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La revolución científica llevó a que la pretensión de las ciencias sociales fuese generar un
conocimiento científico de la sociedad aplicando los mismo criterios y métodos que las ciencias
naturales, consideradas el faro a seguir para institucionarse como un saber científico.
Una de las preguntas que ha marcado, y todavía sigue marcando, el desarrollo de la disciplina
es la cuestión de hasta qué punto el estudio de la política puede calificarse propiamente de
ciencia. El debate enfrenta, fundamentalmente, a dos posturas: por un lado, a los que
consideran que los fenómenos políticos y sociales pueden asimilarse a los fenómenos
naturales y, por lo tanto, ser estudiados con los mismos métodos y objetivos, y a los que
sostienen la posición contraria, que no pueden ser abordados del mismo modo debido a su
estatus diferenciado. Se diferencian así por un lado positivistas e interpretativistas. Estas
tensiones ontológicas y epistemológicas se traducen a su vez en desencuentros metodológicos
entre cuantitativistas y cualitantivistas.
Según el positivismo, la ciencia política puede y debe aplicar el mismo rigor, principios y
métodos que sus pares naturales. Asumen que existe una realidad objetiva e independiente
del observador y que el científico social, abstraído de esa realidad social, es capaz de descubrir
las leyes que ordenan la sociedad y por lo tanto, poder predecir su accionar.
Para los interpretativistas, no existen hechos sociales objetivos. Todos los fenómenos,
observables o no, se estructuran y son conformados por el pensamiento y los discursos
humanos. De esta forma, las ciencias sociales y naturales seguirían lógicas distintas . El énfasis
no esta en la objetividad sino en la subjetividad, argumentando que el mundo social tiene unas
características propias que lo distinguen sustancialmente del mundo natural. Los seres
humanos, a diferencia del mundo natural, tienen voluntad propia. En términos weberianos,
hay que apostar por la comprensión de los hechos sociales.
Más allá de los debates en torno a estas posturas, está aceptado en la comunidad académica
que, en tanto ciencia, es necesario un cierto grado de imparcialidad y objetividad, aceptando
que la neutralidad absoluta es imposible de lograr.
¿Una disciplina dividida?
Si bien forma una unidad mas o menos coherente, la ciencia política esta marcada por
divisiones internas que dan a veces la imagen de una disciplina fragmentada. Hay dos factores
fundamentales que promueven esta fragmentación interna. Uno esta relacionado con la
existencia de diversos enfoques sobre la manera de aproximarse al objeto de estudio, mientras
que el otro trta sobre la progresiva segmentación del objeto de estudio y la división del trabajo
entre áreas dentro de la ciencia política, lo que a veces dificulta el dialogo entre partes u
puede dar la sensación de una falta de comunicación entre especialidades.