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La Palabra de Dios nos ilumina con su claridad insuperable, incluso más que los

días soleados que hemos vivido. El joven Jeremías, es un joven de quien habla la
primera lectura, nos recuerda el don maravilloso de la vida, y todavía más maravilloso
el don de la vocación.
¿Desde cuándo nos conoce Dios? ¿Desde cuándo me conoces Señor? Si a Él le
pertenece la vida, él nos conoce desde la eternidad. Por eso le dice a Jeremías, antes de
que te formara en el vientre de tu madre, yo ya te conocía; antes de que salieras del
vientre materno, te destiné a una misión, te consagré. Y efectivamente N., del mismo
modo Dios actúa contigo y con cada uno de nosotros: nos conoce desde siempre; es una
maravilla inefable el que hoy podemos ver cómo se va gestando la vida humana en el
vientre de una mamá…; Él nos consagra y nos destina a una misión en el mundo: la
misión de ser felices y ser motivo y causa de felicidad para los demás.
Y es curioso que Jeremías, no obstante que escuche que Dios te ha conocido
desde la eternidad y que él le ha consagrado, presenta objeciones: “Señor, no se hablar;
soy un muchacho”. Ante el panorama de la propia vida, que es maravilloso y
prometedor, o tal vez exigente y desafiante, nos puede venir la tentación de presentar
nuestras objeciones y excusas: “es que soy muy joven”, “es que en realidad no sé si es
lo que quiero”; “es que mis papás no me comprenden”, “es que está bien aburrido” … y
así al infinito. Y Dios nos dice: “nada de eso, basta de excusas”. ¡Confía! Harás lo que
yo te mande; yo estoy contigo.
N. en tu hermosa juventud, al sentirte quizás con poca experiencia, es probable
que de pronto ante lo maravilloso y desafiante que puede ser la vida, ante los retos y
oportunidades que se presentan en el transcurso de la existencia, lo más fácil sea
presentar pretextos. “Es que no puedo”, “es que está muy difícil”, “es que no me gusta”.
Hoy te acompañan tus papás, tus abuelitos, tus tías, primos y muchas otras personas que
también tuvieron la tentación de ofrecerle sus pretextos al Señor, pero que en un
determinado momento de la vida dijeron: “cuenta conmigo”; “no sé cómo le voy hacer,
pero aquí estoy”. Esa es la actitud bonita que Dios quiere de ti, que le digas: “Señor yo
sé que es difícil, que es complicado, pero cuenta conmigo”. “Aquí estoy”.
El Señor le asegura al joven Jeremías que no lo va a dejar sólo: “pongo mis
palabras en tu boca…”. Él sabe bien lo que nos hace falta, y por eso nos da lo que
necesitamos, no más, pero tampoco menos, lo justo. Eso no le privó a Jeremías de pasar
por tribulaciones y desprecios; pero Quien le llamó no le deja solo. Así también el día
de hoy, Dios te llama y además te regala lo necesario para que respondas generosamente
a tu vocación. Te invito N. para que hagas un recuento de cada una de las cosas que
hasta el día de hoy Dios te ha regalado… ¡Cuántas bendiciones! Ellas son para enfrentar
la vida que tienes por delante; hoy el Señor te dice: “Mira que hoy pongo mis palabras
en tus labios”; “hoy pongo en tu vida aquello que te hace falta para que le respondas”.
¿Y cómo responderle? El pasaje del evangelio nos habla de dos hermanas Martha y
María: una que está limpiando la casa y la otra que está atenta al escucha del señor.
¿Cómo responderle a Dios? Las dos cosas son importantes tener la casa limpia y estar a
la escucha de Dios, por esto te invitó que el día de hoy debes de esperar todo a su
tiempo porque en esta vida hay tiempo para todo, para jugar, salir con amigos, escuchar
música, ver las series que te gusten, hablar por teléfono, tomarte fotos, etc. Pero sobre
todo en el mundo de hoy una joven ha de prevenirse tomando decisiones valientes;
decisiones que son bien pensadas y valoradas. Para ello, una joven o un joven:

 Debe aprender a escuchar a los demás –dejarse acompañar-;


 Aprende a discernir, es decir, sabe distinguir cuándo una algo viene de Dios y no
del propio egoísmo o, incluso, del diablo;
 Aprende que la vida es más bonita cuando se comparte y se pone al servicio de
los demás;
 Aprende a reconocer que cada cosa tiene un tiempo conveniente, y refrena sus
ímpetus de juventud porque desea algo mejor para su vida;
 Aprende a ver la vida con esperanza; y se plantea grandes ideales, luchando por
conseguirlos;
 Aprende a valorar a los demás, a respetarlos y saber que a cada quien le toca
vivir su propia vida y que yo no puedo imponerles nada;
 Aprende a relacionarse con Dios de una forma diferente, con consciencia, con
libertad, de manera comprometida; la fe heredada por los papás, ahora se vuelve
una opción y una convicción;
 Aprende a seguir a Jesucristo como un discípulo convencido, valiente; y está
dispuesto a seguirle conociendo: en la oración, en la lectura de la Biblia, y en la
meditación;
 Aprende a diseñar un proyecto de vida, a darle propósito y sentido a la
existencia; sabe que lo mejor se va consiguiendo con esfuerzo, trabajo,
dedicación; con honorabilidad.
 Aprender a relacionarse con la Virgen María como una madre amorosa y a ella
acude en cada momento, especialmente en la toma de decisiones que afectan lo
más importante de la vida.
A la Virgen María le pedimos que te acompañe, que ella sea modelo de tu ser mujer
joven, llena de vida y esperanza. Nosotros rezaremos a Dios para que así sea.

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