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Lévi-Strauss inicia este nuevo movimiento, basándose en las ideas de la etnología, al que
luego le seguirán Lacan, en el psicoanálisis, Louis Althusser en el estudio del marxismo y
finalmente, Michel Foucault.
Pero su nacimiento real tuvo lugar en 1955, cuando el filósofo Claude Lévi-Strauss (influido
por Saussure pero también por los antropólogos y lingüistas estadounidenses) publicó un
artículo titulado El estudio estructural del mito: donde explicaba que los fenómenos
culturales pueden considerarse como un sistema de significación que se define sólo en
relación con otros elementos dentro del sistema, por ejemplo, si sacas un notable, solo se
puede interpretar si entiendes la relación entre insuficiente, suficiente, notable y
sobresaliente. Todo código de significación es arbitrario.
el estructuralismo hace una crítica masiva de las ideas, presentes en la obra de Sartre, sobre
las posibilidades de elección del sujeto, la autonomía práctica del individuo o la
constantemente amenazada, pero siempre existente, posibilidad de la autorrealización
humana. Y fue una crítica que arreció durante el largo tiempo en que Sartre se desentendió
de toda apertura de la filosofía a las disciplinas de las ciencias humanas y sociales.
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Los estructuralistas se distinguen, ante todo y, sobre todo, por su ferviente convicción,
defendida con ahínco, de que, a toda conducta humana y a todas las funciones de la mente,
subyace una estructura, y por su creencia de que esa estructura puede ser descubierta
mediante un análisis metódicamente conducido, de que esta posee coherencia y sentido.
Saussure y, aún más, sus posteriores admiradores e intérpretes, rompieron de forma radical
con esta filología histórica y con la idea de que el estudio histórico del lenguaje fuese el
objeto principal de la lingüística. Ellos se concentraron más bien -como hicieran antes los
investigadores de lenguas no documentadas por medio de la escritura, como las de los indios-
en la cuestión de la manera en que una lengua concreta se halla internamente construida y de
cómo puede describirse su estructura estable.
Un importante paso hacia este nuevo enfoque del análisis, si bien no el paso decisivo, fue la
distinción que hizo Saussure entre habla o manera de hablar de los individuos («la parole»)
y la lengua como sistema (social) abstracto («la langue»), siendo esta última el verdadero
objeto de su lingüística. Una lengua.
La conclusión que Saussure saca de todas estas reflexiones preliminares, sobre todo de la
afirmación del vínculo arbitrario entre significante y significado, es que los signos
lingüísticos no se definen por sí mismos, sino que sólo pueden definirse en relación con otros
signos.
Las sociedades, los grupos y los individuos son el producto de prácticas discursivas que
logran hegemonizar un campo social múltiple, articulando sus sentidos prevalentes y
posicionando a sus sujetos.
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El pensamiento de Bourdieu se apoya en el estructuralismo (y en ocasiones también en el
funcionalismo). De ahí que para él no sea el actor individual el punto de partida del análisis,
pues lo esencial son las relaciones entre los actores y entre las posiciones dentro de un sistema
o como también dirá- un «campo». Los «campos» son -para citar una definición de Bourdieu-
espacios que:
Habla Bourdieu deliberadamente no de «sujetos», sino siempre de actores. Los actores son
para él y esto lo pasó por alto el estructuralismo- «eminentemente activos y deseosos de
acción».
Bourdieu termina afirmando la superioridad de una forma objetivista de análisis en la que las
estructuras de un campo social son definidas por el observador sociólogo -estructuras que
presionan a los actores y de las que estos no suelen ser conscientes.
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«capital social»; y en ocasiones hablará incluso de «capital político», lo que dará pie a que
observadores y críticos hablen de una «inflación» en su teoría del concepto de capital.