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EL RACIONALISMO CARTESIANO

> El método
El problema que muy pronto preocupó a Descartes fue el de la fundamentación
del conocimiento: ¿cómo puedo avanzar con seguridad en el camino del cono­
cimiento? Era consciente de los muchos errores que a lo largo de los siglos ha­
bían sido presentados y defendidos como verdades incuestionables. Ahora
bien, dado que la razón humana es una herramienta valiosa y eficaz (como de­
mostraban los avances científicos de la época), ¿cuál había sido el motivo de los
errores filosóficos anteriores? Si la razón humana es la misma, ¿por qué puede
hacer progresar a la ciencia y no a la filosofía?

La respuesta de Descartes es la siguiente: la ciencia tiene un método que le


permite la seguridad en el conocimiento, pero a la filosofía le falta un método
adecuado. Para superar esta carencia, Descartes propone un método eficaz y
que él ya ha comprobado, el método utilizado por los geómetras. Así, Descartes
Descartes estaba muy interesado
introduce un método matemático en la filosofía, para dotar a la razón humana en todos los avances científicos
de un criterio de verdad definitivo e inapelable. (astronómicos, físicos...) de su
tiempo; creía que este progreso
Galileo ya había establecido la necesidad de matematizar los datos de la obser­
de la ciencia se debía a la aplica­
vación. Descartes, de acuerdo con Galileo, ve la matemática como la ciencia
ción del método matemático, y
racional que pone orden en el caos de datos que nos proporciona la experien­ por eso quiso aplicarlo también a
cia. Tanto uno como el otro participan de la veneración que Platón tenía por las la filosofía.
matemáticas.

Descartes está convencido de que, tal como los geómetras realizan las más
sencillas operaciones o las más complejas demostraciones sin ningún error,
igualmente puede comportarse el hombre en cualquier área del conocimiento,
siempre que utilice el mismo método. Esta confianza de Descartes en el buen
resultado del método se basa no solo en la perfección de este, sino también en
su concepción de la razón humana como una facultad que puede formular las
cuestiones más complejas y darles respuesta.

En el Discurso del método de 1637, Descartes establece las cuatro reglas fun­
damentales de su método: la de la evidencia (intuición), la del análisis, la de
la síntesis y la de la enumeración. Se muestra convencido de que no es nece­
sario contar con un gran número de reglas para dotarse de un buen método con
la finalidad de dirigir adecuadamente la razón. Es preferible que sean pocas, si
Actividad
han sido bien elegidas y se cumplen rigurosamente.
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«Pero, como un hombre que camina solo y en la oscuridad, resolví ir tan lentamente y proceder con tanta circunspección en todas las
cosas que, aunque no avanzara mucho, al menos me guardaría de caer. [...] Y como la multitud de las leyes proporciona a menudo
excusas a los vicios, de tal manera que un Estado está mejor regido cuando tiene pocas pero están estrictamente observadas; así, en
lugar de este gran número de preceptos de que consta la lógica, pensé que tendría bastante con los cuatro siguientes, siempre que
tomara la firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez.

El primero era no aceptar nunca nada como verdadero sin conocer evidentemente que lo fuera; es decir, evitar cuidadosamente la
precipitación y la prevención [prejuicios], y no incluir en mis juicios nada más que lo que se presentara a mi espíritu tan clara y distin­
tamente que yo no tuviera ningún motivo para ponerlo en duda.

El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como fuera posible y como fuera necesario para resol­
verla mejor.

El tercero, conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender
despacio, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, y suponiendo un orden hasta entre aquellos que no se prece­
den por naturaleza los unos a los otros.

Y el último, hacer en todo recuentos tan completos y revisiones tan generales que llegara a estar seguro de no omitir nada».

R. Descartes, Discurso del método, parte II.

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