La educación cristiana en la Edad Media se caracterizó por la influencia
dominante de la Iglesia en la transmisión y configuración del conocimiento. Aunque tradicionalmente se ha asociado este período con oscuridad y teocentrismo, fue un tiempo de desarrollo social, cultural y legal significativo en Europa. La sociedad medieval estaba marcada por una estructura jerárquica, con la nobleza y el clero en la cúspide, seguidos por los caballeros y terratenientes, y finalmente el pueblo. La vida urbana experimentó un renacimiento en la Baja Edad Media, dando lugar a la aparición de la burguesía y nuevas formas de educación urbana.
La Iglesia desempeñó un papel central en la educación, con el latín como
idioma principal y la teología como disciplina destacada. La pedagogía medieval se centraba en la búsqueda de la santidad y la restauración de la humanidad a través del entendimiento, la virtud y la gracia divina. La escolástica, que combinaba fe y razón, fue la corriente intelectual dominante, destacando figuras como San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
La educación medieval se adaptaba a diferentes estamentos sociales y
géneros, desde la formación eclesiástica hasta la secular, dividida en educación noble, popular y laica. Las escuelas variaban en niveles y se impartían en distintas instituciones, desde monasterios hasta universidades. La formación se enfocaba en la moralidad religiosa, aunque también se incluían las artes liberales, como la gramática, la retórica, la dialéctica, la aritmética, la geometría, la astronomía y la música.
A lo largo de la Edad Media, hubo periodos de esplendor cultural, como el
renacimiento carolingio y la revitalización del conocimiento en las universidades. San Agustín fue una figura central en el desarrollo de la literatura pedagógica, enfocada en la imitación de Cristo y la importancia del maestro en la educación, quien debía poseer habilidades mentales, honestidad, conocimiento, elocuencia y habilidades de enseñanza.
La educación medieval cristiana se estructuraba en instituciones tanto
eclesiásticas como seculares. Entre las eclesiásticas destacaban las escuelas monásticas, catedralicias y parroquiales. Las monásticas, dirigidas por monjes, enfatizaban la formación religiosa y las artes liberales. Las catedralicias formaban al clero diocesano y las parroquiales eran las más antiguas, destinadas a la educación elemental en zonas rurales. En cuanto a la educación secular, se dividía en caballeresca y popular. La caballeresca estaba dirigida a nobles y se enfocaba en la formación cortesana y caballeresca, mientras que la popular atendía a siervos, artesanos y comerciantes, proporcionando formación profesional.
Las universidades también jugaron un papel importante, destacando las de
París, Bolonia y Oxford. Ofrecían autonomía académica y privilegios especiales a sus miembros, y se estructuraban en facultades que abarcaban diversas áreas del conocimiento.
En el siglo XV, el surgimiento del humanismo marcó un cambio en la
educación medieval, promoviendo una visión más centrada en el ser humano y dando paso a nuevas sensibilidades educativas. Surgieron colegios universitarios y escuelas elementales en lengua vernácula, marcando el inicio de la transición hacia el modelo educativo moderno.