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Bolilla Número 2.

Punto Número 4.

-Organización Judicial:
Magistrados y Jueces. Tribunales permanentes. Aparición del sistema
formulario: Caracteres. Marcha del procedimiento: a) etapa “in iure” etapa
“in iudicio”; b) la formula: análisis de las partes ordinarias y extraordinarias; c)
los modos de ejecución de la sentencia: la “bonorum benditio”: análisis del
procedimiento; otros modos.

Los Magistrados:

Los magistrados romanos con funciones judiciales fueron de distintas clases


según si ejercían su imperio en Roma, en Italia o en las Provincias. Existía una
diferencia entre los magistrados que se desempeñaron con fecha de la
fundación de Roma y los de la reforma territorial efectuada por el emperador
Diocleciano que dividió al imperio en cuatro prefecturas. Entre los magistrados
más antiguos se encontraban el rey, los cónsules, los pretores tanto urbanos
como peregrinos, los ediles, el prefecto de la ciudad, el prefecto del pretorio, el
prefecti iuri dicundo, al presidente, el procónsul, el propretor, el legado del
emperador y cuestores que se desempeñaban en provincias. Luego de
Diocleciano se otorgó a los magistrados las facultades para juzgar los asuntos
que ante ellos se ventilaran, eliminándose la instancia in iudicium. Desde
entonces comenzó a haber un magistrado ordinario en cada prefectura que
era un presidente cuyas sentencias eran apeladas ante el prefecto del
pretorio, mientras que en Roma y Constantinopla la nueva organización
administrativa hizo que la actividad jurisdiccional quede a cargo del prefecto
de la ciudad al perder los pretores sus antiguas atribuciones.

En algunas causas los magistrados, sobre todo los pretores, podían resolver el
asunto o bien delegar su iuris dictio en otra persona. En el primer supuesto el
magistrado apoyado en su imperium, se encargaba de la substanciación del
juicio y de su resolución. Cuando se tratara de una situación jurídica no
prevista en el ordenamiento legal vigente o cuando se les sometieran ciertos
actos jurídicos a los que los particulares deseaban dar solemnidad, como por
ejemplo las manumisiones per vindicta. En el segundo supuesto, la legislación
romana reguló la llamada iuris dictio mandata, permitiendo al magistrado
titular delegar en otro los casos su propia iuris dictio. En la república, la
delegación podía provenir de la libre determinación del magistrado superior.

Los magistrados en Roma, podían intervenir en juicios en que fueran parte las
partes sometidas a su potestad o dependencia, debiendo circunscribirse al
ejercicio de su magistratura en el territorio de su competencia y tribunal. El
año judicial (actus rerum) era fijado por el magistrado. Dividido en dos partes
con sus consiguientes ferias.
Los Jueces:

El proceso civil romano se divide en instancias, la instancia inudicio se


caracterizaba porque en ella actuaba el juez (iudex) que tenía la misión de
desarrollar en su faz interna el proceso y dictar la correspondiente sentencia.
Los jueces eran designados a petición del actor o bien por sorteo de listas
seleccionadas para cada litigio, confeccionadas por el magistrado y expuesta
en el foro. El requisito era que el candidato hubiera cumplido los veinte años de
edad y perteneciera a la clase senatorial. El cargo era irrenunciable por
considerarse una carga pública, resolvían determinadas causas en las que sus
funciones terminaban con la sentencia o podían pertenecer a tribunales
estables. En las primeras se encuentran el iudex, el arbiter y los recuperatores,
y entre los segundos se encuentran aquellos que integraban el tribunal de los
decemviri y en los centumviri.

El iudex era el juez por excelencia porque era el ciudadano romano que el
magistrado elegía de una lista con el fin de que desarrollara el proceso en
instancia in iudicio y dictara sentencia. Debía investigar hechos aducidos por
las partes vinculándolos con el derecho que invocaban de acuerdo con las
normas impartidas por el magistrado, para luego fallar la causa para la que
había sido nombrado.

El arbiter era también un particular designado por el magistrado, que entendía


en determinados juicios, diferenciándose del iudex en que obraba con
facultades más amplias y más libertad y espontaneidad en la apreciación de
los hechos para la dilucidación de la causa.

El tribunal de los recuperatores, era un colegio judicial no permanente


integrado por particulares. Luego de un tiempo estos tribunales podían acceder
a los juicios planteados entre ciudadanos. Este tribunal estaba compuesto por
cinco personas, se ajustaba a normas impuestas por el magistrado que les
encomendaba el conocimiento del asunto para que dieran su veredicto.
Estaban los colegios de los decemviri y de los centumviri cuyos miembros eran
nombrados por el pueblo. Los miembros de los recuperatores eran designados
por el magistrado para una determinada causa. Durante la época clásica se
suprimió la distinción del ordo indiciorum privatorum, subsistiendo solo con
funciones de asuntos de jurisdicción voluntaria como los relativos a la
manumisión de esclavos.

Los tribunales colegiados estaban formados por jueces estables en los cuales
aparecen los decemviri stilitibus indicandi y el de los centumviri. Estos
tribunales tienen origen en los primeros años de la república. Los decemviri
entendían en las cuestiones relativas al estado, a la libertad y a la ciudadanía
mientras que el tribunal de los centumviri tuvo competencia en asuntos
concernientes a los derechos reales a las sucesiones y a los de familia. El
tribunal de los centumviri se reunía en colegios denominados hasta que
llegaban al número de cuatro juzgando independiente cada uno de ellos sin
prejuicio de que en ciertos casos celebraran sesiones plenarias.

El procedimiento formulario:

El procedimiento formulario ayudó a regular el estado jurídico de la época. Sus


causas se hayan representadas por el aumento de problemas jurídicos en
Roma y una notable pléyade de jurisconsultos que se encontraban
perfeccionando normas del derecho vigente. En efecto, las acciones de la ley
solo contemplaban la situación de los ciudadanos romanos, dejando afuera de
su campo la aplicación a los peregrinos que poco a poco habían ido
aumentando en Roma. Esta circunstancia determinó la creación de la pretura
peregrina, magistratura de enorme resonancia porque contribuyó a la creación
del ius honorarium. Hay además, un gran rigor que atentaba contra los
intereses del accionante quien se veía expuesto a perder el juicio si incurría en
algún error al invocar o exponer los derechos, o el derecho que entendía
aplicable, así como contra los intereses del demandado ya que su defensa le
estaba restringida porque no le era admitido oponer las defensas que pudiera
contar a su favor, las que debía hacer valer por juicio separado. Otra de las
causas es la falta de representación de los litigantes que debían estar
presentes, de no hacerlo podían perder el derecho, así como el hecho de que
las actuaciones se efectuaban en forma verbal, apoyándose en la declaración
de los testigos a cuya buena fe las partes quedaban libradas.

Antes de la aparición del procedimiento formulario los romanos intentaron


reformar el sistema procesal por medio de la lex papiria y del procedimiento
per sponsionem. La primera, que nos hace conocer Festo, modificó en la actio
sacramento el depósito inicial del sacramentum reemplazándolo por el pago al
final de litigio, encomendado su cobro a magistrados especiales los triumviri
capitales que se les asignó la facultad de fijar el monto de la puesta que debía
ser en proporción al valor del asunto. El per sponsionem cubrió las deficiencias
de la legis actio sacramento in rem, usado para ejercer una acción
reivindicatoria o una petición de herencia, este procedimiento presentaba la
ventaja de que transformaba la reclamación de un derecho real en una relación
cuyo cumplimiento podía exigirse por una acción personal. Se hacía una forma
de contrato mediante el cual el reclamante se hacía prometer una suma de
dinero, el sacramentum, fijada por una lex Crepereia que debía abonarse por
quien perdiera el litigio. El propio demandado podía otorgar la satisdatio.

La lex Aebutia autorizó los procesos entre ciudadanos que podían ser
planteados y resueltos mediante una instrucción escrita que el magistrado
debía elevar al iudex y que tomó el nombre de formula, sin recurrir a la legis
actiones. Así nació el nuevo sistema procesal que se denominó el
procedimiento formulario, que dispuso la designación del juez en una instancia
in iure que debía hacerse por medio de formulas y no mediante formalidades
de las acciones de la ley.

Las legis actiones no fueron derogadas sino que coexistieron. No obstante


predominó el procedimiento formulario, conociéndose que la actio sacramento
era aplicada ante el tribunal de los centumviri.

El procedimiento formulario posee dos instancias, la instancia in iure y la


instancia apud iudicium.

La Instancia In Iure en el procedimiento Formulario:

Se inicia con la comparecencia de las partes ante el magistrado con quien se


redactaba la formula que debía ser remitida al juez que entendía en la causa
apud iudicium. Concluía la instancia in iure con la concertación de la litis
contestatio que fijaba los términos definitivos del proceso en lo que a las partes
y pretensiones de la misma se refiere.

El primer acto a realizar por el demandante para que la instancia in iure


llegara a realizarse era la competencia de las partes, denominada in ius
vocatio. Esta citación que se trataba de una dirigencia de carácter particular
del accionante que disponía de idénticos medios para ser concurrido al
demandado. Esta citación debía ser obedecida por el accionado ya que de lo
contrario podía ser conducida por la fuerza, a menos que ofreciera un vindex
que asegurara su comparecencia ante el magistrado en determinado día. Esta
notificación extrajudicial era la llamada adictio actiones.

En estos casos el demandante recurría a las formulas que figuraban inscriptas


en unas tablas, el álbum pretorio y acompañado de un jurisconsulto, procedía a
elegir el modelo que mejor cuadraba a su pretensión, lo cual ponía en
conocimiento del demandado.

También correspondía al accionante tomar las medidas necesarias para que


ambas partes comparecieran ante el magistrado en forma oficial y pudiera
llevarse a cabo válidamente y con objeto de hacer más seguras las diligencias
del actor, el pretor le otorgaba acciones especiales contra todas aquellas
personas que en una u otra forma hubieran contribuido a que el deudor no
compareciera en la fecha señalada. La acción penal era acordada contra el
accionante cuando se abusara de su derecho de hacer comparecer a la otra
parte y también si se citara a aquellas personas a las que debía reverencia y
respeto como un ascendiente, el patrono y su esposa, a quienes les estaba
prohibido concurrir al tribunal sin una autorización que previamente debía
otorgar el pretor.
El demandado debía comprometerse a abonar una determinada cantidad al
accionante en concepto de pena, si no llegaba a cumplir.

El demandado podía eludir su comparecencia ante el magistrado o no asistir o


ponerse de acuerdo y participar en el proceso comprometiéndose a asistir a
todos los debates que en el mismo se produjeran.

El primer supuesto, al que se consideraba al demandado como indejensus, era


necesario distinguir si la acción era de carácter personal o real. Si era personal
la obligación de estar en juicio era absoluta y si el demando podía eludirla se
podía continuar con los trámites, pues tampoco se conoce al juicio en rebeldía
y por ello el magistrado con el fin de castigar la actitud del deudor se veía la
necesidad de recurrir a su imperium acordando al acreedor la posición de los
viene del deudor para ordenar su venta en pública subasta. En caso de que se
tratara de una acción real la solución era que el citado optase por no
defenderse si se interpretaba su actitud como una renuncia a la cosa lo que
permitía al pretor otorgar la posición inmediata si era mueble o previsional
mediante el ejercicio del inerdictum cuenfundum cuando fuera inmueble.

El segundo supuesto comenzaba recién con el trámite cuando el accionante


exponía ante el magistrado cuales eran las pretensiones, procediendo a
solicitar al mismo que admita la acción instaurada cuando estuviera
contemplada por el edicto o que le conceda protección jurídica si se tratara de
una situación aun no prevista en el edicto. En la primera situación el acto se
limitaba a presentar un proyecto de formula de acuerdo con el modelo que
figurara en el albo pretorio y que él había elegido y adoptado a su caso en su
primera entrevista con su deudor; en la segunda, la editio actionis era cuando
el magistrado debía analizar la situación que reclamaba el accionante y luego
crear una nueva fórmula o adaptar una fórmula ya existente. Era en este
momento en que el magistado debía proceder a la datio o a la denegatio
actionis, y resolver libremente si otorgaba la acción reclamada en virtud del
edicto.

Antes de ser redactada la fórmula podían llevarse a cabo acciones que de una
u otra forma incluían decididamente en el transcurso del proceso. Tales eran la
interrogatio in iure y las cautiones.

El interrogatorio in iure admite que el actor pueda interrogar en forma


preventiva al demandado sobre las dudas que tuviera, siendo este obligado por
el magistrado a contestar las preguntas que se le formularan siempre que
fueran justas. Los efectos del interrogatorio eran importantes porque el
demandado quedaba ligado por lo que respondiera si llegara a negarse por
contestar o si mentía y era descubierto. Este interrogatorio era usado en
procesos relativos a la petición de herencia con el fin de determinar a los
herederos.
La confessio in iure reconoce el derecho del accionante, este podía producir un
doble efecto. En primer lugar colocaba al deudor en la misma situación de
quien había sido juzgado y condenado con lo que la acción quedaba extinguida
haciéndose innecesaria la instancia apud iudicum. En segundo término el
demando en virtud de las prescripciones de la ley se veía obligado al pago de
una suma de dinero cualquiera hubiese sido el motivo del juicio.

Para que el actor se asegurara del cumplimiento de las obligaciones


resultantes del proceso, se hizo necesario exigir al demandado una garantía
que debía prestar ante el magistrado. Entre las principales garantías están la
satisdatio iudicatum solvi que otorgaba el demandado que actuaba
representado de un cognitor en la que se comprometía a asumir la
responsabilidad emergente del resultado del proceso, la cautio de rato
otorgada por el procurator del demandado al actor que actuare personalmente
para garantizarle que el dominus atacará el resultado del litigio. La acción real
a fin de garantizar la devolución de la cosa y sus frutos en caso de resultar
vencido en el pleito se denominaba satisdatio pro praede litis et vindiciarum.

La falta de cumplimiento con la caución traía la pérdida de la cosa estipulada


como garantía o la suma de dinero convenida. La actio ex stipulatio que se
daba contra los que hubieran prestado la caución y la actio hypothecaria
cuando la caución consistiera en una prenda o una hipoteca. La resistencia del
demandado a prestar la caución a la que estaba obligado a pago de daños e
intereses o la aplicación de una pena u otorgamiento de la posesión de la cosa
litigiosa o la de todos los bienes de su patrimonio.

La instancia apud iudicium en el procedimiento formulario:

Está instancia del proceso debía tramitarse ante juez o jueces en cuya
presencia se abrían los debates y ofrecían prueba para que dictara la
sentencia. Para la ejecución de la sentencia se debía recurrir al magistrado que
podía hacer cumplir lo resuelto por el juez.

El juicio en está instancia se desarrollaba ente un iudex o un arbiter o el


colegio judicial de los recuperatores. Los dos primeros eran nombrados por las
partes por mutuo acuerdo, cayendo la designación en cualquier individuo de
cierta condición social. Sino se extraía su nombre de una lista de jueces. Los
recuperatores eran designados por medio de un sorteo que el magistrado
efectuaba de los que componían el tribunal.

El juez solía actuar asistido de un consolium que tenía discreción en el


ejercicio de su misión de juzgar. Una vez en poder de la fórmula las partes
comparecían ante el juez el día fijado. La actuación del juez se encontraba
condicionada al cumplimiento de diferentes recaudos legales. El juez debía
hacer comparecer a las partes que debían concurrir acompañadas de sus
oratores quienes procedían a hacer la exposición sumaria de la causa.
El proceso apud iudicium tenía un límite máximo de duración, las causas
debían concluirse antes del año. Los poderes del juez se acababan a los
dieciocho meses de la litis contestatio. Había diferentes sanciones para los
litigantes, si era la parte demandada la que no hubiera concurrido el juez
procedía a dictar sentencia en su contra; si el que no asistía era el
demandante, el demandado quedaba absuelto.

Se admitió también la prueba de confesión que tendía a cimentar la convicción


del juez. Si los testigos no comparecían se los calificaba de intestabilis
trayéndoles aparejado una disminución en la capacidad de obrar.

A partir del siglo III d.C. se comienzan a otorgar documentos públicos en forma
de declaraciones apus acta en los protocolos o libros de registro de
funcionarios o también ante funcionarios denominados pragmatici que
garantizaban la sinceridad de los actos que ante ellos se celebrarban. La
inspección judicial también fue aceptada en el proceso formulario y consistía
en el traslado del juez al lugar de los hechos.

La formula:

Una vez que el magistrado hubiera concedido la acción del demandante y que
estuvieran cumplidas las demás formalidades se procede a redactar la fórmula.
Podía ser redactada por el demandante cuando su derecho estuviere
contemplado en el edicto, o por el magistrado cuando se tratara de una
situación de hecho no contemplada por el mismo. Debía ser presentado al
demandado para su aceptación total, parcial o rechazo. La parte demandad
podía esgrimir una acepción y la parte actora contestarle con una réplica, el
magistrado debía disponer si debían o no ligurar en la fórmula mediante un
decreto que designaba el juez y fijaba los elementos sobre los que este debía
fundamentar su juicio y un mandato para que se dictara sentencia.

Análisis de las partes ordinarias y extraordinarias de la formula:

Las partes ordinarias son las que deben ser incluidas en la mayoría de las
acciones. Son partes esenciales u ordinarias de la fórmula la designación de un
juez, la demonstratio, la intentio, la adiudicatio y la condemnatio.

-La demonstratio es la parte de la fórmula que hace conocer el asunto sobre el


que se está litigando. Es la explicación sintética de los hechos que se
planteaban, incluyendo la indicación del fundamente de derecho y de la causa
de la acción.

-La intentio era la parte en la cual el demandante refleja el objeto del litigio
sobre el cual el juez debía dictar sentencia o no. La intentio se redactaba de
dos maneras distintas, la primera que era la intentio in ius concepta que era la
concedida respecto a los derechos reconocidos por el ius civile se trate de
derechos personales o reales. La segunda, la intentio in factum concepta era la
concebida en aquella pretensión en la que se reclamaba la protección procesal
del pretor en una situación de hecho.

-La adiudicatio en la cual se adjudica algo a alguno de los litigantes.

-La condemnatio era aquella parte de la fórmula que otorgaba al juez la


facultad de condenar o de absolver.

Las partes extraordinarias de la fórmula eran típicas de acción alguna pero


que podían ser insertadas en cualquier fórmula si los litigantes lo desearan
siempre que reuniesen determinadas circunstancias. Eran partes accidentales
la axceptio y la prescriptio. La primera suele oponerse a cualquier clase de
acción, para excluir lo que se ha deducido en la intentio. El pretor para corregir
tal injusticia permitió que el demandado pudiera hacer una alegación en contra
de la prestación del demandante con el fin de obtener su absolución. Estas
excepciones podían distinguirse entre perentorias, que eran perpetuas y
destruían la acción que no podía ser nuevamente intentada; y las dilatorias,
que tenían validez temporal porque debían ser opuestas en el plazo
establecido. Las excepciones también se podían clasificar en personas
coherentes como para determinados sujetos y en excepciones rei coherentes
en caso de estar fundadas en una relación jurídica que permitía que la
excepción pudiera ser opuesta por los asesores del demandado.

La prescriptio reemplaza a la demostración. Las prescripciones insertas en la


fórmula a favor del actor eran las prescripciones pro actore, las acciones a
favor del demandado eran las prescripciones pro reo. Las primeras tenían por
finalidad precisar la calidad en que el demandante aclaraba en la demanda
sustituyendo la demostración y evitar así que los efectos excluyentes de la litis
contestatio pudieran causarle un prejuicio. Las segundas eran acoradas al
demandado como medio de defensa que se colocaba antes de la intentio.

La litis contestatio:

Era el resultado del pleito de conformidad con los términos de la formula.

Los efectos de la litis contestatio interesaban al aspecto procesal y recaían


sobre el derecho sustancial que se hacía valer por la demanda. Esta tenía un
efecto regulador y fijador aun cuando la situación jurídica del caso se hubiera
transformado al iniciarse la instancia in iucio, con lo cual la sentencia debía ser
dictada por el juez en relación a la forma como la litis había quedado trabada.
El efecto negativo de la litis contestatio era al quedar concertada ya que no era
posible que el demandante pudiera hacer valer de nuevo la misma acción.

El magistado in iure era quien fijaba el plazo dentro del cual el juez debía
pronunciar la sentencia y decretaba la suspensión del proceso. Competía
también al magistrado intervenir cuando se produjera una translatio iudici, esto
es cuando hubiera un cambio en los distintos estamentos que intervienen en
toda relación judicial como el fallecimiento o sustitución del juez.

La sentencia: “ Bonorum Venditio”.

La Bonorum Venditio se aplicaba contra el que había sido condenado por la


sentencia o por confesión como contra quien hubiera rehuido defenderse. Los
trámites para llevar a cabo a está consistía en poner en posesión de los bienes
del deudor al acreedor que la solicitara. Los bienes quedaban en poder de los
acreedores durante treinta días a cuyo término debían efectuar publicaciones
para conocimiento de cualquier otro interesado, pasado dicho plazo, si el
deudor no hubiera satisfecho el crédito se lo declaraba fallido siendo
sancionado con la nota de infamia. El magister monorum era quien se
encargaba de preparar todo lo concerniente a la venta de los bienes del deudor
redactando las condiciones bajo las cuales se llevaría a cabo, como el precio y
la forma de pago, la nomina de créditos privilegiados y las garantías que
debían otorgar los compradores. La venta debía efectuarse en subasta pública.
El magister dejaba establecido el orden en que debían ser satisfechos los
distintos acreedores, comenzando con los hipotecarios, luego los privilegiados
cuyo crédito estaba determinado por la ley y con los acreedores quirografarios.

El Bonorum Emptor no quería determinados bienes del deudor sino todo su


patrimonio a condición de satisfacer créditos de los acreedores en la
producción que el mismo hubiese ofrecido como precio de venta. El bonorum
emptor estuvo provisto de dos acciones, la actio rutiliana cuando se tratara de
bienes de un deudor que viviera y la condemnatio a favor del comprador y la
actio serviana cuando se tratara del patrimonio de un difunto.

La distractio bonorum tenía como finalidad que le venta de los mismo bienes
no se efectuara en bloque sino parcialmente, de manera que el procedimiento
secaba cuando las deudas hubieran sido satisfechas y además no traían
consigo la tacha de infamia.

El pignus in causa iudicati captum consistía en una toma de posición que podía
efectuar el acreedor sobre bienes del deudor tendiente a realizarlos y pagarse
su crédito con lo producido de la venta. El acreedor que había obtenido una
sentencia a su favor postulaba la medida frente al magistrado y era este quien
ordenaba a sus oficiales de la fuerza que se apropiaran de algo perteneciente
al deudor. El magistrado debía esperar dos meses a que el deudor recuperara
la prenda, caso contrario ordenaba la venta de las cosas que se llevaba a cabo
mediante subasta pública.

La cessio bonorum era el abandono voluntario de los bienes. El deudor podía


evitar las consecuencias de su estado salvándose de la prisión y conservando
intacto su honor siempre que no hubiera obrado de mala fe o hubiera intentado
sustraer bienes a la ejecución del acreedor.

DERECHO ROMANO

Alumna Gangloff Ticiana C.

Resumen de bolilla Número 2-Punto 4.

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