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BLOQUE 1
EL DERECHO ADMINISTRATIVO
Y SU CARÁCTERIZACIÓN
GENERAL.
1. EL CONCEPTO DE DERECHO
ADMINISTRATIVO Y SU SURGIMIENTO
HISTÓRICO.
Esa complejidad se debe al gran número y variedad de tareas que la Administración pública
realiza. En contraste con las organizaciones públicas de las sociedades preindustriales,
que limitaban su actividad a garantizar el orden público, la Administración contemporánea
tiene sobre sí la responsabilidad de garantizar el correcto funcionamiento de la sociedad.
En términos semejantes GARRIDO FALLA afirma que el Derecho administrativo es «aquella parte del
Derecho público que determina la organización y comportamiento de la Administración pública,
disciplinando sus relaciones jurídicas con los administrados».
ZANOBINI, por su parte, considera el Derecho administrativo como «aquella parte del Derecho público
que tiene por objeto la organización, los medios y las formas de la actividad de las
administraciones públicas y las consiguientes relaciones jurídicas entre aquéllas y otros
sujetos».
Para MUÑOZ MACHADO, el Derecho Administrativo es «el conjunto de técnicas e instituciones que
establecen la disciplina jurídica de la Administración Pública cuando se organiza, decide o se
relaciona con los ciudadanos».
El principio de la soberanía nacional, dirigido a afirmar la nación –no al Rey- como fuente y origen de
todos los poderes y a calificar a todo gobernante como titular de poderes meramente delegados por
aquélla.
Principio de división de poderes, que no es solo una medida para la racionalización del poder estatal (de
tal forma que cada función pública homogénea se confiere a órganos distintos, superando la confusión
funcional típica del Antiguo Régimen) sino, ante todo, como instrumento de defensa de los ciudadanos.
El reconocimiento de una serie de derechos innatos e inviolables a los ciudadanos, entre los que
destacan la libertad, la igualdad y la propiedad.
Consagración del principio de legalidad, lo que significa el imperio de la Ley emanada del Parlamento.
2. LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN LA
DOCTRINA ADMINISTRATIVISTA: POSTURAS
OBJETIVAS Y SUBJETIVAS.
Apunta a este respecto el profesor ENTRENA que las posturas mantenidas por la doctrina
en esta materia son reconducibles a lo largo de la historia son dos: la subjetiva y la
objetiva. Según la primera de ellas (postura subjetiva) la Administración consistiría en un
sujeto integrado en el Poder ejecutivo, cuya labor se limita a ejecutar la Ley. Es lo que el
profesor GARRIDO FALLA denomina Administración con mayúsculas. La postura objetiva,
en cambio, identifica a la Administración con la acción de administrar -o administración con
minúscula que dice el profesor GARRIDO FALLA- y pretende hallar el concepto de
Administración a partir de la delimitación de ésta dentro de las funciones del Estado.
¿Por qué ha sido esto así? GARRIDO FALLA, da una explicación histórica a esta
realidad: así como los poderes legislativo y judicial se forman con las
competencias que se han ido arrancando de manos del antiguo monarca
absoluto, en cambio el poder ejecutivo es justamente lo que queda de aquel
monarca una vez realizadas las antedichas sustracciones.
Como señalan GARCÍA DE ENTERRÍA y T.R FERNADEZ, el intento de aislar una abstracta función estatal
de administrar, para edificar sobre la misma el objeto formal del Derecho Administrativo como disciplina,
ha sido uno de los esfuerzos más prolongados y más sutiles en la historia de nuestra ciencia y también
uno de los más baldíos. El cansancio de este prolongado esfuerzo dialéctico se manifestó en la
sorprendente adopción final de fórmulas exclusivamente negativas: administrar sería toda actuación del
Estado distinta de legislar o de enjuiciar (escuela alemana, desde MAYER, que reaparece insólitamente
en la Ley norteamericana de Procedimiento Administrativo de 1946), criterio cuyo sentido vendría del hecho
de que legislar y juzgar se habrían separado del complejo de funciones del viejo Estado absoluto como simples
técnicas formales, en tanto que el resto –un conglomerado o aluvión histórico, donde se mezclan funciones y
competencias heterogéneas– no es reductible a ninguna técnica formal uniforme
FERNANDEZ FARRERES, igualmente y en el mismos sentido constata como a lo largo del tiempo, el Derecho
Administrativo se ha tratado de delimitar conceptualmente con arreglo a un criterio objetivo, buscando
aislar y diferenciar en abstracto lo que sería la «función de administrar». Pero, en realidad, apenas se ha
podido ir más allá de una mera delimitación negativa: la función de administrar vendría a consistir en
todo lo que no fuera legislar o juzgar.
Mientras que aquél era fundamentalmente un Estado legislador, éste es, fundamentalmente,
un Estado gestor a cuyas condiciones han de someterse las modalidades de la legislación
misma (predominio de los decretos leyes, leyes medida, etc.);
Mientras que el uno se limitaba a asegurar la justicia legal formal, el otro se extiende a la
justicia legal material. .
Todas las funciones que realiza el Estado son reconducibles a las ejecutivas, legislativas y
jurisdiccionales. No existe, por lo tanto, una función administrativa especifica.
Dado este carácter irreductible de las tres funciones dichas (en el sentido de que a ellas, y sólo
a ellas, debe reconducirse cualquier acto estatal) GARRIDO FALLA desecha la posibilidad de
una función, administrativa como cuarta función del Estado, al lado de las tres anteriores.
Siendo así, y dada la diversidad de funciones que debe de realizar la Administración, que traen
su origen en la configuración residual del poder ejecutivo, sólo se puede llegar al concepto de
Administración a través de una aproximación subjetiva.
A partir de aquí define la Administración pública como un complejo orgánico integrado dentro del
poder ejecutivo donde coexiste con el Gobierno y que no realiza únicamente actos de
naturaleza ejecutiva sino también ejecutiva y judicial recibiendo todos ellos un tratamiento
unitario por parte del Derecho administrativo, tratamiento que es distinto al que reciben los
actos de los poderes legislativo y judicial.
Mas el hecho de que el Derecho administrativo fuese aplicable a estos órganos llevo a
parte de la doctrina a considerar la necesidad de volver a redefinir el concepto de
Administración pública y de Derecho administrativo para volver a definir ésta como una
función. Esto es, se concluía que si las actuaciones de estos órganos no integrados en el
poder ejecutivo eran materialmente administrativas, se estaría negando el concepto subjetivo
de Administración pública para recuperar su concepción objetiva; es decir, se considerará
Administración cualquier actividad materialmente administrativa de los Poderes Públicos,
incluidos aquellos distintos del Poder ejecutivo, ya que todos ellos están sometidos al Derecho
administrativo. En estas circunstancias se propuso igualmente recuperar la personalidad
jurídica del Estado.
Conforme a estas posturas, la Administración era una determinada función que realiza
tanto órganos del Poder ejecutivo, como de los restantes Poderes del Estado que aún
no siendo personas jurídicas se las reconoce capacidad para entablar relaciones
jurídicas que, en última instancia, se imputarán al Estado, único ente del que se puede
predicar la personalidad jurídica.
Jesús I. Pascual Martín
Facultad de Derecho
PROBLEMA: ACTIVIDAD MATERIALMENTE ADMINISTRATIVA
DE LOS ORGANOS CONSTITUCIONALES (III).
Ahora bien, el problema que se trataba de solventar encontró finalmente respuesta
suficiente, tal y como señala FERNANDEZ FARRERES, a través del simple expediente
de atribuir ex lege el conocimiento y enjuiciamiento de dichos actos de gestión a la
jurisdicción contencioso-administrativa sin que esto altere al concepto de
Administración.
b) Los actos y disposiciones del Consejo General del Poder Judicial y la actividad
administrativa de los órganos de gobierno de los Juzgados y Tribunales, en los
términos de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Jesús I. Pascual Martín
Facultad de Derecho
PROBLEMA: ACTIVIDAD MATERIALMENTE ADMINISTRATIVA
DE LOS ORGANOS CONSTITUCIONALES (IV).
Actualmente, la disposición adicional vigesimosegunda de la Ley 40/2015, de 1
de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público, determina que: “La actuación
administrativa de los órganos competentes del Congreso de los Diputados, del
Senado, del Consejo General del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional, del
Tribunal de Cuentas, del Defensor del Pueblo, de las Asambleas Legislativas de
las Comunidades Autónomas y de las instituciones autonómicas análogas al
Tribunal de Cuentas y al Defensor del Pueblo, se regirá por lo previsto en su
normativa específica, en el marco de los principios que inspiran la actuación
administrativa de acuerdo con esta Ley”.
De esta forma queda claro que dichos órganos no son Administraciones públicas
sin perjuicio de que instrumentalmente se les aplique el Derecho administrativo.
Después del periplo anterior no cabe sino formular las siguientes conclusiones :
4. Otra solución, aparte de ser más confusa, tendría como presupuesto que una
Ley procesal fuese el instrumento de regulación de una institución jurídica: la
Administración, cosa que debe evitarse.
3. LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN EL
ORDENAMIENTO JURÍDICO EN VIGOR. LA
DISTINCIÓN ENTRE EL GOBIERNO Y LA
ADMINISTRACIÓN.
La norma institucional clave es el artículo 103.1, que estable que: “La Administración
Pública sirve con objetividad los intereses generales y actúa de acuerdo con los
principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación con sometimiento pleno a la ley y al Derecho”.
En definitiva, y como señalan GARCÍA DE ENTERRÍA y T.R. FERNANDEZ: no hay una sola
Administración Pública, sino una pluralidad de Administraciones Públicas, titulares
todas ellas de relaciones jurídico-administrativas. Junto a la Administración del Estado
se alinean las de las Comunidades Autónomas, las Administraciones Locales
(Provincias, Municipios, Entidades locales menores), todas y cada una de las cuales
cuentan con su propia personalidad jurídica independiente, y una pléyade de entidades
institucionales o corporativas igualmente personificadas.
Todas estas entidades están dotadas de personalidad jurídica. Así resulta del artículo 3.4. de
la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen Jurídico del Sector Público, cuando señala
que: «Cada una de las Administraciones Públicas del artículo 2 actúa para el cumplimiento
de sus fines con personalidad jurídica única».
La aproximación al concepto de Gobierno puede realizarse, siguiendo a GARRIDO FALLA, a través de dos
enfoques diferentes:
Como una determinada función, opuesta a la función ejecutiva, sinónimo de dirección política de una
comunidad.
Como un conjunto orgánico que convive dentro del poder ejecutivo con la Administración al que se le atribuya
la mencionada función de gobierno. En este sentido el Articulo 98. 1. de la CE establece que: "El Gobierno se
compone del presidente, de los vicepresidentes en su caso, de los ministros y de los demás miembros que se
establezcan por ley.“
Para BAENA DEL ALCÁZAR todo parece indicar que la Constitución ha contemplado al
Gobierno como algo separado de la Administración.
La postura anterior, sin embargo, no es correcta. Tal y como señala el profesor GARRIDO
FALLA, es evidente que hay toda una serie de expedientes que se elevan para su
resolución al Consejo de Ministro -es decir al Gobierno- y que están sometidos a revisión
jurídico-administrativa. Luego si esto es así, si el Gobierno administra es claro que el
Gobierno es también Administración. En este sentido, la mayoría de la doctrina
administrativista estaba, y está, de acuerdo, con esta postura de GARRIDO FALLA que
configura al Gobierno como un órgano de naturaleza mixta político-administrativa, que
ejerce funciones tanto políticas como administrativas.
Habida cuenta pues del carácter mixto del Gobierno, surge pues el problema de localizar un criterio
adecuado que permita identificar y deslindar la actividad política del Gobierno como órgano
constitucional, de la actividad administrativa que desarrolla como órgano superior de la
Administración, caso en que su actuación estaría sometida al Derecho administrativo.
Es indudable, por ejemplo, que no lo está, en general, la que se refiere a las relaciones
con otros órganos constitucionales, como son los actos que regula el Título V de la
Constitución (relaciones entre el Gobierno y la Cortes Generales), o la decisión de enviar a
las Cortes un proyecto de Ley, u otras semejantes, a través de las cuales el Gobierno cumple
también la función de dirección política que le atribuye el mencionado art. 97 de la
Constitución» (STC 45/1990, de 15 de marzo, FJ 2).
En tales casos, «el Gobierno actúa como órgano político y no como órgano de la
Administración, no ejerce potestades administrativas ni dicta actos de esta naturaleza
y, por lo mismo, su actuación no puede calificarse como administrativa cuyo control
corresponda ex art. 106.1 de la Constitución y 8 LOPJ a los Tribunales de justicia»
(STC 196/1990, de 29 de noviembre (RTC 1990, 196), FJ 5).
Y lo mismo cabe decir cuando el Gobierno solicita del Congreso de los Diputados la
autorización para prorrogar el estado de alarma, cuyo contenido y efectos se
circunscriben y se agotan en el estricto ámbito de las relaciones entre ambos órganos
constitucionales, supuesto al que se refiere específicamente la señalada.
Las relaciones con las Cortes (arts. 110-112 CE) y su disolución (art. 115 CE).