rias como un síntoma o hacer caso clínico del escritor, aunque
dirección a no enfrentarse demasiado con los sentImientos y tampoco puede pretenderse que el lector comulgue siempre con
las opini~nes imperantes, a respetar en cierto modo ~us co~vi~- ruedas de molino.
ciones y tradiciones culturales, a reprimir, en fin, el libre ejercí- Cuando Roland Barthes escribe su autorretrato, Roland
cio de revisión de una vida y reducirlo a cauces aceptables, fun- Barthes par Roland Barthes, en 1975, y el metatexto del mis-
damentalmente, por temor a ser juzgado, criticado, descalifica- mo, considera que la intimidad, el concepto de lo privado es
do. Parece superfluo señalar que la posición del autobiógrafo distinto según la Ideo!ogla que o SUstente y Iñañeje. Así, para
no es la misma que la de un novelista o un poeta: el pnmero una ideología de derecha es la es era de fa sexualidad la más
escribe sobre sí mismo asumiendo el riesgo de la identidad expuesta y comprometida. Sin embargo, para una ideología de
explícita. Si decide divulgar su intimidad se e~P?~e d?blem~n- izquierda, la declaración de lo sexual no suele constituir una
te, no sólo por situarse en el punto de mira del ~U1ClO ajeno, S1l10 transgresión y sí en cambio lo es, por ejemplo, la confesión de
también porque con lo más privado de la vI.da ~e ofrec~ en poseer gustos burgueses (1978: 89). En efecto, esto era así en
exposición el imaginario en su más sólida apariencra. y el ima- 1975, y también antes. Pero tras la caída del muro de Berlín,
ginario, al no estar protegido, es precisamente lo que ofrece un por tomar una referencia histórica, la transgresión ideológica ha
blanco mayor a la mirada y el juicio de los ot:os. Aunque eso dejado de producir el menor impacto, mientras que las trangre-
depende. La vida secreta de Salvador Dali (pnmera edición en siones de índole social y sobre todo sexual siguen interesando.
inglés de 1942), escrita por el propio pintor ampurdanés.' ~ompe Siempre ha sido así.
todos los esquemas que se pudieran establecer al exhibir con Reparemos en los textos autobiográficos de Jaime Gil de
absoluto impudor el delirante uni~erso ima~inario que.~ullía e.n Biedma, Juan Goytisolo, Luis Antonio de Villena y Terenci
su mente y, sin embargo, escabullirse de su íoterpretacion, POSI- Moix. En todos ellos es manifiesta la voluntad de integrar la
ble desde luego, pero nada fácil. Su furiosa autoaflrmaclOn por vida sexual en el microcosmos vital recreado por sus protago-
todos los medios imaginables consigue, paradójicamente, sal- nistas (frente a la recatada y pudorosa actitud de la mayoría de
vaguardar el enigma de su ser secreto, cobijado en la batahola nuestros memorialistas), pero la sexualidad revelada explícita-
de un narcisismo temprano y enfermizo que le hace pasear solo mente es homosexualidad. Sin pretensiones de rigor, diría que
por la rambla de Figueras, a la salida de los maris!as, pensando la primera parte de la autobiografía de Juan Goytisolo (1985) es
en cómo deslumbrar al día siguiente a sus companeros de cole- una premiére en la confesión pública de su homosexualidad (en
gio(cfr.1981: 126). , Francia fue André Gide el pionero, con su autobiografía Si le
Con todo, la magnífica autobiografía de Salvador Dalí es grain ne meurt, publicada en 1926 después de muchas dudas
una excepción: en general, la reserva de los memorialistas del novelista sobre la conveniencia de hacerlo). Antes de Coto

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(habría que lIamarlas del lucimiento), Crónica de una Direc-
vedado, la historia literaria española ha podido vislumbrar y ción General (1988) resulta incomprensible sin tener en cuenta
entender referencias homosexuales en la poesía y la prosa de esa coyuntura biográfica. Y de ella es consciente Jesús Aguirre
ficción, pero ningún escritor lo había manifestado e~ un~s al salpIcar. su relato de calculadas referencias a "Cayetana" y a
memorias, a lo sumo se podía sospechar del clamoroso silencio los a.tractlv?s de su nueva situación como duque consorte.
de algunas: los Recuerdos y olvidos de Jacinto Benavente, por Confles.o abiertamente que no pude reaccionar a su estrategia
ejemplo, concluyen prudentemente antes de que puedan com- de escntura como no fuera para decirme: qué lástima, Jesús
prometerle pero anuncian un dolor estremecedor. Aguirre, pudiendo decir tanto y ¿sólo supo decir eso?
¿Tiene algún significado que los relatos más transparentes De mayor voltaje es otro proyecto memorialístico que ha
en la actualidad sean los de quienes declaran su condición gozado de una amplia campaña de promoción. Me refiero a las
homosexual? Las autobiografías y memorias suelen ser un memorias de Terenci Moix, tituladas genéricamente El peso de
reflejo de la doxa vigente, es decir suelen estar más próximas a la paja y de las que han aparecido hasta ahora dos volúmenes
reproducir que a tranformar los valores de una sociedad. Sin (1990, 1993): tanto el lanzamiento diseñado por Plaza & Janés
embargo, en ocasiones surgen textos de un altísimo poder testi- como las declaraciones del escritor en el sinnúmero de entrevis-
monial que inciden directamente en la misma y llegan a modifi- tas concedidas a este propósito (pues es un magnífico promotor
car sus hábitos y costumbres por la fuerza de un elemental sen- ?e .sí .mismo) se han apoyado en la exposición pública de la
tido de la justicia que de pronto obtiene una respuesta masiva. m.tu~ll~ad para l~ publicidad del libro, recuperando el eslógan
Ha sido el caso de los relatos de esclavos, de los testimonios de (fICtIClOpero eficaz) de "toda la verdad ..." y asegurando un
mujeres que luchaban en su día por la emancipación y cuyo desnudamiento absoluto.
ejemplo se ha convertido en paradigma de generacion~s Ciertamente el libro no defrauda (yeso es lo que importa)
(Alexandra Kolontai, Isadora Duncan, Rosa Luxemburgo, SI- y como ya he dicho en otras ocasiones, parece escrito en el
mone de Beauvoir ...). Y probablemente, después .de años de momento oportuno, cuando Terenci Moix se halla en plenas
represión moral y de la más absoluta marginación en ese senti- facultades para meter en cintura a su pasado, hablar de él con
do, ha llegado la hora del escritor homosexual (del escritor, no hondura no exenta de pasión y ofrecerle al lector una refle-
de la escritora todavía) que no sólo asume con orgullo su elec- xión que actúa con firmeza sobre su ser secreto: la difícil
ción sino que se sirve, decíamos, del texto autobiográfico como homosexualidad de Ramón, su anhelo de ser alguien, su des-
instrumento que ayude a comprender una realidad que se ha mesurada afición al cine, la soledad, el caos familiar, un
pretendido ocultar sin conseguirlo. Resumiendo, la intimidad es acendrado egotismo, su mitomanía ... son rasgos de carácter
un valor en alza, un bien de consumo y además un magnífico en los que se profundiza sin piedad, incluso con cierto des-
reclamo comercial, una especie de escaparate de la vida secreta bo~damiento emocional. Tanto El cine de los sábados (el
detrás del cual, no obstante, puede encerrarse un vacío estreme- mejor) como El beso de Peter Pan son libros llenos de sufri-
cedor o un generoso surtido de camuflajes. Pero ello significa miento, ocasionado por la falta de ajuste entre los valores tan
que será el aspecto más explotado por las editoriales y los sólo aplicables al mundo interior del adolescente llamado
medios de comunicación, también por los propios autobiógra- Ramón Moix y un entorno sórdido (años 50, en el barrio bar-
fos , a la hora de ofrecemos determinados libros. ¿A quién celonés de Ciutat Vella).
podía interesar la lectura de las memorias de Jesús Aguirre .Sin embargo, ya hemos subrayado que la actitud de Terenci
como Director Genera) de Música, antes de su boda con la MOIX en su autobiografía no es la frecuente, como cualquiera
duquesa de Alba? El cuarto (y primero en aparecer) volumen de nosotros ha tenido ocasión de comprobar: lo frecuente es
de sus proyectadas memorias: Memorias del Cumplimiento
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~I:
crear falsas expectativas, anunciar confesiones y desvelamien-
tos que nunca llegan a materializarse, insistir en aquello de "si Insisto que Jarnés está en su derecho de escamotearnos su
yo pudiera contaría ..." o anticipaciones por el estilo cuya reve- biografía pues la nota autobiográfica que redacta no correspon-
lación acaba, finalmente, por escamotearse al lector. Entiéndase de a una iniciativa suya, sino de la editorial Ulises que así lo
que no nos mueve ninguna forma de morbosidad por todo había decidido con todas las novelas destinadas a su "Colección
aquello que no nos concierne y nunca ha estado en el ánimo del Valores Actuales". Es de suponer que su alusión al "joven de
autobiógrafo revelarnos. Sin embargo, admitamos que a raíz de 1830" es referencia a La confesión de un hijo del siglo de
las Confesiones de J. J. Rousseau, la autobiografía, como géne- Alfred de Musset, pero resulta decepcionante: ¿la vida, tema de
ro literario, adquirió una nueva dimensión: la publicidad inte- estilo triste? ¿eso es todo? En mi opinión hubiera sido mejor
gral, mediante la narración detallada de una vida, de la intimi- prescindir del pasaje que, en el fondo, digámoslo claramente, es
dad más secreta y también la menos gloriosa. Recordemos las un camelo. Se me dirá que a tenor de las repercusiones que
primeras líneas del libro primero de Rousseau: pueden ocasionar algunas revelaciones, tal como considerába-
mos más arriba, el memorialista está en su derecho de no hacer-
"Emprendo una tarea de la que jamás hubo ejemplo y que las. Bien, pero entonces que no escriba sobre su vida íntima,
no tendrá imitadores. Quiero descubrir ante mis semejantes a que no anuncie unas memorias con "10 que nadie sabe" sobre
un hombre con toda la verdad de la naturaleza, y este hombre cualquier particular, que no pretenda dar gato por liebre y, ade-
seré yo". más, salir airoso de la finta.
Complejidad y ambigüedad son cosas distintas, como
De 1774 arranca pues la invención de esa regla ficticia pero subraya Philippe Lejeune al analizar la obra de André Gide
que funciona en un sentido u otro, de decirlo todo, de modo (1975: 166): la complejidad es el estado de un sistema en el
que, inevitablemente, causa un cierto malestar que autobiogra- cual un buen número de sus elementos mantienen relaciones
fías y memorias se acojan en apariencia al modelo roussoniano, múltiples que hay que desentrañar. Se trata de un estado contra-
cuando no tienen por qué hacerlo, y se anuncie la existencia de rio a la simplicidad, aunque no excluye la claridad; puede supo-
interesantes episodios que acabarán silenciándose, porque ... y ner un obstáculo para alcanzarla, entrañar un misterio que se
aquí las justificaciones suelen ser similares entre quienes las intentará esclarecer o iluminar (es el reto propuesto en La vida
esgrimen: eso significaría salirse del tono y/o los propósitos secreta de Salvador Dali, por ejemplo). En cambio, la ambi-
que se había trazado el escritor, el tema no interesa, un día güedad implica, en el nivel de la enunciación, la indecisión de
hablará de ello, etc. Vayamos con los ejemplos. sentido de modo que resulta imposible dilucidar la significa-
En el texto autobiográfico que Benjamín Jarnés redacta a ción del mensaje. En la complejidad, sigue Lejeune, pueden
propósito de la primera edición de Viviana y Merlín, el novelis- proponerse distintas explicaciones de la conducta del personaje,
ta aragonés escribe: que no tienen por qué ser exclusivas, creando, de ese modo, un
efecto de misterio psicológico o desafío intelectual atractivo
"Otro día recordaré algunos curiosos lances de mi vida,
para el lector. La ambigüedad se sitúa en otro nivel, el de los
espumados de esto que un joven de 1830 llamaría "ola amarga
de aflicción". Mi vida sólo podría contarla ese joven, porque valores o de la visión del mundo del narrador, y en ellos el
es tema para él. Yo soy de 1930 y, aunque admiro a los román- autor se muestra irresoluble cuando la dinámica.del texto impo-
ticos y estoy escribiendo una cosa muy larga que se titula ne no serlo.
Zumalacárregui, el caudillo romántico, no me decido a emple- Se puede pretender no decir nada o "decirlo todo" y, en ese
ar mi propia vida como tema de estilo triste" (1988: 9). sentido, cualquier escritura autobiográfica puede definirse en
relación a su práctica de la elisión. César González Ruano, por
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tes circunstancias vitales, decide mutilar su relato al prescindir
ejemplo, hace de ella el centro de su estrategia discursiva: el de los acontecimientos verdaderamente decisivos de su vida. Es
perfecto conocimiento del héroe debe sacrificarse en beneficio fácil preguntarse ¿podrá pasar por alto todo eso? La respuesta
del buen nombre de las mujeres a quien amó. Y así lo plantea es que no del todo, de manera que Ruano volverá a menudo
en el prólogo a su libro: Mi medio siglo se confiesa a medias (y sobre su decisión insinuando la merma que supone para la con-
así es, una soberbia confesión a medias), cuando escribe: sideración final del personaje tan drástica opción sobre sus sen-
timientos. En otras palabras, dejando al lector con la miel
"En principio, lo que más me preocupa al empezar esta rozándole los labios y, francamente, algo molesto por insinua-
obra de intimidad, esta tarea de reunir recuerdos, es cómo se ciones que nunca catalizan:
puede y cómo se debe resolver un problema: el problema de
las historias amorosas (...) Las cosas de la intimidad comparti- "Re vuelto a dudar, y esta vez casi hasta la angustia, sobre
da' no pueden pertenecemos por completo. Yo creo que ni el asunto de borrar mi vida amorosa fundamental en este libro.
siquiera a medias, porque además de la otra persona (que no Cualquiera de las cuatro historias que renuncio a escribir es un
puede estar tan segura de que pase a la historia con un tipo fallo de emisión considerable que me deja disgustado sólo por
como uno), está su ambiente, su familia, la situación que tenía no disgustar fuera de mí. Ni siquiera podría ser un recurso el
antes de conocemos o la que se ha hecho después. empleo de nombres ridículos y figurados como hace, por ejem-
"No sabe uno ser tan salvaje como sería necesario para plo, Amiel en su Diario: Estella, Urania, Miss Azul, Corina,
saltárselo todo a la torera por el interés que pueda darle al Seriosa... ¡Uf, qué pobre sistema! No. Ni sus iniciales verdade-
libro. Además, ¿cómo interpretaría la gente muchas cosas que ras quiero poner. En esta protesta contra mí mismo, en esta eva-
a uno le han parecido que tenían que ser así, puesto que las ha sión del compromiso autocomprimido, las designaré cronológi-
hecho?" (1979: 23). camente con las cuatro primeras letras del alfabeto: A,B,C,D".
"Pues bien -prosigue Ruano-, cualquiera de las cuatro his-
Desgraciadamente para el lector, y también para el logro torias, la de A, la de B, la de C y la larga, definitiva, enrevesada
final de la obra, Ruano resuelve la cuestión del modo más timo- hasta la cifra secreta y clara como el agua, histórica de D, sería
rato, adoptando un criterio que mermará considerablemente el en sí un libro mucho más importante, más rico, más revelador y
relato de su vida: humano que todos estos capítulos reunidos y construidos aún
en su verdad tan en falso sin estas bases fundamentales de mi
vida íntima y de mi público argumento" (1988: 266)".
"El criterio es éste: hablar únicamente de los amores muy
de juventud y sólo de aquellos que no irriten ni ofendan a per-
sonas que andan por esta vida y que incluso tienen mucho que y todavía volverá, más adelante, sobre su decisión de no
ver con la vida de uno social o prácticamente. Sobre las som- hablar, lo que refleja abiertamente la función estratégica que
bras mayores de mi mundo amoroso lo mejor me parece enmu- cumple su silencio a medias: una forma de captatio benevolen-
decer y que no aparezcan siquiera, porque es peor que salgan tiae mal entendida porque su efecto es contrario al que, es de
entre fingimientos o en una parcialidad insignificante que tam- suponer, se pretende con esa luz de gas:
poco merecen. O sea, que al llegar a cierta época lo mejor será
no mencionar ya ninguna historia amorosa". "Ahora atacaría con gusto mi vida por dentro, escribiría
con voluptuosidad melancólica varios capítulos no de acción,
y Ruano, que nos refiere en qué habitaciones de la casa ha sino de íntima pasión. Me volvería del revés como un guante y
decidido escribir sus memorias, lo que contienen dichas habita- explicaría todo lo que soy del otro lado, del lado de la carne
ciones, el tiempo que hace, que ahora duerme bien, que fuma viva y no del de la anécdota" (1988: 608).
poco, que no bebe y un sinfín de minúsculas aunque importan-
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Sin embargo, no lo hará (y de eso el lector es ya consciente) ces cuando describe a la mujer por la que se siente atraído así
porque en su relato el secreto -no los secretos- es esencial: sos- como los sentimientos que le inspira una vez seducida; si la
tenido a lo largo de las memorias, con aparentes vacilaciones, relación continúa, se hablará de ella ocasionalmente pero sin
representa el poder mismo de la palabra, pues se yergue frente entusiasmo, como una "complicación" sobrevenida y que no
al lector distante e insinuante, con todo el encanto de la proxi- siempre acepta Zamacois. Entonces, la pintura halagüeña de los
midad pero sin que pueda disponerse de él a partir de la intimi- placeres de antaño queda contrarrestada por la triste experien-
dad obtenida. cia del presente:
Frente a la calculada discreción de Ruano, podemos encon-
"No tardó la Valdivia en reunirse conmigo -refiere el
trarnos, en el extremo contrario, alguna explosión de donjuanis-
escritor a propósito de su relación con la actriz Ramona
mo. Por ejemplo, las memorias del cubano Eduardo Zamacois, Valdivia-, y muy pronto sus celos de mujer otoñal me la hicie-
Un hombre que se va, constituyen una larga autobiografía amo- ron intolerable. La inexperta ignoraba que el amor, como la
rosa en la que el autor de las célebres Memorias de un vagón de pintura, está sujeto a las leyes de la perspectiva, y que siempre
ferrocarril deja constancia de sus incontables lances sentimen- le sirvió de acicate la distancia. Ella no entendía de "planos".
tales: algunos jocosos (como su aventura de burlador burlado Ella jamás había meditado en que, para que la pasión no pierda
con la actriz cómica Paquita Fernani); otros francamente extra- elasticidad, se entumezca y degenere, no debemos obstinarnos
ños (como su relación con Luisa Cornás, una muchacha epilép- en vivir adheridos al ser amado como la hiedra al tronco"
tica a la que Zamacois admite haber poseído en pleno ataque, (1964: 269).
estimulado por el enloquecido rechazo de la joven a cualquier
forma d~ socorro); amores tremendos, como el que sintió por El cerco al cual se vio sometido Zamacois debió ser apreta-
Matilde Lázaro, la inspiradora de su novela Punto Negro, do, porque a poco de hacer esta observación huyó, se entiende
muerta de parto como la Matilde Landaluce de la obra en cues- que a escondidas de su amante, con el resuelto propósito de emi-
tión. Zamacois pues -reverso de Ruano- se dispone en sus grar a Chile, aunque su difícil situación económica le obligará a
memorias a revelar aquellos aspectos desconocidos, secretos, quedarse en Mendoza, donde conoce a una actriz ... El relato de
de su vida, pero será precavido: de nuevo el arte de decir o de su aventura con Aurora -así se llamaba la actriz- está escrito al
narrar un secreto lo hallamos reflejado magistralmente en las modo roussoniano, con la intención de expiar parte de la culpa:
confesiones roussonianas.
Resumiendo, hay dos maneras fundamentales de contar un "En las turbias aguas del olvido muchos remordimientos se
secreto y controlar sus efectos: o bien circunscribirlo a una con- hunden, pero otros flotan perpetuamente, insumergibles como
tingencia, neutralizando sus efectos al vincularlo a una necesi- corchos, y de este linaje es el que arrastro de aquella aventura.
dad, exigencia o circunstancia (como hace Zamacois en el epi- A través de los años y no obstante saber que quien no quiere
sodio con la muchacha epiléptica; cuando admite su matrimo- crucificar será crucificado, la cobarde felonía muerde en mi
corazón y me empurpura las mejillas. Con esta confesión que
nio bígamo; etc.); o bien potenciando su efecto iodefinidamente
tanto me lastima, lavaré un poco mi culpa" (1964: 271) (24).
(caso de Terenci Moix al confesar su onanismo). No obstante,
la deuda contraída con el estilo de la literatura galante de los
años 20 (y tan cultivada por Zamacois y otros novelistas de su Las aventuras continúan y la vida amorosa de nuestro pro-
generación) resulta evidente: por ejemplo, en todos los episo- tagonista seguirá enredándose, infatigable. ¿ Se sentiría alg~na
dios relatados, lo que parece importarle al escritor es el modo vez Zamacois exhausto, insensible a los destellos de una pasión
en que se inició la relación, el tiempo de la conquista. Es enton- prematura? En cualquier caso, sus memorias recuerdan las

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obras serni-autobiográficas y también ardientes de otros escrito-
res cubanos como Guillermo Cabrera Infante: La Habana para
un infante difunto (1986) o Antes que anochezca (1992): en
todos ellos sobresale el vehículo autobiográfico utilizado para
la narración, amorosa fundamentalmente, y la incesante dedica-
ción erótica de sus protagonistas. Todos son deudores, en defi-
nitiva, de las Memorias de Giovanni Giacomo Casanova publi-
cadas en alemán en 1822: es de suponer que, sobre un fondo de
verdad, la fantasía del literato -Casanova, Zamacois, Cabrera
Infante, Arenas- escribió el resto.

SEGUNDA PARTE:
RECORDAR, DISFRAZAR, OLVIDAR ...
LOS MECANISMOS DE LO AUTOBIOGRÁFICO

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1. SEMIOLOGÍA DEL RECUERDO

Todas las autobiografías y memorias se parecen y las seme-


janzas entre ellas saltan a la vista del lector menos avisado: no
en vano es el propio autor quien nos habla de su vida y la
retrospección garantiza, en principio, un punto de vista común
a todas. A estos dos ras os -autorreferencialidad y retrospec-
ción- hay que añadirle un tercero y fundamentar qüe contribuye
a la homogeneización de género, pese a la diversidad de los
estilos, y es el papel central del tiempo. Sabido es que, por lo
geñera, es amos ante obras e ma urez (si no de ve'ez) en las
que se rrura a pasa 9""y_ello_lmponeuna cierta altura o_doBlÍnio
sobre la experiencia dejada atrás. El narrador oza de una pers-
pectiva privile iada or ue conoce erfectamente toda as cir-
cunstancias deLrnat~!!~_m~jlLS]Jd~o mpe-
zarlo y dónde Goncluirl.9; ~ 5lbjetivo suele centrarse en resaltar
lo queJL§.u criterio se perfiló como.Ias.ljneas.centrales de. la tra-
m~ital y para ello cuenta con la distancia del tiemjlo transcu-
rrido. Que Carlos Barral, magnífico aunque frío memorialista,
cifra entre los quince y los veinte años: en el segundo volumen
de sus memorias, Los años sin excusa (1978), asegura ignorar
si dicha entrega autobiográfica tendrá o no continuidad (por
fortuna la tuvo), porque si ya confiesa "la dificultad de seguir
contando en el tono ya establecido con perspectiva menor de
veinte años" asegura "la casi imposibilidad de hacerlo con una

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embargo, cada uno a su tiempo, todos son conscientes del
distancia de tiempo más pequeña que quince años, que sería, desafío de la edad respecto a la convención estipulada, pues
con exactitud, el caso" (1978: 7). Y la necesidad de imponer tanto Alberti como Cela salen al paso de posibles reproches
una distancia suficiente ante las experiencias personales es con- con opiniones contundentes. La vejez, opina Cela a sus 34
siderada también por César González Ruano: años recién cumplidos, suele ser cínica y acomodaticia, egoísta
y poco respetable:
"Cuando la historia se acerca demasiado todo se ve peor,
más confuso, precisamente por su proximidad que deslumbra, "Nadie pierde la vergüenza con más facilidad que un viejo
y todo, ante uno mismo, tiene menos interés porque la actuali- que se agarra a la vida con desconsideración y que sería capaz
dad rigurosa no da sombra ni permite relieves ni contrastes, ni de las mayores abyecciones por prolongarla unas semanas"
en ella puede el juicio tener esa serena falta de calor impres- (1979: 11-12).
cindible para empresas que han de evitar, como la peste, el
apasionamiento excesivo" (1979: 609). A la vejez opone el autor de La rosa (1959) la complejidad
existencial del hombre situado en medio del camino de la vida,
En realidad la idea de evitar eso que Ruano llama un "apa- cuando las años transcurridos permiten que las cosas se vean ya
sionamiento excesivo" es opinión compartida por la mayoría con cierta perspectiva y los años por transcurrir evitan que tales
de autobiógrafos y memorialistas. Parece lógico pensar, pues, cosas aparezcan desorbitadas en nuestra memoria:
que a los años necesarios para disponer de suficiente materia
narrativa deben sumársele algunos años más (no sé si los vein- "Si hay edades críticas en la vida de los hombres, no hay
te que proponía Barral) para que dicha materia -nuestros actos, duda que ninguna llega a serio tanto como la que tengo mien-
nuestra vida- pueda convertirse en objeto literario. Si bien la tras esto escribo. La niñez está tan próxima -o tan lejana-
edad del autobiógrafo suele discutirse desde que Benvenuto como la vejez, y a lo ya vivido espera la igual e incógnita con-
Cellini sentenciara, en 1728, que ... "non si doverebbe comin- trapartida de lo que todavía falta por vivir" (1979: 14).
ciare una tal impresa prima che passato l' eta de quarant' anni".
Los cuarenta años son, en efecto, una edad razonable aunque Para Alberti, volver a la "dulce, triste y alegre" arboleda
no tuvieran el mismo valor en el siglo XVIII que en el XX, perdida de su infancia supone un alivio en medio de las desdi-
cuando las expectativas de vida han crecido tanto, pero lo cier- chas de la guerra. En cuanto a Villena, concluye sus precoces y
to es que el consejo de Cellini es ya un lugar común de la lite- literarias Memorias con un epígrafe desafiante:
ratura memorial. Con excepciones. Por ejemplo, cuando apare-
cen, en 1950, las primeras entregas periodísticas de las memo- "Siempre he sido un gran lector de memorias y recuerdos.
Nada raro tiene entonces -siendo además, como soy, exhibi-
rias de Camilo José Cela éste cuenta 34 años y se halla, como
cionista- que me haya tentado tan temprano iniciar las mías.
Dante, "en medio del camino de la vida". Goza pues de una Memorias, claro, de adolescencia, que quieren ser narrativas,
edad inusual para un libro de memorias (¿de qué memoria pue- pero que no son una novela. Empecé a escribirIas, como arras-
de hablarnos? se preguntaría más de uno) aunque no del todo trado por un tirón brusco, en el otoño de 1979. Continué, con
infrecuente: ahí está también el ejemplo de Rafael Alberti: el gran arrebato de nuevo, un año después aproximadamente, y
libro primero de La arboleda perdida lo escribió el poeta gadi- desde abril a septiembre de 1981, las he concluido con asidui-
tano en 1938, a los treinta y seis años. Y, más recientemente, dad más firme. Es obvio que no me importa el qué dirán, aun-
disponemos de los evocadores textos de dos poetas: Luis que soy -nuevo contraste- tímido y sumamente pudoroso. Que
Antonio de Villena (Ante el espejo. Memorias de una adoles- lo entiendan así quienes deban hacerla" (1982: 195).
cencia, 1982) y Luis García Montera (Luna del Sur, 1993). Sin
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Por último, en Luis García Montero, la voluntad de urdir recordémoslo, carece de movimiento) del adolescente sombrío
una prosa lírica está por encima del motivo que la sustenta y que fue e.J.C. Leamos un pasaje:
que es volver, indulgentemente, sobre la infancia.
Una ventaja indudable de las memorias precoces es la de "El adolescente CJ.C come tortilla de patatas y fuma piti-
asegurar el testimonio de una vida ante la incierta fecha de la llos de anís, escondiéndose en el cuarto de baño o por los sola-
muerte: tal vez por sentirse respetuosos con el tabú de la edad res. Sigue con sus mismos elementales gustos culinarios y en
nos dejaron sin él Larra, Bécquer, García Lorca y tantos como el colegio es de los últimos de la clase. Los profesores, ¡qué
murieron antes de lo previsto y ahí tenemos un primer motivo bestias!, lo maltratan y se pasan el día dándole tortas y capones
de redacción de las memorias de Cela, por ejemplo, que, sin y poniéndole de rodillas contra la pared. Le brota el desánimo
en el corazón y le nace, casi como una flor del camino, la duda
embargo, no tuvieron la menor resonancia cuando se publica-
en el alma. No es feliz y choca con el mundo que le rodea. Se
ron la primera vez.
vuelve taciturno y empieza a buscar y a encontrar razones para
A la hora de escribir una obra auto biográfica, todo escritor su egoísmo. La mujer le atrae al mismo tiempo que le repele.
tiende. a remontar su memoria a los orígenes, incluso.remctos Se imagina que jamás llegará a ser nada medianamente útil y
(genealo ía incluida1_ <lela propia existencia yeso es lo que se que las mujeres ni le mirarán a la cara" (1979: 153).
pretende en La- rosa, un relato de infancia (concluye cuando
C.J.C. cuenta siete años) de factura convencional a través del Naturalmente, a medida que pasan los años, las reacciones
cual el escritor gallego da cuenta de una sucesión de anécdotas del joven e.J.e. van transformándose. Si de niño nuestro per-
entrañables que poblaron su universo infantil, anécdotas narra- sonaje se autoafirmaba mediante esforzadas huelgas de ham-
das con extraordinaria naturalidady sentido del humor, como bre, si de adolescente lo hacía fugándose de la casa paterna, en
es habitual en la prosa celiana. La banalidad y el vacío interpre- su primera juventud pasa de la defensa al ataque: se fabrica
tativo en el que se mueve la mayor parte del libro están com- filosofías elementales que le permiten no sólo la supervivencia
pensados por un impagable autorretrato titulado "Intermedio en sino también enfrentarse a la vida con mentalidad de triunfa-
el que se habla de las reacciones defensivas del niño, del ado- dor. Veamos un fragmento de ese rosario de principios expues-
lescente y del joven CJ.e.". Diría que en estas páginas se com- tos machaconamente en una especie de performance que
prime 10 esencial de la razón biográfica que quiere transmitir- intenta eludir la imposibilidad gnoseológica del esfuerzo auto-
nos el escritor, aunque tampoco aquí hallemos comentarios o biográfico:
valoraciones de su parte. El "Intermedio" está escrito en tercera
persona, un procedimiento semiológico, más que lingüistico, de . "Nuestro joven se siente poderoso y duro como el peder-
amplias repercusiones en la escritura autobiográfica pues con él nal. El débil que se quede en el camino; no puede entorpecer la
se pretende lograr objetividad, transparencia referencial y dis- marcha de los demás hombres. La voluntad es la herramienta
tanciamiento del narrador frente al objeto. Es un esfuerzo nor- d~l éxito e ingrediente de mayor importancia que la inteligen-
malmente malogrado porque es difícil sostener la tensión tex- CIa. No se debe dar un solo paso inconveniente, un solo paso
tual que impone la tercera persona en un relato largo, pero obe- que no nos acerque a la meta propuesta. Surge en su cabeza la
teoría de las metas parciales: el objeto apetecido cae por sí
dece a la necesidad de dotar al personaje de una mayor
solo, si se toman, uno a uno, los puntos en que se apoya (...) La
autonomía narrativa. De hecho, el narrador de La rosa va de la
timidez no existe y si existe se puede sujetar. No debemos
primera a la tercera persona con la mayor naturalidad y asu- apiadamos de nada ni de nadie. La caridad es una rémora. La
miendo la entera responsabilidad de la enunciación. Así, se nos humildad, otra. El amor, un desequilibrio del sistema nervio-
proporcionan planos aislados, escenas fijas (el autorretrato, so" (1979: 155).

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y así, imbuido de sólidos principios de una filosofía portá-
til y eficaz, C.J.e. trató de encauzar su biografía. Qué duda ficción de voz, dirá más adelante Paul de Man, cobra la fa
cabe que con gran acierto. . deuna interpelación, el autobiógrafq se vue ve aCia e a In
Escueta es la fotografía de los hechos, tanto matenales pelándola, esto es, interpelando a quien.interpela: de.nu
como anímicos, que se presentan al lector para que éste los hallamos la doble especulatidad, una suerte de3sp.eculari
considere. Con ello se pretende reforzar la objetividad del circular que pone de manifiesto la posibilidad de un ejerc
narrador aunque, en suma, y más allá de la anécdota evocado~a im asible. -
de la circunstancia vital, percibamos la fuerza de una personali- Entre muchos ejemplos posibles, permítaseme cita
dad que intenta, a su modo, imponerse por encima del. ma~e~al Autobiografía de Federico Sánche: (1977) escrita por Je
biográfico que maneja. lin--S:..ualuier caso, son pasajes útiles Semprún, él mismo, cuando las circunstancias políticas espa
para considerar la "estructura especular" de que hab a aul de las exigían a los activistas políticos ocultar su verdadera pei
M"añrefiriéndose al género: alguien quiere verse a sí mismo en nalidad tanto para llevar a cabo su activismo como para ev
eIeS ejo deformado del tiempo (y de cuya constancia psico~ó- las represalias del régimen franquista. De manera que el li
zica dispone la memoria}, es decir, quiere verse en ~u~q~ll~r es reflejo de un caso curioso de doble personalidad vol unta
Q1rO momento de su vida pasada y la imagen obtenida actu,a mente asumida por el protagonista: Jorge Semprún, nieto
sobre el ojo que la ve, que, a su vez, actúa sobre ell~ N? es Antonio Maura, el fundador de la derecha española a comí
pues el hombre frente al espejo, entendido éste como se!...vidor zos de siglo, que vive en París y quiere dedicarse a escri
de la objetividad, sino dos espejos frente a frente proyectando decide adoptar el nombre de Federico Sánchez poco después
imágenes recurrentes (1979: 70). afiliarse al Partido Comunista de España y tomar parte en
- Porque además, no podemos reunir la totalidad del serde organización clandestina en la Península. Como obse
otro tiempo puesto ue ~recemos, entre otras cosas, de un.a Manuel Vázquez Montalbán en el prólogo a la reciente ret
memoría homogénea y totalizadora._De modo que JeconstrUl- ción de la Autobiografía en el Círculo de Lectores:
mas un personaje, el que fuimos (o los que fuimos) a partir de
los trazos, de las huellas que aquel que fuimos ha dejado en "Semprún dedicó toda una vida a ser Federico Sáncl
nosotros: a partir pues de la memoria tanto como de la_alucina- dejando en un segundo plano su vida personal y en un te
ción, luchando palmo a palmo contra lª informe lllilrea de plano sus propias aspiraciones intelectuales" (1990: 10).
recuerdos, figuraciones y olvidos que constituyen el conocí-
Bueno, no son tres planos sino cuatro, que acabarán, I
miento del hombre. Por esta razón, creo entender, Paul de Man
los años, por reducirse. Precisamente, a lo largo del libro
considera la prosopopeya -el tropo maestro del discurso poéti-
lector asiste al progresivo distanciamiento de Jorge Semprúr
co, en su opinión- como la figura que define el quehacer auto-
su alter ego políticamente comprometido con el PCE, distar
biográfico, Pues; e1Lefecto, el auto biógrafo con la ayu?a de la
suficiente para que percibamos a Federico Sánchez como
oscura luz de la memoria resucita a un ser que ya no existe, que
personaje literario: el narrador, que es Semprún, interpela a 1
ahora no es nada, más que pura interiorización, en sí mismo o en
quien a su vez es una interpelación de Semprún:
la memoria de otros (aunque también J20dría .hablarse de u!}a
cierta materialidad de la memoria): "¡Lázaro, levántate y "Diez años más tarde volviste a ver a Simón Sánc
anda!' -ª
sto es lo que viene decirse alnombre desnudo, des- Montero. Fue en el verano de 1969, en Madrid. Habían pas
provisto de materia, confiriéndusele, mediante la escritura, un muchas cosas desde aquella lejana noche de junio. Tú ya
rostro, una voz, un alma (cfr. Jacques Derrida, 1989: 59) . Y esta eras Federico Sánchez. Había desaparecido ese fantasma.
eras de nuevo tú mismo: ya eras yo" (1990: 81).
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olvido es imprevisible: no retenemos más que aquello que de
En rigor, el presente no existe y es, como sabemos, un per- algún modo, por escarpado que sea, conmueve nuestros domi-
manente salto del futuro al pasado: la simple percepción de nios. O los conmovió aunque fuera un instante.
algo ocurrido en este instante, por ejemplo el tomar nota de un Depositados en la memoria profunda podemos hallar
número de teléfono, tiene al poco rato los rasgos de un recuer- recuerdos de todo tipo: algunos sin duda estériles, reducidos
do, es decir, que sólo existe ya como representación. Sin por la acción del tiempo a cenizas que es un tanto inútil resca-
embargo, no sucede exactamente así porque el presente no es tar; de otros recuerdos sabemos que al acercarse a ellos se ilu-
una construcción imaginaria y se dilata en dos direcciones: minan nuevamente como brasas; los más, en fin, permanecen
hacia el pasado y hacia el futuro, llegando a modificar sus tan- inmóviles hasta que la decrepitud (o 10 que sea) consiga que se
cialmente la visión que teníamos del primero o bien repitiéndo- desmoronen como un castillo de naipes, simplemente que se
se con la misma intensidad y frescura en sus sucesivas repre- extingan.
sentaciones inmediatas, sobreponiéndose, incluso anulando, Unos recuerdos se corres onden con a uello ue Gilles
percepciones posteriores. 'p'ensemos en cualquier suceso cuya Deleuze denomina la memoria "involuntaria", es decir, la que
experiencia nos haya impresionado muy vivamente: la jmpre- aparece promovida or "si nos sensibles": objetos," colores,
Sfón uede manifestarse en nosotros durante días y su represen- --,::.,::a:;:,;is::.,::ajes,
sabores, fenómenos de la naturaleza (PabloNeruda,
tación suponer en nuestro ánimo la misma conmoción arrasado- por ejemplo, en Confieso que he vivido, asocia su infancia" y
ra de la rimera vez. El recuerdo tiene ento ce e la cuanto de ella puede recordar a la lluvia, permanente en el sur
impresión que le dio ori en, aun ue se amos ue lo ue ex eri- de Chile). Otrqs recuerdos pertenecen a la memoria "personal",
mentamos ahora es otra cosa. P~rQ tampoco es, un recuerdo m~nos asociativa (por tanto, menos creadora) que la anterior
Ruro, dado que mantiene la rrÍisma o arecida intensidad er-. pero igualmente intransferible: en el ámbito de la memoria per-
C.eptiva del momento en que se produjo. Para que lo sea exige sonal se resuelven la mayor parte de las situaciones de la vida
que sea reconocido como tal, debido, fundamentalmente, a su cotidiana . que seamos miedosos, o no, depende; por ejemplo,
lejanía respecto de la conciencia actual. Por otra parte, a medi- deque nuestra experiencia anterior con el miedo haya sido
da que pasa, el tiempo, más hondo, secreto y menos visitado es traumática, o que no 10 haya sido. Finalmente, hay una memo-
el lugar a donde van a ocultarse ciertas imágenes, cada vez más ria "voluntaria" más distante y objetiva que busca, de algún
depuradas de lo circunstancial que las rodeó en el momento de modo su vinculación son el tiempo "histórico" para identificar-
producirse. se con la memoria colectiva de una época, un ambiente, unos
Cuando una de esas imágenes, entonces ya recuerdo puro, Rersonajes, ... es la más explotada por la literatura autobiográfi-
con toda su voraz intención de-persistir acu e a la memoria ea y también por los me lOS aecomunicación. _
activa, su destello (¿iluminación?) suele ser fulminante: fuente En cuanto a los modos de operar de la memoria, en general,
de lacer ara al uno~uente de dolor ara otros ... Quién sabe revelan un patrón asociacionista del que ya hablara John Locke
lo que sucede en esas células que almacenan la información o en su Ensayo sobre el entendimiento humano, a otro propósito:
la recrean para nosotros, no importa el tiempo que haya trans-
currido. Quién sabe cuál es el mecanismo que activa los recuer- "Existe, además, otra conexión de ideas que tiene su ori-
dos (aunque Proust dijera lo suyo) ¿Podrá aislarse alguna vez? gen en el azar o en la costumbre, de manera que las ideas que
¿Se tratará de una hormona, un gen, una molécula? En cual- en sí mismas no tienen ningún parentesco llegan a quedar vin-
quier caso, la memoria biográfica es una capacidad impulsada culadas de tal manera en la mente de los hombres que resulta
por el sentiiiiienió": riíáS ue_20r la razón; ello si nifica que el muy difícil separarlas: siempre van juntas, y tan pronto como
carácter de las representaciones que sobrevivirán al inexorable
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una de ellas. entra en el entend~miento, aparece su asociada, y
SI por esta circunstancia son mas de una las que e encuentran biogra'"ía de Federico Sánchez (que continúa en su otro
Au to Ijl ., lid d
allí unidas, todas las demás, que le son inseparables, se le jun- libro Federico Sánchez se despide de ustedes~, la ongina ~ a
tan" (III, XXXllI, 5). d su reflexión y la audacia de sus plantearruentos narranvos
ie recuerdan la obra autobiográfica de Corpus Barga, o la de
El procedimiento de la vinculación inconsciente, tan frecuen- ~arlos Barral. Y es curioso r~parar en cómo, la.s obras de estos
te en la memoria real, la de cualquiera de nosotros, no dispone de tres escritores han resultado Igualmente polerrucas por su con-
textos en la literatura memorial española, salvo, quizá, en las dición limítrofe con la ficción: el tercer volumen de Los pasos
obras de Ramón Gómez de la Sema o Juan Goytisolo y, en otro contados, Las Delicias, concurrió al Premio Alfaguara de nove-
sentido, Salvador Dalí. El novelista francés Georges Perec dejó la en la convocatoria de 1965: se le declaró fuera de ~oncurso,
u!!a pequeña joy~memorativa con su libro le me souviens supongo que por su carácter autobiográfico (el prerruo,. aquel
(1978 , q~~ consiste en una e ifania de asociacjones, aparente- año, lo ganó Jesús Torbado con su novela Las corrupclOne~).
~nte caóticas. La estructura del texto es muy simple y se basa En 1977, la Autobiografía de Federico Sánchez gana el Prerruo
en "intentar recobrar un recuerdo casi olvidado, inesencial, banal, Planeta de novela pese a que, evidentemente, no lo es y la con-
común, sino a to os, menos a muc os . . fusión entre si hay que considerarla una cosa u otra colea hasta
La verdad es ue tanto en la novela como en el ci ta- ahora mismo perjudicando una correcta valoración del libro.
mos acostumbrados a que dicho procedimie;rt~ sirva de punto Por último, recordemos que la "novela" de Carlos Barral ,
e arti a de relatos perfectamente construidos a raíz de un ri- Penúltimos castigos (1983) levantó ampollas precisamente por
er destello o iluminación. Es entonces cuando la memoria no serlo.
poética desteje suave y ordenadamente cuanto recuerda de la No es que subraye estas situaciones desde una perspectiva
experiencia en que se halla sumer ida. No ocurre así, lógica- limitadora -no son novelas- y por afán de clasificar: esto sí es
mente en la memoria real, mucho más inconexa, fragmentaria una novela, esto no lo es. Creo que precisamente la facultad de
e ininteligible. revelación autobiográfica cobra su verdadera dimensión cuando
e nuevo recurro a la Autobiografía de Federico Sánchez: el camino anecdótico y vital marcha paralelo a otro de mayor
El libro se abre con una frase: "Pasionaria ha pedido la pala- envergadura, y es el caso de Barral, de Semprún, de Corpus
bra". A partir de esa frase, una especie de foto fija, de leit Barga, cada uno a su modo. Por otra parte, como. muy. bien dice
motiv aglutinador, perteneciente al momento en que la alta Alberto Cousté a propósito de Semprún, un escntor tiene dere-
dirección del PCE, reunido en un castillo de Bohemia, trata las cho a hacer lo que le dé la gana con su experiencia y su memo-
heterodoxias de Federico Sánchez (también las de Fernando ria. Sin embargo, creo que los tres libros citados, prescindie~do
Claudín), autor y personaje reviven la vida de Federico tanto de la absoluta autonomía a que tiene derecho el escntor
Sánchez en un flash back construido a base de aproximaciones como de lo que podrían ser astutas maniobras editoriales, cons-
sucesivas. La frase atraviesa todo el libro y en tomo a ella y a la tituyen magníficos ejercicios de introspección en los que junto
situación evocada el narrador adhiere, más bien vomita, la al placer por contemplarse hay un deseo de lograr la absol~c~ón
vivencia de una larga experiencia política como militante (inherente al acto de la confesión) que les sitúa en la posición
comunista en la que Semprún, cuando Pasionaria pide la pala- de testigos de sí mismos. . . .,
bra, abril de 1964, ha dejado de creer. Pese a la indiscutible singularidad de la memona indivi-
Merecería un trabajo aparte analizar la importancia de la dual, un somero análisis del tipo de recuerdos evocados en
memoria en la obra de Jorge Semprún. Ciñéndome a la autobiografías y memorias pone de manifiesto q~e aquello.s,. en
su mayoría, constituyen lugares comunes ampliamente visita-
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91
dos por los frecuentadores del género. Bruno Vercier afirma de algún modo, por cualquiera de nosotros cuando intentamos
que, como en la gimnasia o el patinaje artístico, la autobiogra- mirar atrás. Ciertamente algunas coincidencias (por ejemplo, la
fía comporta todo un programa de figuras impuestas, verdadera idealización de la madre, el autodidactismo, la precocidad inte-
retórica de unidades textuales. Sin embargo, si fuera así, ¿dón- lectual, la visión paradisíaca de la infancia ...) hacen sospechar
de reside la libertad del escritor? ¿tal vez en el orden, en el tra- que los recuerdos más lejanos han experimentado una decanta-
tamiento _de dichas figuras? ¿en su capacidad de subvertirlas? ción amable fruto del deseo de refugio y autogratificación en
Y, en este sentido, ¿cabe hablar de una evolución del género, un espacio definitivamente sellado que no compromete a nada.
desde Torres Villarroel hasta Antonio Martínez Sarrión? En cualquier caso, de las coincidencias deduce Vercier una
Un año antes del artículo de Bruno Vercier en la RHLF, especie de relato ideal del cual cada obra sería una realización
Renée Balibar abordaba también la cuestión de la convención y individual (claro, como también la vida de cada hombre es la
de las figuras impuestas, a propósito del libro inacabado de respuesta individual a la pregunta colectiva ¿qué es vivir?) Esas
Péguy: Pierre, commencement d'une vie bourgeoise, en un figuras reiterativas sobre la infancia percibidas por el profesor
libro Les Francais fictifs, citando un valioso documento, el francés vendrían a ser, más o menos:
cuestionario de los psicólogos Binet y Henri que data de 1895 y
en el que sobresalen la preguntas orientadas a la caza de los pri- 1. Nací...
meros recuerdos de la infancia. Veamos algunas de estas cues- 2. Mi padre y mi madre
tiones: 3. La casa
4. El resto de la familia
l.¿Cuál es el primer recuerdo que tiene Vd. de su infan- 5. El primer recuerdo
cia? Descríbalo del modo más completo que le sea posible 6. El lenguaje
indicando la nitidez, la manera como aparece y la edad a que 7. El mundo exterior
corresponde. 8. Los animales
2. ¿El acontecimiento que recuerda jugó algún papel en su 9. La muerte
infancia y, de ser así cuál?
10. Los libros
3. ¿Ha hablado Vd. de este acontecimiento, o bien se
11. La vocación
acuerda de él espontáneamente sin haberlo contado nunca?".

Etcétera. Para Balibar la autobiografía de Péguy vendría a


J 12.
13.
La escuela
El despertar sexual
ser una adaptación literaria de este tipo de cuestionarios pseu- 14. El fin de la infancia
do-científicos. No obstante, la relación entre ambos procedi-
mientos o, si se prefiere, entre psicología y literatura acaso Algunos de estos elementos, la mayoría, reenvían al mode-
deba ser estudiada desde otra perspectiva, la inversa: la psicolo- lo biográfico que es el punto de referencia esencial de toda
gía no ha hecho más que formalizar una práctica ya anciana en autobiografía, si bien la naturaleza del relato sea muy distinta
la literatura. Si Péguy parece responder punto por punto al en uno u otro caso, al partir el discurso autobiográfico de den-
cuestionario de Binet y Henri, de hecho contesta a un cuestio- tro, es decir de la propia memoria como elemento constituyente
nario implícito elaborado ya por los primeros autobiógrafos, y , de la conciencia de sí.
El tratamiento de algunas de las figuras propuestas por
Vercier merece consideraciones aparte. Por ejemplo, el recuer-
7 Les Fraucais fictifs, Pari ,Hachette, 1974. do (imposible) del nacimiento -y punto de convergencia del

92 93
"Lo curioso -escribe el poeta bilbaíno en el prólogo a sus
relato biográfico con el autobiográfico- ofrece en la literatura Memorias inmemoriales- es que cuanto más auténticos somos
española muestras valiosas de lo que podríamos denominar tea- más nos parecemos a todos, y cuanto más falsos, más superfi-
tralización del Yo: pensamos, por caso, en Salvador Dalí y ciales y extravagantes, más "personales" resultamos".
Gabriel Celaya: ambos son autores de valiosos pasajes proto-
biográficos en los que afirman guardar reminiscencias del para- ¿Es pues a través de la mentira cuando más próximos esta-
íso intrauterino, sumergiéndose en la rememoración (léase mos de la verdad? Celaya parece convencido, como Montaigne,
fabulación) de esta insólita experiencia de su vida. de. que cada hombre lleva consigo la forma entera de la condi-
En Gabriel Celaya se trata de un relato proto-autobiográfico: ción humana y, al mismo tiempo, el peso de la historia, del
en el primer y segundo capítulos de sus Memorias inmemoriales pas'ldo, Y por ello emprende una operación poético-mística y se
refiere su experiencia prenatal y los primeros años de su vida, transforma en el Uno -"recuerdo inútil del yo antes de la con-
pero de su vida como hombre en lo que éste tiene de arquetípi- cíencia"-, fundido con la materia primaria, en la prehistoria del
co y ejemplar: el Uno (así lo llama), si bien pueden rastrearse hombre. Así, la experiencia que nos propone es la eterna lucha
las huellas "personales" del poeta, a partir del segundo capítulo del yo caótico que se debate en el mundo, el conflicto del sujeto
del libro -"Los pasos contados"- donde, con un tono marcada- ~ometido a un dilema permanente. Su propuesta, en Historia
mente impersonal, reelabora lo escrito en 1960: Penúltimas ten- Natural, es similar a la formulada por los filósofos desde anti-
tativas. Y lo mismo en los capítulos sucesivos, "La vida par" guo, o sea, el conocimiento del hombre a través de la antropo-
(que no figuraba en Penúltimas tentativas") y "El más acá" con logía, mediante el retorno a estados anteriores, puede que como
el cual concluye el libro. Lo cierto es que en Celaya la anécdota necesidad de refugiarse ante un mundo hostil. Claro que ahí
biográfica se ve sistemáticamente sustituida por una especie de esta el problema y también el desafío de Celaya, porque ¿cómo
abstracción lírico-filosófica de hondas repercusiones: adscribirse a lo humano particular (la autobiografía, en este
caso) sin enunciarlo? Por una parte, el propósito de unas
"Ahora el Par se llama Marta -escribe Celaya evocando memorias o de una autobiografía es el relato de una vida singu-
las metamorfosis del Uno, ahora el Impar-. Yel Impar se pre- lar de la cual pueden extraerse, yeso es lo importante, compo-
gunta por qué está allí viviendo con él. Quisiera preguntarle:
nentes comunes al resto de los hombres. No es, por tanto, la
"¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí?" Pero no se atreve. ¡Parece
algo tan sabido! Le tomarían por loco. idea de escribir un tratado sobre la condición humana la que
Marta tricota. Trabaja mecánicamente, sin mirar lo que rige el texto. En definitiva, estamos ante un yo que quiere abo-
hace, con la cabeza alta y los ojos vacíos de puro luminosos: lirse al tiempo que habla de él: ¿una meta-autobiografía?
Tres al derecho; dos al revés; un sorgete; adivina; dos al revés; Desgraciadamente es tarde para que el poeta se decida a publi-
tres al derecho; adivina. Y es la Esfinge o es la Parca. El hilo, car esos "Suplementos Autobiográficos" anunciados en el pró-
lalilo, laleila" (1980: 127). logo a sus Memorias inmemoriales.
Salvador Dalí es autor de unos breves "Recuerdos intraute-
De modo que Celaya, convencido como está de que toda rinos" (cp. II de La vida secreta) donde se propone describir,
autobiografía tiende a la fábula, da una vuelta de tuerca a su "sistemáticamente, por primera vez en la historia literaria", su
relato, prescinde de los detalles personales para resaltar aque- vida en el seno materno. La idea central es la de relacionar el
llo, lo arquetípico, que es común a todos: el paraíso perdido de período intrauterino con la del paraíso y el nacimiento con la
la infancia, la experiencia del desarraigo ("¿Por qué vivimos traumática expulsión del mismo. Convengamos en admitir la
acosados?"), la confusión ante la mujer y la femineidad, la dificultad del desafío al que se enfrenta el pintor ampurdanés,
lucha de los sexos o la vivencia de la muerte.
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sólo salvable mediante la metáfora. Y en cierto modo, tanto des son confines muy poco frecuentados por el memorialismo
Dalí como Celaya recurren a ella para configurar su reconstruc- del XIX, con la excepción de AJcalá Galiano y Blanco White,
ción de la experiencia primigenia del ser humano, la única dos escritores que abordan facetas de su personalidad íntima
común a todos pues las diferencias arrancan de una etapa poste- con una visión integradora, incluso radical en B.W.
rior como es elnacimiento. Sigamos con el ejemplo de Mor de Fuentes, cuyo relato
Los textos de Dalí y Celaya suponen una actitud de rechazo impide el franqueo de cualquier revelación personal, aunque
I al orden (biográfico) convencional: al optar por no dar ninguna
explicación al lector de los aspectos más frecuentados por la
algún fragmento del Bosquejillo deje traslucir una profunda
inquietud de ánimo cuyos motivos, no obstante, resultan impe-
( retórica del género, estos autores expresan una actitud menos netrables para el lector. Véase el siguiente pasaje, referido a
sometida a ella, más espontánea. Es como si cedieran al lector 1823, viviendo M. de F. de nuevo en Monzón, huyendo de las
un testimonio donde, escrito en filigrana, se halla una rememo- persecuciones políticas:
ración del pasado mitico que puede, sin embargo, explicar el
presente. "Avasallada la nación (el autor se refiere a la invasión de
Volvamos a la serie de figuras propuesta por Vercier y a los las tropas francesas al mando del duque de Angulema) y veni-
do a Zaragoza, un sayón de Policía acongojó sobremanera y
comentarios que sugiere. Los relatos autobiográficos escritos
trastornó todo el pueblo, pero al menos en mi lugar disfrutaba
por literatos en el siglo pasado se atienen con notable fidelidad sosiego; empecé a padecer suma flojedad de nervios, con
a la serie de Vercier, concediendo, por ejemplo, una gran calambres incesantes, con especialidad por la noche, y este
importancia al mundo de la lectura y el despertar de la vocación achaquillo, junto con mis perpetuos y tristísimos desvelos, me
literaria: Mor de Fuentes, Emilia Pardo Bazán, Blanco White, puso en la necesidad de pasar a Bañeras de Bigorra para tomar
Zorrilla, Castelar, Joaquín Sanromá, Mesonero Romanos ... aguas marciales, o de hierro, que son esencialmente tónicas y
todos, en fin, se deleitan en evocar una infancia despierta, ávida provechosas" (1943: 67).
de conocimientos y autodidacta, como tendremos ocasión de
comprobar más adelante. Pero, de dar crédito a los textos de la No se trata nunca, en fin, más que de una mirada de sosla-
época, se leía mucho y vorazmente durante la niñez (aunque la yo, de una frase dicha al paso, de un comentario lanzado al azar
demografía escolar en el siglo XIX debía ser muy reducida); (¿a qué desvelos se refiere el fundador de El Patriota?) y, sin
libros poco adaptados a la mente infantil, con lo cual el esfuer- embargo, el lector hará bien en leer entre líneas porque es pre-
zo intelectual debía de ser considerable. Recordemos lo que cisamente lo que no se dice, o la forma en que no se dice, lo
escribe Mor de Fuentes en su Bosquejillo: a los seis o siete que de estos testimonios decimonónicos conviene recoger.
años su lectura preferida era la Conquista de Méjico de Salís, y Insistiré de nuevo en que estas observaciones no son fruto
a los diez se atreve a traducir los tres primeros libros de la de una malsana curiosidad de mi parte, pero ¿qué sentido tiene
Conquista al latín (Cervantes y Salís son también los escritores que nos ofrezcan el relato de una vida desarticulada, comparti-
citados por Emilia Pardo Bazán como los primeros de su for- mentada, descuartizada? ¿cómo puede explicar un libro de
mación literaria: "he perdido la cuenta de las vueltas que di a la memorias la menor circunstancia referida a la vida pública de
Conquista de Méjico, del elegante Salís", nos dirá la escritora su autor sin revelarnos el trasfondo psicológico, personal y aní-
(1973: 703). mico que ocupa un lugar tan importante en las preocupaciones
Pero todo cuanto es información sobre la vida digamos de cada día, de todos los días y es motivo de tantas decisiones?
"profesional", es mutismo acerca de la existencia personal: el Imagino que cada época responde a un cuestionario distinto
mundo de los sentimientos, los estados de ánimo o las dificulta- y está por hacer una posible tipificación histórica de las figuras

96 97
autobiográficas. Sin duda, el cuestionario de nuestro tiempo refle-
jaría una mayor permeabilidad de lo íntimo en el mundo de la apa- y la describe a continuación en términos absolutos:
riencia y los convencionalismos, así como una pérdida de la inge-
nuidad al hablar de uno mismo: la vanidad, cuya exigencia sigue "... hija de buenos padres, salud corporal, sencillez,que es la
siendo implacable con el ser humano, requiere, ahora, de estrate- salud espiritual; honesta, hacendosa; limpio ejemplo de madres
gias menos evidentes para resultar tolerable. Excepto para algunos de familia y señoras de su casa, que hubiera podido servir a Fray
integrantes del "star system", en general, la buena educación obli- Luis de León de modelo para su Perfecta casada" (1958: 556).
ga a disimular la fuerza de gravedad ejercida por el egoísmo natu-
ral del individuo que le empuja a la permanente autoafmnación. De Benavente a Juan Goytisolo (aunque supongo que a éste
Mención aparte merece el recuerdo de la madre para la no le gustarían los términos de la comparación), porque un aura
l. mayoría de los autobiógrafos, no importa la generación a la que de misterio y exaltación flota en la primera entrega autobiográ-
pertenezcan. Generalizando pero sin apartamos de la realidad fica del escritor barcelonés cuando se habla de la madre, Julia
configurada por los textos, subrayemos la absoluta idealización Gay, fallecida a causa de un bombardeo cuando el escritor con-
de la figura materna en auto biógrafos tan distintos como se quie- taba siete años pero cuya presencia resultará imborrable en la
ra, así como la fidelidad a los modelos descriptivos más conven- sensibilidad y la obra literaria de Juan y, sobre todo, de su her-
cionales: belleza, discreción, laboriosidad, abnegación, sensibili- mano José Agustín Goytisolo. Leamos un fragmento de su
dad ... Un caso notable, tal vez el más encomiástico de la literatu- retrato en Coto vedado:
ra en lengua española, sea el retrato que Domingo Faustino
Sarmiento hace de la suya en Recuerdos de provincia: ni toda la . "Hija de una familia en la que abundaban las profesiones
retórica de que disponía el escritor argentino fue suficiente para liberales, con una mayor preocupación por el mundo de la cul-
enaltecerla, de modo que su descripción es un entrecruzamiento tura, se había adaptado sin dificultades aparentes a vivir con un
constante de los más elevados epítetos y comparaciones ... inclu- hombre cuyos intereses intelectuales y ambiciones divergían
so unos prominentes juanetes que padecía la buena mujer son notablemente de los suyos. Ama de casa, esposa modelo,
madre de cuatro hijos, estos títulos, absolutamente conformes
calificados por el hijo como "señal de decisión y de energía".
a cuanto esperaba de ella la sociedad tradicional representada
Desde luego el siglo XIX es pródigo en la exaltación de esta por el marido, no se compaginaban no obstante del todo con su
figura: el propio Blanco White, tan contudente en sus valoracio- sensibilidad inquieta e insaciable avidez de lecturas. La ima-
nes morales, siempre encuentra alguna justificación para la dure- gen plácida de la mujer aún joven, tocada con elegancia y
za de la conducta materna, que, no obstante, resulta ser la princi- adornada con una boa de pieles que posa en algún retrato en la
pal causante del sometimiento religioso en medio del cual trans- acera de la torre de Pablo Alcover no expresa en su convencio-
curre la opresiva juventud de Blanco. Pero éste siente veneración nalidad huera la realidad más profunda y compleja que descu-
por ella. Y lo mismo Castelar, Zorrilla, Alcalá Galiano ... bre en cambio la lista de sus libros favoritos" (1985: 51).)
El apego que Jacinto Benavente muestra por su madre es "¿Cómo ~ra mi madre en esta época lejana? -se pregunta
percibido inmediatamente por el lector de sus truncados Rafael Alberti en La Arboleda Perdida- Alta y blanca: muy
Recuerdos y olvidos: hermosa. Se llamaba María. Hoy me la represento como a cier-
tas bellas mujeres italianas vistas en los museos o quizás en
películas y revistas que ya no existen" (1975: 18).
"Para hablar de mi madre quisiera yo que hubiera en lo
literario un sacramento, como la comunión en lo religioso,
Mientras Salvador Pániker prefiere ceñirse al retrato moral
capaz de ponerme en estado de gracia" (1958: 571).
que indudablemente la beneficia, aproximándola a la verdadera
élíte de la gente superior:
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"Mi madre no era una intelectual profesional sino una iista: "¿ex~sg, al o ue se pueda .llamar escritura femenina?
autodidacta, profunda y lenta, cargada de inquietud y perpleji- se preguntaba Biruté Ciplijauskaité en su estudio sobre la nove-
dad. Perteneciente a un grupo generacional que admiraba a la femenina contemporánea. La respuesta sigue en el aire y
Tolstoi y a Tagore. Cristiana y con conciencia social, inusita-
renuncio siquiera a resumir sus principales contribuciones. Pero
damente honesta, sin dotes para el disimulo. Emotiva, secun-
daria, inactiva (lo que en la terminología de Le Senne se llama hay otras cuestiones emparentadas_ con ella ¿Es cierto, como
un carácter sentimental), hipersensible, introvertida, siempre dice Simone de Beauvoir, que las mujeres se aferran más al
en las nubes de sí misma, sin sentido práctico, ordenada, tenaz, r~cuerdo que los hombres? ¿Será que la percepción del tiempo
embebida en un pasmo metafísico, leptosomática, concentrada, es distinta en uno y otro sexo? ¿Es nuestro cerebro diferente al
escasamente sensual, más vegetal que animal, aunque con del hombre, como asegura Christiane Rochefort?
importantes raíces. Raíces complicadas o insuficientemente Desde el punto de vista de las autoras de textos autobiográ-
conciliadas. Manos bellas y delicadísimas. Osamenta facial ficos se observa ~e éstas se acercan a su infancia y adolescen-
muy definida. Ideas propias. Tough minded. Apasionada hasta cia desde una perspectiva más distante y analítica, como reco-
el tuétano" (1985: 70). noce Rosa Chacel en su autobiografía: -

Está claro que los ejemplos podrían extenderse y, con "Yo juzgaba a mis padres implacablemente, constante-
variantes de estilo, en todos hallaríamos las mismas descripcio- mente: mis padres eran lo único que yo estudiaba con constan-
nes y anécdotas parecidas. Se diría que la afirmación de la cia y con sistema. No quiero decir con esto que sólo a ellos les
identidad del autobiógrafo pasa por la necesidad de exaltar sus prestase atención y no a los libros, sino que a ellos les estudia-
orígenes que, obviamente, reposan en la figura de la madre, ba con una técnica superior" (1981: 35).
impermeable a los vaivenes psicológicos e intelectuales propios
de toda evolución personal. De ello se' da cuenta Julio Caro Y, por supuesto, el ojo crítico, una mirada menos condes-
Baroja al escribir, sin embargo, con rendida admiración sobre la cendiente y, por tanto, menos idealizadora, alcanza a la figura
suya en sus memorias, Los Baraja: materna, aunque sin llegar al enfrentamiento generacional
reflejado, no obstante, en algunas novelas contemporáneas
..."para mí, mi madre tuvo no uno, sino muchos significa- escritas por mujeres (Montserrat Roig, por ejemplo). Así, María
dos sucesivos y complementarios. Cuando era niño creo que la Aurelia Capmany en un breve ejercicio autobiográfico escribía:
veía de una manera. Cuando era joven o adolescente, de otra.
En los últimos años de su vida, de una tercera, y hoy, en fin, de "Mi madre era más difícil de trato, aunque más generosa.
modo algo distinto. ¿Cuál será la imagen más cercana a la rea- Tenía el mal carácter de los Farnés y una lengua punzante
lidad? ¿La de la madre juvenil del niño, la de la madre del capaz de decirle las cuatro verdades al lucero del alba, cosa
hombre o la de la madre perdida?" (1972: 59) que la hacía muy divertida y muy incómoda. Una anécdota.
Mi madre.-Fulano de tal no me saluda.
Una pregunta nos sale al paso: ¿cómo se trata esta figura Yo.-Qué quieres. El otro día le llamaste imbécil.
cuando el memorialista es una mujer? La cuestión tiene mayor Mi madre.-No se lo dije para ofenderle, se lo dije porque
c~gª-d~profundidad de lo que R"úece y responderla exhausti- lo es" (1981: 75).
vamente nos obligaría a plantear las diferencias, que las hay,
entre la escritura autobiográfica masculina y femenina, los
móviles de una y otra, y, en el límite, conduciría a un interro-
La anécdota es inocua, sin embargo ilustra esa actitud, diría
que común entre las mujeres, de describir el entorno familiar y
J
gante ~CI!:lesigue sin resolverse en el seno de la ideología femi- en especial la figura de la madre con una adhesión sentimental

100 101
La cita es larga pero aborda varias cuestiones del mayor
menos intensa y más reflexiva. Además, la experiencia infantil interés: en M.T.L. encontramos el mismo espíritu indagador,
tratándose de una mujer suele estar firmemente integrada en un casi inquisitorial, de la realidad de la figura materna al que
contexto educativo que se enjuicia con severidad. También los antes hacía referencia Rosa Chacel, señalándose, además, la
hombres, pero éstos resolvieron, por lo general, el rechazo que función represora que la madre ha ejercido sobre la hija des-
les merecía la educación que recibían de un modo más activo de la infancia y que no suele darse, al menos no con la misma
(lo veíamos más arriba con Camilo José Cela). En la mujer, intensidad, cuando se trata de un hijo. En opinión de Freud,
además, todo ello va unido a un doloroso proceso de concien- dicha represión se funda en enérgicas motivaciones incons-
ciación, subrayado, por ejemplo, en Memoria de la melancolía cientes aunque sancionadas por la sociedad (Cfr. "Un caso de
de María Teresa León. Este libro, con Residente privilegiada de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica"). A la hija com-
María Casares, es de los pocos que muestra el interior de la pete desligarse, con el tiempo, de esta influencia y decidirse
escritora en ese largo camino hacia la toma de conciencia: la por una medida personal de permisión o privación respecto
tercera persona gramatical se alterna con la primera creando de las represiones impuestas. Eso es lo que hizo M.T.L.
una continuidad de la propia experiencia vista desde fuera y enfrentándose a la ideología conservadora que había recibi-
percibida -a veces analizada- desde dentro . En una escena de do, en busca de su propia identidad. Sólo con el tiempo, sien-
mucha fuerza dramática, la relación madre-hija es vista y do ya la escritora una mujer adulta, será capaz de acercarse a
reconsiderada cuarenta años más tarde por la escritora. la madre en libertad, sin las obediencias y disciplinas
Entresaco algunos pasajes: impuestas que habían impedido que fluyera entre ambas una
relación más humana y cordial. Una fotografía le permite res-
(...)"¿Cuáles siguieron siendo nuestras relaciones? Te catarla del pasado, someterla a la claridad del presente, cali-
identifiqué a la vez que la palabra NO. Eras mamá NO. No
brando' sin acritud, las consecuencias que le trajeron sus
hagas esto, no te manches el vestido, no juegues con el barro...
Tardé mucho tiempo en aprender esa lección, pero después me yerros.
convertí a mi vez en la señorita No. Un día, riendo, me sacu- No será infrecuente que el autobiógrafo recurra a la foto-
diste un poco. Otro día ... no sé cómo decírtelo, me diste a ) grafía, saque a la luz una imagen del pasado y la interprete
conocer tus manos, me pegaste. Sentí mucha pena y poco arre- hasta participar de su presencia diáfanamente (curiosamente,
pentimiento. Otras veces, qué dulce, me sentabas en tus rodi- también Teresa Párnies y María Aurelia Capmany se apoyan
llas y murmurabas yo no sé qué palabras mágicas, qué arrullos I en fotografías a la hora de hilvanar sus recuerdos de infancia).
maravillosos que concluían con el dolor, la angustia, el miedo [ Con la figura del padre el autobiógrafo suele mantener
de crecer. Y, sin embargo, yo no sabía quererte, porque todo lo más distancias, aunque, en ocasiones, se trate de un condicio-
de nuestra infancia nos parece que responde a una obligación nante psicológico, un complejo excesivamente intenso al que
con nuestra fragilidad (...) Fue entonces cuando me di cuenta el individuo sucumbe. Quizá sea Zorrilla el ejemplo más elo-
que todas las madres de mis amigas decían lo mismo y que esa
cuente de esa tiranía emocional ejercida por la figura paterna,
riqueza de tener una madre se había convertido en un bien
común. Me desilusioné. Luego dije para contentarme: mi conmovedoramente descrita en sus Recuerdos del tiempo vie-
madre es distinta. ¡Cómo iba a ser la madre de los otros chicos jo como tendremos ocasión de analizar más adelante. En el
como la mía! Hasta aquí podíamos llegar. Entonces comencé a extremo contrario se halla Rafael Alberti, muy poco dispuesto
espiarte para encontrar las diferencias. en sus memorias a penetrar en las razones de la escasa rela-
"Si tú supieras, madre! Esta mañana al abrir un cajón, ción mantenida con su padre, solventada con una elipsis car-
entre guantes descabalados y recuerdos marchitos, encontré un gada de misterio:
retrato tuyo. Hasta hoy no he sabido mirarlo" (1982: 127).
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"Mi madre vivía sola casi siempre, porque mi padre, como
antes dije, andaba viajando por Madrid, Galicia, San quier caso, también es muy diferente la imagen que del padre
Sebastián, Bilbao ..., pasándose, a veces, sin volver por casa tiene Fernando Savater a la de Víctor Gómez Pin yeso enrique-
hasta más de año y medio" (1975: 18). ce la fórmula del libro y la posibilidad de contrastar sus valio-
sas aportaciones.
Tal vez sea el sentido práctico de Josep Pla quien dé a la
relación padre-hijo el valor que merecía a principios de siglo:

"En realidad, la llamada educación familiar consistía en


transferir la cuestión al colegio. Hoy me parece que los padres
no tenían ninguna capacidad ni ningún procedimiento para
resolver la cuestión y que no habían tenido otro remedio que
pasar el 'paquete' al colegio. No recuerdo haber tenido con
mis padres, ni antes ni inmediatamente después del uso de
razón, una conversación que no fuese estrictamente familiar-
administrativa, por decirlo así" (1975: 48).

De todos modos, y en un contexto de mayor actualidad,


resulta obligado mencionar la aparición de un libro que sin
duda preparará el terreno para futuros análisis. Me refiero a En
nombre del hijo (1990), de María Charles, una recopilación de
"confidencias", impresionantes las de Félix de Azúa y Víctor
Gómez Pin, acerca de la relación paterno-filial mantenida por
un grupo de escritores, filósofos y poetas cuya selección, afir-
ma María Charles en el prólogo, se explica por compartir los
entrevistados un determinado humus generacional: no haber
vivido la guerra y ser huérfanos de padre en el momento de la
confección del libro (lo que sin duda permite opinar más libre-
mente). Los testimonios ofrecen un interés semiprofesional,
dirigido fundamentalmente a los aficionados a la literatura con-
fesional o bien a los estudiosos de las obras de los autores
entrevistados. Sin embargo, en este sentido el libro mantiene
muchos interrogantes: ¿se les sometió a un cuestionario previa-
mente establecido? ¿qué tipo de preguntas? ¿cada uno de ellos
habló a su aire? ¿pudieron supervisar el trabajo?
y sigamos con las preguntas: ¿por qué no figura ninguna
\ mujer entre los seleccionados? María Charles alega que la rela-
ción de las mujeres con sus padres es diferente (seguramente lo
diferente sea la naturaleza del modelo parental) pero, en cual-

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2. MEMORIA Y ANTIMEMORIA: INVENCIONES,
SILENCIOS, ENMASCARAMIENTOS

"Distinguir entre ficción y autobiografía no es una polari-


dad ,~ que o' SIllO que ... es IllSO ü15e. ¿ o es posible
-permaneeer-en una situación-inselubl ." se- regunta Paul de
Man en su trabajo Autobiography as Defacement, punto de
referencia para buena parte de la crítica sobre la autobiografía
en los EVA. La respuesta es sí-y no. J:; -insolubilidad, en gene-
ral, par ce ilTsostenible: tañtO en la ciencia como en la vida,
todos nos afanamos en querer sacar del pozo de la interroga-
ción respuestas limpias, claras, inconfundibles. Sin embargo,
hay cuestiones cuya dilucidación permanece, en i()más hondo,
llsoluo e,y lo que hay son aproximaciones, acercamiento s que
permiten desenvolverse con mayor facilidad en el centro de
oscuridad que pese a todo ermanece: ficción y autobiografía
son parientes y casi coetáneos -opina María Zambrano en La
confesión: Género literario (1988: 14)- ues ambos son e~re-
~nes.sle seres individualizados a quienes se les concede histo-
ria. Parece que en el caso de la autobiografía y géneros afines
se trata de encontrar el punto de contacto entre el relato de esa
historia, que es la propia, y la verdad.
-- La crítica literaria, por su parte, no es ajena a esa voluntad
v de desentrañar los enigmas, de establecer distinciones nítidas
entre ficción y autobiografía recurriendo a los más diversos

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procedimientos: el pacto con el lector (Lejeune) , su carácter puede decirse. La vida se teje en todos los instantes. Las
proyectivo (De Man), el valor inlocutivo del acto lingüístico memorias deben descubrir este tejido, en vez de limitarse a
implicado (Bruss) ... Admitamos, sin embargo, que es un reto recordar los hechos y las personas que son considerados
difícil, como querer averiguar la solidez de los recuerdos o la importantes o curiosos a posteriori. Las memorias no deben ser
un montón de retazos, por lujosos que éstos sean, sino una tela
capacidad del ser humano para confundirlos. De hecho, todos,
inconsutil" (1979, 1: 11-12).
auto biógrafos y memorialistas, se excusan en sus obras por los
vacíos de la memoria, las confusiones, los olvidos, la superpo- De ahí que a Corpus Barga tanto como la fidelidad a lo
sición de presencias, las alucinaciones ... (recuerden los títulos recordado le interesará la fidelidad al recuerdo mismo, a cómo
más frecuentes: recuerdos y olvidos, memorias de un desmemo- se presenta en la memoria, el proceso de su "cristalización",
riado, memorias inmemoriales, casi unas memorias, etc.). La aunque ello ofrezca notables dificultades de composición narra-
invención, aunque no lo parezca, es un arte memorativo que tiva: en un principio, el escritor madrileño pensó no seguir el
trata de hacer presente algo que podía haber sucedido, que . orden cronológico en sus memorias sino agrupar de una vez
sucedió en la imaginación de quien escribe. La mente puede dar todo lo recordado en torno a una persona o un suceso, que todo
las vueltas suficientes a ciertas imágenes como para obscure- fuera a parar allí, conformándose de ese modo las líneas de
cerlas o bien transformarlas en una nueva realidad, tan auténti- fuerza propias de cada ocasión (técnica que luego aplicará a Mi
ca como imaginaria. Por no hablar de quienes, abiertamente, diccionario). No obstante, el defecto de presentar así unas
asumen desde el principio el carácter ficticio y falsificador de memorias radica en que el texto resultante puede carecer de una
su discurso autobiográfico. Así lo hace Corpus Barga -un escri- perspectiva inteligible: es lógico suponer que las ocasionales
tor muy aficionado a teorizar sobre el género en el prefacio a líneas de fuerza se superpongan las unas a las otras creando un
sus memorias, Los pasos contados, donde analiza las variantes claroscuro antojadizo y confuso para el lector. Por otra parte,
entre memorias y autobiografía y ve su obra como un compen- muy pronto percibió Corpus Barga que el recuerdo se compone
dio narrativo en el que poder estampar todo aquello que conflu- de ingredientes (nostalgia, lejanía, alucinación) que le impiden
ye en la vida de uno, en torno a uno, en momentos significati- ser verdadero (antes bien, fomentan el Ideal). En otras palabras,
vos de su existencia o en la de su entorno. La§.Jlimensiones de los recuerdos no son de fiar, pero, en cambio, sí puede serlo el
la memoria coinciden con las del papel en que ésta se ha yolca- modo en que dichos recuerdos acuden a nuestra imaginación,
do para ofrecer al lector un fresco microhistórico, polícromo y confundidos pues con pensamientos, ideas, sensaciones ... liga-
descriptivo. Hay vida pues, pero no autovida: - das a otros recuerdos y otras sensaciones (cualquiera de noso-
tros dispone de esta íntima experiencia: cuántas veces nos sor-
"Las memorias vienen a resultar todo lo contrario de la prendemos con pensamientos o recuerdos muy alejados del
autobiografía. En la autobiografía todo se reduce a uno; en las pensamiento o recuerdo inicial y a los que se ha llegado a tra-
memorias, la autobiografía no es solamente de uno, ni siquiera vés de un involuntario proceso de asociación de ideas). Corpus
de uno y todo lo demás, sino de uno en todo lo demás (...) A Barga diseñará la escritura de sus memorias de acuerdo con
emprender las mías no me mueve el deseo de contar anécdotas
esta visión confluyente e irisada de la memoria: un proyecto, en
personales, me siento llevado por el afán de registrar lo más
fin, muy próximo a los propósitos de la novela decimonónica.
posible todo lo vivido, con todo detalle, toda exactitud. La vida
de una persona como la de un pueblo (la Historia), no está Porque lo cierto es que parece imposible que el narrador
constituida por los grandes acontecimientos o las grandes per- recuerde, al cabo de los años, con tan minuciosa precisión la
sonalidades que intervienen en ella. No existe en función de vida de su infancia (me refiero fundamentalmente a los dos pri-
fechas y de nombres; es el acontecer cotidiano y anónimo, si meros libros: Mi familia y Puerilidades burguesas): por ellos

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desfilan personajes ilustres y populares del Madrid finisecular:
del Madrid de los manolos,· todavía goyesco y sainetero, que de Madrid y su relación con Andrés resulta para éste tan indis-
iba a terminar siendo chulapón y del género chico; del Madrid pensable como antes lo fuera la de su hermano Rafael (que
cortesano, y también del Madrid burgués, cuya observación ingresa en la Academia de Artillería y con esta constatación -la
precisamente está muy al alcance de Corpus Barga. Todo, des- soledad del protagonista a causa del alejamiento de Rafael- se
de las burras de leche hasta los olores de sus condiscípulos o el abren Las Delicias). En algunos aspectos, Jaime parece el alter
relevo de la guardia del Palacio Real, tiene su lugar en la obra -ego de Andrés, su complemento: es el hijo de un guitarrero
del periodista y escritor. modesto que vive con su familia en un barrio de las afueras,
Sin embargo, a medida que se avanza en la lectura de Los "en una casa nueva y triste de esas que en el desarrollo de las
pasos contados -de Las Delicias en adelante- se percibe cómo ciudades por los sitios pobres se construían haciendo toda clase
las memorias de Barga van transformándose en una novela, en de economías, con lo estrictamente necesario, en las que se
novelas: no se trata ya de presentar el proceso de cristalización había de vivir, ya se sabía de antemano, con estrechez". Jaime
de los recuerdos sino de dejar que ellos mismos den con su ver- es mucho más despreocupado y decidido que Andrés, vive de
dadera estatura. El rasgo estilística más notable de Las Delicias forma más intuitiva y tiene mucho éxito con las mujeres, aun-
(así se llama un periférico paseo del Madrid de entonces y la que ambos amigos comparten su simpatía por un anarquismo
estación de ferrocarril allí enclavada, y es también el escenario algo idealizado.
de los acontecimientos más destacados de la obra), el rasgo de y en Las Delicias vive Sole, el amor casto de Andrés y a
escritura que sobresale, decía, es la novelización del recuerdo quien "viva o muerta" está dedicado el volumen. Sole es una
que ahora pasa, en presente, a formar parte de la acción: no se muchacha morena, despierta, con un hoyo de tristeza en el sem-
trata del memorialista convencional evocando al joven que fue, blante, de origen humilde, que vive en un solar del Paseo de las
sino el propio muchacho, Andrés (nombre de pila del escritor) Delicias con su abuelo, un perro y algunas palomas. Ambos,
tomando las riendas de la narración y "soliloqueando" con el Sole y el abuelo son, a ojos de nuestro personaje, símbolos,
autor pues forma parte de él y de su historia. Aunque tampoco indescifrados todavía, de una nueva y mejor humanidad, pues
cabe hablar de una única técnica narrativa, pues Corpus Barga el abuelo de Sole es un anarquista que se reúne con otros revo-
hace en este volumen lo que quiere y tan pronto asiste el lector lucionarios en la calle del Viento y a estas reuniones -amplia-
a una interesante digresión, interiorizada, sobre el cuerpo y la mente recordadas en el texto- asisten Andrés y Jaime, un poco
salud como se le ofrece una estampa, excelente estampa, de la confundidos:
tertulia de Valle-Inclán en el café de Levante o bien somos
mudos testigos de una conversación matrimonial cuyo protago- "Lo que me pasa -dice Andrés- es que yo estudio mate-
nista indirecto, de quien habla la pareja es precisamente Andrés máticas y mecánica, quisiera ver claro cómo es todo eso de las
García de la Barga. Quizá sea esta focalización múltiple de la riquezas y el dinero. No tengo tiempo ni sé con quién podría
narración, el hecho de que el escritor vaya tanteando técnicas meterme a estudiar a fondo. En la calle del Viento no se habla
diferentes de acercamiento y aprehensión de la memoria, más que de la vida de los revolucionarios." (1979, III: 653).
desembarazándose de ellas con la misma lentitud, lo que otorga
a su lectura un goce suplementario. Así, entre reflexiones sobre la revolución, inquietudes lite-
Dos personajes, junto al narrador, sirven de hilo conductor rarias, amistades de cafés y su amor por Sole, transcurre la ado-
al plurimorfismo narrativo del libro que ahora nos ocupa: Jaime lescencia de Andrés. Pero todo termina con el atentado anar-
es un compañero del futuro periodista en la Escuela de Minas quista del 31 de mayo de 1906: Sale y el abuelo desaparecen,
también Jaime y Andrés deben hacerla ... Sale sube al tren en la
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estación de las Delicias. Y otra mujer, Leovigilda, trae, cin- Al igual que ocurría en Las Delicias, los personajes que
cuenta años después, la memoria de Sole al protagonista: intervienen en el texto responden a una doble concepción narra-
tiva: en primer lugar son parte explícita de la experiencia de su
"Leo. Ay, Sole, ¿dónde estás? Los pies me han traído al creador (por ello calificamos a Barga de memorialista), pero no
Paseo de las Delicias. Allí abajo, tu solar, en el que vivías con están limitados, no se conocen a sí mismos ni los conoce com-
el abuelo y las palomas (...) Si no volvemos a encontramos, yo pletamente el lector, tampoco el autor; no se ofrecen por tanto
no sé lo que al cabo seré para ti, ¿dejaré de ser un señorito? Si
de un modo acabado (ni siquiera Andrés, el más desarrollado
no te vuelvo a ver, Sole, tu acabarás siendo para mí algo ver-
psicológicamente); son inabarcables como la vida, el gran reto
daderamente triste: un libro. Una vida disecada, te asesinaré, te
rellenaré de papel y te pondré ojos de cristal. No te busco, te
de la empresa acometida por el escritor. Con todo, su concep-
huyo en el recuerdo, no quiero ser tu asesino, ahora mismo voy ción del personaje responde a una actitud recelosa de Corpus
a tomar el tren para olvidarte ... pero lo que voy a hacer es Barga ante el proyecto autobiográfico entendido en un sentido
encontrarte en Leo" (1979, IV: 16). estricto, es decir volcado el creador en dar cuenta de sí mismo.
Tarea imposible en su opinión porque el conocimiento de uno
Es el comienzo de la última entrega autobiográfica de mismo depende en exclusiva de los otros : "uno mismo -decla-
Corpus Barga: Los galgos verdugos, el más novelesco de los raba el escritor a José Miguel Oviedo en 1973- es su propio
cuatro volúmenes de Los pasos contados. Aquí el narrador se desconocido. No tiene papeles de identidad, uno no sabe nunca
diluye prácticamente en la acción, centrada esta vez en quién es. Somos reflejos, puntos de referencia, apenas". Y, en
Belalcázar, un pueblo de la provincia de Córdoba lindante con efecto, a nuestro narrador no le importa admitir una y otra vez
Extremadura, donde se halla la casa solariega de la familia del que, en buena medida, los personajes de su obra son también
escritor conocida como la Casa Grande y cuya decadencia y unos desconocidos para él y, aunque no puede tratar de esclare-
hundimiento constituirán la materia narrativa de Los galgos cerlos completamente -resultaría una laborimposible-, toma la
verdugos. En ella se había confinado por un tiempo el joven costumbre, unamuniana, de dialogar con ellos: véase un frag-
iconoclasta que fue Corpus Barga, y Belalcázar supuso también mento de la conversación que mantiene el narrador con la fabu-
la inspiración de su primera y casi única novela larga: La vida losa señorita Barbarroja, mediada la lectura del libro: ésta le
rota, publicada en 1910 y sobre la cual, después, el propio pide matrimonio a lo que responde el narrador:
Barga escribió una crítica poco benévola". Como ya advirtiera
Arturo Ramoneda Salas, autor de una soberbia tesis doctoral -"¡Qué más quisiera yo! No es posible. Sería un incesto
sobre su obra, La vida rota se convierte sesenta años más tarde que nos desintegraría a los dos y por tanto a la narración. El
narrador no puede tener relaciones íntimas ni particulares con
en el estímulo decisivo para la redacción de Los galgos verdu-
los personajes del relato sin perder su integridad. Tiene, al con-
gos. Estímulo decisivo pero complejo: el autor aprovecha el
trario, que hacer lo que estoy haciendo yo, no mezclarse con los
recuerdo de otros viajes a Belalcázar entrecruzándose con el personajes, acudir a las mejores fuentes, a ellos mismos, para
recuerdo del primero para dotar a la obra de una perspectiva enterarse. Y tiene que reconocer, como lo reconozco yo, que
lejana y algo fantástica, con abundantes resonancias afectivas. nunca se puede enterar de todo, los personajes continúan siendo
unos desconocidos para él. No terminaría nunca con usted si
tratase de esclarecerla completamente." (1979, IV: 196).
8 "No hemos leído muchos libros tan detestables como La vida rota
-escribirá Corpus Barga en su autocrítica-. Pero además se advierte que el
autor debe ser un mal sujeto capaz de cualquier tropelía y de todas las malas Como ya escribió Joaquín Marco al publicarse la novela, la
hazañas", en Prometeo (I 91 O), núm. 15, p. 102. técnica de Corpus Barga "consiste en introducir un material

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Importa también la forma en que las imágenes se retienen y
maravilloso a ras de suelo, un poco a la manera de Gaya", de el efecto que el tiempo causa en ellas: los recuerdos crecen Con
modo que los elementos fantásticos ensamblan con detalles de los años (aunque el olvido también), cambian de color y sufren
un realismo descriptivo inusual y sorprendente. severas desfiguraciones. ¿Hasta qué punto el autobiógrafo es
El narrador gusta también de conversar con Andrés, el prota- consciente de ellas? ¿Es posible que el lector pueda deshacer la
gonista (de nuevo topamos con el carácter especular de la memo- confusión entre experiencia vivida e invención, discriminar
ria de uno mismo), sobre los recuerdos de otro tiempo matizando entre el conocimiento de un suceso y la ilusión acerca de su
con frecuencia la sustancia de los mismos: una nueva forma de forma? Desde luego que no, la mayoría de las veces, pero basta
omniscencia, en realidad, que permite al autor enjuiciar, entre con que seamos conscientes de las dificultades que entraña la
cariñoso y crítico, los devaneos de su egolatría juvenil. menor exploración en el contenido de la memoria. Y además
Se habla mucho de la facilidad de composición de los libros están las exigencias del discurso (coherencia, inteligibilidad) y
de memorias: para escribirlos, se dice, no hay más que acudir a de la escritura: "Aunque te propongas ser de un rigor y una sin-
una especie de depósito o almacén (para muchos, ésta es la ceridad absolutas, los materiales que manejas se integran dentro
representación visual de la memoria) y abrir los cajones del de un contexto artístico que está sometido a las leyes de la
pasado, sencillamente dejar que fluyan. Sin embargo, no es así narración" comentaba Juan Goytisolo en una entrevista a pro-
por varios motivos: en primer lugar y según venimos diciendo, pósito de la publicación de su libro Coto vedado (La Van-
porque la memoria no es una estructura mental inerte y repetiti- guardia, 19/3/1985)). Y es, en efecto, la paradoja de la autobio-
va que devuelva, inmaculadas, las impresiones recibidas. Hay grafía literaria, porque su doble juego esencial consiste en pre-
mucho de inventiva, de creativo en su constitución: por ejemplo tender ser a la vez un discurso verídico y una obra de arte; hasta
en la selección de lo que debe ser retenido y que con frecuencia el punto de que algunas de las autobiografías y memorias publi-
escapa a nuestro control: cadas en los últimos años incorporan la meditación que sus
autores han llevado a cabo acerca de esta cuadratura del CÍrculo
"La primera vez que manejé un contador eléctrico -cuenta y revelan su deseo de alcanzar un cierto equilibrio entre los
Umberto Eco en un magnífico artículo sobre la memoria y el polos: en realidad, cualquier estudio de la praxis autobiográfica
olvido (Revista de Occidente, septiembre 1989: 9-28)- para contemporánea pone de manifiesto la tensión que existe entre
reactivar la corriente después de un cortocircuito, no sabía si se ambos extremos: de un lado la transparencia referencial, del
volvía a dar la luz apretando el botón verde y dejando libre el
otro la búsqueda estética. De modo que podemos distribuir los
botón rojo o viceversa. Naturalmente me han explicado cuál
era la combinación correcta, pero desde entonces cada vez que textos autobiográficos en función de su posición ante ellos: par-
me encuentro en la misma situación no recuerdo la solución tiendo de un hipotético centro de equilibrio todos tienden, con
sino el dilema. Creo que la explicación psicológica es obvia, el mayor o menor intensidad, hacia uno de dichos extremos: al
dilema me ha impresionado más que su solución, y es ése y no arduo repaso de los datos que cabe esperar de un "curriculum
ésta lo que se me ha quedado impreso en la memoria". vitae", o bien la autobiografía tiende al lirismo, la experimenta-
ción y la fábula.
Umberto Eco subraya así, mediante un ejemplo trivial, el De nuevo Los pasos contados de Barga son un buen expo-
hecho de que la asociación producida en su memoria vive al nente de lo que decimos, porque si bien sus memorias se propo-
margen de la voluntad codificadora de su autor: naturalmente nen ofrecer una amplia y apretada crónica de la vida fisisecular,
Eco preferiría recordar la solución, no el dilema, sin embargo es el escritor se impone una tarea agotadora y es la de un fé-
el subconsciente quien ha determinado qué huellas de su expe- rreo distanciamiento sentimental, ya estudiado por Arturo
riencia con el contador eléctrico van a sobrevivir.
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Ramoneda, de cuanto se evoca, incluido él mismo. Ello le obli- conduce progresivamente al olvido, mientras que la desfigura-
ga a notables alteraciones estilísticas y de perspectiva que ción que sufren otros, en general aquellos que mayor influencia
aumentan progresivamente la complejidad formal de la obra, de afectiva han ejercido sobre nosotros, llevan a la fabulación, al
manera que la (relativa) transparencia referencial de los prime- oscurecimiento o al mito, según y como.
ros libros va cediendo terreno a la pura creación literaria del n cualquier caso, el mecanismo del olvido no suele deberse
último, es decir, a medida que avanza la cronología del relato a una decisióii ersonal: no importa que yo desee olvidar una
aumenta la fuerza de la invención. Y es que siempre resulta más expenenc~ amarga, su huella puede permanecer ahí, más o
fácil asumir los compromisos con el niño del pasado que con el menoS arrinconada, indefinidamente. Sin embargo, de pronto
hombre del presente. O, dicho en otras palabras, en el ser huma- percibo que la he olvi.dado o bien aquella experi.encia ha pasado
no siempre surge la necesidad de objetivar, o de neutralizar, en a integrar una memona remota, por tanto no activa, en la que se
lo posible, lo próximo, lo singular, lo comprometido. Todo auto- hallan depositados materiales, huellas de muy distinta proceden-
biógrafo se atreve a ser transparente, prolijo, detallado con su cia. Memoria activa y memoria remota, ambas explotadas a su
edad infantil-remota, manipulable, idealizada-; el malestar sur- voluntad por e ombre metido a hablamos de sí mismo y de su
ge frente a las experiencias que todavía se nos resisten, que nos fttorno. Con efectos distintos, pues la memoria remota cuando
resultan penosas y que, sobre todo, nos comprometen. De ahí el emerge no suele acarrear los afectos concomitantes que la rodea-
olvido, la invención, la máscara, el subterfugio ... y tantos meca- ron en su formación, mientras que la memoria activa sí y su radio
nismos de autoprotección cuyo desarrollo sólo depende del gra- de influencia interviene, creo que decisivamente, en la selección
do de vulnerabilidad del individuo. O, como dice Salvador y presentación de aquello que es comunicable, de lo decible:
Pániker, del número de heridas que uno haya recibido. "¿Es función de la memoria involuntaria conservar las impresio-
Hemos mencionado la exploración artística como uno de nes soterradas que el mecanismo del recuerdo destruye?",_se pre-
los polos a los que tiende la escritura autobiográfica. Menos gunta Juan Goytisolo para ponderar a continuación si con el pro-
frecuente, pero con cierta vitalidad en las letras españolas con- yecto de rescate de sí mismo que es todo libro autobiográfico no
temporáneas, hay que mencionar la exploración filosófica o se obtendrán unos resultados contrarios al objetivo propuesto.
antropológica: Rosa Chacel, María Zambrano, José Luis L. El olvido, decíamos, no es fruto de la determinación sino de
Aranguren, Julio Caro Baroja, Salvador Paniker y Andrés la superposición de experiencias que obligan a constantes des-
Ortiz-Osés son autores de textos autobiográficos que buscan la plazamientos de nuestra estructura reticular: como sabemos, es
confluencia de dos realidades, la propia y la total; de lo autorre- necesario olvidar buena parte de cuanto nos ocurre para preser-
ferencial con lo ontológico. Tal vez la forma más "estilizada" var las reverberaciones de unos cuantos conocimientos e impre-
de la autobiografía intelectual sea la llevada a cabo por María siones que alimentan nuestro corazón y nuestro cerebro. Pero
Zambrano en Delirio y destino, un texto sibilino, escrito en La también dichos conocimientos e impresiones se ven continua-
Habana al comienzo de los años cincuenta y volcado en el mente desplazados por nuevas incorporaciones (tal vez aquí
retrato de una generación de universitarios que vivió con entu- podría hablarse, como ocurre con las eras de la' historia natural,
siasmo la llegada de la República. Y más recientemente, las de la memoria como de unos estratos superpuestos cuya confi-
memorias antropológicas de Andrés Ortiz-Osés, sumamente guración hace legible la historia del individuo). La dialéctica
complejas por la reflexividad del lenguaje empleado. memoria -olvido es recíproca y ofrece en los textos autobiográ-
Escribe Freud que el material de la memoria sucumbe, en ficos excelentes muestras de funcionamiento y caducidad: pen-
general, a dos influencias: la condensación y la desfiguración. semos en que si bien el olvido es el guardián de la memoria,
El proceso de condensación de buena parte de los recuerdos como dijera Henri Bergson, la memoria a su vez puede contri-

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buir, paradójicamente, al olvido pues si nos esforzamos en evo-
car, por ejemplo, circunstancias felices de nuestra vida contri- y el papel y hacer, por ejemplo, pintura abstracta, porque ésta no
buimos con sus reverberaciones a mitigar el recuerdo de aque- tiene riesgos". Comparto, en ese sentido, la seguridad de
llas otras que no lo fueron, que no lo son. En definitiva, a olvi- Trapiello cuando le reprocha a Rosa Chacel su lamento de que
darlas: así lo hace María Martínez Sierra en sus memorias, finalmente, a pesar de toda su Alcancía, no ha dicho lo que más
Gregorio y yo (1953), decidida a reconstruir exclusivamente las deseaba que se supiera. "Las cosas que haya que decir, se dicen
horas felices vividas junto al marido que después la abandonó", -concluye el poeta-, por encima de todo" (1994: 61).
También Jacinto Benavente en las suyas asegura que se valdrá ¿Puede el lector averiguar las marcas del silencio, del olvi-
de los recuerdos y de los olvidos para componerlas, "para que do en un texto memorialista? De acuerdo con la concepción de
no parezcan demasiado amargas" (1958: 495). Y es una idea Foucault, de existir dichas marcas designan el lugar del "verda-
que se repetirá con cierta frecuencia, la necesidad de recurrir al dero secreto", lo incomunicable: algo así como "dime qué te
olvido a fin de hacer soportable la memoria de unos hechos que callas y te diré por qué hablas". Claro que tampoco hay que
sólo pueden recordarse a medias, esto es, eliminando lo peor. pensar en lo biográfico como el lugar de todos los misterios, y
A la propia memoria, a Mnemósine, invocan la mayoría de un ejemplo reciente lo tenemos en las forzadas biografías de
los autobiógrafos y memorialistas, hasta el punto de constituir personajes célebres: Greta Garbo, Gala, Marlene Dietrich,
tal evocación un auténtico topos de la escritura autobiográfica: Grace Kelly, ... escritas con el propósito de explotar las interio-
se reclama su auxilio, su impulso y su inspiración para recuperar ridades del ser humano convertidas en debilidades que rigen la
convenientemente el pasado. Pese a ello, el olvido es el fondo totalidad de la conducta del sujeto (el egotismo de la Dietrich,
mayúsculo sobre el cual quedan impresas las huellas de lo que la afición al alcohol de Grace Kelly, etc.). Pero, sea como fuere,
va a conservarse, una especie de tinta simpática que sólo puede lo que callan los autobiógrafos es mucho: fácilmente, al con-
leerse al trasluz de los devaneos que el autobiógrafo suele man- cluir la lectura de una autobiografía o de unas memorias pode-
tener con el lector sobre todo aquello que ha previsto silenciar. mos señalar los "huecos" dejados por la escritura, incluso la
"¿Cabe sinceridad -se pregunta Emilia Pardo Bazán- en quien naturaleza de los mismos. Pero ¿es posible desambiguar el
se analiza a sí propio, y no a solas con la conciencia, sino delan- silencio? A ello responde Carlos Castilla del Pino afirmando,
te de miles de personas?" (1973: 699). La respuesta es no, evi- en términos generales, que sí pero no hasta el extremo de alcan-
dentemente. Si el hombre no es libre, en general, menos lo es el zar la univocidad respecto de su significación. De modo que el
memorialista o autobiógrafo, mediatizado por las múltiples orto- nivel de conjetura o entropía de un texto será mayor cuanto
doxias y convenciones que controlan férreamente cualquier menor sea su nivel de información (1992: 95).
sociedad, a lo que hay que sumar las censuras personales que Muy a menudo es el propio autor quien sale al paso para
cada uno se impone. ¿ Es fácil establecer la dosis justa entre lo dar posible justificación a esas marcas del olvido indelebles en
que se dice y lo que se calla? Porque, como dice un gran diaris- la escritura. A ~as alude, por ejemplo, Francisco Ayala:
ta, Julien Green, en su ensayo Libertad querida, si el autobió-
grafo tiene demasiadas censuras, "hará mejor en dejar la pluma "Pero la autobiografía no se hace sólo con los recuerdos;
también los olvidos entran en su composición. Y los olvidos
pueden ser omisiones voluntarias, ya por no considerarse
9 Las memorias de María Martínez Sierra las he tratado con cierto deta- importante o característico lo omitido, o también quizá por
lle en un trabajo sobre el memorialismo femenino, pendiente de aparición en otras diversas razones, entre las cuales puede contar en mayor
Anthropos, en la Breve Historia feminista de la literatura española (en len- o menor medida el respeto hacia el prójimo, hacia los lectores
gua castellana), coordinada por Iris Zavala. eventuales y aun hacia el propio sujeto que escribe; esto es, con-
sideraciones de propiedad y decencia. En mi caso particular,
118
119
gias1o• Me pregunto cuántas insatisfacciones, errores, desvelos
declaro haber eludido mucho que hubiera ido acaso en detrimen-
y añoranzas no han ido sedimentándose en la mente de cada
to de la imagen ajena, mucho que hubiera podido ser de interés
nulo para el lector, y mucho que, por pertenecer a la esfera de la
intimidad, hubiera constituido ese alarde de impudicia que tan
( uno hasta configurar una especie de identidad secreta que nos
pertenece. Parafraseando a Pablo Neruda cuando en sus memo-
rias, Confieso que he vivido (1974), habla de la timidez, la nos-
frecuente es hoy, y que bajo pretexto de sinceridad incurre en el
más descarado regodeo pornográfico" (1990: 184). / talgia es también una condición extraña del alma, una categoría
que no todos poseen, una dimensión que sólo puede abrirse
Las observaciones de Ayala son doblemente significativas: hacia la soledad y/o la expresión artística. También es un sufri-
por su valía intelectual, pero, además, por ser Francisco Ayala ~ie~to il!eparable en ocasiones, algo así como una segunda
autor de un libro de memorias (en dos volúmenes, Recuerdos y pIel intenor que se contrae e irrita ante la vida. De modo que
olvidos) que cumple generosamente con ellas. Discrepo, con entre las posibles estructuraciones del hombre, hallamos esta
todos mis respetos por el escritor a quien admiro, de que ciertos calidad o este daño (según se mire) que, con el tiempo y el pro-
comentarios puedan ir "en detrimento de la imagen ajena" y en ceso de aleación que éste lleva consigo, va fundamentando la
cambio, otros no (el novelista crucifica a Gabriela Mistral, por identidad del propio ser ante lo ajeno. Y la nostalgia es el pri-
ejemplo, en dos páginas de observaciones aparentemente lige- mum mobile, la condición primeriza y esencial en los escrito-
ras y dichas sin ánimo de nada, pero de las cuales. se desprende res de memorias, como Carlos Barral, que configuran su obra
la pésima opinión que a Ayala le merecía su amiga Gabriela, en gracias al recuerdo y la fantasía de aquello que fue o pudo ser
la época en que ambos escritores se relacionaron). Y tampoco una vez. Ningún escritor más oportuno, además, a la hora de
comparto su. idea reductiva de la intimidad y de su no recomen- hablar del autobiógrafo y sus máscaras.
dable expresión escrita, identificándola con la pornografía. He Carlos Barral no es hombre ni poeta de comprensión senci-
leído muchas vidas ajenas y sigo convencida de que resulta lla, como todo el mundo sabe. Hay que acercarse a él mediante
muy difícil para un hombre, más todavía para una mujer, hablar aproximaciones sucesivas que permitan acceder progresiva-
de sus sentimientos, de sus experiencias amorosas o de sus mente a niveles más profundos de su complejo y camuflado
frustraciones en todos los órdenes de la vida. No todos los auto- mundo int~rior: ?ra disfrazado de capitán Argüello con su gole-
biógrafos encuentran la valentía para evocar los aspectos más ta, la carrusa abierta y su gorra de marino; ora disfrazado de
secretos de la existencia y siempre resultará más sencillo hablar anciano prematuro con lujoso bastón, paso parsimonioso y
de la esfera pública que de la privada, retratar a los otros que ostentación de las canas; ora imponiéndose como importante
retratarse uno mismo (aunque esto último siempre se haga), hombre de negocios, que lo fue; o de seductor irresistible con
descubrir una realidad ya constituida y ajena que bucear en el su barba recortada y capa española. Y, en el fondo, el adoles-
laberinto del espacio interior. Pero yo, como lectora, agradezco, cente Carlitos siempre luchando por una hipotética y anhelada
sinceramente que alguien se esfuerce por acercarme a ese espa- autenticidad. Disfraces, en definitiva, con vocación de signo,
cio interior que sin ser el propio permite reconocerme. pues Barral era consciente de esa dimensión pública y esforza-
da de sí mismo -a medio camino del histrionismo y la vanidad-
como lo prueban las continuas referencias en su obra autobio-
gráfica a su condición de personaje. Por ejemplo, en Años de
El caso Barral

. 10 Es una idea que recojo del libro de Claudio Guillén: Entre lo uno y lo
Es probable que a todo ser humano, hombre o mujer, viejo dIverso. Introducción a la literatura comparada, Barcelona, Crítica, 1985.
o joven, rico o pobre, le delate la naturaleza de sus nostal-
121
120
peniten~ia cuando evoca sus primeros encuentros con Yvonne y
el cambio que eso supuso en la idea que él venía haciéndose de burgués de mi radicación en los años cuarenta, de mi recuerdo
de aquellos 'años de penitencia nacional' en los que fue ocu-
sí mismo, escribe:
rriendo el tránsito de mi infancia a mi juventud, en los que
tuvo lugar una adolescencia, estimable, en sus rasgos esencia-
"Desde el principio, desde los primeros inocentes y verbo-
les, como representativa de una etapa biográfica común a buen
sos paseos, caí en la cuenta de que aquella relación, si conse-
número de gentes de mi clase, mi edad y mi geografía que,
guía hacerla prosperar, estaba destinada a determinar el pro-
andando el tiempo, nos hemos ido injertando en las distintas
yecto definitivo de mi vida, a sosegar las ensoñaciones aventu-
ramas de los brotes de cultura marginal -inoficial y dispersa de
rescas de la última adolescencia y a enraizarme. Sin el acuerdo
este país, en el tramo maduro y quién sabe si final de una lar-
de la otra parte, comencé a admitirme como poeta de oficina,
guísima postguerra civil todavía inconclusa" (1975: 9).
encadenado a una vida regular en la que la literatura ocuparía
(Inconclusa, porque el libro quedó listo en enero de 1973.)
un lugar principal sólo de cejas para dentro. Y esa asunción de
un personaje a largo plazo me prestaba una gran seguridad"
A Barral le empuja a escribir, en primer lugar el deseo de
(1975: 261).
dar testimonio de lo que para él supuso una humillación
colectiva, un lamentable vivir de rodillas; su idea era la de
La asumida condición de "personaje" le permite no impli-
recurrir a la memoria como única perspectiva, pero dejando
carse existencialmente en sus memorias -como sí lo hace Juan
d~ l~do lo estri~tament~ singular. Componer una imagen muy
Goytisolo en las suyas-, dominando en todo momento el tono
pública, es decir colectiva en lo posible, del personaje Barral
que quiere conferirse a lo narrado. De modo que el dominio de
vinculándolo a una experiencia común. Sin embargo, es un
la materia narrativa -esto es el propio Carlos Barral- es absolu-
propósito que se contradice con lo manifestado en Aix-en-
to, pero la frialdad y el distanciamiento de lo contado también
Provence al intervenir en una de las sesiones del III Coloquio
dan de suyo: es una circunstancia subrayada por Miguel
Internacional de Aix-en-Provence (1986), coordinado, como
García-Posada en su reseña, en ABC, de la versión corregida de
todos, por el profesor Guy Mercadier: "L' ecriture sur soi.
Años de penitencia, cuando escribe: "Entre la imagen ática y la
Débat avec Carlos Barral" ... donde afirmó que su prosa, tanto
imagen mítica oscila el sujeto de estas memorias: el hombre se
las memorias como Penúltimos castigos, nació siempre de
esfuma".
una voluntad de explicar su poesía a un lector teórico, "tal vez
En otro orden de cosas, importa subrayar que Barral fue el
a mí mismo" (1988: 243).
primero en ese personal ajuste de cuentas con el franquismo, al
Ese carácter mediador, contextual, que Carlos Barral atribu-
que luego le sobrarán continuadores (otros, también pioneros,
ye, en el origen, a sus memorias fue desertando en el curso de la
como Dionisio Ridruejo o Pedro Laín Entralgo publican sus
escritura. Podríamos decir que, de algún modo, el género le trai-
memorias en 1976). Años de penitencia (1975) abarca el perío-
cionó (él mismo lo reconocía en el debate mencionado) siendo
do comprendido entre 1939 y 1950, es decir, entre los 10 y los
el resultado final un libro, unos libros, distintos a los previstos,
20 años de su autor y la obra, originalmente, se concibió como
al verse desbordada la voluntad meramente explicativa y clarifi-
una crónica del ambiente social e intelectual en que se desarro-
ca?ora por la necesidad que siente el escritor de explorarse a sí
lló la etapa de formación del escritor:
rrusmo y su entorno. Lo cierto es que en la primera entrega auto-
biográfica, hallamos ya las claves decisivas de lo que fue su tra-
"Cuando comencé a escribirlo pensaba instrumentalizar al
máximo mi experiencia, con el propósito de describir del
yectoria posterior. Claro, en la vida de todo ser humano las
modo menos personal posible el panorama urbano y el medio experiencias vitales básicas están definidas ya hacia el final de
la adolescencia: es el momento en que se estabilizan los estilos
122
123
de vida, los valores, los compromisos y con todo ello la progra- personajes, acaso el más largamente asumido: me refiero a su
mación cognitiva de lo que orteguianamente podemos denomi- faceta de editor progresista, interrumpida de nuevo a raíz de la
nar "razón biográfica". Después de la adolescencia no suelen quiebra de Barral Editores. El libro es fundamentalmente un
darse virajes profundos en el individuo, quiero decir cambios exorcismo que pretende liquidar la peor parte de su historia
que no estuvieran insinuados ya anteriormente. Pero no es lo persona] y en ese sentido sólo secundariamente afronta la expe-
mismo para todos. Y así, mientras para unos la adolescencia y riencia autobiográfica (cfr. Mercadier, 1986: 244). La novela
juventud es motivo de infausto recuerdo (Paul Nizan, Jean Paul parte de la evocación que hace un escultor --que es el hilo con-
Sartre , Camilo José Cela, Juan Goytisolo, ...), para otros --caso ductor del relato- de un período crítico de su vida, cuando a los
de Barral- supone la plenitud de facultades, el instante del único problemas familiares se añaden problemas de salud y de trabajo
acuerdo posible con la propia imagen, el momento del clímax al que fuerzan al personaje a abandonar la ciudad (desde luego
que seguirá una larga agonía de decadencia y destrucción, esto Barcelona) y refugiarse en Calafell. A su casa de pescadores,
es, la madurez. (Respecto a la infancia, el acuerdo es casi unáni- herencia familiar, acudirán los amigos de siempre del propio
me entre los memorialistas: se revive siempre con nostalgia Barral (que en la novela es un personaje más aunque en el fon-
pues en ella suele cifrarse la idea del Paraíso, vivido, perdido.) do sea el único que cuenta), esto es, J.M. Castellet, Jaime Gil,
A Años de penitencia siguió primero Los años sin excusa Marsé, José Agustín, Ivonne, Rosa Regás, etc., para reproducir
(en 1978) y después, Cuando las horas veloces (1988) y entre a pequeña escala lo que venía a ser el despacho de Carlos cuan-
ambos cubren las etapas de 1950 a 1962 y de 1963 a 1981, res- do dirigía Seix Barral: una especie de estudios Paramount a la
pectivamente. Sin embargo, entre uno y otro media la aparición barcelonesa, según lo ha descrito Juan Benet (11).
de una rara avis sumamente interesante para los aficionados al Puede suponerse lo difícil que resulta para el lector olvidar-
género autobiográfico como es su única y peculiar novela: se de la condición real y perfectamente reconocible de estos
Penúltimos castigos (1983) de la que en el primer mes se tira- nombres que acabo de mencionar. De hecho, Barral da por
ron tres ediciones consecutivas. No es de extrañar dada la abun- supuesta la complicidad y en ningún momento presenta a
dancia de nombres conocidos y de juicios desparramados a lo dichos personajes con la seriedad con que cualquier novelista
largo del libro: recuerden la célebre polémica posterior con afrontaría la descripción de un horno fictus. No importa, tam-
Francisco Gracia, responsable de la editorial Labor, y que aca- poco hay intriga ni tensión. Porque Carlos Barral tenía que vol-
bó con un proceso por injurias contra el escritor, y senador ver y escribir sobre su agónico fin como editor y lo hace, cohe-
entonces. del Partido Socialista, incoado en el Tribunal rentemente con su principio del distanciamiento autobiográfico
Supremo. (según el cual no puede escribirse con una perspectiva menor
Al morir, Barral estaba trabajando en unas "Memorias de de 20 ó 25 años pues es imposible crear ese clima de nostalgia,
infancia" donde el escritor se enfrentaba a la fijación de una de irrealidad que, en definitiva, es el responsable de proporcio-
imagen y un personaje (el niño) que habían quedado pendien-
tes. Y lo hacía desde otro ángulo narrativo, la tercera personal 4 En "El efecto Barral", Revista de Occidente (1990), núm. llO-lll, p.
gramatical: nueva acrobacia del escritor en su particular galería 14. Y Pedro Carrero Eras, en un breve ensayo sobre Penúltimos castigos titu-
de espejos que es su ciclo memorialístico. Pero volvamos a lado "Autobiografía y relato en Carlos Barral", lo confirma como lector al
Penúltimos castigos. Que no es, en absoluto, una novela al escribir: "Uno tiene la impresión, al leer este libro, de hallarse acomodado en
la barra de 'Bocaccio", en un diván de 'Oliver' o en la más a la page terraza
modo convencional, creo que no lo es de ningún modo. El del "Teide', en medio de un grupo feroz de intelectuales dirigentes, muy sabi-
escritor se sirve del ropaje ficticio para, enmascarándose, repre- dores y muy de vuelta de todo" (Españoles y extranjeros: última narrativa,
sentarse a sí mismo su propia tragedia y acabar con uno de sus Salamanca, 1990, p. 59).

124 125
"
Con los diarios se cierran, parece ser, las posibilidades de
1', nar calidad literaria a la memoria) a través de la novela. En ella comprensión del personaje Barral, aunque sólo la muerte pudo
el escritor acaba matando a uno de sus personajes: el editor acabar con la exigencia de auto afirmación que dominó su vida
11 Carlos Barral. La muerte ocurre en el penúltimo capítulo de y su escritura. "Adiós" le dice el moribundo al espejo que sos-
1:
Penúltimos castigos y es tal vez el pasaje más estremecedor de tienen delante de él. "No volveremos a vemos".
todo el relato: Barral fantasea (como lo hizo también Gil de
Biedma en algunas composiciones de Poemas póstumos) con la
propia muerte y el modo de producirse, y con el entierro: lo
describe con todos sus elementos sustantivos: quién asistiría,
las circunstancias, el duelo ... Lo cierto es que, como fantasía,
todos hemos practicado en alguna noche de insomnio eso de
asistir a nuestro propio entierro, de imaginarlo con cierta delec-
tación morbosa. Sin embargo, tratándose de un hombre, como
l'
Barral, que se ejercitó constantemente en la imitación de mode-
los, el desafío de componer un último personaje fúnebre supon-
dría algo más que una simple imagen visionaria para convertir-
se en una exigencia que debía satisfacer, completando así la
galería de las representaciones.
Barral juega en este libro con los géneros, como Jaime Gil,
como Juan Goytisolo o como José Maria Castellet en Els esce-
naris de la memoria. Parece que los escritores de esta genera-
ción, grupo literario o comoquiera que se les llame, desconfían
I
de su propia biografía pero, al mismo tiempo, la viven con la
mayor intensidad y sus obras reflejan esa inevitable decanta-
ción por lo autobiográfico (piénsese también en la poesía de
José Agustín Goytisolo, en la de Gabriel Ferrater) fruto bien de
un precoz auto-deslumbramiento, bien de los avatares de este
I
¡ grupo de amigos que, en el fondo, no tenía mayor ambición que
la de brillar entre los suyos y dejar constancia de su excepcio-
nalidad en medio del páramo español de aquellos años.
En 1994, muerto Barral, aparecían los diarios del escritor
I I (1957 -1989) editados por Carme Riera y cuya lectura acaba de
configurar el espacio autobiográfico diseñado por el poeta bar-
celonés en el conjunto de su obra. Los diarios están escritos en
una prosa más viva y directa que la de sus memorias y en ellos
el lector tiene ocasión de constatar cuál fue la mayor preocupa-
ción del escritor a lo largo, al menos, de los 32 años de escritu-
ra de los cuadernos y ésta era su obra poética y las dificultades,
sobresalientes en Barral, de su realización.
127
126
TERCERA PARTE:
LA AUTOBIOGRAFÍA EN ESPAÑA
1. EL TÓPICO DE LA ESCASA AFICIÓN

Autores y críticos han venido insistiendo desde los albores


de la modernidad en la idea de que España es un país de esca-
sa afición a la escritura autobiográfica, esto es, al cultivo de la
expresión del yo en sus más variadas manifestaciones autorre-
ferenciales: autobiografías, memorias, diarios íntimos, episto-
larios, confesiones ... discursos, en definitiva, a medio camino
entre la historia pública y la privada que pueden constituir un
testimonio excepcional sobre la experiencia vital del hombre
y su entorno. Se ha subrayado una y otra vez el raleamiento
de dichos géneros en las letras españolas'? hasta convertirse
dicha observación en una referencia formulada a bulto, en un

12 El término es de Guillermo de Torre, cfr. "Memorias, autobiografías y


epistolarios", en Del 98 al Barroco, Madrid, Gredos, 1969, pp. 75-78 en espe-
cial. En cuanto a la mención de los autores y críticos que han lamentado la
ausencia de una literatura autobiográfica en España, la lista es interminable.
Particular interés tiene, por la polémica que siguió, el editorial de la Revista
de Literatura, IV, 8 (1953) titulado "Las zonas desérticas de nuestra literatu-
ra" donde su autor, probablemente Juan Carlos Ghiano, se refiere a la escasa
producción autobiográfica española, que atribuye a un espíritu racial: "Tal
vez -concluye- la causa de esta desértica zona de nuestra producción literaria
se deba a que el español es reacio a sincerarse y, sobre todo, que nunca ha bri-
llado por sus cualidades de 'causeur'. Es poco propicio a comentar y a escu-
char. Prefiere discutir y dictar" (p. 263).

131
tópico de la crítica literaria, de mención obligada, paradójica- Galiano, autor él mismo de varios volúmenes autobiográficos,
mente, al presentar, comentar o prologar un texto autobiográfi- se muestra convencido de este vacío en nuestras letras:
co, y contra el que nada puede hacerse, como no sea oponerle, y
será cosa de tiempo, el beneficio de una saludable continuidad. "Poco o nada conocido, es la parte anecdótica de aquellos
Las razones alegadas para explicar tal supuesta escasez, días, sobre la cual calla la historia por juzgarlo indigno de su
siempre contrastada con la fecundidad de tales géneros en atención, y faltan testimonios de observadores contemporáne-
os, no habiendo en España lo que es común intitular memo-
.otros dominios literarios (el francés o el anglosajón, por caso),
rias, ni de la clase de que son las inglesas, ni de la de que son
son muy variadas, aunque todas coinciden en subrayar un
las francesas, las cuales, siendo unas de otras muy diferentes,
motivo fundamental y es una innata reserva de los españoles contribuyen por lados diversos a poner a la vista de generacio-
para la escritura de Índole confesional, que Américo Castro nes sucesivas lo que fueron sus abuelos o eran sus padres"
calificará de agrafía y dudará de si es "una nueva falla de la (1878: 84).
voluntad y de la inteligencia, o un modo de ser gracias al cual
surgen valores que no serían posibles de otra manera"!'. Juan También Patricio de la Escosura, en su primera entrega de
Marichal sitúa la condensación de las referencias a este los Recuerdos Literarios publicados por La Ilustración Es-
supuesto vacío hacia 1850, cuando el historiador francés pañola y Americana, se refería al mismo fenómeno, trazando al
Philarete Chasles declaraba que mismo tiempo el modelo memorialístico propio de la época:
"Les espagnols ont écrit peu de mémoires; la grandeur et
"Es un hecho universalmente reconocido, y también
l'éclat de l'histoire nationale ont absorbé les prétentions individue-
deplorado por cuantos en España se ocupan en históricas
lles (...) Une fierté siJencieuse enveloppe leur vie et leur mort"!".
investigaciones, que entre nosotros escasean, tanto como entre
los franceses abundan, los libros que se llaman Memorias, no
De manera que, prosigue Chasles, "un orgullo silencioso" sin propiedad, puesto que en ellos se consignan hechos de que
es el responsable de que incluso los hombres de letras rehúsen el autor ha sido testigo, y se describen caracteres con quienes
en España a la vanidad de hablar de sí mismos, contentándose en contacto, más o menos directo, se ha encontrado y cuyo
con la satisfacción proporcionada por la propia estima. recuerdo, relativamente hablando, reciente, le habilita para
Sea o no Philarete Chasles el aglutinante de esa opinión pintarlos con genuinos y vivos colores" (1876: 10).
que reclama, todavía, un análisis histórico-crítico en profundi-
dad sobre la capacidad de exploración psicológica del español y parecido es el juicio del marqués de Valmar, cuando
tanto de sí mismo como del entorno, lo cierto es que la idea de escribe en la Revista Contemporánea, a propósito de la apari-
un supuesto vacío bío/ historiográfico, ocasionado por el esca- ción de las celebérrimas Memorias de un setentón:
so entusiasmo peninsular hacia la expresión escrita de la inte-
rioridad y cuanto a ella concierne, la encontraremos expresada "En España se echan de menos las Cartas y las
con frecuencia a lo largo del siglo XIX. Así, Antonio A1calá Memorias, que tan fructuosamente sirven en otras naciones
como explanación' o complemento de la historia ( ... ) Con
menos gravedad y con menos cadenas retóricas, las
13 En Ensayos y estudios de América Castro, Manuel B. Cossío (ed.), Memorias y las Cartas atienden más a la realidad sencilla de
Madrid, 1955, p. 429. las cosas, e individual izando los hechos y refiriendo intere-
14 Philarete Chasles en Études sur l'Espagne et sur les influences de la santes pormenores, dan a la narración más carácter novelesco
Littérature Espagnole en France et en ltalie, Paris, Amyot, s/f, p. 233. o dramático" (1881:224).

132 133
somos muñecos de resorte, y así resulta de aburrido nuestro
Las referencias, en fin, podrían multiplicarse: en el fondo
trato y de extremosa y de simple nuestra literatura. Nuestra
de esa, ciertamente posible, torpeza o envaramiento del español intimidad es esteparia, inmemorial (...) Las raras veces que me
para la verdadera autobiografía -motivo de su supuesta desa- he introducido -subrepticiamente, por supuesto- en el fuero
fección- tal vez haya que considerar las repercusiones, en interno de un compatriota, he pensado siempre en esos gabine-
España, de una severa moral católica antierasmista e inquisito- tes provincianos, someramente amueblados con un gusto que
rial impuesta del siglo XVI en adelante, y que convirtió la inda- no es atroz, porque ni siquiera es gusto, en cuyas rígidas sillas
gación libre en torno al yo, tal como se venía practicando, en nadie jamás se ha sentado, en donde nadie jamás ha dicho a
un acto colmado de peligros: Randolph Pope, Jean Molino, nadie algo discreto, educado y cordial." (1994: 232)
Margarita Levisi y Georges Gusdorf han subrayado ya, entre
otros, la importancia de la producción autobiográfica española Sea como fuere,la producción autobiográfica en España
en el siglo XVI, crisol, en definitiva de la autobiografía moder- quedará sofocada precisamente cuando empieza a florecer la
na". O bien, tal vez debiéramos considerar, como hace Jaime autobiografía en otros países. Así, el siglo XVIII, tan inclina-
Gil de Biedma de forma lapidaria, en una incapacidad del pen- do a observar la propia existencia en beneficio de otros (y no
samiento español para ahondar en las profundidades del sujeto en beneficio de Dios o de la Historia como en épocas pasa-
que se refleja en la pobreza del conocimiento moral de nuestras das), ofrece autobiógrafos excepcionales: Vico, Rousseau,
letras: . Franklin, Gibbon, Boswell, Goldoni, Alfieri, Goethe ..., mien-
tras que en las literaturas peninsulares escasean los textos
"La verdad es que los españoles no ofrecemos demasiado relevantes, con la excepción de Torres Villarroel, cuya aporta-
interés en lo que se refiere a 'matización psicológica', e inevi- ción al desarrollo de la autobiografía moderna ha sido cuida-
tablemente tampoco lo ofrece nuestra poesía. Asombra com- dosamente analizada por Guy Mercadier": o bien de Moratín
probar de qué pocas cosas está hecho por dentro un español: (en especial su correspondencia y, por otras razones, su curio-
sísimo diario), o del barón de Maldá y su voluminoso Calaix
15 Vid. de Randolph D. Pope, La autobiografía espaiiola hasta Torres de Sastre.
Villarroel, Berna, Frankfurt, Herbert Lang, 1974; de Jean Molino, "Strategies Pese a los obstáculos con que tropieza, en España, la libre
de l'autobiographie au Siecle d'Or", en L'autobiographie dans le monde his-
panique, Guy Mercadier (ed.), Université de Provence, 1980, pp. 115-137; de
expresión del individuo, es sorprendente la abundancia de
Margarita Levisi, Autobiografías del Siglo de Oro, Madrid, SGEL, 1984; y el escritos autobiográficos a lo largo del siglo XIX: período con-
estudio colectivo Autobiography in Early Modern Spain, Nicholas Spadaccini vulso, pleno de cambios profundos en todos los órdenes de la
y Jenaro Talens (eds), Minneapolis, The Prisma Institute, 1988. Re- vida: el tránsito de una sociedad estamental a una sociedad cla-
cientemente, la cuestión ha sido abordada en una obra fundamental de sista, la intensidad de los acontecimientos políticos, los cons-
Georges Gusdorf, en dos vols.: Les écritures du moi y Auto-bio-graphie,
Lignes de vie 1/2, Paris, Odile Jacob, 1991. Gusdorf recuerda cómo la
tantes enfrentamientos ideológicos, la transformación de las
Contrarreforma preservará a la Europa católica de la tentación autobiográfica: costumbres, del arte, de la ciencia ..., convierten el siglo XIX
"El protestantismo, bajo sus diferentes formas, es una religión del individuo, en un friso espectacular donde tendrán cabida los más variados
que insiste en la responsabilidad del creyente ante Dios y minimiza la influen- testimonios (con frecuencia acompañados de una documenta-
cia directa de la jerarquía. El examen de conciencia aparece así como una
obligación mayor, una especie de liturgia íntima que obliga a sondear el pro-
pio corazón a fin de rastrear la mala fe siempre amenazadora y la recurrencia
16 Véase fundamentalmente su edición de la Vida de Torres Yillarroel,
del pecado" (1, 62). Frente al hábito de esta práctica interior, el católico roma-
no no tuvo más que abandonarse al criterio sacerdotal, responsable tanto de la Madrid, Castalia, 1972; Escritos autobiográficos de T. V., Oviedo, 1979 y
dirección espiritual como de la exculpación moral de sus feligreses. Diego de T. V. Masques el Miroirs, Paris, Hispaniques, 1981.

134 135
ción que acredite lo escrito): de políticos, militares, hombres público. En definitiva, hay que suponer un lógico desfase entre
de letras, eclesiásticos, científicos, literatas ... En todos ellos lo efectivamente publicado y el caudal autobiográfico que per-
latirá la voluntad de dejar por escrito un hecho fundamental: el manece inédito en archivos familiares o bien que se ha
haber sido protagonistas o testigos presenciales de algunos, tal destruido 19.
vez muchos, de los sucesos ocurridos a lo largo del siglo. y
junto a ello, la lucha del individuo por alcanzar la aceptación
social o el reconocimiento de la Historia. Se trata de un fenó-
meno de largo alcance, no exclusivamente español, ni mucho
menos, con rasgos comunes en todo el dominio europeo y
americano: Lamartine, Chateaubriand, Stendhal, Berlioz,
Massimo d' Azeglio, Hipolito Nieva, Darwin, l.S. Mill,
Trollope, D.F. Sarmiento, Vicente Pérez Rosales, LB. Alber-
di, etc.".
De modo que strictu sensu no hay razón que justifique
seguir manteniendo la vigencia del tópico de nuestra escase~ en
ese dominio literario. La nómina de autores que lo han cultiva-
do es amplísima y ello pese a que carecemos, por el momento,
de un catálogo exhaustivo de autobiografías y mernoriaa'! y
teniendo en cuenta que han sido numerosos los expolios y las
destrucciones a que se han visto sometidos, sistemáticamente,
este tipo de escritos. Es una puntualización conveniente tratán-
dose de textos auto biográficos, sobre los cuales actúan factores
tales como el secreto, el pudor, las presiones familiares ... que
pueden llegar a entorpecer e incluso impedir su conocimiento

17 Para mayor información vid. mi trabajo "Tradición y contexto en el


memorialismo hispanoamericano decimonónico (Argentina y Chile)" en
Conquista y contraconquista: La escritura del Nuevo Mundo. Actas del
XXVIII Congreso del l/L/, Julio Ortega y José Amor y Vázquez (eds.), El
Colezio de México & Brown University, 1994, pp. 505-515.
19 Un botón de muestra: cuando José Tarín-Iglesias refiere su amistad
f La tesis de licenciatura de José Lino Barrio (Universidad de
con el editor barcelonés Joaquín Montaner y su fallecimiento (en 1957),
Valladolid, 1980): Ensayo de bibliografía sobre memorias y autobiografías
escribe no sin cierta satisfacción por el deber cumplido: "De acuerdo con sus
españolas en los siglos XIX y XX supone una importante contribución a ese
familiares, destruimos todos cuantos (originales) tenían un carácter íntimo,
conveniente índice, así como la tesis doctoral de James Fernández: Strategies
personal. También la vida de Joaquín Montaner había sido muy agitada en
of Self Defense: Episodes in Nineteenth Century Spanish Autobiography
todos sus aspectos; desde el sentimental al económico. Por eso preferimos
(Princeton University, 1988) y los núms. 125 de la revista Anthropos y el 29
condenar al fuego muchos papeles, que al fin y al cabo no representaban nada
de los Suplementos, ambos coordinados por Angel Loureiro y dedicados
en la vida literaria, ni siquiera personal de Joaquín, y en cambio hubieran
monográficamente a la autobiografía en la España contemporánea (octubre y
podido enturbiar innecesariamente su memoria" (en Unamuno y sus amigos
diciembre de 1991, respectivamente).
catalanes, Barcelona, Peñíscola, 1966, p. 12). Sin comentarios.

136 137
2. TRADICIÓN Y CONTEXTO DEL MEMORIALISMO
DECIMONÓNICO

Rasgos

Hay que advertir que en el siglo XIX no se conocen todavía


las diferencias, propias de la crítica literaria actual, entre unos
géneros autobiográficos y otros: memorias, justificaciones,
manifiestos, recuerdos, etc., son términos que se usan con relati-
va indistinción y con una pretensión fundamental: la de relatar
externamente los hechos más importantes de una vida o, a
menudo, de una etapa histórica. En este sentido son textos que
pertenecen plenamente al dominio literario del yo, puesto que en
ellos el narrador se adentra en sí mismo a la búsqueda de recuer-
dos y experiencias más o menos pretéritas (pues las justificacio-
nes políticas acostumbrarán a escribirse inmediatamente des-
pués de lo sucedido): el objeto inmediato de su empresa es la
reconstrucción de la vida pasada que se quiere re-vivir (veremos
debido a qué motivaciones) mediante el recuerdo. Pero el tipo
básico de recuerdos que constituye el material autobiográfico
decirnonónico es el de los recuerdos notables o trascendentes,
históricos, aquellos cuyo objeto es exterior a la consciencia que
los recuerda, según la acertada definición de Manuel Granell-? y

20 Vid. su introducción a la Antología de Diarios Intimas, editada por


Manuel Granell y Antonio Dorta, Barcelona, Labor, 1963, p. XX.

139
cuya simple evocación supone el narrador que ejercerá un del tiempo viejo que su propósito se limita a exponer al lector el
atractivo indudable para el lector de su tiempo. De modo que proceso de creación de sus .mayores logros literarios:
no habrá mucho espacio para el relato de la propia individuali-
dad y de su desarrollo. Será que apretaban demasiado las cues- "Mis Memorias -escribe el poeta vallisoletano- son dema-
tiones públicas para que los memorialistas cedieran a la presión siado personales para inspirar interés, y demasiado íntimas
de lo personal; lo cierto es que la mayoría de ellos escamotean para ser reveladas en vida: temo además que parezcan come-
zón de hablar de mí mismo, cuando siento un profundísimo
al lector cualquier atisbo de intimidad o ensayo de auto-inter-
anhelo y tengo perentoria necesidad de desaparecer de la esce-
pretación (rasgos ambos más próximos a lo que, actualmente,
na literaria" (1881: 54).
entendemos como característicos de la autobiografía strictu
sensu). Quiere ello decir que por lo general se trata de relatos y Nicolás Estévanez zanja la cuestión limpiamente, diciendo:
de una notable superficialidad emocional" y en algunos casos
incluso lo superficial se les resiste: por ejemplo, las Memorias "Una de las razones para que hable poco de mí mismo es
de un desmemoriado de Luis Ruiz Contreras, cuya publicación que todavía no me ha sucedido nada de particular. Yeso que
roza el 1900, prometen mucho (es característico de los géneros ando por aquí, por el planeta, desde 1838 (1903: 10)".
autobiográficos alimentar las expectativas del lector con todo
tipo de insinuaciones) para luego dar muy poco; la decepción El resultado es que, al trivializar el alcance artístico de la
resulta inevitable ante un relato vacuo, resentido y carente de literatura confesional'", al no intuir su valor simbólico, tanto
tensión. Mesonero, Zorrilla y Estévanez como la mayoría de sus contem-
Son relatos, pues, frecuentemente auto-justificativos, com- poráneos omitirán en sus libros todo lo concerniente a su vida
placientes y escritos desde una perspectiva acartonada y teatral privada (salvo Antonio Alcalá Galiano) lo que, indudablemente,
de la propia subjetividad, cuya revelación se convierte en una implicará una severa amputación de lo autobiográfico . De
auténtica pesadilla para los autobiógrafos españoles, tal como manera que, de forma muy sucinta, tenemos dibujados los dos
lo manifiesta Mesonero Romanos al comienzo de sus rostros de la moneda: anverso y reverso de una praxis autobio-
Memorias de un setentón: gráfica ambivalente, porque si bien se desarrollará intensamente
en el XIX, acusará la rigidez ideológica y moral imperante.
"Pero el escollo verdaderamente formidable con que tro- Para Miguel Artola, las memorias ochocentistas no se verán
pieza el autor de esta narración histórico anecdótica; el obstá- demasiado influidas por los vaivenes estéticos de su tiempo:
culo material que acorta y amengua el vuelo de su pluma, es la
romanticismo, realismo/s ... Porque en la medida en que nadie
necesidad imprescindible, fatal, en que se encuentra de hablar
se propone hacer creación literaria, sigue Artola, la voluntad de
en nombre propio, y haber de combinar en cierto modo los
sucesos extraños que relata con su propia modestísima biogra- reflejar la realidad ambiental condicionará su escritura, introdu-
fía" (1967: 2). ciendo una veta realista desde principios de siglo que se man-

También Zorrilla insistirá una y otra vez en sus Recuerdos


22 Que ya infravalorara Benedetto Croce en su Breviario de Estética al

subrayar, no sin disgusto, que la literatura de su época gustaba de desarrollar


temas personales, prácticos, autobiográficos. Todo ello, para Croce, era refle-
21 Tomo la certera expresión de J.c. Mainer en "Creación y teoría litera- jo de una feminización de las formas estéticas que sin duda afectaba a la lite-
rias en Benjamín Jarnés", Jornadas Jamesianas, Zaragoza, Institución Fer- ratura contribuyendo a una transformación de sus antiguos valores (Madrid,
nando el Católico, 1989, p. 119. Espasa-Calpe, 1938, pp. 117-130).

140 141
tiene incólume hasta el final. En efecto, sólo el modernismo sobre la época en busca de la anhelada amenidad. Se trata de una
con su radical concepción de la prosa podrá alterar el discurso prosa retórica, falta de voluptuosidad (a no ser la castelarina) o
férreamente controlado del memorialista decimonónico: un de ironía (salvo Blanco White), una prosa, en fin, cuyo estilo será
hombre, por lo general, insatisfecho con su imagen pública ejemplar de la deuda que el arte ha contraído con la política.
(aunque no insatisfecho de sí mismo) y dispuesto a aceptar su
ejemplaridad sobre generaciones venideras". Es conveniente
tener en cuenta, además, que buena parte de los textos memo- Tipología
rialísticos fueron publicados inicialmente por entregas en perió-
dicos y revistas de la época: es circunstancia que, también hoy, No disponemos todavía de un estudio global que analice el
impone una fórmula de escritura apoyada en el cierre parcial desarrollo de la literatura auto biográfica en España. Tampoco,
(lo que determinará después la estructura de los capítulos) y la decíamos, de una información exhaustiva que permita calibrar
miscelánea reflexiva, en cuanto al contenido. Miscelánea moti- justamente todas las aportaciones. El primero en interesarse por
vada por la consideración al público lector de prensa que, como la literatura autobiográfica peninsular fue el reputado bibliófilo
escribe Francisco Sánchez Blanco, don Manuel Serrano Sanz, autor del más completo estudio y
recopilación de autobiografías y memorias escritas en lengua
"ahora (principios del XIX) se manifiesta en las socieda-
española. Su labor es análoga, aunque tal vez menos ambiciosa,
des patrióticas, en pasquines murales, en pliegos, en periódicos
y en libros (...) Es un público que juzga políticamente y que
a la del francés Charles Caboche, autor de Les Mémoires et
condiciona, por tanto, las ambiciones políticas y el poder l'Histoire en France, obra editada en 1863. Del estudio y anto-
social de los individuos en el Estado" (1983: 39). logía de Serrano Sanz cabe decir que ni son todos los que están,
ni están todos los que son: así, el erudito guadalajareño consi-
En general, los libros de memorias escritos en este período dera como autobiografías narraciones que no merecen tal califi-
compartirán características comunes a la prosa decimonónica, cativo (el Viaje de Turquía, atribuido a Cristóbal de Villalón,
educada en los preceptos estéticos de Hugo Blair y Gómez por ejemplo) y, por el contrario, concede escasa relevancia a
Hermosilla , esto es, un estilo cuidado, ampuloso y de correctísi- textos fundamentales, como la Vida de Torres Villarroel. Pero
ma dicción -"estilo señoril, noble y altisonante" lo definirá el esfuerzo de Serrano Sanz es sumamente meritorio y sus pro-
Ramón y Cajal en su autobiografía (1939: 180)-, el período de la pósitos próximos a la aspiración del humanista alemán Georg
frase largo (y en ocasiones enfáticamente quebrado), descripción Misch, quien ambicionaba reunir el corpus completo de escritos
prolija (y a menudo irrelevante) y abundancia de curiosidades autobiográficos -proyecto concebido ya por Herder y Goethe-,
es decir, de todos los tiempos y en todas las lenguas, a fin de
23 En sus Memorias, el general Palafox (también el alcalde de Roa, ilustrar el progresivo desarrollo espiritual del ser humano>.
García de León y Pizarro y Manuel Godoy) insisten en el valor edificante de Dada la consideración fundamentalmente histórica que
su relato: "Desprendido enteramente de todo lo que es orgullo y amor propio merecen los textos autobiográficos en el XIX, no sorprende la
-escribe Palafox-, decidido por desengaños a reducirme a una vida privada y
clasificación propuesta por don Manuel Serrano Sanz en su
oscura el resto de mis días, a los cincuenta años cumplidos y deseoso de hacer
algo por la educación de la juventud, no teniendo otro patrimonio ni otra for- estudio preliminar a la muestra antológica, apoyada en "el esta-
tuna que dejar a mi hijo, sino lecciones de buena moral, religión y desengaños
de lo que es el mundo, he encontrado por fruto de mis investigaciones que no
24 Sin embargo, su voluminosa Geschichte der Autobiographie,
podría presentarles otro objeto más a propósito para instruirles que la simple
Francfort del Meno, Schulte-Bulmke,1949-1969, 8 vols., no logró traspasar
historia de mi vida" (1966-48).
los límites de la Edad Media.

142 143
do, profesión o género de vida" que distinguió a sus autores. en este momento en que la atroz calumnia y la envenenada
Tampoco sorprende su resistencia a calibrar justamente la envidia osó descaradamente atentar a mi honor y a mi persona,
importancia de las autobiografías religiosas en el siglo XVI siempre fue permitido a todo hombre público" (1966: 23).
alejadas de cualquier motivación histórica (no así las vidas d~
soldados) y por ello desprovistas de interés para el estudioso Sin embargo, a este fundamental apartado justificativo
del XIX. habría que añadir otros textos vinculados al mismo período
Frente a la división estamental de Serrano Sanz que atribu- (pese a que algunos de ellos se dan a conocer antes o después
ye distintos niveles discursivos en función de la clase social del reinado de Fernando VII): por ejemplo, la Memoria que
Miguel Artola, en su amplia introducción a las Memorias d~ Jovellanos escribe en defensa de la Junta Central, agobiado por
tiempos de Fernando VII (1957: vi y ss), distingue entre dos las vejaciones que sufre en Galicia (La Coruña, 1811, 2 vols.);
grupos de memorias: las impulsadas por el afán de sus autores la Memoria justificativa del general Luis Fernández de
de dejar a la posteridad noticia de un tiempo excepcional ( el Córdova (Paris, 1837); la ya mencionada Autobiografía de
Bosquejillo de Mor de Fuentes, el Viaje a las Cortes de Joaquín Palafox (14); las Memorias de Juan Van-Halen, perseguido por
Lorenzo Villanueva, las Memorias del marqués de Ayerbe) y el Santo Oficio (Paris, 1827, 2 vols.); el Extracto del general
aquellas en las que domina su motivación justificativa, es decir, Espoz y Mina (Londres, 1825) a quien se le fue la mano -"has-
las que se escriben prioritariamente con la pretensión de expli- ta un punto increíble" apostillará Alcalá Galiano- al ponderar
car la conducta política seguida, con frecuencia puesta en entre- la cantidad y calidad de sus victorias en la guerra de la
dicho por acontecimientos posteriores: es el caso de Pedro Independencia; y las Memorias íntimas de Fernando Fernández
Cevallos, de Juan Escoiquiz, de la Memoria escrita "a deux" de Córdova, hermano del anterior (Madrid, 1886-1889, 3 vols.),
por Azanza y O'Farrill y, desde luego, la Memoria Apologética entre otros textos de menor relevancia histórica. Por su conteni-
de Manuel Godoy, uno de los hombres públicos más polémicos do ajeno al mundo de las armas, mención aparte merecen la
de todos los tiempos. La necesidad de la auto-reivindicación es Vida Literaria de Joaquín Lorenzo Villanueva y The Life of the
subrayada, entre otros, por el controvertido general Palafox en Reverend Joseph Blanco White, Written by himself (esta última
su encendida auto-defensa, escrita entre 1826 y 183425: considerada como la justificación de una larga y apasionante
heterodoxia religiosa y con muchos puntos de contacto con la
"Es justo ya que rompa yo el prudente silencio misterioso anterior, pues nos hallamos ante hombres atormentados por el
que he guardado, y trate de recordar a mis amados compatrio- "problema religioso", como lo estarán después los krausistas
tas que me he hecho algún tanto acreedor a los caros sufragios Fernando de Castro, autor de una Memoria testamentaria
de la opinión pública (...) Este desahogo, tanto más necesario (Madrid, 1874) y Gumersindo de Azcárate, autor de la semi-
autobiográfica Minuta de un testamento (Madrid, 1876) -algún
día habrá que estudiar el alcance autobiográfico de los testa-
25 Aunquela primeraediciónde las Memorias data de 1966 . Sobrelos

problemasque planteala ediciónde J. GarcíaMercadal(quiendescubrióen mentos-. Añadir también las Memorias del atribulado alcalde
1919 el manuscritode las Memorias)y la necesidadde unaedicióncrítica de de Roa, Gregorio González Arranz, tristemente célebre por ser,
las mismas, véanse dos trabajos de Guy Mercadier: "Les Memoires du finalmente, el responsable de la ejecución de Juan Martín el
GeneralPalafox:Autobiographieou Autohagiographie?" en Les Espagnols et Empecinado.
Napoleon, Universitéde Provence, 1984, pp. 253-268, Y "Un héroscherche Si entre 1830 y 1840 se aglutinan la mayor parte de las
un peintre:ou cornmentle généralPalafoxcrée son proprepersonnage",en
Le personnage en question, lV Colloque du S.EL, Universitéde Toulouse-Le
memorias justificativas de los acontecimientos relacionados
Mirail, 1984, pp. 271-281. con la Guerra de la Independencia, a partir de entonces y hasta

144 145
llegar a ~a década de 1870, donde se concentran los textos más otra perspectiva, lo cierto es que la mayoría de las memorias
sob~esal~entes ?el XIX, la justificación irá cediendo paso al ochocentistas toman los hechos de la Guerra de la
t~stImo~IO de SI y del ~ntorno. La)contextura de los escritos, de Independencia como motivo fundamental de sus escritos. Tal
dimensiones muy vanables, sera más personal (dentro de lo vez porque en torno a dichos hechos cristaliza la desaparición
que ,cabe), acercándolos a la autobiografía contemporánea. del Antiguo Régimen, como menciona Lucienne Domergue, en
Jose So moza Muñoz, Zorrilla, Antonio Alcalá Galiana un trabajo sobre Blanco White". Por otra parte, son tantos y tan
P~tricio de la Escosura, Emilia Pardo Bazán, José Sanromá: lamentables los acontecimientos que se originan con el proceso
Vfctor Balaguer, Echegaray, Nicolás Estévanez, Benito Pérez de El Escorial y que continúan a lo largo del reinado de
Galdós, Luis Ruiz Contreras, Santiago Ramón y Cajal y Fernando VII, que desencadenarán una auténtica constelación
muchos otros autores tal vez menos significativos emprenden de textos donde lo primordial es la propia justificación de la
la c?n.figuración de ese ejercicio intransitivo en que consiste conducta pública ante las sospechas de turbiedad, corrupción y
escribir sobre uno mismo. falta de miras con que podía ser juzgada dicha conducta en el
Desde luego, también en algunos de ellos hallaremos la futuro. Como es lógico, estos memorialistas acaban por imputar-
necesi?ad de justificarse, de salir al paso de calumnias, de se los errores unos a otros hasta el extremo de confundir al lec-
corregir .supuestos malentendidos o bien de paliar las reaccio- tor que, desembarazado de la política de aquel tiempo, se mues-
nes suscitadas por la obra que antes se aplaudió, pero todo ello tre interesado en conocer la verdad: así, puede constatarse
posee una connotación personal o ideológica (no estrictamente cómo un mismo hecho se relata desde muy distintas ópticas
~istórico-política, ?o~ tanto) en la que se realza la propia iden- interpretativas, aunque todos los memorialistas se apoyen en "lo
tidad y no un ~entlmlento de culpabilidad latente, característi- visto y lo vivido" para asegurar la veracidad de la narración. Y
co del memonalismo político anterior. Todos los textos auto- es natural la diversidad de juicios: de poseer todos idéntico pun-
biográficos.tiene~ que ver, desde luego, con la pervivencia de to de mira no tendría razón de ser la complejidad de la naturale-
una ?eterrrunada Imagen de sí con la que el sujeto se muestra, za humana y su estudio carecería del menor interés.
e~ cierto modo, disconforme y pretende modificar, corregir, El testimonio más temprano corresponde a Pedro CevalIos,
afinar ... pero la escritura autobiográfica del último tercio del Secretario de Estado de Fernando VII y amigo-enemigo de
siglo XIX par~e de una auto-consciencia estimativa que, de Godoy, en una breve Exposición (Madrid, 1808) que se ciñe al
hech~, la convierte en una especie de reduplicación de la per- relato de las abdicaciones de Bayona. Personalidad mucho más
sonalidad de su autor. Reduplicación convencional, pues llegó aviesa es la manifestada por el canónigo Juan Escoiquiz, pre-
a establecerse un modo estereotipado de hablar de uno mismo ceptor del príncipe de Asturias y principal conspirador contra el
y de referi~se a.l pasa?o que permitía ocultar casi por completo .gobierno de Godoy, en unas CÍnicas Memorias (Madrid,1815)
el mundo mtenor -sm duda el más intransferible- del memo- cuya minuciosidad prueba el afán con que pretende la exculpa-
rialista. ción ante su país y ante la Historia, pues, entre otras aberracio-
nes, fue el único dispuesto a pactar con Napoleón en Bayona el
ridículo trueque propuesto por éste último a Fernando VII: el
Periodización reino de España a cambio del de Etruria.

. D~ todos .los complejos y decisivos sucesos que jalonan la 26 "J. Blanco White: L'obsession autobiographique chez un apostar", en
historia del siglo, cabe situar el epicentro evocador en torno al L'autobiographie en Espagne, Acres du 11 Colloque lnternational, Publi-
levantamiento español del dos de mayo de 1808. Desde una u cations Université de Provence, Etudes Hispaniques 5, 1982, p. 111.

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Las memorias del marqués de Ayerbe resultan interesantes Larra", se concedió el raro privilegio de contemplarse a sí mis-
en la medida que narran la vida de la corte fernandina en su mo después de muerto. Al comienzo de su escrito justifica el
dorado exilio de Valencay (aunque Ayerbe regresa a España retraso con que se publican sus Memorias, por la promesa
poco después de que el monarca español se instalara en I~ ciu- hecha a Carlos IV de que ni en vida suya ni en la de Fernando
dad francesa), y parte de su relato lo ocupa el levantamiento VII, Godoy hablaría:
político español y la frenética labor del pueblo español para sal-
vaguardar la soberanía nacional, tan descuidada por la monar- "Murió el padre, murió el hijo, y uno y otro pertenecen a
quía borbónica. la historia: tiempo es ya de que yo hable" (1836: 1, 17).
La Memoria conjunta de los afrancesados Azanza y
O'Farrill está fechada en París, diciembre de 1814. Ambos Godoy ha esperado, en efecto, 25 años para responder ---des-
fueron ministros de Fernando VII en 1808 y después miembros de el exilio, solo, pobre y desengañado- una a una todas las crí-
de la Junta' de Gobierno que actuaba en nombre de Fernando ticas a su gestión política (que no personal), y, dando abundan-
VII, cuando éste se desplazó a Bayona: su texto evoca los tes pruebas de conocer bien las memorias publicadas hasta la
acontecimientos políticos comprendidos entre 1808 y 1814. En fecha (si le conciernen), ni por un momento se desprende de su
la introducción hallamos de nuevo una referencia al clima de condición de hombre de Estado y fiel servidor de la monarquía
turbulencia política que rodea esos años, especialmente la española. Su influencia será más que notable en escritos poste-
vuelta de Fernando VII al trono: todo son acusaciones, recelos riores, que tomarán como modelo apologético y justificativo el
y dudas que conducen a la necesidad de autojustificarse públi- seguido por el que fuera Príncipe de la Paz.
camente: El Bosquejillo de la vida y escritos (Barcelona,1836) del
aragonés José Mor de Fuentes es tal vez el primer libro auto-
"D. Miguel José de Azanza y D. Gonzalo ü'Farrill no biográfico que rompe con esa tradición apologética, si bien lo
pueden ya dispensarse de seguir este mismo ejemplo (los escri- hace hasta cierto punto: el autor de La Serafina escribe el
tos apologéticos), y se creen en más obligación que los demás. Bosquejillo en Barcelona, en una situación de abandono y
Hasta aquí habían creído suficientemente cumplida la suya adversidad que le empuja a preparar su autobiografía literaria
para con S.M., dirigiendo a sus reales manos, como lo hicieron con el objeto de paliar en lo posible la pérdida de la fama. Se
inmediatamente que subió al trono, las más sinceras felicita- trata de un texto breve y apretado (si lo comparamos con las
ciones y la ratificación de su sumisión, fidelidad y amor a su longitudes habituales a que nos tienen acostumbrados los
real persona. Ahora, reclamando a un mismo tiempo la justifi- memorialistas) que se lee con gran facilidad. Su prosa es vivaz
cación de su soberano, satisfarán también, como españoles, a y despejada y deja traslucir una dolorosa inquietud de ánimo
su patria; sólo exigen que se les oiga sin prevención ni parcia- pese a que, como es habitual, el libro carezca de precisiones
lidad" (1957: 1,277). que permitan una comprensión profunda del personaje.
A pesar de estar escrita en inglés no se puede pasar por alto
La redacción se estructura como una serie de puntualizacio- la importancia de la autobiografía del sevillano José María
nes formuladas en primera o tercera persona, según el carácter
del pasaje, lo que, una vez más, es prueba del afán recusatorio
que movía tales escritos. Si bien el paradigma de todos ellos lo 27 Cfr. los dos artículos (fechados en 'septiembre de 1836) donde se rese-
constituyen las Memorias Críticas y Apologéticas de Manuel ña la aparición de las Memorias. Salvo matices, Larra se muestra sumamente
Godoy, Príncipe de la Paz y hombre al que, como escribiera comprensivo con la figura de Godoy.

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Blanco White (Londres, 1845) puesto que su contenido se diri- "Mas no son ellos para quien escribo. Sólo trato de cumplir
ge, fundamentalmente, a la ociedad española. La Vida de con la sagrada obligación que me impone el amor de la iglesia
Blanco White está escrita en forma de una larga carta per onal y de la patria, ultrajadas en mi persona. Respeto de mi doctrina
dirigida al arzobispo Whately, fechada en Oxford el 9 de enero y de mi conducta, como estudioso y como hombre público, pre-
de 1830 y concluida el 7 de abril de 1832. Una nota final ase- sento hechos calificados, para que los juzguen con imparciali-
gura que revisó el manuscrito unos meses antes de morir, en dad los que ni me son amigos ni enemigos. Y aunque este jui-
1841. El procedimiento de recurrir a una especie de interlocutor cio libre de afectos debe esperarse más de la futura edad que de
interno o narratario al que se refieren los hechos de la vida de la presente, todavía me lisongeo de que algunos coetáneos
serán indulgentes con mis defectos personales, si llegan a per-
uno -procedimiento ampliamente practicado por Blanco en su
suadirse del buen espíritu y de la firmeza con que, a pesar de
prosa- es frecuente en las narraciones (pseudo)autobiográficas
ellos, por una especial protección de Dios, he sostenido la causa
(recordemos el caso paradigmático del Lazarillo dirigiéndose a de la religión y de la nación, aun cuando esta defensa ha ido
Vuestra Merced), pues presupone un interés objetivo, y no acompañada de humillaciones y oprobios" (1825: Lviii).
simplemente narcisista, y facilita un modo sencillo de adentrar-
se en la tarea, siempre tensa, de hablar de sí: también Zorrilla A Lorenzo Villanueva, sin embargo, le interesa fundamen-
se acogerá a la estrategia epistolar para iniciar su relato auto- talmente la polémica ideológica y, en este sentido, su obra,
biográfico. Sin embargo, salvo el carácter de carta que le con- extraordinariamente seca, se aleja de la Vida de Blanco pues
fiere el encabezamiento de la narración de Blanco ("Mi querido carece de observaciones personales para centrarse en el debate
amigo Whately") y alguna que otra referencia al destinatario, el religioso "sobre puntos opinables".
texto puede considerarse una auténtica autobiografía, testimo- Reverso de White y Villanueva es la Autobiografía del
nio excepcional del costoso proceso de desconversión religiosa padre Antonio María Claret, escrita entre 1861 y 1865 y deliran-
en su búsqueda permanente de la verdad. El libro tiene muchos te paradigma de la ortodoxia católica romana. El libro, concebi-
puntos de contacto con la Vida literaria de Joaquín Lorenzo do como un perfecto ejemplo de las virtudes que rodearon al
Villanueva, mencionada por Menéndez Pelayo como la primera santo catalán, carece del menor atisbo de introspección psicoló-
autobiografía contemporánea. gica: todo él se construye como una hagiografía (¿autohagio-
Don Joaquín fue sacerdote, político, académico y escritor: grafía?) en la que sobresale la función de la providencia en el
elegido diputado por Valencia en las Cortes de Cádiz intervi- destino del que fuera confesor de Isabel II: un dolor reumático,
no activamente en favor de las necesarias reformas (por ejem- el derrumbe de una casa, un atentado a su vida ... todo son expo-
plo, en la supresión de la Inquisición o con su elocuente nentes prodigiosos de la revelación divina. Como ya ha señalado
defensa de la soberanía nacional)". Con el restablecimiento Francisco Sánchez Blanco, las diferencias con la Vida de Santa
del absolutismo, las ideas políticas de Villanueva le hicieron Teresa son elocuentes de la transformación clerical sufrida:
persona non grata y, finalmente, tuvo que exiliarse, primero a
Londres y después a Dublín, donde murió. La obra se yergue "En el siglo XIX parece que la progresiva laicización del
desde el principio con una marcada voluntad de reivindica- saber y de la sociedad lleva a las hagiografías al extremo con-
ción personal: trario (de lo místicos del XVI); es decir, a ver causas sobrena-
turales en cada situación y a silenciar expre amente la expli-
caciones naturales. Se puede afirmar que el irracionalismo de
la filosofía de la historia, que se desarrolla en la teología tradi-
28 Véase su polémico libro Mi Viaje a las Cortes (ed. moderna de cionalista de Juan Donoso Cortés, lo aplica Claret a su historia
Miguel Artola, BAE, 1957), muy denostado por Godoy y Alcalá Galiano.
individual" (1983: 45).

150 151
y así es. Veamos un pasaje, donde el padre Claret, entonces to de las Memorias del Curioso Tacente (pues así firmará las
arzobispo de Cuba, agradece la aparición de una epidemia de suyas Mesonero, jugando con su pseudónimo habitual El.
cólera morbo que diezmó a la población caribeña, en términos Curioso Parlante): '
escalofriantes:
"Mis Recuerdos no pueden, ni intentan competir con sus
"Yo no puedo menos de bendecir al Señor y darle conti- Memorias (se refiere a Mesonero); y cuando hoy se reducen a
nuamente gracias por haber enviado la peste tan oportunamen- libro con una más ordenada forma, aún no pueden parangonar-
te, pues conocí evidente y claramente que era un efecto de su se con aquellas" (1881: 183).
adorable misericordia; porque por la peste muchos se confesa-
ron para morir que no se había confesado en la misión; y otros Sin embargo, en mi opinión, la influencia de las Memorias
que en la misión se habían convertido y confesado bien se de Mesonero no es del todo positiva, pese a su carácter canoni-
habían precipitado otra vez en los mismos pecados, y Dios,
zador en el desarrollo del género, pues imprimen a las obras
con aquella peste, se los llevó, y en el día se hallan en el cielo;
de no haber sido por la peste, habrían recaída y se habrían posteriores dos rasgos desafortunados : la servidumbre del
muerto en pecado y condenado". (1959: 342) autobiógrafo al discurso histórico (en la primera mitad del siglo
se trataba del sometimiento al discurso político) que, finalmen-
De los libros de memorias editados en el XIX, hay que te, resultará coloreado por la vivacidad de la anécdota costum-
decir que las Memorias de un setenton, natural y vecino de brista, pero que permanecerá ajeno al desarrollo de la persona-
Madrid del costumbrista Mesonero Romanos fueron un auténti- lidad individual y, en consecuencia, alejado del objetivo pri-
co best-seller al publicarse en La Ilustración Española y mordial de la literatura de índole confesional. En segundo
Americana a partir del 8 de mayo de ] 877 con el título, prime- lugar, el anhelo por captar lo pintoresco de los acontecimientos
rizo, de "Recuerdos de 1814" e influyeron decisivamente en la convierte las Memorias de un setentón en una colección de
evolución del género memorialístico, hasta el extremo de que el estampas 'que fácilmente recuerdan al castizo autor de las
éxito obtenido a raíz de su publicación ocasionó un auge espec- Escenas matritenses pero que carecen de profundidad narrativa:
tacular, también un rápido desgaste -fenómeno ya anticipado la visión constructiva y con sentido del pasado no se logra sólo
irónicamente por Larra en su primera reseña a las Memorias de acumulando hechos, solía recordar don Américo Castro. En
Godoy, en la temprana fecha de 1836-, si bien dicho desgaste este sentido, es frecuente el detalle arqueológico o la noticia
se verá compensado con creces por el desarrollo creciente de la curiosa, aunque la abundancia de referencias no se acompañe
curiosidad biográfica que experimentará la sociedad española, a de una indagación acerca de su valor: todo son "inspirados dra-
partir del romanticismo. Así, al comienzo de sus Crónicas mas", "elegantes plumas" y "acendrados patriotismos". Nada,
retrospectivas (1901), Valero de Tornos asegura que "este géne- en fin, que revele al lector actual la menor preocupación por el
ro de literatura está completamente pasado de moda", afirma- destino del hombre.
ción que también hallamos en las asépticas Memorias del diplo- Hacia 1870, Emilio Castelar redacta un texto autobiográfi-
mático Nicolás Estévanez (aunque esto no parece ser obstáculo, co que consta de cincuenta y dos cuartillas manuscritas y que
dicho sea de paso, para que todos escriban sus propias memo- más tarde servirá de presentación a sus Obras escogidas
rias). Y prosigue Juan Valero: "Estoy, pues, hecho un (Madrid, 1922). El texto pudo haber sido el embrión de unas
Mesonero, aunque valiendo mucho menos". El mismo Zorrilla, sólidas memorias que el célebre orador no llegó a escribir, pues
cuyo mérito literario es indiscutible, mediada la lectura de sus murió, prematuramente envejecido, en mayo de 1899, a los 67
Recuerdos del tiempo viejo, advertirá de su inferioridad respec- años. Sin embargo, el relato disponible goza de autonomía y el

152 153
lector actual puede apreciar en él los rasgos más característicos lo cierto es que la prosa castelarina que. según ~l, co~~ti:uiría
de su indiscutible personalidad, esto es, la elocuencia, la falta "una fuente inagotable para las generacIOnes ve_mderas , lll?~-
de espíritu crítico, la laboriosidad y una indiscutible maestría ó muy poco en la orientación de la prosa espanola de los Ul~l:
en el manejo del hipérbaton y el párrafo largo. El rasgo más mos lustras del siglo XIX. y es que Castelar no comprendlO
sobresaliente de la autobiografía castelarina es el recurso a la ue la lengua literaria tenía que deshacerse de aquella cascada
tercera persona. Procedimiento infrecuente, aunque utilizado ya ¿e resplandecientes figuras para seguir.adelante. .
por Palafox y, de forma escueta, por Somoza Muñoz, resulta un De 1880 (año de publicación en libro de las Memorias de
tanto artificial para el lector, pues supone una maniobra psico- un setentón) data también la primera edición, de lo.s Recuerd~s
lógica de mayor alcance que una simple sustitución de pronom- del tiempo viejo, del poeta y dramaturgo Jose Zorrilla, aparecí-
bres: brinda un efecto ilusorio de objetividad que consiste en dos en primer lugar como artículos sueltos en Los Lunes .de El
tomar lo propio como si fuera ajeno: "Cuando un autobiógrafo Imparcial, a partir del 6 de octubre de 1879. Las ~emonas d.e
-escribe Philippe Lejeune- nos habla de él en tercera persona o Zorrilla se editan en Barcelona, a raíz de una estancia ~el escn-
se refiere a sí mismo en segunda, se trata sin duda de una figura tor en esta ciudad de algo menos de un año, y los mO~I~osque
en relación a los usos admitidos" (1980:36). le mueven a la escritura autobiográfica queda~ de manifiesto en
Si bien en la literatura contemporánea el recurso a la tercera el prólogo a la primera edición, cua,nd? refiere el quebranto
persona adquiere otras connotaciones (frío distanciamiento, iro- económico que le ha ocasionado la pérdida de la modesta p:n-
nía, problemas de identidad), en Castelar es signo de una auto- sión asignada por el Gobierno a través de los Lugares PlOS
suficiencia que, lamentablemente, aparece con cierta frecuencia Españoles de Roma (un momio lo llamaban) .. El caso d.e
en los memorialistas del XIX ( también Palafox, el padre Zorrilla es verdaderamente singular pues como escnto~ ~obrevI-
Claret, Mina o Godoy recurrirán a esa ostentación excesiva de ve a la escuela poética de la que proced.e (el romantIcIsmo) y
su valía). De manera que al lector no debe extrañarle su fácil y manifiesta una notable incapacidad para mtegrarse en el ~r~ce-
natural entusiasmo al hablar de sí mismo o calibrar la importan- so literario que conduce al naturalismo, por lo que sU~:lra las
cia de su obra. Veamos un breve fragmento, elegido casi al actitudes irreconciliables respecto a su obra de las Jovenes
azar: generaciones. Cuando regresa a Espa.ña en 1866, al cabo de
doce años de ausencia, es un poeta olvidado y deb~ ~nfrentarse
Publicó después la primera parte de un poema en prosa, a su propia fama como superviviente de un ~omantlCISmOsupe-
titulado "La Redención del Esclavo", cuya numerosísima edi- rado. El público sigue recordando y aplaudiendo sus versos ~e
ción se agotó en pocos días. El plan de la obra es, como su otro tiempo, del tiempo viejo como él ~ismo reconoce, sin
título indica, presentar en la historia las sucesivas transforma-
ciones de la plebe, de la democracia, desde el paria antiguo embargo, su trayectoria literaria ha concluido. .'
hasta el ciudadano moderno. Las páginas más bellas que han El modo en que el poeta vallisoletano, a lo~ dlecl~ueve
salido de la pluma de Emilio Castelar, se encuentran en esa años se dio a conocer al mundo de las letras -sus ImpreslOnan-
obra verdadero monumento de estilo y de lenguaje (1922: tes versos al féretro de Larra, en el cementerio de la Puerta
CXXIII -CXXIV). Fuencarral- es el arranque autobiográfico de los Recue~dos,
que presentan, en mi opinión, una caracterÍ.stic~ ~obres,ah.ente
Como sugiere Nicolás Estévanez en sus Memorias, Castelar que los convierten, tal vez, en el texto autobiográfico mas mte-
tributaba culto al pasado pero no tenía ninguna visión para lo res ante de todo el siglo XIX. Se trata de su ten~en~la~ verdade-
futuro (cfr. 1902: 463) y el pasaje es prueba de ello: el ilustre ramente única en su tiempo, al autoempequeneclmlent.o Y la
orador se equivocó del todo en el pronóstico de su fama, pues nulificación de sí mismd y de su obra: en verdad Zorrilla no

154 155
tiene reparos en mostrar al público su fragilidad, salpicándola co penetración de est~ vocablo en nuestro país, baste d~cir que se
frecuent~s descalifica~iones. de sí mismo, unidas, no obstante, ~ trata de un neologismo que, con mayor o menor rapidez en las
una vanidad bastante infantil. Y no se piense que ello obedece a distintas lenguas, se incorpora al vocabulario técnico de la críti-
una estrategia psicológica basada en la "captatio benevolentiae" ca a principios del siglo XIX. Y la escritora gallega recurre de
del lector (no del todo al menos), sino que responde a motivacio- nuevo a él para los valiosos "Apuntes autobiográficos" que pre-
nes más profundas de su personalidad, cuyo análisis excede los ceden a la primera edición de Los paros de Ulloa (Barcelona,
propósitos de esta general exposición: digamos que su conflictiva 1886). Valiosos en un doble sentido, porque son escasos los
y nunca bien resuelta relación con su padre, D. José ZorrilJa textos autobiográficos escritos por mujeres en lo que concierne
Ca~all~ro, parece hallarse e,nel origen de una identidad insegura y al sislo XIX (y en general, claro está): las Cartas de Gertrudis
o .
escindidae, de la que no solo los Recuerdos proporcionan mues- Gómez Avellaneda, un poema autobiográfico de Concepción
tras suficientes: léase la "plaquette" de su Discurso de ingreso en Arenal, los varios volúmenes memorialísticos de Juana de
la Academia Española: una melancólica autobiografía escrita en Vega, condesa de Espoz y Mina, escritos desde su doble ver-
endecasílabos donde Zorrilla se ve a sí mismo como ... tiente de viuda de un general reconocido y como aya en la corte
de Isabel II; poco más. Y porque pese al carácter fragmentario
"Divagador y descriptor difuso,! productor tan sin plan de los "Apuntes" -"más extensos que un prólogo pero más bre-
como sin ciencia,! y versificador tan laberíntico/ que con ver- ves que una autobiografía completa" (1973: 698)- son de gran
sos labré rombos y trenzas,! si es flor mi poesía, es inodora,! interés para trazar el perfil psicológico e intelectual de doña
rítmica y musical, mas sin ideas ... " (1885: 3).
Emilia.
Como no podía ser de otro modo, la publicación de los
Es muy probable que sea Emilia Pardo Bazán la primera en "Apuntes" provocó un revuelo crítico mayor al causado por la
utilizar el término "autobiografía" aplicado a la creación litera- propia novela: tanto los juicios positivos como los negativos se
ria: lo hace en el subtítulo a su primera novela: Pascual Lápez. apoyaron fundamentalmente en el bosquejo intelectual que la
Autobiografía de un estudiante de Medicina (1879) y es de autora ofrece de sí misma, abultado y pedante para unos, reflejo
suponer que por influencia de las letras francesas y anglosajo- de su valía intelectual para otros". Lo cierto es que se trata de
nas, en cuyos dominios el término gozaba ya de amplio predi- un texto escrito con la expresa voluntad de iluminar facetas
camento a mediados del XIX30. Ignoramos la fecha exacta de desconocidas de su vida como literata, y ello da idea al lector
de las limitaciones reales de estos Apuntes, pues son parcos en
datos personales que no traten de su auto-formación como
29 Cfr. mis trabajos: "Exabruptos y realidades en la lengua del ro-
escritora. Así, después de algunas consideraciones de alcance
manticismo español (El vocabulario poético de Zcrr il la)", Actas del
I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (Cáceres, general sobre el género (su poca vigencia en España, su enorme
1987), ArcolLibros, 1988, n, pp. 1109-1121 y" Memorias y autobiczrafías valor para futuros investigadores, etc.), doña Emilia se adentra
en España (siglos XIX y XX»>, en Suplementos Anthropos, núm. 29 991), ti en el relato con su "primer recuerdo literario". No es la ocasión
pp. 142-169.
de analizar el mito de los recuerdos de infancia, construcciones
30 Vid. de Jacques Voisine: "Naissance et évolution du terme littéraire
autobiographie", en La littérature cotnparée en Europe orientale, Budapest,
de compromiso entre la realidad y la ficción, el rechazo y la
Akademiai Kiadó, 1963, pp. 278-286. Sin embargo, convendría establecer la
evolución del término en España: ni el Diccionario Crítico Etimolágico ni el 31 Vid. de Marisa Sotelo: "Los pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán
Diccionario Histórico de la RAE dan mayor información al respecto, fechan-
ante la crítica literaria de su tiempo" en Anuari de Filologia, XIII, F, I
do el adjetivo autobiográfico en 1828.
( 1990), pp. 65-87.

156
157
fantasía, fruto, en definitiva, de la condensación de elementos Así, com? ?e pasad~, flanqueando el acontecimiento por
reales e imaginarios en torno a un hecho generalmente anodino otras dos noticias, menciona la escritora su matrimonio a los
aunque condicionado por la fuerte carga afectiva que ha adqui- dieciséis años (tiene treinta y cuatro cuando redacta los
rido con los años". Apuntes). Esta mención a su matrimonio, cubierta de silencio
Sea como sea, la escritora fecha con nitidez su primer (S~inte-Beuv~ se preguntaría: ¿fue un matrimonio por amor?
recuerdo literario a los siete años, a propósito de unos versos ¿como ocurnó? ¿se arrepintió?), revela la firmeza de Pardo
que escribió sobre "la terminación de la zuerra de Africa" Bazán en mantenerse dentro de los cauces que se ha propuesto.
b ,

cuando por La Coruña desfilaban las tropas vencedoras en la Del mismo año data la publicación, póstuma, de las
campaña de Marruecos (episodio evocado también y más vero- Memorias de D. Antonio Alcalá Galiana (Madrid, 1886, 2
símilmente por Santiago Ramón y Cajal en su autobiografía vols.) de las que ya en 1878 se habían extraído algunos pasajes:
(cfr. 1901: cap. IV) . La niña, en lugar de sacudir un pañuelo los Recuerdos d~ un anciano, publicados primeramente por
desde un balcón, como todas, se refugia en su habitación para entregas en la revista La América, entre 1862 y 1864. Es proba-
escibrir unas quintillas en honor de los héroes. También para ble que la redacción de las Memorias, entre 1847 y 1849, arran-
ella, como antes para Mor de Fuentes o Alcalá Galiano, sus lec- que de su deseo de volver sobre el episodio político más atrevi-
turas preferidas en la infancia serán la Historia de la conquista do de que fuera responsable Alcalá Galiana: me refiero a su ini-
de México de Antonio de Salís y el Quijote ... Las referencias, ciativa de incapacitar temporalmente al rey Fernando VII con
en fin, a su amor por los libros continúan y, aunque deban motivo de la invasión francesa de 1823 y la necesidad de prote-
tomarse con legítima precaución, ponen de manifiesto las difi- ger las cortes constitucionales. Como siempre que nos enfrenta-
cultades y la opresión cultural a la que estaba sometida la mujer mos a un texto autobiográfico no publicado en vida de su autor
en el siglo pasado: "Apenas pueden los hombres -anota en los ignoraI?os hasta qué p~nto el texto de las memorias del diputa~
Apuntes- formarse idea de lo difícil que es para una mujer do gaditano responde fielmente al original. Según se desprende
adquirir cultura autodidáctica y llenar los claros de su educa- de las palabras preliminares de su hijo, éste asumió tan sólo la
ción" (1973:711). Y esto es precisamente lo que se propone tarea del ordenamiento de la obra y la corrección de algunas
demostrar doña Emilia, su valía intelectual. faltas gramaticales cometidas por el escribiente de su padre".
Si la expresión de lo íntimo es un reto, decíamos, enorme- Menciona también el extravío del tercer volumen de las
mente problemático para los hombres del XIX, constituye una Memorias, de la emigración a Inglaterra en adelante, resumido,
barrera infranqueable para la mujer de su tiempo, aunque haya no obstante, en los Recuerdos de un anciano, ya mencionado.
resuelto previamente su identidad profesional y adquirido un yo Dado el carácter centrífugo de los libros de memorias, su
público, reconocido socialmente. Y esto es así incluso para la autor n~ s~ele considerar pertinente, decíamos, la expresión de
escritora gallega. Veamos un ejemplo: sus sentmuentos y pensamientos secretos, es decir, la marca de
su individual~dad: hasta el. extremo de que la estrategia adopta-
"Tres acontecimientos en mi vida siguieron muy de cerca. da para esquivarlos constituye una figura recurrente entre los
Me vestí de largo, me casé y estalló la revolución de 1868" memorialistas del XIX. Con la excepción del primer tomo de
(1973: 706). las Memorias de Alcalá Galiana, tal vez el único que no deja de

33 Las memorias de Alcalá Galiano se publicaron, finalmente, gracias a


Es un aspecto muy bien estudiado por Bruno Vercier: "Le mythe du
32

p~emler souvenir: Pierre Loti, Michel Leiris", RHLF (1975), novernbre- la ayu,da económica de Emilio Alcalá Galiano, conde de Casa Valencia y
decembre, pp. 1029-1046. autor el rrusmo de unos puenles Recuerdos de juventud (Madrid, 1898).

158 159
afrontar los vaivenes inherentes a toda biografía, así como su
repercusión en la organización de su vida pública posterior.

A modo de resumen, digamos que memorias y autobiogra-


fías en el siglo XIX constituyen una entidad mixta discurso-
historia, donde el proyecto autobiográfico se solapa en un pro-
yecto historiográfico o hermenéutico hasta confundirse con él.
y dado que el valor literario de la prosa autobiográfica se esti-
ma como un mérito accesorio que depende tan sólo del talento
de quien escribe, no existe ninguna voluntad de innovación, lo
que supone una diferencia notabilísima respecto de la prosa
narrativa, esta última de mayores exigencias, incluso éticas: es
más, a la forma autobiográfica recurren los novelistas (Benito 3. EL SIGLO XX
Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán ...) en obras publicadas asi-
mismo en torno a 1880, manejando el relato en primera persona
con una brillantez que contrasta con la ingenuidad y falta de Las obras autobiográficas cuyo ámbito de evocación se cen-
brío de sus propios relatos autobiográficos: compárese la singu- tra en el siglo XIX son, naturalmente, bastantes más de las rese-
laridad de Lo prohibido de Galdós con sus desleídas Memorias ñadas hasta aquí. Muchas de ellas se publican a partir de 1900,
de un desmemoriado (Madrid, 1915-1916). Más adelante, razón por la cual no han sido mencionadas en el apartado ~nte-
Baroja y Valle-Inclán serán los autores de dos series narrativas rior. Sus autores: Luis Taboada, Juan Valero de Tornos, el diplo-
ofrecidas al lector como unas memorias y, en este sentido, tanto mático Augusto Conte, Santiago Ramón y Cajal, Julio Nombela,
Bradornín y Aviraneta, como antes Pascual López, José Ido del Emilio AIcalá Galiano, Vicente Medina, Eugenio de Aviraneta,
Sagrario o el amigo Manso, bien pudieran ser los más dispues- Manuel Ci <resAparicio, Francisco Flores, Benito Pérez Galdós,
tos a responder a la pregunta de ¿Quién soy yo? Un esfuerzo Luis Ruiz Contreras, Enrique Menéndez Pelayo, Julio Cejador,
gnoseológico que elude el memorialista decimonónico. Eduardo Gutiérrez Gamero, Federico Urales, Miguel de
Unamuno, Armando Palacio Valdés, la infanta Eulalia de
Borbón ... Analizar la evolución del corpus autobiográfico en
este período sigue siendo una tarea crítica pendiente. Sin embar-
go, adelantemos que se mantiene la convencionalida~ expresiv.a
dominante en el siglo anterior, así como la importancia concedi-
da al hecho externo, objetivamente comprobable o de relevancia
histórica, frente al sentido íntimo de la individualidad.
El episodio de la pérdida de las últimas colonias españolas
(Cuba, Filipinas y Puerto Rico) protagonizará parte de la pro-
ducción autobiozráfica finisecular: Valeriano Wegler, Felipe
Trigo, Pedro Groizard, Antonio Ma. Fabié y Escudero, Camilo
García Polavieja, Vicente Galarza, Manuel Corral, Carlos Ría-
Baja, Ricardo Burguete, Manuel Ciges Aparicio, Santos

160 161
Rubiano ... , son los nombres de algunos de los autores que tico. Con frecuencia mis oraciones íntimas, que lentamente yo
escribirán sobre dicha experiencia con una evidente voluntad a mí mismo me susurro, rematan en blasfemias que, al salir de
testimonial, similar a la desarrollada en torno a los aconteci- mi boca, revientan con estruendo. Yo soy el otro".
mientos del 2 de mayo de 1808.
La revista Alma Española publicará a partir de su tercer El escritor modernista profundiza en esa dolorosa escisión
número (22 de noviembre de 1903) una sección titulada entre lo interior y lo exterior y su texto refleja la angustia que
"Juventud triunfante. Autobiografías" (anunciada ya en su pri- asalta a Sawa a la hora de enfrentarse a la espinosa cuestión de
mera entrega) en la que colaborarán escritores todavía jóvenes la propia identidad.
como Maeztu, Valle-Inclán, Alejandro Sawa y también los her-
manos Alvárez Quintero. La célebre serie de autobiogra- "He nacido en Sevilla, va ya para cuarenta años, y me he
fías -cuya idea recogerán, años después, las revistas Destino, criado en Málaga. Mis primeros tiempos de vida madrileña
Triunfo en su última etapa o más recientemente Anthropos en fueron estupendos de vulgaridad -¿por qué no he de decirlo? y
su sección "Autobiografía intelectual"- aparece de manera irre- de grandeza. Un día de invierno en que Pí y Margall me ungió
gular en las páginas centrales de la revista y se inicia con con su diestra reverenda, concediéndome la jerarquía intelec-
Azorín, por entonces aún J. Martínez Ruiz. El escritor levantino tual, me quedé a dormir en el hueco de una escalera por no
es, por tratarse del primero, en cierto modo el responsable del encontrar sitio menos agresivo en que cobijarme. Sé muchas
tono de la sección, más próxima al autorretrato, a la descripción cosas del país miseria; pero creo que no habría de sentirme
estática y al lirismo que al relato auto biográfico propiamente completamente extranjero viajando por las inmensidades estre-
dicho. Valle-Inclán, por ejemplo, adoptará en su escrito una lladas.
"Véome vestido con un ropón negro de orfandad cuando
postura afectada de vejez y desengaño: "Hoy, marchitas ya las recuerdo aquel período; pero yo llevaba por dentro mis gal~s.
juveniles flores y moribundos todos los entusiasmos, divierto Eso me basta para mitigar el horror de algunas rememoracio-
penas y desengaños comentando las Memorias amables que nes..." (Alma Española, 3 de enero de 1904, pp. 10-11).
empezó a escribir en la emigración mi noble tío el marqués de
Bradomín", y centra su relato pseudo-autobiográfico en un
La gloria del artista, nos viene a decir Sawa, es solidaria de
novelesco episodio ocurrido en su juventud.
su desgracia y marginación, circunstancias, por cierto, que no
Una de las aportaciones más interesantes y que sobresale
dejaron de acompañarle nunca. .
por la modernidad de su planteamiento es la del sevillano
La sección concluye en marzo de 1904, poco antes del CIe-
Alejandro Sawa, pues se presenta ante el lector como un espíri-
rre definitivo de la revista. La última entrega corresponde a los
tu enajenado. "Yo soy el otro" es la frase de Rimbaud que
hermanos Alvarez Quintero -"Autobiografía. Juventud ... y ade-
estructura la descripción que de sí mismo efectúa Sawa:
lante" -quienes escriben, como fuera su costumbr.~, a dos
"Yo soy el otro: quiero decir, alguien que no soy yo mis- manos y en tono optimista y desenfadado, algo prolijo en la
mo. ¿Que esto es un galimatías? me explicaré. Yo soy por den- expresión y de escaso contenido auto biográfico.
tro un hombre radicalmente distino a como quisiera ser, y por Sin embargo, son las dilatadas memorias de aquel esforza-
fuera, en mi vida de relación, en mis manifestaciones externas, do de la pluma que fue Julio Nombela, Impresiones y recuer-
la caricatura, no siempre gallarda, de mí mismo. dos, publicadas en 4 volúmenes entre 1908 y 1912, las que, en
"Soy un hombre enamorado del vivir, y que ordinariamen- su tiempo, alcanzaron una mayor popularidad, sólo comparable
te está triste. Suenan campanas en mi interior llamando a la al éxito obtenido por Mesonero Romanos con sus Memorias de
práctica de todos los cultos, y me muestro generalmente escép- un setentón. Nombela cuenta sesenta años cuando se dispone a

162 163
consignar sus recuerdos, experiencias y observaciones. bajo el ''Tocante a la ejemplaridad el lector no puede tener quejas,
canon de la amenidad y la enseñanza, factores que Sin duda dicho sea irónicamente,pues el autor ha construidode sí una ima-
imponen severas limitaciones al desafío autob~ogr~co per? que gen perfecta, escultórica y sin mácula, ejemplo del hombre que
son moneda corriente en los libros de memonas: Una existen, actúa sin fallos y consigue todos sus objetivos: marido perfecto,
cia, por insignificante que sea, es siem~re una, novela, y ~asn~ve- yema perfecto, hijo perfecto (aunque de la muerte del padre da
escueta noticia).Como tal triunfador,difícilmentecomete errores
las vividas distraen y sobre todo ensenan mas que las imagina.
o rara vez reconocehaberloscometido" (1993: 174-175).
das" (1976: 18). Son las últimas palabras del prólogo de
Nombela y en ellas se alude a esa cond.ición virtual de la a~tobi~-
La demanda de textos autobiográficos a escritores españo-
grafía (en sentido amplio): para que exista y no carezca de interés
les alcanza para publicar, hacia 1920, un librito antológico que
no hay más que contar la propia vida, pues todos sospechamos
recoge diversas autobiografías en prosa y en verso. Aunque el
que nuestra vida puede superar las previsiones hechas .ante la
proyecto inicial preveía cuatro series, finalmente sólo llegó a
mejor novela. A lo largo de sus páginas el que fuera novelista por
publicarse la primera de las cuatro y en ella colaboraron
entregas va pulsando las distintas teclas que pu~~en hallarse ~n la
Joaquín Belda, Tomás Luceño, Luis Ruiz Contreras, Luis
vida de todo sujeto: la infancia, los apuros farruhares, los arrugos
Esteso, J. López Silva, Manuel del Palacio, José Estrañi, etc. Se
(mención aparte merece su estrecha relación con Gustavo Adolfo
trata de textos ligeros (3 ó 4 páginas a lo sumo), uniformes en
Bécquer: Nombela, dicho sea de paso, parece el respon.s~ble de
el tono, escritos medio en serio, medio en broma ... "Para que
la imagen arquetípica que la crítica literaria ha transmitido del
las zeneraciones venideras se enteren de quién fui yo y de lo
poeta sevillano), sus aspiraciones, las mujer~s... ,. " ,
que °hice en este mundo: así como también de mi psicología, de
Son, en fin, unas memorias un tanto domesticas (~SI, el
mi fisonomía, de mi antropología, de mi filosofía, de mi fanta-
autor de Detrás de las trincheras es uno de los pocos escntores
sía y de mi mala suerte en la Lotería, escribo mi autobiografía"
que se detiene en relatar con detalle el mobiliario que ocupaba
se mofa Estrañi al iniciar su corto relato fechado en Santander,
la casa familiar, por ejemplo) que, sin embargo, no defraudan al
en 1916. En todos se da la imprescindible identidad autor/
amante del conocimiento intrahistórico del siglo XIX (de 1836
narrador/ personaje y del conjunto destacamos el brevísimo
a 1912), desde el pequeño calvario que suponía viajar en una
texto de Joaquín Belda, digamos que por su sentido de la uni-
"galera acelerada" hasta los avatares de muchas publicaci~nes
dad y el humor solapado. Con cierta coquetería afirma el céle-
periódicas de la época, bien reseñados P?r la.plu~a del escntor.
bre autor de La Coquito:
Acaso las relaciones entre discurso e historia, siempre presen-
tes son más estrechas en la última etapa (libros VI y VII),
"En la calle Cuatro Santos, de Cartagena, población que
cuando Nombela decide intervenir activamente en la causa car- hallará el arrojado viandante que surque la provincia de
lista, la única que, a su juicio, podía librar a España de ~n.a Murcia, por tren, a pie o aeroplano, nací el 5 de Octubre del
completa ruina. Es una experiencia breve, los verdaderos mOVI- año de sonrisas de 1883" (Autobiografías de escritores y poe-
les de la cual parecen mantenerse en la penumbra, tal vez por tas españoles, s/f: 52-53).
tratarse de episodios ampliamente referidos por el autor en su
libro Detrás de las trincheras. Sin embargo, parece ser que nació en 1880. Transcurridos
Como subraya con gran acierto Manuel Alberca en su ar.tí- más de cien años, la triquiñuela de Belda nos hace pensar en lo
culo "Autobiosrafía de un triunfador", Nombela pone especial de Sic transit gloria mundi. Descanse en paz.
atención en acomodar su vida a las expectativas posibles del En 1921, Armando Palacio Valdés publica La novela de un
lector de su época: novelista. Escenas de la infancia y la adolescencia, un libro que

164 165
responde en todo a los tópicos de la literatura de evo.cac·' en absoluto a lo que se espera de ellos. De hecho es un fraude
es t ·1· . IOn que, a la larga, a nadie beneficia. Y no es, naturalmente, que
en o..en un es ti o. opturu ta y complaciente que sinto.nizab~
muy bien con la clase acomodada que leía sus obras Pal . disienta del propósito de editar escritos, una vez fallecido el
v;aId' I . aClo
..es, a a luz de s.us memorias, es un hombre de escasa com, autor, cuya publicación es, a mi entender, perfectamente legíti-
p.leJ~dad y m~y satisfecho de sí mismo, como lo muestra el ma. Sino de que, en ocasiones corno la presente, se manipule el
siguiente pasaje auto.descriptivo: carácter de dichos escritos que pueden ofrecer, además, un inte-
rés muy dudoso.
"Hay sujetos que pasan su ~ida lamentándo.se de Cuanto
les rodea,hde su patna,
¡: ., .
de su familia,
.
de sus amizos de su pro-
1:>'
Los años cuarenta
leslO~ y asta del siglo que les VIO.nacer, del tiempo y del
espacio. El hombre es el ser que quisiera estar siempre en t Resulta difícil sintetizar el desarrollo de la autobiografía a
p~e. Yo.no.he aspirado_amoverme ?e la mía. Padres, deu~o~~ partir de 1939 y hasta la fecha. Hacia 1940, cuando España se
ve,cmos, arrugos, companeros, han sido genios propicios para
ffil. He hallado en ffil camino hermosas almas a las cuales so
había visto irremediablemente partida en dos mitades, en aque-
deudor de! corto talento que he podido desplegar en este mu; llos momentos, irreconciliables, los textos autobiográficos
do. MIS días se ~an deslizado dulces, serenos, perfumados por escasean, como escaseaba todo lo demás. El país quedó fatal-
el amor y.la amistad, turbados solamente por la huida de seres mente condicionado por el exilio intelectual producido al finali-
muy quendos a otra región más alta. Ignoro lo que la suerte me zar la contienda y cuya importancia la cifró, justa o injustamen-
reserva. Aunque me resta corta vida, para el dolor puede ser te, León Felipe cuando sentenció: "nos hemos llevado la can-
muy larga. Pero si Dios me invitase a repetir la que hasta ahora ción". Sin embargo, la aparición de obras autobiográficas
he llevado, no vacilaría en aceptar el convite" (1942: 12). aumentará progresivamente, tanto en el interior de la Península,
como desde el exilio. Ambas actitudes, fruto indudable de la
Sobresale la nostalgia de la niñez, rasgo presente también necesidad de reflexionar sobre lo acontecido, ya fuere desde
en la segunda y fallida entrega de sus memorias, aparecida pós- una perspectiva personal, o colectiva.
tumamente, en 1940, con el título Album de un viejo. Segunda Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, los textos
p'arte.de 0 nove!a de un novelista. No se trata, sin embargo, de autobiográficos evitarán, prácticamente, toda referencia a la
la historia de rru edad viril", como asegura el escritor asturiano vida española a partir de 1936: Miguel Villalonga, Azorín,
en las primeras páginas del libro, sino de una miscelánea sobre Baroja ... El resultado suele ser una escritura intemporal y esti-
temas variopintos poco acorde con el subtítulo del mismo . lizada que rehúye toda forma de compromiso político con el
Palacio Valdés dice no encontrar nada de pintoresco en su presente. En el difícil presente de los años cuarenta, y con la
madurez. Pero, entonces ¿a qué viene dedicarle un libro? En excepción de las Memorias de don Pío Baroja (1944), tan sólo
favo~ de Palacio Valdés hay que decir que Album de un viejo se hallamos textos fragmentariamente autobiográficos, de un
publica ~os años depués de su muerte, de modo que ignoramos acusado oportunismo político y un pertinaz ideologismo que,
hasta que punto fue responsable el escritor de la obra tal como por otra parte, domina en todos los sectores de la sociedad
aparec~ comercializada, esto es, como segunda parte de sus española. Quiere ello decir que esos textos -de José María
~emonas. Este es un fenómeno de particular relevancia en la Carretero, de Felipe Sassone- participan de la agresividad
literatura autobiográfica contemporánea: las editoriales intentan dialéctica subsiguiente a la contienda, en especial cuando
exp.lotar la buena acogida que merecen este tipo de escritos remiten al pasado inmediato con una clara voluntad de inter-
haciendo pasar como tales, textos cuyo contenido no responde pretación histórica:

166 167
"No he querido conceder nada a la imaginación, ni perm], tradicional impersonalidad en la que se refugian los cronistas
tirme la menor escapada a lo novelesco... -observadores funcionales de aquello que se proponen deScri_
"Todo lo que en ellos consta está visto, vivido, contrasrs. bir- destaca el carácter rabiosamente tendencioso de su relato y,
do... Y no son, sin embargo, una autobiografía... Mis riesgos, sobre todo, la estructura autorreferencial en torno a la cual
mis sufrimientos, mis lágrimas, no cuentan, apenas tienen un giran las "crónicas patibularias". No dudamos que Carretero era
valor anecdótico en el inmenso y siniestro paisaje de sufri- conocedor del suplementario atractivo que suponía, para sus
mientos, de martirios, de miseria y de terror en que vivió lectores incondicionales, la focalización del relato, presunta-
Madrid durante su cautiverio" (1939: 11). mente verídico, en el "yo" del escritor y en las peripecias vivi-
das durante el período de la guerra. En realidad son éstas las
Así se expresa J.M. Carretero en las páginas prologales de su protagonistas del mismo (suponemos que el placer de sus lecto-
primer libro de La revolución de los patibularios (1939, 1940). res por ver representada la vida cotidiana de Carretero en tan
Claro que de lo "contrastado" de su información, y de lo que pre- difíciles circunstancias, sirvió en su momento para sanear las
sume el que fuera otro esforzado de la pluma, habría mucho que maltrechas "Ediciones El Caballero Audaz").
hablar, pero forma parte del estilo sensiblero y tópico, perfecta- Del mismo año 1939 data la publicación de unas notas
mente reconocible, de este grafómano impenitente. Sin embargo, auto biográficas del periodista y dramaturgo peruano Felipe
no será esta su opinión al concluir el último volumen: Carretero Sassone, tituladas España, madre nuestra. Con este libro, el
es consciente de no haber respetado en absoluto el propósito ini- primero publicado por la Editora Nacional, inaugura su activi-
cial de su crónica bélica (y nunca mejor dicho), muy al contrario, dad propagandística el nuevo régimen. Sassone es uno más
ha volcado en ella un feroz resentimiento, proyectando una ima- entre aquellos escritores latinoamericanos -Luis Bonafoux,
gen maniqueísta hasta el paroxismo y, por ello, distorsionada de Alberto Insúa, Alfonso Hernández Catá, Enrique Gómez
los hechos; de modo que se ve obligado a modificar el soporte Carrillo, Eduardo Zamacois, etc.- incorporados legítimamente
ideológico en cuanto a intención y propósitos: a la literatura española. El libro en cuestión no constituye, pro-
piamente, una autobiografía, y sí un libro de. recuerd?s ~o.brela
"Me he estremecidotantas veces de horror ante los crímenes, España que conoció el escritor, llegado de ~lma ~ pnncl~lOs de
de indignación ante la injusticia, que mi pluma, empapada en siglo: sus ciudades, sus gentes, la sociedad literaria o la virulen-
pasión, al profundizar como un escalpelo en el cuerpo monstruo- ta vida política de la época son centros de interés en tomo a los
so de la revolución, no ha podido ni ha querido ser imparcial.
cuales el escritor enmarca sus divagaciones. De hecho, y con-
"Como me parece una estupidez el "arte deshumanizado",
forme al título, la hispanofilia de Sassone constituye el eje
teoría de impotentes y de masturbadores cerebrales, que estaba
en boga en ciertas zonas de la intelectualidad pedante anterior a argumental del libro: "Yo siempre fui un enamorado de España.
la guerra, me parece absurdo también la objetividad,el eclecticis- ¿Cuántas veces habré escrito esta frase?" ~1939: 10). Se ,tr~ta
mo, que en el fondo no es sino cuquería" (1940, VI: 282-283). pues de un libro de carácter evocador, escnto desde un atíptco
exilio en Chile (el periodista fue repatriado poco después de
El resultado es una prosa circunstancial y llena de excesos: iniciarse la contienda, el 10 de agosto de 1936), a los 54 años.
La revolución de los patibularios no merecería mayor comenta- Extraemos un fragmento del prólogo, que resume el carácter
rio que la simple mención, dada su calidad ínfima, sino fuera nostálgico que preside estas notas autobiográficas:
por el juego de expectativas autobiográficas que despierta
"Así estoy lleno de muerte, porque estoy lleno de recuer-
Carretero a lo largo de los seis libros que componen el libelo
dos. Por revivirlos los escribo, los compongo; así, esto, cuanto
fascista. No son, en efecto, una autobiografía, pero frente a la

169
168

I
voy a juntar en unas páginas -¿para qué, para quién?- son Su exilio en Montauban fue brevísimo. Azaña murió en
recuerdos de España, opiniones que lancé, desahogos de 1940, a los 60 años y con un peso insufrible en el corazón.
moment~s,~guStIOSOS,retazos de conferencias, de crónicas y
apu.ntes inéditos en que di forma a mis quejidos. Como en un
ansia de resurrección los junto en un volumen. Este es un libro La esquivez como norma autobiográfica en los años 40
raro; no bueno, pero raro; sin método, sin orden, informe histo-
na a pedazos como mi vida" (1939: 10).
Hacia 1941, Pío Baraja decide, a instancias de un editor
barcelonés, escribir sus memorias, que empezarán a publicarse
Pese a cierto tono de derrumbe moral, el estilo de Sassone
serializadas el mismo año en la revista Semana. Poco después,
se apoyará, generalmente, en la agresividad dialéctica imperan-
don Pío propone a José Ruiz-Castillo Basala recoger los folle-
te y una prosa apologética de apoyo incondicional al régimen
tones publicados en siete volúmenes, como se hizo, a fin de que
fascistoide impuesto por el general Franco:
el editor pudiera irse resarciendo de los anticipas previstos para
la publicación de las Obras Completas (p. 281). Las Memorias
, "Durante el c~~pas de espera de la guerra española, se
recibieron el genérico título de Desde la última vuelta del cami-
vela la descomposición interna de los decantados defensores
de ~adrid, ~ue un cinismo trágico llamaba leales, aquí, en el no y el escritor donostiarra concluyó su tarea en 1949 con la
Peru, el gobierno del general Benavides, honrándose una vez aparición del séptimo y último volumen proyectado: Bagatelas
más a sí mismo y honrando al país, reconocía "de iure" el de otoño.
Gobierno de Franco" (1939: 169). Baraja será el único de los escritores del 98 que nos ha
legado unas Memorias de su vida, escritas ab initio con esa
Mientras Sassone se felicita por la actitud del gobierno específica intención. El dato sirve para dar idea de las expecta-
peruano, el que fuera P.residente de la II República Española tivas despertadas por la obra a raíz de su publicación, dentro y
durante la guerra, destila, desde su exilio de Montauban la fuera de España, y de ello era consciente el propio escritor: en
memoria amarga de lo que ha sucedido. Su tono, la calidad de cierto modo, las Memorias de Baraja constituyeron el mayor
su pensa~e~to, nada tiene que ver con la violentísima prosa centro de interés habido hasta el momento desde la emigración.
qu~ ~~ escr~bla en España. En la nota que sirve de pórtico a una No obstante, debemos matizar la afirmación anterior pues esta-
edlclO~ reciente de sus diarios iniciados en 1931 y desgraciada- mos refiriéndonos a una generación de intelectuales poco dados
mente Incompletos, Azaña reflexiona sobre qué le ha impulsa- a la libre imaginación y amantes, en cambio, de convertir su yo
do a escribir: (un yo, naturalmente, ficcionalizado) en el hilo conductor de
buena parte de sus obras. Así pues, sólo disponemos de las
No me propongo contarle al público mi vida personal Memorias de Baraja aunque poseemos abundantes ejercicios
entera. ~arrada por modo directo, según los epígrafes usuales, autobiográficos -de mayor o menor envergadura y de densida-
importaría poco. Elaborar observaciones y experiencias, como des oscilantes- por parte de todos aquellos que conformaron
ahora puedo verlas por reflexión en mi espíritu, y transportar- dicha generación (y también de la siguiente, cultivadora de la
las,~ una versión más amplia, más libre que el relato autobio- denominada "autobiografía generacional": Ramón Pérez de
grafico, me forz~a a meter estrechamente en estas páginas la
Ayala, Gabriel Miró, Benjamín Jarnés, Manuel Azaña ...). Los
matena de los libros que no he escrito. Mi designio es otro.
Las vlOlenta.sfortunas de l~ política me han arrebatado tarde y textos oblicuamente autobiográficos de Azorín; el autorretrato
por breve tiempo. Desquite de la brevedad, su violencia" de Maeztu; la capacidad de auto-revelación que late en la poe-
(1978,1). sía de Machado, así como el juego de niveles autobiográficos

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manifiesto en su teoría y praxis de los apócrifos; el tenaz auto- Un texto-río, sin embargo, que carece de un cierre apropia-
biografismo unamuniano; la voluntad diarista de Azaña ... no do, siquiera de un cierre (rasgo, sin embargo, frecuente en este
son, en fin, sino el reflejo de una preocupación común y era la tipo de obras, a menudo incompletas, abiertas). Son siete libros,
de expresar lo más hondo de las propias personalidades como pudieran haber sido cinco u ocho, que carecen de estruc-
mediante la escritura. tura y orientación. Y este rasgo, la progresión desordenada de
Pío Baraja cuenta, al iniciar la redacción de sus memorias, la escritura -aquí cronológica, allá no- que no acierta a dar con
69 años y en su edad se apoya el novelista para justificar su un final adecuado relativiza la empresa del Baraja memorialis-
decisión de escribirlas. Exhausto para la creación, el autor de ta. Que no deja de apuntar, continuamente, los motivos que
La dama errante ofrece en el prólogo a sus memorias un rosa- determinan los cauces de su escritura. Leamos las primeras
rio de razones: la arterioesclerosis que menoscaba su vigorosa líneas de su Galería de tipos de la época, de las que se deduce
mente; el insomnio; el incentivo económico: la ausencia de un proyecto previo:

"A mí se me ha ocurrido escribir unas Memorias ahora "No tengo los recuerdos bien colocados en el tiempo. Los
que ya no tengo memoria. Me he metido en esta tarea por la he escrito un poco desordenadamente, a la diabla, como dicen
fuerza de la inercia. Leer, he leído mucho, quizá demasiado; los franceses.
hacer, ¿qué vaya hacer? No me vaya poner a estudiar "Como el tercer tomo de estas Memorias ha tenido un
Matemáticas ni a planear negocios. No tiene uno la cabeza poco más éxito que los anteriores, quizá por ser más anecdóti-
bastante fuerte para esto. Dormir, me gustaría dormir muchas co, vaya insistir en este cuarto volumen en lo mismo y a des-
horas, pero duermo poco y mal". cribir tipos conocidos en la época, unos grotescos, otros impor-
tantes, de todas clases y colores" (1983: 7).
El hecho de que se trate de una obra voluminosa, de varia-
dos atractivos y, a la postre, un tanto decepcionante, tal vez por
En el fragmento que sigue, perteneciente al prólogo del
las expectativas que suscitó, obliga a matizar nuestro acerca-
miento evitando juicios globales . Imposible hablar de las séptimo y último volumen ("Explicación a una dama") parece
memorias del escritor como de un texto autobiográfico homo- Baroja querer salir al paso de posibles reproches sobre su falta
géneo y unitario. Las memorias de Baraja conforman un texto- de cohesión:
río que discurre arbitrariamente por los meandros de una
"Usted, que es una lectora inteligente y benévola, habrá
memoria oscilante en su capacidad de penetración y, en defini-
notado, con seguridad, que yo marcho en estos últimos libros
tiva, de elaboración artística. La escritura de la mayor parte de
de recuerdos a la deriva. No puedo seguir un rumbo seguro y
los capítulos se funda en una acumulación de textos anteriores navego caprichosamente a la buena de Dios.
y acontecimientos que, por otra parte, se retoman y reformulan (...) Aunque a veces quisiera pensar que este centón infor-
en repetidas ocasiones a lo largo de los siete volúmenes (el me que he escrito puede ser ameno, comprendo que es difícil
fenómeno de la intertextualidad en la obra barojiana ha sido que lo sea, sobre todo para gente que tiene el gusto de la uni-
bien estudiado por la crítica). A través de ello, así como de las dad y la antipatía por lo desordenado, aunque a veces sea
opiniones, los juicios sobre lecturas, vueltas sobre sí y jugosas vivo".
anécdotas, emerge por condensación el sujeto biográfico, Pío
Baroja. Y ese poso de conocimiento que obtiene el lector al Baraja se interrogaba al inicio de sus memorias acerca del
cabo de la lectura de la serie Desde la última vuelta del camino interés de su empresa en un sentido similar al expresado al
es, en mi opinión, lo mejor de la obra, su mayor acierto. comienzo de su novela Las inquietudes de Shanti Andia:

172 173
"Estoy escribiendo algo que es de un género que me abu-
funcional, relativamente clara, y, para muchos, eficaz. También
rre. Si no me gustan las memorias de los demás, ¿cómo puedo
creer que las ~as van a gustara los otros?". la maestría de sus descripciones en forma de esbozos objetivos:
algunas de ellas son violentamente ácidas, como los retratos
breves, abocetados, pertenecientes a su época escolar:
No le gustan, aunque su conocimiento del género no sea, ni
mucho menos, desdeñable: Cellini, Casanova, Beaumarchais, "Muchos profesores agrios y de mala intención recuerdo.
Goethe, Chateaubriand, Rousseau, María Bashkirtseff, Meso- Uno de ellos era un tal Sáenz Díez, químico de alguna fama,
nero Romanos, Zorrilla, García de Pizarro, Alcalá Galiano, son profesor de la Universidad y enfermo de la orina. Este enano
algunos de los autores sometidos a su inexorable opinión ... Sin solía estar en el tribunal de Química general del preparatorio
embargo, Baroja cree en la novela, es decir, en la literatura de Medicina y Farmacia, y daba la puntilla al que se examina-
como diversión. De modo que al verse forzado a escribir un ba e iba ya malamente con una pregunta difícil. El sabio enano
libro de recuerdos, recurre a todo tipo de técnicas narrativas -Ia debía mirar con odio a los alumnos que eran jóvenes y no esta-
crónica, el reportaje, el artículo periodístico, la crítica de libros, ban enfermos de la vejiga, y debía pensar: "Por lo menos, les
el retrato, la fabulación- frecuentes en la literatura, pero inade- daremos un disgusto" " (1982, II: 261).
cuadas al objeto que se ha propuesto. Y así, el propósito adole-
ce de un "vicio del consentimiento" que le lleva a demorar, por Es una muestra de la "mirada fría" que suele aplicar a sus
ejemplo, en 404 páginas -318 del primer volumen más 86 ~el semejantes: Baroja no pierde ocasión de situarlos en la posición
segundo- el acto de escribir el hecho inevitable de toda autobio- que menos les favorezca. Basta para ello con la oportunidad de
grafía: "He nacido en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872, un rasgo que rebaje su estatura moral. Por ejemplo, cuando se
en la casa número 6 de la calle de Oquendo". refiere al poeta José Zorrilla, Baroja cuenta que le veía a menu-
Si por un lado el novelista muestra su preocupaci?n por la do, en Madrid, en la calle de Sevilla, por las mañanas:
amenidad literaria y ello le conduce al empleo abUSIVOde la
"Era pequeño, vestido de negro, con melena blanca, bigote
anécdota trivial, por el otro, las memorias acusan, como se ha
y perilla, sombrero de copa y bastón. Debía de tener -añade-
dicho, la avanzada edad del escritor y la índole de su enferme-
un lobanillo en el cogote, y por eso se dejaba el pelo largo,
dad. Lo cierto es que a la desestructuración de la obra hay que para tapar el bulto poco estético" (1982,II: 164-165).
añadir las consecuencias de frecuentes lapsus mentis sufridos
por el novelista, que se reflejan en una escritur~ de eS9uem.a "Hay ternura lírica en muchas novelas de don Pío, pero no
circular y reiterativo. Y en la que, desde luego, bnlla la smcen- la hay en su autobiografía", opina Ramón J. Sender en un artí-
dad habitual en el autor de la lucha por la vida -su "fondo inso- culo "Baroja, paradojal" publicado por la revista Destino (di-
bornable", según Ortega-o El propio Baroja estima dicha since- ciembre de 1972) en el seno de un amplio homenaje a Baroja
ridad su mayor virtud, pero ¿acaso la sinceridad puede ser con motivo del centenario de su nacimiento, quien prosigue
tomada como garantía de acierto? se pregunta Guillermo de remarcando la dificultad de hallar una actitud más generosa que
Torre al reseñar las memorias del novelista (1969: 96). Porque, esa de mostrar a los cuatro vientos su adusta indiferencia y su
en efecto, no siempre la verdad personal -y muy particularmen- desamor: "Viendo las cosas como son, su falta de amor nos
te la de un ser tan predispuesto a ver el mundo con hostilidad- muestra la renuncia a la reciprocidad, es decir, a la estimación
puede asumir un valor objetivo. nuestra". A saber qué late en el fondo de su actitud, pero sea
En los mejores momentos de las memorias reconocemos el como fuere, ciertamente, sus opiniones y juicios sobre los hom-
inconfundible estilo barojiano: su forma de escribir directa, bres son displicentes, desdeñosos y llenos de fastidio (recuer-

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175
dan mucho a los que expresará unos años más tarde Cela en La un impersonal y anodino X. Con la intervención de X, el narra-
cucaña): dor se aleja del personaje principal:

"Yo, al menos, de mi época de principiante no recuerdo "X es un antiguo amigo mío (oo.) No sé cómo conocí a X;
más que casos de malevolencia, de envidia, de tristeza del bien fue hace unos cincuenta años" (1967: 19).
ajeno y de jugarretas de mala índole. De ejemplos de bondad o
de generosidad, recuerdo muy pocos" (1982, III: 74). ¿Los años de Antonio Azorín tal vez? No es el momento de
analizar la heteronimia azoriniana, fruto de su personal poética
De los años cuarenta datan también las Memorias inmemo- y también de su profundo rechazo e inseguridad a cualquier
riales de Azorín, con las que se cierra el peculiar ciclo auto- forma de indiscreción, pero resulta obvio que la autobiografía
biográfico del novelista alicantino iniciado en 1902 con La se revela como una capacidad contraria a la sensibilidad del
voluntad y que siguió con Antonio Azorin (1903) y Las confe- escritor y no alcanzo a comprender su obsesión por afrontarla.
siones de un pequeño filósofo (1904) (José Carlos Mainer las Repárese, por ejemplo, en la tensión que manifiesta el narrador
califica de "autobiografías generacionales" en el marco de un ante la menor huella de posible intimidad que pudiera revelar-
naturalismo impregnado de simbolismo, 1981: 30-38). Con se. Estamos en el último capítulo de Memorias inmemoriales,
estos libros empalman, cuarenta años después los cuatro libros titulado precisamente "Autobiografía" y empieza así:
autobiográficos titulados Valencia (1941), Madrid (1941),
"No conozco al autor de estas páginas; para mí es muy
París (1945) y Memorias inmemoriales (1946). Me centraré en difícil conocerle. Sé de él lo que, poco más o menos, sabe todo
este último por ser el más relevante y haberse procedido con él el mundo. Nació en Monóvar, provincia de Alicante, el domin-
de idéntica manera que al componer el resto de sus múltiples go 8 de junio de 1873, a las tres y media de la madrugada. No
entregas auto biográficas. Esto es, poniendo en primer plano lo creo que conozca este detalle la gente que habla de tal autor"
que él, de acuerdo con su personal estética, considera esencial (1967: 242).
y omitiendo todo aquello que no se lo parece (que es mucho).
De modo que no puede afirmarse que Azorín fuera autor de y termina:
una autobiografía en el sentido usual del término, pero sí fue
siempre biógrafo de sí mismo en aquello que de más significa- "Sigue, naturalmente, escribiendo nuestro personaje. No
cesa en su empeño. No tiene más confortación en sus desma-
tivo y perdurable tuvo su existencia: una sensibilidad ex-
yos que pergeñar artículos, cuentos, novelas y comedias. Al
cepcional. hacerlo, piensa en el alfarero que vio algunas veces, allá en el
El río que ahora vemos no es el que vimos hace apenas un pueblo levantino. Se ve él mismo cual otro alfarero, con su
momento: la convicción del escritor en la verdad de la senten- rueda, su arcilla, afanado todo el día en dar y dar vueltas al dis-
cia de Heráclito le hace inconcebible el proyecto (auto)biográ- co milenario de madera. Y no me pidan ustedes más cuenta de
fico: "no escribiré una biografía; imposibles las autobiografías, la vida de este caballero. No diré más. Con esto basta y sobra.
y más imposibles las biografías" (1967: 19). Su defensa de una Ni una palabra más". (1967: 243)
estética basada en la perennidad y versatilidad del instante que
fluye, conlleva un rechazo de la autobiografía como obra lineal La verdad es que nadie le pide nada, pero, sea como fuere,
y explicativa de una vida. La autobiografía es en Azorín frag- estamos en los años cuarenta y Azorín pasea impávido su escri-
mentaria, discontinua y escueta, articulada en torno a un yo tura sin que ni la guerra de España, ni los acontecimientos de
literario al que, en Memorias inmemoriales, Azorín bautiza con antes ni los durísimos de después tengan en sus libros autobio-

176 177
1 existencia de un personaje/protagonista, respon.s~ble de la
gráficos la menor resonancia. Es difícil encontrar una maYor ma . ~ no coincide con el autor de la obra, dl~l~ que se
ac~lOn, que ue la realidad humana de este ultimo -su
sublimación del entorno y de las circunstancias. Su asepsia es reflere al hecho de q ., tual pero también las circunstan-
absoluta. Se diría que Azorín, el preciosista, a pesar de los . . t u postraclOn ac d
sufnrruen?, s d n toda su vida- queda al margen e
escritos que fueron saliendo de su pluma, no tenía palabras. cias matenales que ro earo
En septiembre de 1941, Miguel Villalonga escribía al perio- la narración:
dista Juan Bonet, desde Bunyola, una carta anunciándole la pri- " . dalidad de la autobiografía -admitirá con
micia de su autobiografía, cuya escritura se prolongaría, sin EXIste una mo . anula ara servir de pretex-
embargo, hasta su muerte, en 1946. Poco después de que dolor- en la.~ue.~l protagon~~i~~te y s: época. Ello resulta
Miguel Villalonga -militar de carrera, monárquico- solicitara, to para la ÍlJaclOn de_un a ue se desbroza a sí mismo y que
después del alzamiento, el reingreso en el servicio activo (pues penoso. Es tarea de lenador '! 1 t "(1983· 63).
yo me he impuesto en el amano de este re a o .
había solicitado su baja a la llegada de la República) y marcha-
ra voluntario al frente, en 1937, contrajo una grave dolencia . abía el final de una estirpe, sin-
reumática que lo llevó, de nuevo en la isla, a la casa de sus Sin duda el escntor, que se s . d n mundo definitiva-
. d d dei ar constanc1a e u
antepasados, en Bunyola. De ella ya no salió Villalonga hasta el tió la neces1da e ej af rmarse indirectamente la
día de su muerte. En el retiro balear, "a fuerza de morfina y mente caduco. Pero también dar~ce l. a vida de fortalecer la
cafeína", el escritor, vencido por la parálisis causada por el reu- voluntad de, dar te~timomo a~o ~/;~lia. Se 'trata de un d~seo
imagen de S1a tra~es del illal a cercena ante la insegundad
ma articular, se entregó por completo a la literatura y, entre
otras narraciones o la biografía de Chateaubriand, a la redac- cohibido, que MIguel VI aa
que le merece su pers?n.
~f; embargo, bajo la sencillez y
, ismo se halla un hombre que,
ción de sus memorias, publicadas en 1947 por José Janés, des-
pués de largo peregrinaje: "¿Ni así? ¿Ni así, muriéndose, modestia con que se r~1ere a S\ ~o perdiendo altura física y
encontrará Miguel Villalonga editor para su Autobiografía?" se pese a vivir nueve anos acos a, ano deformada por la
.. d d as penas con una m .
preguntará Eugenio D'Ors queriendo llamar la atención sobre escnb1en o a ur todos no dejándose llevar por el abatl-
el desinterés caído hacia el hermano de Llorenc Villalonga enfermedad, sorprende l d 1 del silencio tejido en torno a su
(autor también de unas Falses memories de Salvador Orlan) a miento y soportando e. ,o or
causa, es de suponer, de su españolismo y de su falta de tacto obra. Que todavía contmua. ímiento de la existencia
to que tuve conOC1
para comprender la realidad insular. "Y el caso -escribirá en Desde e1 m~men . 1 Mihura el interés por acceder a
respuesta a una encuesta de La Estafeta Literaria (31/5/1944) de unas memones d~, M1~u:n u~a ob~esión. Pensaba, ingenua-
-es que ninguno de los editores españoles a quienes me dirijo su lectura se convlrtlO casi ieza clave en la evolu-
acepta publicar nada que lleve mi firma". mente, que me iba a enc..?ntrar ~~~u'::::nio interesante de la vida
En las memorias de Villalonga, que se abren con la genea- ción del género ~n Espana, u~ fran ueza, creía que iba a topar-
logía familiar y concluyen en 1934 con la fundación de la revis- cultural de. los ano.s 40 y, ~~ombr~ de golpe. Como es natural
ta Brisas dirigida por su hermano, se insiste en mantener las me con MIguel M1hur~,. e día ser de otra manera dado que
distancias entre el autor y el personaje biografiado y subrayar el el libro me desc?ncerto. no POr ue hizo de la ambigüedad un
proceso de "novelización" a que se ha sometido el material se trataba de M1h~ra, un aU~atr~ Sus memorias, editadas en
memorialístico de base. Se habló mucho de ello en su día. Las elemento sustanc1al de su t. l· omo en efecto no lo son.
interpretaciones más abusivas llegaron a sospechar la presencia 1948, no podían s~r convednclO~;ó~~ccasd~smitificadoras y, en
Son divertidas, disparate as, '
secreta de la pluma de su hermano en muchos pasajes de la
Autobiografía. Sospechas infundadas pues cuando Miguel afir- 179

178
general, tienden a una comicidad absurda, al igual que ocurre ello que dejen de ser tal como son, porque esto es pecado y
con La Ametralladora o La Codorniz, dos revistas cofundadas pedantería" (1981: 128).
por Mihura. El escritor se mantuvo en lucha continua contra los
tópicos lingüísticos y culturales de su época y ése es el tono de Al extenderse el escritor en la época de fundación del
sus memorias. Mihura conduce la situación, cualquier situa- semanario satírico, se refiere también a sus mal comprendidas
ción, hasta el absurdo denunciando ácidamente a un tiempo las pretensiones:
maleadas conductas de la sociedad y, sobre todo, de la clase
media española. El contrapunto temporal antes/ahora (tan fre-
"Todas las revistas que se publican aquí se meten con la
cuente como tema de conversación) le permite engarzar
gente. En cambio, en esta revista que yo quiero hacer, será la
muchas historias bufas, como la siguiente: gente la que se meterá con la revista. Es más noble para la
revista, y sobre todo más elegante" (1981: 271).
"Porque -justo es decirlo- en aquellos tiempos no se oían
esas tosecillas ridículas que se oyen ahora, tan contenidas y
discretas. Entonces se tosía virilrnente, a todo toser, y muchas Sin embargo, nuestro hombre no es tan indiferente como
noches las toses eran tan fuertes, que había que suspender la dice y la persecución de la censura a La Codorniz -finalmente
representación y darla al día siguiente, por la mañana, si hacía Mihura tuvo que vender la revista a Alvaro de Laiglesia- dolió
buen tiempo. Y la causa de esto es que la afición al teatro era al escritor en carne viva:
tan grande, que no sólo asistían a las funciones los que estaban
acatarrados, sino también los que tenían bronconeumonía, pul- "Pero yo era viejo y la lucha era demasiado dura para mis
monía, apendicitis, tos ferina y otras enfermedades terribles. Y años. Empezaron los ataques de un lado y de otro. De los ene-
en muchas se veían enfermos gravísimos tapados con mantas migos, y de los amigos, y de la señora de García" (1981: 277).
hasta los ojos, y en algunos palcos había moribundos, asistidos
por el médico y rodeados de su familia, que no dejaba de dar- No es cierto que fuera viejo -al abandonar la dirección de
les jarabes y medicamentos. La Codorniz, en 1944, tiene sólo 39 años; al publicar las
El teatro entonces sí que valía la pena" (1981: 169). memorias, 43- pero algo, o mucho, de cansancio hay en los
últimos capítulos del libro. El postrero, titulado "Final", está
y ¿cómo leer sin risas el episodio del noviazgo del señor escrito con un sentimiento de derrota, un tono de amargura y
Gay con Eulalia? La costumbre de intercambiarse regalos lle- desilusión que le aísla de la apariencia frívola del resto de la
vará muy lejos a la pareja, tan lejos que acabarán regalándose obra, convirtiéndolo en callado protagonista de la misma ¿no
el perchero de su casa, un trozo de alfombra, la mesa de la coci- fueron las heridas causadas por las críticas a la revista las res-
na, el sifón o las hortensias de la terraza. ponsables del desahogo de sus memorias?
Mihura sólo se pone serio al hablar de La Codorniz -es el Mientras tanto, en México, donde reside, el poeta José
final del libro- y de su perfil humorístico: un humor libre, de Moreno Villa publica su autobiografía, Vida en claro (1944).
un absurdo moderado, sin etiquetas y capaz de relativizar la Tal vez sea uno de los libros que de un modo más convencional
vida sin pretender ninguna revolución: cumple con los requisitos que tradicionalmente se le han exigi-
do al género: orden cronológico, perspectiva ilusoria de revivir
"El humor es verle la trampa a todo, darse cuenta de por el pasado, madurez del autobiógrafo, destinatario interno ... La
dónde cojean las cosas; comprender que todo tiene un revés, intención última es mostrar el sentido de una vida marcada por
que todas las cosas pueden ser de otra manera, sin querer por la interinidad y el desarraigo, consustanciales al carácter del

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escritor. Y algo dé eso se percibe por el tono frío y distante,
retraído, de su escritura que obedientemente repasa los hitos de La verdad es que toda su obra puede considerarse unas
su existencia con extrema pulcritud . En ese contexto confor- memorias del yo de Ruano ("lo que no es autobiografía es pla-
mista, llama la atención el comienzo de Vida en claro: el esme- gio", escribió) y de ahí -observa Francisco Umbral- ~u po~~la-
ro de Moreno Villa en describir las distintas habitaciones de la ridad indiscutible, porque "escribe desde el Yo precano y lírico,
casa donde nació, y desde luego la suya, revela en cierto modo desde la calle, en unos tiempos de culto general a la Raza y
la estructuración mental del poeta: como la mayoría de intro- cosas así" (1994: 247). En efecto, La alegría de andar (1934) y
vertidos convierte su cuarto -los libros, el caballete, la butaca y Manuel de Montparnasse (1944) son dos novelas autobiográfi-
la mesa de trabajo- en el único espacio habitable en realidad, cas y también Imitación del amor (1946), uno de sus l~bros pre-
pues acoge la soledad que le es necesaria, sin pedir nada a cam- feridos, recuerda el propio itinerario vital de Ruano; incluso el
bio. Y los distintos cuartos de su vida bien hubieran podido final, con el protagonista alcanzando la ~az y el amor en Sitge~,
dotar de un orden profundo su autobiografía. Pero Moreno evoca el retiro del escritor a esta población catalana en los pn-
Villa era demasiado discreto para atreverse a ello. meros años de la postguerra (aunque éste no encontrara la paz
anhelada sino todo lo contrario, ahondó uno de sus ciclos de
De proyecto frustrado cabe calificar la autobiografía planeada
por Eduardo Marquina que debía titularse Yo y los días. El escritor mayor desaliento). A estos libros hay que añadir Cherche-Midi
murió en 1946, con su proyecto en marcha. Años después se (1951), donde Ruano transforma su estancia de 78 días en la
publicaban, con prólogo de Pemán, las páginas concIusas del mis- cárcel francesa en una compleja historia de hampa y moral; y
mo y que consisten en ser una lírica evocación de su niñez y también es auto biográfica su novela Los oscuros dominios
juventud catalanas: Días de infancia y adolescencia (1964). (1953). Finalmente, están sus memorias Mi medio siglo se con-
fiesa a medias (1951) y que fueron un auténtico best-seller, úni-
co en su género además, y los Diarios cuya escritura se prolon-
Los años cincuenta ga hasta quince días antes de su muerte, ocurrida el 15 de
diciembre de 1965. Ruano contaba 62 años.
Debo confesar que las memorias de César González Ruano El escritor inauguró el colurnnismo periodístico personalis-
fueron, en su día, la mayor sorpresa de mi trabajo. En un princi- ta -cuando el modelo que regía era otro-, que ha acabado
pio, otros libros y otros autores se ofrecían con más atractivo y, imponiéndose porque forma parte de un "canibalismo intelec-
sin embargo, es la figura de Ruano la que se alza poderosísima tual y sentimental" de la sociedad y..."por eso César les echaba
en el seno del memorialismo español contemporáneo. Figura piltrafas de su propia vida enferma, usada y cotidiana" (son
mal conocida pese a haber escrito entre 25.000 y 30.000 artícu- palabras de Umbral). De modo que todo César fue autobiogra-
los y trabajos periodísticos, 80 libros, otros 5 en colaboración y fía memoria enmascarada de sí mismo según comentan aque-
haber estrenado dos obras teatrales. Aun con todo, dan ganas de llo~ que le conocieron bien, pero es el propio escritor. q~ien de
hablar de él más que de su obra (como hace Manuel Alcántara manera reiterada manifiesta la convicción de que, SI bien no
en su magnífica semblanza del escritor), de intentar el esbozo toda la vida del escritor está en su obra, sí, por el contrario,
de su carácter, el desorden de su vida fundida con la obra. Dan toda su obra es parte de su vida. Y vida y obra tienden en
ganas incluso de evocar su retrato: el alabeado bigote, finísimo, Ruano a la gestación de una imagen de sí:
los chalecos de brillantes colores, el escudo del anillo, su piti-
llera de oro firmada por Alfonso XIII, los cafés con leche y "Intimidad y publicidad son, en principio y fin, la misma
todo aquel dandismo, tan suyo. cosa en el escritor. Vida real y leyenda acaban por resultar
simples variantes de idéntica sustancia" (1979: 622).
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No se trata de aquello que, superficialmente, podríamos otras épocas que, por uno u otro propósito, convienen a la razo
calificar como la "inspiración autobiográfica" en su obra. El discursiva de la obra, y que Ruano no tiene reparos en transcr~
escritor utiliza, en efecto, materiales que comprometen su vida bir textualmente. Así ocurre con el capítulo IV "El colegio y las
personal pero su uso es parte de una estrategia: lo que se pre- famas" que se corresponde con el primero de La alegría de
tende es construir a pulso un personaje (como en Barral) y para andar; o bien, con los retratos de Hoyos y Vinent, de Gómez de
ello vale todo. Ruano saca punta de todas las posibilidades que la Sema, de Cansinos-Asséns ... extraídos de de su libro Siluetas
le ofrece la escritura del yo, y a esta compleja actitud, distinta de escritores contemporáneos; o la evocación de la figura de
de la que condiciona la redacción puntual de una autobiografía, Pedro de Répide de su Antología de poetas españoles contem-
y cuando el juego de textos comprende también un relato auto- poráneos; etc. La decisión de Ruano de aprovechar otros mate-
biográfico que permite organizar el sentido del conjunto, es a lo riales ya publicados es lógica si pensamos en todo lo que escri-
que Philippe Lejeune denomina espacio autobiográfico (cfr. el bió y el poco éxito de algunos de sus libros. Y lo cierto es que
estudio sobre Gide incluido en Le pacte autobiographique). la circunstancia no afecta en absoluto a la homogeneidad de la
Dicha expresión abarca pues un espacio textual definido por obra, que ofrece un interés añadido al incluir una reflexión casi
una serie de obras que, tomadas de una en una, no respondan permanente acerca de su tarea, un ejercicio meta-auto biográfico
tal vez a la voluntad de fidelidad autobiográfica, pero en el jue- que va tejiéndose a medida que avanza la escritura de sus
go recíproco que proponen queda definida la imagen del escri- memorias y con ella las dudas y complejidades de la misma.
tor. Una imagen, observará Lejeune, inevitablemente marcada Su éxito fue inmediato y se quiso prolongar con un Diario,
por la ambigüedad pues al lector le resultará imposible reducir también destinado a la prensa diaria: en este caso fue Pueblo el
o fijar la posición del autor: unas veces por su abstención, otras encargado de publicar sus entregas que abarcan un largo perío-
por una desorientadora superabundancia, el flirteo de Ruano do de 14 años, de 1951 a 1965 (edición íntegra en Taurus,
con su Yo es perpetuo, como lo es en Ramón Gómez de la 1970). La naturaleza de este Diario sufrirá, con los años, nota-
Sema o en Francisco Umbral, todos polígrafos impenitentes y bles transformaciones: desde el simple apunte para una poste-
los tres autores de textos autobiográficos que defraudan si rior elaboración (Ruano tenía la intención de proseguir con sus
alguien busca en ellos una totalización explícita de sus vidas, memorias), hasta las cuartillas de la sección "Tertulia" (enero-
porque son narraciones ambiguas, suspendidas, con explosio- febrero de 1954), una iniciativa de Emilio Romero que no con-
nes de lirismo y una perspectiva móvil, cambiante, que atrapa venció al escritor madrileño y que abandonó inmediatamente.
al lector en su seductora tela de araña. En resumen, en los tres Las razones para proseguir con la tarea memorialística se
escritores la vocación literaria se manifiesta como una forma de expresan en una nota que la edición de Taurus incluye como
higiene, un ejercicio de musculatura ("hacer dedos"), una purga prólogo al Diario íntimo y que resulta esclarecedora:
que les permite cumplir con un destino impuesto por su facili-
dad expresiva y, a la vez, desembarazarse de sí mismos. -"Ya "No deja de ser una coincidencia -escribe Ruano- esto de
que se me ocurra empezar un 'Diario' en la época menos
estoy escrito", anunciaba Ruano a última hora de la mañana (su
expresiva y menos movimentada de mi vida. Pero al terminar
media eran tres artículos diarios, más todo lo demás), en su las 'Memorias' que abarcan, aunque muy a grandes rasgos,
mesa del Teide, ya exiliado del Gijón. y se abría la tertulia. toda mi existencia hasta el último día de 1950, me ha parecido
Las memorias de Ruano fueron escritas entre julio y oportuno, quizá sólo en prevención de que alguna vez quiera
diciembre de 1950 y publicadas por entregas en El Alcázar, a continuarlas de algún modo, hacer lo que nunca hice y que tan
partir de enero de 1951, año de su publicación como libro, con útil me hubiera sido: apuntar simplemente lo característico de
, I
más de 700 páginas. Y en ellas recurre el escritor a textos de cada día. Más que nada en su pura función anecdótica, y de un

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modo esquemático que me sirva a mí mismo para en Su
momento utilizarlo como índice o recordatorio" (1970: 11).
jes y las corresponsalías en un estilo desembarazado y eficaz.
Las anécdotas son numerosísimas, todas desprovistas de acri-
tud, y su personalidad optimista y satisfecha brota con naturali-
Pero la buena acogida de las memorias no se repitió. En
dad de las páginas de las memorias. El mismo se referirá a su
parte, porque su Diario adolece de una falta de vertebración y
epicureísmo en el tercer tomo, al definirse como:
de una ambigüedad narrativa que le alejan de un posible éxito
comercial. Sin embargo, las embestidas de su pluma se dejan
"un hombre en plena juventud [se refiere a 1919 y tiene
notar en un hombre cada vez más enfermo y más nostálgico de unos 35 años], con una salud a toda prueba y un no sé qué de
la vida: frivolidad en el pensamiento que le impedía situarse en esa
atalaya desde la cual dominan los grandes filósofos el panora-
"La tarde se pone de tormenta. Melancólica y voluptuosa. ma del mundo" (1959: 27).
Todas las flaquezas se me vuelven fuertes. Sería capaz de
correr e incapaz de andar. Yo me entiendo. Sabría morirme en
La nómina de autobiógrafos y memorialistas aumenta nota-
una tarde así y aún no he aprendido a ser capaz de vivir. Yo
blemente a partir de la edición de las memorias de Ruano y de
me entiendo. Entra por la ventana un olor de lluvia y no ha llo-
vido. ¡Qué lección de la tarde al escritor diciéndole que eso y Insúa, incorporándose a ella escrituras muy dispares. Desde la
no otra cosa es la literatura! Estar calados cuando nada moja" precoz autobiografía intelectual de J.L.L Aranguren (Crítica y
(1970: 73). meditación, 1957) -que luego profundizará en sus Memorias y
esperanzas españolas (1969)- hasta las memorias de infancia
Paralelas a las memorias de Ruano, y con parecido éxito, de Cela, la primera entrega autobiográfica de la condesa de
fueron las de Alberto Insúa, cuya primera entrega autobiográfi- Campo Alange (Mi niñez y su mundo, 1956), el libro autobio-
ea, Mi tiempos y yo, data también de 1950. A ésta le sucedie- gráfico de Federico García Sanchiz (que se hizo famoso en su
ron: Horas felices, tiempos crueles (1953) y Amor, viajes y lite- tiempo con las célebres charlas de su invención): Juventud,
ratura (1959). El escritor español nacido en Cuba (1885), inicia provincia (1959). Lo cierto, en fin, es que un abanico de estilos
la historia de su vida en 1949, cuando regresa a España después empieza a florecer: son los primeros brotes editoriales del
de haber vivido en la Argentina desde el estallido de la guerra. boom autobiográfico de los años 70. Veamos algunos.
Insúa es, como Cansinos, como Azorín y tantos otros, un super- Jacinto Benavente se decide a escribir sus memorias a los
viviente de otra época. En los años 50, la literatura ha tomado 70 años, en plena guerra civil, cuando se vivían días azarosos,
otros rumbos y un olvido implacable cae sobre ciertos autores - de peligro constante, hasta el extremo de que todo cuanto se
Felipe Trigo, Alfonso Hernández Catá (cuñado de Insúa), escribía era como un testamento. Al hombre que obtuvo reso-
Zamacois, Cansinos, el propio Insúa, etc.- cuyas novelas habí- nantes éxitos en la escena española de otro tiempo le queda, en
an abarrotado las librerías de todo el país durante un cuarto de 1937, el placer por revivir los viejos recuerdos: "al escribir
siglo. estas memorias, más que en el gusto ajeno he pensado en el
Las memorias del autor de El negro que tenía el alma blan- propio", asegura convencido. Pero, junto a ese placer por recor-
ca concluyen en 1927, evitándose así el escritor cualquier com- dar el pasado y hablar de su pasión por el teatro, parecen latir
promiso con la tensa realidad política española que se vivió a en Benavente deseos de venganza, o, al menos, un profundo
partir de entonces y sobre la que Insúa reitera que "no es de su rencor y la convicción de no haber sido comprendido del todo.
incumbencia". De modo que su relato es propiamente una abi-
garrada y amable crónica de la vida social y literaria, de los via- "Yo no seré vengati vo -escribe al comienzo de sus
Recuerdos y olvidos-, pero tampoco magnánimo. Perdonadas

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sin olvidarlas quedan ofensas, ingratitudes y maldades ... mis imperfecciones, porque sabía que todo era necesario en mi
Excepto una ... Ya se hablará de ella ... [Eso, no! [Esa, nunca! vida, que para saber todo lo que he sabido de este mundo y del
Pero con toda mi indulgencia, al llegarles la vez en estas otro tenia que ser como he sido. Por suerte rnia el llanto que
Memorias, serán muchos los que llevarán lo suyo. Mas tan por mí vertió mi madre tantas veces, porque vio lágrimas en
seguro estoy de lo acertado de mis juicios que, cuantos hayan mis ojos, era de compasión, que lo perdona todo, nunca de tris-
conocido como yo a estas personas, no podrán nunca tacharme teza desesperada. De mí, sólo mi madre ha comprendido la
de injusticia al juzgarlas" (O.c., Xl, 1958: 495-496). verdad" (1958: 578-579).

¿A qué maldad se refiere? ¿Que pasó? ¿Qué le hicieron? La El apego de Benavente a su madre, con la que vivió hasta la
verdad es que no me siento culpable de ser tan curiosa, al fin y muerte de ésta, en 1922 (para entonces el dramaturgo contaba
al cabo soy yo quien sufre el aguijón de la clara insinuación sobre 56 años) hace pensar en una fuerte relación edípica que
que, sin embargo, Benavente no satisface (y tampoco en el cur- condicionó su vida. Lo cierto es que sus mejores obras son
so de sus breves memorias). Sería fácil, supongo, averiguar los anteriores a tan fatídica fecha. Y ésta podría ser la razón de la
entresijos del resentimiento del dramaturgo (¿los vapuleas críti- imposibilidad de proseguir las memorias, una vez rebasada la
cos de Ramón Pérez de Ayala, tal vez? ¿los dimes y diretes que fácil y alegre evocación de la edad infantil y enfrentado
corrían por Madrid acerca de su homosexualidad? ¿alguna Benavente a un proyecto que sin duda le desbordaba. Sin
afrenta personal?) pero no es el propósito de este ensayo pene- embargo, amenaza con hacerla:
trar en la realidad de cada autor y sí, en cambio, analizar la evo-
lución de un género poco estudiado, evidenciando sus estrate- "To tell my story, como le decía Hamlet a Horacio al
gias, sus vacíos y sus limitaciones. impedirle que se diera muerte. Así viviré yo ... ,to tell my
Sea como fuere, las intenciones justicieras del que fuera story ..., y algunas otras historias. Y aseguro que contaré la his-
Premio Nobel en 1922 no van más allá del prólogo, donde se toria, y muy bien contada" (1958: 805-806).
anuncia una estructura tripartita de su proyecto memorialístico
¿Puede imaginarse el lector, al leer estas líneas escritas
que se interrumpe bruscamente nada más comenzar la segunda
nada más iniciarse la segunda parte, que el relato se interrumpi-
parte, que no aparece datada pero que debió iniciar hacia 1940.
rá poco después abruptamente? Pues así ocurre. Por lo visto,
Así, el grueso de sus Recuerdos y olvidos lo constituyen sus
debía pensárselo mejor, porque su historia no la cuenta y sobre
recuerdos de infancia (de 1866 a 1896), una infancia larga en la
su vida cae, de pronto, el telón.
que el plato fuerte fue su afición a decir misa: "La oratoria
No querría pasar por alto un valioso texto autobiográfico
sagrada fue mi primera manifestación literaria" (1958: 525).
que Luis Cernuda escribe en Méjico, en 1958, a propósito de la
Afición que sustituyó después por el teatro de muñecos.
tercera edición de La realidad y el deseo. Se trata de una auto-
De pronto, el colorismo y detalle que caracteriza sus recuer-
biografía espigada de toda intimidad para ceñirse a su objetivo
dos de infancia da un giro brusco al llegar la edad juvenil: "De
principal, que es la de ofrecer una reflexión sobre el propio
mi juventud son los recuerdos más tristes de mi vida". Sin
quehacer literario. Es pues una especie de poética a lo largo de
embargo, todo serán referencias abstractas y generales, aunque,
la cual Cernuda hace mención de los hechos biográficos más
pese a ello, el lector comprende la índole de sus mortificaciones:
destacados, pero siempre en función de su relación con la lite-
"Yo, como la reina Margot, según la acertada frase de ratura. En Historial de un libro (México, 1958) sobresale el
Brantome, he padecido siempre el ansia de inquietud y he pre- talante reflexivo y aislado desde el cual el poeta sevillano lleva
ferido siempre a ser feliz, ser yo; yo, con todos mis defectos y a cabo su tarea. Probablemente las opiniones de Cernuda, el

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pasada. P~r~ es inútil dar cuenta de una identidad aislada, sólo
tono de su prosa, no deban desvincularse del frecuente estado nos ~onstlt,Ulmos como sujetos a través de la relación con los
melancólico que lo acompañaba y que le hacía sacrificar su demas, y estos aparecen perfectamente individual izados en
felicidad material en beneficio de su poesía, tierna y áspera a la favor de la verosimilitud del relato: '
vez, siempre dolida.
y llegamos a las memorias de Cela, un proyecto irregular y , "Mis, mejo~es amigos de la calle de Velázquez eran el
en marcha que se vio frustrado sin duda en sus comienzos por VIctor, lease V~tor, el Mata. y el Juaneca; me pasaba todo el
la escasa acogida que recibió su primera entrega, La rosa, tiempo que podía con ellos: Jugábamos al fútbol en los solares
y, como el b~lón ~ra mío, yo hacía de portero o tiraba los
publicada en 1959, y por entregas en las revistas Correo
penalty~, segun quisiera; (...) El Vítor era hijo del tendero de
Literario y Destino y de la cual hemos hablado más arriba. Más
comestibles, del dueño de 'La Estrella de Velázquez' en la
de 30 años después, Cela se decide a retomar su proyecto casa de alIado, en el 87" (1993: 54-55). '
memorialístico, naturalmente modificado, y publica un segundo
volumen de sus memorias que, en sintonía con el primero, Aunque la memoria juega malas pasadas, tampoco es como
arranca de 1925 (Cela cuenta 9 años), poco más o menos cuan- el culo d~ una sartén (la expresión es suya) y, en ocasiones, el
do concluyó La rosa. Su título, Memorias, entendimientos y narrador informa al lector de las dificultades a las que debe
voluntades (1993) no es el previsto en La cucaña pero, sin en;rentarse para respetar el orden objetivo de las cosas: "Hay
embargo, responde al propósito expresado en ocasiones de rela- algo que no ~~:uerdo bien porque los sucesos se me atropellan
tar su adolescencia Y juventud en un solo volumen. Fogonazos en la,m~mona (1993: 45). O bien: " No recuerdo en qué curso
del Camilo José Cela adolescente los había encontrado, sin ?ab~a. SIdo porqu: no encuentro la papeleta" (1993: 49). O:
embargo, el lector de La rosa en unas páginas brillantes desti- QUlSle:a para rru mucha serenidad para recordar con mesura
nadas a trazar el autorretrato moral del protagonista. Lo cierto aquel ~I~mpo atropellado y pasional, aventurero y abyecto
es que aquellas páginas, en mi opinión lo mejor del libro, saben desequilibrado, acelerado y ruin, que a todos nos marcó" (1993:
a poco y dan idea de lo que es capaz el escritor metido a bió- 123). Y. desde luego serenidad no le falta, pues pocos libros d~
grafo de sí mismo. Memorias, entendimientos Y voluntades tie- memonas de~prenden una tal firmeza en el pulso narrativo
ne, sin embargo, un tono muy distinto, en las antípodas de la como la mamfestada
.. por Cela en todo momento . En fm, 1as
ligereza con que se compuso La rosa. El libro sigue un orden preocupaciones metaliterarias del narrador son frecuentes y en
cronológico (de 1925 a 1944, año de la publicación de La fami: este contexto s~ ~ace difícil sospechar del narrador y de que
lia de Pascual Duarte), orden que da la impresión -yeso es, al haya error, parcialidad o deformación en lo que cuenta.
fin, lo único que cuenta- de respetarse escrupulosamente. 1 Por otra parte, para vivificar la memoria, la suya y la del
La cronología es pues la base de su historia, pero no su ector, Cela se vale de recortes de prensa, anuncios publicita-
objetivo como sí lo es, en cambio, para tantos memorialistas nos, almanaq~es de la época e imagino que todo tipo de docu-
seducidos por la engañosa voluntad de atrapar el tiempo ido, el mentos e~traIdos de .su poderoso archivo personal (al que se
pasado en sí a base de datos y de cronología. Cela es novelista hacen vanas referencias). Informaciones que sobriamente inser-
y sabe que la temporalidad sólo puede aprehenderse de una f?r- tas en la prosa ponen de relieve la riqueza de su memoria y sir-
ma sintética, global y para lograrlo el escritor recurre a vanos Ven p~a contextualizar eficazmente los hechos de su vida E
procedimientos. En primer lugar, reconstruye los recuerdoS. de la o SI C e.a
corn 1 ..
~,ulSlera . s
encontrar el ser en sí del pasado mediante
un modo inconfundible: esa mezcla de rigor, sentimiento e IIO- t y~xtaposlclOn de planos: se busca la temporalidad interna a
nía que caracteriza su escritura, soberbia en general, encuen.~a raves de los pensamientos de narrador y protagonista, la verifi-
su acomodo a la hora de revivir los acontecimientos de SUVI a
191
190
cación de los hechos, la acumulación de datos ... pero todo ello lógico resultaba ineludible y, en este sentido, la habilidad del
sometido a una exigencia de significación, a una búsqueda de escritor es más que notable. Al novelista le interesa subrayar su
sentido que es -y sigo a Lejeune - el principio primero' de la condición de víctima y de estafado (él y toda una generación de
búsqueda auto biográfica. veinteañeros en el 36). Y se incluye en una mayoría descreída
Con todo ello además, es decir, con sus comentarios sobre que no dio demasiada cabida a la ideología política y ahí está
las dificultades con que tropieza el recuerdo, el recurso a la su testimonio, pasándose a la zona nacional, en julio de 1937,
enumeración de acontecimientos y eslóganes de la época y la porque había oído que en el otro bando se comía en abundan-
preocupación permanente por la exactitud, consigue el escritor cia, había orden y no se cometían abusos (después comprobará
dotar a su relato de una autenticidad impresionante. que no es así pero ya era tarde). Su intención, dice, no es la de
Memorias, entendimientos y voluntades contiene, en mi reescribir la historia de España sino la de contar su vida -sus
opinión,algunas páginas de las más sobresalientes en la historia memorias, sus entendimientos y sus voluntades- en el seno de
del memorialismo español. Por ejemplo, cuando Cela evoca aquella (en este sentido su texto es el reverso de otros libros de
una noche de soledad absoluta de la que, al fin, salió fortaleci- memorias, el de Angel Ossorio Gallardo, por ejemplo, donde el
do. Me permito reproducir un fragmento: individuo se diluye en un permanente comentario político a la
historia reciente de España). Así, la guerra civil ocupa la parte
"El día de san Silvestre de 1941, martes, me pasé la noche central del libro pero está narrada desde una perspectiva feroz-
tristísimo y llorando con una infinita mansedumbre, mayor aún mente personal e individualista como no podía ser de otro
que el mucho desconsuelo que me anegaba; me daba miedo no modo tratándose de Camilo José Cela ...
llegar a desollarle el rabo al nuevo año, al año que iba a empe-
zar, esto no lo dije nunca, y el día de la octava de san Juan
"yo no tenía nada que ver con nadie, a lo mejor me había
Evangelista, o sea el viernes, de madrugada, me levanté, monté
equivocado pero quería salvar la vida, tampoco esto es así, lo
una parabellum grande que guardaba en el armario debajo de
que yo quería salvar era la conciencia o la soledad, o también
las camisas, una parabellum del 9.5, y me volví a meter en la
la soledad, los unos me resultaban más simpáticos o más odio-
cama con el arma amartillada, la culata estaba fría pero se
sos por una razón y los otros, por otra" (1993: 190).
calentó pronto, yo tenía décimas siempre, quise concentrarme
y acopiar serenidad para dispararme un tiro en la boca pero no
pude, la mente se me distraía con muy variados y minúsculos La obra concluye en 1944, a las puertas del éxito de la
pensamientos, prefiero la tortilla de patatas con cebolla," ... publicación de La familia de Pascual Duarte y en el umbral de
(1993: 339). una nueva etapa para el escritor. La intención es la de proseguir
las memorias, según el elocuente epílogo con que se cierra el
El pasaje, como otros a lo largo de las memorias, es de una volumen:
creciente intensidad narrativa que, de pronto, desaparece, pero
la emoción del momento ha alcanzado de lleno al lector que
"Si la arterioesclerosis no me atasca los canalitos del cere-
necesitará de unos instantes para sobreponerse. bro o si el candil de la vida no me lo apaga la muerte con su
Por último, resulta forzoso hacer mención del cuidado que pedo indigno y avasallador, pienso historiar esa -segunda larga
pone Cela en rechazar cualquier forma de identificación políti- mitad de mi existencia en un libro al que, si puedo, titularé
ca. Por lo general, la nombra, no la califica, abominándolas Turno de réplica porque en él.sin la menor licencia a la caridad
todas por habernos conducido a una situación irreversible. Sin y con pelos y señales y nombres propios y apellidos ciertos,
embargo, estamos en una época en la que el compromiso ideo- procuraré aclarar sucesos acaecidos"... (1993: 346-347).

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Cela no es Benavente y los tiempos han cambiado, de modo
que cabe confiar en que Cela cumpla con su proyecto'. Los años sesenta
Las memorias que Rafael Alberti inició durante la guerra
de España -en 1938, contaba 36 años-, cumplen su primera De los años 60 datan algunos textos autobiográficos del
entrega en 1959 bajo el título genérico de La arboleda perdida mayor interés, sobre todo para el conoc~mient~ diga~os que
y evocan su infancia y juventud (1902-1931), hasta el estreno privado de la historia de la literatura espanola: a e.l contrlb~yen,
en Madrid de su obra Fermin Galán, con Margarita Xirgu fundamentalmente, los recuerdos de Rafael Cans1l10s-Ass~ns y
(Aunque Alberti publicara un texto tempranísimo, "Auto- Eugenio Noel, dos hombres dispares pe~o que compartieron
biografía", en La Gaceta Literaria, 1/1/1929). La obra está unos tiempos comunes y, sobre todo, .la firmeza de una voca-
estructurada en dos libros que no presentan, sin embargo, nota- ción literaria que estaba muy por encI',lla de los, sobresaltos y
bles diferencias: mientras que en el primero el presente angus- las dificultades que, sin embargo, la VIda deparo a ambos es-
tioso de la escritura (primero en Madrid, despué en París) se critores. .
abre paso por el universo de la infancia, el segundo se escribe Otros textos son de menor interés, aunque sin dejar P?r ello
quince años después, desde un presente bonaerense menos de aportar el testimonio de una época, ~omo la.s volurrunosas
comprometido, más tranquilo. Pero en ambos el pulso de la Memorias de un hombre sin importancia (Aguilar, 1962) del
escritura es idéntico: la prosa de Alberti e lírica, vehemente, periodista Tomás Alvar~~ Angulo, o, bien la primera entre~a
rítmica y nostálgica, no importa que el poeta esté en Madrid, autobiográfica de Sebastián Juan Arbo: Los homb':,es de ~a (le-
Roma o en su añorado Puerto de Santa María. Resulta impre- rra y del mar (Bruguera, 1962), centrada en los anos de infan-
sionante la lectura del capítulo séptimo y su pérdida del paraí- cia y juventud del escritor, hasta su traslado a Barcelona, en
so infantil: 1927, cuando Arbó estaba deseoso de hacerse un huec~ en ~l
hermético CÍrculo de la intelectualidad urban~ y pr?fes~onal~-
zarse. Ya el título de la obra exige al lector la 1I1medI~~aIde~tI-
"Envidiaba y odiaba la posición de los demás: felices casi
ficación del solitario escritor con el lugar en que erecto: las tie-
todos; unos, con dinero de su familia; otros. con carreras, para
vivir tranquilos: catedráticos, viajeros por universidades del rras bajas del delta del Ebro, reco~idas .~ntre la vasteda~ del
mundo, bibliotecarios, empleados en ministerios, en oficinas mar y la acción erosionadora del no abnendose paso hacia su
de turismo ... ¿ Yo? ¿Qué era yo? Ni bachiller siquiera; un desembocadura natural. En 1982, apareció el segundo,volu~~n
hurón en mi casa, enemistado con los míos, yendo a pie a de sus memorias, Los hombres de la ciudad. Subrayare tamb~en
todas partes, rodando como hoja y con agua de lluvia en las una adquisición reciente, en una librería ~e ~ance: las mem~nas
plantas rotas de los zapatos" (1975: 265). de Noel Clarasó Daudí, Mi vida un poco intima (1962), un libro
franco y un poco CÍnico que se lee de un tirón. .
Las suyas son unas memorias contaminadas por la anota- Del mismo año 1962 data la publicación por Editora
ción íntima, agridulce, pasajera (porque el caso es que conoció Nacional de un volumen antológico, Autobiografía, editado por
a María Teresa León y salir del pozo fue fácil). Deliciosas las Vicente Marrero a partir de los más de 16.000 artículos,. a~~u-
anécdotas que cuenta de su contacto con la Residencia de nos de ellos auto biográficos, que Ramiro de Maeztu e~cnblO a
Estudiantes, de su amistad con Larca, con Gerardo Diego, de lo largo de su vida. Maeztu, al igu~1 que sus companeros d:
los piques con Juan Ramón ... Alberti ha proseguido con su generación: Azorín, Unamuno, Baroja, Orte~a, etc., se entrego
Arboleda perdida, con nuevas entregas en la prensa. Pero no es vocacionalmente a la labor periodística, dedicando a la prensa
lo mismo. diaria buena parte de sus energías como escritor. Sin embargo,
al contrario de otros, trató con mucho abandono su obra, que
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195
todavía se resiente de su falta de método y de la indiferencia cente Marrero. Y sería suficiente para comprobar que una auto-
profesional. En el volumen Autobiografía se reúnen los articulos biografía no depende de la extensión ni de la cantidad de vida
más significativos del Maeztu biógrafo de sí mismo, sin embar- anotada en sus páginas, y sí de la interpretación y del sentido
go no es la primera iniciativa editorial en ese sentido. En La que de esta vida se ofrece. Reparemos en la presentación objeti-
novela del sábado, del 23 de septiembre de 1939 ya se publica- va del protagonista en tercera persona que parece obrar en
ron algunos articulos autobiográficos escritos en distintas fechas favor del acontecimiento capital, esto es la ruina familiar, y
por ~l escritor alavés, bajo el título "De mi vida". En unos y otro sólo subsidiariamente se relaciona al personaje con la responsa-
dominan los recuerdos de su niñez, decisiva en la evolución bilidad de sus consecuencias. Maeztu era muy joven cuando su
inar~ónica y desgarrada del escritor. Maeztu era hijo de una familia se vino abajo y ésta es la razón del escritor para expli-
familia de elevada posición social que sufrió el trauma -como car las disonancias de su carácter y, en definitiva, la historia de
Ruano- de una estrepitosa ruina económica, ruina acaso dema- un deterioro que Maeztu nunca pudo reparar:
siado temprana para no dejar huellas indelebles en su carácter:
"¿ y qué importa la traición? Es un deber cuando la propia
, "Maez~~fue u~ ~iño altanero y feliz; su padre, que le que- causa es mala. Pero no hay tal cosa; Maeztu es hoy decadente,
na con can no ambicioso y exclusivo, le sometió en los prime- pero ¿qué importa el Maeztu de hoy? El importante es el de
ros años a severa disciplina intelectual, moral y física, regla- ayer, el niño fuerte, intrépido y feliz. Su recuerdo le arranca a
mentando férreamente su vida, sujetando a horario sus estu- la pluma advertencias de amigo para los hombres sanos y lati-
?i.os, sus ejercicios y sus juegos, dándole profesores de gazos desdeñosos para esos enfermos que esconden sus úlce-
idiomas, cultura general, gimansia, esgrima, equitación, dibujo ras. y en esta tarea recobra la cohesión que aún le es posible
y música, y constituyéndose en ecuador de su hijo. Y así hizo este otro Maeztu, que termina su análisis triste y soberbio, a la
del muchacho un primer premio del bachillerato y el mocete vez necrología y panegírico, afirmando la convicción soberbia
más duro y más intrépido de los de su edad y población. Por y triste de que en él se ha malogrado el mejor ejemplar en su
causas ajenas a la voluntad de nadie, hubo que quebrantarse la tiempo, de su país y de su casta" (1962: 29).
disciplina educativa, y a la opulencia se sucedió la medianía, y
a la medianía la pobreza, y a la pobreza la miseria. Su adoles- Desde luego, elegir, a los 29 años, la sola dimensión del
cencia se desarrolló entre los incidentes de la almoneda de su pasado como principio explicativo de una biografía es convertir
casa. Primero se marchó el padre a América, en defensa del la vida en una consecuencia pero tal vez ayude a comprender la
capital amenazado: luego fueron desapareciendo profesores naturaleza feroz de los escritos de Maeztu y la cobardía de un
particulares, sirvientes, caballos, coches, arneses, libreas, casa hombre que renuncia a buscar satisfacción en el presente: todo
lujosa, muebles de precio, alhajas, sedas, libros, mientras de se perdió en la infancia.
diez en diez días se aguradaban del correo de Cuba pliegos de Las memorias de Rafael Cansinos-Asséns, La novela de un
valores, que no llegaban nunca. Se hundió el crédito de la casa
literato, no son propiamente un autobiografía aunque tengan
algunos acreedores se insolentaron, se vivió una vida falsa
durante años, sin otro aliciente que las cartas de Cuba llenas abundantes puntos de contacto con ella. Se editaron muy tardía-
de ilusiones; y del esplendor de la infancia no quedaron más mente, a partir de 1982 en Alianza Tres, pese a que hubo un
restos que algún látigo roto y una vieja criada con la lealtad de amago de publicación de las mismas a mediados de los años 50
los criados del régimen antiguo." (1962: 25-26). a raíz de una oferta del editor de Aguilar que se mostró intere-
sado por imprimir los diarios, escritos en cinco lenguas, que el
Son las sombrías palabras de Maeztu, a los 29 años, en el escritor mantuvo en secreto desde muy joven. Cansinos prefirió
artículo más denso de cuantos componen el volumen de Vi- no publicar los diarios tal cual, pero sí los utilizó para la elabo-

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I
ración de sus memorias, tituladas La novela de un literato olvidados casi todos si no fuera por la pluma de Cansinos ilu-
(1982, 1985). Según cuenta su sobrino, Rafael M. Cansinos, las minándolos de nuevo. Y su estilo, articulado en torno a un eje
memorias no llegaron a publicarse en su día por razones de biográfico-anecdótico, no se parece en nada a aquellos libros de
c~nsura, quedando el original sin ordenar y apenas corregido, recuerdos en los que el autor se envanece convocando en ellos
circunstancias que lo hacían prácticamente impublicable tras a todos cuantos seres ha conocido en una especie de batiburrillo
fallecer su autor, en 1964. De ambas tareas se han ocupado los fatal. La obra del autor de El candelabro de los siete brazos
herederos de su obra, hasta un punto para mí indefinido, si bien responde a un proyecto unitario gracias al cual todos los proce-
el lector interesado puede contrastar el texto definitivo con dimientos empleados en el libro aparecen milagrosamente
algunos fragmentos del mismo, publicados en vida del autor en amalgamados en una textura única y coherente: La novela de
la revista Indice de Artes y Letras, núms. 142 y 144 (año 1960) un literato describe las relaciones yo-mundo por medio de per-
y núms. 145, 147 Y 149 (año 1961), bajo el epígrafe general de sonajes, acontecimientos y anécdotas, animados todos y todas
"Recuerdos de una vida literaria". En la breve nota que acom- por su pasión por las letras. A su través se filtra la imagen de
paña la primera entrega, Can sinos escribe: Cansinos, particularmente distante, pero en permanente estado
de fascinación.
"Son los recuerdos el único tesoro que se salva de las La simbiosis entre lo individual y lo colectivo es absoluta,
garras voraces del tiempo; la única riqueza de los que no tene- como lo demuestra el siguiente pasaje en el que Can sinos es
mos otra; y, gracias a ellos, llegados a una edad jubilar, pode- todavía un escritor novel que vive su juventud:
mos ofrecer algo nuestro a los que se acercan a nosotros, aun-
que luego nos quedemos definitivamente pobres (IAL, octubre "¡Oh noches de aturdimiento y locura, de impresiones
1960: 5). nuevas y cambiantes! Los cafés de la puerta del Sol, los teatri-
110sde 'varietés', aquella Loló, que bailaba el 'cakewalk', ves-
La novela de un literato es la majestuosa crónica en vivo tida de muchacho, con su traje de seda roja, su chistera del tío
del período literario que va, según el proyecto inical desde los Sam y su bastón... Aquella Loló, con su carita viciosa, que tra-
albores del modernismo en España hasta el fatídico 1936, año ía loco al filósofo extremeño y lo expoliaba alegremente,
en que murió para Cansinos todo cuanto le interesaba, incluido dejándolo luego planchado, y en cuya alcoba, oliendo a pachu-
él mismo. Por el momento, se han publicado dos volúmenes ti y a sudor de mujer, pasé yo la primera noche fuera de mi
que abarcan el período de 1882 a 1923. casa..." (1982, 1: 177).
Cansinos fue uno de los principales animadores de las tertu-
lias poéticas de Madrid y la verdad es que su oscura figura per- No tiene desperdicio la mirada fría que Cansinos-Asséns
manecería en la sombra de no ser por estas magníficas memo- deja caer sobre Eugenio Noel en La novela de un literato
rias literarias. Así es, aquí no hay niñez, ni recuerdos de la (1982, 1: 295-296), el visionario autor de Las siete cucas, el
Sevilla que le vio nacer, ni referencias a su juventud -mucho hombre de las melenas carolingias y los furibundos ataques
menos a los años de madurez- ni datos, en fin, que ayuden al contra la fiesta de los toros (dio más de 3000 conferencias
lector a la hora de recrear las circunstancias de su vida, sin sobre la cuestión). La crítica ha considerado de forma unánime
duda muy solitaria. Son muchas páginas, en efecto, de literatura a Las siete cucas como la novela más lograda de Noel, prescin-
y literatos perorando en tabernas, cafés, redacciones de periódi- diendo, en cierto modo, de lo que pensaba Noel había de ser su
cos, pro~tíbulos o salones mundanos. Muchos los personajes mejor obra, su autobiografía a la que él titulaba La novela de la
que desfilan, porque Cansinos está atento a la tenue luz desa- vida de un hombre: un rimero de cuartillas rellenas con letra
rrollada por sus contemporáneos, ahora mismo completamente muy menuda y en las que pegaba además retratos o ilustracio-

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nes recortadas de revistas gráficas y que aumentaba a la par que Pero su tono hace recordar la punzante observación de
lo hacían los días de lucha por triunfar en la carrera de las Eugeni D'Ors en 1917, cuando apareció Juventud, egolatría:
letras. Las cuartillas iban con Noel a todas partes, pero el pro-
yecto de escribir sus memorias quedó inconcluso y, muerto "Hay tres clases de escritores de confesiones, como hay
Noel a los 51 años en un hospital de Barcelona (abril de 1936), tres clases de mendigos. Los hay que piden compasión y ense-
no hubo editor que se atreviera con los borradores hasta que lo ñan las llagas: éstos son los cínicos, como Rousseau. Los hay
hace Taurus Ediciones, titulando los escritos genéricamente que piden compasión, sin enseñar las llagas: éstos son los el e-
gíacos, como Lamartine. Pero hay una tercera clase, más,
Diario íntimo (2 vols. en 1961 y 1968), "porque no otra cosa
mucho más rara: éstos enseñan las llagas, sin solicitar la com-
-se dice en la nota editorial- significó en su vida el encierro a pasión; de éstos es Baraja" (Glosari, 1991: 255).
solas con las cuartillas a las que contaba todo aquello que deja-
ba atrás en el momento en que, puesto el pie en la calle, se (Obviamente, Eugenio Noel pertenece de pleno derecho a
entregaba a la diaria y cotidiana lucha". la primera clase.) Desde un punto de vista literario, es el primer
En total, son cerca de 800 páginas que comprenden desde tomo el que ofrece un mayor interés, en especial los capítulos
su nacimiento (Madrid, 1885) hasta 1924, fecha en que inte- dedicados a su pobrísima infancia y juventud. Capítulos magní-
rrumpe de manera brusca su diario, siendo el nervio de su ficos, desgarradores en alguna ocasión, pero con soberbias des-
escritura muy irregular: junto a fragmentos cuidadosamente cripciones de climas y ambientes del Madrid finisecular. Sin
elaborados y que sirvieron en su momento como artículos o embargo, ese tono de admirable melancolía languidece pronto y
capítulos de libros, hallamos otros de expresión entrecortada, Noel queda atrapado en la noria obsesiva del presente inmedia-
escueta anotación diarística, guión de lo que debía desarro- to, el desesperado día a día que acaba asumiendo todo el prota-
llarse: gonismo de sus cuadernos. Se me dirá que eso es lo caracterís-
tico del género, esa anotación puntual de los estados de ánimo
"Empiezo el segundo tomo de Las Capeas, con el título de
y las zozobras del hombre, aunque no olvidemos que su propó-
Nervios de la raza. Tomando champagne con mi primo
sito era otro, el de reflejar "el desarrollo de su espíritu" según
Dionisio, en Nuevo Levante. El 22 de febrero se pone a la ven-
ta el primer tomo de Las Capeas. Escribo sin libros, muerto de se dice en el prólogo. Y Noel piensa conseguirlo a través de la
frío y de pena. evocación de todo cuanto ocurre a su alrededor, vaciando la
El I" de marzo sin un céntimo y enfermo; la casa es asque- memoria de cualquier dato significativo, y aun así el proyecto
rosa y húmeda. Vacilo, no escribo, tengo que escribir en las se le resiste:
paredes: "Trabaja, Noel". Un camarero canalla me humilla
ante la gente, exigiéndome un duro que le debo. Pido préstamo "Más disgustos familiares. Ola de calor y pereza, y el 20
a doña Lola, de Villena, a cambio de trabajar en el libreto de de julio nada. Siento deseos de comenzar la 'Novela de la vida
su ópera, y su contestación me indigna: haber confiado en ese de un hombre' , pero no puedo, la losa de plomo que me cubre
préstamo me crea una situación horrorosa. Mi oído está muy es más fuerte que yo (11:82).
mal, me supura, no puedo curarme" (1968, 11:60) "La obsesión de mis obras, sobre todo de 'La novela de la
vida de un hombre', me persigue; más ¿cómo hacerlas, si hay
El relato de la casi constante miseria en que vive el escritor, que escribir para comer y viajar?" (11: 12).
la adoración que siente por su hijo, la postergación de la que se
cree víctima y la falta de dinero forman el eje triangular sobre Eugenio Noel encontró demasiadas dificultades para lograr
el cual se apoyan los dos volúmenes de su diario íntimo. su objetivo, no siendo la menor de ellas, la dificultad del escri-

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tor antitaurino para seleccionar los materiales biográficos -lo daderos amantes de la Belleza y de la Vida, deben divinizar el
menciona todo- de modo que le permitieran elevarse al nivel Deseo y limpiar la carne de cuanto malo han dicho de ellas los
de un conocimiento interpretativo, superior a la simple mención místicos empeñados en hacer del mundo un lugar de expia-
de los hechos. ción" (1964: 40).
Eduardo Zamacois ha cumplido 91 años cuando Alfredo
Herrero, director de A.H.R. de Barcelona -la misma editorial Un hombre que se va... es un libro denso: el autor de las
que publicó, en un volumen de 1500 páginas de papel biblia, 6 famosas Memorias de un vagón de ferrocarril necesita de algo
de sus novelas favoritas- se interesa por sus memorias tituladas más de 500 páginas para decimos algo de su dilatada vida. La
Un hombre que se va... y en las que el novelista y dramaturgo narración sigue el modelo biográfico tradicional: su nacimiento
nacido en Pinar del Río (Cuba), en 1873, lleva a cabo un ejerci- en una hacienda cubana llamada "La Ceiba", los primeros años
cio de desnudamiento moral y sentimental al estilo de la litera- en Madrid (el pequeño Eduardo cumplió los 3 años con sus
tura galante que triunfara en los años 20 y a la que contribuyó padres ya instalados en la capital de España), los frustrados estu-
con gran éxito el propio Zamacois. Ese es el rasgo más notable dios de Medicina, etc. A partir de 1894 se entregó a la vida
de su autobiografía y el que más le aleja de la tendencia común bohemia y literaria y su primer éxito importante lo tuvo con la
en España a la hora de componer un relato autobiográfico. Si fundación de El Cuento Semanal y después Los Contem-
bien, al parecer, la edición española está censurada (se reeditó poráneos, dos revistas dedicadas a promocionar a escritores
en Buenos Aires, en 1969), según afirma Ignacio Soldevila jóvenes y no tan jóvenes: cada sábado aparecía una novelita que
Durante (1980: 21). Como sabemos, una pudorosa actitud suele se vendía a 30 céntimos, en muchas ocasiones de plumas exce-
velar la expresión de la sexualidad y todo cuanto se relacione lentes. La producción literaria de Zamacois, como la de
con la vida amorosa real del autobiógrafo y esa ha sido la prác- Nombela, la de Ruano, la de Ramón Gómez de la Serna, asom-
tica general hasta fechas muy recientes (Goytisolo, Moix, bra, entre novelas, obras de teatro, cuentos, artículos, críticas,
Martínez Sarrión ... ), salvo en el caso de Zamacois, cuyas libros de viajes, etc. Y de ella se da cumplida cuenta en las
memorias hacen gala de un donjuanismo verdaderamente exa- memorias, si bien se insiste en recordar los aciertos, los momen-
cerbado. Con razón al escritor nacido en Cuba, junto a Rufino tos más felices de la vida, no excluyéndose el balance final:
Blanco Fombona, E. Gómez Carrillo y Felipe Sassone, se le
conocía como uno de "los tres mosqueteros" que, como todo el "Cercana ya la hora en que he de subir 'al último tren', de
mundo sabe, fueron cuatro. Su existencia fue inquieta y audaz, nada muy grave me acuso. Fui un espectador ingenuo de la
siempre en el filo de la navaja y parece ser, según sus memo- vida. Me han gustado las mujeres, los viajes y los libros; los
rias, que con notable éxito en los lances de amor. Nunca sería tres grandes recursos de que el hombre dispone para evadirse,
incluso de sí mismo; pero, por bondadoso -la bondad es un
más justo que ahora calificar de novela la autobiografía de
suicidio lento-, sólo a intervalos breves lo conseguí. Quien
Zamacois, porque novelescos resultan la mayor parte de los ama no se ama, y para que la gente no advirtiese que he vivido
sucesos que se nos cuentan. Y es el propio escritor quien admi- muy distintamente a como había deseado vivir, he sonreído
te la importancia del amor en su vida, en una especie de mística siempre. Nunca fui completamente dichoso. Y lo que es harto
carnal que, salvando cuanto haya que salvar, me recuerda a peor: que, no obstante haber antepuesto el bienestar ajeno al
D.H. Lawrence: mío, jamás he podido hacer feliz a nadie" (1962: 44-45).

"Y aunque en mis últimos libros el amor sexual aparece Sin embargo, las horas amargas abundan, no tanto por
relegado a un segundo plano, sigo creyendo que todos los ver- acción como por omisión. Así ocurre con la historia silenciada

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pero elocuente de dos mujeres, la esposa, Cándida Díaz, y la Señas de identidad, que era inevitable y próxima la ruina del
hija del escritor, Gloria, cuya muerte prematura puso fin a una franquismo" (1982: 426).
existencia abnegada y sombría, fatalmente condicionada por el
donjuanismo del novelista. Con Cándida contrajo Zamacois un No es el momento ni la ocasión de señalar la decantación
prematuro matrimonio, a los 22 años, y su huella en la autobio- autobiográfica que ha experimentado la novela en los últimos
grafía es tan tenue, como tenue debió ser su influencia real años y sobre la cual habría que hablar, aunque mucho se haya
sobre el escritor. Hasta el extremo de que Zamacois se olvida dicho ya (J.C. Mainer, Santos Sanz Villanueva, Francisco
de su matrimonio y se casa en Nicaragua de nuevo con una Ynduráin, Darío Villanueva, Rafael Conte). Pero lo cierto es que
muchacha de quince años de la que pronto empieza a fatigarse: sin apartamos de la literatura propiamente memorial se anticipa
ya, a principios de los 70, la avalancha editorial de los años pos-
"A fortalecer mi desamor acudían mis remordimientos, teriores a la muerte de Franco. Entonces proliferarán las volunta-
considerando lo que Cándida, María y Bianca (estas dos últi- des por recuperar nuestras señas de identidad (expresión hoy día
mas, amantes fijas del escritor), sufrirían si llegaran a enterarse ya lexicalizada), después queel franquismo se preocupara de
de que me había casado. Pensé entonces en regular mi situa- fagocitar la historia previa, sumiendo a los españoles en un enor-
ción divorciándome" (1964: 371-372). me vacío vital reflejado en los textos que hemos venido analizan-
do: la mayoría interrumpían sus relatos en los años 30 o restringí-
Zamacois murió en Buenos Aires, en 1971, pocos años des- an el ámbito de evocación a lo estrictamente personal. La discre-
pués de concluir sus memorias, en las que ya afronta el vislum- pancia política, intelectual, moral, no existe (la razón
bre de la muerte en el horizonte próximo. Pero toda autobiogra- fundamental de la decepción que entre los exiliados causó la lec-
fía, por definición, es una biografía incompleta, de modo que a tura de las memorias de Pío Baroja fue la ausencia de toda refe-
Zamacois le resultó imposible, como pretendía, coronar la suya rencia política que pudiera comprometerle). Y esa es la naturale-
con el dato inapelable de su muerte. Descanse en paz. za del cambio que percibe Tierno Galván y que ya está en puer-
tas. Tímidamente aparecen los primeros balances memoriales: el
de José Luis L. Aranguren: Memorias y esperanzas españolas
Años setenta. A las puertas del cambio (1969), título significativo para unas prosas autobiográficas en
las que su autor levanta acta de su contribución a la acción inte-
En los últimos años del franquismo, la literatura de raíz lectual española de la postguerra. Aranguren justifica, sin embar-
autobiográfica proliferará como si la liquidación .del régimen go, el repliegarniento de los primeros años como inevitable:
fuera segura. A ello se referirá Enrique Tierno Galván en sus
memorias Cabos sueltos (1982) al escribir: "Al sentimos (él y otros miembros de la generación de
1936 como Vivanco, Rosales, Panero, Valverde, Laín, Juana
"En su conjunto, la clase dirigente española coincidía en Mordó,...) totalmente ajenos al rostro público de la vida espa-
este común criterio: la democracia es inevitable, el franquismo ñola de la época, es normal que nos retrajésemos a la vida pri-
sólo resistirá hasta que se muera Franco. Incluso puede decirse vada, la del hogar, la del amor a la mujer, el cariño a los hijos,
que la expresión literaria ayudaba a mantener esa esperanza. la fraternidad con los amigos, la consideración filosófico-poé-
Cuando se rompen las normas artísticas, el imperio y represión tica del tiempo en su pasar y en su recuerdo, de la muerte en su
del Estado comienzan a dejar de ser fuertes. Aparte de las lento acercarse; y que nos retrajésemos también a una vida
excelencias literarias de la obra de Juan Goytisolo, cuyas dotes religioso-trascendente, vida unamuniaria, pero aserenada, a la
de buen escritor sería necio negar, me pareció cuando cerré búsqueda y encuentro de Dios" (1969: 65).

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Poco a poco cada uno fue siguiendo su propio camino, aca- enfada con sus pensamientos. Nuestras amigas Margot y María
so ninguno tan doloroso como el de Dionisio Ridruejo quien Carmen Portela, tan videntes y hermosas, dicen que entonces
había manifestado muy tempranamente su disidencia (su céle- saca un peine del bolsillo y se peina" (1982: 131).
bre carta a Franco manifestándole la más absoluta insolidaridad
"con el tinglado" del Régimen es del 42). Sus memorias, Con La luz de María Teresa León fue apagándose poco a poco,
fuego y con raíces, publicadas póstumamente en 1976, fueron pero ahí está el testimonio de su generosidad. _
de las primeras en la radiografía política de la etapa franquista. En otro tono y con distintos propósitos aparece en Espana la
Desde su exilio en el Trastevere romano, María Teresa Crónica sentimental de España (1971) de Manuel Vázquez
León inaugura la década con su autobiografía, Memoria de la Montalbán o las jugosas Memorias de un niño de derechas
melancolía (Buenos Aires, 1970), cuyas analogías y correspon- (1972) de Francisco Umbral, novelización de los años duros e
dencias con las memorias de Alberti ilustran la profunda com- irregulares de la postguerra . Ningún vuelo literario tiene, en
penetración que había entre los dos escritores. Sin embargo, cambio, la crónica de José Ruiz-Castillo Basala, El apasionante
habrá que esperar a 1977 para que se editen en España. El testi- mundo del libro. Memorias de un editor (1972), libro ameno
monio de la escritora nacida en Logroño, en 1903, ha adquirido escrito en un tono optimista y con el propósito de aproximarse a
con los años una significación especial debido a la índole de su las grandes figuras de las letras desde su experie~cia co~? editor.
enfermedad posterior, un Alzheimer que la sumió en la total y del mismo año datan las estupendas memonas familiares de
desmemoria de sí misma y de la cual afloran los primeros indi- Julio Caro B aroj a, Los Baroja, de las que se hizo una segunda
cios en el texto que comentamos. Pero es que María Teresa edición aumentada, definitiva, en 1978 y que es la utilizada en
León cumple en su libro con algo más que ofrecemos un testi- este trabajo. Está mal decirlo, pero las memorias de Julio Caro
monio de su vida. Lo define muy bien un estudioso de su obra, no constituyeron ninguna sorpresa en su día pues las entiendo
Gregorio Torres al subrayar que tiene plena validez: conformes en todo a la imagen que el ensayista y erudito ha
transmitido de sí toda su vida. Su estilo es magnífico: una prosa
"como testimonio de una clase intelectual y burguesa de
sólida, de gran justeza léxica y no exenta de ironía mantiene el
mujeres que apostaron por un feminismo militante y reivindi-
cativo en los años veinte y treinta de este siglo, de nuestra más tono sin desmayos ni vacilaciones hasta el final. En cuanto a su
reciente historia, con el exilio al hombro" (1987: 19). contenido, es paralelo al discurrir de las memorias de su tío, Pío
Baroja; a las más periféricas de su otro t~o.Ricard~: el pintor
La suya es una rememoración agridulce: la primera mitad (Gente del 98) y, más aún, a toda la novelística barojiana, en la
de la palabra obvia la explicación; en cuanto a la segunda, la medida en que cuentan desde otro ángulo, la crónica familiar de
verdad es que los años de la guerra fueron apasionantes para los Baroja. Resulta inconcebible la existencia de Julio Caro al
esta escritora que se atrevió a romper con su familia y con un margen de su pertenencia a un poderoso clan ~bal. :odero~o no
matrimonio que la avergonzaba. Esos años significaron un acto por su influencia política (nula, pues la política, m~s. prop~a de
de compromiso con unos ideales que suponían, entre otras plebeyos, nunca les interesó), ni económica (una familia v~illda a
muchas cosas, la liberación de la mujer, su propia libertad, y menos que se complace en imaginarse como decadente), sino por
arrastró a Alberti con ella. A mediados de los sesenta, cuando la intensidad de los lazos que han unido a sus miembros, fieles a
recuerda desde su casa de Roma, María Teresa reconoce que: la gens Baroja (la expresión es de BIas Matamoro, 1994: ~77)
hasta que la muerte los disuelve en el vacío. En la gens Baroja, el
"Ahora yo soy la cola del cometa. El va delante. Rafael no linaje de los Caro Raggio, otro fin de raza al alcanzar al padre de
ha perdido nunca su luz. A veces él cree que se eclipsa y se Julio, se hallaba en una posición secundaria:

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"En una balanza en la que se pusiera en un platillo la rodearon su niñez y adolescencia, hasta dibujar un gráfico cuya
influencia de la familia paterna y en otro la de la materna, explicación en lo esencial aleja la imagen de un hombre sin
cuando se llegara a pesar mi caso particular, el platillo con el contradicciones:
peso familiar paterno quedaría muy bajo, pesado; el otro se
alzaría leve (...) . "El primero (círculo), mayor espacialmente, sería España.
Pero mi padre vivió en casa preocupado por s.us neg,oclOs, El segundo, Madrid. El tercero, el pueblo de Vera. Dentro de
que no iban nunca demasiado bien, y creo que Influyo muy Madrid, otros tres: el familiar, en su relación con círculos inte-
poco en mí desde que empecé a tener uso de razón, hasta que lectuales, el educativo y el de la sociedad obrera. El familiar,
comenzó la guerra civil, durante la cual permanecimos separa- con relación al pueblo, también expresado en dos círculos o
dos. Al volvemos a unir, en 1939, él era ya un hombre en esta- ciclos distintos. ¿Pero cómo medir la calidad y la intensidad de
do de decadencia absoluta, aunque fue entonces acaso cuando las influencias? La contradicción empieza dentro del círculo
llegamos a estar más compenetrados" (1978: 27). más importante, que es el familiar. Se repite en los otros. Se ve
el sujeto (yo mismo en este caso) sometido a un 'sí, pero no'
Tres rasgos se alzan por el momento ~on un pr~t~goni~mo constante" (1986: 21-22).
absoluto en la novela familiar de los Baraja (la provisionalidad
del juicio se explica por el grado de significación que, en ese Las generalizaciones sobre las vidas de los hombres, para
contexto, alcancen las memorias, todavía inéditas, de Carmen Caro Baraja, no sirven para nada: el ser de cada hombre es úni-
Baraja de Caro, madre de Julio, esposa del impr~sor Caro co porque depende de la interrelación y eficacia de muchos fac-
Raggio y hermana del novelista). Estos rasgos son: la im~ortan- tores que convergen en él, y algunos lo hacen contraponiéndo-
cia que desempeñan las casas gentilicias de Vera ?e. Bi~~soa se. De modo que no es fácil responder a la pregunta de ¿quién
(Itzea) y Madrid (calle de Mendizábal) como materialización y soy? Julio Caro emprende la respuesta en 1957. Cuando empie-
referencia del núcleo tribal; el matriarcado en medio del cual se za a redactar sus memorias tiene 43 años y, sin embargo, asegu-
desarrollan las vidas de todos sus miembros, y el aislamiento o ra ver el mundo desde la sepultura, considerándose a sí mismo
el celibato firmemente asumido de algunos de ellos (de don Pío como muerto. Siempre ha sufrido problemas de salud pero a
y de Julio, sin ir más lejos). . , .. " ' sus dolencias crónicas se suma la presencia de la muerte: la de
"Nunca he tenido prisa por llegar a nmgun sitio sostendra su madre en 1950, la de su tío Ricardo en 1953 y la de Pío
Julio Caro en el discurso de ingreso a la Real Academia Baraja en 1956. De manera que, en 1957, Julio Caro Baraja se
Española (Madrid, 1986), que versó precisamente sobre el encuentra en un estado de postración absoluta y ese tiempo va a
género biográfico y su conocimiento antropológico, y ése es un suponer el comienzo de una vida en que los recuerdos se alza-
comentario frecuente sobre sí mismo que se vincula a una cons- rán como la única forma de existencia posible. Y a ellos se
titución física poco apta para la competición, siquiera para la entrega hasta 1970, poco más o menos.
participación. Pues bien, en su discurso de ingreso, J~lio Caro De 1968 data la escritura de dos textos de Rosa Chacel pro-
mostraba, con su fineza de espíritu acostumbrada, su discrepan- fundamente volcados a la indagación del mundo interior: uno
cia de cierta prácticas imperantes en la investigación actual de de proyección pública titulado La confesión (1970) y otro de
las ciencias sociales, brillantes pero de dudosa entidad real (y al proyección privada, estrictamente autobiográfica titulado
hilo de estas razones quedaba expuesta la orientación "delibera- Desde el amanecer (1972). Ambos libros están fechados en Río
damente antropológica" de sus memorias). Para ello, Caro par- de Janeiro, el año de 1968. Ello no tiene por qué significar
tía de su propia auto-observación y de la difi~~ltad de cal~brar nada, naturalmente. Pero puede entenderse como un ejercicio
la importancia que los distintos círculos familiares y SOCiales paralelo, y los dos textos frutos diversos de una sola búsqueda

208 209
y ?e una sola m~ditación. El primero, meditación a campo estaba perfectamente conformada en torno a una clara voluntad
abierto en la medida en que la escritora vallisoletana se pregun- de ser y, en ese contexto, no tendría sentido prolongar la narra-
ta por los motivos que empujan a la verdadera confesión: en su ción : el pulso mantenido por la niña contra su ser infantil tiene
opinión, el origen debe hallarse en la tensión entre conflicto un vencedor indiscutible, de modo que la lucha ha terminado.
interior y vida real que experimentan algunos seres, entre los La originalidad del intento revela que Rosa Chacel ha refle-
cuales Rosa Chacel considera a Cervantes, Galdós y Unamuno. xionado mucho sobre él antes de iniciarlo, porque es evidente
No caben dudas acerca de este último que hizo de su obra que no estamos ante una escritura "a lo que caiga" sino frente a
"desaforada y descomunal confesión" (Ricardo Gullón escribió un texto compacto, coherente en su interpretación y firme en
un magnífico estudio sobre ello). Mayor es el conflicto que los planteamientos. Así, bajo una apariencia convencional que
plantean Galdós y Cervantes: el primero por ser inasequible a nos conduciría a identificar su autobiografía con un pueril rela-
la confesión al carecer, sostiene la escritora, del sentimiento trá- to de infancia, no lo es en absoluto, porque se pretende demos-
gico de la nada. En cambio, Cervantes es el único que se confe- trar nada menos que la continuidad y con ecuencia de toda una
só de verdad en su Quijote, allegamos el testimonio de sus más vida. Que el lector de Rosa Chacel tenga o no razones para
firmes creencias y convicciones. Acierta Rosa Chacel al vincu- suponer fisuras en tan sólido arquitrabe es asunto que merecería
lar el acto de la confesión a un sentimiento dinámico y activo analizarse. Barrunto como fondo hipotextual la influencia de
como es la culpa. Y ésta, lógicamente, no depende de los actos Les mots de Sartre en la gestación de la autobiografía chacelia-
de un individuo sino de la tensión de su conciencia en relación na, que debería leer e además a la luz que han podido aportar
con la vida. El ensayo de Rosa Chacel, curiosamente del mismo sus diarios titulados genéricamente Alcancía.
título que el escrito por María Zambrano (1943), constituye una y llegamos a 1974, un año particularmente prolífero en la
de las escasas aportaciones españolas a la teoría de la auto- publicación de recuerdos y memorias: Madariaga, Sánchez
biografía. Albornoz, Ignacio Agustí, Eduardo Chicharro, Jaime Gil de
El segundo texto, Desde el amanecer, es paralelo, decía, a su Biedma, Juan Gil-Albert, Ramón Gómez de la Sema ...
reflexión genérica, sin embargo, no puede verse como una apli- Eduardo Chicharro ofrece serias dificultades de periodiza-
cación de sus ideas, en el sentido de que en su autobiografía no ción, pues si bien escribió, en 1959, unas interesantísimas notas
hay culpa y sí una voluntad de afirmación sin paliativos, presen- autobiográficas para que sirvieran de material en la redacción
te desde la primera página -su nacimiento en 1898- a la última de un prólogo a sus obras completas que debía estar a cargo de
-con su firme decisión de ingresar en la Escuela de Artes y Gabino Alejandro Carriedo, lo cierto es que esta edición de su
Oficios-o Adelantemos que no se trata de una autobiografía al obra, prevista en Méjico. nunca llegó a realizarse, como tampo-
uso, que siga el hilo cronólogico de una vida sino que Rosa co otra edición que Chicharro proyectaba en Argentina.
Chacel inventa una nueva estructura de relato al rechazar el Finalmente, dichas notas aparecen de forma literal como apén-
modelo tradicional y presentar la propia singularidad en relación dice a una edición de su obra poética firmada por Gonzalo
a un modelo descriptivo distinto, en el cual el orden cronológico Armero (el director de la selecta revista Poesía). Dicho apéndi-
se halla sometido a un orden superior, dialéctico: se trata de ce, inédito hasta 1974, acompaña pue la edición de Música
demostrar una tesis poco frecuente. Porque ¿qué lector sensato celestial y otros poemas y sobre él escribí para el último de los
es capaz de aceptar que Rosa Chacel ha moldeado ya los gran- coloquios que sobre la autobiografía coordinó el hispanista
des espacios de su vida a los 10 años? Esa es la propuesta de la francés Guy Mercadier (Aix-en-Provence). A él me remito.
autora de Barrio de Maravillas: su autobiografía se ocupa de los Jaime Gil de Biedma permite la publicación, en 1974, de un
primeros 10 años de su vida porque al cabo de ellos su identidad fragmento espigado de su diario. Se tituló entonces Diario de

210 211
un artista seriamente enfermo porque, efectivamente, incluía el Madariaga, pues en 1921 nuestro autor cuenta 35 años pero se
proceso de la cura de su infección tuberculosa, en 1956. halla en paro forzoso pues, según dice, sus dotes no armoniza-
Proceso paralelo a su adiestramiento vital y su quehacer litera- ban con sus diplomas: era un hombre de letras con la titulación
rio ampliamente reseñado en sus páginas. Sin embargo, el dia- de un ingeniero de minas. En 1921 se fue a Ginebra como fun-
rio de Jaime Gil no se publicaría íntegro hasta 1991 y su senti- cionario internacional de la Sociedad de Naciones, de allí pasó
do, leído del modo en que fue pensado y articulado por el poeta a Oxford donde ocupó una cátedra de literatura española (su
a los 27 años, es muy otro del que se desprende de esta pacata prestigio intelectual en el medio inglés siempre ha sido muy
edición del año 74. superior al que ha merecido en España). Cuando advino la
La editorial Planeta da muestras, en los años 70, de mucho República fue embajador de la misma en París y, más tarde,
interés por ampliar la serie de biografías y memorias de su ministro de Instrucción Pública en el gobierno de Lerroux.
colección "Espejo de España". Por sus cualidades literarias, Salió de España definitivamente ello de agosto de 1936.
destacaremos el libro de Ignacio Agustí, Ganas de hablar Las memorias políticas son textos dominados por una firme
(1974), cuyo género, frecuente por otra parte, no es fácil de voluntad de convertirse en alegatos en favor de quien los escri-
definir. A medio camino de todo, Agustí dijo haber escrito la be, pero también constituyen una fuente de consulta imprescin-
obra de un tirón durante el verano de 1973 (qué diferencia, sin dible, sobre todo si se manejan con pluralidad y espíritu crítico,
embargo, con los quince años empleados por Caro Baroja). para todo aquel interesado en espigar el conocimiento de una
Desgraciadamente el autor de Mariona Rebull murió poco des- determinada etapa histórica. Porque puede que los testimonios
pués, de modo que su manuscrito se convirtió en unas memo- sean contradictorios, por lo general suelen serlo, pero sólo en el
rias póstumas. Su peso específico reside en las anécdotas y nivel de la interpretación de los hechos. Raramente en el relato
relatos de experiencias vividas por el escritor con otras figuras de los hechos en sí mismos. Manuel Tuñón de Lara refería en
de las letras. Una memorias de salón, de tono amable y super- cierto artículo, por ejemplo, las cinco versiones de que dispone-
ficial en las que Agustí considera la infancia, una vez más, mos acerca de unas palabras del general Sanjurjo pronunciadas
como la etapa más expuesta y decisiva de la vida del hombre: el 12 de abril de 1931, y también cómo Alcalá Zamora y
Antonio Maura no se ponen de acuerdo sobre qué coches y con
"Yo creo que todas las opciones y pasos posibles de la quiénes fueron de la calle Príncipe de Vergara a la Puerta del
vida nos han ocurrido antes de llegar a los doce años. Sol la tarde del día 14 (El País, 5 /11/1978). Pues bien, las
Antes de esa edad yo he sentido la vergüenza, el miedo, el memorias de Madariaga es de suponer que ayuden a nutrir el
amor, el odio, la ira, el rencor, la ambición, la envidia, la sen- carácter especulador y relativo de la literatura testimonial por el
sación de angustia y de engaño, en fin, todo lo que luego des-
conocimiento superficial y ligero que proporcionan de hombres
cubrimos que son los resortes todos de la existencia" (1974:
421). y acontecimientos.

El europeísta Salvador de Madariaga publica, también en


1974, el primer volumen de sus memorias: Amanecer sin Ramón Gómez de la Serna
mediodía, al que seguirá en 1977 una segunda entrega titulada
Memorias de un federalista. Ambos libros se inscriben en el Para muchos, el mejor libro de Ramón Gómez de la Serna
amplísimo dominio del memorialismo político contempo- en su exilio bonaerense es precisamente su autobiografía titu-
ráneo, y el primero de ellos comprende el período que va de lada Automorihundia, publicada por primera vez en 1948
1921 a 1936, ambos decisivos en la trayectoria profesional de (Editorial Sudamericana) y en España, muerto Ramón, en

212 213
1974 (2 vols.). No es el único libro autobiogr~fico ~.e,Ramón Sin embargo, Gómez de la Serna no vivía propiamente exi-
ni mucho menos: durante toda su vida el escntor tejió en tor- liado.
no suyo un denso espacio autobiográfico, de plena afin!la- Pues su decisión de salir del país, a los 15 días de iniciarse
ción personal respecto de los otros (que tuvo algo de autonta- la contienda, se debió, según cuenta Francisco Ayala, a razones
ria) mediante la fórmula inimitable del "ramonismo" (1927). estrictamente personales: él trabajaba de noche y con la guerra
De modo que hay autobiografía en Pombo; en, sus retratos de debía mantener las ventanas de su piso cerradas. Era verano y
Azorín de Silverio Lanza y de Valle-Inclan; en sus dos hacía calor. Eso, al parecer, fue el motivo principal de su exilio.
tomos de Retratos contemporáneos; en la historia sobre Se fue a América viéndole grandes expectativas al cambio,
Gutiérrez Solana, en el prólogo a las Greguerí~s; en ~smos; esperanzas que muy pronto se volatilizaron. Regresó a España
en El novelista El secreto del acueducto, La mujer de ambar, de forma momentánea y pintoresca en el año 49, invitado por la
La viuda blan~a y negra, La Nardo, La quinta de Palmi.r~.;. Dirección General de Propaganda y por el diario Arriba (él
En todos estos libros, y aun en todos los otros que eSCn?lO, decía que vino para sacar para una silla de ruedas). Volvió a
queda reflejado el vivir del escritor en Madrid -su Madnd-, Buenos Aires de nuevo donde, dicen, quería permanecer su
en Segovia, en Suiza, en Portugal, en Nápoles. o en, ~uenos mujer, Luisa Sofovich. Cuando muere en 1963 ya no es popular
Aires. Después, en la misma línea a~t.oblOgraf¡~a .de en España: "Te han dejado solo, con un "ahí te pudras" definiti-
Automoribundia estarán las Nuevas paginas de mi Vida vo", anota en Nuevas páginas de mi vida (1970: 18). Lo cierto
(1957) y su Diario póstumo (1972): dos libros tal vez más es que queda ya muy lejos aquel funambulismo propagandísti-
radicales en su planteamiento, pues en ellos el avance de la co en las veladas de Pombo, su legendario cuarto de trabajo o
muerte en la conciencia de Ramón imprime un hondo drama- sus dotes de conferenciante (tan pronto leía su texto enrollado
tismo a su escritura. Más que relato de lo que ha sido desde lo alto de un trapecio como se tragaba una vela entre
(Automoribundia), en Nuevas páginas de mi vida t:allamos ~a pausa y pausa, o salía a la tribuna flanqueado por un par de
crónica, tristísima, de lo que es ahora, a los 67 anos y resi- gallinas; por no hablar de sus fantásticas mentiras). Con todo,
diendo en la capital argentina. . ., se le entierra en España con honores de personalidad célebre
El destierro el vivir fuera de España, perjudicó mucho a (una de las preocupaciones de Ramón en Nuevas páginas de mi
Ramón. En realidad, la experiencia del exilio no ejerció, ni vida es ¿qué será de mi cadáver?).
mucho menos una influencia homologable en todos los intelec- Los motivos que aduce Ramón para escribir su
tuales españoles: mientras algunos revelaron lo mejor de su Automoribundia son varios sin que ninguno de ellos alcance
talento en el exilio (Francisco Ayala, Max Aub, Manuel verdadera autonomía. Existe, en primerísimo lugar, la necesi-
Andújar, Paulino Masip, Rosa Chacel y tantos otros); l~s hay dad -que también experimenta Corpus Barga- de revisitar el
como Ramón (y Ortega o Corpus Barga) que una vez leJOSde pasado. Su memoria, como la de Corpus, es memoria de
sus raíces vivieron en una gran confusión: España y de su vida en ella hasta el momento del conflicto. No
hay en su escritura autobiográfica la menor curiosidad por el
"Lejos, nostálgico -escribe Francisc~ l!mbal aludiendo ~
país que les acoge, ni por sus gentes. En realidad Ramón era
conformismo político de Ramón-, es quiza cuando, ha.c~mas
concesiones al Régimen resultante de la guerra. Aquí, viviendo indiferente a todo lo que no fuera su actividad de escritor, de
de cerca la corrupción administrativa y demás, es seguro que modo que cualquier compromiso político, por pequeño que fue-
se habría refugiado en su arte puro y su Madrid ide~l. U~a co?- se, le venía holgado. Todo lo que le importaba a Ramón (o a
ducta personalista, seguro, pero de mejores frutos literanos, sm Corpus) murió en 1936 y ellos no eran más que seres transplan-
duda" (1977: 259). tados que no conseguían arraigar en otras tierras.

214 215
Pero hay otras razones para su Automoribundia: la voluntad dando suspensos en un punto cualquiera de la narración, como
de explicación de su actitud iconoclasta. Este escritor madrepóri- si Ramón se olvidara de ellos. Al final, serán las primeras líne-
co nunca buscó un sistema (vital, ideológico o estético) completo as de cada capítulo las responsables de marcar la pauta temáti-
y coherente sino, como se ha dicho, el rasgo rebelde, desordena- ca: el motivo de la evocación o bien el tema alrededor del cual
do, heterodoxo. De él dijo Melchor Fernández Almagro que fue Ramón tejerá su digresión reflexiva: la importancia de la cena,
una "generación unipersonal" porque no cupo adscribirlo a nin- el fumar en pipa, la fotografía, la fecundidad creadora, ... De
guna de las existentes. Rozó todos los ismos de un modo más hecho, cualquier tema es válido para opinar sobre él y permitir
vital que reflexivo, pero sin identificarse con ninguno que no par- el espectáculo de la palabra. Tratándose de Ramón, la digresión
tiera de él mismo y de su propia escritura. Es lógico pensar, en acaba en greguería, y páginas enteras de Automoribundia pue-
ese contexto autofágico, que Ramón quiera asumir la responsabi- den leerse como una serie interminable de greguerías. El texto
lidad consciente de su visceralidad. También se pretende salir al mismo se fragmenta en párrafos cortos que delatan a simple
paso de todos los sambenitos que se le atribuyen, lo que expresa vista dicha estructura, reflejada también en su capacidad de
con su característico sentido del humor: adaptación. Así, para el escritor el género autobiográfico se
ofrece como una forma literaria elástica y flexible que se ajusta
"A mi me ha pasado que estando en algún café de barrio en
como un guante a su propia cosmogonía: bastará una somera
que no me conocían he oído achacar a 'Gómez de la Sema' opi-
justificación textual al comienzo de algunos capítulos para que
niones que nunca propugné, y he sabido de discusiones pinto-
rescas en que se ha discutido que yo era calvo y gastaba bisoñé,
el escritor entre barrocamente en el comentario de su vida, una
o ya perdido el polemista al ver que le rebatían sus opiniones vida cuyas raíces se prolongan, confunden y extienden hasta
literarias sobre mi, ha acabado por decir: 'Sí, muy bien ... Lo dotar de una nueva identidad al Yo del origen.
que ustedes quieran, pero pega a su mujer'" (1974, 1: 12). Gómez de la Serna resulta escasamente penetrante en sus
retratos de seres humanos siendo, como era, extraordinariamente
El cruce y abundancia de propósitos expuestos en el prólogo perspicaz para captar la oportunidad del rasgo en los objetos ina-
da una idea de los rasgos constitutivos de su Auromoribundia, nimados. Ni tan siquiera la descripción que hace de sí mismo en
esto es, la prolijidad, la dispersión y un talento creador que le el capítulo 36 consigue transmitir al lector una impresión profun-
hace incomparable (Dalí, en todo caso ...). De modo que el libro da. Tampoco lo logra al hablar de Luisa Sofovich, una porteña
no tiene desperdicio y el lector penetra fascinado en un mundo nacida en 1912 de padres rusos. Ramón la conoce en su primer
desmesurado, en el cual descuella su vocación literaria. viaje a América, en 1931. Y de Luisita se conforma con decir
Tempranísima, según cuenta Ramón: a los 12 años ya concentra algunas vaguedades poco reveladoras, de acuerdo con su costum-
sus esfuerzos en confeccionar un periódico en gelatina que titula bre de confundir, en un mismo plano narrativo, el objeto de la
El Postal, del cual tira 25 ejemplares los domingos. Y, aunque descripción con las ideas que sugiere. La técnica es de gran inte-
alguna vez ayudara en algo la gelatina, eso solía significar escri- rés aplicada a la experiencia cotidiana de las cosas, pero no alcan-
bir 25 veces el texto (pensado por él, naturalmente) y dibujar y za los mismos resultados tratándose de personas. En este sentido,
colorear otras tantas las ilustraciones del mismo. rara vez las descripciones de Ramón logran entidad y autonomía.
Una vez rebasada la evocación de los años de infancia y Como si de hecho no las viera. Veamos qué dice de Luisa:
adolescencia, el orden de la narración se desliza de forma
imperceptible de la cronología a la asociación de ideas o temas, "La gracia clara de Buenos Aires relucía en su sencillez, y
si bien se intentará mantener paralela al hilo de la biografía. Sin noté en sus ojos la certeza de la comprensión y la puntería del
embargo, los acontecimientos acaban superponiéndose o que- matiz, el auxilio de la palabra.

216 217
En la raza nueva Luisa era la muchacha --exótica america- rialismo español. Después de tantos años de forzado silencio,
nizada y españolizada- llena de fe en la literatura y el amor.
los recuerdos están brotando con la mayor naturalidad. Lo dijo
Mujer de claridad -aun con los misterios de sus dos nativi-
Borges: las palabras son símbolos que postulan una memoria
dades-, tenía un gran estilo su alma, despectiva y sensible
como si tuviese puestos los ojos en un horizonte final de Arte compartida. A partir de 1975, las mismas' palabras, las de siem-
puro" (1974, II: 556). pre, rescatan una realidad oscurecida. Aquí está lo esencial. El
memorialismo contemporáneo debe su riqueza a los miles de
recuerdos dormidos en un depósito común y que vamos reco-
¿En realidad, no está hablando de sí mismo?
brando. Que se alce la verdad entre ellos es su mejor efecto. Sin
Pero al libro, decíamos, no le falta hondura. El desasosiego
embargo, el desafío continúa.
del escritor ha aumentado en su autoexilio, donde las dificulta-
des económicas le obligan a escribir a ritmo de fábrica para
todo tipo de publicaciones, hasta exclamar:

"Es muy grande el mundo ... Hay sitio para todos, sí., ¡para
que todos estemos enterrados!"

Triste lucha por la vida al cabo de tantos años. Lucha agra-


vada por su deplorable actitud política. Y deplorable no tanto
por su extemporáneo apoyo al régimen de Franco sino por la
inconsistencia de su conducta. En fin, lo cierto es que Ramón,
el gran Ramón, ofrece en Automoribundia sus entrañas dolori-
das, infantiles y exhaustas.

Final

La nómina de autobiógrafos hasta aquí reseñados no es


exhaustiva, tampoco lo pretende. Se han excluido en primer
lugar, las memorias de carácter político y también aquellas
demasiado comerciales: unas y otras se alejan de la divisa más
alta de la literatura, su deber con la palabra.
En segundo y último, puede resultar llamativo el hecho de
detenerse en 1974, justo cuando aflora un corpus autobiográfi-
co muy estimable. Las memorias de Carlos Barral, de Laín
Entralgo, de Dionisio Ridruejo, serán los primeros testimonios
de una nueva etapa de la historia de España, la que se inicia con
la muerte de Franco y que hasta el día de hoy mantiene una
notable homogeneidad. La suficiente como para engrosar con
un nuevo capítulo, acaso el más atractivo, la historia del memo-

218
219

J
BIBLIOGRAFÍA
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América. Madrid, 1898.

* La relación de títulos no es completa, ni mucho menos. Pero sirve para dar


constancia de mis lecturas. El profesor Romera Castillo (UNED) es quien
dispone del catálogo más completo que conozco de obras autobiográficas
publicadas en España. A él me remito.

223
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~/~~ en España e Hispanoamérica. Direc-


tora de la Unidad de Estudios Bio-
gráficos, centro de investigación con

Sz> 02. 91 D(
sede en la Universidad de Barcelona.

La Formación de la Indivi-
dualidad. (Autobiografía e histo-
~ d)l/ ria) de Karl Weintraub.
El Ser y el Texto. (La auto-
biografía, del Romanticismo a la

J So(;tz- posmodemidad) de Paul Jay.


El pacto autobiográfico y
otros estudios de Philippe Lejeune.

/ /j En contacto con el mundo.

N~~ (Autobiografía y Realidad) Paul

.e:t'
John Eakin.

f;z &t>~ El Gran desafío. Feminis-


mos, autobiografía y posmoderni-
dad (varias auto;as).
Hambre de memoria. Ri-
chard Rodriguez.
Escribir la vida de una mu-
jer. Carolyn G. Heilbrun.
Narcisos de Tinta. Anna Ca-
bailé.
Hermanos y guardianes.
244 John Edgar Wideman.
Este estudio sobre las autobiografías y memorias escritas
en España a lo largo de los siglos XIX y XX aspira a contri-
buir a una necesaria, y todavía pendiente, historia de la auto-
biografía peninsular. Se dice que el género no tiene demasia-
da tradición literaria en España, y, sin embargo, desde San
Agustín se perfila como un vehículo expresivo esencial para
el conocimiento del hombre, en sus aspectos menos accesi- .
bles tal vez, pero más reveladores de su íntima naturaleza, de
sus conflictos y de su capacidad de persuasión. La autobio-
grafía, pues, entendida como arte de la referencia, de la auto-
rreferencia. Práctica que si bien todos ejercemos en muchas
ocasiones y forzados por diferentes motivos, para algunos se
convierte en una meditación sobre el pasado, la memoria y la
identidad. Para otros en una justificación lúcida, confusa, ale-
gre o amarga de sus vidas. Para todos, su escritura parte de lo
más íntimo del ser y suele brotar naturalmente, casi como el
eco de un murmullo que viniera a recordar las palabras de
Narciso en el estanque: ISTE EGO SUMo
El libro está organizado de acuerdo con dos parámetros
críticos que articulan el análisis de los textos: la teoría y la
historia. Ambos ayudan a la autora a trazar un perfil de la
existencia humana y de su lucha permanente por dejar cons-
tancia de la propia singularidad.

ISBN 84-88803-10-9

MEGAZ~

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