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Historia Contemporánea de España

Tema 1. De la crisis del Antiguo Régimen a la época de


Fernando VII.
El inicio de la Edad Contemporánea en España se ubicará en 1808
con la Guerra de Independencia bajo el reinado de Carlos IV (1788-
1808), el cual tiene bastantes crisis. Durante esta época, la crisis de
subsistencia se sucede (malas cosechas, hambrunas 1804-1805…).
Hay una imposibilidad de la monarquía de romper el Antiguo Régimen
y su modelo económico, acumulando un déficit crónico en la Hacienda
real, que no deja de aumentar cada año. Para salir de esta situación
ha de pedir prestamos con intereses cada vez más elevados, que no
hacen sino empeorar la situación. En el cambio de siglo, la Corona
española está casi en bancarrota, y las guerras sostenidas contra la
Francia revolucionada (1793-1795) e Inglaterra tampoco hacen bien al
país, ya que esta última al poseer el dominio sobre los mares bloquean
el comercio exterior por mar.
Todo este trasfondo, lógicamente, va a tener repercusiones políticas,
el personaje de referencia será Manuel Godoy, favorito y Primer
ministro de Carlos IV entre 1792-1798 y 1801-1808. Se le considera
un arribista por la nobleza y el clero, trata de llevar reformas a cambiar
el sistema tributario y que tendrá como consecuencia la creación de un
partido contra Godoy, partidarios del príncipe Fernando, quien
rápidamente será visto como la solución al descontento provocado
Godoy y a Carlos. En 1807 se produce una conjura que no triunfa.
En este contexto interno español y de exterior de 1808 con la
ocupación francesa y las guerras napoleónica. Napoleón era emperador
de los franceses desde 1804 y se encontraba en guerra contra
Inglaterra. Y es que esta debilidad económica y política española, se
traducen en una crisis más que visible de la monarquía que llevará a
un tratado entre España y Francia (“Tratado de Fontainebleau”) en el
que se permitía el acceso a las tropas francesas para llegar a Portugal
(aliado de los ingleses) y así bloquear el comercio. Sin embargo,
rápidamente se instalan en ciudades como Barcelona y Pamplona. En
marzo de 1808, el bando fernandino, provoca el motín de Aranjuez en
el que Carlos IV abdica en Fernando y destituye a Manuel Godoy.
Fernando VII entrará triunfante en una Madrid gobernada por el
general francés Murat.
Este pleito sucesorio lleva a que Napoleón reúna a
Carlos IV y Fernando VII en Bayona, para así actuar
como árbitro y decidir quién será el rey solicitando que
ambos monarcas abdiquen la corona. Napoleón
dedicará entonces nombrar a su hermano como
monarca a costa de los otros dos. Mientras esto
ocurría, el 2 de mayo el pueblo de Madrid y en otros
lugares, se levantaban contra la ocupación francesa.
Esta fecha supondrá el inicio de una nueva etapa en la
historia de España, convirtiendo esta fecha en la que
se ensalza la labor del ejército por las figuras de Daoiz
y Velarde al armar el pueblo (que por otro lado son
excepciones dentro de la institución).
El análisis que hace Napoleón de España, es deudor de la imagen
clásica de la decadencia española y esperaba que su hermano José
fuera recibido como un héroe por haber derribado el antiguo régimen
y a los borbones. Para acelerar el proceso de implantación de un nuevo
rey que tienda hacia el liberalismo, se va a reunir nuevamente en la
ciudad de Bayona una asamblea (Asamblea de Bayona) que dará a
España su primer texto constitucional: La constitución de Bayona, que,
aunque llamada Constitución es más bien una Carta Otorgada. La
representatividad de la asamblea está puesta en duda, de ahí que
algunos miembros se saltan ciertas nombras legales, pero en todo caso
aquellos que se reúnen dan a luz una constitución reformista, muy
parecida a una constitución francesa de 1804 (Año 12 revolucionario).
Pero, aunque sea parecida, también tiene cambios que tiene que ver
con la situación heredada como es en el caso de la religión católica, la
monarquía es de corte hereditario.
Este texto es una herramienta para ir acabando con el Antiguo
Régimen, en el que se establecen contrapesos a la autoridad del
monarca, incluye libertades clásicas del sistema liberal (inviolabilidad
del domicilio, supresión de la tortura,
libertad de prensa…), medidas económicas
que tienden a eliminar el antiguo régimen
(supresión de aduanas internas, impulso a
la industrialización, reducción de
mayorazgos), igualdad jurídica de las
personas y los territorios (también de las
colonias). Ya sea durante el gobierno
josefino o el propio Napoleón, se
establecerán una serie de decretos que
incluyen la división territorial racional en
prefecturas, siguiendo el modelo francés.
Queda abolido el tribunal de la Inquisición, reducción del clero y se
suprimen en agosto de 1809 las órdenes religiosas. Habrá medidas
educativas innovadoras (Pestalozzi aboga por eliminar los castigos
físicos a los niños).
En definitiva, son pasos para aplicar el viejo programa ilustrado, pero
con una mirada hacia la nueva Europa del liberalismo, del nuevo
modelo que se va a implantar.
La importancia de esta constitución, la cual estará en vigor en
algunas partes y no durante mucho tiempo, no está en el hecho de ser
la primera Constitución propiamente dicha, sino que ofrece un
horizonte por debajo de la cual la primera constitución (la de Cádiz-
1812) no puede situarse, si pretende ganar la opinión de los españoles.
La historiografía más rigurosa sobre José I, (José I rey de España de
José Mercader Riba) muestran a un gobernante reformista en la línea
de la mentalidad de la época, cuya labor no es menos defendible que
la de otros gobernantes pero que tiene grandes problemas a la hora de
ganarse la voluntad del pueblo, pues es bastante más que evidente
que está ahí gracias a Napoleón. Sólo unos días después de llegar a
Madrid tendrá que huir a razón de la batalla de Bailén en 1808, para
que lo sustituya Napoleón. La relación con su hermano será bastante
intensa, pues José I busca independencia frente a París y así que se
tengan en cuenta las decisiones tomadas en Madrid, le pide dinero para
sobre llevar la situación heredada de los borbones y también le pide
que no se apropie de territorios propios de la corona española.
De estas tres cuestiones la única que se podrá llegar a
medio cumplir es la del envío del dinero, pero que irá bajando
de cantidad según Napoleón se vaya incorporando en las
campañas europeas, por otra parte, la integridad territorial
tampoco se respetará ya que Napoleón, desgajará territorios
fronterizos. Así, la población no ofrecerá su confianza al
gobierno de José I.
Hay historiadores que distinguen en los propios afrancesados:
1. Juramentados: aquellos personajes que tienen relación con la
administración del estado o provincial, tienen una representación
del tipo que sea y para que seguir desempeñándola tienen que
prestar juramento al nuevo rey, sobre todo por intereses
personales)
2. Afrancesados: son los convencidos, muchos herederos del
reformismo ilustrado y que ven en la nueva dinastía una
continuación respecto a las transformaciones de la Revolución
Francesa entre los seguidores de José Bonaparte.
El otro gran problema de José y sus gobiernos es la oposición del
campo que se denominará patriota, en el ámbito institucional y
bélico/militar. En los años 1809-1812 existe un gran control francés
por todo el territorio peninsular a pesar de la ayuda de Wellington,
mientras que a partir de 1812 hay una retirada debido a la campaña
rusa y su posterior derrota, dejando paso, a mediados de 1813, la casi
total victoria sobre los franceses. Es una guerra particular porque hay
un gran apoyo popular, tanto de hombres como mujeres, dentro de un
ejército de guerrilla, poco estructurado, que va realizando pequeñas
acciones contra el ejército francés.
Por su parte en la oposición institucional, se intenta respaldar la
legitimidad de Fernando VII creándose Juntas locales, paralelas al
levantamiento en armas, para coordinar la resistencia que van a
convertirse en un primer paso para el proceso de transformación que
se pondrá en marcha ante la ausencia del monarca. Esas juntas
consideran que los órganos administrativos de la monarquía son
infieles al propio monarca, porque la mayoría aceptan a José I y ante
esa infidelidad la autoridad soberana vuelve al pueblo, sublevado, que
traspasa la legitimidad a las Juntas. Estas se organizarán en Juntas
Regionales, otra Central y luego finalmente a las Cortes de Cádiz, que
servirá para institucionalizar el proceso revolucionario liberal.
Hay una afinidad a la causa fernandina clara, en la cual la alta
nobleza clérigos, alta burguesía, antiguas figuras del Antiguo Régimen
(el conde de Floridablanca) se pondrán al frente de la misma. Pero al
mismo tiempo, como las Juntas se sienten depositarias de la soberanía
popular, existirán matices distintos en su política. Desde los liberales
que pretenden crear un sistema liberal, hasta una postura más
conservadora que considera que la Junta Central es simplemente
coyuntural hasta la vuelta del rey y dedica el que hacer.
En mayo de 1809, la Junta Central anuncia la creación de Cortes al
año siguiente, lo que indica que el sector liberal tenía más peso. Las
cortes se reúnen en Cádiz en septiembre de 1810, en una misma
cámara, sin división estamental. Estas Cortes ponen en la calle
decretos en los que se vislumbra el corte liberal de su política, ya que
la soberanía la posee la nación. Se decreta los principios liberales
fundamentales que ya estaban en la de Bayona (supresión del régimen
señorial, libertad de prensa…). Tras la publicación de la constitución se
añaden más reformas de carácter económicos. El 19 de marzo de 1812,
se publicará la llamada Pepa, en honor al día de San José. Queda
prohibida la práctica de cualquier otra religión, el decreto de 1813
abolirá la Inquisición como tal (aunque haya otros tribunales
similares), la soberanía reside en la Nación, separación de poderes
(judicial-tribunales, ejecutivo- secretarios y Rey y legislativo- Cámara
y Rey), reconocimiento de derechos individuales, se establece el
sufragio universal masculino e indirecto.
Mientras se va produciendo esta doble oposición, se van dando en el
campo de los patriotas una corriente “servil”, absolutista, que va a
manifestarse fuerte. Se habían levantado voces significativas en las
Cortes de Cádiz, sobre todo en cuestiones relacionadas con la
disminución del poder eclesiástico (por ejemplo, Pedro Inguanzo). Es
por esto que, en 1813, en la convocatoria a elecciones de ese año, se
da un aumento en el sector absolutista (2⁄3 de la cámara) con un
paralelo en el campo. Existe una fidelidad personal al monarca, unido
a la fidelidad de la religión, ya que ambas cosas van prácticamente
unidas para la mayoría de la población. A la más mínima desviación de
la ortodoxia, se planteará al liberalismo como una nueva herejía con
levantamientos absolutistas por todo el territorio, rompiendo con los
símbolos del liberalismo. Serán procesos que tendrán un notable
seguimiento popular.
Todo este proceso tiene una lectura particular en América, pues el
tiempo de independencia comenzó a finales del siglo XVIII, pero la
etapa de la invasión napoleónica supone un proceso de aceleración
notable, difundiéndose las nuevas ideas que aterrizan sobre las ya
existentes de la Ilustración con el ejemplo no solo de la Revolución
Francesa, sino que también con la reciente independencia de los
Estados Unidos. Se considerará en América, que su representación es
muy desfavorable para ellos (250 de la península y 30 de América).
Hay un centralismo que se ve mal, ya que buscaban más autonomía,
así que en ausencia de Fernando VII, se forman Juntas que se
entienden soberanas y mantienen relaciones directamente con el
gobierno británico sin consultar con la metrópoli. Existen también
matices raciales dentro del movimiento independentista. En todo caso
en la Guerra de Independencia va a dejar desde el punto de vista
historiográfico numerosos interrogantes, que todavía se siguen
debatiendo:
1. ¿Es realmente una guerra popular? Esta claro el apoyo popular
tanto en la guerrilla como en las ciudades sitiadas. Sin embargo,
se entiende como una manipulación de las élites al pueblo.
2. ¿Hasta qué punto es una guerra contra una imposición extranjera
y no una civil?
3. ¿Es una guerra en la que el elemento peninsular es el principal o
es una guerra europea?
4. ¿Es una guerra de la independencia nacional o más bien predomina
los levantamientos en defensa de lo local y regional?
Existe un componente nacionalista en la historiografía española
bastante importante, pues se entiende como una epopeya en la que
los ejércitos españoles vencen al ejército Napoleónico, mientras que en
la historiografía británica se ve como la victoria de Wellington con la
auxiliar ayuda de los españoles.
Ahora bien, una vez finalizada la guerra
llega al trono Fernando VII (1814-1833)
enmarcada en el concepto de la
Restauración Europea, y es una variante
extrema del sistema de la Restauración.
La vuelta de las monarquías en Europa no
había sido como una vuelta al pasado, ya
que se aceptan ciertas reformas incluso se
mantiene el código de leyes napoleónicos;
mientras que con Fernando VII pretende
retroceder al pasado como si no hubiera
ocurrido nada e instaurar el absolutismo
existente antes de la invasión francesa.
En diciembre de 1813, Napoleón reconoce a Fernando VII rey de
España y rápidamente los esfuerzos de los diputados realista que se
habían trasladado en abril de 1814, se dedican a allanar los terrenos
para el absolutismo. El primer chispazo es el pronunciamiento del
general Elío, que en Valencia manifiesta su apoyo al rey proclamando
su afinidad a la vuelta del absolutismo (es seguramente el primer
pronunciamiento militar español) en contra del poder existente en ese
momento. A la vez se le entrega el Manifiesto de los Persas, firmado
por 69 diputados defendiendo la monarquía absoluta.
Con este apoyo, Fernando VII no obedecerá a los liberales y firmará
un decreto en el que anula toda la política de las Cortes de Cádiz,
pretendiendo volver a antes de 1808. Se perseguirá tanto a
afrancesados como a cualquiera que hubiera apoyado las ideas
liberales, aun siendo afines a Fernando. Muchos tendrán que huir de
España. Entre los años 1814-1820 se denomina Sexenio Absolutista.
Será una etapa de gran conmoción en la peninsular, porque lo único
que realmente que funciona bien es la represión, mucho mayor de lo
que se aprecia en el resto del continente. En ese sentido hay una
situación que lleva a la oposición a organizarse desde el exilio, británico
en gran medida, y también a través de los levantamientos que seguirán
jalonando la historia de España, pero esta vez en favor la labor de las
Cortes.
Así pues, tras diferentes
levantamientos infructuosos el 1 de
enero de 1820, Rafael de Riego
proclama la constitución de Cádiz en
Cabezas de San Juan, a la vez que se
realizan otros levantamientos
simultáneos poniendo fin al Sexenio
absolutista. A la vista de la situación,
Fernando VII se compromete
rápidamente a jurar la constitución,
aunque tratará de obstruir todo lo
posible a los diferentes gobiernos
liberales. El rey, al tener un poder de
veto, paralizará leyes, conspirará directamente con las potencias
extranjeras para animarlas a la ocupación de España y acabar con la
situación de la que él se considera prisionero.
La población se dividirá en dos sectores:
1. Exaltado o veinteañistas: Liberales que consideran necesario
derribar rápido el Antiguo Régimen y sus instituciones
rápidamente, movilizando a la población a través de las milicias
nacionales. Hablar de republicanismo es difícil.
2. Moderados o doceañistas: Su objetivo es volver a la Constitución
de 1812 y aplicando está a la situación que se estaba viviendo.
Serán estos últimos los que se sucedan entre 1820-1822 en el
gobierno, hasta un intento fallido de un golpe de Estado por parte de
un sector absolutistas que favorece la llegada al poder de los exaltado
ya hasta el final del trienio liberal (destacar la figura de Evaristo San
Miguel).
Al margen de estas cuestiones del Trienio, es muy importante la
movilización y politización existente, mayor incluso que durante la
Guerra de Independencia, ya que ahora existirá un debate político
intenso en la propia calle. Las profesiones liberales, sectores populares,
gentes de letras e incluso algunas mujeres del entorno urbano; se
teñirán a través del debate y la cultura política liberal que llega gracias
a las Sociedades Patrióticas. Hay libertad de palabra, una tribuna a la
que se sube una persona para discutir, para leer la prensa a la
gente…etc. Estas Sociedades pueden llegar a estar muy estructuradas
con auténticos estatutos mientras que otras son más libres. Se trata
de una libertad de palabra que provocará en los gobiernos moderados
un temor a procesos revolucionarios, con lo que se verán restringidas
en gran manera. Serán lugares de caldo para las ideas más exaltadas.
Es el periodo de creación del verdadero sistema liberal.
Las milicias nacionales no son ejércitos profesionales, sino que son
ciudadanos armados a los que se les llaman para participar en el
esfuerzo nacional. Esta primera milicia nacional es uno de los puntos
de fricción entre los doceañistas y veinteañistas, las dos ramas del
liberalismo. Estos últimos entienden que los milicianos deben defender
el orden público, la propiedad, como la policía; mientras que los
exaltados los entienden como defensores del orden constitucional
frente a la posible traición del ejército o levantamientos realistas. En la
milicia solo entraba quien pudiera costearse el armamento y su
indumentaria, con lo que, aunque sea de participación voluntaria no
todos podían acceder. Aquí los exaltados querían abrir el acceso a las
capas urbanas, aquellas que están más radicalizados y son clientes de
la propaganda política de estos.
En frente de todo esto, va a surgir una oposición de voluntarios
realista, desde 1821 se ven algunos levantamientos armados a favor
del poder monárquico, sobre todo en Navarra y Cataluña. No parecían
una verdadera amenaza para el poder central, sin embargo, la
intervención armada extranjera será quien derrocará el gobierno liberal
en 1823. Fernando VII había estado reclamando a las potencias
extranjeras la intervención, la cual se decidirá oficialmente en Verona
a finales de 1822 entre los integrantes de la Santa Alianza (Austria,
Prusia, Rusia, Francia y Gran Bretaña) y se llevará a cabo gracias a los
Cien mil hijos de san Luis (ejército francés).
Por una parte, el Trienio Liberal es un momento importante, pues
demuestra que el hundimiento del absolutismo se puede producir por
acontecimientos internos, en el que las ideas liberales habían calado.
Mientras que a la vez se demuestra que el liberalismo había caído por
la propia desunión de las fuerzas liberales y las tensiones políticas. La
madurez política del liberalismo es bastante baja, ya que en verdad
este triunfa por la desastrosa situación en el plano económico de la
época anterior y el desprestigio de la monarquía. Esto demuestra por
qué no hay una oposición a la invasión del ejército, la población estaba
cansada de las instituciones. Entre eso, y la oposición interna del propio
Fernando VII, hace que el liberalismo triunfe de manera parcial.
Con esto se entra en la última etapa de la monarquía de Fernando
VII, la llamada Década Ominosa (1823-1833) supondrá la vuelta al
poder absoluto, en el que las proseas de olvido y perdón a los liberales
no se llevarán a cabo, convirtiendo a la Monarquía Española en un
Estado represivo basado en el terror a través de distintos instrumentos.
Se crea un ejército de voluntarios paralelo, los voluntarios realistas,
entre otras cosas como medida de apoyo ante la falta de fiabilidad del
ejército regular (no olvidar el papel de Riego en el triunfo del
liberalismo). Es una policía política, con persecución de delitos
ideológicos. Se crearán también las llamadas Comisiones de
Purificación para quitar a cualquier persona que pudiera ser sospechoso
del liberalismo.
La represión tiene tanta brutalidad que, las potencias que habían
fomentado la intervención en el Trienio, sobre todo Francia la cual aún
tenían el ejército desplegado por España, avisan a Fernando de que se
estaba llegando a un punto de inflexión si seguía con esa tendencia. La
gente se podría revelar en contra del régimen de terror. Así pues,
Fernando VII tras esta primera etapa comienza a rebajar la represión,
y se instaura una línea más moderada del absolutismo; cuestión que
provocará la división en el propio bando realista, pues hay quienes
defienden las acciones llevadas a cabo, mientras que otros, los
ultrarrealistas, son más reaccionarios y sienten que hay que hacer más.
En esta época se produce exilios importantes, pero también de
levantamientos militares (como el de Torrijos). Se seguía agravando el
problema económico, los prestamos exteriores apenas existen, la
relación con América se había roto con la independencia de las
colonias… Gracias a López Ballesteros se introducen algunas reformas
fiscales que servirán para prolongar el absolutismo y el Antiguo
Régimen. Otra cuestión de suma importancia es la dinástica, la cual se
relaciona con las posiciones “ultras” y la figura del hermano del rey,
Carlos María de Isidro.
Estas posiciones ultra absolutistas se encarnarán en él, quien era el
sucesor al trono ya que Fernando VII no tenía descendencia. Entonces
en la cuestión de la sucesión, se relaciona la crisis del absolutismo con
el embarazo de la mujer del rey, María Cristina. Es en este momento
en el que la Ley Sálica (o semi-sálica) adquiere importancia, ya que
Fernando VII tendrá una hija, con lo que María Cristina de Borbón (que
apunta a regente) ante la oposición ultrarrealista se verá obligada a
apoyarse en los liberales moderados.
En junio de 1833 tiene lugar la jura
de Isabel II (con dos años) como
Princesa de Asturias mientras Carlos
critica esta decisión, para que tiempo
después Fernando VII fallezca y María
Cristina sea regente. Paralelamente
estallaría la que será la I Guerra
Carlista (1833-1840).
Uno de los planteamientos que tiene lugar durante la Década
Absolutista es que la recuperación económica sólo es posible si se
recupera el imperio americano y con ello sus riquezas. Tratarán de
recuperar por la fuerza, a través de distintas fuerzas militares, con la
idea de restaurar esas nacientes repúblicas. Dicho proyecto no tiene
éxito durante la primera etapa de Fernando VII, ni durante el Trienio,
donde se trata de darle cierta libertad a los antiguos virreinos, y
tampoco funciona una vez entrada en la Década Absolutista.
La independencia se confirma a partir de 1824 con la batalla de
Ayacucho (Perú) donde hay una derrota de las tropas enviadas desde
Madrid. Aunque los intentos de reconquista continúan hasta 1830, la
realidad es que la derrota está consolidada. Las únicas posesiones
hasta finales de siglo serán Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Es
consecuencia de la falta de apoyo internacional: España estaba
pasando a ser un país de segunda fila en el equilibrio internacional y
también en el plano de la Historia Universal la influencia que empieza
a tener sobre América los EEUU, desde donde 1823 se proclama la
Doctrina Monroe: “América para los americanos” aunque se traduce en
“América para EEUU”.

Tema 2. La etapa isabelina en la configuración del régimen


liberal.
Nos encontramos tras el fallecimiento de Fernando VII y la oposición
de su hermano al reinado de Isabel y su regente, María Cristina. Al
frente del Ministerio de Fomento nos encontramos con Javier de
Burgos, este ministerio tiene distintas competencias y es de nueva
creación; desde ahí será conocido por llevar a cabo una política de
creación de una administración pública centralizada y racional,
estableciendo una división en provincias, similares a las que tenemos
ahora y muy diferente a las del Antiguo Régimen. Lleva medidas
económicas liberalizadoras con el fin de crear un auténtico sistema
económico liberal. Mas adelante, como figura clave del liberalismo que
se intenta implantar es Martínez de la Rosa, el objetivo fundamental es
la creación de un texto que provoque una apertura política moderada,
este será el Estatuto Real de 1834 (llamada Constitución de Bayona),
es una carta otorgada con lo que no es refrendada por el voto de los
ciudadanos.
En ese Estatuto se establece, al estilo inglés, unas cortes
bicamerales con una cámara alta (equivalente al Sendo), Estamento
de próceres del reino, donde están representados la nobleza, las
llamadas capacidades, las personalidades de importancia; mientras
que el pueblo estaría representado en el Estamento de Procuradores
(antecedente del Congreso de los diputados); cuyos integrantes son
elegidos por sufragio censitario muy restringido (0,1% podría votar).
Esta ley suprema emana de la monarquía, con lo que la podría
suspender y el poder de las cámaras es limitado, porque se trata de
instituciones con un carácter eminentemente consultivo. El Estamento
de Procuradores tiene la posibilidad de pedir leyes, y luego ya la reina
decidirá al respecto de la misma. Se convertirá en un espacio de
peticiones constantes que acaban por convertirse en todo un programa
político de cambios, aunque no se llegue a aprobar. Podemos
considerar este régimen como híbrido anclado en el absolutismo, pero
con un toque representativo que darán lugar a peticiones que se
llevarán a cabo mayoritariamente gracias a los levantamientos.
A partir de 1834-35 se empiezan a configurar los dos grandes grupos
políticos o “partidos” a lo largo del período de Isabel II. Este liberalismo
esta dividido con cosas en común pero también con puntos de
desencuentro, son tendencias políticas difusas; con lo que más partidos
se pueden entender como partidarios de unos o otros: Moderantismo
y Progresismo.
El primero tienen como personaje de referencia sería, el ya
mencionado, Martínez de la Rosa quien estará en el gobierno (1834-
1835) y al año siguiente esta corriente política funcionara entorno a él.
El término político que define al bando moderado sería definido como
“Liberalismo doctrinal”, analizado por el historiador Luis Díez del Corral.
Este movimiento considera que no puede haber una ruptura total con
el Antiguo Régimen y se tiene que admitir la tradición de cada país, en
este caso la Iglesia y su importancia, la monarquía posee la soberanía
compartida con la nación con el sistema bicameral, otra característica
es que durante su gobierno se reconoce un voto muy censitario en el
que sólo los ciudadanos (soberanía del dinero). Defienden a la clase
burguesa y la aristocracia por el interés de instaurar el capitalismo más
que por la afinidad de ideología, también apoyan el poder de la regente
y de la reina, la defensa del orden público.
El partido progresista, en cambio, enlaza más con los liberales de las
cortes de Cádiz y luego de los exaltados del Trienio. Son una burguesía
media-alta, escasa en número debido a la industrialización débil del
país. Pero además de estos sectores liberales, tienen una capacidad de
convicción de que le sigua una parte importante de los sectores
populares urbanos (pequeños comerciantes e incluso obreros), no
tanto de los ámbitos rurales. El partido progresista tarda también en
organizarse en torno a un determinado político, en un inicio sería Juan
Álvarez Mendizábal, de un origen humilde pero después enriquecido.
Había estado exiliado en Inglaterra tras haber ayudado al
pronunciamiento de Riego. El problema es que se le acusa de ser
demasiado autoritario y no saber hacer las cosas de manera más laxa,
con lo que rápidamente será sustituido por Espartero, el cual,
irónicamente, tampoco es que supiera hacer las cosas de manera
menos autoritarias. La soberanía, para los progresistas, está en la
nación (en las Cortes) y la monarquía tiene la obligación de sancionar
la constitución. Es un programa progresista, evidentemente, pero no
revolucionario. Ellos, al menos de manera inicial, no defienden un
sufragio universal; lo que pasa es que la riqueza es menos elevada que
cuando están en el poder los moderados ampliando así la participación
ciudadana.
Otro punto de desunión, los años 30, es la cuestión acaecida en torno
al Estatuto Real, ya que los progresistas aspiran a un régimen
verdaderamente liberal; esto se proyectará en la acción revolucionaria
durante el verano de 1835, cuando se forman juntas revolucionarias
(dinámica clásica a lo largo del siglo XIX) que destituyen a las
autoridades vigentes y se lanzan proclamas de derechos clásicos. En
virtud de esos movimientos la reina Isabel no tiene más remedio que
poner en el gobierno a la figura de Mendizábal, quien pondrá en marcha
durante ese gobierno la famosa desamortización que posee su nombre:
La desamortización de Mendizábal; atendiendo al clero regular, vende
los bienes inmuebles de los monasterios (edificios, tierras).
Esta acción tiene de fondo la Guerra Carlista, con lo que se recaudan
dinero, pero además de coger adeptos a partir de la venta de los
bienes; pues si ganan los Carlistas perderían esos bienes comprados
afianzando el compromiso con el liberalismo (el objetivo de crear
pequeños propietarios no logrará salir adelante, pues la mayoría de las
compras se harán en grandes lotes adquiridos por los grandes
propietarios).
Tras esto hay una breve vuelta al poder de los
moderados que finalizará con “El motín de los sargentos
de la Granja” en agosto de 1836, aquí la reina es
obligada a jurar la Constitución de Cádiz hasta que las
cortes decidieran otro nuevo texto. Ahora el gobierno
sería encabezado por José María Calatrava, pero la gran
figura sería Mendizábal al frente del Ministerio de
Hacienda; quien pretende impulsar el esfuerzo bélico
para hacer frente a los carlistas y también la
convocatoria de cortes de acuerdo con las normas de
1812 y así elaborar la nueva constitución. Se tratan de
dos cuestiones muy vinculadas entre sí.
La Constitución de 1837 es centrista políticamente, es fundamental
pero que no es tan avanzada como la de Cádiz ni tan conservadora
como el Estatuto Real. Aquí se reconoce el peso importante en cuanto
a la corona, tiene poder de veto absoluto sobre las leyes sin previo
aviso. El sufragio es censitario nuevamente, sin embargo, ahora sería
directo, mientras que en el Estatuto era indirecto, aun así, es un salto
importante pues puede votar más gente (2%). Los aspectos más
progresistas se encuentran en los derechos individuales (libertad de
reunión, de conciencia…etc.). Otro elemento importante progresista es
el carácter electivo de los ayuntamientos, sin intervención del poder
central. Se pondrá en marcha la milicia nacional, la cual dependerá
directamente del ayuntamiento sin control de la Corona.
A partir de 1839-40, es cuando se produce la derrota en la guerra
de Carlos María de Isidro, con lo que la guerra pondría fin y el
liberalismo no tendría vuelta atrás en España. A partir de aquí ya no
había vuelta posible al Antiguo Régimen, pero también se define este
liberalismo como pactos entre intereses de espalda a los del
campesinado y al liberalismo más radical. Álvaro Flórez Estrada
reprochaba a esta época de las desamortizaciones que se había perdido
la oportunidad para realizar una reforma agraria, que hubiera
permitido un reparto más equitativo de la tierra.
Durante la Guerra Carlista, adquiere relevancia el general Espartero,
quien, tras la caída del gobierno de Calatrava en 1837 y el gobierno de
los moderados, en 1840 se consideraba como el hombre fuerte del
momento. Esto se verá más patente tras la actitud errónea de la
regente María Cristina, pues pretendía que los ayuntamientos fueran
elegidos por el gobierno, saltándose la propia constitución y
provocando un descontento muy grande seguido de levantamientos los
cuales apoyará públicamente el propio Espartero. Esa ley de
ayuntamientos que pretendía llevar María Cristina acarrea una
situación incontrolable con lo que elegirá al presidente del Consejo de
Ministros, que como era obvio sería Espartero.
María Cristina renunciará a su papel de regente lo que supone la
creación de una creación de un Consejo de Regencia dirigido por
Espartero entre los años 1840-1843. Después de la guerra los militares
pasarán a ser los grandes protagonistas de la vida política, en un
denominado “Pretorianismo parlamentario”. Espartero va a mostrar
rápidamente que no tiene gran capacidad política, será algo sectario al
rodearse de personajes muy cercanos a él, lo que hace que dentro del
propio partido progresista crezca una cierta enemistad hacia él, pues
consideran que los beneficios del poder solo le llegan a Espartero y su
círculo. Se les llamará despectivamente “Ayacuchos”. Hasta el año
1843 irá creciendo el frente de oposición en contra de él y sus
partidarios, en el que no solo estarán los moderados, sino que también
una parte importante del partido progresista.
Espartero llevará una legislación antiforalista y centralista, le da gran
poder a la milicia nacional que aumenta mucho el número de efectivos,
siendo muy favorables al regente; las clases bajas urbanas serán
adeptas a su figura y lo verán como un héroe. Su error más grave
puede ser la actuación llevada en Barcelona en 1842, en donde había
un descontento en contra de su política antiforalista y librecambista;
pues acabar con el proteccionismo favorecía en parte a Gran Bretaña
y la industria textil barcelonesa entra en crisis. Este caldo de cultivo
provoca las circunstancias a una revuelta muy importante con la
consecuente represión de Espartero, el cual bombardea Barcelona.
El frente de oposición será cada vez mayor, incluso con
levantamientos en contra de Espartero, así que sin apoyos deberá
partir al exilio. Tras la derrota militar de Espartero ocupa un lugar
importante el general Narváez como líder del partido moderado, el cual
con su llegada se proclamará a Isabel II como mayor de edad con 13
años (un año antes de lo indicado en la constitución) poniendo fin al
período de Regencia.
La Década Moderada (1844-1854) se inicia con varios gobiernos de
transición con el partido moderado al frente (1834-1844) y sus dos
personajes claves: el general Narváez y Juan Bravo Murillo. En este
período se busca configurar una Estado basado en el orden, sin
movimientos revolucionarios y con reformar que permitan un
liberalismo capital. Existe un progreso económico en cierto sentido, ya
que en verdad está acumulado en muy pocas manos. El aparato estatal
se burocratiza en todos los sentidos y que da lugar al fenómeno de la
corrupción. La represión está muy presenten ante cualquier
movimiento que cuestione el poder de los moderados lo que da lugar
a un autoritarismo importante; y que además se une al hecho de que
la corona se fortaleció tomando más relevancia que en otros
momentos.
En el fondo, se refleja la formación de un nuevo bloque de poder que
contrasta con el bloque de poder clásico del Antiguo Régimen en torno
a la aristocracia. Es un bloque oligárquico, dominante pero liberal (cuyo
poder proceder del liberalismo: burguesía industrial sea la clase
dominante). Son liberales, pero al mismo tiempo conservadores
porque la revolución que les interesaba ya se ha producido, por lo que
no quieren que se produzca otra, sino que se mantengan estos
gobiernos de propietarios para favorecer a estos últimos, que no se
cuestionen sus medidas, se consolide el Estado y se reprima cualquier
disidencia que cuestione el dominio de la burguesía. Por primera vez
se pone en marcha un sistema tributario moderno de la mano del
asturiano Alejandro Mon, que pone en marcha impuestos directos e
indirectos, siendo estos últimos los que más oposición crean.
La característica fundamental de este período es la nueva
Constitución, siendo esto una constante durante todo el reinado de
Isabel II a cada pocos años. Esa Constitución se planteaba como una
reforma de la anterior, aunque acaba siendo un cuerpo legislativo
totalmente nuevo, pues cada partido político cuando llegue al poder
tendrá las pretensiones de elaborar una nueva. La Constitución del 45
es un reflejo del liberalismo doctrinario que caracteriza al partido
moderado y por tato, será un reflejo de su programa. Habrá
confesionalidad católica del Estado; la soberanía, tal y como defendían
los moderados, pasa a ser compartida entre Cortes y Corona, y en
genera esta última tiene un gran poder (nombra ministros, convoca y
disuelve Cortes), el Senado será más importante (anteriormente con
la del 37 era semi-electivo, una parte elegida y otra nombrada por la
Corona, aunque con la del 45 en su totalidad será nombrado por la
monarquía).
Se van a suceder distintos gobiernos durante esta época, siempre
de carácter moderado con Narváez o Murillo; al final del periodo cabe
destacar que, en 1851 con Bravo Murillo como jefe del gobierno, se
plantea una reforma constitucional sobre la de 1845, la cual ya era
muy conservadora. Esa reforma prácticamente supone alterar los
logros de la revolución liberal, siendo una vuelta al Estatuto Real de
1834 y por tanto a un liberalismo muy pobre. Además, el gobierno de
Murillo ante la oposición que se va creando en torno a este proyecto,
prohíbe que se opine en la prensa sobre dicho proyecto, salvo las
conversaciones de tipo privado; eso y el contenido de la reforma será
interpretado como un auténtico golpe de estado, como una involución,
vuelta al Antiguo Régimen. Entonces se abrirá un frente de oposición
al gobierno de Murillo que recuerda lo que había sucedido con
Espartero.
Contra él va a estar una parte del partido moderado que considera
que está llegando bastante lejos y se posicionará en su contra,
entonces a la propia Isabel II no le queda más remedio que retirarle la
confianza (recordar el poder de la Corona para retirarle del gobierno)
en 1852 y hasta el final del período en 1854, donde acaba la Década
Moderada, se puede decir que es un proceso de desmoronamiento del
prestigio del partido moderado con escándalos políticos que alcanzan
a la familia real, denuncias sobre la especulación de miembros del
gobierno, corrupción administrativa denunciada… lo cual se utiliza
como arma política para hacer que caigan esos gobiernos.
Esa situación conduce a una situación insostenible en la que se
levantan contra el gobierno una parte del partido moderado, siendo
este fenómeno conocido como la Revolución de Julio de 1854. Las
Cortes estaban cerradas, la prensa perseguida… da la impresión de que
la única forma de que cambie el gobierno sea mediante un
pronunciamiento militar, de tal forma que se produce el
pronunciamiento del general O’Donnell, quien se enfrenta en Vicálvaro
a las tropas de gobierno, aunque realmente el resultado queda indeciso
porque no hay una victoria clara.
De esa forma entra en acción un segundo frente de la Revolución del
54: los progresistas, quienes estaban en contra de estos gobiernos tan
particularmente duros y conservadores, lo cual se refleja en el
“Manifiesto de Manzanares” firmado por O’Donnell, aunque en realidad
lo escribe un intelectual posteriormente muy popular: Cánovas del
Castillo, todavía joven y no tan conservador. En ese manifiesto se
recogen las manifestaciones el partido progresista. El tercer frente que
confluye en la revolución del 54 sería la actividad popular a través de
levantamientos urbanos, barricadas en calles, formación de juntas…
siendo la clásica dinámica.
Confluyen con el partido progresista pero
también sectores más radicales con un nuevo
partido, creado anteriormente, el demócrata.
Aquí participan activistas que son claramente
republicanos. En esas juntas locales y
movimientos populares participan sectores del
movimiento obrero, sobre todo socialistas
ligados al socialismo utópico. Parece que la
monarquía se tambalea, aunque finalmente la
única solución para la reina es invitar a formar
gobierno a Espartero, que vuelve al gobierno,
formándose un gobierno encabezado por él
mismo junto a la presencia en el Ministerio de Guerra del general
O’Donnell, quien aumentará su protagonismo y que poco a poco va a
ir articulando entorno suyo un nuevo partido político: la Unión Liberal,
que ocupa un lugar de centro entre el partido moderado y el
progresista. Este partido tratará de atraer a los sectores más
progresistas del partido moderado y a los sectores más moderados del
partido progresista.
Ahora desde la historiografía política clásica nos encontramos ante
el Bienio Progresista (1854-1856) período que coincide con cierta
inestabilidad laboral, conflictividad social y en definitiva un período de
crisis económica que afecta particularmente en Cataluña debido a su
red de industria textil. Se considera que aquí ocurre la primera huelga
general del movimiento obrero en España con núcleo en Barcelona
(1855).
La labor de los gobiernos progresistas se puede resumir en una
vuelta a la antigua legislación progresista para democratizar la elección
de los ayuntamientos, diputaciones etc., volver a la libertad de prensa
y ampliar el sufragio. Realizan una reforma económica buscando atraer
capital extranjero. El exponente de la industrialización y símbolo del
progreso son la máquina de vapor y del ferrocarril: se ponen sus bases
con la Ley General de Ferrocarriles de 1855, lo que hace que se
posibilite en los años siguientes la extensión de una verdadera red
ferroviaria con el famoso trazado radial donde sus vías se concentran
en Madrid. Se trata de conectar la capital con otros territorios, aunque
después entre ellos la distancia sea mayor y no todas las ciudades sean
conectadas, por lo que se empleará posteriormente la vía estrecha para
conectar aquellas zonas que han quedado menos comunicadas.
Existe un nuevo impulso desamortización, en este caso no sólo se
atiende a los bienes del clero (no quedaban tantos). Es la
desamortización de Madoz de 1855 donde se busca poner en venta
todos los bienes que siguieran al margen de la propiedad privada, que
fuesen propiedad comunal ya fuese de una orden religiosa o de otra
entidad, siendo esas entidades fundamentalmente municipios que
disponen de bienes civiles, de forma que se venden y pasan a ser
propiedad privada, denominados “bienes de propios” y los “comunes”.
Los primeros son terrenos que el municipio arrendaba, a menudo a un
precio razonable, mientras que los comunes son bienes gratuitos con
distintos métodos para rotar, empleo… pero que pertenecen a todo el
municipio siendo de aprovechamiento gratuito para los vecinos de ese
territorio. En realidad, se está perjudicando a los más desfavorecidos,
los campesinos. Ya hay voces que se levantan desde las filas del partido
demócrata denunciando ese error y defendiendo el reparto de tierras,
dejando ver que una vez más se legisla a favor de las clases
favorecidas, los cuales harán buenos negocios comprando esos bienes
y, por lo tanto, aumentando la miseria.
Por otra parte, se escribe una nueva constitución que nunca llega a
entrar en vigor, es conocida como la “Constitución non nata” de 1856
en la que se contempla un mayor poder para el Congreso, tolerancia
religiosa y que la soberanía nacional resida en el pueblo.
Tras el Bienio Progresista nos encontramos con el gobierno largo de
O’Donnell al frente de la Unión Liberal (1858-1863). Es una época de
realizaciones económicas, expansión capitalista sobre todo en los
ferrocarriles, permitiendo que haya un verdadero mercado nacional
bien conectado. Hay un intento de proyectar la política exterior
española que no se veía antes ni se verá después, se dará una
intervención militar en Marruecos lugar en donde surgirá el mito del
general Prim. Esos referentes nacionalistas se dan con el intento de
recuperar Santo Domingo y en la intervención exterior en Indochina en
apoyo a la Francia de Napoleón III, así como la intervención en México
con Francia y Gran Bretaña donde España actúa como auxiliar de estos
países. En torno a la guerra de África se van a crear una serie de
referencias nacionalistas que calarán en el nacionalismo español,
perfilándose como una especie de unión interclasista, para que se
desvíen las tentativas del pueblo a esta unión frente al desarrollo del
movimiento obrero, buscando paralelamente una porción del mercado
colonial que estaba siendo repartido por diferentes potencias.
Este periodo finaliza en 1863 con la dimisión de O’Donnell y con un
periodo de distintos gobiernos, de clara adscripción moderada, aunque
a veces de participación unionista. Son gobiernos que tienden cada vez
más al autoritarismo, provocando el retraimiento de tal modo que el
partido progresista decide no intervenir más en las elecciones porque
la Corona es simpatizante del partido moderado. Es ese movimiento en
contra de la Corona lo que lleva a que el partido progresista se acerque
más al partido demócrata, la cuna del republicanismo, y que al frente
del partido progresista la figura de Prim sea cada vez más importante,
que va a idear distintos planes para derrocar al gobierno.
Puede decirse que a partir de 1865-1868 nos movemos en una
cuesta hacia el fin de la monarquía que lleva a su vez a una pérdida
progresiva de apoyos, no sólo de los gobiernos moderados si no por
parte de la monarquía. Entre esos apoyos destacan:
- En 1865 la noche de San Daniel: donde en relación a la Universidad
Central (hoy la Complutense) tiene lugar un enfrentamiento entre
profesores defensores del krausismo y otros de la ortodoxia
católica. Entre ellos cabe destacar al republicano Castelar: la reina
Isabel II ante la dificultad económica decide vender una parte de
los bienes nacionales, de tal forma que se queda con el 25%
personalmente de esa venta y el resto lo dona a la nación. La
prensa de la época se deshace en elogios hacia la reina,
destacando su bondad y generosidad. Castelar contesta en el
artículo “el rasgo” señalan que la reina se está apropiando
indebidamente de los bienes de la Corona que pertenecen a la
nación. Eso hace que inmediatamente el rector de la Universidad
reciba la orden de destituir a Castelar de su cátedra, negándose el
propio Rector (Montalbán). Con el apoyo estudiantil y universitario,
a partir del 10 de abril de 1865 se produce una revuelta en la
Puerta del Sol donde las fuerzas del orden atacan a los estudiantes
y a todos aquellos que pasaban por allí, provocándose muertes,
unos 200 heridos… Ante esa situación mucha población empieza a
criticar a la Corona.
- En 1866 los sucesos del cuartel de san Gil: “Revolución de los
sargentos”, en la que se produce una sublevación en contra de la
reina que finalmente no prospera. Los militares sublevados serán
fusilados y castigados duramente.
- En 1866 y el Pacto de Ostende: en agosto los progresistas y
demócratas exiliados firman el Pacto de Ostende, promovido por
el general Prim en contra de Isabel II de forma clara, buscando su
derrocamiento y denunciando lo que la monarquía significa:
inmovilismo, arbitrariedad en cuanto a los gobiernos, la camarilla
(grupo de personas que, sin aptitud política, influyen sobre el
gobierno) y la inclinación de la reina ante el moderantismo más
reaccionario. La expresión de la época es “hay que remover los
obstáculos tradicionales”, es un eufemismo en el que se refiere en
derrocar a la reina.
El aislamiento político de Isabel II se agrava con la muerte de los
llamados espadones, Narváez (su gran apoyo) y O’Donnell, de tal
forma que este último como líder de la Unión Liberal, hace que los
seguidores de este último partido se posicionen al lado del Pacto de
Ostende, liderados por el general Serrano. Se produce en una situación
donde desde el propio gobierno las cosas están cambiando ya que se
opta por aumentar la represión, endureciendo las condenas,
particularmente por el último gobierno de Luis González Bravo y que
acaban conduciendo al callejón sin salida de la reina que la obliga a
dejar el trono y el país.
Era una monarquía parlamentaria que realmente no funciona como
otras monarquías parlamentarias tal como en la inglesa, pues en el
caso español, el liberalismo tiene mucho que ver con el “liberalismo
doctrinario” particularmente bien perfilado en la constitución del 45 y
la reina decide a menudo que sube o desciende de las riendas del poder
guiándose por la camarilla. Por ejemplo, como en el episodio
anecdótico de la “Crisis de Rigodón”. Sistemáticamente, la reina,
favorece al partido moderado pues las ideas progresistas, más o menso
anticlericales, las ve como peligro frente al Vaticano. El
pronunciamiento es prácticamente la única forma de acceder al poder,
favoreciendo que la mayoría de los líderes de estos partidos sean
militares.
Hay crisis política en la que se ve una monarquía con muchas
antipatías, desde todas partes incluso burguesía financiera y comercial,
que al principio se había visto favorecida por las desamortizaciones
verá que la propia Isabel II era un obstáculo; en medio de una crisis
general y doble (agraria y de subsistencia entre 1867-1868, además
de la financiera) al estilo del Antiguo Régimen con la consecuencia del
aumento de los precios, del paro en el mundo urbano y rural. En esta
situación el frente de oposición va desde las clases populares hasta la
burguesía de manera que este caldo de cultivo se plasma de un
pronunciamiento militar en la escuadra del almirante Topete en Cádiz
(símbolo nacional y liberal de Cádiz). Hay un pronunciamiento en el
que se lanza un manifiesto “España con honra” y que tras varios
levantamientos más y la batalla de Alcolea (marqués de Novaliches y
su ejército gubernamental será derrotado por Serrano y sus tropas).
Se producirá entonces un “Golpe de Estado con matices
revolucionarios” de septiembre de 1868. Los militares y los políticos
del pacto de Ostende tratarán de evitar de que este golpe derive en un
“incendio revolucionario” que llegue a plantear cambios sociales o
replanteamientos en la propiedad privada. Se crearán Juntas con
distintas reivindicaciones debido a la coalición social existente (de
todos los estratos), desde el liberalismo más avanzado hasta
elementos políticos propios del partido demócrata o republicanismo con
exigencias de carácter popular:
- Abolición de las quintas/servicio militar que se ve como castigo de
quienes no pagan la redención en metálico
- Abolición del impuesto de consumo
- Algunos de los republicanos, que estaban imbuidos del socialismo
utópico e ideas socialistas, derecho al trabajo
Al final será la Junta de Madrid la que se arroga como la cabeza de
las demás, y rápidamente en esta situación de vacío de poder se crea
un gobierno provisional en octubre con los grandes líderes del
movimiento a la cabeza: Prim (progresista), Topete (unionista),
Sagasta (progresista), y también con el apoyo de los miembros más
moderados del partido demócrata: Cristino Martos, Nicolás María
Rivero. El gobierno adopta por acabar con las juntas e imponiéndose
una monarquía constitucional y la revolución de unionistas y
progresistas (la de los militares de Cádiz y Alcolea). Se filtran ciertas
proclamas de las capas populares lo que da lugar a la creación del
partido republicano con ciertos levantamientos.
El gobierno será encabezado por el general Serrano que buscará
crear una nueva constitución, celebrando nuevas elecciones en enero
de 1869 con sufragio universal masculino mayores de 25 años. El
partido republicano pide que la mayoría de edad sea los 21, pero no lo
logran. Ganan las elecciones la coalición de la unión liberal monárquica
y progresistas quedando fuera los moderados con bastantes votos y el
partido republicano federal y los carlistas. El gobierno tendrá que
llamar a un nuevo alistamiento con el sistema de quintas para hacer
frente a la 1ª Guerra de Cuba (1868- Grito de Yara y Guerra de Cuba
“Chiquita”).
La Constitución de 1869 será la primera democrática de Europa (ya
tenían los EEUU) y muy avanzada, con el carácter en la constitución de
imprescindibles e ilegislables muchos derechos individuales, que
anteriormente perdían vigencia al abolir la constitución. Derecho de
culto, inviolabilidad de prensa y correspondencia, liberta de asociación,
sufragio universal masculino secreto y directo. Se regulan las
instituciones como una monarquía parlamentaria descentralizada con
división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial). Hay Cortes que
se dividen en un Congreso como verdadera fuente de poder y un
Senado con cierto carácter elitista y de contrapeso conservador con
menos poder que el congreso. Las funciones del monarca quedan
marcadas muy claramente al modo británico (reinando, pero no
gobernando). Hay un poder judicial verdaderamente independiente. Se
recupera sobre todo el protagonismo de alcaldes y diputaciones
provinciales en la distribución del poder.
El gran problema se presenta inmediatamente, el gobierno se
había posicionado en una monarquía institucional, pero no había
ni rey ni reina pues había sido expulsada. Prim, como hombre
fuerte, habría afirmado la imposibilidad de la vuelta al trono de
los Borbones por supuesto ni en Isabel II ni en su descendencia,
el príncipe Alfonso. Se establece una regencia con el general
Serrano, que hasta ese momento estaba al frente del gobierno.
Con lucidez Castelar dice que Prim lo pone en una jaula de oro para
alejarlo del verdadero poder, el gobierno.
Se busca un monarca entre las diferentes dinastías europeas,
primeramente, en Portugal, pero en el país hay un miedo al iberismo y
quedar como provincia española. La segunda oportunidad sería está en
la casa prusiana con Leopoldo de Hohenzollern, pero la principal
oposición la hace Napoleón III ya que Prusia estaba en proceso de
reunificación con lo que Francia quedaría entre una pinza.
Indirectamente dará lugar en la Guerra Franco-prusiana y el
derrocamiento de Napoleón y el establecimiento del imperio alemán.
El duque de Montpensier, Antonio de Orleans, es el cuñado de Isabel
II, pero totalmente opuesto a esta, llegando a poner dinero financiando
el golpe del 68. Sin embargo, al estar emparentando con Isabel, Prim
no estaba muy a favor de la vuelta. Había sectores importantes de
población que llega a proponer a Espartero como futuro monarca, pero
al llevar varios lustros alejados de la política y retirado en Logroño, con
una edad avanzada sin hijos; debido a esta presión Prim le envía una
carta el cual, con muy buen criterio, descarta.
Finalmente, tras todo este proceso de posibilidades se vuelve a la
casa reinante de la nueva Italia unificada con Amadeo de Saboya, cuyo
nombramiento no pone grandes tensiones en Europa, debido a que es
el segundo hijo del rey italiano y que posee verdadero pedigrí liberal.
Las cortes votarán a favor del duque de Aosta, en una proporción de
2⁄ a favor y 1⁄ que no vota. En realidad, es una elección más personal
3 3
de Prim que del apoyo de la Nación, lo que incrementa una tensión con
el asesinato del general Prim.
Desde enero de 1871 hasta su
abdicación en 1873, se desarrolla el
reinado de Amadeo I. Un rey que
respeta verdaderamente la
Constitución, más que cualquier
monarca anterior, pero que cuenta
con una gran inestabilidad política
junto a una oposición bastante
grande de republicanos y carlistas
(1872-1876) que se extiendo por
País Vasco, Navarra y Cataluña.
Representa problemas económicos
para contener esta nueva sublevación carlista para el monarca como
para los siguientes gobiernos. Nuevamente presenta el problema de
las quintas y el reclutamiento de jóvenes de las clases bajas.
Con todo este malestar de las clases populares pasa a un primer
plano el internacionalismo obrero, confundiéndose al principio con los
sectores más avanzados del republicanismo. La I Internacional se había
creado en 1864 y que irán entrando en la península y será considerada
de forma desproporcionada por las clases dirigentes, las cuales piensan
que llevarán a una revolución en el país, con lo que la represión será
particularmente fuerte basándose en el miedo que se fomenta desde
el gobierno y las clases altas, buscando ilegalizar la Internacional.
Otra fuente de inestabilidad será el llamado “Alfonsismo”, sobre todo
tras que Isabel II ceda sus derechos de la corona a su hijo, que contará
con el apoyo de Cánovas del Castillo, quien será líder del partido
conservador más adelante. Existirá una oposición también desde la
nobleza cortesana, que no acepta a Amadeo y apoyaba a Isabel en el
exilio.
La inestabilidad política también es fruto de la fragmentación del
partido progresista tras la muerte de Prim, en Constitucionalistas con
Sagasta a la cabeza, algo más moderados proclives a la Unión Liberal;
y por otra parte el Partido Radical con Ruíz Zorrilla a la cabeza que
tiende a entenderse con los Republicanos.
El reinado de Amadeo I se puede resumir en la pérdida progresiva
de las bases que le apoyaban hasta convertirse en un rey aislado, con
lo que decidirá abdicar, aprovechando un problema con el cuerpo de
artillería como excusa. Esto dará lugar a la proclamación de la I
República el 11 de febrero de 1873, con un republicano federal al frente
del gobierno provisional, Estanislao Figueras.
El margen de las visiones tradicionales hasta el día de hoy, la
proclamación de la republica es una especie de injerto extraño en el
momento de frustración colectiva en medio de un país monárquico casi
natural. Si quiere mantener la instauración del liberalismo, la única
posibilidad de mantener este proceso de democratización dentro del
liberalismo iniciado en la revolución de 1868, la única posibilidad era
una República. Eran unas bases débiles, no hay un pueblo republicano
verdaderamente fuerte, pues era más bien de llenar un vacío de la
monarquía amadeista que del verdadero
entusiasmo republicano. No surge ni del poder
republicano, es el pacto entre las dos cámaras
de republicanos y radicales. Los republicanos
renuncian a proclamar directamente una
república federal y los radicales anteponen el
ideal democrático a la forma de gobierno. A
partir de ahí surgirán diferentes proyectos de
república y tensiones.
La primera forma de entender la República será este pacto que se
traducirá en un primer gobierno en el que participan junto al propio
Figueras como ministros los futuros presidentes de las diferentes
visiones republicanas: Salmerón, Pi i Margal y Castelar. Se dejará fuera
a los radicales, pues estos participan en movimientos insurreccionales,
hay una desconfianza entre los republicanos contra ellos. Al final este
primer gobierno se destinará a contener la impaciencia de los propios
republicanos que buscaban implantar un estado republicano federal sin
contar con el gobierno, y con cierta continuidad respecto a los
momentos anteriores. Se trata de poner en marcha la sustentación de
este sistema con las elecciones de mayo de 1873, convocando a los
mayores de 21. Da una mayoría de republicanos federales, instaurando
una República Federal como pedía Pi i Margal, sin embargo, muestra
una debilidad con un 63% de abstención de la población haciendo caso
a una política de retraimiento de los demás partidos.
Se pretendía promulgar una nueva Constitución (la de 1873),
poniendo en marcha el proceso para ese nuevo corpus donde se
establecía la estructuración de la nación española en 17 estados, entre
ellos Cuba y Puerto Rico, la separación total entre Iglesia-Estado y la
prohibición de cualquier poder público a subvencionar cualquier culto,
entre otras medidas.
El republicanismo se había convertido en portavoz de las tendencias
populares, de tal forma que este gobierno debe afrontar algunas
reformas de tipo social, aunque en realidad no pasarán de la categoría
de proyectos debatidos en Cortes, por los problemas derivados de la
guerra cantonal y la corta vida del periodo. Se toman medidas que no
dará tiempo a aplicar sobre el reparto de tierras a los campesinos
pobres, se decreta la jornada laboral de 9h, se toman medidas sobre
el trabajo de los menores de 16… Medidas de reformismo social y
humanitarias que, desde los sectores más situados a la derecha, será
visto como un proyecto de socialismo revolucionario, agitando al
fantasma de la revolución social.
Dentro del republicanismo durante la presidencia de Pi i Margall
tienen lugar divisiones claras: por una parte, el propio Pi i Margall trata
de impulsar reformas profundas respetando la legalidad, lo cual hace
que surja otro republicanismo más conservador, prácticamente ajeno
a cualquier tipo de reforma social con el que se identificarán Salmerón
y Castelar, los siguientes presidentes de la República. Por otra parte,
nos encontramos con un ala izquierda del republicanismo federal que
defiende la transformación social y además, conseguirla por la vía
revolucionaria por estar cansados a que Pi i Margall dé los pasos
legales.
Este sector pasará a ocupar un primer plano y por la vía
insurreccional dará lugar a la proclamación del federalismo desde
abajo, de forma independiente formando cantones (gobiernos
autónomos en la mayoría de casos con un contenido social importante),
de tal forma que tras los primeros enfrentamientos entre la dirección
del partido con Pi i Margall y los intransigentes (ala izquierda), estos
últimos abandonan las Cortes en julio de 1873 y lanzan llamamientos
para que se formen cantones en toda España, trasladándose distintos
diputados a diferentes lugares de la Península para animar a la
formación de cantones, llegando a crear en Madrid un Comité de Salud
Pública.
Esas llamadas a constituir cantones encontrarán en la zona de
Levante y Andalucía muchos cantones que se mantendrán cuando
caiga el gobierno de Pi i Margall, donde confluyen distintos intereses:
algunos tienen un componente autonomista, otros donde lo importante
es la transformación social, en otros están presentes obreros
internacionalistas como el caso del cantón de Alcoy, donde hay un
proyecto de auténtica revolución social que da lugar a la escritura de
un folleto por el propio Engels.
Pese a lo que a menudo se ha repetido en libros escolares, el
cantonalismo no es un movimiento separatista ni independentista, ya
que en realidad lo que hay en sus reclamaciones es el descontento tras
las reclamaciones sociales no atendidas y la esperanza social que había
despertado el federalismo. El movimiento cantonal está planificado
desde Madrid, habiendo un espíritu nacional porque el cantón que se
mantiene durante más tiempo de forma independiente de Madrid es el
de Cartagena, donde se legisla para toda España: se consideran el
verdadero gobierno republicano, llevando a cabo medidas agrarias en
León o declarando traidor al gobierno de Madrid.
Tema 3. La Restauración y el sistema político canovista
(1875-1898)
En estos momentos España se encontraba involucrada en tres
guerras: La guerra cantonal, la guerra de Cuba y la 3ª guerra carlista.
Así que no es de extrañar que el gobierno de Pi i Margal cayese al poco.
Una vez que cae el gobierno y se empieza a rebajar la presencia
cantoniana de los espacios, pasamos a una nueva concepción de la
República, “República de Orden”, de tinte conservador donde se
cuestiona el principio federal, yendo a un tipo más centralista, primero
con Salmerón y luego con Castelar, con el problema siempre de la
guerra cantonal que aún no ha concluido. Nos encontramos ante un
período donde no hay forma de obtener créditos exteriores porque
ningún país ha reconocido a España como República, salvo Suiza y
EEUU.
Derrotado el 18 de julio Pi i Margall en el parlamento, es
desprestigiado y acusado de la desmembración por la cuestión
cantonal, sube al poder Nicolás Salmerón, con el objetivo de acabar
con la guerra cantonal, perseguir al internacionalismo obrero y
organizar al ejército para enfrentarse a los carlistas, lo cual frente a las
misiones revolucionarias anteriormente cometidas por el ejército, le
lleva obligatoriamente a recurrir a la jerarquía militar (generales
anteriormente reconocidos desde Isabel II, mayoritariamente
monárquicos y muchos alfonsinos, paradoja que será decisiva en la
fragmentación de la República porque el poder se pone en manos de
militares republicanos).
En la misma línea actuará Salmerón para no contradecir su
conciencia y principios a la pena de muerte, prefiere renunciar a ser
presidente del gobierno republicano antes que firmar sentencias de
muerte, sucediéndole Castelar en una época donde en cuestión de poco
tiempo el giro hacia la derecha es muy claro. Se gobiernan por decreto,
se suspenden garantías políticas, vuelve la censura de prensa… es una
situación complicada en un gobierno autoritario sustentado en militares
abiertamente antirrepublicanos.
A principios de 1874, cuando el resto de republicanos se opone a la
situación de la República autoritaria defendida por Castelar, y ante la
imposibilidad que este sea destituido, tiene lugar por los grupos
republicanos un golpe de Estado militar, respaldado por las fuerzas
políticas desplazadas del poder: partidarios de Serrano,
constitucionalistas. Será con la entrada del general Pavía que se
disuelven las Cortes y dando lugar a la creación de un gobierno
autoritario, opuesto al federalismo y encabezado por el general
Serrano, pudiendo decirse que es una dictadura militar, formalmente
es una República, pero la Constitución no rige. La gran prioridad del
ejecutivo es la derrota del carlismo y el poder del ejército, sobre todo
de los generales alfonsinos, que sigue creciendo. El año de 1874 se
entiende como el momento de preparación de lo que vendrá
posteriormente con la restauración de la monarquía.
Durante todo este tiempo se había ido fortaleciendo el alfonsismo,
siendo su líder Cánovas de Castillo mientras que Alfonso estaba en el
exilio junto a su madre, estudiando en Gran Bretaña en la principal
academia militar de la época, donde firma un manifiesto denominado
“Manifiesto de Sandhurst”, en el cual trata de reflejar la orientación de
la monarquía. En el manifiesto se declara buen católico, pero como
hombre de siglo verdaderamente liberal, ambos elementos
anteriormente concebidos como incompatibles por el carlismo que aún
seguía en guerra en una parte de España. A finales de 1874, en paralelo
a dicha publicación donde el príncipe se propugna como futuro monarca
español, se da un pronunciamiento militar del general Martínez Campos
a finales de diciembre, que será el detonante de que pocos días
después, el príncipe será coronado como Alfonso XII. No eran esos los
planes de Cánovas, muchas veces se dice que quería un partido
alfonsino fuerte sin recurrir al pronunciamiento militar y que el rey
llegase por la voluntad del pueblo, aunque no descartaba esta
posibilidad y evidentemente la acepta.
Tras este incidente comienza el gobierno liderado por Cánovas y que
llevará a cabo las medidas características propias de la Restauración:
I. Pacificación de los conflictos bélicos abiertos anteriormente. La
primera guerra de Cuba que se había iniciado en 1868 finalizará
en 1878 pero estallarán nuevos conflictos posteriormente (En
el 80 y la del 95 que culminará en la independencia y Desastre
del 98)
II. Con el fin del cantonalismo, la guerra carlista finaliza en 1876
que se salda entre otras cosas con la abolición de las leyes
tradicionales vascas, aunque habrá un concierto económico
particular para los impuestos.
Se rectificará la orientación política que se había dado a España
durante el Sexenio Democrático, mediante medidas autoritarias como
la restricción de la libertad de imprenta o el encuadramiento de la
enseñanza universitaria a partir de la orden del Marqués de Orovio en
1875 donde ordena a toda la Universidad española que no se enseñe
ninguna doctrina contraria a la monarquía restaurada ni los principios
de la religión católica, siendo objeto de protestas: “segunda cuestión
universitaria”, siendo la primera la “noche de San Daniel” y haciendo
que funden la Institución Libre de Enseñanza.
Por otro lado, se elaborará una nueva Constitución para la cual se
convocan elecciones a Cortes según la normativa anterior (del sexenio,
sufragio universal masculino), dando lugar a una victoria
prácticamente aplastante del partido de Cánovas del Castillo,
denominado partido liberal-conservador, obviando el término ‘liberal’,
con la participación ya para falsear el resultado electoral a favor del
gobierno de Romero Robledo, ministro de gobernación que pondrá en
marcha los mecanismos relacionados con el caciquismo.
De estas Cortes sale como resultado la Constitución de 1876, que en
gran parte responde a los principios del liberalismo doctrinario, aunque
con elementos más avanzados (está entre la de 1845 y la de 1869).
Se ha repetido en numerosas ocasiones que responde a una
ambigüedad calculada en los temas que pudieran ser más conflictivos,
porque se trata de evitar los errores del reinado anterior y de que cada
vez que llegue un gobierno nuevo al poder, se derogue el anterior
corpus y se cree uno nuevo, así como que esa Constitución pueda servir
a cualquier corriente ideológica, de manera que haya aspectos que
puedan ser desarrollados por otros partidos, como posteriormente
ocurrirá con el gobierno de Sagasta.
El tema en el que se producirá más debate, será cuestión relacionado
con la religión, particularmente el Art 11 donde se establece la
confesionalidad católica del Estado, pero se admite solamente el culto
en privado de otras religiones. Se establece un poder importante para
la Corona, que vuelve a ser como en época de Isabel II un pilar básico.
La soberanía está compartida entre las Cortes y el rey; de hecho, la
concepción de Cánovas en torno a la ‘constitución interna de la
monarquía española’ es que la monarquía es consustancial a lo español
y, por lo tanto, no cabe definir una España sin una monarquía.
Las Cortes son bicamerales, formadas por un Senado
particularmente elitista (mitad de senadores nombrados por la corona,
siendo estos vitalicios, mientras que por otro lado están los senadores
de derecho propio, siendo estos los grandes de España, relacionados
con la nobleza, militares y eclesiásticos de alta graduación) mientras
que la otra mitad sería elegida por sufragio censitario indirecto. Por
otro lado, estaría la Cámara Baja de los diputados donde no se incluye
en el sistema electoral, quedando abierto a decisiones del partido
gobernante: puede decidir cómo será el sufragio, siendo censitario y
restringido en los primeros años. No se explica como se realizarán las
elecciones, con lo que con la llegada de Sagasta se implantará el
sufragio universal masculino. Aunque realmente no influyen en los
resultados pues son manipulados constantemente.
Como decía J. Mª Jover, especialista en este periodo: los silencios y
ambigüedades, así como la aparente flexibilidad de la Constitución de
1876 eran fruto de la necesidad de compromiso entre un sistema que
de cara al exterior trataba de parecer lo más democrático posible,
dando apariencia de tal, pero la realidad era que el sistema político no
funcionaba tanto según la normativa legal, si no sobre una tupida red
de intereses que eran necesarios de satisfacer, no recogidos en ella,
como el caso del caciquismo.
En estos momentos se están perfilando los focos de oposición y los
apoyos a la Restauración. En la oposición se encuentran todos los
grupos políticos que pudieran considerarse excluidos del sistema
oligárquico que se estaba poniendo en marcha, controlado por grupos
políticos, sociales y económicos muy fuertes, pero minoritarios, aunque
muy poderosos en la sociedad española. Una oposición que se va a
manifestar como en el pasado a través de distintos intentos
insurreccionales, con participación militar en algunos casos o
conspiraciones. Bien es cierto que no puede decirse que estos
movimientos de oposición lleguen a inquietar a la monarquía
restaurada hasta 1898, donde las cosas empiezan a cambiar y
comienzan los problemas relacionados con el declive monárquico. La
oposición no es capaz de poner en apuros al sistema canovista.
En esos grupos de oposición están: republicanos, carlistas e
integristas (siendo estos una escisión del carlismo no partidarios del
rey, donde importa la religión, ultracatólicos), el movimiento obrero
naciente, tanto en la vertiente anarquista-socialista, como en el
comunismo, así como los distintos regionalismos y nacionalismos
(supraestatales, periféricos, alternativos…) que no se relacionan con el
nacionalismo español. Por otro lado los apoyos del régimen de la
Restauración serían la Iglesia católica, aunque hay una parte que se
sitúa más hacia el carlismo e integrismo, sobre todo del bajo clero; el
ejército y los distintos intereses económicos desde los hacendados
esclavistas de Cuba hasta los terratenientes, burguesía financiera,
industriales catalanes y vascos… todo aquello que el historiador
fundamental de la época, Manuel Tuñón de Lara, denomina “el bloque
de poder” una oligarquía que se conforma como una alianza entre las
élites tradicionales, la aristocracia, y las nuevas élites no por sangre si
no económicas, la burguesía.
La característica fundamental de este Régimen sería la superación
de los errores cometidos anteriormente, así como la inestabilidad del
sistema político durante el gobierno de Isabel II, quien continúa en el
exilio. Eso se refleja en una cuestión vigente: en la época de Isabel,
tanto en la regencia de su madre como en la suya, ambas estaban
inclinadas al partido moderado, por lo que si este dejaba de gobernar
era porque se había producido un pronunciamiento militar. Ahora se
trata de consolidar un sistema bipartidista, estable… de manera que
haya 2 grandes partidos dinásticos, fieles a la monarquía de Alfonso
XII y que se alternen de forma pacífica en el poder, de manera que el
partido conservador estaría liderado por Cánovas, y el partido liberal
estaría capitaneado por Sagasta, no siendo esta la denominación de la
época. Ambos siguen siendo partidos de élites que no buscan la
movilización de las masas, si no la desmovilización y la menor
participación política posible: se va a ir configurando con la práctica
este sistema, muchas veces será otro error que se difunde y repite
donde parece que Cánovas cuando llega al poder, tiene una especie de
esquema donde todo está planificado: en realidad es algo que se
produce con el tiempo, no es una idea teórica, sino que es un proceso
que se conforma a partir de la primera llegada al poder de Sagasta en
1881.
Durante esa época Sagasta elimina las medidas más autoritarias de
Cánovas, aunque cuando este vuelva al poder respetará esos cambios,
sobre todo, el acuerdo más claro para la alternancia en el poder por
parte de ambos partidos se va a producir tras el fallecimiento
inesperado de Alfonso XII, con María Cristina de Habsburgo (2º
matrimonio), embarazada del futuro Alfonso XIII. En estos momentos
la monarquía vuelve a encontrarse en peligro y con esa situación de
incertidumbre, además de Cánovas dar paso al gobierno de Sagasta,
da lugar al Pacto del Pardo (noviembre de 1885), donde se establece
un acuerdo para alternarse los dos partidos en el poder: se llama pacto,
aunque no hay nada escrito, es de tipo tácito. Se implantará el sufragio
universal, aunque de nuevo cargado de restricciones.
Los dos partidos se van turnando, lo cual no tiene nada que ver con
un sistema democrático de abajo a arriba. Se denominará como
turnismo, y para que logre su objetivo, que no es otro que la estabilidad
política frente al caos de la época de Isabel II, necesita:
1. Alternancia en el poder
2. Regularidad en esa alternancia: Eso permite aglutinar a las
distintas facciones del partido, entorno a un líder, Sagasta o
Cánovas, a la espera del poder que se sabe que llegará en breve
porque permitirá ocupar cargos públicos, permitirá al partido que
está esperando el poder entrar en las arcas, permitirá alimentar
a la clientela política de la que viven los partidos
3. Corrientes liberal y conservadora: Que agrupen al mayor número
posible de tendencias. Que no sean partidos marginales, si no
ambos con más apoyos dentro de sus ámbitos
4. Para lograr la estabilidad: A pesar de las diferencias es necesario
que compartan unos principios básicos, que se manifiestan en lo
político (conservadores y liberales comparten el sistema
monárquico parlamentario, en lo económico (capitalismo) y en el
plano social (orden burgués, sistema de valores, jerarquías… que
implica la sociedad burguesa)
El funcionamiento del turnismo es el siguiente: cuando el partido del
gobierno se desgasta y entra en crisis, no siendo capaz de mantener
la unidad, es la Corona quien decide que ha llegado el momento de
llamar al otro partido para que gobierne: no lo deciden las elecciones.
La Corona entrega el decreto de disolución de las Cortes al partido de
la oposición, permitiéndole convocar unas elecciones que
sistemáticamente ganará porque existen los medios para generar una
mayoría a su medida.
Uno de estos es el “encasillado”, el momento en el que cada una de
las casillas electorales se podrá que partido va a ganar en cada una de
las circunscripciones. Aquí se produce la negociación, no son los votos
de quien va a las urnas quien decide el futuro del país, con el ministro
de gobernación. El caciquismo propiamente dicho surge en este
momento, tras que los resultados de la negociación se comuniquen
mediante un intermediario (gobernador civil). Es todo un entramado
con caciques enraizados en el territorio (Conde de Revillagigedo en
Gijón), a diferencia del diputado y que tiene tierras o fábricas. Son
personas que tienen un arraigo en el territorio importante ya que
tienen mecanismos para lograr los resultados electorales deseados. A
cambio pueden favores personales o para los ciudadanos del lugar
(concesión de licencias, favoritismos, creación de infraestructuras…).
“Al amigo el favor al enemigo la ley”.
Aún así no siempre funcionan las cosas, porque el resultado se puede
ver que no es el apetecido con lo que se recurre a otros mecanismos:
compra de votos hasta amenazas verbales o físicas, falsificaciones en
la votación (personas fallecidas dentro del censo y que votan) e incluso
desestimar la votación y rellenar el acta al gusto. Es cierto que este
sistema funciona mejor en lugares donde la cultura política es menos
fuerte (espacios rurales > espacios urbanos). En pequeñas capitales
de provincia es posible que el caciquismo funcione, mientras que en los
lugares más industrializados o grandes ciudades tiene más dificultades.
Aquí empezaría a crearse un cuerpo electoral más limpio,
aproximándonos al año 98 con el proceso de crisis de la Restauración.

Respecto a ese año de 1898 nos encontramos en un punto de


inflexión para la historia española debido a las conmociones que
genera. En 1878 se firmaba la paz del Zanjón como una paz en falso
de la guerra de Cuba, ya que al año siguiente ocurría una pequeña
guerra lo que dejaba patente el descontento. Con la victoria frente a
los carlistas se destinan nuevos recursos para hacer frente a los
insurrectos cubanos y hacer llegar a una mediación. Lo que pasa es
que en 1878 hay factores nuevos que no existía antes, primeramente,
que esa guerra de 10 años ha supuesto un fortalecimiento del
nacionalismo cubano. Hay una administración por parte de los
insurrectos que será vista como un germen del nuevo gobierno cubano.
Se verán fallos en la política española que se verán también en la
“guerra chiquita (1879-1880)” en la que se aprecia la orientación al
sometimiento miliar. En Madrid se rechaza recurrentemente la solución
autonomista en Cuba. Existían dos grandes partidos: el partido
españolista o unión constitucional que pretenden una adhesión fuerte
a la corona y luego el autonomista o liberal-autonomista que no
pretendía la independencia pero que desde Madrid no se contempla
como una solución real hasta el período final en el marco de la guerra
de independencia, con lo que era demasiado tarde para la autonomía.
Apoyando la vuelta al trono de Alfonso XII, la burguesía cubana de
la industria azucarera veía peligrar la mano de esclava, consideraba
que el triunfo de este supondría que se les debía devolver el favor con
una posición de fuerza dentro de la isla. Otro factor es EEUU, no como
gran potencia, pero sí como potencia emergente y sobre todo en
América. Estos tenían poco que ganar en el caso de darse un
entendimiento entre los cubanos y el gobierno de Madrid, mientras que
podría actuar mucho mejor como árbitro en medio del conflicto.
El caso es que en 1985 estalla un nuevo conflicto cubano que cuenta
con grandes apoyos de la población mas desfavorecida que coincide
con la etnia de mulatos, negros… Pero que también cuenta con el apoyo
importante de los criollos burgueses y los sectores económicamente
favorecidos. El interés de los industriales cubanos era de moverse en
la esfera norteamericana pues estaba mucho más cerca, y los propios
intereses imperialistas estadounidenses también perfilarán el apoyo a
la independencia.
Desde el punto de vista bélico hay dos cuestiones claras:
1. Martínez Campos va a tratar, sin demasiado éxito, de pacificar a
los independentistas que estarán dirigidos tras la muerte de su
líder José Martín; por Macero y Máximo Gómez serán los líderes
de la insurrección con victorias iniciales.
2. Valeriano Weyler llevará una política de guerra total y sin piedad.
La “política de reconcentraciones” consistirá en obligar a la
población campesina a vivir en las ciudades y así evitar que
apoyen a insurrectos, lo que provocará hambrunas y un numero
elevado de muertos por enfermedades y sobrepoblación urbana.
Está apunto de ganar la guerra, pero los éxitos militares no llegan
a compensar las críticas militares desde el ámbito internacional.
J. Pulitzer y William Brandon Hearst usarán la propaganda como
desprestigio de las atrocidades cometidas en Cuba, lo cual llevará
a la destitución de Weyler por Sagasta. El hundimiento del
acorzado Maine en 1898 produce la intervención norteamericana
con las consecuentes derrotas españolas en Cavite (Filipinas
insurrecta desde el 96 y reiniciada con esta) y en Santiago de
Cuba.
A finales de año se firmaba la Paz de París
perdiendo España los últimos restos de su imperio
colonial (Cuba, Filipinas y Puerto Rico) salvo el
territorio del Norte de Marruecos. En este conflicto
influye y se nota mucho la aislada política
española que se llevaba desde el gobierno de O’
Donnell, lo cual se paga al no tener aliados.
La crisis de 1898 se entiende mejor si se relaciona con otras derrotas
en países del sur de Europa. Mientras se produce la guerra, en España
se asiste a una ola de nacionalismo reflexivo despertado por el
conflicto: marcha de Cádiz, chirigotas, poemas alusivos despectivos
hacia EEUU… que va a encontrar únicamente oposición en socialistas,
anarquistas y republicanos que tienen un cierto eco, sobre todo porque
el servicio militar tan injusto que solamente realiza quienes no tenían
suficientes recursos, va a despertar la necesidad de una parte de la
población de ir a Cuba: elevado número de muertos, no tanto por las
balas enemigas si no por enfermedades tropicales, lo cual tendrá cierto
eco. Esa derrota en Cuba no tiene grandes consecuencias políticas y
económicas, se habla sobre todo de un “desastre” de tipo psicológico.
Económicamente hablando, la realidad es más bien positiva por la
vuelta de recursos a España con la repatriación de capitales, aunque
no se repatría nada porque son personas que van a Cuba para hacer
dinero y vuelven con él. Se puede situar en un contexto de
humillaciones de los estados del sur de Europa como la crisis de
Fachoda 1898 en Francia… Aunque esto en verdad tampoco actúa como
consuelo y es una crisis de conciencia nacional y una puesta en duda
del sistema restauracionista.
Destaca la corriente del “regeneracionismo”, término ambiguo pero
que responde claramente a las preocupaciones de la época y que se va
a repetir hasta la saciedad, estando presente desde 1898 hasta los
primeros años del nuevo siglo. Los orígenes del regeneracionismo se
sitúan con la crítica al sistema político de la restauración desde el
campo republicano y en figuras intelectuales vinculadas a la Institución
Libre de Enseñanza. A partir de 1898 hablamos de regeneracionismo
con fuerza, que cobra protagonismo en los miembros más destacados
de la generación literaria del 98: Valle Inclán, Azorín, Machado…
También destacan novelistas o ensayistas como Joaquín Costa, autor
de “Oligarquía y caciquismo” y “Despensa y escuela y siete llaves al
sepulcro del Cid”, o Ángel Manivent. Se criticaba la versión heroica de
una España invencible que llevo al desastre del 98.
Otra distinción sobre el regeneracionismo sería el sociopolítico, con
un nacimiento dentro del propio partido conservador, donde destaca la
figura de Silvela, que firma en relación con esta cuestión uno de los
artículos más famosos del periodismo en la Historia de España:
“España sin pulso”, donde denuncia la situación del caciquismo y que
trata de eliminarlo para poner un partido conservador basado en una
participación electoral más grande. A partir de Joaquín Costa de lugar
también un movimiento de industriales comerciales… para salir de la
situación con ideas regeneracionistas en el plano económico.
Respecto a la Restauración, la historiografía ha debatido mucho,
muy por detrás de la Guerra Civil y la Segunda República. Partiendo de
los primeros estudios o más bien opiniones vendrían de los propios
protagonistas (gobernadores civiles, políticos, personajes que
participaron en el propio proceso) con ensayos o biografías en las que
se habla “positivamente” del período. Muchas veces se habla como una
época de reconciliación nacional, pacificación, concordia y superación
de los procesos revolucionarios y errores isabelinos. Esa visión va a ser
contestada desde el regeneracionismo cuando surgen las críticas a este
sistema y empieza a ponerse en tela de juicio la mentira, la hipocresía
y represión del sistema.
Esta misión será recogida a partir de los años 70-80s del siglo XX,
con la revolución historiográfica que llega a España. Cuando empiezan
a darse un método historiográfico riguroso, interpretándose desde el
materialismo histórico la noción de conflicto y violencia ejercida desde
el poder. El término de oligarquía es fundamental, pues son los que
ejercen la violencia para perpetuar su poder económico, con una
distinción muy clara por una parte entre esa oligarquía, que Manuel
Tuñón de Lara (historiador estrella de esta corriente de la
interpretación de la Restauración) define como “Bloque de poder
oligárquico”, formada por una alianza entre la oligarquía terrateniente
y cerealista del interior y la alta burguesía financiera; distinguiéndolo
de las clases populares, los perjudicados del sistema, el cual produce
atraso en la modernización caracterizado por la falta de
democratización y por lo que otro autor importante, Alfonso Ortí,
denomina como un “sistema de dominación de clase”.
Surge otra corriente interpretativa que considera, al contrario de la
anterior, la Restauración como un elemento modernización. Lo que es
nuevo es que ahora se trata de un análisis con un método científico y
serio de análisis. Tienen planteamientos más que diferentes que del
grupo anterior. Existe una corriente más funcional de la Restauración,
en la que no niegan que la Restauración no era democrático, pero que
desde el punto de vista funcional ve de manera positiva el caciquismo.
No ponen en el centro la cuestión económica ni la lucha de clases
respecto al caciquismo, sino que será la relación patrón-cliente desde
un punto de vista político. Se hace hincapié de que este sistema de
patronazgo es un sistema que se adapta a la sociedad de la época y
que, en el fondo, actúa como un proceso modernizador.
Estos estudios funcionan como explicación de los comportamientos
de la élite y la aceptación por parte del pueblo frente a las explicaciones
económicas, situándose todo ello en una concepción más cercana al
liberalismo que al materialismo, ligado al periodo de la Transición y a
la recuperación de nuevos precedentes históricos para la nueva
monarquía restaurada de Juan Carlos I. Autores de esta corriente:
Javier Tusell, Romero Maura, José Varela Ortega… quienes
contribuyeron al estudio de la restauración que cuentan en su haber
con análisis sólidos de las redes caciquiles, las cuales habían sido
anteriormente descuidadas. El problema reside en que esos
planteamientos sobre el caciquismo desde el punto de vista político y
administrativo, en algunos casos lleva a hacer que se oscurezca
excesivamente, no sólo lo económico, sino los aspectos sociales, algo
que para el análisis del poder político es fundamental.
En las aproximaciones de las últimas décadas pueden decirse que
hay espacios de diálogos entre estas corrientes, pero que al margen de
este entendimiento está la novedad del retorno de la historia política,
que permite materializar la complejidad del sistema caciquil, no solo
entre la ciencia política y la historia si no que también entre la
antropología y la sociología. Esto ocurre a través de estudios locales y
diferentes tesis doctorales centradas en espacios restringidos, que ven
el caciquismo no solo como una imposición del poder, si no como el
fruto de un entramado de fuerzas y equilibrios locales (estudios de
María Sierra, María Antonia Peña…). Esa perspectiva local permite
percibir las naturalezas del sistema político, señalando las diferencias
en espacios agrarios (más aislados) y aquellos espacios donde hay una
evolución social temprana por la industrialización y comercio, o incluso
el nacionalismo alternativo catalán o vasco que pueden actuar como
elementos de ruptura en el sistema caciquil.
Otra de las cuestiones es el análisis de las culturas políticas y que no
se ciñen tan fácilmente a los cortes cronológicos que se usan
normalmente. Esto se ve muy claramente con el caciquismo y se sabe
que si bien el caciquismo, la época que se encarna de forma tan
característica es esta, también juega importancia en la época de Isabel
II con Posada Herrera o durante el Sexenio Democrático con Sagasta.
Por otra parte, en estos últimos años surgen estudios que ponen en
marcha perspectivas que pueden ponerse en el contexto general de lo
que podemos denominar como “rechazo del paradigma del fracaso” y
definido por Jordi Nadal.
Frente a ese paradigma de una nación que había perdido el tren de
la industrialización, en los años 90 destaca el discurso de la
normalidad, que en gran medida se aplica a la restauración española,
aunque va más allá: es algo que se adecúa al tiempo que surgen las
interpretaciones. La obra de Nadal se publica en 1975, momento en el
que España está saliendo de la dictadura de Franco lo cual supone que
España es un lugar extravagante en el concierto internacional, con lo
que echar la vista hacia atrás conduce a pensar en fracasos como el de
la industrialización de la que hablaba Nadal.
Esos distintos fracasos de la política española desde el siglo XIX
permite hablar de un fracaso donde España aún está saliendo del
fascismo, pero veinte años más tarde las cosas han cambiado. En 1996
David Ringrose publica “España en 1700-1900. El mito del fracaso”,
rechazando esa idea del fracaso en términos generales. Nuevamente
el éxito de esa perspectiva no puede desligarse de una España de la
época, aparentemente próspera, que ha recuperado su lugar en el
mundo, con mayor protagonismo por 1992… yendo hacia esa
normalidad del desarrollo capitalista donde converge con otros países
avanzados, intentando explicar esa normalidad de forma histórica: el
pasado no fue tan negativo con respecto a otros países. Era preferible
no comparar el desarrollo industrial con otros países sino con la
dinámica interna del país. Lo mismo sucede con “El desafío de la
modernidad” de 1998 de Juan Pablo Fusi y Jordi Palafox en el que no
hay un fracaso.
Es un análisis de la normalidad con una vía particular en la que algún
autor puede hablar de retraso, pero no de fracaso. Se verá en la
historiografía posterior un cambio respecto a otros países que se pude
denominar giro meridional, al buscar compararse con países del sur de
Europa más que con Inglaterra o Alemania, los grandes países
industriales. La Restauración y su turnismo tenía similitudes con el
transformismo en Italia o con el rotativismo de Portugal. Eran sistemas
parlamentarios, pero sin democracia. Con estos ejemplos nos alejamos
del estereotipo de fracaso y atraso español.
Otra de las características de la renovación historiográfica es la
recuperación de la legitimidad historiográfica de la biografía. La
biografía durante mucho tiempo se ve como un ejercicio de
entretenimiento, no como una fuente útil para un historiador. Los
historiadores más serios han empezado a redactar biografías que son
forma de iluminar y comprender la sociedad y características de una
época como forma de penetrar en un espacio socio-cultural, político o
económico. En este sentido hay una corriente que lleva a que surjan
biografías sobre todo de los dos grandes protagonistas de la
Restauración: Sagasta, por José Ramón Millán García (2001) o José
Luis Ollero (2006). También existen obras sobre Cánovas, sin
embargo, su figura es mucho menos propicia al consenso
historiográfico, ya que la derecha española se ha identificado con este
personaje, reivindicándolo y siendo objeto de mitificación por su
agudeza política sin igual. Son referentes las obras de José Antonio
Piqueras (2008) e Yllán Calderón (1985), donde se tiende a presentar
a un personaje como enemigo de la democracia y promotor consciente
del fraude electoral. Otras obras acentúan su capacidad para superar
los problemas del sistema isabelino, como la que hace José Luis
Comellas o acercamientos más imparciales como el de Carlos Dardé.
Hay que tener en cuenta las tendencias que tienden a presentar el
fenómeno de la Restauración y del turnismo como algo positivo, en
donde sostienen que una duración tan prolongada de la restauración
tuvo que fundamentarse en algo que va más allá de la presión de las
élites. Se trata de un proceso que se relaciona con un cierto grado de
politización con posiciones que se deben a prejuicios anticapitalistas de
la época o a la demonización del mercado. No debemos renunciar a las
aproximaciones más críticas de Costa o Tuñón de Lara, aunque hay
una corriente que señala esa crítica, incidiendo en que el sistema de la
Restauración no era democrático, pero sí era representativo a pesar de
las deficiencias de las que tampoco estaban libres otros regímenes
liberales contemporáneos.

Lecturas relacionadas con el caciquismo para subir nota:


TUÑÓN DE LARA, Manuel (1974, 1ª ed. 1972): Estudios sobre el siglo XIX
español, Madrid. Capítulo: “La burguesía y la formación del bloque de poder
oligárquico: 1875-1914”, pp. 155-238. Para ver cómo define el bloque de
poder oligárquico de la restauración, haciendo referencia a casos concretos.

VARELA ORTEGA, José (1977, reed. 2001): Los amigos políticos. Partidos,
elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900), Madrid. Capítulo 7:
“Cortes deshonradas antes que nacidas”, pp. 465-500 (ed. 2001, Marcial
Pons). Obra clásica en la Historia Política Contemporánea en España donde
refleja los mecanismos mediante los cuales se preparan las elecciones.

SUÁREZ CORTINA, Manuel (1998): “Transformismo y turno: Dos versiones


latinas de la política liberal europea de la Belle Époque”, en Silvana Casmirri
y Manuel Suárez Cortina, La Europa del sur en la época liberal. España, Italia
y Portugal. Una perspectiva comparada, Santander. 31

PEÑA GUERRERO, María Antonia (1998): Clientelismo político y poderes


periféricos durante la Restauración. Huelva (1874-1923), Huelva. Capítulo
5.1: “La traumática y lenta imposición del pacto”, pp. 179-194. Sobre el pacto
del Pardo.

CARNERO ARBAT, Teresa (2001): “Élites gobernantes y democratización


inacabada (1890-1923)”, Historia Contemporánea, nº 23, pp. 483-508.
Tema 4. Educación y cultura en la España del siglo XIX
En términos generales hay unas similitudes para toda Europa, hay
participación ciudadana, el papel del nacionalismo y el proceso de
nacionalización de los estados del Antiguo Régimen. Todo ello muy
relacionado con la gran novedad del campo político, la implantación del
liberalismo, ligado con la secularización de la sociedad y el progreso
del laicismo, en este caso en España, siendo este uno de los hilos
conductores del siglo XIX español. Cuando hablamos del partido
conservador estamos dentro del liberalismo, con lo que también vemos
cierta secularización, aunque se respete la esfera religiosa y espiritual,
a diferencia del partido de Sagasta con tendencias incluso
anticlericales. Las grandes tendencias culturales del siglo XIX,
procedentes de fuera, tendrán mucho de secularización: positivismo,
krausismo, darwinismo… hay ideas que chocan con las visiones
religiosas. Frente a ellos vemos corrientes en contra de esta
secularización, que enlazan con la filosofía escolástica, son corrientes
tradicionalistas en apoyo de la iglesia, que encuentran difusores en
figuras importantes como Jaime Balmes o Marcelino Menéndez Pelayo.
En este progreso de implantación puede considerarse como eje
vertebrador de la cultura española, pero es cierto que una de las
características específicas de España es el carácter moderado en esa
implantación del laicismo. Lo veríamos con el liberalismo español y su
pensamiento político, el liberalismo doctrinario, que nada tiene que ver
con el más radical. Las grandes corrientes ideológico-culturales, puede
decirse que se manifiestan en características templadas. Eso ya venía
desde la Ilustración, pues nada tenía que ver con el anticlericalismo de
Voltaire, ya que en el caso español no se enfrenta al hecho religioso.
El Romanticismo triunfa en España tardíamente, desde los años 30 en
el campo literario, y los autores que verdaderamente triunfan son el
Duque de Ribas o Martínez de la Rosa manifestando posturas más
conservadores y convencionales en vez de Espronceda o Larra. Luego
el naturalismo, va a suponer un choque con la censura y una condena
por parte de la Iglesia de las obras de Zola; debido a la tendencia
extremada del realismo pues no hay presencia de dogmas religiosos a
la hora de explicar ciertas cuestiones, todo será relacionado con la
ciencia y la verdad que esta otorga.
Hay cierto determinismo fisiológico, se habla de una Escuela
Fisiológica. Esta visión de que todo se explica desde la biología no está
en el naturalismo español, siendo su gran figura en España es Emilia
Pardo Bazán con “La cuestión palpitante”, pero como buena católica
defiende la teoría del libre albedrío. Difiere bastante del naturalismo de
Zola, el cual bebe del positivismo como principal fuente del
conocimiento frente a la teología o la metafísica. Se refuerza la idea de
progreso como sustitución de las antiguas creencias religiosas: La fe
en el progreso como motor de las nuevas sociedades industriales.
Por otra parte, en el centro de todo esto está el pensamiento
científico y de su difusión en la España del XIX hay poco que rescatar,
siendo el gran cambio durante el Sexenio Democrático
(1868-1874). Se pone de manifiesto a figuras como Galileo,
Newton, Descartes, Kant… que unido con una producción
divulgativa hace que el discurso científico supere el marco de
los especialistas. Puede decirse que ya durante la
Restauración, su primera etapa (1875-1898) ya no hay
vuelta atrás, todo lo que tiene que ver con la ciencia adquiere
un gran prestigio. En 1877 se traduce por primera vez “El
origen de las especies” de Darwin y en 1906 se entrega el
Nobel a Ramón y Cajal. Ese regeneracionismo está muy
ligado a la educación, como rasgo principal el pensamiento
científico y el avance de la ciencia.
En el Antiguo Régimen, las estructuras estamentales suponen que,
la alfabetización se reserva solamente para algunos sectores de la
sociedad, aquellos que desarrollan un oficio donde es necesario saber
leer y estar alfabetizado. El dominio de la lectura y escritura en el s.
XVIII y anteriormente son claves para el poder, el Estado y su ley
funciona a través del alfabeto, por lo que los iletrados quedaban
marginados de los mecanismos del juego político. Saber leer era ser
capaz de interpretar las leyes y poder cambiarlas. Tenemos a la
Ilustración, que supone avances en muchos aspectos, entre ellos, la fe
en que la educación cambiará enormemente las cosas, aunque
participa en gran medida en la mentalidad del Antiguo Régimen, ya
que el pensamiento ilustrado no va más allá de la lógica estamental y
del respeto que se tiene desde este pensamiento a la armonía
establecida por esa sociedad estamental. Hay ilustrados como
Campomanes que abogan por extender los rudimentos de la
enseñanza, que en estos años se basaban en escribir, leer y contar; él
considera que debe extenderse para los jóvenes que vayan a dedicarse
“a las artes y oficios”.
Otros autores tienen posiciones más avanzadas como Cabarrús,
quien apunta en el s. XVIII una instrucción elemental universal, aunque
lo más habitual era considerar que enseñar a leer y escribir de forma
masiva sería perjudicial para todo el mundo pues destruiría la felicidad
de los trabajadores y sería perjudicial para la sociedad porque
supondría el acceso a panfletos y publicaciones clandestinas que
fomentaría la insolencia del pueblo y tendencias a la insubordinación.
El nivel de alfabetización previo a época contemporánea hay
algunas estimaciones que señalan que dichas tasas de la época
moderna eran similares a países avanzados como Inglaterra o Francia.
No hay censos de población que reflejen la alfabetización, por lo que
para conocer estas cuestiones se analiza a través de testamentos,
escrituras de compraventa… quién sabe o no firmar, por lo que los que
saben firmar saben también escribir. Hay que señalar que en el Antiguo
Régimen todavía había un modelo de alfabetización característico de la
época de “semialfabetización” que consiste en enseñar a leer, pero no
a escribir.
En el siglo XIX hay indicios para considerar que las décadas iniciales
no son favorables al descenso del analfabetismo. En 1860 los censos
de población comienzan a incluir datos sobre alfabetización, teniendo
cierta regularidad que muestran un atraso notable respecto a los países
europeos más avanzados. En el censo de ese año, casi un 75% del
total de la población española es analfabeta, a partir de entonces, el
analfabetismo va a ir decreciendo en los siguientes censos. En 1877
nos encontramos antes un 69% del total mayor de 10 años, en 1887
un 63% y en 1900 un 57%. Hay una diferencia existente entre
hombres y mujeres. Esta cuestión de analfabetismo se irá reduciendo
la diferencia (En 1860 40% frente a 12% de alfabetización/ En 1930
88% frente 73%). También hay diferencia en la edad y las zonas
rurales o urbanas de las personas.
¿A qué se deben las causas del elevado índice de alfabetización? Una
de las explicaciones más tradicionales sería lo relacionado con la
religiosidad: el atraso que se extiende a otros países del sur de Europa
donde se incluye España. Se relaciona con el catolicismo, el rechazo de
la reforma protestante y el erasmismo, siendo estas corrientes que
defienden la lectura directa de la Biblia. Frente a esto, en el caso de
los países católicos se defienden modelos de comunicación que se
basan exclusivamente en la palabra oral o la iconografía frente a otros
países que se concede mayor importancia a la cultura escrita como
fuente difusora.
En realidad, ¿qué es lo que hace que crezca la alfabetización e impide
que dicho crecimiento sea más rápido? Lo que impulsa la
alfabetización, según Antonio Viñao, en la sociedad española, a
diferencia de lo que sucede al norte y en el centro de Europa, no inciden
como motor de alfabetización factores ideológicos o religiosos
promulgados por el Estado, ni inciden políticas nacionalistas o
militaristas suficientemente duraderos. No será el Estado, el ejército,
la escuela… lo que haga que esta situación cambie; lo
que mueve el proceso de alfabetización en España son
factores vinculados a la industrialización y
urbanización como las tasas de analfabetismo en
España, que se reducen desde la segunda mitad del s.
XIX, van a coincidir con fenómenos relacionados con
la industrialización, éxodo rural… así se explican las
grandes diferencias internas, como que Cataluña, País
Vasco, Navarra y Asturias, espacios donde la
industrialización y modernización se dan con más
fuerza, los índices de analfabetismo se reducen con
mayor rapidez.
Otros autores han incidido en la cuestión de que hay un sector
industrial creciente localizado en algunos espacios que presiona más
que en el pasado porque necesita una mano de obra más cualificada.
Los factores de la literatura moralizante, con una defensa paternalista
sobre la educación de los obreros promovida por los patrones y el
Estado también influyen. Respecto al impulso alfabetizador se ha
señalado el interés del Estado y de los poderes públicos como
ayuntamientos que parecen abochornados, por lo que invertirán en
locales escolares, aunque siempre será insuficiente, surgirán
actuaciones privadas dirigidas a la educación de adultos con escuelas
nocturnas, dominicales… desde organizaciones obreras republicanas y
religiosas católicas. En ese sentido hay que tener en cuenta el bajo
nivel de rentas de la mayoría de las familias españolas, el cual impide
la alfabetización de los más jóvenes pues ir a la escuela no es gratuito,
hay que pagar el material escolar mínimo. Se mantiene en los pueblos
el pago a los maestros, muy mal pagados que tienen que sobrevivir
con lo más básico. Además, estamos en una época donde el trabajo
infantil es lo habitual, con lo que la alfabetización en estas zonas será
menor debido a los trabajos de los niños. Solía ser común entrar a
algún oficio con temprana edad, tanto en zonas urbanas como rurales,
con el objetivo de ayudar a la economía familiar. Se relaciona por tanto
con el atraso económico: bajas rentas, escasos ahorros…
A grandes rasgos coinciden las diferencias espaciales que pueden
apreciarse en la Península respecto al sistema educativo y
escolarización, tal y como aparece en los censos, los espacios más
alfabetizados son aquellos donde hay una mayor presencia del
establecimiento educativo, donde hay mayores índices de
escolarización, en este caso el norte. Las cuotas más altas de
analfabetismo se dan en Andalucía, Galicia, Castilla la Nueva, Valencia,
Murcia, Baleares y Canarias.
Se propugna un sistema escolar controlado por el Estado ya que
hasta entonces era la Iglesia quien se encargaba de estas cuestiones,
con bases uniformes y centralizadas. Se contempla además la creación
de escuelas de primeras letras en toda España, respecto a esto hay un
informe de 1813, “Informe Quintana”, donde se sientan las bases del
sistema educativo liberal sobre los principios de libertad de enseñanza
la cual es universal, uniforme, pública y gratuita; especialmente en la
educación primaria.
El sistema educativo se va a concebir en 3 niveles: primaria,
secundaria, universitaria. Se van a ir dando distintas modificaciones en
el sistema educativo, siendo 1857 cuando se promulgue la ley más
importante de la educación española: Ley de Instrucción Pública de
1857, conocida como “Ley Moyano”, quedando el sistema educativo
liberal consolidado. No es un texto renovador, si no una forma de
sistematización del cuerpo legal vigente que se había ido acumulando
desde Cádiz. Esta puede resumirse en varias características:
- Centralización de la enseñanza pública
- Intervención del Estado en la enseñanza privada
- Obligatoriedad de la enseñanza elemental (6-9 años)
- Libertad de enseñanza con límites
- Gratuidad relativa de la enseñanza elemental para aquellas
personas que no pudiesen pagar la escuela
- Cierta secularización: a la jerarquía eclesiástica se le reconoce
cierto papel sobre el papel de los profesores cuando ello pueda
afectar a la doctrina católica
- Implantación definitiva de los institutos
- Autonomías de la enseñanza media
La Ley Moyano es un texto consensuado entre conservadores y
progresistas, que recoge las ideas anteriores, de ahí su duración. Sus
líneas básicas se van a prolongar hasta la Ley de Villar Palasí de 1970.
En la teoría esta ley supondría la escolarización universal, sin embargo,
la financiación de la enseñanza primaria recae sobre los
ayuntamientos, los cuales tenían graves problemas económicos que se
van a agravar por la desamortización de Madoz de 1875.
La voluntad centralizadora de la Ley Moyano se contradice porque la
financiación se descentraliza, y con ello se está dinamitando el posible
éxito de las disposiciones legales de la propia ley: se ponen las bases
para que la escuela transforme el país, aunque ha de pasar mucho
tiempo para que los cambios se hagan visibles. En realidad, durante el
s. XIX la acción estatal es insuficiente en la enseñanza privada, de tal
forma que la Iglesia tendrá un campo amplio para actuar: la acción
estatal será mayor en la enseñanza media y superior. Rápidamente los
institutos serán espacios para las élites masculinas, fundamentalmente
urbanas: esas características se reproducirán en la enseñanza
superior.
En términos generales la universidad española en el s. XIX sigue
anclada en las viejas prácticas. Con la Ley Moyano habrá mayor
centralización, siendo el Estado el único encargado de financiar este
nivel; habrá 10 universidades, siendo la central “Universidad Central”,
precedente de la actual Complutense, siendo la más prestigiosa y
donde sólo se puede obtener el título de doctor. Será la universidad
española uno de los intentos de coartar esa libertad de cátedra, con el
decreto del Marqués de Orovio en los inicios de la Restauración, lo que
dé lugar a la creación de la Institución Libre de Enseñanza, donde
tendrá mucha incidencia el krausismo.
El krausismo en Historia de la Filosofía Universal no hay una
adecuación de la importancia tenida en España y en otras latitudes.
Los planteamientos de Krause en los países donde mayor incidencia
había tenido (Alemania, Bélgica) ya no estaban tan en vigor. Karl
Christian Friederich Krause es el filósofo alemán plantea un sistema
donde el concepto de “armonía” ocupa un lugar fundamental,
destacando la obra de Gonzalo Capellán “La España armónica” por la
concepción de armonía en el pensamiento de Krause: la sociedad es
un ente orgánico donde cada parte tiene una función propia,
considerando que el ser humano se relaciona entre sí por medio de
asociaciones con otros seres humanos, las cuales deben ser respetadas
porque el objetivo último de toda sociedad humana es la unidad
armónica. Además, considera que
el ser humano está unido a la
divinidad por medio de la razón,
siendo la característica más noble
del ser humano y la que puede
conducir al verdadero conocimiento
del ser humano. A través de la
razón se plasman en la realidad las
aspiraciones del ser humano en la
que la razón, el conocimiento y la
educación son imprescindibles para
obrar bien y contribuir a la
unificación de la humanidad.
Es un sistema ético con carga religiosa y una orientación práctica
hacia la sociedad muy notable, cuya introducción en España se ha
atribuido a Julián Sanz del Río tras realizar un viaje a Alemania en 1847
para conocer las corrientes de la filosofía europea, aunque como ha
mostrado Gonzalo Capellán de Miguel, la penetración del krausismo es
anterior y procede de otro personaje de la época, Santiago de Tejada,
personaje cercano al partido moderado que antes del viaje de Sanz
viaja a Alemania entre 1837-39 donde se aloja en la Universidad de
Heidelberg.
Una vez allí entra en contacto con la filosofía de Krause, por lo que
en 1840 de vuelta a España pronuncia un discurso de cierta repercusión
donde instrumentaliza la filosofía de Krause para intervenir en uno de
los debates que tiene lugar en la época para defender la propiedad de
la Iglesia como algo inviolable frente al proceso de desamortización. La
filosofía de Krause permite poner el acento en unas cuestiones
(componente religioso como garantía del orden, oposición a los
cambios revolucionarios que deben ser progresivos…) de las que la
derecha moderada de la época puede sentirse identificada; de hecho,
en esos inicios se puede ver cómo el krausismo no es un peligro para
la derecha si no una doctrina neutral desde el punto de vista ideológico
con elementos que pueden servir para reforzar el orden establecido.
Hoy sabemos que no fue Julián Sanz del Río el primer introductor,
pero es el principal lector de influencia del krausismo en España porque
su visión (ligado a Tejada) romperá con la de este último por ir
orientándose cada vez más hacia la izquierda; defenderá en España
una visión del krausismo más progresista que será la que triunfará y
dejará una profunda huella en la Historia de los ss. XIX-XX,
convirtiéndose el krausismo en una obsesión de los sectores más
reaccionarios. A partir de 1854 Sanz del Río se incorpora a la
Universidad Central y desde ahí empieza a tener influencia que
aumenta a partir de 1860 cuando publica su obra “Ideal de la
humanidad”, una traducción del propio Krause con aportaciones
personales de Sanz. Muchos de los seguidores de este autor
protagonizarán un papel clave en la Revolución del 68 -la Gloriosa- y
en la Primera República Española.
El pensamiento krausista tendrá una proyección importante a partir
de otro personaje: Francisco Giner de los Ríos, interesado en
cuestiones pedagógicas y convencido que con la mejora y extensión de
la educación se puede dar salida a los problemas de España.
Catedrático de Historia del Derecho, será protagonista de la “Segunda
Cuestión Universitaria” a través de la actuación del Ministro de
Fomento Orovio cuando obliga a los profesores universitarios a
mantenerse dentro de los límites de la ortodoxia católica. Eso provoca
la salida de la universidad de algunos profesores, como Giner,
Salmerón, Azcárate… Al año siguiente, Giner de los Ríos será el
principal impulsor de la Institución Libre de Enseñanza en Madrid, que
trata de ser un proyecto de educación alternativa, donde sea una
educación laica, tolerante, no dogmática…
El objetivo es formar a las élites del futuro que estarán llamadas a
modernizar el país. La ILE desde el primer momento introduce métodos
pedagógicos nuevos importados de otros países: se recurre a realizar
excursiones para la enseñanza de determinadas maneras, los trabajos
de curso empiezan a ser habituales, se introduce la enseñanza física,
se fomenta el espíritu crítico, la creatividad, búsqueda de razonar y no
sólo de memorizar… En principio se imparte en educación primaria y
secundaria, con el tiempo universitaria, aunque se abandonará rápido
porque es obligatorio repetir los esquemas de la educción oficial y en
la ILE prefieren limitarse a la educación primaria y secundaria. En la
Historia de la institución se distinguen fases:
1. Fase fundacional. Primer punto de cambio situado en 1881
cuando llega al poder el primer gobierno liberal de Sagasta.
Con ese cambio se produce la restitución de catedráticos que
habían sido obligados a abandonar la Universidad; eso no
significa que deje de lado a la ILE, si no que sigue funcionando,
pero estas ideas tienen una proyección mayor de 1881-1888.
2. Fase. En 1888 la ILE con mayor protagonismo intelectual sobre
el regeneracionismo, no va a dejar de crecer su influencia, que
será permeable a distintas influencias filosóficas hasta la
Guerra Civil. Con el Franquismo no es compatible a los
principios doctrinales del Franquismo con lo que la ILE deja de
funcionar en España
Esos años finales del s. XIX son una época del triunfo de distintas
iniciativas que están ligadas a la ILE, que van desde la Universidad de
Oviedo con su extensión universitaria, hasta la Junta para la Ampliación
de Estudios que permite el viaje de alumnos, el Instituto de Reformas
Sociales (para tratar el problema social), Centro de Estudios Históricos
o la Residencia de Estudiantes como centro difusor de cultura, donde
destaca Luis Buñuel, García Lorca, Salvador Dalí, Severo Ochoa…

Lecturas recomendadas sobre educación y cultura en el siglo XIX:


Para tener una visión amplia: 3 capítulos dedicados a la cultura en “Historia
Contemporánea de España”, de Jordi Canal, 2007. Interesante para ver cómo
varía el concepto de “cultura”. Dos cuestiones fundamentales: nacionalismo
y educación (analfabetismo). Sobre el análisis del nacionalismo: Javier
Moreno Luzón y José Seixas, “Los colores de la patria” (2017), “El nacimiento
de Carmen” de Carlos Serrano, el clásico “Mater dolorosa: la idea de España
en el s. XIX” de José Álvarez Junco. Sobre el análisis analfabetización y
alfabetismo: Antonio Escolano “Leer y escribir en España”, manual “La
educación en la España Contemporánea” de Agustín Escolano Benito.
Antonio VIÑAO (2009): “La alfabetización en España: un proceso cambiante de
un mundo multiforme”, en Moreno Martínez, P.L. y Navarro García, C.
(Coords.) Perspectivas históricas de la educación de personas adultas. Vol 3,
Nº1 (pp. 5-19). Universidad de Salamanca.

Mercedes VILANOVA RIVAS Y Xavier MORENO JULIÁ (1992): El inicio del capítulo
3 (pp. 102-119) de “Los censos de población de España y el nivel básico de
instrucción”, en el libro de los mismos autores: Atlas de la evolución del
analfabetismo en España de 1887 a 1981. (Buscar desde Atlas)

José María HERNANDEZ DÍAZ (1992): “Alfabetización y sociedad en la revolución


liberal española”, en Agustín Escolano (dir.): Leer y escribir en España.
Doscientos años de alfabetización, Madrid, Fundación Germán Sánchez
Ruipérez (pp. 69-89).

Juan Francisco FUENTES (2003): “El público del libro y la prensa (1808-1868)”,
en Víctor Infantes y otros (directores), Historia de la edición y de la lectura
en España, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez (pp. 642-649).

Tema 5. Partidos, sindicatos e identidades sociopolíticas


durante la Restauración.
Partidos tradicionales
En el ya mencionado pacto del Pardo (24-11-1885), se acordaba
entre los líderes de los principales partidos liberal y conservador
(Sagasta y Cánovas), el turno pacífico del poder sin que ese cambio se
determinara en las urnas, sino a través del caciquismo. En este pacto
hay dos cuestiones claves: la primera que se excluían las presiones
internas que pudieran proceder de la agitación popular o
manifestaciones para el cambio del poder, y la segunda de que estos
partidos no podían unirse para debilitar el gobierno con los enemigos
intrínsecos del sistema (ni conservadores con carlistas ni liberales con
republicanos). En este sentido, Antonio Maura, considera que se
incumplen por parte del Partido Liberal y por parte del rey. En este
momento no es sucesor directo de Cánovas del Castillo, quien fallecerá
en 1887, aunque no tarda en destacar como la gran figura del Partido
Conservador en la primera década del s. XX. La característica como
político conservador de Maura es una cierta tendencia al autoritarismo
o conservadurismo más autoritario que el del pasado, así como una
tendencia más acusada al catolicismo que otros sectores del Partido
Conservador.
Maura gobernará durante 1904 y entre 1907-1909, el llamado
“Gobierno largo de Maura”; durante este último se va a producir la
crisis de 1909, en torno a la Semana Trágica, revuelta de Barcelona
cuando el gobierno tras un revés, llama a los jóvenes que habían
cumplido con el servicio militar y estaban en la reserva, una parte
importante de esos reservistas serán embarcados en Barcelona, donde
se va a producir, en relación a la implantación de sectores anarquistas
y del catalanismo reciente, una revuelta importante que va a provocar
destrucciones, quema de edificios religiosos y un número de muertes
que provocará una conmoción notable. Esa Semana Trágica de 1909
es un punto de inflexión en las relaciones del Partido Liberal y el
Conservador.
Las consecuencias de esta semana y la condena a muerte de un
anarquista y pedagogo llamado Antonio Ferrer i Guardia, por su
supuesta participación como responsable del conflicto, dividirá la
opinión pública de manera que la izquierda va a llevar a cabo una
famosa campaña política contra Maura con el eslogan de “Maura no”
impulsada por el republicanismo encabezado por el asturiano
Melquíades Álvarez. Es una campaña en la que hay un pequeño Partido
demócrata donde también participa el Partido liberal-dinástico, siendo
su líder Segismundo Moret.
Desde 1908 en realidad viene funcionando una forma de unión entre
liberales y republicanos para denunciar la política del gobierno de
Maura, representada en él, de peligro para las libertades conquistadas
hasta la fecha, siendo importante el hecho de que participa el Partido
Liberal con sectores importantes del republicanismo, con lo cual se está
rompiendo el Pacto del Pardo implícito que unía a los dos grandes
partidos dinásticos, siendo base del acuerdo. Maura entiende Moret se
está alineando con sectores antidinásticos y utiliza la agitación callejera
para acabar con el gobierno, otro incumplimiento más del pacto.
Además, Maura se niega a conceder el indulto a Ferrer i Guardia; por
pura fórmula se ve obligado a presentarle al rey su dimisión, y para su
sorpresa, Alfonso XIII acepta esa dimisión además de llamar a Moret y
al Partido Liberal, quienes se habían alineado con los republicanos, para
formar gobierno.
Con esto se da uno de los primeros pasos de la ruptura en cuando
al funcionamiento del sistema de la Restauración. Desde ahora la
oposición será más dura. Maura dice “la implacable hostilidad al
gobierno de Segismundo Moret”, considerando que ha llegado al poder
con medios ilegítimos, dando lugar al comienzo de la crisis del turnismo
porque Maura no está dispuesto a seguir con el juego del turno pacífico,
considerándose traicionado. Dentro del Partido Conservador surge una
figura que refleja la continuidad respecto al turnismo y que se va a
enfrentar a la intransigencia de Maura: Eduardo Dato, que en 1913
acepta formar gobierno.
Se va a consagrar la desmembración del conservadurismo con los
seguidores de Dato, quienes van a constituir el núcleo fundamental del
Partido Conservador y seguirán optando por la política de turno, a la
sombra de las actuaciones de la Corona. Sin embargo, Dato morirá
tiroteado en 1921 por 3 anarquistas cuando era presidente del
gobierno. En esos momentos nos encontramos, por un lado, esos
idóneos o datistas frente a los mauristas, que van a formar con el
apoyo de los jóvenes conservadores un partido diferenciado. El Partido
Maurista, tiene una característica calve que reside en el hecho de no
orientarse hacia la política de élites; este partido se va a organizar
como un movimiento que trata de ser un movimiento de masas que va
a diferenciarse del Partido Conservador en el sentido de que trata de
convertirse en un movimiento de masas, que recuerda en sus gestos
al conservadurismo autoritario o al conservadurismo radical,
ultranacionalista o incluso pre-fascista que comienza a manifestarse en
estas primeras décadas del s. XX en distintos países europeos. Lo
particular del maurismo será la voluntad de movilizar en la calle a la
base social, incluso se habla de “revolución desde arriba”, controlada
por las élites, pero con movilización de las clases neutras que
naturalmente se asocian a los valores tradicionales.
Los turnos se mantienen con dificultades, sigue habiendo gobiernos
conservadores/ liberales o de concentración (ambos), pero la crisis se
acentúa a través de la inestabilidad y la crisis de 1917; los gobiernos
tienen menos duración, necesitando más de la intervención de Alfonso
XIII de lo que había hecho la regencia de María Cristina. Se consideraba
imprescindible el liderazgo del partido bajo una persona carismática
como lo habían sido Cánovas (1897) o Sagasta (1903), pero en estos
tiempos ya no se encontraban con vida. Igual la persona con más
capacidad, similar a lo que se había visto con las otras figuras, sería
Canalejas (1910-1912), quien preside con el gobierno más largo hasta
su asesinato; todo quedaría en pugnas entre las distintas
personalidades por alcanzar la cabeza del partido. La ideología de los
conservadores y los liberales es más bien difusa, pues ya no se
encuentran unidos en un partido, de manera que entre 1914-1923 es
una época de disgregación del sistema político bipartidista como había
sido durante la Restauración. Ahora es pluripartidista en donde, la
misión de aglutinar todas las tendencias políticas a derecha o izquierda,
está totalmente alejado de la realidad.
Republicanismo
En cuanto al republicanismo, desde el fracaso conocido después de
la I República, este partido seguirá muy fragmentado por distintas
cuestiones: aquellos que buscaban un centralismo, federalismo; los
que veían la vía pacífica y a través de elecciones para llegar al poder,
o los que buscaban una vía revolucionaria debido al caciquismo y la
corrupción. Entre 1875 y los inicios de siglos hay varias opciones
republicanas que se enfrentan entre sí: Federalismo (Pi i Margall),
Centralismo (Salmerón), hay un partido de tendencia posibilista
llamado Republicano Histórico (Castelar) que buscaba acercarse a la
monarquía para lograr la estabilidad, se acabará integrando dentro del
partido liberal de Sagasta; y el partido republicano progresista (Manuel
Ruíz Zorrilla).
Cuando entramos ya en el siglo XX, el fracaso de esta división se
hace más patente, y pese a la disparidad de planteamientos empieza
a comprenderse los beneficios de la unidad, dándose diferentes
uniones electorales. Los antiguos caudillos republicanos van a
desaparecer, por el relevo generacional. Nicolás Salmerón será líder de
una unión republicana en 1903, que dará lugar al nuevo republicanismo
y que pervivirán a la II República a través de dos grandes corrientes.
En 1903 tendrá 35 diputados, lo que supone un éxito importante para
el movimiento, pero va a surgir problemas en torno a más cuestiones:
Solidaridad Catalana (1906), coalición contra el caciquismo que
abarcaba todos los grupos políticos que quedaban excluidos de la
política oficial, donde el grupo hegemónico era la Lliga regionalista.
Nicolás Salmerón está a favor de dar su apoyo a partir de 1908, lo que
generará dos sectores del republicanismo, que van a relegar al viejo
republicanismo histórico de federales y centralistas.
Estos dos sectores fuertes serán los que lleguen a la II República, el
republicanismo radical y el republicanismo gubernamental. El primero
de ellos tiene mucho de populismo, recoge las formas de hacer política
del liberalismo radical de primera mitad del S. XIX, de los seguidores
de Espartero, de revueltas en la calle, de levantamientos callejeros y
acción revolucionaria. Tiende en un sentido muy populista de
complacer a la clase obrera y denunciar su terrible situación, estará
representado por dos políticos: Vicente Blasco Ibáñez y Alejandro
Lerroux, el primero actuará sobre todo en Valencia y el segundo en
Barcelona. El republicanismo venía actuando en política en el momento
de las elecciones y el gran momento de conmemoración era el 11 de
febrero por la I República, pero esta se realizaba mediante alguna
reunión de los lideres republicanos de cada lugar en donde había una
asociación republicana. Blasco Ibáñez cambia esto y moviliza a la
población, convirtiéndose en un mártir por la causa a raíz de su
encarcelamiento; en el caso de Lerroux pasa algo similar pues entre
otras cosas cambia la forma de conmemorar el 11 de febrero, creará
la llamada “Merienda Democrática”, en la que acudirán miles de
personas, se comerá, se darán mítines (bajo supervisión del gobierno),
entre más cosas.
Existía un recurso claro a las actitudes populistas y propagandísticas,
de todas maneras, Lerroux choca con dos corrientes importantes
catalanismo conservador y su ascenso, pues defendía el centralismo y
una política religiosa no tan reaccionaria como los que estos abogaban.
Por otro lado, también se enfrenta contra el anarquismo. En ese
contexto, no solo eran enfrentamientos dialécticos. En 1906, con la
formación de Solidaridad Catalana, se entiende el enfrentamiento que
encabezaba Lerroux, pues estaba en contra de esa unión que Salmerón
sancionaba, escindiéndose así en 1908 en el Partido Radical
(anticlerical, populista) y que perdurará de una manera mucho más
conservador durante los años 30 del siglo XX.
La otra gran corriente es la que se puede llamar gubernamental o
reformista, pues dará lugar a un partido de carácter reformista.
Podemos remontarnos al krauso-institucionalismo para buscar los
orígenes de este partido, con Gumersindo de Azcárate y Melquíades
Álvarez; de la misma forma que los principios jacobinos (populista,
anticlerical…) servían como base para el partido radical. Esta corriente
trata de lograr el triunfo del republicanismo por las urnas y las
elecciones para democratizar las instituciones, reformando todo lo que
fuera posible dentro incluso de la monarquía, sin entrar en conflicto
con la propiedad privada. Se fundará el partido en 1912. De todas
maneras, todavía en 1909 estas dos corrientes van a actuar unidas por
última vez en el seno de una conjunción republicano-socialista, una
coalición electoral. En todo caso estas dos corrientes republicanos son
un impulso importante para modernizar el viejo republicanismo,
enlazando con las corrientes francesas (la corriente del partido radical)
e inglesas (el partido de Melquíades Álvarez con liberalismo más a la
izquierda inglés).
Carlismo y nacionalismos
El carlismo había sufrido una reforma desde el último cuarto del siglo
XIX, con escisiones del integrismo o el partido católico tradicionalista
más adelante (1919). Existe un proceso de modernización en cuento a
la práctica de una política de masas, por ejemplo, se pasa, en esta
época, “del circulo a la plaza”, en los lugares donde había una cierta
implantación del partido. El requeté funcionará como una organización
paramilitar, que tendrá un papel importante en el Golpe de Estado de
1936. Hay un proceso de fascistización fuerte bajo la influencia de la
Acción Francesas (Action française), y el propio fascismo italiano. Y es
que el proceso de revolución liberal era considerado irreversible, pero
en el período de entreguerras esta versión cambia, se podía cuestionar
la revolución liberal. Cosa que con el ascenso de los fascismos se podía
permitir que la cosa cambiara.
Otra cuestión fundamental es el nacionalismo, o los distintos
nacionalismos que no son una cuestión del todo desligada de la
presencia carlista, pues estos surgen en los espacios donde el carlismo
era más fuerte, no tanto en Navarra o el levante, pero sí País Vasco y
Cataluña. Se relaciona con el débil proceso de construcción del
nacionalismo español, cuestión que no funciona de forma tan rápida y
eficaz como estaba pasando en otros países. Por ejemplo, el ejército y
el servicio militar era visto como un castigo, pues los pobres no podían
excusarse por falta de dinero; la escuela también es un espacio de
transmisión de los valores nacionalistas, los símbolos nacionales eran
discutidos (bandera, día nacional…). Hay un cuestionamiento en el
proceso de nacionalización de las masas españolas, y eso entre otros
factores hace que se habrá un hueco a los nacionalismos alternativos
y su arraigo a partir de factores distintos y con tiempos distintos en
algunas cuestiones.
En Cataluña se denomina “Renaixença” a partir de los años 30 del s.
XIX, con el poema de Carlos Aribau, “Oda a la patria”, se inicia un
proceso de normalización lingüística del catalán con actividades
culturales importantes de cierto seguimiento, como los juegos florales,
torneos poéticos desde finales de los 50 donde se utiliza el catalán. En
el caso vasco el proceso es menos espectacular y menos encuadrado,
aunque también parte de la recuperación de elementos culturales
étnicos en obras que bucean en las costumbres que se consideran
propias del pueblo vasco, siendo costumbres legendarias, destacando
la novela de Villoslada de 1876 “Amaia o los vascos en el s. VIII”,
revistas que contribuyen a esta recuperación de lo propiamente vasco,
como “Euskara” o “Euskal Herria”, que son revistas ligadas a
asociaciones culturales del mismo signo que contribuyen durante esta
primera etapa. En una línea similar a la catalana, se encuentra el
fenómeno galleguista con el “Rexurgimiento” en la segunda mitad del
s. XIX, que utilizarán los juegos florales, dimensión literaria e
historiográfica, con autores de la talla de Curro Sanríquez, Rosalía de
Castro…
Sin embargo, después de esta primera fase primordialmente cultural
entre el final del siglo XIX y principios del XX, vemos como se traslada
al plano político a través del reconocimiento de una nacionalidad
diferente dentro del propio Estado, quedará lugar organizaciones
política y luego la independencia propiamente dicha. En el caso catalán,
frente a la situación precedente del federalismo por todo el Levante,
habrá una proclamación de independencia en 1873, pero que no será
el catalanismo que triunfe en el siglo XX. El movimiento catalanista
esta representada desde posiciones conservadoras, con iniciativas
catalanistas hasta que en 1901 se da el movimiento realmente
importante con la fundación de la Lliga Regionalista con Prat de la Riba
y Francés Cambó. Desde el momento en el que se funda hay unas
elecciones que rápidamente rompe con el sistema del turno, saliendo
elegido los 4 miembros de la Lliga y 2 republicanos Pi i Margall y
Alejandro Lerroux. La política de Cataluña se jugará entre el
republicanismo y el catalanismo, desde principios del siglo XX. En las
elecciones de 1907 se da otro triunfo de la Lliga, pero esta vez bajo la
Solidaridad Catalana como frente electoral para luchar contra el
caciquismo. Hay una inclinación cada vez más hacia la derecha, siendo
al Semana Trágica un momento de inflexión para esto, en el contexto
de la triple Crisis de 1917.
En cuanto al nacionalismo vasco se ven cosas muy diferentes
respecto al nacionalismo catalán, no había instituciones similares a lo
que se ve en Cataluña, pero sí unas leyes forales muy arraigadas,
defendidas por el carlismo; o los Fueros, abolidos tras la III Guerra
Carlista y que genera diferentes iniciativas para recuperarlos a través
del nacionalismo. Este está muy ligado a la voluntad política de Sabino
Arana y su partido: Partido Nacionalista Vasco (PNV), quien es
influenciado por lo que ve Cataluña. Funda en 1893 el primer periódico
difusor del nacionalismo vasco, Bizcaitarra y en el año 95 el PNV.
Posiciones antiliberales, defendiendo la esencia de los vascos desde el
ruralismo y el pasado idealizado con tendencias racistas y xenófobas.
Aunque el término raza no se emplea como hoy en día, era visto como
un término cultural. Mantenía posiciones ultra religiosas y muy
conservadoras. Los primeros éxitos electorales no tardan en llegar,
pero no son tan grandes como los catalanes, en las elecciones de 1898.
En 1903, con la muerte de Sabino Arana, se produce un giro en la
política del partido; y en torno a los años de 1914-1918 hay éxitos
importantes con el control de la diputación de Vizcaya y teniendo 7
diputados en Madrid. Habrá algunas escisiones dentro del partido,
entorno al pensamiento de Sabino Arana.
El nacionalismo gallego también se verá influido por el éxito del
nacionalismo catalán, aunque tuviera mucho menos peso. Tendrá una
Liga gallega con un éxito más moderado. En algunos casos se habla
más de un regionalismo más que de un nacionalismo gallego. En las
dos primeras décadas del siglo XX es más regionalista que otra cosa,
al menos hasta 1916-17, cuando se funda en Galicia las Irmandades
de Fala como reivindicación de la lengua gallega pero también
claramente con visiones nacionalistas. Las organizaciones políticas que
tienen una cierta incidencia aparecen tardíamente, durante la dictadura
de Primo de Rivera, y triunfan durante la II República. Serían la ORDA
(Organización Republicana Gallega Autónoma) de Casares Quiroga y el
Partido Galeguista con Castelao.
Los tres nacionalismos tienen características en común, con el
renacimiento cultural, el valor de la lengua, la romanización del
pasado…etc. El elemento cultural y lingüístico se pueden ver como
prerrequisitos para que exista un movimiento nacionalista, pero para
que fuera triunfante tienen que tenerse en cuenta los factores
económicos y sociales. Por ejemplo, en Cataluña, la pronta
industrialización sienta las bases de identificación propia, en un
proceso de apertura, con respecto a otros territorios de la Península
Ibérica. La reivindicación de una España que se articule de una manera
menos centralista que permita un desarrollo catalán más autónomo
frente a Madrid. La burguesía catalana se repliega en la catalanidad
para desarrollarse independientemente ante la imposibilidad de
adquirir un papel relevante en Madrid.
Por su parte, en el País Vasco la industrialización se realizará en
torno a los altos hornos y la siderometalúrgica, algo más tardíamente
que en el caso catalán, pero con un resultado totalmente distinto. Aquí
la industrialización cuenta con menos precedentes, considerado como
unos injertos en la sociedad vasca, no se ve como algo propio. Con la
industrialización aparecerán grandes industriales, propietarios,
comerciantes… que van a optar por el liberalismo y capitalismo en el
marco español; haciendo que los nuevos sectores industriales
desplacen del poder político vasco a las élites tradicionales campesinas,
clericales, pequeña nobleza local…, que defenderán el carlismo,
primero, y luego el nacionalismo vasco; mientras que en los sectores
más populares urbanos se va a dar un proceso muy singular que es el
rechazo del trabajador que llega de fuera para atender el esfuerzo
industrial vasco, los “maquetos”. Al contrario de lo que sucedía en el
caso catalán, en el caso vasco, su nacionalismo surge enfrentándose a
los dos grandes protagonistas de la industrialización y la modernidad:
la nueva burguesía y el nuevo proletariado industrial.
Por último, el galleguismo es más tardío y débil que los anteriores,
con menos tinte político, tiene que ver con las circunstancias
socioeconómicas. La diferencia viene que el proceso de
industrialización no tiene para nada comparado con lo que ocurre en el
País Vasco o Cataluña, en parte por la situación periferia y de olvido
del territorio por el centralismo y que conlleva a la migración de gran
parte de la población. El progreso no ocurrirá por la llegada de
población foránea que genera una mayor identificación frente al otro,
aquí sería al revés.

Movimiento Obrero: Socialismo, comunismo y anarquismo


La eclosión del movimiento obrero en España se matiza porque a
pesar de que el momento del Sexenio Democrático es quizás el
principal contexto de madurez, hay un parte importante de los obreros
que respaldan partidos tradicionales de burgueses o directamente no
se inscriben en ningún partido, sin consciencia de clase, hasta finales
del siglo XIX. La importancia del movimiento obrero a finales del siglo
XIX está más en el hecho de que prefigura la importancia del
movimiento posterior. El general Serrano declara ilegal la Internacional
Obrera en el año 1874.
El socialismo en España se desarrolla diferenciándose del
anarquismo, pues estas son muy flexibles sin cabeza clara,
antiburocráticas y descentralizadas, optan por los procedimientos
revolucionarios, sin pactos… La UGT (Unión General de Trabajadores),
tendrá una estructura muy organizada, que en vez de optar por la
revolución prefiere la negociación frente al enfrentamiento directo,
aunque a partir de cierto momento se inclinará hacia la violencia
política (finales de la primera década del siglo XX). Se encarga de la
lucha sindical, mientras que la lucha política la hace otra organización,
el PSOE. El esquema ideológico de la cultura política socialista,
claramente marxista, se basa en no centrarse en la revolución que
acabe con el sistema político; el orden social burgués está llamado a
desaparecer inevitablemente a largo plazo, con lo que las
organizaciones socialistas deben favorecer a que esto llegue lo antes
posible y que triunfe. Hay también una división clara en cuanto a la
implantación del anarquismo y del socialismo, siendo este ultimo muy
arraigado en Madrid y los grandes núcleos industriales (Asturias, salvo
Gijón y la Felguera con gran influencia anarquista; Vizcaya…); mientras
que el anarquismo se extendiendo por los espacios mediterráneos
desde los Pirineos (Barcelona, sobre todo, Zaragoza y Andalucía).
Las sociedades anarquistas serán fluctuantes y cambiantes en el
tiempo, aparecerán y desaparecerán, serán ilegalizadas en distintos
momentos, cambiarán de nombres…Mientras que las organizaciones
socialistas se caracterizan por la estabilidad y un crecimiento sostenido
desde que se fundan: El PSOE (1879) con Pablo Iglesias a la cabeza de
un grupo de obreros tipógrafos, la organización El arte de imprimir
sería la cuna del partido con tesis marxistas; frente a estos están los
que se asocian a las tesis bakuninsitas cuando se produce una división
en el seno de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores-
fundada en 1864) durante el V congreso en 1872. Ya más tarde, en
1888, se funda la UGT adscrito a la misma ideología.
En 1909 se va a formar la conjunción republicano-socialista que
permite por primera vez en el España la elección de un diputado
socialista, Pablo Iglesias, en el marco de alianza política. La crisis de
1917 será un momento importante para el socialismo español, junto a
todo lo que está relacionado con la revolución rusa y concretamente el
momento de los bolcheviques. Esta había generado ilusión durante el
gobierno de los mencheviques, sin embargo, con la llegada de Lenin se
ve como una catástrofe; se consideraba importante derrotar al Imperio
Alemán y Austrohúngaro y que venzan las potencias aliadas
(Inglaterra, Francia y Rusia) durante la I Guerra Mundial, cosa que con
los bolcheviques no sería tan posible ya que se retirarían de la guerra.
Además, se formaría la Komintern, que provocará problemas tanto
entre los socialistas como en los anarquistas españoles. Se provocará
una escisión entre los que admiran las posiciones de la III Internacional
y lo que acontecía en Rusia, y los que se mantienen con las posiciones
de los socialistas.
En cuanto al anarquismo hay dos grandes espacios de implantación
con características distintas, se puede hablar de ideología anarquista
en ambos casos, pero con culturas políticas algo distintas. Por una
parte, el anarquismo de los jornaleros andaluces donde arraiga el
anarquismo con componentes “místicos”, con fundamental importancia
de la propaganda oral para los obreros analfabetos que trabajan en la
tierra de los grandes terratenientes. Se le otorga un poder casi mágico
a la educación, considerando si todos los obreros tuvieran una
educación no harían otra cosa que seguir la ideología anarquista, pues
es la única vía para llevar acabo una transformación. Esto se ve con la
escuela moderna de Ferrar i Guardia en 1901, ya una ética muy
peculiar para la época (vegetarianismo, rechazo a cualquier tipo de
violencia contra los animales, denuncia de la tauromáquica…), una
moral que tiene mucho de puritana (el obrero sin vicios, sin excesos,
defendía el amor libre…). Es una moral sin componentes religiosos, a
pesar de que algunos aspectos puedan recordar a la religión.
El anarquismo se desarrolla entonces en Andalucía, con momentos
de persecución importante como lo fue con la “Mano Negra”, una
asociación terrorista secreta. Se duda de su veracidad respecto a que
hubiera sido una creación como excusa para la represión del
anarquismo; aunque sí que llevó a cabo ataques terroristas
importantes como lo fue el del Liceo de Barcelona, el del atentado del
Corpus en Barcelona o los magnicidios (Cánovas, Canalejas, Dato…).
Una cuestión fundamental en esta cultura política es la casi
sacralización de la huelga general revolucionaria, vista como gran
instrumento de redención de los obreros, partiendo de la constatación
de que el capitalismo ha entrado en dependencia de todos los sectores.
Desde el punto de vista organizativo está la proyección de la I
Internacional, donde los obreros se organizarán en torno a la
Federación de Trabajadores de la Región Española en el seno de la AIT
en 1870, pero con ideas bakunistas. Entrará en la clandestinidad en
distintos momentos debido a su persecución, pierde gran parte de los
efectivos… Es muy reprimida durante la persecución de la Mano Negra
(1882), llegando casi a desarticularla completamente, y tenderá al
anarcosindicalismo. En 1900 se reconstruirá esta Federación, que venía
prácticamente desarticulada, como una organización sindical. Algo más
tarde, en 1907, se funda en Cataluña Solidaridad Obrera, de tendencia
anarcosindicalista, pero de proyección catalana, a partir de la cual se
organizará la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) en 1910,
de proyección nacional; para contrarrestar la influencia creciente de la
UGT. Tendrá un gran éxito, siendo el sindicato más importante de
España; en 1911 tendrá la primera conferencia en España. Rechaza la
jerarquía y la burocracia, marcando la huelga general revolucionaria
como objetivo inmediato para una sociedad colectivista. Desde el
momento de su fundación pasará a seguir los mismos pasos que el
anarquismo anterior (persecuciones, ilegalizaciones…), pero con una
mayor resistencia. Este punto es diferente en la UGT, pues la
clandestinidad se deja notar mucho más y se sufre más notablemente.
La CNT votará la adhesión a la internacional comunista enviando a
Ángel Pestaña, como observador en el país, quien enviará un informe
negativo de la situación que se vivía en Rusia, apartándose entonces
de la III Internacional.
El movimiento obrero se refleja en lo que podemos denominar los
poderes facticos de la Restauración, los grandes grupos de poder
(Desde el Estado a las oligarquías). Se habla mucho de la cuestión
social, simplificando aquello que para los obreros de las organizaciones
internacionalistas es un conflicto sin solución posible en cuanto a la
negociación, desde el punto de vista de las élites será una simple
cuestión que podría resolverse mediante una determinada fórmula. En
el fondo muestra la escisión entre gobernados y gobernantes que solo
son capaces de afrontar el movimiento obrero como una enfermedad
temporal, en la que las posiciones más avanzadas de la política usan
medicina; mientras que los mas duros, la violencia. Las posiciones más
progresistas de la política a veces son ligadas con posiciones
armonicistas como el krausismo, de la manera que surgirán iniciativas
u organizaciones que tratan de paliar la situación social: Comisión de
Reformas Sociales (1883), Instituto de Reformas Sociales (1903) o
leyes (Descanso Dominical, Seguro Obligatorio de Vejez, derecho a la
huelga, jornada laboral de 8h…). La aplicación práctica tendrá
dificultades, aunque a la larga se va a aplicar. En 1920 se crea el
Ministerio de Trabajo y Previsión social, dejando ver la gran
importancia que adquiere esta cuestión social dentro de la política en
el siglo XX.

Bibliografía recomendada sobre el tema:

Sobre el partido conservador: Carlos Seco Serrano tiene diferentes


monografías sobre la época de Alfonso XIII. Una monografía-biografía de
Eduardo Dato. Javier Tusell tiene una biografía sobre Antonio Maura, al igual
que Juan Avilés sobre Maura y el maurismo. María Jesús González Hernández.
Sobre el partido liberal: Salvador Fornell Muñoz tiene obras sobre Canalejas
y su importancia frente al liberalismo clásico y más economicista, este nuevo
liberalismo está muy representado en Canalejas, el Estado debe intervenir,
liberalismo que debe entrar en el ámbito social. Carlos Herrera tiene un
volumen para estudiar la vida de Segismundo Moret. Para otros líderes
también otras biografías: Romanones o Santiago Alba.

Sobre la monarquía restaurada la bibliografía es amplísima. Anarquismo,


socialismo, republicanismo cuentan con un montón de obras. El carlismo
cuenta con trabajos de Vicente Garmendia sobre las vinculaciones de la
ideología carlista y los orígenes del nacionalismo vasco (1984) o los estudios
sobre el carlismo como elemento desestabilizador de Eduardo González
Calleja: La razón de la fuerza (1988) o el Mauser y el Sufragio (1989). Como
síntesis El carlismo (2000) * de Jordi Canal o Banderas blancas, boinas rojas
(2006).

Para los nacionalismos alternativos hay obras que analizan los tres grandes
en la misma obra a la vez que el nacionalismo español: Los nacionalismos en
la España contemporánea de Xoxé Núñez Seixas, o también el mismo de José
Louis Guereña. También como obra general la Invención de la tradición de
Hobsbawm. Los trabajos de Antonio Elorza sobre el nacionalismo vasco: Un
pueblo escogido (2001). Para el nacionalismo catalán puede hacerse por
biografías de los grandes líderes: Prat de la Riba, Cambó, Almirall; u obras
de síntesis Breve historia del nacionalismo catalán o El nacionalismo catalán.
Para el nacionalismo/ regionalismo biografías de personajes importantes
como Castelao, aunque hay menos obras, y como síntesis El nacionalismo
gallego de Justo G. Beramendi o su tesis doctoral: De provincia a nación.

Para el movimiento obrero hay material para mucho, pero resumiendo


mucho, la tendencia en las últimas décadas es dejar un poco de lado los
temas puramente económicos y no preocuparse por la organización política y
su evolución, centrándose en la cultura, la sociedad y análisis sociológicos y
antropológicos relacionados con la sociabilidad colectiva y las diferentes
culturas políticas. Hay monografías (basadas en tesis doctorales) centradas
en los espacios donde más implantación tuvo el anarquismo: Ángeles Barrio
tiene una monografía del anarquismo en Gijón y en Asturias. José Álvarez
Junco con La ideología política del anarquismo español (1976). La obra
coordinada por Julián Casanova, Tierra y libertad (2010) * o también una obra
colectiva El anarquismo español y sus tradiciones culturales. Sobre el
socialismo Sara Hidalgo hace una obra sobre el socialismo vizcaíno desde la
historia de las emociones: Emociones obreras, política socialista. Movimiento
obrero vizcaíno 1886-1916. Obras de Santos Juliá, Moral Sandoval y Santiago
Castillo. La obra que coordina Carmen Fernández Casanova: Pablo Iglesias y
su tiempo. En 5 tomos está La Historia del socialismo español dirigida por
Manuel Tuñón de Lara. También la Historia de la UGT en 6 tomos. El
republicanismo está abordado desde muchos puntos de vista, las biografías:
El emperador del paralelo: Lerroux y la demagogia populista de Álvarez Junco
o Blasco Ibáñez de Ramir Reig Armero: Blasquistas y clericales. La lucha por
la ciudad de Valencia. Para Asturias las obras Sergio Sánchez Collantes. Los
libros Republicanismo y Anarquismo en Andalucía, Republicanismo y
Educación, sobre republicanismo educación y krausismo. La obra de Miguel
Román González, La pasión revolucionaria: Culturas políticas republicanas y
movilización popular en la España del siglo XIX. Otra obra sobre los diferentes
republicanismos de Manuel Suárez Cortina, El gorro frigio: liberalismo,
democracia y republicanismo en la Restauración*. Las obras de Francisco
Erice sobre el comunismo son muy recomendables también, tanto a nivel
nacional como a nivel asturiano.
Tema 6. Transformaciones económicas, sociales y
culturales en el primer tercio del siglo XX
Demografía
Para estudiar este campo hay diferentes fuentes, a partir de 1863
hay registro civil, padrones de población… A principios de siglo XX
encontramos los censos de población cada 10 años, realizado por el
Instituto General Geográfico y Estadístico. Hay censos de distinto tipo
anteriores con intención militar, fiscal… pero los censos
verdaderamente fiables, además de regulares, se puede considerar
que empiezan a partir de 1857 y si vamos a principios del siglo XX, a
partir de 1900, cada diez años contamos con censos de población de
manera que podemos ver que en ese año España cuenta con algo más
de 18,5 millones de habitantes; lo cual es poco en comparación con
otros países (Alemania tenía 50, Francia 40, Reino Unido 37) pero que
contemplará un ritmo muy acelerado. En 1910 España supera los 19,5
millones; 1920 cuenta con 21 millones de habitantes, para que
finalmente en 1930 casi 23,5 millones de habitantes censados.
Gráficamente la curva poblacional iría
creciendo exponencialmente más que en el
pasado, pues en 1868 la población era de 16
millones de habitantes. Desde esa fecha hasta
1900 solo hay 2,5 millones de crecimiento,
mientras que desde ahí hasta 1930 hay unos
5 millones de habitantes más. El doble de
crecimiento en un período similar. Hay un salto
demográfico considerable, que hace
preguntarnos de donde procede este salto.
La tasa de mortalidad (fallecidos por cada 1000 habitantes en un
año) es 28,9 en 1900 y en 1930 de 16,8; son más de 8 puntos de
diferencia. Si echamos la vista atrás, si comparamos con la estadista
de 1868, la tasa de mortalidad estaba en 34,1; un descenso de poco
más de 5 puntos con respecto a comienzos del siglo XX. Desde luego
aumenta la esperanza de vida, relacionada con mejore condiciones de
vivienda, mejores servicios sanitarios, alimentación, higiene… La
esperanza media de vida al nacer en 1900 es de 35 años, y en 1930
en torno a los 50 años. En estos cambios que se producen hay cambios
permanentes, pero también coyunturales como la Gripe Española de
1918; una gripe muy fuerte que produce cientos de miles de muertos
por toda Europa. Se denominó así porque debido a la censura durante
la I Guerra Mundial, los países implicados no la mencionaban por temor
a la caída de la moral, siendo España uno de los pocos países en los
que realmente se habla debido a su no participación.
Hay otra cuestión que rebaja la esperanza de vida, y es que durante
el primer tercio del siglo XX la natalidad baja (nacimientos por cada
1000 habitantes), pasando de 33,8 en 1900 a 28,1 en 1930. Como
cualquier sociedad en proceso de modernización, el matrimonio no es
tan temprano, el número de hijos no es tan constante… de manera que
vemos la modernización demografía en paralelo con otros procesos de
industrialización, el asentamiento de la sociedad de masas y el paso de
un modelo demográfico antiguo, en el que la mortalidad era muy y alta
al igual que la natalidad; a un modelo demográfico moderno, dándose
un modelo de transición demográfica clásico que ya se había visto en
otros países más modernizados. Dentro de este esquema la natalidad
desciende, pero si bien la caída de mortalidad es más brusca, esta es
más suave. Hay también movimiento de población que mantiene la
tendencia general a la concentración poblacional en la periferia de la
península; Asturias, Cataluña, País Vasco atraen población a la vez que
se generaliza la pérdida de población rural en favor de las ciudades que
crecen desordenadamente, con barrios obreros con muy mala
infraestructura. Los espacios cerealísticos del interior son los que más
sufren estos movimientos poblacionales. La migración con América se
retoma tras la I Guerra Mundial, aunque no adquiere el mismo nivel.

Economía
El sector agrario seguía siendo muy importante en España, aunque
desciende entre 1900-1930, pasando de representar el 50% del PIB a
33% del PIB la agricultura, la ganadería y pesca. El 70% de la población
pasó a ser el 47% en 1930 dedicada al sector primario. A pesar de
estos datos, el reparto es muy desigual de manera que en Castilla hay
muchas diferencias con respecto a Cataluña, por ejemplo. La
agricultura experimentará una expansión lenta pero constante, que no
llega a ser suficiente para superar la miseria, cuestión que repercute
en el crecimiento industrial; pues si no hay población campesina que
genere excedentes para venderlos y no puede comprar productos
industriales. El mundo campesino tenía capacidades económicas
limitadas, casi al bode de la supervivencia en muchos casos.
En el sur peninsular se producirá la progresiva extensión del regadío
para así evitar los problemas del clima, pero además crear una mejor
producción agrícola destinada para el comercio exterior, especialmente
durante el período de la I Guerra Mundial. El problema que vemos en
la agricultura es el mismo que en muchos otros sectores, el de una
mentalidad de los propietarios conservadora, los cuales prefieren
extender sus propiedades y tierras antes que reinvertir los beneficios
en mejorar la productividad o maquinaria de sus propiedades. Otro
factor sería el proteccionismo y las demandas continuas de mayor
protección de los productos propios o de grabar con impuestos los
productos que llegan del exterior. En el sur de la Península, a pesar de
las excepciones, siguen predominando a principios de siglo los sistemas
que dejan la tierra descansar periódicamente para volver a cultivar.
Por otro lado, en la zona norte de la Península será la escasez de
tierras lo que obligará a intensificar los cultivos, lo cual se va a ver
fomentado porque hay un asociacionismo agrario desde finales del s.
XIX fuerte, de pequeños propietarios agrario; será un factor clave para
crear redes para la reparación de maquinaria, préstamos, redistribuir
excedentes del campo, creación de concursos de ganado… Destacan
los campos de presentación, espacios donde se trata de mejorar las
técnicas de producción, lo cual no quiere decir que en el norte de la
Península haya un panorama de crecimiento perfecto y modélico, si no
que hay posibilidades limitadas a pesar de haber un mayor dinamismo,
sobre todo en el campo de la ganadería, que pasará a jugar un papel
clave en la economía de estos territorios norteños. Entre 1907-1920 la
producción y el uso de abonos en España se multiplica por cinco,
habiendo un salto importante en cuanto a la mecanización. Son
avances localizados en determinados territorios y, por tanto, necesitan
matices.
Respecto a la industria se aprecian avances importantes como
muestra el aumento del consumo de energía entre 1900-1930, con casi
el cuádruple de energía consumida. Crece de forma importante la
producción de la hulla sobre todo en León y en las Cuencas Mineras
asturianas, aunque en esta última tiene bastantes inconvenientes
respecto a la hulla inglesa pues, en condiciones iguales, sale más
barato el carbón transportado desde Inglaterra que hacerlo desde las
cuencas mineras, por lo que no hay posibilidad de competir con el
carbón británico, así que se recurre a proteger económicamente la
producción nacional y colmatar de impuestos al cabrón exterior. Por
ese motivo no dejará de crecer durante los primeros años del s. XX la
producción de la hulla asturiana con el proteccionismo estatal, siendo
un sector frágil que crecerá al calor de las coyunturas favorables como
IGM o al calor del proteccionismo estatal. La electricidad también se
comienza a utilizar desde inicios de siglo de forma masiva ya que se
puede transportar mediante cables de alta tensión, lo cual cambiará la
forma de vida sobre todo en el mundo urbano, destacando el
alumbrado de grandes ciudades que se hará algo común desde finales
del s. XIX; aparecerán grandes compañías hidroeléctricas y se
empleará en grandes producciones.
En cuanto a la industria pesada, el núcleo fundamental se encuentra
en Vizcaya desde 1880m sustituyendo a Asturias como líder del
mercado siderúrgico, aunque en 1902 se fundará desde distintas
empresas anteriores los Altos Hornos de Vizcaya, un foco de
dinamización del sector siderúrgico, aunque en Asturias siguen siendo
importantes las empresas que habían capitaneado este avance
industrial, como la Fábrica de Mieres. En este sector las condiciones
favorables generadas por IGM y la demanda de energía, no se
emplearán adecuadamente ni se reinvertirán en mejoras. Hay otras
industrias tradicionales como la textil catalana que, a pesar de sufrir
estancamientos, siguen siendo claves. En términos generales, las
primeras décadas del s. XX es una época de crecimiento industrial,
acelerado a partir de 1920 que es importante pero no permite alcanzar
el despegue que habían tenido otros países industrializados.
La balanza comercial española solamente arroja un saldo positivo
coincidiendo con IGM y su inmediata posguerra, favorecida España por
su postura neutral: se exportan productos de consumo y necesarios
para alimentar la industria bélica, pero a partir de 1920 vuelven a tener
más peso las importaciones (productos químicos, maquinaria…). Otro
factor importante es la banca configurándose en el primer tercio del s.
XX con unas características diferentes a las del siglo anterior, siendo
favorecida por la “repatriación” de capitales como consecuencia de la
pérdida de las colonias, sobre todo de Cuba; verá favorecida por la
situación entre 1916-1920 por la IGM. A principios del s. XX crecen
enormemente las cajas de ahorros, mientras que los grandes bancos,
que no eran muchos en número pero que empiezan a tener notable
importancia, van a concentrar la mayor parte del negocio de la banca,
estando concentrados en Madrid y Bilbao, sin olvidar el eje bancario en
Asturias (Oviedo y Gijón). La banca de la época ocupaba ya durante
este periodo (primer tercio s. XX) una posición importante en cuanto a
la financiación del proceso industrial (banca mixta, más banca que
fomenta el comercio, los préstamos, el ahorro… pero que también
invierte en industria, haciendo que los capitales extranjeros que
tradicionalmente habían alimentado el proceso industrializador en
España sean sustituidos por capital nacional). En el plano más pequeño
destaca la época donde se da la apertura importante de sucursales
bancarias que se van a convertir en una red nacional.
En términos generales vemos un crecimiento incuestionable,
limitado, que acorta las diferencias con las economías europeas de
referencia pero que es muy desigual en cuanto a la implantación
territorial, no es capaz de modificar las estructuras de producción y no
se traduce en un desarrollo social paralelo. La situación más favorable
durante la IGM, en lugar de favorecer las condiciones de vida de los
trabajadores, se traducirá en un proceso inflacionista que hará que se
produzcan protestas en la calle, porque los salarios descienden al tener
que comprar productos de primera necesidad de mayor precio. El alza
de salarios real solamente llegará al final del periodo y en algunas
zonas industriales. No hay una transformación de las estructuras
económicas, por eso no se modificarán las condiciones de vida de la
población más desfavorecida y de los obreros.
Condiciones de vida
En cuanto a las condiciones de vida son diferentes según sectores y
lugares, dependiendo de factores un tanto ajenos a los propios
obreros: cuestiones como el paro, fuerza de la organización obrera,
número de huelgas ganadas o perdidas… hacen que las condiciones de
trabajo sean diferentes en una ciudad u otra, creando una situación
fragmentada. En términos generales, hay una evolución desde
principios del s. XX, donde las jornadas laborales de 10h o más eran
habituales, mientras que en 1920 ya era más normal la jornada laboral
de 8h, que tendrá un respaldo legal en 1919. Ese avance no implica
que se den situaciones uniformes como en el Madrid de principios siglo
XX, donde son todavía, en algunos oficios, habituales las jornadas
laborales de 14h, como los panaderos, mientras que hay otros oficios
que han conquistado ya las 8h, como carpinteros o tipógrafos. En el
mundo campesino seguirán siendo habituales las jornadas de sol a sol,
alcanzando más de 16h.
Se trata de una sociedad en la que hay una clara compartimentación
y segregación evidentes de espacios entre ricos y pobres, de forma
más clara que en el pasado; se aprecia bien en el campo de la vivienda
pues se consolida por parte de la burguesía los nuevos espacios de
ensanches, calles anchas, bien trazadas y despejadas… Los sectores
obreros van a concentrarse en las barriadas obreras de la periferia,
destacando La Regenta: en el barrio histórico todavía conviven
distintas clases sociales pero los nuevos barrios van a ser o burgueses
o proletarios. Ese esquema coexiste con otras variantes, como la
jerarquización en un mismo edificio o manzana, de manera que
aparece el piso principal, primero y segundo, mientras que la buhardilla
sería el espacio más barato donde se instalan las clases bajas. Esa
situación irá cambiando paulatinamente con la llegada de los
ascensores. También hay una segregación en cuanto a la aparición, en
el centro de las ciudades, de infraviviendas obreras, en donde existe
una vivienda muy barata en el centro de la ciudad por la cercanía a las
zonas fabriles, pero estas se esconden de la vista de cualquier persona
que pase por la calle. Estos modelos se denominan ciudadelas obreras,
“corradas” o patios corrales. Nos encontramos ante una ausencia de
intimidad que contrasta totalmente con la vivienda burguesa.
Una de las formas de pasar el tiempo es el paseo, es un modo de
conocer a gente nueva, un ejemplo sería el paseo de Los Álamos en
Oviedo, en donde se manifestaría el temor de las clases acomodadas
a los obreros pues a determinadas horas salían los obreros de trabajar,
con lo que no se buscaba mezclarse entre ellos. Existe también una
división en cuanto al ocio de cada una de las clases, pues las clases
altas optan más pro teatros, cafés, deporte…; mientras que las bajas
debido a sus horarios usaran otros métodos de entretenimiento como
el cine o los bares. Todo esto se produce en un contexto de expansión
de la sociedad de masas, que ahora también se pasa al espectro
cultural. Sin embargo, para que esto ocurra es necesario que haya un
salario en las clases populares que permita a
estas gastarlo en el ocio sin que complique
su subsistencia. También es necesario que se
rebaje el horario laboral para poder dedicar
el tiempo libre al ocio (importancia del
descanso dominical), o también el aumento
de las tasas de alfabetización para la
extensión de la práctica de la lectura entre
públicos populares.
El primer cuarto del siglo XX, el mundo de la edición sufre un
crecimiento muy notable, duplicándose respecto al período anterior.
Hay ediciones que son específicas de las clases bajas, dedicadas a estas
a través de novelas por fascículos o entregas. Son novelas sencillas de
leer, editadas en letra grande, con muchos diálogos… y ese fenómeno,
que es sobre todo del siglo XIX, se traslada a las colecciones literarias
de kiosco. Se producían los viernes pues era el día de la paga, con
papel prensa, de muy baja calidad, conocidas como literatura de
kiosco. El préstamo de libros se liberaliza, pues antes era bastante
restringido y dedicado al estudio, ahora poco a poco se prestan novelas
o de tipos dedicados al ocio. Se puede decir, que la producción de
impresos va a crecer con el de la prensa diaria, igual que los fenómenos
políticos, será de masas. No es tanto por las grandes tiradas, pues
superarán ligeramente los 100.000 ejemplares, si no porque usan
técnicas destinadas al público de masas: dinero dedicado a la
publicidad, crean la noticia, prensa que busca entretener con los relatos
de los sucesos (crímenes, como el de la calle Fuencarral), secciones de
deportes (años 20 y 30). Ya no es una prensa para las élites, si no que
está dirigida para el gran público. Tampoco se puede olvidar el papel
de la radio y las emisiones regulares, que en España surge entre los
años 20 y 30.
Esa proyección popular sobre el ocio también tiene su repercusión
en los centros culturales como casinos, ateneos, casas del pueblo,
centros instructivos republicanos… En los que los factores culturales
(obras de teatro, música, lectura de poemas…) tienen como objetivo
atraer a las personas a la ideología que lo promociona, pero que
acabarán compitiendo con los espacios puramente de negocio como los
grandes teatros. Aparecerán espectáculos como los Music Hall, en los
que se combinan distintas cosas: canto, chistes, magos, bailes…; pero
sobre todo el cine. En esas primeras proyecciones, era un espectáculo
de feria en donde la gente no sabía distinguir correctamente, no hay
un verdadero relato, cosa que cambiará según pase el siglo XX
adquiriendo una importancia notable entre las clases populares,
nuevamente, con el carácter de publicación semanal. El deporte, que
en un inicio había sido visto como una actividad de élites, se va
convirtiendo en una forma de entretenimiento para el practicante, pero
también para el espectador. Las barreras del deporte profesional se
derivan claramente a partir de los años 20 y la Dictadura de Primo de
Rivera.
Educación a principios del siglo XX
Ya habíamos visto el atraso en cuanto a la alfabetización, siempre
menor en la mujer respecto al hombre debido a la discriminación social
de la mujer, pero que se va reduciendo estas diferencias y al mismo
tiempo se van dando medidas importantes en el terreno de la
educación. La primera a comienzo de siglo, en 1900, con la creación
del Instituto de Educación Pública y Bellas Artes; en 1902 comienza a
efectuarse el pago de los maestros por el Estado (anteriormente era
desde los ayuntamientos), en 1911 se crea el cargo Director General
de Primera Enseñanza, con Rafael Altamira al frente. A lo largo del siglo
XX se tiende a que el Estado asuma los gastos de construcción de
nuevas escuelas, aunque nunca llegan a alcanzarse los objetivos
planeados; será finalmente con la II República cuando se apliquen
muchas novedades: enseñanza mixta, inversión en construcción de
escuelas, mejoras en las condiciones de los maestros, apoyo a la
educación pública y laica. Pese a todos los esfuerzos, en 1935, el 82%
de las escuelas eran no graduadas, aquellas en la que los chicos y las
chicas están todos juntos sin distinción de edades bajo un mismo
maestro. Las deficiencias eran cubiertas por asociaciones de distinta
orientación (religiosas o laicas). En la enseñanza secundaria hay una
evolución bastante grande muy orientada a las clases medias, aunque
se tendía a bajar el listón económico, pues en 1900 de 42.000 alumnos
se aumenta a 72.000 en 1930; y en la universidad el crecimiento en
las primeras décadas es muy insignificante, comenzando a crecer en
los años 20: de 20.000 en 1920 a 32.000 en 1930.
Respecto a la participación de la mujer en la enseñanza secundaria
es bastante ínfima, pues en 1915 hay un 4% y 1928 es un 15%, pero
este aumente representa un cambio en la mentalidad de la sociedad.
Cabe recordar que la mayoría de la educación era segregada y dirigida
por religiosos. En la universidad hay aún más restricciones,
dependiendo de la orientación profesional, llegando a haber
profesiones prohibidas por ley a las mujeres. Habría una pequeña
minoría de matrícula femenina en 1920, de un 3% que aumentaría al
5% en 1930.
En términos generales, la situación de la mujer española, hasta el
cambio que supone la II República, era de minoría de edad constante,
en la que solo pasa de depender del padre para depender del marido.
No dejaba espacio para la proyección social o política en los asuntos
públicos, dándose ya desde el siglo XIX unos discursos de mayor
formación de la mujer, pero para darle mejores capacidades a la hora
de ejercer sus labores de ama de casa. Sin embargo, estos discursos
cada vez subirían más reivindicaciones, llegando a lo que conocemos
hoy como feministas, enfrentándose a las ideas de los propios partidos
que en un inicio habían comenzado con estos discursos. Hay también
avances que reflejan cambios relativamente importantes en el
funcionamiento del Estado, por ejemplo, con el Estatuto de
Funcionarios Públicos de 1918, se regla a la mujer como auxiliar en
cualquier oficio y sin discriminación respecto al varón. En el siglo XIX
ya se había abierto el acceso de mujeres a correos y telégrafos, un
espacio que la mujer adquiriría mucho peso; y desde 1910 se abrirán
las instituciones para su ingreso.
Habrá ejemplos de mujeres como Victoria Kent,
primera mujer admitida en un colegio de abogados y en
1930 será la primera en actuar como abogada en un
tribunal militar. La presencia en organizaciones
femeninas se produce en el siglo XIX, muy conservadoras
y ligadas a la iglesia con la beneficencia, que en todo caso
contribuyen a la presencia pública de la mujer fuera del
hogar. Se habla incluso de “feminismo sensato”, no
reivindicativo ni de igual de derechos. Lo sindicatos
católicos, que tienen escaso éxito en España, también aportan ciertos
avances sobre todo en el sector textil. Hay organizaciones que sin estar
ligadas a la iglesia destacan la modernidad del catalanismo, en donde
muy pronto se comprende la necesidad de que cuente con un brazo
político femenino, de manera que desde la Lliga Regionalista se
organiza la Lliga Patriótica de la Mujer en 1906, eso sí, con muchas
limitaciones y de carácter conservador.
Luego aparece un feminismo de base más izquierdista en la que se
reclama una igualdad civil y política, pero aún así en la mayoría de los
casos con objetivo de redimir a la clase obrera, y no solo
exclusivamente a la mujer. En 1906 en la Comisión Ejecutiva de la UGT
se va a elegir a una mujer, Virginia González Polo; se crea en el mundo
del socialismo un primer grupo femenino socialista en Bilbao en 1904,
en Madrid será en 1906 que pasará a llamarse como Agrupación
Femenina Socialista a partir de 1910. En el anarquismo catalán La
Sociedad Autónoma de Mujeres y La Sociedad Progresiva Femenina,
son algunos de los ejemplos que venían ya desde finales desde el siglo
XIX, creadas por Teresa Claramunt. Existen otras organizaciones,
interclasistas, sin orientación política clara como la Asociación Nacional
de Mujeres Española, liderada por María Espinosa de los Monteros.
En 1897 ya se planteaba la posibilidad, desde posiciones
conservadora, el voto femenino. No se planteaba de forma realmente
seria, y en 1907 ya había un debate importante respecto a la reforma
electoral, al año siguiente es una propuesta republicana para conceder
el voto femenino en las elecciones municipales. En 1919 bajo el
gobierno de Burgos Mazo propone el voto femenino para favorecer las
posiciones electorales del partido conservador. Hay también cierta
efervescencia en cuanto a la discusión del voto femenino en la prensa
española, sobre todo en el Heraldo de Madrid con la periodista Carmen
de Burgos que firmaba con pseudónimo. Lleva a cabo distintas
encuestas con electores, en la que muchos casos las mujeres mostraba
respuestas negativas. Los cambios en ese ámbito legal son todavía
muy pocos, produciéndose con muchas restricciones, durante la
Dictadura de Primo de Rivera y consecuentemente con poca relevancia,
pues un voto durante una dictadura… de poco vale.
Otra cuestión que hay que mencionar es la entrada en la Edad de
Plata de la cultura, y sobre todo de la literatura española. Es una época
particularmente fértil que comienza a principios del siglo XX o finales
del XIX y llega hasta los años 30. Tiene un carácter fundamentalmente
literario, pero que también tiene espacio en otros artes como Luis
Buñuel en el cine. En la generación del 98 hay un gusto por el ensayo,
preocupado por el significado de lo español y la relación de esto con lo
Europa, luego la generación del 14 tiende más por preocupación
europeización de España, mientras que la generación del 27 tiene un
tinte más poético. La cuestión del papel que juegan muchos de estos
autores, como intelectuales en la vida pública española, es una
novedad en cuanto a la proyección en la vida pública en personas que
empiezan a ser definidas como intelectuales, no tanto como adjetivo si
no como sustantivo.
Estos ya no funcionan como artistas aislados,
si no que estarán para denunciar las
arbitrariedades del poder políticos a través de
manifiestos denunciando alguna actividad. Es
algo que rompe totalmente con la figura del
sabio del siglo XIX, inmerso en sus
conocimientos y fuera de la vida pública.
Alguno de los integrantes de la generación del
14, por ejemplo, serán relevantes en la vida
pública como es el caso de Azaña que llega en
el cargo más alto durante la II República; o la
persona de Ortega y Gasset con la creación de
organizaciones Organización al Servicio de la
República y Liga de Educación Pública.

Bibliografía recomendada:

Luis Enrique Otero Carvajal: “La sociedad urbana y la irrupción de la modernidad


en España, 1900-1936”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 38
(2016).

Vicente Pérez Moreda: “La modernización demográfica”, en Antonio Morales


Moya, La modernización social, Madrid (2001), pp. 39-64.

Javier Silvestre Rodríguez: “Inmigraciones interiores e industrialización: El caso


de la ciudad de Zaragoza durante el primer tercio del siglo XX”, Revista de
demografía histórica, vol. 21, nº 2 (2003), pp. 59-92.

Blanca Sánchez Alonso: Las causas de la emigración española 1880-1930


(1995), el capítulo 6: “Los determinantes de la emigración: Análisis
provincial”,

César Yáñez Gallardo (1994): La emigración española a América, siglos XIX y


XX: dimensión y características cuantitativas

James Simpson (1997): La agricultura española (1765-1965): La larga siesta

Manuel Tuñón de Lara y Ramón María Alvar González (1992): Las ciudades en
la modernización de España: Los decenios interseculares (Historia)”

Vicente Pérez Moreda, David Sven-Reher y Alberto Sanz Gimeno: La conquista


de la salud (2015), el capítulo 4: “La mortalidad de la infancia: clave de un
cambio histórico”, pp. 147-210 (capítulo del que también es coautor Diego
Ramiro Fariñas).

Luis Enrique Otero Carvajal y Rubén Pallol Trigueros (coords.) (2017): La


sociedad urbana en España (1900-1936): Redes impulsoras de la modernidad
Tema 7. Crisis de la Restauración y Dictadura de Primo de
Rivera
Alfonso XIII tiene una manera de actuar diferente a la que hacía
María Cristina durante la Regencia (1885-1902). Se hablan de “Crisis
orientales” en referencia al Palacio de Oriente, porque el rey no
concede el favor al gobierno que está en el poder, significando una
mayor intervención del rey en el sistema del turno. En los primeros
años de esta crisis se dan los intentos de reforma más importantes
desde dentro con dos personalidades políticas: Maura (conservador) y
Canalejas (Liberal). El primero, para evitar una revolución social
pretendía llevar a cabo una serie de reformas desde arriba sin
cuestionar los fundamentos sociales de la propiedad o la religión
imprescindibles para el pensamiento conservador.
Maura gobierna entre 1907-1909, el llamado gobierno largo de
Maura y en la que se sucede la Semana Trágica. Tras esta etapa
volverá al poder en diferentes momentos (1918, 1919 y 1921) pero ya
no llevaría a cabo su programa político, más bien significaría una
persona política fuerte para no dar concesiones en gobiernos de unidad
nacional. Una de las medidas efectivas es la Ley antiterrorista, sobre
todo contra el anarquismo, pero al mismo tiempo esto le granjea una
oposición política muy grande debido a su creciente autoritarismo;
cuando más puede desarrollar su proyecto político es cuando lleva
medidas modernizadoras, dando autonomía a los poderes locales que
hasta entonces dependían mucho de Madrid o también para acabar con
el caciquismo. Por ejemplo en las elecciones generales de 1903, siendo
Maura ministro de la gobernación de Silvela, prohíbe la intervención
para el fraude electoral (razón para que salgan ciertos diputados
republicanos), pero durante el Gobierno Largo no será así, pues
establece una reforma en la Ley Electoral en la que si bien permite el
sufragio obligatorio, con el Articulo 29 de esta reforma, los caciques lo
aprovechan para modificar las elecciones.
El otro gran proyecto político surge del partido Liberal y la acción
política de Canalejas en el gobierno de 1910-1912. Así como Maura
representa la derecha, se puede decir que Canalejas está a la izquierda,
cercano a un nuevo liberalismo que no es el que tenía el mercado como
herramienta para resolver los problemas, este comprenderá que es
necesario intervenir en el mercado para evitar la injusticia social.
Canalejas ampliará el carácter democrático del liberalismo con medidas
de regulación laboral, lo cual satisface una reivindicación del partido
desde época de Espartero, la eliminación de un sistema militar injusto
en donde existía la redención en metálico. A pesar de esta medida
realmente no acaba con el problema de raíz, si no que Canalejas
aplicará una solución intermedia que tampoco es igualitaria: el soldado
de cuota, aquel que hace el servicio militar en mejores condiciones que
el resto, paga por reducir el tiempo, puede elegir destino, no puede ser
utilizado para labores domésticas de oficiales…etc. El agravio se
reduce, pero sigue siendo discriminatorio. Así y con todo esto, el
programa de Canalejas se basa en el fortalecimiento del poder civil y
el papel del Estado como agente modernizador, factor que chocará
contra la Iglesia y que le llevará a aplicar una política laica que será
por la que más se le recuerde.
La separación Iglesia y Estado estaba poco claro, por ello que
Canalejas creará la Ley del Candado de 1910, cerrando la entrada de
nuevas órdenes religiosas, provenientes mayoritariamente de Francia
y Portugal. Esta ley provocará protestas, Canalejas acentuará más esa
política con la Real Orden que permite la manifestación pública de
signos religiosos no católicos. Eso dará lugar a que esas medidas sean
vistas como un ataque al catolicismo, pero que realmente servirían
como medidas previas para las que se tenían previstas. Todo esto a
pesar de que Canalejas era católico practicante. Esto terminará con el
asesinato de Canalejas en 1912.
La presencia española en el norte de África se remonta a mucho
tiempo atrás, época de los Reyes Católicos con el centro de Ceuta y
Melilla. Esta presencia española a mediados del siglo XIX se transformó
en enfrentamientos contra las Cabilas o asociaciones tribales durante
los años 1859-60 con el gobierno de O’Donnell. A partir de 1898 la
política española sufre un repliegue del Pacífico hacia África, ya que era
el único espacio disponible para la política colonial a pesar de la notable
presencia francesa y también la importancia que tiene el Imperio
Alemán, el cual había quedado excluido del reparto colonial y trataba
de hacerse con el control de terrenos. Estas tensiones entre ambas
potencias, solo se calmarán con la Conferencia de Algeciras en 1906,
en la que no está Alemania,
se reconoce la soberanía del
sultán de Marruecos y se
aclaran dos zonas de
influencia para Francia y
España, esta al norte del Rift.
Existirán más acuerdos como
el de 1912 en donde se
establecen dos protectorados
pero que el español no será
verdaderamente efectivo
hasta su pacificación en 1927.
Es precisamente en 1909, a través de las
acciones españolas en Marruecos (construcción
de ferrocarril, infraestructura…) que los rifeños
atacan a los españoles complicando la situación
hasta la necesidad de intervenir el ejército y que
conllevará a la llamada de reservistas. Aquellas
personas que ya habían cumplido con un servicio
militar cargado de condiciones adversas,
provocarán protestas mientras que en Melilla la
situación se agrava hasta lo que se conocerá como el desastre del
Barranco del Lobo, un desfiladero situado en el Gurugú, donde se
producirá una matanza de soldados españoles mientras que como
trasfondo de todo ello estará la expansión francesa por el Magreb. A
todo esto, la presión de los militares influyentes de Alfonso XIII y la
presión ejercida por los capitalistas que tenían intereses en las minas
del Rift, producen una nueva llamada a filas a los soldados de reserva
de diferentes zonas, cometiéndose por el gobierno la torpeza de
embarcarlos en el puerto barcelonés. Muchos de esos reservistas
provenían de la zona, teniendo en cuenta que en Barcelona había
fuerzas hostiles desde los republicanos de Lerroux a los catalanistas.
Como trasfondo de lo que sucede en la semana trágica hay un
sentimiento antimilitarista que se une al recuerdo del desastre de
1898. Se convocará una Huelga general el 26 de julio 1909 dando lugar
a una insurrección que dura una semana durante la cual las personas
que participan van a asaltar armerías, produciéndose tiroteos e
incendiando numerosos edificios religiosos. Como cabía esperar, en la
calle habrá numerosos muertos y heridos, desencadenándose un
proceso de represión.
La represión deja una huella en la población por el miedo a lo que
supondría una nueva insurrección y por el fusilamiento de Ferrer i
Guardia. Para la historiografía más conservadora, este era culpable de
los desmanes cometidos durante la Semana Trágica, tratando de
desprestigiarlo con cuestiones de su vida privada. Para la historiografía
más liberal, era una especie de “apóstol” del progreso educativo,
siendo un mártir del oscurantismo y la Inquisición. Destaca la obra de
1972 Joan Connelly Ullman La semana Trágica, llegando a la conclusión
de que los méritos, como innovador en pedagogía, de Ferrer i Guardia
eran limitados. Al mismo tiempo Ullman considera que, a pesar de ser
un divulgador, carece de cualquier responsabilidad directa de la
Semana, destacando la falta de garantías legales y que lo que se juzgó
fue la ideología. La condena a muerte hará que la opinión progresista
europea se levante en pie de guerra y aluda a la reaparición en España
de la Inquisición, manifestaciones multitudinarias en capitales
europeas…
A partir de aquí los momentos de transformaciones más importantes
se inician con la I Guerra Mundial, el Trienio Bolchevique y la Dictadura
de Primo de Rivera.
Primera Guerra Mundial y la triple crisis de 1917
Para muchos autores actúa como
precedente de la Guerra civil, ya que se
produce una división entre aliadófilos y
germanófilos. Una división tan importante en
la sociedad española que el tema nunca se
puede dejar de lado, pero que causa muchas
rupturas por tomarse en serio cada ideología.
En términos generales, la derecha está de
parte de las potencias centrales, mientras que
la izquierda está el lado de los aliados a pesar
de que estaba la Rusia zarista en este bloque.
Después también hay que tener las consecuencias económicas, pues
desde España se abastece a los países beligerantes en condiciones
ventajosas de los sectores claves: carbón, productos textiles, pero
también en la banca o agricultura. Es un crecimiento que no deriva en
un cambio de la estructura económica pues no se reinvierten las
ganancias en mejorar la producción, y que además produce tensiones
importantes con una minoría que adquiere mucha riqueza por la
guerra, pero al mismo tiempo un proceso inflacionista en el que los
obreros pierden poder adquisitivo. Acrecentando las diferencias entre
la burguesía industrial enriquecida y las clases terratenientes asentada
los espacios del cereal que realmente tienen el poder político.
La polarización social y las diferencias van acabar estallando en 1917
que es desde luego la crisis más seria para el sistema de la
Restauración hasta la acontecida con Primo de Rivera. Es el
protagonismo político de los militares, eclipsado durante los primeros
momentos de la Restauración. A partir de este momento pero que ya
contaba con precedentes antes, por ejemplo, en 1905 se producen un
ataque por parte oficiales españoles a periódicos de ideología
catalanistas (Cu-cut y La Veu), tras ello los militares forman comisiones
en las que se declaran en rebeldía hasta que no se ilegalizasen los
partidos catalanistas y se aplicara una nueva ley en la que se
establecieran penas más dura en la que se defiendan las ofensas a la
nación. La primera aspiración no se logrará, sin embargo, sí que se
aplicará la Ley de Jurisdicciones de 1906 en la que se endurecerían las
penas contra la patria y sus símbolos. Estas peticiones son vistas por
el rey como algo que admirar de los militares que buscan defender su
país y el ejército.
Además, la IGM, descomposición del sistema político parlamentario…
contribuyen a fomentar el interés de los militares por la política. Hay
un ambiente de guerra social cada vez más acentuado en Cataluña,
destacando Barcelona. Por otra parte, como trasfondo de la primera
fase de la crisis de 1917 se encuentra la división en 2 grandes grupos
del ejército:
1. Militares africanistas, aquellos que mediante acciones bélicas
llevadas a cabo en Marruecos encuentran una vía rápida de
ascenso social a través de acciones bélicas directas.
2. Militares de la Península “de guarnición”, emplazados en
cuarteles, sometidos a menudo a unos sueldos que a menudo
son más insuficientes que los anteriores y cuyo descontento
crece por los planes del gobierno para reformar el ejército
(reducir el número de oficiales, el ascenso ya no será por
antigüedad automáticamente será con un examen y ciertos
requisitos…).
A finales de 1916 en Barcelona, nuevamente, surgen unas Juntas
Militares de Defensa especialmente en Infantería y Caballería. Estas
juntas defienden “la escala cerrada”, es decir, el ascenso producido por
orden de antigüedad y no por méritos de guerra; se oponen al
favoritismo que perciben en el pequeño círculo de militares cercanos al
rey, a los poderes oligárquicos formados en torno al parlamentarismo
y a los partidos políticos vinculados al caciquismo. Se extienden con
rapidez por las guarniciones de la Península a principios de 1917,
enfrentándose con el gobierno que trataba de disolverlas, sin éxito, con
el arresto de algunos de los dirigentes.
La Junta de Barcelona, que actúa como cabeza del movimiento,
dirige un manifiesto a todo el ejército y junto a otras exigencias de tipo
corporativo exige la legalización de las juntas, la liberación de
arrestados y plantean un auténtico ultimátum de doce horas en las que
el gobierno de García Prieto de carácter liberal debía aceptarlo. El
gobierno ante la amenaza de golpe de Estado se pliega, quebrando el
poder civil y el sistema político, sentando un peligroso precedente. A
pesar de todo, las juntas no son contempladas en un sentido golpista,
si no que su actuación y su éxito será interpretado no como una vitoria
del militarismo, si no de triunfo regeneracionista, democratizador y que
abre las puertas a otros cambios. Este movimiento será bien recibido
desde la izquierda y desde las filas del sindicalismo obrerista que
consideran en parte que es una especie de transposición del modelo
sindical al ejército, lo cual facilitaría la democratización del ejército. El
sindicalismo obrero consideraba que era una forma de vuelta del
ejército hacia los valores más liberales y democráticos, siendo posible
llevar al ejército a la proclamación de una nueva República.
En el verano de 1917 el gran acontecimiento es la Revolución rusa,
que sirve en gran medida como modelo de esperanza para unos y de
temor para otros y en esta situación de crisis de las Juntas, a mediados
de 1917, el parlamento se cierra y se suspenden las garantías
constitucionales dando lugar a la segunda etapa de la crisis de la
Restauración (fase política). En esta etapa se creará la Asamblea de
Parlamentarios frente a los amaños de la política oficial, hay una parte
importante de fuerzas que cuentan con un respaldo importante en la
calle pero que siguen en gran medida excluidas del disfrute del poder,
desde el movimiento obrero a sectores importantes de las clases
medias que están representadas en el parlamento pero que no llegan
a estar en el gobierno. Así socialistas, republicanos y reformistas de
Melquiades Álvarez llegan a pactar un gobierno provisional en el que
estarían presente Melquiades Álvarez, Alejandro Lerroux y Pablo
Iglesias cuando cayese el gobierno. El objetivo inmediato de abrir las
Cortes, transformarlas en Cortes constituyentes y proclamar una
Constitución republicana que derribara pacíficamente a la monarquía.
A este proceso se unirá la Lliga Catalanista con Francesc Cambó al
frente, y ese movimiento va amenazar con abrir las cortes o convocar
unas cortes extraoficiales con la asamblea de parlamentarios con el fin
de cambiar la Constitución. No participará Maura ni su partido, cuestión
que condicionará a fracasar el movimiento, pues este daba un barniz
de respeto que hasta el momento era más que dudoso. Además, con
él se ampliaba el espectro ideológico más allá de la izquierda. La
asamblea sería disuelta violentamente en Barcelona y a pesar de varios
intentos entrará en decadencias hasta agosto, cuando entra en escena
la crisis obrera y la puesta en marcha una huelga general que se
transformará en un levantamiento obrero.
La fase proletaria (social) de la crisis de 1917 llega en junio cuando
los socialistas, republicanos y reformistas llegan a acuerdos políticos
que amplían los acuerdos anteriores que existían entre la UGT y la CNT.
Estos acuerdos dan lugar a una huelga verdaderamente revolucionaria
en la que se pretendía cambiar el sistema, sin embargo, al convocarse
de manera precipitada, sólo tuvo verdadera importancia en Madrid por
la cúpula socialista, aunque será rápidamente sofocada; en Barcelona
llevan la rienda los anarquistas y dura un poco más; Euskadi, debido a
la gran industrialización que allí había y finalmente en Asturias, siendo
en esta última un antecedente de la revolución del 34. Aquí se
establecería la costumbre de participar en los movimientos
revolucionarios y escapar al monte para escapar de la represión. La
actividad represiva será particularmente dura durante la huelga del 17
tal y como se verá con la del 34.
Los militares, durante esta fase de la crisis, implican una vuelta a la
derecha por parte del ejército, poniéndose del lado del gobierno para
reprimir a los huelguistas, para estos se confirma que las Juntas
Militares eran organismo para mejorar las condiciones de los militares
y que en realidad el discursos revisionista y democratizador era un
lavado de cara respecto a la sociedad. En el otro aspecto, los partidos
políticos de carácter catalanista,
aunque se asustan pronto, como la
Lliga Regionalista debido a su
carácter burgués y ante el miedo a
una revolución social, difícilmente
podían aprobarla. Por último, otra
cuestión clave es la Revolución rusa,
que aun siendo las primeras etapas
(Kerensky y los mencheviques),
despertaba un temor importante
respecto a una revolución social.
Todo esto hace que los tres factores
que juntos podían cambiar el
sistema y regenerarlo no se pongan
de acuerdo, haciendo que fracase
este último intento de
regeneracionismo.
Trienio bolchevique y Discursos de responsabilidades
El periodo de 1918-1920 supuso un momento de máxima
conflictividad socio-laboral conocido en la historiografía tradicional por
la denominación de “Trienio Bolchevique”, si bien es cierto que las
agitaciones de esta etapa se dieron tanto en el ámbito urbano como en
el rural, sin duda fue este último espacio el que protagonizó los
principales sucesos en el sur peninsular. Regiones como Andalucía o
Extremadura, en las que las condiciones del campesinado eran
particularmente duras, fundamentalmente debido a la enorme
desigualdad en cuanto al acceso a la propiedad de la tierra, se
convirtieron en importantes focos de huelgas, manifestaciones y
demás prácticas reivindicativas que pusieron en jaque al régimen de la
Restauración. Desde la burguesía había auténtico pavor a una
revolución social, era una psicosis colectiva en donde se arresta a
personas por ser acusados como espías rusos que propagaban las ideas
bolcheviques.
En este período de crisis institucional, de luchas de clases… ocurre
el Desastre de Annual, el mayor golpe recibido por el ejército español
desde el de 1898. A las alturas de 1921 está claro que Marruecos no
es una fuente de riqueza y prestigio, si no todo lo contrario, debido a
la incapacidad de hacer efectivo el protectorado, un problema al que
ningún gobierno sabe hacerle frente. Es algo que afecta a la vida
interna y nacional a lo largo de todo el siglo XX, desde la sublevación
de Barcelona en 1909 hasta 1936 con el golpe de Estado dirigido por
los militares africanistas (Mola, Franco, Millán Astray…).
El desastre ocurre en un momento en el que el protectorado estaba
dividido entre dos generales, donde Dámaso Berenguer era el alto
comisario y seguía una política más paulatina asegurando la posición y
negociando con las cabilas; mientras que por otro lado estaba
Silvestre, que actuaba con gran autonomía pero que tendría estar
subordinado a Berenguer. Llevaba una política más agresiva y por
tanto se le echa gran parte de la culpa, a parte estaba integrado dentro
del círculo íntimo de Alfonso XIII lo que le otorgaba cierta legitimidad
que tira al traste cuando ocurre el desastre. Él a través de la política
de los blocaos (fortificaciones de rápida construcción hechos con
madera y sacos), se equivocaría ubicándose en Annual, además de que
se enfrentó a un líder rifeño, Abd-el Krim, capaz de unir las tropas y
sobre todo alguien que había estado al servicio de las tropas españolas
y por tanto conocía las debilidades de ellos como las corruptelas
estructurales. Durante el ataque cunde el pánico entre las tropas, el
general Silvestre fallece, los solados tratan de volver a Melilla, pero son
masacrados… Se calcula que unos 12.000 muertos caerían en ese día,
un fracaso absoluto que demuestra la irresponsabilidad, el despilfarro
de recursos, el fracaso internacional y como consecuencia hace que se
abra un debate de responsabilidades respecto a quien es el verdadero
culpable de la desgracia.
Se apunta en muchos casos a Alfonso XIII de este desastre, a pesar
de no haber pruebas; otros culpables señalados son los partidos
dinásticos y su corrupción. Este debate se extendería hasta el momento
de la dictadura de Primo de Rivera. Se acusa al rey, al poder civil pero
también al ejército, el cual se ve muy afectado, haciendo por una parte
que crezca el odio y el resentimiento hacia los partidos políticos y la
política en sí. Tenían razón en un aspecto, en un inicio se inicia una
comisión en el parlamento para investigar los aspectos militares que
darán lugar al Expediente Picasso, pero sobre todo en el seno de los
militares; mientras que la vía de responsabilidades civiles que va a
tratar de abrirse va a ser sofocada tanto por los liberales como por los
conservadores.
Las Juntas militares seguían funcionando legalmente desde 1917
hasta 1922, pero en realidad el enfrentamiento entre los dos grupos
de militares pasa a un segundo plano, y ante estas acusaciones al
ejército se produce un sentimiento de unidad entre todos los miembros
del ejército en contra del enemigo común: el poder civil. La reacción
del ejército ante este fracaso era la de buscar una venganza para
redimirse, recuperar el terreno perdido, mientras que el poder civil
estaba atemorizado de que se produjera una nueva matanza que
alterara el orden social y llevara a la crisis a los partidos al poder, con
lo que rechazarían una nueva ofensiva. Por otra parte, a los militares
se les acusa en un doble sentido, al estar permitiendo que se señale
en la prensa y manifestaciones en la calle los militares reclamaban que
no se aplicaba la censura correctamente; pero también que los
verdaderos responsables eran los partidos políticos, aun siendo de
manera indirecta pues no aportaban los suministros y hombres
suficientes para llevar a cabo la campaña en Marruecos. El ejército se
veía a ellos mismos como cabezas de turco.
A partir de 1922 el debate de las responsabilidades entre
responsabilistas, aquellos que pretendían llevar las investigaciones
hasta donde fuera necesario, como si fuera el rey; y los impunistas,
que abogaba por pasar página pues no se podía arreglar nada,
impregnaba a toda la sociedad. Estas últimas tesis pasarán a un
segundo plano incluso dentro del partido liberal, donde se produce un
acercamiento a os sectores responsabilistas, pero también
antidinásticos. Hay voces como la del Indalecio Precio que denunciaba
la responsabilidad del sistema y de los paritos con gran éxito. Así pues,
último gobierno antes de la dictadura fue formado por Manuel García
Prieto, este para salvar la monarquía debía a asumir la única opción
posible: reformas sociales y militares, particularmente la reforma de la
Constitución donde se busca democratizar el sistema, algo que no va
a llegar nunca porque llagará la dictadura.
El propio Alfonso XIII se había planteado a lo largo de 1923 la
abdicación e incluso la celebración de un referéndum acerca de su
continuidad, aunque finalmente se va a ir inclinando más a acercarse
a los militares para buscar una posición de fuerza, una actuación militar
que vendrá con el golpe de Estado de Primo de Rivera como
consecuencia directa del problema militar de Annual y la crisis colonial,
pero que conllevaba enfrentamientos sociales (no es casual que Primo
de Rivera fuera capitán general de Barcelona), descomposición y
desprestigio de los partidos políticos y la monarquía… etc.
Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)
En la noche del 12 al 13 de septiembre de 1923 se emite un
manifiesto con tintes regeneracionistas en donde se ve el programa de
la dictadura en los primeros años. En este manifiesto se prometía
acabar con la corrupción que suponía el sistema parlamentario, se
promete acabar con el desorden en todos los planos: catalanismo,
vasquismo, los enfrentamientos sociales y la lucha de clases y el
desorden que supone la explotación política para atacar a la monarquía
y las instituciones a través de todo el problema de Marruecos. En el
manifiesto se declara la formación de un Directorio Inspector Militar en
Madrid para dirigir el país, se usa en el manifiesto el “Viva el Rey” lo
que supone situar de forma más o menos implícita al rey como árbitro,
el militar se pone bajo gobierno del rey. Muchas guarniciones de
España estarán indecisas sobre si apoyar o no el golpe de Estado y
lógicamente el gobierno de García Prieto pide que el militar sea
destituido pero el rey se niega.
Ante la negativa del rey a expulsar a Primo de Rivera,
el gobierno dimitiría de manera inmediata y se pondría
en marcha un nuevo gobierno. A partir de aquí se
desarrollaría una Dictadura, algo nuevo en la Historia
de España, no el golpe de Estado en sí, pues era una
característica del siglo XIX, pero sí que lo es el que se
mantenga en el tiempo. En esta novedad desde luego
influye lo que ocurre en la Europa de entreguerras con
sistemas autoritarios de distinto tipo, pero con especial
énfasis con Mussolini y la Italia Fascista. Rápidamente,
los empresarios y las grandes agrupaciones
empresariales se pondrían de lado de Primo de Rivera
debido al miedo a la crisis social, así es el caso de las
grandes patronales como la Liga de Productores de
Vizcaya, la Confederación Patronal Española o en
Cataluña con Fomento del Trabajo Nacional.
La mayor parte del ejército va a seguir adelante pero más que por
el golpe, es por la afinidad con la figura del rey; la Iglesia también se
mantendrá a fin al régimen, pero será clave el apoyo de las clases
medias y burguesas, fatigadas de los altibajos políticos de los últimos
años, que o bien no la apoyan o simplemente la contemplan con
pasividad, sin hostilidad, siendo la pasividad el término que mejor
pueda aludir a la actuación general de la población. Quizás los últimos
grupos decididos a hacer la oposición serían los partidos políticos que
habían sido desplazados del poder, pero tampoco había grandes
resistencias y también algunas manifestaciones promovidas por
anarquistas o comunistas que no tienen mucha repercusión. A partir
de aquí se desarrollará la primera etapa de la dictadura siguiendo la
cronología clásica.
Directorio Militar (1923-1925): Este se inicia con la declaración del
Estado de guerra, suspensión de las garantías constitucionales a pesar
de no derogar la constitución, disolución del congreso, se pone nuevos
gobernadores militares al frente de todas las provincias en vez de
gobernadores civiles. El gobierno estará formado por un Directorio
Militar formado por todos los capitanes generales de las distintas
demarcaciones militares, pero que realmente el que tiene verdadero
poder es Primo de Rivera, quien únicamente depende del rey pues
refrendaba los decretos y las leyes. Este Directorio poseía un carácter
consultorio más que de legislativo.
Logrará éxitos relativos que convencerán al propio Primo de Rivera
de la posibilidad de estabilizarse en el poder y tratar de convertir la
situación en algo permanente. Desde los momentos iniciales los
esfuerzos de la dictadura se encaminan a resolver los problemas que
parecían enunciados en el manifiesto que dará lugar al inicio de la
dictadura a ciertos éxitos que animarán al dictador a mantenerse
indefinidamente en el poder. Se llevaron actuaciones para acabar con
el caciquismo pero que al final no es absoluta, simplemente que, si los
partidos políticos dejan de actuar y de formar gobiernos, la razón de
ser del caciquismo desaparece al igual que la influencia de los caciques
en los gobiernos civiles, diputaciones y ayuntamientos puesto que es
una situación dictatorial y no hay elecciones como las que se habían
visto durante el Turno.
Otra cuestión es la promoción de un modelo nacional castellano
frente a lo que se entiende como nacionalismos periféricos, actuando
sobre todo contra el catalán disolviendo la mancomunidad catalana y
actúa contra diferentes símbolos, como la lengua catalana, permitida
únicamente en el ámbito familiar. Respecto al orden público existía una
preocupación que se va a extender a partir de una antigua milicia
catalana, el Somatén, actuando contra cualquier muestra de agitación
social, huelga o atentados en la calle. Los tribunales militares
adquieren mayor poder, aunque la desigualdad y la injusticia siguen
estando presentes y nada más terminar la dictadura volvería a estar
presente.
Quizás el gran logro, que supone el prestigio del Dictador y que le
anima a prolongar su tiempo en el poder, es la finalización de la guerra
de Marruecos en septiembre de 1925 con el desembarco de Alhucemas.
Se trataba de un espacio fundamental por donde se quería avanzar, un
símbolo que se consuma con un éxito personal de Primo de Rivera a
pesar de que también hay tropas francesas ya que era una operación
conjunta. Tras Alhucemas los triunfos se van encadenando hasta llegar
a 1926 cuando Abd-el-Krim es claramente derrotado y en 1927 puede
decirse que el Protectorado ya es efectivo después de tanto tiempo.
Directorio Civil (1925-1930): En diciembre de 1925, se sustituye el
Directorio Militar por un Directorio Civil como clara voluntad de afianzar
su poder en medio de un contexto de ascenso de totalitarismos y crisis
democráticas con claros ejemplos en Austria, Alemania…etc., que
cuestionan el liberalismo. El directorio civil ya no estará formado
solamente por militares, sino que hay técnicos que posteriormente
tendrán protagonismo, algunos incluso durante el franquismo: Calvo
Sotelo ministro de Hacienda, que creará el monopolio del petróleo con
Campsa, o Eduardo Aunós, ministro de Trabajo.
Los deseos de perpetuidad se manifiestan en el deseo de creación
de un partido único, como en la Italia Fascista, producido ya durante
el Directorio Militar (en 1924) y que será Unión Patriótica. Nunca llega
a ser un verdadero partido de masas, que nada tiene que ver con los
fascios de Mussolini, si no que cuenta con el apoyo de algunas clases
medias porque lo usan como método de ascenso social y entrar en la
administración. Este partido está más para arropar al dictador o
escenificar el apoyo cuando surgen las críticas y también como
mecanismo para implementar las ideas del régimen entre la población
que era más difícil de acceder desde la prensa. Era también una
garantía para la gente que formaba parte del partido para hacer carrera
política, personas y económica. En Unión Patriótica habrá miembros de
todo tipo: derechistas, corporativistas, sin ideología clara,
arribistas…etc.
En 1926 se crea la Organización Corporativa Nacional que funcionará
a través de Comités paritarios que a menudo son aceptados por la UGT,
a partir de aquí habrá también podemos ver una legislación de carácter
social promoviendo la construcción de viviendas obreras, el descanso
dominical, se fomentan escuelas de trabajo. En 1927 es otro momento
clave para la institucionalización de la dictadura, en el se crea una
Asamblea Nacional que no tiene la misma capacidad que un Congreso
y además de que los representantes no tienen mucha transcendencia
política, pues no son elegidos por votación. La otra fecha relevante es
la de 1929 donde se proclama una Constitución, aunque realmente es
una Ley Suprema, sin carácter democrático y no liberal. A pesar de
esto no se llegaría a implantar nunca por la propia caída de la
dictadura.
El corporativismo está muy presenten en todos los ámbitos del país,
y desde luego esto tiene una apariencia fascista en el régimen de Primo
de Rivera. Se ha discutido bastante sobre la fascistización de esta
dictadura, pues esta surge justo al año después de que Mussolini
accediese al poder en Italia, y es probable que buscase puntos de unión
con este. El propio Alfonso XIII dice de Primo de Rivera “este es mi
Mussolini”, luego el paralelismo del Somatén con el Fascio.
Evidentemente hay cuestiones que recuerdan al fascismo italiano, pero
que también supone la antesala de lo que será el régimen franquista;
sin embargo, también hay muchas diferencias entre estos, el propio
origen terrateniente de Primo de Rivera, las funciones
contrarrevolucionarias a la vez que revolucionarias del Fascio en vez
de la burocrática organización del Somatén sometida al ejército…etc.
Lo que pasa es que estamos en una época de crisis del liberalismo y la
solución de la derecha ante este desencanto es la Italia de Mussolini,
pero que también había regímenes muy militaristas en Grecia, por
ejemplo.
Entre los éxitos de la dictadura está la política económica a la que
no es ajena, con una capacidad importante de actuación y con méritos
organizativos la figura de Calvo Sotelo (contaba con 32 años). Este
tratará de llevar a cabo una reforma tributaria en la que se buscaba
recaudar más gracias a los impuestos de las grandes empresas, pero
que a la larga y sin contar con estos recursos los éxitos también se
dejan ver. Era una política económica muy nacionalistas,
proteccionistas, intervencionista y que sobre todo se va a plasmar en
obras públicas muy importantes que lograrán desviar la atención de las
clases populares gracias a la creación de puestos de trabajo. Circuito
Nacional de Firmes Especiales sería el principal proyecto con el
conjunto de carreteras españolas y de tramos segregados de la red
general considerado el inicio de la moderna red de transporte en
España. Otras obras públicas también serán los pantanos y demás de
la creación de Confederaciones Hidrográficas, construcciones
portuarias… Esta política la lleva a la práctica a través de la creación
de monopolios estatales en sectores estratégicos, especialmente la
creación en 1927 de Campsa S.A. para el control del petróleo,
indicando ya el auge que comenzaba a tener, y Telefónica en 1924 que
venía a acabar con el mercado caótico que se había dado en cuanto a
la implantación del teléfono en España.
A pesar de estos éxitos también hubo notables fracasos, la oposición
a la dictadura creció a finales de 1928, hasta entonces había habido
cierta estabilidad con una oposición silenciada. Lo más llamativo es la
represión hacia los intelectuales, diferentes al sabio del siglo XIX, pues
ahora este prestigio se considera que debe ser volcarlo en denunciar
las injusticias. Miguel de Unamuno, muy relacionado con el extranjero,
es uno de los grandes símbolos que representaba la oposición a la
dictadura. La universidad es otro espacio en la que empieza a ver cierta
agitación de la que destaca la FUE (Federación Universitaria Escolar),
una organización de estudiantes inclinada al republicanismo. La
movilización estará fundamentada en la reglamentación para el acceso
a la universidad, así como la convalidación de estudios que permite a
los antiguos cadetes de artillería, continuar sus estudios empezados en
el ejército en la universidad. Hay un trasfondo sociológico y económico
en donde se desvaloriza los títulos universitarios al facilitar el acceso a
esta a los militares, además de que por otra parte hay también una
aproximación al catolicismo con ciertas ordenes religiosas que podían
conceder títulos (jesuitas y agustinos).
Debido a esto se darán grandes movilizaciones en las universidades,
se destituyen algunos profesores que secundan a los estudiantes y
finalmente con las universidades cerradas y muchos conflictos internos
seguirán hasta que el dictador ceda en el curso 29/30, siendo esto un
signo de debilidad de la dictadura para así seguir presionando. Por otro
lado, a pesar de que muchos de los apoyos son del ejército hay
militares que no apoyan a Primo de Rivera como es el caso del
prestigioso general Weyler pues considera que el poder militar debería
estar sometido bajo el poder civil. Este participará en 1926 en la
“Sanjuanada” una conspiración en la que participa junto a otros
militares prestigiosos pero que fracasará; en ese mismo año ocurrirá
otro revés con el cuerpo de artillería, quienes siempre rechazaron la
escala cerrada cuestión que Primo de Rivera trate de reformar los
códigos internos de la rama, y que casi supone un levantamiento
militar. En 1927 habría otro intento de rebelión entre civiles y militares,
en 1928 también con los artilleros.
La oposición política venía de muchos partidos que estaban
desplazados, no así del PSOE, que tuvo posiciones encontradas sobre
como actuar frente al régimen. Entre sus filas se veía al régimen como
otro sistema capitalista más al que se tenía que cambiar, pero de esa
manera se trataría de entrar en los círculos del dictador como es el
caso de Manuel Llaneza, líder del SOMA quien tendría cercanía muy
directa con el dictador. No sería hasta un momento muy decadente de
la dictadura, en 1929, cuando comenzarían las conspiraciones y la
oposición directa para acabar con el régimen. Dentro de los demás
enemigos de la dictadura estarían los nacionalismos, especialmente
desde la burguesía catalana que en un primer momento habían sido
aliados pero que debido a una política torpe del dictador los
transformaría en sus opositores. Los partidos del turno también serían
oposición por la razón de que perdieron la relevancia que tenían antes
en todo el sistema de la Restauración.
A partir del año 1928-29 nos encontramos con un distanciamiento
cada vez mayor de las clases medias y burguesas, relacionado en parte
por la crisis económica con ecos del Crack del 29 que tendrá sus
repercusiones más graves en años posteriores. La crisis de 1929 en
España fue vista en relación a la inestabilidad y depreciación abrupta
de la peseta. Al finalizar la guerra de Marruecos, coincidiendo con el
momento de mayor empuje del primorriverismo, hubo un descenso
notable del déficit de la balanza comercial y una conversión de la deuda
flotante muy favorable. Se generalizó entonces la impresión de que la
peseta iba a situar su valor a la par con el valor oro y en enero de 1927
un intenso movimiento especulativo originó un importante flujo de
entradas de capital extranjero y de compras de pesetas por la banca
exterior. En enero de 1929 una Comisión de Expertos que presidió
Flores de Lemus ya había llamado la atención sobre los múltiples
peligros de buscar la paridad de la peseta sin una mejora efectiva de
la balanza de pagos. Su propuesta era claramente deflacionista y de
rebaja del gasto público, sin embargo, el gobierno continuó
obsesionado en lograr la paridad. La negativa del Banco de España
(entonces muy mediatizado por los intereses privados) implicaba una
muestra de desconfianza de los banqueros hacia Primo y la política
monetaria de Calvo Sotelo, quien dimitiría días antes de la definitiva
caída del dictador.
En este contexto, Primo de Rivera actuará más represivamente en
contra de la oposición que estaba surgiendo por todo el país, pero a
finales del año 29 el propio dictador es consciente de que es necesaria
una salida rápida, con lo que buscaba la manera de como salir
dignamente de la dictadura. Pretendía encontrar la forma de como
volver a la situación constitucional de una forma negociada para así
evitar la persecución de sus antiguos colaboradores en actos de
venganza. Primo de Rivera elaborará planes, algunos contradictorios e
irrealizables, pero en enero de 1930 las cosas se van a precipitar con
la dimisión de Calvo Sotelo, entre otros ministros importantes.
Es al mismo tiempo conocida la opinión de los militares y la ambigua
postura de Alfonso XIII. Hay conspiraciones contra el dictador el cual
buscará destituir a los militares que conspiraban, pero el rey no las
firmaría, quitándole legitimidad. Primo de Rivera parece realiza tanteos
en busca de aliados, como José Sanjurjo jefe de la Guardia Civil, para
así ponerse por encima del propio rey.
Finalmente, la caída de Primo de Rivera en
enero de 1930 se verá como causa inevitable
de la futura caída de Alfonso XIII pues
estaban muy relacionados así y como por la
falta. El golpe de gracia en cierta medida lo
da el rey, pero los militares, los estudiantes,
la población… todos estos factores generan
una situación insostenible como desgaste de
todo lo que había ocurrido durante los años
anteriores. Había problemas que no se
resolvieron a pesar de estar dentro de la política con tintes
regeneracionistas llevada a cabo en el programa de Primo de Rivera.

Lecturas recomendadas (etapa escasamente estudiada en la Historia de


España):

La cuestión de Marruecos en Susana Sueiro (1992): España en el


Mediterráneo. Primo de Rivera y la cuestión marroquí. Carlos Navajas (1991):
Ejército, Estado y sociedad en España. Sobre la propaganda interna,
adoctrinamiento de la población y su movilización en: Alejandro Quiroga
(2008): Haciendo españoles. La nacionalización de las masas en la dictadura
de Primo de Rivera. Entre los manuales más recomendables José Luis Gómez
Navarro (1991): El régimen de Primo de Rivera o Eduardo González Calleja
(2005) La España de Primo de Rivera. La modernización autoritaria 1923-
1930. Leandro Álvarez Rey (2006): Bajo el Fuero militar. La dictadura de
Primo de Rivera en sus documentos (1923-1930). También hay obras que
discuten la posición del rey como las de Carlos Serrano o Javier Tusell que
defienden la “inocencia del rey” mientras que Ignacio Olabarri Gortázar
(1996) “Problemas no resueltos entorno al pronunciamiento de Primo de
Rivera”, Historia Contemporánea, 7, 223-248 considera la total participación
de Alfonso XIII en el golpe de Estado. Coincide con María Teresa González
Calbet (1987) La dictadura de primo de Rivera. El directorio Militar; y el
hispanista Shlomo Ben-Ami (1984): La dictadura de Primo de Rivera 1923-
1930.
TEMA 9. II República y Guerra Civil
El 28 de enero de 1930 dimitía Primo de Rivera mientras que Alfonso
XIII ordenaba la formación de un nuevo gobierno a Dámaso Berenguer,
quien lo encabezará durante un año con el objetivo de derribar el
edificio institucional de la Dictadura de forma
gradual y progresiva para volver al sistema
parlamentario. Ortega y Gasset en un
artículo denominarán a esta situación “Error
Berenguer”, pues no era posible volver como
si nada hubiera ocurrido. Esta época del
general Berenguer es catalogada como la
Dictablanda. En 1931 lo sucederá Juan
Bautista Aznar un almirante, quien
recuperará a personajes importantes para
su gobierno, muy similar a los gobiernos de
agrupación nacional en donde hay hombres
de un amplio abanico ideológico.
Por otra parte, en estos tiempos iba surgiendo un nuevo
republicanismo a cuyo frente había personas nuevas como Manuel
Azaña con el partido de Acción Republicana (1925) o Marcelino
Domingo y Álvaro de Albornoz quienes se escinden del Partido Radical
de Alejandro Lerroux en el Partido Republicano Radical Socialista. Junto
a ello florece un nuevo republicanismo regionalista o nacionalista en
Galicia con posiciones no separatistas encabezadas por Santiago
Casares Quiroga con Organización Republicana Gallega Autónoma;
pero también en Cataluña donde su nacionalismo siempre había sido
muy conservador y burgués, sin embargo, cambiaría durante estos
momentos, dando lugar a Esquerra Republicana con Frances Masiá y
Lluís Companys a la cabeza, contarán con bastante éxito. El
nacionalismo de derechas se organiza para salvar del naufragio a las
ideas de la derecha, tradicionales, religioso…fundándose Derecha
Liberal Republicana con Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura (hijo de
Antonio Maura).
Ese año de 1930 y a finales de 1931 habrá distintas actividades
conspirativas para acabar con la monarquía con un momento clave en
agosto de 1930, el Pacto de San Sebastián. Se trata de una reunión en
donde están muchas de las organizaciones anteriormente mencionadas
representadas y en la que se toman medidas reales. De aquí surge un
comité revolucionado comprometido en llevar un movimiento
inurreccional para implantar la República. En octubre se confirma la
participación del PSOE y la UGT. Seguía habiendo una movilización en
sector intelectuales en contra de la dictadura, incluso con asociaciones
como La agrupación al servicio de la República personalidades como
José Ortega y Gasset, Ayala y Marañón. El partido liberal y conservador
existían, pero son la sombra de lo que habían sido en el pasado
después de la suspensión durante 8 años que había durado la
dictadura, así que el juego electoral no era posible.
El rey por su parte había perdido el apoyo popular quienes antes lo
veían como una garantía de estabilidad, ahora ante una crisis
económica la monarquía no era un garante. Además, hay que tener en
cuenta el cambio de mentalidad, de manera que esas clases medias
que se inclinaban hacia ideas liberales, de este modo, tras la dictadura
identificaban Monarquía con el autoritarismo y la República con
democracia. El proyecto de insurrección que se planteó contaba con
una huelga popular así y como sectores del ejército y la CNT, no
obstante, al estar mal coordinado hace que lo más llamativo es el
suceso en Jaca con los militares Galán y García Hernández sublevando
a la guarnición. Estos militares serían fusilados, siendo definido por
Azaña como un grave error de la monarquía pues los convertía en
mártires para la República. Ahora bien, durante el gobierno de Juan
Bautista Aznar a mediados de marzo realiza el consejo de guerra al
comité revolucionario a la par que había grandes manifestaciones en
contra del mismo y el 12 de abril elecciones municipales pues se
consideraban menos peligrosas para el sistema. De todas formas, en
esas elecciones realmente se decidía el futuro del país, de este modo,
las candidaturas republicanas ganan en 41 de 51 capitales de
provincias (voto más limpio pues no había redes de caciques), mientras
que en las zonas más rurales se inclinan más hacia el ámbito
conservador.
El 14 de abril se proclama la República en distintos
ayuntamientos de manera encadenada para dar lugar a un
gobierno provisional republicano encabezado Niceto Alcalá
Zamora y en el que estaban los lideres más destacados del
nuevo régimen: Manuel Azaña (Guerra), Casares Quiroga
(Marina), Álvaro de Albornoz (Fomento/Infraestructura),
Marcelino Domingo (Instrucción Pública/ Educación). En este
gobierno había socialistas que habían colaborado con la
dictadura, pero se habían separado de ella cuando realmente
vieron que no se estaba haciendo lo correcto, antes incluso
de que el propio partido de afiliara al movimiento contra ella:
Francisco Largo Caballero (Trabajo), Indalecio Prieto
(Hacienda) Fernando de los Ríos (Justicia). Estaba también
Alejandro Lerroux en un ministerio secundario (Estado) pues
tenía sospechas de corrupción y caciquismo.
Manuel Azaña comienza con la reforma militar, empezando por la
abolición de la Ley de Jurisdicciones de 1906. El objetivo principal era
buscar un ejército más pequeño y eficaz, que no busque intervención
en las cuestiones civiles, se reorganiza por completo el ejército,
creándose el cuerpo de suboficiales. Sin embargo, una de las
cuestiones más llamativas era la promulgación del Decreto de Retiros
voluntarios, que permitía a los oficiales que lo solicitasen retirarse, si
no querían prestar juramente de fidelidad a la República, con sueldo
íntegro. Como sabemos no fue una medida acertada pues el Golpe del
36 sería llevado acabo por estos oficiales que prestaron juramento.
El siguiente tema a tratar en la República era la desigualdad de la
distribución de la tierra, de manera que el gobierno provisional pondrá
los pilares de la Reforma Agraria con el Decreto de Términos
Municipales en donde se obliga a los terratenientes a contratar a
jornaleros de otros espacios siempre y cuando en su lugar no tengan
para contratar. Así se evitaba el castigo a los jornaleros y la búsqueda
de algunos que cobraran menos y así fastidiar a los que se encontraban
el espacio del terrateniente. Otro decreto fue el Decreto de Laboreo
Forzoso el cual impide que los grandes propietarios cultiven sus tierras
para eludir las leyes de la República. Las medidas empezaban a ser
contempladas por los grandes propietarios como un proceso
revolucionario, pero que realmente se trataban de medidas de
urgencia, y medidas previas a la colectivización.
La reforma educativa era otro aspecto que adquirió mucha
relevancia, sobre todo en la enseñanza primaria con la voluntariedad
de cursar la asignatura de religión. Esto ocurría en un contexto de
choque con la iglesia católica, a través del arzobispo de Toledo, en el
que el cardenal Segura realiza una pastoral de claras inclinaciones
monarquías implicando que acabe siendo desterrado, y sobre todo con
la explosión anticlerical que surgió un mes después de la proclamación,
la cual condujo al ataque de la iglesia en unos momentos donde la
derecha ve que la República pierde el rumbo. Otra parte de esta
reforma se orienta a los niños sin escolarizar, estimando la necesidad
de 20.000 escuelas, pero solo se completarán parte de ella durante el
primer bienio de la República. También hay una contratación de
maestros a los que se les mejoran los sueldos. Se indicaba que las
órdenes religiosas no podían ejercer docencia en las medias ni en las
escuelas. Por otro lado, se trataba de llevar a regiones de España la
cultura que si no de otra forma era inaccesible a través de “misiones
pedagógicas” (proyección de películas, pinturas, poemas, la
radio…etc.).
El gobierno provisional tiene que hacer frente al enfrentamiento que
suponía la declaración del Estado Catalán en la secuencia de
proclamación de la República. Tras las elecciones de 12 de abril, los
resultados se habían tornado en una proclamación del Estado Catalán,
el cual debía integrarse en una futura federación de repúblicas ibérica
pero que de momento era independiente.
Finalmente se llegaba a un acuerdo en
donde se crea la Generalitat y se pacta
para un futuro la puesta en marcha de un
proceso de creación para una autonomía
dentro del marco español.
La coalición republicano-socialista sale triunfante de las elecciones
de 1931 en donde el PSOE se convierte en el partido político
mayoritario con 115 diputados. El 14 de julio se abren las cortes y el
gobierno provisional se disolvería, aunque tendría una continuidad
evidente. La gran cuestión siempre que se produce un cambio de
régimen es la de la elaboración de una constitución, la cual se aprueba
en diciembre del año 31. Una de las constituciones más avanzadas de
Europa, pero no salió adelante sin dificultades. En el ámbito religioso
la aconfesionalidad se aprobó sin mayores problemas mientras que el
articulo 26 (las órdenes religiosas que sean un peligro para el Estado
o que tengan un 4º voto, fidelidad directa al papado, serán disueltas y
sus bienes nacionalidades) será el principal punto de fricción llevando
a Niceto Alcalá-Zamora, como católico que era, a la dimisión como jefe
de gobierno y lo sustituye Manuel Azaña.
Hay ciertas medidas que apuntan a cuestiones sociales profundas,
con la subordinación del derecho de la propiedad privada a las
cuestiones nacionales; también existen referencias al mundo obrero,
por ejemplo, en el artículo 1 se define España como una República
democrática en la que están los trabajadores de todas las clases. La
Republica constituía un Estado integral pero que era compatible con la
autonomía de las regiones, se reconocía la no discriminación por razón
de sexo y el derecho al voto, en el artículo 36, a las mujeres tras un
acalorado debate. Se establece la obligatoriedad de la educación
primaria y gratuita, se reconocen los derechos de expresión,
organización y asociación, derechos a la inviolabilidad del domicilio…
En resumidas cuentas, la recopilación clásica de los derechos y
libertades que traía el liberalismo.
Una vez aprobada esta constitución había que elegir un presidente
de la República, de manera indirecta, se pactaba entre los partidos
políticos el candidato. Tras la negociación se reelige a Niceto Alcalá-
Zamora, pero esta vez como presidente de la República, para que este
designara a Manuel Azaña la elaboración de un gobierno.
Bienio Reformador (1931-1933)
Esta etapa se puede considerar que empieza con el gobierno
provisional ya que hay pocos cambios entre uno y otro siguiendo
mayoritariamente las líneas puestas durante la etapa provisional.
Primeramente, la cuestión agraria es una que adquiría mucha
relevancia, la cual ya comenzó desde la proclamación de la República
pero que debido a la situación de bloqueo hace que la situación no
salga adelante hasta que el golpe
de 1932 encabezado por el
General Sanjurjo (Sanjurjada)
haga que el gobierno de Azaña
salga fortalecido de la situación
de peligro para poder llevar
acabo con el programa político.
Al pronto de llevar a cabo esta reforma se crea el Instituto de
Reforma Agraria que debía favorecer la expropiación de distintas
categorías de tierras: Señoríos Jurisdiccionales, Tierras poco
cultivadas, Tierras arrendadas constantemente, Sin propietarios. A
pesar de estas medidas se llevaron de manera moderada por el
gobierno, afectando a 6.000 o 7.000 campesinos, pero que
rápidamente fue visto como una amenaza por los terratenientes y
propietarios ante una revolución comunista. Esto hizo que en el
segundo bienio se paralizaría esta reforma.
Largo Caballero, por otra parte, llevaría adelante modificaciones
dentro del trabajo reforzando las posiciones de la UGT en el control de
contratos de trabajo, se establecen también jurados mixtos de
patronos y obreros que debían aprobar los contratos de trabajo, vigilar
las condiciones de los mismos. Otra cuestión del gobierno sería
Cataluña, la cual es la primera en tener un Estatuto de Autonomía
votado por una gran mayoría de los catalanes. Las dos lenguas serían
consideradas oficiales, el gobierno catalán entraría en aspectos
sociales, culturales, de seguridad e incluso económicos.
Con el intento de golpe de Estado de Sanjurjo, financiado por el
magnate Juan March y que parece ser que tenía alguna implicación el
Partido Radical de Alejandro Lerroux, podemos ver como se convertiría
en un símbolo contra el republicanismo. Había pasado de jefe de la
guardia civil a jefe de carabineros (levantamientos de Arnedo),
cuestión que no le sentó nada bien y por eso llevó a cabo el golpe que
fracasaría en el poco tiempo. Las consecuencias serían detenciones,
deportaciones y clausura de periódicos, pero también favoreció un
movimiento de cohesión entre los intereses republicanos en torno a
Manuel Azaña.
En este sentido no sólo había hostilidad desde los
sectores conservadores o de la derecha, si no que también
encontramos la oposición que ejercía el anarquismo, cada
vez más desplazado de sus espacios de influencia con la
ocupación progresiva de la UGT. El paro seguía siendo
importante, las huelgas y los choques sangrientos con
participación de anarquistas hacen que en enero de 1933 un
movimiento anarquista, fracasado y lanzado en diferentes lugares,
tenga especial repercusión en la localidad de Casas Viejas, donde se
intentó tomar el cuartel de la guardia civil, pero al no poder hacerlo se
batieron en retirada, algunos que no pudieron escapar se refugiaron
en una casa. La respuesta del gobierno no tardó en hacerse ver de la
manera más cruel, se asesinaron a personas que ni habían participado
e incluso quemaron vivos a aquellos que se refugiaron en la casa.
Estos sucesos en un principio no se conocían, pero debido a una
investigación, que ocurre meses después, se cesa al director general
de seguridad, se condena al general Rojas quien se defendía bajo las
órdenes directas del gobierno republicanos. Finalmente crecería el
desprestigio de los socialistas del gobierno participantes en la
represión, también la desconfianza en contra de Azaña, acusado de los
sucesos por la CNT-FAI; sale a la luz el fracaso de la reforma agraria
que debía ayudar a los trabajadores andaluces… Un cúmulo de
cuestiones que actúan en contra del gobierno republicano-socialista y
que tienen su repercusión en las elecciones de 1933 donde perderían.

Bienio Radical-Cedista (1933-1935)


Desde 1931 había una derecha clásica con un componente
monárquico importante llamado Acción Nacional pero que debido a la
prohibición del gobierno a usar el término nacional se llamará Acción
Popular el cual era el partido principal de la CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas) constituida en 1933 por las
diferentes derechas. Este partido rápidamente funcionará como un
partido único y muy centralizado en las manos de Gil Robles (líder
también de Acción Popular), tratando de satisfacer a los grandes
agraviados de la etapa anterior: el catolicismo y las órdenes religiosas,
buscando suprimir la coeducación y demás cuestiones; también los
grandes propietarios buscando acabar con
la reforma agraria en un discurso que es
visto con buenos ojos también por los
pequeños y medios propietarios
(Confederación Nacional Católica Agraria).
En noviembre de 1933 durante las elecciones generales de
noviembre gana con 115 diputados la CEDA, seguido por el Partido
Radical de Alejandro Lerroux, ya situado en el centro-derecha, con
104; mientras que el PSOE bajó a los 58 diputados como un claro
ejemplo de la disminución de fuerzas de la izquierda. Este cambio
electoral en las primeras elecciones en donde la mujer vota con las
mismas condiciones hace que el debate existente sobre el voto
femenino vuelva a adquirir un peso muy relevante. Se va a tribuir al
voto femenino ese triunfo de la derecha, no obstante, es un factor que
influye pero que realmente no parecía ser el más importante. Fuera
cual fuera el resultado el giro político es más que evidente haya votado
o no la mujer. La prueba está en que las elecciones siguientes la ganó
la izquierda a pesar del voto femenino.
Quizás el factor más determinante para la victoria de la derecha es
la división que había en el bloque de las izquierdas, en donde los
partidos de la izquierda republicana estaban divididos además de estar
enfrentados con los socialistas. Los partidos que dieron lugar al primer
gobierno provisional y al primero constitucional no serían capaces de
unirse permitiendo el paso al bloque conservador mucho más
cohesionado. La CEDA se había unido con grupos agrarios,
tradicionalistas carlistas y alfonsinos ampliando mucho más las bases
de apoyo a la derecha, además contaban con unas técnicas mucho más
modernas para su propaganda (sobre todo la CEDA) usando la radio,
unidades móviles de cine, aviones que repartían propaganda… Otra
cuestión es la organización anarquista de la CNT, contraria por
principios al juego electoral, cuya actitud cambia porque en 1931 no
había hecho campaña por la abstención, en cambio ahora sí que la hará
de manera que la izquierda perdería más votos. El lema usado por la
CNT sería: “Frente a las urnas la revolución social”. Por último, otra
cuestión es que el sistema electoral favorecía al partido mayoritario,
esto venía desde la reforma electoral que introdujo Manuel Azaña en
su momento, así que sería otra cuestión que afectaría al resultado.
Gil Robles colaboraría con los Radicales en el Parlamento, haciéndose
imprescindible para el gobierno de Lerroux, luego buscaría entrar en el
gobierno y finalmente presidirlo con el objetivo de revisar la
Constitución. Así pues, el gobierno que sale de las elecciones estaría
formado por 7 ministros radicales, 2 republicanos independientes, 1
liberal demócrata (el nuevo partido de Melquíades Álvarez) y 1 agrario.
Esto es así por la estrategia gradual que quería implementar la CEDA
para entrar en el gobierno sirviéndose de Lerroux como paso
intermedio para llegar al poder. Desde el primer momento la CEDA
tenía el control del gobierno porque de Gil Robles dependía el poder
del Partido Radical. Los partidos republicanos ven esta situación como
una traición a la República pues rápidamente se paralizan las medidas
tomadas en la etapa anterior, habría un nuevo equilibro en los jurados
mixtos donde los empresarios tienen más poder que los sindicatos y
los obreros…
Hay un cambio, debido a la paralización de la Ley de términos
municipales, en la situación de los terratenientes, una situación en
donde se le da la vuelta. Hay una presión de los terratenientes para
bajar los sueldos, poseían libertad para contratar o no contratar a
quienes quieran, castigar a los obreros más reivindicativos
despidiéndolos o no contratándolos… todas estas situaciones se
trasladarán en una frase conocida por la situación de venganza “Ahora
comed república”. Por otro lado, se levanta las presiones sobre la
Iglesia católica y la enseñanza, se amnistía a los implicados en la
Sanjurjada aunque hubo divisiones internas, el propio Alcalá-Zamora
por ejemplo estaba en contra de esta medida. La República se estaba
viendo amenazada por la posibilidad de régimen autoritario, y de esto
era consciente tanto por la CEDA como por Gil Robles, y los signos en
estos sentidos son claros. Sus declaraciones son tajantes, él afirma que
no es fascista, pero al mismo tiempo declara su
admiración por el antimarxismo de Hitler o la
ambigüedad que suponen las Juventudes Acción
Popular (JAP) y la parafernalia llevada a cabo por
la Acción Popular (simbología, concentraciones,
uniformes…). De todas formas, el partido
verdaderamente fascista es el pequeño grupo de
Falange fundado por José Antonio Primo de
Rivera en 1933.
En estos momentos cada vez se ve más el proceso de radicalización
ideológica, la CNT realiza una revuelta en diciembre y el PSOE se
plantea una revolución social antes de que llegue el fascismo. A la
cabeza de esa radicalización estaría Francisco Largo Caballero,
colaborador con Primo de Rivera y ministro del antiguo gobierno, que
teme por el rumbo que estaba tomando la República y lleva un proceso
de radicalización dentro del PSOE y de la UGT. A comienzos de 1934
se crea una Comisión que prepara un movimiento revolucionario en la
que se realizarían pequeñas huelgas con cierta contención, a modo de
“gimnasia revolucionaria” para prepararse cuando llegase el momento.
El problema es que hay veces que las huelgas adquieren unas
dimensiones mayores de lo intencionado, como la que ocurre en el mes
de junio de 1934, y que será condenada por el Comité Revolucionario
presidido por Largo Caballero. Este afirmaba que se estaban
adelantando demasiado los acontecimientos y que, como esta huelga
llevará a cerca de 10.000 campesinos a la cárcel, ponían en riesgo el
proceso revolucionario.
El momento anunciado para la verdadera huelga era con la entrada
de ministros de la CEDA en el gobierno, cuestión que ocurriría a
principios de octubre y por tanto acompañaría el movimiento
insurreccional el día 5 de octubre. No obstante, el levantamiento
fracasaría rápidamente en sus objetivos, pero esto no implicaba que
no hubiera gente por las calles con gran una gran movilización creando
enfrentamientos, muertes…etc. Este levantamiento se centrará en el
Norte, sobre todo en Asturias espacio donde la
CNT tuvo una participación activa pues en el
resto del país no se movilizó al afirmar que era
una Revolución por una causa política; y en
Cataluña donde el nuevo líder de Esquerra
Republicana (ante la muerte de Francés Masiá),
Lluís Companys, declara el Estado Catalán dentro
de la República española. Esta declaración
tampoco saldrá adelante por mucho tiempo y
como consecuencia se suspenderá el estatuto de
manera indefinida. La huelga de manera general
prosperará en el País Vasco, las zonas mineras
de León y Palencia, pero en el lugar donde mayor
repercusión tendrá será en Asturias.
Asturias será el espacio donde realmente se llevará a cabo un
movimiento insurreccional y revolucionario con una estructura que
permite a socialistas, comunistas y anarquistas constituir un verdadero
ejército destinado a ocupar Oviedo. Estos últimos controlan sobre todo
Gijón, mientras que los socialistas se ubicaban en las zonas mineras
desde comités revolucionarios. Los comités realizarán diferentes
acciones durante el conflicto, se sustituirá el dinero por vales,
reforzarán vehículos para aprovisionar…etc. Se trata de medidas
esporádicas que realmente no servirán para mucho, y menos, después
de la primera semana de revuelta en donde Asturias está totalmente
aislada. La Revolución había estallado el día 5 de octubre, pero todo
culminará el día 19 con más de dos mil muertos entre los insurrectos,
muchos más heridos, 18.000 encarcelados y con una represión muy
fuerte ejercida desde el Gobierno en donde ya estaban los 3 ministros
de la CEDA.
A pesar del intento insurreccional, este no evito que en mayo de
1935 se formara un nuevo gobierno presidido por Lerroux pero que
ahora contaba con una mayoría de ministros de la CEDA en donde
estaría el propio Gil Robles en el Ministerio de Guerra. Desde el nuevo
Gobierno se paralizarían las reformas de la República, se aprueba en
las Cortes la revisión de la reforma agraria, la cual quedaba paralizada;
se paralizan los sindicatos por su participación en la Revolución, los
jornaleros se encontrarían en una situación similar a la que poseían
durante la monarquía. Desde la CEDA se dan los pasos para revisar la
Constitución confirmando los temores de la izquierda republicana,
hasta que tras unos gobiernos efímeros y estando desacreditado
Lerroux y su partido por la corrupción, además de la reticencia de
Alcalá-Zamora a darle el poder a Gil Robles, se dará lugar a nuevas
elecciones convocadas en enero del 36.

Frente Popular (febrero- julio de 1936)


Para frenar el ascenso del fascismo se asume la responsabilidad de
defender el sistema democrático frente a la anterior tendencia de
transformar la República en una República obrera, de esta manera nace
el Pacto del Frente Popular firmado en enero del 36 por: Izquierda
Republicana (Azaña), Unión Republicana (Martínez Barrios), PCE,
PSOE, Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), Partido
Sindicalista (Ángel Pestaña). La coalición en este caso no será
combatida por la CNT, que no hace campaña en esta ocasión de
manera que logrará la victoria en las
elecciones de febrero de 1936 con una elevada
participación, además de estar favorecida por
la ley electoral.
Habrá 263 escaños del Frente Popular mientras que la derecha queda
reducida en 156 entre CEDA, Bloque Nacional Monárquico (Calvo
Sotelo) y el Partido Radical (Alejandro Lerroux).
Será un gobierno encabezado, no por el partido
más votado, si no por los partidos republicanos
bajo el gobierno de Manuel Azaña mientras que
socialistas y comunistas siguiendo lo acordado
en el pacto, prestan apoyo parlamentario en
contra de renunciar a su participación directa.
En mayo del 36 Manuel Azaña será presidente
de la Republica sustituyendo a Niceto Alcalá-
Zamora, de esta manera Casares Quiroga sería
elegido presidente del gobierno.
Como primera medida se liberarán a los presos de la revolución de
octubre, se restablece la Generalitat y la Reforma Agraria se vuelve a
poner en marcha para acelerarse y llevarla a cabo de manera eficaz.
Los jornaleros se movilizarán muy fuertemente, a diferencia de lo que
había ocurrido en el primer bienio y fruto de esa presión campesina se
distribuirán 7 veces más de tierras en esos meses que en los 5 años
anteriores. En los momentos inmediatamente anteriores a la guerra
están muy presentes los sindicatos obreros y los enfrentamientos
callejeros, se exigía la readmisión de los obreros despedidos en el 34,
aumento de números de huelgas, la crispación era notable. En la
primavera de 1936 con el protagonismo de Falange Española hay una
espiral de violencia que culmina con dos asesinatos: el teniente de la
Guardia de Asalto, José del Castillo (12 de julio) y Calvo Sotelo (13 de
julio). Esta última muerte será presentada por la propaganda
franquista como el detonante de la guerra, a pesar de que la
conspiración venía gestándose desde tiempo atrás.
Guerra civil (1936-1939)
El general Mola, director inicial de la
sublevación, preparaba la situación para la
vuelta del general Sanjurjo, quien morirá el 18
de julio una vez estalla el golpe de Estado. El
requeté y los alfonsinos formarán parte de la
resistencia armada contra la República y
tomarán lugar en el golpe de manera clara. Hay
que mencionar que, con la diferencia respecto al
golpe de Primo de Rivera, dará lugar a una
Guerra Civil a partir de 1936 ante el fracaso del
mismo y la oposición de los partidos
republicanos y el apoyo popular. A muy grandes
rasgos el protectorado de Marruecos estará
desde el primer momento de parte de los sublevados, así y como las
zonas más rurales de Castilla León, mientas que la franja cantábrica y
mediterránea extendiéndose hacia el interior estará de parte de la
República. Sin embargo, dentro de cada una de estas zonas hay islotes
de diferente ideología, por ejemplo, en el País Vasco: Guipúzcoa y
Vizcaya son republicanos mientras que Álava formará parte de los
sublevados.
Los militares sublevados ante la necesidad de continuar lo que será
la guerra, tendrán organizarse. El problema es que había cierta
heterogeneidad entre los participantes en el golpe, entonces
rápidamente cuando se ve el hecho de compartir un giro autoritario y
militarista tras el fallecimiento del general Sanjurjo, la situación tendrá
que establecerse en una Junta de Defensa Nacional en Burgos. Ante la
ausencia de este, la Junta es presidida por el general Cabanellas que
se arroga todos los poderes del Estado, declara ilegal a las
organizaciones del Frente popular, pero que más que preocuparse por
el nuevo estado se centra en las cuestiones militares, lo que da lugar
a una elección de un mando único.
A finales del mes de agosto, más allá del poder teórico de la Junta
de Defensa Nacional se dibujaban tres esferas de poder real y efectivo.
Al norte el general Mola, muy influyente ante la Junta de Defensa, pero
con el lastre de haber fracasado en la conquista de Madrid en los
primeros días del alzamiento; en Andalucía el general Queipo de Llano
ejercía una autoridad incontestable, pero era la figura del general
Franco la que ascendía con más fuerza. A su prestigio en el seno de la
cúpula militar rebelde se unían sus buenas relaciones con Alemania y
la dirección de las columnas militares que, desde Extremadura, se
dirigían hacia Madrid a marchas forzadas; éxitos militares traducidos
en una inmediata rentabilidad política.
El ascenso de Franco se fraguó en varias reuniones,
contó con la valiosa ayuda de los generales Kindelán,
Orgaz, Millán Astray, del teniente coronel Yagüe y del
propio hermano de Franco, Nicolás, hábil negociador.
En una primera reunión de generales en Cáceres,
Kindelán propuso a Franco como generalísimo de las
fuerzas sublevadas. Sin apenas oposición, salvo la del
general Cabanellas, la opción fue tomando cuerpo y
consolidándose en sucesivas reuniones, a la par que la proposición se
llenaba de contenido político: la función de generalísimo llevaría
intrínseca la de jefe de gobierno, es decir, la concentración de poder
político y militar en una misma persona. A finales de mes los generales
aprobaron la candidatura de Franco, siempre con la oposición de
Cabanellas. Era quizás el menos ideologizado de todos, pues a
diferencia de Franco, Cabanellas o Mola tenían un pasado más político
o influenciado por facciones del levantamiento. En este sentido Franco
asume la jefatura del gobierno de manera indefinida instaurando la
dictadura franquista. Es cierto que la prensa republicana, cuando
empieza a hablar de la insubordinación, se atribuye a Franco el Golpe,
pero por el hecho de que era de los generales más conocidos.
La estrategia del generalísimo desde octubre de 1936 estuvo dirigida
al control y subordinación del mundo político conservador de la
preguerra, primero anulando y aislando las personalidades más
conflictivas, para luego forzar el proceso de unificación política. Así
sucedió con los carlistas, los requetés que habían proporcionado la
base del voluntariado en los primeros tiempos de la guerra. Anulado
Fal Conde, el conde de Rodezno se encargó de encaminarles hacia la
unificación, fenómeno favorecido por la crisis dinástica en el seno del
tradicionalismo. Con respecto a los falangistas, la ausencia de José
Antonio Primo de Rivera, preso en Alicante y fusilado el 20 de
noviembre de 1936, facilitó la tarea para la formación de un partido
único, FET de las JONS en donde también está Serrano Suñer, para
acercarse a las posiciones fascistas; sin embargo, esta creación es
consideraba como una aberración ideológica para ambos partidos, pero
la medida ya era irrevocable, configurándose como uno de los pilares
del franquismo: el Partido, el Ejército y la Iglesia. Frente a esto hay
excepciones que se solucionan con medidas de asilamiento y
ostracismo (Los obispos exiliados de Tarragona y Vitoria, Vidal y
Barraquer y Múgica, se negaron a firmar la carta que justificaba la
Guerra civil como una cruzada). Por su parte los monárquicos dejaban
apartado el tema hasta que se terminara la guerra.
Desde el principio de la guerra se puede decir que hay un periodo
inicial de movimientos en el que se trata de avanzar con dos ejércitos
desde el norte y el sur para tratar de tomar Madrid (Guerra de
columnas); con la desviación de Franco para socorrer el Alcázar de
Toledo, algo parecido ocurre con el ejército que venía del norte con el
general Mola, quien fallecería a mediados de 1937. Será la derrota de
los sublevados en Madrid lo que cambiará los planes de guerra, se
lanzará una ofensiva hacia la zona del norte (2ª fase); Bilbao caería el
19 de junio de 1937 marcando el derrumbe la zona cantábrica, dos
meses más tarde caería Cantabria (Santander a finales de agosto) y
finalmente tras duros combates, en particular en torno al Mazuco,
terminan con la resistencia del norte tomando Gijón en octubre del 37.
Las autoridades republicanas en el mejor de los casos llegan a las
costas de Francia o Gran Bretaña, en caso contrario serían presos o
directamente asesinados.
En enero de 1938 se crea el primer gobierno del bando nacionalistas,
con Franco como máximo líder acompañado de hombres provenientes
de los pilares del Régimen (católicos, militares, monárquicos, carlistas
y falangistas). Se van promulgando leyes y decretos, como el Fuero
del Trabajo por el cual se crea el sindicalismo estatal, siguiendo de
cerca el modelo fascista con la Carta di Laboro; la Ley de Prensa de
1938 (vigente hasta la Ley Fraga del 66) con censura previa, desde
pronto hay una cadena de lo que se llamará la Cadena de Prensa del
Movimiento (Arriba, Pueblo…) pero además sigue habiendo algunos
periódicos de empresa (Vanguardia, ABC…) mientras que los
independientes o de izquierdas se eliminan. Habrá sanciones muy
duras con la política de consignas para aquellos que se desvíen, estas
consignas eran dadas a los periódicos para publicar determinados
artículos.
Más que por una acción preventiva u operativa del Gobierno de
Casares Quiroga, el fracaso del alzamiento en determinadas zonas se
debió a la acción autónoma de las organizaciones políticas y obreras
afectadas directa o indirectamente al Frente Popular, así como a la
acción ejecutada por organizaciones políticas y sindicales locales,
reeditando una vez más la vieja tradición juntera tan presente en la
historia de España de los dos últimos siglos. Tal fue la abrumadora
situación que presentó su dimisión en la noche del 18 de julio,
desarrollándose en horas posteriores una confusa maniobra política
que pretendió llegar a un acuerdo de última hora con la cúpula de los
militares sublevados.
Se trataba de Martínez Barrios quien buscaba ese acuerdo, pero su
mandato sería fugaz (apenas un día) en favor de otro gobierno de
Frente Popular encabezado por José Giral, azañista, y que comienza el
reparto de armas adquiriendo preponderancia las milicias armadas con
la UGT y la CNT ocupadas de todas las labores del Estado (sanidad,
abastecimiento, colectivización de fábricas y tribunales sin garantías
jurídicas muchas veces). Hay que tener en cuenta que la Guerra Civil
se desencadenó como consecuencia de un doble fracaso: el de los
militares sublevados, que no consiguieron hacer efectivo su golpe en
el conjunto del territorio español, y el del gobierno, que se vio incapaz
de restablecer su poder quedando el país divido en dos zonas.
Durante los primeros meses de la guerra la
economía republicana diseña un armazón de
realidades plurales y no coordinadas, en la que se
entremezclan estructuras tradicionales anteriores a
la guerra, las nuevas estructuras revolucionarias y
una embrionaria intervención del Estado para
constituir las bases de una economía de guerra. A
partir de septiembre de 1936 los primeros pasos en
la reconstrucción del Estado coincidirán con un
esfuerzo para conseguir una economía centralizada
de guerra que nunca llegó a cuajar plenamente. El problema de buscar
nuevos lugares de abastecimiento nunca quedó resuelto, y el déficit
alimentario, a largo plazo, acabó por actuar negativamente en la moral
de la población republicana.
A finales de agosto de 1936 la marcha negativa de los
acontecimientos bélicos dibujaba un cuadro de profundo desasosiego
en los territorios fieles a la República. Desde espacios ideológicos o
políticos diferentes, e incluso contrapuestos, los debates coincidían en
que era preciso variar el rumbo político para crear las condiciones
suficientes que permitiesen alterar el curso de la guerra. Ello no quiere
decir que las diversas organizaciones políticas y sindicales de la zona
republicana estuvieran dispuestas a renunciar a sus postulados
fundamentales, pero todos apuntaban la necesidad de establecer un
consenso, por limitado e inestable que fuera, que asegurase la
aproximación y coordinación de esfuerzos. No se puede olvidar que en
la zona republicana no existía fuerza política alguna capaz de imponer
sus criterios sobre las restantes y servir de eje para la construcción de
un sólido andamiaje político frente a los militares rebeldes, había que
negociar y conciliar propuestas
El viejo dirigente de la Unión General de Trabajadores (UGT)
Francisco Largo Caballero fue el hombre elegido para presidir el nuevo
gobierno, constituido el 4 de septiembre de 1936. Era un hombre
cuestionado dentro del PSOE, por los sectores centristas y moderados
del partido, pero lo mismo puede decirse con respecto al presidente
Azaña y los partidos republicanos, ajenos al verbalismo revolucionario
de Largo Caballero en los meses anteriores al estallido de la guerra. Lo
que realmente elevaba a Largo Caballero a la presidencia del Consejo
de Ministros era su prestigio e influencia en el seno del movimiento
obrero, en un momento en que la clase obrera organizada configuraba
la fuerza básica contra la rebelión militar.
El nuevo gobierno estaba unido a partir de miembros del Frente
Popular pero incluso ministros del PCE, del PNV y de la CNT; siendo lo
más sorprendente pues era una organización que negaba la
organización gubernamental (entre ellos, la primera mujer, Federica
Montseny). La labor legislativa del nuevo gobierno fue intensa en
múltiples planos, pero su estabilidad estuvo sujeta a la marcha de los
acontecimientos bélicos, que determinarán una mayor o menor
revelación de las tensiones políticas según el curso de la guerra; de ahí
se derivaría la consistencia de ese «frente único antifascista» que, en
teoría, quería representar el Gobierno de Largo Caballero. El
ordenamiento de la revolución supuso legalizar el control obrero de las
industrias y de las transformaciones en cuanto a la propiedad de la
tierra.
En lo que se refiere a la organización militar los avances fueron
considerables, pero no llegaron a culminar. Para empezar un decreto
del 29 de septiembre militarizaba las milicias. Posteriormente el
sistema de milicias fue dando paso, de manera paulatina, a la
formación de un ejército regular, el Ejército Popular de la República.
Hasta mediados de 1937 la abolición de las milicias se convirtió en un
foco permanente de tensión, sobre todo entre anarquistas y
comunistas. Por otra parte, se procuró una mayor atención en la
retaguardia para evitar posibles alteraciones del orden público, la cifra
de muertes en la retaguardia republicana disminuyó drásticamente a
lo largo de este periodo. En definitiva, los poderes del Estado se
reconstruyeron de manera progresiva, dando lugar a una
normalización institucional dentro de las limitaciones que imponían las
circunstancias de la guerra.
Las tensiones en el panorama político republicano se fueron
acentuando desde el mes de enero de 1937. Si el primer esfuerzo del
gobierno había desembocado en logros relevantes en la recuperación
de los poderes del Estado, posteriores necesidades centralizadoras y
reconstructoras parecían frenarse. Sobre todo, en el campo económico
en donde los comunistas se enfrentarían a los anarquistas. También
estaba la cuestión por la cual Largo Caballero perdía relevancia frente
a los comunistas, ya que este estaba llevando a cabo negociaciones
cada vez más deterioradas con la URSS. Se achacaba a Largo Caballero
un acusado personalismo en la conducción de la guerra.
Es la etapa en la que la República frena el avance
contra Madrid y el Gobierno se traslada a Valencia,
quedando en la capital el general Miaja y una Junta
de defensa, elemento decisivo para frenar a los
sublevados y que contó con la ayuda soviética y de
las brigadas internacionales. Con la cada vez mayor
pérdida de la legitimidad del gobierno republicano
es normal que tanta tensión acumulada estallara definitivamente,
cuestión que aconteció en mayo de 1937, momento en el que se
produce una insurrección en Barcelona que mostraba la debilidad del
bando republicano con el enfrentamiento de comunistas y anarquista.
Las calles de Barcelona asistieron a violentos choques armados durante
una semana, finalmente sofocados por las fuerzas del gobierno, que
quedó seriamente debilitado. Ante esto y la negativa posterior de Largo
Caballero a la propuesta comunista de ilegalizar el POUM precipitó la
crisis del gobierno y la dimisión de Largo Caballero.
El nuevo gobierno de mayo de 1937, encabezado por Juan Negrín
significó el reordenamiento del Frente Popular, y se apoyó en el
consenso más amplio que en aquel momento podía conseguirse. En
efecto el nombramiento de Negrín produjo un evidente alivio en la
España republicana y fue recibido con múltiples muestras de
optimismo. En pocas palabras, su misión residiría en clausurar
definitivamente la etapa revolucionaria de la guerra y sustituirla por
una acción de gobierno que subordinara todos los esfuerzos a la
consecución de la victoria. Se trataba de un gobierno de concentración
del frente populista, lejano del carácter sindical que había tenido el
anterior presidido por Largo Caballero, y con una clara bicefalia al
reposar en Indalecio Prieto y Negrín, lo que en un principio no debería
plantear mayores obstáculos, teniendo en cuenta la vecindad
ideológica entre ambos personajes y su amistad personal. Había un
pequeño gran inconveniente, el equilibrio entre el PSOE y el PCE era lo
suficientemente inestable para romperse en cualquier momento, más
si la marcha de la guerra resultaba contraria a los republicanos.
No obstante, fue una época de reorganización política que avanza en
el proceso de consolidación de un ejército regular con afianzamiento
del poder frente a los desmanes que se hubieran producido en la
retaguardia… con el factor imprescindible, de la política exterior, con el
diseño de una nueva imagen de la República que fuera más
convincente y respetable para los gobiernos democráticos europeos,
con el fin de contrarrestar los efectos perversos de la No-intervención.
El problema fue que poco tiempo después se produce la caída del frente
norte, ya estaba claro para Azaña que la resistencia de los republicanos
frente a los franquistas no tenía el objetivo de ganar la guerra, si no
que se buscaba prolongar la guerra para enlazar en un conflicto
mundial que iba a estallar en breves. Hay que tener en cuenta la
reocupación de Renania, el Anschluss, la crisis de los Sudetes… toda la
política de apaciguamiento que finalmente se
traducirá en la II Guerra Mundial pero que ya
sería demasiado tarde la para República. Desde
el gobierno republicano trataba de recabar
apoyo militar de Francia y Gran Bretaña, ya
que hasta el momento solo tenían el de la
URSS y el testimonial reconocimiento de
México; mientras que el bando sublevado,
saltándose el acuerdo de No Intervención, eran
apoyados por Italia y Alemania.
Una vez que cae la franja norte del cantábrico, el intento de la
República era la de mantener la parte nororiental de la península
(Aragón y Cataluña) unida con la costa valenciana, a la par que se
trataba de evitar el avance franquista por esa misma zona. Los
sucesivos reveses militares de Teruel y Aragón exacerbaron las
tensiones políticas en el seno de la España republicana. El frágil
entendimiento entre el PSOE, el PCE, y los partidos republicanos, que
había servido de plataforma al primer Gobierno Negrín de mayo de
1937, quedó roto, y la crisis política estalló en un clima de
desmoralización porque un sector significativo de la opinión pública
consideraba que la derrota final era inevitable y muy cercana en el
tiempo. En la primavera de 1938 el Partido Comunista era la fuerza
más poderosa y granítica de la España republicana, y sus postulados
de resistencia coincidían con los de Negrín.
Por ello, cuando llega la crisis de abril de 1938, en pleno desastre
militar republicano por el valle de Ebro (100.000 bajas), la política de
Negrín se apoya en los comunistas y en un grupo de personalidades
políticas de diversas organizaciones republicanas, pero cuenta con la
enemistad de su antiguo amigo Indalecio Prieto y del propio presidente
de la República. La crisis se saldó con la destitución de Prieto en la
cartera de Defensa y de otros ministros del gabinete de gobierno, a la
par que Negrín asumió Defensa y situó en Estado a Álvarez del Vayo,
hombre próximo a él. El 6 de abril quedó constituido el nuevo gobierno,
que recibió la confianza de la Diputación Permanente de las Cortes el
día 15. Su programa, expresado en los célebres trece puntos, fue
aprobado por el Consejo de Ministros el 30 de abril, y presentado a la
opinión pública el día siguiente (Los 13 puntos de Negrín se rebajan a
3 en febrero de 1939). Se trata de un programa propagandístico y
estratégico, que por su moderación trataba de buscar apoyos
internacionales y, en última instancia, finalizar la Guerra Civil mediante
una paz negociada entre los bandos en pugna. El primero de estos
puntos declaraba la independencia de España frente a Alemania o
Italia, que se decidiera el régimen que gobernaría entre los dos bandos
y la no represalia sobre los vencidos.
Las actitudes numantinas de Negrín tuvieron un foco de alimentación
constante en la radical intransigencia de Franco de aceptar cualquier
tipo de negociación, por mínima que fuera, para acabar con la guerra;
era consciente del alcance de su poder político, militar, logístico y
personal que se fue reforzando a lo largo de 1938. Burgos estuvo
siempre muy bien informado de los avatares de la España republicana,
de las disidencias políticas cada vez más visibles, de la penuria de
alimentos de la retaguardia, de las dificultades de aprovisionamiento
para el Ejército Popular y de la delicada posición internacional de la
República. Al mantenimiento de esta política de destrucción de los
republicanos colaboraba activamente el deseo de Franco de consolidar,
más si cabe todavía, su poder personal pues, el ya caudillo, reforzaría
su posición con una victoria aplastante y sin ninguna clase de
concesiones. Cualquier síntoma de debilidad alteraría
desfavorablemente su posición, abriría cuestionamientos y nuevos
horizontes políticos no deseados, sobre todo cuando el triunfo en
términos militares se postulaba como algo irreversible. Este clima de
exultante confianza impregnaba al conjunto de la clase política de la
España nacional, incluso a los sectores más críticos, como los del
campo monárquico, de tal manera que la teoría de la victoria final sin
concesiones no encontró detractores.
Además, Franco consolidó su poder político en la España nacional a
lo largo de 1938. Precisamente el 30 de enero de ese año la Ley de la
Administración Central del Estado organizó el aparato administrativo.
Se crearon departamentos ministeriales, a cuyo frente se situaban un
ministro y un subsecretario. Quedó constituido el primer Gobierno de
Franco, que ha sido denominado «de concentración» y en cuya
composición emerge el equilibrio entre las principales familias políticas
que configurarían la nueva situación. Pero más que nada lo que destaca
es el reforzamiento del poder del caudillo.
Las derrotas del Ebro y Cataluña dejaron el apoyo de Negrín bajo
mínimos, porque prácticamente desaparecieron las condiciones para
que el «resistir es vencer» tuviera alguna viabilidad más allá de la
propia voluntad férrea de Juan Negrín. Perdidos los Pirineos y sometido
el Mediterráneo a una vigilancia agobiante, resultaría improbable
conseguir suministros materiales del exterior; el agotamiento de las
arcas republicanas y de la capacidad para obtener créditos convertían
en algo irreal cualquier cálculo de financiación de la guerra a corto y
medio plazo; la fragilidad industrial de la zona centro-sur imposibilitaba
toda hipótesis basada en la sustitución de importaciones de guerra por
producción interior; la posición de Gran Bretaña y Francia, ya en plena
fase de negociación para el reconocimiento de Franco como gobierno
legal, el 27 de febrero, acentuó la soledad
internacional de Negrín. Azaña dimitiría a finales
de ese mismo mes, emborronando la imagen
exterior de la República y aumentando el
desánimo en la retaguardia y si a todo ello
añadimos que las sucesivas derrotas significaron
el declive del Partido Comunista, principal
valedor dentro del conjunto negrinista de la
política de resistencia a ultranza, tendremos el
cuadro completo de la compleja situación
republicana en febrero de 1939.
La cuestión no es tanto que Negrín creyera en el triunfo militar, sino
en la necesidad de mantener una resistencia final que bien encadenara
la guerra española con la europea, y esto es una idea fija que siempre
está presente en los argumentos del jefe del gobierno, bien que esa
resistencia obligara al enemigo a aceptar una paz digna. Con respecto
al primer tema se ha afirmado, a posteriori, que Negrín tenía razón. El
estallido de la guerra europea en septiembre de 1939, sólo cinco meses
después de terminada la española, habría alterado radicalmente el
rumbo de la guerra de España, al permitir a la República incorporarse
a la unión sagrada de las democracias europeas frente a los
totalitarismos.
La imagen de un abrazo de Vergara1 fue evocada en muchos
ambientes militares, incluso con la esperanza personal de conservar
los grados y los rangos de los escalafones, de tal forma que este clima
se extendió hacia el antinegrinismo político. En la oposición de última
hora emergieron viejos antagonismos, nunca resueltos, como los que

1
Abrazo entre Espartero y Maroto, acto que puso fin a la I Guerra Carlista
habían enfrentado a comunistas y anarcosindicalistas y que las
jornadas de mayo de 1937 en Barcelona habían dejado en suspensión,
pero no superados. También salieron a la superficie los conflictos que
se habían disfrazado durante el otoño y el invierno de 1937, y que
habían provocado la crisis política de abril de 1938 entre los seguidores
de Prieto y Azaña contra Negrín, a lo que podríamos añadir las
tensiones más o menos acusadas y visibles entre los militares de
carrera y los de procedencia miliciana.
La sublevación del coronel Casado, jefe del Ejército del Centro,
contra el Gobierno de Negrín fue mucho más que una mera rebelión
militar dado el apoyo político que recibió de los elementos
antinegrinistas. La CNT, los socialistas partidarios de Largo Caballero y
de Besteiro y personalidades de Unión Republicana y de Izquierda
Republicana estrecharon sus posiciones en torno a la figura del coronel
Casado. En efecto, la quinta columna desempeñó un papel decisivo en
estos acontecimientos, animando al conglomerado antinegrinista a
pasar a la acción. A lo largo del mes de febrero caracterizados
individuos de la clandestinidad franquista de Madrid habían entrado en
contacto con Julián Besteiro y con el entorno próximo al coronel
Casado, entregándoles las denominadas Concesiones del Generalísimo,
estas dejaban entrever la posibilidad de un mínimo acuerdo final,
siempre y cuando el interlocutor, por parte republicana, fuera un militar
y no un político.
Finalmente, el 5 de marzo se consumó la sublevación contra Negrín.
Un día antes otra rebelión, en la que se entremezclaron elementos
quintacolumnistas y antinegrinistas, había estallado en la importante
base naval de Cartagena. En este último caso la rebelión pronto tomó
un carácter franquista. Aunque en pocos días quedara sofocada, el
resultado no pudo ser más catastrófico para la causa republicana: la
flota abandonó definitivamente la base, para internarse en el puerto
de Bizerta, en el Túnez francés. En Madrid la sublevación dio origen a
la formación de un Consejo Nacional de Defensa, en sustitución del
Gobierno Negrín, presidido por el general Miaja, pero
cuyo hombre fuerte era el propio Casado. Al día
siguiente el presidente Negrín y los principales
líderes comunistas abandonaron definitivamente
España: la política de resistencia había llegado a su
fin, mientras que la gente aun trataba de enfrentarse
a este golpe cosa que se alargó hasta el día 12 de
marzo.
De aquí en adelante los acontecimientos demostraron que Franco no
estaba dispuesto a aceptar ninguna condición para la rendición de los
republicanos y que las Concesiones del Generalísimo se convirtieron en
papel mojado. Los enviados republicanos que acudieron al aeropuerto
burgalés de Gamonal los días 23 y 25 de marzo, para intentar
establecer una negociación de última hora, recibieron como respuesta
la exigencia de una rendición incondicional. El 26 de marzo los
nacionales anunciaron su inmediata ofensiva y el 28 las tropas de
Franco entraron en Madrid, en los días sucesivos se ocuparon el resto
de la España republicana.
El primero de abril, a la par que el coronel Casado
abandonaba España en un barco británico y que los
moradores republicanos del puerto alicantino fueron
conducidos al campo de concentración de Los Almendros,
Franco firmaba el último parte de guerra. Desde el punto
de vista bélico la guerra había terminado, pero la paz no
llegaría tras ella.
Había tres razones clave que explicarían la victoria de los
sublevados: La existencia de una retaguardia unificada, con un mando
único; la reorganización de un estado centralizado que supiera ordenar
todo al esfuerzo bélico y finalmente el ejército unido bajo un solo líder.
Manuel Azaña, por otra parte, ponía el peso de lo que había ocurrido
sobre el escenario internacional, la ayuda recibida por los sublevados
era bastante importante mientras que las ayudas republicanas llegan
tardíamente de la URSS, pero Gran Bretaña y Francia (que contaba con
un gobierno e Frente Popular con León Blum) no aportarán a la
legitimidad republicana y sin ayudas militares. Es una desventaja que
ya desde el momento inicial marcaron un himpas en la guerra con el
trasbordo de las tropas de Marruecos a la Península.
Por su parte el historiador Julián Casanova afirma otras tres razones
de este resultado bélico: la política de apaciguamiento hacia Hitler trajo
condigo la No-intervención de las democracias, el apoyo económico de
las grandes fortunas a los sublevados y el mejor adiestramiento de las
tropas, marcaron la columna vertebral de la guerra; finalmente la
violencia más allá de la evidente entre los combatientes, la violencia
que supone la guerra civil en cuanto a la deshumanización del contrario
permitiendo tratarlo como un objeto. Las víctimas se estiman en
400.000 víctimas, un exilio permanente de por encima de 200.000. La
guerra también implica la extensión del fascismo y del nazismo por el
continente europeo con unos 9.000 españoles deportados por
combatirlos. En cuanto a las victimas de la represión aun se sigue
discutiendo, pues no es una represión que se terminó con la guerra.
Ampliación Hª Contemporánea de España
Nacionalismo
La invención de la “Guerra de Independencia”

¿Realmente se le puede considerar como tal? En el fondo nos encontramos


con que Napoleón buscaba cambiar la dinastía reinante en España, no
convertirla en una provincia de su imperio. Sí es cierto que en ese proceso se
le gustaba la idea de anexionar algunas zonas al norte del Ebro, no obstante,
su hermano José se opuso: Quería explícitamente una integridad del territorio
español, incluidas las colonias americanas. Esto quedó establecido en el
Tratado de Fontainebleau y ratificado en el Estatuto de Bayona.

Es innegable que la guerra que se desarrolla entre 1808-1814 tiene una


impronta a nivel internacional muy importante, ya que las tropas francesas
entraron en la Península con el objetivo de invadir Portugal en el contexto de
su guerra contra los ingleses. A excepción de la batalla de Bailén, las demás
batallas relevantes acontecidas en la Península Ibérica fueron
enfrentamientos del ejército imperial francés y la alianza anglo-hispano-
portuguesa. Por esta razón la lucha no tuvo que ver con ningún intento de
liberación o independencia nacional.

A pesar de esto, tampoco se puede desdeñar la concepción de esta guerra


como un enfrentamiento fratricida auspiciado por la escisión entre las élites
gobernantes que acabaron desembocando en guerra civil. Hay dudas también
al respecto si lo que se enfrentaban eran dos dinastías (Bonaparte vs Borbón)
o dos proyectos políticos realmente enfrentados. A todo esto, la respuesta
popular fue general e indudable desde el primer momento cosa que puede
estar más relacionado con la xenofobia antifrancesa. Su respuesta iba casi
más ligada contra el francés que por el apoyo a los Borbones. No se trataba
tanto de una exaltación de “lo propio”, mal definido aún, como un odio a lo
foráneo, en este caso lo francés.

Otro sentimiento que supuso una influencia decisiva fue la reducción a lo


personal del conflicto entre Carlos IV, María Luisa (la reina), Fernando (el
príncipe) y Godoy (valido). Desde esta reducción sería Fernando VII quien
habría dirigido los designios del país mejor que Godoy, a quien solo le seguía
la desgracia y los malos resultados en el gobierno. A pesar de esto, Fernando
levantaba ilusiones simplemente por su imagen de príncipe inocente. Este
análisis de la moral se podría ver relacionado con el enfrentamiento entre la
religión católica y el ateísmo ilustrado-jacobino de la revolución francesa que
traía Napoleón. El levantamiento antinapoleónico es “el predominio del
patriotismo local sobre la unidad nacional”, un particularismo que dotó
precisamente de especial fuerza a la resistencia contra los franceses. Las
juntas que emergieron en la segunda mitad del 1808 no hicieron sino
anunciar, la tónica dominante a lo largo del siglo XIX, a pesar de que se
agruparían en torno a una “Junta Central” y en unas Cortes que afirmarían la
unidad esencial de la “nación española”.
Las primeras interpretaciones abiertamente ideologizadas de los hechos
apelaron a imágenes apocalípticas (volvemos a la visión moral de la guerra)
o a la “Guerra de la Usurpación” (resaltando la ilegitimidad de José I), esta
última definición hubiera perdurado en caso de haber acontecido 50 años
antes, pero ahora, con los ecos de la Revolución Francesa tan cerca los
intelectuales de la época abogaron por usar el término de revolución
vinculado a este conflicto. Este término se siguió tras la llegada de Fernando
VII al poder, sin embargo, al poco tiempo se añadiría a una definición más
acorde con la vuelta al absolutismo en la que se acentuaba el carácter
francófobo. Ya en las discusiones políticas de 1821-1822 hizo aparición la
expresión “Guerra de la Independencia” (en medio de un clima de agitación
política).

“Españoles, ya tenéis patria”

El patriotismo étnico pasó a ser plenamente nacional, al menos entre las


élites, justamente en el curso de la guerra antinapoleónica; y ello fue obra
indiscutible de los liberales. Hundido el Estado se hizo preciso reorganizarlo
de forma improvisada, a partir de una serie de juntas locales, que más tarde
se coordinaron en una central que a su vez convocó unas Cortes (una
institución que no se había reunido desde hacía siglos).

El mito nacional, lanzado por quienes estaban más en contacto con las
novedades del vocabulario político, fue aceptado por los demás como modo
de salvación. El elemento movilizador más potente del momento, gracias a
este planteamiento se deslegitimizó al ejército napoleónico: extranjero y
tiránico; así y como a los afrancesados: no españoles. Este grupo abogaba
por las tradiciones, la fe heredada y la fidelidad al monarca; pero había otros,
herederos del reformismo ilustrado que querían obtener beneficios de aquel
mito, pues proyectaban construir sobre ese mito todo un edificio político
nuevo. No es un azar que el principal caballo de batalla durante las primeras
sesiones del debate constitucional fuera el de la soberanía nacional. La nación
era el artilugio que permitía liquidar la legitimidad regia y, con ella, todos los
privilegios heredados.

En este sentido, los constitucionalistas gaditanos salvaron la distancia que


separaba la justificación de la guerra contra Napoleón de la afirmación de la
soberanía nacional. Para estos, de acuerdo con la teoría medieval del pacto
(muy hábilmente recuperada), las abdicaciones y cesiones de Bayona en caso
de ser voluntarias, eran nulas debido a que no fueron ratificadas por las
Cortes (depositarias de la soberanía nacional). Esto es muy relevante ya que
significaba que la nación tenía el derecho a defenderse y a gobernarse a sí
misma, aun sin su monarca, porque en ella residía la soberanía. El
planteamiento liberal de la guerra consistió en convertir lo que en principio
era un repudio del “tirano” Bonaparte en una toma de posición contra la
“tiranía” como principio, es decir, contra cualquier persona. Para quienes
creían en el mito historiográfico de las libertades medievales y su
aplastamiento por los Habsburgo, se presentaba la ocasión para enderezar el
curso de la historia de España y recuperar las libertades perdidas años atrás:
“La batalla de Bailén redimió a los españoles de Villalar”.
Loa liberales españoles, bien formados en la tradición greco-latina
recurrieron a la clásica identificación entre patriotismo y defensa de la libertad
haciendo de ella un arma retórica muy poderosa más que el progreso y la
filantropía.

Élites y pueblo

Un problema clave pero que es fundamental para tratar de comprender el


conflicto es el que implica distinguir la opinión de los constitucionalistas de
Cádiz y lo que pensaban los demás combatientes del país. No hay motivos
para pensar que antes de la sublevación de 1808 los sentimientos de
patriotismo étnico, por no hablar ya de las nuevas ideas nacionalistas,
hubieran rebasado los selectos círculos políticos y literarios cercanos a la
corte y se hubiera difundido entre la mayoría de la población. No era solo por
el ruralismo y el analfabetismo, es que las propias élites impulsoras de aquella
nueva forma de identificación mostraban escaso interés por expandir tales
ideas y sentimientos en los medios populares.

Para las élites intelectuales españolas (como las demás) de la Edad


Moderna el pueblo era ignorante y sólo digno de recibir órdenes o lecciones;
pretender movilizar a la opinión, y no digamos ya a la plebe, para decidir un
debate en determinado sentido, era el último de los recursos, el de peor
gusto. No entendían esas cosas y mejor sería que no pretendieran
entenderlas. Hasta llegar a la Guerra de la Convención, o el Motín de
Esquilache, no hay proclamas ni folletos que apelen a un público que se
llamen (implícita o explícitamente): españoles.

La actitud de las élites ante el pueblo sufrió un giro de 180º con la guerra
inicia en 1808. Antonio de Capmany alertó la corrupción de la ida moral
española por efecto del afrancesamiento de las costumbres y pidió que se
defendieran los valores populares tradicionales, las fiestas, las
vestimentas…etc. Situaba la esencia nacional en el instinto popular frente a
las élites corrompidas por la civilización y el cosmopolitismo. En este sentido
observamos una dicotomía evidente entre este y Jovellanos, afrancesado con
un espíritu ilustrado en el que consideraba al pueblo desmerecido del estatus
de ciudadano hasta que se culturizase o por medio de la propiedad.

El giro populista de los liberales a partir de la Guerra de Independencia


representó una variación tan radical respecto del mundo mental anterior que
toda persona educada tuvo que creerse un nuevo discurso. No fue fácil desde
luego, pero en este discurso se aprecia un “doble lenguaje del liberalismo” en
relación con el pueblo; una oscilación de las élites entre “exaltación y
maldición” de las clases bajas, entre el “populismo” y el “egoísmo”. Pero a los
liberales no les quedaron otra que aceptar este nuevo discurso y mito del
pueblo como luchador heroico por la libertad nacional. Los absolutistas
mostraban un entusiasmo casi exactamente opuesto al de los liberales ante
la intervención popular. En cierto modo suponía una falta de visión política ya
que se podría haber reconducido hacia los valores del Antiguo Régimen (como
hizo Capmany).
Que la guerra de 1808-1814 tuviera un carácter tan popular y tan
espontáneo, y con sentimientos tan patrióticos, no parece tan claro a día de
hoy. Lo que realmente ocurriera, sin embargo, en definitiva, no importa, lo
importante es lo que la gente creyó que había ocurrido quedando marcado
para siempre como una guerra populista. Si no, es bastante difícil de explicar
el porqué de la casi nula participación popular con la intervención del ejército
francés de Los cien mil hijos de San Luis en 1823. El mito populista resurgiría
en cada momento clave del siglo XIX, como es el caso de 1868 con la Gloriosa.

La nación, en marcha

La historia del nacionalismo español contemporáneo podríamos afirmar


que surge con la sublevación de 1808 y terminada victoriosamente la
contienda, se convertiría a lo largo del siglo en el fundamento más sólido del
orgullo colectivo y en piedra angular de la mitología con la que se aureolaba
el Estado nacional en formación. Sin embargo, el propio éxito de la
mitificación de esa guerra se convirtió en un problema, por más paradójico
que parezca. Ante todo, porque el relato sobre la lucha antinapoleónica acabó
teniendo vida propia, generando orgullo por sí mismo, vinculado a la unidad
o la independencia de la patria, pero no a un proyecto constitucionalista o
modernizador.

La revolución liberal según avanzaba se fue topando con dificultades cada


vez mayores y en definitiva acabó poco menos que empantanada, con lo que
todos los ojos se volvieron instintivamente hacia aquel otro supremo objetivo
nacional: la independencia. El resultado de la guerra fue un mito
autocomplaciente, como el de Numancia, Covadonga y otras gestas similares.
Y el mito nacional se desvinculó de los cambios modernizadores, salvo entre
élites liberales irreductibles, pero minoritarias y aisladas.

El éxito de aquella mitificación pudo convertirse en un problema en otro


sentido también, tras aquella proeza colectiva parecía tan evidente la
existente de una identidad española que no se hicieron esfuerzos serios por
educar a las masas en un sentido nacional. Si las naciones fueran como los
nacionalistas creen, las realidades básicas en que se asientan la historia y las
sociedad humanas, el sentimiento patrio surgiría de forma natural y no habría
que inculcárselo a los individuos desde fuera.

Deseos y realidades. ¿Para qué sirve la nación?

El siglo XIX fue el del progreso científico y de avances tecnológicos que se


tradujeron en la superioridad militar de los europeos, se convirtieron en los
reyes del mundo a través de su expansión por África, Asia y Oceanía
(acabaron dominando ¾ partes del mundo). “No ha habido nunca en la
historia una centuria más europea ni volverá haberla en el futuro”. En este
sentido España se sentía, obviamente, desplazada de este nuevo mundo que
no perfilaba ella a pesar de no ser una etapa tan negativa. El proceso
modernizador iba lento si lo comparamos con Inglaterra, Francia o Alemania;
pero para nada se puede afirmar un fracaso. Sin embargo, esa sensación era
la que se generalizaba entre las élites españolas al ver su país estancado o
en inferioridad.
A tres siglos, del XVI al XVIII, en los que España había participado en todos
los grandes conflictos armados del mundo occidental, sucedieron otros dos,
el XIX y el XX, en los que no tomó parte en ninguno. Las grandes potencias
no valoraban prácticamente en nada a Fernando VII, incluso en la mitificada
“Guerra de la Independencia” en Europa era vista como una campaña más
de Napoleón por el continente en la que sería derrotado principalmente por
el duque de Wellington. En este sentido a Fernando VII se le reprochaba
desde afuera la incapacidad para evitar que se escapase de sus manos el
imperio americano, España de la noche a la mañana se vio reducida a una
corte de tercera fila, mientras que las demás potencias comenzaban su
expansión por territorios ultramarinos.

Por su parte dentro del país la principal crítica no venía por esto, si no por
su carácter absolutista. Los grupos modernizadores tenían como modelo a
imitar el sistema liberal. Es por esto por lo que se entiende que Rafael de
Riego sublevara a las tropas con destino a América para hacer frente a un
problema de política interior, siendo convertido en héroe patrio por los
liberales; cuando si se mira desde una razón de Estado fue un hecho
catastrófico. Este factor no implica que a las élites le molestara la pérdida de
las colonias, por su puesto que le afectó, pero esto fue atribuido al
absolutismo y su oscurantismo. Un motivo más para con su resentimiento
contra el trono.

A medida que pasaron las décadas, el sentimiento nacionalista se fue


desvinculando del constitucionalismo, la soberanía popular y los derechos
individuales, para asentarse sobre el colonialismo. En palabras de Cánovas
del Castillo, colonizar pueblos salvajes era la “nueva cruzada” o “misión
divina” que las “naciones cultas y progresivas” tenían que cumplir para
extender su “propia cultura y plantear el progreso”, perfeccionando al
hombre. Todas estas ambiciones colonizadoras que narraba Cánovas será lo
que lleve a las potencias a enfrentarse en la Gran Guerra entre 1914-1918.
Además de que los imperios demostraban la superioridad de las “razas”
cuestión que agudizaba la crisis de identidad española en la época pues se
identificó con una inferioridad racial. Desde entonces podemos comprender
el por qué del Desastre del 98 fue tan fuerte en la memoria colectiva del país,
siendo el factor imperial un criterio de valoración nacional de suma
importancia.

El hecho de que los liberales disfrutasen de tan escaso eco en los medios
populares no quiere decir que carecieran de fuerza política. Porque en una
sociedad tan jerarquizada como aquella, sus amplios apoyos entre la élite
educada y, sobre todo, sus conexiones militares, significaban una influencia
temible. Podían ser incapaces de mantenerse en el poder durante un largo
espacio de tiempo, pero les sobraba capacidad para perturbar los períodos
dominados por las élites tradicionales e incluso para desplazarlas,
brevemente, del gobierno. De ahí la inestabilidad política y los zig-zags
perpetuos del siglo XIX.
Tras repetidos fracaso, persecuciones y exilios, muchos liberales
comprendieron como de aislados estaban de aquel pueblo al que, en teoría,
representaban y servían. Evolucionaron en cuatro sentidos: se alejaron del
populismo; adoptaron un escepticismo pesimista sobre las virtualidades de la
raza; abandonaron la historia nacional romántica de la primera etapa liberal
(idealizando la Edad Media castellana o aragonesa); y como consecuencia de
todo esto, moderaron su programa político hasta borrar toda reforma radical.
El partido moderado, en teoría liberal-moderado, de los años 1840 (aun tenía
hombres del constitucionalismo gaditano), no defendía ninguno de los puntos
fundamentales del programa doceañista.

La situación del nacionalismo español en las últimas décadas del siglo XIX
era bastante clara: había fracasado tanto en la revolución liberal y su
expansión imperial. De lo primero podríamos decir que la reforma liberal
estaba congelada y de lo segundo, que el imperio o ya estaba perdido o
estaba por terminar de perderse. Si el nacionalismo español quería sobrevivir
tenía que inventarse una función, para ello estaba O’Donnell y su proyecto
de reconstruir un imperio español en África.

El sueño imperial. La “política de prestigio” de O’Donnell

Ante el estancamiento de la política interna la reorientación que apareció


como posibilidad inmediata fue la expansión de las fronteras territoriales del
Estado. Podría haber sido la defensa de las fronteras existentes, pero la
peculiaridad de España, en este terreno, es que no había conflictos con
Estados europeos vecinos u la acción estatal no podía orientarse en ese
sentido. La única disputa territorial imaginable podría haber girado alrededor
de Gibraltar, podría haber servido como Trieste para el nacionalismo italiano;
sin embargo, ¿en qué cabeza cabía que España osara tan siquiera desafiar a
la gran potencia británica?

El nacionalismo español no contaba con un enemigo exterior claramente


definido, tampoco aspiraba a tierras irredentas más allá de sus fronteras, y
no fue reactivado por una participación en las dos guerras mundiales. Todo
esto supone una desventaja para el proceso de construcción nacional, pues
el sentimiento de unidad que se deriva del hecho de ser atacado fue
atenuándose, sin verse reemplazado por ningún otro sentimiento o propósito
colectivo.

La estrategia de expansión territorial fue característica de la Unión Liberal,


y casi todos sus episodios ocurrieron entre 1858 y 1863, único período de
verdadera moderación (en el sentido de equilibrio político) a lo largo del
reinado de Isabel II, lo que permitió la concentración de esfuerzos para la
“Política de prestigio” de O’Donnell: Expediciones por la Conchinchina,
Marruecos, México, República Dominicana y El Callao. No dejan de ser
empresas de carácter menor en comparación con lo que estaba ocurriendo
con las demás potencias. Los órganos de las más distintas tendencias políticas
coincidieron en señalar lo importante de demostrar la fuerza que tenía
España.
Se desató una euforia el más que favorable, aunque duro, resultado de
aquella guerra. La conclusión para los españoles era clara: los europeos
debían salir de su erro sobre España y comenzar a tener en cuenta el país
(cosa que no pasará). La Guerra de África de 1859-1860 fue importante en
otro sentido, se consideró la extensión de la Reconquista, el más antiguo de
los mitos fundacionales de la nación. Aspecto que más gustó a los políticos
católico-conservadores, la asociación entre españolismo y catolicismo hizo
atractivo el nacionalismo para muchos de los que antes desconfiaban de él.

A pesar de todo, aquellas campañas no otorgaron los tan ansiados nuevos


territorios, salvo algunos pequeños avances en el norte de Marruecos.
Aquellas manifestaciones de fervor nacionalista no pasaron de ser pálida
imitaciones de las que se desarrollaban en París, Londres o Berlín. El
verdadero ultranacionalismo imperialista, semejante al que llevó a las
muchedumbres europeas a exigir y vitorear la declaración de guerra de 1914,
no surgió hasta algo más tarde, en los últimos años de siglo, al calor del
conflicto cubano con “una preocupación casi neurótica con la identidad”.

Es indiscutible que ese patrioterismo agresivo se dio con profusión en los


años de la guerra cubana, pero cabría preguntarse si, aun entonces, no seguía
siendo un fenómeno de impacto limitado a las clases urbanas educadas, con
dudoso reflejo entre la inmensa mayoría del país, y en especial del mundo
rural. No hay que olvidar que la mayoría de los niveles sociales populares las
aventuras coloniales fueron recibidas con más frialdad o incluso aprensión,
porque al final eran ellos los movilizados para emprender esas campañas.
Pero es que incluso esa alta sociedad, educada y reivindicativa de imperios
tampoco daba ejemplo de intensos sentimientos patrióticos cuando se trataba
de aportar fondos o de inmolar a sus hijos en las campañas bélicas. Con
excepción del sector castrense, en la escala de valores de las familias de
clases altas o medias altas españolas no ocupaba lugar prominente el servicio
militar, al revés de lo que ocurría en la Alemania de la época.

En palabras de Juan Linz: España es, en el siglo XIX, “el primer país que
sufre la pérdida colonial, la única potencia colonial que pierde sus últimos
territorios ultramarinos y tampoco tiene éxito en sus aventuras imperialistas
menores en África”. Si se añaden a ellos las repetidas guerras civiles, la
conclusión no podría ser más desoladora para el proceso de construcción de
una identidad compartida.

El otro sueño hubiera sido la Unión Ibérica como parte de un nacionalismo


activo y expansivo, como habría sido la unificación alemana o italiana. El
proyecto, no obstante, quedó en nada bien sea por la oposición entre las
élites, la propia animadversión de ambos pueblos o porque Francia e
Inglaterra trataban de poner trabas evitarlo. De igual forma el
panamericanismo fue un ideal pretendido por ciertas élites políticas pero
minoritario y falto de posibilidades reales.
La nacionalización de las masas: educación, servicio militar, símbolos
y monumentos.

Ningún mecanismo era tan necesario para la construcción nacional como


algo que constituía, además un servicio público: un sistema educativo estatal,
obligatorio y gratuito. Esto es algo que las élites político-intelectuales venían
reivindicando desde la época ilustrada. La Constitución de 1812, en su
“Discurso preliminar”, estableció que: el Estado no menos que soldados que
le defiendan, necesita de ciudadanos que ilustren a la nación y promueva su
felicidad con todo género de luces y conocimientos. Así que uno de los
primeros cuidados que deben ocupar los representantes de un pueblo grande
y géneros es la educación pública. Ésta ha de ser general y uniforme […].

A partir de estos principios, la Constitución establecía la obligación estatal


de mantener un sistema escolar que llegara a todos los pueblos del reino. No
era la claridad de ideas lo que faltaba a los diputados gaditanos, pero como
el resto de su obra, aquello quedó en nada. Los liberales del Trienio por su
parte, trataron de reiterar sus intenciones, algo menos ambicioso en el que
el Estado no tenía reservado el monopolio de la educación, sino que tutelaba
sobre la enseñanza. Sin embargo, habría que esperar hasta 1857 para la
promulgación de la Ley General de Instrucción Pública (Ley Moyano): La
enseñanza quedaba unificada bajo el control compartido de la Iglesia y el
Estado.

Había un problema estructural de esta normativa, no pudiendo sufragar el


gobierno central los gastos del plan educativo, decretó pura y llanamente que
los obligados a erigir y sostener las escuelas de enseñanza primaria serían
los propios municipios (a los que se les había privado de sus bienes con la
desamortización de 1855). El resultado al largo plazo es bastante revelador:
en la época de la Guerra de Cuba, 40 años después de la promulgación de la
Ley, casi la mitad de las escuelas previstas seguían sin existir, con casi el
60% de la población infantil que debía estar escolarizada seguía sin estarlo y
había más de un 60% de la población analfabeta. La mayoría de personas
que sabían leer y escribir provenían de centros privado y generalmente
católicos.

Este fracaso educativo no sólo constituye uno de los factores que más
negativos efectos hubo de surtir sobre el proceso nacionalizador, sino que
revela las dos circunstancias básicas que orientan la conducta de los
gobernantes españoles del siglo XIX: la escasez de recursos y la falta de
voluntad política. Algo de dinero sí que tenía el Estado, la cosa es que se
invertía en otras cosas: En 1885 el 49% del presupuesto iba invertido al
ejército. Esto es muy revelador pues el país realmente apenas entraba en
guerra, lo que quiere decir que era un ejército interior. Solo tras la crisis del
98, al crearse el Ministerio de Instrucción Pública y hacerse cargo el gobierno
de la enseñanza primaria, empezó a cambiar la situación y los gastos en
educación pasaron de ser el 1 al 4% del presupuesto estatal.
Fueron dos cuartos de siglo (1843-1868 y 1875-1900) de dominio
conservador, y en ambos el timón del gobierno estuvo en manos de políticos
para quienes, en el fondo, la garantía de la subordinación de los súbditos a
la autoridad eran las creencias religiosas. De ahí que dejaran en manos de la
Iglesia lo relacionado con la educación. Aquí hay un problema para los
contemporáneos de la época, quienes mucho veían como la iglesia no solo
tenía un veto antiliberal, sino también anti estatal; esto se traduce en una
disputa con el Estado por las competencias educativas, un obstáculo a la
nacionalización.

El servicio militar fue otro ejemplo, no menos elocuente que el de la


enseñanza, de que no todo era carencia de recursos sino también de voluntad
política. Francia a diferencia de lo que ocurrió en España, logró establecer un
servicio militar verdaderamente universal. Lo específico de la pésima
reputación popular del ejército español es que era vistos, como una
“contribución de sangre” exigida a los pobres. El ejército “nunca cumplió en
España aquel papel unificador que tuvo en otros Estados europeos, donde el
servicio militar era obligatorio para todos los ciudadanos”. Todo lo relacionado
con el ejército tenía una profunda esencia clasista, desde la función policial
de las fuerzas armadas hasta el sistema de seguros para redimirse de la
quinta.

Para que el nacionalismo saliese adelante también era requerido la


adopción y difusión de un conjunto de símbolos nacionales a lo que se refiere
E. Hobsbawn con la expresión “invención de la tradición”. Una bandera es lo
primero que diseña todo el que concibe un proyecto nacional. En la guerra
napoleónica proliferaron estandartes y banderas, diferentes según los
regimientos, pero la bicolor de Carlos III, usada para la marina, fue
adquiriendo preeminencia, precisamente porque Cádiz como plaza marítima,
la convirtió en un símbolo de la resistencia contra los franceses. De ahí pasó
a ser la enseña liberal, adoptada por la Milicia Nacional pero que Fernando VI
evitó difundirla más allá de usarlo para la marina; y tras la I Guerra Carlista,
usada por el ejército Cristino se extendió su uso a todo el ejército de tierra
por ley en 1843. No hay que confundir este hecho con que fuera bandera
nacional, cuyo estatus no llegaría hasta 1868 tras el derrocamiento de la reina
Isabel II. Era algo tarde, criticada por los carlistas, pero también por Cánovas
(representando a la Academia de la Historia) y también la izquierda: Los
demócratas querían añadir una tercera franja, pero de color morado, derivada
de los comuneros de castilla. Esta medida no se adoptó oficialmente, pero
parece que ambas se usaron durante la república de 1873. Con la
Restauración volvería a la rojigualda por considerarse liberal y monárquica a
la vez, pero con tan poco entusiasmo que hasta 1908 no se ubicó en los
edificios públicos y en 1927 por los barcos mercantes (Recordar que durante
la II República se volvió a la tricolor y con el franquismo a la rojigualda para
culminar tras la muerte del dictador con una bandera más o menos aceptada
por el resto de españoles).
Casi igual de polémica fue la implantación del himno, con sucesivos himnos
y privatizaciones sobre un símbolo público hasta que se llegó el acuerdo con
el que se dejaba la Marcha Real de 1908 sin letra.

El tercer símbolo primordial de la nación sería la propia fiesta, la cual se


había seleccionado el Dos de Mayo por su versatilidad política y porque al
final había se decretada como fiesta nacional por las Cortes de Cádiz durante
el conflicto. Sin embargo, con la vuelta de Fernando VII perdió relevancia y
ya nunca más volvió hacerse como gran fiesta nacional. En país el Veinticinco
de Julio podríamos decir que tenía un carácter de fiesta nacional por se la
dedicada por la Iglesia católica a Santiago, Patrón de España. Sólo en la
segunda década del siglo XX un gobierno Maura decidiría, por fin, instituir
una fiesta nacional con tal nombre: el Doce de Octubre, fecha ligada a la
llegada de Colón a América; podía entenderse como una fiesta de carácter
laico y expansivo, pero no es así ya que tenía la ambigüedad de que se
celebraba a la vez que la del Pilar, fiesta cristiana.

A la revolución liberal correspondía establecer un nuevo orden simbólico


en los centros urbanos de la nación y, más que en ningún otro, en al capital
de esa nación; había que ocupar el espacio público con los modelos de la
nueva moral patriótica, es decir, honrando a los “padres de la patria”. Pero
desde que se promulgara la primera construcción en honor de los muertos
durante el Dos de Mayo se paralizaría con la vuelta de Fernando VII, de igual
forma al realizarse con más de 30 años de retraso, no fue ni lo suficiente
grandiosos ni tenía las características necesarias para considerarse como
monumento para la nación. El principal elemento de orgullo sería los leones
de bronce ubicados en el Congreso de los Diputados. La España del siglo XIX,
incapaz de medirse con las grandes potencias, expresaba, en el monumento
mismo en el que exhibía sus glorias, los límites de su poder y sus ambiciones.
El monumento patrio de mayor ambición y significado fue el Panteón de
Hombres Ilustres, idea acariciada de 1839 pero que se aprobaría en 1869
durante las Cortes de la Gloriosa. Las intenciones originales quedaron, una
vez más, en casi nada, hoy en día uno de los lugares más olvidados de Madrid.
Caciquismo
Definición del Caciquismo

Podemos definir el caciquismo como el entramado de relaciones sociales


que definían la vida política durante los años de la Restauración borbónica en
España. La principal característica del caciquismo español fue la concreción
electoral, aunque era tan sólo una de las múltiples formas de manifestarse la
influencia de los caciques en una sociedad de clientelas las cuales hundía sus
raíces mucho más atrás de la Restauración. No fue hasta mediados del siglo
XIX cuando, por medio de la venta de bienes desamortizados, el clientelismo
rural adquirió una dimensión nueva, al afirmarse en el marco de una
economía de mercado.

El sistema caciquil tuvo su principal fortaleza en el mundo agrario, aunque


también actuó, aunque en menor medida, en el urbano. Dentro de una
España predominantemente rural, las tierras de la Meseta central y del Sur
de la Península resultaron ser el campo abonado donde creció con mayor
comodidad el caciquismo, al que dirigieron ya desde finales del siglo XIX
críticas más violentas los hombres que pretendían reformar la política
nacional.

El caciquismo se consolidó en España durante la Restauración (1874-


1923). Los caciques se encargaban de controlar los votos de todas las
personas con capacidad de voto de su localidad, lo cual era la base de la
alternancia política que la Restauración demandaba. Los caciques son
personas con poder económico, que cuentan con un séquito (gente que
trabaja para él) formado por grupos armados, capaces de intimidar a sus
convecinos que saben que si las cosas no transcurren según los deseos del
cacique pueden sufrir daños físicos.

El caciquismo era, además de un sistema de estructuración de la sociedad


nada igualitario, una vía para poner en relación al mundo urbano, donde se
tomaban las decisiones políticas, con el rural, es decir, con la mayor parte del
país. A través de las clientelas caciquiles llegaba hasta los lugares más
recónditos de la geografía española algo parecido a la autoridad. A pesar de
lo que pudiera parecer, la red caciquil no fue estática ni cerrada desde el
primer momento hasta hacer poco menos que imposible su desmembración
a manos de los gobernantes que quisieron intentarla. El «descuaje» de tan
vilipendiados mecanismos vendría de fuera de sus límites, con la irrupción de
formas políticas nuevas, y ni siquiera podemos estar seguros de que su
desaparición se produjera hasta la Guerra Civil, o incluso más tarde.

La figura del cacique local

España en el siglo XIX es, sin lugar a dudas, un país localista. Un Estado
donde las distancias, tanto interregionales como incluso las existentes entre
comarcas limítrofes, son lejanas. Las redes de comunicación y las carreteras
eran, más bien, precarias y no mejoraron demasiado. Existía una red de
trenes, pero era escasa. Esto conllevaba la mantención de un comercio
económico localista dentro de un mundo rural. La cultura política de la
Restauración es una mezcla entre el modelo localista (por el peso de ese
mundo rural) y el de súbditos (por la pervivencia de ciertos elementos del
Antiguo Régimen).

La caída del Antiguo Régimen estaba demasiado reciente como para que
no perduraran algunos aspectos en la sociedad española, y esta sociedad
estaba tan marcada por el mundo campesino y el ruralismo que incidía en el
carácter de la misma y en su comportamiento político. De esta manera ambos
elementos serían clave en la conformación del sistema político de la
Restauración. El sistema caciquil no hubiera sido posible sin la existencia de
un Estado centralizado y débil que se encontró con una fragmentación del
poder. Ciertamente, creo que es fundamental esta situación. El Estado,
debido a esa debilidad, se vería obligado a pactar con aquellos poderes locales
de algunas regiones para poder cubrir así todos los vacíos que dejaba su
precario poder centralizado. El cacique era el poder real para el campesinado.
El Estado sería un elemento extraño y lejano para los habitantes del mundo
rural español. Para un cacique era fundamental controlar el ayuntamiento,
aunque no necesariamente tenía que ser el alcalde para controlarlo., lo que
significaba tener el control inmediato del municipio. Las diputaciones
provinciales son otras de las instituciones importantes de control caciquil. El
control de la diputación permitía el reparto de empleo, la eximición del
servicio militar y otro tipo de favores económicos o sociales.

La definición de Varela Ortega: el cacique es “el jefe local de una


parcialidad política que controla un área electoral determinada”. Aprovechaba
la desmovilización generalizada en la sociedad para establecer su control y
perpetuaba su poder “repartiendo beneficios divisibles entre un pequeño
núcleo de seguidores”. La figura del cacique local era heterogénea y podía
variar según zonas: podía ser un terrateniente, una persona con estudios
(médico, jurista…), un clérigo (la influencia de la Iglesia era mayor en el norte
que en el sur) … Su calado entre los lugareños se hacía realmente patente
con la capacidad del cacique de obtener beneficios para su distrito. Creo que
las claves en la perdurabilidad del caciquismo están, por un lado, en la
concesión de favores a unos, y, por otro, en la desmovilización política de
gran parte del electorado, y no tanto en las medidas coercitivas o represivas
(aunque durante la Restauración aumentasen): El fraude electoral, del que
hablaré más adelante, llevaba al descenso participativo de la gente en la
política, porque la desmotivación y el descrédito de la política desembocaban
en el abstencionismo de mucha gente. Pero otros sectores estaban
desmovilizados, no por desencanto político, sino porque se beneficiaban del
sistema y estaban contentos con lo que recibían de él.

Redes clientelares

La relación entre el cacique y sus clientes era una relación de patronazgo,


basada en el trueque de servicios entre las partes, que tienen una posición
socioeconómica desigual. Estamos partiendo así de un punto inicial donde la
desigualdad tiene un peso fundamental. En la “negociación” entre patrón y
cliente no existe el principio de equidad porque el cacique es consciente de
que tiene una posición ventajosa sobre su cliente y se aprovecha de ello,
utiliza su posición socioeconómica para obtener una ventaja que sabe utilizar
en su propio beneficio.

El cliente, por su parte, solía pagar el favor del cacique con su voto (aunque
también podía hacerlo en especie, en dinero o en servicios), que era algo que
no costaba nada al campesino o al cliente de turno. Así, aquello que recibía
el cliente era un favor mucho más tangible que un simple voto, sin embargo,
la suma de clientes y, por ende, de votos, hacía que el cacique lograra
conseguir un puesto de administración o de posición ventajosa desde la cual
podía seguir repartiendo servicios que a él poco le costaban, en relación a
todas las ventajas que tenía desde esa posición privilegiada que conseguía
con los votos. Esta situación de concesión mutua de servicios llevaba a la
desideologización de la masa electoral, que tendía a votar según los favores
recibidos o la previsión de favores por recibir, más que por una u otra
tendencia ideológica.

Los partidos políticos durante la Restauración, momento álgido de las


políticas caciquiles, se nutrían de organizaciones municipales que estaban
vinculadas a un pequeño cacique local. Cada uno de estos caciques de
partidos en los municipios estaba bajo influencia de un cacique a nivel
provincial y estos caciques de partido a nivel provincial estaban, a su vez
vinculados a un cacique regional. De esta manera, cada partido se tejía su
propia red jerárquica de relaciones clientelares entre caciques o jefes de
partido de mayor rango y otros de menor relevancia. Esta pirámide caciquil
presentaba sus propias características. En la cúspide estaban los grandes
líderes de los partidos, jefes de sus facciones que podían ser ministros, por
ejemplo, servían de unión con Madrid y podían controlar provincias o
regiones. Bajo ellos se encontraban los notables que tenían relación tanto con
la administración central como con los electores. Las capas inferiores de esta
jerarquía estaban conformadas por los caciques comarcales y locales, que
solían situarse en las diputaciones provinciales y que tenían la capacidad de
ofrecer servicios a sus electores, con los que estaban en contacto directo.

El hecho de que, en general, la política no fuera un oficio profesionalizado,


mediante el cual uno podía ganarse la vida, hizo que fueran únicamente las
clases altas las que pudieran dedicarse a ella. Un simple campesino,
arrendatario o jornalero, no podía dedicarse en exclusiva a la política, porque
estaba demasiado ocupado sacando adelante sus cultivos y dependía de ellos
de manera extrema, no podía descuidarlos prestando atención a la política
porque sus ingresos provenían del campo. Solamente la gente acomodada se
podía permitir el lujo de dedicar parte de su tiempo a la política, cuyos
beneficios económicos provenían mayoritariamente, en general, de sus
actividades profesionales y no de la política; la política le podía reportar otro
tipo de servicios y bienes complementarios a los económicos. Esta sería la
tónica general, aunque siempre pueden existir excepciones. Este escenario
llevaba, de manera imparable, a una situación de desigualdad total. La brecha
interclasista no hacía más que aumentar. La ventajosa situación de estas
elites produjo que fueran los propios familiares los que relevaran
generacionalmente en los cargos a los caciques, lo que desembocó en la
creación de familias políticas muy poderosas en España.

Sufragio universal masculino y poder local

Organizar y manipular elecciones no era una actividad sencilla, era


complicado para el gobierno central y se dificultó, todavía más, cuando se
implantó el sufragio universal masculino. A partir de 1890, año del
establecimiento del sufragio universal masculino, los caciques locales
obtuvieron más peso a la hora de organizar y controlar las elecciones. El
gobierno a la hora de organizar las elecciones se topó con el obstáculo de las
clientelas caciquiles. En el turnismo se debía respetar a la oposición y se
debían garantizar los intereses de los diversos grupos clientelares, esto
suponía un complejo sistema de equilibrios. Las redes de clientelas influyeron
en la administración central del Estado y consiguieron entorpecer su
funcionamiento.

El caciquismo se sirvió de dos prácticas electorales muy recurridas durante


su período de pervivencia. Por un lado, el encasillado, que consistía en la
elección de un diputado idóneo para una región con la que no tenía ningún
nexo de unión (llamado diputado cunero) y, por otro, el pucherazo, que
consistía en adulterar las elecciones para conseguir imponer un candidato en
un lugar. Aunque hay que señalar que, paulatinamente, las prácticas
electorales fraudulentas fueron dejando paso a otros medios de actuación
como la coacción y, sobre todo, la compra de votos.

Poco a poco la práctica del encasillado se fue haciendo más difícil de


implantar debido a las divisiones internas de los partidos y a la presión del
gobierno para contentar a sus clientes. Los diputados cuneros (aquellos sin
nexos con el distrito por el que salían elegidos) disminuyeron debido,
también, al aumento del poder de las administraciones locales en detrimento
de la central. En algunos casos, los escasos cuneros elegidos se debían a la
insistencia de los caciques locales, lo que validaría la teoría del reforzamiento
de los poderes locales. Además, ciertos caciques regionales o provinciales
encontraron en el regionalismo (como en Navarra, por ejemplo) y en el
nacionalismo la manera de hacer frente al cunerismo.

El aumento del número de votantes favoreció el control electoral de los


caciques, como se ha visto anteriormente, lo que implica que el poder caciquil
se vio aumentado. Así pues, este aumento del control caciquil sobre el
electorado llevaría a que las administraciones locales tuvieran más relevancia
que las centrales, debido a que el control inmediato sobre las masas y los
votantes lo ejercían aquéllas. Este aumento de poder de las administraciones
locales, junto al fraccionamiento de los partidos y al arraigo de los diputados,
produjo que, durante la Restauración, aumentara el número de maquinarias
caciquiles locales.
Conclusiones

En primer lugar, creo que fueron varios los factores que incidieron en la
creación y el posterior asentamiento y afianzamiento del caciquismo. Por un
lado, el carácter rural de la España del XIX y, por otro, la supervivencia de
ciertos rasgos del Antiguo Régimen, ayudaron al surgimiento del sistema
político de la Restauración. Además de esto, el débil Estado centralizado se
encontró con problemas para controlar todos los recovecos de las diversas
regiones que conformaban el país, por lo que se vio obligado a pactar con los
pequeños poderes locales que se asentaban en las provincias y comarcas.
Así, el Estado entregó poder a estos pequeños jefes locales, surgiendo de
esta manera la figura del cacique.

Paulatinamente, los caciques fueron calando entre los lugareños a través


de la concesión de favores y servicios a ciertos sectores que devolvían el pago
a través, sobre todo, del voto. Esto, unido a la desmovilización de parte de
aquellos que podían votar (debido al descrédito de la política, el desencanto
o la pasividad, entre otras razones), favorecería la estabilización de los
cacicatos y la perpetuación de los caciques locales.

Por otro lado, las redes clientelares se basaban en las relaciones desiguales
entre dos partes: el patrón, o cacique, y el cliente. El cacique aprovechaba
su ventajosa posición socioeconómica para ofrecer a su clientela servicios,
que apenas le suponía esfuerzo conseguirlos, así, el cliente debía devolver el
favor con su voto. De esta manera el cacique se veía mucho más favorecido,
ya que la suma de votos conseguía afianzarlo en una posición política muy
ventajosa de la cual se podía aprovechar para conseguir bienes y beneficios
de todo tipo y, a la par, seguir entregando servicios a su clientela, la cual
podía ir aumentando. Las redes caciquiles estaban jerarquizadas y formadas
por élites muy heterogéneas que variaban según el nivel que se ocupaba en
la pirámide caciquil y según la región. Estas élites solían tener la política como
segunda actividad económica, ya que la mayoría de ellas obtenían sus
ingresos principales de sus actividades profesionales. Se dio una cristalización
del poder político en las élites regionales o provinciales.

Por último, durante la Restauración y, sobre todo, tras la implantación del


sufragio universal masculino (en 1890) el poder de las administraciones
locales fue imponiéndose frente al poder de la administración central. De esta
manera, los caciques locales se hicieron más fuertes esto se tradujo, a nivel
electoral, en el aumento del número de candidatos naturales de los diversos
distritos en detrimento del fenómeno del cunerismo.

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