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2015-2016
Contenido
5. Conclusiones............................................................................................................... 22
6. Bibliografía. ................................................................................................................ 24
Videmus nunc per speculum in aenigmate.
San Pablo1.
1
I, Corintios, 13, 12. Traducción: Vemos a través de un espejo formas enigmáticas. Frase referida a los
medievalistas Bloch, Duby y Le Goff que en sus respectivas obras aluden al espejismo feudal como una
metáfora de lo desconocido, refiriéndose al debate historiográfico del feudalismo como una eterna
quimera que enfrentará a los historiadores ad eternum.
1. Introducción: estado de la cuestión y objetivos.
Desde el siglo XVIII hasta el XXI ríos de tinta han corrido acerca de qué
entender como feudal o qué significa realmente ese método de gobierno -si lo podemos
considerar así-, cuáles serían sus características y por qué se desarrolló entre los siglos
X-XIII y no antes o después. Como diría P. Iradiel tenemos al menos la conciencia de
que es el término menos malo, aunque como veremos a continuación, ciertos autores
estuvieron muy convencidos de tener que eliminar tamaña palabra del vocabulario
académico-histórico por su ambivalencia terminológica. Para algunos el feudalismo
existe porque había que ponerle un nombre a ese período histórico como nos expone de
forma lacónica Guerreau, hasta que llegáramos al punto de que si no existiera habría
que inventarlo, como postuló Hilton3.
2
IRADIEL, P., Las claves del Feudalismo (860-1500), Editorial Planeta, Barcelona, 1991, p. 4.
3
IRADIEL, Las claves., p. 4.
1
su obra no en los demás académicos, que también, sino saber qué aportó al entero
debate acerca del feudalismo4.
Las siguientes dos figuras a tratar serán J. Valdeón y A. Guerreau los cuales
resultaron de gran ayuda tanto por sus hipótesis como por el trato que realizan de otros
autores, Valdeón de una forma más profesional y Guerreau, pecando de reaccionario.
Tras este análisis, extraeremos tanto las hipótesis de los autores como las
extraídas por mí para analizarlas y someterlas a colación con otras obras significativas,
viendo si realmente las viejas preguntas que se hicieron sobre el feudalismo fueron
resueltas o han surgido nuevas que necesitan ser tratadas y que ahora mismo se
encuentran estancadas. Aparte de lo mencionado, trataremos de esclarecer cuáles son
los puntos relevantes que hacen falta para elaborar una suerte de tesis feudal de corte
orgánico que intente aunar todas las posturas en una, para lograr lo que en definitiva
tendría que ser el objetivo de estos ensayos, libros y artículos: lograr un cuórum de
ideas más que hacer un combate de tendencias historiográficas, un punto primordial que
será expuesto en el último apartado tratando de crear un puente entre el viejo empirismo
y la nueva creación intelectual.
4
Por esta misma razón nuestro ensayo será considerado como meramente historiográfico, analizando
tendencias y sometiéndolas a debate en consenso con obras y escritos de otros historiadores.
2
3
2. Debate de tendencias historiográficas: autores, obras e
hipótesis.
5
GANSHOF, F. L., Que éo Feudalismo?, Coleccçao saber, Publicaçoes Europa-América, 1974, p. 9.
6
MASFERRER, A y HEIRBAU, D., “La contribución de F. L. Ganshof a la historiografía feudal
europea: una revisión crítica de la historiografía española en torno al feudalismo ganshofiano”, Anuario
de historia del derecho español, Tomo LXXV, Ministerio de Justicia, Secretaría general técnica, 1993-
2014, p. 642.
4
socio-económico reconocido, sino más bien por el uso de la fuerza y la coacción de una
clase social militarizada que ejercería su derecho a través de la intimidación7.
7
GANSHOF, Que éo Feudalismo?., p. 9. A. Guerreau critica a Ganshof por utilizar muy a la ligera los
términos derecho, jerarquía e institución, teniendo en cuenta que se está refiriendo a una sociedad entre
los siglos X-XI en la que no se puede jugar de un modo tan prosaico con una terminología tan importante.
8
GANSHOF, Que éo Feudalismo?., pp. 9-12.
9
MASFERRER y HEIRBAU, “La contribución de”., p. 645.
10
GANSHOF, Que éo Feudalismo?., p. 93.
5
¿Debemos aceptar tan solo la visión militarista a través de un derecho que
supuestamente sería recíproco entre las clases aristocráticas guerreras para el reparto
equitativo de las tierras que iban a explotar sin tener en cuenta a la mano de obra, es
decir al campesinado? Para Ganshof todo emana del feudo, es la razón de ser y la causa
de la fidelidad de los servicios de vasallaje11. Eso mismo refleja Fulberto de Chartres en
el siglo XI, observando que el vasallo debía permanecer fiel al señor, ayudarle y darle
consejo en lo que se llamó beneficium et fidelitatem, un hecho que percibimos como
real, pero que Ganshof aquí reinterpreta como una ley magna que gracias a la tenencia
del feudo legado por el rey y el posterior homenaje de los súbditos al monarca crearía
una institución cimentada en una relación social que se institucionalizaría ipso facto a
través del servitio empático entre el gobernante -dador de tierra- y sus vasallos, los
receptores de la misma12.
11
GANSHOF, Que éo Feudalismo?., p. 199.
12
GANSHOF, Que éo Feudalismo?., p. 223.
6
en lo cierto13. Si hablamos de esos espejismos aplicados al debate historiográfico feudal,
está claro que es una metáfora bien escogida por ciertas actitudes tradicionalistas que
sin cesar atraen el presente hacia el pasado, no estando en las antípodas del llamado por
Bloch, espíritu histórico, donde la diversidad debería primar sobre el hieratismo
intelectual encorsetado en muchas ocasiones en ideales pasados de moda que se resisten
a desaparecer14.
Es por esa razón y en contestación a la obra de Gansgof, que Bloch alude a una
unidad conjunta, un todo, más que un monopolio del poder a través de la militarización
de la sociedad. Bloch retrata al monarca como un ente relevante, sin duda, pero se
pregunta a sí mismo: ¿Era el rey durante los siglos X-XI una figura potente e
indiscutible tal y como veríamos por ejemplo en el siglo XII con los Plantagenet y los
Capeto? El rey no tenía de rey más que el nombre y su corona, incapaz de defender
contra los peligros que los amenazaban ni a sus obispos ni a sus súbditos, apuntillaría el
estudioso francés16.
13
BLOCH, M., La sociedad feudal, Akal universitaria, Historia Medieval, Madrid, 2002, p. 112; DUBY,
G., Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Taurus humanidades, Madrid, 1992, p. 11.
14
BLOCH, La sociedad., p. 112.
15
BLOCH, La sociedad., p. 114. Esta es sin duda la crítica que se le reprocha más a Guerreau en la obra
que analizaremos a continuación.
16
BLOCH, La sociedad., p. 179.
17
BLOCH, La sociedad., pp. 180-183.
7
¿Entonces esta tierra es una explotación? Un matiz vital debe ser expuesto aquí.
Bloch, cuando alude a ese feudo como tierra dada en herencia que da beneficios se
refiere obviamente a la clase alta, a la nobleza terrateniente, pero al mismo tiempo, deja
entrever la existencia de una paradoja dentro del vasallaje. Por encima de las múltiples
cuestiones que plantea la historia del vasallaje europeo, un gran problema humano las
domina todas: ¿Cuál fue, en las acciones y en los corazones, la verdadera fuerza de ese
cimiento social18?
Ese germen que crea unidad, según Bloch, sería la afección. Una lógica que nos
invitaría a pensar que el hombre que rinde vasallaje a otro hombre superior -evitamos
aquí referencia a la realeza o nobleza guerrera- sería una relación recíproca encuadrable
en la máxima del do ut des tan típico y al mismo tiempo tan complejo.
Dentro de esa estela de ciencia social e historia social, podemos ver otra de las
hipótesis centrales de Bloch: el feudalismo como tipo social. Para abrir la lata y
18
BLOCH, La sociedad., p. 247.
19
BLOCH, La sociedad., p. 248.
20
BLOCH, La sociedad., p. 248.
21
BLOCH, La sociedad., p. 248.
8
proseguir con su argumentación, Bloch se hace una pregunta: ¿Estamos hablando pues
de feudalismo o feudalismos22?
22
BLOCH, La sociedad., p. 454. Para Bournazel no existiría un feudalismo en plural, es más, tan solo
habría un feudalismo. Incluso llega a criticar que feudo y feudalismo son aceptaciones elitistas, de palacio
que no reflejarían de forma justa la sociedad feudal. POLY, J y BOURNAZEL, É., El cambio feudal
(siglos X-XII), Nueva Clío, Barcelona, 1983, p. 401.
23
BLOCH, La sociedad., p. 454.
24
VOLTAIRE., Fragments sur quelques revolutions dans l’Inde, II, Ed. Garnier, T. XXIX, 1773, p. 91.
25
BLOCH, La sociedad., p. 455.
9
Ese feudalismo que suponía una profunda disminución de la vida de relaciones
tanto humanas como monetarias por la atrofia de la circulación mercantil relegó a
relaciones básicas los afectos del hombre en comunidad, una mentalidad apegada a lo
sensible a lo próximo, a lo elemental, que presuponemos erróneamente como
jerarquizada. En realidad fue simplemente desigual26. La ecuación última de la sociedad
feudal de Bloch sería el de un conjunto de campesinos supeditados a una superioridad
de guerreros especializados con lazos de obediencia y protección que fragmentarían el
poder generando un desorden ordenado, entrando de lleno en lo que él llamó segunda
edad feudal que se desarrollaría en el siglo XII para acabar a principios del XIII27.
Al mismo tiempo, vuelve la vista para atrás y analiza obras de impacto en este
tema. Vislumbra, antes de acercarnos sus conclusiones y plantearnos su forma de ver el
26
BLOCH, La sociedad., p. 456.
27
BLOCH, La sociedad., pp. 459-460.
28
STRAYER, J., Feudalism, D. van Nostrand, Princeton, 1965, p. 57. En la introducción de su obra,
Strayer conjuga una frase que tiene bastante mérito. Este dice que su obra es tan solo un pequeño
conocimiento de una gran obligación -el feudalismo-, agradeciendo a los historiadores que le
antecedieron el poder haber creado su libro, ya que de no ser por ellos no lo habría logrado. Todo lo
contrario que la obra de Guerreau, que como veremos, utilizó las obras de estudiosos de todo el mundo
para crear un libro -El feudalismo: un horizonte teórico- que no dejó indiferente a nadie por su digamos,
curiosa forma de hilvanar dicho método de estudio a través de la crítica sistemática de sus homónimos
historiadores, un hecho que incluso está reflejado por J. Le Goff en el prólogo que escribió para Guerreau
en su propio ensayo.
10
feudalismo, que dicho término es una palabra de difícil acceso, acuñada en el siglo
XVIII por personas que no pertenecieron al medievo; un término acuñado por
intelectuales, historiadores y juristas para bautizar a una época que se escapa a nuestro
entendimiento por la lejanía y supuesta complejidad29.
29
STRAYER, Feudalism., p. 11.
30
STRAYER, Feudalism., p. 11
31
STRAYER, Feudalism., p. 13.
32
STRAYER, Feudalism., p. 57.
11
Me parece harto significativo que comience citando a Elizabeth Brown, una
historiadora americana que publicó un controverso artículo en el cuál demostraba la
imperante necesidad de retirar del mundo académico el término feudalismo y feudalidad
por llevar a equívoco tanto a académicos como a alumnos por tener dobles sentidos
ocultos; llegando a ser más un combate de tendencias que una mano tendida al cuórum
para conseguir allanar el camino a una tesis consensuada33.
33
VALDEÓN, J., El feudalismo, Alba libros, Madrid, 2005, p. 14 y BROWN, E., “The Tyranny of a
Construct: Feudalism and Historians of Medieval Europe”, The American Historical Review, vol. 79, nº4,
(Oct., 1974), pp. 1063-1088. Por otra parte, Boutruche en el año 1959 en Seigneurie et féodalité defiende
que sería mucho mejor limitar el uso del término feudalismo en ámbitos en los que pueda crear
controversia. BOUTRUCHE, R., Seigneurie et féodalité. Le premier âge des liens d’homme à homme,
Aubier, París, 1959, p. 400.
34
VALDEÓN, El feudalismo., p. 11.
35
VALDEÓN, El feudalismo., p. 16.
36
VALDEÓN, El feudalismo., p. 16.
12
Siguiendo esta misma estela, W. Kula, dijo que podía ser compatible el que
fuera un sistema socio-económico agrario con fuerzas productivas menores, débil
comercio pero con una gran propiedad territorial37. Por último, recoge el testimonio de
Barbero y Vigil para presentar una postura mixta entre un materialismo histórico más
moderado y una postura más social como la expuesta por Bloch, para concretar que el
feudalismo era una relación de dependencia a todos los niveles, desde el económico
hasta el político38.
Para añadir más leña al fuego me gustaría citar a una personalidad que en 1890
atisbó en cierta manera hacía donde se dirigiría el debate académico acerca de este
término. Fustel de Coulanges, de la escuela historicista, dedujo de una forma muy hábil
que lo más importante es la tierra. Es desde la tierra donde se erige la desigualdad, es la
misma tierra la que es la institución regidora, es esta tierra la que es el auténtico campo
de batalla intelectual por la primacía del verdadero feudalismo39.
¿No es exactamente esa postura de corte más orgánico y unitario la que avalaban
Barbero y Vigil también en sus escritos? Tal vez sería la postura menos problemática y
la que realmente englobara al feudalismo como el todo económico, político, social y
militar que tal vez es realmente41.
37
VALDEÓN, El feudalismo., pp. 16-17. Pierre Vilar, marxista reconocido, postuló también que era más
bien una sociedad agrícola con lenta evolución técnica e intercambios limitados, en el cual el excedente
de trabajo de la mayoría de la población era acaparado mediante una coacción extraeconómica en
beneficio de una mayoría definida jurídicamente. PARAIN, C y VILAR, P., El feudalismo, Sarpe
editorial, Madrid, 1985, p. 55.
38
BARBERO, A y VIGIL, M., La formación del feudalismo en la Península Ibérica, Crítica, Barcelona,
2015, p. 403.
39
COULANGES, F., Les Origines du système féodal: le benefice et le patronat pendant l’époque
mérovingienne, Bruxelles: Culture et Civilisation, Paris, 1890, p. 223.
40
VALDEÓN, El feudalismo., p. 24.
41
Una crítica que se debe hacer en este caso a los historiadores americanos es que veían a ese régimen
feudal como un ente puramente político y militar, dejando la tierra como una trivialidad por la que
combatían, como en ocasiones dejan ver Strayer y Coulbon en la controversa obra Feudalism in History.
13
¿No podríamos entonces aceptar la postura que nos muestra Duby? ¿Por qué
empeñarse en deslindar los aspectos jurídico-políticos por una parte y las realidades
socioeconómicas por otra a la hora de analizar la sociedad feudal42? ¿No se trata en el
fondo de dos caras de una misma moneda43? Por desgracia no se puede lograr una
ecuanimidad en un debate tan apegado al sentimiento y al libre discurrir de la tinta,
como bien nos demuestra Guerreau en la última obra a analizar.
Guerreau pretende crear una definición del feudalismo a través del pasado que
nos ha llegado. Con esta fundamentación realiza un ensayo en el cual analiza varias
corrientes historiográficas y a las principales personalidades que las representaron desde
el siglo XVIII hasta nuestros días. ¿Cuál sería el problema entonces? Citando la clásica
obra de Shakespeare: mucho ruido y pocas nueces.
El primer problema que atisbamos es que deja claro que pretende analizar el
pasado tal y como nos ha llegado sí, pero siempre con inverosimilitud. Por ejemplo,
Guerreau abraza una ensayo de Guizot: Ciquième essai sur l’histoire de France y
analiza su principal hipótesis: el sistema feudal es disperso, personal y emana de la
autoridad señorial, siendo la característica central del feudalismo y principio de su
COULBORN, R y STRAYER, J., Feudalism in History, Princeton University Press, Princeton, 1956, p.
349.
42
DUBY, G., Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Taurus humanidades, Madrid, 1992, p.
377.
43
VALDEÓN, El feudalismo., p. 27.
44
GUERREAU, A., El feudalismo. Un horizonte teórico, Editorial Crítica, Barcelona, 1984, p. 11.
14
dinámica45. Para Guerreau, Guizot es clave, pero por ejemplo para él Fustel de
Coulanges no es válido por sus tendencias positivistas.
¿A qué se debe esa elección? Guerreau discierne con Coulanges por una sencilla
razón. Utiliza el feudalismo como una herramienta intelectual y al mismo tiempo
presenta una definición diáfana de la historia. ¿Es realmente cierta esa postura? Aquello
que realiza Coulanges es una separación del feudalismo como un elemento diferenciado
de cualquier método de gobierno anterior o posterior dándole una situación no
privilegiada sino eternamente cuestionada, curiosamente como hace Guerreau en su
obra46.
Acabamos el anterior apartado con una pregunta y me gustaría abrir el que sigue
con otra. ¿Podríamos ver el feudalismo como una suerte de potenciador historiográfico
que sirviera para encarnar un fetiche teórico? ¿Sirve realmente el feudalismo para
demostrar una teoría? La realidad y el mito se vuelven a entrelazar y el argumento que
tal vez convenga exponer aquí es el presentado por Boutruche y Fossier que negaba la
existencia del feudalismo48.
45
GUERREAU, El feudalismo., p. 49.
46
GUERREAU, El feudalismo., p. 89.
47
GUERREAU, El feudalismo., p. 221.
48
IRADIEL, P., Las claves., p. 4.
15
Es una vieja hipótesis que podría resultar atractiva y seguramente sería
secundada por Elizabeth Brown, no cabe duda, pero a mi parecer es una postura que
peca optimista como la del médico que le suministra morfina al herido para acallar el
dolor, aun a sabiendas de que el resultado final va a ser fatal. No por negar la existencia
de un hecho va a desaparecer, es más su interés por él va a aumentar exponencialmente.
Tal vez deberíamos sacar a escena una de las referencias más ecuánimes hasta
ahora expuestas cuyo autor es G. Duby. Como los citados Michelet y Bournazel, Duby
también respeta el término “movimiento”, pero añade un matiz. Es un movimiento que
arrastró a la sociedad del momento entre los siglos XI y XIII a través de un contrato
vasallático y del feudo, pero esto, no fue más que un barniz superficial de esta profunda
impulsión social, ya que la fundamentación primera del feudalismo está adherida sobre
las estructuras vivas de la sociabilidad, cuya naturaleza es doméstica y familiar. Es
decir, que la tierra aquí no es relevante si no hay súbditos que la traten52.
49
IRADIEL, Las claves., p. 16.
50
KIPPUR, A, Jules Michelet: A Study of Mind and Sensibility, Sunny Press, 1981, p. 81.
51
IRADIEL, Las claves., p. 20.
52
DUBY, G., “Feodalités mediterranéennes”, Le Monde, 27 octubre, 1978, p. 21.
16
exponía Bloch53? Bournazel dice tajantemente que no es así porque en la primera mitad
del XI no podemos hablar de era feudal54.
La enumeración anterior sería una esclava del decoro y de las medias tintas tal
vez, pero como bien dijo P. Toubert en ocasiones es necesario tener una concepción
integradora del feudalismo; estableciendo una diferencia que pretenda demostrar el uso
del feudalismo para designar un sistema económico y social de la Edad Media Europea
53
POLY y BOURNAZEL, El cambio feudal., p. 399.
54
POLY y BOURNAZEL, El cambio feudal., p. 399.
55
GODELIER, M, Funcionalismo, Estructuralismo y Marxismo, Cuadernos Anagrama, Barcelona, 1976,
p. 17.
56
IRADIEL, Las claves., p. 5.
57
IRADIEL, Las claves., p. 5.
58
IRADIEL, Las claves., p. 5.
17
y el de feudalidad para las instituciones y el feudo, que como referenciaron Bonnassie y
Toubert comenzó con el llamado incastellamento a partir del año 100059.
Con el siguiente esquema me gustaría plasmar de una forma mucho más clara e
intuitiva ese esqueleto feudal en el cual todas las tendencias historiográficas, autores,
obras y ensayos al menos dejen ver un espacio común donde poder converger, debido a
que se ha introducido al menos una pincelada de parte de cada casa.
Aristocracia jerárquica y
beneficium
dependencia vasallática
(feudo)
feudalización del poder y
Aristocracia militar la justicia: rentas sobre la
tierra
Creación de un modelo
social
No podemos negar que este esquema, al igual que la pirámide social medieval
que vemos por ejemplo a través de la obra de Benito de Saint-Maure: Historia de los
duques de Normandía, -1173-1185- refleja una clara superioridad de dos estratos frente
59
TOUBERT, P., Europa en su primer crecimiento: de Carlomagno al año mil, Universitat de Valéncia,
2006, pp. 191-196.
60
IRADIEL, Las claves., p. 12.
18
a uno, siendo esta una sociedad idílica para los que gobiernan, no ecuánime, pero
económicamente sostenible. Duby llamaba a esto la falsa sociedad feudal, bautizándola
con un término más apropiado: sociedad señorial, una representación que tal vez
represente mejor la situación a todos los niveles que se desprende del esquema
superior61.
No resulta fácil apartarse del empirismo sin perder de vista la realidad. Todo lo
tratado hasta ahora, la lluvia de hipótesis y el análisis de las tendencias historiográficas
de unos y otros, comporta una parte de esquematización abusiva, como si el feudalismo
pudiera esquematizarse a la ligera. El problema que vemos como una constante y que
hemos esbozado aquí es que la presente coyuntura historiográfica conlleva a que el
rumbo de las investigaciones a día de hoy resulte más difícil de mantener que nunca64.
¿Qué sentido tiene entonces perseguir semejante quimera? Tanto G. Bois, como
G. Duby o J. Le Goff proponen una respuesta sencilla a esta pregunta. Se trataría de una
utopía movilizadora y estimulante, que llevaría al historiador a privilegiar la búsqueda
de las correlaciones existentes entre los fenómenos más diversos y en la gran mayoría
de ocasiones contrarios entre sí. Ayudaría que no se persiguieran quimeras académicas
61
DUBY, Los tres órdenes., pp. 213-215.
62
DUBY, Los tres órdenes., p. 377.
63
DUBY, Los tres órdenes., p. 377.
64
BOIS, La revolución del año mil, Crítica, Barcelona, 2015, p. 181.
19
y teóricas, ayudaría a que nos interesáramos menos por los objetos aislados y más por
los vínculos que los unen a los demás objetos, presuponiendo la racionalidad de los
procesos que transforman las sociedades, siendo en definitiva, una exigencia racional
sin la cual el oficio de historiador carecería de sentido65.
Durante más de tres siglos se ha elucubrado con este término para acabar
creando un puzzle con el que jugar y contraponer pensamientos más que ir directamente
al grano. El libro de Guerreau es una muestra fehaciente de lo que no debería hacerse
para ayudar a revivificar el debate, de igual forma que no serían aceptables las posturas
de Elizabeth Brown o Boutruche que llegarían a negar la existencia del feudalismo o de
apartarlo del academicismo para situarlo en el desván de la comodidad intelectual que
exiliaría términos por no atreverse a abordarlos tanto metodológicamente como
racionalmente.
Ese juego entre dos mundos que tienen nombre y apellidos como son el
empirismo del documento y la nueva creación intelectual viven de rentas que autores
anteriores a nosotros crearon. El debate se aletarga pero siempre está vivo como decía
G. Duby, un debate que ayuda a esclarecer la secuencia evolutiva que definió la Edad
65
BOIS, La revolución., p. 181.
66
GODELIER, Funcionalismo, Estructuralismo., p. 17.
20
Media67, pero a mi parecer y coincido con Duby no veo a día de hoy que ese abismo
esté superado68.
67
DUBY, G., Historia social e ideologías de las sociedades, Anagrama, Barcelona, 1976, p. 122.
68
Duby habla de una obsesión por una antigua utopía, el mentado espejismo. Él realmente ve una
sociedad que no está dividida en clases y que al mismo tiempo está ordenada. No expone una división
tripartita de la sociedad sino más bien de cuatro, siendo esta última terrenal y corpórea. DUBY, Los tres
órdenes., p. 453.
69
Ver cuadro sinóptico en el anexo. Anexo 1.
70
BOIS, G, La revolución., p. 181.
71
VALDEÓN, J, El feudalismo., p. 12.
21
5. Conclusiones
Con todos los argumentos mostrados hasta ahora y tras sopesar varias hipótesis y
confrontarlas entre sí debemos afrontar una conclusión que para nada quedaría relegada
a un hermetismo convencido, quedaría necesaria e irremediablemente sujeta a opiniones
dispares para un tema tan polifacético. No puedo sino añadir y argumentar que el
feudalismo, en todas sus vertientes y acepciones refleja la fragilidad de nuestras propias
categorías mentales.
Tal vez nos pueda parecer abstracto, e incluso de índole metafísica pero en
cuantiosas ocasiones creemos que todo aquello que llegamos a construir en referencia
directa al debate historiográfico feudal es parte integrante de la naturaleza misma de las
cosas; esas mismas obras que hacemos creyendo que son totales e infinitas. Como diría
Bournazel: la collera y el molino son inseparables de los cuentos del asno o las
canciones que hablan del molinero72, lo mismo pasa con la Edad Media, tendemos a
disociar lo que creemos que puede ser real para convertirlo en un hecho tan solo
movible a través de una tendencia que incite al debate y se contraponga a otra.
72
POLY y BOURNAZEL, El cambio feudal., p. 19.
73
BOIS, La revolución., p. 183.
74
BORGES, J. L., Historia de la eternidad, Editorial Contemporánea, Barcelona, 2011, pp. 19-21.
75
POLY y BOURNAZEL, El cambio feudal., p. 45.
22
debatido en un feudalismo orgánico y englobarlo en lugar de escoger una tendencia que
sea perfecta? Debemos partir de la base de que el feudalismo es imperfecto porque
nunca ha existido un método de gobierno que ensalce las necesidades de sus estratos
inferiores. El feudo y la tierra eran una forma de sujeción del hombre a sus necesidades
básicas, gracias a ello se crea una jerarquía terrestre cimentada en el vasallaje
dependiente que no debe ser vista como una degradación, sino como la condición sine
qua non de su estabilidad y durabilidad a través del tiempo. El feudalismo, en el exacto
sentido de la palabra tal vez no sea más que una etapa esencial en la progresión de una
ideología de servicio, de una pedagogía de la sumisión establecida76.
76
POLY y BOURNAZEL, El cambio feudal., p. 402; BLOCH, La sociedad., p. 343 y GUERREAU, El
feudalismo., p. 79.
23
6. Bibliografía.
BOIS, G., La revolución del año mil, Editorial Crítica, Barcelona, 2015.
DUBY, G., Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Taurus Humanidades,
Madrid, 1992.
IRADIEL, P., Las claves del Feudalismo (860-1500), Editorial Planeta, Barcelona,
1991.
KIPPUR, A., Jules Michelet: A Study of Mind and Sensibility, Sunny Press, 1981.
24
MASFERRER, A y HEIRBAUT, D., “La contribución de F. L. Ganshof a la
historiografía feudal europea: una revisión crítica de la historiografía española en torno
al feudalismo ganshofiano”, Anuario de historia del derecho español, Tomo LXXV,
Ministerio de Justicia, Secretaría general técnica, 1993-2014.
VOLTAIRE., Fragments sur quelques revolutions dans l’Inde, II, Ed. Garnier, T.
XXIX, 1773.
WICKHAM, C., Land and Power. Studies in Italian and European Social History, 400-
1200, British School at Rome, London, 1994.
25
7. Anexos.
26