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Volumen II – Número 1 – Marzo de 1984

C O N T E N I D O
1.- Editorial: Taller de Niños
Adela Jinich de Wasongarz 3

2.- El Proyecto G.I.N. Una investigación en Psicoterapia grupal de niños


Marco Antonio Dupont 13

3.- Algo que nunca puede causar daño: Un acuario


Adela Jinich de Wasongarz 34

4.- Grupo Infantil Natural (GIN IV)


César Garza A., Matilde Guerrero y Juan Guadarrama 46

5.- Grupo de padres acompañantes


Silvia Benenati salazar y José Alberto Siniego Pajares 53

6.- Editorial. Sección de Adolescentes


Diversos enfoques en la psicoterapia grupal de adolescentes
Héctor Socorro L. 63

7.- Terapia del adolescente incluido en un grupo de adultos


Celia Díaz de Mathmann 69

8.- “Casa de Espejos”. Grupo de Adolescentes


Teresa Guerra de Speckman 74

9.- La Psicoterapia grupal de adolescentes


Héctor Socorro L. 85

10.- Rectificación 94

11.- El Proceso Paranoico como Forma de Conocimiento en la


Psicoterapia Analitica de Grupo 95
ASOCIACION MEXICANA DE PSICOTERAPIA
ANALITICA DE GRUPO, A.C. (AMPAG)

Directorio de Cogobierno 1983-85.

COMISION DE INSTITUTO
Dra. Vidalina Ramos de Moreno Corzo
Dr. Héctor Socorro López.

COMISION DE ACTIVIDADES CIENTIFICAS


Dr. Virginia González de Gutiérrez
Dra. Elena de la Aldea

COMISION DE ADMINISTRACION Y FINANZAS


Dr. Juan Guadarrama Ramírez

COMISION DE LA CLINICA
Dra. Matilde Guerrero de Márquez
Dr. José Mercado Verdín

EQUIPO COORDINADOR DE ASAMBLEAS:


Dra. Celia Hernández Esteves
Dr. Raúl Pulido Ayala
Dr. Jorge García Barriento

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R E V I S A D E

A N A L I S I S G R U P A L

PSICOANALISIS-GRUPO-FAMILIA-INSTITUCION

REVISTA TRIMESTRAL, ÓRGANO OFICIAL DE LA ASOCIACION

MEXICANA DE PSICOTERAPIA ANALÍTICA DE GRUPO, A.C.

AMPAG

COMISIÓN EDITORIAL:

MARIO CAMPUZANO MONTOYA

RAÚL MÁRQUEZ

SERGIO MENDIZÁBAL

JUAN VIVES ROCABERT

EDITOR DE ESTE NÚMERO: RAÚL MÁRQUEZ GILETA

VOL. II NO. 1 MES: MARZO AÑO: 1984

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E D I T O R I A L

TALLER DE NIÑOS

Adela Jinich de Wasongarz

El trabajo clínico, el pensamiento teórico y el entrenamiento en psicoanálisis, psicoterapia y


análisis de los grupos, resulta ser un trabajo apasionante para los que estamos inmersos en la tarea;
existe una tensión creativa y una lucha intensa para poder sintetizar los diferentes niveles de la
experiencia teórica y clínica y conducirla a la apertura de nuevas modalidades de trabajo.

El objetivo de esta introducción es presentar nuestra modalidad de trabajo que hemos


denominado “TALLER DE NIÑOS A.M.P.A.G.” que se dedica a la intervención terapéutica grupal de
niños y sus padres, así como rescatar de la praxis clínica el área de investigación y conceptualización
teórica como de preparación (entrenamiento) de terapeutas de niños.

Iniciamos nuestro trabajo organizando un grupo de estudios (1979) formado por personas dentro
de la institución que tuvieron interés en participar en el estudio y formación de grupos terapéuticos de
niños. Nuestra primera opción fue ubicarnos de lo general a lo particular: el contexto de la psicoterapia
grupal psicoanalítica: la psicoterapia grupal de niños, seleccionando conceptos que nos fueron siendo de
utilidad en nuestro trabajo.

BREVE REVISION HISTORICA

Haremos una breve revisión histórica del desarrollo de la psicoterapia grupal de niños: lo
primero que nos llamó la atención fue la predilección que se ha tenido en el trabajo con niños en el
período de “latencia” para implementar las experiencias grupales con fines terapéuticos: Svalson (1943)
que desarrolló el “activity group therapy” y Red con la formación “grupos de diagnóstico” (1944). El
activity group therapy acentúa la posibilidad de la expresión de las fantasías y los impulsos a través del
juego y la actividad en un ambiente grupal permisivo y que promueve una regresión benigna en la cual
los conflictos tempranos pueden ser liberados en el contexto de un ambiente estable y aceptuante.

Las fuerzas terapéuticas favorables surgen de la interacción de los niños, unos con otros, y con
los terapeutas; en este contexto se utilizan juegos seleccionados, material de trabajo y comida que son
utilizados con fines terapéuticos. Aquí el terapeuta juega un rol de neutralidad, inclusive no se utilizan
las interpretaciones como instrumentos terapéutico. Los resultados clínicos d este tipo de grupos fueron
tan alentadores que en un principio impulsó el desarrollo de las intervenciones clínicas grupales en niños
y donde se ha ido a su vez transformando la técnica, combinando los elementos de actividad con el
juego, reglamentando a su vez los tiempos de discusión e interpretación por parte de los terapeutas.

Así desde el inicio los grupos de actividad y de diagnóstico con los que se inició la terapia de
grupo infantil se fue llevando a un cambio “activity interview group” donde se fue fundamentando la
acción propiamente terapéutica del analista (Slavson 1952). Foulkes y Anthony (1964) describen su
técnica grupal llevada a cabo en niños de edad de latencia en que cada sesión grupal se divide en una
fase de discusión y una fase de actividad; así durante la fase de discusión se estimula a los niños a hablar

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de sus preocupaciones y problemas así como de sus fantasías y miedos. Posteriormente al período de
discusión los niños tienen la libertad de escoger la actividad de ese día.

Hasta ahora, dentro de ese esquema se ha privilegiado la terapia de niños en el período


denominado de latencia (8 a 12 años) debido a que se considera que la fuente de perturbaciones de estos
niños conlleva conflictos o modalidades no resueltas en los años anteriores; es decir que se podría
encontrar una modalidad típica de la latencia que puede manifestarse por las defensas que se están
estructurado rápidamente en forma rígida produciendo serias inhibiciones sobre todo en el área de
aprendizaje (escolares) con mecanismos claramente fóbicos y obsesivos o en el extremo contrario
cuando las defensas son inadecuadas frente a la incapacidad de controlar las demandas impulsivas,
aumentando en ambas situaciones el nivel de angustia.

Las manifestaciones neuróticas podrían encontrar su origen en el período edípico en contraste a


los serios problemas de conducta, donde se puede ya encontrar un daño yoico más severo producido
desde el desarrollo temprano fermentado en situaciones familiares y sociales conflictivas y que con
cierta frecuencia van acompañados de factores constitucionales.

Como se ha mencionado, las características de las diferentes etapas de desarrollo, han influído en
la proliferación de diferentes técnicas de grupo y también debido a que la nomenclatura diagnóstica de
las perturbaciones psiquiátricas de la infancia fallan en poder describir adecuadamente las
perturbaciones que presentan los niños, por lo que se tiende a agruparlos por edad y por la naturaleza de
las dificultades que presentan y dado que los niños no verbalizan fácilmente, domina el juego y la
actividad agrupándose en las diferentes categorías ya conocidas: 1) edad preescolar y kinder (3 a 6
años), 2) período de latencia (6 a 12 años), 3) púberes (12 a 14 años), 4) adolescencia temprana (13 a 16
años), 5) adolescencia media y adolescencia tardía (15 a 18 años).

Es importante mencionar diferentes experiencias que se llevaron a cabo con el grupo de edad
preescolar en adelante y que se fueron estructurando a través de la aplicación de técnicas especiales
donde predominaba el uso de los títeres y la pintura o trabajos manuales y artísticos y que se
desarrollaban en una atmósfera de juego permisiva; el valor principal reside en la posibilidad que se le
da al niño de expresar sus sentimientos y emociones, así por ejemplo a través de los títeres pueden
proyectar sus fantasías estableciéndose un intenso diálogo e interrelación entre los títeres y los niños
más que con los demás niños o terapeutas.

Nielsen (1970) trabajó con niños pequeños hasta la edad de 3 años en un proyecto familiar,
donde las madres presenciaban la terapia dentro del grupo junto a los terapeutas pudiendo observar a los
niños interactuar unos con otros o al niño solo y aprender de la observación y diálogo con los terapeutas
lo que le sucede a su hijo.

Se reportan varias experiencias llevadas a cabo con madres que trabaja, estructurando sesiones
que se llevaban a cabo en una atmósfera informal y donde se focalizaba en el juego a los niños y su
importancia para el desarrollo de los mismos usándose más bien con fines profilácticos de salud mental.

Body (1960) reporta una experiencia con los padres y los niños psicóticos, basada en la
interacción de los mismos y con el terapueta.

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Existe también una serie de reportes de experiencias grupales llevadas a cabo dentro del ámbito
escolar o propiciadas por las autoridades escolares que a su vez han sido sensibilizadas en relación al
desarrollo emocional del niño.

En la terapia de juego grupal, el énfasis se pone en las cualidades que surgen de la “interrelación
de los niños entre sí con los juguetes, con el terapeuta dentro del ámbito del salón de juegos”. Slavson
(1950) creé que el terapeuta debe ser una mujer que puedan permitir al niño elaborar y expresar sus
fantasías y que pueda contener al niño cuando éste se sobreexcite o cargue un exceso de tensión.

Los “juguetes” son los que usan tradicionalmente en la terapia individual: como el agua,
plastilina, casa de muñecas, soldados, etc. Y donde los niño los utilizan para actuar (act-out) sus
impulsos agresivos y para revivir con sus compañeros y con el terapeuta sus dificultades familiares y
escolares. Se observa un efecto “catalizador” en este contexto y donde los niños se sienten estimulados
positivamente (activando lo libidinal). Los terapeutas interpretan al niño y al grupo en el contexto de la
transferencia.

Ginott y Axline (1961) utiliza la terapia de jugo grupal para producir cambios básicos en el
equilibrio intrapsíquico a través de las relaciones de los miembros del grupo. La catarsis que se lleva a
cabo, insight, pruebas de realidad y sublimación se suceden simultáneamente en el contexto de la
dinámica grupal. Para Ginott los mecanismos de identificación ofrecen al niño una buena oportunidad
para “identificarse a sí mismo” en la relación con los otros compañeros y el terapeuta. El niño en sí
constituye el “foco del tratamiento”, por lo que le da poca atención al grupo como un todo. (El grupo es
el escenario donde se revive el drama individual).

La mayoría de los terapeutas rechazan para la formación de sus grupos a niños seriamente
dañados o deprivado, niños psicóticos o con conductas sociopáticas o con experiencias de perversión
sexual tempranas o niños extremadamente agresivos para los que en ocasiones se forma grupos
especiales, como la experiencia de Speers y Lansing (1965) con niños autistas y con un grupo paralelo
de sus padres.

Más adelante el desarrollo de las experiencias y técnicas grupales de niños fueron espaciándose y
teniendo un lento desarrollo a pesar de los buenos augurios con los que se iniciaron las primeras
experiencias, sobre todo si lo comparamos con el amplio desarrollo y divulgación que ha tenido la
terapia de grupos de adultos y la terapia familiar y de haber sido demostrado a través de las diferentes
técnicas desarrolladas que la terapia grupal de niños es un método eficaz y deseable de tratamiento para
el niño. Posiblemente este lento desarrollo esté relacionado a diferentes causas:

a) La demanda de un entrenamiento más intenso donde se requiere del terapeuta mayores


recursos, flexibilidad y mayor compromiso intelectual, emocional y físico hacia la tarea.

b) Y las necesidades de espacio y seguridad en lo físico que requiere el setting terapéutico.

Todo esto hace que los terapeutas se inclinen a seleccionar el espacio de mayor seguridad: la
terapia con adultos, a la verbalización más que a la acción y menor abrumación emocional y menor
demanda, ya que al hablar de la terapia del niño, hablamos de su contexto familiar y del manejo de los
padres y de la familia que se requiere frente al contrato terapéutico.

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MEXICO: DESARROLLO DE LA TERAPIA GRUPAL DE NIÑOS

Antecedentes:

1948-1949 Dres. Ramón de la Fuente y Leonor Torres Cravioto

1950-1953 Dr. Luis Feder, Hospital Infantil de México.

1953 Grupo de madres

1960 Dra. Frida Zmud

1974 Primer modelo de grupo infantil natural G.I.N.

Grupo de niños en edad de latencia. Dres. Dupont-Jinich de Wasongarz. Coterapia


hombre-mujer.

1978 GIN I Centro de integración Juvenil

1979 GIN II

a) La ubicación de la experiencia dentro del modelo de trabajo que denominamos


“Taller de niños AMPAG”

b) La constitución de los grupos terapéuticos de trabajo de enseñanza y terapéutico


dentro del taller.

1980 GIN III I.M.P.P.A.

1978 La constitución está viviendo un período de cambio, hace un año que se empezó a trabajar
en el presente local marcándose un cambio en la dinámica de la institución. La AMPAG tiene un lugar,
un espacio concreto y tangible que la ubica y la delimita, que conlleva con la formación y apertura de
la clínica. El trabajo clínico se convirtió en un hecho real e institucional, soporte de la formación de
terapeutas de grupo; el logro de una sede que albergara a la Asociación, al Instituto y a la Clínica gestó
el cambio de la forma de gobierno, de uno vertical-piramidal a uno horizontal, -el cogobierno- co-
participación y co-responsabilidad de maestros alumnos; didactas, candidatos.

“La clínica comienza a ser el centro de la vida institucional: así a través de la praxis habrá la
posibilidad de reformular teorías y técnicas de ponerse y exponerse en contacto directo con una
problemática distinta donde aparecen una serie de conflictos”. (*)

(*)
J.A. Carrillo C.

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Análisis individual versus análisis grupal. Contacto directo con una población de pacientes y de
problemáticas distintas a la de los consultorios. Criterios de agrupalidad. Distintas formas de terapia-
coterapia-triterapia. Menor nivel socioeconómico de los pacientes. Distintas formas de enseñanza y de
compromiso para el terapeuta. No sólo representa un requisito académico, sino una confrontación
ideológica.

En este ambiente de cambio surge la posibilidad de la creación de los talleres de AMPAG que
ofrecen una mayor apertura dentro de la clínica, tienen características especiales, ya que son “módulos
autónomos”: pertenecen a la clínica y colaboran con el instituto pero tienen libertad de acción; giran
alrededor de los coordinadores que son responsables frente a la Institución y los miembros del taller
planean su propia praxis clínica y sus programas de investigación y de conceptualización y agrupa a
terapeutas didácticos como candidatos analistas, en nuestro caso los interesados en el trabajo con niños y
apoyados por el instituto que acepta la experiencia dentro de los requisitos curriculares de formación.

Así nuestro taller empezó a funcionar dentro de un marco de libertad y espontaneidad por parte
de sus integrantes.

TALLER DE NIÑOS AMPAG

El taller de niños tienen una organización dividida en 3 módulos:

1. Módulo Administrativo
2. Módulo Terapéutico
3. Módulo Didáctico

1. Módulo Administrativo:

Implica toda la organización preliminar a la iniciación del proceso terapéutico y consta de los
siguientes pasos:

a) Divulgación (conocimiento de la existencia del taller).

b) Demanda terapéutica: cómo y por qué llegan los niños a solicitar atención y ayuda al taller
(análisis de la población infantil de paciente y de sus familias)

c) Entrevista diagnóstica

d) Estudio de su situación socioeconómica

e) Derivación

El entender el problema del paciente identificado como emergente de la problemática familiar,


hace manifiesta la necesidad de trabajar simultáneamente con los padres. Así si el niño es aceptado
para integrarse a algún grupo terapéutico de acuerdo a edad, los padres a su vez deberán aceptar el

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compromiso terapéutico que se les recomiende, ya que los cambios del niño durante el tratamiento
provocan movimientos muy intensos en la estructura familiar.

Si no existe un ambiente apropiado para elaborar la angustia que ésta genera, la experiencia nos
ha demostrado que los padres tienden a sabotear el trabajo del niño desertando del tratamiento o
emitiendo mensajes contradictorios: “quiero que cambies pero espero que sigas siendo igual”.

2. Módulo Terapéutico:

El trabajo del taller se divide en tres tipos:

a) Grupo de reflexión de dos horas previas a la hora terapéutica, en el cual trabajan todos los
miembros del taller, aquí se reflexiona sobre la tarea, se hace una revisión bibliográfica y se
implementa un taller clínico, con el fin de ir creando un E.C.R.O. (Esquema conceptural,
referencial y operativo).

b) El segundo tiempo es la hora terapéutica cada equipo se va a trabajar con su grupo terapéutico.

En la experiencia G.I.N. II se formaron cinco grupos terapéuticos:

GRUPO I Preescolares (3-6 años)


GRUPO II Latentes (7-10 años)
GRUPO III Púberes
GRUPO IV Grupo de padres y/o acompañantes
GRUPO V Asambleas o grupo “MAMUT”

Estas asambleas o “grupos Mamut” ser realizan cada seis meses (cortes psicodinámicos y análisis
de la tarea que viene realizando el taller); es un encuentro de terapeutas, padres e hijos, se ofrece
“tribuna libre” para hablar de lo que sucede a los niños y a los padres y a los terapeutas en el proceso
terapéutico.

c) El tercer tiempo, con una hora de duración que se utiliza para traer la experiencia de las sesiones y
reflexionar sobre lo acontecido en la hora terapéutica.

En nuestros grupos terapéuticos, las intervenciones del equipo terapéutico, las modalidades
interpretativas y de acción, están pensadas para permitir que los niños puedan experimentar y trabajar
sus problemas con el grupo a través de la interacción entre ellos y con los terapeutas, esto implicó un
cambio radical en el tratamiento, se terminaron los “secretos” implementándose con pasajes de una
posición de espectador pasivo ya sea de los padres, de los niños o de los terapeutas a los de un
participante activo-comprometido.

3. Módulo Didáctico

En este módulo institucional de AMPAG y por necesidades propias del Instituto, se diseñó el
concepto de triterapia para cumplir con los requisitos de formación y supervisión. Así cada equipo se
formó por un terapeuta de mayor experiencia denominado “experto” y dos terapeutas en formación que

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desean trabajar con niños, o con los padres de los niños, con este criterio los terapeutas tienen una
vivencia de participación activa en el proceso terapéutico. Con la estructura de los tres tiempos del taller
se cubre en forma amplia lo técnico, lo clínico y lo didáctico.

Todo lo anterior se ha organizado como un espacio de trabajo, de estudio y de reflexión, ya que


el trabajo con niños produce una enorme presión en los terapeutas que tienen que responder en una
forma “determinada” o “esperada” pero que repercute en los propios conflictos internos. Por lo tanto el
equipo debe de ir entendiendo lo que está sucediendo en el aquí y ahora –conmigo con nosotros, de la
acción de la hora terapéutica.

La disposición abierta y activa de los participantes ha hecho posible que este grupo trabaje
autogestivamente examinando sus propios conflictos intertransferenciales originados por el trabajo que
se está llevando a cabo.

Epílogo

En el aquí y ahora 1982-1983


AMPAG. G.I.N. IV

Esta experiencia se empieza a planear después de “analizar” los resultados obtenidos por el
seguimiento de los niños y sus padres del grupo GIN II que fue realizado por un equipo de psicólogos
pasantes de la maestría en orientación y terapia familiar de la Universidad de las Américas.

En el curso de un año posterior a la terminación de la terapia, una pareja de visitadores concurrió


de dos a tres ocasiones a los domicilios de cada uno de los niños previa cita con los padres que pudieron
ser localizados; los familiares de los niños estaban informados del seguimiento desde tiempo atrás. El
equipo trabajó con los protocolos originales, la evolución de los pacientes dentro del grupo y con nuestra
evaluación final.

Los puntos relevantes de este informe fueron:

a) Que hubo fallas en algunos casos en el proceso de selección y en la evaluación de la


motivación para el tratamiento.

b) Que la extensión del proceso guarda relación con los resultados obtenidos, pero donde se
resalta que el efecto terapéutico se centra en la continuidad y la asistencia de los padres a la
terapia y a los vínculos transferenciales positivos con los terapeutas y la Institución.

c) El seguimiento de los casos demostró que el tratamiento de los padres es el “talón de


Aquiles” del procedimiento.

GIN IV. Se inició en febrero 1982 y terminó en febrero 1982. En lo que respecta al grupo de niños,
se siguieron lineamientos teóricos y el setting terapéutico ya sistematizado.

Se implementaron varios cambios:

1) La experiencia se planeó a un año de duración

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2) Se continúo con la triterapia, pero en esta ocasión fueron para los tres terapeutas su primera
experiencia con un grupo de niños; los expertos funcionaron como acompañantes pero dentro de
la cámara de Gessell, filmando cada sesión en videotape y poniendo el énfasis en la supervisión.

3) El diseño y la formación del “grupo de padres” Bautizaron con el nombre de G.A.P. (Grupo
Analítico de Padres) dejó de ser un grupo de asesoría y se formalizó y profundizó el encuadre
terapéutico donde se incide analíticamente sobre el vínculo proyectivo de los padres con sus
hijos donde se habla principalmente del edipo de aquellos. (El edipo ampliado).

4) Se trabajó con dos grupos, el de niños en edad de latencia y el de padres-

5) Hubo sólo un encuentro a los 8 meses de iniciada la experiencia del grupo de asamblea.
Terapeutas, padres y niños.

6) Se cerró la experiencia con una entrevista “individual”, la madre o los padres con su hijo y los
terapeutas, como devolución de la experiencia y recomendaci0nes específicas a cada caso.

7) Se ha iniciado el “seguimiento” organizado como en el GIN II, pero en esta ocasión se ha


elaborado un manual para orientar a los visitadores en áreas específicas.

La supervisión se llevó a cabo en el equipo terapéutico de ambos grupos y los observadores, donde
se focalizaron los puntos de “caja de resonancia” lo que se dramatizaba en el grupo de padres de alguna
manera era actuado en el grupo con los niños.

Y esta experiencia será presentada y evaluada en otra presentación donde hablaremos del diseño
final del GIN.

TALLER DE NIÑOS DE AMPAG Dic. 1983


Dra. Adela Jinich de Wasongarz.

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TALLER DE NIÑOS

DE LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE

PSICOTERAPIA ANALÍTICA DE GRUPO

E L P R O Y E C T O G. I . N.

PRIMER CONGRESO NACIONAL

Oaxtepec, Mor.

México, 1982

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CONTENIDO

Pág.
Dr. Marco Antonio Dupont
EL PROYECTO GIN: UNA INVESTIGACIÓN
13
EN PSICOTERAPIAGRUPAL DE NIÑOS

Dra. Adela Jinich de Wasongarz


ALGO QUE NUNCA PUEDE CAUSAR DAÑO: UN ACUARIO
34

Dres. César Garza A. , Matilde Guerrero y Juan Guadarrama 46


GRUPO INFANTIL NATURAL (GIN IV)

Dres. Silvia Benenati Zalazar y José Alberto Siniejo Pajares 53


GRUPO DE PADRES ACOMPAÑANTES

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EL PROYECTO GIN: UNA INVESTIGACIÓN EN PSICOTERAPIA
GRUPAL DE NIÑOS (*)

Marco Antonio Dupont

INTRODUCCIÓN

Hace casi diez años, junto con la Dra. Adela Jinich de Wasongarz, decidimos organizar nuestro
primer grupo de terapia infantil. La coterapia en un grupo de niños de edad de latencia, fue planeada en
reuniones donde discutimos un proyecto y un programa de trabajo cuyas características originales y las
modificaciones que luego introdujimos, forman el foco de ese trabajo.

Hoy debemos admitir que no imaginamos que nuestra tarea nos llevaría hacia un campo de
investigación en el que se involucraran otros colegas, algunas instituciones y estudiantes de sus
institutos. Tampoco calculamos que la aventura terapéutica que estábamos por iniciar, se transformaría
en el eje de nuestro interés profesional, ni que nos llevaría por los derroteros de la investigación clínica.

Los fenómenos que fueron apareciendo en nuestro primer grupo, muchos de los inesperados y
abrumadores, nos obligaron a modificar los procedimientos técnicos originales, enriqueciendo nuestra
visión comprensiva de la psicopatología infantil y de su abordaje terapéutico.

Los primeros años se podrían significar por nuestro aislamiento y la necesaria tolerancia a la
sobresaturación de estímulo generados en el grupo, apenas aliviados al comentar nuestros avatares con
algunos colegas amigos quienes, con su benévola críticas y apoyo, nos alentaron en la tarea. Más
adelante, con sucesivas modificaciones de nuestro procedimiento, fuimos acogidos en el Centro de
Integración Juvenil (C.I.J.). de Naucalpan, en la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de
Grupo (AMPAG), en el Instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica de la Adolescencia (IMMPA),
y también hallamos la cooperación de la Universidad de las Américas, que nos ofreció la colaboración
de pasantes de su Maestría en Orientación y Terapia Familiar, que se ocuparon del seguimiento de
algunos de nuestros casos.

Esta es una excelente oportunidad para expresar nuestro reconocimiento a personas e


instituciones, muy especialmente de AMPAG, cuyo apoyo y confianza, y también su crítica, nos han
estimulado a lo largo de nuestro trabajo.

Somos dos terapeutas que hemos dedicado nuestra labor profesional al psicoanálisis individual y
grupal de adultos, de niños y adolescentes. El espectro teórico en el que ubicamos nuestra comprensión
del psicoanálisis y, en consecuencia, de nuestros procedimientos técnicos, se origina en los postulados
básicos de Freud y en desarrollos de la Escuela Kleiniana que incluyen principios de Winnicott, Bion y
Meltzer entre otros. Sin embargo, hacemos hincapié en que nuestro método intelectual y de
investigación reposa más en la observación empírica que en la deducción a partir de un esquema previo.

(*)
Presentado en el Primer Congreso Nacional de AMPAG Oaxtepec, Mor. Septiembre de 1982.

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Pensamos en el desarrollo de la personalidad, como teniendo por punto de partida de vínculo más
temprano con la madre, que ofrece al niño un conjunto de factores donde se condensan los directamente
relacionados con el mundo interno de la madre –objetos internos-, la familia, el ambiente y la sociedad,
en la forma de hábitos y cultura. Este conjunto de factores opera, desde la madre, como continente de
las ansiedades tempranas del niño que, como contenidos emocionales y representaciones objetales
parciales, son “metabolizados” por la madre y, al ser internalizados por el niño, generan las bases de su
aparato mental, de sus estructuras psíquicas y de su funcionamiento.

Consideramos que el tránsito en el niño desde la posición esquizoparanoide a la depresiva, si


bien constituye una evolución desde las ansiedades persecutorias al deseo de reparar, también es un
mecanismos mental defensivo, adaptativo y evolutivo que opera sobre el pensamiento, las emociones la
conducta individual y grupal, a lo largo de la vida.

Pensamos en el Edipo temprano como el antecedente del descrito por Freud y desarrollado por la
Psicología del yo. Y extendemos el concepto de elaboración del Edipo hasta una potencionalidad
organizativa que trasciende lo individual y afecta lo grupal, lo social y lo institucional, constituyendo la
trama donde se tejen, con modalidades esquizo-paranoides y depresivas, los procesos evolutivos y
también los patológicos en los individuos, los grupos y sus instituciones .

Creemos que la envidia primaria, la intolerancia a la frustración y en general la agresión


acumulada, incrementan la ansiedad, interfieren el desarrollo y generan patología.

Pensamos en el espacio de la mente, como en el continente funcional de las organizaciones


topográficas y estructural, de la energía libidinal y tanática, de la fantasía inconsciente y de las
representaciones objetales.

En el sentido de la teoría de las relaciones de objeto, nos inclinamos a pensar en tres niveles de
internalización: el más primitivo, la incorporación, donde la relación “mimética” y la comunicación
mediante el cuerpo son relevantes; un nivel intermedio, la introyección, donde se hacen evidentes los
fenómenos transicionales descritos por Winnicott; y el nivel más evolucionado, la identificación, que
está conectado con el concepto de identidad y de predominio de la posición depresiva. En los dos
primeros niveles, incorporación e introyección, los objetos parciales y los mecanismos esquizo-
paranoides son predominantes; en el tercero, la identificación, las estructuras psíquicas y el sistema de
self han alcanzado un mayor grado de organización.

La idea del desarrollo la conectamos, entonces, con la de evolución de la necesidad de ser


contenido, hasta la capacidad adquirida de contener; desde el proceso primario al secundario; desde el
principio del placer, de realidad; desde la relación estructural organizativa esquizo-paranoide con
objetos parciales, a la depresiva con objetos totales; desde el Edipo temprano, al Edipo elaborado; desde
los procesos de internalización por incorporación, a los de identificación; desde la fusión simbiótica,
hasta la individuación en el sentido de Mahler. Consideramos así, que las metas óptimas del Desarrollo
son, en síntesis: el logro de identidad, de genitalidad, de creatividad y de autonomía.

En otro orden de ideas, pensamos que la psicopatología infantil, que significa detención del
desarrollo o regresión, está propiciada por series de factores internos y externos al niño, que terminan
incrementando sus niveles de ansiedad más allá de su tolerancia. La enfermedad es no sólo un recurso
adaptativo, un medio de descargar ansiedad y de pedir ayuda, sino también una forma de poder seguir
viviendo.

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Consideramos finalmente que la enfermedad de los padres, de la familia y del ambiente, más que
generar directamente enfermedad en los niños, crea en ellos estructuras psíquicas concomitantes. Estas,
ulteriormente, singularizan el desarrollo del niño, sea hacia la normalidad o hacia la patología. Aquí nos
atenemos no sólo al concepto del interjuego resultante de las series complementarias en general sino, en
particular, a la dotación genética del niño y al azar en las vicisitudes ocurridas durante su desarrollo.

SOBRE EL GRUPO TERAPEUTICO

Lo entendemos desde tres vertientes: El campo, el texto y el contexto, desde donde se generan
los fenómenos grupales, su proceso y la cultura del grupo.

Al campo grupal, como a un “iceberg”, lo describimos un área observable, objetiva y otra


subjetiva. El área objetiva es donde se implanta el encuadre; incluye el espacio físico, las normas y los
procedimientos de operación formal en la tarea de terapeutas y pacientes. El campo subjetivo del grupo
se expande a los objetos y circunstancias que son intervenidos en la comunicación grupal e incluye al
universo emocional de cada uno, y a las fantasías inconscientes individuales y grupales. Del campo
subjetivos del grupo emergen, en nuestros concepto, la mentalidad grupal y los supuestos básicos
descritos por Bion como resistencia a la tarea, las emociones primarias, las configuraciones psicóticas
grupales, la transferencia grupal y el “clima” del grupo.

El texto grupal se refiere a la comunicación verbal y preverbal en el aquí y el ahora de los


individuos dentro del grupo, a la expresión transferencial entre los pares y hacia el o los terapeutas, y a
la intervención –lectura- interpretación que formulan el o los terapeutas respecto a los fenómenos
manifiestos y latentes, individuales y grupales que ahí transcurren.

Consideramos que la cultura del grupo es efecto de la internalización en sus individuos, del
proceso terapéutico grupal, de sus normas, organización y funcionamiento. Incluye la memoria grupal,
las costumbres, los tiros y los roles. Sin embargo, de estabilizarse estos últimos, la cultura se instituye
en un sistema cerrado y en una rígida resistencia al cambio. Pero la cultura del grupo, abierta y en
evolución, es un factor que interviene dinámicamente en la identidad grupal, en la transmisión del
conocimiento y en el progreso de la tarea.

SOBRE EL JUEGO, EL JUGAR Y LOS JUGUETES

Nos inscribimos en las ideas de Winnicott (*) respecto al sentido y funciones del juego, que es en
sí mismo terapéutico.

El juego en los niños se realiza en un espacio imaginario e intermedio entre la realidad y la


fantasía. Tiene por componentes al universo objetal del niño, formado por internalizaciones parciales y
totales de tipo introyectivo, aún no completamente asimiladas por el yo, con cargas ambivalentes y con
gran movilidad proyectiva e introyectiva. Estos componentes, que son los de la fantasía consciente e
inconsciente del niño, son llevados a la realidad cuando juegan, es decir, cuando realizan una descarga
motora intencional y dirigida, que incluye frecuentemente a la manipulación de objetos en la realidad,
los juguetes, a los que dota de identidades simbólicas. En los juguetes proyecta a sus objetos y a su self
(*)
Winnicott, D.W. 1972 Realidad y juego. Granica Bs. As.

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y en ellos, como en un sueño, repite, modifica, crea y elabora situaciones de su realidad externa e
interna.

Jugar es fuente de placer por la descarga de ansiedades, que pueden ser abrumadoras y por la
realización simbólica de los deseos en la realidad de los juguetes. El juego en los niños cumple una
función elaborativa de las situaciones traumáticas cotidianas y es la fuente más original de la
creatividad. Poder jugar es poder elaborar la realidad, conciliar fuerzas opuestas y prepararse a la futura
intervención adulta y eficaz en la realidad social.

Los juguetes son cosas que pueden, o no, evocar obvios personajes: objetos del niño. Pero
también una hoja de papel o un guijarro, comienzan a ser juguetes cuando el niño los inviste de una
identidad simbólica que es significativa para él, y el juego se inicia cuando el niño dramatiza con sus
juguetes, en la realidad externa, situaciones originadas en su fantasía.

La socialización del juego es indicio del proceso de desarrollo del niño. En los niños de 4 ó 5
años por ejemplo, los pares son más “juguetes” –en el sentido definido-, que individuos a quienes se
reconoce identidad. Los niños en edad de latencia y más aún los púberes, sin dejar de dotar a los pares
con sus identificaciones proyectivas, es evidente que reconocen la individualidad del otro, siendo
capaces, además, de asumir ambos, roles convencionales en juego convencionales.

En el psicoanálisis de niños, la comprensión del sentido del juego, del vínculo con los juguetes y
con los objetos del niño representados en ellos, más la relación transferencial con el terapeuta y la
posible verbalización del niño, han sido las fuentes básicas de la interpretación psicoanalítica.

LAS HIPOTESIS DE TRABAJO

Los supuestos sobre los que planeamos nuestro proyecto fueron los siguientes:

1. El abordaje grupal de la psicoterapia analítica de niños significa un doble desarrollo


metodológico: Por un lado de los principios básicos en los que se sustenta la psicoterapia
analítica de niños; y por otro de los de la psicoterapia analítica grupa, propiamente dicha.

2. El proceso terapéutico en un grupo de niños en edad de latencia, puede optimizar sus


resultados implementado una técnica que permita el acceso a la psicopatología de los niños
de manera grupal y directa, sin la intermediación de artefactos, juguetes, que mediaticen e
individualicen los conflictos, sino propiciando su expresión en el grupo y mediante el grupo.

3. Si la psicopatología infantil se gestó en el contexto social del que familia es su célula, la


reproducción de tal célula en un marco terapéutico, propiciará la proyección del conflicto
infantil sobre el grupo-familiar: los terapeutas, hombre y mujer, y los pares, niños y niñas.

4. La posibilidad de proyectar las fantasías conscientes e inconscientes de los niños sobre el


grupo-familia, les ofrece un “juego sin juguetes”, es decir un juego con objetos humanos
pablibles de transformación directa y, en consecuencia, permitirá la detección precoz del
conflicto y la consecuente intervención terapéutica.

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5. La indicación de psicoterapia simultánea a los padres, favorecerá su tolerancia a los cambios
que ocurra en sus hijos, su comprensión de los factores patogénicos que inciden en aquellos
y su participación activa en la cura.

La evocación de la familia en el contexto terapéutico, fue lo que nos sugirió la denominación de


Grupo Infantil Natural (G.I.N.) para nuestra técnica.

OBJETIVOS

Los objetivos que pretendimos lograr mediante el diseño del Grupo Infantil Natural (G.I.N.)
fueron:

1. Reconocer e intervenir precozmente sobre la psicopatología del niño y del grupo infantil.

2. Reconocer, interpretar y modificar favorablemente, aquellos factores que interviniendo en la


patología del niño, fueron de la responsabilidad de los padres.

3. Abreviar la duración del tratamiento

4. Evitar la deserción de los niños, propiciada por la resistencia de los padres.

5. Mejora los resultados obtenidos por nosotros mismos en el tratamiento individual de niños.

ANTECEDENTES DE LA PSICOTERAPIA GRUPAL DE NIÑOS EN MEXICO

Los primeros de quienes tenemos noticia, que trabajaron con grupos terapéuticos de niños en
México, fueron los Dres: Ramón de la Fuente Muñiz y Leonor Torres Cravioto (*) en el Hospital Infantil
de México, entre los años 1948 y 1949. En este último año publicaron su experiencia que fue
considerada exitosa. Luego se interrumpió y fue reanudada en 1950 por el Dr. Luis Feder(**), también en
el Hospital Infantil de México. En su informe publicado en 1953 resalta que trabajó con grupos de niños
utilizando implementos favorecedores de las expresiones plásticas y de la socialización en el juego; lo
acompaña una observadora silenciosa que tomaba notas. En general, siguió los lineamientos
recomendados por Slavson (***), (****) en relación a una participación del terapeuta primordialmente
verbal. El mismo Dr. Feder trabajó con las madres de sus pacientes en grupo, aunque en su reporte no
relata el tipo de técnica que usó con ellas. En la misma Institución Hospitalaria entrenó a varias
generaciones de terapeutas de grupo de niños.

(*)
De la Fuente, M. Ramón y Torres Cravioto Leonor. 1949 Psicoterapia de Grupo en el niño neurótico. Boletín Médico del
Hospital Infanil. México
(**)
Feder, Luis. 1953. Psicoterapia de grupo en niños y madres neuróticas en el Hospital del Niño en México. En: Memoria
del Congreso Científico Mexicano. IV Centenario de la Universidad de México. IX Ciencias Médicas. U.N.A.M. México.
(***)
Slavson, S. R., Hallowits, E. 1948. Group Psochotherapy, Survey Literature. American Group Therapy Association.
Brochure No. 30.
(****)
Slavson, S. R., Thaun, Thendler, Gabriel. 1949. Children’s Activity in Casework therapy. Jewish Board of Guardians.

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En los años sesenta, la Dra. Frida Zmud organizó un grupo terapéutico de niños de ambos sexos
en edad de latencia, que tuvo una duración limitada. Su experiencia no fue publicada. En la
comunicación personal que nos hizo describió una técnica de corte psicoanalítico, con formulaciones
interpretativas del contenido inconsciente, eminentemente verbal y sin juguetes. El grupo, según su
relato, desbordó el espacio del consultorio en una actividad incontrolable y terminó por ser disuelto.

A la brevedad d estos antecedentes se añade lo relativamente escaso de la literatura científica


que sobre el tema circulaba años atrás y, la existente, poco nos decía sobre los procedimientos que
planeábamos desarrollar.

Teórica técnicamente nos sentimos en relativo aislamiento, por tanto, la totalidad del proyecto
G.I.N. tuvo que ser planeado y ejecutado mediante nuestros propios recursos y bajo nuestra única
responsabilidad.

G.I.N.: PRIMER MODELO DEL GRUPO INFANTIL NATURAL

En el mes de septiembre de 1974 comenzamos a trabajar con nuestro primer agrupamiento de


niños. Con la primera sesión culminó un período preliminar de planeación y ejecución, congruente con
nuestras hipótesis de trabajo, en el que dimos los siguientes pasos:

1. Preparación del campo

La educación de un espacio físico, óptimo para constituirse en el campo del proceso grupal, fue
tarea prolongada. En el consultorio privado de uno de nosotros (A.J. de Wasongarz), acondicionamos
una amplia habitación sin ornatos, con aislamiento acústico, piso de loseta vinílica, con un gran pizarrón
ocupando toda una pared, una pequeña escalera de ángulo que permitiera a los niños acceso a lo alto del
pizarrón, gises y borrador. Como único mobiliario: sillas pequeñas de plástico irrompible para los niños,
y otras algo más grandes para nosotros dos. La habitación contaba con una ventana al exterior, a la que
luego añadimos barras metálicas ya que estábamos en un décimo piso. Dos puertas, una con acceso a un
baño, también con ventana al exterior, dotado de lavabo, agua, retrete y papel sanitario. Otra puerta con
acceso a la sala de espera, que a su vez comunicaba con un consultorio para adultos y con el exterior.

2. Entrevistas de selección con los solicitantes a tratamiento

Las realizamos ambos terapeutas con cada niño acompañado de sus padres, tantas veces cuando
fuera necesario, hasta tener aclarada la psicopatología del niño y la trama psicodinámica familiar. Al
niño le dábamos reiteradamente la iniciativa para hablar y, de considerarlo candidato apropiado para
nuestro grupo, solicitábamos la realización de pruebas psicodiagnósticas que confirmaran nuestras
impresiones.

La aceptación del niño en nuestro grupo, finalmente, estaba condicionada a la aceptación del
niño en trabajar con nosotros, y de los padres a ingresar a psicoterapia individual o grupal, caso en el
cual eran derivados con algún colega, si es que aún no estaban en tratamiento. En una última entrevista,
cumplidos estos requisitos, explicábamos nuestras normas y funcionamiento: Sesiones de una hora dos

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veces por semana; los acompañantes deberían retirarse y luego regresar a recoger a los niños.
Reuniones periódicas de nosotros con cada niño y sus padres, y reuniones extraordinarias si lo
solicitaran el niño, los padres o los terapeutas. Tiempo después, añadimos la posibilidad de visitar a la
casa del niño, pidiéndole a los padres fecha y hora convenientes.

3. Planeación de una estrategia

Planeamos organizar un grupo abierto de niños en edad de latencia, heterosexual y sin límite de
duración. En la fase de apertura nos abstendríamos de dar consigna alguna, propiciando la regresión,
interpretado los mecanismos defensivos emergentes y las ansiedades subyacentes, en la transferencia.
En general, el texto de la interpretación se referiría, en el aquí y ahora, al de la comunicación de los
niños con sus pares y con los terapeutas, y a su contexto verbal, dramático o corporal, recursos a los que
también concurríamos los terapeutas para comunicarnos con ellos. El pizarrón sería un recurso
suplementario a los niños expresarse más allá de la palabra y la acción. En este período habría que
esperar una organización grupal en fragmentación, paranoide y con tendencia la actuación. En una
segunda fase, la del desarrollo del proceso terapéutico, los conflictos básicos del niño estarían al
descubierto permanentemente en la transferencia y, por lo tanto más accesible a la posibilidad de
cambio, dentro y fuera del campo terapéutico.

Las entrevistas periódicas con cada niño y sus padres, y el análisis de éstos, favorecerían,
asimilarían y consolidarían el cambio. Las interpretaciones deberían ahora abordar en el campo
terapéutico el afuera de la vida de los niños: la familia, la escuela y, en general, el entorno; pero siempre
a partir de la iniciativa de los niños en la apertura de estos temas. Estos significaba que deberíamos
esperar menos acción y mayor verbalización.

Grupalmente los niños tenderían a una mayor capacidad de organización e integración. Las
interpretaciones al grupo deberían señalar y favorecer, reiteradamente, la adquirida capacidad de
organización.

La fase de terminación o cierre de la experiencia planeándose en un grupo abierto, se realizaría


en los individuos del grupo, según su evolución. Debería ser discutida y elaborada dentro del grupo, con
suficiente tiempo para resolver las transferencias, y de acuerdo con los padres. Esta fase sólo arribaría
una vez alcanzando el contexto depresivo y reparador del grupo.

La terapia terminaría como empezó, con una entrevista de los terapeutas con los padres, donde
unos entregarían el niño a otros. Aquí se evaluaría el tratamiento desde tres perspectivas.

LA EXPERIENCIA TERAPEUTICA PROPIAMENTE DICHA

Un informe pormenorizado de nuestra primera experiencia con el GIN, está publicado en


Cuadernos de Psicoanálisis(*) y en Group Therapy (**) y fue presentado en el XVI Congreso de la
Asociación Psicoanalítica Mexicana en 1976. Aquí lo resumo.

(*)
Dupont, M. A. Y Wasongarz, A.J. 1978. El Grupo Infantil Natural. Una Experiencia Psicoanalítica. Cuadernos de
Psicoanálisis. XI. p.p. 53-72. México.
(**)
Dupont, M. A. Y Wasongarz, A.J.1979. The Natural Children’s Group. A Psychoanalytica Experience: Group Therapy
XVI, p.p. 159-170. New York: Wolberg & Adams. Stratton Intercontinental Medial Book Corp.

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El primer agrupamiento lo formaron dos niños y dos niñas de 7 a 10 años de edad, con un
espectro psicopatológico abarcando desde la neurosis fóbica hasta la organización "borderline”. En
todos aparecía alguna forma de rebeldía y de agresividad dentro de la familia y en las aulas, y bajo
rendimiento escolar. Todos los niños pertenecían al estrato socioeconómico medio alto.

La primera sesión fue el 18 de septiembre de 1974 y la fase de apertura siguió las normas
planeadas. En un primer momento los niños asumieron un “rol” de alumnos o de niños bien portados,
adscribiéndonos implícitamente el de maestros, o el de padres vigilantes. La falta de consigna, el
silencio, la ansiedad creciente y las primeras interpretaciones de la fantasía grupal, lanzaron a los niños,
defensivamente, al pizarrón a dibujar. En un intento pasajero por mantener la coherencia, decidieron por
turno dibujar un cuento que inventaban. Ahí predominaban los devoramientos, raptos y persecuciones.
Se dramatizó el cuento y se formularon interpretaciones en transferencia, en el aquí y el ahora,
relacionadas con la fantasía de gestación, de atrapamiento y de destrucción.

Ya en la primera sesión se advirtió la lucha por el liderazgo, la formación de parejas


resistenciales y el abierto propósito de deshacer la pareja de terapeutas. Excepcionalmente pudimos
volver a ocupar nuestros asientos “para adultos”, ya que eran los preferidos por los niños y fue lo
primero que destruyeron.

En adelante se destacó la violencia con inusitada intensidad; fue entonces cuando colocamos
barrotes extra en las ventanas, ante la amenaza de los niños de lanzarse unos a otros por ellas.

Durante meses el campo terapéutico fue de batalla, con improvisados proyectiles: gises,
borradores, sillas, papel sanitario mojado y empacado y agua; en más de una ocasión se encendió fuego
dentro del salón. El campo de trabajo desbordó, desde la sala de terapia hacia la de espera y el exterior.
Tuvimos que recabar la autorización de los padres para que sus hijos pudieran salir solos, ya que
nosotros nos propusimos mantenernos dentro del consultorio. Esta medida propició que los niños, al
cabo de su escapada, retornaran por sí mismos a la sala de trabajo.

Para nuestra sorpresa, los padres nos reportaban a estas alturas, una notable mejoría de los niños
en su sintomatología original. Obviamente que tal fenómeno obedecía al efecto catártico propiciado en
el campo terapéutico. Los cambios estructurales aún estaban lejanos.

En este período, las interpretaciones al grupo y a los individuos perdieron todo efecto tendiente a
la limitación de la acción y de la violencia. Hasta que descubrimos un método que parecía la atención
de los niños: desde nuestras improvisadas trincheras de sillas, los dos terapeutas dialogábamos,
formulando nuestras interpretaciones, tal como hablarían de sus hijos dos padres en la intimidad,
creyendo que sus hijos no se ocuparían de escucharlos. Lo cierto es que nos percatamos que, en esas
circunstancias, era la única manera en que éramos escuchados. En adelante seguimos utilizando,
exitosamente, este método interpretativo frente a inexpugnables resistencias individuales o grupales, y
luego también de manera rutinaria.

La experiencia emocional durante este largo período inicial, que ubicamos en nuestra
contratransferencia, fue especialmente intensa y abrumadora. Nos sentíamos como dos “aprendices de
brujo” que, habiendo conjurado al inconsciente grupal, eran dominados por su inusitada fortaleza.

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La urgencia de defender a los más débiles y de defendernos nosotros mismos, nos decidió a
imponer límites. Primero verbalizamos directamente la experiencia de dolor que se vivía y el deseo de
hacer devoluciones. Luego formulamos la primera y única ley del grupo que, como la ley de los padres
era de doble valencia: “me pegas y te pego”, “me avientas y te aviento”, “me pisas y te piso”; y su
contraparte libidinal: “me ayudas y te ayudo”, “me obsequias y te obsequio”, etc. Y la llevamos a la
práctica, no sin tener que vencer un buen grado de aprehensión.

Tuvimos en adelante, la convicción de que esta ley, que se constituyó en un principio


organizador del grupo se gestó en él endógenamente, pero que requería ser formulada por las palabras de
los padres líderes-terapeutas para tener validez.

Aquí se abrió una segunda fase en el proceso terapéutico, que se singularizó por la iniciación de
un proceso elaborativo y de organización grupal, en la forma de actividades que se programaban a partir
de la iniciativa de los niños y con su participación. Se comenzó a discutir, como parte del trabajo
terapéutico, el afuera de la vida cotidiana de los pacientes; se dramatizaron las circunstancias y se hizo
obvio que el “insight” hacía su aparición. Surgieron roles grupales y ritos, que se hicieron costumbre y
luego cultura.

La violencia siguió reapareciendo, pero dentro de márgenes donde podía operar la interpretación.
Respetamos la iniciativa de los niños en el sentido de celebrar cumpleaños; se discutía y decidía la
forma de hacerlo y comenzamos a tener salidas pariódicas a las neverías o al Parque de Chapultepec.
Eventualmente, dentro del mismo salón de terapia, los niños aportaban lo necesario, como pastel y
refrescos, para celebrar algo y todas las actividades realizadas dentro y fuera del consultorio, eran
incorporadas a la interpretación.

La ansiedad y la violencia fueron dando paso a la integración, colaboración y reparación. En esta


fase logramos que al terminar cada sesión, los pacientes nos ayudaron a colocar las cosas en su lugar.

A un año de haber iniciado el grupo, decidimos abrirlo para recibir niños más: un niño y tres
niñas, de seis a once años de edad, con un espectro psicopatológico más concentrado en la neurosis que
el anterior. Para nuestra sorpresa el grupo no se remitió a la regresión caótica del principio, sino que
reinstaló a poco, la capacidad de trabajo analítico. Los nuevos pacientes fueron asimilados rápidamente
por los veteranos, que se encargaron de iniciarlos en los hábitos y en el trabajo terapéutico
transmitiendo la cultura grupal. La matriz del grupo estaba formada.

Las altas se fueron sucediendo a partir del decimotercer mes de iniciado el trabajo, con la
modalidad previamente planea: una fase de terminación del paciente con el grupo, solución de las
transferencias, elaboración d la separación, acuerdo con los padres y entrega del niño. Desde entonces y
hasta la fecha, este grupo se ha mantenido abierto permanentemente.

EVALUACION DE LOS RESULTADOS

Consideramos que logramos:

1. Intervenir precozmente en la psicología del niño y del grupo.

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2. Propiciar que los padres se transformaran en promotores de la salud mental de sus hijos,
introduciendo cambios en ellos mismos.

3. Limitar la duración del tratamiento a un promedio de 20 meses en el primer agrupamiento y


de 29 meses en el segundo.

4. Reducir la deserción de los pacientes a cero.

5. Resolver, o en todo caso mejora significativamente, la psicología del niño y de sus padres.

DISCUSION

1. El procedimiento del G.I.N., por los requisitos y condiciones que se han descrito, parece
accesible sólo a personas con recursos económicos de tipo medio y alto.

2. Los terapeutas deben contar con su entrenamiento especializado que incluye, muy
fundamentalmente, la capacidad de expresarle mediante el cuerpo.

3. El procedimiento del G.I.N., tal como lo hemos reseñado, parece eficaz en lo que refiere a los
resultados obtenidos. Sin embargo, debe considerarse que la formación de su matriz, aquella
que corresponde al primer agrupamiento, implica un alto nivel de riesgo grupal y de
sufrimiento. En los ulteriores agrupamientos a partir de matriz, ya nos presentó este
fenómeno o, por lo menos, ya no con la intensidad del original.

4. Cabe señalar sin embargo, que la fase de mejoría se logró en el primer agrupamiento en un
promedio de 20 meses, y en el segundo a los 29 meses, promedio. Tal efecto podría
atribuirse a que en el primer caso, la regresión grupal fue más profunda y prolongada que en
el segundo; o a que el número de pacientes fue menor en un caso y mayor en otro. Debe
añadirse que en el primer agrupamiento, como fenómeno paradójico, se reunieron pacientes
más enfermos que en el segundo. Nos inclinamos a pensar que la cura se aceleró en el primer
agrupamiento en función del proceso regresivo más intenso.

5. Fue posible confirmar:

Que en núcleo de la enfermedad de nuestros pacientes la llamada área psicótica de la


personalidad, está conectada con la acumulación de agresión y de ansiedad.

Que evacuación mejora el cuadro clínico, pero que la modificación estructural se realiza sólo
por la vía de la internalización de, y de la identificación con, objetos reparados. Y que estos
fenómenos propician el proceso de desarrollo del niño, su mejoría clínica y su socialización.

6. Grupalmente, se confirma la aparición precocísima de los supuestos básicos descritos por


Bion, siempre con calidad resistencia.

7. Se conceptúa la fenomenología grupal y la interacción dinámica de sus procesos, mediante


los conceptos de Campo, Texto y Contexto del grupo, y de Cultura grupal, ya definidos
previamente.

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EL G.I.N. 1: UN MODELO INSTITUCIONAL

Esta experiencia se realizó en el año 1978 en el Centro de Integración Juvenil (CIJ) de


Naucalpan, contando con la colaboración de la Lic. en Psic. Patricia Serrano, de la Dra. Judith Ramírez,
Psiquiatra del Centro, y de pasantes de psicología realizando sus prácticas en ese Centro. Uno de
nosotros (M.A. Dupont) entrenó el equipo, coordinó y supervisó.

En esta experiencia trabajamos con pacientes de recursos económicos limitados, asentados en las
márgenes del Municipio de Naucalpan, Estado de México. Se trataba de niños cuyas maestras de
Escuela Primaria vecina, envió al Centro de Integración Juvenil por rebeldía, agresividad, conducta
incontrolable dentro de las aulas y bajo rendimiento escolar.

El resumen de esta experiencia, de las variables que se introdujeron y de sus resultados, es el


siguiente:

1. Se dedicó una sola entrevista a cada niño y a sus padres, que realizaba algún miembro del
equipo

2. En reunión del equipo, se discutieron los protocolos y se excluyeron a aquellos pacientes con
manifiesta organicidad. Se condicionó la aceptación de pacientes, a que sus padres
accedieran a asistir a un grupo destinado a discutir los problemas de sus hijos y a pago de una
cuota simbólica.

3. Se formaron dos grupos: uno con 7 niños del sexo masculino, de 9 a 10 años de edad,
homogéneo, cerrado y con duración limitada a seis meses. Otro grupo, de madres, que
fueron quienes aceptaron asistir, que su reunión paralelamente al grupo de niños una hora,
una vez por semana.

4. El grupo de niños fue atendido por la Lic. en Psic. Patricia Serrano y por un pasante de
Psicología del sexo masculino. El espacio terapéutico se redujo a una habitación sin
muebles, con un pizarrón, gises y borrador.

En la técnica utilizada, se realizó una apertura sin consignas con un consecuente desarrollo
semejante al anteriormente descrito, es decir, con una intensa evacuación motora de agresión y
expresión verbal o gráfica de fantasías primarias. El terapeuta varón tuvo la consigna de participar
activamente en las expresiones motoras y corporales, sea como un niño más, o como un adulto que evita
y controla el exceso de violencia. La “ley del grupo” se formuló desde la primera sesión. No se
formularon interpretaciones sino señalamientos, siempre en el aquí y ahora de la experiencia emocional
que se vivía, y con la modalidad dialogante de los coterapeutas que ya ha sido descrita.

Quince minutos antes de terminar la sesión, los coterapeutas tenían la consigna de suspender la
acción a la voz de ¡Hora de pensar! Sentarse en el piso, e invitar a los niños a seguirlos. Entonces
comenzaban a dialogar entre ellos sobre lo sucedido, vivido y experimentado ahí adentro. A poco, los
niños se unían al diálogo y comentaban también sus experiencias. Dando tribuna libre a los niños, se
propició que introdujeran a la comunicación verbal material del afuera, del hogar o la escuela, al que se

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buscaba coherencia mediante las participaciones de los terapeutas. En cada sesión se repitió el mismo
procedimiento.

5. El grupo de madres se reunió paralelamente al de los niños, lo coordinó la Psiquiatra del


Centro, Dra. Judith Ramírez y algún otro miembro del equipo, hombre o mujer. Aquí la
consigna fue propiciar entre las madres la discusión de los conflictos de los hijos pero, a
poco, generalmente continuaban con la de sus problemas conyugales. Se manejó el grupo en
el nivel de orientación.

6. Al cerrar la experiencia, se siguió la modalidad de entregar los niños a las madres en grupo y
devaluar los resultados que, en opinión de las madres y la maestra que los refirió al centro,
fueron satisfactorios.

DISCUSION

1. Se aplicó el procedimiento del Grupo Infantil Natural –con la denominación de G.I.N. 1-


dentro de una institución de servicio comunitario, en pacientes de recursos económicos
mínimos, con resultados calificados como satisfactorios y referidos a la solución de la
sintomatología por la que fueron referidos. No se hizo seguimiento de los casos.

2. Se propició el apoyo de los padres a los hijos mediante un grupo de discusión y orientación al
que asistieron sólo madres.

3. Se redujeron: las entrevistas de selección a una; el número de sesiones por semana a una, y la
duración del tratamiento a seis meses.

4. Se modificó la técnica del Grupo Infantil Natural en base a los fenómenos demostrados en la
primera experiencia del G.I.N., según los cuales, en su primer agrupamiento se obtuvieron
mejores resultados, atribuidos a que fue ahí donde el proceso regresivo y la evacuación de
ansiedad y agresión, fueron más intensos; y fue ahí donde se intervinieron las áreas psicóticas
de la personalidad y las fantasías primarias, en forma abierta y precoz.

Ahora bien, se pueden considerar inconvenientes del procedimiento original: que el proceso
regresivo se prolongara por meses y que el proceso de elaboración demorara igual tiempo. Asimismo,
que el riesgo grupal y el sufrimiento de los terapeutas fueran altos. Por tanto, se intentó en esta nueva
experiencia modificar el procedimiento, aprovechando las ventajas y disminuyendo los inconvenientes.
Con este sentido, en el nuevo diseño se propuso, en cada sesión, reproducir el ciclo de regresión-
progresión que originalmente ocupó meses. A tal fin se llevó el grupo a la mayor regresión posible, en
cada sesión, manteniendo activamente los límites a la violencia, e introduciendo al final de la sesión la
reflexión, el pensamiento y la elaboración con la consigna de “La hora de pensar”, como una forma de
propiciar, cada vez, la progresión.

Los resultados que se obtuvieron los atribuimos más a la acción catártica, evacuativa de
ansiedad y agresión, que a un proceso estructurante más consistente y definitivo. Sin embargo, los
beneficios aportados sugieren la posibilidad de la aplicación del procedimiento en instituciones de
servicios a la comunidad, no necesariamente analíticas.

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5. Aquí se vislumbraron dos problemas: las resistencia que beben vencer los terapeutas para
regresar al “rol” de niños, manteniendo simultáneamente su capacidad terapéutica activa. Y
la resistencia de los padres en el grupo de orientación, para profundizar en la comprensión de
su participación en la enfermedad de su participación en la enfermedad de sus hijos.

EL G.I.N. 2

En el año de 1979 el proyecto G.I.N. fue introducido a la Asociación Mexicana de Psicoterapia


Analítica de Grupo (AMPAG), con la coordinación y supervisión de Adela Jinich de Wasongarz y
Marco Antonio Dupont.

Se debían cumplir dos tareas: la de operar como “expertos” trabajando cada uno de nosotros con
dos miembros avanzados del Instituto de AMPAG, y la de ofrecer nuestros servicios terapéuticos a la
Clínica, que los presta a su vez a la comunidad local.

VARIABLES PRELIMINARES, SELECCIÓN,


LIMITES DE LA INDIVIDUACION Y AGRUPAMIENTO

Durante algunos meses realizamos reuniones semanales con el equipo de trabajo que estaba
gastándose y con él fundamos el “Taller de Niños” de AMPAG. Luego, otros colegas se añadieron. El
grupo definitivo lo formamos los Dres. Adela Jinich de Wasongarz, Ma. Teresa de la Serna de
Márquez, y Raúl Pulido para trabajar con niños hasta de seis años. Marco Antonio Dupont, Héctor
Socorro y Raquel Springer, para los niños de siete a once años; Lilian Klein de Bicas, Silvia Benenati
de Siniego y Augusto Vázquez para trabajar con púberes, y Juan Guadarrama y José Alberto Siniego,
que más adelante se encargaron en forma definitiva, del grupo de padres y acompañantes.

En las reuniones preliminares discutimos el sentido y los fines del procedimiento, y los que
trabajaríamos con los niños, realizamos repetidos ejercicios dramáticos asumiendo el “rol” de niños
jugando, ejercitándonos en el uso del cuerpo como medio de comunicación primordial.

Las entrevistas de selección las practicaron dos miembros de cada equipo con el niño y sus
padres, y los protocolos se discutieron en el pleno del Taller de Niños.

Se excluyeron los casos de originalidad y de limitaciones notables en la percepción, y aquellos


donde el niño no contara, por lo menos, con un adulto que se responsabilizara consistentemente de él;
también a los niños que eran referidos desde la provincia.

En los dos primeros casos, la razón de la exclusión se apoyó en la naturaleza del procedimiento,
que colocaría en desventaja a niños con limitaciones físicas frente a sus compañeros. En el tercer caso,
la carencia de padres o de adultos permanentemente responsables, coartaría los principios terapéuticos
del procedimiento en lo que concierne al trabajo con los padres. En el último caso, se consideró que el
desarraigo temporal, ya de por sí traumático, nulificaría los beneficios de intervenir sobe el entorno
actual del niño.

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Con estas pautas definimos en aquel momento los márgenes de las posibilidades terapéuticas del
G.I.N. Poco más adelante, la deserción precoz de una niña muy esquizoide, y de su madre poco
motivada para el tratamiento, sugirió la necesidad de llegar a definir la indicación terapéutica del
procedimiento en casos de psicosis infantil, y de evaluar más rigurosamente los factores motivacionales
de los padres.

Los padres de los niños que fueron aceptados, uno o ambos, ingresaron en AMPAG, si es que no
lo estaban, al tipo de terapia que se indicó según el caso: grupal, individual, de pareja o familia; y se
comprometieron a asistir a reuniones periódicas –que llamamos reuniones “mamut”- con los equipos
terapéuticos de sus hijos, a las que asistirían también los niños.

Se organizaron tres grupos de niños: El G.I.N. 2A de niños hasta de seis años; el G.I.N. 2B de
niños hasta de 11 años y el G.I.N. 2C de púberes.

A poco de iniciado el trabajo, se decidió formar un cuarto grupo, el de padres y acompañantes,


con reuniones paralelas a los niños, dado que mientras los esperaban en el exterior del edificio, se
agrupaban espontáneamente, creando un “ruido” que resultaba resistencial. En adelante se
institucionalizó el grupo de padres con un carácter didáctico y de orientación, ya que contaban los
padres con sus propios tratamientos y con las reuniones “mamut”, periódicas, donde se reunían con los
niños y sus terapeutas.

Los grupos de niños se planearon d ambos sexos y abiertos, hasta llegar al cupo máximo de
nueve, cerrándolos en adelante. Se trabajaría una sesión de sesenta minutos por semana, durante dos
años, y la coterapia se transformaría en triterapia. Estas dos últimas variables se introdujeron en
función de los requerimientos del Instituto de AMPAG.

Durante los dos años de la experiencia, el grupo de terapeutas del Taller de Niños nos reunimos
una hora o más, antes y después del trabajo clínico con los grupos terapéuticos, a fin de planear, discutir,
supervisar en forma cruzada y elaborar, las experiencias que estábamos viviendo en nuestros respectivos
grupos.

El resumen de la experiencia con el G.I.N. 2ª, de niños pequeños, está a cargo de la Dra. Adela
Jinich de Wasongarz.

1. VARIABLES TECNICAS INTRODUCIDAS

Desde luego se menciona la prolongación del proceso hasta dos años, anunciada de antemano a los
padres y a los niños, y la triterapia. Una más, muy inquietante por cierto, que se introdujo a poco tiempo
de iniciado el proceso, y fue el embarazo de nuestra coterapeuta, quien sólo se ausentó del trabajo grupal
por unas pocas sesiones, en la época de su feliz parto.

Otra variable fue la introducción de un tercer tiempo con consigna, al final de cada sesión: “La hora
de poner las cosas en su lugar”, que son anunciadas por los terapeutas.

Una última variable, fue la introducción en la sala de juego de doce grandes cojines, que
substituyeron a las sillas de plástico del diseño original. La sala de juego quedó constituida así, por una
habitación rectangular de aproximadamente 25 mts² con alfombra, un pizarrón, gises, borrador y doce

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cojines aproximadamente de 70 x 70 cms. Dos ventanas al exterior y una puerta con acceso a un pasillo,
a un baño y al patio del edificio.

2. EL AGRUPAMIENTO

Reunimos en total a cinco niños y cinco niñas de siete a once años de edad, con un espectro
psicopatológico desde la neurosis obsesiva, hasta los trastornos “borderline” y psicosis infantil,
incluyendo depresión, actuación suicida, vinculación simbiótica y bajo rendimiento escolar. El grupo
quedó, definitivamente, conformado por ocho miembros tras la deserción temprana de una niña muy
esquizoide a la que ya me referí antes, y de la separación de otra, a quien se recomendó pasar a un grupo
de púberes.

3. EL PROCESO TERAPEUTICO

En cada sesión se siguieron los tres tiempos ya descritos: Acción, pensar y acomodar; el primero sin
consigna y los dos últimos con las ya mencionadas consignas de “Hora de pensar” y “Hora de poner las
cosas en su lugar”. Al principio, el tiempo de la acción consumía los primeros 45 minutos de sesión, la
“Hora de pensar” aproximadamente 15 minutos y sus últimos minutos estaban dedicados a “Poner las
cosas en su lugar”.

Pero, conforme evolucionó el grupo, se advirtió una serie de fenómenos, que ahora hemos reunido
bajo la denominación común de “Efecto G.I.N.”, al que luego nos referiremos, en el que se incluye la
tendencia a la inversión de los valores de duración de los dos primeros tiempos descritos. Así que,
cerca del final de la experiencia, el tiempo de acción consumía sólo 15 ó 20 minutos y el resto del
tiempo abarcaba propiamente a lo descrito como “Hora de pensar”.
La apertura se realizó como de costumbre, sin consignas, interpretando en el aquí y ahora la
ansiedad, los roles defensivos y los movimientos de fragmentación grupal, las alianzas, ataques y
fantasías primarias en la transferencia.

La acción, propiamente dicha, la iniciamos los terapeutas lanzando cojines a los niños, que muy
pronto nos eran devueltos, primero tímidamente y luego con jubiloso entusiasmo, dando oportunidad a
la evacuación de cada vez más altos niveles de agresión, mediante la motilidad y la verbalización
escatológica, coprolálica. Los cojines fueron un medio eficaz para estos fines, aunque y directamente
con los niños, jugando o luchando, según su iniciativa.

La “Ley del grupo”, ley de doble valencia a la que nos hemos referido, fue formulada desde el
comienzo, y en ella nos apoyamos para limitar el exceso de violencia. Sólo en una ocasión nos vimos
obligados a suspender, por una sesión, a una niña que violó la norma de no usar el borrador para agredir.

Cuando alguno de los terapeutas omitían la consigna de “Hora de pensar”, suspendíamos, la


acción, nos sentábamos en rueda sobre los cojines, invitábamos a los niños a seguirnos, y los terapeutas
iniciábamos un diálogo, primero reconstructivo de los eventos vividos en el grupo, y luego interpretativo
en el aquí y ahora, al que pronto se adhirieron los niños.

Como procedimiento de rutina, los niños tenían libertad de aislarse o de salir de la habitación, y
los terapeutas el de permanecer dentro de ella, interpretando el sentido de la separación en la primera

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oportunidad, sea durante la acción, o en el segundo tiempo, en la “Hora de pensar”. Fue muy evidente
para nosotros, desde la apertura, que el trabajo grupal ejercía un singular atractivo sobre los niños, casi
una fascinación, en lo que nos apoyábamos para confiar en que regresarían tras abandonar la sala de
juego, impelidos por la fuga persecutoria o, simplemente, por el deseo de no participar.

Más adelante, la contingencia del embarazo de nuestra coterapeuta la Dra. Raquel Springer, que
ciertamente los niños percibieron y expresaron procedente, centró el trabajo grupal en el texto del Edipo
y en el contexto de la historia de cada individuo.

El anuncio del parto, integró al grupo en juegos dramáticos de contenido canibalista;


sobrevinieron ansiedades persecutorias agudas y finalmente intentos de integración reparadora, que no
impidieron las expresiones de violencia cuando la coterapeuta reapareció en el grupo.

La incorporación del tema del afuera objetal en la comunicación de los niños dentro del grupo,
amplió el campo de trabajo y el espectro de la integración, de las dramatizaciones y de los “doblajes”.
El ejercicio de la motalidad, como forma de expresión autónoma, dejó lugar a manifestaciones de mayor
organización grupal y socialización con menor violencia y con mayor solidaridad.

En la fase de cierre de la experiencia, que ocupó los últimos meses de trabajo, la capacidad de
organización grupal alcanzó sus mejores niveles tanto en la acción, mediante actividades colectivas,
como en el trabajo analítico individual. Las actitudes depresivas y reparadoras del grupo se expresaron
con una fiesta que organizaron los niños, aportando los medi9s apropiados. A los terapeutas nos
asignaron alguna tarea a ciertos encargos, pero mantuvieron en secreto un obsequio que una niña entregó
a cada uno de sus compañeros y a nosotros los terapeutas. En el carácter del obsequio se simbolizó la
recién confirmada capacidad de crecimiento y autonomía.

La entrega de los niños a sus padres, a evaluación final y las recomendaciones, se realizaron en
una última reunión grupal conjunta.

4. RESULTADOS OBTENIDOS

Seis casos fueron dados de alta por remisión de cuadro clínico original y modificaciones
substancialmente favorables del “rol” dentro de la organización familiar y escolar.

En dos casos se dio por terminado el tratamiento sin alta. En uno de ellos se registró una
importante mejoría sintomática, pero no se modificó el vínculo simbiótico con la madre. En el otro caso
tampoco se modificó el vínculo casi adhesivo, de una niña con su hermano menor, aunque se registraron
algunos cambios sintomáticos de tipo adaptativo. En los dos casos recomendamos retomar el
tratamiento ulteriormente.

Dos casos fueron deserciones tempranas, como ya se refirió.

Grupalmente se transitó hasta la capacidad de organización, solidaridad y reparación. El grupo


abatió sus características fronterizas originales, tanto como las obsesivas. Es decir, se restringieron los
extremos del espectro psicopatológico original.

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5. CONCLUSIONES DEL SEGUIMIENTO

El seguimiento fue realizado por un equipo de seis psicólogos pasantes de la Maestría en Orientación
y Terapia Familiar de la Universidad de las Américas, coordinados por la Psicóloga Martha Pinjasi.
En el curso de un año, una pareja de visitadores concurrió, en un mínimo de dos y un máximo de tres
ocasiones, a los domicilios de cada uno de los niños que formaron parte de nuestro grupo, previa cita
con los padres. Los familiares de los niños estaban informando el seguimiento desde tiempo atrás. El
equipo contó con los protocolos originales, la evolución de los pacientes dentro del grupo y con nuestra
evaluación final.

Su estudio, aunque tuvo por motivo a cada uno de los que fueron nuestros pacientes, se centró en la
familia, en su dinamia y organización fundamentales. La interpretación que hacemos de los reportes de
las entrevistas es la siguiente:

1. En los casos que no fueron dados de alta, perduró la actitud simbiotizante de la madre hacia su
hijo, en un caso; y la privación emocional en los hermanitos adheridos, en el otro, con un padre
pasivo, una madre que los abandonó y una madrastra que aportó dos nuevos niños, de ella, a la
familia.

2. En los casos dados de alta, la mejoría se mantenía al año del seguimiento, aunque precariamente
en un caso, por la desorganización de los padres, separados y en conflicto. En los otros cinco
casos la mejoría se sostuvo, pero el estudio de la familia anunciaba, en dos casos, que el paciente
señalado sería, pronto algún hermano de nuestros pacientes.

6. DISCUSION

6.1. El procedimiento de selección presentó fallas en la evaluación de la motivación para el


tratamiento en los padres de dos casos, aunque en uno de ellos se mantiene la duda respecto a la
indicación del procedimiento en casos de psicosis infantil.

6.2. Se puede suponer que la extensión del proceso hasta dos años, guarda relación con los
resultados obtenidos. Sin embargo no se podrá sostener tal cosa hasta contar con los resultados de
una variable temporal diferente.

6.3. La triterapia no modificó sustancialmente la intención proyectiva de una familia en el G.I.N. Se


resolvió espontáneamente, dentro de la trama edípica, por el desplazamiento de alguno de los tres
terapeutas hacia un “rol” no parental, que secundariamente fue aprovechado para el “doblaje”, o la
dramatización de alguien desplazado.

6.4. El emergente del embarazo de la coterapeuta operó como catalizador de las fantasías edípicas y,
por tanto, favoreció el proceso. Pero en la experiencia del Dr. Héctor Socorro y en la mía propia,
constituyó un factor de preocupación por el riesgo de nuestra colega.

6.5. La consigna de “Poner las cosas en su lugar”, propició en la fantasía y en la realidad la


reparación, ya iniciada en la “Hora de pensar”; disminuyó la culpa y las ansiedades persecutorias y
estableció un marco formal entre el juego del adentro y la realidad cotidiana del afuera. Favoreció,
igualmente el retorno de los niños, desde la regresión que impone el primer tiempo.

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6.7. El seguimiento de los casos, demostró que el tratamiento de los padres es el “Talón de Aquiles”
del procedimiento. El Edipo no resuelto de los padres, transforma a la familia en un “caldo de
cultivo” de la psicopatología, al que retornan nuestros pacientes. En algunos caos, su lugar en la
familia fue ocupado por otro miembro más débil, ahora futuro paciente señalado. En todo caso, nos
percatamos de las limitaciones de un grupo didáctico de orientación a padres como el que
implementamos, y de una actividad terapéutica analítica que, como es natural, sólo a largo plazo
resuelve el nudo proyectivo del Edipo, que los padres realizan con sus hijos.
De la experiencia con el G.I.N. 2 el Taller de Niños de AMPAG, integrado en ese momento por
los Dres. Dupont, Wasongarz, Márquez, Pulido, Socorro, Springer, Bicas, Benenati, Vázquez,
Guadarrama y Siniego, produjo cinco trabajos científicos, que fueron presentados en diferentes eventos
académicos. (*- ****)

EL G.I.N. 3

En 1980 el proyecto G.I.N. se incorporó en el instituto Mexicano de Psicoterapia Psicoanalítica


de la Adolescencia (IMPRA). Siete estudiantes avanzados de su Instituto, supervisados por uno de
nosotros (M.A. Dupont) trabajaron con niños de 8 a 11 años y con sus padres, siguiendo la técnica del
G.I.N. 2.

Se introdujeron las siguientes variables:

1. A los equipos de trabajo se añadieron dos terapeutas: la Dra. Ma. Elena Castro S., quien se
encargó de las entrevistas iniciales y finales a los niños y a sus padre, con fines de
evaluación, y que asistió a todas las reuniones del equipo en calidad de relatora de la
dinámica del grupo de terapeutas; y la Dra. Zita B. Chao, quien se encargó de la coordinación
del trabajo y del enlace con la Clínica y el Instituto del IMPPA.

2. Con el grupo de niños trabajaron sólo dos terapeutas: la Dra. Magdalena Juárez y el Dr.
Marco Aurelio Morales.

3. Con el grupo de padres y acompañantes, trabajaron tres terapeutas: los Dres. Ileana Crespo,
Reyna Montes y José Luis Hernández.

4. El trabajo con los niños y con sus padres tuvo duración de un año.

En la evaluación de los resultados obtenidos, hallamos que de un grupo de nueve niños, cuatro
desertaron precozmente y cinco fueron dados de alta al final de la experiencia. En el examen de las
deserciones, se descubren análogas razones que en el G.I.N. 2, en lo que afecta a la limitación de las
motivaciones de los padres, tanto para el tratamiento de sus hijos, como para su participación en el
grupo de padres.

(*)
“La educación de los Padres a través de la enfermedad de los hijos”
(**)
“G.I.N. 2” (Grupo Infantil Natural 2)
(***)
“G.I.N.2” Una Experiencia Institucional
(****)
“El Taller de Niños: Una alternativa en el campo de la salud mental”. Tesis Dra. Raquel Springer
(*****)
“El cuerpo: Un instrumento básico de comunicación en la Psicoterapia grupal de niños”.

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En general, los protocolos de las sesiones del grupo de padres, confirman la naturaleza de la
dificultad fundamental. La perduración en los padres de una solución edípica patológica, que se
constituye proyectivamente en vínculos con los hijos.

Los resultados obtenidos grupal e individualmente con los niños, sugieren que el procedimiento
es operante, en cuanto al proceso y a la evolución terapéutica ulterior, aún con la duración de un año.

De esta experiencia, se produjeron cuatro trabajos científicos, como tesis profesionales (* _ ***).

EL G.I.N. 4

Esta experiencia se inició en AMPAG en febrero de 1982 y a la fecha tiene siete meses de
desarrollo. Está planeada para un año de duración. En lo que respecta al grupo de niños, sigue los
lineamientos técnicos ya sistematizados anteriormente, con la única innovación de realizarse en cámara
de Gessel y filmarse cada sesión. El equipo terapéutico lo forman los Dres. Cesar Garza, Juan
Guadarrama y Matilde Guerrero de Márquez, trabajando con nueve niños, cuatro mujeres y cinco
hombres, de seis a once años de edad, en un grupo ya cerrado. Este equipo hará una presentación
audiovisual sobre el trabajo que están actualmente desarrollado.

| Tras la cámara de Gessel, nos mantenemos Adela Jinich de Wasongarz y Marco Antonio Dupont,
que coordinamos la experiencia.

Desde esta nueva perspectiva hemos podido percatarnos, una vez más, de un conjunto de
fenómenos grupales que aparecen en ciertos momentos del proceso terapéutico y que hemos
denominado genéricamente “Efecto G.I.N. (ver esquema de la pág. 31).

La experiencia propia como terapeuta, la observación del grupo tras la cámara de Gessel y el
diálogo con los terapeutas, nos permiten conceptuar el “Efecto G.I.N.” como una transformación del
campo, texto y contexto del proceso grupal, en el siguiente sentido: una vez terminada la fase de
apertura, e instalado el desarrollo del proceso terapéutico y cuando se ha llegado el clímax de la acción
durante varias sesiones, la actividad física de los niños tiende a decrecer extensiblemente. La agresión y
la ansiedad comienza a expresarse más con la palabra que con el cuerpo, y la fragmentación grupal
aparece más por la búsqueda de nuevos estímulos, que por la actuación de ansiedades persecutorias.

(*)
Castro Sariñana, Ma. Elena. 1981. “Estudio comparativo de un grupo de niños, antes y después de su participación
en el G.I.N. 3”.
(**)
Chao, E. Zita. 1981. “Grupo Infantil Natural 3 G.I.N. 3”.
(***)
Montes de Castro, R. J. 1981. “Investigación sobre actitudes filicidas en un grupo de orientación a padres con hijos
en psicoterapia de grupo.
(****)
Crespo de Martínez, Ileana, I. 1981. “Investigación sobre permanencia y deserción en un grupo de orientación a
los niño del G.I.N. 3”

Página | 31
Coincidiendo con estos fenómenos, las experiencias emocionales de los terapeutas, que se
pueden inscribir dentro de su contratransferencia, incluyen un cierto grado de fatiga física, desaliento o
desconcierto que se resuelve en el deseo de iniciar alguna actividad de mayor organización yóica.

Los hechos demuestran que este es el momento de permitir más tiempo a la “Hora de pensar”, y
acceder así al naciente impulso integrativo del grupo mediante la palabra, la reflexión y el pensamiento.

De esta manera, cercano al cierre del proceso, la duración de los tiempos de la sesión se descubre
invertida: el primer tiempo, el de la acción breve; y el segundo tiempo, la “hora de pensar”,
notablemente prolongado.

Teóricamente ubicamos el “Efecto G.I.N.” en el área de tránsito donde, evacua en buena medida
la ansiedad y la agresión; incrementada la tolerancia a la frustración, e internalizándose el proceso
terapéutico con sus personas y personajes, tiene lugar la paulatina y progresiva instalación del proceso
secundario, del principio de realidad, de la capacidad simbólica restaurada, del impulso epistemofílico y
del placer en pensar y comunicar los pensamientos.

Se asiste a la inauguración de las posición depresiva en la organización grupal y poco más


adelante suelen aparecer las tendencias reparadoras en los individuos del grupo infantil.

Por lo que respecta al grupo de padres, está a cardo de los Dres. José Alberto Siniego y Silvia
Benenati de Siniego, quienes presentarán un trabajo sobre el procedimiento técnico que han diseñado
para trabajar con el grupo de padres de niños en el G.I.N. 4. Adelantaremos sólo que en él se incide
analíticamente sobre el vínculo proyectivo de los padres con sus hijos donde se halla impreso el Edipo
de aquellos.

Lo han sido, gracias al esfuerzo y a la confianza de muchos.

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“E F E C T O G I N”
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D DESARROLLO
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D O T E R A P E U T I C O
S

T I E M P O D E L P R O C E S O
T E R A P E U T I C O

En este esquema se hace gráfica la apertura del proceso terapéutico, donde la intensidad de la
acción es notablemente mayor que la capacidad de pensamiento. Las proporciones se invierten en el
cierre: la capacidad de acción. Se supone que la acción evacua ansiedad y agresión, que interfieren el
proceso de pensamiento.

Entre apertura y cierre se intercala el proceso terapéutico del Grupo Infantil Natural, donde se
genera el “Efecto Gin”.

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ALGO QUE NUNCA PUEDE CAUSAR DAÑO:

UN ACUARIO

Dra. Adela Jinich de Wasongarz

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ALGO QUE NUNCA PUEDE CAUSAR DAÑO: UN ACUARIO

Cuesta muy poco y sin embargo es maravilloso: cubre el fondo de un recipiente de vidrio con un
puñado de arena limpia, hinca en ella un par de ramitas de plantas acuáticas comunes, vierte con cuidado
unos litros de agua potable y coloca tu acuario en el alféizar de una ventana donde le dé el sol. Tan
pronto como el agua se ha aclarado y las plantas empiecen a crecer, introduce un par de pececillos o,
mejor aún, ve con un frasco y un pequeño salabardo a la charca más próxima, filtra el agua con la
pequeña red y tendrás multitud de organismos para poblar tu acuario . . .

Página | 35
INTRODUCCION

Finalizados los dos años de la experiencia terapéutica: Grupo Infantil Natural (G.I.N. 2) que fue
vivida como un proceso de descubrimiento y modificaciones, como una espiral en constante cambio, la
presentación de este trabajo pretende dar a conocer los métodos utilizados, los resultados obtenidos y los
futuros cambios que habremos de implementar.

Buscamos la cristalización de un método que no está comprobado del todo en sus bondades; nos
consideramos el Dr. Dupont y yo expertos-inexpetos: expertos investigadores según el papel asignado
por la institución A.M.P.A.G. e inexpertos que admiten un buen margen de ignorancia y que se
enfrentan a los pacientes con responsabilidad y respeto.

De estos dos años de sesiones resulta un cuento muy largo, matizado de anécdotas, de vivencias
dolorosas, de sobrecarga emocional, de gratificaciones, de miedos grupales, de intensas angustias
fóbicas; de lucha y fuga, de dispersión y reencuentro; pero quisiera detener la acción y comenzar a
relatar la historia.

DIAGNOSTICO

Como terapeutas de niños debemos observar, registrar y tratar de elaborar las ansiedades de
origen intra y extrafamiliar, ya que desde el planteamiento teórico del módulo –taller de niños-
pensamos que llega un momento en el proceso del desarrollo del niño en que ya se ha generado una
psicopatolología cuya génesis está en una falla o factura de las funciones que debe ejercer la estructura
familiar.

Estos nos llevó a establecer tiempos de reflexión que girar en torno de los niños, los padres y los
terapeutas. La vivencia del proceso terapéutico y el impacto psicosocial motivado por la confluencia de
un número importante de miembros que en determinado momento se encuentran en el taller (pacientes,
padres, hermanos, abuelos, acompañantes, secretarias, terapeutas, etc.).

Consideramos que las medidas diagnósticas son elementos semánticos de “visibilidad parcial”
porque sabemos que a lo largo del proceso regresivo y terapéutico se nos va a ir mostrando una situación
clínica más clara. Winicott nos recuerda que frente al diagnóstico fijo del psiquiara, el psicoanalista
pone en juego las diferentes facetas de un diagnóstico que evolucionará paralelamente a los reajustes
operados por el paciente “así por ejemplo puede ver en lo que se llama psicosis en el niño, un
hundimiento de las defensas o más allá del síntoma, se esfuerza por situar lo que en la historia del sujeto,
en una etapa de dependencia precoz, puede representar un fracaso del medio”.

Creemos que lo importante es saber cómo movilizar el aparato mental del niño tomando en
cuenta tantos sus posibilidades regresivas como la progresión a la salud. Se trata de encontrar a través
de la invención y el juego “una posibilidad de superar la situación conflictiva, incluso de mantener (sin
hundirlo) el contacto con los procesos primitivos que, cuando se reprimen, dejan huellas asociadas a un
empobrecimiento”(1) (2).

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GRUPO DE NIÑOS DE 4 A 6 AÑOS

Terapeuta: Adela Jinich de Wasongarz (rol de experta)


Ma. Teresa de la Serna y Raúl Pulido.

Seleccionamos a nuestros pacientes niños tomando en cuenta niveles yóicos de acuerdo a su


edad, por ejemplo cierta capacidad de verbalización y comunicación, inicio de socialización escolar, un
mínimo de confort familiar y económico, la posibilidad de que sus impulsos puedan ser controlados
dentro de un contexto terapéutico y un grado de “sufrimiento” en el niño que lo lleve a tener conciencia
de sus dificultades y ganas de “curarse” aceptando desde ellos su participación en el grupo. Siguiendo a
Winnicott, pensamos que un síntoma no necesita ser suprimido, es preferible comprender su causa
inicial, descifrar lo que el niño intenta decir con ello en “forma ruidosa”, en un lenguaje sin palabras;
para ello “la escucha de psicoanalista debe ir más allá del síntoma del que el niño es portador, extenderla
hasta el medio familiar, escolar y social” (1), (6).

Nuestro grupo se formó con diez pacientes, tres niñas y siete niños que deberían asistir durante
dos año; en ese tiempo de terapia dos niños intentaron desertar logrando finalmente integrarse al ritmo
del trabajo grupal, de manera que los diez niños terminaron la experiencia. Dos de los niños que se
incorporaron al grupo presentaron severa inhibiciones (Vanesa y Juan Manuel) que en las primeras
sesiones no parecían ser tan graves.

GESTALT DEL GRUPO

La gestalt del grupo puede definirse como sigue: predominio de altos niveles de ansiedad en los
niños o casi nada fundamentalmente por la desestructuración familiar y por conflictos violentos en la
pareja que dificultaban su triangulación, dejándolos en una posición esquizoparanoide grave que se
manifestó intensamente en contenidos orales y sádicoanales en su conducta dentro de la hora
terapéutica. Dos de los niños tenían padres divorciados y los padres de otros se divorciaron durante el
proceso terapéutico. Los niños presentaron graves dificultades para la socialización y adaptación
escolar y mostraron conflictos en el aprendizaje. Eran en su mayoría niños aislados con serias
perturbaciones en la comunicación y trastornos del lenguaje. De los siete niños, cinco eran enuréticos,
no así las niñas, sin embargo coincidieron en todas las demás dificultades.

Todos presentaron una intensa liga simbiótica con la madre, muchas veces utilizada por ésta para
agredir o excluír al padre. La madre patentiza en la sintomatología de su hijo su propia crisis y la crisis
con su pareja en el ámbito familiar, generalmente es ella quien inicia la consulta ante la falta de apoyo
del tercero que es el padre o compañero; es como si nos dijera: “el niño está enfermo porque el padre no
está”, por lo que nuestra primera intervención se dirige más hacia el deseo de la madre que es el hecho
de que su hijo se quede “pegado a ella” haya o no padre. La segunda intervención va hacia lo
institucional: de acuerdo con nuestra observación de la población que asiste al Taller de niños “las
madres son las señaladas” (conforme con la cultura predominante) como las responsables de la
patología del niño y del éxito o fracaso del mismo. Esto se infiere a partir de la presencia de las madres
y la resistencia a partir de la presencia de las madres y la resistencia-ausencia de los padres, no sólo del
taller de niños sino de cualquier opción terapéutica. La madre se “victimiza” a sí misma y a los hijos
impidiendo su desarrollo y alimentando las actitudes regresivas de los mismos.

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En conclusión cabe decir que resultó impactante el alto nivel de patología de los padres, que se
dramatizó en pobres estructuras familiares y relaciones sadomasoquistas entre ellos y sus hijos.

INICIACION DEL GRUPO

El grupo comenzó con enormes dificultades en el setting terapéutico para la separación de las
madres y sus hijos. La resistencia de ambas partes fue evidente y desencadenó los llantos de algunos
niños y la negativa a entrar por parte de otros, lo que provocó tensión y confusión en el equipo
terapéutico. En las primeras sesiones se incluyó a la madre de un niño a quien denominamos “la tigresa
atrapando a su cachorro”, y al abuelo de otra, y con ellos intentamos trabajar la angustia de separación
que se presentaba en forma abrumadora.

Pensamos que se repetía la situación de angustia que se vive en el primer día de clases pero
obviamente más intensa frente a la inserción de lo terapéutico y la ambivalencia de las madres (esta
separación va en serio, los traigo porque quiero ser ayudada y ayudarlo, pero me resisto por el temor de
quedarme sola). De ahí la necesidad de que la institución se convierta en un continente de las múltiples
ansiedades de la familia. Fue impactante la forma en que nuestro grupo dramatizó inmediatamente la
simbiosis que tuvimos que abordar, atendiendo la angustia de las madres por un lado y la de los
pacientes por el otro.

A continuación, los niños nos introdujeron en su “mundo interno” que empezó a proyectarse en
el grupo estimulado por la angustia que les producía estar agrupados y por la intervención de los
terapeutas. Desde las primeras sesiones perciben que esto es algo diferente, no es una reunión social ni
una clase, nosotros no somos cuidadores ni maestros y el nivel de interrelación es el temor y la
desconfianza. (2)

CONCEPTO DE AGRUPALIDAD

Acerca del concepto de agrupalidad de niños d estas edades, consideramos de gran utilidad
terapéutica usar los “pares”, sus compañeros, ya que los niños se reconocen y encuentran sus diferencias
entre ellos y los adultos. Consideramos que los niños requieren de una experiencia de “espejo” dentro
de su gran necesidad de atención que los lleva a autoafirmarse frente al reconocimiento y la tolerancia
de sus compañeros.

La presencia de otros niños ofrece la posibilidad de diversas alternativas “objetales” frente a la


primitiva noción que tienen de ellos mismos, así pueden seleccionar ente los otros niños y los terapeutas
relacionándose con los aspectos de los otros que les son más compatibles, urgidos por sus necesidades
de ese momento, por ejemplo pueden buscar una conexión simbiótica con otros miembros del grupo o
usar de modelo a un compañero que utiliza diferentes estrategias, o proteger a uno más desvalido, así
como acercarse o rechazar a tal o cual terapeuta. (4) (5).

PRIMERAS SESIONES

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Poco a poco los niños empiezan a explorar el territorio, a sus compañeros y sobre todo a los
terapeutas. Frente a la intervención de éstos, los niños se agrupan, se identifican, se protegen y se
esconden en el baño anexo al grupo que tiene una tina llena de cojines. Dejan fuera a los más llorones y
a los “pegados a sus acompañantes”, que tiene que decir si se quedan o se agrupan. Este esconderse
metiéndose en la tina entre los cojines provoca risas, excitación, intentos de llantos, entonces los
terapeutas sugerimos un juego: “sacarlos”; ellos se defienden, atacan y así, sin darnos cuenta se empieza
a “reproducir una especie de parto colectivo”.

Hacemos la interpretación y les pedimos a los niños que nos digan si quieren “nacer” y poco a
poco aparece el coro de todos los participantes: “queremos nacer, queremos nacer, queremos nacer”. Al
ir saliendo-naciendo, surge la necesidad de atender a cada uno, las demandas son muy intensas y en ese
momento tres terapeutas no son suficientes, hay que contener, calmar, “apapachar”, separar a los más
fuertes de los más débiles.

SETTING TERAPEUTICO

Contamos con un cuarto amplio, alfombrado y otro adyacente con baño integrado, pizarrón, gises
y cojines. Hago especial mención a los cojines, porque fueron teniendo diferentes usos, por ejemplo: el
de refugio o escondite, en el ser usados en el juego como elemento catárticos: guerra de cojinazos, echar
brincos formando una alberca, organizar competencias o como arma de ataque y defensa.
Posteriormente se usaron para la construcción de un “horno” lugar de refugio o castigo para terapeutas y
niños y terminaron utilizándose para la construcción de una “casita”, “la casita del grupo”, donde viven
los tres monstruos que terminaron siendo más amigos que monstruos.

PROCESO GRUPAL

Poco a poco empezamos a poner cierta estructura y ritmo en las sesiones. Iniciábamos cada
sesión con gran expectación: a ver qué se les ocurre ahora. Nos introducíamos en el proceso dejándonos
conducir por ellos, intentando rescatar las fantasías grupales que se iban gestando.

a) Los niños preparan el salón, se quitan las sillas y todo objeto que pueda resultar peligroso.

b) Se quitan los zapatos

c) Se inicia la acción que sólo muestra el deseo de brincar y moverse, que la consideramos una
especie de “calentamiento grupal” mientras terminan de llegar los demás niños.

d) Comienza la acción que lleva la función de promover la regresión (evacuación).

e) Se produce la interacción dinámica, donde surgen predominantemente fantasías de castración


y abandono.

f) Se inicia el proceso elaborativo, donde los terapeutas empiezan a interpretar lo que ha estado
sucediendo.

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g) Se promueve el reencuentro o conciliación, generalmente todos los niños participan en el
arreglo del cuarto y comentan los sucedido y lo llamamos el “momento de reparación, que
con la progresión del proceso grupal se irá instalando la “hora de pensar”.

Desde los primeros momentos de su agrupación, se hizo evidente la separación de papeles y de


modalidades de acción entre las niñas y los niños. Los niños actúan y se mueven todo el tiempo, las
niñas en cambio tienden a dramatizar el “buen comportamiento” y la no acción que trasciende en
parálisis y empiezan a jugar el papel “superyóico” del grupo. Los varones son solidarios entre sí y
evitan a las niñas, en cambio éstas sienten mayor curiosidad hacia los niños hacia los niños e intentan
acercarse a ellos.

Todo se mueve en un proceso de inclusión-exclusión entre terapeutas y niños, de los niños entre
sí y entre los mismos terapeutas. En los niños la acción se dramatiza en un juego de acción impulsados
por una compulsión a la repetición y en una disociación constante de pares antagónicos: perseguidos-
perseguidores; niños-niñas, pasivos-activos, sometidos-sometedores, adultos-niños.

Poco a poco los niños fueron aceptando la estructuración de los límites y las consignas y se fue
conformando la propia historia del grupo, donde surgieron las leyes internas que regirán la vida grupal.
Los chicos comenzaron a distinguir el adentro del afuera, “lo que se vale adentro” y lo que se puede
hacer afuera, lo rescatan y aplican en su vida cotidiana. “Este adentro afuera es otro de nuestros
principios organizadores). Respetan cada vez más ese tiempo de estructuración que es el arreglo del
cuarto, fin del caos del juego y de la regresión, principio de la progresión, salir a la superficie, salir “más
organizado”.

CONTINENTE Y CONTENIDO DE LAS SESIONES

Hasta este momento, hemos descrito un proceso en el que se produce una importante regresión
que dura muchos meses. Propiciamos tal movimiento porque es en este proceso donde se manifiestan
los impulsos eróticos, libidinales y agresivos, así como una posición masoquista de los niños; es nuestro
material analítico. Los niños dramatizan espontáneamente, no tenemos que sugerírselos y en su
conducta hemos ido observando sesión tras sesión cómo se desarrolla el conflicto que parte de la
situación grupal (conflicto externo), que representa su mundo interno objetal y es la proyección del
juego de esta internalización lo que se reproduce en la terapia. En una sesión por ejemplo, trabajaron las
figuras paternas abandonadoras, los padres monstruos o los padres fantasmas que aparecen y
desaparecen. Cada niño actúa a través de la ventana y ante la mirada de los demás; a sus actuaciones les
ponen el nombre de sus padres. Después de trabajar un buen rato en forma integrada terapeutas y niños,
éstos deciden salirse, los terapeutas sentimos que ahora son los hijos los que nos abandonan “nos
largan”, así los verbalizamos y ellos dicen que sí actuando activamente lo que han recibido pasivamente.
Frente a la verbalización de este deseo, los niños reaccionan de diferente manera, por ejemplo Rodrigo
no contesta, se hace el sordo pero trabaja acomodando los cojines, en cambio Vanesa por primera vez
verbaliza con claridad cómo se pelean sus padres. Se les une Gabriela quien da una amplia información
de lo que sucede en una casa. Posteriormente se implementa una especie de juego-competencia entre
ellos y les interpretamos que es para probar quién es el preferido de cada terapeuta, todos asienten y
hacen piruetas. Cuando termina la sesión se nos acerca una madre para reclamar por qué su hijo
continúa deprimido y termina por dar información de un pleito muy violento entre ella y su marido
frente a sus hijos.

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FUNCIONES DE LA TERAPIA

1) Catártica:

a) Liberación instintiva, b) liberación de ansiedad. Tiene una función que se implementa


donde hay un límite de tiempo y un espacio dentro de lo catártico que sería lo terapéutico.

2) Función evacuativa: vista desde la compulsión a la repetición (representante del impulso


destructivo).

3) Depositaciones de identificaciones proyectivas en el setting terapéutico.

Ejemplo: Primera secuencia: “La llegada de uno nuevo”. El grupo lo resiente y se pregunta qué
hacer para espantarlo, algunos de los niños empiezan a armar pleitos; surge el impulso agresivo pero se
instrumenta, ellos ya saben organizar sus propios rounds de lucha. Se señala que desean atemorizar al
nuevo para que se vaya, pero también estos sirve para detectar cómo es el que llegó, el que se pelea con
el nuevo es el líder del grupo que defiende su lugar, si pierde él decidirá hacerle un lugar (curiosamente
por decisión grupal siempre quedan empatados). Segunda secuencia: regresión y la defensa de la
simbiosis: Cuando los niños perciben la presencia de una “mamá pegada a un niño” o viceversa, este
niño es muy criticado o el grupo se desorganiza y la sesión termina en un caos.

PUNTOS DE FIJACION

Si llevamos al niño a un regresión (como proceso individual y grupal), detectamos lo que de


alguna manera quedó trabado y que se expresa en la hora terapéutica, por ejemplo la necesidad de los
niños de ingerir alimento (algunos llegan comiendo y comen durante toda la sesión), de jugar con agua
(el descubrimiento de la manguera y mojarse cuando llueve), tocar arena y a sí mismo, sentir, es decir
las situaciones de piel, de contacto corporal; la necesidad de contención física, los momentos de
violencia y los recursos que un niño puede tener para defenderse. Intentamos rescatar la autoestima
señalando lo que el niño “sí puede hacer, inventar o descubrir”, parece que se suelta el nudo y el niño
puede continuar creciendo. Así, Vanesa es la niñita seductora que tiene una enorme necesidad de
contacto, se chupa el dedo y se masturba. Juan José representa la violencia desde lo corporal, habla
mal, patea, muerde, se destaca como una amenaza que el mismo grupo tiene necesidad de contener,
ataca siempre “por detrás”, muy a menudo se le señala que pega duro y que duelo. Augusto es un niño
obeso, eternamente enojado, desconfiado, no permite ningún acercamiento. Ramón representa al niño
que no puede jugar, no tiene iniciativa propia, es el títere de la madre y de la abuela, representa el
resultado manifiesto del abandono del padre, es un niño afeminado, pasivo, que obedece, teme a los
hombres del grupo. Rodolfo representa la alianza con el padre a pesar suyo, ya que lo rechaza por las
agresiones dirigidas especialmente a su madre y porque se avergüenza de su alcoholismo, sin embargo
lo quiere, asume el fracaso del padre como propio. Jenny esquizoide, casi autista, actúa como la “mujer
sola” enjuicia al grupo con una actitud superyóica., aunque quiere integrarse al grupo no puede hacerlo.
Gabriela es una niña utilizada por la madre como arma de agresión contra el padre, es la “niña atrapada
por la bruja”. Manolo, el niño hiperquinético, es el termómetro de las tensiones familiares. Juan
Manuel es el “niño autista” radar del inconsciente familiar y grupal. Mauricio niño abandonado por el

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padre, manipula masoquistamente su orfandad y adopta al terapeuta hombre como padre y pareja de su
madre.

No solo trabajamos el desarrollo del YO; desarrollo evolutivo, sino también con la historia que
pertenece a su inconsciente. Sabemos que estos niños han tenido que reprimir escenas violentas y
angustiantes para poder sobrevivir. Es muy claro observar cómo a pesar de que vemos a los niños una
vez por semana detectamos en su conducta la escena o situación que está detrás –el conflicto familiar-,
otro pleito con la pareja.

LA TECNICA

La técnica excluye consignas y juguetes, incluye terapeutas y niños e interpretaciones desde la


acción dramática, y tiene su punto de partida en la interrelación de los miembros del grupo. El proceso
regresivo se detiene cuando aparecen ciertos principios organizadores; uno de ellos es frente a la
agresión: “tengo derecho a hacerte lo mismo que tú me hagas”. El segundo principio corresponde a lo
libidinal: “tengo el derecho y la obligación de devolverte lo que tú me das” digerido a través de la
comprensión y la interpretación. El tercer principio “es la diferenciación del adentro y el afuera”, lo que
puede hacer en la hora terapéutica y no se puede hacer afuera. Esto contiene el caos iniciándose una
fase de organización de juegos, códigos y rituales que nosotros llamamos “La cultura del grupo”.

Queremos destacar varias cosas:

A. La intensidad del proceso regresivo que se extiende en el tiempo del proceso terapéutico

B. El sufrimiento o “stress” de todos los miembros el grupo, especialmente de los terapeutas,


por que no sólo participamos en el momento de la acción, sino también a lo largo de todo el
proceso “en cuanto personas responsables de la experiencia”. Esta vivencia es muy intensa,
sin embargo el proceso regresivo que se genera es nuestra “posibilidad de curación,
“rectificación” e “insight”.

Observamos la facilidad de abordar terapéuticamente a los niños en base a la cercanía, a lo


accesible que es el inconsciente de los niños, a la comprensión del terapeuta y a la acción terapéutica.
(1). Incluímos el abordaje de los problemas familiares que inciden en el niño y que hacen perdurar sus
puntos de fijación (2).

RELATO DE UNA SESION: 5 de septiembre de 1980

Una sesión después de vacaciones: Se nota desde el principio en los niños una pequeña
dificultad de recuperar su espacio y a sus compañeros, pues presentan resistencia de separarse de sus
acompañantes, se sigue la rutina habitual y empieza un participación muy activa de saltos y brincos.
Notamos cambios positivos en alguno de los niños, Juan Manuel por ejemplo está más tranquilo y
empieza a hablar más claramente. Mauricio entabla una lucha más abierta por el liderazgo, en Juan José
no hay ningún cambio, al contrario, notamos mayor dificultad para hablar y Ramón regresa con una
actitud dificultad para hablar y ramón regresa con una actitud sumisa-pasiva, de no participación. El
primer momento sumisa-pasiva, de no participación. El primer momento de la sesión gira en torno de
los intentos de contar qué hicieron en las vacaciones, unos más espontáneos, otros más retraídos, pero
todos se muestran contentos por el reencuentro con el grupo. A esta sesión asisten siete niños y una
niña: Vanesa. Uno de los terapeutas titula la sesión “Blanca Nieves con sus siete enanos”. A Vanesa

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esto no le gusta, se sienta silenciosa, se “pegotea” a una terapeuta chupándose el dedo, su chupeteo es
compulsivo al igual que su masturbación. En un descuido hace un cambio y se pega al terapeuta varón,
pero en forma muy seductora, consideramos que para Vanesa es un logro poder hacer este cambio y lo
verbalizamos.

Segundo momento: empieza a llover y varios niños salen a la lluvia bailando y cantando (no se
los prohibimos). Juan José, Rodrigo y Juan Manuel están encantados, empapándose, entran al salón y
empiezan a desnudarse delante del grupo amenazando a las mujeres (dos terapeutas y Vanesa) con
enseñar su “pipís”, Vanesa reacciona y se pone alegre y excitada pidiéndonos que la acompañemos a ver
los pipas, cuando aparece Ramón con dos velas, las prende y dice siniestramente: “ahora les vamos a
quemar los pipís a los muchachos” logrando que todo el grupo se enoje y lo ataque. Ramón se asusta y
parece no encontrar un lugar n el grupo, ayudado por los terapeutas hace esfuerzos por separarse de las
mujeres y dejar de ser tan marcadamente afeminado, pero no lo logra y se queda sólo en un rincón. A la
salida de esta sesión, la madre de Ramón nos informa que asistió a consulta con un neurólogo por el
problema de la enuresis y que le está administrando cuatro tabletas de Tofranil de 10 mgs. y desde
entonces observa una gran mejoría en sus hijos –eso sí le va a ayudar, opina-.

PAPEL DEL TERAPEUTA

Es un papel de terapeuta, maestro, observador, padre-madre sustitutos, pero de repente juega,


participa, es el más chico, el más grande, el grandote, regañado, insultado o sobreprotegido, sufrido y
maltratado. El hecho de trabajar en “triterapia” (en igualdad de funciones y responsabilidades) permite
que los terapeutas cambien de papel o función. Se distribuían los papeles de papá, mamá, hermanitos y
bebés indistintamente a terapeutas y niños, ¿tendían a recrear la familia feliz?… el terapeuta que se
queda como tercero excluido, se identifica con la fantasía grupal, habla por el grupo y registra la historia
grupal; los terapeutas generalmente cumplimos las funciones de un “objeto interno” del niño;
planteamos un juego que se juega, con un cambio de papeles, como un ejercicio proyectivo-introyectivo.
Los niños pueden visualizar qué les pasa a sus “objetos” y pueden “jugar” con ellos; así ocurre por
ejemplo, cuando se actúan una regresión grupal hasta ser un bebé dentro de la panza de mamá y empezar
a salir con su propio esfuerzo y la ayuda de los terapeutas, otro ejemplo es el de Juan Manuel, que no
puede separarse de su mamá, danza toda hora y hace como que participa, frente a los momentos caóticos
y agresivos del grupo, se excita, se asusta y tiende a esconderse, desde su escondite sostiene monólogos
en los que expresa sus fantasías más terroríficas que acompañan con gestos extraños. Su simbiosis la
dramatiza con su hermana Lourdes que asiste al otro grupo, ambos se escapan de sus respectivos grupos
y Lourdes desde la ventana le extiende la mano a su hermanito permaneciendo largo tiempo de esta
manera. En una ocasión expresó una fantasía en la que mata oral y analmente a su madre y nosotros
jugamos a la mamá que tolera separarse y no destruye ni se destruye y da permiso de moverse.

DESDE LOS TERAPEUTAS

Recibimos mensajes primarios, llenos de contenidos anales y orales, gases, eructos, insultos,
malas palabras, chistes de color, confesiones, peticiones de ayuda. Todo esto se deposita en la sesión
con enorme placer o con mucho enojo; lo que intentamos devolver son mensajes verbales acompañados
de una expresión corporal que recrea una situación que tiene la calidad de mensajes secundarios. El
terapeuta se introduce también en su proceso primario para elaborarlo con los niños y desde los niños:
se refiere, se interpreta, se dramatiza, se relata, por lo tanto más agresiva.

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El grupo termina con la “construcción” del cuento de la casita donde viven los tres monstruos o
gigantes; los niños se despiden de sus compañeros y de sus terapeutas con una “fiesta dolorosa” que
ellos mismos proponen y organiza. Se detiene la acción… se afianzan los logros terapéuticos de cada
uno de los niños y se separan de sus terapeutas más amigos que monstruos…

…He atendido centenares de acuarios, pero siempre el más común, barato y por decirlo así trivial
acuario, a base de los pobladores de una charca, ha cautivado en medida especial mi devoción, puesto
que sus cristales circuían la más espontánea y completa de las comunidades naturales… y uno puede
permanecer sentado horas enteras delante de un acuario así y dejar vagar libremente su imaginación, con
el mismo espíritu con que se contemplan las llamas del hogar o las cantarinas aguas de un arroyo. Y
“además se aprende”. Si pudiera poner en uno de los platillos de la balanza todo lo que gané en
percepción en estas horas de meditación ante el acuario y lo que me enseñaron los libros, a buen seguro
que el segundo platillo se elevaría hasta las nubes…

“El anillo del Rey Salomón” (*)

Dra. Adela Jinich de Wasongarz

(*)
“El anillo del Rey Salomón. Konrad Lorenz
Editoral Labor, S.A. 1962.

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BIBLIOGRAFIA

1. M. Davis, D. Wallbridge: Boundary and Space. An introduction to the Work


of D. W. Winnicott. Edit. Brunner-Mazel Pub. N.Y. 1981.

2. Dupont M. A., Jinich W. Adela: Group Therapy 1979. The “natural”


Children’s Group, a Psychoanalitic Experience. Stratton Intercont. Medic. Book
Comp.

3. Mannoni Maud: La Teoría como ficción. Edit. Crítical Grupal. Barcelona


1980.

4. S. Scheidlinger: Focus on Group Psychotherapy. Edit. Int. Universities Press.


N.Y. 1981.

5. E. Trafimov, S.I. Pattak: “Group Psychotherapy and Objetal Development in


Children” Int. Journal of Group Psychotherapy, Vol. XXXI No.2, 1981.

6. D.W. Winnicott: Escritos de Pediatría y Psicoanálisis.

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GRUPO INFANTIL NATURAL (GIN IV)

Dr. Cesar Garza Alanís


Dra. Matilde Guerrero G.
Dr. Juan Guadarrama R.

INTRODUCCION

Nuestra inclusión en el Taller de Niños coincidió con un momento de cambio y modificaciones


del mismo. Había una actitud de apertura y una necesidad de privilegiar la investigación clínica, lo cual
nos permitió iniciar una nueva investigación en el trabajo con los grupos. En este contexto surgió el
proyecto del GIN 4.

Debemos mencionar que, gracia a las observaciones hechas durante las experiencias en GIN 2,
se hizo una serie de modificaciones a la técnica, permitiéndonos que los recursos fueran óptimos. Una de
las modificaciones que hicimos fue reducir el tiempo de intervención a un año; y dada la importancia de
modificar el contexto familiar del niño, durante su proceso terapéutico, el grupo de padres que
anteriormente se denominó Grupo de Orientación, ahora pasaría a ser el Grupo Terapéutico de Padres, el
cual sería manejando por una pareja terapéutica, utilizando un encuadre psicoanalítico y dirigido hacia la
relación conflictiva padre-hijo.

Una vez integrado el equipo terapéutico, constituido por tres terapeutas, procedimos a realizar las
entrevistas a los niños con sus padres, logrando formar un grupo heterogéneo en cuanto a sexo, edad y
patología. No incluimos a niños con problemas de organicidad.

Durante el proceso terapéutico veríamos, simultáneamente, a ambos grupos. Por una parte el de
padres, y por otra el de niños. Después de cada sesión, nos reuniríamos para intercambiar lo ocurrido en
ambos grupos. El diálogo postsesión, de todos los integrantes del Taller, permitiría una visión conjunta
del proceso, tanto desde el punto de vista de la evolución de los niños como el de los padres, cuya previa
autorización nos permitiría filmar cada una de las sesiones de los niños, que además serían observadas a
través de la Cámara de Gessel, por los Dres. Marco A. Dupont y Adela Jinich, quienes en calidad de
coordinadores del Taller supervisarían el trabajo, el cual iniciamos a partir del mes de febrero del
presente año.

ASPECTOS TRANSFERENCIALES Y CONTRATRANSFERENCIALES

Una sesión de grupo, y más aún, de niños, en donde se juega libremente y se dicen cosas no
habituales, puede dar la impresión de que solamente es catártica y poco terapéutica; esto sucedería si no
la relacionara con aspectos psicodinámicos, procesos regresivos y fenómenos transferenciales y
contratransferenciales.

La modalidad técnica empleada en el grupo infantil natural, es criticable porque rompe con la
distancia que hay entre el adulto y el niño. No hay un juguete de por medio y el contacto físico se da
rápidamente entre el niño y el terapeuta. Esto, en el contexto terapéutico, implica algo más que un
simple contacto físico, ya que el niño rompe con las prohibiciones e inhibiciones que le han impedido
una libre expresión. En el momento del acercamiento reviven estados psíquicos anteriores, con una
serie de fantasías que claman por hacerse conscientes.

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Si el acercamiento se da en un momento regresivo, los terapeutas el grupo o cualquier objeto se
transformará en su objeto transferencial, en donde el tiempo y el espacio pierden su dimensión real y al
abatirse en cierta medida el sentido lógico, emergen con más facilidad componentes de proceso
primario. Así, en medio de lo aparentemente caótico de la sesión, se puede detectar el hilo de una
fantasía o sus derivados, que determinan el tipo de acercamiento. El proceso regresivo no es solamente
del niño, también los terapeutas sufren lo mismo. El proceso regresivo del terapeuta es parcial, hay una
disociación, una parte permanece atenta y observadora, mientras que la otra sigue el camino regresivo
que lo impulsa a la acción y al juego, incrementándosele la sensibilidad a las emociones y al
acercamiento físico del niño.

Para el observador, la sesión de la apariencia de ser caótica, pero quien está inmerso en la acción,
la vive de otra manera, y es aquí donde adquieren sentido los componentes psicodinámicos. El ritmo de
la sesión es de movimientos rápidos; el grupo interactúa, se crea una secuencia de escenas donde se
expresan fantasías inconscientes. A partir de una escena manifiesta, se impulsa lo transferencial en el
grupo. Las respuestas trasnferenciales incluyen a más de una persona, y en un solo movimiento grupal,
el niño expresa su posición frente a sus objetos importantes (Fam.). Algunas veces la secuencia de la
escena es tan rápida, que cuesta trabajo distinguir en qué forma una escena determina la otra. Al
interactuar con el grupo, el niño pone en juego su disponibilidad y moviliza sus contenidos internos.
Poco a poco adquiriendo confianza, al reconocer que existe un continente que le da soporte a sus
identificaciones y que además le brinda una respuesta estructurante.

En el proceso regresivo, el niño le asigna un papel a los terapeutas (de padre, mujer, madre,
excluido, etc.), provocando respuestas contratrasnferenciales importantes, respuesta que pueden ser muy
reveladoras o tornarse en un obstáculo que escotomiza. De su elaboración, depende la posibilidad de
abrir nuevos caminos de expresión y la comprensión de los obstáculos internos que impiden la acción y
capacidad de goce. Constantemente e niño confronta al terapeuta con sus partes infantiles, tanto
placenteras como displacenteras que exigen ser elaboradas, ya que lo pueden rigidizar el grado de
dificultarle su capacidad regresiva.

Por aspectos contratransferenciales, pueden desencadenarse emociones intensas en e equipo


terapéutico tales como: celos, envidia, competencia, rivalidad, acercamientos con matices hostiles o
sexuales, emociones que deben ser elaboradas para evitar actuaciones, actitudes de “como sí” y posturas
imitativas.

Durante el desarrollo de todo el proceso y aún en una misma sesión, la transferencia y su


correlato, la contratransferencia, van cambiando progresivamente, pero ese cambio está limitado a las
condiciones del contexto terapéutico, aunque se manifiesta con más frecuencia la transferencia negativa.

EL JUEGO

En nuestras sesiones trabajamos con tres instrumentos fundamentales: el juego, el cuerpo y la


interpretación, los cuales se dan simultáneamente y se articulan el uno con el otro.

El juego, desde nuestra perspectiva, se presenta como una actividad altamente regresiva, dándose
la regresión en forma rápida e intensa.

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Jugar es entrar en otra dimensión, habitual para el niño y frecuentemente olvidada por el adulto.
En el niño, jugar es una actividad predominante por lo cual tiene mayor facilidad para realizarla que el
adulto.

El juego requiere de un facilitador: la plasticidad corporal que también es mayor en el niño.

Aplicar el juego como técnica en nuestro trabajo psicoterapéutico implica, como condición sine
gua non, para todos los participantes, terapeutas y niños: saber jugar o por lo menos tener disposición
para aprender a jugar. Implica también tener toda una capacidad plástica corporal y psicodinámica.

Se juega con un grupo compuesto de “niños-pacientes” y “adultos-terapeutas-niños”.

El juego, en nuestra práctica, presenta dos aspectos importantes: el lúdico placentero y el


analítico terapéutico. Es compartido por el grupo con una doble apreciación: la de los terapeutas y la de
los niños. Tiene componentes reales y elementos de acciones “actuadas”, como si fueran fingidas o que
se fingen como reales; teniendo como consecuencia la ausencia parcial de la censura, la inhibición y la
culpa, permitiendo así la expresión de fantasías inconscientes y mecanismos adaptativos. Funciona
como un sustituto de la asociación libre, permitiendo el análisis la elaboración de la naturaleza de
dichas fantasías inconscientes. Tiene además, la ventaja de permitir la exteriorización de fantasías
inconscientes sin temor a regresiones de los terapeutas, inversamente a l que sucede en su ambiente
familiar cotidiano. Obedece a leyes inconscientes que son fielmente cumplidas.

Se observa que el juego puede manifestarse en dos formas: como un juego organizado y por otra
parte como uno desorganizado. La parte organizada se lleva a cabo cuando, a propuesta de los niños, se
realiza un juego conocido: brincar el burro peleas de jinetes, echar brincos de longitud, etc. La otra
parte no organizada parecería caótica, por estar fuera de lo conocido, pero las fantasías inconscientes es
el elemento común organizador. Durante el juego no organizado, hay un momento en que la dinámica
toma como personaje central a un miembro del grupo, ya sea terapeuta o niño.

Cada inicio de sesión es expectante: ¿Cómo se desarrollará el juego en la sesión?, ¿podremos


tener la suficiente plasticidad?, ¿podremos tolerar incluirnos con nuestro cuerpo?, ¿cómo poder ser lo
suficientemente intuitivos como para detectar la fantasía? porque los juegos son múltiples. Niños y
terapeutas participan como todo su SELF: cuerpo, mecanismos defensivos, fantasías inconscientes, etc.
y así observamos cómo cada sesión es diferente porque cada niño juega desde su fantasía o fantasías
predominantes.

No hay juego con fantasía única aunque sí con una fantasía predominante. Esta fantasía
predominante tiene conexión en el mismo niño con otras fantasías. Al ser el juego una actividad
compartida, la fantasía individual tiene un potencial evocativo en otros participantes, actuando a la
manera de un campo magnético: atrayendo, ensamblando, integrando ahora grupales; fantasías que
están al nivel preconsciente, facilitándose su reconocimiento consciente por la simultaneidad de
dramatizaciones, rol playing y doblajes, junto con la interpretación.

En las dramatizaciones, la participación del grupo puede ser total o parcial, teniendo además la
característica de su brevedad. Aunque la dramatización no tiene un tiempo definido, no se da
aisladamente sino que está dentro de una continuidad, hay toda una sucesión constante de
dramatizaciones que podríamos, operativamente, llamarlas escenas secuenciales.

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Los doblajes requieren de percepción intuitiva para representar las características fundamentales
de la personalidad del niño que se está doblando.

Hay momentos en que durante el juego se facilitan las interpretaciones, es el timing que indica
en qué se completa la elaboración de la fantasía inconsciente.

Los niños aprenden jugando a expresar verbalmente y a poner nombre a sus fantasías, deseos,
ansiedades persecutorias, sentimientos, etc.
La regresión, durante el juego, es tan profunda y rápida, que se requiere un período de
desregresión que henos llamado como hora de pensar y cuyas características se señalan en otra parte de
nuestra comunicación.

El terapeuta, al encontrarse en una situación no habitual de su quehacer terapéutico, al principio


se siente muy invadido por la transferencia múltiple, se siente inseguro del manejo adecuado del juego,
se siente angustiado por su involucración emocional y corporal y también exigido por la necesidad de
posee la suficiente plasticidad para que, como objeto transferencial, pueda entender el conflicto y su
posición dentro del mismo.

Dada la rapidez y brevedad de las dramatizaciones, esta plasticidad le permitirá desempeñar


diferentes papeles: niño, padre, hija, hijo, madre, hermano, amigo, etc. Hemos encontrado, por medio de
la supervisión, que en los terapeutas la estereotipación de los papeles rigidiza y protege y protege de la
regresión, pero ocasiona escotomización en el descubrimiento de la fantasía inconsciente individual o
del grupo. Se puede y debe jugar con los papeles según la secuencia de las escenas.

En la medida que hay terapeutas de ambos sexos se facilita a los niños la asignación de los
papeles femenino y masculino. Cuando los terapeutas son del mismo sexo, uno de ellos es identificado
por el grupo como el pasivo, relacionándose con él como la parte femenina de la pareja terapéutica.

La capacidad del terapeuta para conservar su YO observador y poder interpretar, estará siempre
en relación con el análisis y elaboración que haya hecho de sus experiencias infantiles; porque hay una
constante confrontación a través del juego, con esas experiencias que tienen matices esquizoparanoides,
depresivos, orales, anales, edípicos, etc. Esto es un reto permanente para el terapeuta.

Los principales juegos que emergieron fueron: el niño atrapado, el niño monstruo, el
abandonado, el usado, el excluido, el voyerista, el incestuoso, etc.; siempre en relación con el otro
miembro del binomio: los padres, que pueden ser padres controladores represores, madre embarazada,
padres ausentes, padres conflictivos, lucha de poder de los padres, escena primaria, padre sustituido por
el hijo, etc.; constituyendo estos juegos verdaderas estrategias o maniobras para conseguir seguridad y
abatimiento de angustia y de la culpa, pero que de cualquier manera son un condicionamiento
estereotipado desde el ambiente familiar.

De todo lo anterior podemos concluir que el terapeuta, en estos juegos, requiere además del
conocimiento teórico-técnico del psicoanálisis; haber pasado por su experiencia psicoanalítica y la
supervisión constante de cada sesión, así como del conocimiento de lo que sucede en el grupo de padres.

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HORA TERAPEUTICA

En esta parte, trataremos de describir brevemente cómo empleamos el tiempo de trabajo


terapéutico y cómo hemos dividido la sesión analítica en tres partes importantes:

La primera, que comprende los cuarenta y cinco minutos iniciales, llamada la hora de la acción.
La segunda parte, o sean los siguientes quince minutos, la hemos llamado la hora de pensar.

Los dos a tres últimos minutos: la hora de arreglo y reparación.

La sesión se inicia a las trece horas con la llegada únicamente de los niños al lugar donde se
realiza la terapia. Marcándose así el inicio de la hora de la acción.

Su llegada es expectante, les sorprende el arreglo del salón, donde sólo hay cojines. No saben
qué actitud o posición tomar. Unos se quedan de pie, otros se sienta, esperan… piden órdenes o una
consigna.

En ocasiones adoptan el papel de “alumnos” que les es más familiar y conocido por ende
generador de “seguridad”; asimismo, a los terapeutas los identifican como “maestros” e insisten desde
ahí pidiendo una consigna, la cual no aparece. Lo que se da es un cojinazo lanzando contra cualquiera
por uno de los terapeutas, cuya finalidad está encaminada a romper posturas rígidas y estereotipadas y
que regresen el cojinazo, propiciando con este interjuego la regresión progresiva de niños y terapeutas.
Los primeros regresados, sumergidos hasta el fondo o hasta donde las ansiedades persecutorias
esquizoparanoides, que aparecen en el inicio de un grupo, se los permitan. Y desde donde se detecta la
presencia de refugios o mecanismos defensivos muy infantiles como chuparse el dedo, llorar, agredir,
aislarse, etc.

Y los terapeutas, también regresados jugando, brincando, siendo niños pero con un “yo
observador” que les permita precisamente funcionar como terapeutas y poder hacer interpretaciones.

Se propicia el juego entre niños y terapeutas en una relación directa, en que se permite la
relajación, el empleo del cuerpo, el tocamiento, los juegos improvisados, las agresiones verbales y
físicas. Todo en constante movimiento y encaminado a una función, de inicio catártica, y luego
terapéutica.

En ocasiones, se da la apariencia de un manejo terapéutico cruel ya que, por ejemplo: cuando un


niño llora no se le consuela y mima como lo haría mamá. O una vez que se ha cantado la “Ley del
Grupo” “al que me pegue se la regreso” se hace tal cual y se regresa el golpe del cojín con otro igual.

Las prohibiciones se manejan desde un nivel de juego y no desde la orden superyóica y


prohibitiva de los padres.

Para quien lee y observa, surgirá la pregunta: ¿Y LOS JUGUETES?

Ya están aquí los niños ¿y los juguetes?. Desprendiéndose esta pregunta de una verdad universal
siempre en relación directa y difícil de romper: NIÑOS – JUGUETES.

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Nosotros no empleamos juguetes, nos hemos propuesto la relación directa permitiendo que los
fenómenos transferenciales se den directamente con el terapeuta; desde donde aparece papá, mamá, tío,
etc., o sea que sin juguetes se evoca a la familia y apare el niño en un interjuego con los hermanos. E
insistimos, los juguetes no, porque desde este mecanismo tendríamos que inferir la actitud del niño
respecto al juguete.

Siguiendo con el observador visitante a esta presentación, preguntará sorprendido e ignorante de


esta técnica de trabajo con niños, y aún más, incrédulo de que esto sea terapéutico y funcional.

¿QUÉ ES ESTE CAOS?

Podemos señalar que en ese aparente caos en que predomina el movimiento constante de niños y
terapeutas con saltos, gritos y cojinazos, palabras altisonantes, señas, gestos, juegos, dramatizaciones,
etc., se da un diálogo, donde se suceden escenas rápidas, a veces continuas, otras aisladas e inconexas;
en donde participan uno ovarios niños, así como uno o todos los terapeutas. O más aún, se da una
escena que atrae, jala y engloba a todo el grupo.

Como decía, en toda esta acción se da un diálogo, que no estricta ni obligadamente es verbal. Se
puede dialogar desde el movimiento matizado de señalamientos verbales y dramatizaciones en que se
capta y devuelve a los niños la conflictiva observada, su modalidad de actuar, de reaccionar, de sentir
desde lo simplemente visto, hasta lo vivido transferencialmente y contratransferencialmente por los
terapeutas. Quedándonos claro que hay que contestar al niño en su mismo lenguaje, que es el lenguaje
del movimiento.

El segundo tiempo, de 15 minutos aproximadamente, llamado la hora de pensar, es un momento


reflexivo en que se invita a los niños y a los terapeutas a suspender las actividades que se estén
realizando y a agruparse para intercambiar comentarios. Invitación a la que puede responder todo el
grupo o que haya algunos niños que presenten ciertas dificultades para salir del estado regresivo
propiciado anteriormente, los que aparecen aislados o vagando por los alrededores. Mas esto no impide
que desde pacientes y terapeutas se trate de recuperar lo acontecido y visto por todos en los 45 minutos
anteriores. Por ejemplo, la fragmentación e integración espontánea por la ausencia de consigna.
Fenómeno observable en otros momentos pero que no aparece como espontáneo porque sí obedece a
una consigna. Que ante la mirada incrédula de nuestro ya mencionado observador aparecen como
movimientos desorganizados y caóticos.

¿RECUPERAR? Sí, recuperar desde el terapeuta, por medio de señalamientos e interpretaciones directas
a los niños en el aquí y ahora y dialogadas entre terapeutas y desde el conocimiento detallado de la
historia clínica y dinámica de cada niño que ya ha sido revisado y trabajada en el taller, por ejemplo:

La modalidad de agresión de José.

La manera en que Juan agrede, obtura y no participa en los juegos.

Cómo Armandito manifiesta su miedo aislándose y masturbándose.

La rivalidad entre Juan y José por obtener el liderazgo del grupo.

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Cómo las niñas, ante la competencia por obtener la atención de la terapeuta mamá, deciden
aliarse aplacándose mutuamente, etc.

¿Recuperar?, Sí, desde los niños, lo visto, lo vivido, lo fantaseado, lo pensado por ello… y
mucho más.

El tercer momento, de arreglo, queda inserto en los 2 ó 3 últimos minutos con los que se cierra la
sesión. Pedimos a los niños nos ayuden en el arreglo del salón tratando de acomodar los cojines como
se encontraban en el inicio. El propósito es que todos participemos, pero no siempre se logra. Unos se
niegan y lo justifican diciendo que cuando llegaron ya estaban en desorden; pero la mayoría sí coopera
en el arreglo. Unos, aún más, se adelantan al momento y realizan el arreglo antes del señalamiento.

Nos damos este espacio de acomodar cojines, ponernos los zapatos, arreglamos la ropa, el pelo,
etc., para arreglar, sí dijimos arreglar, no sólo el salón y nuestro buen aspecto persona, sino muy
centralmente nuestros procesos dinámicos, salir y ayudar a salir a los niños de la regresión que se dio en
la mayor parte de la sesión.

Y nos despedimos hasta la próxima.

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GRUPO DE PADRES ACOMPAÑANTES

TALLER DE NIÑOS DE AMPAG

Dra. Silvia Benenati Zalazar


Analista de Grupos

Dr. Alberto Siniego Pajares


Analista de Grupos

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“Soledad, una de las madres, para transmitirnos cuánto amaba a su hijo, relataba cómo cada
pedacito que él iba dejando (ombligo, uñitas, pelo) ella lo coleccionaba amorosamente en un álbum.
Nos contaba la escena: a la noche, sola con sus tesoros, su hijo ya dormido, ella, el álbum y los cachitos
del niño. La goma de pegar y prolijamente cada uñita sobe el papel, cada ricito de pelo. Poner la fecha,
cerrar el álbum… hasta el otro día, mientras el niño-bebé duerme. Closets llenos de mamilas, de todas
las que usó, de los chupones, de las chambritas, de los pijamas. No hay en la casa lugar para las cosas
de niño que crece. Todo es recuerdo, todo es altar para aquel bebé que ya no es y que grita y protesta y
pide ayuda. Niño patéticamente sin padre, doblemente sin padre, por la madre y por la ciencia, ya que
hijo, (según palabras de la madre) de una jeringa (la madre fue inseminada artificialmente). No fue
aquel que dice ser su padre el que lo engendró. La madre nos dice en su relato: es mío, solamente mío.
Nadie intervino, lo hice sólo yo. Es perfecto, mi vida sólo tiene sentido por y para él. Por verlo feliz
hago todo lo que él desea, pero… hay algo que me aflige, y es que él nunca desea nada, es apático, todo
le da igual. Yo le digo, ¿qué quieres hijo?, ¿qué te gusta?… y él me contesta: nada… me da igual.
Pero…, le pregunto… ¿no quieres ver tele, no quieres ir al cine? y… no sé…lo que tú digas mamá. Me
desespera, es como sino quisiera nada”.

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Este trabajo forma parte de un conjunto de comunicaciones organizadas para dar cuenta del
funcionamiento clínico y teórico-técnico del equipo de trabajo del que formamos parte. Intentaremos
testimoniar en esta comunicación nuestro quehacer clínico y los articuladores teóricos que lo avalan y
coherentizan en la totalidad del taller.

Tratamos parejas en grupo, esto no es nuevo en AMPAG. Parejas reales e imaginarias, esto
último lo decimos en el sentido que toda relación imaginaria está dedicada esencialmente al engaño.

Trabajamos con un concepto focal de terapia breve. Entendemos que hay un elemento
organizador de la consulta y éste es manifiestamente, un hijo enfermo. Desde allí es que reconocemos
como legítimo el peso del contenido manifiesto de la consulta, es así que lo tomamos muy en cuenta y
que lo enarbolamos como elemento que define la existencia e identidad del grupo.

El foco común de estas terapias conjuntas de parejas es que tienen un hijo enfermo, y ellos
necesitan ayuda tanto como el niño.

¿Cómo trabajamos este foco?

Pensamos que para aventurar una respuesta debiéramos remontarnos a los antecedentes del
grupo.

En experiencias anteriores comprobamos que el modelo GIN favorece ampliamente la toma de


conciencia del niño acerca de sus dificultades y ofrece un modelo elaborativo tanto de ansiedades como
de los conflictos que las provocan, tal como se explica en otro de los trabajos de nuestro taller. Pero
nuestro aporte al original modelo de Dupont-Jinich es el tratamiento analítico en grupo paralelo, de los
padres.

En nuestra experiencia, el antecedente de este grupo de padres actual, es el que coordinamos uno
de nosotros y otro miembro del taller en la anterior etapa de nuestra investigación-acción.

Aquel grupo de acompañantes (recibíamos también otros niveles de parentesco, no solamente


padres) tenía características didácticas. Algo así como una paternalistas escuela para padres. La
pretensión era la de una intervención a mitad de camino entre lo docente y lo terapéutico. Al final de
esa experiencia nos sentimos con una satisfacción a medias, cosa que no es de extrañar ya que
estábamos cabalgando sobre os situaciones difíciles si no imposibles; enseñar y curar.

Este “grupo de padres” como se entenderá, surge como necesidad planteada por nuestra práctica.
Las madres y algunos padres que esperaban la salida de sus hijos de la terapia cambiaban impresiones
acerca del desarrollo del proceso, de qué tan bueno era tal doctor o doctora y qué diferencia había con tal
otro, qué parecía tan poco tal cosa o tanto tal otra. Las ansiedades persecutorias se instalaban en este
GAN (Grupo Adulto Natural) y tenían que ver con vicisitudes reales o imaginarias del GIN.

El diseño original contaba con un espacio claro en el que había contacto entre padres-hijos-
terapeutas y era una reunión multifamiliar periódica. En esa reunión, había poco espacio para analizar,
era fundamentalmente informativa y por lo tanto en sí misma tranquilizadora.

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Si la terapia de los niños era una práctica separadora discriminadora, como un consistente
ejercicio semanal en tal sentido, la reunión quizá fuera vista por los padres, como el lugar donde se
inmiscuían “legítimamente” en el proceso terapéutico de sus hijos.

Allí podían argumentar alguna de las inquietudes o formales quejas sobre el comportamiento de
sus hijos o sobre aspectos institucionales. Pero este espacio no era suficiente y los movimientos
transferenciales de los distintos grupos de niños tenían repercusión amplificada en el grupo de sala de
espera de los padres.

Así fue que decidimos institucionalizar ese GAN que obturaba clandestinamente el GIN. Como
decimos más arriba, creemos que este movimiento cumplió ampliamente con la función de despejar-
aplacar esa variable resistencial encarnada por los padres.

Poco después de finalizada esta primera experiencia se realizó un programa de visitas


domiciliarias, con el objeto de evaluar en entrevistas familiares los resultados del proceso, cotejando
motivos de consulta y estado actual al final de la experiencia terapéutica.

Comprobamos que habíamos desperdiciado un filo de esta herramienta (creemos también que la
metáfora no es casual). Este agrupamiento de padres daba para más de lo que pedíamos. Es decir, les
pedimos que no interfirieran en la terapia de sus hijos y lo que debimos haber hecho es analizar la
interferencia. Analizar las contradicciones en la transversalidad de sus deseo.

La pretensión es que cada una de estas experiencias de investigación-acción que encaramos nos
dejen enseñanzas. De ésta aprendimos mucho en la línea de pensar en las infancias de los padres de esos
niños por los que se nos consultaba.

Así planteados los antecedentes de nuestro grupo de padres, creemos estar en condiciones de
entrar a un primer desarrollo de nuestro modelo teórico-técnico, para ver más tarde algunos ejemplos
sobre pasajes del proceso clínico.

Decíamos en las primeras páginas que del modelo de terapias breves habíamos tomado
elementos básicos que la caracterizan: foco, participación activa del coordinador o terapeuta y alianza
terapéutica. Tenemos conciencia que nuestro trabajo está limitado en el tiempo y que éste es menor de
doce meses.

El concepto de Edipo Ampliado, es decir la matriz estructural en la que se arman los sujetos
desde una perspectiva psicoanalítica, nos servirá para ensayar una explicación del organizador de
nuestro pensamiento teórico y de nuestro quehacer.

Llamamos Edipo Ampliado al que comprende el edipo de los hijos y el de los padres. Es decir,
esa estructura de red en la que habiendo sido los ocupantes del lugar del hijo; hoy, con los suyos, son los
ocupantes del lugar de los padres.

Creemos importante acotar aquí que no hemos encontrado dificultades para implementar entre
nuestros recursos terapéuticos intervenciones, que apoyadas en la comprensión de los vínculos
parentales den cuenta clara de la permeabilidad de los mismos, (parental, filial, paterno-filial).

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¿Qué hacemos? Trabajamos con una comprensión psicoanalítica del material. Esta comprensión
la instrumentamos con distintos recursos: señalamientos, interpretaciones, construcciones,
dramatizaciones, etc. en cuanto a la transferencia, trabajamos con ella selectivamente. Primero, cuando
se manifiesta como obstáculo al proceso. Segundo, cuando nos ofrece la posibilidad e entender mejor
las situaciones interpersonales grupales y en ese sentido nos interesa más el trabajo con las
transferencias laterales que las centrales. No fomentamos la neurosis de transferencia. Pensamos que la
situación grupal es la situación ideal para nuestros propósitos por todos los beneficios terapéuticos que
aporta la presencia de pares con conflictos semejantes y que aumentan la posibilidad de insight por el
camino de la proyección y luego la identificación introyectiva. La amenaza de disolución del vínculo
simbiótico madre-hijo es vivida como una pérdida irrecuperable como si no hubiera o no existiera la
posibilidad de soportar el dolor que significa el crecimiento de los hijos que está a su vez indicando
separación. Pero no solo separación de los hijos, son separación de ellos como hijos que fueron de sus
padres.

Si cada caso tiene un proyecto terapéutico que le es singular desde paciente y desde terapeuta,
podemos sintetizar esos proyectos en lo que sería el proyecto de nuestro modelo, que podemos definir
como una experiencia de toma de conciencia y elaborada de la difícil tarea de la formación del sujeto.

¿Qué queremos lograr? En la medida que estos padres elaboren su situación edípica pensamos
que podrán subvertir la sujetación de sus hijos.

Cuando formamos este grupo de “padres” no hubo sorpresa, intuíamos que estaría integrado
integrado casi totalmente por madres.

Madres unidas por una misma problemática manifiesta; un hijo enfermo, y por un mismo
conflicto latente; su imposibilidad de resolver la conflictiva edípica, produciendo hijos condenados a
repetir con sus diferentes manifestaciones patológicas el deseo inconsciente de los padres.

También hay dos parejas. Una divorciada, y aunque no viven juntos, están unidos por una eterna
pele. La otra pareja vive una situación particular. El esposo sólo convive con la esposa y los niños el
fin de semana.

¿Cómo está formado el grupo? Son siete mujeres, dos hombres y dos terapeutas (un hombre y
una mujer).

A continuación hemos seleccionado algunos pasajes de las sesiones del comienzo de nuestra
experiencia para mostrar la calidad del material con el que trabajamos. Queremos apuntar también el
abanico que se abre en cuanto a posibilidades de trabajo psicoanalítico grupal con estos padres y madres.

Se abre la sesión con seis integrantes del grupo y los terapeutas.

Nicanor: -La vez pasada me fui pensando y me duró más de tres días. No vino el niño a sesión y
llorar picado.

Rómulo: -Y qué pensas? (es la segunda sesión a la que asiste).

Nicanor: -Que la terapia puede ser una salida… que el problema de los niños no es de ellos, sino
nuestro. Eso me hizo pensar en cómo estaba mi relación con mi papá.

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Lucrecia: ¿Porqué nosotros idealizamos a los padres?.

Juana: -Yo cuando entré en terapia tenía bronca con mi mamá… como un sentimiento de
abandono, me sentía horrible. Ella prefería a mi hermano porque es hombre.

Tf: (dirigiéndose a Emma) -¿Y tú qué dices?.

Emma: -Desde que estoy aquí me paso pensando en mamá y papá. Se la pasaban peleando,
gritando, diciendo mil groserías. Golpes y gritos, así fue mi infancia. Me salí de casa a
los 17 años. –Te mato-, me dijo mi padre. El primer idiota que se me acerque me caso.
Y apareció uno que me duró un mes. Después llegó el que hoy es mi marido y me casé.
La idea era casarme por un año y divorciarme. Me embaracé y allí se acabó el proyecto.
Nunca tuve una palabra de ternura o afecto de mi madre-.

Tm: -Entendemos tu dificultad para expresar el cariño a tus hijos.

Emma: -Lloro de emoción si los veo tranquilos y alegres, pero me enojo fácil y les pego
brutalmente… ahora con esto me cuesta mucho pegarles. Es raro que yo los bese…
(llora).

Soledad: -Su vida es tan semejante a la mía! Yo también quería irme de la casa. Descansé recién
cuando se murió (el papá), aunque creo que no sentía nada por él. No era cariñoso. Yo
no lo trato a mi Juan como nos trató mi papá. Yo quiero lo mejor para él. Me hicieron
inseminación artificial… fue tan deseado… tan buscado. Es mi tesoro, mi razón de
vivir… Quiero darle todo lo que o no tuve.

Tm: -¿A quién le querrás dar? A ti o a tu hijo?

Juana: -Yo con mi hija tengo un problema. De niña yo insistía en que no fuera la típica mujer
abnegada. No le compraba muñecas, mejor cochecitos… no tazas… ni platos, y ahora
la veo que no quiere ponerse vestidos y es tosca. Es al revés, le digo todo el tiempo –no
te sientes así, eres una niña, no te vistas siempre de pantalón, etc. –La estoy rechazando,
repito la bronca con mi madre. Ahora con ella. Mi problema es con la mujer.

Tf: (A Nicanor) ¿Cómo podrías ayudar a Juana?

(Debemos aclara que Nicanor y Juana son una pareja que asiste al grupo trayendo un niño con serios
problemas de conducta, ellos están separados, aunque se ven casi a diario).

Juana: (Contesta por él rápidamente) –Nicanor le dice a la niña que yo la rechazo-

Tm: -¿Siempre es así? (a Nicanor).

Nicanor: Así… ¿Cómo?

Tm: -Que ella habla por ti

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Nicanor: (se ríe)… para no pelear.

Juana: -Fue tan inestable nuestra infancia. Todo por culpa de papá

Tf: -¿Quién habla ahora, tú o tu mamá?. Parece que el modelo de una buena mamá es el que te dio
tu mamá y hablas confundida con ella.

Juana: -Pero es que Nicanor no le importan sus hijos.

Tm: -Pero ¿será un compañero lo que buscaste en él o una chiche inagotable y abnegada?.

Juana: (silencio)… puede ser… a veces cuando aún Nicanor vivía con nosotros… oía sus
pasos… esperaba a mamá … Aún en la cama lo veía dormido y su perfil me recordaba a
mamá. Pensar que hace 25 años que ella murió y aún la siento viva.

El material con que contamos es muy amplio. Podríamos continuar dando ejemplos donde una y
otra vez se repite el mismo discurso donde han quedado superados los tres personajes del triángulo
Edípico y se configura lo que llamamos el Edipo Ampliado. Esa suerte de red que se extiende hacia
“arriba” y hacia “abajo”, (la metáfora es válida en cuanto a “red”) donde pareciera que no hay
posibilidades de zafares.

Se nos hace oportuno incluir aquí conceptos teóricos que aluden al material clínico citado.

Hablamos de Narcisismo/madre-fálica y nos referimos al abrochamiento de deseos que hacen del


vínculo madre-hijo una suerte de fusión, de célula inseparable, sólida. Vínculo éste fundado en una
ecuación simbólica: pene-niño, que quedó profundamente sepultada en el inconsciente y en tanto deseo,
se “realiza” cuando la mujer tiene un hijo.

Sabemos también que el niño no admite más que un órgano genital, el masculino. Es la primacía
del falo, falo como premisa universal, exigencia simbólica sobre la que se apoyará la investigación
sexual del niño. Cuando nos referimos al falo lo hacemos sobrepasando la materialidad infantil del pene
para acceder a la función que organiza la sexualidad infantil. Tenemos hasta aquí dos personajes, la
madre, el niño, y una función simbólica que los articula, el falo.

Mujer que al tener su hijo realiza su fantasía inconsciente; hijo, que para ser reconocido por ella
se identifica imaginariamente con el falo para satisfacer el deseo de la madre. Dos deseos que al
encontrarse constituyen una unidad, unión ésta amenaza solamente por otra presencia, la de nuestro
tercer personaje en el drama. Actor éste encarnado en otro al que le será permitido o no ejercer la ley
que lo hará o no agente de la castración. Castración del hijo en tanto falo de la madre. Castración
vivida como separación, pérdida irreparable, pero que le permitirá al hijo poder adueñarse de sí mismo,
acceder al goce, ingresar a la cultura, poder dejar de ser falo para poder tener pene. Función paterna que
desde la prohibición del incesto, escinde, rompe, protege al niño contra el mundo y protege al niño
contra la madre, garantía de acceso al placer. Esta prohibición hace imposible la fusión madre-hijo.
Función paterna que es independiente de la presencia o ausencia real del padre. Función que se ejerce a
través de la madre que dirigiendo su deseo hacia otro lado, deja a su hijo-falo con el camino despejado
para que éste convierta en hijo-persona.

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Reflexinando sobre el material de nuestro grupo, hay temas que se nos antojan inquietantes para
su ulterior elaboración. Tales como contratransferencia y la situación de coterapia.

Pero hoy nos interesa resaltar y dejar constancia de ese momento crucial donde se perenniza la
fusión madre-hijo y a la vez se instala ese no-lugar para el “hombre separador”. Para el padre partero.

Momento este, donde el hijo varón no tendrá lugar como sujeto para luego no tener lugar como
padre, donde se autoexcluirá cuando padre y pasará una vez más a ser ese padre ausente-ausentado que,
en el discurso manifiesto de la madre, es un padre lejano, irresponsable y muchas cosas más.

Hijas mujeres que a su vez repetirán generación tras generación este estigma de madres fálicas
en las que no hay lugar para un tercero. Reproductoras de patologías donde la palabra o el intento de
introducción del hombre queda en un discurso vacío ya que no hay un “cuerpo” madre, que sirva de
vehículo, de soporte para que se haga efectiva esa ley, esa función paterna de separador, de triangulador,
de agente de castración que constituya en el niño una posición inconsciente, única vía de acceso al deseo
y motivación sexual.

No pretendemos en esta investigación-acción resolver las innumerables patologías desarrolladas


alrededor de este difícil tránsito (hablando de la castración) pero sí es nuestra intención dar cuenta de
los hallazgos clínicos a la luz de una situación que pensamos universal; situación en donde el ser
humano-hijo inmerso en el seno de la familia estará destinado a ser un fruto o simplemente un pedazo de
alguien.

Desde aquí la función que nos planteamos es la de que se vayan tejiendo los caminos de
resolución posible de estas problemáticas edípicas. Lo terapéutico se centra en la apertura de los
vínculos pretéritos y sus reediciones actuales entre padres e hijos, donde la gama de esos vínculos va
desde el amor de una madre por su hijo carente de deseos, hasta el rechazo de otra por su hija que
renuncia a la femineidad en la fantasía de que así, con el pelo corto y pantalones será querida por mamá.
Varón para ser deseada.

Estas reflexiones teóricas desarrolladas más arriba son estimuladas también por el llamativo
paralelismo clínico entre el grupo de niños y el grupo de padres. Ya no nos sorprendemos al descubrir
las coincidencias desde las fantasías inconscientes analizadas en el grupo de padres y las que se
organizan en el grupo de niños. Es frecuente que al estar en “nuestra hora de pensar” en el taller,
mientras el equipo que trabaja con el grupo de niños relata su experiencia, descubrimos las semejanzas
con la nuestra.

El intercambio de materiales y de criterios abre posibilidades de discusión de las líneas de


trabajo. Es así que, sesión tras sesión, se afinan dialécticamente soportes donde ya no existe aquella
vieja obturación del GIN por el GAN, sino que recíprocamente se enriquecen. Quizá sea este el
momento de asumir su historia y cambiar el nombre. Lo llamaremos GAP (Grupo Analítico de Padres).

A manera de conclusiones:

I) En el ámbito institucional, y creemos que esto es extensivo a la práctica privada en


equipo, la apertura de un espacio analítico para los padres es un punto nodal en el destino
de la terapia analítica de los hijos.

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II) El funcionamiento de este grupo psicoanalítico de padres tiene algunas diferencias con
otros grupos de terapia psicoanalítica. Estas son: el límite en el tiempo, su carácter
“focal” y el trabajo con la transferencia.

III) El trabajo de la elaboración del duelo que implica como telón de fondo la terminación
prevista de la experiencia.

IV) Esta modalidad rompe de plano y desde el diseño la fantasía paterna de depositación en la
institución y/o en el terapeuta, de los hijos y sus patologías. Así se incluye a los padres
en el origen, el proceso y el destino de la salud posible de sus hijos. Es así que esta
experiencia se integra como el correlato o el camino paralelo recorrido por los padres en
la cura de los hijos.

V) El GAP es un instrumento que amplifica su acción, trascendiendo la inmediatez del


motivo de consulta y su ulterior resolución, haciéndose un elemento fundamental para la
prevención en salud mental.

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BIBLIOGRAFIA

1. Benenati, Silvia. Grupo de Padres Acompañantes. T. de R. AMPAG 1982

2. Dupont M.A., Jinich A.: 1978. El Grupo Infantil Natural. Una experiencia Psicoanalítica.
Cuadernos de Psicoanálisis. XI p.p. 53-72 México.

3. Campuzano M., Izaurieta M., : “Psicoterapia Grupal de Parejas Conyugales”.

4. Freud S., “Obras Completas”, Ed. Biblioteca Nueva 3ª. Edición (1973).

5. Freud S., Bullit W., “El presidente Wilson”, Ed. Letra Viva. Bs. As. (1973).

6. Kusnir Daniel, “ La Asamblea Multifamiliar”.

7. Lacan J., “Las formaciones del inconsciente”, Ed. Nueva Visión. Bs. As. (1972).

8. Lacan J., “Escritos” I y II, París 1966.

9. Laplanche y Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis.

10. Leclaire Serge, “Psicoanalizar” Siglo XXI

11. Leclaire Serge, “Para una teoría del Complejo de Edipo”, Ed. Nueva Visión, Bs. As. (1978)

12. Malan D.H., “La psicoterapia breve”, Biblioteca General Centro Editor de América Latina, Bs. As.
1974.

13. Mannoni Maud y otros “Psicosis Infantil” Ed. Nueva Visión, Bs. As. 1971.

14. Massotta Oscar, “Ensayos Lacanianos”, Ed. Anagrama, Barcelona, 1976.

15. Pankow Gisela, “Estructura Familiar y Psicosis”, Paidós, Bs. As. 1979.

16. Safouan Moustapha, “Estudios sobre el Edipo”, ed. Siglo XXI, Bs. As. 1977.

17. Siniego A. Benenati S., Sayus A. “Acerca del Colapso Narcisista” 1973.

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EDITORIAL

DIVERSOS ENFOQUES EN LA PSICOTERAPIA GRUPAL DE

ADOLESCENTES

Héctor Socorro L.

En el campo de la Psicoterapia de Grupo de Adolescentes, es cada día mayor a la demanda de


analistas.

Lo social nos indica que el adolescente se encuentra cada vez más desesperado, porque su
desarrollo fisiológico, no es acorde con el emocional, ya que tiene demandas de adulto, pero las
posibilidades de trabajo y estudios son cada vez más lejanas.

Tenemos carreras universitarias saturadas de estudiantes, los cuales al terminar se encontrarán


con dificultades para poderlas ejercer, teniendo que prolongar el plazo de estancia en casa de los padres.
La crisis económica también influye por el fuerte desempleo y la exigencia de estudios superiores para
ocupar algún puesto. En pocas palabras, el desarrollo fisiológico avanza, pero las capacidades de
independencia disminuyen.

En lo emocional, la familia y los tiempos cambian y vemos que cuando el adolescente está
atrapado en las dificultades propias de su edad, los adultos (padres), por lo general se encuentran
viviendo lo que se ha llamado “crisis de edad media”.

Sucede que la pareja, que ha estado unida por un largo tiempo empieza a cambiar y busca
modificaciones a su estilo de vida, que al no encontrarlas, presenta inestabilidad en ambos padres que se
confunde con la “crisis de adolescencia”, que vive al hijo y que sabemos que oculta una fuerte envidia
hacia los hijos, para poder negar el paso del tiempo y la cercanía de la muerte.

En la desesperación del momento en que esto ocurre, es cuando los padres buscan la ayuda
profesional.

Surge entonces la primera pregunta: ¿Qué tipo de problemas presentan los adolescentes y sus
padres?.

La Dra. Díaz de Mathman (1982) nos dice: “Se han dado cambios corporales, la presencia de
caracteres sexuales secundarios, derivados de funcionamientos glandulares, que los coloca ante la
evidencia del nuevo cuerpo y los lleva a elaborar el duelo por la pérdida del cuerpo infantil, a abandonar
la fantasía de la bisexualidad y a asumir una definición sexual lo preedípico ha sido elaborado, de modo
que se impone la heterosexualidad.

Kaës (1977), tomando la infancia refiere: “la entrada a la escuela constituye la primera gran
separación social; en muchos aspectos, es una ruptura tan problemática como la del destete y prefigura y

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anuncia las rupturas y los reajustes de la postadolescencia. Sin embargo, las relaciones grupales que se
establecen en la edad escolar y luego en los años de la adolescencia siempre se construyen dentro de una
referencia más o menos apremiante al modelo primario que es el grupo familiar”.

Siguiendo a Kaës, empezamos a pensar en el modelo de grupos más que en un modelo de


psicoterapia individual para el adolescente, tema que retomaremos más adelante.

Retornando a nuestra primera pregunta, la Dra. Díaz nos dice: “En la entrevista inicial con los
adolescentes que venían enviado por sus padres a tratamiento psicoanalítico, expresaban el deseo de
resolver problemas en sus relaciones sociales, de mejorar el rendimiento escolar o bien de aclara dudas
vocacionales”.

La Dra. Guerra (1982), contesta a nuestra pregunta desde los padres, diciendo que: “por la
situación coyuntural en que se encuentran son menos aceptados que nunca, tienen que mantenerse en pie
ante las duras críticas y cuestionamientos con los que son confrontados por sus hijos; todo esto es vivido
en un ambiente dramático con altas y bajas, con alejamiento y acercamientos, que no le permiten al
adolescente (temporalmente al menos), una identificación adecuada con ellos”.

El Dr. Socorro (1982) nos habla brevemente del método de la Co-terapia para el tratamiento de
los adolescentes representando la pareja madre-padre, con el propósito de resolver los conflictos en las
relaciones objetales, a través de la identificación con la pareja terapéutica y la resolución del Complejo
de Edipo en el aquí y ahora de la psicoterapia grupal.

Lo anterior, no contesta en su totalidad a nuestra primera pregunta, pero al menos aclara algunos
puntos.

Guerra, nos dice sobre la terapia de grupo como elección de método de tratamiento, lo siguiente:
“el grupo le da la oportunidad (al adolescente) de verse en otros, de no sentirse tan extraño, tan
confundido, de recibir opiniones que puede aceptar con mayor facilidad; el analista, en su papel
conciliador, facilitador de comunicación y sobre todo no persecutorio, le permite un acercamiento al
mundo adulto”

Surge entonces la segunda pregunta: ¿En qué forma los analistas enfocan los grupos
terapéuticos?.

Existen diversos métodos de aproximación, como un individuo, como una familia, como un
cuerpo, como un aparato psíquico o como-un-todo.

La forma de enfocar el grupo terapéutico va a depender del modelo que haya elegido el terapeuta
y con el cual se sienta más identificado.

En los artículos que siguen a este editorial, dos de los autores visualizan al grupo “como familia”
y un tercero lo hace con la visión del “grupo como-un-todo.

El que se hable de familia o de grupo como-un-todo , es importante porque se trata de grupos de


adolescentes, lo cual es sinónimo de conflictiva familiar o de identidad. La edad de los adolescentes en
los tres trabajos está comprendida entre los 15 y 20 años que abarcan la adolescencia media y tardía.

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Antes de entrar al tema de los artículos, desarrollaremos algunos conceptos vertidos, sobre los
diferentes enfoques de los grupos.

EL GRUPO COMO FAMILIA


Grotjhan (1979), parte de lo personal como psiquiatra, después como terapeuta familiar, pasando
a psicoanalista grupa, su libro está basado en su experiencia y estilo personal de conducción. Nos dice:
“el grupo, más que ninguna otra situación, proporciona oportunidad para la individuación. En el
psicoanálisis el paciente es, por así decirlo, un hijo único. En la psicoterapia grupa, es miembro de una
familia (*). En este sentido podría decirse que la psicoterapia grupal es una experiencia terapéutico-
familiar-correctiva”.

Grotjahn, trata de explicarnos en el transcurso de su libro que el paciente tiene la opirtunidad de


poder revisar su grupo interno (familiar), dentro del grupo terapéutico, utilizando el manejo de roles en
los personajes con los cuales se comparte el viaje hacia el conocimiento de sí mismo.

La familia es el grupo primario de un individuo y dentro de él existe todo el tiempo como grupo
de pertenencia y de referencia, el grupo terapéutico es un grupo secundario (o de trabajo) en el cual cada
individuo tratará de colocarse (internamente), como un su grupo primario.

Continúa diciendo: “como todas las familias, el ‘grupo familiar’ terapéutico tiene una tendencia
natural al crecimiento, la maduración y la salud. Ejerce un impacto patógeno menor que el que produce
una familia enferma siempre que el terapeuta no le imponga su propia patología. De esta manera se
proporciona la base de una experiencia familiar analítico-terapéutica emocional correctiva”. Finalmente
reconoce que fue Walter Schindler el primer terapeuta de grupo que pensó la dinámica grupal en
términos de familia.

C. EL GRUPO COMO – UN – TODO

Kibel y Stein (1981), en un artículo del International Journal of Group Psychotherapy, hacen una
revisión del concepto de “Grupo como-un-todo”, reconociendo a Bion y Ezriel como los originadores
del concepto. Parloff define al grupo como-un-todo de la siguiente manera: “el enfoque integral hace
mayor énfasis en la dinámica grupal. Los terapeutas que usan este método consideran que el estudio de
los grupos como entidades (grupo como –un- todo) revelan el funcionamiento del miembro individual
en su total complejidad y ésta debería ser la base de la intervención terapéutica”.

La conducción del grupo como una totalidad nos permite la ampliación de la visión del proceso
grupal, ya que en el mismo se incluyen las transferencias entre los miembros del grupo y no solo con el
analista.

Estos dos modelos de enfocar al grupo, son los esquemas referenciales que tocan los autores de
los artículos que se revisan a continuación.

El primero es de la Dra. Celia Díaz de Mathman y su título es: “Terapia del Adolescente incluido
en un Grupo de Adultos”.

(*)
El subrayado es mío

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En el mismo la Dra. Díaz estudia a adolescentes entre los 17 y 19 años, a los cuales incluye en un
grupo de adultos jóvenes, encontrando en un principio rechazo, siendo éste expresado por los adultos de
la siguiente forma: “No sería fácil hablar de sus cosas frente a compañeros tan jóvenes”.

La autora revisa algunos casos, encontrando la resistencia de los padres de los adolescentes, que
no aceptaban la individuación de los hijos.

También señala problemas de identidad y de falta de límites en la relación con los hijos por la
vicisitudes del proceso, llegando a la conclusión de “que los adolescentes de este grupo, en una relación
compartida con los adultos logran un reordenamiento e integración de nuevas percepciones; desidealizan
al padre, comprenden los deseos incestuosos recíprocos entre padres e hijos y al renunciar a la identidad
infantil, se dan los movimientos que les permiten definir su identidad adulta”.

Se trata de un artículo muy bien elaborado en lo conceptual y en la comprobación de la hipótesis,


tocando el tema del enfrentamiento de hijos y padres, lo cual finalmente resulta constructivo tanto para
unos como para los otros.

El segundo artículo es de la Dra. Teresa Guerra de Speckman y su título es “Casa de Espejos”.


Nos relata la autora que su interés primordial de este trabajo es poder comunicar la experiencia vivida
con grupos adolescentes.

En esto se encuentra la valiosa aportación ya que nos relata sesiones desde el inicio del grupo y
la conformación del mismo pudiéndose observar la frescura del grupo, en su trabajo fluido. Asimismo
señala la cooperación de los compañeros entre sí, en esta conformación de un grupo como –un- todo, en
donde la terapeuta permite la participación abierta y se observa la constancia de la transferencia radiada
entre los pacientes del grupo, utilizando la interpretación en forma mesurada y con el “timing”
adecuado.

El tercer artículo, del Dr. Héctor Socorro: “La psicoterapia Grupal del Adolescente” nos trae
nuevamente al modelo familiar, con la inclusión de una Co-terapeuta mujer, para conformar la pareja
terapéutica.

El trabajo revisa aspectos del adolescente y su confrontación con los padres, e incluye la viñeta
clínica del cuento de un paciente, posterior a una sesión prolongada.

Al igual que los dos anteriores, es un trabajo basado en la vivencia personal, que transmite lo que
sucede al grupo después de una sesión prolongada, llena de emotividades y frustraciones, que se
convierten, al pasar del tiempo en logros, a través de la elaboración de lo sucedido en los pacientes.

La tercera pregunta: ¿Qué es el grupo?

Retomando el tema del cuerpo, es posible comprender que “los fenómenos que ocurren en las
tres áreas del ser humano (mente-cuerpo-mundo) son inherentes a la personal y al grupo, en donde la
piel (como límite) trata de deslindar mundo interno de mundo externo” (González y Socorro, 1980).

Kaës (1977), explica al respecto: “Hacer cuerpo y, ante todo, ser cuerpo en grupo, por el grupo y
sus juegos de espejos: esta encarnación imaginaria, fundamento del vínculo social, se elabora al que se

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supone de ese cuerpo y al que el espíritu del grupo, su ‘habla’, su ‘discurso’, su ‘pensamiento’, sus
‘emociones’ deben asumir. El grupo ‘piensa’, dice, quiere decir, ‘dice’ no ya como un nosotros, sino
ante todo como un ‘se’: el del fantasma”. Más adelante continúa… “El grupo es un campo cerrado: es
cierre del campo de las relaciones con respecto a un exterior decepcionante, frustrador y amenazador; en
su interior se resuelven, en lo imaginario, las mayores insatisfacciones inflingidas por las debilidades de
los otros –especialmente los de la familia– para recibir y dar amor. Al grupo se lo representa tan pronto
como incorporación plena en el pecho-falo-materno, tan pronto como agregación a la fratria narcisista
todopoderosa. Es grupo, es además encierro en un ‘cerco’ que protege contra el exterior, contra la salida
hacia una historia; se lo quiere, precisamente sin historia(s) sin conflictos, pero también sin devenir,
estacionario intemporal y este deseo espanta en la medida en que lleva la muerte y la destrucción de sí al
mencionado cerco. Se ve que los fantasmas dominantes que estructuran las imágenes del grupo son los
del retorno vital y mortal, a la matriz. Este es el fantasma en que se articulan las angustias del destete,
de la penetración del intruso y de la castración”.

Finalizo diciendo que en este viaje de los social, de la problemática individual, de los
adolescentes y de sus padres, del grupo como tratamiento, se ve avanzar de la matriz originaria a la
matriz grupa, con objeto de encontrar esa “piel” que proteja y otorgue la posibilidad de encontrar una
salida hacia una vida mejor y más gratificante.

Dr. Héctor Socorro.

Página | 67
BIBLIOGRAFIA

1. Díaz de Mathman, C. (1982) “Terapia Del Adolescente Incluido Un Grupo De Adultos”. Trabajo
presentado en el 1er. Congreso Nacional de AMPAG, Oaxtepec, Mor.

2. González, J.L. y Socorro, H. (1980). “Las Fronteras del Cuerpo”. Trabajo presentado en el II
Congreso Nacional de Psicoanálisis de A.P.M.

3. Grotjahn, M. (1979) “El Arte Y La Tecnica De La Terapia Grupal Analítica”. Ed. Paidós, Buenos
Aires.

4. Guerra de Speckman, T. (1982): “Casa de Espejos”. Trabajo presentado en el 1er. Congreso


Nacional de AMPAG, Oaxtepec, Mor.

5. Kaës, R. (1977) “El Aparato Psiquico Grupal”. Granica Editores, Barcelona.

6. Kibel, H. Y Stein, A. (1981) “Group as a Whole Aproach: An Appraisal”. International Journal of


Group Psychotherapy. Vol. 31, No. 4

7. Socorro, H. (1982) “La Psicoterapia Grupal de Adolescentes”. Trabajo presentado en el 1er.


Congreso Nacional de AMPAG, Oaxtepec, Mor.

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TERAPIA DEL ADOLESCENTE INCLUIDO EN UN GRUPO
DE ADULTOS (*)

Dra. Celia Díaz de Mathmann

Los adolescentes a los que me voy a referir en este trabajo, están comprendidos entre los 17 y los
19 años, en una etapa del desarrollo cercana a la edad adulta, cuando el fin de la adolescencia significa
que los conflictos que surgen con la pubertad, pierden su calidad perturbadora y se estabilizan
caracterológicamente o se perpetúan en síntomas y desórdenes de carácter o de patologías más severas
(1)

Entre los cambios que se han dado, están los cambios corporales; la presencia de caracteres
sexuales secundarios, derivados de funcionamientos glandulares, los coloca ente la evidencia del nuevo
cuerpo y los lleva a elaborar la fantasía de la bisexualidad y a asumir una definición sexual; lo pre-
edípico ha sido elaborado, de modo que se impone la heterosexualidad.

Ante la definición sexual surge la búsqueda de nuevas relaciones objetales que los obliga a
renunciar a las relaciones infantiles de objeto.

Cuando este cambio no se da, surge la contradicción entre el deseo y el logro, que se expresa
como fracasos educacionales, vocacionales o sociales.

En la herida narcisista que este fracaso le ocasiona, el adolescente busca la terapia deseando
restaurar su autoimagen u con frecuencia espera una fórmula mágica que lo haga; muestra poco
tolerancia a la frustración, de ahí que una de las metas en la terapia será aumentar su tolerancia a la
frustración y enseñarlo a encontrar sus propios recursos y reemplazar con ellos, la búsqueda de fuentes
externas de autoestima.

En la entrevista inicial con los adolescentes que venían enviados por sus padres a tratamiento
psicoanalítico, expresaban el deseo de resolver problemas en sus relaciones sociales, de mejorar el bajo
rendimiento escolar o bien de aclarar dudas vocacionales; pero a medida que profundizaba en la
entrevista, encontré un común denominador generador de angustia, que era reprimido en el diálogo
espontáneo, éste era: en los hombres inhibición ante el deseo de acercarse a las mujeres para iniciar una
relación erótica y franco rechazo ante la posibilidad de tener relaciones sexuales, la defensa además de
la inhibición se manifestaba en deseos homosexuales que en ocasiones llegaban a ser actuados.

En las adolescentes, encontré que sus primeras relaciones sexuales les resultaron conflictivas,
casi traumáticas, con fuertes sentimientos de culpa o bien una búsqueda compulsiva de relaciones
sexuales negando en forma maníaca el vínculo de dependencia primaria con la madre.

Estaba claro que el definirse sexualmente, en estos adolescentes constituía un conflicto, la


búsqueda de pareja reactivaba angustia originada en diferentes momentos de su evolución psicosexual
en una situación real de dependencia familiar.

(*)
Trabajo presentado en el 1er.. Congreso de AMPAG

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Estos aspectos me sugerían la elección de una terapia enfocada a trabajar en un nivel actual, sin
dejar d lado aspectos que requieren un nivel de análisis más profundo, en un encuadre que permite dar
informaciones concretas y apoyo directo y limita la tendencia del acting-out tan frecuente en los
adolescentes. Pensé en un grupo de adultos, en donde al presentarse el terapeuta como una realidad,
frente a frente, se despoja de características de omnipontencia que acentúan la defensa narcisista; al
encontrarse en un grupo de adultos pueden dialogar con esta generación, reeditar las relaciones
familiares y rectificar mediante la interpretación psicoanalítica.

Los adolescentes pueden expresarse con un sistema de calores semejantes a los que distinguen a
padres e hijos y poner en acción de un modo muy realista (dramatizando con los adultos) reacciones de
desplazamiento de tipo progenitor-hijo. (2).

Agrupé a los adolescentes en parejas, los incluí en grupos de adultos jóvenes con promedio de
edad de 30 años, los integrantes en su mayoría eran casados, tenían hijos y en cuanto a la patología, se
mantenía dentro de niveles neuróticos.

La primera reacción del grupo fue de rechazo, “no sería fácil hablar de sus cosas frente a
compañeros tan jóvenes”. Les señalé la repetición de patrones sociales en los que se divide: el mundo
de los adolescentes llenos de dudas e incertidumbres y el de los adultos donde todo es seguridad. La
línea interpretativa en este primer momento pretende abatir la defensa que se daba en la comunicación,
una buena relación con el grupo y con el terapeuta ofrece al adolescente un ámbito en donde le es menos
necesario defenderse en el que puede comprenderse a sí mismo a través de la comprensión de los otros.
(3)

Para el adolescente es necesario un continente lo suficientemente sólido para dialogar, no se


comunica si no se siente seguro de ser comprendido y ser comprendido significa la seguridad de ser
entendido en el mundo caótico de sus dudas. (4)

La espontaneidad de los adolescentes y el humor de sus comunicaciones confrontaba a los


integrantes del grupo y aceleraba el proceso analítico. El adolescente, debido a su proceso madurativo,
tiene más facilidad para la regresión, sus confrontamientos son bruscos, sin rebuscamientos y penetran la
coraza caracterológica de lo adulto.

Nos dice S. Ramírez que: “una edad determinada expresa como espejo, tanto en su normalidad
como en su enfermedad, la patología de la comunidad, la familia o la escuela”. (5)

Isabel, 17 años, tiene una primera experiencia sexual y al saberlo la madre, la lleva a un examen
médico y la envía a terapia; Isabel era bonita, sensible e inteligente, presentaba un problema de obesidad
que se acentúo al inicio de la pubertad, intentaba tratamientos para adelgazar que nunca terminaba;
vestía como si fuera una vieja, vocacionalmente le gustaba el arte, pero iba a matemáticas, así reprimía
sus impulsos, obediente a un superyó punitivo.

En el mismo grupo estaba otro adolescente de 18 años, Esteban, que presentaba una conflictiva
pre-edípica en la que mantenía una dependencia pasiva frente al objeto. Habla de sus juegos y deseos
homosexuales, su intervención en el grupo facilita la salida de material reprimido; en la sesión un
hombre comenta que en la noche, un ladrón entró al departamento del vecino, todos se despertaron,
hubo gran escándalo. Otro hombre del grupo comenta un sueño: “se encontraba con un amigo de la

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adolescencia, al que había querido mucho, se abrazaban con mucho cariño”; asocia que con este amigo
inició sus aventuras sexuales, el amigo hacía las conquistas y las compartía con él.

Una mujer joven, casada, que está en el grupo por esterilidad secundaria y frigidez, pudo
expresar llanto y enojo a causa de que la obligaron a abortar un embarazo que se dio antes del
matrimonio.

Isabel relata otro sueño: “estaba en sesión, la terapeuta les decía que podían sentarse juntitos y
les proyecta una película de animales, Isabel debía imitar los movimientos de los animales, ella lo hacía,
de pronto tuvo miedo, sentía que el piso se hundía, después se veía en el grupo pero eran niños de
kinder, uno se subía a una silla y decía un discurso, ella se sintió muy triste y lloró”.

En esta viñeta se muestra cómo la intervención de Esteban penetra sorpresivamente al grupo


(ladrón en el departamento) en las asociaciones grupales se interpreta: ansiedades de castración,
voyeurismo, homosexualidad, la sexualidad pre-genital. Se va dando un nivel cada vez más regresivo
hasta llegar a un momento elaborativo de duelo.

En la medida que el grupo progresaba, se daban cambios en los integrantes: Isabel retomó el
tratamiento para adelgazar y modificó su forma de vestir, más atractiva y juvenil; Esteban tuvo novia
con sentimientos todavía ambivalentes, se masturba en forma compulsiva negando así la necesidad del
otro sexo.

Ante los cambios, los padres de los adolescentes se hacía presentes enviando mensajes negativos
en relación a la terapia o hacía llamadas telefónicas a sus hijos, durante la sesión.

Para los padres también resultaba difícil aceptar la individuación, cuando la ansiedad
persecutoria se acentuaba, había somatizaciones.

Se dieron nuevos logros, la mujer estéril se embarazó y recuperó su capacidad orgástica; Esteban
logró estabilizar una relación y vivir una sexualidad más placentera; Isabel ingresó a un grupo de música
en donde coíncidian hombres y mujeres y se decidió por una profesión relacionada con el arte. Después
de dos años y medio, Isabel se despidió del grupo, un año más tarde, Esteban.

En este largo proceso de individuación, segunda individuación como la llama P. Blos (6), el Yo
del adolescente desarrolla una actividad integrativa y adaptativa, alejándose cada vez más de la actividad
defensiva con lo que se manifiesta el logro de una fortaleza yóica.

La redistribución de la libido permite la búsqueda de nuevos objetos, en la medida que se


decatectizan los objetos primarios, se catectizan nuevos objetos. (7).

Nos dice Rascovsky que “cuando el adolescente asume la definición sexual y defusiona la
imágen de los padres, adquiere una nueva forma de relacionarse con ellos deja de ser a través de los
padres para ser él mismo”. (8). El que los padres también se resistan a aceptar el cambio de los hijos, se
debe, continúa Rascovsky, al rechazo que experimentan frente a la genitalidad y a la libe expansión que
surge de ella. Esta incomprensión y rechazo, en ocasiones se encuentra enmascarada bajo la
autorización de una excesiva libertad en al que el adolescente se siente abandonado. Una de las
adolescentes de 18 años comenta: “es que me dieron tanta libertad que ya no se quién soy ni qué soy”.

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Otra de las integrantes del grupo, recuerda que su padre era muy cercano y cuando tuvo la
primera menstruación, el padre se hizo distante.

En este grupo, uno de los adolescentes sueña que besa a su madre en la mejilla y ella intenta
tocarle los genitales; un adulto asocia que él en ocasiones se ha sentido atraído por su hija y entonces no
permite que ella se le acerque.

Otro adulto comenta que su hijo quería trabajar, él le dio empleo y le dijo cómo distribuir el
sueldo que le pagaba coartando la iniciativa del muchacho. Los adolescentes del grupo, dramatizando el
rol de hijos se enojan y protestan por el control que se hacía del hijo; durante varios meses este señor se
concretaba a interpretar al grupo y no se comprometía con lo suyo, los adolescentes le señalan cómo
cuidaba su imagen omnipotente e infalible, negando reiteradamente sus conflictos.

Después de algún tiempo el paciente llega angustiado a la sesión porque tiene problemas
laborales por actuaciones erróneas, quisiera platicarlo con su familia pero se siente avergonzado, -el
padre omnipotente se torna real, humano, expresa sentimiento-.

El grupo le señala que también sus hijos le pueden dar apoyo, acompañarlo; él siente que se le
han movido “cosas” quiere hablar mucho con sus hijos, ya no son unos niños, quiere también aprender
de ellos, aunque siente algo de tristeza.

“En una fiesta mi padre se puso hasta el gorro y se cayó, me dio coraje y mezcla de tristeza por el
viejo, es buena onda”.

Los adolescentes de este grupo, en una relación compartida con los adultos, logran un
reordenamiento e integración de nuevas percepciones, desidealizan al padre, comprenden los deseos
incestuosos recíprocos entre padres e hijos, y al renunciar a la identidad infantil se dan los movimientos
que les permiten definir su identidad adulta.

RESUMEN

Se relata la experiencia de la autora en la terapia psicoanalítica de grupo con adolescente, a los


que se integran en un grupo de adultos.

Los adolescentes fueron seleccionados en base a su problemática sexual y en una edad que los
aproxima a la vida adulta.

Se describen algunas viñetas que ilustran diferentes momentos de la terapia, la reacción del
grupo frente a los adolescentes y la participación y modalidad de intervención de los adolescentes, que
penetra la coraza caracterológica de los adultos.

El compartir con la vida emocional de los adultos, facilita el proceso de identidad y de los
adolescentes.

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BIBLIOGRAFIA

1. Peter Blos. “Psicoanálisis de la adolescencia”. J. Mortis.


2. Slavon. “Tratado de psicoterapia grupal analítica”. Paidós.
3. Anny Speiner. “Psicodrama psicoanalítico en grupo”. Kargierman.
4. S. Ramírez. “Infancia es destino”. S. XXI
5.
6. Peter Blos. “La transición adolescente”. Amorrortu
7. Fernández Mouján. “Abordaje teórico y clínico del adolescentes”. Nueva Visión.
8. A. Rascovsky. “Manía y psicopatía”. Paidós

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(*)
“CASA DE ESPEJOS” GRUPO DE ADOLESCENTES

Dra. Teresa Guerra de Speckman

El interés primordial de este trabajo es poder comunicar la experiencia vivida con grupos de
adolescentes, y en particular con este grupo que desde mi punto de vista ejemplifica claramente los
procesos del adolescente. Me resulta compleja la forma en que podría mostrarles el trabajo que hemos
ejecutado durante un año, he tenido todo tipo de fantasías al respecto, que no puedo abandonar del todo,
grabaciones, películas o cualquier elemento que me ayudara a comunicar lo que ha sido mi experiencia.

Me gustaría poder transmitir la idea del grupo como un todo, en este caso representando al
adolescente con sus incongruencias, su sexualidad amenazante, sus actuaciones y regresiones. En base a
esto no considero importante mostrar la parte vertical e individual de mis pacientes, sino el
funcionamiento del adolescente en el grupo y el beneficio que a él mismo le reporta.

Ante los cuestionamientos que el adolescente se plantea, el grupo puede proporcionarle las
respuestas vivenciales que necesita, ya que le es difícil identificarse con el adulto, que culturalmente
asume una posición prejuiciada frente a él.

Los padres, por la situación coyuntural en que se encuentran, son menos aceptados que nunca,
tienen que mantenerse en pie ante las duras críticas y cuestionamientos con los que son confrontados
por sus hijos; todo esto es vivido en un ambiente dramático, con altas y bajas, con alejamientos y
acercamientos, que no le permiten al adolescente (temporalmente al menos), una identificación adecuada
con ellos.

El grupo le da la oportunidad de verse con otros, de no sentirse tan extraño, tan confundido, de
recibir opiniones que pueden aceptar con mayor facilidad; el analista, en su papel conciliador, facilidad;
el analista, en su papel conciliador, facilitador de comunicación y sobre todo no persecutorio, le permite
un acercamiento al mundo adultos.

En el grupo cada miembro representa sus partes confusas y entre todos le dan la posibilidad de
mirarse y comprenderse, logrando una mayor integración. A este aspecto del grupo dedico mi trabajo, a
señalarlo como la técnica psicoanalítica que mayor oportunidad proporciona al adolescente, para
facilitar y realizar su proceso.

ANTECEDENTES

En la primera sesión me encontré frente a ocho chicos sobreexcitados, inquietos, que peleaban su
derecho a intervenir, así como a ser líderes del grupo. Me resisto a hacer una historia detallada de cada
uno de ellos, que lo único que lograría sería el olvido de lo más importante, “el grupo”. Quisiera que su
presentación fuera como en el teatro, donde no se nos cuentan ordenadamente los datos biográficos de
los personajes, pero la trama, los diálogos, nos lo revelan y terminamos conociéndolos aún más que si lo
concreto de los datos hubiera invadido nuestro pensamiento. Sin embargo, considero importante
proporcionar algunos datos que faciliten su ubicación.

(*)
Trabajo presentado en el 1er. Congreso de AMPAG.

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NOMBRE EDAD ESCOLARIDAD HERMANOS LUGAR ESTADO CIVIL
EN LA DE LOS PADRES
FAMILIA
Olivia 17 Preparatoria 2 Primogénita Casados
Adolfo 19 1° Facultad 2 Primogénito “
Olga 18 1° Facultad 4 Primogénita “
Alberto 19 2° Facultad 4 Primogénito “
Alma 16 Preparatoria 1 2° Lugar Divorciados
Armando 18 1° Facultad 1 Primogénito “
Emma 19 2° Facultad 1 Primogénito “
Norma 16 Preparatoria 0 Hija Única “
Ana 20 1° Facultad 5 3er. Lugar “

PRIMERA SESION
― ¿Tú en qué escuela estás?
― ¿Conoces a Paco?, es el hermano de Ancira, la amiga de Natalia.
― No.
― Tal vez yo sí lo conozco.
― ¿Quién ha estado en escuela activa?
― Yo. –Yo también. –Yo no.
― Yo no nací aquí, acabo de llegar y me siento como “bicho raro”.
― ¿Allá hay libertad sexual?
― ¿Es cierto que reparten píldoras anticonceptivas?
― Yo también estuve allá de interno, engordé como 10 kilos, me sentía de la patada.
― Igual me pasó a mí al llegar acá, me la paso comiendo.
― Creo que muchos de los de aquí han estado en la misma escuela, ahí estaban mis hermanas.
― ¿Cómo se llaman?
― Todos los de esa escuela se parecen en lo “reventados”.
― ¿Tú de dónde vienes?
― Oye, creo que fuimos compañeros en el francés, cuando teníamos 10 años.
― ¡Ya me acordé!

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Yo pregunto si ya están seguros, seguros de no conocer a nadie más, para ver lo que pueden contar…
Ríe pero continúan preguntando.

― ¿Quiénes son hijos de padres divorciados?


― Yo… yo…, yo también…
― ¿Con quién vives?, ¿A quién prefieres?
― ¡Qué pregunta! Si no somos niños chiquitos.
― ¿Con quién de los dos te identificas?
― Yo con mi mamá (risa general porque se trata de un chico).
― ¿Te gusta cocinar?
― No, pero quiero conquistar a mi padre… ¡qué grueso!
― Oye, ¿estás hablando en serio?
― Momento, por qué hiciste esa pregunta de los divorciados?
― Pues por los líos en que te metes con sus pleitos y todo eso…
― Yo tengo problemas en relación con las chavas.
― Mi mamá murió cuando yo tenía 5 años, y a veces pienso que me abandonó.
― ¿Esa es tu conclusión?
― No, todavía penso seguir aquí bastante tiempo (risa general).
― ¿Y tú por qué no hablas?
― Me siento diferente
― ¿Por qué? Es mejor que hables pronto.
― Tengo un bebé…
― ¡Qué padre!
― ¿Vives sola?
― No, vivo con mis papás y hermanos. Me embaracé para casarme, quería salirme de la casa, pero no
entiendo por qué.

SEGUNDA SESION

— Yo me fui enojada la vez pasada porque no hablé.

— A mí me costó trabajo...

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— Yo salí feliz, fue como si me hubieran hecho un regalo.

— Toda la semana estuve esperando este día.

— A mí me pareció padrísimo el grupo.

— Yo propongo que cada quien vaya diciendo algo de sí mismo, para irnos conociendo, se vale?

El grupo es de ustedes.

— Bueno, mi problema es que creo que paso todo lo de mi mamá, que murió, a mí chava y siempre
estoy con miedo de que me deje.

— A mí me dejó la mía y todavía no me repongo.

— Yo tengo que trabajar para dejar de estar detrás de mis padres y esto es difícil.

— Mi principal problema es que estoy gorda.

— Y el mío.

— El mío también.

— Tengo coraje a papá.

— Y yo a mamá, no quisiera parecerme a ella. Además se me hace raro que siempre he tenido novios
bastante mayores que yo.

— Mi problema es el cambio de país. Siempre tengo flojera, sueño y lloro de todo.

¿Tienes novio?

— No, eso no.

— Ese es mi problema.

— Y el mío.

— No se si por gorda no pesco a nadie

— Mi problema es el bebé y mi familia. También tengo sueño, depresión, me duermo profundamente y


no lo oigo si llora en la noche..., pero no se ha muerto...

— ¡Chin!

— Bueno, ¿se aceptan fantasías?, o no...

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— Yo me persigo todo el día, me exijo, me preocupa el papel que hago en todos lados.

— Te pareces a mí.

— Sí, todo lo haces complicado, se acuerdan de “Sueños de un Seductor” y de los diálogos de Bogart,
bueno, pues yo hago más o menos lo mismo.

Tienes un diálogo interno, continuo y agotante.

— A mí me pasa igualito.

Sí, creo que a todos les pasa, pero cuando el comer se vuelve impulsivo o el discutir interno fatiga
demasiado y no se sabe cómo parar, es cuando preocupa, y éste sería uno de nuestro objetivos, averiguar
por qué ocurre.

Pasaron semanas y el grupo fue abandonando la manía, la posición esquizoparanoide también se


fue diluyendo. Mamá siguió siendo tema principal, lo que es evidente en la transferencia.

— A él lo oyes con más atención.

— A ella la miras mucho.

— A mí no me dejaste terminar.

— El nos quita todo el tiempo.

Continuaron situaciones parecidas, en que interpreté su voracidad, los celos fraternos, la


competencia, la rivalidad por mamá y contra mamá. La gordura de las chicas la interpretamos de
muchas maneras, duelos no elaborados, miedo a crecer, unión con la madre y otras variantes.

Durante varias sesiones los varones del grupo mencionaron la masturbación, las chicas no se
daban por enteradas, persistían en la preocupación por la gordura y uno de ellos dijo:

— En lugar de tanto comer, por qué no te masturbas?, yo estoy flaco, a lo mejor les da resultado.

Ansiedad, risas interminables, propusieron publicar un “best seller” “No coma, mejor
mastúrbese”, “Mastúrbese y adelgace”. ¿Masturbarse es lo mismo que esos días decidí integrar al grupo
a una chica que tuvo un episodio de seducción por parte de su padrastro. ¿Podría elaborarlo en el
grupo?. Pensé que sí, en él tendría más oportunidad de hacerlo.

El primer día que llegó, me dijo, ayúdame, quiero decirlo de una vez. La había tenido en terapia
individual varios meses, pero nunca antes la sentí tan sincera con ella misma, tan auténtica. Las
preguntas surgieron de inmediato:

— ¿Cómo fue?
— ¿Por qué no decías nada en tanto tiempo?

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— Era difícil hablar, sobre todo porque ocurriría lo que ocurrió, terminaría con la pareja y también me
dolía hacerlo. Tenía miedo, más bien no entendía nada, cuando esto comenzó era muy chica...
— ¿Y por qué callaste?
— Yo creo que te gustaba.
— ¿Te sentías muy importante? Todavía se te nota.
— Sí, pero también culpable y la pasé mal, comiendo y engordando, enojada, triste encerrada en mi
cuarto.

Cada vez que el tema salía, volvían las acusaciones, la angustia, pero yo percibía a la chica más
tranquila, menos evasiva, menos negadora. Yo devolvía las proyecciones a cada uno, en relación con su
propia historia. Es lo que hubieras deseado o temido, es lo que te angustia, etc. Fue notable la forma en
que este hecho real favoreció el afloramiento de fantasías sexuales edípicas. Los miembros del grupo
cuyos padres están divorciados, hablan las nuevas parejas de los mismo, generalmente jóvenes, tanto
que casi podrían hacer pareja con ellos, lo que les angustiaba terriblemente.

“Me da miedo que mi padrastro me mire” o “temo calentarme con la chava de mi papá, él si que
no se mide, me da coraje, parece mi hermana”.

— Mi padre dijo de broma que me “va a bajar” a las chavas, yo creo que él también tiene bronca
conmigo, se quiere hacer el jovencito, a veces me da coraje y otras me da lástima o vergüenza.
— Me enfurece que mi mamá se haga la juvenil, no le queda.
— ¿Creerás que mi mamá anda con un galán y se mira como idiotas todo el tiempo?
— Mi mamá me recuerda constantemente la dieta, es como si me dijera “no me gustas”, pero yo creo
que no le gusté nunca, siempre prefirió a mi hermano.

Aproximadamente a los 6 meses de iniciado el grupo y a causa de una deserción, quedó un sitio
vacío y acepté en este lugar a una chica que había tenido episodios psicóticos y cuya problemática
central era bastante similar a la del grupo, un terrible miedo a la genitalidad, que la hacía regresarse;
padres divorciados, represión, etc.

Los primeros meses transcurrieron espléndidamente, no era muy comunicativa pero participaba
abiertamente y con gran acierto en los problemas de sus compañeros; por vicisitudes personales,
recientemente tuvo una tercera crisis, menos fuerte que las anteriores, pero no ha dejado de asistir ni una
sola sesión, el grupo la tolera y se ha permitido regresarse con ella, elaborando repetidamente su
oralidad. De esto hace aproximadamente tres meses y trataré de ilustrar con viñetas el proceso del
grupo.

Repetidamente traen comida, bolsas de galletas y dulces que reparten; la actitud sobre todo de la
chica que vivió la experiencia incestuosa, es sumamente regresiva. Su agresión es manifiesta y
continua, tanto hacia la figura materna, como hacia sus compañeros de grupo.

A continuación transcribiré la viñeta de una sesión efectuada el 11 de mayo.

— Papá no me llevó flores este día de la madre.


— ¡Oye, pero si tu papá no es el papá del bebé...! ¿O sí? (risas).
— Soñé con un montón de mamás.
— A falta de una.

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— ¡Qué cruel!
— Soñé con una maestra de la escuela que se suicidó, después apareció la esposa de mi papá, la que no
nos aceptó en la casa y también soñé con la mamá de mi amigo, la que me ocurrió...

Eso más bien parece un desfile de brujas.

— En el sueño la mamá de mi amigo me besaba en la boca, era rico. ¡Tengo coraje con ella!

La madre pregenital, castrante, perseguidora, revivida por el proceso edípico, es la que aparece
frecuentemente en sus sueños.

— Yo traigo bronca con mi mamá, me estuve acordando de cuando intervino en mi grupo de teatro y
fue a pedir le explicaciones a mis compañeros. Hasta que me tuve que salir del grupo.
— El pleito fue por tu amigo el grande.
— Sí, el de la edad de tu papá.
— Yo creo que tu mamá estaba celosa, está prohibido andar con los grandes, es como si hubieras
querido andar con tu papá, ella no te hubiera dejado.
— ¿De plano creen que eran celos?
— También eran celos de ti, de que no la dejaras sola.
— A veces la necesito mucho.

Igual que a mí, por eso te enojas tanto conmigo y estás pendiente de si te miro, de cómo te miro, oigo a
otros más que a ti.

— Da coraje depender, necesitar a alguien y no tenerlo todo el tiempo.

Algo de eso te ocurrirá a ti Emma, que no viniste dos sesiones.

— Estuve enferma, me quedé afónica.

Sin venir y afónica era imposible continuar hablando de las cosas que te duelen, como es el
problema de tu gordura y el de la separación de tus padres, de tu ir y venir hacia uno y otro,
colocando esta confusión en todo lo que te rodea. Igual le ha pasado a Norma, la última vez que
vino nos contó del disgusto que surgió con su mamá , porque le preguntó sobre la entrevista que tuvo
con su padrastro. Fue como cerrarnos la boca a nosotros para que tampoco preguntáramos nada.

— Puede preguntar. La verdad es que descubrí que ya no lo odio, también fue mi papá por mucho
tiempo... y ya no siento hacia él toda esa rabia, yo se que él está mal, pero también yo... lo que más
me preocupa es cómo poder arreglar esto dentro de mí, he tenido relaciones, pero me cuesta trabajo
sentir... Por cierto, para que veas que sí analizo, te traigo dos sueños que me impresionaron mucho.
En el primero soñé que yo era la mujer de la película del “bebé de Rose Mary”, ¿la viste?, era la
escena en que la amarran para que sea poseída por el diablo o monstruo, le sujetan las piernas como
si fuera la fuerza, pero la verdad es que sí quería la relación. Desperté angustiadísima, creo que es
muy fácil, ya decía que estaba dormida, pero tal vez no era del todo cierto

En el otro sueño, tenía una especie de relación sexual, nada menos que con mi mamá, ¿qué te
parece?. Lo que me quedé pensando fue en lo que tú decías hace un rato, que la necesito mucho, que

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me es difícil separarme de ella y que a lo mejor lo de mi padrastro no era con él, sino con ella.
¿Sería posible esto?

PENULTIMA SESION

— Tuve un sueño, soñé con mi madre, primero la veía viva y después la veía muerta, metida en una
bolsa de basura. ¿Qué significa esto?
— Yo cada diez días me enfermo del estómago, será que hago corajes con mi mamá porque me pide
que me haga cargo de la casa y yo le digo que ella es la madre, mi papá me concede la razón...

¿Por qué no te adivinarán cuándo quieren ser tratada como mamá y cuándo quieren ser tratada como
hija?

Ana dice: ¡Tengo miedo!

— ¿Lloraste?
— Sí, mucho... ¿Por qué?
— Porque tengo males físicos
— ¿En la cabeza?
— No... en el estómago, en las piernas, en la espalda, agruras... (risa general, ella también ríe)
— ¿Y qué te pasó?
— Tuve un accidente y me rompí el esternón.
— ¿El corazón?
— Sí también el corazón (riendo).
— ¿Por qué tenemos que preguntarte todo, quieres hablar o no quieres hablar?
— No, no quiero.
— Por ahí debiste haber comenzado.

Lo que quiere es que le adivinemos.

— ¿Pero tú sabes qué te pasa o no?

Ana guarda silencio, entonces yo digo que en realidad lo sabe, que está confusa, que tal vez quiere
que nosotros le acomodemos las cosas. Ana hace un signo afirmativo.

Olivia dice:
— A todos les hace caso menos a mí; cuando llegué después de que vine desde tan lejos de mi práctica,
nadie me preguntó nada.

Repetidamente insiste en esto, yo le señalo cómo exige, cómo demanda, y que así, generalmente la
respuesta de los exigidos es negativa.

Olivia llora sin parar, me reclama, pelea con todos, el grupo le intenta mostrar lo absurdo de sus
demandas...

Finalmente yo le digo que está pidiendo la adivinanzas, quiere que todos adivinemos lo que siente, lo
que desea, igual que los demás. Yo creo que todos están muy celosos de Ana y quieren jugar a lo
mismo, a los acertijos.

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— Lo que pasa es que tú y ella hablan de algo que no entendemos, de algo que sólo tú y ella saben...

Sí, igual que la mamá con su bebita.

— Ella piensa y tpú hablas, como si fueras la que traduces. Ella es la cabeza y tú la boca.

Se sienten excluídos de esta relación y eso los ha hecho ponerse regresivos y pedirme lo mismo que
pide Ana, que les adivine como a los bebés, si tienen hambre, frío o sueño.

ULTIMA SESION

(A diez meses de iniciado el grupo)

Casi al empezar Ana dice: ¡Me pasé la noche vomitando!

— ¿Otra vez estás enferma?

En ese momento entra Norma con una bolsa de paletas y literalmente desde su sitio empieza a
aventarlas a todos, incluso a mí. Así empezamos la sesión, todos con una paleta de chocolate y
vainilla en la mano, lo cual es congruente con la regresión del grupo.
Ana insiste en decir que vomitó mucho. ¿Qué vomitaste?

— Es lo que no sé, tú crees que sería porque cambié de marca de cigarros, o porque comí mucho sin
tener ganas?

Yo creo que vomitaste no por comer, sino por masturbarte...

— No, yo creo que vomité por lo del tipo que casi me viola...
— ¿Quién?
— Un tipo en la calle...
— ¿Cómo?
— No me violó, pero me tocó...

El grupo se impacta mucho, primero enmudece, pero después la interroga activamente, ¿quién era?,
¿por qué te dejaste? ¡le hubieras pegado...! ¿por qué venías caminando?

— Porque pensaba en cosas muy locas, me imaginaba que venía en una peregrinación.

En seguida continuó interrogando a cada uno de los miembros del grupo: ¿Tú crees en Dios? - No,
yo soy ateo. ¿y tú? –Yo también. ¿Y tú? -Yo a veces creo, pero sólo en Dios. ¿Y tú? -Yo en nada.
Finalmente todos le preguntan a ella . ¿Tú crees en Dios?

— Yo voy a misa...
— Pero ¿crees en Dios?
— A veces no... Cuando me pasan cosas...

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Guardamos silencio unos momentos, hasta que un chico lo rompe afirmando:

— Es que Dios es un intelectual de izquierda


— ¿Por qué?
— Porque no hace nada, como los intelectuales de izquierda.

Ana empieza a jugar con la locura: Yo ví a Dios, era mi abuelito, de verdad... (Esto lo dice
riendo, de ella y de los otros). Todos entran en el juego, se ríen y hablan al mismo tiempo, Ana
interrumpe a todo el que trata de hablar, circulan los kleenex y cuando alguno hace una moción de
orden, otro explica que Ana no lo deja hablar porque interrumpe continuamente, ella protesta, diciendo
que tiene que preguntar y toca los temas mas más opuestos, el temblor, las medias, las paletas, etc.
Parece un niño pequeño que interrumpe a los mayores continuamente, hasta la desesperación. Yo me
pregunto qué tanto derecho tengo a exigirles a los hermanos mayores que toleren a la pequeñita.

Dedico mi atención a Armando, que trae algo escrito que se refiere a abandonar su posición
repetitiva de víctima frente a la humanidad. Una de las chicas pregunta qué tanto Armando es
responsable de que le ocurra lo mismo. Yo le respondo que a lo mejor Armando quiere estar repitiendo
su historia, pero lo positivo es que parece que ya se está dando cuenta y quiere dejar atrás el papel de
niño abandonado.

A pesar de las interrupciones, otro chico habla de los problemas de su casa, algunos más
relacionan sus propias experiencias y emiten opiniones en la línea de que a lo mejor no sea tan difícil
cooperar un poco. Yo apoyo esto, mostrándoles cómo ellos tal vez hacen un “rollo” tan grande de esto
que después tienen que vomitarlo.

CONCLUSIONES

Es difícil concluír un trabajo que sabemos que es parte de un proceso que se está viviendo y que
por lo mismo carece de los beneficios que nos proporciona la perspectiva histórica.

Es además difícil porque el material clínico acumulado es abundante y rico, lo que permitiría
trabajar varios aspectos del grupo: la represión, la oralidad, el complejo de Edipo, el incesto, la psicosis,
etc. Sé que sería posible hacerlo pero no es el lugar, ni el objetivo de esta comunicación que
necesariamente tiene que ser breve. En base a esto, elegí centrarme en el grupo, poder mostrar la teoría a
través del trabajo clínico, poder mostrar al adolescente representado en el grupo. Al adolescente con
todo lo que abarca su vida en este momento, incluyendo a sus padres actuales, confusos, inquisitivos, a
veces autoritarios, a veces infantiles, pero la mayoría del tiempo persecutorios. No puedo unirme a ellos
por lo menos en las actitudes, por lo que prefiero no utilizar nada que se asemeje a la adivinanza ni a la
suspicacia paterna que tanto lo persiguen, sino señalamientos o interpretaciones que procuren aclarar la
gran confusión en que se encuentra.

El grupo proporciona en algunos de sus miembros el espejo cruel que devuelve sin miramientos
en su propia imagen, la imagen del otro, nuestra labor será señalar lo que es puramente proyectivo,
promover las identificaciones que puedan ayudar a elaborar sucesivamente los momentos traumáticos
del adolescente, integrarlos y devolvérselos de una manera más suave, para que puedan aceptarlos.

Los grupos son para sus miembros “casas de espejos”, que devuelven la imagen multiplicada,
deformada, truncada, pero siempre conteniendo algo de ellos mismos. Son un lugar al que pueden

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asomarse con la mirada a eso que es más que la simple percepción, como diría Winnicott. Es la casa
ideal para el adolescente que intenta hacer congruentes sus procesos internos con su imagen corporal, su
posición en el mundo con la de los otros. El adolescente está lleno de dudas, por eso ensaya, por eso
actúa. El grupo le proporciona este continente, esta posibilidad de ensayos multiplicados, fantaseados,
este vivir un poco a través de los otros, que él tanto necesita, para dejar de actuar o para atreverse a
hacerlo.

El grupo en este año de trabajo ha estado intentando elaborar, a base de regresiones y


progresiones sucesivas, su entrada a la genitalidad. Las experiencias reales de algunos de sus miembros,
facilitaron la manifestación de fantasías incestuosas que estaban en todos los miembros del grupo. La
envidia, la culpa, la omnipotencia han sido recreadas alrededor del Edipo resurgiendo en forma
amenazante. La oralidad ha sido manifiesta, comer, destruír con la comida, con el vómito, con la rabia,
con la palabra, con la acción. Masturbarse omnipotentemente en la negación de sus duelos por la
bisexualidad, por su cuerpo infantil, por su identidad perdida.

Recientemente empieza a tener momentos de “insight” importantes, hacen autoevaluaciones


positivas y negativas llevándome a reconocer con ellos, sus primeros cambios.

Esto es el grupo, un ir y venir hacia etapas anteriores del desarrollo, un proyectar e introyectar,
modificando en este proceso los objetos internos para que resulten momentos amenazantes, una
posibilidad de aceptación de la realidad que somos y de la que queremos ser, un largo proceso que
realizar, con la ventaja inmensa de la compañía.

Dra. Teresa Guerra de Speckman

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“LA PSICOTERAPIA GRUPAL DE
ADOLESCENTES”

TRABAJO PRESENTADO EN EL 1ER.


CONGRESO NACIONAL DE ANALISIS DE
GRUPOS.

ASOCIACIÓN MEXICANA DE PSICOTERAPIA


ANALITICA DE GRUPO

Dr. Héctor Socorro L.


24 de septiembre de 1982.

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LA PSICOTERAPIA GRUPAL DE ADOLESCENTES

Héctor Socorro L.

LA NUEVA ERA

“La devastadora guerra había terminado. El fin había llegado. “l fantasma de la guerra rondaba
por el concreto buscando algún ser vivo que hubiera quedado sobre esta tierra. Nadie parecía haber
quedado. De aquellas ciudades memorables tan sólo quedaba polvo, cenizas, chatarra, cadáveres
cristalizados, estatuas enterradas en la arena, cráteres humeantes, pero ningún ser vivo que pudiera llorar
de tristeza ante tan cruel espectáculo.

Pero de los escombros, dos seres mutilados, que por alguna extraña y casual razón no habían
perecido, arrastrábanse sin meta alguna. Se pararon con dificultad en una montaña de escombros de
donde observaban su amada tierra, presa en ese momento de la putrefacción y el dolor, de l pánico para
los que pudieran ver y de llanto para los que no pudieran ver. Era difícil de comprender que esos dos
seres permanecieran con vida, aunque por un corto tiempo, y más increíble es que la tierra no hubiese
volado en millones de pedazos; pero de qué valía tener una tierra sin vida… Los dos seres se
aproximaron a una mesa de concreto y observaron a su alrededor: muerte, dolor, tristeza, soledad. Ya
nadie podría reír en sus casas, ya nadie podría jugar en las calles, nadie podría disfrutar de la naturaleza,
porque ella misma había destruido a sus hijos. Era triste recordar que minutos antes de la explosión de
los arsenales de todas las naciones, hubiera gente que apoyara esa acción… Pero lo hecho, hecho
estaba…

De pronto uno de los seres observó una pequeña planta que florecía con alegría, dando a ese
ambiente un tono de esperanza.

El ser se acercó, observó detenidamente a la flor y lloró con desesperación. El otro lo consoló y
con coraje dijo:

8 Estoy seguro que esta planta, si continúa floreciendo, en tal vez varios millones de años, se
desarrollará a semejanza del hombre… Hay que destruirla.

El otro extrañado le contestó:

8 Es cierto que el hombre destruyó esta planta, cubrió de desiertos sus fértiles tierras y de océanos sus
islas, pero también desarrolló la ciencia, la tecnología… Te aseguro que si no hubiera sucedido esto,
habríamos conquistado las ciencias, la tecnología y la asombrosa mente humana…

8 ¡Pero el hombre es destructivo y rencoroso y por eso la madre naturaleza lo aniquiló…!

8 Y precisamente por eso envió de nuevo a esta pequeña planta; para sustituirnos. Sabemos que nos
vamos a morir, si no ahora, en algunos minutos, algunas horas, días… Pero tarde o temprano
moriremos a causa de las radiaciones… ¿Qué importa que esta planta germine o no?…

Y con furia y desesperación, el ser arrancó brutalmente a la planta y poco a poco se fue marchitando
en sus manos…

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Y como la planta, los dos seres fueron muriendo y cayendo poco a poco, como si no hubiese
gravedad; cayeron como un gran tronco… “Pero no muy lejos de ahí, aquella misma planta florecía
robustamente, convirtiéndose en algunas millones de años en un ser con inteligencia superior al hombre
y que nunca olvidaría a sus viejos antepasados que trataron de impedir que sobreviviera la nueva era…”

Ernesto de 15 años había escrito lo anterior después del impacto de una sesión prolongada de su
grupo, que duró ocho horas.

La destrucción, el deseo de deshacerse de los hijos, el sufrimiento del divorcio temprano, el hijo
que no ocupa un lugar con sus padres, había escrito “la nueva era”, ¿sería el principio o el fin de este
adolescente que permaneció callado la mayor parte del tiempo de la sesión?. ¿Sería él la nueva planta
arrancada, que logra sobrevivir?.

Su tratamiento , un año en un grupo, sus logros: la capacidad de relacionarse mejor y de tener


una identidad más clara obtenida quizás de la pareja terapéutica que lo había acompañado en sus
momentos difíciles y que hoy lo acompañaba en su elaboración, en su creatividad, al mismo tiempo que
observamos el inicio de una posición depresiva que le permitía elaborar su dolor, estábamos orgullosos y
preocupados por el futuro pero confiábamos en nuestra labor, ya que Ernesto partiría pronto a lejana
tierras a recuperar la historia de su madre, acompañado de una abuela idealizada que le permitiría ser
querido y le transmitiría el poder del conocimiento y la sensibilidad a través del único método conocido:
el afecto.

La psicoterapia de grupo de adolescentes nos brinda un panorama muy amplio del tratamiento
psicoterapéutico a corto plazo. El adolescente no tiene el tiempo que tenemos los adultos para discutir y
buscar soluciones a los problemas, la crisis de identidad, la búsqueda de un lugar propio, la larga espera
para la finalización de los estudios, la incontinencia instintiva, la velocidad del tiempo y la incapacidad
para observar el futuro, plantea dificultades a las cuales nos tenemos que enfrentar cotidianamente en
nuestra labor terapéutica, con propósitos de ayuda en el tránsito por esta etapa que como Dupont me
decía alguna vez “con los adolescentes o uno se preocupa y los ayuda o se curan solos”, lo cual es
totalmente cierto y en el caso de Ernesto lo podemos observar claramente.

Mi trabajo grupal con adolescentes comenzó hace cinco años, estableciendo una pareja
terapéutica con la Dra. Lilian Dubson.

Ambos sentimos deseos de trabajar con grupos de adolescentes, los cuales ubicamos por edad
cronológica, creando tres grupos: Adolescentes tempranos (11 a 13 años), Adolescentes medios (14 a 16
años) y Adolescentes tardíos (17 en adelante), tratando de respetar las edades porque consideramos que
mezclar las diferentes épocas interferirá con el trabajo y cargaba de problemas de diferentes magnitud a
quienes aún no vivían esa problemática.

La selección de pacientes, eran en un principio las referencias que recibíamos, reuniendo a los
padres con el paciente identificado, llevando a cabo una entrevista de una hora de duración, la cual nos
permitía observar la dinámica familiar alrededor del paciente, escucharlo y poder definir las líneas de
trabajo a seguir, que podían ser: enviarlo a estudio psicológico, recomendar terapia familiar o
tratamiento a los padres, asimismo conocer a fondo la problemática del futuro pacientes y ubicarlo en un
grupo adecuado a su edad y al momento que vivían el grupo terapéutico.

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En la mayoría de las ocasiones discutíamos co-terapéuticamente la problemática, frente a la
familia y ofrecíamos un contrato verbal en el que se incluía costo, tiempo de tratamiento (mínimo un
año), días de las sesiones, vacaciones y el tema espinoso de las entrevistas con los padres (en caso de
que fueran necesarias), y las condiciones de las mismas.

Sobre este punto, por lo general, acordábamos la menor interferencia posible de los padres en el
tratamiento de sus hijos y el respeto a los secretos del hijo, que no serían divulgados en las sesiones con
los padres, manteniendo así el secreto con nuestro paciente que era el adolescente. Es importante
mencionar que la mayoría de los padres de nuestros pacientes han cooperado ampliamente con nosotros,
una vez aclarados estos puntos.

No debemos olvidar al hablar de los padres que cuando los hijos se encuentran en una edad
adolescente, por lo general los padres se encuentran en una crisis de edad media, crisis que reedita los
problemas de identidad de los miembros de una pareja que comienza a necesitar cambios en la estructura
de funcionamiento conocida y recordando que en la mayoría de los casos, “no solamente hay niños
enfermos, sino que los enfermos también son los padres”, podemos observar cómo, cuando un hijo
mejora, el sistema familiar se desequilibra, terminando en muchas ocasiones el tratamiento del hijo en
una forma abrupta, por la resistencia de los padres al cambio que no puede tolerar, aduciendo en la
mayoría de los casos que el tratamiento de su hijo los ha decepcionado y que el muchacho no ha
cambiado nada, sino por el contrario ha empeorado, porque ahora es un rebelde.

D. LA CO-TERAPIA

La selección del método de la co-terapia, fue planeado en base a la idea de “usar al grupo como
una segunda familia, que se considera más útil y saludable que la familia original, con la ayuda
reaseguradora de un segundo analista, con el cual el paciente tratará de resolver transferencialmente
problemas que se encuentran atorados” (Rosenbaum, 1971).

“El uso de co-terapeutas ayuda al grupo de diferentes maneras: Primero: el paciente tiene otra
figura a la cual puede transferir sus afectos. Segundo: se promueve más los movimientos en el grupo
terapéutico. Tercero: los miembros del grupo se mueven más profundamente. Cuarto: la co-terapia
ofrece un método afectivo para romper bloqueos: Quinto: un terapeuta pueden interpretar mientras que
el otro apoya las defensas. Sexto: un terapeuta pueda tomar más riesgos en interpretaciones profundas,
mientras que el otro puede ser una especie de baluarte, (especialmente en el trabajo con pacientes
psicóticos), donde un terapeuta pueden temer la pérdida de su propio balance psíquico a medida que se
adentra a un mundo agudamente perturbado”. (Rosenbaum, 1971).

Estas razones, así como la composición de una pareja mixta (hombre-mujer), en este caso mixta
(católico-judía), nos permitió trabajar con nuestras pacientes en una forma más profunda, logrando
principalmente una transferencia hacia la pareja que para los grupos constituía una unidad transferencial,
en la cual se depositan los contenidos más profundos.

E. EL GRUPO TERAPEUTICO

Levin (1982), “Considera que la terapia de grupo en adolescentes proporciona tres dimensiones
de funcionamiento: mayor autonomía, mejoría en las relaciones los pares y proporciona logros

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educacionales. Lo justifica aduciendo, primero que los adolescentes permanecen más tiempo en el
grupo por la fuerte identificación con el grupo, con los compañeros y con el terapeuta, al poder
compartir sentimientos, fantasías, sueños y experiencias. Segundo, que la cohesividad del grupo y la
capacidad para aceptar la agresión y la hostilidad (sin que esto llegue a ser destructivo), reasegura en los
pacientes las realidades del mundo externo, así como del mundo interno. En suma, el grupo presta un
gran servicio como objeto transicional, como representación de lo bueno, de la madre nutriente, durante
el pasaje de la niñez a la edad adulta”.

En esta frase de Levin se conjugan los elementos que proporciona la terapia de grupo de
adolescentes y sería redundante mencionar otros puntos de vista que sólo bordarían sobre el mismo
tema. Lo único que incluiría sería “el tiempo adolescente”, ya que el manejo de las sesiones son muy
diferentes a las de los grupos de adultos, teniendo el terapeuta que movilizarse mucho más y ser muy
participativo e incluso en ocasiones contestando preguntas a tono personal, ya que el movimiento en
espiral es constante y si no se participa velozmente, la acción (acting out), le gana a la interpretación.

F. SESIONES PROLONGADAS

Como un avance técnico de aprendizaje y maduración, por nuestra parte, decidimos implementar
el uso de técnicas dramáticas en una sesión prolongada, una vez al año, con el propósito de trabajar más
a fondo situaciones que eran necesarias de movilizar o situaciones de tedio del grupo.

Retomaré el caso de Ernesto y su grupo, con objeto de ilustrar lo sucedido en un grupo de


adolescentes en el cual se implantó por primera vez el uso de técnicas de acción y las reflexiones que
me provocaron.

El grupo al que voy a referirme estaba compuesto de siete pacientes, cuyas edades fluctúan entre
los 15 y 19 años, la estancia de estos pacientes en el grupo era de los 3 años (fundadores del grupo),
hasta los cuatro meses, casi todos eran estudiantes de preparatoria. Con relación a sus familias, el
estado civil de los padres eran dos casados y cinco divorciados, ocupando en familias pequeñas el
primero y segundo lugar entre los hermanos. Las sesiones tenían una duración de hora y media una vez
a la semana.

El propósito de una sesión prolongada al año por nuestra parte, fue debido a dificultad de trabajar
ampliamente vínculos tanáticos dentro del grupo y la depresión que producía esto en nuestros pacientes,
explicando que esto, en parte, se debía a la frecuencia y duración de las sesiones como explicaba más
arriba.

La sesión a la que me voy a referir cuya duración fue de 8 horas, contenía ejercicios físicos,
recuerdos de la primera entrevista con los analistas, el ejercicio de la balsa, la representación de una obra
de teatro creada por los pacientes, la dramatización de una vivencia traumática personal de un paciente y
el cierre con el ejercicio de la flor. La intensidad emocional y física de la sesión fue muy fuerte y es un
punto que deseo desarrollar en el futuro en un trabajo, sólo reduciéndome a adelantar que el trabajo con
técnicas de acción con adolescentes es mucho más veloz e intenso en lo emocional que con los grupos
de adultos.

La elaboración de la sesión prolongada fue muy emotiva y quisiera transmitirles algunos de los
diálogos de la sesión semanal posterior a la experiencia de la sesión prolongada:

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G. POST-SESION

Ernesto: Abre la sesión (con el escrito que narré al principio) diciéndonos que fue un cuento que había
escrito en su casa después de la sesión, al cual tituló “La nueva era” y que además nos lo quería regalar.

La interpretación del cuento reunía todo lo vivido por Ernesto y el grupo durante la sesión
prolongada, en la cual él como depositario del grupo nos traía la destrucción, el amor y el rechazo que
vivía dentro de sí mismo y en sus compañeros. La elaboración la podía realizar por un método conocido
por él, que era escribir.

Eugenia: Habla de que ella no pudo dormir y que también se dedicó a escribir todo lo que le había
sucedido y lo que pudo ver durante la sesión. Dice estar muy enojada porque su padre le dijo que “cómo
había ido a esa sesión en donde la iban a hacer hablar sin su permiso”. Además menciona, que se niega
a seguir siendo “la gordita de papá” y el dolor que esto le ocasiona lo expresa con lágrimas. Asimismo
reconoce que Juan (otro compañero), es diferente desde la sesión y dejó se ser tan superficial como lo
era antes de la misma.

Juan: Dice que desde ese día no se deja de su hermano y que ha cambiado con su padre, porque lo siente
más cercano a él y además a través del dramático ejercicio de otro compañero (Armando), él también
recordó que alguna vez su madre intentó suicidarse.

Ernesto: Toma la palabra haciendo un extenso relato de su vida y cómo de los 8 a los 13 años vivió sólo
con su madre teniendo que cocinar, planchar, etc., mencionando también que su madre había intentado
suicidarse con una pistola que nunca disparó. Llorando al relatarlo.

Eugenia: Recuerda que un compañero suyo de prepa se había suicidado el día de la sesión prolongada
jugando a la ruleta rusa, por lo cual ella estaba muy triste.

En este momento, el grupo se asusta y con enojo dicen que seguramente fue por tarugo.

Fausta: Está agresiva hacia los terapeutas y nos reclama lo que ganamos de dinero y la molestia de que
su madre no estuvo en su casa después de la sesión, sintiéndose muy sola.

Armando: (Que dramatizó en la sesión prolongada el intento de suicidio de su madre), cuenta que le dijo
a su madre lo sucedido, lo cual muy enojada le dijo que eso no lo ayudaba en nada, que sus terapeutas
estaban locos, que dejara las sesiones y se fuera a un “análisis serio”, estaba muy enojado con nosotros,
negando que hubiera pasado algo en la sesión. Por cierto que mejoró un problema psicoanalítico que
padecía desde hacía tiempo, mejorando después de esa sesión.

Saúl: Por último relata que llegó a su casa y vomitó, que su madre estaba ahí y que él no le contó nada.
Pero una amiga de su madre que se encontraba en su casa le dijo que parecía “que traía a su madre por
dentro”, también tuvo un sueño en el cual veía a un muchacho joven atropellado y muerto, al cual le
había pasado las llantas del coche por encima y le había aplastado el esternón.

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Esta sesión a diferencia de lo que venía sucediendo en el grupo (pasividad y tedio), fue de mucho
movimiento y agilidad, faltando tiempo a consideración del grupo para seguir elaborando, cosa que
seguimos haciendo semanalmente en sesiones posteriores.

Consideramos haber cometido un error, que consistió en colocar la sesión prolongada a sólo un
mes de las vacaciones, que en esta ocasión duraban dos meses, pagamos caro nuestro error, porque al
regreso de las vacaciones sólo tres pacientes de los siete regresaron, decidiendo por nuestra parte
trabajar dos meses más con los tres pacientes y dar por terminado al grupo.

Mi vivencia de esa experiencia fue con un dejo de fracaso, ya que no podíamos traer nuevos
pacientes al grupo, porque los que estaban llevaban mucho tiempo y continuar con tres en un tiempo
abierto no era funcional.

Ha pasado un año de esta experiencia y al retomarla para escribir este trabajo, mis reflexiones
son diferentes, de hecho la experiencia había sido exitosa, ¿por qué?:

Ernesto: Finalizó su experiencia con el grupo y se fue lejos, en vía de una vida más consistente, sino y
de acuerdo a su ideología personal. Sabemos que se encuentra muy bien.

Eugenia: Se fue al poco tiempo de la sesión prolongada a viajar sola por Europa, sosteniéndose
económicamente a escribiéndonos constantemente. (Recuerden que era “la gordita de papá”). Regreso
a México y me visitó, se le ve contenta y dispuesta a continuar trabajando, piensa regresar a tratamiento
en un futuro.

Fausta: Terminó su experiencia con el grupo. Se le recomendó que continuara su tratamiento


psicoterapéutico, dijo que lo iba a pensar. Sabemos que se encuentra bien.

Juan: En las vacaciones se fue a vivir a otro país, regresando a los tres meses y de inmediato
psicoterapéutico, dijo que lo iba a pensar. Sabemos que se encuentra bien.

Armando: Se fue después de las vacaciones y recientemente supimos que ingresó a tratamiento con un
colega.

Saúl: Terminó su experiencia con el grupo y decidió continuar en individual unos meses conmigo, para
completar algunos puntos que consideraba pendientes. Permaneció 7 meses en individual saliendo de
alta de su tratamiento.

Martha: Que no habló en la post-sesión, no regresó después de las vacaciones, porque sus padres se
oponían a que continuara, sabemos que se encuentra bien.

La explicación que doy a lo anterior y que se encuentra claramente en el cuento de Ernesto, fue
que eran adolescentes atados masoquistamente a la relación con unos padres en su mayoría depresivos y
ambivalentes, que el propósito por el cual había entrado a análisis lo habían resulto bastante bien y que
tenían una mejor comprensión de su problemática, que llegaba el momento de separarse de nosotros
terapeutas después de tanto tiempo, como simbólicamente había llegado el momento de separarse de la
relación masoquista con los padres, para poder establecer una relación más independiente.

Página | 91
Quiero dejar claro que no considero que la sesión prolongada haya develado y resuelto la
problemática en forma mágica, considero que se hizo patente el masoquismo y la culpa con la cual
estaban atados a sus padres, y que la resolución de esto sería posterior, quizás durante toda la vida.

Por último considero que “perdimos un grupo”, pero que ganamos adolescentes más saludables y
capaces.

Como padre reflexiono “qué difícil es dejar ir a nuestros hijos, como hijo pienso, qué bueno es
poder liberarse y ser independientes de nuestros padres”.

Este es nuestro trabajo con adolescentes.

RESUMEN

A partir del cuento de un adolescente medio, se revisan aspectos teóricos sobre la psicoterapia
grupal de adolescentes, la técnica de la co-terapia, así como la inclusión de técnicas de acción en una
sesión prolongada, una vez al año.

Finalmente se incluye la viñeta clínica de un grupo de adolescentes medios, en la cual el autor


reflexiona sobre el fracaso o éxito de la experiencia psicoterapéutica del grupo.

Página | 92
BIBLIOGRAFIA

DUPONT, MARCO ANTONIO “Comunicación Personal”

LEVIN, S. (1982) “The Adolescent Group as a Transitional Object” Int.


Journal of Group Psychotherapy. Vol. 32, No. 2 April 1982.

ROSENBAUM, M. (1971) Co-Therapy in Kaplan & Sadock, Comprehensive Group


Psychotherapy. The Williams & Vilkins Co. Baltimore,
1971.

Página | 93
RATIFICACION

Por un lamentable error, en el primer número de la revista, el artículo “El proceso paranoico

como forma de conocimiento en la psicoterapia analítica de grupo”, de la Dra. Maxine González

Enloe, apareció en su versión preliminar, aún incompleta, motivo por el cual adjuntamos en este

número la versión corregida, presentada en el Congreso Nacional de AMAPAG.

Atentamente

COMISION EDITORIAL

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EL PROCESO PARANOICO COMO FORMA DE CONOCIMIENTO EN LA

PSICOTERAPIA ANALITICA DE GRUPO (*)

Maxine González Enloe

“Conocí a una chica sombría; primero por teléfono (porque Julia empezó siendo una voz sin
nombre y sin cara)… Ahora, acabo de saber que se ha enloquecido y que en su dormitorio los espejos
están velados, pues en ellos ve mi reflejo, usurpando el suyo, y tiembla y calla y dice que yo la persigo
mágicamente”. (Borges, “Los Espejos Velados”) (4).

¿Qué pasaría, preguntaba Freud, si nuestros enfermos tuvieran razón, si este “otro” que observa,
censura, amenaza y castiga existiera? (6). El reconocimiento de este “otro” llevó a Freud a la
formulación del superyó como un sistema inconsciente que está formado por residuos objetales que
datan de la época pre-edípica, y por las identificaciones con imágenes idealizadas de los padres (12).

Durante su desarrollo el yo, para protegerse de la ansiedad intensa que provocan los estímulos
provenientes de sus mundos interno y externo, deberá dividir no sólo a sus objetos y a sí mismo en
bueno y malo, sino que hará una escisión entre el mundo interno y el eterno. Colocará fuera, rechazando
y desconociendo todo lo que le es amenazante, no dándole sentido a aquellas percepciones que le
resulten altamente peligrosas a su integridad. El yo funcionará de manera incompleta en tanto no se dé
un equilibrio adecuado entre los procesos de proyección e introyección. Entendemos por proceso
paranoico, en su sentido estructurante, la fuerza positiva que impulsará al yo en su larga evolución hasta
constituirse en la parte integrante, fuerte y equilibrada de la personalidad. Comprende manifestaciones
tanto patológicas como no-patológicas y hace aportaciones importantes en los momentos críticos del
desarrollo, sobre todo en lo que se refiere a la identidad del sujeto. (20)

El superyó deberá proceder en contra del principio del placer para mantener al yo dentro del
campo de las relaciones objetales e impedirle el regreso a la organización narcisista. El yo, en la
búsqueda de sí mismo, concretará una serie de identificaciones con ideales diversos. Deberá integrarse
basándose en la identificación introyectiva de objetos internos buenos, en oposición a la identificación a
la formación de falsas identidades fundamentadas externos, (12). La resolución del Edipo, desde la
perspectiva de Lacan, limita la identificación narcisista. El superyó se constituye, por así decirlo, en el
tercero que asegura el dominio de los impulsos y los límites del deseo. Esto permite la instalación de la
diferenciación del otro (23)

Nos queremos referir aquí a las “falsas identidades” basadas en la identificación proyectiva de
que nos hablara Melanie Klein (15). ¿Quiénes son estos personajes que, a decir de Borges, aparecen
como seres cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos? (3). Si estos personajes

(*)
Trabajo presentado en el Primer Congreso Nacional de AMPAG, septiembre de 1982.

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“empañan” por así decir, la verdadera identidad del yo, y si además agregamos el desconocimiento de
las partes negadas del self, nos encontramos ante un sujeto indefinido en su verdadera esencia.

Manuel comienza una sesión de grupo diciendo: “cuando salgo de aquí siempre me miro en el
espejo. Lo que veo es la imagen de un hombre, muy hombre. Conservo lo más que puedo esa imagen
porque me da fuerza y me ayuda a sentirme como un hombre verdadero. Temo que esta imagen
desaparezca. En general no me gusta verme en el espejo, y nunca lo hago. En la sesión pasada me
angustió mucho lo que Silvia estaba diciendo, porque lo que decía me reflejaba como una mujer, como
una puta, como lo que siempre se me pidió que fuera y que yo sentía debía ser”.

Manuel nos habla del interjuego de imágenes que de sí mismo se ve reflejadas en el grupo. La
angustia ante lo que Silvia le devuelve y confirma en su imagen femenina es intensa. Logra, por
momentos, captar su imagen masculina. Los espejos le resultan aterradores; el grupo, como espejo, lo es
también. ¿Qué personajes opacan la verdadera identidad de Manuel?. Como objetos internalizados,
como identidades “forzada”, que en un momento de su desarrollo debió asumir, resultan altamente
persecutorios. Para sobrevivir deberá negarlas y colocarlas fuera. Deberá desconocerlas y, al hacerlo,
desconocerse. Deberá presentarse bajo el modo no “no serlo”, nos dice Jean Hyppoite (14). Al hablar
estará negando una parte de su yo, una parte que ha rechazado.

Es preciso definir la negación como Freud la entendió. Laplanche y Pontalis (18), siguiendo a
Freud, afirman que la negación es el proceso en virtud del cual el sujeto, a pesar de formular uno de sus
deseos, ideas o sentimientos hasta entonces reprimidos, sigue defendiéndose negando que le
pertenezcan. Lacan añade que Freud utiliza el concepto de negación en el sentido de “de-negación”,
(Verneinung), es decir, del rechazo de la enunciación que el yo ha afirmado. En su artículo sobre
negación (*) Freud afirma que la de-negación constituye un medio para adquirir conocimientos de lo
reprimido.

En su larga evolución, el yo deberá alcanzar el estadio de las relaciones objetales, es decir de la


inclusión del otro como objeto real. Para lograr esto deberá recurrir, de manera activa e intensa en sus
comienzos, a diversos mecanismos, el sujeto se niega a sí mismo y hacer cargos al otro. Se descubre
allí, dice Lacan (17), esa estructura paranóica del yo que encuentra su análogo en las negaciones
fundamentales que hace.

Laplanche y Pontalis (18) distinguen dos acepciones de la proyección en su relación con la


estructura paranoica:

1º El sujeto envía fuera la imagen de lo que existe en él en forma inconsciente. Aquí la


proyección se define como una forma de desconocimiento, que tiene su contraparte en el
reconocimiento, en otra persona, de lo que precisamente se desconoce del sujeto.

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2º La proyección es un proceso de expulsión casi real; es decir, que el sujeto arroja de sí
aquello que rechaza, volviéndolo a encontrar inmediatamente en el mundo externo. La
proyección, así descrita, no se define como un “no querer saber”, sino como un “no
querer ser”. Esto nos habla de una disociación entre el sujeto y el mundo exterior.

La proyección, así entendida, nos lleva considerar un mecanismo eminentemente psicótico,


considerado por Freud, y ampliado por Lacan. Freud consideró dos tipos de defensa en relación a la
paranoica (9): uno es el “rechazar una experiencia pulsional del mundo interno real”. Es decir, al
rechazar la exigencia pulsional, el yo se desprende también total o parcialmente de la realidad. En la
concepción de Freud “retiro de la catexis” es también un retiro de la significación, es decir, una
negativa a atribuir un sentido a lo percibido. Lacan con el proceso primario que comporta dos
operaciones complementarias: la introducción en el sujeto y la expulsión fuera del sujeto. La primera
corresponde a lo que Lacan denomina “simbolización primaria” y la segunda constituye lo real, en
cuanto a lo que persiste fuera de la simbolización. El repudio, pues, es no simbolizar lo que debió serlo.

Sabemos que en el grupo psicoterapéutico surgirán nuevamente estas percepciones rechazadas o


repudiadas. Bach (1) nos dice que un grupo es mucho más rápido en sus percepciones que el sujeto
mismo, quien es lento y defensivo. Durante largo tiempo estas percepciones son vividas por el sujeto
como ajenas, como pertenecientes a los compañeros, al terapeuta, al grupo en su totalidad o al mundo
externo. La angustia que despierta es intensa y evidente, y por lo mismo, no puede ser negada. Es no
sin gran sufrimiento, reconocer que esto percibido y rechazado le es propio.

María establece un ritmo de asistencia-ausencia al grupo análogo al modelo ‘introducción-


expulsión’ de las primeras fases del desarrollo. Después de una o dos sesiones de ausencia, regresa y
evacua de manera explosiva toda su conflictiva, no sin intensos ataques, demandas y reclamaciones.
Busca activamente un choque. El grupo se rehusa al juego: actúa no sólo como buen continente de los
impulsos destructivos de María, sino se resiste a engancharse en la interacción intrapersonal a la que ella
quiere arrastrarlo.

Si bien María quiere reproducir, por una parte, la relación simbiótica-caótica con su madre y
justificar así sus ataques y reclamaciones, por otra parte, el grupo representa para ella al tercero, padre
despreciado pero anhelado tanto por ella como por su madre. La interacción grupal permite la
reciprocidad y ésta está mediada por un tercero. En palabras de Rosenfeld: “Es la interacción grupal una
praxis dialéctica… donde el tercero está incluido. La relación yo-tú está mediada por el grupo; en la
relación yo-tú hay otro que hace de tercero… Cada tercero funciona como regulador de la integración
grupal de cada uno” (24).

María no sólo se identifica con los distintos aspectos del personaje o personajes que ella hubiera
querido ser, estimulados por su admiración, envidia o temor, sino que fuerza a sus compañeros y a la
terapeuta a asumir dichas identificaciones. Necesita del trato cruel, casi de tortura, al que se somete y
quiere someter a sus objetos para poder vivenciar el odio e intensa envidia y agresión en contra de esa
importante figura que es su madre (22). María deberá volver una y otra vez a buscar la escenificación de
experiencias tempranas. El proceso grupal y la elaboración constante le permitirá recuperar y reformular
situaciones dolorosas, traumáticas y conflictivas con sus objetos primarios. Hasta ahora, su lucha es

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intensa y la solución parcial. Por momentos, no sólo se somete a un trato cruel, eco de la relación
temprana, sino que se transforma por identificación en el otro, es decir, su madre. Grinberg nos habla de
la conversión que el sujeto hace del “si yo fuera el otro” en “yo soy… ya el otro”. En este sentido,
cuando un paciente viene a psicoanálisis, lo hace con una petición básica, a saber: “Quiero dejar de ser
el otro para volver ser yo mismo”. (11)

Durante una sesión, al cabo de emotivos momentos de cercanía con el grupo, María reacciona
con rechazo ante los intentos de Cristina por aliviarle con masaje una molestia en el cuello. Después de
ausentarse la siguiente sesión, María llega una sesión después primero que nadie. Su agitación y enojo
son evidentes. Comienzan a llegar los demás; el despliegue de su ira y discurso explosivo no se hace
esperar. Se queja de F. (su amante), del grupo, del terapeuta…: “Ya estoy hasta la madre de sus
interpretaciones… que porque la madre no la cargó a uno, que porque no la arrulló… ya todo eso lo sé.
Lo que me tiene muy mal es mi relación con F… busco un milagro que me den ustedes, que me des tú
M. (Tp)… que me den aquí, para poderlo dejar…”

El efecto de su conducta es paralizante. Como en el “otro” que se ha convertido, busca someter y


controlar a la terapeuta y a sus compañeros. Se hacen diversas interpretaciones respecto de lo dañino de
su relación, de su intención de envolver al grupo y provocar un choque, de cómo busca repetir la
relación destructiva con su madre, que actúa con F. Y quiere reproducir en el grupo. Podemos decir que,
al encontrar de manera inconsciente, sustitutos de sus objetos internos, intenta provocar el choque para
poder desplegar toda la ira, envidia y odio de que es capaz.

María relata un sueño donde ella aparece relacionándose como prostituta con unos hombres que
le parecen repugnantes. En otra sección de la casa hay mucha gente, que ella identifica con el grupo.
De pronto aparece la madre y ella siente mucha vergüenza. En ese momento decide deja a los hombres
“repugnantes” y acercarse a besar a su madre de manera sexual. Cuando está a punto de hacerlo,
despierta horrorizada.

El sueño es claro en lo que respecto a las alternativas que se le presentan. La relación de


prostitución con los hombres “repugnantes” representa para ella su relación enfermiza con F., hasta
ahora única alternativa para romper y a la vez perpetuar el vínculo con su madre. La vergüenza y horror
ante la figura de su madre internalizada, desplazada y proyectada ahora en el grupo y en la Tp.,
despiertan intensa angustia que ella convierte en agresión. En el sueño el grupo aparecería como el
tercero que, aunque todavía quiere vivirlo como distante, representaría al mediador entre ella y esa
figura tan amenazante que es su madre, vivenciada en la Tp. La sensación más fuerte alrededor del
sueño es el quedar atrapada. Cuando logra acercarse a la Tp. y al grupo surgen sensaciones de asfixia y
la necesidad de agredir. En palabras de ella, necesita gritar, patear o matar para protegerse. Para ella
acercarse significa desaparecer.

La interpretación de las vivencias transferenciales y contratransferenciales le permite, tanto a


María como al resto del grupo, ver de qué manera busca arrastrarnos a su conflictiva interna. La
transferencia adopta aquí un significado funcional. (21)

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Esto hace referencia a los dos momentos en la interpretación de la transferencia: el momento
dinámico del “aquí y ahora”, y el momento genético donde el pasado se actualiza en el presente de la
situación analítica (21). María logra reestructurarse. Parece más receptiva. Logra introyectar
“respuestas”, como dice ella, del grupo de la Tp que la tranquilizan. Parece escuchar(se) y mirar(se),
podríamos decir, de otra manera.

El concepto de introyección es un factor central del proceso paranoico. Meissner (19) describe
dos configuraciones esenciales en la organización introyectiva:

a) Los introyectos víctima vs. Agresor

b) Self grandioso vs. Self inadecuado

En las relaciones de objeto uno de estos introyectos puede surgir a la conciencia, por ejemplo el
de víctima, mientras que su opuesto, el componente hostil, destructivo y agresivo puede permanecer
inconsciente, pero no por eso menos efectivo. Igual sucede con la configuración de introyectos
grandioso vs. inadecuado. La comunicación que se establece con el otro, primordialmente de carácter
inconsciente, afecta tanto el funcionamiento y respuesta del objeto, como las operaciones del sujeto. La
configuración víctima-agresor característica de nuestra paciente María parece alterarse y logra
internalizar, por ahora, introyectos más benévolos.

Consideramos importante destacar tres momentos de integración por los que pasa todo grupo
psicoterapéutico. El grupo se constituye no sólo como depositario de las ansiedades del sujeto, sino en
el espejo que permite la recuperación e integración de las partes negadas, proyectadas o repudiadas de sí
mismo.

En su primer momento el paciente enfrenta al espejo-grupo, pero sin realmente mirar, ni mirarse
en él. Relata sus conflictos, angustias o quejas excluyendo de su campo a los demás. Viene al grupo
para hablar de sí mismo o del otro internalizado, o de fuera, que le atormenta, pero no habla a los demás,
no los incluye. Las intervenciones de los demás chocan contra la barrera proyectora de la cual se ha
rodeado. El grupo como espejo le refleja a otro ajeno, desconocido. Busca al terapeuta como aliado y
apoyo. Este primer encuentro, que podría calificarse de traumático, propicia una rápida regresión donde
privan la disociación, la confusión, la negación y la proyección. El acceso es difícil.

En un segundo momento uno o algunos de los miembros del grupo adquieren un significado
especial, y se busca la relación con ese otro. El otro, ahora importante, es vivido como reflejo, como
imagen de sí mismo, re-encontrado en el afuera. Aparecen fenómenos tales como el del doble. No hay
distancia, ni diferenciación entre esta imagen y sí mismo. Escuchamos frases tales como “me identifico
con fulano porque…”, queriendo decir “se me parece”. Es la “reacción de identificación” (5) de la que
hablara Ferenzci. Las imágenes que se llevan dentro se redoblan y desdoblan en el afuera (25). Se
busca la relación dual, narcisista, original de sus primeras relaciones de objeto. Sólo que las imágenes
que este espejo-grupo ahora refleja, son tan amenazantes como lo fueron originalmente. Refleja no sólo

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a sus objetos persecutorios, sino toda la parte siniestra de sí mismo, es decir el aspecto hostil y
destructivo de su personalidad.

En este interjuego de negación, proyección e introyección, las imágenes se aprehenden y se


repelen, se desean y se repudian. Surge la agresión, el ataque al otro, al Tp, al grupo como totalidad, es
una lucha a muerte. Sin embargo, el vínculo real se establece entre los compañeros y el Tp. La
configuración grupal que constantemente se está haciendo y re-haciendo, proporciona el continente y
fuerza necesarios par ala instauración de la relación simbiótica-libidinal que protege e impulsa al
desarrollo. Priva Eros sobre Tánatos.

En un tercer momento se establece con mayor claridad y firmeza la presencia-presente del


tercero (porque el tercero siempre ha estado allí, sólo que hasta ahora se le reconoce). El tercero está a
veces representado por Tp, otras por uno de los compañeros por el grupo como un todo, y otras más, por
el mundo externo.

Este tercero es aprehendido, reconocido e incluido, no sin gran sufrimiento. Surge como
amenaza a la relación simbiótica, dual e imaginaria que se había logrado establecer. El tercer se
presenta prohibidor, castrador e intruso de la relación dual.

Aparecen nuevamente la angustia y la confusión, y se echa mano a todos los mecanismos


paranoicos al alcance. Los compañeros se comienzan a “decir sus cosas” unos a otros. Surge la
confrontación, sólo que ahora realmente se miran y escuchan entre sí. Se le reconoce al tercero: las
asociaciones, fantasías y material grupal así lo confirman. La relación es ahora triangular, es decir
Edípica. Lo que ahora se mira en este espejo-grupo es realmente al otro, diferente, separado de sí. Se
ha roto la simbiosis y se ha logrado el reconocimiento del “este eres tú, separado de mí”, ingresando así
en el orden simbólico. El sujeto puede ahora hablar(le) de sí mismo al otro. En palabras de O’Donnell:
“El grupo psicoterapéutico constituye el espejo multifacético que devuelve aquello que pertenece
realmente a quien se refleja en él, y no aquello que, aún apareciendo “como si fuera” de él, se vincula
esencialmente a la fantasía inconsciente”. (2)

Reconocemos en el proceso paranoico que se vive en el aquí y ahora de la situación grupal, una
fuerza positiva de desarrollo, restitutiva de la historia del sujeto. Permite re-valorar y recuperar aquello
que el sujeto percibe, necesita y satisface en función de sí mismo, en un lugar donde, a decir de Borges,
parece perderse todo valor de tiempo, donde pasado y presente confluyen. (2) Ante lo traumático del re-
encuentro con sus imágenes y partes internas, María se aleja del grupo; pero regresa y este espejo-grupo
será el medio a través del cual regresará a ella misma.

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BIBLIOGRAFIA

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2. Borges, Jorge Luis, “El Cautivo” en: “El hacedor”, Buenos Aires, Emecé Eds., 1960.

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Métodos del Psicoanálisis”, Buenos Aires, Paidós.

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