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INTERPRETACION DE EPÍSTOLAS
Veintiuna en número, ocupan más de la tercera parte del Nuevo testamento.
Constituyen un género literario especial bien conocido y usado en los tiempos
antiguos y son de valor inestimable para darnos a conocer la interpretación
apostólica del Evangelio.
Algunos autores han tratado de aplicar a estos escritos la diferencia entre carta y
epístola, usando el primer término para las comunicaciones de carácter más personal
y el segundo para las escritas con miras a su publicación. Pero esta distinción apenas
tiene valor en las que han llegado a nosotros en el canon del Nuevo Testamento.
Aunque probablemente alguna de las cartas de Pablo (concretamente las pastorales
y la dirigida a Filemón), así como la segunda y tercera de Juan, tuvieron
originalmente un propósito privado en cuanto a su destino, la Iglesia supo
aprovechar su riqueza espiritual incorporándolas al acervo común del testimonio
apostólico y dándoles una mayor circulación.
Con rango canónico, esas cartas se han convertido en epístolas. Por otro lado, aun en epístolas
de gran densidad doctrinal tales como Gálatas o 1 y 2 Corintios, el texto abunda en referencias
personales que mantienen el calor de intimidad y espontaneidad propia de las cartas.
EPÍSTOLAS PAULINAS
Pablo, el autor:
El carácter y la formación de una persona son factores de primer orden cuando se pretende
interpretar su obra, particularmente sus escritos. El caso de Pablo no es una excepción. Hombre
apasionado, sincero, dotado de gran inteligencia y de sensibilidad exquisita, vino a ser
instrumento escogido para dar a la Iglesia la más sólida interpretación del Evangelio que se ha
conocido. La riqueza de su personalidad, al igual que la de su pensamiento, se debe a las grandes
fuerzas culturales y espirituales que convergieron en él: judaísmo, helenismo y cristianismo.
Discípulo de Gamaliel, era buen conocedor del Antiguo Testamento, así como de las enseñanzas
rabínicas de su tiempo. Tanto sus argumentos como su metodología exegética mantienen a veces
las formas características de los maestros judíos (vgr.,Gá. 3:16; 4:21-31), si bien el volumen
ingente y el ímpetu de su pensamiento desbordan todos los convencionalismos para expresarse
con formas nuevas, como correspondía a la novedad y a la grandiosidad del Evangelio.
CENTRO DEL PENSAMIENTO DE PABLO
Vimos al estudiar la interpretación del Antiguo Testamento que el descubrimiento de
un hecho o una verdad central allana el camino a la comprensión de los restantes
hechos y verdades. Este principio es de aplicación a las epístolas paulinas.
Pero qué concepto tomaremos como clave de la teología de Pablo? Algunos
especialistas, bajo la influencia de la Reforma, no han vacilado en dar a la
justificación por la fe el lugar central, aunque esta opinión cuenta hoy con menos
adeptos. De hecho, son muchos los pasajes de las epístolas paulinas en las que no hay
la menor referencia a tal doctrina. Otros han visto en la experiencia mística de la
unión con Cristo el punto capital, del que se debe partir para alcanzar una
comprensión adecuada del pensamiento de Pablo. En nuestra opinión, es más
plausible reconocer la persona y la obra redentora de Cristo como centro unificador
del pensamiento de Pablo, lo que encaja con el esquema global, de la revelación y su
tema fundamental: la historia de la Salvación.
Para Pablo, el judío convertido, resultaba clarísimo que Jesús era el Mesías
anunciado por los profetas. Con el se iniciaba la economía de la plenitud de los
tiempos (oikonomia tou pleromatos ton kairon) (Ef. 1: 10). Para el creyente «el fin
de los siglos» era ya una realidad 1 Co. 10: 11). Ésta era la buena noticia que
proclamaba el cumplimiento en Cristo de las antiguas Escrituras (Ro. 1: 1-4).
Había sonado la hora de la inauguración del Reino. Es cierto que en las epístolas
no es tan frecuente la expresión «Reino de Dios» como en los evangelios; pero la
realidad del Reino sí está presente y bien centrada en Jesucristo. Por otro lado, no
rehúye la palabra basileia (reino), sino que la emplea siempre que lo estima
necesario (Ro. 14:17; 1 Ca. 4:20; 6:9, 10; 15:24, 50; Gá. 5:21; Ef. 5:5; Col. 1:13;
4:11; 1 Ts. 2:12; 2 Ts.1:5; 2 Ti. 4:1,18). Una de las descripciones más sucintas y a
la vez más expresivas
de la salvación es la que encontramos en Col. 1:13, 14: el Padre «nos ha librado de
la potestad de las tinieblas y trasladado al Reino de su amado Hijo, en quien
tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados».
LA VIDA PRÁCTICA DEL CRISTIANO