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CLASICOS

AL~RA

DIRECTOR: CLAUDÍO GUILLEN


ASESORES: J. M.ª RIPALDA Y A. ELENA

---)
e---:,
ROBERT
HOOKE
l\IICROGRAFÍA
O ALGUNAS DESCRIPCIONES
FISIOLÓGICAS DE LOS CUER-
POS DIMINUTOS REALIZADAS
MEDIANTE CRISTALES DE
AUMENTO CON OBSERVACIONES
Y DISQUISICIONES SOBRE ELLAS

Prólogo,
Traducción y Notas
Carlos Solís

ALF~
LA MAQUETA DE LA COLECCION
Y EL DISE!ilO DE LA CUBIERTA
ESTUVIERON A CARGO DE
ENRIC SATUE CID

·---J
e-----
TITULO ORIGINAL:
MICROGRAPHIA

DE ESTA EDIClON:

1989, ALTEA, TAURUS, ALFAGUARA, S. A.

JUAN BRAVO, 38
28006 MADRID
TELBFONO 276 38 00

I.S.B.N.: 84-204-0188-9
DEPOSITO LEGAL: M. 9.985-1989

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electroóptico, por fotoCDpia,
o cualquier otro, sin el permiso previo
por escrito de la editori81
ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN • • • • • • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • . • . • • • . • • • 11
Notas a la introducción •. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
CRONOLOGÍA • • • • • • • • • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 77
BIBLIOGRAFÍA • • • • • • • • • •• • • • • • .. • • • • • .. • • • • • • •• • • • • • 93
ÍNDICE DE LAS PLANCHAS • .. • • • • • .. • • • • • • • • • • • • . • 112

MICROGRAFÍA • • • • • • • • • • • • •• • • • • •• • • • • • • • • • • • • • • • • • 113
EL ÍNDICE • • • .. • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • 603
Notas a la Micrografía ........................ 617
ÍNDICE DE NOMBRES • ••••••• ••••• ••• ••• • •• • •• • • • •• 713
ÍNDICE DE MATERIAS ••• ••••••• •• • • ••• ••• • • ... • •••• 719
INTRODUCCIÓN
UN LACAYO PARA LA CIENCIA

«Estando ausente el Sr. Hooke, la Sociedad,


en vez de con experimentos, se entretuvo con
la lectura de algunas cartas» (T. Birch, History
of the Royal Society, vol. 11, pág. 418).

El 3 de marzo de 1702 1 la corporacton en pleno


de la Sociedad Real de Londres para el Fomento del Saber
Natural se congregó en la iglesia de Santa Elena en Bishop-
gate Street. Asistía a los funerales por el Dr. Robert Hooke,
curator vitalicio de experimentos de dicha Sociedad y en
ocasiones miembro del Consejo y secretario. Durante cua-
renta años había sido el soporte científico de una institu-
ción que sin él hubiera descendido con frecuencia al nivel
de las tertulias de cafetería. Si se atiende a una medida tan
superficial como es el número de menciones de Hooke que
aparecen en las actas de sesiones de la Sociedad 2, se com-
probará que su nombre aparece al menos una vez en cerca
del sesenta por ciento de las páginas. Eso es casi el doble de
las menciones. al secretario H. Oldenburg, el eficiente en-
cargado de la burocracia y la correspondencia de la Socie-
dad. Es asimismo unas dos veces y media más que las men-
ciones a R. Boyle, el científico más citado después de
Hooke, o que fas hechas a los organizadores, co_rtesanos y
científicos R. Moray y W. Brouncker. Si, por el contrario,
atendiéramos al contenido científico y experimental de di-
chas entradas, el cómputo sería aún mucho más favorable
a Hooke.
Con todo, el homenaje postrero de sus colegas no
empaña la sensación de que, no obstante sus méritos cien-
tíficos, no babia ··sido universalmente apreciado y querido.
Ello viene anecd6ticamente simbolizado por el hecho de
que su tumba no se encuentra en W estminster, así como
porque ningún retrato suyo cuelga de las paredes de la
14 INTRODUCCIÓN

Sociedad Real ni de ningún otro sitio, accidente este último


que no se ha de imputar a una piedad sensible a la extrema
fealdad del su;eto, quien en un a/,arde de autorreferencia
onomástica era encorvado como un anzuelo (hook). Esta
desafección institucional, se debió no tanto al carácter cas-
carrabias y pendenciero del curator cuanto a la posición
subordinada que ocupó y aceptó en la Sociedad.
La Sociedad Real de Londres tuvo su origen pró-
ximo en las reuniones celebradas en Oxford en torno a
John Wilkins, director del Wadham College desde 1648
por nombramiento de los veedores parlamentarios, tras la
entrada de las fuerzas antirrealistas en la ciudad 3• A este
club filosófico pertenecieron S. Ward y L. Rooke, proce-
dentes de Cambridge, y otros muchos de Londres. Entre
ellos cabe destacar a ]ohn Wallis, Jonathan Goddard, Wil-
liam Petty, Thomas Willis y el un poco más ;oven Robert
Boyle. Entre los ióvenes prometedores estaban Christopher
Wren, Thomas Sprat, William Neile y Robert Hooke. Para
1660, con la restauración monárquica, el grupo se dispersó,
reuniéndose gran parte del mismo en Londres, donde Wil-
kins reinició sus actividades organizadoras. Existía allí una
vie¡a institución, el Gresham College, fundado por el co-
merciante Thomas Gresham para atender a la formación
de las clases activas, siendo en estos momentos un cenúo
de reunión de matemáticos y filósofos naturales partida;ios
de la ciencia emergente. A la salida de una conferencia dic-
tada por su profesor de Astronomía C. W ren el 28 áe no-
viembre de 1660, Wilkins propuso fúndar «Un colegio para
promover el saber físico-matemático-experimental». Así na-
ció la Sociedad Real, de la que, entre otros, formaron parte
como fundadores los miembros maduros del núcleo oxonien-
se ;unto con Wren, entrando a formar parte de ella en 1663
los ióvenes mencionados.
La Sociedad Real se convirtió enseguida en el cen-
tro y referencia de la ciencia inglesa, perteneciendo a ella
todos los británicos de a/,guna relevancia científica por más
menguada que fuera, con excepciones no menos escasas que
notables, como la de Thomas Hobbes o Richard Towneley.
También acogía a muchos científicos extran;eros 4• La his-
toria de esta temprana sociedad científica nacional ha sido
INTRODUCCIÓN 15

ob;eto de muchos estudios y atención. Bástenos señalar aquí


que su orientación principal tendía a favorecer un baco-
nianismo entendido al modo de los miembros dominantes,
Boyle, Brouncker y Wilkins, asistidos por el secretario,
consistente en rechazar las especulaciones generales en fa-
vor de la experimentación y observación de detalles 5 ;unto
con la insistencia en el ideal de la organización cooperativa
de la investigación científica y su aplicabilidad práctica para
la me;ora de las condiciones de vida de la humanidad. El
pasado un tanto sospechoso de muchos de los miembros
fundadores exigía además un tupido velo sobre cuestiones
políticas y religiosas, pues Wilkins, por e;emplo, había sido
protegido de los parlamentarios, casándose incluso con una
hi¡a de Cromwell. Además, en la medida en que la filoso-
fía natural se había empleado . como arma de propaganda
católica 6, las doctrinas generales eran también sospechosas
de crear disensiones. Así, la posición oficial diseñada por
el grupo dominante y voceada a través de Oldenburg y
Sprat puso a punto una ideología amparada en el nombre
de Bacon y orientada a reafirmar el carácter anticartesiano
y antiespeculativo de la nueva ciencia nacional.
Dado que Hooke era partidario de una versión del
baconianismo diversa·d-e la oficial (y de la de Bacon), así
como un convencido cartesiano, se encontraba un tanto des-
fasado respecto a la ortodoxia de la institución, lo cual ex-
plica algunas peculiaridades de su Micrografía, razón por
la cual nos detendremos brevemente en la concepción de la
ciencia defendida propagandísticamente en la Sociedad Real.
En 1667 se publicó la History of the Royal Society of Lon-
don, que se había escrito ba;o el control de la Sociedad
casi a la vez que el libro de Hooke. Su autor, Thomas Sprat,
actuó como plumífero del Conse¡o de la Sociedad, que de-
seaba hacer apología y propaganda de sí misma, ocultando
sus orígenes poco ortodoxos, subrayando su nacionalismo
y prometiendo grandes beneficios prácticos a fin de ganar
un consenso social. En primer lugar, la Sociedad r'
insiste
por boca de Sprat en la cooperación investigadora en el seno
de una «cauta. desconfianza por las generalizaciones que
algunos observadores denominan escepticismo». No se trata
del escepticismo pirrónico que niega asentimiento a toda
16 INTRODUCCIÓN

cosa, sino de un escepticismo mitigado, relativo tan sólo a


las teorías. Así, cuando (en la sección V) exponga las Re-
soluciones de la Sociedad, propondrá un empirismo sin vue-
los, consistente en «hacer registros fidedignos de las obras
de la naturaleza», recomendando a continuación huir del
ingenio, la retórica y las fábulas, vale decir de las doctri-
nas generales, en lo que se puede ver un ataque a las ex-
plicaciones plausibles e imaginadas de los atomistas o de
los mecanicistas como Descartes y Hobbes. Finalmente, en
tercer lugar, se insiste en la aplicación y utilidad del saber.
Con todo, lo que domina es el hincapié en el primer
punto, hasta el extremo de que es como si el objetivo de
la investigación fuese recopilar hechos en historias natura-
les, pues, por más que no se rechace el objetivo último de
la búsqueda de causas, parece postergarse sine die .. Dado
que «puede haber varios métodos de la naturaleza para la
producción de la misma cosa», no se puede afirmar posi-
tivamente ninguna hipótesis, y quien lo haga será tildado
de dogmático. Sobre los hechos se dice (en la sección XVII)
que, aparte la religión, son lo más seguro de que dispone-
mos, debiendo ponerse por encima de la razón, por lo que
no deben admitirse críticas que no se basen en las obras
(hechos), sino en las sospechas (teorías). Sobre las causas,
se nos advierte en la sección siguiente que gravita el peligro
de la fantasía, mayor cuanto superior es el ingenio del teó-
rico, razón por la cual, sin incurrir en un escepticismo de
corte radical, se recomienda prudencia, duda e indiferencia,
abrigándolas todas sin tener interés en ninguna, lo qqe
equivale a no tomarlas en serio. Así pues, la imagen de la
ciencia en la Sociedad queda sesgada hacia un empirismo
estrecho y iinliteórico más propio del Bacon de la póstuma
Sylva sylvarum que del Novum organum. Los miembros de
la Sociedad Real, según Sprat, no teorizan. «Los escépticos
niegan todo, tanto las doctrinas como las obras; los dogmá-
ticos deciden acerca de las doctrinas sin un suficiente res-
peto por las obras; mientras que en esta Asamblea, aunque
deberíamos conceder que han omitido completamente las
doctrinas, con todo han sido muy positivos y afirmativos
en sus obras.»
Éste era el contexto institucional y metodológico en
INTRODUCCIÓN 17

el que Hooke habría de desarrollar su carrera. Como seña-


lábamos, no constituía un medio especialmente acorde con
sus posiciones metodológicas, lo cual no hubiese tenido de-
masiada importancia, pues, en general, los matemáticos eran
más positivos en la afirmación de teorías que los natura-
ltstas y coleccionistas, y Newton entraría a saco en esta
cacharrería de «obras» con algunos roces, pero sin mayor
menoscabo de su respetabilidad científica. Mas, en el caso
de Hooke, su discrepancia menor y ciertamente compartida
por otros muchos se combina con la posición social de sir-
viente pagado que marcó su entrada y permanencia en la
institución.
Las primeras sesiones de la Sociedad se nutrían de
los escasos y mortecinos experimentos e informes de sus
miembros, no siendo infrecuente ver cómo se hacen llama-
mientos generales a la participación 7, quedando sin realizar
muchas propuestas. Finalmente, el 5 de noviembre de 1662,
tras cerca de dos años de existencia de la Sociedad Real,
Robert Moray propuso emplear un encargado ( curator) ex-
perimentador que «suministre cada día que se reúnan tres
o cuatro expúimentos de consideración, no esperando re-
compensa hasta que la Sociedad consiga fondos que le per-
mitan darla» 8• Todos estuvieron de acuerdo, mencionán-
dose el nombre de Hooke, a quien la Sociedad ya conocía
por su escrito sobre capilaridad de 1661. Lo más plausible
es que lo recomendase su empleador en Oxford, Robert
Boyle, pues en la reunión siguiente, 12 de noviembre de
1662, cuando fue aceptada la propuesta, «se ordenó que
el señor Boyle recibiese el agradecimiento de la Sociedad
por pasarse sin él para uso de ella». Este día se redondearon
los deberes del curator, pues, aparte de los dos o tres ex-
perimentos •propios», debía «ocuparse de todos aquellos
que le indique la Sociedad» 9. Una semana ff?áS tarde, HoQ]ee
iniciaba un traba¡o que conservaría ya siempre, siendo en
gran medida responsable de que el primer año en el cargo
se triplicase la actividad respecto al año anterior a su nom-
bramiento, manteniendo una actividad que no decaerá hasta
que a finales de 1666 se convierta en inspector municipal
en la reconstrucción de Londres, arrasado por el fuego.
El curator Robert Hooke y el secretario Henry
18 INTRODUCCIÓN

Oldenburg, ambos promovidos por Robert Boyle, serán los


dos únicos cargos remunerados de la Sociedad, mientras
que el resto de los miembros, salvo especiales exenciones,
debían satis/acer tina cuota (lo que tendían a hacer con
extremada renuencia). Hoy en día, todo profesional, desde
el botones al rey, cobra por su trabaio sin ninguna ver-
güenza (incluso en ocasiones con una conspicua falta de la
misma); pero entonces ello marcaba una diferencia, de ma-
nera que el curator y el amanuense eran tenidos por sir-
vientes. Si se ho¡ean las actas de sesiones, se pueden perci-
bir claramente dos tratos diferenciales. A los miembros se
les asignan tareas diciendo cosas tales como se expresa el
deseo de que Fulanito tal y cual, o bien se pide a Menga-
nito que esto y lo otro, e incluso en ocasiones se les da
las gracias; sin embargo, cuando se encarga al operador o
amanuense que registre un documento, archive una carta,
copie esto o transcriba aquello, e incluso que traiga un par
de cachorros para no sé qué perrerías experimentales, el
verbo empleado es el ordenar. Pues bien, cuando Hooke
comenzó a trabajar como curator, durante un par de meses
se le encargaban cosas expresando el deseo de que hiciera
esto y lo otro¡ pero hacia mediados de enero se le empeza-
ron a ordenar las cosas 10•
Andando el tiempo, estalló una disputa desagrada-
ble entre Hooke y «el perro Oldenburg» que quizá entre
en la categoría de la denodada lucha de los lacayos· por no
ocupar el último lugar en la escala social. De hecho, ambos
se mostraron enormemente condescendientes con sus supe-
riores y un tanto desabridos con otras personas. Hooke,
notorio por sus agrias polémicas y disputas de prioridad 11 ,
nunca polemizó con Boyle, quien publicó en sus libros so-
bre pneumática una buena dosis de experimentos diseñados
y realizados por él (entre ellos los que establecen la cono-
cida como «ley de Boyle»). Sin embargo, no dudó en ata-
car a Oldenburg cuando éste lo trató sin exquisitez alguna.
En efecto, aunque el secretario era delicadamente diplqmá-
tico y cortés hasta el vómito en el trato con los corres-
ponsales de la Sociedad Real, trató a Hooke con patente
inelegancia. En 1675, Oldenburg publicó un escrito de
Christiaan Huygens (en el que exponía el diseño de un
INTRODUCCIÓN 19

reloi regulado por un resorte espiral) en su periódico Philo-


sophical Transactions, sin mencionar ni dar oportunidad a
Hooke de explicar su idea de hacía ya diecisiete años para
sustituir el péndulo y la gravedad por resortes, lo que era
perfectamente conocido por los miembros dominantes de
la Sociedad, R. Boyle, W. Brouncker y R. Moray. Para
más grosería, Oldenburg trató de obtener para sí una pa-
tente inglesa del invento del holandés, lo que Hooke logró
abortar aduciendo testimonios de su precedencia y encar-
gando apresuradamente a T ompion un modelo. En muchas
ocasiones es posible ver cómo Oldenburg despliega una
obsequiosidad extrema cuando se dan conflictos entre los
miembros de la Sociedad, como atestigua su encaje de bo-
lillos entre Spinoza y Boyle o entre Hevelius y Auzout 12 •
No se portó así en la polémica de Hooke con Hevelius o
con Newton. Por ejemplo, el 8 de febrero se leyó en la
Sociedad Real el primer escrito de Neu sobre la luz y · ·
los colores, encargándose/e a Hooke un .,./orme, que pre-
sentó a la semana siguiente, el día 15. Las consideraciones
de Hooke se estimaron ingeniosas, pero se postergó su pu-
blicación para más adelante (el escrito de Newton ~staba
en prensa en las Philosophical Transactions que editaba
Oldenburg), «no fuera a ser que Newton se molestase por
una refutación tan rápida de su discurso» 13 • Sin embargo,··
Oldenburg ' nunca publicó en su periódico el escrito de·
Hooke, aunque sí la airada respuesta de Newton al mismo.
En otro orden de cosas, Oldenburg tradujo y publicó en
1671 el libro de Niels Stensen (Steno), Prodromus to a Dis-
sertation Concerning Solids Naturally Contained within So-
linds (Frorencia, 1669), y no el Discours of Earthquakes de
Hooke, leído el 15 de septiembre de 1668 en la Sociedad
Real, relativo a la formación de los fósiles y las alteraciones
geológicas de la corteza terrestre. Por otr,o lado, al repasar
el libro de registro en 1675, Hooke constató que «el menti-
roso perro Oldenburg» no había dado entrada a muchas
de sus contribuciones 14, descubriendo además que el se-
cretario disponía en general de más simpatías que él, lo que
resultó especialmente doloroso en la discusión con Hevelius,
en la cual Hooke tenía a todas luces más razón que un
santo. En resumidas cuentas, Oldenburg no apreciaba a
20 INTRODUCCIÓN

Hooke; pero iamás se hubiera atrevido a mostrarlo y a ac-


tuar como lo hizo si no se sintiese acompañado y respaldado
por sus superiores.
De¡ando de lado las respectivas mezquindades de
estos dos sirvientes, es obvio que Hooke, como tantos otros
intelectuales de su época, sólo podía vivir de su oficio me-
diante el establecimiento de una prestación personal. Los
propios fundadores de la Sociedad Real debieron tratar de
ocultar su pasado parlamentario y puritanoide, mostrando de-
voción a Carlos II, que, para más escarnio, era pro-católico.
Recuérdese el caso de tantos, como Wilkins y W ard, quie-
nes tras 1660 trocaron sus primitivas tendencias, llegando
inclaso a convertirse en obispos anglicanos. Otro tanto cabe
decir de los blackloists T. White y K. Digby. Dicho sea
ello para atenuar, por mor del mal de muchos, el excesivo
arte del mane;o de la chaqueta exhibido por Oldenburg y
Hooke. El problema de este último es que interiorizó tal
vez en exceso el servilismo, aun cuando para los años se-
tenta sus ingresos como surveyor en la reconstrucción de
Londres le hubieran permitido pagarse una cierta· dosis de
orgullo e independencia.
Sin embargo, sería inexacto considerar que Hooke
fue un inadaptado· huraño en medio de sus colegas. Gozó
del frío aprecio de sús superiores Boyle y Wilkins, y de la.
más cálida amistad de·]. More, C. Wren, ]. Aubrey o
T. Haak, con quien solía perder al a¡edrez. Con éstos y .
otros, Hooke pasaba muchas horas en cafeterías, organizan-
do tertulias y fundando clubs filosóficos. Asimismo, se lle-
vaba bien con los mecánicos que traba¡aban para la Socie-
dad o para las obras que dirigía, como D. Papin, H. Hunt,
T. T ompion o R. Bates. Los años que dedicó a la recons-
trucción de Londres y que le permitieron desarrollar una
carrera como arquitecto coinciden con el período de su vida
más activo intelectual y socialmente. A pesar de ser simul- ·
táneamente inspector municipal, curator y luego también
secretario de la Sociedad Real, encargado de la Conferencias
Cutlerianas y profesor de geometría en el Gresham College,
publicó la mayor parte de sus obras entre 1665 y 1680.
Quizá ésta fuera también su época de mayor felicidad.
No excesiva, no obstante. Hooke era un enfermo
INTRODUCCIÓN 21

crónico que no pasaba ni un día sin su achaque correspon-


diente. Sus males parecieron agudizarse a comienzos de los
años ochenta, cuando su actividad publicadora decae, em-
peorando drásticamente tanto física como psíquicamente a
partir de la muerte de su sobrina Grace, en 1687. Este par-
ticular pone de relieve la soledad de Hooke en medio de sus
clubs, su chocolate y su tabaco, sus péndulos y sus inspec-
ciones de obras. Estando aún en la W estminster School,
cuando tenía quince o dieciséis años, Wilkins le regaló ~u
libro Mathematical Magic (1648). Richard Waller, biógrafo
y editor de las obras póstumas de Hooke, cuenta que apren-
dió entonces a aplicar las matemáticas a la mecánica, «SU
primera y última amante». Eso no es cierto, si por tener
una amante se entiende esa acción sórdida consistente en
obtener favores de subordinados y dependientes. Hooke
mantuvo relaciones sexuales con las criadas, especialmente
con Nell Young, que estuvo con él del verano de 1672 al
de 1673, en que se casó, de¡ándolo desolado. También se
acostó con la hi¡a de su hermano John, Grace Hooke, quien
vivió con él desde 1672, cuando contaba unos once años
de edad, hasta su muerte, en 1687. Esta relación con una
dependiente un cuarto de siglo más ;oven que él no resulta
muy halagüeña para Hooke, sobre todo porque da toda la
impresión de que la chiquilla prefería el trato con gente
más joven y sin duda más agraciada que su celoso tío. Sea
cual sea el juicio que merezcan tales relaciones, nos revelan
la marginalidad de una persona susceptible de afectos pro-
fundos, aunque incapaz de relacionarse con personas del
otro sexo de manera libre y satis/actoria.
Pero quizá sea preferible no devalar en el pantano
de las con;eturas acerca de intimidades ajenas. Retornando,
pues, al terreno más firme y seco de la vida intelectual, di-
remos que aunque Hooke fue durante su madurez el sostén
científico de la Sociedad Real, con todo la dedicación a
múltiples actividades agudizó su natural tendencia a la fa-
cilidad y la dispersión. Disponía de un ingenio rápido y de
una determinación lábil favorecida por un mediano genio
geométrico. Su intuición física y su habilidad mecánica eran
descollantes; pero sin embargo carecía de la capacidad ma-
temática para desarrollar las ideas audaces que concebía,
22 INTRODUCCIÓN

con lo que no pudo articular teorías cuantitativas del alcan-


ce de las que sus contemporáneos geniales en este terreno,
Huygens y Newto.n. Habiendo dedicado sus esfuerzos al
análisis de péndulos, resortes y movim_ientos armónicos, se
vio superado por Huygens, quien también se le adelantó en
el relo¡ regulado mediante un resorte. Habiendo hecho avan-
zar más que nadie una teoría de la luz como transmisión
de alteraciones locales en un medio continuo, se vio asimis-
mo superado por Huygens. Tras haber descubierto y des-
crito el carácter periódico de los fenómenos cromáticos en
láminas delgadas, fue Newton quien midió la longitud de
dicha periodicidad y basó en ello el segundo libro de su
Óptica. Tras haber reflexionado incisivamente sobre el ori-
gen dinámico del movimiento de planetas y cometas, defi-
niendo el problema de las órbitas elípticas como la compo-
sición del movimiento rectilíneo inercial y una fuerza cen-
tral inversa de la distancia, fue Newton el que construyó
sobre tal idea su portentosa mecánica celeste.
Pero incluso cuando el tema abordado no exigía es-
peciales dotes matemáticas, su inconstancia en la prose-
cución de las investigaciones hizo que sus agudas intuiciones
fuesen superadas por otros. En el terreno de la geología y
paleontología, sus ideas brillantes no se editaron hasta des-
pués de su muerte, .éuando ya hacía tiempo que N. Steno
y T. Burnett habían publicado sus traba;os. Asimismo, su
idea de que la combustión es la mezcla de una sustancia
presente en el aire y en el nitro con los cuerpos sulfurosos
o combustibles, no recibió el crédito ni el desarrollo que
merecía hasta que la teoría de la oxidación de Lavoisier
permitió ver retrospectivamente el potencial revolucionario
que encerraba. También aquí fue superado por su compa-
ñero ]. Mayow.
Es en el campo de la instrumentación científica don-
de sus logros fueron más firmes. En meteorología desarrolló
un termómetro sellado con un punto fijo en la temperatura
de congelación del agua y graduado en función de un incre-
mento estándar del volumen de la sustancia termométrica.
Desarrolló asimismo el barómetro de rueda y un barómetro
marino utilizable a bordo. Inventó un anemómetro en uso
hasta este siglo, pluviómetros, higróscopos y diversos me-
INTRODUCCIÓN 23

canismos para el registro automático del tiempo, siguiendo


en ello las ideas de C. Wren sobre el reloj meteorológico.
E"n el terreno de la óptica, desarrolló técnicas de pulimen-
tado mecánico de lentes de gran radio de curvatura (tan
ineficientes como todas las de este período). Inventó un
telescopio aéreo para minimizar la aberración es/érica sin
menoscabo de la luminosidad, así como sistemas catóptricos
para acorta; los tubos manteniendo una elevada longitud
focal, y diferentes instrumentos astronómicos dotados de
miras telescópicas, limbos precisos, micrómetros, etc. En
microscopia fue el primero en producir un microscopio com-
puesto de maf!ejo cómodo y poder aceptable para fines cien-
tíficos, copiado e insuperado durante bastante tiempo. Real-
mente, bajo esta rúbrica es difícil no seguir multiplicando
los ejemplos.
Aunque no sea comparable a los grandes geómetras
de su época, q1'e lo s.on de todos los tiempos, Hooke ocupa
entre sus contemporáneos un puesto honorable, siendo real-
mente destacado en mecánica y geología. No obstante, tocó
tantos temas que, junto con anticipaciones geniales, :e pue-
den contar también trivialidades. Siendo mucho lo que em-
prendió, mucho más aún es lo que se le quedó en el tintero,
y continuamente lo vemos anunciar tratados que nunca llegó
a esbozar. De este modo, no es extraño que hubiese dicho
algo en la línea de casi cualesquiera logros de sus contempo-
ráneos, lo que sin duda debió provocarle una gran frus-
tración al ver que otros obtenían crédito público por des-
arrollar ideas que él había concebido antes.
Decía Bertoldt Brecht que el lugar propio del hom-
bre son las letrinas, pues ahí se encuentra bajo las estrellas
pero sobre los excrementos. Sentado en medio de la Sociedad
Real, Hooke estaba por debajo de Newton, pero por encima
de una hueste de virtuosos que jugaban a coleccionar esca-
rabajos o se entretenían echando sal a los sapos. Aunque
la Micrografía es una obra temprana que no toca más que
una pequeña parte de lo que serán sus intereses (y de una
manera menos matemática que en sus manuscritos no pu-
blicados), la cantidad de problemas que aborda, la profun-
didad de su intuición de la naturaleza y el método para abor-
24 INTRODUCCIÓN

dar su e~tudio son suficientes para suscitar la admiración de


nuestra época.
En el apartado que sigue inmediatamente, atendere-
mos al modo en que entendía el método de investigación.
Contra el trasfondo del baconianismo se esconde una visión
del procedimiento científico más ajustada al estudio expe-
rimental de los problemas mecánicos de la naturaleza. En
el apartado siguiente describiremos su visión mecanicista y
geométrica de la naturaleza que, contando con un fuerte
influjo cartesiano, muestra una originalidad y aliento unifi-
cador notables. Finalmente, en el tercero atenderemos a la
génesis y estructura de la Micrografía, que tras su aparien-
cia de historia natural baconiana encierra una profunda es-
peculación, aunque experimentalmente controlada, acerca
del orden y economía natural de los seres materiales.

1. LA MÁQUINA DE DESCUBRIR

A lo largo de su vida, H ooke llegó a ser un gran


coleccionista de libros, disponiendo de una biblioteca con-
siderable de más de dos mil quinientos volúmenes 15; pero
en su formación intelectual la influencia más notable fue la
de R. Descartes, a quien vemos citado en la Micrografía
con mayor fretuencia y precisión que cualquier otro. El se-
gundo influjo es, por supuesto, el de F. Bacon, a quien cita
con menor perspicuidad, sin duda porque constituía la he-
rencia común de los organizadores de la ciencia inglesa.
Ahora bien, aunque a partir de mediados del si-
glo XVII, y sobre todo desde los inicios de la Sociedad
Real, Bacon llegó a representar en Inglaterra el ideal de la
ciencia empírica, de hecho la tradición experimental es muy
anterior, retrotrayéndose a los trabajos de W. Gilbert, cuyo
De magnete (1600) fue un modelo de investigación de al-
cance cosmológico con instrumental de laboratorio. La co-
nexión del magnetismo con la brújula, un instrumento prác-
tico de la navegación, junto con cuadrantes, ballestillas,
esferas, astrolabios, reglas de cálculo, etc., puso en conexión
los trabajos de los matemáticos prácticos con la investigación
teórica de las propiedades físicas de la naturaleza 16 • Esta
INTRODUCCIÓN 25

combinación de experimentalismo e instrumentación mate-


mática como fundamento del empirismo inglés quedó poste-
riormente apantallada por el uso retórico del baconianismo
en la Sociedad Real, lo que explica las tensiones entre sus
miembros al establecer planes de traba¡o 11• Pero antes de
eso era W. Gilbert el santo patrón de la filosofía experi-
mental. Así, C. W ren, en su conferencia inaugural como
profesor de astronomía del Gresham College en 1657, llama
a W. Gilbert «padre de la nueva filosofía, no haciendo Des-
cartes más que construir sobre sus experimentos» 18• F. Ba-
con ni se menciona. (Recuérdese que C. W ren procedía del
círculo oxoniense en que se hallaba Hooke.) Hasta ese mo-
mento, lll influencia de Bacon es moderada, de manera que
la oposición posterior entre el método de Bacon y el de Des-
cartes es heredera de la tensión anterior entre el estilo cien-
tífico de Gilbert y el de Descartes.
Hooke se formó en esta tradición de matemáticas
prácticas experimentales y aplicadas, predecesora de la So-
ciedad Real. Y a señalamos cómo a mediados de los años
cuarenta se reunían en torno al Gresham College ]. Wallis,
]. Wilkins, l. Goddard y otros; organizados por T. Haak
para. estudiar «medicina, anatomía, geometría, astronomía,
navegación, estática, magnetismo, química, mecánica y ex-
perimentos naturales» 19 • De hecho, aparte de la tradición
derivada de W. Harvey, las· cuestiones estudiadas son más
matemáticas que naturalistas, centrándose sobre todo en te-
mas propios de la nueva ciencia galineana conectada con
la astronomía, la mecánica, la instrumentación científica, el
copernicanismo, los fenómenos torricellianos, etc. También
señalamos cómo muchas de estas personas se trasladaron
a Oxford, donde, durante la Commonwealth, Wilkins or-
ganizó el mencionado grupo al que perteneció Hooke. Un
ejemplo de orientación matemática, mecánica y práctica pue-
de ser el libro de ]. Wilkins, Mathematical Magic (1648),
basado en la estática de Arquímedes y las teorías de máqui-
nas de Guidobaldo del Monte y M. Mersenne. Más que a
cuestiones teóricas, se dedica a la descripción de ejemplos
de aplicación de las cinco máquinas simples a la construc-
ción de ingenios y dispositivos, vehículos y autómatas de
todo jaez, sea para mover pesos, volar, cantar, navegar o
26 INTRODUCCIÓN

correr. Como profesor de geometría del Gresham College,


topógrafo y arquitecto del municipio londinense, instrumen-
tista y mecánico de la Sociedad Real, Hooke representa la
culminación de la filosofía experimental derivada de los ma-
temáticos prácticos, fecundada por la nueva ciencia de Galileo
y la visión mecánico-geométrica de Descartes. Sin embargo,
todo ello lo expresa en términos de la renacida tradición
filosófica baconiana.
Hooke reelabora las influencias de Bacon y Descar-
tes y las desarrolla en muchos aspectos de manera original,
dado que, frente al primero, concede gran importancia a la
aplicación de la geometría a la mecánica de la naturaleza y,
frente al segundo, subraya la función heurística de la induc-
ción experimental. La originalidad de Hooke descansa en el
modo de articular dos tradiciones intelectuales contrapues-
tas. Descartes es un espíritu geométrico entregado a la.cons-
trucción de un vasto edificio cosmológico en el que todo
tiene cabida, desde la circulación de los astros hasta las pa-
siones· ·humanas. Bacon, por el contrario, minimiza el inte·
rés de las matemáticas en la indagación de la naturaleza,
proponiendo un modelo de investigación cauta que recurre
a la observación sistemática antes de proceder a determinar
las causas. Sin embargo, audacias y prudencias aparte, am-
bos llegaron a verse como defensores de una concepción
mecánica de la 1Jaluraleza en la que todas las operaciones
se realizan en términos de la forma, tamaño, estructura y
movimiento de diminutos cuerfXJs materiales. R. Boyle en-
carnó el ideal baconiano de explicación laxamente meca-
nicista sin matemáticas, insu/llllldo en la Sociedad Real, a
través de H. Oldenburg y T. Sprat, notables dosis ae pru-
dencialismo respecto a la afirmación de teorías. En 1655,
cuando Hooke era ayudante de laboratorio de Boyle, apren-
dió de él el espíritu y técnica experimental, a la vez que
trataba, con escasa fortuna, de meter en la cabeza del noble
virtuoso cristiano un poco de geometría, lo cual habla a favor
de que el establecimiento cuantitativo y la demostración
experimental de la llamada «ley de Boyle» deben atribuirse
en realidad a Hooke.
Por otro lado, Hooke acepta el programa mecani-
cista estricto cartesiano, aunque no así las explicaciones par-
INTRODUCCIÓN 27

ticulares que éste da, pues chocan frecuentemente con el


testimonio experimental. Con todo, abraza la idea de que
en la naturaleza los únicos principios últi~os de explica-
ción son la materia, definida por su extensión espacial (una
propiedad geométrica), y el movimiento ·(el tema de una
ciencia matemática reciente desde los Discorsi, 1638, de
Galileo). Esta concepción posee una doble ventaja; por un
lado permite, frente a Bacon y Boyle, la geometrización de
la filosofía natural; por otro, torna a la naturaleza del mis-
mo carácter que las máquinas, modelo suyo, las cuales son
operables, montables y desmontables, combinables y mani-
pulables como exige el método experimental predicado por
Boyle y Bacon. Pero, frente a Descartes y la excesiva ale-
gría con que imagina las causas o supuestos generales de
la deducción de los fenómenos, Hooke advierte la necesidad
de reconocer los límites de la certeza matemática en la cien-
cia natural:

«Del mismo modo que en la geometría pura nada ha de


dejarse pasar por verdadero si su causa y principios no se
m~smm claramente por el progreso del razonamiento y el pto-
ceso de la demostración, en la física geométricamente tratada
nada ha de darse por supuesto ni nada ha de admitirse como
conclusión verdadera si no se deduce claramente de principios
autoevidentes y de áquellos otros basados en los objetos in-
mediatos de los sentidos, liberados de las falacias del medio
y del órgano» 20.

Hooke se encuentra así desde el comienzo de su ca-


rrera atrapado entre dos métodos que chirrían entre sí. Por
un lado, acepta la filosofía mecánica cartesiana y comparte
la idea de los matemáticos prácticos ingleses de que el modo
de ataque de los problemas particulares es geométrico. Pero
por otro, reconoce la falta de autonomía de las matemáticas
en su aplicación a la materia y la necesidad de fundamen-
tar observacionalmente los supuestos de la demostración.
Ambos métodos, demostración y experimentación, deben
conjugarse si deseamos escapar al error. Por ejemplo, el
gran Arquímedes se equivocó porque

«los geómetras que entienden la teoría y la parte calculística


carecían de experimentos y ensayos para ver si la naturaleza
28 INTRODUCCIÓN

seguía realmente esos métodos que los artistas suponían con


sus teorías. Por otro lado, los experimentadores (entre quienes
ha de ponerse a Lord Verulamio [F. Bacon]) realizaban los
ensayos, pero careciendo de algún conocimiento de las especu-
laciones geométricas, no realizaban los cálculos, con lo que fa-
llaban por el otro lado» 21.

La aludida inyección de baconianismo en la ciencia


inglesa de la segunda mitad del siglo XVII afectó también
a Hooke, el cual elaboró sus posiciones metodológicas en
torno a las doctrinas de Bacon, y no a base de aquéllas con
las que más congeniaba su visión de la naturaleza y su prác-
tica científica: las de Descartes, Gilbert, I Galileo, Mersenne
y los geómetras prácticos.
Como se recordará, F. Bacon ha pasado a la historia
como metodólogo, pero quien examine sin pre¡uicios sus
escritos, pronto se habrá de percatar de que en realidad
Bacon no tenía ni idea de cuál era el método de la ciencia,
asimilándolo más bien al del filólogo o el historiador que
se. enfrenta a montañas de fichas y notas tratando de tabu-
lar/as para descubrir algún sentido en todo ello. Lo que él
sabía era que la historia de la humanidad estaba llena de
tipos brillantes, cada uno de ellos compitiendo por ser más
ingenioso que _el anterior (las arañas o filósofos que lo
extraen todo de sus propias entrañas), mientras que las
calefacciones, pongamos por caso, seguían como en tiempos
de Matusalén. Esas cosas tan pertinentes para el bienestar
humano habían permanecido en manos de las hormigas, los
empíricos, que se afanaban en detalles sin ningún plan teó-
rico constructivo que les iluminase el camino.
Lo que Bacon promueve es un trabaio hÜmilde y
constante, aunque dirigido a obtener la luz y no sólo los
frutos, susceptible de acumularse y producir al cabo de unos
pocos años fin conocimiento completo de las operaciones de
la naturaleza, de donde habría de seguirse un enorme be-
neficio práctico. Ni Bacon ni nadie sabe qué hay que hacer
para alcanzar ·can certeza la verdad, pero Bacon creía saber
qué se debía evitar. En su ingenuidad, pensaba que el enten-
dimiento purgado y no viciado por preiuicios, enfrentado a
los hechos puros y duros, no podía menos que comprender,
INTRODUCCIÓN 29

a poco que se le ayudase, cuáles eran las causas de los fe-


nómenos 22.
Lo que Bacon tiene para ofrecer es más bien de ca-
rácter negativo, dada su confianza en la buena marcha del
entendimiento y los sentidos sin corroptper. Su doctrina de
las causas del error o ídolos destaca la manía funesta de
adelantarse a la naturaleza y decidir cómo es sin prestar
atención a los hechos, las historias naturales. Por ello, lo
más eficaz es olvidarse de los vastos sistemas filosóficos pro-
ducto de la fantasía y, con la mente en blanco, dedicarse
a observar.
Con el material recogido se inicia la parte positiva
del método. Organizándolo en tablas, la mente pura verá
qué factores acompañan a la producción de un fenómeno y
cuáles no, o en qué grado. Entonces es posible condescen-
der con el entendimiento y proceder a una primera vendi-
mia, permitiéndole hacer una interpretación (hipótesis), pues-
to que la verdad safe· más fácilmente del error que de la
confusión de los datos 23•
Pero como de lo que se trata es de llegar a una in-
ducción perfectll y verddera, y no a una mera conietura,
es preciso pasar a la fase final y más positiva del método
en busca de la certeza. Bacon enumera nueve ayudas al en-
tendimiento 24, y aquí naufraga su filosofía, pues tras expo-
ner la primera de .elias, las veintisiete instancias prerroga-
tivas o más iluminadoras, tira la toalla, acaba la obra apre-
suradamente y redacta con toda probabilidad el aforismo 130
del libro I, señalando que ya se las arreglará el entendimien-
to por sí mismo, dado que las teorías verdaderas s.on «la
obra verdadera y natural de la mente una vez liberada de
obstáculos».
En resumidas cuentas, después de tantas páginas,
Bacon viene a decir que no hay que precipitarse, que hay
que fiiarse mucho y que ya se verá. Lo cual, en el siglo XVII,
no era cosa baladí, dada la enorme ignorancia que existía
acerca de los hechos en -las áreas especialmente promovidas
por Bacon 25• Ahora bien, sus recomendaciones eran lo bas-
tante vagas como para dar pie a diversas interpretaciones.
Por un lado, hay una primera fase en Bacon de excesivo
optimismo, expresado a través de la confianza en que la par-
30 INTRODUCCIÓN

te positiva del método dé lugar al descubrimiento cierto de


la verdad en unos pocos años, tal como se expresa en la
parte I de El avance del conocimiento (1605). Por otro,
las dificultades de diseñar el método positivo dieron pie a
una posición más escéptica y a una concentración en la fase
negativa, o pars destruens, del libro I del Novum organum
(1620), postergando a generaciones futuras el final del des-
cubrimiento de la verdad. Su obra póstuma, Sylva sylvarum
(1627), una colección deslabazada de observaciones, ·se con-
virtió en el modelo de quienes como él desesperaban de lle-
gar rápidamente a la verdadera interpretación (teoría) de la
naturaleza. .
Esta segunda versión del método fue la que abraió
la Sociedad Real en la obra apologética de T. Sprat comen-
tada más ª"iba. Era una actitud concorde con quienes, como
Boyle, trabajaban en áreas cualitativas en las que la conse-
cución de teorías verdaderas parecía remota, si bien con-
trastaba con la de los que investigaban en áreas matemáti-
cas, quienes disponían de instrumentos más poderosos para
aspir11r a la consecución de teorías sólidas. Caso extremo es
el de Newton, cuyas proezas científicas le permitían des-
preciar la ideología _d~ recolector de curiosidades. Pero tam-
bién Hooke, W. Neile o]. Williamson eran partidarios de
la experimentación dirigida al descubrimiento de las causas
y organizada mediante el recurso a procedimientos ded11C-
tivos 26•
Así pues, Hooke comienza siendo partidario de la
versión fuerte del método baconiano del Novum organum,
si bien subraya y extrema la confianza en la posibilidad de
llegar a teorías generales explicativas mediante un procedi-
miento heurístico y demostrativo: el álgebra filosófica.
Sus primeras Conferencias Cutlerianas de 1665-1666
versaban acerca del método rr. Poco después, en 1668, com-
puso un tratado metodológico inacabado, con el título
A General Scheme or Idea of the Present State of natural
Philosophy and How its defects may be Remedied by a
Methodological Proceeding in the making Experiments and
in collecting ·observations. Whereby to Compile a Natural
History, as the Solid Basis for the Superstructure of True
Philosophy 21 • Tras este título tan baconiano se esconde un
INTRODUCCIÓN 31

tratado que sólo lo es en la estructura general. Comienza


explicando las causas de la deficiencia del saber natural has-
ta el presente, para proponer a continuación un «método
o máquina» que sólo Bacon entrevió, aunque sin tiempo
para completarlo.
El método o álgebra filosófica de Hooke tiene dos
partes. La primera está dedicada a la recogida de historias
naturales, y explica cómo purgar el entendimiento y los sen-
tidos, cómo ayudarlos mediante experimentos e instrumen-
tos y cómo recoger la información obtenida. La segunda
parte estaría orientada a extraer los axiomas a partir del
material convenientemente tabulado y, al igual que en Ba-
con, esta parte falta.
En cualquier caso, en la primera parte del esquema
Hooke presenta varias diferencias significativas con Bacon.
Para empezar, hace mucho más hincapié en la instrumen-
tación a fin de aumentar el alcance de los sentidos 29, ha-
biendo desarrollado personalmente algunas de ellas, como
el microsc_opio, el telescopio, los otacústicos, etc., lo cual se
puede ver en el prefacio a la Micrografía. Asimismo, el re-
curso a experimentos para la determinación cuantitativa de
los fenómenos recibe un tratamiento mayor y más completo
que en Bacon, de acuer:do con la experiencia científica de
Hooke.
Otro matiz diferencial en su esquema es el menor
asco mostrado hacia ·las denostadas teorías o anticipaciones
de la naturaleza. Hooke no se cree que la inducción sea «la
obra natural y verdadera de la mente sin obstáculos» 30, por
lo que recomienda que el científico esté «bien versado en
los diversos tipos de filosofía ya conocidos», pues

«de este modo la mente estará algo más dispuesta a conietu-


rar la solución de muchos fenómenos casi a primera vista,
estando así mucho más pronta a hacer preguntas, a rastrear
la sutilidad de la naturaleza y a descubrir e investigar la ver-
dadera razón de las cosas» 31.

Esta tesis apenas puede ser más opuesta a aquella recomen-


dación baconiana de evitar teorías y doctrinas 32 ·que llevó
al bueno de Boyle a no releer a Descartes, «no fuese a que-
dar sesgado por el ingenio y autoridad de dicho filósofo» 33 •
32 INTRODUCCIÓN

Hooke, por el contrario, no parece creer ingenuamente que


la interpretación verdadera sea obra natural de la mente.
Más bien resulta de un ;uego de conjeturas sometidas a la
prueba experimental. No hay que purificar el entendimien-
to de todas las anticipaciones, sino arro;arlo a la lucha en-
tre ellas:

«la mente se liberará mucho antes y me;or de los preiuicios


familiariz.ándose con varias con;eturas y soluciones de las co-
sas, pues al descubrir experimentalmente los e"ores de ésta o
esa hipótesis, se verá apartado mucho más fácilmente de adhe-
rirse a una de ellas, disfrutando así de una mayor libertad
para percibir y abrazar la verdad en cualquier ocasi6n que se
le presente» 34.

La inducción del Novum organum queda así totalmente re-


chazada. La ciencia no es un juego bilateral entre los he-
chos y la mente pura, sino una dialéctica múltiple entre las
conjeturas, los datos y los experimentos, con el científico
como árbitro y examinador de la competición.
Una tercera discrepancia respecto a Bacon en esta
primera parte de álgebra filosófica es la insistencia en las
matemáticas. Además de conocer las diversas hipótesis, el
científico «debe. estar bien dotado de aquellas cosas que
más ayudarán a la mente a operar, examinar y razonar a
partir de los experimentos, que son principalmente dos, las ·
matemáticas y la mecánica», pues la geometría y la aritmé-
tica son sus partes más demostrativas, y el álgebra, la más
inventiva. Asimismo, la mecánica, «siendo en parte física y
en parte matemática, aproxima más a la mente a su tarea,
mostrándole un patrón para demostrar» 35 . Por tanto, el ca-
rácter matemático de la ciencia natural es la vía para alcan-
zar la certeza frente a la inducción cualitativa baconiana y
al prudencialismo escéptico y antiteórico de la versión boy-
leano-spratiana de la Sociedad Real.
Siendo así las cosas, salta a la vista lo inadecuada
que era la filosofía baconiana para formular en sus térmi-
nos el método de la ciencia tal como la practicaba Hooke,
pues, aparte de la insistencia en la necesidad de realizar ex-
perimentos, poco tiene que ver el método de Bacon con el
INTRODUCCIÓN 33

proceder de la mecánica y la física geométrica que consti-


tuye la estructura de la naturaleza según el mecanicismo de
Hooke. Aquí no se puede proceder a la prolongada fase
ateórica de recogida de historias naturales antes de aventu-
rarse a con;eturar interpretaciones. Por el contrario, la pro-
pia actividad indu~tiva está guiada y dictada por teorías
acerca de cuáles son los factores relevantes y las magnitudes
a medir para obtener leyes cuantitativas, confirmando o re-
chazando hipótesis generales. A fin de que no se piense que
esto es una reinterpretación excesivamnte hipotético-deduc-
tivista o incluso pospositivista de la filosofía de la ciencia
de Hooke, nada meior que atender a un escrito de la misma
época, el primero de los áiscursos sobre los terremotos 36•
Señala allí que las historias naturales son los materiales so-
bre los que traba¡a el arquitecto que haya de construir el
edificio del saber. Ahora bien, esos materiales no pueden
recogerse aleatoriamente (baconianamente, diríamos), por-
que puede acontecer entonces que no sirvan para el edifi-
cio, resultando esta piedra demasiado grande, aquélla de-
masiado pequeña, etc. «Menciono esto -apostilla Hooke-
tan sólo de pasada para sugerir el uso de un método en la
recogida de materiales», de «algún módulo o teoría predi-
señada, algún propósito en nuestros experimentos», pues,
por más que los prohíba esta honorable Sociedad Real, «con
todo, entiendo humildemente que si se realizan con saber
y iuicio, son de. la mayor importancia», porque de lo con-
trario «pasan inadvertidos y quedan sin observar muchos
y quizá los más notables detalles particulares». Esta depen-
dencia teórica de la observación es patente a quien se en-
frenta con la investigación mediante técnicas matemáticas
en las que se trata de ver partes de la naturaleza, deter-
minados sistemas físicos abstraídos del caos de 'las sensacio-
nes, como modelos de una estructura matemática o geomé-
trica; como una máquina 37• El baconianismo, en general, y
la versión estrecha de la Sociedad Real, en particular, son
completamente d~structivos para la ciencia de Hooke.
Pasemos ahora a considerar la segunda parte del
álgebra filosófica. El resultado no por obvio es menos des-
alentador, pues no existe una máquina capaz de generar
34 INTRODUCCIÓN

axiomas verdaderos: Por consiguiente, la última parte de


A General Scheme de Hooke quedó truncada como el No-
vum organum de Bacon. No es posible saber cuál era exac-
tamente el método para llevar a cabo la cosecha de axio-
mas; pero, por lo que se sugiere, no parece ser otra cosa
que un sistema de presentar los datos en tablas de una ma-
nera breve, simbólica y completa, de modo que la memoria
se vea asistida y, teniendo desplegados ante sí cifradamente
todos los datos del problema, podamos rechazar unas hipó-
tesis y formular las con;eturas explicativas de mayor plau-
sibilidad inicial. Que designe este proceder con el nombre
de álgebra estaría conectado no tanto con la existencia de
un algoritmo heurístico cuanto con la utilización de una
característica ~niversal que reduzca la confusión de datos
a unos conceptos y categorías capaces de dividir completa
y filosóficamente el mundo, a fin de destacar las conexio-
nes pertinentes entre las cosas 38•
También Hooke llegó a desesperar de la posibilidad
de un mecanismo de descubrir, aunque no por ello concluyó
con Bacon que l4s teorias cerdaderas sen obra de la mente
«sin ningún tipo de arte» 39• En 1674 publicó su conferen-
cia An Attempt to prove the motion of the Earth from
Observations, en cuya advertencia a los lectores anuncia
que se decide a publicar sus contribuciones parciales ~sin
atormentarlos con esas repeticiones vomitivas y apologías
frívolas que exigen el método y la redacción de volúmenes».
El modo de proceder no es ya mediante la previa recopi-
lación de historias naturales completas, «pues apenas se
puede señalar, entre millones, un tema tal que escribir su
historia exacta y completa no exija todo el tiempo y la
atención de la vida de una persona, así como cientos de in-
venciones y observaciones para realizarla». Una larga década
en la Sociedad Real le había enseñado en qué van a parar
los programas de recopilación de historias naturales. Ade-
más, aun cuando dicho modo de proceder no fuese anti-
económico, tedioso e impracticable, sería demasiado aven-
turado e incierto entregarse a él, pues no hay garantía al-
guna de que podamos pasar de las historias a las teorías.
No existe un algoritmo ni un método o máquina de descu-
brimiento, pues en la mayoría de los casos no es
INTRODUCCIÓN 35

«la invención sino un feliz golpe de suerte que en general no


depende de nosotros y, como el viento, el espiritu de la in-
vención sopla donde y cuando le place sin que apenas sepa-
mos de dónde viene ni adónde va» •.

Por tanto, lo me;or es aceptar los influios de la providen-


cia e investigar diligentemente lo que se nos ofrezca. Difí-
cilmente se puede hallar una critica más lúcida a la ingenua
confianza baconiana en que lo que cumple es realizar com-
pilaciones de datos en historias naturales y ... ya se verá.
Difícilmente se puede estar más en desacuerdo con la po-
lítica oficial de la Sociedad Real expuesta por S prat, con-
sistente en recopilar las obras de la naturaleza de~cuidando
las doctrinas.
Después de mediados de 1686, Hooke leyó ante la
Sociedad Real la segunda de sus conferencias sobre terre-
motos 41, donde con cierta diplomacia sugiere que en sus
cinco lustros de existencia la Sociedad no ha producido
nada sólido en el terreno del progreso de saber natural,
limitándose tan sólo a recoger materiales. Por ello no esta-
ría de más que el año entrante dicha Sociedad se preocupa-
se por presentar algún ·e;emplo de «estructura erigida a par-
tir de sus observaciones Y. colecciones», a fin de ver si sirven
para algo y no se derrumban ba;o el peso de las obieciones,
avatar del que en cualquier caso se obtendría una valiosa
información para buscar otros materiales capaces de soste-
ner la superestructura teórica 42 • Esta formulación metafó-
rica de la arquitectónica hipotético-deductiva para la cons-
trucción de la ciencia recibe luego una formulación más
explícita.
Comienza señalando que lo que hace que una co-
lección de experimentos y observaciones sea útil para el
teórico (el arquitecto) es disponer de una hipótesis previa
que indique cuáles hacen falta, qué características han de
tener y adónde se han de aplicar, pues de lo contrario di-
cha colección no sirve más que para confundir y estorbar 43 •
Y no sólo eso; el procedimiento inductivo («sintético»), que
va de los efectos conocidos a las causas más abstrusas, y
que es el más adecuado para la investigación experimental,
resulta, con todo, excesivamente irresolutorio y lento, por
36 INTRODUCCIÓN

lo que ha de complementarse con el deductivo («analítico»),


de las causas a los efectos, que resulta «de excelente utili-
dad aunque parta de una suposición falsa, pues el descu-
brimiento de una negación es un medio de acotar y limi-
tar una afirmación» 44• Por más que esto recuerde la con-
cesión de Bacon a las interpretaciones de la naturaleza en
la primera cosecha, porque «la verdad sale más fácilmente
del error que de la confusión»45, el contexto en que lo usa
Hooke es el de promover un modo de operar plenamente
antibaconiano, pues las hipótesis teóricas y el método de-
ductivo del matemático no se dejan para después de colec-
cionar historias, sino que dirigen desde el principio la ex-
perimentación y recogida de datos. En realidad, no hay
inducción pura a partir de los fenómenos, sino un juego
de conjeturas y contrastaciones deductivas (analíticas) que
llevan a dictar cómo proceder de nuevo sintéticamente (ex-
perimentalmente) mediante refutaciones, pues una n~gación
es frecuentemente tan convincente como la difícil de alcan-
zar prueba positiva, siendo ciertamente más susceptible de
suscitar el consentimiento de todos 46•
Estos textos, junto con las discusiones de Hooke
para la reforma de la Sociedad Real fl, muestran que, tras
sus cientos de formulaciones de corte baconiano, en reali-
dad su concepción del método cientifico tiene más ..que ver
con el de la tradición matemática de Galileo, Descartes o
Newton que con el de los naturalistas boyleanos de la So-
ciedad Real. Con aquéllos, es su más íntima convicción que
el mundo está fraguado según la geometría, funcionando de
acuerdo con sus reglas 48• Atenderemos, pues, ahora a la
. herencia cartesiana de su filosofia natural.

2. LA GEOMETRÍA DE LA MATERIA VIBRANTE

Hemos insistido en que Descartes fue el autor que


más influjo ejerció sobre el joven Hooke, si bien dicha in-
fluencia se centró más sobre la concepción mecánica gene-
ral que sobre los mecanismos explicativos concretos. La fi-
losofia cartesiana suministró el marco en que abordar el
estudio geométrico de la naturaleza que faltaba en Bacon 49•
INTRODUCCIÓN 37

Es conocida la eliminación de cualidades y princi-


pios ocultos realizada por Descartes en Los principios de
la filosofía (1644). Los términos últimos de explicación son
la materia y el movimiento. Aquélla no es más que la ex-
tensión espacial en tres dimensiones, y éste, el desplaza-
miento relativo de unas· partes extensas respecto a otras.
En última instancia no hay más: ni color, ni peso, ni soli-
dez, ni cualesquiera otras magnitudes físicas. La solidez, por
e;emplo, es el reposo relativo. Si estas propiedades físicas
carecen de un estatuto ontológico por sí mismas, reducién-
dose al movimiento de la materia neutra y sin cualidades,
menos aún lo tienen las llamadas cualidades ocultas, como
las afinidades, las simpatía;, la gravedad, el magnetisma y,
en general, las fuerzas. Éstas no son sino impactos de una
determinada cantidad de materia dotada de un cierto mo-
vimiento. El mundo neoplatónico y mágico de la mentalidad
renacentista quedaba así destruido. Asimismo, puesto que
la materia y la extensión son equipolentes, no existe el va-
cío, estando los espacios entre los cuerpos ordinarios ocu-
pados por una forma de materia regular y finamente divi-
dida, el éter elástico. De este modo, las interacciones que
aparentemente se e;ercen a distancia, como el influio que cau-
sa las mareas o el peso, pueden realizarse por contacto a
través de ese medioº /luido y continuo.
Todo mecanicismo estricto es lógicamente incom-
pleto, pues, siendo materia y movimiento lo que lo explica
todo, no pueden dar razón de sí mismos. De ahí que se
atribuyan a la acción áeadora de un dios filosófico, quien,
como perfecto artífice, los dotó asimismo de sendos prin-
cipios de conservación. Tanto la cantidad total de movi-
miento como la materia se conservan a través de las inter-
acciones, de modo que una vez que ha obrado la voluntad
divina, ya no se precisan más fuerzas o principios de acti-
vidad, generándose el con;unto de cuanto hay por el in-
tercambiO' y reorganización de una materia y movimiento
eternos.
Veamos cómo se recibió esto en Inglaterra, en ge-
neral, y en Hooke, en particular. Como R. Towneley,
H. Power, H. More, R. Boyle, R. Cudworth y tantos otros
ingleses durante los años cincuenta, Hooke recibió un fuer-
38 INTRODUCCIÓN

te impacto cartesiano. Pero frente a ellos y junto con


T. Hobbes, aceptó el esquema mecanicista global y no al-
gunos de sus procedimientos locales 50• En los aspectos par-
ticulares tendió a postergar la explicación de las interaccio-
nes mediante el transporte de materia o la circulación de
fluidos, a que tanto recu"e Descartes para la gravedad, el
magnetismo o las refracciones de la luz. En su lugar, Hooke
empleó la transmisión de alteraciones locales en medios
continuos, unificando todo tipo de interacciones a base de
un esquema único en el que los cuerpos vibran 51, transmi-
tiendo una ondulación al medio capaz de inducir otros mo-
vimientos en los cuerpos que nadan en él.
En los escritos publicados por Hooke nada hace
dudar de su compromiso mecanicista. Como señalaba H. 01-
denburg a Spinoza, dándole cuenta de la publicación de la
Micrografía,

«también ha salido un excelente tratado con sesenta observa-


ciones en el que se h11Cen muchas considnaciones audaces aun-
que filoJóficas (conforme a los principios mecánicos)» 52.

En efecto, como. veremos en la siguiente sección, en esta


obra tanto la generación de los seres vivos como la grave-

dad se remiten, través de diversos niveles intermedios, a
movimientos vibratorios de partículas. Con todo, hasta los
aiios ochenta, en sus Lectures of Light y en A Q~scourse
of Comets ", no se trata el problema filosófico general del
origen último del movimiento de la materia. Esta filosofía
general debe contemplarse contra el trasfondo de la situa-
ción en Inglaterra.
La mayoría de los filósofos británicos, con la cons-
picua excepción de T. Hobbes, tendía a rechazar la conser-
vación del movimiento impreso, cuya disipación es prima
facie una experiencia co"iente. Algunos no definían la ma-
teria como inerte y pasiva al modo cartesiano, sino como
innatamente dotada de fuerzas o principios activos 54; otros
más piadosos pensaban que el principio cartesiano, adoptado
por Hobbes, de la con!ervación del movimiento y de la
materia tornaban al mundo autosuficiente y eterno hacia el
futuro, relegando la acción divina a un hipotético origen y
INTRODUCCIÓN 39

favoreciendo el deísmo 55• Por ello insistían en la necesidad


de una providencia continua y en la insuficiencia de las ex-
plicaciones mecánicas. Para éstos el movimiento se remitía
constantemente a la acción de principios no materiales o in-
cluso a la acción dé Dios, justificando así el paso de la cien-
cia a la teología propio de la religión natural. Sin llegar a
los excesos de H. More o de l. Newton 56, el prudente
R. Boyle llega incluso a desconfiar de la expresión «leyes
de la naturaleza» por cuanto que parecería sugerir una auto-
suficiencia del mundo material 51 •
Si recordamos la posición subordinada que ocupaba
Hooke en la Sociedad Real, la enemiga de que gozaba en
ella Hobbes y la necesidad de prudencia religiosa, cobrarán
mayor valor sus declaraciones de fe mecanicista cartesiana,
explicando también por qué la arropa en la revelación pri-
mitiva mediante una exégesis bíblica. Haéia principios de
octubre de 1682 Hooke leyó en la Sociedad Real un dis-
curso sobre los Cometas al que R. Waller adjuntó otro re-
lacionado, sobre los cometas y la gravedaJ. En éste confiesa
flooke: «Concibo que todas las realiJades que afectan de
algún modo a nuestros sentidos son cuerpo y movimiento»58 •
A continuación define cuerpo al modo cartesiano como pura
extensión, estando dotado de un principio conservador que
lo hace «ser inalterable en cuanto a dicha magnitud», inde-
pendientemente de la forma u otras a/ecciones. Asimismo
el movimiento se define cartesianamente como el cambio
relativo de unas partes respecto a otras, el cual está también
presidido por un principio de conservación 59, pues aunque
«se pueda aumentar o disminuir según cualquier magnitud
asignable, el equilibrio natural del universo es recíproco al
volumen o extensión o a la magnitud de la otra potencia,
el cuerpo» 60• Cogido entre el peligro de impiedad hobbesia-
na y el de atribuir a Dios una impericia mecánica, insiste:

«Considero que ambas potencias [materia y movimiento] son


un producto inmediato del Creador omnipotente, siendo in-
mutables en sí mismas sin una orden similar del mismo poder
[Dios], actuando siempre con un método geométrico o mecá-
nico regular y uniforme, método que, merced a diligentes ob-
servaciones y minucioso escrutinio, se puede descubrir por me-
dios naturales y artificales y, según pienso, reducir a ciertas
40 INTRODUCCIÓN

retJas, demostrándose geométricamente, realizaci6n que estimo


el verdadero fin de la ciencia física o filoso/la natural y ex-
perimental» 61.

Dado que estos principios inalterables que operan


según leyes naturales fijas entran dentro de la desconfianza
inglesa hacia el deísmo cartesiano y hobbesiano, Hooke se
lanza a justificar su posición mediante la mencionada exége-
sis bíblica. Cuando se habla en el primer versículo del Gé-
nesis de que «En el principio Dios creó los cielos y la tierra»,
se alude claramente a la creación de la materia que compo-
ne el firmamento y nuestro suelo. Esta materia es inerte e
inanimada, como muy bien señala el segundo versículo cuan-
do dice así, con todas las letras, que «la tierra era nada y
vacío». Más adelante, como ustedes saben, aparece el mo-
vimiento, descrito con aquello tan bonito de «el espíritu
de Dios se cernía sobre la haz de las aguas», etc. Hooke
describe luego las formas más importantes de interacción, la
luz y la gravedad, como los dos primeros tipos especiales de
«propagación regular del movimiento», .merced a los dictados
«hágase la luz» y «separemos las aguas de las aguas» 62 • Está
claro que estas interacciones no son fuerzas ontológicamente
primitivas, sino tipos de movimiento que ni siquiera son dis-
tintos, sin.o «di/erentes efectos producidos por una y l~ misma
potencia implantada en cada uno de los grandes cuerpos
globulares del mundo». Como veremos, Hooke trata de ex-
plicar estas «potencias~> mediante la vibración de·los cuerpos
transmitida a grandes distancias a través de un éter esta-
cionario.
LA novedad del planteamiento mecanicista de Hooke
estriba, más que en ser el único que (con Hobbes) sostuvo
un mecanicismo estricto, en ser el único (frente a Hobbes)
que trató de desarrollar un programa experimental orientado
a determinar los mecanismos concretos de diferentes fenó-
menos (especialmente feliz en el caso de la elasticidad), en
lugar de limitarse a inventar mecanismos plausibles imagi-
narios. Este talante inductivo es tal vez la razón .Je. que en
múltiples ocasiones Hooke se exprese como si aceptase prin-
cipios activos y cualidades ocultas de diverso jaez 63 , siendo
así que lo único que hace es emplear esos términos para
INTRODUCCIÓN 41

aludir a determinados fenómenos antes de proceder a su re-


ducción mecánica. Podemos tomar como e;emplo de ello su
falta de empacho a la hora de designar al movimiento como
un «principio hilárquico» 64, siendo así que en múltiples
ocasiones critica a H. More por recurrir a este tipo de en-
tidades como parte de sus ataques al. mecanicismo 65• Lo mis-
mo cabe decir de su designación de la gravedad o la luz
como «principios activos», siendo así que acto continuo ela-
bora las explicaciones mecánicas pertinentes 66 • Otro tanto
se puede observar en la Micrografía, donde al hablar de la
formación de cristales niega que se deban a un oculto «prin-
cipio vegetativo» como el «anima» o «forma informans»
de los vegetales, sólo para comprobar más adelante, cuando
se ocupe específicamente de este nivel de organización ma-
terial, que en realidad todo se reduce a un aumento de la
complejidad de mecanismos y autómatas 67 •
Aparte idiosincrasias retóricas, este proceder se com-
padece bien con el modo sintético de partir de lo dado,
tal cual es, en el proceso de conjeturar causas abstrusas.
Mientras se da con el mecanismo adecuado, los efectos a
expl.icar se describen fenoménicamente con la terminología
a mano. Hay una considerable dosis de imaginación en la
concepción de Hooke de que todas las interacciones y fenó-
menos naturales se remiten a la vibración de las partículas
en torno a una posición de equilibrio y su transmisión. ·a
otros cuerpos por medio de las ondas de éter. No obstante,
dicha visión se asienta en apoyos experimentales inductivos.
Esta hipótesis mecánica concreta se formula ya en su
primer escrito de 1661 para dar cuenta de los fenómenos
de capilaridad. La suposición de Hooke es que el ascenso de
los líquidos se debe a una disminución de la presión atmos-
férica en los tubos delgados, debida a una antipatía entre
el vidrio y el aire. Esta propiedad, aparentemente oculta
merced a este modo de designarla, se explica a continuación
como resultado de una incongruencia mecánica entre movi-
mientos vibratorios, con lo que se elimina la oscuridad de
las afinidades y simpatías ocultas entre sustancias. Apoya
su idea de la simpatía y antipatía como concordancia y dis-
cordancia del movimiento mediante diferentes experimentos.
En uno de ellos se colocan arenas de diverso calibre sobre
42 INTRODUCCIÓN

una superfú:ie vibrante, observándose c6mo la vibraci6n pro-


pia de cada clase de grano hace que los semeiantes se con-
greguen, separándos.e los Jiver_sos tipos según el tamaño. In-
mediatamente, en una seri,e de cuestiones, extiende el me-
canismo de la congruencia e incongruencia de s6liáos y fluidos
por el movimiento vibratorio a la explicaci6n de múltiples
fen6menos como la refracci6n, la gravedad 68, la globulaci6n.
Es este último un principio muy importante que explica
no s6lo la form4 Je los astros, sino también la Je las gotas,
los corpúsculos o los frutos (/), siendo una pieu fundamental
en la economia de la naturaleza 'lO.
Quizá el origen remoto de esta idea de Hooke Je
la vibración, pueaa retrotraerse a Bacon 11, pero existe una
fuenie más directa aunque inconfesable, T. Hobbes. En el
Tractatus · opticus (1644) explica la emisi6n de la luz por
parte de lf!s cuerpos luminosos merced a un movimiento de
sisiole ; diástole, mientras que más tarde, en el De corpo-
re (1655), utiliu las vibraciones para explicar también la
coherión n. Además Je este plausible origen doctrinal de la
ika de.Roo'l:e, Isla se apoya heurblica1fleJ(Ü en el ctJSO ptlf4-
digmitico Je la vibraci6n por simpatía, aparentemente a dis-
tancia, de las cuerdas musicales 73• Se ha señalado 74 que si
se atiende a los manuscritos más que 11 las obras . publiéa:·
das, la.11zúsic4 aparece no s6lo como un instrumento heurís-
tico en la filosofía natural de Hooke, en la qu~ toJo se
reduce. a annonia y disonancia de cuerpos vibrantes 15, sino
adem/u como prueba experimental Je la existencia de armo-
en
nías la llllluraleu, lo que ¡ustificaria el a/oque matemá-
tico Je la filoso/la natural, dado que la música o armonia
era una cie1icia matemática desde la antigüedad clásica.
· En lo que resta de esta sección expondremos la ma-
nera en que aplica en concreto la teoria Je las vibraciones
a la explicaci6n Je diversos fen6menos e interacciones. En
primer lugar mencionaremos la teoria de la luz, concebida
en los cuerpos como una vibración muy rápida y corta Je
todas las partículas por separado, transmitidas al medio
elástico. Los detalles Je esta teoría pueden verse más abaio
en la Micrografía, lo que nos excusa de comentarla aquí 16•
En segundo lugar está el caso de la gravedad. Y a
señalamos cómo la forma globular de muchos cuerpos y Je
INTRODUCCIÓN 43

los astros en particul• arguye en favor de la existencia de


una gravedad local en funci6n de la incongruencia de las
vibraciones del cuerpo en cuesti6n con respecto a las del
fluido etéreo circundante n. Por lo que atañe a la gravedad
general entre cuerpos celestes, el desa"ollo es más lento.
Mientras Hooke se hallaba aún escribiendo la Micrografía,
el 14 de enero de 1663 leyó ante la Sociedad Real dos es-
critos sobre las variaciones de densidad y temperatura en el
agua. Eso le sugiri6 una hipót~sis para mantener a los pla-
netas en sus 6rbitas, un problema irresuelto del .copernica-
nismo entre Ía refutación de las esíeras cristalinas de Tycho
Brahe y la mecánica Je Newton. La hip6tesis recurre a un
éter con un gradiente de densidad, de manera que cada pla-
neta «flota» a la altura que coresponde a su peso 78 • No se
explica qué significa aqui «ligero» y «pesado», pero dado
que los planetas más pesados se «hunden» más hacia la pe-
riferia del sistema donde el éter es más denso, el equilibrio
se estllblecerla con la tendencia centrífuga que les baria pe-
netrar en capas sucesivamente más densas de .éter capaces
de exptd$arlot y haurlos ~ik>lar» a la Jistanda adecttada 19 •
Dur1111te muchos años Hooke ensay6 simultáneamen-
te otras explicaciones de la gravedad, como las de tipo mag- •
nético •, entre ella1. la vibratoria que terminaría prevaleci~n­
do. El 9 de man.o de 1671 asistieron dos nobles italianos
a la sesión de la Sociedad Real, y para entretenerlos Hooke
realizó un experimento consistente en frotar o golpear el.
borde Je un vaso de vidrio lleno de harina o perdigones, _
observado que ondulaban como si se tratase Je un fluido:

«El Sr. Hooke dijo que pensaba que potlla contribuir a ex·
pl;car 14 causa de 14 grllfletlatl, sugiriendo una hipótesis para
explicar con ella el movimiento de la gravedad» 11.

La teoría vibratoria de la gravedad se expone en Of Comets


and Gravity82, donde rechaza expllcitamente la circulación
voriicial de Descartes así como las hipótesis magnéticas de
Gilbert y Kepler. Señala alli que los cuerpos vibran contra:
yéndose y expandiéndose, con lo que transmiten esa vibra-
ción al medio etéreo. Dicha vibración se expande esférica-
mente como una ondulación longitudinal que disminuye del
44 INTRODUCCIÓN

mismo modo que crece la superficie esférica, esto es, como


el cuadrado del radio. Puesto que el éter es muy fluido
(finamente dividido), a la par que extremadamente denso,
penetra en los cuerpos que se hallan en el campo de acción
del cuerpo central y ~on su movimiento de vaivén los hace
aproximarse a él. A fin de que la explicación no parezcá
poco convincente, echa mano de un ejemplo sacado de la
experiencia de los artesanos al
«SflClll' un martillo o un hacha del mango, los cuales para
hacerlo más fácilmente, por lo común golpean el extremo del
mango que sostienen en la mano con el hacha o el martillo
en el extremo inferior, colgando hacia abaio, medio por el
cual no s6lo hacen que el hacha suba por el mango, sino que
lo hacen ascender si siguen golpeando incluso hasta su mano» 83.

El mango es aquí el éter, el martillo, el grave y el golpeteo


en el extremo del mango, la vibración del cuerpo central. La
acele;ación de los graves viene dada porque en cada inter-
valo de tiempo reciben el mismo número de golpes, los cua-
lei engenJran los mismos incrementos de velocidad.
El magnetismo se trata muy sumariamente, pues
nunca llegó a obtener resultados presentables a pesar del
tiempo que le dedicó. La explicación es similar, med#a!Zte la
vibración de otra parte del éter, pues cada tipo de vibráción
etétea causa una interacción distinta, sea la electricidad o
la luz"· ·
Hay, con todo, algunos . ejemplos más elaborados
cuantitativa y experimentalmente. que se relacionan con sus
investigaciones mecánicas sobre péndulos, cronómetros, re-
sortes y pneumática. En la Conferencia Cutleriana, De Po-
tentia Restitutiva (1678), aparece una interesantísima teoría
dinámica de la materia y la elasticidad 85• Tras exponer allí
aigunos experimentos con resortes, alambres y aire, establece
la ley de Hooke según la cual la fuerza con que los cuerpos
elásticos tienden a
«restaurar su posici6n natural es siempre proporcional a la dis-
tancia o espacio a que se han aleiado de ella, sea por 1arefac-
ción de sus partes una respecto a la otra o por condensaci6n
o fl1110ntonamiento de esas partes ;untándose más» 86.
INTRODUCCIÓN 45

De ahi habrúz derivado oarios inventos, como una «balanza


filosófica sin pesos.,,, estrr es, utt dinam6metro de resorte
basado en la especialización de la ley de Hooke «ut pondus
sic tensio• (la extensión-es directamente proporcional al pe-
so). Habrúz derivado asimismo la supuesta isocronia de las
oscilaciones de un resorte, lo cual estaba a la base de su
descubrimiento en 1658/9 de un mecanismo para sustitui"r
las oscilaciones del péndulo en cronómetros marinos.
Esta última aplicación le había impedido ser más ex-
plicito en su escrito de 1661, pues no queria propagar su
descubrimiento antes de desa"ollarlo lo bastante para conse-
guir una patente. En ctlllÚ¡uier caso, se decide ahora a reex-
poner las ideas de aquel opúsculo (y de la Observación VI de
la Micrografía), precisando meior su concepción vibratoria
universal. Señala alli: «supongo que el universo sensible cons-
ta de cuerpo y movimiento». Sin embargo, es el movimiento
lo fundamental, pues el cuerpo no se define ahora por la
extensión al modo cartesiao, sino por la movilidad. La razón
de ello es que, en el modelo áe elasticidad qu_e. desea exponer,
se da una visión dinámiu de la materia en la que la exten-
sión de una partícula· es el espacio que ocupa merced a la
amplitud de sus vibraciones. Como esa amplitud puede cam-
biar, la extensi~n o magnitud no es una propiedad inna,ta
de la materia, sino una consecuencia mecánica áe su ·movi-
miento..,.
Asi pues,. el espacio que ocupa una particula ·e~. la
región en que vibra y de la que excluye a las demás, con·
lo que un cuerpo no es sino una región del espacio defendida
de la penetración por la fuerza interna de la vibración, la
cual, de acueráo con ·el mecanicismo estricto, «no la supongo
inherente o inseparable de las partículas del cuerpo, sino
transmitida por impulsos de otros cuerpos del universo».
En este marco reelaborado de su vie¡a doctrina de
1661, la congruencia se precisa como la concordancia de los
cuerpos en magnitud y movimiento o la existencia de una
relación armónica entre ambos, pues, como en las cuerdils
de un violoncello, a cada magnitud corresponde una velocidad
inversamente proporcional. De esta manera cada partícula
es receptiva sólo a determinados movimientos y no a otros,
46 INTRODUCCIÓN

lo que explica las simpatías a la manera de la resonancia de


cuerdas vibrantes.

«Ahora bien, del mismo modo que vemos que las cuerdas mu-
sicales se mueven por unísonos y octavas y también como otras
cuerdas armónicas, aunque no en el mismo grado, así supongo
que las partículas de la- materia se moverán principalmente por
movimientos que son unísonos, si puedo llamarlos así, o de
igual velocidad que sus movimientos, y en menor medida por
otros movimientos armónicos» 88.

Habiendo explicitado su modelo dinámico de materia


y la causa de la cohesión, procede Hooke a explicar la elas-
ticidad en sólidos (resortes) y fluidos (aire). Los sólidos
mantienen sus partículas cohesionadas por su vibración uní-
sona cuya amplitud está controlada por la exclusión inar-
mónica de las vibraciones del medio fluido externo. En una
fila de partículas, cada una de ellas oscila entre la de la de-
recha y la de la izquierda rebotando en ellas y transmitién-
doles tata cantidad de movimiento cuanta recibe de ellas,
mientras que las de los extremos reciben los impactos in-
coherentes del fluido ambiente. Las partículas de los sólidos
elásticos mantienen una esfera de acción o amplitud de osci-
l~ciones que depende de su competencia con el éter externo,
adquiriendo así su «estado natural de equilibrio en el uni-
verso». Si los cuerpos se comprimen o estiran, adquieren
e~tonces una elasticidad hacia afuera o hacia adentro para
retornar a su «estado natural» de equilibrio universal. El
mecanismo es como sigue. Siendo constante la velocidad de
vibración, al disminuir o aumentar el espacio, aumenta o
disminuye en la misma medida el número de impactos,
aumentando o disminuyendo correspondientemente la capa-
cidad de las partículas para defender su esfera de acción
frente a la presión del éter externo, tendiendo espontánea-
mente a recobrar el equilibrio con él. De este modo se ex-
plica la ley de Hooke para los resortes.
En el caso de los fluidos, como el aire, se supone
que las partículas no están en contacto, sino que se hallan
entremezcladas con las del éter, sin colisionar por ello entre
sí y vibrar al unísono, pues en tal caso constituirían un só-
lido. Nadan en el éter con gran amplitud y velocidad, no
INTRODUCCIÓN 47

estando limitadas por nada exterior, excepto la superficie


de la tie"a y su propia gravedad. Si se encie"a una muestra
de ese aire en un receptáculo menor que el que usualmente
ocupa (a presión atmosférica)~ dado que la velocidad se man-
tiene,

«las vibraciones y choques aumentarán en proporción recípro-


ca; esto es, si se condensa en la mitad de espacio, las vibra-
ciones y choques se duplicarán en número; si en un cuarto,
las vibraciones y choques se cuadruplicarán, &e» 89.

Si se expande, la situación es la inversa, y dado que la fuerza


elástica o presión es, según el modelo, el número de impac-
tos por unidad de tiempo, de ahí se sigue la «ley de Boyle»
(en realidad de Hooke).
Así pues, el esquema cosmológico mecanicista de
Hooke, al sustituir las circulaciones vorticiales cartesianas por
transmisión Je movimientos vibratorios, no sólo unifica el ·
mecanismo último de explicación por movimiento, sino que
además, por su conexión con una disciplina matemática cual
es la música, lleva directamente al establecimiento experi-
mental de leyes cuantitativas como las que acabamos de se-
ñalar. Y merced a su álgebra mecánica, a la isocronía de las .
vibraciones ·.Y a la invención de un cronómetro marino 911 •
Asimismo -este vasto esquema mecánico suministró una idea
acerca de la naturaleza de la ley de la acción gravitatoria
inversa del cuadrado de la distancia, y el carácter periódico
del movimiento de los cometas. Pero en estos casos, la ca-
pacidad matemática de Hooke no le permitió explotar unos
resultados que estaban reservados a Newton 91 •
En el apartado inmediato y último nos ocuparemos
de otro campo en el que el mecanismo vibratorio organizó
el material de los tres reinos que había observado por en-
cargo de la Sociedad Real, imponiéndole un orden interno
incongruente con las vibraciones de la Sociedad.
48 INTRODUCCIÓN

3. LA ESTRUCTURA SUBYACENTE DE LA MICROGRAFÍA

Por más que insistiese en la importancia de recabar


datos, Bacon nunca desarrolló una doctrina de los instrumen-
tos de observación. En las instancias de la puerta o de acceso,
menciona los microscopios y telescopios sólo para mostrar
su decepción con ellos 91•
Hooke subsanó esa deficiencia en tres aspectos. En
primer lugar esbozó una psicología mecanicista de la percep-
ción y la memoria 93; en segundo lugar subrayó la impor-
tancia de la percepción en el proceso de inducción experi-
mental, hasta el punto de considerar que los sentidos eran
poco fiables si no están «asistidos de instrumentos y armados
de máquinas» 94; finalmente, construyó él mismo esos ins-
trumentos 95• Así, por e¡emplo, desarrolló un microscopio
compuesto utilizable y produio la primera obra considerable
dedicada en su totalidad a investigaciones microscópicas, la
Micrografía.
Las lupas de aumento son un invento ancestral que
puede retrotraerse al uso por parte de Ptolomeo de globos
de vidrio llenos. de agua para estudiar la refracción. Sin em-
bargo, la combinación de lentes para aumentar los ob¡etos
leianos o diminutos sólo aparece en Holanda a principios
del siglo XVII, siendo probable la existencia de modelos
italianos anteriores, pues Porta menciona uno en la segunda
edición de su Magia natural (1589). Con todo, el primer mo-
delo efectivo fue el desarrollado por G. Galilei poco después
de la construcción de su telescopio en 1609, no siendo sino
uno de sus telescopios con una aisiancia de traba¡o muy corta
(y un tubo 111uy largo). Según su discípulo Viviani, en 1612
lo mostró a varias personas. A partir de ahí, se extendió su
conocimiento con rapidez, pues en 1620, cuando aún no se
había publicado nada, Bacon menciona en su ~ovum or-
ganum
«esas lentes recientemente descubiertas que muestran las mi-
nucias latentes e invisibles de los cuerpos, así como sus mo-
vimientos y estructuras ocultos, mediante un gran aumento
de las imágenes» 96.
INTRODUCCIÓN 49

Los instrumentos primitivos presentaban tres corta-


pisas a la hora de ofrecer magn#icaciones interesantes. En
primer lugar, estaban las imperfecciones de los vidrios y la
dificultad de tallado y pulimentación según figuras regula-
res. En segundo lugar, la aberración esférica (los rayos que
pasan próximos al borde de una lente positiva convergen
antes que los que pasan hacia el centro) obligaba a trabajar
con la parte central de la lente, donde la diferencia con la
superficie hiperbólica era mínima, pues ya Descartes había
mostrado que en esta curva las refracciones confluyen en
un único foco. En tercer lugar, la aberración cromática (de-
rivada del distinto índice de refracción para distintas longi-
tudes de onda) constituía un probtema muy serio para aper-
turas y aumentos grandes. La primera cortapisa podía
subsanarse gracias a la extrema habilidad manual de algunos
experimentadores como Huygens y Leeuwenhoek, quienes
trabajaban a mano sus cristales según superficies esféricas.
Había ·diferentes diseños de máquinas para tallar vidrios se-
gún diversas curvas teóricas, como los de C. Wren, R. Hooke
o I. Newton; pero resultaban impracticables, de manera que
el trabajo sigui6 haciéndose mant1almente con la ayuda de
algunas herramientas simples. Los· problemas de la aberra-
ción se minimizaban un tanto merced al empleo drástico de
diafragmas, pero ello afectaba seriamente a la luminoslJad,
razón .por la cual los microscopios compuestos no alcanzaron
la mayoría de edad hasta comienzos del siglo XIX, cuando
incorporaron dos desarrollos. En primer lugar, las lentes acro-
máticas que combinaban componentes positivos y negativos
de diverso poder de dispersión. Estas lentes, descubiertas por
Chester Moor Hall y producidas por]. Dollon en 1758 para
telescopios, no se pudieron aplicar a los pequeños compo-
nentes de los microscopios hasta que en la primera década
del siglo XIX comenzó a manufacturar/os en Holanda Van
Deijl. Finalmente, en 1830, ]. ]. Lister dio con la solución
para la aberración esférica mediante dos lentes acromáticas
separadas por una diferencia crítica. Hasta esta época, los
mejores resultados en magnificación útil se obtuvieron con
microscopios simples, más difíciles de manejar que los com-
puestos pero con una imagen más clara '11. A. van Leeuwen-
hoek alcanzó con ellos aumentos próximos a JOOX y una
50 INTRODUCCIÓN

resolución de 0,1 µ,mientras que los compuestos de Hooke


no pasaban de una resolución de 10 µy un aumento máximo
de 150X.
A mediados del siglo XVII, cuando Hooke se ocupa
de estas cuestiones, la teoría óptica y la técnica de cons-
trucción, de lentes habían alcanzado momentáneamente los lí-
mites de su desarrollo, por lo que en esas condiciones las
dificultades se centraban en el diseño mecánico del aparato,
en la construcción del tubo y montaje centrado de lentes,
sobre todo con mecanismos de enfoque a rosca, en la fabrica-
ción de soportes adecuados, así como de portaobjetos y siste-
mas de iluminación. La habilidad de Hooke en este terreno
queda de manifiesto por haber sido el primero capaz de cons-
truir microscopios compuestos aceptables para el trabajo cien-
tífico y que se tomaron de modelo para los posteriores 98 •
Pasando ahora al uso del microscopio en la época,
veremos que a pesar de su rápida aceptación, durante medio
siglo no produjo ningún libro importante conteniendo inves-
tigaciones realizadas con él. Aparte de las dudosas sugeren-
cias de que T. Molfett se hubiese serviáo de alguna ayuda
óptica en la realización de las ilustraciones de su obra lnsec-
torum sive minimorum Animalium Theatrum (publicada pós-
tumamente en Londres en 1634, treinta años después de la
muerte del autor), la primera publicación microscopista es
de 1625, el Apiarium, donde F. Stelluti presentó un.a her-
mosa lámina que representa abejas y sus disjecta membra
en varias posiciones. En 1644 Gioanbatista Odierna publicó
en un discurso ilustrado treinta y cuatro observaciones sobre
el ojo de la mosca, y en 1646, F. Fontana incluyó cuatro
páginas sobre artrópodos en sus Nuevas observaciones de
las cosas del cielo y la tierra. En 1661, M. Malpighi publicó
dos breves cartas, De pulmonibus, de considerable interés
anatómico y, ya después de la Micrografía, sus estudios sobre
Bombyx (1669) y su impresionante Anatome plantarum
(1675-1679). Éstas, junto con las obras de F. Redi, Espe-
rienze intorno a!la generazione degli insetti (1668) y las
Osservazioni intorno agli animali viventi che si trovano negli
·animali viventi (1684), constituyen el clímax de la ciencia
microscopista italiana, la verdadera patria del microscopio
científico, pues, por ejemplo, muchas de las estructuras des-
INTRODUCCIÓN 51

critas por Malpighi no se volvieron a identificar hasta el


presente siglo.
Antes de la publicación de la Micrografía, cabe citar
también el apéndice del francés Pierre Borel a su obra De
vero telescopii inventore ... accesit etiam centuria observatio-
num microscopicarum (La Haya, 1655), en el que se descri-
ben cien observaciones sobre plantas e invertebrados, o in-
sectos, como se denominaban en la época genéricamente los
artrópodos y cualesquiera animalejos de parejo jaez.
Es fácil ver que la mayoría de· tas observaciones con-
tinentales versaban acerca de anatomía e invertebrados, con
alguna divagación hacia los vegetales. El microscopio era
una herramienta del naturalista de orientación biológica. Lo
mismo cabe decir de A. Kircher y tantos otros curiosos aficio-
nados, no menos que de la importante escuela holandesa,
comparable a la italiana aunque desarrollada después de la
Micrografía. C. Huygens observó a partir de 1678 protozoos
J rotíferos; ]. Swammerdam investigó la metamorfosis de
los insectos, y sobre todo A. van Leeuwenhoek descubtió
con su técnica microscopista todo tipo de protozoos y es-
permatozoos.
Si p_asamos ahora a Inglaterra podemos percibir una
variación en el patrón biológico general. A finales de 1663,
H. Power publicó su Experimental Philosophy en tres par-
tes. La primera consta de cincuenta y una observaciones mi-
croscópicas, la inmensa mayoría de las cuales (treinta y una)
versan acerca de invertebrados (casi todos insectos y arác-
nidos), nueve versan acerca de materia vegetal y ocho sobre
material inorgánico 99• Algo muy interesante··del libro de
Power es que su uso del microscopio está más al servicio
de la física que de la biología, pues según promete en el
Prefacio~ los instrumentos ópticos pueden ponernos ante la
vista las partículas últimas de la materia, resolviendo pro-
blemas filosóficos pendientes entre atomistas y cartesianos
acerca de. la. indivisibilidad de las partículas fundamentales.
Asimismo expresa su confianza en que el progreso óptico per-
mitirá ver en breve los efluvios magnéticos, las partículas
de luz solar o los glóbulos de éter, las partículas de aire
con su estructura de resorte, etc. «Sin esas ayudas mecánicas,
52 INTRODUCCIÓN

resume Power, los me;ores filósofos no resultan ser más


que conieturadores vanos» 100 •
Esta parte primera de la Experimental Philosophy
es un antecedente inmediato de la obra de Hooke, tanto por
lo que -atañe al contenido de las observaciones (algo más
de un cuarto de las sesenta observaciones de Hooke tocan
materiales tratados por Power), como sobre todo por el en-
foque filosófico-natural más que biológico. Pero tanto por
la extensión como por la profundidad de los desarrollos teó-
ricos que envuelven las observaciones, no menos que por el
impacto visual de las ilustraciones 101 , la Micrografía eclipsó
con todo derecho a su antecesora inglesa.
Tanto Hooke como· Power traba¡aron casi al mismo
· tiempo en un ambiente similar. Power comenzó un año antes
que Hooke y publicó asimismo un año antes. Ambos eran
cartesianos y miembros de la Sociedad Real. Sin embargo,
~us relaciones con la institución fueron muy distintas. Power
realizó sus traba¡os al margen de ella, limitándose a exponer-
los allí a mediados de 1663, momento en que Hooke se
encontró con él. Por el contrario, la influencia de la Socie-
dad Real sobre la obra de Hooke, como señalamos, fue enor-
·me y de evaluación complicada, pues por una parte le impuso
la ·continuidad y perseverancia de que él usualmente carecía,
mientras que por otra, le impuso un formato metodológico
que Hooke no aprobaba. Nos detendremos un ·momento en
el origen y génesis de la Micrografía.
Según cuenta Sprat en la History of the Royal So-
ciety of London (1667), Ch. Wren «fue el primero que in-
ventó hacer dibu¡os mediante lentes microscópicas» un. Al
tiempo que se olvida el chauvinisme de seme;ante aserto, se
recordará que Wren era de la misma generación que Hooke,
amigo suyo y en muchos aspectos de biografía similar. Am-
bos pasaron por la W estminster School primero y por Oxford
luego, perteneciendo al círculo de Wilkins; ambos fueron
profesores del Gresham College y encargados de la recons-
trucción de Londres tras el incendio. Asimismo ambos tra-
bajaron con frecuencia en los mismos· programas, como en
la búsqueda de una norma universal, el desarrollo de instru-
mentos de registro automático de fenómenos meteorológicos,
el estudio de los impactos, etc. También es destacable la
INTRODUCCIÓN 53

facilidad de ambos para el dibujo, una habilidad crucial para


dibuiar parásitos al microscopio. C. W ren no sólo ayucló a
Thomas Willis en la preparación de su Cerebri anatome
(1664), sino que además dibujó las ilustraciones. Posible-
mente cuando estaba en Oxford, Wilkins lo instigó a observar
y dibujar insectos, por lo que es natural que su compañero
de edad e intereses, Hooke, estuviese al corriente. En algún
momento entre mayo de 1660 y mayo de 1661, Wren pre-
sentó al rey un porta/olio de dibujos de invertebrados que,
según cuenta Hooke al final del Prefacio de la Micrografía,
se conservaban en la colección de rarezas del gabinete real.
Antes de que Hooke entrase en la Sociedad Real a finales
de 1662 como encargado de experimento-s, C. W ren se
trasladó a Oxford como profesor Saviliano de astronomía.
El 8 de mayo de 1661, cuando la Sociedad apenas tenía
medio año de existencia, se propuso que se escribiera a
Wren para
«encargarle en nombre del rey que hiciera un globo de la
luna y asimismo que continuase la descripción de diversos
insectos que había iniciado» 103.

El encargado de escribir fue Robert Moray, miembro de la


Sociedad Real y del Consejo Privado del rey, haciéndolo el
17 de mayo 104 • Para entonces C. Wren debía de estar harto
·de jugar con piojos y lentes, interesándose más por sus tra-
bajos astronómicos, especialmente la confección de un mapa
y globo lunares. Por ese motivo debió de escribir a .Moray
pídiindole que apartara de él ese cáliz, pues el 13 de agosto
del mismo año Moray le contesta diciéndole que, de acuerdo
con sus deseos de verse librado de la tarea, ha convencido
a[ rey de que l_a ordene a otro, haGiendo persuadido asimismo
a Hooke para que aceptase el cargo 105 • No sé muy bien
cuándo puso manos a la obra, pero cabe la posibilidad de
IJUe fuesen suyos los dibujos que presentó Wilkins a la
Sociedad Real el 20 de noviembre de 1661 11>6.
Con todo, la retirada de W ren no se tomó como
algo. definitivo, pues todavía el 24 de junio de 1663 el trío
Wren, Wilkins y Hooke formó una comisión para empren-
der observaciones microscópicas bajo el acicate de las presen-
tadas por H. Power 107, el cual anuncia al final de la parte
54 INTRODUCCIÓN

microscópica de su libro 108 que pronto saldrán a la luz los


grabados y dibujos de Wren y Hooke a gran escala. Sin
embargo está claro que W ren se había desligado de estas
tareas y que los dibujos que se fueron presentando en las se-
siones de la Sociedad Real eran exclusivamente de Hooke tll'J.
Veamos cómo fue.
El 25 de marzo de 1663 Hooke debía de llevar ya
algún tiempo dedicándose a las observaciones microscópicas
de manera satisfactoria, pues en la sesión de la Sociedad Real
de ese día se le encargó «que prosiga» con ellas, especifican-
do que es para publicarlas 110, con lo que la realización de
un libro de láminas aparece claramente como un encargo de
la Sociedad para dar satisfacción al capricho del rey. Una
semana más tarde se reitera el encargo, pidiéndole «traer a
cada sesión al menos una observación microscópica» 111 •
Hooke cumplió adecuadamente con su trabajo, pues
desde el 8 de abril hasta el 17 de junio (la sesión anterior d
aquélla en que Power expuso sus traba¡os), presentó casi
semanalmente un total de no menos de dieciséis dibt1jos de
observaciones microscópicas. La notici.t del inminente libro
de Power debió de causar algún desconcierto en los planes
de Hooke y la Sociedad, pues se detuvo el trabajo. Final-
mente, el 6 de julio se reunió el Consejo d{! la Sociedad
para preparar «el entretenimiento del rey». quien gustaba
de recibir a sus científicos en Whitehall para pasar el rato.
Ese día se le encargó de nuevo a Hooke que «mostrase sus
observaciones microscópicas en un elegante -libro que habrá
de suministrar a ese fin m. El 8 de julio Hooke volvió a la
tarea, presentando hasta final de año unas -veintiseis obser-
vaciones, casi todas ellas incluidas finalmente en el libro 113 •
Aunque siguió recibiendo encargos ocasionales, como
mirar un pelo de elefante y cosas por el estilo, la fase de
recogida de material terminó con el año 1663. A partir de
entonces Hooke se entregó a escribir el texto de las obser-
vaciones. Una vez más, la Sociedad hizo sentir su mano di-
rectora y organizadora sobre el trabajo del curator, pues
el 23 de marzo de 1664.
«Se orden6 que el Sr. Hooke presentase en cada reuni6n de
la Sociedad uno de sus discursos microscópicos a fin de que
INTRODUCCIÓN 55

se impriman por orden de la Sociedad, así como que se nom-


bren diversas comisiones para el examen y meiora de diversos
temas filosóficos» 114.

Todavía el 22 de junio leemos:

«Al mencionarse que, en caso de que las observaciones mi-


croscópicas del Sr. Hooke hayan de imprimirse por orden de
la Sociedad, deberían ser repasadas y examinadas por algunos
miembros de la Sociedad, se expresó el deseo de que el Lord
vizconde Brouncker emprendiese dicho repaso, pasando el ma-
nuscrito una vez examinado a aquél de la Sociedad que esti-
mase conveniente» us.

Parece que para finales de junio estaban ya termina-


dos los dibujos y el texto del libro, postergándose medio año
la publicación a fin de que la Sociedad, que tenía al libro
como cosa propia, pudiese ejercer censura sobre el mismo. La
terminación .del libro para mediados de 1664 se desprende
también de que las observaciones hechas desde entonces ya
no tienen cabida en el libro, excepción hecha de las de la
luna (Observación 60) que son de octubre. La novedad y
audacia de las doctrinas erigidas por Hooke sobre las débiles
patas de aquellas moscas debieron de sorprender a los diri-
gentes de la Soeiedad, quienes debían contar con una historia
natural en imágenes conteniendo las aparentemente inocuas
observaciones naturalistas presentadas en las sesiones del
año anterior. Ciertamente le hicieron cambiar algunas cosas,
aunque no sabemos cuántas. Por ejemplo, el 24 de agos-
to de 1664,

«Se leyó un manuscrito del Sr. Hooke relativo a las petrifi·


caciones, pensado por él como parte de su libro microsco-
pista entonces en prensa. La Sociedad aprobó la modestia
empleada en sus afirmaciones, aunque le recomendó omitir
lo que había comunicado acerca de los fines de dichas petri-
ficaciones» 116.

Finalmente, el 23 de noviembre de 1664, un mes después de


que la obra estuviera impresa 117, el presidente Brouncker
firmó _la licencia, no sin exigir

«que el Sr. Hooke dé noticia en la dedicatoria de dicha obra


a la Sociedad de que, aunque le hayan dado licencia, con
56 INTRODUCCIÓN

todo, ellos no tienen teoría alguna ni se ha de pensar que


así sea; y de que las diversas hipótesis y teorías expuestas allí
por él no se dan como certezas, sino como conieturas, y que
no pretende en absoluto imponerlas o exponerlas al mundo
como la opinión de la Sociedad» 11s.

Cumplidos estos trámites, la Micrografía salió a la


luz para el año nuevo. Samuel Pepys no pudo resistir la
tentación de comprar un ejemplar cuando el día 2 de enero
de 1665 vio lo hermosa que era la- obra, tal y como nos
cuenta en su diario. Sin embargo no se acusa recibo de ella
en las actas de sesiones de la Sociedad, como era usual con
los libros de otros miembros.
Si reparamos ahora en la obra misma, podremos per-
cibir una diferencia notable entre su estructura superficial y
su estructura profunda. Aparentemente se trata de una co-
lección de sesenta observaciones inocuas, como las de Pvwer
o tantos otros, sobre unas cuanti;zs guarrerías: ácaros, piojos,
plumas, pelos, patas de mosca, etc. Todo ello se compadecía
bien con las dichosas historias natural.es, siendo eso lo que la
Sociedad Real esperaba pero no encontró. La Sociedad había
contado inicialmente con publicar unas láminas de dibujos
tal vez acompañadas de algunos pies modestos y contenidos.
Pero después, como señala el propio Hooke,
«les be añadido algunas descripciones y algunas con;eturas
propias mías, por lo que, ;unto con vuestra aceptación, he de
solicitar también vuestro perdón, dado que las reglas que os
habéis impuesto a vosotros mismos parecen las me;ores que
nunca se hayan puesto en práctica; en especial la de evitar
el dogmatismo y el abrazar cualquier hipótesis que no esté su-
ficientemente fundada y confirmada por experimentos» 119.

Las hipótesis de Hooke en este tratado son las rela-


tivas a su visión mecánica de la naturaleza como una vasta
composición de partículas vibrantes, capaces de explicar to-
dos los seres de cualquier nivel de complejidad. Si Hooke
hubiese escrito un tratado sistemático de filosofía natural, se
hubiera encontrado con numerosas brechas en sus argumen-
taciones, viéndose obligado por falta de experimentos a dar
pasos excesivamente conjeturales, lo que lo hubiera hecho
incurrir en la física imaginada y plausible de tipo cartesiano.
INTRODUCCIÓN 57

El carácter discreto de un con;unto de observaciones y ex-


perimentos le permite en cambio exponer sus doctrinas más
firmes sobre temas puntuales, de;ando las conexiones insi-
nuadas por la propia ordenación de los materiales, haciendo
tolerables las discontinuidades y digresiones. Con todo, existe
un orden latente que explicitamos a continuación.
En primer lugar están las cinco Observaciones ini-
ciales, que versan sobre ob¡etos manufacturados, como agu-
;as, trazos de tinta, el filo de una nava;a y diversas telas.
Esta introducción despierta propagandísticamente el interés
del lector que ve el inquietdnte aspecto que ofrecen sus
objetos más familiares, a la vez que representa un fácil co-
mienzo para quien quiera familiarizarse con las investiga-
ciones microscópicas. Puesto que los ob¡etos artificiales son
los más simples y faltos de complejidad, procuran un buen
entrenamiento para proceder luego a empresas más difí-
ciles 120 •
En segundo lugar vienen las Observaciones VI y VII
con las que comienza propiamente el ascenso por la escala
de la naturaleza. En la primera de ellas se trata acerca de la
constitución básica de la naturaleza a base de partícu[aJ vi-
brantes, tal y como exponíamos en la sección anterior. La
universalidad de dicho mecanismo vibratorio se fundamenta
señalando
«que las parles de todos los cuerpos vibran por muy sólidos
que sean, no creo que precise de ulterior prueba que el hecho
de que todos los cuerpos poseen en sí algunos grados de ca-
lor, no habiéndose encontrado ninguna cosa perfectamente
fría» 121.

Como se recordará, uno de los primeros efectos de esta vi-


bración y las congruencias e incongruencias que produce es
el principio de globulación que explica desde la formación
de las gotas hasta la gravedad de los planetas (revelada por
su forma globular). Estas congruencias explican también las
interacciones de la luz y la materia, las fuentes y las diso-
luciones, el calor, la condensación y la refracción, la fluidez
y la firmeza, la opacidad y transparencia, etc. 122 • En la Ob-
servación VII se examina a continuación un caso particular
relativo a la condensación y rarefacción por el calor y la
58 INTRODUCCIÓN

constitución elástica de los cuerpos como el vidrio templado,


en función de la fiiación de partes fluidas vibrantes.
En tercer lugar, las Observaciones VII, IX y X se
ocupan del fenómeno del fuego, la luz y los colores, apli-
cando los principios de globulación de la materia y sobre
todo extendiendo, el estudio experimental a fenómenos cro-
máticos, lo que permite explicar su naturaleza en términos
de corpúsculos vibrantes de éter. Este general recurso a vi-
braciones permite captar inmediatamente el carácter perió-
dico de los fenómenos de los colores en láminas finas 123 •
En cuarto lugar, las Observaciones de la XI a la
XV resultan cruciales en el plan de generar los diversos
tipos de seres naturales a partir de principios mecánicos.
Estas Observaciones se ocupan del reino inorgánico y están
orientadas, en medio de múltiples digresiones y detalles, a
mostrar cómo la constitución cristalina de los especímenes
del reino mineral no es sino la organización espacial con-
gruente de las partículas globulares cuando se fiian a partir
del ertado de flttido en vibración. Así, en la Observación XIII
se a¡ilican los principios de congruencia y globulación a dar
cuenta de cómo se forman las estructuras cristalinas de los
.Wlidos de manera geométrica y mecánica mediante una hipó-
·tesis ingeniosa. En este terreno «nos encontramos nada me-
nos que con las matemáticas de la naturaleza» que nos han
de gui4r
«un paso más adelante en el laberinto de la naturaleza, por
el camino recto hacia el fin que nos proponemos en todas las
investigaciones filosóficas, de manera que, sabiendo cuál es la
forma de los cuerpos inanimados y minerales, seamos más ca-
paces de proceder en nuestra siguiente investigación acerca de
las formas de los cuerpos vegetales y finalmente de los ani-
males, que parecen constituir el escalón superior del conoci-
miento natural de que es capaz la mente humana» 124.

El estudio de las formas adoptadas por los líquidos conge-


lados en la siguiente Observación XIV. a11anza en esta di-
rección al constatar la similitud de las estructuras vegetales
de los helechos con la forma, generada geométricamente, de
la orina congelada 125 • La pirámide del conocimiento que parte
de la globulación y agitación, prosigue con la ordenación
INTRODUCCIÓN 59

geométrica y mecánica de los cristales y desemboca en el


«tercer escalón» que no es sino «el simplicísimo principio
de vegetación manifiesto en el moho y en los hongos», de
manera que al modo de los Elementos de Geometría, se pasa
gradualmente de una proposición a otra.
En quinto lugar, las Observaciones XVI, XVII y
XVIII nos introducen ya en el reino vegetal, aunque de una
manera mitigada, pues al ocuparse del carbón vegetal, la
madera fó.sil y el corcho, examina estructuras muertas inter-
medias entre el reino mineral y el vegetal, facilitando así la
transición entre ambos reinos. Ello permite ya eliminar las
explicaciones vitalistas y no mecánicas en términos de «vir-
tudes plásticas», principios activos y organizadores inmateria-
les, ocultos y ad hoc. La negación de tales entidades en la
formación de fósiles anuncia críticas similares en otros ni-
veles superiores de organización biológica, como las aplica-
bles al anima o forma informans 126 • Al final de la ·Observa-
ción XV1II, la posibilidad de una explicación mecánica de
los movimientos de la sensitiva (Mimosa pudica y M. sensi-
tiva) nos pone al borde del siguiente escalón de la o1"ga-
nización de la materia, mostrando la continuidad entre ellos,
cosa que
«parecen argüir con gran probabilidad los fen6menos de las
plantas sensitivas, donde la naturaleza parece realizar diversas
acciones animales con la misma estructura y organizaci6n co-
mún en todos los vegetales» 121.

Viene luego, en sexto lugar, una larga serie de Ob-


servaciones sobre «vegetales» (de la XIX a la XXXI), si-
guiendo un orden de progresiva complejidad de acuerdo con
una sistemática deficiente: hongos, mohos, musgos, espon-
;as, algas (en realidad briozoos marinos) y plantas superiores
(Embryophyta). Los dos primeros tipos, en los que Hooke
no descubre ningún órgano seminal, permiten considerar la
posibilidad de que su producción se deba a una generación
espontánea, que no sería sino una reorganización mecánica
de las estructuras de seres más compleios, liberadas por su
putrefacción 128•
Estas primeras formas vegetales sin semillas son sólo
un paso más allá de las cristalizaciones, constituyendo el
60 INTRODUCCIÓN

«tercer escalón» del que se hablaba al final de la Observa-


ción XN, «el siguiente tras la investigación acerca de la
formación, figuración o cristalización de las sales» y previo a
la dilucidación de la «forma informans de los vegetales».
En efecto, del mismo modo que es difícil entender las cris-
talizaciones sin «la naturaleza y razón de la forma globular»
y la de los hongos sin la de las cristalizaciones, no se enten-
derá la generación seminal de los vegetales sin la de los
hongos. Estos son los pasos de la «escala del entendimiento»
que sigue el método algebraico mencionado al final de la
Observación XIV; pasos muy tenues pero que sumados lle-
van muy leios

«Si, comenzando con la fluidez o cuerpo sin forma, descende-


mos gradualmente hasta alcanZIJT la forma superior del alma
de los brutos, haciendo que los escalones o basamentos de
nuestra investigación sean la fluidez, orbiculacíón, fiiacíón, an·
gularización o cristalización, germinación o ebullición, vegeta-
ción o plantación, animación, sensación, imaginación» 129.

La generación de la_ . primera forma de vida vegetal (Tha-


llophyta) o ebullición es para Hooke «puramente mecáni-
ca» 130• La «forma informans» o «anima» que había atribuido
a los vegetales anteriormente cuando se ocupaba del nivel de
la angulación 131 ha resultado ser f!na expresión fenoménica
para describir unas apariencias que se han reducido paso a
paso a las operaciones mecánicas. Lo mismo ocurre con la
reproducción seminal, plantación 132 • El examen y descripción
de algunos mecanismos de los vegetales superiores, como
las espinas de la ortiga o los movimientos de la arista de la
avena, sirven para realizar la transición al nivel animal, su-
giriendo, por e¡emplo, un mecanismo hidráulico para explicar
la contracción muscular.
En séptimo lugar vienen las Observaciones XXXII
a LVII sobre el reino animal. !As primeras describen diver-
sas partes y dispositivos, como pelos, plumas, agui¡ones,
o;os y patas, alas, rádulas, etc., para pasar a continuación a
describir diversos especímenes de ·insectos, arácnidos y ne-
mátodos (Anguilula aceti). En la Observación XLIII, describe
la metamorfosis del mosquito y discute la generación de los
insectos como una forma de germinación de sus semillas por
INTRODUCCIÓN 61

obra de efluvios y radiaciones desencadenadores de meca-


nismos internos al huevo, a la manera de las trampas para
zorros, en las que el desplazamiento de un hilo produce el
movimiento mecánico del gatillo, la ignición de la pólvora y
el consiguiente magno efecto de magia natural. «En todas
estas acciones, apostilla Hooke, nada hay de invención o
racior.inio atribuible al animal o a la máquina, si no tan
sólo al ingenio del diseñador» 133 •
Finalmente, en octavo lugar, vienen tres Observa-
ciones telescópicas sin mucha conexión con todo lo anterior.
La primera de ellas, la LVIII, desarrolla sus estudios de
la IX sobre la naturaleza y propiedades de la luz, con la
que, atendiendo al contenido, debe leerse como formando
parte de aquélla. El que se incluya aquí una serie de obser-
vaciones telescópicas indica que para Rooke tiene más im-
portancia el carácter filosófico-natural de la obra que el ca-
rácter superficial de historia natural microscopista.
Así, al filo de 1665, salió a la luz una de las obras
científicas más bellas y fascinantes del siglo XVII, en la
que se aunaba un profundo aliento teórico con una depu-
radtJ técnica experimental, una enorme cantidad de datos
nuevos y una fascinante ornamentación gráfica. Sin embar-
go, a pesar de la agudeza de sus doctrinas y observaciones,
así como del atractivo adicional de que su lectura podía
ser emprendida por cualquier amable aficionado 134 , el libro
no pareció tener un gran éxito editorial, a juzgar por el he-
cho de que nunca conoció una segunda edición. Aunque la
obra debió de ser leída por bastantes personas (Newton
sacó de ella muchas notas), sus doctrinas. no despertaron un
interés duradero. Por contraste, las ilustraciones conocieron
gran fortuna y fueron muy reproducidas. Cuando en 1745
(y luego en 1780) se decidió hacer una nueva impresión con
el título de Micrographia Restaurata, la <frestauración» con-
sistió en publicar las planchas eliminando el contenido teó-
rico mediante drásticos resúmenes. La obra tampoco se tra-
dujo al latín u otros idiomas, excepción hecha de una versión
abreviada al alemán de 1667 m. Hasta nuestro siglo no han
aparecido varias reproducciones de esta obra (como la de
Gunther en 1938, la de Dover Publ. de Nueva York en
1961 o la de Culture et Civilisation de Bruselas en 1966),
62 INTRODUCCIÓN

siendo esta que tienes en tus manos, paciente lector, la pri-


mera traducción completa que se hace al español o a cual-
quier otra lengua.
La Micrografía tuvo algunas recensiones. En las
Philosophlcal Transactions apareció un comentario muy com-
pleto, donde se destacaban las aportaciones observacionales,
teóricas e instrumentales, subrayando el aliento mecánico
y matemático de su visión de la naturaleza, no menos que
la gran cantidad de sugerentes problemas abiertos que ofre-
cía 136• El 20 de diciembre del año siguiente, 1666, apareció
una larga crítica en el Journal des S~avans que incluía dos
reproducciones desplegables de las planchas, haciéndose hin-
capié principalmente en las observaciones, con olvido de las
doctrinas. En 1676, J. C. Sturm elogió la obra en su Colle-
gium Experimentale, esperando yo por mi parte que tam-
bién tú, noble lector, encuentres el libro digno de encomio.
LA presente edición se ha hecho a partir de la pri-
mera inglesa, revelación trivial, puesto que acabamos de
decir que nunca hubo otra. La paginación original se indica
entre corchetes. En nuestra traducción hemos corregido
numerosas erratas sin indicarlo, de¡ando. las de las planchas
para no interferir con su diseño. Las planchas, algunas de
las cuales llevan una escala incorporada,· han quedado seve-
ramente reducidas en esta edición española, por lo que se
señala en notas el tamaño original o el aumento del dibu¡o
cuando ello es pertinente. Por lo que respecta a la traduc-
ción, hemos tratado de mantener el estilo original sin mu-
cho éxito. Hooke escribe como ti desease imitar los amplios
períodos latinos, lo cual, dada la falta de con¡ugaciones,
declinaciones y, en general, la sencillez de las estructuras
del inglés, produce efectos similares a los de interpretar a
Mahler con bandurria.
A la hora de preparar esta edición me he visto
obligado a recabar la ayuda de muchas personas, de algunas
de las cuales he abusado sin el menor rebozo. En primer
lugar está la profesora Pilar Soto, que leyó esta introduc-
ción (y parte de las notas), gracias a lo cual no es aún más
insufrible (la introducción, no la profesora Soto). En se-
gundo lugar padecieron también lo indecible con mis con-
sultas Miguel Solís y Sotaleña, del Skating Centre; María J.
INTRODUCCIÓN 63

Pascual, Carmen Gallardo, Marisa Balseiro y Eulalia Pérez


Sedeño. Meior parados salieron por esta vez, aunque no
por ello su ayuda fue menos valiosa, José María Lucas,
Enrique Soto, M. Hunter y Susana Gómez. Mi amiga Viole-
ta Solís escuchó con condescendencia mis explicacianes, dis-
frutó con los grabados y aprendió cosas tan útiles como qué
es el polvo de los ;esuitas o las piedras del rayo.

CARLOS Sods SANTOS

Madrid, mayo 1988


NOTAS A LA INTRODUCCION

1 El 14 de marzo de 1703 en nuestro calendario, promovido


e introducido en 1582 en sustitución del anterior, que había prepa-
rado Sosígenes d año 46 a.C. por orden de Julio César. Habiendo
estimado aquél la longitud del año en 11' 14" más de lo deseable,
a finales del siglo XVI el calendario juliano presentaba un adelanto
de diez días respecto a los astros. Por eso el papa Gregorio XIII,
asistido por C. Clavio y L: "L. Ghiraldi, introdujo las correcciones
pertinentes y un salto adelante de diez días. Con todo, los ingleses
no adoptaron esta mejora papista hasta mediados del XVIII, por lo
_que hasta 1700 las fechas julianas han de adelantarse diez días para
obtener las gregorianas vigentes en el continente. A partir de 1700
han de adelantarse en once, pues ese año no es bisiesto, para corre-
gir el error de algo más de 3/4 de día por siglo, debido al redon-
deo de la longitud del año. Además de esta peculiaridad, el año
inglés comemaba el 25 de marzo y no el primero de enero. En ade-
lante respetaremos las fechas julianas para: el día, pero corregiremos
las del añó, de manera que el 3 de marzo de 1702 lo expresaremos
como 3 de marzo de 1703.
2 Thomas Birch editó en cuatro volúmenes el contenido del
Journal Book, o diario de sesiones de la Sociedad Real entre 1660
y 1687, bajo el título The History of the Royal Society of London,
Londres, 1756-1757. Contamos aquí desde la entrada de Hooke como
curator, en noviembre de 1662.
3 Hay un antecedente anterior que luego se trató de disimu-
lar. Hacia 1645, T. Haak, un alemán del Palatinado con afinidades
parlamentarías, así como con Hartlib y los esquemas comenianos,
había organizado en casa de J. Gorddard .Y en el Gresham unas
reuniones para el fomento de la filosofífl ri!ltural con la usual ex-
clusión de Ja política. A ellas asistían los· consabidos J. Wallis,
J. Wilkins, F. Glisson, C. Merret, G. Ent, etc. Las connotaciones
comeníanas, milenaristas, pansóficas y religiosas de los animadores
66 NOTAS A LA INTRODUCCIÓN

de este grupo no encajaban con los nuevos aires de la Restauración


monárquica de 1660.
4 Véase S. G6mez, A. Milián, C. Moreno y M. J. Pascual,
el.as relaciones internacionales de la Royal Society of London (1660-
1700)», Sylva Clius, 1 (1987): 21-107.
s Por eso no pertenecía T. Hobbes a la Sociedad. Pareciéndole
una niñería impropia de personas maduras andar en tejemanejes con
cachivaches para no sacar ninguna conclusión filosófica, entró en po-
lémica con Boyle, y así se cerró el acceso a la Sociedad Real, a pesar
de que el rey tenía un gran aprecio e interés por él y había enviado
escritos suyos a los simpáticos locos del Gresham (T. Birch, The
History of the Royal Society, vol. 1, 4 de septiembre de 1661,
pág. 42). Sobre otras opiniones similares a las de Hobbes por parte
de los ingenios continentales Leibniz, Huygens y Spinoza, véase Car-
los Solís, Robert Boyle: Física, química y filosofía mecánica, págs. 10
y sig.
6 Véase J. Henry, «Atomism and eschatology: Catholicism and
natural philosophy in the lnterregnu111>, The British Journal for the
History of Science, 15 (1982): 211-239.
7 Por ejemplo, el 19 de noviembre de 1660 se solicita que
ad3 miembro aporte los experimentos que tenga a bien (T. Birch,
TIN History of the Royal Society, vol. I, pág. 7). La escasez de apor-
taciones hace que al cabo de diez meses se monten dos comités para
proponer experimentos (11 de septiembre de 1661, ibid., pág. 45).
Tras medio año, el 2 de marzo de 1662, se pide de nuevo que cada
miembro piense un experimento para la sesión siguiente (ibid., pá-
gina 80).
8 T. Birch, The History of the Royal Society, vol. 1, pág. 123.
9 lbid., pág. 124.
10 Compárese el tratamiento que recibe Hooke en noviembre
y diciembre de 1662 con el que se Je da a partir de mediados de
enero de 1663. Véase T. Birch, op. cit., vol. 1, págs. 177, 179, 182,
194, 197, 198, etc., donde se le ordenan cosas con un par de deseos
expresados entre medias.
11 V.g., con Auzout sobre tallado de lentes para telescopios;
con Hevelius sobre miras telescópicas en los instrumentos astron6-
micos; con Newton sobre la téoría de Ja luz y los colores y sobre
1a· ley inversa del cuadrado para la atracción gravitatoria; con Olden-
borg. por la manera de manejar el problema del cronómetro de re-
sorte de Huygens.
12 Véase Atilano Domínguez (ed.), Spinoza: Co"e1pondencia,
Madrid, Alianza Editorial, 1988, cartas 1, 3, 5, 11, 14, 16, especial-
mente pág. 155, donde, tras la crítica de Spinoza a las demostra-
ciones experimentales de Boyle desde otros experimentos y posicio-
nes doctrinales (págs. 143 y sig.), no renuncia a esconder tamañas
diferencias tras un «no creo yo que en el fondo exista desacuerdo
entre usted y el Sr. Boyle». Sobre Hevelius y Auzout, vide N. S.
Hetherington, The Hevelius-Auzout Controversy, Notes and Records
of the Royal Society, 27 (1972): 103-106.
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN 67

13 T. Bitch, The History of the Royal Society, vol. 1, pág. 10.


14 The Diary of Robert Hooke, ed. por H. W. Robinson y
W. Adams, Londres: Wykeham Publications (London) Ltd., 1968;
10 de junio, 8 y 11 de noviembre de 1675, págs. 192 y sig.
IS Véase H. A. Feisenberg y A. N. L. Munby, citados en el
apartado 11 de 1a· bibliografía, infra, pág. 96. ·
16 J. A. Bennett, «The Mechanic's Philosophy and the Mecha-
nical Philosophyi., History of Science, 24 (1986): 1-28.
11 M. Hunter y P. Wood, «Towards Solomon's House: Rival
Strategies for Reforming the Early Royal Society>, History_ of
Science, 24 (1986): 49-108.
18 J. A. Bennett, «Cosmology and the Magnetical Philoso-
phyi., Journal for the History of Astronomy, 12 (1981): 165-177;
pág. 171.
19 T. Birch, History of the Royal Society, vol. 1, pág. 2.
M. Purver, The Royal Society: Concept and Creation, Londres,
Routledge and Kegan Paul, 1967, págs. 161-182. ·
211 Lectures of Light, 1680, en R. Waller (ed.), The Posthu-
mous Works of Robert Hooke, Londres, 1705, pág. 73.
. 21 British Museum Library Ms. Sloane, 1039, f. 114r; cit. en
· P. J. Pugliese, T~ Scientific Achievement of Robert Hooke: Method
.and Mechanics, Harvard University Ph. D. Thesis, 1982, 2 vols.;
vol. 1, pág. 265. (l!sta es sin duda la mejor obra sobre Robert
Hookc, tanto en .conjunto come en numerosos temas parciales.) El
fallo de los matemáticos a que alude Hooke es el de suponer que
no se da una interpenetración de los metales aleados y por ende
una densidad distinta de la combinada de los componentes. Hooke
realizó varios experimentos al respecto. · ·
22 Novum organum, 1620, libro 1, aforismo 130; ed. de Mi-
guel Angel Granada, La gran restauraci6n, Madrid, Alianza Edito-
rial, 1985, págs. 185 y sig., y nota 94.
23 lbid., libro 11, aforismo 20; edición española citada en la
nota anterior, pág. 232.
24 lbid., libro 11, aforismo 21; págs. 239 y sig.
2S Una de las tareas de la Sociedad Real, por ejemplo, era
preparar cuestionarios para los marinos a fin de comprobar las his-
torias asombrosas narradas acerca de lugares exóticos. Hooke par-
ticipó en la tarea de preparar varios proyectos al respecto.
26 M. Hunter y P. Wood, op. cit. en la nota 17, especialmen-
te las págs. 59, 66 y sig.
21 P. J. Pugliese, op. cit. en la nota 21, cap. 1, págs. 111 y
siguientes.
28 Esto es, Un esquema o idea general del actual estado de
la filosofía natural y de c6mo se pueden remediar sus defectos me-
diante un procedimiento met6dico en la realización de experimen-
tos y en la recolecci6n de observaciones, mt;rced al cual compilar
una historia natural cqmo base sólida para la superestructura de la
verdadera filosofía. R. Waller (ed.), The Posthumous Works of Ro-
bert Hooke, págs. 1-70.
68 NOTAS A LA INTRODUCCIÓN

29 Bacon dedica a ello una de las instancias prerrogativas, las


de la puerta o acceso. Novum organum, libro II, aforismo 39; tra-
ducción española citada en la nota 22, págs. 291-293. Vide infra el
comienzo del apartado 3, pág. 48.
30 lbid., libro I, aforismo 130; trad. cit., págs. 185 y sig.
31 R. Waller (ed.), The Posthumous Works, pág. 19.
32 «S6lo queda un remedio (dice en el proemio a La gran
restauración, trad. cit., pág. 40): comenzar enteramente de nuevo.»
E insiste en el prefacio (ibid., pág. 57): «nosotros, en un casto y
perpetuo contacto con las cosas, no hemos apartado el entendi-
miento de ellas».
33 T. Birch, «The Life of the Honourable Robert Boyle», en
The Works of the Honourable Robert Boyle, Londres, 1772, 6 vols.;
vol. 1, pág. lv.
34 Loe. cit. en la nota 31.
35 lbid.
36 «A Discourse of Earthquakes», en R. Waller (ed.), The
Posthumous Works, pág. 280.
n La reducción de las observaciones a número y medida no
es algo dado e inmediato, sino que es resultado de una interpre-
tación geométrica por parte del entendimiento, «sin la cual todos
los objetos y fenómenos de los sentidos están muertos e inactivos,
careciendo de significado y siendo falaces», Cambridge Trinity Col-
lege Ms. O. lla. ¡t4H; cit. en J. C. Kassler y D. R. Oldroyd, Ro-
bert Hooke's Trinity College 'Musilc Scripts', bis Music Theory and
the Role of Music in bis Cosmology, Annals of Scitnce, 40 (1983):
559-595. El apartado 4 de este artículo muestra convincentemente
que la originalidad metodológica de Hooke respecto a Bacon deri-
va de su convicción cartesiano-galileana de que Dios creó el mundo
según reglas matemáticas y que desde entonces la naturaleza actúa
regular y geométricamente.
38 El análisis de lo que Hooke podía tener en mente, así
como su relación con los lenguajes artificiales perfectos de Wilkins
y Leibniz, ha sido realizado por P. J. Pugliese en la obra citada en
la nota 21, cap. 11. Recuérdese asimismo que Hooke y T. Haak
solían verse al menos una vez por semana, manteniendo ambos un
persistente interés en el viejo sueño comeniano del lenguaje uni-
versal.
39 Cf. el tan citado aforismo 130 del libro 1 del Novum
organum, trad. española, págs. 185 y sig.
40 Robert William Theodore Gunther, Early Science in Ox-
ford, citado en el apartado II de la Bibliografía; vol. VIII, pág. A5
(antes del comienzo de la paginación arábiga).
41 R. Waller (ed.) The Posthumous Works, págs. 329-345;
especialmente 329-331.
42 lbül., pág. 329.
4.J lbid., págs. 329 y sig.
44 lbid., pág. 330.
45 Novum organum, libro II, aforismo 20; trad. cit., pág. 232.
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN 69

46 The Posthumous Works, pág. 331.


47 Vide la nota 26.
48 Cf. Cambridge Trinity C.Ollege Ms. O. lla. 11~ cit. en
op. cit. en la nota 37, pág. 588.
49 Según los autores de la op. cit. en la nota 37, pág. 587,
Hooke apuntaba que aunque en Bacon hubiese una falta de demos-
traciones geométricas obvia, con todo habría reconocido la impor-
tancia de las matemáticas en «física, metafísica, mecánica y magia
natural». Afirmaba que los tipos de movimientos señalados por
Bacon en el Novum organum se podían «compulsar y determinar»
matemáticamente.
so Puede decirse que T. Hobbes fue el único filósofo explí-
cita y plenamente mecanicista de las islas, pues todos los demás
aceptaban con mayor o menor ambigüedad una ontología que ade-
más de materia incluía fuerzas o principios de actividad, ya fuesen
intrínsecos a la materia o espirituales y ajenos a ella. Hooke, aparte
de científico experimental, no era un filósofo de la talla de Des-
cartes, Hobbes o Leibniz, y no desarrolla explícitamente una filo-
sofía general como ellos.
51 Véase infra, pág. 42 y nota 72, el posible origen de esta
idea en Hobbes. Sin embargo, Hooke nunca reconoció influencia
alguna de Hobbes sobre ningún tema. Recuérdese que Hobbes es-
taba malquisto - con Boyle (supra, nota 5) y que su deísmo era
considerado sinónimo de ateísmo.
52 Véase Ja carta a B. Spinoza del 28 del IV de 1665 en
Atilano Domínguez (ed.), Spinoza: Correspondencia, Madrid, Alian-
za Editorial, S. A., 1988, pág. 219.
53 R. Waller (ed.), The Posthumous Works, págs. 71-148,
149-192. Las Lectures of Light (págs. 71-148} oontienen siete confe-
rencias, seis de ellas pronunciadas entre comienzos de 1680 y abril-
mayo de 1682; la séptima no está fechada. A Discours of the Na-
ture of Comets incluye una conferencia pronunciada en la Sociedad
Real a principios de octubre de 1682 y un tratado sobre la grave-
dad adjuntado por Waller. Van seguidos de una conferencia sobre
Ja luz (págs. 186-190) y dos breves páginas sobre gravedad (pági-
na 191) y magnetismo (pág. 192).
54 John Henry, Matter in Motion: The Problem of Activity
in Seventeenth-Century English Matter Theory, Open University
Ph. D. Thesis, 1983.
55 Para el que Dios es una pieza más filosófica que religiosa,
rechazando su intervención en el mundo y en Ja ·historia humana,
así como la revelación y el culto externo. Era tenido por una forma
solapada de ateísmo.
56 Newton estaba especialmente interesado en negar el prin-
cipio de la conservación del movimiento a fin de asegurar !a pre-
sencia de Dios, creyendo que Descartes había ingeniado su sistema
con el propósito de instaurar el ateísmo; Ms. Keynes, 132; cf. tam-
bién C. Solís, Leche para los niños, ºpernil de oso para Mr. New-
ton, Revista de Occidente, 68 (1987): 51-66.
70 NOTAS A LA INTRODUCCIÓN

51 The Christian Virtuoso, cit. en D. Kubrin, Newton and


the Cyclical Cosmos, Journal of the History of Ideas, 28 (1967):
325-346, pág. 327 n.
58 R. Waller, The Posthumous Works, págs. 171.
59 Ya en 1668 Hooke se propuso estudiar la conservación
del movimiento en los impactos mediante tres bolas de madera
suspendidas. El 12 de noviembre de 1668 se le orden6 en la So.
ciedad Real que pensase otros experimentos para desarrollar su «hi·
p6tesis del movimiento, según la cual ningún movimiento muere
ni ningún movimiento se produce de nuevo» (T. Birch, The His-
tory of the Royal Society, vol. II, pág. 320; el subrayado es mfo).
Esto es, como en Descartes, no hay fuerzas que produzcan nuevo
movimiento.
60 R. Waller, Tbe Posthumous Works, pág. 172; los subra-
yados son míos. l14ás adelante (pág. 173) explicita aún más que la
cantidad de movimiento de un cuerpo puede variarse, «Y aun el
cuerpo, como tal cuerpo, permanecer inalterado y el mismo, pu-
diendo moverse con movimientos infinitamente lentos hasta que
pierda todo su movimiento, permaneciendo completamente en reposo
e inalterable en posición respecto a los cuerpos contiguos». Si el
movimiento de un cuerpo puede reducirse a cero, no se puede
afirmar que sea una propiedad esencial, innata y definitoria de la
materia (cf. la pág. 177, donde tal cosa se niega explícitamente),
con lo que se elimina la concepción del mismo como un principio .
o fuerza ínsito a la materia. Dada su conservación global, la única
causa originaria es Dios.
61 lbid., pág. 172.
62 lbid., págs. 175. Hooke desarrolló una gran afición a in-
terpretar en términos de sus doctrinas científicas los relatos míti-
cos, sean las Metamorfosis de Ovidio, el· T imeo de Platón, el Pe-
riplo de Hannon o la Biblia. Véase The Posthumous Works, pá-
ginas 371-416; véase también Cutlerian Lectures, pág. 368, donde,
hablando del origen de las fuentes en la lluvia y no en la succión
subterránea, alude a las aguas superiores de la Biblia (Génesis, I, 6).
63 Lo cual, en mi opinión, ha desconcertado un tanto a
J. Henry, op. cito; en la nota 54.
64 Principios inmateriales que rigen los cuerpos. Tras su des-
cubrimiento de Descartes hacia 1647, H. More se percató gracias
a T. Hobbes de los peligros «ateos» del mecanicismo, por lo que
en su Antídoto contra el ateísmo (1652) subrayó los fenómenos no
explicables mecánicamente, invocando un espíritu del mundo. Esta
tendencia la llevó tan lejos como para atacar en Enchiridion Meta-
physicum (1671) las explicaciones hidrostáticas de Boyle, aduciendo
que los fenómenos mercuriales dependían de principios hilárquicos
espirituales.
Hooke llama principio hilárquico al movimiento en The
Posthumous Works, pág. 172.
65 Las críticas son numerosas en distintas épocas. V. g.: A Ge-
neral Scheme (1668), en The Posthumous Works, págs. 9-10, donde,
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN 71

entre los ídolos de la caverna, menciona la deformación profesional


de algunos teólogos al mezclar filosofía y teología, espíritus y agen-
tes inmateriales. Véase también Of Comets, ibid., pág. 177, donde,
entre las quimeras y ficciones imaginadas por la gente como causa de
la gravedad, cita los principios bilárquicos y la idea de una cua-
lidad innata. El ataque más devastador al Encbiridion de More se
encuentra en l.Ampas (1677) (Gunther, VII: 182-195), donde ri-
diculiza la pretensión de More de negar el peso de los fluidos en
los fenómenos pneumáticos y atacar la doctrina de los colores de la
Micrografía para introducir sus principios hilárquicos.
66 Designa así a la gravedad en la reunión de la Sociedad
Real del 21 de marzo de 1666 (Birch, History of tbe Royal So-
ciety, vol. 11, pág. 70), cuando en la Micrografía (1665), pág. [22]
la había explicado mecánicamente. Mas tarde, en los años ochenta,
conviven designaciones de la gravedad como principio activo (v. gr.,
T he Postbumous W orks, pág. 166) con el ensayo de modelos me-
cánicos (ibid., págs. 184 y sig.). El uso de estas expresiones en las
conferencias sobre la luz (ibid., págs. 96-97, donde habla de la luz
en términos más o menos estoicos como lo que cohesiona el mun-
do) ha llevado a J. Henry (op. cit., en la nota 54) a considerar
a Hooke un mecanicista incongruente.
67 lnfra, Micrografía, pág. [95], frente a las págs. [133] y
sig. [190], [193] y sig. Véase también infra, apart. 3, págs. 59 y sigs.
68 El peso, que explica la forma globular de los cuerpos ce-
lestes, pero no aún la atracción cósmica que da cuenta de las ór-
bitas planetarias.
69 Micrografía, págs. [22] y sigs.
10 Vide infra, apart. 3, págs. 57 y sig.
11 P. Gouk, The Role of Acoustics and Music Theory in
the Scientific Work of Robert Hooke, Annals of Science, 37 (1980):
573-605, pág. 583; J. C. Kassler y D. R. Oldroyd, cit. en la nota 37,
págs. 587 y sig.
72 Véase la Proposición 1 del Tractatus opticus, publicado
por M. Mersenne en Universae geometriae mixtaque mathematicae
synopsis. Véase asimismo De corpore, en The Englísh Works, 1,
págs. 323 y sig.
.73 Micrografía, pág. [15] y sig.
74 J. C. Kassler y D. R. Oldroyd, op. cit. en la nota 37,
pág. 589.
75 El 15 de enero de 1676 señala en su diario: «A casa de
Sir Ch. Wren. El Dr. Holder y yo conversamos de música [ ... ]
le conté, pero sub sigillo, mi idea del sonido, que no era sino golpes
con un grado determinado de velocidad. Les conté cómo podía
hacer cualquier melodía mediante golpes de martillo [ ... ] Compa-
ré el sonido y la luz, mostrando cómo la luz produce colores del
mismo modo confundiendo los pulsos. Comí pástel, queso, pan,
cerveza y clarete» (H. Robinson y W. Adams, Eds., The Diary of
Robert Hooke, Londres: Wykeham Publ. Ltd., 1968, pág. 211).
El sigilo es quizá excesivo, dado que Galileo había mostrado expe·
72 NOTAS A LA INTRODUCCIÓN

rimentalmente en los Discorsi (1638), págs. 145 y sigs., que los


sonidos estaban producidos por la frecuencia de las vibraciones.
76 Micrografía, págs. [55] y sig., [96] y sig.
77 !bid., pág. [22].
78 T. Birch, The History o/ tbe Royal Society, vol. 1, pág. 176.
79 Véase el escrito sobre la inflexión de un movimiento recto
en una curva por una virtud atractiva añadida, leído por Hooke en
la Sociedad Real el 23 de mayo de 1666, en Birch, op. cit., vol. JI,
pág. 91.
80 Cf. !bid., vol. 1, pág. 507, correspondiente al 14 de di-
ciembre de 1664. Quizá pertenez.ca a esta fase el escrito O/ Gravity,
incluido por R. Waller tras las conferencias sobre los cometas y
la gravedad en The Posthumous Works, pág. 191. Es posible que
sea anterior a las otras conferencias, porque en él explica la grave-
dad por una mezcla de movimiento vibratorio y emisión de fluidos
circulantes o vórtices al modo de 1666 (véase la nota 79), una po-
sición más cartesiana que la final en términos de vibraciones y
ondas en el éter estacionatio. El escrito en cuestión afirma que to-
dos los sólidos vibran como una campana, con lo que «muelen»
los fluidos internos que resultan emitidos con igual velocidad. La
contracción y dilatación no es a la vez en todas direcciones, sino
que cuando los polos se contraen, el ecuador se dilata, de modo
que la vibración es circular. El carácter circulatorio del éter se
afirma porque los cuerpos celestes emiten fluidos, por lo que deben
absorber otros para no crear un vacío. El escrito es esquemático
y poco claro, pero tiene un cierto aire· cartesiano.
8l Los nobles eran el marqués Bartholomei y el conde Bardi;
Birch, The History, vol. 11, pág. 471". Bacon, en la Sylva sylvarum,
centuria 1, 3, describe el experimento consistente en frotar el borde
de una copa llena de agua con la .yema del dedo. Si el vidrio es
decente, pronto comenzará a salpicar, lo que para el canciller mues-
tra la fuerza de la compresión en sólidos.
82 R. Waller (ed.), The Posthumous Works, págs. 184 y sig.

83 !bid., pág. 185.


84 !bid., donde el manuscrito acaba abruptamente. Más ade-
lante, Waller incluye un breve manuscrito sin fecha (pág. 192), don-
de se aplica al magnetismo el mismo esquema que a la luz y a la
gravedad, aunque la afección limitada a los cuerpos férreos se ex-
plica misteriosamente diciendo que son «unísonos» con las vibra-
ciones que derivan del movimiento de rotación (no del sistólico)
de la tierra y de la inclinación del eje. Aunque trabajó sobre mag-
netismo con continuidad desde finales de 1662 hasta mediados de
1674 y anunció en la Micrografía, pág. [31), un tratado de mag-
netismo, nunca lo redactó.
85 Cutlerian Lectures, págs. 339 y sigs. En 1662, la doctrina
de Hooke parece ser la expuesta por Boyle en A Defense ( 1662),
en T. Birch (ed.), The Works o/ the Honourable Robert Boyle,
vol. 1, págs. 178-182; véase mi Robert Boyle: Física, química y
filosofía mecánica, Madrid, Alianza Editorial, S. A., 1985, págs. 91-103.
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN 73

86 De Potentia Restitutiva, Cutlerian Lectures, pág. 336.


p;¡ Lo que lleva a sugerir, pero no a desarrollar, que_ quizá
materia y movimiento sean lo mismo.
88 lbid., pág 341.
89 lbid., pág. 348.
90 A Description of Helioscopes {1676), Cutlerian Lectures,
págs. 146 y sig.
91 Véase Micrografía, Observación 58, págs. [227] y sig.,
donde el estudio de la presión del aire y de la altura de la atlnós-
fera podría haber llevado a la ley del inverso del cuadrado para
la gravedad, tal y como se hace en Lectures of Light {1681), en
R. Waller, The Posthumous Works, pág. 113. Sobre la periodicidad
de los cometas, S. Pepys cuenta en su Diario que el 1 de marzo
de 1665 asistió a una conferencia de Hooke en el Gresham College
sobre el último cometa, del que conjeturaba que era el de 1618 y
que retomaría de nuevo, «lo que es una opinión muy novedosa».
En esta época, los cometas eran aún episodios efímeros y rectilí-
neos. Quince años después, el primero en interpretar los datos
suponiendo que los cometas cambiaban de rumbo en las proximi-
dades del sol, fue J. Flamsteed, con ocasión del cometa de finales
de 1680. A Newton no le convencía la hipótesis de Flamsteed y
tardará en extender la gravedad a los cometas.
92 Véase el Novum organum, libro 11, aforismo 39; ed. es-
pañola de M. A. Granada, La gran restauración, Madrid, Alianza
Editorial, 1985, págs. 291-293.
93 Lectures o/ Light, sec. VII, en R. Waller {ed.), The
Posthumous Works, págs. 141 y sig. El cerebro contiene distintas
materias para cada sentido, en las que las entradas sensoriales
dejan su huella. Con ellas se forman las ideas, que se pueden alma-
cenar en forma de cadenas enrolladas.
94 A General Scheme {1668); en The Posthumous Works,
págs. 3542. Hooke no se limita, como Bacon, a los instrumentos
para el sentido de la vista, sino que habla también de otros acús-
ticos e incluso olfatorios. Véase también el prefacio de la Micro-
grafía.
95 Entre sus múltiples aportaciones se incluyen telescopios,
microscopios, termómetros, anemómetros, pluviómetros, barómetros,
altavoces, trompetillas, etc.
96 Novum organum, 11, 30; ed. española, pág. 291.
'11 En Microscopium {1678), Lectiones Cutlerianae, págs. 312-
313, Hooke dice que las lentes de los microscopios simples, que pue-
den llegar a tener milímetro y medio de radio, le fastidian la vista,
por lo que prefiere no usarlos aunque sean más claros que los
otros y presenten menos colores.
98 Véase más abajo el Prefacio, págs. 145-7, así como la
versión mejorada expuesta en Microscopium.
99 Cristales de arena, azúcar y sal, «átomos» de plata, pol-
vos de mercurio, superficies metálicas, tejidos, chispas de pedernal,
trazos de tinta y efluvios magnéticos, eléctricos y olfativos.
74 NOTAS A LA INTRODUCCIÓN

100 Experimental Philosophy, Londres, 1664; prefacio, págs. b2


y sigs. Las posibilidad, frustrada en su última observación, de
ver efluvios «sería de incomparable utilidad para nuestros moder-
nos filósofos corpusculares, quienes han tachado las cualidades de
la lista de los predicamentos» (ibid., pág. 58). .
101 H. Power sólo incluye tres dibujos, más bien esquemá-
ticos, burdos y diminutos, uno sobre los ojos de una araña (pág. 13),
que parece más bien una ficha de dominó, otro sobre una cinta
de seda (págs. 46) y otro sobre un par de semillas de amapola·
(pág. 49). En este aspecto, el libro de Power no tiene ni compa-
ración con el de Hooke, con sus treinta y ocho plmchas tamaño
folio, muchas de ellas incluso desplegables.
102 Cf. págs. 311 y sigs.
103 T. Birch, History of the Royal Society, vol. 11, pág. 21.
tot C. Wren, Parentalia (1750); cit. por M. E. Power, Sir
Christopher Wren and the Micrographia, Transactions of the Con-
necticut Academy of Arts and Sciences, 36 (1945): 37-44; págs. 38
y sig.: «El rey nos ha mandado [ ... ] encargaros en nombre suyo
[ ... ] dibujar con ayuda del microscopio las figuras de los insectos
y pequeñas criaturas vivas [ ... J, como habéis hecho con las que
presentasteis a su majestad» (los subrayados son míos). El 3 de
julio siguiente, aprovechando el viaje de Mr. Powle al campo, se
le encargó que hablase con Wrcn sobre el «globo lunar y el dibujo
de pequeños insectos al mict:oscopio»; T. Birch, op. cit., vol. 1,
pág. 33.
105 lbid., vol. I, pág. 39. Según cuenta Hooke en el pre-
facio, Wilkins y el propio Wren le instaron a aceptar la tarea.
106 lbid., vol. 1, pág. 54.
107 lbid., pág. 266. .
ios Experimental Philosóphy, pág. 83. H. Power estuvo en
Londres el verano de 1663 ocupándose de la impresión de su obra,
aprovechando la ocasión para presentar sus observaciones ante la
Sociedad Real.
109 En la primera nota de cada Observación indicaremos,
cuando sea pertinente, cuándo presentó Hooke la observación ante
la Sociedad, así como los antecedentes en la obra de Power.
110 T. Birch, History of the ·Royal Society, vol. I, pág. 213.
111 lbid., pág. 215: 1 de abril de 1663.
112 Ibid., pág. 272. La reiteración del encargo de finales de
marzo muestra que quizá la obra de Power causase un momentá-
neo desconcierto. Sobre el «entretenimiento» o más bien befa que
mostraba en ocasiones el rey hacia la ciencia, véase el Diario de
S. Pepys del 1 de febrero de 1664.
113 No parece correcto decir, como hace M. Boas Hall en
su introducción a la reproducción del libro de Power (Nueva York:
Johnson Reprints, 1966, pág. xvi), que la presentación de los tra-
bajos de Power en la Sociedad Real hicieron a Hooke «redoblar su
propio interés en la microscopia, como atestigua la frecuencia con
que presentó entonces experimentos microscópicos a la Sociedad»,
NOTAS A LA INTRODUCCIÓN 75

pues, de hecho, el ritmo se reduce casi en un tercio respecto al


príodo anterior a la visita de Power.
114 T. Birch, HiStory of tbe Royal Society, vol. l, pág. 397.
115 Ibid., pág. 442. Brouncker era uno de los miembros do-
minantes de la Sociedad que no querían bien a Hooke y uno de
aquellos con quienes no lleg6 a un acuerdo para la explotación
de su cronómetro marino.
116 lbid., pág. 463. Sobre la finalidad de los fósiles, d. infra,
Observación XVII, pág. [112], donde, tras atacai que se deban a
una virtud plástica y afirmar que la naturaleza nada hace en vano,
de pronto confiesa no saber cuál es el fin de esas piedras. Dado
que anterior y posteriormente explica la fosilización por recurso a
causas eficientes uniformistas, como es la cementación de lodos en
el interior de las conchas, no se entiende muy bien toda esa insis-
tencia en la finalidad.
117 Según cuenta· Hooke a Boyle en una carta del 24 de no-
viembre de 1664, en T. Birch (ed.), The Works o/ tbe Honour-
able Robert Boyle, vol. VI, pág. 499: «Por lo que respecta a las
observaciones microscópicas, han estado impresas desde antes de
este mes, siendo la demora que ha retardado su publicación el
examen de las mismas por varios de los miembros de la Sociedad,
así como el prefacio, que será grande y que se ha demorado mu-
chlsimo en manos de alguncs que tenían que leerlo.»
ª
11 T. Birch, The History of the Royal Society, vol. I, pá-

ginas 490491. La licencia y la dedicatoria pueden leerse infru,


págs. 113 y 119, antes del prefacio.
119 Cf. infra, pág. 119. .
120 Cf. el inicio de la Observación 1, ·pág. 155.
121 Ibid., págs. 184 y sig./[16].
122 Ibid., págs. 192/[21] y sigs.
123 Newton aprendió de Hooke esta periodicidad, viéndose
llevado por ella a introducir un hookiano !!ter vibrante para ex-
plicarla, a pesar de qúe era partidario de una teoría corpuscular
emisionista y no del medio continuo. Cf. su escrito de 1675, An
Hypothesis explaining the Properties of Light, discoursed of in
my Several Papers, cuya segunda parte se leyó en la Sociedad Real
el 16 de diciembre de 1672; d. Birch, History, vol. 111, págs. 216-
269, especialmente las págs. 263-265. Aunque exagerada, es com-
prensible la afirmación de Hooke al final de la lectura de esa
carta de Newton, según la cual «lo principal estaba contenido en
su Micrografía, limitándose Newton a llevarlo más lejos en algunos
detalles» (ibid., pág. 269).
• 124 Observación XIII, págs. [87] y sig. Con el deísmo de
los mecanicistas, Hooke parece negar la creencia del teísmo domi-
nante en la posibilidad de alcanzar el conocimiento de Dios. Com-
párese con el final de la óptica del pío Newton.
125 «De modo que si se repara bien en las formas de am-
bos, se conjeturaría que no habría mucha más necesidad de un
principio seminal para la producción del helecho que para la de
76 NOTAS A LA INTRODUCCIÓN

las ramas de la orina o la stella martis, pareciendo haber tanta


forma y belleza en el uno como en la otra.» Micrographia, pág. [90].
126 Cf. infra, Observación XVII, pág. [112].
121 Ibid., pág. [116].
128 Cf., v. gr., pág. [133], donde este extremo se ilustra
con el funcionamiento independiente del mecanismo del carillón
incluido en un reloj. ·
129 Ibid., págs. [126] y sigs. La germinación o ebullición es
el modo de producción de hongos y mohos que se asimilan, infra,
págs. [128] y sig., a las excrecencias untuosas formadas en el pá-
bilo de una lámpara de aceite, del mismo modo que la produc-
ción de los hongos se asimila a la generación de las estalactitas y
estalagmitas. La vegetación o plantación es el nivel de las Em-
bryopytae (aunque no está seguro ahora de que la reproducción
de los musgos se realice con semillas), y el resto, el de los ani-
males y el hombre.
130 Ibid., pág. [130].
m Ibid., pág. [95].
132 Aunque las estructuras observadas en los musgos ofre-
cían indicios de reproducción por semillas, no cierra la posibilidad
de que se dé una generación .espontánea, aunque insiste en que am-
bas alternativas son mecániéas, Ibid., págs. [133] y sig. Véase la
nota correspondiente para la observación posterior de las semillas
del musgo.
m Ibid., pág. [190].
134 S. Pepys, que había quedado prendado del libro el 2 de
enero de 1665, cuando lo compró, se quedó leyéndolo hasta las
dos de la madrugada el siguiente día 21, llamándolo «el libro más
ingenioso que nunca haya. leído en mi vida»; véase el Diario,
21-I-1664/5. .
135 Constituyendo fa· primera parte de una compilación titu-
lada Vierbliitterichter Wunder-klee erwarchsen in der Kiinniglichen
Englischen Gesselschafft verplanzet...
136 Número 11 del vol. 1, 1665, págs. 27-32.
CRONOLOGÍA

Las fechas (día y mes) están expresadas en el Vie;o


Estilo del calendario ;uliano, Vigente en Inglaterra hasta me-
diados del siglo XVIII, dado que el gregoriano se considera-
ba papista. Es preciso aumentar diez días antes de 1700 y
once a partir de entonces para obtener las fechas del Nuevo
Estilo,_ usado en el continente. Con todo, enmendamos los
años de manera que el Año Nuevo comience el 1 de enero
y no el 25 de marzo.

INFANCIA EN FRESHWATER

1635
Robert Hooke nace débil y sin muchas esperanzas
de vida el sábado 18 de julio en Freshwater, en la isla de
Wight. Su padre, John Hooke, era desde 1626 cura en la
iglesia de Todos los Santos. Antes había nacido una her-
mana (1628) y un hermano (1630).
Crece con salud débil, alimentándose hasta los siete
años de leche y fruta. Tiene frecuentes dolores de cabeza,
a pesar de lo cual es rápido en la carrera y ágil en el salto
hasta que, a los dieciséis años, comienzan a aparecer las
malformaciones corporales, que empeorarán con la edad.
Su padre, también de salud deficiente, desespera de
78 CRONOLOGÍA

enseñarle nada, por lo que Robert es un autodidacta y se


libra de ser cura. Muestra una extraordinaria habilidad me-
cánica en la fabricación de juguetes y relojes de madera
que funcionan. Tras ver trabajar a un pintor, fabrica lápi-
ces y colores, copiando cuadros de cierto mérito.
En 1642 comienza la guerra civil.

ADOLESCENCIA EN LONDRES

1648
En octubre fallece el padre, dejándole 100 libras de
herencia.
Con trece años se traslada a Londres como aprendiz
del famoso retratista Peter Lely, dejándolo al poco porque
no puede enseñarle nada que no pueda aprender solo, y
además el olor de las pinturas le da dolores de cabeza.

1649
Ingresa como alumno en la escuela de Westminster.
Establece excelentes relaciones con su maestro, el Dr. Busby,
con quien vive y. quien lo orienta a las matemáticas, domi-
nando en una semana los seis primeros libros de Euclides.
Se dedica asimismo a aplicar la geometría a la mecánica
(«SU primera y últhna amánte»), ingeniando varios métodos
para volar. Aprende latín, griego y algo de hebreo. Aprende
asimismo a tocar un poco el órgano.
La guerra civil termina con la ejecución de Carlos 1.
Queda abolida la Cámara de los Lores, iniciándose la etapa
de la República y el Protectorado (1649-1660). Cromwell
inicia la campaña de Irlanda.

1651
T. Hobbes publica Leviathan.

16.52
H. More publica An Antidote Against Atheism con-
tra Hobbes.
CRONOLOGÍA 79

JUVENTUD EN OXFORD

1653
Ingresa hacia esta fecha en Christ Church (Oxford)
con plaza de corista y al servicio de un tal Goodman.
O. Cromwell disuelve el Parlamento y se declara
protector.
1655
Se publica el De corpore de Hobbes, el único tratado
inglés de filosofía natural estrictamente mecanicista.
Hooke asiste al «Club experimental y filosófico» exis-
tente en Oxford en torno a]. Wilkins, que se reunía una vez
a la semana en casa de W. Petty. Entre los jóvenes estaban
R. Hooke, que tenía entonces veinte años; C. Wren, de
veintitrés años; R. Lower, .de veinticuatro, y R. Boyle, que
tenía veintiocho. Los mayores, W. Petty, T. Willis, S. Ward,
l. Goddard y J. Wilkins, andaban entre los treinta y dos y
los cuarenta y un años.
Hooke es ayudante de laboratorio de T. Willis y
recibe orientación de S. Ward, profesor saviliano de astro-
nomía, en estas cuestiones.
Willis lo presenta a Boyle como ayudante de expe-
rimentos químicos, mientras que Hooke trata de enseñarle ·
a Boyle algo de matemáticas, Euclides y la filosofía <.:arte-
siana. (Boyle estaba en Oxfurd desde 1653, habiendo mon-
tado un laboratorio en 1654, en el que trabaja durante los
catorce años más fructíferos de su carrera científica.)

1657
Se crea la Accademia del Cimento en Florencia, que
dura diez años.
1658
Richard Cromwell, protector. Horologium, de C.
Huygens.
Hook~ trabaja en astronomía. Ingenia mecanismos
de relojería como el escape de ancla y resortes para contro-
80 CRONOLOGÍA

lar el movimiento uniforme en sustitución de la gravedad


usada en los péndulos, inutilizables en barco. Ello le per-
mite aspirar a resolver el problema de hallar la longitud por
la diferenda horaria.
Tras haber visto una bomba de vacío hecha por
Greatorix para Boyle, desarrolla una superior de su inven-
ción (la primera inglesa), con la que, junto con su emplea-
dor, Boyle, realiza los experimentos pneumáticos publicados
en los New Experiments Physico-Mechanical (1660).
Desarrolla sus ideas sobre sistemas de vuelo, todo
tipo de carruajes y barcos rápidos. Desarrolla también ins-
trumentos astronómicos.
Posiblemente colabora con Wren en la observación
microscópica y dibujo de insectos.

1659
H. Moore publica The Inmortality of the Soul, con
fuerte i~flujo cartesiano. l. Barrow es nombrado profesor
de griego y de matemáticas en Cambridge.

1660
Se introduce el té. Se restaura la monarquía con
Carlos 11 (Estuardo). Se disuelve el grupo de Oxford por
pérdida de puestos académicos, debido a sus simpatías par-
lamentarias. La m~yoría se traslada a Londres, donde reanu-
dan sus reuniones en noviembre de 1660, dando lugar a la
creación de la Sociedad Real de Londres.
R. Boyle, R. Moray y W. Brouncker, con medios
económicos, tratan de asociarse con Hooke para patentar y
fabricar el cronómetro marino de éste, que sin duda no
estaba lo bastante desarrollado para ello. No llegan a un
acuerdo.
Boyle publica los New Experiments Physico-Mecha-
nical touching the Spring of the Air, realizados en su ma-
yoría con la bomba Cle vacío inventada por Hooke. Boyle
y Hooke realizan los experimentos que confirman la hipóte-
sis de R. Towneley conocida como «ley de Boyle» sobre
la relación inversa entre volumen y elasticidad del aire.
CRONO LOGIA 81

1661
Hooke formula su teoría mecánica fundamental acer-
ca dd origen de todas las interacciones en la vibración de
las partículas, expuesta en su primera publicación: An At-
tempt for the Explication of the Phaenomena; Observable
in an Experiment Published by the Honourable Robert
Boyle, Esq; In the XXXV. Experiment of bis Epistolical
Discourse touching the Air. In Confirmation of a Former
Con;ecture made by R. Hooke, Londres, 1661. En abril
se discute en la Sociedad Real este escrito de Hooke acerca
del ascenso de líquidos en capilares.
Se publica anónimamente la continuación de la Nue-
va Atlántiáa de F. Bacon, que se ha querido atribuir a
Hooke. Boyle publictt Certain Physiological Essays y The
Sceptical Chemist.

MADUREZ EN LONDRES

1662
T. Hobbes publica Problemata Physica y R. Boyle,
la segunda edición de los New Experiments Physico-Mecha-
nical, en cuyo apéndice se incluyen los experimentos rea-
lizados por Hooke para demostrar la «ley de Boyle».
En noviembre, Boyle cede a Hooke a la Sociedad
Real de Londres, que lo nombra curator de experimentos,
cargo retribuido que mantendrá toda su vida y que entra-
ñaba preparar cada semana- tres o cuatro experimentos pro-
pios, así como realizar cuantos le encargase la Sociedad.
La dispersión que ello entraña lo lleva a formular un sin-
número de ideas brillantes durante quince años, sin llevar
nada a una completa perfección; pero cuando disminuye
la presión sobre él, en 1677, decae su producción.
Trabaja sobre bolas de vidrio, pneumática, peso del
agua a diversas temperaturas. Inicia su teoría de la com-
bustión. Inventa aparatos para medir la refracción de la
luz y la velocidad de los cuerpos que caen. Estudia la dis-
minución de la gravedad con la altura, con péndulos y b~­
rómetros de su invención. Desarrolla vehículos rápidos, es-
82 CRONOLOGÍA

calas para termómetros, cronómetros, máquinas para hacer


engranajes de relojería, etc.
1. Barrow es profesor de geometría en el Gresham
College.
1663

R. Boyle publica Experimental History of Colours


y H. Power, Experimental Philosophy.
Hooke recibe el grado de Master of Arts (aparen-
temente nunca recibió el Bachelor).
En marzo se le encarga en la Sociedad Real que
haga observaciones microscópicas para la publicación. Des-
de abril hasta final de año presenta gran parte de las ob-
servaciones y dibujos que aparecerán en la Micrografía.
En junio se le nombra miembro de la Sociedad Real.
En octubre se encarga asimismo de la colección de rarezas
de la sociedad hasta que en 1676 pase a manos del opera-
dor R. Shortgrave. Se encarga también de la biblioteca
hasta que en 1679 pase a manos de W. Perry. La Sociedad
Real tenía entonces su sede en el Gresham College, donde
Hooke pasa cuatro días a la semana.

1664

Se publica Le Monde, de R. Descartes, y los Ex-


periments and Considerati~ns touching Colours, de R. Boyle.
En mayo, Hooke concursa al cargo de profesor de geome-
tría del Gresham College, dejado vacante por Isaac Barrow,
que no se le otorga por una ilegalidad.
En junio, el comerciante J. Cutler funda las Con-
ferencias Cutlerianas sobre artes y oficios, y en noviembre,
Hooke recibe el encargo de pronunciar las 16 conferencias
anuales, dotadas con 50 libras, que no se le pagarán nunca,
pese a lo cual las sigue dando durante treinta años. Da
conferencias sobre astronomía, publicadas en los Posthu-
mous Works.
En julio se le nombra curator ·oficial de la Sociedad
Real bajo la nueva Carta, con un sueldo de 80 libras anua-
les, rebajadas en noviembre a 30, debido a que va a red-
CRONOLOGÍA 83

bir 50 por el encargo de las Conferencias Cutlerianas. Se


aloja en el Gresham College para el resto de sus días.
En octubre se halla impresa la Micrografía, aunque
está aún pendiente del examen de diversas comisiones.

1665
En enero sale la Micrografía.
Hooke inicia sus Conferencias Cutlerianas sobre mé-
todo científico. En marzo, Oldenburg es nombrado secre-
tario de la Sociedad Real, y comienza a editar las Philo-
sophical Transactions hasta junio de 1677. Se resuelve a
favor de Hooke el recurso contra el fallo del concurso para
la plaza de profesor de geometría, dotada con 50 libras,
cargo que desempeña con gran dedicación el resto de sus
días, iniciando en junio sus conferencias sobre álgebra. Así,
con casi treinta años es miembro. y curator de la Sociedad
Real, conferenciante cutleriano y profesor greshamiano de
geometría, con alojamiento en el colegio.
Se desencadena una peste en Londres, que causa
una gran mortandad, lo que provoca la suspensión de las
actividades -de la Sociedad Real desde finales de junio hasta
mediadós de marzo del año siguiente. Hooke· deja Londres
con W. Petty y J. Wilkins, trasladándose a Epsom, a la
residencia del conde de Berkeley, donde se entregan al dise-
ño de carruajes, aparejos para navíos y demás medios de
transporte nípido.
Se publica en Bolonia la Physico-Mathesis de lumine,
coloribus et íride, de F. M. Grimaldi, donde se describen
los fenómenos de difracción.

1666
R. Boyle publica The Origin of Forms and Qualities
according to the Mechanical Philosophy.
El 2 de septiembre estalla el gran incendio .de Lon-
dres, que en cuatro días acaba con la city, dentro de las
murallas. El Gresham College queda ocupado por las auto-
ridades municipales. (A partir de enero, las reuniones de
84 CRONOLOGÍA

la Sociedad Real se celebran en la Arundel House, en el


Strand, hasta noviembre de 1674.)
El 19 de septiembre, Hooke presenta un plano re-
ticular de reconstrucción de la ciudad, que recibió la apro-
bación de la Sociedad Real y del Common Council ..
El 4 de octubre, la ciudad lo nombra City Surveyor,
junto con otros dos, que se unen a los tres nombrados por
el rey, entre los que se encuentra su amigo C. Wren. Sus
funciones durante más de diez años incluyen la remodela-
ción urbanística, tira de cuerdas, inspección de obras, etc.,
con un sueldo de 150 libras anuales. Desarrolla también una
carrera de arquitecto, diseñando el Monumento al Fuego,
el Hospital Bedlam (iniciado en 1675 y derruido en 1800),
el Colegio de Médicos (1672-1679), la casa de Montague
(1674-1680, que arde a los seis años), la iglesia de Willen
(1678-1680). Todo ello lo lleva a faltar a muchas sesiones
de la Sociedad y a hacer dineros.

1667
Los holandeses remontan el Támcsis. Milton publica
El paraíso perdido. Se publican ios Saggi dell'esperienze na-
turali falte nell'Accademia del Cimento. T. Sprat publica
The History of the Royal Society. of London, como defensa
y propaganda de la institución ... ·
Hooke lleva a cabo investigaciones acerca de la pa-
ralaje terrestre, publicadas en 1672 en su primera Conferen-
cia Cutleriana. Inicia sus comunicaciones sobre geología,
recogidas en A Discourse of Earthquakes, publicado pós-
tumamente. Fabrica una campana de vacío con capacidad
para una persona, en la que hará de conejo de Indias el
invierno de 1671. Desarrolla micrómetros y barómetros
marinos.
1668
Hooke inicia la mejora de dispositivos de relojería;
desarrolla trompetillas auditivas e ingenia diversos méto-
dos para medir la longitud de un grado terrestre, entre ellos
un vehículo con odómetro y registro de curvas y cuestas.
Realiza experimentos para mostrar el origen de las inter-
CRONOLOGÍA 85

acciones en general y la gravedad en particular en el estado


de vibración de las partkulas.

1669
E. Bartholinus publica Experimenta crystalli islan-
dici didaclastici quibus mira & insolita refractio detegitur.
Newton ocupa la cátedra de matemáticas de l. Barrow e
inicia sus lecciones de óptica en Cambridge. El Journal des
S~avans publica las Regles du mouvement dans la rencontre
des corps, de C. Huygens.

1671
H. More publica Enchiridion Metaphysicum, reac-
cionando contra Descartes.

1672.
El 19 de febrero, Newton publica en las Philoso-
phical Transactions, de H. Oldenburg, su primer escrito
sobre la teoría corpuscular de la luz y los colores. Se le
nombra miembro de la Sociedad Real. Hooke hace un in-
forme sobre el escrito y sigue una polémica con Newton
en ·la que participan G. Pardies, C. Huygens, F. Linus y
A. Lucas.
El 10 de marzo, Hooke inicia su primer diario,
mantenido con continuidad hasta finales de 1680 y esporá-
dicamente hasta agosto de 1693.
Boyle publica sus Tracts, donde ataca la crítica que
había hecho More en el Enchiridion a la posibilidad de ex-
plicar mediante principios mecánicos. C. Huygens publica
Horologium oscillatorium, y Hevelius, la primera parte de
Machina Coelestis.
Hooke critica a Hevelius por no ·usar miras teles-
cópicas en astronomía, desencadenándose una polémica en-
venenada, en la que Hooke tenía razón.

1674
Hooke publica sus Conferencias Cutlerianas, An At-
tempt to Prove the Motion of the Earth from Observa-
86 CRONOLOGÍA

tions y Animadversions On the first part of the machina


Coeles_tis of ... J. Hevelius. Inventa una máquina aritmética
no descrita.
C. Huygens construye un reloj con un resorte espi-
ral ligado al balancín. Hooke acusa al secretario H. Olden-
burg de «traficante en inteligencia» por haberle vendido
su invento a Huygens a cambio de una patente para Ingla-
terra. (No parece que el invento de Hooke de 1658 usase
un resorte espiral.) Junto con el relojero T. Tompion, fa-
brica uno para el rey.
El 12 de noviembre, la Sociedad Real vuelve a re-
unirse en el Gresham College, donde se autoriza a Hooke
a levantar una torreta para observaciones astronómicas.

1675
C. W ren comienza a reedificar San Pablo al estilo
italiano. El rey funda el observatorio de Greenwich, sien-
do J: Flamsteed el primer astrónomo real.
Hooke demuestra experimentalmente que la resolu-
ción del ojo humano no pasa de 1', con lo que los esfuer-
zos de Hevelius expuestos en Machina Coelestis son bal-
díos. En marzo. inicia una serie de experimentos sobre mag-
netismo, midiendo la relación de la fuerza con la distancia,
y la variación magnética. estableciendo que el polo magné-
tico está a 10º ·del _geográfico, en torno al cual se mueve.
Desarrolla una teoría hidráulica de la contracción muscular
con vistas a producir músculos artificiales para el vuelo.
Describe fenómenos y realiza experimentos de difracción
de la luz. ·· ·
Se lee en la Sociedad ReaJ la Hipótesis para expli-
car las propiedades de la luz, de Newton, en la que recurre
a un éter elástico dotado de principios de «insociabilidad»
no mecánicos.
1676
O. Roemer comunica a la Academia de Ciencias de
París su demostración de la velocidad finita de luz, junto
con la estimación de dicha velocidad.
A. van Leeuwenhoek inicia en octubre el envío a la
CRONOLOGÍA 87

Sociedad Real de unas treinta cartas, en las que comunica


la observación por vez primera de microorganismos cuya
existencia se ignoraba (hasta entonces, el microscopio se
había limitado a amplificar lo ya conocido).
Hooke publica sus lecciones cutle~ianas A Descrip-
tion of Helioscopes and some other Instruments.
T. Shadwell estrena en mayo su comedia T he V ir-
tuoso, ridiculizando la nueva filosofía experimental, y en
cuyo personaje principal Hooke se ve retratado cuando
asiste a la representación a principios de junio. Parece que
no volvió a pisar el teatro.

1677
Hooke publica sus lecciones cutlerianas Lampas,
donde, entre otras muchas cosas, ataca la introducción que
hace H. More de los espíritus hilárquicos contra las expli-
caciones mecánicas en su Enchiridion y en sus Remarks
upon two late ingenious discourses.
Muere H. Oldenburg, sustituyéndolo Hooke como
secretario de la Sociedad Real hasta 1682. En este momen-
to, con cuarenta y dos años, alcanza el culmen de recono-
cimiento social, a la vez ·que se va agotando su capacidad
creadora.
1678
Titos Oates inventa la «Conspiración papista», su-
puestamente orientada a matar al rey, quemar Londres, ma-
sacrar a sus habitantes y restaurar la religión de Roma. Se
promulga la Ley de Inhabilitación, que prohíbe a los ca-
tólicos sentarse en el Parlamento, cerrándoseles las puertas
del poder judicial y del funcionariado civil durante más de
siglo y medio.
Hooke publica sus lecciones cutlerianas De potentia
restitutiva, Cometa y Microscopium. Trata de demostrar
erróneamente que las vibraciones de un resorte espiral que
obedece la ley de Hooke (la fuerza es como la tensión) son
isócronas.
Ingenia explicaciones para la figura oval de los pla-
88 CRONOLOGÍA

netas, y construye moddos hidráulicos de músculos. Cata-


loga la Biblioteca Arundeliana, cedida a la Sociedad Real.
Se ahorca su hermano John, el padre de la Grace
que vive con Hooke.
1679
Hooke publica el conjunto de las Lectiones Cutle-
rianae.
A petición del Consejo de la Sociedad Real, inicia
la publicación de las Philosophical Collections, en sustitu-
ción de las Philosophical Transactions de H. Oldenburg.
Duran hasta 1682, saliendo tan sólo siete números.
Desarrolla con experimentos su teoría de la com-
bustión como disolución de los cuerpos combustibles en
uno de los componentes comunes al aire y al nitro. Asimila
combustión y respiración. Inventa remedios para miopes,
descubre la explicación del efecto psicológico de escala que
hace que los astros pareu:an mayores en el horizonte. Rea-
liza experimentos sobre aleaciones metálicas. Ingenia un
experimento teórico para detectar el movimiento de la tie-
rra por la desviación (al Sur-Sudeste) de la trayectoria de
caída de un cuerpo lanzado desde una gran altura, merced
a la composición de la gravedad centrípeta con el movi-
miento inercial tangencial debido al movimiento diurno.
A finales de año y comienzos del siguiente, en su
calidad de secretario de la Sociedad Real escribe a Newton,
alejado de la Sociedad desde las polémicas de los setenta,
incitándolo a comunicar algo. Le plantea el problema de la
trayectoria de caída de los cuerpos y corrige públicamente
los errores de Newton, lo que echó a perder de nuevo sus
relaciones. Le cuenta su teoría de la composición de las
trayectorias planetarias a base de la combinación del movi-
miento inercial y una fuerza centrípeta cuya ley matemática
desconoce.
1680
A los cuarenta y cinco añ'bs, Hooke comienza a tor-
narse menos activo, más reservado y deprimido. No registra
sus experimentos con el pretexto de publicarlos él, lo que
no hace.
CRONOLOGÍA 89

Realiza experimentos sobre las vibraciones de los


cuerpos y el sonido. Inicia sus observaciones y comunica-
ciones sobre cometas, publicadas en las Posthumous Works.

1681
Comienza sus conferencias sobre la luz, publicadas
en las Posthumous W orks. Prosigue los experimentos mu-
sicales mediante ruedas metálicas con diferente número de
dientes. Desarrolla nuevos cuadrantes y compases.

1682
Deja 1a secretaría de la Sociedad Real sin pena ni
gloria. Se interrumpen sus Philosophical Collections. El
nuevo secretario, Robert Plot, publica de nuevo las Philo-
sophical Transactions.
1684 .
En enero, E. Halley, C. Wren y R. Hooke discuten
en la Sociedad Real acerca de los principios dinámicos de
los que se derivarían los movimientos planetarios recogidos
en las leyes de Kepler. Hooke pretende que puede derivar-
las de la composición del movimiento tangencial y una fuer-
za centrípeta que varía inversamente al cuadrado de la dis-
tancia, pero no sabe cómo hacerlo. En agosto, Halley visita
a Newton en Cambridge y le plantea el problema, descu-
briendo que lo había abordado y resuelto. Lo incita a pu-
blicar y se inicia así la composición de los Principia.
C. Huygens publica Astroscopia.

1685
Muere Carlos 11 tras haberse confesado como buen
católico, recibiendo una absolución de la que, al parecer,
estaba muy necesitado. Le sucede su hermano el duque de
York, Jacobo 11, otro católico que hace flagelar casi hasta
la muerte al inventor de la «Conspiración papista».
90 CRONOLOGÍA

1686

Newton deposita en la Sociedad Real el libro 1 de


los Prif!cipia. Hooke cree que se le ha robado el debido
reconocimiento por su teoría, pero no le hacen mayor caso.

1687

Muere su sobrina y amante Grace. Su estado psí-


quico y físico empeora notablemente, tornándose más me-
lancólico, inactivo y cínico. Realiza experimentos sobre
transmisión del sonido por alambre.
Se publican los Principia de Newton.

1688

Se produce la Revolución de 1688. La irritación


por la política papista de Jacobo 11 terminó con la invita-
ción a Guillermo de Orange, casado con la hija mayor
del rey, a desembarcar en Inglaterra, cosa que hace con
14.000 soldados. El ejército de JacobO desertó y éste huyó
a Versalles en busca de un paliativo para. el desempleo.
Hooke inicia acciones legales contra J. Cutler por
moroso en el pago de las Conferencias Cutlerianas. En no-
viembre comienza la redacción del segundo diario, que se
extiende hasta agosto de 1693. Se acentúa su enfermedad:
dolores de cabeza, vértigos y desmayos; desciende su acti-
vidad, reduciéndose casi a algunas Conferencias Cutlerianas.
Desarrolla un barómetro marino, aunque no se fabrica has-
ta 1695.
1689

Comienza el reinado de Guillermo y María (Orange-


Estuardo ). Se inicia el uso de la bayoneta. Asedio de Lon-
donderry.
169!>

C. Huygens publica el Traité de la lumiere, donde


expone una teoría de la luz como vibraciones en un medio
CRONOLOGÍA 91

continuo (al igual que Hooke), frente a la doctrina cor-


puscular de Newton.
Feijoo obtiene su cátedra en Oviedo.

1691
Hooke patenta un nuevo tipo de vidrio, siendo nom:
brado directivo (Warden) de la Compañía de Vidrieros. Da
conferencias sobre sondas marinas.
El 7 de diciembre recibe el título de Lambeth M. D.
(doctor en medicina), convirtiéndose en el doctor Hooke.
Muere Boyle a finales de diciembre.

1693
Muere J. Cutler sin haber pagado ni un penique a
Hooke por sus Conferencias. Newton sufre en el verano
un episodio de demencia paranoica.

1694
· Se funda el Banco de Inglaterra. El 28 de diciembre
· muere la reina María en una epidemia de viruela, como el
pÍás humilde de sus súbditos. El arte embalsamatorio y el
intenso frío permiten postergar un par· de meses el entierro,
lo que da ocasión a que H. Purcell componga una deliciosa
Música para el funeral de la reina María. (En vida de la
reina le había dedicado seis odas de cumpleaños.)

1695
Henry Hunt, mecánico de la Sociedad Real, manu-
factura el barómetro marino de Hooke.

1696
El día del cumpleaños sexagésimo primero de Hooke,
el tribunal falla a su favor en el litigio COAtra Cutler, quien
se hallaba de cena (no cenando, sino si~ndo cenado) desde
hacía tres años. ·
Newton se traslada a Londres como encargado de
la Casa de la Moneda.
92 CRONOLOGÍA

1697
La escasa salud de Hooke se termina, dando comien-
zo una larga muerte: se le hinchan las piernas, se cae por
las escaleras, empieza a quedar ciego, se pasa la mayor parte
del tiempo en la cama. Cesa toda actividad.
Newton entra a formar parte del Consejo de la So-
ciedad Real.
1698
Da una conferencia sobre la figura y manchas sola-
res, así como sobre la construcción de helioscopios y teles-
copios.
1702
El buen rey Guillermo se abrió la cabeza al tropezar
su caballo con una topera. Le sucede la princesa Ana, a
quien sólo superaba en estupidez su marido, el príncipe Jorge
de Dinamarca. Estalla la Guerra de Sucesión por el Trono
de España.
1703
El 3 de marzo, a los sesenta y siete años, siete me-
ses y trece días muere Hooke ··sin hacer testamento. Lo
entierran en la iglesia de Santa Elena, en Bishopgate Street,
asistiendo a su funeral los miembros de aquella Sociedad
que sin sus desvelos no hubiera sido sino una mera reunión
de conversaciones de cafetería. Se -subastan sus bienes.
Aparece el primer periódico diario de Inglaterra,
The Daily Courant.
1704
Newton acepta la presidencia de la Sociedad Real y
publica la Óptica. Toma de Gibraltar. Muerte de John
Locke.
1705
Richard Waller edita las Posthumous Works o/ Ro-
bert Hooke. Newton recibe el título de Sir.
BIBLIOGRAFÍA

Dividimos esta Bibliografía en seis grandes apartados: I. Obras


publicadas de Hooke; II. Otras fuentes de la obra de Hooke;
III. Biografías; IV. Bibliografías; V. Una selección larga, incom-
pleta y un tanto arbitraria de obras sobre el contexto institucional
e intelectt1al de la obra de Hooke, y VI. Estudios secundarios. Este úl-
timo apartado se halla dividido en grandes óreas, en las que se pueden
enclasar las contribuciOnes de Hooke. Ello entraíifl, muchas veces,
fon.ar al propio Hooke y a los escritos sobre él, que en ocasiones
deberían aparecer en varias de las subdivisiones. Éstas son: l. Obras
generales; 2. Arquitectura; J. Biología; 4. Geología y geografía;
5. Mecánica; 6. Música; 7. óptica; 8.. Psicología; 9. Química; 10. Re-
lo;ería e instrumentación.

l. OBRAS PUBLICADAS POR HOOKE

1660. New Atlantis. Begun by Lord Verulam [ ... ] and Continued


by R. H. Esquíre. Londres: John Crooke. (Atribución muy
conjetural.) ·
1661. An Attempt for the Explication Of the Phaenomena, Ob-
servable in an Experiment Published by the Honourable Ro-
bert Boyle, [ ... ] in confirmation of a former Conjecture
made by R. Hooke [ ... ]. Londres: Sam Thompson. Reimpr.
en Gunther, R. T., 1923-1945 (cit. infra en el apart. II),
vol. X.
A díscourse of a New Instrument to make more accurate
observations in Astronomy, than iver were yet made. Lon-
dres. (No se conserva.)
1665. Micrographia: or some Physiologícal Descriptions of Minute
Bodies made by Magnifying Glasses with Observations and
94 BIBLIOGRAFÍA

lnquires thereupon. Londres: Jo. Martyn & Ja. Allestry. (Hay


ejemplares de 1667 en los que se imprimió de nuevo sólo
la portada y la Plancha V.)
Reponse de Monsieur Hooke aux considerations de M. Auzout.
París. (Trad. del art. de Phi!. Trans., vol. I, n.º 4, del 5 de
junio de 1665.)
1679. Lectiones Culterianae, or a Collection of Lectures: Physical,
Mecbanical, Geographical, & Astronomical. Londres: J. Mar-
tyn. (Esta obra recoge seis series de conferencias publicadas
entre 1674 y 1678:
- An Attempt to Prove the Motion of the Earth from
Observations. Londres: J. Martyn, 1674.
- Animadversions On the first part of the Machina Coeles-
tis of [ ... ] ]ohannes Hevelius [ ... ]; together with an
Explica/ion of some Instruments. Londres: J. Martyn,
1674.
- A Description of Helioscopes. And some other Instru-
ments. Londres: J. Martyn, 1676.
- Lampas: or, Descriptions of some Mechanical lmprove-
ments of Lamps & W aterpoises. T ogether with some other
Physical and Mechanical Discoveries. Londres: J. Mar-
tyn, 1677.
- Lectr.res anti Collections. Londres: J. Martyn, 1678.
- Lectures De Potentia Restitutiva, or of Spring [ ... ] Lon-
dres: J. Martyn, 1678.
[Reimpr. en Gunther, R. T., 1923-1945, vol. VIII.]
1679-1682. Hooke edita las Philosophical Collections.
Number 1. Londres: J. Martyn, noviembre 1679. (Contiene un
anónimo atribuible a Hooke: «P. Fran. Lana's way of making
a Flying Chariot, with an examination of the grounds and
principies thereof•.)
Number 2. Londres: Moses Pitt, 1681.
Number 3. Londres: Richard Chiswell, 10 de diciembre 1681.
De Hooke:
- «An Optical Discourse by R. H. proposing a way of
helping short-sighted or purblind Eyes•: 59-60.
- «A Mechanical Discourse Containing the Description of
the best form of Horizontal Sayls for a Mill, and the
ground of the inclined Sayls of Ships by R. H•: 61-64.
Number 4. Londres: R. Chiswell, 10 de enero 1682.
Number 5. Londres: R. Chiswell, febrero 1682.
Number 6. Londres: R. Chiswell, marzo 1682.
Number 7. Londres: R. Chiswell, abril 1682.
1680. «lntroduction• al vol. 1 de M. Pitt, The English Atlas,
Londres.
1681. «Preface• a R. Knox, An Historical Relation o/ the Island
Ceylon, in the East lndies, Londres.
1665-1693. Hooke publicó los siguientes escritos en las Philosophical
BIBLIOGRAFÍA 95

Transactions, vols. I-XVII (véase PuGLIESE, P. J., cit. VI.1,


para otras atribuciones):
- cA Spot in one of the Belts of Jupiter», P. T., 1 (1665-
1666): 3.
- cMr. Hooke's Answer to Monsieur Auzout's Considera-
tioris, in a Letter to the Publisher of these Transactions»,
ibid.: 64-73.
- cA Method, by which a Glass of a small Plano-convex
Sphere may be made to refract the Rayes of light to a
Focus of a far greater distance, than is. usual», ibid.:
202-203.
- «A new Contrivance of Wheel-Barometer, much more easy
to be prepared, than 'that, which is described in the Mi-
crography; imparted by the Author of that Book», ibid.:
218-219.
- «The Particulars Of those Observations of the Planet
Mars, formerly intimated to have béen made at London
in the Months of February and March A. 1665/6», ibid.:
239-242.
- «Sorne Observations Lately made at London concerning
the Planet Jupiter and A late Observation about Saturn
made by the same», ibid.: 245-247.
- cObservations madt" in severa! places, Of the late Eclipse
of the Sun, which hapned on the 22 of June, 1666»,
ibid.: 295-296.
- cDirections for Observations and Experiments to be made
by Masters of Ships, Pilots, and other fit Persons in
their Sea-Voyagesi., P. T., 2 (1667): 433448.
- cMore Wayes For the same Purpose of dividing a foot
into many thousand parts, Intimated by M. Hook», ibid.:
459.
- cAn Account of an Experiment made by Mr. Hooke, of
Preserving Animals alive by Blowing through their Lungs
with Bellows», ibid.: 539-540.
- cA Description Of an Instrumcnt for dividing a foot
into many thousand partsi., ibid.: 541-544.
- «A Contrivance To make the Picture of any things appear
on a Wall, Cubboard, or within a Picture-frame, etc., in
the midst of a Light room in the day-time; or in the
Night-time in any room that is enlightened with a con-
siderable number of Candles», P. T., 3 (1668): 741-743.
- «Sorne Communications, confirming the present Appear-
ances of the Ring about Satura, by M. Huygens de Zu-
lechem and Mr. Hook», P. T., 5 (1670): 2093.
- «Übservations made by Mr. Hook of sorne Spots in the
Sun August 30, 1671 and Observations made by the same
of the late Eclipse of the Moon, the gth September, 1671»,
P. T., 6 (1671): 2295-2296.
- «An Account of what hath been observed here in Lon-
96 BIBLIOGRAFÍA

don and Derby, by Mr. Hook, Mr. Flamsteed, and others,


concerning the late Eclipse of the Moon of Jan. 1,
1674/5», P. T., 9 (1674): 237.
- «Two Astronomical Observations of the Eclipses of the
Planet Jupiter, by the Moon in March and April last,
made at London», P. T., 16 (1688): 85-86.
- «A Description of an Invention, whereby the Divisions of
the Barometer may he enlarged in any given proportion»,
ibid.: 24i-244.
- «A Relation of the great effects of a new sort of Burn-
ing Speculum lately made in Germany: taken from the
Acta Eruditorum of the Month of January last», ibid.:
352-354.
- «The Abstract of two Letters sent sorne time since by Mr.
Anth. Van Leeuwenhoeck to Dr Gale and Dr Hooke»,
P. T., 17 (1693): 593-594.
- «Additional Note to. a paper by Dr. Lister giving a tran-
script from Micrographia on the wings of insects», ibid.:
691-692.

II. FUENTES

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some of the Principal Phaenomena in Nature, Londres.
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M.D.S.R.S. Geom. Pro/. Gresh. &c., Londres: Sam Smith
and Benj .. Walford. Reeditadas con lntroducci6n de R. S.
Westfall, Nueva York: Johnson Reprints, 1%9; y con In-
troducci6n de T. M. Brown, Londres: Frank Cass, 1971.
(Contienen escritos sobre las deficiencias de la filosofía na-
tural, la naturaleza de la luz, el funcionamiento de la memo-
ria, la causa de la gravedad, los terremotos, la navegaci6n
astron6mica, instrumentos, invenciones, etc.)
1726. DERHAM, W. (Ed.), Philosophical Experiments and Observa-
tions of the late Eminent Dr. Robert Hooke, S.R.S. and
Geom. Prof. Gresh. and Other Eminent Virtuoso's in bis
Time, Londres: W. & J. lnnys. (Contiene materiales no in-
cluidos en R. Waller, 1705.)
1745. HooKE, R., Micrographia restaura/a: or, the Copper Plates,
BIBLIOGRAFÍA 97

Londres. (Reedición en 1780 con título Microscopical Obser-


vations.)
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London, 4 vols., Londres.: A. Millar. (Hooke aparece en más
de mil páginas de esta obra, que consta de dos mil. ScA-
LA, G. E., ha publicado «An Index of Proper Names in
'rhomas Birch, The History of the Royal Society», Notes and
Records of the Royal Society, vol. 28, n.º 2 (1974): 263-329;
Hooke aparece en las págs. 292-293.)
1763. RAsPE, R. E., Specimen historiae natura/is globi terraquei [ ... ]
et hookiana teluris hypothesei, Amsterdam. (Trad., Nueva
York: Hafner, 1970.)
1772. BIRCH, T. (Ed.), The Works of the Honourable Robert
Boyle, 6 vols., Londres. (Contiene referencias a Hooke en
vols. I, 7; V, 216; VI, 225, 260, 267, y su correspondencia
con Boyle en vol. VI, págs. 481-509).
1923-1945. GuNTHER, R. T. (Ed.), Early Science in Oxford, 14 vols.,
Oxford: impreso para el autor. (Los vols. VI y VII extrac-
tan, v. gr., los pasajes de BIRCH, 1756-1757, y de las Philoso~
phical Transactions relativos a Hooke; el VIII contiene las
Lectiones Cutlerianae; el X, el primer escrito publicado 1661
y el Diario de 1688-1693; el XIII, la Micrografía.)
1935. ROBINSON, H. W., & ADAMS, W. {Eds.), The Díary o/ Ro-
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Newton, vols. 1-3, Cambridge: Cambridge University Press.
(Vide índices.)
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Wisconsin Préss, 1965-1973 (vols. 1-9); Londres: Mansell,
1975-1983 {vols. 10-11); Londres: Taylor & Francis, Ltd.,
1986 {vols. 12-1-3). Consúltense los índices.
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1971-1975. MUNBY, A. N. L. {Ed.), Sales Catalogues of Libraries
of Eminent Persons, 12 vols, Londres. [El vol. XI, Scientists
(1975): 59-116, editado por H. A. FEISENBERGER, contiene
datos sobre la bibiloteca de Robert Hooke.]

III. BIOGRAFfA

1705. WALLER, R. {cit. en el apart. 11) se inicia con una biogra-


fía de Hooke.
98 BIBLIOGRAFÍA

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1898. C!.ARK, A. (Ed.), John Aubrey, Brief Lives, 2 vols. Londres:
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aparece en el vol. 1, págs. 409416.)
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IV. BIBLIOGRAFtA

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(Véase también WARD y 'EsPINASSE, en 111, PuGLIESE, en Vl.1, y
ÜNTORE, en Vl.5.)

V. ALGUNOS ESCRITOS SOBRE EL CONTEXTO


INSTITUCIONAL E INTELECTUAL
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tNDICE DE LAS PLANCHAS

Plancha, 1, pág. 153. Plancha XX, pág. 427.


Plancha 11, pág. 157. Plancha XXI, pág. 439.
Plancha 111, pág. 167. Plancha XXII, pág. 447.
Plancha IV, pág. 175. Plancha XXIII, pág. 455.
Plancha V, pág. 228. Plancha XXIV, pág. 465.
Plancha VI. pág. 253. Plancha XXV, pág. 476.
Plancha VII. pág. 289. Plancha XXVI, pág. 481.
Plancha VIII, pág. 301. Plancha XXVII, pág. 487.
Plancha IX, pág.· 311. Plancha XXVIII, pág. 501.
Plancha X, pág. 321. Plancha XXIX, pág. 506.
Plancha XI, pág. 347. Plancha XXX, pág. 511.
Plancha XII, pág. 363. Plancha XXXI, pág. 515.
Plancha XIII, pág. 375. Plancha XXXII, pág. 523.
Plancha XIV, pág. 391. Plancha XXXIII, pág. 531.
Plancha XV, pág. 395. Plancha XXXIV, pág. 539.
Plancha XVI, pág. 401. Plancha XXXV, pág. 543.
Plancha XVII, pág. 415. Plancha XXXVI, pág. 549.
Plancha XVIII, pág. 419. Plancha XXXVII, pág. 559.
Plancha XIX, pág. 423. Plancha XXXVIII, pág. 597.
l\IICROGRAFÍA
POR EL CONSEJO DE LA SOCIEDAD
REAL DE LONDRES PARA EL FO-
MENTO DEL SABER NATURAL.

Se ordena que el libro escrito por Robert Hooke, M. A.,


Miembro de esta Sociedad, titulado Micrografía, o algu-
nas descripciones fisiológicas de los cuerpos diminutos,
realizadas mediante cristales de aumento, con observa-
ciones y disquisiciones sobre ellas, sea impreso por John _
Martyn y James Allestry, impresores de dicha Sociedad._ .

23 de Noviem.

1664

1
BROUNCKER, P.S.R.
MICROGRAFIA
O ALGUNAS
DESCRIPCIONES FISIOLOGICAS 2
DE LOS

CUERPOS DIMINUTOS
REALIZADAS MEDIANTE
CRISTALES DE AUMENTO
CON
OBSERVACIONES Y DISQUISICIONES SOBRE
ELLAS
Por R. HOOKE, Miembro de la SOCIEDAD REAL

Non possis oculo t¡llllntum contendere Linceus,


Non tamen idcirco contemnas Lippus inungi. Horat. Ep. lib. I 3•

LONDRES, impresos por Jo. Martyn y Ja. Allestry,


impresores de la SOCIEDAD REAL, y han de venderse
en su Tienda de la Campana en el recinto de San Pablo.
MDCLXV
AL

4
REY

SEÑOR,

humildad deposito este pequeño presente


C a losla mayor
ON
reales pies de Vuestra Ma;estad. Si bien llega
acompañado por dos desventa¡as, la insignificancia del autor
y la del tema, con todo me anima en ambos casos la grandeza
de vuestra gracia y de vuestro saber. Por la una sé que
podéis perdonar a los más pretenciosos importunos, y por
el otro, que no consiie-rareis indigna de vuestra atención
la menor obra de la naturaleza o del arte. Entre las muchas
gracias que han acompañado a la feliz restauración y gobierno
de vuestras ma;estades, no se cuenta entre las menos impor-
tantes que la filosofía y el conocimiento experimental hayan
prosperado bajo vuestro real patrocinio. Así como la tran-
quila prosperidad de vuestro reinado nos ha propiciado el
ocio necesario para proseguir estos estudios en sosiego y
retiro, es justo que en agradecimiento sus frutos reviertan
a vuestra ma;estad. Varios, Señor, de vuestros súbditos se
ocupan ahora en vuestra Sociedad Real de más nobles asun-
tos, como el fomento de las manufacturas y la agricultura, el
desarrollo del comercio o el auge de la navegación, en todos
los cuales se ven asistidos por el aliento y el e¡emplo de
vuestra ma;estad. En medio de todas estas eximias empre-
sas, me atrevo· a presentar lo que resulta más acorde con
la insignificancia de mis aptitudes, ofreciendo algunos de los
118 MICROGRAFÍA

menores de todos los objetos visibles a un rey tan poderoso,


que ha establecido un imperio sqbre las mejores de todas las
cosas invisibles de este mundo, las almas de las personas.

De su maiestad, el más humilde


y más obediente
súbdito y siervo,

R o B .E R T H o o K E.
A LA

SOCIEDAD REAL

T RAS mi Dedicatoria a nuestro gran fundador y patrón,


no puedo menos de sentirme obligado, en consideración
a tantas tareas como me habéis encomendado, a ofrecer estos
mis humildes esfuerzas a esa ILUSTRÍSIMA ASAMBLEA.
Habíais tenido a bien aceptar anteriormente estos burdos
bosque;os 5. Ahora, les he añadido algunas descripciones y
conieturas mías. Por consiguiente, junto con VUESTRA acep-
tación, ha de solicitar también VUESTRO perdón. Las reglas·
que OS habéis prescrito a VOSOTROS mismos para VUES-
TRO progreso filosófico parecen ser las mejores que nunca
se hayan practicado, especialmente la relativa a evitar el
dogmatismo y la aceptación de cualquier hipótesis insuficien-
temente fundamentada y confirmada por experimentos. Esta
vía parece ser la mejor para salvaguardar tanto la filosofía
como la historia natural de sus anteriores corrupciones. Al
afirmar estas cosas, quizá dé la impresión de estar conde-
nando mi propia manera de proceder en este tratado, en el
que tal vez se encuentren algunas expresiones que acaso pa-
rezcan más positivas de lo que permiten VUESTRAS pres-
cripciones. Aunque deseo que se tomen tan sólo como con-
jeturas e interrogantes (que VUESTRO método no reprueba
completamente), con todo, aun cuando me haya excedido en
ellas, debo declarar que no lo he hecho siguiendo VUES-
TRAS directrices 6 , pues no está puesto en razón que hayáis
de sufrir la imputación de las faltas de mis conieturas, viendo
que podéis recibir tan magro provecho en vuestra reputación
por causa de las triviales observaciones de
VUESTRO humildísimo y
fidelísimo siervo
RoBERT HooKE.
EL

PREFACIO

LA gran ventaja de la humanidad sobre las otras criaturas


estriba en que no sólo podemos contemplar las obras
de la naturaleza o mantener simplemente nuestras vidas me·
diante ellas, sino que además poseemos la capacidad de
considerarlas, compararlas, alterarlas, complementarlas y me-
jorarlas para diferentes utilidades. Aunque ésta es uná pre-·
rrogativa propia de la naturaleza humana en general, puede
verse hasta tal punto promovida mediante el arte y la expe-
riencia, que unos hombres superen a otros en sus observacio-
nes y deducciones casi tanto como éstos aventajan a las
bestias. Merced a la ayuda de tales instrumentos y métodos
artificiales, en cierta medida se pueden reparar los perjuicios.
e imperfecciones que la humanidad ha cargado sobre sí por.
negligencia e intemperancia, así como por el abandono cons-
ciente y supersticioso de las prescripciones y reglas de la
naturaleza, motivos por los cuales todos los hombres son
proclives a caer en todo tipo de errores tanto por una corrup-
ción propia e innata como por la educación y trato con las
dem.ás personas.
El único camino que ahora nos resta para recuperar
en cierta medida esas primitivas perfecciones parece consis-
tir en rectificar las operaciones de los sentidos, la memoria y
la razón, dado que, por el testimonio, la fuerza, la integridad
y la recta correspondencia de todas ellas, se ha de restaurar
toda la luz mediante la que han de guiarse nuestras acciones,
instaurándose todo nuestro dominio sobre las cosas 1 •
Es, por tanto, de la mayor oportunidad que recojamos
sus diversos defectos, a fin de que mejor podamos com-
122 ROBERT HOOKE

prender cómo suplirlos, así como que consideremos mediar1te


qué ayudas podamos aumentar su poder y facilitar el cum-
plimiento de sus funciones propias.
Por lo que respecta a las acciones de nuestros sen-
tidos, no podemos por ménos de observar que en muchos
aspectos se ven muy superados por los de otras criaturas
y, en el mejor de los casos, quedan muy por debajo de la
perfección de que parecen capaces. Tal es debilidades de los
sentidos derivan de una doble causa; sea de la desproporción
entre el objeto y el órgano, razón por la cual un infinito
número de cosas no le es accesible, sea también de los errores
de percepción, por los que muchas cosas que caen bajo su
alcance no se captan de manera adecuada.
Similares fragilidades pueden encontrarse en la me-
moria. A menudo dejamos que se nos escapen muchas cosas
que merecerían que las retuviésemos, mientras que de aqué-
llas que atesoramos, una gran parte son o frívolas o falsas.
Las que resultan buenas y sustanciales, ora se ven borradas
por el transcurso del tiempo, ora, en el mejor de los casos,
resultan tan abrumadas y ente"adas bajo ideas más frívolas,
que cuando las necesitamos, las buscamos en vano. .
Siendo tan fáciles de engañar los dos principales fun-
damentos, no es de extrañar que las subsiguientes labores··
construidás sobre ellos, la argumentación, la conclusión, la
definici6n, el juicio y todos los demás grados de la razón,
sean susceptibles de la misma imperfección, siendo a lo sumo
o vanos o inciertos. Pe este modo, los errores del entendi-
miento corresponden a los otros dos, presentando deficien-
cias tanto en la cantidad como en la bondad de su conoci-
miento. En efecto, los límites a los que se ven confinados
nuestros_ pensamientos son muy estrechos en comparación
con la enorme extensión de la propia naturaleza, algunas
de cuyas partes son demasiado grandes para poder ser abar-
cadas, mientras que otras resultan demasiado pequeñas para
ser percibidas. Ha de seguirse de ello que, no teniendo una
plena sensación del objeto, nuestra concepción del mismo y
todas las afirmaciones que sobre él hagamos habrán de ser
muy cojas e imperfectas. De ahí que a menudo tomemos la
sombra de las cosas por su sustancia, las pequeñas aparien-
cias por buenas semejanzas y las semejanzas por definiciones.
PREFACIO 123

Así pues, incluso muchas de las definiciones que considera-


mos como más sólidas son más bien expresión de nuestras
erróneas aprehensiones de la verdadera naturaleza de las
cosas mismas.
Los efectos de estas imperfecciones ·se manifiestan de
diversos modos según el temperamento y disposición de los
distintos espíritus humanos, inclinándose algunos de ellos a la
crasa ignorancia y a la estupidez, y tendiendo otros a una
presuntuosa imposición sobre las opiniones de otras perso-
nas, junto con un confiado dogmatismo en cuestiones sobre
las que no se pueden dar seguridades.
Por tanto, toda la incertidumbre y e"ores de las ac-
cion·es humanas derivan sea del carácter estrecho y errático
de nuestros sentidos, sea de lo evanescente o engañoso de
nuestra memoria, sea de lo limitado o burdo de nuestro
entendimiento; por todo lo cual no es de extrañar que nues-
tro poder sobre las causas y efectos de la naturaleza mejore
tan lentamente, visto que no sólo tenemos que luchar con
la oscuridad y dificuJtad de las cosas sobre las qt_te trabaja-
mos y pensamos, sino que incluso las fuerzas- de nuestra
mente conspiran para traiciOnarnos.
Siendo estos los peligros que acechan en el avance de
la humana razón, todos los remedios sólo pueden provenir
de la filosofía real, me~ánica, experimental, la cual posee
sobre la filosofía del discurso y de la disputa la siguiente
ventaja; a saber, que mientras que ésta se orienta funda-
mentalmente a la sutileza de sus deducciones y conclusiones,
sin preocuparse mucho de los priméros fundamentos que han
de asentarse firmemente en los sentidos y en la memoria,
aquélla, por el contrario, se ocupa del recto ordenamiento
de todos ellos, haciéndolos útiles los unos a los otros.
Lo primero que hay que hacer en esta grave empresa
es estar alerta a los fallos de los sentidos y ampliar el domi-
nio de los mismos.
Para ello se requiere, en primer lugar, una escrupulosa
elección y un estricto examen de la realidad, constancia y
certeza de los datos que admitimos. Este es el prístino fun-
damento sobre el que ha de erigirse la verdad, por lo cual
ha de emplearse en él la diligencia más severa e impar-
cial, dado que almacenarlo todo sin ninguna consideración
124 ROBERT HOOKE

de los elementos de iuicio o el uso sólo habrá de producir


oscuridad y confusión. Por consiguiente, no hemos de esti-
mar la riqueza de nuestro tesoro filosófico tan sólo por el
número, sino sobre todo por el peso. No se han de desesti-
mar las instancias más vulgares, pero ante todo han de aco-
gerse las más instructivas. Se han de seguir las huellas de la
naturaleza no sólo en su ordinario discurrir, sino también
cuando parece verse constreñida a desviarse, dando múltiples
vueltas y revueltas, empleando cierto arte para tratar de
escapar a nuestro descubrimiento.
La siguiente precaución que hay que tomar por lo
que atañe a los sentidos es socorrer sus debilidades con ins-
trumentos y, por así decir, complementar con órganos ar-
tificiales los naturales. En los últimos tiempos se ha llevado
a cabo esto con uno de ellos mediante la invención de vidrios
ópticos, lo cual ha producido un prodigioso beneficio a todo
tipo de conocimiento útil. Mediante los telescopios, nada
hay" ·tan distante. que no pueda traerse ante nuestra vista,
mientras que, merced a los microscopios, nada hay tan pe-
queño que escape a nuestro examen, con lo que todo un
nuevo mundo visible se revela al entendimiento. Por estos
medios, los cielos se abren, apareciendo en ellos un vasto
número de nuevos astros, nuevos movimientos y nuevas
producciones a las que eran completamente a;enos todos los
astrónomos antiguos. Mediante ellos, la propia tierra que
se extiende tan próxima a nosotros, bajo nuestros pies, nos
muestra algo completamente nuevo, y en cada diminuta
partícula de su materia contemplamos ahora una diversidad
de criaturas casi tan grande como la que antes podíamos
captar en la totalidad del universo mismo.
No parece improbable que mediante la ayuda de estos
medios llegue a descubrirse más plenamente la sutil com-
posición de los cuerpos, la estructura de sus partes 8, las
varias texturas de su materia, los instrumentos y modos de
sus movimientos internos y todas las demás posibles consti-
tuciones de las cosas, todo lo cual los antiguos Peripatéticos
se conformaban con abordar mediante dos palabras generales
e inútiles (si no se explican más), como son materia y
. forma. De ahí puede que deriven muchos admirables avances
para el desarrollo del conocimiento operativo y mecánico al
PREFACIO 125

que tanto parece inclinarse nuestro tiempo, pues tal vez sea-
mos capaces de discernir todas las secretas operaciones de
la naturaleza, casi a la manera en que lo hacemos con aque-
llas que produce el arte y que se desa"ollan mediante rue-
das, máquinas y resortes inventados por el ingenio humano.
De este tipo son los imperfectos empeños que aquí
presento al mundo, pues aunque no sean importantes más
que por esto, espero que en cierta medida sean útiles para el
plan fundamental de una reforma de la filosofía, siquiera
sea mostrando que para ello no se precisa tanto la fuerza de
la imaginación, la exactitud del método o la profundidad de
la contemplación (aunque la conjunción de todas estas cosas,
cuando pueda darse, tiene que producir una obra mucho
más perfecta), cuanto una mano sincera y un ojo fidedigno
para examinar y registrar las cosas mismas tal y como se
muestran.
Y ruego a mi lector que me permita la audacia de
asegurarle que en la situación actual del conocimiento, una
persona que, como yo he tratado de hacer, esté dotada tan
sólo de resolución, integridad y la simple iniención de usar
sus sentidos correctame11te, puede arriesgarse a comparar la
realidad y la utilidad de sus servicios a la verdadera filosofía
con los de oúas. personas que, presentando especulaciones
mucho más poderosas y agudas, con todo no utilicen el mis-
. mo método de los sentidos.
lA verdad es que la ciencia de la naturaleza ha ve_nido
siendo durante mucho tiempo obra tan sólo del cerebro y
de la fantasía, siendo ya hora de que retorne a la sencillez
y fundamentación de las observaciones de cosas materiales
y obvias. Dícese de los grandes imperios que la mejor ma-
nera de preservarlos de la decadencia es retrotraerlos a los
primeros principios y artes con los que se iniciaron. Lo
mismo es sin duda cierto de la filosofía, la cual, al extraviarse
en nociones invisibles, casi se ha destruido a sí misma por
completo, no pudiendo recuperarse ni avanzar jamás sí no
es volviendo a las mismas sendas sensibles por las que ini-
cialmente procedía.
Por consiguiente, si el lector espera de mí deduc-
ciones infalibles o certeza de axiomas, he de decir por mi
parte que esas más potentes obras del ingenio y la imagina-
126 ROBERT HOOKE

ción se hallan por encima de mis débiles capacidades y, en


caso de que no hubiera sido así, no habría yo hecho uso
de ellas en el presente tema que se halla ante mi. Donde-
quiera que halle que me he aventurado en pequeñas conje-
turas acerca de las causas de las cosas que he observado, le
ruego que las tome sólo como cuestiones dudosas y barrun-
tos inciertos, y no como conclusiones incuestionables o asunto
de ciencia irrefutable. Nada he producido aquí con la inten-
ción de someter a su entendimiento a una aceptación implí-
cita. Tan lejos me siento de ello, que deseo que no se fíe
absolutamente de estas observaciones de mis ojos si las halla
en contradicción con futuros experimentos oculares de descu-
bridores sobrios e imparciales. .
Por lo que a mí respecta, consideraré cumplidos mis
fines si estos mis pequeños esfuerzos se estiman merecedores
de ocupar algún lugar en el gran inventario de observaciones
naturales que tantas manos se afanan en realizar. Me doy
más que por satisfecho con haber establecido los mínimos
fundamentos sobre los que otros puedan levantar más nobles
superestructuras, siendo mi única ambición poder servir a
los grandes filósofos de este tiempo del mismo modo que
lo han hecho conmigo los fabricantes y pulidores de mis
vidrios; .esto es, preparándoles y suministrándoles algunos
materiales que a continuación ellos puedan ordenar y dispo-
ner con más habilidad y con mucho mayor provecho.
· Los siguientes remedios de esta cura universal del
espíritu han de aplicarse a la memoria, debiendo consistir
en aquellas directrices que nos informen de cuáles son las
cosas más adecuadas para almacenarlas con vistas a nuestros
fines, así como cuál es el mejor modo de ·organizarlas, de
manera que no sólo se conserven con seguridad, sino tam-
bién de modo accesible y conveniente, a fin de que en cual-
quier momento se puedan recuperar para usarlas según lo
exija la ocasión. Mas no voy a adelantar aquí lo que expondré
en otro discurso, en el que trataré de proponer algunas con-
sidera<;iQtJes acerca del modo de compilar una historia natu-
ral y artificial, ordenando y registrando sus detalles particu-
lares en tablas filosóficas de manera que sean máximamente
útiles para dar lugar a axiomas y teorías 9•
Aunque no cabe duda de que la última empresa es la
PREFACIO 127

más espinosa, con todo resulta la más necesaria, consistiendo


en tener cuidado de que el juicio y la razón humana (que
constituye la tercera facultad que hay que corregir y me;orar)
reciba una asistencia tal que evite los peligros a los que por
naturaleza se halla más suieta. Las imperfecciones que ya
he mencionado y a las que es proclive atañen ora a la ex-
tensión ora a la bondad de su conocimiento. Aquí la dificul-
tad es máxima, no sea que lo que se tiene por remedio
para uno resulte destructivo para otro, o que al tratar de
ampliar nuestro conocimiento, lo debilitemos y tornemos in-
seguro, o no sea que al ser demasiado escrupulosos y exactos
por lo que respecta a todas las circunstancias al caso, lo
constriñamos y ordenemos en exceso.
En ambos casos hay que tomar las vías intermedias, sin
omitir nada y, no obstante, sin deiar pasar nada sin una ma-
dura deliberación. No hay que despreciar la inteligencia de
las personas de ctialesquiera profesiones y partes del mundo,
y con todo, han de examinarse todas con tal severidad, que
no quepa lugar- a la duda o a la inseguridad. Se ha de prac-
ticar un grtl!I rigor en la admisión, mucha severidad en !a
comparación y, sobre todo, mucha circunspección en el debate
y mucho recato en la determinación. El entendimiento ha
de ordenar todos los servicios inferiores de las facultades más
ba;as, pero no_ ~a de hacerlo como un tirano, sino como un
patrón legal. No ha de inmiscuirse en sus oficios ni tomar
sobre sí las /unciones que pertenecen a cada una de ellas.
Ha de vigilar- las irregularidades de los sentidos, pero no
ha de ir por delante de ellos o impedir su información. Ha
de examinar, -ordenar y disponer el banco de la memoria,
pero ha de asegurarse de distinguir la colección sobria y bien
hecha de las ideas extravagantes y las imágenes equivocadas
con las que pueda toparse en ocasiones. Son tantos los es-
labones de los que depende la verdadera filosofía, que si uno
de ellos se suelta o debilita, toda la cadena se halla en peligro
de destrucción. Hay que comenzar con las manos y los o;os,
para proceder a través de la memoria y continuar con la
razón. Mas no hay que detenerse ahí, sino que hay que
retomar de nuevo a las manos y o¡os y así, mediante un
circuito continuo de una focultad a otra, se mantendrá viva.
y fuerte, tal y como ocurre con el cuerpo humano merced a
128 ROBERT HOOKE

la circulación de la sangre a través de las diversas partes del


cuerpo, los brazos, los pies, los pulmones, el corazón y la
cabeza.
Si alguna vez se llega a seguir este método con dili-
gencia y atención, nada hay que caiga baio el poder del
ingenio humano (o, lo que es más efectivo) de la industria
humana que no podamos alcanzar. No sólo podríamos aspi-
rar a invenciones equiparables a las de Copérnico, Galileo,
Gilbert, Harvey y otros cuyos nombres casi se han perdido
y que fueron los inventores de la pólvora, la aguja de ma-
rear, la imprenta, el aguafuerte, el grabado, los microsco-
pios, etc., sino también a otras múltiples que las superen
ampliamente, pues incluso esos descubrimientos parecen pro-
ducto de algún método de características similares, aunque
imperfecto. Por tanto, ¿qué no habríamos de esperar de:
él si se siguiera plenamente? La palabrería y la disputa
de argumentos pronto se tornaría en productos; todos los '
delicados sueños de las opiniones y naturalezas metafísicas
universales ingeniadas por el derroche de cerebros sutiles se
desvanecerían rápidamente, dando lugar a sólidas historias,
experimentos y obras. Del mismo modo que originalmente la
humanidad cayó por probar el árbol prohibido del conoci-
miento, así nosotros, sus descendientes, quizá podamos res-
tablecernos en parte no sólo contemplando y observando,
sino también probando esos frutos del conocimiento natural
que nunca han sido prohibidos.
De este modo, el mundo puede verse asistido por
una gran variedad de invenciones; pueden reunirse nuevos
materiales científicos, mejorándose los vieios y li¡ando su
herrumbre. Dado que toda nuestra. habilidad en las obras
de la naturaleza proviene de la ayuda de los sentidos, éstos
podrían beneficiarse maravillosamente con ello, viéndose guia-
dos hacia una realización más fácil y exacta de sus oficios, no
siendo improbable que podamos descubrir dónde fallan
nuestros sentidos, encontrando con facilidad los modos de
repararlos 10 •
Los esfuerzos de los hombres habilidosos han recu-
rrido mucho a la asistencia del o¡o, siguiéndose de ello
muchas nobles producciones. De ahí podemos concluir que
hay una vía abierta para hacer progresar las operaciones no
PREFACIO 129

sólo de todos los demás sentidos, sino también las del propio
o¡o, pues lo que ya se ht1-hecho-no debería dejarnos satisfe-
chos, sino que habría más bien de animarnos a avanzar más
allá, intentando mayores empresas por las mismas y por dife-
rentes vías. 0

No es improbable que se inventen todavía muchas


otras ayudas para él o;o que superen con mucho a las ya exis-
tentes, como pudieran ser aquellos aditamentos de la simple
vista que permitan quizá descubrir criaturas vivas en la luna
u otros planetas, así como las figuras de las partículas que
componen la materia y las especiales estructuras y texturas de
los cuerpos.
Del mismo modo que fos vidrios han promovido no-
tablemente nuestra visión, no es improbable que se encuen-
tren muchos-inventos mecánicos para me;orar nuestros demás
sentidos de oído, olfato, gusto o tacto. No es imposible que
podamos oír un susurro a un estadio de distancia, pues ya
se ha heého, por lo que la naturaleza del asunto no hará
que sea más imposible que ese estadio se pueda multiplicar
por diez. Y, si bien algunos autores famosos han afirmado la
inzposibilidad de oír a través de la más fina placa de mos-
covita, con todo yo conozco un medio mediante el cual resulta
fácil oír a alguien hablar a través de una pared de un metro
de espesqr. Aún no se ha examinado concienzudamente hasúi·
qué exfrúnos se pueden mejorar los otacústicos 11 , ni qué
otros medios pueda haber de avivar nuestra audición o de
transmitir el sonido a través de otros cuerpos distintos del
aire, pues puedo asegurar al lector que éste no es el único
medio, ya que, sirviéndome de un alambre extendido, pro-
pagué el sonido a considerable distancia en un instante o
con un movimiento aparentemente tan rápido como la luz, o
al menos incomparablemente más rápido que aquél que si-
multáneamente se transmitía por el aire. Y eso no sólo en
línea recta o directa, sino también en una doblada en diver-
sos ángulos 12•
Estos tres sentidos no son tan perfectos que no pue-
dan verse notablemente incrementados merced a la diligen-
cia, la atención y muchos dispositivos mecánicos. En efecto,
puesto que el sentido del oHato parece operar mediante el
rápido tránsito del aire (impregnado de vapores y efluvios
130 ROBERT HOOKE

de diversos cuerpos olorosos) a través de los meandros car-


tilaginosos de la nariz, cuyas superficies están cubiertas por
un nervio muy sensible y humedecidas, gracias a un resudado
de la protuberancia mamilar del cerebro y a algunas glándulas
adjuntas así como al vaho húmedo de los pulmones, por
un líquido conveniente para la recepcion de dichos efluvios.
Mediante la adhesión y mezcla de dichos vapores con tal
líquido, afectan de este modo al nervio, insinuándose quizás
ellos mismos en los jugos del cerebro a la manera en que,
tal y como he dado a entender en las observaciones que
vienen a continuación, las partes de la sal pasan a través
de la piel de tritones y ranas 13 • Dado que, como digo, el
olfato parece producirse por un sistema de este estilo, no es
improbable que algún ingenio que haga pasar rápidamente
una gran cantidad de aire a través de la nariz desarrolle el
sentido del olfato del mismo modo que lo entorpece y des-
truye cualquier medio que estorbe dicho tránsito. He reali-
zado va~ios ensayos consistentes tanto en obstaculizar como
en promover este sentido, te~iendo éxito en algún caso tal ·
y como esperaba, el cual se me antoja susceptible de mejora
a fin de estimar la constitución de diversos cuerpos. Quizá
por este procedimiento podamos juzgar (como parecen hacer
otras criaturas) qué es saludable y qué venenoso; en una pa-
labra, cuáles son las propiedades específicas de los cuerpos.
Pueden hallarse también algunos otros medios ·me-
cánicos de percibir sensiblemente los efluvios de los cuerpos,
de los cuales, si este fuera el lugar apropiado, podría poner
varios ejemplos relativos a los vapores y exhalaciones de los
minerales. No parece imposible que mediante el desarrollo
de tales medios se pueda descubrir qué minerales yacen en-
terrados bajo tierra sin necesidad de molestarse en excavar.
En Agrícola y en otros autores que escriben de metales
puede hallarse algo que confirma esta conjetura, cuando
hablan de los vegetales que tienden a prosperar o degenerar
en dichos vapores 14•
Me parece difícil de determinar si se pueden detectar,
antes de producir su efecto, esos vapores que parecen emanar
de. la tierra y mezclarse con el aire (precipitando así ciertas
exhalaciones acuosas de las que éste se halla impregnado).
Con todo, soy capaz de descubrir algo de este estilo por
PREFACIO 131

medio de un instrumento que he ingeniado para mostrar las


diminutas variaciones de la presión del aire. Gracias a il
hallo constantemente que, antes y durante el tiempo lluvioso,
la presión del aire es menor, siendo mayor en tiempo seco,
pero especialmente cuando sopla un viento oriental (que,
por haber atravesado grandes extensiones de tierra, se halla
preñado de partículas térreas), si bien estos cambios varían
siguiendo leyes muy extrañas.

He aquí el instrumento is. Dispongo una cabeza de bastante


capacidad A B, con un pequeño vástago D C de unos dos pies y
medio [76,25 cm] de largo. En el extremo D inserto un pequeño
vidrio doblado o un sifón de latón DE F (abierto en D, E y F,
aunque se habrá de cerrar con cemento en F y E cuando la oca-
sión lo pida), cuyo extremo F deberá ser de una longitud de unas
seis u ocho pulgadas [de 15,24 a 20,30 cm], aunque su calibre
no tendrá más de media pulgada [1,27 cm] de diámetro, siendo
muy uniforme. Uno estas partes muy fuertemente mediante un ce-
mento muy duro y luego fijo todo el recipiente de vidrio A B CD E F
en un gran tablero o marco, de tal manera que casi la mitad de la
cabeza A B encaje en un hemisferio cóncavo tallado en el tablero
R·s. Lo pongo luego en el tablero R S, tal y como se indica en
la primera Figura de la primera Plancha, fijándolo de manera firme
y estable en dicha posición, de manera que el peso del mercurio
que hay que echarle luego no lo sacuda ni haga vibrar lo más
mínimo. Trazo entonces la línea X Y sobre el tablero R T, de ma-
nera que divida· el globo en dos partes iguales o haciendo que
pase, por así decir, por el centro del globo. Comenzando desde
ahí, divido el resto del tablero, hacia U T, en pulgadas [2,54 cm],
y las pulgadas entre la 25 y el extremo E (que no tiene por qué
estar a más de· treinta y dos o treinta y tres pulgadas [ 81,2 u
83,8 cm] de la línea X Y) las subdivido en decimales. Tapando
luego el extremo F con cemento suave o cera blanda, invierto el
marco, poniéndolo cabeza abajo y con el orificio E hacia arriba, por
el que, con un· i>equeño embudo, lleno todo el recipiente ·de vidrio
con mercurio. Tapando luegÓ el pequéño orificio E con el dedo,
enderezo e invierto varias veces todo el aparato a fin de liberar
al mercurio y al recipiente de vidrio de todas las burbujas o par-
tículas de aire oculto. Invirtiéndolo luego como antes, lo lleno
hasta el borde con mercurio limpio y bien tamizado, y habiendo
preparado una bolita de cemento muy duro ablandado con calor,
lo aprieto en el qgujero E, cerrándolo muy bien. Para asegurar que
este cemento lio "se salga más tarde, ato a su alrededor un trozo
de cuero embadurnado interiormente con cemento, liándolo a su
alrededor mientras el cemento está caliente. Tras haberlo atado así,
enderezo de nuevo el vidrio con cuidado de este modo: primero
bajo el tablero de canto, hasta que el borde R V toque el suelo o
132 ROBERT HOOKE

quede hori7.0ntal. Esto lo hago para que, si acaso quedase algo de


aire escondido en el tubito E, ascienda al tubo F y no al D C. Tras
levantarlo por este sistema y colgarlo del agujero Q o fijarlo per·
pendicularmente por cualquier otro medio, abro el extremo F y, me·
diante un pequeño sifón, extraigo el mercurio hasta hallar que su
superficie. A B en la cabeza toca exactamente la línea X Y. En ese
momento, saco inmediatamente el sifón, y si por casualidad bajase
algo por debajo de la línea X Y, lo restauro a la altura deseada
vertiendo diligentemente un poco de mercurio en F. Con este
expediente consigo que todas las subidas y bajadas sensibles del
mercurio sean visibles en la superficie del mercurio del tubo F Y
apenas visibles en la cabeza A B. Ahora bien, puesto que en rea-
lidad hay algún pequeño cambio" también en la superficie superior,
averiguo mediante diversas observaciones cuánto asciende en la ca-
beza y cae en el tubo F para hacer que la distancia entre las dos
superficies sea una pulgada [2,54 cm] mayor que antes. La medida
de la caída en el tubo es la longitud de la pulgada con la que
marco en pulgadas y decimales las partes del tubo F o el tablero
en el que está fijado. Habiéndolo completado y dividido de esta
manera, me procuro una gran rueda M NO P, cuyo borde externo
~ halla dividido en doscientas partes iguales, y que fijo al tablero
R T mediante ciertos pequeños soportes, tal y como se muestra en
la figura. En el centro de ésta, por la parte de atrás y en un so-
porte adecuado, se coloca un pequeño cilindro cuya circunferencia
sea dos veces la longitud de una de aquellas divisiones que he
hallado que respondía a una pulgada de ascenso o descenso del
mercurio. Dicho cilindro se mueve sobre una aguja diminuta, y en
su c;xtremo se halla fijado un indicador K L muy ligero. Todo el
conjunto se coloca sobre el eje o aguja de modo- que una parte
no sea más pesada que la otra. Entonces, en torno a· este cilindro
se enrolla un pequeño hilo de seda con dos bolitas de acero, una
en cada extremo, G H. Una de ellas, un poco más pesada, ha de
ser del tamaño adecuado para moverse libremente arriba y abajo
por el tubo F, de modo que gracias a este dispositivo, la menor
variación en la altura del mercurio se tornará claramente visible
merced al movimiento aquí y allá del pequeño indicador K L.

Este es sólo uno de los modos de descubrir los eflu-


vios de la tierra que se mezclan con el aire, pues puede
haber muchos otros como el higróscopo, un instrumento
con el que se detectan los efluvios acuosos que se volatilizan
en el aire y que la propia nariz es incapaz de descubrir. Lo
he descrito en este tratado, en el lugar correspondiente a
la descripción de la arista de avena silvestre 16 • Hay otros que
se pueden detectar por el olfato y otros, también, por otros
medios. Así el humo de la madera que arde se huele, se ve
PREFACIO 133

y se percibe más que de sobra con los ojos. Los humos pro-
ducides al quemar azufre se huelen y se descubreJ'l también
por la destrucción de los colores de los cuerpos, como el
blanqueado de una rosa roja. Quién sabe si la industria hu-
mana, siguiendo este método, podrá hallar maneras de mejo-
rar este sentido hasta tal grado de perfección que iguale y
aun supere al de los animales.
Tampoco es improbable que nuestro gusto mejore
considerablemente, sea preparándolo para el cuerpo, a la ma-
nera en que tras comer cosas amargas se saborean con mayor
sensibilidad el vino y otros licores alcohólicos; sea prepa-
rando los cuerpos para el gusto, a la manera en que disolver
los metales en ácidos los torna saboreables, siendo así que
antes eran completamente insípidos. De este modo, el plomo
se torna más dulce que el azúcar y la plata más amarga que la
hiel, mientras que el cobre y el hierro presentan los más ho-
rribles sabores. Ciertamente, puesto que la misión de este sen-
tido es descubrir la presencia de cuerpos disueltos en líquidos
puestos sobre la lengua o, en general, descubrir que un
cuerpo fluido posee disuelto en él algún sólido y de cuál
se trata, cualquier dispositivo que realice este descubrimiento
mejora el sentido. A este respecto, las mezclas de líquidos
químicos suministran muchos ejemplos, como cuando el
vinqgre -dulce que se halla impregnado con plomo se descubre
como tal mediante la afusión de una pequeña cantidad de
una solución alcalina; también se puede descubrir que el
licor amargo de agua fuerte y plata se halla cargado con
dicho metal sumergiendo en él algunas placas de cobre. No
es nada improbable que pueda haber multitud de otros modos
de descubrir las partes disueltas o solubles en líquidos; y
qué es ese descubrimiento, sino una espeáe de gusto se-
cundario.
Tampoco cabe duda de que el sentido del tacto se
puede mejorar notablemente, pues, siendo como es un sen-
tido que estima los movimientos más groseros y robustos
de las partículas de los cuerpos, parece susceptible de mejora
y asistencia por muchos caminos. Así, por lo que atañe a
distinguir el calor del frío, lo perfeccionan en extremo el
termoscopio 11 y el termómetro que describo en el tratado
que viene a continuación, mediante los cuales se manifiestan
134 ROBERT HOOKE

las menores variaciones de frío y calor que el sentido más


agudo es incapaz de distinguir. Otras veces se fomenta tam-
bién con ayuda de lupas y similares que recogen y unen el
calor radiante. De este modo, la aspereza y suavidad de un
cuerpo se torna mucho más sensible con ayuda de un micros-
copio que con la más tierna y delicada mano. Quizá sir-
viéndose de otras diversas propiedades tangibles puedan los
médicos descubrir la constitución de un cuerpo al igual que
lo hacen con el pulso. Estos no son más que algunos e;em-
plos que muestran la posibilidad de muchos otros, así como
las probabilidades y esperanzas que hay de hallarlos si se
sigue este método. En efecto, la función de los cinco sentidos
es detectar sea los movimientos sutiles y curiosos propagados
a través de todos los cuerpos transparentes o perfectamente
homogéneos; sea el pulso vibrante y más grueso comunicado
a través del aire y todos los demás medios adecuados, fluidos
o sólidos; sea los efluvios de los cuerpos disueltos en el
aire; sean las partículas de los cuerpos disueltos o solubles en
líquidos, o el movimiento de sacudida más rápido y violento
del calor en todos o algunos de ellos. Cualquier cosa que
promueva de algún modo cualqµiera de estos tipos de cri-
terios, suministra una vía de me¡orar algún sentido. ¿Cuán-
tos de ellos no habrá de encontrar una persona diligente en
el transcurso de sus investigaciones? y eso sólo por lo que
respecta a la promoción y ayuda a la facultád sensitiva.
En siguiente lugar, por lo que atañe a la memoria
o facultad retentiva, las historias escrita5 de las acciones
civiles pueden ilustrarnos lo bastante acerca de la gran ayuda
que se puede prestar a la memoria poniendo por escrito las
cosas observables en las operaciones naturales. Así pues,
si un médico se tiene por tanto más capaz e~ su especialidad
por tener una larga experiencia y práctica cuyo recuerdo,
aunque tal vez muy imperfecto, regula todas sus acciones
subsiguientes, qué habríamos de pensar de una persona que
no sólo poseyese un registro perfecto de sus propias expe-
riencias, sino que además hubiese crecido con la experiencia
de muchos cientos de años y muchos miles de hombres.
Aunque recientemente, los hombres han comenzado
a ser sensibles a esta conveniencia, registrando e imprimien-
do aquí y allá algunas pocas centurias, si bien en la mayoría
PREFACIO 135

de los casos se ha hecho muy defectuosa e imperfectamente,


temiéndome que en muchas ocasiones no se haya hecho de
modo verdadero, ya que muchos de ellos parecen estar orien-
tados más a la ostentación que a la utilidad pública, y eso
sin mencionar que en la mayoría de los casos omiten aquellas
de sus experiencias en las que a sus pacientes les ha ido
mal, de donde es fácil colegir que continuamente han ensal-
zado hiperbólicamente sus propias prescripciones a la vez
que difamaban las de lós demás. Pero, a pesar de ello, incluso
los médicos más capaces consideran en general útiles estos
tipos de historias.
¿Qué no habremos de esperar dt; la Facultad deduc-
tiva o racional a la que se le suministre tales materiales,
estando además tan convenientemente adaptados y dispues-
tos para el uso, que en un momento, por así decir, puedan
representarse incluso a la vista miles de casos que sirvan
para la ilustración, determinación o descubrimiento de casi
cualquier investigación? ¿Cuán próximas a la naturaleza de
los axiomas no habrán de estar todas esas proposiciones
que se examinan ante tantos testigos? ¿Y cuán difícil no
habrá de ser. para cualquier error en filosofía, por sutil que
sea, escapar al descubrimiento después de haber sufrido la .
prueba de tantos ensayos? ·
¿Qué tipo de vía mecánica e invención física imagi-.
nable no se puede hallar de este modo? La invención de una
manera de determinar la longitud de los lugares es fácil
de llevar a cabo. con la perfección que se desee, o con una
precisión tan grande como aquélla con la que se puede hallar
la latitud de los lugares en el mar;. y quizá también con
mayor certeza que aquélla con la que se ha hallado hasta
ahora, tal y como muy pronto manifestaré libremente al
mundo 18 • La manera de volar por el aire parece impracticable
sobre todo por la falta de fuerza de los músculos humanos.
Por consiguiente, si se pudiese remediar eso, pienso que sería
fácil hacer veinte ingenios para hacer la función de alas.
También he intentado suplir dicho defecto, y referiré en
otro lugar los éxitos obtenidos que, según creo, son comple-
tamente nuevos y nada baladíes 19 •
Tampoco es improbable que los químicos pudiesen
hallar, si siguiesen este método, su tan buscado alcahesto 20 •
136 ROBERT HOOKE

En la Observación decimosexta he mostrado mi descubri-


miento de un menstruo universal que disuelve todo tipo de
cuerpos sulfurosos (y del cual no se ha tenido antes no-
ticia).
Cuán prodigiosa variedad de descubrimientos en a,na-
tomía nos han traído los últimos tiempos, incluso en nues-
tros propios cuerpos, en el mismísimo corazón, mediante el
cual vivimos, y en el cerebro que es la sede de nuestro
conocimiento de las demás cosas. Testigo de ello son las
excelentes obras de Pecquet, Bartholinus, Billius 21 y muchos
otros, y en casa, las del Doctor Harvy, el Doctor Ent, el
Doctor Willis y el Doctor Glison 22 • En las observaciones
celestes hemos superado ampliamente a todos los antiguos,
incluso a los propios caldeos y egipcios, cuyas vastas llanuras,
altas torres y aire claro no les proporcionaron una venta;a
tan grande sobre nosotros como la que nosotros poseemos
sobre ellos gracias a nuestros anteojos. l!ferced a ellos, han
sido sobrepasados considerablemente por los famosos Gali-
leo, Hevelius, Zulichem 23 así como por nuestros compa-
triotas el señor Rook, el Doctor Wren y el gran ornato de
nuestra iglesia y de nuestra nación, el Lord Obispo de Exe-
ter 24 • Y sin ir más le¡os, en los descubrimientos aéreos se
ha dado un maravilloso progreso llevado a cabo mediante
la noble máquina del ilustrísimo señor Boyle, a quien me
corresponde mencionar con todos los .hdnores, no sólo como
mi patrón particular, sino como Patrón de la propia filosofía,
la cual de día en día aumenta mediante sus trabajos y se
adorna con su ejemplo 25 •
El gran éxito de todos estos grandes personajes y de
muchos otros, y la ahora aparente gran obviedad de la ma-
yoría de sus otros diversos descubrimientos que desde el
comienzo del mundo han sido, por así decir, hollados, aunque
nadie se ha ocupado de ellos hasta esta época inquisitiva
(un argumento a favor de que tiene que haber aún más allá
multitud de otros similares), me pone en la tesitura de reco-
mendar dichos estudios, desarrollados con tales métodos, a
los caballeros de nuestra nación, cuyo ocio les permite em-
prender, y la abundancia de sus fortunas realizar, cosas ex-
traordinarias en esta dirección. Y no propongo sólo este tipo
de filosofía experimental como ob¡eto de elevado arroba-
PREFACIO U7

miento y deleite del espíritu, sino incluso como placer sen-


sible y material. Tan amplia es la variedad de objetos que
caen bajo su inspección, tantos modos diferentes hay de
manejarlos, tan grande es la satisfacción de hallar cosas
nuevas, que me atrevo a comparar el contento que habrán
de sentir no sólo al de la contemplación, sino incluso a
aquél que la mayoría de los hombres prefieren, el de los
mismísimos sentidos.
Y si tienen a bien tomar un estímulo de esfuerzos
tan nimios e imperfectos como los míos, por propia expe-
riencia puedo asegurarles sin arrogancia que no ha habido
ninguna indagación o problema en mecánica que me haya
propuesto a mí mismo hasta ahora, cuyas posibilidades no
haya sido capaz de examinar mediante cierto método (que
explicaré en alguna otra ocasión); y siendo así, es igualmente
fácil excogitar diversos modos de llevarlo a cabo. Cierta-
mente, con este método se puede hacer en mecánica tanto
como·en geometría se puede hacer con el álgebra 26• No me
cabe la menor duda de que este mismo método es aplicable
a las investigaciones físicas, pudiendo también hallar y reco-
ger allí una cosecha de descubrimientos de igual abundancia.
En realidad no parece haber un campo tan árido que no me-
jore cof!siderablemente con esta excelente técnica .agrícola.
En orden a la prosecución de este método .en las in-
vestigaciones físicas, he espigado aquí y allí un manojo de
observaciones, para la recolección de la mayoría de las cuales
he recurr_ido a los microscopios y algunos otros vidrios e
instrumentos que mejoran el sentido de la vista. He empren-
dido aquí esta vía, no porque no haya multitud de observa-
bles útiles y agradables aún por recoger, lo bastante obvias
sin necesidad de recurrir al arte, sino tan sólo para promo-
cionar el uso de ayudas mecánicas de los sentidos, tanto
para la inspección del mundo ya visible como para descubrir
muchos otros hasta ahora desconocidos, de manera que,
como el gran conquistador, nos sintamos conmovidos por
no haber vencido aún un mundo, siendo así que hay tantos
otros por descubrir n, sirviendo cada notable mejora de los
telescopios y microscopios para producir nuevos mundos y
terra incognita ante nuestra vista.
Los vidrios que he empleado eran de nuestra fabri-
138 ROBERT HOOKE

caczon inglesa, y aunque eran muy buenos dentro de su


clase, con todo dejaban mucho que desear respecto a lo que
podríamos esperar si llegásemos a dar con una manera de
hacer cristales elípticos o de otra forma más exacta. En
efecto, aunque tanto los microscopios como los telescopios
actuales aumentarán un objeto haciéndolo algo así como un
millón de veces mayor de lo que aparece a simple vista 28 , con
todo las aperturas de los objetivos son tan pequeñas que
sólo pasan unos pocos rayos, e incluso entre esos pocos hay
tantos falsos que el objeto aparece oscuro e indistinto. Cier-
tamente, estos inconvenientes son tales que parecen insepa-
rables de los cristales esféricos por más exactamente tallados
que estén']!}; mas, con todo, el procedimiento que hasta ahora
hemos utilizado para ello es tan imperfecto qtle quizá haya
que elaborar diez antes de que se haga uno de calidad tole-
rable, mientras que la mayoría de esos diez difieren tal vez
unos de otros en calidad, lo cual es un argumento en favor de
la tesis de que el procedimiento empleado hasta ahora es
como mínimo muy incierto. Así pues, estos vidrios poseen
un dobk_Jefecto; uno, que m"uy pocos de ellos están tallados
con precisión, y el otro, que incluso aquéllos que son los
mejores no admiten un número suficiente de rayos para
aumentar el objeto más allá de un tamaño_ determinado. Con-
tra tales inconvenientes, los únicos remedios con los que he
dado hasta ahora son estos.

En primer lugar, en el caso de los microscopios (donde el


objeto que obser\ramos está próximo y bajo nuestro poder), la me-
jor manera de hacerlo aparecer claro con la lente es proyectar sobre
él una gr.m cantidad de luz por medio de espejos cóncavos, pues
gracias a ello, aunque la apertura sea muy pequeña, embutirá por
ella tal cantidad de luz, que gracias a ello un objeto permitirá verse
aumentado mucho más de lo que sería posible sin tal recurso. El
modo de conseguir esto es como sigue. Escojo una habitación con
una sola ventana abierta al sur y, a unos tres o cuatro pies de
distancia [91,5 ó 122 cm] de la ventana, sobre una mesa, coloco
mi microscopio, situando luego de tal modo, sea un globo redondo
de agua o una lente plano-convexa muy clara (oon la parte con-
vexa vuelta hacia la ventana), que se junte una iran cantidad de
rayos, proyectándose sobre el objeto. Si brilla el ·sol, coloco un
pequeño trow de papel aceitado muy cerca del objeto, entre él y
la luz. Luego, mediante una buena lupa grande, reúno y proyecto
los rayos sobre el papel de tal forma que haya una enorme can-
PREFACIO 139

tidad de luz pasando a través de él hasta el objeto. Con todo, gra-


dúo esa luz de manera que no chamusque o queme el papel. En
lugar de dicho papel se puede utilizar un pequeño trozo de vidrio,
una de ruyas caras se haga rugosa frotándola sobre una herramienta
plana con arena muy fina, de manera que si se proyecta sobre él
el calor despreocupadamente, soportará un grado de calor mucho
mayor y, por consiguiente, aumentará de modo considerable la luz
conveniente. Por todos estos medios, la luz del sol o de una ven-
tana puede proyectarse sobre un objeto de manera que lo torne
el doble de luminoso de lo que seria sin ellos, y eso sin el incon-
veniente de verse deslumbrado, cosa que produce en la mayoría
de los objetos la luz inmediata del sol. En efecto, por este medio,
la luz se difumina de manera tan uniforme que todas las partes
se iluminan de igual modo, mientras que cuando la luz del sol
cae directamente sobre ellos, las reflexiones de unas pocas partes
son tan vivas que ahogan a todas las otras, siendo ellas además
indistintas por razón de la desigualdad de la luz, apareciendo tan
sólo como manchas radiantes.
Pero, puesto que la luz del sol, así como también la de la
ventana, se halla en un estado de variación continua, y muchísimos
objetos no se pueden observar con ella todo el tiemP<> necesario para
examinarlos plenamente; y puesto que además a menudo el tiempo
es t-.in oscuro y nublado que durante muchcs días seguidos no se
puede ver nada; y dado también que hay muchos objetos que se
encuentran en la noche y que tal vez no se puedan guardar con-
venientemente hasta el día; por consiguiente, a fin de procurar
y proyectar una cantidad suficiente de luz sobre un objeto durante
la noche; be ingeniado y usado a menudo este expedi"nte.
Me hice con un pequeño pedestal como el quce .se describe
en la quinta Figura de la primera Plancha, en cuyo pequeño pi-
lar A B había dos brazos móviles, CD, que podía fijar en cual-
quier parte del pilar mediante los tornillos E F. En el inferior de
ellos coloqué un globo de cristal bastante grande, G, lleno de sal-
muera muy clara, cerrado, invertido y fijado a la iµanera visible
en la figura. Por la parte externa de dicho brazo salía otro, H, con
varias articulaciones, en cuyo extremo se hallaba fijada una lente
convexa de vidrio muy perfecto, I, que gracias a dicho brazo podía
moverse aquí y allá, fijándose en cualquier posición. Sobre el otro
brazo se colocaba una lamparita, K, que se podía mover en el ex-
tremo del brazo a fin de ponerla en la posición adecuada para ilu-
minar a través del globo. Gracias a este instrumento conveniente-
mente dispuesto, como se representa en la figura, con la llamita de
la lámpara se puede proyectar una luz tan grande y adecuada sobre
el objeto como la que pueda tolerar. Siendo siempre constante y
estando disponible en cualquier momento, me ha parecido de lo
más conveniente para trazar los dibujos de aquellos objetos peque-
ños que be tenido ocasión de observar.
Ninguno de estos sistemas (aunque muy superiores a cuales-
140 ROBERT HOOKE

quiera otros que nadie haya usado hasta ahora, que yo sepa) resulta
suficiente, sino que, más allá de cierto grado de aumento, nos de-
jan de nuevo en la estacada. Por tanto, sería muy de desear que
se ingeniase algún otro medio de fabricar un objetivo de tal figura
que permitiese convenientemente una apertura grande.

Por lo que atañe a los telescopios, la única me;ora


de que parecen susceptibles consiste en aumentar su longitud,
pues siendo remoto el obieto, no hay que pensar en sumi-
nistrarle más luz de la que tiene. Por tanto, para aumentar
la apertura, el obietivo debe tallarse sobre una gran esfera,
ya que de este modo, siendo los ob¡etivos del mismo tipo
de calidad, cuanto más largo sea el ob¡etivo, mayor será la
apertura que tolere. Por tanto, un obietivo de seis pies
[183 cm] tolerará una apertura mucho mayor que uno de
tres, y uno de sesenta tolerará proporcionalmente una aper-
tura mayor que uno de treinta, y lo superará en la misma
medida en que uno de seis supera a uno de tres, tal y como
he observado experimentalmente en uno de dicha longitud
fabricado por el señor Richard Reives 30 aquí en Londres,
el cual permite una apértura de más de tres pulgadas de
diámetro [7,6 cm], presentando con todo el obieto propor-
cionalmente mayor y distinto, siendo así que hay muy pocos
· objetivos de treinta pies [9,15 m] que permitan una aper-
tura de más de dos pulgadas de diámetro [ 5 cm]. Así pues,
por lo que respecta a los telescopios, suponiendo que dispu-
siésemos de un procedimiento e~peditivo de fabricar los
objetivos con superficies esféricas exactas, podríamos aumen-
tar un ob¡eto a cualquier tamaño dado aumentando su lon-
gitud. Para realizar ambas cosas no se me ocurre procedi-
miento más sencillo y más exacto q~e recurrir a la siguiente
máquina, mediante la cual se pueden fabricar rápidamente
cualesquiera objetivos de la longitud que se desee. Parece
de lo más fácil porque con una sola herramienta se puede
tallar con cuidado un obietivo de· cualquier longitud o an-
chura precisa, y eso sin ningún problema a la hora de prepa-
rar la máquina y sin que se precise un pulidor muy habili-
doso. Parece ser de la mayor exactitud porque, hasta el
último frote, el obietivo regula y rectifica la herramienta a
su figura exacta, y cuanto más tiempo o en mayor medida se
trabajen ;untos la herramienta y el obietivo, con mayor pre-
PREFACIO 141

cisión serán ambos de la forma deseada. Además, los movi-


mientos del objetivo y de la herramie11ta se cruzan--emre sí de
tal modo que no hay punto alguno de ambas superficies
que no se vea cruzado por miles de movimientos transversa-
les, de modo que es imposible que aparezcan anillos o estrías
ni en el objetivo ni en la herramienta 31 •

La idea de esta máquina es simplemente hacer que los ex-


tremos de dos mandriles se muevan de tal forma que sus centros
puedan estar separados por una distancia cualquiera conveniente,
así ·como que los eies de los mandriles, al estar ambos en la pro-
longación del mismo plano, puedan encontrarse en cualquier ángulo
que se desee. Ambos requisitos se pueden satisfacer muy bien con
la máquina descrita en la tercera Figura de la primera PTancha,
donrle A B representa el árbol de un tomo fijado perpendicular u
horizontalmente; CD, los dos contrapuntos fijados a unos dos pies
[61 cm] de distancia; E F, un mandril de hierro, cuya manga ahu-
sada F gira en un collarín biselado de latón adaptado a ella; la otra
punta, E, gira sobre un tomillo G; en un lugar conveniente se
halla fijada una polea H, y en el extremo que· "pasa a través del
contrapunto e se encuentra atornillado el anillo de un cilindro
hueco K, o cualquier otra herramienta de forma apropiada, de la
anchura que se estime más conveniente para el tamaño de los ob-
jetivos en los que ha de emplearse. Por ejemplo, para objetivos
entre doce y cien pies [3,66 m y 30,50 m] de largo, el anillo
debe ser de unas seis pulgadas de diámetro [ 15,2 cm] o cierta-
mente un poco más para esos objetivos más largos. También sería
conveniente y no muy costoso tener cuatro o · ~inco herramientas
diversas; por ejemplo, una para los objetivos .entre una pulgada y
un pie [2,54 cm y 30,5 cm], otra para todos los objetivos entre
uno y diez pies de longitud [30,5 cm y 3,05 m], otra para todos
entre diez y cien [3,05 m y 30,5 m], una cuarta para todos los que
vayan de cien a mil pies de longitud [30,5 m y 305 m] y, si la
curiosidad avanza alguna vez tan lejos, una para todas las longi-
tudes entre mil y diez mil pies de longitud [305 m y 3.050 m]. En
efecto, el principio es tal que, suponiendo que los mandriles estén
bien hechos y sean de buena longitud, y suponiendo que se ponga
mucho cuidado en su elaboración y pulimentado, no veo por qué
un objetivo de mil o incluso de diez mil pies de longitud no va a
estar tan bien hecho como uno de diez, pues la razón es la misma,
suponiendo que los mandriles y las herramientas sean lo bastante
fuertes para que no se doblen y suponiendo que el vidrio _de que
se fabrican sea susceptible de presentar una gran regularidad en
sus partes por lo que respecta a la refracción. Este cilindro hueco K
ha de contener la arena, de modo que, al girar muy rápidamente
arriba y abajo mediante una pequeña rueda que se puede mover
con el pie, sirva para pulir el objetivo. El otro mandril está con-
142 ROBERT HOOKE

formado de manera semejante a éste, aunque presenta un cuello


liso sin el ahusamiento del otro, encajando en un collarín que,
merced _a un tomillo y a una junta como la de la figura M, se
puede ajustar firmemente a la garganta de rodamiento. En el ex-
tremo de este. mandril se atornilla un soporte N al que se pega
con cemento o cola la pieza de vidrio Q que se va a· pulir. El
contorno de dicho vidrio ha de situarse exactamente sobre el borde
del anillo, y el torno OP ha de situarse y fijarse (por medio de
ciertas piezas y tornillos, cuya constitución quedará sobradamente
clara por la figura) en el ángulo necesario para la formación de la
esfera según la cual se ha decidido tallar el vidrio. En aras a la
brevedad, pasaré por alto los fundamentos geométricos pertinentes,
ya que, aunque no observados previamente, son lo bastante obvios.
Hay que hacer que este último mandril gire también muy aprisa
(por medio de la primera o alguna otra rueda), de modo que mer-
ced a ambos movimientos cruzados el vidrio no tiene más remedio
(si se hace oon cuidado) que adoptar una superficie esférica exac-
tísima.

Ahora bien, puesto que merced a las leyes de la re-


fracción (que he hallado experimentalmente que son así
gracias a un instrumento que describiré enseguida).ai sabe-
mos con certeza que las líneas de los ángulos de incidencia
son proporcionales a las líneas de los ángulos de refracción,
si los vidrios pudiesen tallarse según esas especies de figuras
o algunas otras como las que el sin par Des -~artes ha in-
ventado y demostrado en sus obras matemáticas y filosófi-
cas 33 , podríamos aspirar en la óptica a una perfección mu-
chísimo mayor que la que nos cabe esperar racionalmente
con las figuras esféricas. En efecto, aunque caeteris paribus
hallamos que cuanto más largos sean los obietivos de los
telescopios y cuanto más cortos los del microscopio, me;or
aumentan, con todo ambos, aparte de tales dimensiones de-
terminadas, se tornan inútiles por ciertas cortapisas, pues
resultará tremendamente difícil construir y manejar un tubo
de más de cien pies [30,5 m] de largo, y asimismo será
difícil iluminar un ob;eto que se halla a menos de una cen-
tésima de pulgada [0,25 mm] del objetivo.
Aún no he realizado ningún ensayo de este tipo,
aunque sé de dos o tres vías que, por lo que he examinado
hasta ahora, parecen muy prometedoras, por lo que pueden
inclinarme a hacer algunas pruebas tan pronto como tenga
ocasión, acerca de las cuales quizá después informe a todo
PREFACIO 143

el mundo. Entretanto describiré el instrumento que acabo


de mencionar, mediante el que se puede medir con la mayor
exactitud la refracción de todo tipo de líquidos, dando así al
curioso la ocasión de realizar las subsiguientes pruebas del
tipo que estime pertinente para cualquiera de sus ensayos,
y permitiéndole ver que las leyes de la refracción no son
meramente especulativas. ·

El instrumento constaba de cinco reglas o piezas largas mon-


tadas a la manera expresada en la segunda Figura de la primera
Plancha, donde A B denota una pieza recta de madera de una
longitud de unos seis pies y dos pulgadas [188 cm], una anchura
de tres pulgadas [7,62 cm] y un grosor de pulgada y media
[3,8 cm], por cuya parte posterior cuelga una pequeña plomada
de un hilo tendido de arriba abajo, gracias a la cual esta pieza
se ponía exactamente derecha, fijándose firmemente. En medio de
ella se practicó un agujero o cojinete, en el que se colocaba uno
de los extremos de una caja de latón cilíndrica y hueca, e e, que
describiré más tarde, pudiendo moverse aquí y allá con mucha fa-
cilidad y precisión. El otro extremo de esta caja se encajaba y mo-
vía 'en un agujero practicado en un pequeño brazo D D. En esta
caja se hallaba fijada la regla larga E F, de unos tres pies y tres
o cuatro pulgadas de longitud [99,1 cm ó 101,6 cm]. A tres pies
[91,5 cm] de Jos mencionados cojinetes P P, había un agujero E de
un lado a otro de la pieza, cruzado por dos pequeños hilos, y en
el extremo 5e hallaba dispuesta una pequeña mira G, mientras que
por la parte posterior había un pequeño brazo H con· un tornillo
para fijarla en cualquier lugar de la regla L M. Esta regla L M se
mueve sobre el eje B (que se halla exactamente a tres pies [91,5 cm]
de distancia del eje central P) y por su parte central se trazaba
una raya ·dividida por una línea de cuerdas en unos' sesenta gra-
dos, estando subdividido cada grado en minutos, de modo que al
poner la cruz de hilos de E en cualquier parte de esta línea divi-
dida, sabía de inmediato qué ángulo formaban entre sí las dos
reglas A B y E F, y girando el tornillo de H, podía fijarlas en
cualquier posición. También la otra regla R S estaba construida del
mismo modo, excepto que no se hallaba fijada a la caja cilíndrica
hueca, sino que, mediante dos pequeños brazos o asas de latón, se
movía sobre sus ejes. También ésta se puede fijár en cualquier
división de otra línea de cuerdas del mismo radio trazada so-
bre NO, mediante los hilos cruzados del agujero S y el tornillo
de K. De esta manera se conocía asimismo el ángulo {ormado por-
las dos reglas A B y R S. La caja de latón C C del centro tenía
aproximadamente la forma de la Figura X; es decir, era una caja
cilíndrica cerrada por ambos extremos, una parte de la cual estaba
cortada tanto por los lados como por el fondo, pero de manera
que el extremo del tubo que estaba unido a ella contuviese el agua
144 ROBERT HOOKE

al llenarse hasta la mitad, permitiendo asimismo que se inclinase


sin verter nada según un ángulo igual al de la máxima refracción
del agua y no más, sin verter nada. La regla E F estaba firmemente
unida al tubo V, de manc!ra que este tubo V orientaba la longitud
de la regla E F, y al moverse la caja y la regla sobre el gozne T T,
formaba cualquier ángulo que se quisiese con la regla A B. El fondo
de ~te tubo V se hallaba cerrado mediante nn pequeño trozo de
vidrio perfectamente plano, colocado exactamente perpendicular a
la línea de dirección o e;e de la regla E F. Asimismo, el gozne T T
estaba horadado con pequeños agujeros a través del e;e, y por di-
chos agujeros se hacía pasar y se sujetaba un pequeño alambre.
Había también un tubito de hojalata puesto sin fijar en el extremo
de V y que llegaba hasta la mira G. La misión de este tubito era
tan sólo evitar que algún falso rayo de luz pasase por el fondo
de V, admitiendo tan sólo que pasasen aquellos que venían a tra-
vés de la mira G. Una vez dispuestas todas las cosas a la manera
descrita en la figura, esto es, hallándose la regla A B fijada perpen-
dicularmente, llenaba la caja e e con agua o cualquier otro líquido
cuya refracción trataba de examinar, hasta que el alambre que pasaba
por el medio de ella estuviese justamente cubierto. Entonces mo-
vía y fijaba la regla F E según un ángulo dado cualquiera y colo-
caba la llama de una vela justo enfrente de la mira G, y obser-
vando a través de la mira 1, movía la regla R S aquí y allá hasta
que veía que la luz proveniente de G estaba, por así decir, cu-
bierta o dividida por el alambre oscuro que pasaba por PP. En-
tonces, girando el tornillo K, la fijaba en dicha posición y, a tra-
vés del agujero S, observaba qué grado y qué parte de grado que-
daba cortado por los hilos en cruz de S. Eso me daba el ángulo
de inclinación A P S correspondiente al ·áñgulo de refracción B PE,
pues la superficie del líquido de la caja siempre estará horizontal
y, en consecuencia, A B será perpendicular a ella. Así pues, el án-
gulo A P S medirá o será el ángulo de inclinación sobre el líquido,
y luego el E P B ha de ser el ángulo de refracción, pues el rayo
que pasa a través de la mira G pasa también perpendicularmente
por el diafragma de vidrio de F y, en consecuencia, pasa también
perpendicularmente a través de la superficie inferior del líquido
contiguo al vidrio, con lo que no sufre refracción alguna hasta
encontrarse con la superficie horizontal del líquido en e e, estando
determinada por los dos ángulos.

Mediante este instrumento puedo examinar la re-


fracción de cualquier líquido de la manera más exacta, con
poco esfuerzo y con una pequeñísima cantidad de dicho
líquido; y no sólo para una inclinación, sino para todas,
pudiendo así construir tablas muy precisas. He confeccionado
experimentalmente muchas de ellas, hallando que el aceite de
trementina posee una refracción mucho mayor que el espíritu
PREFACIO 145

de vino, aunque sea más ligera; asimismo, el espíritu de vino


posee mayor refracción que el agua, aunque sea también
más ligero; pero, sin embargo, el agua salada tiene también
una refracción mayor que la dulce, aunque es más pesada.
Así pues, por lo que respecta a la refracción que tiene lugar
en un líquido, parece que la gravedad específica no sirve de
nada. Por este medio también be descubierto que, una vez
vista la proporción que tiene el seno del ángulo de una incli-
nación con el seno del ángulo de refracción, la misma propor-
ción tienen todos los senos de otras inclinaciones con los
senos de sus correspondientes refracciones.

Mi sistema para medir cuánto aumenta una lente los objetos


situados a una distancia conveniente es éste. Habiendo dispuesto
el microscopio para ver con él el objeto deseado con mucha niti-
dez, a la vez que miro el objeto a través de la lente con un ojo,
con el otro ojo miro a simple vista a otros objetos situados a la
misma distancia. Por este medio, con ayuda de una regla dividida en
pulgadas y sus partes menores puesta sobre el pedestal del micros-
copio, puedo proyectar, por así decir, la imagen aumentada del
objeto sobre la regla. De esta manera, puedo medir exactamente
el diámetro con que se ve a través de la lente, el cual, comparado
con el diámetro con que se ve a simple vista, nos dará fácilmente
la magnitud del aumento34.
. El microscopio del que he hecho uso la mayor parte de las
veces era muy parecido al que se representa en la sexta Figura de
la primera Plancha. El tubo no era, en general, más largo de seis
o ·siete pulgadas [15,2 cm ó 17,7 cm], si bien, merced a que tenía
cuatro secciones extensibles, podría alargarse mucho más según lo
exigiese la ocasión. Presentaba tres lentes, un pequeño objetivo
en A, un ocular delgado en B y uno muy ancho en C. Recurría a
esta disposición tan sólo cuando la ocasión requería ver a la vez
la mayor parte del objeto, pues la lente del medio producía una
gran cantidad de haces radiantes que se dirigían en diferentes di-
recciones, proyectándolos sobre el ocular ancho. Pero siempre que
la ocasión exigía examinar las partes minúsculas de un cuerpo con
mayor exactitud, quitaba la lente del medio y usaba tan sólo un
ocular con el objetivo, pues cuanto menos sean las refracciones,
más claro y luminoso aparece el objeto. Por tanto, no cabe duda
de que si pudiésemos hacer un microscopio que tuviese una sola
refracción, ceteris paribus superaría cumplidamente a cualquier otro
que presentase un número mayor de ellas 35. Por eso, si se toma un
trozo muy claro de un cristal veneciano róto; y en una lámpara
se le sacan diminutos cabellos o filamentos y luego se sostienen en
la llama los extremos de estos filamentos hasta que se funden y
fluyen para formar un pequeño glóbulo redondo o gota que col-
146 ROBERT HOOKE

gará al extremo del filamento, y si además se pegan varios de


éstos en el extremo de un bastón con un poco de lacre, de manera
que los filamentos queden de pie, y luego se pule una buena
parte de ellos con una muela y después, sobre una placa de metal
lisa, se frotan con un poco de trípoli hasta que se tomen muy
suaves, entonces, si uno de ellos se fija con un poco de cera blanda
en el ojo de una pequeña aguja clavada en una placa de latón,
plomo, peltre o cualquier otro metal, y se mira a su través un
objeto situado muy cerca, aumentará y hará algunos objetos más
nítidos que cualquiera de los grandes microscopios. Ahora bien,
dado que éstos, aunque muy fáciles de hacer, son muy incómodos
de utilizar por su pequeñez y la proximidad del objeto, para evitar
ambas cosas teniendo con todo dos refracciones, me agencié un
tubo de latón con una forma m~y similar a la de la Figura cuarta
de la primera Plancha. En su extremo menor fijé con cera una
buena lente plano-convexa con la cara convexa hacia el objeto, y
en el extremo _mayor pegué también con cera una lente plano-con-
vexa bastante 'grande, con la cara convexa hacia mi ojo. Luego,
mediante el agujerito lateral, llené el espacio intermedio entre es-
tas dos lentes con agua muy clara, cerrándolo después con un
tomillo. Poniendo luego un alvéolo para el ojo, conseguía ver un
objeto más claro de lo que podía hacerlo cuando el espacio inter-
medio estaba lleno sólo de aire, si bien, debido a otros inconve-
nientes, utilicé muy poco este dispositivo.
He aquí mi método de fijar tanto el aparato como el objeto
al pedestal de la manera más conveniente. A un lado de un pe-
destal redondo, A B en la sexta Figura de la primera Plancha, se
fijaba un pequeño pilar e e, al que iba adosado un pequeño brazo
de hierro D susceptible de moverse arriba y abajo, ajustándose a
cualquier parte del pilar mediante un tomillito E. En el extremo
de dicho brazo había una bolita encajada en una especie de al-
véolo F, practicado en el costado del anillo de latón G, al que
se hallaba enroscado el extremo pequeño del tubo. Gracias a este
dispositivo, podía colocar y fijar el tubo en cualquier posición que
quisiera (lo que para muchas observaciones era extraordinariamente
necesario), ajustándolo con la niayor precisión a cualquier objeto.
Para sostener el objeto, fabriqué el siguiente dispositivo. En
el extremo de un pequeño eslabón o grapa de latón, H H, fijé una
placa redonda I I de manera que pudiese girar en tomo a su cen-
tro K, y yendo muy apretada, quedaba fija en cualquier posición
en que se colocase. En el borde de ella se fijaba una columnita L
de la altura de unos tres cuartos de pulgada [1,9 cm], a través
de cuya cúspide pasaba una pequeña aguja de hierro, M, cuya .punta
estaba exactamente sobre el centro de la placa. En esta punta es
donde fijaba yo el objeto pequeño y, gracias a estos dispositivos,
era capaz de hacerlo adoptar todo tipo de posiciones tanto respecto
a mi ojo como a la luz. En efecto, haciendo girar la pequeña placa
en torno a su centro, podía moverlo de una manera, y girando la
PREFACIO 147

aguja M, de otra, y todo ello sin menear las lentes lo más míni-
mo o muy poco. Asimismo, podía mover la placa aquí y allá a
cualquier parte del pedestal (lo que en muchos casos era muy
cómodo), fijándola asimismo en dicha posición por medio de una
tuerca N atornillada a la parte inferior del pilar C C. Todos los
demás dispositivos' son lo bastante obvios en el dibujo como para
no precisar una descripción.

Ahora bien, aunque éste fue el instrumento del que


más uso hice, no obstante realicé muchos otros experimen-
tos con otros tipos de microscopios muy distintos de las
lentes esféricas comunes, tanto por lo que respecta a la
materia como por lo que atañe a la forma. Fabriqué un mi-
croscopio con un trozo de vidrio cuyas dos superficies eran
planas. Hice otro sólo con uno plano cóncavo, sin ningún tipo
de reflexión, y también diversos mediante la reflexión. He
fabricado otros con aguas, gomas, resinas, sales, arsénico,
_aceites y con otras diversas mezclas de líquidos acuosos y
oleaginosos. No cabe duda de que este campo. admite una
gran variedad, si bien en general no hallo ninguno más útil
que aquel que se hace con dos lentes tal y como ya he ex-
plicado.
Las siguientes descripciones pondrán de manifiesto
cuáles son las cosas que he observado. Dicho brevemente,
-eran cuerpos extremadamente pequeños o poros extrema-
damente pequeños o movimientos extremadamente peque-
ños, algunos de cada uno de los cuales hallará el lector en
las notas que siguen, y presumo que (al menos muchos de
ellos) serán nuevos y tal vez no menos extraños. En las sub-
siguientes descripciones, el lector encontrará algunos espe-
címenes de cada uno de esos tipos, y ciertamente de algu-
nos otros más de los que quisiera que hubiese, motivado
esto por mi intención original de imprimir un número
mucho mayor de lo que desde entonces he tenido tiempo
de completar. Así pues, de todo lo que tenía, seleccioné de
cada tipo tan sólo unas pocas cosas que por algún particular
parecían más observables, rechazando el resto como super-
fluo para los fines presentes.
Las descripciones que siguen a elida uno de los ob-
ietos dibuiados informarán de qué se trata. Y o sólo añadiré
aquí de una vez por todas que en muchos de ellos los gra-
148 ROBERT HOOKE

badores han seguido muy fielmente mis instrucciones y


dibu¡os 36, así como que al realizarlos he tratado (en la me-
dida de mis posibilidades), primero, de descubrir su verda-
dero aspecto y, luego, de hacer una clara representación
suya. Menciono esto porque es mucho más difícil descubrir
la verdadera forma de estos ob¡etos que la de aquéllos ob-
servables a simple vista, ya que un mismo obieto con una
iluminación determinada puede parecer muy distinto de
cómo es o de cómo se muestra con otra posición de la luz.
Por consiguiente, nunca empiezo a trazar un dibu¡o hasta
que he descubierto la forma verdadera, gracias a muchos
exámenes con diversas luces y en diferentes posiciones res-
pecto a dichas luces, pues en algunos obietos resulta extre-
madamente difícil distinguir una prominencia de una depre-
sión, una sombra de una mancha negra o un reflejo del
color blanco. Además de ello, la transparencia de la ma-
yoría de los ob¡etos los torna mucho más difíciles que si
fuesen opacos. Los oios de una mosca, con un tipo de luz
parecen casi como una red horadada por una multitud de
aguieritos, razón por la cual probablemente el ingenioso
Dr. Power los supone tales 31 • Bajo la luz del sol, ofrecen
el aspecto de una superficie cubierta de clavos dorados; en
otra posición, el de una superficie cubierta de pirámides;
en otra, de conos; y en otras posiciones, de otras formas muy
distintas, aunque la que me;or los muestra es la luz recogida
sobre el obieto por aquellos medios que ya he descrito.
Además, esto se ha emprendido en prosecución de
los planes que la SOCIEDAD REAL se ha propuesto a sí
misma, pues los miembros de esta Asamblea, teniendo ante
su vista tantos ejemplos fatales de los errores y falsedades
por los que la mayoría de la humanidad ha errado por fiarse
de la fuerza de la sola razón humana, han comenzado de
nuevo a corregir todas las hipótesis mediante los sentidos,
a la manera en que los marinos contrastan sus estimas me-
diante observaciones celestes, a cuyo fin ha sido su princi-
pal esfuerzo aumentar y fortalecer los sentidos con la me-
dicina y aquellos instrumentos externos adecuados a sus
específicas misiones. Por este medio hallan algunas razones
para sospechar que aquellos efectos de los cuerpos que or-
dinariamente se han atribuido a las cualidades y a aquellas
PREFACIO 149

otras declaradas ocultas 38 , se realizan gracias a las pequeñas


máquinas de la naturaleza que no se pueden distinguir sin
estas ayudas, siendo meros productos del movimiento, for-
ma y magnitud. Asimismo, las texturas naturales que al-
gunos denominan la facultad plástica, se pueden hacer en
telares q~e un mayor perfeccionamiento de la 6ptica puede
tornar visibles mediante estas lentes, de modo y manera
que no se sorprenden por ello más de lo que el vulgo se
sorprende acerca de cómo se tejen los tapices o las telas de
flores. La finalidad que persiguen con todas estas investiga-
ciones es el placer de las mentes contemplativas, pero sobre
todo la facilidad y prontitud de los trabajos de las manos
humanas. Ciertamente, no desperdician la ocasión de poner
todas las cosas raras de países remotos bajo el alcance de
su conocimiento y práctica. Con todo, ·siguen reconociendo
que sus informaciones más útiles derivan de las cosas co-
munes, así como de diversificar sus más ordinarias opera-
ciones sobre ellas. No rechazan del todtJ los experimentos
meramente de luz 39 y teoría, pero buscan principalmente
aquellos cuyas aplicaciones hayan de mejorar y facilitar el
actual estado de las artes manuales. Aunque algunas per-
sonas, que quizá se dediquen a ocupaciones menos honro-
sas, gusten de censurar su manera de proceder, con todo,
como resultado de estos tres primeros añÓs en que se han
reunido, pueden presentar más frutos que cualquier otra
sociedad de Europa para períodos de tiempo mucho ma-
yores. Es cierto que tales empresas suyas no reciben ordi-
nariamente mucho aliento, ya que, en general, las personas
se dejan llevar más por la parte plausible y discursiva de la
filosofía que por la real. Sin embargo, por suerte para su
institución en una época que es la más inquisitiva de todas,
se han visto asistidos por la contribución y la presencia de
muchísimos de los principales nobles y personas acomoda-
das, así como otras que son algunas de las más notables en
sus diferentes profesiones. Pero lo que más me convence
de la estima real que la parte más seria de los hombres tie-
ne por esta Sociedad es que varios comerciantes, personas
que actúan con gran formalidad (cuyo objeto es meum et
tuum, ese gran timón de los asuntos humanos), han aven-
turado notables sumas de dinero para poner en práctica lo
150 ROBERT HOOKE

que algunos de los nuestros han ingeniado, y han conti-


nuado inmutables en su buena opinión acerca de dichos
empeños, siendo así que ni uno de cada ciento del vulgo
han creído factibles dichas empresas. También es oportuno
·añadir que poseen una venta¡a particular suya, como es
que muchísimos de ellos son personas que actúan y trafican,
lo que constituye un buen augurio de que sus esfuerzos
llevarán a la filosofía de las palabras a la acción, viendo que
los negociantes participan en tan gran medida en la primi-
tiva fundación.
De entre ellos no he de ocultar una especial gene-
rosidad que me concierne más de cerca. Se trata de la mu-
nificencia de Sir John Cutler 40 al dotar unas conferencias
para el fomento de las artes mecánicas, a fin de que las
dirija y gobierne esta Sociedad. Menciono esta largueza por
la honorabilidad de la cosa en sí misma, no menos que
por la esperanza que tengo depositada en la eficacia del
ejemplo; en efecto, ya no se les puede obietar que sus pla-
nes habrán de ser tenidos por frívolos y vanos, teniendo este
real testimonio de la aprobación de una persona qzte es
ornamento tan eminente de esta dudad, así como de al-
guien que, por la diversidad y el feliz éxito de sus negocios,
ha dado pruebas evidentes de no ser f'Jcil de engañar. Este
caballero ha observado bien que las artes de la vida han
estado durante demasiado tiempo aprisionadas en los os-
curos talleres de los propios mecánicos,. donde su desarrollo
se veía impedido, sea por ignorancia o por propio interés.
Por eso las ha liberado con valentía de estos inconvenientes,
haciéndose acreedor no sólo de los industriales, sino tam-
bién de las industrias. Ha realizado un traba¡o digno de
Londres, enseñando a la principal ciudad comercial del mun-
do el modo adecuado para desarrollar el comercio. Y a he-
mos tenido ocasión de observar otros notables signos de la
liberalidad y mentalidad abierta de esta misma mano, pues
gracias a su diligencia respecto a la Corporación para los
Pobres, por sus honorables suscripciones para la reedifica-
ción de San Pablo, por su feliz desembolso para la repo-
blación de Irlanda, y por muchas otras obras públicas se-
me;antes, ha mostrado los medios con los que trata de
perpetuar su memoria. Y ahora, gracias a esta última dona-
PREFACIO 151

ción, ha realizado aquello que lo ha convertido en uno de


los ciudadanos más sabios de nuestra nación, viendo que
el primero en proponerlo fue uno de nuestros más sabios
hombres de Estado, Lord Verulamio 41 •
Pero volveré a nuestro tema tras una digresión que
espero me perdone el lector, dado que el e;emplo es tan
raro que no podré hacer otras más como ésta. En el caso
de que estos mis primeros traba;os sean de algún modo
útiles para las personas inquisitivas, he de atribuir su es-
tímulo y promoción a una pers~ma muy reverenda y eru-
dita, de la que en ;usticia debiera decirse lo siguiente, que
en nuestra época apenas ha habido en esta nación inven-
ción alguna que de un modo u otro no haya sido desarro-
llada con su ayuda. Creo que mis lectores habrán adivinado
ya que me refiero al Dr. Wilkins 42 • Ciertamente se trata de
una persona nacida para el bien de la humanidad y para
honra de su país, en la dulzura de cuya conducta, en la paz
de cuyo espíritu, en la ilimitada bondad de cuyo corazón
t~nemos una prueba palpable de lo que era la primitiva re-
ligión desapasionada antes de que se viese amargada por
facciones partidistas. En una palabra, su celo ha sido tan
perseverante y eficaz para promover todas las artes prove-
chosas y útiles, que así como decía de Escipión uno de los an-
tiguos romanos, que daba gracias a Dios por ser romano,
pues dondequiera que Escipión hubiese nacido allí estaba
la sede del imperio mundial, así yo puedo dar gracias a Dios
porque el Dr. Wilkins sea inglés, pues dondequiera que haya
vivido, allí ha estado la sede principal del conocimiento
generoso y la verdadera filosofía. Viven tantas personas de
mérito que habrán de suscribir la. verdad de esto, que con-
fío en que el ingenioso lector no habrá de considerar lo
que aquí he dicho como un panegírico, sino tan sólo como
un testimonio real.
Por conse;o de tan excelente persona inicié esta em-
presa, no sin gran renuencia, pues debía seguir las huellas
de una persona tan eminente como el Dr. Wren, quien fue
el primero en intentar una cosa de esta naturaleza y cuyos
dibuios originales constituyen ahora uno de los ornatos de
esa gran colección de curiosidades del Gabinete real 43 • Este
honor que han recibido sus primeros pasos de este tipo,
152 ROBERT HOOKE

consistente en ser admitidos en el más famoso lugar del


mundo, más que animarme, el azar de ir detrás del Dr. Wren
me llena de pavor, pues de él he de afirmar que, desde los
tiempos de Arquímedes, rara vez se han dado en un solo
hombre con tan gran perfección tal habilidad mecánica y
tal espíritu filosófico.
Mas, al fin, habiéndome asegurado, tanto el Dr. Wil-
kins como el propio Dr. Wren, que había abandonado sus
intenciones de proseguir con ello, y no habiendo encontra-
do que nadie más pretendiese continuarlo, puse manos a la
obra, no siendo un apoyo baladí para avanzar en esta di-
rección el honor con que la Sociedad Real ha tenido a bien
favorecerme. al aprobar aquellos dibujos (que de vez en
cuando, a medida que tenía ocasión de pergeñar) les pre-
sentaba, así como también en especial los ánimos de diversas
de esas personas nobles y excelentes que eran mis más par-
ticulares amigos y que me urgieron no menos a publicarlos
que a realizarlos.
Tras haber terminado casi estos dibujos y observa-
ciones (habiendo hecho grabar muchos de ellos y estando
listo para enviarlos a la imprenta)T supe que el ingenzoso
médico, el Dr. Henry Power, había hecho diversas obser-
vaciones microscópicas, las cuales, como pude ver luego,
tras haber intercambiado nuestros papeles, no diferían en su
mayoría de las mías, sea por lo que respecta al propio tema
o a los detalles de los que se daba noticia 44 • Aunque su
idea era imprimir sólo las observaciones sin dibujos, aun
así habría suprimido yo lo que hasta entonces había hecho.
Pero, habiendo sido excitado por varios de mis amigos, ce-
diendo a sus opiniones según las cuales no habrían de resul-
tar inaceptables para muchas personas inquisitivas, y esperan-
do asimismo que descubriese con ello algo nuevo al mundo,
finalmente he convertido mis fruslerías en el vasto tesoro
de una historia filosófica. No sólo espero, sino que también
creo, que estos esfuerzos míos no serán más comparables
a las producciones de muchos otros filósofos naturales que
se afanan ahora en grandes cosas, de lo que lo son mis pe-
queños objetos a las mayores y más bellas obras de la natu-
raleza, una mosca, un ácaro, un mosquito a un. caballo, un
elefante o un león.
PREFACIO 153
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
[1]
MICROGRAFIA
O ALGUNAS
DESCRIPCIONES FISIOLOGICAS
DE LOS .
CUERPOS DIMINUTOS
REALIZADAS MEDIANTE
CRISTALES DE AUMENTO
. CON
OBSERVACIONES y DISQUISICIONES
sobre ellas

Observ. l. De la punta de una agu¡ita aguda '.

A tría es por el punto


.
sí como el modo más natural de comenzar en Geome-
matemático, ~Í en las observa-
ciones y la historia natural, el mismo método es el más ge-
nuino, simple e instructivo *. Hemos de esforzarnos primero
en hacer letras y dibujar trazos aislados seguros, antes de
aventurarnos a escribir frases enteras o pergeñar grandes
cuadros. Asimismo, en las investigaciones físicas hemos de
esforzamos en seguir a la naturaleza por los caminos más
llanos y fáciles que recorre en los cuerpos más simples e
incompuestos, a fin de rastrear sus pasos y familiarizamos
con su manera de caminar por ellos, antes de aventurarnos
en la multitud de meandros que hace en los cuerpos de
naturaleza más comple¡a, no sea que, incapaces de distin-
guir y estimar nuestro camino, perdamos rápidamente tanto
la naiurale¡,a como nuestra guía, 1:1:>1 üruiv a ::c!f:'!~os mfr-
mos, viéndonos abocados a deambular por el laberinto de
las opiniones infundadas, carentes tanto de iuicio, como de

* Plancha 2, Fig. l.
156 ROBERT HOOKE

luz y experiencia, esa pista que debiera dirigir nuestro pro-


ceder.
Comenzaremos, pues, estas nuestras investigaciones
primero con las observaciones de los cuerpos de la natura-
leza más simple, para proceder gradqalmente a aquéllos de
una más compuesta. Para seguir este método, comenzare-
mos con un punto físico, categoría a la que comúnmente se
estima que pertenece la punta de una aguja, haciéndose en
general tan aguda que a simple vista no se pueden distin-
guir partes en ella. Con gran facilidad agujerea y se abre
paso a través de todo tipo de cuerpos más blandos que ella,
mas si se examina con un microscopio de gran calidad, po-
d~mos hallar que la cúspide de una aguja (estimada muy
[2] aguda por los s_entidos) muestra un extremo ancho, romo
y muy irregular, que no se parece a un cono, como nos
imaginamos, sino tan sólo a una parte de un cuerpo fusi-
forme al que se le ~a quitado o al que le falta una buena
porción de la -parté superior. Las puntas de los alfileres
son aún más romas, mientras que las puntas de los más
cuidados instrumentos matemáticos rara vez alcanzan a ser
tan agudos. Así pues, qué se puede edificar con las demos-
traciones hechas solamente mediante las operaciones de re-
glas y compases, es algo que podrá considerar mejor quien
examine tales punto_s y líneas con un microscopio.
Ahora bien; aunque esta punta sea tenida común-
mente por la más aguda (de ahí que cuando queramos ex-
presar la agudeza de una punta del modo más superlativo
digamos tan agudo como una aguja), con todo; el microsco-
pio nos suministra cientos de casos de puntas miles de veces
más agudas, como las de los pelos, cerdas y garras de mul-
titud de insectos; las espinas, ganchos o pelos de las hojas
y otros pequeños -vegetales; también ciertamente los extre-
mos de los carámbanos o pequeños paralelepípedos de
amianto y alumbre de pluma 2• Aunque las puntas de mu-
chos de ellos son tan agudas que no se ven ni siquiera con
un microscopio (que aumenta el objeto en volumen más de
un millón de veces), con todo no me cabe duda de que si
fuéramos capaces en la práctica de hacer microscopios según
la teoría, podríamos hallar colinas, hondonadas, poros y
una anchura o expansión suficiente para dar a todas esas
MICROGRAFÍA 157
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 159

partes espacio bastante incluso en el extremo romo de las


puntas de esos cuerpos tan aguzados. En efecto, la magni-
tud o extensión de cualquier cuerpo puede dividirse al infi-
nito, aunque la materia quizá no 3 •
Pero prosigamos. La imagen que hemos mostrado
aquí en la primera Figura era la cúspide de una agujita muy
aguda, cuya punta aparece sin embargo al microscopio de
más de un cuarto de pulgada de ancha [6,35 mm] 4, ni
redonda ni plana, sino irregular y desigual, de modo que
parece ser lo bastante grande como para que un centenar de
ácaros armados tengan espacio suficiente para formar, sin
correr el riesgo 5 de romperse mutuamente el cuello al em-
pujarse fuera del borde por ambos lados. Aunque su super-
ficie parecía a simple vista mi.ly lisa, con todo no impedía
que el microscopio la descubriese adornada de una multitud
de agujeros, grietas y rugosidades, muchas de las cuales irre-
gularidades eran fortuitas (c0mo. A, B, C, que parecían
agujeros producidos por pequeñas motas de herrumbre, y
D, un cuerpo e.draño a la aguja que se le había adherido
íntimamente). Todo lo restante que llenaba de asperezas la
superficie no eran sino otras tantas marcas de la rudeza y
chapucería del arte. Tan impreciso es en todas sus obras,
incluso en aquellas que parecen más limpias, que si se exa-
minan con un órgano más agudo que aquél con el que se
fabricaron, cuanto más veamos el~ su forma, menos apa-
riencia quedará de su belleza. En las obras de la naturaleza,
por el contrario, los más profundos descubrimientos nos
muestran las mayores excelencias, argumento evidente de
que el Autor de todas estas cosas no fue otro que el Omni-
potente, siendo como es capaz de meter en el menor punto
discernible una variedad de partes_ y dispositivos tan grande
como la que hay en esos más vastos cuerpos (que compara·
tivamente se llaman también puntos), tal como la tierra,
el sol o los planetas. Tampoco tiene por qué parecer extraño
que la propia tierra se llame por analogía un punto físico,
pues su cuerpo, aunque esté tan próximo a nosotros que (3]
llene nuestros ojos y fantasía con la sensación de su enor-
midad, merced a cierta pequeña distancia y a ciertos cristales
de disminución convenientes, puede hacerse desvanecer en
una mota o punto apenas visible (como con frecuencia he
160 ROBERT HOOKE

ensayado con la luna y (de no ser tan brillante) con el


propio sol). Así pues, en caso de que un dispositivo mecá-
nico pudiese responder con éxito a nuestra teoría, podríamos
ver las menores manchas tan grandes como la propia tierra,
descubriendo en la luna o los planetas, como también con-
jetura Des Cartes *, tan gran variedad de cuerpos como en
la tierra.
Mas, dejando estos descubrimientos a la industria
futura, procedamos a añadir una observación más acerca de
un punto, como se le llama ordinariamente; esto es, la
marca de final de frase o párrafo. A este fin observé mu-
chos, tanto impresos como escritos, y entre multitud de
ellos encontré pocos más redondos o regulares que el que
he dibujado en la tercera figura de la segunda plancha,
siendo muchísimos de ellos notablemente más deformes. Si
a simple vista la mayoría de ellos aparecían igualmente re-
dondos, hallé que aquéllos que habían sido hechos mediante
una plancha de cobre y una prensa de rodillo estaban tan
mal hechos como los que se habían impreso mediante tipos,
apareciendo los rasgos y puntos más cuidadosa y regular-
mente grabados como tantos otros surcos y agujeros, y sus
marcas impresas, como manchones de tizne hechos en una
estera o en un suelo irregular con un tizón apagado y sin
punta o con el extremo de un palo. Por lo que respecta a
los puntos hechos con pluma, eran mucho más rugosos y
deformes. Es qiás, habiendo observado ciertos trozos de un
curiosísimo escrito de cierto tipo (uno de los cuales incluía
en la anchura de una moneda de dos peniques la oración
del Señor, el Credo de los Apóstoles, los diez Mandamien-
tos, y además u114 media docena de versículos de la Biblia) 6 ,
cuyas líneas eran tan pequeñas y estaban tan juntas que
era incapaz de contarlas a simple vista, un microscopio
muy corriente que entonces te_nía conmigo me permitió ver
que era verdad lo que su autor había dicho, descubriendo
además cuán penosos garabatos y chapuceros palotes lo
formaban, estando casi igual de bien hechos los caracteres
chinos y arábigos: Con todo, he de decir a favor de este
hombre que en general era bastante legible, aunque en

* Diop., cap. 10, § 9.


MICROGRAFÍA 161

algunos lugares hiciese falta una buena imaginaczon bien


predispuesta para-poder seguir adelaAre.--Si este sistema de
escritura pequeña se hiciese fácil y practicable (y creo que
yo sé de uno, aunque todavía no lo he probado, con el que
se podría escribir muchísimo con gran comodidad y con
suficiente precisión en un espacio diminuto), sería de gran
utilidad para comunicar mensa;es secretos sin riesgo alguno
de descubrimiento o sospecha. Pero, volviendo al tema, sus
irregularidades son provocadas por tres o cuatro coadyuvan-
tes, uno de los cuales es la superficie irregular del papel
que, en el mejor de los casos, no parece más liso que una
pieza muy basta de felpa, luego está la irregularidad del tipo
o del grabado, y un tercero es el grosero embadurnado de la
tinta de imprimir sobre el instrumento que produce la
impresión, a todos los cuales se ha de añadir la variación
producida por las diferentes luces y sombras, con lo que
se pueden tener bastantes razones para imaginar que un
punto pueda aparecer mucho más feo que éste que he pre-
sentado aquí, el cual, aunque al microscopio aparecía gris
como una gran· salpicadura de polución londinense de unas
tres pulgadas de diámetro [ 7 ,6 cm], con todo a simple vista
era negro y no mayor que el que está en el medio del círcu-
lo A. Si hubiese tenido lugar en esta plancha para meter [4]
una O, habrían visto uste~es que las letras no eran mucho
más precisas que los purz(ós de separación, ni tampoco un
círculo dibuiado más exacto de lo que hemos mostrado
ahora que un punto es un punto.

Observ. II. Del filo de una navaja 1•

E concorteel *másmásagudo
L afilado tenía el mismo tipo de afinidad
punto que el que tiene en matemáti-
cas una línea con un punto, por lo que su tratamiento ha de
venir con toda propiedad después del anterior. Una navaja
parece ser un cuerpo de aspecto muy neto y preciso hasta

* Plancha 2, Fig. 2.
162 ROBERT HOOKE

que se inspecciona más detenidamente con un microscopio,


con lo que podemos observar que su mismo filo es de todo
tipo de formas excepto de la que debiera ser. En efecto,
al examinar el de una muy bien afilada, no pude hallar que
ninguna de sus partes poseyese la más mínima agudeza, sino
que mostraba una superficie rugosa de considerable anchura
de lado a lado, cuya parte más estrecha no parecía más
delgada que el borde trasero de un cuchillo bastante grueso.
Realmente no es de esperar que haya de ofrecer otro as-
pecto dado que, como hemos visto, si un punto aparece
como un círculo, es razonable que una línea aparezca como
un paralelogramo.
Por lo que respecta ahora al dibujo de esta segunda
Figura (que representa una parte del filo de una longitud
aproximada de un cuarto de pulgada [6,35 mm], pertene-
ciente a una navaja bien asentada), la coloqué de tal modo
entre el objetivo y la luz,. que se producía una reflexión en
d mismo borde, representado por la línea blanca a b c de f,
merced a la CtJal se puede percibir que en torno a d es un
tanto más afilada que en otras partes, que en torno a b está
indentada o mellada, que !;"!n tomo a c es más ancha y grue-
sa, que en tomo a e es desigual y rugosa, y bastante unifor-
me entre a by e f. Tampoco.la parte del filo g h i k eran tan
lisa como uno imaginaría que habrían de dejarla cuerpos tan
suaves como una piedra de asentar y aceite, pues aparte de
esa multitud de rayas que parecen haber arrasado la super-
ficie g h i k, cruzándose en tcidas direcciones, sin que en la
figura hayamos dibujado ni la mitad, había varias rayas o
surcos grandes, como g h e i k, que hacían la superficie aún
más rugosa, siendo causadas tal vez por alguna partícula
de polvo que cayese al azar sobre la piedra de asentar, o
quizá por alguna parte más dura o más silícea de la propia
piedra. La otra parte de la navaja l l, que se pule sobre una
piedra de afilar, se muestra mucho más áspera que la otra,
pareciendo casi como un campo arado con muchos surcos y
camellones paralelos y con una superficie aterronada, por
así decir, o desigual 2• No hemos de asombrarnos de la rugo-
sidad de tales superficies, dado que incluso en los vidrios
para microscopios y otros usos ópticos, tallados con la mayor
circunspección, he descubierto, cuando el sol caía bien sobre
MICROGRAFÍA 163

ellos, que su supedicie estaba diversamente cruzada o ra-


yada, constando de una infinitud de pequeñas supedicies
rotas que reflejan la luz de varios y diversos colores. En
verdad que mediante el arte parece imposible cortar suave-
mente la supedicie de un cuerpo duro y frágil, dado que
la masilla e incluso el polvo más fino al que se pueda recurrir
para pulir dicho cuerpo tiene que constar de pequeñas par-
tículas rugosas y duras, cadlí una de las cuales ha de abrirse
camino, dejando por tanto algún tipo de canal o surco tras [5]
de sí. Y por más que la naturaleza parezca hacerlo con
mucha facilidad en todo tipo de cuerpos fluidos, con todo
quizá observaciones futuras puedan descubrir que incluso
éstos son también rugosos, siendo probable, como he mos-
trado en otro lugar, que los cuerpos fluidos estén formados
por pequeñas partículas sólidas diversa y fuertemente movi-
das, por lo que podemos tener razones para pensar que
apenas hay una supedicie pedectamente lisa in rerum natura.
Imagino que la mancha negra m n es una pequeña mota
de orín, pues he observado a menudo que es esa la manera
de operar de los jugos corrosivos. Para concluir, este filo y
esta sección de una navaja, si hubiera sido en realidad tal
y como aparece a través del microscopio, difícilmente habría
servido para cortar madera, mucho menos para afeitar los
pelos de la barba, a menos. que fuese a la manera en que
Luciano relata jocosamente que hizo Caronte, cuando con una
azuela de carpintero podó la barba de un sabio filósofo cuya
gravedad temía muy prudentemente que pudiera amenazar
con volcar su nave 3 •

Observ. 111. De una fina estopilla o tela de lino 1•

HE aquí* otro producto del arte, un trozo de fina esto-


pilla que conseguí, tan .perfecta que los hilos apenas
se podían distinguir a simple vista, si bien mediante un
microscopio ordinario se puede percibir que se trata de un

* Plancha 14, Fig. 3.


164 ROBERT HOOKE

buen trozo de estera basta y que cada uno de sus hilos son
proporcionalmente cuerdas, nada distintas en forma y tamaño
a las mayores y más groseras hilazas de cordelero de un
solo cabo, con las que se acostumbra a hacer maromas. 19
que hace a la estopilla tan transparente se pone claramente
de manifiesto, no a simple vista, pero sí al microscopio, si
se repara en la multitud de agujeros cuadrados que quedan
entre los hilos, pareciendo haber muchos más huecos con
respecto a las partes interpuestas de los que se dan en una
ventana emplomada, a la que se asemeja un tanto, excepto
en que las partes que se cruzan son redondas y no planas.
Estos hilos que componen tal delicada textura, aun-
que son tan pequeños como los que componep los tipos más
finos de seda, con todo carecen de su reflexión brillante,
grata y viva. Ciertamente, tanto el propio inventor como
muchos otros testigos presenciales me han informado de
que el lino de que está hecha se ha aprestado y preparado
(mediante un arte singular de esa excelente persona y no-
ble virtuoso 2, el señor Charles Haward, hermano del duque
de Norfolk} con tanta habilidad que parece, tanto a la vista
como al tacto, igual de fino y brillante que la seda en rama,
recibiendo también todos los tipos de colores. Mas, a pesar
de ello, cuando este lino sedoso se tuerce, pierda rápidamen-
te su anterior lustré; tomándose en un hilo tan corriente y
humilde como otro del mismo tamaño hecho de lino común.
La razón de tan extraño fenómeno no parece ser otra
que la siguiente, que si bien el lino ingeniosamente apresta-
do posee sus partes tan extraordinariamente pequeñas como
para igualar, cuando no ser mucho menores que las de los
capullos del gusano de seda, especialmente por lo que a la
finura respecta, con todo las diferencias entre las formas
de los filamentos constituyentes son tan grandes y sus sus-
[ 6] tandas tan diversas, que mientras que las de la seda son
pequeñas, redondas, duras, transparentes y tiesas proporcio-
nalmente a su tamaño, de modo que cada filamento conserva
su propia forma, manteniendo en consecuencia toda su re-
flexión aunque se tuerza en el hilo, siempre que no sea
demasiado, las del lino son planas, flexibles, más blandas
y menos trdnsparentes, de modo que al torcerse en el hilo
se unen y están tan próximas que pierden sus propias refle-
MICROGRAFÍA 165

xiones, destruyendo las particulares de las demás. Parece


haber por tanto tres requisitos muy- neeesarios para hac~
que el lino así aprestado siga pareciendo seda una vez hilado.
En primer· fogar, que su sustancia se haga más clara y
transparente, pues el lino mantiene un cierto marrón o ama-
rillo opaco, mientras que las partes más claras que he
observado hasta ahora al microscopio aparecen blancas como
el cuerno o vidrio agrietado, más bien que trasparentes
como el cuerno o vidrio transparente. Luego, que cada uno
de los filamentos haya de ser redondeado, si es que se
puede conseguir, lo cual, no obstante, no es tan indispen-
sable si se logra lo primero; y en tercer lugarr que cada
uno. de los filamentos esté tieso, pues aunque sean cua-
drados o planos, en gran medida habrán de seguirse nece-
sariamente las mismas apariencias si son transparentes y
tiesos. Ahora bien, aunque no he hecho aún ningún ensayo,
no me cabe duda de que ambas propiedades se pueden inducir
asimismo en el lino, y también quizá mediante el mismo
expediente, cosa de que algunas pruebas habrán de informar
rápidamente a cualquier ingenioso emprendedor, el cual ha-
llará en· el uso y provecho de tal invento argumentos sufi-
cientes para animarse a tales investigaciones. Por lo que
atañe a la tenacidad de la sustancia del lino del que se hace
el hilo, parece muy inferior a la de la seda, siendo el uno
una sustancia veget~l y la otra animal. No decidiré aquí si tal
cosa deriva de la mejor composición o de la constitución más
homogénea de las sústancias animales respecto a las de los
vegetales. Con todo, dado que en general observo que las
sustancias vegetales no igualan la tenacidad de las animales,
ni éstas la tenacidad de algunas sustancias minerales purifi-
cadas, me siento muy· inclinado a pensar que la tenacidad·
de los cuerpos no procede de partículas torcidas o ganchudas
como las que han imaginado los epicúreos y otros filósofos
modernos 3 , sino de la más exacta cóngruencia de las partes
constituyentes que están contiguas unas a otras, siendo así
fuertes y nada fáciles de separar o quebrar con los pequeños
empujes o choques del calor.
166 ROBERT HOOKE

Observ. IV. Del tafetán o seda en relieve 1•

HE aquí * el aspecto que ofrece un trozo de una cinta de


tafetán muy fino visto con la lente de aumento mayor,
la cual, como se observa, lo muestra como una sustancia
muy conveniente para confeccionar esterillas de cama o
felpudos, o para colmenas, canastillas de grano, sillas o to-
neletes para grano, no siendo diferente de ese tipo de labor
con la que en muchas partes de Inglaterra fabrican tales
utensilios de paja un poco trenzada y unida con tiras de
zarza. En efecto, en esta disposición, cada pequeño fila-
mento, fibra o hilo del gusano de seda aparecía más o menos
del tamaño de una paja ordinaria, tal como se muestra en
[7] los pequeños trozos irregulares a, b, c, d y e, f. La urdimbre
o los hilos que cruzaba la cinta parecía una única cuerda de
una pulgada [2,54 cm] de diámetro, mientras que la trama·
de hilo que recorría la longitud de la cinta no parecía ni la
mitad de ese tamaño. Como cada pulgada de una cinta de
sds peniques na parecía menor que una pieza de estera de
pulgada y media [3,8 cm] de grosor y doce pies cuadrados
[ 1,11 m2 ], unas pocas yardas [ 91 cm] de cinta bastarían
para enmoquetar la gran galería del Louvre en París. Pero,
volviendo a nuestro trozo de cinta, éste nos muestra un .. ·
objeto nada desagradable que parece un haz o trenzado de
cilindros muy claros y transparentes cuando la seda es blanca.
y está esmeradamente teñida. Cuando. es de colores, cada
uno de esos pequeños cilindros como de cuerno presenta
en uno u ~tro lugar una reflexión vívida como si estuviese
producida por un cilindro de vidrio o de cuerno. Tanto es
así, que las reflexiones del rojo parecerían proceder de otros ·
tantos granates o rubíes. El mayor encanto de los colores
de la seda respecto a los de los materiales de pelo o de lino
reside principalmente, como he indicado en otro lugar 2, en
la transparencia y vívidas reflexiones procedentes de la su-
perficie cóncava o interior del cilindro transparente, tal y
como ocurre con los colores de las piedras preciosas, pues
la mayoría de las reflexiones de cada uno de dichos cilindros

* Plancha 3, Fig. 1.
MICROGRAFÍA 167

Schem:n1

Fig: 1

R
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 169

procede de la superficie cóncava del aire que constituye


por así decir el pliegue que rodea el cilindro. Los colores
con que se tiñe cada uno de estos cilindros parecen en parte
ser superficiales y adherirse a sus caras externas, y, en parte,
estar embebidos o hundidos en su sustancia. En efecto, como
la seda parece ser poco más. que un hilo seco de cola, se
puede suponer que resulta fácil de ablandar y distender
metiéndola en jugos o líquidos calientes, e incluso fríos, con
tal de que sean penetrantes. Por ello, esos tintes, aunque
quizá no tiñan más que una pequeña parte de la sustancia,
con todo, al estar tan enormemente impregnados de color
hasta el punto de ser casi negros, pueden dejar una impre-
sión lo bastante fuerte como para mostrar el color deseado.
Un tipo muy bonito. de tela artificial que he visto y que
parecía casi como pergamino, cuerno o mica transparente,
pues quizá estuviese hecho de alguna de esas cosas, y que
siendo transparente y de naturaleza glutinosa resultaba fácil
de ablandar poniéndola en agua, como descubrí por ensayo,
se embebió y permaneció teñida con una gran diversidad
de colores muy vivos, pareciendo a simple vista muy seme-
jante a la sustancia de la seda. A menudo he pensado que
probablemente se podría descubrir un procedimiento de fa-
bricar un compuesto gl~tjnoso artificial muy semejante, cuan-
do no igualmente bueno o incluso mejor que ese excremen-
to o cualquier otra sustancia que sea con la que el gusano
de la seda hila su capullo. Si se hallase tal compuesto, no
cabe duda de que sería cot;a fácil encontrar rápidamente mé-
todos de tirarla en forma de alambre para su uso. No necesi-
to señalar la utilidad de tal invento ni el beneficio que pro-
bablemente producirá al descubridor, pues son cosas sobra-
damente obvias. Por tanto, según espero, esta sugerencia
podrá dar ocasión a que alguna persona ingeniosa realice
algunos ensayos de manera que, de tener éxito, yo habré
conseguido mi objetivo y ella no creo que tenga motivos de
disgusto 3 •
170 ROBERT HOOKE

[8] Observ. V. Del muaré de seda o paño 1•

SÓLO * hay unas pocas cosas artificiales que merezca la


pena observar al microscopio, por lo que me referiré bre-
vemente a ellas. En efecto, las producciones del arte son
cosas tan burdas y malfortnadas que cuando se miran con
un microscopio apenas hay algo que observar aparte de su
deformidad. Las más perfectas tallas no parecen mejor que
esas rudas imágenes rusas que hallamos mencionadas en
Purchas 2, en las que tres muescas en el extremo de un
bastón representan un rostro. Asimismo, las superficies más
lisas y bruñidas aparecen enormemente rugosas y sin puli-
mentar. Por consiguiente, mi primera razón para añadir sólo
unas pocas observaciones de ellas es su constitución deforme,
y la siguiente, su inutilidad. ¿Por qué habríamos de tomarnos
la molestia de examinar tales formas y constituciones (que es
lo único a que podemos tener acceso con un microscopio)
si nos consta que no han sido diseñadas para ·ningún fin
superior a aquél que podemos percibir a simple vista? ¿Por
qué habríamos de esforzarnos en descubrir misterios en lo
que no encierra ninguno, a la manera de los rabinos que
hallan cabalismos y enigmas en la figura y colocación de
las letras en las que ·no se ocultan semejantes cosas? Por
el contrario, en las formas naturales hay algunas tan pequ~­
ñas y curiosas y con el diseño de sus dispositivos tan alejado ..
del alcance de nuestra vista, que cuanto más aumentamos el
objeto más excelencias y misterios aparecen, y más descu-
brimos la imperfección de nuestros sentidos y la omnipo-.
tencia e infinita perfección del gran Creador. Por tanto sólo
añadiré una o dos observaciones más sobre objetos artificiales
para pasar luego al tratado relativo a cosas tales como las
producciones del más exquisito Trabajador. Una de ellas
será un trozo de muaré de seda, representado en la segunda
Figura de la tercera Plancha tal y como se veía con el
microscopio menos potente. AB es el largo de la tela y C[)._
el ancho. Esta tela, cuando se mira por la cara adecuada,
aparece a simple vista toda ella de tal modo ondulada o

* Plancha J, Fig. 2.
MICROGRAFÍA 171

granulada con tan curiosa aunque irregular variedad de


partes más brillantes y más oscuras, que suma no pequeña
gracia a su brillo. Esta propiedad es tan conocida que no
precisa de muchas explicaciones; pero se puede observar,
cosa que quizá no todos hayan tomado en consideración,
que aquellas partes que aparecen como la zona más oscura
de la onda en una posición de la luz son las que aparecen
como la más clara en otra, y al revés. De este modo, las
ondulaciones se tornan transitorias y en continuo cámbio
según la posición de las partes respecto a la variación de
los haces de luz incidente. La razón de tan raro fenómeno
será bastante clara para quien lo haya examinado diligente-
mente incluso a simple vista. Pero quien lo observe con un
microscopio percibirá más fácilmente en qué consiste este
Proteo 3 y cómo consigue cambiar su forma. Es muy fácil
de percatarse de que se debe tan sólo a la diversidad de
las reflexiones de la luz provocadas por las diferentes formas
de las partículas o pequeñas partes protuberantes del hilo
que compone la superficie, así como que aquellas partes de
la onda que parecen más brillantes arrojan hacia el ojo una (91
multitud de pequeñas reflexiones de luz, mientras que las
más oscuras apenas suministran alguna. Como se ve en la •
Figura, el microscopio descubre plenamente la causa de dicha
reflexión. En ella se puede ver que las partes más brillantes
de la superfide consisten en una abundancia de reflexiones
grandes y fuertes, denotadas mediante a, a, a, a, a, etc.,
pues merced al proceso mecánico de fabricación del muaré,
las superficies de esos hilos que corren a lo largo de la pieza
quedan dobladas o inclinadas en otro tipo de postura distinto
del que tenían cuando se tejieron. En efecto, por el proceso
de tejido sólo están dobladas en torno de los hilos de la
urdimbre; pero en virtud del proceso de fabricación del
muaré se doblan con un ángulo o codo, de manera que en
lugar de estar planas o dobladas en torno a los hilos, a la
manera en que, en la tercera Figura, los a, a, a, a, a están
en ·torno a los b, b, b (representando b, b, b, los extremos
por así decir de los hilos transversales en torno a los cuales
se doblan), están dobladas en ángulo por encima de esos
hilos, como en la Figura cuarta, y además con todas las
variaciones imaginables. De esta manera, mientras que an-
172 ROBERT HOOKE

teriormente reflejaban la luz sólo desde un punto de la


superficie redonda, como en e, e, e, ahora, una vez fabricado
el muaré, reflejan los haces desde más de .la mitad de toda
la superficie, como de, de, de, mientras que en otras posi-
ciones de dichas superficies no retoma reflexión alguna. De
ahí que en una posición compongan las partes más brillantes
de las ondas y, en otras, las más oscuras. Asimismo estas re-
flexiones varían según que las partes concretas estén diver-
samente dobladas. Examinaremos inmediatamente la razón
de estos pliegues, debiendo sacar la información del meca-
nismo o modo de proceder en esta operación la cual, como
he sido informado, no es otra que ésta.
Doblan toda la tela con la que se va a hacer el
muaré; esto es, la pliegan exactamente por la mitad todo
a lo largo de la pieza, dejando hacia adentro la cara buena
de la tela y poniendo los bordes u orillos justo uno encima
del otro. Asimismo, con la mayor exactitud que pueden, al
doblar la tela disponen los relieves del tejido de tal forma
que el de un lado quede lo más paralelo al del otro o incluso
coincidiendo con él, pues cuando más ·5e aproximen a esta
posición, tanto más notables serán las· aguas que haga, míen·
tras que cuanto más oblicuamente o cruzándose estén, menos
aguas hará .. La manera que tienen de doblarla para un gran
relieve es así: cogen un alfiler y comenzando por. un -relieve
cualquiera de un lado de la pieza, lo mueven hacia el otro
lado, dirigiendo así sus manos a los extremos opuestos del
relieve, y luego, lo más exactamente que pueden, i>onen jun-
tos los dos extremos del mismo relieve, y así doblan o
pliegan toda la pieza, repitiendo la indagación con el alfiler
cada una o dos yardas [91 cm o 1,8 m] todo a lo largo
de la pieza. Luego la rocían con agua y la doblan longitudinal-
mente poniendo entre cada pliegue un trozo de cartón,
gracias al cual la cara mala del muaré queda plana y con
pequeños relieves, mientras que los de la otra· cara son
más protuberantes, con lo que los pliegues o dobleces angu-
lares del relieve son más conspicuos. Una vez doblada de
esta manera, la colocan con un cartón interpuesto én una
prensa caliente en la que se somete a un prensado muy
violento hasta que esté seca y tiesa. Por este procedimiento,
los relieves de dos lados contiguos dejan su impresión uno
MICROGRAFÍA 173

sobre otro, tal como se ve claramente en la segunda Figura,


en la que es patente que el relieve de la pieza A B C D corre
paralelamente entre las líneas punteadas ef, ef, ef, así como
que las impresiones producidas sobre dichos relieves por [10]
los que se prensaron contra ellos no eran exactamente pa-
ralelos, sino que estaban un poco sesgados, como denotan las
líneas o o o o, gh, gh, gh, entre las cuales los otros relieves
estaban paralelos. Asimismo están tan diversa e irregular-
mente doblados, que al adoptar esa forma cuando estaban
húmedos conservándola hasta secar, conforman de tal ma-
nera los hilos de uno y otro lado, que el moldeado perma-
nece casi todo el tiempo que dura la tela.
De ahí que quien examine atentamente la Figura
verá por qué habrán de aparecer claras las partes del relieve
a, a, a, a, a, a, por qué han de aparecer obscuras o en sombra
las partes b, b, b, b, b, b, y por qué otras, como las d, d, d,
d, d, d, han de aparecer en parte brillantes y en parte oscu-
ras: la diversidad de esas reflexiones y sombras son la única ·
causa de la aparición de aguas en la seda o en otro tipo
cualquiera de tela.
De la diversidad de la reflexión puede también de-
ducirse la causa de que una pequeña brisa o un temporal
que frunza la superficie lisa del agua la haga parecer negra;
así como, por otro lado, la de por qué la pulimentación y.
bruñido de la plata la hace aparecer negra, y multitud de ·
otros fenómenos que se pueden resolver así y que son dema-
siados para que insistamos aquí en ellos.

Observ. VI. De las pequeñas cañas de vidrio '.

p cial*
ARA comprobar la posibilidad de fabricar un poro artifi-
tan pequeño como los naturales que he encontrado,
realicé varios ensayos con pequeños tubos de vidrio fundidos
en la llama de una lámpara y estirados luego muy rápida-
mente hasta una gran longitud. Por este med;:o y sin gran

* Plancha 4.
174 ROBERT HOOKE

dificultad, pude tirar muchos casi tan pequeños como una


tela de araña, no obstante lo cual pude ver claramente con
el microscopio que estaban perforados, no sólo mirando sus
extremos, sino también observándolos al trasluz, que era
el modo más fácil de deterininar si eran sólidos o estaban
perforados. En efecto, tomando un tubito de vidrio y cerran-
do uno de sus extremos, llenándolo luego a medias de agua
y sosteniéndolo contra la luz, podía hallar por este medio con
mucha facilidad cuáles eran los diferentes aspectos ofrecidos
por un trozo de vidrio sólido y por otro perforado. De este
modo, sin necesidad de observar los extremos, distinguía
con facilidad si un cilindro de vidrio que observaba era un
bastón sólido o una caña hueca. Asimismo, por este proce-
dimiento podía juzgar si un pequeño filamento de vidrio
estaba hueco o no, lo cual hubiera sido extraordinariamente
tedioso de determinar observando los extremos. Tuve a bien
utilizllr muchos procedimientos similares para examinar otros
diversos detalles recogidos en este libro, los cuales no hu-
bieran sido nada fáciles de determinar recurriendo sencilla-
mente al modo más común de examinar u observar los
objetos. En efecto, tengamos en cuenta en primer lugar I~
debilísima luz que alumbra al objeto, motivo por el cual
parecen OP.acas muchas partículas que con mejor iluminación
se ven tr.ansparentes, de manera que tenía a bien determinar
su transparencia con una lente y su textura con otra; luego,
la inmanejabilidad de la mayoría de los objetos por razón
de su pequeñez; 3. la dificultad de hallar el punto deseado,
situándolo de modo que refleje la luz convenientemente
para la investigación; y finalmente, no siendo capaces algu-
nos de observarlo más que con un ojo de cada vez, se pre-
sentarán obstrucciones no chicas que no serán fáciles de
eliminar sin muchos dispositivos. Pero, prosiguiendo, no
pude hallar que el agua o algunos líquidos profundamente
teñidos ascendiesen en los pequeños tan arriba como sería
de esperar. Lo más alto que he encontrado que ascendía en
cualquiera de los tubos que he experimentado era 21 pulga-
das [53,34 cm] sobre el nivel del agua del recipiente. En
efecto, aunque he observado que al principio entraba con
ligereza en los tubos pequeños, ascendiendo unas 6 ó 7 pul-
gadas [15,24 ó 17,78 cm], no obstante me encontré con
MICROGRAFÍA 175

Schem:I 11
A D e _Fig:~. _ A
, M-
._·--

F
N

E
H .·
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 177

que después subía tan despacio, que aún no he tenido la


paciencia de observarlo por encima de dicha altura de 21 pul-
gadas (y este era un tubo bastante ancho en comparación
con aquéllos que he mencionado antes, pues podía observar
en él a simple vista sin mucho problema la progresión de
un líquido muy profundamente teñido, mientras que mu-
chos de los otros tubos eran tan pequeñísimos que, a menos
que estuviesen en una posición conveniente respecto a la
luz, no podía perdbirlos). Mas es muy probable que con
mayor paciencia y asiduidad se pueda descubrir que los lí-
quidos ascienden, o al menos permanecen suspendidos, a
alturas que ahora yo me resistiría siquiera a conjeturar,
. al menos si hay alguna proporción entre la altura del líquido
ascendente y el tamaño de los agujeros de los tubos.

Intento de explicación de este experimento

Mi conjetura es que la desigual altura de las super-


ficies del agua deriva de que la presión p_roducida sobre
el agua * por el aire exterior a los tubos, A B C, es mayor
que la del interior. Trataré de confirmarla por la verdad de
las dos proposiciones siguientes:
La primera cie las cuales es que una presión desigua_l
del aire que descansa encima producirá una altura desigual
de las superficies de agua.
Y la segunda es que en este experimento hay tal
presión desigual. ·
El siguiente experimento pondrá de manifiesto la
verdad de la primera. En efecto, si se toma un recipiente
ingeniado de tal forma que se pueda aumentar o disminuir
a placer la presión del aire sobre esta o aquella parte de la
superficie del agua, entonces la igualdad de la altura de
dichas partes se perderá de hecho. Además, esa parte de las
superficies que sostiene la mayor presión estará más baja
que aquélla que sufre una menor. Un recipiente adecuado
para este fin será un sifón de vidrio invertido, tal comQ
el que se representa en la Figura sexta. En efecto, si se peine·.
en él suficiente agua para llenarlo hasta la altura de AB y se
* Plancha 4, Fig. l.
178 ROBERT HOOKE

sopla suavemente en D, se hundirá la superficie B y por


consiguiente subirá la supedicie opuesta, A, hasta una altura
considerable, mientras que si se succiona suavemente se
pueden producir los efectos contrarios.
Asimismo, probaré que hay tal presión desigual a
partir de lo siguiente, que entre el aire y el vidrio o algunos
otros cuerpos hay una incongruencia mucho mayor que entre
el agua y esos mismos cuerpos 2 •
[12) Por congruencia entiendo una propiedad de t+n cuer-
po fluido mediante la cual cualquiera de sus partes se une
fácilmente con cualquiera otra parte, sea de sí mismo o de
cualquier otro cuerpo similar, fluido o sólido; y por incon-
gruencia, una propiedad de un fluido por la que se ve estor-
bado en su unión con cualquier cuerpo deseme¡ante, fluido
o sólido.
No habrá de ignorar esta última propiedad cualquier
persona observadora que haya tratado con fluidos. En efecto
(para no mencionar ahora diversos espíritus químicos y
aceites que resultar:í muy difícil, cuando no imposible obli-
garlos a mezclarse unos con otros, así como que se pueden
hallar 8, 9 o más líquidos diferentes que nadando unos
sobre otros, no se mezclarán de hecho), para hallar ejemplos
de este tipo de fluidos no precisamos ir más allá de observar
las gótas de lluvia que caen por el aire y las burbu¡as de aire
que por cualquier medio se transfieren bajo la supedicie
del agua, o una gota de aceite de ensalada que nada en la
superfide del agua. La incongruencia de ambos fluidos es
fácilmente discernible en todos estos ejemplos y en muchos
más de este tipo que se podrían enumerar. Por lo que atañe
a la congruencia e incongruencia de líquidos éle diversos tipos
con los cuerpos firmes, se trata de algo que se ha constatado
desde hace tiempo, designándose con los nombres de seque-
dad y humedad (aunque ambos nombres no son lo bastante
comprensivos, utilizándose comúnmente para significar sólo
la adhesión o no adhesión del agua a algún otro cuerpo só-
lido). ~n ·_!!ste sentido podemos observar que el agua hume-
decerá inás fácilmente unas maderas que otras, y que el agua
que cae sobre una pluma, sobre la cara más clara de una
col y algunas otras hojas, o sobre casi cualquier supedicie
polvorienta, untuosa o resinosa no se adherirá en absoluto
MICROGRAFÍA 179

a ella, sino que caerá fácilmente como una bola sólida. Por
el contrario, si cae sobre lino, papel, arcilla, madera ver-
de, etc., no se desprenderá sin dejar una parte detrás, adhe-
rida a ellos. Asimismo el azogue, que con mucha dificul-
tad se obligará a adherirse a a.ialquier cuerpo vegetal, se
adherirá fácilmente y se mezclará con diversos cuerpos me-
tálicos limpios. .
Y a fin de que podamos hallar con más facilidad cuál
es la causa de la congruencia e incongruencia en los cuerpos,
será preciso considerar primero cuál es la causa de la fluidez,
que entiendo que no es otra cosa que un cierto pulso o
sacudida del calor. Efectivamente, no siendo el calor otra
cosa que una agitación muy brusca y vehemente de las partes
del cuerpo· (cosa cuya plausibilidad he señalado en otro
lugar), las partes de un cuerpo se ven llevadas por él a sol-
tarse unas de otras, de manera que se desplacen fácilmente,
tomándose ·en fluido. A fin de explicar esto un poco me-
diante un símil grosero, supongamos un plato de arena
situado sobre un cuerpo muy agitado y sacudido por cierto
movimiento vibratorio fuerte y rápido, como pueda ser una
muela de molino girando sobre la piedra de abajo con gran
violencia, hasta que se vacía, o sobre un tambor muy tenso
batido muy vehemente o muy rápidamente con las baquetas.
Por este proc_e~imiento, la arena del plato, que antes yacía
como un cuerpo ineTte e inactivo, se convierte en un per-
fecto fluido, de modo que ya no se puede hacer en ella un
aguiero con el dedo sin que sea llenado de nuevo inmedia-
tamente, nivelándose su superficie. Tampoco es posible hun-
dir un cuerpo ligero en ella, pues rápidamente emerge o
nada, por así decir; en la parte superior. Tampoco es posible
poner encima uno más pesado, como un. trozo de plomo,
pues inmediatamente se entierra en la arena, hundiéndose [13]
(como si dijéramos) hasta el fondo. No es posible tampoco
practicar un aguiero en el costado del plato sin que la arena
se vierta por él hasta alcanzar el nivel, lo cual constituye
una propiedad obvia de los cuerpos propiamente fluidos
que éste imita. Y todo esto está provocado tan sólo por la
agitación vehemente del recipiente que la contiene, pues
gracias a ello cada grano de arena adquiere un movimiento
vibratorio o danzarín, de modo que ningún otro cuerpo más
180 ROBERT HOOKE

pesado puede descansar sobre ella a menos que otro lo sos-


tenga por cada lado, ni tampoco consentirá que. otro cuerpo
esté debajo de ella a menos que sea más pesado. Podemos
encontrar otro ejemplo de la extraña naturaleza desligadora
de un movimiento trepidante y violento o de uno vibratorio
fuerte y rápido en un trozo de hierro fuertemente raído con
una lima. Si en él se clava un alfiler tan firme y fuerte-
mente que, aunque esté provisto de una cabeza conveniente,
no pueda con todo desclavarse con los dedos, con todo,
afirmo, si se intenta desclavado mientras se roza con la lima,
se verá que es muy fácil de girar y extraer. El primero de
estos ejemplos pone de manifiesto cómo un cuerpo dividido
de hecho en partes pequeñas se convierte en un fluido,
mientras que el último muestra de qué manera la agitación
del calor suelta y desune fácilmente las partes de los cuerpos
sólidos y firmes. No necesitamos suponer que el calor sea
otra cosa que dicho movimiento, pues suponiendo que po-
damos producir mecánicamente uno lo bastante rápido y
fuerte, no precisamos consumir combustible para fundir un
cuerpo. Para que se vea que no hablo sin fundamento, he
de remitir al lector a las observaciones que he realizado
acerca de las chispas brillantes del acero 3 , pues en ellas
hallará que sobre los trocitos o partículas de acero producen
19s mismos efectos la llama y un movimiento rápido y vio-
lento. Y si el cuerpo del acero puede ser fundido así (como
he mostrado que puede), creo que pocas razones tenemos
para dudar que casi cualquier otro pueda serlo también.
Todo herrero puede informarnos de cuán rápidamente se
calientan tanto sus limaduras como el hierro 4 , y si se frotan
entre sí casi cualesquiera cuerpos duros, les ocurrirá lo mis-
mo. Asimismo sabemos que un grado ·suficiente de calor
provoca la fluidez en unos cuerpos mucho antes y en otros,
después; esto es, las partes de algunos cuerpos están tan
sueltas entre sí, son tan poco aptas para la cohesión y son
tan diminutas y pequeñas, que un grado de agitación muy
pequeño las mantiene siempre en el estado de fluidez. Su-
pongó que de este tipo es el éter, esto es, el medio o cuerpo
fluido en el que todos los demás cuerpos por así decir nadan
y se mueven; especialmente el aire, que no parece ser otra
cosa que una especie de tintura o solución de partículas
MICROGRAFÍA 181

térreas y acuosas disueltas en él y agitadas por él, a la


manera en que la tintura de cochinillas no es sino ciertas
partes más finas y solubles de esa concreción, absorbidas o
disueltas por el agua fluida. Merced a este mod~ de conce-
birlo, podemos dar una razqn más comprensible de cómo el
aire es tan susceptible de rarefacción y condensación, pues
así como, en las tinturas, un grado de una sustancia pode-
rosamente tingente puede colorear sensiblemente unos cientos
de miles de granos de líquidos apropiados, de modo que
cada una de sus gotas tenga su participación proporcional y
quede perceptiblemente teñida, tal y como yo he ensayado
con campeche y con cochinilla; y así como algunos pocos
granos de sal son capaces de contagiar una cantidad igual-
mente grande tal y como se descubre mediante precipita-
ciones, aunque no tan fácilmente mediante la vista o el gusto;
así el aire, que no parecería ser otra cosa que una tintura
o sustancia salina 5 disuelta y agitada por el éter ágil y fluido,
se puede dispersar y expandir a sí mismo por un vasto espa- [14]
cío si tiene sitio bastante, infectando, por así decir, todas
las partes del espacio. Mas, por otro lado, del mismo modo
que si sqlo hubiera unos pocos granos de líquido, podrían
extraer todo el color de las sustancias tintorias y podrían
disolver toda la sal, tornándose así mucho más impregnado~ .
de esas sustancias, así también todo el aire que bastaba en
el estado . ;arificado para llenar unos cientos de miles de
espacios de éter podría recogerse en uno sólo, aunque en
una posición proporcionalmente densa. Y si bien aún no
hemos dado con los exprimidores para tinturas y sales como
lo hemos hecho para el aire, siend-:> todavía incapaces de
separarlos de sus líquidos disolventes mediante algún tipo
de filtro, sin recurrir a la precipitación, tal y como podemos
separar el aire del éter mediante el vidrio y otros varios
cuerpos 6 ; y si bien aún no sabemos ni podemos precipitar
el aire del éter, tal y como hacemos con las tinturas y laf>
sales de diversos disolventes, con todo ninguna de esas cosas
parece imposible por la naturaleza de las cosas ni tan impro-
bable que alguna feliz industria futura no pueda hallar los
modos de realizarlo. Es más, puesto que vemos que la na-
turaleza lleva a cabo realmente (aunque desconozcamos por
qué medios) ambas acciones, a saber, precipitando el aire. en
182 ROBERT HOOKE

lluvia _y rocío y suministrando agua fresca a las corrientes y


ríos del mundo, exprimida por medio de secretas cavernas
subterráneas. Y puesto que muchísimas otras circunstancias
en que así ocurre parecen ser exactamente de la misma na-
turaleza, hasta tanto ulteriores observaciones o ensayos nos
informen de lo contrario, podemos concluir con bastante
- seguridad que son del mismo tipo. Efectivamente, rara vez
ocurre que dos naturalezas cualesquiera posean tantas pro-
piedades coincidentes o iguales, como las que he observado
que tienen las soluciones y el aire, siendo diferentes en lo
demás. Por consiguiente no considero ni imposible ni i"a-
cional, ni tampoco difícil, poder predecir lo que ocurrirá
probablemente también en otros respectos aparte ·de aquéllos
acerca de los cuales las observaciones o los experimentos
nos han informado que son de este o aquel modo, sobre todo
si se sopesan y examinan debidamente las circunstancias
que conducen muy a .menudo a las variaciones de los efec-
tos. Ciertamente, si no fuese probable hacerlo, nuestras in-
vestigaciones serían inacabables y vanos nuestros ensayos,
mientras que nuestros mayores descubrimientos no serían
sino meros productos del azar y no de la razón. Como los
marinos en el océano, ayunos de brúiula y de la visión de
las guías celestes, quizá· podríamos por azar enfilar directa-
mente al puerto deseado, pero habría mil probabilidades
con#ra una de errar el camino. Mas, prosiguiendo, podemos
también dar una razón sencilla de cómo es que el aire se
oscurece con las nubes y demás, que no son sino un tipo
de precipitación, y de cómo esas precipitaciones caen en
forma de chubascos. También puedo deducir con toda facili-
dad, y creo que con verdad, la causa de las curiosas figuras
exagonales de la nieve, la aparición de halos, etc., la repen-
tina condensación del cielo con nubes y el desvanecimiento y
desaparición de esas nubes de nuevo. La razón de ello es
que todas estas cosas se pueden imitar muy fácilmente en
un frasco de líquido con algunas preparaciones químicas
ligeras, como he ensayado a menudo y relataré tal vez en
otro lugar más extensamente, pues no tengo ahora tiempo
para detenerme· en ello. Pero, a lo que íbamos, hay otros
cuerpos que constan de partícajas más gruesas y de figura
más apta para la cohesión y que precisan una agitación un
MICROGRAFÍA 183

tanto mayor, tales como, supongo, ! [el mercurio], los


espíritus vinosos fermentados, diversos aceites químicos de [15)
tipo muy similar al de esos espíritus, etc. Otros requieren
una mayor, como el agua, y otros, una mucho mayor con casi
infinitos grados, pues supongo que habrá muy pocos cuer-
pos en el mundo que no se puedan tomar en alguna medida
fluidos mediante uno u otro grado de agitación o calor.
Habiendo expuesto así con brevedad mi idea de lo
que es un cuerpo fluido, paso a continuación a considerar
qué sea la congruencia, siendo ésta, como ya dije antes, una
propiedad relativa de un fluido mediante la cual se puede
decir que es similar o disimilar a este o aquel otro cuerpo,
y gracias a la cual se mezcla o no se mezcla con este o aquel
cuerpo. Recurriremos de nuevo a nuestro primitivo, aunque
burdo, experimento. Pues bien, si mezclamos en el plato
varios tipos de arena, unos de volumen más grueso y otros
de volumen menor y más fino, hallaremos que con la agi-
tación la arena fina arro;ará y expulsará fuera de sí todos
los mayores. bultos de las piedrecitas y similares, los cuales
se reunirán en un lugar; y si hubiese en ella otros cuerpos
de otra naturaleza distinta, también ellos serán separados
por sí mismos a un lugar, uniéndose o revolviéndose juntos.
Por más que esto no equivalga a la suprema propiedad de
la congruencia, que es· una cohesión de las partes del fluido
o una especie de atracción o tenacidad, con todo, en cierto
modo es una imitación suya, asemejándosele un tanto. En
efecto, supongo que es así como el pulso del calor agita
las menores partes de la materia, de manera que las que son
de seme;ante grosor, figura y materia se mantendrán o dan-
zarán juntas, mientras que las que son de un tipo diferente
serán arro;adas o expulsadal de entre aquéllas, pues las
partículas que son todas similares habrán de vibrar juntas
en una especie de armonía o unión, a la manera de otras
tantas cuerdas musicales iguales e igualmente tensadas 7 • Por
el contrario, las que son deseme;antes bajo cualquier res-
pecto, a menos que esa. d~sproporción se equilibre de otra
manera, por más que las agite el mismo pulso, presentarán
---<orno tantas otras cuerdas desafinadas respecto a esos
unísonos- tipos muy diversos de vibraciones y repercusiones,
de modo que por más que ambas se muevan, con todo sus
184 ROBERT HOOKE

vibraciones son tan diversas y desafinadas, por así decir,


unas respecto a las otras, que se cruzan y se sacuden mutua-
mente y en consecuencia no pueden concordar, sino que
huyen de nuevo hacia sus partículas similares. Ahora, para
ponerles un ejemplo de cómo Ja desproporción de ciertos
cuerpos en un aspecto se puede contrarrestar mediante una
desproporción contraria del mismo cuerpo en otro respecto
(mediante lo cual podemos ver que el sutil espíritu de vino
es congruente o se mezcla fácilmente con el agua, la cual en
muchas de sus propiedades es de naturaleza muy diversa)
podemos considerar que se puede conseguir el unísono sea
mediante dos cuerdas del mismo grosor, longitud y tensión,
sea mediante dos cuerdas del mismo grosor pero de distintas
longitudes y tensiones diferentes contrarias; o sea, en tercer
lugar, mediante dos cuerdas de longitud y grosor desigual y
de diferente tensión, o bien de igual longitud y diversos
grosores y tensión, o mediante diferentes variaciones de
este estilo. A éstas tres propiedades de las cuerdas corres-
ponden también tres propiedades de la arena o de las par-
tículas de los cuerpos, su materia o sustancia, su figura o
forma y su cuerpo o tamaño. Asimismo, de la diversidad
de estas tres pueden derivarse infinitas variedades en los
cuerpos fluidos, por más que todos se agiten mediante el
mismo pulso o.movimientos vibratorios. Asimismo, con ellas
[16] existen tantas. maneras de hacer armonías y discordancias
como con las cuerdas musicales. Así pues, habiendo visto
cuál es la causa de la congruencia e incongruencia, esas
propiedades relativas de los fluidos, de lo dicho podemos
extraer muy fácilmente cuál es también la razón de esas
propiedades relativas entre cuerpos fluidos y sólidos, pues,
en efecto, todos los cuerpos constan de partículas con dichas
sustancias, figura y tamaño. Aunque en algunos se hallan
unidas demasiado firmemente como para desligarse entre sí
por cualquier movimiento vibratorio (aunque imagino que
no hay ningún cuerpo en el mundo cuyas partículas no se
puedan agitar y soltar mediante algún grado de agitación,
como he sugerido antes, tornándose así fluidos), con todo
esas partículas cohesionadas pueden vibrar casi del mismo
modo que las que se hallan sueltas, formando con ellas, por
así decir, unísonos y discordancias. Puesto que las partes
MICROGRAFÍA 185

de todos los cuerpos vibran, aunque sean sólidos, no creo


que precisemos ir más lejos para probar que todos los cuer-
pos poseen cierto grado de calor en ellos y que aún no se
ha encontrado ninguna cosa perfectamente fría. Tampoco
puedo creer que haya en la naturaleza cosa tal como un
cuerpo cuyas partículas estén en reposo u ociosas e inactivas
en el gran teatro del mundo, siendo algo muy contrario a
la gran economía del universo 8• Vemos por tanto cuál es la
razón de la simpatía o la unión de ciertos cuerpos, así como
de la antipatía o huida de otros entre sí, pues la congruencia
no parece ser otra cosa que una simpatía y la incongruencia,
una antipatía de los cuerpos. De este modo, los cuerpos simi-
lares, una vez unidos, no se separarán con facilidad, mientras
que los cuerpos desemejantes, una vez separados, no se unirán
de nuevo con facilidad. De ahí se puede deducir muy fácil-
mente la razón de la suspensión del agua y el mercurio por
encima de su nivel usual, tal y como mostraré a continuación
más pormenorizadamente 9•
Así pues, estas propiedades (que siempre acompañan
a los cuerpos fluidos) producen los siguientes efectos vi-
sibles:
Primero, unen las partes de un fluido con su sólido
similar o las mantienen separádas de los desemejantes. De
este modo (como hemos ·señalado antes), el mercurio se
adherirá al oro, plata, estaño,· plomo, etc., uniéndose a ellos,
mientras que escapará de la madera, piedra, vidrio, etc., por
poco que se desvíe de su nivel horizontal. Así, el agua, que
humedece y disuelve la sal, se desliza por el sebo y simila-
res sin adherirse en absoluto a ellos, algo que también se
puede observar en las superficies c-0n polvo. En segundo
lugar, también provocan que las partes de los cuerpos flui-
dos y homogéneos se adhieran entre sí fácilmente y se mez-
clen, así como que los heterogéneos sean extraordinariamen-
te adversos a ello. De ahí que hallemos que dos gotitas de
agua, que ruedan por una superficie cualquiera, se unan fá-
cilmente y se mezclen en una tercera gota si por casualidad
llegan a tocarse. Lo mismo se observa con dos bolitas de
mercurio puestas sobre una mesa de vidrio, con tal de que
su superficie no tenga polvo, así como con dos gotas de
aceite sobre agua clara, etc. Además, el agua puesta en vino,
186 ROBERT HOOKE

agua salada, vinagre, espíritu de vino o similares (especial-


mente si se agitan), se díspersa por ellos inmediatamente.
Por el contrario, también vemos que el aceite de tártaro 10
vertido sobre mercurio y el espíritu de vino 11 vertido sobre
ese aceite, el aceite de trementina 12 sobre dicho espíritu y
el aire sobre ese aceite, por más que se cierren hermética-
mente en una botella y se agiten mucho, en absoluto tole-
[ 17] rarán que sus partes mayores se unan o se inserten entre
las del otro líquido (mediante los líquidos mentados se pue-
den representar claramente los cuatro elementos peripatéti-
cos u y el más sutil éter por encima de todo). Debido a esta
propiedad, una gota de agua no se mezcla con el aire ni se
desvanece en él, sino que se ve constreñida (por ese fluido
que la empuja igualmente por todos los lados) y forzada a
ocupar un espacio tan pequeño como el que pueda conte-
nerla, esto es, un glóbulo redondo. Igualmente, un poco de
aire insuflado bajo el agua ambiente, y asimismo un poco
de mercurio rodeado de aire, agua o casi cualquier otro
liquido, recibe la forma de una bola redonda.
Ahora bien, la causa por la que todos estos recién
mencionados fluidos insertos en otros, o muchos otros asi-
mismo completamente incluidos en un fluido heterogéneo,
no son exactamente de figura esférica (viendo q~e si se
debiese tan sólo a estos principios no podrían ser de otra),
ha de derivar de algún otro tipo de presión contra los dos
lados aplastados opuestos. Esta presión adventicia o acci-
dental puede proceder de diversas causas, debiendo diversi-
ficar consiguientemente la figura del fluido heterogéneo
inserto, pues viendo que un cuerpo puede estar metido sea
sólo en un fluido, sea sólo en· úil sólido, o parte en un fluido
y parte en un sólido, o parte en un fluido y parte en otro,
se hallará una enorme variedad de superficies delimitadoras
muy distintas de la esférica, según la distinta resistencia o
presión que corresponda a cada uno de estos cuerpos cir-
cundantes.
Dichas propiedades pueden deducirse en general de
dos capítulos, a saber, el movimiento y el reposo. En efecto,
o esta figura globular se altera por un movimiento natural,
como la gravedad, o por uno violento, tal como pueda ser
cualquier movimiento accidental de los fluidos, como vemos
MICROGRAFÍA 187

en el viento que riza el agua, en los remolinos de los arro-


yos y en la espuma de las cataratas y similares. O, en tercer
lugar, por el reposo, la firmeza y la estabilidad del s6lido
circundante. En efecto, si el s6lido circundante es de forma
angular o de cualquier otra forma irregular, el fluido ÍD$et-
to se aproximará a ella, como un cuartillo lleno de agua o
una vejiga llena de aire. Además, si el fluido circundante y
el inserto poseen uno mayor gravedad que el otro, entonces
la forma globular se deprimirá en una elíptico-esférica.· Así,
por ejemplo, si suponemos que el círculo A B C D de la
cuarta Figura [de la plancha IV] representa una gota de
agua, mercurio o similares, inserta en el aire o similares,
suponiendo que no hubiese en absoluto gravedad en nin-
guno de los fluidos o que el contenido y el continente fue-
sen del mismo peso, estaría igualmente comprimida en un
cuerpo exactamente esférico (al presionar el fluido ambien-
te lo·mismo contra todos sus lados). Mas suponiendo, bien
sea que el inserto posea una mayor gravedad, por razón de
lo cual sus partes, al verse presionadas de A a B, el todo se
pondrá en movimiento, y al verse dicho movimiento obs-
taculizado por la resistencia de las partes subyace11tes del
medio, la figura globular A D B C se deprimirá en la elíp-
tico-esférica E G F H, pues el lado A se ve hundido ha-
ci~ _·E por la gravedad, y B hacia F por la resistencia del
medio subyacente; por consiguiente, es necesario que C se
proyecte hacia G, y D hacia H. O también, suponiendo
una mayor gravedad en el medio, merced a la cual se ejerza
una presi6n más que ordinaria sobre la parte inferior del
globo inserto, B se verá forzada hacia F y, por su resistencia
al movimiento hacia arriba, la parte A se verá deprimida [18)
ha.cía E, y por consiguiente C se verá proyectada a G, y
D a H, con lo que también por este medio la figura glo-
bular se tornará elíptico-esférica. Si consideramos a conti-
nuación el caso en que un fluido se halle parcialmente in-
cluido en un fluido y parcialmente en otro, se descubrirá
que adopta diversas figuras según la proporción mutua de
la gravedad e incongruencia de los tres fluidos. Como en la
segunda Figura, esté arriba MM M, el aire, ·en el medio,
L M NO, aceite ordinario, y abajo, O O O, el agua. El acei-
te no adoptará la figura esférica, tal y como se representa
188 ROBERT HOOKE

mediante la línea punteada, sino una figura como L M NO,


cuyo lado L M N presentará una figura elíptica más plana
debido a la gran desproporción entre la gravedad del aceite
y la del aire, mientras que el lado L O M la presentará más
redondeada, debido a la menor diferencia entre el peso del
aceite y el del agua. Finalmente, la forma globular cambiará
si el medio es en parte fluido y en parte sólido. En este caso,
el límite entre el fluido circundado y el circundante adopta
una forma acorde con la proporción de la congruencia e
incongruencia entre los fluidos y los sólidos, y con la gra-
vedad e incongruencia de los fluidos entre sí. De este modo,
supongamos que sea un sólido el medio subyacente que
impide el descenso de los fluidos incluidos; represente K 1,
en la Figura cuarta, la superficie lisa de una mesa, y
E G F H, un poco de mercurio fluido; el lado G F H estará
más aplastado según la proporción de las incongruencias
del mercurio y del aire respecto a la madera y de la gravedad
mutua del mercurio y del aire. El lado G EH estará asimis-
mo un poco más deprimido a causa de que las partes sub-
yacentes, que antes estaban en movimiento, se hallan ahora
en reposo.
O también, en la Figura tercera, sea A 1 L D un
medio sólido incluyente de forma cilíndrica (como pueda ser
un pequeño· frasco de vidrio). Sea F GE MM el fluido con-
tenido en él, como, por ejemplo, agua. Por la parte del fon-
do y los. lados, ésta adopta la forma correspondiente a la
concavidad del vaso, si bien su superficie superior (la cual,
debido a su gravedad, y sin tener en cuenta para nada el
aire de encima y, por ende, ni la congruencia ni la incon-
gruencia de ninguno de ellos con el vidrio, 9ebería termi-
nar en una porción de es/era cuyo diámetro habría de ser
el mismo que el de la tierra, lo que a nuestros sentidos
habría de ofrecerse como una línea recta, como la F GE; o
que por ·el hecho de tener una mayor congruencia con el
vidrio de la que tiene el aire, sin tomar en cuenta su gra-
vedad, debiera proyectarse en una es/era cóncava, como
CH B, cuyo· diámetro habría de ser el mismo que el de la
concavidad del recipiente), su superficie superior, digo, de-
bido a que tiene una gravedad mayor que el aire, y pose-
yendo asimismo una mayor congruencia con el vidrio de la
MICROGRAFÍA 189

que tiene el· aire, termina en una forma cóncava elíptico-


esférica, como C K B. En efecto, debido- a su cm1gruencia,
fácilmente se adapta y adhiere al vidrio, formando, por así
decir, un recipiente con él, por lo que habría de proyectar
el aire contenido por la parte que lo t9ca, dándole la forma
esférica B H C; pero dado que el Movimiento de la grave-
dad deprime un tanto las esquinas B y C, la reduce a la
mencionada forma C K B. Ahora bien, que lo que causa que
las superficies de separación tengan esta y aquella forma
es la mayor congruencia con uno de los dos fluidos conti-
guos que con el otro, así como que ello no se debe a que
esta o aquella forma de la superficie sea ·más adecuada, na-
tural o peculiar a uno de l!)s cuerpos fluidos que a otro, es [19]
algo que se verá por lo siguiente, que el mismo fluido pues-
to en diferentes sólidos cambiará de superficie. En efecto,
la misma agua que én un recipiente de vidrio o madera
presentará una superficie cóncava hacia arriba, elevándose
más en un tubo. menor que en otro mayor' esta misma agua,
digo, en esos mismos tubos aceitados o engrasados, produ-
cirá efectos totalmente contrarios, pues presentará una su-
perficie protuberante y convexa hacia arriba, no elevándose
más en los tubos ~ueños que en los grandes. Es más, en
el mismísimo recipiente sólido se puede conseguir que el
mismísimo par de líquidos contiguos alteren sus superficies,
pues tomando una copita de las de vino o un recipiente si-
milar y vertiendo agua con suavidad en él, se verá cómo
la superficie del agua es ·siempre cóncava hasta llegar incluso
a la parte superior, momento en que se verá (si se vierte
más agua suave y cuidadosamente) que se toma muy pro-
tuberante y convexa. La razón de-ello es sencilla: puesto
que ya no se extienden más allá los lados sólidos del cuer-
po continente a los que el agua se adhiere más fácilmente
que el aire, debiendo de incluirse a partir de entonces en
el aire, debería reducirse a un hemisferio, si bien debido a
su gravedad se aplana en forma de óvalo. Asimismo, el
azogue, que es más incongruente con el vidrio que el aire
(y por ende, cuando se pone en un tubo de vidrio no se
adhiere a él, sino que se verá forzado por el aire más con-
gruente a adoptar una superficie muy protuberante, así como
a elevarse más en un tubo grande que en uno pequeño),
190 ROBERT HOOKE

este azogue es más congruente que el aire con el metal


limpio, especialmente el oro, la plata, el estaño, el plomo,
etcétera, menos el hierro, y no sólo se adherirá a ellos, sino
que presentará una supedicie cóncava como el agua y se
elevará más en un tubo menor que en otro mayor.
En todos estos ejemplos es evidente que existe una
fuerza extraordinaria y adventicia mediante la cual se altera
la forma globular del fluido heterogéneo incluido, no pu-
diéndose imaginar cómo habría de ser de otra forma que
globular, pues sobresaliendo el fluido heterogéneo de ma-
nera igual por todas partes, toda protuberancia será por
ello deprimida. De esta causa deriva que, en sus efectos, se
asemeje mucho a un resorte redondo (comó un aro), pues de
la misma manera que en un resorte redondo se requiere
una presión adicional por dos lados opuestos a fin de redu-
cirlo a una forma oval, o del mismo modo que para for-
zarlo entre los. costados de un agujero cuyo diámetro sea
menor que el del resorte se requiere una considerable fuer-
za o empu¡e contra la cara interna o cóncava del resorte,
así para alterar esta constitución esférica de un cuerpo fluido
incluido en otro se requiere más presión contra lados opues-
tos a fin de r~ducirlo a un óvalo, mientras que para for-
zarlo a entrar ·en un agujero de diámetro menor que el
suyo, se precisa un gran empuje contra todos los demás la-
dos. Aún no he calculado experimentalmente los grados de
fuerza que se requieren para reducirlo a óvalos cada vez
mayores o para forzarlos en agujeros progresivamente meno-
res, pero mediante experimentos he hallado en general que
siempre se precisa una mayor presión para cerrarlos de
modo que formen óvalos más alargados o para forzarlos a
entrar en agujeros menores. Podría explicar con facilidad
la necesidad y razón de ello si hiciese falta, pero como no
es preciso y requiere más espacio y tiempo del que dispon-
go ahora, la omitiré, procediendo a mostrar que se puede
hallar, de hecho, su verdad si se experimenta con un resorte
[20] redondo (siendo lo suficientemente obvio el modo de rea-
lizar esos ensayos). Mas con los cuerpos fluidos del mercu-
rio, aire, etc., el modo de ensayarlo será algo más difícil,
por lo que lo describiré en breve. Quien desee ensayarlo
con aire, habrá de procurarse primero un tubo de vidrio
MICROGRAFÍA 191

con la forma del de la Figura quinta, en el que la parte A B


representa un tubo recto de unos tres pies [91,5 cm] de
longitud, y la C, otra parte que consta de una burbuja re-
donda dispuesta de tal manera que presente un pasaje o
agujero en la parte superior, en la que se pueden pegar con
cemento diversos tubitos de determinadas cavidades cilín-
dricas; por ejemplo, el hueco de

F. 1/4 [6,35 mm]


G. 1/6 (4,23 mm]
H. 1/8 [3,175 mm]
l. 1/12 [2,116 mm]
K. sea de de pulgada.
1/16 [1,58 mm]
L. 1/24 [ 1,058 mm]
M. 1/32 [0,793 mm]
&c.

Se pueden añadir muchos más, tantos cuantos el experimen-


tador c~msidere conveniente, con agujeros que decrezcan
según magnitudes conocidas hasta donde alcancen sus sen-
tidos. Digo hasta donde alcancen sus sentidos porque se
pueden fabricar tubos tan pequeños que sea imposible per-
cibir la perforación a simple vista, aunque se pueda ver con
bastante facilidad con ayuda de un microscopio. Es más, he
fabricado un tubo perforado de extremo a extremo tan pe-
queño, que a simple vista apenas podía ver su cuerpo, hasta
el punto de que podía tejer con él un nudo sin romperlo.
Es más, al examinar más exactamente uno con mi micros-
copio, hallé que no era mayor que la dieciseisava parte de
uno de los menores -pelos de mi cabeza, que era del tipo
de pelo menor y más fino, de modo que dieciséis de esos
tubos unidos en un haz no igualaban un único pelo. Así
pues, cuán pequeña no habrá de ser su perforación, dado que
a través del microscopio se veía que se trataba de un tubo
de paredes proporcionalmente gruesas.
Continuando, pues, con la realización del experi-
mento, el experimeñtador ha de colocar el tubo A B per-
pendicular, llenando con agua el tubo F (pegado en el agu-
jero E), aunque dejando llena de aire la burbuja C. Luego
ha de verter agua suavemente en el tubo A B, observando
192 ROBERT HOOKE

diligentemente hasta qué altura sube antes de empujar la


burbuja de aire C a través del estrecho pasaje de F, apun-
tando exactamente la altura del cilindro de agua antes de
pegar un segundo tubo, como G, llenándolo de agua. Ha de
proceder entonces. como con el anterior, anotando asimismo
la altura del cilindro de agua capaz de empujar la burbu-
ja C por el pasaje de G, cosa que habrá de hacer también
con el siguiente tubo y con el siguiente, etc., hasta donde
pueda. Comparando luego las diversas alturas de los cilin-
dros con los distintos agujeros a través de los cuales cada
cilindro forzaba al aire (tenida buena cuenta de los cilindros
de agua de los tubitos), será muy fácil determinar qué
fuerza se precisa para empujar al aire .dentro de tales y cua-
les agujeros o (para aplicarlo a nuestro experimento actual)
[21] qué porción de la presión del aire se emplea para su in-
greso en agujeros cada vez menores. Aplicando esto a la en-
trada del aire en el agujero mayor del recipiente y en el
agujero menor del tubo, hallaremos claramente que hay una
mayor presión de aire sobre el agua del recipiente o tubo
mayor de la que hay sobre la del tubo menor. En efecto,
dado que la presión de aire es igual en todas partes, es
decir, la que es capaz de presionar y sostener un cilindro
de azogue .de dos pies y medio [76,25 cm] de altura piás
o menos; dado que se precisan muchos más grados de. esta
presión para forzar al aire en un agujero pequeño que en uno
grande lleno de un fluido más congruente; y finalmente,
dado que esos grados precisos para empujarlo dentro del
tubo son, por tanto, extraídos del aire de dentro, quedando
el aire de dentro con tantos grados de presión menos que el
aire de fuera, se seguirá que el aire del tubo menor ejercerá
menos presión contra la superficie del agua que hay en él
que el aire del mayor, que era la proposición menor que
había que demostrar.
Por consiguiente, ha de seguirse necesariamente la
conclusión; a saber, que esta presión desigual del aire cau-
sada por su ingreso en agujeros desiguales es una causa
suficiente para producir este efecto sin concurso de ninguna
otra cosa, por lo que es probablemente la causa principal
(si no la única) de estos fenómenos.
Habiéndolo explicado así, habrá diversos fenómenos
MICROGRAFÍA 193

explicables del mismo modo, como la subida de los líquidos


en un filtro, la subida-del espíritu de-vino, ef aceite, el sebo
fundido, etc., en el pábilo de una lámpara (aunque esté
hecho de pequeños alambres, hilos de asbesto, cuerdas de
vidrio y similares), la subida de líquidos en una espon;a, en
un trozo de pan, arena, etc., y quizá también la subida de
la savia en los árboles y las plantas a través de sus pequeños
y algunos de ellos imperceptibles poros (acerca de lo cual
me he extendido más en otra ocasión) 14 , o al menos su paso
desde la tierra a las raíces. Tomando en consideración este
principio, se me han ocurrido ciertamente multitud de otras
aplicaciones que aún no he examinado y- elaborado lo sufi-
ciente como para proponerlas como Axiomas, sino tan sólo
como cuestiones y conjeturas que puedan servir de pistas
para ulteriores descubrimientos.
Inicialmente, al considerar la congruencia e incon-
gruencia de los cuerpos relativamente al tacto, hallé tam- ·
bién una similar congruencia e incongruencia (si se puede
hablar así) por lo que atañe a la transmisión de los rayos
de luz, pues a este respecto el agua (por no mencionar otros
líquidos) parece más próxima en afinidad al vidrio que el
aire, y el aire, más que el azogue. De ahí que un rayo obli-
cuo que salga del vidrio, pasará al agua con muy poca re-
fracción respecto a la perpendicular, mientras que del vidrio
al aire, exceptuando el directo, no pasará ninguno sin una
gran refracción respecto a la perpendicular; es más, un
rayo oblicuo ¡)or debajo de treinta grados no pasará en
absoluto al aire. Por lo que atañe al azogue, no admitirá
ni al oblicuo ni al directo, sino que los refleja todos, pare-
ciendo así ser, por lo que respecta a la transmisión de los
rayos de luz, dé una constitución muy distinta de Ja del
aire, el agua, el vidrio, etc., ase~ejándose más a esos cuer-
pos opacos y fuertemente reflectantes de los metales. Así,
respecto a la propiedad de cohesión o congruencia, el agua
parece mantener el mismo orden, siendo más congruente (22)
con el vidrio que el aire y con el aire que con el azogue.
Una segunda cosa (que me sugirió la consideración
de la forma globular de los fluidos insertos en otro, causada
por la presión del fluido heterogéneo ambiente) era si los
fenómenos de la gravedad no podrían explicarse de este
194 ROBERT HOOKE

modo, suponiendo que el globo de la tierra, el agua y el


aire estuviese inserto en un fluido, heterogéneo con todos
y cada uno de ellos, y tan sutil como para no sólo insinuarse
por todas partes a través del aire (o más bien el aire a su
través), sino también invadir los cuerpos del vidrio e incluso
los. metales más compactos, por cuyos medios podrá tender
a expulsar todos los cuerpos térreos tan lejos de sí cuanto
pueda; y en parte por ello, y en parte por otras propiedades
suyas, podría moverlos hacia el centro de la tierra. A favor
de la existencia de un fluido semejante podría aducir mu-
chos experimentos y razones que parecen demostrarla; mas,
dado que exigiría cierto tiempo y espacio exponerlos y ex-
plicarlos, así como tomar en cuenta y responder todas las
objeciones (muchas de las cuales preveo) que se puedan
oponer contra ella, pasaré en esta ocasión a otras cuestiones,
contentándome con haber dado aquí tan sólo una idea de
lo que en otro lugar podré explicar más extensamente 15 •
Una tercera cuestión era si la heterogeneidad del
fluido ambiente no podría considerarse una causa secundaria
de la redondez o fo,,na globular de los grandes cuerpos del
mundo, como son los del sol, las estrellas y los planetas, la
sustancia de cada uno de los cuales parece completamente
heterogénea respecto del éter fluido circundante. Sobre esto
me explayaré más en la observación acerca de la luna.· ·
Una cuarta era si la forma globular de las menores
porciones de materia aquí sobre la tierra, como la de los
frutos, guijarros o pedernal, etc. (que parecen haber sido
inicialmente un líquido), no podría deberse a un· fluido
heterogéneo ambiente. En efecto, así vemos que el vidrio
fundido adoptará naturalmente una forma redonda; asimis-
mo, una pequeña porción de cualquier cuerpo soluble, si
se halla completamente inmerso en aire, se verá llevado a
adoptar una forma globular y al enfriarse mostrará ser una
bola sólida. Esto es algo plenamente manifiesto en el pro-
cedimiento de fabricación de perdigones con las gotas de
plomo. Dicho proceso, siendo una hermosísima curiosidad
que sólo muy pocos conocen, y habiéndome sido concedida
la libertad de publicarlo por el eminente virtuoso Sir Rohert
Moray, que trajo esta descripción suya a la Sociedad Real,
lo he transcrito e insertado aquí.
MICROGRAFÍA 195

Fabricación de pequeños perdigones de diferente


tamaño; Comunicado por su Alteza P. R. 16

Tómese del lingote la cantidad de plomo que se


desee, fúndase, agítese y límpiese con un cucharón de hie-
rro, reuniendo las partes negruzcas que nadan arriba como
la espuma, y cuando se vea que el color del plomo limpio
es verdoso, pero no antes, échese oropimente en polvo se- [23]
gún la cantidad de plomo. Lo que quepa en una moneda
de media corona servirá para dieciocho o veinte libras [8,16
ó 9 kg] de algunos tipos de plomo, mientras que otros
pedirán más o menos. Después de echar el oropimente, re-
muévase bien el plomo y el oropimente se inflamará. Una
vez extinguida la llama, cóiase un poco de plomo con un
cucharón que tenga un pico o una boquilla en el borde para
poder verter cómodamente el plomo y que esté bien ca-
liente por haberlo metido en el plomo derretido, y con un
bastón hágase que algunas gotas aisladas se escurran del cu-
charón al agua de un frasco. Si resultan ser redondas y szn
colas, hay bastante oropimente y el punto de calor es el
correcto; en caso contrario, añádase más. Pónganse luego
dos barras de hierro (o un artilugio de hierro más adecuado
hecho a este fin) en un balde de agua y colóquese sobre
ellos una bandeia de cobre del tamaño y forma de un plato
trinchero grande y corriente de peltre o de plata, cuya parte
hueca sea de unas tres pulgadas [7,6 cm], estando el fondo
una media pulgada [1,27 cm] más baio que el borde, con
el fondo horadado por treinta, cuarenta o más aguieritos;
cuanto menores sean los aguieros, menores serán los perdi-
gones; y el borde ha de ser más grueso que el fondo para
que conserve meior el calor.
Estando el fondo de la fuente a unas cuatro pulga-
das [10,16 cm] del agua del balde, pónganse sobre ella
algunos carbones ardientes para conservar el plomo fundi-
do. A continuación, con el cucharón caliente cóiase plomo
del pote de donde está fundido y viértase suavemente so-
bre los carbones calientes que están en el fondo de la fuente,
con lo que inmediatamente se escurrirá por los aguieros hasta
196 ROBERT HOOKE

el agua en forma de pequeñas gotas redondas. Viértase de


este modo más plomo a medida que se escurre por la fuente
hasta que se termine todo, soplando de vez en cuando los
carbones con un fuelle cuando el plomo de la fuente se en-
fríe de¡ando de fluir.
Mientras uno vierte el plomo, otro, provisto de otro
cucharón introducido cuatro o cinco pulgadas [ 10,16 ó
12,7 cm] ba¡o el agua del balde, debe pescar de vez en
cuando algunos de los perdigones a medida que caen para
ver el tamaño y si presentan algunos defectos. Ha de po-
nerse el mayor cuidado en mantener al plomo de la fuente
con el grado correcto de calor, pues si está demasiado frío
no se escurrirá por la fuente aunque permanezca fundido
[24] en ella, lo que se evitará soplando un poco los carbones o
vertiendo más plomo que esté más caliente. Ahora bien,
cuanto más frío está el plomo, mayores los perdigones, y
cuanto más caliente, menores. Cuando está demasiado ca-
liente, las gotas se resquebra;arán y estallarán, eñ cuyo caso
se debe deiar de verter más plomo y de¡arlo enfriar; y en
tanto en cuanto se mantenga el punto correcto del calor, el
plomo goteará continuamente formando perdigones muy re-
dondos, con a lo sumo uno con cola cada muchas libras.
Una vez hecho todo esto, sáquense los perdigones
del balde de agua y pónganse en una sartén sobre el fuego
a fin de secarlos, cosa que hay que hacer con- éuidado, sa-
cudiéndolos para que no se fundan. Una vez secos, se pue-
den separar los pequeños de los grandes con cedazos de
posta hechos de cobre o latón puestos unos dentro de otros
según tantos tamaños cuantos se desee. Ahora bien, si inte-
resasen perdigones mayores que los que hace la fuente, se
pueden fabricar con un bastón, haciéndolos salpicar desde
el cucharón tal y como se ha dicho.
Con sólo que se toque un poco el cucharón cuando
el plomo deia de fluir por él, si no está demasiado frío,
verterá de nuevo, pero vale más no tocarlo en absoluto. Al
fundir el plomo, téngase cuidado de que no haya nada de
aceite, grasa o similares en los potes, en los cucharones o
en la fuente.
La causa principal de esta forma globular de los
perdigones parece ser el oropimente, pues tan pronto como
MICROGRAFÍA 197

se echa en el plomo derretido, éste pierde su brillo, contra-


yendo instantáneamente una película o membrana gFH sobre
él cuando se espuma con el cucharón para limpiarlo. De
este modo, cuando el aire ataca a la gota de plomo fundido
que cae, esa membrana la aprieta igualmente por todas par-
tes. Ahora bien, por qué es así y si ésta es la verdadera
causa es algo que se de¡a a ulteriores disquisiciones.

De esta misma manera, vemos que cuando el aire es


extremadamente frío, las gotas de lluvia que caen de las nu-
bes y lo atraviesan se congelan en piedras de granizo redon-
das por el ambiente helador.
A ello se puede añadir este otro experimento co-
nocido; a saber, que si se deja caer suavemente una gota
de agua sobre ún poco de arena o polvo, se hallará, por así
decir, que se genera rápidamente una piedra redonda arti-
ficial. No puedo dejar de mencionar a este respecto el ex-
traño tipo de grano que he observado en una piedra traída
de Kettering, en Northamptonshire, que los albañiles lla-
man por ese motivo piedra de Kettering y que describo
aquí 17 • Esto me trae a la memoria lo que observé hace ya [25]
mucho en las chispas obtenidas al golpear el acero, pues,
teniendo un gran deseo de ver qué quedaba de ellas una
vez que se extinguían, saqué chispas adrede sobre un trozo .
de papel blanquísimo, y observando diligentemente dónde
caían algunas chispas conspicuas, hallé una pequeña man-
cha negra no mayor que la punta de un alfiler que, a través
del microscopio, se ·vio que era una bola perfectamente re-
donda muy parecida a una bola de acero pulimentada, dado
que era capaz de ver reflejada en ella la imagen de la ven-
tana. No puedo detenerme aquí (habiéndolo hecho más por-
menorizadamente en otro lugar 18 ) a examinar las razones
particulares de ello, limitándome a sugerir que imagino que
se trata de una pequeña porción de acero que, por la violen-
cia del movimiento del golpe (la mayoría del cual parece
imprimirse en esas pequeñas PQrciones), se torna tan viva-
mente caliente que se funde en un vitrum que, merced al
aire ambiente, se ve impulsado a adoptar la forma de una
bola.
Una quinta cosa que consideré digna de examinar
198 ROBERT HOOKE

era si el movimiento de todo tipo de resortes no se podría


reducir al principio por el que el fluido heterogéneo inserto
en otro parece moverse, o bien a aquél por el que dos só-
lidos, como los mármoles o similares, se ven presionados y
mantenidos juntos por el fluido ambiente 19•
Una sexta cosa era si acaso la subida y ebullición
del agua de las fuentes y manantiales (que está mucho más
alta respecto al centro de la tierra que la superficie del mar
de donde parece proceder} no podría explicarse por la su-
bida del agua en un tubo pequeño, pues el agua del mar,
viéndose forzada a penetrar por los poros y grietas de la
tierra, se ve metida, por así decir, en pequeños tubos, en
los que Ja presión del aire no tiene tanta fuerza como para
resistir su ascenso. Pero tras examinar esta vía y hallar en
ella varias dificultades casi inamovibles, ingenié una manera
que habría de explicarlo de modo más natural y plausible, lo
cual tuvo lugar mediante el siguiente experimento. Tomé
un tubo de vidrio con la forma descrita en la sexta Figura
[de la Plancha IV] y eligiendo dos fluidos heterogéneos,
como agua y aceite, vertí tanta agua como para llenar el
tubo hasta la altura de A B. Poniendo luego algo de aceite
en el tubo A C, hice descender la superficie del agua de
A a E, elevando B hasta G, que no se hallaba tan alta per-
pendicularmente como la superficie F del aceite, siendo la
diferencia el espacio F I, por lo que la proporción entre la
gravedad de ambos líquidos era como G H a F E. ·
Ensayé este experimento con otros diversos líquidos,
particularmente con aguá dulce y salada (que preparé di-
solviendo sal en agua caliente). Por más que ambos líquidos
no sean nada heterogéneos, con todo realicé el experimento
antes de que se mezclasen completamente entre sí. En
efecto, dejando el tubo durante muchos días en el sitio
donde realizara el experimento, observé que no se. mezcla-
ban, sino que más bien la superficie del agua dulce estaba
más y no menos elevada sobre la de la salada. Ahora bien,
la proporción de la gravedad del agua de mar respecto. a la
de río es, según Stevin '20 y Varenius 21 , como 46 a 4"5,"cosa
que he visto que era bastante exacta al hacer yo mismo el
[26] experimento; esto es, 46 onzas [ 1.304 g] del agua salada
no ocuparán más espacio que 45 [ 1.276 g] de la dulce o,
MICROGRAFÍA 199

a la inversa, 45 pintas [25,57 l] de agua salada pesan lo


mismo que 46 [26,14 lJ de la dulce.
Ahora bien, he hallado que la proporción entre
la salmuera y el agua dulce es aproximadamente de 13
a 12. Así pues, suponiendo que G H M represente al mar,
F 1, la altura de una montaña por encima de la superficie
marina, F M, una caverna en la tierra que comience en el
fondo del mar y termine en lo alto de la montaña, y L M,
la arena del fondo a través de la cual el agua se filtra, por
así decir, de manera que sólo se les permite trasudar a las
partes más dulces, quedando retenidas las salinas; si en-
tonces la proporción de G M a F Mes como 45 a 46, enton-
ces el cilindro de agua salada G M puede hacer que el ci-
lindro de agua dulce suba hasta E, rebosando por N. No
puedo detenerme aquí a examinar o refutar la opinión de
quienes pretenden que la profundidad del mar bajo la su-
perficie no mide perpendicularmente más que las monta-
ñas por encima de ella. Básteme decir que ninguno de los
que han afirmado tal cosa ha hallado experimentalmente
ninguna de ambas distancias perpendiculares. Tampoco voy
a decidir aquí que pueda haber otras causas de la separa-
ción del agua dulce de la salada, como quizá el hecho de
que algunas partes de la tierra por las que ha de pasar con-
tengan una sal que, mezclándose y uniéndose con el agua
de mar, puedan precipitarla, muy al modo en que las sales
alcalinas y ácidas se mezclan y se precipitan mutuamente
en la preparación del tartarum vitriolatum 22 • Tampoco sé ·
si el extremado frío (que debe darse necesariamente) del
fondo del agua no podría contribuir a dicha separación, pues
hallamos· que el agua caliente es capaz de disolver y con-
tener más sal que la misma agua fría, hasta el punto de
que las salmueras fuertemente impregnadas por el calor, si
se dejan enfriar, permiten que mucha de su sal se hunda y
cristalice en torno al fondo y los costados. Tampoco sé si
la extremada presión de las partes del agua las unas contra
las otras no podría impedir que la sal descendiese hasta
el mismo fondo al hallar muy poco o ningún sitio para insi-
nuarse entre dichas partes, empujadas unas contra otras
tan violentamente, o también exprimiéndola hacia arriba,
hacia las partes superiores del mar donde más fácilmente
200 ROBERT HOOKE

encuentre sitio entre las partes de agua, debido a que allí


hay más calor y menos presión. Me he visto de algún modo
más inclinado hacia esta opinión por las relaciones que he
encontrado en autores geográficos en las que se habla de
extraer agua dulce del fondo del mar, que es salado arriba.
No me puedo detener ahora a examinar si este movimiento
perpetuo natural se puede o no imitar artificialmente, ni
tampoco puedo pararme a responder las objeciones que
puedan oponerse a esta suposición mía, como, en primer
lugar, cómo es que en ocasiones hay fuentes salinas mucho
más altas que la superficie del mar y, en segundo lugar,
por qué las fuentes no manan más aprisa o más despacio
según la variación de la altura del cilindro de agua marina
debido al flujo y reflujo del mar.
Por lo que atañe a la primera, diré brevemente que
el agua dulce puede recibir de nuevo una tintura 23 salina
en las proximidades de la superficie de la tierra al pasar a
través de ciertas minas, o también que puede ocurrir que
se filtren muchas, pero no todas las partes salinas del mar.
[27] Por lo que respecta a la ·segunda, el mismo manan-
tial, puede alimentarse y recibir aportaciones de diversas
cavernas provenientes de partes muy distantes del mar, de
man~ra que en un lugar pueda ser pleamar, y el otro baja-
mar., merced a lo cual el manantial recibirá el ·mismo aporte
en todo momento. O también puede ocurrir que la caverna
sea tan recta y estrecha que, al no tener el agua un paso
por ella fácil y libre, en tan breves y rápidas mutaciones
de presión es incapaz de producir efecto sensible alguno a
semejante distancia. Además, para confirmación de esta
hipótesis, poseemos muchos ejemplos de historiadores na-
turales acerca de manantides que experimentan flujo y re-
flujo como el mar; en particular aquellas que registra en
esta isla el docto Camden 24 y tras él Speed 25 • De una de
ellas relatan que se halla en lo alto de una montaña cerca
de la aldea de Kilken en Flintshire, y que Maris aemulus
qui statis temporibus suas evomit & resorbet aquas, que
en ciertos momentos sube y baja como el mat. De una se-
gunda de Caermardenshire, cerca de Caermarden, en un
lugar llamado Cantred Bichan, Qui ( ut scribit Giraldus 26)
naturali die bis undis deficiens, & toties exuberans, marinas
MICROGRAFÍA 201

imitatur instabilitates, que subiendo y bajando dos veces


cada veinticuatro horas, imitaba los inestables movimientos
del mar. Los fenómenos presentados por estas dos pueden
explicarse fácilmente suponiendo que las cavernas de las
que se alimentan arrancan del fondo del mar próximo. Una
tercera es un pozo sobre el río Ogmore en Glamorganshire,
próximo a Newton, del que Camden dice haberse asegu-
rado por la carta de un docto amigo suyo que lo observó,
Fons abest bine, etc. La carta es un poco demasiadó larga
como para insertarla aquí, pero en sustancia dice Jo que
sigue; que este pozo fluye y refluye de ~odo completa-
mente contrario al flujo y reflujo del mar en aquellas re-
giones, pues está casi vacío en pleamar y lleno en bajamar.
Ello puede deberse a que el canal que lo alimenta provenga
del fondo del mar muy lejos de aquellos lugares, donde las
mareas son muy diferentes de las de las costas próximas.
Una cuarta está en W estmoreland, junto al río Loder,
Qui instar Euripi saepius in die reciprocantibus undís. fluzt
& refluit n, que fluye y refluye varias veces al día. Ello
puede deberse a que reciba aportaciones de muchos· canales
provenientes de diversas partes del mar lo suficientemente
distantes entre sí como para que sus horarios de pleamar
difieran lo bastante unos de otros, de manera que siempre
que sea pleamar en uno de esos lugares en que comienzan
los canales, también lo será en el pozo, aunque todo esto
no es más que una suposición.
Una séptima cuestión era si la disolución .o mezcla
de varios cuerpos, sean fluidos o sólidos, con líquidos sali-
nos o de otro tipo no podría atribuirse en parte a este prin-
. cipio de la congruencia entre esos cuerpos y sus disolventes,
como la sal en el agua, los metales en diversos menstruos,
las gomas untuosas en aceites, la mezcla de vino y agua,
etcétera. Y si la precipitación no podría deberse en parte al
mismo principio de incongruencia. Digo en parte porque
en algunas disoluciones concurren algunas otras causas.
Finalmente, propondré una cuestión aparentemente
mucho más extraña e inverosímil, cual es si este principio
bien examinado y explicado no resultaría ser co-eficiente [28]
en la producción de las más importantes operaciones de
la naturaleza, como las del calor y la luz y por ende las
202 ROBERT HOOKE

de la rarefacción y condensación, dureza y fluidez, transpa-


rencia y opacidad, refracciones y colores, etc. En verdad
no sé si se harán muchas cosas en la naturaleza en las que
este principio no (se puede decir que no) ponga la mano.
a
He investigado más fondo estas cosas en otros pasajes .
de este tratado, mostr~do que tanto la luz como el calor
pueden causarse mediante la corrosión, que es aplicable a la
congruencia, por lo que, consiguientemente, todo lo demás
serán consecuencias. Entre tanto no quisiera ser reo de un
error del que el tres veces noble y docto V erulamio da
justa noticia, denominándolo Philosophiae genus empiri-
cum, quod in paucorum experimentorum angustiis & obscu-
ritate fundatum est 28 , pues yo ni extraigo conclusiones de
un único experimento ni todos los experimentos a que re-
curro versan acerca de un único tema. Tampoco hago vio-
lencia a ningún experimento para hacerlo cuadrar con alguna
·idea preconcebida, sino que, por el contrario, trato de ma-
nejar diversos tipos de experimentos, de manera que de
todos y cada uno de esos ensayos hago norma o piedra de
toque con la que poner a prueba todas mis ideas previas
paia ver si se sostienen en peso, medida y tacto, e.te. En
efecto, del mismo modo que no es sino oro falso aquel
cuerpo que carezca de cualquiera de las propiedades del oro
(como pueda ser la maleabilidad, el peso, el color, la fijeza
en el fuego, la indisolubilidad en aqua fortis 29 y similares),
~r más que tenga todas las demás, así se tendrán por falsas
y engañosas todas aquellas -ideas que no soporten todos los
en5ayos y pruebas hechos con ellas por medio de experi-
mentos. Por consiguiente, rechazaré por completo las que
no lleguen al culmen deseado de perfección, buscando otras
nuevas, antes de intentar mantener lo viejo mediante parches
y remiendos, sabiendo que tales cosas en el mejor de los
casos no son sino defectuosas e imperfectas. Esta vía la he
aprendido de la naturaleza a la que encontramos descuidada
con el cuerpo viejo, permitiendo que sus decadencias y
enfermedades queden sin remedio, siendo, por el contrario,
muy solícita y cuidadosa con la conservación de la especie
mediante nuevos individuos. Ciertamente, el modo más
adecuado de erigir una noble construcción y templo a la
naturaleza en el que (cualquier celoso adorador) la vea re-
MICROGRAFÍA 203

sidir es comenzar a construir uno nuevo sobre los cimien-


tos firmes de los experimentos.
Pero, para no apartarnos más de la consideración
de los fenómenos más inmediatamente explicables con este
experimento, procederemos a mostrar que, por lo que atañe
al ascenso del agua en un filtro, la razón será patente a
quien se percate de que un filtro está formado por un gran
número de pequeños cuerpos sólidos alargados, tan juntos
que el aire, al penetrar entre ellos, pierde la presión que
tiene contra el fluido que está fuera de ellos, merced a lo
cual el agua o el líquido, al no hallar entre ellos una resis-
tencia tan fuerte como· para equilibrar la presión ejercida
·sobre su superficie exterior,· se eleva hasta topar con una
presión de aire capaz de impedírselo. Por lo que atañe a la
elevación del aceite, el sebo fundido, el espíritu de vino,
etcétera, en el pábilo de una vela o una lámpara, es evi-
dente que en nada difiere de lo anterior, salvo quizá en lo
siguiente: que en un filtro el líquido desciende y fluye por
otra parte, mientras que en el pábilo la llama dispersa y
transporta el líquido. En ocasiones eso se atribuye al calor, [29]
pues puede hacer subir. las partes más volátiles y espirituo-
sas de esos líquidos .combustibles y, haciéndolos más lige-
ros que el aire, ~os toma susceptibles de verse empujado~
hacia arriba en forma de vapores por obra de ese cuerpo
fluido más pesado; pero a eso sólo puede atribuirse la as-
censión de muy poco y con mucha probabilidad de sólo
aquello que asciende sin los pábilos. Por lo que respecta
al ascenso de un líquido en una esponja, pan, algodón, etcé-
tera, por encima de la superficie del adyacente, lo que se ha
dicho acerca del filtro (si se repara en ello) sugerirá fácil-
mente una razón, teniendo en cuenta que todos esos cuerpos
abundan en pequeños agujeros o poros.
También del mismo principio (a saber, la desigual
presión del aire contra las desiguales superficies del agua)
deriva la causa de la ascensión o incursión de cualquier
cuerpo flotante contra las paredes del recipiente que los
contiene o el acercamiento mutuo de dos cuerpos flotantes.
como burbu¡as, corchos, palos, pa¡as, etc. Tómese, por ejem-
plo, un frasco de cristal como el A B de la figura séptima
[de la Plancha IV] y, llenándolo casi hasta arriba de agua,
204 ROBERT HOOKE

échese a ella un trocito redondo de corcho, como e, y su-


mérjase completamente en el agua para que se humedezca,
de manera que el agua pueda ascender por sus costados.
Si se coloca luego en cualquier lado de la superficie a una
pulgada o pulgada y cuarto [2,5 a 3,2 cm] de cualquier
costado, se verá cómo se dirige gradualmente por ·la per-
pendicular hacia la parte más próxima del costado y, cuanto
más se aproxima, más rápidamente se mueve. La razón de
este fenómeno se hallará que no es otra que ésta: que el
aire ejerce una mayor presión contra el centro de la super-
ficie que contra aquellas partes que más se aproximan y
están contiguas a los costados. Ahora bien, que la presión
es superior (como ya mostré en la explicación de la tercera
figura) se puede colegir del aplastamiento del agua en la
parte central derivada de la gravedad del fluido inferior,
pues, como ya mostré antes, si no hubiese gravedad en el
fluido inferior o si ésta fuera igual a la del superior, en-
tonces la superficie de separación sería esférica, y dado que
es esta presión adicional de la gravedad del agua la que la
torna tan plana, se sigue que la presión sobre el centro ha
de ser mayor que hacia los costados. De ahí que la bola, su-
friendo una presión mayor por aquella parte que mira al cen-
tro de la superficie que por el lado que mira al .c~stado próxi-
mo, ha de moverse necesariamente hacia este ladó por el que
encuentra menos resistencia, acelerando a medida que la resis-
tencia disminuye. De ahí que se mueva tanto más rápida-
mente cuanto más elevada. respecto al centro esté el agua
bajo su trayectoria, por lo que se hallará que se mueve más
aprisa en E que en D y en· D que en C. No pude descubrir
que la sustancia flotante se moviese en absoluto hasta estar
situada en alguna parte de la superficie que estuviese sen-
siblemente elevada por sobre la altura de la parte central.
Que ésta sea la verdadera causa es algo .que se puede en-
sayar con una vejiga hinchada y una bola exactamente re-
donda sobre la parte pulidísima de un cuerpo flexible como
el cuerno o el azogue, pues si se coloca la bola bajo una
parte de la vejiga que está a un lado del centro de su
presión y se aprieta fuertemente contra la vejiga, se ·verá
[30] que la bola se mueve del centro hacia los costados. Ha-
biendo visto la razón del movimiento de cualquier cuerpo
MICROGRAFÍA 205

flotante hacia los costados, se comprenderá con facilidad la


razón del acercamiento de dos cuerpos flotantes cualesquie-
ra, pues la elevación del agua contra los costados de ambos
es argumento suficiente para mostrar que la presión del aire
es ahí menor que más lejos, donde no se halla tan elevada.
Por tanto, la razón del movimiento del uno hacia el otro
será la misma que la que hay para moverse hacia la pared
de vidrio, sólo que aquí, por la misma razón, se mueven
mutuamente el uno hacia el otro, mientras que la pared de
vidrio en el caso anterior permanecía fija. Asimismo, si se
llena el frasco por completo con cuidado, de modo que el
agua sobresalga por encima de los bordes, entonces el mismo
trozo de corcho que antes se precipitaba hacia los costados
huye ahora de ellos con la misma velocidad hacia el centro
de la superficie. La razón de ello se hallará que no es otra
que ésta, que la presión del aire es más fuerte contra los
costados de la superficie G y H que contra el centro 1,
pues ya que, como he mostrado antes, el principio de con-
gruencia habría de tornar esférica la superficie de separación,
y ya que el aplastamiento central de· la superficie deriva
de la disminución de la presión de las aguas hacia los bordes
por Ja tendencia contraria de su gravedad, se sigue que la
presión en.el centro ha de ser menor que en los costados,
con lo que el resultado será el mismo que en el caso ante-
rior. Resulta muy extraño a quien no tome en cuenta su
causa ver cómo dos cuerpos flotantes se acercan el uno al
otro como si estuviesen dotados de algún vigor :magnético.
Esto me trae a la memoria algo que ensayé anteriormente
con un trozo de corcho o un cuerpo similar que dispuse de
tal manera que, poniendo un palito en la misma ~gua, una
parte de dicho corcho se acercaba y dirigía hacia el palito,
mientras que otra se apartaba y huía, no de otro modo que
como si tuviese cierto tipo de verticidad, de modo que si
se colocase hacia el palo el ecuador (si se me permite hablar
así) del corcho, dejado a su suerte, tomaría instantánea-
mente hacia él el polo apropiado, corriendo luego inclinado
en su dirección. Esto se hacía tan sólo tomando un·-corcho
seco y mojando un lado con un pequeño toque, pues por
este medio, al ponerlo suavemente sobre el agua, hundiría
su superficie por todas las partes secas y, hallándose por
206 ROBERT HOOKE

ende la máxima presión del aire junto a dichas partes, lo


hacía ora expulsar, ora huir de cualquier otro cuerpo flo-
tante, mientras sólo aquella parte por la que ascendía el
agua era por ello capaz de atraer.
Tan sólo resta determinar a qué altura en un tubo
pequeño se puede elevar por este medio el agua u otro
líquido por encima de la superficie del exterior y a qué
altura se puede sostener. Mas determinar tal cosa será ex-
tremadamente difícil a menos que pueda averiguar con cer-
teza en qué medida la presión del aire se ve disminuida
por lo diminuto de tal y rual tubo y si puede eliminarse
por completo, esto es, si puede haber un agujero o poro
tan pequeño en el que el aire no pueda entrar en absoluto,
pudiendo hacerlo el agua con toda su fuerza. Si existiese, es
claro que el agua podría subir por él hasta treinta y cinco
o treinta y seis pies ingleses [ 10,6 ó 10,9 m] de altura 30 •
No sé si no serán así los tubos capilares de los cuerpos
de los árboles pequeños que denominamos sus poros mi-
croscópicos ni si la congruencia de los costados del poro
[JI J no podrá llevar el jugo incluso más alto de Jo que podría
hacerlo el aire con su mera presión, pues la congruencia
es un principio que no sólo une y sostiene un cuerpo adhe-
rido a él, sino que, lo que es más, atrae y arrastra a un
cuerpo que esté muy próximo, sosteniéndolo por encima
de su altura usual.
Esto es patente incluso en una gota de agua suspen-
dida bajo un cuerpo semejante o congruente, pues, aparte
de la presión ambiental que contribuye a mantenerla sus-
P.endida, está la congruencia de los cuerpos contiguos. Todo
lo cual es aún más evidente en los éüerpos tenaces y gluti-
nosos, como los líquidos gomosos, los almt'bares, la brea,
la resina fundida, etc., la pez, la trementina, el ungüento,
la liga, etc., pues es evidente que las partes del cuerpo
tenaz, si es que puedo llamarlo así, se pegan y adhieren
tan estrechamente que por más que se estiren formando
.cilindros largos y muy tenues, con todo no se desprende-
rán· fácilmente los unos de los otros, y eso a pesar de que
los cuerpos sean en cierta medida fluidos y estén en mo-
vimiento. Todo lo cual parecerá no poco extraño a quien
considere que un cuerpo fluido es sólo aquel cuyas partes
MICROGRAFÍA 207

se hallan en movimiento irregular y confuso, sin incluir tam-


bién la congruencia de las partes entre sí y la incongruencia
con algunos otros cuerpos. Así pues, aparte de la incon-
gruencia con él del fluido ambiente, hemos de considerar
también la congruencia niutua de las partes del fluido con-
tenido.
Esta congruencia (que puedo explicar aquí un poco
más) es una virtud tanto tenaz como atractiva, pues la
congruencia en los movimientos vibratorios puede ser la
causa de todo tipo de atracciones, no sólo eléctricas, sino
también magnéticas, pudiendo ser también, por tanto, una
tenacidad o glutinosidad. En efecto, por la perfecta con-
gruencia de los movimientos de dos cuerpos distantes, las
partículas del fluido intermedio se ven separadas y alejadas
del espacio que media entre ellos, con lo que ambos cuerpos
se ven impelidos y forzados a unirse por los medios que los
rodean, dé donde se sigue que la atracción ha de ser más
fuerte cuando, merced al contacto inmediato, se ven forza-
dos a ser exactamente lo mismo, tul y como he mostrado
más en extenso en mi teoría del imán 31 • Además, esto me
sugiere la razón de la suspensión del mercurio muchas pul-
gadas, es más, muchos pies, por encima de la usual esta-
ción de las 30 pulgadas [76,2 cm] 32 • En efecto, siendo las·
partes ~~·azogue hasta tal extremo semejantes y congruentes
las unas con las otras, una vez unidas no permitirán fácil-
mente un desgajamiento. Asimismo, al agotarse por extrac-
ción o rarefacción aquellas partes del agua que eran en
muchos sentidos heterogéneas, siendo· también muy seme-
jantes las partes restantes, tampoco se separarán fácilmente.
También las partes del vidrio son más difíciles de desunir
por ser. sólidas, mientras que el agua, al ser de algún modo
similar a ambos, es por así decir un medio para unir entre
sí el vidrio y d mercurio. De este modo, uniéndose todos
tres y no siendo muy desemejantes, si se tiene cuidado de
no sacudir el tubo al ponerlo de pie, merced a este con-
tacto d azogue, a pesar de la tendencia contraria de la
gravedad, permanecerá suspendido a una gran altura por
encima de su estacionamiento ordinario. Pero si se elimina
este contacto inmediato, sea por simple separación mutua
debida a la fuerza de una sacudida, merced a la cual el otro
208 ROBERT HOOKE

se interpone entre ellos, absorbiendo de la superficie algunas


partes ágiles que al despedirlas las toma en aire; o sea tam-
[32) bién debido a alguna partícula ágil y heterogénea del agua
o del aire o del azogue que aparece como una burbuja y
que al saltar aquí y allá deja sitio para que el éter hetero-
géneo se insinúe entre el vidrio y cualquiera de los otros
fluidos, de manera que la gravedad del mercurio lo precipita
hacia abajo con grandísima violencia; y si el recipiente que
contiene el mercurio almacenado es adecuado, el mercurio
vibrará durante algún tiempo aquí y allá con oscilaciones
muy amplias hasta que, finalmente, quede sostenido por la
presión del aire externo a la altura de aproximadamente
treinta pulgadas [76,2 cm]. Ahora bien, se puede objetar
que no puede ser que la mera incorporación del éter entre
estos cuerpos sea la causa, dado que, teniendo siempre el
éter el paso franco tanto por los poros del vidrio como
por los de los fluidos, no hay razón para que no produzca
la separación siempre que se da la suspensión, igual que
ocurre cuando se desune violentamente por una sacudida.
A esto respondo que aunque el éter pase entre las partícu-
las, esto es, entre los poros de los cuerpos, de manera que,
aunque no se produzca una brecha o separación, tenga infi-
nitos pasajes para franquearle la entrada, con todo, es tal
la tenacidad o virtud atractiva de la congruencia, que hasta
tanto no sea superada por la mera fuerza de la gravedad
o por una sacudida que ayude al conatos de la gravedad,
o por una partícula ágil que es como una palanca agitada
por el éter, gracias a lo cual las partes de las sustancias
congruentes se separan tanto entre sí que la fuerza· de la
congruencia se debilita de tal modo que no es capaz de
reunirlas, dado que las partes a sujetar se hallan alejadas
de la esfera atractiva, si se me permite hablar así, de la
congruencia; tal es, digo, la tenacidad de la congruencia
que retiene y sujeta las partículas casi contiguas del fluido,
no permitiendo que se separen hasta tanto esa facultad
atractiva o retentiva sea superada a pura fuerza. Mas, una
vez que se ha producido la separación más allá de la
esfera de la actividad atractiva de la contigüidad, dicha
virtud no ejerce ya ningún efecto y el mercurio cae libre-
mente hacia abajo hasta toparse con la resistencia de la
MICROGRAFÍA 209

presión de aire ambiente capaz de resistir a su gravedad,


obligándolo a permanecer en el tuoo a la altura de unas
treinta pulgadas [76,2 cm].
Así, he levantado suavemente hasta un ángulo con·
siderable un péndulo de acero con una piedra imán, hasta
que sacudiendo mi mano conseguí separarlos, lo cual, tañ
pronto CQmo ocurrió, como si la piedra imán no conservase
ninguna virtud atractiva, el péndulo se movió libremente
de ella hacia el otro lado. Tal es la enorme diferencia que
se da en la virtud atractiva del imán según que actúe sobre
un cuerpo contiguo o separado, debiendo ser mucho mayor
la que media entre las virtudes atractivas de la congruencia
sobre un cuerpo contiguo y otro separado; y en verdad,
la virtud atractiva es tan pequeña sobre un cuerpo sepa·
rado, que por más que he observado muy diligentemente
con un microscopio si había alguna protuberancia extraor-
dinaria por la parte de la gota de agua que se hallaba enor-
. meménte próxima al extremo de una rama verde, aunque sin
tocarla, no pude ver el menor rastro de ello, si bien hallé
que tan pronto como la tocaba, toda la gota se unía de
hecho a él, de modo que parece preciso un contacto com-
pleto para ejercer la facultad tenaz de la congruencia ..

Observ. VII. De algunos fenómenos de las gotas [33]


de vidrio 1•
E verdegotas
STAS de vidrio son pequeñas porciones de vidrio
ordinario, sacado de los potes que contienen el (de-
nominado) metal 2 en fusión mediante el extremo de un tubo
de hierro. Estando muy calientes y teniendo, por tanto, una
especie de consistencia fluida perezosa, es posible verterlas
de ahí a un cubo con agua fría en el que se mantienen hasta
que se pongan sensiblemente frías.
Rompí algunas de ellas al aire libre chasqueando
con mis dedos una parte del pequeño tallo; otras, aplas·
tándolas con unas pequeñas tenazas. Tan pronto como lo
hacía, tocia la masa de la gota estallaba violentamente con
210 ROBERT HOOKE

un ruido muy vivo en multitud de pequeñas partes, algunas


de las cuales eran tan pequeñas como el polvo, si bien de
algunas quedaban porciones bastante grandes sin fisura al-
guna, aunque otras estaban tan agrietadas que al frotarlas -
entre los dedos se redudan con facilidad a polvo. Se dis-
persaban en todas direcciones con tal violencia que algunas
de ellas atravesaban mi piel. Ni a simple vista ni con· ayuda
del microscopio pude descubrir que ninguna de las partes
rotas poseyese una forma regular ni que se asemejasen unas
a otras, sino que, en la mayoría de los casos, estaban bas-
tante ramificadas las que se rompían en trozos grandes.
Pellizqué los extremos de algunas otras de estas
gotas mientras su cuerpo y sus extremos estaban sumergi-
. dos bajo el agua y, al igual que las anteriores, estallaron
en pedazos con un ruido igualmente vivo y con un movi·
miento asimismo violento.
Traté de romper algunas otras puliendo el extremo
romo y, a pesar de que tomé una que parecía buena, qui-
tándole casi dos tercios de la bola, con todo no estallaba en
pedazos, sino que de vez en cuando rompían y estallaban
pequeños anillos, no sin un ruido vivo y un moVimiento
rápido, dejando la superficie de la gota de la que se habían
desprendido bastante ramificada o acanalada,· cosa que era
fácil de descubrir con el microscopio. Una .v~ que hube
pulido esta gota de la manera señalada sin estropear en
absoluto el resto que no había eliminado con la pulimen-
tación, pellizcando la mismísima punta de su delgada ex-
tremidad, hice que estallase inmediatamente, convirtiéndose
en arena.
Comencé a pulir otra de estas gotas ·por el extremo
delgado, pero antes de que hubiera desgastado con la piedra
más de un cuarto de pulgada [6,35 mm], toda la gota estalló
con un vivo chasquido, convirtiéndose en arena o polvo di-
minuto. No hubiera durado tanto tiempo si no hubiera ha-
bido una pequeña grieta en la parte pulimentada, como
luego descubrí.
Recubrí muchas otras de estas gotas con una capa
delgada aunque muy resistente de ictiocola 3 , que, siendo
muy dura y transparente, constituía la sustancia más ade-
cuada que podía imaginar para estos ensayos. Tras sumergir,
.MICROGRAFÍA 211

como digo, varias de estas gotas en esta cola transparente


mientras estaban calientes, y tras dejarlas colgando de un
hilo atado de su extremo hasta que enfriasen y la capa estu-
viese bastante endurecida, envolvía luego ceñidamente todo
el cuerpo de la gota (dejando fuera tan· sólo la mismísima [34]
punta) con cabritilla fina y ligera. Al pellizcar la pequeña
punta, bailaba que, como era de esperar, a pesar de esta
capa de cola y la ceñida envoltura de cuero, tras romper
la punta, la gota daba un chasquido como las demás, co-
municando a mi mano un impulso bastante vivo. Sin em-
bargo, la cola y el cuero eran tan fuertes que impedían
que las partes estallasen abandonando su primitiva posición.
Siendo la capa transparente, descubrí que la gota conservaba
exactamente su forma y pulimentación prístina, si bien se
tomaba completamente opaca y totalmente cubierta de grie-
tas, todas las cuales se disponían a manera de anillos desde
la base dd extremo romo hasta la misma cúspide o pequeña
punta. Merced a diversos exámenes con el microscopio de
diferentes gotas así rotas, hallé que tanto las grietas del
interior de la gota como las de la superficie externa se dis-
ponían en general en este orden.
Represente AB, en la Figura X de la Plancha cuarta,
la gota.recubierta de ictiocola o cola de pescado, y (habiendo
procedido como se prescribe más arriba) cuarteada o agrietada
en diversas porciones, aunque dispuestas en la forma primi-
tiva .m. .virtud de la capa o funda, permaneciendo cada una
de las partes agrietadas exactamente en su debida posición.
Su aspecto exterior es bastante claro a simple vista, aunque
es mucho m~s conspicuo si se observa. ~~n una pequeña
lente; mostrando. una forma muy semejante a ésta. Esto
es, una amplia banda .en tomo al extremo romo B, a saber,
hasta el anillo CCC, parecía estar irregularmente agrietada
con ·diversas hendiduras, todas las cuales parecían tender
al centro de la misma, formando por así decir la base de
un cono que terminaba un poco por encima del medio de la
gota,. tal como luego descubrí y enseguida mostraré en la
descripción de la figura Y. Todo el resto de la superficie,
de CCC hasta A, se hallaba agrietado con un número infi-
nito de anillitos paralelos que, así como en su mayoría eran
muy redondos, también estaban muy tupidos y próximos,
212 ROBERT HOOKE

si bien no estaban agrietados con tanta exactitud como para


formar un anillo perfecto. Por el contrario, cada parte circu-
lar se hallaba asimismo cuarteada por grietas irregulares,
formando una multitud de escamas o tejas irregulares, dis-·
posjci6n que se observaba también a lo largo de toda la
longitud del cuello.
Ahora bien, aunque no me era posible cortar este
cuerpo c6nico a lo largo del e;e con tanta exactitud como
la que se representa en la figura Y, con todo, haciendo
por así decir la anatomía de varias de ellas y tomando nota
de diversas circunstancias particulares, me informé de que
si hubiese podido dividir artificialmente una gota agrie~da
a través del e;e o centro, mediante un microscopio la hu-
biera visto en gran medida de esta manera, donde A signi-
fica el ápice, B el extremo romo y CC el cono de la base
que termina en T, su cúspide o punta, que parece ser el
mismo centro del extremo romo en el que no s6lo termina
el cuerpo cónico de la base ce, sino también muchas partes
de la gota que llegan tan arriba como DD.
También parece constituir la cabeza o comienzo de
una médula, por así decir, o de una parte del cuerpo que
parecía más esponjosa que el resto y mucho más irregular-
. mente agrietada, la cual ascendía desde T por EE, aunque
·menos visible, hasta el pequeño cuello hacia A. El grano,
como si dijéramos, de todas las grietas que proceden de
toda Ja superficie externa ADCCDA era en gran medida
.tal y como se representa mediante los trazos negros que
se enctientran en el centro, DT, DT, DE, DE, etc. .
[35] Este tipo de grano, como se puede denominar, no es
algo específico de las· gotas de vidrio templadas de esta ma-
nera. En efecto (sin mencionar las piedras de caparrosa y
otras diversas marcasitas 4 y minerales que muchas veces
he observado que se hallaban agrietadas o granuladas de
manera muy semejante, con una especie de médula en el
medio), he observado esto mismo en toda clase de hierro
fundido, especialmente el del tipo más burdo con el que
se fabrican estufas y hornos, cubetas y potes. Tras romper
alguna de estas sustancias, es fácil observar cómo del exte-
rior hacia el centro hay una especie de radiación o granu~
lado que se asemeja notablemente a éste de la gota de vidrio.
MICROGRAFÍA 213

Ahora bien, este granulado es más visible en las balas de


hierro cuando se·rompen. ·Los· mismos -fenómenos pueden
producirse fundiendo regulo de antimonio 5 en un molde de
bala, así como con vidrio de antimonio o con casi cualquier
tipo de sustancia vitrificada, ora fundida en un molde frío
o vertida en agua.
Calenté otras de estas gotas al rojo en el fuego,
permitiéndoles luego enfriarse gradualmente. Descubrí que
éstas habían perdido completamente su capacidad fulminante
o explosiva, así como su textura frágil, elástica y· dura, re-
sultando de un temple mucho más blando, siendo mucho
más fáciles de romper o quebrar con los dedos. Su-cadcter
fuerte y frágil quedaba completamente destruido, parecien-
do ser de la misma consistencia que otros vidrios. verdes
bien templados en el horno.
La forma y tamaño de éstas eran en general los de
la figura Z 6 ; esto es, toda su superficie era muy lisa y pu-
limentada y en su mayoría red"onda, aunque muy rugosa o
llena de bultos en torno a D, mientras que todo el rabo esta-
ba aquí y allí agujereado o aplastado. En tomo a D, que es la
parte superior de la gota por la parte cóncava del rabo, se
formaban usualmente una o más !omitas o prominencias.
La gota misma se muestra muy transparente antes de rom-
perse, y hacia su mitad, muy llena de burbujitas de algún
tipo de sustancia aérea que parecen mucho mayores de lo que
realmente son en virtud de la refracción de la superficie
externa, la cual se puede eliminar en gran medida poniendo
la gota bajo la superficie del agua, pues merced a ello la
mayor parte de la refracción de la superficie convexa de la
gota se 4estru.ye, ron lo que--las burbujas aparecerán mucho
~enores. Esto, dicho sea de paso, ·m~··recuerda la magniriid
aparente de la apertura del iris o pupila del ojo, que aun-
que parezca y, por tanto, se tenga por muy grande, con
· todo no es más de un cuarto de lo que parece por la refrac-
ción lenticular de la córnea.
Imagino que la causa de todos estos fenómenos no
es ·-otra que la siguiente: que manteniéndose las partes del
vidrio alejadas y separadas entre sí por el excesivo calor
del fuego, viéndose por ello reducidas a una especie de
consistencia fluida perezosa, se las deja caer en agua fría
214 ROBERT HOOKE

mientras permanece aún en ellas dicho calor o agitación.


Por tal medio, las partes externas de la gota en breve se
enfrían y encostran, con lo que se tornan de textura hol-
gada, dado que sus partes no tienen tiempo de ajustarse
con calma poniéndose muy juntas. Por su lado, las partes
más internas de la gota, al mantener aún la mayoría de
[36] su primitivo calor y agitaciones, también conservan una tex-
tura holgada y, a medida que el frío penetra hacia dentro
desde el fondo y-los costados, se templan por así decir y se
· quedan rígidas en la posición misma en que las encuentra
el frío. En efecto, al haberse ya endurecido las partes de la
costra, no será posible que las partes se encojan aún más
desde la superficie externa hacia dentro. Y por más que
se encojan un poco debido a las -pequeñas porciones de
algunas sustancias aéreas dispersas por la. materia del vidrio,
con todo éstas no son tanto como parece (como acabo de
insinuar) ni, en caso de serlo, bastarían ·para consolidar y
condensar el cuerpo del vidrio en una textura firme y tu-
pida, tras haber sido tan excesivamente rarificado por el
calor del horno de vidño.
Ahora bien, el siguiente experimento 7 tornará más
evidente que pueda haber tal expansión de las sustancias
aéreas contenidas en esas pequeñas ampollas o burbujas
del cuerpo de la gota.

Tómese un pequeño tubo de vidrio de aproximada-


mente un pie [30,48 cm] de longitud, séllese hermética-
mente uno de sus extremos y póngase en su interior una
pequeña burbuja de vidño aproximádamente de la forma
de una redoma de perfume con la boca abierta hacia el ex-
tremo sellado. Estírese luego el otro extremo del tubo hasta
que sea pequeñísimo y llénese todo ·el cilindro de agua.
Póngase entonces este tubo al fuego hasta que el agua co-
mience a hervir y el aire de la burbuja se haya rarificado
y escapado en buena parte. Succionando entonces por el
tubo estrechado, se podrá expulsar más aire o vapores de
la burbuja de modo que se hunda hasta el fondo. Una vez
que se haya hundido hasta el fondo, píncese el tubo del-
gado en la llama de una lámpara o vela, dejándolo enfriar.
Tras ello es obvio observar, primero, que el agua bajará
MICROGRAFÍA 215

y se encogerá gradualmente en un espacio mucho menor;


luego, que el aire o vapores del recipiente se expandirán
hasta el extremo de hacer flotar el frasquito; tercero, que .
por toda la parte interna del tubo de vidrio aparecerá un
infinito número de pequeñas burbujas que, a medida que
. se enfría más y más el agua, se hincharán progresivamente,
por lo que muchas de ellas flotarán a su vez, estallando eri
la parte superior.
Por este descenso del calor en las gotas de Vidrio,
esto es, por las irradiaciones de templado o enfriado que
se propagan desde la superficie hacia arriba y hacia adentro
por las líneas CT, CT, DT, DE,. &c., las burbujas de la
parte superior tienen sitio para expandirse un tanto y las
partes· del vidrio se contraen. Ahora bien, siendo esta ope-
ración demasiado rápida para las partes perezosas del vidrio,
la contracción se realiza de manera muy desigual e irregular,
y por eso las partículas de vidrio se doblan algunas en una
dirección y algunas en otra, aunque de manera que la ma-
yoría de ellas tiendan hacia el meollo o medio TEEE,
o .más bien de ahí hacia afuera. En efecto, no pueden de~­
unirse o desdoblarse hasta que una parte de TEEE se rompa
y suelte, pues todas las partes en tomo están dispuestas
a manera"·de arco, de manera que hasta que se suelte su
asimiento en TEEE no pueden dispersarse, sino que han
de sostenerse, albergarse y fijarse unas a otras muy a la
manera de las piedras de una bóveda, en la que cada piedra
concurre a· la estabilidad de toda la estructura, de modo
que no se pueda quitar ni una piedra sin que todo el arco
caiga. De ahí que si se elimina .una sola de esas cuñas ra-
diantes DTD, etc., que constituyen las partes componentes
de este arco, enseguida se deshace en pedazos toda la es-
tructura, pues al liberarse todos los resortes de las dife- [37]
rentes partes, éstas se desenredan inmediatamente y salen
volando en todas direcciones, contribuyendo cada parte con
su resorte a su propio lanzamiento y al de las otras partes
contiguas. Pero si esta gota se calienta tanto que sus partes
puedan desdoblarse gradualmente, asentándose y templán-
dose en esa posición, y se les permite luego encoger y en-
friar suavemente, las partes, al perder mediante este tem-
plado su elasticidad, forman una gota de textura más blanda
216 ROBERT HOOKB

pero menos frágil. Así, a1 no presentar todas las partes una


flexión, aunque se rompa una parte del centro o meollo
TEEE, con todo la gota no estallará en pedazos como antes.
Trataré de aclarar esta conjetura mía explicando cada
afirmación particular mediante experimentos anál()gos. Las
afirmaciones son las siguientes.

Primero, que cuando el vidrio está aún caliente y


posee una consistencia fluida, sus partes están muy rarifica-
das u ocupan más espacio que cuando está duro y frío.
Segundo, que las partes de la gota sufren una doble
contracción.
Tercero, que el hecho de arrojar al agua o templar
el metal al rojo lo toma de _una consistencia dura, elástica
y rarificada. ·
Cuarto, que se da una flexión o fuerza en las partes
del vidrio así templado, de donde deriva su tendencia a
desligarse. · · ·
Quinto, que la trama de la gota capaz de impedir
que las partes se desunan es análoga a la de un arco.
Sexto, que la repentina. dispersión de las partes de-
riva de su elasticidad.
Séptimo, que un calentamiento y enfriamiento gra-
dual templa o reduce las partes. del vidrio a una textura
más suelta y más fácil de romper, aunque no tan frágil.

Que la primera de éstas es verdadera se puede co-


legir de lo siguiente, que el calor es una propiedad de un
cuerpo derivada del movimienio o agitación de sus partes;
y, por consiguiente, cualquier cuerpo alcanzado por él ha
de recibir necesariamente alguna párte de su movimiento,.
con lo que sus partes se verán sacudidas y agitadas y de
este modo se liberarán y desenredarán gradualmente las unas
de las otras, y así cada parte movida de esta manera e;er-
cerá mediante este movimiento un conatus de sobresalir y
desplazar todas las partículas adyacentes. Así, al calentar el
aire encerrado en un recipiente, lo hará estallar en pedazos.
De esta manera rompí con tal violencia y ruido una vejiga
que sostenía con la mano junto al fuego, que casi me dejó
sordo temporalmente, sobrepasando ampliamente el ruido
MICROGRAFÍA 217

de un mosquete. He conseguido lo mismo al arrojar al fuego


pequeñas burbujas de vidrio herméticamente selladas -con
una gotjta de agua encerrada dentro. Así pues, también el
agua o cualquier otro líquido encerrado en un recipiente
adecua4o se expande manifiestamente con grandísima vio-
lencia al ser calentado, de manera que rompe el recipiente
más fuerte si al calentarlo se halla estrechamente apresado
en él. Esto es muy claro en el caso de los termómetros se- [38]
liados que gracias a diversos ensayos he terminado por
llevar a una gran exactitud y delicadeza 8• En efecto, he
hecho algunos con varillas de más de cuatro pies de longi-
tud [122 cm] en las que et líquido de expansión variaba
hasta tal punto que llegaba. casi hasta la mismísima cúspide
.con el calor del verano y casi hasta el fondo en el tiempo
más frío del invierno. Las varillas usadas en ellos son unos
tubos de vidrio muy gruesos, rectos y uniformes con una
perforación muy pequeña. Tanto la cabeza como el cuerpo
Íos he fabricado expresamente en la vidriería con el mismo
metal 9 con el que se tiraron los tubos. Puedo sellarlos y
unirlos entre sí fácilmente en la llama de una lámpara avi-
vada con el soplo de un fuelle, de manera que queden muy
firmes, unidos y sujetos. Por estos medios cierro. primero el
ctierpo y luego lleno tanto éste como parte ·de la varilla,
proporcionalmente a la longitud de la varillá Y. al calor de
la estación en que estemos, con el espíritu de vino mejor
rectificado 10 muy teñido con el hermoso color de cochini-
llas ·que torno aún más profundo vertiendo algunas gotas
de espíritu de orina común, aunque no habrá de estar muy
bien rectificado, pues en ese caso tenderá a hacer que el
líquido se coagule y se adhiera a la pequeña perforación
de la varilla. Por ensayo he descubierto que este líquido es
el más delicado de todos los líquidos espirituosos, que son
los que se ven mucho más sensiblemente afectados por las
variaciones del calor y el frío que los otros líquidos más
flemáticos 11 y pesados, siendo a la vez tan capaces como
cualquier otro líquido de recibir y conservar un teñido pro-
fundo. Además (lo cual lo hace aún más aceptable) no es
susceptible de congelarse bajo ningún frío hasta ahora
conocido. Una vez llenado de este modo, puedo sellar y
218 ROBERT HOOKE

cerrar con toda facilidad su cabeza en la mencionada llama


de una lámpara.
A continuación, para graduar la varilla, fijé como
comienzo de mi división el lugar en que permanecía la su-
perficie del líquido cuando la bola se coloca en agua desti-
lada común tan fría que justamente comienza a congelarse
y a formar escarcha. Dicha marca la fijé en un lugar conve-
niente de la varilla para que fuese capaz de exhibir. muchí-
simos grados de frío por debajo del preciso para congelar
el agua. El resto de mis divisiones, tanto por encima como
por debajo de ésta (que marqué con un [O] o cero), las
puse según los grados de expansión o contracción del líqui-
do en proporción al volumen que tenía cuando sufría el
recientemente mencionado frío congelador. Ello se puede
realizar con mucha facilidad y bastante precisión del si-
guiente modo. Prepárese un recipiente cilíndrico de una
chapa muy fina de latón o plata, ABCD de la figura Z [de
la Plancha IV], la concavidad de cuyo diámetro AB sea
de unas dos pulgadas [5,08 cm] y otro tanto la profundi-
dad BC. Cúbranse ambos utremos con una placa plana y
pulida de la misma sustancia bien soldada, y en medio de
la tapa superior practíquese un agujero bastante grande, E F,
del tamaño aproximadamente de un quinto del diámetro
.del otro. A él péguese muy bien con cemento un tubo ci-
líndrico de vidrio recto y uniforme, EFGH, el diámetro
. de cuya cavidad sea exactamente u'n décimo del diámetro
del cilindro mayor. Márquese este ·túbo en GH con un
diamante, de manera que G diste de E exactamente dos
pulgadas, la misma altura que la de la concavidad del cilin-
dro mayor. Divídase luego la longitud EG exactamente en
diez partes, de manera que la capacidad de la parte hueca
de cada una de estas divisiones sea 1/1000 parte de la capa-
[39] cidad del cilindro mayor. Una vez dispuesto de este modo
este recipiente, la manera de hacer y graduar el termómetro
se puede llevar a cabo con mucha facilidad.
Llénese este recipiente cilíncip.q> con el mismo lí-
quido con el que se llenan los termómetros y póngase luego
tanto él como el termómetro que se va a graduar en agua
presta a congelarse, llevando la superficie del líquido del
termómetro hasta la primera marca o [O]. Ajústese el lí-
MICROGRAFÍA 219

_quido del recipiente cilíndrico de modo que su superficie


esté exactamente en el extremo inferior del pequeño cilin-
dro de vidrio. Entonces, caliéntese muy suave y gradual-
mente el agua en la que están tanto el termómetro como
este recipiente cilíndrico y, a medida que se vea ascender
en ambas varillas el líquido teñido, con la punta de un
diamante háganse diversas marcas en aquellos lugares de
la varillit del termómetro que, comparando la expansión
en aini?as varillas, resultan corresponder a las divisiones
del recipiente cilíndrico. Habiendo marcado por este pro-
cedimiento algunas pocas de estas divisiones de la varilla,
será muy fácil marcar con respecto a ellas todo el resto de
la varilla, asignando correspondientemente una cifra a cada
division. ·
Un termómetro así dispuesto y marcado será el ins-
trumento más adecuado que imaginarse pueda para esta-
blecer una norma de calor y frío. En efecto, al estar sellado,
no se encuentra en absoluto sujeto a variación o pérdida
ni está sometido a cambios derivados de la· variación de
la presión del aire a la que están sujetos todos los demás
tipos de termómetros abiertos al aire. Pero prosigamos.
Esta propiedad de expansión con el calor y contrac-
ción con el frío no es específica de los líquidos exclusiva-
mente, sino que se da también en todos l~s .· aemás tipos
de cuerpos, especialmente los metales, como se verá de
manera más manifiesta en este experimento.
Tómese el tambor de un grifo de latón y encájese
en él una llave bien ajustada que se deslice y gire con faci-
lidad. Caliéntese luego dicho grifo al fuego y se verá que
la llave está tan hinchada que no será posible hacerla girar
en el tambor, aunque si se le permite enfriarse de nuevo,
tan pronto como esté fría será tan móvil y. fácil de girar
como antes.
Esta cualidad es también muy visible en el plomo,
el estaño, la plata, el antimonio, el alquitrán, la resina, la
cera de abe¡a, la mantequilla y similares, todos los cuales, si
se dejan enfriar suavemente tras fundirlos, se hallará que
las partes de la superficie superior se hunden y caen hacia
dentro, perdiendo esa rotundidad y lisura que tenía mientras
estaban en estado de fusión. He observado esto mismo al
220 ROBERT HOOKE

enfriar vidrio de antimonio, que se aproxima mucho a la


naturaleza del vidrio.
Pero, dado que todos estos ejemplos están tomados
de otros materiales distintos del vidrio y sólo hablan a
favor de que tal vez se dé una propiedad semejante en el
vidrio y no que la haya realmente, trataremos de ponerlo
de manifiesto con tres o cuatro experimentos.
El primero es una observación muy obvia incluso
en estas mismas gotas, a saber, que todas ellas están limi-
tadas por una superficie irregular y desigual, especialmente
en torno a la parte menor de la gota y en toda la longitud
de la cola. En torno a D y desde ahí hasta A, toda- la super-
ficie, que habría de ser redondeada si la gota se hubiera
enfriado con calma, al verse enfriada rápidamente, se halla
aplastada y agujereada de manera muy irregular, lo que
[40) deñva, supongo yo, en parte de que el agua enfría y pre-
siona desigualmente las partes de la gota y, en parte, de la
propiedad de autocontracci6n y hundimiento de la sustan-
cia del vidrio. En efecto, la vehemencia del calor de la gota
provoca tales movtmientos repentinos y burbujas en el agua
fría, que algunas partes del agua atacan con más fuerza unas
partes que otras y, consiguientemente, enfrían más repenti-
namente aquellas partes a las que se hallan contiguas.
Puede extraerse un segundo argumento del expeñ-
mento consistente en cortar vidrios con un hierro caliente,
pues en dicho experimento .la parte superior del hierro ca-
lienta y por tanto rarifica las partes del vidrio que están
justo delante de la grieta, y de ahí que cada una de esas
partes agitadas, al tratar de expandirse y desahogarse, em-
puje al resto de las partes contiguas, haciendo así avanzar
la gñeta iniciada anteriormente.
Puede sacarse un tercer argumento de. la manera en
que se produce una resquebrajadura en una pieza fundida o
una placa de vidrio, lo cual se hace de dos maneras. O bien,
pñmero, calentando repentinamente una pieza de vidrio en
un lugar más que en otro. De este modo los farmacéuticos
cortan normalmente los cuellos.~de los recipientes de vidrio
mediante dos tipos de instrumentos, sea con un anillo de
hierro al rojo vivo que abraza exactamente el lugar a cortar
o bien con un hilo sulfúreo que se ata varias veces en torno
MICROGRAFÍA 221

al lugar por el que se quiere hacer la separaci6n y luego


se prende fu~ O bien, en segundo lugar-,--un vidrio-puede-
rajarse enfriándolo rápidamente en cualquier parte con agua
o similares una vez que se ha calentado mucho con tiempo
y gradualmente. Ambos fenómenos parecen derivar mani-
fiestamente de la expansión y contracción de las partes del
vidrio, lo cual se toma aún más probable por las circuns-
tancias que he observado, a saber, que si se calienta muy
repentinamente con un carbón encendido o un hierro al rojo
un trozo de vidrio normal para ventanas, usualmente con
la primera grieta se deshace en pedazos, mientras que si la
placa de vidri&- se ha i:alentaElo muchísimo---graclualmente
y se pone en medio de ella una gota de agua frfa o algo
similar sólo se raja, pero no se rompe inmediatamente.
Se puede extraer un cuarto argumento de este expe-
rimento. Tómese un tubo de vidrio y· métase en él una
barra sólida de vidrio que encaje de manera que sólo se
mueva justo. Si se calientan luego gradualmente, estando
la una dentro del otro, se aprietan cada vez más, si bien
cuando se enfrían de nuevo será tari fácil hacerlos girar
como antes. Esta expansión del vidrio qu~da puesta más
de manifiesto en este experimento. .
Tómese una barra de vidrio de longitud considera-
ble y encájese de tal modo entre los dos extremos o torni-
llos de un torno que justo gire con facilidad y sus extremos
se vean justamente tocados y sostenidos por ellos. Aplíquese
luego la llama de una vela a la parte ~tral y, al calentarse,
se hallará que el vidrio se adhiere con mucha fuerza a dichos
puntos, no girando sobre ellos sin JJiucha dificultad. Tras
lo cual, si.se.retira.Ja llama durante un rato Y-se.Je._permite
enfriar, se hallará que es tan fácir hacerla girar como aI
principio.
Por todos estos experimentos es muy evidente que
todos estos cuerpos, y especialmente el vidrio, sufren una
expansión con el calor que resulta muy considerable cuando (41]
están en estado de fusión. En efecto, no siendo la fluidez,
como digo en otro sitio, más que un efecto de un movi-
miento de sacudida muy fuerte y rápido mediante el que
las partes se sueltan por así decir las unas de las otras,
de¡ando, por ende, un espacio o vacuidad interyacente, se
222 ROBERT HOOKE

sigue que todas esas partículas sacudidas han de ocupar


necesariamente mucho más espacio que cuando estaban en
reposo, descansando tranquilamente unas sobre otras. Esto
se ve adicionalmente confirmado por un pote de alabastro
hirviendo, el cual, mientras hierva, ascenderá claramente en
el pote una sexta u octava parte por encima de donde per-
manece antes y después de la ebullición. La razón de tan
extraño fenómeno (que sólo sugeriremos aquí de pasada)
es la siguiente, que .en los curiosos polvos del alabastro y
otras piedras calcinables hay una cierta sustancia acuosa que
se halla de tal modo fija e incorporada a· las partículas sóli-
das, que hasta que el calor no sea muy considerable no se
volatilizará, si bien una vez que el calor haya subido hasta
tal grado se dispersa ep todas direecrones en forma de va-
pores, y con ello sacude y suelta los pequeños corpúscu-
los del polvo, de manera que se toman perfectamente de
la _naturaleza de un cuerpo fluido, .con lo que se puede
mover un palo de aquí allá a su través, revolviéndolo con
tanta facilidad como el agua, mientras que los vapores esta-
llan y explotan en burbujas exactamente igual que en e1
agua hirviendo y similares. Por el co11trario, tanto antes de
que esas partes acuosas se hayan volatilizado como una vez
que se hayan ido, esto es, antes y dés¡,ués de que se haya
hecho hervir, todos estos efectos cesan, siendo tan· difícil
de mover de aquí para allá un palo como si se tratase de
arena o algo semejante. Podría probar su explicación con
facilidad si tuviese tiempo, pero no es éste el lugar apro-
piado para ello.
Continuando, pues, digo que el hecho de dejar caer
este ru.erpo expandido en el agua fría hace que las partes
del vidrio sufran ·una doble contracción. La primera es la
de aquellas partes que se hallan más próximas a la superfi-
cie de la gota, porque, como ya he dicho antes, el frío
contrae los cuerpos, pues, merced al debilitamiento de la
facultad agitadora, las partes se ;untan más entre sí. Las
partes más próximas al agua han de perder gran parte de su
movimiento, impartiéndolo al agua ambiente (cosa que
pone de manifiesto su ebullición y conmoción), con lo que se
convierten en una costra sólida y dura, mientras que las
partes internas continúan aún expandidas y fluidas. De ahí
MICROGRAFÍA 223

que, a medida que también ellas se enfríen gradualmente,


sus partes hayan necesariamente de tener la libertad de
condensarse. Ahora bien, debido a la dureza de la costra
externa, la contracción no puede darse del mismo modo,
sino que, habiendo en la sustancia del vidrio muchas bur-
bujas diminutas y anteriormente inconspicuas, al hundirse
las partes del vidrio, la ágil sustancia contenida en ellas
tiene la libertad de expandirse un tanto, con lo que dichas
burbujas se tornan mucho mayores, lo cual constituye la
segunda contracción. Ambas quedan confirmadas por la apa-
riencia de la misma gota, pues mientras que por lo que
respecta a las partes exteriores vemos en primer lugar que
es irregular y está contraída, lo que viene provocado por
el hecho de que la piel endurecida cede un poco a una
contracción después de que se haya consolidado la super-
ficie externa, por lo que atañe a las partes internas se puede
percibir una gran abundancia de burbujas conspicuas a
simple vista y con el microscopio muchas más.
La consideración de tales particularidades fácilmente
tomará probable la tercera· p:-oposición, esto es, que las
partes de la gota serán de una textura muy dura aunque
rarifü;ada. En efecto, si las partes exteriores de la gota
sufren una contracción muy pequeña debido a su costra
dúra, mientras que las partes ágiles inclúidas en dichas bur- [42]
bujas, merced a la pérdida de su agitación debida a la dis-
minución del calor, pierden asimismo la inayor parte de su
elasticidad y poder expansivo, de ello se sígue (al ser muy
repentina la retirada del calor) que las partes han de quedar
con una textura muy súelta. Por ello, debido al hecho de
que las partes están enredadas unas en torno a las <;>tras,
pues supongo que debido a su pereza y carácter glutinoso
son muy similares a los tallos del espino o a un vellón de
lana, se seguirá, digo, que las partes se. agarrarán mutUa-
mente con mucha fuerza, tratando de juntarse mucho, con
lo que su textura ha de ser muy dura y rígida, aunque muy
rarificada. . .
Esto tornará probable mi siguiente ·tesis: que las
partes del ·vidrio se ·hallan bajo una especie de tensión o
fle,cJón de la que tratan de escapar y liberarse. Por eso
todas las partes tienden hacia el centro o el medio y, si ce-
224 ROBERT HOOKE

diesen las partes externas, como ocurre cuando las partes


externas enfrían lentamente (como en el vidriado al horno),
contraerían el tamaño de la gota en un espacio mucho menor.
En efecto, como he probado antes, las partes interiores de
la gota poseían una textura muy rarificada cuando estaban
'en estado fluido, hallándose por así ºdecir esponjosas como
los copos de lana vareados, y si se les dejase enfriar despa-
cio, se apretarían de nuevo muy juntas, por así decir. Ahora
bien, dado que se elimina el calor que las mantenía dobla-
das y mullidas, sin que se permita que las partes se junten
como habrían de hacerlo naturalmente, síguese que las par-
tículas quedan bajo una especie de tensión y flexión, por lo
que tienen una tendencia a liberarse de ese doblamiento
y extensión, lo que hacen tan pronto como o bien se ronipe
la punta o bien las partes se· templan en otra posición me-
diante un calentamiento y enfriamiento lentos.
Esto apoyará la probabilidad de mi siguiente tesis,
según la cual las partes de las· gotas de vidrio se hallan im-
bricadas en forma de arco, no pudiendo de ninguna manera
ceder o ir hacia dentro hasta que, al quitar una de alguna
· parte del mismo (como ocurre al retirar una de las piedras
de un arco), toda la estructura se hace añicos y se desarma,
quedando repentinamente cada resorte en libertad de sol-
tarse. Dado que he mostrado. fa probabilidad de que las
partes internas del vidrio posean una fuerza de contracción
hacia dentro, así como de que las partes externas sean inca-
paces de tal contracción al tener una figura esférica, síguese
que las partes superficiales deben presionar unas contra
otras, impidiéndose mutuamente condensarse en un espacio
menor, a la manera en que las piedras de un arco colal?oran
a sosten~rse mutuamente en dicha figura. Esto se toma aún
más probable gracias a otro experimento que me comunicó
una excelente persona 12, cuyas extraordinarias habilidades
en todos los campos del conocimiento, especialmente en el
de tas cosas naturales, junto con su generosa disposición
a comunicarlas, me animaron a recurrir a él en muchas oca-
siones. He aquí el experimento: si se frota o raya la super-
ficie interna de pequeñas bolas de vidrio (del tamaño apro-
ximado 13 de la que se representa en la Figura &), estallarán
con un ruido bastante vivo, siendo así que no aparecía
MICROGRAFÍA 225

ninguna hendidura o grieta ni antes ni después de que la


· superficie-"interrut-hubiera-· sido rayada-. Mas;· 111 armar de
nuevo las piezas de una d~ esas bolas rotas, las hendiduras
aparecían muy a la manera de las líneas negras de la Fi-
gura & [de la Plancha IV]. Estas bolas eran burbujas
de vidrio pequeñas aunque extraordinariamente gruesas que,
tras hacerlas saltar del puntero 14 cuando estaban muy ca-
lientes y permitirles enfriar en el hornillo sobre el fuego [43 l
sin templarlas (al estar hechas de vidrio blanco, que enfría
mucho más aprisa que el verde, tomándose así mucho más
frágiles). adquieren coti ello una textura muy porosa y
frágil. Por ello, si se frota muy fuerte el interior de una
de ellas con la punta de una aguja o de un punzón, deján-
dola luego sobre la mesa, al cabo de un ratito se romperá
en mil trozos con un ruido vivo. Ahora bien, aunque los
trozos no son tan pequeños como los de la gota fulminante,
con todo muestran claramente que las partes externas del
vidrio poseerían una gran tendencia a estallar si no estu-
viesen sostenidas por la tenacidad de las partes de la super-
ficie interna, pues vemos que tan pronto como dichas partes
s~ agrietan por el fuerte frotamiento, con lo que se echa
a perder su tenacidad, la elasticidad de las partes más exter-
. nas provoca rápidamente una dislaceración, con lo que los
trozos rotos estallarán de nuevo en. trozos menores si su
superficie cóncava se raya de nue~o con un diamante.
De tales consideraciones precedentes se seguirá, en
sexto lugar, que la repentina extilo~ión de las partes, tan
pronto como este arco se desordena o rompe por algún lado,
deriva de la elasticidad de las partes, las cuales, al tratar de
desembarazarse unas de otras tan pronto como tienen liber-
tad para ello, lo hacen con tal rapidez que se lanzan unas
a otras con gran violencia. En efecto, las partículas que
componen la costra poseen una tendencia a separarse entre
sí y, en consecuencia, tan pronto como las partes externas
se sueltan, se disparan hacia afuera con gran violencia, como
lo harían otros tantos resortes tensados y sujetos al cuerpo
en el momento en que se soltasen .de. golpe. Las partes in-
ternas que tiran hacia dentro se contraen con tal violencia
que rebotan de nuevo, dispersándose en una multitud de
pequeños fragmentos o arena. Ahora bien, aunque no se
226 ROBERT HOOKE

ven ni a simple vista ni al microscopio, con todo me in-


clino mucho a pensar que tiene que haber multitud de pe-
queñas hendiduras o grietas que no se ven debido a que
el aire fuertemente refractante no penetra entre las partes
contiguas. Que pueda ser así lo argumento como sigue: que
muy frecuentemente he sido capaz de hacer aparecer y des-
aparecer a voluntad una grieta o hendidura en algunos trozos
convenientes de vidrio, según que al apretar o separar las
partes contiguas excluyese o admitiese entre ellas el aire
fuertemente refractante. Parece ~uy probable que pueda
haber algún cuerpo, sea aire muy rarificado o algo análogo
a él, que llene las burbujas de estas gotas, lo que colijo,
primero, de su redondez y, luego, de la viva reflexión de
la luz que muestran. Ahora bien, aunque no dudo de que
el aire esté en ellas muy rarificado, supongo que a quien
tome buena cuenta de este experimento sobre la desaparición
de una grieta al exprimir el aire le parecerá más que pro-
bable que haya algo de él en ellas.
· Lo séptimo y último que probaré, pues, es que el
calen.tamiento y enf,iamiento gradual de estos cuerpos así
extendidos reduce las partes del vidrio a un templado más
suelto y blando. Esto se logra calentándolas y mantenién-
dolas durante algún tiempo muy al rojo vivo en el fuego,
pues con ello he hallado que se tornan un tanto más lige-
ras, mientras que los pequeños tallos se rompen y quiebran
muy fácilmente por cualquier parte sin hacer en absoluto
[ 44] que la gota estalle, mientras que antes eran hasta tal punto
duras, que no se podían romper sin gran dificultad y, al
romperse, toda la gota estallaba en pedazos con gran vio-
lencia. La razón de ·esto último parece ser que el calenta-
miento y enfriamiento lento de las partes no sólo gasta al-
guna parte del propio vidrio, sino que ordena tOdas las
· partes en una disposición mejor, dando a cada partícula opor-
tunidad de rela;arse, con lo que ni las partes se agarrarán con
tanta fuerza como antes ni se romperán con tanta dificultad.
Al ceder ahora las partes con más facilidad, las otras partes
no estallarán en trozos porque no tienen resortes doblados.
La rela¡ación del temperado del acero endurecido y de los
metales forjados, templándolos en el fuego, parece proceder
también en gran medida de la misma causa, pues tanto al
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
228 ROBERT HOOKE

Scbem.v

Fig: X.
D
MICROGRAFÍA 229

enfriar repentinamente los metales que tienen partes vitri-


ficttdas diseminadas, cual es el caso del acero, como al mar-
tillear otros tipos que no presentan tantas de ellas, como la
plata, el bronce, etc., las partes se ponen y quedan en una
posición doblada, las cuales i>or la agitación del calor se
ven 'sacudidas y soltadas, lo que les perinite desdoblarse.

Observ. VIII. De las chispas ígneas sacadas del


pedernal o del acero 1•
Es un experimento * muy común golpear con un pedernal
contra el acero, haciendo salir ciertas chispas ígneas y
brillantes de entre estos dos cuerpos comprimentes. Hace
unos ocho años, leyendo casualmente la explicación que de
este extraño fenómeno da el ingeniosísimo Descartes, con-
cebí un gran deseo de averiguar euál era la sustancia que
produda una luz tan brillante y clara. A tal fin extendí una
hoja_ de papel blanco y, sobre él, observando el lugar en el
que parecían desvanecerse varias de estas chispast hallé
ciertas manchas diminutas, negras· aunque relucientes, de
una sustancia móvil. Al examinar cada una de ellas con mi
microscopio hallé que se trataba de un glóbulo pequeño y
redondo. Algunos de ellos, aunque se veían muy pequeños,
proyectaban de su superficie una reflexión muy brillante
y fuerte por aquella parte que estaba próxima a la luz.
Todos ellos paredan casi como una bola de hierro muy bri-
llante con una superficie muy regular, tal y como se repre-
senta en la figura A [de Ia Plancha V]. En ésta podía ver -
bastante bien· la_ imagen de la ventana o de un palo que
movía arriba y abajo entre ella y la luz. Encontré otras
que, por lo que respecta al cuerpo de la bola, eran bastante
regularmente redondas, si bien su superficie, al ser no muy
lisa, sino rugosa y más irregular, hada que asimismo su
reflexión fuese más débil y confusa. Tal eran las superfi-
cies de B, C, D y E. Encontré que algunas de éstas estaban
rajadas y con brechas, como. e, mientras que otras estaban
*Plancha 5.
230 ROBERT HOOKE

completamente partidas en dos y huecas, como D, que


parecía ser la mitad de la cáscara vacía de una granada rota
inegularmente en &agmentos. Hallé mqdias otras de otras
formas, si bien observé que la que se representa en E era
. una chispa de fuego muy grande que eÍnergía de un costado
[ 45] del pedernal con el que sacaba fuego, al que se adhería
por la raíz F, al extremo de cuyo tronco pequeño se hallaba
pegado un hemisferio o semibola hueca con la boca abierta
hacia el otro lado del tronco, de modo que se parecía mucho
a un embudo o a un tazón antiguo sin pie. Esa noche, ha-
ciendo muchos ensayos y observaciones de este experimento,
entre una multitud de ejemplos globulares que había ob-
servado me topé con un par de ellos que eran muy notables
para la confirmación de mi hipótesis.
El priinero era una bola bastante grande adherida
al extremo de una pequeña esquirla de hierro, compuesto
que no parecía ser sino una larga astilla de hierro, uno de
cuyos extremos se había fundido en un pequeño glóbulo
redondo, mientras que el otro extremo permanecía sin
fundir e irregular, siendo puro hi~.
El segundo ejemplo no era menos notable que el
primero, pues cuando la chispa_ se extinguió, no encontré
sino una diminuta esquirla de .hierro o acero larga y fina,
sin fundir por ningún extremo. Así pues, parece que al-
gunas de las chispas son esquirlas o astillas de hierro vitri-
ficado; otras, tan sólo las esquirlas fundidas en bolas sin
vitrificación, y el tercer tipo, sólo pequeñ.as esquirlas de
hierro que se han puesto al rojo vivo por la violencia del
golpe dado .al acero con el pedernal.
No me cabe duda de que quien examine diligente-
mente los fenómenos de este experimento hallará motivos
para pensar que la causa que he propuesto es su verdadera
y genuina causa; a saber, que la chispa que tan brillante
parece en la caida no es sino un pequeño trozo del acero
o del pedernal, aunque la mayoríll de las veces del acero, el
cual, por la violencia del golpe, se ve al mismo tiempo se-
parado y calentado al ro;o vivo, y a veces hasta el extremo
de fundirse en un pequeño glóbulo de acero. En ocasiones,
el calor es también tan intenso como incluso para fundirlo
y vitri/icarlo, aunque muchas veces el calor es tan suave.
MICROGRAFÍA 231

que sólo pone al roio vivo la esquirla, la cual, no obstante,


al caer sobre la mecha (que no es más que un curiosísimo
carboncillo formado por hilillos de lienzo quemados y car-
bonizados), la incendia con facilidad. Tampoco parecerá ex-
traña ninguna parte de esta hipótesis a quien considere,
primero, que el hecho de martillar o limar o raspar por cual-
quier otro medio violento el acero lo pondrá por ello tan
caliente como para que pueda quemar los dedos. Luego,
que toda la fuerza del golpe ~ ejerce .sobre esa péqueña
parte en que se tocan el pedernal y el acero, pues, siendo
cada uno de estos cuerpos tan extremadamente duros, el
pulso no se puede comunicar lejos; esto es, las partes de cada
uno de ellos sólo pueden ceder un poquito, por lo que la
violencia del choque se e;ercerá sobre ese. trozo de acero
que corta el pedernal. En tercer lugar, que las limaduras o
partículas del acero son muy susceptibles, por así decir, de
incendiarse y ponerse por ello al rojo vivo; esto es, parece
haber en el. hierro o el acero un cuerpo sulfúreo muy com-
btlstible, sobre el que el aire hace presa rápidamente tan
pronto como el cuerpo se calienta con Ull poeó de violencia.
Esto es obvio en las limaduras de acero o hierro
arrojadas a la llama de una vela, porque incluso, merced al
repentino tránsito de las diminutas astillas de hierro, éstas
se ponen al rojo vivo, y además ese cuerpo combustible y
sulfúreo se ve por ello capturado y devorado por el menstruo
aéreo circundante, cuya funci6n a este respecto he mostra-
do en la explicaci6n del carb6n 2•
Y prosiguiendo este experimento, habiendo tomado [46]
limaduras de hierro y acero, arrojándolas con· la punta de
un ~chillo a través de la· llama de una vela, observé d6nde
habían caído algunas partículas que brillaban visiblemente,
y al mirarlas con mi microscopio hallé que no eran sino
aquellos glóbulos redondos en que antes había hallado que
se convertían las chispas arrancadas del acero por un golpe,
sólo que un poco mayores. Y, tras sacudir juntas todas las
limaduras 'que habían caído sobre la hoja de papel colocada
debajo, al observarlas con el microscopio hallé un gran nú-
mero de pequeños glóbulos como los de antes, aunque tam-
bién había muchas partes que habían quedado intactas como
ásperas limaduras o astillas de hierro. De este modo parece
232 ROBERT HOOKE

que d hierro contiene un cuerpo sulfúreo muy combustible


que con toda probabilidad constituye una de las causas de
este fen6meno y que tal vez esté muy implicado en el. pro-
ceso de su endurecimiento y templado, acerca de todo lo
cual algo se ha dicho en la descripción dd cristal de Mos-
covia 3.
Así pues, consideradas estas cosas, no hemos de
preocuparnos por hallar qué tipo de poros se da tanto en
d pedernal como en d acero, capaz de contener los átomos
de fuego 4, ni por cómo se impide que dichos átomos se
escapen todos cuando se abre una puerta o pasaje en sus
poros merced al golpe. Tampoco tenemos por qué preocu-
parnos en examinar merced a qué Prometeo 5 se logra hacer
descender el elemento dd fuego desde la región que se
halla por encima dd aire ni en qué celdas o jaulas se guarda
ni qué Epimeteo 6 los deja escapar. Tampoco precisamos
considerar qué provoca tan gran concurrencia de partículas
atómicas de fuego que, según se dice, vuelan a un cuerpo
en llamas como buitres o águilas a un esqueleto pu~efacto
para armar allí un gran revuelo. Así pues, en primer lugar,
con esta hip6tesis no resulta más difícil concebir d incendio
de la mecha que el modo en que una bala grande de hierro
al rojo vivo o brillante; dejada caer sobre un montón de
picones 7, incendia aqudl~s más próximos a ella. Ni tam-
poco, en segundo lugar, resulta esto último más difícil de
explicar que el hecho de que un cuerpo, como la plata,
por ejemplo, puesto en Wi menstruo débil como el agua
fuerte sin rectificar 8 se disuelva en ·él cuando se somete a
un gran calor y no antes. Esta hip6tesis se explica más
pormenorizadamente en la descripción del carbón 9 • Para
finalizar, vemos con este ejemplo en qué medida los expe-
rimentos pueden llevar a regular las nociones filos6ficas,
pues si el agudísimo Descartes se hubiera aplicado experi-
mentalmente a examinar cuál era la sustancia que causaba
ese brillo de las chispas que caían por el golpe del pedernal
y el acero, sin duda hubiera alterado un tanto su hipótesis
y nosotros habríamos hallado que sus ingeniosos principios
habrían dado con una explicación muy plausible de este
fenómeno, mientras que, por no haberlo examinado con la
MICROGRAFÍA 233

profundidad que debiera, ha planteado una explicación que


el experimento contradice.
Mas antes de dejar esta descripción, no he de olvi-
darme de dar noticia de la forma globular que dd modo
más curioso adopta cada una de éstas. Este fenómeno, como
he mostrado más por extenso en otro lugar 10, procede de
una propiedad que pertenece más o menos a todo tipo de
cuerpos fluidos, estando causada por la incongruencia del
fluido ambiente y del incluido, los cuales de tal modo ·actúan
y se modulan unos a otros, que adquieren lo más exacta- [ 47]
mente posible una forma esférica o globular, propiedad que,
junto con diversos fenómenos derivados de ella, he expli-
cado más plenamente en la sexta observación.
No habré de pasar por alto un experimento que
ilustra muy bien mi presente explicación, siendo en sí mismo
tremendamente hermoso. Trátase de un procedimiento de
fabricar pequeños glóbulos o bolas de plomo o estaño, casi
tan diminutas como esas de hierro o acero, realizándose de
modo enormemente fácil y rápido al doblar las limaduras
o astillas de dichos metales en glóbulos también perfecta-
mente redondos. El procedimiento, en breve, tal como lo
ha comunicado el culto médico Dr. l. G. 11, es como sigue:
RedÚ7.case el metal al que se quiere dar esta forma
a limaduras extremadamente finas; cuanto más finas sean
más finas serán las bolas. Estratifíquense estas limaduras con
polvo fino y bien seco de cal viva en un crisol adecuado a
la cantidad que se quiere fabricar. Una vez llenado de este
modo el crisol mediante continuas estratificaciones de lima-
duras y polvo, de manera que en la medida de lo posible
ninguna de las lima41,lras toque a otra, colóquese el crisol
en un fuego gradual y por grados permítasele alcanzar un
calor sólo lo suficiente para que se fundan todas las lima-
duras que están mezcladas con la cal viva, pues si fuese
más fuerte muchas de esas limaduras se unirán y fluirán
juntas, mientras que si el calor es proporcionado, tras lavar
el polvo de cal con agua clara, todas esas pequeñas limadu-
ras del metal se hundirán al fondo en forma de un curio-
sísimo polvo consistente en glóbulos exactamente redondos
que, en caso de ser muy finos, resultan excelentes para fa-
bricar con ellos relojes de arena.
234 ROBERT HOOKE

Ahora bien, aunque la cal viva constituye el polvo


elegido en esta receta, no me cabe duda de que se pueden
descubrir otros muchos más convenientes, con uno de los
cuales he hecho un ensayo, encontrándolo muy efectivo.
Y si no fuese porque al mencionarlo deseubriría otro secre-
to que no estoy autorizado a revelar, lo hubiera inserta-
do aquí.

Observ. IX. De los colores descubiertos en el


cristal de Moscovia y otros cuerpos
delgados 1
ELquecristalparecede Moscovia o Lapis specularis es un cuerpo
2

presentar tantas curiosidades en su estruc-


tura como cualquier miriéral común COB el que me haya to-
pado, pues, en primer lugar, es transparente hasta un con-
siderable grosor; adeniás, está compuesto por un número
infinito de escamas delgadas unidas o ·engendradas unas
sobre otras, tan juntas y lisas que varios cientos de ellas
forman una placa lisa y fina de una sustancia flexible y
transparente que, con cuidado y diligencia, se puede des-
componer en piezas tan. extremadamente delgadas que resul-
ta difícil percibirlas a simple vista. Con todo, descubrí con
un buen microscopio _que incluso aquéllas que tenía por las
más finas estaban formadas por muchas otras placas más
delgadas aún, siendo .probable que si nuestros microscopios
[ 48) fuesen mucho mejores, pudiéramos descubrir que su divisi-
bilidad se extiende mucho ·más allá. Estas escamas no sólo
son regulares por lo que respecta a la lisura de su · super-
ficie, sino que, en tercer lugar, se puede ver que muchas
placas terminan naturalmente en aristas con la forma de
un romboide. Esta forma es mucho más visible en nuestro
talco inglés, gran parte del cual se encuentra en las minas
de plomo, denominándose ordinariamente espato y creta,
siendo del mismo tipo de sustancia que la Selenita 3, aunque
no se encuentra en escamas tan grandes como ésta ni re-
sulta en absoluto tan fuerte, sino que es mucho más claro
y transparente, así como con una forma mucho más curio-
MICROGRAFÍA 235

sa, si- bien se puede rajar y escamar como las otras selenitas.
Pero, en cuarto lugar, esta piedra posee una propiedad que,
por lo que atañe al microscopio, es más notable; a saber,
que muestra diversas apariencias de colores no sólo a simple
vista, sino también y de manera mucho más visible al
microscopio. Para ponerlos de manifiesto, tomé un trozo
de cristal de Moscovia y, tras dividirlo y abrirlo en láminas
delgadas, hallé que arriba y abajo, en diversas partes, podía
percibir claramente diferentes motas o faltas blancas, así
como otras muchas coloreadas con todos los colores del
arco iris. Además, con el microscopio podía ver que estos
colores estaban ordenados en anillos que rodeaban las
motas o faltas blancas, los cuales eran redondos o irregu-
lares según la forma de la mancha que limitaban, siendo
la posición de los oolores exactamente la misma que la del
arco iris. La secuencia de dichos colores, desde el centro
al exterior, era azul, púrpura, escarlata, amarillo, verde;
azul, púrpura, escarlata, etc., en ocasiones repetidos media
veintena de veces; esto es, aparecían seis, siete, ocho, nueve
o diez diversos ~nillos o líneas de colores que se rodean las
unas a las otras, a la manera en que frecuentemente he
visto que un ateo iris muy vivo posee .cuatro o cinco diversos
anillos de colores, esto es, contando como una todas las grada-
cionesentre el rojo y el azul. Pero el or-den de los colores en
estos anillos era totalmente contrario al arco iris primario
o interno y el mismo que el de los. colores del arco iris
secundario o exterior. Estas líneas de colores o .iris, si las
puedo llamar así, eran unas mucho más brillantes que las
otras, siendo también algunas mucho más anchas, habiendo
algunas de ellas diez, veinte, es más, creo incluso que casi
cien veces más anchas que otras. Usualmente eran más
anchas las que estaban más próximas al centro o· al medio
de la falta. En ocasiones hallé que estos colores alcanzaban
hasta el mismo centro de la falta, y entonces aparecía allí
en el centro una mancha grandísima en su mayor parte toda
de un color muy vivo, con todos los demás colores que la
rodeaban ascendiendo gradualmente y tornándose más estre-
chos hacia los bordes, manteniendo el mismo orden que
'en el arco iris secundario; esto es, si el centro era azul,
el siguiente que lo rodeaba sería púrpura, el tercero rojo, el
236 0
ROBERT HOOKE

cuarto amarillo, etc., como antes; si el centro fuese rojo,


el siguiente por fuera sería amarillo, el tercero verde, el
cuarto azul y así hacia afuera, manteniéndose este orden
fuese cual fuese el color central.
Además se podían observar en muchas otras partes
de este cuerpo muchas líneas o hebras, cada una de las
cuales ofrecía algún color peculiar, siendo tan extremada-
mente brillanteS y vivos que al microscopio presentaban un
[ 49] objeto muy agradable. Observé también que algunas de esas
hebras constaban o estaban formadas por diversas exten-
siones cortas de diferentes cabos de colores (si se me per-
mite denominarlos así), de manera que una línea, que al mi-
croscopio aparecía con una longitud de unas dos pulgadas
[5 C.t11], estaba formada por una media pulgada [1,27 cm]
de un color de melocotón, 1/8 [3,17 mm] de un precioso
verde. hierba, 3/4 ·de pulgada (1,9 cm] de un escarlata
brillante, siendo el resto de la línea de un azul vivo. Otras
de ellas presental;an colores muy diversos, siendo la varie-
dad casi infinita. Otra circunstancia muy observable es que,
si se halla un IUgar en que los colores son muy anchos y
conspicuos a simple vista, presionándo la placa con el dedo
se puede hacer ·que los colores cambien de sitio, yendo de
una parte a otra.
Hay un fenómeno más que, si se pone cuidado,
puede mostrar .al· observador, como me ha ocurrido a mí
varias veces, un espectáculo en extremo agradable y no
menos instructivo. Se trata de lo siguiente: si se procede
con cuidado y diligencia, se logra dividir de. tal manera
esta admirable_-sustancia que se pueden conseguir láminas
bastante grandes (en comparación con aquellas menores que
se pueden observar en los anillos), siendo de. un lado a otro
quizá de 1/8 ó 1/6 de pulgada [3,17 ó 4,2· mm], cada
una de la .cuales aparece al microscopio adornada de la
manera más curiosa completa y uniforme con algún color
vivo. Si se examina esto al microscopio, se puede ver clara-
mente que es por. todas partes del mismo grosor. Dos, tres
o más de ellas, dispuestas la una sobre la otra, muestran
a menudo curiosos colores compuestos que producen tal
compositum que difícilmente se imaginaría uno que resul-·
tasen de tales ingredientes. Así, quizá un amarillo y un
MICROGRAFÍA 237

azul pálidos puedan producir un púrpura muy intenso. Mas


cuando enseguida lleguemos al más estricto--examen de -
estos fenómenos, inquiriendo las causas y razones de estas .
producciones, espero que tomemos más concebible cómo- ·
se producen, mostrando que no son sino efectos naturales
y necesarios, derivados de la peculiar unión de causas con-
currentes.
Siendo estos fenómenos tan variados y tan verda-
deramente admirables, no cabe duda de que valdrá mucho
la pena nuestra investigación, examinando sus causas y ra-
zones y considerando si de estas causas probadas demostra-
tiv~ente no se podrían deducir _·las verdaderas causas de
la produccióp de todos los tipos de colores. Y, en lugar de
un apéndice o digresión a esta historia 4, me entregaré a
ello ahora más bien que con ocasión del examen de los
colores de las plumas de pavo real y otras, pues este objeto,
a la vez que suministra más variedad de colores particulares,
ofrece más facilidades para examinar cada circunstancia.
Esto se pondrá de manifiesto a quien considere, primero,
que este cuerpo laminado es más simple y regular que las
partes de las plumas de pavo real, pues consta sólo de· un
número indefinido de láminas lisas y planas amontonadas
o yacentes unas sobre otras.. Además, las partes de este
~erpo son mucho más manejables, sea para unirlas o sepa-
rarlas, que las partes de una pluma de pavo real u otra
sustancia que yo conozca. Y, en tercer lugar, porque con
éstas podemos formar un cuerpo incoloro para producir di-
versos cuerpos coloreados, aportando toda la variedad de
colores imaginable, así como muchos otros que pondrá de
manifiesto. la _subsiguiente investigación.
Así pues, para empezar, es evidente por diversas.cir- (50)
cunstancias que la causa material de la aparición de los di-
versos colores es cierta lámina o placa de un cuerpo trans-
parente y diáfano de un grosor muy determinado y propor-
cionado según el mayor o menor poder refractante del
cuerpo diáfano. Que ello es así lo pondrán de manifiesto
abundantes ejemplos y circunstancias particulares.
Así, por ejemplo, si se toma un trozo de cristal de
Moscovia y con una aguja u otro instrumento adecuado se
divide varias veces en láminas cada vez más delgadas, se
238 ROBERT HOOKE

hallará que, hasta alcanzar un determinado grosor, apare-


cen todas transparentes e incoloras, aunque si se prosigue
separánd9Ias y dividiéndolas más finalmente, se descubrirá
que cada una de las placas, una vez que ha alcanzado un
determinado grosor, aparecerá teñida o imbuida de un de-
terminado color de la manera más preciosa. Si además se
divide por cualquier procedimiento un trozo bastante grueso,
de manera que una parte empiece a separarse un poco de
la otra y entre ambas se insinúe de alguna manera un cierto
medio diáfano, esos cuerpos laminados y ·diáfanos que llenan
el espacio mostrarán diversos arcos Íris o líneas de colores,
los cuales se dispondrán y ordenarán según los diversos
grosores de las diferentes partes de esa placa. Que ello es
así puede confirmarse aún más mediante este experimento.
Tómense dos trozos de una placa de vidrio bruñida
y pulimentada, cada uno de ellos del tamaño de un chelín.
Tómense secos y apriétense muy fuerte y muy juntos con
los índices y pulgares. Se descubrirá que cuando se aproxi-
man el· uno al otro mucho aparecerán varios iris o líneas de
colorés, casi dd mismo modo que en el ·cristal de Moscovia.
Se podrán cambiar con mucha facilidad los colores de cual-
quier parte del cuerpo interpuesto presionando las placas
más estrechamente y ·con más fuerza o dejándolas más suel-
tas; esto es, alterando la proximidad de las placas limítrofes,
una parte que ap(lrecía coloreada de rojo puede teñirse de
este modo de amarillo, azul, verde, púrpura o similares.
Ahora bien, no es necesario que el cuerpo interpuesto sea
el aire, sino que puede tratarse de cualquier otro fluido
transparente, como puede ensayarse humedeciendo con agua
o cualquier otro líquido transparente las superficies próxi-
mas y procediendo con ella de la misma manera que con
el aire. Se encon~arán en gran medida efectos semejantes,
aunque con esta diferencia, que aquellos cuerpos comprimi-
dos que más difieren en su cualidad refractante de los cuer-
pos compresores muestran las tinturas más vivas y fuertes.
Tampoco es precisó q~e este cuerpo laminado y teñido sea
de una sustancia fluida, pues ocurre lo mismo con cual-
quier otra sustancia con tal de que sea lo bastante fina y
transparente. Esto sugieren las láminas de nuestro cristal
MICROGRAFÍA 239

de Moscovia, aunque es algo que se puede confirmar con


multitud de otros ejemplos.
En primer lugar, hallaremos que, con ayuda de una
lámpara, incluso el propio vidrio se puede soplar lo bastante
fino como· para que produzca los fenómenos de los colores,
los cuales fenómenos, al aparecérseme accidentalmente cuan-
do trataba de fabricar pequeños recipientes de vidrio con
una lámpara, me sorprendieron no poco en un principio,
ya que nunca había oído hablar de ellos ni los había. visto.
Pero después, comparándolos con los fenómenos que había
observado a menudo eii esas pompas que los niños acos- [51]
tumbran a hacer con agua jabonosa, me sorprendí menos;
especialmente cuando hallé experimentalmente que podía
producir los mismos fenómenos· en pompas delgadas hechas
de cualquier otra sustancia transparente. Así, los he produ-
cido con burbujas de alquitrán, resina, colofonia, tremen-
tina, soluciones de diversas gomas, como goma arábiga en
agua, cualquier líquido glutinoso, como mosto de cerveza.,
vino, espíritu de vino, aceite de trementina, baba de lima-
co, etc.
Sería innecesario enumerar los diversos ejemplos,
siendo éstos suficientes para mostrar la generalidad o uni-
versalidad de esta propiedad. Tan sólo no debo omitir que
tenemos ejemplos también de- este tipo incluso en los cuer·
pos metálicos y animales, pues esos diversos colores, cuya
sucesión se observa en la .supedicie pulimentada del acero
endurecido cuando se templa o ablanda gradualmente me~
diante un grado suficiente de calor, no los produce otra.
cosa que una cierta lámina fina de un vitrum o parte vitri-
ficada del metal que con ese grado de calor y la acción
concurrente del aire ambiental se ve arrastrado y fijado a la
supedicie del acero.
Esto me sugiere una causa muy probable (al menos,
si no la verdadera) del endurecimiento y templado del ace-
ro, la cual pienso que aún no ha sido dada y, que yo sepa,
ni siquiera pensada por nadie. Y es que su dureza deriva
de una mayor proporción de una sustancia vitrificada dise-
minada por los poros del acero, debiéndose el templado o
ablandamiento de sus partes a las partículas proporcionadas o
240 ROBERT HOOKE

menores que quedan entre dichos poros. Esto parecerá más


probable si consideramos estos pormenores.
. Primero, que las partes puras de los metales son en
sí mismas muy flexibles y resistentes; esto es, que soporta-
rán ser dobladas y martilladas, conservando a pesar de todo
su continuidad.
Luego, que las partes de todas las sustancias vitri-
ficadas, como todos los tipos de vidrio, la escoria de los
metales, etc., son muy duras y por ende también frágiles,
no siendo ni flexibles ni maleables, sino que al martilladas
o golpearlas se rompen en pequeñas partes o polvo.
Tercero, que todos los metales (excepto el oro y la
plata, que no lo hacen mucho con el simple fuego si no se
ven asistidos por otros cuerpos salinos) se vitrifican más
o menos mediante la fuerza del fuego; esto es, se ven co-
rroídos por una sustancia salina que en otro lugar he mos-
trado ser la causa del fuego 5 , y por ello, así como por otros
diversos menstruos, se convierten en escoria, cosa que los
químicos denominan su calcinación. Así, merced al calen-
tamiento y enfriamiento, el hierro y el cobre se convierten
todos ellos gradualmente en escorias que son evidentemente
sustancias vitrificadas, se unen con el vidrio y son fácil-
mente fusibles, siendo muy duras y frágiles cuando están
frías.
En cuarto lugar, la mayoría de las vitrificaciones o
calcinaciones se llevan a cabo mediante sales que se unen
e incorporan a las partículas metálicas. No sé de ninguna
calcinación de la que no se pueda decir con gran probabili-
dad que un cuerpo salino no sea un agente o coadyuvante.
En quinto lugar, que el hierro se convierte en acero
mediante la incorporación de ciertas -sales con· las· que se
mantiene en el fuego cierto tiempo.
[52] En sexto lugar, que el hierro se puede endurecer al
molde 6, como dicen los técllicos, en muy poco tiempo, co-
lando el hierro a endurecer en un molde de arcilla, poniendo
entre la arcilla y el hierro una buena cantidad de una mezcla
de orina, hollín;. sal marina y cascos de caballo 7 (todos los
cuales contienen ·grandes cantidades de cuerpos salinos) y
colocando luego el molde en un buen fuego fuerte y mante-
niéndolo en un considerable grado de calor durante bastante
MICROGRAFÍA 241

tiempo para luego calentarlo y templarlo o enfriarlo repen-


tinamente en agua fría. · ··
En séptimo lugar, que todo tipo de sustancias vitri-
ficadas, al enfriarlas repentinamente, se tornan duras y frá-
giles. De ahí derivan los bonitos fenómenos de las gotas de
vidrio que ya he explicado ampliamente en el sitio corres-
pondiente 8•
En octavo lugar, que aquellos metales que no son
tan susceptibles de vitrificar no adquieren ninguna dureza
al templarlos en agua, como la plata, el oro, etc.
Si se toman como premisas estas consideraciones,
creo que se abrirá el camino a la- más fácil aceptacián de- fa
explicación siguiente de los fenómenos del acero endurecido
o templado. A saber, el acero es una sustancia hecha a
partir del hierro por medio ·de cierta adecuada vitrificación
de diversas partes, tan c:Uriosa y proporcionalmente mezcla-
das con las partes más resistentes e inalteradas del hierro,
que cuando, merced al ~an calor del fuego, se funde esta
sustancia vitrificada y, por tanto, se rarifica y gracias a ello
los poros del hierro quedan más abiertos, si entonces se
templa repentinamente mediante su inme~ón en agua fría,
las partes se endurecen; esto es, permanecen en ese mismo
grado de expansión en que se encontraban cuando estaban
calientes, tomándose las· partes muy duras y frágiles, y ello
por los mismos motivos ·casi por los que se tomaban frágiles
las partículas de vidrio enfriado en agua, cosa que ya hemos
explicado. Si, tras ello, el trozo de acero se mantiene en un
calor conveniente hasta que gradualmente aparezcan ciertos
colores sobre la superficie del metal lustroso, el tono muy
frágil y duro del metal se relaja gradualmente, tomándose
mucho más fuerte y blando·. En efecto, la acción del .calor
suelta gradualmente las partes del acero que antes estaban
estiradas o retrepadas, por así decir, permaneciendo sepa-
radas las unas de las otras, con lo cual se relajan y liberan,
de manera que algunas de las partes adyacentes más frá-
giles son expulsadas y se funden en una delgada película
sobre la superficie del acero, la cual cambia de no tener
color a un púrpura intenso y consecutivamente, por grada-
ción o sucesión, al blanco, amarillo, minio, escarlata, púr-
pura, azul, azul pálido, &c., mientras que las partes internas
242 ROBERT HOOKE

se mezclan de modo más conveniente y proporciona©.--De


esta manera se encogen gradualmente en una textura mucho
más proporcionada y tupida. con lo que cesa la rigidez de
las partes, comenzando éstas a adquirir su prístina ducti-
bilidad. .
Ahora bien, que esto no es sino el metal vitrificado
que se adhiere a la superficie de cuerpo coloreado es evi-
dente por lo que sigue, que si por cualquier medio se &ota
y raspa, el metal de abajo es blanco y claro. Y si se mantie-
ne más tiempo al fuego, de modo que adquiera un consi-
derable grosor, se puede arrancar en forma de escamas
golpeándolo. Este extremo se ve aún más confirmado con
esta observación, que el hierro o acero cubierto por esta
vaina vitrificada taida más tiempo en coger herrumbre. Así,
[531 también el plomo se tomará gradualmente en ún litargirio,
pues si se espuma o se aparta a un lado ese color que lo
cubre por encima, se·ve que no es otra cosa que un litargirio
.o plomo vitrificado.
Esto se observa también de alguna manera en el
bronce, cobre, plata, oro, estaño; pero es más visible ett
d plomo. Todos estos colores que cubren la superficie
del metal no son más que una finísima parte vitrificada del
metal calentado. · ·
El otro ejemplo que tenemos se da en los cuerpos
animales, como en las perfas, las madreperlas, las conchas de
ostras y casi cualquier otro tipo de conchas pétreas. Es
algo que en ocasiones observé también con placer incluso
eri músculos y tendones. Además, si se toma una sustancia
glutinosa y se extiende extremadamente fina sobre la super-
. ficie de un cristal liso o de un cuerpo metálico pulimentado,
se encontrarán los efectos producidos; en general, siempre
que se encuentre un cuerpo transparente lo bastante fino,
limitado por cuerpos reflectantes de distintas re&acciones,
se producirán estos gratos y amenos colores.
Tampoco es preciso que los dos cuerpos limitantes
sean ambos dd mismo tipo, como se puede ver por la
lámina vitrificada del acero, plomo y otros metales, en los
que una de Iás láminas está contigua a la superficie del
metal y la otra a la del aire. ·
Ni· es necesario que estas láminas de colores sean
MICROGRAFÍA 243

de grosor uniforme, esto es, que tengan los bordes y las


partes centrales. de igual grosor, como en la placa de vidrio,
circunstancia sólo precisa para hacer que la placa aparezca
toda del mismo color, sino que puede asemejarse a una
lente, esto es, puede ser más gruesa por el centro que por
los bordes, o incluso ser bicóncava, es decir, ser más fina
por el medio que por los bordes. En ambos casos habrá
varios anillos o líneas de colores con diversas sucesiones
u órderies de colores, siendo el orden del primero de dentro
a afuera rojo, amarillo, verde, azul, &c., y el último todo
lo contrario.
Pero además es completamente necesario que la placa
sea de un determinado grosor en los sitios en que aparecen
los colores. En primer lugar, no debe ser mayor de un
grosor determinado, pues cuando la placa aumenta hasta
dicho grosor los colores cesan. Así, he visto un trozo del-
gado de cristal de Moscovia que, si bien los dos extremos
de dos placas mostraban dos colores distintos y diferentes
cuando se veían aislados, con todo, en el lugar en que se
unían constituyendo una doble placa (por así decir) apare-
cían transparentes y sin color. En segundo lugar, tampoco
han de ser las placas más delgadas de determinado tamaño,
pues siempre hallamos que el mismísimo borde externo de
estas manchas termina· en un anillo blanco e incoloro.
Asimismo, en esta producción de colores no es pre-
cisa una determinada lu2 _de. tal intensidad y no más, ni una
determinada posición de dicha luz, de modo que haya de
estar de este lado y no del otro, ni un límite coq la sombra 9,
como en el prisma, el arco iris o la bola de agua, pues ha~
llamos que tanto la luz al. "aire libre, sea en los rayos solares
o fuera de ellos, como la luz dentr<? de una habitación, sea
de una o varias ventanas, produce en gran medida el mismo [54]
efecto; sólo que cuando· la luz es más brillante, los colores
son allí más vívidos. Lo mismo ocurre con la luz de una vela
concentrada con una bola de vidrio. Por otra parte, es indi-
ferente qué lado de los anillos de colores esté hacia la luz,
pues todo el anillo conserva. sus propios colores de dentro
afuera en el mismo orden anteriormente relatado, sin que
varíe en absoluto al cambiar la posición de la luz.
Mas, ante todo, se puede observar muy bien que se
244 ROBERT HOOKE

genera todo tipo de colores en un cuerpo diáfano allí donde


no hay propiamente esas refracciones mediante las que Des-
cartes supone que sus gl6hulos adquieren un giro, pues en
las placas planas y uniformes es manifiesto que la segunda
.refracción (según los P#ncipios de Descartes en la quinta
secci6n del octavo capítulo de sus Meteoros) regula y res-
taura a los supuestos p)6hulos revolucionados a su primi-
tivo movimiento uniforme. Por consiguiente, este experi-
mento demostrará ser 1:11lo de esos que nuestro tres veces
excelente Verulamio denomina experimentum crucis 10, que
sirve de guía o hito con el que dirigir nuestro camino en
la búsqueda de la verdadera causa de los colores, aportán-
donos esta información negativa particular, cual es que para
la producción de los colores no es necesario ni una gran re-
fracción, como en el prisma, ni, en segundo lugar, un límite
entre la luz y la sombra, como en el prisma· y la bola de
cristal. Ahora bien, a fin de que podamos ver asimismo la
instrucción positlva y afirmativa que suministra, será pre-
ciso examinarlo un poco más pormenorizada y estrictamen-
te. Para mejor realizar tal cosa será preciso introducir algo
en general acerca de la naturaleza de la luz y la refracción.
Y, en pnmer lugar, por lo que respecta a la luz, es.
muy manifiesto que no hay cuerpo luminoso que no tenga
sus partes en más o menos movimiento 11 •
Primero, creo que se me concederá muy fácilmente
que todos los tipos de cuerpos que arden con fuego poseen
sus partes en moviniiento. Ya en otro lugar 12 he mostrado
la probabilidad de que la chispa sacada del pedernal y el
acero esté en una agitación rápida. Asimismo~ que las partes
de madera podrida, pescado podrido y similares están todas ·
ellas también en movimiento creo que lo concederán igual-
mente con facilidad quienes consideren que dichas partes no
comienzan a brillar hasta que los cuerpos se hallen en esta-
do de putrefacción, y ahora todos conceden en general que
esto está causado por el movimiento de las partes de los
cuerpos en putrefacción. Que la piedra holonesa 13 no brilla
hasta que se calienta con los rayos del sol o con la llama
del fuego ode una vela es algo de lo que informan cuantos
escriben sobre ella y otros que la han visto. Que el calor
MICROGRAFÍA 245

(como ya he dicho antes) habla a favor de un movimiento


de las partes internas es algo generalmente aceptado.
Pero hay otro caso, presentado por primera vez a la
Sociedad-Real por el señor Clayton 14, uno de sus valiosos
miembros, que torna más evidente que todos los demás
esta afección. Es éste: cuando el diamante se frota, golpea
o calienta en la oscuridad, brilla luego durante un buen rato,
tanto como dure ese movimiento impartido por cualquiera
de dichos agentes (a la manera en que un vaso ·frotado,
golpeado o calentado -por cualquier medio que menciona-
ré en otro lugar- emite un sonido que dura tanto como
el movimiento vibrante de ese cuerpo sonoro). Diversos
experimentos hechos sobre esa piedra han sido desde en-
tonces publicados en un discurso de los colores del verda-
deramente honorable señor Boyle 15 • Qué se pueda decir [55]
de esos fuegos fatuos que aparecen durante la noche es algo
que no puedo afirmar con tanta seguridad, no habiendo te-
nido nunca ocasión de examinarlos yo mismo ni de ser
informado por otros que los hayan observado, mientras que
las relaciones que los autores hacen de ellos son tan imper-
fectas~ que nada se puede construir sobre ellas. Con todo,
espero ser capaz de dejar sentado en otro lugar que es al
menos muy probable que incluso en éstos la causa de dicho
efecto sea un mov.imiento. Que el resplandor de agua de mar
procede de la misma causa es algo que puede colegirse de
lo siguiente, de q{!e no brilla hasta que se ha batido contra
una roca o hasta que. se ha visto rota y agitada de otras
maneras por tormentas, remos u otros cuerpos percutientes.
También parece evidente que las energias animales o las
partes ágiles espirit~9sas son muy 1lctivas en los-oios de:. t.os
gatos cuando brillan, ya que sus ojos no brillan más que
cuando miran con mucha intensidad, sea para localizar su
presa o, si se les da caza en una habitación oscura, cuando
buscan a su adversario o tratan de hallar una vía de escape.
Otro tanto se puede decir de los resplandecientes vientres
de las luciérnagas, pues es evidente que pueden aumentar
o extinguir dicha r~ación a voluntad.
Sería un trabajo un tanto excesivo para este lugar
examinar por medio de una investigación, y demostrar posi-
tivamente, qué tipo concreto de movimiento es el que ha
246 ROBERT HOOKE

de producir la luz; pues, aunque sea un movimiento, con


todo no la produce cualquier movimiento, ya que encontra-
mos muchos cuerpos violentamente movidos que, sin em-
bargo, no p~entan tal efecto, mientras que brillan otros
a pesar de que a nuestros sentidos no parecen moverse
tanto. Así, el agua y el azogue y muchos otros líquidos no
brillan cuando se calientan; diversos cuerpos duros, como
el hierro, la plata, el bronce, el cobre, la madera, etc., aunque
se les golpee seguidiµnente con un martillo, no brillan por
ello, por más que todos ellos se pongan muy calientes; por
el contrario, la madera podrida y el pescado podrido, el
agua de mar, las luciérnagas, etc., no presentan ningún
calor tangible, a pesar de lo cual (cuando no hay una luz
más fuerte que afecte el sensorio) algunos de ellos brillan
de manera tan vívida que es posible arreglárselas para leer
con ellos.
Sería muy largo, digo, insertar aquí el progreso dis.
cursivo por el que investigué las propiedades del movimien-
to de la luz, por Jo que sólo aportaré los resultados.
En primer lugar, hallé que debía ser extremada-
mente rápido, como esos movimlentos de la /ermentaciótz
y putre/acción, mediante los que ciertamente las partes se
mueven de manera extraordinariamente veloz y violenta, y
eso porque vemos que tales movimientos son capaces de · ·
hacer añicos y dividir el cuerpo en partes más diminutas·
que los calores o menstruos más violentos hasta ahora co-
nocidos. Además, en otro lugar de. este tratado 16 intenta-
remos tomar probable que el fuego no es sino tal disolución
del cuerpo ardiente producida por el menstruo más univer-
sal de todos los cuerpos sulfúreos, esto es, el aire. Asimis-
mo, que en todos los cuerpos calientes que brillan se da
un movimiento muy rápido que causa la luz, así como otro
más robusto que causa el calor, es algo que se puede argüif
a partir de la celeridad con que se disuelven los cuerpos.
A continuación debe ser un movimiento vibratorio,
a favor de lo cual nos suministra un buen argumento el
recién mencionado diamante, dado que, si el movimiento
[56] de las partes no retornase, entonces, tras muchos frotamien-
tos, el diamante se desintegraría y gastaría 17• Mas no po-
seemos razón alguna para suponer esto último, especial-
MICROGRAFÍA 247

mente si consideramos la extremada dificultad con que nos


encontramos a la hora de cortar o desgastar un diamante.
Mucho más improbable resulta un movimiento circular de
las partes, ya que, si se concediese tal cosa y se supusiesen
partes irregulares y angulares, nó veo cómo las partes del
diamante se habrían de mantener unidas de manera tan
firme o perm~ecer con las mismas dimensiones sensibles,
cosa que, no obstante, hacen. Luego, si fuesen globulares
y se moviesen sólo con movimiento giratorio, desconozco
qué causa pudiera imprimir dicho movimiento en el medio
diáfano, lo que, sin embargo, se hace. En tercer lugar, cual-
quier otro movimiento irregular de las partes entre sí ha
de hacer necesariamente al cuerpo de consistencia fluida, de
lo que dista mucho. Por consiguiente, debe tratarse de un
movimiento vibratorio.
Y, en tercer lugar, creo que los ejemplos extraídos
del brillo de los diamantes. también harán probable que se
dé un movimiento vibratorio cortísimo, pues el diamante,
siendo el cuerpo más duro de cuantos conocemos hasta
ahora en el mundo, y por ende el menos proclive a ceder
o doblarse, en consecuenciiJ, debe tener también sus vibra-
ciones extremadamente cortas.
Creo que éstas son ·1as tres propiedades principales
que tiene que tener un movimiento para prOducir ese efecto
que, en el objeto, se denomina luz.
Lo siguiente que tenemos que considerar es el modo
o manerá de transmisión de este movimiento hasta el ojo
a través del cuerpo diáfano interpuesto. Aquí se concederá
fácilmente: ..
En primer lugar, que debe haber un cuerpo suscep-
tible de y receptivo a este movimiento que merecerá el
nombre de transparente. Luego, que las partes de tal cuerpo
han de ser homogéneas o del mismo tipo. En tercer lugar,
que la constitución y movimiento de las partes ha de ser
tal que el pulso del cuerpo luminoso se pueda comunicar
o propagar a su través hasta la mayor distancia imaginable
en el menor tiempo imaginable, aunque no veo razón para
afirmar que haya de ser en un instante, pues no conozco
ningún experimento u observación que lo pruebe 18 • Y mien-
tras que se puede objetar que vemos salir el sol en el mis-
248 ROBERT HOOKE

mísimo instante en que está por encima del horizonte sen-


sible y que vemos una estrella ocultada por el cuerpo de la
luna en el mismo instante en que la estrella, la luna y
nuestro ojo están en la misma línea, y se pueden esgrimir
observaciones o más bien suposiciones semejantes, tengo
que responder lo siguiente: que con la misma facilidad que
ellos afirman puedo yo negar, pues me gustaría saber por
qué medios se pueden asegurar ellos de lo afirmativo más
que yo de lo negativo. Ciertamente, si la propagaci6n fuese
muy lenta, es .posible que se pudiese descubrir algo por los
eclipses de la luna; pero, aunque concedamos que el avance
de la luz de la tierra a la luna y de la luna de nuevo a la
tierra emplee dos buenos minutos, no conozco ningún medio
posible de descubrirlo; mejor dicho, pueden darse algunos
casos, quizá de eclipses horizontales, que puedan· parecer
favorecer notablemente esta suposici6n de una progresión
de la luz más lenta de lo que la mayoría imagina. Algo si-
milar se puede decir de los eclipses del sol, etc.,. pero esto
s6lo de pasada. En cuarto lugar, el movimiento se propaga
[57] en todas direcciones a través de un medio homogéneo me-
diante líneas directas o rectas, extendidas en todas direc...
dones como radios desde el centro de una esfera 19• En
quinto lugar, en un medio homogéneo este movimiento se
propaga en todas direcciones con una velocidad igual, y de
ahí que necesariamente todo pulso o vibración del cuerpo
luminoso genere una esfera que aumentará continuamente,
creciendo a la manera (aunque indefinidamente más ~ápido)
en que las ondas o anillos de la superficie del agua se am-
plían en círculos cada vez mayores en tomo a un.· punto
en el que se inici6 el movimiento al hundirse la piedra, de
10· que se sigue necesariamente que todas las partes de estas
esferas que ondulan a través del medio homogéneo cortan
a los rayos en ángulos rectos.
Mas, dado que no todos los medios transparentes
son homogéneos entre sí, habremos de examinar a conti-
nuación c6mo se habrá de propagar este pulso o movimiento
a través de diferentes medios transparentes. Y aquí, siguien-
do al agudísimo y excelente fil6sofo Descartes, supongo que
el seno del ángulo de inclinaci6n en el primer medio es al
seno de refracci6n en el segundo como la densidad del pri-
MICROGRAFÍA 249

mero a la del segundo. Por densidad no entiendo la densidad


relativa a la gravedad {con la que las refracciones o trans-
parencia de los medios no guarda ninguna proporción),
sino relativa sólo a la transmisión de los rayos de luz, a
cuyo respecto sólo difieren en esto, que la una propaga
el pulso más fácil aunque más débilmente, mientras que
la otra lo hace más lentamente aunque con más fuerza.
Pero,· por lo que atañe a los propios pulsos, adquirirán
mediante la refracción otra propiedad que ahora tratáremos
de explicar 20•
Así pues, supondremos que en la primera figura
[de la Plancha VI], A CD F es un rayo físico o A B C
y D E F, dos rayos matemáticos via¡ando desde .un punto
muy remoto de un cuerpo luminoso a través del medio
transparente y homog¿neo L L L, siendo DA, E B, F C pe-
queñas porciones de los impulsos orbiculares que han de
cortar, por tanto, a los rayos en ángulo recto. Estos rayos
se topan con una superficie plana, NO, de un medio que
suministra un tránsito más fácil a la propagación de la luz,
y al caer oblicuamente sobre eHa se refractarán en el me-
dio M MM hacia la perpendicular a la superficie. Y puesto
que este medio es un tercio más fácil de atravesar que el
anterior, el punto C 4e~ pulso orbicular F C se moverá
hasta H cuatro espacios eñ el mismo tiempo en que su otro
extremo se mueve tres espacios hasta G, y, por tanto, el
pulso refractado G H será oblicuo a los rayos refractados
C H K y G l. Además, nada es más evidente que el ángu-
lo GH C será agudo, y t~to más agudo cuanto mayor sea
la refracción, pues el seno de inclinación es al seno de re-
fracción como G F a T C, la distancia entre el punto C y la
perpendicular desde G a CK; es decir, como cuatro a tres.
Siendo H C más largo que C F, es también más largo que
T C, y por tanto el ángulo G H C es menor que el G T C.
De esta manera, pues, las partes de los pulsos G H e 1 K
se mueven torcidos o cortan a los rayos en ángulos oblicuos.
No es tarea mía ocuparme en este lugar de estable-
cer las razones de por qué este o aquel cuerpo habría de
ofrecer más resistencia a los rayos y otros menos, así como
por. qué el agua· habría de transmitir los rayos más fácil-
mente aunque con más debilidad que el aire. Sólo apuntaré [58]
250 ROBERT HOOKE

en general que supongo que el medio MM M contiene


menos materia sutil, ondulante y transparente, estando esa
materia menos trabada con él, mientras que.. supongo que
L L L contiene una mayor cantidad de la sustancia ondu-
latoria fluida, estando más embrollada con las partículas de
dicho medio.
Mas, prosiguiendo, el mismo tipo de oblicuidad de
los pulsos y rayos se dará también cuando la refracción se
prodU1.Ca de un medio más fácil a otro más difícil, como en
los cómputos de G Q y de C S R, que se refractan aleján-
dose de la perpendicular. En ambos cómputos es obvio ob-
servar que la parte del rayo hacia la que se produce la
refracción tiene siempre el extremo del pulso orbicular pre-
cediendo al del otro lado. Y siempre, cuanto más frecuentes
sean las refracciones hacia el mismo lado, o cuanto mayor
sea la refracción única, tanto mayor será este avance des-
igual. Así pues, habiendo hallado que esta extraña propie-
dad es un concomitante inseparable de un rayo refractado
que no esté enderezado por una refracción ~ntraria 21 , exa-
minareinos a continuación las refracciones de los haces de
luz cuando sólo se le5 permite pasar oblicuamente por un
estrecho pasaje de \ID medio más difícil a otro más fácil.
Supongamos, por tanto, que en la segunda F~
[de la Plancha. VI J, A B C represente un frasco qüímico
grande de unos dos pies [unos 61 cm.] de longitud, lleno
de agua muy clara hasta la altura de A B e inclinado en
una posición conveniente con B hacia el sol 22. Supongamo5 .
asimismo que la parte superior esté cubierta con un cuerpo
opaco en su totalidad, excepción hecha del agujero a b, a
· través del cual· se permite que pasen al agua los rayos ·del
sol, donde se refractarán hacia c d e /. Si frente a esta parte
se extiende un papel por la parte de fuera, aparecerán allí
todos los colores del arco iris; esto es, se engendrarán los
dos colores principales, el escarlata y el azul, y todos los
intermedios que surgen de la composición y dilución de
estos dos; esto es, c d exhibirá un escarlata que hacia d se
diluye en un amarillo, tratándose de la refracción del rayo i k_
que proviene de la parte inferior del sol, mientras que el
rayo e f aparecerá de un azul profundo que, hacia e, se di-
luye gradualmente en un pálido azul claro. Entre d y e, los
MICROGRAFÍA 251

dos colores diluidos, el azul y el amarillo, se mezclan para


componer un verde. Imagino que ésa· es la razón de que
el verde resulte un color tan agradable a la vista y de que
cualquiera de ambos extremos, si es intenso, resulte más
bien un tanto molesto; es decir, la razón es estar situado
en el medio entre los dos extremos y compuesto a base
de esos dos también diluidos o un tanto atemperados por
la composición. Merced a la mezcla de los dos extremos
sin diluir se forma el pú.rpura, que, por más que sea un
color precioso y muy aceptable a la vista, con todo no se
puede comparar al embriagador placer con que afecta a la
vista un verde elegante y bien temperado. Si, quitado el
papel, se .coloca el ojo contra la parte c d, percibirá la parte
inferior del sol (o, por Ía noche, una vela, lo que resulta
mucho mejor porque no molesta la vista y resulta más ma-
nejable) de un roio profundo; y si se pone contra la parte
e f, verá la parte superior del cuerpo luminoso de un azul
profundo. Además, dichos colores aparecerán más y más
profundos a medida que los rayos ·del cuerpo luminoso
cúgan más oblicuamente sobre la supei:ficie del agua, su-
friendo por ello una mayor refracción, y más distintos cuanto [59]
más se aleje c d e f del agujero de paso.
Así pues, en resumidas cuentas, hallaremos que la
razón de los fenómenos parece depender de la oblicuidad
del pulso orbicular respecto a las líneas de radiación y, en
particular, de que las partes internas, esto es, las que se
hallan contiguas al centro del cuerpo luminoso del rayo e d,
que constituyen el escarlata, precedan a las externas conti-
guas al cielo oscuro no radiado. Por otro lado, la parte
externa del rayo e f, que produce un azul y que se halla
contigua· al cielo oscuro, precede al pulso de la parte interna
que bordea el área brillante del cuerpo luminoso.
Hemos de observar también que la causa de la dilu-
ción de los colores hacia el centro se debe en parte a la am-
plitud del agujero a través del cual pasan los rayos, merced
a lo cual los rayos de diversas partes del cuerpo luminoso
caen sobre varias de las partes que se encuentran entre c
y f, como queda más claro por la Figura; y en parte tam-
bién a la naturaleza de la propia refracción, pues la viveza
o fuerza de los dos colores límite, al deberse principalmente,
252 ROBERT HOOKE

como hemos visto, a la enorme diferencia que hay entre las


partes de fuera de esas ondulaciones oblicuas y los rayos
oscuros ambientales, así como a la disparidad entre los rayos
próximos que se desvanecen gradualmente, cuanto más se
aparten hacia adentro, hacia el medio del cuerpo luminoso,
tanto más ha de aproximarse el color a una luz blanca o sin
diluir.
Calculando la refracción y reflexión de una bola de
agua o vidrio, tenemos en gran medida los mismos fenó-
menos, a saber, una oblicuidad de la ondulación del mismo
tipo que hemos encontrado aquí. Como viene mucho al caso
y suministra una instantia crucis de la que nadie ha tomado
conciencia hasta ahora, examinaré la cuestión más detenida-
mente. En efecto, discrimina muy clara y positivamente,
mostrando cuál de las dos hipótesis, la cartesiana o ésta, ha
de seguirse, al procurar una generación de todos los colores
del arco iris en la que, según los principios cartesianos, no
debería generarse ninguno en absoluto. Y, en segundo lugar,
suministrando un caso que confina ~ás estrechamente la
causa de estos fenómenos de los .colores a esta hipótesis
presente.
.Y, ~ primer lugar, por lo que respecta a la carte-
siana, tenemos contra ella la siguiente objeción: que mien-
tras que ·él.dice (Meteorum, cap. 8, sec. 5) 23, sl!d judicabam
unicam (refractionem scilicet) ad minimu requiri, & qufdem
talem ut '!ius effectus aliam contrariam (refractione) non
destruatur: Nam experientia docet si superficies· NM & NP
(nempe refringentes) Parallelae forent, radios tantundem
per alteram iterum erectos quantum per unam frangeren-
tur, nullos colores depicturos. Ciertamente, estc:t principio
suyo es verdadero en un prisma, en el que las supedicies
refringentes son planas, pero queda contradicho por la bola
o cilindro, sea de agua o de vidrio, donde las supedicies
refractantes son orbiculares o cilíndricas. En efecto, si exa-
minamos el paso de un glóbulo o rayo del iris primario,
hallaremos que sale de nuevo de la bola o del tjlifidro con
la misma inclinación y refracción con la que también entró
y que la última refracción, mediante la reflexión intermedia,
será la misma que si el rayo se hubiera refractado dos veces
MICROGRAFÍA 253

$c;bem,,. VI. E

1
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 255

mediante dos superficies paralelas sin ninguna reflexión en


absoluto 24 •
Que ello es verdad no sólo en uno, sino en todo [60]
rayo que proceda a la constitución del iris primario, es más,
en todo rayo que sufra sólo dos refracciones y una reflexión
en la superficie de un cuerpo redondo, es algo que ahora
veremos de manera más evidente si repetimos el dibuio de
Descartes mencionado en la décima sección del capítulo ocho
de sus Meteoros, donde* E F K N P, en la Figura ·terce-
ra, es uno de los rayos del iris primario, refractado dos
veces en F y N y reflejado una vez en K por la superfi-
cie de la bola de agua. En efecto, en primer lugar, es
evidente que K F y K N son iguales, pues siendo K N la
parte reflejada de K F, poseen ambos la misma inclina-
ción respecto a la superficie K; esto es, son iguales los
ángulos F K T y N KV formados por los dos rayos y la
tangente a K, lo que resulta evidente por las leyes de re-
flexión. De ahí se sigue también que K N tiene la misma
inclinación respecto a la superficie N o su tangente X N
que la que tiene el rayo K F con la superficie F ·o su tan-
gente F Y, de donde se se8uirá necesariamente que las
refracciones en F y N son .iguales; esto es, K F E y K N P
son iguales. Ahora bien1 i>or los principios de la reflexión, es
evidente que la superficie N se toma, en virtud de la re-
flexión en K, paralela a la superficie en F, pues, no siendo
la reflexión más que una. inversión de los rayos, si reinver-
timos el rayo K N P y hacemos b!ljo la línea T K V las
mismas inclinaci~nes que tiene encima, será de lo más evi-
dent~ que K H, la inversa de K N, será la continuación de
la línea F K y que L H 1, la inversa de O X, será paralela
a F Y; y H M, la inversa de N P, será paralela a E F, pues
el ángulo K H 1 es igual al K NO, que es igual al K F Y,
mientras que el ángulo K H M es igual al K N P, que es
igual al K FE, que es lo que había que demostrar.
Así pues, según los antes mencionados principios
cariesianos, no debería generarse ningún color en absoluto
en una bola de agua o vidrio mediante dos refracciones
y una reflexión, lo cual es muy verdadero, sin duda, si las

* Fig. 3 de la Plancha 6. .
256 ROBERT HOOKE

superficies son planas, tal y como se puede experimentar


con cualquier tipo de prisma en el que las dos superficies
refractantes están igualmente inclinadas respecto a la re-
flectante; mas en éstas los fen6menos son muy otros.
Por consiguiente, la causa de la generación de los
colores no ha de ser la que Descartes asigna, a saber, cierta
0

rotación de los glóbulos etéreos que constituyen las partícu- .


las que supone constituyen el medio diáfano, sino alguna
otra cosa, quizá lo que hemos supuesto últimamente y que
vamos a desarrollar y explicar.
Mas, primero, pediré licencia para proponer algunas
otras dificultades de esta hipótesis, por lo demás extrema-
damente ingeniosa, pues he de confesar abiertamente que
tal me parece, las cuales son:
· ·En primer lugar, si esa luz no fuese tanto Un movi-
miento cuanto una acción o propensión al movimiento
(como se afirma, Diopt., cap. 1, § 8) 25, no soy capaz de
cohcebir cómo pueda el ojo llegar a ser sensible al ·giro de
un glóbulo que se engendra en una gota de lluvia que está
quizá a una milla de distancia, pues el glóbulo no se trans-
porta hasta el ojo según este principio que acabamos de
enunciar. Y, de no ser así, no puedo imaginar cómo podría
comunicar su rotación o movimiento circular a la J.!n~a de
glóbulos que se halla entre la gota y el ojo. No puede ha-
cerse porque cada uno de ellos haga girar al siguiente que
está delante de él, pues, de ser así, sólo los glóbulos que
[ 61] e~tán en los lugares impares han _de girar en el mismo _sen-
tido que el primero, esto es, el 3, 5, 7, 11, etc., mientras
que todos los glóbulos interpuestos entre ellos en los lu-
gares pares, es decir, el 2, 4, 6, 8, 10, etc., han de hacerlo
todo lo contrario. De ahí que, según la hipótesis cartesiana,
no se genere ningún color distinto, sino una confusión.
Luego; puesto que se supone que los glóbulos cartesianos
se hallan continuamente en movimiento en torno a sus
centros (Principiorum Philosoph., Parte 3, § 86)26, no puedo
concebir cómo haya el ojo de distinguir este movimiento
recientemente generado del anterior inherente a ellos, si se
me permite llamar así a ese otro con el que se mueven o
giran debido a alguna otra causa distinta de· 1a refracción.
En tercer lugar, no puedo hacerme idea de cómo es que
MICROGRAFÍA 257

estos movimientos no se oponen a veces unos a otros, con


lo que entonces, en fugar de una rotación, no se engendra-
ría sino un movimiento directo y, por ende, ningún color.
En cuarto lugar, no puedo imaginar cómo se ptieda dar una
razón plausible, mediante la hipótesis cartesiana, de la na-
turaleza de· los colores engendrados en las láminas delga-
das de estas nuestras observaciones microscópicas, pues en
muchas de éstas, las superficies refractantes y reflectantes son
paralelas entre sí, con lo que no se puede engendrar nfuguna
rotación, sin que haya tampoco necesidad alguna de una
sombra o límite de los rayos brillantes, tal y como se supone
necesario (cap . .8, § 5: Et preterea ohse,..vatii- umbram quo-- ·
. que, aut limitationem luminis requiri; y cap. 8, § 9) TI para
la generación de cualesquiera colores distintos. Aparte de
ello, se engendra a veces un color sin ninguno de los otros
anexos, lo que no puede ser según la hipótesis cartesiana.
Por tanto, ha de haber otra propiedad de la refrac-
ción que cause el color. Y, tras examinar la cuestión, no
puedo concebir otra más general, inseparable y suficiente
que la que anteriormente he asignado. As~ pues, a fin de
que podamos ver cuán exactamente se adecúa nuestra hipó-
tesis a los fenómenos del cuerpo redondo refractante, sea un
globo o un cilindro,· añadiremos a continuación el cálculo
o examen a que la hemos sometido. ·
A este fin, calculemos dos rayos, como, por ejemplo,
sea* EF un rayo que corte al radio CD (dividido en 20 par-
tes) en G, a 16 partes de C, y e f, otro rayo que corte· al
mismo radio en g, a 17 partes -de distancia. Ambos serán re-
fractados a K y k, y de ahí, reflejados a N y n, de donde se
. refractarán hacia .P y p. Por tanto, el arco Fi será de 5<>-5.',
el arco F K, 106º 30', el arco fk, 101º 2', la línea FG, 6000
y fg, 5267; por tanto, hf, 733; por tanto, Fe casi 980, la
línea FK, 16024 y fk, 15436; por tanto, Nd, 196 y no, casi
147, la línea Nn, 1019, el arco N n, 5° 51 '; por tanto; el
ángulo Nno es de 34º 43'; por tanto, el ángulo Non es
de 139° 56', lo que es casi 50º más que un ángulo recto. .
Por tanto, es evidente, según esta hipótesis, que a la ·.
vez que e f toca f, EF ha llegado a c. Y para cuando e f k n

* Fig. 3 de la Plancha 6.
258 ROBERT HOOKE

ha llegado a n, E F K N ha llegado a d, y cuando toca N,


el pulso del otro rayo ha llegado a o y no más· lejos, lo que
es mucho menos del lugar al que habría de llegar para hacer
que el rayo n p corta5e el pulso orbicular No en ángulo
recto. Por consiguiente, el ángulo N o p es un ángulo agu-
[ 62] do, ocurriendo todo lo contrario si se calculasen 17 y 18
en vez de 16 y 17, cosas ambas que concuerdan exactísi-
mamente con los fenómenos. En efecto, si se coloca el sol
o una vela (que resulta mejor) en tomo a E e, y el ojo en
tomo a P p, los rayos E F, e f, en 16 y 17, teñirán de azul
el lado del cuerpo luminoso hacia n p, y de ro;o hacia N P.
Pero ocurrirá todo lo contrario cuando EF es 17 y e f 18,
pues entonces hacia N P habrá un azul y hacia n p un ro;o,
exactamente según los cálculos. Así, aparece el azul del ·
arco iris allí donde se unen los dos lados azules de las dos
imágenes, y el roio allí donde se unen los dos lados ro;os,
esto es, donde las dos imágenes están empezando a desapa-
recer, cosa que ocurre cuaJJ,do los rayos E F y N P, al pro-
longarlos hasta encontrarse, forman un ángulo de unos 41 y
medio 28• Se da la misma unión de las dos imágenes en la
producción del iris secundario y las mismas causas, tal como
se puede ver calculándolo, aunque con esta sola diferencia,
como es. que a veces resulte más ténue debido a la doble
refl~ón que siempre debilita el impulso cuanto más se
repite.
· .Ahora bien, aunque la segunda refracción, produci-
da en N n, ·sea conveniente para que los rayos resplandezcan
más, con todo no es en absoluto necesaria, pues es obvio
por los cálculos que el pulso d n es suficientemente oblicuo
a los rayos K N y k n, así como el pulso f c·es oblicuo a los
rayos F K & f k. Por consiguiente, si se sostiene muy cerca
de N n un trozo de papel muy fino y el ojo lo mira, sea
a través de la bola, como desde D, sea desde el otro lado,
como desde B, aparecerá un arco iris o línea coloreada pro-
yectada sobre él, pareciendo ro¡a la parte que está hacia X
y azul.la-.que está hacia O. Lo mismo habrá de ocurrir si
el papd se coloca hacia K k, pues hacia T aparecerá un ro;o
y hacia V un azul, cosa que concuerda exactamente con esta
hipótesis mía, tal y como se verá con la mayor facilidad
calculando el avance del pulso.
MICROGRAFÍA 2.59

No se contradicen entre sí estas dos observaciones


acerca de que los colores que se muestran a la vista en tomo
a p difieran de los que aparecen sobre el papel en N; antes
bien, se confirman y concuerdan exactamente entre sí, como
será evidente a quien examine lás ra?.Ones expuestas por
el ingenioso Descartes en la secc. 12 del capítulo 8 de sus
Meteoros '29, donde da la verdadera razón de por qué los
colores aparecen al ojo en un orden totalmente contrario
del que muestran en el papel cuando el ojo se pone ·en el
lugar del papel. Como en el prisma, también en la gota
o globo de agua los fenómenos y sus razones son en gran
medida los mismos.
Así pues, habiendo mostrado que existe tal propie-
dad en el prisma y en el glóbulo de agua, mediante la cual
el pulso se toma oblicuo a la progresión, y tanto más cuanto
mayor sea la refracción, consideraré a continuación cómo
ello conduce a la- ·producción de colores y qué tipo de im-
presión causa en el· fondo del ojo. Para ello será preciso
examinar esta hipótesis con un poco más de detenimiento.
En primer lagar, así pues; si consideramos el modo
de avance del pulso, parecerá racional concluir que esa parte
o extremo del pulso que precede al otro ha de verse nece-
sariamente un tanto más amortiguado o estorbado por la [63] ·
resistencia del -~edio .transparente que la otra parte o ex-
tremo que lo sigue, ya que su camino está, por así decir,
preparado por el otro, sobre todo si el medio adyacente no
está iluminado o agitado de la misma manera. Por consi-
guiente {en la ·cuarta Figura de la Plancha sexta), el rayo
A A AH B tenQrá su costado H H más amortiguado por la
resistencia .del medio oscuro o quieto P P P. De ahí que se
induzca una especie de amortiguamiento en ·el lado H H H,
que aumentará continuamente desde B, avanzando cada vez
más profundamente en el rayo por la línea B R. De ahí
que todas las partes del triángulo R B H O sean de un color
azul apagado, tanto más profundo cuanto más próximas
estén a la línea B H H, que es la más apagada o impedida,
y tanto más diluido cuanto más se aproxime a la línea B R.
Luego, al otro lado del rayo A A N, el extremo A del
pulso AH se verá promocionado o fortalecido al tener su
paso ya preparado como si dijéramos por las otras partes
260 ROBERT HOOKE

precedentes, con lo que su impresión será más fuerte.


Y, dada su oblicuidad respecto al rayo, se propagará a Q Q,
el medio adyacente oscuro o quieto, una especie de movi-
miento débil que se extenderá más y más en Q Q a medida
que el rayo se propaga cada vez más a partir de A, esto es,
hasta la línea M A, con lo que todo el triángulo MAN es-
tará teñido de ro;o y ese ro;o será tanto más profundo cuanto
más se aproxime a la línea M A, y tanto más pálido o ama-
rillo cuanto más próximo esté a la línea N A. Y si el rayo
se prolonga, de manera que las líneas A N y B R (que son
los límites del azul y del ro;o diluidos) se encuentren y cru-
cen, al otro lado de dicha intersecció~ se engendrará todo
tipo de verdes 30•
Ahora bien, siendo éstas las propiedades de cada
rayo de luz aislado que se refracte, será bastante fácil con-
siderar cuál habrá de ser el resultado de muchos de esos
rayos colaterales, como cuando suponemos infinitos de esos
rayos interyacentes entre A K S B y A N O B, que son los
límites. En efecto, ~ este caso, el rayo A K S B tendrá su
triángulo rojo intacto, ya que está junto al medio oscuro
o quieto, mientras que su otro lado B S no tendrá azul, dado
que el medio adyacente a él, S B O, está movido o ilumina-
do y por consiguiente la luz destruye el color. De la misma
manera, el rayo ANO B perderá su rojo, pues el medio
adyacente está movido o iluminado, mientras que el otro
lado del rayo que está adyacente al oscuro, esto es, AH O,
preservará intacto su azul. Antes de que se produzca ningún
. verde, estos rayos han de prolongarse hasta que A N y B R
se corten entre sí. De estas propiedades bien consideradas
se pueden deducir las razones de todos los fenómenos del
·prisma y de los glóbulos o gotas· de.. agua que llevan a la
producción del arco iris.
Examinemos a continuación esta hipótesis más de-
. tenidamente pc)r lo que atañe a la impresión producida sobre
la retina. Supóngase, por tanto, que A B C D E F en la
quinta Figura [de la Plancha VI] represente el globo del
.ójQ, y sea A B C la córnea sobre la que caen dos rayos
.G A CH y K C A 1 (que son los rayos límite de un cuerpo
luminoso), los cuales, por la refracción de la misma, se
reúnen o convergen en dos puntos en el fondo del ojo.
MICROGRAFÍA 261

Ahora bien, dado que se supone que, merced a cierta re-


fracción suficiente producida antes de que- entten en él ojo,
tanto estos rayos límite como todos los intermedios que
llegan de cualquier parte del cuerpo luminoso tienen sus [64)
pulsos oblicuos a su progr~sión, cada rayo tiene potencial-
mente superinduciáas dos propiedades o colores; a saber,
~ ro;o en un lado y un azul en el otro, los cuales, no obs-
tante, nunca se manifiestan de hecho, excepto cuando este
o aquel rayo presenta uno u otro lado limitando con un
medio oscuro o inmóvil. Por tanto, tan pronto. como estos
rayos entran en el ojo~ teniendo de este modo un lado
· de cada-uno de-ellos limitando- -con-la parte oscura de lw
humores del ojo, mostrará de hecho cada uno de ellos algún
color. Por consiguiente, AD C, la prolongación de G A CH,
presentará un- azul, puesto que el lado C D es adyacente
al medio- oscuro C Q D C, pero nada de ro¡o, pues su
lado AD es adyacente al medio iluminado AD FA. Todos
los rayos que desde los puntos del cuerpo luminoso se re-
cogen en las partes de la retina entre b y F tendrán su azul
tanto iruís diluido cuanto más se aparten estos puntos de
reunión .de D a F. Y el rayo- A F C, la prolongación de
K C A I, presentará un ro;o, porque el lado A F es adya-
cente al medio oscuro o quieto del ojo, A P F A, pero nad!l .
de azul, pues su costado C F está adyacente al medio ilu- .
minado C F D C, y todos los rayos de las partes intermedias
del cuerpo luminoso que se recogen entre F y D tendrán
su ro;o ~anto más diluido cuanto más se alejen de F hacia D.
Ahora bien, dado que, por la refracción de la córnea
y al~ otras partes del ojo, los lados_ de cada rayo que
antes eran casi paralele&-se ven-obligades- a conuerge'j'c-y en--
contrarse en ·un punto en el fondo del ojo, esa parte del
pulso que iba delante antes de estas refracciones tocará
primero la retina y la otra parte después. Por consiguiente,
según que se vea estorbado este o aquel lado o extremo del
pulso, variarán las impresiones de la retina. Por consiguien-
te, merced al rayo G A CH, refractado por la córnea a D,
habrá en dicho punto un golpe o impresión confusa cuyo
extremo más débil, esto es, el de la línea CD, precederá,
mientras que el más fuerte, esto es, el de la línea AD,
seguirá. Y merced al rayo K C A 1 refractado a F, habrá en
262 ROBEllT HOOKE

dicha parte un golpe o impresión confusa cuya parte más


fuerte; es decir, la de la línea C F, precederá y cuya parte
más débil o estorbada, es decir, la de la línea A F, seguirá.
Los puntos intermedios entre F y D recibirán impresiones
de los rayos convergentes tanto más similares a las impresio-
nes de F y D cuanto más se aproximen a ése o éste.
De la consideración de las propiedades de dichas im-
presiones podemos derivar estas breves definiciones de los
colores: que el azul es una impresi6n sobre la retina de un
pulso de luz oblicuo y confuso, cuya parte más débil precede
y la más fuerte sigue. Y que el roio es una ·lmpresi6n sobre
la retina de un pulso de luz oblicuo y confuso cuya parte
más fuerte precede y la más débt1 sigue.
· Se puede ver fácilmente que estas propiedades, que
en el caso del prisma y las gotas de lluvia que caen han
demostrado ya ser la causa de los colores generados, son
también las productoras de los colores que aparecen en los
cuerpos laminados transparentes, para cuya explicación ,se
ha antepuesto todo esto 31 •
[651 Un examen más pormenori2.ado de los fenómenos
y la fi.gura del cuerpo tomará evidente, mediante esta hi-
p6tesis, que así es.
·En efecto, en primer lugar (como ya hemQs obser-
vado), el cuerpo laminar ha de ser de un grosor determi-
nado, es decir, no ha de ser más delgado de determinada
cantidad, pues siempre he observado que hacia los bordes
de los que son extremadamente finos desaparecen los co-
lores, tomándose blanca esa parte; pero tampoco ha de ser
más grueso que otra determinada .cantidad, pues he obser-
vado asimismo que por encima de ese grosor no ·aparecen
los colores, sino que la placa aparece blanca. Todos los ani-
llos de ·colores se dan entre estos dos grosores determina-
dos. En algunas sustancias he hallado diez o doce de ellos,
en otras ni la mitad, cosa que supongo que en gran medida
depende de la transparencia del cuerpo laminado. Así, aun-
que las series son las mismas en la nata o piel de la super-
ficie de los metales, con todo, en dichas series, el mismo
color no se repite tan a menudo como en las series del
vidrio o del agua jabonosa o cualquier otro líquido más
transparente y glutinoso, pues en éstos he observado que
MICROGRAFÍA 263

el rojo, amarillo, verde, azul, púrpura; rojo, amarillo, verde,


azul, púrpura¡ rojo, amarillo, verde, azul, púrpura; rojo
amarillo, etc., se sucedían unos a otros diez o doce veces,
mientras que en otros cuerpos más opacos las series no
serán ni la mitad de numerosas.
Y, por tanto, en segundo lugar, el cuerpo laminado
ha de ser transparente, lo que deduzco de esto: de que no
he sido capaz de producir ningún color en absoluto con un
cuerpo opaco por más fino ·que fuese. Es algo que he en-
sayado a menudo apretando un pequeño glóbulo de mer-
curio entre dos placas pulidas de vidrio, con lo que reduje
dicho cuerpo a una delgadez mucho mayor de la precisa
para exhibir los colores con un cuerpo transparente.
En tercer lugar, tiene que haber un cuerpo consi-
derablemente reflectante adyacente al lado inferior o más
alejado de la lámina o placa, pues siempre he hallado que
cuanto mayor sea esa refléxión más vívidos los colores que
aparecen.
Por tales observaciones es muy evidente que la re-
flexión en la cara inferior o más alejada del cuerpo es la
causa principal de la producción de estos colores. Que ello
es así y cómo produce dicho efecto es algo que explicaré
más ampliamente en la siguiente Figura, donde se dibuja
con un gran grosor, como si se hubiese visto al microscopio,
En realidad es mucho más gruesa de lo que esas placas de
vidrio o cristal de Moscovia hayan podido mostrárseme con
cualquier miáoscopio (que haya empleado hasta el mo-
mento) y que sólo he visto con el mayor esfuerzo, pues si
bien he intentado aumentarlas cuanto era posible con las
lentes, con todo son tan _extremadamente delgadas·que hasta
el momento no he podido determinar positivamente su
grosor. Por consiguiente, esta figura que aquí represento
es totalmente hipotética. ·
Sea A B C D H FE en la sexta Figura [de la Plan-
cha VI] un sólido truncado de cristal de Moscovia, más
delgado hatja-.A E y más grueso hacia D F. Supongamos
primero que el· .rayo a g h b, procedente del sol o cualquier
otro objeto luminoso lejano, caiga oblicuamente sobre la
placa más delgada B A E, reflejándose en parte por c g h d
en la primera superficie. Con ello, tras la reflexión, el
264 ROBERT HOOKE

[66] pulso perpendicular a b se propaga por e d, e d, separados


los unos de los.otros lo mismo que a b, a b, de manera que
a g + g e o b h + h d son ambos iguales a a a, así como
a e c. Pero como el cuerpo B A E es transparente, una parte
de la l~ de este rayo se refracta en la superficie A B, pro-
pagándose por g i k b a la superficie E F, donde se refleja,
refractándose de nuevo en la superficie A B. De este modo,
tras dos refracciones y una reflexión, se propaga una es-
pecie de rayo más tenue, e m n f, cuyo pulso es más débil
no sólo por razón de las dos refracciones en la superfi-
cie A B, sino también por razón del tiempo empleado en
pasar y volver a pasar entre las dos superficies A B y E F.
Así, e f, que es el pulso más débil o tenue, va detrás del
. pulso e d, y merced a ello (estando las superficies A B y E F
tan próximas que el ojo no.puede discriminarlas) este pulso
confuso o doble produce en la retina (o en el nervio óptico
que cubre el fondo del ojo) la sensación de un amarillo.
En segundo lugar, este amarillo aparecerá tanto más
profundo cuanto más se aleje el pulso espurio e f hacia el
medio entre e d y e d, como en 2, donde, al estar la super-
ficie B C más lejos de E F, el pulso inás débil e f estará más
cerca del medio, produciendo en el ojo una impresión de
r.ojo.
Mas, en tercer lugar, si las dos superficies reflec-
tantes se alejan aún más entre sí (como están CD y EF
en 3 ), entonces el pulso más débil estará tan retrasado que
se epcontrará a más de la mitad de distancia entre e d y e d.
En tal caso, más bien parecerá preceder al siguiente pulso
más fuerte que seguir al anterior y, en consecuencia, se ge-
nerará un azul. Y cuando el pulso más débil está exacta-
mente en la mitad entre dos fuertes, entonces se genera un
púrpura profundo y precioso, si bien cuando el pulso más
débil e f está muy próximo a e d, entonces se engendra un
verde que resultará más azulado o amarillento, según que
el pulso débil próximo preceda o siga al más fuerte.
Ahora bien, en cuarto lugar, si la placa más gruesa
resulta estar partida en dos más finas, a la manera en que
C D F E está dividida en dos placas por la superficie G H,
entonces de la composición derivada de las tres reflexiones
en las superficies C D, G H y E F surgirán varios compues-
MICROGRAFÍA 265

tos o mixtos que variarán mucho según cambie la propor-


ción entre los grosores de ·estas dos placas dívidictas, CD H G
y GHFE.
Y en quinto lugar, si las superficies C D y F E se
alejan aún más entre sí, el pulso más débil quedará todavía
mucho más retrasado, y no sólo coincidirá con el segun-
do, c 4, sino que también quedará retrasado respecto a éste,
tanto más cuanto más gruesa sea la placa. De este modo
también coincidirá gradualmente con el tercer c d de más
atrás y gradualmente también con un cuarto a medida que
la placa se toma más gruesa, y así con un quinto, un sexto,
un séptimo o un octavo-. De- esta 1Danera, si hay un cuerpo
transparente delgado que, desde la mayor delgadez requeri-
da para producir colores, crece gradualmente a modo de
cuña hasta alcanzar el mayor grosor del que pueda ser una
placa para exhibir un color por la reflexión de la luz en
dicho cuerpo, entonces se engendrarán varias sucesiones [67]
de colores, cuyo orden del extremo delgado al grueso será
amarillo, ro;o, púrpura, azul, verde; amarillo, ro;o, púrpura,
azul, verde; amarillo, ro¡o, púrpura, azul, verde; amari-
llo, etc., repitiéndose éstos tantas veces cuantas el pulso
más débil pierda puestos respecto a su pulso primario o
primero, coincidiendo con un segundo, tercero, ·cuarto,
qu_into-, sexto, etc., pulso tras el primero. Y del mismo modo
que esto coincide o se sigue de la primitiva hipótesis de los
colores que he adoptado, así he hallado experimentalmente
que. ~rre en multitudes de ejemplos que parecen probar-
lo. Una ·cosa que parece de la mayor importancia en esta
hipótesis es determinar el máximo y mínimo grosor nece-
sario para estos efectos, lo cual, aunque no he dejado de
intentarlo, con todo, estas placas coloreadas son tan extre-
madamente delgadas y tan imperfecto nuestro microscopio,
que hasta ahora no he tenido éxito, por más que si mis
esfuerzos responden a mis expectativas confío en satisfa-
cer al curioso lector con algunas cosas más alejadas por el
momento de nuestro alcance 32 •
. ·.Así pues, con tanta brevedad como he podido, he
tratado· .de explicar (al menos hipotéticamente) las causas
de los fenómenos primeramente expuestos, en cuya consi-
deración he sido de lo más minucioso.
266 ROBERT HOOKE

En primer lugar, porque creo que estas que acabo de


exponer son capaces de explicar todos los fen6menos de
los colores, no s6lo de los que aparecen en el prisma, la
gota de agua o arco iris, así como en los cuerpos laminad.os
en forma de placa, sino también de todos cuantos hay en
el mundo, sean cuerpos fluidos o sólidos, gruesos o delga-
dos, transparentes o aparentemente opacos, como trataré de
mostrar en la siguiente observación. Y en segundo lugar,
porque, siendo éste uno de los dos ornamentos de todos
los cuerpos descubribles mediante la vista, mírense con
o sin un microscopio, parecía merecer (en algún punto de
este tratado que contiene una descripción de la forma y
color de algunos cuerpos diminutos) una indagación un
tanto máS íntima.

Observ. X. De los metálicos y otros colores rea-


les 1• .

T RAS haber mostrado en el discurso anterior, a partir de


la causa fundamental de los colores, la probabilidad de
que no haya sino dos colores, y tras haber mostrado que el
fantasma 2 del color está provocado por la -sensación del
pulso oblicuo o desigual de la luz que sólo es susceptible
de dos variedades derivadas de los dos Jados del pulso
oblicuo, por más que cada uno de ellos pueda presentar
infinitas gradaciones o grados (cada uno de los cuales co-
mienza con el blanco y termina el uno en el más profundo
escarlata o amarillo y el otro en el más profundo azul),
expondré en esta sección algunas observaciones que he rea-
lizado acerca de otros colores, tales como los polvos metá-
licos tintorios o cuerpos coloreados y diversos tipós de
tinturas o líquidos teñidos, todos los cuales, junto con
aquellos tratados en la anterior observación, supongo que
habrán de comprender los diversos objetos en los que se
observa que el color es inherente, así como las diversas
[68) maneras mediante las que inhiere o aparece en ellos. Aquí
trataré de mostrar mediante qué composición se hacen todos
los colores compuestos y cómo es que no hay color alguno
MICROGRAFÍA 267

en el mundo que no pueda hacerse a partir de los diversos


grados de estos dos colores junto con la mezcla de negro
y blanco.
Siendo ello así, como enseguida mostraré, me parece
un argumento evidénte que. todos los colores, cualesquiera
que~. ora en fluidos o en sólidos, ora en cuerpos muy
transparentes o aparentemente opacos, tienen la misma causa
eficiente; a saber, algún tipo de refracción mediante la que
los rayos procedentes de dichos cuerpos presentan sus· pulsos
oblicuos o confusos, de la manera que expliqué en la sec-
ción anterior; esto es, el roio tiene su causa en un pulso
doble o confuso, cuyo pulso más fuert~ precede y el más
débil sigue, mientras que el azul tiene su causa en un pulso
confuso en el que el pulso más débil precede y el más fuerte
sigue. Y según que éstos sean más o menos o estén diver-
samente mezclados y compuestos, así se diversifican las
sensaciones y. en consecuencia los fantasmas de los colores.
Así pues, procediendo, supongo que todos los cuer-
pos transparentes de colores, sean fluidos o sólidos, constan
al menos de dos partes o de dos tipos de sustancias, una
de las cuales es de una sustancia de una refracción un
tanto diferente de la otra. También supongo que una d~
dichas sustancias, que se puede denominar la sustancia
tintoria, consta de distintas partes o partículas de un de- ·
terminado tamaño que están diseminadas o dispersas por
toda la otra; que estas partículas, si el cuerpo está igual
o uniformementé coloreado, se hallan igualmente ordena-
das y dispersas por el otro cuerpo contiguo; que allí donde
el cuerpo está más profundamente teñido, esas partículas
están ordenadas de modo más espeso, mientras que donde
sólo está teñido débilmente, se ordenan de manera mucho
más fina, aunque uniformemente; que, merced a la mezcla
de otro cuerpo que se una con cualquiera de éstos y que
posea una refracción diferente de las de los otros, se pro-
ducirán efectos muy diversos, esto es, las sucesiones de los
puisos confusos serán de tipo muy distinto, por lo que
producirán otras sensaciones y fantasmas de colores, de
manera· que de un roio se pueda pasar a un azul o de un
azul a un ro;o, etc.
Pues bien, para que todo esto se entienda mejor
268 ROBERT HOOKE

trataré de explicar lo que quiero decir de manera algo


más perceptible mediante un dibu¡o. Supongamos, por tanto,
que en la séptima Figura de la Plancha sexta, A B CD re-
presente un recipiente que contenga un líquido teñido,
siendo I I I I I, &c., el líquido incoloro y E E, &c., F f,
&c., G G, &c., H H, &c., el cuerpo tintorio mezclado con
él, cuyas partículas (que sean redondas o de otra forma
determinada cualquiera poco hace al caso) son, en primer
lugar, de determinado e igual volumen. En segundo lugar,
están dispuestas al tresbolillo o formando un orden equi-
látero triangular. Que probablemente sea así y por qué es
. algo que trataré de mostrar en otra parte 3 • En tercer lugar,
son de tal naturaleza que transmiten los rayos de l!JZ ora
más fácilmente, ora con más dificultad que el líquido. Si lo
hacen con más facilidad, se genera Un azul; y si lo hacen
con más dificultad, un roio o un escarlata.
Supongamos primero que las partículas tintorias sean
de una sustancia que impida más ·1os ·rayos de luz. Vere-
mos que el pulso u onda de luz que se mueve de A D a B C
avanzará a través del medio continente -mediante los pulsos
[69] u ondas K K, L L, MM, N N, O O; ~ro, -dad0 que varios
de estos rayos que van a la constitución de estos pulsos
serán frenados o detenidos por las partículas tintorias E,
F, G, H, se producirá un pulso débil y. secundario que se-
guirá al rayo, a saber, P P, y que será más débil. Primero,
porque ha sufrido muchas re&acciones en el cuerpo obstacu-
lizador, y luego, porque los rayos es~án un poco disper-
sos o confusos debido a la re&acción en cada una de las
partículas, sean redondas o angulares,_lo cual será más evi-
dente si examinamos un poco más detenidamente cualquier
glóbulo tintorio particular.
Supongamos, pues, que A B en- la octava Figura de
la sexta Plancha represente un glóbulo o partícula que tiene
una mayor refracción que el líquido en que está contenida.
Sea C D una parte del pulso de luz que se propaga a través
del medio continente. Este pulso se verá un poco detenido
o impedido por el glóbulo, de manera que para cuando el
pulso haya llegado a E F, esa parte suya que se ha visto
obstaculizada por pasar a través del glóbulo no llegará más
que hasta L M, con lo que ese pulso que se ha propagado
MICROGRAFÍA 269

a través del glóbulo, a saber, L M, NO, P Q, irá siempre


detrás de los pulsos E F, G H, I K, &c.
Luego, por razón del mayor impedimento en A B
y su figura globular, los rayos que pasan a su través se
dispersarán y diseminarán notablemente. De ahí que C A
y D B, que antes procedían rectos y paralelos, tras la re-
fracción en A B divergirán y se dispersarán por A P y B Q,
pues así como los rayos se topan con más y más de estas
partículas tintorias en su camino, tanto más se quedará
retrasado el pulso de luz respecto al más claro o el que
tiene menos refracciones, y' por consiguiente, tanto más pro-
fundo ~erá el color y tanto más de1>iLhduz que_Wija por .·
él, pues no sólo se reflejan muchos rayos de la superficie
de A B, sino que aquellos rayos que lo atraviesan están
desordenadísimos. ·
Mediante esta hipótesis no hay ningún experimento
de color con el que me haya encontrado hasta ahora que
no pueda, en mi concepto, resolverse muy razonablemente;
y si acaso tuviese yo tiempo de examinar diversos pormeno-
res requeridos para su demostración, podría mostrar que es
más que probable, pues todos los experimentos sobre los
cambios· y mezclas de colores relacionados en el Tratado de
los col01;e1? publicado por el incomparable señor Boyle, · así
como multitud de otros que he observado yo, se siguen tan
natural y fácilmente de esos principios, qu~ mucho me in-
clino a considerar probable que no deban su producción
a ninguna 9tra causa secundaria, como se ejemplifica con
dos o tres experimentos. En el Experimento vigésimo 4 este
noble autor ha mostrado que el color púrpura azulado pro-
fundo de las violetas se puede torn~ en un verde niedi~
sales alcalinas, y en un roio mediante ácidos; esto es, el
púrpura consta de dos colores, un roio profundo y un azul
profundo. Cuando el azul se diluye o altera o destruye me-
diante sales ácidas, el ro;o se toma predominante, pero
cuando el roio se diluye mediante álcalis y se refuerza el
azul se engendra un verde, pues con un roio diluido se hace
-un amarillo, y un amarillo y un azul forman un verde.
Pues bien, puesto que los pulsos espurios que causan
uñ ro;o y un azul sigue el uno y precede el ot.ro al pulso
claro, síguese normalmente que esos cuerpos salinos refrac-
270 ROBERT HOOKE

tantes que diluyen el color del uno, intensifican el del otro.


[70] Esto se tomará manifiesto con casi todos los tipos de
púrpura y_ muchas clases de v.erdes, pues ambos colores
constan de colores me?A:lados. En efecto, si suponemos que
A y A, en la Figura novena [de la Plancha VI], represen-
tan dos pulsos de luz clara que se siguen el uno al otro
a conveniente distancia, A A, cada uno de los cuales va
precedido de un pulso espurio, como B B, que lo toma azul,
mientras que lo sigue otro, como e e, que lo toma ro;o,
causado el uno por las partículas tintoria~ que poseen una
mayor refracción y el otro por otras que poseen una cua-
lidad menos refractante que el líquido o menstruo en que
se hallan disueltas, entonces cualquier líquido que altere la
refracción de una, sin alterar la de la otra parte del líquido
teñido, ha de alterar considerablemente el color del líquido,
pues si se aumenta la refracción del disolvente sin alterar
la refracción de las partículas tintorias, entonces el pulso
espurio precedente se acortará o detendrá, con lo que no
irá muy por delante del pulso claro. De este modo, B B se
convertirá en E E y el azul se diluirá, mientras que el otro
pulso Úpurio que sigue se verá mucho más retrasado, es-
tando. mucho más atrás de A A que antes, y C C se con-
v~rtirá en f f, intensificándose el amllrillo o. ro;o.
. Por consiguiente, un líquido sálino mezclado con
otro liquido teñido puede alterar su color de diversas ma-
ner115, sea alterando la refracción del líquido en que nada
el color o, en segundo lugar, variando Ia ·refracción de las
partículas de ~olores, uniéndose más íntimamente sea con
algunos corpúsculos particulares del cuerpo tintorio, sea con
todos, según que tenga una congruencia más especial con al-
gunos o igual con todos; o, en tercer lugar, uniéndose y
entretejiéndose con algún otro cuerpo que ya esté unidó
a las partículas tintorias, sustancia con la que puede tener
una congruencia, aunque tenga muy poca con las propias
partículas; o, en cuarto lugar, puede alterar el color de un
líquido teñido desuniendo ciertas partíqtla~ que estaban
antes unidas a las partículas tintorias, pties; . por más que
tuviesen con ellas cierta congruencÍIJ, con todo la tienen
mayor con el menstruo salino recién introducido. Asimismo,
se puede alterar el color disolviendo aún más la sustancia
MICROGRAFÍA 271

tintoria en partículas progresivamente menores, diluyendo


así el color; o uniendo juntas diversas partículas, como en
las precipitaciones, con lo que lo hacen más profundo;
y también de muchas otras maneras de las que fácilmente
nos podrían informar muchos experimentos y comparacio-
nes de diversos ensayos.
La aplicación de estos principios producirá con gran
facilidad todas las variedades de colores observables, sea
en líquidos. o en cualesquiera otros cuerpos teñidos; y es-
pero que de manera lo bastante inteligible, no habiendo
nada en la noción de color o en la supuesta producci6n
que no sea muy concebible y posible. .
La· gran dificultad que encuentro en contra de esta
hipótesis es que parece haber más de dos colores distintos,
esto es, amárillo y azul. Esta objeci6n se asienta en este
motivo: hay varios rojos que, al diluirse, no forman un
azafrán o ·amarillo pálido, por lo que el rojo o escarlata
parece ser un tercer color distinto del grado profundo del
amarillo.
A ello respondo que :el azafrá...11 nos swninistra una
tintura color escarlata profundo que se puede diluir en un
amarillo tan pálido como el que más, sea haciendo una
soluci6n débil de azafrán, al echar una pequeña porci6n [71)
en una gran cantidad de líquido, como pueda ser el. espíritu
de vino, sea también mirando a través de una cantidad muy
delgada de la tintura, pudiéndose intensificar en el más
precioso escarlata mirando a través de un cuerpo· muy grue-
so de esta tintura, o bien a través de una porción delgada
que esté enormemente impregnada del cuerpo tíntorio por
·haber disuelto una gran cantidad de azafrán en una porci6n
menor de- líquido. .
Ahora bien, aunque pueda haber algunas partículas
u otros cuerpos tintorios que también produzcan un precio-
so escarlata, el cual, por más que se diluya en un líquido
o se mire a través de una parte delgada del líquido teñido,
con todo no dé lugar a un amarillo pálido, sino solamente
a una especie de rojo pálido, eso sólo demuestra que las
partículas tintorias pueden tener en ellas el más débil grado
de amarillo, por más que seamos incapaces de hacer que lo
muestren. En efecto, al depender esa capacidad de diluirse
272 ROBERT HOOKE

de la divisibilidad de cuerpo teñido, si soy incapaz de hacer


1as partículas tintorias tan finas como para que muestren
ese color, no se sigue que .ello sea imposible de conseguir.
Las partículas tintorias de ·algunos cuerpos son de tal natu-
raleza que, a menos que se dé con algún procedimiento de
dividirlas en volúmenes menores de aquél en que las di-
suelve el líquido, todos los rayos que pasan a su través han
de rectbir necesariamente un teñido tan profundo como el
que sus propias refracciones y tamaños, en relación a las
propiedades del líquido disolvente, han de disponerlos ne-
cesariamente a recibir, que puede ser quizá un hermoso
amarillo profundo o un rojo pálido.
Y para que esto no se diga por decir, aportaré un
ejemplo de este tipo en el que todo ello es más manifiesto.
Si se coge esmalte 5 azul, se hallará que el que pre-
senta el azul más profundo tiene, a igualdad de condiciones,
1as mayores partículas o arenas. Si se dividen o trituran
aún más esas partículas con una muela o piedra de pórfido,
al desmenuzar sus arenas se diluye el azul en uno tan pá-
lido como se quiera, fo. que no se puede conseguir dando
uo,.a mano muy fina, pues dondequiera que haya una única
partícula, muestra un azul tan profundo como toda la masa.
·Sin embargo, hay otros azules que, aunque estén tan pulve-
rizados, no se diluirán moliéndolos, pues, constando de par-
. ticulas muy pequeñas y muy profundamente teñidas, me-
diante el molido no se pueden separar de hecho en partícu-
las menores que aquéllas a que · y~ _las ha reducido la
operación del fuego o algún otro menstruo disolvente.
Así, todos los tipos de colores metálicos, sean pre-
parados por precipitación, sublimación, calcinación u otro
medio, difícilmente se pueden cambiar por trituración, a la
manera en que el ultramarino 6 no se puede diluir n;iás, ni
el bermellón 9 plomo rojo 7 produce un color más pálido
moliéndolo. En efecto, las menores partículas de ·los que
he observado con mi mayor lente de aumento, si están
bien iluminadas, aparecen profundamente teñidas de sus
colores peculiares. Por más que he aumentado e iluminado
1as partículas considerablemente, no · pude percibir en mu-
chas de ellas que fuesen transparentes o formasen partículas
completas, sino que las menores pizcas que pude hallar en
MICROGJL\FÍA 273

el bermellón o plomo ro;o bien triturado parecían ser una


masa roja compuesta por una multitud de motas cada vez
menores que, adhiriéndose entre sí, forman una masa ni
una millonésima parte de la menor mota o arena visible.
En general, en el caso de la mayoría de los colores [72]
metálicos, encuentro que, aunque consten de partes tan ex-
tremadamente pequeñas, con todo están teñidos muy pro-
fundamente, al ser tan pesados y tener tal multitud de
partículas terrestres apelotonadas en un pequeño espacio.
De este modo resulta difícil hallar ·una partlcula transpa-
rente 8 o similar a una piedra preciosa, aunque ello no sea
imposible, pues he observado varios de esos. brillantes y
resplandecientes colores mezclados con las partículas de
cinabrio, tanto artificial como natural 9 , antes de ser molido
y roto o pulveri7ado en bermellón. Puesto que· lo mismo
he observado en el oropimente, el plomo ro;o y el azul
montano 10, ello me hace suponer que la trituración no sólq
rompe y separa de hecho tales colores inetálfcos en trozos
menores, sino que además se ven por ello agrietados y
raspados, por lo que en su mayoría se toman opacos como
el cristal o el vidrio, etc., rayado. No obstante, por lo que
respecta a los esmaltes y verdetes 11 , he. conseguido ver
muchas de sus partículas transparentes con un microscopio.
El siguiente experimento puede hacer. probable que
también los otros sean quizá transparentes,por más que no
aparezcan así al microscopio. Si se toma esmalte 12 que sea
casi opaco y se muele muy bien con pórfi4o o serpentina,
las pequeñas partículas, merced a sus grietas, aparecerán
perfectamente opacas. Que son las grietas las que producen
esta opacidad es algo que puede colegirse de lo siguiente,
a saber, que las partículas del mismo esmalte mucho más
grueso, si están sin agrietar, aparecerán un tanto transpa-
rentes incluso a simple vista; y también de lo que sigue,
a saber, que el cristal más transparente y claro, si se calienta
al fuego y luego se enfría súbitamente de manera que se
agriete todo él, aparecerá opaco y blanco.
Que las partículas de los colores metálicos son trans-
parentes se puede colegir también de esto, que los cristales
o vitriolos de todos los metales son transparentes, los cuales,
puesto que constan tanto de partículas metálicas como de
274 ROBERT HOOKE

partículas salinas, las metálicas han de ser transP.,arentes,


cosa que se confirma más aún por lo siguiente, que en su
mayoría tienen colores apropiados, de manera que el vi-
triolo de oro es amarillo; el de cobre, azul y en ocasiones
verde; el de hierro, verde; el de estaño y plomo, de un
blanco pálido; el de plata, de un azul pálido, &c.
Además, las soluciones de tOdos los metales en mens-
truos son en gran medida lo mismo que los vitriolos o cris-
tales. Por ende, pareée muy probable que esos colores,
producidos por la precipitación de dichas partículas de los
menstruos por obra de líquidos precipitaáores transparentes,
hayan de ser también transparentes. Así, el oro se precipita
con aceite de tártaro o espíritu de orina 13 en un amarillo
tostado; el cobre con espíritu de orina, en un azul mucoso
que conserva su transparencia; una solución de sublimado
(como muestra en su experimento 40 el mismo ilustre autor
que mencioné antes) 14 se precipita con aceite de tártaro
per deliquium en un precipitado de color naranja. Tampoco
es menos probable que tengan sus partículas transparentes
las calcinaciones de esos vitriolos mediante el fuego. Así,
el saccarum saturni 15 o el vitriolo de plo.mo se torna por
calcinación en un minio de un color naranja profundo que
es una especie de precipitación por alguna "sal procedente
del fuego, mientras que el vitriolo común calcinado pr~
duce un rojo pardo profundo, &c.
Un tercer argumento a favor de la transparencia de
las partículas de los metales es que, al calcinarlos y fun-
l 73 J 9irlos con vidrio, tiñen ese vidrio con colores transparentes.
Así, la cal de plata tiñe el vidrio con el .que se templa de
un. precioso color amarillo o dorado, &c.
También se puede colegir que las partes de los me·
tales son transparentes a partir de la transparencia del pan
de oro que, puesto al trasluz, muestra un verde profundo
tanto a simple vista como al microscopio. Aunque nunca
he visto los otros metales tan finamente laminados como
para percibirlos transparentes, con todo, por lo que res-
pecta al cobre y al latón, si tuviésemos la misma facilidad
para laminarlos como tenemos con el ·oro, tal vez podríamos
hallar a través de tales placas u hojas grados muy diversos
de azul o verde, pues parece muy probable que esos rayos
MICROGRAFÍA 275

que rebotan de ellos teñidos de un amarillo profundo o rojo


pálido, como en el caso del cobre, o de un amarillo pálido,
como en el caso del latón, hayan pasado a su través, pues
no puedo concebir, tomando en cuenta cualquier hip6tesis
existente, cómo puedan recibir un tinte esos rayos sólo por
reflexión 16•
Así, vemos que de estos ejemplos se puede extraer
una razón suficiente por la cual esos colores que no son
susceptibles de diluirse en el más pálido amarillo, azul
o verde, con todo no pueden dejar de considerarse como
wi grado más profundo de ellos. En efecto, supongamos
qÜe tenemos un gran número de pequeñas redomas globu-
lares o burbujas de vidrio redondas, aproximadamente del
tamaño de una nuez, todas llenas de una mezcla muy pro-
funda de azafrán, de manera que cada una de ellas muestre
un color escarlata profundo, exhibiendo todas ellas juntas
a distancia un cuerpo profundamente teñido de escarlata.
Mas, tras habemos aproximado a esta reuni6n o masa, di-
vidiéndola en sus partes y examinando cada una de ellas
por separado o aparte, porque encontremos que tienen en
gran medida d mismo color que toda la masa, no se sigue
de ell~ que, si pudiésemos romper esos gl6bulos en partes
menores o alcanzar a ver por cualquier otro . medio QJla
parte menor o más delgada del líquido téñido que llena
esas burbujas, ese líquido teñido hubiera de aparecer -siempre
necesariamente rojo o de un tono escarlata; pµes si se hi-
ciese el experimento, ocurriría todo lo contrario, ya que es
susceptible de diluirse en un amarillo pálido.
A fin de poder obviar todas las objeciones de este
tipo,. mostrando un experimento que pueda oonvencer por
prueba ocular a aquéllos contra los que no habrían de pre-
valecer otras razones, me hice con un recipiente prismático
hueco con forma de cuña, tal como el que se representa
en la Figura décima de la Plancha sexta. Los dos paralelo-
gramos laterales, A BCD, ABE F, que se encuentran en
un punto, estaban hechos de las placas de vidria. más trans-
parentes, bien talladas y pulimentadas que pude· .hallar. Se
unían con cemento duro a los lados triangulares B C E,
AD F, que eran de madera. La base en forma de paralelo-
gramo, D C E F, era asimismo de madera, unida al resto
276 ROBERT HOOKE

con cemento duro, estando toda la caja prismática cuida-


dosamente restañada por todas partes, dejando tan sólo un
agujerito cerca de la base por el que el recipiente se pu-
diera llenar y vaciar a voluntad con cualquier líquido.
Llené una de las cajas (pues tenía dos) con una
hermosa· tintura de áloes 17 muy profunda extraída sólo con
agua clara. A continuación cerré el agujero con un trozo
de cera y, sosteniendo la cuña al trasluz y mirando a su
través, era bastante obvio que la tintura del líquido en las
proximidades del filo de la cuña, donde era extremada-
mente delgada, resultaba de un amarillo pálido aunque
[74] bien coloreado, mientras que progresivamente más lejos del
filo, a medida que el líquido se tornaba más espeso, la tin-
tura aparecía más y más profunda, de modo que en el
extremo romo, que se hallaba a siete· pulgadas [ 17 ,8 cm]
del filo, siendo de tres pulgadas y media [ 8,9 cm] de
espesor, era de un rojo profundo y bien coloreado. Ahora
bien, cuanto más clara y pura es la tintura, tanto más pre-
cioso será el profundo escarlata, mientras que, cuanto más
turbia sea, más sucio aparecerá el rojo. De este modo, al-
gunas tinturas sucias han presentado su rojo más profundo
de color ocre o marrón español; otras, de un color tan
precioso como el bermellón, y algunas, mucho más brillan-
te; pero muchas otras, según fuesen peores o más turbias,
mostraban varios tipos de rojos de muy diversos grados.
Llené la otra cuña con una agradabilísima tintura
de cobre, extraída de sus limaduras con espíritu de orina.
Cuando se sostenía esta cuña contra la lu2 como la otra,
también suministraba· todos los tipos de azul, desde el más
débil basta el más profundo, de manera que tenía buenas
esperanzas de haber producido con estos dos todas las va-
riedades de color~s · imaginables. En efecto, pensaba que
por este medio, colocando juntas las dos caras en forma
de paralelogramo con los vértices en sentido contrario, podría
moverlos de aquí para allá uno respecto al otro de manera
que, al mirar a su través por diversos lugares y a través
de diferentes grosores, sería capaz de componer y consi-
guientemente ver todos esos colores que habrían de seguirse
de otros modos similares de componerlos.
Mas, en lugar de toparme con lo que buscaba, hallé
MICROGRAFÍA 277

algo más admirable, cual es encontrarme completamente


incapaz de ver a través de ellos cuando los ponía juntos,
siendo así que eran bastante transparentes cada uno por su
lado. Por más que fuese capaz de· ver a través de un grosor
doble cuando ambos estaban llenos con líquidos del mismo
color, fuesen ambos amarillos o azules, con todo, cuando
uno estaba lleno del amarillo y el otro del azul, mirando
a través de ambos, los dos aparecían oscuros. Sólo cuando
miraba a través de las partes próximas a los vértices mos-
traban verdes y éstos en gran variedad, como esperaba;
pero no podía producir de ningún modo los púrpuras y
otros colores, fuera que tratase de mirar a su través hacia
el sol o fuera que los colocase contra el agujero de una
habitación oscurecida.
No obstante esta conjetura frustrada, continué con
mi experimento en una habitación oscura y, teniendo dos
agujeros próximos entre sí, poniendo las cuñas delante de
ellos, conseguía· mezclar los rayos teñidos que pasaban a
través de ellos y caían sobre una hoja de papel blanco
mantenida a una distancia convéniente de ellos a voluntad.
Así pues> podía hacer que el ·papel apareciera del color que
quisiese variando el grosor de las cuñas y consiguientemente
el teñido de los rayos que pasaban a través de ambos agu-
jeros, y en ocasiones cambiando tambié~ el ·papel, esto es,
poniendo un trozo de papel gris o negro en lugar del
blanco 18 •
· Con ello hallé experimentalmente io. que antes había
imaginado, que .todas las variedades imaginables de colores
son producidas a partir de diferentes grados de estos dos
colores, a saber, amarillo y azul, o su mezcla coa la luz
y ia oscuridad, esto es, bíanco y negro. Así ·pues, todas .esas
variedades casi infinitas que consiguen producir los acuare-.
listas y pintores mediante la composición de esos diversos [75]
colores que disponen en sus pocillos y paletas no son sino
cierta composición de uno o más, o todos, de estos cuatro.
Ahora bien, se me puede objetar aquí también que
ni los rojos pueden formarse a partir de la si:Jma de amari-
llos, puestos en mayor o menor cantidad, ni. -los amarillos
pueden formarse a Partir de rojos por más finos que se
extiendan. Por lo que atañe a la adición de blanco o negro,
278 ROBERT HOOKE

nada hacen sino aclarar u oscurecer el color al que se aña-


den, sin convertirlos en absoluto en otro tipo de color.
Por ejemplo, el bermellón atemperado con plomo blanco 19
no se hace ni un ápice más amarillo, sino que se torna en
un tipo de rojo más blanco. Tampoco el ocre amarillo, por
más espeso que se emplee, produce el color bermellón, ni
aunque se mezcle con negro produce en absoluto un rojo.
En verdad, aunque se atempere con blanco, no dará un tipo
más débil de amarillo, como el masicote, .sino tan sólo un
amarillo blanqueado. Tampoco los azul~s se diluirán o in-
tensificarán del modo a que me refiero, pues el añil nunca
dará un azul tan fino como el ultramarino o· cerúleo mon-
tano, ni dará nunca un verde cuando se amortigüe con
bermellón, por más que ambos se atemperen mucho con
blanco.
A ello respondo que existe una gran diferencia entre
diluir ün color y blanquearlo, pues diluir un color es hacer
más finas las partes coloreadas, de modo que la luz teñida
que se forma al atravesar esos cuerpos teñidos no reciba
una tintura tan profunda; por el contrario, blanquear un
color es tan sólo mezclar entre esas mismas partes muchas
reflexiones claras de luz. Asimismo, intensificar y oscurecer
o ennegrecer un color son cosas muy distintas, pues inten-
sificar un color es hacer que la luz pase a través de una
mayor cantidad del mismo cuerpo tintorio, mientras que
oscurecer o ennegrecer un color es tan sólo interponer una
multitud de manchas oscuras o negras entre esas mismas
partes teñidas o poner el color en una luz más débil.
Así pues, para empezar, por lo que atañe a la pri-
mera de estas operaciones; esto es, diluir e intensificar, la
mayoría de los colores utilizados por acuarelistas y pintores,
como el bermellón, el plomo ro;o o el ocre, no son suscep-
tibles . de ello, dado que las partes teñidas son tan extra-
ordinariamente pequeñas que las muelas más pedectas de
que disponemos son incapaces de separarlos en partes de
hecho tan finamente divididas como lo están las partes te-
ñidas. En efecto, al mirar el bermellón, ocre y plomo ro;o
molido con el mayor cuidado, podía ver que incluso esos
pequeños corpúsculos resultantes de los cuerpos estaban
compuestos por muchos trozos, esto es, parecían ser pe-
MICROGRAFÍA 279

queños trozos compuestos de una multitud de partes teñi-


das menores, y cada uno de los trozos parecía casi como
un trozo de vidrio rojo o cristal teñido todo rallado, de
manera que, a menos que la muela pudiese de hecho divi-
dirlos en partes -menores de lo que eran esas partíCulas
rayadas que formaban la mota teñida .que veía con mi
microscopio, sería imposible diluir el color por trituración.
Dado que la mayor finura que logramos no alcanza a hacer
tal cosa en el bermellón o en el ocre,· no podemos diluirlos
en absoluto o sólo con gran dificultad.
Ciertamente, es posible diluir otros colores cuyas
partículas son tales que se pueden .tomar menores molién-
dolos. Así se pueden diluir muchos azules, como el cobalto [76]
y el· cerúleo montano. Asimismo,. el masicote, que es ama-
rillo, se puede tomar más débil, e incluso el propio ber-
mellón, moliéndolo mucho, puede hacerse del color del
·plbmo ro;o, que no es sino un color naranja .que todos
reconocen que se acerca mucho al amarillo: Ahora bien,
aunque quizá algo de esta dilución del bermellón por ex-
ceso de moJido se pueda atribuir a la piedra de amolar o
· moleta, por cuanto que algunas de sus partes pueden des-
gastarse y mezclarse con el color, con todo no parece ser
mucho, pues lo he hecho sobre una piedra de se.rpentina
. ~ón una moleta que era un guijarro 20 y observé que se daba
el mismo fenómeno.
En segundo lugar, por lo que respecta a la otra de
· estas operaciones eon colores; esto es, su intensifiCación,
· resulta también inaplicable a la mayoría de los colores de
· los acuarelistas y pintores. En efecto, siendo en su mayor
parte opacos y procediendo dicha opaddad, como dije antes,
.de que las partículas están muy rayadas, a menos que fué-
semos capaces de juntar y reunir de nuevo esas partículas
rayadas en un trozo, no podríamos intensificar el color.
Puesto que somos incapaces de hacer tal cosa con la ma-
yoría de los colores que los pintores tienen por opacos, no
podemos, por tanto, intensificarlos añadiendo más del mismo
tipo.
Mas, dado que esos colores opacos reflejan dos tipos
de haces o rayos, esto es, rayos sin teñir que tan sólo se
reflejan en la superficie exterior, sin penetrar en absoluto
280 ROBERT HOOKE

en el cuerpo, y rayos teñidos que se reflejan en las super-


ficies internas o grietas después de haber sufrido una doble
refracción, y dado que los líquidos transparentes mezcla-
dos con dichos corpúsculos eliminan en su mayoría el primer
tipo de reflexión, se sigue que dichos colores mezclados con
agua o aceite aparecen más intensos que cuando están secos,
pues se elimina en su mayoría esa reflexión blanca proce-
dente de la superficie externa. En verdad, algunos de estos
colores se intensifican mucho por la mezcla con algún lí-
quido transparente, y ello porque quizá se insinúe entre
esas dos grietas, con lo que unen entre sí dos o más de esos
trozos agrietados, aunque eso sólo . ocurre en poquísimos.
Ahora bien, para mostrar qu~ todo esto no se dice
por decir, expondré algunos experimentos que ponen· de
manifiesto la probabilidad y posibilidad de estas cosas que
he expuesto aquí.
En efecto, en primer lugar, si se toma un líquido
teñido cualquiera, especialmente si está bastante intensa-
mente teñido, y por algún medio se hace con él una espu-
ma, los agregados de dicha espuma parecerán un cuerpo
opaco y aparecerán del mismo color que el líquida del que
proceden, aunque mucho más blanco, pues la abundancia
de las reflexiones de los rayos contra las superficies de las
burbujas de que consta la espuma hace rebotar los rayos
tan a menudo que poca luz puede pasar a su través, si es
que pasa alguna, y en consecuencia la espuma aparece opaca.
Asimismo, si a cualquiera de esos líquidos teñidos
que se pueden hervir se añade una pequeña cantidad de
flor fina 21 (cuyas partes se ve muy claramente al micros-
copio que constituyen corpúsculos transparentes) y se per-
mite que hierva hasta ·que· el líquido se espese, la masa del
líquido aparecerá opaca y teñida del mismo color, aunque
mucho más blanquecino.
[77] · También, si se toma un trozo de vidrio transparente
bien coloreado y tras calentarlo y enfriarlo en agua se quie-
bra por todas partes, se tomará opaco y mostrará el mismo
color de que estaba teñido, aunque más débil y blanco.
O bien, si se toma un tubo de este vidrio transpa-
rente y se funde en la llama de una lámpara, soplándose
a continuación en burbujas finísimas, rompiendo luego dichas
MICROGRAFÍA 281

burbujas y recogiendo en un papel una buena cantidad de esas


láminas, se hallará que una capa de escaso grosor de dichas
placas constituirá un cuerpo opaco, mientras que antes de
laminar de este modo la masa de vidrio se podía ver a
través de una. capa de cuatro veces -ese grosor. ~demás,
suministrará ahora un color por refracción a la manera de
otros colores opacos (como se denominan), aunque mucho
más débil y blanquecino que el de la masa o tubo con el
que se fabricó. ·
Igualmente, si se coge masilla y se funde con un
vidrio transparente y coloreado, lo hará convertirse en una
masa coloreada y ·opaca, suministrando por reflexión un color
más pálido y blanquecino que la masa.
Lo mismo se puede hacer merced .a una prepara-
ción de antimonio, tal y como ha mostrado el sabio mé-
dico Dr. C. M. 22 en sus excelentes observaciones y notas
sobre el Arte del vidrio de Nery, gracias a lo cual todos
los colores transparentes se tornan en opacos o esmaltes.
Si bien al molerlos pierden gran parte de su color, tomán-
dose mucho más blancos por razón de la multitud de re-
flexiones individuales en su superficie externa, como ya se
mostró, con todo el fuego, que al templarlos o fundirlos los
reúne, eliminando así esas reflexiones espuria$, hace des-
aparecer también ese blanqueamiento del color· que deriva
de ellas.
Por lo que respecta a los otros colores que emplean
los pintores, que son transparentes y se usan pai:a barnizar
los cuadros, es bien sabido que darlos más finos o espesos
diluye o intensifica muchísimo sus colores.
Así pues, dado que los colores de los pintores
éonstan en su mayoría de partículas sólidas tan pequeñas
que ni se pueden reunir ·en partículas más gruesas por
ningún arte hasta ahora conocido, por lo que no se pueden
hacer más profundos, ni se pueden dividir en partículas tan
pequeñas como las partículas agrietadas que presentan ese
color, y menos aún en otras menores, por lo que no se
pueden diluir, es necesario que quienes hayan de imitar
todo tipo de colores tengan tantos grados de cada color
como se puedan procurar. ·
Por este motivo, los acuarelistas y pintores tienen
282 ROBERT HOOKE

una gran variedad tanto de amarillos como de azules, aparte


de otros varios cuerpos coloreados que exhiben colores
muy compuestos, como verdes y púrpuras, así como otros que
están compuestos por varios grados de amarillo o varios
grados de azul, ora sin mezclar, ora compuestos con otros
muchos cuerpos coloreados.
Los amarillos, del más pálido al más intenso rojo
o escarlata que no está mezclado con azul, son el masicote
pálido y el intenso, el oropimente, el ocre inglés, el ocre
pardo, el plomo r<>;o y el bermellón, el ocre inglés tostado
y el ocre pardo tostado, el último de los cuales está mez-
clado con partes oscuras o sucias, etc.
f78J Sus azulesson diversas clases de esmaltes y verde-
tes, azul montano, ultramarino y añil, el último de los cuales
posee entremezcladas muchas partes sucias u oscuras.
Sus cuerpos coloreados compuestos son el pink 23
y el cardenillo, que son verdes, el uno un verde loro y el
otro un verde mar; también la laca, que es un púrpura
preciosísimo.
A ellos se pueden añadir sus negros .Y blancos, que
usualmente denominan también colores, de cada uno de
los cuales poseen diversas clases, como el negro de hueso
hecho de marfil quemado en un recipiente cerrado, el negro
azul hecho con picón de sauce o alguna. otra madera, y la
tierra de Cullen, que es una especie de negro marrón, &c.
Sus blancos usuales son el plomo blanco, sea artificial o
natural. Este último es el mejor de que disponen~ y mez-
clando y combinando estos colores sori capaces de imitar
cualquier color. Sus _rojos y amarillos fuertes se pueden
diluir por mezcla con amarillos pálidos, pudiéndose inten-
sificar los pálidos mezclándolos con otros más fuertes. En
efecto, con los colores opacos no ocurre como con los trans-
parentes, en los que al añadir más amarillo al amarillo se
intensifica, sino que en los opacos se diluye. Pueden aclarar
cualquier color mezclándolo con blanco y oscurecerlo mez-
clándolo con negro o algún color oscuro y sucio. En una
palabra, la mayoría de los colores o cuerpos coloreados que
utilizan en acuarelas y pinturas son tales que, aunque· se
mezclen con cualesquiera otros de sus colores, conservan
su propio matiz, y al dispersarse en partes tan diminutas
MICROGRAFÍA 283

a través de los otros cuerpos coloreados, ambos conjunta-


mente presentan al ojo un compuesto de todos, ya que el
ojo es incapaz de distinguir las partículas coloreadas indi-
viduales por mor de su pequeñez, recibiéndolas, en cambio.
como un compuesto perfecto. Sin embargo, en muchos de
ellos el microscopio distingue muy fácilmente por separado
cada uno de los colores componentes, mostrando su propio
color.
Así, mezclando yo muy cuidadosamente . bermellón
y azul montano, produje un finísimo púrpura o color mixto,
si bien al observarlo al microscopio podía distinguir fácil-
mente las partículas rojas y azules que no producían en ab-
soluto el fantasma del púrpura.
Resumiéndolo en unas pocas palabras, aún no me
he topado con ningún cuerpo sólido coloreado que haya
podido examinar y que resultara ser perfectamente opaco.
Ahora bien, los menos transparentes son los cuerpos me-
tálicos y minerales, éuyas partículas, pareciendo en general
o ser muy pequeñas o estar muy rayadas, se muestran opa-
cas en su mayoría, si bien hay muy pocas que haya mirado
al microscopio que no se hayan manifiestado como trans-
parentes, sea con toda claridad o por elementos de juicio
circunstanciales.
Ciertamente, parece haber tan pocos cuerpos en el
mundo que sean opacos in minimis, que creo que resulta
racional plantearse la pregunta de si haya algún cuerpo
.ábsolutamente opaco. En efecto, no me cabe la menor duda
(y he tomado nota de muchísimas circunstancias que me
hacen de este parecer) de que si pudiésemos mejorar mu-
·chísimo el 11JiCrOSCOpio, podríamos ver completamente trans-
parentes todos esos cuerpos, siendo así que ahora hemos de
conformarnos con conjeturado por las circunstancias. Es
más, los objetivos a que hemos de recurrir ahora son tales
que hacen que muchos cuerpos transparentes aparezcan a la
vista como opacos cuando se examinan a su través, si bien [79]
mostrarán de nuevo su transparencia si se aumenta la aper-
tura un poco, se proyecta más luz sobre el objeto y no se
baja tanto la lente.
Por lo que atañe ahora a todo tipo de colores solu-
bles en agua u otros líquidos, nada es tan manifiesto como
284 ROBERT HOOKE

que todos esos líquidos teñidos son transparentes, siendo


muchos de ellos susceptibles de diluirse y componerse y
mezclarse con otros colores, mientras que muchos otros se
pueden cambiar o intensificar o fijar en gran medida con
diversos tipos de menstruos salinos. Otros de ellos, al com-
ponerse, destruyen o vician mutuamente sus colores, pre-
cipitando o alterando notablemente por otros medios la tin-
tura del otro. Uno de los grandes misterios de los teñidores
es el verdadero orden, dilución e intensificación o mezcla
y fijado de cada uno de ellos. Por ahora nada más añadiré
sobre estos extremos, ya que nuestro microscopio nos su-
ministra muy poca información sobre ellos, salvo tan sólo
que con unas p~s tinturas ordenadas y mezcladas de ciertas
maneras demasiado largas como para exponerlas aquí, he
conseguido hacer una apariencia de todos los diferentes co-
lores imaginables sin recurrir para nada al empleo de sales
o menstruos salinos para modificarlos.
Por lo que atañe a la mutación de los colores me-
diante menstruos salinos, éstos han sido tratados tan com-
pleta y excelentemente por el recién mencionado incom-
parable autor, que nada puedo añadir. sino que, por una ·
multitud de ensayos que he realizado, he hallado que con-
cuerdan exactamente con sus reglas· y teorías. y aunque
pueda haber infinitos casos, con. todo pueden reducirse a
unas pocas categorías, ajustándose a unas pocas reglas. En
general encuentro que los menstruos salinos son más efica-
ces cuando operan sobre aquellos colores que son púrpura
o contienen algún grado de púrpura, siéndolo mucho menos
con otros colores. Los pulsos espurios que lo componen,
hallándose (como se ha señalado anteriormente) tan próxi-
mos al punto medio entre los. verdaderos, una pequeña
variación los arrojará a ambos o bien a un lado o bien al
otro, con lo que se ha de producir una notable mutación
en el color que se presentaba antes.
MICROGRAFÍA 285

Obseív. XL De fas formas observadas en la· arena


fina.

E N general, la arena no parece ser sino guijarros peque-


ñísimos o al menos algunas partes muy pequeñas de
una piedra mayor. La más blanca, vista al microscopio, pa-
rece constar de pequeños trozos transparentes de algún cuer-
po diáfano, cada uno de los cuales se parece mucho ·a un
trozo de alumbre o sal gema. En su mayoría este tipo de
arena presenta ángulos de manera irregular, sin ninguna
forma determinada, estando... sus .gránulos-en su mayoría.
resquebrajados, aunque entre muchos de ellos no es difícil
encontrar algunos perfectamente diáfanos· como un trozo
de cristal claro, así como otros con las formas más curio-
sas, muy a la manera de las mayores lágrimas de cristal o los
pequeños diamantes que he observado en ciertos pederna-
les de los que me ocuparé en otra ocasión 1• Estos últimos,
en particular, parecen hablar a favor de que este tipo de
arena no se forma por trituración de cuerpos cristalinos [80]
transparentes mayores, sino por la concreción o coagulación
de agua u otro cuerpo fluido.
Hay otros tipos de arenas más gruesas que son más
marrones y que tienen las partículas mucho mayores. Éstas,
vistas al micros.copio, parecen sustancias mucho más gruesas
y opacas, tenierido en su mayoría una forma redonda irre-
gular; y aunque no aparecen tan opacas como a simple vista,
·con todo aparecen muy imperfectas y oscuras. Sin embargo,
como he hallado a menudo, tampoco éstas carecen de par-
tículas perfectamente transparentes-, de forma regular y bien ·
coloreadas.
Hay. multitud de otros tipos de arena que en mu-
chos aspectos fácilmente descubribles ron el microscopio
difieren ·tanto de los recién mencionados como entre sí,
pues parece haber tanta diversidad de arenas como piedras
hay. Y así como entre las piedras algunas se denominan
· preciosas por su excelencia, así también hay arenas que
· merecen el mismo epíteto por su belleza, pues observando
una pequeña muestra de arena de las Indias Orientales (que
me facilitó mi muy honorable amigo el señor Daniel Col-
286 ROBERT HOOKE

wall) 2 y, más adelante, otra muestra de tipo muy similar,


hallé que muchas de ellas eran muy transparentes, como
piedras preciosas, y además de forma regular como el cristal,
los diamantes de Cornualles, algunos rubíes, &c., estando
asimismo teñidas con colores muy vivos y profwidos, como
los rubíes, za/iros, esmeraldas, etc. He hallado también
a menudo estos gránulos en la arena inglesa, siendo muy
fácil falsificar esta arena con vidrio profundamente teñido,
esmalte o pinturas.
No tendría fin describir la multitud de formas con
que me he encontrado en estos tipos de cuerpos diminutos,
como las esféricas, ovales, piramidales, cónicas, prismáti-
cas, pues he tenido noticia de cada uno de estos tipos.
Pero, entre muchas ·otras, no me encontré con nin-
guna más destacada que esta bonita concha (dibujada en
la Figura X de la Plancha quinta), la cual, aunque por ha-
berme topado casualmente con ella merecía haber sido pa-
sada por alto (siendo incapaz de indicar cómo encontrar otra
similar), con todo, poJ; su rareza no dejaba de tener interés,
especialmente teniendo en cuenta Ja información que puede·
suministrarnos. En efecto, gracias a ella tenemos un exce-
lente ejemplo de la delicadeza de Ja naturaleza en otro tipo
de animales que por su carácter_ diminuto se hallan alejados
del alcance de nuestra visión, _d!!. modo que existen diversos
tipos de insectos, como los ácaros y otros, tan peque-
ños como para no haber recibido aún nombre (algunos de
los cuales describiré más abajo) 3, y también de pececi-
llos como sanguijuelas en vinagre 4, así como de pequeños
vegetales, como el musgo y las plantas de las hojas del
rosal 5 no menos que los pequeños ·hongos como el moho 6 •
Asimismo, también hay, al parecer, pequeños animales de
concha, mostrando la naturaleza su delicadeza en cada tribu
de animales, vegetales y minerales.
Estaba yo probando diversas lentes simples y pe-
queñas cuando, mirando por casualidad un poco de arena
blanca, vi que uno de los granos tenía exactamente la forma
y enrollado de una concha. Al tratar de distinguirla a simple
vista resultó ser tan pequeña que me vi obligado de nuevo
a recurrir a la lente para encontrarla. A continuación, mien-
tras la observaba de esta manera, separé con un alfiler
MICROGRAFÍA 287

todos los demás gránulos de arena, hallando luego que


a simple vista aparecía como una mancha blanca extrema-
damente pequeña, no mayor que la punta de un alfiler. [81]
La observé a continuación por todas partes con un micros-
copio mejor, hallando que por ambas caras y de canto se ase-
mejaba a la concha de un pequeño caracol de agua con
concha espiral plana. Presentaba doce weltas, a, b, c, d,
e, &c., que se volvían muy proporcionadamente menores
hacia el medio o centro de la concha, donde habfa- una
mancha blanca redonda muy pequeña. Ciertamente; era in-
capaz de descubrir si la concha era hueca o no, aunque
-parecía estar llena de algo, siendo probable que estuviese
petrificada tal y como a menudo lo están otras conchas
mayores, al modo mencionado en la Observación diecisiete.

Observ. XII. De la gravilla en la orina.


. .
H E observado a menudo la arena o gravilla de la orina,
que parece ser una sustancia tartárica gem;rada a partir
de la sustancia salina y terrestre cristalizada. en forma de
tártaro, adheriéndose a veces a las paredes del orinal 1, aun-
que en su mayoría se pegan al fondo, permaneciendo allí
en forma de arena común gruesa que al microscopio aparece
como· una congregación de cuerpos pequeños, en parte trans-
parentes y en parte opacos, algunos blancos, otros amarillos,
otros rojos y otros de colQ,re~ más marrones y pardos.
Su forma es casi siempre plana, a la manera de lajas
o piedras planas similares, es decir, cada una de ellas pa-
rece estar formada por otras varias placas más delgadas, de
manera muy parecida al cristal de Moscovia o al espato
inglés, al cual parece asemejarse más la gravilla en placas
de color blanco, dado que no ·sólo aparece en placas como
él, sino que además sus lados tienen también la forma de
rombos, romboides y a veces de rectángulos y cuadrados.
Sus tamaños y formas pueden verse en la Figura segunda
de la Plancha séptima, donde se representa una docena de
ellas aproximadamente, dispuestas sobre una plancha ABCD.
288 ROBERT HOOKE

Algunas de ellas, tomo a, b, c, d, parecían más regulares


que el resto, y e, una pequeña adherida en la parte superior
de otra, era un romboide perfecto por arriba, teniendo cuatro
lados rectangulares.
La línea E 2, que era la medida dp microscopio,
es 1/32 parte de una pulgada inglesa [0,79 mm], de ma-
nera que la mayor anchura de cualquiera de ellas no supe-
raba la 1/128 parte de una pulgada [0,2 mm].
Al ponerlas en diversos líquidos, hallé que las disol-
vía el aceite de vitriolo, el espíritu de orina 3 y otros diver-
sos menstruos salinos, el primero de los cuales lo hacía en
menos de un minuto sin ebullición, mientras que el agua ·
y muchos otros líquidos no poseían un efecto rápido sobre
ellas. Menciono esto porque los líquidos que las disuelven,
al principio las vuelven. muy blancas, no viciando, sino más
bien rectificando su forma, por lo que las convierten en
preciosos objetos para el microscopio.
Fácil es imaginar ruán notable ventaja sería para
quienes sufren del mal de piedra hallar algún menstruo que
pudiera disolverlas sin dañar la vejiga, pues ciertas inyec-
ciones hechas con tales ~erpos podrían disolver asimismo
la piedra que parece ser en gran medida de la misma na-
[82] turaleza. Así pues, quizá valga la pena que algunos médicos
investiguen si no habrá algo mezclado con la orina en la
que está la gravilla o las. piedras y que pueda hacer que se
disuelvan de nuevo, pues por su forma regular aquélla pa-
rece a veces haber cristt,Zlizado a partir de ello. En efecto,
sea que esta cristalización proceda a la manera de la del
alumbre, salitre, &c., que cristalizan a partir de un líquido
frío en el que se han disuelto hirviéndolos, sea que se reali-
ce a la manera del tártaro vitriolado, es decir, por la coali-
ción de una sustancia ácida y otra sulfúrea, no parece im-
posible que el líquido en que se encuentra se convierta de
Óuevo en un disolvente suyo. Mas, dejando estas indaga-
ciones a los médicos o químicos a quienes propiamente com-
peten, seguiré adelante.
MICROGRAFÍA 289

Schr:Vll

e
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 291

Ohserv. XIII~ De los pequeños diamantes o chis-


pas del pedernal 1•

R hallé en sualinterior
OMPIENDO acaso una piedra de pedernal en tr<>Zos,
una cierta cavidad toda incrustada
con una sustancia confitada muy bonita, algunas de cuyas
partes, al cambiar la posición de la piedra respecto a la luz
. incidente, mostraban cierto. número de reflexiones pequeñas
aunque muy vívidas. Echando mano de mi microscopio, pude
percibir que toda la superficie de la cavidad se hallaba com-
pletamente adornada con una multitud de pequeños cuerpos
cristalinos o diamantinos tan perfectamente formados que
constituían un objeto nada desagrádable. ·
Habiendo considerado esas vívidas repercusiones de
luz, hallé que procedían en parte de la superficie plana
externa de dichos cuerpos de forma regtilar (que suministra-
ban las reflexiones vívidas)° y en parte del interior del cuerpo
un tanto diáfano, es decir, de alguna· superficie del cuerpo
opuesta a aquella superficie que se hallaba próxima al ojo.
Dado que estos cuerpos eran· tan pequefios que no
podía arreglármelas bien para experimentar con ellos y exa-
minarlos, me hice con diversas lágrim~s pequeñas de crista-
les o diamantes que se hallan en gJ"&ndes cantidades en
Cornualles, por lo que comúnmente se denominan diamantes
de Cornualles. Siendo éstos muy diáfanos y creciendo en
una cavidad hueca de la roca (como me han informado
muchas veces quienes los han observado) de manera muy
similar a como hacen éstos en el pedernal, y teniendo ade-
más su superficie externa de una forma muy regular, man-
teniendo en gran medida las mismas figuras que algunos de
aquellos que observaba en el otro, constituían una ayuda
conveniente para que yo pudiese examinar las propiedades
de esos tipos de cuerpos.
En primer lugar, por lo que respecta a las reflexio-
nes, en éStos es fácilmente observable que las re.flexiones
más brillantes de la luz proceden del interior del cuerpo
diáfano, ésto es, que los rayos admitidos a través de la
sustancia diáfana, al ir a salir por la cara opuesta, son
vívidamente reflejados por la fuerte superficie reflectante
292 ROBERT HOOKE

contigua del aire, de modo que, merced a esta superficie,


y aunque el rayo hubiera sufrido al entrar y salir del cristal
una doble refracción, se reflejaban hacia el ojo más rayos que
merced a la superficie externa del cristal en la que el rayo
no había sufrido refracción alguna.
(83] · Ensayé por el siguiente procedimiento que era la
superficie del aire la que producía una repercusión tan ví-
vida. Hundí la mitad de la lágrima en agua de manera que
sólo el agua estuviese contigua a la superficie inferior, con
lo que la reflexión interna era tan extremadamente débil
que apenas resultaba discernible. De nuevo traté de alterar
la reflexión vívida eliminando el aire con un cuerpo no
fluido, cosa que hice frotando y apretando muy fuerte mi
dedo contra la superficie inferior, de modo que en muchos
lugares el pulpejo de mi dedo tocaba el cristal sin dejar
ningún aire interyacente en medio. Al observar luego la
reflexión, hallé que dondequiera.que mi dedo o piel tocaba
la superficie en esa parte no había reflexión, si bien. de
los pequeños SUIWS o arrugas de mi piel, donde quedaban
pequeñas líneas de aire, procedían reflexiones muy vívidas,
como ante8. Realicé más experimentos haciendo que con-
tigua a la superficie inferior de este cuerpo diáfano se ha-
llase la superficie de un azogue muy puro, con lo que la
reflexión de aquella s~perficie resultó tan ·extremadamente
más vívida que la del aire como la reflexión del aire lo era
respecto a la del agua. Por todos estos ensayos vi clara-
mente que el aire fuertemente reflectante era la causa de
este fenómeno.
Esto concuerda muy bien con la hipótesis de la luz
y de los cuerpos Jiáfanqf que he mencionado en la des~
cripción del cristal Je Moscovia, pues suponíamos allí que
el cristal era un medio que resiste menos al pulso de luz,
por lo que la mayoría de los rayos que inciden sobre él
penetran en su interior y se refractan hacia la perpendicular,
mientras que supongo que el aire es un cuerpo que le
ofrece más resistencia, por lo que resultan repercutidos más
de los que penetran en ~:-He realizado el mismo tipo de
ensayos con vidrio cristalino, con gotas de cuerpos fluidos
y de otros modos diversos, todos los cuales parecen concor-
dar muy exactamente con esta teoría, de manera que de
MICROGRAFÍA 293

este principio bien establecido podem~s deducir diversos


corolarios no indignos de atención. ·
El primero de ellos es que de esto se desprende clara-
mente que la producción del arco iris ha de atribuirse tanto
a la reflexión de la superficie cóncava del aire como a la
refracción de las gotas globulares. Ello quedará evidente-
mente de manifiesto por estos experimentos. Si se azoga
esa parte de la bola de vidrio que ha de reflejar el iris,
como en el experimento cartesiano antes mencionado 2 , las
reflexiones serán abundantemente más fuertes y los colores
más vívidos, y si esa parte de la superficie estuviese en con-
tacto con agua, apenas suministraría- ningú1,l colQt _sens!ble -
en absoluto.
A continuación averiguamos que la gran razón de que
los cuerpos diáfanos muy triturados sean blancos deriva de la
multitud de reflexiones producidas no en las partículas del
cuerpo, sino en la superficie contigua del aire. Esto queda
evidentemente de manifiesto llenandó ºde agua los intersticios
de esos cuerpos pulverizados, con lo que de hecho su blan-
cura desaparece. De la misma razón deriva la blancura de
muchos tipos de arenas que al microscopio parecen estar
formadas por una multitud de péqueños cuerpos diáfanos
cuyas reflexiones más brillantes provienen de sus superfi-
cies internas, como puede verse d~ramente con el micros-
copio. Gran parte de su blancura $C puede destruir echando
agua clara para que esté contigua a dichas superficies.
Asimismo, la blancura de la espuma ha de atribuirse
en su mayor parte a la reflexión· de la lúz en la superficie (84]
del aire dentro de las burbujas .y en escasa medida a la
reflexión en la superficie de.Ja propia agu8y- pues esta úh
tima reflexión no devuelve un cuarto de los rayos que pro-
ceden de la superficie del aire, tal y como he hallado con
certeza por una multitud de obseJ,"Vaciones y experimentos.
La blancura del lino, papel, seda, &c., procede en
gran medida de la misma razón, como descubrirá fácilmente
el microscopfo, pues el papel está hecho de gran cantidad
de cuerpos diáfanos que suministran una abundantísima
reflexión desde dentro, esto es, desde la superficie cóncava
del aire contiguo a sus partículas componentes. De ahí que
echando agua, aceite, sebo, trementina, &c., todas esas re-
294 ROBERT HOOKE

flexiones se tomen más débiles y los rayos de luz puedan


pasar y atravesar más libremente el papel.
De ahí también podemos colegir la razón de la blan-
cura de muchos cuerpos y de por qué medios pueden ha-
. cerse en parte diáfanos, como, por ejemplo, el mármol
blanco, pues este cuerpo está compuesto por un cuerpo
diáfano extremadamente rayado; esto es, hay una gran can-
tidad de grietas o hendiduras delgadas y muy finas entre la
multitud de partículas del cuerpo, las cuales contienen en
su interior pequeñas partes de aire que repercuten y de-
vuelven los haces que penetran, de modo que no pueden
entrar muy profundamente en dicho cuerpo que está hecho
de una reuni6n de partículas diáfanas, como nos informa· el
microscopio. Hallé todo esto ·además un tanto más evidente
gracias a algunos ensayos que hice para tornar transparente
el mármol, pues calentando la piedra un poco y empapán-
dola de aceite, trementina, acc:ite de trementina, &c., hallé
que era capaz de ver mucho más profundamente que antes
dentro del cuerpo del mármol. Uno de los ensayos, que no
recurría a úna sustancia untuosa, resultaba mejor que el
resto, por lo que haré más experimentos con ella cuando
tenga mejor ocasión. ·
Esto también nos da la l'áZÓn probable del tan admi-
rado fenómeno del oculus mundi 3, una piedra oval que
usualmente parece alabastro blanco, aunque tras dejarla un
cierto tiempo en agua se toma diá/ana y transparente, y
permitiéndole secar de nuevo pierde gradualmente la trans-
parencia y se toma blanca como antes. En efecto, siendo
esta piedra de naturaleza hueca y esponjosa, tiene en la_pri-
mer¡ y última de es.tas apariencias todos sus poros llenos
de aire embotante y reflectante, mientras que en la segunda,
todos los poros están llenos de un medio que tiene en gran
medida la misma refracción que las partículas de la piedra,
por lo que, estando ambos contiguos, forman por así decir
un medio continuo, extremo sobre el que nos extendere-
mos más en la Observaci6n 15.
Hay multitud de otros fen6menos producidos por
este mismo principio que, así como no ha sido hasta ahora
señalado por nadie, que yo sepa, creo que tras una observa-
ción más diligente no se hallará poco importante. Mas aquí
MICROGRAFÍA 295

sólo tengo tiempo de s~gerir hipótesis y no de desarrollarlas


tan plenamente como me gustaría. Muchas de ellas poseen
un vasto alcance en la _producción de una multitud de
fen6menos que otras personas o no han tratado de explicar
o han atribuido a alguna otra causa distinta de la que yo
les he asignado y tal vez de la correcta. Por tanto, dejaré
esto en manos de los que tengan más tiempo, si bien antes [85]
no olvidaré sugerir que mediante este principio resultan
explicables con más claridad y (quizá) verdad multitud de
fen6menos del aire, como las brumas, nubes, meteoros,
halos, &c., siendo también deductibles de él multitud de
fen6menos de los cuerpos coloreados, como líquidos, &c.
De esto pasaré a un segundo fen6meno notable que
muestran estos diamantes, cual es la regu)yidad de su
figura, propiedad no menos general que la anterior, com-
prendiendo bajo su ámbito todos los tipos de metales, todos
los tipos de minerales, la mayoría de las piedras preciosas,
todos los tipos de sales, multitud de tierras y casi todos_ los
tipos de cuerpos fluidos. ·Ésta es otra propiedad que, aunque
notada un poco superficialmente por algunos, que yo sepa
nadie ha tratado de explicar.
Dado que pienso que esta propiedad de los cuerpos
es la más valiosa y la siguiente a tomar en cuenta tras la
contemplación de la figura globuiar, hace mucho que con.
cebí el deseo y la determinación de investigarla cuando
hubiera ocasión, habiéndome propuesto a mí mismo desde
hace tie~po el método de mi ind~g~ción acerca de ella,
conteniendo todos los atractivos de que estimo capaz a una
investigación. En efecto, considero que deriva del principio
más simple del que pueda proceder éualquier tipo de forma
tras la globular, que fue la primera que cayó bajo mi aten-
ción 4, dejando a la consideración del juicioso lector la de-
terminación de mis logros al respecto. Del mismo modo que
esa forma deriva de una propiedad de los cuerpos fluidos
que he denominado congruencia o incongruencia, pienso
que si dispusiese de tiempo y ocasión, podría mostrar la
probabilidad de que todas estas formas regulares que son
tan conspicuamente variadas y curiosas y que tanto ador-
nan y embellecen tal multitud de cuerpos, como he apun-
tado antes, derivan tan sólo de tres o cuatro posiciones
296 ROBERT HOOKE

o posturas diversas de las partículas globulares, siendo las


conjunciones más simples, obvias y necesarias posibles de
las partículas con tales formas, de manera que, suponiendo
la concurrencia de diclias causas simples y obvias, las partícu-
las que se coagulan han de componer necesariamente un
cuerpo de tal forma regular deterÍninada y no otra, y ello
con tanta necesidad. y obviedad como que un cuerpo fluido
rodeado por otro heterogéneo se ve obligado a adoptar la
forma de una esférula o globo. Esto es algo que he de-
mostrado visualmente con un conjunto de balas y algunos
otros pocos cuerpos muy simples, no habiendo ninguna fi-
gura regular con la que hasta ahora me haya topado de
ninguno de esos cuerpos que he mencionado antes qu.e no
pudiera yo wntar con la ~omposición de balas o glóbulos
y uno o un par de otros cuerpos casi tan sólo con darles
una sacudida. Así, por ejemplo, podemos hallar que las
balas globulares, si se colocan en un plano inclinado de
manera que puedan rodar juntas, establecerán por sí mismas
un orden triangular, formando todas las variedades de fi-
guras que se puedan imaginar compuestas de triángulos
equiláteros, tal y como se hallará por experimentación que
ocurre con todas las superficies del alumbre, pues tres balas
descansando sobre un plano y tan juntas como· sea posible
componen una forma equiÚt;fo-triangular, .como A, en la
Plancha 7. Si por uno de los lados se une a ellas una cuarta
tan estrechamente como sea posible, las cuatro forman un
rombo muy regular que consta de dos triángulos equiláte-
[86] ros, como B. Si por alguno d~ los lados se les une una
quinta en· una posición tan estrecha como se pueda, lo que
constituye la propiedad de la textura, se forma un trapecio
o figura de cuatro lados, dos de cuyos ángulos son de 120
y dos de 60 grados, como C. Si se añade una sexta como
antes, o compone un triángulo equilátero como D, o un
romboide como E, o una figura exangular como F, que está
compuesta por dos rombos primarios. Si se añade una sép-
tima, forma o una figura equilátero-exagonal, como G, o
algún tipo de figura de seis lados, como H o l. Aunque
haya muchas unidas, se pueden disponer en alguna de las
mencionadas figuras, "todos cuyos ángulos serán o de 60
grados o de 120, como la figura K, que es una figura exa-
MICROGRAFÍA 297

gonal ·equiangular compuesta por doce glóbulos. Pero puede


constar también de 25, 27, 36 o 42, &c., y por este tipo
de textura o posición de los cuerpos globulares se puede
hallar toda la variedad de formas regulares que adoptan las
superficies planas del alumbre, tal y como puede compro-
barse fácilmente si se examinan. Y no sólo se aplica esto
a las superficies, sino también a los sólidos, pues es obvio
que un cuarto glóbulo puesto sobre el tercero en esta tex-
tura forma un tetraedrp regular, que es una figura muy
usual del cristal de alumbre. Y (para acabar de una vez)
no hay figura en la que se observe que cristaliza el alumbre
que no se. pueda imitar mediante esta textura de glóbulos
y no otra.
Podría poner también como ejemplos la figura de
la sal marina y de la sal gema, que está compuesta por una
textura de glóbulos dispuestos en forma cúbica, como L,
pudiéndose imitar todas las figuras de esas sales mediante
esta textura de glóbulos y no mediante otra cualquiera.
Asimismo, las formas del vitriolo y del salitre, al igual que
las del cristal y la esearcha, &c., se componen de estas dos
. texturas, aunque moduladas por ciertas propiedades. Con
todo, no dispongo aquí de tiempo para insistir en este tema,
así como tampoco para mostrar por qué medios llegan a
disponerse los glóbulos en estas texturas o qué son dichos
glóbulos, no menos que otros detalles precisos para una
explicación plena e inteligible. de esta propiedad de los
cuerpos. Tampoco he tenido hasta ahora oportunidad de
llevar la investigación tan lejos como había planeado, ni sé
cuándo voy a poder hacerlo 5, pues exige abundancia de
tiempo y una gran cantidad de ayuda llevar a cabo cuanto.
había planeado, cuyo modelo era el que sigue:
Primero, obtener una colección lo más exac::ta y plena
posible de todos los diferentes tipos de cuerpos con figura
geométrica, unos tres o cuatro euerpos de cada tipo.
Segundo, extraer de ellos una historia tan exacta
como sea posible de lo que pueda averiguar de sus lugares
de generación o hallazgo, investiganélo cuantas circunstancias
lleven a ilustrar esta investigación eh la medida en que las
pueda observar.
En tercer lugar, realizar cuantos ensayos experi-
298 ROBERT HOOKE

mentales pueda hallar necesarios en las disoluciones y coagu-


laciones de diversas sales que cristalizan, en orden a la ne-
cesaria instrucción e información de esta investigación.
En cuarto lugar, -realizar diversos ensayos sobre otros
varios cuerpos, como metales, minerales y piedras, disol-
viéndolos en diferentes menstruos y crista/izándolos, de
manera que se vea qué formas surgirían de esos diversos
compuestos.
[87] En quinto lugar, hacer _compuestos o coagulaciones
de diversas sales juntas en la misma masa, a fin de observar
de qué figura sería su producto y, sobre todo, para averi-
guar cuantas circunstancias considere conducentes a mi in-
dagación.
En sexto lugar, investigar el carácter tupido o raro
de la textura de estos cuerpos, examinando su gravedad y
su refracción, &c.
En séptimo lugar, indagar en concreto qué opera-
ciones realiza el fuego sobre diversos tipos de sales, qué
Ounbios produce en sus figuras, texturas o energías.
En octavo lugar, examinar su modo de disolución
o acción sobre esos cuerpos solubles en ellos, la textura
de dichos cuerpos antes y después del proceso. Esto por lo
que respecta a la historia 6 •
Después, por lo que respecta a la solución, exami-
nar por cuáles y cuántos métodos podrían posiblemente
producirse tales y cuales formas, acciones y efectos.
Y, finalmente, a partir de todas las circunstancias
bien sopesadas, trataría de mostrar cuál de ellas era más
plausible y (si las informaciones derivadas de estas indaga-
ciones diesen lugar··a ello) de demostrar cuál de ellas ha de
ser y era.
Pero, prosiguiendo, del mismo modo que la consi-
dero la más simple después de la globular, así, en segundo
lugar, la considero no menos grata. En efecto, lo que hace
grata una investigación es, primero, un noble descubrimien-
to que prometa coronar la investigación con éxito, y tal ha
de ser ciertamente el conocimiento de las causas eficientes
y concurrentes de tocias estas curiosas figuras geométricas
que ha hecho finalmente que los filósofos concluyan que la
naturaleza oficia de geómetra en estas cosas, de acuerdo con
MICROGRAFÍA 299

ese dicho de Platón, O 8eo~ yew!J.E'tpet. O, en segundo lugar,
una gran variedad de la materia de la investigación; y aquí
nos encontramos nada menos· que con las matemáticas de la
naturaleza, pJCSentando cada día una nueva forma que con-
templhr o una variación de la misma en otro cuerpo.
Todo lo cual nos suministra una tercera cosa que
habrá de endulzar aún más la investigación, cual es una
multitud de información. Donde el descubrimiento es grande
ya no habremos de andar a tientas en la oscuridad, como en
la mayor parte de las otras investigaciones, pues disponiendo
de tal multitud de ejemplos para comparar y tan cómodos
procedimientos de generar o componer y destruir la forma,
como en la solución y cristalización de sales, no podremos
menos de adquirir abundante información para procecfer
con ella. Esto se verá más aún por la universalidad del prin-
cipio del que ha hecho uso la naturaleza casi en todos los
cuerpos inanimados. Por consiguiente, así como la contem-
plación de todos ellos conduce al conocimiento de cualquiera
de ellos, del conocimiento científico de cualquiera se sigue
lo mismo para todos y cada uno de ellos.
Y en cuarto lugar, por lo qu~ respecta a la utilidad
de este conocimiento una vez adquirido, si se piensa, cierta-
mente no cabe la menor duda de qué nos hace avanzar un
paso hacia el laberinto de la naturaleza, en la buena vía
hacia el fin que nos proponemos en todas las investigacio-
nes filosóficas. De este modo, una vez sabido cuál es la
forma de los cuerpos inanimados o minerales, seremos mu-
cho más capaces de proceder en nuestra siguiente investiga-
ción acerca de las fotmas de los cuerpos vegetales y finalmen- [8~].
te de los animados, que parecen ser el más alto escalón del
conocimiento natural del que es capaz la mente humana.

Observ. XIV. De diversos tipos de figuras con-


geladas 1•
MUCHAS veces por la mañana, cuando ha escarchado
mucho, he observado con un microscopio de cual-
quier aumento los pequeños carámbanos de las barbas cris-
300 ROBERT HOOKE

talinas que cubren normalmente la superficie de la mayor·


parte de los cuerpos expuestos al aire frío, hallando que
por regla general eran cuerpos prismáticos exangulares, muy
parecidos a los largos cristales de salitre, difiriendo tan
sólo en los extremos, pues mientras que los del nitro son
en su mayoría piramidales, terminando sea en un punto
o en una arista, los de la escarcha eran huecos, presentando
muchos de ellos una cavidad bastante profunda, cavidad que
se podía ver con mucha claridad porque normalmente falta-
ba una u otra de las seis caras en forma de paralelogramo,
o por lo menos era mucho más corta que el resto.
Mas esto ocurre sólo con la figura de la escarcha
barbada, pues en general las partículas de otros tipos de
escarcha parecen irregulares, sin forma definida. Es más,
las partes de esas curiosas ramificaciones o vórtices que en
tiempo frío empañan usualmente la superficie del vidrio,
aparecen al microscopio muy burdas e informes, tal y como
ocurre con otros tipos de figuras congeladas que a simple
vista parecen extraordinariamente perfectas y exactas, como
las formas de la nieve, la orina congelada, el granizo, di-
- versas formas congeladas en agua común; &c. Adjuntaré
aquí algunas observaciones de cada una de ellas, pues si se
consideran y examinan atentamente, tal vez resulten ser muy
instructivas para hallar aquello que trataba de mostrar en la
observación precedente, la más simple y llana operación de
la naturaleza (después de la forma globular que está causada
por la congruencia, como espero haber hecho probable en
la sexta Observación), de la que, no obstante, aún lo igno-
ramos todo.

I.
Diversos pormenores observables en las figuras de
seis brazos formadas en la superficie de la orina
por congelación.
1 Las figuras * estaban todas congeladas al mismo
nivel que la superficie de la orina en el recipiente, aunque

* Plancha 8, Fig. l.
MICROGRAFÍA 301

Schem·.vnr . O *" ** * * 01 * * ~*
.~
J
P ...
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 303

los tallos mayores sobresalían un poco por encima de la


superficie, siendo las partes de dichos tallos que estaban
más próximas al centro (a) las que más_sobresalían por en-
cima de la superficie.
2 He observado varios tipos de estas figuras, al-
gunas menores, sin exceder el tamaño de una moneda de
dos peniques, y otras tan grandes que por medición he
hallado que uno de sus tallos o ramas era de más de
cuatro pies [1,22 m] de longitud. Algunas de éstas eran
bastante redondas con todas las ramas casi iguales; otras
se extendían más hacia un lado, como ocurre usualmente
con esas tan grandes que he observado en fosos que han [89]
estado llenos ae aguas residuales.
3 Ninguna de todas estas figuras que he observa-
do presentaba ninguna posición regular respecto a las otras
o a los costados del recipiente, ni tampoco hallé que nin-
guna de ellas se extendiese de manera exactamente igual
en todas direcciones desde el centro a.
4 Dondequiera que había un centro, las ramifica.., ·
clones a partir de él, ab, ac, ad, ae, af, ag_. nunca eran ni
menos ni más de seis, y normalment~ concurrían o se en-
contraban entre sí casi exactamente en el mismo punto
o centro, a, aunque a menudo po exactamente. Estaban in-
cliriadas entre sí casi exactamente. sesenta grados; digo casi
exactamente porque, al tratar de medirlo de la manera más
precisa de que era capaz con el mayor compás de que dis-
ponía, no pude hallar ninguna variación sepsible de dicha
medida, por más que, al formar toda la figura de seis ramas
un ángulo s<)lido, han de ser por necesidad algo menores.
5 Las líneas centrales o troncos de estas ramas,
ab, ac, ad, ae, af, ag, parecían un tanto más blancas y un
poco más altas que cualquiera de las ramificaciones inter-
medias de dichas figuras, mientras que el centro, a, consti-
tuía la parte más prominente de toda la figura, pareciendo
el ápice de un ángulo sólido o pirámide, hallándose cada
uno de sus seis planos un poco inclinado bajo la superficie
de la orina.
6 Las ramificaciones laterales que salían de las
grandes, como op, mq, &c., estaban cada una de ellas in-
clinada respecto a las grandes en el mismo ángulo de unos
304 ROBERT HOOKE

sesenta grados, según el cual las grandes se inclinaban entre


sí, y siempre las ramificaciones mayores sobresalían sobre
las menores y las menores sobre las mínimas, siguiendo
gradaciones proporcionales.
7 Las ramas laterales que surgían de las grandes
se alejaban todas ellas del centro, siendo todas paralelas
a esa gran rama que se hallaba contigua a aquélla en que
se encontraban. De manera que, así como todas las ramas
de un lado eran paralelas entre sí, también lo eran todas
ellas a la gran rama· próxima, como po, qr; puesto que eran
paralelas entre sí y surgían a partir del centro, también
eran paralelas a la gran rama ah.
8 Algunos de los troncos de las seis ramas proce-
dían en línea recta, siendo de un grosor que se agudizaba
gradualmente hacia el extremo, como ag.
9 Otros de los troncos de esas ramas se tomaban
mayores y nudosos hacia el centro, y las ramas, también
como tallos, cambiaban de cilindros a placas en un orden··
de lo más admirable y curioso, tan extraordinariamente re-
gular y delicado como nada podría serlo más, tal y romo se
puede ver en ab, ac, ad, ae, af, aunque hacia el final de al-
gunos de esos tallos comenzaban de nuevo a disminuir y re-
cobrar sus anteriores ramificaciones, como en tomo a k y n.
10 Muchas de las ramas laterales poseían ramai¡
colaterales (si puedo llamarlas así); de esta manera, qm terPl.l.
muchas de éstas, como st, y la mayoría de éstas a su vez
tenían ramas subcolaterales, como vw, y éstas de nuevo
poseían otras menores que se podrían denominar latero-
subcolaterales, y éstas a su vez otras, y ellas otras, &c., (ar-
mando configuraciones mayores.
. ... i1 Las ramificaciones de los troncos principales no
se unían según una línea regular ni descansaba un lado de
una sobre el otro lado de la otra, sino que las pequeñas
ramas colaterales y subcolaterales estaban unas encima de
[90] otras según un cierto orden o método que siempre observé
que era el siguiente.
12 Ese lado de una rama colateral o subcolate-
ral, &c., descansaba sobre el lado de la próxima (como las
plumas del ala de un ave), cuyas ramificaciones procedían
paralelas al último tronco mayor del que surgía y no al
MICROGRAFÍA 305

mayor de todos los troncos, a menos que hubiera . un se-


gundo tronco atrás. ·
13 Esta regla que regía en las ramificaciones de la
figura sexangular, regía también en las ramificaciones de
cualquier otro tronco grande o ~queño, aunque no proce-
diese de un centro.
14 La exactitud de esta curiosidad de la configu-
ración de dichas ramas era en todos los respectos tan sobre-
saliente, que considero casi imposible su imitación por el
arte humano.
15 Al probar varios trozos claros de este hielo, no
pude hallar en ellos ningún- sabor. ·urinoso, ~ que esos-
pocos que probé parecían tan insípidos como el agua. ·
16 En el regulus. martis stellatus 2 he observado
muchas veces una configuración un tanto similar a ésta,
aunque en algunos aspectos mucho más curiosa y con la
siguiente diferencia: que todos los troncos y ramificacio-
nes están doblados en un orden excelentísimo y muy regu-
lar, mientras que en el hielo los troncos rramificaciones
son rectos. Sin embargo, en todos los demás aspectos con-
cuerda con ésta, y en realidad no parece sino una de estas
estrellas o figuras ramificadas congeladas sobre la orina,
un poco distorsionada y enroscada con una cierta propor-
ción. También he hallado que· el plomo que tiene arsénico·
y algunas otras cosas mezcladas con él posee esta superficie
cuando se deja enfriar, presentando una figura un tanto
similar a la ramificación de la orina, aunque mucho menor.
17 Ahora bien, hay un vegetal que imita extra-
ordinariamente estas ramas, a saber, el helecho, en el que
puede observarse que del tronco principal salen ramas y
que los tallos de cada una de estas ramas laterales emite
colaterales; éstas, subcolaterales, y éstas, laterosubcolatera-
les, &c., y todas ellas en gran medida con el mismo orden
que presentan las ramificaciones, divisiones y subdivisiones
de las ramificaciones de estas figuras de la orina congelada.
De este modo, si se consideran atentamente las figuras de
ambos, se conjeturaría que para la producción del helecho
no sería más preciso un principio seminal que para la pro-
ducción de las ramas de la orina o de la stella martis, pa-
reciendo haber tanta forma y belleza en uno como en otro 3 •
306 ROBBRT HOOKE

Ciertamente, si se toman en cuenta todas las cir-


cunstancias, esta planta del helecho, tras el moho o los
hongos, parecerá poseer una f.brma más simple e incompues-
ta que la de ningún vegetal, por lo que merece ser investi-
gada tras el descubrimiento de las formas de éstos. En
efecto, aunque muchos hayan afirmado que posee semillas,
propagándose mediante ellas, por más que haya realizado
yo diligentes indagaciones al respecto, no puedo hallar que
ninguna parte suya se pueda considerar más seminal que
otra. Mas incidentalmente sólo añadiré lo que sigue:
Para las figuras congeladas de la orina he hallado
necesario,
Primero, que la superficie no se vea perturbada
por viento alguno u otra conmoción del aire o similares.
[91) Segundo, que no se vea expuesta durante mucho
tiempo, de manera que toda la masa se congele, pues a me-
nudo en tales casos, debido a que el hielo se hincha o a
otra causa, desaparecen las figuras delicadamente ramili~
cadas.
_ Tercero, una congelaci6n artificial con nieve y sal
aplicada a la parte exterior del recipiente que la contiene
no resulta bien a menos que haya una cantidad muy pe-
queña en el recipiente.
Cuarto, si se toma un vaso claro y liso, se humedece
todo por dentro con orina y se expone a una congelación
muy aguda, se hallará cubierto con una figura muy regular.
y curiosa.

IL
Pormenores observables en la nieve floreada.
Al exponer * un trozo de tela negra o un sombrero
negro a la nieve que cae, he observado a menudo con gran
placer tal infinita variedad de nieve con. formas delicadas,
que dibujar la figura y forma de todas :ella~ sería tan impo-
sible como imitar· exactamente el mecanismo delicado y geo-

.* Plancha 8, Fig. 2.
MICROGRAFÍA 307

métrico de la naturaleza de cualquiera de ellas. Aquí, en


la segunda Figura de la octava Plancha, he incluido algunos
dibujos groseros permitidos por la frialdad del tiempo y las
insuficientes provisiones que llevaba conmigo a tal fin.
En todas ellas observé que, si poseían una forma
regular, siempre se ramificaban desde el centro en seis ramas
principales, todas de la misma longitud, forma y constitu-
ción, cada una de las cuales se inclinaba respecto a las de
ambos lados según un ángulo de sesenta grados.
Ahora bien, así como estos tallos de un copo eran en
su mayoría exactamente de la misma constitución, también lo
eran en las díversas figuras de otros muy distintos, de modo
que en muy poco tiempo he observado más de un centenar
de diferentes tamaños y formas en estos copos estrellados.
También las ramas que salían de cada tronco en
cualquiera de estos copos eran exactamente semejantes en
el mismo copo, de manera que, fuese cuál fuesé la figura
de una de las ramas, las otras cinco tenían que tener con
toda seguridad la misma con mucha exactitud; esto es, si
las ramificaciones de la una fuesen pequeños. paraldepipe-
dos o placas, las ramificaciones de las otras cinco lo serían
también. En general las ramificaciones eran muy confor-
mes con las reglas y método observados anteriormente en
las formas de la orina; esto es, las ramificaciones de cada
lado de los tallos eran paralelas a cada tallo inmediato de
cada lado, y si los tallos eran aplastados, tam}?ién las ramas
lo eran, y si los tallos eran muy largos, también lo eran
las ramas, &c.
Al observar algunas de estas figuras floreadas con
un microscopio, hallé que no aparecían con una figura tan
delicada y exacta como se hubiera imaginado,· sino que, al
modo de las formas artificiales, cuanto más se aumentan, más
irregularidades aparecen en ellas. Ahora bien, dicha irregu-
laridad parece atribuible a los golpes y rupturas producidos
en el copo ·por la caída y en absoluto al defecto de la virtud
plástica de la naturaleza, cuya delicadeza en la formación
de la mayoría de estos tipos de figuras regulares, como las
de la sal, los minerales, &c., aparece con la ayuda del mi- [92]
croscopio muchos grados menor de lo que el más agudo
ojo puede percibir sin su ayuda. Así, aunque una de las
308 ROBERT HOOKE

estrellas de seis brazos aparecía aquí muy a la manera re-


presentada en la tercera Figura de la octava Plancha, con
todo me inclino mucho a pensar que si pt,tcliésemos echar
un vistazo por el -microscopio a una de ellas, tal como se
generan en las nubes antes de que sus figuras se vicien por
accidentes externos, habría de mostrar también allí una gran
medida de delicadeza y limpieza, aunque se aumentase
mucho. En efecto, puesto que he observado que algunas de
las formas de las sales y minerales son tlµl extraotdinaria-
mente pequeñas que apenas me ha sido posible observarlas
al microscopio, siendo con todo regulares, y puesto que (en
la medida en que lo he podido examinar hasta ahora) no
parece haber más que una y la misma causa que produzca
ambos efectos, no considero irracional suponer que estas
estrellas de nieve bellamente floreadas hayan de ser asimis-
mo muy regulares y exactas en el momento de su formación.

III.
Diversos tipos de figuras en el agua congelada.

Al poner agua clara en un recipiente de vidrio de


gran capacidad y exponerla al frío observé al cabo de un
rato varias lámius o placas de hielo anchas, planas y del-
gadas que cruzaban la masa de agua, así como unas· _a_ o_tras,
de manera muy irregular, exceptuando que la mayoría de
ellas parecían volver una de sus aristas hacia aquel lado
del vaso que se hallaba próximo, pareciendo crecer por así
decir desde- la pared interior del recipiente hacia el centro,
casi como tantas otras hojas de helecho. Habiendo sacado
varias de estas placas fuera del agua sobre la hoja de un
cuchillo, observé que tenían una forma muy similar a la
de las espinas de arenque o las ho¡as de helecho; esto es,
había en el centro un tronco más grueso a modo de espina
dorsal, de la que por ambos lados salía una multitud de
pequeños carámbanos o calamacos a la manera de las espinas
menores o las ramas menores del helecho. Cada una de
estas ramas de un lado era paralela a todas las demás del
MICROGRAFÍA 309

mismo lado y todas ellas parecían formar un ángulo con


el tronco, hacia la parte de amoa, de sesenta grados, y hacia
la parte inferior o raíz del tronco, de 120. Véase la cuarta
Figura de la Plancha 8.
Asimismo, he observado diversas variedades de for-
mas muy bonitas en el agua congelada sobre la parte su-
perior de un mármol plano y ancho expuesto al frío con un
poco de agua encima. Algunas eran como plumas; otras,
de otras formas; algunas de ellas, muy similares a la forma
expuesta en la. quinta Figura de la Plancha 8, que es con-
siderablemente distinta de cualquiera de las otras formas.
También observé que las esquirlas de hielo sobre___
el agua que comienza a helarse formaban cuerpos rectos
prismáticos muy semejantes a los del salitre de roca 4, que
se cruzaban usualmente sin ningún tipo de orden o regla,
estando siempre un poco más altos que la superficie del
agua que estaba entre ellos. Observé también que gradual-
mente esos espacios interyacentes se llenaban también de
hielo que usualmente alcanzaba la misma altura que la su-
perficie del resto.
En las escamas de hielo que se ha helado sobre el
agua hasta una profundidad.considerable, he observado que [93]
tanto la cara superior como la inferior estaban delicada-
mente arrugadas, llenas de surcos o granuladas, por así decir,
de modo que cuando el sol brillaba sobre la placa, resultaba
extremadamente fácil ver que presentaban en gran medida
la forma de las líneas de la Figura 6 de la Plancha 8; esto
es, constaban de diversos cabos rectas o placas paralelas con
diversas loi;igitudes y ángulos entre d sin ningún orden fijo.
La causa de todas estas figuras regulares (así como de
los cientos de otras, a saber, de las sales, minerales, meta-
les, &c., que hubiera podido insertar aquí si no hubiera
resultado demasiado prolijo) parece poderse deducir de los
mismos principios que me he limitado a sugerir (en la
Observaci6n 13). no disponiendo aún de tiempo para com-
pletar su teoría. Mas asimismo (cosa que también sugerí
allí), considero que es el segundo escalón mediante el que
se ha de ascender por la pirámide del conocimiento natural
(que es el conocimiento de la forma de los cuerpos). Quien
ascienda por ella ha de estar bien equipado con lo que el
310 ROBERT HOOKE

noble V erulamio llama scalam intellectus 5 • Ha de disponer


de escalas de asalto, pues de otro modo los escalones re-
sultan tan grandes y altos que no habrá manera de subir
a ellos, existiendo, por tanto, escasas esperanzas de alcan-
zar una posición más elevada, tal como el simplicísimo
principio de vegetación manifiesto en el moho y los hongos,
que, como he tratado de mostrar en otto lugar 6, parece
constituir el tercer escalón. En efecto, me parece a mí que
el intelecto humano está, como su cuerpo, desprovisto de
alas, por lo que no se puede trasladar de tma estación in-
ferior del conocimiento a otra más alta y sublime si no es
paso a paso, incluso allí donde el camino está preparado
y ya hecho transitable, tal cómo ocurre en los Elementos
de geometría. o similares, donde está abocado a escalar toda
una serie de proposiciones de manera gradual antes de al-
canzar el conocimiento de un problema. Ahora bien, si el
ascenso es elevado, difícil y fuera de su alcance, ha de re-
currir a un novum organum, a una nueva máquina e inge-
nio, un nuevo tipo de álgebra o arte analítico antes de poder
remontarlo 7 •

Observ. XV De la piedra de Kettering 1 y de los


poros de los cuerpos inanimados.
E STA piedra *, traída de Kettering, en Northamptonshire,
y extraída, según me informan, de una cantera, pre-
senta un grano totalmente admirable, sin que haya visto
u oído nunca h_ablar de otra piedra que lo ·tenga parecido.
Está formada por una innumerable reunión de pequeños
cuerpos, no todos del mismo tamaño o forma, aunque en
su mayoría no difieren mucho de la forma globular ni se
exceden en diámetro los unos a los otros más de tres o
cuatro veces. A simple vista parecen la cabezuela u ovano
de un arenque u otros peces menores, aunque en su ma-
yoría las partículas parecen algo menores y no tan unífor-·

* Plancha 9, Fig. 1.
MICROGRAFÍA 311

S"1em. IX.
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 313

mes. Ahora bien; su desviación de una bola perfectamente


globular parece deberse tan sólo a la presión de las bolas
contiguas que deprimen y presionan un poco hacia dentro
los lados que tocan, forzando en gran medida hacia fuera [941
los otros lados, más allá de los límites de un globo, tal
y como habría ·de ocurrir si un montón de bolas exacta-
mente redondas de arcilla blanda se apilasen unas sobre
otras. O también como he visto a menudo que ocurre con
un montón de pequeños glóbulos de azogue reducidos a
dicha forma por haberlo frotado mucho en un recipiente
de vidrio con algún líquido viscoso o perezoso, como un
escupitajo, con fo que) aunque la patte superior de la&
glóbulos de encima sea casi exactamente esférica, con todo
aquellos que están presionadas por los otros imitan exacta-
mente las formas de estos granos que acabamos de men-
cionar.
Allí donde los granos se tocan, están tan firmemente
unidos o asentados que rara vez se desprenden sin dejar un
agujero en uno u otro de ellos, como a, a, a, b, e, e, &c. Al-
gunas de las separaciones, como a, a, a, dondé el contacto
sólo era ligero, únicamente rompen la costra externa o la
primera cáscara de la piedra, que es de color blanco un poco
estriado de amarillo parduzco, siendo muy delgada como
una cáscara de huevo, habiendo observado asimismo que
muchos de esos granos son totalmente similares a algunos
tipos de huevos tanto en color como en forma. Ahora bi~n,
allí donde la unión entre los gránulos contiguos ha sido.
más firme, la separación ha producido una brecha mayor,
como en b, b, habiendo observado incluso algunos partidos
completamente en dos, como en e, e, e, lo que me ha des.-
cubierto otra similitud más con los huevos, pues presentan
el aspecto de la clara y la yema merced a dos sustancias
diferentes que se rodean y encierran la una a la otra.
La que podríamos llamar la clara era muy blanque-
cina junto a la yema, aunque algo más oscura hacia la cás-
cara. Podía ver claramente que algunas de las claras pre-
sentaban tallos o radios como la pirita o piedra de chispa,
mientras que la yema se veía hueca en algunos de ellos,
aunque en otros estaba llena de una sustancia de un marrón
parduzco y porosa como una especie de médula.
314 ROBERT HOOKE

Vi y hallé con toda claridad mediante otros ensayos


que los pequeños poros o intersticios e e e e e entre los gló-
brilos eran penetrables en todas direcciones al aire y al
agua, ya que podía soplar a través de un troio de esta
piedra de considerable grosor con la misma facilidad con
la que soplaba a través de una caña, todo lo cual me re-
cordó los poros que Descartes pone en su materia sutil
entre los glóbulos etéreos.
Al microscopio, el objeto en cuestión aparece como
una reunión o montón de guijarros como los que he visto
a menudo que arroja a la costa la acción del mar tras una
gran tormenta, o como (por lo que respecta a la forma
y no al color) una compañía de pequeños glóbulos de azo-
gue vista a través de un microscopio, cuando se reduce
a esa forma por d procedimiento antes mencionado. Quizá
esto último pueda dar una pista de la manera en que se
forma la anterior. En efecto, suponiendo que cierta sus-
tancia lapidescente se genere o se vea llevada al fondo del
. -mar (sea por cierta mezcla de cuerpos en el propio mar
o quizá empujada a ese lugar desde ciertQS cavernas sub-
te"áneas). _permaneciendo allí en forma de un líquido como
el azogue, heterogéneo respecto al fluido salino ambiental,
merced a la s.cción y volteo del mar de aquí para allá, puede
verse agitada y desmenuzada en tales glóbulos que luego
se endurezcan en pedernales, los cuales descansen unos sobre
otros sin mucha fuet7.a5 mientras están en el mar, debido al
peso del fluido que los rodea, razón por la cual los inferio-
res se desvían un poco, aunque no mucho, de la forma
globular. Pero esto sólo lo digo incidentalmente.
(9.5] Cónio se podría engendrar esta piedra de· Kettering
es algo que no puedo saber, no habiendo estado allí nunca
para examinar el lugar y observar las circunstancias; pero
por su estructura me parece a mí que se ha engendrado
a partir de una sustancia en otro tiempo más fluida que
luego se habría tornado gradualmente más dura, muy a la
manera en que supongÓ que se han engendrado los pe-
dernales.
Mas, sea cual sea la causa de esta curiosa textura,
podemos extraer de élla la siguiente información: incluso
en esas cosas que tenemos por viles, groseras y burdas, la
MICROGRAFÍA 315

natmaleza no ha sido avara a la hora de exhibir una gran


abundancia de delicadeza y excelente diseño.
Gracias al microscopio, podemos encontrar aquí una
piedra compuesta por una gran cantidad de pequeñas bolas
que tan sólo se tocan unas a otras y', con todo, al darse
tantos contactos, producen una masa firme o una piedra
mucho más dura que la piedra franca 2 •
En segundo lugar, si bien merced a un microscopio
podemos discernir tan delicada forma en las partículas, con
todo a simple vista apenas aparece tal cosa, lo cual puede
suministrarnos un buen argumento para pensar que también
en aquellos cuerpos cuya textura no logramos discernir ni
siquiera ayudados por un microscopio, puede hallarse la-
tente una estructura tan -delicada que pueda dar abundante
satisfacción al curioso fuvestigador que tenga la suerte de
hallar algún medio de descubrirla.
Asimismo, tell"emos aquí una piedra que, aunque
a simple vista sea muy compacta, con todo está perforada en
todas direcciones pot innumerables poros que no son sino
los intersticios que hay entre esa multitud de diminutas
partículas globulares que componen la propia masa, poros -
que no sólo se pueden descubrir con el microscopio, sino
también por el siguiente expediente.
Tomé un trozo bastante grande de esta piedra y, re-
cubriéndola completamente con cemento excepto en dos
partes opuestas, hallé posible, soplando en uno de los ex-
tremos que había dejado abiertos, hinchar con abtindantes
burbujas la saliva con la que había impregnado el otro ex-
tremo, lo que prueba que estos poros están abiertos y
permeables a través de toda la piedra, lo que nos suminis-
tra un bonitísimo ejemplo de la porosidad de algunos cuer-
pos aparentemente compactos, de cuyo tipo enseguida tendré
ocasión de adjuntar muchos más que tienden a probar
esto mismo.
NG dejaré de dar noticia aquí de que en este cuerpo
no hay una facultad vegetativa que diseñe su estructura
para algún uso peculiar de vegetaci6n o crecimiento, mien-
tras que en otros casos de cuerpos porosos vegetales hay
un alma o forma informante 3 que dirige todas las estruc-
turas y mecanismos del cuerpo constituyente, a fin de tor-
316 ROBERT HOOKE

narlas serviciales y útiles a la gran obra y función que han


de realizar. Así, conjeturo que los poros de la madera y
otros vegetales, los de los huesos y otras sustancias anima-
les son otros tantos canales dispuestos por el grande y
omnisciente Creador para la transmisión de jugos apropia-
dos a las partes concretas. Por tanto, a fin de que éstos
tiendan o penetren todos hacia una parte, han de tener
impedimentos, como válvulas y similares; pero en este
cuerpo no tenemos razones para sospechar que haya tal
plan, pues resulta igualmente penetrable en todas direccio-
[%] nes y no sólo hacia adelante, sino hacia atrás y lateralmente,
pareciendo ciertamente más bien homogéneos o similares
a esos poros que con gran probabilidad podemos creer que
constituyen los canales de los cuerpos diáfanos, los cuales
no están dirigidos o abiertos en una dirección más que
en otra, siendo igualmente penetrables hacia todas partes.
Y según que estos poros sean más o mayores respecto a los
cuerpos intersticiales, tanto más transparentes son los com-
puestos así constituidos; y cuanto menores sean los poros,
tanto más débil será el impulso de luz comunicado a su
través, aunque tanto más rápido será su avance.
En esta ocasión espero que no sea en absoluto poco
razonable que proponga mis conjeturas e hipótesis acerca
del medio y transmisor de la luz.
Supongo, pues, que la mayor parte de los intersticios
del mundo que median entre los cuerpos del sol, las estre-
llas, los planetas y la tierra están constituidos por un cuerpo
extraordinariamente fluido muy adecuado y dispuesto para
ser movido y comunicar el movimiento de una parte a cual-
quier otra parte por distante que esté. No me preocupa
demasiado determinar qué forma· hayan de tener las par-
tículas de este medio fluido extraordinariamente sutil, ni si
puede tener poros o vacíos intersticiales, bastando para
resolver todos los fenómenos suponer que sea extraordina-
riamente fluido o el cuerpo más fluido del mundo, siendo
aún imposible determinar las demás dificultades.
Que siendo un cuerpo tan extraordinariamente flui-
do,. deja que todos los demás cuerpos pasen fácilmente de
aquí para allá a su través.
Que nunca recibe de ninguna de sus partes o de
MICROGRAFÍA 317

otros cuerpos ni comunica a ninguna de sus partes o a cual-


quier otro cuerpo ningún _impulsó o movimiento en línea
recta que no sea de una rapidez determinada. Y que cuando
el movimiento es de tal rapidez determinada a la veZ recibe
y comunica o propaga un impulso o movimiento a cualquier
distancia imaginable en líneas rectas con una celeridad y
vigor inimaginables 4• -
Que todos los tipos de cuerpos sólidos constan de
partículas bastante masivas en comparación con las partícu-
las de este medio fluido, las cuales se tocan de tal modo
en muchos lugares que nada de este medio fluido se in-
terpone, muy _a la manera (pata usar una com.p_araci~ gro-
sera) en que un montón de grandes piedras forma una gran
reunión o masa en medio del agua.
Que todos los cuerpos fluidos que podemos deno-
minar tangibles no son sino algunas partes más sutiles de
dichas partículas que sirven para constituir todos los cuerpos
tangibles. · ·
Que el agua y demás cuerpos fluidos similares no
son más que un montón de partículas agitadas o hechas
fluidas por él, de la misma· manera que las partículas de
sal se ven agitadas o tomadas fluidas por una masa de agua
en la que se dimelven y, hundiéndose al fondo de ella, cons-
tituyen un. cuerpo fluido mucho más masivo y denso y·
menos fluido que la propia agua pura.
Que el aire, por su parte, es una cierta compañía
de partí~as de muy otro tipo; esto es, tales que son
muchísimo menores y más fácilmente movibles por el mo-
vimiento_ de este medio fluido, muy a la manera de esas
sutilísimas partes de la coehinilla y otro8 cuerpos profun-
damente tintorios, merced a las cuales,_mediante una porción [97]
pequeñísima de materia, es capaz de teñir y difundirse por
una enorme cantidad del fluido disolvente; o un tanto a la
manera en que se ve que tiñen una gran cantidad de aire
el humo y otros cuerpos diminutos semejantes o vapores.
La .única propiedad en que falla este último símil es en la
perpetuidad o mantenimiento en ese estado de mezcla con
el aire, pues -el primero se aproxima más a la naturaleza
y modo del aire que está disuelto por este éter fluido. Este
símil se aplicará también por lo que respecta a estas pro-
318 ROBERT HOOKE

piedades; a saber, que así como esas tinturas pueden aumen-


tarse mediante ciertos cuerpos, también pueden verse pre-
cipitadas por otros, siendo muy probable, como mostraré
más adelante, que accidentes similares se den incluso en el
propio aire.
Además, así como estas soluciones y tinturas alteran
la naturaleza de estos cuerpos fluidos por lo que respecta
a su aptitud para propagar un movimiento o impulso a su
través, así las partículas de aire, agua y otros cuerpos
fluidos, no menos que las del vidrio, cristal, &c., que se
hallan mezcladas con el volumen de éter, alteran el movi-
miento del pulso de luz propagado; esto es, allí donde estas
partículas más voluminosas son máS abundantes y por ende
es menor la cantidad de éter a mover que se halla entre
ellas, el movimiento ha de ser necesariamente más veloz,
aunque no tan robusto, y con el cual habrá de producir
aquellos ~fectos que le he atribuido con alguna probabilidad
(espero) en la digresión acerca de los colores al final de las
Observaciones sobre el cristal de Moscovia.
Ahora bien, supongo que uno o dos ejemplos harán
más probable el hecho de que otras piedras, así como esas
que presentan las texturas más compactas y sólidas, pare-
ciendo miis·-Iibres de poros (en la medida en que po~amos
descubrirlo con la vista mediante los mejores microscopios),
están, no obstante, llenas de ellos.
Un trozo de mármol de color blanco claro, ~uy
sólido y sin· faltas, si está bien pulimentado y lustrado,
posee una superficie tan delicadamente lisa que la mejor
y más pulimentada supedicie de cualquier vidrio labrado
no parece ni a simple vista ni al microscopio más· lisa y
menos porosa. Con todo, creo que los siguientes experimen-
tos probarán suficientemente que este cuerpo duro y com-
pacto está lleno de gran cantidad de poros.
El primero es que si se toma ese trozo y se hierve
un buen rato en trementina y aceite de trementina, se ha-
llará que la piedra estará completamente impregnada de
ellas, de modo que, mientras que inicialmente parecía más
blanca, aunque más opaca, ahora parecerá más grasienta,
aunque mucho más transparente. Y si se deja reposar un
ratito y luego se rompe una parte se verá que el cuerpo
MICROGRAFÍA 319

untuoso ha penetrado por todas partes hasta determinada


profundidad desde la superficie. Esto mismo se puede en-
sayar· más fácilmente con un trozo del mismo mármol un
poc0 calentado al fuego, poniendo luego encima un poco
de brea o alquitrán fundido, pues estos cuerpos negros,
al insinuarse en los poros invisibles de la piedra, la tiñen
de un tono tan negro que ya no pueden caber más dudas
acerca de la verdad de esta afirmación de que abunda en
pequeños poros imperceptibles.
Ahora bien, he ensayado y descubierto que también
se hundirán en los poros del mármol otros cuerpos, aparte
de los untuosos. Así, una tintura muy azul hecha con espí- [98]
ritu de orina se hundiría muy fácilmente en él, lo mismo
que otras diversas tintu{as preparadas en espíritu de vino.
No es el mármot'la única piedra aparentemente com-
pacta que se puede hallar porosa merced a otros tipos de
experimentos, pues gracias a este tipo de experimento rea-
lizado con otras piedras diversas he hallado en gran medida
el nüsmo efecto, y en algunas incluso mucho más notable.
He encontrado otras piedras tan porosas, que con el micros-
copio podía percibir varios agujeritos tortuosos muy simi-
lares a las galerías de los gusanos, tales como los que he
encontrado en cierto tipo de piedra de Purbeck 5, obser-
vando la superfioe de una muestra recientemente rota, pues
en caso contrario, si la superficie ha estado largo tiempo
expuesta al aire o ha sido raspada con una herramienta,
esas pequeñas ·cavernas se llenan de polvo y desaparecen.
Para confirmar aún más esta con;etura insertaré aquí
un excelente informe presentado a la Sociedad Real por ese
eminente y eradito médico, el doctor Goddard 6, acerca de
un experimento no menos instructivo que curioso y pre-
ciso, realizado por él mismo con una piedra muy dura y
aparentemente compacta denominada oculus mundi, informe
que encuentro conservado en los registros de esa honorable
Sociedad.

Una piedrecita del tipo denominado por algunos


autores oculus mundi, seca y nublada, pesaba 5 209 granos
256
(0,376 g].
320 ROBERT HOOKE

La misma, puesta en agua una noche y un poco más,


se tornó transparente y, una vez escurrida el agua de la su-
perficie, pesó 6 _ 3 - granos [0,388 g].
256

La diferencia entre ambos pesos, O~de un gra-


256
no [0,012 g].
La misma piedra, mantenida fuera del agua un día y
adoptando de nuevo el aspecto nublado, pesaba 5 225
265
granos [0,380 g].
16 . .
Lo cual era O- - de grano [0,004 g] más que el
256 -, .
primer peso.

. 256
º
Tras guardarla dos días más, pesaba 5 2 2 granos

[0,374 g].
7
Que era O- - de grano [0,002 g] menos que al
256
principio.
Al mantenerla seca algo más de tiempo, no se tor-
naba sensiblemente más ligera.
Al ponerla bajo agua durante una noche, tornándo-
se transparente de nuevo, tras escurrirla, el ·peso fue de
6 _3_granos (0,388 g], lo mismo que la primera vez qu~
256
57 -
se tuvo en agua, y O- - d e un grano [0,014 g] más que
256
el último peso tras dejarla secar.
Otra piedra el mismo tipo, jaspeada de gris y blanco
lechoso como algunas clases de ágatas, mientras estaba
bajo el agua se hallaba siempre rodeada de burbujitas, tal
[99) como las que aparecen en el agua un poco antes de hervir,
próximas a los costados del recipiente.
Había también algunas burbujas similares en la su-
perficie del agua, exactamente encima de ella, como si de
MICROGRAFÍA 321

Scbem:x .

-- ..--

••

• •
--

-••

--.---..
...
- .. •
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 323

ella surgiesen cienas exhalaciones o excitase alguna fer-


mentación en las panes contiguas del agua.
Había poca diferencia sensible en la transparencia
de esta piedra antes y después de ponerla bajo el agua. Las
panes de un blanco lechoso continuaban sin duda alguna
como ~tes, aunque se daba una mayor diferencia de peso
que en la anterior, pues mientras que antes de ponerla en
agua el peso era de 18 E_ granos [l,213 g], tras haber
128
. 27
estado en ella unas veinticuatro horas, el peso era de 20
128
58
granos (1,307 g), de modo que la diferencia era de 1
128
granos [0,094 g].
La misma piedra se sumergió en agua hirviendo,
manteniéndola allí un rato tras enfriarse, pero no adquirió
más peso que al sumergirla en agua fría, sin que existiese
tampoco ninguna diferencia sensible de peso en ambas
ocasiones.

En este - ~cimento se observan tres cosas que


parecen probar muy claramente la porosidad de estos cuerpos
aparentemente compactos. La primera es su adquisición de
transparencia y pérdida de blancura tras empaparse de agua,
lo cual parece hablar muy a favor de ello si se considera
atentamente lo que ya he dicho acerca de tomar transpa- ·
rentes o aclarar algunos cuerpos como el polvo blanco de
vidiio molido y la espuma de cierto liqUido glutinoso y
transparente. En efecto, gracias a ello parecerá razonable
pensar que esta transparencia deriva de la insinuación del
agua (que tiene en gran medida la misma refracción que
tales partículas pétreas, tal y como se puede descubrir me-
diante la arena observada al microscopio) en esos poros
que anteriormente se hallar0n repletos de aire (que tiene
una refracción muy diferente y, por consiguiente, es muy
reflectante), lo cual parece verse confirmado por la segunda
observación, a saber, el aumento de peso tras empaparse
y la disminución al secar. Y en tercer lugar, parece con-
324 ROBERT HOOKE

firmarse de manera aún más sensible por la multitud de


burbujas del último experimento.
También hallamos que la mayoría de las sales áci-
das disuelven y separan entre sí muy rápidamente las partes
de este cuerpo, lo cual es un argumento más para cqnfir-
mar la porosidad de los cuerpos, y en cuanto tal servirá para
mostrar que incluso el vidrio posee gran abundancia de
poros, pues hay varios líquidos que tras permanecer largo
tiempo en un frasco, lo corroen y comen de tal modo que
finalmente lo harán permeable al líquido que contiene, de
lo cual he visto muchísimos casos.
Por consiguiente, puesto que hallamos por otras
[100] pruebas que muchos de esos cuerpos que consideramos los
más sólidos y que a nuestra vista aparecen como tales, con
todo poseen gran cantidad de esos tipos más gruesos de
poros que han de admitir en ellos diversas clases de líqui-
dos, ¿por qué no habríamos de creer -que el vidrio y todos
los demás cuerpos transparentes· los· ¡)Óseen en abundancia,
dado que tenemos muchos otros argumentos aparte de la
propagación de la luz que parecen argüir en su favor?
Entretanto se puede objetar que la propagación de la
luz no constituye un argumento a favor de que haya esos
poros atómicos en el vidrio, puesto que existen hipótesis lo
bastante plausibles para resoiver esos. fenómenos, suponien-
do que el pulso sólo se comunica a .través del cuerpo trans-
parente.
· A ello respondo que la hipqtesis que el industrioso
Moreanus 7 ha publicado acerca de que el movimiento del.
extremo de un rayo es más lento ~n un medio más denso
que en uno más raro y fino parece del todo insuficiente
para resolver abundantes fenómenos, entre los que . no es
el menos importante el hecho de que con dicha suposición
resulte imposible engendrar color alguno en virtud de la
refracción de los rayos. En efecto, puesto que mediante esta
hipótesis el. pulso ondulatorio se transmite siempre perpen-
dicularmente o en ángulo recto con el rayo o línea de di-
rección, se sigue que el choque o pulso de luz, tras haberse
refractado una o dos veces (mediante un prisma, por ejem-
plo), ha de afectar al ojo con el mismo tipo de choque
que si no se hubiese refractado en absoluto. No bastará que
MICROGRAFÍA 325

el defensor de esa hipótesis diga que tal vez se deba a que


las refracciones han tornado más débiles los rayos, pues en
tal caso dos refracciones en las dos caras paralelas de un
prisma cuadrangular producirían colores, si bien no se pro-
ducen tales fenómenos.
Podría aducir varios argumentos para poner de ma-
nifiesto que hay. en todos los cuerpos transparentes tales
poros atómicos, así como que existe ese cuerpo fluido que
defiendo, que constituye el medio o instrumento mediante
el que el pulso de luz se transmite desde el cuerpo lúcido
al iluminado; mas, tratándose de una digresión de las
observaciones que estaba registrando acerca de los poros
de la piedra de Kettering, sería ~cesivo que me detuviese
en ello demasiado, razón por la cual pasaré a la siguiente
Observación.

Observ. XVI. Del carbón o vegetales quemados.

ELnQcarbón o un vegetal carbonizado presenta un objeto


.menos grato que instructivo, pues, si se tonia un
pequeño ·carbón redondo y se desmenuza con los dedos, se
verá que se rompe dejando una superficie muy suave·y lisa,
casi como la superficie del lacre negro. Si se observa cop
un micros~opio ordinario, esta superficie muestra gran can-
tidad de esos poros que resultan también visibles a simple
vista en muchos tipos de madera en tomo a la médula,
tanto en un orden circular como en uno radial. En la ·ºsus-
tancia del carbón hay una multitud de ellos por todas partes,
perforándolo y taladrándolo casi de lado a lado, merced a lo [101]
cual es fácil soplar a través del carbón por largo que sea,
cosa que se puede descubrir humedeciendo un extremo con
saliva y soplando por el otro.
· Mas esto no es todo, pues, aparte de esos numerosos
poros o manchas irregulares, grandes y conspicuas, si se
emplea un microscopio mejor, aparecerá un conjunto infi-
mto de poros extraordinariamente pequeños y muy regula-
res, dispuestos tan densa y ordenamente y tan próximos
326 ROBERT HOOKE

entre sí que dejan muy poco sitio o espacio entre ellos para
que lo ocupe un cuerpo sólido, pues los aparentes intersti-
cios o lados que separan tales. poros parecen tan finos en
algunos lúgares que la textura de un panal no puede ser
más porosa, si bien no es así en todas partes, pues en algu-
nos lugares las divisiones interpuestas son mucho más grue-
sas en relación a los agujeros.
La mayoría de los poros pequeños parecían ser muy
redondos, estando dispuestos en filas que irradiaban del
meollo a la corteza. Todos ellos parecían ser poros abiertos
y continuos que iban todo a lo largo del palo. Probé si
estaban completamente perforados desgajando transversal-
mente una astilla muy fina del carbón y mirando luego di-
ligentemente con mi microscopio contra la luz, pues de esta
manera podía ver bastante bien a su través.
Estos poros eran tan extraordinariamente pequeños
y densos que en una línea de una longitud de 1/18 de pul-
gada [1,4 mm] pude contar no menos de 150 poros peque-
ños, de manera que en una línea de una pulgada [2,54 cm]
de longitud ha de haber no ·menos de 2.700 poros y en un
área cirCular de una pulgada de diámetro debe haber unos
·5.725.350 de esos poros. De este modo, un palo de una
p~gada de diámetro ha de contener no meµos de setecien-
tos .cincuenta mil, además de cinco millones de poros, cosa
que sin duda parecería increíble si no fuese que cada cual
pu~e creer a sus propios ojos. Es más: habiendo exami-
nado desde entonces granadilla, ébano neg/o y verde, lignum
vitae 1, &c., hatié que todas estas maderas poseían sus poros
mucho menores que los de la madera blanda y ligera, hasta
tal punto que los del guayaco no parecían ser más de una
octava parte del tamaño de los poros del haya, siendo en-
tonces los intersticios más gruesos; tan prodigiosamente de-
licados son los expedientes, tubos o canales mediante los
que se transporta de un lugar a otro la savia nutricia o jugo
del vegetal.
Esta Observación parece suministrarnos la verdadera
razón de diversos fenómenos de los carbÓn~, como:
Primero, por qué parecen negros. Para ello no es
preciso más que acudir al grabado [Plancha 10], pues, cier-
tamente, un cuerpo que tenga tantos poros como se observa
MICROGRAFÍA 327

que tiene éste, de los cuales no se refleja ninguna luz, ha


de parecer negro por necesidad, especialmente cuando los
poros son un tanto mayores en relación a los intervalos de
lo que lo son en el grabado, no siendo el negro más que
una privación de luz o ausencia de reflexión. Y dondequiera
que falte esta cualidad reflectante, esa parte aparece negra,
sea ello por la porosidad del cuerpo, como en este caso,
o por una cualidad que amortigua o apaga, como la que
he observado en las escorias de plomo, estaño, plata,
cobre, &c. ·
A continuación hemos de ver asimismo con igual
claridad la razón de su cualidad brillante, la cual deriva [102]
de la ruptura uniforme del palo, al poseer los intersticios
sólidos una terminación o superficie regular, y, presentan-
do una cualidad reflectante bastante fuerte, las pequeñas
reflexiones se unen a la vista y forman una superficie bas-
tante brillante.
En tercer lugar, la razón de su dureza y fragilidad
parece evidente, pues, dado que toda la sustancia· acuosa
o líquida que mojaba y apelmazaba ~ intersticios de las
partes más sólidas se han evaporado y eliminado, lo que
queda se torna casi de la naturaleza de las piedras, con lo
que no se doblará nada o .muy poco sin desga¡amiento o
solución de su continuidad. ··
No es mi intención aquí examinar la función y me-
canismo de dichas partes de la madera, siendo más adecuado
para otra investigación, sino sugerir más bien que de este
experimento podemos aprender,
Primero, cuál es la causa de la negrura de muchos
cuerpos quemados, la cual podemos descubrir que no es
otra que ésta, que al agitar y rarificar el calor del fuego el
água acuosa, transparente y volátil contenida _en ellos,
merced a la persistencia de .dicha acción, expele y expulsa
tan completamente todo cuanto anteriormente llenaba los
poros y se hallaba asimismo disperso por su masa sólida,
provocando de esa manera un tipo universal de transparen-
cia, que no sólo deja vacíos todos los poros, sino además
tan secos y opacos todos los intersticios, así como quizá
también más perforados, que sólo se refleja la luz que cae
sobre los mismísimos bordes externos de los poros, perdién-
328 ROBERT HOOKE

dose y no retomando jamás toda la que penetra en los poros


del cuerpo.
Ahora bien, que _el carbonear o carbonizar un cuerpo
no es más que eso es -algo que se puede creer fácilmente
si se consideran los medios de su producción, cosa que se
puede hacer de esta manera u otra parecida. El cuerpo a
carbonear o carbonizar se puede poner en un crisol, un pote
u otro recipiente que, sin romperse, aguante ponerse al rojo
vivo en el fuego. Se cubre luego de arepa, a fin de no per-
mitir que ninguna de sus partes esté expuesta al ·aire, y se
mantiene allí hasta que la arena haya estado al rojo vivo
durante un cuarto, media, una hora o más, según la natu-
raleza y tamaño del cuerpo a carbonear o carbonizar. Luego
se saca del fuego y, dejándolo reposar hasta que esté bas-
tante frío, se puede sacar de la arena el cuerpo bien carbo-
neado y depurado de sus partes acuosas. Pero al sacarlo
se ha de tener cuidado de que la arena esté casi completa-
mente fría, pues de lo contrario, al salir al aire libre, fácil-
mente se incendiará y quemará dd 10do.
También se ptiede hacer esto mismo en un recipiente
_ cerrado de vidrio, romo una retorta o similar, y las diversas
sustancias fluidas que emanan se pueden recoger en un
recipiente adecuado, lo que apoyará más esta hip6tesis.
Asimismo, el modo de carbon_ear madera en gran cantidad
viene a ser lo mismo, a saber, una aplicación de un gran
calor al cuerpo y su preservación del -libre acceso del aire
devorador, lo cual se puede ·aprender fácilmente por la
historia del carboneado del carbón, excelentísimamente des-
crita y publicada por ese perfecto caballero, el señor ]ohn
Evelyn 2, en las páginas 100, 101 y 103 de su Sylva, a la
que, por consiguiente, remitiré al curioso lector que quiera
una plena información sobre el particular.
[103] A continuación podemos averiguar qué parte de la
madera constituye la materia combustible, pues, dado que
hallamos que nada o muy poco de esas sustancias fluidas
recogidas en el recipiente son combustibles, mientras que
sí lo es la mayoría de lo que q~eda atrás, se sigue que la
materia combustible son los intersiicios sólidos de la ma-
dera. Además, la razón por la cual la madera no carboneada
arde con más llama que la carboneada es asimismo evidente,
MICROGRAFÍA 329

puesto que esas partes acuosas o volátiles que salen en todas


direcciones de la madera incendiada no sófo rompen y abren
el cuerpo, facilitando la entrada al fuego, sino que además,
al salir en forma de vapores o viento, se toman en otras
tantas eolipilas 3 o fuelles, con lo que soplan y agitan la.
parte ígnea, llevando a la más rápida y :violenta consunción
o disolución del cuerpo.
En tercer lugar, gracias al experimento del carbo-
neado del carbón vegetal (en el que vemos que, a pesar del
gran calor y su duración, las partes sólidas de la madera
se mantienen sin constimir en tanto se vean preservadas
del libre acceso del aire) podemos averiguar algo que, que yo
sepa, nunca nadie ha publicado o sugerido, es más, ni si-
quiera pensado, y que dicho brevemente es lo que sigue 4:
Primero, que el aire en que vivimos, nos movemos
y respiramos, que envuelve a muchos cuerpos y alimenta
a la mayoría de los que envuelve, dicho aire es el menstruo
o disolvente universal de todos los éuerpós sulfúreos.
En segundo lugar, que esta acción no se lleva a cabo
antes de que el cuerpo se caliente suficientemente, cosa que
vemos que también es necesaria para la disolución de mu-
chos otros cuerpos por obra de otros varios menstruos.
En tercer lugar, que esta acción de disolución pro-
duce o genera un grandísimo calor, ese que llamamos
fuego; cosa que también es común a muéhas disoluciones
de otros cuerpos llevadas a cabo por menstruos, de las que
podría poner multitud de ejemplos. .
En cuarto lugar, que esta acción se realiza con tan
gran violencia y actúa de manera tan ~ociosa, agitando tan
rápidamente las menores partes de la materia combustible,
que produce en el medio diáfano del aire la acción o pulso
de luz, que ya he mostrado en qué consiste en otro lugar 5 •
En quinto lugar, que la disolución de los cuerpos
sulfúreos la realiza una sustancia inherente y mezclada con
el aire que es similar, si no idéntica, a aquella que está
fijada en el salitre 6, cosa que se puede demostrar, creo,
de la manera más evidente mediante multitud de experi-
mentos realizables con salitre.
En sexto lugar, que en esta disolución de los cuerpos
por el aire, una cierta parte se une y mezcla o disuelve y
330 ROBERT HOOKE

resuelve en el aire, viéndose arrastrada arriba y abajo con


él, de la misma manera que un cuerpo metálico o de otro
tipo disuelto en un menstruo sigue los movimientos y des-
pla2amientos de dicho menstruo hasta que se precipite.
En·séptimo lugar, que del mismo modo que hay una
parte soluble por el aire, hay también otras partes con las
que las partes del aire con que se me?.clan y unen forman
un coágulo o precipitación, como se podría denominar, lo
que hace que se separen del aire. Ahora bien, este preci-
pitado es tan ligero, formando conglomerados tan pequeños
y rarificados o porosos, que resulta muy volátil, siendo fá-
cilmente elevado por el movimiento del aire, si bien luego,
[104] cuando el calor y agitación que lo mantenía rarificado cesa,
se condensa con facilidad y, mezclándose con otras partes
indisolubles, se pega y adhiere a los cuerpos ·próximos con
que se topa, siendo una cierta sal que se puede extraer del
hollín 1•
En octavo lugar, que muchas partes indisolubles son
muy proclives y prestas a rarificarse, con lo cual, mientras
se mantengan en ese calor y agitación, son más ligeras que
el aire ambiental, siendo lanzadas y arrebatadas hacia arriba
con gran violencia, por cuyos medios se -ve arrastrada no
sólo la concreción salina que he mencionado antes, sino
también muchas partes terrestres o indisolubles e irrarifici-
bles; es más, muchas partes que, aunque sean solubles,
no consienten permanecer bastante tiempo en un calor su-
ficiente que las tome dispuestas y aptas para· dicha acción.
Por consiguiente, hallamos en el hollín no sólo una parte
que al proseguir más tiempo en un calor adecuado se di-
suelve en el aire o se incendia y quema, sino también una
parte que es fija, térrea e irrarificable.
En noveno lugar, que del mismo modo que existen
estas diversas partes que se rarificarán y volarán o serán arre-
batadas a lo alto por el calor~ así hay muchas otras que, sien-
do indisolubles por el mentsruo aéreo, están formadas por
partes tan pesadas y gruesas que no resultan fáciles de rarifi-
car con el calor, por lo que no se pueden elevar con él. La vo-
latilidad o fijeza de un cuerpo parecen consistir tan sólo en
esto, que el uno es de una textura o posee partes compo-
nentes que se rarificarán fácilmente en forma de aire, míen-
MICROGRAFÍA 331

tras que el otro es de otra, tal que no se verá llevado a


dicha constitución sin mucha fatiga. Esta parte es la que
permanece atrás formando un cuerpo. blanco que denomina-
mos cenizas y que contiene una sustancia o sal que los
químicos llaman álcali. No examinaré aquí cuáles son las
naturalezas particulares de cada uno de estos cuerpos, pro-
yectando desarrollarlo en otro lugar, sino que más bien
añadiré que esta hipótesis concuerda tan exactamente con
todos los fenómenos del fuego, explicando tan genuina-
mente cada circunstancia particular que hasta ahora haya
observado, que es más que probable que esta causa que he
asignado sea la verdaderamente adecuada, real y única de
dichos fenómenos, por lo que procederé un poco más allá
a fin de mostrar la naturaleza y uso del aire.
En décimo lugar, pues, las partes disolventes del
aire sólo son unas pocas, esto es, parece ser de la misma
naturaleza que esos menstruos salinos o espíritus que poseen
mucha flema mezclada con los espíritus, por lo que una
pequeña muestra de él se satura rápidamente y no disuelve
más. Por consiguit:nte, a menos· que se aplique al cuerpo
a disolver una parte fresca de dicho menstruo, la acción
cesa y el ~erpo deja de disolverse y brillar, lo cual consti-
tuye la· señal de ello, por más que se coloque Q mantenga
en e1 mayor calor. Siendo el salitre un menstruo que cuand.o
está fundido y al rojo vivo posee gran abundancia (le esas
partículas disolventes, una pequeña cantidad de él disol-
verá un cuerpo sulfúreo grande, siendo asiniisirio la diso-
lución muy rápida y violenta.
Por tanto, en undécimo lugar, se puede observar
que, como en otras soluciones, si se vierte sobre o aplica
al cuerpo soluble un suministro copioso o rápido de mens~
truo fresco, aunque sea débil, lo consumirá rápidamente.
Así, este menstruo del aire, si mediante fuelles u otro dis-
positivo similar se aplica copiosamente al cuerpo incandes-
cente, se verá que lo disuelve tan rápida y violentamente [105]
como e1 más fuerte menstruo del nitro fundido. .
Por consiguiente, en duodécimo lugar,: p~ece razo-
nable pensar que no existe tal cosa como el elemento fuego
que atraiga o extraiga la llama, o hacia el cual tienda a as-
cender la llama por un deseo o apetito de unirse con lo que
332 ROBERT HOOKE

es su elemento primitivo homogéneo y generador. Por el


contrario, ese cuerpo brillante y transitorio que llamamos
llama no es más que una mezcla de aire y partes sulfúreas
volátiles de cuerpos solubles o combustibles que actúan unos
sobre otros mientras ascienden; · esto es, la llama parece
ser· una mezcla de aire y las partes comDustibles y volátiles
de rualquier cuerpo. Estas partes son disueltas o atacadas
por el aire en tomo, acción ésta que en cuanto continúa
el calor de las partes aéreas del disolvente rarifica aún más
esas partes actuantes o que se hallan próximas a ellas, con
lo que, tomándose mucho más ligeras que las partes más
pesadas de ese menstruo que se encuentran más alejadas,
se ven empujadas y lanzadas hacia arriba. Esto se puede
observar también fácilmente en las disoluciones realizadas
por cualquier otro menstruo, especialmente los que crean
calor o burbujas. Ahora bien, esta acción del menstruo
o aire sobre las partes solubles se realiza con tal violencia
o es tal, que comunica a las partes diáfanas del aire el mo-
vimiento o pulso que se precisa, como he mostrado en otro
lugar, para producir la luz.
He tratado de elaborar esta hipótesis a partir de una
y
infinitud de observaciones experimentos, proceso que sería
demasiado largo para ins-ertarlo aquí_. y quizá en otra oca-
sión haya suficiente material para wi discurso más amplio,
siendo el aire un tema que (a pesar de que en él todo el
mundo ha vivido y respirado hasta ahora sin ser versado
en él) aún ha sido tan poco ex~o o explicado con
verdad que un. investigador diligente sólo será capaz de
hallar muy poca información en lo que (hasta hace poco)
se ha escrito acérca de él. Ahora bien, una vez que sea
bien comprendido, no dudo que será posible dar una razón
inteligible, es Diás~ probable, cuando no la verdadera, de
todos los fenómenos del fuego que, como han hallado los
autores y filósofos de todos los tiempos, no es asunto de
escasa dificultad, como se puede ver de sobra por sus ex-
trañas hipótesis y soluciones ininteligibles a algunos pocos
de sus fenómenos. También demostrará ser un tema de no
escaso interés y utilidad en los asuntos humanos, tal y como
trataré de poner de manifie5to en otro lugar, cuando pase
a mostrar el uso del aire en la respiración y en el manteni-
MICROGRAFÍA 333

miento· de la vida; es más, para la conservación y restaura-


ción de la salud y constitución natural de la humanidad, así
como de otros animales aéreos, no menos que los usos de
este principio o propiedad del aire en las operaciones quí-
micas, mecánicas y de otro tipo. En este lugar sólo tengo
tiempo de sugerir una hip6tesis que, si Dios me da tiempo
y salud, desarrollaré, mejoraré y publicaré en otro lugar 8•
Entre tanto~ antes de terminar este discurso, no he de olvi-
darme de informar al lector de que, habiéndoseme conce-
dido la hbertad de realizar algunos experimentos con un
trozo de madera f6sil mostrado a la Sociedad Real por el
eminentemente ingenioso y sabio-· inédico, el doctor Ent 9,
que lo recibió como regalo del famoso ingenioso cavalliero
de Pow, siendo una de las muestras más bonitas y me- [106]
jores de madera fósil que él había visto, habiendo (digo)
tomado y examinado un trocito de esta madera, hallé que
ardía al aire libre casi como otra madera, si bien en lugar
de echar un humo resinoso lo producía muy bituminoso,
oliendo mucho de esa manera. Pero lo que más me llamó
la atención fue que al cortar un trocito del tamaño apro-
ximadamente de mi pulgar y carbonizarlo en un crisol con
arena, a la manera descrita anteriormente, hallé que tenía
un· número infinito del tipo menor de poros, tan densa·
·mente dispuestos, y perforando su sustancia longitudinal-
Dlente de manera tan regular que al romperlo transversal-
mente hallé que se parecía mucho a ~ panal. Sin embargo,
no pude ver que tuviese ningún poro - mayor de los del
segundo tipo. Así pues, parece que, cualquiera que fuese
la causa de su producción, ésta no tenía lugar sin ese tipo
de poros pequeños que hasta ahora sólo hemos hallado
en los cuerpos vegetales. Además, comparándolos ·con los
poros que he hallado en los carbones producidos por este
medio con otros diversos tipos de madera, compruebo que
a ninguno se parecen tanto como a los de las coníferas, de
las que tampoco difiere mucho por lo que respecta al grano
y otras diversas propiedades.
Por consiguiente, por lo que re~ta a lo que dicen
algunos que han escrito sobre el particular, concretamente
Francisco Stelluto 11, que escribió un tratado en italiano
sobre este asunto que se imprimió en Roma en 1637, quie-
334 ROBERT HOOKE

nes afirman que hay un cierto tipo de arcilla o tierra que


con el paso del tiempo se convierte en madera, Y'! más bien
sospecho que ocurre exactamente al revés; a saber, que
había inicialmente ciertos grandes árboles, abetos o pinos,
que merced a algún terremoto u otro desastre quedaron se-
pultados bajo tierra, donde, tras una larga permanencia
(según las diversas naturalezas de las partes adyacentes en
tomo). o se pudrieron y se convirtieron en una especie de
arcilla o se petrificaron y se tomaron- en una especie de
piedra; o también vieron cómo sus poros se llenaban de
ciertos jugos minerales que, estancándose en ellos y coagu-
lándose con el paso del tiempo, aparecieron al resquebra-
jarse como pequeños alambres metáliCÓs; -o también, debido
a algunas llamas o formas ardientes que tan a menudo se
ocasionan y usualmente acompañan a los terremotos, podrían
incendiarse y convertirse en carb6n; o incluso merced a
ciertos fuegos subterráneos que dicho autor afirma que
abundan mucho por aquellos parajes (a saber, en una pro-
vincia de Italia llamada Umbría, ahora Ducado de Spoleto,
en el territorio de Todi, antiguamente llamado Tuder, y
entre las dos aldeas de Collecco y Rosaro, no muy lejos
de la carretera a Roma, donde se encuentra en mayor can-
tidad que en otros lugares), debido a que están rodeados
de tierra, manteniéndose así aislados del aire disolvente,
resultan carboneados y convertidos en carbón. Seria una
tarea muy larga describir los diversos úpos de poros con
que además me encontré, descubiertos por estos medios en
otros varios cuerpos vegetales. Tampoco es mi intención
ahora explayarme en ejemplos del mismo tipo, sino más
bien presentar un caso -de- -cada uno de los distintos tipos
que ~ta ahora he tenido ocasión de observar, dejando la
prosecución y ampliación de los detalles para una ocasión
más adecuada; a fin de llevar a cabo este plan, añadiré aquí:
MICROGRAFÍA 335

Observ. XVII. De la madera petrificada 1 y otros [1011


cuerpos petrificados.
HE observado varios trozos de este tipo de sustancia de
muy diversos tipos por lo que respecta· a su forma
externa, colór, grano, textura, dureza, &c., siendo algunos
marrones y rojizos, otros grises como una piedra de afilar,
otros negros y con aspecto de pedernal, algunos blandos
como una pizarra o amoladera, otros tan duros como el
pedernal y tan frágiles. El que examiné con más atención
fue un pedazo del tamaño aproximadamente de una mano
humana que parecía haber formado parte de. algún árbol
grande del que se hubiese desprendido por putrefacción
antes de comenzar a petrificarse.
. Ciertamente, todo cuanto he visto hasta ahora pa-
rece haber sido madera podrida antes de que. comenzase
. la petrificación. No hace mucho, al examinar y observar un
enorme roble que simplemente por la edad parecía estar
podrido de pie, vi muy confirmada esta opinión, puesto
que descubrí que el grano, color y forma de la ·madera era
exactamente similar a esta sustancia petrificada. ·.Con un
·microscopio encontré que todos esos poros microscópicos
· ·que en la madera verde o firme y sana están llenos de los
jugos naturales o innatos de dichos vegetales, en ésta se
hallaban todos vacíos, como los de los vegetales carboniza-
dos, aunque con la siguiente diferencia, cual es que parecían
mucho mayores que los que he visto en cualquier carbón
veg~tal, incluso que los de esos carbones hechos con grandes
bloques de leña que usualmente se denominan carbón de
bosque 2•
La razón de dicha diferencia puede ser probable-
mente que el carboneado de los vegetales, siendo una ope-
ración realizada rápidamente mientras que la madera está
verde, al contraer los poros o intersticios que median entre
ellos, las partes más sólidas pueden encogerse con más fa-
cilidad que en la madera podrida, en la que el jugo natural
parece verse tan sólo lavado por humedades adventicias
o antinaturales. De esta manera, aunque el jugo natural sea
336 ROBERT HOOKE

eliminado de entre las partes firmes, con todo dichas partes


se mantienen separadas por las humedades adventicias, so-
lidificándose gradualmente en tales .Posiciones.
En la madera petrificada hallé asimismo que los
poros eran un tanto mayores que los del carbón, cuyos poros
son casi la mitad de grandes, si bien no m~tienen éntre
sí esa desproporción que se observa en la Plancha décima
entre las pequeñas motas o poros de la primera Figura
(que representa los poros del carbón o madera carboneada)
y las motas negras de la segunda Figura (que representa los
poros microscópicos similares de la madera petrificada), pues.
estas últimas se dibujaron con ayuda de un microscopio
que aumentaba el objeto en diámetro por encima de seis
veces más de lo que lo hacía el microscopio con el que se
observaron los poros del carbón.
Ahora bien, aunque eran un poco mayores, con todo
mantenían la forma y orden exactos de los poros del carbón
y de la madera podrida, siendo además los de esta última en
gran medida del mismo tamaño.
Las otras observaciones sobre esta sustancia petri-
ficada que realicé hace un tiempo por encargo de la Socie-
dad Real, presentándoles un informe acerca de ellas, eran
[108] las que siguen, viéndose honradas por el distinguidísimo
señor Evelyn 3, mi altamente honorable amigo, al insertar-
las y publicarlas entre esas excelentes observaciones de
que está llena su Sylva, y que omitiría aquí si no fuese
porque su dibujo, tal como se ven con el microscopio, se
había grabado anteriormente.
Esta sustancia petrificada se asemejaba a la madera
porque:
Primero, t~d~s sus partes en absoluto parecían estar
dislocadas o alteradas respecto a su posición natural cuando
eran madera, sitio que toda la pieza conservaba la forma
exacta de la madera, teniendo muchos de los poros cons-
picuos de la madera conservados aún como tales y mostran-
do una diferencia manifiesta bastante visible entre el grano
de la madera y el de la corteza, especialmente cuando al-
guno de sus lados se cortaba de modo liso y pulido, pues
en tal caso parecía tener un grano precioso como el de
algunas maderas curiosamente compactas.
MICROGRAFÍA 337

A continuación (se asemejaba a la madera) en que


todos sus poros menores y microscópicos (si se me permite
llaniar así a aquellos que sólo se pueden ver con una buena
lente de aumento) aparecen (tanto cuando la sustancia se
corta y p~e transversalmente como cuando se ~ace parale-
lamente a sus poros) perfectamente similares a los poros
microscópicos de diversos tipos de madera, siendo especial-
mente similares e iguales a los de diversos tipos de madera
podrida que he observado desde entonces, conservando la
forma, posición y magnitud de dichos poros. Difería de la
madera:
Primero, en- peso, siendo al agua ordinaria como
1
3 - a 1, mientras que hay pocas de nuestras maderas
4 .
inglesas que al secar resulten tan pesadas como el agua.
En segundo lugar, en dureza, siendo casi tan dura
como el pedernal, asemejándose incluso al· grano de éste en
algunas partes. Como él, cortaba con mucha facilidad el
vidrio, no dejándose rayar sin dificultad por un pedernal
negro y duro, e&pecialmente en algunos lugares. Asimismo,
sacaba chispas con igual facilidad contra el acero o contra
el pedernal, como cualquier pedernal ordinario.
En tercer lugar, en_ lo compacto, pu~ aunque todos.
los poros microscópicos de esta sustancia petrificada resul-
taban conspicuos en una posición, alterando esa posición
respecto a la luz de la superficie pulimentada, era patente
que dichos poros aparCclan más oscuros que el resto del
cuerpo tan sólo por hállarse llenos de una sustancia más
pulverulenta y no porque estuviesen- vacíos.
En cuarto lugar, por su incombustibilidad, por cuanto
que no habría de arder· en el fuego; es más, aunque la man-
tuve un buen rato al rojo vivo en la llama de una lámpara,
muy intensificada con el soplido de un tubito y una brasa
grande, con todo no pareció disminuir en absoluto en su
extensión, sino que sólo noté que cambiaba de color, apa-
reciendo de un color pardo más oscuro y apagado. Tam-
poco pude observar que esas partes que inicialmente pare-
cían haber sido madera se consumiesen lo más mínimo, sino
que parecían tan sólidas y compactas como antes. También
338 ROBERT HOOKE

se podía observar que, así como no se consumía como la


madera, tampoco se rompía y estallaba como un pedernal
u otra piedra igualmente dura, no tardando mucho en
ponerse al rojo vivo.
En quinto. lugar, en su solubilidad, pues al poner
algunas gotas de vinagre destilado sobre la piedra, hallé que
producían en breve muchas burbujas, exactamente como las
que se pueden observar en el espíritu de vinagre cuando
[109] corroe corales, aunque quizá muchas de esas burbujas pue-
dan derivar de algunas porciones de aire extraídas de los
poros de esta sustancia petrificada al insinuarse el menstruo
líqw"do. . .
En sexto lugar, en su rigidez y triturabilidad, no
siendo en absoluto flexible, sino frágil como un pedernal,
hasta el punto de que de un martillazo podía romper un
trozo de ella y con unos pocos más, reducirla a uñ polvo
bastante fino.
En séptimo lugar, parecía asimismo muy distinta de
la madera al tacto, sintiéndose mucho más fría de lo que
está normalmente la madera, muy al mo9<> de otras piedras
y minerales compactos.
Las razones de todos estos. fenómenos parecen ser,
Que esta madera petrificada, habiendo desalnsado
en algún lugar bien impregnado de agua petrificadora (esto
es, un agua bien impregnada de partículas pétreas y térreas),
sea por colado o filtración, sea quizá por precipitación,
cohesión o coagulación, separó gradualmente gran abun-
dancia de partículas pétreas del agua impregnante, las cuales
partículas, siendo transportadas por el vehiculo fluido no
sólo a los poros microscópicos, Óbturándolos así por com-
pleto, sino también a los poros o intersticios que quizá
pueda haber incluso en la textura o esquematismo de esa
parte de la madera que al microscopio aparece muy sólida,
aumentan de tal modo el peso de la madera como para ha-
cerla máS de tres veces más pesada que el agua y tal vez
seis veces más pesada que cuando era madera.
Asimismo, con ello cierran y aprisionan de tal modo
las partes de la madera, que el fuego no puede dispCrs&rlas
con facilidad, sino que la acción del fuego sobre ellas sólo
puede carbonear esas partes como si se tratara de un trozo
MlcROGRAFÍA 339

de madera bien encerrado en arcilla y mantenido un buen


rato en el fuego al rojo vivo, con -lo que el calor del fuego
lo carbonizaría sin consumirlo. Quizá sea ésa hasta cierto
punto la causa de que la sustancia petrificada muestre un
color pardo oscuro tras haberse quemado.
Mediante esta intrusi6n de las partículas petrifica-
doras, esta sustancia se toma también dura y triturable,
pues, al estar los pequeños poros de la madera perfectamen-
te calzados y embutidos con esas partículas pétreas, las
partes menores de la madera no tienen sitio o poros a los
que deslizarse al doblarse y, por consiguiente, en semejante
sustancia no se puede producir ninguna flexión o cesión en
absoluto, o poca.
Asimismo, las restantes partículas de la madera que
están entre las partículas pétreas pueden impedirles que
se rompan y dispersen al ponerlas al fuego, como tiende
mucho a suceder con el pedernal.
La madera no es la única sustancia que puede cam-
biarse en piedra por este tipo de transmutaci6n, pues yo
mismo he visto y examinado muchísimos tipos de sustan-
cias, y en autores muy fidedignos podemos encontrarnos con
historias de tales metamorfosis realizadas casi en todo tipo
de sustancias, tanto vegetales como animales, las cuales
historias no es tarea mía en estos momentos ni relatar ni
resumir, sino que tan sólo he de establecer algunas obser-
vaciones que he realizado recientemente sobre diversos tipos
de conchas petrificadas descubiertas en las proximidades de
Keinsham, que está a cuatro o cinco millas de Bristol, y que
reciben vulgarmente el nombre..4e piedras serpentinas 4 •
Al examinar varios de estos cuerpos de forma tan [110]
curiosa (que ordinariamente se consideran piedras formadas
por alguna extraordinaria virtud plástica latente en la propia
tierra) constaté estos pormenores:
Primero, que los cuerpos o piedras de esta forma
eran de sustancias muy diversas por lo que respecta a la
dureza. Algunas eran de arcilla, otras de marga, otras de
piedra blanda, casi de la dureza de esas piedras blandas que
los albañiles llaman piedrá del fuego 5, otras tan duras como
la piedra de Portland 6 , otras tan duras como el mármol y
otras tan duras como el pedernal o el cristal.
340 ROBERT HOOKE

Además eran de sustancias muy diversas por lo que


atañe a la transparencia y color, siendo algunas blancas,
otras casi negras, otras pardas, otras metálicas o como las
marcasitas, otras transparentes como el mármol blaneo,
otras como cristal rayado, otras grises, otras de diversos
colores, unas eran radiadas como esas largas gotas petri-
ficadas que se encuentran comúnmente en el Peak 7 y en
otras cavernas subterráneas y que tienen en el centro una
especie de médula.
En tercer lugar, eran muy diferentes por lo que
atañe a su forma externa, pues algunas de ellas parecían
haber sido la sustancia que llenaba la concha de algún tipo
de molus.co; otras parecían haber sido la sustancia que con-
tenía o envolvía una de esas conchas por la perfecta im-
presión que pareda dejar tanto del interior como del exterior
de dichas conchas. Ahora bien, en su mayor parte esas im-
presiones parecían ser de una concha imperfecta o rota, pues
faltaba siempre el extremo grande o boca de la concha
y en ocasiones, el extremo pequeño; otras veces, la mitad,
mientras que en otras había impresiones como si hubiese
habido agujero& abiertos en la concha configuradoia, im-
presora o moldeadora; otras de ellas parecían estar hechas
por una concha muy raída. o ·gastada por cuanto que uno
creería verdaderamente que la propia piedra configurada se
había roto o desgastado cuando estaba en estado gelatinoso,
por así decir, endureciéndose en esa situación, pues en el
interior, en el grano de la -piedra, no aparecía el menor
signo de dicho desgaste o ruptura, sino tan sólo en las
superficies más pronunciadas.
-En cuarto lugar, e_ran muy diversas por lo que res-
pecta a su cobertura exterior, presentando algunas una
concha perfecta, tanto en forma como en color y sustan-
cia, pegada a su superficie y adherida a ella, aunque resul-
taba fácil de separar y, a la manera de otras pechinas o
veneras ordinarias, a las que se asemejan con la mayor
exactitud algunas de ellas, eran muy solubles en vinagre
común; otras de ellas, especialmente las piedras helicoidales
o serpentinas, estaban cubiertas o conservaban la sustancia
brillante o de color de perla del interior de la concha,
sustancia que en algunas de ellas era extraordinariamente
MICROGRAFÍA 341

fina, por lo que podía rasparse con gran facilidad, mientras


que en otras partes era bastante gruesa, conservando una
capa blanca o sustancia escamosa en la parte superior, exac-
tamente como las partes externas de dichas conchas; algu-
nas tenían grandes trozos de la concha muy claramente ad-
herida a ellas, los cuales resultaban fáciles de romper o
desescamar gradualmente. Asimismo, algunas de ellas con-
servaban por toda su .$Uperficie una especie muy bella de
suturas, como las que se observan en los cráneos de di-
versos tipos de criaturas vivas, las -cuales suturas poseían
las formas más delicadas, a la manera de hojas, siendo todas
las de la misma concha exactamente semejantes entre sí, cosa
que pude descubrir con bastante claridad a simple vista, aun-
que más perfecta y distintamente con mi microscopio. Al rom- [111]
per algunas de estas piedras, descubrí que todas estas suturas
eran los términos o límites de ciertos diafragmas o parti-
ciones que parecían dividir la cavidad de la concha en una
multitud de celdas o cavernas muy proporcionadas y regu-
lares. En muchas de ellas hallé que estos diafragmas eran
muy perfectos y completos y de una sustancia muy distinta
de la que llenaba las cavidades y exactamente del mismo
tipo que la que cubría el exterior, siendo en su mayor parte
blanquecina o del color de la madreperla.
Por lo que respecta a las cavidades entre esos dia-
fragmas, hallé que algunas de ellas estaban llenas de marga
y otras de diversos tipos de piedras; otras estaban en ·su
mayoría vaóas, sólo que toda la cavidad estaba normal-
mente cubierta por una especie de sustancia tartárea petri-
ficada que se adhería a los costados, adoptando allí diversas
figuras regulares muy curiosas, a la-manera- en qae-se oh-
. serva que el tártaro u. otras sales disueltas se pegan y cris-
talizan por los costados del recipiente, o a la manera de
esos pequeños diamantes que anteriormente observé que
. eubrían la cavidad abovedada de un pedernal. Otras pre-
sentaban estas cavidades todas revestidas con una especie
de sustancia metálica o similar a la marcasita, que, tal y
como había hecho con la del pedernal, podía ver clara-
mente al microscopio que tenía una forma muy delicada
y regular.
Por todo lo cual, y otros diversos pormenores que
342 ROBERT HOOKE

he observado, no p:.iedo dejar de pensar que todos éstos


y la mayor parte de los cuerpos pétreos que se encuentran
con estas extrañas formas deben su formación y configu-
ración no a algún tipo de virtud plástica inherente en la
tierra, sino a las conchas de ciertos moluscos que, sea por
algún diluvio, inundación, terremoto u otros medios por
el estilo, fueron arrojadas a ese lugar, siendo rellenadas allí
por algún tipo de barro o arcilla o agua petrificadora, o al-
guna otra sustancia que con el paso del tiempo se ha sedi-
mentado y endurecido en esos moldes de concha, compo-
niendo la forma de esas sustancias que ahora encontramos;
asimismo, que el extremo grande y fino de estas conchas
se rompió con aquel terremoto o cualquiera otra que fuese
la causa extraordinaria que las Uevó allí; que muchas otras
se rompieron, desgastaron o desfiguraron de otras maneras;
que estas conchas que están de esta manera en espiral y se-
paradas con diafragmas. eran. algún tipo de nautilo o cauri;
y que otras eran conchas de pechinas, me¡illones, bígaros,
vieiras, &c., de diversos tipos; que muchas de estas conchas,
sea por la naturaleza peculiar de la riena contenida Q en~
cerrada o por otra causa, ·se ~ podrido y desmenuzado
con el paso del tiempo~ dejando tan sólo sus impresiones
tanto en la sustancia continente como en la contenida, y al
dejarlas muy sueltas una respecto a la otra, se pueden sepa-
rar fácilmente con uno o· dos martillazos. Que otras de
estas conchas, según la naturaleza de las sustancias adya-
centes a ellas, merced a una larga permanencia en esa po-
sición, se han petrificado, .tomándose de naturaleza pétrea,
a la manera en que he observado incluso ahora que ocurre
con diversos tipos de madera. Que a menudo la concha
puede hallarse con un tipo de sustancia dentro y otra muy
distinta fuera, habiéndose llenado quizá en un lugar, tras-
ladándose luego a otro, cosa que he observado con frecuen-
cia en pechinas, mejillones, bígaros y otras conchas que en-
contré a la orilla del mar. Es más, también que algunas
partes de la misma concha pueden llenarse en un lugar
(112] y algunas otras cavidades en otro, y otras en .un tercer,
cuarto o quinto lugar, pues he hallado hasta tantas sustan-
cias distintas en una de estas conchas petrificadas, difirien·
do tal vez todas éstas de la tierra que rodeaba la piedra.
MICROGRAFÍA 343

No creo que le resulte difícil de concebir los medios por


los que puedan causarse todas estas variedades a quien
haya tomado en consideración esas conchas que se encuen-
tran ordinariamente a la orilla del mar; y quien examine
concienzudamente varios tipos de tales piedras curíosamen-
te conformadas (me inclino mucho a pensar), hallará ra-
zones para suponer que su generación o formación es atri-
buible a alguno de esos accidentes que he mencionado y
no a alguna virtud plástica, pues es algo que me parece
totalmente contrario a la infinita prudencia de la natura-
leza, la cual, en todas sus obras y producciones, puede verse
que planifica todas las cosas para un fin determiaado y
para alcanzarlo recurre a vías que son (hasta donde el cono-
cimiento humano ha podido alcanzar) plenamente consonan-
tes y máximamente concordantes con la razón humana, y así
por ningún camino o medio contradice o es contraria al
raciocinio humano, y de ahí que desde hace mucho haya
sido general observación y máxima que la naturaleza no
hace nada en vano. Parece contrario, digo, a la gran sa-
biduría de la naturaleza que; estos cuerpos de tan bellas
formas hayan visto engendradas o elaboradas todas esas
delicadas figuras y dispositivos (con -los que muchos se
·.hallan adornados y dispuestos) por obra de una virtud plás-
tica para el ·solo fin de exhibir tales fo~mas, como pienso
que tendrá muchas razones para creer quien considere a
fondo todas las circunstancias de tal tiPQ de cuerpos con
esas formas, si bien he de confesar que nadie puede hallar
en este momento cuáles son los planes de la naturaleza.
Sería, por tanto, muy_ 4eseable que se reuniese una buena
colección de ese tipo de piedras con esas formas, así como
cuantos detalles, circunstancias e informaciones recogidas
con ellas se pudiesen obtener, de manera que a partir de
tal historia de observaciones bien dispuestas, examinadas y
digeridas pudiese conocerse perfecta y seguramente el ver-
dadero origen o producción de ese tipo de piedras. Tales
son las piedras de rayo 8, lapides stellares 9, lapides judaici 10
y multitud de otras que se mencionan en Aldrovandus 11 ,
W ormius 12 y otros autores sobre minerales.
344 ROBERT HOOKE

Observ. XVIII. De la estructura o textura del


corcho 1 y de las celdas y poros
de algunos otros cuerpos espon-
¡osos seme¡antes.
e OGÍ un trozo bien
tan afilado como
claro de corcho y con un cortaplumas
una navaja de afeitar, corté un trozo,
dejando su superficie extraordinariamente lisa. Al examinar-
lo luego con mucha diligencia con un microscopio pensé
que podía ver cómo aparecía un poco poroso, pero no era
<.'apaz de distinguir los poros con la suficiente claridad como
para estar seguro de que lo eran, y mucho menos para estar
seguro de cuál era su forma. Sin embargo, juzgando por la
· ligereza y blandura del corcho que sin duda su textura no
[113) podía ser tan delicada que, de recurrir a una mayor dili-
gencia, no pudiera. quizá hallar el modo de discernirla con
un microscopio, con el mismo cortaplumas afilado separé
de la anterior superficie lisa un trozo extraordinariamente
delgado y, colocándolo en un portaobjetos negro, dado que
se trataba de un cuerpo blanco, y proyectando sobre él la
luz con una gruesa lente plano-convexa, pude percibir con
enorme claridad que estaba todo perforado y poroso, muy
a la manera de un panal, aunque sus poros no eran regula-
res, si bien no difería de un panal en los siguientes aspectos:
Primero, en que tenía muy poca sustancia sólida en
comparación con la cavidad vaáa contenida en medio, tal
y como aparece de manera más clara en las Figuras A y B
de la Plancha XI~ pues los intersticios o paredes (como se
pueden denominar) o particiones de dichos poros eran casi
tan delgados en i:elación a sus poros como ésas láminas
delgadas de cera de un panal (que encierran y constituyen
las celdas exangulares) respecto a los suyos.
Luego, en que los poros o celdas no eran muy pro-
fundos, sino que constaban de muchísimas cajitas separa-
das en un poro largo y continuado mediante determinados
diafragmas, tal como se ve en la Figura B [de la Plan-
cha XI], que representa una vista de esos poros separados
longitudinalmente.
MICROGRAFÍA 345

Tan pronto los ví (siendo, ciertamente, los primeros


poros microscópicos que yo hubiera visto nunca, y tal vez
que hubieran sido vistos jamás, pues nunca encontré ningún
escritor ni persona alguna que hubiese hecho mención de
ellos antes de ésta), consideré que con su descubrimiento
me había sugerido a mí mismo la verdadera e inteligible
razón de todos los fenómenos del corcho, como:
En primer lugar, si preguntaba por qué era un
cuerpo tan extraordinariamente ligero, mi microscopio podía
informarme ahora que había aquí la misma razón evidente
que se encuentra para la ligereza de la espuma, un panal
vacío, la lana, una esponja, una piedra-pómez o similares-j
a saber, una pequeñísima cantidad de un cuerpo sólido
extendida en dimensiones extraordinariamente grandes.
Luego, _no parecía más difícil dar una razón inteli-
gible de por qué el corcho es un cuerpo tan incapaz de
absorber y beber agua, manteniéndose, por tanto, a flote
en su superficie aunque permanezca en ella mucho tiempo;
así como de por qué es capaz de encerrar y mantener el aire
en una botella por más que esté muy condensado y pre- · ·
sione, por consiguiente, con mucha fuerza para abrirse ca~
mino hacia afuera, sin que por ello permita que pase a
través de su sustancia la menor burbuja. En efecto, por lo
que respecta a lo primero, porque nuestro microscopio nos
informa de que la sustancia del corcho está totalmente llena
de aire y que dicho aire está perfectamente encerrado en
cajitas o celdas separadas las unas·de las otras. Parece muy
claro por qué ni el agua ni el demás aire pueden insinuarse
con facilidad en ellas, dado que ya hay dentro un intus
existens 2 gracias al cual los tro?:OS de corcho se convierten
en tan buenos flotadores para redes y tapones para redomas
y otros recipientes cerrados.
Y en tercer lugar, si inquirimos por qué el corcho
posee tal elasticidad y naturaleza hinchable cuando se com-
prime, y cómo es que permite una compresión tan grande
o aparente penetración de dimensiones, hasta el punto de
convertirse en una sustancia de nuevo tan pesada o más,
volumen por volumen, como lo era antes de la compresión,
y con todo, si se le permite retornar, se halla q~e se ex-
tiende de nuevo por el mismo espacio, nuestro microscopio
346 ROBERT HOOKE

[114] nos informará fácilmente de que toda la masa consta de


una infinita compañía de cajitas o vejigas de aire, que es
una sustancia de· naturaleza elástica que consiente una con-
siderable condensación (como he hallado muchas veces me-
diante diversos ensayos con los que lo he condensado. de
la manera más evidente en menos de una vigésima parte
de sus dimensiones habituales en las proximidades de la
tierra, y ello sin más fuerza que la de mis manos, sin ningún
tipo de máquina implente, como cremalleras, palancas, rue-
das, poleas o similares, dicho sea esto de paso), y además
parece muy probable que esas mismas membranas o lados
de los poros posean en sí una cualidad elástica como la
que tienen casi todos los demás tipos de sustancias vegeta-
les a fin de ayudarles a restituirse a su primitiva posición.
Y si pudiésemos descubrir la estructura y textura
de estas membranas y de otros diversos cuerpos con tanta
facilidad y certeza como las del corcho, no parece haber
ra7.Ón probable en contra de que pudiésemos dar con la
misma facilid~d la verdadera razón de todos sus fenómenos,
a saber, cuál es la causa de la elasticidad y rigidez de algu-
nos, tanto por lo que respecta a su flexibilidad como a su
restitución; cuál es la de la fragmentabilidad o fragilidad
de algunos otros y similare~. Mas, hasta tanto nuestro mi-
croscopio o algún otro medio nos permita descubrir la ver-
dadera estructura y textura de todos los tipos de cuerpos,
hemos de andar a tientas en la oscuridad, conjeturando tan
sólo las verdaderas razones · de las cosas mediante símiles
y oomparaciones.
Mas, volviendo a nuestra observación, conté varias
lineas de esos poros y hallé que había usualmente unas
sesenta de esas celdillas, puestas wia a continuación de
otra, en el espacio de una dieciochava parte de pulgada
[1,4 mm], de donde concluí que tenía que haber cerca
de once centenares de ellas, o algo más de un millar, en
el espacio de una pulgada [2,54 cm]. Por tanto, en una
pulgada cuadrada [6,45 CIJ!2 l 1 más de un millón o 1.166.400,
y en una pulgada cúbica [16,39 cm3 ], más de doce cente-
nares de millones o 1.259.712.000, algo casi increíble si no
fuese porque nuestro microscopio nos asegura de ello por
demostración ocular; es más, si no fuera que nos descubre
MICROGRAFÍA 347
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 349

los poros de un clierpo, diafragmados como los del corcho,


nos suministraría en una pulgada cúbica· más de diez veces
tantas celdillas, como es evidente en diversos vegetales car-
bonizados; tan prodigiosamente delicadas son las obras de
la naturaleza, que incluso estos poros conspicuos de los
cuerpos que parecen ser los canales o tubos a través de
los cuáles se comunica la savia nutrida o jugos naturales
de-los vegetales, pareciendo corresponder a las venas, arte-
rias y otros vasos de las criaturas sensibles, que estos poros,
digo, que parecen ser los vasos de nutrición del más vasto
cuerpo del mundo, son con todo tan extraordinariamente
pequeños que los átomos imaginados por Epicuro- andarían-
cerca de resultar demasiado grandes para penetrar por ellos
y mucho más para constituir un cuerpo fluido en su inte-
rior 3• Y cuán infinitamente -menores habrán de ser los
vasos de un ácaro o los poros de uno de esos pequeños
vegetales que he descubiertO. que crecen en el envés de una
hoja de rosal y que describiré más plenamente enseguida 4,
cuyo volumen es varios millones de veces menor que el del
pequeño arbusto sobre el que crecen, e incluso ese arbusto
es varios millones de veces menos voluminoso que diversos
árboles (que antaño crecieron en Inglaterra, floreciendo hoy
día en otros climas más cálidos, como nos informan con
mucha credibilidad); todo éllo, si los poros de este pequeño·
vegetal guardan con su ~~ una proporción tal como la
que hallamos que los poros de otros vegetales· mantienen [115]
con los suyos. Mas sobre estos poros me he explayado en
otro lugar.
Prosiguiendo, pues, por la constitución transversal
de los poros, el corcho parece ser una especie de fungus
u hongo, pues los poros se disponen como otros tantos radíos
salidos hacia afuera del centro o médula del árbol, de ma-
nera que si se corta un trozo de una plancha de corcho
transversalmente a la parte plana se partirán los poros, por
así. decir, los cuales aparecerán tal y como se representan
en la Figura B de la Plancha XI; pero si se cercena una
rodaja finísima de la plancha paralelamente a su plano, se
cortarán todos los poros transversalmente, apareciendo casi
como se representan en la Figura A, excepto tan sólo en
350 ROBERT HOOKE

que los intersticios sólidos no aparecerán tan gruesos como


aquí se representan.
De manera que el corcho parece succionar su ali-
mento de la corteza inmediatamente subyacente del árbol,
siendo una especie de excrecencia o una sustancia distinta
de las sustancias de todo el árbol, algo análogo a los hongos
o musgos de otros árboles o a los pelos de los animales.
Habiendo investigado sobre la historia del corcho, lo en-
cuentro identificado con una excrecencia de la corteza de
cierto árbol, distinta de las dos cortezas que están debajo
y que son también comunes a otros tipos de árboles; que
transcurre algún tiempo antes de que el corcho qµe cubre
el retoño joven y tierno llegue a resultar discernible; que
se resquebraja, rompe y abre en muchas grandes grietas
mientras permanece entera la corteza de abajo; que se puede
separar y quitar del árbol sin que las dos cortezas de abajo
(que son también comunes a los otros tipos de árbol) se
dañen en absoluto, sino que más bien están protegidas y
libres de daño externo. Así, ]onstonus, en Dendrologia 5,
hablando de subert, dice: Arbor est procera, lignum est
rohustum, dempto cortice in aquis non fluitat, Cortice in
orbem detracto ;uvaturt prascescens enim praestringit &
strangulat, intra triennium iterum repletur: Caudex ubi
adolescit crassus, cortex superior densus carnosas, duos
dígitos crassus, scaber, rimosus, & qui nisi detrahatur de-
hiscit, alioque subnascente . expellitur, interior qui subest
novellus ita rubet ut arbor minio picta videatur. Me inclino
mucho a pensar que estas historias, si se consideran con
atención y se examina concienzudamente el árbol,. la sus-
tancia y el modo de crecimiento, confirmarán notablemente
esta ·mi conjetura acerca de la generación del corcho.
Tampoco esta textura es exclusiva sólo del corcho,
pues tras un examen con mi microscopio hallé que la mé-
dula de un sabugo o casi cualquier otro árbol, la pulpa
interna o meollo de los tallos huecos de caña de muchos
otros vegetales, como hinojo, zanahoria, daucus 6, bardana,
cardencha, helecho, algunos tipos de caña, &c., poseen en
gran medida ese ·tipo de estructura que acabo de mostrar
en el corcho, excepto tan sólo en que aquí los poros están
dispuestos longitudinalmente o en la misma dirección que
MICROGRA'FÍA 351

la longitud de la caña, mientras que en el corcho son trans-


versales.
Asimismo,. la médula que llena la parte del tallo de
una pluma que está por encima del cañón posee en gran
medida ese tipo de textura, salvo tan sólo que en cualquier
posición en que dispusiese esta sustancia ligera, los poros
parecían cortarla transversalmente, por lo que conjeturo
que esta médula que llena la pluma no consta de una gran
abundancia de poros separados por diafragmas, como en el
corcho, sino de una especie de espuma sólida o endurecida, [116]
o una reunión de pequeñísimas burbujas consolidadas en
dicha forma, constituyendo una concreción bastante rígida
y fuerte. Asimismo, cada caverna, burbuja o celda está.
claramente separada de todas las demás sin ningún tipo
de agujero en las membranas de alrededor, de manera que
no podía soplar a través de un trozo de esta clase de sus-
tancia más de lo que podía hacerlo a través de un trozo
de corcho o de Ja médula hallada en el sabugo.
No obstante, aunque no pudiera descubrir, ni con
mi microscopio ni soplando ni con ningún otrc.• sistema
empleado hasta ahora, ningún pasaje que conectase una
de esas cavidades con otra, con todo no puedo concluir
a partir de ahí que, por consiguiente, no existan algunos
a cuyo través pase la savia nutricia o los jugos propios de
los vegetales. En efecto, en varios de esos vegetales, mien-
tras estaban verdes, he podido descubrir con bastante cla-
ridad gracias a mi microscopio que estas celdas o poros
estaban llenas de jugos que exhudaban gradualmente, del
mismo modo que he observado también en la madera verde
todos esos poros microscópU:os largos .que en el carbón
aparecen pedectamente vacíos de todo cuanto no sea aire.
Ahora bien, por más que haya intentado con gran
aplicación descubrir si en esos poros microscópicos de la
madera o las médulas hay algo parecido a esas válvulas del
corazón, las venas y otros conductos de los animales que
se abren y dejan pasar en una dirección los jugos fluidos
que contienen, cerrándose e impidiendo el tránsito hacia
atrás de dichos líquidos, con todo hasta este momento soy
incapaz de decir nada positivo sobre el asunto, si bien
pienso que parece muy probable que la naturaleza posea
352 ROBERT HOOKE

en estos conductos, así como en los de los cuerpos anima-


les, muchísimos instrumentos y dispositivos apropiados con
los que realizar sus designios y fines, por lo que no es im-
probable que algún observador diligente pueda detectarlos
andando el tiempo si se auxilia con mejores microscopios.
y que esto pueda ser así parecen apoyarlo con gran
probabilidad los extraños fenómenos de las plantas sensi- ·
tivas, mediante las que la naturaleza parece realizar diversas
acciones animales con la misma estructuración y organiza-
ción que es común en todos los vegetales, tal y como puede
desprenderse de algunas observaciones no menos instruc-
tivas que curiosas realizadas por varios miembros eminentes
de la Sociedad Real con algunas plantas de este tip0, sobre
las cuales el ingeniosísimo y excelentísimo médico, el doctor
Clark 1, les presentó un informe que incluyo .aquí, habién-
dome concedido tal libertad esa ilustrísima Sociedad.

Observaciones sobre las plantas humildes y sensibles


del ;ardín del Sr. Chiffin en el Parque de Saint
James, realizadas el 9 de agosto de 1661. Esta-
ban presentes ·Lord Brouncker, el Sr. Robert
Moray, el Dr. Wilkins, el Sr. Evelin, el Dr. Hen-
shaw y el Dr. Clark.

Hay cuatro plantas, dos de las cuales son pequeños


arpustos con un pequeño tronco corto de una pulgada
(2,54 cm] aproximadamente por encima del suelo, del cual
[117) parten varias ramas viscosas redondas, rectas y lisas en los
intervalos entre los retoños, aunque justo bajo los retoños
hay dos pinchos espinosos y agudos, anchos en la base
como en la zarzamora, uno exactamente bajo el retoño y el
otro en el lado opuesto de la rama.
Las distancias* entre los retoños son usualmente
algo más de una pulgada (2,54 cm], habiendo muchos en
una rama según su longitud, creciendo de tal modo que si

* Véase la Fig. 2 de la Plancha 11.


MICROGRAFÍA 353

el retoño inferior está en lá parte izquierda de la rama, el


próximo por encima está en la derecha y así hasta el final,
no brotando por parejas.
Al final de cada retoño hay normalmente cuatro bro-
tes, dos en el extremo y uno a cada lado, justo debajo. Ini-
cialmente, el retoño, desde la rama hasta el brote donde cre-
cen las hojas, está lleno de pelitos cortos y blancos que se
caen a medida que crecen las hojas, poniéndose luego lisos
como la rama.
En cada uno de la mayoría de estos brotes hay once
pares de hojas limpiamente· dispuestas en la parte superior
del pequeño brote, exactamente una contra otra, poi' así de-
cir en pequeñas articulaciones como las que los anatomistas
denominan enartrosis, donde la cabeza redondeada de un
hueso encaja en otra adecuada para su movimiento; y es-
tando dispuestas de manera muy apta para cerrarse y tocar-
se, pues los pares inmediatos superiores se cierran un tan-
to sobre ellas como en el brote cerrado, y asimismo el
pequeño pedú,,culo redondo de esta hoja encaja en una pe-
queña cavidad del brote, que se puede percibir a simple
vista en un brote recién cogido o qt1e se haya caído de la
rama, de la que se desprenden fácilmente las hojas al
tocarlas.
Siendo la hoja casi un cuadrado oblongo e inser-
tándose en el pedúnculo por una de las esquinas inferiores,
recibe de él no sólo un espinazo, si se puede llamar así. que
al pasar a través de 1a·hQja la divide longitudinalmente de
tal manera que la parte exterior es más ancha que la interior
próxima al brote, sino también pequeñas fibras que, al pa-
sar oblicuamente hacia el lado más ancho opuesto, parecen
hacerlo allí un poco músculoso y apto para mover toda la
hoja, la cual, junto con todo el brote, está plagada de peque-
ños pelitos blanquecinos.
En una de las plantas, una de cuyas ramas parecía ser [118)
más vieja y más desarrollada que la otra, sólo los retoños
más tiernos caen y cuelgan tráS cerrarse las hojas, mientras
que todas las ramas de Ja "Otra caían al suelo si el sol calen-
taba mucho al quitar el cri5tal, por lo que la llamo la planta
humilde.
Las otras dos, que nunca caen ni ninguna de sus ra-
354 ROBERT HOOKE

mas pende y cuelga hacia abajo, no cierran sus hojas si no


reciben un golpe algo fuerte. Los tallos parecen crecer a
partir de una raíz y tienen un aspecto más herbáceo, son
redondos y lisos, sin ningún pincho, y sus retoños tiene
varios pares de brotes con muchas menos hojas que la otra,
presentando generalmente en cada brote diecisiete pares.
Al tocar cualquiera de los brotes con hojas, todas las
hojas de ese brote se contraen por parejas, uniendo estre-
chamente sus superficies superiores.
Al derramar una gota de agua fuerte sobre el brote,
entre las hojas ff, todas las hojas situadas por encima se
cierran al momento~ y las de debajo se cierran por pares
sucesivamente, y así las inferiores de otras ramas, 11, kk,
&c., y así sucesivamente todos los pares con una pequeña
separación temporal entre sí, hasta la cúspide de cada brote,
permaneciendo así cerradas todo el tiempo que estuvimos
allí. Mas, cuando volví al día siguiente, así como varios
días después, hallé todas las hojas dilatadas otra vez en dos
de los brotes, si bien de /f. donde había caído el agua
fuerte, hacia arriba, se hallaba muerta y marchita, aunque
las que estaban por debajo en el mismo brote estaban ver-
des y se cerraban al tocarlas, siguiendo así hasta el día de
hoy, 14 de agosto.
Con la mayor rapidez posible, una de las hojas bb se
cercenó por la mitad con unas tijeras, tras lo cual ese par y
el que estaba por encima se cerraron de inmediato; tras un
pequeño intervalo, dd, luego ee, y así con el resto de las
parejas hasta la pane inferior del brote, comenzando luego
el movimiento en los pares inferiores, 11, de los otros
brotes,. que se cerraban por parejas hacia arriba, aunque no
con esas separaciones tan marcadas.
[ 119) Bajo una rama bastante grande con sus brotes, entre
dos y tres pulgadas [5 y 7,6 cm] por debajo de ella, había
una concha grande que se restregó con un aceite muy aro-
mático. Tras un rato pequeño, todas las hojas de ese brote
se cerraron, continuando así todo el tiempo de nuestra es-
tancia allí, aunque al volver al día siguiente encontré cam-
biada la posición de la concha y las hojas expandidas como
antes, cerrándose al tocarlas.
Con la aplicación de los rayos de sol mediante una
MICROGRAFÍA 355

lupa, la planta más humilde caía, mientras que la otra ce-


rraba sus hojas.
En dos o tres ocasiones no logramos aplicar el
humo de azufre de manera que tuviese algún efecto visible,
mas otro ensayo tuvo éxito al tocar él humo las hojas.
L8 planta humilde cayó al quitar el cristal con que
estaba cubierta.
Al cortar uno de los pequeños retoños, de la parte en
que se había praaicado el corte salieron dos o tres gotas de
un líquido muy claro y transparente, de un color verde bri-
llante, que sabía al principio un poco amargo, aunque luego
dejaba en mi boca un sabor como a regaliz. .
Fúi dos o tres veces cuando hacía frío y, aunque qui-
té los cristales de la planta más humilde, no cayó como ante-
rirmente, sino que tan sólo cerró sus hojas. Mas, yendo des-
pués, cuando el sol calentaba mucho, tan pronto como los
quité cayó como antes.
Arranqué otro brote cuyas hojas estaban todas cerra-
das, habiendo estado así durante algún tiempo, pensando
observar el líquido que habría de salir del ccme, pero aun-
que hice presión, no conseguf que saliera nada, así que tan
hábilmente como pude arranqué otro con las hojas extendi-
das y entonces, al cerrar las hojas, obtuve un poco del men-
tado líquido del extremo del brote que había desgajado de
la planta. Esto lo hice dos veces seguidas, casi cuantas veces
osé esquilmar la planta.
Pero, arrastrándome más lejos mi curiosidad, corté
una de las ramas más duras de la planta más fuerte, surgien-
do el líquido sin necesidad de apretar, tanto de la parte que [120]
había cortado como del lugar de donde la había cortado.
Todo ello me hace pensar que ei movimiento de esta
planta al tocarla podría derivar de esto, que hay un inter-
cambio constante entre cada parte de esta planta y su raíz,
sea por una circulación de este líquido o por una presión
constante de sus panes más sutiles hasta cada extremidad
de la planta. Debido a cada presión, de dondequiera que
proceda, mayor que la que la mantiene erguida, las panes
sutiles de este líquido se ven impulsadas hacia las articula-
ciones de las hojas donde, al no tener sitio de hecho para
penetrar en el brote, los pequeños pedúnculos redondos de
3.56 ROBERT HOOKE

los que emergen el espinazo y esas fibras oblicuas que men-


cioné, viéndose dilatados, dicho espinazo y fibras (siendo
prolongación suya) han de contraerse y acortarse, y así tira
de la hoja hacia arriba para que se una con su compañera,
que se halla en su misma situaeión, donde, cerrándose, se
mantienen juntas por la imbricación de los pelillos blanque-
cinos, así como por el líquido que sigue retirándose y que,
al distender las fibras que continúan por debajo de la rama y
la raíz, las acortan por encima. Y cuando el líquido se ve
así expulsado del retoño, cuyas fibras son aún tiernas e in-
capaces de sostenerse a sí mismas si no es merced a esa
tensión que les confiere el líquido que Uena sus instersti-
cios, el retoño pende y cuelga. -
Mas quizá quien tenga la habilidad y tiempo de da-
ros la anatomía exacta de esta hermosa planta, mostrando -
sus fibras y canales visibles a través de los cuales circula o se
mueve este fino líquido, teniendo la facultad de expresar
mejor y más abundantemente sus observaciones y-concep-
ciones, tal persona resolvería fácilmente con el movimiento
de este líquido todos los fenómenos, sin temor a afirmar que
esta planta no posee una sensación oscura. Mas humilde-
-mente confieso que ya he hablad~ demasiado, estando- dis-
puesto a sufrir correcciones.

Aún no he realizado observaciones tan plenas y sa-


tisfactorias como desearía sobre esta planta, que parece
un tema de estudio capaz de aportar una gran cantidad
[121] de información. Pero en la medida en que he sido capaz
de examinarla, he descubierto con mi microscopio disposi-
tivos y estructuras muy curiosas; mas, habiendo planeado
inspecciones y ensayos_ mucho más exactos, tanto con mi
microscopio como por otros medios tan pronto como la
estación lo permita, nada añadiré hasta entonces de todo
cuanto hasta ahora he averiguado. Ahora bien, por cuanto
he observado hasta el momento, estimo que su movimiento
deriva de causas muy otras de aquéllas mediante las que
se mueven las cuerdas de tripa o de laúd, la arista de la
avena salvaje, o las de las semillas de geranium, moschatum
o almizclera y otros tipos de alfileres 8• Sobre el particular
MICROGRAFÍA 357

me extenderé en subsiguientes observaciones sobre tales


cuerpos.

Observ. XIX. . De una planta que crece en las


motas amarillas o de añublo de las
hojas del rosal de Damasco 1, de
las hojas de zarzamora y de algu-
nos otros tipos de hojas.
DURANTE varios años seguidos, en los meses de ;unio,
iulio, agosto y septiembre (cuando comienzan a se-
carse y tomarse amarillas algunas de las hojas verdes de
los rosales), observé que muchas de ellas, en especial las
hojas de los arbustos viejos de las rosas de Damasco, esta-
ban todas moteadas de manchas amarillas y que las caras
inferiores, exactamente debajo de esas manchas, presenta-
ban ligeros abultamientos amarillos de una sustancia go-
mosa, muchos de los cuales tenían mancbitas negras en
medio de las amarillas, no siendo mayores a simple vista
que la punta de un alfilcr·.o que la menor mancha negra
o tilde de tinta que se pueda hacer con una pluma muy
afilada.
Al examinarlas con un microscopio, pude distinguir
con· toda claridad arriba y · abajo de la superficie varios
botoncitos amarillos de una especie de sustancia gomosa
rojo-amarillenta_. de ILque pude_. v.er que surgían peqµeñas
cápsulas ó cuerpos negros parecidos a vainas. Se". veía que
aquellos que estaban bastante fuera de la prominencia de
goma crecían fuera de ella con un tallito color paja y trans-
parente. Tales semilla y tallo parecían muy similares a los
del musgo común (que describo en otro lugar), aunque eran
mucho menos abundantes, pues varios cientos no igualaban
una sola vaina de semillas del musgo.
A menudo he dudado si serían las vainas de semillas
de alguna plantita o algún típo de pequeños brotes, o huevos
de algún insecto pequeño. Parecían de un color rojo par-
358 ROBERT HOOKE

duzco oscuro, algunas casi negras, con una forma muy pa-
recida a la de las vainas de semillas del musgo, aunque los
tallos sobre los que crecían eran de una sustancia transpa-
rente muy fina, casi como d tallo del moho,· aunque pa-
recían un tanto más amarillos.
Lo que me hace sospechar que sean vegetales es
haber visto que muchos de esos abultamientos están yermos
o desprovistos de ellos, como si esos cuerpos estuviesen
aún escondidos, al modo de G [en la Figura 2 de la Plan-
cha XII]. En otros estaban empezando a salir de sus abul-
tamientos gomosos y parecían brotar directamente hacia
arriba, como en A. En otros, como en B, los encontré recién
[122] salidos con muy poco o ningún tallo y las vainas de tamaño
moderado; mas en otros, como C, hallé que comenzaban
a presentar pequeños tallos o troncos cortos; en otros,
como D, esos troncos habían crecido y ensanchado, mien-
tras que en otros, como en E, F, H, 1, K, L, &c., esos
troncos y vainas se habían desarrollado mucho, siendo los
tallos más gruesos en tomo a la raíz y mucho más delgados
hacia la parte de arriba, como se puede v~r muy bien
en F y L.
No hallé que ninguno de ellos tuviese semillas o es-
tuviese hueco, aunqué a medida que crecían descubrí que
esas cabezas o vainas empezaban a girar sus puntas hllcia ·
sus raíces, a la manera que he observado que ocurre con
las del musgo, de manera que lo más probable es que la
naturaleza haya dispuesto con tal posici6n lo mismo que
practica con vainas de semillas similares de mayor tamaño;
esto es, que cuando la simiente esté madura se vea sacudida
y dispersada por la punta, tal y como se observa en las
vainas de aguileña y similares.
Todo el óvalo O O O O de la segunda Figura de la
Plancha 12 representa una pequeña parte de una hoja de
rosal del tamaño aproximado dd pequeño óvalo que aparece
en el abultamiento C, marcado con la cifra X 21 en el que
no he señalado con detalle todas las otras formas de la su-
perficie de la hoja del rosal, al carecer de interés para lo
que ahora traigo entre manos.
Ahora bien, si estas vainas contienen una semilla
en proporci6n a la vaina, como las .de las clavelinas, cla-
MICROGRAFÍA 359

veles, aguileñas y similares, cuán inimaginablemente peque-


ña no habrá de ser necesariamente cada una de esas se-
millas, pues toda la longitud de una de. las mayores de esas
vainas no llegaba a 1/500 de pulgada [0,05 mm]; algunas
no eran más de 1/1000, por lo que sin duda muchos miles
de ellas serían incapaces de formar un bulto perceptible a
simple vista; y si cada una de ellas contiene los rudimentos
de una plantita de la misma especie, ¿qué habremos de
decir de sus poros y partes. constituyentes?
La generaci6n de esta planta parece en parte atri-
buible a una especie de mildiu o roya, merced a la cual las
partes de las hojas se tornan roñosas o podridas, por así
decir, de manera que la humedad irrumpe en pequeñas
costras o motas que, como ya dije, parecen pequeños boto-
nes de una sustancia roja y gomosa.
De esta costra podrida emerge este pequeño vegetal
que puede ser un tanto similar a un moho o musgo, pudien-
do tener su equívoca generaci6n muy a la manera que he
supuestc que la tienen los musgos y mohos, siendo un tipo
· de vegetaci6n más simple e incompuesta que se f'<Jne en
marcha gracias al calor putrefactor y fermentador, unido al
del medio aéreo, cuando (por la putrefacci6n y degradaci6n
de las demás partes del vegetal, que por algún tiempo de-
tuvieron su progreso) se destraba y libera para proseguir
su curso primitivo, aunque debido a sus reguladores. se
mueve y actúa de manera muy otra de cuando era un
coagente en la más complicada máquina del vegetal más
perfecto.
Creo que el muérdago de los robles, majuelos, man-
zanos y otrós ··árboles tiene su origen en este mismísimo
principio, pues rara vez crece en alguno de estos árboles
hasta que comienzan a volverse decrépitos y a degenerar
con la edad, viéndose afectados por muchas otras enfer-
medades.
También pueden incluirse aquí esas multitudes y
variedades de hongos, como los denominados ore;a de Judas 3
y todos los tipos de musgos grises y verdes que se adhie- [123)
ren a toda clase de árboles, arbustos y similares, especial-
mente cuando alcanzan cierto tamaño. Vemos que éste es
en gran medida el método de la naturaleza a través de sus
360 ROBERT HOOKE

operaciones, pues los vegetales putrefactivos producen muy


a menudo un vegetal de una naturaleza mucho menos com-
puesta y de una tribu muy inferior, mientras que las sus-
tancias animales putrefactivas degeneran en una especie de
producción animal de rango muy inferior y de naturaleza
más sencilla.
Así, vemos que con la putrefacción, los humores y
sustancias del cherpo producen extraños tipos de gusanos
movientes. La putrefacción de las viscosidades y jugos del
estómago y de las tripas producen gusanos casi como las
lombrices de tierra. Las ronchas de las manos de los niños
producen un gusanito llamado arador 4• La sangre, la leche
y otros humores producen otros tipos de gusanos, al menos
si hemos de creer lo que nos comunican muy famosos
autores, si bien he de confesar que aún no he logrado des-
cubrirlos yo mismo.
Bien es verdad que puede parecer extraño observar
que el vinagre, la comida, los toneles mohosos, &c., críen
sus diferentes tipos de insectos o criaturas vivas, siendo
así que, constituyendo sustancias vegeta:lés, parecerían ser
de tipo inferior y por ende incapaces de producir criaturas
más nobles o de naturaleza más compuesta que la suya, por
lo que clanimente pueden considerarse incapaces de tal ope-
ración sin el ooncurso de cierto principio seminal. Ahora bien,
he de añadir que en estos momentos no podemos afirmar po-
sitivamente que no haya sustancias animales, sea mediatamen-
te, como merced al suelo o abono de la planta de la que
surgen, o más inmediatamente por mezcla o composición
con tales sustancias unidas a ellos, o tal vez porque cierto
tipo de ~to, merced a determinado instinto nittural,
expela algún tipo de principio seminal en aquellos lugares
en los que se dan esos tipos de cuerpos que se pudren o
fermentan, el cual principio seminal, al coopera~ con varias
clases de sustancias putrificantes, pueda producir· varios
tipos de insectos o cuerpos animados. En efecto, enlama-
yoría de esos grados inferiores de cuerpos animados halla-
mos que las sustancias putrificantes en las que los ~seetos
ponen estos huevos, semillas o principios seminales se con-
vierten por así decir en las matrices o senos que conducen
en gran medida a su generación, así como quizá también
MICROGRAFÍA 361

a su variación y alteración, muy a la manera en que se


producen muchos tipos de animales mediante cópulas ex-
trañas y antinaturales, como es el caso de las mulas y simi-
lares, que ordinariamente se denominan monstruosos· por
ser un tanto inusuales, si bien muchos de ellos tienen sus
partes principales tan perfectamente conformadas y adapta-
das a sus usos peculiares como las de los más perfectos
animales. Por tanto, si el cuerpo putrefactor en el que se
deposite al acaso algún tipo de principio seminal o vital
resulta ser algo más que una simple ayuda para la cría y
alimentación en la generación y producción de algún tipo de
cuerpo animal, entonces cuanto más se aproxime a la ge-
nuina naturaleza de un seno, más poder tendrá sobre el
fruto bastardo que encierra. Pero acerca de esto nos exten-
deremos más en la descripción del mosquito de agua 5• Tal
vez investigaciones y observaciones más cuidadosas sobre
estos temas lleven alguna certeza a la cuestión, lo que sería
de importancia no chica en filosofía natural.
Ahora bien, que las sustancias animales putrificantes
puedan producir animales de tipo inferior es algo en 1o [i24]
que no. veo una dificultad tan grande que no se pueda
admitir sin mucho absurdo. En efecto, puesto que puede
haber una multitud de dispositivos que contribuyan a la for-
mación de un cuerpo animal completo, no puedo tener por
inimaginable o imposible que algunos de esos coadyuvantes
a su vida y existencia perfecta no se puedan viciar, des-
truyendo la vida del todo, permaneciendo aun así intactos
varios de los dispositivos constituyentes; o que, como he in-
sinuado en otro lugar 6, no se pueda suponer un proceso ac-
cidental. s.~mejante para explicar el método de la naturaleza
en la metamorfosis de las plantas. Y, por más que la dife-
rencia entre una planta y un animal sea muy grande, con
todo no he encontrado hasta ahora un argumento tan con-
vincente que me obligue a afirmar positivamente que ambos
son completamente heterogéneos, poseyendo naturalezas de
tipo totalmente distinto. Además, así como existen muchas
zoo/itas y plantas sensitivas {muchas de las cuales he visto
que tienen una naturaleza intermedia, pareciendo ser una
transición de la naturaleza de un grado a otro, cosa que se
puede observar en todas sus demás transiciones, en las
362 ROBERT HOOKE

que rara vez se observa que salte de un escalón a otro), así


tenemos en algunos autores casos de plantas que se toman
en animales y animales en plantas y similares, así cómo al-
gunos otros procesos de la naturaleza muy extraños (por
haber sido desatendidos), algiinos de los cuales pueden ha-
llarse en la descripción del mosquito de agua 7, a~que no
sea totalmente pertinente para lo que ahora traemos entre
manos.
Mas, remitiendo este discurso acerca de los animales
a su lugar correspondiente, añadiré que, aunque se suponga
o se demuestre con observaciones que varias de estas clases
de plantas ·se producen accidentalmente mediante una pu-
trefacción casual, no veo que haya grandes razones para
cuestionar que1 por más que su propia producción fuese
por así decir casual, con todo puedan germinar y producir
semilla mediante la que propagar su propia especie que es
nueva.· En efecto, todo lo que sabemos es que el omnipo- .
tente y omnisciente Creador podría planear directamente
que la estructura de dicho vegetal o animal se produjese a
partir de tal o cual putrefacción o cambio en este o aquel
cuerpo pata cuya constitución o estructura sabía que era
necesario o consideró oportuno tomarlo como ingrediente;
como que la digestión o calentamiento moderado del huevo,
sea por parte de la hembra, del sol, del calor del fuego
o similareS, ·haya de producir es~ o aquella ave; o que los
vapores putrefactivos y cálidos hayan de producir una oruga
viva a partir de las llamadas cresas, esto es, los huevos de
una mosca, la cual se toma paso a paso· en una crisálida
que a su vez, mediante un calor más prolongado y propor-
cionado, se transforma en una mosca. Tampoco hemos de
suponer ~e es más imperfecto en su ·clase que el animal
o vegetal más compuesto del que forma parte, pues podría
dotarlo plenamente· de todo tipo de dispositivos necesarios
para su propia existencia y la propagación de su propia es-
pecie, haciéndolo con todo formar parte de un cuerpo más
complicado, a la manera en que un relojero podría hacer
que un carillón formase parte de un reloj, a pesar de lo
cual, cuando se separa la parte que anda de la parte de
percusión, eliminando los obstáculos a su movimiento, este
carillón puede marchar de modo igualmente preciso, tañen-
MICROGRAFÍA 363

S<htm : xn
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 365

do su son con tanta exactitud como si formase aún parte


del autómata compuesto .. Así pues, por más que la causa
original o eJ principio seminal de que surgió esta planta [125]
diminuta de las hojas del rosal fuese, antes de la corrup-
ción provocada por el mildiu, una parte componente de la
hoja sobre l~ que crece, sirviendo como coagente en su
producción o constitución, con todo podría ser tan com-
pleto como para producir una semilla que poseyera la virtud
de propagar la misma especie. La_s obras del Creador pare-
cen de tal excelencia que, aunque fuesen incapaces de con-
tribuir a la perfección de la existencia más compleja de la
planta o animal mayores, no obstante podrían poseer la
capacidad de actuar exclusivamente sobre su propio prin-
cipio interno, produciendo un cuerpo vegetal aunque de
naturaleza menos compleja, procediendo a partir de ahí a
la manera de otros vegetales, echando flores y producien-
do semillas capaces de propagar seres semejantes. De este
modo, que yo sepa, las pequeñas vainas que parecen crecer
en el extremo de los sutiles tallos, aunque suponga que
derivan de la perversión del curso usual del vegetal padre,
pueden contener una semilla que, al dispersarse por otras
hojas de la misma planta, pueden producir una planta en
gran medida del niismo·tipo.
Las hojas del rosal de Damasco no son las únicas
que producen esta clase de brotes vegetales, pues también
los he observado en otros diversos tipos de hojas de rosal_,
así como en las hojas· de varios tipos de eglantina y en las
hojas de zarzamora, donde a menudo se encuentran en
grandes conglomerados, hasta el punto de que en uno de
esos cúmulos he hallado tres, cuatro o cinco centenares·-cte
ellos, formando una mancha o costra negra en el envés de
la hoja.
366 ROBERT HOOKE

Observ. XX. Del moho azul 1 y de los primeros


principios de vegetación que derivan
de la putrefacción.

LASvarias
manchas mohosas y pilosas azules, blancas y de otras
clases que se pueden observar en diferentes
tipos de cuerpos putrefactos, sean sustancias animales o
vegetales, como el cuero, bruto o curtido, la carne, la sangre~
los humores, la leche, el queso fresco, &c., o la madera verde
podrida, o las hierbas, hojas, corteza, raíces, &c., de las
plantas, no son todas ellas más que difere~tes clases de
hongos con diversas formas que, partiendo de algunos ma-
teriales adecuados de esos cuerpos en putrefacción, se ven
excitados por el calor concurrente del aire a cierta suerte
de vegetación que no será indigna de nuestra más seria
especulación y examen, como mostraré enseguida. Mas antes
he de asentar una breve destripción de este espécimen que
he añadido a este género en. la primera Figura de la Plan-
cha XII, que no es sino el aspecto ofrecido por una ~
queña mancha blanca de un moho piloso, muchas de las
cuales de5cubrí que moteaban y blanqueaban la superficie
de las- pa5tas rojas de un librito que, al parecer, eran de
piel de oveja, la cual es más proclive que otras pieles a criar
moho, incluso en una habitación seca y limpia. A través de
un buen ·microscopio 2, esas manchas se mostraban como un
cuerpo vegetativo de muy bonita forma, el cual, desde casi
[126] la misma parte de la piel, echaba multitud de tallitos ci-
líndricos; largos y transparentes que no eran· completamente
rectos, sino que se hallaban un poco doblados por el peso
de un botón redondo y blanco que crecía en el extremo de
cada uno de ellos. Observé que muchos de los botones
eran muy redondos y de superficie lisa, como A A, &c., otros
eran asimismo lisos, aunque un poco oblongos, como B;
algunos .d~ ellos estaban un tanto rotos o hendidos por
cortes en la parte superior, como e, mientras que otros
estaban por así decir todos rasgados o rotos en pedazos,
como D D. Toda la sustancia de estos bonitos cuerpos era
de una constitución muy tierna, muy a la manera de la
MICROGRAFÍA 367

sustancia del tipo más blando de los hongos blancos co-


munes, pues al tocarlos oon un alfiler, comprobé que se
machacaban y rasgaban. Cqda uno de ellos parecía tener
una raíz propia distinta, pues, aunque crecían casi juntos
en un conglomerado, con todo podía percibir que cada uno
de ellos surgía de una parte o poro distinto de la piel~
Algunos eran pequeños y corto_s, pareciendo acabar de brotar,
siendo la mayoría de sus bolas redondas. Otros eran mayo-
res y más altos, habiendo quizá tenido un tiempo de creci-
miento más prolongado. La mayo.r parte de las cabezas de
éstos estaban rotas y algunas muy estropeadas, como E. No
pude percibir qué· contenían estas cabezas y no podría decir
si eran botones y flores o cápsulas de semillas, aunque pa-
recía que lo más probable es que fuesen de la misma natu-
raleza que las que crecen en los hongos, a los que algunos
de ellos se asemejaban no poco.
Tanto- su olor como su sabor, que son lo bastante
activos como para producir una impresión sensible sobre esos
órganos, resultan desagradables y dañinos.
No pude hallar que fuesen rápidamente destruidos
por la llama de üna vela, tal y como supuse que ocurriría
la primera vez que los vi, sino que permanecían enteros
tras haber hecho pasar tres o cuatro veces la parte del cuero
en que se hallaban ·adheridos por la llama de una vela, de
modo y manera que no parecen muy proclives a arder, a la
manera de las setas blancas ordinarias cuando están frescas.
Hay multitud de otras formas adoptadas por estos
hongos microsc6picos, cuya descripción exigiría mucho tra-
bajo, no encajarido bien con lo que me propongo en este
tratado. únicamente no he de olvidar entre todo ello de
dar noticia de ~o que era un poco como, o· se ·asemejaba
a, una esponja, constando de una multitud de pequeñas ra-
mificaciones casi ·como ese cuerpo que ciertamente parece
ser una especie de hongo de agua de muy bonita textura,
como muestro en otro lugar 3• Un segundo que no he de
omitir, porque a menudo se mezclaba y casi se unía a los
que he descrito, se asemejaba mucho a un monte de mato-
rrales o zarzas muy ramificadas y extendidas, algunas hasta
una gran distancia en relación a su diámetro, como zarzas
trepadoras.
368 ROBEB.T HOOKE

El modo de crecimiento y formación de este tipo


de vegetal es el tercer capítulo de la investigación que, si
tuviera tiempo, desarrollaría. Me parece que la figura y
método de generación de este particular es la más simple,
clara y fácil después de la investigación acerca de la forma-
ción, figuración y cristalización de las sales, y asimismo me
parece un medio por el que ha de pasar necesariamente
quien haya de investigar con alguna posibilidad la forma
informans de los vegetales. En efecto, del mismo modo que
estimo que se topará con una muy ardua tarea quien se
[127] proponga descubrir la forma de las cristalizaciones salinas
sin la consideración y conocimiento previo de la naturaleza
y razón de la forma globular 4, siendo igualmente difícil
de explicar esta configuración de los hongos sin el examen
previo de la forma de las sales, así la investigación de las
formas de los vegetales no será menos, sino mucho más
difícil sin el conocimiento previo de las formas de los
hongos, presentando estas investigaciones una dependencia
mutua no menor que la que tiene un número selecto de
proposiciones en los Elementos de matemáticas.
Tampoco imagino que los saltos de una a otra re-
sulten ser muy grandes si, comenzando por la fluidez o
cuerpo sin forma alguna, descendemos gradualmente hasta
llegar a la forma superior del alma de un animal bruto,
dando los pasos o fundamentos de nuestra investigación:
Ruidez, -orbículación, fiiación, angulación o cristalización,
germinación o ebullición, vegetación, plantanimación, ani-
mación~ sensación, imaginación.
Ahora bien, a fin de que podamos proceder mejor
en nuestra investigación, será necesario considerar:
Primero, que el moho y los hongos no precisan una
propiedad seminal,. pues los primeros se pueden producir
en cualquier momento a partir de cualquier tipo de sustan-
cia animal o vegetal en putrefacción, como carne, &c., que
se mantenga húmeda y caliente; y los últimos están igual-
mente bajo nuestro control, si es verdad lo que relata
M(f!thiolus 5 acerca de fabricarlos artificialmente. Sobre esta
cuestión véase el Epitomie que ha expuesto _el señor Parkin-
son 6 en su Herbario, en el capítulo acerca de los hongos,
pues no tengo ahora el Mathiolus conmigo: A estos hongos
MICROGRAFÍA 369

(dice) se pueden añadir también esos que se crían por obra


del arte (de los que hace menci6n Mathiolusf, los cuales
crecen naturalmente entre ciertas piedras de Nápoles y que,
siendo dichas piedras excavadas y transportadas a Roma y
otros l11gares, las colocan en sus bodegas de vino, cubrién-
dolas con un poco de tierra y rociándolas con un poco de.
agua caliente, con lo cual, al cabo de cuatro días, producen
hongos que se pueden comer cuando uno quiera. Asimismo
se puede hacer crecer hongos al pie de un álamo silvestre
al cabo de cuatro días de haber vertido agua caliente, en la
que se hayan disuelto algunas ho¡as, sobre la raíz (que ha
de estar her,dida) y el tronca_..por encima del suelo.
~gundo, que así como las setas se pueden generar
sin semilla, no parece que tengan semillas en ninguna de
sus partes, pues, habiendo examinado diversas clases de
ellas, nada pude hallar que pudiese conjeturar con alguna
plausibilidad que se tratase de sus semillas, de modo que
por el tnomerito (que yo sepa) no parece que las setas se
puedan generar a partlf de semillas, sino que parecen de-
pender más bien tan sólo de una conveniente constitución
de la materia de la que se hacen y de la concurrencia de
calor naturaI o artificial.
En tercer lugar, que mediante diversos cuerpos (como
sales y metales, tanto en agua como en aire, y por diversos
tipos de sublimaciones en el aire) afectados y guiados por
un calor congruente, se pueden producir diversos tipos de
cuerpos de: forma igualmente curiosa, si no más, así como
parecen manifestarse diversas clases de figuras que suben
o ebullen,. ·tal y como atestiguan los borbotones en la rec-
tificación de los espíritus de- orinfl, -asta-de ciervo--1, san-
gre, &c., no menos que las curiosas r~as de disoluciones
evaporadas; algunas de ellas contra los costados del reci- [128]
piente, otras de pie, desarrollando un extremo a partir del
fondo, cosa de la que he tenido noticias de gran diversidad.
Pero el árbol de plata 8 nos ofrece un tipo de germinación
mucho más precioso que cualquier otro, siendo de sobra
conocido por los químicos el modo de fabricarlo con mer-
curio y plata, dándose en él una ebullición o germinación
muy similar a la de los hongos, si es que me han infor-
mado bien.
370 ROBERT HOOKE

En cuarto lugar, muy frecuentemente he notado y


observado con un microscopio ciertas excrecencias o ebu-
lliciones en el pábilo de una vela que, en parte por la adhe-
rencia de las partículas de humo cuando se ven llevadas
hacia arriba por la corriente del aire rarificado y la llama
y en parte también por una especie de germinación o ebu-
llición de algunas partes untuosas afectadas que se insinúan
y filtran por alguna cuerdecita de la mecha, forman ~­
bezas muy redondas y uniformes que se parecen mucho
a la forma de los hongos con sombrerete, las cuales, al ex-
ponerse por algún medio al aire fresco o ese aire que roda
la llama, inmediatamente se ven absorbidas y devoradas por
él, desvaneciéndose.
Me parece que la ra?.Ón de este fenómeno no es otra
que ésta:
Que cuando un hilo conveniente de la mecha se
dobla por los lados del pábilo de modo que se aleja algo
así como media pulgada [ 1,27 cm] -O más del fondo o parte
inferior de la llama, estando dicha parte totalmente incluida
en la llama, entonces el aceite (por mor de la filtración que
ya he señalado), viéndose continuamente elevado por el pá-
bilo, se ve· asimismo conducido hacia este extremo doblado
y deshilachado, y hallándose éste alejado un buen trecho
del fondo de la llama, como media pulgada o más, las partes
del aire que pasan por ella se encuentran ya casi saturadas
con la solución de los vapores untuosos e hirvientes surgi-
dos de abajo, ·estando, por consiguiente, no sólo saciadás,
esto es, sin poder ya disolver más de lo que ya han operado,
sino que además transportan consigo gran cantidad de par-
tículas untuosas y fulginosas que al foparse con la mecha
deshilachada, plenamente llena de aceite, qu~ sólo gasta a me-
dida que se evapora, en absoluto por disolución o combus-
tión, por medio de estas partes vaporosas del aceite filtrado
que sale de los costados de este deshilachado, y hallándose
inmerso en el aire que ya está saturado sin que pueda apo-
derarse de ellas ni quemarlas, las partículas fulginosas as-
cendentes permanecen y se fijan en tomo a él, de manera
que en tomo al extremo de ese deshilachado o filamento
del pábilo, de donde surge la mayor parte de IOs vapores,
se congloba o fija un sombrero redondo y bastante unifor-
MICROGRAFÍA 371

me· que se asemeja mucho a la cabeza de un hongo, y si


es de gran tamaño se puede observar que su parte inferior
será_niayor que la que está encima de su deshilachado o tallo.
En efecto, el aceite que llega allí por filtración, al estar el
cuerpo del sombrero un tanto protegido del calor de la
llama, merced a ello sale tanto por debajo del tallo o hacia
la parte inferior como hacia arriba, y en virtud del gran
acceso del humo adventicio de abajo, aumenta considerable-
mente de este modo. Podría presentar muchos argumentos
y experimentos para hacer plausible que ésta pueda ser la
verdadera razón de este fenómeno, como:
Primero, que el filtrado transporta el aceite al extre-
mo superior de la mecha, al menos hasta la altura de estas [129]
hilachas, es algo que se puede ver si se observa con un
microscopio el pábilo de una vela encendida, donde pode-
mos ver una ebullición o burbujeo del aceite hasta la altura
en que el pábilo aparece negro.
Luego, que, más que quemar, emite vapores. Podría
hablaros de la mortecina combustión de una vela cuanto
más largo es el pábilo, lo que deriva de la abundancia de
vapores de sus partes superiores.
Y en tercer lugar, que en medio de la llama de la
vela, cerca de la parte superior del pábilo, el fuego o prin-
cipio disolvente no es tan fuerte como hacia el fondo y los
bordes de la llama, cosa que se puede observar por la com-
bustión de las diversas partes de un hilo, el cual se romperá
por aquellas partes que tocan los bordes de la llama y no
por el medio.
Podría añadir otras varias observaciones de las que
he tenido noticia en la llaiµa de una lámpara activada por
fuelles, así como muchos otros que me confirman en mi
opinión, aunque no vienen muy a cuento de lo que ahora
me traigo entre manos, que es tan sólo considerar esta con-
creción en el pábilo de una vela, en tanto en cuanto pre-
senta alguna semejanza con un hongo, para cuya considera-
ción, a la que;, -silgo, he de retomar, podemos también
observar: -
En quinto lugar, que los estilicidios o goteos de las
aguas lapidiscentes en las bóvedas subterráneas parecen cons- _
tituir un tipo de cuerpo petrificado, formado casi como una
372 ROBERT HOOKE

especie de hongo invertido, tanto más cuanto que he visto


algunos un tanto en forma de botón en el extremo inferior,
aunque ciertamente en su mayoría tienen otra forma, ha-
llándose adelgazados hacia el extremo. Su generación no.
parece derivar de otra razón que la siguiente, a saber, que
al filtrarse el agua a través de la tierra y la caliza (pues
estimo que esta sustancia auqienta considerablemente su
cualidad petrificante) se impregna de tal modo de particu-
las pétreas, que al colgar en forma de gotas del techo de
la bóveda, debido a que la filtración del agua es lenta,
quedan expuestas al aire, con lo que la parte externa de
la gota se endurece gradualmente porque, al evaporarse. el
agua poco a poco, las partículas pétreas próximas a la parte
exterior de la gota comienzan a tocarse y a secarse gradual-
mente, acercándose más, terminando por formar una costra
o capa en tomo a la gota. Además, al darse más y más
filtración gradual, la gota se toma cada vez más larga, en-
dureciéndose los costados en un espesor creciente hasta
formar un canutillo o caña, y con el tiempo ese hueco o
meollo se toma casi obturado y sólido. Tras ello, la filtra-
ción del agua petrificadora, al no encontrar ya paso wr
el medio, revienta y escurre por la parte de fuera y, a me-
dida que; el agua se evapora, deja nuevas capas IJñadidas
que hinchan progresivamente el volumen de esos carám-
banos. Y, debido al gran suministro desde la bóveda de
agua petri/icadora, esos cuerpos se tornan más y más gruesos
junto a ~ bóveda, siendo ahusados o aguzados hacia la
punta, pues, dado que el acceso desde el arco de la bóveda
es muy lento y, por ende, el agua se extiende muy somera-
mente por la superficie del carámbano, el agua comienza
a fijarse antes de alcanzar la parte inferior o el atremo en
esquina. De ahí que si se rompe uno de ellos, casi 5e ima-
ginaría que se trata de una rama de madera petrificada, te-
niendo como tiene una similitud tan grande de médula y
grano, y si se examina la parte externa de un trozo o de uno
completo, no se creería otra cosa, tanto por su redondez
[130] vegetal como por la forma ahusada. Pero, mientras que
se observa que todos los vegetales brotan y crecen perpen-
"dicularmente hacia arriba, éste brota y tiende directamente
hacia abajo.
MICROGRAFÍA 373

Gracias a estos últimos observables vemos que puede


haber un cuerpo muy bonito formado y cuajado por prin-
cipios mecánicos sin la menor muestra o probabilidad de
-cualquiera otra formatrix seminal.
Y puesto que hallamos que la gran tazón de los
fenómenos de esta linda petrificación se ha de extraer de la
gravedad de un cuerpo fluido y bastante volátil impregnado
de partículas pétreas, por qué los fenómenos de· la ebulli-
ción o germinación no habrían de poder deducirse al menos
en parte de la levedad de un líquido impregnado que, por
tanto, asciende perpendicularmente por grados, se evapora
y deja deti;ás las partes más sólidas y fijas eaforma-de un
hongo, el cual se ve ulteriormente diversificado y especificado
por las formas de las partes que impregnaban el líquido
y que componen o contribuyen a constituir el ·hongo.
Podría poner fácilmente de manifiesto que las men-
cionadas figuras de las sales que crecen y del árbol de plata
derivan de este principio; pero no dispongo ahora de la
adecuada ocasión para proceder por ese camino y tampoco
· · he realizado el número suficiente de experimentos y obser-
vaciones para proponer, explicar y probar tan útil teoría
como es ésta de los hongos. En efecto, aunque el principio
contrario al de los carámbanos petrificados pueda en parte
ser la q¡usa, con todo no puedo dejar de pensar que hay
una causa un tanto más complicada, por más que siga siendo
mecánica, susceptible de explicación.
Por. consiguiente, hemos de proseguir con la inda-
gación de qué lo hace ser tal líquido y ascender, si el calor
del sol y el aire o el de la fermentación y putrefacción o
ambos conjuntamente; o también si no habrá un tercero
o cuarto; si un principio salino no podría ser un agente de
consideración en este negocio además del calor; si en este
asunto no podría ser un coadyuvante considerable una fi-
jación, precipitación o · asentamiento de ciertas partes del
menstruo aéreo. Dado que hallamos que muchas bonitas
barbas o carámbanos de partículas de plata se pueden pre-
cipitar so)?re un trozo de latón puesto en una solución de
plata muy diluida con agua clara, lo que ofrece un aspecto
parecido a una especie de moho o escarcha, y la escarcha
parece una especie de moho; no habiendo tenido aún tiemp0
374 ROBERT HOOKE

suficiente para indagar de acuerdo con mis deseos si no


habría otros varios que concurren a la producción de los
hongos, he de postergarlo para cuando tenga mejor ocasión,
o bien dejarlo y recomendarlo a la más diligente investiga-
ción y examen de quienes puedan disponer tanto de ocio
como de medios para tal indagación.
Entretanto, he de concluir que, en la medida en que
he podido examinar la naturaleza de este tipo primario de
vida y vegetación, no puedo hallar el menor argumento
probable ·que me persuada de la existencia de otra causa
concurrente que no sea puramente mecánica, siendo los
efectos y productos de la concurrencia de dichas causas tan
necesarios ·como que un barco, una vez izadas las velas y
colocado el timón en tal postura, haya de moverse cuando
[131] sopla el viento por tal camino y curso hasta este o aquel
lugar; o que el reloj golpeado que menciono en la descrip-
ción del ·musgo 9 haya de comenzar a marchar, .una vez eli-
minadas las partes que impedían. su movimiento, aunque
de manera muy otra que la anterior.

Observ. XXI. Del musgo y otras diversas sus-


tancias vegetales pequeñas 1•

E L musgo es una planta que el más sabio de los reyes 2


no consideró indigna de su especulación ni de su pluma,
y aunque sea una de las de menor tamaño entre las plantas,
con todo no es en absoluto la menos importante, pues por
lo que atañe a su forma se puede comparar en belleza con
cualquier planta que crezca y alcance un taniaño mucho
mayor. Posee una raíz casi como una zanahoria bastarda 3,
provista de pequeñas hebras y chupones, todos ellos deli-
cadamente ramificados como los de las raíces de vegetales
mucho mayores. De ésta surge el tallo o cuerpo de la planta,
que es un tanto cuadrangular más bien que cilíndrico, muy
delicadamente acanalado o estriado con pequeños surcos que
corren en su mayoría paralelamente a todo el tallo. En sus
costados se inserta estrecha y densamente una multitud de
MICROGRAFÍA 375

cfr.. V ll ·.13

A
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 377

hojas tersas, grandes y bien formadas, unas de ellas de forma


más redondeada y otras de una más alargada, según sean más
j6ve~es o más viejas cuando se arrancan, como colijo de que
aquellas plantas cuyos tallos crecían en la parte superior te-
nían sus hqjas de fqrma mucho más alargada, con toda la su-
perficie de ambos lados curiosamente cubierta de una multi-
tud de pequeños cuerpos transparentes y oblongos, a la ma-
nera que se ve dibujada en la hoja D de la Plancha XIII.
Cuando es joven y está brotando, esta planta se ase-
meja mucho a una siempreviva, poseyendo hojas gruesas,
casi como ella, y pareciendo un tanto similar a ella en otros
aspectos. Asimismo, desde la cúspide de las hojas emerge
un pequeño pelo o espina blanca y transparente. Con el
tiempo, este tallo llega a brotar, convirtiéndose en un tronco
redondo y uniforme que, cortándolo tr;lnsversalmente cuan-
do estaba seco, hallé claramente que constituía una caña
o bejuco tieso, duro y hueco, sin ninguna clase de nudo
o separaci6Ii desde la parte inferior en que lo rodeaban las
hojas hasta la cúspide, donde crece una gran cápsula se-
minal, A. Ésta se halla cubierta por una película más blan-
quecina, B, terminada en un capuchón largo y espinoso
que inicialmente cubre toda la cápsula. Luego, gradual-
mente, a medida que se hincha, la película se hiende y ter- ·
mina por desprenderse con el capuch6n espinoso y todo
(que forma parte suya), dejando la cápsula seminal para
que madure y la rompa gradualmente su semilla en un sitio
por debajo de e.sta tapa, B, que antes de que la semilla esté
madura aparece como un bot6n a bandas y plano sin ningún
agujero en el medio. Mas, a medida que madura, el bot6n
crece y aparece un agujero en el centro, e, por el que con
toda probabilidad cae la semilla. En efecto, a medida que
madura, por una provisi6n de la naturaleza, ese extremo
de la caña gira hacia abajo a la manera en que lo hacen
usualmente las espigas del trigo o de la cebada. Al abrir
varias de estas cápsulas rojas secas, F, hallé que estaban
totalmente huecas, sin nada en absoluto dentro, mientras [132)
que si las cortaba en dos con una navaja afilada cuando
estaban verdes, hallaba en el medio de esta gran cápsula
otra redonda menor. estando los intersticios entre ambas
llenos de multitud de fibras correosas que parecen suspen-
378 ROBERT HOOKE

der la cápsula menor en el medio de la otra. Aquella cáp-


sula (en la medida en que podía discernirlo) parecía llena
de semillas blancas extremadamente pequeñas, muy a lama-
nera de la bolsa seminal del cáliz de un clavel dos o tres ·
días o una semana después de que las flores se hayan mar-
chitado. Pero esto no lo pude discernir perfectamente y, por
consiguiente, no lo puedo afirmar de manera positiva 4•
Una vez .que caía la semilla, hallé que tanto la cáp-
sula como el tallo y la planta se tomaban rojos y mustios,
mientras que de otras partes de la raíz brotaban continua-
mente nuevas ramas o esquejes que aumentaban y crecían
poco a poco hasta alcanzar el tamaño de la primera, grana-
ban, maduraban, estallabm y se marchitaban.
No pude descubrir que siguiese ninguna estación par-
ticular para estos distintos tipos de desarrollo, sino que
más bien encontré que brotaban, maduraban, alcanzaban la
saz6n, echaban semilla y se secaban en tocias las épocas del
año, si bien descubrí que florecían y crecían más en tiempo
cálido y húmedo.
· Obtiene su alimento en· su mayor parte de alguna
sustanáa lapidescente u otra sustancia corrupta o transfor-
mada a partir de su anterior textura o forma sustancial,
púes he hallado que crece en las partes podridas de la piedra,
el ladiillo, los huesos o el cuero, &c. ·
Crece a menudo sobre la corteza de diversos árbo-
les, ext~éndose en ocasiones desde el suelo hacia arriba
y otras veces a partir de una grieta o hendidura ·de la corteza
del árbol que contiene alguna sustancia putrefacta, si bien
éste parece ser de una especie distinta de aquel que observé
crecer en los cuerpos inanimados putrefactos y en la tierra
podrida.
Hay también una gran variedad de otros tipos de
musgos que crecen sobre los árboles y otras diversas plan-
tas que no mencionaré, así como tampoco el musgo que
crece en el cráneo de un hombre muerto que se asemeja
mucho al de los árboles 5 •
Aún no he realizado bastantes ensayos ·para estar
muy segurp en sentido positivo o negativo acerca de si esta
planta brota o surge a veces originalmente de la corrupción
sin que se haya diseminado semilla alguna. En efecto, pa-
MICROGRAFÍA 379

rece muy difícil de imaginar cómo habría de dispersarse


en general la semilla por todas las parles donde se ha ini-
ciado una corrupción, a menos que podamos suponer racio-
nalmente que, siendo dichas semillas tan extremadamente
pequeñas y por ende tan extraordinariamente ligeras, se
vean por ello arrebatadas a lo alto y transportadas aquí
y allá por el aire a todas partes, siendo arrastradas por las
gotas de la lluvia que cae, dispersándose por todas partes,
enraizándose y propagándose sólo aili donde hallan un suelo
o matriz conveniente para medrar. Pei:o, de la misma ma-
nera, si la hacemos proceder de la corrupción, entonces no
resulta menos difícil de imaginar, .
Primero, cómo es que la corrupción de algún vege-
tal, por no hablar de la de una piedra o ladrillo, ·habría
de ser el padre de una planta tan delicadamente formada
y tan pedecta como es ésta. Mas en este punto, ciertamente,
no puedo sino añadir que más bien parece ser un producto
de la lluvia sobre aquellos cuerpos en los que se inserta
que un producto de los propios cuerpos, puesto que lo he
encontrado creciendo sobre mármol y pedernal, si bien d
microscopio, cuando no la simple vista, habría de descilbrir
algún agujerito de suciedad en el que enraizaba.
Luego, cómo es que la corrupción de cada uno de [1331
esos cuerpos extraordinariamente diferentes habría de ~ns-
pirar a la producción de la misma planta, esto es, las piedras,
ladrillos, madera o sustancias vegetales y huesos, cuero,
cuernos o sustancias animales, a menos que podamos afir-
mar con alguna plausibilidad que el aire y el agua son los
coadyuvantes o menstruos en todos los tipos de putrefaccio-
nes· y que, mediante ellos, los cuerpos (por más que mien-
tras conservaban sus formas sustanciales tuviesen nanµ:ale-
zas extraordinariamente distintas, con todo), dado que están
disueltos y mezclados en otro, pueden ser muy homogineos
al estar casi resueltos de nuevo en aire, agua y tierra, con-
servando quizá intacta una parte de su facultad vegetativa,
la cual, topándose con asistentes congruentes como el calor
del aire y la fluidez del agua, y adyuvantes y medios por el
estilo, adquiere por algún tiempo cierta vegetación tal vez
completamente distinta del tipo de vegetación que poseía
anteriormente.
380 ROBERT HOOKE

Me explicaré un poco mejor mediante un símil


aproximado:
Supongamos un curioso mecanismo de relojería que
contuviese diversos movimientos y dispositivos, todos los
cuales, cuando funciona correctamente, se moviesen según
sus métodos y períodos previstos. Supongamos además que
por algún medio este reloj se rompe, se golpea o se estropea
por algún otro motivo, de manera que, al dislocarse varias
de sus piezas, se ven obstaculizadas y se paran, con lo que
no sólo obstruyen su propio movimiento de avance sin pro-
ducir el efecto para el que fueron diseñadas, sino que ade-
más, puesto que las otras piezas dependen de ellas, detienen
asimismo sus movimientos, con lo que todo el instrumento
se vuelve inútil e inadecuado para cualquier uso. Más tarde
este instrumento, merced a alguna sacudida y golpeteo y
lanzamiento arriba y abajo, viene a perder algunas de sus
piezas, y varios de sus curiosos móviles, dispositivos y par-
tículas se desarman: aquí cae un pasador y allí un soporte,
aquí una rueda y allí un martillo y un resorte y cosas por
el estilo, y entre todo lo demás caen también aquellas partes
que se· habían abollado y estropeado, impidiendo durante
· todQ el rato el movimiento de lo demás. Gracias a ello,
niuchos de esos otros móviles que aún restan, cuya cuerda
á~ no se había gastado del todo, al ·quedar ahora libres,
comienzan a moverse todos ellos de esta y aq-µella manera,
aunque siguiendo un método muy otro que el de antes al
haberse desprendido y perdido muchas· ·piezas reguladoras
y similares. Ante esto, el dueño que al acaso ha oído y ob-
servado algunos de estos efectos, siendo ignorante del arte
de la relojería, se pregunta qué ocurre con su reloj, llegando
a imaginar que ha estado operando algún artesano que ha
arreglado el reloj, haciendo con él un nuevo tipo de instru-
mento. Mas, tras examinar las circunstancias, descubre ·que
no ha habido tal cosa, sino que el deslizamiento casual de
un pasador ha hecho que se desarmaran varias piezas del
reloj, con lo que quedó eliminado el obstáculo que durante
todo este tiempo detenía el reloj junto con otras parte-s
útiles, de manera que el reloj queda en libertad. Tras darle
cuerda de nuevo cuando ésta se acaba, descubre que el reloj
MICROGRAFÍA 381

marcha, aunque de una manera muy distinta que la inicial-


mente pretendiáa. · ·
Quizá ocurra lo mismo en el asunto del musgo, el
moho y los hongos y otras varias clases de vegetaciones
espontáneas que pueden estar provocadas por un principio [ 134l
vegetativo coadyuvante a la vida y desarrollo del vegetal
mayor, la ,destrucción de cuya vida hubiera detenido y es-
torbado la realización de su función. Pero más tarde, tras
la ulterior corrupción de varias partes que hasta entonces
lo habían impedido, al darle cuerda el calor del sol, por
así decir, se inicia de nuevo el movimiento vegetativo, el
cual,.. estando añora sólo y en absoluto regulado·oomo antes
(cuando formaba parte de esa gran máquina que era el
vegetal primitivo), se mueve de un modo completamente
distinto y produce efectos muy diversos de los· anteriores.
Mas esto sólo lo ofrezco aquí como conjettira, sin
que por· ello me incline por esta hipótesis más que por la
seminal, la cual con buenas razones barrunto ·que· también
es mecánica, tal y como puedo mostrar más plenamente en
otro lugar; esto es, lo ofrezco aquí a fin de poder apuntar
una manera posible de resolver estas apariencias, suponiendo
que nos viésemos obligados a confesar por ciertos experi-
mentos y observaciones realizados que tales o cuales vege-
tales se produjeron a partir de la rorrupción de otros sin
la concurrencia de ningún principio seminal (comohe dado
algunas razones para suponer en la descripción del hongo
microscópico), sin detraer nada de la infinita sabiduría
del Creador. En efecto, esta producción accidental, como se
puede denominar, manifiesta, si no mucha más,.· al menos
tanta excelencia en su diseño como cualquiera de los más
perfectos cuerpos vegetativos del mundo, a la manera en
que el movimiento accidental del autómata hace ver al dueño
que había en él más -dispositivos de los que se imaginaba
al principio. Ahora bien, ya he hablado más por extenso
de estas cosas en la descripción del moho y de los vegetales
de.las hojas del rosal, &c., pues es mucho más probable
que ésos obtengan su forma original de esa causa que éste
que he representado aquí en la Plancha 13, que ciertamen-
te no puedo concebir de otro modo que como el tipo de
vegetal más completo, al que no le falta ninguna de las
382 ROBERT HOOKE

perfecciones de los vegetales más conspicuos y vastos del


mundo, siendo de un rango tan elevado que con toda pro-
piedad puede compararse con el alto cedro del Líbano, tal
y como ha hecho el real botánico.
Sabemos que puede haber tanta delicadeza de dise-
ño y excelencia de forma en un diminuto reloj de bolsillo
que no ocupa una pulgada cuadrada [ 6,4 cm2 ] de espacio
como en un reloj de campanario que llena toda una habi-
tación. Ignoro si todos los dispositivos y mecanismos re-
queridos para un vegetal perfecto se pueden apelmazar en
un espacio muchísimo menor que éste del musgo, a la ma-
nera en que he oído hablar de un reloj de campana tan
pequeño que servía de pendiente en la oreja de una dama.
Ya he ofrecido la descripción de una planta· que crece en
. las hojas del rosal que es mucho menor que el musgo, hasta
tal punto que unas 1.000 de ellas difícilmente llegarían al
. ·tamaño de una sola planta de musgo. Y comparando el ta-
maño del musgo con el tipo mayor de vegetal que encon-
tramos en la historia (de este tipo son algunos árboles que
hallamos en climas más cálidos, como Guinea y Brasil, cuy&
tronco o cuerpo tiene veinte pies [ 6,1 m] ~e diámetro,
siendo así que el cuerpo o tronco del musgo no excede en
general la sexagésima parte de una pulgada {0.,4 mm]),
hallaremos que el volumen del uno excederá al del otro no
(135] menos de 2.985.984 de millones o 2.985.984.000.000, y su-
poniendo que la producción de la hoja del rosal sea una
planta, tendremos que esas plantas de las Indias· exceden
a un producto del mismo reino vegetal en no menos que
1.000 veces la cifra anterior;· tan prodigiosamente diversas
son las obras del Creador y tan omnipotente es para reali-
zar lo que al hombre se lé antojaría imposible, siendo todas
ellas igualmente fáciles para él, a la manera en que un día
y mil años son para él como uno y el mismo instante.
He tenido noticia de tan infinita variedad de esos
tipos menores de vegetaciones, que si describiese cada uno
de ellos llenarían casi un volumen, resultando ser lo bastante
grande como para hacer un nuevo herbario; tal es la multi-
tud que se encuentra con tiempo caluroso y húmedo, espe-
cialmente durante el verano, en todo tipo de sustancias pu-
trificadoras. Si pertenecen con mayor propiedad a la clase
MICROGRAFÍA 383

de los hongos, a la de los mohos o a la de los musgos es


algo que no voy a discutir, pues hay algunos que parecen
más bien de un tipo y otros de otro, ~endo sus colores
y magnitudes tanto romo sus formas y sustancias.
Es más, he observado que al poner agua clara (sea
de lluvia, de bomba, rocío de mayo 6 o agua de nieve, que
son casi lo mismo), he observado a menudo, digo, que este
agua, tras estar un tiempo estancada, se empaña y cubre
por todos los costados del frasco que están bajo el agua con
un verde precioso; mas, aunque he intentado muchas veces
descubrir con mi microscopio si este verde era como el
musgo o las algas marinas de bandas largas u otra forma
peculiar, con. todo nuestros microscopios son tan malos e
imperfectos que ciertamente nada pude distinguir 1•
También los árboles vivos y todo tipo de maderas,
piedras, huesos, &c., que han estado expuestos largo tiempo
al aire y la lluvia estarán todos cubiertos por una costra
verdosa que mancha mucho de verde cualquier tipo de tela
que se frote contra ella. Al observarla, 00. pude, ciertamente,
percibir en muchas de sus partes ninguna forma determina-
da, aunque en otras muchas podía observar un macizo, por
así decir, de mqsgo joven, si bien en otras partes parecía
casi como arbustos verdes muy confusos, por más que fuese
cual fuese la· fo~ma irregular que presentaban, siempre eran
verdes, pareciendo o ser algún vegetal o poseer algún prin-
cipio vegetativo.

Observ. XXII. De las esponjas comunes y otros


diversos cuerpos fibrosos y es-
ponjosos.

LA esponja se suele clasificar entre los zoo/itos o animales


planta, extremo que parece confirmar su textura .des-
cubierta por el microscopio. En efecto, posee una fonna ·que
nunca he observado en ningún otro vegetal 1, pareciendo
ciertamente imposible que pueda poseerla ninguno, pues
consta de un número infinito de pequeñas fibras cortas o
384 ROBERT HOOKE

partes nerviosas, en gran medida del mismo tamaño, deli-


cadamente unidas o entretejidas en forma de red, como se
ve oon más claridad en el dibujito de un trozo de ella que
[136] he adjuntado en la tercera Figura· de la Plancha IX, que,
como se v~rá,. representa un confuso montón de partes fi-
brosas curiosamente unidas y enmarañadas. Las Uniones se
hallan en general sólo donde se encuentran tres fibras, pues
rara vez me he topado con una que tuviese cuatro.
En estas uniones no hay una de las tres que parezca
ser el tronco sobre el que crecen las otras, sino que en ge-
neral todas las fibras son del mismo tamaño, pareciendo
poseer cada una de ellas una participación igual en la unión.
Las fibras son todas ellas aproximadan\ente del mismo gro-
sor, sin ser menores hacia la parte superior de la esponja
y mayores cerca del fondo o raíz, como oeurre normalmente
en las plantas, y además es muy irregular y diversa la dis-
tancia entre dos uniones cualesquiera, siendo la distancia
entre dos dadas diez o doce veces mayor que entre otras dos.
Tampoco se puede decir que las uniones sean regu-
lares y de figura equitriagonal, sino que en su mayoría las
tres fibras se encuentran de manera que forman tres án-
gulos muy distintos los unos de los otros.
Asimismo, las mallas y agujeros de este cuerpo re-
ticular no son menos diversas e irregulares: algunas tienen
formas bilaterales, otras trilaterales y cuaárilaterales; es más,
he observado que algunas mallas tenían 5, 6, 7, 8 o 9 lados,
mientras que otras sólo tenían uno; tan tremendamente
variado es el lusus naturae en este cuerpo.
Por lo que atañe al aspecto externo de este cuerpo
vegetativo, son tan corrientes por doquier, que no es nece-
sario que los describa, constando de una sustancia blanda
y porosa que parece una borla o a veces un vellón de lana;
pero, además de estos diminutos poros microscópicos que
están entre las fibras, presentan una multitud de poros re-
dondos o agujeros que desde arriba atraviesan el cuerpo,
en ocasiones incluso hasta llegar a la parte de abajo.
He observado que muchas de las esponjas tienen asi-
mismo en el medio de su textura fibrosa piedras ·frágiles
bastante grandes que o bien se han· encerrado mientras este
vegetal estaba en formación o bien se generaron en dichos
MICROGRAFÍA 385

lugares una vez que estuvieron perfectamente formados.


Esto último parece más improbable, pues nó he hallado que
ninguna de estas sustancias pétreas estµviese perforada por
fibras de la esponja.
Nunca he visto ni he leído el verdadero modo de
crecimiento de las esponjas sobre la roca; . si resulta que
pasan de pequeñas a grandes como los vegetales, esto e5,
parte tras parte, o oomo los animales, en los que todas las
partes crecen juntas igualmente; o si acaso son matrices
o sacos seminales de todo tipo de peces o algún tipo de
insecto acuático; o si son en algunas épocas más blandas
y tiernas o de otrL naturaleza y textura• cosas_ todas. que,.
si yo supiese cómo, me gustaría mucho enterarme de ellas.
Ahora bien, tras un examen expeditivo realizado inicialmen-
te con mi microscopio y algunos otros ensayos, supuse que
se trataba de cierta sustancia animal vertida y adherida a
las rocas en forma de una espuma o conglomerado de bur-
bujas, como la que he observado a menudo en el romero
y otras plantas (donde se contiene un pequeño insecto), en
la que todas las películas que dividen esas burbujas entre
sí se hubie~ roto de hecho casi inmediatamente de que
la sustancia comemase a endurecerse un poco, dejando tan
sólo lós bilos, que serían, por así decir, las esquinas o hebras
entre las burbujas, mientras que los agujeros o poros grandes [137]
visibles en las esponjas estarían producidos par la erupción
de la sustancia heterogénea encerrada (sea aire o algún otro
cuerpo, pues muchos otros cuerpos fluidos harán_ lo mismo)
que, rompiendo las_ menores, se congrega en las burbujas
mayores, pudiendo así abrirse camino fuera de la esponja,
dejando tras su paso una-cavidad- redonda-. Y si éstas fuesen
grande5, podrían arrastrar consigo las burbujas . adyacentes,
lo que se podría ver por fuera de la esponja si se humede-
ciese antes completamente, permitiéndosele hincharse hasta
su forma natural, o bien estrujándola para que suelte el
agua y permitiéndole expandirse de nuevo, lo que hará
fácilmente mientras esté húmeda, pues, en efecto, una vez
que se ha hinchado de este modo hasta alcanzar ·.su forma
y dimensiones naturales, es bastante obvio que las bocas
de los agujeros mayores poseen alrededor una especie de
labio o borde saliente, mientras que los poros menores no
386 ROBERT HOOKE

lo tienen o es pequeño. Se puede hallar también que cada


uno de estos grandes poros posee debajo muchos otros
poros menores que se unen a él contribuyendo a su forma-
ción, a la manera casi de esos numerosos riachuelos o co-
rrientes pequeñas que contribuyen al mantenimiento de los
grandes ríos. Partiendo de esta hip6tesis, tampoco hubiera
sido difícil explicar cómo llegan a verse englobadas en estos
cuerpos espumosos esas pequeñas ramas de coral, las pe-
queñas piedras, conchas y similares. Pero realmente no se
trata más que de una conjetura y, tras· una investigación
más precisa de su forma mediante el microscopio, no parece
ser su verdadero origen, pues mientras que las esponjas
poseen sólo tres brazos que se unen en cada nudo, si se
hubieran engendrado a partir de burbujas tendrían que
haber tenido cuatro.
Ahora bien, que se trata de sustancias animales es
algo que pone de manifiesto el examen químico, pues pro-
duce un espíritu y sal volátil, como el asta de ciervo 2, así
como su gran fuerza y resistencia, no menos que su olor
cuando se quema en el fuego o en una vela, el cual tiene
una especie de hedor carnoso no muy distinto del del pelo.
Habiendo consultado desde entonces varios autores al res-
pecto, he hallado en Bellonius 3 el siguiente informe con-
tenido en el Cap. XI de su 2.º Libro, De Aquatilibus. Spon-
giae recentes, dice, a siccis longe diversae, scopulis aquae
marinae ad duos vel tres cubitos, nonnunquam quator tan-
tum dígitos immersis, ut fungí arboribus adhaerent, sordido
quodam sueco aut mucosa potius sanie refaertae, usque adeo
foetida, ut vel eminus nauseam excitet, continetur autem iis
cavernis, quas inanes in siccis &· lotis Spongiis cemimus:
Putris ¡iulmonis modo nigrae conspiciuntur, verum quae in
sublimi aqutle nascuntur multo magis opaca nigredine suf-
fusae sunt: Vivere quidem Spongias adhaerendo Aristoteles
censet: absolute vero minime: sensumque aliquem habere,
vel eo argumento (inquit) credantur, quod dilficillime abstra-
hantur; nisi clanculum agatur: Atq; ad avulsoris accessum
ita contrahantur, ut eas evellere dilficile sit, quod ídem
etiam faciunt quoties flatus tempestatesque urgent. Puto
autem illis succum sordidum quem supra diximus carnis
loco a natura attributum /uisse: atque meatibus latioribus
MICROGRAFÍA 387

tamquam intestinis aut interaneis uti. Caeterum pars ea


quae Spongiae cautibus adhaerent est tamquam folii petio-
lus, a quo veluti collum quoddam gracile incipit; quod
deinde in latitudinem diffusum capitis globum facit. Re-
centibus nihil est fistulosum, haesitantque tanquam radici-
bus. Superne omnes propemodum meatus concreti latent:
in/eme vero quaterni aut quini• patent, per q~os eas fugere [138]
existimamus. Según dicha descripción, parecen ser una espe-
cie de animal planta que· se adhiere a la roca, mientras que
esas pequeñas fibras o hebras que hemos descrito parecen
haber sido los vasos que (es muy probable) eran mucho
más gruesos cuando los intersticios estaban llenos (como
él dice) de una sustancia mucosa, pulposa o carnosa, aun-
que al secar se encogieron al tamaño que ahora presentan.
Su textura es tal que aún no me he encontrado con
ningún otro cuerpo en el mundo que sea parecido, excep-
·tuando tan sólo uno que era de una especie mayor .de es-
ponja (que se conserva en el Museum Harveanum, perte-
neciente a la ilustrísima y muy docta Sociedad de Médicos
de Londres) 4 , de una· sustancia córnea o más bien pe.tri/i·
cada. Ciertamente, su textura y conformación eran exacta-
mente iguales que las de las esponjas comunes, exceptuando
que tanto los agujeros como las fibras o textura suya eran
consi<lerablemente mayores, pues algunos de los agujeros
erañ ·de más de uria pulgada y media [3,8 cm] de diáme-
tro, mientras que sus fibras y textura eran lo bastante
grandes como para poder distinguirse fácilmente a simple
vista, aunque se veían más claramente con un microscopio
siniple ordinario. Ciertamente, parecen haber sido el habi-
táculo de algún animal, y repasando a Aristóteles, encuen-
tro _allí una descripción muy acorde, a saber, que había co-
nocido cierto animal pequeño llamado Pinnothera 5, como
una araña, que cría en esas cavernas de una esponja, desde
dentro de las cuales, abriendo y cerrando dichos agujeros,
entrampa y captura pececitos. Y en otra parte dice, y esto
lo cuenta con mucha seguridad, que hay ciertos parásitos
o gusanos que residen en las cavidades de una esponja,
donde se alimentan. A pesar de todas estas historias, con-
sidero que vale bastante la pena investigar la historia y na-
turaleza de la esponja, pues parece prometer alguna infor-
388 ROBERT HOOKE

mación acerca de los vasos de las sustancias animales que


(debido a la solidez de la carne interpuesta, que no resulta
fácil de quitar sin destruir al mismo tiempo esos vasos dise-
minados por ella) hasta ahora están por descubrir, mientras
que aquí en una esponja parece que el parénquima no es sino
una gelatina mucosa que se puede lavar muy fácil y cla-
ramente.
La razón que me hace imaginar que pueda haber
probablemente alguna textura tal en las sustancias animales
es que, al examinar la textura de los filamentos del cuero
curtido, hallo que es en gran medida de la misma naturaleza
y fuerza que una esponja, y con mi microscopio he obser-
vado muchas uniones y :nudos como los descritos en las
esponjas, así como también fibras, en el vano de muchos
tipos de huesos, una vez quitado el tuétano; pero, aunque
he encontrado algo un tanto parecido a esta textura, con
todo he de confesar que nunca he dado con una textura
exactamente igual ni con ninguna comparable a ella en
delicadeza.
Sus filamentos son mucho menores que los de la
seda y a través del microscopio parecen casi tan transpa-
rentes; es más, algunas de sus partes las he visto mucho
más transparentes.
Tras haber examinado también diversos tipos de
hongos, he hallado que su textura es en cierta medida de
este tipo, esto es, consta de una infinita congregación de
filamentos pequeños entretejidos y enmarañados de todas
las maneras, formando una especie de tejido. Más concreta-
mente, al examinar un trozo de yesquero 6 (que es una es-
pecie de ore;a de Judas u hongo que crece también aquí
· [139] en Inglaterra sobre diversas ·tli>os de árboles, como saúcos,
arces, saqces, &c., denominado ordinariamente con el nom-
bre de yesca, aunque la que encontramos en venta en las
tiendas. se trae de allende los mares) vi que estaba hecho
de una textura extraordinariamente delicada. En efecto, su
sustancia parece y ofrece a simple vista el aspecto exacta-
mente de un trozo muy fino de gamuza o cordobán, pu-
diéndose estirar en todas direcciones, aunque es un poco
más parda y en absoluto tan fuerte. No obstante, al exa-
minarla con mi microscopio, la hallé de una · constitución
MICROGRAFÍA 389

un tanto distinta de Ia de cualquier tipo de piel, pu~s mien-


tras que tanto la gamuza como los otros tipos de piefes
que haya visto hasta ahora constan de una cantidad infinita
de filamentos, algo así como matorrales entretejidos unos
con otros, esto es~ de partes mayores o troncos, por así
decir, y ramas menores que salen de ellos, o como un montón
de cabos de cuerda en el que cada una de las cuerdas ma-
yores parece dividirse o deshacerse en muchas cuerdas me-
nores, y cada una de estas cuerdas en cordeles menores
y dichos cordeles en hilos, &c., hallándose extrañamente
enmarañados o entretejidos unos con otros, la textura de
este yesquero se parece más a una vedija o vell6il de_ lana_.
pues consta de un número infinito de pequeños filamentos,
que yo haya podido ver, todos ellos del mismo tamaño,
como los de la esponja, aunque los filamentos de éste no
eran una veinteava parte del tamaño de los de la esponja,
y tampoco podía ver tan claramente sus uniones o su ma-
nera de entretejerse, si bien, en la medida en que ·era capaz
de verlo con ese microscopio que tenía, supongo que tendría
algún tipo de semejanza, aunque las uniones no son en
absoluta tan gruesas ni visibles sin gran esfuerzo.
Podía ver con bastante claridad que los filamentos
eran cuerpos lisos, redondos, cilíndricos y transparentes que
se cruzaban en todas direcciones, esto es, no pareclá haber
más horizontales que perpendiculares y oblicuos, de modo
que resulta un tanto difícil imaginar cómo podrían crecer
de ese modo. Rasgando un pequeño· trozo de él y obser-
vando el borde desgarrado, pOdía ver pequeñas Wúones
entre varias de esas fibras, esto es, uno de esos pelos par-
tido en dos, -ada uno de ellos· del mismo tamaño que d
otro,· del que parecía salir; . pero, no disponiendo última-
mente de ocasión de examinar su modo de crecimiento, nada
puedo afirmar de ellos positivamente.
Mas, prosiguiendo, que las esponjas se hinchen al
humedecerse, y que el agua ascienda en ellas por encima de
la superficie del agua que tocan, derivan de la misma causa
de la que ya he dado una explicación en la Observación sexta.
Su sustancia posee tantas excelentes propiedades,·
difícilmente encontrables en cualquier otro cuerpo del mundo,
que a menudo me he admirado de que se haga un uso de
390 ROBERT HOOKE

ella tan escaso y éste además vil y sórdido. No cabe duda


de que si se examinase con atención, suministraría utilida-
des mucho mayores.
Ese uso que se dice que de ella hacen los .buzos 7 ,
si es ·cierto, parece muy extraño, pues, habiéndolo ensayado
yo mismo, empapando un trocito en muy buen aceite de
ensalada, poniéndolo en mi boca y manteniendo luego la
boca y la nariz bajo el agua, no pude comprobar tal cosa,
[140] pues enseguida me quedé sin aliento como si no tuviera
esponja y no podía respirar sin que se me llenara la boca
de agua. Pero estoy dispuesto a creer que si hubiese un
dispositivo mediante el que el aire espirado pudiese for-
zarse a pasar a través de· una esponja húmeda o empapada
de aceite antes de inspirarlo de nuevo, podría en gran me-
dida limpiar y escurrir del aire diversos vapores venenosos,
fulginosos y de otro tipo, así como que empaparla en ciertos
líquidos podría quizá renovar esa propiedad del aire que
pierde en los pulmones merced a la respiración, de modo
y manera que un pie cuadrado [sic: 930,2.5 cm2 ] de aire
podría durar para la respiración mucho más quizá que ahora
diez de aire ordinario.

Observ. XXIII. De la curiosa textura de las algas


marinas 1•
ENTRE todas las plantas y vegetales que he observado
hasta el momento· no he visto ninguna comparable
en delicadeza y belleza a este alga marina que aquí des-
cribo, de la que poco más puedo decir que lo que se ve en
la segunda Figura de la Plancha novena, a saber, que se
trata de una planta que crece en las rocas bajo el agua,
desarrollándose y extendiéndose para formar un gran tapín.
No sólo se ramifica elegantemente en varias hojas, sino que
además toda la superficie de la planta se halla cubierta por
un tipo delicadísimo de grabado consistente en una textura
muy parecida a un panal, pues toda la superficie de ambos
lados está recubierta por una multitud de diminutos aguje-
MICROGRAFÍA 391

Scbem:XJlll.
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 393

ros, no mayores que los hechos con la punta de un pequeño


alfiler, dispuestos en el más esmerado y delicado orden
imaginable, pues están colocados al tresbolillo o muy a la
manera de las hileras de los ojos de una mosca, siendo las
hileras u órdenes muy regulares en cualquier dirección que
se miren. He adjuntado aquí, en la primera Figura de la
Plancha 14, cuál es su textura, tal y como se ve a través
de un microscopio de bastante aumento. El área redon-
da ABCD representa una parte de la superficie de un oc-
tavo de pulgada [3,1 mm] de diámetro. Esos agujeritos,
que a simple vista parecen redondos como tantas otras man-
chitas, aparecían aquí como agujeros de forma mtty · regu-
lar, casi con la forma de la suela de un zapato de puntera
redondeada cuya parte posterior estuviese por así decir pi-
sada o cubierta por la puntera de la siguiente de detrás.
Estos agujeros ooredan estar rodeados por una sustancia
muy fina y transparente que ofrecía un color paja pálido
de cuyo borde brotaban hacia el medio de cada agujero
cuatro pequeños pinchos transparentes de color paja, dos
de cada lado, que parecían proteger y cubrir esas cavidades.
Cerca de la raíz de· dicha planta brotaban varias ramitas de
una especie de falso coral 2, delicadamente ramificado aun-
que pequeño.
Para confirmación de lo cual, habiendo tenido oca-_
sión más tarde de observar la planta grande (si puedo lla-
marla así) de una esponja petrificada que mencioné en la
anterior Observación, hallé que cada una de sus ramas o
figliras mostraba con la disposición de sus poros exacta-
mente tal textura, pues las hileras de poros se cruzaban [141)
. entre sí de manera muy parecida. a .~quélla en que lo hacen
las hileras de ojos que se representan en la Plancha 26.
También ocurre lo mismo con la coralina y varios tipos de
coral blanco que al microscopio he observado que presen-
taba una forma muy delicada. No me cabe la menor duda
de que quien observe estos diversos tipos de plantas que
crecen en las rocas que a veces el mar cubre, y esos mon-
tánes de otras que arroja a la costa, hallará multitud de
plantitas y otros cuerpos que, como éste, suministrarán
hermosos objetos para el microscopio, incluyéndose aquí
este espécimen tan sólo para excitar la curiosidad de quienes
394 ROBERT HOOKE

tengan ocasión de observar, a fin de que examinen y re-


cojan lo que estimen digno de su consideración, pues la
mar, entre los cuerpos terrestres, es también una madre
prolífica que suministra tantos casos de generaciones espon-
táneas como el aire o la tierra.

Observ. XXIV. De las superficies del romero y


otras ho¡as 1•
Lo que_aparece dibuiado dentro del círculo de_ la seg~;z-
da Figura de la Plancha 14 es una pequena porc1on
del envés o parte inferior de una hoja de romero, que no
fue elegida porque presentase ninguna peculiaridad que no
fuese observable al microscopio· en otias varias plantas, sino
porque muestra de un vistazo:
Primero, una superficie lisa y brillante, a saber, A B,
que forma parte del haz de la hoja y que, merced a una
especie de dobladillo o repliegue 'de la hoja, aparece por
este lado. Hay multitud de hojas cuyas superficies son suaves
como ésta y acolchadas, como si dij~ramos, pareciendo una
delicada bolsa acolchada de seda v.erde, o como ·una vejiga
o alguna sustancia similar, flexible y transparente, toda
henchida de un jugo o líquido verde. La superficie de la
ruda o herbgrass 2 está pulida y 'tocia indentada o cacara-
ñada como el huevo del gusano ·de seda, que enseguida
describiré 3 , mientras que las lisas· superficies de otras plan-
tas están acolchadas de otro modo, expresando con ella
la naturaleza sus labores o bordados, por así decir.
A continuación viene una superficie vellosa que cons-
tituye casi todo el envés y que al microscopio aparece en
gran medida como un monte de matorral. Las hojas y tallos
de muchísimos vegetales están cubiertos de este tipo de
vello o pelo, pareciendo haber tan ·gran diversidad en la
forma, tamaño y modo de crecimiento de estas plantas
secundarias, como las puedo denominar (siendo, por así
decir, una planta que crece en otra planta, o bien algo
similar a los pelos de los animales), como la que se encuen-
MICROGRAFÍA 395

Sche-rn.XV.
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 397

tra entre los pequeños arbustos que componen el matorral.


No obstante, en su mayor parte constan de pequeñas partes
transparentes, algunas de las cuales se desarrollan en forma
de pequeñas agujas o punzones, como en el cardo, la vaina
de la picapica y la ortiga; otras, en forma de garras de gato,
como en el azotalenguas 4, las aristas de cebada, los bordes
de diversas clases de hierbas y cañas, &c.; en otras, como el
tusílago, la coronaria, álamo temblón, álamo, sauce y casi
todas las demás plantas pilosas, crecen en forma de mato-
rrales muy distintos en cada planta concreta. La que he
señalado anteriormente en la Observación 19, que se da en [142]
las hojas del rosal, e& de un tipo completamente distinto
y parece un vegetal real di~tinto de la hoja.
En tercer lugar, entre estos pequeños arbustos se
puede observar una infinita cantidad de pequeñas bolas re-
dondas, exactamente globulares y muy parecidas a las perlas,
a saber, e e e e, muchísimas de las cuales se pueden ob-
servar en la salvia y muchas otras plantas, lo cual supongo
que es la razón por la que Athanasius Kircher suponía que
estaban todas cubiertas de huevos de araña o arañas jóve-
nes s, aunque en realidad no se trata sino de cierto tipo
de exudación gomosa siempre aproximadamente del mismo
~~año. Al verlas por primera vez confieso. que creí que
podría tratarse _de algún tipo de matrices -o receptáculos
nutricios de algún insecto pequeño, como los· que he ha-
llade en las agallas del roble, o como lo son multitud de
otras excrecencias grandes similares de las hojas y otras
partes de los árboles y arbustos, para moscas y otros diver-
sos insectos. Pero, al observar que estaban allí todo el año
sin que apenas cambiasen de magnitud, tal conjetura no
parecía tan probable. Mas, sea cual sea su uso, ofrecen un
agradabilísimo objeto para el microscopio que tal vez en
un ulterior examen resulte ser muy lucífero 6 •
398 ROBERT HOOKE

Observ. XXV. De _los pinchos y jugo irritante de


las· ortigas y algunas otras plantas
venenosas 1•

LA ortiga es una planta tan bien conocida de todos por


lo que respecta al aspecto que o&ece a simple vista,
que no precisa una descripción. Muy pocas personas habrá
que no ·la hayan visto y sentido, por lo que no será una
gran novedad decir que un contacto ligero y suave de la
ortiga con la piel a menudo no sólo produce un dolor muy
sensible y agudo, muy similar a una quemadura o escal-
dadura, sino que con &ecuencia también provoca hincha-
zones e inflamaciones muy irritantes y fuertes de esas partes,
que surgen y continúan hinchadas varias horas. Estas ob-
servaciones, digo, son bastante comunes, si bien nadie, que
yo sepa, ha explicado cómo se produce el dolor tan repenti-
namente ni por qué medios perdura y aumenta durante
algún tiempo para disminuir luego, terminando por extin-
. guiisc completamente. ·
En este punto hemos de recurrir a nuestro micros-
copio, el cual, cuando se observa casi cualquier parte de la
planta, nos mostrará toda su · superficie muy densamente
eri7.ada de púas o agujas afiladas con la forma de las di-
bujadas en la Plancha 15, en la p.riniera Figura, median-
te A B, las cuales son también observables a simple vista.
C.ada una de ellas consta de dos parÍes de forma muy dis-
tinta, difiriendo también entre sí en sus cualidades, pues
la parte A posee una forma muy semejante a un punzón
· romo, adelgazando a partir de B basta terininar en una
punta muy aguda. Es de una sustancia muy dura y rígida,
extraordinariamente transparente y clara y, como he descu-
bierto con certeza con muchos ·expefimentos, hueca de la
cúspide a la base.
Esto lo descubrí mediante este experimento. Dispo-
[ 143] nía de un microscopio muy adeéuác;Io con una sola lente
que acercaba aproximadamente media pulgada [ 1,27 cm] 2,
que fijé en un pequeño marco, casi como unas gafas, que
colocaba ante mis ojos. Sosteniendo así la hoja de una orti-
MICROGRAFÍA 399

ga a una distancia conveniente de mi ojo, al clavar varias


de estas cerdas en mi piel, percibí en primer lugar que, tras
clavarlas, sentía comenzar el dolor ardiente. Luego observé
en diversas de dlas que, tras presionar mi dedo contra
sus puntas, el punzón (si se puede llamar así) no se dobla-
ba en absoluto, sino que podía ver cómo se movía arriba
y abajo dentro de un cierto líquido que al apretar el punzón
contra su base o bolsa B podía ver cómo ascendía hacia la
punta, mientras que al retirar mi mano podía verlo des-
cender de nuevo, retrayéndose a la bolsa. Repetí esto muy
a menudo, viendo este fenómeno con tanta claridad como
aquella con la que podía ver un poco de agua subiendo
y bajando por un tubo de cristal. Ahora bien, las bases de
debajo de estos punzones, a las que se hallaban fijados,
estaban hechas de una sustancia más flexible que parecía
casi como una bolsita de cuero verde o asemejándose más
bien en la forma y superficie a un pepino silvestre o cucu- .
meris asinini, pudiendo ver claramente que eran ciertas
pequeñas bolsas, vejigas o receptáculos llenos de agua o,
según conjeturo, del líquido de la planta, que era venenoso,
no siendo esos pequeños punzones sino las cánulas de je-
ringa o de lavativa que se introducían primeramente en la
piel, sirviendo, tras presionar esas bolitas, para transportar
a las partes interiores y sensibles de la piel· ese jugo vene-
noso, el cual, una vez descargado de este modo, corroe
o quema, por así decir, las partes de la piel que toca. Su
dolor durará a veces mucho tiempo, según que la impre-
sión sea más profunda o fuerte.
Las demás partes de la hoja o de la superficie de
la ortiga tienen muy poco de interés que no sea común
a las demás especies de plantas, como la rugosidad o inden-
tación, la pilosidad y otras irregularidade~ de la superficie
o cara externa de la planta, acerca de lo cual quizá me ex-
tienda en otro lugar 3 • Lo haré asimismo acerca de ciertas
lindas bolitas o manzanas claras que he visto adheridas a
los lados de estas hojas, tanto por el haz como por el envés,
muy parecidas a las manzanitas que a menudo he observadc
que crecen en las hojas de un roble, denominadas agallas
del roble, y que no son sino las matrices de un insecto,
como muestro en otro lugar 4 •
400 ROBERT HOOKE

Lo principal es cómo, mediante un toque tan ligero,


esta planta consigue producir un dolor tan grande. La razón
de ello no parece ser sino el líquido penetrante y corro-
sivo contenido en las bolsitas o vejigas sobre las que crecen
esas agudas cánulas de jeringa, como he señalado antes.
Muy consonante con ésta es la razón del dolor creado por
el aguijón de una abeja, avispa, &c., como muestro en otro
lugar 5, pues el aguijón, que es asimismo como un tubo,
produce un amplio pasaje en la piel y luego, por la rabia
de 1a mosca, se inyecta su amargo líquido venenoso. Una
vez introducido éste en las partes sensibles, mezclándose
allí con los humores o jugos estancados de esas partes, crea
quizá una ebullición o efervescencia, tal como la que se
observa usualmente con la mezcla de dos líquidos salinos
químicos diferentes, por cuyos medios las partes se hinchan,
endurecen y duelen mucho, pues merced a ello las partes
[144] nerviosas y sensibles no sólo se dilatan y estiran más allá
de su tono natural, sino que además quizá se pican o corroen
men:ed a las partes punzantes e incongruentes del líquido
inyectado.
Ésta ·parece ser la razón por la que el agua fuerte
y otros líquidos salinos, si llegan a tocar las partes sensi-
bles, como en un corte de la piel o similares, torturan y
atormentan al paciente, . no -siendo improbable que los in-
ventores de esa práctica diabólica, consistente en envenenar
la punta de los dardos y puñales, recibiesen la sugerencia
de ejemplos de dispositivos naturales como éste de· la or-
. tiga. En efecto, el fundamento según el cual esas armas
envenenadas matan con tanta infalibilidad como lo hacen,
no parece ser otro que éste del pinchazo de nuestra ortiga,
pues el puñal o el dardo practican un pasaje o entrada a las
partes sensitivas o vitales del cuerpo, con lo que la sustan-
cia contagiosa consigue disolverse y mezclarse con las partes
fluidas o humores del cuerpo, en virtud de lo cual se ex-
tiende poco a poco por todas las partes líquidas del cuerpo,
a la manera en que unos pocos granos de sal puestos en
una gran cantidad de agua se difunden gradualmente por todo.
Considero que ést~ es- la razón de que mueran los
sapos, ranas y tritones, así como diversos peces, esparcien-
do sal sobre su dorso (experimento mostrado ante la Royal
MICROGRAFÍA 401

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[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 403

Society por un ingeniosísimo caballero y valioso miembro


de la misma) 6, pues dichas criaturas, al presentar siempre
una continua exudación, por . -así decir, de partes viscosas
y acuosas que salen por los poros de su piel, las partículas
salinas consiguen por este medio un vehículo que las con-
duce a las partes internas y vitales del cuerpo.
Ésta parece ser asimismo la razón por la que ba-
ñarse en aguas minerales es un remedio tan eficaz para
multitud de desarreglos, especialmente crónicos, pues los
vehículos líquidos y cálidos de las partículas minerales, que
se sabe que abundan en gran cantidad en esos baños me-
dicinales, gracias a la larga permanencia en ellos de los
cuerpos, gradualmente penetran y se insinúan en los poros
y partes de la piel, con lo que esas partículas minerales
encuentran sus caminos y pasajes abiertos para penetrar
en las partes internas, mezclándose con los jugos estancados ·
de las diversas partes. Además, dado que la naturaleza no
ha previsto esos desaguisados accidentales, aunque antes no
podían evacuarse muchas de esas partes ofensivas que se
unieron con esos jugos estancados y que resultaban contra-
rias a ·1a constitución natural de las partes, tomándose así
molestas y dolorosas para el cuerpo, ahora, gracias a este
empapamiento y llenado de los poros de la piel con un
líquido, ven abierto un paso hasta el fluido ambiental a
través de dicho liquido que llena los poros, con lo que el
cuerpo resulta evacuado.
De ~odo que resulta muy evidente ·que puede haber
tanto una aplicación buena como otra mala de este prin-
cipio. A esta clase parece poder reducirse la ingeniosa in-
vención del doctor W ren de inyectar líquidos en las venas
de un animal. No puedo, ni es éste el lugar, detenerme
a mencionar los diversos experimentos de este tipo reali-
zados por el sin par señor Boyle o las multitudes realiza-
das por el recién mencionado médico, el doctor Clark, cuya
historia, así como ha tenido a bien comunicar a la Royal
Society, quizá condescienda a hacer púbJ.i~ él mismo 7 • Yo
me limitaré a sugerir que si este principio se considerase (1451
adecuadamente, aparte de la ulterior mejora de los baños
y las inyecciones en las venas, sin duda podría aplicarse
de diferentes modos a fin de dominar diversas enfermerda-
404 ROBERT HOOKE

des obstinadas del cuerpo humano, como la gota, la hidro-


pesía, la piedra, &c., con lo que las personas buenas podrían
hacer un buen uso de él, de la misma manera que las malas
han hecho uno pervers0 y diabólico.
El hecho de que llenar los poros de la piel con algún
·vehículo fluido sea de eficacia no chica para la preparación
de un pasaje, a fin de que diversos tipos de jugos penetran-
tes y otros cuerpos solubles se puedan insinuar en la piel
y en las partes sensibles del cuerpo, creo que se puede
demostrar con un ejemplo que nos suministra Bellonius 8
en el capitulo 26 del segundo libro de sus Observaciones,
que contiene una notabilísima historia que he transcrito
aquí: Cum Chamaeleonis nigri radices (dice) apud Pagu¡n
quendam Livadochorio nuncupatum erui curaremus, plurimi
Graeci & T urcae spectatum venerunt quid erueremus, eas
vero frustulatim secabamus, & filo tra¡icieba1'J'ZUS ut facilius
exsiccari possent. T urcae in eo negotio occupatos nos viden-
tes, similiter eas radices tractare & secare voluerunt: at cum
summus esset aestus, & omnes sudore maderent, quicunque
eam radicem manibus tractaverant sudoremque absterserant,
aut faciem digitis scalpserant, tantam pruriginem iis locis
quos attigerant postea senserunt, ut adurí viderentur. Cha-
maeleonis enim nigri radix ea virtute pollet ut cutí applicata
ipsam adeo inflammet, ut nec °squillae, nec urticae ullae
centesima parte ita adurent: At prurigo non adeo celeriter
sese prodit. Post unam aut alteram -porro horam, singuli
variis faciei locis cutem adeo in/lammatam habere coepimus
ut tota sanguínea videretur, atque quo magis eam con/ri-
cabamus, tanto magis excitabatur prurigo. Fonti assideba-
mus sub platano, atque initio pro ludicro habebamus &. ri-
debamus:. at tandem illi plurimum indignati sunt, & nisi
asseverassemus nunquam expertos tali virtute eam plantam
pollere, haud dubie male nos multassent. Attamen nostra
· excusatio fuit ab illis facilius accepta, cum eodem incom-
modo nos af/ectos conspicerent. Mirum sane quod in tan-
tillo radice tam ingentem ef/icaciam nostro malo experti
sumus.
Así pues, esta observación suya pone de manifiesto
que el hecho de que estuviesen todos cubiertos de sudor
quienes recogían y cortaban esta raíz del cardo Chameleon
MICROGRAFÍA 405

negro era la gran razón de que sufriesen ese inconveniente,


pues parece que tal circunstancia no se había notado antes
de ello, ni encuentro tampoco mención alguna de tal pro-
piedad atribuida a dicho. ·vegetal en ningún herbario de los
que tengo ahora conmigo.
Podría exponer muchas observaciones de este jaez
que he realizado, mediante las cuales he descubierto que la
mejor manera de conseguir que un cuerpo se insinúe en la
sustancia o poros insensibles de otro es, primero, hallar un
vehículo fluido que tenga cierta congruencia tanto con el
cuerpo que ha de insinuarse como con el cuerpo en cuyos
poros se desea introducir el otro. Y en este principio des-
cansa el gran misterio de colorear diversos tipos de cuerpos,
como el mármol, maderas, huesos, &e, así como de teñir
sedas, paños, lanas, plumas, &c. Pero, tratárÍdose de digre-
siones, pasaré a:

Observ. XXVI. .De la Picapica 1 y de la operación


urticante de algunos cuerpos.

HAYtales,
cierta pelusa de una plan~
traída de las Indias Orien-
denominada ordinariamente, aunque con mucha
impropiedad, cow-itch 2 , la ra1.Ón de cuyo error es bastante [146]
clara por la descripción que de ell8 pa~e el señor Parkinson 3
en su Herbal, Tribu XI, Cap. 2. Phasiolus siliqua hirsuta;
la ¡udía pilosa, denominada couhage en Zurratte 4, donde
crece: Nos han traído (dice) otra de este tipo de las Indias
Orientales que al plantarla tiene Ún aspecto como la pri-
mera, aunque no alcanza el pleno desarrollo, j>ues la esta-
ción ingrata no le permite florecer; ahora bien, de las vainas
que se tra;eron, algunas eran menores, más cortas y redon-
das que las de la especie de ;ardín; otras eran mucho más
largas, creciendo muchas juntas como si fuese en racimos,
todas cubiertas por un vello corto .y-.pardo, tan fino que si
algo de él se frota o cae sobre el Joiso de la mano u otras
partes tiernas de la piel, provocará una especie de picor,
aunque no fuerte ni duradero, sino que enseguida se pasa
406 ROBERT HOOKE

sin daño ni peligro. Las .judias eran menores que las or-
dinarias y de color negro brillante.
Habiéndome dado una de esas vainas un capitán de
barco que había . frecuentado aquellos parajes, hallé que
se trataba de una vaina pequeña de unas tres pulgadas
[7,6 cm] de largo, muy parecida a la vaina corta de las
judias francesas 5, que contenía seis judías, estando toda su
superficie cubierta de un vello o pelo pardo muy espeso
y brillante que era muy fino y tieso para su tamaño. To-
mando un poco de este vello y ·frotándolo contra el dorso
de mi mano, sentí muy poca o ninguna molestia, notando
tan sólo que con el frotamiento varias de estas pequeñas
partes velludas penetraban y se hundían o clavaban bastante
profundamente en mi piel. Después de haber frotado de este
modo un buen rato, sentí muy poco o ningún dolor, hasta
el punto de dudar de que se tratase de la verdadera pi-
capica; mas cuando estaba dándole vueltas al asunto, noté
que el vello comenzaba a hacer que la mano me picase y, en
algunos lugares, a escocer también, muy a la manera de la
picadura de una pulga o un mosquito, lo que se prolongó
un buen rato, de manera que poco a poco noté cómo la piel
se hinchaba con pequeñas pústulas rojas, pareciendo como
si estuviese sarnosa. Mas como lo aguanté sin frotar o rascar,
el dolor y el picor enseguida remitió y al cabo de una hora
ya no notaba nada, habiéndose desvanecido las pequeñas
protuberancias.
Supongo que la causa de este extraño fenómeno es en
gran medida la misma que la de la picadura de la ortiga,
pues mediante el microscopio descubrí que este vello cons-
taba de una multitud· de cuerpos cónicos pequeños y del-
gados muy similares a las agujas o punzones, tal y como se
representan mediante A B, CD, E F en la primera figura
de la Plancha XVI, siendo sus puntas A A A muy agudas
y su sustancia muy rígida y dura, como la de muchos ti-
pos de espinas y ganchos que crecen en los árboles. Por
más que pareciesen muy claras y transparentes, con todo
no podía ver si estaban o no huecas, aunque me parecían
como cuerpos sólidos transparentes sin cavidad alguna en
ellos. Sin embargo, no fui capaz de examinar si no po-
drían ser una especie de caña llena con algún líquido trans-
.MICROGRAFÍA 407

parente que estuviese endurecido (pues la vaina que tenía


estaba muy seca).
Así pues, siendo cuerpos · tan duros y rígidos, es
fácil imagipar c6mo al frotarlos pueden clavarse fácilmente
en las partes más tiernas de la piel donde, por- mor de su
extraordinaria finura y sequedad,. no crean ningún dolor o
molestia considerable hasta que, por permanecer en aque-
llos lugares humedecidos con los humores del cuerpo, al
adherirse a ellos algunas partes cáusticas, o al residir en su (147)
interior, se pueden disolver y mezclar con los jugos ambien-
tales de ese lugar, con lo que esas fibras y partes tiernas
adjuntas quedan afectadas y por así decir corroídas. De ahí
que, mientras dure esta actividad> los dolores creados sean
bastante agudos y punzantes, aunque pequeños, lo que cons-
tituye la propiedad esencial de los picores.
Que el dolor causado también por la picadura de
una pulga, un mosquito, una avispa y similares procede en
gran medida de la misma causa es algo que trato de poner
de manifiesto en sus lugares correspondientes. También pa-
rece proceder de la misma causa el picor de la crin de
caballo desmenuzada que a menudo se echa en broma entre
las sábanas de la cama.

Observ. XXVII. De la arista de la avena silves-


tre y del uso que de ella puede
hacerse para mostrar siempre a
.la vista el temple del aire por lo
que respecta a la sequedad y
humedad 1•
E STA arista de una avena silvestre es un cuerpo de muy
curiosa estructura, por más que a simple vista parezca
muy futil y despreciable, no siendo sino una pequeña arista
o cerda negra o parda que surge del costado de la cáscara
interna que cubre el grano de la avena silvestre. Cuando
se pone en agua, a fin de que se extienda hasta su máxima
408 ROBERT HOOKE

longitud, ésta no supera la pulgada y media [3,8 cm], y en


general algo menos. Ahora bien, cuando el grano está madu-
ro y muy seco, cosa que ocurre normalmente en los meses
de iulio y agosto, esta arista se dobla un tanto por debajo
de la mitad, a saber, aproximadamente a 2/5 de la base,
y casi en ángulo recto, mientras que la parte inferior se
enrosca como una vilorta. Su sustancia es muy &ágil cuando
está seca y se desprende con mucha facilidad de la cáscara
sobre la que crece.
Si se toma uno de estos granos y se humedece la
arista en agua, se verá inmediatamente cómo la puntita do-
blada se vuelve y gira en redondo como si estUviera viva,
y poco a poco, si se mantiene lo bastante húmeda, la ar-
ticulación o rodilla se enderezará_ sola, mientras que si se
deja secar de nuevo, girará en redondo gradualmente en la
otra dirección y terminará doblándose en su primitiva po-
sición.
Si se mira con un microscopio simple ordinario,
parecerá un pequeño resorte enrollado con dos hendiduras.
Si se humedece como antes y se observa con este micros-
copio, se verá cómo se desenrosca y cómo estira paulatina-
mente su rodilla, enderezándose las dos hendiduras, situadas
casi en lados opuestos del pequeño cuerpo cilíndrico.
Si se continúa su observación un poco más con el
microscopio, al cabo de un ratito comenzará a enroscarse
de nuevo y algo después retornará a su posición inicial,
doblándose una vez más hacia la mitad en una especie de
rodilla o ángulo.
· He examinado varios de esos cuerpos con un mi~
croscopio mayor, hallándolos en gran medida de la misma
constitución que -esos dos cilindros dibujados en la segunda
[148] Figura de la Plancha 1.5, los cuales representan la parte
enroscada rota en dos trozos, de manera que ha de supo-
nerse que el extremo A B estaba unido al extremo C D,
de modo que E A C F representa toda la parte enrollada de
la arista y E G, un pequeño trozo de la parte superior de la
arista que está más allá de la rodilla, la cual, aunque no
tenía sitio para insertarla, tampoco era muy importante ni
por su forma ni por ninguna propiedad conocida. Sin em-
bargo, la parte inferior o parte enroscada es muy notable
MICROGRAFÍA 409

en ambos respectos. ~or lo· que atañe a la forma, si se ob-


servaba de lado, .parecía casi como un sa11ce o una vara
ahusada de avellano, cuya mitad inferior o más gruesa es la
única que se tuerce varias veces, en unas tres, en otras más,
en otr¡is menos, según el tamaño y madurez del grano en
o
el que crecía, así como según la sequedad humedad del
aire ambiental, como mostraré enseguida más extensamente.
Toda Ja superficie externa de este cuerpo cilíndrico
está delicadamente adornada o estriada con pequeños cana-
les y con los camellones intermedios o pequeñas protube-
randas entre ellos, que· corren todo a lo largo de la arista,
estarido rectos donde la arista no se dobla y enrollados allí
donde ella también lo está. Ambas partes están bastante
densamente erizadas de pequeñas cerdas o pinchos un tanto
parecidos por lo que respecta a la forma a las púas de los
puercoespines, .como a a a a a en la Figura, todas cuyas
puntas están dirigidas, como otras tantas púas, hacia el ex-
tremo menor o cúspide de la arista, que es la razón por la
que, si se intenta deslizar la arista entre los dedos en sen-
tido con~ario, se hallará -que se adhiere y raspa, por •así
decir, contra la piel.
La figura mostrará suficientemente la proporción
que mantienen esos pequeños cuerpos. c,ónicos, a a a a a, con
aquel sobre el que crecen, así como su inodo de creQmien-
to, su grosor y la proximidad que mantienen unos con otros,
no menos que el hecho de que hacia la raíz o base de la
arista son más finas y mucho más cort?s, hasta el punto
de que usua)mente queda entre la punta de una y la base
de la inmediata suj:>erior un espacio mayor que la longitud
de una de ellas, así como que hacia la punta de la arista
crecen más densas y próximas (aunque haya menos came-
llones), de manera· que la raíz y casi la mitad por encima
están ocultas por las puntas de las inmediatas inferiores.
No podía ver ningún poro transversal a menos que
toda la parte enroscada se separase y rajase en esos canalitos
por el enrollamiento en tantas pequeñas fibras como came-
llones había, cosa muy difícil de determinar. Ahora bien,
en la parte enroscada había dos canales o hendiduras muy
conspicuas que corrían desde la base F al codo E H o todo
a lo largo de la parte enroscada, las cuales parecían dividir
410 ROBERT HOOKE

el cilindro enroscado en dos partes, una mayor y otra menor.


La mayor era la que estaba por el lado convexo de la rodi-
lla, a saber, por el lado A, estando enrollada por O O O O O,
y así como parecía la más ancha, también parecía la más
larga. La otra, P P P P P, que usualmente estaba fruncida
o arrugada en la doblez de la rodilla, como en tomo. a E,
parecía la más corta y la más estrecha, de modo que inicial~
mente pensé que el enrollamiento y desenrollamiento de la
arista podría haber sido provocado por el encogimiento y
ensanchamiento de esta parte. Mas, tras un ulterior examen,
hallé que las grietas K K, L L estaban rellenas de una es-
pecie de sustancia esponjosa que en su mayor parte era
(149] muy visible en las proximidades de la rodilla, como en la
hendidura K K, cuando la arista estaba seca. Tras descu-
brirlo, comencé a pensar que ello se debía a la hinchazón
de esta médula porosa con la entrada de la humedad o agua,
merced a lo cual la arista, al alargarse por el medio, se en-
derezaba, mientras que al encogerse o hundirse las partes
de la sustancia esponjosa cuando el agua o humedad se ex-
pulsaba o secaba, acortándose la médula o partes internas,
toráan todo el conjunto.
Sin embargo, no puedo ser -positivo en esto, pues, tras
cortar transversalmente en mQ~hos sitios la parte enroscada,
no quedé del todo satisfecho con la forma y disposición de
los poros de esta médula, pues al observar estas secciones
transversales con un microscopia rnuy bueno hallé que los
extremos de esas secciones transversales aparecían muy a la
manera de la tercera Figura de la Plancha 15, A B C FE,
y el centro de la médula e e parecía ciertamente muy lleno
de poros, aunque todos ellos parecían discurrir longitudi-
nalmente.
Esta figura muestra bastante a las claras de qué
manera esas grietas K y L dividían el cilindro enroscado en
dos partes desiguales, así como de qué tipo de sustancia
consta todo el cuerpo. En efecto, cortando la misma arista
por varios sitios en secciones transversales hallé en gran
medida la misma apariencia que aquí se representa, de modo
que dichos poros parecen discurrir todo a lo lárgo, como
en la mayoría de otros cuerpos semejantes hechos de caña.
Las hendiduras de este cuerpo, K K y L L, parecían
MICROGRAFÍA 411

(como también se muestra en la Figura) torcerse de manera


muy extraña en la parte interna del enroscamiento, y en al-
gunas de sus partes parecían embutidas, por así decir, con
esa sustancia esponjosa que acabo de describir.
El primero (que yo sepa) que dio noticia de este
vegetal de tan rara constitución fue Baptista Porta 2 en su
Magia natural, describiéndolo como algo conocido por los
niños e ilusionistas, siendo tildado por algunos de estos
últimos, a fin de encubrir mejor sus engaños, de pata de
una araña arábiga o pata de una mosca egipcia encantada,
empleándola para hacer un pequeño índice, travesaño o simi-
lar que se mueve al humedecerlo con una gota de agua y
musitar ciertas palabras.
Mas el uso que se le ha dado para revelar las di-
versas constituciones del aire por lo que respecta a la se-
quedad y humedad está incomparablemente más allá de
cualquier otro, pues esto lo hace de maravilla. El modo de
disponerla para que realice tan gran efecto no es sino éste:
Tómese una caja de marfil de unas cuatro pulgadas
[10,16 cm] de anchura y de la profundidad que se estime
conveniente (según se pretenda utilizar una, dos, tres o más
de estas pequeñas aristas dispuestas a la manera que descri-
biré enseguida). Rodéense todos los costados de un tren-
zado de cestería (que aquí en Londres resulta muy fácil oon~
seguir) lleno de agujeros, a la manera casi de una red, cuanto
mayores los agujeros, tanto mejor, a fin de que el aire pueda
pasar más libremente hasta la arista contenida dentro y pueda
pasar más fácilmente a través del instrumento. Con todo,
será mejor, aunque no tan elegante, si en lugar del tren-
zado de cestería de los costados de la caja se une el fondo
y ia tapa de la caja tan sólo con tres o cuatro columnitas,
a la manera representada en la Figura 4 de la Plancha 15. [150]
O bien, si se pretende utilizar muchas de las pequeñas aris-
tas juntas, se puede emplear una caja grande de marfil cuyos
costados estén cubiertos de cestería llena de agujeros que
se pueda atomillar a la parte inferior de una ancha placa
de marfil, al otro lado de la cual se ha de hacer el círculo
o anillo dividido, en cuyas divisiones la punta de la mane-
cilla o índice, que se mueve merced a la arista que tiene
unida, puede señalar todas las mínimas variaciones del aire.
412 ROBERT HOOKE

Puede haber multitud de otras maneras de disponer


este pequeño instrumento para que produzca su efecto, de
modo que cada cual, según su peculiar uso y las exigencias
de la presente ocasión, lo pueda ingeniar y adaptar con toda
facilidad, por lo que no insistiré en ello. La manera cabal
de fabricar uno de ellos es así. Teniendo la caja o marco
A A B B adecuadamente adaptada para el libre tránsito del
aire a su través, en el medio del fondo B B B se debe tener
un minúsculo agujero e al que hay que fijar el extremo
inferior de la arista, mientras que el superior, a b, ha de
pasar a través de un agujerito de la placa o tapadera A A,
si se emplea solamente una, y en su punta e se ha de fijar
un indicaq,or pequeño y ligerísimo, f g, hecho con una finí-
sima astilla de caña o cálamo. Ahora bien, si se utilizan
dos o más aristas, deben fijarse y atarse sea con un trozo
finísimo de seda o mediante un ligero toque de cera dura
o cola, que resulta mejor, de modo que el indicador f g ha
de fijarse a la punta superior de la segunda, tercera o cuarta,
del mismo modo que cuando sólo había una.
Ahora bien, puesto que en todos estos dispositiVos,
con algunas condiciones del aire, el indicador f g dará dos,
tres o más vueltas, lo que sin algún otro dispositivo distinto
de éste resultará difícil ·de. distinguir, he ingeniado este
expediente. Con el indicador o manecilla f g bastante le-
vantado por encima de la superficie de la placa A A fíjese
a una pequeña distancia de su parte central un pequeño
vástago h que casi toque la. superficie de la placa A A y
luego, en un lugar adecuado de la superficie de la placa,
fíjese otro pequeño pasador sobre el que se pondrá un tro-
cito de papel, cartón, vitela o pergamino de tamaño conve-
niente, con la forma del ·que se representa en la figura
mediante i k, de modo que, al tener un número adecuado
de dientes, cada ida o vuelta del vástago h moverá este
pequeño círculo dentado un diente adelante o atrás. Gracias
a ello, al estar marcados los dientes del círculo, será fácil
de saber con certeza cuánta variación o cambio producirá
el tiempo sobre el pequeño cuerpo retor~ido. A la hora de
fabricar este círculo secundario de vitela o similares hay
que tener gran cuidado de que sea extremadamente ligero
y se mueva con gran facilidad, pues de otro modo una pe-
MICROGRAFÍA 413

queña variación echará a perder toda la operación. La caja


puede hacerse de latón, plata, hierro o cualquier otra sus-
tancia, siempre que se tenga cuidado de haceila suficiente-
mente abierta para que el aire tenga acceso lo bastante libre
a la arista. Asimismo, el indicador se puede diseñar de diver-
sas maneras para que muestre tanto el número de revolucio-
nes que hace como las divisiones diminutas de cada revolu-
ción.
He realizado varios ensayos e instrumentos para des-
cubrir la sequedad o humedad del 1lire con este pequeño
cuerpo retorcido, hallando que varía con extraordinaria
sensibilidad con el menor cambio en la constitución del
aire por lo que respecta a la sequedad y humedad, de modo [151]
que con sólo echar una vez el aliento he conseguido que
se desenrollara una vuelta entera. Asimismo, el indicador o
manecilla ha mostrado o señalado diversas divisiones de la
superficie superior o anillo del instrUmento ·según que se
aproximase más y más al fuego o a medida que el calor
del sol aumentaba sobre él.
He realizado otros ensayos con cuerda de tripa, sin
encontrarla ni mucho menos tan sensible, por más que tam-
bién pueda disponerse de modo que señale los cambios del
aire respecto a la sequedad y humedad tanto por su estira-
miento como por su encogimiento en longitud, así como_
por su enrollamiento y desenrollamiento; ahora bien, no es
en absoluto tan exacta ni sensible, pues esta propiedad
cambia mucho en poco tiempo. Sin embargo, hay otras
varias sustancias vegetales que son mucho más sensibles
incluso que esta arista de avena silvestre. Así he descu-
bierto que ocurre con_l~.lifÍsta de la almizclera o Geranium
moschatum 3, y las de otros tipos de semillas de geranios
y similares. Mas siempre, cuanto menor sea la sustancia
que se enrolla, más sensible será a los cambios del aire, una
conjetura cuya razón de ser señalaré inmediatamente.·
Poniendo de pie el extremo inferior de este cilindro
enroscado sobre un poco de cera blanda, de modo que la
parte doblada o índice quede horizontal, he observado que
siempre se desenrolla con la humedad desde el Este (por
ejemplo), por el Sur, al Oeste, y así, por el Norte, al Este
de nuevo, moviéndose con el sol (como decimos ordinaria-
414 ROBERT HOOKE

mente), mientras que con el calor y la sequedad se enrolla


de nuevo y se_ enrosca al contrario, esto es, desde el Este
(por ejemplo); por el Norte al Oeste y así en adelante.
La causa de cuyo fenómeno parece ser la diferente
textura de las partes de estos cuerpos, cada uno de los cuales
(especialmente la arista de la avena silvestre y de la semilla
de la almizclera) parece tener dos tipos de sustancias, una
que es muy porosa, abierta y esponjosa, en la que los va-
pores acuosos del aire pueden penetrar muy fácilmente,
con lo que se hinchará y aumentará de grosor y longitud;
y una segunda más dura y compacta, en la que el agua puede
penetrar muy poco o nada en absoluto, por lo cual, al con-
servar ésta siempre casi las mismas dimensiones mientras
que la otra se estira y encoje según haya más o menos hu-
medad o agua en sus poros, por mor de la constitución
y forma de las partes, el cuerpo en su conjunto necesaria-
mente ha de desenrollarse y enrollarse.
Siguiendo este principio, es muy fácil hacer diversos
tipos de dispositivos que se enrollen y desenrollen de este
modo, sea por el calor y el frío. por la sequedad y humedad
o por una mayor y menor fuerza, sea cual sea la causa de
que proceda, por la gravedad o peso, por el viento que es
el movimiento del aire o por algún cuerpo elástico o si-
milares. ·
Si dispusiese de tiempo, me extendería mucho más
sobre esto, pues me parece que es el primerísimo paso de
la sensación y el moviñiiento animado, el dispositivo más
sencillo, simple y obvio que ha utilizado la naturaleza para
producir el movimiento, después del de la rarefacción y
[1521 condensación por el calor y el frío. Además me inclino
mucho a pensar que si este principio se examinara a fondo
nos sería de grandísima ayuda para dar con el mecanismo
de los músculos, que ciertamente, por lo que hasta ahora
he podido examinar, no me parece tan complicado como
podría imaginarse, sobre todo tras el examen que he realiza-
do de los músculos de cqngre;os, bogavantes y diversos tipos
de mariscos grandes, romparando mis observaciones acerca
de ellos con los pormenores observados en los músculos de
los anímales terrestres.
Así pues, como en este ejemplo de la arista de una
MICROGRAFÍA 415

Schem;xv n .
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 417

avena silvestre, vemos que nada más se precisa para hacer_


que se enrolle y desenrolle y, por tanto, eaderece y doble
su rodilla, que un poco de aliento o aire húmedo o seco,
o casi un pequeño átomo de agua o líquido, así como un
poco de calor para que se evapore de nuevo. En efecto,
manteniendo esta arista colocada y fijada cerca del fuego,
como antes se dijo, y mojando la punta de una tirita de
papel en espíritu de vino bien rectificado y tocando luego
la parte cilíndrica enrollada se verá cómo se desenrolla;
y enseguida, tras la evaporación· del espíritu con el gran
calor, de nuevo se enrollará, con lo que se habrá de mover
adelante y atrás tantas veces cuantas se repita el contacto
con el espíritu de vino. Así quizá pueda producirse la con-
tracción y distensión de los músculos .por el influjo y eva-
poración de algún tipo de líquido o jugo. Ahora bien, acerca
de esta investigación añadiré más cosas en otro lugar 4•

Observ. XXVIII. De las semillas del espejo de


Venus o violeta de los cereales 1•
D E las hojas, vello y aristas de las plantas pasamos final-
mente a las semillas, donde ciertamente parece residir-
el gabinete de la naturaleza en el que están depositadas sus
joyas. La providencia de la naturaleza sobre los vegetales
en ningún sitio se manifiesta más que en los diversos dispo-
sitivos acerca de la semilla, no existiendo tampoco en nin-
guna parte de los ·vegetales tallas tan delicadas y adornos
tan bellos como el} J~. semilla. Es algo que se puede ver
a simple vista en los tipos mayores de semillas, no siendo
tampoco menos manifiesto a través del microscopio en aque-
llas semillas cuya forma y estructura, debido a su pequeñez,
.difícilmente puede distinguir el ojo.
Hay multitud de éstas, muchas de las cuales he
observado a través de un microscopio, hallando que en su
mayoría suministran todas ellas objetos extraordinariamente
gratos y hermosos. En efecto, además de aquellas que pre-
sentan diversos tipos de superficies labradas, hay otras que
poseen superficies lisas y perfectamente pulimentadas; otras
418 ROBERT HOOKE

tienen una superficie velluda y pilosa; otras están cubiertas


solamente con una piel; otras, con una especie de cáscara;
otras, con ambas, tal y como también se observa en las
semillas mayores.
De estas semillas sólo he descrito cuatro tipos que
puedan servir de especímenes de lo que los observadores
inquisitivos pueden encontrar en el resto. Las primeras de
estas semillas, que se describen en la Plancha 17, son las
de las violetas de los cereales, cuya semilla es pequeña,
negra y brillante, pareciendo a simple vista casi como una
[153] pulga pequeña. Ahora bien, al microscopio parece un cuerpo
grande cubierto por una piel fuerte, gruesa, brillante y re-
flectante, agujereada y encogida muy irregularmente, hasta
el_ punto de que resulta casi imposible hallar- dos de ellas
con las mismas arrugas; tal es la variedad que puede darse
en esta semillita.
Aunque a simple vista ésta parecía una de las se-
millas más prometedoras por lo que a la belleza se refiere,
con todo, a través del microscopio aparecía como una semilla
ruda y malformada, por lo que la dibujé para que se pueda
poner de manifiesto cuán incapaces somos a simple vista
de juzgar acerca de la belleza o menor curiosidad de los
objetos microscópicos. Al cortarlas en varios trozós observé
que estaban rellenas de una pulpa amarillo verdosa, pre-
sentando una cáscara muy gruesa en proporción a la pulpa.

Observ. XXIX. De las semillas del tomillo.

EsTos bonitos frutos aquí representados en la Plancha 18


no son sino nueve semillas distintas de tomillo. Todas
ellas están en diferentes posiciones tanto respecto al ob-
servador como respecto a la luz. Tampoco son todas ellas
exactamente de la misma forma, existiendo una gran varie-
dad tanto por lo que respecta al tam8ño como a la forma
de cada semilla; mas todas ellas concuerdan en esto, en
que al mirarlas al microscopio se asemejan exactamente a un
limón o una naranja secos, tanto en forma como en color.
MICROGRAFÍA 419
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 421

Algunas son un poco más redondas, de la forma de una


naranja, como A y B, teniendo cada una de ellas una parte
muy conspicua por la que se unían a su tallito, y presentan-
do una de ellas un trocito de tallo pegado. Como se puede
ver con toda claridad en la Figura, d otro lado de la semilla
es muy copetudo y prominente, como es muy usual en los
limones, prominencias manifiestas en D, E y F.
Todas ellas aparecían un poco plegadas o arrugadas,
aunque E- estaba muy visiblemente acanalada, como si la
constitución interna de esta semilla fuese también un tanto
semejante a la dd limón. Mas, tras dividir varias semillas
con un cortaplumas muy afilado, exaD!Íllándolas luego, hallé
que su consti~ción tan sólo difería en tamaño de las de los
guisantes; esto es, tenían una cubierta bastante gruesa,
siendo d resto una pulpa uniforme que parecía muy densa,
de modo y manera que la naturaleza, a la hora de encerrar
y preservar el principio vital en la semilla, no altera de-
masiado los métodos empleados en estos granos pequeños
en comparación con los de las judías, guisantes, &c.
El grano ofrece un bonitísimo objeto para el microi-
copio, a saber, un plato de limones c;olocado en muy poto
espacio, de manera que si un limón o una nuez se aumen-
tase proporcionalmente a lo qu~ lo está esta semilla de to-
millo, aparecería tan grande como un balaguero de heno,
y no sería gran maravilla ver la Ilíaáa de Homero, a Ho-
mero y a todos apretujados en semejante cáscara de nuez.
Incluso en estos granos menores podemos percibir, _como
en los mayores, cuán delicada y cuidadosa es la naturaleza
al preservar el principio seminal de los cuerpos vegetales;
en qué gabinetes delicados, fuertes y muy convenientes los
pone, encerrándolos en una púlpa para su más segura pro- [154]
tección de los peligros exteriores, así como para el sumi-
nistro de jugos alimenticios adecuados cuando el calor solar
empieza a animar y mover estos pequeños autómatas o má-
quinas, como si a través de los ornamentos con que ha
ataviado estos gabinetes nos sugiriese que ha depositado
en ellos sus joyas y obras maestras. Si somos diligentes en
la observación, descubriremos sus métodos del principio al
fin. No hay curiosidad en el reino elemental, si puedo llamar
así a los cuerpos del aire, agua y tierra, que se pueda com-
422 ROBERT HOOKE

parar a la de los minerales, pues el aire y el agua no tienen


forma en absoluto, excepto una potencialidad de confor-
marse en glóbulos, y los terrones y porciones de tierra son
todos irregwares, mientras que en los minerales comienza
a geometrizar y practicar, por así decir, los primeros prin-
cipios de la mecánica, conformándolos según figuras clara-
mente regulares, como triángulos, cuadrados, &c., y tetrae-
dros, cubos, &c. Con todo, ninguna de sus formas se puede
comparar a las más complejas de los vegetales, pues en ellos
avanza un paso más haciéndolos de formas más complica-
das y añadiéndoles a su estructura multitud de curiosos
dispositivos mecánicos. Ahora bien, mientras que en los
vegetales no existía un número determinado de hojas o
ramas, ni una figura exactamente determinada de las hojas,
flores o semillas, en los animales todas esas cosas están
exactamente definidas y determinadas, y dondequiera que
haya un exceso o un defecto de dichas partes o miembros
determinados ha habido un impedimento que ha echado
a perder. ·el principio que era muy regular. Aquí hallare-
mos nO" sólo las formas más curiosamenté compuestas, sino
también los más excelentes mecanismos y dispositivos; aquí
los ornamentos alcanzan la suma perfección, no habiendo
nada en el reino yegetal comparable a los atavíos de un
pavo real, es más, a la delicadeza de una pluma, como mos-
traré en otro lugar 1, ni a ·la de la menor y más desprecia-
ble mosca. Mas no he .de detenerme en estas especulaciones,
aunque quizá a quien tenga tiempo le merezca la pena ver
qué información se puede obtener acerca de la naturaleza,
uso o virtudes de los ~erpos a partir de sus diversas foto)~~
y diferentes excelencias y propiedides 2• Quién sabe si Adán
podría haber dado nombre a las criaturas tras una contem-
plación tal, si es que sus nombres tienen algún significado
relativo a la naturaleza de las criaturas a las que se aplican,
como muchos (no sé con qué fundamentos) han supuesto.
Y quién sabe si el Creador podría haber escrito y grabado
en esos caracteres múchos de sus más misteriosos designios
y determinaciones, confiriendo al hombre una capacidad
que, asistida de la diligencia y el arte, podría leerlos y en-
tenderlos. Mas para no multiplicar mi digresión, dado que
MICROGRAFÍA 423
_t.. ...., ·XIX ·
Su.1li11v·
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 425

tampoco puedo multiplicar el tiempo, pasaré a lo siguiente,


que es:

Ohs~rv. XXX. De las semillas de amapola.

LASenpequeñas semillas de la amapola, que se representan


la Plancha 19, merecen destacarse de entre otras
semillas microscópicas de vegetales tanto PQr su pequeñez, [155]
multiplicidad y preciosidad, como por su admirable cuali-
dad soporífera. En efecto, en primer lugar, aunque crecen
en una cápsula o colmena a menudo mayor que uno de
estos dibujos del aspecto que ofrecen al microscopio 1, con
todo son en su mayoría tan diminutas que no sobrepasan
el tamaño de una pequetia liendre, no siendo más allá de
1/32 parte de pulgada· [0,8 mm] de diámetro, mientras
que el diámetro de s~ colmena pasa a veces de dos pul-
gadas [5 cm], de manera que podría contener cerca de
doscientas mil, por lo .que con toda probabilidad reúne una
enorme cantidad, aunque tal vez no ese número. Luego,
por su hermosura se pueden comparar a cualquier semilla
microscópica que haya ·visto nunca, pues son de un color
rojo amarronado oscuró, exquisitamente adornado con una
preciosa variedad de retícu1os en forma de panal por toda
su superficie, o una especie de pequeño estampado en re-
lieve con camellones elevados muy ordenados, cuya super-
ficie no es muy diferente del interior del estómago _de una
vaca. Pero lo que las· hace más dignas de consideración son
sus virtudes medicinales, tales que no nos las súministra
ninguna preparación mmeral. Se trata de la provocación del
sueño, algo tan neces8rio para el bienestar de una criatura
como su carne, siendo lo que renueva las facultades volun-
tarias y racionales que, mientras esta afección se adueña del
cuerpo, están en su mayor parte inmóviles y en reposo. Yo
creo que la naturaleza parece sugerir una virtud o exce-
lencia muy notable en esta planta merced a la curiosidad
que le ha otorgado. En primer lugar, por lo que respecta a
426 ROBERT HOOKE

su flor, es del más subido tono escarlata, que es sin duda


el primer y más importante color, habiendo recibido la más
alta estimación en todos los tiempos; en segundo lugar,
también en la cáscara o cápsula de la semilla muestra una
curiosidad tan grande como ·la de cualquier planta con la
que yo me hay_a topado; en tercer lugar, el microscopio des-
cubre que las mismísimas semillas son cuerpos delicadamen-
te formados; y, finalmente, la naturaleza se ha tomado
tantas molestias para su propagación, que una sola semilla
que se desarrolle hasta ser una planta es capaz de produ-
cir unas cien mil semillas.
Merecería mucho la pena que alguna persona capaz
investigase las intenciones de la naturaleza por lo· que atañe
a si la finalidad secuildaria de las Sl,lstancias animales y ve-
getales no podría hallarse mediante tales,caracteres e impre-
siones notables como éstas, o a partir de otras circunstan-
cias diversas, como la- figura, color, lugar, tiempo de flo-
recer, brotar y marchitarse, duración, sabor, olor, &c. 2 En
efecto, si las hubiera (como un médico capaz me ha dado
motivos para pensar con buen fundamento), entonces en
lugar de estudiar los h~rbarios (en los que tan poco se dice
de las virtudes de una planta, y menos aún de la verdad),
podríamos recurrir al ·propio libro de la naturaleza para
hallar en él las medicinas específicas inás naturales, útiles
y efectivas, de las que poseeemos entre los vegetales dos
notabilísimos ejemplos que abonan esta esperanza, siendo
el uno el polvo de los fesuitas 3 para la curación de las
fiebres intermitentes, y el otro, el jugo de la amapola para
curada falta de sueño.

[1561 Observ. XXXI. De la semilla de verdolaga 1•


LASbles,semillas de verdolaga parecen de formas muy nota-
viéndose al microcoscopio con una forma parecida
a la del nautilus o concha de porcelana, como se puede
ver en la Plancha XX, siendo un cuerpo pequeño enros-
cado a modo de espiral, en cuyo extremo mayor, que re-
MICROGRAFÍA 427

Sche~:xx.
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 429

presenta la boca u orificio de la concha, queda una peque-


ña sustancia blanca y transparente como una piel, repre-
sentada por. BBBB, que parece ser el lugar por el que se
unía el tallo. Toda la superficie de esta cóclea o concha está
recubierta con gran abundancia de pequeñas prominencias
o botones dispuestos muy ordenadamente siguiendo filas en
espiral, cada una de las cuales se asemejaba considerable-
mente a una verruga en la mano de una persona. El orden,
variedad y curiosidad de la forma de esta semillita la con-
vierten en un objeto muy grato para el microscopio, y al
cortar una de ellas en trozos con un cortaplumas muy afi-
lado, se vio que su cáscara labrada era de una sustancia
rojo pardusca, un tanto transparente, mostrándose el in-
terior lleno de una sustansia o pulpa verde blancuzca, el
lecho en que yacía envuelto el principio seminal.
Hay multitud de otras semillas que con su forma
representan o imitan las de otros diversos tipos de con-
chas, como la semilla de la hierba del escorbuto 2, que se
asemeja mucho a la estructura de una vieira, una especie
de con~i de porcelana; otras representan diversos tipos de
frutos mayores; las de mejorana y orégano parecen acei-
tunas; las semillas de zanahoria son como una raja de cás-
cara de coco; otras parecen objetos artificiales, como las
semillas de achicoria, ·que asemejan a un carcaj lleno de
flechas, o como las semillas de Amaranthus, que son de
una forma deliciosísima, parecidas a un ojo; la piel de las
semillas negras y arrugadas de cebollas y puerros están
todas granuladas como la piel de una foca; la acedera tie-
ne una semilla tricorne negra y brillante, punteada en los
extremos con tres caballones doblados por toda su longi-
tud. Sería casi inacabable registrar las diversas formas, tan
diversas y variadas son. Dejándoselas, pues, al observador
curioso, pasaré a las observadon~ de las partes de los
animales.
430 ROBERT HOOKE

Observ. XXXII. De la figura de diversos tipos


de cabello 1 y de la textura de
la piel.

ALcopio
mirar uno de los pelos de mi cabeza con un micros-
muy bueno, noté los siguientes pormenores:
1. Que en su mayoría eran cilíndricos, algunos
un tanto prismáticos, aunque en general eran casi redon-
dos, tal y como se representan en la segunda Figura de la
Plancha 5 mediante los cilindros EEE, sin que me fuera
posible hallar ninguno con ángulos agudos.
[157] 2. Que la parte más próxima a la punta era ma-
yor que la que se encontraba más cerca de la raíz.
3. Que eran transparentes de cabo a rabo, aun-
que no muy claros, apareciendo el extremo próximo a la
raíz como un trozo de cuerno negro transparente.
4. Que las raíces de los pelos eran muy lisas, adel-
gazando hacia el interior casi como una chirivía, sin que
pudiese descubrir que tuviese filamento alguno o cuales-
quiera otros vasos, como las fibras de las plantas.
5. Que cuando se partía la punta (lo que es fre-
cuente en el pelo largo), parecía el extremo de un palo··
golpeado hasta quedar todo desmenuzado, presentando no.
sólo dos astillas, sino a veces diez y más.
6. Que todos ellos, por lo que yo pude ver, eran
cuerpos cilíndricos sólidos, no permeables como una caña
o enea. Tampoco pude encontrar que tuviese una médu-
la o ·rustínguir una corteza o similares, tal como he obser-
vado en las crines de caballo, en los bigotes de gato, en el
pelo del ciervo indio, &c.

Observaciones sobre otros tipos diversos de pelo.


Por lo que respecta a las cerdas del puerco, en pri-
mer lugar hallé que eran una sustancia córnea, transpa-
rente y dura, sin el menor rastro de poros o agujeros. Esto
lo comprobé con el mayor cuidado de que fui capaz, cor-
MICROGRAFÍA 431

tando muchas de ellas con una navaja afiladísima, de ma-


nera que incluso al microscopio parecían tener una super-
ficie bastante lisa, aunque un tanto ondulada por efecto del
aserrado adelante y atrás de la navaja, tal y como se pue-
de ver en el extremo del cuerpo prismático A de la misma
Figura [Fig. 2, Plancha V]. Tras haber realizado ensayos
consistentes en hacer que la luz cayese sobre ellas de to-
das la5 diversas maneras que pude imaginar, lo que era
susceptible de hacer aparecer los poros si los hubiera, fui
incapaz de descubrir ninguno.
Después, la forma de las cerdas era muy variada,
ni perfectamente redonda ni con aristas agudas, sinq que
eran prismáticas, con diferentes lados y ángulos redondea-
dos, tal como se ve en la· Figura A. Al doblarlas por cual·
quier parte que anteriormente apareciese clara, se agrie-
taban completamente,. lo que las hacía parecer blancas.
Los bigotes de un gato (parte de uno de los cuales
se representa en el corto cilindro B de la misma Figura)
parecían tener, todos los que yo observé, una gran mé-
dula en el centro como la del saúco, cuya textura era
tan compacta que fui incapaz de descubrir el menor signo
de poros, mientras que aquellas partes que parecen po·
ros cuando se observan con uria posición de la luz, con otra
pude hallar que se proyectaba sobre ellas una reflexión
manifiesta.
Pongo esto como ejemplo para insinuar que no es
seguro concluir positivamente que algo es esto o aquello,
por más que parezca muy claro y probable cuando se ob-
serva con el microscopio en una posición determinada~ an-
tes de examinarlo también en muchas otras posiciones.
Considero que ésta es la razón de que muchos ha-
yan creído y afirmado que los pelos de la cabeza humana
son huecos y como otros tantos tubos perforados de un
extremo a otro.
Ahora bien,· aunque concedo que por una analogía
se pueda suponer que son así y por la enfermedad po- [158]
lonesa 2 se pueda creer que son tales, con todo estimo que
el microscopio no nos da el menor motivo para decir que
son así con alguna positividad. Tal vez la esencia misma
432 ROBERT HOOKE

de la plica polonesa pueda ser que los cabellos se tomen


huecos y de una constitución antinatural.
Por lo que atañe a la analogía, aunque yo estoy
totalmente dispuesto a pensar que los pelos de muchos
animales puedan estar perforados a la manera de una caña,
o al menos tener una especie de médula, primero porqu~
parecen, por así decir, una especie de vegetales creciendo
sobre un animal, cuyo crecimiento, según se dice, conti-
núa algún tiempo tras la muerte del animal, y, por con-
siguiente, como otros vegetales, habrían de tener una mé-
dula; y segundo, porque los cuernos, las plumas, las espi-
nas del puerco espín y los bigotes del gato, así como los
pelos largos de los caballos, que se aproximan mucho a la
naturaleza del cabello humano, todos ellos parecen tener
una especie de médula, siendo algunos de ellos i>orosos,
con todo (en estos casos en que tenemos ayudas de ·1os
sentidos como las que suministra el microscopio) no ~ti­
mo seguro concluir o edificar sobre otra cosa que lo ·que
conocemos por los sentidos, dado que tras un examen po-
demos encontrarnos con que, a la hora de fabricar una
misma sustancia, la naturaleza a menudo varía sus proce-
dimientos de construcción. Podemos encontrar bastantes
ejemplos que confirman este extremo en los cuernos de
distintas criaturas: ¿cuán vasta diferencia no habrá entre
los cuernos de un buey y los de algunos tipos de ciervos
por lo que atañe a su forma? Incluso en los pelos de va-
rias criaturas encontramos una enorme diferencia. Así., como
ya dije antes, el cabello de la cabeza humana parece largo,
cilíndrico y en ocasiones un poco prismático, sólido o im-
permeable y muy pequeño; el pelo de un ciervo indio 3
(una parte de cuya porción central se representa en la ter-
cera Figura de la Plancha quinta, señalada con una F) por
su parte central es de mayor circunferencia que la cerda del
puerco, aunque su extremo es menor que el pelo de cual-
quier tipo de animal (como se puede ver por la Figura G),
toda cuya parte curva, de dos o tres pulgadas de longitud
[5 ó 7, 6 cm], parece a simple vista como una lona basta
recién destejida, estando todo ondulado aquí y allá de esa
manera; sin embargo, al microscopio se ve todo perforado
de lado a lado y esponjoso como un pequeño tipo de co-
MICROGRAFÍA 433

ral esponjoso que se encuentra a menudo en las costas in-


glesas. Pero, por más que lo cortase transversalmente, no
pude percibir que tuviera poro alguno que discurriese lon-
gitudinalmente i)or el pelo. Las largas crines de los caba-
llos, CC y D, parecen cilindricas y un tanto con médula;
los bigotes de un gato, B, son cónicos y con médula; las
púas de los puerco espines y erizos, al cortarlas transver-
salmente, presentan una médula blanquecina a la manera de
una estrella o rodaja de espuela; el pelo del cerdo (A) es
un tanto triagonal, no pareciendo tener ni médula ni poro,
y otros tipos de pelo poseen una estructura y forma to-
talmente distintas. Por consiguiente, pienso que- ea abso-
luto se compadece bien con el verdadero historiador na-
tural pretender tener 1:Jna visión tan aguda como para ver
lo que una hipótesis preconcebida les dice que debería ha-
ber allí donde no es capaz de verla otra persona, quizá con
la misma vista, aunque sin prejuicios.
Pero continuando, he observado varios tipos de pe-
los que habían sido teñidos, descubriendo que eran una es-
pecie de cilindro córneo con la transparencia poco más o
menos de un trozo bastante claro de cuerno de buey, apa-
reciendo completamente- teñidos de los colores que mostra- [ 159]
han. Y, siendo la sust~cia del pelo muy similar al del
cuerno de buey, es probable que al hervir dichos pelos o
sumergirlos en esos líquidos tintorios muy calientes de la
tina de teñir, el líquido penetrante ablande y reblandezca
la su~tancia hasta el punto. de impregnarla hasta su mismo
centro, con lo que las partes tintorias llegan a mezclarse
y unirse con el propio cuerpo del pelo, sin que se limiten
(como han pensado algunos) a adherirse a la superficie
externa. Esto se tornará probable considerando el hervido
del 6.iemo de buey, pues hallaremos que mediante tal ope-
ración el agua se insinuará hasta una buena profundidad
dentro de su superficie, especialmente si la capacidad pe-
netrante del agua se ve notablemente asistida por las sales
que normalmente se mezclan con los líquidos tintorios.
Ahora bien, aunque la seda se pueda teñir de todo tipo
de colores sin hervirla o sumergirla en líquidos calientes,
conjeturo que la ·razón de ello es doble. En primer lugar,
porque los filamentos o pequeños cilindros de seda son
434 ROBERT HOOKE

notablemente menores y más finos, con lo que presentan


una profundidad a penetrar mucho menor que la de la ina-
yoria de los pelos; y en segundo lugar, porque la sustan-
cia o materia de la seda .es mucho más parecida a un pe-
gamento que la sustancia del pelo. Y tengo razones para su-
ponerlo: primero, porque cuando se hila o se extrae del
gusano, consútuye una sustancia perfectamente gluúnosa
que se adhiere y pega muy fácilmente a cualquier cuerpo
adyacente, como he observado muy frecuentemente tanto
en los gusanos de seda como en las arañas; y luego, porque
observo que el agua disuelve y ablanda de nuevo esa sus-
tancia con facilidad, lo que es evidente por el modo en que
se tratan esos capullos o cápsulas del gusano de seda antes
de poder devanarlos. No es muy de extrañar entonces que
esos úntes o líquidos úntorios ablanden y tiñan muy rá-
pidamente las superficies de un cuerpo tan pequeño y glu-
tinoso. Y si observamos con un buen microscopio los ci-
lindros teñidos de ambos úpos, no ha de sorprendemos
que los colores aparezcan tan preciosos en 1,Jna y tan apa-
gados en el <'tro, pues mientras la sustancia del pelo no
es en el mejor de los casos más que un blanco sucio y apa-
gado un tanto ·transparente, los filamentos de la seda po-
seen la más preciosa transparencia y claridad, siendo la di:
ferencia entre ambos no mucho menor que la que media
entre un trozo de cuerno y un trozo de cristal. El uno pro-
duce una reflexión_ viva y brillante procedente de la parte
cóncava del cilindro, esto es, de la superficie cóncava dd ·
aire que rodea la parte posterior del cilindro, mientras que
el otro suministra una reflexión apagada y perturbada pro-
cedente de las diversas partes heterogéneas que lo compo-
nen. Dicha diferencia se hará lo bastante manifiesta a la
vista si se toma un par de pequeños cilindros, el menor de
vidrio cristal 4 y el otro de cuerno, pues cubriéndolos con
una capa muy fina de algún color transparente presentarán
a simple vista en gran medida el mismo úpo de objeto que
se ve con ayuda del microscopio en los filamentos de seda.
y cabello. Ahora bien, puesto que los hilos de seda y esta-
meña se hacen con gran número de estos filamentos, he-
mos de dejar de asombrarnos de la diferencia. Del mismo
úpo de razón derivan los colores vivos y preciosos de las
. MICROGRAFÍA 435

plumas, con los que superan cumplidamente los colores


tanto naturales como artificiales del pelo, acerca de las
cuales me extenderé más en su lugar correspondiente 5•
Ciertamente, los tegumentos de las criaturas están
todos ellos adaptados al peculiar uso y conveniencia del
animal que recubren, así como también a su ornato y be- [160]
lleza, como será muy patente a q~en considere con aten-
ci6n los diversos tipos de ropajes con los que la naturaleza
viste y cubre a la mayoría de las criaturas. Así he obser-
vado que el pelo o piel de esos osos blancos del Norte
que habitan las regiones más frías es extraordinariamente
espeso y caliente. Otro tanto he observado en el pelo de
un ciervo de Groenlandia 6 que, habiendo sido traído vivo
a Londres, tuve ocasión de observar. Su pelo era tan enor-
memente espeso, largo y suave que difícilmente podía co-
ger o agarrar con la mano su piel, pareciendo asimismo
tan extraordinariamente cálido como ninguno con el que me
haya topado anteriormente. Por lo que atañe a su uso or-
namental, resulta muy evidente en una multitud de criatu-
ras, y no sólo por lo que respecta al color, romo en los
leopardos, gatos, renos, &c., sino también a la forma, como
en las crines de los caballos, los bigotes de lo~ gatos y
otros diversos de la mayoría de los animales terrestres, aun-
que .resulta mucho más visible en los atavíos de peces, aves
e insectos, de los que ofreceré algunos ejemplos enseguida.
Del mismo modo que lo hace con respecto a los
pelos, también por lo que respecta a la piel el microscopio
descubre una gran diferencia entre la textura de esos di-
versos tipos. de animales. Pero lo único que he observado
hasta ahora es que cuando se curten o preparan son de na-
turaleza esponjosa, pareciendo estar formadas por un con-
junto infinito de pequeñas fibras o pelos largos, no muy
distintos de aspecto de un montón de cuerda o estopa,
cada una de cuyas fibras parece haber formado parte de
un músculo y probablemente mientras el animal estaba
vivo pudieran haber tenido su función específica, sirvien-
do para la contracción y relajación de la piel, así como para
distenderla o encogerla en este o aquel sentido.
Ciertamente, sin un tipo de textura como éste, que
436 ROBERT HOOKE

se asemeja mucho al de la yesca, sería muy extraño que un


cuerpo tan fuerte como es usualmente la piel de un ani-
mal, y tan compacto como parece, fuese capaz de soportar
mientras el animal está vivo un estiramiento tan grande
en todas direcciones sin dañar o desgarrar en absoluto nin-
guna de sus partes. Ahora bien, no hay por qué asombrar-
se, dado que el microscopio nos indica que consta de mu-
chísimos filamentos pequeños liados o enmarañados entre
sí, casi a la manera de los pelos en un vellón de lana o las
hebras de un montón de cuerda, aunque no tan sueltos,
sino que en este caso los filamentos están, por así decir, tor-
cidos aquí y allá o entretejidos, uniéndose o juntándose aquí
y allá los unos con los otros, de modo y manera que toda
la piel no parece ser sino de una pieza. Por más que estas
fibras no aparezcan al microscopio exactamente unidas y
trabadas como en la esponja, con todo, tal como sugería
anteriormente, tiendo a pensar que si diésemos con algún
procedimiento para descubrir su textura mientras viste a
un animal vivo, o si tuviésemos algún procedimiento fácil
de separar la pulpa o jugos intercurrentes que con toda
probabilidad llenan. esos intersticios, sfo lacerar, romper o
echar a perder de alguna otra manera su textura (como parece
ocurrir en ·considerable medida con los procedimientos de
curtido y curado hoy en uso), podríamos descubrir una
textura mucho más curiosa que la que hasta ahora he sido
capaz de encontrar; quizá un tanto como la de las es-
ponjas.
La de la piel de gamuza es ciertamente muy seme-
jante a la de la yesca, excepto tan sólo en que los filamen-
tos no par~en ni con mucho tan uniformes y redondos, ni
en absoluto tan pequeños, sin que presente tampoc-0 unio-
nes tan curiosas como las de la yesca, algunas de las cua-
[ 161 J les he descubierto últimamente que son como las de una
esponja, con lo que quizá estos tres cuerpos puedan estar
hechos del mismo tipo de sustancia, por más que cierta-
mente dos de ellos se tengan normalmente por vegetales
(y si es así o no, es algo que ahora no voy a discutir). Aho-
rabien, es común a todos ellos sufrir un curtido o curado
mediante el que los jugos diseoiinados se estropean y elimi-
nan antes de que se pueda descubrir su textura 7•
MICROGRAFÍA 437

He de confesar que soy incapaz de enterarme de


cuál es el procedimiento de curtir o curar esponjas, pero
el de preparar yesca es hirviéndola un buen rato en un
fuerte lixivium 1 , batiéndola luego muy bien, mientras que
el procedimiento de preparar cuero es de sobra conocido.
Sin duda sería extremadamente deseable hallar un
procedimiento mediante el cual el parénquima o carne de ·
los músculos y otras varias partes del cuerpo se pudieran
lavar o eliminar sin viciar la forma de sus partes fibrosas
o vasos, pues merced a ello y con ayuda de un buen mi-
croscopio se podría hallar con la mayor precisión la textu-
ra de dichas partes. _
Pero, para no perdemos en más digresiones, gra-
cias a este descubri_iniento del microscopio podemos com-
prender con bastante claridad cómo es que la piel, a pesar
de parecer tan compacta, consigue dejar pasar una enorme
cantidad de sustancias excretales, como ha observado exce-
lentemente el diligente Sauctorius 9 en su medicina statica,
pues. por la textura después del curtido, parece muy pro-
bable que haya infinitos poros que la atraviesen en todas
direcciones y qne tales poros estén tan sólo llenos de al-
gún tipo de jugo o cierta sustancia muy pulposa y blanda,
con lo que los vapores pueden encontrar paso a través de
tan fluido vehículo, a la manera de cómo las burbujas va-
porosas que se generan en el fondo de una marmita de agua
encuentran paso a través de ese medio fluido hasta el aire
ambiente.
No sólo es así de permeable la piel de los anima-
les, sino incluso también parece serlo igualmente la de los
vegetales, pues de lo contrario no puedo entender por qué,
si se cogen (por ejemplo) dos esquejes de romero todo lo
exactamente iguales que se pueda en todos los respectos,
poniendo uno en el fondo de un vaso de agua, mientras
que el otro se deja sin vaso tan sólo en el aire, entonces,
por más que se tape cuidadosísimamente con cera el ex-
tremo inferior del que está en el aire, se marchitará casi
inmediatamente, mientras que el otro que parece tener un
suministro del agua subyacente a través de sus pequeños
tubos o poros microsc6picos, conserva su verdor durante
muchos días y en ocasiones semanas.
438 ROBERT HOOKE

Pues bien, me parece que esto deriva precisamente


no de otra causa que de la evaporización del jugo a través
de Ja piel, pues merced a la cera todos los demás poros del
tallo quedaron obturados muy firme y fuertemente. La ma-
yor o menor porosidad de tas pieles o cortezas de los ve-
getales quizá pueda ser la razón por la que se ~tienen
verdes más tiempos o se marchitan antes, pues podemos
observar rompiendo y partiendo las hojas de laurel, acebo,
lauro, &e. 10 que sus pieles son muy cerradas y no permiten
tan fácilmente que pasen a su través los jugos internos.
Mas tanto esto como el experimento del romero lo
examinaré más plenamente en otro lugar, pues me parece
un experimento extraordinariamente lucífero 11 , tal que pa-
rece probar ciertamente con gran claridad que el esquema-
[ 162] tismo o estructura de los vegetales es plenamente mecá-
nica y tan necesaria para que (aplicando calor y agua a la
parte -de abajo del esqueje de una planta algo de ésta as~
cienda por el tallo y se distribuya por las hojas, como que
el agua del Támesis que cubre la parte inferior de los mo-
linos que hay al pie del puente de Lontlres, por su flujo
y reflujo· al pasar a su través, se transfiera en parte a la~
cisternas de la parte superior y de ahí a las diversas casas
y cisternas arriba y abajo de la ciudad.

Observ. XXXIII. De las escamas de un lengua-


do 1 y otros peces.
H los animales
apuntado algo acerca de la piel y cubierta de
ABIENDO
terrestres, añadiré a continuación una
observación que he hecho relativa a la piel y escamas de un
lengtllldo, un pez pequeño de sobra conocido. También con
los peces, al igual que con los demás animales, la natura-
lem sigue su método usual, diseñando todas sus partes de
manera que sean tan útiles como ornamentales en todas
sus composiciones, aunando así lo útil con lo deleitable.
Parece perseguir ambos designios aunque nuestros senti-
dos sean incapaces de percibirlo sin ayuda. Ello no sólo es
MICROGRAFÍA 439
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 441

manifiesto en la cubierta de este pez, sino también en


multitud de otros que sería ~uy largo enumerar, como
atestigua especialmente esa diminuta concha de arena que
mencioné en la Observación XI, no menos que· otras infi.
nitas conchas y escamas pequeñas, varias de las cuales he
visto. Esta piel que observé había sido arrancada de un
lenguado bastante grande, siendo luego extendida y puesta
a secar. Una vez seca, su parte interna se parecía mucho
a simple vista a un trozo de Ion~ si bien el microscopio
revelaba que clicha textura no era sino las terminaciones
internas de esas curiosas escamas festoneadas I, 1, I de la
segunda Figura de la Plancha XXI; esto es, la parte G G G G
(del dibujo mayor de una sola escama, en la primera Figura
de la misma Plancha), que por la parte de atrás no difería
mucho de las tejas de una casa cuando se miraba con una
iupa ordinaria.
A simple vista:, su parte externa no mostraba más
ornamentación que el usual orden de disposición de las es·
camas en una forma triagonal; sólo sus bordes parecían
brillar un poco, y al pasar el dedo de la cola· a la cabeza,
las escamas pareáan ro.zarlo y rasparlo. Ahora bien, con
una lupa ordinaria, mostraba una superficie labrada y or·
namentada de la manera más curiosa, tal y como se puede
ver en la segunda-Figura. Cada una de dichas escamas (an·
teriormente casi imperceptibles) aparecía en gran medida
con la forma 1, 1, I; esto es, eran redondas y protuberan-
tes, con una forma parecida a la de una vieira, estando toda
la escama plegada mediante rebordes curiosamente ondula-
dos e indentados, con sus correspondientes surcos interpues·
tos. Cada una de ellas terminaba en una sustancia ósea
transparente muy afilada que parecía armar los bordes cual
una barrera de espinos.
La parte del fondo, K K K, era la piel a la que cada
una de estas escamas se fijaba muy profundamente en el
curioso orden regular visible en la segunda Figura. La Ion- [163]
gitud y forma de la parte de la escama que se hallaba en-
terrada se puede ver en la primera Figura, que es una re·
presentación de una de ellas arrancada y observada a tra-
vés de un buen microscopio; esto es, la parte L F G G F L,
donde se ve además con mayor claridad el tipo de labrado
442 ROBERT HOOKE

de la parte festoneada de cada una de las escamas, cómo


cada caballón o barra E E E está hundida o grabada alter-
.. nativamente, cómo cada acanaladura entre ellas termina en
picos muy transparentes y de punta dura, y cómo éstos al-
ternativamente, como A A A A, son mucho más largos que
los interpuestos, D D D .
.También se ve la textura o forma de la parte ocul-
ta; a saber, la parte media, G G G, parece constar de un
gran número de pequeños cañones o tubos mediante los
que tal vez se alimente el todo, mieqtras que las partes la-
terales F F constan de una textura más fibrosa, si bien cier-
tamente toda la escama parece ser de una sustancia carti-
laginosa muy fuerte, como las escamas mayores de otros
peces.
Las escamas de la piel de la lija (que usan los que
trabajan con madera para suavizar sus obras y que a sim-
ple vista se observa con toda claridad que consta de un
gran número de pequeñas puntas córneas), a través del
microscopio aparecen todas ellas curiosamente acanaladas
y muy limpiamente gravadas. Ciertamente, es difícil obser-
var las escamas de algún pez sin descubrir gran cantidad
de curiosidad y belleza, y no sólo en estos peces, sino tam-
bién en las .conchas y caparazones o armaduras de la mayoría
de los animales marinos así vestidos.

Observ. XXXIV. Del aguijón de una abeja.

E deaguijón
L de una· abeja dibujado en la segunda Figura
la Plancha XVI parece ser un arma ofensiva, sien-
do un ejemplo notable de que la naturaleza es tan venga-
tiva como el que más, pues, en primer lugar, no parece
tener otra utilidad; en segundo lugar, por su admirable
forma, ~e .parece especialmente diseñada para tal fin, y en
tercer lugar,- por la virulencia del líquido que expulsa y los
desagradables efectos y síntomas consiguientes.
Mas, sea cual sea su uso, no cabe duda de que su
estructura es muy admirable. No es preciso que describa
MICROGRAFÍA 443

el aspecto que ofrece a simple vista, pues casi todo el mun-


do lo conoce; sin embargo, al microscopio parece constar
de dos partes; una de ellas, una vaina sin tapa o remate,
casi con la forma de una funda de pistola, que comienza
en d y termina en b. Podía ver con toda claridad que esta
vaina era hueca, conteniendo tanto una espada o dardo
como el líquido venenoso que causa el dolor. La vaina o
funda parecía tener varias uniones o juntas, señaladas con
f g h i k l m n o, estando armada además hacia la parte su-
perior con diversos ganchos u horquillas (p q,. s t), por un
lado, y (p q 1' s tu), por el otro, cada uno de los cuales pa-
rece la espina de una eglantia roja o más bien la uña de
un gato, pues los ganchos parecen pequeñas puntas o uñas
transparentes que salen de pequeñas protuberancias del cos-
tado de la vaina, algo fácil de percibir observando atenta- (164]
mente la Figura. Por varios detalles particulares, supongo
que el animal tiene la capacidad de sacarlas o esconderlas
de nuevo a voluntad, tal y como hace el gato con sus garras
o una víbora o áspid con sus dientes o colmillos.
La otra parte del aguijón cs. la espada, si se me per-
mite llamarla de este modo, que se halla por así decir en-
vainada, apareciendo su punta a b por el extremo menor,
como si la capucha o regatón de una espada se hubiera per-
dido y su extremo asomase más allá de la vaina. El extre-
mo de este dardo (a) era muy agudo, estando asimismo
armado de pequeños garfios o garras como los de la vaina,
como ( v x y, x y %z). Me inclino mucho a pensar que es-
tos ganchos también se pueden plegar o poner al mismo
nivel de los costados de la espada cuando se enfunda en la
vaina, tal y como he observado varias veces, pudiendo abrir-
se o extenderse de nuevo cuando el animal lo tiene a bien.
La contemplación de esta diminuta criatura me ha su-
gerido que sin duda el uso de estas garras parece ser muy
notable para la finalidad primordial de este instrumento, a
fin de introducir y mantener el aguijón en la carne. En
efecto, al ser muy aguda la punta del aguijón o daga (a b),
se clava muy fácilmente en el cuerpo del animal, y una
vez introducido, al intentar la abeja recogerlo dentro de
la vaina (debido a los ganchos (v x y) y (x y 1. z) que aga-
rran la carne por ambos lados), introduce tras él el extre·
444 ROBERT HOOKE

mo de la vaina (t s r v) en la piel, y una vez clavados los


ganchos t, s y r, v~ cuando la abeja trata de sacar de nuevo
de la vaina la punta del aguijón, se agarran de la piel por
ambos lados, con lo que no sólo impiden que la vaina se
retire de nuevo, sino que impulsan la punta hacia dentro,
de modo que, merced a una alternativa y sucesiva retracción
y emisión del aguijón dentro y fuera de la vaina, la criaturita
rabiosa hace poco a poco que su arma de venganza hora-
de los más duros pellejos de sus enemigos, hasta tal punto
que unos pocos de estos soldados firmes y resueltos po-
nen a menudo en fuga con estas pequeñas máquinas a un
enorme oso cebado, uno de sus enemigos cotidianos, mos-
trando así al mundo cuánto más temibles son en la guerra
unos pocos ingenieros hábiles y soldados resueltos,_ingenio-
samente organizados y que saben cómo manejar tales máqui-
nas, que una fuerza f?ruta, pesada y vasta que confía en su
potencia y actúa sólo con ella. Mas (prosiguiendo) que clava
de este modo el aguijón en la piel es algo que conjeturo
porque, cuando he observado esta criatura viva, he visto
cómo mueve el aguijón de esta manera, arriba y abajo, con
lo que quizá también, por así decir, bo.rnbee o impela el
líquido venenoso, haciéndolo gotear por el extremo de la
vaina hacia b. Supongo también que los ganchos son la
causa. de que, cuando estas criaturas airadas se apartan apre-
súradamente del objeto de su venganza, dejen a menudo
esas armas tras de sí, enfundadas, por así decir, en la car-
ne, .~edio por el cual hacen que sean mayores y más du-
raderos· los dolorosos síntomas, que probablemente sean
provocados en parte por la punción y desgarro que en la
piel produce el aguijón, aunque principalmente por el lí-
quido venenoso. y corrosivo que se lliyecfa a través de esta
jeringuilla en las pa_rtes sensibles, con lo que con más fa-
[ 165] cilidad roe y corroe esas tiernas fibras, tal y como he mos-
trado en la descrii>ción de una ortiga y una picapica.
MICROGRAFÍA 44.5

Observ. XXXV. De la textura y forma de las


partículas de las plumas. 1
ALtremos
examinar diversos tipos. de plumas, observé estos ex·
en todos los tipos de plumas de ala, especial-
mente en esas que sirven para batir el aire en la ·acci6n
de volar.
Que la superficie externa del cañón y del tronco
era de una sustancia muy dura, rígida y córnea, cosa bas-
tante obvia, y que la parte por encima del cañón estaba
rellena de una médula muy blanca y ligera. Con el micros-
copio descubrí que esta médula no era sino una especie
de reunión de burbujitas, cuyas películas parecen ser de
la misma sustancia que la del cañón, esto es, una sustancia
rígida, transp8rente y córnea.
~te ~o me parece muy merecedor de más
seria consideración,· pues aquí podemos observar a la na-
turaleza puesta, por así decir, entre la espada Y. la pared
para fabricar una sustancia que sea a la vez lo bastante li-
gera, rígida y fuerte, sin desviarse por ello de sus principios
establecidos, los cuales, según observamos, son tales que
los cuerpos muy fuertes son en su mayoría también muy
pesados, precisando usualmente la .eesistencia de las partes
una densidad, y la densidad una gravedad. Por consiguien-
te, si la naturaleza hiciese un cuerpo tan extenso y fuerte
como una pluma por casi cualquier otro procedimiento dis-
tinto del que ha utilizado, necesariamente su gravedad ha-
bría de superar varias veces a la de ésta, pues su médula
parece ser como otros tantos diafragmas o piezas transver-
sales en un tubO óptico largo, contribuyendo notablemente
a fortalecer· el conjunto, siendo sus poros. tales que no pa·
recería haber comunicación alguna entre ellos, como ya he
sugerido en otro lugar 2•
Mas el mecanismo de la naturaleza e.s usualmente
tan- excelente que una y la misma sustancia se halla adap-
tada para servir a varios fines. En efecto, su principal uti-
. lidad parece residir en el suministro de alimento a la parte
vellosa o plumosa del tronco, pues es bastante obvió en
todo tipo de plumas que se halla situada justamente bajo
446 ROBERT HOOKE

la raíz de las ramas que crecen en ambos lados del cañón


o tallo, estando exactamente formada según la disposición
dé dichas ramas, no descendiendo más en el cañón que
hasta exactamente el comienzo de las ramas vellosas, y cre-
ciendo tan sólo· por aquel lado del cañón en que lo hacen
esas ramas. Ahora bien, en una pluma madura {como se la
podría llamar) parece difícil concebir cómo habría de trans-
mitirse a esta médula el jugo nutricio, pues pienso que es
inimaginable que pase a través de la sustancia del cañón,
pues al examinarlo con la mayor atención de que era ca-
paz, no pude dar con el menor rastro de poros. Mas quien
examine cuidadosamente una plWl!a inmadura, verá con
toda claridad que el vaso usado para su transmisión es la
delgada ºmédula membranosa (como se denomina) que pasa
por el medio del cañón. ·
Por lo que atañe a la constitución y textura del
vello mismo, no cabe duda de que se trata de algo cier-
(166] tamente muy raro y admirable, de manera que difícilmen-
te puedo; creer que sea posible hallar algo semejante en
ningún ··'Otro cuerpo del mundo, pues diffrilmente habrá .
una pluma grande en el ala de un ave que no contenga
cerca de 1:11~ millón de partes distintas, dotada cada ·uqa de
ellas de la forma más regular y admirable adaptada. a un
fin particular. En efecto, al examinar una pluma de ganso
de mediano tamaño, hallé con bastante facilidad a simple
vista ~ue su tallo principal contenía por uno de los lados
unas 300 raillificaciones más largas y vellosas, y otras tan-
tas por el otro, más rígidas aunque un tanto más cortas.
Al examinar con un microscopio .ordinario muchas de es-
tas ramificaciones largas y vellosas, hallé que varias de
ellas contenían cerca de 1.200 hojitas (como se pueden de-
nominar, como las E F de la primera Figura de la Plan-
cha 22) y otros tantos tallos del otro lado, como 1 K de la
misma figura. Cada una de las hojas o ramificaciones, E F,
parecen estar divididas en unas dieciséis o dieciocho peque-
ñas articulaciones, como se puede ver muy claramente en la
figura, de la mayoría de las cuales parecen salir pequeñas
fibtas alargadas tal y como se dibujan en la figura, cada
una de las cuales está proporcionadamente formada según
su posición o lugar en el tallo E F, siendo las de la parte
MICROGRAFÍA 447

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[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 449

inferior, a saber, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, &c., mucho más


largas que las directamente opuestas a ellas en la parte
superior. Además, muchas de ellas, como 2, 3, 4, 5, 6, 7,
8, 9, &c., terminaban en ganchitos muy semejantes a los
que se observan bastante bien a simple vista en los capí-
tulos seminales de las bardanas. Asimismo, los tallos I K
del otro lado parecen divididos en casi otras tantas peque-
ñas articulaciones nudosas, aunque sin ningún rastro de
hilos o ganchos, cada una de las cuales, en torno al
medio K, parecían dividirse en dos partes mediante una
especie de horca, una de cuyas ramas, a saber, K L, se
extendía casi la longitud K l, mientras que la otra, M, era-
muy corta.
Las secciones transversales de los tallos de estas
ramificaciones exhibían una forma o figura muy parecida
a I N O E, constando de una piel o cubierta córnea y una
médula blanca de apariencia espumosa, de estructura muy
semejante a la del tallo principal de una pluma.
La utilidad de este extraño tipo de forma es cier-
tamente más admirable que todo lo demás, mereciendo un
examen y consideración mucho más serio del que hasta
aquí he tenido ocasión o capacidad de hacer, pues sin
duda nos puede enseñar mucho acerca de la naturaleza
del a~e, especialmente por lo que respecta a algunas de
sus propiedades.
Estando las ramas vellosas I NO E dispuestas a la
distandi(l.F o algo más, en el orden de sobra observable
a simple vista, los tallos colaterales y hojas (si puedo llamar
así a esos cuerpos que acabo de describir) se disponen de
tal modo que las hojas o tallos pilosos de un lado descan-
san enciñia o reposan sobre los tallos del. otro, cruzándose
entre sí muy a la manera dibujada en la segunda Figura de
la Plancha 22, merced a lo cual cada una de esas pequeñas
fibras ganchudas de los tallos con hojas se insinúa entre los
tallos desnudos que, al estar llenos de nudos y un tanto
desunidos de manera que las fibras puedan pasar entre ellos
con facilidad, ambas partes se entretejen de modo tan com-
pacto y admirable que son capaces de impedir la mayor parte
del paso del aire. Y por más que sean extraordinariamente
pequeños, pues el grosor de uno de estos tallos no llega (167)
450 ROBERT HOOKE

a una 5oo•v• parte de una pulgada [0,05 mm], con todo for-
man una textura tan fuerte que, a pesar de su extremada-
mente rápido y violento batir contra el aire debido a la
fuerza del ala de un ave, se mantienen firmemente unidos.
Asimismo muestran una admirable providencia de la natu-
raleza en su diseño y manufactura, pues su textura es tal
que, por más que debido a un daño externo sus partes se
vean violentamente separadas, de modo que los tallos y
hojas no. se toquen entre sí, por lo que varios desgarrones
de éstos impedirían el vuelo del ave, con todo en su ma-
yoría rápidamente se unen o traban de nuevo por sí mismos,
colocándose y tejiéndose fácilmente en su posición natural
prístina merced al batido de las plumas que practica el ave
o a que las haga pasar a través del pico, pues,· efectivamente,
tal es la infinita cantidad de esas pequeñas fibras en la parte
de abajo de las hojas, la mayoría de las cuales poseen esos
ganchitos en la punta que fácilmente cogen y á8arran los
tallos que tocan.
En vista de esta extraña textura, parece razonable SU·
o
poner que hay cierto tipo de malla agujero _tan pequeño
que el aire no atravesará con facilidad, como también apunté
en la Observación sexta acerca de los tubitos de vidrio,
pues en caso contrario parece probable que la .naturaleza
hubiese extendido por encima algún tipo de ·fina película
que habría cubierto todas esas mallas o agujeros casi cua-
drados, pareciendo a través del microscopio que más de la
mitad de la superficie de la pluma está abierta y es visible-
mente permeable 3 • Esta conjetura parecerá aún más pro-
bable por la textura de las alas velludas de la Tinea f!,rgentea
o polilla alada de pluma blanca, que describiré enseguida 4•
Mas la naturaleza, que conoce mejor sus propiás leyes y las
diversas propiedades de los cuerpos, sabe también cuál es
la mejor manera de adaptarlos y adecuarlos a los fines que
se ha propuesto, y quien quiera conocer esas propiedades
habrá de seguir a la naturaleza en sus obras viendo qué
curso observa. Supongo que los esquemas y estructuras de
los cuerpos animados aportarán al diligente investigador
beneficios nada despreciables, como las instrucciones más
seguras y excelentes tanto respecto a la parte práctica de la
MICROGRAFÍA 451

mecánica como a la teoría y conocimiento de la naturaleza


de los cuerpos y movimientos.

Observ. XXXVI. De las plumas de pavo real,


pato y otras plumas de colores
cambiantes.

L AS partes de las plumas de esta ave gloriosa aparecen


a través del microscopio no menos gayas que la pluma
completa. A simple vista es evidente que d. tronco o cañón
de cada plumá de la cola emite multitud de ramas laterales,
como A B en la tercera Figura de la Plancha 22, que re-
presenta una parte pequeña, de aproximadamente· 1/32 de
pulgada [0,8 mm] de longitud 1, mientras que cada rama
lateral emite multitud de renuevos, hilos o pelos por ambos
lados, como CD, CD, C D, de modo que cada uno de esos
hilos aparece en el microscopio como un cuerpo largo que
consta de una Jnultitud de partes reflectantes y brillantes, [ 168)
cuya forma no es tarea fácil determinar, como descubrirá
quien la examiñe·; En efecto, cada nueva posici6n respecto
a la luz lo hace aparecer por completo de otra forma y fi-
gura, sin ninguna semejanza con lo que parecía un poco
antes. Es más, en ocasiones cambiaba de aspecto por cir-
cunstancias tan triViales como interponer la mano entre él
y la luz, lo que produce un enorme cambio, haciéndolo
mudar muchísimo de aspecto abrir o cerr~ la contraventana
y similares. Por más que, tras examinar su forma de mu~
chísimas maneras que sería tedioso enumerar aquí, su-
pongo haber descubierto su verdadera figura, con todo
a veces, tras mirarlo en otra posición, casi he pensado que
mis anteriores observaciones eran incompletas, aunque, tras
su ulterior examen, ciertamente he hallado que incluso éstas
las confirmaban.
Así pues, encuentro que estos hilos son una reunión
de pequeñas láminas o placas, como e e e e e, &c., cada una
de las cuales presenta una forma muy similar a ésta de a b e d
de la cuarta Figura, siendo la parte a e un camellón, promi-
452 ROBERT HOOKE

nencia o tallo y b y d las esquinas de dos placas delgadas


pequeñas que nacen del medio del tallito, de manera que
forman una especie de plumita. Estas placas están unas
junto a otras, casi como una serie de tejas formando un
canalón o un caballete en talud. Crecen de arriba a abajo.
a cada lado del tallo, de dos en dos, unas opuestas a las
otras, a la manera expresada en la quinta Figura, con la
punta de las inferiores cubriendo la raíz de las inmediatas
superiores. La parte de abajo de cada uno de estos cuerpos
laminados es de una sustancia muy oscura y opaca que per-
mite la transmisión de poquísimos rayos, reflejándolos todos
hacia aquella parte de donde proceden, muy a la manera
del azogado de un espejo. No obstante, me parece que las
caras superiores constan de una multitud de cuerpos lamina-
res delgados que son extremadamente ffuos y están muy jun-
tos, con lo que, como las conchas de madreperla, no sólo re-
flejan una luz muy nítida, sino que tiñen dicha luz de una
manera muy delicada y merced a diversas· posiciones res-
pecto a la luz reflejan ora un color, ora otro, y de la ma-
nera más vívida.
Pues bien, que estos colores son tan sólo /atztásticos, ·
esto es, que surgen inmediatamente de ias refracciones de
la luz, es algo que descubrí por lo siguiente: que si el agua
humedece estas partes coloreadas, destruye sus colores, lo
que parece derivarse de la alteración de. la reflexión y re-
fracción. Ahora bien, aunque no fui capaz en absoluto de
ver esos pelos transparentes con luz o~dinaria, con todo,
mirándolos contra el sol, hallé que estaban teñidos de un
rojo oscuro, en nada similar a los delicados y preciosos
verdes Y' azules que exhibían.
Ya he mostrado en otro lugar 2 cuál ·parece ser la
razón de los colores en tales cuerpos laminados finos. Su-
pongo que el modo en que echar agua sobre esos hilos
destruye sus colores procede de la siguiente manera. El agua
que cae sobre estos cuerpos laminados, al poseer una mayor
congruencia con las plumas que con el aire, se insinúa entre
dichas láminas y expulsa de tal modo al aire fuertemente
reflectante que estas partes se toman más transparentes,
como informa el microscopio, ·así como también incoloras,
conservando como mucho un color muy débil y apagado.
MICROGRAFÍA 453

Mas, al perderse esta humedad por_ la continua evaporación [169)


y emanaciones que pasan a su través procedentes del pavo
real cuando dicha ave está aún viva, los colores aparecen
de nuevo con su primitivo lustre, llenándose los intersticios
de dichas lámin~s del aire fuertemente reflectante .
. Tras descubrir que los bellos y vívidos colores de las
plumas de este ave proceden de la delicada y extremada
pequeñez y finura de las partes reflectantes, tenemos aquí
dada también la razón de todo ese oropel de la vestimenta
de otras aves, no menos que de cómo es que logran superar
los colores de todos los demás tipos de animales, exceptuan-
do los insectos. En efecto, ya-que- (como mostramos tant&
aquí como en otro lugar) la viveza de un color depende
de la fit:mra y transparencia de las partes reflectantes y re-
fractantes, y dado que nuestro microscopio nos descubre
que las partes componentes de las plumas son así, mientras
que los pelos de los animales son de otro modo, y pues-
to que támbién hallamos, por el experimento de esa noble
y excelentísima persona que ya mencioné 3 , que en eso con-
siste la diferencia entre la seda y el lino por lo que respecta
al color (pues el lino, reducido a una gran finura de sus
partes, tanto blancas como de colores, aparece tan blanco
y vivo COJm> cualquier seda, si bien pierde ese brillo y as-
pecto sedoso tan pronto .como se tuerce en hilo, debido a
que las partes componentes, aunque muy pequeñas y finas,
son, con todo, laminillas flexibles y no cilindros, con lo
que al torcer$e se unen para formar un cuerpo opaco, mien-
tras que los hilos de la seda y las plumas conservan su
lustre al mantener intacta y sin mezcla su forma cilíndrica,
y de este modo cada uno de los haces reflejados o r~racta­
dos que forman el brillo de la seda conserva intacta su
propia cualidad de modular la luz); puesto que hallamos
esto mismo confirmado por muchos otros experimentos men-
cionados en otros lugares, pienso que podemos concluir
confiadamente esto como axioma, que dondequiera que
nos topemos con cuerpos transparentes hilados en partes
muy finas, sean claras o teñidas_ de algún modo, los colores
resultantes de tal composición han de ser necesariamente
muy espléndidos, vívidos y claros, como los de la seda y las
plumas. Quizá ello sugiera algún procedimiento útil de hacer
454 ROBERT HOOKE

qu~ otros cuerpos, además de la seda, sean susceptibles de


teñirse de colores brillantes; pero sea dicho esto sólo de
pasada.
Mediaiite el examen con mi microscopio he hallado
también que las plumas de colores cambiantes de los patos
y muchas otras aves proceden en gran medida de las mismas
causas y texturas.

Observ. XXXVII. De las patas de las moscas y


otros diversos insectos 1•

L A pata de una mosca (dibujada en la primera Figura de


la Plancha 23, que representa tres artejos, los dos es-
polones y las dos plantas del pie en una posición plana,
y en la segunda Figura de la misma Plancha, que representa
sólo una articulación, las uñas y .plantas en otra posición)
es UQ dispositivo de lo más admirable y curioso, pues me-
diante él las moscas pueden pasear por los costados del
[ 170] vidrio perpendicularmente hacia arriba y sostenerse en esa
posici~n tanto tiempo como les plazca; es más,_pueden pa-
sear y suspenderse contra la superficie de muchos cuerpos,
como el techo de una habitación o similares, y ello con una
facilidad y firmeza aparentemente tan grande ·como si fuesen
una especie de antípodas y poseyesen una tendencia hacia
arriba, siendo así que estamos seguros de que tienen la
contraria, cosa que también ellas descubren con evidencia
al no poder hacerse tan ligeras como para adherirse o sus-
penderse de la superficie inferior de un vidrio bien pulido
y limpio. Por consiguiente, su suspensión ha de atribuirse
totalmente a algún dispositivo mecánico de .sus pies, cuya
composición explicaremos en breve, mostrando que su me-
canismo consta principalmente de dos partes, esto es, pri-
mero sus dos garras o uñas y segundo, dos p~as, plantas
o plantillas.
Los dos espolones son muy largos en relación con
la pata, estando elegantemente formados a la manera descri-
ta en las Figuras por A B y A C. La parte mayor de los
MICROGRAFÍA 455

Fig .1 S cbcm.}J{m
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 457

mismos, de A a d d, está llena de pelos o cerdas, aunq~e


hacia la punta, en C y B, son lisos, con los extremos o
puntas, que parecen muy agudas, vueltas hacia abajo y hacia
adentro. Ambos se mueven sobre una articulación en A,
mediante la cual la mosca puede abrirlos y cerrarlos a placer,
de manera que las puntas B y C, penetrando en cualesquiera
poros, al tratar la mosca de cerrarlos, las garras no sólo se
juntan y se aprietan la una contra la otra, sino que además
arrastran hacia adelante toda la pata, G G AD D, de modo
que en terreno blando los pinchos o puntas G G G G (de
los que una mosca tiene unos diez en cada pata, a saber,
dos en cada artejo) se introducen en los poros, si los en-
cuentran, o al menos se abren paso, algo que se puede notar
a simple vista en las patas de un escaraba¡o, el cual hace
sus pasos sensibles al tacto y no sólo a fa vista si se le
permite reptar por la mano o cualquier otra parte. de la piel
. del cuerpo.
Ahora bien, del mismo modo qué este' ·dispositivo
le falla con frecuencia al escaraba¡o cuando camina por cuer-
pos duros y compactos, también le habría de fallar a fa
r:nosca por más que sea una criatura mucho m~ ligera y su-
til, por lo que la naturaleza ha dotado a su pata de otro
aditamento mucho más curioso y admirable, esto es, un
par de palmas, plantas o plantillas D D, cuya estructura es
como sigue:
Del fondo o parte inferior del último artejo de su
pata, K, surgen dos pequeñas sustancias ~osas y lami-
nares que constan de dos piezas planas, D D, que parecen
poder abrirse y cerrarse como las tapas de un libro en tor-
no a F F, medio por el cual las partes planas de ambos
lados, E E, no están siempre en el mismo plano, ·sino que
en ocasiones se pueden cerrar, con lo que cada una de ellas
puede agarrarse un poco a un cuerpo. Pero no es eso
todo, pues por debajo, estas plantillas están todas plaga-
das de pequeñas cerdas o ganchos como los dientes de
alambre de una carda empleada para cardar la lana, cu-
yas puntas tienden hacia adelante, y de ahí que al tirar
las garras de la pata hacia adelante, como ya apunté, apli-
cándose éstos a la superficie del cuerpo con todas las pun-
tas mirando en dirección contraria, esto es, hacia adelante
458 ROBERT HOOKE

y hacia afuera, si hay alguna irregularidad o parte que ceda


en la superficie del cuerpo, la mosca se suspende con mu-
cha firmeza y facilidad, sin recunir ó precisar ninguna de
esas esponjas llenas de una goma imaginaria que han su-
puesto muchos por falta quizá de buenas lentes o· de un
examen costoso y diligente.
Ahora bien, que la mosca pueda caminar por el vidrio
[171] deriva en parte de cierta rugosidad de la superficie, y prin-
cipalmente de una especie de pátina o sustancia humosa
sucia que se adhiere a la superficie de ese cuerpo durísi-
mo, con lo que aunque las partes puntiagudas no puedan
penetrar en la sustancia del cristal, con todo pueden en-
contrar poros bastantes en la pátina, o cuando menos ha-
cerlos. ·
Examiné esta estructura con gran diligencia porque
no podía comprender bien c6mo, en caso de existir en esas
supuestas esponjas, dicha materia glutinosa que la mayoría
(de quienes han observado este objeto con un microscopio)
han creído hasta ahora 2, no podía comprender bien, digo,
cómo podría la mosca despegar y soltar tan fácilmente sus
patas, y también porque no he hallado ninguna otra cria-
tura que tuviese un dispositivo en absoluto así, y princi-
palmente porque no deberíamos lanzamos a· eX:plicaciones
ininteligibles de los fenómenos de la naturaleza, al menos
a las que no son las verdaderas, allí donde nuestros sen-
tidos son capaces de suministrarnos una inteligible, racio-
nal y verdadera. ·
Hallaremos algo semejante a este dispositivo de las
moscas. en muchos otros animales, como son todo tipo de
moscas y criaturas con élitros, e incluso en una pulga, un
animal notablemente menor que esta mosca. Otras cria-
turas, como ácaros, el cangrejo de tierra 3 , &c., tan s6lo pre-
sentan un paqueño talón muy agudo en el extremo de cada
pata, que al tirar hacia el centro o medio de sus cuerpos
permiten a estos cuerpos extraordinariamente ligeros sus-
penderse y adherirse casi a cualquier superficie.
No parecerá extraño c6mo puedan conseguirlo si
consideramos en primer lugar cuán poco cuerpo hay en
una de esas criaturas en relaci6n a su superficie o exte-
rior, no alcanzando quizá muchas veces su grosor la centé-
MICROGRAFÍA 459

sima parte de una pulgada [1/4 mm]; en segundo lugar,


que la fuerza y agilidad de estas criaturas en comparación
con su tamaño es, en proporción a su volumen, quizá cien
veces más potente que la de un caballo o un hombre. Y
en tercer lugar, si consideramos que la naturaleza siempre
recurre a los instrumentos que son más adecuados y con-
venientes para realizar sus funciones, así como los más sim-
ples y llanos que puedan existir, eso es algo que veremos
también verificado en la pata de l!ln piojo, que es muy dis-
tinta de las que he estado describiendo, aunque más con-
veniente y necesaria para el lugar de su hábitat, estando
cada una de sus patas calzada con un par de pequeñas
garras que puede abrir y cerrar a placer, conformadas casi
como las garras de un bogavante o cangrejo, aunque con dis-
positivos apropiados para su peculiar uso, que siendo el de
mover su 'Cuerpo aquí y allá por los pelos de la criatura
que habita, la naturaleza ha dotado a una de sus garras de
articulaciones, casi como las de los dedos humanos, de ma-
nera que con ella puede rodear o agarrar un pelo tan fir-
memente como un hombre puede agarrar un f)alo o una
cuerda. .
Tampoco es menos admirable y maravilloso el me-
canismo ~ la pata de una araña, con la que es capaz de
hilar, tejer y. escalar o correr por su curiosa tela transpa-
rente, sobre lo que diré más cosas en la descripción. de
dicho animal 4•
Y para terminar, hallaremos en todas las cosas que
la naturaleza no sólo opera mecánicamente, sino también
con dispositivos tan excelentes y sumamente económicos,
no menos que estupendos, que sería imposible que· toda la
razón del mundo hallase un dispositivo para hacer lo mis-
mo con propiedades más convenientes. ¿Puede haber al-
guien tan estúpido que crea que todas esas cosas son el [172]
producto del azar? Ciertamente, o su raciocinio ha de ser
extremadamente depravado o no debe de haber conside-
racfo o contemplado nunca atentamente las obras del To-
dopoderoso 5 •
460 ROBERT HOOKE

Observ. XXXVIII. De la estructura y movimien-


to de las alas de las moscas 1•
LASjetosalashermosísimos,
de todo tipo de insectos son en sqmayoría ob-
ofreciendo un tema no menos gra-
to de especulación para el espíritu que de contemplación
para la vista. Esta del moscardón 2, entre todas las de-
más, no carece de sus ornamentos y dispositivos particu-
lares. Sale del tórax o parte media del cuerpo de la mos-
ca, insertándose un poco más allá del ce_ntro de gravedad
del cuerpo, hacia la cabeza, si bien esta- excentricidad está
curiosamente equilibrada; primero, por la extensa área de
las alas, que está más hacia atrás que. la raíz por su movi-
miento, con lo que el centro de su vibración está mucho
más retrasado hacia la cola de la mosca de lb que lo está
la raíz del ala. He tratado de hallar con muchos experi-
mentos cuál es el movimiento vibratorio de las alas y de
qué manera se mueven. En primer lugar, por lo que res-
pecta al modo de su movimiento, traté de observar varias
de esa especie de pequeñas moscas giratorias 3 que se sus-
penden naturalmente, por así decir, en·equilibrio y quietas
en un lugar del aire sin subir ni bajar o. moverse adelante
y atrás. En efecto, examinándolas podía percibir mediante
una especie de sombra sutil los puntos extremos del mo-
vimiento vibratorio de sus alas. Cuando se esforzaban por
suspenderse, esta sombra no era muy larga, mientras que
cuando trataban de volar hacia adelante era un tanto más lar-
ga. En segundo lugar, experimenté fijando las patas de una
mosca al extremo del tallo de una pluma con pegamento,
cera, &c., haciéndola luego que tratase de volar, pues siendo
capaz de este modo de observarla en cualquier posición, cole-
gí que el movimiento del ala era como sigue. Los límites ex-
tremos de las vibraciones usualmente distaban entre sí apro-
ximadamente la longitud del cuerpo, aunque algunas veces
eran más corto¡¡ y otras también más largos; el límite an-
terior estaba usualmente un poco por encima de la espalda,
y el posterior, un tanto por debajo del abdomen; entre
ambos límites, si se puede juzgar por el sonido, el ala pa-
rece moverse adelante y atrás con una velocidad igual. Y
MICROGRAFÍA 461

si (por la .sombra o débil representación que se obtiene del


ala y por la consideración de la "naturaleza de ia cosa) se
puede conjeturar la posición o comportamiento de las alas
que se mueven entre ellos, parece como sigue. Suponien-
do que el ala está situada en el límite superior, parece es-
tar dispuesta de manera que su plano esté casi horizon-
tal, si bien la parte delantera se inclina un poco o se halla
un tanto más deprimida; en esta posición el ala se hace
vibrar o mover hasta el límite inferior, y cuando casi ha
alcanzado el límite inferior, al moverse la parte trasera del
ala algo más aprisa que la delantera, el área del ala co- (173]
mienza a hundirse, y en dicha posición parece moverse de
nuevo hasta el límite superior, y de ahí otra vez a la pri-
mera posición, inclinándose de nuevo la parte anterior del
área a medida que se mueve hacia abajo por medio del
movimiento más rápido del tallo principal que limita o
bordea la parte anterior del ala. Estas vibraciones o mo:-
vimientos aquí y allá entre ambos límites parecen tan rá-
pidas que es muy probable (por el sonido que producen,
si se compara con la vibración de una cuerda musical afi..:
nada al unísono con él) que realice varios cientos, cuando
no miles, de vibraciones en un segundo minuto 4 de tiem-
po: Y si se nos permite conjeturar por el sonido, el ala
de una abeja es aún más rápida, pues su. toao es mucho
más agudo, lo cual, con toda probabilidad, procede del
extraordinariamente rápido batido del aire por obra de la
pequeña ala 5 • Ello parece tanto más probáble. por cuanto
que el ala de la abeja es menor en proporción a su cuerpo
que la otra ala con respecto al cuerpo de una mosca, de
modo que, por lo que yo sé, ha de ser uno de los movi-
mientos vibratorios espontáneos más rápidos del mundo .. Y
por más que pueda haber muchas moscas en otros lugares
que produzcan un ruido aún más estridente con sus alas,
con todo lo más probable es que el movimiento vibratorio
espontáneo más rápido se encuentre en el ala de alguna
criatura. Si reparamos ahora en la extremada rapidez de
esos espíritus animales 6 que han de causar ~tós movimien-
tos, no podremos menos de admirar la tremenda viveza de
la facultad rectora o anima del insecto, que es capaz de
disponer y regular las facultades motoras para que cada
462 ROBERT HOOKE

órgano peculiar no sólo se mueva y actúe tan rápidamente,


sino también de manera tan regular.
Mientras examinaba y consideraba el curioso meca-
nismo de las alas, observé que bajo las de la mayoría de
las moscas, abejas, &c., se situaban ciertos péndulos o go-
tas alargadas (como las puedo denominar por su aparen-
te movimiento y forma), pues se asemejaban mucho a una
gota larga y colgante de algún líquido transparente y vis-
coso 7 • Observé también que las movían . constantemente
justo antes de que las alas de la mosca comenzasen a mo-
verse, de modo que a primera vista no pude menos de con-
jeturar que eran de alguna utilidad excelente para regular
el movimiento del ala e imaginé que podrían ser algo así
como el asa de una espita que al vibrar aquí y allá, por
así decir, abría y cerraba la espita, con lo que daba paso
a determinadas influencias en los músculos. Más tarde, tras
algunos otros ensayos, supuse que podrían ser de alguna
utilidad en la respiración, y supongo que el animal los
utiliza para ello por muchas razones, y consideré que no
era muy improbable que presentasen pasajes convenientes
bajo las alas, al menos para expulsar el aire, cuando no
para admitirlo, como resulta muy evidente en las agallas
de los peces, o quizá este péndulo sea un tanto semejante
al mango de una bomba con el que estas criaturas puedan
ejercitar sus pulmones análogos, no sólo inhalando, sino
también expulsando el aire del que viven. Mas esto no eran
más que conjeturas, y tras un ulterior examen parecieron
menos probables.
La estructura del ala, tal como se ve a través de un
microscopio de aumento moderado, parece ser un cuerpo
que consta de dos partes, tal y como se ve en la Figura 4
de la Plancha 23 y en la Figura 2 de la Plancha 26. La
[1741 una es iina sustancia como de pluma o aleta que consta
de varios alambres o cañones largos y ligeros diversamen-
te doblados, un tanto similares a las venas de las hojas.
Éstas son las aletas o cañones, por así decir, que estiran la
totalidad del área, manteniendo distendida la otra parte,
que es una piel o membrana muy fina y transparente con
muchas arrugas y láminas, si bien no son muy regulares,
hallándose además muy densamente tachonada de innume-
MICROGRAFÍA 463

rabies cerdillas que sólo son perceptibles con ayuda. del


microscopio de mayor aumento, y no sólo con él, sino que
además hay que aumentar convenientemente la luz del cie-
lo proyectada sobre el objeto mediante una lupa, como he
mostrado en otro lugar 8, o mirándola a su través a con-
traluz.
En lugar de estos pelitos, en varias otras moscas ·hay
una infinitud de pequeñas plumas que cubren tanto la cara
superior como la inferior de esta delgada película, como
en la mayor parte de las especies de mariposas y polillas.
Además, esas partes pequeñas no sólo tienen en gran me-
dida la forma de las plumas de ave, sino que están como
aquéllas jaspeadas con toda la diversidad imaginable de co-
lores brillantes y vivos. Dichas plumas están asimismo dis-
puestas de manera tan admirable y delicada que compo-
nen hermosísimos dibujos floreados y ornamentados, como
las aliombras turcas y persas, aunque de una belleza muy
superior, como es lo bastante evidente a simple vista en
las alas pintadas de las mariposas, si bien lo es mucho
más con un microscopio ordinario.
Mezclados entre estos pelos, se puede ver en la
membrana extendida una multitud de agujeritos o man-
chas negras que parecen ser la raíz de los pelos que crecen
por el otro lado, pareciendo ambos cuerpos hallarse dis-
persos por toda la superficie del ala.
Los pelos se ven mejor mirando a su través a con-
traluz o colocando el ala sobre un trozo de papel blanquí-
simo bajo una luz conveniente, ·pues gracias a ello cada
uno de los pelitos aparece de la manera más clara. Se pue-
de observar un ejemplo de ello dibujado en la cuarta Fi-
gu_ra de la Plancha 23, donde A B, CD, E F representan
algunas partes de los huesos o cañones del ala, cada uno
de los cuales se puede ver que se halla cubierto por una
multitud de escamas o cerdas, .siendo A B el tallo más
grueso de toda el ala, pudiéndose denominar con toda pro-
piedad corta-vientos, pues es el que remata y tensa el borde
anterior del ala. Su borde anterior está armado de una
multitud de pequeñas cerdas o ganchos que en unas están
dispuestos regularmente y en orden, mientras que en otras
no. Todas sus puntas se dirigen del cuerpo al extremo del
464 ROBERT HOOKE

ala, pero no sólo este borde está así festoneado, sino que
también todo el borde del ala se halla cubierto de un pe-
queño fleco que consta de cerdas cortas y más menudas.
Si dispusiese de tiempo, este tema suministraría
excelente materia para la contemplación de la naturaleza
de las alas y del vuelo 9 ; pero como quizá pueda encontrar
mejor ocasión para proseguir esta especulación y recoger di-
versas observaciones que he realizado sobre el particular,
pasaré ahora a la

[175] Observ. XXXIX. De los o¡os y la cabeza de la


mosca zángano 1 y otras criatu-
ras diversas.

C cabeza,
una mosca zángano gris grande que tenía una gran
OGÍ
si bien el_ cuerpo era pequeño y delgado en
relación con ella, y cortándole la cabeza, la fijé sobre mi
portaobjetos con la parte delantera de la cara hacia arri-
ba. (Elegí ésta en lugar de la cabeza de una moscarda azul
grande porque, versando ahora mi investigación acerca de
los ojos, en primer lugar hallé que de todos los tipos pe-
queños de moscas que haya visto nunca, esta mosca pre-
sentaba los mayores conglomerados de .ojos en proporción
a su cabeza, tendiendo un tanto a la estructura de las gran-
des libélulas, y en segundo lugar, porque hay mayor va-
riedad en los botones o bolas de cada conglomerado que
en cualquier otra mosca pequeña.) Examinándola, pues, de
mi manera acostumbrada, cambiando los grados de luz y
alterando su posición respecto a cada tipo de luz, dibujé
esa representación suya que se delinea en la Plancha 24,
hallando estas cosas tan claras y evidentes como notables
y gratas.
Primero, que la mayor parte de la cara, es más, de
la cabeza, no era sino dos grandes y protuberantes grumos
o partes prominentes, A B C D E A, cuyas superficies es-
taban todas cubiertas o conformadas en una multitud de
pequeños hemisferios colocados en un orden triagonal, dis-
poniéndose muy densos y compactos en dicho orden por
MICROGRAFÍA 465
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 467

toda la superficie del ojo en preciosísimas filas, entre las


cuales, como es necesario, quedaban surcos largos y regu-
lares. Los fondos de todos ellos estaban completamente
enteros y en absoluto perforados o agujereados 2, cosa de
la que me aseguré de la manera más cierta por la imagen
regularmente reflejada de ciertos objetos que movía de aquí
para allá entre la cabeza· y la luz, así como examinando la
c6rnea o piel exterior tras haberla despojado de las diver-
sas sustancias que tiene dentro, mirándola tanto por dentro
como por fuera y a contraluz.
Luego, que en esa multitud de hemisferios se ob-
servaban dos grados de tamaño. La mitad de _los que es-
taban más bajos y miraban hacia el suelo o hacia sus pro-
pias patas, a saber, CD E , CD E, eran bastante menores
que los de la otra mitad, a saber, A B C E, A B C E, los
cuales miraban hacia arriba y hacia los lados o hacia ade-
lante y hacia atrás, diversidad que no he hallado en nin-
guna otra mosca pequeña.
Tercero, que cada uno de estos hemisferios, del
mismo modo que parecía aproximarse mucho a la verda-
dera forma de un hemisferio, presentaba su superficie ex-
tremadamente lisa y regular, reflejando dicha superficie la
imagen de un objeto tan exacta, regular y perfectamente
como lo habría hecho una bolita de azogue de ese tamaño,
aunque no de modo tan vivo, siendo las reflexiones de
aquéllos muy débiles, muy a la manera de la reflexión en
el exterior del agua, vidrio, cristal, &c. Hasta tal punto
era así, que en cada uno de estos hemisferios he podido
descubrir un paisaje de aquellas cosas que estaban delante
de mi ventana, una de las cuales era un árbol grande cuyo [1761
tronco y copa podía ver claramente, así como también las
partes de mi ventana y mi mano y dedos cuando los sos-
tenía entre la· ventana y el objeto. En la tercera Figura de
la Plancha 23 se delinea un dibujito de diecinueve de ellos
tal y como con el mayor cristal de aumento mostraban re-
flejar la imagen de las dos ventanas de mi habitación.
Cuarto, que estas filas estaban de tal modo dispuestas
que no había región visible desde su cabeza hada la que
no se dirigiese alguno de estos hemisferios, de manera que
se puede decir con verdad que una mosca pone el ojo en
468 ROBEB.T HOOKE

todas partes, siendo realmente circunspecta. También se


podía observar que en aquella parte en la que el tronco
de su cuerpo le impedía mirar hacia atrás, estas protuberan-
cias se hallaban elevadas, por así decir, por encima del pla-
no de sus hombros y espalda, de manera que era capaz de
ver también hacia atrás por encima de so espalda.
Quinto, en las moscas vivas he observado que cuando
una pequeña mota o polvo que flota aquí y allá por el
aire desciende por casualidad sobre alguna parte de estos
botones, dado que con seguridad se adhiere firmemente
a él, por más que al microscopio parezca como una piedra
o un palo (lo que es de admirar, especialmente cuando no
es en absoluto prqbable que haya ninguna materia húmeda
o glutinosa sobre esos hemisferios, cuya razón espero ofre-
cer en otro lugar), la mosca utiliza inmediatamente sus dos
patas delanteras en lugar de párpados y con ellas, a modo
de dos escobas o cepillos, puesto que están todas llenas
de cerdas, barre o cepilla repetidas veces lo que impide la
visión de cualquiera de sus hemisferios y a continuación,
a fin de liberar sus patas de esa suciedad, las frota una
contra otra. Como los ganchos o cerdas puntiagudas de las
mismas miran todas en la misma dirección, el frotarlas aquí
y allá la una contra la otra las limpia de la misma manera
que he_ observado que limpian sus catdos quienes cardan
la lana, para lo cual, colocando sus cardos de manera que
los dientes de ambos miren en la misma dirección, los fro-
tan uno contra otro. De esa misma manera limpian y ce-
pillan ellas sus cuerpos y alas, como mostraré _enseguida.
Otras criaturas tienen otros dispositivos para limpiar y des-
pejar sus ojos.
Sexto, que el número de Perlas o hemisferios de
los racimos de esta mosca era de cerca de 14.000, cosa que
estimé numerando ciertas filas de ellas de varias maneras
y calculando luego el total, computando que cada racimo
contenía unos siete millares de perlas, tres mil de las cua-
les eran de un tamaño y, por tanto, las filas no tan den-
sas, mientras que calculé en cuatro millares el número de
perlas menores próximas al pie y probóscide. He observa-
do que otros animales poseen un número aún mayor, como
la libélula 3, mientras que otros poseen una cantidad mu-
MICROGRAFÍA 469

cho menor, como la hormiga, &., y muchas otras moscas


e insectos pequeños.
Séptimo, que el orden de estos ojos o hemisferios
era completamente curioso y admirable, estando dispuestos
en todo tipo de moscas y animales aéreos en la más cu-
riosa y regular ordenación de filas triangulares, orden en
el que se colocan lo más juntas que es posible hacerlo, con
lo que dejan entre sí lQs menores agujeros o surcos. Por
el contrario, en las gambas, cangre;os, bogavantes y similares
tipos de animales crustáceos acuáticos he observado que se [177]
disponen en un orden cuadrangular, cortándose entre sí
las filas en ángulo recto. Como ello admite un menor mí,.
mero de perlas en iguales superficies, tales criaturas se ven
recompensadas ·con ojos un tanto móviles en sus cabezas,
cosa de que carecen completamente las otras. Tan infinita·
mente sabios y providentes hallamos todos los repartos en
la naturaleza, que ciertamente muy poco han de haberlos
examinado Epicuro y sus epígonos, quienes atribuían esas
cosas al producto del azar, mientras que a quien los con-
sidere con mayor atención, le parecerán producto de la más
alta sabiduría y providencia.
En la anatomía o disección de la cabeza he obser-
vado estos extremos:
Primero, que esta piel externa, como la córnea de
los ojos de los animales mayores, era a la vez flexible y
transparente, y al microscopio parecía perfectamente seme-
jante a la sustancia de la córnea del ojo humano, pues ha-
biendo cortado el racimo y eliminado la materia oscura y
mucosa que está debajo, podía verla transparente como un
trozo delgado de piel, poseyendo tantas cavidades por· hi
parte .interna, y dispuestas en el mismo orden, como pro-
tuberandas por la externa, propiedad que hallé igual en
todos los animales que la presentaban, fuesen moscas o ma-
riscos.
En segundo lugar, he descubierto que todos los ani-
males que he observado con ese tipo de ojos tienen dentro
de esta córnea un cierto líquido o jugo claro, aunque en
muy escasa cantidad, y
Observé, en tercer lugar, que en ese líquido claro
tenían una especie de forro mucoso negro todo extendido
470 ROBERT HOOKE

por dentro de la cavidad° del racimo, pareciendo casi uni-


. do a él, cuyo color en algunas moscas era gris, en otras
blanco, en otras de un color mezclado y en otras moteado.
Todos los racimos, si se observaban cuando el animal es-
taba vivo o recién muerto, aparecían del mismo color que
mostraba esta capa (si puedo llamarla así) cuando se eli-
minaba esa piel exterior o c6rnea.
En cuarto lugar, que el resto de la capacidad de los
racimos estaba vacío o hueco en algunos, como en las li-
bélulas, &c., mientras que en otros estaba lleno de una
cierta sustancia; en las moscardas azules, de una sustancia
musculosa rojiza con fibras tendentes del centro o fondo
hacia afuera, y en otros varios, de tipos diversos y dife-
rentes de sustancias.
Creo que no necesitamos dudar de que este curio-
so dispositivo es el órgano de la visión de todos esos di-
ferentes animales crustáceos que. están dotado de él, si nos
limitamos a considerar las diversas congruencias que pre-
senta con los ojos de criaturas mayores.
Como, en primer lugar, estar dotado de una córnea
con un humor transparente y con una úvea o retina, sien-
do la forma de cada uno de los pequeños hemisferios muy
esférica, exactamente pulimentada y muy vívida, viva y
turgente cuando el animal está vi'vo, como en los animales
mayores, y de igual modo apagada, fláccida e irregular o
arrugada ruando el animal está muerto.
En segundo lugar, que· las criaturas que disponen
de él no tienen otros órganos que presenten semejanza al-
guna con los ojos conocidos de otras criaturas.
[178] ,. En tercer lugar, que los denominados ojos de can-
grejos, bogavantes, gambas y similares, siéndolo realmente,
poseen forma hemisférica, casi ·de la misma manera que
los de las moscas. Que realmente lo son es algo que he
ensayado muy a menudo cortando estos botoncitos móviles
y poniendo de nuevo la criatura en el agua, la cual nadará
aquí y allá, y se moverá arriba y abajo igual que antes,
si bien chocará con frecuencia contra las rocas o piedras.
Y por más que ponga la mano exactamente delante de su
cabeza, no saltará y huirá hasta que no la toque, mientras
que cuando conservaba aquéllos, escaparía y evitaría mi
MICROGRAFÍA 471

mano o un palo a una buena distancia antes de que la to-


casen. Siendo así en los animales crustáceos marinos, pa-
rece muy probable también que esos botones séan los ojos
de los insectos crustáceos, que son también del mismo tipo,
sólo qüe de un elemento superior y más activo. Esto es
algo que apoyará considerablemente la éonformidad o con-
gruencia de muchas otras partes comunes a ambos, su ar-
madura crustácea, su número de patas, que son seis, aparte
de las dos grandes garras que responden a las alas de los
insectos. En todo tipo de arañas, así como en muchos
otros insectos que careeen de alas, hallaremos el número
completo de ellas, y no sólo el número, sino también la
misma forma, figura, articufaciones y garras de los bogavan-
. tes y cangrejos, como es evidente en los escorpiones y ara-
ñas, tal y como se ve en ·la segunda Figura de la Plan-
cha 31, así como en el pequeño ácaro que llamo cangrejo
de tierra, descrito en la segunda Figura de la Plancha 33,
aunque son ovíparos en el modo de generación, &c. Mere-
cería mucho la pena observar si no hay ciertos tipos de
transformación y metamorfosis en los diversos estados de
los animales crustáceos acuáticos, a la manera en que se
da en diversos tipos de insectos, pues si se encontrara, el
desarrollo de las variaciones sería mucho más visible en
esos animales mayores de lo que pueda serlo .en ninguno
de los tipos de insectos que suministra nuestro clima más
frío.
Siendo éstos sus ojos, nos proporciona una hermosí-
sima especulación contemplar su modo de visión, que sien-
do tan distinta de la de los animales bioculares, no resulta
menos admirable.
Con sólo que consideremos el exterior o figura de
cualquiera de ellos, creo que no hemos de dudar de que
cada una de esas perlas o hemisferios sea un ojo perfecto,
pues estando cubierto cada uno por una córnea protube-
rante y transparente, y conteniendo en su interior un lí- ·
quido semejante al humor acuoso o vítreo del ojo, ha de
refractar necesariamente todos los rayos paralelos que caen
sobre él desde el aire hacia un punto no muy distante de
su interior donde está situada (con toda probabilidad) la
retina del ojo, y esa capa interna opaca, oscura y mucosa
472 ROBERT HOOKE

que (como mostré anteriormente) descubrí que estaba por


debajo de la parte cóncava del racimo, es muy probable-
mente esa túnica o capa, pareciendo al microscopio estar
situada un poco más de un diámetro de esas perlas bajo
o dentro de la túnica c6rnea. Siendo así, enton~es con toda
probabilidad hay una pequeña representación o imagen de
los objetos externos pintada o formada en el fondo de la
retina frente a cada una de esas perlas, de manera que
hay tantas impresiones sobre la retina o piel opaca como
perlas o hemisferios hay en el racimo. Mas, dado que es
imposible que cualquier superficie protuberante, sea esfé-
rica o de otro tipo, refracte los rayos que provienen -de
[179] puntos laterales muy remotos de cualquier objeto, de ma-
nera que los recoja de nuevo y reúna cada uno de ellos en
un punto diferente, y puesto que sólo aquellos rayos que
provienen de algún punto que esté en la prolongación del
eje de la figura se reflejan de nuevo con la suficiente pre-
cisión en uno y el mismo punto, y puesto que los rayos
lateral.es, cuanto más alejados están, más imperfecta es su
confluencia refractada, síguese, por tanto, que sólo la ima-
gen de aquellas partes de lc;>s objetos exteriores que están
en o cerca del eje de cada hemisferio se dibujan o forman
de manera discernible en la retina de cada hemisferio, de
modo que cada uno de ellos puede sentir o ver distinta-
mente sólo aquellas partes .qÜe se hallan casi perpendicu-
larmente opuestas a ellos o están en o cerca de su eje óp-
tico. Ahora bien, aunque merced a cada una de estas per-
las-ojo pueda tener el animal una representación de todo
un hemisferio, de la mismá manera que en un ojo huma-
no hay una representación o sensación en la retina de to-
dos los objetos que están casi eri un hemisferio, con todo,
también como en el ojo humano, no hay más que unos ·
poquísimos puntos que, al estar en o cerca del eje ópti-
co, se vean distintamente. Así pues, puede haber una mul-
titud de imágenes de un objeto en las diversas perlas y
con todo sólo una o muy pocas que sean distintas, sien-
do totalmente confusas e incapaces de producir una visión
distinta las representáciones que un objeto produzca en cual-
quier perla que no sea la que está clírectamente o casi direc-
tamente opuesta a él.
MICROGRAFÍA 473

Vemos así que aunque el omnisapiente Creador ha


tenido a bien dotar a esta criatura de multitud de ojos, con
todo no le ha conferido la facultad de ver más que otra
criatura, pues mientras que ésta no puede mover la cabe-
za o al menos la puede mover muy poco sin mover todo
su ºcuerpo, las criaturas bioculares pueden mover sus ojos
en un instante (o en un abrir y cerrar de o;os, lo que sien-
do muy rápido, se usa ordinariamente con la misma signi-
ficación), dirigiendo así el e;e óptico a cualquier punto.
Tampoco es probable que puedan ver alternativamente en
un momento más de un punto físico, pues aunque haya
una imagen distinta en cada ojo, con toOO-eS- muy plausible.
que la facultad de obse!Vación se emplee sólo en algún ob-
jeto único en el que tienen más interés.
Ahora bien, del mismo modo que nosotros distin-
guimos con precisión el lugar o posición de un objeto me-
diante el movimiento de los músculos de ojo precisos para
poner la línea óptica en una posición directa, viendo de
manera confusa por la: posición de la imagen imperfecta del
objeto en el fondo del ojo, así estas criaturas crustáceas
son capaces de juzgar confusamente la posició~ de los ob-
jetos por la imagen o impresión producida en el fondo de
. la perla opuesta, y distintamente por· 1a. transposición de
·ta facultad de atención u observación de una perla a otra,
si bien qué sea esta facultad es algo que exige no sólo otro
lugar, sino también una especulación mucho más profun-
da. Ahora bien, dado que incluso con esta multitud de
gJobos oculares sería imposible ver distintamente un ob-
jeto (pues, como ya insinué antes, sólo pueden serlo aque-
llas partes que estén .en.--o muy cerca de-las líneas óptkas),
el infinitamente sabio Creador no ha dejado a la criatura
sin la capacidad de mover la cabeza un poco en los ani-
males crustáceos aéreos, y los propios ojos también en los
animales crustáceos marinos, de manera que por estos me-
dios son capaces de dirigir una u otra línea óptica hacia
cualquier objeto, medio merced al cual tienen la facultad
visual tan completa como cualquier animal que pueda mo-
ver sus ojos.
También es muy probable que distingan las distan~ [180]
das de los objetos, en parte por las impresiones consonan-
474 ROBERT HOOKE

tes producidas en dos determmadas perlas convenientes, una


en cada racimo, pues el objeto se hallará tanto más próxi-
mo cuanto más juntas· entre sí estén las dos perlas afecta-
das por esas impresiones congruentes, mientras que cuanto
más separadas estén, más alejado estará el objeto; pero
también en parte por la alteración de cada perla necesaria
para tomar perfecta la sensación o imagen, pues es impo-
sible que las imágenes de dos objetos a diferentes distan-
cias puedan proyectarse o formarse perfectamente en la
misma retina o fondo del ojo no alterado, como resultará
evidente a quien considere atentamente la naturaleza de
la refracción. Ahora bien, no pretendo determinar que di-
cha alteración sea de la forma de la córnea, del movimien-
to de aproximación o alejamiento de la retina hacia la cór-
nea o de la alteración del humor cristalino, si es que pue-
de darse. Con todo, estimo que no podemos dudar de que
pueda haber tanta curiosidad de diseño y estructura en
cada una de estas perlas como en el ojo de una ballena
o un elefante, pucUendo el todopoderoso fiat causar con
la misma facilidad la eJristencia de la una romo la del otro,
y a Ja manera en que para él un día y un millar son lo
mism,o, otro tanto puede ocurrir con un ojo y un millar.
De lo que podemos estar. seguros es de que los fi-
lamentos o partes sensitivas ·de la retina han de ser ex-
tremadamente delicadas y diminutas, ya que la imagen mis-
ma lo es toda ella. ¿Cómo habrán de ser las partes compo-
nentes de esa retina que distingile la parte de la imagen de
un objeto que ha de ser muchos millones de millones de ve-
ces menor que la que hay en un ojo humano? ¿Y cuán extre-
madamente delicadas y sutiles Iio habrán d~ ser las partes
componentes del medio que transmite la luz, cuando des-
cubrimos que el instrumento formado para su recepción
o refracción es tan extraordinariamente pequ~o? Creo que
merced a esta especulación hemos de abandonar del todo
la esperanza de descubrir mediante un instrumento óptico
o de otro tipo el volumen det~~ado de las partes del
medio que transmite el pulso de· .luz, pues hallamos que
la figura y pulimentado de esas superficies lenticulares ex-
tremadamente diminutas no exhibe menos exactitud que las
superficies mayores y más conspicuas de nuestros propios
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
476 MICROGRAFÍA

Schem. XXV.
MICROGRAFÍA 477

ojos. Con todo, no me cabe duda de que esas partes po-


seen un volumen determinado, puesto que las hallo inca-
paces de penetrar entre las partes del mercurio que, estan-
do en movimiento, ha de tener necesariamente poros, como
mostraré en otro lugar, dejándolo ahora de lado por tra-
tarse de una digresión.
Por lo que atañe a los cuernos F F, los palpos u olfa-
teadores G G, la probóscide H H e 1, y los pelos y cer-
das K K, trataré de describirlos en la Observación 42.

Observ. XL. De los dientes de un limaco 1•

P oco más tengo que añadir de los dientes de un li-


maco, aparte de su ·dibujo que se representa en la pri-
mera Figura de la Plancha 25; salv~ que este cuerpo curvo,
A B C D E F, que parecía present~r en gran medida el as~
pecto de una fila de dientecitos ordenadamente situados en
las encías, pareciendo como si estuviera dividido en varios [181)
dientes negros menores y mayores, no era más que Íln hue-
secito duro y doblado situado en la mandíbula superior de
la boca de un limaco casero con el que, según observé, este
mismo limaco se alimentaba de las ·hojas de un rosal, arran-
cando bocados bastante grandes y semirredondos, no muy
distintos de una (C) ni en forma. ni en tamaño 2• Hallé que
la parte superior de este hueso, _A BCD, era mucho más
blanca, creciendo en la mandíbula superior G G G del li-
maco, no siendo ni mucho menos tan acanalada como su
parte inferior y más negra, H 1 1 H K k H, que presentaba
exactamente la forma de dientes,· tornándose el hueso más
fino o formando un filo hacia K K K. Parecía presentar
nueve dientes o partes prominentes 1 K, 1 K, 1 F, &c., que
se unían por las partes más delgadas del hueso interpues-
tas~ El animal al que pertenecen estos dientes es una cria-
tura muy anómala, pareciendo de un tipo muy distinto de
cualquier otro animal terrestre o insecto, cuya anatomía,
extremadamente diferente de lo que hasta ahora se ha ex-
puesto, habría incluido si no fuese más propio hacerlo en
478 ROBERT HOOKE

otro lugar. Nunca me he topado con ninguna especie de


animal ·cuyos dientes estén todos unidos en uno, si bien
he observado últimamente que todos los dientes de un ri-
n!>ceronte que crecen a ambos lados de su boca están uni-
dos en un hueso grande, hallando que· el peso de uno de
ellos se aproximaba a once libras Avoirdupois [ 4,99 Kg]3.
De manera que parece que tanto ·uno de los mayores ani-
males terrestres como uno de los menores tienen sus dien-
tes con esta forma.

Observ. XLI. De los huevos del gusano de seda 1


y otros insectos.

Los huevos de los gusanos de seda (uno de los cuales


he dibujado en la segunda Figura de la Plancha 25)
constituyen un hermoso objeto para un microscopio que
aumente mucho, especialmente si el tiempo es claro y la
luz de una ventana se proyecta o condensa sobre él me-
diante un cristal convexo grueso. <? una esfera de agua. En
ese caso, toda la superficie de la cáscara se puede ver com-
pletamente cubierta de agujeritos o cavidades extremada-
mente pequeñas con bordes interpuestos, casi a la manera
de una semma de amapola, si bi~ esos agujeros no son
apenas una centésima parte del grosor de la cáscara que,
cuando eclosfo,oan los pequeños (cosa que hallé fácil de
realizar manteniendo los huevos en un lugar cálido), no.
parecía más gruesa en proporción a su tamaño que la del
huevo de gallina o ganso en proporción al suyo. Además,
toda la cáscara aparecía muy blanca (lo que parece derivar
de su transparencia), con lo que todos esos agujeros casi
se desvanecían, de manera que no podían distinguirse sin
gran dificultad. El interior de la cáscara parecía estar fo-
rrada también con una especie de película delgada, no dis-
tinta de aquella con la que está forrada la cáscara de un
huevo de gallina (manteriiendo la proporción con su cás-
cara). Asimismo la propia cáscara parecía, como las cásca-
ras de huevo ordinarias, muy frágil y quebradiza. En otros
MICROGRAFÍA 479

varios de estos huevos podía percibir bastante claramente


a través de la cáscara cómo el insectito yacía enroscado en
tomo a los bordes de la cáScara. La Figura representa bas-
tante -bien la forma del huevo (aunque por fallo del gra-
bador no aparece tan abultado y por encima del papel, por [182)
así decir, como debiera); esto es, en general era bastante
oval por los extremos, un tanto como un huevo, aunque
por otro lado era un poco plano por las dos caras opuestas.
Hallé que varios de estos huevos, como es corriente en
muchos otros, eran estériles o hueros, pues nunca produ-
cían jóvenes, encontrando usualmente que éstos eran mucho
más blancos que los otros que eran prolíficos. He hallado
que los huevos de otras especies de insectos ovíparos son
perfectamente redondos por todas las partes, como otros
tantos glóbulos. He observado que son de este tipo algunas
clases de huevos de araña y, habiendo metido al acaso en
una caja 2 el verano pasado una mariposa muy grande y cu-
riosamente pintada con la intención de examinar sus dibu-
jos con mi microscopio, hallé que uno o dos días después de
haberla encerrado, casi toda la superficie interior de la caja
estaba cubierta de una infinitud de huevos exactamente
redondos muy fuertemente adheridos a sus costados, en un
orden tan exactamente regular y compacto que me trajo
a la mente mi hipótesis que había lucubrado anteriormente
para la formación de todas las figuras regulares de la sal
y que he apuntado en otro lugar 3 • En efecto, aquí los en-
cuentro a_ todos ellos dispuestos en un exactísimo orden
triagonal, muy a la manera en que los hemisferíos se sitúan
en el ojo de la mosca. Poco tiempo después hallé que todos
los huevos habían eclosionado, saliendo de ellos una multi-
tud de gusanitos muy parecidos a los gusanos de seda jóve-
nes, dejando tras ellos sus delgadas cáscaras vacías adheridas
a la caja en su posición triagonal. Con el microscopio hallé
que éstos tenían en gran medida una sustancia como la de
los huevos del gusano de seda, aunque no vi que tuviesen
agujeros. Ciertamente, en la forma de los huevos de los
insectos ovíparos se da una variedad tan grande como en
la de los de las aves.
Una mosca grande y lozana puede poner de una
sentada cerca de cuatro o cinco centenares de estos huevos,
480 ROBERT HOOKE

de manera que el crecimiento de estas especies de insectos


tendría que ser muy prodigioso si no fuesen predados por
multitud de aves y destruidos por heladas y lluvias; de ahí
que esos climas más cálidos entre los trópicos se vean in-
festados de tales multitudes de langostas y otras plagas tales.

Observ. XLII. De una moscarda azul 1•

E croscopio
tipo de mosca, de la que se traza un dibujo al mi-
STE
en la primera Figura de la Plancha 26, una ~s
bellísima criatura que re~e varias propiedades muy nota-
bles, muchas de las cuales ya he descrito en parte, a saber,
las patas, alas, ojos y cabeza, en las Observaciones pre-
cedentes.
y aunque la cabeza descrita anteriormente es la de
una mosca zángano, a grandes rasgos es muy semejante a la
de ésta. Las cosas en que más difieren se hallarán con bas-
tante facilidad por los siguientes pormenores:
En primer lugar, los racimos de los ojos de esta
mosca son muchísimo menores que los de la mosca zángano
en relación con la cabeza.
[183] Luego, todos los ojos de cada racimo parecen en
gran medida todos del mismo tamaño, no difiriendo como
los de la otra, aunque estaban _dispuestos en el mismo orden
triagonal.
En tercer lugar, entre estos dos racimos había una
frente escamosa y prominente, B, armada y adornada con
grandes cerdas negras agudas que, creciendo en filas por
cada lado, se doblaban unas hacia otras cerca de la punta
de tal modo que formaban una especie de glorieta arqueada
de cerdas que casi cubría la frente antedicha.
En cuarto lugar, en el extremo de este arco, hacia
la mitad de la cara y en una parte prominente C, crecían
dos pequeños cuerpos oblongos, D D, que al microscopio
ofrecían un aspecto no muy distinto· del de los colgantes de
los lirios 2 • Éstos parecían unirse en dos pequeñas partes
en e, que a su vez parecían unirse a la frente.
MICROGRAFÍA 481

5chem/ XXVI.
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 483

En quinto lugar, de la parte superior y externa de


estos cuernos (como pueden denominarse por la forma que
tienen en la Plancha 24, donde se marcan con F F) sale
una única pluma o cerda pilosa, E E, un tanto dd mismo
tipo qué d penacho ·de un mosquito que he· descrito ante-
riormente 3•
Cuál podría ser la utilidad de este tipo de cuerpos
cornudos y empenachados es algo que no puedo imaginar
bien, a menos que sirvan para oler u oír, aunque parece
muy difícil describir cómo estén adaptados para cualquiera
de esas cosas; tan diversas son las formas con que se pre-
sentan en casi cada uno de los diversos tipos de moscas.
No obstante, no cabe duda de que son una parte muy esen·
cial de la cabeza, habiéndoles asignado la naturaleza algún
oficio muy notable, dado que se encuentran con una u otra
forma en todos los insectos 4•
En sexto lugar, en la parte inferior de la cara, F F,
había varias cerdas curvadas del mismo tipo anterior, y bajo
todas ellas estaba la. boca, del medio de la cual emergía
la probóscide G H 1, que la mosca podía Dl()ver aquí y 11llá
mediante diversas articulaciones de las. que parecía constar,
metiéndola y sacándola a placer. El extremo de este cuerpo
hueco (que estaba todo recubierto de pequeños pelos o cerdas
cortas) estaba, i>or así decir, doblado en H, mientras que
d fado externo o más delantero de la parte doblada H 1
estaba, por así decir, dividida en dos mandíbulas, H 1, H 1,
toda cuya parte exterior estaba cubierta de pelos y cerdas
bastante grandes. Éstas, a modo de dos mandi'bulas, se
podían abrir y cerrar con bastante facilidad, y cuando pa-
recía chupar algo de la superficie de un cuerpo, extendía
ampliamente esas mandíbulas, aplicándole muy estrecha-
mente su parte hueca.
De ambos lados de la probóscide, dentro de la boca,
salían otros dos cuemecitos o dedos, K K, que eran pilosos,
aunque pequeños en esta Figura, presentando otra forma
y siendo proporcionalmente mayores en la Plancha 24, donde
se señalan con G G. Estos dos parecían una especie de
olfateadores, aunque no puedo determinar positivamente si
lo eran o no.
El tórax o parte media de esta mosca estaba enfun-
484 ROBER.T HOOKE

dado por encima y por debajo en una costra o armadura


muy firme cuya parte superior era más redonda, estando
toda cubierta de largas cerdas cónicas, todos cuyos extre-
mos apuntaban hacia atrás. De la parte inferior trasera
de éste salían seis patas en un racimo, tres de las cuales
se ven en la Figura, estando las otras tres ocultas por el
[184] cuerpo en la posición en que se encuentra. Todas las patas
presentaban en gran medida la misma estructura, estando
todas ellas cubiertas de una concha o escama pilosa y fuerte,
exactamente como las patas de un cangrejo o bogavante, pa-
reciendo en considerable medida ser la misma la disposición
de los artejos. Cada pata parecía constar de ocho partes,
1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, en la octava o última de las cuales
crecían las plantillas y las garras descritas anteriormente en
la Observación 37.
De la parte superior del tronco salían las dos alas
que mencioné en la Observación 38, constando de una pe-
lícula extendida sobre ciertos pequeños alambres o huesos
tiesos. Las de una moscarda azul eran mucho más largas que
el ruerpo, aunque en otras clases de moscas mantienen di-
ferentes proporciones con el cuerpo. En algunas moscas
esas películas eran tan finas que, como otro.s tantos cuerpos
laminados (mencionados en la Observación novena), ofre-
cían todo género de colores fantásticos o transitorios (la
razón de los cuales he tratado de explicar allí). Parecían
recibir su alimento de los tallos o alambres que parecían
huecos, y cerca de la parte superior del ala, L L, se unían
varios de ellos, cuya forma estará lo bastante clara por las
líneas negras de la segunda Figura de la Plancha 26, que
es un dibujo de una de dichas alas extendida recta ante
la vista.
Toda la parte posterior de su cuerpo está cubierta
por una armadura azul y brillante de lo más curioso, pare-
ciendo justamente como una pieza pulimentada de acero
que hubiese adquirido ese color al templarlo, toda la cual
armadura está densamente erizada de una .gran cantidad
de cerdas aguzadas como las que crecen sobre su espalda,
cosa que resulta de sobra visible por la Figura.
El interior de esta criatura no resultaba menos bello
que su exterior, pues al seccionar una parte de su abdo-
MICROGRAFÍA 485

men, observándolo luego para ver si podía descubrir al-


gún vaso como los que se encuentran en los animales ma-
yores e incluso en los limacos de manera enormemente cla-
ra, hallé mucho más allá de mis expectativas que había
gi;an cantidad de ramificaciones de vasos de un blanco
lechoso, no menos curiosos que las rammcaciones de las
venas y arterias de los animales terrestres mayores, en uno
de los cuales encontré dos ramas notables que unían sus
dos troncos principales, por así decir, en un conducto común.
Ahora bien, al no haber investigado lo suficiente, no estoy
por el momento en disposición de determinar a qué venas
o arterias son análogos estos vasos, si a la vena porta o a los
vasos mesentéricos o similares, o ciertamente si son venas.
o arterias, o vasa lactea propiamente hablando. Ahora bien,
en todos los detalles nada parece haber en estos insectos
menos delicadamente dispuesto que en esos animales terres-
tres mayores, pues nunca he visto ramificaciones de vasos
más curiosas que las que he observado en dos o tres moscas
abiertas de este modo.
Se trata de una criatura activa y viva como muy
pocas, sean pequeñas o grandes, por cuanto que escapará
y evitará un cuerpo pequeño aunque se le aproxime con
extraordinaria rapidez, y si ve q~e. se le aproxima algo que
teme, inmediatamente se agacha como para aprestarse mejor.
a despegar.
No es menos dura en invierno que activa en verano,
soportando to9as las heladas y sobreyiviendo hasta el verano
siguiente, a pesar del crudo frío de nuestro clima; es más, [185]
esta criatura soportará helarse sin verse por ello destruida,
pues he sacado una de ellas de la nieve, en la que se había.
helado hasta ponerse casi blanca con el hielo que la ro-
deaba, y con ·todo, al deshelarla suavemente con el calor
de un fuego, revivió enseguida, poniéndose a volar.
Este tipo de mosca parece verse estimulada o excita-
da por los efluvios o sabor de la carne en fermentación
o putrefacción (que a menudo besa, por así decir, con su
probóscide cuando camina sobre ella) a poner allí sus hue-
vos o semillas, quizá por la misma razón por la cual los
perros y gatos y muchas ·otras criaturas brutas ven excita-
das sus lujurias particulares por el olor de sus hembras
486 ROBERT HOOKE

cuando la naturaleza las tiene dispuestas para la genera-


ción, pareciendo los machos verse tan requeridos a ello por
esos tipos de olor u otras incitaciones como el agua regia
fuertemente impregnada con una solución de oro se ve
forzada a precipitarlo en virtud de la afusión de espíritu
de orina o una solución de sal de tártaro.
Una de éstas metida en espíritu de vino pareció rá-
pidamente estar muerta, comenzando tanto sus ojos como su
boca a mostrarse muy tojos; mas, tras sacarla y permitirle
reposar tres o cuatro horas, calentándola con los rayos de
sol proyectados a través de una lupa, revivió de nuevo,
pareciendo por así decir que durante todo ese tiempo no
había estado sino borracha como una cuba, poniéndose de
nuevo fresca y sobria al cabo de algunas horas.

Observ. XLIII. Del insecto de agua o mosquito 1•

E chacriaturita
STA dibujada en la primera Figura de la Plan-
27 era un animalito .con escamas o costra que a
menudo he observado que .se genera en el agua de lluvia.
He observado tal cosa tanto .en agua de charcas como en
agua de río. Algunos suponen que derivan su primera forma
original de la putrefacción del agua de lluvia, en la que, si
ha estado algún tiempo expuesta al aire, difícilmente se
dejará de ver una gran cantidad de ellos retozando aquí
y allá todo el verano.
Se trata de una criatura de forma completamente
distinta de cualquiera que haya observado nunca, siendo no
menos extraño su movimiento. Posee una cabeza muy grande
en proporción a su cuerpo, toda cubierta por una concha
como la de los animales testáceos, aunque difiere en lo si-
guiente: presenta arriba y ·abajo de diferentes partes suyas
diversos penachos de pelos o cerdas, situados en el orden
expresado en la Figura. Tiene dos cuernos que parecen casi
como los cuernos de un buey invertidos y, por lo que pude
conjeturar, vacíos, asimismo con penachos o cerdas en la
cúspide. Podía mover con facilidad estos cuernos en esta
MICROGRAFÍA 487
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 489

o aquella dirección, siendo tal vez nuestras narices. Pre-


senta una boca bastante grande que parecía diseñada muy
a la manera de las de los cangrejos y bogavantes y con la
que lo he observado alimentarse de agua o de alguna sus·
tanda nutritiva imperceptible de ella.
Mientras el animal estaba vivo, a través de la concha
transparente podía percibir muy distintamente diversos mo-
vimientos en la cabeza, tórax y abdomen, todos de dife. [186]
rente tipo, que quizá pueda tratar de examinar con más
precisión en otro lugar, mostrándo de cuán enorme utilidad
puede ser el microscopio para el descubrimiento del curso
de la naturaleza en las operaciones realizadas en los cuerpos-
animales. Gracias a él podemos tener la oportunidad de
observarla a través de estos -delicados y transparentes tegu-
mentos de los cuerpos de los insectos, actuando según sus
caminos y métodos usuales sin verse perturbada, mientras
que cuando tratamos de espiar sus secretos abriendo sobre
ella las puertas de par en par, diseccionando y destrozando
las criaturas mientras aún queda vida en ellas, ciertamente
la encontramos operando, aunque reducida a tal estado de
desorden por la violencia que, como es fácil de imaginar,
ofrece una cosa muy distinta de la que hallaríamos si pu-
diésemos, como podemos con el microscopio, atisbar por
las ventanas de estas diminutas criaturas sin apartarlas de
sus operaciones habituales.
La forma de toda la criatura tal y como apareáa
al microscopio puede verse con bastante claridad ·en la
Plancha, sin necesidad de importunar con más descripciones.
La parte posterior o abdomen constaba de ocho partes ar-
ticuladas distintas"" a saber, A B C D E F G H de la prime--
ra Figura, del medio de cada una de las cuales salían por
cada lado tres o cuatro cerdillas o pelos I, I, I, I, l. La
cola estaba dividida en dos partes de muy distinta consti-
tución, una de las cuales, a saber, K, presentaba muchos
penachos de pelo o cerdas que parecían servir a la vez de
aletas y cola, de remos y timón de esta pequeña criatura,
mediante los cuales, al brincar y doblar su cuerpo ligera-
mente aquí y allá, podía moverse a cualquier parte, bogando
y gobernando a voluntad. La otra parte, L, parecía ser, por
así decir, la novena división de su abdomen, presentand9
490 ROBERT HOOKE

muchas cerdas aisladas por cada lado. Partiendo de su ex-


tremo V, corría por todo el abdomen una especie de tripa
de un color más oscuro, MM M, por la que, merced a ciertos
movimientos peristálticos, se movía arriba y abajo una
especie de sustancia negra, desde su parte orbicular N (que
parecía el ventrículo o estómago) hasta la cola V, y hacia
atrás de nuevo, movimiento peristáltico que también he
observado en un piojo, un mosquito y varios otros tipos
de moscas de cuerpo transparente. El tórax o pecho de esta
criatura, O O O O, era corpulento, corto y bastante trans-
parente, pues a través de él podía ver latir el corazón blanco
(que es también el color de la sangre en éste y la mayoría
de los demás insectos), así como otros diversos tipos de
movimientos. Estaba plagado y adornado arriba y abajo con
diversos penachos o cerdas como los que se señalan con
P, P, P, P, estando asimismo la cabeza Q recubierta de
varios de esos penachos, SS S. Era ancha y corta, tenía dos
ojos negros, T T, que no podía ver que estuviesen en ab-
soluto perlados como aparecieron Juego, y dos cuemeci-
tos, R R, como los que ya he descrito.
Tanto su movimiento como su reposo es muy extra-
ño y grato, difiriendo de los de la mayoría de las demás
criaturas que. he observado, pues cuando deja de mover su
cuerpo, la cola, pareciendo ser mucho más ligera que el resto
de su cuerpo, así como un poco más ligera que el agua en
que nada, inmedia~ente flota hasta la parte de arriba
del agua, de donde cuelga suspendido con la cabeza siempre
hacia abajo. Y, cotilo nuestros antípodas, si mediante un
brinco se hunden bajo dicha superficie, inmediatamente
[187] ascienden de nuevo a ella si dejan de moverse,. hasta que
terminan con sus colas pisando, por así decir, bajo esa
superficie. El modo. que éstos tienen de colgarse en esa
posición me recuerda a cierta criatura que vi en Londres
y que había sido traída de América, la cual se suspendía
muy firmemente por la cola cabeza abajo, diciéndose que
dormía en esa posición con sus crías en su falso vientre,
que es un saco suministrado por la naturaleza para la pro-
ducción, nutrición y preservación de sus crías, siendo des-
crita por Piso en el capítulo 24 del quinto libro de su
Historill natural del Brasil 2•
MICROGRAFÍA 491

Su movimiento se producía con la cola por delante,


proyectándose él mismo hacia atrás mediante la agitaci6n
aquí y allá de ese penacho que salía de uno de los muñones
de su cola. Poseía otro movimiento más consonante con el
de otras criaturas, esto es, con la cabeza por delante, pues
moviendo sus mandíbulas (si se me permite llamar así a las
partes de su boca) era capaz de moverse muy velozmente
hacia abajo, hacia el fondo, abriéndose camino a mordiscos,
por así decir.
Pero lo que resultaba más digno de observaci6n en
esta criatura era su metamorfosis o cambio, pues, habiendo
guardado varios de estos animales en un frasco de agua de
lluvia en el que se habían engendrado, hallé al cabo aproxi-
madamente de una quincena o tres semanas de conservarlos
que varios de ellos salían volando como mosquitos, dejando
tras de sí en el agua sus pieles, flotando bajo la superficie,
que era el lugar donde los animales gustaban residir mien-
tras eran habitantes del agua. Ello me hizo observarlos más
diligentemente para ver- si podía sorprenderlos ~n el mo-
mento de su ttansformación, por lo qu~ no mucho después
observé que varios de ellos se transformaban adoptando
una forma inusual totalmente distinta de la que presentaban
anteriormente, tomándose su ca~a y cuerpo mucho mayo-
res y m~s largos, aunque no más anchos, siendo su abdomen
o parte posterior menor y enroscada en torno a este gran
cuerpo, muy a la manera representada por la línea punteada
de la segunda Figura de la Plancha 27. La cabeza y cuernos
nadaban ahora en posición superior, pareciendo haberse tor-
nado mucho má~ ligero todo el volumen del cuerpo, pues
cuando al asustarlo se hundía bajo la superficie hacia el
fondo, moviendo bruscamente su cola (a la manera repre-
sentada en la Figura por B C), el cuerpo ascendía de nuevo
más rápidamente que cuando presentaba la forma anterior.
Seguí tomando nota de sus progresos de vez en
cuando, hallando que su cuerpo seguía tornándose cada vez
mayor, como si la naturaleza lo estuviera preparando y equi-
pando para el elemento más ligero del que iba ahora a con-
vertirse en inquilino, pues al observar uno de ellos· con mi
microscopio hallé que sus ojos eran completamente distintos
de lo que antes parecían, mostrándose ahora todos perlados
492 ROBERT HOOKE

o con Mtones, como los ojos de los mosquitos, tal y como


se ve en la segunda Figura en A. Andando el tiempo, vi que
una parte de esta criatura nadaba por encima y otra parte
por debajo de la superficie del agua, si bien se sumergía rá-
pidamente bajo ella si lo asusta.ha por cualquier medio,
ascendiendo enseguida a su posición primitiva. Tras esperar
un poco más, hallé que la cabeza y el cuerpo del mosquito
comenzaba a aparecer y permanecer claramente por encima
de la superficie, saliéndole gradualmente las patas, primero
las dos delanteras, luego las otras, hasta que finalmente todo
su cuerpo entero y completo salió de la cáscara. (que dejó
[188] en el agua), levantándose sobre sus patas sobre la superficie
del agua, comenzando a moverse gradualmente y terminan-
do por echarse a volar por el frasco como un mosquito
perfecto.
Me he mostrado detallista y prolijo por lo que ata-
ñe a la transformiición de varios de estos animales que he
observado P<>rque no he encontrado que ningún autor haya
observado lo mismo, así como porque en sí misma la cosa es
tan extraña y ajena al desarrollo usual de otros animales
que estimo ha .de ser no sólo agradable, sino también muy
útil y necesaria para perfeccionar la Historia Natural.
Ciertamente, hay en Piso una extrañísima historia
que esta relación .puede tornar más probable y que se halla
en el Capítulo 2 del Libro 4 de su Historia natural del
Brasil 3, donde dice: Porro praeter tot documenta fertilita-
tis circa vegetabilia & sensitiva marina telluris. aemula, acci-
dit & illud,, quod paucis a Paranambucensi milliaribus, pis-
catoris uncum · citra intentionem contingat in/igi vadis pe-
trosis, & loco piscis spongia, coralla, aliasque arbusculas
marinas capi. Inter haec inusitatae formae prodit spongiosa
arbuscula, sesquipedis longitudinis, brevioribus ·radicibus, la-
pideis nitens vadis, & rupibus infixa, erigiturque in corpus
spongiosum molle oblongum rotundum turbinatum: intus
miris cancellis & a/veis fabricatum, extus autem tenaci glu-
tine instar Apum propolis undique vestitum, ostio satis
patulo & profundo in summitate relicto, sicut ex altera
iconum probe depicta videre licet (véanse las Figuras terce-
ra y cuarta de la Plancha 27). Ita ut Apiarium marinum veie
dixeris; primo enim intuitu e Mare ad Terram delatum,
MICROGRAFÍA 493

vermiculis scatebat caeruleis parvis, qui mox a calore solis


in Muscas, vel Apes potius, easq; exiguas & nígras transfor-
mebantur, círcunvolantesque evanescebant, ita ut de eorum.
mellificatione nihil certi conspici datum fuerit, cum tamen
caerosa materia propolis Apumque cellae maní/este appa-
rerent, atque ipsa mellis qualiscumque substantia procul-
dubio urinatoribus patebit, ubi curiosius inquisiverint haec
apiaria, eaque in natali solo & salo diversis temporibus
penitius. lustrarint.
Esta historia contiene cosas lo bastante extrañas
como para merecer atención, siendo una cuestión muy di-
fícil de determinar si la cáscara era una planta que antes
crecía ind~pendientemente en d fondo del mar y de cuya
putrefacción se generase esa extraña especie de gusanos;
o si la simiente de ciertas abejas, hundiéndose hasta el fondo,
pudiese formar y enraizar allí naturalmente esta colmena
vegetal; o si no podría ser depositada allí por alguna mosca
buceadora; o si no podría tratarse de cierta propiedad pecu-
liar de dicha planta, mediante la cual podría madurar o
transformar su jugo vegetal en una sustancia animal; o· si
no podría poseer la naturaleza de. una esponja o más· bien
una esponja la naturaleza de ésta, según algunas de esas
relaciones y conjetums que anteriormente formulé acerca de
.ese cuerpo 4 • Mas, ciertamente, en esta descripción el exce-
lente Piso no ha sido lo bastante preciso que sería de desear
al describir todo el proceso. En verdad hay desarrollos extra-
ñísimos en la generación de varios tipos de insectos que no
resultan menos instructivos que agradables, varios de los
cuales ha observado y recogido cuidadosamente el diligente
Goedartius,. aunque entre todas sus observaciones no pre-
senta ninguna como ésta, si bien la del Hemerobius es un
tanto de este tipo, adjuntándola como apéndice Johannes
Mey 5•
Yo, por mi cuenta, he observado, aparte de las men- [189]
donadas por él, otras diversas circunstancias que, por más
que sean muy comunes, quizá no han sido muy notadas,
suministrándonos sin duda un argumento muy coercitivo
para admirar la bondad y providencia del infinitamente
sabio Creador en sus excelentísimos planes y. provisiones.
He observado, en varias ocasiones durante el verano, que
494 ROBERT HOOKE

muchas de las hojas de diversas plantas estaban moteadas


o por así decir roñosas, y al mirar al envés de aquellas que
sólo eran un poco irregulares, las he visto salpicadas de
diversos tipos de huevecitos que, dejándolos solos, he des-
cubierto que gradualmente crecían y se convertían en gusa-
nitos con patas, aunque permanecían en sus lugares origi-
nales. Esos lugares de las hojas, de propio acuerdo, comen-
zaban a tornarse muy protuberantes por arriba y muy ahue-
cados y arqueados por abajo, con lo que dichas criaturas
jóvenes quedan, por así decir, alojadas y albergadas de los
peligros exteriores. He observado que diversas hojas crecen
y se hinchan hasta el extremo de terminar por encerrar per-
fectamente al animal al que, merced a otras observaciones
que he realizado, supongo que contienen, tornándose, por
así decir, en seno para él hasta tanto esté dispuesto y pre-
parado para trasladarse a otro estado, momento en que,
como (según se dice de) las víboras, se abren paso a mor-
discos a través del vientre que los cría. Me he encontrado
con diversos de estos tipos en las hojas de grosellero, de
rosal, de sauce y muchas otras especies.
A menudo se encuentran en los rosales y en los
arbustos de eglantina roja pequeños copetes rojos que son
ciertos botones o excrecencias que salen de la piel o corteza
de esas especies de plantas 6 • Están cubiertos por extraños
tipos de hilos o pelos -rojos que son muy blandos al tacto
y ofrecen un asp~cto nada desagradable. En la mayoría de
ellos, si no presentan un agujero, se hallarán ciertos gusa-
nitos que supongo que son la causa de su producción, pues
cuando ese gusano se abre camino a su través comiendo,
habiendo realizado aquello para lo que la naturaleza los
diseñó, gradualmente mueren y se marchitan.
Ahora bien, supongo que d modo de su producción
es como sigue, que el Creador todopoderoso ha implantado
asimismo en cada criatura una facultad de conocer qué lugar
es conveniente para la incubación, nutrición y preservación
de sus huevos y .crías, mediante la cual se ven estimulados
y dirigidos a lodugares apropiados que se toman, por así
decir, en los senos que realizan tales oficios. Asimismo,
ha dotado y adaptado una propiedad a esos lugares me-
diante la cual crecen y encierran esas semillas y, habiéndolas
MICROGRAFÍA 495

encerrado, les suministran un alimento conveniente, aunque


tan pronto como han realizado la función de seno, mueren
y se marchitan.
He observado frecuentemente el progreso del encie-
rro en las hojas, las cuales, en aquellos lugares en que se
pusieron esas semillas, se han hinchado, encerrándolas en
tomo gradualmente de manera tan perfecta que no han de-
jado ninguna salida perceptible.
Supongo que tienen su origen en esta misma causa
las agallas, manzanas del roble y otras diversas produccio-
nes de este tipo de las ramas y hojas de los árboles, pues
si se abre alguna de ellas cuando está casi madura, se halla-
rá en ella un gusanito. Así, si se abren otras tantas agallas
secas, se hallará o bien un agujero por el que el gusano ha
abierto un pasaje comiendo o bien, si no' se encuentra nin- [190]
gún pasaje, al romper o cortar la agalla se puede hallar en
su centro una pequeña cavidad y en ella un cuerpecito
que todavía conserva de manera bastante patente una forma
que pone de manifiesto ·que otrora había sido un gusano,
por más que haya muerto debido a una prematura separa-
ción del roble en que creda, viéndose separado por así decir
su cordón umbilical de la hoja o rama por la que el cuerpo
globular que lo rodeaba recibía su allinento del roble.
Ciertamente, si .~hsideramos el gran cuidado que
pone el Creador al dispensar sus providencias para la pro-
pagación y crecimiento de la especie, no sólo de todos los
tipos de animales, sino también de vegetales, no podemos
menos de admirarlo y adorarlo por sus excelencias, dejando,
a
en cambio, de admirar la criatura o de asombramos por el
extraño tipo de actuación de diversos animales que parece
manifestar una buena dosis de razón, pues me parece clarí-
simo que no son sino acciones acordes con sus estructuras
y aquellas operaciones que tales cuerpos así compuestos han
de realizar necesariamente cuando se dan tales y cuales cir-
cunstancias. Así, cuando encontramos moscas pululando en
tomo a un trozo de carne que comienza a fermentar un
poco, mariposas en tomo a coles y otras hojas diversas que
servirán para incubar y alimentar a sus crías, mosquitos y
otras diversas moscas en tomo a las aguas y lugares panta-
nosos o cualesquiera otras criaturas que buscan y depositan
496 ROBERT HOOKE

sus simientes en almacenes convenientes, si lo consideramos


y examinamos atentamente, hallaremos que hay suficientes
circunstancias que, suponiendo .la excelente disposición de
sus máquinas, las excitan y fuerzan a actuar de esta y aque-
lla manera. Quizá esos vapores que se elevan de diversos
lugares pongan en funcionamiento diversas partes de estos
animalitos, a la manera en que, en los dispositivos para
matar a un zorro o un lobo con una escopeta, el movimiento
de un cordel es la muerte del animal, pues la bestia, al
mover la carne que se ha puesto para atraparla, tira del
cordel que mueve el gatillo, lo que dispara el martillo, que
saca del acero ciertas chispas de fuego que incendian la
pólvora de la cazoleta, lo que inmediatamente se comunica
al cañón, donde la pólvora, incendiándose, se rarifica y ex-
pulsa la bala que mata al animal. En todas estas acciones
nada hay de intención o raciocinio que se pueda atribuir
al animal o a la máquina, sino que todo debe achacarse al
ingenio del diseñador 7 •
Pero, volviendo a la consideración más inmediata
de nuestro mosquito, tenemos en él un ejemplo nada usual
o común de una extrañísima criatura anfibia, que siendo
una criatura que habita en el aire, con todo produce una
criatura que durante algún tiempo vive en el agua como
un pez, aµnque más tarde (lo que es igualmente extraño)
se torna en un habitante del aire, como su progenitor, con
la forma de una mosca. Y estimo que esto me incita a pro-
poner ciertas. conjeturas como preguntas, no habiendo te-
nido aún suficiente oportunidad y tiempo para responderlas
yo mismo a base de mis propios experimentos y obser-
vaciones.
La primera es si no se podría suponer racionalmente
que todas esas cosas que suponemos que se engendran de la
corrupción y putrefacción no tendrían un origen tan natural
como estos mosquitos 8 que, como es muy probable, fueron
inicialmente arrojados a estas aguas en forma de huevos.
[191] Ciertamente, estas semillas o huevos que pone una criatura
tan pequeñ~ cerno un mosquito han de ser muy pequeños,
y por ende no .hemos de extrañarnos de no encontrar los
propios huevos, dado que algunos de sus jóvenes que he
observado no excedían una décima parte del tamaño que
MICROGRAFÍA 497

alcanzan más tarde, y además, dado que he observado que.


algunos de esos pequeños han de haberse engendrado una
vez que el agua se envasó en la botella y, por tanto, con la
mayor probabilidad, a partir de huevos, siendo así que se
suponía que tales criaturas se generaban a partir de la co-
rrupción del agua, no conociéndose antes ninguna vía plau-
sible por la que hubieran de engendrarse.
Una segunda es si los propios mosquitos arrojan
directamente al agua estos huevos o lo hacen indirectamen-
te, viéndose arrastrados por la caída de la lluvia, pues no
es muy improbable que esas pequeñas simientes de mos-
quito puedan arrojarse·al aire (siendo quizá de naturaleza
tan ligera y presentando una tan gran proporción de super-
ficie con respecto a un volumen o cuerpo tan pequeño) 9 ,
viéndose quizá arrastrados aquí y allá durante bastante
tiempo hasta que las· gotas de lluvia los barran del aire.
La tercera es si acaso multitud de esas otras cria-
turas diminutas. que .se encuentra que habitan en el agua
durante algún tiempo no echarán alas y volarán por el aire
en algún momento, mientras que otras se zambullen y es-
conden en la tierra, contribuyendo así al aumento de uno
y otro de estos elementos.

Añadido
Un tiempo después de haber escrito esta descripción,
el doctor Peter Ball 16 , un ingenioso miembro de la Socie-
dad Real, me entregó una bolsita de una especie de nueces
que, según me dijo, le había enviado un hermano suyo
del campo, desde Mamhead, en Devonshire. Algunas de
ellas estaban sueltas, supongo que por haberse rot~, mien-
tras que otras aún se hallaban adheridas firmemente a los
costados de un palo que parecía un trozo de la raíz de
un árbol por su corteza y flexibilidad, así como por cier-
tas hebras que crecían en él 11 • Todas ellas estaban secas
y un poco arrugadas, siendo otras más redondas y de un
color pardo. La forma era como la de un higo, aunque
mucho menores, siendo algunas aproximadamente del ta-
maño de una baya de laurel 12 y otras, las mayores, del
498 ROBERT HOOKE

de una avellana. Abrí cuidadosamente con mi navaja algu-


nas que no. presentaban agujero alguno, hallando en ellas
un gusano bastante grande, redondo y blanco, casi tan grueso
como un guisante pequeñ~>, que parecía presentar la misma
forma que otros gusanos, aunque era más corto. No pude
descubrir que se moviesen, aunque conjeturaba que estaban
vivos, pues, tras pincharlos con un aliiler, descargaban una
gran cantidad de una materia mucosa blanca que parecía
proceder de una contracción voluntaria de su piel. Su cás-
cara o matriz constaba de tres capas, como las cortezas de
los árboles, siendo la externa más áspera y esponjosa y la
más gruesa, la del medio, más densa, dura, blanca y fina,
y la interna muy .fina, pareciendo casi como la piel del in-
terior de una cáscara de huevo. Las dos exteriores tenían
raíces en la rama o palo, mientras que la interna carecía
de tallo o apéndices, siendo tan sólo una piel que cubría
la cavidad de la núez. Todas las nueces que no presentaban
agujeros de mordiscos contenían estos gusanos, encontrando
[192] vacíos todos cuantos tenían agujeros, pues esos gusanos, al
parecer, se habrían abierto paso comiendo, habrían echado
alas y volado, tal -y como pone de manifiesto la siguiente
relación (que he recibido por escrito de la misma persona
a quien se la envió su hermano}. En un suelo pantanoso,
negro y turboso con algunas pequeñas venas de arena de
color amarillo blancuzco, con ocasión de cavar un hoyo de
dos o tres pies [unos. 60 ó 90 cm] de profundidad en la
cabecera de una charca o balsa, para plantar un árbol, a
d_icha profundidad se hallaron hacia finales de octubre
de 1663, en esas mismas venas de arena,. esos botones o
nueces adheridos a un palito suelto, esto es, no pertene-
ciente a árbol alguno, estando algunos de ellos a su vez
también libres.
Al abrir entonces cuatro o cinco de ellos se halló
que algunos contenían insectos vivos desarrollados, muy
parecidos a hormigas voladoras, si es que no lo eran. En
otros, los insectos eran aún imperfectos, habiéndoseles for-
mado sólo la cabeza y las alas y siendo el resto una sustan-
cia pulposa ·blanca y blanda.
Ahora bien, así como esto nos ofrece una extraña
historia más, muy_ consonante con lo que anteriormente su-
MICROGRAFÍA 499

gerí, así no dudo de que si las personas fuesen observadores


más diligentes, se encontrarían con multitudes del mismo
tipo, tanto eh la tierra como en el aire y en el agua, en los
árboles, plantas y otros vegetales, estando todos los lugares
y todas las cosas animarum plena, por así decir. En prima-
vera y verano, a menudo he examinado atenta y diligente-
mente humus ordinario de jardín con maravilla y placer,
hallando en una pequeñísima porción del mismo una enor-
me multitud y variedad de pequeños reptiles, algunos en
capullos, otros sólo reptantes, muchos alados y listos para
el aire, así como multitud de capullos o habitáculos aban-
donados vacíos. Pues bien, si la tierra de nuestro clima frío
es tan fértil en cuerpos animados, ¿qué no habremos de
pensar de la pingüe tierra de climas más cálidos? Sin duda,
el sol puede provocar allí, merced a su actividad, que una
gran porción de tierra vuele con alas por el aire, a la manera
en que lo hace el agua en efluvios y vapores. ¿Y qué en-
jambres no hemos de suponer que surgen de esas cuantiosas
inundaciones de agua que vierten los ríos de lluvia en tan
vastas céntidades? De esta manera, no hemos de asombrar-
nos mucho de esas innumerables nubes de langosta que
infestan el África y otros países cálidos, ya que en tales
lugares se dan todas. las· causas convenientes de su produc-
ción, a saber, progenitores o padres, receptáculos o matrices
concurrentes y un grado suficiente de calor y humedad
natural.
Iba a adjuntar un dibujito de la forma de esas nue-
ces enviadas desde Devonshire, pero, habiendo echado un
vistazo al acaso al Herb¡uio del señor Parkinson 13 por otros
motivos, especialmente por las agallas y manzanas del ro-
ble, hallé entre ellas no menos de 24 especies distintas
de excrecencias del roble, de las que no dudo que, so-
metidas a examen, resultarán matrices de otras tantas es-
pecies de insectos, habiendo observado personalmente que
muchas de ellas lo eran. Entre esas 24, digo, hallé una des-
crita y representada directamente que era como aquella
que tenía conmigo. El dibu¡o se puede ver allí, pero, como
la descripción es corta, la incluyo aquí: Theatri Botanici
trib. 16, Cap. 2. Durante el verano, y en ocasiones también
en pleno calor veraniego, en las raíces de robles vieios crece
500 ROBERT HOOKE

un tipo especial de hongo o excrecencia denominada Uva


. Quercina, que crece de la tierra, desa"ollándose muchas
unas ¡unto a otras, a la manera de· una uva, de donde
proviene el nombre de uva del roble, siendo de colar pur-
[193] púreo por fuera 1 blanco como la leche por dentro, tornán-
dose dura y leñosa a finales del verano. No puedo asegurar
que ambos sean del mismo tipo, aunque tanto el dibujo
como la descripción se acercan mucho a los que yo tengo,
por más que no parezca darse cuenta_. de la cavidad o del
gusano que tan fácil de ver resulta. Por consiguiente, es
muy plausible que si las personas se fijaran, encontrarían
muchísimas especies distintas de estas nueces, ovarios o ma-
trices, todos ellos en gran medida con el mismo plan y
función. Muy recientemente he hallado diversos tipos de
excrecencias en árboles y arbustos, las cuales, al abrirlas
tras haber soportado el paso del invierno, hallé que en su
mayoría contenían gusanitos, aunque muertos al haberse
secado y marChltado aquellas cosas que los contenían.

Ohserv. XLIV. Del mosquito empenachado o de


cuernos en forma de brocha 1•
E airecriaturita
STA era una de esa multitud que llena nuestro
inglés mientras dura el tiempo cálido, siendo exac-
tamente de la forma de aquella que observé que se engendra-·
ha e incubaba a partir de aquellos pequeños insectos que co-
lean arriba y abajo en el agua de lluvia. Mas, aunque muchos
eran de esta forma, con todo observé que otros eran de
especies muy distintas. Tampoco se engendraban a partir
de insectos acuáticos todos los de esta u otra especie, pues
mientras que observé que los que procedían de esos insectos
estaban en su pleno desarrollo, he encontrado también una
multitud de ellos de la misma forma, aunque mucho me-
nores y más delicados, pareciendo ser muy jóvenes, los
cuales reptan arriba y. abajo por las hojas de los árboles
y vuelap. arriba y abajo en pequeños enjambres por lugares
muy alejados del agua. Un día de esta primavera, cuando
el aire estaba muy calmado y hada una tarde muy buena
MICROGRAFÍA 501
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 503

y bastante cálida, aunque durante mucho tiempo había ha-


bido un tiempo muy frío, soplando continuamente viento
del Este, observé varios enjambres pequeños de ellos ju-
gando por aquí y por allá al sol en pequeñas nubes, no
siendo ninguno de ellos una décima parte del tamaño de
uno de estos que he dibujado aquí, aunque presentaban
hasta un extremó considerable la misma forma, lo que me
hace pensar que estos pequeños enjambres podrían ser la
descendencia de un solo mosquito que algún padre provi-
dente había atesorado en algún depósito seguro todo este
invierno, incubándose ahora para pasar a ser pequeñas mos-
cas merced al calor del aire primaveral.
Ciertamente, tan variadas y aparentemente irregula-
res son las generaciones o producciones de los insectos, que
quien observe cuidadosa y diligentemente los diversos mé-
todos que para ello emplea la naturaleza tendrá infinitos·
motivos para admirar más la sabiduría y providencia del
Creador, pues no sólo se puede producir el mismo tipo de
criatura por diversos tipos de \iias, sino que la mismísima
criatura puede producir diferentes tipos. En efecto, así como
se pueden fabricar diferentes relojes a base de diversos
materiales, aunque todos· ellos tengan el mismo aspecto y se
muevan de la misma manera, esto es, den unos y otros la
hora con la misma precisión~ pudiéndose hacer con el mismo
tipo de materia relojes similares de diferentes maneras, y así
como uno y el mismo reloj puede producir un efecto total- [194]
mente· contrario al ser diversamente agitado o movido por
este o.aquel agente o según esta o aquella manera, así puede
ocurrir · con estas curiosísimas máquinas de los cuerpos de
los insectos. El omnisapiente Dios de la naturaleza puede
haber . ordenado y dispuesto de tal modo los pequeños
autómatas, que cuando se ven nutridos, afectados o reavi-
vados por esta causa producen un tipo de efecto o forma
animada y cuando lo son por otra, actúan de un modo to-
talmente distinto, ·produciéndose otro animal. Así, puede
ordenar diversos materiales de tal modo que, merced a di-
ferentes tipos de métodos, se produzcan autómatas similares.
Pero vayamos a la descripción de este insecto tal
como se ve a través de un microscopio, del que se ofrece
un dibujo en la Plancha 28. Su cabeza, A, es extraordina-
504 ROBERT HOOKE

riamente pequeña en proporc1on a su cmnpo, constando


de dos racimos de ojos perlados, B B, a cada lado de su
cabeza, cuyas perlas o globos oculares están curiosamente
dispuestos como los de otras moscas. Entre éstos, en su
frente, están colocados sobre dos bolitas negras, e e, dos
largos cuernos articulados que se agudizan hacia la punta
y que se parecen mucho a los largos cuernos de los bogavan-
tes, cada uno de cuyos tallos o cañones, D D, estaban eri-
zados o empenachados con multitud de pelos hirsutos que
salían en todas direcciones de los diversos artejos, como
los hilos o brotes de la hierba cola de caballo, que a menu-
do se observa que crece entre la mies, y cuya forma general
se asemeja mucho a esos vegetales en forma de escobilla.
Aparte de .éstos, hay otros dos cuernos o palpos articula-
dos y pilosos, E E, en la parte delantera de la ·cabeza; así
como una trompa, F, debajo, que en algunos mosquitos es
un tubo hueco muy largo y recto mediante el que estas
criaturas son capaces de perforar y penetrar en la ·piel y' a
través de dichos tubos, chupar tanta sangre como para ati-
borrar sus abdómenes hasta el extremo de dejarlos· a punto
de estall~.
Esta cabecita, junto con sus dispositivos~ se une
mediante un cuello corto, G, a la mitad del tórax, que es
grande y parece encerrado en una cáscara negra .Y fuer-
te, H 1 K, de cuya parte inferior emergen seis pai~s· largas
y sutiles, L L L L L L, de la misma forma que las patas de
las moscas, aunque alargadas o estiradas de manera que re-
sultan más largas y sutiles, las cuales no se pudieron dibu-
jar en la Figura debido a su gran longitud. De· la parte
superior emergen dos alas transparentes, oblongas y lige-
.···ras, M M, con una forma similar a la de las de una mosca,
bajo cada una de las cuales, tal y como también he obser-
vado en diferentes tipos de mosca y otras clases de mosqui-
tos, se situaba un pequeño cuerpo, N 2, muy semejante a
una gota de alguna sustancia glutinosa y transparente, en-
durecida o enfriada cuando estaba casi a punto de caer,
pues presenta µn botón redondo en el extremo que gradual-
mente se adelgaza en un tallito, haciéndose de nuevo mayor
cerca de la inserción bajo el ala. Las criaturitas hacen vibrar
aquí y allá muy rápidamente estos pequeños péndulos, como
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
506 ROBERT HOOKE

5clwn .xx1x.
MICROGRAFÍA 507

puedo denominarlos, cuando mueven sus alas, habiendo ob-


servado algunas veces que también los mueven cuando d
ala está quieta, aunque siempre su movimiento parece pro-
mover d movimiento del ala que viene a continuaci6n, pero
no tengo ahora tiempo de examinar cuál es su utilidad, si es
para mover d ala o para otra cosa.
Su abdomen era grande, como es usual en todos los
insectos, extendiéndose en nueve segmentos o particiones,
cada uno de los cuales se hallaba cubierto por cáscaras o
anillos redondos armados. Seis de ellos, O P Q R S T, eran
transparentes, pudiéndose ver a su través con gran facilidad
diversos tipos de movimientos peristálticos mientras el ani-
mal se hallaba vivo. En especial, una pequeña parte clara, V, [195]
parecía latir como el corazón de un animal mayor. Las tres.
últimas divisiones, W X Y, estaban cubiertas por conchas
negras y opacas. Para terminar, si se repara en esta criatura
en su conjunto, por lo que respecta a sus dispositivos .Y
belleza, podrá compararse al mayor animal que haya sobre
la tierra. El omnisciente Creador no parece haber mostrado
en su estructura menor cuidado y providencia que en las
de aquellos que parecen de mayor consideraci6n.

Observ. XLV. Del mosquito de abdomen grande


o mosquito hembra 1•
ELnovena;
segundo mosquito, dibujado en la Plancha vigésimo
es de forma muy distinta de la dd anterior, si
bien he encontrado que son también de este tipo varios de
los mosquitos que se engendran a partir dd insecto acuá-
tico. Las alas de éste eran mucho mayores que las dd otro,
y su abdomen mucho mayor, más corto y de otra forma.
Por diversos detalles, conjeturo que se trata del mosquito
hembra, siendo el anterior el macho.
El tórax de éste era muy similar al dd otro, pose-
yendo una pieza trasera muy fuerte y acanalada que se
extendía también a ambos lados de las patas. En torno
a las alas había varias piezas de armadura unidas que pare-
508 ROBERT HOOKE

cían curiosa y convenientemente ingeniadas para promover


y fortalecer el movimiento de las alas. Su cabe?.a era muy
distinta de la del otro, siendo mucho mayor y mejor for-
mada, mientras que los cuernos que crecían entre sus ojos
sobre dos bolitas eran de una forma muy distinta de la de
los penachos del otro mosquito, presentando éstos tan sólo
unos pocos nudos o articulaciones, así como sólo unas pocas
de esas cerdas cortas y fuertes. Los cuernos delanteros
o palpos eran como los del mosquito anterior.
Permití que uno de estos mosquitos atravesase la
piel de mi mano con su trompa para que extrajese de alli
tanta sangre cuanta fuese necesaria para llenar su abdomen
todo lo que pudiese, haciéndolo aparecer muy rojo y trans-
parente, y ello sin más dolor que el que produjo al hundir
su trompa, tal y como también ocurre con la picadura de
las pulgas, lo que es buena prueba de que estas criaturas
no dañan la piel y succionan la sangre por enemistad o ven-
ganza, sino por mera necesidad y para satisfacer su hambre.
En otro lugar mostraremos por qué medios es capaz esta
criatura de chupar 2 •

Observ. XLVI. De la polilla blanca de alas plu-


mosas o Tinea Argentea 1•
E Plancha
STA polilla blanca de largas alas que se dibuja en la
30 proporcionaba un objeto encantador tanto
a simple vista como a través del microscopio. A simple
[196] vista parecía una mosquita blanca 2 con cuatro alas blancas,
las dos delanteras algo más largas que las dos traseras, siendo
las dos más cortas de una media pulgada [ 1,27 an] de lon-
gitud, pareciendo constar cada una de sus cuatro alas de
dos plumas pequeñas y largas, muy curiosamente empena-
chadas o pilosas por ambos lados, con un vello de un blanco
puro y extraordinariamente fino y pequeño, proporcionado
a
a los troncos o tallos sobre los que crecían, muy fa. manera
de los penachos de una pluma rémige blanca y larga de
algún ave, estando sus troncos o tallos doblados hacia atrás
MICROGRAFÍA 509

y hacia abajo como en aquéllos, según se puede ver con


claridad por los dibujo~ de la Figura.
Al observar una de éstas al microscopio hallé, en
primer lugar, que todo el cuerpo, las patas, los cuernos y
los troncos de las alas estaban cubiertos por varias clases de
curiosas plumas blancas que al manipularlas o tocarlas se
desprendían y caían fácilmente, hasta el punto de que al
mirarme los dedos con los que había tocado esta polilla
y ver pequeñas manchas blancas sobre ellos hallé con mi
microscopio que se trataba de varias de las pequeñas plumas
de esta criaturita que se adherían aquí y allá a las rugosi-
dades de mi piel.
Luego hallé que por debajo de estas plumas el bo-
nito insecto estaba cubierto completamente por una capa
de costra como los demás de esos animales, aunque era
mucho más delgada y tierna.
En tercer lugar, hallé, cosa que también es notabl~
en las aves, que poseía diversos y apropiados tipos de plumas
que cubrían diversas partes de su cuerpo.
En cuarto lugar, al repasar las partes de su cuerpo
con un microscopio de mayor aumento y más exacto .des-
cubrí que los penachos o pelos de sus alas no eran sino haces
o conglomerados espesos de pequeños mimbres o ramas,
parecidas a una ramita de abedul pelada o blanqueada C(?n.
las que se fabrican normalmente cepillos para quitar o -ce-
pillar el p0lvo de telas y colgaduras. Cada una de las vari-
llas o ramas que componen el cepillo de las plumas apare-
cía como en la figura D con la lente mayor (cuya escala
es E F, que representa la 1/24 parte de una pulgada
[l ,0.6. mm], así como G lo es de la menor, que es sólo
1/3 [8,46 mm] 3 • También descubrí con la lente mayor
que las plumas que cubrían una parte de su cuerpo, hallán-
dose intercaladas entre el cepillo de sus alas, presentaban
la forma A, consistente en un tronco o tallo central y un
aparente empenachamiento o parte en forma de escoba por
cada lado. Las plumas que cubrían la mayor parte de su
cuerpo y el tallo de sus alas, vistas con el mismo micros-
copio, eran en gran medida como la figura B, mostrando la
forma de una plumita y pareciendo empenachadas, mientras
que las que cubrían los cuernos y las pequeñas partes de
510 ROBERT HOOKE

las patas se veían al mismo microscopio con la forma C.


Dudo mucho que los penachos de cualquiera de estas plu-
mitas consten de las mismas partículas componentes que las
plumas de las aves, pqes encuentro que la naturaleza no
siempre observa u opera según el mismo método en las cria-
turas menores y mayores. Tengo ejemplos particulares de
ello en las alas de diferentes criaturas, pues mientras que,
en las aves de toda clase, forma cada una de las plumas de
que consta el ala de una textura extremadamente curiosa y
muy admirable y estupenda, como muestro en otro lugar en
las Observaciones de una pluma 4 , hallamos que altera nota-
blemente su método en la estructura de las alas de estas cria-
turas diminutas, formando algunas a base de finas mem-
[197] bránas o_pieles extendidas, como en las alas de las libélulas;
en otras, esas pieles están recubiertas o muy densamente
plagadas de cerdas cortas, como en las moscas de la carne 5 ;
en otrás, esas películas están cubiertas tanto por la · cara
superior como por la inferior de pequeñas plumas coloca-
das casi como las tejas de una casa, estando curiosamente
dis~estas y adornadas con los más vivos colore~, tal y como
se puede ver en las mariposas y diversas especies de .poli-
llas; en otras, en lugar de sus películas, la naturaleza no ha
suministrado más que algo así como una decena de tailos
(si reaierdo el número, pues últimamente no me he topado
con ninguna de esas moscas y cuando las observé por vez
priIQera no me fijé bien en diversos detalles), presentando
cada uno de dichos tallos unas pocas ramas de cada lado,
asemejándose mucho a la ramificación de la espina de un
arenque o un pez similar o a una pluma de pavo real de
pelos finos a la que se le hubiera. roto la parte superior del
ojo 6 ; Con unas pocas de éstas de· cada lado (que podía
cerrar o extender a placer como un abanico o más bien como
la colocación de las plumas en un ala, las cuales descansan
unas bajo otras cuando se cierra, estando unas al lado de
otras cuando se abre) podría mover su cuerpo de un sitio
a otro a través del aire muy delicadamente y según parece
con gran facilidad. Otros insectos tienen sus alas encerradas
o cubiertas por ciertas conchas huecas, casi coh la forma
de esas bandejas ahuecadas en las que los carniceros trans-
portan la carne, que, ·al tener la parte hueca hacia abajo,
MICROGRAFÍA 511

S chem · .xxx

_,...
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 51.3

no sólo protegen las alas plegadas del daño causado por la


tierra en la que vive la mayoría de esas criaturas, sino que
además mientras vuelan sirven de ayuda .para sostenerlos
y aguantarlos. Éstas se pueden ver en los ·escaraba¡os y mul-
titud de otros insectos crustáceos terrestres, en los que po-
demos observar también una providencia particular de la
naturaleza.
Ahora bien, en todos estos tipos de alas observamos
un extremo que constituye algo muy digno de atención:
$iempre que una pluma consta de partes discontinuas los
· poros o intersticios entre dichas partes pocas veces son
o mucho mayores o mucho menores que éstas que aquí ha-
llamos entre las partes de estos cepillos, de manera que pa-
recería dar a entender que las partes del aire son tales que
no habrían de pasar fáál o sencillamente, si es que pasan,
a través de dichos poros, de modo que parecerían ser cola-
dores lo bastante finos como para impedir pasar a su través
a las partículas de aire (que sea por su tamaño o por su
agitación, circulación, rotación u ondulación, es algo que no
determinaré aquí), y por ese medio sir\ien al animal igual
de bien, si no mejor, que si fuesen películas delgadas. Digo
si no mejor, porque he observado que todas esas criaturas
que poseen ~as con película, como es el caso de todas las
especies de.moscas, escarabajos y murciélagos, l~s mueven .
mucho más velozmente y con más fuerza que las que tienen
sus alas cubiertas de plumas, como las mariposas y las aves,
o de ramitas,. como las polillas, todas las cuales iie_!).eJl un
movimiento mucho más lento de sus alas, ayudándolas quizá
un tanto esa pequeña rugosidad de sus alas, al agarrar mejor
las partes del aire o no permitiéndoles pasar fácilmente más
que en uná dirección. ·
Mas, sea cual sea la razón de ello, es muy evidente
que los insectos con alas lisas poseen los músculos o partes
motrices de sus alas más poderosas, teniéndolas los otros
mucho más débiles. Este mismo insecto que estamos des-
[198] cribiendo ahora tenía un tórax o parte media del cuerpo
muy pequeño si se compara con la longitud y número de
. sus alas, que, dado que las mueve muy lentamente, debe
moverlas muy débilmente. Esta última propiedad encontra-
mos que también se observa en cierta medida en el tipo
514 ROBERT HOOKE

mayor de criaturas volantes, las aves, de modo que vemos


que la sabiduría y providencia del omnisapiente Creador
no se manifiesta menos en estas diminutas criaturas despre-
ciables, moscas y polillas, que hemos marcado con el estigma
de la ignominia al denominarlos plagas, que en esos cuerpos
anim11dos mayores y más notables, las aves.
No puedo pararme aquí a añadir nada sobre la natu-
raleza del vuelo, aunque quizá en otra ocasión pueda decir
algo acerca de este tema que merecería un examen y escru-
tinio mucho más preciso del que hasta ahora ha recibido,
pues para mí nada falta para hacer que un hombre vuele
que no pueda suplirlo suficientemente la mecánica hasta aho-
ra conocida, salvo quizá la fuerza precisa, de la que un
hombre parece claramente incapaz debido a su pequeñez
y textura. Mas quizá trate de manifestar en otro lugar cómo
incluso la fuerza también se puede conseguir mecánicamente,
diseñando un músculo artificial con el que el hombre sea
capaz de ejercer la fuerza que le plazca 7•

Obs~. XLVII. Del segador o araña patuda 1•

LA araña de carretero, segador o araña patuda posee dos


rasgos que la hacen muy poco semejante a otras cria-
ruras .con las que yo me haya topado. La primera, que sólo
se descubre con el microscopio y que se representa clara-
mente en las Figuras primera y segunda de la Plancha 31,
es el curioso ~spositivo de sus ojos; dtdos que (contraria-
mente a la mayoría de otras arañas) sólo tiene dos 2, situa-
dos en la cúspide de un pequeño pilar o colina que se eleva
e.n mitad de la parte superior de su espalda o más bien de
la coronilla de su cabeza, pues se hallaban fijados en la mis-
mísima punta de dicho pilar (que tiene aproximadamente la
alt,µl"f! de uno de los diámetros transversales del ojo y, visto
deSde. otra posición, aparece en gran medida de la forma
BCD). Ambos ojos, B B, estaban situados espalda contra
espalda,_ con las partes transparentes o pupilas mirando
hacia ambos costados, aunque un poco más hacia adelante
MICROGRAFÍA 515
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 517

que hacia atrás. C era la columna o cuello sobre el que es-


taban, y D, la coronilla de la cabeza de la que emergía dicho
cuello.
Por lo que respecta a su aspecto, estos ojos parecían
tener la mismísima estructura que los ,de las criaturas bi-
noculares mayores, dando la impresión de poseer una córnea·
muy lisa y muy protuberante, presentando en el centro de
ella una pupila muy negra rodeada de una especie de iris
gris, tal y como se ve en la Figura. No he podido observar
si podía mover dichos ojos aquí y allá, aunque no es muy
probable que pueda, pues parece que el pilar o cuello e
está recubierto y endurecido por una capa costrosa. Mas es
probable que la naturaleza haya suplido este defecto ha- [199]
ciendo la córnea tan protuberante y colocándola tan clara-
mente por encima del apantallamiento u obstrucción de su
vista debida al cuerpo que plausiblemente cada ojo pueda
ver, aunque no ver con precisión, casi un hemisferio, de
· manera que, al tener un cuerpo tan pequeño y redondo si-
tuado sobre patas tan largas, es capaz de rotar rápidamente
y girarlo para ver cualquier cosa con precisión. Como todas
las demás arañas que he examinado, esta criatura difiere
notablemente de la mayoría de los demás insectos 3 .por la
forma de sus ojos, pues con mi mejor microscopio no puedo
descµbrir que sus ojos presenten en absoluto botones o· perlas
COJ.DP. los de otros insectos.
La segunda peculiaridad, que es obvia a simple vista,
es. también muy notable. Se trata de la prodigiosa longitud
de sus patas en relación con su j,equeño cuerpo redondo.
E~tendí cada una de sus patas, que ·eran más de dieciséis
veces la longitud de todo su cuerp0, existiendo algunas que
las tienen aún más largas y otras, que parecen de la misma
especie, que las tienen bastante más cortas. Las ocho patas
son todas ellas articuladas, exactamente como las de un can-
grejo, si bien cada una de las partes se alarga prodigiosa-
mente más en proporción. Cada una de estas patas termina
en un cajita o concha casi con la forma de una concha de
mejillón, tal y como es evidente en la tercera Figura de la
misma Plancha (que representa el aspecto de la parte infe-
rior o abdomen de la criatura) por la forma. del cuerpo
cónico protuberante, 111 I, &c. Éstas se hallan, por así
518 ROBERT HOOKE

decir, situadas o fijadas al cuerpo protuberante del insecto


que ha de suponerse muy elevado en M, formando una es-
pecie de cono romo del que ha de suponerse que M es el
ápice. En torno a este cono mayor del cuerpo están situa~-­
dos los conos menores de las patas, cada uno de los cuales
casi alcanza la cúspide de manera tan admirable que mani-
fiesta en no escasa medida la sabiduría de la naturaleza en
el dispositivo, pues- estas largas· palancas (como puedo de-
nominarlas) de las patas, no disponiendo de la ventaja de
un largo extremo en la otra parte del hipomoclion 4 o centros
sobre los que se mueven las partes de las patas, ha de exi-
gir necesariamente una enorme fuerza moverlas y mantener
el cuerpo en equilibrio y suspensión, tanto más ·cuanto que
si supusiéramos que el cuerpo de un hombre estuviese sus-
pendido mediante tal dispositivo, ciento cincuenta veces la
fuerza de un hombre no impediría que el cuerpo cayese
sobre. el pecho. Por consiguiente, para suministrar a dichas
patas la fuerza adecuada, la naturaleza ha conferido a cada
una un gran receptáculo o celda en la que se encierra un
músculo muy grande y fuerte, con lo que este animalito no
sólo es capaz de suspender su cuerpo sobre menos de las
ocho,· sino también de moverlo muy velozmente sobre las
puntas de la hierba y las hojas. ·
Así como estas ocho son tan prodigiosamente _largas,
la novena y la décima, que son las dos garras K K, son co-
rrespondientemente cortas, sirviendo a modo de probósci-
de, pues parecían poco más largas que su boca. Cáda una
de ellas tenía tres partes, aunque muy cortas, siendo los
· artejos K K, que representan los terceros, más largos que
los otros dos. Esta criatura (aigo que he observado con
placer varias veces) parece arrojar su cuerpo sobre la presa
en lugar de sus manos, de manera no muy distinta a como
lo hace la tarántula que salta como un gato sobre un ratón 5•
Toda su estructura era muy bonita y, si hubiera podido
disecarla, no dudo de que tal vez habría hallado dentro
tantas singularidades como las que encontré fuera, en su
[200] mayoría no muy distintas de las partes de un cangrejo, la
.curiosidad de cuya disposición he examinado en otro lugar,
al que en muchas cosas se parece notablemente esta criatura.
Omito la descripción de los cuernos, A A, y de la boca, L L,
MICROGRAFÍA 519

que parecían como los de un cangrejo, así como la del mo-


teado de su caparazón, que procede de una especie de
plumas o pelos, siendo patente en la Figura la vellosidad
de sus patas, su gran tórax, su pequeño abdomen y demás,
llamando tan sólo la atención sobre el hecho de que las
tres partes de su cuerpo, a saber, cabeza, pecho y abdomen,
están en esta criatura extrañamente confundidas, de modo
que reSúlta difícil determinar cuál es cuál, del mismo modo
que ocurre con el cangrejo. Realmente, ésta no parece ser
sino ·un cangrejo de aire constituido de manera más ligera
y sutil, proporcionalmente al medio en que reside, y del
mismo modo que el aire no parece tener más que una cen-
tésima parte del cuerpo del agua, así, esta araña no parece
ser una centésima parte del tamaño de un cangrejo.

Observ. XLVIII. De la tarántula 1 y otros varios


tipos de arañas.

L teada
tarántula es una pequeña araña gris bellamente mo-
A
con manchas negras por todo su cuerpo y que
el microscQpio descubre que son una especie de plumas
como fas de las alas de las mariposas o las del cuerpo de
la polilla blanca que he descrito últimamente 2• Su paso es
muy veloz, a golpes, ora corriendo, ora saltando casi como
un saltamontes. Quedándose luego quieta y levantándose
sobre sus patas traseras, girará muy vivamente su cuerpo
mirando a su alrededor en todas direcciones. Posee seis
ojos muy conspicuos, dos mirando directamente al frente y
situados delante del todo, otros dos a ambos lados de éstos
mirando al frente y a los ·costados y otros dos hacia el me-
dio de la cúspide de sri espalda o cabeza que miran hacia
atrás y hacia los lados; éstos parecen los mayores. La super-
ficie de todos ellos era muy negra, esférica, perfectamente
pulimentada, reflejando muy clara y distintamente la imagen
de todos los objetos en torno, como una ventana, la mano de
un hombre, un papel blanco y similares. Algunas otras pro-
piedades de esta araña observadas por el muy cabal señor
Evelyn en sus viajes a Italia 3 , se expresan de la manera más
520 ROBERT HOOKE

enfática en la historia aquí adjunta, que por deseo mío tuvo


a bien enviarme por escrito.

De todos los tipos de insectos, no hay ninguno que


me haya proporcionado más diversión que los Venatores,
que son una especie de Lupi que tienen sus madrigueras en
las paredes rugosas y en las rendijas de nuestras casas; un
tipo pequeño de araña marrón y delicadamente moteada CU·
yas patas traseras son más largas que las restantes.
He observado frecuentemente una de éstas en Roma,
la cual, acechando a una mosca a tres o cuatro yardas [2,75
ó 3,65 m] de distancia en el balcón (en que me hallaba),
[201] no se dirigía directamente hacia ella, sino que reptaba por
debajo del pasamanos hasta que, una vez llegada a los an·
tlpodas, salía furtivamente, equivocándose rara vez; pero
si resultaba faltar algo para estar exactamente enfrente, atig.
baba primero, deslizándose inmediatamente abajo de nuevo
hasta que, informándose mejor, salía la próxima vez exac·
tamente a espaldas de la mosca. Mas si resultaba que ésta
no se hallaba al alcance de un salto adecuado, entonces este
insecto se habría de desplazar tan suavemente que ni la
mismísima sombra de un gnomo parecía tan iinpercepti·
ble. Esto era así a menos que la mosca se mo".iese, pues en
este último caso la araña se movía también en la misma
medida, con el mismo ritmo exactamente que sus movi·
mientos, como si ambos cuerpecitos estuviesen animados
por la misma alma, tanto si era hacia adelante como hacia
atrás o a ambos lados, sin volver en absoluto el cuerpo,
como un caballo bien dirigido. Ahora bien, si la caprichosa
mosca emprendía el vuelo para aterrimr en otro lugar detrás
de nuestra cazadora, entonces la araña haría girar su cuerpo
con tanta rapidez que nada podría imaginarse más veloz.
Por este medio mantenía siempre la cabeza hacia su presa,
por más que aparentemente estuviese tan inmóvil como si
se tratase de un clavo metido en la madera, hasta que mer·
ced a ese avance insensible (habiendo llegado a la esfera de
su alcance) daba un salto fatal (rápido como el relámpago)
sobre la mosca, agarrándola por la cola, sin soltarla hasta
que su abdomen estaba lleno, llevándose luego los restos a
casa. He observado cómo enseñaban a cazar a sus jóvenes,
a los que castigaban en ocasiones por falta de observancia.
MICROGRAFÍA 521

Pero cuando uno de los mayores fallaba el salto (como ocu-


rría a veces), corría fuera del campo y se ocultaba en su
rendija como si estuviese avergonzado, para no salir quizá
en cuatro o cinco horas, pues durante tanto tiempo he es-
tado observando
... la naturaleza de este extraño insecto, asom-
brándome la contemplación de su maravillosa sagacidad y
destreza. Tampoco encuentro que en ninguna caza cual-
quiera se observe mayor astucia y estratagema, pues he ob-
servado a algunas de estas arañas en mi jardín cuando el
tiempo (hacia la primavera) es muy cálido, pero no tienen (202]
tanta afición a la caza como en Italia.

Hay multitud de otros tipos de araña cuyos ojos


y la mayoría de las otras partes y propiedades son tan
extremadamente diferentes tanto de las que he expuesto
como entre sí, que su descripción seria casi interminable
o al menos excesivamente larga para este ensayo, como
es el caso de algunas con seis ojos situados en un orden
muy otro, otras con ocho ojos, otras con menos y otras
con más. Todas ellas· parecen ser criaturas de presa y ali-
mentarse de otros insectos pequeños, aunque sus procedi-
mientos de caza parecen muy diversos: el segador, corrien-
. do~ la tarántula, saltando sobre la presa; otras especies tejen,
redes o telarañas con las que las entrampan, habiéndolas
dotado- la naturaleza de los materiales y herramientas, y ha-
.biéndoles asimismo enseñado cómo trabajar y tejer sus
redes· y cómo estar de centinela y vigilar diligentemente para
lanzarse sobre cualquier mosca tan pronto como se enrede.
Su hilo o telaraña parece estar tejido a partir de.
cl~rto tipo viscoso de excremento cie ·;;ü abdomen que, aun-
que sea blando cuando se extrae, debido a su pequeñez in-
mediatamente se endurece y seca por obra del aire ambiental.
Al examinar varias de ellas con mi microscopio, hallé que se
asemejaban mucho a crin blanca o alguna sustancia córnea
transparente similar, siendo de tamaños muy distintos. Unos
parecían tan grandes como un pelo de cerdo, otros igual
que· ·una crin, otros no mayores que un cabello humano,
otros aún menores y más finos. También observé que las
cuerdas que radiaban de la telaraña eran mucho mayores
522 ROBERT HOOKE

y más lisas que las que se tejían en derredor, las cuales


parecían menores y completamente anudadas o perladas con
pequeños glóbulos transparentes no muy distintos de pe-
queñas cuentas de cristal o perlas de vidrio finamente en-
sartadas en un ovillo de seda. No discutiré ahora si las tejió
así la araña o si se deben a la humedad adventicia de una
niebla (que he observado que cubre todos los filamentos
con esas cuentas cristalinas).
Algunos de estos hilos eran tan pequeños que con
mi microscopio podía descubrir claramente las mismas su-
cesiones de colores que en un prisma, pareciendo proceder
de la misma causa que aquellos colores .de los cuerpos la-
minares finos que ya he descrito.
Hay una cierta sustancia muy parecida a una telara-
ña o un vellón confuso de estos cilindros que, tras una
niebla, se puede observar vagando por el aire. Tras coger
varios de ellos y examinarlos al microscopio, hallé que eran
en gran medida de la misma forma, asemejándose mucho
a un capullo de estambre preparado para hilar, aunque no
sea fácil de imaginar por qué medio se habrían de generar
o producir 4 • Eran del mismo peso que el aire o muy poco
más pesados, no siendo improbable que esas grandes nubes
blancas que aparecen durante todo el verano sean de la
misma sustancia.

[20.3 J Observ. XLIX. De una hormiga 1•


ERA ésta una criatura más difícil de djbujar que cualquie-
ra de las demás, pues durante un buen rato no pude
ingeniar una manera de conseguir que su cuerpo se mantu-
viese quieto en una postura natural. Mientras estaba viva,
si encadenaba sus patas con cera o pegamento, torcía y gi-
raba de tal manera su cuerpo que en absoluto podía con-
seguir una buena pe¡spectiva del mismo, mientras que si
la mataba, su cuerpo era tan pequeño que a menudo echaba
a perder su forma antes de poder examinarlo plenamente,
pues la naturaleza de estos cuerpos diminutos es tal que
MICROGRAFÍA 523
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 525

casi nada más destruir su vida sus partes inmediatamente


se arrugan y pierden su belleZa. Lo mismo ocurre con las
plantas pequeñas, como he ejemplificado antes en la des-
cripción del musgo. Ésa es también la razón de las varia-
ciones de ~s aristas de la avena silvestre y las de las semillas
de la almizclera, pues, siendo sus cuerpos extraordinaria-
mente pequeños, esas ligeras variaciones producidas en la
superficie de todos los cuerpos casi con cualquier cambio
de aire, especialmente si el cuerpo es poroso, se toman
sensibles aquí, donde el cuerpo es tan pequeño que casi
no es más que superficie. En efecto, como en las sustancias
vegetales, no veo mayor razón para pensar que la humedad
del aire (que, adhiriéndose a. la arista enroscada, la hace
desenrollarse) haya de evaporarse o exhalarse más allá que
la humedad de otros cuerpos, sino que siendo en gran
medida la misma la volatilización o acceso de la humedad
a la su(>erficie de los cuerpos, se toman más sensibles a ella
aqtiellos cuerpos que tienen menor proporción de cuerpo
respecto a su superficie. Lo mismo ocurre con las sustan-
cias animales. El cuerpo muerto de una hormiga u otra
criatura tan pequeña se seca y arruga casi inmediatamente,
con lo que el objeto será otra cosa muy distinta antes de
que. s~ haya dibujado a medias, lo que se debe no a una
exhalación extraordinaria, sino a la pequeña proporción de
cuerpo y jugos respecto al secado usual de los cuerpos en
el aire, especialmente si es cálido. Para este inconveniente,
cuando_ no podía eliminarlo, ingenié este expediente.
Cogía la criatura que me habfa propuesto dibujar ·
y la poma en una gota de espíritu de vino muy bien recti-
ficado, pues descubrí que despachaba inmediatamente al
animal, y sacándolo de allí y poniéndolo sobre un papel, el
espíritu de vino se evaporaba inmediatamente, dejando al
animal seco y en su postura natural, o al menos con una
constitución tal que podía colocarlo fácilmente con un alfiler
en aquella posición en que se quisiera dibujar, mantenién-
dose los miembros así sin moverse o arrugarse. De tal suerte
me las arreglé con esta hormiga que- he dibujado aquí, que
era una de la5 muchas de tipo muy grande que vivían bajo
las raíces de un árbol, de donde hacían salidas en grandes
partidas para perpetrar los más lastimosos estragos en las
526 ROBERT HOOKE

flores y frutos del jardín en tomo, volviendo luego muy ex-


pertamente por los mismos caminos y sendas por los que
habían_ partido.
Era más de la mitad del tamaño de una tijereta, de
color marrón oscuro o rojizo, con patas largas, sobre las pos-
[2041 teriore5, de las cuales podía levantarse y elevar la cabeza
todo de lo que era capaz sobre el suelo a fin de poder otear
lo más lejos posible a su alrededor, exactamente de la misma
manera que he observado que hacía una tarántula. Ofre-
ciéndoles mi dedo, inicialmente todas corrían hacia él casi
hasta alcanzarlo, momento en que quedaban en tomo a él
a cierta distancia oliéndolo, por así decir, y considerando
si alguna de ellas debería aventurarse más cerca, hasta que,
al osar trepar a él una más audaz que el resto, todas las
demás la habrlan seguido inmediatamente si yo se lo hu-
biese permitido. En este pequeño parásito he .observado
con gran placer muchas otras acciones semejantes que pa-
recían racionales, aunque sería demasiado largo relatarlas
aquí. Quienes deseen más- podrán satisfacer su curiosidad
en I~ Historia de Barbados de Ligon 2•
Habiendo atrapado varias de ellas en una cajita, es-
- cogí la más crecida de todas y, separándola del resto, le di
un cuarto de pinta 3 de brandy o espíritu de vino, lo que al
cabo de un rato indefectiblemente la hizo caer ebria como
una cuba, de modo que se quedó inmóvil, por más que al
-meterla inicialmente luchó muchísimó durante bastante rato
hasta que, _finalmente, saliendo algunas· btirbujas de su boca,
dejó de moverse. Dejé que ésta estuviese más de una hora
en el espíritu (ya que había descubierto anteriormente que
rápidamente se recobraban de nuevo) y; tras haber~a sacado,
colocando su cuerpo y sus patas en una postura natural,
permaneció inmóvil cosa de una hora, y entonces, re¡)enti-
namente, como si despertase de una borrachera, enseguida
revivió y echó a correr. Tras cogerla y servirle como antes,
permaneció luchando y forcejeando un rato hasta que final-
mente salieron varias burbujas de su QocJ¡, y entonces, tam-
quam animam expirasset, permaneció- sin moverse durante
un buen rato; pero, terminando de nuevo por recobrarse,
fue de nuevo sumergida, dejándola reposar unas horas en el
espíritu, a pesar de lo cual, tras haberla dejado secar tres
MICROGRAFÍA 527

o cuatro horas, recobró de nuevo la vida y el movimiento.


Este tipo de experimentos (si se prosiguen, cosa que merece
la pena) me parece de utilidad no pequeña para el descu-
brimiento del esquematismo latente (como lo denomina el
noble Verulamio) 4 o de la textura oculta y desconocida
de los cuerpos.
La Plancha 32 ofrecerá a la vista qué figura pre-
sentaba esta criatura a través del microscopio (aunque no
está tl!fl cuidadosamente grabada como debiera); esto es,
que tenía una cabeza grande A A en cuyo extremo superior
había dos ojos protuberantes, B B, perlados como los de
una mosca, aunque menores; de la nariz o parte delantera
salían dos cuernos, e e, de forma completamente distinta
de los de una moscarda azul, aunque, ciertamente, ambos
pareáan ser el mismo tipo de órgano, sirviendo para una
especie de olfato. Después de éstos venían dos manch'bulas
dentadas, D D, que abría lateralmente, pudiendo separarlas
muchísimo. Estando sus bordes armados de dientes que al
cerrarse encajaban unos en otros, era capaz de agarrar y sos-
tenet un cuerpo pesado de un tamaño y peso tres o cuatro
veces el de su propio cuerpo. Tenía tan sólo seis patas con
la forma de las de una mosca, lo cual, como mostré anterior-
mente, es un argumento a favor de que se trata de un in-
secto alado, y por más que no fui capaz de percibir signo
alguno de las alas en la parte media de su cuerpo (que pa-
recía constar de tres articulaciones o piezas E F G), de la (205]
que salían dos patas, con todo se sabe que hay algunas
que tienen alas largas, volando arriba y abajo por el aire.
La tercera y última parte de su cuerpo, 111, era
mayor y más larga que las otras dos, a las que se unía por
una parte central muy pequeña, presentando una especie
de concha suelta u otra parte distinta de su ·cuerpo, H, que
parecía interponerse, impidiendo que el tórax y el abdomen
se tocasen.
Todo el cuerpo estaba encerrado en una armadura
muy fuerte, estando asimismo el abdomen cubierto de mul-
titud de pequeñas cerdas blancas y brillantes. Las patas,
cuernos, éabeza y partes centrales de su cuerpo estaban
cubiertas también de pelos, aunque menores y más oscuros.
528 ltOBERT HOOKE

Observ. L. Del ácaro e"abundo 1•


ENvarias
septiembre y octilbre de 1661 observé en Oxford que
de estas lindas criatUritas vagaban aquí y allá
por la superficie de mi ventana, y en septiembre y octubre
de 1663 observé asimismo en Londres que varias de estas
mismas criaturas atravesaban una ventana. Mirando la pared
subyacente por fuera de· la ventana, descubrí rebaños enteros
de la misma especie 2 corriendo aquí y allá entre los peque-
ños surcos y macizos de musgo verde, así como por el curio-
samente extendido musgo azul o amarillo que constituye
una especie de hongo u oreja de Judas.
A simple vista estas criaturas parecían ser una espe-
cie de ácaro negro, aunque mucho más ligero y fuerte que
el ácaro del queso 3 ordinario. Ahora bien, al examinarlos al
microscopio, hallé que se trataba de un insecto de costra
o concha muy fina, muy a la manera del que se representa
en la primera Figura de la Plancha trigésimo tercera, con
una concha oval protúberante, A, indentada u horadada con
innumerables agujéros y toda cubierta de pequeñas· cerdas
blancas cuyas puntas estaban todas dirigidas hacia atrás.
Tenía ocho patas, cada una de ellas provista de un
calcaño o garra aguda en el extremo que este pequeño ani-
mal afianzaba al caminar a los poros del cuerpo sobre el
que avanzaba. Cada una de e!¡tas patas estaba cubierta en
todos sus artejos de multitud de pelitos o (si respetamos
la proporción que mantenían con e1· tamaño de la pata) de
barreras de espinos, todos los cuales apuntaban hacia las
garras.
El tórax o parte media del cuerpo de esta criatura
era extraordinariamente pequeño respecto tanto a la cabeza
como al abdomen, no siendo sino esa parte que estaba cu-
bierta por las dos conchas B B, aunque parecía tomarse
más gruesa por debajo. Ciertamente, si consideramos la gran
variedad de usos de la naturaleza a la hora de proveer las
tres partes del cuerpo (la cabeza, el tórax y el abdomen),
no nos asombrará la pequeña proporción de este tórax ni el
vasto tamaño del abdomen, pues si pudiésemos hacer la
anatomía exacta de esta criaturita y observar el peculiar
MICROGRAFÍA 529

diseño de cada parte, sin duda encontraríamos, como hace-


mos en todas sus estructuras más manejables y tratables, [206]
muchas más razones para admirar la excelencia de su dis-
posición y manufactura que para asombrarnos rlP que no
estuviese formada de otra manera.
La cabeza de este pequeño insecto tenía una forma
parecida a la de un ácaro; esto es, tenía un hocico largo
a la manera de un cerdo, con una cresta abultada corriendo
por el medio, estando plagado por ambos lados de muchas
cerdas pequeñas, apuntando todas hacia adelante, y dos
chuzos o cuernos muy largos que salían de lo alto de la
cabeza, justo encima de cada ojo, apuntando también hacia-
adelante. Tenía dos bonitos y grandes ojos negros. a ·ambos
lados de la cabeza, E E, en uno de los cuales podía ver un
reflejo muy brillante de la ventana, lo que me hizo conjetu-
rar que su córnea era lisa como la de los insectos mayores.
Su movimiento era muy rápido y fuerte, siendo capai de
voltear con mucha facilidad una piedra o un terrón cuatro
veces tan grande como todo su cuerpo.
Varias veces después, en el mismo tiempo y lugar,
he observado con mi microscopio otro insectito que, aunque
no he adjuntado un dibujo suyo, puede ser digno de aten-
ción por su extraordinaria rapidez y pequeñez 4• Era tan
pequeño como un ácaro, con un cuerpo diminuto y lleno
de crestas, casi como una pulga. Tenía ocho patas rojo sangre
no muy largas, aunque ligeras, así como dos cuernos o palpos
delante. Su movimiento era tan extraordinariamente rápido
que a menudo he perdido de vista uno que observaba a
simple vista; y por más que cuando no se hallaba asustado
podía seguir los movimientos de alguno con mi microscopio,
con todo, tan pronto como se espantaba, salía corriendo con
tal velocidad, girando y dando vueltas tan rápidamente, que
al instante lo perdía de vista.
Cuando observé por vez primera estos insectos o áca-
ros, comencé a conjeturar que sin duda había dado con los
errabundos padres de esos ácaros que hallamos en el queso,
la harina, el grano, las semillas, los barriles mohosos, el cuero
enmohecido, &c. Estas criaturitas, errando aquí y allá por
dondequiera, podrían invadir esos nuevos y agradables terri-
torios invitados a un lado y a otro por los efluvios mohosos
530 ROBERT HOOKE

de diversos cuerpos en putrefacción, pasando en ellos d


resto de su vida, que quizá dure un día o algo así, en una
existencia muy plena y alborotada, dejando su prole tras de
sí, la cuaJ, merced al cambio de suelo y país que ahora ha-
bita, podría ver muy alterado el corte de sus progenitores
y, como los moros trasladados a climas del norte de Europa,
tras una pequeña temporada cambiarían de piel y forma.
Esto parece tanto más probable en estos insectos, dado que
el suelo o cuerpo en que habitan parece ser casi medio su
padre, pues no sólo incuba y desarrolla plenamente esos
huevecitos o principios seminales, sino que parece incluso
hacerlos crecer y alimentarlos antes de que se incuben o
conformen, pues resulta bastante fácil .de observar que los
huevos de muchos otros insectos, y en especial de los áca-
ros, aumentan de tamaño tras haber salido del cuerpo de los
insectos, hinchándose a veces hasta alcanzar varias veces su
tamaño anterior, de modo que, siendo los cuerpos en que
se depositan medio su madre, por así decir, no nos extra-
ñará que tengan uR poder tan activo para cambiar sus formas.
[207] Sabemos por informes hasta qué punto las mujeres negras
manchan la descendencia de los españoles produciendo una
piel ni blanca ni negra, sino mulatos de piel morena.
Ahora bien, aunque propongo esto como cosa pro-
bable, aún no lo he visto hasta tal punto certificado por
observaciones como para concluir nada ni positiva ni nega-
tivamente respecto a· ello. Quizá una más· feliz diligencia
premie al curioso investigador con el descubrimiento de que
es verdad· esto que ahora conjeturo, con lo que obtendrá
una explicación satisfactoria de la causa de esas criaturas
cuyos orígenes parecen aún tan oscuros, pudiéndole dar ra-
zones para creer que muchos otros seres animados, que
parecen ser casi meros productos de la putrefacción, se
puedan ennoblecer con una genealogía tan antigua como la
primera creación, superando cumplidamente a los mayores
seres por sus numerosas generaciones. Mas, por otro lado,
si se hallara que éste u otro cuerpo animado no posee tal
padre inmediato, en otro lugar hé propuesto una hipótesis
conjetural 5 mediante la que se pueden resolver con bastante
plausibilidad esos fenómenos y con la que la infinita sabi-
MICROGRAFÍA 531
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 533

doria y providencia del Creador resulta no menos rara y


asombrosa.

Observ. LI. Del insecto con forma de cangrejo 1•

H acaso que unaleyendo


ALLÁNDOME un día de septiembre, observé al
criatura muy pequeña reptaba muy len-
tamente por el libro que leía. Teniendo conmigo un micros-
copio, observé que se trataba de una criatura de forma
muy poco usual, aunque no por ello menos notable~ tal
como se representa en la segunda Figura de la Plancha 33.
Era aproximadamente del tamaño de un ácaro grande o
algo mayor. Tenía diez patas, ocho de las cuales, A A A A,
terminaban en garras muy afiladas, siendo aquéllas sobre
las que caminaba y asemejándose mucho a las de un can-
grejo, al que en otros muchos aspectos se parecía esta cria-
tuñta, pues las otras dos garras, B B, que eran las más dé-
lanteras de todas diez, pareciendo salir de su cabeza como
los euernos de otros animales, estaban conformadas exacta-
mente como las garras de los cangrejos o los bogavantes.
En efecto, estaban conformadas y articuladas muy a la ma-
nera representada en la Plancha, estando sus extremos ar-
maclos de un par de garras o pinzas, e e, que este animalito
abría y cerraba a voluntad. Parecía emplear estos dos cuernos
o garras tanto a modo de palpos como a manera de mor-
dazas, pues al moverse las llevaba en alto extendidas por
ddante, moviéndolas aquí y allá tal y como haría con sus
manos una persona con los ojos vendados que temiese dar
contra una pared. Si ponía un pelo delante, rápidamente
lo agarraba con estas garras, pareciendo sujetarlo cori fir-
meza. Ahora bien, por más que estos cuernos pareciesen
servirle para ambos usos, esto es, para palpar y agarrar, con
todo ni parecía ciego, presentando dos manchitas negras,
D D, que por su constitución y el brillante reflejo se dirían
sus ojos, ni carecía de otras manos, poseyendo otro par
de garras, E E, situadas muy cerca de su hoca, a la que pa-
recían adosadas.
534 ROBERT HOOKE

Todo su cuerpo se hallaba recubierto con placas de


[208] armadura, como es usual en todos esos tipos de criaturas
crustáceas, en especial en torno a sus abd6menes, parecien-
do de tres clases. La cabeza, F, pareda cubierta de ~a es-
pecie de capa escamosa; el tórax, de dos capas lisas o ani-
llos, G G, y el abdomen, de ocho abultadas 2• No pude
hallar con certeza si bajo estas últimas capas tenía alas, pero·
sospecho lo contrario, pues no he encontrado ningún insec-
to alacio con ocho patas, estando siempre dos de ellas conver-
tidas en alas, y, en su mayoría, los que sólo tienen seis, pre-
sentan alas.
Aunque nunca logré encontrar más de una de estas
criaturas, por lo que no pude realizar tantos exámenes como
en caso contrario hubiera realizado, no obstante, debido a la
gran curiosidad que me ofrecía por su forma, la dibujé para
mostrar que con toda probabilidad la naturaleza había acu-
mulado en este insecto tan diminuto tantos y tan excelentes
dispositivos como en el cuerpo de un cangrejo máximo, que
quizá lo supere en tamaño algunos millones de veces. En
efecto, por lo que atañe a las partes visibles, se da una
multiplicidad de partes más bien. mayor que menor, pues
cada pata posee tantas partes y tantos artejos como las
de un cangrejo y, es más, tantos pelos o cerdas. Lo mismo
puede ocurrir en todas las demás partes visibles, siendo
muy plausible que las curiosidades internas no sean menos
excelentes, siendo una regla general en los procedimientos
de la naturaleza que cuando comienza a exhibir alguna exce-
lencia, si se examina más de cerca el objeto, habrá de ma-
nifestar que no hay menos curiosidad en esas partes que
nuestra vista no puede alcanzar por sí sola que en aquellas
más obvias.
MICROGRAFÍA 535

Observ. LII. Del pequeño gusano de los libros


de color de plata 1•

A SÍ como entre los animales mayores hay muchos con es-


camas, tanto para omamentaqón como para defensa,
así tampoco faltan otros tales entre los cuerpos menores de
los insectos, de lo que nos sumin.istra un ejemplo esta criatu-
rita. Se trata de un pequeño gusano o polilla de brillo pla-
teado blanco que hallo en mucho trato con libros y papeles,
y se supone que es él qwen corroe y abre agujeros en las
hojas y pastas. A simple vista parece una pequeña polilla
reluciente de color de perla que, al sacar libros y papeles en
verano, se observa a menudo deslizarse y escapar velozmente
a alguna grieta donde guarecerse y protegerse de cualquier
peligro que aceche. Su cabeza aparece grande y roma, ahu-
sándose el cuerpo a partir de ella hacia la cola, tornándose
cada vez menor y presentando casi la fc;>rma de una za-
nahoria.
La imagen microscópica mostrará estos extremos con
mayor claridad, presentando en la tercera Figura de la Plan-
cha 33 un cuerpo cónico dividido en catorce secciones dis-
tintas que parecen otras tantas capas o corazas que recubren
todo el cuerpo. Cada una de estas capas está a su vez cu-
bierta Q tejada con una multitud de pequeñas escamas finas
y transparentes que, debido a la multiplicidad de sus super-
ficies reflectantes, hacen que todo el animal aparezca de un
color de perla 'perfecto.
Lo cual, dicho sea de paso, nos puede sugerir la razón (209]
de ese aspecto tan admirado de esos cuerpos que se tienen
en tanta estima, así como también las conchas de madre-
perla y multitud de otras sustancias de conchas marinas,
pues constando todas ellas de un número infinito de capas
muy finas u orbiculaciones laminadas, provocan tal multitud
de reflejos, que su combinación con las reflexiones de otras
que son tan finas como para producir colores (la causa de
los cuales he expuesto en otro lugar) 2 produce una reflexión
de la luz muy grata. Parece probable que sea ésta la causa,
primero, porque todos esos cuerpos que así aparecen están
536 ROBERT HOOKE

compuestos por multitud de sustancias en placas, y además


porque se pueden producir fenómenos similares ordenando
cualquier sustancia transparente de esta manera. Esto se ve
muy claramente soplando vidrio en capas extremadamente
finas y rompiéndolas luego en escamas, cosa que cualquier
fabricante de lámparas hará inmediatamente. En efecto, una
buena cantidad de estas escamas, puestas juntas en un
montón, pueden asemejarse mucho a las perlas. Otro pro-
cedimiento no menos instructivo y agradable es un sistema
que he empleado varias veces y. que consiste en trabajar
y sacudir, por decir así, una muestra de vidrio cristalino
puro mientras se mantiene al rojo vivo en la llama soplada
con un fuelle, pues por tal medio ese cuerpo puramente
transparente se dividirá de tal modo en un infinito número
de placas o pequeños hilos con· capas· y fibras de aire inter-
puestas, que de la multiplicidad de reflexiones de cada una
de esas superficies internas se puede tirar un curioso alam-
bre con aspecto de perla o plata que, por más pequeño que
sea, resultará opaco. Lo mismo he fabricado con una mezcla
de colofonia roja, trementina y un poco de cera de abejas,
pudiéndose hacer también con liga y cuerpos glutinosos y
transparentes similares; pero volvamos a nuestra descripción.
La cabecita roma de este insecto estaba provista
por ambos lados de un racimo de ojos, cada uno de los
cuales sólo parecía contener unos pocos en comparación
con los que he observado en los racimos de otros insectos.
Cada uno de estos racimos estaba rodeado de una fila de
pequeñas cerdas muy parecidas a los cilios o pelos de los
párpados, sirviendo tal vez a los mismos fines. Tenía dos
largos cuernos delante que eran rectos y se estrechaban
hacia la punta, hallándose curiosamente anillados o abulta-
dos y llenos de cerdas de manera muy parecida a la de esa
planta de pantano llamada cola de caballo o de gato 3 , pre-
sentando en cada nudo una faja orlada, si la puedo llamar
así, de pelillos, así como algunas cerdas mayores y más
largas distribuidas aquí y allá entre ellos. Después de ellos
presentaba dos cuernos o palpos más cortos que estaban
anillados y orlados como los anteriores, si bien carecían
de cerdas, teniendo los extremos romos. La parte trasera
de la criatura terminaba en tres colas semejantes en todos
MICROGRAFÍA 537

los detalles a los dos cuernos más largos que crecían en


su cabeza. Sus patas estaban .cubiertas de pelos y escamas
muy a la manera del resto, aunque no se representan en
esta Figura porqu~ al estar la polilla atrapada en pega-
mento, sus patas no se veían con la lente que miraba per-
pendicularmente sobre la espalda. ·
Probablemente este animal se alimente del papel
que cubre los libros, perforándolos con agujeros redondos,
hallando. quizá un alimento adecuado en esas cáscaras de
cáñamo o lino que ha pasado por tantos fregados, lavados, [210]
cepillados y secados que las partes del papel viejo han de
haber sufrido necesariamente. Al parecer, las facultades di-
gestivas de estas criaturas son aún capaces de operar so-
bre esas partes resistentes, reduciéndolas a otras formas.
Ciertamente, cuando considero· qué montones de ase-
rrín o astillas mete en sus entrañas esta criaturita (que
constituye uno de los dientes del tiempo), no puedo dejar
de recordar y admirar el excelente dispositivo de la na-
turaleza, que pone en los animales un fuego tal que se ali-
menta y suple continuamente de los "materiales llevados al
estómago y se fomenta mediante los fuelles de los pulmo-
nes. Además, dispone de tal modo la tan admirable estruc-
tura de los animales, que hace que el mismo gasto y con-
sumo de dicho fuego sea el instrumento para procurar y
recolectar más materiales para crecer y alimentarse, cosa
que ciertamente parece constituir el fin principal de todos
los dispositivos observables en los brutos.

Observ .. LIII. De una pulga 1•

L cripción
fuerza y belleza de esta criaturita merecería una des-
A
aunque no tuviese ninguna otra relación con
el hombre.
Por lo que atañe a su fuerza, el microscopio no pue-
de hacer mayores descubrimientos que la simple vista, si
exceptuamos que la curiosa disposición de sus patas y ar-
tejos para ejercer dicha fuerza queda claramente de maní-
538 ROBERT HOOKE

fiesto, de manera que ninguna otra criatura que haya oh--


servado hasta ahora tiene nada similar. En efecto, sus ar-
tejos están de tal forma adaptados que, por así decir, pueden
plegarse uno dentro de otro para estirarse de repente o ha-
cerlos saltar en toda su longitud; esto es, en las patas de-
lanteras, la parte A de la Plancha 34 descansa dentro de
B, y B, dentro de C, paralelas o unas al lado de otras; las
partes de las dos siguientes descansan al contrario, esto
es, D hacia fuera de E, y E hacia fuera de F, aunque pa-
ralelas también; ahora bien, las partes de las patas tra-
seras, G, H e 1, se doblan hacia adentro, como las partes
de una regla de doble bisagra o como el pie, pierna y mus-
lo de un hombre. Pliega completamente estas seis patas
y cuando salta las estira del todo, con lo que ejerce toda
su fuerza de un golpe.
Mas, por lo que respecta a su belleza, el microsco-
pio muestra que está toda ella adornada con un traje de-
licadamente pulimentado de armadura sable limpiamente
articulada y plagada de una multitud de alfileres aguzadas,
casi con la forma de las plumas del puerco espín, o pun-
zones de acero cónicos y brillantes. La cabeza se ve embe-
llecida por cada lado con un ojo .negro, redondo y vivo, K,
detrás del cual aparece también una -pequeña cavidad, L,
en la que parece moverse aquí y· allá cierta película del-
gada llena de muchos pelillos transj>arentes que posible-
mente sean sus orejas. En la parte anterior de su cabeza,
entre las dos patas delanteras, tiene dos pequeños palpos
o más bien olfateadores, M M, con largas articulaciones que
tienen cuatro artejos y son pilosos como los de otras va-
rias criaturas. ·Entre ellos, presenta una pequeña probós-
[211 J cide o trompa, N NO, que parece constar de un tubo N N
y una lengua o succionador O que le he visto deslizar aden-
tro y afuera. Además de éstas, tiene también dos mandí-
bulas o mordedores P P que son un tanto parecidas a las
de una hormiga, aunque no pude ver que fuesen dentadas.
Tenían en gran medida la forma de las hojas de un par
de tijeras de punta redonda, abriéndose y cerrándose de la
misma manera. Con tales instrumentos, esta ajetreada cria-
turita muerde y horada la piel para chupar la sangre de
un animal, dejando la piel inflamada con una pequeña man-
MICROGRAFÍA 539
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 541

cha roja redonda. Estas partes son muy difíciles de descu-


brir porque en su mayoría están tapadas por. las patas de-
lanteras. Hay muchos otros detalles que siendo más ob-
vios y no suministrando mayor información, pasaré por
alto, remitiendo al lector a la Figura.

Observ. LIV. De un· piojo 1•

Es ésta una criatura tan entrometida que tarde o tem-


prano todos la habrán de conocer, tan activa y tan
insolente que irrumpirá en la compañía de todos, y tan
orgullosa amén de pretenciosa que no ·teme hollar a los
mejores, no amando nada más que una corona. Come y
vive muy alto, lo que la toma tan descarada como para
tirar de las orejas a quien se ponga en su camino, no des-
cansando hasta que haya sangre. N!l<la la tuÍba más que la
persona que se rasca la cabeza, como maliciando que se
está tramando y maquinando alguna canallada contra ella,
lo que en ocasiones la obliga a resguardarse en algún lugar
más humilde y bajo, corriendo por la espalda de las per-
sonas por más que vaya muy a contrapelo. Esta su perver-
sa disposición, habiéndola hecho más conocida que digna
de confianza, me habría eximido de seguir describiéndola
si no fuese porque mi fiel Mercurio, mi microscopio, me
trae otros informes acerca de ella. En efecto, éste me ha
descubierto, mediante la proyección sobre ella de una luz
muy brillante, que se trata·de una criatura de muy extraña
forma. Posee una cabeza conformada como se muestra en
la Plancha 3.5, señalada con una A, la cual parece casi có-
nica, aunque está un poco aplastada por los costados su-
perior e inferior. En su parte más gruesa y a cada lado de
la cabeza (en el lugar donde por así decir están las orejas
de ·otras criaturas) se sitúan sus dos ojos saltones, negros
y brillantes, B B, que miran hacia atrás, estando vallados
en torno por varios pequeños cilios o pelos que los rodean,
de manera que da la impresión de que esta criatura no
tiene muy buena vista delantera. No pareee presentar pár-
542 ROBERT HOOKE

pado alguno, por lo que quizá sus ojos estén situados de


manera que pueda limpiarlos mejor con las patas delante-
ras, siendo quizá ésa la razón de que eviten y huyan tanto
de la luz, pues estando hechos para vivir en los escondri-
jos sombríos y oscuros del cabello, por lo q~e quizá sus
ojos presenten una tan grande apertura, la luz clara y di-
recta, especialmente la del sol, necesariamente ha de mo-
lestarlos mucho. A fin de proteger estos ojos de recibir
cualquier daño de los pelos a través de lós que pasa, tiene
[212] dos cuernos que crecen delante, en el lugar donde uno
pensaría que tendrían que estar los ojos. Cada uno de és-
tos, e e, tenía cuatro artejos bordeados por así decir de
pequeñas cerdas. Desde ellos hasta la cúspide de su morro,
D, la cabeza parece muy ·redonda y afilada, terminando en
una nariz muy aguda, D, que· parece presentar un aguje-
rito que es el conducto por el que chupa la sangre. Ahora
bien, mientras que si se ·coloc1f sobre la espalda con el vien-
tre hacia arriba, tal como se encuentra en la Plancha 35,
parece presentar en diversas posiciones algo parecido a
manch1rulas o quijadas que se muestran en la Figura me·
diante E E 2, sin embargo, ·en otras posiciones esos trazos
oscuros desaparecían. Tras haber mantenido varios de ellos
en una caja durante dos o tres días, de manera que duran-
te todo ese tiempo no tuviesén nada con que alimentarse,
tras dejar que uno de ellos trepase por mi mano, hallé
que inmediatamente se ~nía a chupar sin que pareciese
ni hundir su nariz muy profundamente en la piel ni abm
ningún tipo de boca, aunqi,ie podía percibir claramente una
pequeña corriente de sangre que venía directamente de su
hocico, pasando a su abdomen. En torno a A parecía haber
un dispositivo un tanto similar a una bomba, un par de
fuelles o un corazón, pues merced a una rapidísima sístole
y diástole, la sangre parecía ser extraída de la nariz e im-
pulsada al cuerpo. Por más que lo observé un buen rato
mientras estaba chupando, no parecía en absoluto hincar
en la piel más que la mismísima punta, D, de su nariz, sin
que provocase tampoco el menor dolor sensible, a pesar
de lo cual la sangre parecía correr a través de su cabeza
con mucha rapidez y libertad, de modo que, al parecer,
no hay parte alguna de la piel por la que no se halle dis-
MICROGRAFÍA 543
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 545

persa la sangre; es más, ru siquiera en la cuticula, pues


aunque hubiese hundido toda su nariz en ella, desde D
hastac c, no habría alcanzado el supuesto grosor de ese
tegumento, no siendo la longitud de la nariz más que una
tricentésima parte de una pulgada [0,085 mm]. Tiene seis
patas cubiertas por un caparazón .muy transparente, articu-
ladas exactamente como las de un cangrejo o un bogavante.
Cada pata está dividida en seis partes por estos artejos, que
present1µ1 aquí y allá diversos pelitos, teniendo en el ex-
tremo de cada pata dos garras muy adecuadamente adap-
tadas para su uso peculiar, viéndose así capacitado para
pasear con mucha seguridad ·por la piel y el cabello. Cier-
tamente esta disposición de sus patas es muy curiosa, no
pudiendo diseñarse de manera más cómoda y económica
que ésta para la realización de ambos movimientos reque-
ridos, el de pasear y trepar por el pelo de una cabeza hu-
mana. En efecto, al tener la garra menor (a) hasta tal pun-
to más corta que la mayor (b), cuando camina por la piel,
la más éorta no la toca, con lo que las patas son iguales
que las de un ácaro y otros diversos animales diminutos·;
pero gracias a los pequeños artejos de la_ garra más larga,
la puede doblar en redondo, agarrando así un cabello con
ambas garras, a la manera representada .en la Figura, siendo
.f;
el largo cilindro transparente, F F un pelo humano sos-
tenido por él.
El tórax parecía encerrado en otro tipo de sustan-
cia distinta de la del abdomen, a saber, una sustancia cór-
nea fina y transparente que no se tornaba fláctjda con el
ayuno de la criatura. A través de ella podía ver claramente
cómo la sangre Jhupada de mi mano se distribuía por va-
rias !?artes y se movía aquí y allá. En torno a G parecía
haber una sustancia blanca bastante grande que parecía
.moverse dentro de su tórax. Además, se veían muchísimos
vasos pequeños, blancos como la leche, que cruzaban el pe-
cho entre las patas y de los que salían muchísimas ramas [213 l
por cada lado, que parecían ser las venas y arterias, pues
lo análogo a la sangre en todos los insectos es blanco como
la leche.
El abdomen ·está cubierto asimismo de una sustan-
cia transparente, aunque se pJlrece más a una piel que a un
546 ROBERT HOOKE

caparazón, pues está granulada por todo el abdomen como


la piel de la palma de una mano humana, y cuando el vien-
tre se halla vacío, se pone muy fláccida y arrugada. En su
extremo superior está situado el estómago H H, siendo qui-
zá también la mancha blanca 1 1 el hígado o páncreas, que,
merced al movimiento peristáltico de las tripas, se mueve
un tanto aquí y allí, no con una sístole y diástole, sino
más bien con un movimiento de opresión y empuje. Al
observar una de estas criaturas después de que hubiese ayu-
nado dos días, toda la parte posterior estaba flaca y flácci-
da, la mancha blanca I I apenas se movía y la mayoría de
las ramificaciones blancas habían desaparecido, así como
también la mayor parte del enrojecimiento o sangre chu-
pada de las tripas, cuyo movimiento peristáltico apenas era
discernible. Mas, tras permitirle que chupara, inmediata-
mente llenó cuanto fue posible la piel del vientre y de los
seis abultamientos festoneados de cada lado, el estómago
y las tripas se llenaron hasta los topes, y los movimientos
peristálticos de la barriga, así romo el movimiento impelen-
te de I I s~ hicieron rápidos. Una multitud de vasos blan-
cos como la leche, que quizá fuesen las venas y arterias, apa-
recieron rápidamente llenos y turgentes, estando tan ham-
brienta la criatura que aunque ya no le cabía más, con todo
proseguía chupando más rápidamente que nunca, así como
vaciándose con la misma rapidez por detrás. La digestión
de esta criatura ha de. ser muy veloz, pues aunque vefa
que la sangre que chupaba era más espesa y negra, cuando
estaba en las tripas era de un color rubí muy bonito, apa-
reciendo blanca aquella parte que se digería en las venas.
De ahí que parezca que una ulterior digestión de la sangre
la torne en leche o al menos de un ·color parecido. Otras
de las cosas que se pueden observar en la constitución de
esta criatura se pueden ver en la Plancha 35.
MICROGRAFÍA 547

Obsetv. LV. De los ácaros.


ELtopado
menor de los reptiles con los que hasta aho~ame he
es un ácaro, una criatura de la que hay algu-
nas tan extremadamente pequeñas que la vista más aguda
es incapaz de distinguirlas sin asistencia de lentes, por más
que siendo en sí mismas blancas, se muevan sobre una su-
perficie negra y lisa. Los huevos en que parecen incubarse
estas criaturlls son aún menores, pues usualmente no son
más de cuatro o cinco centésimas partes de un ácaro bien
desarrollado, no siendo esos ácaros plenamente desarrolla-
dos mucho mayores de una centésima de pulgada [O ,25
milímetros] de grosor. Así, de acuerdo con este cálculo,
deben de caber no· menos de diez ·millones de ácaros ple-
namente desarrollados en una pulgada cúbica [ 16,4 cm3 ]
y quinientas veces más huevos.· · ·
A pesar de esa pequeñez, un buen microscopio des-
cubre que esas manchitas móviles son insectos muy bella-.
mente formados, cada wio de los cuales está dotado de [214]
ocho patas bien formadas y proporcionadas, cada una de
las cuales está articulada o se puede doblar por ocho lu-
gares diferentes o artejos 1, cada µno de los cuales está cu-
bierto en su mayor parte por uná costra muy transparen-
te, hallándose bordeado el extremo inferior de la costra
de cada artejo por varios pelitos. La disposición de los ar-
tejos parece ser la mismísima de la de las patas de caiigre-
jos y bogavantes, y asimismo c~mo ellas terminan todas en
una garra o punta muy aguda. Cuatro de estas patas están
de tal modo situadas que parecen andar para adelante, mien-
tras que las otras cuatro están colocadas en posición total-
mente contraria, con las cuales llevan el cuerpo hacia atrás
cuando la ocasión lo exige.
El cuerpo *, como en otros insectos mayores, cons-
ta de tres regiones o partes. La trasera o abdomen, A, pa-
rece cubierta por un caparazón continuo; la media o pecho
parece dividida en dos caparazones, B C, que deslizándose
el uno dentro del otro, permiten al ácaro encogerse y es-
* Fig. 1, Plancha 36.
548 ROBERT HOOKE

tirarse cuando lo pida la ocasión, cosa que también ocurre


con el hocico D. Todo el cuerpo es hermosamente trans-
parente, de manera que se pueden ver en su interior di-
vers0s moviinientos cuando se mira al trasluz. Todas las
demás partes también son más fáciles de dibujar al trasltiz
que en otras posiciones respecto a la luz. El caparazón,
especialmente el que cubre la espalda, está curiosamente
pulido, de modo que es fácil de ver, como en un espejo
convexo o bola de cristal azogada, la imagen de todos los
objetos en derredor. Arriba y abajo, en diversas partes de
su cuerpo, presenta varios pelitos largos y blancos que sa-
len del caparazón y que son a menudo más largos que todo
el cuerpo, estando representados demasiado cortos en la
primera y segunda Figuras. Todos ellos parecen muy rectos
y flexibles, excepto tan sólo dos en la parte delantera de
su cuerpo y que parecen ser los cuernos, tal y como se
puede ver en las Figuras, la primera de las cuales es una
petspectiva de un tipo menor de ácaro (que usualmente es
más rechoncho) que pasaba de aquí para allá, mientras
que la seglinda es la perspectiva que ofrece uno fijado por
la cola (mediante un poco de pegamento· de boca 2 exten-
dido sobre el portaobjetos). mostrando el modo de desarro-
llo de las patas junto con sus diversos artejos.
Estas criaturas son muy diversas en forma, color y
otras varias propiedades según la naturaleza de la sustancia
de Ja que parecen engendrarse. y alimentarse, siendo en una
sustancia más largas y· en otra más redondas, en una más
pilosas y en otra más lisas, en ésta más ligeras y en aqué-
lla más lentas, aquí más pálidas y blancas y allí más ma-
rrones, más negras, más transparentes, &c. He observado ..
que residen casi en todo tipo de· sustancias mohosas y en
vías de putrefacción, y las he visto enredándose entre los
matorrales de moho, yaciendo a veces dormidas bajo ellos,
y no resulta improbable que se alimenten de esa sustancia
vegetal, pues los vegetales espontáneos parecen un alimen-
to bastante adecuado para los animales espontáneos.
Ahora bien, que. esta o cualquier otra criatura sea
.así o no es algo que no puedo determinar positivamente a
partir de algún experimiento u observación que haya hecho
hasta ahora. Mas, como sugerí anteriormente 3, parece pro-
MICROGRAFÍA 549

Schem XXXVI .
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 551

bable que· algún tipo de ácaro errabundo pueda sembrar,


por así decir, las primeras semillas o poner los primeros hue-
vos en aquellos lugares en que la naturaleza les ha ense-
ñado a conocer como convenientes para la incubaci6n y sus-
tento de sus pequeños. Y aunque quizá el padre primitivo [215]
pudiera ser de una forma muy diferente de la de la prole
por raz6n de la sustancia de la que ésta se alimenta o de
la regi6n (por así decir) que habita, con todo, tras un corto
espacio de tiempo, quizá incluso uno de éstos de la pro-
genie alterada, errando de nuevo desde su suelo nativo has-
ta caer por azar en el mismo lugar del que procedía su pa-
dre primitivo, instalándose y sembrando allí, pueda producir
una generaci6n de ácaros de la misma forma y propiedades
del primer ácaro errabundo. Y por accidentes como éste
me inclino muCho a pensar que la mayoría de los tipos de
animales tenidos generalmente por espontáneos, poseen su
genealogía, por lo que quizá todos esos diversos tipos de
ácaros que se encüéntran por todas partes en diferentes
clases de sustancias en putrefacci6n puedan ser todos de la
misma especie, habiendo derivado inicialmente de una y la
misma clase de ácaros.

Observ. LVI.· ·ve una pequeña criatura criada en


una vid'.

DURANTE casi_.toda la primavera y verano hay una cier-


ta telaraña, por así decir, pequeña, redonda· y blanca,
del tamaño aproximado de un guisante, que ~e adhiere es-
trecha y firmemente a los tallos de las vides en espaldera
contra una pared. cálida. Si se examinan atentamente, pa-
recen recubiertas por la parte superior de una pequeña cás-
cara no muy distinta de las escamas o caparaz6n de un
piojo de la madera o piojo cerdo 2, un pequeño insecto ha-
llado usualmente en la madera podrida y que al tocarlo
se enrolla inmediatamente en forma de grano de pimienta.
Tras separar algunos de ellos del tronco, mediante mi micros-
copio hallé que constaban de un caparaz6n que ahora pa-
552 ROBERT HOOKE

recia ser con más probabilidad la cáscara de uno de esos


insectos, mientras que la piel parecía una especie de tela-
raña que constaba de gran abundancia de pequeños fila-
mentos o· hebras de telaraña. En el medio de éste, si no
habían eclosionado y escapado antes, siendo usualmente la
época de la eclosión hacia finales de ;unio o comienzos de
iulio, he hallado a menudo gran cantidad de pequeños hue-
vos marrones como A y B en la tercera Figura de la Plan-
cha 36, de tamaño muy similar al de los huevos de ácaro,
y otras veces me he encontrado con una multitud de in-
sectos conformados exactamente como el señalado con una
X en la tercera Figura. Su cabeza es grande, casi la mitad
del tamaño de su cuerpo, lo que resulta corriente en los
fetos de la mayoría de las criaturas. Tenía dos pequeños
ojos negros, a a, y dos cuernecillos largos, articulados y con
cerdas, b b. La parte posterior de su cuerpo parecía cons-
tar de nueve escamas, la última_ de las cuales terminaba
en una cola en forma de horquilla, muy parecida a la de un
cutio 3 o cochinilla de humedad, de la que salían dos pelos
largos. ·Corrían de aquí para allí muy velozmente y eran.
de uti tamaño muy similar al del ácaro· común, aunque al-
gunos eran menores. El más largo de ellos no parecía la
centésima parte de una pulgada [0,25 mm] y los huevos
no más de la mitad de eso. Parecían tener seis patas que
no eran visibles e~ éste que he dibujado aquí debido a que
estaban retraídas bajo su cuerpo. .
Si estas cfiminutas criaturas fuesen cochinillas de
humedad (lo que se puede conjeturar con gran probabilidad
tei;úendo en cuenta su propia forma y estructura, así como
[216] la piel o caparazón que crece sobre ellos), nos suministra-
rían un ejemplo de los que quizá no abunden en la natura-
leza del prodigioso desarrollo de esas criaturas después de
haber eclosionado y corrido por ahí, pues una cochinilla
de humedad común de aproximadamente media pulgada
[1,27 cm] no es menos de ciento veinticinco mil veces
mayor que una de éstas. Por más que parezca muy extra-
ño, he observado qu~ los jóvenes de algunas arañas man-
tenían casi la misnia proporción con sus madres.
Si esto es así, creo que inmediatamente sugiere una
pregunta que quizá merezca un poco más de consideración,
MICROGRAFÍA 55.3

y que es si no podría haber muchas de esas criaturas dimi-


nutas, como los ácaros y similares, que aunque ordinaria-
mente se piense lo contrario, no son más que los pollos
o crías de insectos mucho mayores, y no el insecto gene-
rador o padre que ha puesto los huevos. En efecto, habien-
do observado muchas veces esos huevos que usualmente
se encuentran en gran abundancia donde se hallan los· áca-
ros, parece un tanto extraño que un animal tan pequeño
haya de tener un huevo tan grande en proporción a su cuer-
po. Ahora bien, por otro lado he de confesar que, habiendo
mantenido varios de estos ácaros encerrados en una caja
bastante tiempo, no hallé que creciesen mucho más allá de
su tamaño usual.
No puedo imaginar qué sea la cáscara y telaraña de
esta pequeña sustancia blanca; a menos que ocurra que el
viejo, una vez impregnado de huevos, permanezca allí ad-
herido a la vid y muera, pudriéndose gradualmente todo el
cuerpo con -excepción ·de la "éáscara y los huevos del cuerpo.
Luego el calor o el fuego, digamos, de los rayos solares
que se aproximan vivificaría esos restos del padre corrupto
y, por así decir, de sus cenizas saldría una nueva descen-
dencia (como en la fábula del fénix) para la perpetuación
de la especie. La llamémosla telaraña en la que están en-
cerrados los huevos tampoco desdice mucho esta conjetu-
ra, pues merced a esas t.e~árañas que se ven transportadas
arriba y abajo por el aire tras una niebla (que he descu-
bierto con mi microscopio que están formadas de un nú-
mero infinito de pequeños filamentos o hilos 4) podemos
saber que dicha textura del cuerpo se puede hacer de otra
manera que por el hilado de un gusano.

Observ. LVII. De las anguilas en vinagre 1•

DE las pequeñas anguilas que se encuentran en diversos


tipos de vinagre poco tengo que añadir aparte de su
dibujo, que se puede encontrar pergeñado en la tercera
Figura de la Plancha 25. Esto es, tenían una forma muy
554 ROBERT HOOKE

parecida a la de una anguila, exceptuando que su nariz A


(que era un tanto más opaca que el resto de su cuerpo)
era algo más afilada y larga en proporción a su cuerpo~
mientras que su movimiento de serpenteo parecía ser sola-
mente arriba y abajo, mientras que el de las anguilas es
[217] sólo lateral. Parecía habér una parte más opaca en tomo
a B que quizá fuese sus agallas, pareciendo estar siempre
proporcionalmente a la misma distancia de su nariz, a par-
tir de la cual su cuerpo parecía adelgazarse hasta la punta
de su cola, C.
Sacando varias de ellas de su charca de vinagre con
la red de un trocito de papel de filtro y poniéndolas sobre
una placa de vidrio negra y lisa, hallé que ppdían ondular
y curvar su cuerpo casi como una serpiente, lo que me
hizo dudar si no serían una especie de anguila o sangui-
juela. .
No añadiré más observaciones sobre este diminuto
animal, pues me lo impiden las muchas excelentes ya publi-
cadas por el ingenioso Doctor Power entre sus observa-
ciones microscópicas, salvo tan sólo que al meter una cier-
ta cantidad de vinagre repleta de ellas en una pequeña re-
doma, tapándola muy bien del aire ambiente, todos los
gusanos encerrados murieron en muy poco tiempo como
si se hubiesen asfíxíado.
y que sus movimientos (contrari~ente a lo que
podemos observar en todos los demás insectos) parecen
extraordinariamente lentos. Mas la razón de ello parece pal-
maria, pues habiendo de moverse aquí y allá de la manera
en que lo hacen, sólo ondulando o serpenteando su cuer-
pO, la tenacidad o carácter glutinoso y la q~n~idad o resis-
tencia del medio fluido se toma tan extraordinariamente
sensible para sus extremadamente diminutos cuerpos que
ciertamente el que los muevan con tanta rapidez es para
mí un mayor motivo de asombro que el que no los muevan
más rápido. En efecto, la proporción entre su superficie y
su volumen es muchísimo mayor que la que presentan las
anguilas y los peces mayores 2, y además la tenacidad y
densidad del líquido a mover, al ser en gran medida la
misma tante> para unas como para otras, la resistencia o
impedimento que ahí deriva para los movimientos reali-
MICROGRAFÍA 555

zados a su través ha de ser casi infinitamente mayor para


las pequeñas que para las grandes. Esto es algo que halla-
mos verifi~do experimentalmente en el aire, que. aunque
sea un medio mil veces más rarificado que el agua, su re-
sistencia a los movimientos hechos a su través es con todo
tan sensible para los cuerpos muy diminutos que un plu-
m6n (la menor de cuyas partes parece con todo mayor que
estas anguilas, mientras que muchas de ellas, como el ca-
ñón y el tronco, son casi incomparablemente mayores) se
ve suspendido por él, siendo transportado aquí y allá como
si careciese de peso.

Observ. LVIII. De una nueva propiedad del aire


y otros varios medios trans¡aren-
tes denominada inflexión , me-
diante la cual se intentan resolver
muchísimos fenómenos importan-
tes, sugiriéndose otros usos di-
versos.

o ESDE la invención (y en cierta medida pedeccionamien-


to) de los telescopio!;, muchos han observado que el
sol y la luna próximos al horizonte se hallan deformados
(perdiendo su limbo. ciicular terminal de forma exactamen-
te redonda que se les observa cuando están situados cerca
del cénit), estando limitados por un borde mellado y den-
tado como una sierra (especialmente por los costados dere-
cho e izquierdo). He observado además que esta desigual- [218]
dad de sus bordes no permanece siempre constante, sino
que cambia continuamente merced a una especie de movi-
miento fluctuante no muy distinto del de las olas del mar,
de manera que esa parte del borde que hace sólo un mo-
mento estaba hundida o mellada se encuentra ahora salien-
te, hundiéndose rápi~ente de nuevo. Y no es eso todo,
sino que con el telescopio la totalidad del cuerpo de las
luminarias parece estar deprimida o aplastada, aparecien-
556 ROBERT HOOKE

do la parte superior, y más especialmente la inferior, más


próxima al centro de lo que realmente están, mientras que
la derecha y la izquierda aparecen más lejanas. De ahí que
toda el área parezca limitada por una especie de óvalo.
También se observa que en su mayor parte el cuerpo apa-
rece rojo o de algún color que se le aproxima mucho, como
algún tipo de amarillo, habiendo notado yo siempre que
cuanto más aplastados u ovalados están los bordes, más rojo
aparece el cuerpo, si bien no ocurre siempre a la inversa.
También se puede observar que tanto las estrellas fijas como
los planetas, cuanto más próximos están al horizonte, más
rojos y apagados aparecen y más se observa que parpadean,
hasta el punto de que he visto a la estrella del Can 2 vibrar
con una radiación de luz tan fuerte y brillante que casi" me
deslumbraba, desapareciendo casi al instante. También se
puede observar que esos centelleos brillantes próximos al
horizonte no son con mucho tan rápidos y prestos en sus
sucesiones como los más ligeros parpadeos de las estrellas
próximas al cénit. También es de señalar que las estrellas
próximas al horizonte parpadean con diversos colores, de
manera que en ocasiones aparecen rojas, otras más amari-
llas y a veces azules, y eso ~ando la estrella está bastante
alta sobre el horizonte. Además, he visto muy a menudo
que algunas de las estrellas· ae quinta o sexta magnitud
desaparecen en ocasiones durante un breve instante para
reaparecer más visibles y con mayor brillo. En varias oca-
siones he observado a simple vista que muchas estrellas
menores que podrían considerarse de séptima u octava mag-
nitud aparecían un rato desvaneciéndose luego. Al dirigir
un pequeño telescopio hacia aquella parte en que apare-.
cían y desaparecían,·· pude hallar en seguida que de ·heC:ho
había estrellas situadas tal y como las había observado a
simple vista y que se veían parpadear como las estrellas
visibles ordinarias. Es más, al observar algunas partes muy
notables del cielo con un tuvo de tres pies [915 mm],
pensé que ora podía, ora no podía ver en varias partes de
la constelación pequeños parpadeos de las estrellas, hacien-
do una brevísima aparición y desvaneciéndose inmediata-
mente. Ahora bien, tomando buena nota de los lugares en
los que parecían jugar así al escondite, recurrí a un tubo
MICROGRAFÍA 557

muy bueno de doce pies [3,66 m], con el que no era difí-
cil verlas, así como varios otros grados de estrellitas, y otras
aún menores que parecían de nuevo aparecer y desaparecer.
Estas últimas, dándole al mismo objetivo una apertura
mucho mayor, podía verlas clara y constantemente· apare-
cer y desaparecer en· sus lugares primitivos, de modo que
he observado unas doce diferentes magnitudes de estrellas,
menores que aqüellas de sexta magnitud normalmente se-
ñaladas en los globos.
Merced a las observaciones más precisas de los me-
jores de nuestros astrónomos modernos, se ha observado
y confirmado que todos los cuerpos luminosos aparecen so-
bre d horizonte cuando en realidad están bajo él. Así, d
Sol y la Luna se han visto ambos por encima dd horizonte [219]
en el momento en que la Luna sufría un eclipse. No insis-
tiré aquí en el caso de las grandes refracciones que se ha
observado que se dan en las cumbres de las montañas vistas
desde lejos, todo lo cual habla a favor de que la refrac-
ción en d horizonte es mucho mayor de lo que normal-
mente se creía hasta ahora.
También· he tenido constancia de que nó sólo d
Sol, la Luna, las estrellas y las altas cumbres de las monta-
ñas han sufrido este tipo de refracciones, sino también los
árboles y varios objetos brillantes del sudo. Me he perca-
tado muy frecuentemente del parpadeo del reflejo del Sol
en los cristales de las ventanas desde una buena distancia,
así como del de una vela en la noche, aunque no es tan
co~icuo. Asimismo, al contempiar la puesta de Sol, me he
dado cuenta muchas veces del temblor de árboles y arbus-
tos, así como de los bordes dd Sol. Muchos han notado
diversos de estos fenómenos, dando diferentes razones de
ellos, si bien aún no me he topado con ninguna plenamente
satisfactoria, si bien algunas de sus conjeturas han sido en
parte verdaderas, aunque en parte también falsas. Plan-
teándome, pues, la investigación de estos fenómenos, traté
primero de tomar nota muy diligentemente de los diferen-
tes detalles y circunstancias op~rvables en ellos," realizan-
do después diversos experimentos .particulares que pudiesen
aclarar algunas dudas, sirviendo para determinar, confir-
mar e ilustrar la verdadera y adecuada causa de cada uno.
558 ROBERT HOOKE

En conjunto, tengo muchas razones para pensar que la ver-


dadera causa de todos estos fenómenos procede de la infle-
xión o múltiple refracción de esos rayos de luz dentro del
cuerpo de la atmósfera, no procediendo de una refracción
producida por ninguna superficie límite del aire superior,
como tampoco de ninguna superficie así exactamente defi-
nida dentro del cuerpo de la atmósfera.
Esta conclusi6n se funda en dos proposiciones:
Primero, que un medio cuyas partes son de densi-
dad desigual y se mueven con diversos movimientos y trans-
posiciones mutuas producirá todos estos efectos visibles so-
bre los rayos de luz sin niguna otra causa coeficiente.
Segundo, que se da en el aire o atmósfera seme-
jante diversidad en sus partes constituyentes, tanto por lo
que atañe a la densidad y rareza como por lo que respecta
a las diversas mutaciones y posiciones respectivas.
Por densidad y rareza entiendo una propiedad de·
un cuerpo transparente que refracta más o menos un rayo.
de luz (que llega oblicuamente a su superficie desde un ter-
cer medio) hacia su perpendicular. Así, considero al vidrio
un cuerpo más· denso que el agua, y al agu.a_. un cuerpo
más raro que el vidrio, debido a las refracciones (que se
desvían más o menos hacia la perpendicular) que se produ-
cen en ellos de un rayo de luz procedente del aire que ten-
ga la misma inclinaci6n respecto a sus superficies.
Así, por lo que atañe al asunto de la refracci6n,
el espíritu de vino es un cuerpo más denso que el agua,
habiéndose hallado mediante un instrumento preciso que
mide los ángulos de refracción hasta los minutos, que para
el mismo ángulo de refracción de 30º 00' en ambos me-
dios, el ángulo de incidencia con agua era de unos 41º 35',
mientras que el ángulo de incidencia en la prueba con es-
píritu de vino era de 42º 45'. Sin embargo, por lo que res-
pecta a la gravedad, el agua es un cuerpo más denso que
[220] el espíritu de vino, pues la proporción de esa misma agua
al mismo espíritu de vino bien rectificado era como 21
a 19. ·
Así, por lo que respecta a la refracción, el agua es
más densa que el hielo, pues he descubierto mediante un
experimento de lo más cierto que exhibí ante diversas per-
MICROGRAFÍA 559

A A
f

\.

" ......_ ---


--- /

E
[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 561

sonas ilustres de la Sociedad Real, que la refracción del agua


era mayor que la del hielo, por más que algunos autores de
consideración hayan afirmado lo contrario y aunque el hielo
sea un cuerpo muy duro y el agua muy fluido 3 •
. Que la primera de las dos proposiciones preceden-
tes es cierta se puede poner de manifiesto mediante varios
experimentos. Así, en primer lugar, si se toman dos líqui-
dos que difieran el uno del otro en densidad, aunque han
de ser tales que se mezclen con facilidad, como el agua sa-
lada o salnluera y la dulce, o casi cualquier tipo de sal di-
suelta en agua y filtrada para que sea transparente, espí-
ritu· de vino y agua, o es más, espíritu de vino y espíritu ·
de vino, uno más rectificado que el otro, y muchos otros
líquidos; si (digo) se cogen dos cualesquiera de estos dos·
líquidos y se mezclan en una redoma de cristal en un cos-
tado de la cual se haya fijado o pegado un pequeño trozo·
redondo de papel y ·se agitan (de modo que sus partes se
perturben un tanto y se muevan .arriba y abajo), si se trata
de observar ese trozo redondo de papel a través del cuerpo
de los líquidos, se verá claramente que la figúra ondula, es-
tando indentada de manera muy semejante a como parece
estarlo el limbo del Sol visto ~ través de un telescopio,
salvo tan sólo que aquí las mutaciones son mucho más rá-
pidas. Y si en lugar de este círculo inayor se toma una man-
cha muy pequeña y se pega y se mira como la anterior, se
descubrirá que se ve en gran medida como el parpadeo de
las estrellas, aunque mucho más rápido. Estos dos fenó-
menos (pues par el momento no tomaré más en cuenta, aun-
que podría poner ejemplos de multitud de otros). han de
ser provocados· necesariamente por una inflexión de los
rayos dentro de las superficies limitantes del medio com- .
puesto, puesto que las superficies del cuerpo transparente
a través del que pasan al ojo los rayos no se ven en abso-
luto alteradas o cambiadas. ·
Esta inflexión (si la puedo llamar así) imagino que
no es otra cosa que una refracción múltiple provocada por
la densidad desigual de las partes constituyentes del medio
por las que el movimiento, acción o progreso del rayo de
luz se ve impedido para proceder en una línea recta, in-
flexionándose o deflexionándose por una curva. Ahora bien,
562 ROBERT HOOKE

que se trata de una línea curva es obvio por el siguiente


experimento. Cogí una caja, como la A D G E de la pri-
mera Figura de la Plancha 37, cuyos costados A B CD y .
E F G H estaban hechos de dos placas de vidrio lisas y
planas. Tras haber llenado la mitad con una solución muy
fuerte de sal, llené la otra mitad con agua dulce muy cla-
ra. Exponiendo luego la cara opaca D H G C al sol, obser-
vé la refracd6n y· la inflexión de los haces de sol, 1 D
& K H, y, marcando tan exactamente como pude los pun-
tos P, N, O, M por los que pasaba el rayo K H a través
del medio compuesto, hallé que estaban en una línea curva,
pues siendo las partes del medio cada vez más densas cuan-
to más próximas estuviesen al fondo, el rayo p, f se des-
viaba progresivamente hacia abajo de la línea recta 4•
Esta inflexión se puede explicar mecánicamente, sea
[221] por los principios de · Monsieur Des Cartes, concibiendo
que los glóbulos del tercer elemento encuentran cada vez ·
menos resistencia por aquel lado que está hacia abajo, o
por un procedimiento que ya he explicado en la disquisi-
ción acerca de los colores 5 y que deriva .cfe una oblicuid11d
del pulso de luz por la que la p:me inferior se ve conti ·
nuamente promovida y, por ende, refractada hacia la per-
pendicular que corta los oi:bc;s en ángulo recto. No me pa-
raré a examinar cuál es la .forma particular de esta línea
curva, especialmente porque puede haber tantos tipos de
ella cuantas variedades haya de posiciones de los gra-
dos intermedios de densidad ·Y rareza entre el fondo y la
parte superior del medio inflectante.
Podría presentar muchos más ejemplos y experi-
mentos para ilustrar y demostrar esta primera proposición,
a saber, que algunos cueri>os tienen una constitución tal
que provoca una inflexión. Eso por no mencionar las que he
observado en el cuerno, concha de tortuga, gomas trans-
parentes y sustancias resinosas, las venas de vidrio y más
aún las de cristal fundido, con las que se topan y de las
que tanto se quejan los pulidores de lentes y otros, las cua-
les podrían demostrar suficientemente su verdad a cualquier
observador diligente.
Pero supongo que con este ejemplo habré dado
prueba suficiente (a saber, una demostración ocular) para
MICROGRAFÍA. 563

poner de manifiesto que se da tal modulación o incurva-


ción de los rayos de luz que he denominado inflexión, dis-
tinta tanto de la reflexión como de la refracción (puesto
que ambas se producen en las superficies y ésta sólo en el
medio), así como también que es capaz o se basta para
producir los efectos que le he atribuido.
Por tanto, resta mostrar que se da tal propiedad en
el aire y que basta para producir todos los fenómenos antes
m~cionados, siendo, por tanto, la principal cuando no la
única causa de ellos.
Primero, que hay tal propiedad se puede probar por
esto, que las partes del aire están algunas .de ellas más con-
densadas y otras más rarificadas, sea por el diferente calor
o por la diferente presión que soportan o bien por los va-
pores un tanto heterogéneos dispersos en ellas. En efecto,
cuanto más o menos rarificado esté el aire, más o menos
refractará un rayo de luz (que venga de un medio más
denso) respecto a la perpendicular. Se hallará que esto es
cierto si se ensaya este experimento.
Tómese una pequeña burbuja de vidrio con la forma
de la de la segunda Figura de la Plancha 37, y calentan-
do mucho el vidrio, rarificando de este modo muchísimo el
aire contenido o, lo que resulta mejor, rarificando en vapor
una pequeña cantidad de agua contenida en ella, lo cual
expulsará la mayor parte, si no todo el aire, y sellando luego
su pequeño cuello y dejándola
1
enfriar, si se coloca en un
instrumento conveniente, se descubrirá que se da una clara
diferencia por lo que respecta a la refracción.
Como en esta segunda Figura, supóngase que A re-
presenta una pequeña mira o agujero a través del cual el
ojo apunta a un objeto, como C, a través de la burbuja de
vidrio B y de la segunda mira L. Todo ello permanece
exactamente fijado en sus lugares correspondientes, teniendo
el. objeto e un tamaño y ocupando una posición tales que
parezca tocar justamente el borde superior e inferior del
agujero L, con lo que todo él se verá a través cie la pequeña
burbuja de vidrio con aire rarificado. Rompiendo luego el [222]
pequeño cuello sellado de la burbuja (sin menear para nada
las miras, el objeto o el recipiente), dejando pasar el aire
exterior, comprobaremos que no podemos ver los extre-
564 ROBERT HOOKE

mos finales del objeto, sino que los rayos limítrofes, A E


y AD (que anteriormente se refractaban a G_y a F merced
al aire rarificado), procederán casi directamente a 1 y H,
alteración de los rayos que ha de ser provocada necesaria-
mente por la variación del medio contenido en el recipien-
te B (viendo que no hay otra alteración en el aparato con
que se ensaya este experimento, salvo tan sólo la admisión
o exclusión del aire condensado). La mayor dificultad en la
realización de este experimento deriva de las desiguales su-
perficies de la burbuja, que producirán una imagen desigual
del objeto.
Ahora bien, que existe tal diferencia en las partes
superio(CS e inferiores del aire es algo que se deriva COA
bastante claridad de la reciente mejora del experimento
torricelliano que se ha ensayado en la cumbre y el pie de
las montañas 6 ' pudiendo ilustrarse e investigarse aún más
por un medio que ingenié hace algún tiempo, utilizándolo
para hallar por qué grados· pasa el aire desde tal grado de
densidad a tal otro de rareza; así como otro para hallar
qué presión se precisaba para hacerlo pasar de tal .grado
de rarefacción a una determin_ada densidad, experimentos
que, dado que pueden ser útiles para ilustrar la presente
investigación, describiré· con .brevedad 7•

Tomé, pues*, un pequeño tubo de vidrio A B, apro-


ximadamente del grosor del cañón de una pluma de cisne
y de cuatro pies aproximadamente [1,2 m] de longitud que
estaba tirado muy uniformemente, de modo que, que yo
pudiese ver, ninguna parte era más gruesa que otra. Este
tubo .(q~e estaba abierto por un extremo) lo encajé en otro
tubo pequeño, D E, que tenía una perforación pequeña de
tamaño suficiente para contener el tubo menor, el cual es-
taba sellado por un extremo y abierto por el otro. En torno
a este extremo abierto adherí con cemento una cajita de
madera, e, de manera que al llenar el tubo mayor y una
parte de la caja con azogue podía hundir en él el tubo menor
hasta que se hallase por completo cubierto por el azogue.
Habiéndolo hecho así, sujeté mi tubo mayor a la pared, de

* Fig. 3.
MICROGRAFÍA 565

manera que pudiese quedar más estable, y sumergiendo com-


pletamente el tubo pequeño bajo el mercurio de la caja,
tapé muy firmemente su extremo superior con cemento. Ele-
vando luego el tubo pequeño, lo icé mediante una pequeña
polea y una cuerda que había atado al techo de la habita-
ción, hallando que la altura del cilindro mercurial era de
unas veintinueve pulgadas [73,66 cm].
Haciendo descender de nuevo el tubo, abrí el extre-
mo y luego hundí el tubito hasta ver que el azogue subía
en él hasta una marca que había puesto a una pulgada
[2,54 cm] justo de la parte superior. Aplicando inmediata-
mente un trocito de cemento que había mantenido caliente>
sellé muy firmemente con un hierro caliente la parte supe-
rior y, dejándolo luego enfriar (para que no sólo se en-
dureciese el cemento, sino más concretamente para que el
aire pudiese volver a su temperamento natural, correspon-
diente al día en que realicé el experimento), observé dili-
gentemente y hallé que el aire encerrado era exactamente
una pulgada [2,54 cm].
Se ha de reparar aquí en que, tras sellar el aire, el
extremo superior del tubo no ha de elevarse por encima
de la superficie del azogue de la caja hasta tanto la super- (223]
ficie del que está dentro del tubo sea igual a aquélla, pues,
siendo el azogue (como he probado en otro lugar) 8 más
heterogéneo con el vidrio que con el aire, dentro del tubo
pequeño no ascenderá naturalmente a tanta altura como la
superficie del mercurio de la caja. Por consiguiente, se ha
de observar cuán por debajo de la superficie externa del
mercurio de la caja queda la del tubo cuando, estando abier-
ta la parte superior, se permite libre acceso al aire exterior.
Habiéndolo hecho así, permití que el cilindro o tu-
bito ascendiese de la caja, hasta que vi que el azogue del
tubo estaba dos pulgadas [50,8 mm] por encima del de la
caja, hallando que el aire se había expandido una dieciseisava
parte de pulgada [ 1,59 mm]. Extrayendo luego el tubito
hasta que hallé que la altura del azogue interior era de
cuatro pulgadas [101,6 mm] por encima del exterior, ob-
servé que el aire se expandía tan sólo 1/7 de pulgada
[3,63 mm] más de lo que lo estaba primero, ocupando el
.566 ROBERT HOOKE

1
espacio de 1 - de pulgada [29 mm]. Después elevé el tubo
7 .
hasta que. el cilindro tuviese seis pulgadas [ 1.52,4 mm]
de altura, hallando que el aire ocupaba en el tubo un espa-
2 .
cio de 1-de pulgada [31 mm]. A continuación, para 8,
.9
10, 12, &c., hallé que la expansión del aire para cada uno
de los cilindros era la que se expresa en la siguiente Tabla,
donde la primera columna significa la altura del cilindro
mercurial; la siguiente, la expansión del aire; la tercera, la
presión de la atmósfera o el cilindro más alto de mercurio,
que era entonces de cerca de treinta pulgadas [762 mm].
La última indica la fuerza del aire así expan(lido, pues, ha-
biendo hallado que el aire exterior mantendría el azogue a
treinta pulgadas [762 mm], ha de considerarse que todo
lo que falte de esa altura ha de atribuirse a la elasticidad
del aire que presiona hacia abajo. Por consiguiente, teniendo
la expansión en la segunda columna y la altura del cilindro
de mercurio subyacente en la primera, así como la máxima
altura del cilindro de mercurio qne por sí solo equilibra toda
la presión de la atmósfera, restando los números de la pri-
mera columna de ·los de la tercera, se tendrá la medida de
los cilindros así comprimidos y, consiguientemente, la fuerza
<lel aire para las diversas expansiones registradas 9•
MICROGRAFÍA 567

La altura del La expansión La altura del La fuerza de la [224]


cilindro de del aire. mercurio que elasticidad del
mercurio que, contrapesaba la aire expandido.
junto con la atmósfera.
elasticidad del
aire encerrado,
contrapesaba la
presión de la ,
atmósfera.
.... ,, -.....---- .....__..., . .... ~

00 01 30 30
02 01'.!16 30 28
04 01! 30 26
1
06 01!, 30 24
08 01! 30 22
J
JO 01! 30 20
j&
12 01! 30 18
J
14 01¡. 30 16
16 02! 30 14
•7
18 02! , 30 12
20· 03 30 10
22 03.; 30 8
24
25
26
05?¡
. 06!
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30
30
30
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4
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26!..
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1·0.!
13
.. 30
30
30
3¡.
3~
27•
3¡.
•s~ 30 3
568 ROBERT HOOKE

[2251 Tenía otras varias Tablas con las observaciones y


cálculos que había hecho entonces, pero, habiendo pasado-
más de doce meses desde que las confeccioné y habiendo
por ello olvidado muchas circunstancias y detalles particu-
lares, resolví repetirlas una vez más de nuevo, cosa que
hice el 2 de agosto de 1661 con el mismísimo tubo que
había empleado el año antes cuando hiciera por vez pri-
mera el experimento (pues, siendo muy bueno," lo había
consenrado con mimo) 10• Tras haberlo repetido una y otra
vez sin estar . plenamente satisfecho con algunos detalles,
finalmente, poniendo todas las cosas en buen orden, siendo
lo más cuidadoso y exacto posible con todas las circunstan-
cias que merecía la pena tener en cuenta, registré mis di-
versas observaciones en la siguiente Tabla, en cuya cons-
trucción no seguí exactamente el método empleado en. la
primera, sin~· que, habiendo oído últimamente hablar de la
hipótesis del señor Townly 11 , configuré mi modo de proce-
der _de m!Ulera que fuese más conveniente para el examen
de dicha hipótesis, y cuyo resultado se tiene en la parte
final de la última Tabla.
El otro experimento era hallar qué grados de fuerza
eran precisos para comprimir o condensar el aire en tal
o cual volumen.
El modo de proceder en él era como sigue. Tomé un
tubo de tinos cinco pies [ 152,5 cm] de largo, uno de cuyos
extremos· estaba sellado y doblado en forma de sifón, a la
manera representada en la cuarta Figura de la Plancha 37,
uno de cuyos lados, AD, que estaba abierto en A, era de
unas cip.cuenta pulgadas [ 127 cm] de largo, mientras que
el otro lado, B C, cerrado en B, no era mucho mayor de
siete pulgadas [ 17 ,8 cm] de largo. Poniéndolo luego com-
pletamente perpendicular, vertí en él un poco de azogue
. 7
y hallé que el aire B C era 6 - pulgadas [ 174,62 mm]
8
o casi siete [177,8 mm]. Vertiendo luego azogue en el
tubo más largo, seguí llenándolo hasta que el aire de su
parte más corta se contrajo hasta la mitad de las dimensio-
nes anteriores, hallando que la altura era de veintinueve
pulgadas [736,6 mm]. Realizando otros varios ensayos con
MICROGRAFÍA 569

otros diversos grados de condensación del aire, descubrí


que respondían exactamente a la "hip6tesis anterior ll-.
Ahora bien, habiendo olvidado muchos detalles {de-
bido a que había transcurriclo bastante tiempo desde que
lo había hecho la primera vez), y asimismo estando muy
insatisfecho con otros, repetí de nuevo el experimento y con
los diversos ensayos construí la primera parte de la siguien-
te Tabla, en la que en la primera columna de la izquier-
da, 24 significa las dimensiones del aire que sostiene tan
sólo la presión de la atm6sfera, que en aquel momento era
igual a un cilindro de mercurio de veintinueve pulgadas
[736,6 mm]. La cifra inmediata superior (20) era las di-
mensiones del aire tras sufrir la primera compresión debida
. 3
a un cilindro de mercurio de .5 - de altura [ 131,76 mm],
16
a la que si se añaden las veintinueve pulgadas de la presión
de la atmós/era, se obtiene que la fuerza elástica del aire así
3
comprimido es de 34 - - [868,36 mm], &c. 13
16
570 ROBERT HOOKE

[2261 Tabla del poder alástico del aire, calculado experi-


mental e hipotéticamente, según sus diversas
dimensiones.
Las dimen- La altura del El cilindro Lo que de- La suma o
siones del cilindro mer- mercurial su- herían ser diferencia de
aire ence- curial con- mado o res- según la bi- estos dos ci-
rrado. trapesado tado del an- p6tesis. lindros.
por la at- terior.
..__,_ ......__...,.._
m6sfera•
..__,_ ...._____ .....__....
12 29 t 29= 58 58
13 29 t 24!...'-
6- ·53~ 53~
14 29 t 2o;j= 49~ 49;
16 29 t 14== 43 43~
18 29 .. 9'-
¡-- 38¡. 38¡
20 29 t 5.!.-
!,- 34~ "'4.
, ¡
24 29 o=. 29 29
48 29- 14}= 14} 14~
96 29-= 22¡.= 6!. 7¡.

192 20- 25~= 3~ 3r
384 29- 27(= I~
g
¡ .Z ,,
576 29- 27}= I!. •
768
• ':f
29- 28!.= 01
i o!
11

960 29- 28¡.=. of 01 1

n52 29- .,
28!.= o";¡ o!.!"..
MICROGRAFÍA .571

De estos experimentos creo que podemos concluir [227]


sin riesgo que la elasticidad del aire es recíproca de su
extensión o al menos muy aproximadamente así. De ma-
nera que, aplicándolo a lo que ahora nos traemos entre
manos (que fue el motivo principal de que inventásemos
este tipo de eXperimentos), supondremos que hay un cilin-
dro indefinidamente extendido hacia arriba (digo un cilindro
y no un trozo de cono porque, coino quizá muestre en
otra ocasión al explicar la gravedad, creo que la triple
proporción de las capas de una esfera con respecto a sus
diámetros ha de eliminarse en este caso por la disminu-
cién de la fuerza de la gravedad) 14 y que la presión del
aire en la parte de abajo de este cilindro es lo bastante
fuerte para sostener un cilindro de mercurio de treinta pul-
_gadas [762 mm]. Ahora bien, dado que gracias a los muy
precisos experimentos del ilustrísimo e incomparable señor
Boyle, publicados en su ~erecidamente famoso libro de
Pneumática 15, se sabe que el peso del mercurio es al d~l
aire aquí abajo casi exactamente como catorce mil a uno,
si suponemos que las partes del cilindro de la atm6sfera
es en todas partes de igual densidad, tendremos (como él
deduce) que se extiende hasta la altura de treinta y cinco
mil pies [10,67.5 km] o siete millas. Pero,-dado que me-
diante estos experimentos hemos confirmado .un tanto la
hipótesis de la proporción recíproca de las elasticidades con
las extensiones, h~epios que, suponiendo que este cilin-
dro de la atm6sfera esté dividido. en mil partes, cada una
de las cuales es equivalent~ a treinta y cinco pies [ 10,7 m]
o siete pasos geométricos 16, es decir, de modo que cada una
de estas divisiones contenga tanto aire como el que se
supone que hay cerca de la tierra en un cilindro del mismo
diámetro y treinta y cinco pies [10,7 m] de altura, halla-
remos que el inferior presiona contra la superficie de la
tierra con todo el peso de las mil partes antes mencionadas.
La presión de la base del segundo contra la parte de arriba
del primero será 1000 - 1 = 999; la del tercero contra el
segundo, 1000 - 2 = 998; la del cuarto sobre el terce-
ro, 1000-3 = 997; la del superior sobre el 999 o el in-
mediato inferior, 1000 - 999 = 1, de manera que la ex-
tensión del inferior junto a la tierra será a la extensión del
572 ROBERT HOOKE

inmediatamente bajo el superior como 1 a 999, pues como la


presión soportada por el 999 es a la presión soportada por
el primero, así es la extensión del primero respecto a la del
999,.de manera que, merced a este cálculo hipotético, halla-
remos que el aire se extiende indefinidamente. En efecto, si
suponemos que todo el espesor del aire esté dividido, como
acabo de suponer, en mil partes, cada una de las cuales
contiene la misma cantidad de aire bajo distintas dimensio-
nes o alturas, hallaremos que el primer cilindro, cuya base
35
se supone que descansa sobre la tierra, se extenderá 35 - -
9CJlJ
pies [ 1068,5 cm]; la segunda división igual o cilindro, cuya
base se supone que descansa sobre la parte superior del
primero, tendrá su parte superior extendida a una altura
70 105
mayor, de 35--pies [1069,6 cm]; la tercera, de 35--
998 997
140
[1070,7 cm]; la cuarta, de 35--[1071,78 cm], y así
. 996
h.acia arriba, teniendo cada una de las cantidades iguales
de aire una dimensión medida por -35 y un número adicio-
nal expresado siempre a manera de fracción, cuyo numera-
dor es siempre el número de orden multiplicado por 35 y su
denominador. es siempre la presión de la atm6s/era soportada
por dicha parte, de modo que supongo que por este medio
podemos cal~lar fácilmente la altura de 999 de esas 1000 di-
[228] visiones. Sin embargo, la superior puede extenderse a .su
vez más de otro tanto, incluso quizá indefinidamente o más
allá de la luna, pues estando en proporción recíproca las
elasticidades y expansiones, dado que no podemos hallar aún
el plus ultra más allá del cual el aire ya no se expande, no
podemos determinar la altura del aire. .En efecto, puesto
que, como hemos mostrado, la proporción ha de ser siempre
como la presión soportada por cualquier parte es a 35,
así 1000 será a la expansión de esa parte. Por tanto, la
multiplicación o producto de la presión y expansión, esto
es, de los dos ~xt¡emos proporcionales, siendo siempre igual
al producto de. las. medias o 35.000, se sigue, dado que ese
rectángulo o producto se puede conseguir por la multipli-
MICROGRAFÍA 573

cación de una infinita diversidad de números, que la altura


del aire es también indefinicfa. Puesto que (por lo que yo he
podido comprobar hasta ahora) el aire parece capaz de una
expansión indefinida, la presión se puede disminuir al infi-
nito y, por ende, su expansión hacia arriba es asimismo
indefinida 17 • '

Existiendo, por tanto, tal diferencia de densidad


y no habiendo ningún experimento hasta ahora conocido
que demuestre que se dé un saltus o salto de un grado de
rareza a otro muy distinto, esto es, que una parte superior
del aire haya de diferir tanto de la inmediatamente sub-
yacente como para determinar una superficie distinta, tal
y como observamos entre el aire y el agua, &c., sino siendo
más plausible que haya un aumento continuo de rareza de
las partes del aire cuanto más alejadas estén de la superficie
de la tierra, se habrá de ·séguir necesariamente que (como
en el e:xperimento del agua salada y dulce) el rayo de luz
que pase oblicuam~te. a. través del aire de muy diversa den-
sidad se inflexionará o doblará continua e infinitamente res-
pecto al movimiento recto o directo.
Concedido esto, la razón de todos los fenómenos
antes mencionados, relativos al aspecto de los cuerpos celes-
tes, se deducirán con toda facilidad. Como:
Primero, el enrojecimiento del sol, la luna y las es-
trellas se hallará que está provocado por la inflexión de los
rayos dentro de la atmósfera. Que esto no se produce real-
mente en los cuerpos luminosos o en sus inmediaciones creo
que es algo que se concederá fácilmente viendo que, desde
lugares de distinta longitud, se observa simultáneamente
que dicho enrojecimiento es diferente, siendo en su mayor
parte rojas las puestas y salidas de sol de todos los sitios.
Y, en segundo lugar, creo que se concederá sin
muchas más dificultades que no se trata solamente del color
del aire interpuesto, viendo que podemos observar que un
gran intersticio de aire entre el objeto y _el ojo lo hace
aparecer de un azul desvaído, muy distinto de un rojo o
amarillo.
Pero, en tercer lugar, supongo que el siguiente expe-
rimento manifestará suficientemente que esto deriva de la
refracción o inflexión de los rayos por la atmósfera.
574 ROBERT HOOKE

Tómese una redoma cristalina esférica, como la di-


bujada en la quinta figura, A BCD, y, llenándola con agua
clara y transparente, expóngase a los rayos del sol. Cogien-
do luego un trozo de papel veneciano muy fino, aplíquese
[229] al costado del globo opuesto al sol, como es el costado B C,
y se verá aparecer un anillo rojo y brillante causado por la
refracción de los rayos A A A A, provocada por el globo.
En este experimento, si el vidrio y el agua son muy claros,
de modo que no haya arenas o burbujas en el vidrio ni
porquería en el agua, no se verá rastro de ningún otro color.
Para aplicar este experimento hemos de imaginar que la
atmósfera es _un gran_globo transparente-que al estar hecho
de una sustancia más densa que la otra o (lo que viene a ser
lo mismo) al tener sus partes más densas hacia el centro, los
rayos solares tangentes o inmediatamente interiores a los
tangentes a este globo se refractarán o inflexionarán desde
su tránsito rectilíneo hacia el centro del globo, de donde,
de acuerdo con las leyes de las refracciones producidas en
un prisma triangular y la generación del color establecida
en la descripción del cristal de Moscovia 18 , tiene que apa-
recer necesariamente un color rojo en el tránsito o pasaje
de esos rayos tangentes. Para hacer esto más claro, supon-
dremos (en la sexta Figura) que A BCD representa el globo
de la atmósfera y E F G H el globo opaco de la tierra en
su centro, de manera que las partes del aire que se hallan
próximas a ella, al soportar una gran presión, se ven por
ello muy condensadas. De ahí que esos rayos que por la
inflexión se tornan tangentes al globo de la tierra, así como
aquellos que van por fuera de ellos y que pasan por las
partes más condensadas de la atmósfera, como, por ejem-
plo, entre A y E, se vean inflexionados por la desigualdad
del medio hacia el centro, con lo que se engendrará nece-
sariamente un color rojo, tal y como se ve más claramente
en el lugar citado anteriormente. De ahí que cualesquiera
cuerpos opacos (como vapores y similares) que se eleven al
acaso hasta esas partes, reflejen un rojo hacia el ojo, con lo
que aparecerán más rojas aquellas tardes y mañanas que
tienen mayor cantidad de esos hálitos y sustancias vaporosas
exhaladas a una conveniente distancia de la tierra. En efec-
to, gracias a ello la inflexión se hace mayor 'y por ello el
MICROGRAFÍA 575

color también más intenso. Y al ser opacas varias de esas


exhalaciones, reflejan diversos de esos rayos que habrían
de pasar desapercibidos en un medio transparente homogé-
neo. Por consiguiente, vemos que cuando por casualidad
resulta que hay algunas nubes situadas en esas regiones, re-
flejan un rojo fuerte y vivo. Ahora bien, aunque esta refle-
xión pueda ser una causa considerable de este enrojecimien-
to, con todo no puedo excluir completamente el color de los
vapores mismos, los cuales pueden tener en sí algo de rojo
al ser en parte nitrosos y en parte fulginosos, tiñendo ambos
tipos de vapores los rayos que pasan a su través, como se
torna evidente mirando_ los cuerpos a través de los humos
del agua fuerte o espírft~ d~ nitró (como ha demostrado
la ilustre persona recientemente mencionada) 19 , así como
a través del humo de un fuego o chimenea.
Habiendo, pues, mostrado que es probable al menos
que el enrojecimiento matutino y vespertino pueda derivar
en parte de esta inflexión o refracción de los rayos, mostra-
remos a continuación cómo se habrá de deducir con similar
sencillez la forma ovalada.
Supongamos, pues, que E F G H en la sexta Figura
de la Plancha 37 represente la tierra; A BCD, la atmós-
fera; E I y EL, dos rayos provenientes del sol, uno del
borde superior y el otro del inferior. Al ser inflexionados [230]
por la atmósfera, estos rayos aparecen al ojo en E como si
proviniesen de los puntos N y O. Y puesto que el rayo L
posee una mayor inclinación que el 1 sobre la desigualdad
de la atmósfera, ha de sufrir una mayor inflexión y por
ende elevarse más por encima de su lugar verdadero, de
donde se seguirá que el lugar inferior aparecerá más próxi-
mo al superior de lo que realmente está, mientras que los
dos costados laterales, a saber, el derecho y el izquierdo,
al no sufrir ninguna alteración sensible por la inflexión
o, de sufrir alguna, al aumentar más bien que disminuir
el diámetro visible, como mostraré a continuación, por
todo ello la forma del cuerpo luminoso ha de aparecer
necesariamente un tanto elíptica.
Esto se verá más claramente si en la séptima Figura
de la Plancha 37 suponemos que A B represehta el hori-
zonte sensible, C D E F el cuerpo del sol realmente bajo
576 ROBERT HOOKE

él y G H I K el mismo apareciendo sobre él, elevado por


la inflexión de la atmósfera. Pues bien, si de acuerdo con
las mejores observaciones hacemos que el diámetro visible
del sol sea de treinta y tres o treinta y cuatro minutos, y la
refracción en el horizonte por el estilo o algo más, según
Ticho 20, el borde inferior del sol, E, se elevará hasta I;
mas, puesto que, según nos informa, el punto e se elevará
sólo 29 minutos al no presentar una inclinación tan grande
respecto a la desigualdad del aire, I G, que será el diáme-
tro perpendicular aparente del sol, será menor que C G, que
sólo es de 29 minutos, y, en consecuencia, seis o siete mi-
nutos más cortQ que el diámetro aparente sin refractar. Las
partes D y F se elevarán asiinismo a I;I y K, cuya refracción,
debido a su inclinación, será mayor que la del punto e, aun-
que menor que la de E. Por consiguiente, el semidiáme-
tro I L será más corto que el L G y, en consecuencia, la
parte inferior del sol aparente será más plana que la superior.
Ahora bien, dado que Ricciolo y Grimaldus 21 han
observado que los rayos procedentes de los lados izquierdo
y derecho del sol, &c., aparecen más distantes entre sí de
lo que realmente están, por más que (merced a muchísimas
observaciones que he realizado a este fin con un muy buen
telescopio dotado de una regla dividida) nunca pudiera
percibir ninguna alteración notable; con todo, de haber
realmente alguna, no estará de más mostrar que también
esto procede de la refracción o inflexión de la atmósfera,
cosa que será manifiesta 'si consideramos la atmósfera como
un globo transparente o al menos como una capa transpa-
rente que rodea a un globo opaco, y que siendo más densa
que el medio que la rodea, refracta o inflexiona hacia un
punto o foco todos los rayos paralelos que entran en ella,
de manera que en cualquier parte que se sitúe el observador
dentro de la atmósfera entre el foco y el cuerpo luminoso,
los rayos laterales han de converger necesariamente más ha-
cia su ojo por la refracción o inflexión de lo que lo harían
sin ella. Por consiguiente, el diámetro horizontal del cuerpo
luminoso ha de aumentar necesariamente 22 •
Esto puede manifestarse más claramente a la vista
en la sexta Figura; mas, puesto que sería un tanto tedioso
[231] y la cosa es lo bastante obvia de imaginar para cualquiera
MICROGRAFÍA 577

que la examine atentamente, más bien la pasaré por alto,


procediendo a mostrar que la masa de aire en las proximi-
dades de la superficie terestre consta o está formada por
zonas que difieren considerablemente entre sí por lo que
respecta a densidad y rareza. Por consiguiente, los rayos de
luz que pasan a su través se inflexionarán de diversas ma-
neras, aquí en una dirección y allí en otra, según que pasen
de esta o aquella manera a través de esas partes diferentes.
Además, hallándose siempre en movimiento dichas partes,
sea hacia arriba o hacia abajo, o a derecha o izquierda, o de
algún modo compuesto de éstos, mediante este movimiento
inflexionan los rayos ahora en esta dirección e inmediata-
mente en aquélla.
Esta inflexión irregular, desigual y variable de los
rayos de luz es la razón de que los limbos del sol, la luna,
Júpiter, Saturno, Marte y Venus parezcan ondular o danzar,
así como de que el cuerpo de las estrellas parezca temblar
o parpadear, pues por este medio sus cuerpos se ven ora
aumentados, ora disminuidos, ora elevados, ora bajados, ora
arrojados a la derecha, ora a la izquierda.
Que se da tal propiedad o distribución desigual de
las partes se pone de manifiesto por los diversos grados
de calor y frío que se encuentran en el aire, de los que
deriva una diversa densidad y rareza tanto por lo que res-
pecta a la cantidad como a la refracción, así como por los
vapores que se interponen (que, dicho sea de paso, por lo
que atañe a la refracción o inflexión, imagino que hacen
lo mismo que si se tratase de aire rarificado, así como que
esos vapores que ascienden son más ligeros y menos densos
que el aire ambiente que los hace flotar, mientras que los
que descienden son más pesados y más densos). Lo primero
se verá que es verdad si se toma un trozo de vidrio muy
grueso y, calentándolo bastante al fuego, se coloca sobre
otro trozo de vidrio similar o se cuelga al aire mediante
un trozo de alambre, mirando luego hacia algún objeto dis-
tante como la aguja de una torre o un árbol), de manera
que los rayos procedentes de dicho objeto pasen sobre el
vidrio antes de penetrar en nuestro ojo. En ese caso, se en-
contrará tal temblor y ondulación del objeto remoto que
molestará mucho la vista. Se puede observar un movimiento
578 ROBERT HOOKE

tembloroso similar provocado por los vapores ascendentes


de agua y similares. Ahora bien, por lo primero queda puesto
de manifiesto que, debido a la ratificación de las partes del
aire por el calor, se provoca una refracción diversa, mientras
que, debido a la ascensión de las partes más rarificadas de
aire que se ven lanzadas arriba por las más frías y por ende
más condensadas y pesadas, se provoca una ondulación o
vibración del objeto. Pienso que muy pocos concederán que
el vidrio, merced a un calor tan suave como el que puede
soportar la mano, emitirá algunas de sus partes en vahos
o vapores, pues no parece gastarse mucho por ese fuego vio-
lento de los talleres de cristale_ría. Mas, si_ se p_one en d_uda,
hágase el experimento tambi~n con ese cuerpo qu~ los quí-
micos y otros tienen por el más pesado y fijo del mundo,
pues calentando un trozo de oro y procediendo de la misma
forma se hallarán los mismos efectos.
Este temblor y agitación de los rayos se provoca de
manera más visible con una llama real o fuego vivo o cual-
quier otra cosa que se caliente al rojo vivo, como una vela,
una brasa de carbón, hierro al rojo o un trozo de plata y si-
milares. También se ve claramente lo mis~o si se mira un
(232] objeto cuando entre él y el ojo se interpone una chimenea,
lo que me recuerda lo que una vez tuve ocasión de obser-
var y que era el sol saliendo ante mi vista exactamente por
encima de una chimenea que emitía una copiosa emanación
de humo. Cogiendo entonces un telescopio corto que tenía .
conmigo, observé que el cuerpo del sol, aunque acababa
de asomar por encima del horizonte, tenía la parte de abajo
no ya aplanada y deprimida hacia dentro, como ocurre
usualmente cuando se encuentra _cerca de la tierra, sino que
aparecía hacia abajo más protuberante que si no hubiera
sufrido refracción alguna. Además, todo el cuerpo del sol
parecía temblar o danzar, estando muy mellados o inden-
tados sus bordes o limbo, ondulando y vibrando muy al
modo de una bandera al viento.
Asimismo, he observado a menudo en un día de
verano cálido y soleado que, mirando a un objeto por en-
cima de una piedra caliente o de la tierra seca y cálida, ha-
llaba que el objeto ondulaba o se sacudía de una manera
muy semejante. Y si se mira un objeto distante a través
MICROGRAFÍA 579

de un telescopio (especialmente en un día cálido de verano)~


se hallará que aparece asimismo trémulo. Además, si por
casualidad sopla algo de viento o se da un movimiento o
corriente en el aire entre uno y el objeto, con lo que sus
partes, rarificándose y condensándose, se mueven rápidamen-
te a izquierda o derecha, si entonces se observa la cumbre
horizontal de una colina muy lejana a través de un teles-
copio muy bueno, se hallará que ondula muy a la manera
del mar, pareciendo que dichas olas van en la misma direc-
ción que el viento.
Por éstos y muchos otros experimentos es claro que
la región inferior del aire, especialmente esa parte que se
halla más próxi,ma a lá tierra, en general tiene sus partes
· constituyentes diversamente agitadas, sea por el calor o por
vientos, merced al primero de los cuales algunas de ellas
se toman más raras, con lo que sufren una menor refrac-
ción; otras se entretejen sea con vapores ascendentes o des-
cendentes, los primeros de los cuales, siendo más ligeros
y, por ende, estando más rarificados, poseen asimismo menor
refracción, mientras que los segundos, siendo más pesados
y estando más condensados, la tienen mayor.
Ahora bien, dado que el calor y el frío están igual-
mente difundidos por todas partes y cuanto más se extien-
den más débiles se toman, se seguirá que la mayor parte
de la región inferior del aire estará formada por varios tipos
de lentes, algunas de las cuales tienen las propiedades de
las convexas y otras, las de las cóncavas. A fin de hacerlo
más inteligible, supondremos en la octava Figura de la
Plancha 37 que A representa un vapor ascendente que, de-
bido a que es un tanto heterogéneo respecto al aire ambien-
te, se ve por ello empujado a adoptar una forma globular
que no tiene límites por ningún lado, sino que se desva-
nece gradualmente, esto es, está más rarificado en el centro,
en torno a A, un tanto más condensado en torno a B B,
más aún en torno a C C, más todavía en torno a D D, casi
de la misma densidad que el aire ámbiente en torno a E E,
encontrándose finalmente encerrado en el aire más den-
so F F, de manera que de A a F F se da un incremento
continuo de densidad. La razón de ello será manifiesta si
consideramos que el vapor que se eleva está mucho más ca-
580 ROBERT HOOXE

liente que el pesado aire ambiente, pues merced al .frío del


aire ambiente, la capa E E estará más refrigerada que D D
[2331 y ésta que C C, que lo estará aún más que B B y ella. más
que A. De esta manera, de F a A se da un continuo incre-
mento de calor y, por tanto, de rareza, de donde se seguirá
necesariamente que los rayos de luz se inflexionarán o re-
fractarán en él de la misma manera que lo harían en una
lente cóncava, pues los rayos G K 1, G K 1 se inflexionarán
por G K H, G K H, lo que se seguirá fácilmente de cuanto
he explicado acerca de la atmósfera.
Por otro lado, un vapor descendente o cualquier
parte del aire encerrado por un vapor ascendente mostrará
los mismos efectos que una lente convexa, pues si en la
Figura anterior suponemos una constitución completamente
contraria a la descrita en último lugar, esto es, que el aire
ambiente F F es más caliente que cualquier parte de aquella
materia del interior del círculo, entonces la parte más fría
será necesariamente A, al ser la más apartada del calor,
estando todos los espacios intermedios gradualmente .difC..
rendados por la continua mezcla de calor y frío, de manera
que estará más caliente en E E que en D D, en D D que
en CC, en C C que en BB y en BB que en A. De ahí
resultará una similar rarefacción y condensación y, por con-
siguiente, una menor o mayor refracción, de modo que cada
parte envuelta refractará más que Ja envolvente, por cuyo.
medio los rayos G K 1, G K 1 provenientes de una estrella-
º aJgún objeto remoto se inflexionan de tal manera que
convergerán y se encontrarán en el punto M. Por tan~o.
merced a la interposición de este vapor descendente, el cuerpo
visible de la estrella u otro objeto se aumenta mucho, !le
la misma manera que el anterior se disminuía.
Por la rápida sucesión entre el objeto y nuestro ojo
de estos dos uno tras otro, provocada por su movimiento
arriba y abajo derivado de su levedad o gravedad, o a de-
recha e izquierda debido al viento, una estrella puede apa-
recer ora mayor, ora menor de lo que en realidad aparece-
ría sin ellos, siendo ésta esa propiedad de una estrella que
comúnmente se denomina parpadeo o centelleo.
La razón por la que una estrella aparece ahora de
un color y luego de otro, cosa que en general ocurre cuando
MICROGRAFÍA .581

se halla próxima al horizonte, se puede deducir muy fácil-


mente de que aparewl ahora en el medio del vapor y otras
veces, cerca del borde, pues si se mira el cuerpo de una es-
trella con un telescopio que tenga un ocular convexo bas-
tante grueso, y se coloca de tal manera que la estrella apa-
rezca a veces en un lugar y otras -en otro, se verá que pre-
domina este o aquel color particular en la forma aparente
de la estrella, según que se halle más o menos alejada del
centro de la lente. Esto es algo que habría de explicar aquí
por extenso, aunque corresponde con más propiedad a otro
lugar.
Por consiguiente, tan sólo añadiré unas pocas cues-
tiones apuñtadas por la consideración de estos detalles, ter-
minando esta' sección.
La primera que propondré es la siguiente: si no po-
dría haber w:i cuerpo transparente artificial de una forma
exactamente globular que haya de inflexionar o refractar
todos los rayos que, proviniendo de un punto, caigan sobre
cualquiera de sus hemisferios, de modo que todos ellos se
encuentren del lado opuesto, cruzándose exactamente en un
punto, haciendo otro tanto también con todos los rayos
que, proviniendo de un punto lateral, caigan sobre uno u
otro de los hemisferios. Si así ocurriese, sería de esperar
un perfeccionamiento de la .d!6ptrica y una emigración a los [234]
cielos, aun permaneciendo acá en la tierra en la carne, así
como un descenso o pen~tración en el centro y en los más
arcanos escondrijos 'de la tierra y todos los cuerpos terres-
tres. Es más, nos abriría no ya una rendija, sino un ventanal
(si puedo hablar así) sobre el taller de la naturaleza, gracias
al cual podríamos ver tanto las herramientas como los ope-
rarios y la manera misma de trabajar de la propia natura-
leza. Si tal cosa se pudiese realizar, superaría todos los
demáS tipos de aparatos ópticos a la manera en que la vasta
extensión del cielo excede al pequeño punto de la tierra,
distancia que eliminaría inmediatamente, uniéndolos, por así
decir, en uno al menos, de manera que entre ellos no pare-
ciera mediar más distancia que la longitud del tubo en
cuyos extremos se insertasen dichas lentes. Ahora bien, en
ocasiones he avanzado lo bastante en ello como para dudar
de que se pueda lograr con piezas de vidrio de diversas
.582 ROBERT HOOKE

densidades (aunque en realidad y en general he desespe-


rado por completo de ello), pues a menudo he observado en
los vidrios ópticos una gran diversidad de las partes, usual-
mente llamadas venas, siendo incluso algunas de ellas lo
bastante redondas (pues en la mayoría de los casos se hallan
estiradas formando hilos) como para constituir una especie
de lente.
Esto es algo que empezaría a esperar si alguien fuese
tan inquisitivo como para haber hallado el modo de fabri-
car un cuerpo transparente más raro, pues en tal caso sería
posible componer un glóbulo que fuese más denso en el
medio que en cualquier otra parte, haciéndolo de forma que
en todo su volumen se diese una transición gradual y con-
tinua de un grado de densidad a otro, tal como sería pre-
ciso para la deseada inflexión de los rayos transmigrantes.
Mas baste de esto por el momento, pues podré extenderme
sobre ello cuando establezca mis propios ensayos relativos
a la mejora de la di6ptrica, donde enumeraré con cuántas
sustancias diversas he fabricado microscopios y telescopios,
así como por cuáles y cuántas vías. Que prosigan su examen
quienes tengan tiempo y ocasión.
La siguiente cuestión será si recurriendo a la misma
reunión de un cuerpo más denso que otro, al menos de la
parte más densa del otro, no se podría imaginar la razón
de que aparezcan algunas nuevas estrellas fijas, como las
del Cisne, el Carro áe Cassiopeia 13, Serpentarius, Piscis,
Cetus, &c. ·
En tercer lugar, si sería posible determinar la altura
de la atm6sfera a partir de esta inflexión de los rayos o del
experimento del azogue acerca de la rarefacción o extensión·
del aire.
En cuarto lugar, si la disparidad entre el aire supe-
rior e inferior no será en ocasiones tan grande como para
formar una superficie reflectante. Hice varias observaciones
que parecen haber procedido de tal causa, pero sería muy
largo relatarlas y examinarlas. He hecho también un experi-
mento un tanto análogo a éste con agua dulce y salada, dos
líquidos que en la mayor parte de las posiciones parecen
el mismo sin estar separados por ninguna superficie deter-
MICROGRAFÍA .58.3

minada, si bien dicha superficie de separación aparecía cla-


ramente en otras.
Siendo así, si no podría proceder de esta causa la
razón del igual límite o término de las partes inferiores de
las nubes. En segundo lugar, si no podría hallarse la razón [2351
de la áparición de muchos soles considerando cómo se pue-
den reflejar los rayos de sol de manera que dibujen una
imagen bastante exacta del cuerpo como las que hallamos
en cualquier superficie regular. También si no podría ha-
llarse que ello es la causa de la aparición de algunos de esos
parhelios o soles falsos que aparecen de colores por la re-
fracción de los rayos, .de manera que hacen que el cuerpo
del sol aparezca en otro lugar de aquél en el que realmente
está. Pero de esto hablaré más en otro lugar 24 •
.5. Si no se podrían producir los fenómenos de las
nubes mediante esta diversidad de densidad en las partes
superiores e inferiores del aire, suponiendo que el aire por
encima de ellas sea mucho más ligero que ellas mismas,
siendo éstas a su vez aún más ligeras que aquél que está
por debajo, pareciendo muchas de ellas ser la misma sus-
tancia que las telarañas que vuelan por el aire tras una
niebla 25 • -
Pues bien, que tal constitución del aire y las nubes,
si es tal, puede bastar para producir. dicho efecto es algo
que se puede confirmar mediante este ·experimento.
Hágase una solución de sal tan fuerte como se pueda
y llénese con ella la mitad de un frasco de cierta profundi-
dad, llenando la otra mitad con· agua .dulce. Equilíbrese
una pequeña burbuja de· vidrio de manera que se hunda con
bastante rapidez en. ~a dulce. Tómese y métase en el men-
cionado frasco y se comprobará que se hunde hasta llegar
hacia la mitad, donde permanecerá quieta sin moverse ni
hacia arriba ni hacia abajo. También se puede hacer me-
diante un segundo experimento, consistente en poner dicha
burbuja en agua cuya parte superior esté más caliente, siendo
por ello más ligera que la inferior, que está más fría y es
más pesada. La manera de proceder viene en la siguiente
cuestión, que es
6. Si la rarefacción y condensación del agua no po-
dría producirse de la misma manera que la de los efectos
584 ROBER.T HOOKE

producidos por el calor en el aire, pues una vez contrapesé


tan exactamente una burbuja de vidrio sellada, que una adi-
ción mínima la haría hundirsé y una sustracción asimismo
pequeña la haría flotar, y dejándola descansar en ese reci-
piente de agua durante a1gún tiempo hallé siempre que
hacia mediodía estaba en el fondo del agua, mientras que
por la noche y por la mañana estaba arriba. Imaginando
que ello se debía a la rarefacción del agua provocada por el
calor, realicé el ensayo y hallé que era muy cierto, pues en
cualquier momento podía hacerla descender o subir median-
te el calor y el frío. En efecto, si dejaba reposar el tubo
en agua &ía, podía hacer subir con facilidad la burbuja del
fondo donde la había hundido un poco antes poruéndola en
agua caliente. Por este procedimiento era siempre capaz de
mantener la burbuja durante un tiempo considerable de tal
modo equilibrada en el agua, que permanecía en el medio
sin hundirse ni flotar. En efecto, calentando suavemente la
parte superior del tubo con una vela, un carbón o un hierro
caliente hasta ver que la burbuja comenzaba a descender
y retirándolo luego, he observado que descendía a tal y cual
posición, en la que permaneáa suspendida durant~ ·horas
basta. que el calor se desvaneóa gradualmente del todo, mo-
mento en que ascendía de nuevo a su lugar primitivo. Tam-
bién he observado a menudo· que esto se produce natural-
mente por el calor del aire, el cual, siendo capaz de rari-
ficar las partes superiores del agua primero que las inferiores
[236] por su contacto directo, el calor del aire ha aumentado a
veces tan lentamente que he observado cómo la burbuja
empleaba algunas horas en pasar de la superficie al fondo.
7. Si la aparición del Pico de T enerife 26 y otras
varias.montañas elevadas a distancias mucho mayores de las
a
que parece corresponder sus alturas respectivas no habría
que atribuirla a la curvatura del rayo visual, que se pro-
duce al pasar oblicuamente a través de un medio de tan
distintas densidades desde la cumbre hasta el ojo muy dis-
tante en el horizonte. En efecto, puesto que ya hemos mos-
trado, espero, que es muy probable que se dé tal inflexión
de los rayos en virtud de la diversa densidad de las partes
del aire; y puesto que, gracias a diversos experimentos rea-
lizados en lugares comparativamente no muy· altos, he halla-
MICROGRAFÍA 585

do también la presión soportada por las partes del aire en


la cumbre y en la base, así como que sus diversas expan-
siones son muy notables, pues he descubierto que la presión
de la atmósfera en la cúspide de la aguja de San Pablo en
Londres (que es de unos doscientos pies [61 m] de alta)
es una sexagésima o quincuagésima parte más ligera que en
la base, siendo la expansión en la cúspide mayor en una
medida semejante que en la base, pues el cilindro mercurial
en la base era de unas 39 pulgadas [990,6 mm] y en la
cúspide _media pulgada [12,7 mm] menor, y asimismo el
aire encerrado en el termoscopio n, que en la base llenaba
tan sólo 155 espacios, en la cúspide llenaba 158, por más
que con un termómetro provisto de escala se halló que el
calor en la cúspide y en la base era exactamente el mismo;
por todo ello creo que es muy razonable suponer que la
mayor curvatura de los rayos se produce más cerca de la
tierra, mientras que la inflexión de los rayos por encima
de las 3 o 4 millas [ 4,8 o 6,4 km] es muy insensible,
y, por tanto, son muy erróneos los cálculos de la altura de
las montañas altas que se hacen desde la distancia a que
son _visibles en el horizonte suponiendo que el rayo es una
línea recta (que· desde la cumbre de la montaña, por así
decir, es tangente al horizonte desde el que se ve), siendo
así que se trata en realidad de una curva. De ahí supongo
yo que deriva la razón de las opiniones y afirmaciones tan
encontradas de diversos autores relativas a la altura de
varias montañas muy elevadas.
8. Si esta inflexión del aire no alterará conside-
rablemente las supuestas distancias de los planetas, las cuales
parecen depender muchísimo de la refracción o inflexión hi-
potética del aire, y dicha refracción de la hipotética altura
y densidad del aire. En efecto, dado que (como espero)
he mostrado aquí que el aire es muy distinto de lo que hasta
ahora se ha supuesto, al mostrar que es de una altura vasta
o al menos incierta, así como de una densidad irregular y
variable, ha de seguirse necesariamente que su inflexión ha
de variar consiguientemente. De ahí que podamos colegir
por ello cuál es la firmeza de los cimientos sobre los que
han edificado hasta ahora todos los astrónomos que han
calculado las distancias de los planetas por la paralaie hori-
586 ROBERT HOOKE

zontal, pues estando la refracción y la paralaie tan estrecha-


mente amectados que la una no se puede averiguar sin la
otra 28, especialmente por los procedimientos hasta ahora
empleados, (cuán incierta no habrá de ser la.parala¡e cuando
se desconoce la refracción? Y cuán fácil no será para los
astr6nomos asignar y defender la distancia a los planetas
que les venga en gana, dado que poseen tan curioso subter-
fugio como el de la refracción, en la que una pequeña va-
riación habrá de concederles libertad bastante para situar los
cuerpos c:destes a la distancia que les pluca.
[237] Por consiguiente, si queremos alcanzar alguna certeza
en este ponto, hemos de trabajar en otras direcciones; y del
mismo modo que yo he examinado ~quí la altura y poder
refractante del aiie por otros métodos distintos de los usua-
les, así hemos de hallar la paralaje de los planetas por vías
aún no transitadas. A este fin no puedo imaginar un p~
dimiento mejor que las observaciones de dos personas en
lugares de la tierra muy distantes entre sf 29 que estén en
la mayor medida posible en el mismo meridiano o grado de
longitud~ difiriendo lo más posible en latitud, ya que se pue-
den encontrar lugares convenientes. Ambas personas, en de-
terminados momentos prefijados, han de observar (tan simul-
táneamente como se pueda) la trayectoria entre las estrellas
fijas de la luna, Marte, Venus, Júpiter y Saturno con un
buen telescopio largo, trazando pequeños esquemas o dibu-
jos de las pequeñas estrellas fijas que les parezcan estar en
o cerca de la trayectoria del centro del planeta, así como
la medida exacta del diámetro aparente. Por la comparación
de tales observaciones, no cabe duda de que podríamos ave-
riguar la verdadera distancia o la paralaje del planeta. Y una
vez que se tenga una paralaje verdadera de estos planetas,
podríamos tener muy fácilmente la otra por sus diámetros
aparentes, cosa que el telescopio nos da asimismo con mucha
precisión. Con ello sus movimientos se podrían conocer mu-
cho mejor, regulando más exactamente sus teóricas. A este
respecto no conozco ningún lugar más conveniente para esta
observación que la isla de Santa Helena, junto a la costa de
África, que está a unos dieciséis grados al sur de la línea,
encontrándose, según los últimos mapas geográficos, muy
próxima al mismo meridiano que Londres 30, pues aunque
MICROGRAFÍA 587

quizá no estén exactamente en el mismo, con todo, orde-


nando sus observaciones según lo que enseguída mostraré,
no será difícil hallar la distancia verdadera del planeta.
Pero si estuviesen ambos en el mismo meridiano, tanto
mejor.
Dado que las observaciones se pueden hacer mucho
más exactamente con buenos telescopios que con otros ins-
trumentos 31 , creo que no estará fuera de lugar explicar un
poco qué métodos considero más adecuados y convenientes
para este particular. Quienes vayan a ser los observadores
para este fin habrán de disponer de los mejores telescopios
que haya,· cuanto más largos tanto mejores y· más precisas
serán sus observaciones, por más que sean algo más difíci-
les de manejar. Deberían estar dotados de un retículo o es-
cala dividida, situada a tal distancia deritro del ocular que
se pueda ver claramente, dando la medida de los minutos
y segundos. Mediante este instrumento, cada observador de-
bería mirar la luna u otro planeta en determinados momen-
tos prefijados cuando se hallan en o muy cerca del meridia-
no. Y dado que puede resultar muy difícil hallar dos esta-
ciones conve~ientes que estén exactamente bajo el mismo
meridiano, cada uno de ellos observará la trayectoria del
planeta tanto una hora antes como una hora después de
que llegue al meridiano, y mediante una línea o trazo
entre las pequeñas estrellas fijas, indicarán el modo en que
cada uno de ellos ha observado que se movía el centro del
planeta durante esas cuatro horas. Cada una de estas ob-
servaciones se repetirán durante muchos días seguidos, a
fin de que pueda ocurrir que ambos realicen algunas veces [238]
sus observaciones simultáneamente y de que merced a di-
versos experimentos podamos estar más seguros de_ qué:
certeza y exactitud puede mostrar este tipo de observacio-
nes. Y dido que muchas de las estrellas que puedan caer
bajo el alcance de tal esquema o mapa pueden ser tales
que sólÓ sean visibles con un buen telescopio, no habiendo
sido quizá señaladas sus posiciones ni registradas en ningún
sitio sus longitudes o latitudes, cada observador debería
tratar de incluir alguna estrella fija cuya longitud y latitud
sea conocida, o bien habrá de hallar con este telescopio la
posición de alguna estrella telescópica notable incluida en
588 ROBERT HOOKE

el mapa, respecto 1l alguna estrella fija conocida cuyo lugar


en el Zodiaco esté bien definido.
Habiendo hallado por este medio las distancias ver-
daderas de la luna y habiendo observado bien su diámetro
aparente en aquel momento con un buen telescopio, resulta
bastante fácil con una sola observación del diámetro apa-
rente de la luna hecha con un buen telescopio determinar
sus distancias en cualquier otra parte de su 6rbita o dra-
g6n 32, y por tanto unas pocas observaciones nos dirán si se
mueve en una elipse (lo que, dicho sea de paso, incluso
ahora se puede hallar, aunque pienso que aún ignoramos su
distancia verdadera) y además (de lo que pienso que nunca
estaremos seguros sin tales observaciones) podremos ave-
riguar exactamente el tamaño de dicha elipse o círculo y la
velocidad verdadera en cada parte, estando así en mucha
mejor posición para descubrir la verdadera causa de todos
sus movimientos. Por más que incluso ahora, sirviéndonos
de tales observacionc;:s hec:has en una estación, como aquí
en Londres, podamos observar el diámetro aparente y el
movimiento de la luna en su drag6n, siendo capaces por
ende de hacer una mejor estimación de la especie o tipo
de curva por la que se mueve, esto es, si es esférica o elíp-
tica o ninguna de ambas y con qué velocidades proporcio-
nales se desplaza por esa curva, con todo hasta que no se
sepa cuál es su parala¡e verdadera no podremos determinar
ninguna de ambas cosas-. ·
Después, para la distancia verdadera del sol 33 , el
mejor procedimiento es recurrir a observaciones precisas
realizadas en las estaciones antes señaladas de algún eclipse
de sol, pues se pueden .producir muchos de ellos que sean
visibles en ambas. En efecto, si la luna está a sesenta semi-
diámetros de la tierra y el sol a más de siete mil, la penum-
bra de la luna puede extenderse unos setenta grados sobre
la tierra, siendo, por tanto, visible para observadores tan
distantes entre sí como Londres y Santa Helena, que no
llegan a estar a sesenta y nueve grados de distancia. Esto
determinaría la paralaje y la distancia del sol con mucha
más precisión que cualquier otro método empleado hasta
ahora, pues por lo que respecta a la paralaje horizontal, ya
he mostrado q1;1e es bastante incierta, no siendo el método
MICROGRAFÍA 589

de hallarla por los eclipses de luna más que hipotético, mien-


tras que el de la diferencia entre la cuadratura verdadera
y aparente de la luna no es menos incierto, con.to confirman
las deducciones que de él han hecho quienes lo han emplea-
do, pues V erulelinus 34 dice que la diferencia no es sino
de 4' 30", de donde deduce una enorme distancia del sol,
como ya he mostrado, mientras que, según Ricciolo, es exac-
tamente JO' 00", y según Reinoldus 35 y Kircher, no menos
de tres grados. Y no es de extrañar, pues si examinamos la
teoría la hallaremos llenísima de incógnitas.
Primero, por la superficie irregular de la luna y por [239]
diversas paralajes, pues, a rp.enos que la dicotomía 36 se pro-
duzca en el monagésimo de la eclíptica n y eso en el meri·
diano, &c., todo lo cual ocurre rara vez, resulta casi impo-
sible hacer una determinación que no sea incierta. Además,
aún no estamos seguros de que no haya en tomo a la luna
algo análogo al aire en tomo a la tierra que pueda pro-
ducir una refracci6n de la luz del sol y, por tanto, provocar
grandes diferencias en la dicotomía aparente de la luna.
Ciertamente, su método es muy racional e ingenioso, de
manera que es muy preferible al de la paralaje horizontal
si se pudiesen eliminar todas las incertidumbres y se cono-
ciese la distancia verdadera de la luna.
Mas, dado que por los experimentos de V endelinus,
Reinoldus, &c., hallamos que las observaciones de este tipo
son también muy inciertas, sería de desear que se fomentase
tal tipo de observacio~es en dos estaciones muy distantes.
Y esto resulta tanto más deseable dado que, por cuanto he
mostrado ahora acerca de la naturaleza del aire, es evidente
que la refraa:ión puede ser muchísimo mayor de lo que
todos los astrónomos han imaginado hasta ahora, por lo
que la distancia de la luna puede ser mucho menor de lo que
hasta ahora han determinado.
Pues, en primer lugar, esta inflexión que aquí he
propuesto permitirá que la sombra de la tierra sea mucho
más corta de lo que puede conseguirse mediante la otra
hipótesis de la refracción, y por ende la luna no sufrirá
un eclipse a menos que se acerque a la tierra muchísimo
más de lo que los astrónomos han supuesto hasta ahora.
En segundo lugar, según esta hipótesis, no habrá otra
590 ROBERT HOOKE

sombra de la tierra como la ·que supone Kepler, denominán-


dola la penumbra, que es la sombra de la atmósfera refrac-
tante 38 • En efecto, siendo causada plenamente por inflexión
la curvatura de los rayos, como ya he mostrado, desaparece
toda esa parte que Kepler y otros, siguiéndolo, atribuyen
a la penumbra o parte oscura que está fuera de la umbra
terrae. En esta hipótesis no hay supedicie refractante del
aire y, por consiguiente, no puede haber sombras, tal y como
se ve en la novena Figura de la Plancha 37, donde A BCD
representa la tierra y E F G H la atmósfera que según la
suposición de Kepler es como una esfera de agua terminada
en la superficie precisa E F G H. Las líneas M F, LB, ID,
K H representan los rayos del sol, siendo claro que todos
los rayos entre L B e I D serán reflejados por la supedicie
de la tierra B A D y, en consecuencia, el espacio cóni-
co B O D será negro y oscuro. Pero, dicen los seguidores
de Kepler, los rayos entre M F y LB, así como los que
van entre I D y K H, al caer sobre la atmósfera, se re-
fractan tanto a la entrada como a la salida de la atmósfera,
acercándose al eje de la sombra esférica e º· con lo que
iluminan una gran parte de ese anterior cono oscuro, acor-
tando y contrayendo su vértice a N. Debido a esta reflexión
de los rayos, dicen, se sobreañade otra capa de cono oscu-
ro F P H, cuyo ápice P está aún más lejos de la tierra.
[240] Merced a esta penumbra, dicen, la luna se eclipsa, pues
siempre pasa entre las líneas 12 y ·3 4.
A lo que respondo que, si el aire es tal como acabo
de mostrar que es, provocando, . por tanto, una inflexión
de los rayos que caen en él, esas pe.numbras oscuras F Y Z Q,
H X V T y O R P S siempre se habrán de desvanecer, pues
si suponemos que el aire se extiende infinitamente sin estar
limitado en parte alguna por una superficie refractante de-
finida, como ya he mostrado que es incapaz de tener por
la naturaleza del aire, se seguirá que la luna nunca se oscu-
recerá del todo, sino cuando se halle bajo el ápice N del
cono embotado oscuro de la sombra de la tierra. Ahora
bien, de la suposición de que el sol se halla a una distancia
de unos siete mil diámetros, al no estar el punto N según
los cálculos a más de cinco semidiámetros terrestres del
centro de la tierra, se sigue que siempre que la luna eclip-
MICROGRAFÍA 591

sada esté completamente oscurecida sin presentar ningún


tipo de luz, habrá de- estar a menos de veinticinco semidiá-
metros terrestres y, por tanto, mucho más baja de lo que
los astrónomos han. pensado hasta ahora.
Esto parecerá más acorde con el resto de los plane-
tas secundarios, pues la más alta !=le ~as lunas de Júpiter
está entre veinte y treinta semidiámetros ;oviales del centro
de Júpiter, mientras que la luna de Saturno está muy apro-
ximadamente al mismo número de semidiámetros saturnales
del centro de ese planeta 39•
Mas esto no son más que conjeturas que han de
determinarse mediante el tipo de observaciones como el
que acabo de mencionar.
Tampoco será difícil con esta hipótesis salvar todas
las apariencias de los eclipses de la luna, pues, también
según esta hipótesis, habrá a- cada lado de la sombra de la
tierra una penumbra provocada no por la refracción del
aire, como en la hipótesis de Kepler, sino por su débil ilu-
minación debida al sol. En efecto, si en la sexta Figura
suponemos que E S Q y G S R son los rayos que limitan
la sombra por cada lado de la tierra, procediendo E S Q
del borde superior del sol y G S R del inferior, se seguirá
que la sombra de la tierra entre esos rayos, esto es, el
copq G SE, será totalmente oscuro. Pero, al no ser el sol
un punto, sino una amplia área de luz, habrá un cono
oscuro de sombra secundario, E P G, que será causado
porque la tierra obstaculiza parte de los rayos solares, im-
pidiéndoles caer sobre las partes G P R y E P Q. De esta
sombra partida o penumbra aparecerá más brillante aquella
parte que se halla más próxima a los rayos límite G P
y E P y más oscura la que..C$tá más próxima a G S y E S.
Así pues, cuando la luna aparece muy oscura en la mitad
de un eclipse, ha de estar bajo S, esto es, entre S y F;
cuando aparece más clara hacia la mitad del eclipse, ha
de pasar por algún punto entre R Q y S, y cuando está
igualmente iluminada durante todo el eclipse, ha de pasar
entre RQ y P.
592 ROBEllT HOOKE

[2411 Observ. LIX. De la multitud de pequeñas estre-


llas que se descubre con el teles-
copio.

H ABIENDO sentado en la última Observación algunas cir-


cunstancias observables en ~l medio a través del cual
hemos de mirar los objetos celestes, añadiré aquí una ob-
servación de los cuerpos mismos. Y como ejemplo he ele-
gido las Pléyades, comúnmente llamadas las Siete Estrellas 1
(aunque en nuestra época y clima no se ven más que seis
a simple vista), por el motivo de que el merecidamente fa-
moso Galileo, habiendo publicado un dibujo de esta cons-
telación 2, según parece no consiguió descubrir con su apa-
rato más que treinta y seis, mientras que con un telescopio
bastante bueno de doce pies [ 366 cm], con el que dibujé
esta Ilustración 38, pude descubrir claramente setenta y
ocho, situadas en el orden en que están dispuestas en la·
Figura, siendo de tantas magnitudes distintas cuantas es-
pecifican !os asteriscos con que están señaladas. No hay
menos de catoree magnitudes diferentes en esas . estrellas
incluidas en el dibujo, la mayor de las cuales no supera
a una de tercera magnitud, estimación que sin duda es
excesiva si se compara con otr~s estrellas de tercera mag-
nitud, especialmente mediante un telescopio, pues con su
ayuda se puede observar que el brillo que presenta· a simple
vista puede resultar un tanto aumentado por las tres estrelli-
tas que están inmediatamente .encima, casi pegadas a ella.
El . telescopio también descubre una gran variedad incluso
en el tamaño de ésas usualmente consideradas de primera,
segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta magnitud, de ma-
nera que si se distinguiesen de este modo esas seis magni-
tudes suministrarían como poco no menos de tres veces ese
número de magnitudes, siendo esas estrellas bastante dis-
tinguibles por su magnitud y brillo. De este modo, un buen
aparato de doce pies [366 cm] nos suministraría no menos
de veinticinco magnitudes distintas. Y no es eso todo, sino
que un aparato más largo no :sólo distingue claramente las
magnitudes de ésas ya vistas, síno que además descubre
MICROGRAFÍA 593

otras varias de menor magnitud que no se pueden distin-


guir con el aparato de doce pies. Así, con un buen aparato
de treinta y seis pies [ 1.098 cm] he podido descubrir
en las Pléyades muchas más estrellas que las aquí dibuja-
das, siendo de tres o cuatro magnitudes distintas menores
que cualquiera de aquellas manchas de decimocuarta II1ag-
nitud. Y por el centelleo de otros diversos lugares de esta
constelación cuando el cielo estaba muy claro, me inclino
a pensar que con aparatos más largos o que tengan mayo-
res aperturas se podría descubrir una multitud de otras
estrellas pequeñas aún invisibles, pues aunque tal vez torne
más radiantes y deslumbrantes esas manchas, con todo, al
reunir por este medio más rayos casi en un punto, hace
visibles muchos de esos puntos radiantes, los cuales pueden [242]
desvanecerse al poner una apertura. menor. Por consiguien-
te, a fin de descubrir las estrdlas fijas. y para hallar los
satélites de Júpiter antes de terminar el día o crepúsculo,
siempre dejo el objetivo lo más despeja~o posible sin nin-
guna apertura, siendo capaz por· este ·medio de descubrir
los satélites un buen rato antes. Era capaz de distinguirlos
cuando estaban puestas las menoreS aperturas, mientras
que en otras ocasiones veía multitud .de otras estrellas me·
nores que una apertura menor hace desaparecer.
También en esa notable constelación de la espada
de Orión, donde el ingenioso Monsi~ Hugens van Zu-
lichem 3 ha descubierto sólo tres estrellitas en un conglo-
merado, yo he descubierto cinco con un aparato de treinta
y seis pies [1.098 cm] sin ninguna apertura (siendo la an-
chura de la lente de unas tres pulgadas y media [8,9 cm]),
así como el centelleo de otras varias· arriba y abajo, en di-
versos lugares de esta pequeña nube láctea.
Así pues, no es improl:>able que la mejora de los
telescopios suministre una gran varíe.dad de nuevos descu-
brimientos en el cielo, de la misma manera que lo habrían
de hacer microscopios mejores en los· pequeños cuerpos te-
rrestres, suministrándonos ambos infinitos motivos para ad-
mirar más y más la omnipotencia del Creador.
594 ROBERT HOOKE

Observ. LX. De la luna.

E de las vada
STANDO una esquina bastante grande de la plancha
Siete Estrellas, he añadido para llenarla un
pequeño ejemplo del aspecto de las partes de la luna, di-
bujando una pequeña mancha suya que, por más que haya
sido señalada tanto por el excelente Hevelius 1, quien la
denomina ·Mons Olympus 2 (aunque estimo que con cierta
impropiedad, pues es un valle), estando representada en
la Figura X de la Plancha 38, así como también por el
docto Ricciolus, quien la llama Hipparcus, describiéndola
mediante la Figura Y, con todo, cuán lejos están ambos de
la verdad se podrá ver un tanto por el dibujo que he ad-
juntado aquí de ella en la Figlira Z (que tracé con un apa-
rato de treinta pies [915 cm] en octubre de 1664, justo
antes de que la luna tuviese iluminada una mitad), cosa
que se verá aún mejor si el lector la observa él mismo di-
ligentemente en un momento adecuado con un aparato de
esa longitud, y mucho mejo~. todavía si se sirve de uno
de sesenta pies [ 1.830 cm] de longitud. En efecto, con
éstos aparece como un valle muy espacioso rodeado por
·una ~rdillera de montañas no muy altas en comparación
eón otras muchas de la luna ni tampoco muy empinadas.
El valle mismo A B C D tiene en gran medida forma de
pera, y por diversos aspectos que ofrece parece ser un lugar
muy fértil, esto es, parece tener su superficie toda cubierta
de ·algún tipo de sustancias vegetales, pues· en todas las po-
siciones de la luz respecto a él parece producir una reflexión
mucho más débil que las más áridas cumbres de las colinas
circundantes, y ésas, mucho más débil que otras diversas
montañas de la luna escabrosas, gredosas o rocosas. Así pues,
[243] no me niego a pensar que en el valle pueda haber vegeta-
les análogos a nuestra hierba, arbustos y árboles, y la ma-
yoría de esas colinas en tomo pueden estar tapizadas de
una cubierta vegetal tan fina como la que podemos obser-
var que tienen nuestras colinas, al modo del corto pasto
de ovejas que cubre las colinas de las ll~ufas de Salisbury.
Aquí y allá, en diversas partes de· este sitio aquí
descrito (como los que hay muchísimos en otros lugares por
MICROGRAFÍA 595

toda la superficie de la luna) se pueden ver varios tipos


de hoyos con una forma casi como un plato, unos mayores
y otros menores, unos más bajos y otros más profundos;
esto es, parecen ser un hemisferio hueco rodeado por ·un
borde redondo y saliente, como si la sustancia del centro
hubiera sido excavada y arrojada a cada lado. Me parecen
· haber sido resultado de algunos movimientos dentro del
cuerpo de la luna análogos a nuestros terremotos, por cuya
erupción se ha levantado un borde o cordillera en derredor,
más ele\1ada que la superficie media de la luna, quedando
un agujero o depresión eri el centro comparativamente más
bajo. Aquí en Inglaterra he observado varios- lugares pare-
cidos a algunos dé éstos en las cumbres de algunas colinas,
que podrían haber sido provocados por algún terremoto en
los priri:ieros días del mundo. Pero lo que más me. inclina
a esta creencia es, en primer lugar, la generalidad y diver-
sidad de la magnitud de estos hoyos por todo el cuerpo de
la luna,· y luego, los dos procedimientos. experimentales
mediante los q~e he hecho reproducciones suyas.
El primero se hacía con una mezcla muy blanda y
bien diluida de arcilla de pipas de fumar y agua, en la cual,
si se dejaba caer un cuerpo pesado, como una bala, lanzaba
la mezcla alrededor del lugar, constituyendo durante un rato
una representación similar a estos de la luna. Pero, teniendo
en cuenta el estado y condición de la luna, no parece nada
probable que se pueda imaginar que hayan de· proceder de
una causa análoga a ésta, pues sería difícil imaginar de dónde
procederían esos cuerpos, no menos que cómo habría de
ser tan blanda la sustancia lunar. Con todo, si se sopla una
burbuja bajo su superficie y se le permite ascender y esta-
llar, o si extrae una bala u otro cuerpo huñdido en ella,
esos cuerpos dejan al marcharse una impresión sobre la su-
perficie de la mezcla exactamente como ésas · de la luna,
excepto que rápidamente se hunden y desaparecen. Pero la
segunda y más notable representación era la que observé
en un pote de alabastro hirviendo, pues en él, hallándose
reducido ese polvo a una especie de consistencia fluida por
la erupción de los vapores, si mientras hierve se aparta
suavemente a un lado del fuego, el alabastro deja inmedia-
tamente de hervir y toda su superficie, en especial aquella
596 ROBERT HOOKE

en la que habían surgido algunas de las últimas burbujas,


aparecerá toda cubierta de pequeños pozos de una forma
exactamente como la de los de la luna, y sosteniendo una
vela encendida en diferentes posiciones respecto a la super-
ficie en una habitación grande vacía se pueden representa?
exactaménte todos los fen6menos de estos pozos de la luna
según estén más o menos iluminados por el sol.
Y que en· la luna ·pueda haber habido algunos mo-
vimientos como éste que hayan producido estos agujeros
es algo que parecerá muy probable si suponemos que es
como nuestra tierra, pues los terremotos que tenemos aquí
parecen proceder de una causa como la ebullición del pote
[244] de alabastro, pues parece que en la1 tierra se engendran,
a partir de ciertos fuegos o calor subterráneos, grandes can-
tidades de vapores, esto es, de sustancias aéreas expandidas
que, al no hallar enseguida un paso a través de las partes
en torno de la tierra, al aumentar por el suministro de los
principios generadores, se condensan enormemente (care-
ciendo de espacio bastante para expandirse),. por lo que
terminan por vencer con sus propiedades elásticas la resis-
tencia d~ la tierra que los encierra, levantándola o resque-
brajándola, y al hacer estallar de este modo las partes de
la tierra que están encima de ellos, terminan por abrirse
paso allí donde encuentran las partes superiores de la tierra
más sueltas, llevando por delante una gran cantidad de
tierra, levantando no sólo un pequeño borde en torno a ese
sitio que han roto, sino también colinas y montañas eleva-
das, y cuando irrumpen por el mar, levantan en muchas oca-
siones islas montañosas. Esto parece confirmarse por los
volcanes de varias p8rtes de la tierra, cuyas bocas están en
su mayoría rodeadas por una colina de considerable altura,
presentando usualmente las cumbres de esas colinas una
forma enormemente· similar a la de estos pozos o platos
de la luna. Tenemos ejemplos de ello en las descripciones
del Etna en Sicilia, del Hecla en Islandia o del Tenerife en
Canarias, de los diversos volcanes de Nueva España descri-
tos por Gage 3, y más especialmente en la erupción de los
últimos años de las islas Canarias. En todos ellos no sólo
hay una colina considerablemente alta levantada alrededor
de la boca del volcán, sino que -además, como en las man-
MICROGRAFÍA 597

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[Página en blanco correspondiente a la cara posterior de la imagen]
MICROGRAFÍA 599

chas de la luna, las cumbres de dichas colinas son como un


plato o escudilla. Ciertamente, si se considera con-atención
la naturaleza del asunto, se hallarán razones bastantes para
juzgar que no puede ser de otro modo, pties esas erupcio-
nes, sean de fuego o de humo, levantando siempre ante
ellas grandes cantidades de tierra, merced a la caída de
dichas partes a uno y otro lado han de levantar montones
muy notables.
Ahora bien, tanto por sus formas como por otras
diversas circunstancias, parece que estos pozos de la luna
se han generado en gran medida del mismo modo en que
se producen los agujeros del alabastro y los volcanes de
la tierra, pues, en primer lugar, · no es improbable que la
sustancia de la luna sea muy semejante a la de nuestra
tierra, esto es, puede constar de una sustancia terrosa,
arenosa o rocosa en muchas partes de su superficie, las
cuales, viéndose agitadas, socavadas o levantadas por erup-
ciones de vapores, pueden verse naturalmente lanzadas para
constituir agujeros del mismo tipo de forma, a la manera
del polvo fino del alabastro. En segundo lugar, no es im-
probable que se puedan generar dentro· del cuerpo de la
luna diversos fuegos y calores internos. de ese tipo, que pue-
dan producir tales exhalaciones, pues ya que podemos des-
cubrir con toda claridad con un telescopio que existe una
multitud de· esos tipos de erupciones en el cuerpo ~el propio
sol, que se tiene por el cuerpo etéreo más notable, cierta-
mente no hemos de escandalizarnos mucho por este tipo
de alteraciones o corrupciones 4 en el cuerpo de esta parte
inferior y menos notable del universo, la luna, que es tan
s6lo secundaria o acompañante del mayor y más importante
cuerpo de la tierra. En tercer lugar, no es improbable que
suponiendo que esa sustancia arenosa o pulverizada se en- [245]
cuentre allí, así como también la posibilidad de la genera-
ción del cuerpo elástico interno (llámesele aire o vapor), no
es improbable, digo, que baya en la luna un principio de
gravitación como el de la tierra. Para hacer esto probable
creo que no precisamos mejor argumento que la redondez
o forma globular del propio cuerpo de la luna, pues con el
telescopio podemos ver claramente que es de forma perfec-
tamente esférica (con excepción de la pequeña irrgularidad
600 ROBERT HOOKE

de sus colinas y valles, todos los cuales están igualmente


formados o nivelados, por así decir, para responder al centro
del cuerpo lunar); esto es, todas sus partes están de tal
forma dispuestas (excepto la rugosidad comparativamente
pequeña de sus colinas y hondonadas) que sus límites extre-
mos están igualmente distantes del centro de la luna, y por
tanto es asimismo tremendamente probable que equidisten
del centro de gravitación. Ciertamente, la forma de las partes
de la superficie de la luna está tan exactamente conforma-
da según lo que debiera ser suponiendo que poseyese un
principio de gravitación como el que tiene la tierra, que in-
cluso la form~ de esas partes mismas tiene la suficiente
eficacia para tornar probable la gravitación y otras dos su-
posiciones, de manera que las otras suposiciones pueden ser
demostradas por esta notable circunstancia u observación
más bien que esta supuesta explicación por ellas. Efectiva-
mente, quien observe atentamente con un telescopio exce-
lente cómo todas las circunstancias notables en la forma
de las partes superficiales están, por así decir, exactamente
adaptadas a convenir con tal principio, si considera adecua-
damente el método usual de la naturaleza en sus otros
modos de proceder, hallará abundantes argumentos para
creer que también allí presenta realmente tales principios,
pues entre todas las montañas o partes prominentes de la
luna (de las que hay una enorme variedad) nunca pude ob-
servar que ninguna de sus partes estuviese colocada de
manera que, si hubiese un principio gravitatorio o atractivo
en el cuerpo de la luna, hiciera que esas partes cayesen o
cambiasen su posición visible. Luego, la forma y J?Osición
de las partes es tal, que todas ellas parecen puestas en esas
mismas formas en que están por una potencia gravitatoria,
pues, en primer lugar, hay poquísimos acantilados o decli-
ves muy empµiados en la ascensión de estas montañas, pues
aparte de esas montañas que Hevelius denomina montes
Apeninos y· algunas otras que parecen bordear los mares de
la luna, aunque sólo por un lado, como es también común
en esas colinas que hay aquí en la tierra, hay muy pocas
que pare7.Cat1 tener cuestas muy empinadas, sino que en su
mayoría son muy redondeadas, asemejándose mucho tam-
bién a la constitución de las colinas y montañas de la tierra.
MICROGRAFÍA 601

Esto se puede ver en parte por las colinas que rodean este
valle que aquí he dibujado, pues del mismo modo que en la
tierra la colina que se halla más en el centro parece la más
alta, también eso es patente mCcliante un buen telescopio
en las de la luna. Asimismo, los valles de muchos tienen
en gran medida la misma forma que los de la tierra, incli~
nándome a pensar que, si pudiésemos mirar la tierra desde
la luna con un buen telescopio, podríamos percibir con bas-
tante facilidad que su superficie es muy semejante a la de
la luna.
Ahora bien, que en este dibujito (como el que ha-
bría multitudes si se dibujase toda la luna de esta manera)
haya varias pequeñas ebulliciones o platos incluso en los [246]
propios valles, así como también en las colinas que los
rodean; tal cosa será tremendamente fácil de explicar con
esta sui>osición (que creo haber hecho con muy buenos
fundamentos), pues, como he observado muchas veces tam-
bién en la superficie del alabastro preparado tal como ex-
pliqué antes, las erupciones tardías de los vapores ·pueden
estar incluso en el medio o en los bordes de las anteriores,
y otras que vengan después de estas últimas pueden estar
en el medio o en 1os· bordes de éstas, &c., cosa de la que
hay ejemplos de sobra en diferentes partes del cuerpo lunar,
pudiéndose ejemplificar suficientemente con un pote de ala-
bastro hirviendo.
Por tanto, para concluir, siendo muy probable que
la luna tenga un principio de gravitación, suministra un ex-
celente ejemplo distinguido en la búsqueda de la causa de
la. gravitación o atracción, a saber~ que no depende del ino-
v~iniento diurno o giratorio de la tierra, como algunos un
tanto irreflexivamente han supuesto y afirmado que ocu-
rre 5 • En efecto, si la luna posee un principio atractivo me-
diante el que no sólo adquiere ·una forma redonda, sino
que además contiene y sostiene firmemente unidas todas sus
partes, por más que muchas de ellas parezcan tan sueltas
como la arena de la tierra, y eso a pesar de que la luna
no se mueva en tomo a su centro 6 , entonces ciertamente el
giro no puede ser la causa de la atracción de la tierra. Por
tanto, hay que buscar algún otro principio que concuerde
con todos los planetas secundarios, así como con los pri-
602 ROBERT HOOKE

marios. Pero he de confesar que esto es una posibilidad y


no una demostración, algo que parece muy difícil (con las
observaciones hechas hasta. ahora), si bien se ha de esperar
con paciencia el éxito de futuros esfuenos de éste u otro
tipo (promovidos por la mejora de las lentes y la observa-
ción de circunstancias particulares) 7•

FINIS.
EL INDICE*

[1] Observ. l. De la punta tura sobre la causa del brillo


de una aguja. de la seda.

[2] Su descripci6n-; qué otros Observ. 4. Del tafetán.


cuerpos poseen· las puntas más
agudas; de la rugosidad del Su breve descripci6n. Una
metal pulimentado. Descrip- conietura acerca de la raz6n [7]
[3] ci6n de un· p°unto impreso. De por la que la seda es tan
la escritura. diminuta y su uso proclive a presentar colores
para el servicio secreto; la vivos, mientras qfle no ocu·
causa del carácter tosco de las rre lo mismo con el lino y el
líneas y puntos impresos. pelo. Una conietura acerca de
que quizá sea posible hilar
una especie de seda artificial
[4] Observ. 2. Del filo de a partir de alguna sustancia
una n!lyája. glutinosa que pueda igualar-
se a la seda natural.
Su descripci6n; las causas de
[5] su tosquedad; del carácter [8]
Observ. 5. De los mua-
burdo de los vidrios 6pticos
muy bien. pulimentados. rés de seda.
La gran imprecisi6n de las
obras artificiales. Descripci6n
Observ. 3. ·De la ·estopi- de un trozo de muaré de
lla fina. seda; explicaci6n de la causa [9]
de los fenómenos; el medio
Su descripci6n; se menciona por el que se realiza esta
un lino sedoso; intento de operaci6n; menci6n de algu·
[6] explicar los fenómenos que nos otros fenómenos que de-
presenta mediante una conie· penden de la misma causa.

* La paginación remite a la de la edición original inglesa,


indicada al margen entre corchetes en esta edición.
604 ÍNDICE

Observ. 6. De las cañas disolución de aurpos en lí-


quidos. 8. Sobre la universa- [28]
de vidrio.
liJ4d de este principio; qué
La enorme pequeñez de algu- método se ba empleado ~n la
nos de estos cuerpos. C6mo realización y qlicación de ex-
se descubrió que estos tubi- perimentos. La explicación del
tos eran huecos; mención de filtrado y otros varios feuó- [29]
[ 11] varios de sus fenómenos; in- menos, como el movimiento
tento de explicarlos mediante de los cuerpos -por la super-
[12] la congruencia e incongruen- ficie de los líqtádos; mención
cia de los cuerpos; cuáles son de diversos experimentos en [30]
[ 13] esas propiedades. Explicación este sentido. De 14 altura a la
hipotética de la fluidez; de la que puede ascender el agua
[14] fluidez del aire y otros va- en estos tubos. Conjetura acer-
[ 15] ríos fenómenos suyos. De la ca de los jugos de los vegeta- [31]
congruencia e incongruencia; les & la utilidad de sus po-
[16] ilustración mediante varios ex- rt1s. Otra explicación de la
congruencia. Un. intento de
[17] perimentos. Qué efectos han
resolver los fenómenos del ex-
de atribuirse a estas propie-
traño experimerito de la sus-
[18] dades. Explicación de la re-
pensión del men:urio a una [32]
dondez de la superficie de los
altura mucho 1flll'Y°' de trein-
cu~pos fluidos. De qué ma-
ta pulgadas. La eficacia del
[ 19] nera la introducción de los contacto inmedÍ4kJ y su razón
cuerpos fluidos en un aguje- de ser.
[ 20] rito de un cuerpo heterogé-
neo se ve obstaculizada por
la .incongruencia. Multitud de Observ. 7. De las gotas [ 33]
[ 21] fenómenos explicables median- de vidrio.
te -ellp. Se proponen varias
cuestiones: 1. Sobre la pro- Diversos experimentos reali-
pagación de la luz a través zados con estos pequeños cuer- [34]
[22] de medios distintos. 2. Acer- pos. El modo de romperlos
ca de la gravedad. J. Sobre y rajarlos explic41lo mediante
la redondez del sol, la luna figuras. Qué otros cuerpos se [35]
y los planetas. 4. Sobre la rajarán de mtmera muy pare-
redondez de los frutos, pie- cida; algunos otros ensayos y
dras y diversos cuerpos arti- .1.ma descripción de las gotas
ficiales. El método de su Al- mismas; algunas conjeturas so-
[ 23] teza el Príncipe Ruperto para bre la causa de los fenómenos
[24] fabricar perdigones. De la re- que se intenta hacer probable
dondez del pedrisco. Del gra- mediante varios argumentos y (36]
no de la piedra de Kettering experimentos. Un experimen-
y de las chispas de fuego. to sobre la expansión del agua
[25] 5. Relativa a la elasticidad y -por el calor y la contracción
tenacidad. 6. Sobre los orí- por el frío; suposición de las
[ 26] genes de las fuentes. Diver- mismas propiedades en las go- (39)
sas historias y experimentos tas de vidrio y qué efectos
[27] relativas a ello. 7. Sobre la derivan de ellas. Las siete pro-
ÍNDICE 605

postctones sobre las que se confirmar mediante varios ex-


asientan las conjeturas. Expe- perimentos y razonamientos.
rimentos para mostrar que los La hipótesis un poco más ex- [46]
[38] cuerpos se expanden con el plicada. Algunas observado-
calor. El modo de fabricar nes sobre la forma globular [47]
termómetros 1 el instrumento y un experimento para re-
[39] para graduarlos. El modo de ducir las limaduras de estaño
graduarlos y su uso. Otros ex- o plomo a glóbulos exacta-
perimentos para probar la ex- mente redondos.
pansión de los cuerpos con el
[40] calor. Cuatro argumentos ex-
perimentales para probar la Observ. 9. De los colo-
[ 41] expansión del vidrio con el res fantásticos.
calor; probado también me-
diante el experimento del ala- La textura del cristal de Mos-
bastro hirviendo, que se ex- covia; sus formas; qué otros [48]
plica. Explicación de la con- cuerpos son como él; que
tracción del vidrio caliente al muestra varios colores y cómo;·
[ 42] enfriarse. Explicación de cómo diversas observaciones y ex-
las partes del vidrio se do- perimentos sobre esos colo-
blan por un frío súbito y res; la razón por la cual se [49]
cómo se evita que se -destra- indaga en esta ocasión la ha-
ben por la ensambladura de turaleza de los colores. Se ex-
la gota de vidrio; lo cual se. plica mediante varios expe-
explica más mediante otro ex· 1•imentos y argumentaciones
perimento realizado con una - una con;etura acerca de la r:i- l50]
[ 43 J bola hueca Je cristal. Ulterior zón de estos colores. Primero,
explicación de la razón de que hendiendo continuamente el
estallen las partes; que es cuerpo hasta que se torne de
probable. que dichos cuerpos colores. Segundo, producien-
tengan muchas faltas, aunque do todo tipo de colores con
no sean visibles, y por qué. dos trozos planos de vidrio.
Cómo un calj!ntamiento y en- Tercero, soplando el vidrio
friamiento gradual pone en tan fino en la lámpara hasta
una textura más suelta las que produzca el mismo efec- [51]
[ 44] partes del vidrio y otros cuer- to. Cuarto, haciendo lo mis-
pos endurecidos. mo con burbujas de otros di-
versos cuerpos transparentes.
La razón de los colores en el
Observ. 8. De las chis- acero templado, donde de paso [52]
pas ígneas. se trata de mostrar y expli-
car mediante razones y expe-
Las circunstancias y procedi- rimentos las causas del en-
·miento de realizar este expe- durecimiento y templado del
rimento. Establecimiento de acero. La razón de los colo-
[ 45] diversas . observaciones para res en el plomo, latón, cobre, [53]
hallar : leq razones. Algunas plata, &c. Otros ejemplos de
conjeturas· sobre el particular tales cuerpos de colores en
que se tratan de explicar y sustancias animales. Otras va-
606 ÍNDICE

rias observaciones distingui- Observ. 10. De los co-


[54] das. Examen de la hipótesis lores metálicos.
de Des Cartes acert:11 Je los
colores. Una hipótesis para Que todos los colores parecen [68]
explicar la luz por el movi- causados por refracción. Una
miento, tratando de explicar- hipótesis consonante con ello
la y determintirla merced a explicada mediante figuras. De [69]
[55] varias razones y experimentos. qué numera pueden explicarse
Tres propiedades notables del asi tJarios experimentos sobre
movimiento de la luz. Las no- el brusco cambio de color de
[56] tables propiedades de un me> liquidos quimicos. De cuán- [70]
e
dio transparente que no pa- tas maneras esos líquidos qui-
rece haber un experimento micos pueden alterar los co-
que pruebe el movimiento lores de los cuerpos. Objecio-
[57] instantáneo de la luz]; el mo- nes contra esta hipótesis de [71}
do de propagación de la luz s6lo dos colores, las cuales se
a su través. De la homoge- tratan 'fle responder mediante
neidad. y heterogeneidad de varias razones 'Y experimen-
los medios transparentes y de tos. La razón por la que al- [72]
los efectos que causan sobre gunos colores se pueden di-
los rayos de luz, explicados luir 'Y otros, no. Cuáles son
[58] mediant~ una figura. Examen ésos. Que probablemente sean
de la refracción de los rayos transparentes las particulas de
por una superficie plana que la mayoria de los colores me-
produce colores. Examen de tálicos. Se enumeran varios
[59] los efectos similares produQ. argumentos 'Y observaciones
dos por superficies esféricas. sobre ello. Un simil que ex- [73]
El uso que puede hacerse de plica cómo los colores se. tor-
dichos e_xperimentos para el nan imposibles de diluir. Ua l74J
examen de ·varias hipótesis so- instrumento mediante el cual
bre el color. Examen de· la uno y el mismo líquido colo-
[ 60] hipótesis de Des Cartes. Algu- reado exhibe a la vez todos
[ 61] nas dificultades constatatllls en los grdos áe color entre. el
ella. Lo qut: con mayor pro- amarillo más pálido 'Y el roiu
babilidad parece ser la causa más profundo. Asimismo, otro
del color. Se intenta mostrar que ·muestra todas las varie-
dicha propiedad en una bola dades de azul. V arios expe-
[62] de vidrio. Que la reflexión no rimemos ensayados con esJas
es necesaria para producir co- cajas. Respuesta a una obie- [75]
[ 63] lores, ni una doble refrac- ción sacada de la naturaler.a
ción. Ulterior examen de la de los colores de los pinto-
hipótesis, tanto en el medio res. Que diluir 'Y blanquear
[64] transparente como en el ojo. los colores son operaciones di-
Las definiciones de los colo- ferentes; otro tanto OCUTTe
[ 65] res. Otra explicación y exa- con intensificarlós 'Y oscure-
men de las propiedades de cerlos. Por qué algunos se
[66] los cuerpos laminados. Por pueden diluir por trituración y
[67] qué medio conduceñ a la pro- otros templándolos con acei-
ilucción de los colores. te. Diversos experimentos pa- [76]
ÍNDICE 607

ra explicar algunas afirmacio- mundi. De las figuras geomé-


[77] nes precedentes. POT qué los tricas regulares de diversos [86j
pintores se ven o/Jligdos a cuerpos. Mención de una ex-
utilizar muchos colOTes. Cuá- plicación hipotética. El méto- [87]
les son esos colores y cómo do de proseguir esta investi-
[78) se mezclan. La conclusión, gación.
que la mayoria de los cuer-
pos de colores parecen cons-
tar de partículas transparen-
Observ. 14. De una fi- [881
[ 79 J tes. Que todos los colores so- gura congelada.
lubles en liquidos son suscep-
Las figuras de la escarcha y
tibles de dilución; otros, de
los vórtices en las ventanas.
mezcla. Qué extraña variedad
Diversas observaciones sobre [89)
puede producirse con ello. las figuras ramificadas de la.-
orina. Las figuras del Regu- [90J
Observ. 11. De las figu- lus martís stellatus y del he- [91]
lecho. De las figuras de la
ras de la arena. nieve. Del·agua congelada. [92]
[80} De las sustancias y formas de
la arena común y de otros ti- Observ. 15. De la pie-
pos. Descripción de una con-
cha minúscula.
dra de Kettering.
Descripción de la forma de [93]
las partículas, de los poros y [94]
[81) Observ. 12. De la gravi- de la contextura. Varias ob- [95]
lla en la orina. servaciones y consideraciones
sobre ello. Algunas conjetu- [96]
Descripción de dicha gravilla
[82) y algunos experimentos rea-
ras sobre el medio y propa-
lizados con ella; y conjetu- gación de la luz. y la consti- [97]
lución de los cuerpos fluidos
ras acerca· de su causa.
y trapsparentes. Varios expe-
rimentos para probar la poro- [98]
Observ. i 3. . De los dia- sidad del mármol y algunas
otras piedras. Una explicación
mantes en pedernales. de algunos experimentos a
Descripción y examen de al- este respecto hechos con un
gunos de ellos; más explica- oculus mundí. Algunas con- [99}
dos mediante los diamantes sideraciones y experimentos
[83) de Cornuall-es. Varias obser- sobre la porosidad de los
vaciones sobre reflexión y re- ·cuerpos. Algunas otras consi- [100]
fracción. Algunas deducciones deraciones sobre la propaga-
de ello; como una explica- ción de la luz y la refrac-
ción de la blancura; que el ción.
aire tiene una refracción más
[ 84] fuerte que el agua. Cómo pue- Observ. 16. Del carbón.
den hacerse :trÍmsparentes va-
rios cuerpos. Una explicación De dos tipos de poros que se [ 101]
[85] de los fenómenos del oculus encuentran en todas las ma-
608 ÍNDICE

deras y vegetales. Su forma. poros por pulgada cúbica y


El número, grosor y utilidad . varias consideraciones acerca
tle estos poros. Una explica- de los poros. Varios experi- [115]
[ 102] ción de los fenómenos de los mentos y observaciones sobre
carbones. El modo de carbo- la naturaleza del corcho. La
nizar madera o cualquier otro textura y poros de la médula
cuerpo. Qué parte de la ma- de saúco y otros árboles di-
dera es combustible. Se pro- versos. De los tallos de bar-
[ 103] pone una hipótesis acerca del dana, cardencha, margaritas,
fuego expuesta en doce par- zanahoria, helecho, cañas, &c. [ 116]
[ 104] tes, en la que en concreto se De la textura espumosa de la
explica la acción del aire co- médula de una pluma. Algu-
mo mei'tstruo en la disolución nas conieturas sobre la pro-
de todos los cuerpos sulfú- babilidad de válvulas en di-
reos,. así como otras conside- chos poros. Argumentado tam-
[ 105] raciones sobre el aire. Examen bién partiendo de los fenóme-
de un trozo de lignum fossile nos de la planta sensitiva y [117]
[106] enviado de Roma, de donde humilde. Algunas observado- [ 120]
se deducen algunas conclu- nes en las que se insertan.
siones.

Observ. 19. De .un ve- [121]


[107] Observ. 17. De la ma- getal que crece en las
dera y otros cuerpos pe- hojas con añublo.
trificados.
Diversas observaciones y exá- U22J
Dioersas observaciones de va- menes hechos con elias. Di- [ 123]
rios tipos de estas sustan- versas consideraciones sobre [ 124]
[ 108] cías. Un examen más .especí- la generación espontánea que [ 125]
fico y una explicación de un surge de la putrefacción de
tr07.o muy notable de madera los cuerpos.
petrificada. Algunas conietu-
ras sobre la causa de esas
producciones. Diversas obser- Observ. 20. Del moho
vaciones hechas con otros azul y los hongos.
cuerpos petrificados, como
[ 109] conchas &c. Y algunas con- La descripción de varios tipos [126]
[110] d#Siones deducidas de ahí so- de mohos. El método de pro- [127]
[111] bre la causa original de esos cedimiento en indagaciones
[112] cuerpos. naturales. Diversas considera-
ciones sobre la naturaleza de
mohos y hongos: l. Que pue-
Observ. 18. De los po- den producirse sin semilla;
ros dd corcho y otros 2. Que no parecen tenerla;
[113] cuerpos. 3. Que las sales, &c. están
conformadas en figuras tan [128)
Diversas observaciones y con- curiosas sin tener semilla; 4.
[ 114] sideraciones sobre la natura- De una especie de bongo que
leza del corcho: número de crece en una vela. Una expli-
ÍNDICE 609

caci6n más concreta de este Observ. 23. De la for-


[129] último tipo de hongo; 5. De ma de las algas.
la figura y modo de produc-
ción de los carámbanos petri- De la curiosa forma de la
ficados: Diversas deducciones mperficie de esta alga y al-
de estas consideraciones sobre gunas otras se extrae la con-
[ 130] la naturaleza de la f!eget11- jetura de la posibilidad de [141]
ci6n de mohos y bongos. multitud de otras similares.

[131] Observ. 21. Del musgo.


Observ. 24. De las su-
[ 132] Descripción de diversos tipos perficies de algunas ho-
de musgos, con ot:asión de lo
jas.
cual se apuntan varias con-
ieturas acerca del modo de Descripción, 1. De la super-
producci6n de estos tipos de ficie glabra de las ho;as. 2.
cuerpos, explicándose algunos De la superficie tomentosa
[133] mediante un símil tomado de de otras muchas. J. De la
un mecanism~ de relojeria. exudaci6n gof!losa o peque-
[ 134] La enorme diferencia de ttJ- ñas perlas transparentes des- [142]
maño que se da entre los cubiertas por el microscopio
cuerpos vegetales, y de la po- en otras varias. Un ejemplo
sibilidad de que el menor de de ello lo proporciona una
ellos pueda contener disposi- hoja de romero.
tivos tan curiosos como los
[ 135] del mayor. De multitud de
' otros mohos, musgos y bo,,.
gos, y de otros. principios ve-
Observ. 25. De las pun-
getativos en el agua, madera, tas picantes de una or-
&c. tiga.
Una descripción de las agujas [143] ·
Observ. 22. De las es- y otros diversos dispositivos
ponjas y otros cuerpos de la hoja de una ortiga. Có- [144]
fibrosos. mo se produce el dolor de la
picadura. Con ocasi6n de ello
V arias observaciones y conje- se hacen varias consideracio-
[ Ü6] turas sobre la constituci6n de nes sobre dardos envenena-
estos cuerpos; diversas histo- dos. Un experimento consis-
rias sacadas de los autores. tente en matar tritones y pe-
[ 137] Difícilmente tendrá otro cuer- ces con sal. Algunas conie-
po una textura así; la textura turas sobre la eficacia de los
[138] fibrosa del cuero, yesca, &c. baños; el uso que se podría
[139] (que se describen) se aproxi- hacer de las inyecciones in-
man a ella. Que mediante un travenosas. Una muy notable [145]
ensayo con un trozo de es- historia de Bellonius y algu-
ponja y aceite no se pudo nas consideraciones sobre el
[140] alterar la necesidad de la r.es- coloreado y teñido de los
piración. cuerpos.
610 ÍNDICE

Observ. 26. De la pica- Observ. 32. Del pelo. [157]


pica. Descripción de diversos tipos (1.58]
de pelo. Sus formas y textu-
La desdipción sacada de Par-·
ras. La razón de sus colores.
[146] kinson. Un experimento he-
Una descripción de la textura [1.59]
cho con ella. Una descripción
de la piel, de la yesca y las [160]
de algunas con;eturas sobre
espon;as. Por qué pasa;es y [161]
la causa de los fenómenos.
poros de la piel parece rea-
lizarse la transpiración. Expe-
Observ. ·27. De la aris- rime.ntos para demostrar la
porosidad de la piel de los
ta de una avena silves- vegetales.
tre.
[147] La descripción de su forma y Observ. 33. De las es- [162]
[148] propiedades. El modo.de ha- camas de un lenguado.
[149] cer un higroscopio con ella.
Descripción de su bella forma.
[1.50] Una conietura sobre la causa
[1.51] de estos movimientos y de
[ 1.52] los movimientos de los múscu- Observ. 34. Del aguijón [163]
los. de una abeja.
Descripción de su forma, ·me-
canismo y uso.
Observ. 28. De las se-
millas del espejo de Ve- Observ. 35. De las plu- [166]
nus. mas.
(1.53] Descripción de ellas. Descripción de la forma y cu- [166]
riosa estructura de las plu· [167]
mas. Algunas .con;eturas .acer·
Observ. 29. De las se- ca de ellas. ·
millas de tomillo.
[1.54] Una descripción de ellas. Una Observ. 36. De las plu-
digresión acerca del método mas del pavo real."
de la naturaleza.
Una descripción de su curio- [168]
sa forma y propiedades, ;unto
con una conietura sobre la (169]
Observ. 30. De las se-
causa de sus colores cam-
millas de amapola. biantes.
[ 1.5.5] Su descripción y utilidad.
Observ. 37. De las pa-
tas de las moscas y
Observ. 31. De las se- otros insectos.
[ 1.56] millas de verdolaga.
Descripción de su forma, par- [170]
Descripción de ésta y otras tes y uso. Algunas conside- [171]
muchas semillas. raciones sobre el particular.
ÍNDICE 611

[172] Observ. 38. De las alas Observ. 42. De unamos·


de las moscas. carda azul. (183]

De qtd 1111111era y con cudnta Descripción de sus partes ex-


[173] rapidez se mueven las alas de ternas e internas. Su dureztl [184]
los insectos. Descripci6n de los para aguantar. la helad• y el [18.5]
péndulos baio las alas y su espiritu de tJÍllo.
[174] movimiento. La forma y es-
tructura de las partes del ala.
Observ. 43. De .un in-
secto acuático.
[17.5] Observ. 39. De la cabe-
Descripci6n de s" forma, [186]
za de una mosca. transparencia y movimiento
1. Toda 111 cara de una mosca tanto interno como de wan-
t4ngano no es casi nada más ce; y de su transporte. Unfl [187]
que ojos; 2. Sstos son de dos historia un tanto anMop ci-
[176] magnihules; J. Son hemisfe-
tada de Piso. Diversas obser-
rios muy reflectantes y lisos; vaciones sobre los distiñtos [188]
4. Algunos estdn dirigitlos ha-
modos de la gene;aci6n de
cia todas las direcciones; 5. los insectos. Se proponen va-
C6mo los limpia 111. mosca; rÍIJS cuestiones acerca de por [189]
·6. Su número; 7. Su orden. qu' medios parecen actuar tfln [190]
[177] Diversos detalles observados
sabia y prudentemente. Aiia- [191]
[178] al diseCCÍOlllJr una cabeztl. Que dido sobre 14 reúu:i6n de otro
1e trfllll muy probablemente modo m,,, raro de generación [192]
de los ojos de 111 cri4tara. Se de los insectos. Una observa-
arguye por diversas ·observa- ción sobre la fertilidad de la
ciones y experimentos. tJlle los tierra y de nuestro dimfl para
[179] cangrqos, langostas, gambas,
producir nuestros insectos y
parecen ser insectos acuáticos de otros diuersos modos de [193]
y estar conformados en gran
su generaci6n.
medida como los insectos
[180] .aéreos. Diversas consúleracio-
nes sobre su modo de vÚión.
Observ. 44. Del mos-
quito empenachado.
Diversas obsertJll(Íones acerca
Observ. 40. De los dien- de los insectos, junto con una
tes de un caracol. descripción más pormenoriZll- [194]
da de lflS partes de este mos-
[181] Una breve descripci6n. quito.

Observ. 41. De los hue- Observ. 45. Del mos-


vos del gusano de seda. quito de abdomen gran- [19.5]
de.
[182] Diversas observaciones sobre
los huevos de· los insectos. Breve descripción del mismo.
612 ÍNDICE

Observ. 46. De tina po- dirlo y llflra hacer que el


lilla blanca. · animal eshlviese quieto para
observarlo. Varios detalles re- [204]
Una descripcí6n de l4s pla- lacionados con las actividades
[ 196] mas y alas de éste. y otros de estll criatura y una breve [205]
[197] vários insectos. Diversas con- descripci6n de sus partes.
[198] sideraciones acerca de l4s alas
y los insectos voladores y las
t:VeS. Observ. 50. Del ácaro
errabundo.
Observ. 47. Del sega- Descripci6n de esta criatura [206]
dor. y de otra muy pequeña que
usualmente la acompañaba.
Descripci6n de sus ojos y del Conjetura sobre el origen de [207)
enazstre de sus largas patas, los ácaros.
[199] y una conjetura acerca de la
razón mecánica de su estruc-
tura, junto con una suposici6n Observ. 51. De un in-
según la cual no es impro-
bable que las arañas puedan secto como un cangrejo.
tener la constitución de sus Una breve descripci6n del [208)
partes internas exactamente mismo.
como l4s de un cangrejo, que
[200] puede denominarse araña de
Of,llll.
O~rv~ 52. De un gu-
sano de libro.
Obse~. 48. De la ta-
rántula~ · Descripci6n del mismo, en la [209]
que de pasada se inserta una
[201] Breve descripción, a la que digresión que explica experi-
se adj11nta una excelente his- mentalmetlle los fenómenos
toria /;e(ha por el Sr. Eve- de las perlas. Consid.eraci6n [210]
lyn. Algunas otras observa- sobre su facultad digeJi</ora.
[202] dones sobre otras arañas y
sus tellu, junto con un exa-
men de una sustancia blanca Observ. 53. De una pul-
que vuela ª"iba y abajo por ga.
el aire tras una niebla.
Una breve descripci6n de la [211]
. misma.
[203] Observ. 49. De unahor-
miga.
Observ. 54. De un pio-
Que todos los cuerpos pe- jo.
queños, tanto vegetales como
animales, rápidamente se se- Descripci6n de sus par.ter y [212]
can y marchitan. El mejor re- algunas circunstancias nota- [213]
medio que hallé para impe- bles.
ÍNDICE 613

Observ. 55. De los áca- La explicación de la inflexión [221)


ros. mecánica e hipotéticamente.
Qué cuerpos poseen dicha in- .
La tremenda pequeñez de al- flexi6n. V arios experimentos
gunos áazros y sus huevos. que muestran que el aire po-
[214) Descripci6n de los ácaros del see esta propiedad; q•e pro- [222]
queso e insinuación de la va- cede de la diversa densidad
riedad de formas en otros. del aire; que la parte supe-
ácdros, con una con;etura rior ~ inferior del aire son
[21.5) acerca de su raz6n. de distinta densidad; algunos [223)
experimentos que lo prueban.
Una Tabla de la fuerza del
Observ. 56. De los pe- resorte del aire co"espon-
queños ácaros de la vid. diente a cada grado de exten-
si6n, cuando se hiro por pri-
Su descripci6n. Conietura so- mera vez y cuando se repiti6. [224]
bre su origen. Su tr;emenda Otro experimento consistente (22.5]
pequeñez comparados con una en comprimir el aire. Una
[216] cochinilla de humedad de la Tabla de la fuerza del aire [226]
que se puede suponer que correspondiente a cada grado
provengan. de compresi6n y expansión,
a partir de la cual se supone
Observ. 57. De los gu- que la altura del aire es in· (227)
definida. Hasta qué punto se [228)
sanos del vinagre. rarifica el aire a cualquier
Su descripci6n, junto con al- distancia sobre la superficie
[217) gunas consideraciones sobre de la tierra. Cómo de esto
sus movimientos. se infiere la inflexión, así
como la explicación de diver- [229]
sos fenómenos. ~ue el aire [230]
Observ. 58. De la in- en las proximidades de la tie-
flexión de los rayos de "ª se compone de partes de
diversa dewsida4, lo cual se
la luz en el aíre. torna probable mediante di- [231]
Breve relato de diversos fe- versos experimentos y obser- [232)
[218] n6menos. Intento de expli- vaciones. De qué manera pro-
[219] carios. Suposici6n basada en duce esta propiedad los efec-
dos proposiciones, las cuales tos de la ondulación y danza
se intentan establecer median- de los cuerpos; del centelleo
te varios experimentos. Qué de las estrellas. Explicación de
es la densidad y la rareza con diversos fenómenos. Adici6n [233]
respecto a la refracci6n. La de algunas Cuestiones:
refracci6n del espiritu del vi- 1. Si no se podría recu"ir
[220] no comparada con la del agua a este principio para perfec-
ordinaria. La refracci6n del cionar los cristales 6pticos.
hielo. Un experimento con- Qué sería de esperar si así [234]
sistente en hacer una ondu- se hiciese.
laci6n del rayo mezclando lí- 2. Si no se podría explicar
quidos de diferente densidad. con este principio la aparici6n
614 ÍNDICE

de algunas estrellas nuevas. y la variedad de sus magni-


3. Si se podria definir me- tudes. En las Pléyades se
diante ella la altura del aire. distinguen 78· estrellas. Que
4. Si no habría en ocasio- hay grados de magnitud in-
nes una disparidad tan grande cluso en las est;ellas conside-
de densidad entre las partes radas de la misma magnitud.
superiores e inferiores del aire Cuanto mayores son los apa-
como para formar una super- ratos y cuanto mayores sean
ficie reflectllllte. las aperturas que toleren, me-
[235] 5. Siendo así, si acaso eso iores resultarán para estos des-
no explicará los fen6menos de cubrimientos. Que es proba-
las nubes. Un experimento en ble que aparatos todavía más
este sentido. largos realicen aún mayores
[236] 7. Si los rayos de las cum- descubrimientos. Se descubren [242]
bres de las montañas no se 5 estrellas en la Galaxia de
doblan en lineas curvas por la espada de Orión.
la inflexión. Un argumento
en su favor sacado de un ex-
perimento realizado en la
aguia de San Pablo. Observ. 60. De la luna.
8. Si la distancia de los
planetas no será más dificil Una descripción de un valle
[237] de hallar. Qué métodos son de la luna; cómo lo llama-
ban Hevelius y Ricciolus y
meiores para rectificar la dis-
tancia de la luna; el modo cómo lo repi-esentaban. De
de disponer telescopios para qué sustancias pueden estar
tales obseroaciones. Cómo ha-recubiertas las colinas de la [243]
[238] cer las observaciones para ha-luna. Descripción de los hÍJ..
llar a partir de ellas la ver-
yos de la luna 'J una conie·
dadera distaltCÍtl de la lunatura acerca de su causa .. Dos·
en cualquier momento. Cómo experimentos que la hacen
hallar la distancia del sol con ·
probable. El de la superficie
dos observflllores. El métododel polvo de alabastro herví- [244]
[239] por la dicotomía de la luna do parece ser el que tiene ·
es inseguro. Que la distanciamás probabilidades de aseme-
de la luna puede ser menor iarse a las erupciones de va-
de lo que basta ah.ora se ha pores del cuerpo de la luna.
supuesto. La suposición de Que los te"emotos parecen
Kepler no es tan probable. engendrarse en gran medida
[240] Explicación de los fen6menos de la misma manera, pare-
por otra hipótesis. ciendo sus efectos muy simi-
lares. Un argumento a favor
de que parezca haber en la
Observ. .59. De las es- luna tales cambios, porque
[241] trellas fijas. mayores se han observado en .
el sol; porque la sustancia {245]
De la multitud de estrellas de la luna y la tie"a pare-
descubribles con el tdescopio cen muy similares; y porque
ÍNDICE 615

es probable que la luna po- que algunos pozos están unos [246]
sea un principio gravitatorio. dentro de otros. El uso que
Esto se argumenta por diver- se puede hacer de este caso
sos detalles. La raz6n por la de gravedad en la luna.
NOTAS A LA MICROGRAFIA
NOTAS f., LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO
1 Presidente de la Sociedad Real. William, segundo Vizcon-
de Brouncker (1620-1684), fue el primer miembro de la Sociedad
Real y su Presidente durante los p~ quince años.
2 Fisiológico aludía aún en esta época a algo perteneciente
a la naturaleza (fysis en griego) en general y no sólo, como en la
acepción restringida actual, a la constitución de los organismos
vivos.
3 «Aunque no puedas alcanzar con la vista lo mismo que
Linceo, no por ello vas a dejar de ungirte si tienes legañas»; Hora-
do, Epistolas, Libro I, Epístola 1, 2s;9_ Linceo es un personaje mi-
tológico de visión agudísima, capaz de atravesar, por ejemplo, los
cuerpos opaoos.
4 Sobre el origen de esta obra en el interés del rey, véase la
Introducci6n, págs. 52-56.
s La mayor parte de los dibujos de la Micrografla se presenta-
ron antes de su publicación en sesiones de la Sociedad Real. Véase
la Introducción, págs. 54 y sigs. En la primera nota de cada Observa-
ción se dan detalles, cuando los hay, de sui¡ presentaciones antece-
dentes ante la Sociedad Real.
6 En esta época la Sociedad Real estaba interesada en un
proyecto· irénico consistente en evitar las disensiones científicas, fi.
los6ficas, políticas y religiosas (Inglaterra acababa de salir de tiem-
pos turbulentos), limitando sus actividades a describir hechos, acerca
de los cuales el consenso es fácil de conseguir. En esta misma época
Thomas Sprat redactó bajo la dirección de Wilkins, representante
del grupo más activo de la Sociedad, un libro apologético, History of
tbe Royal Society (1667). En él se expresaba la política dominante
en la Sociedad, un escepticismo mitigado, consistente en rechazar la
filosofía natural «dogmática» que no se basa en los hechos sino en
el ingenio (cuyo modelo es la física cartesiana y en general las hipó-
tesis meramente plausibles). Frente a ello se predica el antídoto
consistente en un baconianismo estrecho y antiteórieo del tipo ejem-
620 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

plificado por las historias· naturales casuales y sin criterio de la


Sylva Sylvarum. Hooke, como se verá mesta obra, pretendía pasar
de las historias (los hechos) a las bipólesis generales acerca de la
constitución última de la naturaleza, y ello con todo rigor. (En una
ocasión, decía de sus conclusiones que ae verá que, merced a un
proceso metódico y claro de demostraci6n, son consecuencias tan
necesarias de principios innegables como cualquiera de las conclu-
siones a las que llega Euclides en su Geometría»; Lectures of Light,
1680, en R. Waller (Ed.). The PosthumOllS Works of Robert Hooke,
pág. 79.) Hallándose Hooke más pnSximo al dogmatismo que al
escepticismo mitigado oficial, en la sesión del 23 de noviembre de
1664, cuando se solicitó que el Presidente firmase la licencia para
publicar la Micrografía (cuyas observaclones estaban impresas desde
hada más de un mes, sometidas al escrutinio de la Sociedad), se
ordenó: «Que el señor Hooke dé noticia en la dedicatoria de esa
obra a la sociedad de que, aunque le hayan dado licencia, con todo
ellos no abrazan teoría alguna ni se ha de pensar que así sea, y de
que las diversas hipótesis y teorías que él enuncia allí no se expo-
nen como certezas, sino como conjetmas, y que no pretende en
absoluto imponerlas o exponerlas al mundo como la opinión de la
sociedad» (T. Birch, The History of tbe Royal Society of London,
Londres, 1756, 4 vols.; vol. 1, pág. 491).
7 Estos temas relativos .a abordar el estudio de la naturaleza
tras purgar el intelecto de las. causas de error, a fin de restaurarlo
a. su prístina perfección. son tfpicameute baconianos, hallándose ex·
·presados hasr. la saciedad en el N0111J111 Organum. Hooke llegó a
iniciar hacia mediados· de 1668 la composición de un tratado meto-
dológico de corte básicamente baconiano titulado Un esquema ge-
neral o idea del estado «tual de la filosofía natural y de c6mo se
pueden remediar sus defectos, procedielulo met6dicamente a realizar
experimentos y recoger observ«iones co11 los que compilar una his-
toria natural que sea el s6lido cimiento de la susperestructura de la
verdadera filo!ofía. (El breve dtulo es suficientemente expresivo de
lo que va den~;_ la obra fue editada por R. Waller en The Pos-
thumous W orks of · Robert Hooke, citado en la Bibliografía, pá-
ginas 1-70.) El tratado es plenamente baconiano, aunque está ses-
gado hacia la formulación de hipótesis y su confirmación o disconfir-
mación experimental, en lugar de recomendar la mera recopilación de
datos a la espera de una inducción sin conjeturas, lo que está en
desacuerdo con la postura oficial de la Sociedad Real, tal como la
expresa Sprat (véase la nota anterior). A este respecto, Hooke se-
ñala como primer requisito del historiador natural la familiaridad
con hipótesis y teorías, a fin de que mnjeture más rápidamente la
explicación de los fenómenos (lbid., pág. 19); véanse también sus
cLectures of Things Requisite to a Ntral _ [sic] Historyi., en
D. R. Oldroyd, «Some Writings of Robert Hooke on Procedures for
the Prosecutioli of. Scientific Enquiry», Notes and Records of the
Royal Society of London, 41 (1987): 145-147, pág. 158, donde se
indica que la familiaridad con hipótesis y teorías dará lugar a criti-
NOTAS A LAS DEDICATORÍAS Y AL PREFACIO 621

car los experimentos y a sugerir otras cuestiones que a su vez lleven


a experimentos; d. M. Hesse, cHooke's Development of Bacon's
Method», Proceetlings of the Tenth IntematU>IUJl Congress of tbe
History of Science, lthaca, 1962, vol. 1: 265-8.
8 La expectativa del desarrollo de las investigaciones micros-
cópicas en Inglaterra creó usualmente la impresión de que los áto-
mos o corpúsculos de la mateña podrían llegar a verse con la mejora
del poder de aumento de los aparatos. De la misma manera que,
en Del libre flfbitrio, D. Erasmo desaconsejaba discutir cuestiones
abstrusas de teologfa, ya que, de ser buenos, pronto podríamos
preguntarle directamente al objeto de nuestra investigación, H. Po-
wer, el primer tratadista de temas microscópicos con su Experimental
Pbilosophy (1663), sugería dejar de discutir de filosofía natural has-
ta que mejoraran los aparatos ópticos («hasta entonces, sin tal
asistencia mecánica, nuestros mejores filósofos demostrarán ser con-
jeturadores vaeuos», · dice al final del prefacio). La idea de que el
microscopio pueda llegar a mostrarnos los últimos componentes de
los cuerpos puede retrotraerse a F. Bacon, Novum Orgflllum (1620),
Libro II, Aforismo 39. Otro tanto ocurre con W. Charleton, quien
en su Physiologi4 Epicuro-Gassendo-Chflfltoniana (1654) expresaba
la idea de que el atomismo quedaba visualmente probado por el mi·
croscopio (pág. 116). El mismo Newton en su Optica (1704), Li·
bro II, Parte III, Ptóp. VII (pág. 230 de la edición española de
Alfaguara) dice que «no es imposible que en el futuro los micros-
copios se perfeccionen, si es que no han llegado aún en cierta me·
dida a ese grade de perfección, hasta el punto de descubrir las
partículas de los cuerpos de las que de¡:ienden sus colores. Si tales
instrumentos son ya tan perfectos o pueden perfeccionarse hasta
el punto de mostrar con suficiente nitidez los objetos quinient11s o
seiscientas veces mayores de lo que aparecen a simple vista a un
pie de distancia (A. ·van Leeuwenhoek había rozado ese aumento),
espero que seamos .capaces de descubrir algunos de los mayores de
tales corpúscu1oP. En cualquier caso, con 4000 X se verían prácti-
camente todos; d. Ibid, pág. 20.5, donde hay una tabla de los diá-
metros de las paraículas responsables de los colores. Hooke expresa
más abajo (págs. 148 y sig.) la. idea de que el progreso de la óptica
nos llegue a m~ la estructura de los cuerpos, esas Pequeñas má-
quinas de las que dependen todos los fenómenos de la naturaleza.
9 Hooke alude aquí al tipo de tratado sobre el método que
citábamos en la nota 7. Sobre esta y otras alusiones· de Hooke a un
sistema metódico de realizar descubrimientos mediante presentación
taquigráfica de masas de datos en tablas, vide infra, pág. 137 y el
final de la Observación XIV.
10 P. Gouk ( «Acoustics in the Early Royal Society», Notes
and Records of tbe Royal Society, 36 (1982): 155-175; pág. 156) se-
ñala que Bacon, influido aún por Aristóteles, consideraba que la
principal tarea del filósofo natural era ampliar el alcance de los sen-
tidos mediante la tecnología. Véanse también las consideraciones de
Hooke en la sesión de la Sociedad Real del 13 de diciembre de 1677
622 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

(T. Birch, History of the Royal Society of London, vol. III, pági-
nas 364-5); vide asimismo sus Lectures of Light (1680), en R. Waller
(Ed.), The Posthumous W orks of Robert Hooke, pág. 72.
11 Ya en 1613, P. Aproino y D. Antonini experimentaron con
una catácoia para aumentar la audici6n, pidiendo ayuda a Galileo
para desattoIIar el sistema. En Inglaterra la idea de aumentar el
alcance del oído humano parece ser baconiana; cf. F. Bacon, Sylva
Sylvarum (1627), Centuria 3, núm. 285, donde llama cgafas de
oído» a la trompetilla utilizada en España. Las «JDáquinas de oír»
hicieron una pronta aparici6n en la Sociedad Real gracias a R. Mo-
ray que tenía una (sesiones del 4-:XIl-1661 y del 1-1-1662; Birch,
History of the Royal Society of London, vol. 1, págs. 66 y 68), pre-
sentando W. Croone un discurso sobre el aparato pbonocampticus
(17-IX-1662, Ibid., pág. 111); sobre el tema relacionado del éco,
cf. también las págs. 120-3, 132, 137-8.
Hooke desarroll6 un tipo de otacústico de vidrio y lo present6
en la sesi6n de la Sociedad Real del 2 de abril de 1668, recomen-
dándosele mejorarlo para la pr6xima sesi6n del día 9, cosa que hizo
(T. Birch, History of tbe Royal Society of London, vol. 11, pági-
nas 261-3). Este aparato se originó en los intentos de mejorar uno
de William Croone para captar los movimientos del aire (Birch, op.
cit., vol 11, págs. 247, 255-8; en· esta última página, puesto que
Hooke había mencionado que el aparato se podía usar para captar
los sonidos, se lee: «se orden6 que el Sr. Hooke preparase para este
fin uñ gran recipiente de vidrio»). En junio y julio de 1672 se exa-
mfuaron otros modelos producidos por Hooke, J. Goddard y J. Co-
nyers, esta vez para aumentar el volumen de emisi6n. El mejor de
estos altavoces fue el de Hooke (Birch, History, vol. 111, págs. 51,
54-56). Cf. P. Gouk, op. cit. en la nota anterior, págs. 163-5, así como
su artículo «The Role of Acoustics an& Music Theory in tbe Scien-
tific Work of Robert Hooke», Annals of Science, 37 (1980): 573-605,
esp. pág. 590.
u En julio de 1687, Hooke desarrolló un sistema similar a
éste para transmitir el movimiento a distancia a través de hilos y
tubos, el cual procedería a una velocidad mayor que el sonido, «in-
cluso tan rápido como el movimiento de la luz». Cf. Waller (Ed.), The
Posthumous W orks of Robert Hooke, pág. xxiv; P. Gouk, op. cit.
en segundo lugar en la nota preced~te, pág. 584.
13 Véase infra la Observaci6n XXV, págs. 400-403 y nota 6.
14 Georgius Agricola o Georg Bauer (1494-1555) fue un mé-
dico alemán dedicado a la metalurgia y minería.· Su obra principal,
De re metallica libri XII (Basilea, ·1556), es un tratado sobre todas
las técnicas y aspectos conectados con la extracción y procesamiento
de minerales. La detecci6n de venas a través del tipo de vegetaci6n
que crece sobre ellas se menciona en el Libro 11, pág. 26.
IS Véase la figUra 1 de la Planclla I, más abajo, pág. 153.
Este es el primer b~metro de rueda, en el que la presi6n se
registra por medio de la rotaci6n de una aguja. Ya el 30 de di-
ciembre de 1663, Hooke present6 a la Sociedad Real un mecanismo
NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO 623

para hacer más ~nspicuo el movimiento del mercurio en un baró-


metro. Como era usual, ese le ordenó que para la próxima reunión--
preparase un tubo de mercurio y le adaptase su instrumento• (Bircb,
History of the R.oyal Society, vol. 1, pág. 365; d. también págs. 367.
y 371). Aparentemente la presentación del aparato no se registra
hasta el 30 de mayo de 1678, Ibúl. vol. III, págs. 409-10. Pero
véase T. Sprat, The History of the Royal Society of London (1667),
págs. 173 y sigs., donde se incluye el «Método para hacer una His-
toria del tiempo, por el Sr. Hookei., en cuya pág. 174 se menciona
un buómetro que marca las «más diminutas variacionesi. de pre-
sión. a. W. E. K. Middleton, Invention of the Meteorological Ins-
truments, Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1969, págs. 26 y sigs.;
J. A. Bennett, cRobert Hooke as Mechanic and Natural Philosopheri.,
Notes and Records of tbe Royal Society, 35 (1980): 3348, pág. 36
y nota 19, y P. Pugliese, The Scientific Achievement of Roberr Hooke,
Harvanl Ph. D. Thesis, 1982, págs. 324-345.
16 Véase infra Ja Observación XXVII, págs. 407417.
11 Estos aparatos fueron inventados por Galileo hacia finales de
1606, usados luego p0r S. SaJitorio para fines médicos y meteoroló-
gicos y notablemente desarrollados por Sagredo quien incluso los
dotó de escala. El aparato consistía básicamente en una ampolla de
vidrio con un cuellq largo. que se ponía boca abajo sobre un reci-
piente con agua. La altuta de ésta en el cuello decrecla con el calor,
aunque era también sensible a variaciones de presión. H. Power,
por ejemplo, en el primeto de sus Experimentos subterráneos (Expe-
rimental Pbilqsophy, pág. 175) usa un tennoscopio en la boca y el
fondo de una mina de arb6n, observando el ascenso del agua con
el ~e5censo en el pozo. El nombre termoscopio se debe a G. Bianca·
ni, Sphaera mundi (Bolonia, 1620); d. W. E. K. Middleton, op. cit.
en la nota 15, págs. 44-47. Estos termómetros de aire, conocidos
también como vitrum caleñdarium, se vendían en Inglaterra a partir
de los años treinta, bal;iéndo indicado F. Bacon cómo construirlos
(Novum Organum, Libro II, Aforismo 13, punto 38; edición de
M. A. Granada de La Gran Restauración, Madrid: Alianza, 1985,
págs. 224 y sig.). Para ei termómetro de Hooke, vide infra, Obs. VII,
págs. 217-219.
18 Alusión al método de hallar la longitud en el mar com-
parando la hora local (conocida por los astros) con la hora del me-
ridiano de origen (Greenwich, por ejemplo) marcada por. un cronó-
metro. Este método resultaba impracticable con relojes de ·péndulo
que se descompensaban con el brandar del buque. Mientras Hooke
estaba en Oxford, tuvo a Seth W ard como profesor de astronomía,
quien le hizo ver la importancia de los relojes para las observacio-
nes. Hacia 1657, se le ocurrió que para regular el movimiento del
reloj podría sustituirse la gravedad por unos resortes, con lo que
la vibración se produciría independientemente de la posición del
cronómetro, el cual seria de este modo insensible al cabeceo del
barco y permitiría la determinación de la longitud por la diferencia
horaria. Poco después de la restauración, en 1660, su empleador y
624 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

amigo Robert Boyle interes6 a Lord Brouncker y a Robert Moray


en la patente y manufactura de este tipo de cronómetros, pero Hooke
no llegó a un acuerdo con ellos pretextando que las cláusulas no
salvaguardaban sus intereses. Con todo, es ramnable pensar que su
método no era practicable y precisaba de ulterior desarrollo. Así lo
afirma Huygens en su carta a R. Moray del 18 de septiembre de
166.5: «creo que en su prefacio CI Sr. Hooke habla de este invento
de las longitudes, como de tantas otras cosas, demasiado confiada-
mente> (Oeuwes, V, pág. 486). (También critica su sistema de me-
jorar los telescopios expuesta más abajo, págs. 140-142.) El asunto se
complicó tras la aparición en 1675 del reloj con resorte espiral de
C. Huygens y el intento de H. Oldenburg en 1675 de obtener para
sí una patente inglesa de los inventos de Huygens. ·
Sobre este tema véanse los escritos de A. R. Hall citados en
el apartado Vl.10 de la Bibliografía, así como P. J. Pugliese, The
Scientific Achievement of Robert Hooke, Harvard PI\. D. Thesis,
1982, Cap. 7, § B, especialmente págs. 401-27.
t9 C.Omo en el caso de los cronómetros, Hooke nunca publicó
los tratados aquí prometidos. Siendo aún alumno de la Westminster
School, ingenió varios modos de volar. Sobre ello volvería más tarde
en Oxford, como parte de una serie más amplia de proyectos de
transporte rápido por tierra, mar y aire. Parece que hizo un módulo
que se elevaba a base de alas y resortes, siendo tal vez todos sus
proyectos una imitación del welo de las aves. En cualquier caso, la
limitaci6n de todos ellos deriva de la debilidad de los músculos hu-
manos. Parece que ya en Oxford le mostró a Wilkins alguacs p~
yectos de músculos artificiales que no dieron resultado.
20 Esta palabra, inventada por Paracelso con un indudable
sabor arábigo, es el supuesto disolvente universal de los alquimistas
al que nada se resiste (lo cual plantearía serios problemas a la hora
de meterlo en un recipiente).
21 Desde que Gaspare Aselli (1581-1625) descubriera en 1622
los vasos quilíferos o lácteos en el mesenterio del perro, se desató
un gran interés por estos temas. Así en 16.51 J. Pecquet (1622-74)
des.cribi6 la cisterna chyli, su continuación en el conducto linfático
del ~6rax y la descarga en las venas. En 16.53, T. Bartholin (1616-80)
demosttó el pasaje linfático del tórax y el sistema l.inf~tico en hu-
manos, demostrando asimismo que los vasos linfáticos transportan
linfa desde el hígado hacia el conducto torácico, lo que arrojaba du-
das sobre la teoría de Galeno acerca del origen hepático de Ja san-
gre. El tercero que cita Hooke, el tal Billius, debe ser Louis de
Bils, un noble anatomista aficionado y deficiente que era amigo de
Hornius (J. van Home, 1621-70, el primero que descubrió el con-
ducto quilífero torácico). L. de Bils escribió un h"bro insensato so-
bre la circulación linfática en el que comprometía al pobre Hornius
con sus teorías locas.
22 Harvy es William Harvey (1.578-16.57) el primero que de-
mostró la doble -circulación de la sangre. G. Ent (1604-89), médico
practicante y miembro de la Sociedad Real de Londres, es famoso por
NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFA'CIO 625

haber sido amigo y defensor de Harvey, a quien persuadió para pu·


blicar su manuscrito sobre la generación. T. Willis (1621-75) fue un
médico, miembro de la Sociedad Real y antes, del Club filos6/ico que
floreció en Oxfor4 ·con la llegada a finales de los cuarenta de Wallis,
Wilkins, Goddaid, Petty y Ward, al que se sumaron luego Boyle,
Wren y Hooke. F. Glisson (1597-1677), el médico y anatomista más
importante de la generación siguiente a Harvey, fue Regias Professor
of Ph,sic de Cambridge desde 1635, aunque se pasaba la vida en
Londres. Fue también miembro de la Sociedad Real y del Colegio
de Médicos que bajo su influjo se convirtió en la encamación de la
Casa de Salomón de Bacon.
23 Galileo fue un famoso filos6fo descubridor del telescopio
y castigado por el Papa.
J. Hevelius (1611-1687) fue un astrónomo e instrumentista
de mérito que tenía un sofisticado observatorio en Dantzig. Hooke
consideraba que el costo de sus dispositivos podría dividirse por
diez si se empleasen miras telescópicas, lo que dio lugar a una en-
venenada polémica. Hooke estaba básicamente en lo cierto, pues gran
parte de la sofisticación de Hevelius era vacua. En efecto, como de-
mosttó experim~talmente en 15 de enero de 1674 (Bircb, History,
vol. 111, pág. 120), el poder de resolución del ojo humano no llega
al minuto (de hecho se acepta hoy el valor de 50"), por lo que «de
nada sirve cualquier delicadeza que se emplee para hacer las divisio-
nes de un instrumento más exactas, a menos que el ojo se vea asis-
tido por otras ·a}rudas de lentes ópticos• (loe. cit.); cf. su Animadver-
siones on the First P•t of M~hina Coelestis (1674), en R. T. Gun-
ther (Ed.), Early Science in Oxford, vol. VIII¡:págs. 29-114.
Zulichem es Cllristiaan Huygens.
24 L. Rooke (1622-62), astrónomo práctico, filósofo natural,
Profesor del Gresham College y miembro de la Sociedad Real.
C. Wren (1632-1723), matemático, arquitecto, compañero de Hooke
en Oxford y luego en la reconstrucción de Londres. Se le atribuyen
algunos de los mejores dibujos de la Micrografía, así como algunos
de los monumentos proyectados por Hooke. El Obispo de Exeter
entre 1662 y 1667 era Seth Ward (1717-89), profesor de astronomía
de Hooke en Oxford y miembro de la Sociedad Real. Propuso a
mediados de siglo una alternativa más manejable a la ley de áreas
de Kepler que tuvo bastante éxito.
25 Robert Boyle (1627-91), filósofo natural, modelo de no-
bleza, circunspección y. aun virtud. Desde 1654 mantuvo un labo-
ratoño en Oxford, contratando como ayudante a Hooke, a quien
transfiri6 a la Sociedad Real en 1662, en cuya reunión del 12 de
noviembre de 1662 «se ordenó que se le dieran las gracias al Sr. Boy.
le de parte de la Sociedad por haber prescindido de él [Hooke]
para uso de ellosi. (Bircb, History, vol. 1, pág. 124 ). Durante la época
de su colaboración, Hooke desllrrolló la bomba de vacío, convirtién·
dola en un instrumento de· laboratoño manejable. Se hizo famosa
con la publicación en 1660 de los Nuevos Experimentos Físico-me·
cánicos de Boyle, siéndole generalmente atribuida hasta que éste
626 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

mencionó a Hooke en la segunda edición de 1662. Es muy probable


también que fuesen debidos al genio de Hooke los experimentos
cuantitativos que demostraron la hipótesis de Richard Towneley,
conocida como Ley de Boyle; d. infra la Observación LVIII, pági-
nas 564/[222] Y. sigs., y nota 6.
26 Sobre el 4/gebra filosófica de Hooke, véase el final de Ja
Observación XIV y la Introducción, págs. 30-34.
'Z1 Dícese que Aníbal desesperaba en su juventud comparán-
dose con Alejandro Magno. En efecto, a sus veintiséis años, cuando
fue proclamado jefe del ejército cartaginés, aún no había conquistar
do nada, mientras que a su edad Alejandro andaba ya por Media,
después de conquistar Egiptó, tomar Babilonia y muchas otras cosas.
28 En volumen; el aumento lineal de las observaciones de
Hooke andaba en tomo a los 100 X.
29 Las lentes esféricas producen una aberración, llamada es-
férica, derivada de que los rayos que pasan cerca del borde amver-
gen antes que los que pasan por las proximidades· del centro, am
lo que la imagen aparece borrosa. Descartes, en el Discurso octavo
de su Di6ptrica, proponía una solución teóricamente correcta aunque
impracticable, consistente en tallar lentes según superficies ~
des e hiperboloides (d. la edición de Guillermo Quintás, Madñd:
Alfaguara, 1981; págs. 126-151). La solución utilizable era emplear
sólo la parte centraf de la Jente esférica, prácticamente indistingui-
ble de la superficie hlperb6lica ideal, mediante el uso de ~
mas (lo que disminuía la luminosidad, defecto al que se orienta el
sistema de iluminación descrito más abajo en las págs. 138 y sigs_).
Exclusivamente en "el caso de los telescopios, la disminución de Ja
luminosidad se combatía adelgazando las lentes y aumentando la lon-
gitud focal, pues la aberraci6n esférica disminuye con su cuadrado.
Hooke en Inglaterra, ·y lluygens y Hevelius en el continente, se efe.
dicaron a alargar los telescopios. Además Hooke inventó en 1668
un tubo con espejos para acortarlos manteniendo una buena dis-
tancia focal, pero no resultó práctico debido a dificultades para
hacer espejos realmente planos y a la absorción de luz en los mismos.
Los problemas de. la aberración esférica no se resolvieron
hasta 1830, cuando J. J. Lister combinó dos lentes acromáticas se-
paradas por una diferencia aítica.
30 Hasta 1628 los mejores anteojos se fabricaban en HoJan.
da, pero a partir de esa fecha los mecánicos ingleses pusieron ma-
nos a la obra y para la segunda mitad lo hacían como nadie. R. R~
ves, junto con J. Cox, J. Yarwell, J. Marshall y otros, fue uno de
los principales fabricantes londinenses de anteojos durante la se-
gunda mitad del diecisiete. También fabricaba microscopios, siendo
él quien se los suministró a H. Power y a S. Pepys, por ejemplo.
31 Ya el 10 de abril de 1661 se nombró una comisión en la
Sociedad Real que entendiese de todo lo relativo a las herramien-
tas para fabricar lentes, formada por R. Moray, P. Neile, J. Wallis,
J. Goddard y C. Wren (Birch, History, vol. I, pág. 20; véase tam-
bién pág. 23): Hacia 1664 se corrió la noticia de que G. Campani
NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL P.REFACIO 627

trabajaba sus lentes a torno, aunque las mejores debía hacerlas a


mano. Desde abril de ese mismo año, Hooke anuncia una máquina
de pulir lentes de la que no parece dar noticia hasta finales de año
en el pasaje de la Micrografía que viene a continuaci6n (á. 27 de
abril, 19 de· octubre y 2 de noviembre; Birch, History, vol. I, pá-
ginas 417, 477 y 483). El objetivo era fabricar lentes esféricas de
cualquier radio, estando motivado por la dificultad que experimen-
tó R. Reeve5 para tallar una lente de 18,3 m mediante una regla
de ese tamaño que no se deformase (d. R. Waller, Posthumous
Works, .pág. 531), si bien el instrumento de Hooke era perfecta-
mente inútil. Así lo hicieron saber algunos continentales, como
C. Huygeos a R. Moray y A. Auzout a H. Oldenburg (d. Birch,
The History of the Royal Society of London, vol. II, pág. 56). La res-
puesta de Hooke a éste indica claramente que la suya era una má-
quina teórica que no se había ensayado (á. M. Daumas, Les ins-
truments cientifiques au XVII• et XVIII• srecles, París: P. U. F.,
1953, págs. 54 y sigs.). C. Huygens comenta en 1665 a su padre la
debilidad de la preparación geométrica de Hooke, señalando que
su máquina es «perfectamente inútil y un mal ejemplo de su álge-
bra» (Oeu,,,.es, vol. V, carta 1331; citado por M. Hesse, «Hooke's
Philosophical Algebra», Isis, 57 (1966): 67-83, pág. 73 n.).
Todavía en 1669, Hooke prometi6 mejorar su máquina (17 de
junio de 1669; Birch, History, vol II, pág. 385). aunque para en-
tonces estaba tratando de desarrollar otra para tallar lentes según
figuras elfPticas e hiperbólicas, como recomendara Descartes (vide
supra ta·oota 29). El 10 de junio de 1669, Hooke present6 un «mo-
delo de otra máquina ingeniada por él para tallar una lente con
cualquier figura elíptica o bij,erbólica dada mediante dos movi-
mientos, uno sobre los centros y otro sobre un plano». Aparente-
mente esa es la máquina· que se estaba fabricando en enero del
año siguiente y que se presentó a la Sociedad al cabo de otro año, el
12 de enero de 1671, ante el escepticismo de los mi~mbros. No hay
noticia de los resultados de las pruebas ordenadas (d. Birch, His-
tory, vol II, págs. 377, J79, _383, 416 y 463; para más información,
d. J. Bennett, «Robert Hooke as Mechanic and Natural Philosopher»,
Notes and Records of the Royal Socieiy, 35 (1980): 33-48, pág. 37 y
nota 48).
Más tarde, según cuenta R. Wl!ller (The Posthumous Works
of Robert Hooke, pág. x), el mecánico londinense J. Marshall solí·
citó la aprobación de la Sociedad Real pára un método de pulir
lentes basado en el de Hooke que tal vez funcionase mejor.
32 lnfra, págs. 143 y sig. Hooke comenzó a hablar del proyecto
de este aparato en la Sociedad Real el 15 de junio de 1664, cuando
las Observaciones de la Micrografía estaban ya casi completamente
redactadas, ordenándosele .reiteradamente que lo fabrique a toda
velocidad (d. Birch, Hiitory, vol I, págs. 441, 443, 453, 457, 458,
460). A partir del 31 de agosto, cuando por fm se terminó, se hi-
cieron con él experimentos casi quincenalmente (lbid., págs. 463,
628 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

472, 473, 475, 485, 495, 501, 507, etc.). Moray envi6 a Huygens al-
gunas mediciones, d. C. Huygens, Oeuvres, vol. V: 1767.
11 Op. dt. supra en la nota 29.
31 F.ste método es una adaptaci6n· del usado por Galileo con
sus telescopios. Véase el comienzo de su Gaceta sideral, ed. C. Solís,
El 111emaje 1 el 111e11sa;ero sideral, Madrid: Alianza, 1984: 27-90,
pág. 40_
lS Los miaoscopios compuestos -comenzaron a ensayarse en
la segunda década del siglo diecisiete. A mediados de siglo, los Huy-
gens diseñaron algunos y R. Reeves los vendía entre 3 y 6 h"bras;
pero hasta Hooke no funcionaron satisfactoriamente, copiándose y
adaptándose con frecuencia, como hizo E. Divini en Italia, quien en
1648 había inventado un tipo de microscopio con tubos de cartón
extensJDles y lentes convexas como éste posterior de Hookc.
· La aberraci6n y la mala calidad del vidrio era un problema
más grave en los microscopios que en los telescopios, pues las lentes
de los primeros, al tener un menor radio de curvatura, presentan ma-
yor abernci6n esférica y al ser comparativamente más gruesos, la
imperfea:i6n del vidrio era más notoria. De ahí la tendencia a mejo-
rarlos disminuyendo el número de refracciones y la superioridad de
los microscopios simples de bola que Hooke describe más abajo. Los
había aJD1CDZ11do a hacer J. Hudde en Holanda en 1663, sirviéndose
de ellos los Huygens en sus sofisticados microscopios de los años se-
tenta (C. Huygeos, Dioptrique, Oeuvres, XIII, pág. 520; d. también
M. Dmmas, -Op. cit. en la nota Jl, págs. 56 y sigs,). Quien mejor
partido sacó de estos microscopios simples fue A. van Leeuwenhoek,
quien. para 1674 fabricaba lentes biconvexas de 6· a 7 mm de longitud
focal y 5 mm de di'1netro con las que se acen:aba a 500 X y 1 µ de
resoluci6n, diez veces mejor a este respecto que lo5· compuestos. Los
objetivos y también los oculares de los compuestos aumentaban la
aberraci6n cromática, con lo que su magnificaci6n útil no podía
competir con la de los simples, por más que éstos fuesen de manejo
mucho más engorroso. La superioridad de los microscopios simples
de Lccuwmhock se mantu\ro durante todo el siglo ·dieciocho, prác-
ticamente hasta que en el primer tercio del siglo diecinueve se supe-
raron las aberraciones cromática y esférica, permitiendo el desarrollo
de microscopios compuestos. Ya mencionamos (supra nota 29) el
método de J. J. Lister de 1830 para la aberraci6n esférica. El méto-
do para atacar la cromática (el azul converge antes que el rojo) me-
diante la combinaci6n de una lente positiva y otra negativa de vi-
drio aoum y flint respectivamente con diferente poder de disper-
si6n, fue ingeniado en 1758 por J. Dollond para telescopios; pero la
pequeiíez de los componentes en microscopios retras6 el uso de este
sistema hasta la primera década del diecinueve, cuando van Deijl
comcnz6 a comercializarlos en Holanda. (Cf. G. L'E. Tumer, Collect-
ing Miaoscopes, Londres: Studio Vista, Christie's South Kensington
Collc:ctor Series, 1981, págs. 12-15.)
36 Hooke da a entender aquí que todos los dibujos son su-
yos. La mayoría de ellos (veintid6s de los treinta y tres de tema
NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO 629

microscópico) fueron presentados en sesiones de la Sociedad Real


(véase la referencia en la primera nota de cada Observación). Los
que no aparecen en las actas de la Sociedad son los de las plan-
chas 16, 17, 18, 19, 20, 22, 24, 30, 34,· 35 y 36, aunque en algún
caso Hooke deja bien claro que él es_.el dibujante (v.gr., la 17 o
la 36). C.On todo, las mejores de ellas, la 24, 34 y 35 (de Eristalis te·
nax, Pediculus hu1111111us y Pulex initans) han sido atribuidas a
C. Wren tan sólo porque expresan mayor fuerza y belleza. Vide
M. E. Power, cSir Cbristopher Wren and the Micrograpbia», T1ansac·
tions of the Connectú:ut Academy of Atts and Sdences, 36 ( 1945):
37-44. A la vista de que la prlinera recensión de la Miaouafía dice
que todos los dibujos microscópicos los hizo Hooke (el autor ha «dado
prueba de su singular habilidad dibujando todo tipo de cuerpos, pues
ha trazado todas las ilustraciones de estos 60 objetos miaosc6picos
con sus propias man<>P, etc. Philosophical T1ansactions, vol. 1, núm. 2,
1665: 27-32, pág. 28) y a la vista de que Wren era amigo suyo, es
poco probable que usase sus dibujos sin citarlo. De todos modos,
el hecho de que los originales no existan y de que los grabadores
unifiquen los detalles personales de los trazos hace imposible dilucidar
esta conjetura tan incierta como desabrida para con Hooke.
:n Henry Power (1623-68) fue médico, microscopista y filó-
sofo natural. Era cartesiano y pertenc:cla al círculo de los Towneley,
escasamente conectado con la ciencia de la Sociedad Real de la que
fue miembro, aunque sólo asisti6 a un par de sesiones a mediados
de 1663. El 24 de junio «mostró vanas observaciones microsc6picas
realizadas por él mismo, siendo· nombrados el Dr. Wilkins, el
Dr. Wren y el Sr. Hooke para realizar juntos más observaciones de
naturaleza similar» (Bin:h, History, vol. 1, pág. 266). Las observa-
ciones tiiiaosc6picas de Hooke habían comenzado poco antes, pues
en la sesión del 25 de marzo de ese mismo añq se le pide que con·
tinúe oon ellas con vistas a la publicación (Bin:h, op. cit., pág. 213;
véase también la Introducción, pág. 54, para el origen de la Miao-
grafía). Las observaciones de Power se recogieron en su ·libro Expe-
rimental Philosophy, terminado en 1661 y publicado en 1663 (por
una errata, la fecha aparecía como 1664). La Miaog1iJfía se parece
mucho a la parte miaosc6pica del hbro de Power tanto temática-
mente como en la orientación: no son obras de naturalista como
las· anteriores, sino de filosoffa natural. (Cf. C. Webster, cHenry
Power's Experimental Philosophy», Ambix, 14 (1967): 150-798,. pá-
ginas 160 y sig.; cf_ también C. Solís, «Microscopios, átomos y vi-
braciones», en Present i futur de la Filosofia, Barcelona: Publicacions
de la Universitat de Barcelona, 1988, págs. 87-139.)
La observación de los falsos agujeros en el ojo compuesto
de las moscas a que se refiere Hooke aparecen en la Observaci6n III,
págs. 5 y sig. del libro de -Power; cf. también infra, pág. 464/[175].
38 Las cualidades ocultas peripatéticas co~tit\JÍan un proble-
ma sobre el que la filosofía mecánico-corpuscular del· siglo XVII pre-
tendía demostrar su temple. Aunque Aristóteles no · 1as menciona,
tienen un origen remoto en la medicina galénica con su percepci6n
630 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

de la existencia de yirtudes curativas en las plantas que no se redu-


cen a las determinaciones primeras de la materia prima, el par de
cualidades frío-caliente y húmed~seco que define los cuatro elementos
(tierra, agua, aire y fuego). &tas son las cualidades manifiestas pri-
marias que causan las cualidades manifiestas derivadas. Las cualida-
des ocultas son et residuo que queda tras constatar que algunos efec-
tos observables no parecen tener su causa en cualidades perceptibles
·(en la composición de los cuatro elemenws).
El problema de estas cualidades imperceptibles es que no resul-
taban tratables científicamente, ya que en la psicología cognitiva
aristotélica el entendimiento agente debe operar sobre los fantas-
mas (imágenes) de la sensación, de manera que sin ésta no hay co-
nocimiento. En este sentido «oculto> significaba a la vez «insensi-
ble» e «ininteligible>. Esta precariedad debió afrontarse en el Rena-
cimiento tras la elaboración y auge de las causas ocultas a manos
de los herméticos, médicos ~ partidarios de la magia natural.
En est'e contexto, la filosofía mecánia><:orpuscular 11arre las
cualidades ocultas, no negando la existencia de procesos impercep-
tibles o de efectos no explicables a trivés de ·ta proporción de los
cuatro elementos peripatétioos, sino atacando la facilidad con que
se postulaba una qualilas 1111 hoc para cada problema y negando que
la explicación de un efecto perceptible sea. esgrimir una cualidad
o una forma sustancial. La filosofía inecánka no cre6 la distinción
entre cualidades primarias y derivadas, sino que considero secunda-
rias a las aristotélicas~ fuesen ocultas o ·manifiestas, reduciéndolas
todas a propiedades geoQJétricas _cuantitativas, más bien que cuali-
dades, romo es la forma de las partículas, junto con su organización
espacial y movimiento. Asf, sin negar la existencia de lo cinsensiblei.,
elimina la explicación por cualidades, sustituyéndola por el recurso
a procesos manifiestos en el sentido de operar por las mismas leyes
mecánicas que funcionan en el mundo de· ta experiencia ordinaria.
Sobre la interesante aunque confusir reivindicación de la v~
·cación «oculta» de la revolución científica, véase K. Hutchison, «What
Happened to Occu1t Qualities in the Scienrific Revolution>>, Isis, 73
(1982): 233-2.53; y también, R. Millen, cThe Manifestation of Occult
Qualities in the Scientific Revolution», en.M. J. Olser y P. L. Farber
(Eds.), Religion, Science, anti Worldwiew, Cambridge University
Press, 198.5: 18.5-216.
39 F. Bacon llamaba experimentos portadores de luz a los
que ~an para aumentar el conocimien~ teórico, y experimentos
portadores de fruto, a los que servlan para alguna utilidad práctica
inmediata. Véase, por ejemplo, Novum Organum, Libro 1, Aforis-
mo xcix (edición española de Miguel Angel Granada, La Gran Res-
tauración, en Madrid: Alianza Editorial, 198.5, pág. 1.56).
40 Sir John Cutler (1608-93) fue un rico tendero londinense
de mayor largueza con la lengua que con la bolsa, miembro ho~
rario e inactivo de la Sociedad Real. Fundó en 1664 unos cursos de
conferencias, las Cutlerian Lectures, que estaban dotadas con .50 li-
bras anuales y de las que se habría de encargar Hooke vitaliciamen-
NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO 631

te. Hooke, que acababa de ser nombrado Curator de la Sociedad con


un salario de 80 libras, vio cómo éste se le rebajaba a JO a la vista
de la magnanimidad de Cutler. Mientras que la Sociedad se retra-
saba frecuentemente ~ el pago, Cutler sencillamente no soltó la
pasta jamás. Hooke continu6 dando las conferencias (y publicán-
dolas; véase R. T. Gunther, Early Science in Oxford, vol. VIII),
pero en 1688 lo demand6 ante los· tnounales. Cutler se muri6 avie-
samente en 1693, tres años antes de que el juicio se decidiera a fa-
vor de Hooke el día de su cumpleaños sexagésimo primo, y dos años
antes de que Hooke dejase de dar las conferencias. Esta parsimonia
de Cutler no demuestra una especial animadversión hacia Hooke, pues
su vida está llena de promesas y mecenazgos impagados (d. el Dic-
tio1111ry of National Biography, así como M.'Espinasse, Robert Hooke,
Londres: William Heinemann Ltcl., 19.56, págs. 83 y 89-90; para las
referencias a los.. salarios. de la. Sociedad y de Cutler, vide ihiá.,. pá-
gina 174, notas 1 y 2). Con esta información a mano, el lector apre-
ciará en su justa medida la clarividencia de Hooke cuando más abajo
dice de Cutler que cno es fácil de engañar».
41 F. Bacon.
42 John Wilkins (1614-72) fue teólogo, científico, organiza-
dor de la ciencia y miembro de la Sociedad Real. En 1648 fue nom-
brado director del Wadham College de Oxford, donde creó un la-
boratorio y reunió a otros notables emigrados de Londres durante
la República. L. Rooke, S. Ward, J. Wallis, W. Petty, T. Willis,
J. Goddard, R. Bathurst y R. Boyle constituyeron el núcleo de lo
que más tarde seda la Sociedad Real. A ellos se unieron es~dian­
tes sobresalientes, como W. Pope, C. Wren, T. Sprat, W. Lloyd,
W. Neile, S. Parker y R. Hooke. Además de rodearse de personas va-
liosas, reunió instrumentos científicos y mecanismos tan- recreativos
como útiles (véase el J:)iario de J. Evelyn del 13 de julio de 1654).
Dada la habilidad de Hooke con estos productos mecánicos, no es
de extrañar que congeniase con él y le consultase acerca de sus
sistemas para volar y sus músculos artificiales. La admiración de
Hooke wr Wilkins (quien le había regalado su Mathematical Magic
cuando aquél estaba aún en Londres, en la Westminster School) se
pone de manifiesto en las palabras que ahora le dedica. En sus últi-
mos momentos, Hooke le administró medicinas cuya eficacia no se.
vio aumentada por el amor, con lü que Wilkins partió para «el gran
experimerito•, según sus propias palabras, el 19 de marzo de 1672.
43 C. Wren (1632-1723) fue matemático, arquitecto y uno de
los jóvenes más prometedores e inteligentes del círculo de Wilkins,
quien en los años cincuenta lo animó junto con su compañero Hooke
a emprender observaciones microscópicas (véase la datación que hace
Hooke de sus primeras observaciones microscopistas al comienzo de
la Observación VIII). El 20 de noviembre de 1661, Wilkins pre-
sentó ante la Real Sociedad unos dibujos de insectos cuyo autor
no se especifica .(Birch, History, vol. 1, pág. 54). Wren realizó estu-
dios anatómicos y dibujó todas las planchas del Cerebri anatome de
T. Willis.
632 NOTAS A LAS DEDICATORIAS Y AL PREFACIO

Los dibujos de insectos al microscopio a que aquí se alude


fueron los responsables de que Hooke escribiese la Micrografia. En la
reunión de la Sociedad Real del 8 de mayo de 1661, se decidió es-
cribir a Wren encargándole de parte del rey que continuase con la
ya iniciada descripción de insectos mediante el microscopio (Birch,
History, vol I, págs. 21 y 33). Sin embargo a Wren no le apetecía
seguir cazando piojos y consiguió que R. Moray convenciese al rey
de pasar el encargo a Hooke (véase la carta de R. Moray del 13 de
agosto de 1661; cit. en C. Wren, Patentalia, Londres, 1750).
A pesar de ello, la Sociedad Real lo incluía frecuentemente
en las comisiones relativas a observaciones microscópicas, como ocu-
rrió por ejemplo el 24 de junio de 1663. Entonces, con ocasión de
la presentación que hizo Henry Power de sus observaciones micros-
cópicas, Wren, Hooke y Wilkins fueron encargados de realizar más
observaciones de ese tipo. Power, que estuvo en Londres en el ve-
rano de 1663 ocupándose de la edición de su libro Experimental
Philosophy y asistiendo a la Sociedad Real, tuvo noticia de que allí
se estaba preparando una obra colectiva a base fundamentalmente
de grabados, pues en la páginas 83 de su libro anuncia a sus lecto-
res la próxima aparición de los «grabados y dibujosi. del Doctor
Wren y el Master Hooke acerca de «estas y otras representaciones
microscópicas>. (El libro de H. Power estaba en prensa en agosto
de 1663 y se publicó. hacia finales de año; recuérdese también la
tesis de M. E. Power mencionada en la npta 36.)
44 En los tres meses que van desde el 24 de mano de 1663
(fecha en que la Sociedad Real encargó. a Hooke seguir con sus ob-
servaciones microscópicas con vistas a la publicación) hasta el 22 de
junio del mismo año (fecha en que H. Power mostró sus observa-
ciones ante la Sociedad), Hooke había presentado unas catorce obser-
vaciones en sesiones aproximadamente quincenales (22 y 29 de abril,
6, 20 y 27 de ma}ro, 10 y 17 de junio). Entonces se enteró de los
trabajos de Power, bastante antes de tener terminados sus dibujos.
y observaciones y no una vez listos, como señala aquí, y prosiguió
con sus trabajo$. Entre julio y diciembre de 1663, realizó una trein-
tena de observaciones. presentadas quincenalmente a la Sociedad Real
(8 y 16 de julio, 5 y 17 de agosto, 2, 9 y 28 d~ septiembre, 7, 19
y 28 de octubre, 4 y 25 de noviembre, 9, 16 y 23 de diciembre).
Durante la primera mitad de 1664 no presenta observaciones en la
Sociedad, estando dedicado tal vez a redactar el enjundioso texto
del libro, pues el 22 de junio se le encarga a Brouncker que exami-
ne el manuscrito. De julio a noviembre se realizan sólo cuatro ob-
servaciones (6 de julio, 21 de ~ptiembre, 26 de octubre y 2 de
noviembre) de temas no incluidos en la Micrografía, obra impresa
desde octubre y a la espera de la autorización de la Sociedad (carta
de Hooke a Boyle del 24 de noviembre de 1664, en T. Birch, Tbe
Works o/ tbe Honourable Robert Boyle, vol. V, págs. 541-2).
NOTAS A LA OBSERVACIÓN 1 633

NOTAS A LA OBSERVACION 1
t El 20 de mayo de 1663, Hooke presentó ante la Sociedad
Real «ttes observaciones microscópicas: 1. de la cabe7.a de una hor-
miga; 2. de una extraña mosca como un 1005quito; }. de la punta
de una aguja. (d. Birch, History o/ the Royal Society o/ London,
vol. 1, pág. 24}).
En el Novum Organum (1620), Libro· 11, Aforismo XXXIX
(edición de Miguel Angel Granada, La gran restauraci6n, Madrid:
Alianza, 1985, págs. 291 y sigs.), F. Bacon habla de las instancias de
la puerta que dan acceso a ámbitos a los que los sentidos desnudos
no llegan. En primer lugar alude a cesas lentes recientemente des·
cubiertas» con las que se ven las partes de moscas y pulgas, así como
las líneas de la escritura «enormemente desigual y torcida•. En esta
Observación primera, Hooke incluye la descripción de un punto de
tinta, dibujado en la Plancha 2. Un poco más adelante, Bacon co-
mentaba que «las estructuras naturales son mucho más sutiles que
las artificialesi., idea que. repite Hooke más abajo en esta Observa·
ción (págs. 156-159/[2]). Las.mismas consideraciones se pueden leer
en la Observación XLVIII, sobre cuna línea dibujada sobre el pa·
peli., de la Experimental Philosophy (166}) de H. Power (pág. 53).
2 Alumen plumosflfll: sulfato ferroso-alumínico, un tipo de
alumbre natural rompuesto por una especie de hilos o fibras seme-
jantes a plumas.
3 Una de las mayores dificultades para la aceptación del ato-
mismo eran las agudas críticas formuladas por Aristóteles. Entre ellas
destaca la incompatibilidad ·de la división del continuo de la geome-
tría con la estructura granular de la materia física finita. Así, por
ejemplo, si un cuerpo constase de un número impar de átomos ali-
neados, no se podría bisecar, pues el del centro, al ser at6mico, sería
irrompible. Los corpuscularistas, que deseaban tener a Ja vez la geo-
metría de las magnitudes continuas y el atomismo, se veían en se-
rios aprietos. Eso le ocurría a Galileo en la Jornada Primera de los
Discorsi, así como a todos cuantos aceptaban que la geometría era
una ciencia que descril>ía la naturaleza de la extensión física: T. Hob-
bes es uno de los pri.meros en considerar que las matemáticas son
una invención humana como el derecho, distinta del mundo .real, de
manera que aunque se pueda concebir que una extensión es inde-
finidamente divisible, no tiene por qué serlo un cuerpo natural ex-
tenso (De Corpore,.en The English Works, ed. por W. Molesworth,
Londres, 1839-45, vol. I, págs. 445-448). La distinción que hace aquí
Hooke entre extensi6n. y materia de un cuerpo va en este sentido.
4 El formato original es casi el doble que el de AHaguara. El
aumento de las dos figuras de la Plancha 11 es aproximadamente de
92Xy 46X.
s Sobre el tamaño de los ácaros, véase infra el comienzo de
la Observaci6n LV, pág. .547/[213].
6 En la Observación XLVIII de la Experimental Philosophy
(pág. 5}), H. Power señala que un escribano de su zona, un tal Taylor,
634 NOTAS A LAS OBSERVACIONES I, 11 Y 111

le dio en cierta ocasión una rareza consistente en estas oraciones es-


critas en un penique. Tal vez esta fuese una de las observaciones
microscópicas que mostró en la sesión de la Sociedad Real del 24 de
junio de 1663 en la que Hooke estuvo presente (Birch, History,
vol. I, pág. 266).

NOTAS A LA OBSERVACION 11
1 Esta observación se presentó a la Sociedad Real el 6 de ju-
lio de 1663 (Birch, History, vol. 1, pág. 273).
2 La irregularidad de la superficie de los siete metales apa-
rentemente bien pulimentados aparece en la Observación XXXVI del
libro de H. Power, Experimental Pbilosophy (1663), pág. 45.
3 Luciano de Samosata, Diálogos de los muertos, Diálogo X
entre Caronte, Hermes y varios muertos, uno de ellos un filósofo cuya
barba pesaba unos 2,160 kg.

NOTAS A LA OBSERVACION 111


1 Esta observación se presentó en la Sociedad Real el 16 de
julio de 1663 (Birch, History, vol. 1, pág. 279). Bacon, loe. dt., en
la nota 1 a la Observación 1, expresa su fe en que la mejora de los
microscopios pueda llegar a permitir ver un paño de lino como una
red. H. Powcr fue el primero en describir cintas de seda y satén vis-
tas al microscopio, adjuntando un dioujo esquemático (cf. Experi-
mental Pbilosophy, Obs. XXXVII, pág. 46), que no puede compe-
tir con ·la precisión y belleza de los dibujos de Hooke.
z A mediados del siglo XVII, esta palabra de origen italiano se
empleaba en Inglaterra en el sentido de anticuario, pasando ense-
guida· a designar a las personas interesadas por las artes y las cien-
cias, así como a aquéllas que emprendían inv~tigacioiies especiali-
zadas en algún campo concreto. Por tanto, cuand9_ 111 usan los cien-
tíficos, en la mayoría de los casos es sinónimo de científico o eru-
dito (en este sentido lo usan personas como Hooke o Boyle). Simul-
táneamente, y de manera no siempre fácil de distinguir de la ante-
rior, se emplea en ocasiones con un matiz despectivo para designar a
degustadores de las bellas artes, dilettanti, coleecionistas, críticos y
otros aficionados en general. Este matiz despectivo de aficionado
estrambótico se reforzó a partir de 1676 con la publicación de The
Virtuoso de Thomas Shadwell, en la que ridiculiza con excelente
ingenio a la nueva ciencia (la más seria, no la de los aficionados oca-
sionales), como los descubrimientos telescópicos, los desvelamien-
tos del microscopio y los recientes descubrimientos relativos a las
propiedades físicas del aire. Como es obvio, Hooke era el más co-
nocido especialista en el segundo de estos campas, tompartiendo el
0

último con Boyle. La obra se estrenó el primero de Mayo y enseguida


le llegaron noticias de que se hada burla de él casi explícitamente.
NOTAS A LAS OBSERVACIONES III Y IV 635

El 2 de junio fue a verla y registra en su diario: ~Con Godfrey y


Tompion a Ja representación. Alli encontré a Oliver. Malditos pe-
rros. Vindü:ll me Deus, Ja gente casi me señala». La tabarra que le
dieron al pobre Hooke sus conocidos, e incluso la mujer de Cutler,
debió ser tal que no volvió nunca más al teatro; d. The Diary of
Robert Hooke, 1672-1680, editado por H. W. Robinson y W. Adams
en Londres: Wykeham PubL Ltd., 1968, días 25 de mayo, 2, .3 y
25 de junio y 1 de julio; págs. 2.34, 235, 238 y 239.
En este caso el virtuoso, Charles Howard, era un aristócrata
miembro de Ja Sociedad Real, un tanto reacio a descubrir sus trucos
para hacer seda artificial a partir de lino, pues el 24 de agosto
de 1664 (con la MicrografÍll ya en prensa) se le pide que acelere la
descripción· de cómo se hace (Birch, History, vol I, pág. 563). No
pareció hacer mucho caso.
l La filosofía natural atomista de Epicuro y Lucrecio se vio
reavivada en el siglo diecisiete, sobre todo por obra del astrónomo,
filósofo natural y erudito Pierre Gassend (1592-1655), quien firma-
ba Gassendi porque entonces era de l>uen tono lo italiano. Véase
sus Animlldversiones in decimum librum Diogenis Laertii de ·1649.
Este atomismo primitivo descansaba excesivamente en la forma de
los átomos (ganchos, aristas, etc.) para .explicar los fenómenos. El
introductor de Gassendi y el epicureísmo en Inglaten;a, W, .Gharleton
(1619-1677),_con ~ Physiologia Epicuro-Gassendo-Charltoniana (1654),
confiere mayor importancia al movimiento, aunque no tanta como
Hooke, quien lo utiliza como principal recurso explicativo de las
demás cualidades y propiedades de los cuerpos. Como señala a con-
. tinuación, en lugar de ganchos se debe recurrir a la congruencia, cuyo
carácter cinético se explica ampliamente en la próxima Observa-
ción VI, págs. 178/[12] y sigs. La congruencia ya había sido defi-
nida como consenso de la estructura de los cuerpos por F. Bacon
(Novum Organum, Libro 11, Aforismo 50; edición de M. ·A. Grana-
da, pág. 358 y también 362), quien se opone de este modó la noción
hermética de simpatía. Hooke recurrirá al movimiento vibratorio en
lugar de a la estructura.

NOTAS A LA OBSERVACION IV
1 Relacionadas con ésta y la siguiente observación están las
entradas de las actas de la Sociedad Real del día 8 de julio de 1663
(junto con d filo de una navaja y un milípedo; Birch, History, vo-
lumen 1, pág. 273) y del 30 de septiembre del mismo año (junto con
escamas de lenguado y aristas de avena; Birch, History, vol 1, pá-
gina 308).
2 Supra, págs. 164 y sig./[6].
3 No parece haberse disgustado, ciertamente, Louis Marie
Hilaire Bernigaud, Conde de Chardonnet (1839-1924), inventor en
1884 del rayón o seda artificial. El método patentado ese año y
mejorado durante los cinco años siguientes para reducir la inflama-
636 NOTAS A LAS OBSERVACIONES IV, V Y VI

bilidad, partía de nitrocelulosa disuelta en alcohol y éter, que se ha-


cia pasar por agujeros capilares de vidrio a un baño que eliminaba
los solventes. En 1889 recibió el gran premio de la exposición de
Parfs. Se forró.

NOTAS· A LA OBSERVACION V
l El 30 de septiembre de 1663, Palmer presentó ante la So-
ciedad Real dos muestras de seda enviadas por Edward Diggs de
Virginia, recibiendo Hooke una parte para su examen microscópico
(Birch, The History of the Royal Society of London, vol. 1, págs. 306
y sig.).
2 Samuel Purchas (1577-1626) fue un compilador de escritos
de viajes y descubrimientos que prosiguió las colecciones enciclopé-
dicas del geógrafo Richard Hakluyt en Hakluytus Posthumous or
Purcbas bis Pilgrimes: Containing a History of tbe World, in Sea
Voyages and Lande Travells, by Englishmen and Others; 4 vols.,
1625. Hooke poseía un ejemplar de esta obra. En 1613 publicara
Purchu bis Pilgrimage: Relations of the World and the Religions
observed in All Ages and Places Discovereá.
3 Proteo era una divinidad marina griega tan hábil para el
cambio como Mortadelo. Agarrado por Menelao y los suyos cuando
volvían de la guerra de Troya, intentó escaparse convirtiéndose su-
cesi\rameate en le6n, serpiente, pantera, agua y árbol, llegando a ser
símbolo de Ja capacidad de transfonnismo.

NOTAS A LA OBSERVACION VI
1 Esta Observación recoge el primer escrito de Hooke cuando
estaba en Oxford como ayudante de Boyle, trabajando en el la!»
ratorio de la rebotica de Cross, cerca del University College, en High
Street. El opúsculo, publicado en Londres con fecha 1661 (aunque
R. Waller dice que lo fue en 1660, d. The Posihumous W orks of
Rohert Hooke, pág. viii)., llevaba por título An Attempt for the Ex-
pliC4tion of the Phaenomena, Observable in an Experiment Published
by the Honourable Robert Boyle, Esq; in the XXXV. Experiment
of bis Epistolical Discourse touching the Aire. In Confirmation of
a former Conjecture made by R. Hooke; reimpreso en R. W. T. Gun-
ther, Early Science in Oxford, 1935, vol. X, págs. 1-50. El escrito
está dedicado a Boyle y se reproduce aquí a partir de la pág. 177/ [ 11]
con algunas modificaciones y amplios añadidos. La obra de Boyle a
que alude el título es New Experiments Physico-Mechanical touching
tbe Spring of the Air and its Effects, Oxford, 1660; T. Birch (Ed.),
The Works of the Honourable Roberl Boyle, 5 vols., Londres, 1744;
vol. 1, págs. 1-117; el Experimento XXXV ocupa las págs. 79-81.
En él se recogen algunos fenómenos de ascensión de agua en tubos
capilares que, según un «matemático eminente• le comunicó a Boyle,
NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI 637

habían sido observados por unos franceses. Boyle realiza los experi-
mentos ante algunos «famosos matemáticos» asombrados (probable-
mente el círculo de Wilkins) y uno de ellos (aparentemente Hooke)
conjetura que ello se debe a la disminución de la presión atmosfé-
rica en los tubos. El experimento en -el vacío para confirmar Is hi-
pótesis, al observar que en esas ciramstancias no hay ascensión capi-
lar, no fue concluyente· porque no se veía el vino del tubo capilar a
través de tanto cristal. Pero la hipótesis se ve apoyada por el descen-
so del líquido al succionar el aire que gravita sobre el recipiente
grande.
La Sociedad Real prestó inuy pronto atención a estos fenó-
menos; vide Is mención de los experimentos de Henshaw el 18 de
marzo de 1661 (Birch, History, vol. 1, pág. 18). El 10 de abril del
mismo año se decidió debatir en la siguiente reunión «el escrito
de Hooke impreso en 1660 sobre la causa de la elevación del agua
en tubos delgadosi.. No hay constancia de que lo hicieran; pero véase
R. Waller, The Posthumous Works of Robert Hooke, ·pág. viü. El
20 de mayo se nombró una comisión para examinar el problema
(Ibid., págs. 21 y 25). Antes de la llegada de Hooke a la Sociedad,
el tema reabió bastante atención (d. ibid., págs. 77, 84, 85, 106, 111
y 115). .
Los fenómenos de ascensión del agua en tubos capilares habían
sido observados por los científicos de la Accademia del Cimento flo-
rentina, algunos de cuyos miembros esgrimieron una hipótesis como
la de Hooke, seg6n la cual la presión atmosférica disminuía en eJ
tubo «por la resistencia que ofrece a su descenso su mayor área de
contacto con la superficie interna del recipiente estrechísimo» (cf.
W. E. K. Middleton, The Experimenters: A Study of the Accademia
del Cimento, Baltimore: The 1ohns Hopkins Press, 1971, págs. 154
y sigs.). Los experimentos hechos por los italianos en junio de 1660
y sep~embrc de 1662 mostraban que el aire nada tenía que ver en
el asunto, pues la altura del líquido en el tubo capilar no variaba al
hacer el vado. Desgraciadamente los Saggi di. naturali esper#e!::e
fatte nell'Accademia del Cimento (Florencia, 1667) .~e publicaron tres
años después de escribirse la Micrografía, siendo comentados por
Pope y Hooke en_ la sesión de la Sociedad Real del 19 de marzo
de 1668 (Birch, History, vol. 11, pág. 257) con un cierto nacionalis-
mo; ya hemos hecho todo eso en Inglaterra y mejor. Hooke no
menciona para nada la refutación de su ·hipótesis atmosférica, lo. que
tuvo sus efectos sobre Newton.
Newton leyó y anotó muy pronto la Micrografía (d. el libro
de título autocontradictorio de A. R. Hall y M. B. Hall (Eds.), Un-
published Scientific Papers of Isaac Newton, Cambridge University
Pn:ss, 1962, págs. 400413), adoptando esta explicación que se ba-
saba en que el agua posee mayor capacidad que el aire para penetrar
en poros, una conjetura que él había apuntado de menera harto con-
fusa en su cuaderno de estudiante en Cambridge (Quei_tiones quaedam
Philosophcae [sic], 1664-5, editado por J. E. M. McGuire y M. Tam-
ny, Certain Philosophicál Questions: Newton's Trinity Notebook,
638 NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI

Cambridge University Press, 1983; págs. 378-81). Véase as11D1smo


De Aere et Aethere, Hall y Hall, op. cit., pág. 214, ªdonde señala
que el fenómeno se debe a Ja presión atmosférica dado que, según
él, no se produce en el vado. Cuando cerca de medio siglo más
tarde, en 1712-1.3, F. Hauksbee repitió rutinariamente los experimen-
tos del Cimento, Newton se sorprendió al ver que la presión atmos-
férica no tenia nada ·que ver con el fenómeno y lo atribuyó a- un
efecto superficial de las paredes del tobo (cf. la Optica, Cuestión 31,
pág. 338 de la edición de C. Solís, Madrid: Alfaguara, 1977).
Mientras tanto, Ja explicación de la capilaridad lleva a Hooke,
en una edad temprana, a ingeniar una conjetura acerca del origen
último de las cualidades e interacciones en la vibración de las par-
tículas, que aplicará a todas sus indagaciones acerca de la naturaleza.
Por ese motivo, esta Observación es ·de enorme importancia para
entender su filosofía natural.
2 Tal vez esta idea sugiriese los experimentos de Hooke en la
Sociedad Reil en julio de 1663. En las .actas del 16 de julio se lee
que «el Sr. Hooke presentó un informe escrito de dos experimentos
realiziidos por la sociedad, uno relativo a la unión y mezcla del aire
y el agua; el otro acerca de la suspensión del agua separada en una
redotna tras haber vaciado bien el recipiente [de la bomba de vado]».
Sigue el informe: Birch, History, vol. I, págs. 274 y sig.
Hooke no desarrolla el efecto contrario de la depresión del
mercurio, aunque no le cuesta demasiado conjeturar una mayor
congruencia entre el vidrio y el aire que entre el vidrio y el metal.
Vide infra, págs. 189 ·y sig./[19] y 193/[21].
La explicación mecánica de Ja congruencia e incongruencia que
propone Hooke más abajo, pág. (12) y sigs., se asemeja a la
que da T. Hobbes en De Corpore·íple Hooke tenia (The. English
Works, págs. 323-325). Hobbes es el único filósofo mecanicista es-
tricto de Inglaterra. Hooke, quien pretendía asimismo serlo, debe
bastante a Hobbes, aunque su posición de ayudante pagado, pri-
mero por Boyle y luego por la Sociedad Real, no le permitía mani-
festarlo. Hobbes no era querido P!>f algunos miembros . destacados
de la Sociedad, como Boyle y Wallis, llegándole a negar Oldenburg
las páginas de las Philosophical 7;r1111Sactions, en su polémica con
Wallis. Además Hobbes, que era un- excelente filósofo, despreciaba
la rudimentaria ideología experimentalista de la Sociedad, siendo
tenidó por dogmático. Si añadimos que era cascarrabias, orgulloso,
.dado a jurar, a beber y a jugar al tenis, tendremos una imagen muy
alejada del virtuoso cristiano y estreñido al modo boyleano. Hooke,
·que era servil y un tanto pelotillero, no podía hablar bien de Hobbes
ante la Sociedad.
3 Vide infra, la Observación VIII. El ejemplo del pedernal
se menciona en F. Bacon, loe. cit. en la nota 1 a la Observación 1,
págs. 201 y 211 de la edición española.
4 La idea de que el calor se debe a la agitación de las par-
tículas aparece ya en F. Bacon (Novum Organum, Libro II, Afüris-
mos XI y sigs. sobre la naturaleza dd calor, especialmente las ins-
NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI 639

tancias 15 y 16); .Boyle alude asimismo al calentamiento del hierro


martillado por el herrero como muestra de que el calor es un--tipo
de «agitación de las pequeñas partes del hierro» (Birch, The Works
of the Honourable Robert Boyle, vol. IV, pág. 104).
5 Sobre el aire como disolvente y la combustión como disolu-
ción, véase infra la Observación XVI.
6 Los poros del vidrio son menores que los corpúsculos del
aire y mayores que los del éter. Merced a ello, el vidrio actúa como
un filtro capaz de separar el éter del aire porque, cuando se hace el
vacío en la campana de la bomba, el aire desaparece junto con los
fenómenos que produce (como el sonido o la presión que sustenta
el mercurio en el tubo del experimento de Torticelli), mientras que
el éter debe pemianecer a fin de explicar la presencia de la luz (una
vibración del éter). En 1669 Boyle intentará detectar de una manera
más palpable la presencia del éter en la campana; vide W orks, vo-
lumen 111, págs. 250-9.
Más adelante, en 1682, Hooke escribió A Discourse o/ the
Nature o/ Comets, leído ante la Sociedad Real, en el que pone en
el éter la causa de la gravedad, pues los cuerpos caen en el vado
(aparte de que en este escrito Hooke se muestra más cartesiano que
en ninguna otra parte); vfde R. Waller (ed.), The Posthumous Works
o/ Robert Hooke (1705), págs. 168-9, especialmente la 172.
7 En la filosofía natural de Hooke, la explicación de las in-
teracciones entre la materia se realiza en términos del estado de vi-
bración de las partlculas. La simpatía y antipatfa, los principios acti-
vos ocultos por antonomasia, quedan reducidos a concordancia y
discordancia de vibraa'ones. Asimismo, su modo de acción aparente-
mente a distancia pierde todo carácter mágico al convertirse en un
proceso mecáiiico similar al fenómeno de resonancia de las cuerdas
de la viola d'amore. Sobre la influencia de la música en la filosofía
natural de Hooke, véase P. Gouk, «The Role of Acoustics ind Music
Theory in the scientific Work of Robert Hooke», Annals o/ Science,
37 (1980); 573-605, especialmente págs. 585-7, donde se pone en
relación este pasaje con otros posteriores del De Potentia Res#tu-
tiva y las Posthumous W orks; véase asimismo de la misma autora,
cAcoustics in the Early Royal Soclety, 1660-1680», Notes and Records
of the Royal Society, 36 (1982): 155-175, especialmente las pági-
nas 165-169 sobre los experimentos de Hooke acerca de los movi-
mientos vibratorios musicales y los antecedentes de su explicación de
la resonancia.
La explicación de la resonancia de cuerdas templadas al uní-
sono mediante la vil>ración del aire interpuesto fue criticada por el
neoplatónico cantabrigense H. More en The Inmortality of the Soul
(1659), aduciendo que el aire debería poder mover asimismo otros
cuerpos más fáciles de agitar. El antimecanicismo de More influyó
notablemente en Newton. Como señalamos más arriba en la no.ta 1
de esta Observación, tras leer la Micrografia, Newton adoptó'. la'. ex-
plicación de los fenómenos de capilaridad como un efecto de la pre-
sión atmosférica disminuida por la incompatibilidad entre aire y cris-
640 NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI

tal. Pero en los años setenta, la explicaci6n de esta incompatibili-


dad a base de la repulsi6n de las partículas de un éter no es me-
cánica, .sino que descansa en un «principio secreto de insociabili-
dad>, lo que sin duda constituye una recaída en las cualidades
ocultas. Cf. el escrito de Newton «An Hypothesis Explaining the
Properties of Light, discoursed of in my several Papers», en T. Birch,
History, vol. 111: págs. 248-292, pág. 253.
8 La filosofía mecánica estricta de corte cartesiano explica ·
todos los fen6menos en términos de materia cualitativamente neu-
tra y movimiento original (en el caso de Descartes, creado por Dios
y conservado en su cantidad total a través de los diversos intercam-
bios mecánicos). La originalidad de Hooke estriba en concebir ese
movimiento último de las partículas como una vibracl6n, para lo
que quizá pueda hallarse un antecedente en la concepci6n de T. Hob.
bes de la naturaleza de los cuerpos luminosos que presentan una
sístole y diástole. Véase la proposici6n primera del Tractatus opti-
cus (1644) de Hobbes, publicado como libro séptimo de la Univer-
sae geometriae mixtaeque matbematicae synopsis de M. Mersenne,
que Hooke conoce y cita atribuyéndoselo a éste, al que llama Mo-
reanus: vide infra, pág. 324/[100]; vide infra la nota 15 sobre la
explicaci6n de la gravedad (y la luz) a partir de la contracci6n y di-
lataci6n radial de los cuerpos globulares.
J. Henry, Matter in Motion: The Problem of Activity in
Seventeentb-Century--Englisb Mlltter Tbeory, Ph. D., The Open Uni-
versity, 1983, págs. 267 y sig., Í!lterpreta este movimiento vibratorio
de las partÍculas como un princit>io activo esencial a la materia, la
cual de este modo no sería meramente pasiva; pero a la luz del de-
clarado cartesianismo de Hooke [0/ Comets, en R. Waller (ed.),
Tbe Postbumous Works, pág. 173], tal interpretaci6n es dudosa.
Eo efecto, a1 menos en esa ocasión Hooke sostiene que a la materia
se le puede asignar cualquier cantidad de movimiento, incluso el re-
poso, con lo que no parece que lo conciba como una propiedad in-
nata de la materia. Aunque haya otros textos más acordes con la
interpretaci6n de J. Henry (v. gr., en Of Gravity, Postbumous Works,
pág. 191, afirma: «Todos los cuerpos están en movimiento: movi-
miento y cuerpo equipolentes»), en estos momentos Hooke está dis-
puesto a reducir mecánicamente toda actividad, simpatía o princi-
pio seminal.
9 Vide infra, pág. 207/[31) y nota 32.
10 Soluci6n saturada de carbonato potásico.
11 Alcohol.
12 Aguarrás, producto de la destilaci6n de la trementina, que
es un aceite esencial obíenido originalmente del terebinto (de ahí
terebintina y luego trementina) y posteriormente de las coníferas.
13 Para Aristóteles, tierra, agua, aire y fuego componían to-
dos cuatro, en diversas proporciones, todos los diferentes cuerpos
del mundo terrestre. Los cuerpos celestes estaban formados por
el éter, un elemento inalterable.
NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI 641
14 Véase más abajo la Observaci6n XVI, págs. 326/[ 101]
y sig., así como la XVIII, págs. 351/[115] y sigs.
IS Hooke nunca lleg6 a componer un tratado sobre la gra-
vedad, aunque dejó numerosas ideas y sugerencias en O/ Comets
and Gravity (1682) y Of Gravity (R. Waller, Posthumous Works,
especialmente págs. 166-191). El esquema general parece ser como
sigue. Todos los cuerpos póseen un movimiento «trémulo, como las
campanas», que se transmite a los fluidos en que están inmersos
(pág. 191). En el caso de los cuerpos celestes este fluido es un éter
(ibid., pág. 171; para otros éteres con propiedades adaptadas a los
fen6menos a explicar, vide págs. 365 y sig.) capaz de transmitir or-
bicularmente a grandes distancias y con velocidades y fuerzas prodi-
giosas las vibraciones luminosas y gravitatorias de los astros. Este
éter luminífero y gravífico es distinto del aire, (>Ues la altura de la
atm6sfera es relativamente pequeña comparada con el alcance de la
luz y la gravedad (infra, Observaci6n LVIII, págs. 571 y sig./[227])
y además la campana en la que se ha extraído el aire sigue conte-
niendo un fluido encargado de hacer caer a los cuerpos al centro de
la tierra (d. supra, pág. 639 y The Posthumous Works, pági-
nas 168 ·y sig.). Así pues, la sístole y diástole de los cuerpos globu-
lares se transmite al éter que se pone a «vibrar orbicularmente des-
di: y hacia el centro» (Posth. Works, pág. 184), y como es tan. sutil
como para llenar los poros de todos los cuerpos, les transmite un
pulso peri6dico centrífugo que resulta en una tendencia centrípeta,
por más que «quizá pmuca un poco extraño que la propagación de
un movimiento hacia afucia sea la causa del movimiento de los
cuerpos pesados hacia abajo& (lbid., pág. 185). Para que se entien-
da, Hooke menciona una experiencia corriente entre los artesanos,
quienes para extraer un martillo o un hacha del mango, golpean el
extremo de éste, con lo que el martillo (el grave) ascenderá por el
mango Vibrante (el éter) hasta la mano (el astro) que causa el pulso
(!bid.~ pág. 185);
Este modelo mecánico permite eliminar las explicaciones qui-
méricas en términos de espíritus, principios hilárquicos, cualidad.e~
innatas de la materia y v6rtices de éter· (!bid., págs. 177 y 183),
sugiriendo algunas de las propiedades de ·la gravedad, como la dis-
minución con el cuadrado de la distancia, esto es, como el área de
la superficie esférica por la que se propaga (como la luz y el soni-
do; Ibid., pág. 185), de donde se sigue que la curva de los proyectiles
no es. en realidad la parábola de Galileo, sino una elipse (!bid.,
pág. 182). Otra propiedad notable de la gravitaci6n es su universa-
lidad, ·pues siendo la causa de la forma esférica de los cuerpos ce-
lestes, el telescopio nos informa de su operación en todo el mundo
observable (cf. la ObsCrvaci6n LX, última página del libro; Posth.
Works, pág. 166).
Una característica notable del modelo de Hooke es que la
operaci6n mecánica de la gravedad a través del espacio no entraña
transporte de materia como era usual en mecanicistas anteriores,
sine:> que lo que se transmite es una perturbación local en un campo
642 NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI

de éter. En 1664-5, Newton comenz6 ensayando modelos de fluidos


circu1antes, con transporte de materia, pero después de esa fecha
ptefiri6 los ~ este tipo en los que el éter estacionario presenta un
gradiente de densidad (cf. C. Solís, «La fuerza de Dios y el éter de
Cristo>, SylN Clius, 2 (1987); 51-80). A Newton se le ocurri6 un
modelo de gradiente de densidad leyendo este pasaje de la Micro-
grafia (A. R. Hall y M. B. Hall, Unpublished Scientific Papers of
Isaac Newton, Cambridge University Press, 1962, pág. 401), aunque
hasta 1717 no publicó un modelo de este tipo en la Cuesti6n 21 de
la Optica. Hooke cliscuti6 públicamente un modelo de gradiente de
densidad con ocasión del cometa de 1664, exponiéndolo ante la So-
ciedad Real el 23 de mayo de 1666 (Birch, History, vol. 11, pági-
nas 90-2), a fin de explicar el movimiento circulante de los astros
como resultado de la alteraci6n del movimiento rectilíneo inercial
en virtud de una fuerza centrípeta. Sin embargo encuentra dificul-
tades en ese mecanismo de la densidad y ensaya el vibratorio de 1682
que produce una disminuci6n inversa del cuadrado.
16 Prince Rupert, conde Palatino del Rin, Duque de Bavaria,
luego de Cumberland, y Earl de Holderness (1619-83). Fue uno de
los primeros nobles que, como el Duque de York y el Rey, suscri-
bieron en 1665 la Sociedad Real. Entre 1662 y 1665 participó muy
activamente con informes en las actividades de la Sociedad, general-
mente a través de R. Moray, otro miembro cortesano que solía hacer
de intermediario ·con la nobl~ alta. La mayoría de sus contribucio-
nes están relacionadas con la pólvora, métodos de ensayar su fuerza,
ametralladoras y similares. .
El informe sobre la fabricación de perdigones de diverso
calibre fue presentado ante la Sociedad Real el 2 de marzo de 1664
por intermedio de Robert Moray (Birch, History, vol. I, pág. 390).
17 Véase la Observación XV, págs. 321 y sigs.
1s·véase la Observación VIII, pág. 229.
1~ En Lectures de Potentia Restitutiva, 1678 (Gunther, VIII,
pág. 338), Hooke señala que este pasaje de 1665 aludía a su teoría ge.
neral de la que se deriva tanto la «ley de Boyle. como la ley de
Hooke de la elasticidad, no siendo entonces explícito para mantener
secreto su invento del reloj regulado por resorte. Desarrolla a conti-
nuaci6n un modelo dinánúco de elasticidad en el que las partículas
de los cuerpos vibran ocupando un espacio del que excluyen a las
vecinas por la frecue{lcia de impactos. El aumento/disminución de. la
distancia entre partículas disminuye/aumenta el número de impactos
y por tanto la fuerza elástica.
20 S. Stevin, matemático e ingeniero holandés (1548-1620).
Entre otras, es autor de obras teóricas de hidrostática y prácticas
sobre ingenios hidráulicos y geomorfologfa.
21 B. Varenius (Varen), geógrafo alemán (1622-1650). Fue
autor de una excelente Geographia genera/is (1650) que conoció nu-
merosas ediciones (Hooke tenía la primera). Newton revis6 la de
Cambridge de 1672. La menor densidad del agua de río respecto a la
de mar se trata en el Capítulo XVI, Proposición XXIX, atribuyéndo-
NOTAS -A LA OBSERVACIÓN VI 643

se al contenido de sal. Aunque la proporción es variable, en general se


establece como 46 a 45, y de ahí que lorbarcos muy cargados pro-
cedentes del mar se hundan a· veces en las bahías. Hooke advertía
el 14 de enero de 1663 que podría ocurrir lo mismo en los barcos
que viajan de los mares polares a la zona tórrida por raz6n de la
temperatura (Birch, History, vol~I, pág. 176 y también la 178).
Para los trabajos de la Sociedaél Real sobre el peso de diver-
sos tipos de agua entre el verano de 1663 y el de 1664, d. Birch,
op: cit., págs. 111, 113, 144, 153, 172, 174-6, 418, 452.
22 El tartarum vilriolatum se preparaba a partir de aceite de
vitriolo (ácido sulfúrico concentrado) y aceite de tártaro per., deli-
quium (carbonato potásico; un álcali fuerte preparado con tártaro
calcinado que se licua con la humedad del aire), siendo un cuerpo
muy distinto de la acidez y alcalinidad de los componentes. Se usaba
en medicina. (Cf. v. gr., Boyle, Works, I, pág. 379; V, pág. 90.}
23 Se llamaba tintura a una solución de las partes más finas
y volátiles de los cuerpos mixtos. Todo este pasaje acerca de las
fuentes de origen marino, las mareas en ellas y la salobridad de sus
aguas tiene su antecedente más inmediato en el artículo 67 de los
Principia (1644) de R. Descartes, quien ya había especulado antes
sobre el tema en Los meteoros, Discurso tercero (págs. 195 y sig. de
la edición de G, Quintás, Madrid: AHaguara, 1981). La idea de que
las fuentes no se deben a la lluvia, sino que tienen un origen mari-
no, perdiendo la sal al filtrarse el agua marina a través de Ja arena,
se a~ a F. Bacen en una carta de James Young a Hooke del
5 de myo de 1678 (Gunther, Early Science in Oxford, vol. VIII,
págs. 361-7) en· la que se da a entender que Hooke ya no sostiene
tal doctrina (véanse también las· págs. 368 y sigs.). En efecto, el 10 de
junio de 1675 Oldenburg coment6 en la Sociedad Real un informe
francés (Pierre Perrault, De l'origine des fontaines, 1674) quien,
tras medir las prCclpitaciones de un área durante un período deter-
minado y oompaiarlas con el caudal de los ríos correspondientes, de-
terminó que aquéllas eran suficientes para explicar éste. Hooke co-
mentó que C. Wren ya lo había demostrado «muchos años antes»
mediante su réloj meteorológico (Birch, 111, pág. ·222); vide tam-
bién el Diario (.ed. H. Robinson y W. Adams, pág. 202; 21-XIl-1675;
Pugliese, Tbe Scientific Acbievement of Robert Hooke, págs. 320-1).
El problema de la circulación del agua recibió un tratamiento
adecuado por parte de E. Halley en «An Account of the Circulation
of the Watry Vapor of the Sea, and of the Cause of Springs», Phil.
Trans., XVI (1691): 468 y sigs.; véase también Phil. Trans., XVI
(1687): 366 y sigs. y XVIII (1694): 183 y sigs.
La teoría del origen de las fuentes en la lluvia y la refutación
de la infiltración aparece ya en el capítulo I de los Discours admi-
rables de B. Palissy (1581) que Hooke poseía.
24 W. Camden (1551-1623), arqueólogo, historiador y topó-
grafo, autor de una famosfsima Briiannia sive Florentissimorum Regno-
rum Angliae, Scotiae, Hiberniae, et lnsularum Adiacentium ex Inti-
ma Antiquitate Chorograpbica Descriptio (1586). (Era auctore dam-
644 NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI

llllto, según Jerónimo Dfaz Ximénez, VISitador General de la Libre-


ría de estos Reinos, que echó a perder con tiritas de papel pegadas
el ejemplar de Frankfurt, 1590, de la Biblioteca Nacional de Ma-
drid.) Hooke poseía un ejemplar. En la edición de Londres de 1789
am añadidos de R. Cougb, éste señala que la fuente de Kilken,
mencionada más abajo en el texto, había perdido para entonces esa
propiedad. Según el Dr. Powell, sería ésta la fuente a que aludía
Giraldus (infra, nota 26) en su Itinerllrium (11, 10), aunque Cough
cree que es otra (vol. 1, pág. 595). Señala además otras varias, como
la de Yorkshire, en Gigglewick, c:etta del río Ribble, que fluye y
refluye de tres a cinco veces por bota (con lo que la hipótesis del
origen marino queda bastante malparada), y que tenía desagües a di-
versas alturas que permitían apreciar mejor el efecto; o como la de
Clydesdale, cerca de Paisley, etc.
El fenómeno es muy común, debiéndose normalmente a que
los conductos alimentadores forman un sifón que descarga perió-
dicamente cuando se llena, provocando una subida del nivel del de-
p6si~o de la fuente. Esto puede combinarse con un trop-plein, lo
que quizá explique la fuente de Gig]ewick. (Un trop-plein es un
rebosadero por encima de la surgenCia, muchas veces un antecesor
del manantial abandonado por descenso del nivel de base, pudiendo
darse varios superpuestos.) También se debe en ocasiones, en las
proximidades del mar, a la presión de las mareas sobre la capa
&eática.
A finales de 1663 y C01llÍcmOS de 1664 este fenómeno llamó
la atención de los virtuosi de la Sociedad Real tras un ct'mentario
de Povey. Enseguida añadieron los sujos Hoskins, Boyle y Wilkins,
quien mencionó los conocimientos del Dr. Ent sobre el particular, a
quien se solicitará sin éxito un informe (d. Birch, History, vol. 1,
págs. 338-9, 343, 348).
25 J. Speed (1552-1629), historiador, arqueólogo y cartógrafo,
miembro de la Society of Antiquarians donde conoció a Camden que
le animó a escribir. En 1611 compuso The History of Great Bri-
taine y como sección cartográfica suya, Theatre of the Empire of
Great Briiaine.
26 Giraldus Cambrensis o Gerald de Barrí (1146-1223), ecle-
siástico y obispo frustrado, enérgico y atrabiliario, que viajó amplia-
mente en misiones oficiales. Dejó· una abundante obra _con descrip-
ciones de interés histórico y. geográfiro sobre Gales e Irlanda, como
Expugnatio Hibernica (c. 1189), ltinerllrium Cambriae (1191), Cam-
briae descriptio (1194) y Topog¡aphi4 Hibernica (1188), recogida
en el libro de Camden, Anglica, Hibernica, Normannica, Cambrica, a
veteribus Scripta (Frankfurt, 1602).
Z1 «Que fluye y refluye con olas contrarias varias veces al día
como el Euripo». El Euripo es un estra:ho entre Beocia y Eubea.
28 «El tipo práctico de filosofía que se basa en la escasez y
obscuridad de unos pocos experimentos»; pasaje tomado de F. Ba-
con (Verulamio), Novum Organum, Libro 1, Aforismo 64.
29 Aguafuerte, ácido nítrico.
NOTAS A LA OBSERVACIÓN VI 64.5

30 Esa es la altura de la columna de agua sostenida por la


presión atmosférica. El hecho era bien conocido por los artesanos
que operaban con bombas de succión (muy importantes para achicar
minas). Galileo Dmi6 la atención sobre el problema en los Discorsi,
Primera Jornada (pág. 64 de la edición de Le Opere de A. Favaro),
si bien no aceptó la sugerencia de G. B. Baliani de que ello se de-
bia a la presión atmosférica, en virtud de su teoría de que la resis-
tencia al vado es la causa de la cohesión.
La idea de Hooke es que si el tubo es tan estrecho como
para que el aire no pueda penetrar en él, aunque esté abierto por
am"ba, se comportará como el tubo de la bomba o como el del ex·
perimento torriceliano, con lo que el agua ascenderá hasta que su
peso iguale al de la atmósfera.
31 Hooke n:mite con frecuencia a tratados nunca compuestos,
pues tenía ideas y proyectos mucho mayores que su determinación
para proseguirlos hasta el fin. No publicó nada específicamente so-
bre imanes, si bien en las Posthumous W orks aparecen algunas re-
ferencias. Así en el escrito redactado inmediatamente después de la
Micrografia, The .Method of Improving Natural Philosophy, se indica
que 11!5 operaciones del imán se reducen a vibraciones como las de
las cuerdas musicales (págs• .53-54). En una hoja titulada Of Magnets
(lbid., pág. 192) se atribuye el magnetismo terrestre a la vibración
norte-sur de las partes de la tierra; cf. también A Discourse of
Em-thquakes, ibid., pág: 364. La idea general estaba clara, pero nunca
. · llegó a construir Ja historia que le permitiese desarrollar su conje-
tura. (Véanse también sus consideraciones sobre la variación magné-
tica y la alteración de la posición de los polos-, lbid., págs. 322, 483.)
32 C. Huygens descubrió en diciembre de 1661 el fenómeno
de la suspensi6n an6mala del agua. Cuando ésta se purgaba bien
de aire, no cafa en un tubo totriceliano puesto en el recipiente de
la bomba de vado, siendo así que en ausencia de presión atmosfé-
rica nada parcería sostenerla. Cuando se introducía una burbuja de
aire, se producía d descenso. Los ingleses conocieron el experimen-
to a través ele R Moray a principios de 1662. El 3 del XII se orde-
na a Hooke en - Ja Sociedad Real que prepare «el experimento de
Huygens» para la siguiente sesión (Birch, vol. I, pág. 139), pero el
efecto se intentó reproducir en vano durante siete meses (!bid., pá-
ginas 193, 212, 214, 218, 220, 254-5, 260, 265). Finalmente el 6 de
julio de 1663 Hooke· lo~ repetirlo (273; vide también 275, 286-8,
299, 301, 305). El 23 de septiembre se planea con mercurio y se
consigue el 7 de octubre (305, 310; véase también 314, 320, 332),
lo que llama la atención de Huygens (386, 395). ·
Con todo, no fueron capaces de dar una explicación convincen-
te ni Huygens, que recurría a un nuevo fluido, ni Brouncker, Boyle,
Hooke y unos parisinos de los que habla Huygens, ni para el caso nin-
gún físico COI) el que me haya topado (cf. Birch, History, vol. 1,
págs. 301, 305; 310, 395}.
El 28 de mayo de 1684, Hooke leyó ante la Sociedad Real
(Birch, History, vol IV, pág. 300) un escrito (recogido en R. Waller,
646 NOTAS A LAS OBSERVACIONES VI Y VII

Tbe Postbumous Works, págs. 365-370) en el que exponía una hi·


p6tesis sobre el particular y que recurría a fluidos etéreos más su-
tiles que el aire.
Para una cliscusión de este fenómeno y la polémica entre
holandeses e ingleses, véase S. Shapin y S. Schaffer, Leviatban and
the Air-Pump, Princeton University Press, 198.5, págs. 241.2.5.5.

NOTAS A LA OBSERVACION VII


1 El interés que los fenómenos de las bolas de vidrio des-
pertaron en la Sociedad Real estuvo motivado por el rey. Este, a
principios de marzo de 1661, envió a través de P. Neile cinco bur-
bujas de vidrio, tres sólidas y dos llenas de líquido, «a fin de co-
nocer la opinión de la sociedad acerca de ellas», lo que provocó un
cierto revuelo. (Vide Birch, History, vol. 1, págs. 17-19, 37.) Robert
Moray presentó un amplio informe sobre l!)S experimentos reaJi.
zados con ellas en el que se basa ahora Hooke (lbid., págs. 37-41;
véase también la pág. 46). .
En la primera reunión de la Sociedad ReSI a la que Hooke
asistió como curator (19-IX-1662), ofreció como primicia los expe-
rimentos recogidos en esta Observación, consistentes en «romper di-
versas burbujas dé vidrio con aire rarificado», pidiéndosele que los
presentase por escrito. (Cf. Birch, History, vol. 1, págs. 123, 124,
125, 137-30, 138. El informe está impreso en W. Derham (ed.), Phi·
loso-pbical Experiments and Observalions of the Late Eminent Dr. Ro-
bert Hooke, Londres, 1726, págs. 9-13.) Los experimentos sobre
burbujas de vidrio recubiertas de cola de pescado y cuero son de
mayo de 1664 (Birch, History, vol. 1, págs. 423-4 y 427; véase ~
bién la nota 3). · ·
Pueden verse los dibujos de estas lágrimas de vidrio en la par-
te inferior de la Plancha IV, pág. 175.
2 Pasta de vidrio fundido.
3 La ictiocola o cola de pescado la traían entonces los holan-
deses de Rusia, donde 5e preparaba poniendo a remojo y cociendó las
aletas, vejiga e intesrinos de beluga (Acipenser huso), un esturión
· justamente famoso por la calidad de su caviar. Se empleaba como
cola, como ingrediente culinario y para aclarar· vinos. Hooke realiz6 .
estos experimentos con gotas recubiertas de ictiocola ante la Sociedad
Real el 11 y 18 de mayo de 1664 (cf. Birch, History, vol. 1, pági-
nas 423 y 427).
4 La caparrosa o vitriolo verde (sulfato ferroso) se fabricaba
en Deptford a partir de pirita por el parsimonioso procedimiento
de amontonarla al aire y voltearla cada seis meses durante unos cuan-
tos años. El aire y la lluvia disolvían el mineral, y el líquido reco-
gido en pozos se hervía con hierro unos cuantos días. Se empleaba
como materia prima para fabricar tinte negro, tinta, pigmentos de
pintores (marrón español), para tratar el cuero y para obtener acei·
te de vitriolo (ácido suHúrico concentrado).
NOTAS A LA OBSERVACIÓN VII 647

Hasta el siglo XVIII, los naturalistas creían que las marcasi-


tas (suHuro de hierro), minerales duros de estructura foliácea y--rolor
dorado, plateado o blanco, contenían metales preciosos, pero lo úni-
co que se obtenía era azufre y vitriolo.
s El iégulo es la parte más pura del mineral, el antimonio,
que no se tenía por un metal dada su inmaleabilidad e incapacidad
para soportar un fuego violento.
El vidrio de antimonio que se menciona a continuación se
obtenía calentando moderadamente el régulo hasta calcinarlo en un
polvo gris. La cal, no siendo volátil como el régulo, soporta un fue-
go violento y se convierte en un vidrio amarillento como el jacinto.
6 La de la izquierda en la parte inferior de la Plancha IV, pá-
gitÍa 175. En el formato original mide unos 9 cm.
7 l\{encionado en las actas de la Sociedad Real del 11 de mayo
y 6 de julio de 1664 (Birch, History, vol. 1, págs. 423 y 449).
a En los termoscopios (nota 17 del Prefacio), la sustancia
termométrica no estaba encerrada en un tubo sellado y su gradua-
ción era distinta en cada aparato. Hooke vio un termómetro sellado
florentino traído por el Presidente de la Sociedad Real y desarrolló
por primera vez el sistema de un solo punto fijo, expuesto más
abajo, para que todas las lecturas fuesen iguales aunque los termó-
metros tuviesen distintas dimensiones. Hooke señala asimismo la
ventaja de los termómetros sellados, consistente en ser independien-
tes de los cambios de presión a la que eran sensibles los abiertos
(cf. también Lectures concerning Navigation ll1lli Astronomy de
diciembre de 1690 y 1694, en R. Waller (ed.), The Postbumot1s
W orks, págs. 555-8, pág. 556). Sobre la importancia de Hooke para
la estandari7.ación de las medidas termométricas y el olvido de sus
contribuciones, véase W. E. K. Middleton, Meteorological Instru-
ments, Baltimore: The Johns Hopkins Press, 1969, págs. 55 y sigs.
Si usaba este termómetro en las mediciones meteorológicas que
incluyó en su diario, podría averiguarse de qué temperaturas se tra-
taba, frente a lo que parecé insinuar G. H. Gabb, citado por
H. W. Robinson y W .. Adams en la pág. 3 de la introducción de
su edición de The Diary of Robert Hooke, 1672-1680, Londres:
Wyckeham Publ., 1968.
Durante el otoño de 1663, Hooke desarrolló estos termóme-
tros cerrados de alcohol por orden de la Sociedad Real, con vistas
a realizar observaciones estandarizadas en cualquier parte del mun-
do (Birch, The History of the Royal Society of London, vol. I, pá-
ginas 302, 304, 311, 314, 334, 337, 342). ·
9 a. supra, nota 2 de esta Observación.
10 Alcohol purificado por destilaciones sucesivas.
11 La flema (o agua) era entre los químicos el principio de
la fluidez, insipidez, transparencia y volatilidad, aunque no tan vo-
látil como los líquidos espirituosos.
12 Sir Robert MóraY. (1608-73), cortesano y miembro de la So-
. ciedad Real en la que participó muy activamente. El 14 de agosto
de 1661 presentó una comunicación en la Sociedad sobre la fabri-
648 NOTAS A LAS OBSERVACIONES VII Y VIII

cación de unas bolas de vidrio verde de estructura porosa que rom-


pían erráticamente con facilidad. Incluso las rodea de pegamento
para observar cómo es su fractura (Birch, History, vol. I, págs. 37-41).
Véase la nota 1.
13 En la Plancha IV original, pág. 175, la bola mide unos 3 an.
14 Puntilion, en arte vitraria es la varilla de hierro usada para
remover la pasta de vidrio.

NOTAS A LA OBSERVACION VIII


I :Esta observación fue presentada a la Sociedad Real el 4 de
noviembre· de 1663. La Observación XLIX de la Experimental Pbi-
losophy (1663) de Power es similar al inicio de la de Hooke, aunque
éste va mucho más lejos. Power cita a Hooke como autor de la con-
jetura acetca del origen de esas chispas; recuérdese que Power es-
tuvo exp<>niendo sus observaciones ante la Sociedad Real el 24 de
junio de 1663 (Birch, History, vol. I, pág. 266). .
Estos experimentos tenían un enorme interés te6ric0 desde
el punto de vista de la explicación mecánica de los fenómenos rela-
cionados del calor, la luz y el fuego.
Para Descartes, el fuego no era sino materia finamente divi-
dida, aunque de hecho se comportaba como un elemento. En los pá-
rrafos 80 y sigs. de sus Principia Philosophiae (1644), supone que el
fuego está disperso cntte la materia ordinaria junto con el éter que
llena, sus poros, de manera que si el cúerpo ordinario pierde su
coherencia, el elemento fuego puede arrebatar sus partículas. La ex-
plicación de las chispas del pedernal es como sigue. Siendo el pe-
dernal elástico, se deforma con el golpe del acero, se contrae y
expulsa al éter de sus poros. restando tan s6lo el fuego. Al retomar
a su forma priinitiva, distendiéndose, las partículas del. ·cuerpo se
separan un tanto y, no hallándose rodeadas más que dé fuego, salen
incendiadas en forma de chispas (vide § 84, págs. 254-6 y .la Plan-
cha XVII de la edición de las Oeuvres de C. Adam y P. Tannery).
Boyle consideraba que el fuego y la llama no ·eran práctica-
mente más que los cuerpos ordinarios finamente divididos y violen-
tamente agitados (Birch, Tbe W orks of the Honourable Robert
Boyle, vol. I, pág. 142). No obstante, el fuego no es un mero es-
tado transitorio, pues Boyle sigue sosteniendo la existencia de par-
tículas materiales de fuego como una sustancia qu{IJlÍca relativa-
mente estable encargada de explicar el aumento de peso de las cales
metálicas (New Experiments to Make Fire aml Flame Stable and
Ponderable).
Hooke inició investigaciones sobre estos extremos cuando se
hallaba en Oxford trabajando con Boyle. Su doctrina es más radical-
mente mecánica, al eliminar toda especificidad material de la con-
cepción del fuego y desarrollar una teoría química de la combus-
tión según la cual los combustibles se combinan con una parte del
aire (vide infra Observación XVI).
NOTAS A LA OBSERVACIÓN VIII 649

2 Sobre la combustión como solución de los cuerpos com·


bustibles en una parte del aire, véase la Observación XVI, es¡»
cialmente págs. 329/(103) y sigs. Sobre la concepción del hierro y
el acero como cuerpos vitrificables, véase infra, págs. 240 y sig./[52).
Obviamenti:, basta la revolución química de Lavoisier no se reconoce
la existencia del oxígeno ni se sabe que los hierros y aceros ordina·
rios son una aleación con un contenido de carbono entre el 0,01 %
y el 596.
3 In/ra, Observación IX, pág. 239/[51] y sigs.
4 Referencia a la teoría de Descartes aludida en la pñmera
nota de esta Observación. La palabra átomo se usaba frecuentemen-
te en InglatCrra en el sentido de corpúsculo, sin entrañar compromi·
so con la tesis atomista estritta de la indivisibilidad. Hooke no era
atomista en este último sentido; vide R. Waller, Tbe Postbumous
Works, pág. 171.
s Prometeo fue el titán que robó el fuego del Olimpo para
entregarlo al hombre. Según Aristóteles el fuego estaba arriba, sien-
do más ligero que el aire, el agua y la tierra. Para Descartes, cons-
tituía las estrellas, por lo que desde nuestra posición estaba también
arriba.
6 Como Zeus estaba irritado con Prometeo por el asunto del
fuego mencionado ~ la nota anterior, se vengó a través de su her-
mano Epimeteo al que envió como esposa a Pandora, la primera
mujer, que no pudo dejar de abrir. una famosa vasija donde Prome-
teo había encerrado todos los males. Como para un gentleman la
mujer nunca es culpable, Hooke echa la carga sobre los hombros
del marido.
7 Small-coal:· es el tipo de carbón de leña preparado a partir
de ramitas y maleza. atadas en fajinas.
B Rectificar es "puñficar por sµcesivas destilaciones.
9 Observación XVI, págs. 328 y sigs. Para la hipótesis
cartesiana mencionada inmediatamente, véase la nota 1 de esta Ob·
servaci6n.
10 Supra, Observación VI, págs. 185, 193 y sigs.
u Tal vez se trate del Dr. Ionathan Goddard (1616-1675),
médico y miembro de la Sociedad Real en la que desplegó una enor-
me actividad en la década de los sesenta. Fue comisionado frecuen-
temente con Hooke para atender a experiment~s químicos, metalúr-
gicos, sobre vidrio, presión atmosférica, etc. Fue él quien sugirió
el 29 de junio de 1664 (Birch, History, vol. I, pág. 444) que Hooke
examinase al miaoscopio los colmillos de una víbora, cosa que éste
realiz6, presentando un informe el 2 de noviembre de 1664 (Ibid.,
págs. 480-2). No se recoge en la Micrografia que para entonces
estaba ya impresa.
650 NOTAS A LA OBSERVACIÓN IX

NOTAS A LA OBSERVACION IX
1 Los colores en láminas finas fueron observados antes que
Hooke por l. Marcus Marcí, Thaumantitzs líber de arcu coelesti
deque colorum apparentium natura ortus et causis (Praga, 1648),
págs. 240-4, aunque no extrajo de ellos ninguna conclusión teórica.
También los trata Boyle en sus Experiments and Considerations
Touching Colors (1664), págs. 243-4. Sin embargo, Hooke fue el
primero en ensayar una explicaci6n teórica de los colores, reamo-
ciendo su carácter peri6dico. No obstante, no pudo medir la longi-
tud de dichos pulsos, cosa que hizo Newton, con lo que estos ani-
llos de colores descritos por Hooke se conocen como anillos de
Newton. Aunque éste leyó y anotó la Micrografia en 1666, parece
que había encontrado los fenómenos de los colores en láminas finas
anteriormente; pero fue la_ Micrografía la que le indicó que entraña-
ban una periodicidad. (Cf. el Comentario preliminar de J. E. McGuire
y M. Tamny (Eds.) a Certain Philysophical Questions: Newton's
Trinity Notebook, Cambridge University Press, 1983, págs. 272-4.)
2 La moscovita es una mica potásica dioctaédrica resistente
al calor que aparece sobre todo en rocas plutónicas. Presenta una
exfoliación muy perfecta y en laminillas delgadas es transparente.
3 Espato yesoso.
4 En sentido etimol6gico, historia significa informe. Se aplica
al conjunto de los hechos y fenómenos, contraponiéndose a la teoria
que los explica.
s Véase más abajo la teoría de la combustión de Hooke,
Observación XVI, págs. 329/[103] y sigs.
6 Case hardening es un método de tratar el hierro para en-
durecer su superficie, considerándose un grado menor en el pro-
ceso de la manufactura del acero. Las versiones comerciales de ace-
ro tienen un contenido de carbono que no llega al 2 9ó y cantida-
des menores de otros elementos, mientras que el hierro colado pue-
de llegar al 5 % de carbono, presentando cantidades no despreciables
de silicio y manganeso (1 9ó), y menores de fósforo y azufre.
7 La orina, sal común y hollín eran las substancias a partir
de las cuales se preparaba la sal de orina (carbonato amónico). Los
cascos de caballo y los huesos calcinados eran una fuente de fosfato
cálcico. ·
8 En la Observación VII.
9 Hooke critica aquí la doctrina cartesiana de la formación
de los colores por el límite entre la luz y la sombra. Para Descar-
tes la luz blanca es una presión transmitida a través de un éter elás-
tico, compuesto por bolas que llenan los espacios interplanetarios así
como los poros de los cuerpos. Cuando el pulso se topa oblicuamen-
te con una superficie refractante, las bolas adquieren un giro «apro-
ximadamente igual a su movimiento en línea recta». Ahora bien,
cuando estas bolas limitan por un lado con una parte del medio en
reposo (sombra) y, por otro, con el medio en movimiento (luz), ace-
leran o frenan su giro, lo que da lugar a los colores. Véase Los me-
NOTAS A LA OBSERVACIÓN IX 6.51

teoros, Discurso octavo sobre el arco iris, especialmente las pági-


nas 249;..51 de la edición de GaillermCJ Qaintás, Madrid: AJfagua-
ra, 1981. (No obstante, Descartes admite que no siempre es nece-
saria la interfaz luz-sombra para producir colores, ibid., pág. 252.)
Téngase en cuenta que Descartes "Utiliza un dispositivo experimentaJ
en el que el sol entra perpendicularmente por una cara de un pris-
ma y sale refractándose por Ja otra que está tapada por una panta-
IJa agujereada. Descartes seña1a explícitamente (lbid., pág. 248) que
según su modelo, dos superficies refractantes paralelas poseen efec-
tos contrarios sobre los corpúscu]os de éter, con lo que se anulan
esos giros que en el ojo provocan Ja sensación de los colores.
Como seña1a Hooke un poco más abajo, Jas placas de mos-
covita refutan Ja doctrina cartesiana, pues presentan colores con
superficies paraJelas y sin limites entre Ja luz y la sombra. H. More
salió en defensa de Descartes en su Enchiritlion Metaphysicum (1671)
con argumentos más bien penosos (d. págs. 246-25.5). Hooke refuta
con soltura no exenta de sarcasmo los argumentos del «sabio doc-
tor> en su conferencia cutleriana Lampas or Descriptions of some
MeclMtrical Improvements of Lamps & Waterpoises, Londres, 1677,
págs. 190-194; reimpreso en R. T. Gunther, Early Science in bx-
ford, 1931, vol. VIII.
10 La expresión experimento crucial Ja acuñó por primera vez
Hooke en este pasaje. Deriva de" Jo que F. Bacon 11am6 instancias
de la auz (instantias cnu:is) aludiendo a las cruces erigidas en las
encrucijadas de los caminos para indicar a dónde llevan. Cuando eJ
entendimiento se halla indeciso a Ja hora de asignar una u otra
causa a un fenómeno, se acude a las instancias cruciaJes que mues-
tran la conexión indisoJuble del efecto con una sola de ]as causas.
Hooke interpreta este proceder de manera experimenta1. Un experi-
mento crucial es aquél que se lleva a cabo cuando dos hipótesis
alternativas (en este caso Ja teoría cartesiana de Jos coJores y la
suya) entrañan consecuencias incompatibles bajo las mismas condi-
áones y circunstancias, de manera que el resuJtado experimental
decide entre el1as refutando Ja una y confirmando Ja otra. Puede
verse un claio ejemplo de este método de establecer teorías .infra,
págs. 252/[59] y sigs.
u En su Tractatus opticus de 1644 (que Hooke conoce, vide
infra, Observación XV, pág. 324/[100] y nota 7, pág. 666), Hobbe&-
concebfa las fuentes luminosas como cuerpos que se contraían y dilata-
ban, transmitiendo dicha vibración al medio. Ahora bien, esta doctrina
entraña que los rayos divergen a partir del centro del cuerpo lumi-
noso, por lo que éstos se tienen que ver como un solo punto. El
primero en señaJar]o fue E. Maignan, Perspectiva horaria (Roma,
1648; pág. 613). Posiblemente por ello Hooke señale aquí que las
vibraciones del cuerpo luminoso que causan la luz pertenecen a cada
una de sus partes. (Véase A. E. Shapiro, «Kinematic Opticks: A
Study of the Wave Theory of Light in the Seventeenth Century»,
Archive for History of Exact Sciences, 11 (1973): 134-266; pági-
nas 148 y sigs. 194.)
652 NOTAS A LA OBSERVACIÓN IX

12 En la Observación VIII.
13 Era un tipo de piedra descubierta en 1640 junto a Bolo-
nia, <lel tamaño de una nuez y rica en fósforo (suJfmo de bario)
que sé extraía a partir de ella por calcinación. La fosfoicscencia era
bien conocida en Italia en la década de los sesenta. En Inglaterra,
Clayton (vide la nota siguiente) introdujo a finales de 1663 el tema
del brillo del diamante y la piedra bolonesa en la obscuridad, y
Boyle estudió también en 1663 la luminosidad del diamante frotado
(op. cit. infra en la nota 15) y la carne putrefacta («Some Observa-
tions about Shining Flesh», Philosophical Transactions, 16 de diciem·
bre de 1672), lo que dio pie a T. Shadwell en su sátira de la ciencia
experimental (The Virtuoso, 1676) a presentar a su protagonista le-
yendo una Biblia a la luz de una pata de cerdo fosforescente. Vide
también infra, pág. 246/[55].
14 John Oayton (muerto hacia 1710), abogado, fue elegido
miembro de la Sociedad Real el 30 de octubre de 1661, en la que
desplegó bastante actividad hasta 1664, presentando informes va-
riados que describían desde una receta de barniz chino hasta un pollo
·con un cuerno.
El 21 de octubre de 1663 (Bircb, History, vol. 1, pág. 321),
«mostró una especie de diamante que cuando se frotaba con un
guante o una tela, brillaba en la obscuridad, y si se calentaba en
una vela, resplandecía de manera admirable». Ello despertó el inte-
rés de Boyle, quien presentó comentarios el 28 de o.ctubre y el 4 de
noviembre, basta que el 11 de noviembre los virtuoii dieron riendr.
suelta a sus historias sobre diamantes que brillan· en la obsccridaJ:
Hooke mencionó su anillo," Boyle un diamante de un holandés que
iluminaba los objetos del baúl donde lo guardaba y Oayton prome-
tió traer su piedra holonesa (vide nota anterior) para la siguiente
reunión. (lbid., págs. 323, 328, 329, 330 y 333.)
15 Al final de los Experiments and Considerations touching
Colours (1664), Boyle adjuntó una larga carta a R. Moray con ob-
servaciones acerca de un diamante, bajo el título A Short Account
of Some Observationt made by Mr. Boyle, about a Diamond, that
Shines in the Dark (Bircb, The Works of the Honourable Robert
Boyfe, vol. 1: 789-799).
16 Observación XVI, págs. 329/[103] y sigs.
17 La teoría· de la luz 4e origen epicureísta recurre a la emi-
sión de especies o partículas del cuerpo luminoso, mientras que la
cartesiana supone que los cuerpos luminosos están formados de par·
tículas finísimas de fuego que giran en tomo al centro, consistiendo
la luz en su presión centrífuga sobre el éter que forma el medio.
Ambas doctrinas tenían sus representantes en Inglaterra, como, entre
tantos otros, K. Digby en el primero de los Two Treatises (París,
1644) y el T. Hobbe!; del De corpore (Londres, 1655).
1s La transmisión instantánea de la luz era comúnmente a~
tada. Descartes construye su teoría para acomodarla y Hobbes catn-
bió su teoría, tras escribir el Little T reatise, por su incomodidad con
la velocidad finita de la luz. Digby fue el primer filósofo mecánico
NOTAS A LA OBSERVACIÓN IX 653

empeñado en defender la velocidad finita de la luz (Two Trealises,


págs. 56 y sigs.). Tanto Digby como· Hobbes critican el argumento
de la transmisión instantánea derivado de la salida del sol que
Hooke ataca a continuación.
Aunque Hooke se muestra aquí cauto, parece favorecer la
tesis de la velocidad finita de la luz (vide in/r11, la quinta condi-
ción; también en la Observación XV, pág. 317/[96) y sigs., la velo-
cidad del pulso es finita y variable, lo que es imprescindible para
explicar la iefracción). Con todo, quince años más tarde no tiene
empacho en defender la velocidad instantánea de la luz a pesar de
que entretanto, en 1676, O. Romer había realizado una determina-
ción cuantitativa de su velocidad. Hacia 1680 Hooke se pronuncia
en algunos escritos de manera especialmente cartesiana (d. la nota 8
de la Observación VI). El rechazo de las mediciones de Romer se
produce en las Lectures of.Light de 1680 (R. Waller, Tbe Postbumous
Works, págs. 77-78), aduciendo que la teoría de los satélites de Jú-
piter no era tan precisa romo para fiarse de ella (Romer deriva la
velocidad de la luz a partir de la observación de que las ocultacio-
nes de lo en los eclipses se producen a intervalos mayores a medida
que la tierra se aleja de Júpiter, atribuyendo dicho efecto a la
mayor distancia que entonces ha de atravesar la luz). También se-
ñala que si no hay vacíos, como quiere Descartes, y tenemos un cuer~
po «infinitamente fluido», entonces no hay dificultad para admitir
la transmisi6n instantánea de una alteración en ese medio continuo.
Pero A. R. Hall señala que en la reunión de la Sociedad ·Real clel
19 de febrerQ de 1690, Hooke leyó una conferencia en la que al
parecer acepta los cálculos de Romer; vide, cTwo Unpublished Lec-
tures of Roben Hooke», !sis, 1~9 (1951): 219-30, pág. 221.
19 En sus comentarios a la Micrografi111 realizados poco des-
pués de su publicación, Newton crítica este pasaje señalando que
las ondulaciones de un medio rodean los obstáculos, con lo que no
forman sombras. Si la luz es una vibración del éter, c¿Por qué en-
tonces no se desvía la luz de las líneas rectas como hacen los soni-
dos, &c?» (A. R. Hall y M. B. Hall, Unpublisbed Scientific Papers
of Isaac Newton, Cambridge University Press, 1962, pág. 403). Para
Newton este siempre fue uno de los mejores argumentos a favor de
una teoña de la emisión. Los partidarios de la teoría ondulatoria
en el siglo diecisiete, entre los que destaca Hooke, precisaron paula-
tinamente la idea de rayo y frente de onda hasta que Huygens (Traité
de lll Lumibe, 1690) formuló su principio del frente de rayos como
superficie de fase constante, momento en que la tCO(Ía ya no estaba
sometida a esas críticas.
En este cuarto punto y en el quinto que viene a continua-
ción, Hooke expone con la máxima claridad hasta el momento que
los rayos forman un frente de onda merced a la velocidad igual e
implícitamente finita, pues un frente de onda es una perturbación
local, transitoria y periódica (como muestran los coloi:es de las lámi-
nas de moscovita), por lo que no tiene sentido si está instantánea-
mente en todas partes. Con esta concepción física, Hooke procederá
654 NOTAS A LA OBSER.VACIÓN IX

inmediatamente a explicar la refracci6n, reconstruyendo el frente de


onda para la velocidad del pulso en el nuevo medio. Para la altera-
ción de la velocidad en los medios refractantes, véase más abajo,
Observación XV, pág. }16/(96) y sigs.
- 20 Hooke no trata de derivar por su- cuenta la ley de Sndl,-
dando por buena la pmeba de Descartes (d. el segundo discurso de
la Dióptrica; págs. 67 y sigs. de la edición de Guillermo Quintás,
Alfaguara, 1981). Lo único que le interesa aquí es la explicación de
los colores, para lo cual precisa la relación cartesiana de las veloci-
dades (inversas de Jos senos y de las densidades ópticas de los me-
dios). Aunque en una teoría de la luz como alteraciones en un medio
continuo lo normal sería que esas fuesen más lentas en medios más
densos, obteniendo así la ley de Snell a la manera de Hobbes (véase
la hipótesis quinta del Tractatus opticus de 1644 y la prueba con-
siguiente), Hooke no lo acepta. En efecto, como señala al final de la
Observación XV (pág. 324/(100], la construcción de Hobbes pro-
duce siempre ·frentes de onda normales a la dirección de transmisi6n,
con lo que la refracción no puede engendrar lo que él considera los
colores, que es lo único que le interesa ahora a Hooke. Por el con-
trario, con la relaci6n de velocidades cartesiana obtiene la oblicuidad
de los pulsos y con ella la sucesión de golpes fuertes y débiles, en la
que pone la causa mecánica de la sensación de color (Lampas, 193-4 ).
Por eso define la «densidad» optica de manera ad hoc en términos
de la cantidad de éter contenido en Iós poros (infra, pág. 153/(58)).
21 Recuérdese ·que Hooke ha refutado la doctrina cromática
de Descartes mediante los coleres de las láminas finas, dado -que
las caras paralelas de éstas anulan las ·pretendidas modificaciones
(rotaciones) que la superficie refractante provocaría en la luz blan-
ca. Ahora parece dar a entender que· lo mismo ocurre con las mo-
dificaciones postuladas en su teo~a, pero ello no entraña una con-
tradicción. El razonamiento de Hooke para la explicaci6n de los co-
lores de la moscovita sigue tres pas0s: a) explica por qué siempie
que hay refracciones no destructivas, como en un prisma o un globo
de agua, se producen pulsos oblicuos (págs. 249/(57)-256/[62}; ba-
sándose en ello, b) explica la génesis de los colores por la manera
en que se ve afectado el sentido de la vista por sucesiones de pulsos
débiles y fuertes, tal como ocurre con la llegada de un frente de
onda oblicuo {págs. 257/[62]-26U[64}; volviendo luego al proble-
ma que le ocupa, e) explica cómo en las láminas delgadas se produ-
cen, por reflexión y con pulsos normales a la dirección del rayo, esas
mismas sucesiones fuertes y débiles de las que depende la génesis
de los colores (págs. 262/[64] y sigs.). Así pues, hay una sola teoría
fisiológica de los colores b) y dos mecanismos, por refracción a) y
reflexión e), para su producción en prismas y láminas finas de caras
paralelas. La doctrina cartesiana no daba cuenta de ambos mecanis-
mos de producción de colores.
22 Este tipo de dispositivo experimental tiende a privilegiar
la observación de los extremos rojo y azul del espectro en detri-
mento de los demás colores. Al no proyectar el espectto a una con-
NOTAS A LA OBSERVACIÓN IX 655

siderable distancia del frasco y usar un haz de luz grueso, sólo se


observan los dos colotes exuemos. EHo hace plausible la doctrina que
Hooke expone a continuación, acerca del rojo y azul como colores
principales de cuya combinación derivan todos los demás. Newton
es el primero que usa haces estrechos (un agujero menor de un
cendmetro) y distancias entre el prisma y la pantalla de más de cin-
co metros, obteniendo un espectro aceptablemente completo.
23 Hooke emplea la edición latina (Amsterdam, 1644) de
Los meteor.os que está dividida en capítulos y secciones. La cita está
tomada dd discurso octavo sobre el arco iris (ed. española citada en
la nota 20, pág. 248): «Sin embargo, consideré que era necesaria al
menos una refracción, pero una cuyo efecto no fuese destruido por
otra contraria, pues la experiencia enseña que si las superficies re-
fringentes NM y NP fuesen paralelas, al enderezarse los rayos por
un lado tanto cuanto se tuercen por el otro, no producirían ningún
color.» Véase la figura de la nota 29 en la pág. siguiente.
24 «Aunque Descartes pueda estar equivocado, señala Newton
en sus apo~tillas a la Micrografía, (A. H. Hall y M. B. Hall, Un-
published Scientific Papers o/ Isaac Newton, Cambridge University
Press, 1962. pág. 403), también lo está el Sr. Hooke en su refuta-
ción de la sección 10 del capítulo 38 [errata por 8] de los meteoros;
dice bien que este fenómeno del cristal de Moscovia no se puede
explicar con ello o que el movimiento de giro de los glóbulos nada
significa a menos que no se trate sólo de una tendencia, sino que
se muevan también hasta el ojo.» Lo que no acepta Newton de
Hooke es la explicación del arco iris que viene a continuación.
25 Dióptrica, Discurso primero sobre la luz, edición española
citada en la nota 20, pág. 64: «Y de esta forma, pensando que no
es tanto el movimiento como la acción de los cuerpos luminosos lo
que es preciso tomar como su luz, debéis juzgar que los rayos de
esta luz no son otra cosa que las líneas siguiendo las cuales tiende
tal acción.»
26 El párrafo 86 de la Parte III de los Principia Philosophiae
de Descartes explica la forma redonda de las partículas del segundo
elemento, el éter, por el giro en todas direcciones que les imprime
la primera materia del torbellino que se desvía hacia otros torbelli-
nos limítrofes. 2sta era una de las críticas de Hooke que recibía la
aprobación de Newton; véase la nota 24.
Z1 «Y además observé que se necesitaba también una sombra
o límite de la luz», Los meteoros, edición española citada en la
nota· 20, pág. 248.
28 41º 47' según Descartes en Los meteoros, pág. 255.
29 Los meteoros, Discurso octavo, págs. 256-7: «Por lo de-
más, no me ha costado esfuerzo conocer por qué el rojo está en la
parte exterior del arco iris interior, ni por qué está situado en la
parte interior en el exterior, pues la misma causa por la cual se sitúa
hacia F más bien que hacia H, que aparece a través del cristal MNP,
hace que si se mira ese cristal teniendo el ojo en el lugar del lienzo
blanco FGH, se vea el rojo hacia su parte más espesa MP y el
656 NOTAS A i.A OBSERVACIÓN IX

azul hacia Nr porque el rayo teñido ~e rojo que va hacia F viene


de C, la parte del sol más adelantada hacia MP. Y esa misma causa
hace también que el centro de 1as gotas de agua, y por consiguiente

su parte más espesa,· estando fuera con respecto a los puntos colo-
reados que forman el arm iris intt'rior, el rojo debe aparecer por
la parte exterior y que, estando dentro- cott teSpl!Cto a los que for-
man el exterior, el rojo debe también aparecer por la parte interior.»
30 Hooke compone todos los colores a base de combinar los
pulsos de los dos principales y extremos, el rojo y el azul, explica-
ci6n que l. Sabra estima astuta (Theories of Light from Descartes to
Newton, Londres: 0ldboume, 1967, pág. 258). M. Blay insiste en
la insuficiencia de la doctrina de Hooke que liga cada color a un
estado dinmñco del medio (fuerza del rojo y debilidad del azul)
sin que se comprenda a qué corresponde esa fuerza o debilidad
del impulso, puesto. que la velocidad es la misma y no $e introduce
el concepto de amplitud (cUn exemple d'explication mé_caniste au
XVJie si«le: l'unité des théories hookiennes de la couleur>, Revue
d'Histoire des Sciences et· de leur Application, 34 (1981): 97-121;
pág. 110). No obstante, en un par de ocasiones Hooke atribuye
la debilidad o fuerza de los pulsos a la escasez o abundancia de éter
vibratorio (págs. 249 y sig./[58], 318/[97] y por ende a un concepto
tan mecánico com0 el de cantidad de movimiento. Ahora bien, como
es tan frecuente en Hooke, esta idea en principio matemática no se
desarrolla de manera cuantitativa y precisa para explicar la compo-
sición de los colores.
31 El mecanismo que produce los colores en los prismas (la
oblicuidad del pulso por refracci6n) no es el mismo que produce
los colores de los cuerpos laminados (sucesión de pulsos paralelos
NOTAS A LAS OBSERVACIONES IX Y X 657

por reflexión); pero la retina responde con la sensación de rojo a


la sucesión fuerte-débil y con azul a la débil-fuerte, independiente-
mente de que se hayan producido por uno u otro mecanismo. Esta
teoría fisiológica es 1a que se ha tenido que introducir previamente
con ayuda de la discusión de los colores prismáticos.
32 El método microsc6pico de investigación de Hooke y su
trabajo con moscovita hada imposible determinar la longitud de la
periodicidad espacial de los fenómenos. Newton tuvo éxito preci-
samente por experimentar con vidrios ópticos manufacturados, con
forma· geométrica precisable. En unos experimentos realizados en
1666, antes de leer la Micrografia, Newton observó casualmente los
anillos que llevan su nombre al apretar las bases de dos prismas,
estableciendo la relaci6n entre· el grosor de la capa de aire y el de
las bandas de colores. Poco después aprendió, leyendo a Hooke, que
se trataba de un fenómeno periódico, utili7.ó una placa de cristal y
una lente convexa para calcular las diferentes anchuras de la capa
de aire interpúesta y pudo establecer la relación entre la distancia
de los cristales y la amplitud de las vibraciones del medio. Vide
J. E. McGuire y M. Tamny (Eds.), Certain Philosophical Questions,
Cambridge University Press, 1983, págs. 2724. Entremedias, en
1665, Huygens trató sin éxito de determinar con lentes los gro-
sores de la lámina de aire correspondientes a cada color (Oeuvres,
XVII, págs. 341-8; citado por M. Blay, art. cit. en la nota 30, pá-
gina 117, nota 38).

NOTAS A LA OBSERVACION X
1 Hooke, que era extraordineriamente hábil con las manos,
aprendió muy pronto a dibujar y a pintar. Cuando era aún niño y
vivía en Freshwater, en la isla de Wight, observó un día trabajar
al pintor J. Hoskins. Según cuenta Aubrey en sus Brief Uves, de-
terminó que todo aquello estaba a su alcance y, tras fabricar sus
propios pigmentos con yeso, almagre -Y carbón machacados, compuso
unos cuadritos muy admirados por Hoskins. La anécdota debió po-
seer su importancia, pues cuando su padre falleció, Hooke que en-
tonces tenía trece años, entró en Londres de aprendiz de Peter Lely,
un pintor de- -la escuela flamenca y retratista de moda. Aunque no
duró mucho con él porque el olor de los óleos le daba dolor de
cabeza, sin duda cobró un temprano interés por los fenómenos de
los. pigmentos que se muestra en esta Observación.
Boyle observó y describió diversos fenómenos relativos a los
colores metálicos tanto en el Sceptical Chymist (1661; v. gr., sobre
el acero templado, The Works, vol. 1, pág. 556) como en Experi-
ments and Consfderations touching Colour (1664; v. gr. Ibid., pá-
ginas 670, 675, 773, etc.).
Hemy Power se ocupó de estos temas antes que Boyle al
final de la Parte 1 de su Experimental Philosophy, redactada hacia
1661 y publicada en 1663: Some Considerations, Corollaries, and
658 NOTAS A LA OBSERVACIÓN X

Deductions Anatomical, Physical and (}ptical, págs. ~8-83; especial-


mente la cuarta deducción (págs. 72-7) se ocupa de la mezcla de so-
luciones y los cambios químicos y físicos de color muy similares a
los ttatados por Boyle y por Hooke. Entre ellos se encuentra el
cambio de color de la tintura de violetas (pág. 74; flitle infrO, nota 4),
el carácter transparente e incoloro de la mayoría de las sustancias
reducidas a dimensiones diminutas (pág. 72; irlfr• notl 8), la obser-
vación de cátolDOS» metálicos al microscopio (Experimentos 34 y 35),
el color verde del oro visto al trasluz (pq. 74; Microgr•Júz, pági-
QSS 274, 283), etc. Hooke escribió una carta a Boyle el verano de
1663 (Bitth, The W orks o/ the Honollt'.ble Rohert Boyle, vol. VI,
pág. 487) en la que expresa el temor de que Power publique estos
experimentos antes que Boyle.
z En sentido etimológico, usado en la psicología de origen
aristotélico, los flllltasmas son Jaii im4genes (ftmtasÚI en griego es
im•giNZCi6n) y no abominables espectros del abismo.
3 Quizá aluda a la Observación XIII, págs. 295/[85] y sigs.,
donde habla en general del C?rden geométrico de las partículas de
los cristales; véase también la figura A ·de la Plancha VII, donde las
partículas forman un «orden equilátero-triangulari. origen de todas
las demás estructuras.
4 Robert Boyle, Exp~m~ts •ml Consitler•tions touching
Colours (1664). El experimento vigésimo (en Bitth, The Works of
the Honourable R. Boyle, vol. 1, págs. 743 y sigs.) consiste en po-
ner unas gotas de tintura de vi9leta sobre un papel blanco pata ob-
servar c:ómo cambia de color: con dos • tres goras de espíritu de sal
{clorhfdrico), vinagre u otro ácido, se toma roja, mientras que con
aceite de tirtaro per deliguium (carbonato potásico) o potasa, se
pone verde. Aunque algunos de -estos fen6menos eran ya conocidos
(rile la nota 1 supr•), Boyle los generaliza y establece el uso de la
tintura ele violetas como prueba &e acidez/aJcalinidac:I.
s Sm.U, un vidrio ele colór" azul profundo obtenido en el cri-
sol a partir ele cobalto, arena fusible y un álcali fijo. La preparación
más imperfecta se denominaba u/re. El smfllt pulverizado y bien
levigado recibía el nombre de emel azul, que era el producto uti-
lizado para esmaltar y vidriar la crerámic:a.
' El azul de ultramar o· ultramarino es un pigmento prepa-
rado por calcinación del lapislázuli, un feldespatoiele complejo rico
en azufre. · .
7El bermellón es un piplento que se preparaba a partir del
cinabrio triturado con aguardiente y orina. Cuando se obtenía a par-
tir de plomo calcinado y lavado· recibía propiamente· el nombre de
minio o plomo ro;o.
a Casi todos los minerales, pero no los metales, son transpa-
rentes o translúcidos cuando se reducen a láminas deJgac:las. La idea
había sido ya apuntada por Power (vide supr• nota 1), siendo luego
adoptada por Newton en su Discourse of Ohserufliions (1675, aun-
que redactado unos tres años antes; The Co"espomlence of lstlflC
Newton, Cambridge University Press, 1959 y sigs., vol. I, pá¡. 391).
NOTAS A LA OBSERVACIÓN X 659

'* El cinabrio natural, suHuro de mercurio, es el mineral más


importante del mercurio. El cinabrio artificial era una mezcla de
merciirio y azufre sUblimado, de un subido color y con fibras acicu-
lares, que se usaba en medicina para el tratamiento de la epilepsia
y los dolores de cabeza, prefiriéndose al natural porque no daba vó-
mitos y náuseas.
lO Bise, Indico bise o Caeruleum montanum es un carbonato
azul de cobre natural (lapis armenus) con el que se hada un pigmen-
to. Se usaba medicinalmente como laxante y antiepiléptico. (Si se
recuerda la nota anterior, comenzará a quedar claro que no convenía
nada ser epiléptico.)
u V erditure, un pigmento azul claro preparado normalmente
con tiza o blanco de España y una solución de nitrato de cobre, usa·
do normalmente mezclado con amarillo para acuarelas y lápices verdes.
12 Ammel, expresión usada frecuentemente por Boyle en Ju.
gar de enamel para referirse a un vidrio molido mezclado con cal
fina de plomo y estaño, y en ocasiones sal blanca de tártaro. A esta
base se añadían pigmentos en polvo, como el magnesio para el es-
malte blanco, zafre para el azul, hierro y cal de cobre para el ver-
de, etc. Los esmaltes no sólo se usaban en pintura y cerámica, sino
también para fabricar piedras pseudopreciosas.
13 El aceite de tártaro es una solución saturada de carbonato
potásico. El espíritu de orina es una solución de carbonato amóruco
obtenida destilando orina corrompida.
14 Robert Boyle, op. cit. supra en la nota 4, págs. 761-7. El
Expc:rimento XL, se orienta a probar que los colores no son cuali-
dades inherentes a los cuerpos que dependan de su ·forma sustan-
cial, sino aspectos secundarios derivados de . propiedades mecánicas
poco fundament8Ies. Para ello aduce ejemplos de líquidos iticoloros
que adquieren . un color por mezcla. Boyle explica cómo montar un
espectáculo con sublimado disuelto en agua y filtrado, y aceite de
tártaro per deliquium (solución de carbonato potásico). Siendo am-
bos líquidos transparentes, su mezcla se toma naranja. Si se añade
luego vitriolo, se pone de nuevo planea.
15 El azúcar de plomo (acetato de plomo) se fabricaba hirvien-
~ cerusa o albayalde (carbonato de plomo) con vinagre destilado
hasta que se tornaba dulce, momento en que se filtraba, dejándose
secar y cristalizar.
16 Para las teorías ondulatorias como la de Hooke, los colo-
res son una modificación o alteración del pul5o blanco normal. Por
el contrario, para un partidario de una teoría corpuscular como New-
ton, los rayos blancos son una me7.cla de rayos de todos los colores
o, con más propiedad, de chorros de corpúsculos con las diversas
masas y/o velocidades capaces de excitar en el ojo las sensaciones
de los distintos colores. Los colores naturales se explican mediante
la absorción o reflexión de unos u otros de esos proyectiles. Véase
la Opticrz de Newton, Libro II, Parte III, Proposición V; en la Par-
te I del mismo libro se presentan los fenómenos cromáticos de lámi-.
nas finas en los que se fundamenta el estudio de los colores de los
660 NOTAS A LAS OBSERVACIONES X Y XI

cuerpos naturales (cf. la edición española, Madrid: Aliaguara, 1977,


págs. 222 y sigs., 181 y sigs., etc.).
17 Los áloes son liliáceas de origen a&icano y asiático. El jugo
de A. vera, naturalizada en lugares arenosos del litoral de España,
Sicilia y Grecia, se· usa en medicina como purgante.
18 Esta confirmación experimental de la doctrina de Hooke
acerca de dos colores primarios fue criticada por l. Newton en la
respuesta a las consideraciones de Hooke sobre su teoría de la luz
y los colores, impresa en las Philosophical Transactions, 88 (18 de
noviembre de 1672): 50~5103; págs. 5093 y sigs. (l. B. Cohen
(Ed.), lsfltlC Newton's Papers and Letters on Natural Philosophy,
Harvard University Press, 1958, págs. 12.5 y sigs.). Newton señala
que los colores azul y rojo de las cuñas no son en realidad colores
primarios, puesto que contienen añiles y amarillos. Newton dispone
de una definición de color primario como aquél que producen los
rayos con idéntico índice de refracción, de manera que no se des-
componen en otros colores al hacerlos pasar por un prisma.
19 El blanco de plomo es carbonato de plomo, llamado tam-
bién albayalde o blanco de España.
20 Este término se aplica en este caso a las piedras duras,
como el pedernal, ágatas, etc., halladas en los ríos.
21 Se aplica el término flor a cualquier· polvo lo bastante fino
como para pasar por un cedazo de cuatrocientos hilos por pulgada,
con lo que las partículas han de tener a lo sumo 0,06 mm de diá-
metro. Usualmente se obtienen por condensación tras snhlimaci6n.
22 El Dr. Cbristopher Merrct (1615-1695), miembro muy ac-
tivo de la Sociedad Real hasta mediados de los sesenta. En 1662
publicó en Londres una traducción de L'Arte vetraria (1612) del
italiano Antonio Neri (y no Nery, como escribe Hooke más abajo
aunque tenía un ejemplar de la edición florentina de 1612 y luego
uno de la edición de Merret de Amsterdam, 1686). Neri era un cura
errabundo que aprendió las técnicas de los vidrieros de Murano e
investigó el asunto en los Paises Bafos. Su libro expone por primera
vez algunos de los secretos gremiales de la manufactura del vidrio,
especialmente por lo que atañe a su coloreado con óxidos metálicos.
23 En el segundo tercio del siglo diecisiete se comenz6 a usar
pin!t para designar, no el color rosa, sino una laca o un pigmento
amarillo verdoso obtenido de la mezcla de colores vegetales, como
el quercitrón, con una base blanca, como un óxido ~co.

NOTAS A LA OBSERVACION XI
1En la Observación XIII.
2D. Colwall (muerto en 1690), miembro muy activo de la
Sociedad Real, especialmente en el establecimiento de contactos con
marinos a fin de recabar infoimei exóticos. Asf, por ejemplo, el 18 de
febrero de 1663 se ofrece a entrar en contacto con balleneros de
Groenlandia; el primero de año de 1662, se presentó en la Sociedad
NOTAS A LAS OBSERVACIONES ·xi, XII Y XIII 661

con un capitán de las Indi~ Orientales dispuesto a observar lo que


hiciese falta, etc.
3 Observaciones L y LV.
4 Observación LVII.
s Cf. infra las Observaciones XIX y XXI.
6 Observación XX.

NOTAS A LA OBSERVACION XII


t Paracelso comparaba el tartrato de calcio depositado en las
paredes de los toneles de vino (especialmente del vino ácido alemán)
con los cálculos renales, en consonancia con su teoría general según
la cual el organismo es un laboratorio químico que cuando marcha
deficientemente produce un «tártaro» (o más expresivamente, un
cagastro) que se deposita en los órganos afectados.
2 En el formato original esta línea mide unos 84 mm, con lo
que el aumento lineal es de casi 106 X.
3 Sulfúrico concentrado (aceite de -yitriolo) y amoníaco (espÍ·
ritu de orina).

NOTAS.A LA OBSERVACION XIII


t El 29 de abril de 1663, Hooke presentó dos observaciones
microscópicas ante la Sociedad Real: «una de una mina de diaman-
tes usual en los pedernales» ·y otra de los ojos de nna arafia, aunque
aún no estaba terminado el dibujo de ésta (Birch, History, vol. 1,
pág. 231). Más tarde, H. Power mencionará esto al final de la Ob-
servación XLIX (pág. 55) de su Experimental Philosophy, publica-
da a finales de 1663. Alude allí a las- .observaciones de Hooke sobre
el pedernal, de las que sin duda tuvo noticia con ocasión de su es-
tancia en Londres el verano de 1663.
2 Véase supra, pág. 252/[59].
3 Nombre medieval dado a una variedad de ópalo semitrans-
lúcido, denominado hidr6fano en el siglo dieciocho por su propiedad
de absorber agua y tomarse trans¡}arente. Véanse los experimentos
de J. Gocldard recogidos más abajo en la Observación XV, pági-
nas 319/[98] y sigs .
.f En la Observación VI, pág. 186/[17] y sigs. La idea de
Hooke es que el tipP de vibraciones de las partículas provoca que
determinadas sustancias se unan con facilidad, mientras que otras
se repelen. Ello provoca que las partículas congruentes entre sf, pues-
tas en un medio incongruente con ellas, se unan en conglomerados
esféricos. A partir de ahí, la composición geométrica de los gl6bu·
los explica las cristalizaciones y ulteriores organizaciones de la ma·
teria hasta los seres vivos, tal y como se explicará recurrentemente
en las siguientes observaciones. ·
s Hooke no llegó a desarrollar ni siquiera el primer punto del
662 NOTAS A LAS OBSERVACIONES XIII Y XIV

plan trazado a continuación, consistente en estudiar y clasificar los di-


ferentes tipos de cristales por su estructura geométrica. R. J. Hiiuy
llevó a cabo la tarea desde finales del siglo dieciocho, cuando, pro-
veniente del campo de la bQtánica, inició un programa de clasifica-
ción mineralógica. La- idC4 . de desarrollar las especies de cristales
a base de unas pocas formas primitivas se expone .en su Traité de
cristallographie (1822).
6 Las fases de recogida de datos (historia) y de formación de
teorías (solución} forman parte del método cuasiautomático de des-·
cubrimiento que Hooke llamaba su álgebra filosófica. Vide infra, la
nota 7 a la Observación XVI, pág. 664. Véase también la Introduc-
ción, págs. 30-34.

NOTAS A LA OBSERVACION XIV


t Los experimentos de congelación despertaron frecuentemen·
te el interés de los miembros de la Sociedad Real. Merret, por ejem-
plo, se ocupó de ello, y en un largo informe presentado el .30 de
diciembre de 166.3 sobre los experimentos realizados por él un año
antes (diciembre y enero de 1662/.3; Birch, History, vol. 1, pági-
nas .350-62; pág• .356) señala que Hooke ya ha descrito conveniente-
mente «esa parte de mi tarea» relativa a las figuras del agua, la nieve
y la orina congelada. (Hooke lo hi7.0 el 17 de diciembre de 1662;
Birch, op. cit., pág. 154.). Merret había comenzado con el tema de
la congelación antes que Hooke, pare<;iendo ser Hensaw el iniciador
(lhid., págs. 130, 1.32-3, 139-41, 144, 153; véanse también las pá-
ginas 155, 165, 167, 217, 342, 343, .362-4, 367, etc.).
2 El régulo de marte es el hierro que cae al fondo del crisol
al calentar los minerales, cuya superfici~ adopta ramificaciones al
enfriar. R. Boyle explicará la formación de regulus martis stellatus
en un artículo publicado en las Philosophical Transactions, cxxxi:
775, titulado «New Experiments about the Superficial Figures of
Fluids, especially of Liquors contiguou5 to other Liquors» (Birch, The
Works, vol. IV: 354-366). La explicad6n ae estas figuras se remit~
a la diferente tasa de enfriamiento de los distintos componentes. En
el caso del régulo de marte, las partes con más escoria enfrían pri-
mero, con lo que las restantes se hunden por contracción de la masa.
3 Hooke expresa aquí la radicalidad de su mecanicismo, ca-
paz de salvar el hiato existente entre los diversos reinos, si bien en
este punto se encuentra en compañía de H. Power, asimismo intere-
sado en borrar las distinciones entre racionales y animales, y entre
animales y plantas, subrayando la continuidad en la naturaleza (vide
C. Webster, «Henry Power's Experimental Philosophy», Ambix, XIV
(1967): 1.50-178; págs. 176 y sig.).
Hooke pose{a la Medicina bermetica y otras obras de Quer-
cetanus (1.544-1609), un paracelsiano adicto a la doctrina de las sig-
naturas (las cualidades medicinales ocultas ·de las plantas están sim-
bólicamente indicadas en sus propiedades visibles; cf. la nota 2 a la
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XIV 663

Observación XXIX). Había señalado. las formas ramificadas de la


cristalización de- diversos jugos de plantas (siendo criticado tímida-
mente por Hensaw y resueltamente por Merret; vide la nota 1,
loe. cit., págs. 140 y 356). Este tipo de fenómenos de cristalización
de soluciones de sales vegetales se considero frecuentemente como
una muestra de la existencia de principios anímicos y seminales en
la naturaleza, lo que apoyaba Ja idea de la palingénesis y resurrección
de las plantas a partir de sus cenizas. Véase T. Browne, Religio me-
did (1643), 1, § 48 (edición española, Madrid: AHaguara, 1986,
pág. 86), doctrina de la que se hace eco Newton en su cuaderno de
Cambridge, Questiones quaedam philosophicae, pag. 40 (ed. por
McGuire y Tamny; Cambridge University Press, 1983). Los princi-
pios plásticos no mecánicos de -More y Browne se consideraban confir-
mados frente al mecanicismo cartesiano por estos fenómenos (J. Glan-
ville, Vanity of Dogmathing, 1661, pág. 47; Boyle, I!hisiological
·Essays, 1661; cf. C. Webster, op.. cit., n. 104).
Por el contrario, tanto para Power como para Hooke, ambos
· cartesianos y mecanicistas voluntariosos en medio de una Inglaterra
generalizadamente entregada a la aceptación de principios activos
(ora esenciales a la materia, ora de origen espiritual), estos fenóme-
nos de congelación son un indicio más bien de lo contrario: las plan-
t3S se, forman mecánicamente, de la Iajsma qumera que la orina
cristaliza merced a la mera organización geotiiétrica de sus partícu-
las. Más adelante se insistirá en el carácter puramente mecánico de
la generación de los mohos y hongos (pág. 373/[130]). Asimismo,
aunque no afirma positivamente la generación espontánea, también
produce explicaciones mecánicas de la misma· como un modo de fá..
cilitar la continuidad entre el mundo orgánico e inorgánico.
4 Rocb peter, salitre nativo que se presenta como una inflo-
rescencia sobre las rocas.
s En la Gran Restauraci6n, F. Bacon exi>lica las diversas par-
tes de que constará la obra (aunque sólo désiirrolla la segunda, el
Novum Organum). La cuarta de esas partes es la Escala del enten-
dimiento, una especie de muestrario completo de investigaciones e
invenciones r.ealizadas de acuerdo con el métOdo baconiano para que
puedan ser utilizadas como paradigmas del modo de operar del en-
tendimiento en sus quehaceres (véase la edición de M. A. Granada,
Madrid: Alianza, 1985, págs. 74 y sig.); pero no parece que sea eso
a lo que alude Hooke. ·
En la edición de Gruter de 1658, qu~ poseía Hooke, se pu-
blicó un manuscrito de un prefacio a la cuarta parte de la Gran res-
tauraci6n, titulado Scala Intellectus sive Filum Labyrintbi, en el que
se expresan las metáforas alpinistas que Hooke cita a continuación:
hay que suspender el juicio y ascender por las cumbres de los mon-
tes gradualmente, poco a poco y con paciencia. Sólo cuando estemos
arriba y podamos contemplar en su conjunto la totalidad de la natu·
raleza, será posible descender a las aplicaciones prácticas (vide W orks
of F. Bacon editadas por J. Spedding, R. L. Ellis y D. D. Heath,
7 vols., Londres, 1857-59; vol. 11, pág. 689). Pero la escala del enten-
664 NOTAS A LA OBSERVACIÓN XIV

dimiento no es el conjunto de arreos del alpinista, como parece inter-


pretar Hooke (para eso está el método expuesto en el Novom Orga-
num), sino un mue&trario de ejemplos de otras investigaciones va-
riadas. '
Bacon predica en otras ocasiones una escala 'al estilo de
Hooke; esto es, el ascenso gradual de los Lechos a los axiomas ge-
nerales, frente a la precipitaci6n mostrada hastaº entonces. Esa «es-
cala verdadera y por grados continuos, sin interrupciones ni desni-
veles• es Ja que lo lleva a concluir que «por tanto no hay que aña-
dir plumas al entendimiento humano, sino más bien plomo y pesos
para impedir todo salto y weloi. (Novum Organum, 1, § 104, pá-
gina 159 de la edición de M. A. Granada de la· Gran Restauraci6n,
Madrid: Alianza F.ditorial, 1985; cf. también 1, § 19, pág. 92, y 11,
§ 21, pág. 240).
No obstante, Hooke entiende las ayudas del entendimiento
de una manera más matemática y mecánica que Bacon, denominán-
dolas «método o máquina• y concibiéndolas como un «álgebra. que
permite proceder al modo geométrico, paso a paso, con regularidad
y certeza. a. la Conferencia Cutleriana de 1665, London Guildhal
Library, Ms. 1757, :ft: 11, cit. en Pugliese, The Scientific Achieve-
ment of Robert Hooke, pág. 51; A General Scheme, en R. Waller
(ed.), The Posthumous Works, págs. 6-7 ..
6 Observación XX, especialmente págs. 373/(130] y sig.
7 De mediados de los sesenta a mediados de los setenta,
Hooke entretuvo la idea de un método cuasi automático (un álgebra)
para resolver problemas mecánicos y filosóficos. Poco después de Ja
Micrografía, inició la redacción de un tratado sobre el método que
dejó inconcluso. En él, tras- ocuparse de las historias natutales o
recogida de datos, no pas6 a ·desarrollar su ·álgebra o modo de orga-
nizar y manipular ese material para hallar la solución te6rica bus-
cada. Sin embargo, por lo que se insinúa supra (pág. 298/[87]) al
exponer su propuesta de investigar las formas de los cristales y sus
causas, parecería consistir en una enumeración de las explicaciones
compatibles con 1as· tablas recabadas tras la historia, decidiendo en-
tre ellas quizá por .medio de experimentos eliminativos del tipo de
los cruciales. En ello .se basa M. Hesse, «Hooke's Philosophical Alge-
brn, Isis, 57 (1966): 67-83, si bien esa idea ha sido criticada y la
interpretación notablemente mejorada por P. J. Pugliese en el se-
gundo capitulo de su excelente The Scientific Achievement of Ro-
bert Hooke: Method and Mechanics, Ph. D., Harvard University,
1982. En 1674, año de publicación de su An Attempt to prove the
Motion of the Earth from Observations, Hooke estaba desengañado
acerca de Ja posibilidad de un «método o máquina. capaz de ase-
gurar el descubrimiento. En la segunda página del prologo al lector
reconoce que «nadie puede decir que va a dar buen fin a esta o
aquella investigación, cualquiera que ella sea, pues por lo general la
invención no es sino un feliz golpe de suerte que en la mayoría de
los casos no está en nuestras manbs, y como el viento, el espiritu de
NOTAS A LAS OBSERVACIONES XIV Y XV 665

la invención sopla donde y cuando le viene en gana, sin que apenas


sepamos de d6nde viene y a d6nde va•. Aunque la idea del Algebra
Filosófica reviva al calor de la correspondencia con Leibniz a partir
de finales de los setenta (Pugliese, op. cit., págs. 113 y sigs.) y
nunca 4esaparezca, sus declaraciones metodológicas se tornan más
hipotético-deductivistas que ahora y por tanto más opuestas a la
vCISión pobre del baconianismo de la Sociedad Real. (Véanse sus
opiniones sobre la manera de reformar la Sociedad Real, en M. Hun·
ter y P. B. Wood, cTowards Solomon's House», History of Science,
xxiv (1986): 49·108; cf. también las referencias de las notas 7 y 9
al Prefacio.)

NOTAS A LA OBSERVACION XV
1 La piedra de Kettering parece ser _una caliza oolítica for-
mada por la aaeción de material calcáreo alrededor de un núcleo.
Estos núcleos pueden ser inorgánicos, como arena o mineral de hie-
rro (en Kettering hay una cantera de este mineral) u orgánicos, como
un trozo de concha, siendo importante para la formación del oolito
(lo que parece una condición bastante acorde con la filosofía natu-
ral Hooke) que el núcleo esté en una agitación constante. Así, en
primer lugar, el material calcáreo se deposita uniformemente y, en
segundo, la agitación actúa como mecanismo divisor gradando per-
fectamente las capas del oolitQ.·
Como Hooke, nunca. estuve en Kettering y no sé nada d~
sus piedras. A. R. Hall (Hooke's ldicrographia, Londres: The Athlo-
ne Press, 1966, págs. 18 y sig.) afirma que esta piedra debe proceder
nG de Kettering, sino de Ketton donde aún se explota una cantera.
Asimismo Hall dice que los núcleos de los oolitos de esta piedra son
de origen orgánico.
Sea como sea, Hooke presentó dibujos del corcho y de esta
piedra ante la Sociedad Real el 15 de abril de 1663. La «Piedra de
.Kettering aparece compuesta de glóbulos huecos, teniendo cada uno
de ellos tres capas pegadas entre sí, formiiiido _una piedra firme y
entera• (Biréh, History, vol. I, pág. 218).
2 Free-stone, piedra de grano fino, arenisca o caliza, fácil de
cortar y trabajar, usada en construcción.
3 Forma informans o forma substancial, en la filosofía aris-
totélica es un principio inmaterial que hace que la materia prima
(algo sin atributos, común a todas las cosas) sea una u otra especie
de ser. Aunque aquí Hooke parece atn"buir la organización de los
seres vivos a un principio inmaterial o alma, más adelante, cuando
se ocupe específicamente del tema (v. gr., págs. 495-496/[190] o
503/[194]), dejará claro que todo se produce en virtud de dispo-
sitivos mecánicos automáticos. El único principio inmaterial en todo
esto es el diseñador original de las máq~as" vegetales y animales,
el Dios cartesiano que hace bien su oficio y IUego se ausenta.
4 Véase, más arriba, la nota 18 a la Observación IX sobre
°666 NOTAS A LAS OBSERVACIONES ·XV Y XVI

las opiniones de Hooke en tomo a la velocidad de la luz. La con-


cepción del éter posee un origen cartesiano, aunque se adapta a las
necesidades de Hooke, como por ejemplo en la explicación del esta-
cionaminto anómalo del mercurio (Posth111ttous Works, pág. 366)
comentado en la nota 32 a la Observación ·v1.
s Purbeck es una península de Ja costa de Dorsetshire donde
hay canteras de una caliza dura utilizada en edificación y pavimen-
tación.
6 l. Gocldard, miembro de la Sociedad Real, d. la nota 11
de la Observación VIII. El hidrófano u oculus mundi (nota 3 a Ja
Observación XIII) es un ópalo semitransparente que absorbe agua
y se aclara. El informe de los experimentos de Goddard con el hi-
drófana se presentó a la Sociedad Real el 1J de noviembre de 1661,
continuando en los experimentos el 27 de noviembre. El informe
se incluyó en el Register Book, 1: 132, imprimiéndose en Ja History
de T. Sprat (pág. 230). Cf. Birch, History, vol. I, pág. 53, 65, así
como 66 y 67.
7 Moreanus es el P. Marin Mersenne, a quien Hooke atri-
buye equivocadamente el Tractatus opticus de -T. Hobbes. El tra-
tado se publicó como Libro VII de la óptica de Mersenne, incluida
en su Universae geometriae, mixtaque, synopsis et bini refractionum
demottStratum tractatus (París, 1644: 567-89), del que Hooke poseía·
un ejemplar. (El título Tractatus opticus es de W. Molesworth en
la edición de 1839 de las obras latinas de Hobbes.) En Ja biblioteca
de Hooke había también una edición parisina de 1651 de L'Optique
et la Catoptrique du R. P. Mersenne.
En esa -obra, Hobbes presenta Ja primera demostración de Ja
ley de Ja refracción de Snell con un modelo continuo. Los anteriores,
aunque fuesen partidarios de la concepción de la luz como pertur-
baáones en un medio continuo, a la hora de expliclll" la refracción
recurrían, no obstante, a un modelo de emisión con velocidad mayor -
en medios n:ás densos. Así ocurre con l. Barrow, E. Maignan y, por
supuesto, con R. Descartes, cuya demostración Hooke da por buena
sin discusión (supra, págs. 248 y sig./[57)). La razón de que Hooke
desatienda la explicación de Hobbes (o Moreanus) estriba en que con
su modelo no se pueden generar las modificaciones del pulso de la luz
blanca en que consisten los éolores, pues tras la refracción, los fren-
tes de onda son siempre normales a los rayos o línea de propaga-
ción. Como se recordará por la Observación IX, Hooke desarrolla
su teoría de la luz para dar cuenta de los colores en láminas finas
y en prismas. Un cuarto de -siglo más tarde, Hooke critica por los
mismcs motivos la teoría de Huygens en el Tratado de la luz, 1690;
d. A. R. Hall, cTwo unpublished lectures of Robert Hooke•, Isis, 42
(1951), pág. 222.

NOTAS A LA OBSERVACION XVI


1 El lignum vitae es el lodoñero, palo santo o de Indias; esto
es, un Guaiacum sp. de los trópicos americanos. Concretamente el
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XVI 667

G. officinale despett6 mucho interés por las propiedades medicina-


les del guayaco! contenido en sus resinas. La madera, para lo que
hace al caso, es dura, densa y compacta, casi impermeable, utili-
zándose para fabricar piezas de máquinas sometidas a especial des-
gaste, como ejes, _poleas, etc.
2 John Evelyn (1620-1706), funcionario, cortesano y virtuo-
so, fue uno de los primeros miembros de la Sociedad Real de Lon-
des (de la cosecha de 1660), en cuyos primeros años desplegó gran
actividad, especialmente en agricultura y horticultura (introducción
de la patata, cultivo del azafrán, manufactura de la sidra, etc.). Su
obra principal, Syloa (1664), a la que alude Hooke, fue la primera
obra publicada por orden de la Sociedad, desarrollándose bajo el
acicate de la preocupación de los comisionados de la armada por los
árboles maderables, transmitida a través de R. Moray (vide las ac-
tas del 3 y 17 de septiembre de 1662, lflrch,. History, vol. l,. pá.-.
ginas 110 y 111). La obra de Evelyn versa acerca de la conservación
de bosques, la politica forestal y múltiples informaciones colatera-
les, como esta historia de la fabricación de carbón vegetal. Evelyn
estaba especialmente interesado, junto con W. Petty, en el programa
de Bacon de confeccionar una historia natural de las artes y los
oficios, y gran parte de su actividad en la Sociedad está conectada
con ello. Desde que a comienzos de 1661 se le pidió que mostrase
su catálogo de oficios (9-16 de enero, Birch, 1, págs. 10 y 12), se le
menciona en coneñón con diversas historias acerca del grabado y el
aguafu~te (pág. 12), el grano de las maderas (13-5), la fabricación
del papel jaspeado (69), la prensa de rodillo (83), la calcografía (85),
la arquitectura· (487), etc.
3 La eolipila, del griego puerta de Eolo o del viento, es un
instrtime,nto de laboratorio procedente del ingeniero y filósofo ex-
perimental Hel'Ón de Alejandría (fl. 62), orientado a mostrar la ex-
pansi6tÍ del agua convertida en aire. Como dice Vitruvio en el capí-
tulo VI det Libro 1 del De Architectura, «son unas esferas de bron-
ce huecas y provistas de un tubo de boca muy estrecha por el cual
se las llena de agua. Cuando se las somete a la acción del fuego,
se observa que antes de calentarse no despiden ailé · 8Iguno, pero
tan pronto como el agua ha comenzado a hervir, despiden un vapor
impetuoso». Eran muy corrientes en el siglo XVI y XVII como ins-
trumentos de labotatorio. Doblando las boquillas en forma de S, se
convertían en pequeñas turbinas. Descartes las utiliza en el mismo
sentido que Vitrubio en Los Meteoros (1637), Discurso cuarto (pá-
gina 203 de la ediáón de G. Quintás, Madrid: Alfaguara, 1981).
4 Esta es la teoría de la combustión de Hooke, resumida en
la History de T. Sprat (1667, pág. 215) e inmerecidamente poster-
gada, a pesar de su interés.
Ya en su primer escrito de 1661, recogido aquí como Ob-
servación VI, hay indicios de su teoría de combustión, gue desarro-
lló tras su llegada a Londres. A comienzos de 1663 l' ~664, realizó
experimentos sobre combustión y respiración en aire respectivamen-
te rarificado y condensado (para los detalles y referencias, véase
668 NOTAS A LA OBSERVACIÓN XVI

H. D. Turner, «Robert Hooke and Theories of Combustion», Centau-


rus, 4 (1956): 297-310, pág. 298).
La teoría se expone por vez primera en esta Observación de
la Micrografi11, consistiendo básicamente en suponer que los cuerpos
su1fúreos (esto es, combustibles) se disuelven en el aire, o más bien
en una parte suya, el espíritu nitroso, llamado así porque se encuen-
tra también en el salitre (mOJ). Por tanto se puede producir com-
bustión sin aire siempre que esté presente ese espíritu del nitro.
Inmediatamente tras la terminación de la Micrografia, Hooke
inició una serie de experimentos orientados a desarrollar y promo-
ver· su teoría entre los miembros de la Sociedad Real, que tuvo es-
caso éxito (véanse las sesiones del 4, 11 y 18 de enero de 1665,
Birch, II, págs. 2, 4, 8, en la última de liis cuales reta a todos a
que «sugieran experimentos que se consideren insolubles con la
hipótesis sobre el fuego propuesta por él»). El 15 de febrero (Birch,
II, pág. 15) mostr6 experimentalmente que el nitro sustenta la com-
bustión en ausencia de aire, lo que recibió confirmación por parte
de Boyle, · ya que la pólvora (una mezcla de azufre, carbón y sl)litre)
arde perfectamente en el vado.
Entre el verano de 1672 y marzo del año siguiente comenzó
una serie de experimentos de gran importancia desde nuestra pers-
pectiva. En primer lugar, conectó la combustión con la respiración
y el calor animal y, en segundo, inició la determinación del inter-
cambio de materia en la combustión, especialmente e' establecimien-
to de que el aire pierde un quinto de su volumen tras la combus-
tión. (Véase Birch, History, vol. 11!, págs. 55-78 passim. Sobre la
relación con Mayow, quien publicó este tipo de e1.perimentos en
1674 en su Tractatus Quinque Medico-Pbysici, véase Turner, op. cit.,
págs. 304 y sig.). Más tarde, el 20 de febrero de 1679, Hooke volvió
a la carga con dos experimentos cruciales para su doctrina de la
combustión como un proceso de combinación química entre sus-
tancias que se conservan. El primero calentaba carbón in vacuo y
el segundo, nitro, descubriendo que no se consumían por elevada
que fuese la temperatura y por prolongado que fuese el tiempo de
calentamiento. Uniendo eso al conocimiento de la disminución del
aire y el aumento del peso de las cales en la combustión ordinaria,
resulta difícil no lamentar el olvido de una teoría y unos experi-
mentos que repitió Lavoisier de manera similar casi un siglo más
tarde, en la década de los setenta del siglo XVIII (d. la edición de
J. M. Muñoz de A. L. Lavoisier, Memorias sobre el oxígeno, el ca-
lórico y la respiración, Bs. Aires: Emecé, 1948).
En la primera página de su Lampas (16n) Hooke había se-
ñalado que su teoría no había recibido ninguna refutación, siendo
utilizada por muchos. A comienzos de los ochenta, momento a par-
tir del cual la capacidad, la salud y el carácter de Hooke empeoran
notablemente, ya nada nuevo tiene que añadir. (Véase R. Waller,
Posthumous Works, págs. 110-111 y 169.) Además del artículo de
Turner, ya mencionado, hay otros dos clásicos sobre este tema, el de
D. J. Lysaght, «Hooke's Theory of Combustion», Ambix, 2 (1937):
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XVI 669
93-108, y el de D. McKie; cFire and tbe Flamma Vitalis: Boyle,
Hooke and Mayow», en E. A. Underwood (ed.), Science, Medicine
and History, 2 vols., Londres, 1953; vol. I: 469-488.
s Véase la Observación IX, especialmente las págs. 246/[55]
y sigs.
6 El salitre es nitrato potásico (KN03 ) y la sustancia fija
en él es lo que ·desde finales del dieciocho conocemos como oxí-
geno.
7 Se trata de una sal amoniacal semivolátil que queda en la
retorta tras destilar el hollín para que pierda la parte «flemática»
(líquida) y precipite el caput mortuum o residuo seco.
B Se ve que Dios le negó ambas cosas. Cf. supra, la nota 4.
9 George Ent (1604-1689), médico miembro de la Sociedad
Real en la que trabajó en la década de los sesenta. Sus contribucio-
nes son más bien pintorescas, versando acerca del reloj de la muerte
(un escarabajo, Xestobium refuvillosum, que en su deseo inconte-
nido de holgar, golpea la cabeza contra los túneles que practica en
la madera con la esperanza de atraer a la hembra); acerca de por qué
hace más calor en verano que en invierno, etc. También disecaba
ostras y langostas que debía dibujar Hoolée, aunque no se especifica
quién se comía los restos.
En la reunión de la Sociedad Real del 23 de diciembre de
1663 (Birch, History, vol. I, pág. 347) se informa que Ent mostró
una «tabla de lignum fossile-. que le habían enviado de Italia, pi-
diéndosele autorización para sacar unas virutas y someterlas a desti-
lación (a la semana siguiente se le encO!Il.ienda la tarea a Boyle), y
ordenándose a Hooke que haga una observación con el microscopio.
Según cuenta ahora Hooke, se la envió «el famost> Caballero de
Pozzi>, quizá Casiano del Pozzo ·(m. 1657), célebre l\D~cuario y ar-
queólogo que tenía en Roma un gabinete de antigüedades, mante-
niendo correspondencia con casi todos los sabios y eruditos europeos.
(Véase la nota 1 a la Observación XVII.)
10 Francesco Stelluti (y no Francisto Stelluto), 1577-1652,
fue un microscopista y orginizad~r científico, cofundador c;on F. Cesi
de la Accaáemia dei Lincei en agosto de 1603. En 1625 produjo el
primer dibujo microscopista publicado que versaba acerca de la
abeja. En 1637 publicó en Roma· una descripción de la madera fósil
de Todi, titulada Trattato del legno fossile minerale nuovamente
si:operto. En ella abandona su idea primitiva de que se trataba de
una planta petrificada para adoptar la idea de Cesi acerca de las
metalofitas, según la ·cual era algo intermedio entre los minerales y
las plantas.
El 10 de febrero de 1664, Robert Paston entregó a la So-
ciedad un ejemplar del libro a través de Henshaw, quien hizo y
leyó una traducción del mismo.
670 NOTAS A LA OBSERVACIÓN XVII

NOTAS A LA OBSERVACION XVII


l Los árboles y madera petrificada constituyeron un tema re-
currente en las discusiones de la Sociedad Real desde que el 3 de
abril de 1661 se le pidió a W. Petty que indagase acerca· de la petri-
ficación de madera en Irlanda (Birch, History, vol. 1, pág. 20). Tras
un par de menciones en agosto de madera «incombustible» (ibid.,
págs. 41 y 42), el 20 de mayo de 1663 irrumpió el tema de los ár-
boles petrificados. El Cor. Long mencionó unos retoños de fresno
que salían de un tronco podrido. Inmediatamente, como en tantas
otras ocasiones, los virtuosi se animaron y comenzaron a hablar de
árboles y enraizamiento de manera casual y anecdótica. Entre ellos,
Brereton mencionó que en los pantanos y turbc:i:as de Cheshire se
hallaban árboles enterrados que por fuera eran de roble y por den-
tro de fresno. Packer abundó en la cháchara dicienélo que en Fa-
rringdon había un olmo en parte petrificado, pidiéndosele que en-
señara el trozo que conservaba. Hoskyns sugirió que debería hacerse
una investigación seria sobre los árboles de Cheshire, dejándose para
la siguiente reunión discutir sobre el tema. Entonces, no se sabe
cómo, el Dr. Goddard siicó de la manga una curiosa muestra de
madera petrificada que entregó a Hooke para que la cortase y exa-
minase (d. Birch, History, vol. I, págs. 242 y sigs.). El tema inte-
resó tanto que en la siguiente reunión del día 27 continuaron la
charla sobre el tema de los árboles que crecen en otros árboles y
las posibles causáS de la petrificación (ibid., págs. 246-.8). Hooke emi-
tió informes sobre la madera f6sil el 27 de mayo y el 17 de junio
de 1663 (ibid., págs. 248, 250, 256, 260.262). Desde entonces el
almacén de la Sociedad se llenó de muestras de madera fósil presen-
tadas por Wilkins, Ent (vide la nota 9 de la Observación anterior),
Povey, Moray, Packer (ibid., págs. 287, 324, 343, 346, 347, 373,
434, etc.). Boyle fue encargado de destilarla (ibid., págs. 350, 374) y
Hensaw tradujo el libro de Stelluti sobre el tema (vide la nota 10
a fa Observación anterior). La hipótesis de Hooke sobre la petrifi-
cación y sus causas, desarrollada a partir de la pág. 338/[109], se
leyó el 24 de agosto de 1664 ante la Sociedad Real, mereciendo el
siguiente comentario: «La Sociedad aprobó la modestia empleada
en sus afirmaciones, pero le aconsejó suprimir lo que había expuesto
acerca de los fines de tales petrificaciones» (ibid., pág. 463).
2 En el original, old-coal; tal vez wold-coal.
3 Sobre Evelyn véase la nota 2 de la Observación XVI. El in-
forme a que alude Hooke fue emitido el 17 de junio de 1663, d.
supra la nota· l.
4 No se trata de la serpentina actual, un silicato magnésico,
sino de f6siles cuya forma recuerda una serpiente, usualmente mo-
luscos ammonoideos. En los años ochenta, Hooke escribió a R. Waller
inquiriendo acerca de los fósiles de Keinsham, junto a Bristol. Las
hermosas planchas de Jos dibujos de Hooke, junto con la respuesta
de Waller (17 de agosto de 1687), se pueden ver en The Posthu-
mous Works of Robert Hooke, págs. 286 y sig.
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XVII 671

5 Fire-stone, una piedra refractaria usada para revestimiento


de hornos. Se empleaba a tal fin una arenisca procedente del sur de
Inglaterra.
6 Caliza procedente de la península de Portland, frente a
Dorset, muy usada en los más famosos edificios de Londres. Sus
estratos contienen fósiles (véase R. Waller, Posthumous Works,
pág. 331).
7 Una regi6n rocosa al oeste de Derbyshire, conocida por sus
minas de hierro y plomo.
8 Las piedras del rayo o ceraunias son piedras supuestamen-
te caídas del cielo. Incluyen diversos tipos, siendo el único veñido
del cielo el meteorito de Eisensheim (Alsacia), que es el más anti-
guo de los que se han visto caer. Descendió en 16 de noviembre de
1492, conservándose primero en la parroquia y luego en el ayunta-
miento, habiend1> perdido parte de- sus 127- kg en beneficio- de
otros museos (vide op. dt. en la nota 11, págs. 610 ·y sig.). Esta
piedra, descrita por Gesnér, no es con todo el ejemplo típico de
pi~dra del rayo. Estas son en su mayor parte hachas y otros instru-
mentos de ·piedra prehistóricos, acerca de los cuales Worm conje-
tura que quizá se trate _de herramientas petrificadas (op. cit. en la
nota 12, págs. 74-5; y en la nota 11, pág. 111). Un tercer tipo de
1;eraunias son dientes de tiburón fósiles, especialmente de C,archa-
radon angustidens, si bien Worm (infra nota 12) las clasifica aparte,
aun reconociendo que son ceraunias, como glossopetra o lenguas pe-
trificadas. Se pueden ver excelentes dibujos en A Discourse o/
Earthquakes de Hooke, Plancha IV (The Posthumous Works, vs.
pág. -285).
9 Las piedras estelares son prácticamente cualquier piedra que
presente formas estrelladas. Worm (op. cit. infra en la not.a .12,
págs. 67 y sig.) menciona los ojos de gato (una variedad de ópalo) y
otras c:Uriosidades, señalando que Ficino pensaba que procedían de la
cabeZa· del drag6n indio. Se usaban como medicina para males que van
de las lombrices a la apoplejía. Aldrovandi (op. cit. in/ra, en la no-
ta 11, Libro IV, Cap. XV) añade a ello dibujos de erizos, tallos 4e
Isocrinus y todo tipo de fósiles con formas estrelladas, en general
equinodermos, crinozoos, anterozoos y equinozoos. Pueden verse di-
bujos de Hooke en op. cit. en la nota anterior, Plancha V, v. gr.,
Figs. 15 y 16.
JO Las judaicas eran piedras supuestamente de origen orien-
tal (Judea, Siria) consideradas medicinales. Los dibujos de Worm
y Aldrovandi incluyen lo que parece algún que otro cáliz de cri·
noideo (Encrinus, Cupressocrinites, etc.) de forma ahusada, estriada
y con un pedünculo, muy frecuentes sobre rocas cretácicas y jÚrási·
cas, siendo usados como amuletos. Los especímenes más corrientes
de piedra judaica son las abundantísimas radiolas o púas de cidá-
ridos (un tipo de erizo típico del Jurásico, como Balanocidaris,
Rhabdocidaris, Plegiocidaris, etc.). Pueden verse dibujos de Hooke
en op. cit. i:n la nota 8, Plancha V, Figuras 10, 11, 12 y 13.
u U. Aldrovandi (1522·1605), bolonés, naturalista polifacé-
672 NOTAS A LAS OBSERVACIONES XVII Y XVIII

tico que coleccionaba curiosidades para su museo. Publicó cuatro


volúmenes in folio ilustrados con hermosas planchas sobre aves e
insectos. Tras su muerte se publicaron otros de sus manuscritos, como
el De reliquis animalibus cxanguibus (Bolonia, 1606). Las piedras
mencionadas por Hooke pueden verse descritas y dibujadas en el
Libro IV de su Musaeum metallicum, capítulos XI, XV, XLVII.
• 12 Ole Worm (1588-1654), médico, arqueólogo y naturalista
danés (de origen holandés), descubridor de los huesos que llevan
su nombre (huesos supernumerarios fontanelares y suturales). Como
Aldrovandi, coleccionaba rarezas para su museo, cuyo éatálogo, Mu-
seum W ormianum, publicó su hijo en 1655 (Hooke tenía un ejem-
plar), donde se puede ver, en el primer grabado, el maravilloso as-
pecto que ofreda su museo y, en los capítulos X y XII, las piedras
citadas por Hooke.

NOTAS A LA OBSERVACION XVIII


1 El 15 de abril de 1663 Hooke presentó ante la Sociedad
Real dos dibujos al microscopio, uno sobre la piedra de Kettering
(Observación XV) y otro «representando los poros del corcho cortado
transversal y longitudinalmente» (T. Birch, History, vol. 1, pág. 218).
2 «Algo que existe dentro.>
3 La posición cartesiana de Hooke le lleva a rechazar los
átomos; la materia se define por Ja extensión y no por una forma
o magnitud determinada. Vide, O/ Comets t;111d Gravity, en R. Waller
(ed.}. The Posthumous Works o/ Robert Hooke, pág. 172.
4 Véase la Observación XIX. ·
s John Jonston (1603-1675), médico y botánico polaco de
origen inglés. Estudió en St. Andrews, Cambridge, "Londres y Ley-
den hasta in~talarse en sus predios de Silesia. En 1646 publicó un
Systema dendrologicum y en 1662, la célebre Dendr.ographia sive his-
toria naturalis de arboribus et fructib11s libri X, de la que Hooke
poseía un ejemplar. Es ésta una obra de gran erudición y de escasa
opginalidad y aun juicio, en la que recoge extractos de viajeros y
botánicos. .
El pasaje viene a decir que el alcornoque es un árbol grande,
de madera compacta que no flota sin la corteza. Señala a continua-
ción que, a fin de que no se vea oprimido, conviene quitarle la cor-
teza, la cual se regenera al cabo de tres años. En su parte más grue-
sa, la corteza, densa y carnosa, tiene dos dedos de grosor. Si no se
quita, se agrieta y se acaba desprendiendo sola, apareciendo debajo
otra nueva que tiñe el árbol de rojo como si estuviese pintado de
minio.
' Traduzco por «Z811ahoria, daucus» el inglés «Carrets, Dau-
cus». Supongo que carret es una manera errática de escribir carel,
una forma arcaica de carrot, zanahoria. Daucus es la denominación
latina de Ja zanahoria, utilizada como designación del género. Como
es una especie muy variable, imagino que Hooke utiliza daucus para
la zanahoria silvestre (Daucus carota) y carret para la cultivada
NOTAS A LAS OBSERVACIONES XVIII, XIX Y XX 613

(D. carota sub. satioa); pero no hay la más mínima garantía de que
sea así.
7 Timoty Clarke (c.1620.1672), médico de Carlos 11 y uno
de los primeros miembros de la Sociedad Real. El interés por las
sensitivas tiene un origen real. El 17 de julio de 1661, «habiendo
mencionado Sir Paul Neile que cuatro días antes el rey había mani·
festado su deseo de que se averiguase la raz6n de por qué las plan·
tas sensitivas se agitan y contraen cuando se las toca, se resolvió que
el Dr. Wilkins, el Dr. Clarke, el Sr. Boyle, el Sr. Evelyn y el
Dr. Goddard fuesen los encargados de examinar los hechos relativos
a esas plantas> (Bitth, History, vol. 1, pág. 34). El 31 de julio le
piden a Moray semilJas de la planta. Finalmente, el 14 de agosto, el
Dr. Clarke leyó el informe que reproduce aquí Hooke, el cual se
recogió en el Libro de registro, vol. VI, pág. 95, publicándose en
las Philosophical Transactions, XI, núm. 137, pág. 927 (Birch, op.
cit., vol 1, pág. 42). ·
a Cranes-biU (pico de cigüeña), nombre dado originalmente
en el siglo XVI a Geranium dissectum, ampliado luego a varias es-
pecies de geraniáceas, especialmente del género Erodium, que en
castellano reo"ben el nombre genérico de alfileres y muchas especies,
d de cigüeñas (como E. malacoides, E. ciconium, etc.).

NOTAS A LA OBSERVACION XIX


1 Hooke presentó . esta observación (junto con la de FlustrtJ
foliacea y la de la rádula, Observaciones XXIII y XL) el 5 de
agosto de 1663. Se trata de un hongo probablemente de la clase
Ascomycetes.
2 El pequeño 6valo mide en el grabado original unos 3,2
por 2 mm, mientras que el grande es de 164 por 76 mm, lo que da
un aumento lineal en tomo a los 50 X.
3 Auricularia auricuJa.¡udae, un hongo basidiomiceto marrón,
gelatinoso, de sabor aceptable, que crece en troncos muertos.
4 Wheal Worm, literalmente gusano de las ronchas, es el
Sarcotes scabiei o arador de la sarna. Fue descrito con primor verbal
por H. Power en la Observación XIX de su Experimental Philo-
sophy.
s Observación XLIII
6 La generación y transformación de las plantas se trata en
la siguiente Observación, págs. 368/(127] y sig.
7 Observación XLIII, pág. 486/(185] y sigs.

NOTAS A LA OBSERVACION XX
1 El 22 de abril de 1663, las Actas de la Sociedad Real reco-
gen que «d Sr. Hooke trajo dos observaciones microscópicas, una de
sanguijuelas en vinagre [Anguilula aceti] y otra de un moho azulado
674 NOTAS A LAS OBSERVACIONES XX Y XXI

sobre una trozo de cuero mohoso> (T. Birch, History, vol. I, pági-
na 219). Parece tratarse de un Pbycomycetes, tal vez un mucor o
algo similar.
2 La Figura presenta un aumento de casi 150 X.
3 En Ja Observación XXII.
4 Véase supra, Ja Observación XIII, págs. 295/[85] y sig.
s Pietro Andrea Mattioli (1500.1577), médico y botánico ita·
liano que hizo una recopilación de todos los conocimientos sobre
_materia médica (botánica medicinal) en lengua vemácula para uso
de boticarios. En 1544 sac6 a Ja luz una traducción de Dioscórides,
considerablemente aumentada con sus propias observaciones de es-
pecímenes de los tres reinos, el Comentarü a Dioscoride, traducida
en 1554 al latín, Comentarii in libros sex Pedacii Dioscoridis. Esta
obra, que contenía cerca de 4.000 descripciones con grabados y si-
nónimos en varios idiomas, fue muy difundida y ampliada por gen-
te como J. Camerarius o G. Bauhin. Hooke tenía una edici6n vene-
ciana de 1621: Discori ne i sei libri di.Ped. Dioscorid.
En el libro quinto de los Comentarü, Capítulo 78, de fungi, se
comiema señalando que hay setas comesnbles y nocivas, que crecen
en prados y árboles, y que algunas son resultado del arte (su culti-
vo), como ocurre en Nápoles, tal y como cuenta la cita de Hooke
un poco más abajo.
6 John Parkinson (1567-1650), boticario y herbalista que po-
seía a principios de siglo un jardín con muchas curiosidades. Carlos 1
1() nombró Botanicus regius primarius tras publicar Paradisus terres-
tris (1629), donde describe un millar de plantas. Más tarde, en 1640,
publicó el Theatrum botanicum, The Tbeiltre of Pltmts or an U11.i-
versall a!fd Compleate Herball, donde describía unas 3.800 especies.
Hooke poseía un ejemplar. .
7 R~car es purificar por destilaciones sucesivas. El ·espíritu
de orina es una solución de carbonato amónico obtenido por la des-
tilación de orina podrida. El espíritu de asta de ciervo es una solu-
ción acuosa de amoníaco.
a Véase, v. gr., A. Kircher, Mundus subterraneus (1664-5),
Libro X, Capítulo VI (págs. 431-433): «Sobre los árboles metálicos
y su producción artificial>. Explica allí c6mo realizar estas cristali-
zaciones no nativas que él guarda en su museo y que presentan un
tronco ramificado digno de ver (como ocurre con las cristalizaciones
de soluciones salinas). Véanse concretainente los experimentos IV
y V donde se da la receta para el arbor lunae y el mercurio et luna.
Básicamente hay que disolver los metales (plata y mercurio) en
ácido nítrico y ponerlos al fuego.
9 Vide infra, Observación XXI, pág. 380/[133] y sigs.

NOTAS A LA OBSERVACION XXI


1 El 8 de abril de 1663 se recoge en las actas de la Sociedad
Real que «el Sr. Hooke mostró a Ja asamblea un dfüujo del aspecto
que ofrece al microscopio el musgo común». El 14 de octubre de
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XXI 675

1663, presentó una observación de un musgo con semillas que crecía


en un ladrillo (aunque quizá s61o observase la cápsula; véase la
nota 4).
P. W. Ricbatds, cRobert Hooke on Mossesi., Occasional Papers
of the Farlow Herbarium, 16 (1981): 13746, ha tratado de deter·
minar las dos especies observadas por Hooke. Interpreta de modo
muy conjetural que la segunda y cuarta figuras (de izquierda a de-
recha) en la Plancha XIII, podrían ser de Tortula muralis o Barbu-
la sp., observada en octubre. Puede pensarse que Hooke cortó la seta,
de modo que la figura cuarta es la prolongación de la segunda. En
ésta se pueden ver perfectamente los rizoides, tallo, hojas y parte infe-
rior de la seta; en aquélla, la parte superior de la seta con la cáp-
sula inmadura (A) y la caliptra (B). La primera y tercera figuras
pueden pertenecer a la misma especie, quizá el cmusgo común» men-
cionado en la reunión de abril, que podría ser Bryum capillare. La
tercera figura representaría el tallo y hojas de un gametofito, y la
primera, una cápsula con un trozo de seta por abajo y el peristoma
y opératlo por am"ba.
2 Como se sabe, Salomón era muy sabio; para que se hagan
ustedes una idea, más que los hijos de Majol. Además de ser un
cuentista y un cantamañanas (compuso 3.000 proverbios y 5.000 cán-
ticos), era un botánico ambicioso que escribió sobre todas las plan-
tas, desde el cedro hasta el hisopo que crece en las paredes (1 Re-
yes, 4, 33). El Hyssopus of/idnalis es una de las labiatae de interés
ailinario, pero la tradición lo tomó por un musgo, y así lo recoge
F. Bacon en su Sylva Sylvarum (1627), de donde tal vez proceda la
interpretación de Hooke.
l Seedy Parsnep, quizá sea parsnip (Ecbinopbora sp.) o tal
vez se trate de E. spinosa, muy conocida por las propiedades medi-
cinales hepátia$ de su raíz carnosa.
4 El 11 de junio de 1668, Hooke presentó un informe escrito
a la Sociedad Real sobre las semillas del musgo, descubiertas en 1667.
No las había podido observar en 1663, pues son tan diminutas que ha-
cen falta unos setecientos y pico millones para conseguir media décima
de gramo. Este descubrimiento le permite rechazar las dudas relativas
a la generación espontánea de las plantas que se expresan en la pá-
gina siguiente (Birch, History, vol. II, págs. 293-295). En la siguiente
reunión del día 18, los virtuosos volvieron sobre el cálculo del peso-
de las semillas y Hooke explicó su método basado en la suposición
de que son de la misma densidad que el papel veneciano (dos pul-
gadas cuadradas del cual pesan· un grano) y en la observación de
cuántas semillas hacen falta puestas en fila para componer su gro-
sor y un línea de una pulgada. Al preguntársele de qué musgo se
trataba, indicó que era aquél del que hablara en la Micrografia
(ibid., pág. 298; pero téngase en cuenta de que aquí se mezclan al
menos dos espec:ies).
En Umjps (1677), págs. 198 y sigs., Hooke reproduce su
escrito del 11 de junio de 1668, adjuntando una carta de un co-
rresponsal de Bristol, C. W. (que no he identificado), en la que ex-
676 NOTAS A LAS OBSEllVACIONES XXI Y XXII

plica sus observaciones de las csemillas» 4e los helechos, con lo que


parecen desvanecerse sus dudas acetta de la reproducci6n seminal o
espontánea de los vegetales a favor de la primera. En 1663, H. Power
había presentado en la Observación XXXVIIl de su Experimental
Philosopby la contrmplaci6n microsc6pica de las csemillasi> de la lu-
naria (Moonwort), nombre con el que se designa frecuentemente el
helecho Botrychium lunaria.
s Los naturalistas en general y los herbalistas en particular
del XVI y principios del XVII, siendo una me7.cla de filólogos y botá-
nicos, copiaban sin pudor las obras anteriores. El musgo que crece
en un cráneo humano es muy frecuente en este tipo de libros, atri-
buyéndosele propiedades medicinales. Por ejemplo, J. Gerard (1545-
1612); herbalista de Jacobo 1, publicó en 1597 The Herball or Ge-
nerall Historie of Plantes que conoció muchas reediciones en el pri-
mer tercio del diecisiete. En el capítulo 162 del Libro 111 se puede
ver una calavera de risa sardónica tocada con una cresta de musgo.
Véase P. W. Richards, op. cit. en la nota 1, pág. 143 y nota 145,
quien conjetura que tal vez se trate de Dicranum scoparium.
6 Alguna raz6n habrá que desconozco par la cual se pensaba
que el rocío precisamente de mayo era especial. A pesar de que ya
el 17 de mayo de 1662 Hooke había examinado por orden de la So-
ciedad Real los diferentes pesos del rocío de mayo, el agua común,
la destilada y la de nieve, hallándolas parejas {un pcico más pesada la
común y más ligera la de nieve; Birch, History, vol. 1, págs. 144,
1534), el 27 de abril de 1664, ante la irurlinencia del fenómeno,
John Pell advirtió a sus colegas de la Sociedad Real que convenía
aprestarse a realizar experimentos con el rocío:. observar su reso,
extraer la sal contenida, atestiguar su capacidad para engendrar in-
sectos, etc. Como era frecuente, los virtuosi comenzaron a dar rienda
suelta a la cháchara. Por ejemplo, Hensaw dijo haber destilado un
barril de tan preciado liquido, obteniendo unas onias de sal y ob-
servando otras lindezas. Se encargó que Evelyn recogiese una buena
cantidad del preciado licor. Boyle sugirió algunas cosas y recuerda
que se puede hacer vinagre con él. Se orden6 Ja recolección de va-
rios tipos por separado (algo digno de Gimaack): de los trigales,
de las praderas, de los jardines, etc., etc. (Birch, History, vol. 1,
págs. 418 y sig. Véanse también las páginas 422; 424, 425, 427).
7 La incapacidad de los microscopios de Hooke para permi-
tir ver las algas chlorophyceae pone un límite a su aUtnento y defi-
nición. No parecen superar nunca los 150 X ni las 10 p. de sepa-
ración.

NOTAS A LA OBSERVACION XXII


1 Las esponjas mantenían un estatuto intermedio entre el rei-
no vegetal y el animal. Aristóteles indica en su Historia de los ani-
males que la separaci6n entre el reino vegetal y animal no es tajante,
existiendo una continuidad de lo menos a lo más animado. Por ejem-
plo, comenta (588b, 18-22) que algunos animales no dan señales de
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XXII 677

sensibilidad, aunque algunas de estas «criaturas intermedias» tienen


carne; entre ellas, «la esponja es en todos los aspectos como un ve-
getal». (Sobre las esponjas, véase el capítulo 16 del Libro V de la
Historia de los animales.) Linneo (Syrtema naturae, 173.5) las incluye
también en el reino animal dentro de la categoría de Zoophyta o
animales-planta. Hooke no llega a decidir si son animales o vege·
tales, aunque reconoce que comúnmente se tienen por vegetales,
d. infra, pág. 436/[161]. .
2 El espíritu de asta de ciervo es una solución acuosa de
amoníaco.
3 Pierre Belon (1517-1.564), zoólogo y botánico francés cono-
cido por sus trabajos de anatomía comparada y embriología, así como
por sus clasificaciones de animales marinos en Histoire naturelle
des estranges poissons marins (1.5.51), donde caben desde el atún· al
hipopótamo, pasando por el esturión y el delfín. El De aquaiilibus
libri duo se publicó en París en 15.53. Hooke tenía un ejemplar.
El largo texto citado viene a decir que «las esponjas frescas
son distintas. de las secas y se pegan (como los hongos a los árbo-
les) a las rocas que están a metro o metro y medio de profundidad
o incluso a sólo unos pocos dedos. Las cavidades que en las esponjas
secas y lavadas se encuentran vacías, en las frescas están llenas de un
jugo asqueroso o una especie de mucosidad purulenta, tan hedionda
que de cerca da náuseas. Estos alvéolos pútridos les dan un aspecto
negruzco, mucho más conspiruo en las que viven en aguas profundas.
Aristóteles piensa que las esponjas son animales que viven fijados,
aunque oo es así en absoluto. Piensa que tienen alguna sensación
porque son muy difíciles de arrancar si no se procede furtivame~te,
pues ante el tirón se contraen de. manera que no resulta sencillo des-
prenderlas, cosa que también hacen cuando las empujan las corrien-
tes y las tempésiades. Creo que, en vez de carne, la naturaleza las ha
dotado de ese jugo asqueroso de que hablaba más arriba, empleando
los conductos más amplios a modo de intestinos o entrañas. Aquella
otra parte con la que la esponja se adhiere a las peñas es como el
peciolo de las hojas que emerge grácilmente para ensancharse luego
y formar el abultamiento de la cabeza. Las esponjas frescas no prC-
sentan poros huecos, adhiriéndose con una especie de raíces. En la
parte de arriba no se ve que haya ningún conducto abierto, mientras
que en la de ·abajo aparecen cuatro o cinw por los que estimo que
evacúan».
Este texto está sacado casi literalmente, aunque con corrup-
ciones, de la Historia de los animales de Aristóteles, .548b, 11- 549",
2, según el cual los conductos inferiores sirven para comer.
4 El Royal College of Physidans of London, una asociación
profesional iniciada en 1518 por los esfuerzos de T. Linacre que aún
existe, tenía a su cargo la concesión de licencias para la práctica de
la medicina. W. Harvey participó activamente en sus actividades, y en
1652 le ofreció un nuevo edificio con biblioteca a la que legó sus
libroo y manuscritos, en su mayoría destruidos por el gran incendio
de 1666.
678 NOTAS A LAS OBSERVS. XXII, XXIII Y XXIV

s El Pinnotheres pimzotheres es un pequeño crustáceo decá-


podo comensal de bivalvos Pinna sp. (nácar), citado por Aristóteles
en Historia de los animales, 547b, 25-30. Más adelante, 5488, 28-30,
señala Aristóteles que «en las cavidades tabicadas de las esponjas
se encuentran pinnoteros parásitos, y sobre dichas cavidades hay
una especie de tela de araña que, abriéndose y cerrándose, captura
peces; esto es, abren la tela para dejar pasar al pez y la cierran de
nuevo para atraparlo». Más abajo, 548b, 15 y sigs., señala que crían
parásitos, gusanos y otros animales de ese jaez.
6 T ouch-wood, nombre dado a diversos hongos, especialmente
dos especies de Polyporus, el P. fomentarius y el P. ignarius, con
los que se hace la yesca llamada amadou.
7 En 18 Sociedad Real se discutió muy frecuentemente el pro-
blema del buceo para trabajos submarinos, nombrándose comisiones
y ensayándose diversos medios y campanas a tal fin (Birch, History,
vol. l. v. gr., págs. 180, 182, 193, 194, 330-1, 384, 385, 386, 392).
El 16 de marzo de 1664, Moray menciona a un francés capaz su-
puestamente· de bucear una o dos horas sin interrupción, por lo que
sospecha que llevaba una esponja empapada de aceite en la boca
(ibid., pág. 396; ignoro el origen y razón de esta idea).

NOTAS A LA OBSERVACION XXIII


1 El día .5 de agosto de 1663, Hooke presentó ante·Ia Socie-
dad Real «un alga maripa con forma de panal» (Birclt, History,
vol. 1, pág. 292). El 20 de enero del mismo año, R. Moray había
entregado al almacén de Ja Sociedad un frutex marinus reticulatus
(arbusto marino reticulado) que muy bien pudiera ser el mismo es-
pécúnen descrito aquí por Hooke (ibúl., pág. 373). Aunque hasta
el siglo XVIII se considenS una planta (como asimismo los C:orales),
no es un alga marina sino una rosa de coral (Flustra foliacea), esto
es, un briozoo marino que forma colonias anchas y planas, cuyos
frondes, a menudo de arribazón tras tempestades, se representan a
tamaño natural en la Figura 2 de la Plancha IX (aquí reducida un
tercio). En la Figura 1 de. la XIV se puede ver un detalle de los
zooides con los dos pares de sedas típicos, a unos 40 X.
2 Bastard coralline, colonias incrustantes rojas con tentáculos
blancos de Parerythropodium coralloides.

NOTAS A LA OBSERVACION XXIV


t La manía de curiosear en el envés de las hojas aparece ya
en la Observación XLIII de la Experimental Philosophy de H. Po-
wer (págs. 50 y sig.), donde examina las del rosal, la eglantina roja,
la ruda, la salvia, etc., notando los glóbulos comentados por Hooke.
A. Kircher los había señalado antes, vide infra, nota 5.
2 Nombre común inglés de Ja Ruta graveolens, muy usada
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XXIV 679

antaño como planta medicinal. En español tocias las especies del gé-
nero Ruta se denominan ruda.
3 En la Observación XLI, págs. 478/(181] y sigs.
4 Gallir~m aparine.
s A. Kircher (1602-1680), jesuita alemán estrambótico y po-
ligrafo que escribió sobre matemáticas, astronomía, física experimen-
tal, hístoria natural, gramática-, jeroglíficos, egiptología, óptica, geo-
logía, música, arqueología, química y unas cuantas bagatelas más.
Coleccionaba rarezas y empleó el microscopio, por ejemplo para cues-
tiones médicas, en Scrutinium pbysico-medicum (Roma, 1658), lo
que lo convierte en uno de los escasos microscopistas no italianos
anteriores a Power y Hooke.
En su obra Mundus Subterraneus, Libro XII, Capítulo VI,
«De los insectos», se ocupa de la generación espontánea de los in-
sectos a partir de la materia vegetal. Indica allí que son «orugas de
araña» las bolsitas que aparecen en las lentejas, terebintos, olmos, etc.,
señalando la existencia de larvas en el interior de las agallas. Otro
elemento de juicio al que concede mucho valor es la presencia de
telas de araña y huevos en las hojas de la salvia que ha observado
al inicroscopio, interpretación que Hooke critica ahora.
No obstante, Kircher no leyó (o no hizo caso) a Hooke, pues
años más tarde, en su .ATca Noe (1675), Libro 1, Sección 111, Ca-
pítulo VI, sobre los eStablos y camarotes del arca de Noé, alude a
aquella demostración experimental de la generación espontánea de
insectos ponzoñosos, por lo que no fue necesario meterlos en el arca,
exculpando así a nuestro padre ancestral de las molestias que su-
frimos cuando vamos de excursión.
La obra de Kircher debió de ser bien conocida en Ingla-
terra. Hooke tenía en su biblioteca un ejemplar de la edición de
Amsterdam de 1658 del- Mundus subterraneus. El 20 de mayo
de 1663, Edmund Waller mencionó la observación de arañas en la
salvia (sin indicar la fuente), por lo que el 27 de mayo de 1663,
«se encargó al Sr. Hooke que mirase la salvia con un microscopio,
observando si se esconden pequeñas arañas en las cavidades de las
hojas que pudieran tomarla venenosa». El 17 de junio se lee el deseo
de que «el Sr. Hooke prosiga sus observaciones con un microscopio
en .las hojas de salvia, pues en algunas ocasiones nada vio semejante
a pequeñas arañas en sus cavidades, mientras que en otras vio gran
cantidad de huevecillos en dichas hojas» (Birch, History, vol. I, pá-
ginas 241, 245, 262, 270).
6 Lucífero o luminífero es el nombre que daba F. Bacon
(Novum Organum, I, § 99) a una de las dos grandes clases de expe-
rimentos: los fructíferos son aquellos con los que los artesanos ob-
tienen resultados prácticos aun sin conocer las causas; Bacon, por su
parte, recomienda los lucíferos que «aunque no son útiles por sí
mismos, sirven con todo nada menos que para descubrir las causas
y axiomas».
680 NOTAS A LA OBSERVACIÓN XXV

NOTAS A LA OBSERVACION XXV


1 H. Power observó y descn"bió sumariamente las espinas de
las ortigas en la Observación XLV de su Experimental Philosophy
(1663). .
2 Esto es, i8 lupa tenía un poder de aumento de unos 20 X.
F.se aumento es el cociente de la distancia a la que el ojo puede
enfocar cómodamente (25 cm) partida por Ja distancia focal (1,27 an).
3 Que yo sepa no vuelve sobre este tema.
4 Véase el Añadido a la Observación XLIII, págs. 497/(191]
y sig.
s En la Observación XXXIV, pág. 442.
6 El desalmado exterminador de batracios es James Long,
miembro de la Sociedad Real bastante activo en 1663. El 22 de abril
anunció que podía matar sapos con sal y se le pidió que procediera
a ello con diversas sales. El 29 realizó un experimento consistente en
matar tritones con varios tipos de sales: marina, de cenizas de ajenjo
(carbonato potásico impuro) y de prunella (nitro fundido en bolitas).
Al parecer, la primera los mataba más lentamente y, al ponerlos en
agua dulce, no se recuperaban. Se dio orden de que «el experimento
se i:epitiese con sapos macho y hembra, mandándose al operador que
suministrase unos cuantos para la próxima reunión». Como estaba
mandado, el 6 de mayo se sacrificó un sapo echándole sal de tártaro
y común (cf. Birch, History, vol. 1, págs. 231, 234).
7 Aunque las inyecciones de sustancias diversas en las venas
fue iniciada por C. Wren y T. Qarke en los años cincuenta, fue el
úlrimo quien desarrolló este tipo de experimentos ante la Sociedad
Real. Desde el comienzo de las actividades de la Sociedad, se le
mega que comunique sus experimentos (28 de mayo y 5 de junio
de 1661; Birch, History, vol. 1, pág. 25). Los realizó _con fortuna
desiguai, especialmente para el perro al que inyectó· una medicina el
9 de abril "de 1662, llevándolo a mudar de estado (op. cit., pág. 80).
El 22 de julio de 1663, se le pidió cuentas de sus trabajos sobre
inyecciones intravenosas, insistiéndosele el 19 de ágosto de dicho
año en que presentara sus experimentos y proyectase· ·algunos nue-
vos, cosa que hizo por ·escrito el 16 de septiembre. En esta sesión, un
miembro anónimo sugirió que se conectasen los vasos de un perro
de buen ver con los de otro decrépito (ibid., págs. 281, 294, 303),
en lo que se ha querido ver .el inicio de los programas de transfu·.
sión que llevó a buen término por vez primera R. Lower el 17 de
mayo de 1665.
Véase la correspondencia entre Boyle y Oldenburg del oto-
ño de 1667, donde éste se preocupa porque Oarke no publique con
tapidez sus experimentos sobre inyecciones y transfusiones, aprove-
chando la ocasión para notificar que sigue espléndidamente el ciuda-
dano al que se le hizo una transfusión de sangre de oveja (d. Birch,
The W orks o/ the Honourable Robert Boyle, vol. VI, págs. 70,
253). .
s Pierre Belon (1517-1564), boticario y médico francés, muy
NOTAS A LAS OBSERVACIONES XXV Y XXVI 681

conocido como zo6logo y botánico. En 1553 publicó en París Les


observations de plusieurs singularitez et choses mémorables trouvées
en Grece, Asie, Judée, Sgypte, Arabie et autres pays estranges, rédi-
gées en trois livres. El texto citado habla de Livadohori, en la parte
central de la isla de Limnos, donde dice que abunda el Camaleón
negro, que viene a ser Cardopatium corymbosum, una compuesta con
numerosos capítulos azules de una decena de flósculos, sin lígulas
y con brácteas involucrales con ápice espinoso. Se llamaba camaleón
por lo variable de sus hojas. El texto dice:
«Cuando esta'bamos desenterrando rafees de Camaleón negro
en un lugar denominado Livadochorio, se acercaron muchos griegos
y turcos a ver qué desenterra'bamos. Cortábamos las rafees en trozos
y las atravesábamos con un hilo para que se secaran mejor. Al ver-
nos ocupados en tal actividad, los turcos quisieron arrancar y cortar
ellos también dichas rafees. Como era pleno verano y estábamos to-
dos bañados en·rudor, cuantos arrancaban la raíz a mano y luego se
enjugaban el sudor -o se rascaban la cara con los dedos, experimen-
taron más tarde_ tal picor en aquellos lugares que habían tocado, que
parecían arder. Así pues, dicha raíz del Camaleón negro ·posee tal
capacidad de inflamar la piel que toca, que a su lado las escilas y
las ortigas no pican ni una centésima parte. Ahora bien, el picor no
se presentó de igmediato, sino que al cabo de una o dos horas em-
pezamos a tener la piel de varias partes de la cara tan inflamada· que
aparecía toda sangrienta, y cuanto más la rascábamos, tanto mayor
era el picor. Esta'bamos sentados en una fuente bajo un plátano y al
principio lo tomábamos a juerga y nos reíamos, pero mientras tanto
los otros se cabrearon muchísimo, hasta el pWlto de que si no le~
hubiésemos asegurado que ignora'bamos que la planta poseyese St>
mejante propiedad, sin duda nos hubieran zurrado de mala manera.
De todos modos nuestras excusas eran muy fáciles de aceptar viendo
que también nosotros estábamos afectados por tales molestias. Es piuy
admirable que en una raíz tan pequeña descubriésemos tamaña vir-
tud para nuestro mal.•

NOTAS A LA OBSERVACION XXVI


t La Mucuna pruriens es una enredadera leguminosa tropical,
cuya vaina posee un vello urticante. Se usaba como antihelmíntico.
2 El nombre inglés de la picapica (derivado del hindú kavak}
es cowage, cuya pronunciación se asemeja a la de la palabra cow-itch
(sarna de vaca), con la que al parecer la confundía el vulgo.
3 Véase la nota 6 a la Observación XX. -
4 Smat es una ciudad portuaria del estado indio de Gujarat
en el Golfo de Cambay. Fue tocada por los portugueses en el si-
glo XVI y en el XVII por los ingleses, a quienes se la disputaron los
holandeses.
s Phaseolus vulgaris.
682 NOTAS A LA OBSERVACIÓN XXVII

NOTAS A LA OBSERVACION XXVII


1 El 30 de septiembre de 1663, Hooke presentó a la Sociedad
Real tres observaciones microsc6picas, una de ellas sobre la aris~a
de la avena silvestre (Avena faltlll). A la semana sigiliente, el 7 de
octubre, y de nuevo el 12, se le manda que presente un higr6scopo
fabricado con ella, cosa que hace el día 21 (T. Bircb, History, vol. 1,
págs. 308. 311, 313, 320). El 6 de julio anterior se había celebrado
una reunión especial de la Sociedad Real dedicada a preparar expe-
. rimentos y curiosidades para entretenimiento del rey. (Por ejemplo,
el Coronel Long prometió llevar su caparato de insectos», unos hue-
vos de serpiente, una colección de piedras curiosas entre las que se
encontraban «tornillos naturales», etc..) En dicha reunión «Se encargó
al Sr. Hooke que mostrase sus observaciones microscópicas en un
elegante libro que habrá de propon:ionar a dicho fin; que pese el
aire, tanto en la máquina como fuera; que rompa bolas de vidrio
vacías, así como que haga ascender el agua en ellas una vez que se
hayan vaciado; que suministre el instrumento para hallar la diferen-
te presión de la atmósfera en el mismo lugar, así como el higr6sco-
po hecho con la arista de una avena silvestre» (lbid., pág. 272;
véase también vol. n. pág. 100; 111. págs. 478-9, 479-80, 481;
T. Sprat, History, 173-4. Véase también la nQta siguiente.)
2 Giambattista della Porta (1535-1615), matemático y filóso-
fo natural autodidácta, organizador de academias y vigilado por la
Inquisición. Su obra Magia 116tfJtalis (1558) incluye en cuatro libros
los secretos y curiosidades recogidas durante ocho años. La obra
creció hasta alcanzar los ·veinte libros en la edición de 1589, donde
se amontonan ~ás curiosidades a las que se aplican las matemáticas
y la experimentación. ·
El juego de los niños con Ja arista de avena se recoge tam-
bién en 1627 en la Sylva Sylvfl1Utll de F. Bacon (§ 494); pero el
que primero propone y describe un higr6scopo de arista de avena es
Emmanuel Maignan (1601-76), nn notable filósofo experimental de
raíz aristotélica, en su Perspectiva horaria (Roma, 1648, págs. 89
y sig.). si bien dos años antes ya las usaba E. Torricelli para obser-
var la humedad (vide W. E. K. Middleton, Invention o/ the Meteo-
rological Instruments, Baltimore: Johns Hopkins Press, 1969, pá-
gina 90). Hooke. arribuye el invento a Maignan en el Method for
making a History of Weather; en T. Sprat, The History of the
Royal Society o/ London for the improving of Natural Knowledge
(1667, pág. 173).
3 El Geranium moschatum es hoy Erodium moschatum (L.)
L 'Hér., una especie de un género distinto de Geranium, pero tam-
bién de la familia Geraniaceae.
4 Ignoro que Hooke haya estudiado en otro lugar la contrac-
ción muscular.
NOTAS A LAS OBSERVACIONES XXVIII Y XXIX 683

NOTAS A LA OBSERVACION XXVIII


t :Gsta y las tres observaciones siguientes están dedicadas al
examen de semillas. La observación de semillas había sido iniciada
por Henry Power en su Experimental Philosophy (1663), dedicán-
doles las observaciones XXXVIII a XLII, que van desde la lunaria
(posiblemente el helecho Botrychium lunaria) hasta la amapola, a cu-
yas semillas se dedica uno _de los tres dibujos microscópicos del
libro.
El espejo de Venus es la Legousia speculum-veneris, una cam-
panulacea que crece en trigales, arenales, pedregales, arcenes y bal-
díos.

NOTAS A LA OBSERVACION XXIX


t En la Observación XXXVI.
2 Alusión a la doctrina de las signaturas recogida por Plinio,
común en la Alta Edad Media y extendida en lapidarios y obras si-.
milares hasta el siglo XVII. Según ella, los especímenes de los tres
reinos, animales, minerales o plantas, poseían cualidades ocultas,
como puedan ser las virtudes medicinales de las plantas o las ge-
mas, que estaban señaladas por una marca o signo visible (vide Ja
nota 3 a la Observación XIV y el último párrafo de la Observa-
ción XXX).
La extensión de esta doctrina a los nombres de las cosas, tal
y como se menciona a continuación ~ el texto, tiene su origen en
la teoría del lenguaje que aparece en la parte central del Cratilo de
Platón (389d403b). Dicha teoría sostiene la existencia de una rela-
ción no convencional entre el nombre y la cosa nombrada, frente a
la doctrina aristotélica y a la de otras partes del propio Cratílo. Filón
el Judío, que vivió en Alejandría en torno al cambio de Era, formu-
ló la teoría de que «con Moisés, los nombres asignados son imáge-
nes manifiestas de las cosas, de manera que el nombre y la cosa son
inevitablemente lo mismo». (Hooke tenía un ejemplar de la edición
de 1553 del De Mundi fabricatione de Filón.)
En Inglaterra este tipo de pensamiento era bien conocido
a mediados del XVII a través de las obras de J. Boehme, vertidas por
orden parlamentaria, como la traducción hecha por J. Sparrow en
1650 del Von dreyfachen Leben (1620). Asimismo, la doctrina de
las signaturas había sido adoptada y difundida por Paracelso y sus
seguidores herméticos. Es de sobra conocida la influencia de estas
corrientes entre algunos reformistas ingleses, parlamentarios y puri-
tanos. Véase, por ejemplo, el capítulo 3 (especialmente § 6, págs. 26
y sigs.) del Academiarum examen (1653) de John Webster, donde
se señala que Adán compartía con Dios el lenguaje de la naturaleza
que contiene las signaturas y los secretos de la magia celesti~:
«Cuando hallo que el Todopoderoso presenta ante Adán todas las
criaturas para ver qué nombre les pondría, y que cualquier nombre
que Adán pusiera a cada criatura viva, ese es su nombre, no puedo
684 NOTAS A LAS OBS. XXIX, XXX, XXXI Y XXXII

dejar de pensar que Adán entendía sus signaturas tanto internas


como externas y que la imposici6n de sus nombres concordaba ad~
cuadamente con sus naturalezas> (Academitlrum examen, pág. 29).
Hooke poseía en su excelente biblioteca obras de este jaez,
desde Fludd a Agrippa, ~ su fuente más inmediata tiene que ser
Webster, cuya doctrina fue atacada por S. Ward y J. Wilkins en su
Vindicia Academiarum (1654), en la época en que Hooke estaba en
Oxford. Sobre todo este asunto de las signaturas del lenguaje, puede
leerse con grilll provecho el artículo de B. Vickers, «Analogy versus
identitp, en B. Vickers (ed.). Occult and Scientific Mentalities in
the Renaissance, Cambridge University Press, 1984: 95·163.

NOTAS A LA OBSERVACION XXX


1 En la Plancha original .el tamaño de la semilla de amapola es
de unos 6 X 8 cm, lo que se compadece bien con el tamaño medio
de los frutos de Papaver somniferum o adormidera. (El diámetro de
los frutos de otras especies comunes del género Papaver, como
P. rhoeas, P. dubium, etc., es mucho menor, entre 1 y 2 cm.)
2 Sobre la doctrina de las signaturas, acerca de la cual Hooke
muestra un escepticismo extremadamente moderado, nada exento de
interéS, véasC la nota 2 a la Observaci6n XXIX, así como el texto
al que corresponde la nota. ·
3 El polvo de los jesµitas es la corteza machacada de algu-
nos especímenes de árboles del género Cincbona que cr.:cen en los
Andes y que contienen quinina. Los españoles propagaron eI cono-
cimiento de sus virtudes. En 1638 el polvo en cuestión salvó la vid4t
de la condesa de Oüncbón, virreina de Perú, notable acontecimiento
que sirvió a C. Linneo para bautizar el género, si bien se hizo un
pequeño lió. con tanta ch, llamándolo Cinchona en lugar de Chin-
chona (se· han dado iniciativas para deshacer el entuerto).

NOTAS A LA OBSERVACION XXXI


1Portulaca sp.
2 Scurvy grass, es un nombre que reciben diversos mastuer-
zos y berros u~ados como antiescorbúticos, cuyas hojas pungentes se
usaban en ensalada y como guarnici6n; especialmente Lepidum sati·
vum y Nasturtium oflicinale (berro).

NOTAS A LA OBSERVACION XXXII


I El 4 de noviembre de 1663, Hooke presentó a la Sociedad
Real observaciones microscópicas de un ácaro, chispas de pedernal
y «pelos de la cabeza de un hombre, de un gato y de un caballo,
así como algunas cerdas> (Bitth, History, vol. 1, pág. 327). H. Power
había descrito pelos en la Observación L de su Experimental Philo-
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XXXII 68.5

sopb, (1663), hallando que los del caballo eran huecos y los del
hombre, macizos, si bien admite que pueden ser huecos porque
sangran en los afectados de plica polonesa (véase la nota siguiente).
2 La 'Plica polonesa es una aglomeración de los cabellos por
suciedad, polvo, grasa, costras, etc., que constituye las delicias de
diversos tipos de parásitos. El nombre procede del lugar en que se
observ6 por vez primera.
3 El 9 de diciembre de 1663, el Dr. Ent mencionó en la Socie-
dad Real que las pieles de ciervos flotaban más que las de buey.
Wilkins señaló que, habiendo observado los pdos de las pieles al
microscopio, había descubierto que .los de ciervo eran huecos como
el cálamo de una pluma, mientras que los otros eran macizos, aun·
que porosos. Inmediatamente se le ordenó a Hooke que observara
al microscopio los pdos dd ciervo, prometiendo Oayton suminis-
trarle algunos pdos de ciervo de las Indias (Birch, History, vol. 1,
págs. 342 y sig.). En la siguiente reunión dd día 16 se reiteró la or·
den a Hooke, pidiéndole un informe acerca de si los pelos suministra·
dos por Oayton eran o no como tubos, cosa que hizo el día 23,
dejando claro que eran como una esponja y no como un cálamo
(lbúl., págs. 346 y 348).
4 El vidrio cristal era un vidrio claro y muy perfecto desarro-
llado en Murano (Venecia) a partir, según A. Neri (véase la nota 22
a la Observación X), de una piedra blanca parecida al mármol, ex-
traída del Tesino y llamada cuogolo. El Dr. Merret se ocupó mucho
de est:is cuestiones, recomendando el uso del pedernal.
s Vide infra, Observación XXXV.
6 Sin duda un caribú (Rangifer tarandus).
7 El método de curtir el cuero, tras lavar, afeitar y raspar
los pdos, sangre .y grilsa, implicaba varias operaciones. Durante unos
quince días se mantenfá en agua con cal para eliminar las partes
blandas. Luego, durante una semana más, se vaciaban los poros por
el expediente de meter la5 pieles en agua con estiércol de gallina o
paloma antes de pasarles la cuchilla de curtidor sobre el banco, ope-
ración que se repetía varias veces. Siendo entonces la piel un con·
junto de tubos huecos, se procedía a rellenarlos de una materia
duradera suministrada por el tanino de una infusión de corteza de
roble, operación que duraba tres o cuatro semanas. Luego se deja·
ban. mes o mes y medio apiladas en esa infusión para que se tor-
naran más compactas. · Finalmente, para hacerlas flexibles y de un
grosor uniforme, se escurrían y trabajaban con la cuchilla de diver·
sas maneras, según pieles y usos. En general se igualaban con la
cuchilla por la parte de la carne y se frotaban por el lado del pdo
dejando bien el grano. Por último se aceitaban, se ablandaban sobre
el banco con una plancha estriada para dejarlas flexibles y, si acaso,
se teñían, normalmente con caparrós y campeche. No es de extrañar
que Hooke no pudiera descubrir la textura original de la piel.
s Una lejía obtenida vertiendo algún liquido sobre cenizas de
plantas; esto es, agua con sales alcalinas extraídas p<>r lixiviación.
9 Santorio Santorio (1516-1636), médico veneciano del círculo
686 NOTAS A LAS OBSERVS. XXXII, XXXIII Y XXXV

galileano que trabajó en fisiología y desarrolló instrumentos de ob-


servación médica. Su obra más famosa es Ars de statica medicina,
sectionibus apborismorum septem comprehensa (Venecia, 1614).
cuya segunda edición revisada, De medicina statica libri ocio (1615),
se reimprimió unas catorce veces. A ella alude Hóoke. ·
Fue famoso por realizar experimentos cuantitativos, como
por ejemplo sobre el cambio de peso de su propio cuerpo tras Ja
operación de mmer y su inversa, basados en la opinión hipocrática
de que en medicina hay que quitarle al cuerpo lo que le sobra y
aportar lo que le falta. De ahí ~ interés por la ingestión y la ex-
creción del experimento mencionado y de otros, como aquel que
recurría a una balanza con una silla desde la que controlaba sus
pérdidas invisibles a través de la piel y los pulmones: la perspiratio
insensibilis a que alude Hooke. El buen rey de Inglaterra, no ~
riendo ser. menos, cobró la costumbre de pesarse tras dormir, jugar
al tenis, cabalgar, comer y cenar. Por ejemplo, las reales emanacio-
nes durante el juego de tenis se llevaban cerca de 922g de persona
regia, iµientras que la cena restituía dos kilos abundantes de lo pro-
pio (Birch, Hisiory, vol. 1, pág. 393; véase también la pág. 420).
· 10 «Bajs, Holly, Laurel», enumera Hooke. Si no estoy equi-
vocado y Bay y Laurel significan ambos laurel, especialmente ÚUl'tlS
nobilis, entonces Hooke había bebido.
11 F. Bacon opone los experimentos de utilidad práctica o
fructíferos a los de interés teórico que descubren las causas o ltulli-
níferos (Not!Um Organum, 1, § 99). No obstante ne sé que Hooke
haya vuelto a buscar la luz en el romero.

NOTAS A LA OBSERVACION XXXIII


1 El 30 de septiembre de 1663, Hooke expuso a la Sociedad
Real, entre otras, una observación microsc6pica «de las escamas de
la piel de un lenguado presentada por el Sr. Pell» (Birch, Histor¡,
vol. I, pág. 308).

NOTAS A LA OBSERVACION XXXV


• La Plancha que acompaña a esta observación es la primera
representación de una pluma. Obtuvo mucho éxito y fue muy re-
producida.
2 En la Observación XVIII, págs. 351/[115] y sig.
3 A diferencia de los insectos, las plumas de las alas de las
aves laminarizan el flujo de aire superficial, impidiendo la formación
de turbulencias mediante la separación, por ejemplo~ de las rémiges
del pulgar. La forma y las fisuras alares conservan el régimen lami-
nar (desplazamientos ordenados de los tubos de corriente) evitando
malgastar energía cinética de rotación en ·las turbulencias, lo cual
permite volar con economía de esfuerzo a los animales de tamaño
NOTAS A LAS OBSERVS. XXXV, XXXVI Y XXXVII 687

considerable (los que no adoptaron el invento del Archaeoptery" de-


ben c:ooformarse con planear). La laminarizaci6n-del "aire y su orde-
namiento en tubos de corriente impide que las moléculas se separen
del camino para atravesar los intersticios entre las bárbulas de la
pluma, con lo que ésta funciona perfectamente con menos peso y
más resistencia.
• En la Observación XLVI.

NOTAS A LA OBSERVACION XXXVI


l El ')tiginal presenta ún aumento de unos 120 X.
2 En la Observación IX.
3 Se trata de Charles Howard, hermano del duque de Nor-
folk, mencionado en la Observación III, pág. 164/[5].

NOTAS A LA OBSERVACION XXXVII


l En esta Observación y en la siguiente se tratan diversas
partes de la mosca doméstica, presentadas a la Sociedad Real el 7 de
septiembre, el 14 y el 19 de octubre de 1663 (Birch, History, vol 1,
págs. 303, 316, 320).
La mosca común fue, junto con la pulga, uno de los prime-
ros seres que tuvieron el honor de ser observados al microscopio,
aunque quizá no tanto por sus méritos cuanto por su ubicua presen-
cia. F. Baoon las cita como ejemplo de lo q1:1e puede lograr esa ins-
tando Je la puerta que es el microscopio (véase Novum Organum,
II, 39; en La Gran RestllUTllCión, edición española de M. A. Grana-
da, Madrid: Alianza, i981, pág. 291).
Las diversas part~ de la mosca fueron observadas y descritas
con primor por H. Power en la Observación III de su Experimen-
tal Philosophy (1663). -
2 H. Power, loe. cit. en la nota anterior, decía que para andar
por el techo, la naturaleza había provisto a las moscas de una sus-
tancia «como pequeñas esponjas con las que recubre las plantas de
sus pies, sustancia que se halla siempre llena de un líquido blan-
quecino y viscoso que puede exprimir a voluntad y con el que se
adhiere y pega a la superficie sobre la que camina, lo que en caso
contrario impediría la gravedad», etc. (pág. 5).
3 Vide infra, Observación LI, pág. 533/[207].
4 Sobre la araña se habla en la Observación XLVIII, pági-
nas 519/(200] y sigs., aunque no exactamente de la pata y el me-
canismo de tejer.
s El epicureísmo, que explica las cualidades y propiedades de
la naturaleza a base de átomos y vacío, fue una filosofía alternativa
al aristotelismo de gran predicamento en el siglo diecisiete, especial-
mente por obra de P. Gassendi en el Continente y su epígono
W. Charlton en Inglaterra. Sin embargo era preciso corregir su inma-
nentismo materialista que entrañaba negar la cieación y la providencia
688 NOTAS A LAS OBSERVS. XXXVII Y XXXVIII

divina. Así pues, esta argumentación de Hooke era un lugar común


en su época.

NOTAS A LA OBSERVACION XXXVIII


1 Esta Observación se presentó ante la Sociedad Real el 19 de
octubre de 1663 (Birch, History, vol. 1, pág. 320).
2 Calliphora vomitoria (moscarda azul de la carne) es ese
hermoso díptero que entra tan a menudo en las casas en el otoño,
buscando una zona húmeda en la que poner sus huevos.
3 Tal vez algunas de las numerosísimas Syrphidae europeas
que practican el welo estático, por lo que se denominan moscas ·
cernícalo o cernidoras.
4 Esto es, la segunda división de la hora en partes pequeñas
(los segundos), mientras que la primera división (los primeros mi-
nutos) son los minutos.
s Samuel Pepys cuenta en su Diario que el 8 de agosto de·
1666 pegó la hebra con Hooke en la calle «sobre Ja naturaleza de
los sonidos, y me hizo entender de perlas la naturaleza de los so-
nidos musicales producidos por cuerdas; y me dijo que cuando al-
canzan el número de vibraciones preciso para producir un tono,
puede decir cuántas batidas da una mosca con sus alas (esas moscas
que zumban al volar) por la nota musical a que corresponde en su
vuelo» (The Diary o/ Samuel Pepys, ed. por H. B. Weatley, Lon-
dres: G. Bell and Sons, Ltd., 1913; vol. V, pág. 369).
Uno de los primeros zoólogos en utilizar el método de Hooke
para determjnar la frecuencia de aleteo de los insectos fue H. Lan-
dois en 1867. Aunque lo normal ha sido utilizar el estroboscopio y
métodos cronofotográficos, a mediados de este siglo varios autores
han recurrido también al método acústico; véase O. Sotavalta, cFlight-
Tone and Wing-Stroke Frequency of Insects and The Dynamics of
Insect Fligbt», Nature, 4338 (20 de diciembre de 19.52): 10.57-8.
Sobre .el. uso por parte de Hooke del tono musical para de-
terminar las vibraciones imperceptibles para el ojo, véanse las con-
ferencias de los años ochenta recogidas en R. Waller (ed.), The
Posthumous Works of Robert Hooke, págs. 134 y sig., .5.51. En ge-
neral, sobre este tema debe leerse el artículo de P. Gouk, «The Role
of Acoustics and Music Theory .in the Scientific Work of Robert
Hooke», Annals of Science, 37_ (1980): .573-605; especialmente las
págs. 589 y sig.
6 Los espíritus animales son fluidos materiales sutiles respon-
sables de la sensación. En estos momentos se usaba recurrir a dos
modelos distintos para explicar la transmisión nerviosa. Según uno
de ellos, los nervios eran como cuerdas elásticas que transmitían las
sensaciones al cerebro merced a sus movimientos vibratorios; según
el otro, los ñerVios eran tubos llenos de un fluido, los espíritus ani-
males, asimismo· susceptibles de movimientos alternativos. Newton
expondrá poco después (9 de diciembre de 167.5) otro modelo para
NOTAS A LAS OBSERVACIONES XXXVIII Y XXXIX 689

la sensación -y la acción muscular voluntaria, según el cual los ner-


vios no son tubos, pero contienen en sus poros interatómii;os un
éter elástico que aunque no se desplaza, con todo es capaz de trans-
mitir las señales aferentes y eferentes mediante las ondulaéiones
provocadas en el éter respectivamente por los inipactos de los áto-
mos en los órganos externos y por la voluntad. Véase por ejemplo
su escrito An Hypothesis explaining the P'roperties of Light, discour-
sed of in 1117 several Papers, en T. Birch, History, vol. III, págs. 248-
269, especialmente 2.52 y sig.
7 Se refiere a los halterios. En la evolución de los insectos
se dan diversas tendencias; una hacia el acoplamiento de los dos
pares de alas; otra, propia de los voladores ·rápidos, consiste en una
reducción del segundo par, como ocurre en los himenópteros. El ex-
tremo de esta tendencia se da en los dípteros, cuyas alas posteriores
se convierten en esos balancines observados por Hooke que sirven
tan sólo para equilibrio, sin funciones sustentadoras o propulsoras.
s En el Prefacio, págs. 138-139.
9 El interés de Hooke por el vuelo se remonta a sus años en
Oxford con Wilkins cuando, como él mismo señala refiriéndose al
año 16.5.5, «ingenié y realicé varios experimentos sobre el arte de
volar por el aire», si bien cdescubriendo por mis propios ensayos
y luego por cálculo que los músculos del cuerpo humano no eran
suficientes para realizar nada notable de este tipo, apliqué mi pen-
samiento a ingeniar una manera de hacer músculos artificiales».
(Texto recogido por Waller en su Life of Dr. Rohert Hooke, cun el
que introduce su edición de The Posthumous W orks of Robert
Hooke, págs. iü-iv.)

NOTAS A LA OBSERVACION XXXIX


1 Eristalis tent»e, mosca zángano o mosca de Ja cresa de cola
de rata, un sírfido que se alimenta de los sedimentos orgánicos en
el agua. H. Power. llamó la atención sobre los ojos compuestos de
las moscas y otros dípteros, así como de diversos insectos y arácni·
dos en la Observación III (pág. 6) de su Experimental Philosophy
(1663).
2 H. Power, loe. cit. en la nota anterior, págs. .5 y sig., señala
que los ojos de las mosi:as están llenos cde innumerables cavida-
des diminutas como un pequeño rallador o un dedal; a través de
cuyas apareótes perforaciones se puede ver un débil color rojo (que
es la sangre de los ojos, pues si se introduce un alfiler a través del
ojo, se encontrará más sangre allí que en el resto de su cuerpo). Per-
foraciones foraminosas u ojos enrejillados similares se encuentran
en todas las moscas, siendo más visibles en las carnívoras o moscas
de la carne y en las estercoleras o moscas amarillas que se alimen-
tan del estiércol de vacai..
3 «Dragon-Fly or Adderholt», son nombres vulgares ingleses de
insectos Odonata, suborden Anisoptera: las libélulas. Ya Power
690 NOTAS A LAS OBsmtVS. XXXIX, XL Y XLI

(loe. cit. en la nota 2) había señalado que los detalles se pueden


observar mejor en los grandes ojos de estos insectos. Es de un orden
adecuado el cálculo que hace Hooke del número de omaticlios (las
unidades que él llama «perlas. o «hemisferios», aunque son más
bien conos con la base o la lente .en la superficie del ojo compuesto).
Las h"bélulas, que cazan al vuelo, poseen ojos que contienen hasta
30.000 omaticlios, mientras que en el extremo opuesto, los ojos de
las obreras de algunas especies de hormigas apenas alcanzan el cen-
tenar de omaticlios. En efecto, dependiendo más del ta~o y el olfa..
to que de la vista, desarrollan más las antenas, que son por el con-
trario pequeñas en las hDélulas.

NOTAS A LA OBSERVACION XL
1 Hooke presentó su observación microscópica de la rádula
de un gasterópodo a la Sociedad Real el 5 de agosto de 1663 (Birch;
History, vol. I, pág. 292). H. Power, en la Observación XXXI de
su Experimentlll Philosophy (1663) describe un limaco o babosa
(Limax maximus) del que dice que tiene «una boca como una liebre
o un conejo con cuatro o seis clientes como agujas, parecidos a los
de las sanguijuelas» (pág. 38). Es casi seguro que Hooke esté ha-
blando aquí de un limaco y no de un caracol (entonces el término
snail cubría ambos tipos de gast~podo); véase la nota siguiente.
2 La 'C' del original mide unos 3 mm de altura y otro tanto
de anchura, dimensiones más propias de la rádula de una babosa que
de un caracol de nuestros jardines, pues Limax maximus puede al-
canzar los 15 cm.
3 Los clientes de los Rhinocerotidae no están soldados en
absoluto, siendo su fórmula dentaria:
(0.2) o (3-4) 3

o (0.1) (3-4) 3
Sin embargo, la especialización hervíbora hace que las coronas de
sus molares lofodontos presenten estrías transversales, y de ahí la
similitud de uno de esos grandes molares con una rádula. A juzgar
por el peso, es posible que la pieza observada por Hooke estuviese
fosilizada, siendo incluso probable que se tratase de una quijada
completa. (Hooke recibió para guardar en el almacén un cliente
petrificado de caballo traído por el príncipe Rupert; Birch, History,
vol. 1, pág. 322.)

NOTAS A LA OBSERVACION XLI


1 El 25 de noviembre de 1663, Hooke presentó ante la So-
ciedad Real «una observación microscópica del huevo de un gusano
de seda» (Birch, History, vol. I, pág. 335).
NOTAS A LAS OBSERVS. XLI, XLII Y XLIII 691

z ·La idea de introducir insectos en cajas para observar su


desarrollo procede de J. Pell, quien el 20 de mayo de 1663 «Obser·
vó que los gusanos de seda, tras haberse transformado en maripo-
sas. poner sus huevos y morir, habiendo sido metidos por él mismo
en una caja de madera cubierta con una tapadera de papel, produ-
jeron al cabó de algún tiempo una especie de moscas que se abrie-
ron camino comiendo la madera. Esto se mencionó para animar a
otros a observar los cambios de los insectos tras su muerte mejor de
lo que hasta ahora se ha hecho» (Birch, History, vol. I, pág. 242).
3 En la Observación XIII, págs. 295/[85] y sig.

NOTAS A LA OBSERVACION XLII


1 Blue fly, muy probablemente Callipbora vomitoria o mos-
carda azul, citada al comienzo de la Observación XXXVIII sobre
las alas, sirviendo de modelo asimismo de algunas de las descrip-
ciones de las .Observaciones XXXVII y XXXIX.
z Los colgantes de los lirios (Lilium, no Iris) parecen ser las
anteras coloreadas· de los estambres, que cuelgan y resultan muy
conspicuas en las flores con tépalos recurvados. Ellos y su polen
se hallan descritOS" en la Observación XLII de la Experimental
Philosophy (1663) de H. Power, junto con el de Iris pseudacorus
o Nardssus pseudonarcissus (uno nunca sabe en esta época a qué
especie se refieren los autores).
3 No se han desaito aún, sino que se hará mats abajo, en la
Observación XLIV, pág. 500/[193] y sigs. Dado que los informes
sobre mosquitos se hicieron entre mayo y primeros de septiembre
de 1663, mientras que los de las moscas se realizaron a partir de
entonces, en septiembre y octubre, es posible que Hooke pensase
incluirlos antes en el libro y de ahí el lapsus.
4 Esos «cuerpos cornudos» son el único par de antenas que
presentan casi todos los insectos adultos y la mayoría de los jóve-
nes. Estatn muy relacionados con el oliato y el tacto.

NOTAS A LA OBSERVACION XLIII


1 El 22 de julio de 1663, aarke señala en la Sociedad Real
que el agua de Barnet tiene insectos, pidiéndosele a Hooke que la
examine (Birch, History, vol. 1, patgs. 281, 288). El 19 de agosto
traen una muestra de agua con «gusanos» para que los dibuje Hooke,
instruyendo al operador para que la guarde, a fin de ver en qué se
transforman. Hensaw indica que él ha visto cómo se convierten en
mosquitos (ibid., pág. 294). El 26 de agosto de 1663 le ordenaron
a Hooke que hiciese observaciones sobre los insectos del agua de
lluvia, que los dibujase y que examinase si se transformaban en
otros tipos. El 2 de septiembre del mismo año, «el Sr. Hooke pi:e·
sentó una observación microscópica de un gusano criado en el agua
692 NOTAS A LA OBSERVACIÓN XLIII

y que se convirtió en un mosquito> (Bitth, History, vol. 1, págs. 297


y 301).
Se trata de la larva de uno de los nematóceros de la familia
Culicidtle que acoge a los mosquitos· verdaderos (como el muy común
Culex pipiens o como Theobaldia anlllll4ta). Las larvas están cabeza
abajo en el agua, formando un ángulo de unos 45<> con la superficie.
En las dos Observaciones siguientes, Hooke presenta lo que consi-
dera el macho y la hembra de la misma especie, aunque no hay ga-
rantía de que sea asf. Dado que Hooke no era un naturalista que
saliese a buscar sus especímenes lejos, sino que se conformaba con
parásitos domésticos o bichejos que entraban por la ventana, es pro-
bable que se trate de alguna de las especies mencionadas de Culi-
ddae.
2 Willem Piso (1611-1687) fue un médico holandés pionero
en la investigación de la materia médica o farmacopea vegetal en los
trópicos. Entre 1636 y 1644 estuvo en Brasil como médico de la
expedición de Johan Maurits van Nassau, publicando en 1648 la
Historia naturalis Brasiliae, cuyos primeros cuatro libros son suyos
y el resto de Georg Markgraaff. Piso describió plantas medicinales
como la ipecacuana contra la disentería, la zarzaparrilla, el sasafras,
el guayaco y la caña de azúcar. (En total describe un centenar de
plantas nuevas.) La obra fue revisada en 1658 con el título De Indiae
utriustp1e re naturali et medica libri IJflllluordecim, que era la edi-
ción poseída por Hooke. En el Capítulo 24 del Lloro V de esta ver-
sión de la Historia 1'111ural del Brasil (pág. 232) aparece un bonito
chbujo de la farigueyá (zarigüeya: Didelpbys sp.) y una descripción
de su tamaño, marsupio, mamas, etc., así como del rabo, muy apre-
cjado por los lugareños por sus supuestas cualidades medicinales. La
zarigüeya. también encontrada en Nueva Espaiia1 fue descrita por el
fraile Ximénez bajo el nombre mexicano de Tlaquatzin, más impro-
nunciable que el brasileño.
l Sobre Piso y la Historia 1'ltlhlral del Brasil, véase la nota
anterior. El pasaje latino, copiado aquí con Slgunas erratas menores,
viene a decir que «aparte de todos esos testlinonios relativos a la
fertilidad de los vegetales y animales marinos semejantes a los terres-
tres, aconteció que, a pocas millas de la costa de Pernambuco, se
enganchó el bichero por casualidad en un fondo rocoso, y en lugar
de sacar peces, sac6 esponjas, corales y otros arbustos marinos. En-
tre estas formas inusitadas, extrajo unos arbustos espon)osos de
seis pies de longitud con unas raíces menores agarradas al fondo de
piedra. Se adhieren a las rocas y levantan un cuerpo esponjos9, fle-
xible y oblongo, de forma redondeada y cónica. Este presenta por
dentro una estructura de celdas y alvéolos admirables, mientras que
por fuera está completamente cubierto por una goma tenaz como
cera de abejas, presentando en el extremo superior una apertura bas-
tante grande, tal y como se puede ver bien ~bajado en las figuras,
de manera que en verdad se diría una colmena marina. Al sacarlo a
tierra, parecía estar ·neno de gusanillos azulados y pequeños que al
poco tiempo, por mor del calor solar, se transformaban en moscas
NOTAS A LA OBSERVACIÓN XLill 693

o más bien abejas negras y pequeñas que revoloteaban en derredor


y desaparecían, de modo que nada pudimos comprobar con· certeza
acerca de su fabricación de miel. por más que se viese pa.tentemente
la cera y las celciillas del panal No cabe duda de que ·1os buzos
descubrirán la propia miel cuando investiguen con más detalle estos
panales, pon!éndolos plenamente de manifiesto al observarlos en
épocas distintas y en su suelo nativo».
Las Figuras 3 y 4 de la Plancha XXVII están tomadas de
Piso, aunque cambiadas de orientación. En el original están cabeza
arriba y con las «raíces» hacia abajo, de manera que esos trazos
laterales que presenta la parte estrecha de la Figura 4 son allí las
ondas de la superficie del agua.
4 Vide supra, Observación XXII.
s Johannes Goedaert (1617-1668) fue un naturalista holan-
dés conocido como autor de acuarelas sobre pájaros- e insectos. Es-
cribió una obra en holandés, pues probablemente desconocía el latín
como Leeuwenhoek, no habiendo asistido a la universidad. Quizá por
ello ms observaciones son de primera mano sin citas de .otros auto-
res. La Metamorphosis naturalis (1662 y 1667) contiene observacio-
nes y experimentos realizados entre 1635 y 1658, ronsistentes en
recoger larvas y observar su desarrollo.
Los Hemerobiidae, como Hemerobius humulimls, son insec-
tos neurópteros grises o . pardos, a menudo velludos, con antenas
monoliformes y alas con pocas venas transversales._ Las larvas son
alargadas, con mandíbulas curvas ·y cortas y, como todas las de los
ne1.tr6ptero.~, hacen un doble capullo donde se desarrolla la pupa.
Johannes Mey publicó póstumamente un teicer volumen de
la Metamorphosis de Goedaert a partir de sus manuscritos, tradu-
ciendo el primero y tercero al latín con comentarios, mientras que
el segundo lo tradujo P. Veezaerdt. Hooke alude al volumen pre-
parado por Mey.
6 Estas agallas están producidas por las avispas de las agallas,
Himenopthera de la familia Cynipidae. Cada especie induce su pro-
pia variedad de agalla; por ejemplo, las pilosas y. rojizas del rosal
que se mencionan luego se deben a Diplolepis rosae; las del roble,
de las que se habla más abajo, se deben a Biorrhiill pallida, etc. El
mecanismo de producción de agallas no está dilucidado: como pen-
saba Hooke, la presencia de la larva induce el crecimiento de los
tejidos vegetales que sirven también de alimento. ·
7 El ejemplo de la trampa del zorro era muy utilizado por
Boyle para mostrar la producción mecánica de grandes efectos a
partir de causas insignificantes (que es en lo que oonsiste la magia
natural); Hooke lo emplea para eliminar las almas y las acciones
intencionales de la naturaleza. (0. T. Birch, The Works of the
Honourable Robert Boyle, vol II, págs. 170.1, 175; vol. V, pág. n.)
s El estudio de la generación de los insectos fue propuesto
en la Sociedad Real por Wilkins el 8 de mayo de 1661, nombrán-
dose a tal fin una comisión grande el día 15, la cual decide repasar la
bibliografía al respecto (Birch, History, vol. I, págs. 22 y 23, 24, 25,
694 NOTAS -A LAS OBSERVACIONF.S XLIII Y XLIV

29, 88; véase también 117-8, 212, 213). Evelyn reali7.6 experimentos
negativos sobre generación espontánea al mantener materia orgánica
en un frasco tapado (lbid., págs. 217, 238; también Ja 270). Véase
también el frasco de Moray y el dictamen de Hooke (lbid., pági-
nas 444, 448). No obstante esto es de junio de 1664, cuando las
observaciones estaban listas para la imprenta, de modo que no se
incluye aquí una argumentación más positiva; véase asimismo la
observación de diciembre de Hensaw contra la generación espontá-
nea en ranas (Ibid., págs. 501 y sig.).
No obstante, entre la tesis de la generación seminal pura y
la de la generación espontánea hay un tertium quid, cual es la doc-
trina de una semilla genérica que se especializa en función del me-
dio orgánico en que se desarrolla; d. infra, págs. 529 y sig.
' Al reducir progresivamente el tamaño de un cuerpo, las su-
perficies decrecen mucho más despacio que los volúmenes, ya que
aquéllas disminuyen como los cuadrados y éstos como los cubos.
Dado que el peso (que hace descender a los cuerpos) es como el
volumen, mientras que la resistencia del aire (que estorba esa caída)
es como la superficie, el proceso de miniaturización provoca el fenó-
meno de ligereza indicado por Hooke. {Las propiedades geométricas
de la miniaturización se explicaron en los Discorsi de Galileo, Opere,
VIII, 133-4.)
10 Peter Ball (c. 1638-1675), miembro de la Sociedad Real de
Londres donde mantuvo cierta actividad durante los años sesenta
eo cuestiones biológicas. Su hermano estaba siempre dispuesto a
echar una manita a los científicos enviando ora agallas de roble,
como indica Hooke a continuación, Olll las informaciones requeri-
das por éstos. Así, el 6 de abril de 1664, «Robert Moray comentó
que, según un tal Robinson, en Livomo se vendíqn en el mercado
trózos de cierta roca que, al romperla, se hallaban en su interior
mejillones vivos comestibles. Se expresó el deseo de que el Dr. Ball
escribiera a su hermano, a la sazón en Livorno, para más informa-
ción acerca de esta ·historia» {Birch, History, vol. I, pág. 409).
11 Tal vez se trate de las agallas de la raíz del roble, causadas
por la generación asexual de Bio"hiZll pallida y que es bastante
menor que la manzana del roble debida a la generación sexual del
mismo insecto.
12 El fruto en baya del laurel mide entre 1 y 1,5 cm.
13 Véase la nota 6 a la Observación XX.

NOTAS A LA OBSERVACION XLIV


1 En el índice preparado para la edición abreviada de la Mi-
crografía de 1780 se indica que éste es un mosquito macho, quizá
el presentado a los miembros de la Sociedad Real el 27 de mayo de
1663 (Birch, History, vol. I, pág. 248). En la Observación siguiente
aparece la hembra, mostrada a la Sociedad el 6 de mayo de 1663
(lbid., pág. 234): «El Sr. Hooke mosttó una observaci6n microscó-
NOTAS A LAS OBSERVS. XLIV, XLV Y XLVI 695

pica de un mosquito hembra que se distingue del macho por el


tamaño de su abdomen, siendo el del macho delgado y flaco y te-
niendo el macho además un penacho.»
No es nada sensato tratar de determinar de qué mosquito se
trata, aunque bien pudiera ser una de las centenares de especies
de Chironomidae, como Ch. annularius o Ch. plumosus, que presen-
tan una joroba de respeto que puede llegar a ocultar la cabeza vista
desde arriba, tienen alas con venas posteriores muy tenues y ante-
nas muy plumosas en el macho (véase el dibujo de Hooke).
2 Los halterios; vide nota 7 a la Observación XXXVIII.

NOTAS A LA OBSERVACION XLV


1 Observación presentada a la Sociedad Real el 6 de mayo
de 1663 (Birch, History, vol. I, pág. 234). Sobre estos mosquitos,
véanse las notas iniciales de las dos Observaciones precedentes.
2 Que yo sepa, Hooke no vuelve sobre ello.

NOTAS A LA OBSERVACION XLVI


1 Esta observaci6n fue presentada ante la Sociedad Real el
16 de julio de 1663 (Birch, History, vol. I, pág. 279). Se trata de un
lepidóptero de la familia Pterophoridae, las mariposas de penacho
o alucitas ron alas finas divididas en dos, tres e incluso cuatro ban-
das plUll'lOsas. La obseiVada por Hooke presenta las alas divididas
en dos, como Pterophorus hieracii o Oxyptilus pilosellae.
2 Los hemípteros hom6pteros de la familia Aleyrodidae o
«mosquitas blancas» presentan alas opacas y miembros usualmente
cul:iiertos de un fino polvo céreo, lo que las hace parecer polillas
diminutas.
3 Esto es, el dibujo del insecto completo presenta un aumen-
to de unos 8 X y el detalle, de algo más de 80 X.
4 Véan&e las Observaciones XXXV y XXXVI.
s Dípteros de la familia Sarcophagidae, grandes, grises y ne-
gras, con el tórax rayado y abdomen ajedrezado, cuyas larvas viven
sobre materia animal viva o muerta.
6 La descripción de Hooke no parece nada precisa y además
dice no recordár bien los detalles. Quizá se trate de alguna de las
miles de especies de Tbysanoptera, los trips, de cuerpo pequeño y
oscuro que suelen tener dos pares de alas muy estrechas y con flecos
que recuerdan reahnente la raspa de una sardina. Es explicable que
Hooke no viese recientemente esos insectos, pues viven entre vege-
tales de manera inconspicua, abandonándolos tan sólo en días cálidos
y quietos. (Yo no apostaría nada valioso a favor de esta interpre-
tación.)
7 Véase lo dicho en la nota 9 a la Observación XXXVIII.
696 NOTAS A LAS OBSERVACIONES XLVII Y XLVIII

NOTAS A LA OBSERVACION XLVII


1 No se trata de una araña sino de un opili6n. Los opiliones
forman uno de los cinco órdenes principales de arácnicos (junto con
las arañas, los escorpiones, los pseudoescorpiones y los ácaros). En
el noroeste de Europa viven unas veintisiete especies de la familia
Phalangiúlae. :f:ste puede ser de cualquiera de ellas, o incluso de va-
rias de ellas, pues entonces no estaban bien estudiadas y Hooke
acostumbraba a examinar varios especlmenes antes de realizar su5
dibujos y descripciones. Esta confusi6n de especies resulta mucho
más llamativa en el caso de los ácaros, pues estima que todos ellos
son variaciones raciales de un único tipo; vide infra, pág. 529/(206].
H. Power describe opiliones en la Observaci6n X de su Ex-
perimental Philosophy (1663; pág. 14).
z Mientras que las arañas pueden tener hasta ocho ocelos, los
opiliones s6lo presentan dos ojos simples.
3 Hasta el siglo XIX los arácnidos se consideraban una tribu
de los insectos. En su Systema naturae de 1735, C. Linneo divide
los insectos en cuatro categorías, una de las cuales engloba a los
insectos ápteros y a los arácnidos. El gran especialista en inverte-
brados, Lamarck, en su Histoire naturelle des animaux sans verte-
bres (1815), diVide los invertebrados en dos ·categorías, apáticos (in-
fusorios, po1ipos, etc.) y sensibles, que contienen las categorías se-
paradas de crustáceos, anélidos, cirrípedos, moluscos, insectos y arác-
nidos.
4 Del griego 6noµoxA!ov, el punto de apoyo de la palanca.
s Sobre Lycosidae, arañas cazadoras o arañas lobo, véase la
Observación siguiente.

NOTAS A LA OBSERVACION XLVIII


1 En inglés hunting spider (araña cazadora) o también wolf
spider (araña lobo), llamadas asi porque se pensaba que cazaban en
manada. Son arañas de la familia Lycosidae (del griego Mxo,, lobo),
a la que pertenecen las tarántulas. Los individuos del género Pardo-
sa se encuentran frecuentemente en grupos sin organizaci6n social,
lo que puede haber dado lugar a la idea de que .forman manadas
como los lobos.
Las arañas de esta familia presentan tres filas de ojos, cuatro
delanteros de pequeño tamaño, dos medios grandes y dos traseros
de tamaño intermedio. El hecho de que Hooke señale seis ojos en
lugar de ocho indica o una mala observaci6n o una inadecuada iden-
tificaci6n. La primera hip6tesis resulta plausible, dad~ que no se
incluye ningún dibujo y que el presentado a la Sociedad Real d 29 de
abril de 1663 no estaba bien hecho: «El Sr. Hooke presentó dos
observaciones microscópicas, una de una mina de diamantes corrien-
te en d pedernal y la otra de una araña que parecía tener seis ojos;
NOTAS A LAS OBSERVACIONES XLVIII Y XLIX 697

pero esta última no estaba aún bien dibujada» (Birch, History, vol. I,
pág. 231).
Puede ocurrir también que no fuera realmente una de las
Lycosidae, pero la asimilara a las tarántulas (venatores o lupi, caza.
doras o lobos) que tan vivamente describe- Evelyn más abajo. (El
nombre de tarántula deriva de Tarento, donde al parecer abundaban.)
H. Power describe algunas arañas y opiliones en las Obser-
vaciones VIII-XI de su Experimental Pbilosophy (1663, págs. 11-15).
2 En Ja Observaci6n XLVI.
l Sobre Evelyn véase la nota 2 a la Observación XVI. Tras
estudiar en el Balliol College de Oxford entre 1637 y 1640, dejó
Inglaterra en 1643 para viajar a Francia e Italia. Entre junio de 1645
y abril de 1646 estudió anatomía y fisiología en Padua (aunque di-
fícilmente con más entusiasmo que las arañas en Roma).
4 Tal vez se trate de esas pequeñas arañas que utilizan el
viento como medio de dispersión, ya señaladas por los griegos. Las
de la familia Linypbiidae miden entre 1 y 2 mm y constituyen el
cuarenta por ciento de las 620 especies descritas en las Islas Britá-
nicas. Especialmente en otoño utilizan un hilo corto suspendido de
las hileras para que las transporte el viento, formando agrupacio-
nes considerables, fáciles de observar. Véase el informe enviado a
Oldenburg y leído ante la Sociedad Real el 10 de febrero de 1670
(Birch, History, vol. II, pág. 422).

NOTAS A LA OBSERVACION XLIX


1 Hooke presentó ante la Sociedad Real una observación de
la cabeza de una hormiga el 20 de niayo de 1663, y de una hormiga
completa, el 28 de octubre (Birch, History, vol. I, págs. 243 y 322).
Henry Power presenta la hormiga .en la Observación XXII de su
Experimental Phílosopby (1663, pág. 25).
2 Richard Ligon fue un víajero inglés del siglo XVII. Habien-
do perdido su fortuna en 1647, embarcó para las Américas. Pasó
unos tres años en Barbados, contrayendo la fiebre amarilla y otros
males tropicales que lo pusieron al borde de la separación del alma
y el cuerpo. A su vuelta a Inglaterra en 1650, el óbispo de Salis-
bury lo ariiinó a publicar sus observaciones, lo que hizo en A True
and Exact History o/ the Island o/ Barbadoes, Londres, 1657.
l Gill: un cuarto de pinta o unos 120 cml, lo que para una
hormiga no es ración tacaña.
4 F. Bacon, barón de Verulamio, estimaba que la ciencia de-
bía encaminarse a descubrir la naturaleza de las cosas y sus causas,
concibiéndose unas y otras en términos de la estructuración -micros-
cópica de sus partes y de los procesos a que están sometidas, a lo
cual denomina esquematismo latente y proceso latente respectiva-
mente. Véase el Libro II de su Novum Organum, aforismos 1, 5, 6
y 7; edición de M. A. Granada de La gran restauración, Madrid:
Alianza, 1985, págs. 188, 192-7.
698 NOTAS A LA OBSERVACIÓN L

NOTAS A LA OBSERVACION L
1 El 4 de noviembre Hooke presentó a la Real Sociedad un
ácaro (Birch, History, vol. I, pág. 327). Véase Ja Observación LV
donde se habla de otros ácaros considerados como variaciones am-
bientales de este progenitor común (infra, pág. 529 y sig./[206]). Esta
hipótesis, unida a las dificultades objetivas de la determinación de las.
especies de Acarinae, deben hacer desesperar de poder identificar
razonablemente sus ácaros. Téngase además en cuenta que Hooke
no dibuja ingenuamente sus objetos microscópicos a primera vista,
sino que observa diversos especímenes bajo diferentes condiciones
de luz hasta asegurarse de haber interpretado bien lo que ve. Este
sistema tan razonable de proceder puede producir monstruos cuando
previamente no se está en disposición de seleccionar individuos de
la misma especie.
H. Power describe diversos tipos de ácaros (o lo que él co~­
sidera tales, pues parece incluir entre ellos Braula coeca, un díptero,
y muchas cosas más) en las Observaciones XII a XVIII de su Ex-
perimental Philosophy (1663, págs. 16-21).
2 Tal vez Bryobitr praetiosa; véase la nota 4.
3 Tyropbagus casei.
4 Quizá sea Acarus siro o el ácaro de la harina, el más común
en los comestibles, que exhibe unas hermosas patitas rojas. No me-
nos encantadoras son las patas rojas de Bryobia praetiosa, un ácaro
que suele aparecer en gran número en las ventanas de casas con
jardín o césped próximo, a la manera de los que cita Hooke al.
principio de esta Observación.
s Hooke no posee elementos de juicio bastantes para de-
cidir si la generación es siempre a partir de individuos de la misma
especie o si en algunos casos procede de restos orgánicos o de otro
tipo (generación espontánea). Entre tanto se reúnen, lo que princi-
palmente le preocupa es hallar una solución mecánica que cubra esta
última posibilidad sin recurrir a entelequias o causas ocultas, sino
tan sólo a mecanismos ordinarios aunque diminutos. Tal hipótesis
mecánica de la generación espontánea a partir de restos orgánicos
apareció más arriba, en la pág. 380/[133] y sig.; véase también la
discusión que aparece en las págs. 360/[123] ·Y sigs.
La mayoría de las observaciones microscópicas de Hooke se
realizaron en 1663. En la primavera de ese año se discutió sobre
la generación espontánea con ocasión de que Aubrey mencionase el
18 de marzo que el duque de Orleáns poseía un método para ge-
nerar animales a partir de materia vegetal en descomposición. El tema
ocupó a R. Moray, Wilkins, Tuke y Evelyn, quien realizó varios
experimentos negativos (d. Birch, History, vol. I, págs. 212, 213,
217, 238; véase la nota 8 a la Observación XLIII).
NOTAS A LAS OBSERVS. LI, LII., LIII Y LIV 699

NOTAS A LA OBSERVACION LI
1 Danse unas mil setecientas especies del orden Pseudoescor·
piones, de la clase de los Arácnidos, de manera que hay amplio cam-
po donde escoger. El tamaño de estas aíaturitas va de 1 a 7,5 mm,
especializándose una de ellas de tamaño intermedio (4 mm) en los
pequeños parásitos que se esconden en los libros. Por lo que se
nos cuenta, el Chelifer cancroides, muy común en casas y bibliote·
cas, es un excelente candidato a ser el observado por Hooke.
2 En realidad el opistosoma de estos arácnidos consta de doce
somitos, aunque el primero puede estar muy reducido o ausente. El
prosoma consta de seis.

NOTAS A LA OBSERVACION LII


t Lepisma saccarina o pececillo de plata es un insecto áptero
de toda la vida (un Apterigoto), y no de esos que han perdido las
alas por sus costumbres depravadas, como la pulga y el piojo. Vi-
ven en las casas alimentándose de hariria, celulosa y similares.
2 En la Observación IX sobre los colores en láminas del-
gadas.
3 Equisetum sp.

NOTAS A LA OBSERVACION LIII


t En el aforismo 39 del Libro 11 del Novum Organum, F. Ba-
con mencionaba que con los microscopios recientemente descubier-
tos podían verse los detalles de las pulgas y los piojos. Este interés
por los hijos de fa mugre aparece también en H. Power, quien abre
su Experimental Philosophy (1663) con la observación de la pulga.
¿Acaso un investigador del diecisiete tenía alguna otra maravilla
diminuta más a mano que ésta para llevársela al microscopio?

NOTAS A LA OBSERVACION LIV


t H. Power desaíbe el piojo y las liendres en las Observa-
ciones VI y XLVII de la Experimental Philosopby (1663).
2 En realidad los piojos chupadores (suborden Anoplura, al
que pertenece este Pediculus humanus) tienen tres estiletes encerra-
dos en una vaina dentro de la cabeza y una pequeña probóscide ar-
mada de un proceso curvo dentado que tal vez sirva para agarrar la
piel durante la succión.
700 NOTAS A LAS OBSERVACIONES LV, LVI Y LVII

NOTAS A LA OBSERVACION LV
lEn realidad tienen siete artejos más Ja uña tarsal.
2Moutb gjue, pegamento que se humedece con la lengua, he-
cho entonces con cola de pesi:ado.
3 En la Observación L, pág. 529/[206].

NOTAS A LA OBSERVACION LVI


1 La descripci6n y el dibujo de este espécimen son de calidad
mediocre. Podría tratarse de una larva de c6ccido, una familia de Ho-
m6pteros. (Si todas las identificaciones son azarosas, ésta es de alto
riesgo.)
2 Las cochinillas de la humedad son crustáceos terrestres (is6-
podos). Los que se ven por las casas suelen ser Oniscus asellus y
Porcellio scaber.
3 Nombre latino para cochinillas y milípedos.
4 Véase el final de la Observación XLVIII, pág. 522/[202].

NOTAS A LA OBSERVACION LVII


t Anguilula aceti, nemátodos del género Ascaris. Con pulgas
y moscas, constituyen los ·primeros objetos animados observados al
microscopio, tal y como señala F. Ba.-:on en eJ Novum Organum
{1620): «Gracias a estas lentes, es posible distinguir, no sin admira-
ci6n, en una pulga, en una mosca, en los pequeños gusanos, la fi-
gura y el contorno preciso dd cuerpo, así como sus colores y mo-
vimientos hasta ahora invisibles» (Libro -II, aforismo 39; edici6n
española de Miguel Angel Granada,· La Gran Restauración, pági-
na 291).
A. aceti es también uno de los animales observados por Pierre
Borel en el apéndice a su libro De ver.o telescopii inventore, cum
brevi omnium conspicillorum historia, etc., · accesit etiam centuria
observationum microscopicarum (La Haya, 1655, 1656); pero quien
realmente los observ6 minuciosamente fue H. Power en la Experi-
mental Philosophy (1663), Observaci6n XXX, págs. 32-36 (véanse
también las notas de Power en su ejemplar, donde añade las con-
sideraciones 1.l-14).
Los miembros de la Sociedad Real no podían hurtarse al in-
terés hacia estos raros animales tan mimados por los microscopis-
tas. Así, el 8 de abril le mandan a Hooke que dibuje estos nemáto-
dos para la sesi6n siguiente, cuando hubieron de reiterar su ~eseo
de que para la pr6xima sesi6n, Robert Hooke llevase un dibujo «de
los pececillos que nadan en el vinagre», cosa que hizo el día 22
(Birch, History, vol. I, págs. 216, 218 y sig.).
2 Recuérdese lo dicho en la nota 8 a la Observaci6n XLIII.
Con la disminuci6n del tamaño, desde la anguila a estos nemátodos,
NOTAS A LAS OBSERVACIONES LVII Y LVIII 701

el volumen decrece mucho más rápidamente que la superficie (aquél,


como los cubos; ésta, como los cuadrados). Considerando que la
fuerza muscular es directamente como el volumen, mientras que la
resistencia es un fen6meno superficial, veremos que la miniaturi-
zaci6n, al disminuir la razón volumen/superficie, hace !iecrecer mu-
cho más la fuerza muscular que la resistencia.

NOTAS A LA OBSERVACION LVIII


1 Desde los tiempos clásicos se conocían dos alteraciones de
la transmisión rectilínea de la luz, la reflexión y la refracci6n, estu-
diadas respectivamente por la cat6ptrica y la dióptrica. En la segun-
da mitad del siglo xvn comenzaron a aparecer otros fenómenos re-
cogidos genéricamente con el nombre de inflexión. Francesco Maria
Grimaldi (1618-1663) fue el primero en estudiar la difracción en su
obra póstuma Physico-matbesis de lumine, coloribus et iride (Bolo-
nia, 1665), recibida en la Sociedad Real e5e mismo año. Aunque
Hooke no realiz6 experimentos de difracción hasta 1672, puede ha-
ber encontrado independientemente el fenómeno, al que alude, como
Newton, con el nc..mbre de inflexión. En estos morpentos el término
se usa para referirse a una cinflexi6n» o desviad3n de los rayos de
la luz similar a la refracción, aunque no se produce en una interfaz
de separación entre dos medios, sino continuamente en un solo me·
dio con un gradiente de densidad. Para él y para Newton, la difrac-
ción parece deberse al mismo esquema, pues la. luz que pasa por d
filo de una navaja se desvía en el aire hacia la sombra. ·
El TI de noviembre de 1672, Hooke anuncia en la Sociedad
Real el descubrimiento de una tercera propiedad de la luz (aparte
de la reflexión y la refracción) que quiere hacer . pasar por propia,
presentando un trabajo el 18 de marzo de 1675. -El 16 de diciembre
de este mismo año se ley6 la segunda parte de la carta de Newton
a Oldenburg sobre su hipótesis para explicar las propiedades de la
luz, en la que atribuye el fenómeno a Grimaldi; aunque él lo conocía
a través de H. Fabri, acusando veladamente a Hooke de plagio.
Véase Bircb, The History of the Royal Society. of London, vol. llI,
págs. 63, 194-.5, 268-9.
2 La estrella del Can es Sirius, la más brillante a simple vista
y wia de las más próximas (a tan s6lo 8,7 años luz). El nombre de-
riva de su pertenencia a la constelación Canis Maior.
3 Hooke propuso en la Sociedad Real medir la refracción en
el agua a diversas temperaturas el último día de 1662, llevándolo a
cabo el 7 de enero de 1663 (Birch, History, vol. 1, págs. 167, 172,
176-9). El 4 de febrero menciona que la refracción del hielo es me-
nor que la del agua, realivmdo el experimento el día 11 y 18 (ibid.,
págs. 193, 19.5).
En la segunda mitad de 1664, con la Micrografía ya en prensa,
Hooke desarrolló aparatos para medir los senos de refracción en lí-
quidos y en la atmósfera, realizándose muchos experimentos sobre
702 NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII

la refracción en el aire y en diversas soluciones; véase Birch, Hi.r-


tory, vol. 1, págs. 441, 459, 480, 485, 489, 490, 495, 501, 507, etc.
4 Esta propiedad de la luz sugería un método para eliminar
la aberración esférica de las lentes (los rayos que pasan junto al
borde convergen -antes que los que pasan por la mna central) me-
diante vidrios de densidades distintas. (Véanse más abajo, las pa-
ginas 580/[233] y sig. J. J. Lister solucionó el problema en 1830.)
La aberración cromática, derivada de la diferente refrangibili-
dad de la luz de diversas longitudes de onda (cada color tiene un
foco distinto), se resolvió asismismo mediante la combipación de vi-
drios de distinta «densidad» óptica. En 1758, J. Dollond llevó a la
práctica la solución del problema merced a la combinación de una
lente positiva de crown y una negativa de flint. Sin embargo, su so-
lución sólo era aplicable a telescopios por la dificultad de fabricar
componentes pequeños para el microscopio. En el caso de éste,
hubo que esperar a la primera década del siglo XIX, cuando Van
Deijl los produjo comercialmente en Holanda.
Sobre la posibilidad teórica de la corrección según Hooke y
su oposición a Newton, véase Birch, History, vol. 111, pág. 12.
s Observación IX, págs. 248/[57] y sigs.
6 Pascal ingenió un experimento espectacular para demostrar
que la altura del mercurio en el experimento de Torricelli depende
del equilibrio entre el peso de éste y la columna del aire atmosférico.
Périer asCen.dió en 1648 al Puy-de-DOme con un tubo de mercurio,
observando que la altura de la columna del metal descendía con el
ascenso y consiguiente disminución -de la altura de la atmósfera.
Para los trabiijos de los ingleses, Boyle, Croone, Hooke, Towneley,
Pow~r, tanto en montañas como en pozos de minas, véase C. Webster,
«The Iliscóvery of Boyle's Law, and the Concept of the Elasticity
of Air. in the Seventeenth Century», The Archive fo' the History
of Exact .Sciences, 2 (1965): 441-502. La responsabilidad de Hooke
en los experimentos de 1660 que llevaron a la ley de Boyle, de quien
era ayudante, es difícil de determinar, aunque lo .plausible es que
Boyle pusiese orden y circunspección en la habilidad .e. ingenio me-
cánico y cuantitativo de Hooke, beneficiándose ambos de la hipótesis
de Towneley. (Sobre R. Towneley, véase infra la nota 11.) El pri-
mero en proponer la idea de que Boyle carecía de la penetración me-
cánica. y matemática para establecer la ley que lleva su nombre, ar-
guyendo que es obra de Hooke, fue L. T. Moore, The Lije and W orks
of the Honourable Robert Boyle, Oxford University Press, 1944,
págs. 95 y sig. Véase también sobre esta cuestión, aparte del ar-
tículo citado de C. Webster, l. B. Cohen, «Newton, ·Hooke, and
'Boyle's Law' (Discovered by Power and Towneley)», Nature, 4959
(14 de noviembre de 1964): 618-621; R. G. Neville, cThe Discovery
of Boyle's Law», ]ournal of Chemical EJucation, 39 (1962): 356-359;
J. Agassi, «Who Discovered Boyle's Law», Studies in History and Phi-
losophy of Science, 8 (1977): 189-250. Como señala t:ohen, es muy
significativo que Newton atribuya a Hooke la demostración de la
ley en el Sistema del mundo (op. cit., pág. 620). Antes había hecho
NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII 703

la misma atribución en el De aere et Aethere, ed. · pqr A. R. Hall


y M. B. Hall, Unpublished Scientific Papers of Isaac Newton, Cam-
bridge University Press, 1962, pág. 223).
7 Véase el informe (10 de diciembre de 1662) del experi-
mento sobre la rarefacción del aire con vistas al cómputo de la al-
tura de Ja atmósfera (Birch, History, vol. I, págs. 141-144), que es
para lo que se expone aquí (vide infra, págs. 571/(227] y sigs.).
a En la Observación VI.
9 Repárese que Hooke no señala aquí Ja existencia de una
proporcionalidad inversa entre los valores de Ja segunda y cuarta
columnas; esto es, entre el volumen y la presión (ley de Boyle). Ello
es señal de que lo que aquí se expone son los experimentos de
Hooke de 1660-61, antes de que tuviese conocimiento de la hipóte-
sis de Richard Towneley de abril de 1661 sobre la relación inversa
entre presión y volumen, hipótesis utilizada por Boyle para interpre-
tar sus experimentos en septiembre de ese año.
10 Si Hooke no se equivoca en las fechas, sus experimentos
iniciales son de antes del verano de 1660, anteriores a los -de Towne-
ley y Power que dan lugar a la hipótesis de la relación inversa_ entre
presión y volumen (abril de 1661). Boyle realizó el experimento del
sifón que descnbe aquí Hooke en septiembre de 1661, probable-
mente con la colaboración de Hooke. Este se muestra como la· pieza
clave del establecimiento de la ley de Boyle, al reorganizar sus datos
experimentales, como confiesa más abajo, en función de su. conoci-
miento de la hipótesis de Towneley.
Hooke era extraordinariamente celoso ron los descubrimien-
tos que hacía (e incluso con los que no hacía), pero es muy poco
probable que en este punto trate de llevar el agua a su molino. Pri-
mero, porque la Micrografia es un libro gestado en el seno de la
Sociedad Real y controlado por la misma, por lo que no es plausible
que se apropie de los méritos de otros miembros de superi9r. rango
social, especialmente porque no gozaba de excesivas simpatías y no
se lo hubiesen permitido. Por otro lado, siempre mantuvo buenas
relaciones con Boyle, aunque fuesen de subordinación, lo que prueba
que tenía que tener buenas razones para no atribuirle la paternidad
en el descubrimiento y en el establecimiento experimental de la ley:
el primero es mérito de Towneley; el segundo, suyo. Sin ·embargo,
los primeros trabajos de Hooke sobre el particular en la Sociedad
Real son de finales de 1662, muy posteriores a la época en que ·se
fraguó la ley.
n Richard Towneley (1629-1707) era un filósofo natural de
familia cato1ica conocida y preterida por ello. Investigaba privada y
retiradamente (no fue miembro de la Sociedad Real) en sus predios
de Towneley Hall, donde dispuso de una biblioteca y atrajo a cola-
boradores católicos y no católicos, como H. Power y J. Flamsteed,
primer Astrónomo Real eri el observatorio de Greenwich. Siguiendo
la tradición francesa del vacío torricelliano (sin bomba de vacío
boyleano) desarrollada por Pascal, Pecquet, Roberval y Auzout, rea-
lizaron desde 1653 experimentos sobre presión atmosférica. En 1660-61
704 NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII

hicieron experimentos conectados con la Hip6tesis de Townetey_-


Power, publicados en el libro de Power Experimental Philosophy,
aunque en septiembre de 1661 cittuJ6 privadamente el ensayo Mer-
curial Experiments Made at Towneley Hall in the Years 1660 and
1661. La Hip6tesis afirma que la elasticidad del aire es inversa del
volumen.
12 Esto ~. hay un equih'brio entre la presión del ·aire ence-
rrado en el brazo cerrado del sifón y Ja suma del peso del mercurio
y del aire de la atmósfera del bra1.0 abierto del sifón. En la Tabla
siguiente, la fuerza elástica (presión) del aire encerrado no se expresa,
siendo como es obvio igual a la suma de la atmósfera y el mercurio
dada en la columna cuarta, cuyos valores varían inversamente como
los del volumen recogidos en la columna primera.
13 Repárese en que esta explicación de la Tabla vale sola-
mente para el aire condensado (las siete primeras filas de datos nu-
méricos) y no para el aire rarificado (las ocho restantes). La parte
superior recoge los resultados del experimento del sifón en el que
el elater o fuerza elástica del aire comprimido sé enfrenta sola a la
suma del peso del aire atmosférico y el mercurio, y de ahí que deban
sumarse (cuarta columna) para obtener el elater de que habla la
Hipótesis (quinta columna). La segunda parte de la Tabla, para el
aire rarificado, se ha tenido que obtener con otro dispositivo expe-
rimental, como es el del tubito dentro del tubo mayor con el que
se hizo el experimento cuyos resultados se recogen en la Tabla
antrior. En este caso, el elater del aire conspira con el mercurio
del tubito para equilibrar el· peso de la atmósfera, y de ahí que haya
que restar de ésta el peso del mercurio para obt~er la fuerza del
aire rarificado.
Si se compara la parte inferior de esta Tabla ~n la anterior
se comprenderá lo que dice Hooke más arriba (pág. 658/[225])
acerca de que los resultados del experimento de agosto de 1661 exi-
gían otra organización. En efecto, tras conocer por Boyle la Hipótesis
de TO\Vlleley, en esta segunda Tabla organiza los datos para ponerla
a prueba, introduciendo en primer lugar los valores del volumen del
aire y en último, los inversamente proporcionales (teóricos) de su
elater, apareciendo en la cuarta los valores medidos de éste.
Es interesante (y apareittemente trivial) que Hooke combine
en una misma tabla, y como si fuese el mismo fenómeno, la conden-
sación y rarefacción del aire. Que tal cosa no era obvia puede verse
en el tratamiento boyleano dcl problema en la segunda edición de
1662 de los New Experiments Physico-Mechanicall, donde contrasta
la Ley separadamente para ambos casos como si su carácter cualita-
tivamente distinto tuviese alguna importancia cuantitativa. Cf.
C. Webster, op. cit. en la nota 6, pág. 487; los experimentos de
Boyle pueden verse traducidos al español en la edición de C. Solis,
Fisica, IJllimica y /ilosofia mecánica, Madrid: Alianza, 1985; pági-
nas 51-90, esp. 79.
14 En realidad, considerando que la . atmósfera es una esfera
en torno a la tierra, sobre cada punto de la superficie de ésta gra-
NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII 70,

vita un cono de aire y no un cilindro. No obstante, puede conside-


rarse que se trata de· un cilindro cuyas secciones gravitan lo mismo
a cualquier altura, siempre que el aumento de su volumen con la
altura se compense_ por la disminuci6n de ·la gravedad. Aunque a
cada incremento de altura del cono cmresi>onden nuevas capas cu•
yos volúmenes son como el cubo del radio (en realidad como las
diferencias de los cubos), ese crecimiento corresponde al volumen,
no al peso. Para que la licencia de usar un cilindro en lugar de un
cono no prodmca errores, hay que suponer una ley de decrecimiento
de la gravedad como la de crecimiento de las capas (suponiendo
igual densidad, pues la variaci6n de la misma se aborda luego una
vez justificado el uso del cilindro por el cono). Si Hooke hubiese
considerado capas sin grosor, esto es superficies, como en la Lecture
of Light de mayo de 1681 (Posth. Works, pág. 113). habda dado
antes con la ley del inverso del cuadrado para la gravedad, puesto
que las superficies crecen como los cuadrados del radio.
Al f~ de Attempt to Prove the Motion o/ the Earth, 1674,
que recoge sus trabajos de 1669-70 tratando de hallar la paralaje de
y-Draconis (Gunther, Early Science in Ox/ord, VIII, págs. 27-8),
expone su idea de componer los movimientos planetarios a base de
a) una gravedad universal, b) la ley de inercia, e) la ley de decre-
cimiento de la atracción gravitatoria, que aún no ha establecido ex·
perimentalmente. En Cometa, 1678, no menciona ninguna ley. La
conjetura en conespondencia con Newton de 1679-80. El 6 de enero
esttibe: «mi suposición es que la awaxíón mantiene siempre una
proporción duplicada de la distancia dd centro reclproaunente• (esto
es, la gravedad· es inversa del cuaclrado de la distancia), pidiéndole
en la ~iguiente carta del día 17 'que use el cálculo para probarlo (The
Correspondeñce o/ lstlllC Newton~ vol. 2, Cambridge Univérsity Press
1960, págs. 309, 313). Newton tuvo dudas sobre la correcci6n de
la reglu h~ta septiembre de 1685. Cuando el 28 de abril de 1686
present6 el manuscrito correspondiente a la Sociedad Real, Hooke
montó en c6lera al no verse mencionado como autoi: ·de la idea.
15 R. Boyle (New Experiments Physi,o-Mechanicall, touching
the Spring of the Air, and its Elfects, 1660; Birch, The Works,
vol. 1: 1-117; págs. 88 y sig.) mide la relaci6n entre el peso del
agua y del metturio (en números redondos, de 1 a 14); como el
agua es. 1.000 veces más densa que el aire, el peso de éste es al del
meteurio como 1 a 14.000; por consiguiente, la columna de aire.
atmosférico que equilibra a fa de mercurio de 2,5 pies, ha de ser de
35.000 pies o siete millas.
16 El paso geométrico mide 5 pies, esto es, 152,5 cm.
11 Esta hipótesis sobre la altum de la atmósfera se expuso
ante la Sociedad Real el 10 de diciembre de 1662 (Birch, History,
vol. 1, págs. 141-144). La idea de Hooke es computar la expansi6n
de cada cilindro de 35 pies, considerando que es inversa· de la com-
presión o proporción de cilindros superiore5: .35 X i.000/1.000,
35 X 1.000/999, 35 X 1.000/998, ... , 35 X 1.000/1, 35 X 1.000/0.
Este último cilindro poseerá una altura indefinida dado que, aunque
706 NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII

se conoce la ley de la expansión con la disminución de la presión,


no se sabe cuál es el limite de la expansión del aire «por si mismo~.
1s En la Observaci6n IX.
19 R. Boyle, Experiments Touching Colours (1664), Parte III,
Experimento XVI (Bitch. The Works, vol. 1, pág. 739).
20 Tycho Brahe (1546-1601), astrónomo danés que llevó la
recogida sistemática de datos· astronómicos al limite de precisión per-
misible sin telescopios. Fue el primer astrónomo que tomó en se-
rio el estudio de la refracción para corregir las posiciones aparentes
de los astros. En 1575, estando en Cassel con el Landgrave Guiller-
mo IV, éste le hi1.0 notar que el sol se retardaba al llegar al hori-
zonte.
Como antes Alha7.én y B. Walther, lo atribuye a la refracción
atmosférica y decide emprender su estudio. En 1585 detecta los
errores de Copérnico por no tenerla en cuenta al medir las alturas
meridianas del sol en los solsticios, y hasta 1589 desarrolla un pro-
grama consistente en medir durante todo un dfa en junio, cuando
el sol cambia poco en declinación. En su obra Astronomiae instau-
ratae· progymnasmata, terminada hacia 1598 aunque la publicó Kepler
póstumamente en 1602, aparecen tablas de refracción solar, lunar
y estelar que para el horizonte dan valores de 34', 33' y 30' res-
pel'.tivameµte (págs. 79, 124 y 280), creyendo que desaparecía por
encima Cle los 45° de altitud para el sol (en realidad ahi es de SS")
y por encima de los 20<> para las fijas (en realidad es de 2' 37"). Los
valores de Ja refracción se disparan entre los JOo y los 200, alcan-
zando en el horizonte el valor de 35' 24" para 760 mm de presión
e
y + 10«! de temperatulll.
Hooke mencionó el proyecto de un aparato para medir la
refracción atmosférica el 23 de noviembre de 1664, cuando la Micro-
grafla llevaba ya cerca de un mes impresa. Se le pide que aporte el
esquema ·y cuando Hooke lo hace, se ordena registrar, aunque no
aparece· en el registro (Birch, History, vol. 1, págs. 495, 503, 507).
21 Giambattista Riccioli (1598-1671) fue un jesuita italiano
ducho en filología, litemtura, filosofía y teología que en sus ratos
libres desarrolló sólidos conocimientos de física, astronomfa y geo-
grafía, .hasta que finalmente sus superiores . le permitieron dedicarse
a estas especialidades. Junto con su disdpulo y compañero de orden
Francesco Maria Grimaldi (1618-1663) desarrolló precisas medicio-
nes astronómicas, especialmente de los diámetros y distancias de los
planetas, publicadas en su libro Almagestum novum astronomiam
veterem novamque complectens (1651).
22 Newton señala oportunamente acerca de este pasaje: cEI
Sr. Hooke dice que el diámetro horizontal del sol se toma mayor y
el perpendicular más corto, cosa que él explica por la refracción de
los rayos solares hacia el centro de la atmósfera [pero ha adaptado
su observación a esta hipótesis errónea]» (Apostillas a la Microgra-
fia, en A. R. Hall y M. B. Hall (eds.), Unpublished Scientific Papers
of Isaac Newton, Cambridge University Press, 1962, pág. 412).
23 Cassiopeia se llamaba también cLa Señora en su· carro».
NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII 707

24 En una conferencia del 9 de marzo de 1687 (en R. Waller,


The Posthumous Works of Robert Hooke, pág. 364), Hooke men-
ciona brevemente los parhelia, puselenia, nieblas y brumas de las
regiones polares como prueba de que la atmósf.era es allf ~ás densa
y pesada. Su tesis es que la a~fera forma en tomo a la tierra un
esferoic;le achatado por los polos y ensanchado por el ecuador.
25 Vide supra, Observación XLVIII, págs. 522 y 553.
26 El Teide eta considerado en esta época como una de las
montañas más altas, cuando no la más alta de la tierra, impresionan-
do especialmente a los navegantes ingleses por la distancia a la que
se vefa su cono nevado desde el mar. Era corriente suspirar por la
oportunidad de realizar en su cumbre los experimentos pne\IJIJáti-
cos, cosa que hace, por ejemplo, H. Power, quien dice que se tiene
justamente por la montaña más alta del mundo (Experimental Philo-
sophy, pág. 106). En las Cutleritm Lectures, Hooke incluye Una re-
laci6n áe una excursión realizada a la parte más alta de la tierra
que es naturalmente el Teide, estimándose generosamente su altura
sobre !!l nivel del mar en tres o cuatro millas (entre 4.800 y 6.400 m),
cuando en realidad anda por las dos millas y un tercio (Gunther,
Early Sdence in Oxford, VIII, págs. 374-380):
rr Véase la nota 17 al Prefacio. Estos aparatos, sensibles a
la temperatura y a la presión, habían sido utilizados ya por H. Power
en sus experimentos subterráneos en minas (vide Experimental Philo-
sophy, pág. 175).
21 La posición verdadeta de un astro viene dada por la linea
que une su centro con el de la tierra. Si el observador está sobre el
punto de la superficie terrestre por el que pasa esa linea, la posición
aparente y la verdadera coinciden; en caso contrario, debe aplicar
una corrección a su ·observación, la paralaje de altura, que no es sino
el ángulo que forman ·en el astio las lineas que van al centro de la
tierra y al observadOr, y cuyos valores van creciendo obviamente
desde cero en el cénit liasta el máximo en el horizonte. Esta correc-
ción hace subir la posici6n observada.
Las posiciones observadas deben ser corregidas también para
la refracci6n atmosférica, lo que las hace bajar, contrariamente a la
paralaje. La magnitud de la cottetX:i6n para la refracci6n es para
todos los astros superior a la de la paralaje, excepto en el casp de
· la· luna que es el cu~ más próximo a la tierra (la paralaje aumen-
ta, como es natural, con la proximidad del cuerpo).
La determinaci6n astronómica de la refracci6n y la paralaje
están íntimamente conectadas. Por ejemplo, en el caso del sol, la
declinaci6n real y aparente determinan un triángulo esférico con
vértice en el polo celeste en el que se conocen dos lados (las decli·
naciones). Dado el ángulo que forman en el polo (una función del
ángulo paraláctico), se puede computar el tercer lado, efecto de la
refracci6n en altitud. Y a la inversa. Este era uno de los métodos
empleados por Tycho Brahe para computar la refracción: con una
paralaje de 3' a la distancia media del sol, la refracción iba de 34'
en el horizonte hasta tomarse insensible a los 45°.
708 NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVDI

La dependencia mutua de ambas correcciones llevó frecum-


temente a la perplejidad y a estimaciones muy divergentes. Por ejem-
plo, Giovanni Domenico Cassini atribuye los errores encontrados en
la teoría solar a las correcciones para la paralaje y la rcfracricSn,
pero no sabe qué camino tomar, si alterar la refracá6n o la paralaje
(Les Sléments de l'Astronomie (1684), págs. 60 y ·sig.; cit. en A. Van
Helden, MellSflring tbe Uniflerse, The University of Cbicago Press,
1985, págs. 1.30-1.34).
29 Esta era una de ]as funciones principales de la expedición
de Jean Ric:he{ (16.30-1696). Siendo un astrónomo observador de extra-
ordinaria precisión, fue enviado por la Academia de Ciencias de
París en 1671-J a Cayena (5° de latitud Norte), a fin de poder ann-
parar observaciones simultáneas realizadas en dos estaciones muy
separadas. Entre sus instrucciones figuraban las de observar ]as pa-
ralajes del sol, Venus, Marte y la Luna. Las observaciones de Ricber
fueron utilizadas por Cassini en Ja obra citada en Ja nota anterior.
30 Está a 150 57' S y a 5042' W.
31 Hookc fue un pionero en Ja recomendaci6n de usar teles-
copios y miras telescópicas en los instrumentos astronómicos de" ~
dici6n. La razón de ello estriba en su convencimiento de que la
resolución del ojo humano (la capacidad de ver dos puntos próxi-
mos como dos puntos distintm) no excede el medio minuto, siendo
incluso muy pocas las personas capaces de distinguir puntos sepa-
rados por un minuto (el valor estándar actual es de .50'' para puntos
brillantes). FJ 15 de enero de 1674 sometió a sus mmpañeros de la
Sociedad Real a un test ronsistente en presentar una regla dividida
por 1fne11s que subtendían un ángulo de un minuto a una distancia
dada. Ninguno de loa presentes poseía una vista con bastante poder
de separación para ver las lineas. «Por tanto, alegó que de nada
servía la precisi6a empleada en hacer mú exactas las divisiones de
~ .instrumento, a menos que Ja vista se viese asistida por otras
ayudas de los vidrios ópticos> (Birch, History, vol 111, pág. 120).
En 1665 había escrito en este sentido a Hevelius que ~
tendía mejorar Ja precisión de las mediciones astronómicas a base
de · aumentar el radio y pm:isi6n de calibrado de los limbos; pem
éste no aceptó los argumentos de Hooke y sus recomendaciones de
usar miras telesc6picas, de donde derivó una mda polémica en la
que Hooke tenia toda la raz6n. Véanse sus Animadtlet'sions on tbe
Firs Part of tbe Machina Coelestis (1674), en R. T. Gunther, Early
Science in Oxford, vol. VIII, págs. 29 y sigs., especialmente 40-41.
En realidad, para entonces Ja poJémica estaba ya resuelta en la prác-
tica por la extraordinaria precisi6n de las mediciones de Jean Picard
con instrumentos telescópicos, publicadas en su Mesure de la terre
de 1671 (en las Mémoires de l'Académie Royale des Sciences depuis
1666 jusqu'a 1699, 7, parte 1: 133-90, París, 1729).
32 Propiamente el d1ag6n es Ja parte de Ja órbita lunar por
de~io. de la eclíptica, de modo que la cola del dna6n es el nodo
descendente y la cabeza, el ascebdente.
33 Desde el siglo JI a.C. hasta el segundo tercio del :xm, las
NOTAS A LA OBSERVACIÓN LVIII 709

estimaciones del radio de la órbita terrestre eran unas veinte veces


menor.es que la actual (149,5 millones de kilómetros). Copérnico adop-
tó la estima:ión de Hiparco de la distancia sol-tierra de unos 7,3 mi-
llones de kilómetros, el menor de los valor.es de Ptolomeo para
el afelio y perihelio (8 y 7,3; Hip6tesis, 11, pág. 82 ele la edición de
Eulalia Pmz Sedeño, Madrid: .Alianza, 1987). T. Brahe dio el valor
7,3 (Proammmnata, 1602). Kepler (G. W., I: 235) aumentó dicha
estima a 9,1. En 1635, G. Wendelin aumentó radicalmente la distan-
cia, calculándola en 93,3 millones de kilómetros (todavía más de un
60 % menor de lo real) en una carta a P. Gassendi del primero de
mayo. A maliados de siglo, G. Riccioli calculó esa distancia en algo
más de 46,5 millones (Almagestum novum, 1651, 2: 108-9). En 1672,
Flamsteed se acercó al valor· actual estimando que esa distancia su-
peraba los 135 millones (Pbil. Trans., 96: 6000) y Cassini (tras la
expedición a Cayena; vide supra la nota 29) calculó que era de 137,5
millones (Mémoires de l'Académie Royale des Sciences, 9 vols., Pa-
rís, 1729-32; vol. 8: 113-115). Newton adoptó el valor de Flamsteed
en su Sistema .del mundo, aunque en los Principia rebajó la distan-
cia, de manera ·que hasta el final del dieciocho se adoptó un valor
entre 130 y ·145 millones de kilómetros. (La información sobre estas
cuestiones puede encontrarse en A. Van Helden, Measuring the
Universe, Tht University of Oñcago Press, 1985.)
Hooke toma aquí el valor más reciente de Riccioli (casi 47 mi-
llones), aunque en 1680 aceptará 10.000 diámetros terrestres (127,5 mi-
llones de kil6metros); cf. Posthumous Works, pág. 85; vide también
ms. cit. ea P. J. Pugliese, The Scientific khie1:ement of Rohert
Hooke, pág. 589). La aproximación al valor actual se produjo con la
utilización de telescopios, mia6metros y demás aparatos de precisión
que Hooke iecomendaba.
3f Vcndelinus es Gottfried Wendelin (1580-1667), astrónomo,
humanista. J meteor61oso belga a la vez católico y copernicano, tenido
0

por el Ptolomeo de su época. Sus determinaciones, mejores de lo


que Hooke cree (véase la nota anterior) eran muy utilizadas, citán-
dolas Newton en la Proposición IV del Libro 111 de los Principia.
Adoptarulo una paralaje de 15" y el método de la dicotomía
lunar (vé&se la nota 36 más abajo) obtuvo una distancia solar de
14.656 nidios terrestres, cómputo revisado por. Riccioli, quien repi-
tió las observacjones de la dicotomía, hallando una diferencia entre
dicotomía y cuadratura de 31' 34" y de 30' 15", lo cual lleva a dis-
tancias solares entre 7 260 y 7 572 radios terrestres, que es del orden
del valor ~o por Hooke.
35 Reinoldus es Erasmus Reinhold (1511-1553), autor de las
Tablas Prutinicas '(1551), las primeras elaboradas con la teoría de
Copérnico. Trató de mejorar la estimación que éste había hecho de
la distancia solar, obteniendo determinaciones muy diversas por la
sensibilidad del método de 10s eclipses al cambio de parámetros,
decidiéndose finalmente por un valor próximo al de Ptolomeo de
1208 radios terrestres para el apogeo (7,7 millones de kilómetros).
Vide Van Helden, Op. cit. en la nota 33, pág. 48.
710 NOTAS A LAS OBSERVACIONES LVIII Y LIX

El jesuita A. Kircher observó eclipses lunares y solares, co-


municando sus datos a Riccioli, Hevelius y Cassini.
16 La dicotomia lunar se da cuando está iluminada exactamen-
te la mitad del satélite. En De los tamaños y distancias del sol y
la 1úna, Aristarco de Samos (310-230) expone el método de la dico-
toinía para la estimación de las distancias relativas de la tierra, el
sol y la luna. Consiste en considerar que en la dicotomía, el ángulo
observador-luna-sol es de 900 (y de ahí que se vea sólo media luna
exacta). Si se computase entonces la distancia angular entre la luna
y el sol, se podrían derivar las distancias relativas. Para hallar las
absolutas, recurría al método· de los eclipses lunares, merced al cual
se puede estimar la relación entre el diámetro de la luna y el de la
tierra a través del cono de sombra que ésta arroja y que aquélla
atraviesa. Ambos procedimientos, siendo matemáticamente irrepro-
chables, en la práctica resultan muy inexactos, pues exigen una pre-
cisi6n difícil de alcanzar aún hoy día. Al resultar muy aproximada
la determinaci6n del momento de la dicotomía y la distancia angu-
lar entre el sol y la luna, por no mencionar la paralaje, el cálculo
de las distancias relativas variaba enormemente.
n El nonagésimo grado de la eclfptica es aquel punto de la
eclíptica más alto sobre el horizonte, estando a 9()o del punto en que
la eclíptica corta al horizonte. Cuando la luna está en él, el termina-
tor es perpendicular al horizonte.
38 J. Kepler, Ad Vitellionem paralipomena, cap. VI, § 7;
Cap. VII, De umbra te"ae, §S 2 y 5 (Ot. Frisch, Opera Omnia, 11,
págs. 280, 289, 304). En este último lugar aparece una figura de la
que está sacada la 9 de la Plancha XXXVII de Hooke.
39 El más alto satélite de Júpiter conocido entonces era Ca-
listo, descubierto por Galileo en 1610, con un radio orbital de
1.884.000 km; esto es, 26,4 radios joviales. En 1655 C. Huygens
descubri6 el .satélite más alto de Saturno, Titán, a una distancia de
1.221.600 km o 20,4 radios saturnales.

NOTAS A LA OBSERVACION LIX


1 Ese era el nombre usado por los griegos para llamar a las
Pléyades, el famoso cúmulo abierto de Tauro. Hooke present6 el
dibujo de las Pléyades a la Sociedad Real en 26 de agosto de 1663
(Birch, History, vol. 1, pág. 297), sugiriéndosele que prosiguiera
observando Ori6n. Vide infra, nota 3 y texto correspondiente.
2 Galileo Galilei, La gaceta Sideral (1610), en C. Solís (ed.),
El mensa;e y el mensa;ero sideral, Madrid: Alianza Editorial, 1984,
pág. 65.
3 Christiaan Huygens. Hooke presentó la observaci6n de
Ori6n ante la Sociedad Real el 7 de septiembre de 1664 (Birch,
History, vol. 1, PIÍ3- 465).
NOTAS A LA OBSERVACIÓN LX 711

NOTAS A LA OBSERVACION LX
1 Johannes Hevelius (1611-1687) astrónomo e instrumentista
polaco casado en segundas nupcias con Caiherina Elisabetha. Hookc
mantuvo oon él poco después de la publicación de la Micrografía
una polémica violenta. Véase la nota 31 a la Observación LVIII.
2 Hipparchus, un cráter situado casi en el centro de la cara
visible de la luna, aproximadamente a unos 100 al SW del Sinus
Medü.
3 Thomas Gage (m. 1656). En 1612 fue enviado por su padre
a España a estudiar con los jesuitas, si bien terminó haciéndose
dominico en contra de la voluntad familiar. En 1625 fue a América
embarcando en .Cádiz como PQlizonte en un barril de galleta, dado
que los extranjeros no podían pasar a las Américas. Estuvo primero
en México y. luego en Guatemala, donde ejerció como profesor de
filosofía en 1627 antes de vivir con los indios, aprendiendo varias
lenguas indígenas. Afectado de problemas religiosos, vuelve a Ingla-
terra, viaja a Loreto. y apostata por la bagatela de constatar que los
milagros atribuidos a Nuestra Señora eran una engañifa.
· Escribió sobre lengUas indígenas, as( como un libro de via-
jes sobre América donde mezcla informes propios y ajenos, que
tiene el valor de ser UJ)a.de las primeras descripciones de las tierras
españolas americanas vedadas a Iris extranjeros: The English-Ame-
rican bis Travail bj Sea and Land; ora New Survey of West India's,
containing a Journall of three thousand antl three hundred miles
within the 111/JÍn ·Land of America (1648). Hooke poseía un ejemplsr.
4 Aristóteles y sus seguidores opinaban que el cambio sus-
tancial (generación y corrupción) s6Io se daba en la parte inferior
del mundo, estando hecha la región de la luna para arriba de éter
perfecto e inmutable. G\)ilc:o encontró por ello algunas dificultades
para hacer aceptar las manchas solares y las irregularidades del re-
lieve lunar (aunque lo péor era su defensa del copernicanismo). A es-
tas alturas, la polémica estaba superada, por lo que Hooke no arros-
tra ningún escándalo, aunque resulte audaz el mecanismo de forma-
ción del relieve .lUtlar.
s Se trata de Descartes y Hobbes, único inglés que elaboró
una filosofía estrictamente mecánica al modo cartesiano. En el De
Corpore (Part. IV, Cap. :xxx; The English Works, págs. 510.513), Hob-
bes trata de explicar la gravedad señalando que el giro diurno de la
tierra centrifuga los CUetpoS. Ú>mO «el aire es más fácil de centrifugar
que la piedru, él se aleja y ella se acerca. Siendo el movimiento
diurno la causa de la· giavedad, las piedras caerán en los planos pa·
ralelos al F.cuador con fuerza decreciente, hasta que en los polos no
descenderán en absoluto o no lo harán por el eje. «Si ello es cierto
o falso, termina, es algo que ha de determinar la experiencia», ele-
gante cláusula mediante la que protegía su doctrina de la falsaci6n
durante dos siglos y medio: R. E. Peary y M. Henson alcanzaron
las proximidades del Polo Norte en trineo de perros en 1909, hacien-
do otro tanto con el Polo Sur R. Amundsen dos años más tarde. Con
712 NOTAS A LA OBSERVACIÓN· LX

todo, hacia 1685 Hooke aitic6 esta idea señalando que en otros
paralelos la tendencia es hacia el centro del globo y no hacia el del
paralelo (Posthumous Works, pág. 183, 202).
6 La fama de ateísmo que aoompañaba a Hobbes encegueció
a sus contemporáneos iDgleses, tornándolos incapaces de apreciar sus
notables méritos así como que no era ateo. Eli este caso, Hooke
lleva su deseo de refutar a Hobbes hasta el extremo de liarse con
el giro de la luna, que tiene un período igual al de la revolución en
tomo a la tierra (de lo contrario veríamos sus dos caras).
7 En este momento, Hooke concibe la· gravedad como un fe-
nómeno local propio de Cllda cuerpo celeste y no como un fenómeno
global (universal) entre ellos. Sin embargo, en 1674, Hooke publicó
su sugerencia de una nueva hipótesis para resolver los movimientos
de los cuerpos celestes (Gunther, Early Science in Oxford, VIII,
páginas 27 y sig.) en la que expone con toda claridad el marco teó-
rico de lo que más tarde sería la solución newtoniana. Los tres pun-
tos de su esquema son: a) que todos los c\ierpos celestes atraen no
sólo a sus partes, sino también a todos los cuerpos celestes; b) que
los cuerpos tienden a moverse inercialmente de manera rectilínea
e indefinida hasta que otra fuerza los desvíe, produciendo un círcu-
lo, una elipse, etc., según el tipo de fuerza que se componga con
el movimien~o inercial; e) que la atracción gravitatoria decrece con
la distancia según una ley aún no descubierta experimentalmente.
Después de esto, lo único que quedaba era computar c6mo se
componen curvas con diversas leyes de fuerza posibles y ver qué
resulta, comparándolo am lo que nos dicen los astrónomos para ver
qué leyes de fuerza rigen en el mundo; esto es, sólo faltaba la
trivialidad de escribir los Principia. Aunque Hooke no tuviese ni
la capacidad. matemática ni la tenacidad en la prosecución de los
problemas que exhibía Newton, ello no debe hacer olvidar la intui-
ción afortunada de Hooke. Para su influencia sobre el planteamien-
to newtoniano de los problemas del movimiento planetario en el
intercambio de correspondencia de 1679-80 enrre ambos, véa~e
R. Westfall, Nef!er at Rest, Cambridge University Press, 1980, pá-
ginas 382-388.
fNDICE DE NOMBRES

A BARROW, J., 80, 82, 85, 666.


BARTH OLIN, E., 85.
ADÁN, 422, 683, 684. BARTH OLIN, T., 136, 624.
AGRÍCOLA, G. B., 130, 622. BARTH OLOMEI, M. M., 72.
AGRIPPA, H. C., 684. BATES, R., 20.
Al.DROVANDI, U., 343, 671, 672. BATHURST, R., 631.
ALEJANDRO MAGNO, 626. BAUHIN, G, 674.
ALHAZÉN (IBN AL-HAYTAN), 706. BELON, P., 386, 404, 67Í, 680,
AMUNDSEN, R., 711. 681.
ANíBAL, 626. BERKELEY, Conde de, 83.
A.NTONINI, D., 622. BIA."fCA.'ll, G., 623.
APROINO, P., 622. B1LS, L. de, 136, 624.
ARISTARCO DE SAMOS, 710. BIRCH, T., 13, 65, 66.
ARISTÓTELES, 386, 387, 621, 629, BOAS HALL, M., 74.
633, 640, 649, . 665-678, 687, BoEHME, J., 683.
711. .
BOREL, P., 51, 700.
ARQUÍMEDES, 25, 27, 152.
BOYLE, R., 13-15, 17-20, 26, 27,
AsELLI, G., 624.
AUBREY, J.,
20, 698. 30-32, 36, 37, 39, 66, 69, 70,
AuzouT, A., 19; ·66;
627, 703. 72, 79-83, 85, 91, 136, 245,
269, 403, 571, 575, 624, 625,
631, 632, 634, 636 y sig., 638,
639, 643-645, 648, 650, 652,
B 657-659, 662, 668-670, 673,
676, 680, 693, 702-706.
BACON, F., 15, 16, 24-36 passim, ·BRAHE, T., 43, 576, 706, 707,
42, 48, 68, 69, 72, 81, 151, 202;. 709.
244, 310, 621, 622, 623, 630, BRECHT, B., 23.
631, 633, 634, 635, 638, 643, BRERETON, W., 670.
644•. 651, 663, 664, 667, 675, BROUNCKER, W., 13, 15, 19, 55,
679, 682, 686, 687, 697, 699, 75, 80, 114, 624, 632, 645,
700. 673.
BALIANI, G. B., 645 .. BROWNE, T., 663.
BALL, P., 497, 498, 694. BURNETT, T., 22.
BARDI, F., 72. BusBY, R., 78.
714 ÍNDICE DE NOMBRES

e DIGGS, E., 636.


DioscÓRIDES DE ANAZARBA, 674.
CAMDEN, W ., 200, 643 y sig. DIVINI, E., 628.
CAMERARIUS, J.,
674. DoLLON, J., 49, 628.
CAMPANI, G., 626 y sig. DuCHESNE, J., 662.
CARLOS I, 78, 674.
CARLOS 11, 80, 89, 117, 673.
CAaoNTE; 163, 634. E
CAssINI, G. D., .708, 709, 710.
CEsI, F., 669. ENT, G., 65, 136, 333, 624 y sig.,
CLAVIO, c., 65. 644, 669, 670, 685.
CLARKE, T., 352, 403, 673, 680, EoLo, 667.
691. EPICURO, 165, 349, 469, 635, 687.
CLAYTON, J.,
245, 652, 685. EPIMETEO, 232, 649.
CoHEN, l. B., 702. ERASMO, D., 621.
CoLWALL; D., 285, 286, 660. EsCIPIÓN, 151.
COMENIO, J.
A., 68. EUCLIDES, 78, 19, 620.
CoNYERS, J.,
622. EVELYN, J.,
328, 336, 352, 519,
CoPÉRNICO, N., 25, 43, 128, 706, 667, 670, 673, 676, 694, 697,
709. 698.
COUGH, R., 644.
Cox, J.,
626.
CROMWELL, o.,
15, 78, 79. F
CROMWEL, R., 79.
CROONE, w.,
622, 702. FABRI, H., 701.
CUDWORTH, R., 37. FEIJOO, B., 91.
CuTLER, J., 82, 90, 91, 150, 630 FILÓN EL JUDfo, 683.
y sig., 635; véase también Con- fLAMSTEED, J.,
73, 86, 703, 709.
ferencias cutlerianas. FLUDD, R., 684.
c. w., 675. FONTANA, F., 50.
CHARDONNET, L. M. H. B., Conde
de, 635 y sig.
CHARLETON, w.,
621, 635, 687. G
CHIPFIN, T., 352.
CHINCHÓN, Condesa de (Virrei- GAGE, T., 596, 711.
na del Perú), 684. GALENO, 624, 629.
GALILEI, G., 25, 26, 27, 28, 36,
48, 71, 128, 136; 592, 622, 623,
D 625, 628, 633, 641, 645, 694,
710, 711.
DEL Pozzo, C., 333, 669. GASSEND, P., 635, 687, 709.
DEscARTES, R., 16, 24-28, 31, GESNER, K., 671.
36-38 passim, 43, 47, 49, 69, GERALD DE BARRI, 200, 644.
70, 82, 85, 142, 160, 229, 232, GERARD, J.,
676.
244, 248, 255, 256, 293, 314, GHIRALDI, L. L., 65.
562, 626, 627, 640, 643, 648, GILBERT, W., 24, 25, 28, 43, 128.
650-655, 666, 667, 711. GrMCRACK, 676.
DfAz XIMÉNEZ, J., 644. GrRALDUS CAMBRENSIS; véase GE-
DIGBY, K., 20, 652, 653. RALD DE BARRI.
ÍNDICE DE NOMBRES 715

GLANVILLE, J., 663. HooKE, John (hermano de Ro-


GussoN, F., 65, 136, 625. bert), 21, 88.
GoDDARD, J., 14, 25, 651 79, 233, HooKE, R., 1-712 passirn.
319, 622, 625, -626, 631, 649, HoRNE, J. van, 624.
661, 666, 670; 673. Hos10Ns, J. (pintor), 657.
GODFREY, 635. HosKINs, J., 644, 670.
GoEDAERT, J., 493, 693. HowARD, Ch., 164, 453, 635,
GREATORIX, R., 80. 687.
GREGORIO XIII, 65. HUDDE, J., 628.
GRESHAM, T., 14. HUNT, H., 20, 91.
GRIMALDI, F. M., 83, 576, 701, HUYGENS, C., 18, 22, 49, 51, 66,
706. 79, 85, 86, 89, 90, 136, 593,
GUILLERMO III (ÜRANGE), 90. 624-628, 645, 653, 657, 666,
GUILLERMO IV, Landgrave, 706. 710.

H J
HAAK, T., 20, 25, 65, 68. ]ACOBO I, 676.
HAKLUYT, R., 636.
]ACOBO II, 89, 90.
HALL, Ch. M., 49. }ONSTON, J., 350, 672.
IIALLEY, E., 89, 643. Juuo CÉSAR, 65.
HANNoN, 70.
IIARTLJB, S., 65. K
HARVEY, W.,·25, 128, 136, 624
y sig., 6T/. KEPLER, J., 43, 89, 590, 591, 625,
HAUKSBEE, F., 638. 706, 709, 710.
HAOY, R. J., 662. KIRCHER, A., 51, 397", 674, 678,
HENsHAW, N., 637. 679, 709, 710.
HENsHAW, T., 662, 663, 669, KooPMAN, Catherina Elisabetha,
670, 673, 676, 694. 711.
HENSON, M., 711.
HERMES, 634.
ffERóN DE ALEJANDRÍA, 667. L
HEVELIUS, C. E.; véase KooP-
MAN, C. E. LAMARCK, J. B. P. A. de M. de,
HEVELIUS, J., 19, 66, 85, 86 136, 696.
594, 600, 625, 626, 708, 710, LANDOIS, H., 688.
711. LAvoISIER, A., 22, 649, 668.
HrPARCO, 709. LEEU'WENH_OEK, A., 49, 51, 86,
HoBBES, T., 14, 16, 38, 39, 40, 628, 693.
42, 66, 69, 70, 78, 79, 81, 633, . LEIBNIZ,. w., 66, 68, 69, 665.
638, 640, 651-654, 666, 711, WY, P., 78, 657.
712. LIGON, R., 526, 697.
HOLDER, W., 71. LINACRE, T., 677.
HOMERO, 421. LINNEO, C., 677, 684, 6%.
HooKE, Grace, 21, 88, 90. : ~ LrNUs, F., 85.
HoOKE, John (padre de Robert), LISTER, J. J., 49, 626, 628, 702.
77. LocKE, J., 92.
716 ÍNDICE DE NOMBRES

LONG, J., 670, 680, 682. 73, 75, 85, 86, 88-92, 621, 637
LOWER, R., 79, 680. y sig., 639, 641, 642, 650, 653,
LuCAS, A., 85. 655, 657-660, 663, 688, 701,
LUCJANO DE SAMOSATA, 163, 634. 702, 705, 706, 709, 712.
LUCRECIO, 635.
LLOYD, W., 631.
o
M ÜATES, T., 87.
ÜDIERNA, G., 50.
MAIGNAN, E., 651, 666, 682. ÜLDENBURG, H., 13, 15, 18, 19,
MAJOL, 675. 20, 26, 38, 66, 83, 85-88, 624,
MALPIGHI, M., 50, 51. 627, 638, 643, 680, 697, 701.
MARCI, l. M., 650. ÜLIVER, J., 635.
MARÍA 11 (EsTuARDO), 9()..91. ÜRLÉANS, G. J. B., duque de, 698.
MARKGRAAFF, G., 692. ÜVIDIO, P., 70.
MARSHALL, J.,
626, 627.
MArnou, A., 368, 369, 674.
MAYOW, J.,
22, 668. p
MENELAo, 636.
MERRET, Ch., 65, 281, 660, 662, PACKER, P., 670.
663, 685. PALISSY, B., 643.
MERSENNE, M., 25, 28, 71, 324, PALMER, D., 636.
640, 666. PANDORA, 649.
MEY, J., 493, 693. PAPIN, D., 20.
MILTON, J.,
84. PARACELSO, 624, 661, 683.
MOFFETT, T., 50. PARDIES, G., 85.
MOISÉS, 683. PARKER, s.,
631.
MoNTE, G., 25. PARKINSON, J.,
368, 405, 499, 674.
MoRAY, R., 13, 17, 19, 53, 80, PASCAL, B., 702, 703.
194, 352, 622, 624, 626, 627, PASTON, R., 669.
632, 642, 645, 646-648 passim, PEARY, R. E., 711.
652, 667, 670, 673, 678, 694, PEcQUET, J., 136, 624, 703.
698. PELL, J., 676, 686, 691.
Mou, H., 37, 39, 41, 70, 71, PEPYS, S., 56, 73, 74, 76, 626,
78, 80, 85, 87, 639, 651, 663. 688.
MORE, J., 20. PÉRIER, F., 702.
Mou, L. T., 702. PERRAULT, P.• 643.
MoREANUs; véase MERSENNE, M. PERRY, w., 82.
MoRTADELO, 636. PETTY, w., 14, 79, 83, 625, 631,
667, 670.
PlCARD, J., 708.
N Piso, W., 490, 492, 493, 692,
693.
NEILE, P., 626, 646, 673. PLATÓN, 70, 299, 683.
NEILE, w..14, 30, 631. PLINIO, 683.
NERI, A., 281, 660. PLOT, R., 89.
NEWTON, l., 17, 19, 22, 23, 30, PoPE, W., 631, 637.
36, 39, 43, 47, 49, 61, 66, 69, PORTA, G., 48, 411, 682.
ÍNDICE DE NOMBRES 717

PovEY, T., 644, 670. STELLUTI, F., 50, 333, 669, 670.
PoWER, H., 37, 51, 52-54, 56, STENO; vé1JSe Niels STENSEN.
74, 75, 82, 148, 152, 554, 621, STENSEN, N., 19, 22.
623, 626, 629, 632, 633, 634, STEVIN, s.,
198, 642.
648, 657, 658, 661-663, 678, SWAMMERDA_M, 51.J.,
679, 683, 684, 687-691, 696-
700, 702-704, 707.
PROMETEO, 232, 649.
PROTEO, 171, 636.. T
ProLOMEO, C., 48, 709.
Ptra.CELL, H., 91. TAYLOR (escribano), 633 y sig.
Ptra.cHAS, S., 170, 636. ToMPION, T., 19, 20, 86, 635.
TORRICELLI, E., 25, 564, 639,
645, 682, 702.
TOWNELEY, R., 14, 37, 80, 568,
Q 626, 629, 702-704.
TuKE, S., 698.
QuER.CETANUS; véase DuCHES-
NE, J.
V
R
VAN DEIJL, 49, 628.
Rm>1, F., 50. VAN NASSAU, J.
M., 692.
REEVES, R., 140, 626, 627, 628. VAREN, B., 198, 642.
REINHOLD, E., ·589, 709. VEEZAEllDT, P., 693.
Ricc1ou, G., 576, 589, 594, 706, VITRUVIO, P., 667.
709, 710. . VIVIANI, v., 48.
RoBERVAL, G. P. de, 703.
RICHER, J., 708.
RoBINSON, sp., 694. w
ROMER, O., 86, 653.
RooXE, L., 14, 136, 625, 631.
..
WALLER, E.~ 679.
RuPERT,. Princ., 195, 642, 690.
WALLER, R., 21, 39, 72, 92, 670.
WALLIS, J.,
14, 25, 65, 625, 626,
631, 638.
s WARD, s.,
14, 20, 79, 136, 623,
625, 631, 684.
SAGREDO, G., 623. WEBSTER, ]., 683, 684.
SALOMÓN, 374, 382, 675. WENDELIN, G., 589, 709.
SANTORIO, s.,
437, 623, 685, 686. WHITE, T., 20.
SHADWELL, T., 87, 634. WILKINS, J., 14, 15, 20, 21, 25,
SHORTGRAVE, R., 82. 52, 53, 65, 68, 74, 79, 83, 151,
SNELL, w.,
654. 152, 352, 619, 624, 625, 629,
SPARROW, J.,
683. 631 y sig., 637, 644, 670, 673,
SPEED, J.,
200, 644 . 684, 685, 689, 693, 698.
SPINOZA, B., 19, 38, 66, 69. WILLIAMSON, J., 30.
SPRAT; T., 14-16, 26, 30, 32, 35, WILLIS, T., 14, 53, 79, 136, 625,
52, 84, 619, 620, 623, 631, 682. 631.
718 ÍNDICE DE NOMBRES

WORM, o., 343, 671. y


WREN, c., 14, 20, 23, 2.5, 49,
52-54, 71, 74, 79, 80, 84, 86, YAR'WBLL, } ., 626.
89, 136, 151, 152, 403, 625, YoUNG, J., 643.
626, 629, 631 y sig., 643, 680. YoUNG, N., 21.

z
X
ZBus, 649.
XIMÉNEZ, Fray, 692. ZuucHEll; oéase HUYGENS, C.
fNDICE DE MATERIAS

A achicoria, 429.
afinidad, 37, 41.
abedul, 509. agallas (de los peces), 462.
abeja, 400, 442-444, 461, 462, agallas (de las plantas), 494-500,
493, 669, 693. 679, 693; de eglantina, 494; de
aberración: cromática, 49, 628; grosellero, 494; de roble, 397,
esférica, 23, 49, 142, 626, 628, 399, 497-500, 693, 694; de ro-
702; su solución, 581, 582, 702. sal, 494, 693; de sauce, 494.
abeto, 334. ágata, 320, 660.
Academia Real de Ciencias de Pa. agua, 173-194, 197-201, 203-210,
rís, 86, 708. 213-222, 233, 239, 241, 246,
ácaro, 159, 286, 349, 458, 471, 249, 250, 252, 266, 280, 283,
529, 5.33, 534, 545, 547-553, 285, 288, 292-294, 300, 305, 314,
633, 68ll, 6%, 698: errabundo, 3Ú, 318, 320, 323, 327, 337,
528-533, 551, 698; de la -hari- 338, -345, 369, 372, 379, 383,
na, 529, 698; del queso, 528, 389, 390, 399, 400, 407, 408,
698; A. siro, 698. 410, 411, 414, 421, 422, 433,
437, 438, 452, 467, 486, 491,
Jkcaáemia del Cimento (Floren-
492, 494, 496, 497, 499, 519,
cia), 79, 84, 637, 638.
555, 558, 561-563, 573, 574,
Accaáemia dei Lincei, 669. 578, 590, 595, 645, 647, 649,
acedera, 429. 661, 667, 680, 682, 685, 701:
aceite, 178, 183, 187, 188, 193, de Barnet, 691; congelada, 308- ..
198, 203, 280, 293, 294, 354, 310, 662; desalinización, 199,
370, 371, 390, 678. 200; diversos tipos, 676; dulce
aceituna, 429. y salada, 198, 199, 561, 582,
acero, 180, 197, 209, 226, 227, 583; jabonosa, 261; marina,
229-233r 239-242, 244, 337, brillo, 245, 246; mineral, ba-
648-650, 657; colores, 241. ños, 403; petrificadora, 338,
acevo, 438. 342, 371, 372; rarefacción por
ácido, 269, 288, 658; sales áci- calor, 583, 584; refracción, 558,
das, 269. 561, 701. Véase también sus-
Acipenser buso, 646. pensión anómala.
acqua fortis; véase aguafuerte. aguafuerte, 202, 232, 354, 400,
acromatismo, 49. 575, 644.
720 ÍNDICE DE MATERIAS

aguardiente, 658. álcali, 269, 331; 658; sales alca-


aguartás; véase trementina. linas, 269.
agua regia, 486. alcobol; véase vino, espíritu de.
aguijón, 400, 442-444. alcornoque, 672.
aguileña, 358, 359. A/eyrodidae, 695.
aguja, 57: punta de una, 156-159, alfiler, 180; punta de, 156.
633. algas (briozoos marinos), 59, 390-
aire, 169, 182, 186, 187·194, 197, 394, 678; Chlorophyceae, 383,
203-209, 213·216, 219, 226, 676; marinas, 383.
231, 232, 238, 239, 242, 246, álgebra filosófica, 30.34, 47, 126,
249, 292·295, 300, 314, 317- 137, 310, 621, 626, 627, 662,
319, 323, 328-333,338, 345-356, 664, 665.
359, 369, 370, 372, 373, 379, alma, 41, 59, 60, 316, 461, 520,
383, 385, 411-414, 421, 422, 665, 693.
437, 445, 450, 452, 453, 462, alma del mundo, 70.
486r 496, 497, 499, 500, 513, almagre, 657.
519, 522, 525, 536, 554, 555, almW:lera, 413, 414, 525, 682.
558, 563, 564, 573, 577, 579, áloe, 660; tintura de, 276.
580; 582, 585, 590, 639, 640, alquitrán, 206, 219, 239, 319.
641, 645, 646, 648,649, 657' 667- alucita; véase Tinea argentea.
669, 682, 686, 687, 701, 703: alumbre, 285, 288, 296, 297; plu-
condensación y rarefacción, 181, moso, 156, 633.
563-574, 577-580, 582-584; di- amapola (adormidera), 425, 426,
solvente; v€ase combustión; 418, 683, 684; proVOCilciÓn del
elasticidad y expansión, 564- sueño, 425. ·
572; fuerza del, 566-.570; hu-. Amaranthus, 429.
medad, 407, 409, 411, 413-415, amianto, 156.
682; en la luna, 589, 599; na· amoniaco, 674, 6n.
turaleza del, 180, 181, 4"49; y anemómetro, 22.
los poros de las plumas, 450, anguila (pez), 553, 554, 700.
513, 686, 687; purificación, anguila (nemátodo Anguilula ace-
390; véase también atmósfera ti), 286, 553-555, 673, 700.
y presión atmosféñca. angulación, 60, 368; véase cris-
ala, 304, 445, 450, 471, 498," 686, talización.
689, 691, 699; de abeja, 461; anillos de colores, 235, 236, 238,
artificial, véase volar, métodos 243, 262, 263; de Newton, 650,
para; del entendimiento, 310, 651.
664; de hormiga, 527; de mem- ánima; véase alma.
brana y de pluma, 4.50, 510, animación, 368.
513, 686, 687; de mosca, 460- animal, 239, 242, 286, 299, 333,
464, 480, 484, 504, 688; par- 349-352, 362, 368, 379, 383,
tes, 462, 463; de pseudoescor- 385, 387, 422, 426, 429, 435,
piones, 534; de linea argentea, 437, 438, 442, 443, 453, 484,
509. 495, 496, 499, 525, 53.5, 537,
alabastro, 222, 294, 595, 596, 599, 538, 683, 692, 700; converti-
601. dos en plantas, 362; espontá-
álamo, 397. neo, .548, 551; formas más sen-
albayalde, 659, 660. cillas, 360; más perfectos, 361;
alcahesto, 135, 136, 624. petrificado, 339-343; -planta,
ÍNDICE DE MATERIAS 721

véase zoofito; putrefactivo, 360, 407-417, 525, 635, 682; de ce-


361. bada, 397.
Anisoptera, 689. arquitectura, 667.
anterozoos, 671. arsénico, 305.
antimonio, 219, 281; régulo de, arle, imperfección del, 156, 160,
213, 647; vidrio de, 213, 220. 162, 163, 170, 305-307.
antipatía; véase simpatía y anti· artejo, 454, 457, 484, 504, 518,
patía. 528, 534, 537, 538, 542, 545,
antípodas, 490, 520. 547, 548.
añil, 278, 282. arteria; véase vasos.
añublo, 357. artes y oficios, 667.
apertura (óptica), 138, 140, 283, articulación, 353, 355, 446, 449.
542, 557, 593, 626. artrópodos, 50, 51; semejanzas
arácnidos, 51, 60, 689, 696. anatómicas, 471.
arador (Sarcotes sacabiei), 360, Arundel House, 84.
673. asbesto, 193.
araña, 387, 392, 397, 471, 517, Ascomycetes, 673; véase planta
519-522, 552, 679, 687, 696, de las hojas del rosal.
697; árabe, 411; cazadora: véa- áspid, 443.
se tarántula; huevos de, 397, asta de ciervo: espíritu de, 369,
479; Linyphiidae, 522, 553, 386, 674, 677.
697; -lobo: véase tarántula; ateísmo, 69, 70, 712.
ojo, 74, 261; 'orugas de, 679; atmósfera, 558, 573-580, 585, 590,
tela de, 459, 521, 522, 551, 704, 705: altura, 571·573, 582.
553, 678, 679, 687, 697; pata, 586, 590, 70.3, 705, 706; den-
4.59; patuda: véase opilión. sidad en los polos, 707; for·
árbol, 206, 334, 335, 349, 350, ma, 707; forma una lente, 579,
359, 378, 382, 383, 386, 388, 580; lunar, 589; refracción,
397-500, 525, 667, 670, 672, 701, 702; véase refracción at-
677; y refracción, 557. mosférica; sombra de la, 590;
árbol de plata, 369, 373, 674. véase presión atmosférica.
atomismo, 649, 687.
an:e, 388.
átomos, partículas, 51, 73, 129,
an:illa, 179, 313, 334, 339, 342,
163, 165, 180, 182, 184, 185,
595.
2.07, 208, 214-216, 220-226,
an:o, 215, 216, 224, 225. 2.31, 232, 241, 244-247, 250,
an:o iris, 235, 238, 243, 250, 252, 256, 267, 268, 270-273, 278-
255, 258, 260, 266, 293, 651, 280, 282, 283, 285, 293, 294,
655, 656. 310-318, 323, 324, 329, 338,
Archaeopteryx, 687. 339, 370, 403, 417, 445, 513,
arena, 179, 183, 184, 19}, 197, 621, 633, 635, 638, 639, 640,
222, 225, 272, 285-287, 293, 648, 649, 651, 652, 658-661,
323, 328, 333, 574, 643, 658, 663, 672, 689, 697: división,
665; de las Indias Orientales, 272; de Epicuro, 349; globula-
285; inglesa, 286. res, 295-299; invisibilidad en
arenque: espina de, 308, 510, principio, 474.
695; ovario de, 310. atracción, 183, 206-2.09.
arista: de almizclera, 413, 417, atún, 677.
682; de avena, 60, 132, 356, aumento (óptico), 138, 145, 509,
722 ÍNDICE DE MATERIAS

626, 661, 673, 674, 676, 680, Bio"hiz¡z pallida, 693.


684, 687, 695. blanco de España, 659, 660.
Auricwlaria auricula-judae, 673. blancura, 293, 294.
autómata, 41, 365, 381, 421, 503. blandura; véase dureza y blan-
automatismo de las bestias, 495, dura.
496. bogavante, 414, 459, 469 - 471,
ave, 304, 362, 435, 450, 479, 480, 489, 504, 533, 545, 547, 669.
509, 510, 513, 514, 672, 686. bolas de las hojas, 397, 399.
avellana, 498. bomba de vacío, 80, 84, 136, 625,
avellano, 409. 638, 639, 641, 645.
Avena fatua; véase avena silves- bomba de succión, 645.
tre. Bombyx morí, 50; véase gusano
avena silvestre, 60, 132, 356, de seda.
407-417, 525, 635, 682. Botrychium lunaria, 676.
avispa, 400, 407: de las gallas, Braula coeca, 698.
693. . brea; véase alquitrán.
azafrán, 328: tintura de, 271, 275. bronce, 229, 242, 246.
azogue; véase mei:curio. brújula, 128, 182.
azotalenguas, 397,.679. bruma, 295, 707.
azúcar de plomo; véase saccarum Bryobüi praetiosa, 698.
satumi. Bryum capilare, 675.
azufre, 355, 647, 658; 668: SU· buey, 432, 433, 486, 685.
blimado, 659. burbujas, 385, 386.
azul montano, 273, 278, 279, 282, bU?.O, 390, 493, 678, 693.
283, 659.

e
B
cábala, 170.
baconianismo, 24· 36, 121-150, caballo, 430, 432, 433, 435, 459,
619, 620, 665. 520, 684, 685.
bala. 2%, 496. cabeza de Eristalis tenax, 464-
ballena, 474. 476, 480.
balleneros, 660. caeruleum montanum; véase azul
baños en aguas minerales, 403. montano.
Barbula sp., 675. cagastro, 661.
barco, 374. cal, 668, 685: viva, 233, 234.
bardana, 350, 449." cálamo, 685; véase pluma.
bario, 652. calcinación, 240, 272, 274, 652,
barniz chino, 652. 658.
barómetro, 81: marino, 22, 84, calcografía, 667.
90, 91; de rueda, 22, 131-132, calendario juliano y gregoriano,
153, 622-623. 65, 77.
barro, 342. Calisto, 710.
beluga; véase Acipenser huso. caliza, 372, 665, 666.
bermellón, 272, 27}, 278, 279, calor y frío, 134, 179, 180, 183,
283, 658. 185, 193, 201-203, 213-215,
berro, 684. 216 (definición), 217,.219 (nor-
bígaro, 342. ína), 220-227, 230-232, 240,
ÍNDICE DE MATERIAS 723

244-246, 327, 329, 332, 369, sim, 51, 52, · 56, 68, 72, 79,
373, 379, 381, 413, 414, 417, 619, 629, 639, 640, 649-654,
438, 499, 503, 577-580, 583- 663; 666, 672; véase también
585, 638, 639, 648, 669: ani- colores, teoría del límite entre
mal, 668; putrefactor y fermen- la luz y la sombra; luz, teoría
tador, 359. cartesiana.
Calliphora vomitoria, 688, 691. cartón, 412.
camale6n negro (Cardopatium co- Casa de Salomón, 625.
rymbosum), 404, 405, 681. cascos de caballo, 240, 650.
campana de vacío; véase bomba Cassiopeia, 582, 706.
de vacío. catóptrica, 701.
campeche, 181, 685. caurí, 342.
Can (Sirius), 556, 701. cebada, 377.
Canarias, 596. cebolla, 429.
cangrejo, 414, 459, 469-471, 489, cedro, 382, 675.
517-519, 533, 534, 545, 547. celdas, 341, 344-349, 351.
cangrejo de aire; véase opilión. ceniza, 331, 685.
cangrejo de tierra (ácaro), 458, cera, 219, 437, 536.
471, 533, 534. cerámica, 658, 659.
Canis maior, 701. ceraunia; véase piedra del rayo.
caña, 350, 372, 377, 410, 430: cerdas, 407, 409, 430432, 457,
de azúcar, 692. 463, 464, 468, 477, 480, 483,
cáñamo, 537. 484, 486, 489, 490, 504, 510,
cañón; véase pluma. 521, 527-529, 534, 536, 538,
caparrosa, 212, 646, 685. 541, 548, 684.
capilares, 41, 81, 173-178, 189- cerdo, 529.
192, 198, 206, 450, 636-638, cerusa, 659.
645. Cetus, 582.
capilaridad, 41, 174-178, 189-194, ciclo hidrológico, 37, 181, 182,
389, 639. 198-201, 643, 644.
cápsula, 377, 378. cidáridos, 671.
caracol, 690. ciervo, 432, 685: groenlandés,
carámbanos, 156, 299, 308, 373: 435, 685; indio, 430, 432, 685.
petrificados; véase estalactitas. cinabrio, 273, 658, 659.
carbón, 221, 230..232, 334, 657, Cinchona, 684.
668: vegetal, 59, 325-329, 335, circulación: de la sangre, 128; en
349, 351, 649, 667, 668. la sensitiva, 355, 356.
carbonización, 328, 334, 338, 339. círculo; véase vicioso.
carbono, 649, 650. Cisne (Cygnus), 582.
cardencha, 350, 457. clavel, 358-359, 378.
cardenillo, 282. clavelina, 358.
cardo, 397, 468. Club experimental y filosófico
Cardopatium corymbosum; véase (Oxford), 14, 25, 79-80, 625.
camaleón negro. coagulación, 285, 296, 298, 330,
carillón, 362, 365. 334, 338.
carne, 388, 496, 677: de esponja, cobalto, 279, 658.
386, 677; podrida, 366, 495, cobre, 240, 242, 246, 274, 275,
652. 327, 659: cal de, 659; nitrato
cartesianismo, 24, 25, 36-40 pas- de, 659; tintura de, 276.
724 ÍNDICE DE MATERIAS

c6ccido; 11hse aiatura de la vid. compuestos, 298.


coco, 429. concha, 286, 340-343, 354, 386,
cochinilla (Dactylopius coccus), 426, 429, 441, 442, .53.5, 665:
217, 317: tintura de, 181. de caracol de agua, 287; de
cochinilla de lmmedad (is6podo), madreperla. 452, 535; de me-
551, 552, 700. jill6n, 517; de ostra, 242; pe-
cohesión, 4~ 46, 182, 183, 193, trificada, 242. 287, 339; de por-
339. celana (nautilos), 426, 429; de
col, 495. tortuga, 562.
cola de caballo (Equisetum sp.), condensaci6n y nrefacción, 214-
504, 536. 699. 217, 219-226 passim, 241, 330,
cola de pescado, 210, 211, 548, 34.5, 346, 414, 648, 660, 667:
646. grados de, 218.
C.Olegio de médicos, 625. conducta animal, 485, 519-521,
colmillo, 443. 526, 527.
colofonia, 239, 536. C.Onferencias cuderianas, 20, 30,
colores, 58, 71, 85, 133, 164, 166, 82-8.5, 87, 88, 90, 91, 150, 630,
169, 202, 237, 239, ~42-245, 631.
249-284 fltUSÍlll, 286, 287, 293, .. congelación, .58, 197, 217, 218:
295, 318, 324, 340, 452-454, artificial, 306; figuras congela-
510, 562, 654-657, 666: de das, 299-.no. 662, 663.
los astros en el horizonte, 5,.5, congruencia e incongruencia, 41-
556; en láminas finas (fantás- 43, 45, 57, .58, 16.5, 178 (defi-
ticos), '8, 234-239, 241-244, nición), 179, 183-185, 187-190,
25i, 262-266, 484, 522, ·535, 193, 201, 202, 20.5-209, 233,
574, 650, 651, 654, 6.56, 659, 270, 295, 300, 405, 452, 635,
699, periodicidad, 22, .58, 75, 638-640, 661.
243, 263, 265, 650, 653, 657' coníferas, 3.J.J.
en plumas, 434, 435, 452-454, conservación de la materia y ·el
463; metálicos y reales, 266-288 movimiento, 37-46 passim, 640.
passim, 657, véase también pg- contracci6n; véase condensación
mento; primarios (rojo y azuJ.), Y rarefaa:i6n.
25<>, 260-262, 263 (definición), copo: de Jane: véase vellón; de
266, 267, 271, 276, 277, 654- nieve, 182, J06.308.
656, 660; teorfa del limite en- c6pulas antinaturales, 361.
tre luz y sombra, 243, 244, 257, coral, 338, 386, 393, 432, -433,
6.50, 6'1, 655; teorfa de lamo- 492, 678, 692..
dific:acióa. 659; teoría de la corazón, 351, 490, 5<>7, 542.
visión de los, 260-262, 267, corcho,.59,203-205, 344-3.51,665,
656, 657; véase anillos 4e co- 672.
lores 1 piplentos. cordobán, 388.
combustible; véase sulfúreo. coronaria, 3'17.
combustión. 370: teoría de la, 22, corrupci6n, 379.
81, SS. 136, 329-332, 648-650, corteza, 350, 378, 430, 438, 672.
667-669; sin aire, 668. cráneo, 341: musgo que aece en
cometas, 89: carácter periódico, él, 378, 676.
47, 91. cresa, 362.
composici6n de inercia y grave- creta, 234.
dad centtfpeta, 88, 89. aiatura de la vid, 551-553, 700.
ÍNDICE DE MATERIAS 725

crin, 407, 430433, 43.5, 521. D


crinozoo, 671.
crisálida, 362. daucus, 350, 672, 673.
crisol, 233, 328, 333. deísmo, 40, 69, 75.
cristal, 274, 279, 285-288, 291, delfín, 677.
292, 297, 300, 318, 339, 340, delic;uescencia (per· deliquium),
434. 467, 522, 562, 658, 662. 643, 658.
cristalizaá6n, 41, 58-60, 295-298, densidad (6ptica), 248, 249, 558
299, 341, 368, 369, 37}, 422, (definida), 561, 654: gradiente
479, 661, 663, 674: de los me- de, 558, 562, 571 - 573, 579,
tales, 674; de las sales, 368. 580, 582, 584, 701.
cron6metros, 19, 22, 44, 45, 47, diáfano; véase transparente.
66, 75, 78-80, 82, 84, 86, 623, diafragma, 49, 341, 342, 344, 349,
624, 642. 351, 445.
crustáceo, 469-471, 473, 534, 6%, diamante, 218, 219, 225, 245-247,
700: correspondencia con arác- 285, 291, 295, 341, 652, 661,
nidos e insectos, 'l71, 534. 684: de Cornualles, 286, 291;
cualidades ocultas, 37, 40, 41, mina de, 661, 696.
149, 629, 670, 641, 662, 683. dibujos: de Hooke, 54-56, 78, 80,
cuerdas musicales, 42, 45, 46, 183, 82, 119, 147, 148, 152, 306,
184, 639, 645: y frecuencia del· 307, 464, 522, 525, 548, 553,
aleteo por el sonido, 461, 688; 619, 625, 628, 629, 632, 634,
de tripa o de laúd, 356, 413. 657, 661, 665, 672, 674, 691,
cuerno, 165, 166, 169, 204, 379, 696, 697, 700; de Power, 74,
387, 430, 432-434, 449; 521, 634; de F. Stelluti, 669; de
562. C. Wren,_52-53, 80, 151, 625,
cuero, 211, 367, 378, 379, 399, 631, 632.
529, 646, 674: curtido, 388, dicotomí~ lunar, método de la,
435-437, 685. 589; 709, 710.
Culex pipens, 692. Dicranum scoparium, 676.
Culicidae, 692. dientes: ·de Carcharad9n, 671, véa-
cuerpos flotantes, 203-206. se piedra del rayo; de lima-
cuña de líquido teñido, 275-277. co, 477, 478, 690; de rino-
curtido: de esponjas, 437; de piel, ceronte, 690; del tiempo {le-
435-437, 685; de yesca, 437. pisma), 537.
Cygnus; véase Cisne. difracci6n, 83, 86, 701.
Cynipidae, 693. digesti6n (calentamiento modera-
do), 362.
dilataci6n; véase condensación y
rarefacción.
CH diluvio, 342.
dióptrica, 581, 582, 701.
Chelifer cancroides, 699. Dios, 159, 160, 170, 316, 333,
chirivía, 430. 362, 365, 381, 382, 422, 459,
Chironomidae (Ch. annularius, 469, 473, 474, 493-496, 503,
Ch. plumosus), 695. 507, 514, 533, 593, 640, 665,
chispas, 180, 197, 229-232, 244, 669, 683, 688.
337, 496, 648; véase también Diplolepis rosae, 693.
diamante. disolución, 182, 298, 299, 317,
726 ÍNDICE DE MATBUAS

318, 324, 329-332, 338, 340, epilepsia, 659.


369, 370, 649, 663, 668. - equinozoo. 671.
distancias de los astros, .58.5-591: Eristalis taax, 689.
radio de 1a· órbita terrestre, 708, erim, 433. 671.
709. Eroáirml 1MJschatu111¡ véase almiz-
división al infinito, 1.59, 633. clera. .
dolor, 399, 400, 403, 406. escala del entendimiento, ·60, 309,
drag6n (6rbita lunar), 588, 708. 310, 663, 664.
ductibilidad, 242. escala de la naturaleza, 57.
duro y blando, 210, 211, 213, escal6n; fléase naturaleza, nive-
214, 216, 222, 223, 226,. 231, les de Ja.
239-241, 246, 314, 31.5, 319,
327, 337, 339, 38.5, 6.50.
escamas. 212, 234, 242, 441, 442,
486, .53.5: de lenguado, 438-
442, 63.5, 686; de lepisma, 535;
de Ja lija. 442.
escarabajo, 457, 458, 513.
E
escarcha, 218, 297, 299, 300, 373•
.escila (S#Jla sp.), 404, 681.
ébano, 326. escoria, 240, 327.
ebullición, 288, 368, 370, 400:
en el pábilo de una vela, 370,
esc:ori>i6a, 471, 696.
escritun microsc:6pica, 160, 161,
371; fJéase tambil11 germina- .
ci6n. 63'3', 634.
eclipse, 248, 557, 653: método de esmalte: (tltllmel), 273, 281, 286,
los, 588, 589, 709, 710. 6.59; (S#lalt), 272, . 273, 282,
eclíptica, .589, 708, 710. 658.
ecuador, 205. esmeralda. 286.
Echinopbora sp., 675. esPada. 443.
efervescencia, 400. España. 622, 660, 711.
eglantina, 365, 494: espina, 443; español. .530.
hojas, 678; plantas que crecen espato, 234, 650: inglés, 287.
en sus hojas, 365. espectro. 654, 655; véase tll1llbién
elasticidad, 40, 80, 216, ·223, 22.5, arco iris 'Y anillos de colores.
345, 346, 648: teorla dinámica espejo de Venus, 417, 418, 683.
de la, 44, 45, 72, 640. CSl>C""""«JO, 51.
electricidad, 44, 207. ei;piga, m.
elefante, 474. espino, 223.
elementos, 497, 648: peripatéti- espíritu (qufmico), 331: de la es-
cos, 186, 640. ponja; 386; véase tlltllbién ori-
elementos de matemáticas, 368. na, espíritu de; sal, espfritu
élitros, 510, 512. de, ele.
enamel azul, 658, 659. espfritu del mundo; véase alma
enartrosis, 353. del mundo. .
enea, 430. espíritus animales, 461, 688, 689.
enfermedades crónicas y obstina- espolón, 454, 457-459.
das, 403, 404. esponja, .59, 193, ~3, 345, 367,
enjambre, 502, 503. 383-39}, 436, 458, 492, 676,
eolipila, 329, 667. 677, 68.5, 687, 692, 693: carác-
epicureísmo, 469, 687. ter animal, 385, 386, 677; ere-
ÍNDICE DE "MATERIAS 727

cimiento, 385; mucosidad, 386, fermentación, 246, 373.


387;. petrificada, 387, 393. fibras, 383-385, 387-389, 407, 435-
espuma, 280, 293, 323, 345, 351, 437, 444, 446, 449.
385. fiebres intermitentes, 426.
esquematismo; véase textura. fijación, 368, 373.
esquematismo latente, 315, 527, fijeza (definición), 330, 331; véa-
697: se también volátil.
estiércol, 685. filosofía mecánica; v.éase mecani-
estacionamiento anómalo; véase cismo.
suspensión anómala. filtrado, 181, 193, 199, 200, 203,
estalactitas, 371-373. 338, 370-372, 643: del aire por
estameña, 434. las plumas, 450, 513, 686, 687.
estaño, 219, 233, 242, 274, 327:. flema, 217, 331, 647, 669.
cal de, 659. flexión: véase tensión.
estratificación, 233.
estrellas, 194, 248, 316, 556, 557, flor, 280, 378, 660: del moho,
561, 577, 580, 581, 586, 587, 367; de vegetales inferiores,
592, 593, 649: enrojecimiento, 365.
556; magnitudes, 556, 557, 592, fluidez, 179 (definición), 180, 183-
593; refracción, 706; telescópi- 185, 206, 207, 216, 221 (defi-
cas, 592, 5,3. nición), 222, 224, 314, 316,
estrellas de nieve, 308. 317, 368, 373, 379, 647: in-
estructura geométrica; véase tex- finita, 247.
tura. Flustra foliacea (rosa de coral),
esturión, 677. 390-394, 673, 678.
éter, 40..46 ·passim, 51, 58, 72, foca, 429.
7'5, 86, 180, 181, 186, 194, forma informans, 41," 9, 60, 315,
208, 250, 314, 317, 318, 562, 368, 630,.665.
639-642, 646, 648, 65()..655, 666, forma sustancial, 378, 379; véase
·689, 711; véase también me- forma informans y textura.
dio (óptico). formatrix seminal, 373.
evaporación, 371-373, 417, 438, fosforescencia, 652.
453. fósforo, 652.
expansión; véase condensación y fosilización; ·véase petrificación.
rarefacción. fragilidad, 216, 240, 241, -327,
experimento torricelliano, 564, 338, 339, 346.
702. frente de onda, 653, 654.
experimentos estáticos, 686;· · fresno, 670. ·
experimentos de la luz y de los frío; véase calor y frío._
frutos, 149, 397, 438, 630, 679, frutex marinus reticulatus, 678.
686. fuego, 58, 229, 230, 232, 240,
experimentum crucis, 244, 651, 272, 298, 319, 327, 329-332,
664. 338, 339, 371, 386, 413, 417,
537, 578, 648, 649, 652, 668:
elemento ineitlstente, 331, 332;
F fatuo, 245; véase también com-
bustión, teoría de la.
falso coral, 393, 678. fuentes: intermitentes, 200, 201,
farmacéutico, 220. 644; y mareas, 200, 201; orí-
728 ÍNDICE DE MATERIAS

gen, véase ciclo hidrológico; glutinosidad; véase tenacidad.


saladas, 200. goma, 206, 239, 434, 458: ará-
biga, 239.
gota, 58, 81, 209-217, 220, 222-
G 226, 241, 293, 372, 646, 648:
petrificada, 340.
Gabinete real, 53, 151. gota (enfermedad), 404.
gallina, 478. grabado, 667.
Gallium aparine; véase azotalen· granadilla, 326.
guas. granate, 166.
gamba, 469, 470. granizo, 300.
gamuza, 388, 389, 436. gravedad, 3740, 42, 43, 57, 69,
ganso, 446, 478. 72, 79, 81, 84, 88, 186-189, 193,
garra, 458, 459, 471, 484, 528, 194, 204, 205, 207-209, 249,
533, 545, 547. 298, 373, 414, 445, 558, 571,
gat~, 435, 485, 518: bigotes de, 580, 599 - 602, 623, 639 - 642,
430433, 435; garras de, 397, 704, 705, 712: causa, 601, 602,
443; ojo de, 245. 711, 712; en la luna, 599-602;
gema, 683. véase también ley inversa del
generación, 38, 359, 368, 471, 625: cuadrado.
-espontánea, 59, 76, 359-365, gravilla en la orina, 287, 288, 661.
381, 394, 496, 530, 663, 673, Greenwich, observatorio real de,
675, 679, 694, 698; de insec- 86.
tos, 496, 497, 676;. mecanismo, Gresham College, 14, 20, 25, 26,
361. 362, 380..38); de plantas 52, 65, 66, 73, 82, 86, 625.
con semilla, 362;. de ranas, 694; grifo, 219.
recham, 496, 497, 551, 693, grosellero, 494.
694; -mixta (genética y am- guayaco; véase lignum vitae.
biental), 503, 529, 530, 548, guisantes, 421, 498.
551, 553, 694, 698; -del mut- gusano, 319, 479, 493495, 498,
go, 378-383; -seminal, 59, 60, 500, 538, 553, 691, 692, 700:
76, 381, 497, 694; de insectos de las agallas, 493-500 passim;
en agallas, 494-509, 693. de.las esponj3s, 387, 678, 692;
geología, 22, 23, 84. de los boros; véase lepisma;
geranio, 413. producto de la putrefacción del
Geranium moscbatum; véase al- cuerpo, 360.
mizclera. gusano de seda, 164, 166, 169,
germinación, 60, 76, 368-370, 373. 434, 479, 691: huevos del, 478,
globulación, 42, 57, 58, 60, 193, 479, 690.
194, 197, 233, 295, 298, 300,
368, 422, 661: de los cuerpos H
celestes, 194, 599-602; de los
terrestres, 194. hachas de piedra; véase piedra
glóbulos: etéreos cartesianos, 244, del rayo.
252, 256, 314, 562, 650, 651, halos, 182, 295.
655; de la piedra de Kettering, - ñalterios, 462, 504, 689, 695.
310.315. . haya, 326.
glossopetra, 671; véase piedra del helecho, 58, 75, 305, 306, 308,
rayo. 350.
ÍNDICE DE MATERIAS 729

Hemerobius bumulinus, 493, 69,. huevo, 313, 362: de ácaro, 530,


herencia y m~o; véase genera- 547, 551, 552; de araña, 397,
ción mixta. 479, 679; de ave, 479; de ga-
hermético, 630, 635. llina, 478; de ganso, 478; de
hidr6fano; véase oculus mundi. gusano de seda, 394, 478, 479,
hidropesía, 404: 690; de insecto, 357, 3,60, 479,
hielo, 305, 306, 308, 309, 558, 480, 494, 496, 497, 552, 553;
. 561, 701. de serpiente, 682.
hierba del escorbuto, 429, 684. humedad atmosférica; véase aire,
hierro, 180, 220, 221, 230.233, humedad.·
240.242, 246, 274, 413, 578, humo, 317.
639, 646, 647. 649, 659, 665, Hyssopus officinalis, 675.
67Í: balas, 213; colado, 240,
'650; endurecido al molde, 240,
650; fundido, 212; régulo, 66i. 1
higróscopo, 22, 132, 407417, 682.
hilo, 164-166, 169, 171, 173, 230, ictiocola; véase cola de pescado.
370, 371, 385, 389. imaginación, 368.
hinojo, 350. imán, 207, 209, 645.
hipopótamo, 677. imprenta, 128.
hipótesis de Towneley, 568-571, inco~encia; véase congruencia
702-704; véase también ley de e· iñcongruencia.
Boyle. inflexión, 555, 558, 561-563, 573-
hisopo, 675. 577, 580-582, 584, 585, 589,
Hipparchus, 594, 711. 590, 701: y altura aparente de
hoja, 178, 387, 397, 417, 422. los montes, 557, 579, 584, 585;
446, 449, 450, 494, 500, 677, y distancias de los astros, 585-
678: acevo, 438; eglantina, 678; 591; y lentes antiaberración,
grosellero, 494; laurel, 438; 581, 582, 702.
musgo, 377; ortiga, 399; rome- insecto, 51, 53, 60, 156, 286, 357,
ro, 394-397; rosal, 349, 357- 385, 397, 435, 453, 460, 461,
359, 365, 381, 382, 397, 477, 477, 478, 48J, 485, 489, 490,
494, 678; ruda, 678; salvia, 493, 498-500, .503, 507, 513,
678; sauce, 494; sensitiva, 353- 517, 518, 520, 521, 528-530,
356; zarzamora, 357. 535, 547, 551, 552, 554, 631,
hollín, 240, 330, 650, 669. ~32,. 672, 679, 682, 686, 688,
hongo, 59, 60, 76, 286, 306, 310, 689, 691, 693, 696: acuáticos,
349, 350, 359, 366-374, 381, 385, 507; de agua: véase mos-
382, 386, 388, 528, 663, 673, quito; áptero, 471, 699; gene-
674, 677, 678: artificiales, 368, ración espontánea, 360, 676;
369, 674; generación, 381; som- huevos, 478480; partes inter-
brero, 370, 371; tipos, 367; nas, (ácaro:) 548 (Callipbora vo-
véase seta. mitoria:) 484, 485 (mosquito:)
hormiga, 498, 522-527, 538, 697: 489, 490, 507 (piojo:) 542, 545,
cabeza de, 527, 633, 697; con- 546; patas y alas, 454459, 534;
ducta, 526, 527; omatidios, 469, similitud con crustáceos, 471;
527, 690. visión, 472474; vuelo, 460,
hueso, 316, 353, 378, 379; 383, 461, 513, 688; véase también
388, 405: calcinado, 650. metamorfosis y agallas.
730 ÍNDICE DE MATERIAS

insecto con forma de cangrejo; Lecciones cuderianas; véase Con·


véase pseudoescorpión. ferencias cutlerianas.
instancias de la puerta, 68, 633, leche, 360, 366, 546.
687. Legousia speculum-veneris, 683.
itUltlntia crucis, 252, 651. . lejía, 685.
inleocionalidad y raciocinio de lenguado, 438-442, 635, 686.
bestias y máquinas, 495, 496, lente, 23, 115, 129, 134, 137-140,
693. 146, 149, 155, 159, 162, 211,
invertebrados, 51, 53, 696; véase 243, 263, 272, 283,. 286. 344,
también insectos. 458, 467, 478, 509, 537, 547,
inyecciones, 288, 400, 403, 444; 562, 581, 582, 593, 602, 628,
680. 657, 700, 708: atmosférica,_579,
ipecacuana, 692. 580; máquina de pulir, 141·
Im pseudacorus, 691. 142, 626, 623; sintética anti·
isoaonía de las vibraciones, 45, aberración, 581, 582, 702.
47, 85. lentejas, 679.
leopardo, 435.
Lepidum sativum, 684.
J Lepisma saccarina, 53.5-537, 699.
ley de Boyle, 26, 47, 80, 136, 625,
jainguilla, 399, 400, 444. 626, 642, 702, 703; véase tam·
judfa, 421: fránccsa, · 406, 681; bién hipótesis de Towneley.
pilosa (picapica), 405, 406. ley de Hooke, 4446, 87, 642.
Júpiter, 577, 586, 591, 593, 710: ley inversa del cuadrado, 22, 44,
satélites, 591, 653, 710. 47, 66, 73, 89, 641, 705.
ley de Snell, 654, 666.
leyes dé Kepler, 89, 625.
L libélula, 464, 468, 470, 510, 689,
690.
Jaca, 282. liendre, 425,-699.
lacre, 325. liga, 2o6, 536.
Jadrillo, 378, 379. lignum vitae, 326, 666, 667, 692.
láminas finas, 451, 452, 484, 535; lija, 442.
·véase Moscovia, cristal de, y Lilium sp.,. 480, 691.
colores en láminas finas. limaco: baba, 239; rádula, 477,
lana, 345, 405; véase también ve· 478, 690; venas, 485.
Ilón. limaduras, 231, 233.
·langosta (acrídido), 480, 499. Limax maximus, 690; véase tam·
lapidescente, 314, 378; véase tam· bién limaco.
hin petrificación. limite entre luz y sombra; véase
lapis armenus, 659. colores, teoría del límite.
lapis specularis; véase Moscovia, limón, 418, 421.
cristal de. linfático, sistema, 624: vasos, 485.
lapislázuli, 658. lino, 179, 293, 453, 537.
latitud, 135, 586, 587. Linyphiidae, 697.
Jat6n, 219, 274, 275, 373, 413. lirio; véase Lilium sp.
laurel, 438, 497, 686, 694. litargirio, '24i.
Laurus nobilis, "686.. Iixivium, 437,· 685.
laxante, 659. lobo, 696: trampa para, 496.
ÍNDICE DE MATERIAS 731

lodoñero; véase lignum vitae. LL


longitud (coordenadas), 80, 135,
573, 586, 587, 623. llama, 231, 328, 331, 332 (defi-
longitud focal, 140-142, 626. nición), 334, 367, 370, 371, 578,
luciérnaga, 245, 246. 648.
lluvia, 182, 197, 379, 383, 480,
luminosidad, 49, 138, 626.
486, 491, 497, 499, 500.
luna, 129, 160,248,572,577,586-
591, 594-601: bajo el horizonte,
557; cráteres, 595, 596, 599, M
601; deformaci6n, 555, 577;
diámetro, 588; dicotomía, 589, madera, 178, 179, 188, 189, 246,
710; distancias, 588, 589; eclip. 325, 327-329, 379, 383, 405,
ses, 589-591; enrojecimiento, 667, 669, 672: f6sil, 59, 333-
556, 573; giro, 712; gravitaci6n, 342, 372, 669-670; incombus-
599-602;_. manchas, 594, 599; tible, 337, 670; podrida, 244,
mares, 600; 6rbita, 588; refrac- 245, 335, 337, 366, 670; po-
ción, 706; refracción y parala- ros, 316, 325, 333,
madreperla, 242, 341.
je, 588, 589, 707, 708; relieve, magia natural, 630.
600, 711; vegetación, 594; véa- magnesio, 659.
se también satélites. magnetismo; 24, jj, 38, 43, 44,
lunaria, 683. 51, 69, 72, 86, 205, 207, "645.
lupa,355,408,441,463,486,680. majuelo, 359.
lusus naturae, 384. mal de piedra, 288, 404.
luz, 40, 44, 51, 58, 61, 71, 72, maleabilidad, 24!).
193, 201, 202, 226, ·229, 243. mallas, 384: que no atraviesa el
246, 326, 332, 452, •590, 591, aire, 450.
m81\díbulas: de Calliphora vomi-
639-641, 648, 702: conferen-
toria, 483; de· hormiga, 527;
cias sobre, 69; naturaleza de de mosquito,. 491; de piojo,
la, 244 - 247, 651-655; rayos, 542; de pulga, 538.
249 - 265, 267 - 269, 272, 275, mantequilla, 219.
277, 279, 280, 291, 292, 324, manzanas; véase agallas.
325, 558, 561 - 564, 573 - 585, manzano, 359.
590, 653-656, 666, 701, 706 máquina vegetai, 359: dispositi-
(curvatura de los; véase infle- vos· que forman la, 361.
xión); teoría Cartesiana de la, mar, 198-201, 314, 342, 393, 394.
243-244, 252-257, 650-652; teo- marcasita, 212, 340, 341, 646,
ría corpuscular, 75, 85, 653, 647.' .
659; teoría epicureísta, 652; marfil, 282, 411.
marga, 339, 341.
teoría ondulatoria, 22, 42, 90,
mariposa, 463, 479, 495, 510, 513,
·91, 244-266, 292, 653, 659,
519.
666; transmisi6n, 193, 247-250; mármol, 294, 309, 318, 319, 339,
324, 701, 702; velocidad de la, . 340, 379, 405, 685.
86, 247, 316-318, 641, 652-656, marrón español, 646.
666. Marte, 577, 586, 708.
Lycosidae, 696, 697. masicote, 278, 279, 282.
732 ÍNDICE DE MATERIAS

masilla. 163, 281. 693; de plantas, 36L


mastuerm, 684. meteorologfa, 22, 131-134, 623.
matemátims prácticos, 24-27. meteoros, 295.
matriz, 360, 361, 379, 385, 397, método, 24-36 passim, 119, 121-
399, 499, 500. 150 passim, 297-299, 619-621,
mecánica, 23, 32, 78, 80, 137. 663-665; véase . también álge-
mecanicismo, 24, 25, 27, 32, 36- bra filos6fica.
47, 56, 58-61, 70, 74-76, 79, mica; véase Moscovia, cristal de.
85-87, 123, 124, 149, 373, 374, Micrografia: censura, 55, 56, 620;
381, 422, 438, 495, 496, 530, estructura, 56-61, 629; génesis,
562, 629, 630, 638-241, 648, 52-56, 151, 152, 703; y New-
656, 662, 663, 665, 698. ton, 637, 638, 642, 650, 653,
mecha, 231, 323, 370, 371. 655, 657; y Power, 152, 629,
médico, 288. 632, véase también H. Power;
medio (óptico), 247-250, 25, 259- restaurada, 694.
261, 268, 294, 316, 317, 324, microorganismos, 87.
329, 332, 474, 555, 558, 561, microscopio, 23, 31, 48, 49, 73,
564, 574, 575, 592, 653, 701: 124, 128, 134, 137, 138, 142,
densidad, 248, 249, 324, 558, 145-147, 156, 159-166, 170, 171,
561, 562, 581, 582, 584; véase 174, 191, 197, 209-212, 223,
también éter. 226, ZJ!J, 231, 234-236, 263,
médula, 212, 214, 215, 313, 325, 265, 266, 273, 274, 283-285,
326, 340, 349, 351, 372, 410, 287, 288, 291, 293, 294, 299,
430-433, 445, 446, 449: de sa- 300, 307, 308, 314, 315, 318,
bugo, 350, 351. 319, 323, 325, 326, 335, 336,
mejill6n. 342, 517, 694. 338, 340, 344 - 346, 350- 352,
mejorana. 429. 356, 357, 366, 370, 379, 383,
mensajes secretos, 161. 385-389, 393, 394, 397, 398,
menstruo, 231, 232, 240, 246, 406, 408, '110, 417, 418, 421,
270, 272, 274, 284, 288, 298, 425, 426, 429-432, 434-437,
329-332. 338, 379: aéreo, 373. 441 - 443, 445, 446, 450 - 454,
mett."\D'Ío, 179, 183, 185-190, 192, 458, 462, 463, 468, 469, 472,
193, 189, 190, 193, 204, 207- 478-480, 489, 491, 503, 508-
209, 241, 263, 292, 293, 313, 510, 514, 517, 521, 522, 527-
314, 369, 467, 477, 564-571, 529, 533, 537, 541, 547, 551,
582, 585, 638, 639, 658, 702: 553, 582, 593, 621, 626, 628,
et luna, 674; véase también 632-634, 649, 657, 658, 660,
suspensión anómala. 669, 672, 676, 685, 687, 699:
metal, 133, 179, 190; 193, 194, descripción del de Hooke, 145-
201, 219, 226, 233, 239, 240, 147; iluminación, 138-140, 142,
262, 266, 274, 283, 295,. 298, 463, 679; pie, 146, 147; sim-
309, 330, 340, 341, 369, 634, ple, 145, 146, 628.
658: áiboles de, 674; óxido, mildíu, 359, 365.
660. milfpedo, 635.
metal; fléase vidrio fundido. mimosa; fléase sensitiva.
metalofita, 669. mineral, 130, 165, 212, 234, 283,
metamorfosis, 51, 60: de animales, 286, 295, 298, 299, 307-309,
362; de crustáceos, 471; de in- 343, 403, 422, 425, 622, 647,
insectos, 471, 492, 493, 691- 658, 662, 669, 683: jugo, 334.
ÍNDICE DE MATERIAS 733

minio, 274, 658, 672; véllSe tam- 234-239, 243, 263, 287, 292,
bién plomo· rojo. 318, 574, 650, 651, 653-655,
mira telesaSpica, 23, 85, 625, 708. 657; véase también colores en
moho, 59, 76, 286, 306, 310, 359, láminas finas.
368, 373, 381, 383, 538, 663: mosto de cerveza, 239.
azul, 366-368, 673, 674, (gene- mucor, 674.
ración:) 368, 381; tallos, 358. Mucuna pruriens, 681.
molusco, 340, 342, 670. muérdago, 359.
Mons Olympus; vélJSe Hippar- mula, 361.
chus. mulato, 530.
Jlloto5, 530. murciélago, 513.
mosca, 50, 148, 397, 400, 422, músculo, 414, 435, 437, 462, 513,
483, 484, 490, 493, 495, 496, 689: artificiales, para el welo,
503, 504, 507, 514, 520, 521, 135, 514, 624, 631, 689; de
527, 633, 687, 691, 692, 700: cangrejos y bogavantes, 414;
alas y welo, 460464, 513; colores, 242; mecanismo, 414.
como un mosquito, 633; egip- Museum harveanum, 387, 677.
cia, 411; huevos, .362, 479, 480; musgo, 59, 76, 286, 350, 357,
ojos, 148, 464-476, 479, 629; 359, 374-383, 525, 528, 674-
patas, 454459, 6ffl. 676: que crece en el cráneo de
mosca zángano (Eristalis tentVC), los muertos, 378, 676; genera-
464477, 480, 689. ción, 378, 379, 381.
moscas de la c8me (Sarcophagi- música, 42, 47, 71, 89, 183, 639.
dae), 510, 695.
moSc:as· giratorias, 460, 688.
mpscarda ·azul (Calliphora i•omi- N
toria); 460, 464, 470, 480, 527,
688, 691: alas, 484; carácter, naranja, 418, 421.
.485; estructuras de la cabeza, Narcissus pseudonarcissus, 691.
480483, 691; estructuras buca· Nasturtium officinale, 684.
11:!1, 483, 485; estructuras in- naturaleza: continuidad, 361, 362,
ternas, 484, 485; ojos, 480; 662, 663; diseño y finalidad,
tórax y abdomen, 483, 484. 314, 315, 343, 352, 417, 426,
moscardón; véase moscarda azul. 438, 443,. 450, 469, 494, 537;
mosquitas. blanc.as (Aleyrodidae), labc.rinto de la, 299; labores y
508, 695. bordados de la, 394; libro de
mosquito, 60, 406, 407, 490, 494, la, 426; matemáticas de la, 298,
496, 497, 633, 691: -de agua,. 299, 422; mecanismos, 445,
361, 362, 486492, 496, 497, 459, 581; niveles, 309, 310,
500, 691, 692, (aspecto exter- 368, 422, véase globulación,
no:) 486, 488, 490, (aspecto in- cristalización, hongos y mohos,
terno:) 489, 490, (locomoci6n:) y vegetales; observación pertur·
490, 491, (metamorfosis:) 491, bándola, 489; operación de la,
. 492; --eniambres, 502, 503; 300, 359-361, 421, 432, 459,
-hembra, 507, 508.695; -ma- 581, 600; véase también escala
. cho, 500, 507, 694, 695; -de de la naturaleza.
penacho, 483, 500 • 507, 691, nautilo, 34i; 4i6.
694, 695. . navaja, filo de, ·57, 157, 161-163,
Moscovia, cristal de, 169, 232, 635.
7.34 ÍNDICE DE MATERIAS

negro (pigmento): azul, 282; de 6pelo, 661, 666.


hueso, 282. opili6n, 514-519, 521, 696, 697.
negras y españoles, 530. orbiculación, 368; véase globula-
nemátodos, 60, 700. ci6n.
neoplatonismo, 37, 639. orégano, 429.
nm¡ios, 384, 400: modelos de oreja de judas, 359, 388, 528,
transmisión, 688. 689. 673. .
niebla, 522, 707. 6rgano (instrumento musical), 78.
nieve, 300, 306, 383, 662: forma orina, 240, 287-289, 650, 658,
exagonal, 182, 3()6.308. 659, 674: congelada, 58, 76,
nitro, 22, 88, 300, 331, 575, 668, 300-306, 307, 662, 663; espí-
669: espíritu de, 557, 668. ritu de, 217, 274, 276, 288,
nodo, 708. 319, 369, 486, 659, 661, 674;
nombres, 422, 683, 684. sal de, 650.
nubes, 182, 295, 307, 575, 583: orinal, 287.
límite inferior, 583; de telara-Ori6n, 593, 710.
ñas, 522, 553, 583, 697. oro, 240-242, 274, 486, 578, 658:
nuez, 421. pan de, 274.
oropimente, 195, 196, 273, 282.
ortiga, 60, 397400, 404, 406, 444~
o 680, 681.
oniga, 362.
ocre, 276, 278, 279, 282.
oculus mundi, 294, 319-323, 661, oso: blanco, 435; cebado, 444.
ostra, 669.
666.
ojo, 259, 260, 261, 264, 324, 398,
otaaísticos, 31, 84, 129, 622.
426, 680: de ácaro, .529; de_ oveja, 366: piel de, 366; sangre
araña, 74, 261, 519, 521, 696; de, 680.
córnea, 213, 260, 261, 467, 469- oxígeno, 649, 669..
471, 474, 517, 529; de crustá- Oxy1tilus pilosellae, 695.
ceo, 469-471; de gato, 245;
humano, 473, 474; humor ví- p
treo, 469-471, 474; de insecto,
148, 393, 464476, 480, 491, pábilo, 193, 203, 370: ebullici6n
492, 504, 527, 538, 541, 629, en, 370, 371.
689, (número de omatidios:) paleontologia, 22.
468, 469, 536, (perforados:) palingénesis, 663.
467, 689; de pseudoescorpi6n, palo, 326, 327: de Indias o santo;
533; pupila, 213, 517; retina, véase lignum vitae.
260, 261, 264, 470472, 474, palpos, 477.
657. panal, 326, 333, 344, 345, 390,
ojo de gato (agregado de cuar- 678, 693.
zo), 671. Papaver somniferum, P. rhoeas,
olmo, 670, 679. P. dubium, 684.
omatidios, 468, 469, 471, 472, papel, 161, 179, 229, 231, 293,
689, 690. 294, 417, 535, 537, 574, 667:
ondas; véase pulsos. veneciano, 675.
Oniscus asellus, 700. paralaje, 585-591 passim: de altu-
opaco, 211, 273, 379, 280, 282, ra, 707; de r-Draconis, 705;
283, 285, 287, 318, 327. horizontal, 585, 586, 588, 589;
ÍNDICE DE MATERIAS 735

y refracci6n, 585, 707, 708; 438, 441, 442, 492, 496, 554,
véase también sol, luna, Ve- 678, 692: podrido, 244, 246.
nus, etc. Phalangidae, 696.
parásitos, 678. Phaseolus vulgaris, 681.
Pfll'dosa, 696. Philosophical Collections, 88, 89.
parénquima, 388, 437. Philosophical Transactions, 83,
Paierythropodium coralloides, 88, 89.
véase falso coral. Phycomycetes, 674.
parhelio, 583, 700. picapica (Mucuna pruriens), 397,
parpadeo (de los astros), 555-557, 405-40~, 444, 681.
561, 580, 593. pico Tenerife (Teide), 584, 585,
parselenio, 707. 596, 707.
partfculas; véase átomos y par- pioon, 232, 282, 649.
tículas: picor, 398-400, 404-407, 681.
pata: de ácaro, 528, 529, 547, piedra, 298, J18, 327, 338, 341,
548; de araña, 459; de hormi- 378, 379, 3S3, 578: en espon-
ga, ·526, 527i de insectos, 454, jas, 384-386; con forma, 343,
552; de mosca, 454-459, 468, 682; montón de, 317; partícu-
480, 504; de mosquito, 504; las de, 371-373; véase petrifi-
de opili6n, 517, 519; de piojo, cación.
459, 545; de pseudoescotpión, piedra bolonesa, 244, 652.
534; de pulga, 537, 538. piedra de chispa, 313.
patata, 667. piedra estelar (lapis stellaris), 343,
pavo real, 422: plumas de, 237, 671.
451-454. pie<ha franca, 315, 665.
pececillo de plata; véase lepisma. piedra de fuego. 339, 671.
pechina, 340, 342. piedra imán; véase imán.
pedernal, 194, 229-232, 244, 291, piedra judaica (lapis judaici), 343,
314," 3~5. ·337, 339, 341, 379, 671. .
638, 648, 660, 661, 684, 685, piedra de Kettering, 197, 310-315,
696. 325, 665, 672;
Pediculus humanus, 699. piedra p6mez, 345.
pelo, 54, 166, 191, 350, 386, 394, piedra preciosa, _166, 273, 285,
430-435,- 453, 459, 521, 542, 286, 295: falsa, .659..
545, 684, 685. piedra de Portland, 339; 671.
pelusa; véase vello. piedra de Pmbeck, 319, 666.
péndulo, 44, 45, 209. piedra del rayo, 343, 671.
penumbra, 590, 591. piedra setpentina, 339, 340, 670,
pepino, 399. 671.
perdigones, manufactura de, 194- piel, 389, 399, 400, 403-407, 409,
197, 233. 430, 435-438, 441, 444, 449,
pergamino, 412. 504, 508, 538, 543, 545, 681,
peripatéticos, 124, 186, 629. 685, 686: de ciervo, 685; curti-
perlas, 242, 397. do, 435-437, 685; de lengua-
perro, 485; 680: de trineo, 711. do, 441, 442; de oso blanco,
peso específico y refracción, 145. 435; permeabilidad. 437, 686.
petrificación, 55, 333-343 passim, pigmento, 266-284: passim, 286,
371-373, 387, 669-672 passim. 646, 657-659 passim.
pez, 206, 286, 385, 387, 400, 435, pink, 282, 660.
736 ÍNDICE DE MATERIAS

Pinna sp. (nácar), 678. 537: blanca, véase tinea ar-


Pinnotberes pinnotberes, 387, 678. géntea. .
pino, 334. polo, 205, 645, 707, 711.
piojo, 459, 490, 541-546, 699: polvo de los jesuitas, 426, 684.
carácter, 541. pólvora, 128, 496, 668.
piojo de la madera o piojo cer- Polyporus fomentarius y P. ig1111-
do; véase cochinilla de la hu- rius, 678.
medad. pompas, 239.
pirita, 313, 646. Porcellio scaber, 700.
Piscis, 582. pórfido, 272, 273.
planetas, 129, 159, 160, 194, 316, poros, 203, 206, 208, 232, 239-
587, 705, 706: enrojecimiento, 241, 294, 310, 314-316, 318,
556; distancias, 585-591; véase 319, 323-325, 334-342, 344,
paralaje; secundarios, véase sa- 346-351, 367, 403-405, 414,
télite. 430, 431,. 433, 438, 445, 446,
planta, 374, 384, ·390, 393, 397, 458, 513, 528, 648, 6,50, 654,
399, 678, 683: convertida en 672, 685, 689: de la arista de
animal, 362; generación en la avena, 409, 410; del carbón,
putrefacción, 362; de las hojas 325-327, 336, 351; del corcho,
del rosal, 286, 349, 357-359, 345-350; de la esponja, 384-
365, 381, 382; humilde o sen- 387, 393, 677; de la madera
sible, véase sensitiva; putrefac- fósil, 333-338; de la madera
tas, 366; secundarias, 394. podrida, 336, 337; de la ma-
plantación;· véase vegetación. dera verde, 351; del mercurio,
pfantanimación, 368. 477; de la planta de las hojas
plantillas, 454, 457, 484. del rosal, 359; de la piel, 403,
plata, 219, 229, 232, 240-242, 404, 437, 685.
246, 274, 327, 373, 413, 578: Portulaca sp., 684.
árbol de, 369, 373, 674; cal potasa, 658.
de, 274. precipitación, 181, 182, 271, 272,
plátano, 404, 681. 274, 284, 318, 330, 338, 373,
Pléyades, 592-594, 710. 643.
plica polonesa, 431, 432, 685. presión atmosférica, 41, 47, 73,
plomo, 195-197, 219, 233, 234, 131, 177, 178, 192, 198, 203-
242, 274, 305, 327, 671: blan- 209 passim, 219, 566, 567, 569,
co, 278, 282, 660; calcinado, 570, 577, (a diversas alturas:)
658, 659; rojo, 272, 273, 278, 585, 634, 637-639, 645, 647,
279, 658; vitriolo de, 274, 659. 649, 682, 702-706; del aire,
pluma; 178, 307, 309, 351, 405, 192, 565-572, 703, 704.
422, 432, 434, 435, 445-450, principio: activo, 39, 40, 41, 59,
510, 519, 538, 555, 685-687: 69, 70, 71, 87, 639-641, 663;
en alas de insectos, 450, 463, anímico, 663; hilárquico, véase
508-510; de cisne, 564; de gan- principio activo; inmaterial,
so, 446; de pavo real, 451-454, 665; mecánico, 373; salino,
510. 373; seminal, 75, 305, 360,
pluviómetro, 22. 361, 365, 368, 373, 381, 421,
pneumática, 44, 71, 80, 81. 429, 530, 663; vegetativo, 41,
polaridad, 205. 59, 310, 315, 366, 379, 381,
polilla, 450, 463, 510, 514, 535, 383; vital, 421.
ÍNDICE DE MATERIAS 737

prisma, 243, 244, 252, 256, 259, R


260, 262, 266, 324, 325, 522,
574, 651, 654-6.57, 660. rádula, 477, 478, 673, 690.
prob6scide, 4n, 48J, 485, .504, ralz,369,374,378,384,387,393,
508; .518, .538. 404, 409, 497, 525, 677, 681.
proto7.00, .51. ramas, 369: del agua congelada,
proyectiles, trayectória de. 641. 308; del helecho, 30.5; 306;
proy~ uqoitect6nicos, 625. del hierro estrellado, 305; de
pseudoescorpión, .533, .534, 696, jugos vegetales, 663; de la nie-
699.t· ve, 307; de los oolitos de la
psic:ologfa: aristotélica, 630, 658; piedra de Kettering, 313; de
de la memoria y del rar.ona- la orina congelada, 303-306;
miento, 121-127, 134; de la del plomo, 30.5.
percepción, 121-134, 148, 431, Rllngifer tarandus, 685.
433, 621, 622, (efecto escala:) rarefacción; véase condensación y
88, (resolución visual:) 85, 86, rarefacción.
625, (véase también colores, ratón, 518.
teoría de la visión); teorfa me- rayos, véase luz, rayos de.
canicista, 48, 73. rectificar,217,232,369,525,674.
Pterophorus hiertlCÜ, 69.5. reflexión, 162-166, 171-173, 193,
puercoespfn, 409, 432, 433, .538. 229, 238, 242, 252, 25.5, 256,
puetro, 429. . 258, 263-265, 2.75, 278, 279,
pulga, 406, 407, 417, 4.58, 508, 281, 291-294, 323, 326, 434,
.529, 537-541, 633, 687, 699, 451-4.53, 472, 53.5, 536, .5.5.5,
700. .56.3, 575, 582, 590, 594, 657,
pulimenuci6n de lentes, 49, 138- 659.
140, 162, 163, 626, 627. refraccíón,38,42,48,49,81, 141,
pulmón, 390, 537. 142, 144-146, 1~3. 202, 213,
pulsos, 183, 231: de calor (flui- 226, 242, 244, 249.261 passim,
dez), 179; de luz, 71, 247, 264, 264, 261-212, 2so: 292-294,
265, 268-270, 284, 292, 318, 298, 323-325, 452, 471, 472,
324, 32.5. 329, 332, (fuaza y 474, 555, 561-564, 574-579,
velocidad:) 316, 318, (oblicuos:) 581, 583, 58.5, 650, 651, 653-
249·2.51, 2.59, 261, 262, 266, 6.56, 660, 666, 701, .706: apa-
267' 562, 654, 656, 666. rato para medir la, 142-145,
puntero, 225, 648. .558, 627, 628, 701, 702; at-
putrefacción, 244, 246, 3'9, 360, mosférica, 'J57, 576-580, 586,
366, 373, 378, 379, 382, 529, 589, 590, 706, 707, (y parala-
530, 548, 5.51. je:) 586, 707, 708; en el ha.
rizonte, 557; ley de senos, 248,
249, 654; en las montaiias, 557,
579, 584, .585; múltiple: véase
Q inflexión; solar, estelar, lunar,
706; teoría de la, 244, 249-262.
queso, 366. regaliz, 355.
quetas; véase cerdas. régulo, 647, 662: de antimonio,
químico, 288, 333, 400, 57S: exa- 213, 647; de hierro, 662.
men, 386. regulus martis stellatus, 305, 662.
quinina, 684. reino, 683: mineral (elemental),
738 ÍNDICE DE MATERIAS

421, 422; vegetal y animal, 328, s


662, (continuidad y homogenei-
dad:) 299, 361, 362, 493, 676; sabugo, 350, 351, 388, 431.
fléJzse también zoofito 'Y sensi- saccarum saturni, 274.
tiva. sal, 181, 199-201, 240, 284, 295,
reloj: de' arena, 233; de bolsillo, 298, 299, 306-309, 317, 330,
382; de campanario, 382; de 331, 369, 400, 403, 433, 479,
carillón, 362, 365, 374, 382; 561, 562, 583, 676, 680: áci-
modelo mecánico de generación da, 324; alcalina, 685; espíritu
espontánea y mixta, 380, 381, de (clorhídrico), 658; de ceniza
503; véase cronómetro. de ajenjo, 680; figuras de la,
reloj meteorológico, 23, 52, 643. 373, véase cristalización; gema,
285, 297; marina, 240, 297,
reloj de la muerte (Xestobium re-
fuvillosum), 669. 650, 680; de prunella, 680; ve-
getal, 663; volátil de la espon-
reno, 435.
ja, 386; véase también tártaro,
repercusión; véase reflexión. sal de, etc. ·
repu]sión, 184, 640; véase tam- salitre, 288, 297, 300, 301: de
bién simpatía y antipatía. roca, 309, 663, 668, 669.
resina, 206, 219, 239. saliva, 313, 315, 325, 397.
resotte,44,45, 87, 190, 197, 198, saltamontes, 519.
215, 224, 225, 623. salvia, hojas de, 678, 679.
resolución (óptica), 708. sangre, 360, 366, 490, 504, 508,
respiración, 88, 329, 332, 33.3, 538, 542, 545, 689: espíritu
390, 462, 537, 667, 668. de, 369.
resum:c:ción de las plantas; véase sanguijuela, 477.
palingénesis. sanguijuela en vinagre, véase an-
retina; véase ojo. guila (nemátodo Anguilula ace-
retorta, 328. ti).
Rhinocerotidae, 690. sapos, ranas y tritones tratados
rinoceronte, dientes de, 478, 690. con sal, 23, 130, 400403, 622,
roble, 335,359, 670, 685: agallas 680.
de, 397, 495, 497-500, 693, Sarcophagidae, 695.
694. Sarcotes scabiei; véase arador.
tQca, 385, 390, 393, 677.
sarna, 406, 681; véase arador.
rocío de mayo, 383, 676. sasafras, 692.
romero, 385, 394-397, 437, 438, satélite, 591, 593, · 601, 710.
686. Saturno, 577, 586, 591, 710.
rosal, 357, 365: agallas, 494, 693; sauce, 282, 388, 397, 409, 494.
hojas, 494, 678; plantas en las sauco; véase sabugo.
hojas del, 286, 349, 357-359, savia, 193 326, 349, 351; véase
365, 381, 382, 397. vasos de savia.
rotíferos, 51. seda, 74, 293, 388, 394, 405, 433,
roya, 359. 434, 453, 454, 522; artificial,
Royal College of Physicians, 387, 164, 635, 636; véase también
677. tela.
rubí, 166, 286. segador; véase opilión.
ruda, 394, 678, 679: hoja de, 678. selenita, 234, 235.
Ruta graveolens, 678. semilla: de abejas, 493; de ace-
ÍNDICE DE MATERIAS 739

dera, 429; de achicoria, 429; 381, 413, 499, 503, 562, 573,
de a1mi7.clera. 414, 425; de 575, 577, 578, 583, 589-591,
amapola, 74, 425, 426, 478, 596, 706: bajo el horizonte,
683, 684; de Amlzranthus, 429; 557; deformaci6n, 555, 561,
de cebolla, 429; de espejo de 577, 578; diámetro aparente,
Venus, 417, 418; de geraniá- 576; distancia, 588-590, 708-
ceas,. 356, 413, 673;. de hele- 710; eclipses, 588, 589; ~
cho, 306; de hongo, 368, 369; jecimiento, 556, 573; erupcio-
de insectos, 360; de mejorana, nes; 599; manchas, 711; orto
429; de moho, 367, 368; de y ocaso, 247, 573, 653; refrac-
musgo, 357, 358, 377-379, 675; ci6n y paralaje, 588, 599, 706-
de orégano, 429; de la planta 709.
de las hojas_ del rosal, 357-359; solidez, 180, 184, 324.
de puerro, 429;.sacos de, 385; solución (método), 298, 332, 662.
de seres generadós espontánea- sombrero (de hongos), 370, 371.
mente, 365; _de tomillo, 418- sonido, 71, 72, 89, 90, 129, 245,
421; de verdolaga, 426-429, 622, 639, 641, 653, 688: y fre-
684; de zanahoria, 429. cuencia del aleteo de las mos-
sensaci6n, 368, 676, 688, 689: de cas, 460, 461, 688. ·
l~ aristas, 414; de la esponja, stella martis, 76.
386, 677; ~la sensitiva,.356. sublimaci6n, 272, 369, 660.
sensitiva, 59, 352-356, 361, 673. sublimado, 274, 659.
SerpCntarius, 582. sudor, 404, 681.
serpentina,273,279. sulfúreo, 220,231,232, 246,288,
seta, 367, 369, 674: artificiales, 328, 329, 331, 332, 649, 668.
368, 369, 674; reproducción sin suspensión anómala del agua y
semilla, 369. . el mercurio, 185, 206-209, 640,
sidra, 667. 645, 646, 666.
siempreviva, 377. sutura, 341, 342.
signaturas, doctrina de las, 422, Syrphidae, 688.
425, 426, 662.. 663, 683, 684.
simpatía y antipatía, 37, 41, 42,
185, 635, 6}9, 640. T
Sirius; viase Cm.
sistole y diástole, 640, 641, 651. talco, 234.
Sociedad Real de Londres, 13-21, tallo del musgo (seta), '374-378;
23-26, 30, 32-36, 39, 43, 47, comparado con el tronco de los
52-56, 65-67, 69, 70, 74, 75, árboles, 382.
80-92, 114, 115, 117, 119, 148- tanino, 685.
150, 152, 194, 319, 333, 336, tarántula (Lycosidae), 518-521,
352, 400, 403, 497, 561, 619- 525, 696, 697: codnucta, 519-
622, 624-627, 629-635, 637- 521, 525; ojos, 519.
639, 642-649, 653, 660-662, tártaro, 287, 341, 661: aceite de,
665, 667-670, 672-676, 678, 186, 274, 643, 658, 659; pe-
680, 682, 684-688, 690, 691, trificado, 341; sal de, 486, 659,
693-699, 701, 703, 705, 708, 680; vitriolado, 199, 288, 643.
710. Tauro, 710.
sol, 159, 160, 194, 248, 250, 251, Teide; véase pico Tenerife.
258, 263, 316, 353-355, 373, tela, 57, 405: artificial, 164, 169,
740 ÍNDICE DE MATEllIAS

6.3'. 636; estera, 164, 166; es- 6'3, 704, 707, 709: radio de
topilla o lino, 163-166, 634; la 61bita, 708-710, 712.
felpa. 161, 166; muaré, 170- tierra de Cullen, 282.
173; rayón, 63.5-636; seda y tijereta, 526.
satén, 164, 16,, 634, 63'; tafe. Tinea ng6ltea, 4.50, '08-510, 519,
tán o seda en relieve, 166-169. 695.
telaraiia; tJéflle araña, tela de. tinta, 464: trazos de,,.,, m. 160,
telescopio. 23, 31, 48, 124, 136- 161, 633.
138, 140-142, '"· ,'6, ,61, tinte, 317, 433, 434: negro, 646.
'76, '7M82, '8M88, '92, tintun, 200, 318, 319, 643; t1éase
,93, ,99-601, 624-626, 628, teiiiclo, sustancia tintoria.
634, 641, 706, 708, 709; 1Jl11Se Titán, 110:
liltllbién mira telesc:6pica. tiza, 659.
templado, 212, 213-116, 225, 226, tomillo, 418-421.
232, 239, 241, 6'7. tonel, 661~ mohoso, 360, 529.
tcnac:idad,206-209,223,22',239, torno. 221.
tortuga, 562.
262.
To'r""4 tll#ralis, 675.
tendones. 242.
transfusi6n de sangre, 680.
tcnsi6n, 223-22', 3,6. lransporte, 234, 237, 244, 247,
teñido, 166, 169, 181, 217, 319, 262, 263, 266, 267, 272-274,
'404, 454: del cabello, 433; de 282-285, 287, 291-194, 316,
la seda, 433, 434; sustancia 320-32', 327, 340, 388, 389,
tintoria, 267-271.
394, 397, 430, 433, 489," '"·
terebinto, 640, 679. '76, 647, 658-661.
termémctro, 82, 133, 58,, 623: trayectoria planetaria, 88, 89, 70,,
de alcohol, 647; graduaci6n. 712. .
218-219, 647; sellado, 22, 217- trementina, 206, 239, 293, 294,
219, 623, 647. 318, 536, 640: áccite de, 144,
termoicOpio, 133, ,8,, 623, 647, 145, 186, 239, 294, 318.
707. trigo, 377. • -
terremoto, 334, 342: lunar, '95, trips (fbysanoptera). 510, 695.
'96. trituraci6.n, 272, 273, 279, 285.
testácms, 486. trompa; 1Jé11Se probcSscide.
textura, i29, 296-298, 314, 31', tusflaao, 397.
318, 32', 330, 338, 344, 346, T'Jl'Opbaps casei, 698.
150-152, 362, 378, 383-38,, 387-
390, 393, 407, 414, 430, 431,
43'438, 44,, 4.50, 527, 658, u
662.
Theoboltli4 annulata, 692. ultramarino, 272, 278, 282, 658.
Tbysanoptera, 695. ungüento, 206.
tierra (sustancia), 295, ·330, 334, untuoso. 319.
338, 339, 341, 372, 378, 379, urticante, 405, 681.
421, 422, 499, '78, 649.
tierra (planeta), 159, 160, 194,
248, 316, 346, '71, '73-'75, V
'11-'79, ,80, ,8,, 586, ,88-
,91, 596, ,99-601, 641, 645, vaca, 42'.
ÍNDICE DE MATERIAS 741

vacío, 645, 653, 668, 687: expe- vidrio, 91, 165, 166, 188, 189,
rimental, 637, 639, 703. 193, 194, 203, 204, 207, 208,
vaina, 3.57-359, 365, 397, 405, 213-227 passim, 238-241, 243,
681. 262, 263, 273, 274, 279-281,
válvula, 316, 351. 286, 317, 318, 323, 324, 337,
vapor, 317, 329, 370, 371, .574, 355, 454, 458, 467, 522, 536,
.575, .577-581, 595, 596: putre- 558, 562, 565, 577, 578: anti-
factivo, 362; untuoso, 370; ve- aberración, 581, 582; bola de,
nenoso del aire, 390. 243, 244, 251, 252, 255, 258-
vasos: animales, 349, 351, 387, 260, 275, 563, .574, 583, 584,
388, 403, 430, 437, 446, 485, 649, 6.57, 660, 682; cristal, 292,
545, 680; de savia, 206, 326, 434, 685; fundido (metal), 209,
349, 351, 430, 437. 217, 648; imperfecci6n 6ptica,
vegetaci6n, 60, 76, 366, 368, 374, 628, 582; tubos de, 173-178,
379, 422. 189-192, 217-219, 280, 399,
vegetal, 51, 59, 286, 299, 305, 450, 564-571, 636-638, 702;
333, 349, 351, 352, 358, 3.66, véase también gotas; capilares;
372, 274, 379, 381-383, 385, colores en láminas finas; len-
405, 411, 422, 426, 432, 436- tes; vitrum.
438, 495, 499, 525, 669, 677, vieira, 342, 429, 441.
692; y esponjas, 384; espontá- vinagre, 338, 340, 360, 658, 659,
neo, 548; forma más simple, 676: espíritu de, 338.
306, 360; máquina, 380, 381; vino, 239, 526, 661: espíritu de,
petrificado, 339; putrefactivo, 144, 145, 183, 184, 186, 193,
360; véase también carb6n ve- 203, 217, 239, 319, 417, 486,
~al. 525, 558, 161, 647.
vehículos, 81-84, 624. violeta, 269: tintura de, 658.
vejiga, 204, 216.
violeta de los cereales; véase es-
vello, 394, 397, 405, 406, 417,
pejo de Venus.
446, 681.
vell6n, 223, 224, ·384, 389, 436, virtud plástica, 59, 75, 149, 307,
522. 339, 342, 343; véase también
vena: del ala de los insectos, 462- principio activo; cualidades
464~ "484; véase 111111bién vasos.
ocultas.
veneno, 399, 400, 442-444. virtuoso, 164, 634, 635.
Venus, .577, 586, 708. visi6n: binocular, 473; compuesta
verdete, 273, 282, 659. de los insectos, 472-474; lími-
verdolaga, 426, 429, 684. tes, 474.
verticidad; véase poliridad. vitela, 412.
víbora, 443, 494, 649. vitrificaci6n, 230, 240-242.
vibraci6n, 38-47 passim, 56-58, vitriolo, 273, 274, 297, 647, 659;
72, 75, 80, 85, 87, 89, 134, aceite de, 288, 643, 646, 661;
179, 180, 183-185, 207, 208, verde, 646.
245-247, 460, 461, 635, 638, vitrum, 239, 240.
639-641, 645, 651, 653, 657, volátil, 222, 327, 330-331 (defi-
661. nici6n), 332, 373, 647.
vicioso; véase círculo. volcán, 596, 599.
vid, 551, 553. volumen, 218, 349: razón entre
vida, 374, 381. volumen y fuerza, 459, 701;
742 ÍNDICE DE MATERIAS

razón entre volumen y presión y


del aire, 564-.571, 703, 704;
razón entre volumen y super- yesca, 388, 436.
yeso, 657.
ficie. 458, 459, 497, 525, 554,
yesquero, 388, 678.
555, 694, 700, 701.
vórtices. 43, 47, 72, 641.
welo: análisis por el sonido y Ja z
sombra de las alas de insectos,
460, 461; métodos artificiales, zafiro, 286.
78, so, 86, 87, 135, 514, 624, zafre, 658, 659.
631, 689. zanahoria, 350, 429, 535, 672,
673.
zanahoria bastarda, 374, 675.
zarigüeya, 490, 692.
zarzamora, 352, 365: planta que
w crece en la hoja de, 3.57, 365.
zarzaparrilla, 692.
Wadbam College, 14, 631. zodiaco, 588.
Westminster School, 21, 52, 78, zoofito, 361, 383, 387, 676, 677.
624, 631. zorro, trampa para, 61, 494, 693.
ESTEUBllO
SE TERMINO DE IMPlUMlll
EN LOS TALLERES GllAFJCOS
DE UNIGRAF, S. A.

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MOsroLES {MADBJD)

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EN EL MES DE ABllJL DE 1989.

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