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Módulo 1 DDHH
Módulo 1 DDHH
Pero la muerte de Hitler no fue la única razón para el fin de este ominoso conflicto bélico
desarrollado entre 1939 y 1945, también influyó la necesidad de una nueva sociedad alemana,
la complejidad de perseguir y ajusticiar a mucha gente que cometió crueldades contra otras
personas y, sin lugar a dudas la descarga de la guerra fría era también inaplazable.
A estas alturas de la historia de la humanidad resulta difícil imaginar la magnitud de los crímenes
ocurridos en los campos de concentración y campos de exterminio, campos de muerte,
asesinatos, torturas y todo tipo de crímenes y medidas de políticas raciales. La II Guerra Mundial
mostró a Europa principalmente y al mundo entero, destrucción y horror nunca antes visto, más
de sesenta millones de personas muertas y una nueva forma de cometer crímenes masivos, el
genocidio. Al revisar sus orígenes, sin dudas, parte de las consecuencias de la I Guerra Mundial
y el Tratado de Versalles arrancaron al poderío alemán territorio y colonias importantes,
responsabilizándolo de la crisis política y económica que vendría más adelante y que desataría
la catástrofe - el holocausto.
Con la consigna “Nosotros, la gente de las Naciones Unidas, estamos decididos a proteger a las
generaciones venideras del azote de la guerra, la cual dos veces en nuestra vida ha producido
un sufrimiento incalculable a la humanidad” La Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Organización Internacional instalada aquel abril tenía en su esencia la necesidad de promover la
paz y evitar más guerras, mediante la creación de un organismo de alcance internacional. Así el
24 de octubre de 1945 se firmó el Acta Constitutiva de la Organización de las Naciones Unidas,
desde entonces se celebra cada año el Día de las Naciones Unidas.
En 1948 el mundo entero fijó su atención en la labor de la Comisión de los Derechos Humanos
de las Naciones Unidas, fue esta la que redactó el documento que en su momento fue
considerado la Carta Magna internacional para toda la humanidad. La Declaración Universal de
Derechos Humanos fue adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
el 10 de diciembre de 1948.
Universales
Los derechos que incluye la Declaración Universal de los Derechos Humanos pertenecen a todos
los seres humanos por el mero hecho de serlo.
La universalidad de los derechos humanos es uno de los principios más importantes codificados
en el derecho internacional durante el siglo XX. Es la idea central de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos y un aspecto fundamental de todo el sistema de los derechos humanos.
La universalidad significa que todos los seres humanos tienen los mismos derechos humanos
simplemente por su condición de ser humanos, independientemente de donde vivan y quienes
sean, así como de su situación o características particulares. Debe entenderse que la
universalidad está estrechamente vinculada a los siguientes principios fundamentales de los
derechos humanos: la interdependencia, la indivisibilidad, la igualdad y la dignidad. En la
práctica, es un instrumento esencial para el sistema de los derechos humanos de las Naciones
Unidas, los diversos mecanismos regionales de derechos humanos y los defensores de derechos
humanos en todo el mundo.
Los derechos culturales son un componente vital de la universalidad, y esta es esencial para
defender los fundamentos de los derechos culturales: el auge de la diversidad cultural, el
mestizaje y la apertura cultural, y el derecho de todas las personas a participar en una vida
cultural dinámica sin discriminación.
Inalienables
No se pueden enajenar, nadie puede ser despojado de ellos. La palabra inalienable es un
concepto puro del derecho, proveniente del latín inalienabilis, y hace referencia a aquellos
derechos considerados como fundamentales; los cuales no pueden ser legítimamente negados
a una persona, ya que forman parte de la esencia de la misma. Los derechos humanos son
derechos inalienables.
Este tipo de derechos, por otra parte, son irrenunciables. Ningún sujeto puede desprenderse o
prescindir de ellos, ni siquiera por propia voluntad. Por ejemplo, no existe
la esclavitud voluntaria. Una persona no puede renunciar a su libertad y a someterse de forma
voluntaria a los mandatos de otro ser humano. Asimismo de irrenunciables, resultan ser
irrevocables e intransferibles entre unos y otros.
Los derechos inalienables son inherentes al individuo por el sólo hecho de pertenecer a la
especie humana. Esto significa que la forma en la que se adquiere es involuntaria. Desde el
momento en el que un individuo nace, se hace acreedor de dichos derechos y no puede
desprenderse de ellos hasta el día de su muerte (es decir que son innatos). Y no existe orden
jurídica posible o castigo que pueda privarlo de estos derechos.
Irrenunciables
No se puede renunciar a ellos, aunque sea por propia voluntad, y por lo tanto son
también intransferibles, nadie más que el propio titular puede valerse de ellos.
Imprescriptibles
Son para toda la vida, no tienen fecha de caducidad por ningún motivo. La posibilidad de
renunciar a los derechos subjetivos es reconocida en los Ordenamientos jurídicos occidentales
bajo una premisa inderogable: que existen derechos inalienables, que son inherentes a la
dignidad humana y anterior al reconocimiento del Estado, los cuales no pueden ser materia de
negociación jurídica.
Superado este umbral, las naciones reconocen en sus sistemas jurídicos la capacidad de
negociación de todas las personas, salvo que existan situaciones que justifiquen imponer límites,
como sería el preservar el orden público o proteger de sus propios actos a quienes por una
situación física o jurídica, podrían lesionar sus intereses por ignorancia o debilidad.
Indivisibles.
Ningún derecho puede disfrutarse a costa de otro derecho, no puede prescindirse de ninguno.
La interdependencia e indivisibilidad de los Derechos Humanos son conceptos que surgieron con
posterioridad entre la doctrina jurídica y otros textos internacionales, con motivo de la creciente
desigualdad entre seres humanos de diferentes partes del planeta15. Así, el derecho a la vida
lleva ínsita la asistencia sanitaria, lo que exige una prestación por parte de los poderes públicos.
Es cierto que se estaría fijando un patrón de comparación y que podría incurrirse en una
variabilidad tal que finalmente la determinación de la necesidad básica quedaría en manos del
ámbito económico. De la misma filosofía liberal no se desprende la existencia de un límite y
concepto ligado a la necesidad. En este planteamiento moral o valorativo late la justicia social,
la distribución racional de la riqueza y, en último término, ciertos aspectos de la igualdad
material, al menos en lo que se refiere a ese umbral mínimo
La idea de los derechos humanos, basada en las nociones de dignidad del ser humano y de
limitación al poder del Estado, es un fenómeno que se encuentra presente, aunque con
diferentes manifestaciones, prácticamente a lo largo de toda la historia. La lucha por el
reconocimiento de la dignidad de la persona es una constante del devenir histórico, desde el
tímido reconocimiento de los derechos de los indios en la época de la Conquista española de
América hasta la moderna plasmación de los derechos del hombre y del ciudadano tras la
Revolución Francesa.
La fecha clave en la que podemos afirmar que asistimos a la internacionalización de los derechos
humanos es 1945, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial y creada la Organización de las
Naciones Unidas. Sin embargo, en el período entreguerras, de la mano principalmente de la
Sociedad de Naciones, asistimos al surgimiento de un amplio movimiento en favor del
reconocimiento internacional de los derechos humanos, movimiento que, como veremos, va a
congregar a académicos, a la opinión pública… para, finalmente, captar la atención de los
políticos una vez comenzada la lucha contra el fascismo a partir de 1939.
La defensa se confía, por tanto, a quien mejor puede dispensarla, tanto por la extensión de sus
facultades de control como por las características propias de sus pronunciamientos. Además, la
atribución de la competencia para tutelar derechos se lleva a cabo configurándola, a su vez,
como un derecho de los titulares, el derecho que habilita a "todas las personas" para "obtener
la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos,
sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión".
Se ha previsto, por tanto, un procedimiento específico de garantía de los derechos por parte de
los jueces y tribunales, desdoblando orgánicamente la protección de los derechos
fundamentales, que son todos, y confiando su defensa en primera instancia a la función judicial
con competencia constitucional y sólo residualmente al órgano constitucional y finalmente la
protección por tribunales internacionales.
Conforme sostienen Claudia Storini y Marco Navas, evaluar el funcionamiento de una institución
jurídica que garantiza el cumplimiento de los derechos fundamentales, en su caso la acción de
protección, significará evaluar su eficacia, efectividad y eficiencia. Es decir:
a. Se deberá evaluar la idoneidad de las normas (constitucionales y legales) para alcanzar el fin
propuesto (eficacia).
c. Si los medios para conseguir estos objetivos son adecuados y si se consiguen con el mínimo
costo posible (eficiencia).
La protección de los derechos fundamentales que debe garantizar el Estado, según estas
normas, no es cualquier protección. Se trata de una tutela efectiva, esto es, una protección que
garantice que en la práctica los derechos sean respetados por todos. Ante ello puede afirmarse
que la Constitución prevé un principio de efectividad, a través del cual podrán ser evaluados los
actos de protección de los derechos y, en su caso, juzgados no tanto desde la óptica de la validez
procedimental o sustancial sino desde la perspectiva de su capacidad de asegurar o no en la
realidad la garantía integral de los derechos.
También los órganos jurisdiccionales están vinculados por este mandato, en tanto que todo juez
tiene la obligación de velar por la efectividad de la tutela judicial, y esta obligación, como se
verá, no implica sólo el respeto de las garantías procesales, sino también el respeto de un
elemento material decir que implica la exigencia de la obediencia de los jueces a los parámetros
de una interpretación razonable del ordenamiento jurídico.
Además de ello, la efectividad (y también en caso la eficiencia) debe configurarse como principio
rector del procedimiento administrativo, lo cual implica la obligación del aparato administrativo
jurisdiccional de cumplir con dicho principio.
La aplicación de este mandato de efectividad implica, por tanto, que los procesos
constitucionales para la tutela de los derechos deben ser desarrollados de la manera más
efectiva y adecuada posible. En este sentido, la garantía constitucional es expresión del principio
de la protección efectiva de los derechos y que por lo tanto el recurso a la justicia tiene que ser
siempre un recurso efectivo como establece la Convención Americana sobre Derechos
Humanos.
La Convención Americana, en primer lugar, establece una obligación estatal de crear un recurso
sencillo y rápido, principalmente de carácter judicial, aunque otros recursos son admisibles en
la medida en que sean efectivos, para la tutela de "Derechos Fundamentales" contenidos en la
Convención, en la Constitución o en la ley; en segundo lugar demanda que el recurso sea
efectivo; en tercer lugar, obliga al Estado a garantizar que el recurso será considerado; en cuarto
lugar, establece que el recurso debe poder dirigirse contra actos cometidos por autoridades
públicas y contra actos cometidos por sujetos privados; en quinto lugar, compromete al Estado
a desarrollar el recurso judicial y establece la obligación de las autoridades estatales de cumplir
con la decisión dictada a partir del recurso.
La efectividad del recurso conlleva entonces, por lo menos, el acceso a la justicia, igualdad ante
la justicia, celeridad, sencillez, ampliación de la legitimación procesal activa, razonabilidad del
proceso, eficacia de la sentencia, y el principio de la máxima eficacia de los derechos
fundamentales.
En este sentido, el estudio del funcionamiento de la acción de protección tendrá que ser dirigido
a evaluar además de la idoneidad de la normas (constitucionales y legales) para alcanzar el fin
propuesto (eficacia), el grado de aplicación real de las normas por los órganos competentes, es
decir, su efectividad en relación con el cumplimiento de los derechos que configuran el concepto
de tutela judicial efectiva.