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Protocolo de Lectura

Frans van Eemeren, Rob Grotendorst, Sally Jackson y Scott Jacobs,


Argumentación, en El discurso como estructura y proceso, Teun Van Dijk.

En la corta exposición que estos cuatro autores nos brindan sobre una de las
variables del estudio discursivo, se hace en primera medida una definición del
campo temático para posteriormente definir las contribuciones helénicas y
contemporáneas en el mismo; por último, aplican la metodología analizada en un
estudio de caso concreto. A continuación destacaremos los rasgos más significativos
de este capítulo

Al inicio del texto se nos da una definición básica desde la cual se desprenden las
añadiduras teóricas posteriores: La argumentación es una particular utilización del
lenguaje que busca corroborar o refutar un enunciado específico, bien sea este
ejercicio realizado en el campo de lo escrito, bien en un intercambio comunicativo
oral cotidiano; esto implica que la estructura formal de un argumento cualquiera está
constituida por una primera aseveración, seguida de una serie de enunciados que
buscan la justificación de dicho juicio como adecuado. Estos enunciados se
convierten de esta forma en la posibilidad de verificación discursiva que legitima
una afirmación específica como verdadera ante un interlocutor igualmente
específico. El problema de la verdad o la farsa presentes en la argumentación es uno
de los aspectos más controvertidos de este campo temático, como veremos más
adelante. Ahora bien, en esta definición también está implícita otra característica:
todo argumento puede ser abordado desde dos perspectivas en oposición, una que
busca su corroboración (la del argumento propiamente dicho) y otra que busca su
refutación (la del contra- argumento). Esto implica dos cosas: a)que todo argumento
incluye medios cuestionables respecto al criterio de verdad expuesto en el mismo;
b)que a toda afirmación le es inherente su contrapartida dicotómica, y que por lo
tanto, cuando se hace un ejercicio argumentativo individual (por escrito las más de
las veces) se parte inferencialmente de estos contra-argumentos hipotéticos para
solidificar la propia aseveración. Solo en el caso pragmático en que el intercambio
comunicativo permite la inmediata retroalimentación de argumentos y contra-
argumentos respecto a un tópico particular asumido desde dos posturas mutuamente
excluyentes, es posible encontrar la manifestación más dinámica y “pura” de un
proceso argumentativo. Esta característica nos lleva a establecer un tercer atributo:
La argumentación está siempre inmersa en un contexto particular de actividades,
interrelaciones, referentes culturales comunes, etc. Esto significa a su vez que los
componentes formales de un argumento oscilan entre lo manifestado explícitamente
a través de estructuras gramaticalmente “válidas”, y lo manifestado implícitamente
en premisas de mutua inferencia, o significados derivados de la asociación
metafórica o metonímica, etc.

En la segunda parte del texto, los autores resumen brevemente lo planteado por
Aristóteles en su Lógica, como un cuestionamiento pionero sobre el problema de la
argumentación. Desde esta remota época era clara su función: convencer a otros
sobre la veracidad de lo que uno expone. Sin embargo, para Aristóteles existía una
radical diferencia entre la argumentación retórica y la filosófica: mientras la primera
apelaba a las premisas de acuerdo a la validez que el “auditorio” les pudiera
conceder, la segunda funda la validez de las mismas en un conocimiento adecuado
del objeto al que estas se refieren. Está presente en esta diferenciación la búsqueda
de ideas racionales lógicamente comprobadas y su influencia positiva en la sociedad,
causa final de los planteamientos aristotélicos. La propuesta hermenéutica de
Aristóteles se basa fundamentalmente en el postulado de los silogismos categóricos.
Éstos son un sistema de razonamiento abstracto que extrae de la relación entre dos
premisas una conclusión válida; se contrastan en este ejercicio tres categorías de la
siguiente forma:
Algunos S son M
Algunos M son P
Por ende, Algunos S son P.1
La aceptabilidad de la conclusión (que relaciona las dos categorías no conectadas en
las premisas), como vemos, depende exclusivamente de la veracidad atribuida a las
dos premisas. Si una de estas es falsa, la conclusión también. Y si ambas son
verdaderas, la conclusión no puede ser falsa. Esta argucia lógica busca establecer
1
Donde S representa el sujeto de la conclusión, P representa el predicado de la conclusión y M representa
la categoría que media entre las dos primeras.
juicios verdaderos u objetivos acerca de las cosas en un proceso dialéctico de
comprobación progresiva; por el contrario, el entimema (contrapartida retórica del
silogismo) confunde la capacidad persuasiva de un acto discursivo con la veracidad
de lo argumentado. La actividad retórica se basa fundamentalmente en la “falacia de
equivocación”, un error de razonamiento que surge en el cambio imperceptible de
significado en los términos utilizados en el argumento. Los autores lo ejemplifican
en el suceso periodístico cotidiano que equipara la verosimilitud con la probabilidad
estadística. Por último, el texto rescata el método dialéctico como el más adecuado
para la consecución exitosa2 de un proceso discursivo, dado que además de someter
las ideas a una reflexión crítica, parte de una postura cooperativa presente en los
interlocutores, lo que elimina (hipotéticamente) las posibles relaciones de poder o de
manipulación presentes en los intercambios comunicativos, y por lo tanto, lleva
inexorablemente a una conclusión compartida.

En la tercera parte, el texto expone algunos de los nuevos enfoques que la escuela
hermenéutica contemporánea introduce en el problema de la argumentación,
haciendo énfasis en los aportes de Toulmin. En The Uses of Argument, Toulmin
propone un análisis de la argumentación que la considere siempre sujeta a los
contextos sustantivos del discurso, es decir, los campos pragmáticos en los que tiene
lugar. Básicamente, el modelo propuesto mantiene la estructura
aseveración/comprobación (el autor las llama “bases”) expuesto arriba,
incorporando solo un nuevo elemento que denomina “justificación”. La justificación
es una forma de razonamiento convencional desde el cual las “bases” logran
establecer una relación explicativa respecto a la aseveración. Estas prenociones
interpretativas basadas en relaciones lógicas supuestas tienen su origen en las
dinámicas lingüísticas específicas en las que los interlocutores se mueven y realizan
sus argumentos. Es precisamente este nuevo elemento el que introduce Toulmin,
basado en una concepción profundamente pragmática del discurso; posteriormente
otros autores ahondarán en la pragmatización de la argumentación con resultados
igualmente provechosos para el estudio del discurso. Entre ellos hallamos a
Hamblin, quien introduce en el análisis de los argumentos la ineludible presencia del
2
El éxito de este proceso depende de la posibilidad que tengan los hablantes de hallar una solución
mutuamente aceptable a la oposición de ideas.
destinatario específico al que se dirigen los mismos, y que por los tanto, además de
una relación lógica interna, el argumento también está moldeado de acuerdo a las
variables interpretativas del público con el que interactúa. Esto significa a su vez que
existen un cierto tipo de reglas comunicativas convencionales presentes en el
destinador, quien las utiliza de acuerdo a las características propias de su
“auditorio”. Por lo mismo, la argumentación no está previa y unívocamente
direccionada por el hablante, sino que se construye en la dinámica misma de la
discusión; en ésta salen a flote los niveles posibles de interpretación mutua, y por
consiguiente, se mejora progresivamente el intercambio comunicativo. Estos
aspectos presentes en las discusiones concretas son denominados por Hamblin
“auto-constitución” (en la medida en que el argumento las más de las veces surge
espontáneamente) y “auto-regulación” (dado que las normas que lo regulan se
configuran a lo largo del proceso argumentativo mismo) de la argumentación.

La última sección de esta tercera parte la dedican los autores a puntualizar algunos
de los objetivos que el modelo pragma-dialéctico (del cual aparentemente
participan) busca, utilizando las herramientas teóricas proveídas por los enfoques
contemporáneos expuestos. El elemento nuevo comprende la delimitación de un
modelo que tenga en cuenta los procedimientos ideales a usarse en la complejidad
de las discusiones cotidianas. Esta búsqueda toma como punto de partida la teoría de
la “lógica informal” según la cual los argumentos no deben ser estudiados
únicamente desde sus relaciones lógicas intrínsecas, dado que en su utilización
común, la aceptabilidad de un determinado argumento no se basa solamente en este
aspecto. También incluye los elementos pragmáticos ubicados por fuera del
argumento mismo, (como los que hemos anotado arriba) y que por lo tanto tienen
igual relevancia científica. Estos procedimientos que nosotros consideramos ideales
lo son en la medida en que se busca una interacción donde: a) el tópico de la
discusión sea debida y mutuamente acotado y aceptado; b) los argumentos y contra-
argumentos posean una congruencia recíproca; c) el análisis de la discusión incluya
las relaciones de poder entre los interlocutores; y d) se satisfagan en los argumentos
los criterios de pertinencia, suficiencia y aceptabilidad de acuerdo con los dos
puntos de vista en oposición.
La cuarta parte del texto afronta un caso concreto de argumentación desde estas
perspectivas teóricas planteadas. Este “análisis crítico de un anuncio editorial” nos
aporta conceptual y metodológicamente lo siguiente:
-Todo argumento está inscrito en una dinámica de relaciones sociales que le dan
tanto su razón de ser, como su intencionalidad; ambos puntos deben ser tenidos en
cuenta.
-En los argumentos expuestos públicamente, a través de los medios masivos de
comunicación concretamente, son más evidentes estos dos elementos por la
naturaleza misma del canal difusor.
-Para introducirnos en la estructura interna del argumento, es necesario completar
desde relaciones casuales lógicas las implicaciones que de un enunciado específico
se siguen.
-Es posible establecer la validez de estas proposiciones suponiendo que, basado en
las premisas presentes de forma explícita en su argumentación, el destinador se ve
hipotéticamente obligado aceptarlas.
-Deben diferenciarse claramente las categorías utilizadas en el argumento; si esto no
es posible, el argumento es impreciso o tiene una falacia de equivocación.
Usualmente, las categorías son de carácter moral.
-Las más de las veces, una premisa no es, lógicamente hablando, la explicación de la
aseveración; solo se crea un efecto retórico de conexión causal.
-Un argumento “autosellado” es aquel que, siguiendo las implicaciones que de él se
derivan, se llega inexorablemente a una contradicción interna.

La última parte del texto sugiere algunas de las posibilidades que el fortalecimiento
de un discurso argumentativo en la sociedad provee. Enfatiza la posibilidad de
incorporarlo a los métodos pedagógicos escolares como una forma de
potencialización de las capacidades de aprendizaje crítico en las personas.
Personalmente, participamos de esta posición planteada por los autores.

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