Está en la página 1de 15

Juan Pablo Escobar Galo 125

Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

El autor y sus formas discursivas: perspectiva


desde Michel Foucault

Juan Pablo Escobar Galo*

Resumen

Analizar qué es el autor y la relación que él guarda con las unidades


discursivas es indispensable para comprender el orden del discurso que se ha
establecido en occidente a criterio de Michel Foucault. Este ensayo describe
cómo el autor mantiene una constante filiación entre el texto y la obra al
momento de su creación y viceversa, que no es posible desligar a uno del otro
porque cuando el autor crea la obra, la misma se apropia de él en cuanto la va
construyendo y ambas son presas del sistema dentro del cual se gestan. De esta
forma autor y obra responden a una lógica u orden establecido por los grupos
de poder que regulan la vida desde las instituciones sociales. La comprensión
de esta problemática y los efectos que produce en la vida cotidiana obliga a
profundizar en tres obras de Foucault: ¿Qué es un autor?, El orden del discurso
y La arqueología del saber. Este análisis posibilita la compresión del porqué
algunos discursos y sus autores son validados y consagrados y por qué otros
no e incluso son censurados, olvidados o aniquilados.

Palabras clave: autor, unidades discursivas, prácticas discursivas, orden del


discurso, Michel Foucault

* Doctor y licenciado en Educación. Magíster en Filosofía. Catedrático y vicedecano de la Facultad de


Humanidades de la Universidad Rafael Landívar.
126 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

Introducción

Dedicar un momento para reflexionar en torno al autor de unidades


discursivas1 es un espacio para realizar un análisis de la realidad de los sistemas,
grupos y procesos que validan las obras que se elaboran2.

Los autores son un elemento clave para entender los discursos que vemos
representados en lo cotidiano, ya que están inmersos en dicha realidad y por
tanto también insertos en las estructuras que rigen el diario vivir —tanto a
nivel micro y macro— socialmente vinculados a la vida del autor. Resulta
interesante analizar el desarrollo de un autor dentro de su contexto y cómo se
ve influenciado por los factores que lo componen; pero de igual forma, algunos
buscan romper o trasgredir dichas estructuras o parámetros en los que habita.
Otro aspecto que podemos reflexionar en torno al autor es cómo muchos
de ellos, en forma conjunta con sus unidades discursivas, han sido validados
por la sociedad y las instituciones que la componen, bajo el control de los
grupos de poder, y por qué otros no lo han sido, y por tanto han quedado
marginados, excluidos o exterminados. Discutir en torno al porqué y para qué
de la existencia del autor es un espacio que posibilita tocar diversas temáticas.

Este ensayo se desarrolla principalmente con el apoyo de tres obras de


Michel Foucault3 (1926-1984) las cuales están vinculadas y relacionadas entre
sí. Dichas obras son: ¿Qué es un autor?, El orden del discurso y La arqueología
del saber.

La primera obra (¿Qué es un autor?) es una conferencia dictada en febrero


de 1969 ante la Sociedad Francesa de Filosofía en el Collège de France. Para
esta fecha Foucault (2008*) tenía casi tres años de haber publicado el texto

1 Entenderemos estas como opus u obra creada. Ingarden (1998, p. 20) las menciona como “un objeto
«puramente intencional» cuya fuente de existencia son los actos creativos del autor”.
2 A criterio de Foucault (2007), las unidades discursivas ocupan “un espacio determinado, que tiene un valor
económico y que marca por sí mismo, por medio de cierto número de signos, los límites de su comienzo
y de su fin; establecimiento de una obra a la cual se reconoce y a la cual se delimita atribuyendo cierto
número de textos a un autor” (p. 36).
3 Historiador y filósofo francés que puede ser catalogado dentro de los autores que pertencen a la «filosofía
de la sospecha» y que ha dado vastas contribuciones a las ciencias humanas y sociales.
Juan Pablo Escobar Galo 127
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

Las palabras y las cosas, que causó un cierto revuelo por proponer que en la
cultura occidental:

El hombre no es el problema más antiguo ni el más constante que haya planteado el


saber humano […] —la cultura europea a partir del siglo XVI— puede estarse seguro
de que el hombre es una invención reciente. El saber no ha rondado durante largo
tiempo y oscuramente en torno a él y a sus secretos. (p. 375)

Advierte también que así como el hombre es una invención reciente,


también su fin es próximo. En ¿Qué es un autor?, Foucault retomará algunos
aspectos tratados en Las palabras y las cosas aunque quizá no de forma explícita
o sistemática.

El orden del discurso, segunda obra de apoyo para este ensayo, es una
lección inaugural pronunciada en el Collège de France el 2 de diciembre de
1970, en donde expone sus ideas respecto a la relación del saber y el poder,
además aborda temáticas en torno a la marginalidad y validación de algunos
discursos. Esta obra se encuentra sumamente vinculada con ¿Qué es un autor?,
ya que las unidades discursivas están acompañadas de un autor.

En la tercera obra (La arqueología del saber) Foucault presenta el trabajo


anunciado en las dos conferencias anteriores, que a criterio de Link (2010,
p. 74):

Se trata de una doble (o triple) operación: contra el trascendentalismo derridiano,


por una parte, contra los que asignaron Las palabras y las cosas al estructuralismo
(banalidades, que, hacia el final, Foucault pide que le ahorren) y contra la izquierda
dogmática del Partido Comunista.

Dicha obra fue publicada en París en 1969.

El presente ensayo está vinculado con ambas obras, aunque su desarrollo


está marcado por el ritmo de ¿Qué es un autor? a manera de hilo conductor,
pero con el deseo de poder relacionar en forma constante lo expuesto en las
otras dos. Lo que ahora se expone está dividido en tres momentos. En el
128 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

primero se reflexiona en torno a la definición del autor y las funciones del


mismo en su ser creador. Un segundo momento pretende describir algunas de
las influencias ideológicas, políticas, culturales, económicas, etc., que atañen
al ejercicio de la autoría ya sea como influencias conscientes o inconscientes,
además de que muchas de ellas son vinculantes en forma violenta. Finalmente
(tercer momento), se ofrece un análisis a propósito de los dos temas anteriores
a manera de balance final, en donde se discutirá sobre la marginación de los
autores y obras discursivas que no han sido validadas por la hegemonía social,
pero que a criterio personal, existen y son voces que deben ser escuchadas.

1. En busca de una definición del autor y la descripción de algunas de


sus funciones

Dentro del pensamiento desarrollado por Foucault en las obras


mencionadas con anterioridad, podemos descubrir una relación estrecha
entre la obra, el nombre del autor y el contexto en el cual se desarrolla. En
este momento abordaremos el tema del autor y las funciones que realiza.

Diremos que el autor es aquel que elabora el discurso de una obra con
el deseo de trasmitir una idea, postular una teoría a favor de o en contra de
una historia o frente a un acontecimiento histórico, un sentir, un argumento
o una crítica de otro argumento, por mencionar algunos ejemplos. Es decir,
que el autor es el «creador» de la obra discursiva o el resultado de ella en vías
de generar una proyección hacia los demás sujetos. En el caso del presente
ensayo, nos limitaremos al tema de autores de relatos literarios, filosóficos y/o
de pensamiento.

Foucault (2010), en el texto ¿Qué es un autor?, establece con claridad la


diferencia entre el nombre común de un individuo y el nombre del autor
—que no deja de ser individuo— estableciendo diferencias claras entre los
mismos, como lo muestra la siguiente cita:

El nombre del autor no es pues exactamente un nombre propio como los demás.
Muchos otros hechos señalan la singularidad paradójica del nombre del autor […]
Un nombre de autor no es simplemente un elemento en un discurso (que puede ser
Juan Pablo Escobar Galo 129
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

sujeto o complemento, que puede ser reemplazado por un pronombre, etc.); ejerce
un determinado papel con relación al discurso: garantiza una función clasificatoria,
permite reagrupar un determinado número de textos, delimitarlos, excluir algunos,
oponerlos a otros. Además efectúa una puesta en relación de los textos entre sí […]
relación de homogeneidad o filiación, o de autentificación de unos por otros, o de
explicación recíproca, o de utilización concomitante. (pp. 19-20)

Vemos cómo Foucault establece una filiación entre el texto y la obra,


y viceversa, de modo que no podemos desligar uno del otro, ya que uno
(autor) crea la otra (obra); y la obra se apropia del autor en cuanto la misma es
construida. Ante la sociedad el autor es reconocido por su unidad discursiva
y vinculado con los diferentes modelos o espacios que la estructura social
estableció o determinó para la promoción y divulgación de la obra elaborada.
De igual forma, para realizar clasificaciones por corrientes, cronologías o
temáticas la ubicación del autor es necesaria.

El nombre del autor no puede ser entendido como un nombre común


porque está vinculado al texto y estrechamente ligado al rol que el autor
desempeña dentro del discurso y en el ámbito social en el cual se desarrolla.
Para dejar clara la filiación ya mencionada, cito de nuevo a Foucault (2010),
quien afirma que:

El nombre de autor funciona para caracterizar un determinado modo de ser del


discurso: para un discurso, el hecho de tener un nombre de autor, el hecho de que se
pueda decir «esto ha sido escrito por tal» o «tal es su autor», indica que ese discurso no es
una palabra cotidiana, indiferente, una palabra que se va, que flota y pasa, una palabra
inmediatamente consumible, sino que se trata de una palabra que debe ser recibida de
cierto modo y que en una cultura dada debe recibir un estatuto determinado. (p. 20)

Por tanto, el nombre del autor no es un nombre común ni un nombre


de estado civil o el colocado en una tarjeta postal, tampoco es el escrito al
terminar un correo electrónico o el que aparece en una comunidad virtual.
Todos estos referentes del sujeto pueden tener una firma del redactor pero no
implica que por ello se trate de un autor, en este caso, se trata de un sujeto que
escribe algo pero no por ello es un autor. Foucault (2010, p. 21) menciona
130 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

que “el autor es validado por una serie de características, modos de existencia,
de circulación y funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una
sociedad”. Por tanto, el autor, aunque también funge como persona común,
en el momento de ser autor deja de ser común y se muestra con un estilo de
forma discursiva que debe desarrollar frente a una sociedad que lo validará, lo
ignorará o lo sancionará.

También el autor resulta ser de gran beneficio para el ejercicio del control
social a través de las funciones que Foucault (2008, pp. 29-30) le asigna a este.
El autor es considerado “como principio de agrupación de discursos, como
unidad y origen de significaciones, como foco de su coherencia”. La existencia
del autor frente a un anónimo es vital para el desarrollo de las unidades
discursivas, la localización de las mismas y la significación del origen de quien
habla. De igual forma para los grupos de poder es vital la identificación de
quién escribe y qué escribe dentro del proceso de fiscalización social desde el
ejercicio del poder y para resguardar el «control social», sobre todo, si escribe
a favor de o en contra de. Foucault (2010), en otro apartado, menciona:

Aun hoy, cuando se hace la historia de un concepto o de un género literario o de un


tipo de filosofía, creo que no se dejan de considerar tales unidades como escansiones
relativamente débiles, secundarias, y superpuestas con relación a la unidad primaria,
sólida y fundamental que es la del autor y la obra. (p. 10)

Dentro de las funciones del autor, a lo cual Foucault (2010, p. 29)


denomina como “función-autor” descritas en el texto ¿Qué es un autor?,
podemos mencionar que ser autor implica la pluralidad de egos (tres): un ego
que habla en el prefacio de la obra, el cual no es idéntico y que se encuentra
en diversas circunstancias a los otros dos egos por mencionar. Remite a un
individuo sin equivalente que en un lugar y un tiempo determinados ha
realizado cierto trabajo. El otro ego lo ubicamos cuando habla en el curso de
una demostración o de una refutación, en el cual se designa un plano y un
momento de demostración que todo individuo puede ocupar, con tal de que
haya aceptado el mismo sistema de símbolos, el mismo juego de axiomas,
el mismo conjunto de demostraciones previas. Un tercer ego —dentro del
Juan Pablo Escobar Galo 131
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

mismo tratado— aparece concluyendo o suponiendo que habla para expresar


el sentido del trabajo, los obstáculos encontrados, los resultados obtenidos,
los problemas que todavía se plantean. Ese desarrollo de los egos no es un
desarrollo escalonado o disperso en momentos, espacios o situaciones, es un
solo sujeto integrado a través de la función-autor, la cual permite que los
mismos funcionen en forma simultánea e integrada. Foucault (2010) resume
la función-autor de la siguiente forma:

La función-autor está ligada al sistema jurídico e institucional que circunscribe,


determina, articula el universo de los discursos; no se ejerce uniformemente y de la
misma manera en todos los discursos, en todas las épocas y en todas las civilizaciones;
no es definida por la atribución espontánea de un discurso a su productor, sino por
una serie de operaciones específicas y complejas; no remite pura y simplemente a un
individual real, puede dar lugar simultáneamente a varios egos, a varias posiciones-
sujeto que diferentes clases de individuos pueden llegar a ocupar. (p. 30)

2. El autor dentro de un contexto, una realidad y con diversas influencias


ideológicas, políticas, culturales, económicas o intelectuales

Hemos podido deducir desde la temática descrita con anterioridad que


el autor se encuentra sumergido en una realidad contextual que lo delimita
y le influye —no lo determina— en el momento de desarrollar sus formas
discursivas. Ahora daremos un espacio para abordar algo de esta realidad.

El autor está inserto en una serie de sistemas (económicos, educativos,


políticos, axiológicos, religiosos, económicos, de pensamiento, etc.) y
experiencias (familiares, emocionales, socioeconómicas, psicológicas,
gremiales, entre muchas otras). Lo cual se involucra en el ejercicio de su
función-autor. Foucault (2010) define estas condiciones como “las condiciones
de funcionamiento de prácticas discursivas específicas” (p. 9), en donde el
autor debe responder o regir su discurso desde esas condiciones, no siendo las
mismas solo condiciones sino garantías para que el sistema sea funcional. Las
prácticas discursivas deben estar dentro de los cánones creados por los grupos
de poder y mientras más se aleje el autor de la funcionalidad del mismo, más
132 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

riesgo corre de no influenciar con su discurso o de no ser aceptado por el


conglomerado social.

Es una realidad concreta que no podemos ejercer como autores y evitar


influencias en nuestras propuestas discursivas, pero es importante denotar que
hay influencias minúsculas4 e influencias mayúsculas que el sistema genera
como medios de control y garantía de la perduración del mismo y de los
discursos. Foucault (2008), al vincular el tema de la validación discursiva en
la Edad Media, menciona cómo se determinaba que “El loco es aquel cuyo
discurso no puede circular como el de los otros: llega a suceder que su palabra
es considerada nula y sin valor, no contiene ni verdad ni importancia” (p. 16),
categorizando al loco como no apto para la vida social e insurrecto a la realidad
predominante del momento, pero, ¿cuántos locos hemos acallado por temor a
que tengan razón o porque nos provocaban dudas sus argumentos?5

En relación a la interrogante planteada al cierre del párrafo anterior, es


relevante indicar que Foucault, en el texto El coraje de la verdad (2010*),
describe que parreshía en un primer momento puede ser entendida como
“el hablar franco […] modalidad del decir veraz” (p. 19), no ocultar nada de
la verdad sin enmascararla con nada. Por tanto, el parresiasta es quien está
dispuesto a encontrarse con la verdad con coraje para hacer frente a la misma
y dispuesto a asumir el riesgo que la verdad pueda causar en él, en otros o en
el ámbito social.

Dicha valentía incluso conlleva aceptar la verdad aunque parezca ofensiva,


repulsiva o le desilusione más allá de lo que estaba buscando, y a través de la
historia de la humanidad hemos podido ver cómo en ocasiones ese decir veraz
ha provocado el exilio, la marginación, la muerte, la inquisición, la condena,

4 No puedo negar que mi pensamiento al momento de escribir este ensayo no esté influenciado por la lectura
de una columna de prensa de Eduardo Blandón, el análisis de un texto de Juan Blanco sobre pensamiento
latinoamericano y degustar el poema “De mi paz” de Gustavo Sánchez o haber conocido el informe sobre
racismo presentado por Amílcar Dávila.
5 Galván (2010, p. 69) indica que “No hay locos. Hay interés en hacer locos. La locura está en medio”.
Ya que a su criterio, “la psiquiatría nació cuando el positivismo se convirtió en corriente dominante
de pensamiento, por lo que muy pronto se vio mitificada en cientificismo con una indudable función
ideológica” o orden discursivo.
Juan Pablo Escobar Galo 133
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

entre otras situaciones de quien dijo verazmente. En muchas ocasiones el autor


puede asumir las funciones de parresiasta y en este caso toma el rol de “decir la
verdad sin disimilación, ni reversa, ni cláusula, de estilo, ni ornamento retórico
que pueda cifrarla o enmascararla. A la sazón, el 'decirlo todo' es: decir la
verdad sin ocultar ninguno de sus aspectos, sin esconderla con nada” (p. 29),
en contra de la búsqueda de la validación del sistema hegemónico o rompiendo
con lo establecido por el sistema como normal. Pero de acuerdo con Foucault
(2010), el denominado como loco no puede asumir el calificativo de autor
porque los locos no son objeto de apropiación de los discursos pues ni ellos
mismos se pueden apropiar de su realidad, además de verse imposibilitados
de ejercer su discurso en forma constante ya que “no se ejerce de una manera
universal y constante en todos los discursos” (pp. 22-23), dejando claro que el
loco no puede ser catalogado como autor.

La duda ante la postura del loco desarrollada en la Edad Media incurre


en que si una de las características del ejercicio discursivo es el genio creador
¿quién debe determinar quién es genio o no? ¿Debe ser un grupo de poder
quien lo autoriza o lo consagre? Frente a lo cual Foucault (2008) afirma que “el
discurso está en el orden de las leyes” (p. 13) instaurado por las instituciones,
aunque el deseo diga que “no querría entrar en este orden azaroso del
discurso” (p. 12), hay una estructura que regula el deseo, ya que para que
permanezca un discurso se debe sujetar a las normas de ese orden, eso le
garantiza su perduración y prosperidad, de lo contrario, podrá desaparecer.
Por lo ya descrito, nos encontramos frente a un orden discursivo que se
opone a la creación, que traiciona a su propio autor y que ya no responde al
mismo sino al sistema y por tanto, deja de ser original, se amolda según los
cánones discursivos de la época y se regulariza para poder circular libremente
y la significación del mismo responde a la significación de lo socialmente
adecuado y no a la significación de su creador (el autor). El discurso es visto
bajo esta perspectiva como un acontecimiento que se opone a la creación,
una serie en opuesto a la unidad, en palabras de Link (2010, p. 67), “la de
la regularidad en contra de la originalidad y la condición de posibilidad a la
regularidad de la significación”.
134 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

El control de los discursos ha sido y sigue siendo uno de los mecanismos


más castrantes de la creación del autor, en ocasiones de forma muy sutil y en
otras de forma violenta y con un alto grado de descaro. Dicho control ha sido
ejercido por los grupos de poder a través de la historia, en donde podríamos
mencionar tantos ejemplos de prohibiciones discursivas sutiles, indirectas,
directas y/o violentas. Otro medio de control y de anulación del genio creador
es la validación discursiva y del autor por parte de los sistemas mencionados
anteriormente, los cuales creen poder determinar qué es adecuado para la
sociedad y qué no lo es, qué se debe leer en la escuela y qué no, qué pueden
leer los feligreses y qué no, qué se debe o no publicar en los diarios y qué se
debe vender en las librerías o no, como que si cada sujeto no fuera libre de
asumir, interpretar o leer los discursos que le interesan aunque no sean los
oficiales o consagrados.

Otra realidad a la que se enfrenta el autor es a lo que Foucault (2010)


denomina como la muerte del autor a través del juego de la escritura, porque
“el sujeto que escribe despista todos los signos de su individualidad particular;
la marca del escritor ya no es más que la singularidad de su ausencia; le es
preciso ocupar el lugar del muerto en el juego de la escritura” (p. 13), en
donde mucho de ese despiste es con la intención de ser aceptado o validado
pero que aleja al autor de su individualidad, de modo que lo vuelve Otro y en
muchas de las ocasiones mata su Yo. A demás de ello, Foucault (2008) enfatiza
que el orden del discurso pide al autor que:

[…] rinda cuenta de la unidad del texto que antepone su nombre; se le pide que revele,
o al menos que manifieste ante él, el sentido oculto que lo recorre; se le pide que lo
articule, con su vida personal y con sus experiencias vividas, con la historia real que lo
vio nacer. El autor es quien da al inquietante lenguaje de la ficción sus unidades, sus
nudos de coherencia, su inserción en lo real […] lo que escribe y lo que no escribe,
lo que perfila, incluso en calidad de borrador provisional, como bosquejo de la obra,
y lo que deja caer como declaraciones cotidianas, todo ese juego de diferencias está
prescrito para la función de autor. (pp. 31-32)

Es decir, el autor debe estar sujeto a su contexto para estar controlado,


resulta ser una especie de ciudadano modelo que a través de sus unidades
Juan Pablo Escobar Galo 135
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

discursivas rinde pleitesía al sistema que lo valida. Siempre en la misma obra


(El orden del discurso), Foucault (2008) menciona: “nadie entrará en el orden
del discurso si no satisface ciertas exigencias o si no está, de entrada, cualificado
para hacerlo” (p. 39), pero ¿quién califica si un autor puede serlo o no? ¿Quién
establece el orden del ejercicio discursivo?

Los sistemas de control social al servicio de los grupos de poder y las


instituciones sociales como la escuela, las academias, las iglesias, los cuerpos
profesionales colegiados, los gobiernos, entre muchas otras, son las que
consagran o en el peor de los casos descalifican si el autor está apegado al orden
o no lo está. Por tanto, es imposible negar que el autor se encuentra acorralado
entre decir o callar, según le sea permitido o no. Para Foucault (2008):

Las 'sociedades del discurso' cuyo cometido es conservar o producir discursos tienen
un funcionamiento en parte diferente, pero para hacerlos circular en un espacio
cerrado, distribuyéndolos según las reglas estrictas y sin que los detentadores sean
desposeídos de la función de distribución. (p. 41)

Y quizá una realidad no lejana al control discursivo, continúa describiendo


el autor, se realice también en la obra filosófica que pretende discurrir en
la búsqueda de la verdad, “me pregunto si algunos temas de la filosofía no
surgieron para responder a estos juegos de limitaciones y exclusiones, y quizá
también para reforzarlos”6 (p. 46).

3. Balance final

En este apartado, como se indicó en la introducción, se plantean algunas


interrogantes que pueden ayudar a dilucidar el valor e importancia que se
debe dar a los autores olvidados. Desde esta perspectiva, habrá que responder
a las siguientes interrogantes: ¿Se justifica la desaparición del autor si no es

6 A criterio de Foucault (2008), desde que se amordazó la voz de los sofistas, el pensamiento occidental ha
marcado una clara diferencia entre el pensar y el hablar. El pensar se regula por los signos del lenguaje
(orden discursivo) y es el que debe ser validado como normal y válido para el hacer filosófico, mientras
que el discurrir (el habla) corre el riesgo de escapara al orden discursivo y por tanto no es validado para el
hacer filosófico.
136 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

validado? ¿Existe exclusión de las unidades discursivas en la sociedad en la que


vivimos? ¿Es justificable el ejercicio de la escritura (ser autor) sin ser validado?

Respondiendo a la primera interrogante, me parece que es evidente que el


autor no desaparece porque su obra no sea validada por los sistemas sociales
al servicio de los grupos hegemónicos; es más, el propósito y la búsqueda de
los grupos de poder es desaparecer o desvanecer la presencia del autor, pero
el autor sigue vigente a pesar de la censura y por tanto su unidad discursiva.
El autor en cuanto crea la unidad discursiva existe, no por el hecho de no ser
validado desaparece, quizá es reducido al orden o sancionado, pero su obra
prevalece a través del tiempo y, por tanto, su ser creador.

Los grupos de poder establecen métodos de control y vigilancia por medio


de los cuales realizan procesos de selección y exclusión de los autores y sus
obras (segunda interrogante), ya sea porque las mismas contradicen lo dicho
y por tanto no deben decir, o por cuestionar la verdad proponiendo nuevas
verdades, lo cual puede generar miedo social porque pueden propiciar nuevas
corrientes o modelos de pensamiento que pondrían en riesgo la estabilidad de
las instituciones sociales. En este sentido, es necesario remarcar que a través de
la historia, el denominado loco ha sido quien en muchos casos ha originado
la diferencia, la innovación, las nuevas verdades y, por tanto, el cambio. ¿Por
qué temer del loco si él mismo es la posibilidad de un nuevo porvenir? ¿Puedo
juzgar a un autor como loco simplemente porque su unidad discursiva no se
apega al sistema imperante? El mundo necesita de más locos que renueven y
oxigenen nuestras instituciones a favor del cambio. La censura es y ha sido
violenta a través de la historia, ejerciéndose a través de medios directos o
indirectos, en donde se plantea un discurso verdadero y oficial al que todos
se deben ceñir y replicar, en este caso desde su identidad autorial, en donde
la censura lo único que logra es replicar la rutinaria cotidianidad ordenada y
orilla la vida humana al absurdo.

Se deben generar espacios para escuchar nuevas voces que a través de la


historia mundial y nacional han sido silenciadas o marginadas de modo que
tengamos acceso a nuevas posturas o formas de ver la vida y la problemática
que la misma implica. Las voces de los pueblos indígenas, las voces de las
Juan Pablo Escobar Galo 137
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

mujeres, las voces de los jóvenes, las voces de las nuevas propuestas políticas
y sociales (v. gr.), deben ser escuchadas sin censura. Ya será cada sujeto, quien
desde el ejercicio de la libertad, las quiera escuchar o no, las interprete, analice,
rechace o asuma.

Foucault (2008, p. 23) presenta en El orden del discurso tres elementos que
considera claves para el control del sistema: la palabra prohibida, la separación
de la locura y la voluntad de verdad. Dadas estas formas de control es
imperativo romper toda forma de censura, favorecer la libertad de expresión,
superar el discurso monotemático, escuchar, leer y estar dispuestos a la crítica
y al consenso. De igual manera, es conveniente integrar las diferencias frente
al pensamiento único, comprendiendo la riqueza que representa la diversidad
frente a la sospecha o la aparente amenaza que provoca lo diferente.

Por otro lado, es necesario que los autores propongan obras críticas,
desafiantes, cuestionadoras que generen nuevos modos de ser, que posibiliten
otras formas de pensar, no ceñidas a lo oficializado. Todo texto debe generar
posibilidades de nuevas fundaciones discursivas no totalitarias. Hay que evitar
el error que Foucault (2007) describe que se cometió en el siglo XIX, en
donde occidente se lanzó a:

[…] la búsqueda de una historia, en la que todas las diferencias de una sociedad
podrían ser reducidas a una forma única, a la organización de una visión del mundo,
al establecimiento de un sistema de valores, a un tipo coherente de civilización. (p. 21)

Si perdemos la diversidad discursiva perdemos la diversidad individual


y por tanto llegaremos a ser masificados, en donde el ser humano ya no es
sujeto sino objeto de un sistema. En respuesta a la tercera interrogante (¿es
justificable escribir sin ser validado?), es enfáticamente necesario porque
siempre hay alguien que espera ser liberado desde escritos transgresores.
Animo a los autores que no han sido validados y a aquellos que no se atreven
a producir o seguir produciendo en pro de la diferencia y la generación de
nuevas propuestas para que tarde o temprano logren permear en la vida social.
Quizá en la actualidad el desafío es mayor para los autores filosóficos que
deben decir más allá de las estructuras de poder y asumir el rol de parresiasta,
138 El autor y sus formas discursivas: perspectiva desde Michel Foucault
Cultura de Guatemala, cuarta época: año XXXVIII, vol. I, enero-junio, 2017: 125-138

ya que como lo indica Foucault (2010), el parresiasta es más que el profeta


que habla en nombre de otro, también sobrepasa al sabio que dice lo que
considera conveniente en un lugar y momento oportuno, y tampoco es el
profesor que dice para enseñar. El parresiasta dice con valentía las verdades
con las que se presenta, no es un charlatán, un demagogo o un servidor del
sistema, es el valiente que la sociedad espera y necesita. El filósofo actual debe
ser aquel que busca lo que debe buscar, denuncia lo que debe denunciar,
escucha lo que debe escuchar, dice lo que se debe decir y afronta con coraje la
verdad, la cual quedará plasmada en su obra.

Referencias:

Ingarden, R. (1998). La obra de arte literaria. México: Editorial Taurus,


Alfaguara S. A.

Foucault, M. (2010). ¿Qué es un autor? Argentina: Ediciones literarias, el


cuento de plata.

Foucault, M. (2010*). El coraje de la verdad. Argentina: Fondo de Cultura


Económica.

Foucault, M. (2007). La arqueología del saber. (23ª. edición en español).


México: Siglo XXI editores, S. A.

Foucault, M. (2008). El orden del discurso. (4ª. edición) España: Tusquets


Editores, S. A.

Foucault, M. (2008*). Las palabras y las cosas. (33.ª reimpresión en español).


México: Siglo XXI Editores, S. A.

Galván, V. (2010). De vagos y maleantes. Michel Foucault en España. España:


Virus editorial.

Link, D. (2010). Apostillas a ¿Qué es un autor? Argentina: Ediciones literarias,


el cuento de plata.
Copyright of Revista Cultura de Guatemala is the property of Universidad Rafael Landivar
and its content may not be copied or emailed to multiple sites or posted to a listserv without
the copyright holder's express written permission. However, users may print, download, or
email articles for individual use.

También podría gustarte