Está en la página 1de 2

SANTIFICAR, SANTIFICACIÓN.

Aun cuando el origen etimológico de la raíz hebrea


qāḏaš es incierto, su fuerza fundamental parece ser la de apartar un objeto de su uso ordinario
para un fin o uso especial (religioso) y, en forma particular, apartar para Dios. En el griego
bíblico su equivalente es hagiadsein, «santificar».
I. SEPARAR PARA UN USO SANTO . Al mandato de Dios, Moisés santificó al pueblo para darles
la ley en el Sinaí (Ex. 19:10, 14); todos los primogénitos, hombres y bestias, se santificaron para
Dios (Ex. 13:2; Nm. 8:17); Aarón y sus hijos son santificados para ministrar a Dios en el oficio
sacerdotal (Ex. 28:41); Dios santifica a Israel como su propia nación especial (Ez. 37:28); en un
día de peligro espiritual no sólo se santificaba a la congregación, sino también un ayuno, o aun la
guerra (Jl. 1:14; 2:15–16; 3:9); Job santifica a sus hijos ofreciendo sacrificios por ellos (Job 1:5);
Samuel santifica a Isaí y a su hijo antes de ofrecer sacrificio (1 S. 16:5); Jeremías fue santificado
antes de su nacimiento—puesto aparte por la voluntad divina—para la sagrada labor de profeta
(Jer. 1:5); el monte Sinaí es santificado y se señalan sus límites al pueblo (Ex. 19:23); el día de
reposo (Gn. 2:3; Dt. 5:12; Neh. 13:22). El tabernáculo y sus utensilios (Ex. 30:29; Lv. 8:10; Nm.
7:1), el templo en Jerusalén (2 Cr. 7:16), las ciudades de refugio (Jos. 20:7). Todas estas cosas
son santificadas; casas y campos pueden santificarse al Señor (Lv. 27:14ss.); Jehú atrapa a los
adoradores de Baal santificando una asamblea solemne para Baal (2 R. 10:20ss.); Cristo es aquel
a quien el Padre santificó y envió al mundo (Jn. 10:36); y, finalmente, toda cosa creada es
santificada por la palabra de Dios y la oración (1 Ti. 4:4s.).
II. SE LLAMA AL HOMBRE A QUE SE SANTIFIQUE. A los que han sido santificados, puestos
aparte, por Dios, se les requiere que se santifiquen, esto es, que se separen a sí mismos de
cualquier cosa que cause impureza (Lv. 11:44; Jos. 7:13; cf. Ex. 19:22; 1 Cr. 15:12ss.; 2 Cr.
29:15ss.; 30:3). Lv. 20:26 da el significado de esta autosantificación claramente: «Habéis, pues,
de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis
míos». Santificarse a sí mismo para el culto y servicio a Dios es la responsabilidad del hombre en
el pacto de gracia. La misma idea se lleva al NT, véase 2 Co. 6:14–18.
III. DIOS SE SANTIFICA A SÍ MISMO (O SU NOMBRE). Dios se santifica a sí mismo, esto es,
muestra que él está del todo separado, por sus obras magníficas de juicio y salvación, las que
vindican a sus criaturas la unicidad de su soberanía y poder (cf. Ez. 36:23; 38:23; éste es el
significado de Nm. 20:26). La santificación que Cristo hace de sí mismo tiene un sentido
diferente (Jn. 17:19), esto es, el de autoconsagración y dedicación para la labor de su oficio
mediador.
IV. EL HOMBRE SANTIFICA A DIOS POR SU ADORACIÓN Y OBEDIENCIA . La incredulidad y la
desobediencia son señales de que uno no está santificando a Dios, esto es, no está reconociendo
su señorío y autoridad única (Nm. 20:12; 27:14; Dt. 35:51). Justicia y rectitud (Is. 5:16) y
reverencia a su nombre (Is. 8:13; 29:23) son evidencias que el hombre está santificando a Dios.
Se exhorta a los cristianos a que santifiquen a Cristo como el Señor de sus corazones (1 P. 3:15;
cf. Lv. 10:3; Ez. 20:41), esto es, dejar que él, tal como es su derecho, ejercite su solo señorío
sobre sus vidas.
V. DIOS SANTIFICA A SU IGLESIA Y A SUS MIEMBROS . Así como en el AT es Jehová el que
santifica a Israel (Ex. 31:13), de la misma forma en el NT, es él el que santifica a sus redimidos
(1 Ts. 5:23). Cristo ora a su Padre que los santifique en la verdad (Jn. 17:17, 19). Los elegidos de
Dios son precisamente sus santificados (Hch. 20:32; 1 Co. 1:2). Es el Espíritu Santo el que los
santifica (Ro. 15:16). Son utensilios vivos en el templo nuevo y espiritual, «santificados, útiles al
Señor» (2 Ti. 2:21—el NT no habla de la santificación de objetos inanimados). La base efectiva
de su santificación es la sangre del pacto (véase) derramada por Cristo en la cruz por su iglesia
(Ef. 5:26; Heb. 9:13; 10:10, 14, 29; 13:12). El bautismo es el sello sacramental de su
santificación (1 Co. 6:11) y el símbolo de la unión, por fe en Cristo (Hch. 26:18), del santificador
con el santificado (Ef. 5:26; Heb. 2:11).
VI. 1 CORINTIOS 7:14. Este versículo tiene que ver con el problema que se crea cuando el
cónyuge se convierte (es decir, es santificado o apartado para Dios) mientras la otra parte
permanece incrédula. Esto no constituye una base para romper el matrimonio. Por la conversión
p 561 del cónyuge toda la familia, junto con los niños, es traída adentro de la esfera del pacto de
gracia de Dios, el cual tiene un gran respeto por la solidaridad de la familia (que ya era una cosa
que se hallaba en el decreto de la creación), así que la parte incrédula es santificada (en un
sentido formal) en la parte creyente y se le pone en contacto con la gracia de Dios (v. 16). Véase
Santidad, Santo.
PHILIP EDGCUMBE HUGHES1

1 Philip Edgcumbe Hughes, “SANTIFICAR, SANTIFICACIÓN,” ed. Everett F. Harrison, Geoffrey W.


Bromiley, and Carl F. H. Henry, Diccionario de Teología (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2006),
560–561.

También podría gustarte