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RIPS.

Revista de Investigaciones Políticas y


Sociológicas
ISSN: 1577-239X
usc.rips@gmail.com
Universidade de Santiago de Compostela
España

Arias Maldonado, Manuel


LA CIENCIA EQUÍVOCA. SOBRE EL ESTUDIO CIENTÍFICO DE LA POLÍTICA
RIPS. Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas, vol. 9, núm. 2, 2010, pp. 75-89
Universidade de Santiago de Compostela
Santiago de Compostela, España

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La ciencia equívoca. Sobre RIPS, ISSN 1577-239X. Vol. 9, núm. 2, 2010, 75-89
el estudio científico de la política 75

LA CIENCIA EQUÍVOCA. SOBRE EL ESTUDIO


CIENTÍFICO DE LA POLÍTICA

Manuel Arias Maldonado


Área de Ciencia Política y de la Administración
Universidad de Málaga

Resumen: Si algo ha caracterizado la historia de la Ciencia Política, ha sido la dificul-


tad para llegar a un acuerdo acerca de qué sea exactamente lo que estudia y cómo deba
conducir ese estudio. Si sus problemas de contenido pueden examinarse atendiendo a
la distinción entre una concepción restringida y otra exhaustiva de lo político, sus pro-
blemas de método atañen a la posibilidad misma de llamar ciencia a lo que la disciplina
viene haciendo. En realidad, no hay ninguna solución unívoca para estas ambigüedades.
La pacificación de la disciplina pasa por la aceptación del pluralismo contemporáneo y
aún de un saludable escepticismo acerca de su alcance científico, que permita abordar
más serenamente la tarea de explicar sistemáticamente una realidad siempre elusiva.
Palabras clave: Política, Ciencia Política, metodología, ciencia, teoría, pluralismo.

Abstract: A classical feature of Political Science is the difficulty to agree upon both
what it studies and how should that study be conducted. Whereas the problem of its
content can be examined stemming from the distinction between a restricted and an
exhaustive conception of politics, the problem of its method leads to the question of
whether is it science what it usually does –or not at all. In fact, there is no univocal solu-
tion to such ambiguities. If Political Science is to be pacified, we should accept the fact
of its pluralism and even a healthy skepticism about its scientific reach, in order to deal
serenely with the task of sistematically explain a reality which always remain somewhat
elusive.
Keywords: Politics, Political Science, methodology, science, theory, pluralism.

Introducción descubrir que no existe una sola forma de


hacer Ciencia Política a la que sea necesa-
No debería sorprendernos que la pre-
rio ajustarse. Y no puede ser de otro modo,
gunta acerca de lo que sea la Ciencia Po-
dado que una indagación así culminará en
lítica suela resultar intempestiva, habida
la constatación de que ni lo científico ni lo
cuenta de que solemos dar por sentado
político de la Ciencia Política parecen ad-
que hacemos Ciencia Política, sin mayores
mitir una formulación unívoca.
preocupaciones metodológicas ni conside-
raciones acerca de la esencia de la disci- No en vano, por más que una ciencia sin
plina. Pero es conveniente formularla para objeto sea difícilmente concebible, hasta el
comprender que no puede dejársela sin punto de que semejante formulación re-
respuesta. Es posible, con todo, que uno sulta abiertamente paradójica, la Ciencia
siga actuando después igual que antes, al Política se las ha apañado para predicarse

Recibido: 14.06.2010. Aceptado: 13.10.2010


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de un objeto en perpetuo estado de indefi- viceversa. No se estudian del mismo modo


nición. Tanto su objeto como su método han la república ideal y los sistemas electorales.
cambiado históricamente, por lo que cabe Esto supone que las cuestiones ontológi-
preguntarse qué clase de ciencia es aquella cas y las epistemológicas no pueden sepa-
cuyo contenido varía con tanta facilidad. rarse fácilmente: la posición que se adopte
De hecho, hubo incluso un tiempo durante acerca de qué se pueda conocer no puede
el cual el estudio de la política no era –ni separarse de la relativa a cómo es posible
quería ser– ciencia de ninguna clase, por lo hacerlo. Si se afirma que toda proposición
que sería posible distinguir entre dos histo- debe ser demostrada empíricamente, no
rias distintas: la historia de la Ciencia Política parece poder resolverse ninguna cuestión
antes de ser una ciencia y después de que normativa, como, por ejemplo, la referida
se afirmara como tal a raíz del refinamiento a valores como la igualdad o la libertad;
positivista de la propuesta ilustrada. y si, contrariamente, se afirma que no es
posible conocer la realidad, dada la de-
Sería posible establecer esta distinción,
pendencia lingüística de su aprehensión
pero no está claro que tuviera utilidad al-
humana, mejor no perder el tiempo estu-
guna. Y ello porque la autocomprensión
diando, pongamos, variables socioeconó-
científica de la disciplina –por lo demás
micas para explicar el activismo político.
no carente de detractores– no ha venido
acompañada de la fijación unívoca de su Desde este punto de vista, la Ciencia
objeto. Más bien se han multiplicado los Política es una ciencia anómala, porque
intentos por lograrlo, de manera que quizá ni existe un acuerdo acerca de lo que con
la consecuencia más visible de tal vocación ella puede conocerse, ni sobre el método
científica haya sido el surgimiento de una que debe aplicarse para lograr ese cono-
mayor conciencia metodológica, pero no cimiento. Se ha sostenido, incluso, que la
consenso alguno acerca de aquello a lo que única preocupación que ha unificado a la
se dedica exactamente la Ciencia Política. Ciencia Política durante su primer siglo
Sabemos así a qué se dedica aproximada- de existencia es, justamente, la pregunta
mente la Ciencia Política, pero hemos re- acerca de si es o no una disciplina:
nunciado por el momento a mayores pre- La identidad de la disciplina ha estado
cisiones, esto es, a una definición común y continúa estando constituida no tanto
a todas sus corrientes. Si hay un consenso por acuerdos acerca de principios fun-
emergente es, en realidad, el que apunta damentales, cuanto por largos debates
en la dirección contraria: la aceptación del sobre el significado de la política y los
pluralismo disciplinar, o lo que es igual, la métodos de la ciencia (…). La Ciencia
constatación de que existen muchas for- Política es, digamos, la historia de sus
mas distintas de hacer Ciencia Política, sin debates, y el estado de la disciplina en
cada momento es el estado de sus deba-
que podamos atribuir a ninguna de ellas tes, a la luz de su historia (Farr y Seidel-
un estatuto privilegiado. man, 1993: v)
Naturalmente, que el objeto de la Cien- Esta dificultad para acotar el objeto de
cia Política permanezca hasta cierto punto la disciplina ha entorpecido históricamente
indefinido no significa que carezca de la emancipación de la Ciencia Política res-
toda definición. Digamos que la danza y pecto de otras ciencias sociales. Tanto la
contradanza de los objetos disciplinares ha economía como la sociología, por ejemplo,
conocido un número limitado de variacio- afirman antes su propio territorio (Cami-
nes. Y, por apurar la metáfora, el objeto ha nal, 2006: 25). Donald Freeman ha seña-
solido tener al método como inseparable lado al respecto que cualquier disciplina
compañero de escenario, de manera que académica, a la manera de un Estado so-
los deslizamientos del objeto han supuesto berano, necesita una identidad, fronteras,
necesariamente cambios en el método, y

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control sobre sus miembros, un lenguaje bierno, o un proceso social que se extiende
comúnmente aceptado y el respeto ajeno, más allá de las mismas y atañe a todos los
a lo que Kaufmann ha añadido que, en ese aspectos de la vida personal y colectiva? La
caso, “quizá los politólogos sean el equiva- solución a este dilema –si la hay– tiene con-
lente académico de los pueblos sin Estado” secuencias directas sobre el tipo de ciencia
(Freeman, citado en Kaufmann-Osborn, que pueda hacerse con semejante objeto.
2006: 68). Divertido, pero amargo. Por eso, a la hora de precisar cuál deba ser
el objeto de la Ciencia Política, parece ra-
zonable atender a dos concepciones de lo
El problema del contenido político – la restrictiva y la exhaustiva– que
la conducen en direcciones muy distintas.
Si hay un problema inicial para la defi-
nición de la Ciencia Política, es la ausencia (a) De acuerdo con una concepción res-
de una definición única de su contenido trictiva de la política, ésta tiene lugar en
programático, esto es, de lo político. Se las instituciones formales de gobierno y en
trata de un objeto verdaderamente escu- torno a las mismas. Son los actores indivi-
rridizo cuya radical singularidad explica duales y colectivos quienes toman decisio-
por sí sola la imposibilidad de dar forma nes o influyen en ellas; corresponde a la
cerrada a una única ciencia que se ocupe Ciencia Política analizar el comportamiento
del mismo. Dificultad que no ha hecho sino de tales actores y el funcionamiento de ese
agudizarse durante las últimas décadas, a sistema. Ni todo es política, ni la Ciencia
medida que el contenido de lo político ha Política puede –en consecuencia– ocuparse
ido ampliándose, ¡hasta abarcar incluso el de todo. De hecho, el pragmatismo epis-
lenguaje mismo con el que esa definición temológico parece una buena razón para
se formula! explicar semejante apuesta por el proceso
político formal y la esfera de gobierno.
Recordemos que, si los pensadores
Entre las corrientes que han llevado a la
premodernos y una buena parte de los
práctica este enfoque se cuentan, princi-
modernos se habían ocupado preferente-
palmente, el behavioralismo, la teoría de
mente del poder, objeto a menudo sola-
la elección racional y el institucionalismo.
pado con el Estado, la Ciencia Política nor-
teamericana prefería emplear la noción Sin embargo, la idea de que pueda
más amplia de gobierno, o la de sistema realizarse un estudio no valorativo de la
político, mientras los pensadores poses- política va a encontrarse con un rechazo
tructuralistas y posmodernos apuntaron temprano (cfr. Bay, 1965; Frohock, 1971;
hacia la cultura y el discurso como espacios Sorzano, 1977). De acuerdo con esta crí-
genuinamente políticos. Pero estudiar el tica, no sería posible separar el ser del
ejercicio institucionalizado del poder –ya deber ser, ni podríamos eximirnos de rea-
se haga presciptiva o descriptivamente– es lizar juicios normativos en la descripción
algo muy distinto a contemplar la totali- de fenómenos sociales que son en sí mis-
dad de las relaciones sociales y personales mos una encarnación de valores normati-
como relaciones de poder. Se empieza por vos. Ciertamente, este proyecto científico
estudiar la monarquía y se acaba en las no ha dado los frutos esperados por sus
connotaciones políticas del reggae jamai- fundadores: los florecientes paisajes de la
cano, lo cual, dicho sea de paso, es ente- promesa behavioralista han resultado ser
ramente natural, sobre todo cuando una una inextricable maraña de números. A
parte del reggae jamaicano aspira a pro- causa de la tendencia al hiperfactualismo
ducir efectos políticos en la cultura. y de la sustitución de la teoría por la téc-
nica, una notable cantidad de la Ciencia
¿Es la política un fenómeno que sólo
Política contemporánea no parece servir
se manifiesta en las instituciones de go-
de mucho, de manera que el resultado

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final de la fase behavioralista no puede titucionalizada: la vida cotidiana, la cul-


considerarse de una mayor cientificidad tura, el discurso, la economía son también
(Gerring y Yasnowitz, 2006: 104; Pasquino, espacios sustancialmente políticos. Todo
1988: 21). No es de sorprender que, a la es, potencialmente, política; es forzoso
vista de esta resistencia, el propio David que la Ciencia Política actúe en consecuen-
Easton proclamara, en su discurso a la Aso- cia, de manera que nada humano le sea
ciación Norteamericana de Ciencia Política ajeno. Este enfoque es compartido por co-
en 1969, el comienzo de una era posbeha- rrientes como el feminismo, el marxismo o
vioralista. Ante la ausencia de un nuevo la teoría interpretativa.
paradigma dominante, empero, la década
Esta ampliación conceptual es en gran
de los setenta del pasado siglo fue califi-
medida consecuencia del estallido del
cada por David Ricci como “la década del
post-estructuralismo europeo durante la
desencanto”, al tiempo que Heinz Eulau
década de los setenta y de su posterior
advertía acerca de “la deriva de una dis-
recepción norteamericana, que fructifi-
ciplina” (citados en Kaufmann, 2006: 67).
can tanto en la teoría del discurso como
Se trataba de un malestar razonable, por
en el posmodernismo. A ello habría que
cuanto la vida es acaso más cómoda en re-
añadir concepciones del poder como la
lación a un modelo dominante, respecto
de Steven Lukes (1972), que, con raigam-
del cual construir –a favor o en contra– la
bre en la teoría marxista y su influyente
propia posición.
derivación gramsciana, apuntan hacia las
Pese a ello, no deja de resultar sorpren- relaciones invisibles de poder y la efectiva
dente la virulencia con que los críticos del distribución del mismo en el seno de una
behavioralismo descartan la posibilidad de sociedad. Todas las relaciones sociales son
desarrollar una investigación politológica así rastreadas en busca de su código de po-
con pretensiones de neutralidad. Porque, der: la sobredeterminación económica del
si bien se piensa, es perfectamente posi- marxismo es reemplazada por la –induda-
ble que un estudio politológico consista blemente atractiva– sobredeterminación
en una descripción de algún aspecto del política del foucaltianismo y sus herede-
proceso político que pueda limitarse a ros. Leftwich es claro al respecto:
los hechos más significativos del mismo, Si se adopta este punto de vista, ¿no es
sin necesidad de incorporar al mismo nin- entonces necesario abandonar la distin-
guna interpretación. Distinto es que todos ción convencional entre los mundos ‘pri-
los aspectos de la política puedan descri- vado’ y ‘público’ y poder así identificar y
birse así, o que sea conveniente hacerlo; analizar la política en y entre todos los
en absoluto. Pero digamos entonces que el grupos e instituciones de todas las so-
problema con el behavioralismo es su vo- ciedades, y en las relaciones entre ellos,
cación hegemónica, no la posibilidad que por ejemplo en familias, clubs, univer-
formula para la Ciencia Política. sidades, empresas, Estados, organiza-
ciones internacionales y corporaciones
(b) Por el contrario, una concepción ex- multinacionales? (Leftwich, 1984: 1)
haustiva de la política apunta en la direc- Así pues, el pluralismo se radicaliza y
ción contraria, al sostener que la política la política pasa a estar en todas partes. Si-
es un fenómeno que desborda los espacios multáneamente, el poder se define como
dedicados formalmente a su ejercicio. La una fuerza constitutiva de las propias iden-
política está presente en la totalidad del tidades sociales, definidas a través del len-
sistema social y es determinante en la guaje. Todo lo sólido, ciertamente, se des-
configuración de las relaciones sociales; vanece en el aire: la máquina licuadora de
la ciencia de la política debe estudiarla en las teorías antifundacionalistas funciona a
toda su amplitud, en lugar de limitarse a todo rendimiento y niega incluso la posi-
las operaciones formales de la política ins-

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bilidad de acceder a un relato coherente una parte sustancial de esa comunidad.


sobre eso que se llama realidad. En estas Y máximamente (como tipo ideal), el
corrientes conviven la riqueza del análisis uso del término implica también que tal
con un sesgo algo paranoico, producto de acción se oriente hacia, o sea juzgada
conforme a, algún ideal normativo que
la necesidad de encontrar al poder allá
ataña a la comunidad entera (Gerring y
donde se dirija la mirada. Yesnowitz, 2006: 113; cursiva mía)
Que la política pueda estar en todas En numerosas ocasiones, ya se trate de
partes, por otro lado, suele sostenerse a acciones insertas dentro del sistema polí-
menudo de forma explícitamente comba- tico o relacionadas directamente con éste,
tiva, esto es, vinculando las posibilidades la identificación de lo político conforme a
de transformación de la sociedad a una este doble criterio no planteará dificulta-
acción siempre orientada políticamente. des. Sin embargo, a medida que pasamos
Los intentos por restringir las fronteras de de la política formal a la política informal,
lo político se perciben algo histéricamente a medida, en fin, que lo político se disuelve
como intentos –políticos– de radical des- en lo social y lo cultural, esta identificación
politización. Así David Held: se hará más difícil, o sencillamente más es-
De hecho, no hay nada más político peculativa. ¿Cuánto afecta una decisión a
que los constantes intentos de excluir una parte sustancial de la comunidad? ¿Y
cierto tipo de problemas de la política. cuándo podemos asegurar que una acción
Estos intentos representan estrategias se orienta inequívocamente hacia un ideal
de despolitización, esto es, estrategias normativo?
para que ciertos puntos se traten como
si no fueran temas adecuados de la polí- Sobre todo, la afirmación de que todo
tica (Held y Leftwich, 1984: 144) es política parece negar la existencia de
Su postura es coherente con una con- una vida social no política. Desde este
cepción exhaustiva de lo político: cuando punto de vista, no existirían acciones sin
todo es política, hasta la negación de esta contenido político, o, mejor dicho, accio-
premisa posee, inmediata y forzosamente, nes que no pudieran describirse, en algún
idéntico carácter. ¡Uno no puede moverse sentido, como políticas. Pero hay aspectos
sin estar haciendo política! decisivos de la vida social –como el cambio
tecnológico, la influencia del lenguaje, los
Sin embargo, esta omnicomprensi- usos y las costumbres– que no son primaria-
vidad plantea no pocos problemas. Y es mente políticos, aunque puedan ser influi-
que, aunque sea razonable afirmar que el dos políticamente o tener consecuencias
sistema político formal no agota la defini- políticas. De esta forma, por mucho que la
ción de lo político, resulta difícil establecer distinción entre lo público y lo privado sea
precisiones más allá de esa generalización. una convención a menudo empleada para
¿Son políticos todos los problemas? ¿Po- sustraer algunos temas del debate propia-
seen todas las acciones individuales un mente político, resulta dudoso que po-
potencial contenido político? Podemos damos suprimirla alegremente. Digamos,
comprobar las dificultades que plantea un entonces, que todo es politizable, pero no
deslindamiento semejante en la siguiente todo es intrínsecamente político, ni tiene
afirmación –por lo demás muy atinada– de por qué politizarse efectivamente.
Gerring y Yesnowitz:
En absoluto se defiende aquí que la
Diríamos que el término política corres- política deba referirse únicamente a las
ponde mínimamente a cualquier ac- instituciones y sus alrededores, pero sí la
ción humana que sea una decisión (esto necesidad de poner algún límite a una
es, una elección antes que algo inevita-
concepción exhaustiva de la misma. Es co-
ble) que afecte a toda la comunidad o a
nocida la afirmación de Von Beyme, según

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la cual “el reconocimiento de que todo es ciencia sin objeto, es una ciencia de objeto
política confunde cuando no se comple- multiforme.
menta con la percepción de que todo es
también economía o cultura” (Von Beyme,
1991: 331). Se trata, efectivamente, de una El problema del método
totalización innecesaria, a fuer de irreal. Y
Así como la Ciencia Política padece sin-
quizá, también, autodestructiva: cuando
gulares problemas para la delimitación de
todo es política, nada lo es.
su objeto, no puede decirse que los que
No obstante, es evidente que tampoco atañen a su definición y caracterización
podemos fijar una demarcación clara que como ciencia sean exclusivos de la misma;
separe lo político de todo lo demás, por- son, más bien, propios de todas las ciencias
que esas fronteras son en extremo poro- sociales en oposición a las ciencias natura-
sas. Nos topamos de nuevo con la singular les. Y ello, incluso después de que corrien-
naturaleza de lo político como obstáculo tes como la sociología del conocimiento
para una definición unívoca de la ciencia científico o el anarquismo metodológico
encargada de estudiarlo. Fernando Valle- hayan relativizado la noción de ciencia en
spín se ha referido a él como “objeto es- el seno de estas últimas. Sigue vigente, en
quivo, indefinible, polisémico y, a la postre, fin, la pregunta acerca de si es posible ha-
inabarcable” (Vallespín, 1994: 32). Podría- cer ciencia con la sociedad, al igual que se
mos decir que, así como hay acciones y hace ciencia con eso que, a falta de una
espacios declaradamente políticos, hay mejor denominación, seguimos llamando
muchos otros donde lo que encontramos naturaleza. ¿Es posible, en fin, un conoci-
son las huellas de la política, sin que ello miento científico de la política?
signifique que la Ciencia Política pueda,
Naturalmente, la respuesta depende
sin más, apropiarse de los mismos.
del modo en que concibamos la ciencia
Si la política no lo es todo, pero al misma. Si entendemos por ciencia la pro-
mismo tiempo puede estar en todas par- ducción de conocimiento sistemático, es
tes, mientras simultáneamente ocupa al- evidente que la Ciencia Política es digna
gunos espacios que le son asignados for- de tal nombre (Stoker y Marsh, 2002: 11).
malmente, parece que un criterio útil para Pero si entendemos por ciencia la produc-
la demarcación del objeto de la Ciencia ción de un conocimiento sistemático que
Política puede ser la intensidad y la forma además sea neutral desde el punto de
en que aquélla se manifiesta, según los vista valorativo, susceptible de verificación
casos, en diferentes esferas de la sociedad y capaz de dar lugar a leyes axiomáticas,
(cfr. Cohen y Arato, 1992; Caminal, 2006: además de a predicciones generalizables,
34-36). Habida cuenta de su diversidad in- la respuesta no es tan clara: hay quienes
trínseca, la Ciencia Política no puede estu- creen que la Ciencia Política puede y debe
diar del mismo modo, ni con los mismos ser ciencia en este sentido fuerte, como
métodos, esas distintas manifestaciones. hay quienes sostienen que se trata de un
Es necesario, por ejemplo, que recurra al ideal irrealizable y –por eso– indeseable.
auxilio de otras ciencias sociales cuando
Puede traerse a colación aquí la aún
quiera adentrarse en la sociedad civil y la
reciente polémica creada por Giovanni
cultura, del mismo modo que otras cien-
Sartori al atacar la Ciencia Política norte-
cias sociales deben recurrir a la Ciencia Po-
americana contemporánea, por mor de
lítica para el mismo fin. Se reconoce con
una filiación cientificista que, a juicio del
ello que ambas posiciones –restrictiva y
autor italiano, termina por no decir ape-
exhaustiva– son valiosas, pero se diluyen
nas nada (Sartori, 2005). Y en un sentido
los riesgos asociados a la defensa mono-
similar habría que entender la respuesta
polista de cada una de ellas. Más que una

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que, desde nuestro país, ofreciera José lo que se desprende, contra la ambición
María Colomer: la Ciencia Política debe, behavioralista, que la Ciencia Política ni
a la manera de la economía, seguir inten- puede ni debe mirarse en el espejo de la
tando ser una ciencia en el sentido más es- ciencia natural.
tricto del término, por más que no pueda
Ahora bien, que tal empeño sea inútil
llegar a serlo a la manera de las ciencias
no es motivo para rechazar de plano to-
naturales (cfr. Colomer, 2006). También en
das las propuestas contenidas en ese ideal,
este punto parece imponerse el pluralismo
desplazándonos de facto hacia una identi-
efectivo que constituye el statu quo de la
ficación de la Ciencia Política con la ciencia
disciplina: distintas corrientes defienden
hermenéutica. La Ciencia Política no puede
una diferente idea de ciencia aplicada a
ser toda ella una ciencia positivista, pero
un objeto de conocimiento más o menos
no hay razón para negar que una parte
común. No hay unidad epistemológica,
de la misma puede intentar –provechosa-
sino distintas posiciones que, a su vez, se
mente– serlo. Lo contrario sería responder
derivan de una previa decisión acerca del
a la ambición hegemónica del behaviora-
objeto de conocimiento.
lismo con análoga manía exclusivista.
Pues bien, aunque para la tradición
Ya que si la Ciencia Política renuncia ab
positivista la Ciencia Política sólo es digna
initio a una observación y verificación em-
de tal nombre si se constituye a partir del
píricas conducidas con arreglo al modelo
modelo de las ciencias naturales, parecen
positivista, habrá perdido un instrumento
bien fundadas las razones de quienes sos-
valioso para el conocimiento de los fenó-
tienen que no puede hacer tal cosa. Y ello,
menos sociales, conocimiento llamado a
por causas que atañen principalmente a las
fundamentar la posterior elaboración de
diferencias existentes entre sus respectivos
proposiciones teóricas de orden explica-
objetos: los fenómenos sociales y los fe-
tivo y normativo. No olvidemos, entonces,
nómenos naturales son cosa bien distinta,
que en toda ciencia social hay una parte
de forma que también es muy distinta la
dedicada al establecimiento de los he-
ciencia que se pueda hacer con cada uno
chos sobre los que se pretende proponer
de ellos. No parece posible naturalizar el
alguna explicación, junto a otra dedicada
objeto de la ciencia social:
a la clarificación de las categorías causales
El comportamiento decisional, objeto con las que se pretende relacionar, y aun
de las ciencias sociales, es muy diferente establecer, los hechos considerados perti-
del comportamiento no decisional. (…) nentes (Castro Nogueira et alii., 2005: 62).
Cuando estudiamos a los humanos como
Y esa parte bien puede conducirse sobre la
seres sociales, reflexionamos acerca de
base de planteamientos positivistas, pese
acciones humanas. Y esto introduce un
elevado nivel de indeterminación en el a que el conocimiento que éstos puedan
objeto de estudio (Gerring y Jesnowitz, brindar no se asemeje al obtenido en el
2006: 122) campo de las ciencias naturales. Sus con-
clusiones, pese a ello, pueden ser valiosas y
De ahí que los métodos de la Ciencia aportar un punto de vista útil en un marco
Política no puedan equipararse a los de la de pluralismo metodológico.
ciencia natural, porque no se aplican a un
mismo objeto. La Ciencia Política no puede Y lo mismo cabe decir de la facultad
producir proposiciones de carácter axio- predictiva de la Ciencia Política. Que la pre-
mático, porque el comportamiento de los dicción no sea, en sentido estricto, posible,
agentes observados no posee ese grado de no significa que no pueda, en sentido lato,
fiabilidad. Esto limita considerablemente practicarse. Primero, porque el citado fac-
cualquier pretensión científica fuerte, tor humano no impide desarrollar genera-
o, cuando menos, reduce su alcance. De lizaciones probabilísticas acerca de las con-

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diciones bajo las cuales será más probable ción académica complique a menudo este
que nos comportemos de un modo o de propósito.
otro; segundo, porque el peso de la con-
Puede entonces concluirse que la Cien-
tingencia no es absoluto, ya que algunas
cia Política no es una ciencia, aunque a
cosas son contingentes, pero otras no, y se
menudo quiera serlo; o que es una ciencia
pueden desarrollar generalizaciones pre-
sólo si por ésta entendemos algo muy dis-
dictivas sobre estas últimas (Shapiro, 2002:
tinto a lo que indica el modelo de las cien-
607-609). Estas predicciones aproximativas
cias naturales. Los adjetivos varían, pero el
constituirán un instrumento insuficiente y
sentido es el mismo. Goodin y Klingemann
falible, pero acaso sea mejor que no tener
(1996) se refieren a una ciencia minimalista
ninguno y sucumbir al escepticismo epis-
o espartana, que parece tener de ciencia lo
temológico.
mínimo indispensable: algo así como la in-
Es fácil colegir, por ejemplo, que no es lo tención sin los resultados. Los politólogos
mismo describir el camino que recorre una habían bien en admitir, por tanto, que el
persona cuando va a votar, que explicar las estudio del comportamiento humano ha
razones por las cuales decide hacerlo; por de considerarse una ciencia blanda (Grant,
ejemplo. Pero, ¿significa esto que la obje- 2002: 590).
tividad es por completo imposible, que no
Es verdad que, si llegamos muy lejos en
es concebible una simple descripción de
esa admisión, terminamos por cuestionar
la realidad social? O, dicho de otro modo,
incluso la cientificidad limitada de la dis-
¿debe la Ciencia Política renunciar a toda
ciplina. Pero predicar la cientificidad de
pretensión de objetividad sólo porque la
la disciplina, en cualquiera de sus ramas,
ausencia total de valoración es imposible?
se antoja complicado; y tanto más compli-
Desde luego que no. En caso contrario, no
cado cuanto más estricta sea la compara-
ya la Ciencia Política, sino la verdad misma,
ción con las ciencias naturales y su modelo
entendida como descripción de los hechos,
axiomático y predictivo. Más razonable
sería incongruente. De ahí que, pese a las
parece defender la sistematicidad de la
antecitadas propuestas de desmitificación
Ciencia Política, esto es, de la mejor Cien-
de la ciencia, ésta no pueda dejar de inten-
cia Política, o de la Ciencia Política bien
tar obtener conclusiones objetivables. Será
hecha. Y si concluimos que esa sistemati-
el tipo de conclusiones al que quiera lle-
cidad vale para dar forma a una ciencia en
garse el que determine, a su vez, el grado
sentido minimalista o relativo, entonces la
de fiabilidad de las mismas: puede llegar a
Ciencia Política es –¡qué lejos de Comte!–
establecerse qué segmentos sociales apo-
una ciencia.
yan qué valores políticos, pero no es tan
sencillo decidir si la igualdad debe primar
sobre la libertad, o al revés.
La teoría política en la ciencia polí-
En suma, la deconstrucción posmo- tica
derna del concepto de verdad y de la
Ahora bien, si el desarrollo de la Ciencia
empresa científica no debería conducir al
Política empírica plantea no pocos proble-
abandono de la noción de objetividad.
mas relacionados con el lugar de las pro-
Existen hechos dignos de estudio y sus-
posiciones teóricas llamadas a organizar el
ceptibles de descripción, por más que los
conocimiento que se deriva de la observa-
valores jueguen un papel en su selección
ción directa –aunque inevitablemente me-
y posterior clasificación. Estos hechos de-
diada– de la realidad, ¿cuál es el papel de
ben constituir la base de las afirmaciones
la teoría política para la Ciencia Política? Y
normativas. Y esas dos dimensiones de la
más aún, ¿qué significa hacer teoría polí-
Ciencia Política deben, en fin, comunicarse
tica? ¿Qué lugar ocupa, o debería ocupar,
entre sí, por más que la propia especializa-

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La ciencia equívoca. Sobre el estudio científico de la política 83

la teoría política en la autocomprensión muerta por Peter Lasslett en la década de


de la disciplina? los 50 del siglo pasado, momento de gloria
de la revolución positivista que aspiraba a
No olvidemos que los hechos no se
definir el conjunto de la Ciencia Política
dejan siquiera interpretar sin la media-
sobre la base del movimiento behavio-
ción creadora de la teoría, que pone or-
ralista. Las proposiciones normativas y la
den allí donde no lo hay. El fetichismo de
interpretación de textos no tenían cabida
la investigación empírica es una forma de
en una ciencia digna de tal nombre, dada
ingenuidad, cuyo envés no es otro que el
la imposibilidad de someter a verificación
antifundacionalismo que niega la posibili-
sus postulados. Vino entonces a aceptarse
dad de tocar siquiera lo real atravesando
una separación entre Ciencia Política em-
la maraña formada por el lenguaje y el
pírica y normativa, correspondiendo a la
discurso. ¡Ni lo uno, ni lo otro! A decir
primera un carácter científico ausente en
verdad, sería difícil determinar qué estaba
la segunda. Había que dar a la ciencia lo
antes ahí, si la observación directa del
que era de la ciencia; la filosofía podía
mundo o los rudimentos de una interpre-
quedarse con los despojos.
tación de lo observado que permite seguir
adelante con la observación. Posiblemente Fue Isaiah Berlin quien se rebeló abier-
no sea posible establecer una Stunde Null tamente contra semejante acta de defun-
del conocimiento; toda aproximación a la ción, subrayando la importancia vital de la
realidad social se lleva a término a partir teoría política en una sociedad inevitable-
de una precomprensión de los hechos en mente pluralista (Berlin, 1999). Ni la socie-
bruto y de su interpretación inicial, que dad ni la Ciencia Política pueden prescindir
el desarrollo posterior de la investigación de una reflexión teórica capaz de iluminar
debe refinar, tanto en los hechos como en conflictos de valor que no pueden ser sim-
su teoría, en un sentido u otro. Así pues, plemente observados y registrados por el
no puede hacerse ciencia sin teoría, por investigador. Desde entonces, la teoría po-
más arraigada en la observación empírica lítica ha experimentado un notable creci-
que se pretenda la primera. miento, cuyo punto álgido quizá fuera la
publicación de A Theory of Justice (1971),
Cuando hablamos de teoría política,
la obra de John Rawls cuya exégesis ha
empero, nos referimos más bien a aque-
ocupado desde entonces a un buen nú-
lla subdisciplina de la Ciencia Política que
mero de teóricos políticos a ambos lados
consiste en la reflexión sistemática acerca
del Atlántico.
de lo político sin el auxilio directo de la
observación empírica. Esto no supone que La Ciencia Política se ha visto obligada
la teoría política se realice en el vacío, sin así a prestar atención a la vieja tradición
referencia a la realidad social, pero sí que de la filosofía política. Esto deja a la Teo-
esa realidad es contemplada mediante ría Política resultante –resultante de la in-
fuentes indirectas, o de manera intuitiva, tegración de la vieja filosofía en la nueva
e integrada así en la reflexión –preferen- Ciencia Política– en un lugar intermedio,
temente prescriptiva o hermenéutica– del al modo del tertium genus de que habla
teórico. Su campo semántico es distinto al Giovanni Sartori (1987: 236); ya no sería
de la investigación de campo: compren- filosofía, pero tampoco se convierte en
sión, interpretación, reflexión. De este ciencia. No obstante, acaso bastaría con
modo, la teoría política comprendería a señalar a la teoría política como aquella
toda teorización de carácter prescriptivo parte de la Ciencia Política dedicada a la
(Glaser, 1997: 33). reflexión acerca de la realidad social y sus
principios organizativos, para encontrarle
Pero su delimitación no es sencilla.
un acomodo diáfano en su interior: trata
De hecho, la teoría política fue declarada
de dar un sentido a aquello que la cien-

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84 Manuel Arias Maldonado

cia empírica intenta describir. Y para ello, político entendido como “el uso constre-
además, recurre con frecuencia a las apor- ñido del poder social” (Goodin y Klinge-
taciones realizadas por la filosofía y otras mann, 1996: 7). Habría de entenderse con
ciencias sociales. ello que el proceso político tiene que ver
con la elección colectiva sin recurso a la
Nada de ello, me parece, obsta para el
violencia, lo que incluye las acciones inten-
reconocimiento de que la teoría política
cionales y las no intencionales, así como
encarna la dimensión más filosófica de la
a los actores formales y los informales. La
Ciencia Política. Y es, a su vez, la que con
política sería así algo más amplio que el
más claridad entronca con la tradición hu-
gobierno, pero cualquier proceso político,
manista del pensamiento político, en con-
para ser definido como tal, debería po-
traste con la tradición positivista. Es cierto
der relacionarse de un modo significativo
que la mayoría de los defensores de esta
con la dimensión pública de la vida social.
postura apuestan por una teoría política
Desde este punto de vista, el objeto de la
dedicada a la interpretación de significa-
Ciencia Política sería el poder, con inde-
dos, antes que por la exploración moral de
pendencia de la concreta concepción de la
principios aplicables universalmente a las
política que se defienda o, si se quiere, del
relaciones políticas. Pero no es necesario
locus de aquél. No es seguro, sin embargo,
resolver esta disyuntiva para comprobar
que la idea de poder sea, por sí misma, lo
que la filosofía y la teoría políticas com-
bastante abarcadora para definir, de una
parten una radical indecidibilidad, esto
vez por todas, el estudio de la política.
es, la imposibilidad de demostración de
sus proposiciones. Y debido a ello “no hay Se trataría, en todo caso, de un acuerdo
un fin a este diálogo. Se trata, más bien, de mínimos, porque por debajo del mismo
del tipo de diálogo de final abierto que subsisten notables diferencias de enfoque.
proporciona entendimiento a través de la Stoker y Marsh (2002: 11) han defendido
propia actividad de elucidación recíproca” esta postura: desde el behavioralismo al
(Tully, 2002: 533). De hecho, en el caso de antifundacionalismo, todos las corrientes
la teoría política, la comprobación de las de la disciplina defenderían una idea de
afirmaciones acerca del deber ser reque- la política como lucha por el poder en la
rirían de experimentos sociales desorbita- arena colectiva. Pero estas distintas visio-
dos, sobre cuyos costes, por desgracia, la nes de la política se realizan mediante dife-
Historia ya nos ha enseñado bastante. rentes concepciones metodológicas, refle-
jando distintas posturas acerca del carácter
de un estudio científico de la política.
El momento pluralista de la Ciencia
Parece por ello recomendable definir
Política
la Ciencia Política de una manera flexible,
Quizá no sea sorprendente que una como el producto de un amplio conjunto
ciencia equívoca como ésta haya termi- de contribuciones intelectuales realizadas
nado por resolver sus problemas de defi- en el curso de la experiencia política oc-
nición mediante el abrazo del pluralismo: cidental (Pasquino, 1988: 16). El resultado
pluralismo del objeto y pluralismo del mé- es un pluralismo de facto beneficiado por
todo. ¿Una patada a seguir? No necesaria- la mayor permeabilidad de los distintos
mente. Más que una solución provisional, enfoques y la atenuación de las viejas pre-
este pluralismo puede revelarse como el tensiones monopolistas sobre el conjunto
estado normal de la disciplina. Veamos. de la disciplina. Desde este punto de vista,
la Ciencia Política sería el resultado final
Goodin y Klingemann propusieron hace
–aunque siempre provisional– de un largo
ya más de una década forjar el consenso
proceso de observación y reflexión de los
académico en torno a una definición de lo
fenómenos políticos, con arreglo a distin-

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La ciencia equívoca. Sobre el estudio científico de la política 85

tas formas de concebir lo que es posible co- será más realista que la imposición de un
nocer y el modo en que sea dable hacerlo. paradigma hegemónico incompatible con
la irreductible multiplicidad de posiciones
Así las cosas, ¿es este pluralismo de
relativas tanto al objeto como al método
facto el único estado de cosas razonable
de la disciplina.
para una disciplina cuyo objeto –la po-
lítica– resulta tan difícil de definir? Ha Y es que es difícil rebatir la idea de que
sido Gabriel Almond quien ha formulado el pluralismo disciplinar es una consecuen-
la queja más célebre acerca de un plura- cia directa de la peculiar naturaleza del
lismo que, a su juicio, es pura fragmenta- objeto de la Ciencia Política, a saber: la po-
ción: de acuerdo con su metáfora de las lítica misma. Mientras existan definiciones
“mesas separadas”, la disciplina padece contrapuestas sobre la naturaleza de la
una dispersión sin comunicación entre dis- política y de la ciencia que puede ocuparse
tintas escuelas que la debilita en su con- de ella, la fragmentación es inevitable
junto (Almond, 1990). Es la otra cara de (Donald Moon, citado en Farr et alii, 1995:
la especialización: la pérdida de visión de , 3). Esta constatación posee un elemento
conjunto. Brian Barry escribía allá por 1981 pragmático: si hubiese un método único
que la Ciencia Política norteamericana se- e infalible, ya lo conoceríamos y se habría
meja una confederación repleta de depar- impuesto por sí solo. Es precisamente la
tamentos diferentes, sin apenas nada en comprobación de que “todos los métodos
común, salvo la pertenencia a su asocia- tienen limitaciones y no debería esperarse
ción nacional (Barry, 1981: 69). Esto puede que ninguno de ellos sirva a todos los pro-
contemplarse también como una ansiedad pósitos” (Shapiro, 2002: 612), la que acon-
característicamente norteamericana, pues seja aceptar la diversidad, no ya como un
en Europa, como sostiene Fernando Va- hecho incontrovertible, sino como una
llespín, “llevamos ya décadas asimilando riqueza que resulta –paradójicamente–
nuestra identidad a la pluralidad metodo- de la cualidad inagotable y compleja del
lógica” (Vallespín, 1994: 31). objeto político: “Distintos tipos de cosas
pueden conocerse de diferente manera y
Habitualmente, sin embargo, la sobre-
con variable grado de certidumbre (Grant,
venida –o redescubierta– diversidad disci-
2002: 581).
plinar es motivo de celebración. La variedad
de enfoques supone un enriquecimiento Quiere decirse con ello que el pluralismo
de la Ciencia Política, siempre que aquéllos puede contemplarse como una consecuen-
aprendan a dialogar entre sí, en lugar de cia de la madurez de la Ciencia Política. Y
aislarse en su nicho temático y metodoló- como el objeto de un nuevo consenso: el
gico (Stoker y Marsh, 2002: 4). En lugar de pluralismo sería la nueva unidad. No debe
hablar de mesas separadas, la imagen que contemplarse entonces como el prólogo
mejor describe el estado de la disciplina es a una nueva hegemonía por venir, sino
para Grofman la de un Chinese dim sum como el estadio característico de la conso-
brunch, esto es, un almuerzo oriental en lidación de la Ciencia Política. Para Goodin
el que se ofrecen muchas bandejas con y Klingelmann, la Ciencia Política vive un
diferentes platos, de entre los que cada período de acercamiento y reconciliación
uno toma el que prefiera, interactuando entre sus distintos enfoques, que califican
con los demás sólo si así lo desea, pero como un “eclecticismo ordenado” basado
viendo lo que comen los demás y, las más en el acuerdo de que los planteamientos
de las veces, compartiendo algunos platos excluyentes sólo dan lugar a explicaciones
con ellos (Grofman, 1997: 80). La diversi- más reduccionistas (Goodin y Klingemann,
dad de enfoques no tiene que conducir a 1996: 11-12). Estos enfoques habrían
la fragmentación. Y aún si lo hace –algo, aprendido a dialogar entre sí, abriéndose
en cierta medida, inevitable– el resultado un proceso de hibridación entre distintos

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86 Manuel Arias Maldonado

modos de abordar el estudio de la política (1995: 5) se refieren a un giro histórico; Do-


(cfr. Dogan, 1996). Es una hibridación in- uglas Torgerson (1995) identifica un giro
terna a la propia Ciencia Política, distinta hacia las políticas públicas; Robert Jessop
de la interdisciplinariedad que ésta pueda (2000) defiende un giro institucional; Jason
protagonizar cuando se aproxima a otras Frank (2006: 644) habla de un giro ético en
ciencias sociales. ¡La fragmentación como la teoría política contemporánea; Gerring
mayoría de edad! y Yesnowitz (2006: 109) aconsejan un giro
normativo para la Ciencia Política en su
Asimismo, el pluralismo puede postu-
conjunto. Y todo ello, cuando todavía no
larse como la razonable correspondencia
nos hemos recuperado del giro lingüístico
que se establece entre la Ciencia Política y
anunciado por Richard Rorty (1992) y flota
la sociedad –pluralista– a la que estudia y
en el ambiente la necesidad de oponerse a
en cuyo interior se desenvuelve. Una Cien-
un giro sociobiológico basado en las neuro-
cia Política unidimensional constituiría un
ciencias (Gunnell, 2007).
innecesario empobrecimiento: si la socie-
dad no posee un centro, la teoría tampoco. Puede que esta profusión de propues-
Para Wendy Brown, de hecho, el teórico tas epistemológicas no sea más que una
político debe desarrollar una sensibilidad consecuencia inevitable del momento plu-
antihegemónica que sirva de contrapunto ralista antedescrito. Y que sea el precio a
programático a la tradicional búsqueda de pagar por una disciplina más dinámica y
lo común que han alimentado la práctica menos sujeta a un paradigma dominante
y la Ciencia Políticas (Brown, 2005: 73-75). que en el pasado. Puede. Sin embargo,
Tal vez. Sí parece claro, en todo caso, que una ciencia así no da ninguna impresión
también la Ciencia Política ha terminado de seriedad, lo que, a su vez, genera la sos-
por experimentar el hecho del pluralismo pecha de que acaso el problema radique
que desde hace tiempo se predica de las en la pretensión misma de cientificidad,
sociedades occidentales, hasta el punto de cuando menos en el sentido en que ha so-
que puede empezar a hablarse de la con- lido formularse. Recientemente, ha escrito
dición pluralista como nuevo estado nor- Giovanni Sartori:
mal de la disciplina. Desde el punto de vista de la práctica,
es una ciencia en gran medida inútil
que no proporciona conocimiento que
Ciencia, realidad y escepticismo pueda ser utilizado. Más aún, al aban-
donar la aplicación, también se priva de
Cuando uno se adentra en las profun- su mejor prueba de veracidad, pues la
didades de la discusión metodológica en la noción de verdad es, en la ciencia, una
Ciencia Política, es difícil evitar la impre- noción pragmática. Algo es verdadero
sión de encontrarse ante una disciplina cuando ‘funciona’ (Sartori, 2005: 12)
sin un rumbo definido. Da la impresión,
¿Y cuándo funciona la Ciencia Política?
incluso, de que al mando de la misma se
Podría aventurarse que lo hace cuando
encuentra un conductor borracho, tal es la
proporciona respuestas útiles para la so-
cantidad de cambios de dirección que se
lución de problemas prácticos planteados
sugieren para ella. Pareciera que la Cien-
en la esfera política. O cuando es capaz
cia Política tiene la obligación periódica
de proporcionar esas respuestas, con inde-
de reinventarse por completo y abandonar
pendencia del uso que den a las mismas los
todo lo que estaba haciendo para correr
operadores políticos. Ahora bien, si damos
en sentido contrario.
un paso más y juzgamos útil una respuesta
¿Exagerado? Basta con echar un vistazo cuando acierta a explicar un determinado
a la literatura de los últimos quince o veinte fenómeno social, nos encontramos con el
años para comprobarlo. James Farr et alii problema de la dificultad –cuando no im-

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La ciencia equívoca. Sobre el estudio científico de la política 87

posibilidad– de la falsación de la misma. ellas” (Sánchez Ferlosio, 2008: 286; cursiva


Aquí descarrilan tanto la vocación posi- mía). Es trabajo de la Ciencia Política expli-
tivista de la Ciencia Política cuantitativa, car los fenómenos sociales de modo que,
como la desdeñosa respuesta contra la allí donde hay sucesión, haya causalidad.
misma que normalmente ofrece la Ciencia Podría argüirse que lo mismo cabe decir de
Política normativa. las ciencias aplicadas, pero éstas funcionan
inequívocamente: los aviones despegan y
Por una parte, la Ciencia Política posi-
la anestesia alivia el dolor.
tivista quiere ser ciencia en sentido fuerte,
a la manera de las ciencias naturales. Pero Este hiato atañe especialmente a la
eso no es posible, por razones que ya han teoría política normativa, que nunca se
sido convenientemente señaladas; o sólo esforzará lo bastante para salvarlo. Y se
posible en relación a enunciados irrelevan- hace visible con singular claridad en todas
tes a causa de su insignificancia. La Ciencia aquellas construcciones teóricas que pre-
Política normativa suele responder a eso suponen un sujeto ideal cuyo comporta-
afirmando la imposibilidad del positivismo miento debe encarnar la validez de ciertas
en las ciencias sociales. Siendo esto cierto, normas y principios universalizables, a des-
entre el cientifismo fuerte positivista y la pecho de la distancia que pueda separarlo
narratividad que proponen algunos en- del sujeto real que debería ser el punto de
foques normativos hay un terreno inter- partida de sus elucubraciones. Terminamos
medio. Ese terreno no es otro que el de por construir un mundo de ideas que ape-
la ciencia blanda que podemos identificar nas gravita sobre el mundo de ahí fuera.
con el tratamiento sistemático de los pro- Sin embargo, ¿qué otra cosa se podría ha-
blemas y el uso de un lenguaje especiali- cer? De ahí que esta moderada profesión
zado. Y aquí, todavía se podría distinguir de escepticismo no deba malinterpretarse:
entre una Ciencia Política empírica con un tanto la ciencia como la teoría política son
mayor o menor grado de acuidad, según posibles. Pero hay que ser consciente de
cuál sea su objeto de estudio (no es lo sus limitaciones, a fin de tener más clara su
mismo estudiar las causas de la abstención utilidad. No son ciencias en sentido fuerte,
electoral en una circunscripción determi- sino en un sentido débil: no aspiran a fun-
nada, que las precondiciones para el éxito cionar, sino a explicar. Y a explicar con la
de la democracia) y una teoría política de mayor independencia posible respecto de
orientación normativa que será mejor o los poderes mundanos, porque, si la Cien-
peor en función de su rigor y calidad, pero cia Política no arroja luz sobre la realidad
no, ay, en función de la demostrabilidad social, ¿quién puede hacerlo?
de sus postulados.
Puede entreverse aquí un hiato fatal
BIBLIOGRAFÍA
entre la teoría y la realidad, que ninguna
ciencia social puede llegar a remediar. Si ALMOND, Gabriel (1990) A Discipline Di-
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