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CONSTRUIR LA

CIUDAD DE LA
MISERICORDIA
por caminos de
diálogo, amistad social
y reencuentro

Intervención de Mons. Jesús González de Zárate,


Arzobispo de Cumaná, Venezuela, en las Jornadas de Espiritualidad para
el clero de la Diócesis de Engativá, Colombia
18 de noviembre 2020
INTRODUCCIÓN

Agradezco la invitación para participar en estas Jornadas de


Espiritualidad del clero vividas en el espíritu de la Encíclica
“Fratelli tutti” (Hermanos todos).
Con espíritu fraterno saludo a todos los participantes. En modo
H particular, saludo a Mons. Francisco Nieto Súa.
E Me dirijo a ustedes no como un especialista en el tema, sino como
M un hermano que en la escuela de Jesús ha aprendido que la
A fraternidad se construye también con pequeños gestos como éste, y
N en reconocimiento a la amistad social que une a nuestras naciones.
O Sirva este mi pequeño servicio como un modo de agradecer la
S acogida generosa de tantos miles de venezolanos que han
encontrado en Colombia una segunda casa. Dios les pague.
T
O Teniendo como horizonte la tarea de actualización de su Plan
Diocesano, después de una exposición general de la temática de los
D
capítulos VI y VII de la Encíclica, trataré de plantear algunos
O desafíos para la tarea de CONSTRUIR LA CIUDAD DE LA
S MISERICORDIA, a través de caminos de diálogo, amistad
social y reencuentro.
I – EL DIÁLOGO SOCIAL ES SIEMPRE
UNA OPCIÓN POSIBLE
¿Qué es dialogar? Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse,
conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso
se resume en el verbo “dialogar”.
Para que en el mundo, en nuestra sociedad, en la Iglesia, seamos
HERMANOS TODOS necesitamos dialogar.
No se trata tan sólo de decir para qué sirve
el diálogo, sino llevar adelante un diálogo persistente
y esforzado que ayuda discretamente al mundo a
vivir mejor, mucho más de lo que
podamos darnos cuenta (cf. FT 198).
Una Ciudad, un país, crecen cuando sus diversas riquezas culturales
dialogan de manera constructiva (cf. FT 199).
Para el cristiano el diálogo con los Estados, con la sociedad y las
culturas, entre los creyentes es siempre una opción posible (cf. apartado IV
del capítulo cuarto de la Exhortación Apostólica “La alegría del Evangelio” titulado El
diálogo social como contribución a la paz).
1.1. El diálogo en la cultura actual
En nuestra cultura actual se suele confundir
el diálogo con el febril intercambio de opiniones
que se da en las redes sociales (cf. FT 200).
Estos intercambios más que favorecer el diálogo suelen cerrar las
posibilidades del mismo, porque permiten que cada uno mantenga en sus
ideas, intereses y opciones, sin alcanzar una síntesis superadora entre
opiniones contrastantes o diversas (cf. FT 201)
En este mundo globalizado los medios de comunicación pueden ayudar
a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, pero es necesario
verificar constantemente que nos orienten efectivamente al encuentro
generoso, a la búsqueda sincera de la verdad íntegra, al servicio, a la
cercanía con los últimos, a la tarea de construir el bien común.(cf. FT
205).

La falta de un verdadero diálogo social se refleja en la escasa


preocupación por el bien común. Muchas iniciativas en este campo se
convierten frecuentemente en meras negociaciones para alcanzar los
mayores beneficios posibles para la propia causa (cf. FT 202).
1.2. Un diálogo auténtico, se construye en el respeto al otro y a
la verdad.
El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de
vista del otro, reconocer que el otro (persona o grupo) tiene algo para
aportar, y que los valores, convicciones y pensamientos que sostiene
de un modo o de otro benefician al conjunto de la sociedad.
Este espíritu es un permanente estímulo para alcanzar
más adecuadamente la verdad, o al menos expresarla
mejor. Impide que los diversos sectores se instalen
cómodos y autosuficientes en su modo de ver
las cosas y en sus limitados intereses (cf. FT 203).
Dialogar no significa claudicar en nuestras ideas o relativizarlas, ya
que el relativismo no es la solución. Cuando la verdad y los valores
morales son interpretados según las conveniencias del momento la
cultura se corrompe (cf. FT 206). Una sociedad es noble y respetable,
tiene futuro, cuando ella se cultivan la búsqueda de la verdad y el
apego a las verdades más fundamentales (cf. FT 207).
1.3. Un diálogo social fundado más allá de los consensos
En una sociedad pluralista, el diálogo es el camino más
adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser
siempre afirmado y respetado, y que está más allá del
consenso circunstancial. Un diálogo que lleva a aceptar que
hay algunos valores permanentes que otorgan solidez y
estabilidad a una ética social, más allá de todo consenso. (cf.
FT 211).

No es conveniente contraponer la conveniencia social, el


consenso y la realidad de una verdad objetiva. Estas tres
pueden unirse armoniosamente cuando, a través del diálogo,
las personas se atreven a llegar hasta el fondo de una
cuestión (cf. FT 212).
La inteligencia puede entonces escrutar en la realidad de las
cosas, a través de la reflexión, de la experiencia y del
diálogo, se puede reconocer en esa realidad algo que la
trasciende y está en la base de ciertas exigencias morales
universales (cf. FT 213).
2.- LA AMISTAD SOCIAL CIMENTADA EN LA CULTURA DEL
ENCUENTRO
En reiteradas ocasiones el Papa nos ha invitado a desarrollar una
cultura del encuentro, que vaya más allá de las dialécticas que
enfrentan, recurriendo a la imagen de un “poliedro”, donde las
diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e
iluminándose recíprocamente,
Entiende por cultura del encuentro “un estilo de vida tendiente a
conformar ese poliedro que es la realidad y que tiene
muchas facetas, muchísimos lados, pero todos formando
una unidad cargada de matices, ya que “el todo es superior
a la parte” (EG 1116) (cf. FT 215)
Cuando se habla de cultura del encuentro, la palabra “cultura” indica
algo que ha penetrado en el pueblo, en sus convicciones más
entrañables y en su estilo de vida. Significa que como pueblo nos
apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender
puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en
deseo y en estilo de vida. Todo el pueblo es sujeto de este encuentro.
Construir este modo de vivir es un trabajo artesanal (cf. FT 216).
2.1. El gusto de reconocer al otro
La cultura del encuentro implica desarrollar el hábito de
reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente.
Sin ese reconocimiento surgen maneras sutiles para que el
otro no se le reconozca algún valor en la sociedad (cf. FT 218).
Cuando se habla de “cultura del encuentro” no se refiere solamente a
buscar un encuentro entre los que detentan diversas formas de poder
económico, político o académico. Es necesario que entren en
verdadero diálogo las grandes formas culturales que representan a la
mayoría de la población. Por consiguiente, un pacto social realista e
inclusivo debe ser también un “pacto cultural”, que respete y asuma las
diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que coexisten en la
sociedad (cf. FT 219).
Ningún cambio auténtico, profundo y estable es posible si no se realiza
a partir de las diversas culturas, principalmente de los pobres. Un
pacto cultural supone renunciar a entender la identidad de un lugar de
manera monolítica, y exige respetar la diversidad ofreciéndole caminos
de promoción y de integración social (cf. FT 220).
2.2. Recuperar la amabilidad
El individualismo consumista que hoy caracteriza a nuestra cultura
globalizada provoca muchos atropellos. Esto se acentúa especialmente
en épocas de crisis, en situaciones catastróficas, en momentos difíciles
donde se pone en evidencia el espíritu del “sálvese quien pueda”.
Aunque aun en medio de este ambiente hay todavía personas que han
optado por el cultivo y la difusión de la amabilidad, convirtiéndose en
estrellas en medio de la oscuridad (Cf. FT 222).
San Pablo señala como uno de los frutos del Espíritu Santo la
amabilidad (jrestótes, cf. Ga 5,22), término con el que se expresa un
estado de ánimo que no es áspero, rudo, duro, sino afable, suave, que
sostiene y conforta (cf. FT 223).
Nos recuerda el Papa que la amabilidad es una liberación de la crueldad
que a veces penetra las relaciones humanas. Por eso
nos invita a reconocer que el cultivo de la amabilidad
no es un detalle menor ni una actitud superficial o de mera
cortesía. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos
donde la exasperación destruye todos los puentes (cf. FT 224).
 
3 – CONSTRUIR LA CIUDAD DE LA MISERICORDIA.
1 - Anunciar y construir la misericordia implica diálogo, y para un
cristiano el diálogo siempre es posible. ”la evangelización también
implica un camino de diálogo” (EG 238). la comunidad cristiana tiene
que confrontarse hoy con situaciones profundamente distintas a las del
pasado. la pandemia ha puesto de manifiesto la “fragilidad” del mundo
que conocíamos y ello implica una “crisis” en todos los órdenes
de la vida. De una crisis se puede salir mejor o peor.
Como creyentes la opción es salir mejor. Ante la
“globalización” de la crisis el “diálogo” debe caracterizar la
actitud mental y pastoral que todos estamos llamados a asumir.
Esta es una exigencia para que el anuncio del Evangelio
pueda llegar a todos. Para ello es necesario un cambio profundo de
mentalidad y también de estructuras pastorales, es necesario invertir en
formación espiritual y cultural que nos coloquen en el camino de esta
nueva evangelización. Para que ese cambio sea posible tenemos que
dejarnos conducir por el Espíritu. Ninguna otra motivación (una mejor
organización, la eficacia pastoral) será suficiente (EG 261). Si no.
Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar,
manipular o desilusionar (cf. EG 265)
2 - El encuentro con el otro y particularmente con los pobres:

“La presente pandemia nos está enseñando que si estamos unidos y


haciéndonos cargo los unos de los otros, podremos
superar los actuales desafíos globales”
Vivimos en un mundo abarrotado de informaciones, pero falto de
conocimiento. Que diferente es eso de reconocemos y amamos
sinceramente unos a otros como hermanos (cf. Rom 12, 1-15).
Es importante que sintamos “el desafío de descubrir y
vivir la mística de vivir juntos, de forma que la marea algo
caótica del mundo de hoy pueda convertirse en una
experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria (EG 87).
Un mecanismo para ello es impulsar una espiritualidad de comunión
“proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se
forma el hombre y el cristiano (cf. NMI 43). Para ello los pastores
deben hacerse presentes en medio de su pueblo con la conciencia que su
presencia no es secundaria, es indispensable. Para a Ciudad de la
Misericordia “el pastor según Jesús un buen Samaritano en busca de
quien tiene necesidad…
3 - La defensa de la verdad y la denuncia de
los mecanismos que quieren ocultarla.
La verdad es una exigencia tanto del diálogo como el perdón.
Los relativismos no son solución a las situaciones de tensión.
En el Cenáculo, el Señor rezó para que fuéramos consagrados en la
verdad. En su palabra que es la verdad (cf Jn 17, 20). La palabra de
Dios es el baño que los purifica, el poder creador que les trasforma en
el ser de Dios. La pregunta entonces sería: ¿Estamos verdaderamente
penetrados de la Palabra de Dios?
Consagrarnos en la verdad es dejar iluminar nuestra vida y renovar
cada día nuestra condición de discípulos de aquel que es la Verdad (cf.
Jn 14,6). Es hacernos una sola cosa con Cristo, es dejar que el se sirva
de nosotros, que él viva en nosotros (cf. Gal 2, 20).
Estar al servicio de la verdad implica que concentremos todo nuestro
esfuerzo en lo que es esencial del Evangelio: La belleza del amor
salvífico de Dios manifestado en Cristo muerto y resucitado (cf. EG
36). En la fe que se hace caridad (cf. Gal 5,6). En la misericordia que
es la mayor de todas las virtudes. También luchar para desenmascarar
la mentira.
5 - Recuperar y fomentar la amabilidad y el perdón en las relaciones
interpersonales del sacerdote (cf. AL 99-100)
La caridad pastoral es también volverse amable. Ser amable no es un
estilo que un sacerdote puede elegir o rechazar. Como parte de las
exigencias irrenunciables de la caridad pastoral, todo sacerdote está
obligado a ser afable con los que lo rodean.
Un verdadero encuentro pastoral con el otro, exige que
tengamos una mirada amable hacia él que posibilita que
no nos detengamos en los límites de las otras personas, y
nos capacita para que podamos tolerarlo y unirnos en
un proyecto común, aunque seamos diferentes. El amor
amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de
integración, construye unas relaciones
interpersonales y grupales firmes.
Un sacerdote movido por la caridad pastoral es capaz de decir a los fieles
palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que
estimulan. En la familia de Dios que es la Iglesia, la parroquia, nuestra
comunidad, - entre nosotros pastores de este pueblo santo -, hay que
aprender el lenguaje amable de Jesús.
Cuántos sufrimientos, cuántas
heridas, cuántas guerras se podrían
evitar si el perdón y la
misericordia fueran el estilo de
nuestra vida! Es necesario aplicar
el amor misericordioso en todas
las relaciones humanas: en el
matrimonio, entre los padres y los
hijos, en el interior de nuestras
comunidades cristianas, en la
Iglesia diocesana y también en la
sociedad y en la política. ¡Hay que
construir la Ciudad de la
misericordia

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