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LAS ASAMBLEAS DE DIOS DEL PERÚ

INSTITUTO BÍBLICO TEOLÓGICO


“EL BUEN SEMBRADOR”

LA ADORACIÓN EN EL TABERNÁCULO, EN EL TEMPLO Y EN LA


SINAGOGA

1. INTRODUCCIÓN

La adoración de la iglesia y en la iglesia ha sido un elemento muy


importante desde su inicio. El término “adoración” no es estático sino de
acción. La verdadera adoración en la Biblia tiene sus cualidades y
elementos indispensables. Así que, si la iglesia habrá de agradar a Dios,
deberá aprender a adorar en espíritu y en verdad, ya que la adoración es el
instrumento, la responsabilidad, la actitud y la misión misma de la iglesia
hacia Dios.

Por lo tanto, identificaremos estas cualidades o elementos indispensables


para una verdadera adoración a Dios, desde la adoración del pueblo de
Dios en el tabernáculo, el templo y la sinagoga.

2. ADORACIÓN
En el Antiguo Testamento, en el idioma hebreo es la palabra hishtahavá
para referirse a adoración y hace referencia al servicio de los siervos de
Dios en el culto en el cual se “postraban, mostrando así su temor
reverencial ante la majestad divina”. En la Septuagimta es hacer reverencia
u homenaje, postrarse ante la presencia de un ser superior.

En el Nuevo Testamento tiene el mismo sentido de la LXX, “postrarse ante


un ser superior y besarle los pies o la tierra”. Pero incluye la acción de
recordar y reconocer los atributos y la obras de Dios. El reconocimiento
reverencial de la supremacía de Dios, demanda una actitud de espera y
sumisión a la voluntad de Dios. Algunos ejemplos: Gé.42:6; Dan. 3:6;
Jn.4:24; 2 Cró.29:31; Sal.40:6; 51:16-17; Os.6:6.
En la iglesia, la adoración se relaciona con la comunión o buena relación
que cada cristiano tiene con Dios en la cual los creyentes centran su
atención de sus mentes y el afecto de sus corazones en el Señor mismo.
Es básicamente, la respuesta del hombre hacia Dios. La adoración.
Entonces, puede ser una expresión interna o actos visibles como: cantos,
oración, ofrenda, servicio. Y aunque es una actividad privada, es al mismo
tiempo una acción pública en la reunión con los creyentes. De manera que
la adoración es un acto de reverencia, reconocimiento, de exaltación a Dios
interna y externamente.

3. EL TRASFONDO HISTÓRICO
El propósito original del tabernáculo para Israel
Al escudriñar la Biblia se observa que el tabernáculo era un templo portátil
provisional donde el Señor se encontraba con su pueblo. La construcción
del tabernáculo fue ordenada por Dios en el Monte Sinaí a Moisés, y una
vez construido permaneció en el campamento de los israelitas durante su
peregrinación por el desierto. Después de la conquista de la tierra
permaneció en pie hasta el establecimiento del reino de paz bajo Salomón.
Moisés construyó el tabernáculo según el modelo que Dios le había
revelado en el monte santo (Ex. 25:9, 40; 26:30; 27:8).

En el tabernáculo se reproducían la imagen y la sombra del santuario


celestial. Moisés lo construyó según el modelo que Dios le había dado en el
monte (Ex. 25:9, 40; 26:30; 27:8; 39:32; 42:43). Su ejecución fue conforme
a todo lo que el Señor había ordenado (esto se afirma dieciocho
veces).Cada uno de los detalles tenía su importancia y significado
espiritual.
Este tabernáculo recibe en las Sagradas Escrituras varios nombres que
revelan su propósito original de parte de Dios.
El reconocido escritor Pablo Hoff resume los propósitos principales de Dios
con la construcción del tabernáculo:
 Proporcionar un lugar donde Dios more con su pueblo
 Ser el centro de la vida religiosa, moral y social.
 Representar grandes verdades espirituales que Dios desea grabar en la
mente humana.

La transición del tabernáculo al templo


El avivamiento de adoración bajo el liderazgo del rey David hizo que el
pueblo centrara su atención en el arca del pacto, como símbolo de la
presencia de Dios (1Cr. cap. 15-17). De esta forma las condiciones estaban
creadas para que Israel entrara a una nueva dimensión en la adoración a
Dios.
La edificación del templo por Salomón marcó el comienzo de esta nueva
etapa bajo la visitación de la gloria de Dios (1R. 8:1-11; 2Cr. cap. 3-7).

La destrucción del templo en Jerusalén


El templo en Jerusalén se convirtió en el centro de adoración en todo Israel
a partir del reinado de Salomón (2Cr. 7:11-16). Sin embargo, la división del
reino con Roboam afectó la adoración del pueblo escogido de Dios (2Cr.
10:1-19). El reino del sur (Judá) se mantuvo enfocado en el culto del
templo; pero en el reino del norte (Israel) se levantaron otros lugares de
adoración
(Betel y Dan), para impedir que las diez tribus sintieran la necesidad de ir a
adorar a Jerusalén (1R. 12:25-33).
Jeroboam tomó la iniciativa en cuestiones religiosas. Naturalmente, no
quiso que su pueblo acudiera a las sagradas festividades de Jerusalén, por
si acaso volvieran a una alianza con Roboam. Erigiendo becerros de oro en
Dan y en Betel, instituyó la idolatría en Israel (2Cr. 11:13-15). Nombró
sacerdotes libremente ignorando las restricciones de Moisés y permitiendo
a los israelitas ofrecer sacrificios en varios lugares altos por todo el país.
Como sacerdote, no solo oficiaba ante el altar, sino que también cambió un
día de fiesta desde el mes séptimo al octavo (1R. 12:25 - 13:34).
Durante este período la idolatría se propagó por todo Israel,
corrompiéndose la adoración a Jehová el Dios verdadero (1R. 14:7-11).
Este pecado nacional ofendió la santidad de Dios y afectó la adoración en
el santuario de Jerusalén.
Sin embargo, el templo no daba garantías absolutas de la presencia de
Dios. Simbolizaba la presencia de Dios sólo si el pueblo rechazaba todos
los demás dioses y obedecía la santa ley de Dios.
La idolatría provocó la caída y disolución definitiva del reino de Israel en el
año 721 a.C. bajo el imperio de Asiria (2R. 18:9-12). Algunos años más
tarde, en el 586 a.C. cayó también el reino de Judá bajo el imperio de
Babilonia (2Cr. 36:5-16). La conquista de Jerusalén por los ejércitos de
Nabucodonosor provocó la destrucción del templo y el cautiverio de los
judíos a Babilonia (2Cr. 36:17-21).
Durante los setenta años en el exilio, se cumplió el propósito de Dios de
que los judíos fueran sanados definitivamente de la idolatría (Ez.36:22-28).
El culto a Dios fue establecido en las sinagogas donde la oración y la
lectura de la ley (torah) tenían gran preeminencia:
Cumplidos los setenta años del cautiverio, los judíos regresaron a
Jerusalén por el decreto de Ciro el persa (Esd. 1:1-11). Este decreto les dio
la oportunidad a los judíos de reconstruir el templo, lo cual lograron en
veinte años bajo el liderazgo del gobernador Zorobabel y el sumo
sacerdote Josué; con el aliento espiritual de los profetas Hageo y Zacarías
(Esd. cap. 2-6). Purkiser resume con exactitud la importancia de esta obra:
El nuevo templo no se podía comparar, en muchos aspectos, con la
imponente estructura que había levantado Salomón; pero este templo, con
las modificaciones que introdujo Herodes, sería el escenario de la
inauguración de una nueva y gloriosa época en la historia de la redención.
La profecía de Hageo (2:1-9) concerniente a ‘la gloria postrera de esta
casa’ iba a ser cumplida, y en las palabras de Malaquías (3:1), el Señor
vendría súbitamente a su templo.
Las reuniones en las sinagogas el día de reposo se mantuvieron a pesar de
la reconstrucción del templo. Las sinagogas se perpetuaron como centros
de adoración e instrucción en el pueblo judío (Lc. 4:16).
Los judíos se mantuvieron haciendo sus grandes peregrinaciones a
Jerusalén para asistir a las grandes fiestas en el templo. Una parte muy
importante en la vida de la familia hebrea era la peregrinación que se hacía
al santuario: ‘Tres veces en el año será visto todo varón tuyo delante del
Señor Jehová, Dios de Israel’ (Ex. 34:23). La familia entera podía ir, pero
se requería que todo miembro varón fuese en la peregrinación.
El templo sufrió etapas de tragedias y glorias. En el año 167 a.C. el terrible
Antioco Epífanes profanó el templo judío haciendo cesar temporalmente el
culto de Dios (Dn. 11:31).
Posteriormente Herodes el Grande (37 a.C. - 4 d.C.) reconstruyó el templo
convirtiéndolo en una de las edificaciones más hermosas de aquella época
(Lc. 21:5), cuya edificación no fue para la gloria de Dios, sino para
congraciarse con los judíos, a quienes tenía que mantener contentos si
quería seguir siendo un rey marioneta dentro del Imperio Romano.
El templo de Jerusalén fue escenario de las grandes enseñanzas e
impactantes milagros realizados por el Señor Jesucristo en los momentos
decisivos de su ministerio terrenal (Lc. 19:45-21:6). Según los cuatro
evangelios, Jesús visitó el templo aproximadamente en catorce ocasiones
diferentes. A pesar de esto nunca Jesús reclamó que el templo debía ser el
centro de la adoración; en su mensaje a la mujer samaritana él anunció que
vendría una nueva etapa en la cual se levantarían verdaderos adoradores
de Dios en todo lugar (Jn. 4:19-24).
En el año 70 d.c. el templo de Jerusalén sufrió una nueva destrucción. Los
ejércitos romanos arrasaron con este santuario no quedando piedra sobre
piedra, conforme a la profecía pronunciada por nuestro Señor Jesucristo
(Mt. 24:1-2).
Juliano el Apóstata intentó, en el año 363, reconstruir el templo, a fin de
refutar la profecía de Cristo (Mt. 24:1-2). Los obreros, sin embargo,
afirmaron después que llamaradas que surgían repetidas veces del suelo
les impidieron echar los cimientos. En el 691, Abdal-Malik construyó, sobre
la explanada del templo la Cúpula de la Roca, que recibe erróneamente el
nombre de Mezquita de Omar.
El templo de Jerusalén será edificado nuevamente en la etapa final del
trato de Dios con el pueblo de Israel (2Ts. 2:3-4).

4. LA ADORACIÓN EN EL TABERNÁCULO
EL TABERNÁCULO
Era una tienda rectangular apoyada por una armazón de madera. Como
estaba recubierta de tela y pieles de animales, era portátil; correspondía a
los levitas plantarla, levantarla y transportarla. Una vez que se estableció,
la columna de humo reposó sobre el Tabernáculo.
Tenía dos aposentos, uno más pequeño que el otro, constituían la parte
interior, rodeada por el atrio del Tabernáculo.
El aposento menor era el Lugar Santísimo; en él se entraba únicamente el
día de la expiación, y sólo el Sumo Sacerdote podía entrar. En el estaba el
arca con el propiciatorio y los querubines. Todo estaba recubierto de oro.
El aposento grande era el "Lugar Santo", en donde se hallaban el altar del
incienso, la mesa con los panes de la proposición y el candelabro de oro.
El santuario se empleaba para el culto de cada día. Los dos aposentos
estaban separados por un grueso velo.
Al entrar en Canaán, Josué hizo que el tabernáculo se estableciera en Silo.
Mientras estuvo allí se le añadieron habitaciones para los sacerdotes. Las
descripciones bíblicas del Tabernáculo se hallan en Éxodo 25-27, 30, 36-
40.

LA ADORACIÓN
El israelita que se acercaba al tabernáculo debía manifestar una actitud de
verdadera adoración a Dios. Esta adoración debía fluir de un corazón
arrepentido y agradecido.
En ocasiones el propósito del adorador era buscar el perdón de Dios por
algún pecado cometido. En otros momentos se acercaba al tabernáculo
para agradecer a Dios sus bondades. En ambos casos la relación del
israelita con Dios era renovada por medio de la adoración (Lv. cap. 1-8).
Por otro lado, los sacerdotes debían ministrar en el santuario con una
actitud de adoración a Dios. Ellos eran los intermediarios entre el Señor y el
pueblo. Por lo tanto, se esperaba que al disfrutar de este privilegio
manifestarán un estilo de vida en adoración (Lv. cap. 8-10).
Para custodiar el tabernáculo y ofrecer la adoración fueron elegidos los
miembros de la tribu de Leví. Los sacerdotes fueron Aarón y sus
descendientes. Sólo los sacerdotes podían entrar en el tabernáculo, y
solamente el sumo sacerdote podía entrar en el lugar santísimo. Los otros
miembros de la tribu, conocidos simplemente como levitas, tenían a su
cargo las muchas tareas del tabernáculo, y el orden del culto.
La tribu de Leví acampaba inmediatamente alrededor del tabernáculo,
rodeada de las otras tribus. Judá, Isacar y Zabulón, estaban al este. Rubén,
Simón y Gad, estaban al sur. Efraín, Manasés y Benjamín, al oeste. Y Dan,
Aser y Neftalí al norte.
La adoración demandada por Dios no era la observancia religiosa de los
sacrificios y ceremonias, sino la entrega incondicional de un corazón que
se postra ante la majestad de su presencia.
En Exodo 29:42-46 especifica que el Tabernáculo será el lugar donde se
reunirá Dios con su pueblo. El pueblo vendrá para adorarlo, pero para que
Dios acepte la adoración, es necesario que el pueblo sea santificado. El
33:7-10 enseña que en ese lugar estaba la presencia de Dios.
El único lugar donde se encontraba la presencia de Dios era en el
tabernáculo, y el acercarse demandaba santidad.

5. LA ADORACIÓN EN EL TEMPLO
EL TEMPLO
Hubo tres templos judíos, todos en Jerusalén, y todos más o menos en el
mismo terreno.

a. Templo de Salomón.

El Templo de Salomón se describe en 1 Reyes 6-7 y 2 Crónicas 3-4.


(Tiene claras semejanzas con el templo de Ezequiel, una visión que
nunca llegó a realizarse y que aparece descrita en Ezequiel 40-43.)

Era rectangular, y estaba orientado de este a oeste. Era de pequeñas


dimensiones: medía por dentro poco más de 31 m. de largo, y más de
10 de ancho. En el atrio interior había un altar de bronce para las
ofrendas quemadas (1 Reyes 8:22, 64; 9:25). El lavatorio de bronce
("mar de bronce" -1 Reyes 7:23-26) era una gran pila circular de más
de cinco metros de diámetro. Estaba sostenida por doce bueyes de
bronce dispuestos en cuatro grupos de tres, cada uno de los cuales
miraba a un punto cardinal diferente. Se hallaba entre el altar de bronce
y el pórtico. Respecto a la posterior eliminación de los bueyes, se
encuentra en 2 Reyes 16:17.
La entrada del Templo estaba embellecida por puertas decoradas, a
cuyos lados había dos columnas de bronce llamadas Jaquín y Boaz (1
Reyes 7: 21; 2 Crónicas 3:15-17). Más allá de las puertas estaba el
pórtico, luego el Lugar Santo, y finalmente el Lugar Santísimo. El-
pórtico tenía unos 10 m. de ancho y cinco de fondo; el Lugar Santo, en
donde se llevaban a cabo los ritos corrientes, tenía unos 20 m. de largo
y diez de ancho, y estaba separado del pórtico por puertas de ciprés.
El Lugar Santo recibía luz a través de unas ventanas cerca del
cielorraso (1 Reyes 6:4), y en este aposento se hallaban el altar del
incienso, la mesa de los panes de la proposición y cinco pares de
candeleros, todo recubierto de oro. Puertas de madera, también de
ciprés, daban al Lugar Santísimo, al cual según parece se entraba una
sola vez al año, en la fiesta de la expiación. Este aposento, que medía
unos 10 m. en cuadro, era un cubo perfecto. Contenía dos querubines
de madera, que medían unos 5 m. de alto, y el arca del pacto. El ala
izquierda de un querubín tocaba el ala derecha del otro, y debajo de
ellas estaba el arca (1 Reyes 6:23-28); las otras alas tocaban uno y
otro lado del aposento. La presencia de Dios en el Lugar Santísimo
estaba simbolizada por una nube (1 Reyes 8: 10).
Las paredes, las puertas y los tableros estaban recubiertos de oro. Se
empleó mucho cedro del Líbano, y los fenicios ayudaron en la
construcción (1 Reyes 5:10, 18; 7:13-14). La obra de cantería no era
visible. Por todas partes debían verse oro y ornamentación. Los
aposentos del alto probablemente estaban destinados a la vestimenta
sacerdotal, y se empleaban como depósitos seguros para las ofrendas.
Desdichadamente el Templo de Salomón no fue respetado. Sisac de
Egipto confiscó los tesoros del templo (1 Reyes 14:26) durante el
reinado de Roboam, hijo de Salomón. En el siglo VII Josías reparó el
Templo cuando el pueblo aportó los fondos necesarios para ello (2
Reyes 22:4). En el siglo VI Nabucodonosor confiscó todas sus
preciosas posesiones y lo destruyó. Pero el sitio continuó siendo
sagrado para los judíos (Jeremías 41:5).

b. Segundo Templo (Templo de Zorobabel).


Allá por el 567 A.C. Ciro otorgó permiso para reconstruir el Templo. El
libro de Esdras cuenta la historia, Zorobabel, gobernador de Jerusalén,
apoyó el plan, por lo cual a veces el segundo templo se conoce como
Templo de Zorobabel.
Se inauguró en 515. Medía unos 10 m. de largo y unos 24 de alto. En
el libro apócrifo de 1 Macabeos, hay una descripción de parte del
mobiliario (1 Macabeos 1: 21-23; 4: 4951). Pero no fue posible volver a
colocar en el nuevo templo el arca del pacto, pues durante el exilio se
perdió y jamás se volvió a hallar; de modo que el Lugar Santísimo
quedó vacío. Sólo una cortina separaba el Lugar Santísimo del Lugar
Santo. En el Lugar Santo, un candelabro de siete brazos ocupó el sitio
de los diez candeleros de Salomón. Pero la nueva casa de Dios fue sin
duda inferior en belleza y perfección a la de Salomón, aunque era
aproximadamente del mismo tamaño. El segundo templo fue profanado
en el siglo JI A.C. (1 Macabeos 1:54), pero poco después fue purificado
por los macabeos (1 Macabeos 4:36-59), quienes también lo fortificaron
para defenderlo de ejércitos enemigos.

c. El Templo de Herodes.
Herodes el Grande, como maniobra política, reconstruyó el último
templo y se amplió bastante el terreno que ocupaba (llegó a tener unos
500 X 300 m.). La construcción se inició en 19 A.C. y su parte principal
quedó terminada diez años después, aunque se continuó trabajando
durante algún tiempo (v. Juan 2:20).
El enorme terreno del templo estaba rodeado de piedras que medían
hasta 5 m. de largo y poco más de un metro de alto. ¡Con razón las
admiraban! (Marcos 13:1). Aún se conservan restos de ese muro;
también hay restos de algunas de las puertas. Quizá la puerta del Este
haya sido la Hermosa de Hechos 3; la ornamentación de las puertas es
de bronce, en estilo corintio. En la esquina noroeste estaba situada la
fortaleza Antonia; los procuradores se alojaban en ella cuando estaban
en la ciudad y allí había una guarnición de soldados para sofocar
cualquier tumulto que surgiera (como el de Hechos 21). Bordeando el
terreno del Templo, pero dentro de los muros, había un pórtico; los
lados del sur y el este eran respectivamente llamados Pórtico Real y
Pórtico de Salomón (Hechos 3:11). En los diversos pórticos tenían sus
mesas los cambistas (Juan 2:14-16), y era también allí donde los
escribas disputaban y enseñaban. Más allá del pórtico y rodeando toda
la parte principal del templo, se hallaba el atrio de los gentiles. Entre
éste y la parte interior había una balaustrada con letreros en griego y
latín en que se advertía a los gentiles, bajo pena de muerte, que estaba
prohibido pasar la balaustrada. Dos de esos letreros han aparecido. A
la entrada del atrio de las mujeres había arcas destinadas a recoger
dinero para los gastos del culto (Marcos 12:41-44). Dentro del atrio de
los sacerdotes estaba el altar hecho de piedra bruta. El plano general
del templo era el mismo del de Salomón. Un velo dividía el Lugar Santo
del Santísimo. El Lugar Santo medía unos 20 m. de largo, 10 de ancho
y 20 de alto; el Lugar Santísimo medía unos 10 m. por cada lado, y 20
de alto. En los lados norte, sur y oeste había tres pisos de
habitaciones. La perfección y belleza del Templo no habrían de ser
admiradas mucho tiempo, pues en el año 70 D.C, los romanos lo
destruyeron (y no ha vuelto a ser reconstruido) y se llevaron a Roma
sus objetos de oro como símbolo de su victoria militar.

ADORACIÓN EN EL TEMPLO
La adoración en el templo era similar a la ministrada anteriormente en el
tabernáculo, pero en mayores dimensiones y esplendor.
La vida religiosa de Israel se centralizó en el templo de Jerusalén. El
sacerdocio dividido en sus veinticuatro clases ministraba en el santuario,
según el orden del servicio. Los israelitas se acercaban al templo con una
actitud de adoración, buscando la misericordia de Dios por medio del
sistema de sacrificios establecido para estos fines.
Desde muchos puntos de vista el templo tenía para los israelitas la misma
importancia que la ciudad de Jerusalén. Simbolizaba la presencia y
protección de Dios entre su pueblo (Ex. 24:8; 29:43-46). Cuando se dedicó
el templo, Dios bajó del cielo, lo llenó de su gloria (2Cr. 7:1-2) y prometió
poner allí su nombre (2Cr. 6:20, 33). Así que cuando el pueblo de Dios
quería orar al Señor, podían hacerlo con el rostro hacía el templo (2Cr.
6:24, 26, 29, 32), y Dios los oiría desde su templo (Sal. 18:6). También el
templo representaba la redención divina del pueblo de Dios. Tenían lugar
allí dos importantes solemnidades: los sacrificios diarios por el pecado
sobre el altar de bronce (Nm. 28:1-8; 2Cr. 4:1) y el día de la expiación,
cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo para esparcir la
sangre sobre el propiciatorio del arca para expiar los pecados del pueblo
(Lv. cap. 16; 1R. 6:19-28; 8:6-9; 1Cr. 28:11). Mediante esos ceremoniales
del templo, se les recordaba a los israelitas el carácter costoso de su
redención y reconciliación con Dios. En ningún momento de la historia del
pueblo de Israel hubo más de una morada de Dios. Eso demostraba que
hay un solo Dios, el Señor Jehová, el Dios del pacto de los israelitas.
El servicio en el templo fue organizado en el último período del reinado de
David: sacerdotes, levitas, músicos, cantores, porteros y oficiales (1Cr. cap.
22-27). De esta forma todo estaba listo para que Salomón pudiera
introducir a Israel en una etapa gloriosa de su historia nacional (1Cr. cap.
28-29).

En 1 Reyes 8:12-19 en la dedicación del templo observe la actitud de


Salomón al orar como parte de su adoración: “se arrodilló y con manos
extendidas al cielo, oró y suplicó”. Es importante el v.58 “incline nuestro
corazón hacia él para que andemos conforme a todos sus caminos, y
guardemos sus mandamientos, los estatutos y decretos que mandó
cumplir a nuestros padres”. Luego ofreció Salomón ese día 22 mil bueyes
y 120 mil ovejas.

6. LA ADORACIÓN EN LA SINAGOGA
LA SINAGOGA
Sinagoga (en griego synagoge: lugar de reunión). Era una institución judía
para la lectura y exposición de las Sagradas Escrituras. Se originó tal vez
durante el exilio babilónico.
ADORACIÓN EN LA SINAGOGA
El propósito principal de la sinagoga era la instrucción en las Sagradas
Escrituras.
Las reuniones en las sinagogas, no eran para ofrecer sacrificios, sino para
el estudio de las Escrituras y la oración comunitaria. En el siglo I de la era
cristiana se encuentran sinagogas en todos los lugares donde se hallaban
los judíos. Incluso las comunidades israelitas de ciudades pocos
importantes fuera de Israel las tenían.
Según lucas 4:16-30, aparentemente, estas reuniones tenía un programa
acostumbrado que desarrollaban, pues 26:30 y Mr. 14:26 dicen que Jesús
y los discípulos al final de la Cena cantaron un himno.
Había un director que no era el sacerdote necesariamente, acá se llama
“ministro”.
Había personas que participaban en la lectura de la Palabra, y vemos que
en esta parte le tocó el turno a Jesús para cumplimiento de la profecía.

En el púlpito o estrado permanecía un pergamino del Antiguo Testamento


“libro” de Isaías. Es posible que en ese tiempo ya tenía forma de libro el
AT, o cada libro de los 39 estaba empastado por separado. Pero al decir
que fue enrollado el libro, implica que tenía forma de un pergamino (v.20).
Finalmente, se sentó, indica que el programa seguía, la liturgia o el acto
público de adoración continuaba.
Según otros pasajes como Hch. 2:46; Ef. 5:18-20; Col.3:16; 1 Ti. 4:13, el
programa de culto o la liturgia o el culto público de adoración de la iglesia
naciente incluía los siguientes elementos: alabanzas, salmos, himnos
espirituales, cánticos, lectura bíblica, enseñanza, exhortación, oración,
ayuno, santa cena, predicación, doctrinas, e intercesión y ayuda a
necesitados.

7. CONCLUSIÓN
La adoración en el tabernáculo giró alrededor del mismo ya que todos
sabían que allí estaba Dios, y quien venía adorar a Dios debía: santificarse,
reconocer que estaba en la presencia de Dios, ofrendar sacrificios para
perdón de pecados, mantener una actitud de profundo respeto al inclinarse
y postrarse ante Dios y una actitud de servicio.

La adoración del pueblo de Israel era continua mientras tenían un


sacerdote que les dirigía, les motivaba, les enseñaba y un templo donde el
sacerdote ministraba a Dios y al pueblo. Mientras el pueblo se mantenía
adorando a Dios, eran fuertes espiritualmente, pero cuando no lo hacían,
fracasaban.

La adoración en las sinagogas se centraba en la enseñanza, pero también


incluía alabanzas, salmos, himnos espirituales, cánticos.

Aprendemos entonces que, la adoracion es vivir una vida de consagración


en salvación, servicio y santidad, que un corazón sincero y agradecido que
se mantiene adorando a Dios está fuerte espiritualmente.
Por consiguiente, la desmedida importancia y altos sonidos que se da hoy
a los instrumentos musicales en el tiempo de la alabanza es una incorrecta
percepción de lo que es verdaderamente adoración a Dios.

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