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CADENA NACIONAL DEL PRESIDENTE DE LA NACIÓN, JAVIER

MILEI, EN EL DÍA DE LA CONMEMORACIÓN DEL ANIVERSARIO


NÚMERO 214 DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO, EN EL CABILDO DE
CÓRDOBA.

25-Mayo-2024

Buenas tardes a todos. Muchas gracias por estar acá. Muchas gracias a
las autoridades del Gobierno Nacional, a la secretaria general de la
presidencia, la vicepresidente y los ministros del gabinete nacional.
Gracias también a las autoridades del Congreso Nacional, los
presidentes de los bloques legislativos, los miembros del Estado Mayor
Conjunto, las autoridades de la provincia y todos ustedes que se han
hecho presentes aquí para celebrar los 214 años de la Revolución de
Mayo.

El 25 de Mayo es una fecha histórica para los argentinos, pero es una


fecha especialmente importante para nosotros. Porque Mayo, para
nosotros, es mucho más que una fecha en el calendario. Mayo es una
doctrina, es un conjunto de ideas y principios que representan lo mejor
de la tradición Argentina. Mayo para nosotros es un concepto, es una
idea que resume en dos principios: libertad y democracia.

Una idea que surgió de la voluntad de un pequeño grupo de hombres


que hace 214 años decidieron romper con las cadenas de la tiranía y
declarar que las Provincias Unidas del Río de la Plata comenzarían el
largo camino de construirse en una Nación libre y soberana. Porque
aquellos hombres y mujeres que dieron la vida por la patria en aquella
gesta revolucionaria sabían que para que podamos ser libres, primero,
debíamos ser independientes. Esa tradición tuvo a lo largo de dos siglos
de nuestra historia grandes hitos. Desde la revolución misma podemos
trazar un hilo conductor hasta la sanción de nuestra sagrada
Constitución de 1853, inspirada en los principios de Alberdi y
Gorostiaga, dos de los grandes exponentes de la Generación del 37, tal
vez la más representativa de las ideas de mayo. Esa generación que
volcó los principios de mayo en nuestro documento fundacional fue
quien marcó el norte del modelo de país que nuestros padres
fundadores imaginaban.

Ese es el gran cordobés. Costó mucho materializar la visión de aquellos


grandes hombres desde la revolución hasta la sanción de nuestra
Constitución. Argentina se vio imbuida en guerras intestinas entre
aquellos que defendían las ideas de mayo y entre aquellos que querían
alejarse de los principios de nuestros padres fundadores. No fue hasta
la incorporación de la provincia de Buenos Aires a la Confederación
Argentina, en el año 1860, que logramos establecer las bases y
principios vislumbradas por nuestros Héroes de Mayo. Lo que ocurrió
luego de la incorporación de Buenos Aires a la Nación y la adopción de
los principios de mayo volcados en nuestra Constitución es una de las
historias de progreso más espectaculares de la historia occidental, de la
historia de la humanidad.

Argentina, que hasta 1860 era un país de bárbaros, se convirtió en 35


años en la primera potencia mundial. De ser una Nación empobrecida y
analfabeta, cismada por las disputas estériles de pequeños hombres
que aspiraban a ser monarcas en su tierra, Argentina pasó ahora a ser
la niña mimada de occidente. La explosión de riqueza, crecimiento y
progreso que generó la adopción de los principios de mayo, no ha
tenido, ni tuvo, parangón en la historia, tal vez solo equiparable a la
revolución americana y al progreso de los Estados Unidos como nación.

Toda una generación de dirigentes entendió que, más allá de las


ambiciones personales, nuestros padres fundadores nos habían
marcado un rumbo para nuestra nación y que ese rumbo se
materializaba en una Constitución que estaba diseñada, en esencia,
para defender la vida, la libertad y la propiedad privada de los
argentinos. Esa generación, que puso en marcha los principios de mayo
y que edificó una potencia mundial a partir de una tierra de bárbaros, fue
la generación que hoy conocemos como la Generación de los del 80.
Una generación que hoy nos ha dado a algunos de los mejores
exponentes de los principios de mayo, como Mitre, como Sarmiento,
como Avellaneda, como Roca, y también como Pellegrini, el gran piloto
de tormentas.

Argentina, bajo el mando de estos grandes hombres, materializó el


principio sagrado de nuestro preámbulo, que buscaba constituir la unión
nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la
defensa común, promover el bienestar general y, fundamentalmente,
asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra
posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el
suelo argentino. ¡Y vaya que sí lo hicieron!

Lamentablemente, en determinado momento de nuestra historia,


decidimos abandonar los principios que habían traído tanta prosperidad
y progreso para nuestras tierras, y nos dejamos engañar por los cantos
de sirena de aquellos que sepultaron durante décadas a la Argentina en
la más profunda de las oscuridades. No voy a ahondar aquí en las
razones de nuestro fracaso. Ya me han escuchado hablar largo y
tendido sobre ello. No es nuestra ambición ni nuestro espíritu revolver el
pasado, sino por el contrario, nuestra única ambición es sentar las
bases de un futuro distinto para nuestros hijos. Porque, en esencia,
nosotros no somos más que descendientes directos de la tradición de
los revolucionarios de mayo. No defendemos otros principios que no
sean aquellos enarbolados tanto por los grandes héroes de la
Revolución, como por la Generación del 37, por la Generación del 80 y
por todos aquellos hombres y mujeres de nuestra historia que han
luchado para defender las ideas de la libertad de nuestras tierras. En
palabras del propio Esteban Echeverría, uno de los grandes pensadores
de nuestra patria: "El pensamiento de Mayo es el nuestro;
ambicionamos verlo realizado completamente, sea cual fuere el éxito de
nuestros esfuerzos y esperanzas, sea cual fuere el destino que nos
aguarde".
En vano, la tiranía, la fuerza bruta y las preocupaciones nos harán
guerras y nos opondrán obstáculos invencibles. Nada será capaz de
desalentarnos; la fe que nos anima es incontrastable. Dios, la patria, el
grito de nuestra conciencia y de nuestra razón nos imponen el deber de
consagrar nuestra fuerza y derramar, si fuera necesario, nuestra sangre
por la santa causa de la libertad democrática y por la emancipación
completa de la tierra en que nacimos. Por lo tanto, no hay para nosotros
tarea más grande, augusta y sagrada que consolidar, como dice nuestra
Constitución, los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra
posteridad.

El primero de marzo, en el discurso de apertura de sesiones del


Honorable Congreso de la Nación, nos paramos frente a la dirigencia
política argentina y le ofrecimos a todos, sin distinción política ni
partidaria, ni ideológica, sin revanchismos, ni resentimientos, sin
mezquindades ni especulación, sentarnos en una mesa y refrendar una
vez más los principios que hicieron grande a nuestra Nación. No estoy
aquí bajo el sol de mayo en la docta, Córdoba, corazón productivo de
nuestra Nación, para reiterar esa convocatoria, para volver a extender
los brazos fraternalmente e invitarlos a todos a que tomemos conciencia
del enorme desafío que tenemos por delante: sacar a nuestra nación de
la decadencia y volver a ponerla en el camino de la prosperidad. Eso es
lo que estoy haciendo hoy.

No puede haber causa legítima para oponerse a la sagrada tarea de


reconstruir nuestra Nación. No hay disputa, ni conflicto, ni
enfrentamiento que justifique el abandono de la patria; no hay
especulación, ni cálculo, ni admisión que justifique el empobrecimiento
de nuestra Nación. Por eso quiero anunciar hoy, aquí en Córdoba, no
solo que vamos a seguir trabajando para que el acuerdo de mayo sea
una realidad en la Argentina, sino que además, luego de la firma del
Pacto de Mayo, cuando estén sancionadas la Ley Base y el paquete
fiscal, el Poder Ejecutivo Nacional creará el Consejo de Mayo para
completar esta sagrada tarea. Ese consejo de mayo estará integrado
por un representante del gobierno nacional, un representante de las
provincias argentinas, un representante de la cámara de diputados, un
representante de la cámara de senadores, un representante de las
organizaciones sindicales y un representante del empresariado
argentino, y tendrá la responsabilidad de trabajar en los proyectos de ley
que materializarán los principios adoptados en el acuerdo de mayo.

También, quiero aprovechar esta ocasión para anunciar que, una vez
que estén aprobadas la Ley Bases y el paquete fiscal, el gobierno
nacional avanzará en una reducción significativa de impuestos.
Empezando por el impuesto PAÍS, un impuesto distorsivo que atenta
contra la producción y el crecimiento económico. Sabemos que esta
decisión será difícil para las arcas del Estado Nacional, pero nosotros
tomamos un compromiso con el pueblo argentino y les vamos a
empezar a devolver los impuestos.

Al igual que estamos atacando la inflación, nos comprometimos a que


cada peso recaudado que termine en superávit fiscal será devuelto a los
argentinos a través de reducción de impuestos, porque no hay destino
posible para nuestra Nación si no le quitamos el peso del Estado de
encima a los argentinos de bien.

Tenemos que darle las gracias a la hija porque permitió que viniera,
porque estaba con una festividad muy importante y nos permitió que
Toto venga a estar con nosotros, este crack que tenemos de ministro de
Economía. Ustedes se dan cuenta que estamos frente a un cambio de
época, ¿no? Miren que hemos heredado una bomba que combinaba lo
peor de las tres peores crisis de la historia argentina: la del “Rodrigazo”,
la hiperinflación de Alfonsín y lo que fue la crisis del 2001. De hecho,
estamos haciendo el ajuste más grande, no solo de la historia argentina,
sino el ajuste más grande de la historia de la humanidad. Recibimos una
inflación mayorista que en diciembre, siendo el 54%, implicaba 17.000%
anual, y este gigante que tenemos como ministro de Economía la está
domando. En la última estimación, fue del 3,4%. Y todos los precios
siguen bajando, y es increíble que después de que durante 100 años
nos estropearon la cabeza diciendo que eso no se puede y que
demonizaban a presidentes y ministros que tomaban la responsabilidad
de poner al país en orden, hoy, estamos subiendo en popularidad y mi
ministro se convirtió en un rockstar. Por eso quiero que conste que lo
llevamos marcado a fuego. Haremos todo lo que está a nuestro alcance
para cumplir el mandato sagrado de las urnas. Vamos a devolverle la
libertad a los argentinos, para que nuevamente, al igual que durante la
gloriosa era de mayo, cada argentino pueda volver a ser el arquitecto de
su propio destino. ¡Vamos, los leones!

Quiero empezar a terminar estas palabras con una breve reflexión:


tranquilos, ya va a haber recital, pero no es hoy. Gracias por ese Shofar.
Tengo claro que estos primeros cinco meses que han transcurrido han
sido difíciles, han sido difíciles para todos, fundamentalmente para la
mayoría de los argentinos que heroicamente están poniendo el cuerpo
por la tierra, pero también han sido difíciles por otras razones para
buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical argentina.
Han sido difíciles, no solo porque heredamos la peor crisis de nuestra
historia económica y ordenar la economía luego de décadas de desastre
no es gratis, sino también porque se ha cerrado un ciclo de nuestra
historia política que, más allá de las intenciones, ha sido a todas luces
un estrepitoso fracaso. Pero ese ciclo terminó.

Entiendo, entiendo que a muchos protagonistas de ese ciclo les es difícil


aceptar la caída de ese antiguo régimen. Incluso entiendo que les
cuesta imaginar su lugar en esta nueva Argentina. Pero quiero reiterar
algo que ya he dicho en otras oportunidades y es que, lejos de perseguir
vendettas personales o revanchismos mezquinos, y lejos de priorizar
nuestro interés político personal, tenemos un solo interés por delante: el
interés de la mayoría de los argentinos, que eligieron vivir en libertad.
Porque como decía Mariano Moreno: “queremos más una libertad
peligrosa que una servidumbre tranquila”.

Hoy estamos parados frente a un nuevo punto de inflexión en nuestra


historia. Por eso vengo hoy, aquí, a proponerles un nuevo sueño
argentino. Ese sueño es recoger el guante de Los Héroes de Mayo,
deponer los intereses partidarios, las ambiciones personales y políticas,
y transformarnos en una generación de Patriotas que se anime a
reconstruir la grandeza de nuestra Nación. Una nueva generación que
tenga el coraje de hacer lo que la historia demanda, incluso si el costo
es el de nuestra propia reputación. De manera que sí podamos, por
primera vez en 100 años, volver a abrazar las ideas de la libertad, que
transformaron un país pobre, vacío y analfabeto en una potencia
mundial en décadas. Los invito a emprender una gesta generacional
como aquellas sobre las que se escriben los libros de historias, ser una
nueva generación de mayo. Una nueva generación de mayo que haga
tronar el ruido de rotas cadenas e inaugure una nueva época de gloria
para nuestra querida Nación.

Ustedes son testimonio del infierno que es el socialismo. Gracias


venezolanos.

El siglo de oro argentino coronado en la celebración del centenario en


1910 y el siglo de la humillación que nos ha hundido en la miseria. Los
estoy invitando hoy, aquí, a inaugurar una nueva era de oro para la
Argentina, en nombre de la revolución de mayo de 1810, en nombre de
la generación del 37, que imaginó un país que aseguraba los beneficios
de la Libertad para todos aquellos que quieran habitar nuestro suelo, y
en nombre de la generación del 80, que plasmó en nuestra tierra las
ideas de la revolución de mayo ¡Feliz día de la patria!

Finalmente, pido a Dios que bendiga a los argentinos y que la fuerza del
cielo nos acompañen ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo!
¡Viva la libertad, carajo! Muchas gracias.

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