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Creer que la vida está libre de sufrimientos es una ilusión,

porque cuando las personas no cumplen los mandamientos divinos,


sufren y hacen sufrir.
Por eso es necesario que la Palabra de Dios sea estudiada,
ejercitada, una y mil veces como la disciplina más importante,
porque de ella depende tu felicidad en esta vida y en la futura.
Aprenderemos que no es lo mismo sufrir sin Cristo que sufrir
con Él, porque cuando unimos nuestro dolor a su pasión, Jesús
nos santifica y nos corona con la victoria de su resurrección.
Para emprender este viaje hacia la vida futura,
tenemos un bastón armado con las enseñanzas de Jesús
que tiene tres partes.
La Primera,
donde se toma el bastón
es la Caridad.

La Segunda, la unión, es
el Ayuno y Sacrificios diarios.

La Tercera, donde se apoya


es la Oración.
La Caridad es cuando demostramos el amor con acciones.
Todo lo que hagas por alguien te agradezca o no, lo valore o no,
lo haces por Dios, por eso nunca tenemos que arrepentirnos de ser buenos y generosos.
El ayuno o sacrificios voluntarios nos fortalece para poder vencer frente
a las tentaciones. Los mejores sacrificios son los que aparecen cada día,
cuando preferimos hacer el bien en lugar de dejarnos llevar por el mal.
La Oración nos une a Dios que alimenta nuestro Espíritu,
Él es la fuente de todos los bienes, por eso es importante
orar todos los días para revestirnos de su Amor.
A partir de esta cuaresma en adelante, aferrémonos al bastón
del cristiano que nos ayudará a no perder el rumbo en la vida.
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