Está en la página 1de 19

1

EL COOPERATIVISMO AGROPECUARIO EN LA ARGENTINA. SITUACION Y

PERSPECTIVAS PARA EL DESARROLLO RURAL.

Juan M. Renold - Mario Lattuada.

(Ciunr-Ced) ( Conicet - Ced)

lattuada@faa.com.ar

Las transformaciones agroalimentarias y las cooperativas agropecuarias en el

desarrollo de pequeños y medianos productores agropecuarios.

Las transformaciones de carácter global que han modificado el contexto de

las relaciones políticas y económicas de fines de siglo, han afectado tanto los

modelos de desarrollo económico de los países, y con ello la organización de la

producción y del trabajo, como los ejes a partir de los cuales se ordena el

funcionamiento de la economía mundial, los espacios y competencias de los estados

nacionales para ejecutar políticas domésticas, los criterios que definen la

competitividad y, en el caso agropecuario, la misma concepción de lo sectorial.

A los cambios de carácter macro mencionados en el reordenamiento del

sistema económico mundial, deben agregarse otros que son específicos del sector

agroalimentario.

El primero a destacar, es una respuesta a una tendencia que se mantiene y

profudiza, más allá de los aumentos coyunturales de precios de los productos

primarios. Nos referimos al detrimento de las relaciones de intercambio entre

productos primarios y elaborados. Proceso al que contribuyen tanto las políticas

proteccionistas de los países desarrollados, como cuestiones más estructurales

relacionados al cambio tecnológico. Los cambios tecnológicos posibilitan la aparición

de nuevos productos que sustituyen el uso y la demanda de materias primas de


2

origen agropecuario; el impacto de la revolución tecnológica en muchos países

demandantes de alimentos hoy posibilitan su autosatisfacción restringiendo la

demanda de productos primarios.

Finalmente debe agregarse la reducida elasticidad de la demanda del rubro

alimentos, quedando como casi única vía de crecimiento sectorial el rubro de los

productos procesados -diferenciados, con mayor valor agregado y destinados a una

población con alto poder adquisitivo y mayores exigencias en calidad, presentación,

etc.-1. Esto requiere una producción primaria que se transforme en industrial, con

altos controles de calidad, y servicio al cliente; competitiva en espacios ampliados y

dispersos, por nichos de mercado rápidamente cambiantes, que requieren

estructuras productivas flexibles, con mayor coordinación e integración vertical, y

capacidad de visión estratégica de sus responsables.

En este segmento se perciben las mayores posibilidades de crecimiento para

el sector, pero para ello se requiere responder en tiempo y forma a estas demandas

específicas. En esta nueva concepción hay un cambio radical, ya no se trata de

producir para luego comercializar, sino ubicar o crear el mercado para luego

producir.

Esto implica un mercado más competitivo, y por lo tanto, ahora importa tener

un acceso particularizado al mismo. En este sentido se compite entre pares por la

apropiación del excedente diferencial generado, y ya no resulta indistinto como

cuando se vuelca una producción no identificada como los commodities.

1
Gómez Oliver, Luis, 1994, La política agrícola en el nuevo estilo de desarrollo latinoamericano,
FAO, Santiago de Chile.
3

Pero en este escenario de una producción agropecuaria industrializada, los

productores que sólo participan de la producción primaria, constituyen el segmento de

la cadena que tiene la menor participación en el valor final del producto2.

Tanto organismos internacionales de financiamiento como analistas

gubernamentales coinciden en las perspectivas para el mediano plazo. Los cambios

estructurales en el sistema agroalimentario mundial durante la última década,

profundizan los efectos de la tendencia histórica al detrimento de los precios

internacionales de los bienes primarios, el desplazamiento de las ventajas

comparativas por ventajas dinámicas reduciendo la importancia económica de los

commodities tradicionales, y la exigencia de un mayor nivel de competitividad

internacional3.

A ello se agregan cambios domésticos no menos significativos en la mayoría

de los países latinoamericanos a partir de la crisis de la deuda externa, plasmados

en un permanente ajuste económico, retracción estatal, mayor presión impositiva,

apertura económica unilateral e integración regional, privatizaciones y

desregulaciones, otorgando una mayor presencia al mercado en la asignación de los

recursos y la distribución de los ingresos4.

2
Cabe mencionar que en la Unión Europea los productos alimentarios llegan al consumidor con un
70% de su valor producidos en la etapa de transformación y distribución, y en EEUU este supera el
90%. Esto es que sólo un peso de cada diez queda en manos del productor. A ello se agrega que la
producción de procesados está concentrada mayoritariamente en unos pocos países -UE 55%-, y
dentro de ellos en unas pocas grandes firmas internacionales. Cf. Brookins, Carol, 1995, “Tendencias
y cambios estructurales en la agricultura mundial”, en Estefanell, Gonzalo A. (editor), El marco
internacional para la política comercial agropecuaria argentina, IICA., SAGyP., Bs. As., pp.3-27.
3
Véase Fondo Monetario Internacional, Informe Anual 1994, pp.30; y el análisis de los valores
publicados por el Banco Mundial realizado por Gerardo Gargiulo, Lineamientos para la formulación de
políticas para la competitividad. Secretaría de Programación Económica, SAGPyA, IICA, Bs.As., 1993,
Documento de trabajo Núm. CAA/12, pp. 19.
4
Véase: AAVV., 1988, Ajuste Macroeconómico y sector agropecuario en América Latina, Bs.As.,
IICA. Barsky, O. , 1992, "Políticas agrícolas y reformas institucionales en la Argentina en el contexto del
'ajuste'". Ruralia, nº:3, julio, pág.:7-34. Obschatko, E., 1994, Efectos de la desregulación sobre la
competitividad de la producción argentina. Bs.As., Fundación Arcor - Grupo Editor Latinoamericano,
Premio Fulvio Salvador Pagani 1993, pág. 11-111.
4

También la drástica disminución del rol de intervención y regulación estatal,

ha dejado librado al mercado muchas de las decisiones y mecanismos que antes le

correspondían, reservándose sólo un rol subsidiario, promotor de negocios privados,

y de asistencialismo hacia quienes quedan fuera del modelo.

En este contexto, la eficiencia microeconómica, la escala de producción, el

nivel tecnológico, la diversificación e incorporación de rubros intensivos, y la

integración agroindustrial, son considerados factores determinantes de la

supervivencia de las explotaciones agropecuarias.

Estrategias basadas en estos aspectos requieren, entre otras cosas, montos

de inversión de capital y períodos de maduración de los proyectos de reconversión y

capacitación, al que sólo pueden acceder explotaciones con un considerable nivel

de excedentes económicos, sin endeudamiento crítico, con solvencia para obtener

nuevo financiamiento, y con capacidad empresarial acumulada. Resulta a todas

luces evidente, que las explotaciones con menor control de recursos productivos y

financieros se encuentran con serias dificultades para acceder a estas condiciones

de viabilidad5.

La reconversión de los pequeños productores agropecuarios en el marco de

globalización, apertura económica y retracción estatal, indican la existencia de

requisitos que van más allá del esfuerzo y la capacidad individual para adoptar

reformas en el nivel microeconómico. Su desarrollo en las condiciones de un

mercado globalizado, que tiende a una agricultura industrializada, subordinada y

concentrada, tiene pocas posibilidades de ser exitoso si no es a partir de

organizaciones económicas que puedan ser competitivas en ese escenario. En este

sentido, las cooperativas se constituyen probablemente en una de las pocas

opciones para conservar o aumentar su participación en el ingreso sectorial.


5
Como lo demuestra para el caso argentino Edith S. de Obschatko, 1994, op. cit. pp.81-85.
5

Por lo tanto, las iniciativas que impulsan y refuerzan la capacidad de

organización de los mismos, se presentan como una de las pocas opciones para

fortalecer a los sectores más vulnerables del mercado e intentar evitar su exclusión

económica y social.

El cooperativismo agropecuario en la Argentina.

El cooperativismo agropecuario ha ejercido un rol destacado desde el punto

de vista económico y social de muchos países y, en particular, en el sector de los

pequeños y medianos productores agropecuarios de la Argentina desde comienzos

de siglo hasta el presente.

No obstante, determinar objetivamente su importancia social y económica, y

su dispersión geográfica, no resulta una tarea sencilla.

El crecimiento del movimiento cooperativo en el sector agropecuario ha sido

un hecho destacado de la historia argentina del último siglo. Hacia fines del siglo

pasado surgen las primeras cooperativas de esta índole, primero asociadas al

seguro agrario y a la provisión de insumos, y poco después a la comercialización de

la producción.

En 1937 ya se registran 278 cooperativas con alrededor de 42.128 asociados, los

que representaban el 17,65% del total de los productores agropecuarios registrados

para entonces6.

De ellas el 50% eran caracterizadas como agrícolas ganaderas,

preponderantemente pampeanas, y el resto constituído por cooperativas tamberas

en segundo orden de importancia seguido por las dedicadas a las distintas

producciones regionales.

6
Cf. Comisión Nacional de Granos y Elevadores, Op. cit. 1938.
6

La situación para 1994, último registro confiable disponible, ha variado

sensiblemente en cuanto al número de cooperativas y asociados, pero muy poco

respecto de la composición del cooperativismo agropecuario por producto o región.

El número de cooperativas se ha triplicado en algo más de medio siglo,

mientras que los asociados han crecido en menor proporción ya que sólo se han

duplicado en el mismo lapso de tiempo.

En cuanto a la composición interna por tipo de producto, la evolución de las

cooperativas no marca un cambio significativo entre 1937 y 1984. Las más

numerosas continúan siendo las agrícolas ganaderas, aunque seguramente más

agrícolas que antes, representando alrededor de la mitad del total, continuando en

importancia por su número las tamberas con un tercio del total, las vitivinícolas y

frutícolas que se han mantenido en el orden del 10%, y las algodoneras que han

disminuido su número entre el total de las cooperativas registradas del 7% a casi el

3% del total

El Censo Nacional Agropecuario de 1988 revelaba que los responsables de

93.000 explotaciones agropecuarias, en su mayoría propietarios (78%) de pequeñas

y medianas parcelas basados en el trabajo familiar, estaban asociados a

cooperativas. Estas representaban el 25% de las aproximadamente 378.000

explotaciones censadas, ocupaban un tercio de la superficie implantada en el país, y

daban trabajo en el campo a 238.000 personas7.

El 54% de los productores asociados tiene menos de 100 has., mientras que

el 90% tiene menos de 500 has. A ello se agrega que el 70% de la mano de obra

permanente en estas explotaciones se integra con el productor y su grupo familiar.

De acuerdo a las cifras del CNA88, las explotaciones cuyos titulares eran socios de

7
Coninagro, Indicadores Agropecuarios, n°:26 enero 1994, y n°:57 agosto/setiembre 1996.
7

cooperativas generaban 238.000 puestos de trabajo permanente, de los cuales

165.000 correspondían a los mismos productores y familiares, y 72.000 eran

asalariados permanentes.

La información disponible comprueba que el movimiento cooperativo esta

integrado fundamentalmente por pequeños y medianos productores de

explotaciones familiares, radicados en las provincias pampeanas.

De acuerdo al Censo Nacional Económico de 1994, se registraron 813

cooperativas, de los cuales 342 son cooperativas agroindustriales de transformación

y 471 cooperativas de comercialización, que representaban el 13% del comercio

agropecuario nacional total y el 3,2% del valor agregado bruto de la industria de

manufacturas de base agropecuaria, daban empleo a 24.345 personas, y

generaban un valor agregado bruto que supera los 558 millones de dólares anuales.

Ahora bien, si en términos absolutos las cifras mencionadas pueden ser

relevantes en cuanto a su magnitud, cabe preguntarse qué significado tienen en

función del complejo de la agroindustria argentina.

Las cooperativas de comercialización, aportaban el 13% del valor agregado

nacional de esta actividad, ocupaban el 15% del empleo, y se hacían cargo del 18%

de las remuneraciones pagadas.

Las cooperativas de transformación representaban en el conjunto de las

actividades de elaboración de productos alimenticios y bebidas, el 1,4% de los

establecimientos, el 5,3% de los trabajadores, el 6,7% de los salarios pagados y el

5,7% del valor agregado bruto.

Esta participación resultaba menor aún si se incluían las actividades que

completan el cuadro de la industria manufacturera de base agropecuaria. En ese


8

caso, las cooperativas significaban sólo el 0,8% de los establecimientos, el 3,4% de

los trabajadores, el 4% de los salarios, y el 3,2% del valor agregado bruto.

El valor agregado por persona empleada es algo mayor en las cooperativas

que en el promedio de la industria de alimentos y bebidas, y en cambio resulta un

poco más baja si se toma al promedio del conjunto de la industria manufacturera de

base agropecuaria.

Las cooperativas también tienen a su cargo una porción importante de las

exportaciones de productos agropecuarios de la Argentina 8. Durante el quinquenio

1992-1996, las cooperativas han exportado por un promedio de 520 millones de

dólares anuales a mercados diversificados, destinando un tercio del total al

Mercosur, especialmente Brasil, y los dos tercios restantes a numerosos países

externos al mencionado bloque comercial.

Las exportaciones durante 1996 alcanzaron casi los 690 millones de dólares,

lo cual significó un aumento en casi todas las ramas, con un promedio del 20% en

relación a los valores del año inmediato anterior, y de un 36% respecto a las cifras

de 1992. Esta expansión se ha dado en el marco de un fuerte incremento de las

exportaciones totales primarias y manufacturas de origen agropecuario argentinas,

que entre 1992-1996 aumentaron casi un 70% , pasando de 7.773 a 13.150 millones

de dólares.

No obstante, debe tenerse en cuenta que el crecimiento evidenciado en

términos absolutos encubre un retroceso de su participación relativa en el conjunto

de las exportaciones agropecuarias y de manufacturas de origen agropecuario. En

1996 su aporte cayó al 5,2% del total de las exportaciones primarias y de

8
Coninagro, Indicadores Agropecuarios, Abril 1997, Mayo 1997.
9

manufacturas de origen agropecuario, desde el nivel del 6,5% alcanzado en el año

1992.

Las exportaciones cooperativas para el quinquenio 1992/96 se han

compuesto mayoritariamente de granos, siguiéndoles en orden de importancia los

lácteos y el tabaco, los productos frutales y hortícolas, el algodón y, en menor

medida, lana, té y yerba, y finalmente vino.

En los últimos 20 años se produjo una significativa declinación de la

importancia relativa y absoluta del cooperativismo agropecuario en los negocios

agropecuarios, a pesar de cierta disparidad en algunos rubros o actividades

específicas.

Por otra parte, también se ha evidenciado una reducción del número de

asociados y del número de cooperativas. Si bien la disminución de agricultores

cooperativistas puede significar un retroceso para el movimiento, la disminución del

número de instituciones no debe necesariamente interpretarse en el mismo sentido.

En muchos países europeos ha sido equi valente a un proceso de concentración en

un número reducido de cooperativas que ha posibilitado un avance significativo en el

control del mercado frente a empresas de capital privado competidoras9.

Este no es el caso Argentino, por el contrario entre 1985 y 1995 las

cooperativas redujeron su participación en el volumen de almacenaje de granos del

26,9% al 20,4%; en las exportaciones entre 1980 y 1996 del 17,1% del total al 5,7%,

y del 2,05% a sólo el 1,28% del total de las cabezas de ganado faenadas.

Organización y transformación institucional de las cooperativas.

9
Las cooperativas agrarias de la Unión Europea han reducido su número en un tercio en el plazo de
tres décadas (1950-1990), pero en el mismo lapso duplicaron el volumen de sus negocios, que
crecieron más que el sector agrario, y que les posibilitó a comienzos de los 90 operar el 50% de los
suministros y el 60% de la comercialización y transformación de los productos agrario, (Brea Tejeiro,
José y Monzón Campos, José Luis, 1990, op cit., pp.170).
10

Así como el cooperativismo agropecuario se ha ido transformando en sus

aspectos cuantitativos y económicos durante el último siglo, también lo ha hecho en

los aspectos ideológicos e institucionales.

Las cooperativas agropecuarias, como toda organización social, surgen en

determinado momento de la historia en el que determinadas condiciones

estructurales e ideológicas se articulan o maduran para la generación de una

organización social con determinadas características que la identifican y diferencian

de otras existentes. Las transformaciones de las condiciones originales, de los

factores que las constituyen, y las derivadas de su propia presencia y acción, van

generando tensiones entre los principios doctrinarios y las prácticas cotidianas hasta

un punto que desemboca en cambios sustanciales de las organizaciones

primigenias.

Resulta obvio señalar que de acuerdo a la profundidad de los cambios

institucionales que se operen, pueden transformarse sustancialmente los objetivos

originales de las mismas. En este sentido, para el caso de las cooperativas, se pone

en juego las posibilidades de continuar siendo un instrumento para el desarrollo de

los pequeños y medianos productores rurales.

En trabajos anteriores10 hemos especificados tipos morfológicos de

organización institucional cooperativa, y distintos discursos asociados a cada uno de

ellos. Así señalábamos la existencia de los siguientes:

Organización Institucional Consecuente (OIC): en ella las fricciones entre las

prácticas institucionales y los valores y principios que le dieron origen y orientan su


10
Es imposible reproducir aquí con detalle las complejidades morfológicas y los discursos analizados,
por este motivo se realiza un extracto referido a sus características más generales, y remitimos al
lector a los artículos originales: Lattuada, Mario y Renold, Juan Mauricio, “Procesos de pertenencia y
participación en el cooperativismo agropecuario: modelos y prácticas”, en Papeles de Trabajo, n°:6,
1997, CICEyAS, Universidad Nacional de Rosario; y “Morfologia institucional y discurso en el
cooperativismo agropecuario”, Estudios Sociales, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, (en
prensa). Este último trabajo integra una versión corregida de la ponencia presentada en las II
Jornadas de Antropología del Mercosur, Piriápolis, Uruguay, 1997.
11

accionar se encuentran reducidos a su mínima expresión. Los individuos se

organizan tanto por fines u objetivos racionalmente evaluados -lograr mejores

condiciones en la comercialización de sus insumos y productos para mejorar su nivel

de vida-, como por una una racionalidad basada en valores, en este caso los

aportados por los principios cooperativos basados en la autoayuda, equidad,

solidaridad, honestidad, transparecia, responsabilidad y vocación social. En las OIC

los primeros se encontraban claramente subordinados a los segundos.

El contenido priorizado en el discurso de la OIC está centrado en una

organización basada en los valores de la doctrina clásica. Los fines, como el logro

de mejores condiciones económicas en la comercialización y el ingreso, así como

los servicios a los asociados se encuentran referidos en el discurso pero guardan

una relación complementaria -subordinada- a los valores cooperativos.

Organización Institucional Paradojal (OIP): en ella, la uniformidad ideológica -

representacional de los actores que le dieron origen se ha perdido en una

heterogeneidad de actores e intereses con sus respectivos objetivos, prácticas y

concepciones respecto de la cooperativa y las normas que la rigen. En las OIP la

primitiva uniformidad representacional es suplantada por una estructura

representacional que trata de “resolver” a través de un proceso burocrático la

situación -contradictoria y paradojal- de sostener en la organización cooperativa, en

términos de Max Weber, acciones racionales con arreglo a fines -la constitución de

una empresa cooperativa donde cuenta el rendimiento económico- y

simultáneamente acciones racionales con arreglo a valores -doctrina cooperativista-.

El discurso paradojal se manifiesta en la presencia simultánea de dos tipos de

relaciones respecto de los contenidos: simétricas y complementarias 11. Las

Cf. Bateson, Gregory, Naven, ediciones Júcar, 1990, Madrid, pp. 198-200; Watzlawick, Paul et al.,
11

Teoría de la Comunicación Humana, 1987, Barcelona, Editorial Herder, pp. 68-71.


12

relaciones de carácter simétrico, se manifiesta en la priorización discursiva de la

obtención de fines económicos referidos a los criterios de la función cooperativa

como negocio agropecuario y, simultáneamente, en la priorización discursiva de los

valores tradicionales del cooperativismo. En ambos casos coincidiendo en afirmar la

contribución al logro del objetivo cooperativo en forma simultánea; es decir,

conformando lo que se denomina una interacción simétrica. También se expresa un

discurso que implica relaciones de carácter complementario ya que en las

actividades cotidianas de las cooperativas el conjunto actoral de

consejeros/asociados manifiesta una subordinación al conjunto gerencial

/administrativo. La relación paradojal al interior de la institución, en estos términos se

expresa precisamente en la coexistencia en un mismo contexto, de estos dos

conjuntos de relaciones: simétricas y complementarias.

Organización Institucional en Mutación (OIM): Los requerimientos de

competitividad de mercado del nuevo escenario exigen prácticas económicas y

compromisos y articulaciones entre los distintos eslabones de la cadena de

agronegocios como un todo, imposible de obtener con el tipo de organización de las

denominadas OIP.

Siguiendo a Moyano12 en este punto, a la hora de interpretar estos problemas

y proponer soluciones, se pueden distinguir con claridad al menos dos discursos y

estrategias organizativas como tipos ideales.

La “mutualista”, que promueve retomar con mayor vehemencia un

acercamiento entre los principios cooperativos y las prácticas institucionales,

enfatizando los principios de solidaridad y ayuda mutua, y la participación

democrática; a partir de estrategias que contemplen con mayor intensidad los

.
12
Véase, Eduardo Moyano, Cooperativismo y Representación de intereses en la agricultura,
IESA/Andalucía-CSIC, Córdoba, España.
13

intereses de los asociados –por ejemplo a través de la distribución líquida de los

beneficios no destinados a las reservas o nuevas inversiones consensuadas-, un

desarrollo institucional acotado ya en su expansión geográfica –local o regional que

posibilite la participación directa de los asociados- y reducida complejidad

burocrática institucional, reflejada en un número reducido y eficiente de personal,

con escasa diferenciación jerárquica interna, e ingresos que no signifiquen una

ruptura con los principios y características socioeconómicas de los asociados.

Por el otro lado, nos encontramos con un tipo de organización “empresarial” o,

más específicamente con una Organización Institucional de Competencia

Económica Dinámica (OICED)13, la que ejemplifica con mayor claridad a las

Organizaciones Institucionales en Mutación de nuestra tipología.

Estas OICED tienden a un modelo macrocooperativo con objetivos de

introducir fórmulas de gestión empresarial en los que prevalecen los criterios de

rentabilidad económica en detrimento de los de solidaridad. En estos casos, se

busca reducir las diferencias entre las cooperativas y las empresas de capital, con el

objetivo de superar las restricciones que le impedirían responder con mayor eficacia

a los desafíos del nuevo contexto competitivo. Esto requiere la adopción de una

mayor envergadura económica y complejidad institucional, así como expandir su

radio de acción a latitudes impensadas para sus asociados, derivadas de las

necesidades de escala y grado de integración de las operaciones a encarar. Implica

también operar con terceros no asociados, constituir empresas de capital privado,

como sociedades anónimas subordinadas para determinadas operaciones, o

alianzas estratégicas con empresas privadas de capital independiente.

13
El término Organización Institucional de Competencia Económica Dinámica adoptado en este
trabajo se inspira en las referencias realizadas a este tipo de organización por Dieter W. Benecke,
Cooperación y Desarrollo, Santiago de Chile, Ediciones Nueva Universidad, Universidad Católica de
Chile, 1973, pp. 188-205.
14

Estas actividades requieren delegar las principales funciones de

administración y control en cuerpos profesionales no asociados. El mayor grado de

compromiso de los asociados, lejos de ser buscado a partir de reforzar los principios

ideológicos, o del sistema de clientela abierta previo, se plantea a través de: una

subordinación explícita y contractual, formas compensatorias diferenciales del capital

invertido, y derechos de decisión ponderados de acuerdo al tipo de decisiones a

adoptar y al grado de aporte o uso realizado.

Las exigencias son de un nivel que requiere el replanteo y transformación de

los principios rectores de la organización. Se necesita un mayor grado de

integración vertical y horizontal que el nivel laxo alcanzado en la etapa anterior. Pero

ahora el control es de la cooperativa, es decir de sus administradores profesionales,

y de la burocracia de los representantes, que se extiende sobre los socios y no

socios para garantizar el compromiso de integración, vía económica, con los

productores.

El discurso de las OICED se expresa mediante relaciones complementarias,

en un sentido inverso al de las OIC. En este discurso, se prioriza en su contenido la

eficiencia económica empresarial de la organización y su competitividad en un

mercado ampliado, subordinando las referencias a aquellos valores cooperativos

que se consideran un obstáculo a la obtención de la misma.

A cada morfología de organización institucional, le corresponde un discurso

congruente, desde el punto de vista de la ponderación de los valores y la ideología

cooperativa o los objetivos económicos empresariales de las mismas. En otras

palabras, las modalidades y aspectos del contenido del discurso cooperativo,

pareciera ser una función de la morfología institucional, y ésta a su vez una


15

respuesta de adaptación organizacional a las transformaciones del contexto en el

que deben desarrollarse, en tanto que organización social como económica..

Pero además, existe un metadiscurso que trasciende la temporalidad de las

distintas morfologías, y que permite conceptualizar como un mismo comportamiento

y forma cooperativa a los diferentes referentes que expresan las transformaciones

morfológicas del cooperativismo en el tiempo, aquellos que en un primer análisis se

expresan como contradictorios.

Este metadiscurso, que no es otra cosa que los principios cooperativos y sus

variaciones a lo largo de los años, cumple una función de representación colectiva,

es decir, constituye un sistema de símbolos que permite dar significado, continuidad

y coherencia, a formas morfológicas diferenciadas que se suceden en el tiempo, o

que existen simultáneamente. En otras palabras, este es un discurso

intertransformacional, que como representación colectiva constituye la

representación ideológica más general que posibilita la relación de las distintas

manifestaciones institucionales, y su conceptualización como una unidad y

continuidad a pesar de los cambios morfológicos. La eficacia de dicha ideología,

consiste, precisamente, en la posibilidad de relacionar esas situaciones

contradictorias y constituirlas en un sistema “relativamente coherente”.

Distintas experiencias internacionales indican que estas tendencias opuestas,

las formas organizativas OIM de tipo mutualista y las OICED de carácter

empresarial, se encuentran actualmente en desarrollo, con diferentes

consecuencias sobre la competitividad de las cooperativas en los negocios

agropecuarios, los principios doctrinarios que le dieron origen, y la relación de la

institución con sus asociados14. La complejidad y actualidad de esta problemática,

Véase la exposición de E.Wilson, de la Plunkett Foundation en: Confederación Cooperativa de la


14

República Argentina - Alianza Cooperativa Internacional, Seminario Internacional Crecimiento


Económico con Desarrollo Social, Buenos Aires, 17 y 18 de junio de 1997, (versión taquigráfica).
16

en pleno debate entre los actores cooperativos, requiere un análisis que exige un

trabajo específico y una extensión que los límites de estas notas no permiten

abordar.

Desafíos y Conclusiones.

Las transformaciones de la economía en general y del sistema

agroalimentario que hemos analizado al comienzo de este trabajo, plantean la

necesidad de revisar las formas tradicionales de organización y estrategias de

acción de los actores sociales y económicos.

La importancia social y económica adquirida por el cooperativismo

agropecuario en nuestro país son condiciones necesarias pero no suficientes para

afrontar estos nuevos desafíos.

Entre 1985 y 1994, sólo tomando el caso de las cooperativas de

industrialización de alimentos y tabaco, su número se redujo en un 20% 15. Sin

contar con cifras consolidadas, se estima que una tendencia similar han seguido las

cooperativas dedicadas a la comercialización, cuya tendencia se ha profundizado en

la primera mitad de la década del 9016.

El número de asociados a las cooperativas también ha disminuído, en parte

por la progresiva urbanización de la población rural y en parte como consecuencia

del proceso de crisis y concentración que ha afectado principalmente a las

explotaciones de menores recursos.

15
A pesar de las diferencias metodológicas entre los Censos Nacionales Económicos de 1984 y
1995, puede establecerse con claridad que las cooperativas de transformación agroindustrial se
redujeron en número de 385 a 306.
16
Entre 1984 y 1996, el número de cooperativas de primer grado que integraban la Federación
Argentina de Cooperativas Agrarias (FACA), se redujo de 200 a 130, algunas en buena situación y
otras en estado crítico, (Ramón Campagno, presidente de FACA, La Capital, 02.06.96). Hoy la
misma FACA se encuentra en una situación financiera muy complicada después de haber intentado
remontar una crisis prácticamente terminal desatada en 1990.
17

Desde la perspectiva económica, también se observó durante ese lapso

temporal una disminución absoluta y relativa del complejo cooperativo en el valor

total de las exportaciones primarias y de manufacturas de origen agropecuario. En

cuanto a su contribución a la agroindustria nacional, resulta evidente su importancia

en algunos rubros específicos, así como su escaso significado en el conjunto. Tanto

su participación en el comercio exterior como en la transformación de productos de

origen agropecuario, existen enormes desafíos y posibilidades para aumentar su

participación en los rubros en que ya tiene presencia, para diversificar y extender

sus negocios a numerosas ramas de actividad vinculadas, y para construir alianzas

estratégicas para aumentar el volumen y extensión de sus negocios.

En este contexto, el cooperativismo agropecuario, se encuentra en un

proceso de crisis, entendido como proceso de cambio y transformación, que

involucra estructuras y principios.

Su problemática no es doméstica, se inscribe en un escenario de

transformaciones similares a nivel mundial, donde situaciones similares son

enfrentadas a partir de diversas estrategias: desde las experiencias de

reorganización cooperativa en los EEUU., - New Generation Cooperatives-, y en los

países de la Unión Europea; hasta la revisión y discusión de la doctrina realizada

por la Alianza Cooperativa Internacional durante 1995 en Manchester.

En la Argentina, no obstante la dimensión económica y el desarrollo

institucional logrado, el cooperativismo agropecuario presenta en la actualidad

situaciones heterogéneas, algunas exitosas17 y otras en crisis terminal, pero todas

enfrentan una serie de problemas comunes. Algunos de ellos generados o

agudizados por las condiciones del nuevo contexto socioeconómico y, otros,

17
Por ejemplo el crecimiento económico y diversificación de la Asociación de Cooperativas Argentinas
(ACA) o Agricultores Federados Argentinos (AFA) durante la presente década.
18

relacionados a la disfuncionalidad entre las prácticas cooperativas reales, la

doctrina, y las transformaciones del escenario económico y social en donde deben

desarrollar su actividad.

Entre los primeros se cuenta la crisis de un segmento de pequeños y

medianos productores que constituyen la base de sus asociados 18, la debilidad

económica y financiera de muchas instituciones de primer grado 19, y los procesos de

concentración y competencia globalizada en la comercialización y transformación

agropecuaria.

Entre los segundos deben computarse la pérdida de la identificación de los

asociados con la institución cooperativa, el extendido fenómeno de free rider20, y los

procesos de alteridad burocrática21, tanto en la relación asociados-institución como

cooperativa de primer grado-cooperativa de segundo grado, que socavan

progresivamente la fortaleza institucional.

Las consecuencias de este proceso se manifiestan en la disminución del

número de productores asociados y de instituciones cooperativas, la baja presencia

en numerosas provincias, precisamente en aquéllas con mayores problemas de

inserción económica y niveles de éxodo rural, el surgimiento de formas de

asociación competitivas, el debilitamiento de su estructura económica y social, el

atraso en tecnologías de productos y de gestión, la imposibilidad de mejorar costos


18
En la zona pampeana, donde se asienta el mayor número de productores cooperativistas, de
acuerdo al relevamiento realizado por una encuesta de la consultora Manuel Mora y Araujo y
Asociados, entre 1992 y 1997 se habría producido una disminución del número de explotaciones
agropecuarias del 31%, pasando su número de 170 mil a 117 mil. Este fenómeno sería aún más
profundo en la principal provincia cooperativista, Santa Fe, en cuya zona sur el número de
explotaciones se habría reducido a la mitad en el mismo lapso, de 28.000 existentes en 1992 sólo
habrían quedado 14.000 en 1997; (citado por Coninagro, Indicadores Agropecuarios, noviembre de
1997, pp.5-7.
19
Coninagro estimaba para fines de 1996 que la deuda de los productores con sus cooperativas
primarias ascendía a 400 millones de dólares, (Cf. Indicadores Agropecuarios, Setiembre de 1997,
ppo.23). Debe destacarse que precisamente la falta de liquidéz ha generado la quiebra y fusiones de
cooperativas cuando en Argentina se produjo la astringencia financiera a partir del denominado
“Efecto Tequila” de 1994.
20
Olson, Mancur, 1965, The logic of collective action, Harvard University Press, Cambridge, Mass.
21
Lattuada, Mario y Renold , Juan Mauricio, 1998, op. cit.
19

por falta de escala, la quiebra de muchas de ellas en las localidades de origen, la

pasiva o inexistente participación de los productores en una empresa en la que se

identifican como clientes y no como propietarios, la ausencia de una generación

joven de reemplazo en la conducción de las mismas, etc.

Estos problemas, recién a mediados de la presente década han tomado

status de cuestión socialmente problematizada, y en consecuencia, algunos actores

han comenzado a plantearse el problema de su reorganización 22. Son prueba de ello

tanto los diferentes proyectos de ley que actualmente se encuentran en el Congreso

Nacional para discutir un marco normativo que posibilite a las cooperativas adoptar

nuevas formas de organización y estrategias de acción, como la preocupación e

incertidumbre expresada por la dirigencia del cooperativismo agropecuario. Todos

saben que es necesario hacer algo, que se requiere cambiar, pero existe una gran

incertidumbre sobre el qué y el cómo hacerlo.

El desarrollo de investigaciones que articulen sólidas teorías con un fuerte

sustento empírico en las experiencias nacionales e internacionales sobre la

reingeniería institucional del cooperativismo agropecuario se presenta como una

tarea ineludible en el corto plazo. Ello contribuirá a diseñar las estrategias de acción

que involucren no sólo el desarrollo de esta particular forma de organización social y

económica sino, también, las condiciones de permanencia y crecimiento de la

mayoría de los pequeños y medianos productores en un futuro mediato.

22
Las iniciativas y proyectos de Coninagro con la FAO, de la Federación Argentina de Cooperativas
Agrarias con el Instituto Nacional de Acción Cooperativa y Mutualidades y el Instituto Provincial de
Acción Cooperativa de Buenos Aires, y de la Federación Agraria Argentina con el Banco
Interamericano de Desarrollo, en la segunda mitad de los noventa, están orientadas en mayor o
menor medida a una reestructuración de las cooperativas agropecuarias con el objetivo de hacerlas
competitivas y otorgar viabilidad a los pequeños y medianos productores en el nuevo escenario
económico-social.

También podría gustarte