Está en la página 1de 11

HISTORIA DE LA

SEXUALIDAD HUMANA
DIVERSIDAD SEXUAL “Lo que consideramos natural
es, sin duda, relativo”
• los norteamericanos de origen asiático, en general, tienden a tener menos relaciones sexuales premaritales
que los hispanos, los afroamericanos o los norteamericanos de ascendencia europea
• En términos generales, la cultura hispana permite la exploración sexual en el caso de los varones, pero
concede un gran valor a la castidad prematrimonial de la mujer (Comas-Diaz y Greene, 1994).
• La doctrina de la Iglesia católica tradicional que condena cualquier actividad sexual que excluya la procreación,
los católicos norteamericanos no comparten la doctrina en temas tan diversos como anticoncepción, aborto y
homosexualidad.
• Los judíos ortodoxos tienen opiniones mucho más conservadoras respecto de la sexualidad y los roles sexuales
que las que sostienen los judíos reformistas.
• Los fundamentalistas —tanto cristianos como musulmanes o judíos— muestran actitudes más intolerantes
hacia la conducta y los roles sexuales de hombres y mujeres que los liberales (Sullivan, 2006). Los
investigadores descubrieron que desde “Afganistán hasta Arkansas... la subordinación de la mujer es a
menudo un objetivo... importante” (Phillips, 2006, p. 370).
MEDIO ORIENTE

• Mahoma se oponía a las relaciones sexuales antes del matrimonio, pero para él, el
sexo entre las parejas casadas era lo más noble de la vida, y tanto el hombre como
la mujer debían gozarlo por igual; aconsejaba a los esposos actuar “despacio y sin
prisas” (Abbott, 2000).
• La opresión de la mujer y muchas de las restricciones y castigos extremos de
carácter sexual no nacen de la religión ni del Corán, sino de las tradiciones
culturales patriarcales del Medio Oriente y del surgimiento de sectas
fundamentalistas (Ebadi, 2006; Hays, 2004).
CHINA
• En la historia antigua de este país abundan la literatura y el arte eróticos.
• Primeros manuales de sexo conocidos se remontan al año 2500 antes de la era cristiana y
representan técnicas eróticas y gran variedad de posiciones.
• En la China antigua, el taoísmo (que surgió hacia el siglo ii a.C.) fomentaba la actividad sexual
—sexo oral, contactos sensuales y el coito— para impulsar el crecimiento espiritual y la
armonía, además de la procreación (Brotto y colaboradores, 2005). YIN Y YANG
• Esas actitudes taoístas liberales fueron reemplazadas por un código sexual mucho más estricto
que surgió durante el renacimiento del confucionismo hacia el año 1000. El conservadurismo
sexual se fortaleció todavía más tras la victoria comunista en 1949; el gobierno intentó acabar
con la pornografía y la prostitución, dos conductas “decadentes” del mundo occidental.
• A medida que ha aumentado la tolerancia oficial hacia el sexo, las actitudes y conductas de la
gente han cambiado, incluyendo una mayor apertura frente a la homosexualidad (Cui, 2006;
Wong y Tang, 2004).
• Por desgracia, el conocimiento y las técnicas de sexo seguro no coinciden con la flexibilización
de las restricciones, como lo revelan el incremento de solteras que abortan y la tasa creciente
de infección por VIH, especialmente entre los chinos de 15 a 24 años de edad (Beech, 2005).
OCCIDENTE

• La herencia cultural occidental: sexo con fines de procreación y


roles sexuales rígidos
• En diversas ocasiones, las conductas sexuales que procuran placer
sin la posibilidad de procrear —masturbación, sexo oral o anal y
relaciones sexuales entre personas del mismo sexo— han sido
tachadas de inmorales, pecaminosas, pervertidas o ilegales
• SEXO=COITO
• en Estados Unidos, la palabra puta se aplica de manera
predominante y como acusación a las mujeres
LAS TRADICIONES JUDEOCRISTIANAS

• El Libro de los proverbios contiene las obligaciones de una buena esposa:


instruir a los criados, cuidar a la familia, llevar las cuentas de la casa y
obedecer al esposo. Engendrar y dar a luz (especialmente a varones)
• El gozoso aprecio de la sexualidad forma parte de la tradición judía. Pero más
tarde fue ensombrecido por la enseñanza cristiana.
• Agustín (354-430), obispo de Hipona, dijo que la lujuria había sido el pecado
original de Adán y Eva; con sus escritos contribuyó a afianzar la idea de que el
coito era un acto correcto sólo si se realizaba dentro del matrimonio con el
propósito de procrear
LAS TRADICIONES JUDEOCRISTIANAS

• El teólogo Tomás de Aquino (1224-1274) defi nió más


claramente esa creencia en una pequeña sección de su
Summa Theologica, donde sostenía que los órganos
sexuales humanos estaban diseñados para procrear y
que cualquier otro uso (actos homosexuales, sexo oral-
genital, coito anal o sexo con animales) iba contra la
voluntad de Dios, era herético y constituía “un crimen
contra la naturaleza”
CAMBIO POSITIVO

• Martín Lutero (1483-1546) como Juan Calvino (1509-1564) reconocieron el


valor del sexo en el matrimonio (Berman y Berman, 2001). Según Calvino, el
sexo marital era permisible si nacía “del deseo de procrear, de evitar la
fornicación o aligerar las cargas y tristezas de la vida familiar, de manifestar el
cariño mutuo” (Taylor, 1971, p. 62). También los puritanos, a menudo
denigrados por tener principios rígidos hacia el sexo, apreciaban el valor de la
expresión sexual en el matrimonio (D’Emilio y Freedman, 1988; Wiesner-
Hanks, 2000). De hecho, un hombre fue expulsado del Boston puritano
cuando, entre otras ofensas, “se negó... a cohabitar... con su esposa por
espacio de dos años” (Morgan, 1978, p. 364).
• La Ilustración, movimiento del siglo xviii, fue en parte consecuencia del nuevo racionalismo científi co:
las ideas refl ejaban hechos susceptibles de una observación objetiva, no creencias subjetivas ni
supersticiones. Las mujeres fueron merecedoras de más respeto, por lo menos durante un breve lapso.
Algunas, como Mary Wollstonecraft de Inglaterra, gozaron de reconocimiento por su inteligencia,
ingenio y viveza. En su libro The Vindication of the Rights of Women (1792) atacó las papeles tan
restringidos impuestos a las mujeres, como la costumbre de regalar muñecas en vez de cuadernos a las
niñas. También señaló que la satisfacción sexual tenía igual importancia para mujeres y varones, y que
el sexo, tanto el premarital como el extramarital, no eran pecado.
ERA VICTORIANA

• La era victoriana Desafortunadamente las ideas progresistas no prevalecieron. La era victoriana, llamada así
por la reina que ascendió al trono británico en 1837 y que gobernó más de 60 años, trajo consigo un cambio
muy marcado. Los roles sexuales estaban perfectamente defi - nidos. La sexualidad de la mujer quedó
polarizada entre la imagen de la Virgen y la de Eva (que en la lengua vulgar se convirtió en la dicotomía
“Virgen-prostituta”). Tanto en
• Europa como en Estados Unidos las mujeres de clase alta y media eran apreciadas por su delicadeza y
elegancia, así que tuvieron que utilizar prendas incómodas como corsés, polisones y aros. Su supuesta
fragilidad y sus roles limitados las llevaron a la marginación al verse idealizadas (Glick y Fisk, 2001; Real, 2002).
El muy renombrado médico William Acton refl ejó la opinión popular de la sexualidad femenina cuando
escribió: “La mayor parte de las mujeres no se sienten muy perturbadas por sensaciones sexuales de cualquier
tipo” (Degler, 1980, p. 250). Sus deberes se centraban en satisfacer las necesidades espirituales de la familia y
en ofrecer un hogar confortable al marido cuando regresaba del trabajo. El mundo de la mujer estaba
claramente separado del de los varones. En consecuencia, surgían amistades entrañables entre ellas y
obtenían el apoyo y el afecto que no encontraban en el matrimonio.
• En general, los victorianos alentaban la autorrestricción en todos los aspectos de la vida y los varones debían
ajustarse a las exigencias de su edad (Rader, 2003). Pese a ello, la prostitución fl oreció porque los hombres a
menudo se olvidaban de la moral cuando buscaban compañía sexual. La separación del mundo de los maridos
y las esposas produjo una brecha sexual y psicológica en muchos matrimonios de la época. Los hombres
podían fumar, beber licor, bromear y acostarse con las mujeres que se habían prostituido por necesidad
económica; las mujeres estaban atrapadas dentro de los cánones de la conducta apropiada y de la represión
sexual. A pesar de las ideas imperantes sobre la mujer victoriana como una persona asexual, Celia Mosher —
doctora nacida en 1863— llevó a cabo la única investigación conocida respecto de la sexualidad femenina en
aquella
• época. En un lapso de 30 años, 47 mujeres casadas llenaron el cuestionario que ella elaboró. La información
obtenida con la encuesta reveló un panorama de la sexualidad femenina distinto del normalmente descrito
(quizás incluso prescrito) por los “expertos” de la época. Entre otras cosas, Mosher descubrió que en general
la mujer sentía el deseo sexual, disfrutaba el coito y llegaba al orgasmo (Ellison, 2000).

También podría gustarte