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<<Yo actúo>> Yo como persona, despliego mis potencialidades y entro en contacto con el
mundo y con mí mismo a través del misterio de la acción humana.
El Obrar Humano
Acción: Actividad de toda persona en cuanto tal, al desplegarse dinámico y unitario del hombre
Lo que distingue radicalmente la acción humana de cualquier otro dinamismo que puede tener
lugar en el interior del hombre es que el sujeto es la causa libre de la acción<<YO actúo>>. Que
yo sujeto, pongo libremente una acción en el mundo. Sin mí esa acción no existiría mientras
que por el contrario, mi determinación de voluntaria supone una modificación del ser del
mundo que sigue a su <<puesta la existencia >>
Ya establecida la esencia de la acción nos preguntaremos por las razones de nuestra actividad.
Las respuestas son muy sencillas a veces lo hacemos por necesidad. No podemos no actuar
porque la estructura de nuestro ser es dinámica. Somos movimiento y estamos obligados
actuar hasta el punto de que, como sabemos, las omisiones son también un modo específico
de actuar que consiste en la decisión de no hacer nada. Pero la actividad humana no es,
evidente, un mecanismo necio y fin para sí mismo, si no el que nos permite lograr nuestra
plenitud, nuestra autorrealización.
El ser humano actúa para alcanzar aquello que no es y que creo que debe ser, para probarme
a sí mismo, para crear para destruir, para poseer o para regalar, para transformar el mundo o
la sociedad en cualquier caso busca una plenitud, un objetivo, un anhelo, algo que antes no
poseía y que considero que me conviene desde algún punto de vista. Esto es lo que despierta
el fascinante mecanismo de la acción humana.
Un ejemplo de ello seria el siguiente: un obrero que construye un edificio, esta actuando pero
su acción se distingue de él. En el momento en el que construye transforma el mundo que lo
rodea pero puede dejar de hacerlo; entonces, él sigue siendo el mismo y la acción queda
objetiva en la tarea que ha realizado. Es por ello que también se dice que la acción es
fundamentalmente transitiva y no permanece en el sujeto, sino que se transfiere al mundo
El « yo actúo la», la acción nunca se separa del ser humano. No existe «el construir», sino
«alguien que construye», ni el «correr», sino «alguien que corre » y que al construir y al correr
se cansa, se fatiga, se fortalece o se perfecciona. Esto quiere decir, desde otra perspectiva, la
acción como fácilmente puede intuirse, nunca sale completamente del interior de la persona
porque es la misma persona modificándose activándose y desarrollándose. Y significa también
que modifica el mundo pero modifica, sobretodo, a la persona porque revierte sobre su
interior cambiándola en uno u otro sentido. Esta cualidad de la acción por la que revierte sobre
Cabe mencionar que ese dinamismo que modifica la materia como en el ejemplo anterior de la
transitiva ni intransitiva sino que posee simultáneamente las dos cualidades al igual que
El Obrar Humano
Por ultimo hay que añadir que la acción completa y real no es ni subjetiva, ni objetiva, ni
sucedía con la libertad. El «yo actúo» implica un sujeto que realiza una acción que cambia al
mundo pero que también cambia al propio sujeto. En palabras de Wojtyla: «los actos, que son
el efecto de la operatividad de la persona, unen en sí la exterioridad y la interioridad, la
transitividad y la intransitividad. Cada acto contiene en sí cierta orientación intencional, se
dirige asía determinados objetos, se dirige más allá de la persona.
La integración psicológica: es una coordinación interna que permite al sujeto hacer lo que
realmente desea y del modo que lo desea. Ejemplo si desea a prender a conducir automóviles,
una buena integración psicológica y adecuada será un buen aprendizaje para toda una vida
La integración Moral: esta es para que la persona se estructure internamente de modo que le
resulte fácil realizar buenas acciones. Pero hay que aclarar que al tener un cierto grado de
autonomía puede bloquear las decisiones del YO, por ejemplo: aunque sepa que una acción es
incorrecta, un impulso pasional me puede llevar a realizarla también hay algunos mecanismos
internos que me pueden impedir a que realice acciones positivas como lo son: la soberbia, la
fatiga, el cansancio y el orgullo.
instrumentos, utensilios, etc. Son acciones fundamentales transitivas porque la persona esta
centrada en el objeto externo en el que empieza y finaliza la acción.
ya que nos diría muchísimo sobre lo que es y sobre lo que aspira. La tradición clásica lo hizo y
dividió la acción humana en tres grandes tipos hacer, obrar y contemplar.
Lo constituyen las acciones en las que el sujeto realiza algo como fabricar objetos,
corresponde, por tanto, a las acciones virtuosas o viciosas, es decir, a las acciones de tipo ético.
Lo que diferencia a las anteriores no son completamente transitivas, sino que tiene también
dimensión intransitiva que afecta de un modo u otro al sujeto:
Al hacer una obra buena, en efecto, no solo realizo una acción externa, sino que hago bueno
en algún modo.
Que tiene algunos elementos realmente valiosos pero también que presenta problemas
Es la actividad propia del intelecto y es la acción más bella y más perfecta por que no busca
nada fuera de si. Mientras que las demás acciones se realizan por algo distinto de ellas.
(Trabajo para construir una casa, construyo una casa para vivir, etc.), la contemplación. Por
eso, es completamente intransitiva ya que permanece totalmente en el interior del sujeto.
importantes. Por lo que respecta a los aspectos positivos parece claro que capta de manera
lucida tres áreas o ámbitos del obrar que realmente se distinguen y de los que podemos llegar
a tener una cierta experiencia personal:
Trabajar dura mente en algo material, realizar una buena acción, contemplar una puesta de sol
Todo lo cual significa, como indica Rodríguez Leños, que aunque la distinción entre obrar y
hacer contiene elementos validos solo puede aceptarse si se entiende no como una distinción
entre dos géneros de acciones completamente independiente, sino como una distinción de
aspectos formales que pueden ser poseídos por una misma acción.
Ya desde Aristóteles se le ha considerado como una de las características esenciales del ser
humano pero, en el siglo xx, el denominado <<giro lingüístico>> de la filosofía ha realizado de
una manera espectacular esta dimensión del ser y de la actividad del hombre. La filosofía
analítica ha elaborado penetrantes análisis de la estructura lingüística del acto del habla y de
la conversación. Y así la filosofía continental también se ha revalorizado para analizar la
importancia del lenguaje en filosofar.
Appel, ha indicad que <<El cambio fundamental de la relación entre el lenguaje y filosofía,
consiste en que el lenguaje deja de ser tratado como un objeto de la filosofía y por primeras
vez se tiene en cuenta como condición de posibilidad de la filosofía>> También la
hermenéutica quiere transformar la filosofía del lenguaje prácticamente en una ontología. Dice
Heidegger <<El lenguaje es la casa del ser>> y de modo aun más radical afirma Gadamer <<El
ser que puede ser comprendido, es lenguaje>>
La radical importancia del lenguaje en la vida humana y nos hacen comprender que no
estamos ante un mero instrumento que el hombre pueda tomar y dejar, sino ante una realidad
que se identifica con nuestro propio ser, que nos modifica en la actualidad que vivimos.
El lenguaje es uno de los rasgos específicos del hombre pero. Ante esta afirmación, cabe
oponer un hecho: la existencia de un cierto grado de comunicación entre los animales
(chimpancés, delfines) puede llegar a ser relativamente compleja hasta adquirir rasgos
similares a un lenguaje. Pero ¿el sistema de comunicación animal es realmente un lenguaje?
Algunos investigadores han hecho experimentos muy espectaculares con chimpancés para
intentar determinar si mediante adiestramiento, un animal podía aprender un lenguaje
humano. Si estos experimentos hubieran tenido éxito, es decir, si los chimpancés hubieran
sido capaces de comunicarse como los hombres hubiera caído la barrera infranqueable que
distingue el lenguaje humano del de los animales.
En uno de los primeros experimentos que realizaron, los Kellog criaron a su hijo Donald
juntamente con n chimpancé llamado Gua tratándolos de manera exactamente igual. Donald
aprendió a hablar inglés con el tiempo mientras que Gua nunca produjo sonidos humanos y,
aunque podía responder adecuadamente a unas 20 palabras, su comportamiento nunca
superó el de un perro bien adiestrado.
Así probaron con otros experimentos como el de la chimpancés hembra llamada Washoe para
que aprendiera el lenguaje de los sordomudo.
2. Estructura dual.
Todos los lenguajes humanos están organizados al menos en dos niveles: por las palabras y por
las letras. Por ejemplo, si yo digo mañana hará frío, podemos observar que esa frase está
formada por tres palabras cada una de las cuales tiene un significado, peo también podemos
decir que esta formado por 14 letras. Pues es precisamente esta doble estructura, que no seda
en los lenguajes animales y que evidentemente, está ligada con la capacidad intelectual
humana.
La mayor parte de las palabras tienen una relación convencional con lo que significa.
Por ejemplo al objeto puerta en vez de denominarlo puerta lo podríamos llamar de cualquier
otro modo y así sucede de hecho en otros idiomas.
4. Desplazamiento.
En cierto sentido el lenguaje se configura como una realidad externa al hombre individual que
le procede y en la cual se introduce cuando nace y adquiere poco a poco a lo largo de los años
mediante un complejo proceso aprendizaje.
El lenguaje como acción no es algo obvio y de hecho se trata de una perspectiva muy reciente
incluso para a filosofía del lenguaje que, se ha centrado en otras cuestiones como el significado
(la relación de las palabras con las cosas) o la relación entre pensamiento y lenguaje. Pero el
lenguaje es, fundamentalmente, un modo de relación interpersonal, las lenguas son sistemas
de comunicación, modos de interrelación lingüísticos que permiten a los sujetos intercambiar
sus experiencias, sus afectos y sus conocimientos.
La consideración filosófica del lenguaje como acción gracias, sobre todo, a un profundo cambio
de mentalidad de la filosofía analítica que nos ha llegado a calificar de «revolución». Este
cambio de mentalidad tiene un antecedente en el segundo Wittgenstein. El primer
Wittgenstein, un lenguaje preciso y en donde todo fuera riguroso y preciso y cada palabra un
solo significado. Sin embargo, en su segunda época, rompió con lo que se había demostrado
decididamente falso.
J. L. Austin ha sido el primer filósofo del lenguaje que se la enfrentado seriamente con la
cuestión de la acción. Su principal intuición ha sido que el lenguaje no es meramente
descriptivo sino también realizativo, es decir, que, al hablar, no solamente describimos cosas,
sino que también las hacemos. Por ejemplo, en frases como «te pido disculpas» o «yo te
bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» no se está describiendo una
situación real, lo que se está haciendo es modificarla.
1. El acto locutivo:
Es el que realizamos por el hecho de decir algo (emitimos sonidos y secuencias de palabras
con un significado).
2. El acto ilocutivo:
Es lo que hablemos por el hecho de decir algo; con una determinada secuencia de palabras,
por ejemplo, puedo perdonar, aconsejar, sugerir, ordenar, etc.
3. El acto perlocutivo:
Es el que se realiza por haber dicho algo y se refiere, fundamentalmente, a las consecuencias.
Ordenar, por ejemplo, sería un acto ilocutivo mientras que persuadir sería perlocutivo porque
se refiere los efectos sobre el sujeto.
4. searle
John Searle, discípulo de Austin, siguió el camino marcado por su maestro desarrollando la
teoría de los actos de habla. «Hablar un lenguaje, explica, consiste en realizar actos de habla,
actos tales como hacer enunciados, dar órdenes, plantear preguntas, hacer promesas, etc.
Una de las principales aportaciones de Searle ha sido su clasificación de los actos de habla que
supone una aportación importante a la cuestión de las funciones del lenguaje. Su clasificación
es la siguiente:
5. Actos representativos:
6. actos directivos:
7. actos compromisorios:
8. actos expresivos:
9. actos declarativos:
modificar una situación creando una nueva: cesar, dimitir, casar, etc.
10. Grite
El trabajo es, una realidad tan obvia por esencial que nos puede resultar difícil profundizar en
su contenido y desentrañar las resonancias antropológicas que posee.
a) El Mundo Antiguo
El mundo antiguo (Mesopotamia, India, Egipto, Grecia, Roma) tenía una visión del trabajo
radicalmente distinta de la que poseemos actualmente. En primer lugar, el concepto de
trabajo en cuanto tal no existía y el concepto más cercano, el de actividad manual, era
infravalorado y despreciado. Se consideraba fundamentalmente una carga oprobiosa, una
necesidad que imponía la naturaleza y, por eso, propia de las clases sociales inferiores, cuando
no de los esclavos.
Trabajar era propio de los esclavos hasta el punto de que se ha podido afirmar que, en la
antigüedad, << el gran núcleo de las relaciones laborales se verificó a través de la institución
jurídica de la esclavitud>>. La formalización teórica de este planteamiento se encuentra
principalmente en los griegos: Hesíodo, Platón y, sobretodo, Aristóteles. Fue este último, quien
elaboró la tripartición clásica del obrar humano: contemplación, obrar y hacer o producción. El
trabajo forma parte de la tercera categoría, lo que significa que es una actividad transitiva e
imperfecta, es decir, que tiene su fin fuera de ella misma y, por tanto, un valor instrumental.
El esclavo es un mero instrumento del amo por lo que resulta lógico que realice las tareas
instrumentales dejando libre al amo (el hombre libre) para las actividades específicamente
humanas: la contemplación intelectual y política, fundamentalmente.
El cristianismo supuso una revolución en este planteamiento por muchos motivos. En primer
lugar y, ante todo, porque Jesucristo fue un trabajador manual, lo cual añadía una
contradicción más a las muchas que suponía el cristianismo para la mentalidad antigua. El que
se presentaba como Salvador del mundo se había dedicado precisamente a los trabajos que los
grandes de ese mundo despreciaban. Y, lógicamente, a medida que el cristianismo se fue
imponiendo, comenzó a surgir una concepción muy diversa del trabajo. En primer lugar dejo
de ser considerado como algo inferior o despreciable convirtiéndose, por el contrario en algo
que todos debían realizar. Pero es inevitable observar que el cristianismo de la Edad Media no
logro valorar el trabajo de modo pleno. La principal limitación consistió en no percatarse <<del
valor del trabajo como obrar>>, es decir, en no advertir el valor del trabajo por sí mismo, sino
solamente como medio para lograr otros objetivos. La postura de santo Tomás es
paradigmática en este sentido. Cuando se plantea si la actividad manual tiene valor, Tomás
responde muy positivamente y da estas cuatro razones. Sirve para: 1) Eliminar los vicios; 2)
Adquirir Virtudes; 3) Evitar el ocio y 4) dar limosna. Se trata, evidentemente, de elementos
positivos para brilla por su ausencia cualquier mención al valor del trabajo en sí mismo.
En la Edad Media, los trabajos ligados a lo que hoy denominamos clase media eran
prácticamente inexistentes y solo se podían encontrar algunos artesanos y comerciantes
(aparte de los campesinos y labradores) con una actividad muy limitada y socialmente poco
reconocida frente, por ejemplo, a la de los nobles y los guerreros.
Este planteamiento cambia con la llegada de la Modernidad y lo hace con tal radicalidad que
se ha llegado a hablar de la <<invención>> del trabajo o, de un modo más moderado, de la
aparición de la moderna idea de trabajo. Las razones profundas de este cambio se encuadran
en la transformación general que se produce en occidente durante esos siglos, pero, si nos
centramos específicamente en el trabajo, podemos indicar al menos las siguientes: las nuevas
invenciones y los grandes descubrimientos, en especial el de América, la formación de la
ciencia moderna, la aparición del individuo y la reforma protestante.
Se estableció una nueva relación hombre cosmos no cerrada, de modo que en adelante la
naturaleza se mostrara como esfera de estudio y dominio, exploración y explotación. Este
cambio de mentalidad impulso notablemente los descubrimientos e inventos científicos-
tecnológicos, así como un concepto de trabajo sustentado en esa idea de dominio, control y
victoria sobre la naturaleza. El hombre es cada vez más consciente de su poder, de su fuerza y
de su creatividad y está decidido a explorar esas capacidades y llevarlas hasta sus últimas
consecuencias. El hombre mediante su trabajo y gracia a la técnica y a la ciencia, cada vez más
poderosas y eficaces, comienza a ser capaz de transformar el mundo, crear riqueza y modificar
la realidad. El trabajo comienza a ser así algo más importante y valioso, un elemento básico de
la estructura social, un valor que las sociedades deben cuidar, fomentar y preservar.
La nueva visión del trabajo, sin embargo, tardo en imponerse hasta el punto de que todavía en
la Encyclopédie de diderot y D’Alambert, el trabajo se define como << la ocupación cotidiana a
la que el hombre por necesidad está condenado y a la que debe su salud, su subsistencia, su
serenidad, su buen juicio y, quizá, su virtud>>. De hecho, solo en el siglo XIX se llegara a
elaborar una concepción del trabajo similar a la actual. Esta visión moderna definitiva surge,
por un lado, del imparable desarrollo de la ciencia y de la técnica que, si en los siglos XVII y
XVIII, mostraba atisbos de los que podría suponer en la actividad humana y en la
transformación del mundo, en el siglo XIX se presenta ya como una realidad palpable, evidente
y asombrosa. Los nuevos y numerosos inventos permiten realizar acciones impensables hasta
ese momento, la capacidad humana de transformar la realidad se eleva hasta cotas
insospechadas, se multiplican los niveles de producción de bienes y de riqueza, etc.
Desde esta perspectiva, el trabajo aparece fundamentalmente como un tipo de acción que no
puede catalogarse según la tripartición clásica por que quedaría automáticamente incluido
en la categoría del hacer y reducido por tanto a una mera actividad transitiva e instrumental
Pero, como la historia del concepto del trabajo nos a mostrado con claridad, ese
planteamiento es insuficiente y erróneo. Es necesario, pues, optar por un análisis personalista
de la acción que permita contemplarlo en toda su riqueza y profundidad y sin reduccionismos.
Esto significa, en primer lugar, que debemos considerarlo una actividad que realiza toda la
persona y que afecta a toda la persona, no solo a alguna de sus facultades o dimisiones: En el
trabajo, el hombre se involucra de manera plena; no solo mira al exterior, hacia la obra o el
producto, si no que también mira hacia el interior, hacia si mismo. El trabajo - cada día lo
contemplamos de manera mas palmaria- deja una marca profundísima en el mundo pero
también deja una marca profunda en el hombre
trabajar.
que se ha ido multiplicando (también gracias a la técnica) con el paso de los siglos y que
actualmente alcanza limites antiguamente insospechados. Y, por ultimo, esta su capacidad de
configuración social. El trabajo no solo es importante para la sociedad por los bienes que
produce, si no que es el elemento principal en torno al cual se constituye la sociedad y las
personas que se posicionan en relación a otras.
La dimensión subjetiva del trabajo surge del carácter autorreferencial que tienen todas las
acciones. Como sabemos, toda acción, por el hecho de ser libre, revierte necesaria mente
sobre el sujeto que la realiza, y, por tanto también ocurre esto en el trabajo. Al trabajar el
hombre no solo modifica la naturaleza o la sociedad, si no que se modifica así mismo – El
trabajo es un bien del hombre – es un bien de su humanidad, por que mediante el trabajo el
hombre no transforma solo la naturaleza adaptándola a las propias necesidades si no que se
realiza así mismo como hombre y en cierto sentido se hace mas hombre.
¿De que modos específicos el hombre se realiza mediante su trabajo? El análisis histórico nos
da también alguna información al respecto. Por un lado esta el descubrimiento de los siglos xix
y xx, El trabajo como ejercicio de libertad y de creatividad, como medio de autorrealización. Al
producir y al crear, el hombre se autorrealiza por que despliega y ejecuta sus posibilidades y
sus capacidades, es decir, lleva a término de modo satisfactorio lo que hemos dominado
autorrealización existencial. Además el trabajo presenta dimensiones morales y de forja de la
personalidad. En los complejos dinamismos que presupone e implica, el hombre forma su
carácter, desarrolla virtudes y aptitudes especificas, aprende a convivir y a cooperar con los
demás, contribuye al bienestar de la sociedad, etc. Un trabajo bien realizado contribuye, por
tanto, a la segunda dimensión por la que la persona se autorrealiza a través de la libertad; la
ética.
José María Escrivá ha sintetizado de manera brillante los aspectos subjetivos y objetivos del
trabajo en un importante texto en el que se incluyen, además, otras dimensiones que se
pueden activar desde una perspectiva religiosa. El trabajo, indica este autor, es testimonio de
la dignidad del hombre, de su dominio de la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia
personalidad, es vinculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para mantener a la
propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad en la que se vive, y al progreso
de toda la humanidad. Para un cristiano estas perspectivas se alargan y se amplían. Por que el
trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios y, al haber sido asumido por
Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad y redentora, no solo es el ámbito en el que el
hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora.
Por ultimo, y para concluir, daremos dos indicaciones sobre la relación entre la dimensión
subjetiva y objetiva del trabajo. La primera consiste consiste en afirmar la primacía de la
dimensión subjetiva sobre la objetiva que, fundamentalmente, es un correlato de la primacía
del hombre sobre sus obras. Por muy importantes y asombrosas que puedan ser las
objetivaciones que adopta el trabajo, el sujeto del que surge y que las a llevado a cabo es
siempre el mas importante. Karol Wojtyla ha reflejado bellamente esta prioridad en una poesía
titulada antera de Piedra.
“Escucha el ritmo constante de de los martillos, tan conocido, yo lo proyecto en los hombres,
para probar la fuerza de cada golpe.
Escucha, una descarga eléctrica corta el rio de piedra, y en mi crece un pensamiento de día en
día. Que toda la grandeza del trabajo esta en el hombre.”
Pero eso no significa, y es la segunda cuestión, que la dimensión objetiva no sea importante ni
que sea meramente material. En la obra realizada, en el fruto del trabajo esta el hombre; el
esfuerzo de su mente y de sus brazos, sus ilusiones, sus creencias y sus esperanzas. Por eso es
importante establecer una relación adecuada y armónica entre el hombre y los aspectos
objetivos de su trabajo, ya que de no lograrse, las consecuencias para la persona serian
desastrosas. Marx capto con lucidez la existencia de este problema en la terrible situación del
proletariado de la época de la revolución industrial y lo domino alienación. Por este mismo
problema bajo diferentes perspectivas, como las que señala Sennett en su estudio sobre el
capitalismo moderno, esta siempre al acecho y debe ser resuelto adecuadamente.