Especialista en Psicología Clínica de la Universidad del Norte Magíster en Psicología de la Universidad de San Buenaventura La inseguridad es básicamente un sistema de creencias sobre dos temas fundamentales:
Creencias de que se es incapaz y no se tienen
habilidades suficientes sobre determinadas cosas (“Soy incapaz”, “soy inútil”, “soy incompetente”). Creencias de indefensión o de desamparo.
Creencias de que no se tienen los atractivos o el
interés para ser amado y atraer a otras personas (“No soy querible”, “no agrado a nadie”, “no me desean”). Creencias de incapacidad de ser amado o de inamabilidad. Estas creencias son aprendidas. Esto quiere decir que nadie nace con ellas. Corresponden a información que aprendemos en la interacción con otras personas significativas.
En la infancia esas personas significativas son los padres y cuidadores del niño.
En la adolescencia esas personas significativas corresponden a los compañeros, los iguales y el grupo de referencia. Padres y cuidadores críticos, exigentes, descalificadores y perfeccionistas, es posible que generen en un niño que interactúa con ellos creencias de desamparo y creencias de inamabilidad.
De igual forma, compañeros e iguales críticos, exigentes, burleteros y descalificadores, pueden generar, en un adolescente que interactúe con ellos creencias de desamparo y de inamabilidad.
Cuando estas creencias se aprenden, el niño o adolescente que lo hace, está convencido de que son ciertas.
Es decir, hace un aprendizaje acrítico de esas creencias, sin cuestionarse si ellas tienen una evidencia o no. Se consideran como verdades absolutas, se validan, como si se tratara de algo objetivo y no como algo circunstancias y contextual. La adolescencia es una etapa especialmente crítica para el desarrollo de estas creencias de inseguridad por varias razones:
Es la etapa en la cual surge una necesidad
fundamental: la de identificación.
Esta necesidad de identificación necesariamente
origina inseguridad (“¿quién soy yo?”, “¿con quién me identifico?”). Los procesos de identificación se desplazan al grupo, que ya no representa un nicho de protección como el hogar.
Es la etapa en la cual surge de forma clara el
fenómeno de la metacognición.
Es la etapa en la cual surge el proceso de
ideologización. Algunos autores la caracterizan como el período en el cual se origina el pensamiento filosófico (“¿Quién soy?”, “¿Porqué estoy aquí?”). En esta etapa se da un desequilibrio entre los esquemas emocionales y los cognitivos. Los esquemas emocionales son más preeminentes (hipervalentes), que los cognitivos.
Es una etapa en la cual la identificación se hace a partir
de características del cuerpo, y de la aceptación que hagan los otros de él.
El funcionamiento de los esquemas emocionales es
fuertemente egocéntrico, haciendo que el adolescente sea incapaz de mirar una situación que le produce una emoción, desde otro punto distinto al que él tiene, es decir, es incapaz de descentrar. Otro punto que refuerza a los esquemas emocionales es la emoción que crean. La emoción se convierte en un argumento a favor del razonamiento que se ha tenido (error cognitivo de razonamiento emocional).
El punto de referencia: el grupo, está formado
por adolescentes, igualmente inseguros, que van a aprovechar cualquier situación de debilidad, de alguno de sus miembros, para poder afirmarse sobre ellos y disminuir su propia inseguridad. Las razones anteriores hacen a la adolescencia una etapa especialmente vulnerable a la formación de creencias de inseguridad de alguno de los dos tipos (o los dos) anteriormente señalado.
Otro punto de vulnerabilidad para la formación de tales creencias, no tiene que ver con la etapa particular de desarrollo en la cual esté el niño o el adolescente, sino con alguna característica individual de personalidad (diferencias individuales) de un sujeto: el miedo. La tendencia a experimentar miedo, que algunos autores (Eysenck) llaman neuroticismo, es una predisposición biológica a reaccionar con una respuesta autónoma (sistema nervioso simpático) muy fuerte ante estímulos relativamente débiles del medio ambiente. Corresponde a lo que algunos autores como Barlow llaman hipersensibilidad neurobiológica al estrés.
Esta hipersensibilidad hace que el sujeto tenga un Sistema
Nerviosos Simpático sobreactivo, que va a disparar una reacción de alarma biológica ante estímulos que son relativamente insignificantes y menores.
La vulnerabilidad biológica del miedo hace que, muy probablemente, el sujeto viva eventos de los cuales él puede concluir que es indefenso o que es inamable. Esto muestra que la tendencia a experimentar miedo es una vulnerabilidad para la inseguridad, y no lo contrario.
El miedo aparece evolutivamente primero (porque está asociado a una condición biológica), y predispone el aprendizaje de las creencias de inseguridad, que aparecen después.
Nos volvemos inseguros por nuestros miedos, y no miedosos porque somos inseguros. La inseguridad no es una condición biológica que hubiera nacido con el individuo. La aprendemos. De acuerdo a lo que se ha dicho anteriormente se puede decir que la inseguridad es un sistema de creencias que un individuo puede aprender, cuando ciertas circunstancias del ambiente así lo determinen. También se ha dicho que la adolescencia es una etapa especialmente sensible a la formación de este aprendizaje inadecuado, y que un individuo puede tener una vulnerabilidad biológica (el miedo) que pueda predisponerlo a este aprendizaje.
Otro punto que se ha afirmado es que la inseguridad, al
ser un sistema de creencias, no es algo inherente, constitutivo, del individuo. Al ser la inseguridad un aprendizaje que se presenta en forma tan temprana en las etapas del desarrollo, va a ser muy difícil de desaprender.
Sin embargo, lo importante inicialmente no es que el
adolescente desaprenda mágicamente un aprendizaje que está profundamente enraizado, sino que aprenda a administrarlo, a lidiar con él de la manera más adecuada.
Es como una cicatriz que uno ya ha adquirido, por
diversas circunstancias de la vida, y que tiene que aprender a manejar adecuadamente. El problema no es la inseguridad sino el manejo que le demos. Hay que enseñar a los adolescentes a aprender a manejar un sistema de creencias, al cual por su condición de adolescentes, tienen una profunda vulnerabilidad: la inseguridad.
Esta enseñanza debe estar centrada en los siguientes
aspectos: Explicarles claramente que la inseguridad es un sistema de creencias que se aprendió en algún momento en su vida. Enfatizarles que estas creencias no nacieron con ellos, que no son un aspecto inherente a ellos, así crean en ellas “hasta con los huesos”. Explicarles la relación que tiene la inseguridad con el miedo: la inseguridad es producto de interpretaciones inadecuadas de la experiencia de miedo (a la cual muchas personas pueden tener una predisposición biológica). En este punto hay que atacar creencias equivocadas, como aquella que sostiene que el miedo es producto de la inseguridad.
Resaltarles que una creencia no es un hecho, que una
creencia es una afirmación, una proposición, sobre un tema concreto (uno mismo, los otros, el mundo, etc.), y que al serlo puede ser sometida a contrastación con la realidad, es decir, que puede ser probada. Hay que transmitirles la idea de ser críticos con las creencias y los pensamientos que produce la mente. Hay que enfatizarles que muchas de esas creencias y pensamiento pueden estar profundamente equivocados, y que pueden ser resultado de distorsiones o errores mentales. Enseñarles de que a la mente no se le puede creer todo lo que produzca, especialmente cuando esta creencia produce una emoción negativa intensa.
Ejemplo de la mente comparada con una fábrica o
empresa. Puede enfatizarse en la idea de que los pensamientos de inseguridad corresponden a un tipo de pensamiento que los Terapeutas Cognitivos llaman: Pensamiento Automático Disfuncional. Estos pensamientos tienen las siguientes características:
1. Son automáticos, por lo tanto involuntarios. 2. No son producto del razonamiento lógico, por lo tanto pueden ser bastante ilógicos. 3. No se tiene el hábito de cuestionarlos: por su rapidez o por el acostumbramiento. 4. Se les da toda la credibilidad, se consideran como certezas. 5. En el momento en que se les cree, producen una emoción negativa intensa (ansiedad, ira, tristeza, inseguridad, celos, etc.). Debe ensañárseles un método sistemático de cuestionamiento de los Pensamientos Automáticos Disfuncionales. Este método es denominado por algunos autores (Beck) diálogo socrático.
El diálogo socrático consta de una serie de
preguntas que buscan que el sujeto confronte sus pensamientos y creencias con la realidad. Estas preguntas buscan que el sujeto cuestione la validez y la utilidad de sus pensamientos y creencias. Las preguntas de este diálogo son las siguientes:
¿Cuál es la evidencia de que los Pensamientos
Automáticos Disfuncionales (P.A.D.) son ciertos?, ¿Cuál es la evidencia de que no lo son?.
¿Existe alguna explicación alternativa?.
¿Qué es lo peor que podría pasar?, ¿podría yo
sobrevivir a ello?, ¿qué es lo mejor que podría pasar?, ¿Cuál es el resultado más realista?. ¿Qué efecto produce en mí el creer que ese pensamiento es cierto?, ¿cuál podría ser el efecto de cambiar mi manera de pensar?
¿Qué debería hacer sobre ello?.
¿Qué podría decirle a __________ (un amigo/a), si estuviera en la misma situación en la cual estoy yo y tuviera el mismo pensamiento que tengo?.
Hay que explicarles claramente a los adolescentes que estos cuestionamientos no van a eliminar mágicamente las creencias de inseguridad. Van hacer que ellos tengan argumentos para construir unas creencias más equilibradas, las cuales tienen que aprender a oponer a los P.A.D., cada vez que ellos activen.
El resultado de esta oposición es disminuir la
credibilidad en los P.A.D., y aumentarla en aquellos pensamientos y creencias equilibrados, que el sujeto mismo ha hecho a partir de razones basadas en la evidencia y en la utilidad. Hay que enfatizarles en la utilización constante, permanente y sistemática de este método de cuestionamiento.
Sólo esta forma de cuestionamiento continuo puede ir
impactando, poco a poco, en un grupo de creencias que tienen una alta posibilidad de ser muy sólidas.
Debe hacerse mucho énfasis en que este
cuestionamiento debe ser utilizado cada vez que aparezcan los pensamientos de inseguridad. Hay que preparar a los adolescentes para que las creencias de inseguridad ocurran nuevamente, vuelvan a aparecer.
Debe animárseles a que no bajen la guardia, ni se frustren
porque estas creencias van a aparecer nuevamente. Tenemos que prepararlos para la reaparición de estas creencias y no para su desaparición mágica.
Es muy importante que el Psicólogo asegure una actitud
permanente, en el adolescente, de cuestionamiento continuo de sus creencias de inseguridad. Es decir, que asegure una forma de administrar el problema.
Creo que los planteamientos anteriores pueden dar algunas
luces sobre cómo enseñar a los adolescentes a enfrentar la inseguridad. GRACIAS!!!