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ISSN N° 1390-079X
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Quito
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agosto 2009
Editorial 7
EN EL BICENTENARIO 11
• Escritura de los hombres de Agosto
Hernán Rodríguez Castelo 13
• El Diez de Agosto de 1809. Actitud de las autoridades cuencanas
Juan Cordero Íñiguez 123
• Envío de los comisionados Montúfar y Villavicencio
al Virreynato de Nueva Granada y José Cos al de Perú
Enrique Muñoz Larrea 199
• Dos fechas y un mismo Bicentenario
Fausto Palacios Gavilánez 207
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• Bienvenida a María Luisa Laviana
Jorge Núñez Sánchez 373
• Reformismo borbónico y control fiscal:
Las cajas reales de Guayaquil en el siglo XVIII
María Luisa Lavianos Cueto 378
RECENSIONES 403
• Eugenio Espejo, Precursor de la independencia
Hernán Rodríguez Castelo 405
• Obras Completas de Eugenio Espejo
Carlos Freile 410
• Eugenio Espejo (Chuzhig)
Carlos Freile 412
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E
l bicentenario de la revolución quiteña del 10 de Agosto
de 1809, que estableció la primera Junta Soberana en
América, y llegó, en una segunda instancia, a elecciones
de legisladores, votación de la primera Constitución de
la que desde 1830 sería la República del Ecuador y defensa con
ejército propio de la joven República de Quito frente a la agre-
sión de las tropas virreinales, ha sido motivo de justa ufanía
para todos los ecuatorianos.
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E D I TO R I A L
Los dos textos son largos, pero cabe repetir lo que se dijera en el núme-
ro 179 del Boletín para dar razón de un texto de la extensión del ya
mencionado “La gloriosa y trágica historia de la independencia de
Quito 1808-1812”. Aquello que sentara Mejía, en las Cortes de Cádiz,
para justificar discurso tan largo como importante: “Hablando de cosas
grandes es necesario hablar con grandeza”.
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EN EL
BICENTENARIO
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LA ESCRITURA DE LOS HOMBRES
DE AGOSTO
Los paladines de 1809 van a ser juzgados por sus propios hechos y por
los preciosos monumentos que nos han dejado de su patriotismo e
inteligencia.
Herrera nunca nos dio esa nueva parte del Ensayo. Y, que sepa-
mos, nadie hasta ahora emprendió la tarea con el rigor y la amplitud
que entusiasmaban a Moncayo.
A hacerlo nos invita el bicentenario de la gesta de Agosto que
nos aprestamos a celebrar.
Por lo que especta al marco histórico en que se escribieron
estos textos, lo hemos presentado en nuestro ensayo “La gloriosa y
1 El libro de Herrera apareció en 1860; no en 1861, como aparece en el folleto de Pedro Monayo
(Véase nota siguiente).
2 Ensayo sobre la historia de la literatura ecuatoriana por Pablo Herrera, Quito, 1861, Juicio crítico
por Pedro Moncayo, Valparaíso, Imprenta Librería del Mercurio, 1861, reproducido en Museo
Histórico, N. 51, Quito, abril-junio de 1971. La cita en esta edición, p. 65.
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3 Para estas fechas, cf. “Alegato de Quiroga”, Memorias de la Academia Ecuatoriana correspondi-
ente de la Real Española, Quito, 1922, nota del editor, Nicolás Clemente Ponce, p. 67
4 Así Stevenson, cronista que estuvo muy cerca de los hechos.
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LA VIDA
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10 Ibid., p. 71.
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del tribunal, y al final no solo fue multado sino incluso despedido del
ejercicio de su profesión. En una ocasión cuando se le impuso una
multa, Quiroga declaró que de ninguna manera la pagaría ya que el
tribunal no tenía la competencia para imponerla,y que el regente y los
oidores habían tomado posesión de sus cargos yendo en contra de la
ley y que seguían teniéndolos en contra de la justicia; probó sus
declaraciones citando casos, citando leyes y mencionando las regula-
ciones del tribunal. Necesariamente esto condujo a que los miembros
del tribunal lo odiaran y que acabaran expulsándole. Quiroga era el
constante compañero de Morales y al igual que él confiaba que a la
llegada del Conde Ruiz,una apelación a Su Excelencia en calidad de
Presidente de la Real Audiencia le restituiría al ejercicio de su profe-
sión; pero un informe del Regente Bustillas evitó que sus esperanzas
se cumplieran, lo cual lo condujo a la desesperación.13
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EL PRIMER ALEGATO
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El Rey con los ricos homes y los diputados de los pueblos ha dictado
las leyes, ha impuesto los subsidios y ha provisto a todo lo que con-
cierne a los intereses del Estado y a la salud pública. Jefe y soberano
de una Nación libre y generosa, no ha sido su voluntad la regla de la
conducta política en el orden y gobierno de la Monarquía. Sujeto por
las leyes fundamentales del Reino a los consejos, a los nobles o gran-
des y a las cortes que representaban los derechos de los pueblos, ha
sido una constitución sabia, reglada y prudente que nada ha tenido
que desear del celebrado gobierno de la Gran Bretaña, donde de diver-
so modo es repartida la autoridad suprema en el rey, en el orden de
los nobles y en el pueblo o sus representantes.
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¿Y qué de todo esto para el caso americano, que era al que por
encima de todo miraba este ideólogo de un nuevo orden de cosas?
“Resta investigar -dice- si estos mismos principios se extienden
y comprenden a la América, o si por el contrario la suerte de la
Metrópoli arrastre a las colonias”.
Para resolver el caso, le parece que bastaba “reflexionar que
unidas las Indias a la corona de León y Castilla entraron en el goce de
sus mismos fueros, exenciones y prerrogativas”. Y aporta cita de
Solórzano en la Política Indiana que, una vez más, nos incita a lectura
profunda: “Los mismos indios se allanaron voluntariamente en querer
tener y reconocer por reyes y dueños soberanos y absolutos suyos a los
de España, y de ello hicieron repetidos genuinados y jurídicos autos en
varios tiempos, y en esa voluntad han perseverado y perseverarán cons-
tantes”. Lo que se ha dado entre la Metrópoli y la colonia es un pacto,
“de protección, amparo y defensa”. Faltando el poder darle la Metró-
poli esa defensa, “cesa la obligación de la parte y, de consiguiente,
puede consultar por sí a su seguridad”. La conclusión para el caso pre-
sente no podía ser más radical: “Aquí se ve de manifiesto que, ocupa-
da la España por los enemigos, cesa la dependencia de la América, por-
que roto el vínculo de clientela, cesan las relaciones recíprocas, muda-
da la forma, la constitución y la casa reinante en la Metrópoli, que es el
lazo político que mantiene unidos y ligados ambos reinos” (82)
Atacará después “ad hominem”: ¿Qué se quería, que se acatase
el yugo del usurpador Napoleón? “Esto se quiso, sin duda, cuando se
proclama crimen de Estado, alta traición y lesa majestad o designio
premeditado de no reconocer al usurpador y hacer frente a sus ambi-
ciosas ideas” (84). Y amplificará argumento tan fuerte de su defensa.
Y lo reforzará: resistir al invasor y luchar por la independencia
fue exhortación del propio Rey. Recuerda lo dicho a los asturianos y
después a todos sus pueblos: “Recomiendo a toda mi nación que se
esfuerce en sostener los derechos de su religión y su independencia con-
tra el enemigo común”. En alarde retórico -que encubría sutil sofisma-
reclamaría: ¿Por qué no se ha extendido la pesquisa contra el mismo
Rey que así exhortaba a sostener la independencia contra el enemigo?
Un adversario podía haber opuesto objeciones a una argu-
mentación que se extendía fogosa y fuerte en probar algo que no venía
al caso quiteño. Porque, ¿estaba la conquista napoleónica a las puertas?
¿La resistencia oficial española en América había sido vencida?
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Con estos antecedentes y con otros que se omiten, ¿qué pueblo, por
estúpido que fuese, no habría temido por su próxima esclavitud, y el
ser vendido, cargado de cadenas al atroz enemigo de su Religión, de
su Príncipe y de su Patria,y de todo lo más sagrado que el hombre28
tiene, sobre la tierra.
27 Ibid. p. 857.
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y la de que
28 En la transcripción del documento que hace Andrade, en lugar de “hombre” está “nombre”,
en evidente mala lectura del manuscrito.
29 Que publicó J.D. Monsalve, en Antonio de Villavicencio (El Protomártir), Bogotá, Imprenta
Nacional, 1920, pp.328-330. Celiano Monge, en su artículo sobre el Dr. Morales -que
repasaremos en la parte dedicada al prócer- lo presentó como muestra de su pensamiento.
Lauros, obra cit. en nota 40, pp. 15-16.
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Quién será tan vil y tan infame que no exhale el último aliento de su
vida, derrame toda la sangre que corre en sus venas, y muera cubier-
to de gloria por tan preciosos inestimables objetos? Si hay alguno,
levante la voz, y la execración general será su castigo (867)
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Que pase los mares, si fuese capaz de tanto: aquí le espera un pueblo
lleno de religión, de valor y de energía. Quién será capaz de resistir a
estas armas?
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mado a los pueblos de América para que se unan en esta cruzada “por
Dios, por el Rey y por la Patria”:
34 Carlos de la Torre Reyes, La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809, sus vicisitudes y su
significación en el proceso general de la emancipación hispanoamericana , Quito, Editorial del
Ministerio de Educación, 1961, p. 241.
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pudo temerse que la noticia del desastre final la diese el tirano con las
armas en la mano. “He aquí –concluye– las causas políticas, ninguna
de las cuales, es imposible, siniestra o dolosa, pues nacen del estado
mórbido y convulso de la Monarquía”:
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37 Solo el contexto salva ese gerundio. En rigor sintáctico ese “siguiendo” modificaría a “se
gradúe”, y obviamente no es así: la que ha seguido la misma norma, fines objeto y modo es
la Junta quiteña. Este sentido debía construirse con la oración de relativo: “que ha segui-
do”. Como pronto lo mostrarían los más ilustres gramáticos americanos,y en Ecuador,
Pedro Fermín Cevallos en el Breve catáologo de errores,el gerundio era el elemento oracional
que más daba que hacer en el español de América.
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mo que se nos acrimina y condena: “E sin la pena que Dios les daría,
non sería pequeña la que de los enemigos les vendría quando les
faciesen perder la tierra a daño e deshonra de sí. E tal pueblo, como
éste non debe ser llamado amigo de su tierra, más enemigo mortal,
como aquel que lo suyo quiere para sus enemigos, e ser vencido antes
que vencedor, e quiere ser siervo antes que libre”. La 8ª se explica y
concluye con igual fuego, hablando de un pueblo cauteloso y pre-
venido, en las críticas circunstancias de ser amagado, como lo estába-
mos y estamos nosotros. “Onde el pueblo que de esta guisa estuviere
apercebido e guisado, cumplir la palabra que Nuestro Señor Jesu-
cristo dijo en el Evangelio, quando el ome fuerte, e bien armado guar-
da su casa, en paz está todo lo que tiene. E los que así lo ficieren po-
drán cumplidamente guardarlealtad a su Señor e serán tenidos por
de buen seso e temerles han sus enemigos, e serán apoderados de su
tierra e mostrarse han por amigos de ella. E los que esto no ficiesen
caerían en todo lo contrario desto, de que recibirían daño, e grande
pesar, e grande verguenza”. Si pensaría el señor Rey Don Alfonso,
que había de llegar el caso en que los que cumpliesen religiosamente
sus soberanas disposiciones en las citadas Leyes, lejos de ser tenidos
por de buen seso, recibirían daño, e gran pesar, e gran verguen-
za. Tal es nuestra infeliz y desgraciada suerte (593-594).
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¿Qué es esto Señor Ilustrísimo? Tan poco pesa la vida de los hombres
y tan poco interesa la salud espiritual de las almas?¿Así se dan ór
denes para cometer asesinatos y sacrificar víctimas?¿Dónde estamos
Señor? ¿o que se ha hecho V. S. I. que no interesa su autoridad celes-
tial o su respetable mediación, para contener que no perezcan sus ove-
jas sin los auxilios de la Iglesia, y sin los consuelos de la Religión?
(471-472)38
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nente que corren sus ovejas cautivas, por las pérdidas de su salud
eterna,
No, no solicito la odiosa abominable vida, que tanto codician mis ene-
migos. Muera yo desde luego; de nada sirvan mis defensores, de nada
aprovechen las leyes, de nada conduzcan las órdenes superiores del
Consejo de Regencia, que se esperan; que el mismo juicio pendiente se
atropelle; que finalmente se ultraje y se veje...
¡Pero mi alma!
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40 Celiano Monge, “D. Juan de Dios Morales Leonín. (Datos biográficos sacados de los
archivos de Quito)”, Lauros, Ambato, Editorial Pío XII, 1977, p.3.
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41 Sergio Elías Ortiz, “Hoja de servicios del prócer Juan de Dios Morales”, Boletín de la Academia
Nacional de Historia, 51: 112 (julio- diciembre 1968), p. 268
42 Monge, Lauros, ob. cit., p. 5
43 Lo denunció el propio Morales. “Informe sobre el terremoto de 1797”, Boletín del Archivo
Nacional de Historia, N. 102 (julio-diciembre de 1963), p. 257.
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51 Ibid., p. 490. Stevenson presentó a Morales como resentido con el Barón de Carondelet, con-
siderando que le había tratado injustamente y privado de cargo a que tenía derecho. Esto
no se compadece con el testimonio citado de Rocafuerte.
52 Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, T. III, cap.
I, IV, Biblioteca de Autores Ecuatorianos de “Clásicos Ariel”, N. 79, p. 47.
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EL ESCRITOR
Morir para mí, como sentía un filósofo, no es otra cosa que una acción
de la vida, y quizá la más fácil; la vida, una llama al viento, que un
soplo apaga.54
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Seré lacónico, separaré la paja, recogeré los granos, y luego los arro-
jaré al fuego, porque todos están podridos e inútiles.
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Y eso, sin duda, que por alguno otro sentido que no sea el oído, le ha
sido impresa en el cerebro esta idea; pues en otros lugares de su Vista
que iré recorriendo de paso, da por efectiva, justa y buena aquella re-
volución, y siendo bajo los mismos principios y con los mismos obje-
tos la de Quito, es visto que se contradice, llamando a ésta criminal
(495).
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56 “En los casos más atroces es lícito transgredir el derecho y no obedecer el orden”
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Quando el Dr. Aréchaga tome en las manos los libros que tratan de
la Jurisprudencia natural, de los derechos de las gentes constituidas
en sociedad, lea las leyes del Reyno, a la luz de sus principios y repare
su vista en la calma de las pasiones, se cae sin remedio redondamente
muerto, si tiene sentimiento.
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Era ya, para este 1800 –acaso un poco antes– en que esto se
escribía, el orador famoso, que conjugaba el profetismo de Moisés con
la elocuencia y habilidad retórica de Marco Tulio Cicerón, pero tam-
bién el hombre de leyes y jurisprudencia.
Todo un poema dedicaría también Mejía a decir cuanto admi-
raba a Rodríguez. De “crítica justa” dice:
66 Travesuras Poeticas: Primer Ensayo de D. Josè Mexia del Valle y Lequerica, Quito, año de 1800,
libro manuscrito, que se conserva en la Biblioteca Nacional de España, p. 109.
67 Ibid. pp. 114-115, poema titulado “Al D. D. Miguel Rodriguez, que al ir a predicar un
Sermón,dixo al Poeta,hubiese misericordia de èl”.
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68 Curiosamente la única mención que de Miguel Antonio Rodríguez hace Isaac J. Barrera en
su Historia de la literatura ecuatoriana, siglo XIX es esta dedicatoria -en el breve apéndice que
dedica a Vivero-. Allí lo llama “ilustre patriota quiteño”. Pero nada más. Ningún espacio en
una historia de la literatura ecuatoriana del siglo XIX, de 595 páginas. Quito, Editorial
Ecuatoriana, 1950, p. 570.
69 Monge, Lauros, ob. cit., p. 113.
70 Ramón Núñez de Arce, Los hombres de Agosto, Quito, Litografía e Imprenta Romero, 1940, y
en Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. 20, n. 56 (julio-diciembre 1940), pp. 275.
71 En Manuel de Jesús Andrade, Próceres de la Independencia. Indice alfabético de sus nombres, con
algunos bocetos biograficos , Quito, agosto 10 de 1909, Tipografía y Encuadernación de la
Escuela de Artes y Oficios, p. 342.
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Yo aludo a los oficiales y a las tropas; ellos han cobrado la vida de más
de trescientos seres humanos inocentes, tan fieles cristianos y leales
súbditos como ninguno; y si no se hubieran detenido en la matanza,
pronto habrían convertido esta provincia, una de las más ubérrimas
de la Corona Española, en un desierto; y al execrar su memoria, los
futuros viajeros habrían exclamado “aquí yació una vez Quito”.73
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74 Julio Tobar Donoso, Orígenes constitucionales de la República del Ecuador, Quito, Universidad
Central, 1938, pp. 4-5
75 Jacinto Jijón y Caamaño, Quito y la independencia de América, Quito, Universidad Central,
1922, p. 49
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77 Luis Felipe Borja los tuvo: Luis Felipe Borja (hijo), “Los escritos de un Prócer”, Boletín de la
Sociedad de Estudios Históricos, Quito, año I, n. 2 (agosto-septiembre 1918), pp. 112-117.
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EL ESCRITOR
Rodríguez fue escritor leído y admirado. “Yo leía con avidez sus es-
critos”, escribió Solano, al tiempo que confesaba haber extraviado los
que tenía en su poder, al salir de Quito. Luis Felipe Borja sospechaba
que esos escritos eran los que habían ido a dar a sus manos. Si eran los
mismos, tratábase de “catorce cuadernillos manuscritos, en los que hay
trece sermones completos, uno inconcluso y fragmentos de poesías”.78
El poeta parece haber producido versos en una doble vertiente:
la culta y la popular, la culta, de últimas resonancias, crepusculares, de
gongorismo; la popular, más bien devota.
Crítico muy poco confiable, incapaz de reaccionar contra la
manía antigongorista que lastró la crítica ecuatoriana desde JuanLeón
Mera, este fue el juicio de Borja sobre la poesía de Miguel Antonio
Rodríguez:
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¡Oh, hombre! ¡Solo eres un sueño rápido y doloroso! ¡No existes más
que para ser desgraciado! Nada eres sino por la tristeza de tu alma, y
eterna melancolía de tu pensamiento!80
80 Ibid., p. 113.
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Sube al púlpito el orador acatado en ciudad que siempre fue tan exi-
gente con sus predicadores, a pesar de su juventud -tenía apenas trein-
ta y ocho años-. “En el esplendor dorado de la iglesia de los jesuitas, la
ciudad rebelde se presenta en agrupaciones del antiguo orden: la
nobleza alejada de la plebe y, cada cual en su sitio, las órdenes y el
clero, las universidades, los dos cabildos, los miembros de la Junta, y,
en fin, el obispo. La decoración del cenotafio corintio había sido confia-
da al pintor indio Miguel Samaniego; coronando los cartuchos en
latín, la ciudad, una mujer joven y bella sostenida por sus compañeras,
Caracas y Santa Fe, lloraba los cuerpos decapitados de sus heroicos
hijos”.81
Los recuerdos, vivos y avivados por las cuartetas del Cántico
lúgubre reproducidas, contribuían al clima de luto: recordábase como el
7 de mayo del año anterior, 70 quiteños connotados habían sido reduci-
dos a prisión y procesados, violando solemnes promesas, y el 2 de
agosto los más ilustres de esos presos habían sido asesinados a sangre
fría por la soldadesca extraña a la ciudad; había seguido una salvaje
represión, en la mayor parte de ciudadanos igorantes de lo que pasaba
81 Marie-Danielle Demélas, La Invención Política. Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX, Lima,
Instituto de Estudios Peruanos, 2003 (1a. ed. París, 1992), p.200. Citando un documento del
Archivo del Banco Central del Ecuador, Fondo Jijón y Caamaño.
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¿Y qué? ¿Estos difuntos serían tan delincuentes que dejasen por eso
de ser hombres, hermanos nuestros, hijos de un mismo padre. redimi-
dos con la misma sangre y unidos por los dulces vínculos de la reli-
gión, de la caridad y la fe?
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Y la respuesta:
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¿Qué más puede esperar la patria del amor de sus hijos? ¿Serán dig-
nos de la estimación de Quito, estos sacrificios? ¿No habrán hecho
todavía lo bastante para merecer alguna gratitud de sus conciu-
dadanos?
Ah! por ellos y por su felicidad emprendieron sus trabajos; por ellos
y por su consuelo volvieron sobre sus pasos; por ellos y para su bene-
ficio consagraron los mejores días de su vida; y por ellos y para su
tranquilidad aceptaron gustosos la muerte (72)
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L A E S C R I T U R A D E L O S H O M B R E S D E AG O S TO
¿La muerte? ¿Pues qué? ¿Deberán morir los que sólo han querido
conservar la vida, la libertad y los bienes de sus conciudadanos?
¿Hay autoridad sobre la tierra para quitar la vida a los hombres cuan-
do no hay ley que los condene?
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Morir por la patria es morir por defender los derechos del soberanos
que la gobierna y a quien pertenece, es morir por Dios, cuyo culto
santo la felicita y la distingue, y es morir porque vivan todos sujetos
a un mismo rey y adoren a un mismo Dios (75)
Murieron en fin, amada patria mía, por aliviar tus penas, suavizar tu
opresión y procurar tu felicidad (77)
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Los que no queréis vivir como racionales, sabed que nadie os precisa
a tomar partido por la verdad, ni alistaros bajo los estandartes de la
justicia. Sois libres y podéis tomar vuestro camino a la diestra o a la
siniestra, pero sin perjudicar a nadie como Abraham; retiraos, si que-
réis de esta pecadora ciudad, como el inocente Loth, pero sin incen-
diarla ni inflamar a sus habitantes; pues disfrutar las ventajas y las
comodidades y no desempeñar las obligaciones que ella impone, es
una monstruosidad detestable (78)
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JOSÉ RIOFRÍO
85 Transcriben esa partida bautismal Elicio Vilatuña, Píntag historia y desarrollo, Quito, Consejo
Provincial de Pichincha, 1987, p. 44, y Rex Tipton Sosa Freire, Miscelánea histórica de Píntag,
Quito, Abya Yala, 1996, p. 255.
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89 Borrero, sin citar fuente, lo afirma: “Al amanecer del 10 de Agosto de 1809, el cura Riofrío
llegó a la hacienda de “El Obraje” de Chillo donde se hallaba el Marqués, portando el sigu-
iente oficio...” (Que es el del nombramiento). Borrero, La Revolución quiteña, ob. cit., p. 51.
90 Carta de 15 de septiembre de 1809, en Andrade, Documentos, pp. 811-812.
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93 Carta que no lleva sino esta fecha: “30 de 1809”, Ibid. p. 823.
94 Ibid. p. 824.
95 Sic.en Andrade. ¿Acaso lectura equivocada de algo que en el manuscrito pudo ser “pasio-
nario”?
96 Carta sin fecha. Documentos, p. 827.
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99 Ibid.
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Hablemos claro: Aquí debe venir el Sr. Dn. Juan Salinas, o V. E. con
103 Borrero, La Revolución quiteña, ob. cit., pp. 82-83.
104 Carta de 20 de octubre, cit., pp. 836-837.
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sistir, un José María Morelos que nos hubiera dado más tarde inde-
pendencia y patria libre y organizada desde el principio sin hacernos
caer en las redes de la grancolombianidad que tan fatales fueron para
el Ecuador.107
EL ESCRITOR
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Los pastusos, que estiman más sus vacas que sus hijos, y aun las
propias vidas.110
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EL ALEGATO
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114 El alegatoen el citado tomo de documentos de Andrade. Ponemos la página junto a cada
texto citado.
115 Pg. 881
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sin que tengan que excepcionarse, haber aprobado y jurado por miedo;
lo primero, porque procedieron con plena libertad, a fundar su apro-
bación en el comicio que se hizo en San Agustín, y aún más, libres
asitieron a prestar su juramento al siguiente día; lo segundo, porque
si la Junta fue delincuente y sediciosa, debieron oponerse a ella, aún
a costa de su sangre, cumpliendo con el juramento que tenían hecho
al incorporarse en el Claustro; y, lo tercero, porque si el miedo que se
alega, por algunos, es excepción legal, la debe ser para todos, y en
especial para mí, que se me mandó por fuerza, como se ve en aquella
cláusula, de que siga yo con la expedición sin excusa ni pretexto
alguno... (893)
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¿Y será razón, Excmo. Sr., que a un vasallo tan fiel, que no ha perdi-
do ocasión de acreditar su amor y lealtad al Soberano, a costa de su
dinero y riesgo de la vida, se le quiera infamar con la negra nota de
traidor, pidiendo contra él la pena de muerte? (898)
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CODA
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EL DIEZ DE AGOSTO DE 1809
ACTITUD DE LAS AUTORIDADES CUENCANAS
INTRODUCCIÓN
Diciembre de 1808
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1 Los documentos son copias certificadas por los notarios y algunos se conocerán por primera
vez, pues el libro de cabildos de los años 1809 y 1810 está extraviado por lo menos desde
1920, año en el que lo pudo consultar Octavio Cordero Palacios, quien cita fragmentos de
algunas de las actas. La publicación que estamos haciendo, llena un período importantísimo
que va de agosto de 1809 hasta enero de 1810.
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2 En el archivo histórico municipal que reposa en el Museo Remigio Crespo Toral hay un libro
de las sesiones de las Juntas Administrativas que cubre los años de 1806 a 1851. Una antigua
numeración lo signó con el N. 56. Allí constan los razonamientos de Francisco Calderón para
oponerse a la entrega del dinero solicitado por Melchor Aymerich en agosto de 1809. Su adhe-
sión a la causa libertaria le llevó al martirio, pues fue fusilado el 4 de diciembre de 1812 en
Ibarra.
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4 Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias sobre la Revolución de Quito, La Unión Literaria, publi-
cada por entregas desde 1909 hasta 1911. También la publicó la Universidad de Cuenca en
1966 en su Revista Anales y en una separata.
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Pieza N° 2
El Ilustre Cabildo en asocio de los cuerpos políticos de Cuen-
ca, celebra actas consecutivas para contener la Rebelión de Quito en
la novedad de haberse creado una nueva Junta Suprema de Gobierno
a pretexto de haberse extinguido la Central de España e Indias, y en
efecto se consigue la recuperación del legítimo gobierno hasta fines
del mes de Noviembre de 1809.
132
AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Queremos hacer notar que en este lapso las actas del Cabildo
encabezan con la insistencia en la lealtad de Cuenca a las autoridades
de la Corona y por ello se dice, por ejemplo En la muy noble y muy leal
ciudad de Santa Ana de Cuenca (08 de noviembre de 1809) o En la muy
noble y siempre leal ciudad de Santa Ana de la Nueva Cuenca (4 de diciem-
bre de 1809) o en esta noble y siempre fidelísima ciudad de Cuenca (10 de
octubre) o En la muy noble ciudad de Santa Ana de Cuenca del Perú (28 de
septiembre de 1809). Hay incluso un encabezado con un error cometi-
do por el escribano público Ignacio Pazmiño, pues se dice En esta muy
noble y muy leal ciudad de la Concepción de Cuenca del Perú. (26 de agosto),
pues esa advocación de la Virgen María corresponde a la ciudad de
Loja. Por último, hay una simplificada que dice solamente Santa Ana de
la Nueva Cuenca en el Perú.
Pieza N° 3
El Marqués de Selva Alegre, y los Individuos vocales de la
Junta Revolucionaria, remiten avisos de la nueva planta de Gobier-
no, dirigen Cédulas, y Reales Ordenes, sobre provisión de nuevos
Magistrados, y extinción del Ramo de Tabacos, y precio doble del
papel Sellado, cabezón de Haciendas, y otros particulares, con que se
comprueba la rebelión contra los Soberanos Derechos.
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/P. 125/
En la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santa Ana de Cuenca a los
diez y seis de agosto de mil ochocientos y nueve. Los Señores Coronel
de los Reales ejércitos, Don Melchor de Aymerich, Gobernador Político
y Militar de esta ciudad; Don Fernando Guerrero y Salazar, Alcalde
Ordinario de primer Voto; Don José María Noboa, Alcalde Ordinario
de Segundo Voto; y, Doctor Don Joaquín Salazar, Abogado de la Real
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AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Pieza N° 4
Varios Individuos residentes en la Ciudad de Quito, remiten
papeles seductivos al nuevo sistema creado el día Diez de Agosto, y
se reservan de orden del Ilustre Ayuntamiento, para evitar la propa-
gación en la de Cuenca.
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(Maldición de Cuenca.)
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Quito infiel, traidor fatal Se confirmó tu osadía
centro de la obscenidad perdió el velo tu maldad
depósito de maldad y viene a ser Ciudad
esencia del mismo mal: corte de Bellaquería:
¿quién te hizo Junta Central? ya plantó la picardía
¿quién te dio tanto poder? su trono con altivez
¿para que vengas a ser Quito de corte te ves,
corte central despotismo? Pero corte de traidores
no hay duda tu fanatismo ya verán tus Protectores
en la nada se ha de ver. de su fortuna el revés.
Recibí tu carta, y con ella las cuartetas que me pones, linda, alhaja,
como tuya, y así dile al que las hizo, que si esta ciudad tan ridícula no
le hubiera dado curia a ese de Cuenca, no supiera la Burra silvestre ni
aún rebuznar, como ahora rebuzna, ni supiera moverse como ahora
da coces contra su Maestra. Con razón dijo David y quizá hablando
con los Morlacos: No lite fieri Sicut Equus et mulos, quibus non
est intelectus. Pero ya es preciso dispensar la bestialidad voraz con
que ese maldiciente hiere a quién le quiso hacer racional; y así deci-
mos con nuestro maestro, y Redentor: Pater demite illis: non enim
seicunt quid faciunt. Y te digo que si tú no fueras de la misma raza
no me hubieras enviado semejante Papel con tan crasa e insultante
imprudencia, el que te lo vuelvo para que lo metas en el trasero del
mulón que lo hizo, y no me escribas más.
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AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Pieza N° 5.
El Ilustrísimo. Señor Obispo Doctor Don Andrés Quintián, y
Venerable Cabildo a consecuencia de lo pedido por el Ilustre Ayun-
tamiento acuerdan dar por vía de préstamo todos los caudales de su
pertenencia para el costo de los gastos de la defensa de los Derechos
Sagrados de la Religión, Rey, y Patria contra el nuevo sistema revo-
lucionario de Quito.
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Pieza N° 6
El señor Gobernador de Guayaquil, a consecuencia de los avi-
sos del Ilustre Cabildo de Cuenca se allana a la coligación de la defen-
sa de la justa causa contra el sistema de Quito, e incluye los papeles
públicos de odio, y abominación contra la Junta revolucionaria.
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AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Pieza N° 7
Los Vecinos y moradores de la Ciudad de Cuenca manifies-
tan voluntariamente valeroso entusiasmo en defensa de los sagrados
derechos de la Religión, del Rey, y de la Patria con abominación a la
supuesta Junta erigida en Quito el día diez de Agosto de mil ocho-
cientos nueve, y en el acaecido de la noche del veinte y cuatro del
mismo mes y año.
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AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Pieza N° 8
El Excelentísimo Señor Virrey de Lima aprueba los procedi-
mientos del Gobierno y Cabildo de Cuenca en tiempo de la revolu-
ción de Quito, y ofrece auxiliar y proteger. Cuaderno N° 1.
Constan los siguientes: Oficio del virrey del Perú José Abascal al
Gobernador de Cuenca. 09/Sep/1809; Decreto del Cabildo de Cuenca
de contestación al Virrey de Lima. 26/Sep/1809; Copia del oficio del
Virrey de Lima al Gobernador de Guayaquil. 09/Sep/1809; Copia del
oficio del Virrey de Lima al Gobernador de Guayaquil. 22/Sep/1809;
Oficio del Virrey de Lima sobre sucesos en España y exhorto a los qui-
teños. 17/Sep/1809; Oficio de José Abascal al Cabildo de Cuenca.
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Pieza N° 8
El Excelentísimo Señor Virrey de Santa Fe aprueba los proce-
dimientos del Gobierno, Cabildo y vecindario de Cuenca en tiempo
de la revolución de Quito. Y ofrece auxiliar y sostener a los leales
Vasallos, y recompensar, y resarcir oportunamente los esfuerzos que
se empleen en la justa conservación del estado legal y real, tranqui-
lidad y bien público que de ellos dependen.
Cuaderno N° 2.
Constan en esta pieza los siguientes documentos: Oficio de Antonio
Amar Virrey de Nueva Granada al Gobernador de Cuenca.
09/Nov/1809; Oficio de Melchor Aymerich al Virrey de Nueva Gra-
nada. 14/Feb/1810; Oficio del Virrey de Nueva Granada a Melchor
Aymerich. 21/Sep/1809; Oficio del Virrey de Nueva Granada a
Melchor Aymerich. 28/Sep/1809; Auto del Cabildo de Cuenca sobre la
aprobación de sus actos. 15/Feb/1810.
Tienen similitud con los anteriores, sólo con la diferencia de
reunir las comunicaciones relacionadas con el virreinato de Santa Fe o
Nueva Granada, que también respaldó y aprobó las acciones tomadas
por Cuenca frente a la Junta Suprema de Quito.
Pieza N° 9
El Señor Corregidor de Loxa se Compromete a la reunión con
el Gobierno de Cuenca para defender los Soberanos Derechos y
resistir al nuevo sistema de Quito.
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AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Pieza N° 10
El Comisionado del Ilustre Cabildo Doctor Don José María
Landa, que arribó a la capital de Lima acredita los efectos de su
Comisión en solicitud de auxilios, y coligación para la defensa de los
Soberanos derechos, en todo el continente del Perú, y la Cuenta que
de pronto dio a Su Majestad desde dicho Lima acerca de la novedad
causada por la ciudad de Quito con la creación de la nueva Junta
Suprema de Gobierno.
Están los documentos que se anotan: No. 1 copia. Relación desde Piura
de las gestiones cumplidas por José María Landa. 28/Ago /1809; No. 2
copia. Comunicación de José María Landa Y Ramírez a José Fernando
de Abascal. 28/Ago/1809; No. 3 copia. Oficio de José María Landa a
Manuel Salazar. 28/Ago/1809; No.4 copia. Oficio de Melchor
Aymerich a José María Landa. 19/Sep/1809; Oficio de Salvador
Murgueytio y Pedro Calisto a Melchor Aymerich. 13/Sep/1809; Oficio
del Cabildo de Cuenca a Salvador Murgueytio y Pedro Calisto.
18/Sep/1809; Oficios desde Lima de José María Landa al Gobernador
de Cuenca. 08/Oct./1809; otro No.5 de José María Landa al Go-
bernador de Cuenca. 10/Oct/1809; Oficio de José María Landa al
Cabildo de Cuenca. 05/Ene/1810; Oficio sobre el fluido de vacunas de
José María Landa al Cabildo de Cuenca. 05/Ene/1810.
Esta serie de documentos complementa la anterior, pues se
refiere al mismo comisionado que con toda diligencia cumplió con su
6 José María Landa y Ramírez, de origen argentino, fue realista pero no a ultranza, de manera
que cuando se conquistó la libertad, se mantuvo en nuestra ciudad y sirvió a los intereses
democráticos.
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Pieza N° 11
El Doctor Don Diego Fernández de Córdova, Comisionado
del Ilustre Ayuntamiento, acredita los efectos de su comisión en
Guayaquil acerca de los auxilios pedidos de Armas y Soldados para
la defensa del Rey, y la Patria, contra el nuevo sistema de Quito. El
Capitán Don Manuel Pozo y el Doctor Don José María Landa y
Ramírez, iguales comisionados, hacen lo mismo.
Pieza N° 12
Dos Diputados de la ciudad de Quito en tiempo de la revo-
lución arriban hasta las fronteras de la Gobernación de Cuenca, y
solicitan hacer alianza asegurando que el nuevo sistema no era con-
tra las leyes fundamentales del Reino; y el Ilustre Cabildo se denie-
ga, dándoles el rostro que dicho nuevo sistema era una manifiesta
rebelión.
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Pieza N° 13
Contiene la coligación de las villas de Ambato, Tacunga,
Riobamba y Alausí, para la defensa de la Justa Causa, promovida por
la Gobernación de Cuenca.
Lista de los documentos: Razón dada por Manuel Ramírez sobre asun-
tos de guerra. (Sin fecha); Oficio dirigido a Juan López Tormaleo desde
Cañar por Melchor Aymerich. 07/Oct/1809; Razón que da José Pontón
y Alejandro Muñoz de Riobamba sobre adhesiones y asuntos bélicos.
07/Oct/1809; Carta privada de Agustín Bustamante a Félix Mariano
Costa. 13/Oct/1809; Copia de un consejo de guerra realizado en
Alausí. 12/Oct/1809; Copia de la indagatoria hecha por petición de
Antonio de la Peña a Pedro Calisto y Luis Saa y otros por sospechosos.
12/Oct/1809; Comunicación de Vicente Argudo desde Chunchi dirigi-
da al Cabildo de Cuenca. 10/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobam-
ba dirigido a Melchor Aymerich. 10/Oct/1809; Carta de Pedro Calisto
al obispo de Cuenca. 13/Oct/1809; Carta de Luis Saa al obispo de
Cuenca. 13/Oct/1809; Carta de Antonio de la Peña al obispo de
Cuenca. 13/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobamba dirigido al de
Cuenca. 14/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobamba dirigido al de
Cuenca. 21/Oct/1809; Protesta del Cabildo de Riobamba. 05/Sep
/1809; Acta del Cabildo de Riobamba. 05/Sep/1809; Renuncia hecha
de su corregimiento por Xavier Montúfar. 08/Oct/1809; Acta del
Cabildo de Riobamba. 09/Oct/1809; Oficio del Cabildo de Riobamba
al de Cuenca. 24/Oct/1809; Oficio del Corregimiento de Ambato al de
Cuenca. 23/Oct/1809; Oficio del Corregidor de Ambato Miguel Vello
al Cabildo de Cuenca. 23/Oct/1809.
Recogen estos documentos los avances de las tropas, los prepa-
rativos para el enfrentamiento, las adhesiones de los diversos pueblos
y ciudades en el avance hacia el norte, pudiéndose apreciar el aisla-
miento en el quedaba Quito, pues todos se pronunciaban en contra de
la Junta Suprema y se adherían al gobernador Aymerich que sumaba a
sus fuerzas reunidas en Cuenca, las que se iban incorporando hasta La
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AC T I T U D D E L AS AUTO R I DAD E S CU EN C AN AS
Pieza N° 14
El Señor Gobernador Interino de Jaén de Bracamoros solici-
ta instrucción de lo que debe obrar para conservar ilesos los Reales
Derechos de la Corona con motivo del nuevo sistema de Quito que
llegó a publicarse en aquel Departamento.
Constan sólo dos documentos que son oficios enviados desde Jaén por
Joaquín del Barco al gobernador de Cuenca, el uno el 19/Sep/1809; y,
el otro de 15/Nov/1809.
Pieza N° 15
El Señor Gobernador de Cuenca comunica a el Ilustre
Cabildo los efectos de la expedición practicada en los pueblos revo-
lucionarios de la Provincia de Quito.
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7 Era costumbre reiterada la inasistencia de los regidores a las sesiones, pues sólo lo hacían
cuando se trataba de temas de su interés personal. En el siglo XVIII hubo numerosas amo-
nestaciones y amenaza de multas.
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8 Tomado de: Muñoz Vernaza, Alberto, Memorias de la Revolución de Quito, op. Cit.
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9 Consta entre las informaciones sumarias hechas ante notario con motivo de la falsa alarma
del 24 de agosto de 1809. Colección de documentos transcritos en este volumen.
10 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.
11 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.
12 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.
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del marqués de Selva Alegre y una copia sobre las reformas económicas
relacionadas con los tabacos, el cabezón y el papel sellado. El obispo
comentó que esa comunicación dirigida a él “la miraba con el desprecio y
abominación que exige el caso, como no dimanada de autoridad legítima.” 13
26 de agosto. El nuevo gobierno establece para delitos menores el jui-
cio verbal. (En los documentos se puede encontrar insistentemente que
una de las mayores quejas contra el gobierno de los españoles europe-
os era su parcialidad y la lentitud en los trámites)
——————Nombramiento del nuevo corregidor de Ibarra a favor de
Domingo de Gangotena, dado por la Junta Suprema, a nombre de
Fernando VII.
27 de agosto. Cuenca comunica oficialmente que no obedecerá a la
Junta Suprema de Quito sino sólo a la Suprema Junta que reside en
Sevilla.
28 de agosto. Llegan tres cartas rezagadas, emitidas por el virrey de
Santa Fe, una relacionada con el Manifiesto de España a Europa sobre
la guerra contra Napoleón Bonaparte; otra con la confiscación de los
bienes de quienes habían apoyado en España a los bonapartistas; y, una
tercera sobre el paso de emisarios franceses hacia América.
——————El obispo Andrés Quintián contesta la carta del marqués
de Selva Alegre y le dice que ha jurado sostener y defender sólo a su
legítimo soberano. Cuando supo el apresamiento de Fernando VII en
Bayona había jurado reconocer a la Junta integrada en España, por lo
que no podía obedecer a otra. Añade que esa Junta española había re-
suelto suprimir las juntas supremas creadas allá y sólo llamarlas Juntas
Superiores de provincias. Opina que Quito debía seguir este camino.
Juzga que lo que han hecho causará infortunios e infinitos males y que
presiente que será el triste espectador de las mayores desgracias. Se
ofrece como víctima propiciatoria para aplacar la ira divina. Le aconse-
ja que corrija ya lo que él considera como erróneo, le recuerda su ori-
gen distinguido y emparentado con las más notables familias de
España y Quito y le pide que proceda así, por amor a la patria, a la reli-
gión y al rey – añadiendo que así lo supone. Termina pidiendo a Dios
que le dé las divinas luces en abundancia.
——————Diez días después de haber salido de Cuenca, desde
Piura José María Landa y Ramírez informa al Cabildo de sus gestiones.
13 Colección de documentos transcritos para la obra Cuenca y el Diez de Agosto, del autor de este
artículo.
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Mes de septiembre
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15 Cabe señalar que la Junta Suprema de Quito, con este nombramiento, elevó la categoría de
Cañar a corregimiento, pues antes era sólo una tenencia.
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Mes de octubre
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19 Archivo Nacional de Historia, Sección del Azuay, doc. 98885. Citado por Lucas Achig en
su discurso de incorporación a la Academia de la Historia.
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dico del cabildo cuencano, dentro del que redactó en 1808 un docu-
mento de lealtad a Fernando VII, después de conocidos los problemas
que tuvo frente a Napoleón Bonaparte. En 1809 recibió el encargo del
Concejo Municipal para que solicitara auxilios en Guayaquil y así opo-
nerse mejor al levantamiento quiteño del 10 de agosto. Se negó a hacer-
lo por lo que se le persiguió y se le confinó en Quingeo, de donde huyó.
En 1820 fue uno de los impulsores del levantamiento del 3 de noviem-
bre y fue quien le pidió que renuncie al gobernador Antonio Díaz
Cruzado. Por los abogados de Cuenca intervino en el Consejo de la
Sanción que aprobó la Constitución de Cuenca. Con la pérdida de los
patriotas en Verdeloma el 20 de diciembre de 1820 huyó a Guayaquil y
en Cuenca fueron decomisados sus bienes. En el puerto principal fue
ministro de la Corte de Apelaciones y en 1830 fue nombrado por la
Asamblea Constituyente ministro juez de la Corte de Apelaciones del
Azuay, de la que fue presidente por varias ocasiones. Cumplió otros
cargos más en nuestra ciudad, en la que se radicó definitivamente.
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20 Antonio Lloret Bastidas, cronista vitalicio de cuenca opinaba que fue precipitada la decisión
de borrar de la nomenclatura de las calles de Cuenca el nombre de este singular personaje
que fue realista, luego patriota y tuvo unos oscuros años finales, aún no bien estudiados.
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ENVÍO DE LOS COMISIONADOS D. CARLOS MONTÚFAR Y
LARREA Y D. ANTONIO VILLAVICENCIO Y VERÁSTEGUI
AL VIRREINATO DE NUEVA GRANADA Y
D. JOSÉ COS E IRRIBERI AL VIRREINATO DEL PERÚ,
POR PARTE DEL CONSEJO DE REGENCIA DE ESPAÑA1
1 Enrique Muñoz Larrea. Teniente general D. Melchor Aymerich y Villajuana, último presidente de
Quito.
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200
COMISIONADOS DEL CONSEJO DE REGENCIA A NUEVA GRANADA Y PERÚ
2 Manuel José Quintana y Lorenzo (Madrid; 11 de abril de 1772 - 11 de marzo de 1857), poeta
español de la Ilustración y una de las figuras más importantes en la etapa de transición al
Romanticismo.
3 ANH. Audiencia de Quito 1808. Libro # 448. Doc. 10339.
201
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4 Libro de Cabildos de Cuenca 1806-1810. Banco Central del Ecuador. pág. 385.
5 En una carta que su padre le envía desde Quito el 6 de abril de 1809, le da cuenta que ha sido
encausado por conspiración, este delito está condenado de acuerdo a la legislación española
a graves penas, incluso con la muerte.
6 Compañero de Humbodt en el viaje de regreso a Alemania llega a España a mediados de
1803. Ingresó en la Escuela Noble de Cadetes, habiendo salido de subteniente a servir en
algún regimiento destinado en Madrid.
En la guerra de la Independencia de España por méritos en acciones, en poco tiempo alcan-
zó diversos ascensos dentro del arma de caballería, fue Ayudante de Campo del héroe de la
batalla de Bailén el teniente general don Francisco Javier Castaños y Aragoni, acción que se
llevó a cabo el 19 de julio de 1808 y para el año de 1810, ya era teniente coronel de Caballería
del batallón de Húsares.
202
COMISIONADOS DEL CONSEJO DE REGENCIA A NUEVA GRANADA Y PERÚ
7 Esta carta no llegó a su destinataria doña Rosa Muntúfar y Larrea, fue interceptada por el
gobierno de Ruiz de Castilla y su áulico Tomás de Arrechaga, que temían la venida de
Montúfar. La presntó como prueba en un escrito que envía a la Regencia desde Cádiz el 11
de julio de 1811, luego de salir huyendo de Quito.
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8 Archivo Alvaro de Bazán. Secc. Oficiales de Guerra. Leg. n.o 620/ R 82.
9 El nombramiento de Comisionado Real le otorgó el general don Francisco Javier Castaños
que a la sazón era ministro de Estado, puesto en el que estuvo pocos meses.
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COMISIONADOS DEL CONSEJO DE REGENCIA A NUEVA GRANADA Y PERÚ
10 José Gabriel Navarro. La Revolución de Quito del 10 de agosto de 1809. Quito 1962. Pag. 229
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10 DE AGOSTO DE 1809: QUITO
27 DE AGOSTO DE 1809:AMBATO
DOS FECHAS I UN MISMO BICENTENARIO
ANTECEDENTES
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D O S FE CH A S I U N M I S M O B I C EN T EN AR I O
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D O S FE CH A S I U N M I S M O B I C EN T EN AR I O
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ARTÍCULOS
Y
ENSAYOS
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EL DOMINIO DEL MAR: UN FACTOR OLVIDADO
EN NUESTRA HISTORIA REPUBLICANA
Octavio Latorre T.
1 José Moraleda: y Montero: Travesía entre Lima, Guayaquil y Panamá de orden de su Majestad.
Construcción de la Corbeta “Alavesa”. 1806. Archivo Naval, Madrid. Ms. 216
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para toda su historia hasta el presente: el dominio del mar que en cier-
tos momentos fue decisivo.
La conclusión del Consejo de Estado de España (1823) era que
la Corona estaba perdiendo su imperio por el descuido de sus escua-
dras y la debilidad en el dominio del mar.
El dominio de la mentalidad terrestre, como dijimos al comien-
zo, ha hecho olvidar la importancia del dominio del mar en la lucha
por la libertad. Veamos algunos ejemplos:
Los historiadores que tratan sobre la Campaña de Bolívar por
la Independencia del Perú (1824–1826) concluyen con las dos grandes
victorias de Junín y Ayacucho.
En realidad ni fue el final ni fueron los únicos factores de la vic-
toria. La fortaleza del Callao permaneció, pese a las victorias de Bolívar
y Sucre, en manos del General Rodil hasta enero de 1826 y hubiera
podido complicarse toda la situación para los patriotas, si las escuadras
recién llegadas de España hubieran tenido una base como Guayaquil y
por otro lado, si no hubieran tenido la constante amenaza de la Escua-
dra Unida de Colombia y Chile. La Escuadra Unida impidió la llegada
de la escuadra española en auxilio del Callao.
El Capitán José Villegas que comandaba a los buques envia-
dos desde España, no bien llegado al Perú con los refuerzos, abandonó
las aguas del Pacífico y se dirigió a Filipinas, al darse cuenta de la inu-
tilidad de los esfuerzos, ya que las fuerzas españolas no disponían de
una base naval para sostener la escuadra y conseguir provisiones. En
cambio, si no hubiera existido la fuerza naval de los patriotas, los espa-
ñoles hubieran unido fuerzas en el Callao y hubieran puesto en peligro
la libertad o postergado por algunos años la independencia. El factor
marítimo fue pues, una fuerza esencial que permitió asegurar la liber-
tad de América.
Sin este dominio del mar, las dos victorias de Junín y Aya-
cucho pudieron convertirse en dos victorias más, entre las mil batallas
de Bolívar.
La lección de Tarqui
Según la mayoría de los textos de Historia, la guerra con el Pe-
rú terminó en el triunfo de Tarqui, sin mencionar la resistencia poste-
rior del Perú en Guayaquil, conocida como la Campaña de Buijo. Se lo
presenta, a lo más, como un apéndice incómodo que alargó innecesa-
riamente la guerra.
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hijo el Coronel Olmedo Alfaro luego del peligro de guerra con el Perú
en 1910.2 Olmedo Alfaro le hizo ver, se dice, que una guerra con el Perú
no tenía sentido, mientras todo el flanco marítimo estuviera abierto e
indefenso.
La política marítima de Alfaro, sin embargo, no se diferencia
de otros gobiernos del siglo de soledad que hemos mencionado, hasta
podría calificarse como inferior. Dos testimonios ilustran esta política
de espaldas al mar, la del Capitán Chileno Rubén Morales que dirigió
la Misión Naval Chilena de 1906 a 1912 y la de su propio hijo Olmedo
Alfaro.
El Capitán de Navío Rubén Morales decía así en su comunica-
ción de renuncia:
“Señor General:
La necesidad de cumplir con los requisitos reglamentarios de la
Armada de mi Patria y la convicción que me tengo formada de la
esterilidad de mi labor y de mis esfuerzos, mientras el País y
el Gobierno no se resuelvan a hacer un sacrificio por su Marina
de Guerra, me obligan a solicitar mi desahucio de mi servicio para el
1º de diciembre próximo de conformidad con el aviso de tres meses
que el contrato establece. Dios y Libertad. F) Rubén Morales.
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das de baja, como dijimos antes. En 1925 escribía con amargura: “En
tanto vemos a otros oficiales están envejeciendo y que siguen siempre confia-
dos y esperando que algún día será un hecho la creación de una Marina para
la defensa de nuestras costas o por lo menos, para que sirva de respeto, para
que oigan siquiera que podemos defendernos si nos atacan, así como podemos
decir que nos podríamos defender en tierra”
3.- La Revolución de 1925 dio esperanzas de reorganización de
la nación y de preocuparse del mar y de su defensa. Los altos oficiales
de Marina fueron consultados sobre un plan de revitalización de la
misma. Era la ocasión que buscaban y lo hicieron en valentía. Luego de
analizar la trayectoria de la Armada y de la Marina Mercante y propo-
ner proyectos tras proyectos que eran rechazados, uno tras otro, termi-
naban:
La disyuntiva debe ser la siguiente: El Ecuador necesita o no necesi-
ta de la Marina de Guerra. Si lo primero, creemos tener derecho para
esperar en el futuro…Si lo segundo, es mejor borrarla de una pluma-
da, en vez de que subsista como está ahora, es decir sin material y
teniendo la cabeza metida dentro del ejército… En todos los Países la
Marina de Guerra es una institución organizada y progresista y que
sabe mejor todavía que la nuestra no tiene ni Estatutos ni Regla-
mentos, que son la base de toda organización…
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UNA ILUSTRE FAMILIA EN AMÉRICA: LOS URQUINAONA
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LOS URQUINAONA
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gas Machuca. Tuvo como hijo a José Manuel Francisco Antonio del Pi-
lar Groot Urquinaona, nacido el 25 de Diciembre de 1800 en Bogotá,
bautizado el 28 de Diciembre de 1800 en la Catedral.
En 1826, doña Francisca de Urquinaona y Pardo seguía autos
sobre tierras en Bogotá (Archivo General de la Nación, Colombia. Ver:
CD room. Base de Datos de Varios Fondos).
Su hijo, don José Manuel Groot y Urquinaona, fue pintor, escri-
tor, historiador, educador, periodista. Falleció en Bogotá el 3 de Mayo
de 1878.
Los Groot eran de origen holandés, radicados en España desde
varias generaciones atrás.
Don José Manuel Groot y Urquinanona, según la Enciclopedia
Espasa, recibió esmerada educación y colaboró con periódicos desde
muy joven. Biografiado por Miguel Antonio Caro, él opina que quizá
se trate del escritor público más fecundo de Colombia. Su obra princi-
pal es la Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada (Bogotá,
1869), que describe la Historia de Colombia, desde la conquista espa-
ñola hasta la disolución de la Gran Colombia.
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L O S U R QU I N AO N A
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DISCURSOS
ACADÉMICOS
.
BIENVENIDA A ALICIA ALBORNOZ BUENO
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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SÍMBOLO, MITO Y METÁFORA
TRANSMISORES COMUNICANTES EN LA HISTORIA
Erich Kahler
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1. El Árbol
Existen símbolos universales o arquetipos. El árbol, como me-
táfora, manifiesta la verticalidad del ser humano y la posibilidad de
trascender. Conector de tierra y cielo, es imagen del individuo. Surge el
Árbol Cósmico como refiguración no sólo del hombre sino del Univer-
so y su Totalidad; expresa la posibilidad de la vida renovante. A través
de lo dual en el árbol, el hombre llega al concepto de la Unidad y del
“centro”. Tres mil años a. C. existía ya el concepto del Árbol Cósmico,
sostén del Cosmos, punto y eje fijo de lo no cambiante y estable.10 Se
vincula a la vida, al eje cósmico, al Paraíso.
2. El Laberinto
En la Historia de los pueblos ciertas figuras claves son revela-
doras de lo anímico. El Laberinto, por ejemplo, denota la vida como
búsqueda de un “centro”, lugar de la luz, el origen y la verticalidad;
implica una protección y un núcleo donde el espacio claro se abre al
cielo. Es imagen de las pruebas que vive el ser humano en busca de su
propio centro, donde se encuentra lo verdaderamente importante de la
vida. El concepto e imagen del centro tiene importancia especial en la
Simbología. Lo externo lo resguarda. El núcleo se identifica con la toma
de conciencia, y el arribo a la luz del entendimiento, la inteligencia y el
Conocimiento. El centro del laberinto precisa lo solar.
3. El Sol
El laberinto se relaciona a la figura del Tupo, elemento simbó-
lico del sol en la culturas andinas. En muchos pueblos antiguos, el sol,
como centro, es imagen de la divinidad. El astro se figura en la Simbo-
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
logía como un círculo o una piedra sacra, como entre los Incas,11 y co-
mo aparece en el tupo circular.
5. Mandala
Jung se percató de la presencia de figuras circulares utilizadas
en la India como representativas del Universo: los “mandalas”, y perci-
bió su correlación con lo anímico del hombre; estos círculos concéntri-
cos son también imágenes propias de las antiguas culturas de América.
A esta forma pertenece la figura hermenéutica del Tupo. Desde la era
Paleolítica se tiene noticias de mandalas en diferentes latitudes.
11 El sol se representa en muchas culturas por un ave local que con su vuelo conjuga tierra y
cielo La imagen expresa la elevación y lo espiritual del vuelo solar.
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1. Bastón de mando
Una serie de objetos se tornan sacros y representativos del Or-
den Universal. El bastón de mando, imagen del Árbol Cósmico, denota
la autoridad y el orden. Une cielo y tierra, expresa la armonía12, la con-
tinuidad de la existencia. Constituye el eje de estabilidad, imagen del
axis mundi que sostiene al Universo y que hace posible la vida del
lugar. En su sentido de árbol, el báculo significa transmutación. Resu-
me la verticalidad esencial. Es la vara, de varah en sánscrito, el rayo –
también símbolo unificador de cielo y tierra.
2. El tupo
El tupo como mandala, imagen solar y representación del
Universo, cobra especial relevancia. Puesto que no existe la o en que-
chua, el vocablo original es tupu.13
Desde los cronistas más antiguos pasó inadvertido su hondo
significado religioso. En el siglo XVI, en su Crónica del Perú, Cieza de
León, como otros, lo denomina “palabra quechua que designa un largo alfi-
ler que se usa para sujetar las ropas.” 14 Unos sujetan la pachalina. Otros,
redondos, tienen el alfiler en el anverso y se usan sobre la faja que sos-
tiene el anaco o falda.
Se observan también tupus duales, que se usan como par y
recalcan la dualidad.15
Figura de círculos concéntricos, el Tupo es un mandala que
marca un centro, y se caracteriza por el largo alfiler que lo sostiene. Pe-
ro el Tupo además tiene otros contenidos, que a través de la Lingüís-
tica, la Simbología y la Historia de las Religiones se pueden esclarecer.
12 Es la vara, de “varah” del sánscrito, el rayo, también símbolo que une cielo y tierra.
13 Ulloa en 1738 “registró las voces tupu y tupo, considerando esta última corrupción de la pri-
mera.” Según el Diccionario de Folklore, pp. 95, 96.
14 Pedro Cieza de León en la Crónica del Perú, p. 192.
15 Stevenson en 1808 los designa como “dos grandes alfileres”. Idem.
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
a) Mandala y Tupo
Al igual que el claro del Laberinto, el Tupo expresa el centro
liberador de la unidad o totalidad integrada; y el triunfo sobre la dua-
lidad y lo material, el centro; ejemplifica lo espiritual y trascendente.
En la imagen, lo múltiple conduce a lo Uno. En el centro se conjugan
muerte y vida (renovación), trascendencia e Iniciación.
El Tupo manifiesta un lenguaje complementario (sol y luna) de
16 En esto existe una relación al ombligo nutriente que refiere el centro del Tupo.
17 Como dato curioso, imagen similar utiliza Santa Teresa en Las Moradas como representación
del camino hacia la perfección.
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b) Tupo y laberinto
Imagen del laberinto, el Tupo participa de su simbolismo. Co-
mo en el claro del laberinto, en la piedra central del Tupo se encuentra
el centro vinculado a la luz y la conciencia-conocimiento.
Expresa Behaeghel que el laberinto es la madre Tierra a la que
el individuo retorna para volver a nacer. El mismo significado tiene el
Tupo. Los pasos referidos en el laberinto, y en las circunferencias, ma-
nifiestan las escalas en el Conocimiento hacia la Luz.20 Es un símbolo
Iniciático.
Muerte y resurrección se conjugan en el Laberinto, en el man-
dala y en el Tupo, como también en el Bastón de mando, con su memoria
de árbol, de raíces y tierra, anunciando un re-nacimiento, una Ini-
ciación. Son éstas figuras de umbral.
El centro del Tupo marca el lugar del equilibrio de las fuerzas
contrarias denota la armonía; expresa el lugar de la justicia y la virtud.
Lo cambiante corresponde a lo que pertenece a la circunferen-
cia externa, que expresa la rotación (movimiento de la rueda, la “rota”),
frente a lo fijo del punto central que corresponde a lo inamovible y per-
manente, reflejado en el centro del Tupo, así como en el alfiler con su
función de eje cósmico y sostén del Universo. El alfiler, por analogía, se
vincula al rayo solar que determina la energía vital.
Lo temporal externo se manifiesta por la circunferencia exte-
rior que refiere lo mundano; el centro, marcado con la piedra determi-
na lo Eterno. Este punto se presenta en distintas tradiciones como el
sol, que a su vez es un símbolo. Revela el centro del mundo, el Prin-
cipio divino.21 No puede existir la circunferencia, lo externo, sin el cen-
18 De manera similar que la imagen del águila y la serpiente. Ambos son símbolos de concen-
tración de los poderes divinos.
19 Como el mandala o los pequeños bonsáis que refieren el Universo, el Tupo constituye un auxi-
liar en la meditación de lo auténticamente importante en la existencia.
20 En el individuo se concentra la decisión de permanecer en las tinieblas o de pasar a la lumi-
nosidad de la Iniciación. “Somos el laberinto”, como dice Behaeghel, y de una cierta mane-
ra decidimos entre el camino del exterior de sombras y tinieblas o el centro de luz.
21 Idem. p. 64
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
tro. Todo emana de allí: “el punto es el emblema del Principio, el círculo lo
es del Mundo”; “los círculos concéntricos representan los diferentes estados o
grados de la existencia manifestada”.22 Lugar del sol, centro, centro del
Mundo, coinciden en el punto medio del Tupo.
El centro es también imagen de la ciudad primordial,23 del
Paraíso. Anota Guénon24 que existe en el ser humano una aspiración de
retorno al centro creador, al motor o semilla de la Vida.25 De allí emana
la fuerza vital. Se identifica también con la tierra propia como lugar de
origen y sitio de estabilidad.
El Tupo es un símbolo solar, pero su significado es más vasto y
profundo. Nada existe sin el Principio Supremo. El Tupo no sólo expre-
sa la rueda de la vida sino la rueda de la Luz, de la Justicia y el Orden,
del equilibrio, de la paz, porque en el centro se concilian los contrarios.
Denota el lugar sagrado por excelencia. Resume la armonía, el poder y
la energía vital.
Representación del hombre y su dualidad, el Tupo expresa lo
cósmico y lo anímico.
c) Espejos mandálicos
En China, imágenes idénticas a las de los tupos andinos se
encuentran cinceladas detrás de espejos de mano de remota antigüe-
dad. En la Simbología, el espejo expresa la conciencia. Mandala, Tupo y
espejo determinan el autoconocimiento, la conciencia, el encuentro in-
dividual, como sucede con el símbolo del Laberinto. Y si “especulamos”
(palabra latina origen del vocablo “espejo”) el porqué del símbolo
mandálico detrás de los espejos chinos, lo relacionamos con los ritos de
Iniciación donde eran utilizados. Se conectan a la investigación, al
conocimiento y a las sociedades secretas.26 Instrumentos de la Ilumi-
nación, símbolos de Sabiduría, de la mente creativa, expresan la reve-
lación de la identidad; símbolos solares y a la vez lunares, al igual que
el mandala o Tupo, reflejan la luz. En la China taoista servían de pro-
tección. Los espejos eran sagrados; se relacionan al alma y al autocono-
cimiento, como el Tupo. En los espejos de mano, también asume expre-
sión simbólica la presencia de anverso y reverso, conjunción que refle-
22 René Guénon, Symboles de la Science Sacrée, p. 63
23 Idem.
24 Idem., Guenon, op. cit.
25 Mircea Eliade ahonda el tema en su libro Imagen y Símbolo.
26 Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, Diccionario de Símbolos
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BO L E TÍN N° 1 8 1 D E L A AC A D E M I A N ACI O N AL DE HI STO R I A
e) Luna: Medida
El Tupo, como “medida” se identifica con la luna, “el instrumen-
to de medida universal”.30 “La luna mide, pero también unifica sus “fuer-
zas”.31 Se vincula a la mujer, a la fertilidad y la Iniciación. La conjunción
de sol y luna determina la Unidad; refieren los dos ritmos astrales, los
dos centros de energía sacrocósmica.
Desde antiguas épocas, el círculo (imagen de la perfección, sin
inicio ni fin) encierra la región sacra. La piedra consigna el lugar de lo
sacro. El Tupo como mandala tiene carácter protector del individuo. Es
un amuleto que determina una defensa en quien lo porta mientras soli-
dariza a su dueño con el Cosmos. Manifiesta lo histórico y determina
la condición psíquica de la persona que lo lleva. Tiene ante todo una
función estabilizadora, unificadora; es imagen de armonía.
En el Tupo la existencia humana se refleja en dos planos para-
lelos: el de lo terrenal, del devenir, referido en los círculos concéntricos;
27 Gregorio de Niza apud. M. M. Davy, L´Arbre p. 71, cita: “El hombre porta en sí la humanidad,
contiene también el cosmos.”
28 Barry Fell, Saga América.
29 Heine Geldern y Evans Meggers apud. W. Marschall INFLUENCIAS ASIÁTICAS en las cul-
turas de la América Antigua, p. 71.
30 Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, p. 150.
31 Idem. , p. 151
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
f) Tupo y círculo
La forma circular del Tupo corresponde tanto a los orígenes
como al final; se asocia al espíritu y refiere los inicios de la vida de un
pueblo; pero también es la forma desvinculada del tiempo32 que deter-
mina un grado espiritual evolucionado. En la Psicología expresa la cul-
minación del proceso de logro de la Individuación y corresponde en
una cultura a la etapa del desarrollo del yo superior. Tiene que ver con
la identidad y la conciencia superior del ser humano.
El Tupo, además de representación solar, es imagen lunar con
su característica de innovación, fertilidad y vida. Al conjugar sol y lu-
na, identifica la Totalidad y la Perfección. En los dos elementos astrales
se encuentra la expresión luminosa, y en ésta se concentra el Conoci-
miento y la Sabiduría, el Renacimiento y el Despertar. Asociado a la luz
está el consciente, y la posibilidad de recuperar la conciencia de la pro-
pia identidad.
Como “medida” el Tupo se vincula a la posibilidad de orienta-
ción material y espiritual; es una especie de brújula que refiere siempre
la mesura y el lugar del centro y otorga su amparo. La posibilidad de
orientación hace libre al hombre; por ella se vuelve dueño de conocer
dónde se encuentra, como punto referencial, y así poder ir y venir y
reconocer los lugares o retornar a un sitio. La conciencia es el saberse
en un lugar.
32 “El círculo, la esfera, lo redondo, son aspectos del yo, sin principio ni fin, es la perfección primordial,
sin antes ni después, sin tiempo”.
33 Hermanado al Jeroglífico del águila y la serpiente por su significado
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h) El largo alfiler
Visto con un criterio analógico, el largo alfiler del Tupo simboli-
za el eje o axis mundi que revela el sol en su punto más alto, el cenit,
aspecto clave que define la continuidad del camino solar, la permanen-
cia de la vida. Denota el astro en movimiento, alusivo al sol vertical
propio de estas latitudes; este sol equinoccial no produce sombra por
sus rayos verticales, hecho importante en la religión solar.
En los Tupos circulares, como algunos de aquellos que tienen
forma de cuchara, es importante el alfiler que actúa como eje cósmico
que expresa el Orden del Universo y el anímico. La misma función tie-
ne el mango de la cuchara: es el sostén. Es elemento simbólico sacro por
su vinculación al eje vertical del rayo solar, mismo que une tierra y
cielo conformando la Totalidad y expresa la energía vital.
Portan el Tupo las mujeres36 porque éstas se relacionan con la
medida de la tierra, la agricultura, la semilla, la matriz, a su vez rela-
cionada con la luna y los ciclos de la Naturaleza. La mujer, como la tie-
rra, es portadora de vida. Y ésta se rige por el sol, la luna y los cielos
que el Tupo representa.
La destrucción por parte de los españoles de los elementos
“idolátricos” de la antigua religión andina, soslayó el importante ele-
mento simbólico del Tupo solar como depositario y contenedor de
carácter religioso autóctono, y su hondo valor significante pasó inad-
vertido en virtud de su aspecto decorativo. De allí que no fuera extirpa-
do su uso.
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
i) Tupo e Iniciación
Puesto que como mandala el Tupo evoca la Creación y el
Cosmos, (como lo señala Eliade con relación a estas figuras simbóli-
cas),37 desde una visión religiosa universal el Tupo es sagrado; anuncia
un renacimiento, un nuevo inicio. Refiere el punto sacro de los Orí-
genes de la Vida. Es el ombligo nutriente. Religa cielo y tierra. Es la
pauta del equilibrio que debe caracterizar toda vida humana siguien-
do la armonía del Cosmos como ejemplo. De allí que denote mesura,
“medida”. Como símbolo de Iniciación representa la superación indi-
vidual. Desde el antiguo Tibet refleja la Vida en sus dos aspectos: mate-
rial y espiritual. Es símbolo cósmico de la divinidad,38 e imagen guía
que centra al hombre. Representa la ascensión espiritual.39
j) Tupo y Pichincha
Sinónimo del “Tupo” es el vocablo “Pichincha”: en el gran baile
del Chimborazo “las mujeres lucían grandes tupus, conocidos también por
Pichinchas.” 40 El Pichincha o Pechinche, conformado por las dos elevacio-
nes, el Rucu y el Guagua, el viejo y el niño, condensa también las etapas
de la vida y su continuidad, tiene un carácter mágico y mítico, vincu-
lado a la vida; expresa la Totalidad que permite la existencia. La co-
nexión entre el Tupo y el Pichincha es la dualidad, presente en la monta-
ña de las dos cumbres y en la conjunción cielo-tierra que infiere el
Tupo, dualidad que constituye su sacralidad. La montaña dual resume
la Unión de lo diverso, que denota el trascender lo múltiple en aras de
lo Uno, concepto que refiere también el Tupo. El Pichincha, como el
Tupo y la danza sacra, determinan el paso de lo múltiple a lo Uno,
como la circunambulación en la búsqueda del centro en las danzas
sacras al sol.
37 Mircea Eliade, Sources Orientales, artículo “La naissance du monde”, pp. 474-475
38 J. Chevalier y A. Gheerbrant, Diccionario de Símbolos, p. 633
39 Idem., p. 654
40 Piedad y Alfredo Costales, Los Señores Naturales de la Tierra, Seros, Quito, p. 17
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41 ¿Existirá relación entre este vocablo y el antiguo nombre del Japón, Supango?
42 Jorge Salvador Lara, Quito en la Prehistoria 1972, Pontificia Universidad Católica deEcuador
43 Jorge Salvador Lara, op .cit., p. 18
44 Al igual que Teotihuacán en México. Como es arriba es abajo enunció Hermes Trismegistos.
45 Cochasquí era el antiguo centro sacro equinoccial.
46 La olla de barro, de tierra, es también imagen de la montaña-cueva y de la matriz.
47 En la nota de Enrique Urbano y Pierre Duviols en Fábulas y Mitos de los Incas, p. 100 “quito
en aymará es tórtola.”
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
48 Jorge Salvador Lara, Quito en la Prehistoria, Revista de la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, 1972, p. 15
49 Jorge Salvador Lara, op. cit., p. 21
50 Jorge Salvador Lara, op cit., p. 32
51 Idem. p. 34
52 La partícula “xic” determina el ombligo, equivalente al centro.
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c) El Yavira
La antigua tola “natural” de los caranquis recibió del Inca el
nombre de “Yavira” en quechua y en memoria del cerro del mismo
nombre en el Cuzco: El Yavira era una guaca. Allí se armaban caballe-
ros del Inca. “Esta guaca Yauira heran dos alcones de piedra puestos en un
altar en lo alto del cerro.”54 Guaca significa santuario. La presencia de las
dos aves recalcaba la dualidad. El halcón es ave de cacería vinculada al
guerrero. En el ave se conjuga lo material y lo espiritual.
En el Yauira, a media legua del Cuzco, el Ynca entregaba orejas
de oro y mantas coloradas con unas borlas azules a los recién armados
caballeros.55 En la simbología de los colores, el rojo expresa el día y el
azul, la noche. La dualidad que expresa la fuerza de las dos energías.
Yavira es “manadero de agua” o lugar del manantial.56 Era lugar de
culto de Viracocha. Esto se explica desde la Simbología por la asocia-
ción entre el Conocimiento y el sol en el cenit, el sol del Mediodía, y la
vinculación con el dios civilizador.
En el lado sureste del Yavirac de de Quito se ubicaba el manan-
tial. En la Simbología éste representa el elixir de la Vida y manifiesta los
inicios, los Orígenes. A su vez, las aguas del manantial se relacionan al
53 Fernando Montesinos, Crónica de 1650, Memorias antiguas historiales y políticas del Perú”,
Librería e Imprenta Gil, Lima Perú, apud por Salvador Lara, Jorge, Quito en la Prehistoria.
54 C. de Molina, Relación de las Fábulas y Ritos de los Incas, p. 106
55 Idem.
56 En la cultura local, la chicha es la bebida proveniente del maíz. En chino el “chi” expresa la
energía vital.
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d) Tola y tula
En el interior de la cueva se juntan muerte y nacimiento.62 La
tola hace función de la cueva, la montaña, la pirámide, el astro, el cen-
57 Jorge Salvador Lara, op. cit. p. 32
58 Es posible que de aquí provenga el vocablo quechua Chicha
59 Pedro Cieza de León, op. cit.
60 R. Guénon, op. cit., p. 85
61 R. Guénon, op. cit., p. 197
62 R. Guénon, op. cit. p. 194
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f) Tupo y tula
Como el Laberinto, el Tupo expresa el camino al lugar del cen-
tro, de la luz y el Principio. La “Tierra santa es el centro del mundo en el
sentido cosmogónico”.72 La Tula, desde 2,000 años a. C., era considerada
el lugar de Origen y Paraíso. El centro es el lugar del sol, la luz. El cen-
tro espiritual rige el orden del Universo. La imagen solar del Tupo con-
juga el dominio de lo celestial y cósmico.
La tola se liga así a los orígenes y por lo tanto al Paraíso. Reúne
cielo y tierra. Como la montaña y la cueva, denota el centro espiritual.
Quito, con el Yavirac, deviene un centro espiritual.
La Tula, al igual que el tupo expresa el centro y el equilibrio del
justo medio. Tula, tierra santa y Paraíso son sinónimos. Expresan naci-
miento e Iniciación.
La antigua Tula mítica se relacionaba con la región polar, por
ser ésta la zona propia del axis mundi, sostén del Universo, el lugar del
centro de la Tierra. Su ubicación en el extremo norte era indetermina-
da. Simbolizaba los “límites temporales de la Tierra”.73 “La Tula se vincu-
la a la región polar equivalente al centro.” 74 Porque simboliza los límites
temporales de la tierra, denota la conjunción tierra y cielo, materia y
espíritu.
Desde la antigua China la Tula se relacionaba a los cielos, espe-
cíficamente a la constelación de la Osa Mayor y Menor, equivalentes a
la balanza, y por lo tanto al justo medio, a la medida, al centro. De allí
el vínculo entre la Tula, la escala o balanza, con el tema del equilibrio,
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g) Laberinto y “Medida”
El tupo, imagen solar, astral y celeste, como “medida” refiere
los ritos de orientación. Eliade relaciona los mitos cosmogónicos a las
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Desde que el Yavirac inca fuera la tola o tula de los Caras, ya era
la montaña sagrada relacionada al Sol. La asociación de la montaña y
el sol se encuentra en el eje o axis mundi que expresa, que a su vez se
relaciona a los rayos solares. Uno y otros refieren la permanencia de la
vida, su continuidad.
El Tupo, Laberinto y la tola, representan el peregrinaje del indi-
viduo al centro, a lo Uno. Puntualizan el paso de la realidad externa a
la espiritual y anímica; de la materia temporal a lo metafísico y trascen-
dente. De lo efímero a lo duradero, al terreno de los valores. Revelan
el hallazgo de lo permanente; destaca como lo importante el centro ina-
movible.
i) Tula y fundaciones
Desde la remota antigüedad de la India, la Tula estaba vincu-
lada a las fundaciones.
En la antigüedad latina la “última Tula” (Thule) marcaba los lí-
mites del mundo en el norte. Era la tierra del ámbar,79 lugar de origen
de la Tradición, lugar de las leyes del secreto del Universo y de las lla-
ves del Ordenamiento, tierra de los hyperbóreos.
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Tupo. La unión del yin y el yang resume las dos fuerzas cósmicas, la
masculina celeste y la femenina o terrena83 “cuya correlación renueva el
mundo continuamente”.
La representación del ming era la unión de sol y luna, (imagen
del tupo) equivalente al yin-yang, la totalidad, que expresa el Tao o
camino.84. El yin y el yang resume la pareja cósmica, “cuya correlación
renueva el mundo continuamente”.85 El sol se relaciona con el pensamien-
to racional y la luna con el intuitivo y con el centro cósmico de la fecun-
didad. En conjunto, conforman la vida.
Esta imagen expresa así mismo la personalidad íntegrada del
individuo. La sentencia: “Cultiva tu propia personalidad, entonces habrá
orden en el Cosmos es de antigua procedencia china.86 Existe en el hom-
bre una búsqueda de perfección que para los chinos se resumía en el
“ming”, la luz Suprema, el camino de luz.87 Es el equivalente a la con-
junción del yin y yang, que corresponde al Tao, el camino, el secreto de
la Sabiduría. De aquí la importancia del Tupo, como síntesis armónica
de la dualidad, del camino en la vida; y de la armonía del equilibrio.
El Tupo conjuga las fuerzas vitales.
Ming tang (Luz-Palacio) se le llamaba al salón o Palacio de los
discursos de los sabios, siendo la Luz imagen de la Sabiduría y de la
Creación. El ming es el asiento de la fuerza vital que en el hombre se
ubica en el ombligo,88 (como centro) y corresponde a la conjunción de
yin- yang. El aspecto luminoso del ming se relaciona al alma,89 a la inte-
ligencia y a la intuición, (sol y luna); a la Sabiduría, al Conocimiento y
a la Creación.
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S Í M B O L O, M I TO Y M E T ÁF O R A
90 En México esta imagen expresa el “nahui ollin”, “cuatro movimiento” del sol.
91 Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, p. 19
92 Mircea Eliade, idem., p. 112
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m) Antigüedad de Quito
Pero Quito es mucho más antiguo. El Dr. Jorge Salvador Lara
cita la conclusión de Olaf Hola “podemos sin duda decir hoy que el sitio
geográfico donde está la ciudad de Quito ha sido poblado desde un tiempo tan
lejano como el 3 000 a 6 000 a.C., o sea un total de 8,000 años, edad muy res-
petable para la capital del Ecuador”.99
n) La tradición sacra
El conocimiento de los mitos y de los símbolos enriquece y res-
cata las culturas, la Historia. En todas las latitudes existe un simbolis-
mo religioso. Las tradiciones resguardan lo sacro. Existe un lenguaje
de símbolos que unifica a las culturas. Revelan lo espiritual. Y: “La cul-
tura es una creación del espíritu”.100
Se le llama Tradición (sacra) a los conocimientos sagrados here-
dados, conceptos acerca de la vida, del Cosmos y del hombre, que
coinciden en distintas latitudes; lenguajes como el del Tupo andino,
que expresan la esencia misma de la vida.
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o) Laberinto e Iniciación
Los símbolos que refieren un “centro”, un equilibrio, una ar-
monía, se vinculan al tiempo mítico. Expresan la conjunción de la dua-
lidad inicial, que constituye la Unidad. Determinan lo anímico. Reve-
lan los Orígenes, la Creación. Expresan la personalidad realizada.
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caico del gobernante: las dos serpientes aladas que se enfrentan. Con-
jugan cielo y tierra en las dos energías, que determinan no sólo la fuer-
za sino la mesura propia del buen gobierno. Es el mismo lenguaje del
Tupo. Reúnen los dos poderes, el material y el espiritual.
De modo similar, entre los chinos el símbolo del Emperador
era el de los dos dragones enfrentados, actualmente símbolo nacional.
Dragón y serpiente se corresponden en la Simbología.
La misma ciudad constituía una síntesis del Universo, con la
presencia del sol y la luna; el Todo cósmico. Las ciudades dirigidas a
los cuatro puntos del espacio son una copia del Universo.
En la tola y el Tupo existen como lenguaje las formas geomé-
tricas, expresiones de la Simbología universal, arquetipos símbolos del
hombre. Se vinculan al lenguaje sabio de la Tradición que se remonta
a civilizaciones lejanas y que aparece en distintas latitudes y épocas.
Las formas simbólicas del tupo y de la tola son manifestaciones
de un anhelo común de vida trascendente, de permanencia de la exis-
tencia. Es similar el simbolismo del Bastón de mando. Resumen la
Sabiduría del hombre de todos los tiempos, se remontan a mucho antes
de los Incas y de los Caras o Caranquis, portadores de estos antiquísi-
mos conceptos e imágenes y formas de lenguaje hermenéutico, síntesis
de lo sacro.
Joseph Campbell refiere que las artes y las ideas nacidas en
Mesopotamia, en el templo de Sumer pasaron a Egipto c. 2800 a.C.
Luego a Creta y al Indus en el 2600 a.C. y a China hacia el 1600 a.C. “Y
a América dentro de los siguientes mil años”.
El retorno al centro, a la tierra propia, trae la renovación de la
energía vital. Es el sitio de los antepasados, del origen nutriente de la
vida.
El Tupo, la Tula y la tola, el Yavirac, expresan la región sacra, la
tierra propia, el lugar del centro, resguardado, protegido por las circun-
ferencias. Estos símbolos portan el espacio sagrado como recordatorio
del camino a la Luz; solidarizan al hombre con el Cosmos. Conjugan la
historia y lo psíquico; y los dos tiempos, el profano y el sacro de la eter-
nidad, marcado por la piedra central que ejemplifica el eje, que marca
lo inmutable y duradero, aquello de donde emana la vida y lo que sos-
tiene la existencia. Tiene el Tupo una función unificadora de lo disper-
so. Ejemplifica lo vital y trascendente. Es imagen de la vida que se rege-
nera. El Tiempo se regenera.
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BIBLIOGRAFÍA
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BIENVENIDA AL DR. JAVIER GOMEZJURADO ZEVALLOS
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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1 Jorge Carrera Andrade: “La tierra siempre verde”, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito,
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2 El proceso contra Gijón en: Archivo Histórico Nacional, Madrid, Fondo Inquisición, legajo
1649.
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La primera reunión tuvo lugar en casa del general Matheu, con más
de sesenta personas, todas llenas de entusiasmo y patriotismo. Se
nombró de Presidente al general (José María) Sáenz y de Secretario a
José Miguel Murgueitio. De entre las personas notables que forma-
5 Pedro Moncayo, “El Ecuador de 1825 a 1875”, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito,
1979, 2º tomo, p. 11
6 Id.
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tura, quizá con la esperanza de sentar las bases para un futuro rescate
de su antigua influencia cultural. Pero debemos reconocer también que
esta agrupación mostró desde sus inicios una apertura hacia otros sec-
tores intelectuales, de diversa matriz ideológica. Así se explica que
desde sus inicios ella haya tenido en sus filas a un liberal como Luis
Felipe Borja Pérez y que, en 1915, ella haya invitado a participar en sus
trabajos al historiador radical y maestro laico Celiano Monge y al mo-
derado Isaac J. Barrera, con lo cual la entidad fue adquiriendo un cier-
to perfil ecuménico.
Dos años más tarde, en diciembre de 1917, moría González
Suárez y asumía la dirección de la Sociedad don Jacinto Jijón y Caa-
maño, que se convirtió desde entonces en su Director y también en su
mecenas, pues la entidad funcionaba en su casa y su peculio personal
financiaba el Boletín de la entidad, que inició su publicación en 1918,
por lo que hoy mismo es la más antigua revista científica ecuatoriana.
Y dos años más tarde, en 1920, la sociedad fue reconocida por el Con-
greso Nacional como una entidad privada con finalidad social y públi-
ca, y por mandato de la ley fue cambiado su nombre original por el de
“Academia Nacional de Historia”.
Estas remembranzas resultan útiles para entender en toda su
magnitud el acto de esta tarde, en el que se incorpora a la Academia
Nacional de Historia un nuevo miembro correspondiente, que es el
doctor Javier Gomezjurado Zevallos.
En verdad, nuestro recipiendario no es neófito en estos asun-
tos, pues desde hace algunos años ha sido académico de la historia en
la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde ostenta la categoría de Miem-
bro de Número de la Sección Académica de Historia y Geografía. Lo
que es más: nuestro colega viene respaldado por una sólida formación
académica, que incluye estudios de sociología, historia y gestión am-
biental, un doctorado en Sociología y Ciencias Políticas y varios cursos
de postgrado.
También respalda su presencia entre nosostros su amplia labor
historiográfica, que abarca varios libros como autor, otros como editor
y otros más como coautor, amén de numerosos ensayos y artículos
científicos, publicados en revistas especializadas del país y el extranje-
ro, y de muchas ponencias presentadas a congresos de historiadores.
Su inicial aproximación a la historia se dio, como en muchos
casos, a través de los estudios genealógicos, campo en el que ha desco-
llado con muy sonados logros, entre los que cito: “El historiador Fer-
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Gracias.
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LOS HIJOS EXPÓSITOS Y NATURALES EN LA
REAL AUDIENCIA DE QUITO*
Preliminares
Hablar del tema de los niños expósitos y naturales durante la Real Au-
diencia no es fácil, pues a pesar de que en el Archivo Nacional de Qui-
to, existe un Fondo destinado para los expedientes sobre el tema en la
época colonial, no todas las fuentes son explícitas en la mayoría de los
casos, y buena parte de la información queda jurídicamente inconclu-
sa. Sin embargo, y para este trabajo, hemos realizado una detallada
indagación de cada uno de los expedientes de cuatro de las ocho cajas
que en este archivo reposan, con el objeto de tener un mejor acerca-
miento de la situación de los hijos ilegítimos. En dichos documentos
constan las solicitudes para legitimación o reconocimiento de hijos,
reclamaciones de herencias y amparos para hijos expósitos y naturales
remitidos desde el Tribunal de la Audiencia a las partes interesadas,
curadores o albaceas testamentarios, de ser el caso.
Desde sus inicios, la sociedad colonial abordó el tema de la ile-
gitimidad como un asunto de exclusión social y de bastardía; así la
legislación de la época consideraba que la legitimidad de los hijos habi-
dos dentro del matrimonio se presumía siempre, de tal manera que la
condición de ilegítimo –sea el hijo habido fuera del matrimonio o de
uniones informales- era sinónimo de prejuicios e inferioridad. Estos
fueron tratados en muchas ocasiones con el mayor vilipendio, y fueron
calificados como bastardos, espurios, incestuosos o adulterinos, aun-
que no siempre hayan tenido esta condición.1
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10 Cfr. Bernard Lavallé. Amor y opresión en los andes coloniales. Instituto de Estudios Peruanos-
IFEA-URP. Lima, 1999.
11 Archivo Nacional. Quito. Cedularios 1794. (Se ha modificado la ortografía para mejor com-
prensión [n.a.]). Ver también Hijos Expósitos y Naturales, 1794.
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Creemos que esta Cédula Real se dicta porque muchos de los expósitos
pertenecían a familias honorables, lo que se corrobora cuando a conti-
nuación del mismo documento se anota que los expósitos también tie-
nen derecho a dotes matrimoniales y a ingresar a ciertas instituciones
como colegios, siempre y cuando esas instituciones no establezcan lo
contrario. Así se establece que:
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15 Ibídem. Caja 1.
16 Cfr. Fernando Jurado. Las Coyas y Pallas del Tahuantinsuyo. Edic. Xerox. Quito, 1982.
17 Javier Ortiz de la Tabla. Los Encomenderos de Quito (1534-1660). Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla. Sevilla, 1993.
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ri, quienes eran los verdaderos padres del expósito, de manera que a
futuro no tenga problemas de herencia ó socialmente se conozca su
auténtico origen, pues al momento de haber nacido dicho niño y por
los prejuicios y habladurías de la época, fueron expuestos. Este fue el
caso, en 1728, de Gabriel Manuel de los Reyes, hijo de Lucas de los Re-
yes y Lucía Martínez de Orbe, vecinos de Ibarra, quienes contrajeron
matrimonio luego de haber nacido el niño.
Los Orbe eran una de las familias fundadoras de Ibarra, y el
pionero y tronco de este clan fue el vasco Juan Martínez de Orbe e Ízte-
gui, nacido por 1560 en el caserío de Berrio, cerca del pueblo de Elorrio
en España. Pasó a Indias y se estableció en Caranqui, donde casó por
1594 con doña Paula de Soto e Ibacache, mestiza nativa de la zona, cu-
yo origen fuera ocultado por algunos prejuiciados historiadores que
destruyeron parcialmente el testamento de Isabel Ibacache cacica del
pueblo de Santiago y madre de doña Paula de Soto19, con el objeto de
tapar el origen indígena de muchas familias ibarreñas.
Para no afrontar la vergüenza social y retomando el caso del
niño Gabriel Manuel de los Reyes, la tía materna de éste y su marido lo
llevaron al Convento de San Agustín y lo hicieron bautizar en calidad
de expósito el 23 de mayo de 1715, quince días después de nacido. Es
sólo a través de este expediente de agosto de 1728, que se conocería el
verdadero origen del niño Gabriel Manuel de los Reyes20. Veamos su
genealogía:
Martín de Orbe
c.c. María Íztegui
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29 Al respecto Cfr. María Emma Mannarelli. Pecados públicos. La ilegitimidad en Lima en el siglo
XVII. Ediciones Flora Tristán. Lima, 1993.
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lias que los acogían y los criaban; de ahí que la condición de expósito
implicara la sospecha de ser hijo legítimo en ciertos casos.
Sin embargo, no todos los niños abandonados eran expuestos
a las puertas de las residencias de familias que generalmente tenían
holgura económica, dado que la categoría de expósito estaba reserva-
da para los niños blancos, más aún a raíz de la Cédula Real de 1794.
Otros niños –que podían o no tener la calidad de blancos- fueron ex-
puestos a las puertas de los conventos. Este fue el caso de Joaquín, un
niño que en 1752 fuera abandonado a las puertas del Monasterio de las
Conceptas de Quito. Allí, las monjas Juana de San Cayetano y María
Josefa de San Gerónimo lo criaron hasta cuando el niño tuvo siete años.
Frente a la imposibilidad de seguir con él, lo entregaron a Don Fran-
cisco Bernardo de Mena, hermano de la monja Josefa para que lo cuide,
cosa que no sucedió, a pesar de que el señor Mena recibió un par de
esclavos, joyas y otros bienes para los gastos y atención del niño
Joaquín.30
Caso parecido es el de María de Grijalva, nacida en Ibarra por
1732 e hija natural de doña María de Grijalva y Recalde. La niña fue
expuesta a las puertas de la casa del Presbítero Pedro de Santa Cruz,
donde fue criada por una cocinera mulata de nombre Petrona. Cuando
la madre se casa hacia 1735 con don Ignacio Páez de Trastamara, dice
que la niña no es de ella y que sólo le ha dado caridad. Al parecer quiso
evitar problemas con su marido al ocultar el verdadero origen de su
hija. Por el expediente de 30 de junio de 1774 se sabe que doña María
de Grijalva y Recalde también fue madre de otra niña llamada Antonia
Grijalva31, n. en la hacienda de Buenaventura en Ibarra por 1730 y cria-
da por su tía María Recalde. En 1742 doña Antonia fue nombrada por
su madre como heredera de la hacienda de Pueblo Viejo y de dos escla-
vos; casó por 1750 con el quiteño Manuel José de Sosa y Márquez y es
antepasada de connotados e ilustres quiteños.
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34 Al respecto Cfr. María Gema Cava López. “Pobreza y marginación infantil: expósitos en la
Alta-Extremadura moderna”. En Coloquios Históricos de Extremadura. España, 1997.
35 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 3.
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36 Jorge Núñez Sánchez. Historias del País de Quito. Edit. Eskeletra. 1ª Edic. Quito, 1999.
37 Al respecto véase lo que el realista y ferviente defensor de los intereses de la Corona espa-
ñola Pedro Pérez Muñoz menciona en sus “Cartas”. En Fernando Hidalgo-Nistri, comp.
Compendio de la rebelión de la América – Cartas de Pedro Pérez Muñoz. Edic. Abya Yala, 1998.
38 Cfr. María Antonieta Vásquez Hahn. “El tiempo quiteño de José Mejía Lequerica”. En Jorge
Núñez, et. al. Mejía, portavoz de América. Edic. Fonsal. Quito, 2008.
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Consideraciones finales
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47 Cfr. Jorge Moreno Egas. Vecinos de la Catedral de Quito bautizados entre 1801 y 1831. Offset
Ecuador. Quito, 1984.
48 Archivo Nacional. Hijos Expósitos y Naturales. Caja 3.
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BIENVENIDA AL DOCTOR VLADIMIR SERRANO PEREZ
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA ACADEMIA
NACIONAL DE HISTORIA DEL ECUADOR
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EL IMAGINARIO EN LA HISTORIA DE QUITO:
SENTIDO DE LAS LEYENDAS Y TRADICIONES*
Introducción
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uno y ciento ochenta y siete años el otro, como fueron los casos de las
muertes heroicas de Jorge Landáburo y Abdón Calderón, son eviden-
cias de esas alteraciones pues se observa la sincretización de los dos
acontecimientos, es decir que se han juntado elementos de las dos ver-
siones, conllevando el surgimiento de una tercera. Jorge Landáburo, de
lo que se sabe sobre la vida de él, fue un personaje, que actuó en el perí-
odo de la Revolución de Quito e intentó la toma del cuartel Real de Li-
ma o de los Pardos el 2 de agosto de 1810, fracasando en el intento; vol-
viéndosele a encontrar en diciembre de 1812, según versión de Manuel
María Borrero, sosteniendo la bandera patriota en la batalla de Yaguar-
cocha, en momentos en que la suerte de las armas estaba echada y ven-
cían las tropas de Juan de Sámano. Entonces Landáburo en gesto heroi-
co y cubierto con la bandera, se lanza contra los realistas, los cuales le
reciben con puñales, muriendo en el acto.
Abdón Calderón, hijo de Francisco Calderón, fusilado por Sá-
mano en 1812, se alistó en las huestes del general Antonio José de Su-
cre, combatió en Yaguachi y se encontró en la batalla del Pichincha en
la tercera compañía del batallón también denominado Yaguachi. Según
destacan algunos historiadores, al inicio de la batalla, fue herido en su
brazo derecho, lo que le obligó a tomar la espada con la mano izquier-
da; como recibió otro balazo, la espada fue recogida por un sargento y
colocada en su vaina en la cintura de Calderón; quien con imperturba-
ble serenidad y el brazo fracturado colgado de un pañuelo al cuello,
continuó avanzando más y más enardecido a la cabeza de su compa-
ñía, hasta recibir una tercera herida en la pierna izquierda en los preci-
sos momentos en que la batalla cambió de escenario al Panecillo. Su
entusiasmo continuó y una cuarta bala lo arrojó a tierra, fracturándole
el hueso de la pierna derecha. Lo que demuestra que las heridas se
produjeron, pero que nunca cargó una bandera e incluso la espada por
circunstancias físicas, una vez inutilizados los brazos, nunca más salió
de su vaina.
Al parecer los dos acontecimientos se unieron; gracias a la fun-
ción fabuladora, o mítica de la psique colectiva. Observándose en todo
caso que como la acción guerrera triunfal se dio en Pichincha y que por
el contrario Yaguarcocha fue el escenario de la derrota los dos hechos
se fusionaron en favor de Calderón, a tal extremo que muchas pinturas
con propósitos cívicos, presentan al así llamado “héroe niño” portando
una bandera; lo cual a pesar de no haber sido cierto, infundió en niños
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EL IMAGINARIO
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Los europeos para fines del siglo XV, estaban orientados por
una conciencia mental racional, en cambio, que los indígenas mantení-
an formas del conocimiento mágico mítico, lo que fue una de las cau-
sas para su sometimiento. Sin embargo de lo dicho, una vez fuera de su
ámbito, los españoles al encontrarse en un mundo exótico, revivieron
muchos de los mitos antiguos de la cultura occidental, como el del
paraíso perdido o la fuente de la eterna juventud, a lo cual agregaron
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parte del rumor de ese tiempo, pero al no existir una completa verifi-
cación histórica queda en este singular marco de lo tradicional.
En este sentido el mitoanálisis, estructurado por Gilbert Du-
rand, puede ayudar, para comprender los sentidos ocultos de las leyen-
das y tradiciones, pero sin caer en lo reductivo, sino tratando de enten-
der como reiteradamente se ha dicho, la coyuntura psicocultural e his-
tórica, de cuando la leyenda fue forjada.
Si analizamos los contenidos de las leyendas quiteñas, hasta
hoy publicadas, podemos encontrar que algunas de ellas, forman parte
de la historia en general, pero han sido extraídas para destacar, mo-
mentos particulares de las vidas de los personajes o sus hechos heroicos
y que pueden denominarse como las leyendas históricas. En cambio
hay otras que hacen referencia a acontecimientos misteriosos, cuando
no terroríficos, en las que hay un desarrollo mucho mayor de la imagi-
nación y que podrían llamarse leyendas fantásticas, otras hacen referen-
cia al origen de los monumentos quiteños, como iglesias y capillas, que
tienen un carácter predominantemente católico y que se emparentan
con las del medievo europeo, y unas cuartas en relación a hechos crimi-
nales, que han salido de la investigación de los respectivos archivos.
Para experimentar la forma en que funciona el mitoanálisis en
las leyendas quiteñas hemos escogido la de “Cantuña” o “la tradición
de San Francisco”, por reflejar, el momento de confrontación entre las
dos culturas la hispana y la aborigen, lo cual no tuvo únicamente que
ver con las diferencias tecnológicas como se ha señalado con anteriori-
dad reiteradamente, sino con dos distintos estados de conciencia.
Si bien los incas y aztecas, consolidaron un régimen patriarcal,
el mismo se encontraba todavía circunscrito a lo mágico-mítico y por lo
tanto, no se conocían las tres dimensiones de la perspectiva sino sola-
mente dos. Los indígenas resultaban absolutamente inocentes, en rela-
ción a la astucia de los europeos, los que claramente diferenciaban los
fenómenos de la naturaleza de sus creencias religiosas, los animales de
los seres humanos y en general traían la ciencia, que ya tenía cierto
desarrollo en la Europa del siglo XVI.
Aparte de la resistencia guerrera, algunos de los indios ameri-
canos por fuerza de las circunstancias, se despertaron a la nueva cons-
ciencia, pasando de inocentes a suspicaces y aprendiendo con facilidad
de sus dominadores, el uso del engaño y la astucia, como armas.
Como otra de las funciones de los mitos y las leyendas, que en
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visitar el museo del Banco Central del Ecuador, que los pintores prác-
ticamente habían reelaborado el dogma cristiano. Como que nuevos
apócrifos salidos del alma popular quiteña, se reflejaran en las devotas
pinturas. La creencia original queda atrás y la fantasía galopa adelan-
te, generando hasta cierto punto un cristianismo propio. Así en Can-
tuña no parecería ningún pecado el servirse del diablo y luego burlar-
lo para conseguir un santo propósito. Por cierto, prosigue la extrañeza
cuando recordamos la leyenda del “Cristo de la Agonía” de Miguel de
Santiago, citada con anterioridad, la que cuenta que el célebre pintor
del siglo XVII para conseguir imprimir en su lienzo el paroxismo de la
agonía de Cristo, clavó una lanza en el corazón de uno de sus discípu-
los, quien pendía de una cruz, a manera de modelo. Supuestamente las
autoridades habrían perdonado tan nefasto crimen por la belleza de la
obra, con lo cual nos encontraríamos otra vez con las peculiaridades de
lo sagrado.
Es entendible que el pícaro o embaucador, una de las caras del
dios griego Hermes, se convirtiera en intermediario entre el mundo
matriarcal de los indígenas y el adusto régimen de los españoles bajo
un Carlos V, un Felipe II y la mano de hierro de la Inquisición. El píca-
ro en América, ya no está actuando de bufón en las cortes, sino en la
cotidianidad. Comprendiéndose mejor el papel de los diablos uma –ca-
beza en quichua– en las festividades campesinas y porqué el indígena
para acceder al mundo patriarcal dominante, de inocente y huérfano,
tenía que convertirse en pícaro, siendo su modelo Cantuña.
La etnóloga Laura Levi Makarius, al enfrentar el análisis del
mana (energía transpersonal para los pueblos oceánicos) y de lo sagra-
do en las religiones primitivas, observó que en la violación de los tabú-
es, cobraban importante papel el trickster (que en inglés significa píca-
ro) y los clowns (payasos), características que acompañan a los diablos
uma. Por otro lado es importante observar la obvia naturaleza sombría
que lo español fue cobrando en las diferentes castas coloniales, pro-
ductos del constante mestizaje racial; por lo tanto la imaginería diabó-
lica en estas aparece con rasgos hispanos. De esta manera, el santo
limeño Martín de Porres cuando visionaba al satánico personaje, lo
veía con figura de conquistador español. No está por demás recordar
así mismo, que los excesos de las huestes peninsulares con los indíge-
nas, a través de la tortura y el genocidio, que fueron recogidos y de-
nunciados por Fray Bartolomé de las Casas y en el siglo XX psicopato-
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Bibliografía
Alarcón Rafael, Virila de Leyre: El santo que viajó en el tiempo, Revista Año Cero,
Editorial América Ibérica. Año 12. N.131
Makarius Laura, Le sacré et la violation des interdis. París, citada por Juliem
Riess, París, Lo sagrado en la Historia de la Humanidad. Encuentro, 1989.
Rader Olaf B, Tumba y poder, El culto político a los muertos desde Alejandro Magno
hasta Lenin, Madrid, Ediciones Siruela, 2006.
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BIENVENIDA A KLEVER BRAVO
COMO MIEMBRO CORRESPONDIENTE
DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
Junto con buscar testimonios del pasado, una de las tareas fundamen-
tales del historiador es el estudio y uso de las palabras. Ellas son la
materia prima de su labor diaria y le sirven para hacer explícitas sus
ideas, describir o estudiar un suceso, reconstruir un escenario histórico
o un panorama social, formular una hipótesis o plantear una teoría. En
su trabajo con las palabras, el historiador deambula entre el pasado y
el presente: recupera con tino y analiza con delicadeza unas palabras
aparentemente muertas, escritas en unos papeles antiguos, a veces ya
carcomidos por el tiempo o destruidos por la desidia de los hombres, y
las siente con emoción, goza con las bromas o picardías de las gentes
del pasado, se indigna ante las infamias del ayer, sufre con los dolores
de los pobres y desvalidos de otrora, y finalmente busca revivir, recons-
truir, retrotraer esos hechos al presente, para informar a las gentes de
hogaño sobre las ideas y acciones de las gentes de antaño.
Así, buscando responder a los interrogantes de los vivos, da
actualidad a palabras de gentes ya extintas, que escribiera algún desco-
nocido y a veces anónimo escribiente, palabras dichas con unos modos
y dejos del pasado, pero en cuya letra muerta pervive silenciosamente
una vida que se niega a morir, una vida que, a veces sin habérselo pro-
puesto, logra eternidad por medio de la escritura; una vida extinta que
tiene todavía la fuerza de conmovernos, se sacudirnos, de indignarnos
o de convocarnos a la acción.
En estos mismos días, la conmemoración del Bicentenario de la
Revolución Quiteña de 1809 ha impulsado todo un frenesí de búsque-
da de aquellas palabras del ayer. Por serio afán investigativo o también
por moda y novelería intelectual, muchas gentes se han dedicado a la
tarea de rebuscar papeles desconocidos y releer los ya conocidos, en
busca de respuestas a los nuevos interrogantes que cada generación
tiene sobre su historia. Cualquiera sea la motivación que lo impulsa, se
trata de un esfuerzo positivo y prometedor, que nos ayuda a superar,
como nación, la cansina reiteración de las viejas opiniones, aprecia-
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LOS SIETE COMBATES DEL EJÉRCITO QUITEÑO
EN NOMBRE DE LA INDEPENDENCIA, 1809-1812
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2 Gerardo León Guerrero Vinueza, Pasto en la Guerra de Independencia 1809-1824, Bogotá, 1994,
p. 22
3 Extracto del oficio de la Sala Capitular de Quito al ayuntamiento de Pasto, septiembre de 1809,
Archivo Nacional de Madrid, sección Consejos, legajo 21679, en Gerardo Guerrero, “¿Por qué
vinieron los quiteños?, dos invasiones al distrito de Pasto 1809 – 1811”, Primer encuentro colom-
bo-ecuatoriano sobre raíces históricas, Memorias, Pasto, 24-28 de mayo de 1987, p. 108, 111
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del Patía y así dar guerra a los “Patriotas de Cali” que, en número de
900 hombres, marcharon hacia Popayán para enfrentarse en la famosa
batalla intestina de Palacé, el 28 de marzo, con una sonada victoria de
los caleños y la fuga inmediata de Tacón.19
Derrotado y perseguido, el gobernador Tacón se atrincheró en
Pasto y de allí envió a su emisario, don Antonio Mendizábal, para soli-
citar una entrevista con el coronel Carlos Montúfar, a fin de alcanzar
una mediación entre las dos regiones. Esta petición fue sometida a la
Junta Superior de Quito, la misma que no dio paso a tal entrevista por
la intriga y desconfianza que irradiaba dicho gobernador.20 Por esta
razón, el 3 de mayo fue desplazado hacia Tulcán el teniente coronel
Pedro Montúfar al mando de una fuerza de 300 hombres, precisamen-
te con la misión de cubrir la frontera septentrional,21 a sabiendas de que
ya estaba en marcha una acción combinada entre las fuerzas de la Con-
federación del Cauca por el Norte y el ejército quiteño que marchaba
en su segunda expedición ofensiva por el Sur. Esta vez nuestros patrio-
tas marcharon con las siguientes misiones: desalojar a las fuerzas de
Tacón que habían invadido Tumaco, proteger a los habitantes de Pasto
que sufrían hostilidad y violencia de su propio cabildo y que por lo
mismo solicitaban agregarse a la Real Audiencia de Quito; y, finalmen-
te, recuperar el tesoro perteneciente a las cajas quiteñas.22
Al cruzar el río Carchi, el 29 de junio de 1811, los patriotas
habían aumentado sus filas con 200 hombres enviados desde Quito.
Frente a este avance, Tacón destacó parte de su tropa en Carlosama,
lugar donde tomaron prisioneros a varios soldados de la vanguardia
de Montúfar.23 Luego de varios días de combates, los pastusos, al man-
do de los tenientes coroneles José María Villota y José Uriguen, cedie-
ron terreno para que se dé combate cuerpo a cuerpo, dando un resul-
tado favorable para los patriotas quienes se tomaron la loma de Cuas-
19 Guerrero, “¿Por qué vinieron los quiteños?...” p. 111. Se conoce que en su fuga, Tacón olvi-
dó salvar a su esposa y sus dos hijos que permanecían en Popayán. Lo que no olvidó sacar
fue el oro de las Cajas Reales.
20 Manuel María Borrero, op. cit. pp. 309, 310. El rechazo de tal entrevista quedó sentada en
actas de la Junta del 4 de junio de 1811
21 Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador desde su origen hasta 1845, segunda
edición, tomo III, Imprenta de la Nación, Guayaquil, 1886, p. 106
22 Guerrero, op. cit., pp. 48-51
23 M. M. Borrero, op. cit., p. 314. Recordemos que Tacón ya tuvo su papel represivo en el 2 de
Agosto, por ser ultrarrealista y por haberse amparado en sus vínculos familiares con Ma-
nuel Godoy, recordado éste por su “poder tras el trono” en la época de Carlos IV
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pud. Con este triunfo parcial a favor de los quiteños, Tacón decidió
tomar el mando de sus huestes y ubicarse en Sapuyes, lugar donde fue
atacado y obligado a replegar, pues ya tenía conocimiento de que las
fuerzas revolucionarias del Norte estaban en camino y que los patrio-
tas quiteños preparaban una mayor ofensiva por el Sur.
Luego de varios días, el ejército de Montúfar sentó su cuartel
general en Túquerres con el fin de iniciar su ofensiva final contra Pasto.
Con un ejército de aproximadamente 2.000 hombres, los quiteños se or-
ganizaron en tres divisiones: la primera, al mando del teniente coronel
Pedro Montúfar; la segunda, al mando del teniente coronel Feliciano
Checa; y la tercera, al mando del capitán Luis Arboleda.24 Con este con-
tingente, los patriotas se trabaron en un feroz combate con los pastu-
sos, liderados por los comandantes Corral y Taques. Luego de cuatro
días de reñida lucha se logró desalojar a un fragmento de la fuerza ene-
miga que hostigaba desde Funes.25
Merecido es recordar que el 22 de septiembre de 1811, los qui-
teños cantaban una merecida victoria en las afueras de Pasto. Aquí vale
la pena mencionar la maniobra inteligente de Checa, con lo cual se
pudo salvar el paso del río Guáitara y los 40 soldados del Regimiento
de Artillería que lograron tomarse el puesto de mando enemigo. Al en-
trar a Pasto, los vencedores la encontraron desierta, su gente y autori-
dades habían huido a los campos por el temor de posibles represalias,
cosa que no sucedió, más bien los patriotas promulgaron un bando
exhortando la tranquilidad y la prohibición de los excesos por parte de
la tropa victoriosa.26
24 Luis Felipe Borja (hijo), “Méritos y servicios del coronel Feliciano Checa”, Boletín No. 5 de
la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Quito, marzo–abril de 1919, p. 223
25 Los patriotas que vencieron en Guapuscal podían “traer un parche pequeño con un rotuli-
to bordado que diga Guáitara”, Acta de la Junta del 5 de noviembre de 1811. Jacinto Jijón y
Caamaño, “La influencia de Quito…” p. 76
26 Guerrero, “¿Por qué vinieron los quiteños?”, p. 114
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coronel Juan Sámano a que se haga cargo de las tropas cuencanas y así,
convertir a todas las huestes morlacas en una fuerza de carácter ofen-
sivo. De igual manera, Montes tomó la ruta de Guaranda, en dirección
a Quito, para cumplir con la misma consigna, pero con el membrete de
“pacificador”. Ante los dos avances simultáneos, el Ejército patriota,
que se encontraba concentrado en Riobamba al mando del teniente
coronel Feliciano Checa, debió atender al mismo tiempo dos frentes de
batalla: uno que venía de Guayaquil y el otro de Cuenca.
El primer combate de esta campaña se dio en San Miguel, po-
blación cercana a Guaranda. Allí, la vanguardia realista, comandada
por el teniente coronel Alejandro Eagar y organizada por 500 hombres,
entre infantes y dragones apoyados por cuatro cañones,33 se enfrentó a
una fuerza que sobrepasaba los 400 patriotas al mando del teniente
coronel Antonio Ante. Era el 25 de julio, día en el que la tropa quiteña
se lanzó al ataque, causando 100 bajas, de las cuales perecieron 35 hom-
bres, incluyendo el mismo teniente coronel Eagar que murió al tercer
día del enfrentamiento y el segundo jefe, don Juan Manuel Fromista
que cayó herido. No se llegó a prolongar este éxito patriota porque se
agotó la munición. Esta carencia logística obligó a replegar a sus cuar-
teles provisionales en Guaranda.34
Al llegar a Cuenca, el coronel Sámano llegaría a organizar una
fuerza de 2 100 hombres distribuidos en 18 compañías de infantería y
tres escuadrones de caballería. Con este contingente emprendió la mar-
cha hacia el Norte a finales de julio, específicamente hacia la zona de
San Andrés, población ubicada a un par de leguas al norte de Riobam-
ba35 y lugar donde se reunieron los dos comandantes realistas, cuya tro-
pa ascendía a un número de 2 675 combatientes, destacándose de entre
ellos 1 860 milicianos cuencanos, 418 milicianos guayaquileños y 397
limeños entre pardos, milicianos y veteranos.36 Toda esta tropa habría
recibido de parte del gobernador de Guayaquil, don Vasco Pascual, 59
cajones que contenían 50 000 cartuchos de fusil, los cuales serían tras-
ladados por el cabo Juan Martínez y ocho soldados.37
En este sector destacó el arrojo y valentía el capitán Ramón
33 ANE, Fondo Especial, caja 193, Vol. 469, documento 10.922, exp. 67.
34 Cevallos, op. cit., pp. 137-139.
35 Agustín Salazar, Recuerdos de la Revolución Quiteña, Quito, 1910, p. 54.
36 Cevallos, op. cit., p. 139. En referencia al oficio de Montes al virrey de Santa Fe, del 6 de
abril de 1813.
37 ANE, Fondo Especial, caja 193, Vol. 469, documento 10.922, exp. 174.
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44 Ibíd., p. 22. Oficio del general Montes al virrey del Perú, de fecha 11 de noviembre de 1812
45 M. M. Borrero, op. cit., p. 373
46 Ibíd., p. 374
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CONSIDERACIONES FINALES
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BIENVENIDA A LA DOCTORA MARÍA LUISA LAVIANA
COMO MIEMBRO CORRESPONDINTE EXTRANJERO DE LA
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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tuye la frontera sur de la cultura caribe, que tiene como su centro más
notorio y reconocido a la isla de Cuba.
Volvamos a María Luisa y su obra ecuatorianista, que es hoy el
centro de nuestra atención institucional. Esta admirada amiga nuestra,
ha dedicado a Guayaquil y su región quizá la mayor parte de sus enco-
miables afanes intelectuales, enriqueciendo la historiografía ecuatori-
ana contemporánea con un formidable y novedoso aporte de libros, en-
sayos y artículos que es difícil mensurar con precisión, dadas su ri-
queza y variedad. En todo caso, podemos afirmar que nuestra recipien-
daria nos ha regalado a los ecuatorianos tres grandes libros de su au-
toría, varios libros en coautoría, veintitrés artículos científicos y nume-
rosas comunicaciones y ponencias a congresos efectuados en todo el
mundo, con lo cual los temas históricos de nuestro país han adquirido
dimensión y difusión universal.
Si la importancia cuantitativa de su obra revela la constancia
de su vocación ecuatorianista, no es menor la evaluación cualitativa
que podemos hacer de ella, dada la seriedad profesional, el alto nivel
académico y la honestidad intelectual con que han sido hechos esos
diversos estudios de la doctora Laviana.
Hallo importante analizar también la temática estudiada por
nuestra recipiendaria con relación a Guayaquil. Superando con largue-
za las preocupaciones recurrentes de nuestros historiadores, centradas
en la historia política o la genealogía de las grandes familias, ella he
enfocado su atención hacia el centro medular en la vida de una ciu-
dad–puerto: su economía, lo que incluye sus recursos naturales, su
proceso de desarrollo interno y vinculación al mercado exterior, sus fi-
nanzas y recursos monetarios y otros temas de esta laya. De este modo,
nos ha regalado una visión esencial, realista y concreta de la estructura
económica, que nos ayuda entender mejor la vida social del puerto y
sus relaciones con las demás regiones y poderes del mundo colonial.
Otro aspecto que ha concitado su atención es el referido a la
evolución urbana de Guayaquil, que se inició como un pequeño pue-
blo, azotado por los desbordamientos de las aguas invernales, y, tras
sucesivos reasentamientos, se plantó en su actual locación y progresó
hasta convertirse en una vigorosa ciudad, que actuaba –y actúa– como
motor económico de su región y del país todo. En este punto, cabe
relievar también sus estudios sobre las “Ordenanzas Municipales de
Guayaquil, de 1590” y sobre la “Descripción de Guayaquil de Francisco
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REFORMISMO BORBÓNICO Y CONTROL FISCAL:
LAS CAJAS REALES DE GUAYAQUIL EN EL SIGLO XVIII*
AGRADECIMIENTOS:
Al Dr. Manuel de Guzmán Polanco, director de la Academia
Nacional de Historia del Ecuador, y en su persona a todo el directorio
y miembros de número de la institución, por aprobar mi nombramien-
to como académica correspondiente.
Al Dr. Benjamín Rosales Valenzuela, director del Centro Pro-
vincial Correspondiente del Guayas de la Academia Nacional de His-
toria, y a todos los miembros de su equipo directivo, que propusieron
mi nombre a esta institución.
Al Dr. Eduardo Estrada Guzmán, secretario del Centro Pro-
vincial Correspondiente del Guayas que ha cuidado con gran eficacia
todo lo relativo a la organización de este acto.
Al Dr. Jorge Núñez Sánchez, académico de número y tesorero
de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, quien a su ya extra-
ordinaria serie de bondades conmigo acaba de añadir su discurso de
bienvenida y presentación de mi persona.
A la ilustre Municipalidad de Guayaquil, por facilitar el es-
pléndido Salón de la Ciudad para realizar esta ceremonia, y por su
intermedio, a la ciudad de Guayaquil, que siento y quiero como propia.
A todos los aquí presentes, por acompañarme en este acto tan
emotivo, y en particular a aquellos de ustedes que, siendo mis amigos,
siento como la representación de mi familia ecuatoriana, compensando
así en alguna medida la ausencia –física, que no en espíritu– de mi
familia española.
Muchas gracias.
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INTRODUCCIÓN
1 Tanto el mapa como los datos sobre Guayaquil que se ofrecen a continuación están tomados
de mi obra: Guayaquil en el siglo XVIII. Recursos naturales y desarrollo económico, Sevilla, Escuela
de Estudios Hispano-Americanos, CSIC, 1987. [2ª edición: Guayaquil, Archivo Histórico del
Guayas, 2002; 3ª ed.: Guayaquil, ESPOL, 2003].
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LA ADMINISTRACIÓN HACENDÍSTICA
En materia de organización cabe recordar que la administra-
ción fiscal se organizó con una burocracia específica, que fue la prime-
ra en aparecer en Indias, pues en cada expedición descubridora y con-
quistadora ya iba algún representante de la Corona para proteger sus
intereses y en especial el quinto real. Después, en las principales ciuda-
des se establecieron oficinas de Hacienda denominadas Cajas Reales,
con funcionarios llamados oficiales reales, que inicialmente eran tres pe-
ro acabaron siendo sólo dos, contador y tesorero. Y además de en las ca-
pitales administrativas, muchas Cajas se sitúan en importantes centros
mineros y otras en los principales puertos, como es el caso de las Cajas
de Guayaquil, establecidas hacia 1570 con el único objeto inicial de re-
caudar los derechos aduaneros y controlar las cargas de los navíos.
Aspectos importantes en cualquier análisis sobre la fiscalidad
colonial son los relativos a los sistemas de contabilidad empleados y las
formas de fiscalización de los funcionarios de Hacienda, ya sea me-
diante la presentación (“rendición” según la terminología de la época)
de cuentas ante los organismos superiores, ya sea por las visitas de ins-
pección realizadas a las diferentes oficinas del Fisco.
El sistema de contabilidad era el llamado método de partida
sencilla, que divide las cuentas en dos secciones, cargo y data, ingresos y
gastos respectivamente. Y del cotejo de uno y otro al examinar la cuen-
ta puede resultar un alcance contra los oficiales reales. Todo acompaña-
do de los documentos comprobantes. Pero el orden en la contabilidad
guayaquileña no era, desde luego, muy bueno, y por ello son frecuen-
tes las advertencias que hacen los tribunales supervisores (primero el
Tribunal de Cuentas de Santa Fe, y a partir de 1776 el de Quito). Este
problema, general a la mayor parte de las contadurías, se intenta subsa-
nar mediante la introducción en 1784 del sistema de partida doble, reem-
plazándose cargo y data por debe y haber, pero no tardarán en surgir las
críticas al nuevo método de contabilidad, al que se achacaba su proce-
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8 Temas que he estudiado ampliamente en mi obra Guayaquil en el siglo XVIII, cit., pp. 170-209.
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da en 1789 con destino a las obras de la catedral de Cuenca, que se recauda entre 1790 y 1802,
con un producto total de 146.474 pesos. Certificación de los oficiales reales de Guayaquil, 10
de enero de 1810. AGI, Quito, 596, fol. 733.
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1. Almojarifazgos
Durante toda la época colonial la principal fuente de ingresos
de la Corona española en Guayaquil fue el producto de los almojarifaz-
gos, esto es: el impuesto que se establece a base de un tanto por ciento
sobre el valor de las mercancías importadas y exportadas, almojarifaz-
go de entrada y salida, respectivamente.
A mediados del XVIII, las tasas de almojarifazgos vigentes en
Guayaquil son 5 % de entrada y 2,5 % de salida. A partir de 1778, con
el “libre comercio”, estas tasas se multiplican: el almojarifazgo de en-
trada se cobrará al 3, al 5 y al 7 % según la procedencia de las mercan-
cías, y el de salida al 3 % si son géneros europeos, y 2,5 % de los frutos
del país (o, como indican las cuentas, “de efectos de esta provincia e
interiores de la Sierra”), con la excepción del cacao que paga exacta-
mente la mitad (1,25 %) según se concedió a Guayaquil por real orden
del 5 de julio de 1776, que establecía que “para fomentar el cultivo y
comercio del cacao de Guayaquil se ha servido S. M. declarar la rebaja
de los [derechos] que hasta ahora ha contribuido este fruto, debiéndo-
se entender esta gracia a su salida de Guayaquil y a su importación en
cualesquiera otros puertos de ambas Américas”.10
La reducción e incluso exención (en el caso del cacao enviado
directamente a España, que a fines del XVIII era unas 60 000 cargas
anuales) de derechos aduaneros concedida al cacao guayaquileño
repercutirá, naturalmente, en el aumento de la exportación de ese pro-
ducto básico de la economía de la provincia, pero desde el punto de
vista fiscal tendrá también dos efectos importantes: en primer lugar, los
almojarifazgos de salida se mantendrán en unos niveles bastante bajos
que no responden al volumen de las exportaciones guayaquileñas; y en
segundo lugar, al no afectar dicha reducción a las alcabalas, esta renta
irá adquiriendo cada vez más importancia relativa.
En cifras absolutas, el producto de los almojarifazgos se
quintuplica como promedio, incrementándose los de entrada en casi un
500 % (496) y los de salida un 226 %. Pero recordemos que estos datos
sólo se pueden considerar como índice del comercio exterior guayaqui-
10 Real orden al gobernador y oficiales reales de Guayaquil. Madrid, 5 de julio de 1776. AGI,
Quito 365.
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2. Alcabalas
Las alcabalas, o impuesto sobre las transacciones mercantiles,
constituyen un ramo de gran importancia en cualquier contaduría, y
pese a ello en Guayaquil están en arrendamiento durante casi toda la
época colonial, constituyendo uno de los más claros ejemplos de los
efectos negativos de este sistema, pues su producto es casi ridículo en
relación con el volumen de transacciones que se realizaban en la ciu-
dad y su provincia. Así, entre 1729 y 1750 la recaudación de las alcaba-
las, efectuada por el cabildo en calidad de arrendatario, oscilaba entre
1 275 y 1 400 pesos al año, subiendo paulatinamente desde mediados
del siglo XVIII. Pero a partir de 1778 se establece el sistema de adminis-
tración directa por cuenta de la Real Hacienda, y los efectos del nuevo
sistema son inmediatos: si en 1778 las alcabalas estaban arrendadas en
13 000 pesos (que era la cantidad máxima alcanzada hasta la fecha), ya
en 1779 produjeron más de 30 000 pesos.
A partir de 1778 tenemos una información muy detallada sobre
las alcabalas, pues las cuentas del administrador de la Aduana especi-
fican las distintas clases de alcabalas (la del cacao, la de efectos ultra-
marinos de América y Europa, la de efectos y ropas de la tierra, de las
maderas, del tabaco en rama y mieles, la “alcabala del viento” sobre co-
mestibles y menudencias, la de la carne muerta, etc.), la mayoría de las
cuales se cobra a razón del 3 % sobre el valor de la venta.
El producto total de las alcabalas en las Cajas Reales entre 1757
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y 1804 fue de 860.891 pesos, que representan casi el 17 % del total ingre-
so neto. En cifras absolutas y relativas, las alcabalas ocupan el segundo
lugar en orden de importancia en todo el período, inmediatamente
detrás de los almojarifazgos. El incremento experimentado por esta
renta es espectacular, pues entre 1757 y 1804 se multiplica por 14 (pasa
de 3 500 a 50 000 pesos, respectivamente). Sin duda, la evolución de las
alcabalas es un claro ejemplo de las ventajas fiscales del sistema de
administración directa sobre el de arrendamiento.
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11 Por ejemplo, en 1783 se condena a Vicente Galarza “al servicio de dos años, a ración y sin
sueldo, en la Real Administración de tabacos” de Guayaquil, “por atrevido, inobediente a
la justicia, habitualmente entregado a juegos prohibidos, amancebado y reo de otras cul-
pas”. Archivo Nacional de Historia, Quito, Tierras, 1782/2. Sobre el estanco del tabaco,
véase mi artículo: “La renta del tabaco en el Guayaquil colonial”, Revista Ecuatoriana de
Historia Económica, Banco Central del Ecuador, nº 9, Quito, primer semestre de 1994, pp. 13-
136.
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5. Tributos
El ramo de los tributos reales ocupa el quinto lugar entre las
rentas de la Real Hacienda en Guayaquil, y presenta una evolución
bastante homogénea y equilibrada a lo largo de todo el período estu-
diado.
El pago del tributo, que según la ley debía hacerse cada cuatro
meses (cada “tercio”), se efectuaba en realidad por semestres, aunque
se mantiene la denominación de “tercios”, el de San Juan y el de Na-
vidad. En las cuentas de la administración se establecen distintas “cla-
ses” de indios (los de la “gruesa” y los de la Real Corona, indios foras-
teros, indios colorados) y diferentes tasas impositivas, oscilando el tri-
buto entre los tres y los diez pesos al año.
Hasta mediados del siglo XVIII era el corregidor de Guayaquil
el encargado de cobrar los tributos, y en 1757 el visitador Sarratea orde-
na que sean los oficiales reales de la ciudad los que se ocupen de esa
recaudación. Pero a petición de los propios oficiales reales, desde 1764
se encomienda de nuevo al gobernador de Guayaquil (entretanto, en
1763 la provincia, antiguo corregimiento, había sido erigida en gobier-
no militar), y eran los tenientes de gobernador los encargados de la
recaudación en sus correspondientes partidos abonándoseles dos rea-
les por cada tributario y tercio. Por fin, en 1785 se establecerá la recau-
dación de los tributos por administración directa de cuenta de la Real
Hacienda: de inmediato se pasa de un ingreso medio de unos 7 000
pesos anuales a unos 12 000 pesos, y se mantiene estable en los niveles
de doce a trece mil pesos anuales hasta el año 1800, cuando se produ-
ce un nuevo cambio de niveles, pasándose a un ingreso medio de quin-
ce mil pesos al año.
El producto total de los tributos asciende a 366 543 pesos (7,15 %
del ingreso neto), bien entendido que esta es la cantidad que entró en
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las Cajas una vez pagados los gastos de administración, etc., pues el
producto real de ésta como de otras rentas fue mayor.
En cierta medida, la positiva evolución de los tributos se puede
atribuir al aumento de tributarios, que entre 1756 y 1801 pasan de 1 190
a 2 726, debido tanto a la propia recuperación demográfica indígena,
como a las mejoras en el sistema de recaudación y a la inclusión de
indios forasteros entre los contribuyentes de la provincia. Sin embargo,
mientras el número de tributarios se duplica, la recaudación de los tri-
butos se quintuplica en el mismo período, lo cual de nuevo nos remite
a las mejoras administrativas introducidas.
Como se ve, al igual que ocurría con los ingresos, una vez des-
contadas esas partidas resulta que el gasto real de las Cajas de Guaya-
quil en el período 1757–1804 alcanzó un monto cercano a los cinco mi-
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1. Gastos de administración
La principal partida de los gastos ordinarios de la administra-
ción es la designada como “sueldos políticos y de hacienda” (goberna-
dor, oficiales reales, empleados de la Contaduría), que en total ascen-
dieron a 342 409 pesos (de ellos casi la mitad corresponde al sueldo del
gobernador), que significan casi el 7 % de los gastos reales del período.
Además de una serie de gastos fijos (alquileres, correos, y lo
que hoy diríamos “material fungible”), hay otra partida de relativa im-
portancia en los gastos generales, como es la de las obras públicas cos-
teadas directamente por las Cajas, ya sea por completo (como e edificio
de la Aduana, la nueva Casa Real y Contaduría, la fábrica de aguar-
diente), o participando en obras sufragadas por el cabildo (la cárcel, el
muelle, reparaciones en la calzada, etc.). En el capítulo obras civiles la
Real Hacienda guayaquileña invierte 271.329 pesos, que suponen el 5,6 %
de los gastos totales.
Cabe mencionar también la existencia de diversas partidas de
gastos extraordinarios, como los generados por la expulsión de los
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2. Gastos militares
El 37 % del gasto fiscal de Guayaquil entre 1757 y 1804 corres-
ponde a gastos militares, que ascienden a 1 821 057 pesos, de ellos algo
más de la mitad dedicados a sueldos: el 54 %, ó 996 315 pesos (tres
veces más que los sueldos civiles, y la proporción aumentaría si consi-
deramos que el gobernador de Guayaquil –cuyo sueldo era el más ele-
vado de los salarios civiles- debía ser militar de profesión). El resto co-
rresponde a obras de fortificación y defensa (muy pocas en este perío-
do, aunque sí se hicieron muchos proyectos y estudios de la defensa de
la ciudad, cuyos gastos fueron sufragados por las Cajas), compra de
armas, transporte de tropas y gastos extraordinarios.
Las cifras revelan que a mediados del XVIII los gastos militares
eran prácticamente inexistentes por la total ausencia de tropas en la ciu-
dad, superando apenas los dos mil pesos anuales, mientras que en 1804
son más de cien mil pesos. El exagerado aumento de los gastos milita-
res es más que evidente, revelando que fue a fines del XVIII cuando
Guayaquil se convirtió realmente en una plaz amilitar y se reconoció su
valor estratégico.
Todo ello se puede ver con claridad en el gráfico 3, donde la
evolución de los gastos militares presenta una bien definida tendencia
al aumento incluso en épocas de paz.
No obstante, de acuerdo con la coyuntura de cada momento, la
curva relativa a los gastos militares presenta tres hitos fundamentales:
el año 1766, el comienzo de la década de los 80 y el tránsito del XVIII
al XIX. Tres grandes crestas que corresponden a tres situaciones concre-
tas: la primera en 1766, por la expedición pacificadora de Quito con
motivo del motín del aguardiente o de los estancos que había estallado
el año anterior y costó más de 86 000 pesos a las Cajas de Guayaquil;
las otras dos grandes subidas (años 1779–83, y de 1796 en adelante) se
deben a la dotación de tropas permanentes y el envío a Guayaquil de
destacamentos militares de Quito, Lima e incluso Santa Fe para prote-
ger el puerto en ocasión de las guerras que España mantiene con In-
glaterra en esos años.
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13 Véase, por ejemplo: Castillo, Abel Romeo: Los gobernadores de Guayaquil del siglo XVIII. (Notas
para la historia de la ciudad durante los años de 1763 a 1803), Madrid 1931 [2ª ed., Guayaquil
1978], pp. 339-340.- León Borja, Dora y Adam Szaszdi: “El problema jurisdiccional de
Guayaquil antes de la independencia”, Cuadernos de Historia y Arqueología, Guayaquil 1971,
t. 21, núm. 38, pp. 13-146; especialmente p. 50.
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CONCLUSIÓN
El hecho más evidente derivado de este estudio es el incremen-
to experimentado por la Real Hacienda en Guayaquil, cuyos ingresos
se triplican de 1757 a 1804. Y en este caso -como en tantos otros pero
quizás con más nitidez que en muchos- la evolución de la Hacienda
pública es paralela al desarrollo económico general de la provincia,
pudiéndose hablar de una relación de causa-efecto pues la prosperidad
de Guayaquil (que sabemos fue en gran medida favorecida por el fin
de las discriminatorias restricciones al tráfico del cacao, producto que
además en estos mismos años obtuvo importantes rebajas de impues-
tos) beneficiaba también directamente, o en primer lugar, a la Corona
española, que incrementó sus ingresos fiscales de tal modo que pudo
sufragar todos los gastos del cada vez más complejo aparato burocrá-
tico y militar de la provincia, pudo acometer cierto número de obras
públicas en la ciudad y obtener además un beneficio líquido de casi
dos millones de pesos en la segunda mitad del siglo XVIII. Esa cifra,
que refleja las remesas de numerario a Quito, es la cuantificación o
expresión numérica de la rentabilidad de Guayaquil en el conjunto del
imperio español.
De manera que es en el último cuarto del siglo XVIII cuando
por primera vez esta provincia constituye una significativa fuente de
riqueza para la metrópoli. O dicho con otras palabras: en Guayaquil el
programa reformista borbónico fue todo un éxito. La llamada “revolu-
ción administrativa” logró acabar con algunos abusos, modernizar la
administración y aumentar los ingresos fiscales, es decir el Estado logró
exactamente lo que pretendía: hacer más productivas a las colonias.
En este sentido, y trascendiendo ya el caso concreto de Guaya-
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quil, creo que la contabilidad fiscal de las diferentes partes del imperio
español nos ayuda a conocer la realidad colonial pues no sólo nos per-
mite establecer los mecanismos propios de la recaudación fiscal, sino
que también nos acerca al conocimiento interno del Estado y a la posi-
bilidad de comprobar el grado de cumplimiento de sus objetivos.
Nos ayuda, así, a entender mejor la propia política del Estado,
que en este caso era un Estado colonial pero que dejó profundas hue-
llas en los Estados nacionales de las repúblicas latinoamericanas. Hue-
llas también en el aspecto fiscal, pues sabemos que durante gran parte
del siglo XIX en casi todos los países de América Latina el sistema fis-
cal era en lo básico el sistema colonial original.
Este me parece un importante tema de reflexión, porque en de-
finitiva lo que el estudio de las Cajas Reales muestra no es sólo econo-
mía: es también organización, es funcionamiento del propio Estado.
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RECENSIONES
.
Carlos E. Freile G. EUGENIO ESPEJO, PRECURSOR DE LA
INDEPENDENCIA (DOCUMENTOS 1794-1797)
Quito, FONSAL, 2009
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Precursor: los Rengifo, los Carriedo, los Solano, los Barreto, los Vallejo”
(P. 65). El recurso retórico con tufo a antigualla de ese falso plural resul-
ta muy poco histórico, así como la generalizadora y sumaria condena
de personajes tan distintos, en sí y en su relación con Espejo. Menos
mal que tan infeliz pasaje resulta una excepción o salida de tono. Y algo
más: el autor no maneja el tan útil punto y coma (¿Ha cedido a la abe-
rración ánglica?), y ello causa tropiezo en la lectura de algunos lugares.
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Eugenio de Santa Cruz y Espejo: “OBRAS COMPLETAS”, 4 v.,
Edición de Phipip L. Astuto, Casa de la Cultura Ecuatoriana
Benjamín Carrión, Núcleo de Chimborazo y Matriz Quito, Quito,
2008.
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VIDA
ACADÉMICA
.
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EL CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA ASOCIACION DE
ACADEMIAS IBEROAMERICANAS DE LA HISTORIA.
Junio 16 al 19 de 2009
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Las Ponencias
Las sesiones del Congreso tuvieron lugar en el Paraninfo de la
Universidad Simón Bolívar, cedido gentilmente para el efecto, por el
Rector y Académico, Dr. Enrique Ayala Mora.
Las ponencias cubrían muchos aspectos relacionados con la in-
dependencia de América, desde la crisis de la monarquía y la fidelidad
a Fernando VII (República Dominicana, Guatemala, Ecuador), la ideo-
logía y aspectos jurídicos de los movimientos libertarios (Costa Rica,
Ecuador, Brasil, Paraguay), hasta temas indígenas en la Independencia
(Perú, Bolivia, El Salvador), las mujeres en el Primer Grito (Ecuador),
etc.
Las ponencias de los académicos ecuatorianos tocaban temas muy di-
rectos del movimiento libertario. Cabe resaltar algunos que serán de
consulta en las próximas discusiones del Bicentenario:
“Eugenio Espejo, ideólogo de la Independencia” del Dr. Plu-
tarco Naranjo; “Cuenca y el Diez de Agosto de 1809” del Dr. Juan Cor-
dero I.; “Guayaquil y el Diez de Agosto de 1809” del Dr. Benjamín Ro-
sales; “El Fidelismo como camino a la Independencia” de Dr. Jorge
Núñez y “Aporte teórico de la Revolución de Quito de 1809 a la Inde-
pendencia de América” del Lic. Hernán Rodríguez.
Las dos últimas ponencias mencionadas, fueron dictadas en el
Centro del Bicentenario, en la sesión previa a la clausura del Congreso,
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Eventos Especiales
Como es tradicional en los encuentros culturales, ciertos even-
tos sociales ayudan a estrechar la cálida amistad de los representantes
de las naciones y academias y mostrar nuestra cultura:
Las visitas a Quito colonial renovado, las iglesias, los museos,
Quito de noche, etc. Para muchos fue un verdadero descubrimiento del
Quito Colonial y de la cultura ecuatoriana.
Encuentro y almuerzo en la Sede de la Academia, en un am-
biente de alegría, música y recuerdos.
Una velada en el restaurant “Teatrum” (Teatro Sucre) ofrecida
por el Consejo Provincial de Pichincha, en un ambiente de gran cordia-
lidad.
Para las damas visitantes, una visita a los campos de flores de
Cayambe; fue para todas, un descubrimiento de las bellezas de la Pro-
vincia de Pichincha.
Presentación del libro ”Cien Años de la Academia Nacional de
Historia del Ecuador”, recopilado por el Dr. Leonardo Barriga.
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Agradecimientos
El Congreso Extraordinario de las Academias Iberoamericanas
no hubiera tenido el éxito conseguido sin la colaboración de las institu-
ciones de gobierno y de las privadas. Para todos, un agradecimiento
sincero.
Al Gobierno Central a través del Ministerio de Cultura.
A la Alcaldía de Quito y al Consejo Provincial de Pichincha
A la Universidad Simón Bolívar, a su rector que puso a la disposición
de los visitantes las habitaciones, el Paraninfo, las salas de reuniones,
la colaboración del personal, etc.
A las empresas de viaje que facilitaron viajes, traslado y visitas.
A nuestros Académicos por el trabajo voluntario y sugerencias para el
evento.
En Síntesis:
El Congreso Extraordinario de las Academias Iberoamericanas
fue un éxito en todo sentido, gracias al trabajo de colaboración de todos
que permitió superar las dificultades iniciales causadas por la crisis
económica nacional.
Fue una muestra de que la Academia Nacional de Historia al
cabo de CIEN AÑOS de servicio, sigue tan vigorosa como la fundó
Mons. Federico González Suarez en 1909.
Fue, sobre todo, la consagración de las inteligentes tareas de su
Director, Dr. Manuel de Guzmán Polanco.
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POR LAS ACADEMIAS*
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HOMENAJE A J. ROBERTO PAEZ
ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA
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Caracas en 1958 luego se editaron los oficios y cartas del Rey al Cabildo
de Quito, las Cédulas Reales a la Audiencia de Quito, las Actas de
Fundación y primeros Cabildos de Ibarra, de Cuenca, el famoso Libro
Rojo de la fundación de Ambato, los orígenes del obispado de Quito, el
relato de Fray Gaspar de Carvajal del descubrimiento del Río de las
Amazonas, las Primicias de la Cultura de Quito y otras maravillas que
ya deben llegar a unos setenta tomos, fruto de la acuciosidad de José
Roberto Páez que venía desempeñándose de Director de las Publi-
caciones del Archivo Municipal de Quito. Al Sr. Páez le sucedió en el
cargo Jorge Garcés Garcés, a él Hugo Moncayo Veloz, a él Luis Alfonso
Ortiz Bilbao y hoy Jorge Salvador Lara, todos Miembros de Número de
esta Academia y Cronistas Vitalicios de la ciudad.
Este aporte científico al patrimonio cultural de la estirpe His-
panoamérica mereció y merece aún hoy los más calurosos elogios de
notabilidades como el jurisconsulto e internacionalista español Don
Fernando de los Ríos, del Director de la Biblioteca del Congreso de
Washington, D.C., Lewis Hanke, del archivistólogo Lino Gómez Ca-
nedo, etc. Y todos esos elogios redundan naturalmente en José Roberto
Páez, su incansable realizador. Para terminar citaré lo que el insigne
poeta colombiano y maestro Don Guillermo Valencia escribió con emo-
ción: “Las publicaciones del Archivo Municipal de Quito son labor benedic-
tina con que se nos está entregando las fuentes únicas y auténticas de nuestra
común historia piadosamente restituidas de los viejos Archivos y corregidas
con un seguro y amplio criterio de investigación. Esos documentos ya en
forma accesible para todos han venido a confirmar, a aclarar, o a invalidar
pasos de nuestros orígenes y los años oscuros de la Conquista y de sus hom-
bres, y a establecer bases ciertas para la interpretación de la época colonial”.
“En los últimos tiempos ha sido lectura favorita la de los inaprecia-
bles volúmenes, magnífica ofrenda del Cabildo muy ilustre de Quito a la
América hispana. Como presente de gran Señor, la edición misma es magnifi-
ca y digna de quien le ofrece. Nuestro Cabildo bogotano está empeñado en
labor análoga, de más fácil realización porque alude a fuentes claras y muy cer-
canas a nosotros, en que la paleografía poco ha tenido que fatigarse para reve-
lar la letra y el sentido de los documentos. Por este aspecto, la obra de Quito
es magistral y de un mérito prócer”. Hasta aquí Guillermo Valencia (1938).
Con qué delicadeza de espíritu sugirió al Cabildo capitalino Jo-
sé Roberto Páez el que se rindiese un tributo de gratitud imperecedera
a Fray Jodoco Rique, piedra angular de nuestra nación, colocando su
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HOMENAJE A CARLOS MANUEL LARREA,
HISTORIADOR, DIPLOMÁTICO, CANCILLER, COFUNDADOR
Y DIRECTOR DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA.
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Con tales rasgos y tal perfil inicial, sin duda que tenemos ya
introducido y configurado el ambiente de la sesión solemne para la
que nos ha convocado hoy la Academia Nacional de Historia, para
dedicar el sitial de honor en la magna galería de directores a la efigie
del diplomático de vasta cultura, preparado y decidido por el servicio
exterior más exigente, en representación condigna, con su acendrado
civismo y amor a la patria.
Fue designado Secretario de la Legación de su país en Wa-
shington. Pronto sería representante del Ecuador en República Argen-
tina y en Chile, donde los respectivos gobiernos y la sociedad de Bue-
nos Aires y Santiago pudieron apreciar desde el primer momento, el
aquilatado metal de que estaba forjado y, en consecuencia, el privile-
giado sitial que se conquistara intelectual y socialmente el diplomático
Carlos Manuel Larrea.
La primera pregunta de la entrevista se refería acerca de sus
estudios de historia y arqueología.
Efectivamente, contestó:
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Apostólica más bien tendió a que el Poder Espiritual limitase sus dere-
chos, a fin de no despertar indebidas susceptibilidades. Pío VI otorgó
amplias facultades, por Bula de 13 de agosto de 1799, a los Obispos
americanos para enajenar, conforme a prudencia, los bienes de las ins-
tituciones pías (Raccolta, p. 559).
El decreto No. 121, como era de preverse, tornó álgidas las ten-
siones ya existentes entre la Iglesia y la revolución liberal de 1895 que
se había propuesto trastocar la índole y la fisonomía histórica del país.
El 15 de febrero de 1936, los señores Arzobispo de Quito y
Obispos de Riobamba y Cuenca, dirigieron al Señor Encargado del
mando supremo un manifiesto en el que exponían la condición de la
Iglesia de sociedad perfecta, persona de iure, derivada de su misma
naturaleza, superior por el número de sus miembros, por su organiza-
ción cabal y jerárquica, por la riqueza de sus medios espirituales, al
más poderoso de los Estados; por lo tanto “En derecho y en ciencia social
la Iglesia Católica reúne las condiciones necesarias para ser reconocida como
persona jurídica y como persona soberana, puesto que es independiente de
otro poder. Es esta una verdad objetiva que no puede ser negada por el
Estado.” (Luis Le Fur, profesor de la Universidad de París).
La exposición del Emmo. Señor Arzobispo y Excmos. Señores
Obispos concluía:
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DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO
“HISTORIA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA”
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DISCURSO DE PRESENTACIÓN DEL LIBRO “QUITO, LUZ DE
AMÉRICA” DE DON MANUEL DE GUZMÁN POLANCO
Benjamín Rosales
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desmande; de ahí las rogativas, las procesiones, las Misas para que
tengamos la fiesta en paz y no haya derramamiento de sangre herma-
na; de ahí, en fin, el que todas las quejas de los insurgentes se dirigie-
ran al gobierno español. Sólo más tarde cuando el pueblo quiteño, el
pueblo americano en general, sintió que no le comprendían las Cortes
y los monarquistas españoles, dio al traste con la Monarquía, que se
puso inaguantable en sus exigencias. En el grito del 10 de agosto, co-
mo en todos los de la América del Sur, no hubo revolución sino evolu-
ción. La revolución vino después, la hicieron los mismos españoles.
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Felicitaciones, Don Manuel, por este nuevo aporte suyo para la histo-
ria nacional. El lanzamiento de este libro suyo es un buen inicio a la
celebración del bicentenario de la revolución de Quito, que fue el pri-
mer acto con el que se inició el proceso de Independencia de las colo-
nias españolas en América.
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DIRECTORIO
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