Está en la página 1de 10

CRE 14 de 83

EL AMOR DE DIOS, 1

“En su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar


su bienaventuranza, ni para adquirir su perfección, sino para
manifestarla por los bienes que otorga a sus criaturas, el solo
verdadero Dios, en su libérrimo designio, en el comienzo del
tiempo, creó de la nada a la vez una y otra criatura, la espiri-
tual y la corporal” (Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius).
Filius

El amor de Dios es la razón primera y última de la Creación.


CRE 15 de 83
EL AMOR DE DIOS, 2

Vaticano I define que “el mundo ha sido creado para gloria de Dios”
(Dei Filius, De Dios creador, can. 5).
5 “La gloria de Dios consiste en
que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad
para las cuales el mundo ha sido creado. (...) El fin último de la crea-
ción es que Dios, ‘Creador de todos los seres, se haga por fin ‘todo
en todas las cosas’ (1 Co 15, 28),
28 procurando al mismo tiempo su
gloria y nuestra felicidad’ (Ad gentes 2)”
2 (CCE 294).294

El hombre debe tributar consciente y voluntaria-


mente a Dios la gloria que le rinde de modo
objetivo e inconsciente el resto de las criaturas
visibles. La adoración del hombre a Dios supone
colocar a Dios en el centro de la vida.
CRE 16 de 83
EL AMOR DE DIOS, 3

El fin de las criaturas libres se corres-


ponde con el fin del Creador. La feli-
cidad del hombre se incluye en la glo-
ria de Dios. Buscar la gloria de Dios,
glorificarlo conociéndole y amándole
constituye la suprema felicidad del
hombre.

“La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación


del hombre a la unión con Dios. (...) (El hombre) existe pura y
simplemente por el amor de Dios que lo creó, y por el amor de
Dios que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive plenamente
según la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se con-
fía por entero a su Creador” (Gaudium et spes 19).
19
CRE 17 de 83
EL AMOR DE DIOS, 4

CCE 295:
295 “Creemos que Dios creó el
mundo según su sabiduría. Este no es
producto de una necesidad cualquiera,
de un destino ciego o del azar. Creemos
que procede de la voluntad libre de Dios
que ha querido hacer participar a las
criaturas de su ser, de su sabiduría y de
su bondad”.

La existencia de los seres nos habla del amor de Dios. El hombre es


fruto de una decisión providencial de Dios, que quiere lo mejor para
él. La razón de fondo es esta naturaleza amorosa y sapiente de Dios,
que al crear no está condicionada por nada.
CRE 18 de 83
EL AMOR DE DIOS, 5

Los siete días de la Creación son días tomados en un sentido


metafórico. Son etapas sucesivas en la acción de Dios, que
responden al equilibrio y armonía que contemplamos en las
realidades naturales.

Dios comprueba cada día de la creación


que lo que hizo es bueno. Está fuera de
su intención crear nada defectuoso, man-
chado o marcado por el mal. No hay seres
radicalmente originados en el mal desde
el principio. Veremos la aparición del mal
más adelante.
CRE 19 de 83
EL AMOR DE DIOS, 6

S. Tomás de Aquino, Prologo a 2 Senten-


cias:
cias “Abierta su mano con la llave del amor,
surgieron las criaturas”. S. Buenaventura,
I Sent 2:
2 “(Dios ha creado) no para aumentar
su gloria, sino para manifestarla y comuni-
carla”.

Lo creado, en toda su bondad y grandeza, es el espejo de la


“gloria de Dios”: es como un glorioso resplandor de la gloria
de Dios, a través del cual los hombres pueden conocer al Dios
Creador. Refleja también su voluntad, su grandeza, su belleza,
de modo participado.
CRE 20 de 83
EL AMOR DE DIOS, 7

Aunque todas las cosas creadas existen con una consistencia que
podemos llamar meramente natural, no deja de ser verdad la lla-
mada constante al amor con que han sido pensadas y queridas por
Dios.

Más aún, según San Pablo, “la creación ente-


ra gime y sufre con dolores de parto hasta el
momento presente” (Rm 8, 22).22 Las criaturas,
creadas en el amor y para el amor, sólo alcan-
zarán el gozo pleno en una existencia y en una
vida para la gloria de Dios, “cuando Dios sea
todo en todas las cosas” (1 Cor 15, 28).
28
CRE 21 de 83
EL AMOR DE DIOS, 8

Vinculado con la verdad de la creación está


la afirmación de la autonomía de las reali-
dades terrenas. Gaudium et spes 36:
36 “mu-
chos de nuestros contemporáneos parecen
temer que, por una excesiva estrecha vin-
culación entre la actividad humana y la
religión, sufra trabas la autonomía del
hombre, de la sociedad o de la ciencia”.

“Si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas
creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que
el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es abso-
lutamente legítima esta exigencia de autonomía. (...) Responde a la
voluntad del Creador” (Idem).
Idem
Pero...
CRE 22 de 83
EL AMOR DE DIOS, 9

“Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad


creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usar-
la sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le
escape la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el
Creador desaparece” (Idem).
Idem

“En el contexto de una ‘autonomía’ así en-


tendida, es el hombre quien en realidad que-
da privado de la propia autonomía con rela-
ción al mundo, y acaba por encontrarse de
hecho sometido a él” (Juan Pablo II, Au-
diencia general, 02.04.1986).
02.04.1986
CRE 23 de 83
EL AMOR DE DIOS, 10

A la autonomía de las realidades terrenas


se vincula el problema de la ecología, “es
decir, la preocupación por la protección y
preservación del ambiente natural” (Juan
Pablo II, Audiencia general 02.04.1986).
02.04.1986

“El desequilibrio ecológico, que supone siempre una forma de ego-


ísmo anticomunitario, nace de un uso arbitrario -y en definitiva no-
civo- de las criaturas, cuyas leyes y orden natural se violan ignoran-
do o despreciando la finalidad que es inmanente en la obra de la
creación. También este modo de comportamiento se deriva de una
falsa interpretación de la autonomía de las cosas terrenas” (Idem).
Idem

“Cuando el hombre usa estas cosas sin referirlas al Creador (...) se


hace a sí mismo daños incalculables” (Idem).
Idem

También podría gustarte