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Vilche & Figueroa. 2023
Vilche & Figueroa. 2023
SEDE BELÉN
Autoras:
Directora:
2023
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ÍNDICE
Agradecimientos …………………………………………...…………………...………... 2
Introducción …………………………………………………………….…….……...........4
Marco teórico……………………………………………………………………………..14
Bibliografía ……………………………………………………………………………....82
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AGRADECIMIENTOS
Esta tesis surgió como producto de un profundo e intenso trabajo de lectura y análisis.
Pero este proceso de formación no se resolvió en soledad, por eso queremos agradecer de
todo corazón a las personas que desinteresadamente brindaron su apoyo en este fructífero
proyecto, comprendiendo los tiempos y tolerando esperas. Agradecemos especialmente a
nuestras familias que brindaron estímulos constantes para completar esta tarea. Este trabajo
no podría haberse realizado sin la guía e inspiración de nuestra directora de Tesis: Mgter
María Victoria Ferrara quien nos propició luz en muchos espacios de oscuridad.
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En un Estado cómplice
Esther Pineda G.
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INTRODUCCIÓN
Cautivos (2018) de Cecilia Pagani es una novela sobre la desaparición forzada de Gabriela
y, a su vez, la historia de su búsqueda infructuosa, desde los tiempos de la dictadura militar
argentina1 hasta la vuelta a la democracia. Está contada desde la voz de Marcela, su
hermana menor, quien alterna su voz con la del secuestrador y la de un narrador
omnisciente. El conflicto suscitado en el relato pone en evidencia las voces de los
diferentes imaginarios sociales, las modalidades ideológicas existentes, los actos infames
del terrorismo de Estado, el sentir del entorno, el miedo y los prejuicios alrededor del
hecho en cuestión.
Su captor es una persona de alto rango en tiempos de dictadura militar, por lo cual, posee
cierta impunidad al momento del sometimiento a algún juicio de tipo social y además, está
exento de todo tipo de controles. Esto permite darle rienda suelta a sus deseos dañando
definitivamente la vida de la joven y a su entorno. A partir de ese momento comienza, para
todos los personajes de la familia de Gabriela, un camino penoso poblado de búsqueda y
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El 24 de marzo de 1976 el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón es derrocado por un
golpe militar encabezado por el general Jorge R. Videla, instaurando una dictadura basada en los mecanismos
de represión, mediante la detención ilegal, la tortura y la 'desaparición' - cruel eufemismo que se hiciera
famoso internacionalmente - de personas. En 1983, un gobierno electo democráticamente pone fin a la
dictadura.
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Cecilia Pagani es una escritora riojana, Licenciada en Letras, ha trabajado como Profesora
en el Instituto Superior de Formación Docente Albino Sánchez Barros, ha escrito cuentos,
microcuentos y novelas. Sus relatos fueron publicados en revistas literarias como
Crepúsculo y Rumbos (Argentina) y Por escrito (México), también en el Blog de Literatura
e Historia Cita en la glorieta (España) e integraron diferentes antologías como Rufianes,
curanderas y otras yerbas (EDUNT, 2014), Palabras sin fronteras, (Arias, 2015) y
Cuentos y poemas (Rumbos Libros, 2016). Ha recibido premios y menciones tanto en
Argentina como en México. Es autora del libro de cuentos El cruce del umbral (Rumbos
libros 2017) y de la novela Cautivos - Finalista Premio Literario Provincia de Córdoba,
2016. (Metrópolis Libros, CABA, 2018 y por Macedonia Ediciones, 2022). Ha recibido el
Premio Literario Provincia de Córdoba 2019 por su novela Interiores (2017). Es autora del
libro de microficciones Puntos sueltos (2019) y Las preciosas (2022).
A continuación, nos parece oportuno introducir una breve reseña de las bibliografías
citadas de la autora, para dar a conocer las temáticas que impregnan su literatura:
El cruce del umbral es un libro de quince relatos cortos, incómodos, sin finales felices.
Historias sobre el desamor, el abuso del poder, el suicidio, el crimen; donde los personajes
son solitarios y absolutamente vulnerables, obsesivos, manipuladores y crueles. Estos
cuentos muestran una cartografía del alma de los personajes, por ejemplo: un hombre ante
la infidelidad de su mujer; una madre y la mentira a su hijo; una pareja cruzada por la
desgracia; un padre y el encubrimiento de su esposa. Son narraciones oscuras con la
mirada en el otro, donde el orden se invierte y la transgresión se naturaliza.
Puntos sueltos es un corpus que presenta cuarenta y tres microrrelatos. Sus personajes
aparecen “sueltos” en la trama de sus vidas, sin familias, sin empatía, sin ternura, sin
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medios económicos; en una orfandad total. Algunos son muy vulnerables. Otros
manipuladores, obsesivos, caen en la locura y en el crimen. Sumergidos en un mundo
propio donde impera la transgresión y en el que ellos se manejan con sus propias reglas. El
desamparo de Iris, de Mariano, de Teté, de Raulo y de Ismael es una carencia que los
acerca y también los diferencia.
Interiores es una novela que cuenta la historia de tres mujeres. Tres vidas distintas pero
conectadas entre sí. Está contada a partir de tres voces, la de Nora, Lilian y Elba. Las vidas
de estas mujeres se encuentran entrelazadas por la historia de una cuarta mujer, la que ha
desaparecido. Pertenecen a una misma familia abusiva, de características casi feudales.
Surge la violencia en el cuerpo de la mujer, en los silencios, en lo que se oculta para
manipular y borrar en la vida del otro. Historias marcadas por el abandono de la madre, la
manipulación del marido, la enfermedad, la vejez, los secretos.
Las Preciosas, su última novela, narra la historia de Natalia, una chica muy joven, que en
un desesperado pedido de ayuda, recurre a Malena, mujer madura y empleada de
tribunales. Busca información que supone encontrará en un expediente judicial. El cruce de
sus historias devela un pasado obturado de secretos en la vida de ambas y conduce hacia el
intento de reconstruirlo, entenderlo o remediarlo. Son las suyas existencias determinadas
por los prejuicios y la violencia, el abuso y la violación; sobre el cuerpo, sobre las palabras,
sobre los silencios.
A los fines de profundizar sobre la escueta biografía que se publica de Cecilia Pagani,
concertamos con ella una entrevista, a la que accede muy dispuesta y amablemente. Lo
primero que nos cuenta es sobre sus inicios en la escritura. Desde la adolescencia se
interesó por ella y lo plasmó en poesías y diarios personales. Más adelante comenzó a
asistir a talleres de escritura. Envió sus relatos a un concurso realizado en la Provincia de
Tucumán, donde obtuvo una de las primeras menciones. Fue premiada por el cuento
“Madre. Mamita. Mamá”, publicado luego en las antologías de la editorial de la
Universidad Nacional de Tucumán y luego en su libro de cuentos El cruce del umbral. La
mención a este relato y el ser premiada le dio el impulso para comenzar a mostrar sus
escritos.
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Al consultarle sobre las diferentes voces en Cautivos la escritora nos revela que:
Indagamos, también en la entrevista, sobre por qué recurre al tiempo de dictadura militar al
momento de la producción de sus obras, especialmente en Cautivos, sobre lo cual
establece que lo hace de manera inconsciente. En esa época política tenía dieciséis años,
estudiaba y planificaba dedicarse a la Literatura. Fueron años de muchos cambios en lo
personal y político, lo cual marcó de manera inconsciente su vida y así lo refleja en los
relatos.
Los libros se van haciendo camino, aunque Argentina es muy particular, ya que si no se
ve la obra en Buenos Aires, es como si fueran escrituras menores. Es una mirada
distinta, muchos piensan a la literatura de provincia como una subliteratura.
Para Cecilia Pagani, Cautivos ocupa un lugar muy importante, por ser su primera novela y
haber resultado finalista en un concurso de relatos en la Provincia de Córdoba, además de
animarla a seguir escribiendo. Actualmente es una de las obras, de autores riojanos, más
vendida en las librerías de la provincia.
En Cautivos descubrimos una obra inmensa en las temáticas sensibles que deja traslucir ya
que describe las oscuridades y virtudes del alma de los personajes; potente en las
posibilidades de lectura e intertextualidad; trasciende histórica y socialmente en tópicos
como la violencia, los prejuicios sociales e institucionales, el horror de la dictadura, la
corrupción en todos los niveles. Estas particularidades le dan una gran plasticidad para la
adaptación al análisis académico realizado, atravesado por los diferentes marcos teóricos
introducidos. Revalorizamos a la autora y su narrativa por el poder de su palabra y su
mirada en la indagación de las distintas caras de los imaginarios surgidos a raíz de la
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desaparición, por la manera de mostrar las diferentes voces, explicar los sentimientos más
ruines y más puros; todo ello ligado íntimamente a la realidad riojana. Entonces,
reconocemos la oportunidad de la realización de esta investigación con la mencionada
obra, que nos permite brindar una pequeña contribución y aporte a la crítica literaria.
La Literatura está situada. No importa dónde el personaje esté ubicado sino que la
temática que toque sea humana y trabaje temas universales. En la Literatura hay miradas
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diferentes sobre una historia. Plantear qué es Literatura regional y qué no es sucede
solamente en Argentina.
La Literatura de provincia va más allá del paisajismo y color local, se sumerge en las
profundidades del alma develando realidades sociales, políticas, históricas, formas de
sentir y pensar que determinan la vida de los personajes.
Literatura regional o de provincia, ¿Qué quiere decir eso? Una literatura no se define por
el lugar donde escribe el autor, eso me parece una estupidez… Porque sino Madame
Bovary o La almas muertas de Gogol serían una literatura de provincias. Tengo una
relación con mi lugar como tiene el árbol con la tierra; el árbol y la tierra no sé si se aman
o se odian pero están destinados a convivir, a consustanciarse. De ahí a exaltar el lugar en
que se vive, mitologizándolo, me parece un grave error, porque se puede caer en eso que
se llama el folklorismo. (1995, p. 233)
Las razones que impulsan nuestra investigación están ligadas a las temáticas que subyacen
en la novela, pudiendo identificar problemáticas que trascienden lo regional, como son la
figura del desaparecido, los cautivos del sistema, la estructura patriarcal, la opresión del
género femenino debido a la violencia social, cultural, física y estructural, los roles sexistas
y la misoginia. Se exponen cuestiones que trascienden fronteras geográficas e históricas,
alejadas del paisajismo y pintoresquismo tratado en muchas obras de autores riojanos. Se
aparta, de este modo, de una escritura tradicional y, por otra parte, pone en evidencia a
personajes en los cuales se desnudan asuntos de lo insondable del alma; hace un mapa del
ser humano, toma lo oscuro de los personajes y lo exhibe.
Este trabajo pretende ser un aporte a la crítica literaria realizada sobre la obra de la autora
riojana Cecilia Pagani, Cautivos. Además intentamos emplear una perspectiva novedosa
para la indagación y análisis de la novela en el marco de la Literatura.
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En cuanto a los antecedentes con respecto a la obra de Cecilia Pagani, hemos encontrado
artículos periodísticos y algunas entrevistas en la web que permiten un acercamiento a su
obra en general, a su proceso de escritura y, en menor medida, a algún rudimentario
análisis literario de su producción y además, un solo trabajo de investigación académica:
El cautiverio femenino como frontera de lo humano en La apropiación (2014) de Ignacio
Apolo y Cautivos(2018) de Cecilia Pagani, el cual se refiere a las significaciones del
cautiverio femenino en la narrativa argentina contemporánea, donde se busca establecer un
paralelo entre la cautiva contemporánea y la cautiva mítica. Este trabajo fue publicado en
la revista científica de estudios literarios y lingüísticos de la Facultad de Humanidades y
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy, en julio de 2022.
En lo que respecta al imaginario social y a los análisis sobre cronotopos, descubrimos Tesis
y trabajos académicos que se ocupan de estas temáticas. Entre los antecedentes,
mencionamos a continuación:
“Un viaje a ciegas: Un estudio de los cronotopos en Ensaio sobre a cegueira de José
Saramago”, (2008) de las autoras Lilian Lopondo y Ángela Ignatti Silva en Apuntes
Saramaguianos IV, de Miguel Koleff y María Victoria Ferrara (Ed.). Las autoras realizan
un estudio de la obra de José de Saramago mediante los cronotopos del camino y del
encuentro propuestos por Mijail Bajtín.
Procuramos con este análisis describir la conexión entre lo que se escribe y la realidad
social, política, histórica, cultural que la sustenta. Cautivos muestra una historia viva,
tangente y palpable de una forma de sentir de la sociedad frente a una temática tan sensible
como la trata de personas donde sobresalen pensamientos, costumbres, prejuicios y
vivencias propias de la idiosincrasia de una provincia, sobre la cual se da indicios de
lugares específicos pero, como ya hemos mencionado, no explicita su nombre. El contexto
histórico nos sitúa a finales de la década del ‘70, época en donde se pueden leer los efectos
de la dictadura militar y principios de la democracia en la Argentina.
En pocas palabras, considerando que Cecilia Pagani, en tanto escritora, no puede abstraerse
del lugar desde donde escribe y que la Literatura es una sola ya que aborda temáticas
universales que trascienden fronteras temporales y espaciales, asumimos la relevancia de la
producción literaria de la escritora riojana, en este caso en particular su novela Cautivos, y
la necesidad de ser indagada, descubierta y valorada.
contexto cercano, como la familia, los padres y hermana; del entorno, es decir, los amigos,
el abogado, el investigador privado; de las instituciones de policía a nivel provincial y
nacional, y de la justicia. Por último, abordamos el imaginario en torno a la dictadura
militar que engloba y determina los antes mencionados.
MARCO TEÓRICO
Un imaginario social tiene, para el mencionado autor, una doble manera de existir: lo
instituido y lo instituyente. La primera se refiere a las significaciones que descansan sobre
instituciones cristalizadas. En cambio lo instituyente se refiere a ese colectivo anónimo que
dinamiza ciertas transformaciones sociales. Sin embargo, sostiene Castoriadis, que en las
instituciones, como redes simbólicas socialmente sancionadas, hay combinaciones de
componentes, es decir no se reducen a lo simbólico, pero no pueden existir más que en lo
simbólico.(Castoriadis, 1999. p. 236).
contrastan y ocultan, a la vez, una realidad social propia del contexto en que se desarrolla
la historia.
Por otra parte, en este trabajo desarrollamos una descripción detallada de la categoría
teórica del filósofo ruso Mijail Bajtín, Cronotopo literario, que considera la forma y el
contenido en la Literatura, la dinámica del tiempo y el espacio asimilada artísticamente en
ella. Desde la perspectiva bajtiniana, el tiempo se comprime y se hace visible desde lo
artístico; y el espacio se intensifica, invade en el movimiento del tiempo, del argumento y
de la historia. La intersección de estos elementos tiempo y espacio, son las características
del cronotopo artístico. La Literatura está impregnada de valores cronotópicos de diversa
magnitud y nivel. Cada motivo y cada elemento importante de la obra artística constituyen
ese valor. El autor emplea el término cronotopo para explicar formas argumentales de la
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De esta manera, las categorías de Cornelius Castoradis y de Mijail Bajtin –sumados los
aportes de otros críticos como Marc Angenot– vertebran los ejes teórico-metodológicos
que nos permitirán abordar el estudio de Cautivos. En esta novela abundan construcciones
discursivas que dan cuenta de las voces y silencios de diferentes grupos e instituciones de
una sociedad enfrentada a una situación que no encuentra explicación dentro de los
parámetros instituidos como normales para el coherente funcionamiento de la misma y su
fundamento de existencia.
En Cautivos, el imaginario social de la época, leído a través de los cronotopos, hace que se
vean truncadas las posibilidades de aparición de Gabriela y además convierte en cautivos
del dolor, silencio, horror y temor a su entorno más cercano.
Esta investigación se realizó mediante una selección de cronotopos, como cronotopos del
camino, del umbral y del encuentro; y los diferentes imaginarios que surgieron en el
recorrido de los caminos de búsqueda emprendidos por los personajes, atravesados por el
imaginario social existente en la época dictatorial de la provincia de La Rioja.
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Para el autor esta fuerza poderosa del colectivo humano crea significaciones imaginarias,
ya que no tienen explicación racional, sino simbólica y además están influidas por el
lenguaje, el culto, lo histórico social y constituye un mundo propio, es decir, su propio
sistema de representaciones a través de las cuales se puede explicar formas sociales de
reaccionar ante una situación particular. Esto determina así su identidad.
Para seguir con la línea de análisis que orienta nuestro trabajo, consideramos la relevancia
de la conexión socio-histórica en la construcción del imaginario social:
diferentes lenguajes, culturas, formas sociales e históricas que subyacen en los discursos
sociales presentes en el texto. Estos determinan el accionar de los responsables en la
búsqueda de la protagonista. Tal sucede, por ejemplo, con la narradora principal de la
novela, Marcela, quien se aleja del lugar de origen para encontrar la verdad en otro espacio
cronotópico, separado de la influencia socio histórica de su provincia, La Rioja.
Las constantes trabas que se les presentan a los padres de Gabriela en su búsqueda de la
hija desaparecida permiten caracterizar el imaginario social. Tanto las condiciones políticas
sociales como las costumbres de una sociedad explícitamente estructurada y conservadora,
llevan a proveerle al hecho de la desaparición de la adolescente una significación que
desencadena finalmente en la falta de acción y en la impericia:
¿La chica se porta bien?, insiste el flamante comisario, Pérez de apellido. Tranquilos.
Seguramente se trata de una travesura. Los chicos de ahora, el día menos pensado, se
aparecen con ideas raras y se van con alguno de esos barbudos de pelo largo que andan
sueltos por ahí, cambiándoles la cabeza a los hijos bien nacidos. (Pagani, 2018, p. 25)2
El comisario les aconseja tranquilizarse, no hay nada por qué preocuparse ya que los
chicos de esa sociedad son predecibles por ser simplemente jóvenes; sin embargo, no
descarta el peligro constante, desde el imaginario social que representa, de una ideología
adversa y peligrosa que en esa época dictatorial de 1976 estaba encarnada en “esos
barbudos de pelo largo que andan sueltos por ahí, cambiándoles la cabeza a los hijos bien
nacidos”. Entendemos, en el contexto histórico, por “bien nacidos” a aquellos que
2
En adelante, se cita la obra objeto de estudio, por esta edición, utilizando la sigla C seguida por el número
de página.
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Este imaginario social se manifiesta en los dichos y acciones del entorno, las voces que
toman fuerza se identifican en los rumores que se tejen sobre la desaparición de Gaby. Esto
los lleva a esbozar silencios y falta de colaboración, lo cual influye determinantemente en
la búsqueda efectiva y aparición de la joven:
Ante la falta de la historia real, lógica, tangible, comenzaron a aparecer las explicaciones
mendaces. Se dijo que Gaby se había escapado de casa con algún fulano que habría
pasado por estos lados. (C, p. 66)
En Cautivos, el trato de un desaparecido tiene el mismo peso que la nada, y Gaby sufre las
consecuencias:
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Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=PbK85XGa7EE
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como una desaparecida política, es decir considerada una posible subversiva, por andar en
“cosas raras”, por meterse donde no debía. No fue buscada a tiempo, como les pasaba a la
mayoría de los desaparecidos en ese momento. Cabe destacar, que, además, la familia
sufrió persecuciones, violaciones de domicilio, golpes, acusaciones injustas. Todo ello y la
falta de búsqueda efectiva enterró definitivamente la posibilidad de aparición de Gaby.
El escritor riojano Ricardo Mercado Luna en su obra Los rostros de la ciudad golpeada
relata su testimonio del padecimiento en carne propia de la persecución del último golpe
militar en el país:
Testimonio que sirve, a los fines de esta investigación, para corroborar el funcionamiento
de las instituciones riojanas y, de esta manera, determinar cómo influye la experiencia
colectiva trágica de la dictadura militar, sucedida en el espacio de nuestra provincia del
secuestro de Gaby, es decir, año 1979 aproximadamente. En Cautivos lo dicho y lo no
dicho, lo hecho y lo no hecho descubren las consecuencias negativas del imaginario social
como resabios de la conexión espacial temporal e histórico-social:
Un velo de sospecha cayó sobre todos los miembros de mi familia. Quienes decían haber
sido amigos, se alejaron en la creencia de que mis padres habían hecho algo malo. O
estaban involucrados en vaya saber qué. Quizás la misma hija estaba metida en lo que no
debía, por qué no, acaso la juventud no estaba perdida, se escuchaba. Un auto rondaba la
casa a distintas horas del día, controlaba nuestros movimientos. Nos hacían culpables de
algo. (C, p. 69)
El imaginario entrelazaba los aspectos institucionales con el entorno social más cercano,
con aquellos que hicieron silencio en los momentos de mayor necesidad y premura. ¿Qué
utilidad tuvo la verdad veinte años después? ¿Cuánto daño causó el silencio?
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Las voces del imaginario salieron a la luz tardíamente. Podemos ver en la obra cómo
Gabriela además de ser considerada una desaparecida por causa de la dictadura, tenía la
condena social del prejuicio de haberse portado mal en el orden de lo moral.
Felix Luna, en su obra Los golpes militares (1930-1983), señala cómo las injusticias y la
falta de legalidad era de alguna manera legitimada por la opinión pública explicando así el
silencio al que hacemos referencia precedentemente:
En primer lugar, hay que destacar que estas infracciones al orden constitucional
estuvieron generalmente rodeadas de un cierto apoyo de la opinión pública. O hubo
sectores civiles que los alentaron previamente o existió una adhesión posterior. Es decir,
en la mayoría de los casos se produjeron con algún tipo de aliento civil. (2003, p. 7)
Gaby estaba, en palabras de Marcela, en “el limbo oscuro y borroso del no estar” (C, p.
90). Una categoría que no se ajustaba a ningún tipo jurídico del momento, peor aún, ni
siquiera era una desaparecida política, sino raptada para responder a los caprichos brutales
de alguien con suficiente poder e impunidad para no ser investigado en ese momento.
La mamá de Gaby, Aída, es maestra aunque ha renunciado a su cargo para dedicar su vida
a los quehaceres necesarios para el funcionamiento cotidiano de su hogar; es complaciente
y amorosa con sus hijos. Sus principales actividades giran en torno a ellos, Gabriela, Raúl
y Marcela, y a su marido, médico riojano de clase media, único sostén económico de la
familia. Se preocupa por la prolijidad y la organización en las tareas rutinarias, las de la
escuela, el cumplimiento de los rituales religiosos, propios de la cultura de provincia. Su
vida es relajada, tranquila, con hijos “bien nacidos”, es decir, no existen escándalos ni
habladurías alrededor de ellos, “sabe lo que ha parido, lo que ha criado” (C, p.25). Aída se
preocupa por ser mesurada y serena, nunca su familia se vio envuelta en un escándalo:
Conjetura que tal vez la jovencita huyó de la casa y se escondió en lo de alguna amiga.
No, No. Mi hija no es de esas. ¡Ella es incapaz de darme semejante mal rato! Entonces
sabrá usted qué tipo de chica es la nuestra. No es una loquita ni una tarambana. Nada de
eso que usted pueda pensar, tampoco es de esas que andan en la calle, criadas a la buena
de Dios. (C, p. 25-26)
Aída sabe la hija que ha criado, sabe de las buenas costumbres infundidas, sin embargo no
puede dejar de sufrir por las acusaciones vertidas sobre su hija: el imaginario existente
alrededor de los causales de la ausencia de la joven, como que está con un noviecito o que
le han lavado la cabeza o que se ha fugado con alguien que ella conocía, entre otros. A
pesar de las suposiciones de los oficiales, respecto al destino de Gaby, a pesar de la
negación de Aída y su afirmación de que “ella es una buena chica” el tiempo, el dolor de la
ausencia y las conjeturas del investigador privado Gutiérrez, supieron doblegar su
voluntad y la llevan a acercarse a lugares que según ella Gaby nunca frecuentaría: los
prostíbulos. Se mantiene sumisa, como lo hizo en todo el proceso de búsqueda, encerrada
en el auto, respondiendo al designio de su marido de que “este no es un lugar para ella, que
lo entienda y no haga planteos” (C, p. 73); cuando ve a las otras prostitutas, desea que
Gaby esté entre ellas.
hombre tranquilo, buen compañero, protector, encargado del sustento económico familiar.
Sus principales actividades se reparten entre el trabajo y la cómoda y apacible vida
hogareña. Frecuenta a veces algunos amigos, quienes le comparten sus confidencias sobre
los gustos particulares de las jovencitas, como por ejemplo Suárez. Ante la desaparición
de su hija y la falta de respuestas institucionales recurre a un investigador privado, quien le
da indicios del posible responsable de la desaparición. Estas conjeturas lo llevan a pensar
desgraciadamente en el entorno que acostumbraba frecuentar, los amigos de imagen social
perfecta, imagen pública de persona decente, familia intachable pero de moral dudosa,
doble y perversa. Piensa en Suárez, su amigo, y que él había consentido sus actos
deleznables mediante el silencio, total era cosa de hombres esconder los secretos sobre
aventuras con otras mujeres fuera de su esposa, aunque aquella sea una menor. Imagina a
Gaby en brazos de ese pervertido, ata cabos sobre las miradas lascivas de él para con su
hija, lo imagina responsable de su desaparición, se le revuelve el estómago, llega a su casa
y lo ataca.
Sabe que Gaby es bien criada, pero conoce el mundo machista y se imagina lo que pudo
sucederle. Sabe de las dificultades institucionales para llevar a cabo la búsqueda, perdió la
confianza en todo, en sus amigos y en las instituciones.
Tanto Aída como el padre son personas de clase media, sin ningún poder social que les
permita lograr influir en el proceso de búsqueda de su hija, saben de los desaparecidos
acusados de subversivos, conocen el “no te metas” porque se puede terminar muy mal, y
en el imaginario social son vistos, luego de ese suceso, como culpables y responsables de
la desaparición. Es decir, el imaginario social existente alrededor de la desaparición de
Gaby, como la creencia social e institucional de que Gaby está desaparecida por andar en
“cosas raras”, como querer alterar el orden político y social establecido o ser una rebelde,
hace que los padres terminen por sentirse vencidos, impotentes ante el temor instaurado,
bajar los brazos y abandonar la búsqueda:
formación cristiana, pero de Aída me sorprendió, con lo piadosa que había sido tu
abuelita. (C, p.110)
Marcela es la hermana menor de Gabriela, una de las narradoras de la historia. Tenía una
vida tranquila, apacible y organizada, repleta de actividades propias de su corta edad y
escolaridad. Este mundo impoluto se ve profanado desde la ausencia de Gaby. A partir de
esa situación, Marcela vive inmersa en el mundo imaginario de los adultos, vive las
sospechas sobre la familia, las acusaciones sobre ella, siente las habladurías inculpadoras,
sabe de la impotencia de sus padres, de sus temores, de sus dudas y de la falta de
respuestas estatales:
Marcela, quien quedó anclada en esta trágica historia familiar, es profesora suplente de
Historia Argentina y Formación Ética, se casó y tuvo dos hijos pero sus proyectos
personales familiares quedaron truncados luego de su divorcio. La desaparición de Gaby es
una tortura llena de silencios que es necesario reconstruir, la devastación familiar causada
por su ausencia es una causa por la cual seguir la búsqueda de algún rastro de su hermana.
Raúl, su hermano, pudo cerrar esa etapa de la historia y reconstruir su vida. Marcela se
encontraba sola para iniciar este proyecto que le otorgue las piezas que le faltaban a su
historia: “Raúl, no. Con él no se puede hablar. Raúl se ha encerrado en un insoportable
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silencio. Niega todo lo doloroso que nos ha pasado, en la ilusión de que al negarla esa
realidad simplemente dejará de existir” (C, p. 144).
Marcela, a partir de los indicios que surgen al comenzar a indagar sobre la desaparición,
puede observar los imaginarios sociales existentes alrededor de ello. Habían transcurrido
veinticinco años de aquel hecho. Los cambios socio-histórico eran evidentes. No emergía
el miedo a hablar, a denunciar, a preguntar, quedaron atrás los actos infames de la
dictadura. Comenzaron a destrabarse causas sobre desaparecidos, se corrió el velo de
muchos silencios. En Córdoba, habla con Bruno quien le revela el temor sobre la causa, y
finalmente le comenta sobre la presencia de alguien, un hombre grande, un oficial. Más
adelante, Vivi le revela la verdad sobre el hombre que rondaba a Gaby, características
físicas que la ayudan a reconstruir su imagen, su posición social y un posible nombre.
Marcela elabora su hipótesis, a partir de estos sucesos, está segura que Gaby fue raptada,
por un alguien mayor, de posición social acomodada lo que le daba cierta impunidad, un
loco que se habría obsesionado con Gabriela y malinterpretado seguramente algún gesto de
ella, porque su hermana no podría haberse interesado en él, como muchos suponían y
acusaban:
No podía imaginar que a Gaby el tipo le hubiera interesado en lo más mínimo. No podía
suponer una relación entre ellos. No, la posibilidad no me entraba en la cabeza. Comenzó
a atormentarme la idea de que él fuera un loco. Gabriela, quizás cayó en una trampa.
Víctima de una jugada que no supo adivinar, que no pudo manejar. (C, p.131)
Camina las posibles calles donde seguramente se perpetró el rapto, se imagina la violencia
y brutalidad de su captor. Supone que habría varias personas involucradas, encubridores y
entonces elabora ciertas representaciones sobre el camino que le tocará transitar, un camino
empinado, con trabas debido a la posición jerárquica que ocuparía el posible raptor.
Vivi le había hablado de un regalo, busca entre las cosas de su hermana y consigue en el
envoltorio las iniciales de alguien J.R.C. Un posible responsable, un hombre mayor que
Gaby. ¿Por qué Gabriela habría aceptado el regalo? ¿Qué la llevaría a esconderlo? ¿Si
hubiera habido una relación, por qué Gabriela la ocultaría? Marcela supone que por miedo.
Si era ese tal Suboficial que mencionó Vivi, sería un escándalo en la familia. Recuerda la
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mala experiencia que le hicieron pasar a su padre cuando realizó el servicio militar y
además es un hombre mucho mayor que ella. Los rumores acerca de los avasallamientos a
los derechos y libertades, persecuciones y torturas, no eran buena propaganda para un
posible candidato. En definitiva, Marcela imagina que el temor fue la causa del
ocultamiento y el desencadenante del desastre. Si la joven hubiera advertido a la familia
sobre ese contacto, ¿Sus padres hubieran iniciado por ahí la búsqueda? ¿El miedo
terminaría por censurarles esa opción en una época tan convulsionada política y
socialmente?
Gaby debió estar allí, en ese preciso lugar aquella noche. De pronto observo una sombra
irrumpir, rondar a mi hermana. Fue él, no tengo dudas. Fue ahí, tampoco tengo dudas.
Fue allí donde él la divisa, donde la elige, donde decide tomarla. Fue allí donde decide
quedarse con ella. Con sus sueños, con su risa, con su canto. (C, pp. 133- 134)
Dos años le llevó encontrarlo. La transición en la forma del gobierno en el país, finalmente
permitió que las causas sobre desaparecidos siguieran su curso, entre ellas la de Gaby. Las
personas abocadas a la investigación le propiciaron nombres de oficiales que habían
trabajado un año antes y un año después de la desaparición de Gabriela. Salen a la luz
verdades, secretos. La mujer de un suboficial retirado lo delata y brinda datos del lugar
dónde buscar, certezas sobre características físicas del raptor. Le pide discreción,
prudencia. Por la manera de actuar de ella, imagina que habla desde el temor a su marido y
el entorno en el que se movía. ¿En el caso de que ella hubiera conocido la historia del
secuestro de Gaby en aquella época, hubiera denunciado? ¿Hubiera vencido el temor?
Sabe que el raptor actuó bajo la sombra, oculto. Es comprensible, dado a que si debía
mostrarse como figura intachable, llena de valores y principios; tendría que ocultar
semejante acto repulsivo de secuestrar a una adolescente, que nada tenía que ver con
alterar el “orden establecido”, para satisfacer sus deseos perversos.
28
Marcela sirviéndose de una tarjetita, la de Lila, amiga de Raúl, consigue una cita con el
Coronel, con certeza el raptor. Surgen diferentes suposiciones determinadas por disímiles
imaginarios. Supone que será recibida, piensa diversas alternativas para desenmascararlo y
obtener la verdad. Imagina la certeza sobre su autoría de la desaparición. Surge el temor a
encontrarse con alguien que tiene poder, contactos, información, por lo tanto, aún con
cierta impunidad. No la recibe, esto refuerza su imaginario sobre la culpabilidad del
Coronel. Actúa bajo la sombra, oculto, tiene una doble moral, es como una rata, un ruin.
Marcela recibe anónimamente una carta que contiene un nombre, una provincia, una calle
y una casa; imagina de quién es por el modo de su grafía. La reconoce igual en los
obsequios recibidos por su hermana hace años. Se da cuenta que es del Coronel. Surge el
temor y recuerda la cantidad de veces que la ilusión sobre la aparición de Gaby fue burlada
mediante la mentira de mensajes falsos, papeles anónimos dejando indicios de dónde
pudiera estar su hermana con direcciones inexistentes o suposiciones sobre su destino, tal
como un accidente. ¿Por qué alguien quisiera desviar el camino de búsqueda generando un
desgaste físico, económico y emocional truncando una vez más la aparición con vida de
Gaby?, ¿Por qué jugar con la ilusión?, ¿Quién lo habría hecho?, ¿Sería tal vez el mismo
que la raptó? Imagina que esta sería otra trampa pero vuelve la ilusión de que también
puede estar cerca de ponerle un fin a esta historia.
Llega al lugar indicado por la carta, mira a su alrededor, parece que vive alguien de clase
media, un espacio arreglado, con ambientes prolijos y cálidos. Ve venir a una mujer y a una
jovencita, observa sus modales y características físicas, de todas las suposiciones tejidas
sobre la desaparición de Gaby, nunca imaginó que tendría una hija: “La piel. Del mismo
color de miel de ella. El modo suave, la risa fresca. Pero no. No es ella. ¡Cómo no haberlo
imaginado antes! ¡Cómo no haberlo sospechado siquiera!” (C, p. 158)
En síntesis, Gaby, en el imaginario de su familia, era una hija bien criada, con buenas
costumbres, una chica de la casa, bien portada. La mamá y el papá imaginan imposible
que su hija haya desviado el camino, pero frente a la desesperación, se dejan llevar por
rumores sobre el paradero que los hace suponer diversos postulados que finalmente, caen
en saco roto. No encuentran respuestas, solamente logran desviar la búsqueda y
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Gabriela es una jovencita de dieciséis años que tiene su vida organizada con rutinas propias
acordes a su edad. Estas se reparten entre las actividades escolares, extraescolares, sociales
y familiares. Asiste a un colegio del centro de la ciudad, va, además, a clases de francés en
la Alianza francesa, sale a bailar con sus amigas a las fiestas de quince, se reúne con ellas a
charlar y divertirse. Sus padres tienen una vida holgada; son religiosos, sobre todo la
madre, Aída. Tienen su propia casa, la mamá puede quedarse en ella a cuidarlos porque
renunció, tal como hemos indicado con anterioridad, a su vocación de maestra para
dedicarse a asegurar la buena educación de sus hijos. Tienen la ayuda de una persona
encargada de la limpieza de la casa. La única fuente de ingresos es la de su padre, médico
clínico, trabaja hasta tarde todos los días y tiene tiempo para divertirse con su entorno de
amigos y compañeros de trabajo. La familia se relaciona con personas de bien, de buenas
costumbres y de moral intachable:
Por la tarde generalmente vienen las compañeras de Gaby para hacer algún trabajo en
grupo, investigar algún tema, se reúnen en casa porque hemos comprado muchos libros
para que ellos tengan siempre de dónde estudiar. Cuando llegan las chicas, Anita y Vivi,
las más compinches, los sábados, por ejemplo se juntan a preparar bizcochuelos,
pastelitos, dulces. (C, p. 35)
muerto en manos de una partera inexperta o que estaría metida en algo que no debía.
También, corren los chismes que Gaby se había marchado luego de una discusión con su
madre, lo que provocó que se culpara a la familia como la única responsable. Sus padres
comenzaron a ser considerados dementes, fabuladores, perturbadores del orden cuando
intentaron instalar la idea de la desaparición por razones políticas:
Se dijo que Gaby se había escapado de casa con algún fulano que habría pasado por esos
lados. Con el tiempo unos añadidos transformaron esta historia en otra, en la que aparecía
el increíble descubrimiento de un embarazo prematuro y, como era de suponer, no
esperado. De quién, se preguntaron muchos, y no pocos se apresuraron a mirar a un
Bruno por demás desconcertado (C, p. 66)
Los amigos de Gaby más cercanos eran Bruno y Vivi. Bruno Arce había sido vinculado
sentimentalmente con Gaby, a la mamá no le gustaba mucho, él jugaba al fútbol en Unión,
era compañero del Colegio. Había sido siempre un chico tranquilo, se había instalado en
Córdoba, vivía muy cómodo económicamente, con casa propia y un trabajo que le permitía
tener un buen pasar. El imaginario creado alrededor de lo sucedido, lo hacía responsable
del supuesto embarazo de Gaby. Le habían enseñado a mantener silencio y responder solo
lo que le preguntaban. Se puede observar la transición de Bruno cuando Marcela lo
encuentra en Córdoba veinticinco años después, ya que decide revelar los datos que a
causa de la opresión y el silencio enseñado, no había podido contar cuando fueron
requeridos:
Viviana Inés Gómez era compañera, amiga de Gabriela, su confidente. Se reunían los fines
de semana a divertirse y hacer cosas propias de las chicas de su edad: charlaban de chicos,
veían la novela, leían revistas, se probaban ropa, asistían a fiestas juntas, etc. Vivía a unas
cuantas cuadras de la casa de Gaby, en pleno centro de la ciudad. La mamá de Vivi era
amable, conservadora en extremo. Tenía empleada doméstica. Será ella quien le comente a
31
Marcela que su hija había conocido en la universidad a un mendocino con quien se casó y
se fue a vivir a Capital Federal. Su marido y ella son médicos, especialistas en diagnóstico
y entre ambos pusieron un instituto de imágenes. Tiene tres hijos, un buen pasar, más bien
de clase alta. Le atormentaba la desaparición de Gabriela. Al igual que sucedió con Bruno,
Vivi decide revelar sus silencios veinticinco años después. Brinda datos precisos y muy
relevantes en la investigación abordada por Marcela. El temor que se respiraba debido al
contexto en el que se dio el hecho, además de la obediencia a las instrucciones de sus
padres terminó por mantenerla en un mutismo inútil que solo logró evitar el avance sobre
la causa de Gabriela:
A ella, al igual que a Bruno, la roía la culpa, el silencio de entonces, la incertidumbre del y si
eso que yo callé hubiera sido importante, qué habría pasado si hubiera hablado a tiempo.
Dice lamentar con el alma lo que ha pasado. (C, p. 116)
Por otra parte, los padres de Gabriela trataban de encaminar la búsqueda por vías legales,
pero nadie hacía eco de sus solicitudes, los abogados no querían representarlos y al poco
tiempo de ser contratados argüían algún pretexto para abandonar el caso. No fue el caso de
una abogada recién recibida, de la provincia de San Juan, María Godoy se llamaba, quien
no se dejaba influenciar por los imaginarios reinantes en torno a la desaparición. Presentó
un hábeas corpus y solicitudes de audiencias que finalmente no llegaron a buen puerto y
terminaron enmohecidos en los cajones de tribunales:
A mis padres les costó trabajo conseguir un abogado que quisiera representarlos. Por
alguna razón, que en esa época no podíamos dilucidar, le escapaban al caso. Les resultaba
incómodo que se los asociara a la causa. Habían transcurrido casi dos años cuando, por
fin, consiguieron un abogado, alguien que no se dejaba influir por la atmósfera de los
chismes reinantes. (C, pp. 69-70)
32
En síntesis, la condena social a los padres se resumía en el comentario cotidiano de que por
algo les pasó lo que les pasó. Ante la suma de tanta prejuiciosa desconfianza, sus
allegados preferían tomar distancia para no verse comprometidos, lo cual impidió que
colaboraran y en vez de eso ocultaron información en el momento de ser indagados por
temor a ser vinculados a semejante escándalo o tener represalias de orden político.
Los padres de Gabriela recurren, como primera medida, a la Policía de la Provincia, que
funcionaba en una casa vieja, con puertas de doble vidrio tapado de papel madera, una casa
antigua convertida en esa institución. Había mucha gente esperando ser atendidos, detrás
de la puerta observan al personal que les va tomar la denuncia, el comisario y el
escribiente. Un agente les pide que esperen, que tengan paciencia. Ellos se incomodan, se
fastidian por la tardanza para tomarles la denuncia. Los atiende, finalmente, el Comisario
Pérez, padre de una compañera de escuela de Gaby, quien da diferentes suposiciones sobre
el paradero de la joven y presenta excusas sobre la falta de acción inmediata como por
ejemplo, la falta de personal porque está afectado a otras jurisdicciones. Luego de
escucharlo, se dan cuenta que en definitiva en ese lugar hay un gran vacío sobre lo
solicitado. En esa institución, minimizan la situación, no miden la urgencia, no mencionan
a Gaby por su nombre y apellido sino como “la chica”, “la denunciada”, “la ausente del
hogar”, suponen que se fue con un noviecito, que se trata de una travesura, que tienen ideas
raras, que tal vez andará con un barbudo de pelo largo, que huyó de la casa, que se
escondió en lo de alguna amiga. Expresan que ya iba a aparecer arrepentida en algunos
días, que no los podían ayudar porque estaban siempre ocupados:
33
¿La chica se porta bien?, insiste el flamante comisario, Pérez de apellido. Conjetura que
tal vez la jovencita huyó de la casa y se escondió en lo de alguna amiga. ¿Quién querría
hacerle daño? Los vecinos de la ciudad son buena gente. Llevarse a la chica así como así,
poco probable. (C, p. 25)
Al ver que su hija no aparecía, hacen caso del consejo de acudir a la Policía Federal. Una
casa antigua que pertenecía a alguna familia acomodada, con puerta de rejas, también
convertida en esa institución, escalones de mármol, un patio con techo vidriado. Se
encuentran con las mismas personas que vieron en la Comisaría Primera y el mismo
silencio desesperante. Primero, los atiende un oficial cuyo desgano era evidente. Luego
toma el lugar el Jefe, quien interroga sobre si Gaby era buena chica, si tiene novio y
finalmente lanzan suposiciones sobre su ausencia: que seguramente está con el novio, que
se ha fugado con él, que la mandaron a algún sitio o que se ha escapado y coronan el
discurso haciendo acusaciones a los padres diciendo que saben algo que no dicen, que son
del “ERP” (Ejército Revolucionario del Pueblo), que son comunistas, montoneros o tienen
contactos con subversivos, les preguntan de qué lado están. En definitiva, los padres no
encuentran una luz de esperanza para iniciar la búsqueda de su hija, simplemente una pared
acusatoria y miradas inquisidoras fundantes de temor.
Llegaron a casa, tarde en la noche. Nos despertaron con golpes a la puerta. Buscan. No
encuentran lo que buscan. Papá los encara otra vez. Lo empujan por atrás, por la espalda.
Trastabilla y cae. Mamá grita y un soldado la calla, levanta la mano y amenaza con un
golpe. ¿Qué buscan? ¡Oiga, joven, no haga así! ¡No somos delincuentes!¡Cierre el pico,
abuela! gritonea otro. (C, p. 61)
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El Poder Judicial tampoco fue ajeno a la inacción para llevar a cabo la búsqueda de Gaby.
No colabora. El cuchicheo en los pasillos era moneda corriente, se instala la idea de que la
familia era responsable y que Gaby se había marchado por motus propio:
Surgen acciones y omisiones que perturban el progreso del expediente, el cual fue
iniciado, pero había complicaciones y obstáculos: pérdida de fojas de manera mal
intencionada o por inoperancia. La pregunta que nos hacemos es si ¿era posible durante la
dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983, en la provincia de La Rioja,
una investigación judicial sobre un desaparecido? Ricardo Mercado Luna, en su obra Los
Rostros de la ciudad golpeada (2010) busca refrescar la memoria sobre el tratamiento dado
a las causas plasmadas en fojas inútiles en los cuerpos de un Juez Federal. Expedientes
abultados, voluminosos, llenos de acusaciones a detenidos basadas en vagos supuestos.
Considerando estos hechos históricos, comprendemos por qué la causa de Gabriela nunca
hubiera seguido su curso e incluso recién luego de cuatro años desde su desaparición, se
libró una orden judicial de requisa:
Entré al archivo del juzgado. ¿Usted quiere ver todos los expedientes de la época del
proceso? me preguntó la encargada del Archivo. Bueno. Los del 76, los del Juez Catalán,
le contesté. ¿Pero, usted sabe cuántos cuerpos tiene el Juez Catalán? No. Ni idea. El juez
trabajó sobre esa línea sin importarle la regla procesal según la cual “la intimación debe
ser concreta, clara y precisa”. El juez Catalán solo accedía a conceder el sobreseimiento
provisorio fundado con declaraciones que él mismo había declarado nulas. Seguramente
por vergüenza de lo que pensarían de él en la Cámara de Córdoba, demoró todo lo
posible la elevación de los autos. (Mercado Luna, 2010, p. 171)
La noción de cronotopo "histórico real" que Bajtín emplea (1989:238) me parece de gran
fecundidad hermenéutica para pensar algunas configuraciones de la experiencia colectiva
del espacio en la Argentina de las últimas dos décadas, dado que el espacio público ha
perdido el carácter ominoso y peligroso que tuvo durante la dictadura. Interpreto entonces
el cronotopo histórico real, que prefiero nombrar genéricamente cronotopía, como
proceso cultural de la ocupación y experiencia colectiva del espacio. (Arán, 2016, p. 150)
Como cientos de otros docentes fui “dado de baja” de mis cátedras de la universidad por
aplicación del temible decreto 1/76 que ponía a la calle sin indemnización a “las personas
que de cualquier manera se encuentren vinculadas a actividades de carácter subversivo o
disociador” (Mercado Luna, 2010, p. 151)
Sin embargo, teniendo en cuenta las palabras ya citadas de Félix Luna, no son solo las
instituciones sino que gran parte de la sociedad colaboró con acciones y omisiones, con
palabras y silencios en la expansión y el triunfo del horror. Digno representante de estos
ciudadanos es el personaje de Cosme, padre de Vivi, quien ocultándose en la locura
menciona la persecución, las torturas propinadas a los detenidos; la búsqueda de
información, como papeles comprometedores, que impliquen verse inmiscuido en alguna
causa por la cual sería detenido. El personaje conoce información sobre la tortura ejercida
a los presos políticos, sin embargo es suavizada por el velo de la locura. Nos atrevemos a
interpretar el desquicio de Cosme como una estrategia narrativa mediante la cual la
autora revela información sensible y de gran impacto, y de esta manera, a pensarla a ella
misma como otra cautiva más del silencio vivido en la época.
Se le dio por decir que tenía secretos bien guardados y papeles comprometedores en los que
había enterrado en un lugar que sólo él conocía. Empezó a tener pánico, vivía aterrado. Se
escondía bajo las camas, dentro del ropero, detrás del aparador. No nos permitía atender el
teléfono ni descorrer las cortinas, vigilan, controlan, explicaba, veía un auto estacionado
siguiendo sus movimientos, si salían lo perseguían, porque esos hombres no querían que él
hablara, que dijese algo que los inculpara. Te has vuelto loco, cómo se te ocurre. (C, pp.
106-107)
La mamá de Vivi, en su charla con Marcela, deja evidencias claras del pensamiento
conservador, estructurado e hipócrita que llevó a silenciar información determinante en la
aparición de Gaby. Consideramos que refleja así el imaginario social de un sector de la
sociedad riojana, acomodado económicamente, relajado, religioso y apegado a las
costumbres. Esta posición le permite establecer el imaginario de que Gabriela se fue con
alguien por su propia voluntad y que está viviendo tranquila en otra parte, es decir, oculta
37
su hipocresía. Sin embargo, si sostiene este imaginario, ¿Por qué obliga a Vivi a ocultar la
amistad con Gabriela? ¿Hay cierto temor que ella no revela? Ella no cuenta nada sobre lo
que sucedía en el tiempo histórico externo, no quiere ver la verdad. Por lo cual representa
un gran silencio y la censura sobre las denuncias de las desapariciones:
La mamá de Vivi era de esas personas encerradas en su propio mundo, había asumido la
idea de que mi hermana se había fugado, que se habría marchado por su propia voluntad,
que estaría hoy viviendo lo más campante en algún lugar por ahí. (C, p. 111)
A los fines de este trabajo, tendremos presente las concepciones teóricas establecidas por
Mijaíl Bajtín, quien en Teoría y estética de la novela desarrolla el concepto de cronotopo
histórico real asimiladas artísticamente a la Literatura y hace una clasificación mediante el
recorrido de las formas antiguas de la novela, de los grandes cronotopos, que incluyen un
número ilimitado de cronotopos más pequeños. También establece que estos pueden
coexistir, sucederse, compararse, confrontarse y estar interrelacionados:
En ese orden de ideas y a los fines del estudio propuesto realizaremos el abordaje de los
diferentes caminos de cada personaje como cronotopos del camino, a su vez se definirá
cómo se ve su coexistencia con los cronotopos del umbral a los que se enfrentan.
Asimismo, se hará referencia a los espacios que cobran relevancia cronotópica. A través
del seguimiento de los recorridos emprendidos y mediante un proceso de abstracción,
podremos destacar la manera en que puede ser medido el tiempo de los sucesos que le dan
relevancia al relato. Al hacer referencia a la indagación sobre el tiempo, también
destacaremos el análisis sobre “simultaneidades casuales” y “no simultaneidades casuales”
dadas en los caminos llevados a cabo por los personajes.
Consideramos que el viaje iniciado por Gabriela, como cronotopo del camino, en sentido
metafórico, reposa en la búsqueda de escape del cautiverio. Analizamos tres espacios de
fundamental importancia: la calle del desfile, la calle del secuestro, que serán analizados
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Tanto la calle del lugar donde Gaby es vista por primera vez, como la calle del secuestro y
la habitación del cautiverio, son lugares cuya transmutación se presenta debido a la
situación intensa vivida por la protagonista:
Todos los acontecimientos que se desarrollan a partir del rapto de Gaby están concentrados
en el camino de búsqueda de la joven. El recorrido de escape iniciado por ella luego del
secuestro, combina dos destinos: el de una adolescente de clase media y un militar con
cierto grado de impunidad dada por su investidura y el contexto socio- histórico vigente.
Se produce el arrebato del destino que Gabriela tenía planificado y es torcido de manera
41
Además, Bajtin hace referencia a los cronotopos del umbral como aquellos relacionados a
la ruptura de la vida, a la decisión o a la falta de decisión de modificarla y a la crisis. Se
refiere a ellos como siempre metafóricos y simbólicos e impregnados de una gran
intensidad emotivo-valorativa. (Bajtín, 1989, p. 394).
El cronotopo del rapto sucede en la camioneta. Es el espacio que adquiere gran relevancia
porque allí se produce el hecho de donde parten los nudos argumentales de toda la obra. En
ese momento el tiempo es fugaz, no es calculado por Gabriela debido a la intensidad de la
situación:
Ella resiste, patea. Que no grite, ordena, que se quede quieta. La levanta por el aire. La
domina. Le oprime el antebrazo contra la espalda... abre la puerta. Ella alcanza a ver una
barba a medio crecer, un rodillazo, un empujón y un no grites, acostate ahí, en el piso... la
inmoviliza por completo... la camioneta avanza. (C, pp.14-15)
Un nuevo cruce del umbral se da con la decisión de escapar del cautiverio. Dicha iniciativa
de la protagonista lleva a consecuencias que le cambian la vida: el camino de salida de la
habitación, lugar que conecta con la calle, o para decirlo metafóricamente es el límite
entre el cautiverio y la libertad. Ella toma la decisión de atravesar ese borde de piedras en
reiteradas oportunidades que, finalmente, son frustradas por la brutalidad del secuestrador.
El tiempo, en este caso, es medido por Gabriela, ajustándose a las rutinas del captor,
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considerando los horarios de sueño y del momento que debía regresar a casa. El tiempo
exterior es medido mediante las luces que percibe por las rendijas de la puerta, de las
llaves, por la sensación de frío o la ubicación del sol. No tiene idea de los días ni meses
transcurridos.
Gabriela, devastada por las permanentes vejaciones de su captor, toma fuerza y decide
cruzar el umbral del aislamiento para volver a su vida anterior. Sin embargo, ve frustrada
su partida provocándole, a raíz de los golpes recibidos, grandes consecuencias contra su
salud:
Madrugada. Ya está en la puerta. Ella traspone el umbral. Ella atraviesa el patio. Ella no se
detiene, allá divisa los ligustros, el portón, la calle, Dios, ya llega, en segundos estará en la
calle. Una cosa se incrusta en las lajas. La hace estallar. Ella da otro paso y un zumbido más,
tercer disparo. Él está detrás. La toma del brazo. La levanta. La arrastra. Y la devuelve al
cuarto. (C, pp. 114-115)
El último cruce del umbral en el camino de Gabriela se presenta en el cronotopo del cuarto,
también es un lugar de gran importancia, ya que allí suceden situaciones que llevan a la
muerte y a la vida. Ella muere cuando es secuestrada y puesta en cautiverio y muere
cuando da a luz a Paula. Luego de parir, agotada y golpeada, ya no resiste y la vida se le
escapa. Atraviesa el último umbral que pone fin a su historia de dolor. El tiempo en ese
momento límite no puede ser calculado por Gaby: “Escaparse de ese, su propio cuerpo. Y
el alma se le va en un pujo. Y en otro. Y en un tercero quema como brasas. Y una cabecita.
Y ya corona, ya sale, ya gira” (C, p. 135).
de Gaby introduce un quiebre en la vida de los personajes, una tragedia a partir de la cual
nada será lo mismo:
Él la empuja, se quita la boina. Y ella puede verlo. Te vas a acostumbrar, le dice. Ella no
responde. No puede respirar. El corazón le crece. Se le sale por la boca. Muda. Quieta.
Aterrorizada. La noche se hace extrema. Esa noche, descubrirá pronto, será la primera de
muchas otras. La primera del resto de todas sus noches. Gabriela se moja. Se orina. Llora.
(C, p. 17)
Observamos cómo esa ruptura en el tiempo biográfico de los personajes altera el curso
normal de la vida, de esa vida cíclica que la adolescente compartía con su familia y
amigos; y en donde todo era predecible, estable y rutinario. A partir del rapto de la joven
hay una metamorfosis, una transformación del camino de la vida de los personajes
convirtiéndose en un camino de búsqueda, tortura, sufrimiento y agonía para la familia y
especialmente para Gaby.
El estudio realizado por Bajtín sobre el tiempo interno de la novela griega de aventura
considera que se cuentan los días, las noches, las horas como fragmentos temporales,
organizados exteriormente y se introducen con las nociones “de repente” y “precisamente”,
porque el tiempo comienza y deja lugar a la penetración de la casualidad con su lógica.
Introduce el concepto de “simultaneidad” y “ruptura casual”; además, de las nociones de
“antes” y “después” de tales simultaneidades. Explica, también, que si una situación
hubiera existido un minuto antes o un minuto después, se habría presentado simultaneidad
o no simultaneidad casual. No se hubiera dado el hecho que dé lugar a escribir la novela.
(Bajtín, 1989, p. 248)
4
Este tema en relación al secuestrador se profundiza en el apartado 2.2. El camino del secuestrador.
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Por otra parte, observamos la fragmentación del tiempo desde el punto de vista de
Gabriela, quien puede a través de sus sentidos medirlo en el momento del cautiverio, salvo
en las situaciones de gran intensidad emotiva-valorativa donde el tiempo es fugaz.
Se puede constatar en el relato, que la protagonista tenía una vida organizada de manera
repetitiva, donde se cumplían diariamente las rutinas que ordenan la cotidianeidad propia
de una adolescente que asiste a la escuela, con una familia estructurada y horarios
predeterminados. Por lo que el “De repente” en el recorrido que Gabriela realiza
diariamente desde la escuela a su casa, el ruido del motor que se presenta de manera
inesperada, encuentra a la joven desprevenida. Él la acorrala, la toma por la fuerza y le
roba esta vida común y cíclica para introducirla de golpe en otra vida, la del cautiverio
físico y mental, la de la tortura incesante, la del dolor extremo y la de la muerte: “Gabriela
se acuerda de esos lunes y de esos miércoles en los que asiste a clase de la Alianza
Francesa, para darle el gusto a mamá. El mismo trayecto de siempre” (C, pp. 13-14).
5
El resaltado es nuestro.
45
Calzados Loira. Farmacia Mayo. Cerrado. Colegio Nacional. El Banco. Siguen por San
Martín. Una cuadra más” (C, p. 19).
Según palabras del teórico ruso, generalmente está ligado al cronotopo del camino, otro
tópico de las novelas que tiene lugar precisamente en él, que es el momento del encuentro.
Este, por un lado, tiende a asociarse con la presentación de acontecimientos dirigidos por la
casualidad; por otro lado, en el camino, es donde se combinan, en el espacio y tiempo, los
destinos y vidas humanos, convirtiendo el encuentro en el punto de entrelazamiento y el
lugar de consumación de los acontecimientos (Bajtín, 1989, p. 272).
Escucha perfectamente las dos vueltas que destraban el picaporte de la primera puerta, la
de rejas de barrotes gruesos, el cambio de llaves y otras dos vueltas a la de madera.
Dieciocho pasos hasta el extremo del cuarto, hasta donde ella se encuentra. (C, pp. 12-13)
Y ella resiste. Resiste como puede, grita todo lo que puede, sin escapatoria y él ordena
que pare de llorar, y él marca su territorio, clava sus estacas, la toma como se toma una
cosa propia. Y él se la lleva para él porque le dice que es de él. Coge un cuerpo.
Abandonado. Inerte. El cuerpo de una niña huida que cierra los ojos y escapa hacia el
paraíso remoto de unos meses atrás. (C, pp. 50- 51)
El camino del secuestrador nos permite deconstruir, desde su mirada, las decisiones que
toma y los modos en que justifica su accionar nefasto; trazando de esta manera el recorrido
hasta el encuentro y captura de Gaby, además, de determinar cómo transcurre el cautiverio
de la joven hasta el desenlace final.
La calle es el espacio donde suceden la mayoría de los acontecimientos que motivan los
nudos argumentales de la obra. Es decir, si Gabriela no hubiese sido vista por el
secuestrador no hubiera nacido en él esa obsesión por ella y no habría sido raptada. El
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El cronotopo del cuarto es el espacio seleccionado por el raptor para la tortura. Es un lugar
alejado de la ciudad, escondido detrás de un patio de una casa, feo y desarreglado. Surgen
allí momentos de carga emotiva a raíz de los permanentes vejámenes, propiciado a la
protagonista, para lograr el objetivo de felicidad del secuestrador, tener una familia con la
adolescente, escapar a otra provincia. Ella busca la libertad y trata de huir continuamente
de ese estado indigno. En este espacio de tortura, el secuestrador es el amo del tiempo, él
mide, él calcula, él sabe, controla sus tiempos y los de la víctima. Incluso, ella conoce el
tiempo a través de sus rutinas y de los pocos momentos que él le permite adivinar.
Estos espacios adquieren valor simbólico debido a la gran intensidad valorativa en la toma
de decisiones para la consumación de los cambios. El secuestrador toma la decisión de
raptar a Gabriela, de manera premeditada, calculada pacientemente, observando los lugares
y personas que frecuenta la joven. Se aprovecha de su posición y de la impunidad que le
permite su rango militar para sortear obstáculos y avanzar en su propósito.
El primer cronotopo del umbral se da en el momento en que ve a Gabriela por primera vez
en el desfile de la escuela y ella le devuelve la mirada y le sonríe. Entonces desde ese día
no puede pensar en otra cosa: “Cuando ella ensayaba con sus compañeros para el desfile
del nueve de julio y ella pasó, y cuando él la miró, ella le devuelve la mirada y le sonrió. Él
desde ese día no puede sacársela de la cabeza” (C, p. 48).
Desde ese primer encuentro comienza el cronotopo del camino de búsqueda hasta llegar a
Gaby y tratar de poseerla definitivamente. Él modifica sus planes de vida para comenzar
otros planes, con Gabriela, porque no puede dejar de pensar en ella:
48
Por eso empieza a ir a la salida del colegio para verla pasar y así un día se anima y le habla.
Al día siguiente y al otro y al otro vuelve a buscarla.
El secuestrador sortea diferentes obstáculos para llegar a ella, invierte tiempo, trabajo,
esfuerzo para lograr su felicidad. El primer obstáculo que vence es Gaby, porque ella le
tiene miedo:
No le gusta nada que ella se asuste y ni que lo evite ni que se le escape, ya va ver que no
importa que él tenga más años. Ella tiene que entender que él la quiere mucho a ella, la
quiere para él. Ella es su muñequita caramelo. (C, p. 49)
Debe realizar mucho esfuerzo para hacer entender a la joven que es por su bien todo lo que
hace. Es el camino de búsqueda de la felicidad que ha emprendido desde que la conoció:
“Que no llore, que pare de llorar, que no le pegue, que se quede quieta. Él es un hombre de
rituales y la tiene aleccionada” (C, p. 49).
Su objetivo de vida se cumplirá cuando logre viajar al sur, pueda casarse y tener a su hijo.
Ella se acostumbrará a esta nueva vida y hasta se enamorará de él. Sin embargo, a pesar de
que en este cronotopo del camino iniciado por el captor, tenía todo calculado y nada podía
salir mal porque no había lugar a la casualidad, ella se le va de las manos cuando muere
desangrada. Esto introduce un hiato en la vida cíclica a la que estaba acostumbrado, la de
trabajar y volver a su vida con la adolescente cautiva. Su rutina cambia, de ahora en
adelante:
La tomaste, sin pudor. Sin remordimientos. Porque sí, como quien al pasar corta el brote
de una flor, o se queda con algo ajeno. Ella se vengó y eso no estaba en tus cálculos. Te
pagó con la misma moneda. Se marchó. Se burló de vos. Y ahora qué. ¿Creíste haberlo
calculado todo? Cada detalle. Cada circunstancia. No. Fallaste. Su vida estuvo entre tus
manos, hasta este último instante. Pero te dejó. (C, p. 55)
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El secuestrador teje una historia de fantasía sobre su relación con la joven, decide que ella
también está enamorada de él. Determina cambiar el camino de su vida, en el cual tenía un
compromiso con otra mujer, por el camino de búsqueda de Gaby, para emprender uno con
una adolescente desconocida colmado de persecuciones donde calculaba los momentos en
donde ella se encontraba para poder verla y eventualmente hablarla:
Ella le sonrió y sus ojos se llenaron de chispitas, ella, aunque no lo acepte, sí lo quiere, y
él desde ese día no puede sacársela de la cabeza. Y durante un tiempo no quería pensar en
ella porque él tenía una novia, que era buena y que lo quería a él, y que él le había
prometido casamiento. Esa novia suya se ha puesto triste porque él la dejó. (C, p. 48)
El segundo cruce del umbral se presenta en el momento del rapto, dado en la calle, donde
lleva a cabo el proyecto que venía planeando durante meses: el de tomar a Gabriela como
un objeto de su propiedad:
Irrumpe una camioneta, se le pone al costado. La sigue unos metros, se detiene. Gabriela
no se anima a mirar, apura el paso, se abraza a su cuaderno, el corazón se le acelera.
Siente el golpe de una puerta. Esa sombra se le viene encima, la acorrala. Ella resiste,
patea. La domina. La inmoviliza por completo. (C, p.14)
A partir de allí comienza un largo camino de sometimiento y tortura para lograr doblegar la
voluntad de la víctima, su presa y mantenerla cautiva. Es un quiebre en la vida del captor,
en su rutina diaria la cual debe ahora dividir entre el trabajo en la ciudad cuidando su
imagen profesional y el control de su proyecto de vida con Gabriela, su futuro, su nueva
familia. Nada será como antes. Él decide el rumbo de su vida con Gaby. Lo planificó
durante meses:
Él la había visto ese día en el desfile y desde que él la había conocido se había dado
cuenta de que tienen que estar juntos y que nadie los va separar. Él la conoció, cuando
ella ensayaba con sus compañeros para el desfile del 9 de Julio. (C, p. 48)
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No podemos establecer que el minuto del encuentro con la joven, donde él determina
ejecutar su plan de raptarla, sea un cronotopo del encuentro, ya que este está intervenido
por el encuentro casual y en este caso había calculado el día, la hora y el momento
oportuno de encontrarla sola e indefensa:
La tarde muere pegajosa, encapotada. Miércoles santo, poca gente por la calle. Corre un
aire frío, más frío que de costumbre para un abril recién instalado. El mismo trayecto de
siempre, dos cuadras más y llega. Gabriela va apurada. De pronto, el ruido de un motor.
(C, p. 14)
Él la había visto ese día del desfile y desde que él la había conocido se había dado cuenta
de que tienen que estar juntos y que nada ni nadie los va a separar, y que él es bueno y
que le ofrece un buen futuro. (C, p. 48)
El camino de felicidad que había planeado se derrumba con la muerte de Gaby. No lo tenía
programado, se le va de las manos y esto lo coloca en una situación de gran frustración
porque se ve herido en sus objetivos y por ello fracasado. Es el tercer cruce del umbral,
donde tiene que tomar un nuevo rumbo en su vida, cambiar el destino de sus planes, iniciar
otro camino en el que tiene una nueva familia y una carrera con ascensos:
51
Él no sabe qué hacer. Desespera. A él los ojos le saltan de un lado para otro. A ella el
cuerpo se le ha agotado, un cansancio mayúsculo la aplasta. Ha perdido su fuerza. Él se
resiste. Grita. De impotencia. De rabia. Y allá abajo y entre las piernas. Entre esas piernas
de ella, la vida huye y huye. A borbotones. (C, pp. 149-150)
Se presenta el cuarto cruce del umbral cuando el secuestrador realiza la entrega de su hija.
Comienza un nuevo proyecto de vida lejos de ese fracaso:
El último cruce del umbral podemos observarlo cuando el secuestrador, ahora Comandante
decide dejar una pista a Marcela. Para ello envía una carta anónima que le brinda datos
sobre el lugar de encuentro de Paula. Tal vez busca con ello liberarse de la pesadilla de la
frustración por la pérdida de Gabriela o quizás evitar que Marcela llegue a su encuentro y
altere su ordenada vida actual:
Esa carta que recibí unos días atrás. Venía dirigida a mí. Al dorso no había mención a
remitente alguno, pero esto no me llamó la atención porque en ese preciso momento supe
exactamente desde dónde provenía. Tuve certeza absoluta sobre quién la habría escrito.
(C p. 151)
El café del centro es un espacio común de encuentro predeterminado que para Marcela
adquiere significatividad debido a la revelación de Vivi. Ella otorga datos de lugares,
nombres y situaciones que le dan a Marcela un indicio de búsqueda, una esperanza.
Marcela espera la llegada de Vivi, es paciente, sabe de la importancia del encuentro.
Para Marcela, la ausencia de Gabriela, produce una ruptura vital, cruza el umbral, ya que
“de repente” a la familia le fueron arrebatados sus proyectos, sus sueños, su futuro, su
cotidianeidad, la libertad de la joven, su integridad, inocencia, sus cumpleaños, fiestas,
anhelos, su vida, su muerte.
La vida de Marcela cambia y sus prioridades pasan a un segundo plano porque toda su
adolescencia se ve finalmente atravesada por la desaparición y búsqueda de Gabriela:
Gaby está retrasada. A mamá le extraña su demora. A pocas cuadras, Gabriela va hacia la
tragedia. Mamá lo ignora. La vida de mamá sucede entre cosas cotidianas, le preocupa,
por ejemplo la carura de la carne, la novela de la tarde, la pasta del domingo. Gabriela no
vuelve. (C, p. 18)
Marcela cruza nuevamente el umbral y cambia su vida luego de que fallecen sus padres y
decide retomar los hilos que ellos dejaron, arma y desarma nuevamente el rompecabezas
que lleva a Gabriela. Inicia así el camino de búsqueda plagado de encuentros y
desencuentros, descubre silencios y contactos hasta que llega a la punta del ovillo de la
historia:
Y se lo había prometido a mamá poco antes de su muerte. Le había jurado que buscaría a
mi hermana, a Gaby. Pero qué podía hacer yo que no hayan hecho mis padres. Me sentía
impotente Me desesperaba pensar una y mil veces lo mismo, todo ese camino emprendido
por ellos había resultado vano. (C, p. 95)
El último cruce del umbral es el encuentro con Paula, la hija de Gabriela. Logra desenredar
una gran parte de la historia. Corre el velo de muchos silencios y mentiras:
¡Si la vieras, mamá! Se le parece. Sí, y mucho. La piel. Del mismo color de miel de ella.
El modo suave, la risa fresca. Le hablo. Y ella me mira. Me mira sin asombro con esos
ojos negros. De paloma. Apacibles. Avisados. De quién ha estado esperando que la
encontrara. ¿Su nombre? Paula. (C, p. 158)
Marcela devela cómo los silencios fueron determinantes para la búsqueda de su hermana.
El manto de temor imperante invadía todos los aspectos de la vida instalando el silencio y
la evasión como bandera:
Supimos que la madre de Bruno había entrado en pánico. Le prohibió que volviera por
casa. Le prohibió que tuviera contacto con alguno de nosotros. Por nada del mundo quería
que el escándalo los envolviera, a ella o a su hijo. (C, p. 102)
El silencio y el temor cubrían todos los aspectos de la vida, lo institucional y familiar. Vivi
cuenta el pedido de su familia sobre la situación de desaparición de Gaby, le solicitaron
55
que cuando sea indagada aclare que no conoce a la familia de la joven, que no sabe nada de
ellos, que la desaparecida no es su amiga, que nunca tuvo nada que ver. Esto la indigna, se
frustra, imagina la fatalidad de ese silencio y la importancia que hubieran tenido sus
palabras dadas a tiempo:
Ella se deshace en disculpas por no haber hablado antes. Los diecisiete. El no te metás. El
miedo. A su modo sus padres la protegieron y para preservarlos le hicieron negar la
amistad. Ignorar lo pasado. No quiero culparlos. Bruno y Vivi actuaron como se les
enseñó. (C, p. 120)
Marcela toma la punta del ovillo del camino de búsqueda a partir de los datos escuchados.
Había una corazonada, una persona, un oficial del Ejército, un contacto, un objeto de
regalo donde buscar, un nombre. Evalúa, se interroga, elabora conjeturas y avanza un
nuevo peldaño. La desaparición tenía posiblemente relación con estas siglas: J. R. C.
Me guían hasta la puerta del Regimiento de Infantería. Le explico lo que estoy buscando,
datos sobre un oficial. Me indica que para consultar los registros y tener acceso a esa
información es preciso dirigirme a la Justicia, porque una consulta de esas sólo se hace
por orden judicial. (C, p. 132)
Transcurren dos años, en los que pudo contactar a diferentes personas relacionadas con las
investigaciones sobre desaparecidos en la dictadura del 76’. Evaluamos estos actos en el
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camino de búsqueda de Marcela, como cronotopos del encuentro. Descubre tres nombres,
observa sus fotos, descarta algunos: “Meses después de la revelación de Vivi, contacté a
distintas personas abocadas a la investigación sobre los desaparecidos durante la dictadura
del 76” (C, p. 137).
Se presenta un nuevo dato a raíz del encuentro. La mujer del oficial retirado le propicia, a
escondidas, un indicio de un lugar dónde buscar, siempre bajo la condición de guardar
silencio y mesura para evitar inconvenientes. Cabe destacar los resabios del imaginario
social del silencio de la época de la dictadura militar en Argentina después de tantos años.
Aún hoy, nos atrevemos a expresar que en una parte de la sociedad sigue vigente la idea de
que el “silencio es salud”.
Marcela no había planificado este encuentro con la esposa del oficial. La toma por
sorpresa:
Mientras caminaba por la vereda percibí que alguien me seguía. Era la mujer. Dijo
conocer a un ex compañero de su marido. La mujer me proporcionó un dato. Me pidió a
cambio prudencia. Cuidado. Acepté. Aún sin comprender. (C, p. 139)
Las dilataciones se hacen evidentes, los pedidos de cuidados se hacen más intensos a
medida que aparecen más nombres. Los cuestionamientos de Marcela se intensifican,
necesita saber si podrá reconstruir su historia, elabora conjeturas, se pregunta y planifica
su actuación. La entrevista con el Coronel la ilusiona y aunque este escapa, surge una
certeza: Gaby fue secuestrada, sabe lo que sucedió, a esto llega Marcela debido a las
acciones evasivas del Coronel. Lo que antes era una corazonada se convierte, en el
razonamiento de Marcela, como una verdad. Ella encuentra un atisbo de luz después de
tantos peldaños recorridos y nombres mencionados. Vislumbra la esperanza.
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Descubre una nueva carta anónima, pero cree saber quién la envía: el Coronel. No es la
primera vez que se ve enredada en ese juego malicioso, lo ha visto en vida de sus padres.
En dicha carta se menciona una ciudad, una dirección. Se enoja porque supone que no es
razonable, pero aun así, nunca dejará de buscar a su hermana. Finalmente se presenta el
último peldaño del camino: el encuentro con Paula. Consideramos este momento de gran
emotividad como el último cronotopo del encuentro signado por el cruce del umbral, ya
que es el punto culminante de la historia que ha desentrañado a través de un largo camino
de búsqueda.
En Cautivos, el camino de búsqueda iniciado por Marcela ha unido finalmente todos los
caminos: el camino de la familia en el inicio de la búsqueda de la joven; de los amigos en
sus caminos de ocultamiento y silencio; el camino del secuestrador en su búsqueda de la
felicidad, ocultamiento y de su cambio de vida. En este cronotopo se han entrecruzado
cronotopos del encuentro con diferentes nombres y lugares, algunos casuales y otros
planificados.
Desde el secuestro, la vida de Marcela está atravesada por la desesperación de los padres.
Gabriela pasa a ocupar todos los aspectos de la cotidianeidad. La buscan incansablemente
hasta la muerte. Ya nada será como antes. Marcela acompaña a sus padres y es testigo de
todos los maltratos recibidos, de las acciones e inacciones de las instituciones. Por este
motivo, consideramos que es cautiva de los silencios, de las habladurías, de los actos
violentos y acciones desacertadas impulsadas por cuestiones institucionales de la época
social e histórica en la que se desarrolla la historia; así también y a través de su voz,
conocemos de la profunda ausencia de sus padres en la cotidianidad familiar, la cual se
quebró desde la desaparición. La búsqueda se instaló como el motivo de existencia de sus
padres y también el motivo de su muerte. Marcela es testigo de su sufrimiento, siente el
peso de la ausencia y la tristeza infinita.
Para los padres de Gabriela, su desaparición produce una ruptura vital, un cruce del
umbral, un hiato en sus vidas, una tragedia a partir de la cual nada será lo mismo e inician
un tortuoso e interminable camino de búsqueda: “Gaby no aparece y mamá desespera.
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Mamá se arranca el delantal. Se calza sus zapatos taco bajo y sale atropellada. No la ven
venir” (C, p. 19).
Siguiendo con los conceptos de Bajtín, señalamos en el cronotopo del camino de los padres
de Gaby, un cruce del umbral, como bisagra que marca un momento de emotividad
absoluta y que los lleva a provocar una ruptura en la cotidianeidad de sus días. Toda su
vida se vuelca desde ese momento crucial, a planificar la búsqueda de Gabriela; incluso
dejan en un segundo plano las demás obligaciones para con sus otros hijos y para con ellos
mismos. Su vida se transforma en un continuo ciclo de peregrinaciones en la pesquisa de
rastros de la adolescente. El camino de búsqueda se inicia recorriendo la casa de los
amigos, andan y desandan el camino que Gaby recorría diariamente a casa:
En eso aparece papá. Intenta poner tranquilidad. Que esperemos un rato, unos minutos.
Diez. Quince. Media hora. Gaby no aparece y mamá desespera. Mamá se arranca el
delantal, se calza los zapatos taco bajo y sale atropellada. Desandan el camino que
Gabriela recorre los lunes y los miércoles. (C, p. 19)
época se hace evidente y cubre con su manto de duda todas las acciones anteriores y
posteriores a lo sucedido, además coloca a la familia bajo el lente del rigor institucional y
social:
Al pavo real le interesa saber si es una buena chica. Igual que al otro. ¿Quién es el
novio? ¿Amigas? ¿La ropa que llevaba puesta ese día? El jefe. Lleno de ínfulas.
Incrédulo. Insatisfecho. Exasperado. A las preguntas sobre Gabriela, responde
arremetiendo sobre ello. Interroga, indaga. Cree que se hacen los vivos. Que saben
alguna cosa, que esconden otra. Que a la chica la mandaron a algún sitio. Que la chica
se ha fugado de la casa. Que la chica se ha escapado con algún hippie”. (C, pp. 30-35)
El cronotopo del camino que se inicia con la búsqueda de Gabriela, se ve influido por la
cuestión socio-histórica dada por el contexto político social de la dictadura militar, tal
como lo venimos señalando en el de los otros personajes ya analizados. El temor invade
todos los aspectos de la vida de las personas y las paraliza. Las instituciones están al
servicio del poder de turno e instalan en los padres de Gaby la vacilación permanente sobre
su accionar político y social. Indagan, interrogan sobre su participación, no les creen, los
acusan, los acosan, los persiguen, no les dan respuestas sobre la desaparición, dudan y no
cooperan en la búsqueda de su hija:
A raíz del entorno creado por la política vigente y la situación de tragedia personal
expuesta por Aída y su marido, comienzan a vivir sumergidos bajo el imperio de la
sospecha. La impunidad se convierte en un monstruo que los persigue mediante
intromisiones violentas en su domicilio, sin órdenes judiciales que justifiquen tal accionar.
Golpean, atropellan, rompen, lastiman y derriban e invaden todos los recovecos de la casa;
preguntan por Gaby como si fuera una delincuente para saber qué esconde. Se llevan cosas
de la joven y de la familia, saquean con total exención:
60
Llegaron a casa tarde a la noche. Nos despertaron con golpes a la puerta. Estaban muy
enojados. No encontraron lo que buscaban. Preguntan por el cuarto de la chica. Van al
cuarto de Gaby. Buscan algo. Revuelven. Registran. (C, pp. 59-60)
El tiempo de búsqueda conspira como un verdugo y deja morir la esperanza del padre, ya
no cree en la justicia, ni en los amigos, ni en el sistema y ante la falta de respuestas se
abandona sumergido en el dolor y fallece.
Puertas. Ventanas. Trancas. El llanto instala trancas en la garganta. Inflama los ojos.
Enciende la cara. Noche cerrada. Miércoles Santo. Un cielo rosado. Una lluvia a punto de
desplomarse, perniciosa. Ni un alma. Puertas. Ventanas Trancas. Nadie. (C, p. 20)
Esta cita instala un vaticinio del pronóstico nefasto plagado de dolor y falta de respuestas
en el recorrido de los padres. También nos atrevemos a resaltar cómo los distintos
imaginarios creados alrededor de la desaparición de su hija los coloca en estado de
cautiverio donde solo encuentran del entorno esas puertas, esas trancas en esa noche
cerrada.
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Para seguir con el objetivo planteado al inicio de la investigación, retomamos las ideas
establecidas en el capítulo uno sobre los imaginarios sociales, para su adaptación y lectura
a través de los diferentes cronotopos deslindados en los diferentes caminos.
Ella reclama el engaño. Él le ha dicho que la liberaría. Pasa el tiempo, llega la fecha y la
promesa se aplaza. Gabriela comienza a pensar que él tiene razón, ya nadie se acuerda de
ella, ya nadie la extraña. Comienza a dejarse ganar por la desesperación, a dejarse
dominar por la desesperanza. (C, p. 58)
y volver a dirigir su propio camino de vida, tomar el timón de su destino. Los constantes
intentos de fuga demuestran, entonces, que logra liberarse psicológicamente. Sin embargo,
no logra deshacerse de las ataduras físicas de su captor.
Por otra parte, consideramos que la inacción de las instituciones públicas o la acción tardía
hacen que Gabriela además sea cautiva de la impunidad del sistema judicial. Si bien
calculaba el peso de su captor, según el sonido de sus pasos, con la esperanza de que fuera
otra persona, solamente, en todo su cautiverio, escucha acercarse los pies de su
secuestrador. ¿Quién desconfiaría de un Suboficial? Nadie más llegó a buscarla. Nadie.
Ninguna institución oficial se acercó por el lugar a tiempo. El imaginario social tejió
rumores acerca de su desaparición y sembró una condena: la espera, la impericia:
Tienen que esperar. Eperen, nomá, repite el cabudito de dientes manchados...dos horas
más tarde les tocará a ellos ¿La chica se porta bien?, pregunta. Mamá y papá comienzan a
hablar. La angustia destempla su voz. Él los observa… ¿La chica se porta bien?, insiste el
flamante comisario, Pérez de apellido (C, p. 24)
Baja el vidrio de la ventanilla, se saluda con alguien, todo bien, jefecito, oye Gabriela. Un
agente de policía, supone, en un puesto de control. Una caminera. Algo así. Él cierra la
ventanilla y eleva el volumen de la radio . Arranca nuevamente. (C, p. 16)
la búsqueda. Cada uno de estos actos incide en que Gabriela no sea encontrada y, por el
contrario, su causa se mantenga sin ser resuelta: “¿Dónde ir? ¿Dónde realizar un reclamo?
Comprendemos: afuera, ya ningún lugar es seguro. Acertamos: afuera, ya nadie es fiable”
(C, p. 62)
Observamos cómo el secuestrador elabora una idea que justifica su accionar violento y con
ella se convenció de que eso era para su bien y su felicidad; entonces, reafirma su poder a
través de la fuerza física y psicológica, se siente seguro y decidido en sus planes pero
cuando estos fallan se ve inmensamente frustrado:
La conciencia. Un perro que ladra. Una mosca en la sopa. Un zancudo en la noche ¿La
tenés? No. No la tenés. ¿Cuál es el problema? ¿Qué problema te hacés vos? Si, a vos te
pregunto. ¿Cuántas veces te las has dicho? ¡A vos! Te las decís a vos mismo. Como si
necesitaras oírlas para convencerte. (C, p. 21)
De esta manera es cautivo de los pensamientos que construye, con los que intenta justificar
su manera de actuar. Luego, más adelante, aparece el temor a ser descubierto, cree que hay
una conspiración, esto lo persigue durante años, lo acosa, se siente señalado, se siente una
farsa y esta idea lo lleva al desquicio:
De acuerdo a las ideas de Castoriadis sobre imaginarios sociales, evaluamos las causas de
los silencios, que Marcela logra desentrañar en el camino de búsqueda, a partir de los
encuentros con los amigos de Gaby, como determinantes al momento de obtener una guía
en la investigación del paradero de la adolescente. Si, según el pensador greco-francés los
imaginarios sociales son, entre muchas cosas, “un campo de creación social e histórico.
Sedes de creación que abarcan todo el colectivo humano. El pensamiento no puede existir
sin el lenguaje” (Castoriadis, 1997, p. 1), es importante detenernos en nuestra novela
objeto de estudio en las palabras que avalan, sostienen el imaginario social de esa época
dictatorial: el “no te metás”, “el temor”, “la persecución”, hacen referencia al lenguaje del
64
silencio, el ocultamiento y la negación. Para fundamentar este uso del lenguaje como
creador de una manera de pensar de una sociedad consideramos pertinente recordar el
eslogan promovido, durante el gobierno de Estela Martínez de Perón, por José López
Rega: “El silencio es salud”. Si bien se creó para una campaña que apuntaba a mejorar la
calidad de vida urbana, en aquella Argentina que se acercaba violentamente a su mayor
tragedia, el silencio aludía de modo inevitable al silenciamiento de todo lo que no fuera
oficialista. Así quedó estampado el eslogan como un emblema de lo indeseado y el mismo
pronto se hizo popular, gracias a una propaganda muy llamativa instalada alrededor del
Obelisco.
Analizamos en Cautivos de Cecilia Pagani la vida de los personajes, como punto de partida
en la metáfora del camino. Esta se encuentra signada por las características de la
cotidianeidad y las rutinas y sufre un quiebre con la desaparición de la protagonista,
Gabriela. Interpretamos, a lo largo de esta investigación, este quiebre como ruptura vital o
hiato por el consecuente cambio en la vida, es decir, en el camino de vida de cada uno de
ellos. De esta manera, identificamos en los personajes el inicio de otro camino nuevo que
motivado por la desaparición hace de la búsqueda el elemento determinante de todas las
acciones posteriores.
3.1. Motivos
Durante años debió imaginar esa escena. Durante años se castigó por no haber ido a su
encuentro. Jamás dejó de recriminárselo, si la hubiera buscado, si hubiera caminado esas
cuadras hasta la plaza, hasta encontrarla. Nada de esto habría sucedido. (C, p. 126)
Esto genera una cadena de encuentros casuales, donde se entrecruzan otros caminos, otras
esferas de la vida social, política y cultural. Los padres de Gabriela y Marcela tienen
diferentes encuentros. Ellos son los que los planifican. Cuando van a hacer las denuncias
de desaparición, deben enfrentarse a diferentes autoridades. Señalamos esto, siguiendo con
los términos de Bajtín (1989) como cronotopo dado en la esfera de la vida social, donde los
encuentros son reglamentados estrictamente y el tiempo, lugar, y función de quienes
participan se da según el rango de quien es recibido. Además, son conscientes de la
relevancia de los encuentros ya que de ellos depende la continuidad de su búsqueda. No
hay en los padres de Gabriela encuentros casuales, que permitan llegar a indicios sobre la
verdad de su hija.
En Teoría y estética de la novela (1989), el pensador ruso, tal como lo hemos destacado
antes, introduce en el análisis de la novela de aventura, el cronotopo del encuentro, el cual
es un punto determinante ya que es constitutivo de muchos acontecimientos. Además es
relevante su coexistencia en el cronotopo del camino:
Analizamos los cronotopos del encuentro, que determinan algunas veces el destino entero
del hombre, (Bajtín, 1989) en los caminos atravesados por cada personaje de la novela,
algunos se presentan de manera casual y otros de forma predeterminada. En dichos
encuentros, haciendo una abstracción analítica, notamos y resaltamos la coexistencia del
tiempo biográfico y el tiempo histórico.
vida cíclica existente en el tiempo biográfico se rompe a partir del hecho mencionado y
surge la transformación en una nueva vida. Además, el tiempo histórico es un tiempo que
influye y deja huellas en la vida de los personajes, en otras palabras, el tiempo biográfico
es inseparable de los acontecimientos históricos (Bajtín, 1989, p. 294):
Por el contrario, este tiempo deja una huella profunda, imborrable, en el hombre mismo y
en toda su vida. Pero, al mismo tiempo, este es el tiempo de la aventura: el tiempo de
acontecimientos insólitos, excepcionales, que vienen determinados por el suceso y se
caracterizan por la simultaneidad y no simultaneidad casual. (Bajtín, 1989, p. 269)
El hilo argumental de Cautivos nos permite establecer, en los diferentes caminos iniciados
por los personajes, los encuentros que constituyen eslabones fundamentales en la
continuidad de la historia. Los cronotopos del camino y del encuentro están
interconectados, no existe uno sin el otro, van de la mano. Algunos encuentros son
casuales y otros premeditados.
En Cautivos el momento del rapto nos indica el tiempo biográfico en el que se dan los
hechos. Gaby es raptada en el momento en el que retorna de sus actividades, tiene dieciséis
años, está atravesando la adolescencia y cursa por las problemáticas y matices propios de
su edad, al igual que sus amigos del colegio, Viví y Bruno: “Sólo espera que no se haya
encontrado con el chico ese, un chiquilín que le arrastraba el ala y que a ella no le
convence” (C, p. 18).
Marcela era más pequeña, cursaba séptimo grado de primaria y Raúl era el más grande de
los hermanos:
Raúl acaba de volver de su práctica de fútbol, es de los buenos y entrena duro. Curso
séptimo, buenas notas, en carrera por un lugar en la bandera. Aún regordeta y pecosa,
melena castaña martirizada en dos colitas a los costados, sujetas en unos moños un tanto
aparatosos. (C, p. 18)
Aída, la madre, y el papá de Gaby no podemos saber exactamente sus edades, pero los
indicios presentados nos sitúan en que al momento del suceso, tenían la edad que les
permitía ser productivos en los labores cotidianos de la casa y del trabajo fuera del hogar,
70
en el caso del padre; también criar cómodamente a sus hijos y preocuparse de las
actividades, en el caso de Aída: “En casa mamá pone la mesa, en una hora todos llegarán a
cenar. A las diez en punto aparecerá papá, está atendiendo a su último paciente” (C, p. 18).
Observamos los encuentros casuales, en Cautivos, cuando los padres de Gabriela ven
interrumpida su vida por el encuentro intempestivo de los gendarmes. Marcamos este
hecho como determinante en la vida de los personajes, por su emotividad y violencia
brutal, además podemos notar la influencia en el suceso del tiempo histórico en el que se
presenta, ya que esta intromisión sucede posteriormente a haberse realizado las denuncias
de la desaparición, es decir, podemos ver características de la dictadura militar argentina:
El sobreviviente Arturo Pinto, que acompañaba al obispo dijo que un auto blanco les
provocó una encerrona que obligó al obispo a una brusca maniobra que produjo el vuelco
de la camioneta que conducía. La justicia riojana promovió la reapertura del expediente y
en base a los testimonios y pruebas colectadas el Juez Aldo Morales en 1986 resolvió que
había sido un “homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima” 6
https://www.ucc.edu.ar/portalucc/archivos/File/VRMU/Formacion/Catedra_Angelelli/2014/6to-seminario-co
n-un-oido.pdf (2014. p. 2)
71
Existe una línea temporal histórica de Cautivos, donde podemos observar una separación
que implica un quiebre, una marca temporal que influye determinantemente en el accionar
de los personajes. Esto es el retorno a la democracia en la Argentina en el año 1983. Este
punto temporal implica en el personaje de Marcela la posibilidad de impulsar la búsqueda
de manera más efectiva. Se abren las puertas de las investigaciones, se habla de los
desaparecidos, el miedo imperante cede y permite dilucidar la verdad. Notamos que antes
de ese punto temporal la censura establecida y la falta de garantías constitucionales instaló
las atroces injusticias conocidas históricamente y reflejadas en la obra con Gabriela y la
familia. Identificamos un antes y un después de ese quiebre histórico temporal que nos
permite situar el relato en una organización temporal histórica.
Este tiempo histórico influye en los encuentros casuales que se dan en el camino de
Marcela, quien, en Córdoba, se ve accidentalmente con Bruno. De ese momento
intempestivo y casual surgen indicios que llevan a un nuevo camino de búsqueda. Podemos
notar el cambio histórico no solo por la fecha mencionada en la novela, sino también por
las actitudes de Bruno. La falta de temor, la libertad para hablar le permite dar a conocer la
verdad sobre los hechos conocidos de Gabriela:
Después del ochenta y tres se activaron las causas por la desaparición de personas. Cientos
de expedientes iniciados en estos años y antes también encontraron su curso, pero el de
Gaby no tuvo la misma suerte. En su fatídico derrotero no sólo había incorporado
actuaciones, averiguaciones y testimonios sino también había acumulado toda suerte de
complicaciones y obstáculos. Sin embargo no tardábamos en comprender que si en este
país habían desaparecido personas, cómo no iban a desaparecer expedientes íntegros. (C,
p. 89)
En cuanto al espacio en el que ocurren los hechos del encuentro, no es casual que se
presenten en otra provincia, lejos de la ciudad conservadora y estructurada donde se
iniciaron los acontecimientos:
Llevaba años sin verme con Bruno, hasta que una mañana en pleno centro de Córdoba
nos cruzamos. Quedamos en reunirnos en El Quijote. Abril comenzaba. En unos días más
se cumplirían veinticinco años de lo de Gaby. (C, pp. 96- 97)
72
El encuentro con Paula fue casual. La manera en la que aparecen indicios del espacio es
mediante una nota encontrada por Marcela que la lleva a viajar varios kilómetros alejados
de su provincia. La casualidad se presenta porque ella no se imaginaba que podía encontrar
a la hija de Gabriela.
Cuando el Suboficial lleva a cabo el rapto planificado de Gaby, para ella fue un momento
casual y de mucha intensidad emocional. La intersección temporal y espacial en este caso
surge de manera evidente en la obra. El tiempo histórico surge también taxativamente:
El diecinueve de abril era una fecha especial, única y diferente de cualquiera. Una
fecha equívoca y oscura. A partir de las referencias de Bruno y Vivi, él habría
conocido a Gaby a mediados del 79. Quizás durante el verano siguiente
maquinaría la forma de quedarse con ella. (Pagani, 2018, p. 98)
Los padres viven momentos de gran tensión cuando inician la búsqueda de su hija. Surgen
diversos espacios, estructurados, en donde juegan preponderancia las escalas jerárquicas y
las reglas difusas y perversas del poder de turno.Entre ellos, van a la policía de la
Provincia, a la Policía Federal, a un prostíbulo y finalmente, cuando retorna la democracia,
73
llegan a una oficina donde se tramitan las causas de desaparición de personas en los años
de dictadura.
Marcela tiene encuentros predeterminados cuando establece la reunión con Bruno, luego
de su encuentro casual; también cuando planifica la cita con Vivi, recién llegada de Buenos
Aires; y la cita pactada con el Coronel. Volviendo a la base epistemológica que guía este
trabajo, podemos clasificar estas tres reuniones como las que permiten cambios,
transformaciones en las decisiones de Marcela para continuar el camino de búsqueda:
Nos atrevemos a afirmar en este análisis que los encuentros dados en los caminos de
búsqueda de cada personaje son determinantes en el avance, resolución y conclusión de la
historia. Los encuentros casuales, como el de Gaby con el secuestrador, es el eslabón
fundamental en la cadena narrativa. Este hecho es el punto de partida hacia todos los
caminos mencionados en el capítulo anterior. Los encuentros casuales y predeterminados
74
que giran en torno al secuestro son los que finalmente guían el camino principal, el de
búsqueda.
Según el diccionario de la Real Academia Española, este término deriva del latín
captīvus, y es el adjetivo aplicado a una persona hecha prisionera en la guerra. O se refiere
especialmente al cristiano apresado por los infieles. Otra acepción nos permite aplicarla
como adjetivo a un animal privado de libertad. En definitiva, en sentido estricto, estar
cautivo es estar prisionero.
Gaby está enterrada. Viva adentro de un cuartucho tétrico. Desde que llegó, Gabriela vive
en la oscuridad, se desplaza como una sonámbula. En la penumbra recorre la geografía
del cuarto. Hace un esfuerzo enorme para no quebrarse. Para resistir. (C, pp. 39-40)
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Existen otros cautivos del tiempo histórico en el que se sitúa el relato. El secuestrador,
aprovecha el contexto social en el que se maneja, se sirve de su posición, se regocija de
ello y maneja la vida de la joven como si fuera un títere a su disposición. Por otra parte,
está en la novela oculto, como cautivo, mueve los hilos de la historia pero situado en la
oscuridad, ni siquiera se da su nombre, nunca lo conocemos y, hasta, se maneja con
iniciales falsas: “Desde siempre él o JRC, o como quiera que se llame, había querido
esconderse. Desde siempre él había tenido la voluntad de ocultarse. De operar en las
sombras” (C, p. 139)
A su vez, este hombre se convierte en secuestrador porque queda cautivado por los
encantos de Gabriela, ampliando así el alcance semántico del término que estamos
analizando. Y esta actuación inescrupulosa de sus caprichos le juega una mala experiencia,
enloquece y se quiebra cuando ella muere. Podemos ver en la obra varias versiones del
personaje. El Sargento intachable y cautivo del sistema que debe acatar, el secuestrador
cautivo de sus caprichos y el ex-secuestrador cautivo del temor a ser descubierto,
desenmascarado, lo que finalmente lo lleva a propiciarle información a Marcela sobre el
paradero de Paula:
Te acusan. A vos. Maquinan sentarte en el banquillo para reos. Están locos. No pueden
probar nada. No tienen pruebas de lo que dicen. Farsa. Conspiración.¡ Tanto lo ha
repetido! Te has convertido a vos mismo. Ahora aparece esta perra. Puede poner tu
mundo en peligro. Te ha puesto nervioso. No podés negarlo. Va a complicarte la vida. (C,
p.140)
Los padres de Gabriela sufren el abandono del sistema, y a la vez son cautivos de su
inoperancia, de las acusaciones vertidas en torno a la desaparición de su hija. Los acusan
de subversivos y son perseguidos. Sufren la ausencia de ayuda por esa causa: “Lo veía
llorar en silencio. Derrumbado. Sin armas” (C, p. 87). El cautiverio se extiende
eternamente en la búsqueda de Gaby y hasta la muerte, “habían muerto sin saber nada de
ella” (C p. 99):
Pero qué podía hacer yo que no hayan hecho mis padres. Me sentía impotente. Me
desesperaba pensar una y mil veces lo mismo, todo ese camino emprendido por ellos
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habría resultado en vano. Porque ellos nunca abandonaron su búsqueda. Años y años de
búsqueda incansable. (C, p. 95)
Marcela, al igual que los demás personajes, siente el peso del tiempo histórico, la hace
cautiva de las injusticias y silencios que se imponen por temor. Sin embargo, su camino
está atravesado por un quiebre en el tiempo histórico, un cambio del tiempo, motivado por
el retorno de la democracia. Se encuentra en otra provincia cuando puede notar en la voz
de Bruno el develamiento de los silencios de años, guardados en tiempos de dictadura:
Bruno y Vivi soportaron en silencio las imposiciones de mutismo impuesto por sus padres.
El temor del tiempo histórico latente influyó en sus disposiciones y los hizo huir de la
verdad, callar, mentir sin escrúpulos. Así, fueron cautivos de los designios paternos, de la
censura y del sistema político de turno que infundía temor a decir la verdad sobre lo
ocurrido con Gabriela:
Este tipo de conciencia autobiográfica del hombre está ligado a la forma estricta de la
metamorfosis mitológica. En su base está el cronotopo “el camino de la vida del que
busca el verdadero conocimiento”. El camino pasa por la ignorancia segura de sí, por el
escepticismo autocrítico y el autoconocimiento, hacia el conocimiento auténtico. (TEN, p.
283)
Me basta un momento para desplegar la historia, unir cada secuencia. Hilvanar cada una
de las cuentas del collar. Ahora las preguntas comenzarán a responderse. Me mira sin
asombro, con esos ojos negros. De paloma. Apacibles. Avisados. De quien ha estado
esperando que la encontrara. (C, pp. 157-158)
Finalmente, todos los caminos coexistentes culminan en este encuentro, se funden. Marcela
encontró la pieza que le faltaba a la historia, la última del rompecabezas.
En el camino de Gaby, toma la voz el narrador omnisciente que nos permite conocer su
tortuoso destino y se hace presente a través de un estilo indirecto libre. Desde el momento
del secuestro sabemos cómo sucede, dónde, la manera en que fue realizado, dónde la lleva,
lo que ella siente, lo que piensa, lo que escucha, la distancia que recorre, sabemos cómo la
golpea y abusa de ella, cómo siente su embarazo, el parto y la agonía hasta su muerte.
La voz de Marcela surge en primera persona, con un estilo indirecto. Ella introduce una
multiplicidad de enunciados dados en los diferentes contextos y situaciones que atraviesa
en el camino de búsqueda de Gaby. Narra los sucesos desde la desaparición de su hermana
hasta el encuentro con Paula. A través de ella conocemos sobre los dichos de los padres, de
los amigos de Gabriela, de la esposa del oficial, de la voz del secuestrador cuando da a
conocer la carta que la lleva a Paula, de la voz de los empleados de las instituciones, de
las madres de los amigos y de los conocidos en general.
Vemos, entonces, cómo las voces silenciadas por los diferentes imaginarios sociales del
contexto histórico finalmente surgen a través de la voz de Marcela, quien mediante sus
enunciados pone en escena la subjetividad de las distintas perspectivas sobre la
desaparición de Gaby y su juicio de valor; y permite así esclarecer y darle sentido a la
historia.
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CONSIDERACIONES FINALES
Uno de los espacios de mayor relevancia en el camino emprendido por Gabriela, fue el
cronotopo del cuarto, lugar donde se dan los nudos argumentales de mayor intensidad
porque es donde el secuestrador la mantiene cautiva. A consecuencia del encierro, ella
comienza a conocer el mundo a partir del imaginario que puede elaborar desde los dichos
del secuestrador porque es la única voz que le llega desde el exterior. Entonces, ya vencida,
sola y agobiada, se convence que ya nadie la buscará; pero, aun así, no deja de intentar
escapar hasta el final de sus días. Es cautiva físicamente de las torturas propinadas y del
imaginario elaborado por el captor sobre el futuro planeado para ellos y la cuestión de la
desaparición. El contexto histórico en el que se produce el hecho del secuestro permite
aseverar que ante una situación de esas características, nadie desconfiaría de un Suboficial
de Gendarmería debido al poder investido. A su vez, la figura de desaparecido los llevaba,
en el imaginario social, a la sospecha de haber cometido actos subversivos; en
consecuencia, nadie buscará a Gabriela, nadie desafiará al poder de turno, y a raíz de esto,
es cautiva de la impunidad e inoperancia existente.
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En el camino de Marcela y de los padres podemos ver cómo se perciben los efectos del
imaginario social en la época del terrorismo de Estado. En consecuencia, la impunidad del
accionar del personal instituido, la inoperancia institucional en la falta de búsqueda, el
silencio instaurado por el temor a la represión y a la desaparición hizo que queden vedadas
ciertas verdades fundamentales para la búsqueda a tiempo y, en consecuencia, Gabriela
muere en cautiverio. Ellos son cautivos de la inoperancia del sistema en coherencia con el
contexto histórico imperante.
Cuando Marcela traspasa la frontera y arriba a otra provincia, descubre otra versión de los
sucesos en la voz de los amigos de su hermana. Esto coincide con el retorno a la
democracia. Ella ve liberado su camino de búsqueda, encuentra la posibilidad de hilvanar
la verdadera historia silenciada por el temor, que los había mantenido cautivos por largo
tiempo. De esta manera puede desenredar su camino, devolverle la libertad a Gaby y Paula
y cerrar esta fatídica historia.
obra, incidiendo en las diferentes acciones e inacciones, en las voces y silencios que
impiden la búsqueda efectiva y consecuente aparición de Gabriela.
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