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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA

FACULTAD DE HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE HISTORIA

Tesina de Licenciatura en Historia

Relaciones interétnicas en pampa durante el siglo XVII:


dispositivos de dominación colonial y formas de resistencia indígena.

Alumna: Florencia Carlón (mat. 12051/01)


Profesor guía: Dr. José A. Mateo

-Mar del Plata, marzo de 2007.-


Índice:

Palabras preliminares…………………………………………………………......3
Introducción………..…………………………………………………….………..4
Fuentes y metodología……………………….………………………..…………10

CAPÍTULO I: Contexto histórico - espacial


Formas de vida en autonomía: Las sociedades indígenas pampeanas antes de
la conquista…………………………………………………..............................11
Primeros contactos interétnicos: Las expediciones al Río de la Plata en el siglo
XVI)…………………………………………………………………..……………15

CAPÍTULO II: La constitución de un sistema social interétnico


La segunda fundación de Buenos Aires y la consolidación de los vínculos inter
étnicos en la región…………………………………………….………...............21
La política colonial respecto el “indio”: dispositivos de dominación……........22
a) Malocas.…………………………………………………………………........23
b) Reducciones…………………………………………………………………...24
c) Relocalizaciones...……………………………..………………….………….32
La respuesta de las sociedades originarias: formas de resistencia indígena…...39

CAPÍTULO III: Relaciones interétnicas en la frontera sur pampeana


El contacto interétnico como disparador de los procesos de cambio en las
sociedades indígenas con territorialidad al sur del río salado………….………45
La intensificación de los vínculos interétnicos a fines del siglo XVII…….…...48
La presencia indígena en la campaña y las propuestas de la sociedad colonial:
¿incorporar, castigar, negociar? …………………………………………….…...53

Consideraciones finales……………………………………………………… ...64


Fuentes………..………….………………………………………………............68
Bibliografía:…………………………….…………………………………...........71
Anexo documental….…………………………………………………………… 78

2
Palabras preliminares

El trabajo de investigación aquí propuesto es el resultado de un largo proceso


formativo donde intervinieron teórica, económica y moralmente personas e
instituciones. Es por ello que agradezco a la Universidad Nacional de Mar del Plata
junto a su Secretaría de Investigación, quienes –mediante el otorgamiento de una beca
de investigación durante el año 2005-2006 hicieron posible que iniciara el trabajo aquí
propuesto. A su vez, como la labor de toda investigación –por pequeña que sea-
requiere de un exhaustivo relevamiento documental, agradezco al Archivo General de
la Nación, así como también al Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, y a las
personas que desde su lugar de trabajo en dichos ámbitos me facilitaron el acceso a
una gran cantidad de documentos en las intensivas visitas realizadas durante el año
2005. No obstante, este trabajo de indagación no hubiera sido realizado sin el
incentivo del profesor José Mateo, quien además de guiarme en la beca y la tesina,
supo despertar mi interés en las fuentes coloniales y, junto a ellas, en la investigación.
Estoy enormemente agradecida a su vez, con la profesora Diana Mazzanti, quien
además de brindar su confianza en la codirección de la beca -aún sin conocerme-, me
permitió acceder al “mundo indígena pampeano”, a través de los aportes de trabajos
arqueológicos, sin los cuales hoy considero imposible comprender la historia de las
sociedades de frontera. A Analía Correa por su ayuda incondicional y a mis
compañeros de grupo de investigación –principalmente Fede y Marilina- quienes
fueron una ayuda permanente durante este proceso. A mis amigas y compañeras de
estudio durante la carrera (Mari, Lur y Viqui), por las horas compartidas. Agradezco
también la ayuda brindada por Agustín y Silvana, con quienes a través de
innumerables charlas, intercambio de lecturas y opiniones pude permitirme dudar,
reformular o consolidar lo que estaba elaborando. Agradezco a mis padres (Tatela y
Hector) por brindarme su apoyo con lo que quise estudiar y a mis hermanas (Coquito,
Marti, Mery y Sofi) por bancarme en este último mes de correcciones. Finalmente,
quiero agradecerle a Guillermo, por acompañarme siempre, en éste y todos los
aspectos de mi vida.

3
Introducción:

El problema de las “relaciones interétnicas” entre “blancos” e “indios”1 en regiones


de frontera se remonta al inicio del período colonial, cuando la conquista y
colonización del espacio demarcaron las áreas de control territorial de las sociedades
originarias y colonizadora. En el espacio pampeano el avance de la sociedad colonial
sobre el territorio –que hasta entrado el siglo XIX estuvo prácticamente bajo control
indígena- se produjo de forma discontinua y compleja. Este proceso estuvo signado
por el despliegue de diversos dispositivos de dominación (Boccara, 1996) orientados a
lograr la sujeción de las poblaciones originarias y su territorio, así como también, por
el desarrollo de profundas transformaciones en el seno de las mismas que, lejos de
mantenerse “pasivas” ante los procesos mencionados, supieron desplegar diversas
estrategias de resistencia ante la “pretendida” dominación (colonial primero y estatal
posteriormente). Inicialmente, la historiografía tradicional redujo la problemática
fronteriza del espacio pampeano y regiones adyacentes como norpatagonia y zonas
cordilleranas a la llamada “guerra de fronteras”. Esta perspectiva concibió al indio
como enemigo, recurriendo a denominaciones peyorativas tales como “salvajes” o
“incivilizados”. A su vez, centró su atención en la justificación de la conquista del
territorio y el etnocidio de las sociedades que lo habitaron originariamente (Lastra,
1977 Biedma, 1975). Una nueva interpretación de la frontera surge con la historia
económica y social. Esta vez, restringiendo el análisis a la ocupación del territorio,
como si fuera un espacio vacío2. De esta manera -aunque sin caer en la justificación
de la guerra al indio-, se ignoró la existencia de dichas sociedades (Gallo y Cortés
Conde, 1968 Halperin Donghi, 1963). Por último, investigaciones surgidas en las
últimas décadas, comenzaron a abordar la problemática fronteriza
interdisciplinariamente. Desde la historia, la antropología y la arqueología, se vienen
aportando innumerables evidencias sobre las complejas relaciones que vincularon a
ambas sociedades. Así, se logró superar la imagen de un mundo indígena aislado de

1
Los conceptos "blanco" e "indio" son utilizados desde un enfoque exclusivamente etnográfico, es
decir, para diferenciar a las unidades étnicas analizadas. Consideramos necesaria dicha aclaración
debido a que desde la llamada historia "tradicional" se utilizó peyorativamente el concepto "indio",
asociándolo con lo "salvaje", "incivilizado" y en oposición a la sociedad blanca y cristiana, portadora
de la supuesta "civilización".
2
Turner (1968), en un artículo publicado por primera vez en los Estados Unidos en 1893, describe la
frontera como la franja extrema de una región de bajo poblamiento o colonización que avanza
progresivamente hacia una zona despoblada. Esta definición de frontera es inconsistente, ya que no se
puede concebir una frontera si no hay detrás de ella una base de sustentación, es decir, otra sociedad.

4
la población blanca y apartado por una frontera entendida, según la había definido
Turner (1968), como límite o separación. Estos estudios, pasaron a concebir a la
frontera como un área de múltiples interacciones entre sociedades, donde operaron
procesos económicos, sociales, políticos y culturales específicos. Es desde esta última
perspectiva que planteamos nuestra investigación acerca de las relaciones interétnicas
en el espacio pampeano durante el siglo XVII. Algunos de los temas que han
abordado los trabajos recientes sobre el espacio fronterizo pampeano-patagónico3, se
relacionan con el comercio interétnico (Mandrini, 1992 Palermo, 1989 Ratto, 1998
Correa, 2001), la política de regalos a caciques (Bechis, 2000), los malones (León
Solis, 1986) y los sistemas reduccionales (Néspolo, 1999 Correa y Mateo, 1999 Nofri,
2001). Otros centran sus análisis en las transformaciones que el contacto con el
blanco provocó en las sociedades indígenas. Éstas, están siendo entendidas
actualmente, ya no como procesos de disolución de la identidad india o aculturación,
sino como producto de mecanismos de resistencia y procesos de etnicidad en áreas de
frontera (Boccara, 2001). Así, en el orden económico, diversas indagaciones nos
hablan de una intensa incorporación de las sociedades indígenas a la economía
colonial, a partir de procesos de articulación mercantil y con la estructuración de
circuitos ganaderos a larga distancia (Mandrini, 1993 Mazzanti, 1993b Palermo,
2000). Con respecto a las estructuras de poder, y en directa vinculación con las
transformaciones económicas, los trabajos coinciden en que estamos ante la presencia
de procesos de complejización social, con la consiguiente concentración de poder y
riqueza en manos de líderes o linajes. Las llamadas jefaturas (Correa, 2001) cacicatos
(Mandrini y Ortelli, 2000) o cacicazgos duales (Nacuzi, 1994) emergen en el espacio
pampeano como consecuencia del contacto interétnico y el acceso a bienes exóticos
por parte de algunos grupos4. Dicha reconfiguración política genera, a su vez,

3
Si bien nuestro trabajo se centra específicamente en el ámbito pampeano bonaerense, éste formaba
parte de un espacio mayor de articulación regional que historiadores, antropólogos y arqueólogos han
denominado como “arauco-pampeano”, “pampeano-patagónico” o “pan-araucano” (León Solís, 1986
Mandrini y Ortelli 1995 Bechis, 1989). El conjunto de cambios internos operados en el mundo
indígena como consecuencia de la conquista europea entre los siglos XVI y XIX permitió la integración
de las sociedades que ocupaban dichos espacios, pero que según el registro arqueológico articulaban
desde tiempos pre-hispánicos, cuando ya son evidentes múltiples interacciones (Beron, 1991 Mazzanti,
2000).
4
Uno de los aportes que han brindado los estudios arqueológicos de grupos cazadores- recolectores, ha
sido el demostrar que el sedentarismo, las desigualdades y la complejidad social no están
indisolublemente asociadas a la adopción de la agricultura, sino a variables más generales, tales como
el control de acceso a los recursos, la concentración demográfica o la producción de excedentes (Mena
Larraín, 1989).

5
conflictos entre linajes por el acceso al poder y los recursos (Villar y Jiménez, 1998),
así como alianzas intra-étnicas para hacer frente a la dominación colonial.
Partiendo de una perspectiva de análisis de tipo relacional, ya que la problemática
fronteriza implica relaciones bidireccionales, y no unidireccionales (Levaggi, 2000),
consideramos indispensable conocer y explicar los procesos de articulación interétnica
en la región pampeana, durante el siglo XVII, debido a que los estudios que abordan
esta problemática se han abocado a los siglos XVIII y XIX, quedando un vacío
respecto el inicio del vínculo entre ambas sociedades. Pero fundamentalmente,
consideramos que indagar en las relaciones hispano-indígenas permitirá aportar
nuevos conocimientos sobre el período en esta región, superando visiones simplistas
de la historia colonial e incorporando a las sociedades originarias como sujetos
"activos" en los procesos históricos mencionados. Mediante la indagación en material
de archivo, fuentes éditas y el análisis de la producción histórica y arqueológica más
reciente sobre el tema (ver Fuentes y Metodología), nos propusimos reconstruir las
relaciones interétnicas entre blancos e indios, durante el primer siglo de contacto entre
sociedades. Para ello tuvimos en cuenta, tanto la política colonial indígena, sus
cambios a lo largo del período, como las estrategias desplegadas por las sociedades
originarias para hacer frente a la pretendida dominación. Caracterizamos al siglo
XVII, como un período dual en lo que respecta a las relaciones interétnicas. Mientras
en las cercanías de la recientemente fundada ciudad de Buenos Aires se consolidarán
las relaciones entre hispano-criollos y diversos grupos indígenas, no se establecerán
vínculos permanentes con las sociedades del sur del río Salado hasta fines del siglo.
En lo que respecta a la “política indígena”, consideramos que la sociedad colonial
desplegará durante este período, una serie de dispositivos de poder y dominación
(Boccara, 1996), con el objeto de asegurar el control territorial y poblacional de la
región. Para ello se crearán reducciones, espacios destinados a disciplinar al los
grupos étnicos en las prácticas sociales y económicas propias del conquistador. La
captura de indígenas (malocas) y su consiguiente reparto entre la población blanca
para actividades domésticas, será otro mecanismo implementado por el blanco para
tal fin. Por último, y ante la resistencia ofrecida por los grupos étnicos locales, la
relocalización de indígenas de otras regiones, se presentará como una forma
alternativa de acceso a mano de obra para las actividades productivas de la ciudad y
su entorno rural. En cuanto a los grupos indígenas que permanecieron con cierta
autonomía del sistema de dominación colonial - como el caso de las sociedades del

6
sur del río Salado-, cuando la situación lo hizo necesario se implementaron nuevas
formas de dominación y disciplinamiento indígena. Nos referimos específicamente a
las “entradas de castigo” o “expediciones punitivas” llevadas a cabo en territorio
indígena. En ellas se capturaba, castigaba o eliminaba grupos indígenas, según
representaran un mayor o menor peligro para la sociedad colonial. De esta manera, y
a modo de hipótesis, consideramos que, las relaciones interétnicas en el espacio
pampeano durante el siglo XVII se caracterizaron por la “fricción interétnica”5
(Cardoso de Oliveira, 1992), producto de la situación de dominación-subordinación o
dominación-resistencia generada entre unidades étnicas en contacto. No obstante, el
vínculo establecido entre blancos e indios del sur del río Salado, durante la mayor
parte del período de análisis, puede definirse como de “coexistencia en autonomía”6.
Será a partir de las tres últimas décadas del siglo XVII cuando vislumbramos el
comienzo de un período de mayor conflictividad interétnica, tras la extinción del
ganado cimarrón y el acrecentamiento de la competencia hispano-indígena por el
recurso ganadero.
El trabajo se compone de tres capítulos bien diferenciados. Comenzamos con una
caracterización de las sociedades originarias pampeanas y los procesos que estaban
desarrollándose antes de la irrupción de la conquista europea en la región. A su vez,
indagamos en el inicio de las relaciones interétnicas, remitiéndonos al siglo XVI, dado
que allí se producen las primeras expediciones al Río de la Plata y, por lo tanto, los
primeros contactos entre blancos e indios. En el capítulo II, nos introducimos de lleno
en el siglo XVII, momento en que ubicamos la consolidación de las relaciones
interétnicas al norte del río Salado7. Analizamos los intentos de disciplinamiento
indígena desplegados en el período: malocas, reducciones y relocalizaciones de
parcialidades indígenas. En el caso, de los sistemas reduccionales creados a principios
del siglo XVII en las cercanías de la ciudad, indagamos en la organización

5
El concepto “fricción interétnica” permite hacer inteligible un tipo específico de relación social
caracterizado por el equilibrio inestable. Se trata de un sistema en el cual las relaciones entre unidades
étnicas en contacto se producen en términos de sujeción y dominación.
6
Consideramos que el término “coexistencia en autonomía” es más explicativo en lo que se refiere a la
caracterización de las relaciones interétnicas entre blancos e indios del sur del río salado durante el
período. Términos como “coexistencia pacífica” (Levaggi, 2000), remiten a una situación que no es tal,
ya que la “autonomía”, no necesariamente implicaba “paz”. La fricción es una característica propia de
los sistemas interétnicos, ya que se tratarían de unidades sociales que se disputan un ámbito espacial y
los recursos ecológicos.
7
Si bien hemos esbozado nuestra concepción de la frontera como un espacio permeable y de múltiples
interacciones, el río Salado se constituyó –durante el siglo XVII y parte del XVIII- como demarcación
de dos territorialidades diferentes. Al norte el espacio dominado por la sociedad colonial, al sur, el
indígena.

7
institucional, las actividades productivas y la instrucción en formas de
comportamiento social “cristianas” a los grupos indígenas reducidos. Respecto la
relocalización de parcialidades, analizamos casos con grupos étnicos locales y extra-
regionales. Respecto estos últimos, tomamos el ejemplo más representativo para la
época: el de los quilmes y acalianes. Estos fueron relocalizados en el área pampeana,
a fines del siglo XVII, luego de llevarse a cabo los levantamientos Calchaquíes. Una
vez reubicados en las cercanías de Buenos Aires, constituyeron una reducción
indígena –aunque a diferencia de las restantes reducciones- debieron prestar servicio
de mita de por vida a la ciudad. Identificamos entonces, los resultados la
relocalización como método de disciplinamiento indígena. En este caso, como una
forma de obtención de mano de obra alternativa para la ciudad de Buenos Aires.
Finalmente, en el capítulo III, indagamos en las relaciones interétnicas entre blancos e
indios del sur del río Salado, cuando diversas parcialidades indígenas que se habían
mantenido con cierta autonomía del sistema colonial, acrecientan su presencia en la
frontera. Dicha presencia se hace visible en las parcialidades de “pampas” y
“serranos” –como los llamaron los blancos- que realizan ataques a las estancias,
roban ganado, pero también comercian o acuerdan con la sociedad hispano-criolla. A
su vez, se percibe en las discusiones que en este período llevan a cabo las autoridades
tanto religiosas como civiles, así como los mismos vecinos en el Cabildo de la ciudad,
respecto qué hacer ante la creciente hostilidad de los grupos indígenas “de tierra
adentro”. Este despertar de la frontera sur pampeana se erige como ejemplo de las
transformaciones que la llegada del blanco generó en las sociedades originarias de la
región. En este caso en particular, apoyándonos en tesis como las de Palermo
(1986,1988), o Mandrini (1987, 1991) respecto la importancia de la incorporación del
ganado a la economía indígena8, consideramos que en momentos de escasez
recurrieron al robo en los establecimientos coloniales. A su vez, la presencia indígena
en la frontera permite ver la capacidad de los agentes coloniales para modificar los
mecanismos de dominación cuando la situación lo hizo necesario, aún, en un
contexto de marginalidad como la que tenía el Río de la Plata dentro del imperio

8
No obstante la tesis de Mandrini respecto la conformación de una “sociedad pastoril” en las sierras
del sur pampeano (1987), los “circuitos de intercambio” y la “especialización regional” (1991) se
ubican a mediados del siglo XVIII, la importancia de la incorporación del ganado a la economía
indígena se hace visible, según las fuentes que hemos consultado ya a fines del XVII (ver: cuerpo
documental al final de la tesis).

8
colonial, pero aplicando, en este caso, el saber-poder que la experiencia de casi un
siglo de contacto interétnico les había otorgado.

Fuentes y metodología:

El trabajo fue iniciado en agosto de 2005, como consecuencia de haber obtenido


una beca de investigación de la Universidad Nacional de Mar del Plata, en la
categoría estudiante-avanzado. El proyecto que en aquella ocasión fue presentado,
nos permitió iniciar el proceso de búsqueda de material e información sobre la
temática y el período escogido. El mismo provino, en un primer momento, de la
biblioteca y hemeroteca de la universidad (UMNDP). Posteriormente –y ante la
escasez de información sobre el tema-, recurrimos a la Biblioteca Nacional de Buenos
Aires, y a la del Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”, ambas ubicadas en
Capital Federal. Una segunda etapa implicó la búsqueda y selección de fuentes de
información primaria. Estas supusieron dos tipos bien diferenciados: las de origen
inédito, rastreadas en sucesivas visitas al Archivo General de la Nación (AGN) y
aquellas ya editadas, como el caso de las copias de los manuscritos del Archivo
General de Indias (AGI), ubicadas en el Museo Etnográfico (ME) “Juan Bautista
Ambrosetti” y la Biblioteca Nacional (BN), donde se encuentra ubicada la colección
Gaspar García Viñas, compuesta por 5.133 manuscritos del Archivo General de
Indias, entre los años 1492-1658.

El registro de información cualitativa, a partir de la lectura crítica del material de


archivo, nos permitió explorar y analizar el período histórico en cuestión. Respecto el
material édito, seleccionamos específicamente aquellos documentos que
consideramos relevantes para la investigación. Este tipo de fuentes lo constituyen
diarios de viajes y expediciones en la región, correspondencia entre funcionarios
administrativos y religiosos, informes de visitadores a las reducciones de indios, así
como los acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires. El cruce de
información proveniente de diversas fuentes, fue permitiéndonos reconstruir los
vínculos interétnicos generados en el espacio pampeano, así como los cambios
suscitados en dichas relaciones a lo largo del siglo XVII. La ausencia de información
documental respecto las relaciones hispano-indígenas durante períodos de tiempo
prolongados fueron algunas de las limitaciones que debimos afrontar. La lectura de

9
material bibliográfico actualizado, tanto histórico como arqueológico, así como la
concurrencia a congresos y seminarios específicos del tema, nos permitió acceder a las
investigaciones y problemáticas más recientes en lo que respecta a las relaciones
interétnicas pampeanas.

Esta investigación se ha desarrollado con los aportes e investigaciones de otras


disciplinas como la antropología o la arqueología -aunque sin perder la perspectiva
histórica-. Esto debido a que consideramos al diálogo interdisciplinario, una
condición indispensable en las Ciencias Sociales, pero fundamentalmente porque el
estudio de las relaciones interétnicas requiere conocer a la sociedad blanca tanto
como a la indígena, a la cual accedemos por documentos escritos por “otros” –en este
caso el europeo-, así como por los registros materiales que fueron dejados por estas
sociedades. En este sentido es que los trabajos arqueológicos de la región pampeana
se erigen como fundamentales para reconstruir la historia de las relaciones
interétnicas en la región.

10
CAPÍTULO I: Contexto histórico-espacial:

Formas de vida en autonomía: Las sociedades indígenas pampeanas


antes de la conquista

Según datos arqueológicos, el espacio geográfico conocido como pampa o las


pampas9 fue habitado por el hombre hace por lo menos 11.000 años10. El trabajo
arqueológico regional nos permite corroborar que las sociedades que vivieron en esta
región tuvieron una larga historia no escrita que excede los pocos cientos de años
durante los cuales los europeos dejaron relatos sobre ellos. Durante muchos miles de
años, los grupos indígenas locales mantuvieron un modo de vida cazador-recolector11.
Se trataban de sociedades igualitarias, sin jerarquías marcadas, con un alto grado de
solidaridad y donde el poder político recaía sobre un líder, cuya autoridad era más
consensuada que impuesta. La economía de estos grupos se basó en la caza, la
recolección de productos vegetales silvestres y eventualmente la pesca tanto marina
como continental. Algunos cazadores-recolectores practicaron la horticultura a
pequeña escala, pero como un complemento de la subsistencia. El trabajo se organizó
por sexo y por edad. Mujeres, hombres y niños se ocupaban de las tareas ligadas a la
subsistencia y los alimentos fueron compartidos por todos los miembros del grupo.
Por otra parte, la forma de vida cazadora-recolectora hacía a estos grupos muy
móviles, es decir, se trasladaban frecuentemente hacia diferentes ambientes como las
costas, llanuras y sierras. Pero la movilidad territorial, lejos de presentarse como un
condicionamiento para estas sociedades, fue una de las estrategias centrales en estos
9
Si nos remitimos a una definición geográfica, las dilatadas llanuras que se extienden entre el mar y el
pie de monte de las Sierras Centrales y de la precordillera mendocina, entre los 31º y 40º de latitud sur,
se conocen con el nombre de Pampa o las Pampas. La fecha 10.000 años A.P. (antes del presente) se
considera como el límite convencional entre el Pleistoceno y el Holoceno. A fines del Pleistoceno
(12.000 -10.000 años A.P.) en la región pampeana primaban condiciones climáticas frías en ambientes
semiáridos a áridos. Desde los inicios del Holoceno se registra un incremento de los niveles de
temperatura y humedad que culminaron el Holoceno tardío (ca. 1.000 años A.P.), con el
establecimiento de las condiciones actuales. Estas condiciones se definen como subtropicales húmedas
hacia el Este y más secas hacia el Oeste o templadas y húmedas (Politis y Madrid, 2001).
10
Información proveniente de investigaciones arqueológicas actuales, indicarían la existencia de 10
sitios arqueológicos de ocupación temprana, de los cuales 8 se localizan en el extremo sudoriental del
sistema de Tandilia: Cerro La China 1,2 y 3 y Cerro el Sobrero (Flehgenheimer 1980, 1994); Cueva
Tixi, Alero Los Pinos, Cueva Burucuyá y Cueva La Brava (Mazzanti 1993 b, 1999) y 2 en el área
interserrana y a cielo abierto: Arroyo Seco 2 en la margen derecha de uno de los brazos de los Tres
Arroyos (Politis, 1984 Salemme 1993); y Paso Otero 5 en el curso medio del río Quequén Grande
(Martínez, 1994).
11
Dentro de esta categoría se incluyen sociedades que, a pesar de presentar cierta variación y de ocupar
regiones del mundo muy diversas, tienen un modo de vida similar, caracterizado por estar organizadas
en pequeñas unidades domesticas emparentadas, conocidas como bandas autónomas compuestas por
unas pocas decenas de individuos.

11
grupos porque favoreció la exploración racional de la naturaleza y les permitió
ampliar los contactos sociales con otros grupos humanos, a veces, muy distantes12.

MAPA N°1:

SITIOS ARQUEOLÓGICOS PAMPEANOS DE OCUPACIÓN TEMPRANA

Fuente: Politis y Madrid (2001).

Durante los últimos milenios antes de la llegada de los europeos, (período conocido
como Holoceno tardío), se percibe una gran diversidad y expansión de las formas de
vida en el espacio pampeano. En este momento, y según Politis (2000), las evidencias
arqueológicas se encuentran en casi todos los ambientes de la región, desde el Delta
del Paraná hasta la desembocadura del Río Negro. Las explicaciones más
consensuadas hablan de un período donde las necesidades socio-económicas se vieron
satisfechas por las ventajas que les brindó una oferta más amplia de recursos que

12
Una idea muy arraigada en visiones simplistas sobre las organizaciones sociales humanas considera
que la condición cazadora-recolectora del hombre supuso una fuerte dependencia del medio ambiente.
Sin embargo, desde la arqueología se ha logrado corroborar que estas sociedades desarrollaron una
profunda relación con la naturaleza, explorando y conociendo eficientemente las ventajas del medio
natural. En el caso de la región pampeana adquiriendo información sobre donde y como obtener los
recursos naturales necesarios para la subsistencia y conociendo los territorios de otros grupos, con
quienes además, se relacionaron socialmente (Mazzanti, 2006)

12
benefició la subsistencia de grupos cada vez más numerosos y posiblemente menos
móviles. Sin embargo, este proceso no fue homogéneo, más bien, estuvo
caracterizado por el desarrollo de diferentes modos de vida regionales y su
complementariedad.
Dentro del área Norte, se han registrado varios sitios con información sobre la
adaptación de cazadores-recolectores-pescadores a ambientes litorales fluviales (Paleo
y Pérez Moroni 1999). Estos sitios se caracterizan por presentar abundante cerámica,
algunos instrumentos de hueso asociados a fauna terrestre, fluvial y lacustre y escasos
artefactos y deshechos líticos –a diferencia de los sitios del sur del río Salado-. En la
cuenca inferior del río Salado, sitios como “La Guillerma”, sobre lomadas no
inundables, permiten saber que los grupos humanos que habitaron esa zona en los
últimos milenios antes de iniciarse el contacto con el europeo, ocuparon las lomadas
cercanas a ríos o lagunas, con una densidad de población que sugiere estadías más
prolongadas. La subsistencia estuvo basada en pescados y coypo, caza de venados y
otras aves y la tecnología lítica estaba muy explotada, debido a la lejanía de la materia
prima y la alfarería abundaba (González de Bonaveri, 1997 y 1998). En la zona que
ocupa actualmente el Uruguay, precisamente en la cuenca de la laguna Merín,
pueblos de cazadores-recolectores especializados (con plantas cultivadas) de tierras
bajas estarían alcanzando importantes niveles de complejidad social. Esta
complejidad se hace visible en el registro arqueológico a partir de datos que sugieren
una economía especializada en ambientes de alta productividad, jerarquía de los
asentamientos, arquitectura de tierra expresada en el monumentalismo ceremonial y
funerario (López Mazz, 2004).
Al sur del río Salado, en las sierras y llanuras orientales, predominan ocupaciones
de actividades múltiples a orillas de lagunas, como el caso del sitio Tres Reyes I
(Madrid y Salemme, 1991) y arroyos, como Arroyo Seco II (Madrid y Politis, 1991).
Se divisa en este período, la utilización de nuevas tecnologías vinculadas a la
subsistencia (armas de caza tales como puntas de proyectil triangulares y pequeñas), y
artefactos para actividades cotidianas (instrumentos óseos punzantes y vasijas de
cerámica). Por otro lado, la estrategia de subsistencia cambia de especializada a
intensiva. Animales más pequeños como armadillos, coypos, vizcachas y huevos de
ñandú fueron incorporados a la dieta (Crivelli Montero et. al 1997). En el sector norte
de Ventania y en el centro de las sierras de Tandilia, se registran cuevas y aleros con
pinturas rupestres que se caracterizan por motivos geométricos, pintados en color rojo

13
(Mazzanti, 1991 Madrid y Oliva, 1994). Quizás, expresando nuevas formas de
identificación de los grupos humanos o demarcaciones territoriales. A su vez, se hace
visible en este período, el incremento de la interacción social y el contacto con grupos
de zonas distantes. La presencia en Pampa Seca -localidad arqueológica Tapera
Moreira-, de alfarería chilena que se conoce como Valdivia pintada, las plaquetas
grabadas y las puntas de proyectil pedunculada similar a las del norte de la Patagonia
refuerzan la idea de la circulación de bienes dentro de sistemas regionales amplios
(Berón, 1991). Finalmente, pocos siglos antes de la conquista, debe haberse producido
el arribo de poblaciones guaraníes a la franja noreste de la región (Lothrop, 1932
Brochado, 1973) como resultado de un complejo proceso de expansión que habría
comenzado, por lo menos, dos milenios antes. La llegada de estas nuevas
poblaciones, no sólo produjo innovaciones importantes como domesticación de
plantas o las técnicas nuevas de manufactura cerámica, sino que conlleva, según
Politis (2001:783), a un nuevo orden ideacional, significativamente diferente a los de
los indígenas de la región pampeana.
En síntesis, en el momento en que irrumpe la conquista europea en el Río de la
Plata, la región estaba siendo escenario de importantes y variados procesos sociales.
Los grupos indígenas que habitaban el territorio pampeano presentaban una gran
complejidad y diversidad en sus modos de vida. Esta situación quedó plasmada en las
descripciones que llevaron a cabo sobre ellos los cronistas y conquistadores de la
época, aunque muchas veces generaron simplificaciones al incluir bajo los mismos
rótulos étnicos, grupos muy diversos13. La irrupción e impacto de la colonización
europea produjo un quiebre en la historia de las poblaciones pampeanas, las que a
partir de ese momento, transformaron sus formas de vida, o bien como una estrategia
de resistencia a la dominación, o bien producto de las imposiciones coloniales.
Algunas de estas transformaciones serán analizadas en los capítulos siguientes.

13
Según Nacuzzi (1994), casi todas las formas del lenguaje de las cuales disponemos para identificar a
los pueblos originarios nos colocan frente a un problema cognitivo, puesto que muchos de los nombres
a partir de los cuales conocemos a las sociedades indígenas, fueron impuestos por los conquistadores y
dado que no tenemos registro escrito de estos pueblos, excepto las denominaciones étnicas que
pudieron distinguir los europeos, identificar las denominaciones que los mimos indígenas se daban, es
todo un problema de análisis antropológico e histórico. A lo largo de nuestra indagación utilizamos
conceptos encontrados en las fuentes como “pampa”, “auca”, asociados con lo que Nacuzzi (1998)
denomina “identidades impuestas” por el blanco, no obstante, coincidimos con Boschin, Verzub y
Garivati (2001) en que hablar de “identidades impuestas” le resta importancia al accionar indígena en
la construcción de las mismas. Lo que sí tenemos en claro es que estos grupos no pueden entenderse
como entes aislados, encerrados en sí mismos y estáticos. Intentaremos, al menos, identificar a algunas
de las “parcialidades” indígenas que coexistieron en este extenso espacio regional, a partir de una red
de relaciones sociales intra e interétnicas.

14
Primeros contactos interétnicos: Las expediciones al Río de la Plata en el siglo
XVI.

La conquista europea del Río de la Plata debe ser entendida como el resultado de la
necesidad de ampliar las fronteras y anexar territorios que serán a la vez proveedores
y contrafuertes para el desarrollo y la seguridad del Perú, que por su producción
argentífera se constituye como vital para el Imperio colonial. En este contexto se
inician las expediciones a la región.
Durante el siglo XVI, se producen los primeros contactos entre blancos e indios en
el Río de la Plata. Esta relación estará signada inicialmente por la violencia guerrera
de la hueste conquistadora14, como así también por la resistencia ofrecida desde los
grupos originarios de la región. Expediciones como las de Solis, Caboto y Mendoza,
o la propia hueste de Garay, tuvieron enfrentamientos violentos con los grupos
indígenas que encontraron al llegar. En el informe de Gregorio Caro a Sebastián
Caboto de 1530, este dice:

“…y después de haber estado allí algunos días (en la desembocadura del
Carcarañá) y haber tomado trato e conservación con indios de aquella tierra,
estando todos pacíficos e concordes, el dicho Sebastián Caboto, sin causa ni razón
alguna, afrentó e injurió los más principales de los dichos indios, que eran amigos y
mató algunos de ellos […] y así en el dicho río del Paraguay como en otras partes
donde se tormó puerto hizo muchos agravios y mal tratamiento a los indios,
matando e hiriendo muchos dellos…”15.

En las crónicas narradas por Antonio Pigafetta durante su paso por el Río de la
Plata, este menciona el violento encuentro entre la hueste de Solís y los pobladores
originarios: “Aquí fue donde Juan de Solís, que andaba como nosotros descubriendo tierras
nuevas, fue comido con sesenta hombres de su tripulación por los caníbales en quienes había

14
La conquista de América quedó en manos privadas, es decir, fueron financiadas por agentes privados
a los que la corona española les concedía la posibilidad de explorar y conquistar las tierras mediante
capitulaciones que fijaban los respectivos compromisos. Tal situación entrañó la obligación de
compensar a los responsables de la avanzada. Pero en el Río de la Plata, ante la ausencia de metales
preciosos, se premió a los conquistadores con mercedes de tierra y reparto de indios. Es por ello que la
tierra y sus habitantes originarios se erigieron como los principales intereses de los europeos en la
región. En este sentido, el afán de la hueste conquistadora llegó a tal extremo que se repartían, a través
de referencias, indios que aún no habían sido dominados (Assadourian, 1986).
15
Información hecha por la Contratación, luego de que llegó la armada de Sebastián Caboto, acerca de
todo lo ocurrido en el viaje (1530). Colección Gaspar García Viñas (en adelante CGGV), Biblioteca
Nacional, manuscrito N°679.

15
confiado demasiado”.16 Pero la respuesta de los indígenas locales ante la presencia
europea en el Río de la Plata no siempre fue el enfrentamiento. En las crónicas de
Ulrico Schmidl sobre el arribo en 1535 de Pedro de Mendoza a la margen izquierda
del Río de la Plata, hace referencia un grupo de indígenas –a quienes denomina
Charrúas-, que al divisar a los europeos optan por huir:

“…hemos encontrado un lugar de indios que llaman Charrúas y eran alrededor de


dos mil hombres. Estos no tienen otra cosa que comer que pescado y carne. Han
abandonado el lugar y han huido con sus mujeres e hijos de modo que no pudimos
hallarlos…”17.

Hacia 1536 y luego de varias incursiones en tierra firme, los europeos se instalaron a
orillas de un río que bautizaron “de la Plata”. A ese primer asentamiento lo llamaron
Buenos Aires. Un lugar, habitado por pobladores que con mucha frecuencia debieron
defender sus vidas de los continuos ataques organizados por grupos indígenas locales.
El relato de Ulrico Schmidl sobre la primera fundación de la ciudad por Pedro de
Mendoza dice: “Hemos desembarcado el día de Todos los reyes en 1535 en el Río de la Plata
[…] Allí hemos levantado un asiento, que llamamos Buenos Aires, esto es, dicho en alemán,
buen viento”18.

Buenos Aires según Ulrico Shcmidl, 1536.

16
Viaje alrededor del mundo por el caballero Antonio Pigafetta, Libro I, Partida de Sevilla hasta la
salida del estrecho de Magallanes, Compilación del Centro Editor de América Latina, 1971, p.21.
17
Viaje al Río de la Plata de Ulrico Schmidl, Capítulo IX, Compilación de Bernardo Canal Feijó,
1967, p. 8.
18
Ibid. p.5.

16
Pero Buenos Aires no se fundó sobre un territorio vacío. Allí habitaban
estacionalmente grupos originarios a quienes los europeos llamaron
“Querandís”:“…ahí [en Buenos Aires] hemos encontrado un lugar de indios los cuales se han
llamado querandís, ellos han sido alrededor de tres mil hombres formados con sus mujeres e
hijos…”19.

La descripción más recurrente entre los cronistas europeos respecto las etnias
locales se vincula fundamentalmente con el modo de vida cazador-recolector
(desarrollada en el apartado anterior). En relación a ello Schmidl resalta la alta
movilidad de estos grupos20, así como sus instrumentos de caza y guerra:

“…los querandís no tienen paradero propio en el país, sino que vagan por la
comarca, al igual que hacen gitanos en nuestro país...tienen para arma unos arcos
de mano y dardos, estos son hechos como medias lanzas y en la punta tienen un filo
hecho de pedernal y también tienen una bola de piedra y colocada en ella un largo
cordel. Ellos tiran la bola alrededor de las patas de un caballo o de un venado que
tiene que caer. Así han dado muerte a nuestro capitán…”21

Esta particularidad etnográfica de la región hizo de los primeros contactos


interétnicos, momentos de gran conflictividad. Las etnias que habitaban el espacio
pampeano, organizadas bajo un modo de vida cazador-recolector, no producían
excedentes agrícolas22. Esto generó una situación de fricción entre la hueste
conquistadora y los indígenas locales, ya que los españoles pretendían ser abastecidos
por éstos de forma permanente. En 1536, y producto de dicha situación, los
querandíes atacan a la recientemente fundada ciudad de Buenos Aires mediante una
coalición de tribus. En la crónica de Ulrico Schmidl, queda documentado dicho
enfrentamiento:

“Los susodichos Querandís nos trajeron alimentos diariamente a nuestro


campamento durante catorce días y compartieron con nosotros su escasez en pescado
y carne, y un día dejaron de venir […] dispuso nuestro capitán que su hermano don

19
Schmidl. Ibid. p. 14.
20
Sin embargo, no debe exagerarse el nomadismo que caracterizaba a los grupos indígenas de la zona.
Algunas interpretaciones recientes indican que “La población india estaba asentada en parajes bien
determinados, donde la presencia de pastos, agua y leña hacían posible sus supervivencia” (Mandrini,
1992:71).
21
Schmidl. Ibid. p.16.
22
Las sociedades cazadoras-recolectoras “representan el menor grado de transformación social de la
naturaleza, es decir, no sobreexplotaron el ambiente, recibiendo a cambio, fuertes condicionamientos
que, de alguna manera, incidieron en su singularidad histórica” (Mazzanti, 1993:33):

17
Diego Mendoza, juntamente con nosotros, matara, destruyera y cautivara a los
Querandís, ocupando el lugar donde estaban. Cuando allí llegamos, los indios eran
unos cuatro mil, pues habían convocado a sus amigos…”23.

Sabemos, también por el relato de Schmidl, que el ataque indígena desbastó a la


pequeña aldea, ya que se quemaron las casas de los pobladores –en su mayoría de
paja- y algunos barcos. Luego del enfrentamiento con los Querandíes, y ante la
imposibilidad de autoabastecerse, Mendoza ordena dejar Buenos Aires y navegar
aguas arriba por el Paraná, en busca de indios que suministren comida y bastimentos
a la hueste. Así, los conquistadores inician trato con otros grupos de indios locales
que denominaron “Timbús” o “Timbúes”. Respecto las características de estos
indígenas, y a diferencia de la descripción de los querandíes, se menciona el uso de
embarcaciones para la pesca junto al consumo de pescado:

“…tienen canoas de las que allá afuera en Alemania llaman Barquillas como usan los
pescadores. Estas barquillas son hechas de un árbol y tienen un ancho de tres pies. En
todo tiempo viajan en ellas hasta diez y seis hombres y todos deben remar…”24

El vínculo entre la hueste de Mendoza y estas etnias parece haber resultado


amistoso. Según el relato de Schmidl, los indígenas les suministraron alimentos sin
inconveniente alguno:

“…nos dispusimos a navegar aguas arriba por el río Paraná y buscar una nación
que se llama Timbúes para obtener bastimentos para mantener a la gente […]
entonces nos divisaron y vinieron a nuestro encuentro hasta cuatrocientas canoas o
barquillas y en cada barquilla estaban diez y seis hombres y vinieron a nosotros de
modo pacífico [… ] nos dieron de comer pescado y carne en divina abundancia, pero
si el viaje hubiera durado diez días más, no se hubiese salvado ninguno de nosotros
de hambre…han muerto en este viaje cincuenta.”25

No obstante, a pesar del alimento suministrado por los Timbúes, el problema del
hambre entre la hueste conquistadora siguió persistiendo. La resistencia presentada
por los grupos indígenas locales a abastecerlos de forma continua es mencionada
permanentemente en las fuentes de la época:

23
Schmidl. Ibid. p 9.
24
Ibidem.
25
Schmidl. Ibid. p. 9.

18
“Allí [Buenos Aires] se levantó un asiento y una casa fuerte para nuestro Capitán
Don Pedro de Mendoza y un muro de tierra enderredor de la ciudad […] a más la
gente no tenía para comer y se moría de hambre y padecía gran escasez, al
extremo que los cavallos no podían utilizarse. Fue tal la pena y el desastre del
hambre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni otras sabandijas, hasta los
zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido…” 26.

La iconografía y los cantos de la época también ilustraron la hambruna sufrida por


los primeros fundadores de Buenos Aires.

Comienzan a morir todos rabiando,


los rostros y ojos consumidos,
a los niños que mueren sollozando
las madres les responden con gemidos.

El pueblo sin ventura lamentando,


A Dios envía suspiros dolidos,
gritan viejos y mozos, damas bellas
perturban con clamores las estrellas.

El hambre es la enfermedad más rabiosa


Que puede imaginar ningún cristiano,
La mano está temblando temerosa,
No quisiera de tal ser escribano..

Mi Dios, por vuestra sangre tan preciosa,


libradme de este azote, que el tirano
que llega a tentaros, bien sabía
que es grave mal el hambre en demasía.

(La Argentina de Barco de Centenera,


Canto IV)
El hambre en Buenos Aires,
Ulrico Schmidl, 1599.

26
Ibid. p. 8.

19
Crónicas de la época mencionan un hecho que podría ser el retratado en la
pictografía:

“Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y se lo comieron a


escondidas […] entonces fue pronunciada la sentencia para que a los tres
susodichos españoles se los condenara y ajusticiara y se los colgara en una horca
[…] aconteció en la misma noche por parte de otros españoles que ellos han
cortado los muslos y los pedazos de carne del cuerpo y los han llevado a su
alojamiento y comido”27.

Fray Reginaldo de Lizarriaga en su descripción de las Indias a mediados del siglo


XVI, menciona la falta del servicio de indios como una característica propia de la
región del Río de la Plata:
“No tiene servicio de indios, que si lo tuviera hubiera crecido mucho y, por esta
razón se despobló este pueblo de Buenos Aires lo mesmo que la fortaleza llamada
Caboto”28.

Unos años después de la primera fundación, los sucesivos ataques indígenas a


Buenos Aires, sumado a la imposibilidad de los conquistadores por sujetar a los
grupos locales para que los abastezcan de alimentos, provocarán el despoblamiento
de la ciudad hasta 1580, cuando Garay refunde dicha localidad. A partir de allí, con
el establecimiento de un núcleo poblacional permanente en la región, nos
encontramos ante lo que Pinto Rodríguez (1996) define para las regiones de
araucanía y pampa como proceso de constitución de un espacio fronterizo y de
coexistencia entre sociedades.

27
Ibidem.
28
Descripción de las Indias de Fray Reginaldo de Lizarriaga, Capítulo LXIX, Sobre el puerto y pueblo
de Buenos Aires, Compilación de Bernardo Canal Feijó, 1967, p.37.

20
CAPÍTULO II:

La constitución de un sistema social interétnico

La segunda fundación de Buenos Aires y la consolidación de los vínculos


interétnicos en la región

La segunda fundación de Buenos Aires es producto de la efectivización del


proyecto que proviene del Licenciado Matienzo -oidor de la Audiencia de Charcas-,
quien propone unir el Alto Perú con Buenos Aires vía Tucumán y Chile, logrando así
un puerto de salida al mar. En su carta al rey hace mención a tal objetivo cuando
señala indispensable:

“…poblar desde España el puerto de Buenos Aires, adonde ha habido otra vez
población y hay artos indios y buen temple y buena tierra y los que allí poblaren
serán ricos por la gran contratación que ha de haber allí de España y Chile y del
Río de la Plata…”29

En este sentido se firma la capitulación de Juan Ortiz de Zárate, un acaudalado


minero potosino que se constituirá en adelantado fundar pueblos entre Charcas,
Asunción y la entrada del Río de la Plata30. La capitulación de 1569 establecía:

“Que poblareis tres pueblos de españoles allende de los que están ahora poblados los
cuales haréis entre el distrito de la ciudad de La Plata (Charcas) y de la ciudad de
Asunción donde más convenga […] para la necesidad de su comercio y
contratación de una tierra y otra, y para su defensa y otro pueblo en la entrada del
Río que llaman San Gabriel o Buenos Aires”31.

La presencia de Garay en el Río de la Plata es la consecuencia de dicha


Capitulación. A él se le encomendó la tarea de crear pueblos en las márgenes del
Paraná y Plata. En junio de 1580 funda la ciudad de la Trinidad y puerto de Buenos

29
Carta del Licenciado Matienzo, oidor de la audiencia de Charcas, al Rey. La Plata, 1565. AGI 74-4-
1. Copia en ME, carpeta A.
30
Los asentamientos en el Litoral con las sucesivas fundaciones de Santa Fe (1573), Buenos Aires
(1580), Bermejo (1585) y Corrientes (1588) son resultado de dicha capitulación.
31
Capitulación con el Capitán Juan Ortiz de Zárate, sobre la conquista del Río de la Plata, 10 de julio
de 1669 (Ruiz Guiñazú, 1915).

21
Aires y conjuntamente dota a la localidad de sus primeras autoridades (alcaldes,
regidores, procurador), dejando constituido para el pleno ejercicio de sus actividades
al Cabildo, Justicia y Regimiento (Torre Revello, 2004).
De esta manera, con la segunda y definitiva fundación de Buenos Aires y una vez
superado el proceso de exploración y conquista inicial del espacio, los vínculos
interétnicos hispano-indígenas se irán consolidando. En un primer momento, la
relación del asentamiento colonial porteño con los grupos indígenas locales
transcurrirá entre guerras y negociaciones. Expresión de ello, en el año 1583 el mismo
Garay es muerto en combate con los querandíes por no haber respetado acuerdos
preestablecidos. No obstante, las relaciones interétnicas no se constituirán
azarosamente. La sociedad colonial desplegará una política de sujeción indígena que
irá variando a lo largo del período y de acuerdo a coyunturas concretas. Como así
también, las sociedades originarias locales desarrollarán diversas estrategias de
resistencia que modificarán permanentemente el vínculo entre sociedades. En los
apartados siguientes analizaremos estos dos ejes de la relación: dispositivos de
dominación colonial y formas de resistencia indígena.

La política colonial respecto el “indio”: dispositivos de dominación

Para analizar la política colonial respecto el “indio” en la región pampeana,


tomamos el marco conceptual desarrollado por Guilleume Boccara (1996) para el
estudio de las relaciones interétnicas en la frontera sur del actual territorio chileno32.
Para Boccara, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, la sociedad colonial se valió
de una serie de “dispositivos de poder y dominación”33, tendientes a disciplinar a las
sociedades indígenas. Entre estos dispositivos -que no son fijos, sino que irán
variando según su eficacia-, menciona la maloca, la encomienda, la misión, los
parlamentos y el comercio interétnico, entre otros.

32
El río Bío Bío, en el actual territorio de Chile, se erigió durante varios siglos como el espacio de
demarcación de dos territorialidades. Al norte la sociedad colonial, al sur, los reche-mapuche.
33
Boccara elabora su conceptualización acerca de los dispositivos de poder y dominación en base a las
proposiciones teóricas de Michel Foucault. Es por ello que el poder no es concebido de forma
tradicional “como una sustancia o materia que poseerán algunos individuos para usarlo por medio de
la violencia” (Deleuze, 1986), sino como “la multiplicidad de relaciones de fuerza inmanentes al
espacio en el cual se ejercitan y son constitutivas de su organización, el juego que, por vía de luchas y
enfrentamientos incesantes las transforme, las refuerce, las invierta (…) las estrategias en las que
cobran efecto o cuya cristalización institucional toma cuerpo en los aparatos estatales, en la
formulación de la ley, en las hegemonías sociales (Foucault, 1992).

22
Nuestro interés se centrará, entonces, en conocer los “dispositivos” o
“mecanismos” de dominación que la sociedad colonial rioplatense -como una
sociedad de frontera-, desplegó en el área pampeana para disciplinar a las sociedades
indígenas locales. No obstante, nos adelantamos a proponer que la presencia de
algunos de estos mecanismos en la región, no necesariamente se asocian al éxito de
dicha dominación. Las particularidades históricas y etnográficas pampeanas, hicieron
de ella una meta más que una realidad, por lo menos durante el período que nos
interesa. De esta manera, identificamos el despliegue de dispositivos tales como: a) la
“maloca” -expediciones realizadas por los europeos con el fin de capturar de indios de
servicio-, b) la creación de “reducciones” indígenas –espacios de disciplinamiento
sociocultural- y c) la relocalización geográfica de grupos étnicos -o parte de ellos-,
ante situaciones de mayor conflictividad. Malocas, reducciones y relocalizaciones
serán analizadas, entonces, a lo largo de este capítulo.
a) Malocas:

En un primer momento, y ante la resistencia ofrecida por las etnias locales, las
recientes autoridades de Buenos Aires iniciaron expediciones de captura de indios,
que se conocen con el nombre de malocas34. Éstas fueron implementadas desde los
inicios de la colonización europea en la región, con el objeto de incorporar indios a la
sociedad blanca y cristiana y hacerse con un suministro estable de mano de obra para
las actividades productivas locales. El gobernador Valdéz y de la Banda informa sobre
una expedición de este tipo en una carta que le escribe al rey hacia 1599:

“…desde que llegué aquí demás de haber entendido en la residencia y enviado a


dos malocas, la una vez mitad de los vecinos y la otra la otra mitad y entre ambas
veces se toparon indios de guerra y se les trajo la chusma y han venido a
servir…”35.

En 1602, otra maloca es realizada por el capitán Diego Núñez del Prado,
capturando al cacique guaraní “Caguas” junto a gran cantidad de indios jóvenes y
niños que fueron incorporados como criados a la sociedad blanca. En un principio, el
objetivo de la maloca fue la captura de “caciques” o jefes étnicos para desarticular

34
La palabra maloca hace referencia al guaraní “salir a maloquear”, lo que implicaba salir a atacar
poblados. El uso del vocablo se generalizó para aplicarlo a cualquier expedición europea de caza de
indios (González Lebrero, 2002).
35
Carta del gobernador del Río de la Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la Banda al rey. 1599. AGI.
74-6-21. Copia en ME, carpeta B, N°5.

23
posibles alianzas inter-tribales y ataques indígenas. No obstante, en la práctica se
capturaron poblaciones enteras –quizás ante la demanda de mano de obra que ejercía
la ciudad-. Uno de los vecinos de Buenos Aires informa que, a pesar del compromiso
para que en las malocas no se capturasen hijos, hermanos y parientes de los
caciques:“…el dicho capitán salió a una maloca que hizo a la sierra y dio en unos indios del
dicho cacique y se apropió y repartió, entre otros, a la hermana del cacique Caguás…”36.

Los raptos de mujeres indias constituyeron otra forma de forzar a los grupos
étnicos locales a negociar e incorporarse a la sociedad colonial. Hacia 1610, y luego
de un ataque querandí a la ciudad de Buenos Aires, el gobernador Marín Negrón
organiza una expedición punitiva, capturando“…a un cacique que llaman Bagual con
setenta vasallos…”37. Estos fueron puestos en reducción a cargo de franciscanos.

CUADRO N°1:
MALOCAS REGISTRADAS ENTRE 1580 Y 1610

Año Autoridad a Etnia Cacique Cantidad de Destino


cargo de la reducida indios
expedición capturados

1599 Gobernador - - - indios de


Diego Rodríguez servicio
Valdez y de la
Banda

-
1602 Capitán Diego Guaraníes Caguas indios de
Núñez del Prado servicio

1610 Gobernador Querandíes Bagual 70 reducción


Marín Negrón

Fuente: elaboración propia en base datos del AGI, Museo Etnográfico, Carpetas N°B y C.

b) Reducciones:

El objetivo central que guió la política colonial hacia los grupos indígenas locales fue
su incorporación a las actividades productivas como mano de obra, tanto en
actividades urbanas como rurales. Con el fin de facilitar la utilización del indígena
como fuerza de trabajo se desarrolló la práctica de asentarlos en reducciones cercanas

36
AGN, sala IX, 19-1- 4, f.9.
37
Carta del gobernador Marín Negrón, de 1610.AGI, copia en ME, carpeta B.

24
a las ciudades, evitando su dispersión geográfica, para lo cual implementaron en ellas
el trabajo agrícola (González Lebrero, 2002). Pero las reducciones también tuvieron
como finalidad, instruir y disciplinar a los grupos indígenas de acuerdo a los valores y
creencias cristianas (Nofri, 2001). La política de concentrar indios está presente desde
el siglo XVI y las reducciones proliferan, desde entonces, por toda América Colonial.
Hacia 1538 una Real Cédula afirmaba:“...si no se juntan los dichos indios, no pueden ser
adoctrinados y para el remedio dello convenía que se llamasen todos los principales indios y se les
diese a entender cuán conveniente cosa era juntarse...y hacer sus casas y sementeras…” (Citado
en Solano, 1976:91).

Este fue uno de los objetivos centrales de la política reduccional y Buenos Aires no
fue una excepción. A principios del siglo XVII, se crean en los alrededores de la
ciudad varias reducciones de indios. Éstas adoptaron los nombres de los caciques del
grupo étnico al que contenían o bien de las autoridades que las fundaron. Las más
importantes o quienes aparecen mencionadas con mayor frecuencia en las fuentes
son: la reducción “San José del Bagual”, quien toma el nombre del cacique Juan
Bagual; la reducción de “Tubicaminí” (nombre del cacique reducido que significa
pequeño jefe en guaraní) y la reducción “Santiago del Baradero”, la cual toma el
nombre del lugar en donde quedó emplazada. En las fuentes son mencionadas otras
reducciones de las cuales sólo se conservan las fechas de creación y ubicación. Sin
embargo, no contamos con información suficiente como para realizar un análisis de
su funcionamiento. Estas fueron: “San Miguel”, fundada en 1616; “Limpia
Concepción”, con mención a su creación en 1627 y “Los Caguanes”, fundada en
1628. Respecto las reducciones creadas en la margen opuesta del río de La Plata, sólo
tenemos datos precisos de “Santo Domingo Soriano”, fundada en 1624, y asentada en
la margen del río Paraná, a 30 leguas de Buenos Aires. Otras dos reducciones fueron
creadas en 1628 por el gobernador Céspedes. Estas son: “San Juan de Céspedes” y
“San Francisco de Olivares”. Las observaciones que efectuaremos se basarán, sobre
todo en los datos extraídos del análisis de cuatro de ellas (San José del Bagual,
Tubichaminí, Santiago del Baradero y Santo Domingo Soriano), dada la mayor
disponibilidad de fuentes que nos permite realizar una indagación más
pormenorizada de los sistemas reduccionales. En los primeros tres casos, utilizamos
información proveniente de los informes de visitadores de la Real Audiencia de
Charcas a la región, la correspondencia que emiten los gobernadores del Río de la

25
Plata al rey, relatando el trato que se les da a los “naturales”, así como las actas de los
acuerdos del Cabildo de la ciudad, de Buenos Aires, donde se plasman las decisiones
de los vecinos respecto los indios reducidos. En el caso de la reducción de Santo
Domingo Soriano, la información utilizada, aunque de tipo indirecta, nos permitió
reconstruir una parte importante de la historia reduccional.

MAPA N°2:

REDUCCIONES INDÍGENAS EN EL PAMPA (Siglo XVII)

Fuente: elaboración propia en base a Mateo (1988).

Hacia 1605, por una Real Cédula, el rey ordena a la audiencia de Charcas realizar
una visita a las gobernaciones de su jurisdicción y en 1610, le es encomendada la
tarea de informar sobre la situación de los indios reducidos en la región al oidor de la
audiencia -Francisco de Alfaro-. Según Seoane (1992), la reducción del Bagual, a
orillas del río Areco, fue uno de los primeros asientos de indios agrupados en pampa
con fines de cristianización y trabajo. A ella le siguieron otras tales como la de
Tubichaminí, creada en el pago de Magdalena en 1615 bajo la dirección de los padres
franciscanos. Estas y otras reducciones son detalladas por el gobernador Góngora en
un informe de 1620:

26
“...una nombrada San José del cacique Don Bagual sobre el río de Areco, dieciocho
leguas, poco más o menos, del dicho puerto. Y otra dieciséis leguas del, tierra adentro,
cerca del río grande de la Plata (...) nombrada del cacique Tubichaminí. Y otra
nombrada Santiago del Baradero que está sobre un brazo del río grande del
Paraná…”38.

CUADRO N°2:

REDUCCIONES INDÍGENAS EN PAMPA (SIGLO XVII)

Reducción Cacique Fecha de Ubicación Cantidad y Administración


aparición geográfica tipo de
en las población
fuentes indígena
San José Juan Sobre el río 228 indios 1 religioso
del Bagual Bagual 1610 Areco. (franciscano)
Fundación 15 leguas al norte mbeguás
de la ciudad de querandíes 1 adm. civil.
Bs. As. (Domingo
Griveo)

Tubí- 615 30 leguas al norte 253 indios


chaminí Fundación de la ciudad. En 1 religiosos
Tubichaminí (pequeño la costa del río Mbeguás (Franciscano)
jefe en Santiago.
guaraní) Querandíes 1 adm. Civil.
Al sur de la (Alonso Muñoz)
ciudad, en el
pago de
Magdalena, sobre
1619 el río Todos los Sólo
Traslado Santos. Querandíes
Geográfico
Santiago Noreste de 197 indios 1religioso
del Bartolomé 1616 Buenos Aires. En (Franciscano)
Baradero Fundación la desemboca-
dura del río Chanás,
Arrecifes. Sobre Mbeguás y 1 adm. civil.
un brazo del Guaraníes (Bartolomé
Paraná. Pintos)
Desemboca (s/n)
Santo 1624 dura del Río Charrúas e Franciscanos
Domingo Fundación Negro. En la indios
Soriano Banda Oriental trasladados
del Río de la desde la
Plata. reducción de
Baradero.

38
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620, sobre la visita que hizo a las reducciones de
su jurisdicción. AGI, copia en ME, Carpeta C, Nº 11.

27
Fuente: elaboración propia en base a datos del AGI, Museo Etnográfico. Carpetas B y C.

Concentraciones como éstas facilitaban el control sobre las tribus, además de la


administración civil y religiosa. Cada reducción estaba a cargo de un administrador
español y varios padres franciscanos (CUADRO N°2):“Estos administradores nombrados
Domingo Griveo y Bartolomé Pintos son naturales de esta tierra puestos y nombrados en las
dichas reducciones por el dicho Hernandarias de Saavedra”39.

El clima de inseguridad en el que vivían los pobladores de la región -fruto de los


continuos ataques indígenas- es observado en las resoluciones tomadas, hacia 1617,
por los vecinos de la ciudad de Buenos Aires:

“En este Cabildo propuso dicho alcalde, Capitán Gonzalo Caravaxal, que se de
quenta al señor Presidente de la ocación forzosa que obligó al Señor Hernando Arias
de Saavedra partirse estos días atrás a las ciudades de arriba desta ciudad aquietar
indios que andan levantados y an cautivado españoles” 40.

Asegurar la circulación entre Buenos Aires y las demás zonas del Río de la Plata
formaba parte del movimiento expansivo que buscaba trabajosamente culminar la
colonización. De esta manera, se irían consolidando, por un lado, los titilantes
establecimientos de Tucumán y Asunción, y, por otro, se poblaría una salida al mar
(Moutoukias, 1988). Hacia 1615, un padre franciscano esbozaba:

“...el comercio, trato y comunicación que ha visto tener y tiene al presente este puerto
con el reino del Perú, Chile y con la provincia del Tucumán, se ha ido engrosando y
aumentando la población (...) y el día de hoy está una de las buenas ciudades y la
mejor de estas provincias y del Tucumán...”(Citado en Leviller, 1915).

Este proceso, en relación al surgimiento de corrientes comerciales interregionales,


vertebradas como economías satélites en torno al polo minero potosino, conjunto
regional al que Assadourian (1983) denominó como espacio económico peruano. Un
doble papel era asignado, entonces, a las reducciones: asegurar la obtención de mano

39
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620 Ibid. p. 10.
40
AGN, Acuerdos, t. III, pag. 166-168.

28
de obra indígena para la ciudad y las estancias del pago, y “evangelizar” al indio para
poder ser incorporado al mundo de la cristiandad.
Diversas prácticas fueron implementadas, entonces, con el objeto de “instruir” al
indígena en las formas sociales y productivas coloniales. La política reduccional
desarrollada a principios del XVII, buscó reemplazar prácticas tales como la
poligamia, el nomadismo y, sobre todo, la religión de los grupos originarios, por
hábitos de trabajo y patrones culturales propios del colonizador. En la región
pampeana, administradores civiles y religiosos de las reducciones se dispusieron a
encaminar a los grupos reducidos hacia labores que consideraban útiles. La actividad
agrícola como camino para sedentarizar al indígena es observada en las reducciones
que, en todos los casos, recibieron herramientas para la siembra y animales:
“…susténtanse de algún pescado y del maíz que siembran. Tenían dieciséis yuntas de bueyes
con sus yugos y arados y veinte novillos cerreros y ocho azadas y ocho anegas de maíz de la
comunidad…”41. Esta actividad se ve favorecida por la ubicación estratégica de las
reducciones en zonas fértiles y cercanas a los ríos. En una carta de Hernandarias al
rey de 1616, se evidencia este objetivo:“…con la reducción que he referido queda navegable
este río por estar fundadas en la ribera de él en puestos fertilísimos y abundozos para crianzas y
labranzas y (…) de muchas comodidades para los naturales...”42.
En cuanto a las formas de asentamiento indígena, también se observan
modificaciones en las reducciones. Así, buscan organizarlos de acuerdo a referencias
espaciales que señalan una ruptura respecto a las formas precedentes. Muchos de los
grupos reducidos pasan de los móviles toldos de cuero a: “...casas cubiertas con paja y
palos (...) no tienen camas sino los dichos cueros de caballos sobre los que duermen…” 43.
Si los patrones de asentamiento indígena son modificados, éstos están
directamente vinculados a otro tipo de modificación: las pautas matrimoniales. Las
reducciones o pueblos de indios recrearon las formas de vida de la sociedad colonial:
el trazado urbano, las instituciones, las formas productivas y los patrones sociales. La
estructura familiar no fue una excepción. Así, la imposición de la monogamia entre la
población indígena fue una de las tareas más promovidas dentro del sistema
reduccional. La poligamia será sancionada moral y físicamente aplicando castigos a
los indígenas que persistan en la misma. Desde fines del siglo XVI, luego de la

41
CGGV, Biblioteca Nacional, manuscrito Nº 4683.
42
Carta del Gobernador Hernandarias de Saavedra al rey, 1616. AGI, Copia en ME, carpeta B.
43
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620 Ibid. p.2.

29
realización del Sínodo de Santiago del Estero, se ordena legalmente el matrimonio
católico entre indios. Entre las disposiciones emergentes del Sínodo se enunciaba:
“...que duerman los indios casados con sus mugeres (...) no los aparten por cualquier
menudencia al uno del otro porque con esto se amanceban con otro y pierden el amor
conyugal...”44.
Además de la monogamia, se observa una gran preocupación por mantener la
diferenciación étnica entre el indio y el europeo, esto se traduce en el arduo trabajo
para evitar el amancebamiento. En 1603, el gobernador Hernandarias dicta una serie
de ordenanzas relativas a los indios donde dice: “...que el tal vecino, encomendero o
soldado que así estuviere amancebado con india de su servicio, habiendo sido amonestado por
cualquiera justicia que sea y volviendo a reincidir en el dicho delito...tenga por perdida la tal
india”45. La conversión de los indígenas al cristianismo fue quizá la labor más
enfatizada en las reducciones -aunque no necesariamente la de mayor éxito-. El
Sínodo de 1597 recomendaba la política reduccional destinada a favorecer la labor
evangelizadora. En varios informes de visitadores a las reducciones analizadas se
observa una gran preocupación por la conversión que es expresada en la clasificación
que llevan a cabo de los indios reducidos:

“En la reducción de San José del cacique Bagual se empadronaron treinta y un indios
cristianos, los cuatro de ellos caciques en que entra el dicho Don Bagual; y cincuenta y dos indios
infieles en que entran cinco caciques y veintiocho indias cristianas y cuarenta y siete infieles,
setenta muchachos y muchachas de edad de menos de un año hasta edad de doce años,
bautizados o por bautizar, que todos son hombres y mujeres y niños, doscientos veintiocho”46.

CUADRO N°3:

POBLACIÓN INDÍGENA EN LAS REDUCCIONES (Siglo XVII)


Población Indios Indios Indios Población
cristianos infieles bautizados total
Reducción o por bautizar

Del Bagual 59 99 70 228

Tubichaminí 33 113 89 235

Santiago de Baradero 121 18 58 197

44
Ibid. p.11
45
Disposiciones hechas por el gobernador Hernandarias de Saavedra en 1603, respecto los indios.
AGI, copia en ME, carpeta B.
46
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620. Ibid. p.6.

30
Fuente: elaboración propia en base al informe del Gobernador Góngora al rey, sobre las reducciones
del Río de la Plata, 1620 (ME, Carpeta C, Nº 10).

Los datos obtenidos del informe del visitador Góngora (CUADRO N°3), muestran
una importante proporción de indios “cristianizados”. No obstante, caeríamos en una
generalización riesgosa al decir que los indios reducidos fueron “convertidos”, ya que
no se puede afirmar que haya existido tal conversión al cristianismo. Los datos
arrojados por los visitadores son subjetivos, ya que se basan en la cantidad de
bautismos indígenas realizados y la concurrencia a misa por parte de los reducidos.
Información proveniente de registros materiales permite una mayor aproximación a
la problemática en cuestión. El trabajo arqueológico realizado por Alicia Tapia (2000)
en los cementerios indígenas47 ubicados en las afueras de las reducciones del Bagual y
Baradero, respectivamente, advierte sobre la inexistencia de los entierros secundarios
y ajuar fúnebre, característicos en los grupos étnicos locales durante el período
preconquista. El registro arqueológico, junto a los datos arrojados por los informes de
visitadores a las reducciones, podrían indicar una modificación en el sistema de
creencias y prácticas indígenas.

CUADRO N°4:

ENTIERROS INDÍGENAS HALLADOS EN LOS CEMENTERIOS DE


LAS REDUCCIONES DEL BAGUAL Y BARADERO
Sitio Total Indiv. Colec Posición Objetos asociados
entierros
Extendidos boca Ind. Indígen hispánic sin
arriba. a o
Baradero 14 11 3 14 (2 con las manos - 1 8 5
debajo de la espalda)

El Bagual 9 8 1 3 6 - 4 -

Subtotal 23 19 4 17 6 1 12 5

Fuente: Alicia Tapia (2000).

47
Se trata de dos sitios que pueden definirse como cementerios por las inhumaciones y por la ausencia
de material vinculado a otras actividades (salvo algunos tiestos de cerámica en Baradero depositados a
30 cm por debajo de un entierro). Los objetos que acompañan las inhumaciones permiten observar la
utilización de elementos europeos según el patrón indígena de vestimenta y adorno. Por ejemplo: a)
sobre la pelvis y en la cabeza de cuatro individuos de Baradero se encontraron cuentas venecianas y
cuentas indígenas de valva recortada que probablemente formaron parte de collares y que además
fueron adosadas a las vestimentas; b) en tres individuos aparecieron dos discos de latón recortado
colocados a la altura de los dos mastoideos que podrían ser el relicto de aretes; y c) se encontraron dos
discos de latón recortado que tal vez formaron parte de una diadema o vincha porque aparecieron
colocados cada uno sobre el frontal de dos individuos. Los indicadores hispánicos son muy semejantes
en los dos lugares (Tapia, 2000:6).

31
Por último, si nos guiamos por las denominaciones étnicas que aparecen el las
fuentes, las reducciones se debieron conformar con indígenas de diversos grupos o
parcialidades. Esto pudo haber respondido a la necesidad de facilitar el mestizaje,
evitando la cohesión del grupo y posibles rebeliones. En una carta del gobernador
Góngora al rey de 1619 se informa que los indios de la reducción del Baradero
“…provenían de islas del río grande de la Plata...lo cual indica...eran de nación guaraní”48.

La información arrojada por las fuentes (cuadro N°5), permite observar la variada
composición étnica en las reducciones pampeanas.

CUADRO N° 5:

DENOMINACIONES ÉTNICAS ENCONTRADAS ENTRE LOS GRUPOS


REDUCIDOS (PRINCIPIOS DEL S. XVII)

Reducción Denominación étnica que se encuentra en las fuentes

San José del Bagual Mbeguás Querandíes

Tubichaminí * Mbeguás Querandíes

Santiago del Baradero Mbeguás Chanás Guaraníes

Santo Domingo Soriano Mbeguás Chanás Guaraníes Charrúas

Fuentes: AGI, ME, Carpetas: B y C. González Lebrero (2002).


*A partir de 1619 la reducción será trasladada al pago de Magdalena conteniendo sólo querandíes.

Los procesos de mestizaje y relocalización de grupos étnicos en los sistemas


reduccionales, pueden asociarse con otras posibles formas de disciplinamiento
indígena desplegados desde la sociedad colonial que analizaremos a continuación.

c) Relocalizaciones:
La relocalización de parcialidades indígenas, entendida como “deportación o traslado
geográfico masivo y compulsivo de una comunidad”49 fue otro de los mecanismos
implementados para lograr un mayor control territorial y poblacional indígena.

48
Carta del gobernador Góngora al rey de 1619. AGI, copia en ME, Carpeta C, Nº 7.
49
Entendemos a la relocalización de parcialidades indígenas, según la definición que Radovich (2000)
elabora para explicar este proceso en la actualidad, es decir, como “deportación o traslado geográfico
masivo y compulsivo de una comunidad”. Usamos este concepto en lugar del término “desnaturalizar”
encontrado en las fuentes, ya que consideramos que este último está cargado de connotaciones

32
Relocalización de parcialidades indígenas pampeanas:
En el caso de las parcialidades indígenas pampeanas, reducidas a principios del
siglo XVII, observamos que quienes presentaron mayor resistencia a las nuevas
formas de organización económico-social fueron marginados para evitar conflictos y
sublevaciones. Las fuentes indican que parcialidades charrúas serán reubicadas en “la
otra margen del río de la Plata en la reducción Santo Domingo Soriano”. Por su
parte, los querandíes serán apartados del resto de los grupos étnicos reducidos,
reubicando geográficamente la reducción de Tubichaminí en el pago de Magdalena y
conteniendo únicamente a esta parcialidad. La relocalización –estrategia utilizada
antes de la conquista por las sociedades andinas-, se presenta aquí como una forma de
disciplinamiento indígena alternativa, desarrollada por la sociedad colonial. Una
resolución del gobernador Robles manifiesta esto diciendo respecto un grupo de
indios:

“… poniendolos en la otra banda del río Paraná, cercanos a la reducción de Santo


Domingo Soriano, donde, al estar el anchor del Paraná por un lado y tierras
extrañas y gentío desconocido y diferente, les podrá ambas cosas obligar a sujeción y
permanencia en pueblo y reducción…”50.

No obstante, consideramos que la relocalización de parcialidades indígenas, no sólo


buscó desarticular posibles sublevaciones, sino suministrar mano de obra para realizar
trabajos temporales en la ciudad de Buenos Aires:

“…en las chacras y estancias del distrito estan algunos indios e indias en servicio de
los vecinos desta ciudad, que hay mucho tiempo que se sirven de ellos en sus
haciendas y granjerías…y hay en esta ciudad algunos indios sin orden ni concierto
y se ocupan y trabajan…conviene que los dichos indios hagan concierto del salario
que han de ganar cada mes y cada año…”51.

Relocalización de parcialidades indígenas extra-regionales:

negativas y prejuicios del colonizador. Si los grupos étnicos se desnaturalizan ¿antes estaban en estado
natural?, ¿Qué implicaría este estado?. Optamos, entonces, a pesar de tratarse de diferentes procesos
históricos, por utilizar el concepto “relocalización”, ya que estamos ante situaciones que son producto
de decisiones las de autoridades estatales para poder reutilizar espacios y/o recursos, una vez
trasladada dichas poblaciones.
50
Carta del Gobernador Robles al rey, de 1678. AGI, ME, Carpeta C.
51
Petición hecha por el protector de los naturales Pedro López Maldonado en 1605. AGN, sala IX, 19-
1-5. f.11.

33
El interés que la gobernación del Río de la Plata presentaba por obtener mano de
obra puede asociarse a la continua resistencia ofrecida por los indígenas de la región a
aceptar las nuevas formas de trabajo y producción colonial. Las dificultades para
dominar las diversas etnias locales empujaron a los porteños a traer indígenas de otras
regiones, más proclives a aceptar las nuevas relaciones socio-económicas de tipo
mercantiles. Según González Lebrero (2001), en un número imposible de determinar,
llegan a Buenos Aires lules, juríes, diaguitas, comechingones, sanavirones, huarpes,
calchaquíes, además de los cercanos guaraníes, quienes son incorporados como mano
de obra -forzada o más o menos libre-, a la economía porteña.
Pasaremos a analizar ahora, el caso de los quilmes y acalianes, quienes fueron
relocalizados en el área pampeana luego de ser sofocadas las rebeliones Calchaquíes
en el año 1666. Una vez sometidos, los indios del valle Calchaquí fueron distribuidos
entre los diferentes sectores de la sociedad colonial y en distintas zonas geográficas,
según hubieran presentado mayor o menor resistencia. Fernandez y Schorr (1968)
mencionan que esta diferenciación se tradujo en la conformación de dos grupos de
indios: Domésticos y Cautivos. Entre los primeros encontramos a aquellos indios que
pactaron rápidamente con los conquistadores del valle y aportaron información sobre
el resto de las comunidades levantadas. Así, quedaron en mejores condiciones, puesto
que fueron adjudicados a diversas órdenes religiosas. En cambio, a las comunidades
que resistieron hasta último momento se les aplicó el servicio personal52. En esta
categoría quedaron encuadrados los quilmes y acalianes, quienes fueron utilizados
como mano de obra permanente para la ciudad de Buenos Aires y alrededores. Las
fuentes nos muestran la activa participación de la gobernación del Río de la Plata en
las diversas campañas militares contra los Calchaquíes, además de haber sido
financiadas -en su mayor parte- por el Cabildo de la ciudad de Buenos Aires53. El

52
El servicio personal de indios había sido prohibido tras efectuarse serios abusos por parte de los
encomenderos en los andes y provincias como el Tucumán. No obstante, quienes realizaron la
campaña militar contra los calchaquíes se valieron de una Real Cédula de 1618 que permitía aplicar el
“servicio personal” como castigo a indios rebeldes. Así, Mercado y Villacorta consideró que la rebelión
indígena de los Valles Calchaquíes se ajustaba a esta situación, por la cual, una cantidad considerable
de indios fueron utilizados como mano de obra para las diferentes gobernaciones que participaron en la
guerra.
53
En 1659 se produce el primer ataque a la fortaleza de los quilmes por el gobernador de Tucumán,
Alonso de Mercado y Villacorta. Con esta incursión militar se obtuvo la rendición de la mayor parte de
los pueblos Calchaquíes. Sin embargo, en esa ocasión los españoles no lograron someter a la totalidad
de los grupos étnicos que allí habitaban. En 1664, se produce la segunda y definitiva conquista de los
valles. El sitio durante cuatro meses a la ciudad de los quilmes provocó la rendición final de las
comunidades rebeldes y su traslado a Buenos Aires en 1666 para ser instalados en una reducción. Ver:

34
propósito de trasladar indios desde el Tucumán al área pampeana fue evocado
anteriormente a ser efectuada la incursión militar, ya que en una carta que envía el
presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires -Martínez de Salazar- al gobernador
del Tucumán acuerdan:“Repartir las familias desnaturalizadas entre ciudades y particulares
de las provincias que participaron en las campañas”.54.
En cuanto al objetivo de dispersar las comunidades geográficamente para evitar
futuras rebeliones, éste se hace visible en una carta del gobernador Alonso de
Mercado y Villacorta al rey, donde expresa esa intención diciendo:“Ejecuté las primeras
conquistas contra los indios y saqué muchas familias de ellos, desnaturalizándolos para que no
se pudieran volver a su valle”55. Otro dato importante a tener en cuenta, respecto la
utilización que se hará de estas comunidades, es la modificación en su condición
jurídica. El destino original de los quilmes y acalianes iba a ser el de conformar la
encomienda particular de Luís de Toledo y Velazco -quien se hizo cargo de los gastos
del traslado de los indios a Buenos Aires-. Sin embargo, una vez establecidos en el
área pampeana, se produjo un cambio en la condición jurídica del grupo y estos
devienen en una encomienda Real, es decir, al servicio del la corona. En una carta de
de 1669, del gobernador Mercado y Villacorta, éste informa al rey: “…los quilmes
pasarán a ser encomienda de su majestad…”56. Así, los indios reducidos terminaron
siendo usufructuados, no ya por un particular, sino por toda una comunidad,
debiendo trabajar en la reducción y en actividades propias de la ciudad a través de un
servicio de mita obligatorio: “Al ser encomienda real y tributarios y no tener otros en toda
esta zona, mediante ellos se han hecho construcciones y templos como la catedral sin haber para
su obra más peones que los indios quilmes y acalianos”57.
Sin bien no sabemos exactamente cuantos indígenas eran en esa fecha, fuentes
previas al traslado geográfico nos permiten esbozar un número estimado de población
en los valles calchaquíes. Se tratarían de “400 hombres y 2000 almas de familias” para
165758. Dos años más tarde, el gobernador Mercado y Villacorta realiza, tras una
incursión militar al valle, un reparto de mil indios entre reducciones y encomiendas

Documentos relativos al levantamiento calchaquí (AGI, copia en ME, carpeta D: Autos de Bohórquez
N°1, Cartas del gobernador del Tucumán, Alonso de Mercado y Villacorta al rey).
54
Carta de Alonso de Mercado y Villacorta al rey de 1669, AGI, copia en ME, carpeta D.
55
Carta de Alonso de Mercado al rey de 1670. AGI, copia en ME, carpeta E.
56
Ibidem.
57
Informe del administrador de la reducción Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes, Juan
Zevallos al rey de 1686. AGI, Copia en ME, Carpeta G.
58
Autos de Bohórquez N° 1. AGI, Copia en ME, Carpeta D.

35
particulares del Tucumán59. Los datos arrojados por un reparto de indios hecho hacia
1665 en Córdoba nos indican que, de los aproximadamente 1400 quilmes que salieron
del Tucumán hacia la ciudad de Buenos Aires inicialmente, fueron dejados casi un
tercio en esa jurisdicción (260 personas) con lo cual, el número se reduce a 1140
indios. Una vez en Buenos Aires, las referencias demográficas son los datos sobre el
tributo indígena60. Boixados y Palermo (1991) establecen una relación entre indios
tributarios y cantidad de indios por familia de 5 a 1 (5 miembros de familia por cada
indio tributario). Si tenemos en cuenta este promedio estaríamos hablando de un total
de 750 indios relocalizados en 1667. Por su parte, en 1678 el obispo de la ciudad
considera a la reducción de Quilmes la más importante por “tener ciento catorce
tributarios”61. Tomando la proyección ya mencionada, se trataría de un total de 455
indios, dato que se mantiene registrado en el padrón indígena de 1680.

Cuadro N°6:

POBLACIÓN INDÍGENA TRIBUTARIA EN BUENOS AIRES (1680)

Reducción Ubicación respecto Población Población total


Buenos Aires tributaria aprox.
Santa Cruz de Quilmes 3 leguas al sur 114 455

Santiago de Baradero 30 leguas al norte 27 135

Santo Domingo Soriano 30 leguas al norte 30 150

Fuentes: elaboración propia en base a: Carta del obispo de Buenos Aires al rey sobre reducciones
de indios (1678). Padrón de indios de la jurisdicción del Río de la Plata (1680). AGI, ME,
carpetas F-G.

Las Actas del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires nos muestran cuan necesarios
fueron las etnias relocalizadas, no sólo como tributarios reales, sino como mano de
obra para las actividades de la ciudad. Encontramos varios acuerdos donde los
vecinos establecen el pago a los indios por la prestación de trabajo: “que todos los indios
que se concertasen para servir ganen por mes cuatro pesos y medio”62.
Respecto a las actividades productivas en las que se usaron como mano de obra,
sabemos que para 1693, sobre una población adulta de 100 individuos, prestaban mita
59
Carta de Mercado y Villacorta al rey de 1666. AGI, copia en ME, carpeta E.
60
La condición de tributario incluía a todos los indios varones (excluyendo al cacique y los integrantes
del cabildo indígena) mayores de 18 años y hasta los 50 años de edad (Palermo y Boixados, 1991: 39).
61
Carta del obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey sobre reducciones de indios de 1678. AGI,
Copia en ME, Carpeta F.
62
Sobre el salario que se les debe pagar a los indios cuando se los emplea (1673). AGN. Acuerdos,
Tomo XIV, p. 62.

36
60 indios en turnos de 25 individuos por mes (2/3 en obras públicas y conventos y el
resto con los vecinos)63. De esta manera, se hace evidente que la cuarta parte de los
indios varones –de entre 18 y 50 años- estaba constantemente ausente de la reducción,
siendo empleados en actividades de la ciudad. Además de se utilizados para la
construcción, las fuentes los presentan haciendo arreos de ganado vacuno. En 1695 el
gobernador de Buenos Aires, Andrés Robles dice que con los quilmes “envié a recoger
30.000 cimarrones”64. También se los observa trabajando en carga y descarga de navíos
en el puerto de la ciudad.
En la reducción, los indios debían pagar tributo “real” anual de 5 pesos y 4 reales, y
otro tributo de “señoraje” al cacique de 1 real al año. Esta cifra se modificó a 2 reales
por pedido del obispo de la ciudad para ser repartido entre el cacique y la autoridad
religiosa que tuviera funciones en la reducción65. El informe de 1686 del
administrador de la reducción de los Quilmes -Juan Zevallos- nos ofrece un
panorama de las actividades propias de la reducción y algunos de los problemas de
subsistencia que debieron afrontar. En primer lugar se refiere a “la suma pobreza y
miseria de la encomienda” en la que los han ubicado. Con un terreno tan corto “que no
hubieran podido abastecerse de no servirse de las tierras circunvecinas que aunque tienen dueño
están despobladas”66. En lo que respecta a las actividades productivas en la reducción,
Zevallos menciona a la agricultura como la actividad principal “allí se cultivaba trigo en
una sementera de la comunidad”. La ganadería también está presente, ya que “se criaban
vacas y se vaqueaban cimarrones”. Las fuentes muestran una rápida incorporación de
estos grupos a las actividades socio-económicas locales: “Los pulares del valle calchaquí
son los de mejor calidad y se conservan en pueblos y reducciones en que los dejó Alonso de
Mercado, trabajan la tierra y parece han olvidado su antigua reducción”.67
Hemos visto las actividades en las que fueron empleados quilmes y acalianes, tanto
en la ciudad de Buenos Aires como en la reducción. Cabe señalar que la prestación
del servicio de mita por parte del grupo étnico relocalizado fue un tema de conflicto
permanente entre vecinos, autoridades coloniales y el administrador de la reducción.
El abuso que de ellos hicieron es denunciado por Zevallos en su informe:

63
AGN. Acuerdos, Tomo XIV, p. 277.
64
Carta del gobernador Andrés de Robles de 1695. En AGI, Copia en ME, Carpeta H.
65
Carta del obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey de 1678. Ibid. p. 2.
66
Informe Zevallos. Ibid. p. 2.
67
Informe de la Audiencia de Charcas sobre la situación de los indios reducidos por el gobernador
Mercado y Villacorta (1681). AGI. Copia en ME, Carpeta G.

37
“Aunque se han conservado con paz y quietud, de aquí en adelante no podrán tener
más trabajos fuera de la reducción… porque al ser tributarios y no tener otros en toda
la zona, mediante ellos han hecho construcciones y templos como la catedral sin haber
para su obra más peones que los indios quilmes y acalianos…”68.

Los datos que hemos analizado se presentan como indicadores de la explotación a


la que estas parcialidades fueron sometidas en el ámbito pampeano. Dentro de las
actividades productivas en los que fueron utilizados los indios, ya hemos mencionado
la siega del trigo, construcción de obras públicas, carga y descarga de navíos en el
puerto y actividades de particulares (Seoane, 1992). El procurador Rubén de Zelis
solicita un número considerable de indios a la reducción para “que estos se repartan entre
los vecinos y labradores para recoger la cosecha”69. Por su parte, el administrador Zevallos
advierte a los vecinos de la ciudad que “de aquí en adelante no podrán tener muchos más
trabajos o de lo contrario perecerán”, ya que la utilización de los indios reducidos como
mano de obra ha causado que en la reducción “sólo se hallen 600 almas y podrán faltar
muchas más…por el gran daño que se le sigue haciendo a los indios por servir a Buenos Aires”.
También está presente la prestación ilegal de servicios cuando éste menciona que los
indios se pierden porque otros administradores “los han enviado a servir a personas y
parientes”70.
La nueva condición del grupo étnico relocalizado y su situación dentro del
sistema social y productivo pampeano, provocarán una abrupta caída demográfica
(del 40% en los primeros diez años) que relacionamos con el cambio medioambiental,
las epidemias y el régimen más riguroso de trabajo, además de condiciones subjetivas
que desconoceremos pero son reflejadas en la baja natalidad y matrimonios indígenas
del padrón de 168071. No obstante, y teniendo presente que los indígenas no fueron
receptores pasivos de las políticas que emanaban desde la sociedad colonial,
consideramos necesario analizar las posibles respuestas (estrategias de resistencia) que
desarrollaron en el ámbito reduccional, tanto los grupos étnicos locales como los
relocalizados.

68
Informe Zevallos. Ibid. p.6.
69
AGN, Acuerdos, t. XVIII, p.429-430.
70
Informe Zevallos. Ibid. p.7.
71
Según Lagger y Levorcetti (1994), el padrón indígena confeccionado en 1680 -14 años después de ser
relocalizado el grupo étnico-, expresa un límite de edad del grupo ubicado en los 50 años, generaciones
vacías que tenían entre 10 y 20 años en 1666, una baja en taza de natalidad y matrimonios indios y un
marcado aumento de la taza de mortalidad infantil.

38
La respuesta de las sociedades originarias: formas de resistencia indígena

En este apartado se analizan algunos indicadores que consideramos como formas


de resistencia indígena, tomando la conceptualización de Roulet (1992) de resistencia
“activa” y “pasiva”. En el primero de los casos se trataría de “un conjunto de tácticas
indígenas que involucraron un rechazo grupal –linaje, aldea, parcialidad- a las
imposiciones europeas y cierta cohesión de importantes sectores de la sociedad
indígena que se organizaron con vistas a un eventual conflicto armado -fabricando
armas, construyendo fortificaciones, buscando alianzas con otros grupos-. Quedarían
incluidos aquí los alzamientos, las deserciones colectivas, y las rebeliones violentas.
En el segundo de los casos, la “resistencia pasiva”, nos encontramos ante “prácticas
individuales y no frontales que implican una decisión personal de rechazo pero no
involucrando al grupo de pertenencia más importante”. De allí que para esta autora
no se hayan percibido de forma tan clara como mecanismos de resistencia y se lo
asociara a comportamientos irracionales o de ineptitud.
En el caso de los grupos étnicos reducidos en el espacio pampeano, los
mecanismos de supervivencia que identificamos se vincularían con lo que Roulet
denomina “resistencia pasiva”, ya que son acciones individuales y aisladas. El
accionar colectivo proviene, en todo caso, de los grupos con territorialidad al sur del
Salado que, mediante malones, captura de ganado y alianzas intra-étnicas
coexistieron con el blanco en cierta autonomía. (Este tipo de estrategia será analizada
en el tercer capítulo).
Respecto el resultado de la reducción y relocalización de grupos étnicos en Pampa
consideramos que, si bien los grupos reducidos no manifestaron un comportamiento
homogéneo, los sistemas reduccionales causaron un incremento de la resistencia
indígena. Dicha resistencia a la adopción de nuevos comportamientos sociales se hizo
manifiesta, en el interior de la reducción, a través del mantenimiento de prácticas
como el nomadismo, la poligamia y la resistencia al trabajo agrícola, pero también, a
través de alianzas intra-étnicas con los grupos no reducidos de la región, que les
permitieron, mediante el intercambio de información, armamento y animales,
efectuar sublevaciones o la huida de las reducciones.
En cuanto a la adopción de nuevas prácticas sociales, en las fuentes analizadas se
observan continuas quejas por parte de las autoridades respecto el comportamiento de
los reducidos. Hacia 1610, en una carta al rey, el gobernador Negrón expresaba cuán

39
resistentes eran estos indios al sometimiento: “Estos bárbaros desnudos son más fuertes y
más duros de domar que cuantas naciones hay en el mundo”72. Si nos concentramos en la
actividad desarrollada en las reducciones, observamos que el intento de
sedentarización no fue tan exitoso. Respecto las actividades agrícolas, en su visita de
1619 a la reducción del cacique Bagual, el gobernador Góngora dice:“…y no tenían
hecha sementera, ni tienen vacas ni ovejas, ni otra cosa alguna de comunidad ni en particular, si
no son algunos potros y caballos en que andan que los cogen en el campo porque hay mucha
cantidad de yeguas cimarronas”73. Evidentemente, resulta muy dificultoso eliminar
prácticas milenarias. Estos grupos de cazadores recolectores y pescadores tuvieron
una estructura económica-social basada en la apropiación directa de los recursos
naturales y no requerían de la producción de alimentos ni de excedentes (Mazzanti,
1993). Así, la caza sigue siendo su principal medio de supervivencia: “…susténtanse de
potrillos, venados y caza que matan. Usan algunas bolas a manera de hondas y de algunos arcos
con flechas…”74.
Pero no sólo resistieron a la adopción de nuevos patrones de producción y
consumo. Prácticas sociales como la poligamia se mantuvieron presentes,
principalmente en los caciques, quienes tenían por costumbre tener varias mujeres. En
la visita del gobernador Góngora a las reducciones se describe la continuidad de esta
práctica:

“…todos los indios y indias de las dichas tres reducciones consta vivir mal:
amancebados cristianos con infieles y infieles con cristianos (...) y hay entre ellos
caciques y otros indios que tienen a dos y a tres mujeres y el dicho cacique Don
Bagual tiene tres mujeres al cual y a los demás se les apercibió y dio a entender su
mal estado y manera de vivir”75.

En el caso de la evangelización, las fuentes evidencian un fuerte desinterés de los


grupos reducidos por asistir a misa y bautizarse. Producto de ello se toman medidas
que fueron plasmadas en las actas del Cabildo de Buenos Aires que propone:“…hacer
actos de predicación y enseñanza en la doctrina cristiana, apremiándoles a que asistan los dichos
indios y concurran todos los domingos a la misa…”76. Pero la labor evangelizadora se vio
entorpecida, en muchos casos, por la falta de interés de las órdenes religiosas en
72
Carta del gobernador Marín Negrón de 1610. AGI, copia en ME, Carpeta B, Nº 13.
73
Carta del gobernador Góngora al rey de 1620. Ibid.p.11.
74
Ibid. p.7.
75
Carta del gobernador Góngora al rey de 1620. Ibid.p.11.
76
AGN, Acuerdos, t. XVI, pag. 254.

40
prestar servicios fuera de la ciudad (recordemos que los Jesuitas aún no se hacen
presentes en esta región). Así, en las fuentes se describe como las reducciones no
poseen si quiera sacerdote. Según el informe del gobernador Góngora a la reducción
del cacique Tubichaminí:“...no han tenido sacerdote ni le tienen y que un fraile de la orden
de San Francisco, nombrado fray Juan, había ido algunas veces a la dicha reducción en sus
principios y estado algunos días y luego se iba y que a mucho tiempo que están sin sacerdote” 77.
No nos debe extrañar, entonces, la dificultad presentada para convertir a los indios
reducidos. El hecho de que los sacerdotes no permanecieran cotidianamente en las
reducciones, sumado a la resistencia presentada por los indígenas para recibir la
doctrina, deben haber entorpecido dicho proceso. Ahora, si centramos nuestra
atención en las formas de resistencia desarrolladas por los indios reducidos en
articulación con los grupos no reducidos de “tierra adentro”, vemos que son varias las
alternativas que estos desplegaron. La huída de las reducciones es una constante. En
1604, a muy poco tiempo de ser fundadas las reducciones, el Capitán y Teniente de
Gobernador de la cuidad de Buenos Aires, Tomás de Garay, comenta que: “... el
cacique Bagual se salía con toda su gente de donde estaba reducido y asentado por mandato del
Gobernador” 78. Los administradores de las reducciones presentan gran preocupación
ante el fenómeno de las migraciones y huidas. Fray Juan de Iraza menciona hacia
1621:
“…halle la reducción de Tubichaminí sin gente porque cuando yo falté y faltó el
gobernador Hernandarias se desaparecieron los yndios por la pampa. He trabajado
lo que he podido para juntarlos pero como falta el temor respeto de Hernandarias
no he podido juntar mas que cincuenta dellos, habiendo tenido en principio más de
trecientos dellos…”79.

Hacia 1627, el obispo de la ciudad, Pedro de Carranza, relaciona la merma de


población indígena en las reducciones, con las huidas permanentes. Por ello pide al
próximo gobernador:“…junte y recoja en sus pueblos y reducciones a todos los naturales con
sus mugeres e hijos sin consentir ni dar lugar a que se saquen y lleven fuera de ellas…porque
dello sigue mucho daño, perdida y disminución porque cada día mueren unos y otros
huyen…”80. Si realizamos una comparación con la experiencia andina, el tema de las

77
Carta del gobernador Góngora al rey de 1620. Ibid. p.10.
78
AGN, IX-19-1-4. f.9.
79
Carta de Fray Juan de Iraza, obispo de Buenos Aires, al rey, 1621. AGI, copia en ME, carpeta C.
80
Carta del obispo Pedro de Carranza al rey, de 1627. AGI, copia en ME, carpeta C.

41
huidas es sintomático. Si bien varía el “hacia dónde” (comunidades de origen o ayllus
en el área andina, tribus en el área pampeana), en todos los casos las migraciones son
una salida a la opresión que pesaba sobre los indios (Presta, 2000). Un testimonio de
los indios retirados de la reducción del Bagual muestra tal situación:

“Dixeron y declararon que venían de la pampa tierra adentro hazia la sierra...y que
con ellos se fueron otros indios de la dicha reducion con sus mujeres e hijos, porque se
avian muerto algunos y entre ellos un cacique y que fueron porque el dicho
Hernandarias de Saavedra embio a la dicha reducion el capitán Juan de Tapia con
muchos soldados y arcabuces….”81

Consideramos que este reasentamiento generalizado de los indígenas corresponde,


más bien, a lo que Saignes (1987) ha denominado estrategias originales frente al
asedio colonial. Otra de las estrategias observada entre los indios reducidos es la
alianza con aquellos que se mantienen en “autonomía” del sistema colonial para
realizar sublevaciones. En varias ocasiones, los administradores advierten a las
autoridades locales que los indios reducidos, en comunicación con los de “tierra
adentro”, acuerdan el ataque a la reducción, el robo de animales y la posterior huida.
En 1613, el gobernador Marín Negrón menciona que en las reducciones los
sacerdotes presentan quejas porque: “…los domésticos que les ayudan en sus trabajos se van
retirando y aunando con los rebeldes y todos, unos y otros confederando en su daño…”82. Un
vecino del Cabildo de la ciudad presenta una queja por la misma razón:“... y se han
levantado y se van convocando otros indios contra el Real servicio desta República... y aunque
otras veces lo han hecho con muchos otros delitos...se han atrevido a levantarse...”83.
En el caso de los quilmes y acalianes relocalizados en el área pampeana, si bien en
las fuentes aparecen como uno de los grupos reducidos más sumisos, el administrador
de la reducción presenta gran preocupación: “Los indios que salen de aquí a sus pueblos
son muchos con las tropas de vacas y mulas que van al alto Perú y hay que obligarles a los
encomenderos que si los sacan los hagan devolver por la gran facilidad de huir a sus pueblos”84.

81
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey de 1620, sobre indios retirados de las reducciones.
Ibid. p. 4.
82
Carta del gobernador Marín Negrón al rey, sobre sublevación de indios reducidos, 1613. AGI, copia
en ME, carpeta B.
83
AGN, IX-19-1-4.
84
Carta del representante de la Audiencia de Charcas, Bartolomé González de Pobeda, al rey (1681).
AGI, copia en ME, carpeta G.

42
Así, vemos que lejos de resignarse a las nuevas condiciones sociales, económicas y
culturales, muchos de los indios relocalizados optaron por la huida como forma de
deshacerse de las imposiciones de la sociedad colonial. Pero la huida no es la única
estrategia visible. Entre los indígenas que permanecieron en la reducción, el trabajo
ineficiente aparece como una estrategia alternativa. Esta situación se manifiesta en los
términos con los cuales se refieren a los indios de servicio, los vecinos de la ciudad.
Estos son considerados como “vagos, ladinos, carentes de interés en las tareas”85. A su vez,
los funcionarios de turno los describen “vagando y huidos de la obediencia de sus
encomenderos”86. Consideramos que, a pesar de la condición de obligatoriedad del
servicio de mita a la ciudad de Buenos Aires, por parte de los indios quilmes y
acalianes de entre 18 y 50 años, el trabajo ineficiente se presentó como una forma más
de resistir a las imposiciones coloniales.
Finalmente, algunos mecanismos de supervivencia se inscriben en la continuidad
de prácticas y representaciones anteriores a la conquista pero que desembocan
también, a través de los múltiples mestizajes, en “procesos de etnogénesis y etnificación”
(Boccara, 2001). En este sentido es que percibimos el proceso de mestizaje que se
inicia en el ámbito reduccional, entre las etnias quilmes y acalianes y segmentos de la
sociedad blanca. Si bien legalmente –a partir de las Ordenanzas de Alfaro de 1605-,
las reducciones debían estar habitadas sólo por población indígena, la "Exaltación de
la Cruz de los Quilmes", fue una excepción. En las fuentes se percibe un creciente
proceso de asentamiento de pobladores “blancos, mestizos y mulatos”. El administrador
expresa que:“…la nueva población que se ha asentado en la reducción es muy perjudicial para
los indios que viven en ella por cometer muchos pecados…” 87.
El “amancebamiento” -un comportamiento del cual no es ajena la población no
indígena-, está presente en la reducción, ya que el obispo de la ciudad habla de las
consecuencias negativas de la vida conyugal de “cristianos con infieles e infieles con
cristianos”, debido a la “necesidad y conservación de indios tributarios”88. A su vez, las
autoridades de la reducción se refieren al mismo problema al mencionar que “entran a
todas horas españoles, mestizos y mulatos a perturbar la paz y quietud con que viven los indios
reducidos”, proponiendo al rey que “quiten de aquí esta población que tanto los perjudica”89.

85
AGN, Acuerdos, t. XVIII.
86
Carta del gobernador Robles al rey de 1678. Ibid. p.1.
87
Informe Zevallos. Ibid. p.7.
88
Carta del Obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey, 1678. Ibid. p.4.
89
Informe Zevallos. Ibid. p.7.

43
Así, el proceso que se inicia en la reducción con el asentamiento de españoles, indios
agregados, mestizos y mulatos, provocará que en la confección de los padrones
siguientes disminuya progresivamente el número de censados "de nación quilmes o
acalianes" y aumenten denominaciones tales como "madre india, padre español",
denotando el proceso de mestizaje mencionado. Quizás, producto de está situación,
las autoridades coloniales aplicaran una Ordenanza Real en la que se establecía que
"los hijos de españoles con indias debían ser reconocidos como hijos de indios" (Citado en
Montes, 1961: 21), poniendo freno a la pérdida de población tributaria.
En síntesis, los dispositivos de poder y dominación desplegados en el espacio
pampeano tales como la reducción y relocalización de parcialidades étnicas tuvieron
resultados disímiles. En general, los sistemas reduccionales vieron su objetivo
“disciplinador” entorpecido por la resistencia de tipo cotidiana que los indígenas
llevaron a cabo en estos ámbitos (a traés del trabajo ineficiente, el mestizaje, etc.), así
como mediante la continuidad de los vínculos intra-étnicos mantenidos con los
grupos en autonomía (que les permitieron sublevarse, huir o acceder a bienes e
información). Esta situación hacían, sino improbable, por momentos dificultosa la
sujeción de los indios en el ámbito pampeano. En cambio, el proceso de
relocalización de grupos étnicos extra-regionales, como el caso de las etnias quilmes y
acalianes, proporcionó resultados más efectivos para la sociedad colonial. Estas etnias
efectuaron una rápida incorporación al sistema social reduccional y a las formas de
producción impuestas en la región. Podemos decir, entonces, que la “relocalización”,
como mecanismo de disciplinamiento indígena fue efectiva. La reducción tuvo una
existencia de más de un siglo y la sociedad colonial porteña utilizó a los grupos
reducidos como la principal fuente de mano de obra para la ciudad y su entorno rural.
Finalmente, entre los factores del fracaso de los sistemas reduccionales como
espacios de disciplinamiento indígena –a excepción de la reducción de los quilmes-,
habría que considerar la alternativa colonial de contar progresivamente con fuertes
contingentes de población esclava, debido al rol que Buenos Aires fue tomando como
ciudad-puerto para el ingreso de éstas. Una fuerza de trabajo más controlable y
eficiente que la indígena.

44
CAPÍTULO III:

Relaciones interétnicas en la frontera sur pampeana

En el capítulo anterior hemos indagado las relaciones hispano-indígenas


desplegadas al norte de la región pampeana, es decir, en el ámbito que mantenía bajo
su dominio la sociedad colonial. No obstante, la región excedía el reducido espacio
ocupado por el blanco. En este capítulo nos proponemos analizar las
transformaciones que sufrieron las sociedades indígenas pampeanas con
territorialidad al sur del río Salado, como consecuencia de la presencia europea en la
región. Estos grupos permanecieron durante buena parte del siglo XVII con cierta
autonomía del sistema de dominación colonial. En las últimas décadas del siglo
intensificaron sus vínculos con los hispano-criollos debido a la competencia originada
por espacios y recursos de uso común como el ganado. Finalmente, y como una
consecuencia de lo anterior, indagaremos en los cambios producidos en la política
colonial “con el indígena”, así como en la reformulación de los mecanismos de poder
y dominación.

El contacto interétnico como disparador de los procesos de cambio en las


sociedades indígenas con territorialidad al sur del río Salado

Eugenia Néspolo, ha dicho que las autoridades coloniales emergentes en el


espacio fronterizo pampeano “se configuraron en el conflicto y la negociación con el
otro” (Néspolo 2004: 107). Creemos que dicho proceso no sólo afectó a la sociedad
colonial, sino que también las sociedades indígenas se configuraron y transformaron
como consecuencia del contacto interétnico. Estas transformaciones -aunque
cristalizadas en los siglos XVIII y XIX-, presentan indicios durante el siglo XVII.
Cambios que están siendo analizados dentro de las múltiples respuestas y estrategias
de resistencia que supieron desarrollar las sociedades indígenas para hacer frente a la
situación de dependencia y dominación colonial (Boccara 2001). En el caso
rioplatense, trabajos como los de Palermo (1986, 1988, 1989) o Mandrini (1986, 1992,
1993) permiten comprender la trascendencia de los cambios suscitados en estas
sociedades, tras iniciarse el contacto con el europeo, a partir de una visión superadora

45
de la perspectiva tradicional de frontera90. Entre estas transformaciones mencionan la
adopción de nuevas especies animales y vegetales, que produjeron cambios en la
dieta, la movilidad y en los patrones de actividad económica indígena. Si bien
mantuvieron un modelo basado en la caza y la recolección, incorporaron nuevas
especies animales -principalmente equinos y vacunos-. Fuentes relativamente
contemporáneas91 así como trabajos de historiadores posteriores (Giberti 1961, Coni
1979, Assadourian et al. 1986), ponen en evidencia que dicho proceso se inició con la
primera fundación de Buenos Aires en 1636, cuando quedaron abandonados caballos
luego de la expedición de Pedro de Mendoza y, unas décadas mas tarde, con la
introducción del ganado vacuno desde Asunción, Córdoba y el Alto Perú. Según
Palermo (2000), a partir del siglo XVII, los habitantes de las llanuras pampeanas
tenían un pleno manejo del caballo, lo que les permitió la captura del ganado
cimarrón que se había dispersado por la pampa. Con suma rapidez, los indígenas
pampeanos, al adoptar el ganado caballar, pudieron desplazarse más rápidamente y
aumentar sus expediciones de caza, que, en ocasiones, se dirigían hacia las estancias
de la campaña en busca de ganado y cautivos. Las descripciones de las autoridades
coloniales sobre estas expediciones durante el siglo XVII92, aunque no puedan
asociarse directamente a los malones del siglo XVIII, a los que hace referencia
Mandrini (1986), prefiguran ese tipo de organización bélica que será puesta,
posteriormente, al servicio de fines económicos y políticos y como una empresa
colectiva. Otro de los procesos de cambio identificados por estos autores tiene que ver
con la paulatina incorporación del mundo indígena a los circuitos mercantiles
coloniales. Este proceso se inició junto al establecimiento de nuevos vínculos –aunque
no por ello inexistentes-, con indígenas de las zonas norpatagónicas y
transcordilleranas93, a quienes empezaron a proveer de caballos para hacer frente a la
guerra con los españoles en Chile. Para mediados del siglo XVII, Palermo (2000)

90
Nos referimos a los estudios que, tomando al pie de la letra los documentos coloniales, trasmitieron
una imagen etnocentrista de la realidad que describió el colonizador.
91
Schmidel [1563-65), Hernando de Montalvo [1587].
92
En 1629, el gobernador Céspedes informó al rey que los serranos: “…son grandes hombres de a
cavallo y estan muy prevenidos de armas de cuero de buey para sus personas y caballos. Usan lanzas,
arcos, flechas, bolas y ondas y a su modo hacen sus escuadrones en forma de media luna, sin parar en
un sólo lugar”. Carta del gobernador Céspedes al rey (1629). AGI, copia en ME, Carpeta C.
93
Evidencias arqueológicas diversas sugieren que los pueblos pampeanos formaban parte -desde
tiempos prehispánicos-, de redes de intercambio que los vinculaban con grupos extra regionales. La
presencia en el sitio arqueológico Tapera Moreira de alfarería chilena que se conoce como Valdivia
pintada, las plaquetas grabadas y las puntas de proyectil pedunculada similar a las del norte de la
Patagonia refuerzan la idea de la circulación de bienes dentro de sistemas regionales amplios. Ver:
Politis (2000)

46
ubica las primeras capturas y arreos de ganado cimarrón en las pampas que -a veces
por medio de los pehuenches cordilleranos- se entregaban a los mapuches chilenos a
cambio de tejidos, armas, etc. Esto proceso ha sido verificado también por medio de
trabajos arqueológicos sobre el área interserrana. En ellos, la evidencia material
encontrada fue interpretada como infraestructura para la cría y manejo del ganado
(Slavsky y Ceresole 1988, Mazzanti 1993). Finalmente, debemos mencionar un
proceso que, aunque excediendo nuestro marco temporal de análisis, tiene sus
primeras manifestaciones en el siglo XVII, alterando las relaciones hispano-indígenas.
Nos referimos a la intensificación de las relaciones entre indígenas pampeanos y
transcordilleranos que, según Ortelli (1996), generó relaciones de parentesco que
fueron uniendo a las etnias asentadas a ambos lados de la cordillera y culminaron,
hacia el siglo XIX, con la “araucanización” de las pampas94. A lo largo del siglo
XVII, la relación entre grupos indígenas de uno y otro lado de la cordillera fue
aumentando, sobre todo debido a la demanda sistemática de caballos salvajes que los
transcordilleranos necesitaban para la guerra y que adquirían en las pampas
bonaerenses (León Solís 1992, Varela y Manara 2006). De esta manera, se tornaron
más frecuentes las incursiones indígenas sobre la campaña, ya que, “aunque la mayor
parte del ganado era cimarrón, ya había robos en la frontera” (Mandrini 1986:315).
No obstante, si bien a lo largo de este trabajo analizamos el incremento de las
hostilidades indígenas sobre la campaña porteña a fines del siglo XVII (ya sea robo de
animales, asesinato de españoles o simplemente destrozos en las estancias),
disentimos en cierta forma con aquella visión que vinculó la inserción indígena en los
circuitos mercantiles mediante el comercio ganadero con el saqueo sistemático a
estancias coloniales (León Solís 1991)95. Según Crivelli Montero (1991), los malones
no deben entenderse meramente como expediciones de búsqueda de ganado, sino
94
Nos queda claro que resulta una simplificación extrema reducir un proceso de larga duración como
es el contacto cultural entre la araucanía y la pampa, al concepto de “araucanización” en el sentido que
la Escuela Histórica Cultural le asigna. Nuevos enfoques han propuesto utilizar el término
específicamente para el proceso de migración de mediados del XIX que completa un largo proceso de
contacto e interacción entre ambas sociedades (Mandrini y Ortelli 1995).
95
León Solís, ha aportado con sus estudios sobre las transformaciones operadas en el mundo indígena
a fines del siglo XVII y principios del XVIII, a superar visiones simplistas como la de historiadores
chilenos centrados en la problemática de la frontera del Bío Bío. Tomando en cuenta procesos más
generales que afectaron a ambos lados de la cordillera, analiza el pasaje de un tipo de actividad bélica a
otro: de la guerra formal al saqueo y al pillaje. Sin embargo, a pesar de romper con muchos supuestos de la
historiografía tradicional, siguió considerando que la competencia por el ganado cimarrón llevó a un aumento de la
hostilidad indígena y al saqueo permanente. La paz lograda en Chile y el aumento de la demanda de
ganados, sumado al problema de la extinción paulatina del ganado cimarrón en las pampas,
transformó al indígena de “guerrero” en “cazador de ganado” primero, y en “maloquero” después
(León Solís 1991).

47
como una estrategia guerrera de resistencia implementada para lograr determinadas
condiciones en la relación con los “cristianos”. Teniendo en cuenta este último factor,
debemos hacer mención, no sólo a los cambios que se estaban dando al interior de las
sociedades indígenas como consecuencia del contacto interétnico, sino a las
circunstancias que atravesaba la sociedad colonial durante el período, y que influyó
en el tipo de vínculos interétnicos forjados. Nos referimos a la merma de ganado
cimarrón96 que comenzaban a sufrir los asentamientos coloniales de frontera tales
como Buenos Aires, Córdoba o Mendoza y que para Gascón (1998), empujaron a las
diversas jurisdicciones a desplazarse hacia el sur, en busca de cimarrones. Según
Campetella (2007), en las últimas décadas del siglo XVII y a comienzos del XVIII el
control del ganado cimarrón desató una fuerte competencia, no sólo entre indios e
hispano-criollos, sino entre estos últimos entre sí. Por lo cual la conflictividad se dio
entre todos los agentes interesados en el recurso. Una situación que derivó para
ambas autoras, en una presencia cada vez mayor de tropas de vaquerías porteñas y de
jurisdicciones circundantes en el área interserrana, así como en la aplicación de
medidas por parte del Cabildo de Buenos Aires para hacer efectivos los “supuestos”
derechos que tenían para vaquear en aquel espacio97. Así, la imagen de la frontera
pampeana hostigada por indígenas saqueadores a fines del siglo XVII, va dejando
lugar a una visión mucho más compleja de competencia inter e intra-étnica por el
control y acceso a un recurso que había pasado a ser de uso común.

La intensificación de los vínculos interétnicos a fines del siglo XVII

Como ya hemos mencionado, desde la segunda fundación de Buenos Aires en


1580 y durante el siglo XVII, la sociedad colonial no tuvo mayor interés por el
territorio sur pampeano, ni la posibilidad concreta de controlarlo. Esta situación
determinó el establecimiento de un vínculo particular con las sociedades indígenas
que lo habitaban, que hemos caracterizado como de “coexistencia en autonomía”,

96
En lo que respecta a la disminución del ganado cimarrón, para Gascón (1998), ya en la primera
década del siglo XVIII, para encontrar ganado cimarrón en Buenos Aires había que internarse hasta el
sur de Tandil. Por su parte, Campetella (2007) menciona que en las décadas de transición entre los
siglos XVII y XVIII, en el área interserrana se daban intensos contactos interétnicos entre diversas
“naciones” indígenas e hispano-criollos de diferentes jurisdicciones, debido a que allí se obtenía el
ganado cimarrón.
97
El ganado cimarrón, al no estar puesto en rodeo ni tener marca, presentó desafíos a la hora de decidir
quienes tenían derecho de propiedad sobre él. Según el Cabildo de Buenos Aires, los vecinos de la
ciudad –y más precisamente los poseedores de ganado- eran quienes tenían derechos sobre el ganado
cimarrón que pastaba en las pampas, bajo la lógica de que éstos animales se habrían “alzado” y vuelto
a la vida silvestre de los rebaños originalmente traídos por los europeos. Campetella, Ibid. p. 4.

48
debido a que el contacto no implicó dominación. Expresión de ello son los lazos que,
desde principios del siglo XVII, establecieron diversas parcialidades indígenas –
identificadas como pampas y serranos- con la localidad de Buenos Aires, con fines
comerciales y laborales98.
En las últimas décadas del siglo XVII observamos que las relaciones con algunos
de estos grupos se tornaron más conflictivas, aunque derivaron en una gran
heterogeneidad de situaciones. El incremento de la competencia por el recurso
ganadero llevó a que el Cabildo de Buenos Aires, ya desde 1660 comenzara a enviar
patrullas armadas para vigilar la campaña y desde 1680 se iniciaron expediciones
periódicas por parte de los vecinos y autoridades porteñas al área interserrana con
diversos fines99. Abastecerse de ganado cimarrón, buscar sal en las recientemente
descubiertas salinas100 o simplemente recuperar indígenas fugados de sus reducciones.
No obstante, observamos que hacia fines del siglo XVII, muchas de estas
expediciones a territorio indígena, empezaron a realizarse con el objeto de “castigar”
o “intimidar” a los indígenas que disputaban el ganado y en ocasiones hostigaban a
los porteños. Consideramos que los factores mencionados no son excluyentes entre sí,
muy por el contrario, actuaron de forma conjunta originando el cambio en las
relaciones interétnicas que, por su intensidad, hemos denominado “el despertar de la
frontera sur pampeana”. A continuación, analizaremos los inicios del conflictivo
vínculo interétnico, para luego pasar a examinar las propuestas que surgieron desde

98
En relación a la prestación de trabajo ocasional, en 1611 el gobernador Marín Negrón escribe al rey
señalando la cantidad de indios “infieles” de servicio que hay en Buenos Aires, es decir, que no están
sujetos en reducción: “…los yanaconas que tiene esta ciudad no llegan a quinientos (…) y hay otros
quinientos infieles de servicio (…) acuden como los demás infieles a servicios de cuando en cuando…”.
Carta del gobernador del Río de la Plata, Diego Marín Negrón al rey de 1611. AGI, copia en ME,
carpeta C, n°10. Según González Lebrero los indios de servicio propios de la gobernación llegan a ser
33 entre los años 1613 y 1654. Por su parte, el gobernador Góngora informa al rey en 1620 que algunas
parcialidades de “tierra adentro”, vienen a la ciudad de Buenos Aires: “…an venido con mucha
quietud y gusto cuarenta indios con sus mugeres e hijos con dos caciques que vinieron a esta
ciudad…”Carta del gobernador Diego de Góngora al rey de 1620. AGI, ME, carpeta C. El religiosos
Gregorio Suárez Cordero advierte hacia 1678 que los indios pampas son “…gente doméstica y
tratables, pues asisten a los terrenos y chacras a ayudar en las vaquerías en que se les paga…”.Carta del
cura de Buenos Aires, Dr. Gregorio Suárez, a la reina (1673), remitiendo testimonio de la respuesta
que dio a la consulta que el obispo y gobernador del Río de la Plata le hicieron sobre la reducción de
los indios pampas. AGI, copia en ME, carpeta F.
99
Por ejemplo, la expedición que se realizó durante el gobierno de Sotomayor a las sierras del Tandil y
Cairú y dónde se mencionaba que los indios potreaban esa zona, además de vender caballos y tener
trato con “otras parcialidades que asistían a aquellas campañas”. Carta de Joseph Herrera y Sotomayor
al rey, de 1686.AGI, copia en ME, Carpeta G.
100
El descubrimiento a mediados del siglo XVII de los grandes yacimientos de sal en la región pampeana, tuvo un
rol indispensable para la vida e industria de la ciudad-puerto. La empresa se realizaba periódicamente y requería
importante participación de vehículos y personas para transportar la sal. Situación que entrañó una periódica
negociación con las parcialidades indígenas que controlaban dicho espacio (Taruselli 2005).

49
los diferentes sectores de la sociedad colonial y la política indígena que se puso en
práctica a fines del siglo XVII.

Parcialidades indígenas “pampas” y “serranas” en la campaña porteña

Estudios sobre la región pampeana -específicamente el área inter serrana-,


enfatizan que hacia mediados del siglo XVIII allí se constituyó un centro de
producción, comercialización ganadera y convergencia de indígenas de diversas
regiones, al ser paso obligado de rutas trasandinas (Mandrini 1991). Este proceso,
comenzó a ser percibido por la sociedad colonial ya durante el siglo XVII, luego de
algunas expediciones como la de 1635, dónde el gobernador Pedro Esteban Dávila,
ordenó al jefe de una partida militar a la campaña:

"...inquirireis y sabreis con toda particularidad si es cierto que los indios del Reino de
Chile pasan la cordillera por esta parte y rescatan y llevan caballos para aquel reino y
de quién se valen y con qué indios comunican y en qué tiempo pasan la cordillera
para esta banda y hasta dónde llegan y qué género de armas tienen y qué práctica
tienen con los indios que comunican de estas pampas y distrito y hasta dónde llegan y
qué rescatan y qué género tienen por rescate..."101.

Expediciones como estas permitieron a los hispano-criollos identificar la presencia


de ganado cimarrón al sur de la región, así como a algunas de las parcialidades
indígenas que allí habitaban. La discusión acerca de quiénes o cómo denominar a
estos grupos no ha sido superada aún102. El dilema radica en, o bien abstenerse de
utilizar rótulos acuñados por cronistas y viajeros -tales como “auca”, “pampa”, etc.-,
o utilizar los conceptos que aparecen en las fuentes, aunque tratando de
contextualizarlos y no caer en simplificaciones. En este sentido, optamos por la
segunda opción, ya que la primera implicaría la previa ejecución de un trabajo
etnográfico en pampa como el que realizó Nacuzzi (1998) para la región
norpatagónica. Aclarado este punto, debemos decir que estas “parcialidades
indígenas”103, ya que no actuaban como una unidad, eran denominadas por los
hispano-criollos como “pampas” y “serranos”. Según Campetella (2005), tales
denominaciones incluían una diferenciación no sólo geográfica, sino cultural. Así, los

101
AGN, sala IX-40-8-4.
102
Algunas de estas discusiones pueden encontrarse en los artículos de Raúl Mandrini (1992) y Lidia
Nacuzzi (2000).
103
Esta categoría histórica, permite hablar de grupos indígenas diversos, ya que no actuaban a como
una unidad, por lo menos en su relación con los hispano-criollos.

50
“pampas” ocupaban una posición de cercanía a la sociedad colonial, ya que no sólo
vivían en los alrededores de Buenos Aires, sino que a menudo establecían vínculos
amistosos con los porteños. En cambio, los “serranos” estaban asentados en las
alejadas sierras, y cuando se acercaban a la ciudad lo hacían en un contexto hostil. La
primera mención que se encuentra en las fuentes coloniales sobre estas parcialidades
aparece en una carta que el gobernador Francisco de Céspedes envió al rey en 1629:

“…cuando entro a zondear este rio, por mayo del año pasado, pasó la palabra a los
yndios serranos que se confinan con el estrecho de Magallanes por la vanda del sur y
vajaron a esta provincia más de 500 dellos (…) son grandes hombres de a caballo y
estan prevenidos de amas de cuero de buey para sus personas y cavallos , usan lanzas
arcos y flechas bolas y hondas y a su modo hacen sus escuadrones en forma de media
luna y los infantes sin para en un lugar…”104.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, la presencia de parcialidades indígenas


“pampas” y “serranas” en la campaña porteña se hizo cada vez mayor. En 1659 el
Cabildo mencionaba que grupos pampas se habían acercado a la ciudad. Ese mismo
año, varios vecinos denunciaron su presencia en el río Saladillo -actual Salado- y se
les ordenó se retiren a sus tierras105. Esta situación se fue acrecentando en las décadas
siguientes. En 1662 varios españoles fueron asesinados por pampas y serranos y un
año después el gobernador Mercado y Villacorta mencionaba el “hurto de caballos y
yeguas por los mismos”106. Una década después, en 1670 Juan Antonio de Arregui
presentaba una petición sobre los daños que estos indios hacían en las estancias de la
ciudad107. Finalmente, en 1672 se conformó un Cabildo Abierto para acordar qué
forma de castigo dar a los indígenas que han robado ganado y hecho otros daños. En
un informe del gobernador Andrés de Robles al rey, de 1677, sobre los indios de la
jurisdicción del puerto de Buenos Aires, describía a los pampas como:

104
Carta del gobernador Céspedes al rey de 1629. OP. Cit. p.2.
105
AGN, AECBA, Tomo XI, año 1659.
106
Carta del gobernador Mercado y Villacorta al rey de 1663. AGI, copia en ME, carpeta E.
107
“…los indios pampas y otros andan haciendo considerables daños en las estancias de dicha ciudad y robando
caballos de los vecinos”. Petición hecha por Juan Arregui al Cabildo de Buenos Aires, sobre los daños que
hacen los indios pampas (1670). ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (en adelante AGN),
Acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires (AECBA), Tomo XIII, p. 226.

51
“…indios que cada día entran con sus tropas a esta ciudad…y se seguía el daño
con la libertad de la que gozan estos indios por estar retirados por tiempos a las
cordilleras y comunicarse con los serranos y proveerlos de caballos y armas…”108.

CUADRO N°7:
ATAQUES INDÍGENAS EN LA CAMPAÑA (FINES DEL S. XVII)
Año Accionar indígena Parcialidad Autoridad que
denuncia
hostilidades en la robo de asesinatos a
campaña porteña (* ganado españoles
)
1659 Serranos Cabildo de Buenos
Aires
1663 Serranos Cabildo de Buenos
Aires
1663 Pampas y serranos Gobernador Mercado
y Villacorta
1670 Pampas Juan Antonio de
Arregui vecino de la
ciudad
1672 Serranos e indios Capitán Juan Miguel
domésticos (huidos de Arpide
de reducciones)
1672 Serranos Cabildo de Buenos
Aires
1677 Indios domésticos Gobernador Andrés
(huidos de de Robles
reducciones)
1681 Pampas y serranos Gobernador Joseph
Garro
1686 Pampas Cabildo de Buenos
Aires
(*) En las fuentes consultadas la palabra hostilidad aparece sin hacerse mención concreta a robos o asesinatos, es por ello que hemos
optado por distinguirla de las demás categorías, debido a que no sabemos exactamente a que tipo de accionar se refiere.
Fuente: elaboración propia en base a correspondencia ubicada en el Archivo General de Indias, con copia en el Museo Etnográfico,
carpetas E, F, G y Archivo General de la Nación, Acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, Tomos: XI, años
1659 y 1663, tomo XIII (1670-1672) y tomo XVI, año 1686.

En el cuadro N° 7 se pretende dar cuenta del incremento de los ataques indígenas a


los establecimientos productivos coloniales, ya que luego de la mención hecha por el
gobernador Céspedes en 1629, estos se produjeron sucesivamente en 1659, 1662,
1663, 1670, 1672, 1677, 1681 y 1686. Respecto este tipo de ataques, Villar y Jiménez
(2002) consideran que se trataba de incursiones indígenas, generalmente poco
numerosas, con el objeto de demostrar astucia y para apoderarse de los recursos
tratando, en lo posible, de que las víctimas del ataque no se enteren de su presencia
hasta que sea demasiado tarde. Por otro lado, y como hemos mencionado
anteriormente, teniendo en cuenta las incursiones que los hispano-criollos realizaban

108
Carta del gobernador Robles al rey (1678). AGI, copia en ME, carpeta F.

52
al área interserrana desde 1660, estos ataques podrían asociarse con otro tipo de
estrategia indígena, desplegada ante la nueva situación interétnica y para lograr
ciertas condiciones en sus vínculos con los hispano-criollos. Si bien la relación de
convivencia en autonomía persistió, ambas sociedades pasaron a competir por
espacios y recursos comunes. Cualquiera haya sido su objetivo, la presencia indígena
en la campaña porteña generó múltiples acciones desde las autoridades de la
gobernación del Río de la Plata. Este accionar, aunque aún no pueda asociarse con lo
que Boccara (1996) denominó “dispositivos de poder y dominación”, irá delineando
una política indígena más ofensiva que se terminó de concretar a mediados del siglo
XVIII con la llamada militarización de la frontera, pero que tiene precedentes a fines
del siglo XVII.

La presencia indígena en la campaña y las propuestas de la sociedad colonial:


¿incorporar, castigar, negociar?

La situación de mayor conflictividad en los vínculos forjados con los pampas y


serranos llevaron a vecinos y autoridades coloniales porteñas –tanto civiles como
religiosas-, a discutir y proponer diversas soluciones a dicha problemática. En un
primer momento, las soluciones planteadas por los porteños respecto las hostilidades
indígenas en la campaña rondaron en torno a dos ejes: castigar o incorporar a dichas
parcialidades. En el primero de los casos, mediante campañas militares denominadas
“entradas de castigo” a territorio indígena se pretendía: “…por medio de las armas y
el terror que no cometan tales daños…”109.
En el caso de la propuesta de incorporación de los indígenas a la sociedad hispano-
criolla, se proponía, a través de la puesta en reducción de las parcialidades: “...que los
dichos indios entraran en el conocimiento de nuestra santa fe católica y política
cristiana y mejores conveniencias para pasar la vida, pues en ellas tienen gran
cantidad de ganado vacuno y tierras para sus labranzas y se les enseñará a
cultivarlas…”110. La conformación de un Cabildo Abierto en 1672 para acordar una
solución al problema del “…robo de ganado y otros daños que hacen los serranos…”,
plantea la disyuntiva a la que se enfrentaron los porteños por esos años. Se trataba de
resolver si la mejor estrategia a seguir era incorporarlos como “indios domésticos”,
mediante la puesta en reducción o intimidarlos a no seguir con tales acciones,
109
Carta del gobernador Robles de 1678, Op. Cit.
110
Cabildo del 29 de abril de 1686. Petición para que se tomen medidas con los indios pampas que han
cometido robos y asesinatos. AGN, AECBA, Tomo XVI, p. 302-304.

53
mediante expediciones punitivas. En el Cabildo abierto de 1672, el Capitán Arpide
expresaba que “…aunque se les ha puesto en reducción siguen el barbarismo de los
demás con quienes cometen dichos delitos (…) y muchos tienen de nación
serranos…”111. Es por ello que, como consecuencia de la imposibilidad de mantener a
estas parcialidades reducidas, se propuso “…aquietar los indios que andan
levantados…”, mediante una expedición al sur de la jurisdicción. Así, los vecinos de
la ciudad junto al Maestre de Campo112 –Juan Arias de Saavedra-, acordaron:

“…en consideración de los muchos vecinos que han dado quexas por robos y hurtos
que les han hecho dichos indios serranos de ocho años a esta parte… que se coxan
las armas i se salga contra estos indios serranos y demases para el castigo y sujeción
suia por la continua osadía con que proceden en hacer semejantes robos y muertes
perturbando a la común quietud y sosiego de los vecinos…”113.

El resultado de esa “entrada de castigo” se hizo visible unos meses después,


cuando el Cabildo de Buenos Aires ordenó el reparto de los indios capturados entre
los vecinos de la ciudad: “…se ordena hacer el repartimiento de los indios que a
pedimento del procurador general desta ciudad se han traido de nazión pampa y
serrana (…) los cuales son en número ochenta…”114. Aquí observamos que, en lugar
de ponerlos en reducción se los reparte entre los vecinos para tareas domésticas. Otra
“entrada de castigo” será efectuada por el gobernador Andrés de Robles en 1675. En
este caso, y quizás por influencia de una Real Cédula que ordena la "…conversión de
los indios por medio de la predicación evangélica y que para conseguirlo se reduzgan
a poblaciones…"115, el resultado de la expedición fue la creación de tres reducciones.
El gobernador Robles argumenta:

“…salí a recoger indios huidos por la campaña donde los encontré con sus toldos a
40 leguas desta ciudad indios serranos en mucho número de almas (…) y los situé
en tres pueblos a diversas parcialidades que son: Laguna Aguirre, a ocho leguas de

111
Cabildo abierto para acordar el castigo que se le dará a los indios serranos por el robo de ganado y
otros daños. AGN, AECBA, Tomo XIII, año 1672, p. 438-439.
112
El Maestre de Campo era un oficial de grado superior que ejercía el mando de varios tercios. Real
Academia Española.
113
Cabildo abierto de 1672, Op. Cit. p. 439.
114
Acuerdo sobre el repartimiento de indios pampas y serranos. AGN, AECBA, tomo XIV, p. 178.
115
La Real Cédula al gobernador y al Obispo del Río de la Plata acerca de la conversión de los indios
pampas aparece mencionada en la carta que envía el gobernador Robles al rey en el año 1678, aunque
la Real Cédula tiene que haberse emitido antes de 1675, cuando se efectúa dicha campaña y reducción
indígena. AGI, copia en ME, carpeta F. p.1.

54
la ciudad, sobre el río Lujan, a diez leguas de la ciudad y sobre el río Areco, en la
reducción que llaman del Bagual, a treinta leguas de la ciudad…”116.

A diferencia de la “entrada de castigo” anterior, entre los argumentos que daba el


gobernador para llevar a cabo la expedición encontramos la necesidad de incorporar a
los indígenas a la sociedad colonial, mediante la evangelización y adopción de
prácticas “cristianas” dentro de las reducciones. En este sentido argumentaba:
“…dispuse para arraigarlos, sembrarles maíz y ponerles arados y traerles ganados para su
sustento religioso…”117. Dos años después, en 1677, se lleva a cabo una expedición con
el mismo fin. En ella, el gobernador Robles menciona que: “…en la parte sur del río
Saladillo se apresó al cacique Bravo con (¿30 o 300?) personas…”118. En este caso, y para
hacer más efectiva la sujeción indígena, se propuso la relocalización y reducción de
ciertas parcialidades “…en la otra banda del río Paraná, cercanos a la reducción de Santo
Domingo Soriano, donde por el anchor del río, tierras extrañas y gentío desconocido y diferente,
les podrá ambas cosas obligar a la sujeción y permanencia en pueblo y reducción”119. No
obstante, y a pesar de los diversos intentos que se efectuaron desde Buenos Aires para
crear reducciones con estos grupos, las crónicas coloniales los siguen describiendo:

“…sin reducción ni doctrinante que los instruyese en nuestra santa fe (...) vagan por
los campos conservándose en su antigua idolatría e infidelidad (…) haciendo mucho
daño así en mover indios domésticos como en infestar la campaña embarazando el
trabajo que en ella se ofrece a los moradores de esta provincia y en los ganados que
hallare muy retirados por valerse de ellos…”120.

El gobernador Robles consideraba que el problema de no poder mantener a estas


parcialidades en reducción estaba vinculado con “…la comodidad de lo abierto y dilatado
de la campaña y abundante sustento que hallan en ellas de ganados retirados, dándoles ocasión
de nadar vagando y huidos de la obediencia de sus encomenderos…”121. En este contexto,
tomó cuerpo otra práctica que fue impulsada por el gobernador Herrera y Sotomayor
a principios de 1690. Este propuso ganarse la voluntad de los caciques pampas y
serranos mediante la práctica de “agasajar” y “regalar”. No obstante, y a pesar de la

116
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1678). AGI, copia en ME, carpeta F.
117
Ibid. p.2.
118
En la carta de Andrés de Robles al rey de 1677 aparecen mencionados 30 indios, pero en la de 1678,
figuran 300. AGI, ME, Carpeta F.
119
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1677). AGI, copia en ME, carpeta F.
120
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1678). Op. Cit, p.2.
121
Ibid. p.1.

55
predisposición de las autoridades coloniales para negociar con dichos caciques,
sucedía que, tras la aparente aceptación “…se retiraban a sus potreadas…”122.
Así, ante el fracaso de las prácticas implementadas en el período con los grupos
pampas y serranos, diversos sectores de la sociedad colonial emitieron sus opiniones
respecto qué política adoptar con dichas parcialidades. De esta manera, percibimos
ciertos cambios en los métodos de vinculación con los indígenas, en relación a los
utilizados anteriormente con los grupos étnicos cercanos a Buenos Aires.

La opinión de los vecinos:

Su postura se hace visible a través de las actas del Cabildo de la ciudad de Buenos
Aires -institución que cumplía funciones de gobierno, hacienda, policía y justicia en el
orden local-. Según la “Política para corregidores” de Castillo de Bobadilla, publicada
en Madrid en 1597, los Cabildos estaban: “…sólo para dar su parecer a los que tienen
la suprema autoridad…” (Citado en Lynch 1967:192). Sin embargo, y según Gelman
(1984), las grandes distancias que separaban a la ciudad de Buenos Aires de las
principales autoridades reales en América (el Virrey en Lima y la Audiencia en
Charcas), hacían difícil imponer sus mandatos sobre esta región. Es por ello que,
quienes tenían acceso al Cabildo, es decir, los “blancos” –ya sean españoles, criollos o
extranjeros residentes en la ciudad-, tomaban las decisiones respecto (aunque siempre
debiendo respetar la autoridad del gobernador). En este sentido, es importante
destacar la composición del Cabildo de Buenos Aires a mediados del siglo XVII, ya
que ello incidió en las propuestas que surgieron respecto el problema con los
indígenas. Gelman (1985) nos permite identificar dicha composición, al mencionar
que el grupo dirigente local poseía un carácter polivalente, ya que no se conformaron
con el control de la actividad comercial, sino que a partir de ella –y para maximizar
sus beneficios- controlaron otras actividades de la región, tales como la agricultura,
las vaquerías, la tierra y la mano de obra. Quizás por esta razón hayan sido tan
insistentes frente a los robos y hostigamientos indígenas en las estancias de la frontera
sur. Frente a esta situación los vecinos se quejaban permanentemente:
"...representando los grandes daños y excesos de muertes y hurtos que han hecho y
hacen los indios pampas desta jurisdicción en las estancias y chacras de ella y otros

122
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686 al rey, sobre los indios Pampas y
Serranos que habitan el distrito. AGI, copia en ME, Carpeta G.

56
excesos..."123.En tales situaciones, peticionaban represalias. Esto es, cuando el laxo
vínculo con los pampas se rompe o la presencia de los serranos produce daños. No
obstante, desde el Cabildo no se impulsó una política indígena específica, sino
acciones paliativas. Quizás, debido a que era el gobernador quien debía tomar las
determinaciones pertinentes y el Cabildo sólo “sugerir”.

La opinión del clero:

Ésta se ve expresada en dos cartas que enviaron Gregorio Suárez Cordero (cura de
la Iglesia de Buenos Aires), y el obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona, al rey.
El primero de ellos esboza una visión pormenorizada del problema indígena en el Río
de la Plata, aconsejando la nueva política a seguir. La metodología adecuada la daban
casi dos siglos de experiencia, la violencia se presentó como el modo más efectivo:
"...como lo están los que fueran en sus principios reducidos y conquistados con el
temor de las armas (...) y contra los indios infieles que están levantados y hacen
hostilidades, procedereis a la conquista pacificándolos por fuerza de armas..."124.Por
otro lado, las particularidades de los grupos pampas y serranos, llevaron al teólogo a
insistir en las armas como método de sujeción indígena, y para ello propuso:
"...vecinos y soldados pagados que bien tiene V. M. pues sin más gasto que el de las
municiones..."125. Los beneficios iban a ser varios, pero el que inquietaba
principalmente al religioso era terminar con una funesta relación, la que mantenían
con los grupos indígenas de norpatagonia y, mediante éstos, con los
transcordilleranos: "...una y otra nación de este gentío [pampas y serranos] tienen su
trato y relación con los indios enemigos de Chile [...] y compran en el puerto para
mantener su contrato y amistad...”126.
Evidentemente, el proceso de transformación en los grupos indígenas del sur
pampeano se estaba haciendo visible ante los ojos de los hispano-criollos. Se percibía
muy claramente este circuito del que diera cuenta Garay un siglo antes y que va iba
ser la base de las preocupaciones futuras127. Cortar ese tráfico traería -en una visión
totalizadora del problema- un beneficio adicional al apoyar una guerra (la del sur de
Chile), "...que tantos millones cuesta a S.M.”. La acción conjunta de los gobernadores

123
Acuerdo sobre robos y muertes que han hecho los indios infieles Pampas (AECBA 25 de abril de
1686).
124
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero de 1673. Ibid. p. 1 y 2.
125
Ibid. p.4.
126
Ibid. p.2.
127
Carta de Juan de Garay al Consejo de Indias fechada en Santa Fe el 20 de abril de 1582.

57
de Buenos Aires, Tucumán y Santiago iba a hacer que estos indígenas: "...hallándose
acosados por partes tan diversas y sin tener donde abrigar a sus familias se dieran a la
paz y perpetua amistad, que sin este medio será eterna su conquista…"128.

Por su parte, el obispo de Buenos Aires, Antonio de Azcona, respondió al rey y al


teólogo en una carta. En ella intentó enterar al rey de lo que verdaderamente pasaba
en el Río de la Plata, manifestando:

"…esta nación de los pampas es la más bárbara e indómita que se conoce en todas estas
indias, porque ni los castigos ni los agasajos han hecho jamás mella en estos indios para
reducirse a política (…) ni la predicación ni la persuasión ha obrado en ellos cosa
alguna, antes cada día van cobrando más horror y hastío a las costumbres
cristianas..."129.

En este caso vemos que el eclesiástico señalaba la ineficacia de los diversos


métodos que se habían aplicado hasta el momento con dichas parcialidades (agasajos,
reducción, castigos). Al respecto de las mismas decía: "...a nada dan oidos, y si los
dan alguna vez es con engaño y dañada intención, o por lograr algún interés temporal
que se les ofrece, y conseguido este se vuelven hacia atrás a su gentilismo…”130. Este
relato, expresaba también el grado de autonomía del que gozaban pampas y serranos.
Esto explicaría el proyecto de Azcona, quien proponía:

"...con nada se reducen ni sujetan, ni hay esperanza de que se sujeten mientras a


fuerza de armas no los recogen todos de estas campañas, y los reducen a una
población en los arravales de esta ciudad donde estén a la vista a todas horas,
quitándoles los caballos y las ocasiones de hacer fuga y obligándolos a que vivan
politicamente, que con esto se irán reduciendo facilmente a la fe, sino los grandes por
estar ya empedernidos en sus costumbres gentílicas, por lo menos los chicuelos en
quienes se imprime mejor cualquier enseñanza. Este es señor el único medio para
reducir a esta gente..."131.

La opinión de los gobernadores:

128
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero de 1673. Ibid. p.3.
129
Carta del Obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona, informando al rey sobre los indios
pampas (1683). AGI, copia en ME, carpeta G.
130
Ibid. p. 3.
131
Ibid. p. 4.

58
A fines del siglo XVII, desde que se inicia el conflictivo vínculo con las
parcialidades de pampas y serranos, los sucesivos gobernadores de la jurisdicción
emitieron su opinión y realizaron acciones concretas respecto estos grupos. Andrés de
Robles, gobernador del Río de la Plata entre 1674 y 1678, optó por intimidarlos
militarmente y luego persuadirlos con regalos. Una “entrada de castigo” fue efectuada
en 1677 y posteriormente ordenó otra que quedó en manos de Don Manuel de
Robles, juntando trescientas personas -entre vecinos y algunos indígenas de Córdoba
que habían huido de sus encomiendas-. Los grupos indígenas apresados en la
campaña fueron colocados debajo del fuerte de Buenos Aires y agasajados por el
gobernador con el firme propósito de "...conservarles, porque si el mal tratamiento les
obliga a retirarse a la sierra a de ser mucho daño asi en mover los yndios domésticos
como en infestar la campaña…"132.
Finalmente, en 1678, escribió al rey manifestando que la propuesta de Gregorio
Suárez Cordero resultaba la más acertada. Recordemos que esta consistía en proceder
“…por medio de la predicación evangélica con los indios que han estado
pacificados…” y “…por la fuerza de las armas […] con aquellos que andan
levantados…”133. Así, se organizó una nueva “entrada de castigo”, aunque esta vez,
en presencia de un nuevo gobernador (Don Joseph Garro). La expedición estuvo a
cargo del capitán Juan de San Martín con “…ciento cincuenta hombres de la
compañía, algunos mulatos e indios…"134. Aquí observamos que por segunda vez se
utilizaron “indios domésticos” o “indios amigos” para efectuar una avanzada militar
sobre territorio indígena. Estos se adentraron: “…ciento cuarenta leguas de despoblados en
que solo hallaron dos tolderías de los mesmos indios que apresaron…”135. No obstante, la
campaña presentó considerables diferencias con respecto a las anteriores. Quizás,
tomando en cuenta los métodos propuestos por Suárez Cordero, se incorporó un
mecanismo hasta entonces no utilizado en lo que se refiere a la sujeción indígena.
Nos referimos a la eliminación de grupos considerados indóciles. En la expedición se
dio muerte a "…más de cuarenta de los indios gandules136 que eran los principales
robadores y matadores…”, según los agentes coloniales que realizaron la campaña
132
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, en donde dice que respondiendo a varias cédulas que
ha recibido, da cuenta de las gestiones que ha hecho para reducir a los naturales y agrega copia de un
padrón de indios que se trajeron de las pampas (1678) AGI. Copia en ME, Carpeta F.
133
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero. Ibid. p. 4
134
Carta del gobernador José Garro al rey, sobre la campaña contra los indios pampas y serranos de
1681. AGI, copia en ME, carpeta G.
135
Ibid. p. 3.
136
Holgazanes, perezosos.

59
militar. Los apresados fueron “…poco más de sesenta indios y su chusma…"137. La
trascendencia de los métodos utilizados en dicha campaña radica en que el número de
indios apresados apenas supera al de asesinados.
Otra diferencia es el destino de los indios apresados en la campaña. El gobernador,
en consulta con el obispo Azcona, resolvió que estos se distribuyeran entre los
integrantes de la expedición, en lugar de ser puestos en reducción. El argumento para
el reparto fue: "... que ni es número para reducción, ni es gente que se pueda
conservar en unión de que se tiene ya hecho muy largas experiencias..."138. Lo que se
buscó con esta medida fue intimidar a las restantes parcialidades indígenas y lograr la
protección de quienes se atrevían a internarse en las campañas con el fin de realizar
actividades de abastecimiento a la ciudad y mantener libres las vías de tráfico:

"...y es sin duda que el no haberles causado con esto algún temor no hubiera
hacienda de campo segura ni tropa de gente de las que ordinariamente salen a
sembrar y vaquear por las campañas, ni tampoco no tuvieran confianza los
caminantes que pasan al Perú y vienen de las demás provincias..."139.

Finalmente, el dato más significativo de la campaña de 1680: el capitán Juan de


San Martín, quién estuvo a cargo de la expedición, pertenecía a una de las principales
familias de criadores de ganado que tenía vínculos comerciales con Chile (Gascón
1998). Este dato no es menor ya que permite esbozar una posible razón para que
propiciara las matanzas indígenas.
Así, percibimos la compleja trama de intereses económicos establecida entre
diversos sectores. Esto explica qué se ponía en juego en las llamadas “entradas de
castigo”, así como el rol que tuvo la sociedad colonial en el establecimiento de
vínculos interétnicos violentos hacia fines del siglo XVII.

CUADRO N°8:

ENTRADAS DE CASTIGO A TERRITORIO INDÍGENA


(SEGUNDA MITAD DEL S. XVII)

137
Carta del gobernador José Garro al rey. Ibid. p.5.
138
Carta del Obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona de 1683. Ibid. p. 4.
139
Ibid.p.5.

60
Año Integrantes de la campaña Parcialidad indígena Destino
capturada

1672 Maestre de campo (Juan Arias de 80 indios pampas y serranos. Repartimiento entre vecinos.
Saavedra)
Vecinos de la ciudad.
1675 Gobernador Robles Indios pampas (no especifica Creación de 3 reducciones
número)
677 Gobernador Robles Cacique Bravo y 30 indios Relocalización en la reducción
de chusma. de Sto. Dgo. Soriano (Banda
Oriental)

1677 Don Manuel de Robles 300 indios (pampas y de Indios de servicio para el fuerte
Córdoba) de Buenos Aires

1680 Gobernador Garro. 100 indios pampas y 40 “pasados a cuchillo”


Maestre de campo (Juan de San serranos. 60 repartidos entre quienes
Martín) y 150 hombres (vecinos, participaron de la expedición
mulatos, indios amigos)
1686 Gobernador, 200 indios de “todas las Relocalizados en la reducción
José Herrera y Sotomayor edades y sexos” de Sto. Dgo. Soriano. Tras
intentar huir son ejecutados los
indios “gandules” y su
“chusma” tomada como
esclava.
Fuente: elaboración propia en base a datos del AGI, copias ubicadas en el ME, carpetas E, F, G.

El cuadro N°7 permite ver la periodicidad con que se sucedieron las “entradas de
castigo” al territorio indígena durante las últimas décadas del siglo XVII, así como los
resultados obtenidos. Por otro lado, se hace visible la creciente violencia
experimentada en las expediciones, que pasaron de la captura a la ejecución de ciertos
grupos indígenas y de la puesta en reducción al reparto de los individuos apresados.
Hacia 1682, José Herrera y Sotomayor, el nuevo gobernador de la jurisdicción,
manifestaba su impotencia ante estas parcialidades, aunque señalaba que:

"...desde que este gobierno ha estado a mi cargo he solicitado, puesto y aplicado,


cuantos desvelos y medios me han sido posibles e imaginables en orden al católico y
cristiano celo de Vuestra Majestad a que todo este gentío tan bárbaro y apartado de
toda razón natural se redujese al gremio de nuestra santa fe católica y vida
política…"140.

Su accionar consistió en un primer momento en ganarse la voluntad de los


caciques con agasajos y presentes, ofreciéndoles además tierras y sementeras. Pero
tras una aparente aceptación, el resultado último consistió en que éstos se "…retiraran

140
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686 al rey, sobre los indios Pampas y
Serranos que habitan el distrito. Op. Cit. p. 1.

61
a sus potreadas llevándose caballadas y ganado de las estancias que contorneaban la
ciudad, ayudados por otros indios que se tenían por sometidos…”141. Reconociendo
que el método de persuasión no daba los resultados esperados, el gobernador
organizó una expedición militar hacia 1686 con objetivos intimidatorios. De ella
resultó el traslado al puerto de 200 indios "…de todas las edades y sexos…". ¿Qué
pasó con ellos? En una junta entre el gobernador, el obispo e integrantes del Cabildo,
se resolvió que fueran relocalizados142 en la Banda Oriental. Dicha práctica ya había
probado su eficacia en tiempos del gobernador Robles. Luego de tres meses de
reducción algunos indígenas huyeron violentamente de la reducción, dando muerte a
los españoles que los custodiaban. El gobernador Sotomayor propone devolverlos a la
reducción de Santo Domingo Soriano o repartirlos entre los vecinos. Finalmente su
opinión:

"...a este gentío no es dable reducirlos ni conquistarlos, si no es a fuerza de armas, y


para esto se necesita de largo tiempo, gente y municiones para ir a buscarlos a sus
tierras […] en que puede resultar también mucho daño, porque los serranos suelen
darse la mano con los Aucas de Chile a quienes venden las cavalladas de los robos y
trueques que hacen..."143.

Con este diagnóstico finalizamos el análisis sobre los cambios suscitados en las
relaciones interétnicas a fines del XVII y la emergencia de nuevas formas de
vinculación hispano-indígenas. La opinión del gobernador expresaba la experiencia
acumulada en cuestión indígena y proponía un camino a seguir. En primer lugar, y en
coincidencia casi literal con Suárez Cordero, aplicar la fuerza de las armas cuando la
situación lo hiciera necesario. Pero lo que es fundamental, y tiene que ver con la
conciencia de las limitaciones que presentaba esta región de frontera en cuanto a la
dominación indígena, el gobernador consideraba necesario esperar el momento en
que se dispusiera de los recursos necesarios para hacerlo. Por el momento, proponía
no interrumpir el tráfico indígena hacia el pacífico, ya que podía motivar la unión de
grupos de las pampas y Chile.
Sin embargo, y a pesar de ello, a partir de 1690 las autoridades de Buenos Aires se
mostraron cada vez más dispuestas a proteger las campañas y ganados que

141
Ibid. p.3
142
Entendemos a la relocalización como “deportación o traslado geográfico masivo y compulsivo de
una comunidad” (Radovich, 2000).
143
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686. Ibid. p. 6

62
consideraban suyos. Si hasta entonces su accionar con las parcialidades indígenas
hostiles consistió en intimidarlos mediante entradas de castigo, persuadirlos por
medio de regalos o tratar de incorporarlos a la sociedad colonial a través del sistema
de reducciones; a partir de aquí se vislumbra una actitud más ofensiva, puesto que
desde entonces se hizo regular el “patrullaje armado” al espacio inter-serrano. Desde
entonces se hicieron sistemáticas acciones tales como los agasajos y presentes a
indígenas, la negociación y el intercambio recíproco, quizás, producto de la situación
desventajosa que se les presentaba a los hispano-criollos al internarse en un espacio
que aún no dominaban. Pero lo más destacado de la implementación de la práctica
del “patrullaje” es que, si hasta fines del siglo XVII estuvo a cargo de vecinos y
autoridades porteñas, a principios del siglo XVIII quedará en manos de quienes los
hispano-criollos ya denominan “indios amigos”. Esto, a partir del nombramiento en
1717 de dos caciques pampas como Guardias mayores, con el objeto de asegurar la
defensa y custodia de la campaña144. Con ello se introdujo un nuevo vínculo que
diferirá radicalmente los anteriores: el establecimiento de alianzas interétnicas. Una
práctica se hará cada vez más efectiva a lo largo de los siglos venideros y que forma
parte de otro capítulo en lo que respecta a las relaciones interétnicas pampeanas.

144
Se trata de Mayupilquiyan y Yati. AGN. AECBA. Serie II. Tomo III. Sesión del 17 de febrero de
1717.

63
Consideraciones finales

“No existen relaciones de poder sin resistencias”.


(M. Foucault, Microfísica del poder)

A partir de la indagación en los dispositivos de poder y dominación


implementados desde la sociedad colonial, así como las múltiples estrategias de
resistencia desplegadas por las sociedades indígenas, hemos buscado ingresar al
mundo de las relaciones interétnicas en el espacio fronterizo pampeano durante el
siglo XVII. Este primer siglo de contacto hispano-indígena se erige como un período
de consolidación de las relaciones interétnicas al norte del río Salado y el inicio de un
conflictivo vínculo con las sociedades originarias del sur de la región. A partir de este
intenso y complejo dinamismo es que adherimos a la noción de “frontera” como un
espacio social de múltiples vinculaciones entre agentes interétnicos.
La situación de dominación-resistencia entre unidades étnicas en contacto, hizo
de la “fricción” una condición intrínseca al vínculo interétnico en el ámbito
pampeano. Estas relaciones se estructuraron de forma bidireccional. Es por ello que
en la conformación y el cambio en las relaciones interétnicas en la región, influyeron
tanto las formas de sujeción indígena desplegadas por la sociedad colonial -según
períodos y situaciones concretas-, como las múltiples respuestas y estrategias de
resistencia desarrolladas desde los grupos originarios. En el caso de los sistemas
reduccionales, estos fueron implementados a principios del siglo XVII para lograr la
consolidación del espacio que la sociedad colonial había logrado ocupar en la región,
así como también, para disponer de fuerza de trabajo indígena para las actividades
productivas de la ciudad y su entorno rural. No obstante las reducciones funcionaron
como ámbitos de disciplinamiento indígena, permitieron a los grupos reducidos
desarrollar diversas estrategias de resistencia que dificultaron tal objetivo. Tal
resistencia se hace visible en la fuerte oposición a la adopción de las prácticas sociales
y culturales del colonizador, que pueden relacionarse con múltiples causas: a) el tipo
de parcialidades reducidas (grupos con un alto grado de movilidad, b) los recursos
disponibles en el medio ambiente pampeano (rico en fauna, flora y agua), c) la
relación que estos grupos mantenían con las parcialidades que permanecían en
autonomía (principalmente a través del intercambio de bienes e información) y d) la

64
debilidad presentada por los agentes coloniales (religiosos y civiles), producto de la
situación todavía marginal del área pampeano-patagónica en el marco de la política
imperial que impidió que se aplicara una mayor inversión y control sobre las
reducciones y los sujetos reducidos.
En el caso de las relocalizaciones, estas fueron más eficaces en cuanto al
disciplinamiento indígena. En el caso particular de los quilmes y acalianes, el traslado
geográfico del grupo a las cercanías de Buenos Aires respondió a la necesidad que
dicha gobernación tenía por hacerse con un suministro estable de mano de obra para
la pujante ciudad-puerto y su entorno rural. Dicha necesidad, puede vincularse a la
continua resistencia ofrecida por los indígenas de la región pampeana a aceptar las
nuevas formas de trabajo y producción. En cambio, los grupos relocalizados desde
otros espacios geográficos manifestaron una rápida incorporación las formas de
producción impuestas, tanto en el ámbito reduccional como en el urbano. En este
sentido podemos decir que la “relocalización” como mecanismo de disciplinamiento
indígena fue efectiva. La reducción “Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes”
tuvo una existencia de más de un siglo y la sociedad colonial pampeana utilizó al
grupo reducido, durante la mayor parte del período, como la principal fuente de
mano de obra indígena. A pesar de ello, en este caso -y al igual que en las reducciones
pampeanas-, se perciben formas de resistencia como la huida, el trabajo ineficiente o
el mestizaje con el blanco para salirse de la condición de mitayos. No obstante, en
este caso la relocalización actuó como disparador de un proceso de desarticulación
étnica sin retorno, donde a pesar de permitir el desarrollo de nuevas estrategias de
supervivencia, éstas fueron individuales y aisladas, no pudiendo hacer frente a dicho
proceso. De esta manera, fueron desapareciendo formas de vida comunitarias y
relaciones de reciprocidad que caracterizaban a estas sociedades previamente a la
conquista.
Por último, hacia fines del siglo XVII y como consecuencia de la intensificación
de los vínculo interétnicos con las diversas parcialidades indígenas del sur del río
Salado, identificamos un cambio en los métodos de sujeción indígena. La política de
reducción y relocalización indígena había sido la principal estrategia implementada
con los grupos étnicos ubicados en las inmediaciones del poblado de Buenos Aires,
con el fin de incorporarlos a la sociedad colonial. No obstante, estos métodos no
fueron efectivos con los grupos del la frontera sur de la región. Estas parcialidades se
habían mantenido al margen del dominio colonial debido, no sólo al desinterés del

65
blanco por avanzar más allá del Salado, sino por el despliegue de una serie de
estrategias que les permitieron resignificar sus formas de organización y sus prácticas.
La transformación de las sociedades originarias del sur del Salado a partir de la
presencia europea en la región y la resignificación de elementos exógenos se
presentan aquí como otras posibles formas de resistencia que –a diferencia de la
efectuada en el ámbito reduccional- podemos denominar como “resistencia activa”.
En este caso, mediante la incorporación de nuevas especies animales como el ganado
vacuno y el equino, que produjeron cambios en la dieta, la movilidad y en los
patrones de actividad económica indígena, si bien mantuvieron un modelo basado en
la caza y recolección. A su vez, con la paulatina incorporación a los circuitos
mercantiles coloniales, junto al establecimiento de nuevos –aunque no por ello
inexistentes- vínculos con los grupos norpatagónicos y transcordilleranos, a quienes
empezaron a proveer de ganado. Producto de esta situación -aunque teniendo en
cuenta el rol de factores subjetivos como puede ser la demarcación de territorialidad-,
identificamos el avance de parcialidades de “pampas” y “serranos” sobre la frontera
sur a fines del siglo XVII. Es por ello que a partir de 1670 y con el inicio de las
“entradas de castigo”, percibimos la introducción de nuevas estrategias de
dominación, ante el avance indígena sobre territorio bajo dominio colonial y como
una estrategia defensiva del recurso ganadero por el que empezaron a competir. Así,
el “castigo” y la “eliminación” de parcialidades indígenas considerados “indóciles”,
no se presentan como métodos antagónicos a la “conversión” y “asimilación”, sino
como estrategias alternativas y complementarias de un mismo proceso. Esta situación
es expresión de la capacidad de los agentes coloniales para modificar los mecanismos
de dominación cuando la situación lo hiciera necesario. Aplicando, en este caso, el
saber-poder que la experiencia de casi un siglo de contacto interétnico, y la percepción
de que algo había cambiado al interior de las sociedades indígenas, les había
otorgado. Pero fundamentalmente, es un indicador de la condición “activa” y la
capacidad de resistencia de las sociedades originarias. Situación que hace a la
excepcionalidad de este período en cuanto a las relaciones hispano-indígenas. Quizás,
producto de la condición todavía marginal de la región dentro del concierto imperial
que se tradujo en la falta de recursos económicos y humanos para efectivizar la
dominación territorial y poblacional pretendida.

66
En suma, a partir del análisis en las estrategias de dominación colonial y
resistencia indígena, hemos intentado reconstruir las relaciones interétnicas a lo largo
del primer siglo de contacto entre hispano-criollos e indígenas en el ámbito
pampeano. A su vez, hemos procurado poner de relieve la complejidad y dinamismo
del vínculo, así como la condición “activa” de las sociedades indígenas en dicho
proceso. No obstante, consideramos que quedan interrogantes sin responder aún. En
este sentido es que creemos indispensable profundizar en los vínculos interétnicos al
sur del río Salado, con quienes la relación se mantendrá entre guerras y negociaciones
durante los siglos venideros. Si bien hemos indagado en los inicios de esta conflictiva
relación durante el siglo XVII, quiénes formaron parte y cómo se estructuraron dichos
vínculos hasta la llegada del proyecto borbónico a fines del siglo XVIII, son temas que
aún permanecen sin profundizarse.

67
Fuentes:
Referencias:
AGN, Archivo General de la Nación, Buenos Aires.
AGI, Archivo General de Indias.
ME, Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, Buenos Aires.
BN, Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
CGGV, Colección Gaspar García Viñas.

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Sala IX: Legajos: 19 -1- 4 - f.9; 19-1-5 - f.11; 19 -1- 6 - f.70; 40- 8- 4 - f.
Acuerdos del extinguido cabildo de la ciudad de Buenos Aires:
Tomo III:
(1615) Pena impuesta por el Deán de la Catedral a los que no cumplan con la
reducción de indios, pag.165.
(1617) Acuerdo de confeccionar carta donde se da cuenta de la causa que ha obligado
a salir al gobernador a pacificar sublevados, pag. 166-168.
Tomo IV:
(1619) Título de protector de naturales a Salvador Barbosa de Aguilar, pag. 202-203-
204.
Tomo XVIII:
(1670) Petición hecha por Juan Arregui sobre los daños que hacen los indios pampas,
pag. 226.
(1672) Cabildo abierto para acordar el castigo que se le dará a los indios serranos por
el robo de ganado y otros daños, pag. 438-439.
Tomo XIV:
(1675) Acuerdo sobre el repartimiento de indios pampas y serranos, pag. 178.
Tomo XVI:
(1686) Petición para que se tomen medidas para evitar robos y asesinatos de los indios
pampas, pag. 302, 303, 304.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS


Copias ubicadas en el Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, Buenos Aires
Carpeta A (1558-1578)

68
(1565) Carta del Licenciado Matienzo, oidor de la audiencia de Charcas, al Rey.
Carpeta B (1584-1617)
(1587) Carta del tesorero de la Real Audiencia, Hernando de Montalvo, al rey.
(1599) Carta del gobernador del Río de la Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la
Banda al rey. N°5.
(1610) Carta del gobernador Martín Negrón al rey. N° 12.
(1610) Carta del gobernador Martín Negrón al rey. N°13.
Carpeta C (1618-1651)
(1619) Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey. Nº 7.
(1620) Informe del gobernador Diego de Góngora al rey, sobre la visita a las
reducciones de Buenos Aires. Nº 11.
(1621) Carta de Fray Juan de Iraza sobre indios huidos de la reducción de
Tubicahminí.
(1621) Carta del obispo de Buenos Aires, Pedro de Carranza al rey.
Carpeta D ( 1657-1661)
(1659)Autos sobre Bohórquez N°1.
Carpeta E (1662-1674)
(1669) Carta del gobernador de Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta a Su
Majestad.
(1670) Carta del gobernador de Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta a Su
Majestad.
Carpeta F (1675-1679)
(1675) El Rey, Real Cédula al gobernador del Río de la Plata que aplique su mayor
cuidado y desvelo a disponer la reducción de los indios que estén levantados en su
distrito.
(1675) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, sobre indios recogidos en la
campaña.
(1677) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, adjuntando padrón que se hizo
de los indios de las provincias del Río de la Plata.
(1678) Carta del gobernador Robles al rey, sobre encomiendas de indios que hay en la
ciudad.
(1678) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, informando sobre el oficio de
protector general de los naturales.

69
(1678) Carta del gobernador de Buenos Aires Andrés de Robles, al rey en donde da
cuenta de las gestiones que ha hecho para reducir a los naturales y agrega copia de un
padrón de indios que se trajeron de las pampas.
(1678) Carta del Dr. Gregorio Suárez, al rey, remitiendo testimonio de la respuesta
que dio a la consulta que el obispo y gobernador le hicieron sobre la reducción de los
indios Pampas.
(1681) Carta del gobernador de Buenos Aires, Joseph Garro al rey, sobre el resultado
de la campaña contra los indios pampas y serranos.
Carpeta G (1681-1687)
(1681) Carta del representante de la Audiencia de Charcas, Bartolomé González de
Pobeda, al rey, sobre el estado en que se hallan los indios que redujo Mercado y
Villacorta.
(1681) Real Cédula al gobernador de Buenos Aires ordenándole lo que ha de ejecutar
en cuanto a los setenta indios pampas que apresaron.
(1681) Carta del gobernador del Río de la Plata Joseph Garro a su reemplazante.
(1686) Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor al rey en la que informa
sobre los indios Pampas y Serranos que habitan el distrito de su gobierno.
(1686) Informe del administrador de la reducción Exaltación de la Cruz de los indios
Quilmes, Juan Zevallos.
Carpeta H (1688-1714)
(1695) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey.

BIBLIOTECA NACIONAL
Colección Gaspar García Viñas, copias de manuscritos del Archivo General de Indias, entre los
años 1492-1658:
Manuscritos N°: 679, 4683, 4835 y 4863.
Otras fuentes éditas utilizadas:
Ruiz Guiñazú, E. (coor.), 1915, Garay, fundador de Buenos Aires. Documentos relativos a
las fundaciones de Sta. Fe y Bs. As, Buenos Aires: Compañía Argentina de Billetes de
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