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La Ciencia Equívoca. Sobre El Estudio Científico de La Política
La Ciencia Equívoca. Sobre El Estudio Científico de La Política
Abstract: A classical feature of Political Science is the difficulty to agree upon both
what it studies and how should that study be conducted. Whereas the problem of its
content can be examined stemming from the distinction between a restricted and an
exhaustive conception of politics, the problem of its method leads to the question of
whether is it science what it usually does –or not at all. In fact, there is no univocal solu-
tion to such ambiguities. If Political Science is to be pacified, we should accept the fact
of its pluralism and even a healthy skepticism about its scientific reach, in order to deal
serenely with the task of sistematically explain a reality which always remain somewhat
elusive.
Keywords: Politics, Political Science, methodology, science, theory, pluralism.
control sobre sus miembros, un lenguaje bierno, o un proceso social que se extiende
comúnmente aceptado y el respeto ajeno, más allá de las mismas y atañe a todos los
a lo que Kaufmann ha añadido que, en ese aspectos de la vida personal y colectiva? La
caso, “quizá los politólogos sean el equiva- solución a este dilema –si la hay– tiene con-
lente académico de los pueblos sin Estado” secuencias directas sobre el tipo de ciencia
(Freeman, citado en Kaufmann-Osborn, que pueda hacerse con semejante objeto.
2006: 68). Divertido, pero amargo. Por eso, a la hora de precisar cuál deba ser
el objeto de la Ciencia Política, parece ra-
zonable atender a dos concepciones de lo
El problema del contenido político – la restrictiva y la exhaustiva– que
la conducen en direcciones muy distintas.
Si hay un problema inicial para la defi-
nición de la Ciencia Política, es la ausencia (a) De acuerdo con una concepción res-
de una definición única de su contenido trictiva de la política, ésta tiene lugar en
programático, esto es, de lo político. Se las instituciones formales de gobierno y en
trata de un objeto verdaderamente escu- torno a las mismas. Son los actores indivi-
rridizo cuya radical singularidad explica duales y colectivos quienes toman decisio-
por sí sola la imposibilidad de dar forma nes o influyen en ellas; corresponde a la
cerrada a una única ciencia que se ocupe Ciencia Política analizar el comportamiento
del mismo. Dificultad que no ha hecho sino de tales actores y el funcionamiento de ese
agudizarse durante las últimas décadas, a sistema. Ni todo es política, ni la Ciencia
medida que el contenido de lo político ha Política puede –en consecuencia– ocuparse
ido ampliándose, ¡hasta abarcar incluso el de todo. De hecho, el pragmatismo epis-
lenguaje mismo con el que esa definición temológico parece una buena razón para
se formula! explicar semejante apuesta por el proceso
político formal y la esfera de gobierno.
Recordemos que, si los pensadores
Entre las corrientes que han llevado a la
premodernos y una buena parte de los
práctica este enfoque se cuentan, princi-
modernos se habían ocupado preferente-
palmente, el behavioralismo, la teoría de
mente del poder, objeto a menudo sola-
la elección racional y el institucionalismo.
pado con el Estado, la Ciencia Política nor-
teamericana prefería emplear la noción Sin embargo, la idea de que pueda
más amplia de gobierno, o la de sistema realizarse un estudio no valorativo de la
político, mientras los pensadores poses- política va a encontrarse con un rechazo
tructuralistas y posmodernos apuntaron temprano (cfr. Bay, 1965; Frohock, 1971;
hacia la cultura y el discurso como espacios Sorzano, 1977). De acuerdo con esta crí-
genuinamente políticos. Pero estudiar el tica, no sería posible separar el ser del
ejercicio institucionalizado del poder –ya deber ser, ni podríamos eximirnos de rea-
se haga presciptiva o descriptivamente– es lizar juicios normativos en la descripción
algo muy distinto a contemplar la totali- de fenómenos sociales que son en sí mis-
dad de las relaciones sociales y personales mos una encarnación de valores normati-
como relaciones de poder. Se empieza por vos. Ciertamente, este proyecto científico
estudiar la monarquía y se acaba en las no ha dado los frutos esperados por sus
connotaciones políticas del reggae jamai- fundadores: los florecientes paisajes de la
cano, lo cual, dicho sea de paso, es ente- promesa behavioralista han resultado ser
ramente natural, sobre todo cuando una una inextricable maraña de números. A
parte del reggae jamaicano aspira a pro- causa de la tendencia al hiperfactualismo
ducir efectos políticos en la cultura. y de la sustitución de la teoría por la téc-
nica, una notable cantidad de la Ciencia
¿Es la política un fenómeno que sólo
Política contemporánea no parece servir
se manifiesta en las instituciones de go-
de mucho, de manera que el resultado
la cual “el reconocimiento de que todo es ciencia sin objeto, es una ciencia de objeto
política confunde cuando no se comple- multiforme.
menta con la percepción de que todo es
también economía o cultura” (Von Beyme,
1991: 331). Se trata, efectivamente, de una El problema del método
totalización innecesaria, a fuer de irreal. Y
Así como la Ciencia Política padece sin-
quizá, también, autodestructiva: cuando
gulares problemas para la delimitación de
todo es política, nada lo es.
su objeto, no puede decirse que los que
No obstante, es evidente que tampoco atañen a su definición y caracterización
podemos fijar una demarcación clara que como ciencia sean exclusivos de la misma;
separe lo político de todo lo demás, por- son, más bien, propios de todas las ciencias
que esas fronteras son en extremo poro- sociales en oposición a las ciencias natura-
sas. Nos topamos de nuevo con la singular les. Y ello, incluso después de que corrien-
naturaleza de lo político como obstáculo tes como la sociología del conocimiento
para una definición unívoca de la ciencia científico o el anarquismo metodológico
encargada de estudiarlo. Fernando Valle- hayan relativizado la noción de ciencia en
spín se ha referido a él como “objeto es- el seno de estas últimas. Sigue vigente, en
quivo, indefinible, polisémico y, a la postre, fin, la pregunta acerca de si es posible ha-
inabarcable” (Vallespín, 1994: 32). Podría- cer ciencia con la sociedad, al igual que se
mos decir que, así como hay acciones y hace ciencia con eso que, a falta de una
espacios declaradamente políticos, hay mejor denominación, seguimos llamando
muchos otros donde lo que encontramos naturaleza. ¿Es posible, en fin, un conoci-
son las huellas de la política, sin que ello miento científico de la política?
signifique que la Ciencia Política pueda,
Naturalmente, la respuesta depende
sin más, apropiarse de los mismos.
del modo en que concibamos la ciencia
Si la política no lo es todo, pero al misma. Si entendemos por ciencia la pro-
mismo tiempo puede estar en todas par- ducción de conocimiento sistemático, es
tes, mientras simultáneamente ocupa al- evidente que la Ciencia Política es digna
gunos espacios que le son asignados for- de tal nombre (Stoker y Marsh, 2002: 11).
malmente, parece que un criterio útil para Pero si entendemos por ciencia la produc-
la demarcación del objeto de la Ciencia ción de un conocimiento sistemático que
Política puede ser la intensidad y la forma además sea neutral desde el punto de
en que aquélla se manifiesta, según los vista valorativo, susceptible de verificación
casos, en diferentes esferas de la sociedad y capaz de dar lugar a leyes axiomáticas,
(cfr. Cohen y Arato, 1992; Caminal, 2006: además de a predicciones generalizables,
34-36). Habida cuenta de su diversidad in- la respuesta no es tan clara: hay quienes
trínseca, la Ciencia Política no puede estu- creen que la Ciencia Política puede y debe
diar del mismo modo, ni con los mismos ser ciencia en este sentido fuerte, como
métodos, esas distintas manifestaciones. hay quienes sostienen que se trata de un
Es necesario, por ejemplo, que recurra al ideal irrealizable y –por eso– indeseable.
auxilio de otras ciencias sociales cuando
Puede traerse a colación aquí la aún
quiera adentrarse en la sociedad civil y la
reciente polémica creada por Giovanni
cultura, del mismo modo que otras cien-
Sartori al atacar la Ciencia Política norte-
cias sociales deben recurrir a la Ciencia Po-
americana contemporánea, por mor de
lítica para el mismo fin. Se reconoce con
una filiación cientificista que, a juicio del
ello que ambas posiciones –restrictiva y
autor italiano, termina por no decir ape-
exhaustiva– son valiosas, pero se diluyen
nas nada (Sartori, 2005). Y en un sentido
los riesgos asociados a la defensa mono-
similar habría que entender la respuesta
polista de cada una de ellas. Más que una
que, desde nuestro país, ofreciera José lo que se desprende, contra la ambición
María Colomer: la Ciencia Política debe, behavioralista, que la Ciencia Política ni
a la manera de la economía, seguir inten- puede ni debe mirarse en el espejo de la
tando ser una ciencia en el sentido más es- ciencia natural.
tricto del término, por más que no pueda
Ahora bien, que tal empeño sea inútil
llegar a serlo a la manera de las ciencias
no es motivo para rechazar de plano to-
naturales (cfr. Colomer, 2006). También en
das las propuestas contenidas en ese ideal,
este punto parece imponerse el pluralismo
desplazándonos de facto hacia una identi-
efectivo que constituye el statu quo de la
ficación de la Ciencia Política con la ciencia
disciplina: distintas corrientes defienden
hermenéutica. La Ciencia Política no puede
una diferente idea de ciencia aplicada a
ser toda ella una ciencia positivista, pero
un objeto de conocimiento más o menos
no hay razón para negar que una parte
común. No hay unidad epistemológica,
de la misma puede intentar –provechosa-
sino distintas posiciones que, a su vez, se
mente– serlo. Lo contrario sería responder
derivan de una previa decisión acerca del
a la ambición hegemónica del behaviora-
objeto de conocimiento.
lismo con análoga manía exclusivista.
Pues bien, aunque para la tradición
Ya que si la Ciencia Política renuncia ab
positivista la Ciencia Política sólo es digna
initio a una observación y verificación em-
de tal nombre si se constituye a partir del
píricas conducidas con arreglo al modelo
modelo de las ciencias naturales, parecen
positivista, habrá perdido un instrumento
bien fundadas las razones de quienes sos-
valioso para el conocimiento de los fenó-
tienen que no puede hacer tal cosa. Y ello,
menos sociales, conocimiento llamado a
por causas que atañen principalmente a las
fundamentar la posterior elaboración de
diferencias existentes entre sus respectivos
proposiciones teóricas de orden explica-
objetos: los fenómenos sociales y los fe-
tivo y normativo. No olvidemos, entonces,
nómenos naturales son cosa bien distinta,
que en toda ciencia social hay una parte
de forma que también es muy distinta la
dedicada al establecimiento de los he-
ciencia que se pueda hacer con cada uno
chos sobre los que se pretende proponer
de ellos. No parece posible naturalizar el
alguna explicación, junto a otra dedicada
objeto de la ciencia social:
a la clarificación de las categorías causales
El comportamiento decisional, objeto con las que se pretende relacionar, y aun
de las ciencias sociales, es muy diferente establecer, los hechos considerados perti-
del comportamiento no decisional. (…) nentes (Castro Nogueira et alii., 2005: 62).
Cuando estudiamos a los humanos como
Y esa parte bien puede conducirse sobre la
seres sociales, reflexionamos acerca de
base de planteamientos positivistas, pese
acciones humanas. Y esto introduce un
elevado nivel de indeterminación en el a que el conocimiento que éstos puedan
objeto de estudio (Gerring y Jesnowitz, brindar no se asemeje al obtenido en el
2006: 122) campo de las ciencias naturales. Sus con-
clusiones, pese a ello, pueden ser valiosas y
De ahí que los métodos de la Ciencia aportar un punto de vista útil en un marco
Política no puedan equipararse a los de la de pluralismo metodológico.
ciencia natural, porque no se aplican a un
mismo objeto. La Ciencia Política no puede Y lo mismo cabe decir de la facultad
producir proposiciones de carácter axio- predictiva de la Ciencia Política. Que la pre-
mático, porque el comportamiento de los dicción no sea, en sentido estricto, posible,
agentes observados no posee ese grado de no significa que no pueda, en sentido lato,
fiabilidad. Esto limita considerablemente practicarse. Primero, porque el citado fac-
cualquier pretensión científica fuerte, tor humano no impide desarrollar genera-
o, cuando menos, reduce su alcance. De lizaciones probabilísticas acerca de las con-
diciones bajo las cuales será más probable ción académica complique a menudo este
que nos comportemos de un modo o de propósito.
otro; segundo, porque el peso de la con-
Puede entonces concluirse que la Cien-
tingencia no es absoluto, ya que algunas
cia Política no es una ciencia, aunque a
cosas son contingentes, pero otras no, y se
menudo quiera serlo; o que es una ciencia
pueden desarrollar generalizaciones pre-
sólo si por ésta entendemos algo muy dis-
dictivas sobre estas últimas (Shapiro, 2002:
tinto a lo que indica el modelo de las cien-
607-609). Estas predicciones aproximativas
cias naturales. Los adjetivos varían, pero el
constituirán un instrumento insuficiente y
sentido es el mismo. Goodin y Klingemann
falible, pero acaso sea mejor que no tener
(1996) se refieren a una ciencia minimalista
ninguno y sucumbir al escepticismo epis-
o espartana, que parece tener de ciencia lo
temológico.
mínimo indispensable: algo así como la in-
Es fácil colegir, por ejemplo, que no es lo tención sin los resultados. Los politólogos
mismo describir el camino que recorre una habían bien en admitir, por tanto, que el
persona cuando va a votar, que explicar las estudio del comportamiento humano ha
razones por las cuales decide hacerlo; por de considerarse una ciencia blanda (Grant,
ejemplo. Pero, ¿significa esto que la obje- 2002: 590).
tividad es por completo imposible, que no
Es verdad que, si llegamos muy lejos en
es concebible una simple descripción de
esa admisión, terminamos por cuestionar
la realidad social? O, dicho de otro modo,
incluso la cientificidad limitada de la dis-
¿debe la Ciencia Política renunciar a toda
ciplina. Pero predicar la cientificidad de
pretensión de objetividad sólo porque la
la disciplina, en cualquiera de sus ramas,
ausencia total de valoración es imposible?
se antoja complicado; y tanto más compli-
Desde luego que no. En caso contrario, no
cado cuanto más estricta sea la compara-
ya la Ciencia Política, sino la verdad misma,
ción con las ciencias naturales y su modelo
entendida como descripción de los hechos,
axiomático y predictivo. Más razonable
sería incongruente. De ahí que, pese a las
parece defender la sistematicidad de la
antecitadas propuestas de desmitificación
Ciencia Política, esto es, de la mejor Cien-
de la ciencia, ésta no pueda dejar de inten-
cia Política, o de la Ciencia Política bien
tar obtener conclusiones objetivables. Será
hecha. Y si concluimos que esa sistemati-
el tipo de conclusiones al que quiera lle-
cidad vale para dar forma a una ciencia en
garse el que determine, a su vez, el grado
sentido minimalista o relativo, entonces la
de fiabilidad de las mismas: puede llegar a
Ciencia Política es –¡qué lejos de Comte!–
establecerse qué segmentos sociales apo-
una ciencia.
yan qué valores políticos, pero no es tan
sencillo decidir si la igualdad debe primar
sobre la libertad, o al revés.
La teoría política en la ciencia polí-
En suma, la deconstrucción posmo- tica
derna del concepto de verdad y de la
Ahora bien, si el desarrollo de la Ciencia
empresa científica no debería conducir al
Política empírica plantea no pocos proble-
abandono de la noción de objetividad.
mas relacionados con el lugar de las pro-
Existen hechos dignos de estudio y sus-
posiciones teóricas llamadas a organizar el
ceptibles de descripción, por más que los
conocimiento que se deriva de la observa-
valores jueguen un papel en su selección
ción directa –aunque inevitablemente me-
y posterior clasificación. Estos hechos de-
diada– de la realidad, ¿cuál es el papel de
ben constituir la base de las afirmaciones
la teoría política para la Ciencia Política? Y
normativas. Y esas dos dimensiones de la
más aún, ¿qué significa hacer teoría polí-
Ciencia Política deben, en fin, comunicarse
tica? ¿Qué lugar ocupa, o debería ocupar,
entre sí, por más que la propia especializa-
cia empírica intenta describir. Y para ello, político entendido como “el uso constre-
además, recurre con frecuencia a las apor- ñido del poder social” (Goodin y Klinge-
taciones realizadas por la filosofía y otras mann, 1996: 7). Habría de entenderse con
ciencias sociales. ello que el proceso político tiene que ver
con la elección colectiva sin recurso a la
Nada de ello, me parece, obsta para el
violencia, lo que incluye las acciones inten-
reconocimiento de que la teoría política
cionales y las no intencionales, así como
encarna la dimensión más filosófica de la
a los actores formales y los informales. La
Ciencia Política. Y es, a su vez, la que con
política sería así algo más amplio que el
más claridad entronca con la tradición hu-
gobierno, pero cualquier proceso político,
manista del pensamiento político, en con-
para ser definido como tal, debería po-
traste con la tradición positivista. Es cierto
der relacionarse de un modo significativo
que la mayoría de los defensores de esta
con la dimensión pública de la vida social.
postura apuestan por una teoría política
Desde este punto de vista, el objeto de la
dedicada a la interpretación de significa-
Ciencia Política sería el poder, con inde-
dos, antes que por la exploración moral de
pendencia de la concreta concepción de la
principios aplicables universalmente a las
política que se defienda o, si se quiere, del
relaciones políticas. Pero no es necesario
locus de aquél. No es seguro, sin embargo,
resolver esta disyuntiva para comprobar
que la idea de poder sea, por sí misma, lo
que la filosofía y la teoría políticas com-
bastante abarcadora para definir, de una
parten una radical indecidibilidad, esto
vez por todas, el estudio de la política.
es, la imposibilidad de demostración de
sus proposiciones. Y debido a ello “no hay Se trataría, en todo caso, de un acuerdo
un fin a este diálogo. Se trata, más bien, de mínimos, porque por debajo del mismo
del tipo de diálogo de final abierto que subsisten notables diferencias de enfoque.
proporciona entendimiento a través de la Stoker y Marsh (2002: 11) han defendido
propia actividad de elucidación recíproca” esta postura: desde el behavioralismo al
(Tully, 2002: 533). De hecho, en el caso de antifundacionalismo, todos las corrientes
la teoría política, la comprobación de las de la disciplina defenderían una idea de
afirmaciones acerca del deber ser reque- la política como lucha por el poder en la
rirían de experimentos sociales desorbita- arena colectiva. Pero estas distintas visio-
dos, sobre cuyos costes, por desgracia, la nes de la política se realizan mediante dife-
Historia ya nos ha enseñado bastante. rentes concepciones metodológicas, refle-
jando distintas posturas acerca del carácter
de un estudio científico de la política.
El momento pluralista de la Ciencia
Parece por ello recomendable definir
Política
la Ciencia Política de una manera flexible,
Quizá no sea sorprendente que una como el producto de un amplio conjunto
ciencia equívoca como ésta haya termi- de contribuciones intelectuales realizadas
nado por resolver sus problemas de defi- en el curso de la experiencia política oc-
nición mediante el abrazo del pluralismo: cidental (Pasquino, 1988: 16). El resultado
pluralismo del objeto y pluralismo del mé- es un pluralismo de facto beneficiado por
todo. ¿Una patada a seguir? No necesaria- la mayor permeabilidad de los distintos
mente. Más que una solución provisional, enfoques y la atenuación de las viejas pre-
este pluralismo puede revelarse como el tensiones monopolistas sobre el conjunto
estado normal de la disciplina. Veamos. de la disciplina. Desde este punto de vista,
la Ciencia Política sería el resultado final
Goodin y Klingemann propusieron hace
–aunque siempre provisional– de un largo
ya más de una década forjar el consenso
proceso de observación y reflexión de los
académico en torno a una definición de lo
fenómenos políticos, con arreglo a distin-
tas formas de concebir lo que es posible co- será más realista que la imposición de un
nocer y el modo en que sea dable hacerlo. paradigma hegemónico incompatible con
la irreductible multiplicidad de posiciones
Así las cosas, ¿es este pluralismo de
relativas tanto al objeto como al método
facto el único estado de cosas razonable
de la disciplina.
para una disciplina cuyo objeto –la po-
lítica– resulta tan difícil de definir? Ha Y es que es difícil rebatir la idea de que
sido Gabriel Almond quien ha formulado el pluralismo disciplinar es una consecuen-
la queja más célebre acerca de un plura- cia directa de la peculiar naturaleza del
lismo que, a su juicio, es pura fragmenta- objeto de la Ciencia Política, a saber: la po-
ción: de acuerdo con su metáfora de las lítica misma. Mientras existan definiciones
“mesas separadas”, la disciplina padece contrapuestas sobre la naturaleza de la
una dispersión sin comunicación entre dis- política y de la ciencia que puede ocuparse
tintas escuelas que la debilita en su con- de ella, la fragmentación es inevitable
junto (Almond, 1990). Es la otra cara de (Donald Moon, citado en Farr et alii, 1995:
la especialización: la pérdida de visión de , 3). Esta constatación posee un elemento
conjunto. Brian Barry escribía allá por 1981 pragmático: si hubiese un método único
que la Ciencia Política norteamericana se- e infalible, ya lo conoceríamos y se habría
meja una confederación repleta de depar- impuesto por sí solo. Es precisamente la
tamentos diferentes, sin apenas nada en comprobación de que “todos los métodos
común, salvo la pertenencia a su asocia- tienen limitaciones y no debería esperarse
ción nacional (Barry, 1981: 69). Esto puede que ninguno de ellos sirva a todos los pro-
contemplarse también como una ansiedad pósitos” (Shapiro, 2002: 612), la que acon-
característicamente norteamericana, pues seja aceptar la diversidad, no ya como un
en Europa, como sostiene Fernando Va- hecho incontrovertible, sino como una
llespín, “llevamos ya décadas asimilando riqueza que resulta –paradójicamente–
nuestra identidad a la pluralidad metodo- de la cualidad inagotable y compleja del
lógica” (Vallespín, 1994: 31). objeto político: “Distintos tipos de cosas
pueden conocerse de diferente manera y
Habitualmente, sin embargo, la sobre-
con variable grado de certidumbre (Grant,
venida –o redescubierta– diversidad disci-
2002: 581).
plinar es motivo de celebración. La variedad
de enfoques supone un enriquecimiento Quiere decirse con ello que el pluralismo
de la Ciencia Política, siempre que aquéllos puede contemplarse como una consecuen-
aprendan a dialogar entre sí, en lugar de cia de la madurez de la Ciencia Política. Y
aislarse en su nicho temático y metodoló- como el objeto de un nuevo consenso: el
gico (Stoker y Marsh, 2002: 4). En lugar de pluralismo sería la nueva unidad. No debe
hablar de mesas separadas, la imagen que contemplarse entonces como el prólogo
mejor describe el estado de la disciplina es a una nueva hegemonía por venir, sino
para Grofman la de un Chinese dim sum como el estadio característico de la conso-
brunch, esto es, un almuerzo oriental en lidación de la Ciencia Política. Para Goodin
el que se ofrecen muchas bandejas con y Klingelmann, la Ciencia Política vive un
diferentes platos, de entre los que cada período de acercamiento y reconciliación
uno toma el que prefiera, interactuando entre sus distintos enfoques, que califican
con los demás sólo si así lo desea, pero como un “eclecticismo ordenado” basado
viendo lo que comen los demás y, las más en el acuerdo de que los planteamientos
de las veces, compartiendo algunos platos excluyentes sólo dan lugar a explicaciones
con ellos (Grofman, 1997: 80). La diversi- más reduccionistas (Goodin y Klingemann,
dad de enfoques no tiene que conducir a 1996: 11-12). Estos enfoques habrían
la fragmentación. Y aún si lo hace –algo, aprendido a dialogar entre sí, abriéndose
en cierta medida, inevitable– el resultado un proceso de hibridación entre distintos
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