Canedo, M. (Comp.) Poderes Intermedios en La Frontera. Buenos Aires, Siglos Xviii-Xix

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Canedo, M. (comp.) Poderes intermedios en la frontera. Buenos Aires, siglos


XVIII-XIX

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Mariana Canedo Andrea Reguera


Universidad Nacional de Mar del Plata National University of the Center of the Buenos Aires Province
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Poderes intermedios en la frontera.
Buenos Aires y los “entrerríos”, siglos XVIII-XIX

Mariana Canedo (compiladora)

Grupo de Investigación en Historia Rural Rioplatense (GIHRR-UNMDP) María


Eugenia Alemano- Mariana Canedo- María Fernanda Comas-Antonio Galarza-
Leandro González- César Román.

María Elena Barral (UNLu)- Andrea Reguera (UNICEN)- Guillermo Banzato


(UNLP)

1
*poner en alguna contracara el listado de libros del GIHRR (son 7)

2
Índice

Introducción…………………………………………………………………………………….

Monarquía y élites coloniales: las relaciones de poder en torno a oratorios, solares y “pueblos
de españoles” en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XVIII
Mariana Canedo………………………………………………………………………………..

Construcción de poder en la frontera: el caso del Sargento Mayor Diego Trillo


María Eugenia Alemano………………………………………………………………………..

Agentes del imperio, autoridades locales y trabajo coactivo en el proceso de fundación de


villas. Los “entrerríos” en el último tercio del siglo XVIII.
César Román…………………………………………………………………………………….

De los impuestos coloniales a un “nuevo sistema de rentas”: regulación de la circulación de


mercancías en la campaña porteña desde fines de la colonia hasta principios de los años ´20.
Antonio F. Galarza………………………………………………………………………………

Las moradas de Dios en los pueblos de Buenos Aires. Vecinos y autoridades frente al patronato
(1852-1854)
María Fernanda Comas………………………………………………………………………….

La multiplicidad de la frontera en su dimensión relacional


Andrea Reguera…………………………………………………………………………………

Una historia de los que “están en el medio”: los curas rurales y la política en la diócesis de
Buenos Aires, 1730-1820.
María Elena Barral……………………………………………………………………………….

El poder de los notables en el espacio local del Río de la Plata entre el siglo XVIII y mediados
del XIX
Guillermo Banzato……………………………………………………………………………….

3
Introducción

Las relaciones sociales de poder en la frontera sur, siglos XVIII-XIX


Producto de una confluencia virtuosa de perspectivas historiográficas y de campos afines, hacia
1990 se fueron elaborando importantes cuestionamientos sobre categorías de análisis medulares del
estudio del poder en sociedades de Antiguo Régimen (y coloniales). Así, la concepción de “monarquía
absoluta” como sinónimo de poder total quedó rezagada a la luz de los procesos de negociación dentro
de las sociedades estamentales europeas (Hespanha, A. 1989) o entre las diferentes metrópolis y sus
colonias en América (Greene, J. 1994; Moutoukias, Z. 2000; Fragoso, 2003; entre otros). También,
hallamos las reflexiones en torno a los conceptos de “centro” y “periferia” (Levi, 1985), o al abusivo
uso de la categoría Estado para analizar sociedades de Antiguo Régimen o coloniales (Hespanha, A.
1989; Clavero, B, 1993), que constituyen algunos ejemplos que inquietaron positivamente los
argumentos vigentes en ese entonces sobre las relaciones de poder y las características de las propias
sociedades. Y lo siguen haciendo.
Hace unos diez años, Darío Barriera llamaba la atención sobre el escaso desarrollo que el
estudio de la dimensión del poder político en la historia colonial temprana de la región rioplatense
había alcanzado por ese entonces. Además de presentar una interesante reconstrucción de las
trayectorias historiográficas dominadas por las perspectivas “institucionalistas” e “historicistas” y
complementadas por algunos oasis renovadores, señalaba que una de las limitaciones para avanzar
sobre la problemática era no haber podido abordarla más allá del corsé de la historia del Estado (del
estado-nación). (Barriera, 2003) Los nuevos estados de la cuestión muestran, que si bien los siglos
XVI y XVII siguen quedando rezagados en cantidad de producción, ha habido cambios importantes
desde entonces. Se ha avanzado en la delimitación de las problemáticas, con diálogos historiográficos
que han abiertos distintas líneas de investigación -algunas que corren todavía paralelas entre sí-, que
tienden a ser pensadas en periodizaciones amplias que fundamentalmente abordan las últimas décadas
del siglo XVIII y avanzan sobre gran parte del siglo XIX.1

1
Una muestra del avance historiográfico sobre enfoques de historia política para la región rioplatense producido en esta
última década, es la dificultad de seleccionar la bibliografía para esta introducción. Una decisión tomada fue evitar la
producción historiográfica específicamente referida a la ruptura del vinculo colonial que ha tenido una gran eclosión en
torno al 2010, salvo que el trabajo abordara reflexiones más amplias sobre enfoques de la historia política. Sin dejar de
valorar los aportes de esta línea de trabajos, tuvimos en cuenta que la compilación que presentamos no recoge esta
problemática más que muy parcialmente. Por el objetivo específico de este apartado optamos por acudir a estados de la
cuestión o introducciones de libros o dossiers, incluyendo también algunos autores representativos de distintas corrientes.
Somos concientes que podríamos incorporar la producción de más colegas, aunque esto excedería el sentido de estas líneas.

4
Los trabajos reunidos en este volumen constituyen una muestra, entre otras posibles, de la
diversidad de relaciones sociales y de mecanismos utilizados en la construcción de poder, que se puso
en práctica durante el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX en una zona de frontera, como lo
fue la cambiante jurisdicción de Buenos Aires durante ese período. Ellos evidencian formas situadas de
ejercicio del poder como parte de las relaciones generadas en la determinación de las sedes de las
primeras parroquias rurales, los fortines, la conformación de los pueblos o la fundación de villas, en el
comercio rural, la milicia, los intentos de regulación de las actividades por parte de los gobiernos.
Las descripciones de los casos se encuentran alejadas de poder enunciarse en términos de la
obediencia y el mando. Sin embargo, esto ya no resulta sorprendente. Por un lado, porque los avances
aludidos sobre la conceptualización del poder y sus prácticas como relaciones sociales han mostrado la
complejidad en los deferentes procesos históricos y, por otro, porque particularmente los conocimientos
con que contamos sobre las características del mundo rural en Buenos Aires han puesto en evidencia
una sociedad que en su proceso de conformación forjó, y sostuvo, practicas económicas, sociales,
políticas más flexibles, abiertas y, relativamente, más autónomas de lo que se podría suponer, aunque
éstas no estuvieran carentes de conflictos.2
Los poderes aquí ejemplificados, y que hemos denominado intermedios, comparten la
característica de ser negociados, cuestionados, consensuados, resistidos, mediatizados, o alcanzar
diferentes manifestaciones de conflicto, y de hacerlo entre diferentes sectores de las sociedades
hispanoamericanas del periodo colonial y de gran parte del siglo XIX. Los capítulos del presente
volumen hacen referencias a sectores de la elite, a quienes ocuparon cargos militares, representantes de
la monarquía y la iglesia católica, a los poderes locales y autoridades provinciales, entre otros. Pese a lo
que se podría suponer por tratarse de una zona de frontera, los trabajos que presentamos no hacen foco
en las relaciones interétnicas, aunque ellas atraviesan la mayoría de los capítulos. El conocimiento
actual sobre las relaciones interétnicas han posibilitado que nos distanciemos de las imágenes donde el
poder se concentraba en los enfrentamientos dicotómicos “hispanocriollos-indios” que cruzaban las
“líneas” de frontera para dar lugar a un abanico de interacciones complejas dentro de los propios

2
Abundan los buenos artículos y libros que desarrollan las características de Buenos Aires y la forma en que las
investigaciones fueron revirtiendo una visión centrada en el estanciero terrateniente y el gaucho. Resulta interesante señalar
que, si bien hubo diferencias entre las zonas, los trabajos de Ana Frega sobre la Banda Oriental y de Helen Osorio, sobre
Río Grande han mostrado más comportamientos compartidos en las sociedades con la de la campaña de Buenos Aires, de lo
que se solía pensar unas décadas atrás. (Frega, 2007; Osorio, 2007)

5
territorios de las diferentes y cambiantes sociedades.3 Las relaciones de frontera formaron parte,
modelaron, las características de la propia jurisdicción de Buenos Aires en todo su territorio.

Poderes intermedios en la frontera es una compilación que incluye trabajos de Fernanda


Comas, Eugenia Alemano, Antonio Galarza, César Román, y Mariana Canedo, graduados, becarios,
docentes, investigadores de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata,
y en algunos casos del CONICET, todos integrantes del Grupo de Investigación en Historia Rural
Rioplatense (GIHRR), al igual que Leandro González. Los capítulos son parte de las investigaciones
llevadas a cabo dentro del proyecto denominado “Relaciones sociales de poder y los pueblos agrarios
entre el virreinato y los estados provinciales. Acuerdos y conflictos”, radicado por el GIHRR, en la
Facultad de Humanidades, de la Universidad Nacional de Mar del Plata, periodo 2010-2011.
En esta oportunidad han sido invitados a formar parte en la compilación María Elena Barral, de
la Universidad Nacional de Luján, Andrea Reguera de la Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires (sede en Tandil), y Guillermo Banzato de la Universidad Nacional de La
Plata, todos ellos investigadores del CONICET. Estos tres colegas han acompañado al GIHRR en
distintos períodos desde su conformación en 1994, pero particularmente en estos últimos años han
actuado como co-directores de beca y en algunos casos de tesis de licenciatura y doctorado de algunos
de sus integrantes. En esta oportunidad, se han hecho presente a través de comunicaciones sobre
problemáticas que atraviesan los capítulos de la compilación, y con comentarios a las versiones
preliminares de los trabajos. Nuestro agradecimiento a cada uno de ellos.

Yendo a los trabajos compilados, señalemos que Canedo, Alemano y Román abordan algunas
formas en que representantes de los poderes intermedios los ejercieron durante el siglo XVIII en
Buenos Aires (cabe adelantar que los “entrerríos” también formaban parte por ese siglo de la
jurisdicción porteña. El trabajo de Mariana Canedo, siguiendo un criterio cronológico, se denomina
“Monarquía y élites coloniales: las relaciones de poder en torno a oratorios, solares y “pueblos de
españoles” en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XVIII”.
En el contexto propio de Buenos Aires durante la primera mitad de la centuria - crecimiento
poblacional y territorial todavía acotado y sin las transformaciones que erigirán a la ciudad como
capital de un nuevo virreinato-, se analizan relaciones de poder vinculadas a mecanismos sociales que

3
Las relaciones de frontera se presentan, de distintas formas, en la mayoría de los trabajos de la compilación, y
particularmente en el trabajo de Andrea Reguera “La multiplicidad de la frontera en su dimensión relacional”, por lo que
obviamos las referencias historiográficas.

6
aseguraban la lealtad y la recompensa necesaria al funcionamiento del sistema colonial. Los acuerdos
en torno al establecimiento de sedes de parroquias en oratorios particulares, la distribución de los
primeros solares, y el proyecto de un “pueblo de españoles”, al ser abordados en tanto relaciones de
poder entabladas por un sector de la élite de Buenos Aires, y no como simples acontecimientos dados,
permiten una mayor comprensión de los objetivos y lógicas de los protagonistas. El trabajo demuestra
que los casos analizados no estuvieron exentos de tensiones y conflictos, y tampoco fueron
incondicionales pese a estar entablados con representantes de la Monarquía católica.
Los emprendimientos se realizaron con el sostén económico propio de cada patrón e implicaron
por parte de ellos el mantenimiento de aspectos materiales del culto o determinados requisitos para el
proyecto del pueblo. A su vez, el principio del “bien común” se enunció como fundamento de los
servicios personales ofrecidos a la Corona, aun con todos los reparos, dilaciones y conflictos que se
señalan, y se integró a la compleja red de relaciones de poder entre individuos con distintos lazos entre
sí que incluían y sostenían a la monarquía en la región.
En “Construcción de poder en la frontera: el caso del Sargento Mayor Diego Trillo”, Eugenia
Alemano analiza cómo a partir de “la articulación mercantil y política de la frontera sur del imperio
español en la segunda mitad del siglo XVIII se generaron oportunidades que pudieron ser aprovechadas
por determinados actores sociales para construir poder político, con procesos recíprocos de
acumulación económica y reconocimiento social”.4 En efecto, el estudio del abanico de las actividades
emprendidas y los lazos sociales y políticos logrados por Diego Trillo vinculados a la instalación de
pulperías, producción agropecuaria, expediciones a las Salinas, el comercio con carretas, ser elegido y
asumir el cargo de Alcalde de la Santa Hermandad, ejercer como Sargento Mayor de milicias,
participar en el Gremio de Hacendados, entre otros, ejemplifica claramente las posibilidades de las
relaciones de frontera y las capacidades de algunos hombres para aprovecharlas, aunque nuevamente
no sin dificultades o conflictos.
El trabajo tiene un adicional que dista mucho de ser casual: pivotea desde un territorio
(Pergamino, Arrecifes, Rojas) que solemos denominar para el siglo XVIII la frontera norte de la
campaña, aunque se encuentre inserta en la frontera sur del imperio español, que todavía ha sido poco
valorado por la historiografía. Esta zona presentaba características territoriales propias como, por
ejemplo, combinar un poblamiento relativamente temprano para la campaña de Buenos Aires en el
siglo XVIII con una situación de frontera –con las sociedades indígenas y también con otras
jurisdicciones- que se prolonga en el tiempo como pocas en la región; o su composición

4
El artículo forma parte de la tesis de Licenciatura presentada por Alemano en la Facultad de Humanidades de la UNMDP.

7
geomorfológica que aúna capas excepcionales de humus con los arroyos y elevaciones propias de la
pampa ondulada que posibilitaron la riqueza en la producción agrícolo-ganadera, junto con su inserción
en las vías mercantiles que podían extenderse de un océano al otro o vincularse con la atracción de
productos que generaba Potosí y sus puntos intermedios. Esta dinámica excepcional de la zona resultó
proclive a la construcción de poder económico, social y político en el siglo XVIII, como bien lo
demuestra el trabajo a través del caso de Diego Trillo, pero indudablemente continuará en el tiempo
manteniendo sus particularidades que esperan ser profundizadas.
Un buen ejemplo de que los estudios de casos no pueden hacernos olvidar de los procesos y
contextos mayores, resulta ser el capítulo de César Román “Agentes del Imperio y notables locales en
el proceso de fundación de villas. Los ´ entrerríos´ en el último tercio del siglo XVIII.”5
Efectivamente, el caso de Tomás de Rocamora y la fundación de villas en los “entrerríos” en la década
de 1780 nos recuerda que la amplitud de la frontera sur se extendía en su parte oriental también con los
portugueses (y dadas las características del comercio por el Río de la Plata con otros europeos).
La presencia portuguesa en el Río de la Plata arrastraba una historia de vínculos de índole
mercantil no exenta de complejidad. La instauración de Colonia de Sacramento desde 1680 había
constituido, si bien con algunos desalojos intermitentes, un enclave lusitano de gran importancia que
hacía confluir intereses de los particulares con los de la monarquía portuguesa. (Tejerina, 2009) Por
otro lado, la progresiva expansión de los portugueses sobre territorios del actual Estado de Río Grande
do Sul se había dado sobre la base de un movimiento perenne que parecía querer alcanzar el Río
Uruguay y el Rio de la Plata, y que no se detuvo aun con la restauración de la corona portuguesa.6 Los
pueblos guaraníes, las tierras sin ocupación estable por pare de la corona española siguieron siendo
apetecibles para los bandeirantes y los colonos luso-brasileños que avanzaron con la ocupación y
producción en algunas zonas. El propio Tomás Rocamora desde los entrerríos le señalaría al virrey
Vertiz que la presencia lusitana no se detenía y era vista como una amenaza para la frontera borbónica.
Junto a esta mirada amplia de la frontera, la contextualización se hace necesaria para explicar
las fundaciones de las villas en los entrerríos. El trabajo de Román –y también el de Barral- muestran
las singularidades del caso de los entrerríos más vinculado por algunas características con el proceso de
la Banda Oriental cercana. En el capítulo se recuperan componentes clásicos del proceso de fundación
de las villas, o más vinculados a las reglamentaciones existentes, como los actos de fundación, la
5
El capítulo es una versión preliminar de parte de la tesis de Maestría de Román en etapa final de redacción.
6
En la dinámica de conformación de la frontera con los portugueses, el tratado de Madrid firmado entre las coronas ibéricas
en 1750 con el objetivo de actualizar los límites de sus posesiones en Asía y América condensó la encrucijada en que se
encontraba inmersa España en relación con los otros imperios coloniales europeos y sus propias colonias. En 1761 otro
tratado lo anulará y a sus permutas territoriales, aunque no así a la guerra que había enfrentado –con miles de muertos- a los
pueblos misiones con los ejércitos de España y Portugal entre 1752 y 1756. (Quarleri, Lía, 2009).

8
elaboración de trazas, la instauración de cabildos, y la intención de distribuir los solares. Pero también
se avanza, y de esto conocemos mucho menos, en los mecanismos empleados para la realización de los
mismos: en las prácticas de poder –y no solo simbólico- que ejerció Tomás Rocamora al emprenderlos.
Los indicios encontrados abarcan desde cómo conseguir fuerza de trabajo y recursos para la
construcción material de las villas hasta los apoyos de Sobremonte y del propio Vertiz (aunque las
diferentes perspectivas están presentes, por ejemplo, en la forma de “elección” de las primeras
autoridades del cabildo). El accionar de Rocamora no dejará de ser conflictivo.
Hasta hace pocos años, el estudio de la fiscalidad interna de las formaciones estatales ocupaba
un lugar marginal en la historiografía del siglo XIX, eclipsada por la centralidad del comercio externo
para las arcas fiscales. La nueva atención puesta en ella ha permitido, entre distintos enfoques, abrir la
mirada a las relaciones de poder que se pusieron en juego tras las políticas fiscales. Antonio Galarza lo
ejemplifica en “De los impuestos coloniales a un “nuevo sistema de rentas”: regulación de la
circulación de mercancías en la campaña porteña desde fines de la colonia hasta principios de los años
´20“.7
En un contexto convulsionado por la ruptura del vínculo colonial, los intentos de
consolidación de un “poder central”, y la guerra con sus consecuentes presiones sobre los recursos, el
cobro de impuestos resulto un desafío para los nuevos gobiernos. ¿Qué cambios se produjeron en
relación al cobro a las actividades comerciales en el Río de la Plata? El trabajo de Galarza especifica
las continuidades encontradas con las últimas décadas del período colonial, que fueron
complementadas con contribuciones extraordinarias dada la nueva coyuntura. Sin embargo, los
gobiernos buscaron en determinados contextos cumplir más de un objetivo a través del cobro de
impuestos. A partir del caso de Chascomús, un partido con orientación ganadera de la frontera sur de
Buenos Aires, Galarza complejiza el estudio de los cambios administrativos y fiscales propuestos para
diversificar los ingresos del fisco por el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Rivadavia a
principios de 1820, considerando que con dichas medidas también se buscaba controlar el contrabando,
y la consolidación de la propiedad particular.
Los aumentos de los precios del ganado vacuno, y de la demanda de productos pecuarios
para el abasto hacen comprensible que los intentos de regulación por parte del gobierno de la
circulación ganadera y el comercio al interior de la campaña adquirieran una renovada importancia. Sin
embargo, como bien muestra el capítulo, las resistencias encontradas a los cambios y las limitaciones
gubernamentales no fueron menores.

7
El capítulo es una versión preliminar de parte de la tesis de doctorado de Galarza, ya presentada para su defensa.

9
Los años inmediatos que siguieron a la batalla de Caseros (1852), donde se plasmó la
derrota del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, fueron años de transición. En ellos se
pusieron en evidencia la vigencia de prácticas que venían utilizándose por lo menos durante la primera
mitad del siglo, junto con los indicios de transformaciones. Fernanda Comas en “Las moradas de Dios
en los pueblos de Buenos Aires. Vecinos y autoridades frente al patronato (1852-1854)” se centra en
los dos primeros años que van de Caseros a la formalización del Estado de Buenos Aires a partir de la
sanción su Constitución, que lo declara autónomo.8 Estos dos años, plagados de convulsiones políticas
y situaciones bélicas internas y con la Confederación, fueron también años de proyectos y
construcciones.
Los pueblos rurales de Buenos Aires ocuparon un lugar importante en la dinámica política
de Buenos Aires, y el nuevo gobierno no dejó de tenerlo presente y hacerlo manifiesto. Las reiteradas
visitas que el gobernador electo, acompañado de alguno de sus ministros, realizó a los poblados, o la
legislación específica sancionada hacia los pueblos son ejemplos en este sentido. Esta valoración
política hacia lo que sucedía en los pueblos de campaña y con los poderes locales está también presente
en los años de transición y se evidencia a partir de las gestiones más cotidianas de las variadas
solicitudes que encauzadas por los jueces de paz surgen desde los pueblos. Fernanda Comas analiza las
solicitudes provenientes de los pueblos de la campaña, y las correspondientes respuestas, relativas al
arreglo y/o construcción de templos y cementerios. Esto le permite avanzar por lo menos en tres líneas:
las modalidades de instrumentación que generaron los poderes locales y el gobierno provincial para
proyectos que necesitaron recursos económicos para emprenderse, la situación de la Iglesia católica en
los ámbitos locales (desde un punto de vista edilicio pero también como generadora de consensos por
lo menos para este tipo de emprendimientos), y ejemplifica una forma de ejercicio del patronato por
parte del gobierno de Buenos Aires.
Comas argumenta que la mayor intervención de los gobiernos tras Caseros en los aspectos
materiales y espirituales de la Iglesia católica en el marco del ejercicio del patronato, estuvieron en
interacción con los pedidos y tensiones planteados por la Iglesia en los pueblos de campaña, que de
este modo negociaron los alcances y las posibilidades de esta intervención. El trabajo muestra, al
mismo tiempo, que la recaudación de fondos de los emprendimientos, autorizada en cada oportunidad
por el gobierno de Buenos Aires, se realizó a partir de una importante participación de los vecinos a
partir de suscripciones, donaciones (dinero o bienes como fanegas de trigo, vacas y caballos, cueros),
limosnas, la ventas de bienes propios de la Iglesia (terrenos y casas), impulsados por los curas y los

8
El capítulo de Comas forma parte de su tesis de Licenciatura en curso.

10
jueces de paz. A estas prácticas de larga data en los ámbitos locales y regionales, que continuarán
estando vigentes, se les sumaban algunos “auxilios” en dinero por parte del gobierno que
correspondieron a una parte de lo previamente presupuestado para las obras.

Las líneas y problemáticas abordadas en los capítulos permiten rastrear hilos de continuidad en
la lectura, que han permitido a nuestros colegas invitados seleccionar alguno de ellos para aportarnos su
reflexión. La “multiplicidad de la frontera”, como sintetiza adecuadamente Andrea Reguera al
considerar los desafíos interpretativos que, como tema, la frontera generó a las ciencias sociales y
también por la multiplicidad de dimensiones que admite su estudio.
Considerando la importancia del ángulo de observación en la manifestación de la compleja
diversidad, Andrea se centra en “la dimensión relacional de la frontera, que plantea el delicado
equilibrio entre lo social y lo individual, vinculada al estado que fija límites y al espacio donde se
establecen las instituciones y actúan las interrelaciones, a fin de analizar la dinámica capacidad de
reproducción y transformación de la sociedad”. Realiza un recorrido historiográfico donde “es posible
encontrar una consecuente continuidad cual es la de considerar su especificidad más por la negativa
que por la afirmativa”. Considera, también, la obligada referencia a Turner, para focalizar las
motivaciones para el estudio de la frontera en la Argentina, y el movimiento de expansión de la frontera
en la pampa bonaerense.
María Elena Barral argumenta en “Una historia de los que “están en el medio”: los curas rurales
y la política en la diócesis de Buenos Aires, 1730-1820”, las posibilidades de una línea de indagación
sobre las formas de mantenimiento y ejercicio del poder y la autoridad a partir de la perspectiva del
estudio de las mediaciones personales concretas. Líderes comunitarios imbuidos de asuntos locales y
regionales que establecen vínculos con los centros más grandes, incluyendo la negociación y el
conflicto. Sus preguntas, vale la pena adelantarlas, sirven de guía y orientan sobre las posibilidades de
este tipo de estudio: ¿cómo y cuándo construyeron su influencia cada mediador?, ¿a través de qué
posiciones sociales e institucionales?, ¿en qué contextos locales cobraba relevancia el accionar de los
mediadores?, ¿de qué manera establecían los enlaces entre los distintos terrenos y niveles políticos?,
¿qué circunstancias colaboraron en la alteración de esa influencia?, ¿en qué consistió esa alteración?
El estudio del clero como un actor clave para analizar distintas formas de mediación social le
permite considerar las transformaciones que se operaron en sus perfiles y modos de intervención social,
íntimamente ligados a las transformaciones políticas y económicas que experimentaba la región entre el
siglo XVIII y XIX. Los casos señalados varían las formas de tramitar las funciones en correspondencia
con coyunturas políticas y las características de los territorios.
11
Por último, Guillermo Bazanto reflexiona en “El poder de los notables en el espacio local del
Río de la Plata entre el siglo XVIII y mediados del XIX” sobre la base de los capítulos del libro y su
propia investigación. Centra la mirada en quienes fueron autoridades civiles o militares, pero abre las
consideraciones a los diferentes perfiles analizados por la historiografía que permiten considerar
manifestaciones de poder en los ámbitos locales. Banzato avanza en sus reflexiones en la consideración
sobre los límites del poder de las historias exitosas en por lo menos dos sentidos: las resistencias de los
sectores subalternos, y la reproducción social de estas familias. Cómo sintetiza, “las elites y la
notabilidad no son siempre una y la misma, cómo se continúan unas a otras es parte de lo que nos
queda por saber, en estudios de más largo plazo.”
En su conjunto, los trabajos compilados evidencian diversos mecanismos que supone el
ejercicio del poder y la importancia de estudiar los procesos de su conformación en períodos amplios
que integren el desafío de las transformaciones de las bases de legitimación, pero que contemplen, a la
vez, la pervivencia de la dinámica de las relaciones sociales.

Mariana Canedo
Mar del Plata, 2011

12
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14
Monarquía y élites coloniales: las relaciones de poder en torno a oratorios, solares y “pueblos de
españoles” en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XVIII

Mariana Canedo9

“Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento. Francisco de Merlo, Vecino de Esta Ciudad de
Buenos Aires parezco ante V.S. y Digo que yo me hallo con Una hacienda poblada En El pago
de las conchas (…) y deseo en ella para mas servir al Rey, nuestro Señor (Q.D.G.) Poblar Un
Pueblo de españoles (…)”10

El estudio sobre las elites coloniales y su articulación con la monarquía católica en las
sociedades hispanoamericanas ha sido enriquecido, ya hace un tiempo, por distintas líneas
historiográficas que confluyeron en el estudio de las relaciones de poder. Para el contexto de Buenos
Aires colonial, específicamente, se han destacado los desarrollos seguidos por la historia rural, la
historia de la iglesia, la historia de la familia y, más incipientes, la historia de las relaciones sociales de
poder y la historia de las justicias. Servicios, mercedes y fidelidades tanto como parentesco y
patronazgo resultan categorías centrales para la comprensión de las relaciones de poder en las
sociedades coloniales hispanoamericanas, tanto como los estudios sobre los emprendimientos
comerciales y productivos, o el acceso y funcionamiento de los cargos políticos y las milicias.
Desde esta perspectiva es que proponemos analizar cuestiones que habrían formado parte de la
matriz de la “fundación” de los pueblos de la jurisdicción de Buenos Aires durante el periodo colonial,
según suele considerarse. Los casos elegidos se refieren al establecimiento de sedes de parroquias en
oratorios particulares, la distribución de los primeros solares, y el proyecto de un “pueblo de españoles”
durante la primera mitad del siglo XVIII. Los mismos permiten incorporar nuevos ejemplos sobre las
formas de manifestación de las relaciones entre sectores de la élite regional con la monarquía, o sus
representantes, en un contexto específico, pero además proporcionan una mirada diferente sobre la
conformación de los pueblos rurales.11 Consideramos que los casos seleccionados constituyen
servicios personales a la Corona, vinculados a mecanismos sociales que aseguraban la lealtad y la
recompensa necesaria al funcionamiento del sistema colonial, que no estaba exento de tensiones y
conflictos.
Tres partes conforman el capítulo: la caracterización de Ruiz de Arellano, Francisco de Merlo,
Francisco Casco Mendoza y Rafael de Aguiar como integrantes de la élite de Buenos Aires; el análisis

9
Investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Integrante del Grupo de
Investigaciones en Historia Rural Rioplatense (GIHRR)
10
Citado por Torre Revello, José, 1932.
11
Sobre la historia de los pueblos como historia local Canedo, M., 2006; Barriera, D., 2002.

15
de las tensiones e implicancias generadas en el establecimiento de sedes parroquiales en la campaña de
Buenos Aires hacia 1730, y la posterior viceparroquia de los Arroyos; y, algunas características del
reparto de solares en algunos pueblos.

Las elites locales en Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XVIII

Durante la primera mitad del siglo XVIII, Buenos Aires presentaba características particulares en el
contexto del “reformismo borbónico tímido”, al decir de Pietschmann para referirse al periodo previo a
las ordenanzas y medidas formuladas de manera más intensa por la Corona para Hispanoamérica.
(Pitschmann, 1994, pp.92-93). En la ciudad y puerto de Buenos Aires se fue haciendo más notorio que
la población, calculada en unos 7000 habitantes hacia fines del siglo XVII según Besio Moreno,
comenzaba a aumentar el ritmo de crecimiento. La dinámica de las migraciones de familias y hombres
solos provenientes de otras zonas del Virreinato del Perú, influía también en el asentamiento de
labradores y pastores fundamentalmente en el hinterland de la ciudad y al norte de la campaña.
La caída de los precios de los productos agrarios vinculada con la producción minera en Potosí que
se manifestó desde fines del siglo XVII y hasta la década de 1740, no detuvo al crecimiento de la
producción en la campaña. La creciente población a alimentar, sumada a la extinción de ganado
semisalvaje por esas décadas, generaron mayores incentivos para la producción vacuna y mular
orientada al aprovisionamiento del gran mercado altoperuano y otros intermedios, así como de
producción agrícola para alimentos. Por esas décadas, los embates guaycurúes desde el Chaco
fustigaron a las poblaciones de su entorno. Hacia 1730, la situación en Córdoba aparece tanto “en la
crónica de las autoridades civiles como religiosas como catastróficas” (Arcondo, 1989, p. 9); en Santa
Fe, un período de sequías y plagas, influyeron en la emigración de familias hacia la campaña porteña
lindera.(Socolow, 1987; Garavaglia, 1989 ; Canedo, 1989); y las revueltas comuneras en el Paraguay
(Garavaglia, 1983), generaron un complejo panorama que actuó de manera complementaria para los
procesos migratorios hacia Buenos Aires. A su vez, la dinámica propia de las transformaciones de los
grupos de pampa-patogonia y la puja por el ganado para ser llevado hacia el creciente mercado de
Chile, impulsaron interacciones diversas con la sociedad de Buenos Aires.
En este complejo panorama, las lealtades, alianzas y los lazos familiares permitieron el
establecimiento de vínculos relacionales - verticales y horizontales-, de servicios y de gracias, que
habilitaron a ciertos grupos locales a dominar diversos espacios de poder que imbricaban distintas
actividades comerciales y productivas, cargos institucionales y en las milicias. Desde esta perspectiva
es que señalamos algunas características, en forma resumida siguiendo el objetivo del capítulo, de

16
Josep Francisco de Merlo (1693 -1758), Joseph Ruiz de Arellano (1676? -1752), Francisco de Casco
Mendoza (1660?-1745) y Rafael de Aguiar (1703-1758).12
Las elites hispanoamericanas coloniales se caracterizaron por mostrar la suficiente porosidad
como para incluir entre sus miembros a determinados peninsulares. Tal fue el caso de Joseph Ruiz de
Arellano y Francisco de Merlo, nacidos en la península ibérica en las últimas décadas del siglo XVII.
Ambos llegaron siendo jóvenes a Buenos Aires con sus padres y hermanos, provenientes de la zona de
Navarra y Andalucía, respectivamente. Por su parte, Francisco de Casco Mendoza y Rafael de Aguiar
habían nacido en el Virreinato del Perú. Francisco en la década de 1660 en la ciudad de Buenos Aires 13
mientras que Rafael, el más joven de los cuatro, había nacido en el año 1703 y .provenía de los
“vecinos de Santa Fe” que migraron hacia los Arroyos hacia la década de 1730.
Los cuatro se casaron en Buenos Aires y el matrimonio les permitió incrementar sus relaciones
y bienes de variadas formas. Ruiz de Arellano se casó con Rosa, la única hija del capitán Pedro Giles
de Saavedra, obteniendo además de los siete mil pesos de dote, tropas de ganado vacuno y mular para
ser vendidas en Jujuy.14 Ruiz de Arellano emprendió actividades mercantiles, en diferentes plazas (por
ejemplo, con el Paraguay donde se encontraba radicado su hermano Antonio, quien le giraba carretas
con yerba y arreos). Al morir Rosa, Ruiz de Arellano se casó con una sobrina de ella, Teodora Suero
Giles, no teniendo descendencia con ninguna de ellas.15
Recién llegado a Buenos Aires, Francisco de Merlo contrajo matrimonio con Doña Francisca
del Toro y González Marquina en la Iglesia de la Merced. Tuvieron once hijos. En 1748, luego de
enviudar, contrajo enlace con María Teresa Gamiz de las Cuevas Lasarte, con la que tuvo un hijo.16 A
su vez, Francisco de Casco Mendoza se casó en 1682 con Gregoria Gil Negrete (proveniente de familia
de encomenderos “venidos a menos”) quien fallece poco después. En 1692 se casa con María Gelves
de Castañeda, oriunda de Tucumán, cuyo padre es ubicado como fletador entre Buenos Aires y el
Tucumán. La dote recibida se basó en 200 yeguas baguales y cuatro burros hechores; Francisco Casco

12
La caracterización de los miembros de las élites tiene una larga trayectoria historiográfica para Hispanoamérica, ajustada
según los períodos y regiones. Para Buenos Aires en el siglo XVIII, puede verse entre otros Socolow, S. (1978; 1986);
Gelman, J. (1996); Fradkin, R. (1993); Birocco (1998), Moutoukias (2000)
13
Carlos Birocco ubica a Francisco de Casco Mendoza como formando parte de un “antiguo linaje rioplatense”,
provenientes del Perú, el Paraguay y cuyos antecesores habrían participado en la fundación de Buenos Aires de 1580.
Birocco, C., 2003.
14
AGN, Testamentaría Nº 6251, Inventario de los bienes que quedaron por la muerte de Doña Rosa Giles, año 1737, folio 2.
El monto de la dote puede considerarse relativamente alto en el contexto social de la zona en esa época (Canedo, M., 2006)
15
Desarrollamos un análisis más pormenorizado del caso en Canedo, M. ( 2006).
16
Sobre los hijos e hijas de Merlo y sus casamientos, ver Rodriguez Arauz, 1950, pp.54 a 56. Agradecemos a María Elena
Barral el acceso a este material. Señalamos que de su primer matrimonio su hijo Juan Antonio Valentin fue doctor, cura y
vicario del Curato de Matanza y parte de las Conchas, posiblemente desde 1744, y Pedro Ignacio, escribano. El hijo del
segundo matrimonio, Gregorio Ramón obtuvo el cargo de escribano y notario público de las Indias.

17
Mendoza se incorporó por estos años a la producción de mulas y al transporte del ganado hacia la zona
minera del norte.17
Rafael de Aguiar se casó con Paula Ugarte, una de los nueve hijos del Maestre de Campo Don
Francisco Miguel Ugarte, el único considerado “persona muy hacendada” según el padrón de 1744 en
la costa norte de la campaña, frente al Paraná. Al igual que sus dos hermanas, Paulina recibió como
dote un terreno de dos leguas de frente al Río Paraná y fondo sin definir (generalmente de una legua y
media).18 En las descripciones del terreno aparece “un puerto de embarcaciones” frente al Paraná, un
horno de teja y una huerta. Tuvieron tres hijos, Miguel, Nicolasa y José Rafael.
Desde una etapa temprana de sus vidas, Ruiz de Arellano, Merlo, y Casco Mendoza se
dedicaron al comercio interregional orientado hacia los distintos caminos y mercados que conducían a
Potosí y lo fueron articulando con la producción de ganado mular y vacuno con el mismo fin. Fueron
también adquiriendo tierra en la zona norte de la campaña de Buenos Aires. Sus emprendimientos no se
acabaron aquí: lo encontramos a Ruiz de Arellano construyendo y alquilando casas en la ciudad de
Buenos Aires, a Francisco de Merlo faenando toros montaraces y vendiendo la corambre a los
capitanes de los navíos negreros franceses en las barracas de la Compañía de Guinea (Birocco, C.,
2003, p.27) o arrendando la recaudación del diezmo de granos del distrito de Luján (varios años entre
1707 y 1721) y convertido en recaudador del diezmo de cuatropea (ganado) de la campaña en 1717.
No tenemos demasiada información sobre los vínculos sociales, las actuaciones económicas o
políticas emprendidas por Rafael Aguiar. El padrón de 1744 lo ubica a Aguiar con el “ejercicio” de
“cuidar y gobernar sus haciendas”, siendo considerado “persona hacendada” (solo superado por su
suegro, considerado “persona muy hacendada”. Por la información recabada, pareciera que en la década
de 1740 Aguiar parece haber tenido alguna dificultad económica y tenido que viajar a Buenos Aires.
Contamos con la tasación y partición de bienes de Paula Ugarte de 1759 (Aguiar había fallecido un año
antes, a la edad de cincuenta años). La composición de los bienes muestra un ritmo disminuido en las
actividades productivas, que contrasta con las herramientas y variedad de material reconocido. La
mitad del capital tasado corresponde a la tierra, las dos leguas provenientes de la dote (el total del valor
inventariado es de 5892 pesos plata).19

17
Un análisis más pormenorizado de los Casco Mendoza en Birocco, C. (2003)
18
En 1740 se modificó la ubicación del terreno dado en dote el año anterior a Paula y Francisco Aguiar. AGN, Registro de
Escribano Nº 2, 1738-1742, folio 327 v, y 347 v. ante, justamente, el escribano Francisco Melo. Torre, José de la, 1938
19
El ganado fue valuado en 1759 en 537 p 4r (12% de su capital), tenía 4 esclavos (3 mujeres y un mulatillo) que
representan el 11%. Se destacan para la zona y época, la casa y mobiliario, la ropa y joyas por su composición y diversidad.
Se destaca en el inventario la atahona (350 p) y sus accesorios y herramientas. En 1744 la mano de obra censada en la
unidad encabezada por Aguiar fue de 2 esclavos de 50 y 20 años, un vizcaíno albañil, y un indio “albañil y carpintero”.
Canedo, M. (2000)

18
Ruiz de Arellano, Francisco de Merlo y Casco Mendoza se presentaron en diferentes
documentos como “vecinos” de Buenos Aires. Así, Francisco Casco de Mendoza se identificó en su
testamento de 1737 como “capitán” y “vecino de la ciudad”. Ruiz de Arellano, por su parte,
evidenciaba las implicancias de este vínculo social en la solicitud que realizó en 1740 por una merced
de tierra en las “cabezadas de su estancia” al Gobernador y Capitán General de los Provincias del Río
de la Plata, Don Miguel de Salcedo.

“Don Joseph Ruiz de Arellano, vecino de esta ciudad, y Alcalde Provincial de la Santa Hermandad
de ella, parezco ante V.S. y digo: a más de cuarenta años que me hallo avecindado en esta dicha
ciudad y casado dos veces con nietas de los primeros conquistadores y fundadores de ella, he
servido a S. M. en todas las ocasiones que se han ofrecido y especialmente en la expedición de la
Colonia del Sacramento en el año de setecientos y cuatro, a mi propia costas y mención, y en la
presente cuando V. S. se sirvió despacharme a la dicha Banda a cosas del Real servicio, y en otras
que ha sido servido de poner a mi cuidado;”20

El honor adquirido a partir de los antecesores de sus esposas y la honra producto de los servicios al
Rey, además de su residencia en la ciudad, fundamentaron el reconocimiento como vecino y
argumentaron el pedido en merced.21
Ruiz de Arellano tuvo varios cargos en el Cabildo de Buenos Aires 22, actuó a partir de 1720 como
juez de residencia de varios gobernadores y fue fiador por el juicio del gobernador Manuel Velasco.23
Los estudios sobre los juicios de residencia a los gobernadores muestran que ya a mediados del siglo
XVII solían ser presentados como fiadores, destacados mercaderes, acaudalados hombres del comercio
local, que muchas veces eran también miembros del Cabildo. (Trujillo, O. 2005) También habría
obtenido a perpetuidad el cargo de regidor alcalde provincial.
A su vez, Francisco Merlo había adquirido en pública subasta y como mejor postor, el cargo de
“Escribano Público y de Gobierno” (perpetuo e irrenunciable, es decir no transferible por herencia o
venta) en 1716. Como escribano de gobierno, su firma aparece en múltiples actas, entre ellas
destacamos la de fundación de la ciudad de Montevideo en 1726. En 1734 fue designado, además, para

20
Escribanía Mayor de Gobierno, expediente Nº 14563, Legajo 208, fojas 33 y 34, Solicitud de Merced de tierras en la zona
del río de Areco a favor del General José Ruiz de Arellano. Se encuentra copia en Dirección de Geodesia, Catastro y Tierras
de la Provincia de Buenos Aires, San Antonio de Areco, Nº 94, folios 1 a 3.
21
Ruiz de Arellano sintetiza su propia participación como capitán contra la Colonia de Sacramento (equipando, como era
común, la compañía a sus expensas), y en 1726, como general, siendo delegado para devolver la ciudad a los portugueses.
Veinte años después pasó con Juan de San Martín a Colonia con instrucciones reservadas. (Frías, S. y C. García Belsunce,
2000, pp.202-206) AGN, Sala IX-41-1-5, expediente 10
22
Fue regidor síndico procurador (1709-1710), Alcalde de Segundo voto y apoderado del cabildo de Chuquisaca ante el de
Buenos Aires (1711), Alcalde de Segundo Voto –se ocupó de hacer traer trigo de Mendoza por escasez en Buenos Aires-
(1715), Alcalde de Primer Voto y lugarteniente del Gobernador (1716)
23
Tribunales, Legajo S 2, Expediente 3. Sobre devolución de cantidad de dinero que cobró este fiador de Don Manuel de
Velazco en el juicio de residencia que se le hizo a ese último, año 1723.

19
ocupar el cargo de escribano del Cabildo de Buenos Aires, ante la separación de su antecesor del cargo.
De reconocida fortuna, Merlo –al igual que Ruiz de Arellano- actuó como fiador, en este caso, del
Gobernador don Domino Ortiz de Rozas. Fue capitán de milicias, y en el orden religioso perteneció a la
Tercera Orden de los mercedarios (su hijo fue fraile de la misma orden).
Las características expuestas permiten considerar a Ruiz de Arellano, Francisco de Merlo, Casco
Mendoza y a Rafael Aguiar, si bien éste último con más matices, como integrantes de aquellos grupos
que lograron generar relaciones de poder que se pusieron de manifiesto en diferentes ámbitos de la
sociedad colonial de Buenos Aires de la primera mitad del siglo XVIII. A continuación nos
detendremos en algunas de estas expresiones vinculadas con las sedes parroquiales en la campaña.

En torno a oratorios particulares y sedes parroquiales

Ser súbdito de la monarquía católica comprendía las dos pertenencias, era estar “…en servicio de
ambas majestades” como expresó don Francisco de Merlo en 1741. La presencia de oratorios
particulares en algunas estancias del corredor porteño durante la primera mitad del siglo XVIII, se
suma al listado de evidencias de la presencia de la Iglesia Católica en la vida de sus pobladores.
(Barral; 2007).
En 1730 el Cabildo Eclesiástico, con sede en Buenos Aires, promovió el establecimiento de seis
curatos rurales, y la designación de las sedes parroquiales sobre capillas u oratorios. En principio
fueron cuatro y con carácter interino: Iglesia de la Reducción de Santa Cruz de los Quilmes y la de
Santiago de Baradero, ambas en pueblos de indios, San Antonio de Areco y el oratorio o capilla de don
Francisco de Merlo. (Razori; 1945) A partir de ésta disposición, diferentes narraciones sobre los
orígenes de los pueblos en Buenos Aires han hecho referencia a 1730 como la fecha que generaría un
episodio sobre el cual edificarse. Tal es así que, por ejemplo, es el año seleccionado para rememorar la
“fundación” del pueblo de San Antonio de Areco, aunque esto diste de ser así. (Lazaro, J.; 1940,
pp.603-604)
Vamos a detenernos para analizar la complejidad de sentidos, derechos y tensiones, incluidos en
estos procesos que el simple dato suele velar. Consideraremos dos cuestiones básicas: ¿cuáles fueron
las relaciones que se generaron entre los propietarios de los oratorios con las autoridades eclesiásticas
por el establecimiento de las sedes parroquiales y viceparroquiales? y ¿qué vinculaciones se generaron
con el surgimiento de los pueblos hacia mediados del siglo XVIII? 24

24
Carlos Birocco dejó entrever limitaciones en la relación entre oratorios y surgimiento de pueblos. Destacamos de sus
argumentos, el vinculo no necesariamente causal (a partir de una mucho más extendida presencia de oratorios que de

20
Francisco de Merlo, José Ruiz Arellano, y Francisco Casco Mendoza construyeron, entre otros,
oratorios en sus estancias en los últimos años de la década de 1720. Pidieron autorización episcopal
para la celebración de misas en el ámbito doméstico, es decir para sus familias consideradas en sentido
extenso (incluyendo parientes, criados libres, esclavos, peones y algún vecino). También alguno de
ellos llego a solicitar autorización para celebrar misa a puertas abiertas en los días de precepto para la
población de la zona y a tener su propio capellán. Cabe recordar aquí, que durante el período colonial el
carácter “particular” de un bien o interés de un individuo o una familia aludía a los derechos de
posesión, pero éstos no se encontraban desvinculados –“privados”- del conjunto de intereses de la
comunidad o república urbana. (Lempériére, A. 1998, pp. 72-79) El establecimiento de cada sede
parroquial o viceparroquial tendrá sus particularidades, como a continuación iremos analizando.

a. La capilla de Francisco Merlo

Hacia 1727, Francisco de Merlo construyó un oratorio en su estancia para uso propio y de su
familia bajo la advocación de San Antonio de Padua y de Nuestra Señora de la Concepción del
Camino. La solicitud realizada por el gobernador Bruno Mauricio de Zabala a Francisco de Merlo
habría favorecido la aceptación para el funcionamiento de la capilla como sede parroquial. (Rodriguez
Arauz; 1950)

Terciario de la Orden de los Mercedarios, Merlo formalizó un acuerdo de siete clausulas por el
establecimiento de la sede parroquial en la capilla, que en principio fue solicitada por cuatro años, de
manera transitoria, mientras se “fabrica la que está mandada en su creación fabricar por sus vecinos y
feligreses”. En el acuerdo se especificaron las condiciones de uso de la capilla, afianzando,
fundamentalmente, los derechos de Merlo:

“Primera.- Que dicho préstamo que hace, no se entienda que ahora ni en ningún tiempo se adquiera
derecho ni dominio por parte de los señores Obispos, ni a su falta, por los señores venerables deán y
Cabildo, para apropiarse dicha Capilla, por ser ésta propia de dicho Merlo, hecha a sus expensas
con todo cuanto en ella hay, sin que vecino ninguno le haya ayudado en nada.” 25

Los seis artículos restantes discriminaban entre el campo de acción del “cura que fuere nombrado
en dicho pago y fuere a dicha Capilla” y del “capellán de Merlo en dicha Capilla”. El primero no
tendría más dominio sobre la capilla que para “hacer entierros, casamientos y bautismos y administrar
los sacramentos” para lo cual Merlo otorgaría lo necesario -“cera, vino y mantener la lámpara del

pueblos), ni relaciones de inmediatez o continuidad precisas entre ambos procesos (entre los ejemplos, señala los casos de
Luján –“cuyos orígenes aparecen todavía oscuros” y Pilar –oratorio en 1729 y en 1789 descripto con pocas casas) (Birocco,
2003, pp.33-41)
25
Reproducido por Rodríguez Arauz, J., 1950, p.16 y 17.

21
Señor”- para llevar estas acciones adelante (artículo 2º y 6º). Merlo también prestaría al cura “por el
tiempo dicho, un cuarto que hay al lado de la Capilla, que está muy decente,” (artículo 5º) Dadas las
asistencias económicas de Merlo, el cura de la capilla no recibiría limosna, derechos de sepultura ni
“otro que se aplique para fabrica de iglesia” por parte de personas o pasajeros (artículo 3º). Se
finalizaba el acuerdo, especificando que “no se le ha de poder pensionar a dicho Merlo en cosa alguna
en cuanto a su manutención, servicio de su persona u otras cosas que conduzcan a él” (artículo 7º) Por
su parte, al capellán de Merlo no se le podía impedir las fiestas y procesiones que realizara en la capilla
ni “decir misa y predicar los días que le pareciese, como hasta ahora.” (artículo 3º)
A partir del nombramiento transitorio de la sede parroquial en su capilla, Merlo brindó un
servicio especifico a la monarquía católica (el gobernador se lo pidió; realizó el acuerdo con el cabildo
eclesiástico). Apuntaba de esta manera a favorecer el bien común a partir de la posibilidad de brindar
los sacramentos a los pobladores del curato. Sin embargo, el servicio no era incondicional. Merlo buscó
que sus derechos (“derecho y dominio” de la capilla “propia de Merlo”) fuesen resguardados.
El Cabildo Eclesiástico aceptó las condiciones en 1730, con observaciones menores.26 Se
solicitaba, por ejemplo en el segundo artículo, que si el cura se excediese de los servicios permitidos, se
comunicara directamente al prelado para que lo remediase; o que directamente nadie pudiera
“introducir a pedir limosna alguna, en ningún tiempo”; que el capellán de Merlo “al predicar y enseñar
la doctrina haya de ser con licencia del ordinario” (…) “salvo la procesión de la advocación de dicha
Capilla, para la cual tiene desde luego licencia para celebrarla anualmente”.
En los años siguientes al acuerdo, la capilla será uno de los elementos descriptos en la serie de
solicitudes e informes que fundamentaron el permiso anhelado por Francisco de Merlo para la
realización de un pueblo. Justamente, en las Leyes de Indias se especificaba que para el establecimiento
de un pueblo de españoles se “nombrará un clérigo que administre los Santos Sacramentos que la
primera vez será de su elección [del fundador del pueblo, MC] y las demás conforme a nuestro real
patronazgo; y proveerá a la Iglesia de ornamentos y cosas necesarias al culto divino,” (Leyes de Indias,
Libro IV, Ley VI).
Nos detendremos en las solicitudes realizadas por Merlo sobre la construcción de un pueblo
más adelante, pero señalemos por ahora las referencias que en ellas se realizan sobre la capilla. 27 Al
presentar en 1738, la primera solicitud, Merlo la describió de “veinticuatro varas de largo con
diferentes viviendas” ; el Obispo del Paraguay señaló en 1742 que Merlo “tiene una Capilla con todo

26
”Decreto eclesiástico de 1730, citado en: Rodríguez Arauz, J. 1950, p.17
27
La documentación se encuentra reproducida en conjunto en Torre Revello, J. , 1932, pp.43-44.

22
aseo para alivio de los que viven en dichos parajes; y muchos Caminantes”; en un Informe realizado en
1743, trece años después de designar de manera transitoria a la capilla como sede parroquial, se
expresaba que Merlo viene “manteniéndole dos Capellanes para que les administre el pasto Espiritual”;
en otro informe de 1749 que “tiene además del Cura que asiste en ella de prestado según manifestó por
instrumento dicho Don Francisco de Merlo (interino que los feligreses de dicho curato hacen la que se
les mando […] que según su pobreza nunca la harán) y otros sacerdotes más a sus expensas para que
les suministre el pasto espiritual de las personas agregadas y la doctrina a sus hijos”; y hacia 1751 se
menciona que “hay ya Iglesia y algunas Casas;”. Más allá del carácter retórico de la documentación y
del objetivo de cumplir con la solicitud de las Leyes de Indias, las descripciones muestran el
sostenimiento de la capilla, sede parroquial, por parte de Merlo a través de los años, sin aparentemente
grandes modificaciones.

b. El oratorio de Rosa Giles y Ruiz de Arellano en Areco


Rosa Giles heredó de sus padres, entre otros bienes, una extensa estancia en el pago de Areco, cuya
dimensión fue incrementada, aun más, por Ruiz de Arellano a través de una merced real y de compras
de parcelas.28 Cuando en 1737 se realizó el primer inventario de los bienes de la estancia, el capataz a
cargo de la misma declaró que había una “casa nueva de teja con sala y aposento y dos cuartos al lado,
de media agua”, “cuatro ranchos de la gente”, 2000 yeguas de vientre, 600 mulas de año, 100 burros
hechores, 200 caballos, 1500 ovejas, 4000 cabezas de ganado vacuno “en los rodeos de la invernada y
el que está cerca de la casa”, 400 burras, 30 bueyes, 4 carretas buenas, y 4 esclavos. Sin duda, una gran
estancia pecuaria de la primera mitad del siglo XVIII, que sin dejar de diversificar en sus
emprendimientos, se encontraba orientada a la producción de mulas (de 1 ó 2 años) para ser llevadas
desde Buenos Aires al Alto Perú (Garavaglia; 2009; Canedo, 1993)

El capataz de la estancia también realizó la advertencia de que “no se puso en él [el inventario, MC]
la Capilla de San Antonio que hay en dicha estancia ni sus ornamentos ni vasos sagrados por estar
reducida a Iglesia del Curato de este pago”. En 1728 Ruiz de Arellano había solicitado licencia para
poner en funcionamiento una capilla en la estancia, con la advocación a San Antonio de Padua, de
manera similar a lo realizado por Francisco Merlo en el pago de las Conchas. Y también, como hemos

28
Entre las mercedes de tierra otorgadas por el Gobernador de Buenos Aires Pedro Esteban Dávila en la zona del Río Areco
durante la década de 1630, se encuentra la de Sebastián Giles. El terreno así originado fue heredado por sus hijos, Juan
Antonio y Pedro. Si bien en el testamento de Rosa no se especifica la dimensión de la estancia, parece ser que junto a Ruiz
de Arellano fue comprando terrenos inmediatos a la estancia de Areco a Juan de San Martín y la otra a Joseph de Sosa, y en
1740 obtuvo en merced otro terreno lindero (“cabezadas”). Se ha calculado que la estancia habría llegado a tener unas 30
leguas cuadradas.

23
señalado, cuando en 1730 el Cabildo Eclesiástico delimitó sus jurisdicciones a través de curatos, se
erigió una parroquia en el pago de Areco:

“los feligreses que contiene dicho pago con los agregados expresados, constan en la razón firmada
por el Maestro P. don Roque Ximenez y se le asigna por ahora a dicho Curato por Parroquia
Interina la Capilla de San Antonio que está en el referido Pago, entre tanto se consigna en
propiedad a su dueño o en su defecto la hacen propias los feligreses".29
Don Roque Ximenez, quien se trasladó al pago de Areco tras haber estado unos años en Luján,
pareciera haber acompañado el proceso de construcción de la capilla. Fue el primer cura vicario de la
parroquia hasta su muerte en 1746. Le sucederá Cristobal Giles, a quien en junio de 1750 Ruiz de
Arellano otorgó poder en los términos que siguen:

“Digo yo, Don José Ruiz de Arellano, vecino de Buenos Aires, patrón y dueño de la Capilla o
Iglesia de San Antonio de Areco la que he fundado con mi caudal propio, y principalmente con el
de mi mujer difunta doña Rosa de Giles, que en gloria sea, para servir a Dios y que el vecindario de
este partido tenga el pasto espiritual que antes de dicha fundación carecía de él,…”30
Ruiz de Arellano se presentaba como vecino de la ciudad, sirviendo a Dios y al vecindario (en
alusión al bien común) sin dejar de ser el “patrón y dueño” de la capilla (que la había fundado con sus
propios recursos y, principalmente, con los de su esposa).

“(…) que por esta doy poder y facultad absoluta al Maestro don Cristóbal Giles, Capellán actual de
la dicha Capilla como consta de escritura que a su favor otorgamos de mancomún dicha mi mujer y
yo, a la que me refiero;”
No pareciera casual, que el “poder y la facultad absoluta” dada por Rosa Giles y Ruiz de Arellana
haya sido dirigido a don Cristóbal Giles, considerado su “sobrino”, a quien han “criado y educado
desde su niñez” (según aparece en el testamento de Rosa).31 Ya en 1731, el matrimonio había fundado
una capellanía perpetua de dos mil pesos para que Cristóbal pudiera concluir sus estudios en la ciudad
de Córdoba y “tomase estado Sacerdotal” sobre la estancia de Areco.32

“(…) para que pueda dar y repartir sitios así de solares enteros, medios solares y cuartos de
solar a la personas que quisieren hacer ranchos o casas dentro de las mil varas de tierra que
tengo dedicadas en esta estancia para extensión de dicho Santuario apreciando dichos sitios en
la conformidad que le pareciere conveniente, cuyo producto se ha de convertir en ornamentos o
alhajas más precisas para el Culto Divino, [...]”

29
AGN, Testamentaria Nº 6251, citada, folio 9 reverso.
30
AGN, Testamentaria Nº 6251
31
Desconocemos el vínculo específico entre Cristobal y el matrimonio Giles-Ruiz de Arellano, ya que no surge de la
reconstrucción genealógica realizada. La definición de sobrino, lo mismo sucede con “primo”, habría que considerarla
dentro del campo semántico del término y en su contexto social e histórico. Ver Bestard Camps, J. (1998, p.168)
32
AGN, Testamentaria Nº 6251, citada, folio 4 y 4 reverso Rosa también le donó a Cristobal “un mulato llamado Fernando
de unos nueve años, un jarro de plata, un mondadientes y una (…) de oro.”

24
El objetivo de la donación de las mil varas de tierra a ser dadas y repartidas (con el precio que
se considere conveniente) en solares o fragmentos para ser poblados, fue enlazado de manera precisa
por Ruiz de Arellano para el engrandecimiento y decoración de la capilla. También estableció que lo
que se obtuviese de las sepulturas iría para la reparación y mantenimiento “sin decadencia” de la capilla
o iglesia.

“sin que por ninguna manera ni motivo alguno se pueda anular lo que hicieses dicho Cristóbal
Giles por ninguna persona ora sea el patrón que me sucediere o Capellán que adelante fuese
porque es mi voluntad se mantenga perpetuamente en la conformidad que llevo expresada y
también es mi voluntad ceder al referido primer Capellán y a los demás que después de mis días
le sucediesen lo que importaren las sepulturas de los que en esta Iglesia se enterraren y que solo
se convierta en redil.cas.on o reparos de esta Iglesia para que con ellos se pueda mantener sin
decadencia alguna que así es mi voluntad […]”33

La voluntad de Ruiz de Arellano se reiteraba en diferentes frases, dejando claramente expresada


la pretensión de continuidad de su obra: que Cristóbal Giles y los capellanes que le sucedieran en la
capilla de su estancia pudieran mantenerla en buenas condiciones, ya fuese a través de la venta de
solares en el terreno donado, o a partir de las sepulturas.

Señalaremos dos aspectos del caso. Primero que las particularidades de la donación realizada
por el matrimonio a su “sobrino” no hacen que el caso resulte excepcional, como iremos viendo. Es
más, José Ruiz de Arellano, quien recordemos que tras la muerte de Rosa Giles se había casado en
segundas nupcias con una sobrina de ésta, María Teodora Suero y Giles, señalaba en la misma
donación de 1750:

“a más de un año que tengo ofrecida a mi hermano (sic) don Juan Francisco de Suero una
cuadra en la referida extensión de tierras, se le dará por dicho Capellán en la parte que eligiere
dicho mi hermano sin estipendio alguno porque se la dono graciosamente.” 34

Ruiz de Arellano falleció en 1752 sin dejar descendencia, heredando sus bienes su esposa María
Teodora. Tres años después, Teodora donó a su hermano Juan Francisco Suero y Giles terrenos
adyacentes a la Cañada denominada “de Giles”, a cinco leguas de San Antonio de Areco, donde la
Cañada de Giles se cruza con “el camino que llaman de Mendoza por donde transitan las tropas”. Estos
serán vendidos como solares y con cuyos recursos se realizó una capilla a principios del siglo XIX, a la
que se la vincula con el pueblo de San Andrés de Giles.35 (Canedo, 2007)

33
Duplicado de mensura del terreno “El Santo”, 1905-1906, n.94, folios 3 r, 4, 4 r y 5
34
Duplicado de mensuras N.94, folio 5
35
Juan Francisco Suero y Giles vendió parcelas de la propiedad donada por su hermana. La imprecisión de los títulos habría
generado una serie de conflictos por deslinde entre varios propietarios de la zona. En 1793, se realizó una mensura para

25
La segunda consideración: Ruiz de Arellano no hace mención a la realización de un pueblo. Sin
embargo, la especificación del reparto de solares marcaba un rumbo en este sentido. Igualmente,
aunque no puede dejar de considerarse de manera complementaria que la venta fragmentada del terreno
donado posibilitaría mayores ganancias que la enajenación del terreno completo, y un más fácil
sostenimiento de la capilla. (Birocco, 2003)

c.Francisco Casco de Mendoza y la sede para la viceparroquia


Hacia 1725 Francisco Casco Mendoza emprendía también la construcción de una capilla en su
extensa estancia en una zona del pago de Areco, luego conocida como Exaltación de la Cruz. En 1730
Mayoriano Casco Mendoza, el tercer hijo varón de Francisco, fue enviado a Córdoba para realizar sus
estudios para ordenarse como sacerdote. Para su sostenimiento se le instituyó un patrimonio de 2000
pesos para que gozare de una renta anual de 100 pesos, hipotecando “una estancia poblada con dos
casas de teja, capilla, ganados y media legua de tierras de frente con el fondo que les corresponde a los
demás de aquel pago.”36 Este comportamiento tan recurrentemente encontrado entre las familias de las
elites hispanoamericanas y ampliamente desarrollado por la historiografía, tuvo sin embargo, un
transcurrir propio. Mayoriano regresó de Córdoba y, al cabo de un año, se casó con Margarita
Villavicencio. (Birocco, C; 2003).
En 1735 el oratorio de Francisco Casco Mendoza fue sede de la viceparroquia del curato de Areco
y su propietario fue reconocido como patrono de la misma, “con facultad para compartir los derechos
de los entierros.37 En el testamento de 1737, Francisco expresó su voluntad de mantener en familia el
patronato y nombró por patronos: “a mis hijos y descendientes de mayor a menor, prefiriendo los
varones a las hembras y por el orden referido quiero que dicho patronato y capellanes estén
perpetuamente entre mi sangre, siendo preferidos mis nietos y descendientes en todo“.

El oratorio parece no haber sido atendido por clérigo alguno durante estos años (Birocco, 2003). Se
ha planteado las dificultades que algunos curas tuvieron para su sostenimiento material en las diferentes
parroquias, vinculadas con las posibilidades de cobrar buenas limosnas, primicias y derechos

aclarar la situación. Suero habría donado 600 varas de tierra con los fondos correspondientes “al Niño Jesús y San José para
que en dicho terreno se formase una capilla, y presente el Cura y Vicario Don Vicente Piñero, admitió dicha donación…”.
En 1794 el cura Piñero solicitó a la curia Obispal de Buenos Aires el permiso para edificar una capilla. Los trámites
quedaron, sin embargo, suspendidos por nuevos litigios sobre el terreno donado. En 1797 al ratificarse la donación, el cura
Piñero reiteró el pedido, que fue autorizado en el año 1800 por las autoridades de la Iglesia y por el Virrey Marques de
Avilés. Piñero habría delineado las manzanas de cien varas de lado y comenzó a vender lotes “cuyos compradores apenas
hacían en ellos un ranchito y lo restante del terreno lo poblaban de árboles de durazno y lo cercaban de tunas.” AHGy C,
Duplicado de mensura, Partido de San Andrés de Giles, No 16.
36
AGN, Registro de Escribano n. 3 de 1730, f.61 rv.
37
La visita del Obispo de Buenos Aires, Fray Juan de Arregui, a la zona habría influido en el nombramiento de la
viceparroquia y el nombramiento del Teniente Cura de Luján, Miguel González Leyva, como vicepárroco. Cargo que
ocupó hasta el deceso del Obispo a fines de 1736, para luego residir en Buenos Aires.

26
parroquiales, según las características del pago donde se encontraba la capilla inserta. (Barral, 2006)
Sin embargo, este no parece haber sido el caso. Francisco Casco Mendoza estableció en su testamento
que se fundara una capellanía de mil pesos para rentar un sacerdote que realizara misas por su alma, la
de su esposa, y parientes especificando “ha de ser su fundación perpetua la que ha de servir el pariente
más cercano que hubiere clérigo y por falta suya mientras que no haiga la sirva un religioso que sea
pariente hasta tanto, y ha de tener pensión de veinte y cinco misas al año, pagándose la limosna a dos
pesos al capellán que la sirviere para cada una (…)”. 38

Una década después al fallecer Francisco, su hijo Mayoriano lo sucedió en el patronato,


refaccionando y ampliando la capilla en 1746. El nombramiento del capellán correspondió al presbítero
Joseph Pascual Monsalve, hijo del regidor Tomás Monsalve (propietario de dos suertes de estancia en
la Cañada de la Cruz) que se hizo cargo durante 1746 y 1747, siendo favorecido por una capellanía
ordenada por Francisco en su testamento. Si bien, se ha indicado un remoto parentesco entre Monsalve
y los Casco Mendoza, pareciera ser éste un límite de la voluntad o estrategia de Francisco Casco
Mendoza en el ideal de reproducirse en el parentesco.

d. Una puja de oratorios para la viceparroquia en los Arroyos

Para 1748, se plantea el establecimiento de una sede viceparroquial en los Arroyos, como
desprendimiento de la parroquia de Rosario. Desde la historia local se ha indagado sobre este hecho y
su vinculación con el pueblo.39 Tamizando y articulando la misma información que se provee (aunque
no suele especificarse la documentación), la relación no aparece, nuevamente, tan directa ni armoniosa
como la reproducción del simple dato pareciera suponer.
En 1744, Francisco Miguel de Ugarte habría rehabilitado un oratorio cerca de la desembocadura del
Arroyo del Medio, en el sitio donde habría funcionado otro, perteneciente a una conocida familia de la
40
zona, los Arias Montiel. Su yerno, Rafael Aguiar, solicitó ese año permiso ante el Obispado de
Buenos Aires para celebrar misa “en una capilla del señor San Nicolás, que estoy fabricando a costa y
mención”; el pedido fue aceptado, permitiendo que se realizasen los oficios religiosos en el oratorio de
Ugarte hasta que estuviese construido el de Aguiar. Su hermano, Pbro. José de Aguiar, habría servido

38
AGN, Registro de Escribano N. 3, 1744-1745 a 1764. (Birocco, C., 2003, pp.28-30)
39
“Repitiendo un caso común en la historia de los pueblos bonaerense, [Rafael de] Aguiar no se limitó a erigir la capilla,
sino que, como dijimos, emprendió la fundación de un pueblo junto a la misma. Se ha admitido que tal fundación fue hecha
el 14 de abril de 1748…” (Levene, R. 1940, tomo I, p. 629)
40
Suele recordarse, dando antigüedad a la situación, que en 1734 un grupo de vecinos de la zona habían solicitado al Obispo
de Buenos Aires que se instalara una capilla en las costas del Paraná, ya que la Parroquia de Rosario les quedaba distante.
No se hizo lugar al pedido, por considerarse que a estos pobladores les correspondía una capilla de los Padres Mercedarios,
instalada en el Arroyo Pavón más cercano que Rosario. El cura Ambrosio Alzugaray, titular de la parroquia de Rosario entre
1731 y 1744, aparece como el principal “opositor” al pedido y quien contesta la vista de la petición. (Eseverre, 2001, p. 115)

27
en el oratorio por algún tiempo (Menendez. D.; 1890) Un ataque indígena habría destruido el
establecimiento de Ugarte y el oratorio. (Eseverre, 2001)
En 1745 el Cabildo Eclesiástico apoyó el establecimiento de una vice-parroquia en el curato, en
respuesta a las solicitudes del Padre Cossio y Therán. Aguiar habría donado “cien varas en cuadro”
para la capilla y la viceparroquia, quedando el excedente destinado al cementerio. Sin embargo, la
capilla de “seis varas de frente por veintiséis de fondo” no habría podido ser terminada por la situación
económica de Aguiar quien debió trasladarse a Buenos Aires. (Menéndez, 1890; Eseverre, 2001)
Unos meses después de establecerse en 1748 la vice-parroquia, Cossio y Therán instaló la sede en
Vicente Ferrer, el oratorio ubicado en la estancia del Comisionado Bernardino del Pozo, destacado
miembro de la elite de Buenos Aires, en la desembocadura del Arroyo Ramallo a orillas del Paraná.
Originariamente el oratorio habría sido atendido por los Padres Betlemitas de San Pedro, zona lindera a
San Nicolás, y luego por el Padre Miguel de Barcelona.
Aguiar quien había realizado la donación del terreno para la capilla en abril de 1748, inició un
juicio al Padre Cossio y Therán considerando que sus derechos habían sido lesionados. El proceso fue
largo, concluyendo con el acuerdo de que ambas capillas serían sedes de la viceparroquia, residiendo el
Teniente Cura seis meses en cada una. (de la Torre 1938; Eseverre, 2001)
Bernardino del Pozo murió en 1753 y su hija Teresa, casada con Simón González, heredó la capilla
junto a alhajas, ornamentos y enseres. La solicitud de González al Obispo sobre el reconocimiento del
derecho de patronato sobre la capilla, no prosperó ante la solicitud por parte de la Iglesia de transferir el
dominio de los bienes muebles y del inmueble donde se asentaba la capilla. El Obispo de Buenos Aires
decretó entonces la “definitiva instalación de la vice parroquia en la capilla de San Nicolás, debiendo
cesar la de San Vicente Ferrer en tal carácter, no bien estuviese terminada la primera”.41
La capilla se logró finalizar en 1755 con inversiones logradas por el cura de la parroquia de San
Nicolás, Miguel de Escudero. La casa hecha por Rafael Aguiar en 1744 en lo alto de la barranca (una
sala y una habitación con techos de teja y tres piezas de adobe) quedó como residencia del clero (habría
sido cedida por Aguiar al Padre Cossio y Therán en pago de una deuda).
En septiembre de 1780, treinta y cinco años después del nombramiento de la vice parroquia, ésta
obtuvo el carácter de parroquia. La población del Partido de los Arroyos había pasado de más de 700
personas en 1744 a más de 2500 según el padrón de 1778, en la jurisdicción de Buenos Aires, donde,
casi como excepción en el contexto de las otras zonas de la campaña, aparecen identificados “vecinos”,

41
AHGyC, Duplicado de Mensura, Partido de San Nicolás de los Arroyos.

28
hombres casados mayores, registrados en la Capilla de San Nicolás en clara alusión al pueblo. (Canedo,
2000)

La distribución de solares en la conformación de los pueblos

El reparto o distribución de solares en un pueblo o villa suele plantearse como un acto de poder
asociado a los momentos de la fundación. Nos detendremos a continuación en algunos casos que
permiten reconstruir aspectos de esta instancia y señalar algunas características de cómo fue este
proceso en algunos de los primeros pueblos rurales en Buenos Aires.

a. El proyecto de Francisco de Merlo


“se sirva informar si considera será de utilidad y conveniencia al bien de los caminantes la
construcción del dicho Pueblo por el Bien que considero tendrán en los vecinos, de que se ha de
componer” Francisco Merlo, 1738

Francisco Merlo, vecino de la ciudad de Buenos Aires, realizó una solicitud al Cabildo, Justicia y
Regimiento de la ciudad que, por lo que conocemos, resulta excepcional en el contexto de la campaña
porteña en la primera mitad del siglo XVIII.42 Por un lado no fue frecuente este tipo de solicitud; por
otro, porque formó parte de una sucesión de pedimentos e informes que, sin conflicto manifiesto,
fueron realizadas con la misma finalidad entre 1738 y 1755. Y, además, porque la dilación de la
autorización a la construcción del pueblo por parte de Francisco de Merlo, pareciera influir
notablemente en el desarrollo del emprendimiento, hasta agotarlo.43
El caso presenta varias aristas para ser indagadas. En este trabajo vamos a considerar los
fundamentos planteados a la Corona, y sus representantes, por Merlo para lograr la autorización para la
construcción del pueblo, tanto como la materialidad que este pareciera haber logrado a partir del
asentamiento de familias y la distribución de solares en estos primeros tiempos. Acudiremos para ello a
la lectura encadenada de los documentos de solicitud.44

42
En un contexto de asentamientos más espontáneos, en el sentido de no planificados desde una autoridad, señalamos el
caso de la Villa de Luján con algunos elementos coincidentes con la solicitud de Merlo. Sin embargo, las diferencias entre
los casos también son importantes. (Marquiegui, 1990; Néspolo, 2011)
43
La dimensión política de las gestiones realizadas en las diferentes instancias institucionales no ha sido suficientemente
analizada hasta el momento y amerita un estudio en particular. Algunos autores señalan el cambio de gobernador, de
Domingo Ortiz de Rosas a Andonaegui, como una situación que permitió acelerar la aceptación de la propuesta del pueblo.
También los diferentes comportamientos del Cabildo permiten inferencias a ser profundizadas.
44
Se trata de la solicitud de 1738 realizada por Merlo al Cabildo de Buenos Aires y su reiteración en 1741; la nota del
Obispo del Paraguay -Joseph Cayetano-, al Rey en 1742; la real cédula de 1744 al Gobernador Ortiz de Rosas en 1744, y la
solicitud de éste al Alguacil Mayor propietario de Buenos Aires, al Piloto y Práctico del Río de la Plata, y al Essno Ppco y
de Cabildo; reales cédulas de 1751 y 1754; la comunicación del Teniente General y Gobernador José de Andonaegui a
Merlo en 1754, su respuesta y nuevas solicitudes e informe, en 1755. La documentación utilizada ha sido fundamentalmente

29
El sitio elegido para la construcción del pueblo se encontraba “en el camino por donde se
transita así para el Reyno del Perú, como para el de Chile, y demás ciudades de la Jurisdicción de VS”
(Merlo, 1738). La construcción del pueblo se presentó desde la primera solicitud asociada a la
posibilidad territorialmente estratégica de generar un asentamiento intermedio entre Buenos Aires y
Santa Fe o Córdoba, en un contexto de ausencia de alternativas.

“dicha población será de mucho descanso, alivio y convivencia para los pasajeros, que tan
continuamente transitan por dicho paraje para lo que se les pueda ofrecer como para descanso
de sus personas en las dilatadas jornadas sin haber poblaciones pues la que más cercana está es
la Ciudad de Santa Fe, que está cien leguas y la de Córdoba poco menos de doscientas sino solo
tal cual estancia o chácara donde no pueden aviarse de lo que les hiciera falta, pues apenas los
dueños de ellas tienen lo mismo para si, y sus familias” (Merlo al Cabildo de Buenos Aires,
1738)
Este eje argumentativo se mantuvo en todas las presentaciones, incorporando como
beneficiarios a “los traficantes, que entran y salen a esta Ciudad” (1740).45 Sin embargo, a partir de
1740 Merlo introducirá un nuevo fundamento, complementario, vinculado con los avances indígenas
sobre la zona. No habiendo obtenido el “informe” solicitado al Cabildo sobre la conveniencia de fundar
un pueblo, Merlo incorporó el nuevo argumento y realizó una nueva presentación.
“en lo presente se hace de más conocida utilidad y beneficio su construcción [del pueblo de
españoles, MC] por las hostilidades del Indio Enemigo por ser dicho paraje fronterizo a el, y en
el que en las hostilidades acaecidas este año y el pasado se han refugiado muchas familias,”
(1740)46
¿Qué podemos conocer sobre la conformación efectiva del pueblo que desde la Real Cédula de
1754 será denominado Villa de San Antonio del Camino? La finalidad de la documentación consultada
influyó sobre la forma de presentar la información; claramente las solicitudes de Merlo, y de las
autoridades, “dialogan” con los requisitos planteados en las Leyes de Indias para la formación de un

la compilada y editada por Torre Revello, J, 1935. También se han incorporado fuentes reproducidas por Rodríguez Arauz,
1940.
45
Se expresaba también que “muchos Caminantes, que transitan del reino de Chile, y del Perú tienen el consuelo de hallar
alivio en sus dilatados caminos,” (1742), “distante poco más de trescientas varas al camino real que se transita para el
Reyno del Perú y Chile,” ( 1744) “y así mismo servirá la dicha población de mucho alivio a los caminantes pues así a la
venida de las provincias de arriba como a la salida de esta ciudad hallaran en ella lo que necesitaren de Avíos;” (1749)
46
Resulta interesante señalar cómo una misma situación, el avance indígena a zonas de la campaña cercanas a Buenos
Aires, va a presentar matices en los argumentos en los escritos de los siguientes años. Por ejemplo, de las “hostilidades del
Indio Enemigo”, se pasa a los “acosos” de “los indios enemigos”, “los indios caribes (que se llaman pampas)”, “los insultos
cometidos por los Indios Pampas Infieles, que hostilizan esta Provincia”; a generalizarse en “cualquier asalto que pretendan
hacer los indios Infieles Pampas que hostilizaban estas Provincias” (1755). Las consecuencias para los pobladores de esta
zona de la campaña se describieron en términos de “se han refugiado muchas familias” (1740), “se agregan por conservar
vidas, por la seguridad”, “muertes, robos y llevándose muchos cautivos por el año cuarenta (…) muchas personas para el
seguro de sus vidas, a las que [Merlo, MC] ha hecho casas para su habitación”; hasta “pues estando en dicho pueblo pueden
(…) salir a resistirlos y castigarlos con el consuelo de dejar seguras sus mujeres e hijos” (1749)

30
pueblo (ubicación de los pueblos, presencia y características de la capilla y del servicio religioso, los
treinta y cinco pobladores con casa que eran necesarios para un pueblo, etc.)47

La descripción del pueblo realizada en 1749, por el Capitán Antonio de la Torre -Alguacil
Mayor propietario de Buenos Aires-, Juan Antonio Guerreros -Piloto y Práctico del Río de la Plata- y
Joseph Ferrera Feo. Essno. Ppco. y de Cabildo, como respuesta al reconocimiento del sitio solicitado
por el Gobernador, no escapó a esta lógica:

“delante de la Iglesia que ha fundado y las casas de su vivienda (…) está la situación del pueblo
que va fundando cuya plaza se compone de (…) todo es edificado de material de ladrillo cocido.
Y en el costado de la dicha plaza se hayan ya edificadas las casas que han de tener que son
cuatro, cada una en veinte varas de sitio de frente (…) dos Casas más que hay más afuera la una
de Teja y la otra de paja, y según el terreno que Consta del dicho instrumento es capaz y muy
suficiente para dicho Pueblo y le queda además de los que han de ocupar las Casas que faltan
que ha de ser bastante terreno que sirva de ejido y extensión a dicho pueblo,”
Además de la capilla, la plaza, la descripción del pueblo muestra seis casas, y el terreno
suficiente para seguir creciendo. A su vez, un padrón realizado por Merlo en 1755, en cumplimiento de
lo requerido por la Real Cédula del año anterior, sobre “quienes se hallan poblados y próximos a
poblarse en esta villa”, especifica 111 personas, agrupadas en 24 familias. Sin embargo, son ocho las
unidades asentadas en los solares (unas 30 personas), que incluyen a la del propio Francisco, su hijo
cura y otro casado. Pese a ser escueta la información de este pequeño padrón, muestra un abanico de
procedencias que se corresponde con los movimientos migratorios en el resto de la campaña. Entre
quienes encabezaban cada agrupamiento familiar, dos eran oriundos de Buenos Aires, y los restantes de
Mendoza, Córdoba, Santiago del Estero, Castilla la Vieja, y La Rioja. La antigüedad en el asentamiento
se especifica en “más de 10 años” (2 oportunidades), más de 8 (una), más de 6 años (dos), más de 5
años (dos).48 Indudablemente, el poblamiento tuvo un ritmo pausado.

En 1755, ya avanzado en edad, Merlo afirmó por escrito que publicitaría “todos los domingos y
días de fiesta en la plaza de esta Villa” un edicto como consecuencia de la Real Cedula donde se
aceptaba la continuación de la construcción del pueblo.49 Allí, se presentó como vecino de Buenos

47
Leyes de Indias, Libro IV, Ley VI, promulgada por Felipe II
48
Para 1742, Merlo presenta otro registro, refrendado por escribano, de 15 familias “avecindadas en el lugar y a las cuales
Merlo había entregado casas y solares”. Ninguna de estas familias aparece en 1755, y si bien puede pensarse en la influencia
de asentamientos tras los avances indígenas en la zona, que podrían no haber perdurado, tampoco se condice con las seis
casas construidas hacia 1749. El padrón de 1755 se encuentra reproducido en Trelles (1935) y el de 1742 en Rodríguez
Arauz (1750)
49
En la Real Cédula se expresaba : “he resuelto que con la mayor diligencia os dediquéis, como os lo mando, al formal
establecimiento de este pueblo y que manifestéis al referido la satisfacción con que quedo de este servicio y que queda mi
Real ánimo dispuesto a facilitarle cuantos auxilios sean necesarios y conducentes a la perfección de obra tan de mi agrado”
Citado por Rodríguez Arauz, p.33

31
Aires y “dueño de esta Villa”. Convocaba “a todas las personas que quieran poblar en ella hasta el
numero de cincuenta familias con las que actualmente se hallan pobladas, ocurran a mí, y en mi
ausencia, al doctor Don Juan Antonio de Merlo, mi hijo, cura y vicario de este Partido, en el término de
un mes desde hoy día de la fecha”. A quienes lo hicieran se les “señalaría” el terreno para hacerles a
cada uno su casa, tierra para sembrado y, en las cercanías, para ganado. También, Merlo los relevaría
de “los derechos parroquiales que deban pagar a su cura, quedando yo a satisfacerlo al sobre dicho,
excepto los diezmos y primicias para que de esta suerte se puedan mantener en esta Villa”.50

Francisco Merlo murió en Buenos Aires en 1758. El pueblo y las tierras quedaron bajo la
administración de su hijo, el fraile mercedario Juan Antonio Merlo, pero un período de estancamiento y
declive del caserío, pareciera haber continuado a la muerte de Francisco. En una solicitud realizada en
1781 por Fr Diego de Toro y Billalobos, “misionero Apostólico del RI y Militar orden de N. Sra de la
Merced Redención de cautivo, presidente del Hospicio erigido en el Pago de las Conchas”, en terrenos
donados por Merlo, expresaba que verificada

“la fundación con los auxilios del uno y otro gobierno Eclesiástico y Secular, erigiéndose el
hospicio en el lugar que Dn Francisco Merlo intentó establecer un Pueblo (aunque en la realidad
no se efectuó según el informe que se menciona en dicha Real Cedula que corre agregada en el
expediente que presento y juro; pero la experiencia ha hecho conocer la necesidad de trasladar
el Hospicio a otro lugar donde puedan cumplirse los fines santos y loables que tubo presente el
Rey para conceder su Real permiso.”
Habían transcurrido varias décadas del emprendimiento encauzado por Merlo, y las
argumentaciones de Toro y Billalobos buscaban el traslado del hospicio, lo que fue realizado. Sin
embargo, no pareciera haber sido muy distinta la situación alcanzada por la propuesta de Merlo.

b. San Nicolás de Bari

El 14 de abril de 1748, Francisco de Aguiar y Paula Ugarte habrían donado un terreno de nueve
manzanas de frente al Río Paraná con nueve manzanas de fondo donde se conformó el pueblo de San
Nicolás. (Razori; 1945; de la Torre, 1938, y otros). Esta información aparece reiterada en varios libros
sobre la historia de la localidad; sin embargo, no se especifica a quién se habría “donado” el terreno, en
qué condiciones, cómo se realizó la distribución de solares, etc.51 Más aun, litigios posteriores, ponen

50
En la documentación de 1755, Merlo realiza una propuesta de nombramiento de un juez y un capitán.
51
En 1864, el agrimensor público encargado de esclarecer los límites de un terreno del pueblo perteneciente a la
testamentaria de María del Rosario Medina y Aguiar manifiesta inconvenientes similares en torno a la documentación.
AHGyC, Duplicados de mensuras, Partido de San Nicolás, núm. 28.

32
en evidencia que varias manzanas fueron heredadas y vendidas por los sucesores de Aguiar-Ugarte, lo
que interpela el carácter de la donación.52
San Nicolás se conformó en un pueblo relativamente numeroso. Descripciones realizadas en las
décadas de 1770 y 1780, lo plantean así:
“Una legua al norte está la capilla, y Población de San Nicolás; es pueblo según nos informan
de más de 90 vecinos” con muy buenas Casas sobre el Río Paraná; la mayor parte de ellos viven
de la Cría de Ganados, de las sementeras de trigo, y Maíz otros, y también hay algunos que
tienen sus buenas tiendas, tendejones o Pulperías”53

“Curato de Sn Nicolas_ Este Curato es el que está más bien Aparroquiado y con Iglesia, casas, y
Vecindario de bastante cultura…”54

Por su parte, el padrón de 1778 circunscribió, único caso de la jurisdicción de Buenos Aires, a
los hombres “españoles” casados (¿vecinos?) que estarían residiendo en el pueblo (aunque tuvieran una
segunda residencia en la estancia o en la ciudad). Así como el proceso poblacional impulsó la
fragmentación de las propiedades en el pago de los Arroyo, pareciera dinamizar la formación del
pueblo. (Canedo, 2000)

c. Exaltación de la Cruz

Al morir Francisco Casco Mendoza en 1745, su hijo Mayorano se hizo cargo del patronato del
oratorio, y construyó una nueva iglesia; también fue comprando las hijuelas a sus coherederos
reconstituyendo parte de la propiedad de su padre, y fue quien vendió los primeros solares en torno a la
nueva Iglesia del Señor de la Exaltación de la Cruz entre 1755 y 1758 (Birocco, 2003)

Efectivamente, tras haber destinado una parcela de 500vs de frente al arroyo de la Cruz, Mayorano
fue paulatinamente vendiendo solares. Los primeros asentamientos correspondieron al propio
Mayorano, su hijo Francisco Remigio y sus yernos Urruchúa y Francisco Baldorrinos. También un
hermano casado, sobrinos e hijas. Justamente, María Luisa recibió como dote dos manzanas y dos
cuartos de solar, y a su otra hija María Josefa se le otorgó media manzana a cuenta de los servicios de
un esclavo que prestó a su padre. Si bien fueron los familiares de Mayorano los primeros en acceder al

52
Dirección de Geodesia y Catastro, Duplicado de Mensura de San Nicolás de los Arroyos, Nº 3. En el expediente se detalla
información sobre el conflicto de límites entre sucesores de los Arias Montiel y los Aguiar de 1786
53
Amingorena, J. “Descripción de los caminos, pueblos, lugares, que hay desde la ciudad de Buenos Aires a la de Mendoza
en el mismo reino”, en Cuadernos de Historia Regional, Buenos Aires, UNLu, No. 11, 1988, p.10
54
Acuerdo de Cabildo, 22 de marzo de 1790, en Facultad de Filosofía y Letras, Documentos para la Historia Argentina,
Buenos Aires, 1914, tomo X, 99.

33
loteo del terreno, lo hicieron a partir de la compra de los mismos (con excepción de las hijas
mencionadas)55
En 1768, al fallecer Mayorano, se habían vendido 4 de las 18 manzanas estipuladas para el poblado.
Las parcelas restantes las heredó Francisco Remigio Casco, el hijo mayor, quien además fue el nuevo
patrono de la Iglesia y continuó con la venta de los solares. Al encargarse del censo de 1789 para la
zona, Remigio identificó “pobladores del lugar que hace al pueblito” (41 personas encabezando
unidades censales, de los cuales 35 eran hombres y 6 mujeres). Surgen claras distinciones en el grupo
que encabeza las unidades censales, no solo por las 18 personas consideradas “don/doña”, sino por su
ocupación. Los primeros cuatro censados corresponden al “cura y vicario de la Parroquia”, “notario
eclesiástico”, “tesorero de bulas”, y un “capitán reformado”; luego, entre los restantes, aparecen un
“cirujano”, “maestro de niños”, “sargento de milicias”, “teniente de milicias” y “teniente retirado”.
Remigio se presentaba especificando que tenía tierra por 5750vs de frente y legua y media de
fondo, “y en ellos mi población y una capilla intitulada el Sr de la Exaltación que hoy sirve de
Parroquia y de pobladores del lugar que hace el pueblito”. En 1790 se lo acusa a Remigio por no
realizar la inscripción de los títulos de venta de solares, y por lo tanto no pagar el derecho de alcabala,
iniciándose el expediente correspondiente. Resulta este un ejemplo apropiado para quienes señalan el
incremento económico personal como el objetivo que impulsaba los repartos de solares.

d. Las ventas de solares por los párrocos de San Antonio de Areco

Ruiz de Arellano buscó que Cristóbal Giles y los capellanes que le sucedieran en la capilla de su
estancia pudieran mantenerla en buenas condiciones, ya fuese a través de la venta de solares del terreno
que donó, o a partir del derecho a las sepulturas, como ya hemos visto. Durante un poco más de un
56
siglo, los curas vicarios vendieron solares y quintas hasta completar el terreno originario La
distribución en solares, completos o parciales constituyó el diseño que conformó el poblado de San
Antonio de Areco. (Garavaglia, 1996)

Cada cura párroco registró las ventas realizadas en el “Libro de toma de razón” que se llevó en
la capilla. El rango de información allí encontrada se refiere a la cantidad de transacciones, el nombre
del comprador, la superficie del terreno y la fecha “de la venta o donación”.

55
Los precios de los solares variaron de 6 pesos en 1760, 8 pesos en 1780 y 10 en los inicios del siglo XIX. (Birocco, 2003 )
56
En 1839, el gobierno provincial habría intervenido y enajenado a un particular la mitad del resto de la extensión donada
por Ruiz de Arellano para la capilla. Con posterioridad a la caída de Rosas, se generó un pleito entre la Municipalidad de
San Antonio de Areco y el gobierno provincial, con la Iglesia en torno a los derechos sobre la fracción sobrante. Para 1861
el total del terreno donado por Ruiz de Arellana y Rosa Giles había sido vendido. AHGyC, Duplicado de mensura, Partido
de Areco, No. 94, folios 5 a 15. (Canedo, M, 2009).

34
La información del Libro es objeto de críticas por parte de los agrimensores del Departamento
Topográfico fundamentalmente porque no todas las transferencias tienen las medidas precisas del
terreno o la fecha de realización de las transferencias. Sin embargo, la información permite conocer
algunos aspectos del proceso de venta de los terrenos interesantes para considerar. Por ejemplo, que
algunos de los compradores de solares se repiten: Francisco de Lima, “alcalde”, quien compró una
cuadra y un solar en agosto y octubre de 1757, Gregorio Lima, Juan Vieytes (padre de Hipólito),
Bernabé Almada, Francisco Almada, Francisco Álvarez. O, que hayan aparecido como compradores (y
re-vendedores) de los terrenos, los propios curas a cargo de la capilla: Juan C.F de Agüero compró en
abril, y luego el 28 y 29 de julio, tres solares de 62 vs en cada oportunidad; el cura Vicente Piñero 3
cuadras en 1799; el cura Juan Bautista Rossi una cuadra en 1853. Ambos aspectos llevan al interés
existente en la adquisición de los solares, ya sea como lugar de residencia, pero también como
inversión inmobiliaria.
Los curas de la parroquia fueron vendiendo de manera fraccionada el terreno donado por Ruiz
de Arellano y Rosa Giles. En el Libro se registraron 229 ventas en un poco más de un siglo, al siguiente
ritmo:

Cuadro 1. Ventas de solares de los capellanes a particulares. Capilla de San Antonio de Areco, 1757-1861
AÑO 1750 1760 1770 1780 1790 1800 1810 1820 1830 1840 1850 1860 s/e
VENTAS 15 17 4 1 14 20 19 95 14 1 22 3 4
% 6.5 7.3 1.6 0.3 6.1 8.6 8.2 42.5 6.1 0.3 9.6 1.3 1.6
Total: 229 ventas
Fuente: Elaboración personal en base a AHGYC, Duplicado de mensura del terreno “El Santo”, No. 94, folios 5 a 15
Notas: la década de 1750 incluye solamente 1757 a 1759; “s/e”, sin especificar.

El proceso de fragmentación del terreno y de apropiación de las parcelas por parte de propietarios
laicos (y de algunos religiosos como hemos señalado) se fue complementando con los procesos de
herencia y compra-venta realizados entre particulares.57 Lamentablemente, sobre estas operaciones no
tenemos información sistematizada, y en este sentido la información de la tabla resulta parcial. Sin
embargo, nos permite considerar el ritmo de la ampliación de la superficie ocupada por particulares a
partir de cada solar vendido (suponiendo que los solares que se compraron se ocuparon).

57
Juan Carlos Garavaglia señala como característica de largo plazo para la zona de Areco que los traspasos de propiedad
tienden a realizarse entre parientes y/o partners socialmente homogéneos. A lo que se le incorporaba la participación de la
oferta que llegaba “desde el poder”, a través de las mercedes, moderada composición, donación y enfiteusis. (Garavaglia, J.
C. , 2009, capítulo IV). La misma situación había sido señalada para el caso de San Nicolás de los Arroyos. (Canedo, 2000,
capítulo 4)

35
El proceso es relativamente paulatino, con un impulso en los primeros años, que se reitera a partir
de la década de 1790 para llegar a las 95 enajenaciones en la de 1820 (situación que con el 42.5% de
las ventas podría haber estado influenciada por las dificultades políticas que la década presentó para la
iglesia en Buenos Aires, junto con procesos inflacionarios y los consecuentes aumentos de los precios
de la tierra). (Garavaglia, 1996) Entre las décadas de 1820 y 1830 se realizaron la mitad de las ventas.
En la década de 1840, se dio el extremo de una sola venta, aunque hay que considerar que es una
década compleja para las ventas en toda la campaña que se caracteriza por la disminución relativa de
transferencias en relación a las décadas anterior y posterior. (Canedo, 2000, pp.145-149)

Consideraciones finales

El establecimiento de las primeras sedes parroquiales rurales, la solicitud de permiso para la


fundación de un pueblo, y la distribución de solares en la campaña de Buenos Aires han sido analizados
como manifestaciones de las relaciones de poder de una sociedad colonial de la primera mitad del siglo
XVIII.
La consideración de aspectos de la vida y del accionar de Ruiz de Arellano, Francisco de Merlo,
Francisco Casco Mendoza nos ha permitido caracterizarlos como un sector de la elite regional de
Buenos Aires. Fueron considerados vecinos de la ciudad, y lograron construir un patrimonio
relativamente importante para la zona, basado en el comercio interregional, el acceso a diferentes
cargos políticos, militares o administrativos, y la producción agraria. Sus casamientos generaron
importantes impulsos económicos y vínculos sociales. Demostraron haber servido a la monarquía
católica y, así lo fundamentaron cuando acudieron a la solicitud de gracias reales, mercedes, permisos,
aunque con diferentes resultados. Algunas de estas características también fueron compartidas por
Francisco de Aguiar, aunque de forma más restringida.

En este contexto regional, enfocamos los diversos servicios a la monarquía católica y las mercedes
o gracias reales como parte de las lógicas y estrategias de consolidación de las elites en
Hispanoamérica, tanto como del funcionamiento de la propia corona. Los acuerdos alcanzados ante el
establecimiento de las sedes parroquiales en oratorios particulares (y de la viceparroquia), los repartos
de solares y la propuesta de fundación de un pueblo de españoles respondieron a estos principios de
Antiguo Régimen. Fueron servicios a ambas majestades, y estuvieron lejos de ser los primeros o los
únicos realizados. Sin embargo, resulta interesante constatar que no fueron incondicionales, y en cada
caso se expresaron con sus propios objetivos y según las relaciones de poder entabladas.

36
Como hemos visto, Ruiz de Arellano se manifestó como “patrón y dueño” de la capilla y expresó su
voluntad al donar el terreno a Cristobal Giles para que “ninguna persona que sea el patrón que me
sucediese” lo pudiera modificar. Francisco de Merlo buscó limitar con la firma de un acuerdo, las
posibilidades de un futuro reclamo de “derecho o dominio por parte de los señores Obispos (…) deán y
Cabildo” sobre la capilla “propia de dicho Merlo” y se presentó como “dueño de esta Villa”. Casco
Mendoza fue reconocido como patrono de la capilla sede de la viceparroquia, y buscó perpetuar dicho
vínculo a partir de sus “hijos y descendientes de mayor a menor, prefiriendo los varones a las
hembras”. Por su parte, la puja en los Arroyos por la sede de la viceparroquia mostró los conflictos que
surgieron en situaciones donde objetivos coincidentes provenían de personas distintas, evidenciando lo
deliberado de las decisiones tomadas y la existencia de intereses en pugna en torno a la decisión. El
yerno de Bernardino del Pozo solicitó su nombramiento como patrono pero no logró acordar los
requerimientos. Francisco de Aguiar demandó a Cossio y Therán por el incumplimiento de acuerdos
por la sede viceparroquial, mostrando un alto interés por lograrlo.

A su vez, el principio del “bien común” fundamentó los servicios personales ofrecidos a la
monarquía católica, aun con todos los reparos, dilaciones y conflictos que hemos ido señalando para
cada caso y del componente retórico que las afirmaciones pudiesen haber contenido: “para servir a
Dios y que el vecindario de este partido tenga el pasto espiritual” planteaba Ruiz de Arellano, “será de
Utilidad y Conveniencia al bien de los Caminantes la Construcción de un Pueblo por el Bien que
considero tendrán En los Vezinos de que se ha de componer” fundamentaba Francisco de Merlo. Los
emprendimientos se realizaron con el sostén económico propio de cada patrón e implicaron por parte
de ellos el mantenimiento de aspectos materiales del culto o determinados requisitos para el proyecto
del pueblo. Los servicios personales formaban parte de la construcción de la honra de estos miembros
de las elites. Aumentaban su notabilidad, la probabilidad de movilidad ascendente y mejoraban los
posicionamientos para los negocios, más allá de los límites planteados o de las razones económicas que
en algún caso –pero no en todos- pudieran señalarse. Los servicios se integraron en una compleja red
de relaciones de poder entre individuos con distintos lazos entre sí que incluían y sostenían a la
monarquía.
Aun sin buscarlos, los lazos familiares pusieron de manifiesto su importancia en los distintos casos
que hemos analizados: a partir de los matrimonios alcanzados, la importancia de las dotes como
posibilidades de ascenso económico de la nueva pareja y de contar con nuevas relaciones sociales. Las
ubicaciones territoriales de los oratorios o del pueblo proyectado también estuvieron vinculadas en con
los asentamientos familiares previos (generalmente de la familia de la mujer). La residencia de un

37
hermano se convirtió para Ruiz de Arellano en lugar importante de intercambio de productos. El ideal
de perpetuación, al decir de Chacón Jimenez, pareciera haberse puesto de manifiesto en las donaciones
y clausulas que buscaron privilegiar a los familiares cercanos, las estrategias de ubicaciones de hijos
como sacerdotes; la expresión de Francisco Casco de Mendoza en su testamento “quiero que dicho
patronato y capellanes estén perpetuamente entre mi sangre, siendo preferidos mis nietos y
descendientes en todo”; o las donaciones y capellanías de Rosa Giles y Ruiz de Arellano a su “sobrino”
o hijo adoptivo.
Los procesos de distribución de solares analizados fueron pausados, por lo menos durante buena
parte del siglo XVIII, y al igual que el establecimiento de las sedes parroquiales no se vislumbran como
acontecimientos. Los repartos estuvieron vinculados primeramente con los hijos, hijas y demás
familiares cercanos, y vecinos allegados. Estos vínculos no impidieron que, excluyendo algunas dotes,
los solares fueran igualmente vendidos y constituyeron gran parte del primer impulso de la distribución
de solares.
Al avanzar el siglo XVIII, la situación de Buenos Aires irá profundizando tendencias ya iniciadas
como las migraciones hacia la campaña y teniendo cambios como los vinculados al comercio
trasatlántico y a la instalación del Virreinato del Rio de la Plata o la política que los Borbones
intentarán instrumentar en sus fronteras. La formación de poblados aparecerá vinculada con estas
modificaciones y presentará sus propias características, tema que permite todavía ser revisitado.

38
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41
Anexo
Cuadro 1. Notificaciones en torno a la licencia solicitada por Francisco de Merlo para la fundación de un “pueblo de
españoles” (1738-1755)

Fecha Dirige Recibe Tema

1738 Francisco de Cabildo, Justicia “se sirva informar si considera será de utilidad y conveniencia al bien de los
Merlo y Regimiento caminantes la construcción del dicho Pueblo por el Bien que considero tendrán en los
vecinos, de que se ha de componer”

1741 Francisco de Cabildo, Justicia y “certificar a continuación de este pedimento si hoy con mayor razón cede en servicio
Merlo Regimiento de ambas majestades la construcción de dicho pueblo el que en lo presente se halla
hecho fronterizo al enemigo”

1742 Obispo del Rey “debe tenerle V.M. presente [a Francisco Merlo, MC], pues es digno de la atención
Paraguay, de VM que atiende, cual ningún soberano a sus vasallos”
Joseph
Cayetano

1743 Francisco de Gobernador Ortiz “la licencia de V.M. para la fundación de dicho pueblo”
Merlo de Rosas

1744 Rey (Real Gobernador “si este se allana a ceder a los nuevos pobladores suficiente terreno para ejido,
cédula) labranzas y demás cosas, (…) o si en esa inmediación hay tierras realengas a que
Ortiz de Rosas poder consignarles las cuatro leguas en cuatro que ordena la Ley 6ª título 5º Libro 4º
en cuyo caso hagáis la consignación y dispongáis que se ejecute la nueva población
cumpliendo el referido Merlo lo que ofrece, que des cuenta de todo a fin de que yo
pueda providenciar lo que tenga por conveniente “

1749 Gobernador y Alguacil Mayor, Auto mandando reconocimiento del lugar


Capitán Piloto y Práctico ,
General de Essno Ppco y de
esta Provincia Cabildo (1)

1749 Alguacil Gobernador y Reconocimiento del lugar “que va fundando el pueblo” Francisco Merlo
Mayor, Piloto Capitán General
y Práctico , de esta Provincia
Essno Ppco y
de Cabildo (1)

1751 Rey Teniente General “Por la carta de VS de 2 de julio de 1749, y testimonios que acompaña se queda en
y inteligencia de que el Sitio en que se ha empezado a fundar el Pueblo de Españoles,
Gobernador,Don por Dn Franciso Merlo, donde hay ya Iglesia y algunas Casas; se considera muy útil,
José de y tiene el suficiente terreno para labranzas, pastos, y con todos los documentos a la
Andonaegui Cámara y en vista de lo que exponga y resolviere SM se avisara a VS lo que se tenga
por conveniente”

1754 Rey Teniente General “le expresa SM manifieste SE la satisfacción con que queda del servicio de esta
y Gobernador, población, quedando muy inclinado y dispuesto al Real ánimo de SM para facilitar
José Andonaegui cuantos auxilios sean necesarios y conducentes a la perfeccion de obra tan de Real
agrado” (extraído de la nota de Merlo de 1855)

1755 Teniente Francisco de “mandó se me diese testimonio de ella [Real Cédula de 1854, MC] para que
General y Merlo continúe, fenezca y acabe la construcción del pueblo de españoles que tengo ofrecido
Gobernador, a SM” (extraído de la nota de Merlo de 1855)
Andonaegui

1755 Francisco de Teniente General “desde el referido dia, obedecimiento de dicha Real Cédula (…) necesitaré de
Merlo y Gobernador, algunas providencias más de las que SM manda está SE dispuesto a dármelas”
Andonaegui

1755 Francisco de Teniente General Continúa con la fundación (se presentaron ocho familias), anuncia que tiene

42
Merlo y Gobernador, intención de fundar un Colegio Seminario de misiones, y solicita se nombre por juez
Andonaegui comisario de la villa de San Antonio a Francisco Ocampo, persona capaz, vecino de
ella y castellano viejo, y poblado a mas tiempo de cuatro años; y por capitán a Joseph
Rodriguez Flores, quien hace tiempo de diez años se mantiene de tal poblador, con
su casa y familia, para que a éste como práctico le pueda entregar las armas que
tengo, y con los demás vecinos, como tal capitán, salir al catigo de cualquier asalto
que intenten hacer los indios pampas e infieles (…)
“Pido y suplico me haya por presentado con dichos papeles, y en cumplimiento de la
real voluntad de SM y mi deseo y allanamiento a la funciacion de dicha villa, se sirva
concederme lo que llevo expresado, (…)con el de la real cedula que para en mi
poder, ponerlo de cabeza en el libro de la fundación de la dicha villa”

Fuentes: Torre Revello, J. Los orígenes y fundación de la Villa de San Antonio del Camino, La Plata, 1935; Rodriguez Arauz, Historia de
Merlo, s/e, impreso en Argentina, 1950, pp. 27-50 y 177-188
Nota: (1) “Capitán Dn Antonio de la Torre, Alguacil Mayor propietario de Buenos Aires, don Juan Antonio Guerreros Piloto y Práctico
del Río de la Plata, y Joseph Ferrera Feo Essno Ppco y de Cabildo”

43
Construcción de poder en la frontera: el caso del Sargento Mayor Diego Trillo
María Eugenia Alemano58

Este trabajo pretende demostrar cómo a partir de la articulación mercantil y política de la


frontera sur del imperio español59 en la segunda mitad del siglo XVIII se generaron oportunidades que
pudieron ser aprovechadas por determinados actores sociales para construir poder político, con
procesos recíprocos de acumulación económica y reconocimiento social. Entendemos que en una
sociedad de Antiguo Régimen cualquier construcción de poder debía tener como puntos de referencia
el servicio al Rey y el control de los hombres (Moutoukias: 2000). Consideramos que la construcción
de poder no podía hacerse aislada de cierta posición social que posibilitara no sólo el acceso sino
también ciertas prácticas anejas a los cargos jurisdiccionales. A su vez, las prácticas que sustentaban el
ejercicio de estos cargos podían llevar al aumento significativo de esa posición social.
Para ello analizaremos una forma de construcción de poder desde la frontera a partir del caso de
Diego Trillo, quien se desempeñó como Sargento Mayor de milicias de Arrecifes durante el período
comprendido entre mediados de 1773 y junio de 1779, como Alcalde de la Santa Hermandad de
Pergamino en 1786 y de Arrecifes en 1794-1795. En primer lugar, veremos las prácticas que
sustentaban la construcción de poder por parte de la oficialidad miliciana junto a las resistencias y
conflictos que suscitaban. En segundo lugar, puntualizaremos las imbricaciones entre la construcción
de poder y el proceso de acumulación económica de Trillo. La última parte de este desarrollo intentará
vislumbrar los modos en que esta construcción de poder se traslucía en la percepción y representación
de los actores. Por último, recogeremos las conclusiones a las que hemos arribado, alentando una
reflexión que intente explicar trayectorias sociales (Bourdieu: 2007) como ésta relacionando los
términos de espacio, agencia y poder.

El espacio en cuestión.
Diego Trillo actuó dentro de la jurisdicción del Cabildo de Buenos Aires, en el norte de su
campaña que lindaba con la de Santa Fe, un área de amplia circulación mercantil que se hallaba

58
Becaria de CONICET e integrante del Grupo de Investigación en Historia Rural Rioplatense (GIHRR) de la UNMDP.
59
Algunos trabajos que toman el panorama completo de la frontera sur de los dominios hispánicos en América son Gascón:
1998 y Quijada: 2002. La frontera como espacio político para el caso de Buenos Aires ha sido trabajado por Néspolo: 2006;
Alemano y Carlón: 2009 y Barral y Fradkin: 2005. La construcción de carreras políticas en la frontera a partir de algunos
casos ha sido estudiada por Néspolo: 2006; Ratto: 2005 y Nacuzzi: 2002. La mercantilización del espacio ha sido enfatizada
por: Mayo y Latrubesse: 1993, para el caso de Buenos Aires; Schmit: 2006; Mandrini: 2001 y Villar y Jiménez: 2002. La
política borbónica hacia sus fronteras, entre otros, en Weber: 1998; Ortelli: 2005; Rustán: 2008 y el capítulo de César
Román incluido en este mismo volumen. Para reflexiones generales sobre la frontera como categoría histórica, analítica e
historiográfica en el contexto rioplatense, remitimos a: Roulet: 2005; Ratto: 2001 y 2003; Schmit: 2008; Mandrini: 1993.

44
firmemente integrada a la frontera sur imperial en virtud de los circuitos económicos que la unían con
el Pacífico y el Alto Perú. Fue a partir de mediados del siglo XVIII cuando a algunos procesos
económicos, sociales y políticos locales se sumó la renovada preocupación borbónica por los límites de
su imperio, convirtiendo al borde sur de sus dominios en América en un espacio social fronterizo que
unía de oeste a este las jurisdicciones de Chile, Córdoba del Tucumán, Santa Fe y Buenos Aires.
Las vías de circulación daban sustento a un sistema de intercambios interregionales que
canalizaba las distintas producciones locales dentro del mercado interno colonial (Assadourian: 1983).
Decir que Buenos Aires concentraba gran parte del flujo potosino aún antes de su habilitación como
puerto legal no resulta ninguna novedad. También el comercio entre Buenos Aires y el Pacífico, vía
Cuyo y Santiago de Chile, se quintuplicó entre 1730 y 1780 (Garavaglia y Marchena: 2005) y fue
definitorio en la articulación de Buenos Aires a la frontera sur del Imperio español (Gascón: 1998). Por
su parte, las sociedades indígenas consolidaron en el siglo XVIII una red de circuitos comerciales que,
directa o indirectamente, terminaban en la sociedad hispano-criolla60 y, a través de ella, en los
mercados mundiales en formación (Mandrini: 2001).

La frontera mercantil (1760-1800). Representación de los principales circuitos mercantiles indígenas y coloniales
relacionados con la frontera sur imperial, con detalle de los caminos que unían a los pueblos del norte de la jurisdicción del
Cabildo de Buenos Aires con Buenos Aires, Cuyo, Córdoba y Santa Fe. Fuente: elaboración propia en base a información
extraída de Amigorena: 1787; Mandrini: 2001; Socolow, 1978; y Villar y Jiménez, 2000.

Se ha sugerido incluso que las fronteras funcionaban como verdaderos “polos de atracción” en
busca de oportunidades comerciales o de botín de guerra (Roulet: 2006), en un proceso que cada vez

60
Así como se reconoce la heterogeneidad y dinámica étnica de las sociedades indígenas con territorialidad en el área pan-
araucana, va quedando claro que “hispano-criolla” es también un reduccionismo de un conglomerado étnico más amplio que
reconoce la agregación de múltiples capas migratorias tanto del llamado “interior” rioplatense como de distintos puntos de
Europa y África.

45
más adquiría formas económicas depredatorias para ambos conjuntos sociales implicados (Quijada:
2002, p. 114). En este contexto, hemos indicado en otro trabajo que -para el período que nos ocupa- los
ataques indígenas más frecuentes y de mayor envergadura se desarrollaron sobre los caminos que unían
a Buenos Aires con Cuyo y Tucumán, con el objetivo de asaltar a las tropas de carretas y arrias de
mulas que por allí transitaban, las que por lo general redituaban un “botín” con una mayor variedad de
ítems además de la hacienda y los cautivos (Alemano y Carlón: 2009; Rustán: 2008; Villar y Jiménez:
2000). El gobernador Pedro de Cevallos lo observaba de esta manera:
“…hacen bastante daño los dichos indios [“pampas”] en las estancias y reducidas
poblaciones (…) y a los caminantes para el Perú y Chile, los molestan notablemente luego
que salen del poblado y se introducen en las pampas que median entre el término de
Pergamino, la ciudad de Córdoba, de Tucumán y la Villa de San Luis de Chile sobre el río
Quinto en una travesía de 80 leguas a corta diferencia han sorprendido al principio y fin de
las horas nocturnas muchas tropas de carretas y bagajes que transitaban mercaderías, han
robado éstas y han muerto a los más de sus conductores…”.61
La preocupación por la protección de los caminos se superpuso a la política de reformas
promovida por la dinastía borbónica y a la renovada atención que prestó a sus fronteras imperiales a
partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Si bien hoy se reconoce que las “reformas borbónicas”
fueron un proceso dubitativo, incierto e incompleto, una de sus apuestas fue un enfoque sistemático de
la reorganización militar que incluía medidas como la separación de Nueva Granada y del Río de la
Plata del Virreinato del Perú y el envío masivo de funcionarios de origen militar (Fisher: 2000). Luego
del derrumbe militar que significó la ocupación británica de La Habana en 1762, se emprendió una
política de reforma del Ejército borbónico y de expansión de las milicias (Kuethe: 2005, pp. 112-113).
Consideramos al período comprendido entre 1760-1780 un momento instituyente de la frontera
sur en un contexto de gran conflictividad interna y externa y de reforma y expansión miliciana. En su
dimensión político-institucional, la frontera implicaba el paulatino despliegue de redes de poder
institucional62 que respondía tanto al aumento poblacional63 como a la intensificación de las relaciones
hispano-indígenas, enmarcados ambos procesos en un área de amplia circulación mercantil, definiendo

61
Pedro de Cevallos, “Población de la provincia del Río de la Plata y sueldos que necesitan formar en ella para su aumento
y defensa regular”, citado en Barba: 2009, p. 185.
62
Hemos adoptado la noción de “redes de poder institucional” como forma de dar cuenta del proceso de despliegue
(segmentado, desigual y discontinuo) de instancias de poder que podían o no articular entre sí y que eran legitimadas en
último término por la institución estatal. El concepto está tomado de Raúl Fradkin y María E. Barral, quienes a su vez se
basan en los planteos teóricos de Michael Mann: “Puede pensarse en el despliegue de una serie de estructuras institucionales
de poder que adoptaron la forma de redes (…) supone una división del trabajo entre las actividades que despliegan las
distintas redes de poder y que el Estado termina por coordinar y centralizar” (Barral y Fradkin: 2005).
63
La población de la campaña de Buenos Aires crecía más rápido que la de la ciudad. Si bien los cálculos son estimativos,
entre 1744 y 1778, la población rural se triplicó, acusando más de 12 mil habitantes en la segunda fecha, mientras que la
urbana sólo se duplicó. La tendencia se mantendría en las primeras décadas revolucionarias, siendo en 1822 la primera vez
documentada que la población rural sobrepasó a la urbana (Moreno y Mateo: 1997).

46
una plataforma para que algunos actores sociales pudieran desarrollar estrategias de movilidad social
ascendente. Estos espacios de poder fueron ocupados por individuos que reunieran ciertas condiciones
sociales con el objetivo de aumentar su poder personal y, eventualmente, fortalecer su acumulación
económica.
En 1766, Cevallos -cuyo parecer hemos examinado- impuso la idea de la reconstrucción del
fuerte de Pergamino; en el mismo año se reedificó el de la Punta del Sauce, en el territorio sur de la
jurisdicción cordobesa, ambos sobre sendos cruces de caminos. Más tarde, ya como virrey, Cevallos -
luego de abandonar su intención de realizar una entrada general- consolidó la concentración de recursos
para proteger la ruta cuyana, por lo cual se reforzó el fuerte del Pergamino y se crearon el de Melincué
y el de Rojas en 1777. Esta preocupación y dedicación también fueron volcadas por el virrey Juan
Joseph de Vértiz, quien en 1780 autorizaría la construcción de los fuertes de las Tunas y el Saladillo en
el sur cordobés, simultáneamente a la formulación de un plan más sistemático de remozamiento de los
fuertes bonaerenses y de poblamiento defensivo de las fronteras (Marfany: 1940; Banzato y Quinteros,
1992; Rustan: 2005; y Román en este mismo volumen). Vale mencionar que Melincué, Rojas,
Pergamino, Punta del Sauce y Saladillo fueron todos puntos donde se produjeron entre 1773-1781
distintos ataques a convoys de carretas y tropas de mulas, a veces con múltiples víctimas fatales y
cautivos.64 Hacia 1780 Vértiz introdujo ciertas modificaciones en la manera como se venía gestando el
ejercicio de la defensa65 de los territorios virreinales, lo que a nuestro parecer podría haber marcado un
cambio de escenario o por lo menos el cierre de su momento instituyente.

La matriz miliciana del poder.


Los Borbones, al “militarizar” las fronteras, favorecieron que ciertos individuos comenzaran a
destacarse políticamente apoyándose en una matriz castrense, aunque también otros segmentos del
poder institucional en la campaña podían demostrarse idóneos para adquirir notabilidad política. El
protagonismo que adquirió la articulación miliciana del poder denota tanto la dependencia de la Corona
de los vecinos y recursos locales para algunas de las funciones básicas estatales como la posibilidad
para algunos individuos de destacarse y ascender socialmente. Esta raigambre militar o miliciana del
poder que acumularon ciertos actores no significa que resultara un poder despótico ejercido

64
Archivo General de la Nación (en adelante, AGN), Sala IX, Comandancia de Fronteras, Legajos 1-4-4 (San Nicolás -
Fontezuelas - Cañada de Escobar), 1-5-1 (Rojas), 1-5-2 (Arrecifes - Salto) y 1-5-6 (Pergamino), varios documentos.
65
La denominación de “defensa” para la serie de mecanismos, acciones y articulaciones que se ponían en marcha en
momentos de amenaza real, potencial o imaginada por parte de individuos o grupos indígenas corresponde a la esfera de
autolegitimación de las autoridades coloniales, en tanto podemos observar que las comunicaciones, acciones y expediciones
punitivas organizadas por éstas eran en ocasiones ciertamente desmesuradas respecto del hecho violento que las dio a lugar
y en otras totalmente injustificadas.

47
unidireccionalmente, sino que era la mayoría de las veces negociado y concertado entre los actores y,
sobre todo, no podía ignorar las relaciones sociales previas que animaban a estas sociedades de
frontera. Puede considerarse, por tanto, lo miliciano como sostenido por la configuración de relaciones
sociales imperantes pero también como elemento disruptor de las jerarquías y equilibrios sociales
preexistentes.
Al volcarse el esfuerzo defensivo mayormente a proteger la circulación, y no tanto a
emplazamientos productivos o aglomeraciones urbanas, se confiaba esta función a un pequeño número
de efectivos permanentes junto a cuerpos más cuantiosos pero reunidos ocasionalmente. Este
dispositivo implicaba cierta debilidad en cuanto al número reclutado, cuestión que se intentaba
subsanar mediante la articulación de los destacamentos emplazados en los distintos fuertes y guardias.
La noción de “articulación defensiva” pretende dar cuenta de esta práctica de colaboración entre
fuerzas milicianas y Blandengues provenientes de distintos puntos de la campaña que incluía, además,
la circulación cotidiana de información y recursos materiales a lo ancho de la frontera sur imperial
(Alemano y Carlón: 2009).
Por la información con que contamos, Diego Trillo ya en 1771 se desempeñaba como Teniente
de milicias bajo el mando del Sargento Mayor de Arrecifes Francisco Sierra, un acaudalado
“hacendado” de la zona. En 1773 sería nombrado Sargento Mayor de milicias de Arrecifes, sucediendo
a Sierra, cargo desde el que mandaría sobre cuatro compañías milicianas: las de Arrecifes, Pergamino,
Tala y Hermanas. Una de sus primeras actuaciones tuvo que ver con la represión del ataque a una tropa
de mulas en tránsito hacia Buenos Aires en el sitio conocido como el Zapallar (entre Melincué y Punta
del Sauce), donde el Comandante Francisco Faijó y Noguera informó que:
“acaba de llegar â esta guardia Justo Fernández, que con siete Peones, y un Padre Agustino,
benían con tropa de mulas conduziendo aguardiente para esta ciudad; que les salieron
pasados de Doscientos Yndios en un parage llamado el Zapallar, passado Melinqué;
mataron al padre, â tres peones, y cautibaron a otros tres, habiéndose escapado
milagrosamente dho Justo Fernández y un peón; cuia desgrazia sucedió el día 25; y que aún
se hallavan dichos indios en aquel terreno el día 26 por la tarde”.66
Como vemos, asaltar los caminos podía implicar una movilización -por parte de los indígenas-
de cierta envergadura y, en este caso, el objetivo principal fue una carga de aguardiente. La práctica de
comunicación y articulación se puso en marcha:
“el Capitan de esta Frontera Dn Juan Pedro Sánchez se halla al campo â la recogida de
Ganado con los Assendados criadores, por aquellas Inmediaziones, y para su prometa
probidencia, y socorro tengo avisado al Sargento Maior de los Arroyos Don Martín

66
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 28 de septiembre de 1773.

48
Benítez, al de este partido don Diego de Trillo y al Cap. del Salto Dn Juan Antonio
Hernández”.67
Aquí se pone en evidencia la colaboración entre dos Sargentos Mayores, Martín Benítez de los
Arroyos y Diego Trillo de Arrecifes, junto al Capitán de Blandengues de Salto Juan Antonio
Hernández y al Capitán de milicias de Pergamino Juan Pedro Sánchez.
Como Sargento Mayor, Trillo no sólo accedió a un cargo de mayor jerarquía, sino que hizo
esfuerzos por construir y ampliar su mando a través de un pedido de provisión de la oficialidad vacante
y de jurisdicción sobre los pobladores de la banda más cercana del Arroyo Seco encuadrados en la
compañía de las Hermanas que dividía jurisdicción con la de los Arroyos.68 El Gobernador Vértiz no
parece haber sido muy receptivo a sus pedidos, ya que en las sucesivas tareas o expediciones que
comprendían a Trillo, éste se quejaba de no poder cumplimentarlas por falta de hombres y de oficiales.
Esta situación se resolvería a su favor a los pocos meses. En un episodio aún poco claro, 69 luego de que
unos chasques enviados por los hijos del cacique Toroñán se acercaran a Luján para saber el motivo de
la prisión de éste, el Maestre de Campo Manuel Pinazo dispuso que
“el Sargto. Mayor dn. Diego Trillo, aquien he despachado orden, para que con la mayor
Vrevedad salga con ciento y cincuenta ombres, Vniéndosele haestos la compañía del salto
de el cargo de dn. Juan Antonio Hern. y se interne como diez leguas (…) echando dos
partidas una a cada costado por contemplar los hallen enaquellos medios y de hallarlos que
los pasen acuchillo reservando solo los de ocho años para abajo”.70
El testimonio ilustra la expectativa de movilización que se podía depositar en oficiales
milicianos como Diego Trillo. Pese a que la operación fue suspendida, salieron veinticinco hombres de
Arrecifes y Salto (catorce de Trillo y once de Hernández) a desentrañar los parajes de los parciales de
Toroñán. Este clima de inquietud sirvió para que a Trillo -con el apoyo de Pinazo- se le asignara
jurisdicción sobre los habitantes de Arroyo Seco. Así se expresaría este último a su favor:
“Trillo me escrive con el dador deesta que (Dios mediante) lo sera dn Justo Gomez, Capitan
de la Compañía del Pago de las Hermanas, diciendome lo deteriorada que halla dicha
compañía acausa que con la mucha fatiga que tienen estos individuos (pues todos los meses
da ônce ômbres alas dos Guardias del Pergamino y san Pedro) se han ydo Yendo, y estando
el Arroyo Seco tan imediato âlas Hermans. puede VS. siendo servido mandar que todos
haquellos que viven deestelado de dho. Arroyo sigiendolo hasta su remate, sirban en esta
Jurisdicion, y se agregen a dha. Compania, maiormente cuando en los Arroyos ay gran

67
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 28 de septiembre de 1773.
68
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 765, 6 de mayo de 1774.
69
Sólo cuatro meses antes Toroñán figuraba entre los caciques “amigos” de las autoridades coloniales.
70
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Cañada de Escobar, doc. Nº 425, 19 de septiembre de 1774. Tanto
este como el anterior episodio se dieron en un contexto de conflictividad con los indígenas “salineros” o del Mamil Mapu,
especializados en el ataque a arrias y tropas de carretas, mientras que los indios al sur del camino a Salinas “están en alianza
con los cristianos” según informe de Vértiz.

49
numero de Jente y no tienen fatiga y que por una gran Casualidad pueden llegar los Indios
ahacer daño en aquellos lugares”.71
A lo que finalmente Vértiz respondió ratificando el pedido de Trillo-Pinazo. El mismo mes se le
enviaron a Trillo los despachos para nombramiento de los oficiales solicitados conformando su propio
cuadro de oficialidad. Con ello lograba, legitimado por la potencialidad del conflicto y amparado por su
superior miliciano el Maestre de Campo Manuel Pinazo, fortalecer su propia capacidad de mando y de
movilización.
Oficialidad bajo el mando del Sargento Mayor de Arrecifes Diego Trillo.
Ayudante Mayor Joaquín Galisteo (+)
Tte. Eusebio Davila
Cía. Arrecifes Capitán * Tte. Juan Andrés Ribe…
Teniente * Ayte. Dionisio Rodríguez
Cía. Pergamino Capitán Juan Pedro Sánchez
Teniente * Sto. Esteban Ludueña
Alférez * Sto. Gerónimo Morales
Cía. Hermanas Capitán Justo Gómez
Fuente: AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 767.
+ Eximido en 1778 por inobediencia.
* Estos son los cargos vacantes pedidos por Diego Trillo en 6 de mayo de 1774.
Para evaluar el protagonismo que fueron adquiriendo Trillo y otros oficiales milicianos dentro
de una práctica que hemos denominado de “articulación defensiva” debemos evaluar tanto el peso del
componente miliciano en sí, como la frecuencia con que eran convocados sus oficiales y la capacidad
de iniciativa que demostraban.
Respecto del rol de las milicias dentro del esfuerzo defensivo, las interpretaciones sobre este
punto en algunos casos han exagerado la oposición entre fuerzas milicianas y regulares, que serían -
según estos análisis- los Blandengues. Carlos Mayo y Amalia Latrubesse (1993) postularon una
militarización de la frontera a partir de la política de guerra que habría sido formulada en la década de
1740 con la creación de fuertes, milicias y Blandengues, pero haciendo hincapié -como lo hacía
Roberto Marfany (1940)- en la precariedad, la indisciplina y la deserción implícitas en la solución
miliciana. Si Mayo y Latrubesse ven a los milicianos como mero apoyo defensivo de los Blandengues,
según Eugenia Néspolo (2007) las fuerzas regulares creadas no hicieron sino reforzar un sistema de
defensa en la frontera que se apoyaba en los pobladores rurales, potenciando el crecimiento de
autoridades civiles-milicianas locales.
Ahora bien, la mayor parte de las investigaciones actuales sobre el Ejército borbónico en
América destaca la enorme variedad de situaciones intermedias que se hallaban en su seno, lo que
impide un deslinde certero entre milicias y fuerzas regulares. En el caso de los Blandengues, un cuerpo

71
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Cañada de Escobar, doc. Nº 774, 10 de octubre de 1774.

50
de por sí excepcional dentro de los Ejércitos borbónicos, Tulio Halperín Donghi afirma que su creación
“es resultado de la transformación en veterana de una fuerza originariamente miliciana destinada a la
guarda de la frontera, con funciones en parte militares y en parte policiales” (Halperín Donghi: 2006, p.
31). Según Raúl Fradkin (2009), este cuerpo, solventado con fondos locales y reclutado entre la “gente
del país”, terminó por ser convertido definitivamente en veterano en 1784.
Por nuestra parte, no hemos podido detectar mayor diferencia de origen y extracción social
entre milicias y Blandengues -es decir, ambos nutrían sus filas de los pobladores rurales- excepto en lo
que hace a su funcionamiento, ya que los segundos percibían un salario mensual, no obstante
mantenían sus ocupaciones de campo. La forma de reclutamiento era la habitual en estos casos, como
lo expresó el mismo Trillo:
“Hice publicar palas Capillas la orden de V.E. para que el que quisiese sentar la plaza de
Blandengue concurran al expresado Capitan [Hernández] y solo del Pergamino se
consiguieron veynte y tantos individuos voluntarios sin en vargo de otros varios qe.
prometen concurrir; y en mi concepto me creo será una de las Compañias lucidas qe. se
esperan (…) porla Calidad de gente”.72
Por otro lado, a partir de 1763 se intentó aplicar el reglamento de milicias, las que se pretendía
que fueran disciplinadas, es decir, que contaran con una oficialidad veterana, entrenaran una vez a la
semana, gozaran del fuero militar y fueran vestidas con uniformes y armas costeados por la Corona. En
nuestra opinión, la organización de las compañías de Blandengues existentes en Buenos Aires, al
menos hasta 1780, se asemejaba a la de las milicias disciplinadas. De hecho, en junio de 1780 un
reglamento les dio el nombre de milicias, por lo que en julio de 1784 debió darse una declaración de los
oficiales de Blandengues como veteranos.73 Todavía en noviembre de 1786, un informe puntualizaba
sobre los Blandengues que “El vestuario es costeado por los individuos de este cuerpo, y los oficiales
de sus respectivas compañías cuidan de hacer reemplazar la prenda que falta, a fin de que este
siempre en el devido buen estado”,74 es decir que la Corona por el momento no costeaba los uniformes.
Si bien la investigación amerita profundizarse, los datos apuntados sugieren que hablar de cuerpos
regulares o veteranos en el caso de los Blandengues parece -para este período- al menos exagerado. Por
lo que, en este caso, plantear una oposición entre ambos tipos de fuerzas (milicias y Blandengues)
como lo hacen Mayo y Latrubesse y a su manera Néspolo, pierde sentido si nos atenemos a nuestro
planteo de que eran funcionalmente complementarias en tanto unas, por gozar de sueldo, eran
permanentes y otras requerían movilizaciones específicas, pero ambas nutrían sus filas de pobladores
72
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 794, 31 de mayo de 1779.
73
Archivo General de Indias (en adelante, AGI), Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 531, Fortificaciones,
pertrechos de guerra y situados 1785-1791, doc. Nº 784, 3 de julio de 1784.
74
AGI, Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 531, Fortificaciones, pertrechos de guerra y situados 1785-1791, doc.
s/Nº, 10 de noviembre de 1786.

51
locales y su oficialidad, como veremos, difícilmente contaba con una formación profesional y una
dedicación exclusiva a la tarea.
Como sea, los episodios en los que Trillo participó dejan planteada la articulación de los dos
tipos de fuerzas, compuestas por milicianos (bajo el cargo de Sargentos Mayores) y Blandengues (a
cargo cada compañía de un capitán) respectivamente. Hemos visto cómo luego del ataque a la tropa de
mulas en el Zapallar sus oficiales colaboraron; también en 1774 el Comandante Faijoo y Noguera
informaba que:
“acaban de llegar los corredores de campo con la noticia de haber hallado entre las lagunas
de Rojas y Manantiales de Piñero una porción de Yndios que serían algunos cientos poco
mas ô menos, que se adelantó el Baqueano con tres hombres para reconocerlos y salieron
de ellos el casique llamado según dijo Casuel, y la casica, y dos masdespues de ellos Y el
Cacique vestía un bastón Colorado, les decía que ellos no venían a hacer daño a los
cristianos [se les preguntó] si habían estado en el Salto alguna vez, y respondieron que no,
ni en estos terrenos; ynmediatamente he passado este avisso al Capn del Salto Dn Juan
Antonio Hernández, que tiene en aquel fuerte las compañías de las Hermanas, tala, Arrecife
y porción de ésta [del Pergamino], para que arreglado a las órdenes de VS execute lo que le
parezca combeniente, como de que el resto de la gente de esta compañía, estará prompta en
este fuerte, para salir al paraje que destinase; estos mismos avisos he passado al
SargtoMaior de los Arroyos [Martín Benítez] para que esté Vigilante en cubrir el camino de
la India Muerta, y que mande pasar avisso â la Esquina [Santa Fe], Cruz Alta, y Punta del
Sause [Córdoba]”.75
Las maniobras preventivas no quedaron allí sino que tres días después salieron a campaña el
Sargento Mayor don Diego de Trillo con 115 hombres de la compañía del Pergamino y el Capitán del
Salto con la suya y demás compañías que tenía en el fuerte, para averiguar el rumbo de aquellos indios
pese a haber declarado no haber venido a hacer daño a los cristianos.76
Dentro de los oficiales milicianos, la actuación conjunta de los Sargentos Mayores Trillo y
Benítez fue frecuente, con cierto nivel de autonomía y crecido número de milicianos movilizados. Esta
colaboración fue informada en 1777 por el Comandante del Fuerte de Pergamino, Alonso Quesada, por
la represión del robo de unas boyadas y muerte de un boyero en el Saladillo. Para ello los Sargentos
Diego Trillo y Martín Benítez habían reunido en la Horqueta de Rojas unos 130 y 200 hombres
respectivamente, mientras que el Capitán Hernández aportó treinta Blandengues.77 En 1778, el mismo

75
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 10 de junio de 1774.
76
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 18 de junio de 1774.
77
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 27 de octubre de 1777. Se trató de un
período altamente conflictivo: el 31 de octubre de 1777, una porción de indios atacó la tropa de carretas en que viajaba el
Presbítero Pedro Cañas junto a Blas Pedrosa y dos esclavos cautivados por el cacique Anteman, episodio conocido por la
participación del cacique Llanquetruz y por la reaparición de Pedrosa -casi diez años después- quien pudo dar cuenta de lo
acontecido. Según su declaración, en el Saladillo de Ruy Díaz unas cuarenta personas perecieron en el episodio. (Villar y
Jiménez: 2000 y Mandrini: 2006, p. 49). Este hecho de inusitada violencia fue seguido de otro que ha sido ubicado para
noviembre de 1777, cuando los indios invadieron una tropa de catorce carretas de Francisco Cuitiño en el Camino de las

52
Benítez desde San Nicolás informó al Virrey que, con motivo del ataque a dos arrias de mulas de
Mendoza en Las Palmitas,78 salió a campaña con 207 hombres aunque fracasó en su objetivo de hallar a
los indios sobre todo por carecer de baqueano, por lo que esperaba que cada vez que lo necesitara se le
franqueasen los auxilios de la gente del Sargento Mayor Diego Trillo. 79
Así, vemos el protagonismo de las fuerzas milicianas movilizadas por los Sargentos Mayores,
las que eran convocadas por los Comandantes de los fuertes ante la potencialidad o la irrupción del
conflicto con las sociedades indígenas cercanas. Tanto en Trillo como en Benítez se depositaba una
expectativa de movilización de hasta doscientos efectivos lo que -en comparación al tamaño de las
compañías de Blandengues o incluso al número de habitantes de cada pueblo80- era una cantidad nada
despreciable. Como vimos, la colaboración entre los Sargentos Mayores Trillo y Benítez y hacia el
Capitán Hernández no era únicamente dispuesta por los Comandantes, sino que fundamentalmente era
buscada por ellos, quienes también podían apoyarse mutuamente en las solicitudes a las autoridades de
Buenos Aires.
Es importante señalar que también las autoridades virreinales requirieron la opinión de la
oficialidad miliciana para resolver temas de importancia. En mayo de 1779, Vértiz solicitó el parecer
del Maestre de Campo Pinazo y ocho Sargentos Mayores (entre ellos, Trillo y Benítez) sobre la
solicitud de paz formulada por distintos caciques aucas. La respuesta de Trillo -de similar talante a
todas las demás- fue que “por lo que respecta à los caciques de la Nacion Auca que solicitan la Paz,
soy de pareser que no deve permitirsele atendiendo à veínte años de experiencia que de este genro.
tengo por que los mismos daños se han experimentado dandosela como no, y en siendo de este genro.
lo mismo tiene una nacion que otra pues nunca han guardado fidelidad”.81

Petacas, paraje de Monte de Ábalos en las pampas, según se informó en el inventario confeccionado sobre los restos
hallados. Entre éstos, se contaron hasta dieciséis cadáveres, junto a 236 tercios de yerba enteros, siete rotos y mermados,
cajones de libros, petacas vacías y otros elementos que evidentemente no interesaron o no logró transportar la partida de
atacantes. En: AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 709, 5 de noviembre de 1777.
78
Entre los ítems hallados detrás de la invasión se encontraban cinco barriles de vino, ocho sacos de pasas y una petaca
vacía. En: AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 5 de noviembre de 1778
79
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, San Nicolás, doc. Nº 925, 12 de noviembre de 1778.
80
El Comandante de Pergamino en el empadronamiento de población realizado para este pueblo y el de Rojas en 1779
mencionaba 324 habitantes para el pueblo de Pergamino y 72 para el de Rojas (en: AGN, Sala IX, Comandancia de
Fronteras, Leg. 1-5-6, doc. Nº 615, 23 de julio de 1779). Por su parte, en su exposición sobre los “pueblos fronterizos”,
Roberto Marfany le atribuye a Salto 421 habitantes en 1781 y 493 en 1782, y a Rojas 325 y 256 habitantes respectivamente
(Marfany: 1940, p. 165).
81
AGI, Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 528, Fortificaciones, pertrechos de guerra y situados 1777-1779. Es
interesante destacar que sólo unos meses antes una Junta de Guerra miliciana convocada por Vértiz se expedía contra la
entrada general propuesta por Cevallos en agosto-septiembre 1778 (Cabodi: p. 31). Ya fuera por ser concientes de sus
propias limitaciones o por conveniencia, la oficialidad miliciana convenía en afirmar el conflicto permanente al tiempo que
censuró siempre que se le consultó una “entrada general”. Del mismo modo, Sara Ortelli, para la provincia de Nueva
Vizcaya en la frontera septentrional novohispana, sostiene que en la segunda mitad del siglo XVIII se instaló allí un
discurso que sustentó y promovió la idea de la guerra como conflicto real o potencial, con el fin de mantener el statu quo y
los privilegios de que gozaban los poderosos locales, a partir de los beneficios económicos y políticos que reportaba la

53
La paz sería denegada ese año, pero en 1781 a raíz de las repetidas instancias de los dieciocho
caciques que la solicitaban, Vértiz convocó una Junta de Guerra en Montevideo que resolvió
desconocer las opiniones vertidas por los oficiales milicianos y conceder la paz solicitada, entre otros
motivos, por la necesidad de contar con la tropa de la frontera en Buenos Aires y Montevideo y porque:
“además de que si por este medio se llegase a conseguír la seguridad, que se desea,
procuraria disminuir el numero de Blandengues, que conviniese (…) que ha minorado el
fondo, de que este se mantiene, por la poca salida de los cueros, y que cortado el comercio
del Peru, lo está la saca de Mulas del Tucuman, no haviendo por consiguiente Ramo de
Sisa, de que mantener aquellos Fuertes fronterizos, que ya empezarán à gastar los Caudales
dela Rl. Hazda.”82
Como vemos, los imperativos de guerra, las rebeliones que se estaban desarrollando en el Alto
Perú y la estructura de financiamiento de la defensa condicionaron a Vértiz a reorientar su política de
frontera, pero además esto marca a nuestro parecer el inicio del decaimiento de las milicias en el
escenario fronterizo y, tal vez, el comienzo de la conversión de los Blandengues en cuerpos regulares.
Sabemos que por Vértiz se duplicaron los cuerpos de Blandengues de Buenos Aires y se formuló un
plan de poblamiento defensivo. Paralelamente, y no obstante la declaración de paz, en diciembre de
1783 Vértiz informó a favor del pedido de los oficiales Blandengues para ser considerados tropa
veterana; según el virrey, merecían este reconocimiento ya que se hallaban en guerra permanente en la
frontera.83
La necesidad de más guarniciones fijas y de poblados defensivos quizás se relacionara con el
hecho de que la apertura del libre comercio con puertos españoles para Buenos Aires comenzara a
valorizar los productos de su campaña. Hasta ese momento el ejercicio de la autoridad en esta porción
de la frontera recayó preponderantemente en el personal militar, en virtud de ser la red institucional con
mayor despliegue a efectos de proteger los caminos centrales de la actividad mercantil porteña.
Blandengues -aunque de matriz miliciana- y milicias eran funcionalmente complementarios en tanto
unos, por gozar de sueldo, tenían obligaciones cotidianas y las otras requerían movilizaciones
específicas. Esto lo podemos relacionar con un tipo de conflictividad episódica -pero recurrente- de
saqueos y raids punitivos desde y hacia uno y otro lado con rasgos agudos de violencia.

ubicación en una zona considerada como fronteriza y en conflicto latente con los indios no reducidos, y frente a los intentos
de reforma que emprendieron los Borbones (Ortelli: 2005).
82
AGI, Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 529, Fortificaciones, pertrechos de guerra y situados 1780-1781, doc.
s/Nº, 30 de abril de 1781.
83
AGI, Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 530, Fortificaciones, pertrechos de guerra y situados 1782-1784, doc.
Nº 784, 3 de julio de 1784.

54
Resistencias y conflictos frente a la autoridad defensiva.
La exitosa -aunque episódica- movilización que ponían en práctica Sargentos Mayores como
Diego Trillo y la colaboración necesaria entre milicianos y Blandengues no deben opacar la existencia
de conflictos y resistencias dentro del conjunto hispano-criollo. La capacidad de controlar hombres que
ostentaban las autoridades defensivas implicaba una relación de poder que muchas veces era resistida
por parte de los pobladores y disputada por otras autoridades. El examen de los conflictos y resistencias
que debió enfrentar el Sargento Mayor Trillo en el ejercicio de la autoridad defensiva nos permitirá
visualizar sus límites y los condicionamientos que imprimían a los cursos de acción seguidos.
En general, la poca afición al servicio de milicias fue reconocida por las autoridades residentes
en Buenos Aires durante todo el período. Así lo informó Cevallos en 1765, afirmando que “Los
milicianos de allí hacen los dias de fiesta sus ejercicios. Todos los oficiales, y otros individuos tienen
sus uniformes, y se va aficionando la gente al Real Servicio, pero con todo siempre será conveniente no
contar mucho con ellos, porque la abundancia de cavallos, y dilatada extensión de la campaña les
facilita la fuga, á que los incita su repugnancia á la guerra”. 84 Y también lo haría el virrey Sobremonte
en 1802: “todo esfuerzo es en bano para promober en estos Payses la aficion al servicio de soldado, por
la abundancia delos efectos necesarios para la vida en la Campaña, y la livertad que esta ofrece”.85
Vemos que gobernadores y virreyes atribuían las dificultades para la movilización a la facilidad
del acceso a los recursos básicos para la subsistencia y a las enormes extensiones pampeanas. Además
de estas condiciones estructurales, debemos observar que se trataba de sociedades campesinas, por lo
que el primer límite (y quizás el más infranqueable por su condición estructural) que hubo de encontrar
la oficialidad miliciana, en su intención de acumular poder mediante la movilización del mayor número
de efectivos posible, lo constituyeron -como no podía ser de otra manera- los momentos de siembra y
cosecha, y ejemplos de ello abundan en las fuentes y en la bibliografía sobre el tema (Mayo y
Latrubesse: 1993). Esto no sólo ratifica la importancia de la agricultura en la frontera -aún en un área
de excelentes rendimientos ganaderos- sino también hasta cierto punto la identificación de los
milicianos con los humildes labradores de la campaña.
Una forma de sortear el servicio de milicias era alegar que la autoridad que pretendía el
reclutamiento no tenía jurisdicción territorial sobre ellos. Así, Trillo en el primero de sus seis años
como Sargento Mayor se lamentó de que:

84
AGI, Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 525, Fortificaciones, pertrechos de guerra y situados 1766-1770, doc.
s/Nº, 15 de diciembre de 1765.
85
AGI, Gobierno, Audiencia de Buenos Aires, Leg. 522, Expedientes sobre asuntos de guerra 1770-1811, doc. s/Nº, 9 de
agosto de 1802.

55
“en el día se halla la compañía de las hermanas muy perjudicada, y disminuida de gente
pretextando los mas servir en la de Santa Fee. y estos sujetos quando la rebistaqe. paso el
Sor Coronel Dn Agustin Pineo estaba en Compañía de las hermanas como costa de las
Listas. Estos señor no tienen mas motibo sino buscar prestetos para no servir ael Rey”.86
Episodio que ya conocíamos y que demuestra que Trillo buscaba la ratificación de su
jurisdicción sobre los pobladores de esta banda del Arroyo Seco justificada en el “servicio al Rey”.
Otra forma de resistencia a que se debió enfrentar Trillo fue la insubordinación individual, que fue
castigada con el arresto. Joseph Lorenzo Bustamante fue remitido preso en 1774 por Diego Trillo,
quien justificó la medida de la siguiente manera:
“…andava [Bustamante] con una Daga con cuia Arma por mal que los ofiziales de su
Compañía lo zitassen no ha sido posible reduzirle a obedezer ni asistir â los Exerzicios
Doctrinales atenido a la Daga expidiendo Vozes que el que le persiguiesse para prenderle
experimentaria su muerte estos atentados tan perniciosos â la buena disiplina de los demas
soldados…”.87
En esa ocasión la prisión se justificaba en la idea de que el ejemplo no se propagase. No fue en
lo sucesivo la única vez que Trillo ordenó la prisión de un individuo. En octubre de 1778, Trillo remitió
preso al Cabo de Asamblea Juan Rubiera por desobediente y por haberle hecho armas. El Sargento
Mayor relató el episodio de la siguiente forma:
“…Nombré a Vno de los Cabos de mi encargo de las Asambleas llamado Juan Rubiera pa.
la custodia de ellas, y me respondió, qe. no se hase cargo de ir donde le mando, le mando
por dos, y tres veses me responde lo mismo, le mande se quedase en esta guardia, responde
no me conose para nada, el Acaballo, yo apié quise atajarlo me abocó el Cañón de el fusil,
le agarre su Espada, y con ella le di tres palos, lo puse preso en el Sepo, a donde lo dexe
entregado al Cabo de Dragones”.88
Aquí, según el relato de Trillo, el Cabo desobedecía la autoridad en virtud de que no conocía a
quien pretendía ejercerla. Otra acción que era castigada con la prisión de quien la perpetuara fue la
deserción. A fines de 1778, el Sargento Mayor Diego Trillo prometió aprehender a quienes lo
desampararon en una expedición anterior, aunque aclaró con qué dificultades:
“no pierdo tiempo de solicitar el Paradero de estos de los quales se hallan dos en estos
Destinos, y para que todos juntos paguen su delito no los prendo afin que no llegue aoidos
de los aucentes, y en el supuesto que a VE se lo tenia comunicado vocalmente ese fue el
principal motibo de no escribir.
Yo personalmente tengo hecho el ánimo deprender estos tomultantes pues en estos casos
no hai que comicionar al que no sepa servir con toda legalidad pues no tengo de quien
fiarme por que todos son parientes”.89

86
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 766, 6 de mayo de 1774.
87
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 769, 10 de mayo de 1774.
88
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Salto, doc. Nº 302, 29 de octubre de 1778.
89
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Arrecifes, doc. Nº 313, 15 de diciembre de 1778.

56
Aquí se muestra el tipo de estrategias que podían poner en juego los pobladores a la hora de
evadir el castigo: el rumor pueblerino y la protección de los parientes evitaron que Trillo capturara a los
prófugos. Esto era posible por las características de los procesos de migración hacia la frontera, donde
las familias de migrantes desarrollaban patrones de asentamiento que las conectaban con una red
parental.90 Entre las medidas decididas por Trillo para reprender a los desertores, se encontraba la
persecución judicial nada menos que del Ayudante Mayor de Trillo, Joaquín Galisteo, por su
“inobediencia a las órdenes para salir en seguimiento de los infieles”. 91 De esta manera, el Ayudante
Mayor fue relevado de su cargo reemplazado por Eusebio Dávila, hombre “de confianza” de Trillo.
Prueba de las resistencias ejercidas por la población rural, la necesidad de prisiones y cepos fue
repetida por las autoridades fronterizas. Trillo no fue una excepción: en noviembre de 1778 pedía un
cepo, seis pares de grillos y seis cadenas, además de un rastrillo y una olla para la guardia de la
Horqueta de Rojas.92 Asimismo, en el inventario sucesorio de Trillo se consignó la existencia de un
cepo entre los bienes de su estancia.93 Si queda duda sobre el sentido de estos elementos, un interesante
testimonio es la carta que Eusebio Dávila, en ese momento Comandante de la Horqueta de Rojas,
escribió a Trillo luego de que huyeran un preso y dos Dragones que habían salido a su captura,
solicitándole “…probeer esta Guardia deprisiones en particular de zepo pues sin ellos no puede haver
mayor respecto”.94
Éstos son indicios para analizar algunos aspectos de la relación de poder construida con los
pobladores rurales: por un lado, se destacan las relaciones sociales previas como requisito a la
pretensión de ser obedecido; por otro, la utilización de elementos represivos (prisiones y cepo) tanto
para castigar como para enviar un mensaje al resto de los soldados ante el temor de que el ejemplo se
propagase.
Como decíamos, la construcción de autoridad y el ejercicio de jurisdicción en la frontera se
hacían en competencia con otras autoridades. En 1774, Trillo justificó la imposibilidad de reunir los
cincuenta milicianos que le pidió Pinazo para salir al campo en compañía del Capitán Hernández a
castigar a los indios, entre otros motivos, dado que “por no serbir ael Rey ban algunos sujetos y se
balen de los Señores Alcaldes sacandoles comision y con ese motibo cuando lo sitan disen son alcaldes

90
La disponibilidad de tierras sería un factor para explicar el predominio de las familias nucleares en los procesos de
migración. Sin embargo, llegados a destino desarrollaban patrones de asentamiento entre hogares emparentados cuya
proximidad física hace pensar en la cooperación parental en los momentos álgidos de producción, facilitando física y
emocionalmente la “formación neolocal del hogar” (Mateo y Moreno: 1997, pp. 50-51).
91
Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Escribanía de Gobierno, Leg. 13-1-1-11, Pergamino, Año 1778.
92
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Salto, doc. Nº 304 (1778. “Relazion del armamento y municiones
qe. en estas Fronteras senecesitan”).
93
AGN, Sucesiones, Nº 8456, Diego Trillo.
94
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 787, 28 de enero de 1779.

57
y qe no pueden servir al Rey”.95 En este caso, según Trillo el servicio al Rey que debían sus milicianos
era evitado con ayuda de los Alcaldes de Hermandad de los distintos partidos.
En otros casos, el crecimiento de la oficialidad miliciana como autoridades locales también
podía realizarse a expensas de los Comandantes de los fuertes. Los Comandantes tenían, además de sus
funciones militares, una virtual autoridad civil de las poblaciones ya que durante mucho tiempo
ejercieron funciones de policía ya que entendían en los casos de abigeato u otras infracciones. Es por
ello que los Comandantes tradicionalmente fueron considerados los “todopoderosos” de la campaña.96
Sin embargo, al momento de la expedición reunida por Trillo y Benítez en la Horqueta de Rojas, el
Comandante de Pergamino Alonso Quesada se lamentó:
“Y así señor con tanto dolor mío me quedé sin acompañarlos; lo uno, porque no me era
posible abandonar este puesto, sin tener a quien confiarlo. Mayormente cuando estoy
siguiendo estas obras, que no puede separarse un instante; Y lo otro, no tener jurisdicción
alguna con esas milicias, pues están subordinadas a su Mahestre de campo, como podrá
informar a VE el Teniente de Rey (…) como el abandono, y mal arreglo de estas
compañías, poca subordinación y ningún esmero en sus oficiales, siendo los más de ellos
inútiles para el desempeño de sus obligaciones, como podrá verificarlo VE verificando
quien las inspeccione, pues llegó a tanto el desprecio de este Capitn. que dispone las
corridas de campo sin mi conocimiento, por más advertencias que le tengo hechas, siendo
el último a quien le llegan los acahecimientos de la campaña, todo lo que he tolerado por
conservar la mejor armonía, y de que VE había de llegar para su remedio. Y así señor, si
VE me considera acreedor de que pueda salir a campaña en seguimiento de los enemigos,
siempre que se proporcione se dignará VE señalarme la gente que deba estar a mi cuidado,
como a quien deberé dejar en mi lugar, pues me será de toda gloria ser el primero”.97
En esa ocasión, la situación del Comandante sufría una triple amenaza: la escasez de recursos
humanos y edilicios, el hecho de no tener jurisdicción sobre las milicias lanzadas a campaña, el
abandono de las compañías destacadas y la insubordinación de su oficialidad.
El conjunto de resistencias que ejercieron los pobladores rurales demuestra que, en la pretensión
de ser obedecidas, las autoridades locales no siempre tenían el consenso de la población. Ellos alegaban
desconocer al individuo, mientras que Trillo, más allá de las prácticas de reclutamiento concretas que
pudiera tener, reclamaba obediencia buscando legitimación no sólo en el conflicto sino también en el
debido “servicio al Rey”. Incidentalmente, si estos recursos fallaban, podía recurrirse a elementos
represivos (expediciones punitivas, prisiones y cepo) pero estos últimos no podían constituirse como
fundamento permanente del poder. Como hemos visto, capitanes, Sargentos Mayores de milicias y

95
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 775, 5 de septiembre de 1774.
96
“…la política fronteriza no fue más que una prolongación de la militarización de la frontera, del poder militar del
comandante del fuerte, convertido en señor de vidas y haciendas, en juez y parte, en árbitro todopoderoso (…) El poder de
los comandantes de los fuertes fue ejercido, como decíamos, casi sin reato y de manera a menudo sumarisima y dura”
(Mayo y Latrubesse: 1993, pp. 47-48).
97
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 27 de octubre de 1777.

58
Comandantes de Fronteras colaboraban pero también disputaban por esa posición, en parte porque las
autoridades defensivas frecuentemente utilizaban el poder de coacción como forma de control social
hacia dentro del conjunto hispano-criollo, ampliando los márgenes de su propio poder y el horizonte de
las expectativas económicas sobre el cargo. La evidencia de los límites y resistencias que enfrentaban
las autoridades en el ejercicio del poder demuestra que la realidad social no era tan plástica o maleable
a sus intenciones.

Territorialización de relaciones de poder: el caso de la Horqueta de Rojas.


Todas estas consideraciones pueden volcarse al análisis de un episodio en particular: la
fundación del fuerte de la Horqueta de Rojas. Hemos mencionado que hacia 1777 el virrey Cevallos
apoyó la postura de priorizar la protección de los caminos por sobre el adelantamiento de la línea de
frontera y que con ese fin se crearon en ese año los fuertes de Rojas y Melincué. Sin embargo, estamos
ahora en condiciones de complejizar ese relato de la aparición del fuerte de Rojas, que tuvo a Trillo
como protagonista, como ejemplo del peso de lo local más allá de las intenciones virreinales, teniendo
en cuenta las relaciones sociales de poder que se construyeron en la frontera de Buenos Aires, la
importancia del componente miliciano y las resistencias y conflictos que se generaban en el ejercicio de
la defensa.
La creación del fuerte de la Horqueta de Rojas, que antecedió al de Rojas, no fue el resultado de
ningún plan de adelantamiento ni de una orden virreinal sino que fue a propuesta de los Sargentos
Mayores Martín Benítez y Diego Trillo con autorización del Teniente de Rey Diego de Salas en
ejercicio de la superioridad militar estando todavía ausente Cevallos. En particular, Diego Trillo fue
quien eligió su emplazamiento según consta en el informe brindado más tarde por dicho Teniente de
Rey a Vértiz:
“el sitio en que se hizo este Fuerte fue á elección del Sargento Mayor de Campaña dn
Diego Trillo, y naturalmente con acuerdo del Maestre de Campo, pues yo aunque estube en
aquel Puesto dexé a su arbitrio elmas ventajoso para la defensa del campo, y Guardia”.98
En realidad, los motivos para esa elección fueron expuestos por el Sargento Mayor en su
informe al término de la construcción del fuerte, de la que también estuvo a cargo:
“Es este un parage que en tienpo de seca todas las haciendas de los Arroyos y estos Parages
yen particular las boiadas de los Carreteros qe viajan a Sn Juan y Mendoza concurren a el pr
las aguadas de Manantiales permanentes y fertilidad de pastos qe siempre se ha
experimentado pues barios vecinos dicen que se quieren mudar a bibir a este parage que
supongo no tardaran en poblarse pr. la conveniencia dha”.99

98
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Salto, doc. Nº 333, 18 de enero de 1779.
99
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Arrecifes, doc. Nº 146, 3 de enero de 1778.

59
Siendo él mismo hacendado y partícipe del tráfico comercial que unía a Buenos Aires con
Cuyo, no puede sorprender la decisión de Diego Trillo de proteger ese territorio que era, en definitiva,
la protección de sus propios intereses. Para la construcción del fuerte, Trillo recibió materiales y
armamento del de Pergamino, justificado en la idea de que este último iba a perder gran parte de sus
funciones, pero era sobre todo la escasez de recursos la que determinaba la circulación de materiales.
Sin embargo, el objetivo de Trillo de erigir el fuerte no le fue sencillo de alcanzar a raíz de las
mismas resistencias que generaba el servicio de milicias. De los veintinueve hombres que utilizó para
su construcción, sólo cuatro eran milicianos y los demás fueron peones conchabados de su propio
peculio. Además, Trillo debió gratificarlos con yerba, tabaco, papel y otras dádivas a fin de retenerlos
en la estación en que comienza la siega (Cabodi: 1950, pp. 48-49). Concluido el fuerte, Trillo no pudo
retener a los trabajadores e informó de sus esfuerzos para ubicar a su relevo y a los hombres que
guarnecerían la plaza, habiendo convocado para ello, con infructuoso resultado, a la oficialidad de su
confianza:
“Toda esta gente con que me hallaba en esta fatiga todos a una vos me dixeron que ya no
podian susistir mas y que todos tenian trigo qe. coger y diciendo esto se han ydo
dexandome solo unicamte. con un Sargento de la Asamblea y dos otros hombres de mi
confianza aunque tenia ordenado biniese un subalterno arrelebarme luego qe. acabase el
fuerte con el numero de 29 hombres por lo pronto que debian quedar de guarnicion en esta
Guardia bino el Teniente Dn Esteban Ludueña diciendo que ninguno queriabenir que todos
tenian trigo que coger al mismo tiempo ordene a la Compañía de los Arrecifes al cargo del
Teniente Dionisio Rodriguez que luego que yo acabase dho Fuerte qe. me despachase un
cabo con 9 hombres lo qe. con efecto fue el cabo Thomas Castillo a dho Fuerte sin un
hombre diciendome que la gente no queria ya que tenian que rrecoger sus trigos qe. el
tiempo les era corto ni aun tenian providencia de maderas ni aun plata para este fin. Con
este motibo mande retirar dho Theniente y Cabo diciendoles que sin gente yo no era
nada”.100
Como vemos, Trillo no logró retener a sus hombres, ni sus oficiales subordinados lograron
movilizar a ninguno, en virtud de estar en la estación de siega, lo que condujo al Sargento Mayor a
quejarse agriamente de que él sin gente no era nada, en una declaración que hace nítida la base de su
poder. Con la llegada de Juan Joseph de Vértiz a virrey (efectivizada en junio de 1778) Trillo debió
contestar la imputación de haber abandonado la guardia:
“Luego que recevi la de Ve con fha 29 del pasado [mes de diciembre] he dispuesto se
recluten treinta [soldados] de las compañías de mi cargo para qe. pasen al cargo del
Theniente don Eusevio de Avila a guanecer el Fuerte de Rogas ganando igual suerdo que
los Blandengues intimandoles el mas zeloso esmero, Celo y cuidado (…) VE me dise que

100
Según Trillo, el motivo de la ausencia de milicianos ese año fue “que esta gente por repetidas ordenes del Teniente de
Rey [Diego de Salas; MEA] sean aventajado en sembrar mucho mas de lo acostumbrado y se hallan totalmte. sin un real
qe. temo qe. barios lo perderan por falta de dinero si vxla fuere servido puede favorecerlos con la piedad que acostumbra”.
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Arrecifes, doc. Nº 146, 3 de enero de 1778.

60
tiene entendido el abandono con que asta ahora se ha mirado esta imporatana. al
escandaloso estremo de quedarse solo el artillero digo qe. en mi poder esiste las listas de la
Guarnicionqe. mesuamento? con VM oficia entra Guardia. Y que este abandono abrasido
en las dos espedisiones qe. yo e echo pero la una quedo el cargo el Theniente Dn Esteban
Ludueña Y otra ael cargo del Alferes don Geronimo Morales quien abra hecho semejante
Asurdo señor es mucha la Desidia de estas Gentes para el Real Servicio”.101
En esta misiva, Trillo puso de manifiesto los mecanismos mediante los cuales guarnecía el
fuerte, esto es, a través del pago de sueldos que contrarrestara “la Desidia de estas Gentes para el Real
Servicio” y confiándole la tarea a los oficiales bajo su mando. Por otro lado, el Teniente de Rey Diego
de Salas informó al nuevo virrey en contra del emplazamiento del fuerte:
“según estoi informado con zerteza, no se haya dho fuerte situado en el mejor paraxe, y con
peligro de ser sorprendidos de los Yndios Ynfieles, y mas en las ocasiones que el rio tenga
creziente, y impida la retirada de su Guarnizion, a cuio efecto siendo del agrado de VE
puede (para mayor esclarezimiento) servirse mandar auno de los mas inteligentes que
ay”.102
El fuerte quedó en los meses siguientes bajo la comandancia de Eusebio Dávila, de confianza de
Trillo, hasta que el 31 de mayo de 1779 el Capitán de Blandengues Juan Antonio Hernández fue
comisionado para comandar y trasladar el fuerte, para lo que se ayudó de los auxilios y gente reclutada
por Diego Trillo en Pergamino. Sin embargo, unas semanas después Trillo fue eximido de su cargo de
Sargento Mayor por el Comandante General de Fronteras Juan José Sardén concluyendo así su carrera
militar.103 Si bien no conocemos los motivos de la decisión de Sardén, es evidente que las acusaciones
de Vértiz sobre el emplazamiento y abandono del fuerte de la Horqueta de Rojas no debieron estar al
margen. El nuevo fuerte de Rojas sería concluido hacia octubre de 1779 y quedaría integrado al
conocido plan del Teniente Coronel Francisco Betbezé para guarnecer la frontera de Buenos Aires. 104

Poder y acumulación económica.


Aquí sostendremos que la experiencia miliciana de Diego Trillo también colaboró en su proceso
de acumulación económica. En otros espacios hemos analizado las estrategias económicas
diversificatorias que le permitieron a Trillo pasar de pulpero con un capital declarado de mil pesos al
momento de su casamiento hacia 1760, a su declaración como hacendado y vecino de Buenos Aires
con más de 40 mil pesos en activos que acusa su juicio sucesorio (Alemano: 2009). De ese proceso

101
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Salto, doc. Nº 333, 10 de enero de 1779.
102
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-2, Salto, doc. Nº 333, 18 de enero de 1779.
103
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-4-4, Fontezuelas, doc. Nº 797, 25 de junio de 1779.
104
El fuerte de Rojas ni siquiera fue mencionado en la Memoria de gobierno dejada por Cevallos a su sucesor. En realidad,
salvo ligeras modificaciones, la propuesta de Betbezé era respetar la situación de hecho de los fuertes, contradiciendo la
propuesta de traslado. Incluía los fuertes de Chascomús (antes Zanjón), Ranchos, Monte, Luján, Salto y Rojas. Ver los
testimonios pertinentes en: Beverina: 1935, pp. 68 y ss.

61
querríamos destacar que la actividad económica de Trillo estuvo definida por la existencia de dos
etapas diferenciables en primer término por la magnitud que adquirieron sus negocios. La primera
etapa se caracterizó por la participación en la esfera de la circulación de mercancías, mediante
actividades de comercialización, acopio y transporte de bienes importados y productos de la tierra. El
inicio de la segunda etapa, que de ninguna manera implicó el abandono de esas actividades, estuvo
marcado por la compra de propiedades urbanas y tierras y el emprendimiento de actividades ligadas a
la producción de mercancías. La transición habría sido facilitada por su actuación miliciana (1771-
1779), aunque la imbricación con las formas de poder institucional presentes en la frontera se demostró
importante durante todo el proceso de acumulación.
Contamos con pocos datos acerca de las actividades económicas y sociales de Trillo previas al
acceso a cargos milicianos. Sabemos que al momento de contraer matrimonio declaró mil pesos de
capital, que en 1764 aportó el derecho de compostura por una pulpería y que en 1771 el Comandante de
frontera de Pergamino, a raíz de una denuncia por tráfico ilegal de cueros, lo sindicaba como el pulpero
don Diego Trillo, dueño de dos pulperías en el Pergamino. Si bien la información es parcial, nos
demuestra que estamos frente a una persona no acaudalada, pero sí con cierta base material y
reconocimiento social como para acceder a una de las principales vías para “servir al Rey” en la
campaña: la milicia.
Los mecanismos por los que la imbricación con ciertas instancias institucionales de poder podía
beneficiar los negocios rurales eran variados. Ya para 1771 tenemos datos de la participación de Trillo
en el tráfico que unía a Buenos Aires con Cuyo y Chile. Ese mismo año el Comandante de Frontera de
Pergamino debió remitir a un individuo apresado por Trillo,105 quien en ese momento se desempeñaba
como Teniente de milicias bajo el mando del Sargento Mayor Francisco Sierra. En realidad, no se
trataba de un “reo” sino de un “indio” conchabado por Trillo en Mendoza para salir con una tropa de
bueyes. Este peón según la denuncia había recibido adelantados catorce pesos por el viaje y había
desaparecido antes de hacerlo. Resulta evidente que Trillo pudo aprehender a este “peón díscolo”
valiéndose de su situación de poder.
En 1774, unos meses después de acceder al grado de Sargento Mayor de milicias, Trillo
participó por primera vez en la expedición a Salinas, a la que volvió a asistir en los años de 1778, 1786,
1790, 1798 y finalmente en 1800. Las expediciones eran comandadas por personal miliciano. Si bien
Trillo no parece haber sido designado comandante, sí lo fueron sus colegas Manuel Pinazo y el
Sargento Mayor del Zanjón, Clemente López Osornio. Según el estudio de Gabriel Taruselli (2005-

105
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. Nº 154, 20 de noviembre de 1771

62
2006), en 1774 Trillo participó con trece carretas, aumentándolas a veinte en su última participación.
Cada carreta podía transportar dieciséis fanegas de sal, 106 aunque una fanega debía abonarse como
impuesto y se necesitaban unas catorce personas para la conducción de diez carretas. El beneficio de la
sal y la posibilidad de continuar las actividades mercantiles en territorio indígena, sumados a su
conocimiento de la campaña, explican el interés de Trillo en participar de todas las expediciones
organizadas entre 1774 hasta su fallecimiento en 1802.
La actividad miliciana también pudo haber sido de ayuda en los primeros pasos en la
producción ganadera. En 1777 fue su cargo de Sargento Mayor probablemente el que le valió ser uno
de los comisionados para recoger ganados dispersos,107 una de las habituales actividades convenidas
entre el Gremio de Hacendados y el Cabildo de Buenos Aires. Así, se debía devolver a cada dueño el
ganado que fuera de su marca, y el orejano o de marcas no conocidas se enviaba al abasto (como parte
del donativo del Gremio para la recibida del Virrey) y el resto a los participantes de la recogida.
Por otro lado, las expediciones punitivas contra los indígenas otorgaban nuevas oportunidades
para acrecentar la hacienda. Por poner un ejemplo ilustrativo, también del año 1777, en misiva de
Alonso Quesada a Vértiz se informó lo siguiente:
“Señor: acaba de llegar el baqueano y algunos vecinos que se retiran de la expedición a el
cargo de los mayores Dn Martín Benítez y Dn Diego de Trillo, los que traen la noticia de
que alcanzaron los indios en sus tolderías rescatando las más de las haciendas que se
llevaron del Saladillo, muerto a tres de ellos, una china, y un cristiano paraguayo que dicen
era el baqueano, quitándoseles hasta setecientos caballos que tenían, además de la hacienda
hurtada, como una india y un muchacho que se cogieron prisioneros no habiendo
experimentado la menor desgracia de los nuestros”.108
Si bien el provecho del saqueo debía contemplar la remuneración a las milicias, parece evidente
que este tipo de raids punitivos daba la oportunidad de acceder a ganados antes bajo control indígena.
De hecho, en su Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos-Ayres y Paraguay…, Gregorio Funes
relató una expedición comandada por Trillo en 1778:
“Con el silencio que el caso pedía acercó Trillo su gente esa misma noche, y al rayar el dia
cayò de improbiso sobre el enemigo. Fueron pocos los indios que se encontraron, de los
que muertos catorce varones y veinte mugeres, se reservaron hasta 45. Luego de que Trillo
se hallò dueño del campo lo entregò al saco de los soldados, y se descubrieron por este
medio no pocos restos de los despojos tomados antes à los cristianos (…) Trillo regresò
desde aquí con su gente, trayendo mas de 400 animales ùtiles y otros efectos de rescate”
(Funes: 1817, p. 234).

106
Una fanega equivale aproximadamente a 55 litros.
107
Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie III, Tomo VI (1777-1781), p. 70.
108
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 3 de noviembre de 1777.

63
Como ha sido sugerido, la depredación fue tan intrínseca a los procesos de frontera que la
propia sociedad hispano-criolla fronteriza incorporó ciertas formas de depredación: los ataques de
blandengues y milicianos “fueron asumiendo cada vez más la morfología de los malones indígenas, con
sus arreos de ganado, su derecho a botín e incluso ciertas formas de cautiverio” (Quijada: 2002, p.
114), características que se verificaban en el caso de estas dos expediciones comandadas por Diego
Trillo. Uno estaría tentado de sugerir que fueron la recogida de ganados y estas expediciones las que le
permitieron a Trillo aumentar significativamente el número de ganados para abasto en 1777-1778.
Por último, luego de reemplazar a Trillo en la Comandancia de Rojas, el capitán Hernández
sugirió que el abasto de los catorce hombres destacados en esa plaza se realizara por mano del
constructor del fuerte.109 Cuando se realizó la reconstrucción del edificio, el Comandante de Pergamino
informaba que: “en cumplimiento de la orden de VE que comunicó Don Juan de Sardén se han
remitido a las obras de Rojas mill ladrillos de los que tiene Don Diego de Trillo, dandole el
correspondiente recibo de ellos, como de doscientos mas que he traido para la precisa recomposicion de
este Fuerte”.110 En un episodio ocurrido en 1781, nos enteramos, por una comunicación del
Comandante General de Fronteras Juan José Sardén, de que -en Rojas- “solo hay Dos Pulperias, una de
un Catalan, y la otra de Dn. Diego Trillo, y esta he dispuesto ultimamente se quitase por que bendia á
precios excesibos á la tropa, y vezindario, que ya le havia reprendido”.111 Vemos entonces que Trillo
no sólo se benefició por la construcción de este fuerte en un sitio estratégico para sus intereses
mercantiles, sino que también lo hizo como abastecedor del mismo.
En definitiva, sostenemos que la participación de Trillo en diversas instancias del Estado
colonial se constituyó como parte sustancial -aunque difícil de mensurar- de su acumulación
económica. La actuación miliciana, particularmente, le permitió participar y beneficiarse de las
expediciones punitivas, las recogidas de ganados, las expediciones a Salinas o del abastecimiento de los
fuertes. Por esos años Diego Trillo adquirió tierras en Fontezuelas que le permitieron empezar a
producir para los mercados porteño (carnes), altoperuano (mulas) y de ultramar (cueros). En 1775
Trillo compró 1.500 varas; para 1780 había septuplicado las tierras de su propiedad y a su muerte
legaría más de 17.000 hectáreas. Asimismo, los primeros dos años Trillo contaba con menos de 300
animales de stock mientras que en 1777-1778 cuadruplicó esa cifra, coincidente con la fecha en que se
produjeron la recogida de ganados y las expediciones sobre las tolderías.

109
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras Leg. 1-5-2, Salto, doc. Nº 329, 31 de diciembre de 1778.
110
Francisco Balcarce al Virrey Vértiz. AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-5-6, Pergamino, doc. s/Nº, 28 de
octubre de 1779.
111
AGN, Sala IX, Comandancia de Fronteras, Leg. 1-6-2, Luján, doc. s/Nº, 24 de abril de 1781.

64
Esta trayectoria no es disímil de lo que conocemos para sus colegas oficiales de milicias y
Blandengues, coincidiendo en las lógicas diversificatorias de acumulación económica y construcción
de poder. El Sargento Mayor Martín Benítez, oriundo de Santa Fe, comenzó a desempeñarse en las
milicias en 1742 y actuó en las milicias santafesinas, cordobesas y de San Nicolás, alcanzando en estas
últimas dos el grado de Sargento Mayor.112 Por su parte, Juan Antonio Hernández, originario de
Santander, comenzó como soldado de milicias en 1760, alcanzando al grado de teniente en 1766,
pasando a Capitán de Blandengues en 1772 y llegando a ser Comandante de Blandengues. 113 Estas
carreras militares reflejan un marco de prácticas de articulación entre distintas jurisdicciones y fuerzas
diversas donde los límites eran difusos.
Entre los bienes acumulados por Hernández aparecen atahonas, carretas y comercio (Andreucci:
2008), oportunidades típicas de la región en que se desempeñaba, así como también participaba del
abasto porteño. El Ayudante Mayor de Trillo, Eusebio Dávila, participó del abasto de carnes de Buenos
Aires y tuvo pulperías. Dávila, además de haber sido oficial miliciano, fue elegido dos veces como
Alcalde de Hermandad. Dentro del puñado de grandes patrimonios rurales hallamos el de Francisco
Sierra, quien había sido antecesor de Trillo en su cargo miliciano. Sierra fue señalado en 1787 como el
más rico hacendado de la zona de Arrecifes, con un número importante de vacas y mulas y una casa
con oratorio poblada por cuarenta personas (Amigorena: 1787), además de haber explotado pulperías y
participado de las expediciones a Salinas.
También destaca la trayectoria del Maestre de Campo Manuel Pinazo. Este último se
desempeñó como Capitán de milicias de Escobar, luego Sargento Mayor de Luján, como Maestre de
Campo en 1772 y Comandante General en 1776, y como Alcalde ordinario del Cabildo de Luján
durante los años 1765-1766, 1776-1777, 1780, 1789. Según Néspolo, “su actuación puede ser
prolijamente sistematizada cada diez años, cuatro períodos significativos por los cambios en la
organización administrativa, defensiva e institucional en la frontera de Luján” (Néspolo: 2006). Murió
finalmente “con un patrimonio valuado en unos 40.000 pesos [que] parece haberlo logrado combinando
la producción, la comercialización y la percepción de rentas” (Fradkin: 1992).
Es decir, entre estos hombres -cuya enumeración podría continuar- se destacan como rasgos
comunes no sólo el hecho de haber formado parte de la oficialidad miliciana, sino que lo eran siendo a
la vez propietarios de ganado y habiendo explotado pulperías, además de haber varios participado de
las expediciones a Salinas o del comercio de carretas. En algunos casos fueron elegidos Alcaldes de

112
Archivo General de Simancas (en adelante, AGS), Secretaría del Despacho de Guerra, Martín Benítez. Retiros, Leg.
6822, Exp. Nº 16, 1795.
113
AGS, Secretaría del Despacho de Guerra, Blandengues de la Frontera de Buenos Aires, 1787, Leg. 7257, Exp. Nº 15.

65
Hermandad y participaron del Gremio de Hacendados. Por añadidura, muchos de ellos -como hemos
visto- se relacionaban entre sí. En qué medida su acumulación económica se relacionó -posibilitando o
siendo posibilitada- con el acceso a instancias de poder en el medio rural es difícil de conjeturar
ameritando una investigación más exhaustiva. Sin embargo, no cabe duda de que el caso de Diego
Trillo no se encontraba aislado sino que refleja la existencia de ciertas condiciones sociales que
permitían estimar y aprovechar las ocasiones potenciales para el desarrollo de estrategias adecuadas de
movilidad social ascendente delineando trayectorias sociales individuales.

Reconocimiento social, vecindad y representación.


Quedan por vislumbrar los aspectos socioculturales de este proceso paulatino de aumento de
poder. En los diferentes pleitos judiciales y actuaciones, don Diego Trillo se presentó como vecino en
el Partido de las Fontezuelas (1772) o vecino hacendado de Pergamino (1791) y más tarde como vecino
de Arrecifes (1796, 1797), pese a que desde muy temprano residió en Buenos Aires, para finalmente
hacerlo como vecino de esa ciudad al momento de redactar su testamento (1802).
Es decir, que desde temprano Trillo contaba con cierto prestigio, evidenciado en el uso del
“don”.114 Por otro lado, la declaración de vecindad traía aparejados ciertos privilegios reconocidos por
el derecho castellano aunque a la vez requería reunir ciertas condiciones sociales. Más allá de la
definición legal de la calidad de vecino, según Tamar Herzog, “el único criterio para incluir a una
persona dentro de una comunidad era su inserción en la misma y su „lealtad‟ a ella y sus miembros” lo
que lleva a la autora a afirmar que se trataba de “clasificaciones sociales con un significado legal y no,
como se las suele entender, como categorías legales con un significado social” (Herzog: 2000, pp. 127
y ss.). Estas marcas de prestigio y reconocimiento social necesarias para ser considerado vecino podían
ser buscadas por los individuos. Diego Trillo participó de diversas instancias de importancia en la vida
de los pueblos de campaña, especialmente relacionadas con el ámbito eclesiástico, reforzando su
inserción en las comunidades locales pese a no residir permanentemente allí. En Pergamino participó
en la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Del quinto de sus bienes legó cien
pesos a la Parroquia de Arrecifes y 150 a la de Pergamino, de la que su hijo José Eusebio se convertiría
en cura párroco. Una disposición testamentaria indicaba que “sea sepultado en la Iglesia de la Santa
Recoleccion, y amortajado con el habito de su Sagrada Comunidad como hermano que soy de la orden

114
Al respecto, Raúl Fradkin llamó la atención sobre que el uso del “don” y el avecinamiento resultan un patrón de
distinción social mucho más efectivo que la ocupación (Fradkin: 1993, p. 28).

66
Tercera, exijida en San Pedro”,115 por lo que puede verse que compartía, dentro del mundo eclesiástico,
espacios de asociación laica.
Los vecinos de la campaña cumplían el servicio de milicias, lo que les otorgaba “derecho de
petición”, mientras que en el recinto urbano podían elegir y ser elegidos para el Cabildo (Cansanello:
1995). Consideramos que las diferentes “vecindades” declaradas (y buscadas) no eran ingenuas sino
que tenían por objetivo estar en condiciones de gobernar y ejercer justicia en dos Partidos:116 en 1786
Diego Trillo fue electo Alcalde de la Hermandad de Pergamino a poco de crearse el cargo. En 1794 y
1795 lo fue por Arrecifes, amén de haber sido designado Juez Comisionado de este Partido en el año
anterior. Según Fradkin, “la ampliación del número de alcaldes y de jurisdicciones territoriales no
significó la implantación de una burocracia estatal profesional (…) la justicia rural era un brazo
dependiente del poder urbano pero estructurada a partir de „notables‟ locales, que operaban como
emisarios y mediadores” (Fradkin: 2009, p. 90), marcando a la vez la dependencia de la justicia
capitular y su carácter vecinal en el nivel local.
La declaración de Diego Trillo como “hacendado” puede hacer referencia al volumen que
estaban tomando sus negocios rurales pero también a la forma de representación a la que aspiraba. La
participación de Trillo en el Gremio de Hacendados nos revela el modo en que entendía la actividad
ganadera que estaba desarrollando. En 1791 una petición del Gremio firmada por Trillo centró sus
reclamos en los privilegios que creía le correspondían (entre ellos, la constitución de una justicia
corporativa nunca concretada) pero también se traslucía una preocupación por asegurar su parte en las
nuevas oportunidades que estaba abriendo el frente atlántico. En todo caso, se trataba de una
herramienta más en la construcción de poder rural a partir del reconocimiento de sus privilegios.
Esto no nos tiene que llevar a pensar que la composición del Gremio reflejaba a un sector social
plenamente compenetrado con la producción. Raúl Fradkin ha demostrado que la creciente presencia de
esta corporación en la esfera pública se relacionaba con la inclusión de elementos mercantiles en su
seno (Fradkin: 1987). Susan Socolow advierte que cinco o seis de los veintiún firmantes de las distintas
peticiones del gremio eran “estancieros-comerciantes”, algunos de ellos de nivel medio-bajo, entre los
que la autora ubica a Diego Trillo (Socolow: 1991, pp. 80-81 y 88-89).

115
Las Terceras Órdenes congregaban a los laicos, se organizaban hacia diferentes objetivos (por ejemplo, rescate de
cautivos) y compartían características de espacios de sociabilidad asociativa tales como la masonería. Agradezco al Lic.
Gabriel Taruselli estos comentarios.
116
Como es notorio, la vecindad no se relacionaba unívocamente con el lugar de residencia por lo que se refuerza la idea de
su utilización política. Herzog no aborda específicamente los casos de no coincidencia entre el lugar de residencia y el de
vecindad, aunque -al menos en el Río de la Plata- parecen haber abundado. Además de categoría social y legal, la condición
de vecino parece haber sido una condición eminentemente política.

67
Por otro lado, la autorrepresentación como “hacendado” no sólo cubre un horizonte de
actividades económicas que trascendía la producción en sentido restringido, sino que -como ha sido
señalado- “el reconocimiento de la condición social de hacendado puede estar asociado a una etapa de
la vida en la que se consagra la posición social adquirida y en la que se ejerce un mayor „control‟ sobre
la gente, es decir, hace referencia además de la riqueza a posiciones de poder e influencia”, lo que lleva
al autor a afirmar que se trataba de “la menos específicamente ocupacional” (Fradkin: 1993, p. 25) de
las categorías históricas que analiza. Privilegios, posición social y control de hombres parecieran estar
atrás de la aspiración a ser reconocido como vecino y hacendado. Un análisis de este tipo nos permite
considerar entonces estas formas de autoidentificación como un recurso más de las aspiraciones de
poder de ciertos propietarios rurales.

Conclusiones: espacio, agencia y poder.


Este capítulo se ha desarrollado teniendo en cuenta tres grandes ejes de análisis: el espacio, la
agencia de actores sociales individuales y colectivos y, como resultado de su intersección, el poder.
Entendemos el espacio social como texturado no sólo por sus distintas dimensiones (política,
económica, cultural) sino también por principios de diferenciación que otorgan poder a los agentes que,
con sus prácticas, se apropian, reproducen y modifican el sentido de esos principios. En el caso de una
sociedad de Antiguo Régimen como la que tratamos, los principios de diferenciación estarían dados por
el servicio al Rey, el ejercicio de la jurisdicción y el acceso privilegiado a los recursos.
En primer lugar, hemos definido un espacio social fronterizo que fue constituido durante el
siglo XVIII, momento en que un conjunto de condiciones locales y las políticas borbónicas
determinaron una práctica de articulación defensiva de la frontera sur imperial que unía al Pacífico con
el Atlántico a través de los territorios chileno, cuyano, cordobés, santafesino y bonaerense. Este espacio
fronterizo coincidía con las vías de circulación mercantil que venían siendo forjadas desde el siglo
XVII y que, tanto desde el lado indígena como del hispano-criollo, conectaban a las producciones
regionales con los principales mercados coloniales y ultramarinos.
A continuación, hemos intentado detectar algunos modos de construcción de poder por parte de
ciertos actores sociales de la frontera. Analizando lo que puede considerarse una carrera política, la de
Diego Trillo, hemos podido observar que su construcción se basaba en la inserción diversificada en los
distintos segmentos de poder institucional en juego (de carácter miliciano, judicial, eclesiástico o
gremial). Ello era permitido por la precariedad institucional de la frontera, que depositaba en ciertos
vecinos la responsabilidad de una resolución local del gobierno, la justicia y la defensa del territorio. Al
tratarse de una frontera como espacio de interacción y conflicto con sociedades indígenas políticamente
68
autónomas, el servicio al Rey a través de las milicias se convirtió en un elemento privilegiado para esa
construcción ya que otorgaba capacidad de mando, jurisdicción y legitimidad a su oficialidad.
Dadas esas condiciones, hemos visto que la construcción de poder por parte de Trillo se basaba
en un conjunto de prácticas que implicaban el manejo de las relaciones sociales de poder en sus
distintos niveles: vertical ascendente (hacia las autoridades residentes en Buenos Aires), horizontal
(hacia pares y subordinados inmediatos) y vertical descendente (hacia los pobladores rurales). En este
sentido, la suerte de Trillo fue mutando cuando hubo un cambio en las autoridades centrales, articuló y
disputó con otras autoridades locales los espacios de poder y reclamó la obediencia de los pobladores al
servicio de milicias aunque también debió reconocerlos con dádivas y otras prácticas de reclutamiento.
Por último, hemos podido comprobar el reconocimiento social y el rédito económico que pudo haberle
granjeado el ejercicio del poder.
La frontera del último período colonial parecía contener las condiciones que favorecían que se
dieran trayectorias sociales de movilidad social (que no se limitaban a lo rural ni -siquiera- al espectro
hispano-criollo), procesos que conllevaban conflictos y resistencias por parte de quienes resultaban
perjudicados que condicionaban los cursos de acción. Sin embargo, y contra cualquier determinismo
geográfico, hemos visto que esa frontera no era más que el conjunto de relaciones sociales, políticas y
económicas que le daban sentido y la hacían significativa para sus agentes (autoridades, pobladores y
grupos indígenas). La movilidad social ascendente implicaba estrategias precisas de actores sociales
individuales pero supeditadas no tanto a la racionalidad individual sino a su ubicación dentro de esa
cartografía social en espacios privilegiados, ubicaciones que no eran fijas sino dinámicas, en parte
construidas por los mismos actores.
En el caso de Trillo, esto se relacionaba con su posición en las dimensiones política y
económica como un mediador local (Levi: 1990), nódulo de relaciones sociales verticales y
horizontales y enlace entre la ciudad y su campo circundante. Pese a los intentos de reformulación de
las relaciones sociales de poder de los Borbones hacia una mayor centralización y verticalización, las
formas de construcción de poder en el Buenos Aires de fines del siglo XVIII seguían las líneas
marcadas por las relaciones sociales de Antiguo Régimen preexistentes y eran muy respetuosas de los
privilegios adquiridos. Sin embargo, la expansión de las milicias quizás haya sido un elemento
disruptor de los equilibrios previos permitiendo trayectorias de ascenso económico, social y político.

69
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71
Agentes del Imperio, autoridades locales y trabajo coactivo en el proceso de fundación de villas.
Los “entrerríos” en el último tercio del siglo XVIII.

César Román117

“se hayan ya fundadas tres villas entre la famosa extensión, que encierran los ríos Paraná y
Uruguay: la primera sobre el Arroyo Gualeguay, su titular San Antonio de Padua: la segunda en
el nombrado de la China, titulada Concepción del Uruguay y la tercera inmediata a otro Arroyo
llamado Gualegauychú, con patronos N. S. Rosario y San José”118
Juan José Vértiz y Salcedo

La fundación de las villas de San Antonio del Gualeguay, Concepción del Uruguay y San José del
Gualeguaychú en 1783 sobre la margen occidental del río Uruguay, en el territorio de Los Entrerríos,
fue un proceso particular en su origen en relación a otras experiencias formativas en la campaña de
Buenos Aires (Djenderedjian, 2003, 2004, 2004a y 2006; Néspolo, 2006 y 2006a; Ortelli, 2005;
Canedo 2006; Banzato, 2005; Birocco, 2007; Rustán, 2008; Alemano, 2009; Weber, 1998; Frega, 2000
y 2007 y Román, 2003 y 2008)
¿A que obedecía esta peculiaridad? Nuestro argumento es que, en el marco de la guerra y la pos-
guerra en la frontera americana con Portugal (Haperín Donghi, 1985) la intervención del Imperio
Español puso en acto un poder instituyente: vale decir, fueron pueblos fundados desde sus orígenes con
todos los atributos que la cultura política de la época requería. Cada una de las fundaciones estuvo
precedida de la recolección de abundante información en torno al medio ambiente y de la
cuantificación de las poblaciones. También se elaboraron planos y delinearon terrenos conforme a una
traza: una plaza central, lindante a la cual se ubicaban los terrenos para las parroquias y los
ayuntamientos; las calles; las manzanas y en cada una de éstas, los solares. La institucionalización de
cada villa se inició con el rito fundante, tal la tradición hispanoamericana y siguió con la elección de
los alcaldes y regidores de cada uno de los cabildos. Por último, algunos pobladores accedieron a la
distribución de tierras de los nuevos pueblos.
La dinámica de lo político estableció un conjunto de relaciones de poder jerarquizadas entre el
Virrey, el Secretario del Virreinato (el Marqués de Sobremonte) y sus agentes (Thomás de Rocamora119

117
Docente de la Facultad de Humanidades e Investigador del Grupo de Investigación en Historia Rural Rioplatense
(GIHRR) de la UNMDP
118
Don Juan José Vértiz y Salcedo. Memorias a su sucesor el Marquéz de Loreto, 12 de March 1784. En César Pérez
Colman. Entre Ríos. Historia. Paraná: Imprenta de la Provincia, 1936; 436 a 438
119
Thomas de Rocamora fue Ayudante Mayor de Dragones y llegó a Montevideo con la expedición de Cevallos en 1777.
Éste será su nuevo destino militar hasta que el Virrey Vértiz lo comisione a Entre Ríos en 1782, zona en la que

72
y su partida militar). Ellos implementaron la organización coactiva de población dispersa en función de
materializar el proceso fundacional.
El trabajo que aquí se presenta propone dos objetivos simultáneos. Por una parte, analizar las
características materiales, simbólicas e imaginarias del proceso de construcción y fundación de villas
coloniales. Por la otra, analizar las prácticas políticas y relaciones de poder que se forjaron entre los
actores políticos y sociales involucrados en el proceso.

1. Los Entrerrios en el marco Imperial.

España emprendió hacia mediados del siglo XVIII un conjunto de reformas militares de escala
global como consecuencia de la americanización de las guerras europeas (Halperín, 1985 y Fradkin,
2009) La más importante de ellas, para nuestro estudio, fue que el imperio se predisponía a modificar
su rol periférico de aquellos confines, pues un correcto balance luego de ochenta años de fuego en el
lugar, le indicaban que su presencia permanente debía trascender el ámbito militar.
Estas nuevas relaciones de fuerzas se pretendían permanentes e instituyentes. Sus características
imponían la necesidad de adquirir capacidad de control y de coacción sobre la población rural, la
construcción del estado por “abajo” se actualizaba en aquella región (Barral, María Elena y Fradkin,
Raúl, 2005) La forma, aunque no se orientó únicamente al desarrollo de fortificaciones militares (si
bien las hubo en la Banda Oriental) sino a elaborar y realizar una política de poblamiento de la frontera
fundando, en algunos casos re-fundando, pequeñas villas desde lo que antes era población agregada
espontáneamente de población rural de aquellas áreas marginales y a la vez transformar esta base social
en reserva miliciana del poder militar (Fradkin, 2009; Kuethe y Marchena, 2005). Esta política
combinaba el afán de “domiciliar” la población rural dispersa sobre pequeños centros políticos
instituidos y establecía una retaguardia miliciana articulada a los regimientos militares imperiales
acantonados fundamentalmente en Montevideo y Buenos Aires120. Observemos el siguiente cuadro y el
mapa correspondiente:

permanecerá, con interrupciones hasta 1785 en que finalmente será relevado por otro Virrey, el Marquéz de Loreto.
(Victorica, 1861; Tejeira Martínez, 1897; Pérez Colman, 1936 )
120
AGN. Sala IX -30-2-9. Legajo 15. Expediente 11. Estado de fuerzas 1777-1781.

73
Cuadro: Ciudades, Villas, Pueblos y Fuertes de la B. Oriental y E. Ríos siglo XVIII

Años Denominación Carácter Fuente


1 1724/31 Montevideo Ciudad Bruno de Zavala. Fundación de Montevideo.
Diario del Gobernador de Buenos Aires, 1737.
En www.cervantesvirtual.com.
2 1724/55 Maldonado Ciudad Ibídem
3 1774 1782 Canelones Pueblo y Villa Don Juan José Vértiz y Salcedo "Memorias a
su sucesor el Marqués de Loreto, 12 de March
1784" en Memorias de los virreyes del Río de
la Plata. Buenos Aires: Editorial Bajel, 1945;
40 a 42.
4 1781 Santa Lucía Villa Ibídem
5 1783 San José Villa Ibídem
6 1780 Colla Villa Azara, Félix de . Descripción é historia del
Paraguay y del Rio de la Plata. Madrid,
Sanchiz, 1847
7 1780 Vívoras Pueblo Frega, Ana. Pueblos y soberanía en la
revolución artiguista. La región de santo
Domingo Soriano desde fines de la colonia a la
ocupación portuguesa. Montevideo: Banda
Oriental, 2007.
8 1780 Espinillo Pueblo Ibídem
9 1780 Mercedes (Soriano) Pueblo y Villa Ibídem
10 1782 Pando Villa Azara. Ob Cit
11 1763 San Carlos Villa Vértiz. Ob Cit
12 1783 Minas Villa Ibídem
13 1783 Nuestra Sra. de los Villa
Remedios Roccha Ibídem
14 1783 Gualeguay Villa AGN. Sala IX.3-5-6. Legajo 9. Expediente 32.
Actas de fundación de la Villas de Gualeguay y
Gualeguaychú, 1783.
15 1783 Concepción Villa Sala IX.3-5-6. Legajo 9. Expediente 32. Actas
de fundación de la Villas de Gualeguay y
Gualeguaychú, 1783.
16 1783 Gualeguaychú Villa Sala IX.3-5-6. Legajo 9. Expediente 201. Actas
de fundación de la Villas de Concepción del
Uruguay, 1783.
17 1762 Sta. Teresa Fuerte Azara. Ob Cit
18 1795 Melo Fuerte Ibídem
19 1773 Sta. Tecla Fuerte Ibídem
20 1800 Batobí Fuerte
Ibídem

74
Ciudades
Villas
Pueblos
Fuertes

Mapa 1.Ciudades, villas, pueblos y fuertes de la Banda Oriental y los entrerríos, siglo XVIII
Elaboración personal en base a fuentes cuadro 1.

En la conformación de aquel proceso histórico subyacía una diversidad causal de tendencias de


larga duración (económicas-demográficas) que se conjugaban con una política de frontera en que la
urbanización era un componente relevante.
Si hasta 1780 en la Banda Oriental (espacio en el que había recaído lo central de la guerras) había
dos ciudades, dos villas, unos pocos pueblos dispersos y una incipiente “línea” de fuertes en su margen
noreste; a partir de aquel año y hasta el final del virreinato de Vértiz, se fundan 6 villas y 2 pueblos
formados se los “re-fundan” como villas en la Banda Oriental y se fortalece la política fundación de
fuertes y guarniciones. Una novedad de este proceso fue que este crecimiento desbordaba a la Banda
Oriental y en la otra margen el río Uruguay, en Los Entrerríos en 1782/3, Thomás de Rocamora a la
orden del Virrey, reformuló los partidos (juridicciones) organizó las milicias y fundó las villas de San
Antonio del Gualeguay, Concepción del Uruguay y San José de Gualeguaychú.

75
Este sistema de ciudades, villas, pueblos y fuertes pudo ser posible por el aumento de población que
recibió la Banda Oriental y también Los Entrerríos, particularmente en el último tercio del siglo XVIII.
Este proceso fue análogo al de la campaña de Buenos Aires (Garavaglia, 1989 y Mateo, 2001)
Por ejemplo, entre 1778 a 1810, la población de Buenos Aires se incrementó en 34 %, mientras la
población total de Montevideo creció 119% entre 1791 y 1810. Buenos Aires tenía unos 43.000
habitantes en 1810 y Montevideo alcanzaba las 11.400 personas para 1803 (Borucki, 2009). Algo
similar ocurría en el “interior” de la Banda Oriental, aunque los datos que manejamos son escasos y
poco confiables. Contamos con datos más precisos para algunos pueblos de la Banda Oriental ubicados
cercanos a la margen oriental del río Uruguay. Es el caso de de Santo Domingo Soriano que en 1778
tenía 822 habitantes (Gelman, 1998; 246) y veinte años después contaba con 1769 habitantes (Frega,
2007; 44), lo que equivale a un crecimiento de 206 %. También en 1789, Espinillo tenía 845 habitantes,
Paysandú 565 y Capilla Nueva de Mercedes 496 (Frega, 2007; 25, 26 y 44 respectivamente). El resto
de la Banda Oriental parece seguir las mismas tendencias de crecimiento demográfico, aunque como
dijimos la información es poco confiable e imprecisa, sí nos sirve como referencia121.
Si bien la región de Soriano tuvo un claro predominio ganadero (Gelman, 1998; 72 y Real de Azúa,
1981; 34 a 40) “a ello hay que sumar las (…) simples ocupaciones de terrenos” (Frega, 2007; 26 y ver
cuadro 1.2 pp 45), vale decir que el crecimiento demográfico que observamos está relacionado con el
acceso a la tierra de las familias de campesinos migrantes, en marco de alta fragilidad y conflictividad.
Pese a lo imprecisión de la información, lo cierto es que observamos un proceso de crecimiento
demográfico acelerado a partir del último tercio del siglo XVIII que se anuda con una política de
poblamiento por parte del imperio español, sintetizados básicamente en villas, pueblos y fuertes.
Tendencias, todas ellas, que redundaban en el proceso de ocupación del espacio fronterizo, que si bien
tenía como marco la guerra, también fue político, social, económico y cultural.

1.1 Los entrerríos

Hacia mediados del siglo XVIII, el territorio nominado indistintamente como Entre Ríos o Los
entrerríos estaba limitado por los ríos Paraná hacia el oeste y sur, Uruguay hacia el este y Mocoretá y
Guayquiraró hacia el norte. De este territorio limitaremos su zona sud/este hasta el Arroyo Gená por el

121
Nos referimos a los datos que elabora Félix de Azara en su obra Descripción é historia del Paraguay y del Rio de la
Plata, 1845. El número de habitantes para la Banda Oriental (exeptuando los datos que ya expusimos) fueron los
siguientes: Maldonado 2000 habitantes, Colonia 300, Piedras 800, Canelones 3500, Santa Lucía460, San José 350, Colla
300, San Carlos 200, Martín García 200, Minas 450, Rocha 350. Los fuertes de Santa Teresa 120 Habitantes, San Miguel
40 y Santa Techa 190.

76
norte y hasta el río Gualeguay Grande por el oeste, puesto que en este espacio, como analizaremos,
Rocamora fundará en 1783 las villas de San Antonio del Gualeguay, Concepción del Uruguay y San
José del Gualeguaychú, más sus jurisdicciones y comandancias militares.
A mediados del siglo XVIII, los entrerríos todavía tenía los rasgos sociales que, en gran medida, se
continuaban del siglo XVII. Dentro de las extensas y cambiantes fronteras del imperio español con el
imperio portugués, aquella era una región que conectaba una antigua ruta entre las Misiones con Santa
Fe, Buenos Aires y Montevideo. Su principal actividad económica había sido el faenado de ganado
alzado. Hacia el último tercio del XVIII sus rasgos económicos, sociales, demográficos y políticos
mutarán sustancialmente. Ello se debió a la mayor integración económica del eje económico Potosí –
Buenos Aires, al crecimiento económico y demográfico de Buenos Aires, la Banda Oriental y Santa Fe
que derramaban su mayor impulso sobre aquel confín interno del espacio rioplatense y, singularmente,
a las tensiones militares que se agruparon durante el XVIII en torno de la frontera portuguesa.
El espacio alto-peruano constituía el centro de la unidad de la producción y circulación mercantil
(Assadourian, 1982). A él se integraban un conjunto de regiones entre las que Buenos Aires tenía el rol
de puerto de salida de la producción minera (al principio secundario pero cada vez con mayor escala
durante el siglo XVII) al tiempo que interiorizaba los intercambios comerciales de grandes distancias.
Ello se debía, a que a la oferta de metales preciosos se le sumaba la demanda de aquellas regiones y la
importancia que en este circuito mercantil tuvo el contrabando. “Durante la primera mitad del siglo
XVII fue mucho más importante que el comercio legal y todo hacía pensar que continuaría en los
siguientes cincuenta años” (Moutokias, 1988; 18) De este modo, en la cuenca del Plata se encontrarían
un conjunto de rutas internas para el comercio atlántico. Con el correr el siglo, en 1680, se funda
Colonia del Sacramento, funcional a este esquema de flujos comerciales y se consolidan las redes que
los comerciantes lusitanos tenían con Buenos Aires que pese a las guerras perdurarían hasta entrado el
siglo XIX (Tejerina, 2009)
A ello se suma un proceso de modificaciones en los poderíos económicos inter-imperiales, desde
mediados del XVII, en que los imperios del norte de Europa (Inglaterra y Holanda) y Francia elevan su
presencia marítima en desmedro de España y Portugal. Al cambiar el siglo las tendencias económicas
se estrecharon cada vez más, claramente Tucumán, Córdoba, Cuyo, Santa Fe, Corrientes, Santiago del
Estero y Paraguay se vinculaban articuladamente al puerto de Buenos Aires. Desde donde crecieron
paulatinamente, durante todo el siglo XVIII, las exportaciones y las importaciones (significativamente
las de esclavos) ya sea a través del comercio legal o por contrabando. Junto al crecimiento económico,
las migraciones desde diferentes lugares del imperio, incluidas diversas regiones del virreinato del
Perú, hacia Buenos Aires y el Litoral comienza a ser importantes, a influir definitivamente en la
77
constitución de nuevas zonas de fronteras, que al conjugar de diversos modos estos indicadores
(geográficos, políticos, económicos, sociales, culturales y étnicos) adquirían sus características propias.
Los entrerríos no estaba por fuera de este proceso de construcción social de zonas fronterizas y,
desde luego, tenía su propio perfil (Djenderedjian, 2003 y 2004) Los asentamientos sociales resultados
de migraciones recientes y las formas de tenencia de la tierra hacia el último tercio del siglo XVIII se
habían constituido en un proceso azaroso y espontáneo de construcción del espacio (de residencia, de
distribución espacial de las viviendas, de lugares conexos) pero diferenciado según fueran campesinos
(asentamientos) o grandes y medianos terratenientes (propiedad privada de la tenencia de la tierra) Esto
se daba en un marco en que la intervención del estado había sido extremadamente marginal y en el que
sólo, la tibia presencia de la iglesia mostraba procesos instituyentes. Estos actores sociales estaban
integrados en un campo de fuerzas complejo que condicionaba las relaciones sociales vinculadas a la
subsistencia campesina o la acumulación de las estancias, a la reproducción de la vida material y los
excedentes y, también, a las representaciones e imaginarios sociales que compartían y significaban
según su propia cultura.
Este devenir expresaba una específica forma de ocupación de la zona de frontera dado que
combinaba: un patrón de asentamiento de las familias de campesinos de migración reciente, el
desplazamiento de estrategias de familias de inmigrantes e individuos (generalmente peninsulares de
medianos recursos) y las rígidas posiciones sociales de los grandes propietarios (en general mercaderes
que en sus múltiples ramificaciones operaban en la región) Esta diversidad de intereses sociales que
disputaban un conjunto limitado de recursos, desarrolló un conflicto que incidió en el comportamiento
de los actores. Cada uno experimentaba el conflicto de acuerdo con sus relaciones sociales, sus
representaciones y su impronta cultural, generando así un campo de fuerzas complejo, que le dio las
características generales como zona de frontera.

2. La construcción del espacio del poblado: movilización y trabajo coactivo

Sobre este marco social intervendrá el Imperio Español a través de sus agentes. Rocamora no contó
con el financiamiento del estado para la construcción de las villas. Si bien había logrado, con llamativa
habilidad política, el apoyo de dignatarios del imperio con altas funciones en el Virreinato del Río de la
Plata; estos no irían más allá de un cambio de relaciones en la cúspide de poder, lo que no era poco, sí
necesario, pero no suficiente. Las modificaciones en el espacio fronterizo requirieron de un alto nivel

78
de iniciativa propia. Una cuestión fue moverse en el laberinto de dignatarios y militares pero otra, bien
distinta, fue plasmar la política de frontera trazada: la fundación de pequeñas villas.
¿Cómo construir aquellas en ese inhóspito oriente entrerriano, sin financiamiento, con escasos
recursos, con población dispersa y con no pocos actores sociales y políticos dispuestos a que el
proyecto fracasara? Con lo único que contaba era con poblaciones rurales dispersas y con las órdenes
del Virrey de organizarlas en milicias, las que claramente precisaban que el Comisionado debía:
“Examinar el número de sus habitantes, podrá vmd, deducir el resulta a propósito para
alistar y formar una o dos compañías de Milicia eligiendo para esto los vecinos más
honrados y de mejor conducta, y proponiendo para oficiales los que encuentre más aptos
(…)Si encontrare Vmd. Útil el nombramiento de un Sarg. Mayor de él me informase en
el caso de que puedan formarse dos Companías” 122

La articulación táctica que de la política de frontera adoptó (con anuencia del Virrey) fue la
movilización coactiva de los pobladores como mano de obra y una coerción más aguda sobre la
población marginal, basada en el poder militar reunido en el campamento del Gualeguay Grande. Los
pobladores, aquella milicia de reserva, no cavarían trincheras: usarían sus propias herramientas para
producir el terreno en donde se fundarían las villas. La movilización no sería solamente desde la fuerza,
el Comisionado había sabido labrar un conjunto de vínculos institucionales y sociales y manejaba con
destreza la manipulación y el discurso político, lo que le permitió atenuar los conflictos y generar los
necesarios consensos.
Las villas las construirían los propios pobladores, en forma intensiva y bajo coerción, con la promesa
de acceder a los solares en una primera etapa y a tierras rurales en una segunda. Semejante nivel de
organización del trabajo daría como resultado una sobre acumulación de madera (dada la necesidad del
desmonte) que rápidamente entraría en el mercado y le otorgaría a los organizadores una fuente de
financiamiento, que aunque acotada, era suficiente para continuar con el proceso fundacional con
escaso costo para el erario colonial y con cierto arbitrio en su manejo.
Desde esta base de poder militar, Rocamora convoca a la población para que inicie trabajos
planificados: “Todo estante en este partido se presentará en esta guardia el lunes inmediato siguiente
para empezar el trabajo de desmonte del sitio en el que ha de estableserse la villa”123, al improvisado
campamento militar a una legua del nuevo lugar.
Las tareas para el “desmonte” comenzaron el 20 de enero de 1783, día de San Sebastian, patrono que
había elegido el Párroco Quiroga y Taboada para Gualeguay y que había suscitado un conflicto de

122
AGN. Sala IX. Criminales. Legajo 40. Expediente 17. Decreto del Virrey Juan José Vértiz al Ayudante (…) Dn Thomás
Rocamora” Montevideo, 27 de febrero de 1782.
123
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.

79
importancia con el Alcalde de Hermandad Francisco Méndez y parte de los pobladores a propósito del
nombre del santo patrono de aquel Pago. Este conflicto habilitó la intervención de Rocamora por orden
de Vértiz124, quién luego de un extenso sumario125 emitió un dictamen previo que no favorecía al cura
por lo que se ganó un profundo encono del religioso (Barral: 2010 y Román: 2008)
Esta disputa dejó información de archivo valiosa que nos permite sumar otra mirada desde el juicio
de un actor crítico, como lo era el cura Quiroga y Taboada. Sobre la movilización coactiva de la
población éste narraría que: “Thomás de Rocamora, Comandante de estos Partidos: Precisó a Todos los
vecinos de esta parroquia, a formar una Población con título de Villa junto al Río Gualeguay (…) y
cargando de armas con su tropa los hizo trabajar todo aquel día y consecutivamete los Domingos y
fiestas”126.
El Comisionado no haría esperar la respuesta al dirigirse a su jerarquía, a propósito de lo escrito por
el Párroco, contestaría que:
“Soy un Oficial, quesolo aparenta rigidez aquí, porque es preciso por ahora (…) Es cierto,
que haviendome dada la orden para reducir a Poblacion formal a esta Gente dispersa (…)
me encerre con ellos en el monte, y De Centinela continua yo, Toda mi partida, y algunos
paisanos delos de mejor calidad”127.

Queda claro que el punto de partida fue la transformación de aquella población en una suerte de
milicia coaccionada para un trabajo obligatorio, en que se subordinaba a la tropa veterana.
El resto del plan de trabajo tenía una organización castrense, la “partida militar” no sólo patrullaba
la zona montaraz sino todos los Pagos, en que habían quedado las mujeres y los niños, por los robos y
otros delitos que potencialmente pudiera cometer la población marginal. Estos eran apresados y
sometidos a trabajo recluso dentro del monte: “con el fin de hacer concurrir al trabajo a los gaudeiros
que vagaban”128. Al mismo tiempo organizó a los hombres en distintas “partidas” al mando de un
“Cabo paisano” que dirigiera y controlase al resto de los pobladores.
Pero no todo fue coacción. El comisionado había sabido enhebrar vínculos institucionales y sociales
con aquellos hombres que se visibilizaban como referentes sociales en el espacio local. Estos
mediadores y la promesa de acceder a la tierra hicieron su parte para que aquellos pobladores rurales
atendieran el llamado del Comisionado:

124
AGN. Sala IX. Criminales. Legajo 40. Expediente 17. Decreto del Virrey Juan José Vértiz al Ayudante (…) Dn Thomás
Rocamora” Montevideo, 27 de febrero de 1782
125
AGN. Sala IX-30-2-9. Legajo 15. Expediente 2. “Sumaria”, Gualeguay 3 de abril 1782
126
AGN. Sala IX. 30-2-9. Legajo 15. Expediente 361. “Informe del Cura Párroco Quiroga y Taboada al Provisor Miguel
José de Riglos” Buenos Aires, 1784.
127
AGN. Sala IX. 3-5-6. Legajo 9. Expediente 27. Folio 4. “Informe de Thomás de Rocamora sobre los Curas del Paraná y
el Uruguay”, Gualeguay, 1784.
128
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.

80
“Llegado el prefijado día tuve el gusto de recibir en la Guardia doscientos hombres, que
llenando el campo (…) con voces de alegría, me siguieran al paraje determinado (…) Aquí
juntos todos, los exhorte ver la utilidad que a ellos y a sus hijos resultaba del corto trabajo
iba a emprehender; los entere que todos los concurrentes se atenderían igual en el
repartimiento de sitios”129.

Desde la mirada crítica del Párroco leemos que también observa los consensos logrados por
Rocamora en la población. Sobre éstos escribía que: “Confiados en las buenas esperanzas que les
ministraba (…) Rocamora, de que el Rey les probehería de decente Capilla, ornamentos, campanas y
escuela para la Educación de sus hijos”130. Esta información da cuenta que se configuraba un discurso
que también movilizaba desde el consenso más allá de la fuerza.
Por este conjunto de razones aquellos dos centenares de pobladores, con 150 hachas, con 112 yuntas
de bueyes, con yugos, coyuntas, torzales, que “se han roto al infinito” y vueltas a fabricar por los
carpinteros adentro del monte, en quince días “desmontaron” el terreno que medía 600 varas de “Leste-
Oeste” y 800 de “Sur a Norte”. En ese punto Rocamora “licenció” a los que eran “cabeza de rancho”
por ser los más necesarios en sus Pagos y necesitó otros quince días más para limpiar totalmente el
terreno con los bueyes y “la Gente moza” la que mandó a sus ranchos cuando terminaron, a excepción
de los marginales, que quedaron con parte de la tropa veterana y el piloto para el estaqueo que limitaba
la plaza, las calles y los solares.
Como resultado del “desmonte” en Gualeguay según los datos del Párroco, quizás algo abultados, se
habían: “talado mas de 20 000 troncos para la fundación del nuevo establecimiento, todo subsidiado
con la pobreza de estos moradores”131. Poco tiempo después el mismo religioso daría más información
sobre aquella tala, al denunciar (una vez más al Comisionado) que: “Todos saben que el Marquéz de
Sobremonte patrocinó a Dn Thomás de Rocamora; que este hizo la madera para sus casas a cuenta del
sudor de mis pobres feligreses, sin pagarles ni un quartillo”132. Nada escribe Rocamora al respecto, por
el contrario, al terminar el “desmonte” le comunica al Virrey que aquello había sido una: “Obra
verdaderamente prodigiosa, y que a expensas del Erario hubiera costado algunos miles”133. Más allá de
la exactitud de los números del Párroco, el Comisionado había logrado una fuente de financiamiento
independiente de toda erogación estatal.

129
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
130
AGN. Sala IX. 30-2-9. Legajo 15. Expediente 361. “Informe del Cura Párroco Quiroga y Taboada al Provisor Miguel
José de Riglos” Buenos Aires, 26 de junio de 1784.
131
Ibídem.
132
AGN. Sala IX. 3-5-6. Entre Ríos. Legajo 1. Correspondencia de “Quiroga y Taboada a Fray Agustín Rodriguez” Buenos
Aires, 26 de octubre de 1784.
133
AGN. Sala IX- 3-5-6. Legajo 9. Expediente 3. Oficio Nº 17 “Thomás de Rocamora al Virrey Vértiz, Gualeguay Grande,
25 de junio de 1783.

81
A un mes del “desmonte” en Gualeguay, inició la delineación de la futura Villa. Con la dirección del
Piloto, con “Tres soldados, y yo con los demás paisanos presos”134, comenzó esta tarea. La plaza habría
mantenido las medidas del plano,135 las calles 90 varas y los solares 40 varas cada uno, esquinados
según el deseo de los futuros vecinos. Según comunicaba, todo había quedado preparado el 19 de
marzo de 1783 a la espera que el Virrey aprobara las tareas y el Comisionado pudiera efectuar el rito de
fundación, elegir a los capitulares y distribuir los “sitios”.

3 El rito fundacional
La sociedad imperial del siglo XVIII estaba altamente ritualizada, la vida cultural acompañaba el
tiempo de las festividades religiosas y cortesanas (Romero, 2001; Thompson, 1995; Elías, 1988;
Garavaglia, 1996) En este sentido las fundaciones de ciudades y villas en Hispanoamérica no eran la
excepción. Cada fundación implicó un singular rito.
Los ritos se caracterizan por ser un campo simbólico e imaginario, orientado a producir y reproducir
el poder constituyente y constituido (Levi Strauss: 2006 y Bourdieu: 1982) Los rituales se diferencian
de otras prácticas culturales porque en su escenificación dramatizada, el interlocutor es el sujeto de la
acción cuyo “público” guarda un tenso silencio o interviene de manera pre-establecida y nada queda
libre a la improvisación. Los roles no se intercambian, están fijados y establecen las relaciones de poder
asimétrico entre los actores que participan.
En el ritual que nos ocupa, se pretendía aludir a la estabilidad, a la integración de la heterogeneidad
social y cultural, evitando identificar las tensiones y conflictos de grupos sociales, etnias o de otro
tenor, con la intención de homogenizar la pertenencia a la comunidad conforme a un régimen
jerárquico. El rito representaba y era fundante de esa jerarquía como orden incuestionable. Era una
práctica que trataba de impactar, de fijar, de ratificar, la pertenencia a un orden social, político y
cultural que se instituía, que se “fundaba” y que dentro de ella adquiría la legitimidad de un conjunto de
preceptos que imponía el Imperio y al mismo tiempo delimitaba con precisión lo que contenía de lo que
excluía.
Los rituales de fundación de ciudades y villas aparecen en Hispanoamérica desde el inicio de la
conquista. Una lectura general de ellos, nos permite visualizar una fuerte continuidad, en apariencia,
tautológica. Pero si acordamos que el rito articula lo sagrado y lo profano, vale decir invariantes y

134
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente1.
135
AGN. Sala IX- 3-5-6. Legajo 9. Expediente 3. Foja a 43 a 45. Oficios Nº 15 “Thomás de Rocamora al Virrey Vértiz,
Gualeguay Grande, 2 de enero de 1783.

82
variantes en esta práctica, podemos observar cierta historicidad, pequeñas alteraciones en lo que no se
alteraba.
Existen varios relatos sobre conquistadores, encomenderos y demás dignatarios que fundaron
ciudades y narraron los ritos de fundación. Una de los más conocidos y tal vez paradigmático por su
difusión entre sus contemporáneos, fue el que escribió Vargas y Machuca136. Haremos con él una
comparación a modo de análisis con la descripción del rito de fundación de las Villas de Rocamora137.
Las analogías se refieren a que los ritos de legitimidad instituyente se realizaban escenificados en el
espacio de la futura plaza, la que a partir de ese momento se transformaba en el lugar de realización de
un rico ceremonial de festividades religiosas y cortesanas. En el centro de la plaza, el fundador erigiría
un tronco (inicio de apropiación simbólico –imaginaria del espacio) Desafiaba en el nombre del Rey a
los presentes, y de no hallar contradicción, materializaba el derecho Imperial consolidando al poder
civil y finalmente oficiaba una misa delante de la cruz que cristalizaba la posesión del espacio.
En aquel “terreno”, resultado del “desmonte”, el Comisionado Thomas de Rocamora se predispuso a
efectuar el rito fundacional a la manera de la tradición pero a la que incorporó matices que develaban
su impronta ilustrada.
Al igual que el ritual que describe Vargas y Machuca, el Comisionado siguió sus formas y en aquel
quebracho hecho cruz
“desde el principio del desmonte hize cortar el quebracho más alto y prporcionado que pude
hallar (…)donde hizo de él una grande y hermosa cruz en cuyos brazos, al frente que
debería carearse al Leste, esculpí con mis manos de letra mayúsculas, como se ve, el IN
HOC SIGNO VINCES, que si aseguró al Grande Constantino sus triunfos sucesivos,
aseguraba también a todos fiel cristiano en las condiciones de vencer que desde luego se
previeron”138

Como lo indica la tradición católica, Constantino I adoptó la frase originalmente griega: "Ἐν τούτῳ
νίκα", cuya traducción al latín fue “in hoc signo vinces” (“con este signo vencerás”) que connota
claramente la intención del Comisionado de afirmar lo sacro del rito. También notamos que la frase
hace referencia a Constantino en tanto guerrero victorioso y que aquel lema se grababa en las medallas
que se les entregaba a los graduados de la Academias Militares en las que Rocamora se había formado.
Era la afirmación de lo sacro desde la huella del guerrero.
Sin embargo, fue significativo lo que Rocamora escribió al dorso de aquel quebracho en letras
mayúsculas: “grave el lemma EX UMBRA IN LUCEN denotando a lo venidero, que de una lóbrega
espesura, guarida y abrigo de solo animales feroces, salió la luz este paraje convertido en habitación
136
Vargas y Machuca, Bernardo. Milicia y Descripción de Indias. Madrid, 1599. En www.cervantesvirtual.com.
137
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
138
Ibídem

83
formal de racionales unidos”139. El lema ex umbra in solen, fue un latinismo que durante la ilustración
modifica el solem por lucen, su traducción es de la sombra a la luz. Ésta es una representación central
de la Ilustración en la que, como es sabido, lo lumínico, lo visual, la luz, son sinónimos de verdad, que
devela cierta resonancia platónica vinculada al Mito de la Caverna ( Chiaramonte, 1982; Herr, 1962;
Adorno y Horkheimer; 1998). La luz no tenía sólo un sentido en las representaciones imaginarias sino
una racionalidad y una búsqueda de la legalidad científica de la verdad, de lo verdadero140.
Luego del rezo que el mismo Rocamora le indicó a los pobladores: “Enseguida mandé que se
arrodillara todos el concurso, se rezó en voz alta un Credo que ofrecí a la Pasión y muerte del
Santísimo con la oración común de la Santa Cruz”141 y se digirió a ellos exponiéndole lo siguiente:
“previniéndoles que imploraran la buena unión necesaria para sentir los efectos de la nueva vida civil y
para defenderse de los ocultos contrariantes de su Población”142. De ello se desprende, en el rito, que
tan importante es la integración (jerarquizada y heterogénea) como la identificación de lo que se
rechaza. Este rito cristalizaba de una vez, una diferencia entre los que participaban y los que quedaban
afuera.
El rito sancionaba de este modo, en el plano imaginario y simbólico, las jerarquías, el orden
imperial, en una escena que ocultaba su historicidad, al sostener su inmutabilidad, su ser sustancial,
hegemónico e inmodificable. Al tiempo que señalaba su “nosotros” frente a un “otro”. La vida racional,
civilizada, urbana dejaba por fuera la “lóbrega espesura” del monte y los Pagos, cuya etimología
deviene del latín pagus= área rústica (Garavaglia, 2010; 26) El Imperio, enunciaba en su rito, lo
político/urbano jerarquizado como su entidad verdadera y dejaba por fuera la asociaciones formadas
por el devenir.

4. Cabildos y autoridades locales.


La formación de las nuevas villas contenía en su proceso instituyente un problema adicional
complicado de resolver, ya que aquellas se caracterizaban (al igual que la ciudad hispana e
hispanoamericana) por tener cabildo. La ciudad era una unidad política y no sólo un ámbito de
agregación y centralización de población. Ella ocupaba un rol dentro del ordenamiento jurídico-político
imperial en una sociedad con fuertes rémoras estamentales, en la que algunas ciudades tenían diferentes
139
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
140
Voltaire, escribía en su influyente Diccionario Filosófico: “La separación de la luz y las tinieblas es el resultado de una
ley física errónea: no parece sino que la noche y el día estuvieran mezclados como granos de diferentes especies que
fácilmente se separan uno del otro. Sabemos que las tinieblas consisten en la carencia de luz, y que solo la luz existe
mientras nuestros ojos reciben esa sensación; pero entonces estaban muy lejos de conocer esas verdades” Voltaire.
Diccionario Filosófico. Buenos Aires: Editorial Araujo, 1938; Tomo II, 302
141
AGN. Sala IX. Colonia-Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
142
Ibídem.

84
derechos y se imponían por sobre otras (Chiaramonte: 1997). Las nuevas villas al integrarse de ese
modo alterarían el equilibrio entre las ciudades importantes circundantes, cambiarían el mapa de las
jurisdicciones pero y fundamentalmente, la constitución de nuevos cabildos imponía una presencia
mayor de nuevos actores y también de nuevo personal venido de la península, como el propio
Rocamora, con ambiciones de hacer una carrera política.
Una vez terminado el rito de fundación, Rocamora dispuso la formación de un Cabildo para cada
una, que estaba reducido a su mínima expresión. Según los cánones de la época contaría con un alcalde,
cuatro regidores, un escribano y la selección, a través de la elección de los vecinos, de los
capitulares143. En principio, el Comisionado le proponía al Virrey seleccionar él mismo a los
capitulares teniendo en cuenta la fragilidad del momento fundacional, lo que le inducía a tener el
control total del proceder jurídico y no hacer elecciones144. Con algo más de tacto político, el Virrey le
ordenó a Rocamora que los capitulares “sean a gusto y con alguna intervención de los demás
vecinos”145 para evitar los típicos conflictos facciosos que se desarrollaban entorno a la disputa por la
hegemonía del Cabildo.
Sin renunciar del todo a su manera de entender la forma en que estos Cabildos debían instituirse
pero al mismo tiempo sin contradecir al Virrey, Rocamora elaboró una fórmula intermedia para la
selección de los cabildantes. Al respecto le comunicaba al Virrey su “novedoso” procedimiento:
“concurrió el vecindario a la Capitular (rancho que ya había construido al respecto); hize que
nombraran de entre otros, doce de los más biejos para que executaran la elección de Alcalde y
Regidores, que se escribió, firmó, autorizé yo y retuve para el correspondiente curso”146.
De idéntica manera lo hizo en las nuevas Concepción del Uruguay y San José del Gualeguaychú,
pocos meses más tarde durante el mismo año147. Desde luego que la elección de los más biejos, la de
los alcaldes y el resto de los capitulares no fue al azar sino resultado de una política de cooptación
sobre los referentes locales que el Comisionado supo darse. Utilizó formas de manipulación
institucional con el objeto de valerse del capital relacional de los referentes locales con ascendencia
sobre la población (como vimos con capacidad de movilizarla) todo ello en paralelo con la fuerza

143
“Siguiendo la forma Fiscal, que V.E., se dignó remitirme, que pase a la elección de Cabildo compuesto de Alcalde,
quatro regidores y Escribano” Citado por Pérez Colman. Ob Cit; Tomo II; 250.
144
A propósito de este tema Rocamora le escribía al Virrey que. “pero a mi me parece que por esta vez, atendiendo a que se
necesitan sujetos de mas actividad, facultades y buenas circunstacias que los ayuden, y no destruyan la dirección de este
Planteo, será muy acertado que se proceda sin votos, y por nombramiento determinado” Rocamora a Vértiz citado por Pérez
Colman. Ob Cit. ; 250.
145
Ibíden; 439.
146
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1.
147
AGN. Sala IX. 3-5-6. Legajo 9 expediente 32

85
militar de que dispuso para desarrollar el proceso instituyente ( Levi, 1990 y Moutokias, 2000 y
Román, 2003)
Desde el punto de vista de los referentes locales, un primer escalón, ineludible en el ascenso a la
notabilidad fue el de prestar servicios al Rey, que en aquel marco, implicaba el acceso a los cargos
(Moutokias, 2000). El propósito del Imperio de fijar sedes políticas en la zona fronteriza, penetraba y
se entrelazaba con un conjunto de relaciones sociales poco diferenciadas, pero que en el proceso mismo
de instituir la nueva dignidad, el poder legítimo, “La Vara”, co-determinaba y daba apertura a que las
jerarquías se manifestaran, tomarán curso; y que, con el devenir, se consolidarán. De este modo,
referentes sociales accedieron a cargos locales, lo que les abrió la posibilidad de transformarse en
notables lugareños en el marco de las necesidades de la política fronteriza del imperio. Moutokias lo
sintetiza con claridad: “las instituciones políticas y militares estaban imbricadas en la estratificación
social y su reproducción” (Moutoukias, 2000; 384)

El proceso instituyente también sumó diversas formas de coerción. Éstas tuvieron como marco
la represión sobre las rebeliones indígenas que se desarrollaron a comienzos de la década de 1780 y
que conmovieron el orden imperial en el Virreinato del Río de la Plata (Kuethe y Marchena: 2005,
Marchena: 2005 y Serulnikov: 2006) En este marco se expresó con toda crudeza el castigo como forma
de disciplinamiento.
El imperio ejerció un poder que utilizó el terror escenificado para disciplinar con montos de
violencia punitiva. El informe de Andrés Mestre al Virrey es ilustrativos en este tema:
“mandé pasar por las armas, y dejarlos pendientes de 10s árboles en caminos, para que
sirva de terror y escarmiento a 10s demás, y se ha visto el fruto, pues 10s Tobas han
dado muestras de arrepentimiento y se han vuelto la mayor parte de ellos a su reducción"
“30 cristianos criollos y avecindados en esta jurisdicción, por cuyas confesiones resulta
probada la sublevación en cuya vista se condenaron a 17 a muerte en los ténninos que
verá VE." 148.

Los cuerpos post mortem eran descuartizados y degradados y se les negaba cristiana sepultura, lo
que para aquel imaginario agravaba el terror, ya que la muerte pertenecía al ámbito de lo sacro.
Este monto de coerción no existió en Los Entrerríos, sí expresiones reducidas de él, en torno a las
disputa de poder y hacia la población marginal. El dilatado conflicto que mantiene el Comisionado con
el Párroco Quiroga y Taboada, fue político y se resuelve a favor de Rocamora. El propio Malvar y

148
Carta de Mestre a Vértiz, Salta 3 de abril de 1781 en Pedro de Angelis. Colección de Obras y Documentos relativos a la
Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata, primera publicación 1836. El resaltado es nuestro.

86
Pinto: “ordenó a principios de 1783 que un religioso permaneciera en Gualeguay, en tanto que otro
sustituyera a Quiroga (...) y se dirigió a Rocamora ordenándole que prestara el auxilio de la fuerza
pública, para que el nuevo Capellán tomara posesión de cargo” (Pérez Colman: 1936; 61)
Rocamora hizo un breve paréntesis en la fundación de Gualeguay y se encaminó con parte de su
tropa a comunicar al Párroco que debía presentarse ante el Obispo en Buenos Aires, encuentro al que
fue preparado. Leamos la explicación que escribió al Virrey de aquel evento: “Como este sacerdote dijo
varias veces, y a mi mismo, que ni soldados, ni grillos, ni cadenas, bastarían a sacarlo de aquí, me fue
preciso aparentar un algo de terror, y no fue en vano, porque luego que le leí la orden de V.S.I se
encendió, diciendo que de ninguna manera saldría, si no le echaban grillos, a que repliqué, Padre mío,
no se aflija que aquí están, vamos allá. Y mandando qe. Los sacaran, apenas los vio, quando
enteramente se contuvo y apronto”149. Qué significaba, en aquel contexto con un alto grado de
cinismo: “aparentar algo de terror”, es difícil, sin duda, hacer conjeturas. Pero claramente, el
Comisionado tenía la disposición de imponer un grado de violencia simbólica y material que actuaba
hasta con el párroco.
Otro costado fue la coerción orientada al disciplinamiento social (Barral, Fradkin, Perri y Alonso:
2007) hacia los denominados: “gaudeiros”, “vagos” o “montaraces” indistintamente, es decir, a toda la
población que no estaba “afincada”, a partir de la fundación de las Villas. La coerción sobre ellos, tenía
el claro objetivo de reunir trabajo recluso para la “obra pública” en las villas y para ello dispuso un
Bando: “ 1) Al que robare (…) cincuenta azotes en la mariquita. 2) Al que se encontrare de gaucho o
fugado (…) se le aplacaría algún tiempo de trabajo en obras públicas” 150. El Comisionado lentamente
fue sumando a parte de aquellas autoridades locales a estas prácticas, por ejemplo a Domingo Ruiz,
Regidor de Gualeguay, lo hizo responsable de que “para aterrar un poco (…) a los gaudeiros y los
hiciera trabajar en la casa del Cabildo”, a Francisco Navarro, también regidor, le encargó que “pusiera
en firme la mariquita”151.
Lo que nos interesa resaltar aquí, es la manera en que la cárcel, el cepo, los grillos, la mariquita, el
látigo y otros artefactos de castigo se repiten en diferentes situaciones y contextos, al tiempo que fueron
públicos a los ojos de toda la comarca.
Ejercer coerción en sus diferentes formas es una práctica que requiere no solo de aprendizajes sino
también de cierta predisposición psicológica y volitiva. Era una práctica difundida desde la conquista

149
AGN. Sala IX. 3-5-6. Entre Ríos. Legajo 1.
150
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1. Bando de diciembre de 1783, Gualeguay Grande.
151
Ibídem

87
pero que Rocamora fue organizando entre aquellos referentes locales y dentro de los marcos
institucionales. ¿Quiénes estarían en condiciones de ejercer coerción?
Hombres que habían prestado servicios al Rey en el Ejército o en la Milicia, en España o en
América, no solo en las “grandes” guerras contra Portugal sino en una más larvada, cotidiana, presente
contra los originarios y la población marginal. Tilly al preguntarse por qué hubo guerras, se contesta
que “El hecho central y trágico es simple: la coerción funciona” (Tilly: 1992, 114)
Aquellos actores eran poseedores de un conjunto de saberes vinculados a las formas de coerción en
la frontera, tenían una identificación con el poder imperial y cuando las circunstancias lo requerían
(según sus intereses y entendimiento), ejercían una violencia material y concreta.

5. Disposición espacial y distribución de tierras


Desde su origen, la infraestructura espacial de las villas reprodujo el orden jerárquico. Todo proceso
fundacional implicaba una previa planificación que por lo general también proyectaba una traza más
las mediciones de los accidentes físicos del lugar en función de delimitar los “terrenos” más adecuados
para la construcción de las villas. Ello había sido elaborado por Rocamora y aprobado por Vértiz.152
Las instituciones del poder formaban sede en torno de la plaza central, de una parte el eclesiástico y de
la otra el político.153 Desde este poder se ramificaba el control y la distribución de los solares hacia el
interior de la villa.154
De aquí que debemos interrogarnos: ¿cómo era el mecanismo de distribución de los solares, quiénes
accedían a ellos y cuáles eran las formas jurídicas del status de la propiedad? Para la distribución de los
sitios de la villa, el Comisionado organizó un sorteo, con excepción de los solares céntricos destinados
a los vecinos más acomodados por su status respecto del poder y la riqueza. Rocamora detuvo mucho
su atención en este tema: “Antes de empezarlo, se extrajeron del sorteo común los sitios de la Plaza,

152
AGN. Sala IX-3-5-6. Legajo 9. Expediente 29. Oficio del Comisionado Thomás de Rocamora al Virrey Vértiz,
Gualeguay, 3 de enero de 1783.
153
AGN. Sala IX. Tribunales. Legajo 258. Expediente 1 : “Presente el plan aprobado, se distribuyó nombrando las quatro
calles centrales de los cuatro punto cardinales que las dirijian. A las demás calles se imuso nombre de Santos, prefiriendo
las adbocacines de la Santícima Virgen. Las cuadras se numeraron con guarismos grandes en el centro y con gaurismo
menos en los sitios en los quatro ángulos” (…) “Las dos quadras o frentes de la plaza Leste y Oueste, se conservaron en el
último desde la calle central del oueste hasta la colateral “María” par la iglesia, sementerio y hospital, y desde la misma
central hasta la colateral de “José” para habitación del cura, dependencias de la iglesia y escuela; en el frente opuesto,
desde la central del leste hasta la colateral o angular de “San Antonio” se destinó para habitación del Comandante de las
milicias, estanco y correo; y desde la misma central angular de san Joaquín” para la Casa de Villa y cárcel”
154
Ibídem: “ El Regidor encargado de cada quartel o barrio, arreglado a la relación y notocoa que pas , llevara a efecto
con rigurosa exactitud la conclusión de los ranchos y cercos (…) a ningún vecino se le permitirá salir del partido mientras
no manifieste acabada su población formal”

88
con consideración a que siendo general la pobretería y limitación de facultades de estos vecinos”155.
Este segundo espacio (contiguo al espacio del poder político y religioso) cristalizaba una
diferenciación jerárquica determinada por este agente del imperio. De este modo accedían a la posesión
de solares en las villas las familias más acomodadas, tendencia que se consolidará aún más en las
siguientes décadas.156
El resto de los solares, los sorteó:
“A continuación, se hicieron tantos voletines como sitios, expresando en cada quadrante,
calle, quadra y sitio. Con separación se hizo una lista de todo el vecindario, incluyendo
indios, pardos y mulatos que habitaban casados el territorio”.
Estas familias campesinas eran el resultado del proceso migratorio reciente. Rocamora los identificaba
como: “la gente de este Partido es un mixto del derrame general de todas partes (…) es población
moderna” (…) “pero pobre, por ser familias que la estrechez del Paraná y otros destinos colocó en
éstos”.157 El interés del Comisionado, y aún más de Vértiz, en afincar estas familias tuvo una estrecha
relación con la constitución de una base miliciana y la estructura urbana de las villas, que con sus
“quadrante, calle, quadra y sitio” intentaría ejercer un control social que la dispersión impedía.

Palabras finales

Aunque parcial, este recorrido nos ha permitido observar y analizar las prácticas políticas de los
diversos y heterogéneos actores que entre sí convergieron en el proceso fundacional de las villas
entrerrianas en la coyuntura particular de 1782/3.
El clima de guerra con Portugal que aún pervivía le otorgó un plus de poder al Virrey para
emprender modificaciones en la frontera oriental del nuevo virreinato que en otras latitudes se le
obstaculizaban por diversas razones. Vértiz y Rocamora tenían mejores condiciones para implementar
aspectos políticos/militares estratégicos.
Pero una cuestión era el diseño de una línea política y otra, bien distinta, someterla a un entramado
de relaciones no siempre bien predispuestas a aceptar modificaciones. El Virrey seleccionó para
encomendar aquella tarea a Thomás de Rocamora. Éste tenía capacidad de manipulación política para
establecer relaciones, capital cultural y simbólico conforme al imaginario imperial, adhería al programa

155
Ibídem: “Los de la plaza se colocaron después (…) no debían exponerse aquellos lugares preferentes a indecorarlos con
habitaciones ridículas”
156
AHPER. División Política. Cabildo de Concepción del Uruguay. Libro de Poderes y Escrituras, 1805 a 1812.
157
AGN. Sala IX. 3-5-6. Legajo 9. Expediente 26. Oficio de Thomás de Rocamora al Virrey Vertiz, Gualeguay 11 de agosto
de 1782

89
reformista y reunía la capacidad de ejercer poder y coerción. Pero su rasgo diferente fue su fuerte
voluntarismo que redundó en una iniciativa sin la cual, dada la escasez de recursos con la que contó,
hubiera sido difícil materializar las fundaciones. En parte, ello se debió a que era consciente de que la
coyuntura podía abrirle una carrera política de mayor importancia.
Sin embargo, en la larga duración, la clave estaría dada por la conformación de grupos de notables
en cada una de las villas que adoptaron la perspectiva imperial. La importante energía que el
Comisionado le impuso al proceso podía darles las condiciones de oportunidad. La consolidación de las
villas radicó en que estos referentes locales apenas esbozados, pudieron construir los vínculos sociales
necesarios para que el entramado de poder superara las tendencias disolventes. Estas coaliciones de
notables debían desarrollar y estrechar niveles equilibrados de capital relacional, simbólico y voluntad
coercitiva. Estas características, algunas escasas, comenzaban a madurar entre los referentes locales.

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95
De los impuestos coloniales a un “nuevo sistema de rentas”: regulación de la circulación de
mercancías en la campaña porteña desde fines de la colonia hasta principios de los años ´20.

Antonio F. Galarza158

Introducción

Cuando Cisneros decretó en 1809 la -por entonces temporaria- liberalización del comercio virreinal,
seguramente no imaginaría que el curso de los acontecimientos posteriores erigiría a esa medida como
el primer paso en un camino sin retorno hacia una nueva estructura fiscal en el Río de la Plata.*
Efectivamente, desde esa fecha en adelante, el mayor ingreso fiscal de las arcas porteñas -el Situado
potosino- entraría en un franco declive ante los crecientes montos aportados por los tributos al
comercio exterior. Sobrevendrían luego los tiempos de la Revolución de Mayo, el quiebre definitivo
del orden colonial y la pérdida de Potosí -y con él, de los ingresos provenientes de la minería
altoperuana- que harían que el viejo esquema fiscal centrado en el ordenamiento económico virreinal se
convirtiera en un recuerdo.
La cuestión de la fiscalidad en el Río de la Plata posee una presencia de larga data en la agenda
historiográfica vernácula, la cual especialmente se ha abocado a ahondar en la creciente asociación
entre fiscalidad republicana y comercio exterior. En este trabajo nos interesa, sin embargo, abordar el
estudio de la fiscalidad desde una perspectiva diferente: la referida al comercio interior de Buenos
Aires y su relación con la consolidación de la propiedad privada. Ello en razón de la hipótesis que
postulamos de que las modificaciones operadas en cuanto a los impuestos a la circulación del ganado y
al comercio interior a principios de los años ´20 no sólo buscaban engrosar las arcas fiscales de los
gobiernos sino que estaban en diálogo directo con las necesidades de consolidación de la propiedad
privada tanto del ganado en pie como de sus productos derivados. En un período en el cual la
producción ganadera sufrió profundos impulsos a partir del aumento de la demanda de bienes pecuarios
-empujada tanto por el crecimiento del mercado urbano porteño de la carne así como por el mercado
mundial en formación- la regulación de la circulación ganadera así como del comercio al interior de la
campaña exhibieron una renovada importancia para la consolidación de la propiedad privada y el
control del contrabando.

158
Becario del CONICET e integrante del Grupo de Investigación en Historia Rural Rioplatense (GIHRR) de la UNMDP.
*
Parte de este trabajo fue presentado como ponencia en las VIII Jornadas de Investigadores del Departamento de Historia,
Facultad de Humanidades, UNMdP. Agradezco los comentarios y sugerencias del Dr. José Mateo hechos en esa
oportunidad y los aportes documentales del Licenciado Maximiliano Camarda, que fueron de suma utilidad para el
enriquecimiento de aquel trabajo.

96
En pos de tal objetivo, la estructura de este capítulo se inicia entonces con un breve racconto de los
trabajos señeros dedicados a la fiscalidad porteña entre el período colonial y el independiente
temprano. Sigue luego una descripción y análisis de los cambios en las formas de percepción
impositiva comercial desde el período tardocolonial hasta la década de 1810 inclusive. El análisis de las
cuestiones normativas sobre este punto se complementa necesariamente con el estudio de su puesta en
práctica y la identificación de los alcances y limitaciones de las medidas dictadas, especialmente
durante los gobiernos revolucionarios. Para este ejercicio, es importante destacar las posibilidades que
los estudios en escala local brindan a la hora de hacer inteligibles los cambios y continuidades en las
formas de cobro de impuestos, las dificultades en su recaudación y por ende su eficacia, entre otras
cuestiones. Es por ello que al análisis de las intenciones plasmadas en las normativas le sumamos el
examen de las formas en que estas prescripciones se llevaron a la práctica en un caso particular
seleccionado (el partido de Chascomús), considerando que ello echará luz sobre la injerencia real de los
gobiernos sobre las prácticas que se intentaban regular.159
En este punto resulta oportuno señalar que la elección sobre el mencionado partido refiere a una
serie de consideraciones. En primer lugar, la marcada impronta ganadera del mismo y la orientación de
esta producción hacia el mercado de Buenos Aires y, a través de éste, hacia los mercados atlánticos.
Ello lo constituyó (como a la campaña sur en general) en un escenario en donde la influencia de la
valorización pecuaria resultante de los cambios económico-políticos del período se hizo sentir con
particular intensidad. Pero a diferencia de los partidos de nueva ocupación luego de 1820,160
Chascomús, al ser un partido de constitución previa a este proceso ganadero en el marco de quiebre del
orden colonial (tanto económico, como político) permite, a partir de la comparación entre este
momento y el período inmediatamente anterior, observar cambios y continuidades sobre los temas
abordados.
En un segundo apartado se abordan las problemáticas referidas al abasto de ganado en pie para el
mercado porteño de la carne y las dificultades en la erradicación de prácticas de contrabando que datan,
al menos, de fines del siglo XVIII. En dicho acápite, al estudio de los problemas referidos a la
propiedad de los animales al momento de su introducción en el abasto, se le suma el análisis de los
mismos durante la circulación por la campaña y en el lugar de su producción, retomando el caso de
159
Siguiendo a Levi “Esto me parece evidente en todos los aspectos que tienen que ver con la historia de las instituciones:
no es suficiente ciertamente describir las leyes y normas que las definen. Porque su funcionamiento concreto y su
modificación son el resultado de un conjunto de elementos entrelazados que es necesario reconstruir, y que incluyen
respuestas locales, modos de aplicación y consecuencias directas e indirectas.” Levi, Giovanni, 2003: p. 285-286.
160
Con el término nueva, referimos en realidad a una ocupación más estable de la población (sin dudas, existían pobladores
avanzados antes de la constitución de partidos administrativos) que era acompañada (o viceversa) de la presencia de
diferentes redes institucionales. Ejemplo de este tipo de ocupaciones son los partidos del denominado “nuevo sur” o “sur
II”, ubicados al sur del Río Salado, como por ejemplo Monsalvo, Azul, Tapalqué, Chapaleufú (Tandil), entre otros.

97
Chascomús para indagar en las formas en que algunas prácticas propias de ese mundo rural discutían la
propiedad privada del ganado en pie.
Finalmente, el capítulo se cierra con una presentación de los cambios que pretendieron operarse en
las dos cuestiones abordadas en los apartados anteriores (comercio y abasto) a partir del gobierno de la
“feliz experiencia”. Consideramos que la revisión de los proyectos planteados en el orden fiscal durante
los primeros años del gobierno de Martín Rodríguez contribuye a hacer inteligibles, por oposición, las
principales problemáticas a las que se pretendía dar solución, entre las cuales consideramos que el
respeto por la propiedad privada se erigió como una cuestión central.

***

Como señaláramos con anterioridad, ha sido profusa la producción historiográfica dedicada al


estudio de las características fiscales de la primera mitad del siglo XIX rioplatense, siendo la obra de
Miron Burgin una de los pioneras sobre el tema (1969). Este trabajo, que debido a la calidad de su
análisis se ha constituido en un clásico de referencia obligada, ya había señalado la dependencia de los
primeros gobiernos independientes respecto de los ingresos por impuestos al comercio de importación.
Este proporcionaba el mayor porcentaje de entradas desde la apertura a los mercados externos y su
distribución, según Burgin, se hallaba en el centro de los problemas institucionales de la primera mitad
del siglo XIX (1969: 354 y ss.)161 En otra clásica obra sobre el tema, Tulio Halperín Donghi ha
señalado también la centralidad que el comercio exterior representó para las arcas de Buenos Aires
desde la apertura del comercio en 1809. Es así que los ingresos que redituaban los gravámenes a la
importación estuvieron llamados a ser crecientes durante toda la década revolucionaria (1810-1820) y
los años posteriores.162
Este carácter del sistema fiscal, que se mantendría casi inalterado durante la primera mitad del siglo
XIX, ha estado en el centro de profundos debates acerca de las peculiaridades en la organización del
Estado durante el período. Ello debido a la centralidad que tuvieron las disputas por los recursos
generados por la aduana del puerto de Buenos Aires en la inestabilidad política pos revolucionaria. Sin
embargo, pese a este consenso historiográfico acerca de la importancia del comercio exterior como de

161
Similar perspectiva exhibe Marichal cuando asegura, refiriéndose a las contradicciones y conflictos en el marco de las
guerras civiles que aquéllas “no fueron causadas por una crisis fiscal, ya que los ingresos públicos postindependencia fueron
considerables y tendieron a crecer pese a las agudas fluctuaciones. Por el contrario, fue la distribución de esos ingresos lo
que provocó los mayores conflictos...” (1995: 102).
162
“Entre esos dos períodos [se refiere al de 1810-1815 y 1815-1820, AG] la guerra no ofrece el único elemento de
continuidad; hay otro quizás más importante y sin duda más duradero, ya que permanecerá en la base del ordenamiento
financiero porteño y argentino durante más de un siglo: es la expansión de los ingresos proporcionados por los impuestos al
comercio exterior” (Halperín Donghi, 1982: 88)

98
la regresividad del sistema fiscal porteño163 conviven algunas diferencias en cuanto a la interpretación
de las razones del origen y mantenimiento de dicho sistema durante la primera mitad de la centuria
decimonónica.
Así, para Burgin, el origen de esta estructura fiscal (que dataría, en su versión consolidada, del
período rivadaviano) remite a las restricciones que los gobernantes porteños de entonces habrían
encontrado para la imposición progresiva de impuestos directos. De modo contrario, la continuidad de
este entramado fiscal durante el rosismo (con algunos matices pero manteniendo la abrumadora
proporción de ingresos provenientes de las importaciones) se habría mantenido, para este autor, ya no
debido a restricciones de carácter político o económico sino por la impronta ganadera y terrateniente
del programa federal, que llevaba a no gravar a las exportaciones de estos sectores (1969: 322 y ss.). En
cambio Amaral rescata que uno de los principales cambios en materia monetaria y financiera lo
constituyó el “descubrimiento de la financiación inflacionaria” del Estado a partir de 1826, lo que
constituyó una especie de parteaguas entre un régimen tributario tradicional (de origen colonial) y uno
de carácter moderno. Ello habría constituido a Buenos Aires en una especie de terreno experimental
económico-financiero (Amaral 1988: 382). El autor es categórico en cuanto a la continuidad de las
finanzas públicas durante la década revolucionaria “...no fue encarada una reforma tributaria ni
financiera hasta 1821: durante los once años que transcurrieron hasta entonces se realizaron las más
diversas experiencias, cuyo principal rasgo común fue el fracaso...” (1988: 392).
Para Halperín Donghi, el sistema fiscal de la década del ´20 se enlazó con la constitución de un
“nuevo Estado” a partir del gobierno de Martín Rodríguez, que se caracterizó entre otras cosas por su
afán centralizador y por la creación de aparatos administrativos más complejos (1982: 137). En materia
fiscal, lo destacable del período fue la consolidación de una estructura basada en los ingresos
provenientes de las importaciones, heredada de los años del colapso colonial como solución al déficit
financiero del Estado, la que se mantendría durante las décadas posteriores.164 Similar postura adoptan
los estudios más recientes acerca de las características de la llamada transición fiscal en América
Latina.165 Estos trabajos permiten apreciar que para la generalidad de los nuevos Estados
latinoamericanos de inicios del siglo XIX, los ingresos estatales más significativos consistían en los

163
Al obtenerse la mayoría de recursos por vía indirecta, el peso del Estado recayó necesariamente en el conjunto de la
sociedad, con poca o nula discriminación por capacidad económica; así como también se derivó la carga impositiva hacia
las provincias del interior, debido al papel de intermediario obligado del puerto de Buenos Aires.
164
“es un hecho que la receta financiera de reemplazo adoptada en 1809 parece por primera vez suficiente para sostener al
Estado: las importaciones pueden proseguir expandiéndose y al hacerlo dan base financiera a un Estado también en
expansión (Halperín Donghi, 1982: p. 140)
165
Al respecto, hemos consultado la edición Nº 13 de Illes i imperis dedicada a la fiscalidad en América Latina. En
particular el trabajo de Garavaglia, Juan Carlos 2010.

99
ingresos aduaneros (Río de la Plata), estancos, tributo indígena y diezmos.166 En este sentido, el
concepto de “transición fiscal” utilizado por Garavaglia se constituye como indicador del momento de
pasaje de la fiscalidad colonial a la republicana, en la cual los ingresos estatales pasaron a estar
representados en su mayor porcentaje por los impuestos a las importaciones, algo que caracterizaría a la
mayoría de los Estados latinoamericanos durante casi todo el siglo. Aquí también el autor señala las
posibilidades (limitadas) de un Estado en formación para gravar a sectores económicamente fuertes
como una variable a tener en cuenta para la explicación del mantenimiento de un sistema fiscal
sostenido por las importaciones (Garavaglia 2010: 159-160).
Pero esta atención historiográfica puesta sobre la centralidad del comercio externo para las arcas
fiscales contrasta con la, hasta hace pocos años, relativamente marginal atención puesta en la fiscalidad
interna.167 En efecto, el peso sustancial de la recaudación asociada a los impuestos a las importaciones
durante el período eclipsó el estudio de cuestiones fiscales asociadas a la circulación interna provincial
o a los impuestos directos.168 No obstante, en los últimos años, estos temas parecen haber encontrado
un lugar en la agenda historiográfica, en especial a partir de los estudios vinculados a la Contribución
Directa (Gelman y Santilli 2006; Santilli 2010). Así, el trabajo de Gelman y Santilli, si bien se orienta
al análisis de los patrones de desigualdad, al centrarse en las fuentes correspondientes al impuesto de
Contribución Directa de 1839 en Buenos Aires, ha arrojado luz sobre varias cuestiones relacionadas
con la lógica impositiva.169
Asimismo, la investigación sobre el origen de la Contribución Directa en la década de 1820 subraya
las discusiones en torno a la intervención del Estado en la distribución de la riqueza, y también rescata

166
“Resumiendo en pocas palabras, veríamos que son cuatro los elementos en los que se asentaban las rentas fiscales en el
momento de la transición. De esos cuatro hay dos que son los principales: los ingresos de la aduana y los diversos estancos
(tabaco, alcoholes, sal, etc.) quedando en un segundo lugar los tributos (y en otro caso, su transformación en forma de un
impuesto llamado capitación, como ocurrió en Guatemala) y los diezmos. Estos cuatro rubros constituyen generalmente del
75% al 90% de los ingresos fiscales...” (Garavaglia 2010: 176).
167
Con ello nos referimos particularmente a los impuestos al comercio interior de la provincia de Buenos Aires, a las
Contribuciones directas y a otro tipo de gravámenes del período como el de papel sellado.
168
Si bien existen trabajos referidos a los impuestos sobre la riqueza y la producción, se caracterizan por su impronta
descriptiva más que analítica (aunque con una importante riqueza heurística), y en general provenientes de estudios de
historia del derecho o de las ciencias económicas (Estévez 1960). También, aunque de manera menos sistemática y bastante
marginal, los recursos fiscales asociados al comercio interno (patentes, derechos de compostura) y los impuestos directos
(Contribución Directa) ocupan un lugar en los trabajos de Burgin 1969: 79-80; Álvarez 1929 y Nicolau 1988: 121-123. El
tema de la fiscalidad durante este período ha dado origen al proyecto State Building in Latin America, Advanced Grant
23046, 7th Research Framework Programme, 2008-2013, European Research Council. Ver: http//statebglat.upf.edu/. El cual
está integrado por investigadores de diferentes países como Juan Carlos Garavaglia, Claudia Contente y Evangelina de los
Ríos (Argentina), Pilar López Bejarano (Colombia), Viviana Velasco Herrera (Ecuador), entre otros. Seguramente el avance
de estas investigaciones echará luz, aunque quizás también de manera indirecta, sobre la cuestión de la fiscalidad interna.
169
Especialmente resaltan, para fines de la década de 1830, la iniciativa por parte del gobierno de Rosas de constituir a este
impuesto en una fuente de recursos alternativos a los generados por la aduana, los que se encontraban reducidos debido al
bloqueo. Es interesante, además, la crítica de fuentes contenida en Gelman y Santilli 2006. (En particular la introducción y
el capítulo 1).

100
la intención durante estos años de generar ingresos que no se ciñeran sólo al comercio de
importación.170 Estas investigaciones recientes, así como los mencionados trabajos clásicos sobre el
tema, destacan entonces la iniciativa gubernamental durante los años ´20 de intentar contrapesar los
ingresos aduaneros con otros referidos a la riqueza y de carácter más directo. No obstante, la
importancia sustantiva del comercio externo se mantendría durante todo el período en cuestión.

Compostura, Alcabalas y Contribuciones extraordinarias: las formas impositivas sobre el


comercio interno en Buenos Aires hasta 1821.

Uno de los principales contrastes que en materia impositiva pueden observarse entre el Estado
colonial y el independiente en el Río de la Plata refiere a la complejidad de la estructura fiscal del
primero comparado con el segundo. En efecto, la organización administrativa imperial (que debía
cubrir regiones tan distantes como Potosí y Buenos Aires, la Banda Oriental y la capitanía de Chile)
exhibía una sofisticación construida a lo largo de varios siglos y un cuerpo burocrático compuesto por
un importante número de funcionarios reales. Estos últimos, junto a arrendatarios privados, eran los
encargados de recaudar la diversidad de impuestos con que la Corona española gravaba el comercio, la
producción y la población indígena.171
En efecto, la importancia de las exacciones fiscales coloniales se halla en la base de su
conceptualización como una de las tres formas en que era extraído el excedente económico producido
en las posesiones americanas.172 Para el caso del Virreinato del Río de la Plata, los principales ingresos
provenían de los impuestos a la producción de metales preciosos en el Cerro rico, complementados por
los ingresos generados por el puerto de Buenos Aires y el tributo indígena.173
Los referidos estrictamente al comercio interior eran los impuestos denominados Alcabalas, de
Pulperías y Sisa. Según H. Klein el primero era una especie de impuesto universal a las ventas que
recaía sobre todos los bienes que circulaban tanto en la península como en las Indias españolas. El de

170
Ver en este sentido la interesante descripción sobre el plan de Santiago Wilde para un “nuevo sistema de hacienda” en
Santilli 2010: 38-39.
171
“...la Corona elaboró un sistema completo de impuestos sobre la producción colonial, el comercio y la población. Al
mismo tiempo ejercitó su control sobre los monopolios tradicionales del estado (producción tabacalera, naipes, mercurio,
papel sellado, etcétera) en otra forma importante de gravamen.” Klein 1973: 369.
172
Según Juan Carlos Garavaglia (adaptación mediante de la tipología propuesta por Carlos S. Assadourian) las tres formas
típicas de apropiación del excedente serían la vía fiscal, el monopolio comercial y la apropiación vía aparato eclesiástico y
órdenes religiosas. En AA.VV. 1973: 8-9.
173
“Al determinar la importancia de los diversos impuestos en la composición del ingreso del Virreinato, surge con
evidencia que los gravámenes sobre la explotación minera y los vinculados al acuñamiento de plata, el tributo pagado por
los indios y los impuestos sobre el comercio (alcabalas, almojarifazgo, etcétera) proporcionaron el grueso del ingreso a la
Corona.” Klein 1973: 378.

101
Pulperías era anual y debían abonarlo todos los propietarios de este tipo de establecimientos. Por su
parte, el de Sisa consistía en un impuesto de carácter municipal que se destinaba a gastos locales,
aunque era recaudado por la Corona.174
En Buenos Aires convivían dos impuestos sobre el comercio: el ya mencionado de Alcabalas, 175 y
el Derecho de compostura (de pulperías). Este último refería a las licencias para componer pulperías, y
consistía en un monto anual que debía abonarse para poder desarrollar este tipo de actividades
comerciales. Dicho impuesto era proporcional a los meses del año en que se desarrollaba la actividad y
era percibido a través de un receptor, un agente privado que se encargaba de la recaudación a cambio
de la obtención de un porcentaje (el 20%).176 Así lo hacía constar Francisco Pelliza, recaudador del
ramo de Compostura de Campaña en 1815: “...Por mil doscientos diez pesos siete reales que de
comision me corresponden al 20% sobre 6054 pesos quatro y quartillo reales de recaudación...” 177
Por su parte, en Buenos Aires las alcabalas también consistían en un impuesto anual, pero a
diferencia del anterior eran proporcionales al capital en giro del comerciante. Como deja entrever la
cita anterior, estos impuestos se mantendrían luego del quiebre del orden colonial en 1810. Pero a ellos
se agregarían además las denominadas Contribuciones Extraordinarias que eran exacciones exigidas a
los comerciantes, similares a un préstamo forzoso que los mismos debían hacer al Gobierno Central.
Aunque las cifras percibidas en este concepto nunca llegaron a contrapesar a los ingresos aduaneros
(apenas rondaron el 6% de la recaudación del período) sin dudas en su implementación incidieron las
urgentes necesidades de liquidez de los gobiernos que se sucedieron en la década.178 En los hechos, la
participación de los gravámenes al comercio interno en el presupuesto estatal se redujo de un 5,21%
entre 1811-1815, a un 1,91% entre 1816 y 1819.179

174
Todas estas definiciones contenidas en el Apéndice de Klein 1973: 396-400. El caso novohispano es, sin lugar a dudas,
el más estudiado respecto de su sistema fiscal en general y de los gravámenes al comercio en particular. Ver Garavaglia y
Grosso 1987; Grosso 1990; Pastor 1977: 1-16; TePaske y Klein 1976; Klein 1994; Garavaglia y Grosso 1987b.; Jáuregui
1999; Marichal y Rodríguez Venegas 1999.
175
En este trabajo nos centraremos en el estudio de las contribuciones extraordinarias y las composturas, debido a que el
registro de Alcabalas para campaña que se halla disponible en el Archivo General de la Nación cubre hasta fines del siglo
XVIII. Por el contrario los legajos de los dos impuestos mencionados permiten una aproximación más certera al período
aquí estudiado.
176
Una crítica de esta fuente en Galarza 2010 (Ver Apéndice Metodológico). También en Carrera 2010: 51.
177
AGN, Derechos de Compostura, Sala XIII - 9 -1. Además percibía $ 100 de “gratificación” (sic) anual.
178
Durante toda la década de 1810 estas contribuciones serían uno de los ingresos constantes del fisco, que recaían en
particular, pero no únicamente, sobre sus enemigos políticos. Así lo sugiere Halperín Donghi “la suba real de ingresos en
este rubro aparece cercana a los cuatrocientos mil pesos, y se debe sobre todo a las contribuciones extraordinarias
establecidas en 1812 para costear la guerra, que en el primer quinquenio postrevolucionario extraen del comercio una suma
total de $ 598.875...” (1982: 93).
179
Para el primer período se contabilizaron los siguientes impuestos: Alcabala de cabezón, Sisa, Pulperías, Contribución del
comercio, Contribución de comercio fincas y gremios y Alcabala de reventa ($719.273,9 sobre un total de $ 13.797.158,1).
Para el segundo período: Alcabala de cabezón, Pulperías y Contribución del comercio ($213.884,4 sobre $11.149.232.1).
Halperín Donghi, 1982: 115-119.

102
Apruébese el arreglo formado por el comisionado Don José María Yevenez, para la
contribución estraordinaria de comercio (...) en una circunstancias, que más que nunca se
halla el Erario exhausto de medios para la subsistencia y defensa del Estado: en cuya virtud
pásese el dicho arreglo y padrón, rubricado por mi secretario de Hacienda, al tribunal de
cuentas para la toma de razón, bajo el concepto de deberse hacer su cobro desde el primero
de Agosto próximo pasado.180

En la campaña, este impuesto era cobrado de forma idéntica a los Derechos de Compostura: eran
recaudados por un particular que percibía el 20% de la misma. Por su parte, el gravamen se ajustaba
cada seis meses según la variación en el giro del comercio
...para la contribución estraordinaria de comercio; previniéndose que cada seis meses por
las alteraciones que ocurran al giro de cada uno de los contribuyentes, debe renovarse con
respecto al estado en que entonces se hallaren los que se mantengan en él, sin que
entretanto pueda variarse ni hacerse lugar a las continuas e infundadas reclamaciones con
que pretenden escusarse del pago de la cuota que les toca satisfacer.181

Llegados a este punto, el seguimiento del estudio de caso propuesto, Chascomús, nos permitirá
apreciar las características de cómo se llevaba a cabo la recaudación en la campaña sur. El cuadro Nº 1
nos permite observar las oscilaciones en la recaudación de estos impuestos a través de las cantidades de
comerciantes que lo abonaron durante el período. La marcada suba en las cantidades registradas entre
los años 1815 y 1817 reside en el hecho de que en dichos años coincide el cobro en el partido tanto de
los Derechos de Compostura como de la Contribución Extraordinaria de Pulperías, la cual como vemos
se cobraba de manera aleatoria. Según la información consignada en las fuentes, esta Contribución se
percibió en Chascomús para los años 1814, 1815, 1816 (sólo 4 casos) y 1817 (también se registra el
cobro para otros partidos en 1818 y 1819). Por su parte, los de Compostura cubren los años de 1806,
1813, 1815, 1816, 1817, 1818 y 1819. Como vemos, estos parecieron ser más regulares que los
anteriores, al menos en lo que respecta al partido estudiado.

1806 1812 1813 1814 1815 1816 1817 1818 1819 Total
Cantidad de
Impuestos 5 1 20 28 64 38 58 23 8 245
abonados
Cantidad de
5 1 19 25 37 37 32 23 7 186
Comerciantes
Cuadro Nº 1: “Comparación entre total de derechos recaudados y cantidad de comerciantes que lo
abonaron. Partido de Chascomús 1806-1819”.
Fuentes: Derecho de Compostura y Contribución Extraordinaria, AGN, XIII-9-1 y XIII-9-2.

180
RORA, 7 de octubre de 1815.
181
Registro Oficial de la República Argentina (en adelante RORA), 7 de octubre de 1815.

103
Por otro lado, las fuentes permiten apreciar los momentos en que la recaudación del ramo de
Compostura se llevó a cabo, dejando en evidencia que la misma se realizaba en diferentes meses del
año. La mayor de las veces era cobrada con cierto atraso, una vez finalizado el período por el cual se
percibía el impuesto, que consistía en un monto fijo de 15 pesos por los doce meses del año (y
descendía proporcionalmente si el comercio había funcionado por un lapso de tiempo menor). Así, los
derechos de 1806 serían registrados en mayo de 1807, los de 1813 en diciembre del mismo año,
mientras que los de 1815 lo serían recién en septiembre de 1816. A su vez, la Compostura
correspondiente a 1816 sería abonada en 1817, mientras que los concernientes a éste último se registran
recién en febrero de 1818. Por último, los de 1818 serían consignados en septiembre del año siguiente y
en julio de 1820 se registrarían los de 1819. Es decir que la lógica de la recaudación era a año vencido,
tal como lo deja entrever el propio recaudador a inicios de los años ´20 “Habiendo salido a la
recaudación el año 20 a recaudar el año 19...”182
Por su parte, las Contribuciones extraordinarias muestran formas similares de recaudación. Los
montos de 1814 y 1815 se registraron en diciembre de cada año, mientras que los de 1817 fueron
realizados en febrero del año siguiente. Para 1816 no consta el momento de cobro, aunque dadas las
fechas que se registran, puede inferirse que el mismo fue levantado, al menos, a fines de ese año. 183 El
arancel de las Contribuciones, a diferencia de la Compostura, se estipulaba a partir de un padrón de
contribuyentes otorgado al Receptor por parte de la Secretaría de Hacienda, en el cual se consignaba el
monto que debía abonar el comerciante según el giro detentado...
Son cargo de ciento noventa y dos pesos que ha pagado Dn Juan Blanco, por la
contribución extraordinaria de su pulpería, y corresponde desde 1º de enero de 814 hasta la
fecha, a razón de diez y seis pesos por mes que tiene impuestos en el Padrón. Chascomús y
diciembre 31 de 1814.184

Cuenta que forma Don Franco Pelliza de lo recaudado en razón de la contribución


extraordinaria de Gremio de campaña respectiva al año de mil ochocientos diez y ocho que
se le encargó por el Gobierno con sugesión al Padrón que designa los contribuyentes y la
quota que deben pagar.185

El procedimiento para el cobro de ambos impuestos consistía entonces en el otorgamiento al


Receptor de un libro rubricado por la Secretaría de Hacienda en donde debían registrarse los pagos de

182
Declaración de Juan Thomas Bott. En AGN, Derechos de Compostura, Sala XIII 9-1, Legajo del 20 de mayo de 1822.
183
En efecto, se cobran derechos a comerciantes que se desempeñaron entre enero y septiembre de 1816, con lo cual el
registro debió realizarse necesariamente en una fecha posterior. AGN, Contribución Extraordinaria, Sala XIII 9-2, folios 89-
90.
184
AGN, Contribución Extraordinaria, Sala XIII 9-2, folio 16v. (El destacado es nuestro).
185
Ibidem, folio sin número. (El destacado es nuestro).

104
los comerciantes, el cual se realizaba con la anuencia del Alcalde local respectivo. Una vez completada,
la recaudación era elevada a los “Ministros generales de Hacienda” o “Ministros de Ejército y
Hacienda” al tiempo que los fondos eran ingresados a la Tesorería, descontando el Receptor tanto sus
honorarios respectivos (el 20% y un monto de gratificación que osciló entre los 25 y los 100 pesos,
según el año) como el dinero abonado a dos ayudantes de los que se valía para el cobro. Así lo señalaba
en 1817 Francisco Pelliza, en el rubro “revaxas”: “Por ciento noventa y dos pesos pagados a los dos
auxiliares del Ramo de Multas a 12 pesos cada uno desde once de Abril de 816 hasta once de
Diciembre del mismo ambos inclusive...”186
Ahora bien, para explicar el notable descenso de la recaudación en el partido durante los últimos
años analizados (y, como vimos, también el correspondiente al comercio interno en la campaña en
general) es menester recurrir nuevamente a un ajuste en la escala de análisis y apreciar qué sucedió con
la recaudación en los diferentes partidos del hinterland porteño. Y ello permite asegurar que esta caída
en los ingresos fiscales se explicaría en buena medida por la conflictividad asociada al fin del gobierno
central en Cepeda. En la zona norte de la campaña, los abundantes pedidos de excepción en el pago de
estos impuestos se sucederían apelando a la situación de pobreza resultado del paso de las montoneras
provenientes del sur de Santa Fe. Así se expresaba Tadeo Ramos, dueño de una pulpería en el partido
de San Isidro
…haviendo sido completamente saqeado por los montoneros el año 20 de tal suerte, que ni
para susistir con mi familia me ha quedado nada por cuyo motivo me hevisto en la
precisión de serrar mi pulpería y trato de entregar la licencia solo suplico a V.E. la gracia de
perdonarme lo que me toca por los impuestos y derechos del año prosimo pasado, en
atencion a la triste situacion en qe he quedado como lo puede justificar el alcalde de esta
Hermandad.187

También Nicolás Villamayor, un comerciante de Matanzas, solicitaba la exención de impuestos en


los mismos términos
...teniendo en el año de 1820 una casa de trato de principal cien pesos, la qual fue asaltada,
robada y saqueada a discreción por los federales en julio de dho año; y al presente exortado
y conminado por el receptor de alcabalas para el pago de los dhos que adeudo a la
Provincia de mi expresada Casa pulpería, y siendo de hecho notorio, publica voz y fama la
desolación de mis bienes en mi casa de trato (…) me hallo imposibilitado al pago de los
expresados dhos.188

186
AGN, Derechos de Compostura, Sala XIII 9-1, Legajo del 13 de enero de 1817. Similar descuento se consignan también
para las recaudaciones de otros períodos.
187
AGN, Derechos de Compostura, Sala XIII 9-1, Legajo del 8 de marzo de 1821.
188
AGN, Derecho de compostura, Sala XIII 9-1, Legajo del 14 de agosto de 1821.

105
Pero contrariamente a una primera visión impresionista, el peso de la conflictividad en la coyuntura
del cambio de década no sólo se haría sentir en los partidos del norte o cercanos a la ciudad, sino que
también alteraría el devenir de la recaudación en la campaña sur. Recurriendo nuevamente al estudio de
caso seleccionado, el testimonio del receptor, por entonces Thomas Bott, da cuenta de los problemas
suscitados
Habiendo salido a la recaudación el año 20 a recaudar el año 19, los derechos de pulperías
del 4º departamento de la campaña; y habiendo llegado a la guardia de Chascomús y
estando reunidas todas las milicias pª caminar a la capital, fui llamado por el comandante
del punto Dn Esteban Sandalio Zusanabar y me dijo que en el momento entregara el dinero
recaudado y habiéndome resistido a no entregarlo se propaso el dicho comandante con
palabras injuriosas y escandalosas y me prometió el sepo, y así biendome qe a la fuerza no
podia resistirme no tube mas qe entregar los ochocientos quarenta pesos qe eran los
recaudados.189

Pero si bien estas irregularidades incidieron en el descenso de los ingresos fiscales de este rubro, la
forma en que los impuestos eran cobrados pareció también sopesar en los magros resultados de las
recaudaciones a nivel general. Así, sumado al hecho de que el criterio de cobrar a período vencido
aumentaba potencialmente el margen de evasión, también la importancia del calendario agrícola
aparece jugando un papel destacado en la posibilidad de percibir impuestos. Así, varios contribuyentes
señalan durante estos años la imposibilidad de abonar los aranceles exigidos hasta terminada la cosecha
“...Don Juan Barbosa cesó y no pagó por haver expuesto que absolutamente se hallaba sin dinero y que
pagaría después de la cosecha...”
“...Dª María de la Cruz Lopes sigue con su Pulpería y no pagó por íden [no tener dinero, AG] quedando
a satisfacer después de la cosecha...”190
La importancia de la siega del trigo (a ella refieren cuando se habla de “cosecha”) reside en la
mayor demanda de fuerza de trabajo que la misma ejercía sobre el mundo rural. Asimismo, era el
momento en que mayores oportunidades de compra-venta se presentaban a los comerciantes, con lo
cual aumentaban sus posibilidades de ingresos. El testimonio contemporáneo de Pedro Andrés García
da cuenta de ello del siguiente modo
...llega enero y cruza por la campaña un enjambre de pulperos, llevando consigo el pábulo
de todos los vicios; sus dueños los fomentan para ejercitar la usura: ponen juegos donde los
labradores de esta clase reciben cualquiera dinero por sus trigos: venden a precios ínfimos

189
AGN, Derecho de compostura, Sala XIII 9-1, Legajo del 20 de mayo de 1822. También en AGN, Sala X, Hacienda 12-8-
8, legajo del 21 de septiembre de 1822. Asimismo, en los llamados “reparos” que describe el Receptor, en el mismo
expediente señala en razón de la ausencia de registros “...De las sertificaciones de Chascomús, Ranchos y San Vicente en el
año de 20, no se hallaba ni Jueces ni tenientes en la campaña, pues todos handaban en comisión...” AGN, Derecho de
Compostura, Ob. Cit., legajo del 3 de julio de 1822.
190
AGN, Contribución Extraordinaria, Sala XIII 9-2, Legajo del 13 de febrero de 1822.

106
sus cosechas, y el campesino honrado, que por sus cortos fondos necesita adelantamiento,
se ve forzado a malbaratar por necesidad lo que aquellos por sus vicios: siendo el resultado
verse sin granos, y tal empeñados al fin de la cosecha.191

Es evidente que el calendario agrícola dinamizaba no sólo el comercio ambulante (lo que señala
García junto con la denuncia de la “usura”) sino que hacía lo propio con el comercio estable, lo que
explicaría el mayor margen de maniobra de los comerciantes rurales para abonar los impuestos
exigidos luego de culminado el momento de la siega.192
Todas estas características en las formas de la recaudación serían contempladas durante el gobierno
de Martín Rodríguez y se operarían una serie de modificaciones que buscarían dar un marco renovado a
la fiscalidad estatal, en pos de aumentar las recaudaciones así como de regular con mayor eficacia la
circulación de mercancías y el respeto por la propiedad privada.

Las medidas tendientes a regular la circulación pecuaria: la preocupación por el abasto citadino
y el problema de la propiedad privada del ganado circulante en la campaña.

Tanto el abastecimiento de trigo como de ganado en pie en los centros urbanos coloniales fue una
preocupación constante de las autoridades locales, lo que muchas veces implicó tensiones entre los
productores, comercializadores y el público consumidor (Van Young 1992). La práctica de controlar el
suministro de bienes al mercado urbano en Buenos Aires también se remonta al período colonial, en
donde la figura del Cabildo y en particular del Fiel Ejecutor jugaba un papel destacado para el
reaseguro del abasto urbano especialmente de carnes y cereales provenientes de la campaña. Si bien la
historiografía vernácula ha prestado importancia a este tema desde diferentes trabajos, la misma se ha
centrado preferentemente en la cuestión del volumen de consumo del mercado urbano, y en las formas
en que los cabildantes buscaron asegurar un flujo constante de bienes para evitar “el clamor del pueblo”
(Garavaglia 1991; Garavaglia 1994 y Passarini 2009).193
Nuestra mirada se centra por el contrario en la vinculación entre el abasto y la consolidación de la
propiedad privada del ganado circulante por la campaña, y en las formas en que en el proceso
productivo vinculado a aquél (concebido en sentido amplio, desde el momento mismo de la circulación

191
Citado en Gelman, 1993: p. 107 (1810).
192
Hemos desarrollado este aspecto de la relación entre el dinamismo del calendario agropecuario y su impulso al comercio
rural en nuestra tesis de licenciatura Galarza, 2010. En particular en el capítulo 3 “Comercio y calendario productivo local:
¿una relación de estacionalidad?”, pp. 43-58.
193
La frase “clamor del pueblo” es utilizada en varios acuerdos del Cabildo para hacer referencia a las discusiones sobre el
abasto de carne. Ver por ejemplo AGN, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires (en adelante, AECBA), sesión
de julio de 1813, pp. 622, foja 152 v.

107
del ganado en el hinterland hacia los corrales citadinos) se manifestó la preocupación por el control del
contrabando y el cuidado de la propiedad privada. En referencia a este punto, pueden situarse tres
momentos diferentes de la circulación hacia el abasto como potencialmente conflictivos: el origen de
los animales arriados en la campaña, su ingreso a los corrales mediante los abastecedores, y la matanza
y desposte para la venta. Los conflictos en esta última instancia, más que con la propiedad del ganado
en sí, se asociaban con el control del proceso productivo en manos de los propios matanceros, y las
quejas de los abastecedores al respecto.194
El momento de la entrada de los vacunos a los corrales aparece fuertemente asociado a prácticas de
contrabando y a las faenas por fuera del control gubernamental. Si bien para Garavaglia esta cuestión
no pareció mostrar un importancia superlativa, por el contrario creemos que se manifestó como una
constante en la agenda de problemas vinculada al abasto citadino, ya desde fines del siglo XVIII. 195 En
efecto, ya en la implementación de corrales de abasto en la ciudad hacia 1775, subyace la búsqueda de
controlar la propiedad de los novillos entrantes para el consumo de carne porteño
En el año de mil setecientos setenta y sinco (...) que se estableciesen por cuenta del
Cabildo los corrales para encerrar ganado para el abasto de la ciudad, prohibiéndoles a los
diferentes particulares que los obtenían, llevando medio real por cabeza para que de este
modo se pudiese más fácilmente celar, assi el robo de los ganados, como la matanza de
bacas, todo lo que fue aprobado por el Exmo Sor. Don Juan José de Vértiz.196

Como puede verse, la implementación de corrales públicos buscaba controlar tanto el ingreso de
ganado a fin de evitar tanto el robo como el carneo de vacas; esto último, para mantener y asegurar la
reproducción del stock vacuno evitando el sacrificio de vientres y así asegurar el abasto. Pero en 1804
nuevamente aparece mencionado el problema de la introducción clandestina y la matanza ilegal de
animales, esta vez con especial atención al problema de la recaudación: “...previene a V.S. qye se halla
ympuesto de qe varios sujetos se han dedicado a matar reses en las ynmediacions de esta ciudad
distantes de los corrales por no pagar derecho alguno traen la carne a vender al pueblo...”197
En dicho año, el Cabildo encargó a un comisionado controlar en los tres corrales de abasto
existentes (Santo Domingo, Recoleta y Carricaburu) el registro de las cabezas faenadas, encontrándose

194
Si bien hay trabajos que posan su atención sobre el problema de la autonomía de los matanceros en períodos posteriores,
como la década de 1830, este problema ya estaba presente en el período colonial, en donde se repetían las quejas de los
abastecedores para tratar de controlar este problema. Ver por ejemplo AGN, AECBA, Cabildo del 12-12-1797, Cabildo del
16-10-1807, Cabildo del 16-12-1814. Para los trabajos mencionados consultar Sastre 2009 y Salvatore 2003 (en particular el
capítulo Nº 1: “The ways of the market”). Para las décadas de 1830 y 1840 ver Infesta 2010.
195
Dicho autor asegura que “... la presencia de introducciones clandestinas y de matanzas no autorizadas no era infrecuente,
pero generalmente se las denunciaba y en el radio de los corrales, los Fieles ejecutores o los arrendadores del derecho de
corral, eran muy cuidadosos al respecto...” Garavaglia 1999: 219 (nota al pie Nº 11).
196
Documentos, 1914: p. 147 y AECBA, Cabildo del 21 de enero de 1795. El destacado es nuestro.
197
Documentos, Ob. cit.: p. 169 y AECBA, Julio y agosto de 1804.

108
dicho comisionado, al cabo de unos pocos días, con el resultado de que la evasión en el primero era de
un 13% aproximadamente (se declararon 421 novillos sobre un total de 487 cabezas ingresadas); en el
segundo de un 62% (tan solo se registraron 477 sobre 765); y para el último algo más del 7% (237
sobre 251 novillos).198 Si bien aquí el interés central no reside en mensurar el margen de evasión del
impuesto al medio real por cabeza introducida en los corrales -es difícil hacer proyecciones estables a
partir de estos porcentajes- los números hablan de una presencia para nada desdeñable de faenas
desplegadas por fuera del control fiscal. Este asunto aparece con frecuencia en la agenda del
Cabildo,199 lo que indica su continuidad como un problema al que evidentemente resultaba difícil
encontrar solución
...que en todos los tiempos se han conocido los considerables perjuicios y fatales
consecuencias que resultan de la libertad y franquess en introducir ganados de marcas no
conocidas, pero estas consideraciones, y repetidos reclamos de los mismos hacendados o
criadores, ha mirado siempre este M. I. A. como asunto de su primera atención, zelar
efiscasmente esta introducción que rara vez deja de ser fraudulenta y maliciosa.200

Y se mantendría aún en la arena de debates en 1814, cuando Manuel José Galup, el entonces Fiel
Ejecutor, resaltaba una vez más la continuidad de prácticas clandestinas y el problema que suponían en
relación al respeto por la propiedad privada
...hace presente [El Fiel Ejecutor, AG] el abuso introducido de hacer matanzas clandestinas
en varios corrales situados extramuros de la ciudad de ganados, que debían entrar y matarse
en los de este ayuntamiento, asi para que no fuese perjudicado el cobro del derecho que
adeuda por caveza, como para evitar por dho medio los robos, o se mate ganado mal
habido.201

Este problema del control de las matanzas clandestinas y su potencial solución aparece en tensión
constante durante estos años con la necesidad de asegurar el abasto de carne citadino. Hemos visto
cómo era evidente, para las autoridades del Cabildo, la persistencia de faenas realizadas por fuera del
control gubernamental. Sin embargo, la solución a este problema, así como la reducción de la
autonomía de los matanceros en el proceso productivo (reclamado en varias oportunidades por los
abastecedores) se mostraba como un potencial obstáculo en el aseguro de un volumen de carne
apropiada para el abasto urbano. En efecto, el aumentar los controles sobre estas dos cuestiones (la
introducción clandestina y la autonomía laboral) no sólo aparecía difícil en virtud de las limitadas
198
Todos estos datos en Documentos, p. 169 y AECBA, Julio y agosto de 1804.
199
A las referencias de 1775, y 1795 pueden sumarse los pedidos del Fiel Ejecutor en 1782 en un informe dirigido al
Gobernador, donde señalaba la “necesidad urgentissima de remediar el abuso yntroducido en la campaña en hacer matanzas
sin reparar en lo ageno” Documentos, p. 38-39 y AECBA, 13 de diciembre de 1782; cuestiones similares aborda el propio
Fiel en Documentos, p. 39-46 (24 de mayo de 1783). En 1809 también se evocan los robos ocurridos en San José de Flores
debido a la ausencia de corrales de abasto: AECBA, 14 de noviembre de 1809.
200
AECBA, Cabildo del 23 de mayo de 1808. El destacado es nuestro.
201
AECBA, Cabildo del 26 de abril de 1814. El destacado es nuestro.

109
posibilidades de control por parte de las autoridades, sino que también parecía poner en riesgo el caudal
para abastecer de carne a la población de la ciudad. Así lo hacía notar Lorenzo López, administrador de
los corrales de Santo Domingo en 1808
...la imposibilidad moral qe ofrece el examen e indagación de las certificaciones que
generalmente vienen firmadas a ruego de los verdaderos dueños, por personas
desconocidas; y a veces aceleradas las ventas por quienes alegan facultad, pero que no la
han acreditado; en cuyos casos no es fácil evitar el fraude qe bajo estos títulos, diariamente
se comete, y mayormente quando de tomarse alguna providencia seria, podría sentirlo el
publico por las escaseses continuas que ocurrirían, siendo tan general y frequente esta
conducta en los Receros.202

Pero si esta situación que se daba al momento de la llegada del ganado a los corrales era
generalizable para buena parte de la producción pecuaria de la campaña que allí confluía, para
comprender cómo la inestabilidad de la propiedad privada del ganado tomaba forma en el inicio de su
recorrido hacia el abasto (el más próximo a su producción), es preciso volver la mirada sobre la escala
local. En este punto retornar al nivel de un partido de la campaña sur de Buenos Aires, Chascomús, es
de utilidad para observar lo ocurrido en uno de los ámbitos de producción del ganado en pie que
circulaba hacia los corrales citadinos.
En 1808 el por entonces primer Alcalde de Hermandad de Chascomús, Juan Lorenzo Castro,
planteaba ante el Cabildo el problema de la propiedad de los vacunos que se remitían desde la
campaña: “...1º Los conductores en los ganados para el abasto de esta Capital transitan por aquellos
territorios libremen.te y sin exámen de los ganados q.e conducen, por cuio motivo mesclan ganados
agenos o robados, y este es desorden qe produce los daños qe están a la vista...” 203
Infructuosamente, dicho Alcalde proponía una serie de medidas a implementar para evitar que se
girasen novillos robados. Entre esta serie de propuestas, trataba de impulsar un mayor control sobre el
ganado circulante a través de la supervisión de los Alcaldes de Hermandad, los cuales deberían exigir
licencias del Fiel Ejecutor para conducir los animales hacia la ciudad, así como comprobantes de
compra de los mismos acreditados por “ganaderos o criadores”. Facultades similares para los Alcaldes
proponía en pos de regular la comercialización de cueros, así como señalaba como una de las causas
principales del robo de ganado la existencia en la campaña de
Vagos y otros individuos qe a la sombra de tener una manada de Yeguas y diez o doze
cavallos con marca ya se computan como hacendados (...) los pocos animales que tienen
pastan en terrenos agenos y no tienen modo de substentarse no haciendo matanza de
ganados agenos.204

202
Documentos, 1914: p. 197.
203
Documentos, 1914: p. 192 (Nº 52). El destacado es nuestro.
204
Documentos, 1914: p. 193 y ss.

110
Este problema se vinculaba evidentemente a las condiciones de producción del ganado (no existía el
alambrado y la propiedad de la tierra estaba aún en proceso de consolidación) debido a su alzamiento205
y a la continuidad de una práctica o costumbre que en buena parte discutía el control sobre la propiedad
privada del mismo: reducir a rodeo animales propios y ajenos que se hallaban alzados, y
comercializarlos por cuenta propia para el abasto. Esta práctica era común en los productores de
ganado de la época, tal como el mismo Castro lo hacía notar años después en otro reclamo vinculado al
tema. Debido a la riqueza del testimonio nos permitimos citar in extenso...
...de tiempo inmemorial a esta parte se ha observado religiosamente en la basta
comprensión de esta campaña que siempre que alguno de los vezinos de ella ha vendido a
los Reseros para el abasto público de esta ciudad qualquiera cantidad de novillos de agena
marca y propiedad satisfacía a sus dueños el importe de ellos según el precio que vendía, y
el que no sentaba en sus cuadernos de cuentas corrientes y precio de aquellos para justificar
al legitimo dueño el importe y valor liquido de las cabezas que le perteneciesen y
satisfacerlas toda vez que el interesado hiciese la devida reclamación descontándosele
previamente una cantidad moderada, y capaz de cubrir, o subsanar los gastos de correrías,
apartes y entrega, cuyo descuentos jamás ha excedido de quatro reales. Sobre esta vace de
equidad y recíproca buena fé estribaba el comercio de los hacendados. Cada un vezino se
hallaba autorizado para la administración y venta de los ganados de su convezino le hacia
los pagos con la fidelidad que caracteriza al hombre de honor y la confianza precedía a
todos sus pactos y contratas.206

La respuesta del Fiel Ejecutor a los reclamos de Castro en 1808, dejando en suspenso la
implementación de las medidas solicitadas, marcaría una vez más la tensión existente entre las
posibilidades de implementación de un control más eficaz de la propiedad de las cabezas en circulación
y la capacidad de abastecer en tiempo y forma el consumo de carne en la ciudad
...Los males querepresenta el nuevo Alc.º de Hermandad en su 1º Capítulo son ciertos, y
exigen toda atension pª su remedio, pero como este tiene sus trabas e incombenientes enla
execucion, y su trascendencia puede perjudicar el havasto público qe debe consultarse con
preferencia a todo, contemplo por lo mismos hay necesidad de otra meditación qe fundada
en conocimientos mas inmediatos dela materia, corte el mal en su origen.207

205
El ganado alzado era ganado con marca de propiedad que deambulaba en grupos por la campaña en busca de aguadas y
pasturas. Este alzamiento, en el cual se entremezclaban animales de diferentes productores, ocurría principalmente en
momentos de sequías, cuando los vacunos se dispersaban en búsqueda de mejores condiciones de alimentación.
206
De hecho, el Alcalde de Magdalena Pablo José Rebol, comisionado para indagar en esta disputa, lejos de discutir la
práctica señalada por Castro, reprende a Calleja por no pagar lo estipulado por novillo ajeno remitido al abasto, que
consistía en 3 pesos al dueño correspondiente según la costumbre. Todo esto en: Archivo Histórico de la Provincia de
Buenos Aires (AHPBA), Cuerpo XIII, Legajo 2-9-39 (1813) “Expediente promovido por Don Juan Lorenzo Castro
hacendado en el Partido de Chascomús, contra Don Manuel Martín de la Calleja, sobre cobro de unos novillos”, folios 2-3.
(El destacado es nuestro).
207
Documentos, 1914: p. 195. El destacado es nuestro.

111
A las puertas de un “nuevo sistema de rentas y contribuciones”: intentos de avance en el control
de la circulación de mercancías en el mundo rural bajo el gobierno de Martín Rodríguez.

Hasta aquí pudo apreciarse cómo la ruptura del orden colonial en 1810 no supuso un quiebre
abrupto para la fiscalidad referida al comercio interno en el Río de la Plata, algo ya destacado por la
historiografía sobre el tema, pero que aquí pudimos comprobar también en cuanto a la continuidad en
las formas de cobro. Tanto fue así que las Alcabalas y los Derechos de Compostura se mantuvieron
durante la primera década independiente, conviviendo con las llamadas Contribuciones extraordinarias,
una forma de recaudación surgida al calor de la voracidad fiscal de un Estado central que buscaba con
ellas paliar la penuria de ingresos antes que a consolidar una política fiscal renovada. A su vez, pudo
observarse también como el control de la propiedad privada del ganado circulante hacia la ciudad se
tropezó tanto con prácticas de contrabando y apropiación directa como con la presión ejercida por el
mercado consumidor de carne.
Sería, entonces, bajo la gobernación de Martín Rodríguez, una vez caído el poder central en
Cepeda y superada la crisis de gobernabilidad en el Buenos Aires de 1820, que se implementarían una
serie de reformas de magnitud en diferentes órdenes, entre ellas el plano fiscal (Amaral, 1988; Nicolau,
1988, Ternavasio, 1998). En lo referente al comercio interno, varios impuestos de origen colonial
serían derogados, y en particular se buscaría evitar el recurso a las Contribuciones y préstamos
forzosos: “La honorable Junta en sesión del 20 (...) ha acordado que se suspenda la contribución de
comercio hasta que se entable el plan general de contribuciones. Igualmente acordó que se suprima el
derecho de alcabala de reventa...”208
Como vimos, hacia fines de la década de 1810 y principios de la siguiente, la recaudación asociada
al comercio no sólo había descendido sino que su recaudación se había tornado dificultosa dada la
extensión de la conflictividad armada en Buenos Aires. La abolición del derecho de compostura y su
reemplazo por el cobro de patentes de comercio hacia 1822 pareció erigirse como una respuesta para
superar las dificultades que la percepción de estos antiguos impuestos había representado
..Bien instruido del gobierno de la viciosa manera con que se ha cobrado el impuesto
llamado de compostura y de la enorme defraudación que en él se esperimenta, ha resuelto
sin alterar por ahora su cuota ni sus bases, darle una nueva forma, y al efecto acuerda y
decreta lo siguiente:
Art. 1º El impuesto de compostura se cobrará por medio de patentes o licencias.209

208
Se refiere a la Junta de Representantes. ROPBA, 24 de septiembre de 1821. El resaltado es nuestro.
209
ROPBA, decreto del 15 de enero de 1822. La ley de patentes se sancionaría el 3 de diciembre del mismo año.

112
La mencionada patente podía ser endosada si el comerciante decidía vender o ceder su negocio, así
como la figura del receptor seguía siendo la forma prevaleciente de recaudación en la campaña, aunque
se estipulaba que la venta de patentes sería supervisada por la Policía, la cual se encargaría de enviar
las listas de deudores al Departamento de Hacienda. Una diferencia a destacar respecto de los
impuestos anteriores era el momento del año en el cual debía comprarse la patente: se establecía como
fecha límite para las pulperías de campaña el fin del mes de marzo. A diferencia de la compostura que
era cobrada generalmente hacia fines del mes de diciembre, generando que en varias oportunidades los
comerciantes postergaran su pago hasta finalizada la cosecha, la nueva ley de patentes incluía este
momento en los plazos de abono.210 Por otra parte, dentro de esta serie de reformas, a partir de 1823
también quedarían anulados el impuesto de Sisa y los correspondientes a los oficios estatales y
eclesiásticos.211
Una diferencia importante entre esta nueva forma de recaudación y las anteriores residía en que el
monto abonado estaba previamente determinado por la escala establecida en el decreto (y luego en la
ley), según el tipo de establecimiento de que se tratase (tienda, pulpería, almacén). 212 A diferencia de lo
ocurrido anteriormente en donde la cantidad a abonar era para el caso de las Composturas, una suma
fija (15 pesos por 12 meses), mientras que en las Contribuciones extraordinarias, era asignada según el
giro del comerciante. En esta nueva forma se mantenía el criterio de una suma anual, proporcional al
lapso de tiempo en que el comercio funcionaba durante el año, y se descartaba el utilizado en las
contribuciones extraordinarias, de un gravamen acorde al volumen del capital en giro. Este criterio
sería utilizado en la implementación de la Contribución Directa, la cual reemplazaba al diezmo y
gravaba la riqueza según la magnitud de los diferentes capitales (entre ellos el giro comercial).
Todas estas modificaciones formaban parte de un conjunto de medidas tendientes a estructurar un
nuevo sistema de rentas, el cual asegurara una fuente de ingresos regular y alternativa a la Aduana,
pero que también, proponemos, buscaba registrar y regular las actividades comerciales en el ámbito del
Estado provincial. Así, se buscaría sistematizar la visita de pesas y medidas en la ciudad para evitar los
fraudes en las ventas;213 se suspenderían los permisos a las pulperías volantes buscando su erradicación

210
En nuestra tesis de licenciatura hemos desarrollado cómo para el caso local analizado, en las décadas de 1820 y 1830,
este cambio en la fiscalidad se relaciona con el auge del calendario agrícola y su impulso a las actividades comerciales. Ver
Galarza, 2010: Capítulo 3 “Comercio y calendario productivo local: ¿una relación de estacionalidad?”, pp. 43-58.
211
“Desde 1º de enero de 1823 quedan abolidos; 1 el derecho municipal llamado de sisa; 2 el de media anata de oficios; 3 la
contribución estraordinaria sobre casas de café villares, confiterías o cualquiera otra que no se halle expresada por la ley de
contribuciones que se sancione para el dicho año de 1823...” Diario de sesiones de la Junta de Representantes de la
Provincia de Buenos Aires, sesión del 3 de diciembre de 1822.
212
“Habrá cinco clases de patentes selladas, a saber: de 9, 15, 30, 45 y de 60 pesos” La diferencia residía en el tipo de
establecimiento; los de la campaña debían abonar 15 pesos. ROPBA, Ley de patentes, 6 de diciembre de 1822.
213
Ver Índice del Archivo de Policía (en adelante: Índice), Disposiciones del Superior Gobierno, 19 de abril de 1822 y 21
de marzo de 1824.

113
(dada su potencial vinculación al contrabando) así como un control más estricto de los comerciantes
que adeudaran el pago de los impuestos correspondientes. 214
No obstante, debido al monto reducido que representarían dentro del presupuesto estatal durante
todo el período, ninguno de estos ítems podría erigirse como una alternativa viable a los ingresos de la
Aduana, tal como pretendía la iniciativa oficial (Santilli, 2010). El ministro de Hacienda al referirse a la
implementación de la ley de patentes al momento en que la misma era discutida en la Sala de
Representantes, confirmaba el proyecto de un nuevo sistema rentístico
[La Sala de representantes, AG] debía tratar de irse desprendiendo de esa dependencia en
que estaba de las entradas eventuales de aduana, y sustituir otra especie de rentas más
sólidas. Que esto era de mucho interés en todos los países, y lo era mucho más en el que
vivíamos. Que la sala comenzaba a instituir un nuevo sistema de rentas y de contribuciones
más proporcionado y conforme a los intereses de la provincia.215

Pero no sólo el comercio sería objeto de reformas que tendieran a un mayor control gubernamental
y buscaran una recaudación más holgada y sistematizada. En un contexto en donde la producción de
bienes pecuarios comenzaba a erigirse como la mayor fuente de ingresos para los grupos más
encumbrados de la sociedad porteña, el respeto por la propiedad de esos bienes tanto en la ciudad como
en la campaña ocupaba un lugar destacado en la agenda de las autoridades. Y como pudo observarse
con anterioridad, tanto en la circulación del ganado en la campaña como en su ingreso a los corrales de
abasto, la persistencia de prácticas que atentaban contra la propiedad privada era recurrente.
Ello devino en el intento de implementación de una serie de medidas que buscaba imponer una
regulación más estricta de las actividades relacionadas al abasto y a la circulación de cabezas de ganado
en el hinterland porteño.216 Es así que pretendiendo erigir al Departamento de Policía como brazo
ejecutor, de las autoridades provinciales dimanaría una serie de medidas tendientes a regular la
comercialización de ganado, como por ejemplo: el establecimiento de corrales de abasto en los pueblos
de la campaña;217 el uso obligatorio de papeletas impresas (en lugar de manuscritas) para comprobar el
origen del ganado circulante;218 la redacción de reglamentos para los mercados de abasto;219 la

214
Índice, Disposiciones del Superior Gobierno, 11, 16 y 19 de marzo de 1822.
215
Diario de sesiones de la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires, sesión del 3 de diciembre de 1822. El
destacado es nuestro.
216
Un repaso somero de algunas medidas sobre el abasto en esta fecha en Infesta, 2010.
217
Índice, Disposiciones del Superior Gobierno, 10 de abril de 1822, 28 de noviembre de 1822, 31 de diciembre de 1822 y 7
de febrero de 1823, por citar sólo algunos de los muchos referidos al mismo tema. A este respecto resultan esclarecedoras
las intervenciones de los Representantes Gascón y Castex al discutirse este asunto en la Sala, ver: Diario de sesiones de la
Sala de Representantes de Buenos Aires, diciembre de 1822.
218
Índice, Disposiciones del Superior Gobierno, 14 de marzo de 1823 y 26 de marzo de 1824.
219
Índice, Disposiciones del Superior Gobierno, 21 de marzo de 1822 y 1 de Julio de 1822; Diario de Sesiones de la Sala de
Representantes de la Provincia de Buenos Aires, sesión del 25 de agosto de 1823.

114
sistematización del registro de marcas de los hacendados,220 y la prohibición (excepto para los
propietarios directos) de ingresar cueros de ganado orejano en los mercados de frutos.221
Estas iniciativas no sólo datarían de estos primeros años del gobierno de Rodríguez sino que se
mantendrían, con altibajos, durante buena parte de la década de 1820. Sin embargo, su eficacia relativa,
que no abordaremos aquí, se explicaría por diversas cuestiones relacionadas con las limitaciones del
propio gobierno para implementar dichas medidas, por distintas formas de evasión y resistencia a la
puesta en práctica de las mismas y por los diversos conflictos que las autoridades porteñas debieron
atender durante el período, entre ellos la guerra con el imperio del Brasil.222

Conclusiones
En las líneas iniciales de este trabajo se planteaba como objetivo central el caracterizar la relación
existente entre la fiscalidad sobre el comercio interno en Buenos Aires y el respeto por la propiedad
privada. En virtud de ello, se buscó dar cuenta en los primeros párrafos de los cambios pero también de
las continuidades que los impuestos sobre la actividad comercial presentaron en la coyuntura de
quiebre del pacto colonial en Buenos Aires, entre 1806 y 1820. A partir de esta indagación se pudo
comprobar que las líneas de continuidad existentes, referidas al mantenimiento del mismo tipo de
gravámenes (alcabalas, composturas) se conjugaron, bajo la experiencia de los primeros gobiernos
criollos, con medidas de corto plazo orientadas más a engrosar las recaudaciones que a operar cambios
drásticos en el diagrama fiscal heredado de la estructura colonial. Ello pudo observarse para el caso
estudiado a partir de los momentos aleatorios en que la llamada Contribución extraordinaria de
comercio fue cobrada, y en las comunicaciones establecidas entre los funcionarios del gobierno que
dejaron al descubierto el carácter contingente de su implementación, vinculado a las necesidades del
“Erario”. Ello aparece como una consecuencia íntimamente relacionada a un período en el cual los
intentos de consolidación de un poder central en el Río de la Plata se combinaron con la dinámica de la
guerra y sus consecuentes presiones sobre los recursos estatales.
Pero amén de estas características también se pudo dar cuenta, gracias a la reducción de la escala de
observación, de las dificultades que la continuidad en las formas recaudatorias comerciales supuso para
la consecución de una efectividad fiscal acorde a las necesidades de ingresos. Así pudo observarse, a

220
Índice, Comunicaciones del Gobierno, 16 de julio 1822.
221
Índice, Disposiciones del Superior Gobierno, 31 de julio de 1823. Se denominaba ganado orejano al que no tenía marca
de propiedad.
222
Estas y otras cuestiones relacionadas se abordan en nuestro proyecto de tesis doctoral en curso “Prácticas mercantiles y
políticas de gobierno sobre circulación de mercancías en la campaña porteña entre fines de la colonia y el rosismo. Un
estudio de caso: Chascomús entre 1806 y 1850”.

115
partir de lo ocurrido en el partido de Chascomús, cómo el mantenimiento de cierto retraso en la
recaudación de Composturas y Contribuciones, así como la implementación de la misma en los
momentos previos al impulso que significaban las labores de la cosecha, atentó contra la consecución
de un volumen de recaudación homogéneo y estable en la campaña. Por otra parte, también los
conflictos armados que tuvieron lugar en la coyuntura de la caída del gobierno directorial en Cepeda, se
mostraron como un obstáculo que alteró las posibilidades de sostener ingresos constantes tanto en
tiempo como en espacio para el conjunto del hinterland porteño.
Por otra parte, las limitaciones gubernamentales también pudieron observarse en torno a la cuestión
del abasto porteño de la carne y las prácticas de apropiación directa que discutían el respeto por la
propiedad privada. Exhibiendo también este aspecto una clara línea de continuidad entre el período
tardocolonial y los primeros años independientes, el hacer respetar la propiedad privada del ganado en
los diferentes momentos de la circulación del mismo hacia los corrales citadinos se presentó como una
tarea de difícil cumplimiento para las autoridades. En ello pareció conjugarse la magnitud que las
prácticas de introducción clandestina en el abasto presentaron durante los años estudiados, junto con
relaciones de vecindad y características de la producción pecuaria en la campaña que habilitaban tanto
la comercialización de ganado entre convecinos así como el rodeo y venta de animales alzados, lo que
más de las veces dio lugar a la colocación clandestina de vacunos en el abasto porteño.
Como pudo observarse, la erradicación de estas prácticas entró en tensión con las posibilidades de
asegurar el abasto de carne. Ello debido a la presión que el “clamor del pueblo” ejercía sobre las
autoridades porteñas, lo que recortó posibilidades de establecer controles más estrictos en la
comercialización vacuna, debido al riesgo que esto suponía de dejar sin abastecimiento a los
consumidores de carne en la ciudad. Esta cuestión pareció residir en la base del resquemor con que los
cabildantes, y en particular el Fiel Ejecutor, recibieron las diferentes demandas de endurecimiento de
los controles sobre las diferentes instancias del proceso productivo de la carne (las recurrentes quejas
de los abastecedores y las propuestas del Alcalde de Chascomús).
Esta serie de problemas y de experiencias se conjugaron a lo largo de los años estudiados para
explicar la renovada atención que el gobierno porteño otorgó a esta temática a principios de la década
del veinte. Así, a la atención puesta por la historiografía en los cambios administrativos y fiscales
propuestos por el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Rivadavia durante los primeros años ´20
para diversificar los ingresos del fisco, se buscó demostrar en este trabajo la impronta que estas
reformas manifestaron en pos de consolidar el respeto por la propiedad. Es así que las modificaciones
operadas a la fiscalidad sobre el comercio interno pueden comprenderse desde un proyecto de reforma
que no sólo buscaba engrosar la recaudación sino que también incluía entre sus objetivos ordenar una
116
serie de actividades económicas que tenían lugar en esa sociedad. Así, se buscó a través de la
implementación del sistema de patentes darle un perfil más estable y sistemático al control de las
actividades comerciales (en muchos casos vinculadas al contrabando), mientras parece evidente que el
objetivo de aumento de los ingresos se reflejó en mayor grado en la implementación de la Contribución
Directa, pues ésta gravaba los capitales según su magnitud mientras que las patentes consistían en un
valor fijo y reducido. A su vez, se modificó el calendario de cobro estableciendo un momento
específico para llevar a cabo el mismo, que incluía los primeros tres meses del año, dejando así
contemplado dentro del período de pago el fin de la cosecha del trigo, a diferencia de la década anterior
en donde la exigencia del abono en momentos previos a la siega había generado varias dificultades en
el cobro de los impuestos en la campaña.
Por último, la implementación de medidas referentes a ordenar el abasto tanto en la ciudad como en
el ámbito rural, a través de la creación de corrales públicos y de diferentes reglamentos, se orientó a
buscar la erradicación de las prácticas de apropiación directa que como pudo observarse para los años
inmediatamente anteriores, no habían encontrado solución de continuidad por parte de las autoridades
del Cabildo (institución desaparecida también dentro del paquete de reformas). La búsqueda de
controles más rigurosos sobre la circulación del ganado, la reglamentación de la actividad desplegada
por matanceros y los reseros, así como los límites a la introducción de mercancías pecuarias sin marca
de propiedad formaron parte de una serie de medidas que claramente buscaba no sólo aumentar los
ingresos gubernamentales sino también hacer cumplir el respeto por la propiedad privada de un bien (el
ganado y sus derivados) cuya comercialización se estaba consolidando como el principal elemento
dinamizador de la economía del período.
Sin embargo, este intento por regular una serie de relaciones sociales vinculadas a la producción
agraria a imagen y semejanza de los objetivos gubernamentales no fue, como vimos, ni el primero, ni
tampoco sería el último en la historia porteña del período. La eficacia de estas medidas se hallaría
profundamente cuestionada, desde el momento mismo de su implementación, por los diferentes
avatares políticos del período, pero también (y particularmente) por las posibilidades que las
características de la sociedad de la época brindaban para la continuidad de las prácticas de larga data
que pretendían erradicarse.

117
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120
Las moradas de Dios en los pueblos de Buenos Aires. Vecinos y autoridades frente al patronato
(1852-1854)
María Fernanda Comas223

Introducción
La historia de la Iglesia Católica del siglo XIX se ha vinculado fuertemente con la historia del
proceso de formación de los modernos Estados Nacionales. Es así que el estudio de las reformas
eclesiásticas y de la intervención de los gobiernos provinciales en la vida de la Iglesia católica durante
el siglo XIX, en uso de las facultades del patronato, se analizan dentro de este marco mayor. Para
Miranda Lida las historiografías acerca de la Iglesia católica de México y Argentina comparten como
premisa interpretativa la idea de que el siglo XIX ha traído consigo un proceso profundo de
secularización. (Lida 2007)
En este trabajo analizamos la construcción estatal luego de la Batalla de Caseros en la provincia
de Buenos Aires. Existen numerosos estudios, que desde diferentes ópticas, analizan al período abierto
tras Caseros como parte del proceso de construcción estatal y nacional (Halperín Dongui 1980;
Bonaudo 1999; Lettieri 2006; Bragoni- Míguez 2010). El período analizado en este trabajo comprende
desde febrero de 1852, inmediato a la caída de Rosas, hasta la sanción de la Constitución de Buenos
Aires en mayo de 1854; etapa en la que la provincia de Buenos Aires formó parte (no sin tensiones) de
la Confederación liderada por Urquiza (Lettieri, 2006). Fue en esta etapa provincial, de convulsiones
políticas, en la cual se originaron las solicitudes provenientes de los pueblos de la campaña provincial
relativas a los templos que conforman el corpus documental de este trabajo. Nuestro recorte temporal
es entonces un recorte político, al analizar esta etapa de Buenos Aires como parte de la Confederación.
Lo hemos analizado como un período en sí, que presenta continuidades con los anteriores pero que
tiene ciertas particularidades. Las autoridades locales y provinciales se alternaron permanentemente en
este período al vaivén de los conflictos que atravesaban, por un lado la relación de Buenos Aires con la
Confederación; y, por otro, a los propios elencos políticos provinciales (Lettieri 2006). La
administración de la Iglesia católica provincial, durante este período no era ejercida por un Obispo sino
por una autoridad elegida dentro de la propia institución en sede vacante desde el fallecimiento del
Obispo Medrano en 1851. Si bien el Obispo Escalada asumió sus funciones administrativamente en
1855, desde enero de 1854 ejercía su actividad pastoral visitando los pueblos de la provincia224.

223
Becaria de la Universidad Nacional de Mar del Plata e integrante del Grupo de Investigación en Historia Rural
Rioplatense (GIHRR)
224
AGN Sala X 28-4-12 Exp 6351 Al Ministro de Gobierno Circulares de los viajes del Sr Obispo. Febrero de 1854

121
Además en 1854 la provincia sanciona su separación de la Confederación y su constitución como
Estado autónomo.
Abordaremos, entonces, aquellas solicitudes que entre febrero de 1852 y mayo de 1854, recibió
el ministerio de gobierno provincial relativas al arreglo y/o construcción de templos y cementerios en la
ciudad y la campaña. Vale aclarar que durante la primera mitad del siglo XIX, y más allá de los tintes
políticos, los sucesivos gobiernos de la provincia de Buenos Aires, entendieron a la Iglesia porteña
como una parte del Estado, buscando regular su vida material y espiritual. Es por ello que las fuentes
que se han utilizado corresponden a la comunicación oficial entre los distintos Ministros del gobierno
de la provincia de Buenos Aires con las autoridades eclesiásticas y el conjunto de autoridades locales
(sacerdotes, jueces de paz y jefes de policía) vinculados a los requerimientos de información o al
planteo de problemas de la Iglesia provincial.
Estos expedientes nos permitirán observar por un lado el estado edilicio de los templos de la
provincia, aún teniendo en cuenta el sesgo que pudiese tener para fundamentar las solicitudes de ayuda,
ya que no todos los pueblos de la provincia los realizaron. Dichos documentos, además resultan, un
canal importante de acceso al análisis de los modos en que el patronato era ejercido por el gobierno a
partir de las respuestas que se operaron frente a los pedidos. También se puede observar estas
solicitudes y las posteriores reacciones ante las respuestas de los ministros de gobierno, de los jueces
de paz, curas y vecinos de los pueblos de la campaña, que permite conocer mejor el funcionamiento de
los gobiernos pos Caseros. En este sentido argumentamos que la mayor intervención de los gobiernos
en los aspectos materiales y espirituales de la Iglesia católica que se señalan en la historiografía previa
relativas al patronato, estuvieron en interacción con los pedidos y tensiones planteados por la Iglesia en
los pueblos de campaña, que de este modo negociaron los alcances y las posibilidades de esta
intervención.
Se presentará primero un panorama general acerca de la información suministrada por los
expedientes, relativa a la situación de los templos pero al mismo tiempo acerca de la Iglesia católica
provincial en los pueblos de la campaña. Luego analizaremos a partir de los casos el papel jugado por
los elencos de los sucesivos gobiernos provinciales, las autoridades eclesiásticas y locales y los
vecinos de los pueblos a partir de entender cómo era la empresa de construir y refaccionar templos.

Las solicitudes. El patronato provincial y los pueblos de la campaña.


¿Cuál era la relación entre los sucesivos gobiernos de la provincia pos Caseros y la Iglesia
Católica? Comencemos recordando en primer lugar que durante el proceso revolucionario abierto en
1810 las autoridades centrales del ex virreinato asumieron como propia la prerrogativa del patronato
122
sobre la Iglesia que antes administraban los reyes españoles. El nuevo orden que surgió de este proceso,
se había basado en la retroversión de la soberanía a los pueblos, y el patronato sobre la iglesia estaba
anexo a ella (Chiaramonte 2007 y Ayrolo 2007). Por patronato entendemos básicamente el derecho que
tenía un patrón de presentar ministros para su iglesia, además de constituirse como una herramienta que
legitimaba, la intervención del poder político en los asuntos administrativos diocesanos. (Di Stefano
2004)
En segundo lugar señalemos que cada cambio político significó una desarticulación territorial que
afectó también a la esfera eclesiástica al fragmentar las jurisdicciones eclesiásticas de las diócesis225.
Cada gobierno provincial se arrogó el ejercicio del derecho de patronato dentro de su jurisdicción, lo
que generó una multiplicación de patronos y soberanías. Las interpretaciones de este proceso complejo,
y no exento de conflictos, han sido abordadas por numerosos trabajos y desde diferentes problemáticas,
dentro del estudio de las relaciones con la Santa Sede (De la Hera 1992), los conflictos suscitados
dentro de cada diócesis por el ejercicio del patronato de los estados provinciales que la componían
(Lida 2004 y Ayrolo 2007) y también desde una perspectiva jurídica donde se analizan los procesos de
construcción de fundamentaciones.(Levaggi 1969 y Chiaramonte 2007) De esta manera entre 1820 y
1852 la Iglesia Católica de la provincia de Buenos Aires atravesará los vaivenes ligados a las tensiones
propias de la vida de los gobiernos de turno.
Las críticas a los gobiernos de Rosas no se hacen esperar en los expedientes que analizamos.
Resulta, en parte, un posicionamiento posicionamiento necesario frente al grupo político que gobernaba
tras Caseros. Pero, más allá de esto, varias solicitudes iniciaron sus argumentos considerando la
antigüedad de las necesidades planteadas. A modo de ejemplo, el cura y vicario de Dolores, José
María Ojeda, explica a Valentín Alsina, Ministro de Gobierno, en una solicitud de marzo de 1852:

“…la grave necesidad que entre otras experimenta este pueblo, con la privación de un
Templo (…) Su vecindario religioso, a la par que patriótico, no cesó de largos años atrás de
exponer al Déspota caído esta necesidad; pues creía y con razón serle sumamente
desdoroso el carecer de ese religioso edificio, en la época especialmente en que florecía su
comercio, y en que reinaba una celosa competencia, para iniciar y llevar a cabo su
erección. Todo empero fue inútil (…) sin que las súplicas del que firma, reiteradas hasta el
fastidio en los veinte meses que cuenta de administración de esta Parroquia, fueran
suficientes a recabar de aquel Gobierno, desmoralizado, la autorización para
proporcionarse los recursos indispensables para llenar aquel vacío. Y sea dicho de paso,
Señor Ministro, mientras este y otro Pueblos de la Provincia, sentía esta necesidad, el

225
Las diócesis de las provincias del ex virreinato eran Salta, Córdoba del Tucumán y Buenos Aires. Para más información con respecto a
este tema de la fragmentación de la jurisdicción eclesiástica véase:

123
funesto Dictador facultaba ampliamente a un sacerdote extranjero para recolectar limosnas
con el objeto de erigir una en la China o en la Fartaría…” 226

Aunque más allá de los tintes políticos, los sucesivos gobiernos de la provincia, entendieron a la
Iglesia porteña como parte del Estado, buscando regular su vida material y espiritual. (Calvo 2001; Di
Stefano 2000 y 2004; Barral 2006, 2007, 2008 y 2010). En otra oportunidad hemos planteado la
continuidad del ejercicio de patronato por el gobierno de la provincia de Buenos Aires cuando aún
formaba parte de la Confederación durante el bienio 1852 y 1854 (Comas 2010) En este trabajo
abordaremos algunos aspectos sobre el mantenimiento de la infraestructura de la Iglesia provincial por
parte del Gobierno.
Los mismos pedidos relacionados con los templos señalan el ejercicio de patronato como
inherente al Gobierno Provincial. El ministro Valentín Alsina puso en conocimiento al Juez de Paz de
Mulitas (luego “25 de Mayo”), Rodolfo Hortiguera, sobre cuáles eran las funciones del ministerio con
respecto a los edificios de culto y del juzgado, reconociendo que su atención era una de las primeras
obligaciones del gobierno provincial. En palabras de Valentín Alsina en octubre de 1852:

“…por extensas que sean las atenciones del erario, el Gobierno ha de auxiliar la
construcción de esas obras importantes pues él reconoce que esto es una de sus primeras
obligaciones. Y atentos a la equivocación que el Juez de Paz padece con respecto a la
acefalia del ministerio, instruyéndole de que lo concerniente a edificios para templos y
juzgados siempre ha pertenecido al de Gobierno…”227

Podemos considerar entonces que no fue sorprendente que los pedidos para el arreglo de
los templos fueran realizados al gobierno de la provincia durante los dos años en que ésta formó,
de alguna manera, parte de la Confederación, Estos provenían de los pueblos de la campaña,
espacios que se caracterizarán por su dinamismo político durante estos años (Canedo, 2011)
Los pedidos realizados nos acercan una imagen de la infraestructura eclesiástica de la
época, que puede colocarse cercana al deterioro material de los templos rurales. Aunque también,
los pedidos reflejarían cierto dinamismo o intencionalidad por parte de la iglesia a nivel local
para mejorar su situación y posiblemente dar respuesta al aumento de necesidades eclesiásticas
en la campaña. Contamos con un total de cincuenta y dos expedientes relativos a los templos
provinciales228, entre estos cuarenta y nueve son solicitudes de arreglo o construcción de templos
y los tres restantes son inventarios de los bienes de las parroquias. Los hemos distinguido de

226
AGN, Sala X, 28-1-4, Exp. 265
227
AGN, Sala X, 28-2-4 Exp. 1695 El destacado es nuestro
228
También hemos localizado cinco expedientes correspondientes a solicitudes de construcción y traslado de cementerios que ameritan un
análisis en sí.

124
acuerdo a su procedencia (15 se originaron en la ciudad, y 37 en la campaña), y en relación con
el año de inicio del expediente (en 1852, se iniciaron 28 expedientes, en 1853 lo hicieron 14 y 9
en 1854). Una cantidad que remarca la dinámica que planteáramos en las iglesias locales.
Presentamos el detalle:

CUADRO 1* Solicitudes de arreglo y construcción de templos por zonas y totales


Zonas Solicitudes de Solicitudes de Total Partidos/ Juzgados
arreglo construcción de Paz solicitantes
Ciudad 15 0 15 9
Campaña ** Norte 3 4 7 2
Cercana 4 3 7 3
Oeste 9 4 13 9
Sur 3 0 3 3
Nuevo Sur 0 4 4 2
Total campaña 17 17 34 19
Total provincia 32 17 49 28
*Elaboración propia en base a para campaña de Buenos Aires: AGN, Sala X, 28-1-1, Exp 11; X-28-1-3, Exp. 162, 206 y
265; X-28-1-4 Exp. 295; X-28-1-8, Exp 726; X-28-1-10, Exp 921, X28-1-11, Exp. 1086, X-28-1-12 Exp 1182, X-28-2-1
Exp 1380, 1399, 1413 y 1418; X-28-2-2, Exp 1480; X-28-2-4 Exp 1695 y 1773; X-28-2-6, Exp 1908; X-28-3-1, Exp 3199;
X-28-3-12, Exp 4368; X-28-3-14, Exp 4543 y 4568; X-28-4-3, Exp. 4888 y 4918, X-28-4-4 Exp 5171; X-28-4-5 Exp. 5367;
X-28-4-6, Exp. 5420; X-28-4-7, Exp. 5500; X-28-4-10 Exp. 6020 y 6108; X-28-4-11, Exp. 6193 y 6234; X-28-4-14 Exp.
6589, 6677 y 6692.
Ciudad de Buenos Aires: AGN, Sala X 28-1-13, Exp. 1290, X- 28-2-2, Exp 1461, 1503,1504, 1506 y 1510 ; X-28-2-6, Exp.
1894, 1935 y 1936; X-28-4-3 Exp 4993; X28-4-4 5030 y 5057; X-28-4-7, Exp 5518 y X- 28-4-13, Exp 6392.229

En el cuadro 1 se puede observar la distribución de las solicitudes referidas a los templos de


acuerdo a su origen y al motivo de la misma. Como se observa los pedidos de las parroquias de ciudad
están relacionados con la refacción de las mismas o su ampliación. En la campaña las solicitudes
también incluyeron tanto la construcción de templos nuevos como la reconstrucción o las refacciones
de los ya existentes. La agrupación por zonas esconde una distribución desigual de los pueblos, algunos
de los cuales realizan más de una solicitud y otros ninguna.
En la región que hemos denominado cercana, los pueblos con sedes parroquiales solicitaron la
colaboración del gobierno para arreglar los templos ya existentes, es el caso de San José de Flores y
Morón; y la construcción de uno nuevo en Matanza.
En el caso de la zona norte, los siete pedidos fueron realizados por sólo dos pueblos, San
Nicolás y Pergamino. El pueblo de San Nicolás solicitó autorización para el arreglo del templo en 1852
y (luego de su incendio y destrucción en diciembre de 1852) para la construcción de uno nuevo, al
igual que Pergamino.

229
La regionalización adoptada divide la campaña en cinco regiones: Cercana: Morón, Matanza, Quilmes, Barracas al Sud, Flores, Las
Conchas, San Fernando, San Isidro y Santos Lugares. Norte: San Nicolás, Arrecifes, Baradero, Pergamino, Rojas, Salto y San Pedro.
Oeste: San Antonio de Areco, Fortín de Areco, San Andrés de Giles, Exaltación de la Cruz (Capilla del Señor), Luján, Pilar, Guardia de
Luján, Lobos, Mulitas, Navarro, Bragado y Junín. Sur: Cañuelas, San Vicente, Ensenada, Magdalena, Chascomús, Ranchos y Monte.
Nuevo Sur: Dolores, Azul, Chapaleofú, Bahía Blanca y Carmen de Patagones.

125
En el oeste, podemos observar una mayor cantidad de pedidos: relativos a la autorización para
arreglos de los templos de la Villa de Luján, Guardia de Luján (luego Villa de Mercedes), Navarro, San
Antonio de Areco y Pilar. Con respecto a la construcción de nuevos templos, solicitaron autorizaciones:
Lobos, Mulitas (luego 25 de Mayo), Federación (luego Junín) y Bragado.
En la que denominamos región sur, las solicitudes giran en torno al mal estado de los templos y
su reparación, es el caso de Chascomús y Monte. En Chascomús además el mal estado de la iglesia
ocasiona un conflicto entre el Juez de Paz y el cura, que analizaremos más adelante.
Por último en la región nuevo sur, las tres solicitudes buscaban la autorización para la erección
de nuevos templos: Dolores, Azul y Chapaleofú (Tandil).
En este breve resumen de los expedientes de acuerdo a las solicitudes realizadas y las zonas
podemos ver la variedad de situaciones que presentaba la infraestructura de la campaña provincial
durante los años 1852 y 1854. Volveremos a este tema más adelante.
¿Entre quienes se realizaron estos pedidos? La mayoría de los expedientes fueron dirigidos al
Ministro de Gobierno provincial, dato poco llamativo debido al reservorio utilizado para este análisis.
Pero al mismo tiempo indica algo característico del funcionamiento del patronato ejercido por el
gobierno sobre la iglesia católica provincial. Es así que el cura de San Nicolás señalaba en julio de
1852 “…el Supremo Patronato que por derecho le compete…”230 al Gobierno, por lo que solicitaba la
intervención del Gobierno por el mal servicio de las capellanías de misas. 231
Por su parte, hemos agrupado los solicitantes de las de las peticiones que dieron inicio a los
expedientes relativos a los templos de los pueblos de campaña en la Tabla 1:

230
AGN, Sala X, 28-2-1, Exp 1418.
231
Las capellanías pueden definirse como “…una fundación en la que se impone la celebración de un número de misas
anuales en determinada capilla, iglesia o altar, afectando para su sostenimiento las rentas de los bienes que se
especificaban…”. La fundación de una capellanía operaba de la siguiente manera: una persona, a quien se denomina
fundador, donaba una cantidad para el sostenimiento de un capellán y éste quedaba obligado a decir cierto número de misas
en su memoria. La cantidad donada se invertía y el capellán recibía la renta que generaba la inversión en forma anual
(generalmente el 5% de la inversión) (VON WOBESER, 1996: 122- 123)

126
Tabla 1 Solicitantes al Ministro de Gobierno acerca de los templos
Solicitante Cantidad de Expedientes
Juez de Paz 20
Juez de Paz y Cura 3
Juez de Paz, Cura y Síndico 1
Juez de Paz, cura y vecinos 1
Cura 5
Juez de Paz y Comisión del Templo 1
Comisión del Templo 1
Sin especificar** 1
Total 34
*Elaboración propia en base a: AGN, Sala X, 28-1-1, Exp 11; X-28-1-3, Exp. 162, 206 y 265; X-28-1-4 Exp. 295; X-28-1-
8, Exp 726; X-28-1-10, Exp 921, X28-1-11, Exp. 1086, X-28-1-12 Exp 1182, X-28-2-1 Exp 1380, 1399, 1413 y 1418; X-
28-2-2, Exp 1480; X-28-2-4 Exp 1695 y 1773; X-28-2-6, Exp 1908; X-28-3-1, Exp 3199; X-28-3-12, Exp 4368; X-28-3-14,
Exp 4543 y 4568; X-28-4-3, Exp. 4888 y 4918, X-28-4-4 Exp 5171; X-28-4-5 Exp. 5367; X-28-4-6, Exp. 5420; X-28-4-7,
Exp. 5500; X-28-4-10 Exp. 6020 y 6108; X-28-4-11, Exp. 6193 y 6234; X-28-4-14 Exp. 6589, 6677 y 6692.
** Hemos localizado un expediente que se inicia con el informe del Ministro de Gobierno al Oficial Primero del Ministerio,
el otorgamiento de 5.000 pesos a favor de la obra del Templo de San José de Flores, por lo que suponemos que este
expediente inicia con algún tipo de solicitud anterior. AGN, Sala X, 28-2-1, Exp. 1399

Claramente los expedientes analizados son mayoritariamente encabezados por los jueces de paz
de cada distrito (28 casos) y en segunda instancia por los curas a cargo (13 casos). Posiblemente influya
en esta situación que el destinatario de todos ellos fue el Ministro de Gobierno de la provincia, quien
oficiaba de receptor de las peticiones y canalizó las intervenciones de otros sujetos para la resolución
de los pedidos.
Cómo hemos señalado el gobierno provincial tenía el derecho a partir del “Supremo
Patronato”232 de intervenir en los asuntos de la Iglesia Provincial, es en este sentido que también los
curas dirigen sus solicitudes al Ministro de Gobierno. Igualmente se puede suponer, al observar la
Tabla 1, un mejor posicionamiento político de los jueces de paz dentro del grupo de funcionarios
estatales de los pueblos. (Véase Fradkin 2010 y Gelman 2010)
Al observar la tabla 1, también debemos tener en cuenta el carácter colectivo de las Comisiones
de los Templos que estaban formadas por el Juez de Paz, el Cura y tres o dos vecinos del partido.
Recordemos que no todos los pueblos que realizaron solicitudes eran sedes de parroquias o
viceparroquias. Aquellos pueblos en los que los curas realizaron solicitudes en forma individual son de
aquellos pueblos en los que actuaba un cura párroco: San Nicolás, Chascomús y Dolores.
¿Qué solicitaron estas autoridades locales y los vecinos al Ministro de Gobierno para los
templos de la campaña? En el cuadro 2 hemos enumerado los temas que dieron inicio a los expedientes

232
AGN, Sala X, 28-2-1, Exp 1418.

127
dentro del Ministerio. Como veremos más adelante los temas de cada solicitud se superponen o se
articulan entre sí.

CUADRO 2 Temas de las notas al Ministerio de Gobierno relativas a los Templos de Campaña.*
Motivo del inicio del expediente Arreglo Construcción Subtotal Total
Informa el mal estado del templo 5 - 5 5
1-Administrativos
Solicitan la autorización para la erección del - 7 7
templo
Presentan los planos de la obra - 2 2
Presentan el presupuesto de la obra - 2 2 11
2-Colaboración
Solicita la colaboración del gobierno en la obra 2 1 3
Solicitan terrenos donde levantar la obra - 1 1 4
3- Administración de las obras
Solicitan el nombramiento de un Síndico - 1 1
Informa la formación de Comisión del Templo 1 4 5 6
4- Recursos
Solicita vender terrenos para los gastos de la 1 1 2
obra
Solicita vender bienes de un deudor 1 1
Solicita vender unos caballos para los gastos de 1 - 1
la obra
Solicitan la venta de cueros para los gastos de la - 1 1
obra
Solicita autorización para levantar suscripciones 3 7 10
a favor de la obra
Solicitan utilizar un sobrante de la suscripción 1 - 1
del cementerio
Da cuenta de las donaciones para la obra 1 3 4
Solicita la rendición de la limosnas por el 1 - 1 21
anterior juez de paz
Total 17 30 47 47
*Elaboración propia en base a: AGN, Sala X, 28-1-1, Exp 11; X-28-1-3, Exp. 162, 206 y 265; X-28-1-4 Exp. 295; X-28-
1-8, Exp 726; X-28-1-10, Exp 921, X28-1-11, Exp. 1086, X-28-1-12 Exp 1182, X-28-2-1 Exp 1380, 1399, 1413 y 1418; X-
28-2-2, Exp 1480; X-28-2-4 Exp 1695 y 1773; X-28-2-6, Exp 1908; X-28-3-1, Exp 3199; X-28-3-12, Exp 4368; X-28-3-14,
Exp 4543 y 4568; X-28-4-3, Exp. 4888 y 4918, X-28-4-4 Exp 5171; X-28-4-5 Exp. 5367; X-28-4-6, Exp. 5420; X-28-4-7,
Exp. 5500; X-28-4-10 Exp. 6020 y 6108; X-28-4-11, Exp. 6193 y 6234; X-28-4-14 Exp. 6589, 6677 y 6692.

Quienes plantearon la necesidad de arreglos en sus edificios realizaron informes sobre el mal
estado de los templos. El cura de San Nicolás expresaba en dos ocasiones “…el estado deplorable en
que se halla su Iglesia…”233. El Juez de Paz de Pilar expresaba que “…el Estado de ruina en que
actualmente se halla dicho templo demanda imperiosamente una completa refacción…”. 234 Por otro
lado el Juez de Paz de Chascomús, informó en septiembre de 1853 que al “…poner en posesión del

233
AGN, Sala X 28-2-1, Exp 1418
234
AGN, Sala X 28-2-2, Exp 1480

128
Curato al presbítero Bechi ha encontrado la Iglesia en el mayor abandono, en mal estado sus techos,
perdida la mayor parte de sus ornamentos, en desorden los libros…”235
Hemos denominados administrativos a aquellos expedientes que requirieron, en un primer
momento, del Ministro de Gobierno la autorización para la erección de nuevos templos, la aprobación
de planos y presupuestos y la aprobación de la rendición de cuentas de las recaudaciones para las obras.
De esta manera el Ministro de Gobierno fue quien debió autorizar y aprobar todos estos pedidos e
informes de los templos de la ciudad y campaña. Pero al mismo tiempo, las iniciativas para la
construcción de templos nuevos y la reedificación de los ya existentes partieron en todos los casos
desde los pueblos.
El Juez de Paz de Quilmes solicitó en marzo de 1852 la aprobación de la construcción de un
templo en Barracas al Sud:
“…La población del puente de Barracas es compuesta en gran parte de extranjeros
católicos personas acomodadas y de buenas costumbres y laboriosas tanto estos como el
demás vecindario quieren hace tiempo formar una Iglesia a sus costas lo intentaron antes y
tropezaron con egoístas obstáculos…”236

Con el mismo objetivo en abril de 1852, Felipe Vela, Juez de Paz y Comisario de Chapaelofú,
solicitaba la siguiente aprobación del ministro de gobierno: “…Hace presente a SE la necesidad que
tiene el Pueblo del Tandil de una pequeña Iglesia la que se hallan dispuestos a formarla de este partido;
y solicita al efecto el beneplácito de SE…”237
En cuanto a los planos y presupuestos, veremos en el Cuadro 3 que fueron unos de los pedidos
más reiterados por los ministros de gobierno provinciales. Ninguno de los planos se conserva en el
archivo del Ministerio de Gobierno, suponemos que fueron enviados en forma de expediente a Obras
Públicas o al Departamento Topográfico, ya que los resúmenes de los expedientes dan cuenta de ello:
“…Los planos que se adjuntan pasa a informe del Ingeniero Saturnino Salas…”238
En cuanto a los presupuestos fueron presentados, en una primera instancia, referentes para la
construcción del templo de Chapaleofú y de San Nicolás de los Arroyos. El costo de la construcción del
templo de Chapaleofú era de 125.773 pesos239 y del edificio para San Nicolás de los Arroyos de
1.908.680 pesos.240

235
AGN, Sala X 28-3-12, Exp 4368
236
AGN, Sala X 28-1-4, Exp 295
237
AGN, Sala X 28-1-8, Exp 726
238
AGN, Sala X, 28-1-10, Exp 921. Salas es por estos años la autoridad del Departamento Topográfico.
239
AGN, Sala X 28-1-8, Exp 726
240
AGN, Sala X 28-3-1, Exp 3199

129
Bajo la denominación de “colaboración” hemos ubicado aquellos expedientes que solicitaron del
ministerio de Gobierno algún tipo de auxilio económico. En el caso de Matanza, su Juez de Paz solicitó
al gobierno en marzo de 1852 unos terrenos que eran propiedad del gobierno para en ellos construir los
edificios para el Templo, la escuela y casa policial.241
Otro tipo de colaboración fueron los pedidos de “auxilio” y patrocinio. En palabras del cura y
juez de paz de Pilar, quienes esperaban que “… la piedad cristiana de SE el Sr Director patrocinará tan
importante obra…” de construcción del Templo.242 Pero sus solicitudes no fueron sólo pedidos de
ayuda ya que luego de solicitar el “patrocinio” del gobierno comentaban “…ya se han fijado en algunos
individuos de responsabilidad para formar una Comisión que entienda en la recolección e inversión de
limosnas…” 243
En este breve recorrido podemos observar como las notas giraron en torno a solicitar
(autorizaciones, ventas, colaboración), a diagnosticar (acerca del estado edilicio de los templos) y a
informar (la formación de las comisiones y las recaudaciones para las obras del templo) al Ministro de
Gobierno. Al mismo tiempo se puede observar una actitud activa por parte de los solicitantes al
presentar los pedidos con propuestas para recaudar recursos, o lograrlos a partir de ventas.
Planteando, de esta manera, la variedad de situaciones que se presentan encabezando los
expedientes hemos agrupado en algunos temas que nos resultan más significativos para el estudio de
las relaciones de patronato dentro de esta lógica de planteos, negociaciones y conflictos por parte de los
pueblos de la campaña. Daremos cuenta de algunos de ellos.

Jueces de paz, curas y vecinos y la construcción de templos


La participación de los jueces de paz, curas y vecinos en la gestión de la construcción de templos en
los pueblos de la campaña durante estos dos años anteriores a la formación del Estado de Buenos Aires
es uno de los temas que analizaremos con más detalle. Utilizamos el término templos y no parroquias,
ya que no son sinónimos. La parroquia designa una porción del territorio diocesano que se encontraba
bajo la autoridad de un párroco, su erección equivale a la división territorial y jurisdiccional, y no sólo
a la construcción de un edificio. A esta jurisdicción territorial se la denominaba curato.
En este apartado, entonces, analizaremos tres situaciones distintas: la construcción de los primeros
templos de cada pueblo, la construcción de templos en pueblos donde las sedes parroquiales ya existían
con anterioridad y la reconstrucción de los edificios.

241
AGN, Sala X 28-1-3, Exp 162
242
AGN, Sala X 28-2-2, Exp 1480
243
AGN, Sala X 28-2-1, Exp 1380

130
En todos los casos, como vemos en el cuadro 3, para la edificación solicitaron la autorización del
Ministro de Gobierno, ya que era la autoridad a cargo de lo concerniente a los edificios para templos.244

CUADRO 3 Primeras respuestas de los Ministros de Gobierno


1- Administración
Solicita planos de obra 7
Solicita presupuesto 5
No autoriza el nombramiento de un síndico 1
Autoriza utilizar un oratorio particular 1
Autoriza la construcción 1
Solicita los avances de la obra 1
Solicita informe e inventario 1 17
2- Comisión
Solicita la formación de una comisión 6
Autoriza Comisión 5 11
3- Recursos
Autoriza suscripción 13
Autoriza el pago de pesos a favor de la obra del templo 3
Autoriza venta de cueros 1
No autoriza venta de caballos 1
Autoriza venta de terrenos 1
Se concede terreno para edificar 1
Autoriza utilizar sobrante de suscripción 1 21
Elaboración propia en base a: AGN, Sala X, 28-1-1, Exp. 11; X-28-1-3, Exp. 162, 206 y 265; X-28-1-4 Exp. 295; X-28-1-8,
Exp 726; X-28-1-10, Exp 921, X28-1-11, Exp. 1086, X-28-1-12 Exp 1182, X-28-2-1 Exp 1380, 1399, 1413 y 1418; X-28-
2-2, Exp 1480; X-28-2-4 Exp 1695 y 1773; X-28-2-6, Exp 1908; X-28-3-1, Exp 3199; X-28-3-12, Exp 4368; X-28-3-14,
Exp 4543 y 4568; X-28-4-3, Exp. 4888 y 4918, X-28-4-4 Exp 5171; X-28-4-5 Exp. 5367; X-28-4-6, Exp. 5420; X-28-4-7,
Exp. 5500; X-28-4-10 Exp. 6020 y 6108; X-28-4-11, Exp. 6193 y 6234; X-28-4-14 Exp. 6589, 6677 y 6692.

En todas las ocasiones los Ministros de Gobierno valoraron la iniciativa, Valentín Alsina
señalaba al Juez de Paz de Mulitas, en octubre de 1852 que “…el Gobierno ha visto con mucha
satisfacción su celo e interés por el bien de aquel partido como también la excelente disposición de su
vecindario…245 . En enero de 1854 Irineo Portela respondía el pedido de construcción de un templo en
San Serapio Mártir “…aplaudiendo el celo del Juez de Paz…”246 de Azul, Clodomiro Rodríguez.
¿Cuál era la situación de los pueblos que solicitaron la autorización para la construcción de
nuevos templos? Existe una diferencia de planteo de aquellos con sedes parroquiales, cuyos templos
buscaban reconstruir y el de los que buscaron construir los templos desde cero.

244
Según Valentín Alsina, en octubre de 1852: “…el Gobierno ha de auxiliar la construcción de esas obras importantes pues
él reconoce que esto es una de sus primeras obligaciones… lo concerniente a edificios para templos y juzgados siempre ha
pertenecido al de Gobierno…”AGN, Sala X, 28-2-4 Exp. 1695
245
AGN, Sala X, 28-2-4, Exp. 1695
246
AGN, Sala X, 28-4-10, Exp. 6108

131
En el primer grupo la precariedad y el mal estado de los edificios utilizados como parroquias es
una de las circunstancias planteadas. El cura párroco de Dolores José María Ojeda solicitaba la
autorización para la construcción de un templo aduciendo que:
“… Su vecindario religioso, a la par que patriótico, no cesó de largos años atrás de exponer
al Déspota caído esta necesidad; pues creía y con razón serle sumamente desdoroso el
carecer de ese religioso edificio, en la época especialmente en que florecía su comercio , y
en que reinaba una celosa competencia, para iniciar y llevar a cabo su erección. Todo
empero fue inútil, y el Dios de los Argentinos debió morar por algún tiempo en una
indecorosa trastienda y hace cuatro años se ve reducido a la triste clase de inquilino…”247

El curato de Dolores había sido erigido en 1817, y como observamos en la nota del presbítero,
hacia un tiempo ya que la población intentaba construir un nuevo templo para Nuestra Señora de los
Dolores. José María Ojeda señalaba como el pueblo atravesaba un momento de crecimiento comercial
que hubiera favorecido esta construcción y que debido a la no autorización para esto, “una indecorosa
trastienda” y un edificio alquilado constituyeron las moradas de Dios en Dolores durante cuatro años.
El deterioro por el paso del tiempo y la pequeñez de los edificios son otros de los motivos
señalados. Así el juez de paz del Fortín de Azul, Clodomiro Rodriguez y su cura párroco José Ricardi
señalaban la destrucción y pequeñez de la Iglesia de ese partido al Ministro Irineo Portela en enero de
1854: “…la Iglesia que tenemos está bastante destruida y es demasiado chica, que los fieles no caben
en ella…”248. De la misma manera Juan Antonio Cascallares, juez de paz de Lobos observaba en
noviembre de 1853 “…El estado de acrecimiento a que ha llegado hoy la población de este pueblo,
demanda imperiosamente la necesidad de un templo, más formal por su construcción y espacioso que el
que tenemos reducido, con techos de paja y amenazando ruina…”249
En San Nicolás de los Arroyos la situación parece similar, de acuerdo con los argumentos
presentados por el cura párroco José García de Zuñiga a los vecinos del partido en enero 1854:
“…un local como el que servía actualmente a los oficios del culto divino, su estreches era
tal y en tanta desproporción con el número de habitantes de esta ciudad que como en
materia ni una cuarta parte de la población podía cumplir con el precepto de la
santificación de las fiestas…”250

García de Zuñiga solicitó, así, con urgencia un local provisorio para el servicio del culto en
mejores condiciones que el que estaba utilizando. Desde diciembre de 1852 el pueblo de San Nicolás se
encontraba desprovisto del edificio parroquial debido a que éste había sido destruido durante un
incendio. Por esta razón en la misma reunión, realizada en la casa del juez de paz J. Teodoro

247
AGN, Sala X, 28-1-4, Exp. 265
248
AGN, Sala X, 28-4-10, Exp. 6108
249
AGN, Sala X, 28-4-10, Exp. 5420
250
AGN, Sala X, 28-4-11, Exp. 6234

132
Fernandez, se planteo la necesidad de “…reedificación del Templo arruinado el quince de diciembre
de mil ochocientos cincuenta y dos por la explosión de la pólvora251 incendiado a su inmediación…”252
Los argumentos de las autoridades de los pueblos que solicitaron la construcción de templos
donde no se habían establecido sedes parroquiales ni viceparroquiales giraron mayormente en torno al
aumento de la población y las necesidades espirituales de la misma. En palabras de Felipe Vela, juez de
paz de Chapaleofú:

“…desde el año 1823, en que fue fundado el Partido del Tandil no se ha formado hasta hoy
Capilla ni Iglesia alguna en la q celebrase el Culto Divino, medida que a pesar de las
muchas observaciones y solicitudes a las pasadas administraciones, no fue hasta hoy
acordado, mas hoy que la población del Tandil y su partido necesita más que nunca de una
Iglesia, por el aumento que ha tenido en tanto número de habitantes, y el impulso en el
comercio y pastoreos…”253

Desde la zona sur y nuevo sur, los argumentos de Vela son similares al del cura de Dolores, José
María Ojeda: pasadas peticiones no atendidas, crecimiento poblacional pero también económico que
favorecería, en sus opiniones, la construcción del templo.

La obtención de recursos para una “… obra tan útil como piadosa…”254


Parte importante de estas peticiones que estamos analizando fueron las solicitudes asociadas con los
recursos para las obras de arreglo y construcción. Dentro de los pedidos de autorización para estas
obras que analizamos en el apartado anterior, las autoridades de los pueblos solicitaron auxilios del
gobierno para la realización de los arreglos o la construcción de los templos, pero al mismo tiempo
propusieron formas de recaudación alternativas. Con estas formas buscaron generarse fondos para la
realización de la misma.
Presentamos el detalle en el cuadro 4 hemos detallado los recursos que fueron utilizados para la obra
de los templos que surgen de la lectura de los expedientes.

251
Varios vecinos de San Nicolás de los Arroyos habían elevado en abril de 1852, una queja por la localización de la fábrica de fuegos
artificiales dentro de la ciudad, solicitando su traslado a “…un sitio más apropiado…” AGN, Sala X, 28-1-8, Exp. 701
252
AGN, Sala X, 28-4-11, Exp. 6234
253
AGN, Sala X, 28-1-8, Exp 726
254
AGN, Sala X 28-4-10, Exp. 6108

133
CUADRO 4 - Recursos utilizados para las obras de los templos de la campaña
Partido Motivo Fecha Recursos utilizados
Azul Construcción Ene. 1854 Suscripción
Bragado Construcción Nov. 1852 Donaciones 21.000
Suscripción
Chapaleofú Construcción Abr. 1852 Suscripción
(Tandil) Ene. 1854 47.000 pesos recolectados por suscripción
Continua la suscripción
Chascomús Arreglos Sept. 1853 Suscripción
Venta de 350 caballos
Dolores Construcción Mar. 1852 No se especifican
Federación Construcción Mar. 1854 Suscripción
(Junín)
Guardia de Arreglos Jun. 1852 Donaciones y cantidades tomadas a intereses
Luján Ene. 1854 Liquidación de bienes de un deudor
Lobos Construcción Nov. 1853 Donaciones 51.000 pesos.
Otras donaciones 100.000.
Suscripción
Matanza Construcción Mar. 1852 Suscripción
Oct. 1852 Venta de 321 cueros
Monte Arreglos Ene. 1852 Sobrante de suscripción del cementerio 1971 pesos.
Donación testamentaria 4949 pesos
Morón Arreglos Jul. 1852 Sobrante de suscripción 13.000 pesos
11.000 pesos otorgado por el gobierno
Mulitas (25 Construcción Oct. 1852 Suscripción
de mayo)
Navarro Arreglos Nov. 1853 Suscripción $9.025.
10.000 pesos otorgados por el Gobierno
Pergamino Construcción May. 1852 Donación testamentaria 13.000
Mar. 1854 Venta de terrenos y casa propiedad de la Iglesia
Pilar Arreglos Jul. 1852 Suscripción en toda la provincia a favor del templo
Sep. 1852 Limosna
Oct. 1853 Nueva suscripción
Nov. 1853 Continua la suscripción
Jun. 1854 135.895 pesos y 129 animales entre vacuno,
caballares y equinos
Quilmes- Construcción Mar. 1852 Donaciones
Barracas al
Sud
San Antonio Arreglos Nov. 1853 Suscripción
de Areco
San José de Arreglos Jul. 1852 5.000 pesos otorgados por el gobierno
Flores
San Nicolás Construcción Oct. 1853 Suscripción
Ene. 1854 Continua la suscripción
Villa de Arreglos Feb. 1854 Limosna
Luján
Elaboración propia en base a: AGN, Sala X, 28-1-1, Exp. 11; X-28-1-3, Exp. 162, 206 y 265; X-28-1-4 Exp.
295; X-28-1-8, Exp 726; X-28-1-10, Exp 921, X28-1-11, Exp. 1086, X-28-1-12 Exp 1182, X-28-2-1 Exp
1380, 1399, 1413 y 1418; X-28-2-2, Exp 1480; X-28-2-4 Exp 1695 y 1773; X-28-2-6, Exp 1908; X-28-3-1,
Exp 3199; X-28-3-12, Exp 4368; X-28-3-14, Exp 4543 y 4568; X-28-4-3, Exp. 4888 y 4918, X-28-4-4 Exp
5171; X-28-4-5 Exp. 5367; X-28-4-6, Exp. 5420; X-28-4-7, Exp. 5500; X-28-4-10 Exp. 6020 y 6108; X-28-
4-11, Exp. 6193 y 6234; X-28-4-14 Exp. 6589, 6677 y 6692

134
De una primera mirada al cuadro podemos observar esta “auto” generación de recursos propios.
Sostenemos de esta manera la importancia de los vecinos y las autoridades locales que se involucran en
la obra de los templos a partir de las suscripciones, las donaciones y las limosnas.
Durante el trascurso de la obra de los templos, las autoridades locales también propusieron al
gobierno la venta de terrenos, propiedad de la Iglesia, para con “el producto (…) adelantar la obra del
Templo”255; o la venta de “…los caballos inútiles que se han recolectado y su producto aplicarlo a la
refacción de la Iglesia…”256; o la venta de 321 cueros “… para aplicar su producto a los edificios
expresados (templos, escuela y casa policial, MFC)”257. En todos los casos solicitaron la autorización
de los ministros de gobierno.
Los ministros de gobierno, antes de cualquier respuesta, pusieron especial énfasis en solicitar la
formación de comisiones de vecinos, allí donde no las hubiere, y que estas levantaran el presupuesto
del costo de las obras y la realización del plano de la misma por “…por personas inteligentes…”.258 De
esta manera buscaba informarse “…del costo de las refacciones… para (dar, MFC) la resolución q
corresponda…” e intervenir en la organización de la empresa constructiva.259
En el cuadro 4 también observamos los “auxilios” del gobierno con diversas sumas para la obra
de los templos de San José de Flores (5.000 pesos) y Morón (11.000 pesos) en julio de 1852 y del
templo de Navarro (10.000) en noviembre de 1853. Las tres obras auxiliadas en los pueblos de
campaña durante este período analizado fueron, destinadas al arreglo de los templos.
Contamos con los datos del pueblo de Navarro que nos permiten ver de alguna manera la incidencia de
este auxilio del gobierno. Las reparaciones fueron presupuestadas en 24.991 pesos (véase Anexo) de
los cuales fueron recolectados a partir de una suscripción entre los vecinos desde diciembre de 1853 al
8 de febrero de 1854 la suma de 9.025 pesos (36% de lo presupuestado). Por su parte, el gobierno
auxilia la obra con 10.000 pesos “…con el fin de disminuir el déficit que aparece en el presupuesto…
(y) coabyudar a los esfuerzos de la Comisión”.260
El caso de Navarro también nos introduce en una de las formas de obtención de recursos más
recurrentes: las suscripciones. Esta forma de recolección de recursos, que captaron ayudas a favor de la
construcción de los templos y de otras obras, parece haber sido muy extendida en la ciudad y campaña

255
Nota de la Comisión del Templo de Morón al Ministro de Gobierno, septiembre de 1853.AGN, Sala X 28-3-14, Exp
4543
256
Nota del Juez de Paz de Navarro al Ministro de Gobierno, noviembre de 1853. AGN, Sala X 28-4-7, Exp 5500
257
Nota del Juez de Paz de Matanza, Luis Lagos al Ministro de Gobierno, octubre de 1852. AGN, Sala X 28-2-4, Exp 1773
258
AGN, Sala X 28-3-1, Exp 3199
259
AGN, Sala X 28-4-7, Exp 5500
260
AGN, Sala X 28-4-7, Exp 5500

135
de Buenos Aires. Estas suscripciones canalizaban la ayuda de los vecinos a favor de obras como los
cementerios, los templos, las escuelas (ligadas o no a ellos) y los juzgados y casas policiales. 261
Anteriormente señalábamos como al momento de solicitar la colaboración del Gobierno, el juez de paz
y cura de Morón informaron haber realizado una suscripción que había sido autorizada en 1848 con la
que “…compraron algún ladrillo que conservan, quedando un sobrante de trece mil pesos. (y) que
siendo insuficiente esta suma, es por ello que piden la cooperación de SE…” 262 También el juez de paz
de Monte en enero de 1852 acusaba recibo de una nota del “… 26 de octubre de 1847, comunicándole
el decreto Superior autorizándolo para levantar una suscripción para proveer el establecimiento de un
Cementerio…” en aquel partido.263 Podemos afirmar que este modo de recolección de bienes para las
obras no era novedoso para los años posteriores Caseros, aunque en estos dos años la singularidad
estaría dad en la cantidad de casos.
En todos los casos fue el Gobierno provincial quien facultaba la autorización para la recolección
de las suscripciones, estas se realizaron en el partido mismo de la obra, en varios partidos vecinos y
hasta en toda la provincia. En San Nicolás de los Arroyos, uno de los partidos con mayor densidad
poblacional de la provincia, las expectativas de recolección llevaron a los vecinos, al juez de paz y al
cura párroco a nombrar en la reunión del 9 de enero de 1854:
“…una comisión facultada para recibir las subscripciones que al efecto se hiciesen en este
departamento… (que) tome una razón de las obligaciones mensuales con que se obligaban
a concurrir los presentes… (y) se juzgo conveniente proceda al nombramiento de dos
comisiones más, que subordinados a la primera se encarguen de recibir las suscripciones de
la campaña… al norte… (y) al sud del partido…”264

El ministro Portela autorizó la suscripción, pero restringiéndola sólo al partido de San Nicolás.
Cabe aclarar que en ocasiones, las suscripciones fueron autorizadas y realizadas en toda la provincia.
En julio de 1852 el ministro de gobierno autorizó al juez de paz, cura y síndico del templo de Pilar a
realizar una suscripción en toda la provincia a favor de los arreglos del templo.265
En Chapaleofú el juez de paz Felipe Vela fue facultado en abril de 1852 para recolectar “…una
suscripción en este Partido y los tres linderos de la Lobería, Mar Chiquita y Vecino por medio de los
Sres. jueces de paz respectivos, por cuanto la formación de una Iglesia en este pueblo sería de beneficio

261
Este mecanismo también era realizado para la mantención de los trabajos de mensura y traza de los pueblos de campaña.
Véase al respecto CANEDO, M. “Políticas de estado al ras del piso. Las condiciones sociales, jurídico-institucionales y de
poder en el trabajo de los agrimensores en los pueblos de Buenos Aires a mediados del siglo XIX” Ponencia presentada en
las Segunda Jornadas de Historia Social, La Falda, mayo de 2009.
262
AGN, Sala X 28-2-1, Exp 1380
263
AGN, Sala X 28-1-1, Exp 11
264
AGN, Sala X, 28-4-11, Exp. 6234
265
AGN, Sala X, 28-1-12, Exp 1182

136
a sí mismo a los habitantes de esos Partidos, por ser el único pueblo más inmediato a ellos…” 266 En
enero de 1854 el nuevo juez de paz de Chapaleofú, Carlos Darregueira informaba tener recolectados
47.000 pesos por medio de este mecanismo en estos partidos del nuevo sur de la provincia.267
El juez de paz de Lobos, Juan Antonio Cascallares, en noviembre de 1853 estimaba las
donaciones de la siguiente manera:
“Cuenta el infrascripto ya para dar principio a dicha obra con la suma de cincuenta y un
mil pesos que donan (…) y espontáneamente los ciudadanos expresados en la relación
adjunta. Por ella verá US que además de la cantidad mencionada se cuenta también con
seguridad con cincuenta mil pesos más o menos que donarán con la mejor voluntad los
extranjeros católicos residentes en el Partido (en referencia a la inmigración irlandesa del
partido, MFC), cuya mayor parte son propietarios y medianeros en la cría de lanares, con
cincuenta mil pesos igualmente que se recogerán entre quince o veinte personas de las de
mayores facultades, y además el valor a que pueda ascender una subscripción general
voluntaria en todo el Partido de Lobos…”268

Las recaudaciones no eran solamente en pesos ya que incluían productos agrícolas. Según el juez
de paz de Mulitas Rodolfo Hortiguera, en una nota de octubre de 1852, la recaudación de una
suscripción en su partido ascendería a “…60.000 pesos sin contar las fanegas de trigo que donarán los
que tengan poco capital…”269. En junio de 1854 el juez de paz de Pilar, Mateo Piñero, informaba la
recaudación de la suscripción levantada a favor de la obra del templo, realizada desde noviembre de
1853270 “…la que asciende a 135.895 pesos y 129 animales entre vacunos, caballares y lanares…”271
De esta manera observamos cómo a partir de las solicitudes de los jueces de paz, curas y vecinos
de cada partido se realizan recaudaciones con el objetivo manifiesto de arreglar, reformar y construir
los templos de los pueblos. La recaudación de los fondos se realizaron a partir de las suscripciones, las
donaciones (testamentarias o no), la ventas de bienes propios de los templos (como los terrenos y
casas) y de bienes públicos (caballos y cueros); pero también de la colaboración del gobierno con parte
del dinero presupuestado para las obras. Además como hemos analizado, era el gobierno quien permitía
autorizando las recolecciones y las ventas esta “auto” generación de recursos.
María Elena Barral, al analizar el presupuesto de culto en la provincia de Buenos Aires entre los
años 1823 y 1834, valora la importancia de los vecinos en el sostenimiento del culto de la campaña,
tanto en lo que hace a las rentas de las fábricas de los templos como del mantenimiento de los curas

266
AGN, Sala X, 28-1-8, Exp 726
267
AGN, Sala X, 28-4-10, Exp. 6020
268
AGN, Sala X, 28-4-10, Exp. 5420.
269
AGN, Sala X, 28-2-4, Exp. 1695
270
Nota del Juez de paz de Pilar, Mateo Piñero junto con el párroco Domingo Aleman y el síndico de la parroquia Baltazar
A. de León al Ministro de Gobierno Irineo Portela. AGN, Sala X, 28-4-4, Exp 5171
271
AGN, Sala X, 28-4-4, Exp 5171

137
(Barral 2010) En esta etapa de convulsión política abierta luego de la Batalla de Caseros observamos
una continuidad en este sentido. Al mismo tiempo hemos observado cómo son los mismos vecinos
quiénes diagnosticaron las necesidades de cada partido, en este caso de los templos y canalizaron de
este modo los “auxilios” y las autorizaciones del gobierno. Aunque los vecinos mayormente
acompañaron (sólo en algunos casos lideraron) las peticiones de los jueces de paz y curas de los
pueblos.
Para Miranda Lida la participación de los vecinos en el mantenimiento del culto en los pueblos de
la campaña del Estado de Buenos Aires, era fomentada por el mismo Estado: “…Puede verse que en
Buenos Aires el Estado le abrió el paso a la sociedad en la tarea de construir la Iglesia…” (Lida 2006:
5175) Esta situación se correspondía con una concepción anglosajona acerca del mantenimiento del
culto donde “… la Iglesia, en la medida de lo posible, no debía ser sostenida por el Estado, sino más
bien por los propios fieles, tal como se llevaba a cabo entre los anglosajones…” (Lida 2007: 11). En su
trabajo acerca de la construcción de la “Iglesia Argentina” durante el período 1853- 1880 pone especial
atención al papel jugado por las suscripciones como principal fuente de recursos de las obras de los
templos (y de otras obras), señalando como el Estado propiciaba y hasta solicitaba estas suscripciones
bajo esta concepción del sostenimiento del culto por parte de los fieles.
En este sentido, la observación que podemos realizar a partir de los expedientes es más matizada.
Por un lado planteamos la continuidad con períodos anteriores en los mecanismos de recolección de
recursos, de manera que las suscripciones y la formación de comisiones no fueron formas particulares
del Estado de Buenos Aires pos Caseros. Por otro lado, hemos analizado cómo los planteos en este
sentido surgen de las autoridades locales y vecinos quienes proponen levantar suscripciones y, en
algunos casos, administrarlos a partir de comisiones formadas para ello. De esta manera, si bien el
Estado avala las solicitudes, de manera que acoge el papel de las autoridades locales272 y los vecinos
en la construcción y refacción de los templos, son ellos quienes tienen la iniciativa.

Los administradores de las obras


¿Quiénes administraban estas obras de construcción y refacción? Como vimos la mayoría de las
solicitudes partieron de las notas de los jueces de paz de los pueblos de campaña dirigidas hacia los
ministros de gobierno. También intervinieron en ellas otros sujetos como los sacerdotes de esos
pueblos, los vecinos, las comisiones de los templos o el síndico del pueblo.

272
Cabe aclarar que los jueces de paz son vecinos de los pueblos que rotan en sus funciones no rentadas de autoridades
locales (Gelman 2000)

138
Pero qué papel tenían estos actores en la administración de las obras. En todos los expedientes
hemos observado la formación de comisiones para la obra del templo o la petición de formación de las
mismas por parte del gobierno. (Cuadro 2 y 3)
Estas comisiones de cada pueblo estaban conformadas por el juez de paz, el cura del pueblo (si el
templo funcionaba como parroquia y esta era administrada por un sacerdote); y dos o tres vecinos “de
conocida probidad”. Comentamos antes como en San Nicolás además de una comisión para la
administración de la obra de construcción del templo, se habían conformado en enero de 1854 otras dos
comisiones. La primera para administrar la suscripción en el pueblo y de la campaña a partir de la
supervisión de las otras dos: una para los partidos de la zona sur y otra para los de la zona norte.273
Al igual que las suscripciones como forma de recolectar fondos, las comisiones para la obra del
templo no son exclusivas de este período pos Caseros. En julio de 1852 el juez de paz de la Guardia de
Luján, Pastor Gorostiaga, informaba al ministro de gobierno el cese de la anterior comisión del templo
y la formación de una nueva:
“…en 1848 se nombró una Comisión en el partido compuesta del Cura y Juez de Paz
pasándose al conocimiento del gobierno para su aprobación no habiendo recibido respuesta
a la nota en que se dio cuenta de ello. Que sin embargo de esto la Comisión haciendo uso
de la limosnas y de cantidades tomadas a intereses empezó la obra del Templo la cual ha
quedado sin conclusión que habiendo fallecido uno de los individuos que la componían
otros han cambiado de domicilio y otros renunciado, pido nombre otra nueva comisión
para el examen de las cuentas y de ese modo saber lo que adeuda la parroquia…”274

Además de permitirnos plantear la continuidad de las comisiones como forma de administración


de las obras de los templos, en la anterior cita observamos cómo funcionaban estas comisiones. Eran
designadas por elección del vecindario, pero debieron ser aprobadas por el gobierno. Como comisión
además recolectaban fondos para la obra, y los administraban. En la Guardia de Luján “…no habiendo
estos sido suficientes, se vio precisada a tomar cantidades de consideración a intereses para poder hacer
frente a los gastos que ocasionaba la obra cuya sumas gravitan hasta hoy sobre la feligresía…” 275. Es
por esto que la nueva comisión una vez conformada debía “…examinar las cuentas de la anterior, con
toda escrupulosidad y confrontar si esta conforme, la donación y cantidades tomadas a intereses, con la
inversión de los gastos que se tienen hechos…”276

273
AGN, Sala X, 28-4-11, Exp. 6234
274
AGN, Sala X, 28-1-11, Exp. 1086
275
AGN, Sala X, 28-1-11, Exp. 1086
276
AGN, Sala X, 28-1-11, Exp. 1086

139
Este tipo de rendición de cuentas solicitó en febrero de 1854, el juez de paz de la Villa de Luján
por intermedio del ministro de gobierno a su antecesor Roque Duro277 quien “…no ha rendido cuenta
de la limosna que sacó de diferentes puntos para la recomposición del Templo, y que no existe en el
archivo ningún justificativo a ese respecto y suplica haga rendir las referidas cuentas…”278
De esta manera vemos una continuidad en las formas de administrar estas obras de los templos.
Pero estos templos parroquiales debieron ser mantenidos, arreglados, refaccionados y hasta ampliados
durante toda su existencia edilicia. Para ello, en aquellos que funcionaban como parroquias y
viceparroquias existía un libro donde se asentaban las rentas parroquiales: se debían “… contabilizar en
un libro especial las cuentas que se denominaban “de fábrica”, o sea, las entradas y salidas de la
parroquia, no del párroco; de la comunidad, no del pastor…” (Di Stéfano 2000). Estos libros
parroquiales eran administrados por los mismos párrocos. Así lo señalaba el Provisor y Vicario Miguel
García en julio de 1854 al responder al ministro de gobierno Portela una solicitud para nombrar un
síndico en San Antonio de Areco:
“…El decreto de 26 de abril de 1830 restituyendo a los párroco de los curatos de campaña
la administración de las rentas en sus respectivas Iglesias suprimió las antiguas
sindicaturas. Dicho decreto como vigente aún parece debe servir de regla para la resolución
de solicitudes como las que ha entablado ante VE el Juez de Paz de San Antonio de Areco,
y VE siendo servido podrá proceder al nombramiento de la persona o personas antes
quienes el cura haya de rendir la cuenta administrativa de los intereses del Templo…”279

Cabe aclarar que la solicitud había sido iniciada en noviembre de 1853 por el juez de paz Juan
Francisco Font al informar al ministro de Gobierno que:
“…el estado de ruina y abandono en que se encuentra su Templo, pr el desorden de sus
rentas pr entradas de fábrica, propiedades y tierras de cuyos productos se ignoran la
inversión; pues el techo actual del Templo hecho de ripio ha sido todo costeado con
grandes sacrificios pr suscripción del vecindario sin la menor ayuda del cura con los
fondos de la Iglesia…”280

Como hemos visto la administración de las rentas parroquiales en la campaña era llevada a cabo
por el párroco y no por otra persona, de modo que la solicitud del nombramiento del síndico para que
las administrara quedó descartada, aunque si se podría nombrar una persona o varias de ellas antes las
cuales el cura rendiría las cuentas.

277
Juez de Paz de la Villa de Luján entre los años 1848 y 1851. AGN, Sala X, 28-4-14, Exp. 6589
278
AGN, Sala X, 28-4-14, Exp. 6589
279
AGN, Sala X, 28-4-7, Exp 5317.
280
AGN, Sala X, 28-4-7, Exp 5317

140
Creemos de este modo que las comisiones de los templos funcionaban mientras se realizaban, y
por lo tanto se administraban, las obras de refacción o construcción. La solicitud del juez de paz de
San Antonio de Areco buscaba incorporar las “entradas” de la parroquia a la obra de refacción de la
misma. El Provisor, a partir de su respuesta, separa la administración cotidiana de las cuentas del
templo que debe realizarlas el párroco de aquellas propias de la obra, de las cuales no da cuenta en la
repuesta. Aunque sí, se faculta en ella al gobierno a nombrar personas a quienes el párroco debería
rendir estas cuentas.
Al igual que las suscripciones, la conformación de comisiones fueron formas administrativas y
ejecutivas que se formaron y funcionaron en los pueblos también para otros fines. Es así que Mariana
Canedo señala otros ejemplos de comisiones, las de Solares cuya reglamentación y funcionamiento va
desde el período rivadaviano hasta la conformación efectiva de las Municipalidades, y las “comisiones
para el arreglo de los pueblos de la campaña” que funcionaron desde 1854 hasta mediados de 1856.
(Canedo, 2009).
Comisiones de los templos, comisiones de solares, comisiones directivas de las escuelas…
autoridades locales y vecinos intervinieron autorizados (y fomentados) por los diferentes gobiernos pos
Caseros en cuestiones concernientes a cada pueblo. De algún modo estos ejercicios colectivos pueden
verse como anticipo de la elección y formación de comisiones municipales a lo largo de 1854.

Conclusiones
A partir del análisis de los expedientes del ministerio de gobierno relativos a los templos de los
pueblos de la campaña de Buenos Aires para los años 1852 a 1854 hemos logrado analizar los modos y
las prácticas del patronato que sobre la Iglesia católica provincial ejercía el gobierno de Buenos Aires.
En este ejercicio valoramos la intervención de los jueces de paz, curas y vecinos que desde los pueblos
plantearon necesidades, soluciones y negociaron de esta manera los alcances de la intervención de los
gobiernos provinciales en las cuestiones de la vida eclesiástica, en este caso de los templos de la
campaña.
La cantidad de temáticas planteadas por estos pedidos, nos permitió ordenar el análisis a partir de
aquellos temas que nos resultaron más significativos para el estudio de las relaciones de patronato
dentro de esta lógica de planteos. Allí observamos la participación de jueces de paz, curas y vecinos en
la construcción de templos en los pueblos, también analizamos la obtención de recursos para estas
obras y quiénes participaban en su administración.
En todos los casos entendimos cómo las autoridades locales, jueces de paz (en mayor medida) los
curas y los vecinos iniciaron o acompañaron los pedidos, solicitando (autorizaciones, ventas,
141
colaboración), diagnosticando (acerca del estado edilicio de los templos) e informando (la formación de
las comisiones y las recaudaciones para las obras del templo) al Ministro de Gobierno de turno. Del
mismo modo señalamos una actitud activa por parte de los solicitantes al presentar los pedidos con
propuestas para recaudar recursos, o lograrlos a partir de ventas.
Analizamos como entre 1852 y 1854 los ministros de gobierno fueron quienes debieron autorizar y
aprobar todos estos pedidos e informes de los templos de la ciudad y campaña. Pero al mismo tiempo,
las iniciativas para la construcción de templos nuevos y la reedificación de los ya existentes partieron
en todos los casos desde los partidos.
Los planteos para la construcción de templos nuevos y la reconstrucción de los que estaban en
“ruinas”, tuvieron como argumento recurrente el aumento de la población de los pueblos.
Con respecto a los recursos utilizados para las obras de los templos pudimos observar la propia
generación de fondos permitiéndonos observar la importancia de los vecinos y las autoridades locales
que se involucraron en la obra de los templos. De esta manera observamos cómo los templos fueron
arreglados, reformados y construidos a partir de la solicitud de los jueces de paz, curas y vecinos de
cada partido en base a la recaudación de fondos para ello a partir de las suscripciones, las donaciones
(testamentarias o no), la ventas de bienes propios de los templos (como los terrenos y casas) y de
bienes públicos (caballos y cueros); pero también de la colaboración del gobierno con parte del dinero
presupuestado para las obras. Además como hemos analizado, era el gobierno quien permitía
autorizando las recolecciones y las ventas esta generación de recursos.
Aquí planteamos cómo las suscripciones como forma de recaudar fondos eran un mecanismo
muy extendido en toda la provincia el cual venía siendo utilizado con anterioridad. Observamos
también su instrumentación para otras construcciones como juzgados de paz, escuelas y cementerios.
Por último al estudiar la formación de las comisiones de vecinos, también planteamos la
continuidad de estas formas administrativas y ejecutivas, tanto para los templos como para las escuelas
de los pueblos y las comisiones de solares.
Al analizar la situación de los templos de los pueblos entre l852 y 1854, hemos señalado como,
si bien se plantea el despliegue o el avance del Estado sobre la Iglesia católica para este período, esta
última no es pasiva a nivel local sino que al plantear demandas materiales para el desarrollo de sus
actividades pastorales establece un proceso de negociación de ese avance estatal sobre la institución.
En estos planteos, desde los pueblos de la campaña de Buenos Aires, hemos podido observar la
relevancia de los jueces de paz, quienes secundados por los sacerdotes y los vecinos se constituyeron
en los actores de este proceso.

142
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Investigaciones Históricas, UNAM.

144
Anexo

CUADRO 5. Solicitudes relativas a la construcción de templos en la provincia de Buenos Aires 1852-1854


Partido Parro Fecha Solicitante Solicitud Respuesta
quia
Azul Si enero Juez de Paz Autorización para levantar una Se autoriza la suscripción, se solicita la
1854 de Azul suscripción a favor de la formación de una comisión se solicita
construcción de un templo San planos y presupuestos de obra
Serapio (necesidad planteada por
el cura)
Bragado No Nov. Juez de Paz Autorización y colaboración para 1852- El gobierno autoriza la
1852 la construcción de una capilla. construcción. Pide plano y presupuesto,
Tienen reunido para esto 21.000 autoriza suscripción y pide Comisión
pesos Juez de Paz, Cura y 3 vecinos.

Chapaleofú No abril Juez de Paz- Autorización para la construcción Se autoriza la construcción y la


(Tandil) 1852 Felipe Vela de una capilla en el pueblo de realización de una suscripción
Tandil y levantar junto con dos
vecinos una suscripción
enero Juez de Paz Acompaña el presupuesto para la Pasa a obras públicas. No se presenta
1854 de obra de la Iglesia. Comunica estar plano, se llama la atención sobre esto.
Chapaleofú levantando suscripciones. Se solicita plano por "personas
inteligentes"

Dolores Si marzo Cura Ojeda Autorización para la erección de Se autoriza


1852 un templo y propone la formación
de una comisión.

Federación No marzo Juez de Paz Realizar una suscripción para Se autoriza la recolección
(Junín) 1854 y comisión ayudar al gobierno con la obra del
municipal templo

Lobos Si Nov. Juez de Paz Autorización para construir un Se autoriza la suscripción, se aprueba
1853 (J.A. nuevo templo. Dice tener reunidos la comisión, se solicita planos,
Cascallares) 51.000$, solicita realizar una proyectos y el detalle de la cantidad
suscripción y solicita la real con la que cuentan
aprobación el gobierno de la
comisión formada para ello
Matanza No marzo Juez de Paz Terrenos para la construcción de Se concede el terreno. Se solicita
1852 templo mensura, Se pasa hacienda para el pago
de 500$ del agrimensor

octubre Juez de Paz- Permiso para vender unos cueros Se autoriza la venta de 321 cueros. Se
1852 Luis Lagos para destinarlos a la construcción solicita remate público.
del templo escuela y casa policial
Mulitas (25 No octubre Juez de Paz Autorización para levantar una Se autoriza la suscripción. Se autoriza
de mayo) 1852 (Hortiguera) suscripción a favor de la la formación de la comisión de la obra
construcción de templo, escuela y
juzgado de paz
Pergamino Si mayo Juez de Paz Autorización para la erección de Autoriza, pasa plano de obra al Ing.
1852 un Templo en Pergamino. Salas, luego a Obras públicas
Demuestra lo reunido para la
obra. Presenta plano.

marzo Juez de Paz La venta de una casa (donada por Se autoriza la venta en remate público
1854 el anterior cura) y los terrenos de con publicación en diarios 10 días
la Iglesia vieja para sumar fondos antes

145
para la construcción del nuevo
templo.
Quilmes- No marzo Juez de Paz Autorización para la erección de Gobierno pide resolución del Provisor
Barracas al 1852 de Quilmes un Templo en Barracas al Sud. y Vicario Capitular.
Sud
marzo Juez de Paz Autorización para la erección de Se responde que prontamente se
1852 de Quilmes templo en Puente Grande y atenderá a sus numerosas solicitudes
división del curato.

San Nicolás Si mayo Cura Adjunta plano y presupuesto para Pasa al Dpto. Topográfico para su
1853 la construcción del Templo estudio. El Dpto.Topográfico solicita la
realización del proyecto por alguien
con conocimientos de arquitectura.

octubre Juez de Paz- Autorización para la formación de Se autoriza la formación de la comisión


1853 Cura una comisión de vecinos a favor que debe presidirse por el juez de paz y
de la obra de la iglesia y permiso las cuestaciones
para levantar cuestaciones.
enero Juez de Paz, Formación de comisiones para la Se autoriza las comisiones, suscripción
1854 cura y obra y las suscripciones para sólo en el partido. Se solicitan planos y
vecinos arbitrar fondos para la presupuestos de obra.
reconstrucción del templo

CUADRO 6 - Presupuestos de obra de los Templos elevados al Ministro de Gobierno


Partido Obra de Fecha Presupuesto
Navarro arreglo Nov. 1853 24.991 pesos
Chapaleofú construcción Abr. 1852 125.773 pesos
Pilar arreglo Oct 1854 732.000 pesos
San Nicolás de los construcción May. 1853 1.098.680 pesos
Arroyos
Chascomús arreglo Oct. 1853 60.180 pesos
Elaboración propia en base a: AGN Sala X, 28-1-8, Exp 726, Sala X, 28-3-1, Exp. 3199, Sala X,
28-3-14, Exp 4568, Sala X, 28-4-4, Exp 5500 y Sala X, 28-4-7, Exp 5171

146
La multiplicidad de la frontera en su dimensión relacional

Andrea Reguera281

La frontera como espacio relacional

El tema de la frontera es un tema que plantea múltiples desafíos interpretativos a las ciencias
sociales y que admite una multiplicidad de dimensiones para su estudio. Así es posible hablar de la
frontera tanto en términos amplios y abstractos, como en términos concretos y convencionales. De esta
forma, emerge una frontera geográfica, anclada en lo territorial y en la delimitación física y natural de
un espacio; una frontera político-administrativa, fundada en el trazado de límites, enfrentamientos
armados y firma de tratados de paz, bajo el marco del proceso de construcción del estado-nación; una
frontera económico-demográfica, en base a la conquista y ocupación de nuevos territorios; una frontera
de las culturas, las etnias, las lenguas, basadas en los intercambios y las interrelaciones; etc.. Fronteras,
todas ellas, no del todo coincidentes, ya que éstas dependen, fundamentalmente, del ángulo de
observación. Y éste, más que expresar los diversos puntos de vista del investigador, manifiesta la
compleja diversidad de la realidad de la frontera.282
De entre todas ellas, la que más nos interesa es la dimensión relacional de la frontera, que
plantea el delicado equilibrio entre lo social y lo individual, vinculada al estado que fija límites y al
espacio donde se establecen las instituciones y actúan las interrelaciones, a fin de analizar la dinámica
capacidad de reproducción y transformación de la sociedad. En este sentido, viabiliza, según José de
Souza Martins (1997:11), la existencia de quien explora y domina. En este punto, la frontera se
convierte en un escenario de paz o de guerra, de tolerancia o de intolerancia, de acuerdos y de
sobrevivencia o de violencia y de muerte, donde los territorios, en su punto límite, se redefinen
constantemente, en razón de las disputas mantenidas. Dentro de las muchas disputas existentes, la que
más domina y le da sentido es la definición de la línea que separa cultura de naturaleza o, en su
concepción más primigenia, civilización de barbarie.
Muchas veces, planteada en términos épicos, románticos y hasta poéticos, imaginarios o
simbólicos, todos sabemos que forma parte de un tiempo y un espacio que ha reconfigurado el juego de
las representaciones, donde es necesario distinguir e identificar al otro, calificar al otro, cuantificar al

281
Investigadora del CONICET y Profesora de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
282
Las referencias bibliográficas son amplias y variadas, entre otros, Halperín Donghi (1969); Cortes Conde (1979);
Clementi (1988); Bandieri (2001); Banzato (2005). También, Hennessy (1978); Osório (1995); de Souza Martins (1997);
Nordman (1998); Reichel (2006).

147
otro, jerarquizar o minimizar al otro, estereotipar al otro. Por ello, para de Souza Martins (1997), la
frontera es el lugar privilegiado de la observación sociológica, donde es posible discutir aspectos
relacionados con la multiplicidad de la frontera y del conocimiento sobre las dificultades, las tensiones
y los conflictos, propios de sociedades que se encuentran en el límite. En la frontera es donde puede
observarse mejor cómo las sociedades se forman, se desorganizan, o se reproducen.
Por ello, nuestra postura es ver a la frontera como un sistema de relaciones sociales en tiempos
diferentes. Estas relaciones se caracterizan por una notoria transitoriedad, ya que dependen de las
complejas articulaciones tejidas en torno a la convivencia o al enfrentamiento a uno u otro lado de una
línea, una franja o una zona. La situación de contacto está marcada entonces por una candente
pluralidad, el reconocimiento de la diferencia, la afirmación de la identidad y la decisión de la
imposición. En este sentido, el desencuentro provendrá de los tiempos históricos encarnados por cada
grupo y la alteridad que permea las relaciones.283

Un recorrido historiográfico
Los estudios sobre la frontera han estado siempre presentes en nuestra historiografía. Al hacer
un breve recorrido por su historia, es posible encontrar una consecuente continuidad, cual es la de
considerar su especificidad más por la negativa que por la afirmativa. Esto, en relación a un
determinado modelo de explicación aplicable en su forma discontinua, la línea interpretativa de Turner,
que conduce a un cierto reduccionismo comprensivo de la realidad social, aunque se convierta en
obligada referencia.284
La obligada referencia se refiere a adoptar el significado que Turner le dio al término frontier
para explicar la expansión territorial en Estados Unidos. Pero, en otro sentido, no es posible hacer
concordar la idea-fuerza que Turner dio de la frontera americana como correspondencia entre el
movimiento de ocupación de la tierra y la formación de una nación, como “un lugar de concepciones y
prácticas democráticas de autogestión y libertad”, con lo que ha pasado en nuestro país y en otras
realidades latinoamericanas. Para Chiara Vangelista (2000:62), es posible establecer rasgos comunes y
comparables a nivel de la metáfora literaria, de los procesos psicológicos de adaptación y reacción a los
nuevos territorios, de la acción misma de avanzar (de este a oeste, de norte a sur), pero es difícil hacer
encajar todos estos fenómenos similares en un mismo cuadro de formas históricas, ya que la relación
entre hechos históricos y la posterior elaboración colectiva de los mismos es sumamente compleja.

283
Para José de Souza Martins (1997:150), la frontera es, esencialmente, el lugar de la alteridad. Un tema ya planteado por
Tzvetan Todorov (1989 y 2000).
284
Turner (1893). Véase, entre varios análisis posibles de su tesis, Clementi (1968) y Weber (1986).

148
En el caso particular de Argentina, lo que ha motivado el estudio de la frontera ha sido la
capacidad de movilidad, apertura e interacción que representa. Si bien el estado no está ausente, hay un
dominio del poder personal y privado sobre las instituciones públicas y estatales.
Para Hilda Sabato (1989:51), la confluencia de los intereses rurales, representados por los
estancieros en ascenso, que poco a poco fueron controlando la campaña, y los de la elite urbana, que
tenía en sus manos el gobierno provincial, daría lugar a una política agresiva de expansión de la
frontera y a una actitud firme tendiente a consolidar la propiedad privada. Como consecuencia de todas
las medidas tomadas en relación a la propiedad de la tierra, podemos decir que se dio una tendencia a la
concentración y expansión de la “gran propiedad”, que funcionaba en base a la “pequeña explotación”,
pudiendo también hablar de “gran explotación”, sin que esto signifique negar la existencia de pequeñas
y medianas propiedades y explotaciones.285
Hombres como Sarmiento, Avellaneda y tantos otros se inspiraron en el modelo estadounidense
de colonización de la frontera,286 pero el resultado efectivo de las políticas oficiales en materia de
tierras públicas estuvo muy lejos de aquel modelo y la especulación y la gran propiedad fueron el
corolario de todos esos años en la historia de la provincia.
Para Roberto Cortés Conde (1979: 52), el movimiento de la frontera hacia los territorios nuevos
del sur, en el siglo XIX, no fue el resultado de una presión demográfica de áreas densamente pobladas
hacia áreas no ocupadas o del reclamo de tierras por parte de campesinos, sino una expansión ganadera
que facilitó que se delimitara, de manera bastante imprecisa, las líneas de propiedad en territorio
indígena. Esto no impidió una cierta estabilidad durante medio siglo, basada en la instalación de fuertes
militares, establecimientos ganaderos y algunos pueblos, que convirtieron a esos territorios en un
espacio de convivencia y negociación permanente.
La expansión de la frontera en la provincia de Buenos Aires fue una expansión de su frontera
ganadera que condujo a una efectiva ocupación y explotación de nuevos territorios.
Esto dio como resultado el fortalecimiento de un grupo social, los propietarios de tierras. Mientras
algunos ubican el origen de la clase terrateniente en el período colonial, Tulio Halperín Donghi (2005:
172) considera que se forja al calor de la crisis de independencia y a la consolidación de una economía
regional dominada por la producción pecuaria.
En opinión de Halperín, del magma de las clases propietarias surgirá, de modo gradual y lento,
la clase terrateniente. Pero esta clase no es portadora de nuevas relaciones sociales ni tampoco el sujeto
por excelencia del proceso de cambio, sino su resultado primordial. La formación de esta clase se

285
Para una puesta al día, véase, Reguera y Zeberio (2006).
286
Véase, Sarmiento (1993 [1849]) y Avellaneda (1915 [1865]).

149
sustenta en el proceso de renovación y transformación de la elite mercantil porteña. Una elite urbana,
formada por una alianza entre comerciantes, funcionarios y hacendados. La base de su conformación es
el estado, ya que la consolidación de esta clase se vio favorecida por el nuevo orden político que surgió
en Buenos Aires después del derrumbe del estado revolucionario.

El movimiento de expansión de la frontera en la pampa bonaerense


La política de expansión de la frontera se produjo a través de sucesivas comisiones
expedicionarias, a fin de analizar la situación de la población y el problema con los indios y el
corrimiento y establecimiento de la línea de fronteras, que implicaba la incorporación y organización
del territorio.
Durante el período colonial, en el año 1779, se crearon las Guardias de Chascomús, Ranchos,
Monte, Lobos, Navarro y Luján, alrededor de las cuales, en tierras realengas, se asentó población y se
formaron estancias. Durante el período independiente, en 1823, se realizó la primera expedición de
expansión de la frontera, con Martín Rodríguez a la cabeza; en 1833, 287 la siguiente, con Juan Manuel
de Rosas, que llevó el límite hasta el río Colorado;288 y en 1879, la tercera y última, con Julio A. Roca
y su Campaña del Desierto, que llevaría el límite hasta el Río Negro.289
Los fuertes eran una avanzada en la lucha contra el indio que, de alguna manera, seguía un
camino ya transitado por los mismos indios y por exploradores científicos, expedicionarios militares,
pulperos y pobladores. Con ese objetivo, fueron naciendo las postas y los fuertes. Así, se fue formando
una extensa red de comunicación espacial entre el centro porteño y los nuevos puntos de apoyo de la
frontera, pero también significó un corredor que facilitó el intercambio de productos y el asentamiento
de hombres.
Lo regional comienza a diseñarse y a tomar forma, a incorporarse a una estructura nacional y a
un cierto espacio de identidad propia que, a partir de un epicentro llamado Buenos Aires, se difundirá
en diferentes direcciones. Esto no será sólo expresión de avances o retrocesos territoriales (según el

287
Hubo una primera expedición en 1820. La segunda, que fue la fundacional, salió de Buenos Aires el 14 de febrero de
1823, hacia la Guardia de Lobos y del Monte y estuvo compuesta por 259 carretas, 1.768 hombres de caballería (294 del
Regimiento de Húsares de Buenos Aires, 330 de Blandengues de la Frontera, 220 de Caballería patricia, 216 del Escuadrón
de Colorados y 708 Voluntarios de Campaña), 575 de infantería, 80 de artillería con 7 piezas y 6.000 caballos. En Kaquel-
Huincul se les unió una tropa de 200 blandengues y 150 milicianos y de ahí marcharon al Chapaleofú (Reguera, 2006: 47-
72).
288
En 1827, Rosas es nombrado Comandante de Milicias de la Campaña y a pedido del gobernador Manuel Dorrego, se le
encarga “no sólo la celebración y conservación de la paz con los indios, sino también la preparación de un plan destinado a
extender las fronteras del sur”. Así dispone la fundación del Fuerte Federación (hoy Junín), 25 de Mayo, en el paraje Cruz
de Guerra, y Bahía Blanca en el año 1828 (Ibid.).
289
Aquí es necesario mencionar, entre otros, Alvaro BARROS (1957); Juan Carlos Walther (1970) y la Colección Lucha de
fronteras con el indio que Eudeba publicó en las décadas de 1970 y 1980.

150
momento del que se trate), sino de un proceso histórico construido a lo largo del tiempo en relación a
un “otro” diferente. Pero ese otro diferente no es singular ni homogéneo, sino plural y heterogéneo, los
“otros” diferentes, tanto hacia adentro como hacia afuera de una imaginaria e ilusoria línea divisoria
que nos hace pensar más en la separación y el enfrentamiento que en la articulación y fluidez del
“contacto”.
El proceso de expansión estuvo conformado por varias formas de exploración, reconocimiento y
ocupación, aunque, en realidad, no se trató más que de una sola y única forma de expansión, la
territorial del capital en diferentes etapas. La necesidad de expandir y aumentar la producción fue
concomitante con el establecimiento de personas y la incorporación del territorio, bajo la formación de
estancias, a una determinada forma de producción.
Los períodos colonial e independiente fueron cruciales para la definición y establecimiento de
límites divisorios y líneas demarcatorias en la pertenencia y áreas de influencia de un determinado
patrón de configuración territorial, político-jurídica, institucional, social, económica y cultural de una
sociedad.
La línea del poblamiento avanza antes que la línea efectiva de la ocupación económica de las
tierras. Luego se afianza la línea política-militar, que asegura el territorio y lo dota de instituciones
organizativas. La construcción de fortificaciones por parte del estado implica un importante acto de
posesión y apropiación del territorio. Luego de la primera instancia exploratoria, se da el
establecimiento de fuertes, con capacidad para albergar una guarnición constituida por tropas de
infantería y caballería, y luego, finalmente, el asentamiento de pobladores (tanto nativos como
extranjeros).
La expansión significó, casi inmediatamente, la presencia de la propiedad formal de la tierra
respaldada, jurídicamente, por la sanción de las leyes correspondientes. Lo cual no excluyó la
ocupación de la tierra sin títulos de propiedad. Esto se debe a la necesidad que tenía el estado
provincial de institucionalizar el derecho de propiedad para la incorporación de las nuevas tierras al
proceso productivo, en razón de su capacidad de generación de renta y de capital.

Consideraciones finales
Mucho se ha discutido sobre el tema de la frontera, desde la historia, la geografía, la política, la
antropología, la etnografía, existiendo una importante literatura al respecto. En ella, el concepto de
frontera ha sido, en sí mismo, objeto de toda clase de interpretaciones, opuestas y contradictorias,
aunque siempre ligadas a la historia de construcción de una nación.

151
Sin entrar en una disquisición conceptual sobre el término, sí queremos imprimirle al
movimiento de expansión que se inicia, para nuestro espacio regional, en 1779, época del Virrey
Vértiz, y finaliza con la Campaña del Desierto del Gral. Julio A. Roca en 1879, un cariz relacional,
donde la ocupación del espacio, el asentamiento de población, la distribución de tierras y el traspaso de
tierras públicas a manos privadas, la participación en el proceso de distribución de la riqueza, la
organización institucional, la vida social y el ejercicio del poder se hace posible comprenderlos a partir
del empleo del concepto de red social y el énfasis en los llamados “recursos relacionales”, es decir,
aquellas relaciones personales que han servido para la consecución de un determinado objetivo. Puesto
en perspectiva, el uso de este concepto nos interesa para analizar el grado de integración económica de
un espacio y el dinamismo político de su funcionamiento.
Uno de los primeros intentos de explicación histórica fue analizar el proceso de construcción
territorial que, desde el punto de vista político, se dio en diferentes momentos, puntuales y
discontinuos, y tuvo diversas duraciones. Esto es posible verlo desde las relaciones económicas-
mercantiles, las políticas-jurisdiccionales, las institucionales-administrativas, las sociales-culturales,
que van afianzando el espacio físico del estado. En segundo lugar, y tratado fundamentalmente por
antropólogos y etnólogos, el del encuentro-desencuentro étnico y la complejidad cultural subyacente. Si
bien la situación de frontera es el lugar social de la identidad, también lo es, y fundamentalmente, de la
alteridad, confrontación y conflicto producido por el contacto inter-étnico entre grupos diversos y
antagónicos.
A estas alturas, hay coincidencia en considerar a la frontera no sólo como un marco divisorio
construido, representado por límites, sino un espacio de intercambio que referencia, como dijimos, a un
sistema de relaciones en tiempos diferentes. De esta manera, se convierte en el tránsito espacial,
temporal y situacional de un punto de encuentro o desencuentro, que forzosamente, por afirmación o
rechazo, permeabilidad o contacto, generará algo nuevo.

152
Bibliografía

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153
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Weber, David, “Turner, the boltonians, and the borderlands”, The American Historical Review, n° 1,
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154
Una historia de los que “están en el medio”: los curas rurales y la política
en la diócesis de Buenos Aires, 1730-1820.

María Elena Barral290

Una historia de los que están el medio291 incluye bastante más que una descripción acerca de la
manera en que se aplicaron las directivas emanadas de los poderes centrales en el plano local. Sin lugar
a dudas que estos lugares “en el medio” se encuentran habitados por líderes comunitarios imbuidos de
asuntos locales y regionales que establecen vínculos con los centros más grandes. Pero las
consecuencias de un abordaje en este rango medio son mucho más amplias e iluminadoras sobre todo a
la hora de considerar los enlaces entre “Estado” y sociedad porque, precisamente, un estudio centrado
en los mediadores modifica la comprensión misma de los términos de esta relación. En palabras de
William Taylor, quien ya hace algunas décadas reflexionaba en torno a estos problemas: “Este
acercamiento al mantenimiento y al ejercicio de sistema de poder a través de mediaciones personales
concretas expande el concepto del Estado más allá del significado normal de instituciones centralizadas
de autoridad soberana para abarcar un campo más grande de expresiones institucionales de relaciones
sociales que tienen que ver con la regulación de la vida pública.” (Taylor, William, 2003, p.64)
El estudio de los mediadores o de los lugares “en el medio” se presenta así como una vía
fecunda para pensar en la articulación entre el proceso global y el conocimiento local, para incluir la
negociación y el conflicto en las historias estudiadas y para propiciar una historia social más
interrelacionada. La indagación en el nivel medio permite construir una idea más enriquecida acerca de
las formas de ejercicio del poder y de la autoridad, la intervención de distintos sujetos históricos en la
definición de los equilibrios y desequilibrios a nivel comunal y regional y las lógicas de distribución de
los recursos en los diferentes contextos históricos considerados. Al mismo tiempo exige la formulación
de una serie de preguntas muy precisas en torno a los mediadores, sus responsabilidades y sus públicos:
¿Cómo y cuándo construyeron su influencia?, ¿a través de qué posiciones sociales e institucionales?,
¿en qué contextos locales cobraba relevancia el accionar de los mediadores?, ¿de qué manera
establecían los enlaces entre los distintos terrenos y niveles políticos?, ¿qué circunstancias colaboraron
en la alteración de esa influencia?, ¿en qué consistió esa alteración?
Una aproximación de estas características -al considerar las mediaciones de los actores sociales
concretos en los procesos de construcción del poder- produce necesariamente una serie de

290
Investigadora del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Luján.
291
Puede verse: Yannakakis, Yanna, 2008. Se trata de un estudio muy sugerente sobre el papel de los mediadores indígenas
en el norte de Oaxaca

155
desplazamientos teórico-metodológicos. Uno de ellos conduce a abandonar una visión de los
individuos o grupos sociales como receptores y consumidores de políticas, medidas o reformas y a
reponer su papel de sujetos históricos y socialmente situados que desarrollan agencias transformadoras
y construyen sentidos propios. Las instituciones locales, desde esta perspectiva, reaparecen como
campos donde las relaciones de poder pueden ser legitimadas, debatidas, resistidas o impugnadas. 292
Otro deslizamiento reconoce un tránsito de la formulación de los problemas históricos en términos de
mediaciones fragmentadas (en dimensiones económicas, culturales o políticas) a la adopción de
categorías integradoras -que articulen las diversas dimensiones- que incluyan el conflicto y la lucha por
la hegemonía. En particular pueden modificarse las perspectivas de estudio sobre la construcción del
poder y de los estados formuladas en términos de coerción y control total, para hacer lugar a otras que
entienden el estado como “expresión institucional de las relaciones sociales.” (Thompson, E. P., 1995,
p. 38) En esta búsqueda por enlazar Estado y sociedad en los estudios históricos Taylor proporcionaba
elementos de análisis por demás inspiradores:
“Sin extender al Estado hasta el punto en que se convierta en otra palabra para decir sociedad,
esta concepción sí involucra, al menos de manera potencial, a todos aquellos que participaban
en alguna interacción identificable de comportamiento relacionada con las acciones del Estado
(considerando que poder significa todas las relaciones sociales que resultaban de patrones de
control y que eran recíprocas).” (Taylor, William, 2003, p. 65).

Necesariamente, este cambio en los modos habituales de analizar las construcciones históricas
de las formas de ejercicio del poder y del control social desplaza el foco de atención desde las ciudades
a las periferias, desde las elites a los grupos sociales subordinados y desde la administración central a
las instituciones locales, incluyendo a los mediadores y a los mecanismos formales e informales de
negociación de las relaciones de autoridad, mando y obediencia que funcionaban en este nivel.293

La Religión, la Iglesia católica, los curas: sus mediaciones.


La Religión, la iglesia católica y los curas intervienen de modo privilegiado en los procesos de
articulación y control social y en las múltiples interacciones entre los niveles comunales y regionales
mediando distinto tipo de recursos y de sentidos. Como ha planteado Taylor en el más completo
estudio sobre la Iglesia en Hispanoamérica, los curas y la religión ocupaban “intersecciones críticas”.
(Taylor, William, 1999 y 2003, p. 66) Desde estos cruces de fuerzas y de sentidos es que los curas y

292
Puede verse: Mallon, Florencia, 2002, pp.105-142.
293
Puede verse en esta compilación el trabajo de María Fernanda Comas “Las moradas de Dios en los pueblos de Buenos
Aires. Pedidos, negociaciones y conflictos entre autoridades, 1852-1854” donde la autora considera los vínculos entre los
pueblos y los poderes centrales a partir de la materialidad de los templos religiosos y cementerios católicos.

156
las creencias católicas son excelentes lugares desde donde pensar el problema de la mediación ¿Por
qué? Porque la Iglesia y la religión católicas, al menos en términos de las enunciaciones, detentaban el
monopolio de la producción y distribución de los bienes simbólicos de salvación y los sacerdotes
católicos detentaban la exclusividad en el control del capital de autoridad religiosa y de gracia
institucional y sacramental. (Bourdieu Pierre, 1971, pp. 295-33) Durante todo el período colonial, la
comunidad confesional cristiana era el referente cultural e ideológico hegemónico: siendo buen
cristiano se era buen súbdito y buen vasallo.
Detrás de cada una de las instituciones religiosas –y también por fuera de ellas- existía una
visión del mundo y una imposición de percepciones sobre el orden social, centrales para analizar las
raíces de la cultura política católica. Este catolicismo configuraba identidades construidas desde la
percepción de un pasado entendido como salvífico y verdadero y conformaba un orden social que
expresaba relaciones de dominación y dependencia y que imponía una memoria de comunidad en
proceso de salvación.
A través de un conjunto de instituciones, prácticas y agentes se buscaba confesionalizar a la
población: incrementar la capacidad de influencia de la religión en la formación y estructura de los
comportamientos; interiorizar postulados religiosos; construir una genealogía de conductas, rituales y
símbolos adaptados y en complementación con el orden jurídico, social y político en el cual los
individuos y grupos debían encuadrarse y crear modelos culturales capaces de uniformizar las
conductas según los moldes que expresaban una visión compartida del pasado, del presente y del
futuro. Se trataba de realizar un ejercicio de disciplina colectiva organizado en función de la jerarquía
de poderes políticos corporativos.
Así, la religión católica era el lenguaje de la política. El catolicismo enseñó un orden social y
los lugares que cada quien debía ocupar en función de su color, riqueza o relaciones y lo hizo a través
de distintos medios como los símbolos de los altares o las cartas pastorales con metáforas para la
autoridad y la sociedad. Las ceremonias católicas, por su parte, favorecían la adopción de actitudes
obediencia hacia la autoridad que se acoplaban a la vida cotidiana. Allí también cada uno tenía su lugar
y su alteración exhibía un grave conflicto.294
Este simbolismo católico era una usina productora de mensajes y las creencias religiosas portaban
significados políticos. Su multivocalidad permitía la coexistencia de mensajes de subordinación,
reconciliación, legitimación y de consentimiento, pero también de rebelión y liberación. El culto a la

294
Sobre conflictos de etiquetas puede verse: Urquiza, Fernando ( 1993, pp. 55-100) y Garavaglia, Juan Carlos (1996, pp.
7-30).

157
virgen María -y en especial su lugar de madre e intercesora, la única mortal “sin pecado concebida”- es
un claro ejemplo de ello.295
Las funciones concretas desempeñadas por las instituciones eclesiásticas y la religión cobraban
particular relevancia en la medida que se situaban en las intersecciones de los poderes institucionales y
jurisdiccionales, del ejercicio de las justicias, de las asociaciones religiosas –como las cofradías y
hermandades-, de los lugares sacralizados –templos, campanas, atrios o cementerios-, de los momentos
vitales sacralizados –el nacimiento o la muerte y los ritos que los consagraban- y de las necesidades de
sus feligreses en tanto podían dar respuesta a muchas de ellas a partir de la administración de recursos
de distinto tipo. Entre ellos, su capital “inmaterial” -conformado de redes sociales, información y
memoria colectiva- les otorgaba un tipo de legitimidad política fundada en un sutil equilibrio de
intereses y prestigio personales, de perspectivas inciertas y de responsabilidades asociadas a los cargos
formales desempeñados. Los curas y la religión estaban en el medio

Mediaciones en distintos contextos políticos.

El clero se presenta como un actor clave el momento de analizar distintas formas de mediación
social. Su estudio permite dimensionar las transformaciones que se operan en sus perfiles y en sus
modos de intervención social, íntimamente ligados a las transformaciones políticas y económicas que
experimentaba la región entre el siglo XVIII y XIX.
Las páginas que siguen buscan mostrar algunos de los modos específicos de intervención de los
curas en distintos momentos y en distintas zonas de la diócesis de Buenos Aires entre las décadas de
1730 y 1820. Se trata de considerar los cambios en el tipo de mediaciones que los curas se encontraban
en condiciones de tramitar en función de las cambiantes coyunturas políticas que ubicaban a los
eclesiásticos en posiciones específicas. Las características específicas que asumía el entramado
institucional en determinadas zonas y momentos condicionaron la impronta de sus acciones
desplegadas según los modos específicos de entender el ejercicio del ministerio parroquial y como
parte de estrategias particulares de construcción de sus carreras sacerdotales. Así si los curas rurales de
Buenos Aires –y las parroquias que administraban desde 1730- tendrían un papel central en los
procesos de conformación de un orden institucional rural (Barral, 2005, pp. 359-388 y Barral-Fradkin,
2005, pp. 7-48), la situación en las parroquias el suroriente entrerriano instaladas desde 1782 exhibirá
particularidades porque formaba parte de otro “proceso de institucionalización” (Djenderedjian, Julio,

295
Puede verse para el caso de la Virgen de Guadalupe: Taylor, William, 2003; Terán, Marta, 1998, pp. 92-129; Mayer,
Alicia, 2002, pp. 17-49.

158
2003) con características bastante diferenciadas. Varias décadas más adelante, en 1820 los curas de
Buenos Aires se incorporarían –al menos desde la normativa- al proyecto rivadaviano con funciones
precisas como funcionarios y parte de un segmento del estado en formación, lo cual implicaba un viraje
sustancial con relación tanto a las tareas que venían desempeñando. (Di Stefano, 2004 y 2008; Barral,
2009)

El examen de las mediaciones de los curas en estos contextos cambiantes ofrece oportunidades
para pensar en aquellos enlaces –sus posibilidades y sus límites- de importancia crucial en los procesos
de reconfiguración de los poderes centrales. Estas formas de mediación cambiaron porque se modificó
la posición de los párrocos en relación a esos poderes de los que formaban parte y porque cambió la
sociedad y la política de las que también eran parte constitutiva. Así, se operaron transformaciones en
las funciones políticas de los párrocos desde su papel como magistrados de la corona con funciones
específicas en orden a la conservación de la paz pública, hasta las reformulaciones acerca de este rol
que plantearon los borbones hacia fines del siglo XVIII y las novedades que incorporaba el proyecto
rivadaviano y la Ley de Reforma Clero de 1822.

La diócesis de la Santísima Trinidad del Puerto de Buenos Aires con su sede episcopal en la
ciudad de Buenos Aires fue creada en 1620. Su territorio correspondía sólo una parte del Virreinato del
Río de la Plata creado un siglo y medio después e incluía las jurisdicciones de Buenos Aires, la Banda
Oriental, Santa Fe, Corrientes y algunas de las misiones del sur de Paraguay. Pasarían más de cien años
para que comenzara a la instalación de los primeros curatos rurales. Si bien antes de esta fecha se
desarrollaron experiencias reduccionales, de las cuales los pueblos de indios de Baradero y Quilmes
fueron las más duraderas, fue en 1730 cuando se crearon las seis primeras parroquias rurales en Buenos
Aires (y algunas otras en otras jurisdicciones de la diócesis como Paraná y Rosario) Esta estructura
diocesana originaria sufrió a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX, transformaciones en
dirección a la multiplicación de sedes de poder eclesiástico.

La investigación desarrollada muestra que en los pueblos bonaerenses los párrocos se


desempeñaron como mediadores privilegiados y como los guardianes del orden comunitario a lo largo
del casi completo siglo XVIII. (Barral, 2007, 2005a, 2005 b, 2009a, 2009b). Desde la creación de los
primeros curatos rurales en 1730 los párrocos contaron con variados recursos que le permitieron construir
este papel de mediadores: eran parte de instituciones formales y desempeñaban roles de liderazgo,

159
contaban con capacidades judiciales, eran capellanes de cofradías, encabezaban las fiestas y celebraciones,
manejaban recursos vinculares y materiales poco corrientes entre la población rural como la lectura y la
escritura. Su obligación central consistía en ejercer el ministerio parroquial que en ese momento y lugar
equivalía a civilizar y cristianizar a través del recuento anual de almas en tiempo de cuaresma -que
aseguraba el “cumplimiento con la Iglesia” centrado en el precepto pascual- y la administración de los
sacramentos. Pese a su vacilante acción, el despliegue de las estructuras eclesiásticas en la campaña de
Buenos Aires desde las primeras décadas del siglo XVIII, tuvo un importante papel sobre todo en
relación a la aún más débil presencia de estructuras judiciales/policiales y militares/milicianas.296
La revolución y la guerra ocasionaron una profunda crisis en las instituciones eclesiásticas en
términos de desgranamiento de recursos económicos y de su personal y de fragmentación de las
jurisdicciones eclesiásticas con la crisis que implicaba en términos de obediencia entre autoridades de
distinto rango. Las ordenaciones sacerdotales habían disminuido desde la revolución, y aún desde
algunos años antes, y las rentas eclesiásticas también caían, con las dificultades de recaudación de los
diezmos o del cobro de los derechos parroquiales. (Di Stefano, Roberto y Zanatta, Loris, 2000).
Una serie de transformaciones que se operaron al menos desde la década de 1810, aunque se
profundizaron durante la década siguiente, ubicaba a los párrocos en una nueva posición. Eran menos,
habían perdido recursos –patrimonio territorial e institucional y fueros– y debían obedecer a un estado
en construcción que buscaba centralizar y fiscalizar a las instituciones eclesiásticas. Como parte de las
mismas reformas rivadavianas se multiplicaron las autoridades no religiosas. Los párrocos se vieron
rodeados, en el ámbito local, de nuevas figuras –como los jueces de paz– que acumulaban
protagonismo y con quienes entraban en competencia y disputaban los espacios de mediación social.
Estas experiencias harían que el clero de Buenos Aires de fines de la década de 1820 ya no fuera el
mismo que aquel del período tardocolonial. La necesidad de pelear por un espacio de liderazgo
comunitario hasta entonces fuera de discusión, redefinieron su politización. De tal manera, al sumarse a
la lucha facciosa que en esos años agitaba la campaña, el clero parroquial perdió en buena medida su
capacidad para garantizar el orden y debió modificar su modo de intervenir en la comunidad local y de
ejercer el ministerio sacerdotal.
La campaña había cambiado y la vida política también. La vida política había incorporado
nuevas figuras y también nuevos recursos: representaciones escritas, tumultos, la prensa, los
levantamientos, un nuevo tipo de faccionalismo. (Fradkin, Raúl, 2006 y 2008) Los párrocos intervenían

296
Entre 1785 y 1836 la estructura de poder eclesiástico ha pasado de 15 a 34 sedes, la judicial/policial de 12 a 33 y la
militar/miliciana de 16 a 32. Las tres se han ramificado aunque el mayor incremento se ha operado en la judicial/policial.
Barral, María Elena y Fradkin, Raúl, 2005.

160
en ella sin disimulo, disputando espacios de poder, calificando sus acciones y descalificando las de sus
enemigos con el repertorio ideológico de la época. Y lo que se estaba modificado profundamente era el
modo de zanjar los conflictos.
El nuevo escenario postrevolucionario generó desequilibrios en las instituciones eclesiásticas
que afectaron el lugar de los párrocos como mediadores indiscutidos en el plano local. Las reformas
rivadavianas –y luego el rosismo- desajustaron aún más estas posiciones privilegiadas porque
instalaron otros interlocutores con los poderes centrales y, mientras buscaban incorporar al clero como
parte de un funcionariado del estado deseable, debilitaron las posiciones de los párrocos.

Una primera aproximación a las formas de intervención del clero en otra región de la diócesis
muy cercana a Buenos Aires -el suroriente entrerriano a fines del siglo XVIII- muestra notables
diferencias con aquel primer proceso de despliegue de la red parroquial en Buenos Aires de 1730.
En primer lugar porque la instalación de las parroquias en el suroriente entrerriano a inicios de la
década de 1780 se organizó en un contexto muy diferente al que medio siglo antes registró la creación
de las primeras parroquias de la campaña bonaerense. En las zonas rurales de Buenos Aires los
párrocos fueron para muchos hombres y mujeres la primera –y tal vez la única- autoridad de un poder
institucional conocida a lo largo de su vida; mientras que en el suroriente entrerriano los párrocos se
encontraron con mayores resistencias al momento de ejercer su autoridad. Por un lado porque había
autoridades –judiciales, policiales y militares- previas y además, porque el proceso de
“institucionalización” en la región se aceleró por la inmediata instalación de los cabildos y las
comandancias militares. Los cabildos desempeñaron en esta región un importante papel en la búsqueda
por el control de los recursos debido a que por largo tiempo fueron quienes otorgaron tierras, aun a
título precario. Esta posibilidad –así como la de crear cuerpos de milicias- convirtió a los
ayuntamientos en cajas de resonancia de los conflictos locales y habilitó la conformación de ámbitos de
influencia, de “clientelas” y de facciones que buscaban obturar el acceso de las contrarias a los puestos
de los cabildos.297
En esta región, si bien las parroquias se cuentan entre las primeras estructuras de un poder
institucional –y en este sentido el proceso puede equipararse a la experiencia de la campaña
bonaerense- su papel “fundacional” fue mucho menos evidente dado que pocos años después de su

297
Djenderedjian, Julio, (2003). Puede verse en esta compilación el artículo de César Román: “La fundación de las villas
como política de frontera: agentes del imperio y notables locales. Los Entrerríos en el último tercio del siglo XVIII.” El
autor considera el papel de los pueblos en la estructuración de una política de frontera en el suroriente entrerriano y las
prácticas de unos mediadores que operaban en lo alto de la burocracia virreinal como los mismos virreyes y Tomás de
Rocamora.

161
creación, las tres parroquias debieron convivir con los cabildos y las comandancias militares en una
dependencia directa de Buenos Aires lo cual desgajaba estas zonas del pretendido –y a estas alturas,
perdido- control de Santa Fe. Y, más bien, las dificultades que la instalación de las parroquias puso de
relieve desencadenaron, en alguna medida, la fundación de los pueblos. Los párrocos se encontraban
lejos de haber asegurado la obediencia de sus feligreses cuando ya se hallaron rodeados de otras
autoridades institucionales que buscaban encuadrar su acción. Una serie de conflictos analizados en
otro trabajo muestra las fuertes limitaciones que debieron enfrentar los párrocos a la hora de ejercer su
ministerio. (Barral, 2010)
Las tres creaciones entrerrianas se iniciaron con fuertes conflictos entre grupos locales –
liderados por autoridades institucionales, aunque con amarres locales y referentes supralocales- en
torno a dos ejes: el lugar y el nombre. San Sebastián –el santo del nombre del obispo Malvar, propulsor
de las parroquias- lideró las candidaturas y también las perdió sistemáticamente. En el contexto de un
intenso enfrentamiento entre facciones locales se buscaba la primacía en la fundación con el nombre y
con el sitio. Si la batalla por el nombre se jugaba en un terreno –si se quiere– más simbólico, en la
localización del templo parroquial intervenían intereses mucho más concretos.
En el plano parroquial también es posible registrar las resistencias de los eclesiásticos a aceptar
los nuevos términos y jerarquías de estas relaciones. El cura Quiroga de Gualeguay, por ejemplo, se
adjudicaba competencias para nombrar –y destituir- autoridades seculares. Hasta se le oyó decir que
“tenía el rey en el cuerpo.” 298 Quiroga atrasaba. Hacía tiempo que los eclesiásticos venían perdiendo
fueros y competencias como jueces eclesiásticos.
Es evidente que estos párrocos se encontraron desempeñando sus funciones en un período de
fuerte fiscalización de sus funciones y, en algunos casos, en zonas atravesadas por una serie de
tensiones que en la campaña de Buenos Aires no se registran para los mismos años. Estas tensiones
tienen que ver con la competencia por los recursos entre pobladores y hacendados y también por otro
tipo de recursos disputados en distintos terrenos jurisdiccionales y corporativos.
La situación de las parroquias entrerrianas a fines de siglo XVIII se parece más al escenario que
en Buenos Aires inauguran las reformas rivadavianas. En cierto sentido anticipan las condiciones que
se darían las áreas rurales de Buenos Aires desde la década de 1820, al menos en un sentido: el
disputado papel de mediadores privilegiados

298
AGN, IX-30-2-9, exp. 2.

162
Este ajustado recorrido por las formas que adoptaron las mediaciones de los curas en estos
contextos cambiantes muestra las potencialidades de ubicar la mirada en estos sujetos y lugares de “en
medio”. Desde este abordaje es posible descubrir una historia más matizada y más conflictiva.
Tomando el caso de los curas en estos contextos políticos diferentes es posible reconocer notables
diferencias al interior de la misma diócesis así como los desacoples operados entre las tareas formales
asignadas a los párrocos por los poderes centrales y las resistencias que protagonizaron en función de
sus matrices formativas e ideológicas; de las coyunturas políticas y de sus motivaciones, ambiciones y
proyectos que se transparentan en las alianzas con las facciones locales de las comunidades donde
servían como párrocos. Los párrocos debían construir lugares viables para sus carreras. En la medida
en que el orden social ya no les asignaba un lugar de mediación casi exclusivo –y este era ocupado por
nuevas figuras- debieron disputar posiciones con las herramientas disponibles en la lucha política: así
estuvieron cada vez en condiciones más desventajosas para garantizar la paz común y necesitaron cada
vez más del consentimiento de sus feligreses.

163
Bibliografía

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165
El poder de los notables en el espacio local del Río de la Plata
entre el siglo XVIII y mediados del XIX

Guillermo Banzato299

Entre las varias lecturas que admite esta compilación, vamos a ocuparnos de las formas de
ejercer el poder en el espacio local.300 El tema ha sido abordado por la historiografía sobre el siglo XIX
luego de que nos hayamos ocupado de conocer lo más profundamente posible los procesos económicos
y demográficos de la sociedad rural rioplatense. Además, el estudio de las familias está aportando
generosa información y agudos análisis que nos permiten acercarnos al modo en que se manda, a las
formas de ejercer el dominio y controlar a las pequeñas, pero dinámicas, comunidades de la pampa. En
ese sentido, la frontera se impone como contexto y como idea fuerza, una frontera en constante
movimiento durante todo el período abordado, con inexorables avances del mundo hispano-criollo,
recurrentes arremetidas del complejo conglomerado de pueblos aborígenes, entre la paz y la
negociación, el intercambio comercial y la política.301
Esta compilación recorre los núcleos temáticos más importantes para el estudio del poder en los
espacios locales entre las reformas borbónicas y el comienzo de la organización nacional: la fundación
de pueblos, que implicaba decisiones gubernamentales sobre ocupación y distribución de la tierra, tanto
como las estrategias de las elites locales en torno a la pervivencia de sus patrimonios y la salvación de
sus almas (Canedo, Román); la conformación de las redes mercantiles y el control de la circulación de
mercancías (Alemano, Galarza); los itinerarios económico-sociales individuales (Alemano, Canedo),
las tensiones en torno al lugar de la religión en la comunidad (Canedo, Comas). En cada uno de estos
tópicos los autores se interesan por identificar a los notables, la red de relaciones locales y regionales
que establecieron, las formas que fue adoptando el establecimiento de mecanismos de control estatales.
En esa búsqueda los textos se entrecruzan y es posible un diálogo fructífero.
No siempre se reconoce que la colección de Historia de los Pueblos de la Provincia de Buenos
Aires que desde la década de 1930 editó el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, en la
cual escribieron no pocos docentes de la universidad platense y académicos, fue la primera obra
colectiva en la que se relató la fundación de fuertes y las primeras décadas de vida social y prácticas
políticas en los pueblos en una serie de textos preocupados por el origen y devenir de muchas de las
ciudades de la provincia. Con un cambio de perspectiva, el estudio de la conformación del poder local
299
Investigador del CONICET y Profesor de la Universidad Nacional de La Plata
300
Se realizarán algunas reflexiones en torno a los trabajos de este libro, sin pretensión de exhaustividad historiográfica.
Algunos estudios de largo plazo que contextualizan el tema: Míguez, 2003; Garavaglia, 1999b y 2007.
301
En una muy vasta bibliografía, véanse Ortelli y Ratto (2006-2007) y el trabajo de Andrea Reguera en esta compilación.

166
se retomó luego de que la renovación historiográfica de los años 80 sentara nuevos puntos de partida en
la conformación territorial, acceso y uso de los recursos, crecimiento demográfico y dinámica de la
estructura social.302 Esta obra retoma en parte aquellos viejos planteos, nutriéndose de los más recientes
enfoques, para incorporar nuevas explicaciones en torno a las historias locales que permiten
aproximarnos con mejores herramientas a la historia provincial o nacional.
Los trabajos relacionados con los alcaldes entre los siglos XVIII y XIX han mostrado un
ejercicio despótico del poder (Carlos Mayo y Amalia Latrubesse, 1998:47-49), siendo común que
algunos miembros de las mismas familias se sucedieran en el cargo e incrementaran a partir de esta
posición sus patrimonios (Marquiegui, 1990; Gresores, 1998), su prestigio preexistía al ejercicio del
cargo, tal como lo muestran la participación como albaceas de testamentarias y testigos en testamentos
tanto como en casos judiciales, así como también la relación con las instituciones religiosas; además,
algunos alcaldes también ejercieron, antes o después, cargos de cierta importancia en la milicia
(Birocco, 1998). Se los ha identificado como pertenecientes al sector de propietarios de tierras,
relacionados con el centro del poder estatal colonial a la vez que posicionados entre los notables locales
(Eduardo Azcuy Ameghino, 2002), aunque también se los ubica entre los sectores intermedios de la
sociedad, con capacidad para negociar el alcance de su autoridad con los poderosos de la comunidad
tanto como los sectores marginales; entre los primeros se encuentran a veces aliados y otras veces
enfrentados con los comandantes y sacerdotes, sobre los últimos se ejercían actos de violencia e
incautación de los bienes, aunque generalmente eran absueltos en los casos que llegaron a la justicia
(Silvia Mallo, 2004; Galarza, 2009; Banzato, 2011b).
En cuanto a los comandantes, los trabajos son muchos menos, Mayo y Latrubesse los
relacionaron con la misma política autoritaria que sostenía a los alcaldes y, recientemente, nuevas
miradas en las que priman las relaciones interétnicas, han permitido enfocar con especial detalle la
figura de los Sargentos Mayores de Milicias en Buenos Aires, entre ellos Manuel Pinazo, Diego Trillo
y Clemente López Osornio, estudiando su capacidad de reunir y movilizar gente para la defensa de la
frontera, su habilidad para incrementar el patrimonio a la vez que ejercían el cargo y su inserción en la
política regional (Néspolo, 2004 y 2006; Alemano y Carlón, 2009). Sin negar esta perspectiva,
consideramos que la guerra y la paz fueron predominantes, en un contexto de expansión ganadera y
territorial (Barba, 1997:7), En el caso de Chascomús, si bien los militares de alta graduación
fundadores del fuerte se adueñaron de importantes predios y/o casaron a sus hijos/as con otros
propietarios de la zona, no siempre pudieron perpetuar su patrimonio o su linaje en el lugar. Sin

302
Véanse los balances sobre estos temas en Gelman (2006).

167
embargo, durante los primeros treinta o cuarenta años desde la fundación, los comandantes fueron a la
vez representantes del Estado colonial, luego se re-posicionaron ante los requerimientos del poder
central independiente, fungiendo como mediadores locales entre sus subordinados, la población en
general y las autoridades posrevolucionarias. Las estrechas relaciones familiares, vinculaciones con el
poder central y con el Comandante de Fronteras con asiento en Luján, les posibilitaron ejercer un poder
con pocas restricciones, más allá de alguna reconvención por los abusos cometidos (Banzato, 2011a).
En este libro, el ejercicio del poder de los agentes imperiales y los notables locales durante el
último cuarto del siglo XVIII, tanto en la frontera abierta con el mundo aborigen, como en las
consolidadas tierras entrerrianas, se analiza en el contexto de la nueva corriente de fundación de fuertes
y fortines en Buenos Aires y de villas en Entre Ríos. La estrategia de defensa en la región aledaña a los
dominios indígenas requirió de una fuerza militar especializada tanto como de la participación de los
habitantes de la campaña como milicianos (Alemano), mientras que después de la expulsión de los
portugueses del territorio oriental se decidió la fundación de villas en las márgenes del río Uruguay,
aunque la ejecución se hiciera manu militari (Román).
El trabajo de Eugenia Alemano se enfoca en la defensa de la frontera con el mundo aborigen
como reaseguro de las rutas comerciales, en un contexto que posibilitaba los negocios con el abasto de
los fuertes, tanto como el constante establecimiento de pobladores, en una trama en la que, a partir del
concepto de "articulación defensiva" militar-miliciana, la autora explica cómo se daba respuesta a los
conflictos bélicos y a la vez generaba una instancia de control de la población por parte de algunos
personajes que lograban acceder a cargos militares, desarrollar actividades comerciales y acceder a la
propiedad de la tierra. No obstante, la autora señala claramente los límites del poder de estos notables
locales, pues el establecimiento de los fuertes, tanto como la función de vigilancia del espacio ganado a
las tribus de la pampa, no podían estabilizarse dada la resistencia de los habitantes de la campaña que
preferían atender sus pocos bienes y sementeras, antes que participar de la milicia. Para ello apelaban a
diferentes formas de eludir el reclutamiento, como desconocer la jurisdicción de la autoridad de quien
intentaba llevarlos, la insubordinación lisa y llana, la deserción. A su vez, presenta información
detallada que le permite matizar la diferenciación que la bibliografía venía estableciendo entre una
fuerza militar veterana, como los Blandengues y los milicianos, siendo que provenían de los mismos
sectores sociales.
César Roman se ocupa de otra manifestación de la imbricación entre poder imperial y
costumbres locales, como es el proceso de fundación de villas que reunieran y contuvieran a la
población. Entre la imposición por la fuerza que el contingente de Dragones aseguraba y un fino
trabajo político en el que cooptará a la vez que construirá la notabilidad local, la trama se centra en la
168
figura del conocido Tomás Rocamora. La noción de "poder instituyente" le permite al autor analizar
minuciosamente cómo, bajo la tutela del poder militar que ejercía Rocamora, con el acuerdo de los
escasos notables locales, la aceptación pasiva de la mayoría y la coerción sobre el resto de la población
que no estuviera afincada, se delinearon las nuevas villas con el trabajo conjunto de sus futuros
vecinos, se realizó el acto fundacional, se repartieron los solares y se constituyó el poder político local.
Sin dudas sabemos más sobre este aspecto del proceso que sobre las costumbres locales imbricadas con
ese poder instituyente, seguramente porque las fuentes son más parcas en ese sentido.
Ambos casos nos muestran, por un lado, las tensiones entre las políticas que las autoridades
coloniales querían llevar adelante en la defensa del territorio y la escasez de medios con que contaban
sus representantes; por otro lado, las posibilidades de resistencia de los habitantes fronterizos a ser
movilizados por los militares y las negociaciones que éstos debían emprender con los notables locales
tanto para ser reconocidos como autoridades como para participar en la construcción de esa
notabilidad. En ese sentido, Rocamora se mantendrá en una posición más distante, como funcionario
imperial, en una comunidad con lazos aún muy incipientes, en tanto Trillo formará parte del grupo de
vecinos conspicuos en un ámbito local (con relaciones sociales más complejas, de mayor antigüedad
que el del oriente entrerriano), al tiempo que conseguirá entrar en la sociedad porteña.
La vinculación con el circuito potosino primero y con el mercado mundial de cueros más tarde,
fue posible a través de la consolidación de una porción cada vez mayor de territorio y el
establecimiento de redes comerciales internas todavía no demasiado estudiadas. Sobre la primera
cuestión, el trabajo de Mariana Canedo muestra cómo, durante el siglo XVIII, la elite de Buenos Aires
manejaba el comercio y la producción de mulas para los mercados de Potosí y Paraguay, consolidando
su poder económico a través de la incorporación a sus familias de inmigrantes españoles, o del entorno
virreinal.303 En cuanto al control del comercio y el cobro de impuestos internos desde los últimos años
de la dominación imperial hasta la crisis de 1820, Antonio Galarza estudia el despliegue de políticas de
gobierno para controlar la propiedad de los ganados y su comercialización para el abasto de Buenos
Aires. El tema la fiscalidad, aparece esporádicamente en la historiografía y sólo en los últimos años,
cuando se lo vinculó a la construcción del estado está siendo revisitado, pero atendiendo
principalmente a la mayor importancia de los impuestos al comercio exterior (Amaral y Banzato,
2009). En cambio, Galarza aborda las normas y prácticas de recaudación de impuestos a la
comercialización interna de bienes, a partir de una minuciosa selección y crítica de fuentes poco
utilizadas hasta ahora, un análisis de la legislación y una mirada micro sobre las prácticas de

303
Para un análisis del caso de los portugueses en el río de la Plata consultar Reitano, 2010

169
recaudación en un partido de la provincia. En ese sentido, y vinculado al tema de los poderes locales
que nos ocupa, el autor presenta evidencias de la recurrente evasión fiscal, en la que el mismo alcalde
de Chascomús que es acusado por sus vecinos de robar cueros, a la vez presenta propuestas para
controlar el sistema, que chocan contra presión de la demanda de alimentos de Buenos Aires y las
pocas posibilidades de remediar un problema sin provocar otro, que ven las autoridades de la ciudad.
Esta cuestión será una constante en todo el período, por lo menos hasta los años 1860s, tal como se
expresa en la gran cantidad de medidas adoptadas, cuya repetición denota la dificultad de establecer un
efectivo sistema de policía (Yangilevich, 2008; Valencia, 2011).
En torno al poder económico, los itinerarios individuales trabajados en este libro vienen a
sumarse a una lista no demasiado larga de biografías de familias con propiedades rurales que fueron
constituyendo la elite rioplatense o formaron parte de las cohortes de notables de los pueblos. Si, desde
diferentes perspectivas, en la década de 1990 Azcuy Ameghino, Mayo, Gelman, Amaral y Garavaglia
establecieron los trazos gruesos de la producción agropecuaria y las características de los hacendados y
estancieros entre mediados del siglo XVIII y el último cuarto del XIX, luego se redujo la escala al nivel
familiar y local.304
Entre los que formaron parte de la elite han sido estudiados los casos de Riblos, para el siglo
XVIII, un soldado navarro que en Buenos Aires se casó con la hija de un comerciante portugués, con la
dote en tierras acrecentó su patrimonio a partir de la ventas de mulas en el mercado peruano, actividad
en la que desplazó a sus competidores a partir de su relación con uno de los gobernadores de inicios del
siglo, los cambios políticos significaron un golpe fuerte a sus negocios, pero la familia pudo
recomponerlos y mantener la propiedad durante más de un siglo (Birocco, 1996). Se ha argumentado
que en la primera parte del siglo XIX, una de las estrategias comunes de la elite fue diversificar sus
capitales entre la producción ganadera, las finanzas y la renta urbana, mientras que durante la segunda
parte del siglo sus herederos se especializaron en la producción ganadera, en tanto sus nietos no
pudieron mantenerse en el grupo de los mayores propietarios. Uno de los ejemplos es el de otro
migrante, Felipe Senillosa, quien a partir de sus conocimientos de ingeniero militar conseguiría
posicionarse entre la elite porteña invirtiendo en propiedades rurales a partir de la entrega de tierra
pública, comercio de importación-exportación y préstamos, sin embargo el hijo que mantuvo la
diversificación terminó con grandes deudas, mientras su hermano se concentró en la producción
ganadera con mejores resultados y, finalmente, sus nietos ya no formarían parte de la elite porteña en
los albores de la siguiente centuria; asimismo, la historia de los famosos Anchorena volvió a ser

304
Cfr. los ya clásicos Azcuy Ameghino (1995); Mayo (1995); Gelman (1998); Amaral (1998); Garavaglia (1999a)

170
contada como ejemplo de los grandes comerciantes de Buenos Aires que, luego de la revolución y ante
la competencia de los británicos, optaron por trasladar parte de sus capitales al campo (Hora, 2003 y
2005). Con el sugestivo argumento del "momento de lo posible", se han explicado las razones que
hicieron que Ramón Santamarina, un adolescente que llegó con una mano atrás y otra adelante desde
España transitara el camino del éxito económico superlativo, que muy pocos lograron en la expansión
económica del siglo XIX (Reguera, 2006). Otro ejemplo paradigmático es el de Adolfo Gonzáles
Chaves, quien supo conformar un patrimonio negociando con tierras del estado a partir de la década de
1860, combinando esta actividad con la política, desde el plano local como juez de paz, hasta el más
alto nivel provincial pues llegó a vicegobernador, cargo desde el cual también aprovechó para
incrementar su patrimonio (Valencia, 2003).
Y, además, están esos otros, que tuvieron logros más modestos pero nada desdeñables y dan
motivo a una indagación que los rescate del anonimato y permita desentrañar con mayor precisión las
formas de acceso a los mecanismos de mando en la sociedad, apoyados en la mejor posición económica
o llegando a la propiedad desde el cargo público. Se ha demostrado que la estrategia de la
diversificación de capitales también podía ser implementada por los propietarios que no estaban en la
cúspide de la riqueza provincial y que la condición de empresarios rurales puede ampliarse socialmente
(Garavaglia, 1999c); la dinámica de la frontera entre fines del siglo XVIII y principios del XIX
permitió que algunos militares y milicianos se hicieran propietarios de tierras y, más tarde, sólo un
puñado de sus hijos aprovecharan la expansión de la década de 1830 para incrementar sus patrimonios
(Banzato, 2002; Banzato y Lanteri, 2007); finalmente, una combinación de variables como la entrega
de tierra pública, las estrategias de la administración de los patrimonios y su transmisión hereditaria
igualitaria, muestran los límites para el sostenimiento las familias entre los mayores propietarios en el
largo plazo (Reguera, 2002-2003).
Últimamente, una primera visión de conjunto a través de las fuentes seriadas de la Contribución
Directa nos la han ofrecido Gelman y Santilli (2006), fomentando un rico debate sobre la preeminencia
de las propiedades rurales o urbanas en los patrimonios, ellos argumentan que la tendencia es a la
diversificación de los capitales en ganados, inmuebles urbanos y comercio, pero sólo quienes están en
los más altos niveles lo consiguen, asimismo, los sectores más encumbrados de la elite no abandonaron
sus inversiones urbanas aún cuando sus capitales rurales habían alcanzado niveles superiores.
De todos modos, casi todos los ejemplos mencionados se refieren a la época de la gran
expansión territorial, y no se ha dicho todo sobre la constitución de la notabilidad local, o sobre la
dinámica en que el desgranamiento de las fortunas familiares provocaba que los hijos o nietos de los
conspicuos dejaran sus lugares a los parvenu. Desde el abuelo de Juan Manuel de Rosas, hasta los
171
hermanos de Bartolomé Mitre, el acceso a la propiedad de la tierra a partir de la actividad castrense fue
una constante durante toda la expansión de la frontera entre los siglos XVIII y XIX (Banzato y Lanteri,
2007) en el que se inserta el caso de Diego Trillo, un ejemplo de crecimiento económico y ejercicio del
poder militar y civil. Fue Sargento Mayor de Milicias y luego alcalde de la Hermandad en los partidos
de la frontera norte de la provincia, alcanzando además un nivel de riqueza que le permitió entrar en el
círculo de la elite regional representada en el Gremio de Hacendados. Con una aguda percepción del
inversor de riesgo, conocimiento del contexto en que se necesitaba afianzar el territorio tomado a las
tribus aborígenes y aprovechando la posibilidad de integrar los negocios ganaderos con el abasto de los
fuertes, a partir de las conexiones que su función militar le proporcionaba, este personaje afianzó su
patrimonio aún después de haber tenido que dejar el cargo en una posición incómoda ya que fue
cuestionado su accionar en la fundación del fortín de Rojas, pero este traspié en el fuero militar no fue
óbice para que se lo eligiera en cargos civiles. El trabajo de Mariana Canedo destaca la participación de
Joseph Ruiz de Arellano, Francisco de Merlo, Francisco de Casco Mendoza y Rafael de Aguiar en la
fundación de oratorios y pueblos en el norte de la provincia de Buenos Aires, como se ha dicho,
llegados de otras partes del virreinato o de España, integrándose por casamiento a familias de la elite y
consolidando esos patrimonios a través del comercio y la producción de mulas.
Otra manifestación del poder de los notables locales, fue su participación en el sostenimiento
del culto religioso, en un proceso que con las especificidades de cada tiempo y lugar, puede verse en la
larga duración.305 Mariana Canedo vincula, para los inicios del siglo XVIII, la construcción de
oratorios, la fundación de pueblos y el reparto de solares por parte de algunos de los que habían logrado
cierta holgura económica y que consolidaban, así, sus relaciones con la corona y la iglesia. El texto se
nutre de las nuevas perspectivas de la historiografía sobre el Antiguo Régimen en el imperio español,
pero al mismo tiempo entabla un diálogo con la antigua historia de los pueblos que debió acentuarse
más en torno al relato histórico de una y otra perspectiva, pero es suficiente para marcar los aportes de
la autora al desprenderse del afán por los orígenes de los pueblos que daba sentido a aquellos viejos
textos, para insertar el proceso en la historia de la conformación del territorio y la trama de relaciones
entre los notables locales y los representantes del poder imperial. Canedo demuestra que los vecinos
más conspicuos atendían a consolidación de sus patrimonios, para asegurarse la continuidad familiar, a
la vez que se preocupaban por el "bien común", en una compleja trama de relaciones que los vinculaba
a la monarquía y a la iglesia.

305
Para un estudio sobre los curas y la política local, en este mismo libro véase el trabajo de María Elena Barral

172
Esta interacción entre la iniciativa de los vecinos de los pueblos y los poderes civiles y
eclesiales recorre todo el período que el libro abarca, ya que, como nos muestra Fernanda Comas, a
mediados del siglo XIX los notables locales se movilizaron en torno a la precaria situación edilicia de
los templos, presentándose ante las autoridades provinciales individualmente y de consuno. Pero,
además, participan activamente en la recaudación de fondos para concretar obras de remodelación o
construcción de edificios dedicados al culto católico.
La historia de la configuración de los poderes locales en la campaña bonaerense durante el siglo
XVIII y el XIX, comienza a perfilarse. En un contexto de frontera bélica, pero con momentos de fuerte
interacción comercial y cultural con el mundo aborigen, cómo fue llegar, afincarse, establecer vínculos,
hacerse notable en el pueblo, formar parte de la elite provincial y transmitir a los herederos todo ese
capital económico y simbólico (Bourdieu, 1997) fue parte de las trayectorias de los que "triunfaron".
Pero estas historias de éxitos familiares o individuales, bien argumentadas como están en esta
compilación, nos muestran también los límites del poder de los conspicuos en las resistencias de los
sectores subalternos, y en los ciclos de vida que casi nunca logran mantener más de dos generaciones la
capacidad de acumular patrimonio y cargos en la incipiente burocracia o relaciones políticas. De modo
que las elites y la notabilidad no son siempre una y la misma, cómo se continúan unas a otras es parte
de lo que nos queda por saber, en estudios de más largo plazo.

173
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