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La trayectoria de las tierras indígenas de Chiloé tiene una historia particular, que en
muchos casos deriva de procesos más generales que se dan a nivel nacional, pero que
asumen características propias o bien son exclusivas del archipiélago.
Los primeros pobladores del archipiélago de Chiloé fueron los chonos, pueblo canoero
que se asentó en las costas. Más tarde penetraron grupos huilliches que se establecieron en el
bordemar de la Isla Grande e islas adyacentes.
Con la llegada de los españoles, los huilliches fueron sometidos como mano de obra a
los sistema de encomiendas y sus terrenos repartidos en mercedes de tierras, las que se
otorgaron durante todo el período colonial.
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2. EL RECONOCIMIENTO DE POTREROS INDÍGENAS
El gobierno chileno en 1823, estando Chiloé aún bajo dominio español, dictó una serie
de disposiciones tendientes al reconocimiento de las tierras indígenas que sólo se aplicaron en
el archipiélago en 1829.
Un decreto del Palacio Directorial de Santiago contenía cinco artículos que resolvían:
“que cada intendente de Provincia nombre un vecino con el respectivo agrimensor, se instruya
de los pueblos de indígenas que existan o hayan existido en su provincia [...] midan y tasen las
tierras sobrantes pertenecientes al Estado [...] que lo actual poseído según ley por los
indígenas se declare en perpetua y segura propiedad [...] que las tierras sobrantes se saquen a
subasta pública [...] y verificando su remate se vendan por cuenta del Estado [...] que los
remates se harán por porciones, desde una hasta diez cuadras, para dividir así la propiedad y
proporcionar a muchos que puedan ser propietarios”.
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Terminadas las mensuras, una gran porción de la Isla Grande pasó a manos del
Estado, el que procedió a subastar tierras, otorgar permisos a las municipalidades para vender,
rematar y arrendar, e iniciar un proceso de poblamiento a través de la instalación de migrantes
europeos. Estas disposiciones se aplicaron preferentemente en la parte Norte y Centro de la
Isla Grande, no así en la parte Sur donde se encontraban los potreros huilliches.
Los límites de la concesión eran los siguientes: “Norte, paralelo 42; Sur la península
Taitao; Este, el Continental; y Oeste el mar pacífico”.
Años más tarde, Tornero vendió sus derechos a la “Sociedad Austral de Maderas” en
56 mil libras esterlinas, la que a su vez trató de renovar la concesión en 1905, 1918 y 1926 con
el fin de permitir el poblamiento en los límites de la concesión.
A fines del siglo XIX, el Estado inicia el proceso de mensura de tierras fiscales en la Isla
Grande de Chiloé, a partir del deslinde general de las propiedades particulares. Esta medición
tiene por motivo asegurarse tierras que hasta ese momento eran producto de la especulación y
formación de propiedades fraudulentas, y además correspondían a lo concesionado a Juan
Tornero.
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El procedimiento utilizado fue inscribir en 1900 todo lo mensurado y permitir la
oposición de quienes se sintieran perjudicados, presentando títulos válidos para desistirse de
incorporar esos terrenos en la inscripción fiscal.
Es así como el Fisco incluyó gran parte de los fundos huilliches de Compu a Yaldad. En
efecto, la inscripción -aparte de considerar algunas islas- incluyó el llamado ‘Grupo A’,
correspondiente a la sección que va entre Castro y el río Chadmo, desde las costas interiores
hasta la mar Pacífica; el “Grupo B”, comprendía la sección entre el río Chadmo y la línea de
costa que bordea la Isla Grande por el sur, respetando sólo en la parte del bordemar las
propiedades con títulos de la mensura de 1829-1837. Todo lo demás fue incorporado a dominio
fiscal, correspondiendo a los grupos “A” y “B” una superficie aproximada de 172.986 hectáreas
de terreno.
A pesar que dicha inscripción se avisó por la prensa local, los habitantes de los fundos
Coigüin y Guaipulli no establecieron oposición, debido en gran parte al desconocimiento de
dicho procedimiento, considerando que las tierras eran legítimamente indígenas, postura
avalada por las protocolizaciones de los documentos, efectuadas a fines de 1890.
Por otra parte, los derechos de la concesión Tornero, sobre la Isla Grande de Chiloé,
son traspasados en 1904 a Guillermo Acuña y la Sociedad Austral de Maduras. Esta se forma
en Valparaíso con la participación de la ConceSión Acuña, que aporta las tierras sujetas a
colonización.
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dominio sobre islas y terrenos fiscales. En esta vorágine expansiva logrará asentar dominio
sobre algunas porciones de tierras huilliches y posteriormente dichos fundos constituirán aval
para especulaciones financieras y como aporte a la formación de nuevas sociedades.
Sin embargo, las adjudicaciones que hace Isaías San Martín, Juez Compromisario
nombrado para adjudicar los fundos del Sur de hiloé, se llevan a cabo tras subastas “privadas”
(con un solo postor) y por las sumas mínimas de dinero, entregándole todos los predios a los
representantes de la Sociedad Austral de Maderas. Es así como en Noviembre de 1906
adjudica los fundos huilliches Coigüin de Compu y Coldita, y en septiembre de 1907 adjudica el
fundo Yaldad, además de los fundos forestales Asasao, mio y Quilanlar en Quellón y Pío-Pío
de Queilen. Posteriormente a las adjudicaciones son inscritos en el Conservador de Bienes
Raíces, junto al fundo Coinco obtenido por compraventa a Manuel Alvarado. Así, la Sociedad
Austral de Maderas consolida el latifundio forestal en la parte Sur de Chiloé.
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La Sociedad Austral de Maderas con las adjudicaciones fraudulentas se apodera en el
papel de tierras indígenas y fiscales, y para evitar juicios y litigios con los que las poseen
material y legalmente (las comunidades y el Fisco) procede a la reinscripción en 1914 -para
asegurarse el dominio-, eliminando las inscripciones parciales y procediendo a la inscripción
general de los fundos Asasao, mio, Quilanlar, Coldita Continente, Coldita Isla, Yaldad, Coinco,
Coigüin y Pío-Pío.
En 1918 la Sociedad Austral de Maderas entra en liquidación y aporta todos los bienes
y fundos a la Sociedad Braun-Blancharci, Díaz y Contardi, la primera formada a principios de
siglo en Punta Arenas por José Nogueira, cazador de focas y luego comerciante y estanciero
de la Patagonia, y la segunda con su casa matriz en Santiago. Ambas sociedades forman la
llamada “Comunidad Quellón’ y extienden sus dominios latifundiarios a Chiloé, con la
adquisición de los fundos de la Sociedad Austral de Maderas.
En total la “Comunidad Quellón” adquiere dominio sobre 306.430 ha. de las cuales
unas 85.700 ha. corresponden a los fundos huilliches Coigüin, Yaldad, Coldita y Coinco.
La posesión legal de las tierras no se refleja en una actividad productiva, más bien las
propiedades constituyen bienes para avalar transacciones comerciales y prácticamente no se
desarrolla actividad forestal que no sea la corta de leña para abastecer una fábrica de Quellón.
Diez años más tarde, en 1928, la Sociedad Braun-Blanchard, traspasa sus bienes para
la formación de la Sociedad Explotadora de Chiloé. Esta será quien deberá asegurar el pleno
dominio y verificar la validez de los títulos ante el Estado, que aplica la Ley de Propiedad
Austral.
Arturo Yungue siguió obteniendo tierras, entre ellas porciones de los potreros
indígenas, por la compra de acciones y derechos. En Guequetrumao a partir de la compra
realizada a Juan Pedro y Víctor Raín, quienes habían mantenido a salvo sus posesiones de la
inscripción fiscal de 1900, formó el fundo Chadmo de aproximadamente 3.000 ha. Sin
embargo, esta superficie en mensuras posteriores se redujo a 1,449,3 ha.
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11. LA SOCIEDAD EXPLOTADORA DE CHILOÉ Y LA LEY DE LA PROPIEDAD AUSTRAL
Por otra parte, en el año 1929 se crea el “Ministerio de la Propiedad Austral” (más tarde
Ministerio de Tierras y Colonización) con el fin de aclarar “definitivamente” la situación de la
propiedad raíz en el Sur de Chile, donde se encontrará con diversas formas fraudulentas de
apropiación de tierras indígenas y fiscales.
Para operacionalizar estas aclaraciones se dictan sucesivas leyes desde 1925, las que
se funden en el Decreto Ley N° 1.600 de Marzo de 1931, conocido como Ley de Propiedad
Austral, la que establece que todos los que se pretenden propietarios deben revalidar sus
títulos respecto del Fisco, para obtener el reconocimiento de dominio de sus propiedades:
“En Chiloé, cuatro sociedades y cuatro particulares pidieron que el estado les
reconociera la propiedad del 83% de la Isla Grande, es decir, 700.000 ha. Después de años de
tasaciones y batallas jurídicas, el Estado llegará a recuperar algunos cientos de miles de
hectáreas”. Entre éstos estarán en disputa todos los fundos huilliches, en los que se jugarán los
intereses particulares, fiscales y de las comunidades, asentándose la propiedad de la Sociedad
Explotadora y del Fisco pero no existirá reconocimiento de tierras a los indígenas, a quiénes se
les niega la validez de sus títulos obtenidos en 1823.
La Ley de Propiedad Austral señalaba que para revalidar los títulos, los que poseen o
pretenden tierras deberán probar que poseen títulos de dominio a cuerpo cierto del predio que
solicitan para su reconocimiento, acompañar copia autorizada del último título de dominio,
certificado de inscripción a nombre del solicitante, plano y deslindes del predio, probar que
tienen ocupación material directa o por medio de otras personas a lo menos por diez años,
haber realizado en cantidad apreciable trabajos y mejoras a fin de hacerlo productivo, y estar
pagando contribuciones de bienes raíces.
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alcanzar el reconocimiento de las propiedades y en pelear cada hectárea de terreno, en dos
frentes: con el Estado por que se reconozcan sus títulos y contra los “vivientes” al interior de los
“fundos”, para los cuales también se contemplan en la Ley claúsulas para su reconocimiento de
las posesiones que ocupan.
Esto hace que la Sociedad Explotadora niegue la calidad de ocupantes con mejoras a
los indígenas que están habitando ancestralmente los fundos, señalando su Gerente en 1939
el “número incalculable de ocupantes que se han instalado, se encuentran arraigados en los
diferentes fundos de la Sociedad”.
Por su parte, todos los descendientes de las sucesiones indígenas de los diversos
fundos tratan de obtener el reconocimiento de sus títulos de 1823 y de las protocolizaciones e
inscripciones posteriores. El Fisco examina sus antecedentes y les inquieré por nuevas
escrituras que no se refieren a acciones y derechos sino a “cuerpo cierto”.
El proceso de revalidación de títulos concluyó en 1938 para los fundos Yaldad, Coinco,
Coldita Isla y Continente, donde por Decreto Supremo se reconoció a la Sociedad Explotadora
de Chiloé el fundo Yaldad con 13.989 ha., exceptuando 1.490 ha. que más tarde (1943) se
compensarían con 6.570 ha.; es decir, el fundo Yaldad aumentó su superficie a 20.149 ha. Al
fundo Coldita Continente -con 13.310 ha.- se le reconocieron sólo 213 ha., y en la Isla Coldita
sólo se le reconocieron 6,7 ha., denegando el Estado 2.166 ha. El fundo Coinco -de 2.969 ha.-
fue integramente reconocido a la Sociedad, junto a varios fundos más.
Todas las porciones denegadas fueron inscritas por el Fisco, y a las sucesiones
indígenas no se les reconoció derecho alguno.
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Timoleón de La Taille forma en el año 1977 la Compañía Forestal de Chiloé
(FORESCHIL) con la cual pretende realizar alguna actividad forestal para la exportación de
maderas, una vez que se desechó el proyecto Astillas de Chiloé, que comprometía parte de los
bosques existentes dentro de los fundos.
Sin embargo, ninguna de estas actividades prosperó. En 1980 de La Taille y sus socios
crean una nueva empresa, “Forestal Chiloé Sociedad Anónima”, y con FORESCHIL se
traspasan los fundos como forma de realizar especulación financiera, lo que significó que los
fundos queden con medidas precautorias o embargados por los bancos, como ocurre con el
Banco Unido de Fomento y luego con el Banco Sudamericano.
global de los fundos al Fisco, y éste sólo procede a entregar algunos títulos
individuales. En 1980, como parte de la venta de tierras fiscales, y operando el Decreto Ley
3.568 que propende a la división de las tierras indígenas modificando en gran parte la Ley
Indígena N° 17.729 de 1972, el Ministerio de Bienes Nacionales traspasa al Departamento de
Asuntos Indígenas de INDAP los fundos Coigüin, Guaipulli y Guequetrumao, para que proceda
a subdividirlos entre las familias huilliches y otorgue títtilos individuales de dominio, cuestión
que se realiza entre 1982 y 1986.
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15. COMUNIDADES HUILLICHES Y DEMANDAS DE TIERRAS
En 1937 piden en Ancud que las autoridades acojan la petición de exención del pago
de contribuciones de acuerdo a la Ley de 14 de Agosto de 1936, gestión que no prosperó. En
1938 nuevamente pedían al Gobierno el fin de los embargos por deudas de contribuciones,
pues ya se había confiscado ganado, enseres y cosecha para saldar las deudas de
contribuciones.
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sus problemas económicos, sociales, educacionales y de tierras, pidiendo una comisión que
resuelva la radicación de los mapuche-huilliches de Chiloé: “Solicitamos que sean respetados
los títulos originarios de las tierras de los mapuches las cuales deben ser devueltas a sus
antiguos dueños y sus descendientes”.
Las gestiones prosiguen en 1958, cuando José Antonio Huenteo expone al Juzgado de
Indios de Pitrufquen que “ellos no quieren que se les radique por familia, sino que se mantenga
una comunidad indígena, y por tanto, les basta con que se remensuren los deslindes
generales”.
Esto reafirmaba la demanda huilliche de entrega de los fundos globales, que continuó
años más tarde. Así lo pedía en 1980 José Santos Lincoman, cacique de Compu, en carta al
gobierno militar: “tenga a bien entregamos la tierra de las 12.000 hectáreas con un título global
de dominio a nuestra comunidad conforme a la nueva Ley Indígena, libres de contribuciones de
bienes raíces”.
Sin embargo, en los hechos la restitución global de la tierra a las comunidades no fue
oída, y se procedió a dividirla y a la entrega de títulos individuales.
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MINUTA – “EL TRATADO DE TANTAUCO”
Chiloé era un enclave realista que había logrado rechazar los anteriores intentos de
anexión en 1820 y en 1824. Sin embargo, no les fue posible a las tropas chilotas hacer lo
mismo en 1826 y fueron derrotadas en las batallas de Pudeto y Bellavista. Con este tratado y la
rendición de las huestes españolas en la Fortaleza del Real Felipe de El Callao, ocurrida una
semana después, el Imperio español perdió sus últimas posesiones en América del Sur.
El 17 marzo de 2006, el entonces lonko mayor de Chiloé, Sr. Carlos Orlando Lincoman,
autoridad máxima del Consejo general de caciques williche de Chiloé, dirigió una carta de a la
Sra. Presidenta de la Republica Michelle Bachelet, en donde señala que “ En octubre del año
2004, me reuní en Castro con el ex Presidente Lagos, él comprometió el esfuerzo de sus
funcionarios para reglamentar los artículos 60 y 61 de la Ley Indígena, como una manera de
mejorar las herramientas para resguardar los derechos williche, así como avanzar en la
defensa de nuestras tierras poniendo en vigencia el Tratado Internacional de Tantauco, de
1826, y eso no ha ocurrido. De los funcionarios sólo tenemos cartas de disculpas por lo que no
hacen y el trato inhumano hacia nuestro pueblo con los recursos del Estado y del ex Presidente
sólo recibí la fotografía que recuerda la histórica reunión en la que se faltó a la palabra.”
El excmo. señor Supremo Director de la República de Chile don Ramón Freire, General en Jefe
del Ejército expedicionario sobre Chiloé.
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su ejército con la situación a que le ha reducido la victoria conseguida en Bellavista por las
armas de la patria el 14 del corriente, ha nombrado el primero a los infrascritos el coronel del
batallón N° 4 don José Francisco Gana, y el auditor de guerra y su secretario general don
Pedro Palazuelos Astaburuaga, para que examinados los artículos que propusieron los
nombrados por el segundo, que son el coronel de infantería de línea don Saturnino García y el
coronel de milicias y alcalde de primer voto de la ciudad de Castro don Antonio Pérez,
verificasen el tratado contenido, concediendo cuanto sea compatible con el bien común y
dignidad de la República de su mando, lo cual después de canjeados sus poderes, dichos
comisionados han cumplido suscribiendo los artículos siguientes:
1°.-La provincia y archipiélago de Chiloé con el territorio que abraza y se hallan en poder del
ejército real, será incorporado a la República de Chile como parte integrante de ella, y sus
habitantes gozarán de la igualdad de derechos como ciudadanos chilenos.
2°.-Serán entregados a disposición del General en Jefe del ejército expedicionario de Chile,
todo el armamento, municiones y banderas como también las baterías y pertrechos que se
hallan en los almacenes del archipiélago pertenecientes al ejército real.
3°.-Para llevar a efecto la entrega del armamento, municiones, banderas, y demás que se
expresan en el artículo anterior, el general en jefe del ejército real ordenará, que sean
conducidos, por los mismos individuos a los almacenes de Castro y puestos bajo la custodia de
dos comisionados, quienes verificarán la entrega con las debidas formalidades a los que
nombrase el general en jefe expedicionario.
4°.-Todos los jefes, oficiales y tropa que componen el ejército real quedarán libres para
dirigirse, y fijar su destino en donde más les acomode, sujetándose a las leyes de la República
a los que quisiesen radicarse en ella.
5°.-Aquellos jefes y oficiales que quisiesen salir del archipiélago en virtud de la libertad
concedida por el artículo anterior, deberán verificarlo en el término de dos meses contados
desde la fecha de la ratificación de este tratado, pudiendo conservar el uso de sus uniformes,
espadas y sirvientes, durante este término y no más.
6°.-Los equipajes, propiedades y demás bienes, así muebles como raíces, de todos los
individuos del ejército real serán inviolablemente respetados.
7°.-Lo serán igualmente los bienes y propiedades de todos los habitantes que se hallan
actualmente en esta provincia.
8°.-Será de cuenta del Gobierno de chile el transporte a cualquiera de sus puertos de todos los
jefes y oficiales, empleados y tropa del ejército real que lo solicitare con sus familias y
equipajes, según sus rangos y clases, siempre que lo verificasen en el término de un mes.
9°.-Serán inmediatamente puestos en libertad todos los prisioneros hechos por ambos
ejércitos, y gozarán de los beneficios de esta capitulación.
10°.-Se echará en olvido y correrá un velo a la conducta que por razón de las opiniones
políticas se haya observado hasta el presente por todos y cada uno de los comprendidos en
este tratado.
11°.-Los empleados, corporaciones políticas y eclesiásticas, los jefes y oficiales, los cuerpos de
milicias de esta provincia en posesión de sus respectivos grados y empleos que actualmente
obtienen, si quieren continuar en ellos, como reúnan a juicio del Gobierno la virtud y aptitudes
necesarias para desempeñarlos.
12°.-La guarnición o tropas de continuo servicio, que existan en adelante en esta provincia,
serán mantenidas a expensas de la República de Chile.
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13°.-Todas las dudas que ocurran sobre la inteligencia del presente tratado serán interpretadas
a favor del ejército real. Cuyos artículos para la ratificación de las partes contratantes firmaron
dichos señores comisionados en el Fuerte de San Antonio a 13 de enero de 1826.
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