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El hombre por ser un ser social tiene la necesidad de comunicarse con sus
semejantes. Ha sido creado por Dios en una unidad total de cuerpo y alma y
está destinado a un fin sobrenatural que es la participación de la vida misma
de Dios. Se comunica a través de gestos y palabras, que demuestran lo que
lleva o siente en su interior, como son sentimientos, ideas, deseos y
experiencias, utilizando su cuerpo para expresarse. Dios – que quiere que
todos los hombres se salven y que lo conozcan – a lo largo de la Historia de
la Salvación, que es la historia del amor de Dios, buscó el medio para
comunicarse con el hombre, respetando esa necesidad de comunicación que,
como Creador, sabía que tenía el hombre. Dios, que llama a Moisés desde la
zarza ardiente, conversa frecuentemente con él “cara a cara, como habla un
hombre con su amigo” (Ex 33,11)
El primer paso que Dios utilizó para comunicarse con el hombre fue la
Revelación. En ella encontramos todo lo que Él quiere darle a conocer al
hombre sobre Sí mismo y sobre el hombre. Al culmen de la Revelación se
llega por medio de su Hijo, Jesucristo – manifestación visible del amor de
Dios – quien, a través de su Pasión, Muerte, obtiene del Padre, por medio de
la acción del Espíritu Santo, todo lo necesario para que el hombre alcance el
fin último para el cual fue creado, la salvación. “Porque en darnos, como nos
dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló
junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar” (San
Juan de la Cruz).
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LOS SACRAMENTOS EN GENERAL
Naturaleza de los Sacramentos
Por ello, Jesucristo instituye los sacramentos que “son signos eficaces de la
gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos
es dispensada la vida divina” (Cat. n.1131). Ellos son un puente entre Dios
y el hombre, donde se obtiene una plena comunicación. Son signos sensibles
de una realidad sagrada, espiritual, invisible – no se puede palpar la gracia –
y trascendente. Mediante ellos, los fieles se unen a Dios y participan – de
manera misteriosa y real – de la vida divina. Poseen una “eficacia”
sobrenatural que hace posible que la gracia se produzca, no son algo que
significa la gracia, sino que la producen.
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Lo que Cristo da en los sacramentos, por medio de la Iglesia y sus ministros,
tienen su fundamento en los misterios de la vida de Cristo. Ellos son las obras
maestras de Dios.
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Estos signos son algo que implican un significado que demuestra otra cosa –
la gracia -, al ser sensibles, se perciben por los sentidos. Existe una diferencia
entre “signo” y “símbolo”. Signo es algo que “está ocurriendo” en ese
momento, existe una relación natural. La sonrisa de una persona, es signo de
una alegría interior. El símbolo es algo que representa otra cosa. Aquí la
relación es convencional. La bandera es un símbolo de un país, pero no es el
país.
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La Forma son las palabras que se pronuncian, guardan una relación con
materia y ambas le dan sentido completo a la acción, que allí se está llevando
a cabo. Ejemplo de palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo”, dichas mientras se derrama el agua sobre el
bautizado.
Necesidad
Los sacramentos son medio para recibir la gracia, y obtener la salvación, por
lo tanto, todos los hombres tienen necesidad de recibir la mayoría de ellos.
Hemos dicho que para todos es necesario el Bautismo (Cfr. Dz. 388, 413,
996). La Reconciliación es necesaria para los que hayan pecado
mortalmente, después de recibir el Bautismo. La Eucaristía también es
necesaria para quienes hayan llegado al uso de razón. (Cfr. Jn. 6, 53). Todos
los demás sacramentos acrecientan la gracia, por tanto, sería muy
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La Gracia
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estos méritos (Cfr. 1Tim. 4,7; Lc. 6, 38; 1Cor. 3, 8; Rom. 2, 6-8). La
promesa hecha por Cristo sobre los méritos de las buenas obras hizo
que esto fuera declarado como verdad de fe (Cfr. Dz. 834).
Las disposiciones del que lo recibe son las que harán que se reciba mayor o
menor gracia. La acogida que el sujeto esté dispuesto a dar a la gracia de
Cristo, juega un papel muy importante en la eficacia y fecundidad del
sacramento. La disposición subjetiva, es lo que se conoce como ex opere
operantis. Esto quiere decir “por la acción del que actúa”.
Los sacramentos son los signos eficaces de la gracia, porque actúan por el
sólo hecho de realizarse, es decir, ex opere operato, esto es, “por la obra
realizada”, en virtud de la Pasión de Cristo. Esto fue declarado por el Concilio
de Trento como dogma de fe. Ellos son la presencia misteriosa de Cristo
invisible, que llega de manera visible por medio de los signos eficaces,
materia y forma. Cristo se hace presente real y personalmente en ellos. Por
ser un acto
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Por medio de los sacramentos nos identificamos con Jesucristo, esto fue
declarado por el Concilio Vaticano II y esto se logra por la gracia que se
confiere en ellos. (Cfr. L.G.no. 7).
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