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VARELA ORTEGA, José (1977, reed. 2001): Los amigos políticos. Partidos,
elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900), Madrid. Capítulo 7:
“Cortes deshonradas antes que nacidas”, pp. 465-500 (ed. 2001, Marcial
Pons). Obra clásica en la Historia Política Contemporánea en España donde
refleja los mecanismos mediante los cuales se preparan las elecciones.
Mercedes VILANOVA RIVAS Y Xavier MORENO JULIÁ (1992): El inicio del capítulo
3 (pp. 102-119) de “Los censos de población de España y el nivel básico de
instrucción”, en el libro de los mismos autores: Atlas de la evolución del
analfabetismo en España de 1887 a 1981. (Buscar desde Atlas)
Juan Francisco FUENTES (2003): “El público del libro y la prensa (1808-1868)”,
en Víctor Infantes y otros (directores), Historia de la edición y de la lectura
en España, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez (pp. 642-649).
Para los nacionalismos alternativos hay obras que analizan los tres grandes
en la misma obra a la vez que el nacionalismo español: Los nacionalismos en
la España contemporánea de Xoxé Núñez Seixas, o también el mismo de José
Louis Guereña. También como obra general la Invención de la tradición de
Hobsbawm. Los trabajos de Antonio Elorza sobre el nacionalismo vasco: Un
pueblo escogido (2001). Para el nacionalismo catalán puede hacerse por
biografías de los grandes líderes: Prat de la Riba, Cambó, Almirall; u obras
de síntesis Breve historia del nacionalismo catalán o El nacionalismo catalán.
Para el nacionalismo/ regionalismo biografías de personajes importantes
como Castelao, aunque hay menos obras, y como síntesis El nacionalismo
gallego de Justo G. Beramendi o su tesis doctoral: De provincia a nación.
Economía
El sector agrario seguía siendo muy importante en España, aunque
desciende entre 1900-1930, pasando de representar el 50% del PIB a
33% del PIB la agricultura, la ganadería y pesca. El 70% de la población
pasó a ser el 47% en 1930 dedicada al sector primario. A pesar de
estos datos, el reparto es muy desigual de manera que en Castilla hay
muchas diferencias con respecto a Cataluña, por ejemplo. La
agricultura experimentará una expansión lenta pero constante, que no
llega a ser suficiente para superar la miseria, cuestión que repercute
en el crecimiento industrial; pues si no hay población campesina que
genere excedentes para venderlos y no puede comprar productos
industriales. El mundo campesino tenía capacidades económicas
limitadas, casi al bode de la supervivencia en muchos casos.
En el sur peninsular se producirá la progresiva extensión del regadío
para así evitar los problemas del clima, pero además crear una mejor
producción agrícola destinada para el comercio exterior, especialmente
durante el período de la I Guerra Mundial. El problema que vemos en
la agricultura es el mismo que en muchos otros sectores, el de una
mentalidad de los propietarios conservadora, los cuales prefieren
extender sus propiedades y tierras antes que reinvertir los beneficios
en mejorar la productividad o maquinaria de sus propiedades. Otro
factor sería el proteccionismo y las demandas continuas de mayor
protección de los productos propios o de grabar con impuestos los
productos que llegan del exterior. En el sur de la Península, a pesar de
las excepciones, siguen predominando a principios de siglo los sistemas
que dejan la tierra descansar periódicamente para volver a cultivar.
Por otro lado, en la zona norte de la Península será la escasez de
tierras lo que obligará a intensificar los cultivos, lo cual se va a ver
fomentado porque hay un asociacionismo agrario desde finales del s.
XIX fuerte, de pequeños propietarios agrario; será un factor clave para
crear redes para la reparación de maquinaria, préstamos, redistribuir
excedentes del campo, creación de concursos de ganado… Destacan
los campos de presentación, espacios donde se trata de mejorar las
técnicas de producción, lo cual no quiere decir que en el norte de la
Península haya un panorama de crecimiento perfecto y modélico, si no
que hay posibilidades limitadas a pesar de haber un mayor dinamismo,
sobre todo en el campo de la ganadería, que pasará a jugar un papel
clave en la economía de estos territorios norteños. Entre 1907-1920 la
producción y el uso de abonos en España se multiplica por cinco,
habiendo un salto importante en cuanto a la mecanización. Son
avances localizados en determinados territorios y, por tanto, necesitan
matices.
Respecto a la industria se aprecian avances importantes como
muestra el aumento del consumo de energía entre 1900-1930, con casi
el cuádruple de energía consumida. Crece de forma importante la
producción de la hulla sobre todo en León y en las Cuencas Mineras
asturianas, aunque en esta última tiene bastantes inconvenientes
respecto a la hulla inglesa pues, en condiciones iguales, sale más
barato el carbón transportado desde Inglaterra que hacerlo desde las
cuencas mineras, por lo que no hay posibilidad de competir con el
carbón británico, así que se recurre a proteger económicamente la
producción nacional y colmatar de impuestos al cabrón exterior. Por
ese motivo no dejará de crecer durante los primeros años del s. XX la
producción de la hulla asturiana con el proteccionismo estatal, siendo
un sector frágil que crecerá al calor de las coyunturas favorables como
IGM o al calor del proteccionismo estatal. La electricidad también se
comienza a utilizar desde inicios de siglo de forma masiva ya que se
puede transportar mediante cables de alta tensión, lo cual cambiará la
forma de vida sobre todo en el mundo urbano, destacando el
alumbrado de grandes ciudades que se hará algo común desde finales
del s. XIX; aparecerán grandes compañías hidroeléctricas y se
empleará en grandes producciones.
En cuanto a la industria pesada, el núcleo fundamental se encuentra
en Vizcaya desde 1880m sustituyendo a Asturias como líder del
mercado siderúrgico, aunque en 1902 se fundará desde distintas
empresas anteriores los Altos Hornos de Vizcaya, un foco de
dinamización del sector siderúrgico, aunque en Asturias siguen siendo
importantes las empresas que habían capitaneado este avance
industrial, como la Fábrica de Mieres. En este sector las condiciones
favorables generadas por IGM y la demanda de energía, no se
emplearán adecuadamente ni se reinvertirán en mejoras. Hay otras
industrias tradicionales como la textil catalana que, a pesar de sufrir
estancamientos, siguen siendo claves. En términos generales, las
primeras décadas del s. XX es una época de crecimiento industrial,
acelerado a partir de 1920 que es importante pero no permite alcanzar
el despegue que habían tenido otros países industrializados.
La balanza comercial española solamente arroja un saldo positivo
coincidiendo con IGM y su inmediata posguerra, favorecida España por
su postura neutral: se exportan productos de consumo y necesarios
para alimentar la industria bélica, pero a partir de 1920 vuelven a tener
más peso las importaciones (productos químicos, maquinaria…). Otro
factor importante es la banca configurándose en el primer tercio del s.
XX con unas características diferentes a las del siglo anterior, siendo
favorecida por la “repatriación” de capitales como consecuencia de la
pérdida de las colonias, sobre todo de Cuba; verá favorecida por la
situación entre 1916-1920 por la IGM. A principios del s. XX crecen
enormemente las cajas de ahorros, mientras que los grandes bancos,
que no eran muchos en número pero que empiezan a tener notable
importancia, van a concentrar la mayor parte del negocio de la banca,
estando concentrados en Madrid y Bilbao, sin olvidar el eje bancario en
Asturias (Oviedo y Gijón). La banca de la época ocupaba ya durante
este periodo (primer tercio s. XX) una posición importante en cuanto a
la financiación del proceso industrial (banca mixta, más banca que
fomenta el comercio, los préstamos, el ahorro… pero que también
invierte en industria, haciendo que los capitales extranjeros que
tradicionalmente habían alimentado el proceso industrializador en
España sean sustituidos por capital nacional). En el plano más pequeño
destaca la época donde se da la apertura importante de sucursales
bancarias que se van a convertir en una red nacional.
En términos generales vemos un crecimiento incuestionable,
limitado, que acorta las diferencias con las economías europeas de
referencia pero que es muy desigual en cuanto a la implantación
territorial, no es capaz de modificar las estructuras de producción y no
se traduce en un desarrollo social paralelo. La situación más favorable
durante la IGM, en lugar de favorecer las condiciones de vida de los
trabajadores, se traducirá en un proceso inflacionista que hará que se
produzcan protestas en la calle, porque los salarios descienden al tener
que comprar productos de primera necesidad de mayor precio. El alza
de salarios real solamente llegará al final del periodo y en algunas
zonas industriales. No hay una transformación de las estructuras
económicas, por eso no se modificarán las condiciones de vida de la
población más desfavorecida y de los obreros.
Condiciones de vida
En cuanto a las condiciones de vida son diferentes según sectores y
lugares, dependiendo de factores un tanto ajenos a los propios
obreros: cuestiones como el paro, fuerza de la organización obrera,
número de huelgas ganadas o perdidas… hacen que las condiciones de
trabajo sean diferentes en una ciudad u otra, creando una situación
fragmentada. En términos generales, hay una evolución desde
principios del s. XX, donde las jornadas laborales de 10h o más eran
habituales, mientras que en 1920 ya era más normal la jornada laboral
de 8h, que tendrá un respaldo legal en 1919. Ese avance no implica
que se den situaciones uniformes como en el Madrid de principios siglo
XX, donde son todavía, en algunos oficios, habituales las jornadas
laborales de 14h, como los panaderos, mientras que hay otros oficios
que han conquistado ya las 8h, como carpinteros o tipógrafos. En el
mundo campesino seguirán siendo habituales las jornadas de sol a sol,
alcanzando más de 16h.
Se trata de una sociedad en la que hay una clara compartimentación
y segregación evidentes de espacios entre ricos y pobres, de forma
más clara que en el pasado; se aprecia bien en el campo de la vivienda
pues se consolida por parte de la burguesía los nuevos espacios de
ensanches, calles anchas, bien trazadas y despejadas… Los sectores
obreros van a concentrarse en las barriadas obreras de la periferia,
destacando La Regenta: en el barrio histórico todavía conviven
distintas clases sociales pero los nuevos barrios van a ser o burgueses
o proletarios. Ese esquema coexiste con otras variantes, como la
jerarquización en un mismo edificio o manzana, de manera que
aparece el piso principal, primero y segundo, mientras que la buhardilla
sería el espacio más barato donde se instalan las clases bajas. Esa
situación irá cambiando paulatinamente con la llegada de los
ascensores. También hay una segregación en cuanto a la aparición, en
el centro de las ciudades, de infraviviendas obreras, en donde existe
una vivienda muy barata en el centro de la ciudad por la cercanía a las
zonas fabriles, pero estas se esconden de la vista de cualquier persona
que pase por la calle. Estos modelos se denominan ciudadelas obreras,
“corradas” o patios corrales. Nos encontramos ante una ausencia de
intimidad que contrasta totalmente con la vivienda burguesa.
Una de las formas de pasar el tiempo es el paseo, es un modo de
conocer a gente nueva, un ejemplo sería el paseo de Los Álamos en
Oviedo, en donde se manifestaría el temor de las clases acomodadas
a los obreros pues a determinadas horas salían los obreros de trabajar,
con lo que no se buscaba mezclarse entre ellos. Existe también una
división en cuanto al ocio de cada una de las clases, pues las clases
altas optan más pro teatros, cafés, deporte…; mientras que las bajas
debido a sus horarios usaran otros métodos de entretenimiento como
el cine o los bares. Todo esto se produce en un contexto de expansión
de la sociedad de masas, que ahora también se pasa al espectro
cultural. Sin embargo, para que esto ocurra es necesario que haya un
salario en las clases populares que permita a
estas gastarlo en el ocio sin que complique
su subsistencia. También es necesario que se
rebaje el horario laboral para poder dedicar
el tiempo libre al ocio (importancia del
descanso dominical), o también el aumento
de las tasas de alfabetización para la
extensión de la práctica de la lectura entre
públicos populares.
El primer cuarto del siglo XX, el mundo de la edición sufre un
crecimiento muy notable, duplicándose respecto al período anterior.
Hay ediciones que son específicas de las clases bajas, dedicadas a estas
a través de novelas por fascículos o entregas. Son novelas sencillas de
leer, editadas en letra grande, con muchos diálogos… y ese fenómeno,
que es sobre todo del siglo XIX, se traslada a las colecciones literarias
de kiosco. Se producían los viernes pues era el día de la paga, con
papel prensa, de muy baja calidad, conocidas como literatura de
kiosco. El préstamo de libros se liberaliza, pues antes era bastante
restringido y dedicado al estudio, ahora poco a poco se prestan novelas
o de tipos dedicados al ocio. Se puede decir, que la producción de
impresos va a crecer con el de la prensa diaria, igual que los fenómenos
políticos, será de masas. No es tanto por las grandes tiradas, pues
superarán ligeramente los 100.000 ejemplares, si no porque usan
técnicas destinadas al público de masas: dinero dedicado a la
publicidad, crean la noticia, prensa que busca entretener con los relatos
de los sucesos (crímenes, como el de la calle Fuencarral), secciones de
deportes (años 20 y 30). Ya no es una prensa para las élites, si no que
está dirigida para el gran público. Tampoco se puede olvidar el papel
de la radio y las emisiones regulares, que en España surge entre los
años 20 y 30.
Esa proyección popular sobre el ocio también tiene su repercusión
en los centros culturales como casinos, ateneos, casas del pueblo,
centros instructivos republicanos… En los que los factores culturales
(obras de teatro, música, lectura de poemas…) tienen como objetivo
atraer a las personas a la ideología que lo promociona, pero que
acabarán compitiendo con los espacios puramente de negocio como los
grandes teatros. Aparecerán espectáculos como los Music Hall, en los
que se combinan distintas cosas: canto, chistes, magos, bailes…; pero
sobre todo el cine. En esas primeras proyecciones, era un espectáculo
de feria en donde la gente no sabía distinguir correctamente, no hay
un verdadero relato, cosa que cambiará según pase el siglo XX
adquiriendo una importancia notable entre las clases populares,
nuevamente, con el carácter de publicación semanal. El deporte, que
en un inicio había sido visto como una actividad de élites, se va
convirtiendo en una forma de entretenimiento para el practicante, pero
también para el espectador. Las barreras del deporte profesional se
derivan claramente a partir de los años 20 y la Dictadura de Primo de
Rivera.
Educación a principios del siglo XX
Ya habíamos visto el atraso en cuanto a la alfabetización, siempre
menor en la mujer respecto al hombre debido a la discriminación social
de la mujer, pero que se va reduciendo estas diferencias y al mismo
tiempo se van dando medidas importantes en el terreno de la
educación. La primera a comienzo de siglo, en 1900, con la creación
del Instituto de Educación Pública y Bellas Artes; en 1902 comienza a
efectuarse el pago de los maestros por el Estado (anteriormente era
desde los ayuntamientos), en 1911 se crea el cargo Director General
de Primera Enseñanza, con Rafael Altamira al frente. A lo largo del siglo
XX se tiende a que el Estado asuma los gastos de construcción de
nuevas escuelas, aunque nunca llegan a alcanzarse los objetivos
planeados; será finalmente con la II República cuando se apliquen
muchas novedades: enseñanza mixta, inversión en construcción de
escuelas, mejoras en las condiciones de los maestros, apoyo a la
educación pública y laica. Pese a todos los esfuerzos, en 1935, el 82%
de las escuelas eran no graduadas, aquellas en la que los chicos y las
chicas están todos juntos sin distinción de edades bajo un mismo
maestro. Las deficiencias eran cubiertas por asociaciones de distinta
orientación (religiosas o laicas). En la enseñanza secundaria hay una
evolución bastante grande muy orientada a las clases medias, aunque
se tendía a bajar el listón económico, pues en 1900 de 42.000 alumnos
se aumenta a 72.000 en 1930; y en la universidad el crecimiento en
las primeras décadas es muy insignificante, comenzando a crecer en
los años 20: de 20.000 en 1920 a 32.000 en 1930.
Respecto a la participación de la mujer en la enseñanza secundaria
es bastante ínfima, pues en 1915 hay un 4% y 1928 es un 15%, pero
este aumente representa un cambio en la mentalidad de la sociedad.
Cabe recordar que la mayoría de la educación era segregada y dirigida
por religiosos. En la universidad hay aún más restricciones,
dependiendo de la orientación profesional, llegando a haber
profesiones prohibidas por ley a las mujeres. Habría una pequeña
minoría de matrícula femenina en 1920, de un 3% que aumentaría al
5% en 1930.
En términos generales, la situación de la mujer española, hasta el
cambio que supone la II República, era de minoría de edad constante,
en la que solo pasa de depender del padre para depender del marido.
No dejaba espacio para la proyección social o política en los asuntos
públicos, dándose ya desde el siglo XIX unos discursos de mayor
formación de la mujer, pero para darle mejores capacidades a la hora
de ejercer sus labores de ama de casa. Sin embargo, estos discursos
cada vez subirían más reivindicaciones, llegando a lo que conocemos
hoy como feministas, enfrentándose a las ideas de los propios partidos
que en un inicio habían comenzado con estos discursos. Hay también
avances que reflejan cambios relativamente importantes en el
funcionamiento del Estado, por ejemplo, con el Estatuto de
Funcionarios Públicos de 1918, se regla a la mujer como auxiliar en
cualquier oficio y sin discriminación respecto al varón. En el siglo XIX
ya se había abierto el acceso de mujeres a correos y telégrafos, un
espacio que la mujer adquiriría mucho peso; y desde 1910 se abrirán
las instituciones para su ingreso.
Habrá ejemplos de mujeres como Victoria Kent,
primera mujer admitida en un colegio de abogados y en
1930 será la primera en actuar como abogada en un
tribunal militar. La presencia en organizaciones
femeninas se produce en el siglo XIX, muy conservadoras
y ligadas a la iglesia con la beneficencia, que en todo caso
contribuyen a la presencia pública de la mujer fuera del
hogar. Se habla incluso de “feminismo sensato”, no
reivindicativo ni de igual de derechos. Lo sindicatos
católicos, que tienen escaso éxito en España, también aportan ciertos
avances sobre todo en el sector textil. Hay organizaciones que sin estar
ligadas a la iglesia destacan la modernidad del catalanismo, en donde
muy pronto se comprende la necesidad de que cuente con un brazo
político femenino, de manera que desde la Lliga Regionalista se
organiza la Lliga Patriótica de la Mujer en 1906, eso sí, con muchas
limitaciones y de carácter conservador.
Luego aparece un feminismo de base más izquierdista en la que se
reclama una igualdad civil y política, pero aún así en la mayoría de los
casos con objetivo de redimir a la clase obrera, y no solo
exclusivamente a la mujer. En 1906 en la Comisión Ejecutiva de la UGT
se va a elegir a una mujer, Virginia González Polo; se crea en el mundo
del socialismo un primer grupo femenino socialista en Bilbao en 1904,
en Madrid será en 1906 que pasará a llamarse como Agrupación
Femenina Socialista a partir de 1910. En el anarquismo catalán La
Sociedad Autónoma de Mujeres y La Sociedad Progresiva Femenina,
son algunos de los ejemplos que venían ya desde finales desde el siglo
XIX, creadas por Teresa Claramunt. Existen otras organizaciones,
interclasistas, sin orientación política clara como la Asociación Nacional
de Mujeres Española, liderada por María Espinosa de los Monteros.
En 1897 ya se planteaba la posibilidad, desde posiciones
conservadora, el voto femenino. No se planteaba de forma realmente
seria, y en 1907 ya había un debate importante respecto a la reforma
electoral, al año siguiente es una propuesta republicana para conceder
el voto femenino en las elecciones municipales. En 1919 bajo el
gobierno de Burgos Mazo propone el voto femenino para favorecer las
posiciones electorales del partido conservador. Hay también cierta
efervescencia en cuanto a la discusión del voto femenino en la prensa
española, sobre todo en el Heraldo de Madrid con la periodista Carmen
de Burgos que firmaba con pseudónimo. Lleva a cabo distintas
encuestas con electores, en la que muchos casos las mujeres mostraba
respuestas negativas. Los cambios en ese ámbito legal son todavía
muy pocos, produciéndose con muchas restricciones, durante la
Dictadura de Primo de Rivera y consecuentemente con poca relevancia,
pues un voto durante una dictadura… de poco vale.
Otra cuestión que hay que mencionar es la entrada en la Edad de
Plata de la cultura, y sobre todo de la literatura española. Es una época
particularmente fértil que comienza a principios del siglo XX o finales
del XIX y llega hasta los años 30. Tiene un carácter fundamentalmente
literario, pero que también tiene espacio en otros artes como Luis
Buñuel en el cine. En la generación del 98 hay un gusto por el ensayo,
preocupado por el significado de lo español y la relación de esto con lo
Europa, luego la generación del 14 tiende más por preocupación
europeización de España, mientras que la generación del 27 tiene un
tinte más poético. La cuestión del papel que juegan muchos de estos
autores, como intelectuales en la vida pública española, es una
novedad en cuanto a la proyección en la vida pública en personas que
empiezan a ser definidas como intelectuales, no tanto como adjetivo si
no como sustantivo.
Estos ya no funcionan como artistas aislados,
si no que estarán para denunciar las
arbitrariedades del poder políticos a través de
manifiestos denunciando alguna actividad. Es
algo que rompe totalmente con la figura del
sabio del siglo XIX, inmerso en sus
conocimientos y fuera de la vida pública.
Alguno de los integrantes de la generación del
14, por ejemplo, serán relevantes en la vida
pública como es el caso de Azaña que llega en
el cargo más alto durante la II República; o la
persona de Ortega y Gasset con la creación de
organizaciones Organización al Servicio de la
República y Liga de Educación Pública.
Bibliografía recomendada:
Manuel Tuñón de Lara y Ramón María Alvar González (1992): Las ciudades en
la modernización de España: Los decenios interseculares (Historia)”
1
Abrazo entre Espartero y Maroto, acto que puso fin a la I Guerra Carlista
habían enfrentado a comunistas y anarcosindicalistas y que las
jornadas de mayo de 1937 en Barcelona habían dejado en suspensión,
pero no superados. También salieron a la superficie los conflictos que
se habían disfrazado durante el otoño y el invierno de 1937, y que
habían provocado la crisis política de abril de 1938 entre los seguidores
de Prieto y Azaña contra Negrín, a lo que podríamos añadir las
tensiones más o menos acusadas y visibles entre los militares de
carrera y los de procedencia miliciana.
La sublevación del coronel Casado, jefe del Ejército del Centro,
contra el Gobierno de Negrín fue mucho más que una mera rebelión
militar dado el apoyo político que recibió de los elementos
antinegrinistas. La CNT, los socialistas partidarios de Largo Caballero y
de Besteiro y personalidades de Unión Republicana y de Izquierda
Republicana estrecharon sus posiciones en torno a la figura del coronel
Casado. En efecto, la quinta columna desempeñó un papel decisivo en
estos acontecimientos, animando al conglomerado antinegrinista a
pasar a la acción. A lo largo del mes de febrero caracterizados
individuos de la clandestinidad franquista de Madrid habían entrado en
contacto con Julián Besteiro y con el entorno próximo al coronel
Casado, entregándoles las denominadas Concesiones del Generalísimo,
estas dejaban entrever la posibilidad de un mínimo acuerdo final,
siempre y cuando el interlocutor, por parte republicana, fuera un militar
y no un político.
Finalmente, el 5 de marzo se consumó la sublevación contra Negrín.
Un día antes otra rebelión, en la que se entremezclaron elementos
quintacolumnistas y antinegrinistas, había estallado en la importante
base naval de Cartagena. En este último caso la rebelión pronto tomó
un carácter franquista. Aunque en pocos días quedara sofocada, el
resultado no pudo ser más catastrófico para la causa republicana: la
flota abandonó definitivamente la base, para internarse en el puerto
de Bizerta, en el Túnez francés. En Madrid la sublevación dio origen a
la formación de un Consejo Nacional de Defensa, en sustitución del
Gobierno Negrín, presidido por el general Miaja, pero
cuyo hombre fuerte era el propio Casado. Al día
siguiente el presidente Negrín y los principales
líderes comunistas abandonaron definitivamente
España: la política de resistencia había llegado a su
fin, mientras que la gente aun trataba de enfrentarse
a este golpe cosa que se alargó hasta el día 12 de
marzo.
De aquí en adelante los acontecimientos demostraron que Franco no
estaba dispuesto a aceptar ninguna condición para la rendición de los
republicanos y que las Concesiones del Generalísimo se convirtieron en
papel mojado. Los enviados republicanos que acudieron al aeropuerto
burgalés de Gamonal los días 23 y 25 de marzo, para intentar
establecer una negociación de última hora, recibieron como respuesta
la exigencia de una rendición incondicional. El 26 de marzo los
nacionales anunciaron su inmediata ofensiva y el 28 las tropas de
Franco entraron en Madrid, en los días sucesivos se ocuparon el resto
de la España republicana.
El primero de abril, a la par que el coronel Casado
abandonaba España en un barco británico y que los
moradores republicanos del puerto alicantino fueron
conducidos al campo de concentración de Los Almendros,
Franco firmaba el último parte de guerra. Desde el punto
de vista bélico la guerra había terminado, pero la paz no
llegaría tras ella.
Había tres razones clave que explicarían la victoria de los
sublevados: La existencia de una retaguardia unificada, con un mando
único; la reorganización de un estado centralizado que supiera ordenar
todo al esfuerzo bélico y finalmente el ejército unido bajo un solo líder.
Manuel Azaña, por otra parte, ponía el peso de lo que había ocurrido
sobre el escenario internacional, la ayuda recibida por los sublevados
era bastante importante mientras que las ayudas republicanas llegan
tardíamente de la URSS, pero Gran Bretaña y Francia (que contaba con
un gobierno e Frente Popular con León Blum) no aportarán a la
legitimidad republicana y sin ayudas militares. Es una desventaja que
ya desde el momento inicial marcaron un himpas en la guerra con el
trasbordo de las tropas de Marruecos a la Península.
Por su parte el historiador Julián Casanova afirma otras tres razones
de este resultado bélico: la política de apaciguamiento hacia Hitler trajo
condigo la No-intervención de las democracias, el apoyo económico de
las grandes fortunas a los sublevados y el mejor adiestramiento de las
tropas, marcaron la columna vertebral de la guerra; finalmente la
violencia más allá de la evidente entre los combatientes, la violencia
que supone la guerra civil en cuanto a la deshumanización del contrario
permitiendo tratarlo como un objeto. Las víctimas se estiman en
400.000 víctimas, un exilio permanente de por encima de 200.000. La
guerra también implica la extensión del fascismo y del nazismo por el
continente europeo con unos 9.000 españoles deportados por
combatirlos. En cuanto a las victimas de la represión aun se sigue
discutiendo, pues no es una represión que se terminó con la guerra.
Ampliación Hª Contemporánea de España
Nacionalismo
La invención de la “Guerra de Independencia”
El mito nacional, lanzado por quienes estaban más en contacto con las
novedades del vocabulario político, fue aceptado por los demás como modo
de salvación. El elemento movilizador más potente del momento, gracias a
este planteamiento se deslegitimizó al ejército napoleónico: extranjero y
tiránico; así y como a los afrancesados: no españoles. Este grupo abogaba
por las tradiciones, la fe heredada y la fidelidad al monarca; pero había otros,
herederos del reformismo ilustrado que querían obtener beneficios de aquel
mito, pues proyectaban construir sobre ese mito todo un edificio político
nuevo. No es un azar que el principal caballo de batalla durante las primeras
sesiones del debate constitucional fuera el de la soberanía nacional. La nación
era el artilugio que permitía liquidar la legitimidad regia y, con ella, todos los
privilegios heredados.
Élites y pueblo
La actitud de las élites ante el pueblo sufrió un giro de 180º con la guerra
inicia en 1808. Antonio de Capmany alertó la corrupción de la ida moral
española por efecto del afrancesamiento de las costumbres y pidió que se
defendieran los valores populares tradicionales, las fiestas, las
vestimentas…etc. Situaba la esencia nacional en el instinto popular frente a
las élites corrompidas por la civilización y el cosmopolitismo. En este sentido
observamos una dicotomía evidente entre este y Jovellanos, afrancesado con
un espíritu ilustrado en el que consideraba al pueblo desmerecido del estatus
de ciudadano hasta que se culturizase o por medio de la propiedad.
La nación, en marcha
Por su parte dentro del país la principal crítica no venía por esto, si no por
su carácter absolutista. Los grupos modernizadores tenían como modelo a
imitar el sistema liberal. Es por esto por lo que se entiende que Rafael de
Riego sublevara a las tropas con destino a América para hacer frente a un
problema de política interior, siendo convertido en héroe patrio por los
liberales; cuando si se mira desde una razón de Estado fue un hecho
catastrófico. Este factor no implica que a las élites le molestara la pérdida de
las colonias, por su puesto que le afectó, pero esto fue atribuido al
absolutismo y su oscurantismo. Un motivo más para con su resentimiento
contra el trono.
El hecho de que los liberales disfrutasen de tan escaso eco en los medios
populares no quiere decir que carecieran de fuerza política. Porque en una
sociedad tan jerarquizada como aquella, sus amplios apoyos entre la élite
educada y, sobre todo, sus conexiones militares, significaban una influencia
temible. Podían ser incapaces de mantenerse en el poder durante un largo
espacio de tiempo, pero les sobraba capacidad para perturbar los períodos
dominados por las élites tradicionales e incluso para desplazarlas,
brevemente, del gobierno. De ahí la inestabilidad política y los zig-zags
perpetuos del siglo XIX.
Tras repetidos fracaso, persecuciones y exilios, muchos liberales
comprendieron como de aislados estaban de aquel pueblo al que, en teoría,
representaban y servían. Evolucionaron en cuatro sentidos: se alejaron del
populismo; adoptaron un escepticismo pesimista sobre las virtualidades de la
raza; abandonaron la historia nacional romántica de la primera etapa liberal
(idealizando la Edad Media castellana o aragonesa); y como consecuencia de
todo esto, moderaron su programa político hasta borrar toda reforma radical.
El partido moderado, en teoría liberal-moderado, de los años 1840 (aun tenía
hombres del constitucionalismo gaditano), no defendía ninguno de los puntos
fundamentales del programa doceañista.
La situación del nacionalismo español en las últimas décadas del siglo XIX
era bastante clara: había fracasado tanto en la revolución liberal y su
expansión imperial. De lo primero podríamos decir que la reforma liberal
estaba congelada y de lo segundo, que el imperio o ya estaba perdido o
estaba por terminar de perderse. Si el nacionalismo español quería sobrevivir
tenía que inventarse una función, para ello estaba O’Donnell y su proyecto
de reconstruir un imperio español en África.
En palabras de Juan Linz: España es, en el siglo XIX, “el primer país que
sufre la pérdida colonial, la única potencia colonial que pierde sus últimos
territorios ultramarinos y tampoco tiene éxito en sus aventuras imperialistas
menores en África”. Si se añaden a ellos las repetidas guerras civiles, la
conclusión no podría ser más desoladora para el proceso de construcción de
una identidad compartida.
Este fracaso educativo no sólo constituye uno de los factores que más
negativos efectos hubo de surtir sobre el proceso nacionalizador, sino que
revela las dos circunstancias básicas que orientan la conducta de los
gobernantes españoles del siglo XIX: la escasez de recursos y la falta de
voluntad política. Algo de dinero sí que tenía el Estado, la cosa es que se
invertía en otras cosas: En 1885 el 49% del presupuesto iba invertido al
ejército. Esto es muy revelador pues el país realmente apenas entraba en
guerra, lo que quiere decir que era un ejército interior. Solo tras la crisis del
98, al crearse el Ministerio de Instrucción Pública y hacerse cargo el gobierno
de la enseñanza primaria, empezó a cambiar la situación y los gastos en
educación pasaron de ser el 1 al 4% del presupuesto estatal.
Fueron dos cuartos de siglo (1843-1868 y 1875-1900) de dominio
conservador, y en ambos el timón del gobierno estuvo en manos de políticos
para quienes, en el fondo, la garantía de la subordinación de los súbditos a
la autoridad eran las creencias religiosas. De ahí que dejaran en manos de la
Iglesia lo relacionado con la educación. Aquí hay un problema para los
contemporáneos de la época, quienes mucho veían como la iglesia no solo
tenía un veto antiliberal, sino también anti estatal; esto se traduce en una
disputa con el Estado por las competencias educativas, un obstáculo a la
nacionalización.
España en el siglo XIX es, sin lugar a dudas, un país localista. Un Estado
donde las distancias, tanto interregionales como incluso las existentes entre
comarcas limítrofes, son lejanas. Las redes de comunicación y las carreteras
eran, más bien, precarias y no mejoraron demasiado. Existía una red de
trenes, pero era escasa. Esto conllevaba la mantención de un comercio
económico localista dentro de un mundo rural. La cultura política de la
Restauración es una mezcla entre el modelo localista (por el peso de ese
mundo rural) y el de súbditos (por la pervivencia de ciertos elementos del
Antiguo Régimen).
La caída del Antiguo Régimen estaba demasiado reciente como para que
no perduraran algunos aspectos en la sociedad española, y esta sociedad
estaba tan marcada por el mundo campesino y el ruralismo que incidía en el
carácter de la misma y en su comportamiento político. De esta manera ambos
elementos serían clave en la conformación del sistema político de la
Restauración. El sistema caciquil no hubiera sido posible sin la existencia de
un Estado centralizado y débil que se encontró con una fragmentación del
poder. Ciertamente, creo que es fundamental esta situación. El Estado,
debido a esa debilidad, se vería obligado a pactar con aquellos poderes locales
de algunas regiones para poder cubrir así todos los vacíos que dejaba su
precario poder centralizado. El cacique era el poder real para el campesinado.
El Estado sería un elemento extraño y lejano para los habitantes del mundo
rural español. Para un cacique era fundamental controlar el ayuntamiento,
aunque no necesariamente tenía que ser el alcalde para controlarlo., lo que
significaba tener el control inmediato del municipio. Las diputaciones
provinciales son otras de las instituciones importantes de control caciquil. El
control de la diputación permitía el reparto de empleo, la eximición del
servicio militar y otro tipo de favores económicos o sociales.
Redes clientelares
El cliente, por su parte, solía pagar el favor del cacique con su voto (aunque
también podía hacerlo en especie, en dinero o en servicios), que era algo que
no costaba nada al campesino o al cliente de turno. Así, aquello que recibía
el cliente era un favor mucho más tangible que un simple voto, sin embargo,
la suma de clientes y, por ende, de votos, hacía que el cacique lograra
conseguir un puesto de administración o de posición ventajosa desde la cual
podía seguir repartiendo servicios que a él poco le costaban, en relación a
todas las ventajas que tenía desde esa posición privilegiada que conseguía
con los votos. Esta situación de concesión mutua de servicios llevaba a la
desideologización de la masa electoral, que tendía a votar según los favores
recibidos o la previsión de favores por recibir, más que por una u otra
tendencia ideológica.
En primer lugar, creo que fueron varios los factores que incidieron en la
creación y el posterior asentamiento y afianzamiento del caciquismo. Por un
lado, el carácter rural de la España del XIX y, por otro, la supervivencia de
ciertos rasgos del Antiguo Régimen, ayudaron al surgimiento del sistema
político de la Restauración. Además de esto, el débil Estado centralizado se
encontró con problemas para controlar todos los recovecos de las diversas
regiones que conformaban el país, por lo que se vio obligado a pactar con los
pequeños poderes locales que se asentaban en las provincias y comarcas.
Así, el Estado entregó poder a estos pequeños jefes locales, surgiendo de
esta manera la figura del cacique.
Por otro lado, las redes clientelares se basaban en las relaciones desiguales
entre dos partes: el patrón, o cacique, y el cliente. El cacique aprovechaba
su ventajosa posición socioeconómica para ofrecer a su clientela servicios,
que apenas le suponía esfuerzo conseguirlos, así, el cliente debía devolver el
favor con su voto. De esta manera el cacique se veía mucho más favorecido,
ya que la suma de votos conseguía afianzarlo en una posición política muy
ventajosa de la cual se podía aprovechar para conseguir bienes y beneficios
de todo tipo y, a la par, seguir entregando servicios a su clientela, la cual
podía ir aumentando. Las redes caciquiles estaban jerarquizadas y formadas
por élites muy heterogéneas que variaban según el nivel que se ocupaba en
la pirámide caciquil y según la región. Estas élites solían tener la política como
segunda actividad económica, ya que la mayoría de ellas obtenían sus
ingresos principales de sus actividades profesionales. Se dio una cristalización
del poder político en las élites regionales o provinciales.