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Mucho antes de la llegada de los Romanos, sea al principio de la edad de hierro (entre el siglo VIII y el
VI a.n.e.), la civilización celta, originaria de lo que hoy es el sur de Alemania y el noroeste de Francia, se
había implantado en Austria, en el este de Francia, en España y en Gran Bretaña. Es igualmente en esta
época que se establecieron las relaciones comerciales entre los Celtas y los pueblos del Mediterráneo (ver
el mapa del dominio celta entre el siglo V a.n.e y del comienzo de las conquistas romanas). Se sabe que
también que en el siglo III, unas tribus celtas invadieron el mundo grecorromano y se apoderaron del norte
de Italia, de Macedonia y de Tesalia.

Entre el 1000 y el 500 a.n.e., Italia estaba habitada por tres tipos diferentes de pueblos: los Etruscos
(un pueblo de Asia menor) al norte de Roma, los Griegos al sur de Roma y en Sicilia, así como un gran
número de etnias latinas: Vénetos, Samnitas, Hoscos, Umbríos, Sabinos, Pelignos, Volscos, etc. (ver el
mapa). Los Etruscos fundaron Roma en -753 con una coalición de Romanos y Sabinos. Esta pequeña ciudad
se expandió y rechazó a los Celtas del norte de Italia quienes fueron finalmente sometidos por aquellos que
llegarían a ser los Romanos del siglo II (a.n.e.); Galia Transalpina (la mayor parte del sur de Francia) fue
sometida por Julio Cesar, y la mayor parte de Bretaña pasó bajo dominio romano en el primer siglo de
nuestra era.

En resumen, después de 800 años de guerras, Roma había logrado someter más o menos toda Italia
(Italia), Córcega (Corsica), Cerdeña (Sardinia), y Sicilia (Sicilia). Entre el 200 y el 146, Roma había adquirido a
España (Hispania), Lusitania (Lusitania), la costa adriática (Pannonia, Dalmatia, Thracia, Moesia), Túnez
llamada entonces África (toda el África del norte), Grecia (Græcia), Macedonia (Macedonia), y Turquía
llamada Asia. Posteriormente, al cabo de algunos años, los Romanos adquirieron Siria (Syria) en el 64,
Chipre (Cyprus) en el 58, Bélgica (Bélgica) en el 57, Galia (Gallia) en el 52 y Egipto (Ægyptus) en el 32; se
apropiaron, durante los 150 años siguientes, una gran parte de Germania, los Álpes, Judea, Gran Bretaña
(Britania), Dacia (Dacia o la actual Rumania), Armenia, Mauritania (o el actual Marruecos), Mesopotamia,
Asiria e incluso una parte de Arabia. En suma, Roma se convirtió en un imperio colosal que, en el 200 d.n.e.,
se extendía desde Gran Bretaña pasando por Europa, hasta Arabia, Armenia y todo el norte de África (de
este a oeste: Ægyptus, Cyrenaica, Numidia, Africa, Mauretania).

Para administrar este vasto imperio, Roma se inspiró en la práctica griega y estableció, en el 286, dos
cancillerías: una de expresión latina en Roma, para Occidente; y la otra de expresión griega en
Constantinopla, para Oriente. El imperio romano se vio entonces partido en dos: un imperio latino y un
imperio griego. Constantinopla, la nueva Roma, administró la parte griega (incluyendo a Asia, Siria, Judea y
Egipto); sobreviviría cerca de 1000 años más que el imperio de Occidente (hasta el año 1453).

  
  
  

Los romanos implantaron por doquier su sistema administrativo y transformaron profundamente a
los pueblos conquistados. No impusieron verdaderamente el latín a los vencidos sino que ignoraron
simplemente las lenguas ͞bárbaras͟ y se organizaron para que el latín se volviera indispensable.

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Las personas que aspiraban a la ciudadanía romana de pleno derecho, debían adoptar loshábitos, el
tipo de vida, la religión y la lengua de Roma. Eran esas las condiciones para beneficiarse de todas las
ventajas de la ciudadanía romana, indispensable para quien quisiera escalar los peldaños de la jerarquía
social.
    


La moneda romana se impuso en todo el Imperio; las compañías financieras regentaban la
administración romana empleando únicamente el latín. Un número increíble de perceptores y de
empleados subalternos eran necesarios: los ͞indígenas͟ que quisieran acceder a unos puestos más
elevados aprendían el latín.

     




El ejército constituía otro poderoso medio de latinización. Los vencidos debían pagar un pesado
tributo a los Romanos proporcionándoles importantes efectivos militares, que eran comandados en latín.

    




A guisa de recompensa por servicios rendidos, numerosos Romanos recibieron tierras gratuitamente.
Estos colonos tenían derecho a las mejores tierras, aquellas situadas en puntos estratégicos según un plan
determinado. Los autóctonos que se revelaban eran simplemente vendidos como esclavos. Estas colonias
de repoblación fueron importantes porque contribuyeron a extender el latín hasta en el campo.

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Los Romanos construyeron una vasta red de caminos hecha de calzadas enlozadas que permitían
alcanzar rápidamente las regiones más remotas del Imperio. Estos caminos servían para el transporte de
tropas militares, de mercancías y de mensajes del servicio postal imperial. Tal red precisaba de un complejo
conjunto de relevos que disponían de caballos, mulas y bueyes públicos, así como de carretas ligeras, carros
pesados y de talleres de reparación. Era otro medio eficaz para propagar el latín.

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Todo el Imperio romano conoció un largo periodo de bilingüismo latino-celta, latinogermano, greco-
latino (según el caso), que comenzó en las ciudades para ganar lentamente al campo. En el siglo V, el
unilingüismo latín se había extendido, y todas las lenguas célticas desaparecieron. Sólo las etnias vasallas
asociadas con la defensa del Imperio pudieron conservar su lengua.

Roma garantizaba en efecto la autonomía administrativa y lingüística a ciertos pueblos a cambio de su


participación en la defensa militar contra enemigos inasibles como los piratas, saqueadores y nómadas.
Así, los Galos en Gran Bretaña, los Bretones en Bretaña, Los Vascos en España, Los Bereberes en África, los
Armenios, los Albanos y los Judios en Oriente fueron encargados de la policía local y pudieron conservar su
lengua como instrumento vehicular.

Esto es lo que explica como sobrevivieron lenguas como el galo, el vasco, el bereber, etc. En
cualquiera otra parte, la latinización se completó, salvo en oriente donde el griego remplazó al latín. La
mayoría de las poblaciones conquistadas arrinconaron gradualmente su propia lengua para adoptar la del
vencedor.
 
      

No hay que creer sin embargo que es el latín de César et el de Cicéron el que se impusó por doquier. El
latín hablado por los funcionarios, los soldados, los colonos romanos, así como el de los autóctonos
asimilados, se diferenció poco a poco del latín clásico del primer siglo. Paralelamente a esta lengua clásica
reservada para la aristocracia y para las escuelas, se desarrolló un latín popular del que las coloraciones
regionales eran muy importantes en razón de los contactos entre vencedores y vencidos.

Progresivamente, este latín fue empleado incluso por los clérigos y por los escribas para la redacción
de actas públicas y de una multitud de documentos religiosos y civiles. De hecho, después del hundimiento
de la gigantesca estructura imperial, el latín popular iba a triunfar definitivamente sobre el latín clásico.

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Desde finales del siglo III, los emperadores romanos acogieron cada vez más mercenarios germanos
como soldados: se enrolaba a Francos, Godos, Sajones, Alamanos, etc., para engrosar el ejercito porque los
Romanos de origen se desinteresaban de la guerra. Estos soldados germanos ofrecían evidentemente una
débil barrera de protección contra las incursiones de otras tribus germánicas, que penetraban cada vez más
en el Imperio. Por otra
parte, Roma concedía territorios a los germanos aprobados como aliados para fines de colonización.
Gradualmente, los Germanos hicieron caso omiso al estatus aceptado por Roma y fundaron reinos
soberanos en el suelo del Imperio.

En razón de la ley de readaptación al medio, la lengua latino popular hablada en las diferentes
provincias de Roma se parceló poco a poco siguiendo condiciones políticas sociales y geográficas
particulares. En las regiones particularmente apartadas de Roma, como el norte de Galia, y en aquellas
donde había contacto con poblaciones germánicas, se desarrolló una forma de latín hablado todavía más
diferente.

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Después, en el 375, se produjo el choque de los Hunos contra los Ostrogodos germánicos, quienes
vivían al norte del mar Negro, entre el Danubio y Dniepr (Ukrania). Los Hunos eran tribus guerreras que
habían sido ahuyentadas de Mongolia por los Chinos cuatro siglos atrás; establecidos en la actual Hungría,
habían decidido partir hacía el oeste y habían sometido a los Ostrogodos. Este es el año (375) que se
considera como el que marca el principio de las grandes invasiones y el comienzo de la dislocación del
Imperio romano.

Lo que los Romanos llamaban las ͞invasiones bárbaras͟ es llamado por aquellos Völkerwanderungen
(la ͞migración de los pueblos͟). Desde el punto de vista lingüístico, estas invasiones pueden ser descritas
como fenómenos de expansión lingüística donde se enfrentan unas lenguas con dinamismo variable.

En el 395, con la muerte del emperador Teodosio. El Imperio fue partido en dos: El Oriente pasó a
Arcadius, y el Occidente a Honorius. La unidad del imperio estaba efinitivamente rota, cuando fue dividida
entre el Imperio romano de Occidente y el Imperio romano de Oriente (ver el mapa).

Después de haber vencido a los Ostrogodos, los Hunos retomaron su ruta hacia el oeste y atacaron a
los Visigodos, a los Burgundios, a los Alanos, desencadenando así desplazamientos en cascadas: Godos,
Ostrogodos, Visigodos, Vándalos, Francos, Sajones, Burgundios, Alamanos, etc., se tropezaron los unos
contra los otros de uno a otro lado de Europa y se vertieron sobre el Imperio romano de Occidente.
En el 447, el rey de los Hunos, Atila (395-453), había extendido su Imperio desde el mar Caspio hasta Galia,
después de haber sumido a Europa a fuego y sangre y haber pillado el norte de Italia. Después de su
muerte, su Imperio se dislocó y despareció, no sin haber hecho explotar toda Europa.

Se puede comparar las grandes invasiones de los siglos IV y V con un juego de billar: la primera bola
(los Hunos) dispersó el sistema en boga y cada bola acarrea a otra. Hizo lo mismo con las tribus germánicas
que, impulsadas por el este, partieron hacia el oeste, forzando así al vecino a dejar su país. Al final del siglo
V, el Imperio romano de Occidente había desaparecido, dejando el lugar a la fundación de muchos imperios
germánicos. Puede consultarse un gran mapa que ilustra la implantación de los imperios germánicos en
Europa del Oeste en el año 480. Por su parte, el Imperio romano de Oriente debía sobrevivir hasta 1453.

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En occidente, los Ostrogodos se instalaron en Italia, en Cerdeña y en la actual Yugoslavia; los Visigodos
ocuparon España y el sur de Francia; los Francos tomaron el norte de Francia y de Germania; los Anglos y
los Sajones atravesaron a Gran Bretaña después de haber ahuyentado a los Celtas a Armórica (Bretaña); Los
Burgundios invadieron el centro oeste de Francia (Borgoña, Saboya, Suiza francófona actual); los Alamanos
fueron rechazados en Helvecia, los Suevos en Galicia, mientras que los Vándalos conquistaron las costas del
norte de África y se volvieran maestros del mar por la ocupación de las Baleares, de Córcega y de Cerdeña.
En este fin del siglo V, el Imperio romano de Occidente se encontraba fragmentado en una decena de
reinos germánicos. Pero la mayor parte estos reinos no pudieron constituir estados durables, con excepción
de los Francos y de los Anglo-Sajones. Sin embargo, estas invasiones germánicas han contribuido a edificar
la moderna Europa, particularmente en razón de ciertos reyes francos, de los cuales Clovis, que fundo el
Reino franco e impuso el catolicismo; y Charles I de los Carolingios, mejor conocido bajo el nombre de
Charlemagne.

En Oriente, los pueblos helenizados por los Romanos fueron barridos por los Godos, los Vándalos, los
Árabes y los Turcos. La lengua griega sólo fue mantenida en su foco de origen: Grecia en las montañas
áridas y el archipiélagos aislados, pero continuó como lengua oficial de la Iglesia ortodoxa en el Imperio
romano de Oriente. Sobre el continente africano, el pasaje de los Vándalos y sobretodo de los Árabes ha
llegado a la punta de las poblaciones latinizadas que se islamizaron y arabizaron. En el 550, el cristianismo
bizantino marco sus diferencias con la religión del papa de Roma, fundando la religión ortodoxa.

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Desde el punto de vista lingüístico, el hundimiento del Imperio romano de Occidente aceleró el
proceso de fragmentación del latín popular, iniciado desde el siglo II. Las comunicaciones con Italia estaban
cortadas, los intercambios comerciales decayeron, los caminos se volvieron poco seguros, las escuelas
desaparecieron, todo esto generó una economía de subsistencia rural y cerrada sobre sí misma.

Si bien en el siglo VII, la situación lingüística era extremadamente compleja en el antiguo Imperio
romano: las lenguas germánicas se habían vuelto indispensables para las poblaciones que querían jugar un
rol político ya que todos los reyes sólo hablaban una u otra de estas lenguas. El latín no era empleado más
que en los escritos; el pueblo, no lo hablaba más.

Sin embargo, la fragmentación de los reinos germánicos y la ausencia de centralización burocrática


impidieron a los vencedores imponer su lengua a las poblaciones conquistadas. Una suerte de fusión se
produjo entre los Germanos y ciertos pueblos romanizados: las personas empezaban a hablar otra lengua
que ya no era el latín, pero todavía no el francés, el italiano, el español o el catalán sino el romance, es
decir, una lengua con variantes infinitas, según que fuese hablada en las diferentes regiones de Francia
(franco, picardo, lorenés, normando, berrichón, champenés, borgoñón, borbonés, angevino, del Poitou, del
Saintonge, etc.)͙
de Italia (florentino, piamontés, lombardo, ligur, veneciano, istriano, oscano, corso, ladín, siciliano,
calabro, etc.), de Suiza (franco-provenzal, romanche), de España (castellano, asturiano, leonés, andaluz,
aragonés, catalán, etc.), de Portugal (gallego,
mirandés, açoriano, algarvio, alentejano, etc.), o de Rumania (daco-rumano, megleno-rumano, macedo-
rumano, istrio-rumano).

El latín termino por desaparecer en el sector central del Imperio romano (Baviera, Suiza, Austria), En
Iliria (Albania) y en Panonia (Yugoslavia), en Bretaña insular (Gran Bretaña), en Armórica (Bretaña francesa)
y en África del Norte (erradicada por la conquista árabe). Por el contrario, el latín se mantuvo desde la
península ibérica hasta Italia (y en Rumania) pasando por Francia.

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El vocabulario corriente de origen galo es limitado (menos de 80 palabras) y concierne sobre todo a la
vida en el campo, donde la lengua ha resistido más tiempo que en el medio urbano. Así vienen del galo
palabras como Y  Y  Y
 Y    Y Y Y Y  YY       Y
 
Y 
   
  Y
 Y Y Y
  Y 
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Y 
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 Y  
   Y
" Pero hemos sobre todo conservado
nombres galos de lugares, construidos con ʹ  ͞fortaleza͟ #   $ %Y
 derivados de ʹ
Y  ͞mercado͟ & ' & Y( $Y ' $Y Y
 o incluso de  Y ͞colina͟ )  
)  ) 
 de   ͞aliso͟ #  #  #  *Y# 
"


El vocabulario francés de origen germánico (reúne algunas 400 palabras) es esencialmente
institucional Y +Y, y Y + Y ,( Y  Y+ Y  , - +  ,
 y militar
Y  +Y,  -   + ,   Y  +YY,  Y Y +Y Y,  Y - Y  + Y Y , 
 !+ Y, "
" Pero vienen del fráncico un cierto número de palabras que se relacionan con la vida
cotidiana Y  + ,  Y +Y,  Y  +Y Y,  "
 o la naturaleza y la vida rural  -
+ , Y +Y .  Y,  Y +Y .,  ! + YY, /Y  "



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La influencia del celta se manifiesta, entre otros, en la aparición (hacia el 700) de la vocal [ y ],
desconocida en latín. Del germánico está el origen del sonido [ g ] inicial, resultado, en el siglo VI, de [ w ]
(que quedó intacto en inglés, pero que ha evolucionado fonéticamente en alemán: guerra, en inglésîY  l
 en alemán —  l   (guardar, en inglés —Y  l   en alemán îY  l
  
" Siempre al inicio, la  aspirada, que no se pronunciaba ya en galo-romano, fue tomada prestada del
fráncico  Y0 +Y ,  Y +Y Y ,
 y a veces, incluso, introducida por analogía en las palabras latinas
Y  se convierte en Y  después en Y(en inglés,  (en alemán 
"

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Los galos no dejaron prácticamente rastro alguno en la morfosintaxis del francés. Hemos conservado
simplemente el recuerdo de la numeración por veinte en .Y 1(se decía en francés antiguo  1
 por sesenta, 21 por ciento veinte). En el siglo IX, la lengua hablada en Galia no tenía una
sintaxis muy diferente de la del latín.
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