Está en la página 1de 37

Linehan, M.M. (1997). Validación y psicoterapia. En A.C. Bohart y L.S. Greenberg (Eds.).

Empatía y psicoterapia: Nuevas direcciones para la teoría, la investigación y la práctica.


Washington DC: American Psychological Association.

Traducido por Cristina Tenreyro


Corregido por Guillermo Lencioni y Grupo de Estudio y Supervisión

Validación y Psicoterapia

Quizás en ninguna otra parte es más importante la capacidad de empatizar con otro que
cuando uno está interactuando con una persona que está al borde del suicidio. Esto es
cierto tanto si se considera que la tarea de uno es ayudar al individuo a elegir la vida en
lugar del suicidio o, más raramente, ayudar al individuo a elegir sabiamente entre el suicidio
y continuar con la vida1. Tanto la capacidad de mantener a una persona dentro de la vida,
cuando sea necesario, como la de permitir que una persona que ha elegido el suicidio
muera, cuando sea necesario, dependen de una apreciación experiencial de la visión del
mundo del otro. Encontrar salidas ocultas u oscuras, así como ver que no hay salida,
requieren la capacidad y la voluntad de entrar plenamente en la experiencia del individuo
listo para suicidarse y, sin embargo, al mismo tiempo, no convertirse en esa experiencia (es
decir, permanecer separado de la experiencia).

Durante los últimos veinte años, he estado desarrollando y evaluando un enfoque de


tratamiento diseñado específicamente para personas suicidas, particularmente aquellas que
son crónicamente suicidas. Aunque el tratamiento, la Terapia Dialéctica Conductual (DBT,
por sus siglas en inglés; Linehan, 1991, 1993a, b, c, 1994) ahora está considerada por
muchos como un enfoque de tratamiento general aplicable a muchas poblaciones, sus
orígenes -como tratamiento para pacientes con tendencias suicidas graves- tuvieron mucho
que ver con su forma actual. Como su nombre sugiere, la DBT está firmemente anclada en
la terapia conductual; las estrategias centrales de cambio son enfoques de tratamiento
cognitivo-conductual estándar. Sin embargo, al intentar aplicar la terapia conductual
estándar a individuos con actitud suicida grave y crónica, dos cosas se hicieron evidentes
de inmediato. Primero, enfocarse en el cambio del paciente, ya sea por motivación o
mejorando sus capacidades, a menudo es percibido como invalidante por los pacientes que
están en un intenso dolor emocional. En muchos pacientes, precipita el incumplimiento,
retraimiento y, a veces, el abandono temprano del tratamiento; en otros pacientes la ira
extrema y los ataques agresivos al terapeuta y, en otros, ambos patrones de conducta. En
segundo lugar, estos mismos pacientes a menudo consideran que centrar el tratamiento en
la exploración y la comprensión de ese dolor presente e incesante, en ausencia de un
enfoque claro de esfuerzos para ayudar al cambio del paciente, es invalidante, ya que no

1
En mi propia práctica he elegido estar siempre del lado de la vida por encima del suicidio (véase
Linehan, 1993a para una explicación detallada de esta elección) y se lo dejo claro a los consultantes
al principio de la terapia. Sin embargo, reconozco que en algunos casos, por ejemplo en el caso de
un consultante con una enfermedad terminal que se enfrenta a un grave dolor físico, otros pueden
elegir razonablemente una postura terapéutica diferente o más flexible.
reconoce lo insoportable que es ese dolor y, por lo tanto, la necesidad de un cambio
inmediato de la situación. Por lo tanto, los enfoques de terapia que se centran en la
aceptación del paciente (en lugar del cambio) también corren el riesgo de que el paciente se
repliegue sobre sí mismo y/o ataque. Cualquiera de estas respuestas del paciente, ataque
en un intento de cambiar al terapeuta o retraimiento pasivo en un intento de evitar la
conducta no deseada del terapeuta, normalmente tiene, a su vez, un efecto invalidante
recíproco sobre el terapeuta. Entonces, el terapeuta puede, sin saberlo, responder con un
alejamiento o un ataque hacia el paciente, a veces casi imperceptible, pero no por ello
menos real. Aunque a veces es inevitable, el ataque o el retraimiento del paciente y/o del
terapeuta interfiere con la relación de trabajo colaborativa, necesaria para el progreso
terapéutico.

Fue la tensión y la resolución final de este conflicto esencial- entre centrarse en el


cambio del paciente en este mismo momento versus la aceptación del paciente tal como es
en el momento- lo que llevó al uso de la dialéctica en el título del tratamiento y al énfasis
primordial, de la reconciliación de los contrarios en un proceso continuo de síntesis. La
dialéctica más fundamental es la necesidad de aceptar a los pacientes tal como son, dentro
de un contexto (y, de hecho, la razón de ser de la terapia) de tratar de ayudarlos a cambiar.
El énfasis en la aceptación como un equilibrio para el cambio surge directamente de la
integración de una perspectiva extraída de la práctica oriental de la atención plena
(principalmente zen) con la práctica occidental psicológica (principalmente
cognitivo-conductual). Aunque la aceptación y el cambio no pueden realmente distinguirse
tan claramente como lo estoy describiendo aquí, por razones de exposición, la aceptación
del paciente en DBT se describe bajo la rúbrica de tres grupos de estrategias de tratamiento
fundamentales: validación, comunicación recíproca (que incluye calidez, autenticidad y
capacidad de respuesta) e intervención ambiental (es decir, influir o realizar cambios en el
entorno para ayudar al consultante). Estas estrategias de aceptación se equilibran con las
correspondientes estrategias de "cambio": a- de resolución de problemas (incluidos análisis
de comportamientos, análisis de comportamientos alternativos y soluciones, estrategias de
compromiso y psicoeducativas, y procedimientos básicos de cambio, de entrenamiento en
habilidades, procedimientos basados en la exposición, en la modificación cognitiva y en la
contingencia), b- comunicación irreverente y de confrontación, y c- la postura del consultor
hacia el paciente (en lugar de hacia la red personal y/o profesional del paciente) al
interactuar con la comunidad fuera de la díada terapéutica. Todas las estrategias se aplican
dentro de un contexto de estrategias y posiciones dialécticas generales.

Sería difícil sobreestimar la importancia de la validación en DBT. Junto con las


estrategias dialécticas y de resolución de problemas, forma el núcleo triádico del
tratamiento. Aunque la validación abarca y requiere empatía, es más que empatía. El
propósito de este capítulo es describir el significado y el uso de la validación en DBT.
Comenzaré primero con una definición de validación. A continuación, contrastaré esa
definición con las definiciones de empatía. Luego analizaré más el significado de validación
describiendo seis niveles de validación. La validación también se puede comunicar
explícitamente a través de comentarios verbales o implícitamente respondiendo a un
individuo de una manera que implique que uno toma sus respuestas como válidas. A
continuación, analizaré la importancia de ambos tipos de validación. La validación también
puede dirigirse a varias respuestas de los pacientes. La importancia de validar los patrones
de respuesta emocional, cognitiva, fisiológica y de acción (u objetivos de validación en
términos comportamentales) se tratará a continuación. La validación en psicoterapia es
siempre estratégica, es decir, cumple funciones particulares. Se presentan cinco funciones
de la validación.

La definición de validación

El término "validación" se utiliza ampliamente en las ciencias sociales; Encontré 7,927 citas
para el término validación en comparación con 4,436 citas para el término empatía en el
índice de ciencias sociales. Curiosamente, sin embargo, es un término que rara vez se
encuentra en los escritos sobre psicoterapia. El Diccionario de inglés de Oxford, 2ª edición
(1989), ofrece varias definiciones de validación que incluyen" La acción de validar o hacer
válido ... un fortalecimiento, refuerzo, confirmación; una declaración o ratificación” (de algo)
como válido. Propone sinónimos para validar como confirmar, corroborar, fundamentar,
verificar y autenticar. El acto de validar es "apoyar o corroborar sobre una base sólida o
autorizada ... para dar fe de la verdad o validez de algo". Comunicar que una respuesta es
válida es decir que está "bien fundamentada o que es justificable: puede ser a la vez
relevante y significativa ... lógicamente correcta ... apropiada para el fin en vista [o eficaz] ...
tener tal fuerza como para atraer seria atención y [generalmente] aceptación ". Ser "válido
implica estar respaldado por una verdad objetiva o una autoridad generalmente aceptada"
(Webster's Dictionary, 1991). Estar bien fundamentado en los hechos, o establecido sobre
principios sólidos, y completamente aplicable al caso o las circunstancias; solidez y fuerza
"(Diccionario Oxford, 1989), la calidad de" valor o valía; eficacia "(Diccionario Oxford, 1989).
Estos son precisamente los significados asociados con el término cuando se usa en el
contexto de la psicoterapia en DBT.

"La esencia de la validación es la siguiente: el terapeuta le comunica al paciente


que sus respuestas tienen sentido y son comprensibles dentro de su contexto o
situación de vida actual. El terapeuta acepta activamente al paciente y le
comunica esta aceptación. El terapeuta toma en serio las respuestas del
paciente y no las descarta ni trivializa. Las estrategias de validación requieren
que el terapeuta busque, reconozca y le refleje al paciente la validez inherente
de su respuesta [sic] a los eventos. Con los niños rebeldes, los padres tienen
que captarlos mientras son buenos para reforzar ese comportamiento, de
manera similar, el terapeuta tiene que descubrir la validez dentro de la respuesta
del paciente, a veces amplificarla y luego reforzarla ". (Linehan, 1993, págs.
222-223)

Dos cosas son importantes para tener en cuenta aquí. Primero, la validación
significa el reconocimiento de lo que es válido. No significa "hacer" válido. Tampoco significa
validar lo que no es válido. El terapeuta observa, experimenta y afirma, pero no crea
validez. Lo válido preexiste a la acción terapéutica. En segundo lugar, y me siento obligada
a decir esto simplemente porque mi orientación conductual puede dar una impresión
errónea: válido y científico no son sinónimos. Es decir, la observación empírica, controlada y
replicable de eventos no es la única forma de llegar a una determinación de validez. Sin
embargo, es una forma y es el método preferido cuando la pregunta es de validez empírica
abierta a la investigación científica. Sin embargo, si sólo esta forma fuera el criterio de
validez, gran parte de la experiencia y significación humanas quedarían excluidas del
encuentro terapéutico. La lógica, los principios sólidos, la autoridad generalmente aceptada
o el conocimiento normativo y la experiencia o aprehensión de eventos privados, al menos
cuando son similares a las mismas experiencias de otros o cuando están de acuerdo con
otros eventos más observables, son bases para reclamar validez. En el primer caso,
podemos hablar de validez empírica y en el segundo de validez consensual.

Qué Validar

Validando al individuo

¿Qué validar? Una primera pregunta aquí es si el terapeuta valida al individuo o


simplemente al comportamiento o las respuestas del individuo. La validación, al menos en
sus definiciones más puras, en realidad puede significar cualquiera de las dos cosas. Otras
definiciones de validación incluyen (Oxford Dictionary, 1989): "otorgar un apoyo/autorización
oficial... también: declarar electa [a una persona]" (p. Ej., Esta persona que dice ser la
alcaldesa, es la alcaldesa) donde declarar significa aprobar, apoyar, permitir y empoderar.
Cuando se habla de validar a la persona individual (como un todo, por así decirlo), ¿qué se
está validando? Es la autentificación del individuo como quien realmente es. (La validación
de las creencias de una persona sobre quién es, se discutirá más adelante). La pregunta
"¿Quién soy yo?", Por supuesto, es una cuestión central en casi todos los casos de
psicoterapia. Como de Mello (1990) ha señalado, sin embargo, la pregunta no se puede
contestar, ya que cualquier respuesta que demos estará necesariamente incompleta. No
somos nuestra raza, ni nuestra edad, ni nuestros roles en la vida, ni nuestra posición, ni
nuestras relaciones, ni nuestros problemas ni nuestras alegrías, ni nuestras emociones, ni
nuestras acciones, ni nuestros pensamientos, ni nuestras experiencias, incluso en su suma
total, ni somos nuestro "yo". Quizás, como dice de Mello, sólo podamos decir que somos
humanos. Incluso eso, sin embargo, es sin duda una visión limitada. Las mismas
limitaciones de la respuesta de uno a esta pregunta, los límites de la autodefinición cuando
no hay límites verdaderos, sugieren una respuesta a la pregunta. Al validar al individuo, se
valida todo lo que es. Es decir, no hay nada que el individuo experimente, sienta, piense,
haga, diga o "sea" que no sea él mismo.

Uno valida al individuo cuando tratamos su existencia como justificable y se


responde a la persona como relevante y significativa a la vez, como alguien que requiere
una atención y aceptación serias y convincentes. La persona tal como es, en el momento,
es visible y es vista. Las acciones y reacciones terapéuticas tienen en cuenta y responden
al paciente individual en lugar de ser determinadas por el terapeuta, o los roles del paciente,
o reglas arbitrarias. Se ve y se aprueba a la persona, más que a los constructos aportados a
la interacción por el terapeuta. La validación usada en este sentido quizás se acerca más al
significado del término "consideración incondicional" tal como lo usa Rogers (“Las
condiciones terapéuticas previas al cambio: una mirada teórica”, Rogers, CR & Truax, CB,
1967: “La relación terapéutica y su impacto”, Madison: Prensa de la Universidad de
Wisconsin). Se requiere una validación incondicional del individuo.
En DBT hay un énfasis adicional en equilibrar la efectividad terapéutica de varias
intervenciones con los límites naturales de cada terapeuta para proporcionar intervenciones
efectivas y para evaluar estos dos factores (es decir, los límites de brindar intervenciones
efectivas y los límites personales de los terapeutas) más que definiciones de roles y límites
arbitrarios al interactuar con el paciente. Tal postura requiere responder no solo al paciente
tal como está en el momento, sino también de una manera que responda a uno mismo en el
momento. Aunque el papel terapéutico puede circunscribir las actividades y objetivos del
terapeuta, no obstante, es el terapeuta, como persona, quien está en la relación ayudando
al paciente. Por lo tanto, se debe validar tanto al terapeuta como individuo único, como el
individuo que actúa desde el rol de terapeuta, a la relación terapéutica y al paciente como
individuo único. Como analizaré más adelante, este sentido de validación se acerca más al
uso que hace Rogers del término autenticidad. Esta posición, por supuesto, requiere una
total claridad por parte del terapeuta (razón por la cual la supervisión continua de pares se
define como parte de la DBT y no como ajena a ella). Ocuparse de cuidar al paciente
siempre es responsabilidad del terapeuta.

Sin embargo, es importante señalar aquí que validar lo que se dice, se piensa, se
siente o se experimenta como si fuera, pero no es, es una instancia de validación de lo
inválido y, a la inversa, el negar lo que en realidad es, también es una instancia de
invalidación de lo válido. La validación no tiene nada que ver con lo deseable socialmente,
ni es sinónimo de elogio. Los temores del terapeuta de confrontar a los pacientes, de "llamar
a las cosas por su nombre", de reconocer lo doloroso, no deseado y/o cultural o
personalmente "inaceptable" es, a menudo, la base para validar lo inválido. Decirle
falsamente a un paciente, que está tratando de manipularlo en secreto, que él o ella en
realidad no lo está manipulando es tan invalidante como llamar manipulador a un paciente
que no lo está manipulando. Excepto en casos excepcionalmente raros, validar lo inválido
no es terapéutico. No es genuino y, además, comunica que lo que es, es inaceptable,
insoportable o, al menos, que no es relevante ni significativo.

Validación del comportamiento

Como se usa aquí y en la terapia conductual en general, el comportamiento se refiere a


cualquier actividad del individuo, incluidas las respuestas fisiológicas (p.ej.: respiración,
latidos del corazón, tensión muscular), las respuestas cognitivas (p. ej.: esperar, creer,
pensar, suponer) y las respuestas manifiestas: el comportamiento. Al contrario de lo que
muchas personas creen, la conducta no tiene que ser observada por otros para ser
importante para los conductistas. Desde la perspectiva de los conductistas, el
comportamiento puede ser privado (y observado sólo por el individuo) o público (y
observado por otros). Tanto los comportamientos privados como los públicos son
importantes en DBT y en todos los tratamientos conductuales modernos.

La validación del comportamiento es la comunicación clara e inequívoca de que una


actividad, emoción, creencia, sentido u otra experiencia o respuesta del individuo, ya sea
privada o pública, es a la vez relevante y significativa para el caso o las circunstancias, y
también es
1. justificable o está bien fundamentado en términos de hechos empíricos (es
decir, aquellos observados y acordados por observadores generalmente
desinteresados), inferencia lógicamente correcta o autoridad generalmente
aceptada; y/o

2. apropiado para el fin que se pretende, es decir, eficaz para alcanzar los
objetivos finales del individuo.

Como se puede suponer, el comportamiento puede ser válido desde la perspectiva


de un conjunto de circunstancias o para un propósito y no válido desde otro. De una manera
algo simplificada, se puede considerar válido al comportamiento (B) en términos de:

1. antecedentes de comportamiento (A) donde los antecedentes son los


hechos (conocidos empíricamente o por inferencia lógica o por una autoridad
generalmente aceptada), incluidos los eventos anteriores, las respuestas del
individuo o el contexto actual relevante para el comportamiento (es decir, B
está justificado o bien fundamentado en (A) o

2. consecuencias conductuales (C) donde B es eficaz para alcanzar


consecuencias que representan las metas u objetivos finales en vista (B es
eficaz para lograr C).

Al considerar si el comportamiento es válido o debe ser validado, surgen una serie


de tensiones dialécticas. El comportamiento puede ser válido en términos de un conjunto de
antecedentes (por ejemplo, eventos históricos) pero no en términos de otro conjunto (por
ejemplo, eventos presentes). El comportamiento puede ser válido en términos de la
experiencia privada de la realidad de un individuo (por ejemplo, experiencias espirituales),
pero no en términos de eventos públicos vistos por el observador externo. La experiencia
privada, en sí misma, puede ser válida en términos del consenso de un grupo de
autoridades, pero no de otro. El comportamiento puede ser válido en términos de
antecedentes de comportamiento, pero no en términos de consecuencias (por ejemplo, ser
"correcto" en lugar de efectivo). La conducta puede ser válida en términos de un conjunto de
consecuencias (por ejemplo, consecuencias a corto plazo) pero no en otro conjunto (por
ejemplo, consecuencias a largo plazo). Dos puntos son importantes aquí: primero, no todo
comportamiento es válido en todos los sentidos. En segundo lugar, todo comportamiento es
válido en algún sentido. Es la resolución de estas y otras tensiones dialécticas similares, sin
descontar la validez de ambos extremos de la polaridad, lo que está en el corazón de la
validación. Es posible que el terapeuta deba buscar y encontrar el grano de sabiduría en
una taza de arena. La premisa rectora aquí es que en cualquier interacción se puede
encontrar y mostrar al consultante alguna base de validez.

Diferencia entre validación y empatía

Existe una superposición considerable entre los conceptos de empatía y validación, pero los
dos también son bastante diferentes. La superposición se produce de dos formas. Primero,
la comunicación empática es, en sí misma, a menudo validante. Ser entendido desde el
propio marco de referencia es intrínsecamente validante porque connota que uno no está
"loco", que uno tiene al menos suficiente sentido para ser entendido. En segundo lugar, la
validación siempre implica un reconocimiento preciso, la confirmación y autenticación
precisa de lo que es. Para validar al otro, uno debe conocer al otro. La empatía es ese
proceso mediante el cual uno conoce a otra persona más completamente de lo que esa
persona puede verbalizar o comunicar explícitamente. Es un requisito para todo, hasta para
la validación más simple.

También existen diferencias esenciales entre la empatía y la validación. Aunque


puede haber muchas definiciones de empatía, una comúnmente aceptada es la de Rogers,
quien la define como "percibir el marco de referencia interno de otro, con precisión y con los
componentes emocionales y significados que le pertenecen, como si uno fuera la persona,
pero sin perder nunca la condición de como si (Greenberg & Elliott, (en prensa) Respuesta
empática diferencial, 1980, p.141). Compare esto con la definición de validación como la
comunicación a un individuo, a través de la palabra o por una respuesta, que él o ella es
escuchado y visto y que sus respuestas y patrones de comportamiento tienen una validez
inherente. La validación es la respuesta de "sí" a la pregunta "¿puede esto ser cierto?".
Experimentar a qué se refiere "esto" es donde entra en juego la primera mitad de la
empatía, "percibir el marco de referencia interno del otro". Solo cuando el terapeuta
realmente comprende lo que el paciente realmente está experimentando, pensando,
asumiendo, creyendo, esperando, sintiendo, cuidando y preocupándose por, esperando,
haciendo y viviendo dentro de sí mismo, - sólo entonces, el terapeuta puede comenzar a
evaluar la validez de "esto". Evaluar el valor de verdad de "esto" es donde entra en juego la
segunda parte de la empatía, "sin perder la condición como si". El terapeuta debe ser capaz
de funcionar como un observador desinteresado, o al menos imparcial, para evaluar si una
respuesta está bien fundamentada en hechos empíricos, inferencia o autoridad y/o es
probable que sea eficaz para avanzar hacia los fines últimos del paciente. Por tanto, la
validación en psicoterapia depende de la capacidad del terapeuta para ejercitar la empatía
momento a momento durante las interacciones con el consultante.

Aunque la empatía es necesaria para la validación clínica, no es suficiente. Además,


es necesario un análisis de la respuesta del consultante a la luz de su relación con su
contexto (es decir, la situación empírica) y su función (como un medio para un fin). La
validación, por tanto, se basa en una conclusión sobre una experiencia empática. En
contraste con la empatía, la validación es inherentemente analítica, de verdad, de sabiduría,
de efectividad. O, dicho de otra manera, la validación requiere una conclusión sobre la
validez de la persona representada (validando al individuo) o sobre el comportamiento o la
experiencia del individuo (validando el comportamiento). Aunque todos los comportamientos
pueden validarse en algún nivel, no todos pueden validarse en el mismo nivel. Son las
diferencias de nivel las que diferencian aún más la validación de la empatía.

Niveles de validación

La validación se puede considerar en cualquiera de los seis niveles. Cada nivel es


correspondientemente más completo que el anterior y cada nivel depende de uno o más de
los niveles anteriores. Los dos primeros niveles de validación abarcan actividades
generalmente definidas como empáticas, y el tercer y cuarto niveles son similares a las
interpretaciones empáticas, ya que esos términos se utilizan en la literatura general de
psicoterapia. Aunque estoy segura de que la mayoría de los terapeutas utilizan y apoyan los
niveles cinco y seis de validación, se tratan con mucha menos frecuencia en la literatura.
Sin embargo, son una definición de la DBT y se requieren en cada interacción con el
consultante.

Nivel uno: escuchar y observar

El primer paso en la validación es escuchar y observar lo que el paciente dice, siente y


hace, así como un esfuerzo activo correspondiente para comprender lo que se dice y se
observa. La esencia de este paso es que el terapeuta está interesado en el paciente. El
terapeuta presta atención a lo que dice y hace el paciente. El terapeuta nota los matices de
la respuesta en la interacción. La validación en el nivel uno comunica que el paciente per
se, así como la presencia, las palabras y las respuestas del paciente en la sesión tienen "tal
fuerza como para demandar seria atención y [usualmente] aceptación" (ver definiciones de
validación arriba). La validación de nivel uno requiere mantener la atención enfocada en el
paciente, prestando mucha atención al contenido verbal y no verbal, es decir, a la forma de
hablar y de responder a las comunicaciones del terapeuta, a los matices de la expresión, a
los cambios mínimos en el tono de voz, postura, expresión facial, etc. También requiere
prestar atención a lo que es importante para y por el paciente.

Escuchar y observar también requieren que el terapeuta sea experto en mantener la


tensión dialéctica entre escuchar y observar incondicionalmente, por un lado, y, por el otro,
filtrar lo que se escucha y se ve a través de las lentes de la teoría, y las palabras y acciones
previas del paciente. Las categorías preformadas deben dar paso a nuevos conocimientos.
Y la comprensión guía una mayor exploración y observación. El terapeuta deja ir las teorías,
los prejuicios y los sesgos personales que se interponen en el camino de escuchar y
observar con claridad los acontecimientos reales que se van desarrollando, las emociones,
los pensamientos y los comportamientos del paciente. El terapeuta escucha
incondicionalmente y observa las cosas como realmente son. Sin condiciones establecidas,
el paciente es visto y tolerado tal como es en el momento. Usar lo que se obtuvo de
interacciones anteriores, recordar lo que el paciente ya ha dicho y hecho, cómo ha
reaccionado anteriormente en las sesiones, comunica poderosamente que el paciente es lo
suficientemente importante como para recordarlo. Vale la pena esforzarse por comprender
al paciente. En la medida en que las propias teorías sean útiles, pueden ayudar al terapeuta
a integrar lo que se escucha en una imagen que informa y completa lo que el paciente
intenta comunicar. El discurso resultante se valida al comunicar que se conoce al paciente.
De hecho, dicha comunicación, informada por la teoría y la integración de conocimientos
previos, puede ser tan poderosa que se considera un nivel más alto de validación y se
describe además como una validación de nivel tres.

Escuchar y observar, en el nivel uno de validación, requiere un patrón de interacción


recíproco y comprometido. Expresiones tales como: "Dime más", "No entiendo, explica
eso", "¿Qué estabas pensando en ese momento?" "¿Entonces que?", comunican que tanto
la historia como la interpretación que el paciente hace de la historia son importantes y
valiosas. Escuchar de esa manera requiere que uno se mantenga inmediato, donde
inmediato significa estar completamente presente en ese momento. La validación en el
primer nivel abarca la exploración empática de las experiencias del paciente, así como de
los "hechos" del caso. La idea básica aquí es que el terapeuta llegue a conocer activamente
al paciente, tanto desde la perspectiva del paciente como desde la perspectiva de un
observador externo. El terapeuta intenta comprender la experiencia fenomenológica del
paciente, así como el contexto en el que tiene lugar la experiencia. Para usar las palabras
de Greenberg & Elliott, el papel del terapeuta es el de "facilitador de la exploración y
compañero en la búsqueda, un co-explorador". La tarea aquí es la misma que buscar
activamente cómo llegar a una comprensión empática del paciente cuando dicha
comprensión se define como Rogers la definió como "percibir el marco de referencia interno
de otro, con precisión y con los componentes emocionales y significados que le pertenecen
como si uno fuera la persona pero sin perder nunca la condición de como si ”(1980 p. 141).
Conocer la experiencia del paciente requiere comprender "el marco de referencia interno del
paciente ... con precisión y con los componentes emocionales y los significados que le
pertenecen como si uno fuera la persona". Comprender el contexto de la experiencia, que
incluye tener una imagen a veces más objetiva de los eventos y las respuestas del paciente,
requiere no "perder nunca la condición de como si".

La dialéctica adicional en escuchar y observar es entre la perspectiva del paciente y


la del terapeuta observador. El terapeuta debe convertirse en un participante en el mundo
del paciente y al mismo tiempo seguir siendo un observador de ese mundo. ¿Cómo se
convierte el terapeuta en participante? El terapeuta debe imaginar la experiencia y la
perspectiva del paciente. En DBT, se alienta a los terapeutas a encontrar en sí mismos
experiencias, ya sea en la memoria o por medio de la imaginación, metáfora, analogía o
historia, que coinciden con las del paciente de alguna manera esencial. El terapeuta ensaya
encubiertamente ponerse en el lugar del consultante, adoptando imaginariamente su
pasado y su presente. No hace falta decir, por supuesto, que tal postura requiere una
verificación momento a momento para asegurarse de que la comprensión del terapeuta
realmente coincide con la experiencia y los hechos de la experiencia del paciente.

¿Cómo puede el terapeuta seguir siendo un observador, sin perderse en la


perspectiva del paciente? Manteniendo un interés primordial en el bienestar del paciente y
una conciencia constante de hacia dónde se dirige el paciente, es decir, de los objetivos
finales del paciente. En DBT, el terapeuta siempre se centra tanto en la aceptación como en
el cambio. Por lo tanto, en cada momento, el terapeuta debe comparar las respuestas del
paciente con las que serían necesarias para lograr los objetivos del paciente. El terapeuta
siempre se está haciendo la pregunta esencial: si yo fuera el paciente cómo respondería si
sostuviera los objetivos del paciente. Es decir, en cada momento el terapeuta está notando
tanto lo que el paciente está experimentando, como de qué manera el paciente está
respondiendo a esa experiencia, preguntándose en esencia: "Ok, desde aquí, ¿cómo llego
allí?" Escuchar y observar es averiguar dónde está "aquí".

Nivel dos: Reflexión precisa

El segundo nivel de validación es el reflejar exactamente al paciente los propios


sentimientos, pensamientos, suposiciones y comportamientos del paciente. El terapeuta
transmite una comprensión del paciente, una escucha de lo que el paciente ha dicho y una
visión de lo que hace el paciente, cómo responde. La validación en el segundo nivel
sanciona, empodera o autentica que el individuo es quien es en realidad. Generalmente,
este reflejo en una terapia conductual, así como la DBT, se mantiene bastante cerca de lo
que realmente dice el paciente o lo que observa directamente el terapeuta. Por lo tanto,
aunque el terapeuta a menudo resume patrones y usa sinónimos e historias para comunicar
comprensión y puede reorganizar lo que se dice en un paquete más coherente, en este
nivel de validación se agrega poco a la comunicación del paciente. La precisión de lo
reflejado, por supuesto, requiere que el terapeuta realmente comprenda la perspectiva del
paciente, así como los eventos que ocurrieron y las respuestas del paciente. Mediante una
discusión de ida y vuelta, con los terapeutas resumiendo, y los pacientes corrigiendo y
agregando al resumen, los terapeutas ayudan a los pacientes a identificar, describir y
etiquetar mejor sus patrones de respuesta encubiertos y abiertos. El objetivo esencial es
que el terapeuta y el paciente lleguen a un entendimiento compartido del material en
cuestión. El terapeuta dice con frecuencia "¿Esto es correcto?" para probar la hipótesis de
que la escucha es completa y la comprensión exacta. El paciente tiene la oportunidad de
decir que el terapeuta está equivocado.

Una postura sin prejuicios, tanto verbal como no verbal, es fundamental para un
reflejo correcto en este nivel. Por no juzgar, me refiero a ni bueno ni malo. Es decir, la
validación en este nivel no implica aprobación ni estímulo. Tampoco implica juicio de
eficacia o valor. El terapeuta no está de acuerdo con que la perspectiva del paciente sea la
única perspectiva posible. Así, por ejemplo y contrariamente a las creencias de mucha
gente sobre la empatía, cuando un paciente expresa fragilidad, el reflejo preciso no requiere
necesariamente un tono de voz comprensivo. Lo que se refleja es "la cualidad" esencial. Un
tono de voz, de hecho, o, "pero, por supuesto", muchas veces puede ser el enfoque más
efectivo.

Diferenciar lo que es de lo que no es

Es extraordinariamente importante que el terapeuta refleje con precisión lo que el paciente


dice, siente, hace o experimenta. A menudo, en cambio, los terapeutas confunden las
respuestas del paciente con los eventos o estímulos a los que se está respondiendo. O,
como le digo al terapeuta que entreno, los terapeutas a menudo caen en la piscina con el
paciente en lugar de sacar al paciente de la piscina. El terapeuta se pone en el lugar del
paciente, pero olvida sus propios zapatos. Al describir una interacción, el paciente dice con
voz desesperada: "Ella me odia". Esta declaración puede reflejar con precisión lo que el
paciente cree y puede relacionarse con los sentimientos del paciente que el terapeuta
puede identificar y reconocer. Sin embargo, la afirmación "Ella me odia" no es
necesariamente una afirmación de un hecho. Es decir, la persona en cuestión puede no
odiar al paciente. Una validación de nivel dos podría ser una afirmación como "Entonces, te
sientes desesperado y realmente seguro de que ella te odia ..." Es especialmente fácil para
los terapeutas con pacientes seriamente perturbados captar la desesperanza, impotencia,
enojo del paciente con el mundo, miedos, pasividad y otras respuestas que contribuyen a no
alcanzar las metas del paciente. Una validación de nivel dos es cuando el terapeuta
reconoce los hechos de la experiencia del paciente. Es decir, el terapeuta está tan en
contacto con la perspectiva como para identificarla correctamente. Sin embargo, no es de
nivel dos agregar también, en palabra, hecho o respuesta no verbal, que las respuestas del
paciente corresponden a los hechos empíricos cuando es posible que no. Sentirse enojado
es diferente a ser atacado. El miedo es diferente a la amenaza real. Hay varias razones por
las que los terapeutas confunden los hechos de una situación con las respuestas del
paciente a los hechos cuando los dos en realidad discrepan. Con los pacientes que son muy
expresivos emocionalmente, puede deberse a un contagio emocional. Con pacientes que se
comunican con calma y son fluidos y articulados, puede ser simplemente que el terapeuta
no preste suficiente atención para detectar las inconsistencias. Cualquiera sea la razón, se
debe tener cuidado de distinguir las emociones, pensamientos y experiencias como eventos
dignos de atención y reconocimiento en sí mismos, en lugar de como declaraciones
literales, marcadores o signos del mundo al que el individuo está reaccionando.

Nivel tres: articular lo no verbalizado

En el nivel tres de validación, el terapeuta le comunica al paciente la comprensión de los


aspectos de la experiencia del paciente y la respuesta a los eventos que no han sido
comunicados directamente por el paciente. En el nivel tres, el terapeuta "lee" el
comportamiento del paciente y se da cuenta de cómo se siente el paciente y qué desea,
qué piensa o hace el paciente simplemente sabiendo lo que le ha sucedido. Es cuando una
persona puede establecer el vínculo entre los eventos desencadenantes y el
comportamiento sin recibir ninguna información sobre el comportamiento en sí. El terapeuta
articula las emociones y los significados que el paciente no ha expresado. El terapeuta
expresa una comprensión intuitiva del paciente, derivada de toda la información y
observaciones hechas hasta la fecha. El terapeuta lee la mente del paciente, por así decirlo,
a veces conociendo a los pacientes mejor de lo que se conocen a sí mismos. En el nivel
tres, el terapeuta puede decir en voz alta lo que observa el paciente, pero tiene miedo de
decir o admitir. Este simple acto de reflexión, especialmente cuando el terapeuta "lo dice
primero", puede ser un poderoso acto de validación ya que los pacientes a menudo se
observan a sí mismos con precisión en primer lugar, pero debido a la desconfianza en sí
mismos invalidan y descartan sus propias percepciones.

Cuando alguien sabe cómo estás respondiendo, cómo te sientes o piensas o qué es
lo que probablemente harás, sin que tengas que decírselo directamente, casi siempre se
experimenta como una validación. Primero, y como mínimo, tal validación comunica que
uno es conocido; el terapeuta autentica que uno es quien realmente es, es decir, el individuo
es validado como sí mismo. Articular respuestas no verbalizadas es importante tanto para
los patrones que representan las fortalezas del paciente como sus debilidades. Sin
embargo, los terapeutas suelen pasar por alto la necesidad de este tipo de validación
cuando las emociones, las cogniciones o el comportamiento manifiesto de la persona son
desadaptativos, disfuncionales o reprobables. Poner un tono positivo en el comportamiento
del paciente, negarse a reconocer los comportamientos que tienen un tremendo impacto
negativo en la vida y las esperanzas de los pacientes, a menudo tiene el efecto neto de
crear en ellos la sensación de que realmente deben ser completamente inaceptables -sin
dejar de mencionar, además, la impresión de que el terapeuta es ingenuo, sin educación o
no está lo suficientemente interesado como para averiguarlo. La validación de nivel tres,
cuando se hace muy bien, puede crear la esperanza necesaria para que se produzca el
progreso clínico.

En segundo lugar, ser leído también puede comunicar poderosamente que, dados
todos los contextos del comportamiento, las respuestas de uno a los eventos son normales,
predecibles y justificables. ¿De qué otra manera sabría la persona cómo se sintió o pensó o
qué iba a hacer? De hecho, la sensación de que alguien es un "alma gemela" que te
comprende y te acepta se basa con frecuencia en esta capacidad. Por el contrario, cuando
una persona no puede entender cómo te sientes o piensas, no puede responderte con
empatía a menos que se lo expliques en detalle, o espera que hagas cosas que no haces o
asuma que has hecho cosas que no hiciste, lo que, a menudo, se experimenta como
invalidante, insensible o indiferente.

Leer el comportamiento con precisión requiere que el terapeuta esté familiarizado


con la cultura del paciente. Por cultura, me refiero aquí al tejido de patrones de respuesta
socialmente transmitidos que pueden considerarse típicos, o una expresión de la comunidad
o población que representa el paciente. Por ejemplo, lo que se responde con alegría, lo que
se interpreta como una amenaza y es entonces atacado, o sentido como un duelo, una
pérdida, puede ser muy diferente entre los hombres que entre las mujeres, entre los
individuos de una clase social con respecto a otra, en un país frente a otro. De manera
similar, las respuestas que tienen sentido, es decir, que pueden ser fácilmente predecibles,
entre individuos cuyas vidas están marcadas por traumas, desregulación biológica o
trastornos específicos del comportamiento, pueden tener poco sentido para otros que no
han experimentado tales condiciones.

Conocer la situación actual del paciente o la situación precipitante, junto con las
observaciones del comportamiento verbal y no verbal del paciente, puede ser útil para llegar
a una descripción de las respuestas emocionales, intenciones, suposiciones o respuestas
privadas del paciente. El vínculo entre eventos y emociones u otros comportamientos
privados (por ejemplo, pensamientos, sensaciones) es en parte universal, pero en parte
aprendido. Así, en la medida en que las historias de aprendizaje del terapeuta y el paciente
sean similares, es decir, en la medida en que el terapeuta y el paciente compartan una
cultura similar, el terapeuta será experto en leer las respuestas no articuladas. En ausencia
de una historia similar, la experiencia clínica, los informes de investigación, los relatos en
primera persona y las autobiografías, las novelas y las películas sobre personas como su
paciente pueden ser útiles. Una tarea muy importante del grupo de consulta en DBT es
ayudar al terapeuta en este trabajo. Este tipo de validación de nivel tres es similar a la
"hermenéutica de lo cotidiano". Busca articular las respuestas privadas comunes a la propia
cultura del paciente a través de una indagación participante-observador (ver Wilbur, 1995; p.
549, para un análisis similar).

En otras ocasiones, el simple hecho de validar lo no verbalizado comunica tal


aceptación que le da a los pacientes permiso, por así decirlo, de conocerse mejor a sí
mismos. Esto es particularmente probable cuando el terapeuta lee las respuestas de las que
el paciente sólo es mínimamente consciente, si es que lo hace. Las respuestas privadas
inaceptables, en particular, tales como creencias, intenciones, deseos, sensaciones y
sentimientos inadmisibles (socialmente o para el consultante individual) pueden no ser
reconocidos, porque observar y etiquetar con precisión se inhibe tan temprano en la cadena
de autorreflexiones que el paciente posteriormente no toma consciencia de sí mismo. Este
es especialmente el caso cuando el resultado del conocimiento es la experiencia de
emociones dolorosas como vergüenza, culpa, humillación, miedo o tristeza. Evitar observar
y reconocer, como sugiero aquí, no es fundamentalmente diferente a evitar cualquier otro
comportamiento cuyo resultado inmediato esté asociado con el dolor. El reconocimiento de
estas respuestas privadas por parte de un observador externo que no juzga y cuya opinión
es importante permite al paciente validar sus propias experiencias y comportamientos
"inaceptables" y dolorosos. La validación de nivel tres aquí es similar a la "hermenéutica de
la sospecha" (ver el análisis de Wilbur, p. 549). El terapeuta expresa la sospecha de que
pueden estar sucediendo más cosas de lo que le parece al paciente o al mismo terapeuta.
Cuando esto es correcto, constituye una validación de nivel tres y tiene el potencial de un
enorme valor terapéutico.

Sin embargo, la validación de nivel tres también está plagada de peligros y tiene el
potencial de causar grandes daños. El peligro principal es que una articulación inválida o
sólo parcialmente válida de las respuestas privadas del paciente le sea impuesta a la
fuerza. Un ejemplo generalizado de tal tendencia es la propensión de muchos terapeutas a
utilizar las consecuencias o las funciones observadas de la conducta como prueba de la
intención privada. Si el terapeuta se siente manipulado, el paciente debe estar manipulando.
Si el esposo que se fue de casa regresa con su esposa después de que ella se corta las
muñecas, entonces la esposa debe haber buscado (secreta o inconscientemente) tal
resultado. Fue sólo un "gesto". Para colmo de males, los terapeutas a veces están tan
seguros de sus creencias (a menudo debido a la rígida adherencia a una teoría particular de
la motivación) que asumen que la protesta frente al esfuerzo de validación defectuoso es
una prueba más de que la articulación fue válida en primer lugar. “Protestas
demasiado"(dicho al paciente). Como he sostenido en otra parte (Linehan, 1993), este es el
error de afirmar el consecuente. La mejor manera de prevenir las validaciones iatrogénicas
de nivel tres es que el terapeuta tenga una muy buena comprensión del comportamiento
humano, incluida la gran variedad de vías de respuesta privadas a cualquier
comportamiento público en particular, así como una gran cantidad de hipótesis teóricas que
pueden ser probadas, en cualquier caso. Tener más de una buena teoría reduce la
probabilidad de que se aferre a alguna de ellas ante la evidencia que lo contradiga. La
necesidad dialéctica aquí es tanto la exploración colaborativa de conductas y experiencias
privadas, incluida la intención, por un lado, como el coraje, la sofisticación y la percepción
de lo que realmente está sucediendo por el otro (independientemente, en ocasiones, de lo
que el paciente afirma).

La capacidad de saber cómo está respondiendo un paciente a una intervención


terapéutica, sin que el paciente lo diga directamente, es también una capacidad necesaria
para comunicar la validación de forma eficaz. La capacidad de “leer” situaciones y personas,
predecir cómo los eventos harán sentir a las personas y saber cómo uno afecta a los demás
se suele analizar bajo la categoría de sensibilidad clínica. Sin embargo, su precisión
depende en realidad de una empatía precisa. El terapeuta más empático se caracteriza por
la capacidad de saber, no sólo cuándo un paciente se siente invalidado, o es probable que
se sienta invalidado por lo que está diciendo, sino también qué tipo de respuesta terapéutica
es probable que produzca un sentido de validación. Curiosamente, dada la tensión
inherente entre validar una respuesta y tratar de cambiar esa respuesta, la capacidad de
mover al paciente rápidamente a través de los cambios necesarios requiere un
reconocimiento muy astuto momento a momento de la experiencia del paciente de estar
siendo invalidado. Es precisamente en esos momentos en que el paciente se ve
amenazado con una invalidación incapacitante cuando el terapeuta debe actuar
rápidamente para validar y luego, tan pronto como se experimenta la validación, retroceder
para cambiar. El resultado, al menos cuando el cambio inmediato es de suma importancia
(p. ej., cuando es probable una conducta suicida), es una terapia caracterizada por un
entrelazamiento rápido (y con suerte suave) de la validación con el cambio, a menudo
oscilante frase por frase, oración por oración. Tal inmediatez es posible sólo cuando el
terapeuta es capaz de mantener un pie firmemente en la experiencia del paciente y el otro
firmemente en la realidad del observador astuto.

Nivel cuatro: Validación en términos de causas suficientes (pero no necesariamente


válidas).

En el nivel cuatro, el comportamiento se valida en términos de sus causas. La validación


aquí se basa en la noción de que todo comportamiento es causado por eventos que ocurren
en el tiempo y, por lo tanto, en principio es comprensible. La conducta se justifica mostrando
que es causada. Aunque la información puede no estar disponible para conocer todas las
causas relevantes, los sentimientos, pensamientos y acciones del paciente tienen perfecto
sentido en el contexto de la experiencia actual, fisiología y vida de la persona hasta la fecha.
Como mínimo, lo que siempre puede justificarse en términos de causas suficientes. Es
decir, lo que es "debería ser" en el sentido de que todo lo necesario para que ocurriera
tendría que haber sucedido. "Con referencia a las respuestas actuales, no podría ser de otra
manera". El comportamiento se adapta al contexto en el que se aprende y a las respuestas
biológicas del sistema humano. En el nivel cuatro, el terapeuta encuentra la sabiduría de
esa adaptación. El terapeuta, en esencia, dice: "Dado X, ¿cómo podría ser Y de otra
manera?" En términos de los análisis descritos anteriormente, la pregunta es "Dados los
antecedentes (A) o las consecuencias (C) de la conducta, ¿cómo podría ser diferente la
conducta de la persona (B)?

¿Cómo validar el comportamiento cuando es desadaptativo, disfuncional y/o ineficaz


para alcanzar los fines últimos del paciente? Si el comportamiento actual es destructivo o se
aleja de una vida que el paciente puede experimentar como digna de ser vivida, ¿cómo
encuentra el terapeuta el grano de sabiduría? Cuando la conducta en cuestión no es válida
debido a su vínculo con antecedentes inválidos o por su ineficacia para la consecución de
los objetivos de vida, puede haber al menos una, de tres razones para la validación de nivel
cuatro: historia de aprendizaje pasado, antecedentes presentes pero no válidos, o trastorno
biológico.

1. Los comportamientos son válidos en términos de antecedentes históricos (A


historia) pero pueden no ser válidos en términos de eventos antecedentes actuales
(A actual). En el primer tipo, el terapeuta comunica que la conducta del individuo es
justificable y razonable en términos del pasado (es decir, aprendizaje pasado o
metas previas que ya no se cumplen). En términos de historia, todo comportamiento
aprendido es válido. Un enfoque en las experiencias de la primera infancia que son
importantes en el desarrollo de problemas, así como la interpretación de la
transferencia, son ejemplos (cuando son precisos) de validación de nivel cuatro. El
proceso de explorar el pasado, tan típico en muchos tratamientos, puede ser
terapéutico simplemente porque teje una historia que hace que el presente tenga
sentido. Valida el presente vinculándolo a eventos anteriores de tal manera que ni el
pasado ni el presente podrían ser de otra manera. De hecho, gran parte de la
psicoterapia está relacionada con ayudar a los pacientes a hacer precisamente estas
distinciones. Es posible que las respuestas aprendidas en el pasado y apropiadas en
el pasado ya no sean necesarias o apropiadas en el presente.
Tome los siguientes ejemplos. Una amiga fue violada en un callejón oscuro una
noche. Unos meses más tarde, estás caminando con tu amigo una noche para
encontrarte con otros amigos en un pub cuya entrada principal está en un callejón.
Empiezas a caminar por el callejón y tu amigo dice "¡No! No puedo. Vamos a la otra
entrada". Dices: "¡Pero, por supuesto! Qué insensible de mi parte. Olvidé que te
violaron en un callejón oscuro. Vayamos por el otro lado". Esa es una validación de
nivel cuatro. Ser violada en un callejón oscuro es (A historia) la aparente seguridad
del callejón de entrada al pub es (A actual). O tome un ejemplo clínico. Una paciente
mía estaba teniendo problemas matrimoniales debido, aparentemente, a que no le
gustaba el sexo con su esposo. Según todas las apariencias, era el marido ideal
cuando se trataba de sexo. Le compraba preciosas batas de seda y satén, ponía
música, encendía velas, era cariñoso, hablaba antes del sexo, era gentil y amable (A
actual). En una terapia matrimonial anterior se había identificado que durante la
adolescencia sus padres, en particular su madre, la llamaban constantemente puta y
la reprendían cada vez que mostraba el más mínimo interés por los chicos o el sexo.
Todos coincidieron en que su falta de interés actual en relaciones sexuales con su
marido era un resultado de estas experiencias con sus padres (A historia) en lugar
de los aspectos del comportamiento actual de su marido (A actual), una validación
de nivel cuatro.

2. El comportamiento es válido en términos de antecedentes (eventos) actuales


inválidos (A inválido) pero, puede no ser válido, en términos de antecedentes
(eventos) actuales ( A válido ). Tomemos el ejemplo de un paciente que asiste a una
cita de terapia. Venir al consultorio del terapeuta el jueves a las 2 pm podría
considerarse inválido si la cita es en realidad el viernes. Los hechos son que no hay
cita ese día; el comportamiento no está justificado por hechos empíricos. Pero
supongamos que en la última cita el terapeuta le dijo por error al paciente la hora
incorrecta de la cita, diciendo, sin darse cuenta, que era el jueves. El mismo
comportamiento podría considerarse válido en el sentido de que se basa en una
inferencia lógicamente correcta de lo que dijo el terapeuta. Se puede hacer una
distinción similar cuando se analizan las respuestas emocionales. Las emociones
pueden ser respuestas razonables a las propias premisas o creencias sobre una
situación, aunque las creencias no estén justificadas por los hechos reales de la
situación. El pánico puede ser una respuesta justificable a la creencia cierta de que
uno se encuentra inesperadamente en una situación que amenaza la vida, pero
puede no ser justificable en términos de los hechos reales cuando los hechos son
que uno está sano y salvo. En ambos casos, el proceso terapéutico requiere que
uno maneje la dialéctica de validar y confrontar una respuesta basada en dos
conjuntos independientes de hechos empíricos. En el primer caso, los dos conjuntos
de hechos son el tiempo establecido por el terapeuta (A inválido) versus el tiempo
realmente reservado por el terapeuta (A válido). En el segundo caso, los dos
conjuntos de hechos son las premisas o creencias de la persona (A inválido) versus
el valor real de amenaza de la situación (A válido).

3. El comportamiento es válido en términos de antecedentes (eventos) desordenados


(A trastorno) pero puede no ser válido para lograr metas o consecuencias
importantes deseadas (C metas). Este tipo de validación de nivel cuatro es más
común cuando el antecedente es algún tipo de trastorno biológico y la consecuencia
no deseada es algún tipo de funcionamiento alterado. El objetivo del paciente es, por
lo general, aliviar el funcionamiento desordenado y mejorar la satisfacción con la
vida. La visión de la disfunción emocional como enfermedad es un ejemplo de
validación del comportamiento en términos de disfunción biológica. Los
comportamientos depresivos, por ejemplo, pueden verse como patrones de
respuesta válidos a ciertas disfunciones neuroquímicas del cerebro (A trastorno)
pero ineficaces para mejorar la satisfacción con la vida (C metas). Demasiado
comportamiento impulsivo puede interferir con muchos objetivos de vida (C metas)
pero, sin embargo, ser una respuesta inevitable a ciertas características genéticas (A
trastorno).

Contrarrestar los " debería "

La validación de nivel cuatro contrarresta la tendencia de muchos pacientes a creer que " no
deberían " ser como son, es decir, que " deberían " ser diferentes. Modela la validación de lo
que puede no ser admirable y enseña la autovalidación. La tarea de contrarrestar “los
deberes del paciente” es una parte importante de la validación de nivel cuatro. El primer
paso para contrarrestar los " debería " es hacer una distinción entre comprender cómo o por
qué sucedió algo y aprobar el evento. La principal resistencia para creer que debería haber
ocurrido una respuesta o patrón de comportamiento en particular, dadas las circunstancias
que lo rodean, es la creencia de que, si se comprende el comportamiento, también se
aprueba el comportamiento. El terapeuta debe enfatizar que el acto de negarse a aceptar
una realidad dada significa que uno no puede actuar para superar o cambiar esa realidad.
Aquí se pueden dar ejemplos sencillos. El terapeuta puede señalar una pared cercana y
sugerir que si una persona quiere que la pared sea de color verde y se niega a aceptar el
hecho de que la pared es actualmente púrpura, no verde, es poco probable que la persona
alguna vez pinte la pared verde. Aquí se hace notar un segundo punto; desear que la
realidad fuera diferente no cambia la realidad; creer que la realidad es lo que uno quiere que
sea no la convierte en lo que uno quiere que sea. A veces, una declaración de que algo no
debería ser también equivale a negar su existencia. "Como no es aceptable, no podría
suceder". La afirmación contraria a esto es "lo es" o "sucedió". La tarea es lograr que el
paciente esté de acuerdo en que ni desear ni negar cambiará la realidad.

Un paso útil para contrarrestar los " debería" es presentar una explicación
mecanicista de la causalidad que indique que cada evento tiene una causa. Repase una
serie de ejemplos de comportamiento no deseado e indeseable con ilustraciones paso a
paso de los factores que provocaron el comportamiento. La estrategia es mostrar que los
pensamientos ("No lo quiero") y las emociones (miedo, ira) no son suficientes para evitar
que suceda un evento. Si querer ser perfectos nos hiciera perfectos, la mayoría de nosotros
habríamos sido perfectos hace mucho tiempo. La noción a comunicar es que todo lo que
pasa debe suceder dado el contexto del mundo o, en principio, todo es comprensible.

Validar el comportamiento, especialmente cuando es doloroso o aparentemente


fuera de control, en términos de causas suficientes de una manera que sea escuchada y
aceptada por el paciente, puede requerir una cantidad considerable de tiempo. Decir que un
comportamiento tiene sentido es diferente a ayudar al paciente a ver el sentido del
comportamiento. Aunque el intento activo de cambiar la comprensión del paciente de su
propio comportamiento no es en sí mismo necesariamente una validación, puede tener el
efecto total de validar el comportamiento del paciente. Es decir, funciona como una
respuesta de validación. Cuando ese es el objetivo, el terapeuta puede necesitar tener
muchas historias y metáforas a mano para ilustrar el punto. (Ver Linehan, 1993, para una
serie de historias típicas de DBT).

Nivel cinco: Validación como razonable en el momento

En el nivel cinco, el terapeuta comunica que el comportamiento es justificable, razonable,


bien fundamentado, significativo y/o eficaz en términos de eventos actuales, funcionamiento
biológico normativo, y/o los objetivos fundamentales de la vida del paciente. El terapeuta
busca y refleja la sabiduría o validez de la respuesta del paciente y comunica que la
respuesta es comprensible. El terapeuta encuentra los hechos relevantes en el entorno
actual que apoyan el comportamiento del paciente. El terapeuta no está cegado por la
disfuncionalidad de algunos de los patrones de respuesta del paciente a aquellos aspectos
de un patrón de respuesta que pueden ser razonables o apropiados al contexto. Por lo
tanto, el terapeuta busca en las respuestas del paciente su precisión o idoneidad
inherentes, o razonabilidad (además de comentar sobre la disfuncionalidad inherente de
gran parte de la respuesta, si es necesario). Hay varios motivos para la validación del nivel
cinco: solidez inherente, medios hábiles para lograr objetivos a largo plazo, comportamiento
normativo y medios eficaces, pero limitados.

1. La conducta es válida en términos de estar bien fundada en hechos empíricos o


principios sólidos y completamente aplicable al caso. La validación de nivel cinco
aquí se centra en la validez inherente del comportamiento en el sentido de que el
comportamiento está respaldado por una verdad objetiva o una autoridad
generalmente aceptada, se deriva lógicamente de hechos empíricos, está bien
fundamentado o es justificable y a la vez relevante y significativo, completamente
aplicable al caso o circunstancias. El comportamiento tiene pleno sentido o es
verificable a la luz de los hechos o la verdad conocida. Aunque se puede justificar el
comportamiento en términos de causas suficientes (como el historial de aprendizaje,
los genes), dicha justificación no es necesaria. Puede justificarse por sus propios
méritos en su relación con las circunstancias actuales.

La dificultad en la mayor parte de la psicoterapia es que el sesgo hacia la


búsqueda y el tratamiento de la disfunción de los consultantes puede cegar uno de
los aspectos positivos de su comportamiento. Los aspectos razonables y válidos del
comportamiento se ignoran en favor de centrarse en lo que está desordenado. Los
entornos “formadores de locos” no se reconocen. La pepita de oro se pierde al barrer
la arena del suelo. Vuelva a los dos primeros ejemplos que se dan al describir las
validaciones de nivel cuatro. En la situación con una amiga que había sido violada
en un callejón oscuro. Si cuando ella dice que no puede caminar por el callejón
oscuro, dices "¡Pero, por supuesto! Los callejones son peligrosos. Vayamos por el
otro lado, "eso es la validación de nivel cinco. En el ejemplo de la clienta a la que no
le gustaba el sexo, como señalé, atribuirlo a un aprendizaje familiar disfuncional
previo fue una validación de nivel cuatro. Recuerde, sin embargo, que el esposo le
compró sedas y rasos, tocaba música, encendía velas y era gentil y amable durante
el sexo. Una vez que conocí a la paciente y este tema volvió a surgir, le dije: "No
creo que seas una persona a la que no le guste el sexo para nada. Simplemente no
quieres tener sexo con un hombre que no quiere tener sexo contigo. Eso es normal
y, ciertamente, razonable. Eres una dama de camisón de franela y quieres un
hombre que te arroje sobre una mesa de picnic, te "violente", sude y sea fuerte y
autoritario. Quieres tener sexo con un hombre que quiere tener sexo contigo, no con
la pareja sexual de seda y satén que tiene en su imaginación ". Eso fue
(exactamente) una validación de nivel cinco. (Luego señalé cómo el comportamiento
de su esposo podría validarse en el nivel cuatro al observar cómo los medios de
comunicación seguían enviándole mensajes de que lo que estaba haciendo era lo
que una mujer quería. Simplemente no se había dado cuenta de que ella no era la
dama de los anuncios).

2. El comportamiento es válido porque es un medio eficaz para alcanzar metas a largo


plazo. Como señalé al comienzo del capítulo, la conducta también puede ser válida
porque es eficaz para lograr los objetivos finales. Esta es la validación en términos
de medios hábiles. Gran parte de la terapia implica enseñar y validar habilidades. La
clave para este tipo de validación es estar atento a los principios de formación de la
conducta, especialmente cuando el trastorno del paciente es severo o intratable.
Solo el progreso evidente (SPE) debe señalarse, reflejarse, autenticarse y
respaldarse. Con pacientes muy difíciles o con trastornos crónicos, estar atento a los
SPE puede requerir mucha energía y vigilancia. En DBT, una de las tareas del
equipo de consulta es estar atento a todos los SPE y sostener la lupa, por así
decirlo, para que el terapeuta vea más claramente.

3. La conducta es válida porque es una respuesta normativa y ordenada. Comunicar


que el comportamiento se debe al funcionamiento biológico normativo o que es
habitual y normativo en una circunstancia dada es una validación de nivel cinco.
Tomemos el ejemplo de una persona que está experimentando un enojo intenso y
está rumiando acerca de la injusticia después de haber sido despedido de un trabajo
tres meses antes de ser incluido en el plan de jubilaciones de la empresa. Se podría
sugerir que la ira en esta situación es normativa. También se podría sugerir que
reflexionar sobre la injusticia es un efecto secundario normativo de la ira. Del mismo
modo, con el miedo. Una mayor sensibilidad a las señales de amenaza es un efecto
secundario normal. En condiciones de alta excitación, la atención se restringe y la
cognición se vuelve más rígida. Los pacientes a menudo carecen
sorprendentemente de conocimientos sobre el funcionamiento psicológico y
biológico normal. Desafortunadamente, los terapeutas a menudo también carecen
de educación. Esto, combinado con el prejuicio de encontrar al menos algún
trastorno en individuos que buscan psicoterapia, puede conducir a patologizar el
comportamiento normativo. El terapeuta no sólo pierde la validación de lo válido,
sino que el terapeuta puede invalidar activamente lo válido. En mi experiencia, nada
aliena tanto a un paciente como esta tendencia de muchos terapeutas. Cuando se
combina con déficits en otros tipos de validación, particularmente en el nivel uno
(estar atento), el progreso terapéutico puede verse seriamente obstaculizado.

4. El comportamiento es válido en términos de consecuencias positivas relativamente


poco importantes (para objetivos a largo plazo), pero estas consecuencias conducen
simultáneamente a consecuencias negativas importantes y/o a largo plazo. Este tipo
de validación es el tipo de validación terapéutica "sí, pero". " Tu respuesta tiene
mucho sentido, pero no servirá". La validación (el "sí") de este tipo suele ir seguida
de una confrontación (el "pero"). Un patrón de comportamiento puede ser efectivo
para fines inmediatos, pero interferir con fines de largo alcance. Aunque el
comportamiento resuelve el problema inmediato, crea otros problemas mayores a
largo plazo. Cortarse los brazos o tomar una sobredosis de drogas puede ser
perfectamente válido (es decir, efectivo) como una forma de detener la tensión
insoportable y el dolor emocional en el momento. Simplemente no es un medio
válido para reducir el sufrimiento general y construir una vida digna de ser vivida.
Incluso si sólo una pequeña parte de la respuesta es válida (por ejemplo, la
expresión de dolor o dificultad emocional), en un mar de invalidez (tratar de reducir
el dolor de manera que cause más problemas a largo plazo), el terapeuta busca esa
parte del comportamiento y responde a él. Al encontrar la validez en la respuesta del
consultante, el terapeuta puede apoyar honestamente al consultante para que se
valide a sí mismo.

Aunque generalmente es fácil ver que el comportamiento parasuicida es un


método inválido para construir una vida digna de ser vivida, a veces puede ser difícil
para otros ver que el comportamiento es excepcionalmente válido para lograr el fin
deseado de sentirse mejor ahora. Sin embargo, es normativo desear sentirse mejor
cuando se siente dolor. A veces, el problema de realizar una validación de nivel
cinco es que, aunque el terapeuta puede ver que el comportamiento funciona
claramente a corto plazo, el terapeuta no puede entender por qué el paciente no lo
inhibe de todos modos en favor de una ganancia a largo plazo. Sin dolor, no hay
ganancia como dicen. Lo que se necesita aquí es vincular los niveles cuatro y cinco
de validación. "Consumir cocaína es arruinar toda tu vida (confrontación, o, si es
cierto, validación de nivel tres -el paciente lo experimenta pero no lo ha comunicado
o nivel cinco, irreverente, si corrobora lo que el paciente ha insinuado o dicho)
aunque, desafortunadamente, sea realmente eficaz para detener tus impulsos
intensos y el dolor emocional aún más intenso, (nivel cinco) ... y,
desafortunadamente, en este momento no puedes resistir estos impulsos e inhibir
este comportamiento porque (todavía) no tienes las habilidades de auto-regulación
para realizar la tarea”. (A trastorno o A historia, según la perspectiva de cada uno).

Descubrir qué validar en el nivel cinco puede resultar excepcionalmente complejo a


veces. El comportamiento puede ser válido en el sentido de que esté respaldado por
hechos, lógica o autoridad relevantes, pero no válido en el sentido de ser efectivo. Tomemos
creencias y opiniones. A menudo es eficaz creer ciertas cosas, aunque los hechos no
apoyen las creencias de uno. Por ejemplo, al tratar a individuos suicidas, puedo reforzarlos
al decir y creer que el suicidio no es una opción (una creencia efectiva para mantenerse con
vida (C) cuando las cosas están mal y un arma está al alcance de la mano (A)) cuando lo
cierto del caso es que es, en gran medida, una opción. Malinterpretar los comentarios
hirientes de otros como no intencionales puede ser, para algunos fines, mucho más efectivo
que descubrir la verdad. Al igual que con las cogniciones, las respuestas emocionales
también pueden ser justificables o razonables para la situación, pero no efectivas. El
comportamiento emocional es válido cuando es una respuesta justificada por los eventos
que lo provocaron y/o cuando es una respuesta relevante y efectiva para lograr las metas
propias. Tener miedo de caerse mientras se avanza lentamente por un camino estrecho en
un acantilado escarpado de montaña (A). El miedo está ciertamente bien fundamentado o
justificado en términos del riesgo objetivo de caer y encontrar la muerte, pero, si interfiere
con la capacidad de uno para dar el siguiente paso (C), puede, no obstante, ser inválido
desde el punto de vista de la eficacia. La dialéctica entre tener "razón" y ser "eficaz" es una
dialéctica central en la vida diaria y debe equilibrarse en cualquier intento de validar el
comportamiento del paciente. Los objetivos mutuamente deseables pueden ser
incompatibles entre sí en términos de comportamiento eficaz (es decir, medios válidos). El
miedo y la huida de un edificio en llamas es justificable en términos de la propia seguridad,
pero correr hacia el fuego para salvar a los hijos es igualmente justificable.

La multiplicidad de fines requiere que el terapeuta siempre tenga en cuenta los


objetivos terapéuticos últimos del paciente. Las estimaciones de lo que constituyen
consecuencias positivas versus negativas siempre deben estar vinculadas a las metas de
vida del paciente. Sin una evaluación inicial y un acuerdo sobre los objetivos del
tratamiento, la validación (y la negación de la validación), en términos de eficacia, corre el
peligro de alcanzar los fines desde el punto de vista del terapeuta y no del paciente. Sin una
comprensión muy clara de qué comportamientos son necesarios para pasar del estado
actual de funcionamiento del paciente a lo que el paciente aspira, la validación corre el
peligro de fortalecer los resultados iatrogénicos, en el peor de los casos, o el estancamiento,
en el mejor de los casos.

En DBT se recomiendan varias estrategias de validación específicas que reflejan la


validación de nivel cinco. Pueden describirse de la siguiente manera.

Validando los " deberías "

A menudo, un evento debe ocurrir para que también ocurra un segundo evento, es decir, el
segundo evento está condicionado al primero. "Si A, entonces B". "Si no es A, entonces no
B ". Es común, y apropiado, usar el término "debería" en una declaración cuando uno se
refiere a algo que debe suceder para que suceda otra cosa. Por lo tanto, la siguiente frase
es apropiada: "A debería suceder para producir B." Hay que estudiar (A) para sacar buenas
notas (B). Si el objetivo es sacar buenas notas, entonces uno "debería" estudiar. La clave
aquí es el "con el fin de". Es muy importante que el terapeuta acepte las preferencias del
paciente sobre su propio comportamiento. Los pacientes a menudo prefieren comportarse
de cierta manera o quieren varios resultados que exigen patrones de comportamiento
previos. En estos casos, el terapeuta debe estar alerta para aceptar los deberes y
comunicar al paciente la validez de sus preferencias (asumiendo que las preferencias no
son incompatibles con los objetivos finales). Tanto el terapeuta como el paciente pueden
explorar juntos la validez de la secuencia "debería…, con el fin de”. A veces, un paciente
hará predicciones inexactas (es decir, inválidas), por ejemplo, "No se necesita A para que
ocurra B". En otras ocasiones, las predicciones de un paciente son bastante precisas. Es
fácil para el terapeuta quedar atrapado en la validación del comportamiento actual del
paciente sin reconocer que es importante, al mismo tiempo, evitar invalidar la decepción
bastante comprensible del paciente con su propio comportamiento. En el contexto de
cualquier discusión breve, es importante que el terapeuta alterne entre validar los eventos
como comprensibles y, al mismo tiempo, validar la decepción como igualmente
comprensible. Ciertos comportamientos deben ocurrir y no deben ocurrir. Cuando esto
sucede, una respuesta adecuada es la decepción.

Encontrar el "la pepita (núcleo) de la verdad"

La tarea aquí es encontrar y resaltar los pensamientos y suposiciones del paciente que
sean válidos o tengan sentido dentro del contexto en el que opera el paciente. La idea no es
que los individuos, incluidos los pacientes, siempre "sean razonables" o que, en ocasiones,
no exageren o minimicen, piensen en extremos, devalúen lo valioso e idealicen lo corriente
y tomen decisiones disfuncionales. De hecho, tanto en la mente popular como en la
profesional, los individuos en terapia son, por definición, casi propensos a tales distorsiones.
Pero, es fundamental no prejuzgar las opiniones, pensamientos y decisiones de los
pacientes. Cuando el terapeuta no está de acuerdo con el paciente, es muy fácil asumir
simplemente que el terapeuta tiene razón y que el paciente está equivocado. Al encontrar el
"núcleo de la verdad", el terapeuta da un salto de fe y asume que, bajo un escrutinio
adecuado, se puede encontrar cierta cantidad de validez o se puede encontrar razón o
sentido. Si bien la comprensión de la realidad por parte del paciente puede no ser completa,
tampoco lo es del todo. A veces, el sentido del paciente de lo que está sucediendo, sus
pensamientos sobre el asunto pueden tener un sentido sustancial. Algunos pacientes tienen
una habilidad asombrosa a veces para ver que el "emperador no tiene ropa", para observar
o atender estímulos en el entorno que otros no observan. La tarea del terapeuta es separar
el trigo de la paja y concentrarse, en este momento, en el trigo.

Respetando valores diferentes

A veces, las diferencias entre pacientes y terapeutas son de opiniones y valores. Respetar
estas diferencias, sin asumir superioridad, es un componente esencial de la validación. Es
fácil, cuando uno es el terapeuta, asumir una posición "superior" en la que las propias
opiniones y valores se consideran más respetables que las de los pacientes, invalidando así
el punto de vista del paciente per se. Por ejemplo, una de mis pacientes cree que yo
debería estar disponible para ella por teléfono en cualquier momento, de noche o de día.
Ella misma tenía un trabajo en el área de salud mental y afirmó que estaba disponible para
las personas con las que trabajaba porque creía que era lo correcto y compasivo. Le señalé
que el problema aquí era que ella estaba tratando de que yo fuera como ella, que tuviera
límites más amplios sobre lo que podía dar, y yo estaba tratando de que ella se pareciera
más a mí, que tuviera y observara límites más estrechos. Aunque no cambié mi posición
sobre mi propio comportamiento, también pude apreciar el valor de su punto de vista.

Reconocer la "mente sabia"

La DBT presenta a los pacientes el concepto de "mente sabia" o conocimiento sabio. Esto
contrasta con la "mente emocional" o el conocimiento emocional y la "mente razonable " o el
conocimiento intelectual. La mente sabia es la integración de ambos y, además, incluye un
énfasis en los modos de conocimiento intuitivo, experiencial y/o espiritual. Por tanto, una
forma importante de validación es cuando el terapeuta reconoce y apoya este tipo de
conocimiento por parte del paciente. El terapeuta asume la posición de que algo puede ser
válido incluso si no se puede probar. El hecho de que alguien más sea más lógico que tú en
una discusión no significa que tus puntos no sean válidos. La emocionalidad no invalida su
posición más de lo que la lógica necesariamente siempre puede validarla. Una definición
más amplia de "mente sabia" es que es el estado del ser en el que el comportamiento sabio
(es decir, el comportamiento que es justo lo que se necesita en este momento en el
contexto actual) es fácil. El uso y luego el reconocimiento de una construcción como "mente
sabia" también es validado porque le comunica al paciente que él o ella es realmente capaz
de comportarse sabiamente. En el caso de poblaciones con trastornos muy graves, a
menudo se trata de un cambio brusco en la forma en que se las trata habitualmente. El
concepto de mente sabia obliga al terapeuta a buscar la sabiduría en lo que puede parecer
un "mar de invalidez". Se basa en la idea de que lo que es una disfunción para un solo
individuo puede ser eficaz para el bienestar de la comunidad en general y que las propias
debilidades suelen ser también las mayores fortalezas.

Validez como emergente

Darle al terapeuta el rol de determinar cuándo la conducta es válida en el contexto en el que


ocurre y cuando no lo es, es, a primera vista, otorgarle una inmensa autoridad al terapeuta.
Muchos terapeutas evitan este papel (es decir, de validador) y prefieren asumir que los
pacientes pueden determinar mejor lo que es válido para ellos mismos. Este punto de vista
a menudo surge de la idea de que lo que es cierto para una persona puede no serlo para la
otra. La verdad es relativa al individuo. El extremo alternativo es la visión absoluta de la
verdad; lo que es verdad ahora siempre ha sido verdad, siempre será verdad y es verdad
para todas las personas en todos los lugares. Ambas posiciones son intrínsecamente
defectuosas. Por un lado, el punto de vista relativista es que, esencialmente, no hay verdad
y, por lo tanto, no hay base para reconocer lo que es válido o inválido. El universo más allá
del individuo no influye en lo que es. La validez está en el ojo del espectador. Todos los
caminos conducen a Roma. El defecto aquí es que 2 + 2 no es igual a 5 ni todos los
caminos conducen a Roma. Alternativamente, el terapeuta puede asumir que una vez que
se eliminan las "condiciones de valor" (para citar a Rogers, 1959), lo que es válido emergerá
y el paciente lo verá claramente. El terapeuta no necesita informar ni intervenir excepto para
ayudar a barrer las condiciones de valor impuestas al paciente por otros. "La verdad está en
el aire" y el paciente que no la ve está "resistiendo". La tarea del terapeuta es sondear las
resistencias, asumiendo que una vez que se desvanezcan, el paciente verá claramente y
sin reprimir la verdad que es demasiado dolorosa para ver. La falla en esta última línea de
argumentación es que presupone una inferencia por falta de una evaluación del caso
individual. Puede que sea cierto. Pero también puede que no lo sea. El terapeuta que
mantiene esta posición a menudo es experimentado por el paciente como retraído y no
dispuesto a brindar la ayuda que se necesita en el momento

En el otro extremo está la visión absolutista: la verdad, una vez fijada, no cambia. No
sólo existe la verdad, sino que se puede conocer con certeza. El ojo subjetivo del
espectador puede ser superado por el ojo objetivo del observador. El defecto aquí es doble:
primero, uno no puede nunca divorciar al sujeto del objeto y, segundo, en un universo que
cambia y emerge constantemente, lo que era cierto en un contexto puede de hecho no
sostenerse en otro contexto. Por lo tanto, lo que es válido en un momento y en un conjunto
de circunstancias, puede no ser válido en otro momento o dentro de un contexto diferente.
La síntesis de estos dos puntos de vista es que la validez de la conducta sólo se puede
determinar de manera colaborativa cuando el paciente y el terapeuta interactúan
activamente para articular tanto, la plenitud de las respuestas en cuestión, como su contexto
en-el-momento y su relación con los propios objetivos finales del consultante.

Nivel seis: tratar a la persona como válida: autenticidad radical

En el nivel seis, la tarea es reconocer a la persona tal como es, viendo y respondiendo a las
fortalezas y capacidades del individuo mientras se mantiene un firme entendimiento
empático de las dificultades e incapacidades reales del paciente. El terapeuta cree en el
individuo y en su capacidad para cambiar y avanzar hacia las metas fundamentales de la
vida. Se responde al paciente como una persona de igual condición, con el mismo respeto.
La validación al más alto nivel es la validación del individuo como "es". El terapeuta ve más
que el papel, más que un "paciente", o "trastorno". La validación de nivel seis es lo opuesto
a tratar al paciente de manera condescendiente o demasiado frágil. Es responder al
individuo como capaz de un comportamiento eficaz y razonable en lugar de asumir que es
un inválido. Mientras que los niveles de uno a cinco representan pasos secuenciales en un
tipo de validación, el nivel seis representa tanto un cambio de nivel como de tipo de
validación.

El término inválido tiene dos significados. El primer significado, tener una base falsa
o razonar, no ser eficaz, es el uso de inválido como adjetivo y es relevante para la mayor
parte de la discusión sobre validación hasta ahora. El segundo significado de inválido
cuando se usa como un sustantivo que significa alguien que está incapacitado por una
enfermedad crónica o discapacidad es el más relevante aquí. En el nivel seis, el terapeuta
no responde a los pacientes a priori como si fueran inválidos. En cambio, el terapeuta
responde al paciente como si él o ella continuara (o comenzara) a emitir un comportamiento
válido. Se asume la habilidad más que la discapacidad. Es la capacidad de validez que se
comunica y responde en el nivel seis. En cierto sentido, el terapeuta valida la capacidad de
validez futura. Por el contrario, en el nivel cinco, el terapeuta valida la conducta del paciente
en términos de su validez en el presente. En el nivel cuatro, el terapeuta valida la conducta
del paciente en términos de su validez en el pasado, pero no en el presente.

La validación en el nivel seis está más cerca de validar al individuo que de validar
cualquier respuesta o patrón de comportamiento en particular. Lo que implica una
autenticidad por parte del terapeuta, la cualidad de ser genuinamente uno mismo dentro de
la relación terapéutica. La cualidad de ser uno mismo a la que se alude aquí ha sido
descrita por Rogers como:

“Él (si) está sin frente ni fachada, siendo, abiertamente, los sentimientos y
actitudes que en el momento fluyan en él. Implica el elemento de autoconciencia,
lo que significa que los sentimientos que el terapeuta está experimentando están
disponibles para él, disponibles para su conciencia, y también que es capaz de
vivir estos sentimientos, ser ellos en la relación y ser capaz de comunicarlos si es
apropiado hacerlo. Significa que entra en un encuentro personal, directo, con su
paciente, conociéndolo de persona a persona. Significa que está siendo él
mismo, no negándose a sí mismo. (Rogers y Truax, 1967, p.101)

Como señalan Safran y Segal (1990)

Los terapeutas que permiten que los conceptos los cieguen a la realidad de lo
que realmente está sucediendo para sus pacientes en el momento, se relacionan
con el paciente como un objeto, o en la fraseología de Buber, un "Eso" en lugar
de un "Tú". Los terapeutas que se esconden detrás de la seguridad del marco
conceptual en lugar de arriesgarse a auténticos encuentros humanos -lo que
podría llevar a los terapeutas a trascender todos los roles y preconcepciones
sobre cómo deberían ser ellos mismos, descartan la posibilidad de las mismas
experiencias en la relación humana que serán curativas para a sus pacientes.
(págs. 249-250).

Tal postura de autenticidad y validación del paciente tal como es en el momento, por
lo tanto, requiere la capacidad de deshacerse de las ideas preconcebidas sobre el rol del
paciente y las generalizaciones sobre la psicopatología, ser consciente del momento
presente en toda su complejidad y responder de forma espontánea y completa. La
capacidad de ser compasivo, eficaz y genuino o sin papel, todo al mismo tiempo, es
extremadamente difícil. Tal naturalidad es especialmente difícil para los terapeutas formados
en escuelas que enfatizan la construcción de límites estrictos y comportamientos
"profesionales" independientes del paciente individual. Es difícil para los terapeutas que se
sienten incómodos con sus propios límites personales como cuidadores, que pueden
encontrar más cómodo atribuir su incapacidad para responder con empatía a los requisitos
de su función como terapeuta que a sus limitaciones como profesionales. Es difícil con los
pacientes que comunican un dolor emocional incesante cuando uno sólo tiene herramientas
limitadas para aliviar el dolor. Y, sin embargo, es obligatorio. A menudo les pido a los
terapeutas que imaginen en un juego de roles en el que su paciente es su hermana o su
hermano, llegando a ellos en agonía emocional con un comportamiento severamente
disfuncional. "¿Qué dirías?" "¿Qué harías?" Invariablemente, responden a la persona en su
conjunto (y por lo general de manera muy diferente a como responden a los pacientes en la
misma situación). Esa es la validación que está en el corazón de la DBT.

En el nivel seis, casi cualquier respuesta a un paciente puede ser válida. La clave
está en qué mensaje comunica el comportamiento del terapeuta y qué tan preciso es el
mensaje. La confrontación les comunica a los pacientes que están a la altura de escuchar la
verdad. Aunque la confrontación puede no validar las opiniones de los pacientes sobre el
comportamiento en cuestión, sí valida la capacidad inherente del paciente para cambiar. (A
veces, en estos puntos, puede ser útil agregar una validación de nivel cuatro, lo que sugiere
que es, por supuesto, perfectamente comprensible cómo el paciente llegaría a involucrarse
en el comportamiento confrontado e igualmente comprensible cómo el paciente tampoco lo
haría. ¡Incluso ver la disfuncionalidad!) Tratar al paciente con "guantes de niño", reprimirse
de la "verdad" cómo la ve el terapeuta, preocuparse excesivamente por el "tiempo", etc.,
todos comunican que el paciente es frágil e incapaz de funcionar en un nivel competente.
Las respuestas del terapeuta que los pacientes experimentan como condescendientes a
menudo se validan en los niveles cuatro o cinco, pero se invalidan en el nivel seis.
Alentando

Dar aliento un tipo especial de validación de nivel seis. Al alentar, el terapeuta valida, es
decir, reconoce y confirma, la capacidad inherente del paciente para superar las dificultades
y construir una vida que valga la pena vivir. Si bien esa vida puede diferir de lo que se
espera o incluso se presupone en un momento dado, el potencial de superación de
obstáculos, de creación de valor es a lo que se presta atención, se observa y se refleja.
Alentar es creer en el paciente. Para algunos, esta será su primera experiencia de que
alguien crea y tenga confianza en ellos. Al alentar, el terapeuta está validando las
capacidades internas y la sabiduría del paciente.

Los pacientes a veces sienten que dar aliento invalida sus emociones o creencias. Si
entendieras lo realmente terrible que es, lo realmente incapaces que son, no creerías que
pueden cambiar o lograr algo o hacer lo que estás pidiendo. Al alentar, el terapeuta cree
que el paciente puede (al menos eventualmente) salvarse a sí mismo. El paciente, por el
contrario, a menudo cree que, si realmente lo entendiera, lo salvaría usted mismo. La tarea
aquí es equilibrar, la apreciación de las dificultades para progresar y de expectativas
realistas, con la esperanza y la confianza de que el paciente realmente puede moverse. Dar
aliento debe ir acompañado de validación emocional y una gran dosis de realismo. Sin ese
contexto, puede ser invalidante. Por lo tanto, el terapeuta debe estar atento para reconocer
la dificultad del problema del paciente, incluso sin renunciar nunca a la idea de que el
problema puede superarse eventualmente.

Tipo de validación

Hay dos tipos de validación: topográfica y funcional. La validación topográfica es explícita y


se ajusta a la forma de validación, es decir, tiene la topografía de una respuesta de
validación. En la validación topográfica, el terapeuta responde abiertamente con palabras
que dicen, directa o indirectamente, que el terapeuta cree en la validez del paciente y en la
conducta del consultante. “Eso tiene sentido”, “hmmm…”, “estoy de acuerdo”, “por
supuesto, como no podía ser de otra manera”, así como análisis más largo de cómo el
comportamiento del paciente es justificable y/o efectivo. En la validación funcional, el
terapeuta responde como si la conducta del paciente fuera válida. Un paciente dice que no
quiere discutir un tema y el terapeuta cambia de tema; un paciente describe un problema
que quiere resolver y el terapeuta dice “pongámonos a trabajar”. La validación funcional
tiende a ser implícita. Mientras que la validación topográfica se valida con palabras, la
validación funcional se valida con hechos. Ambos son muy importantes en DBT.

En la impresión errónea de que la validación de todo comportamiento es importante


para que un paciente se sienta aceptado, muchos terapeutas invalidan inadvertidamente el
mensaje central del paciente de que algo tiene que cambiar para que la vida sea soportable.
Un énfasis en la aceptación del paciente tal como es (validación topográfica), desequilibrado
por el enfoque en el cambio que el paciente dice que es necesario (validación funcional),
por lo tanto, también puede, paradójicamente, invalidar. Si el terapeuta sólo insta al paciente
a aceptar y autovalidarse, puede parecer que el terapeuta no considera los problemas del
paciente en serio. Puede parecer que las terapias basadas en la pura aceptación descartan
la desesperación del individuo gravemente perturbado, ya que ofrecen pocas esperanzas de
cambio. La experiencia personal del paciente del actual estado de cosas como inaceptable
e insoportable es invalidado por él mismo. Las exhortaciones a aceptar la situación actual
ofrece poco consuelo al individuo que experimenta la vida como dolorosamente
insoportable. No es inconcebible que la conducta suicida en algunos individuos en algunos
momentos funcione para "despertar" el entorno, incluido el terapeuta, y conseguir que el
entorno se tome más en serio los problemas del paciente. Por lo tanto, equilibrar la
validación con una invalidación precisa es, paradójicamente, una estrategia de validación
necesaria.

Validación de objetivos de respuesta específicos

Como la mayoría de los tratamientos conductuales, la DBT se basa en un modelo tripartito


de funcionamiento humano que, por conveniencia, divide la conducta en sistemas motor (es
decir, acción), cognitivo-verbal y fisiológico. Es importante que el terapeuta reconozca y
valide las respuestas en todo el sistema en lugar de centrar la atención en un solo
subsistema (por ejemplo, representaciones cognitivas o acciones) de respuesta. Aunque las
emociones son vistas por muchos como parte del sistema fisiológico, una visión alternativa
adoptada por la DBT es que es mejor considerarlas como respuestas integradas del sistema
total. La forma de integración en la respuesta emocional es automática, ya sea debido al
cableado biológico (las emociones básicas) o debido a experiencias repetidas (emociones
aprendidas). Es decir, una emoción generalmente comprende comportamientos de cada
uno de los tres subsistemas. Por lo tanto, las emociones son una respuesta conductual del
sistema completo con efectos en todo el sistema. Al considerar qué respuestas validar, se
deben considerar las respuestas en cada sistema (acciones, cognición, fisiológicas).
Cuando la desregulación emocional es una parte importante del problema, como supongo
en el trastorno límite de la personalidad, las emociones per se, como un conjunto integrado
de respuestas, deben ser atendidas común y explícitamente. Por ejemplo, los terapeutas
DBT identifican y exploran repetidamente las emociones primarias (por ejemplo, miedo, ira,
tristeza, vergüenza, culpa, alegría, interés, disgusto) que los pacientes experimentan y
expresan. (Ver Linehan, 1993a, para un análisis más completo de este tema.) Debido al
importante papel de las emociones en todas las relaciones humanas, incluida la relación de
psicoterapia, tanto facilitando como inhibiendo la revelación y el cambio, la atención al
funcionamiento emocional del paciente es importante para todos los pacientes.

Validando acciones

La validación de la conducta o acción manifiesta se centra en identificar y responder a lo


que los pacientes están haciendo, de alguna manera independientemente de lo que sienten
o piensan. Las acciones son válidas en el nivel cinco cuando son medios eficaces para los
fines últimos del paciente y/o son relevantes y justificables a la luz del contexto en el que
ocurren. La tarea aquí, por lo tanto, es determinar si las acciones del paciente son válidas
para esos fines y luego proporcionar retroalimentación al paciente. Para usar una frase zen,
el terapeuta busca ejemplos de "medios hábiles" y se los refleja al paciente. El terapeuta
encuentra sabiduría en las acciones del paciente y observa cuándo un patrón de respuesta
es el que se esperaría de la mayoría de las personas en esa situación. La validación de la
acción de nivel cinco a menudo toma la forma de elogio (buen trabajo) o de capacidad de
respuesta (p. Ej., Otorgar mayores privilegios a un paciente hospitalizado que reemplaza el
comportamiento autodestructivo con una hábil resolución de problemas).

Sin embargo, no todas las respuestas son justificables, relevantes o efectivas para
lograr los objetivos finales que uno tiene en mente para su vida. Por lo tanto, para cada
paciente, los comportamientos que no cumplen con esa prueba, que no son justificables,
relevantes o efectivos a la luz de los objetivos pretendidos o acordados o por los hechos
existentes en el momento del comportamiento, se consideran inválidos en el momento. Son
confrontados o ignorados. La premisa aquí es simple: no todos los caminos te llevarán a
Roma. No importa cuán inválida pueda ser una respuesta con respecto a su relación con los
hechos actuales o los objetivos futuros, es indiscutible que todo comportamiento es como
debería ser. Es decir, todo comportamiento tiene cierta validez en términos de su relación
con su propia historia. En el nivel cuatro, el terapeuta comunica este simple hecho.

La validación de la acción de nivel tres es cuando el terapeuta usa la información


disponible para averiguar lo que el paciente ya ha hecho o es probable que haga. Un
ejemplo de esto es cuando un terapeuta puede leer cuando un paciente miente sobre un
comportamiento pasado. Aunque normalmente no se pensaría en esto como una validación,
los pacientes que mienten, por ejemplo, sobre el uso de drogas, a menudo consideran que
el terapeuta que no capta las mentiras es ingenuo, que no se molesta en conocer al
paciente y que no está dispuesto a verlo ni aceptarlo, como él o ella realmente es. Una
declaración práctica de los hechos, sin juzgar lo bueno o lo malo, es a la vez confrontativa
(de la conducta de uno) y valida (que uno es quien pretende ser). Saber y comunicar qué
comportamientos son posibles para un paciente en particular, o que es probable que
ocurran, también valida al consultante como quién es en realidad. Cuando, además, los
terapeutas comunican una creencia intrínseca en la capacidad inherente del paciente para
emitir los comportamientos deseados y la fe en sus habilidades para superar las dificultades
y alcanzar las metas, la validación del nivel tres se fusiona con la validación del nivel seis
para convertirse en alentadores. (Ver Linehan, 1993a, para una descripción más completa
de este punto). La tensión dialéctica aquí es siempre entre conocer al paciente lo
suficientemente bien como para ver sus limitaciones y, al mismo tiempo, creer en la
capacidad inherente del paciente para superar los obstáculos y progresar hacia las metas
de la vida. La capacidad para hacer ambas cosas es un requisito para la validación.

Validación de la cognición

La tarea del terapeuta al validar las respuestas cognitivas en el nivel cinco es reconocer,
verbalizar y comprender los pensamientos, creencias, expectativas y suposiciones o reglas
subyacentes, tanto expresados como no expresados del paciente, y encontrar y reflejar la
verdad esencial de todos o parte de los pensamientos, creencias, suposiciones
subyacentes, reglas, etc. del paciente. Las estrategias para "captar pensamientos",
identificar suposiciones y expectativas, y descubrir reglas que guían el comportamiento del
individuo, especialmente cuando estas reglas operan fuera de la conciencia, son un poco
diferentes de las pautas descritas por terapeutas como Beck y sus colegas (Beck et al.,
1979; Beck y Freedman, 1990). La diferencia esencial aquí es que la tarea es validar en
lugar de refutar empíricamente o desafiar lógicamente. La lucha de los pacientes, entonces,
es aprender a discriminar cuándo las percepciones, pensamientos y creencias son
contextualmente válidos y cuándo no lo son, cuándo pueden confiar en sí mismos y cuándo
no. La tarea del terapeuta es ayudar en este proceso desenterrando percepciones,
suposiciones, expectativas, etc. válidas y reflejándoselas al consultante. "Eso es razonable",
eso tiene sentido, "estoy de acuerdo" son validaciones típicas de las respuestas
cognitivo-verbales.

Las validaciones de nivel cuatro del procesamiento cognitivo deben realizarse con
mucho cuidado. A veces pueden invalidar por completo el sentido de los pacientes de su
propia capacidad para interpretar la realidad, es decir, pueden ser "una locura". Centrarse
mucho en las creencias, suposiciones y estilos cognitivos actualmente inválidos del paciente
es contraproducente si deja al paciente inseguro de cuándo, si es que alguna vez, las
percepciones y los pensamientos son adaptativos, funcionales y válidos. Por ejemplo,
sobreinterpretar las percepciones del paciente como reacciones de "transferencia",
proyecciones u otras distorsiones causadas por procesos inconscientes aprendidos en el
pasado, comunica a los pacientes que su propio pensamiento, así como la evaluación
crítica de su propio pensamiento, es defectuoso o inválido. Enseñar al paciente las reglas
de validación del terapeuta puede ser bastante crítico aquí. Enseñarles a saber cuándo su
propio pensamiento es válido o inválido, paradójicamente, valida su capacidad inherente
para evaluar críticamente sus propios procesos de pensamiento, es decir, es una instancia
de validación cognitiva.

Las validaciones de nivel tres tienen que ver con articular con los pacientes, (y a
veces por ellos), cuáles deben ser sus suposiciones y expectativas en una situación
determinada. Es escuchar y decir en voz alta los pensamientos no expresados y, a veces,
ocultos de los pacientes. La validación cognitiva es cuando otra persona sabe lo que estás
pensando incluso antes de que lo digas. Es cuando el terapeuta dice (con precisión) "pero
realmente no lo crees, ¿verdad? ", " En ese momento, supongo que estabas pensando ...",
"y te pareció que ...,” entonces, te imaginaste que…”, y así sucesivamente. Es cuando el
terapeuta descubre cómo un paciente podría interpretar una situación y luego actúa en
consecuencia. Con empatía, el terapeuta se pone en el lugar del paciente y ve el mundo
desde esa perspectiva. Es la capacidad terapéutica esencial para que los esfuerzos de
validación tengan el efecto deseado; la validación depende de la capacidad de comunicarse
con el paciente de manera que el paciente interprete el mensaje como se esperaba. El
terapeuta debe poder hablar simultáneamente como terapeuta, escuchar como paciente y
usar lo que escucha para formular las palabras siguientes.

Validación de respuestas fisiológicas

Como la validación de cualquier respuesta, la validación del funcionamiento biológico en el


nivel cinco tiene que ver con el reconocimiento de la solidez del funcionamiento. En este
nivel, la validación se basa en si las respuestas fisiológicas del paciente son normativas
para la situación y la demografía del individuo. El concepto de válido aquí es el opuesto al
concepto de trastorno fisiológico, enfermedad o disfunción. Los patrones de respuesta
fisiológica del individuo son suficientes para lograr (es decir, son efectivos) los resultados
que le interesan al individuo.
La declaración de que uno tiene una enfermedad es una declaración de invalidez
actual de funcionamiento. Las personas con enfermedades graves son inválidas. Una
validación de nivel cuatro de dicha disfunción podría ser proporcionar una explicación
genética, traumática o basada en el aprendizaje de dicha disfunción. La disfunción biológica
es comprensible, es como "debería" ser porque se han producido factores necesarios para
perjudicar el funcionamiento. A menudo les digo a los pacientes que su problema es que su
cerebro (es decir, su sistema biológico) está enamorado de ciertos pensamientos. Puedo
discutir los efectos del aprendizaje en la fisiología celular. También les digo que la
psicoterapia funcionará cambiando las vías neuronales y las reacciones químicas habituales
del cerebro. He pasado bastante tiempo discutiendo si se pueden cambiar ciertos aspectos
del comportamiento o la orientación. Es decir, qué se puede cambiar y qué no se puede
cambiar en el comportamiento humano. ¿Qué sistemas biológicos están cableados y cuáles
no?

La validación de nivel tres del funcionamiento fisiológico es cuando el terapeuta les dice a
los pacientes cómo es más probable que reaccionen fisiológicamente, ya sea durante la
interacción actual o cuando sus problemas surgen entre sesiones. La enorme cantidad de
psicoeducación que acompaña a los tratamientos conductuales del pánico y otros trastornos
de ansiedad es un ejemplo aquí. La capacidad de describir cómo se siente un ataque de
pánico, por ejemplo, es muy valiosa para el individuo que experimenta pánico frecuente. No
es raro en tales casos que un paciente exclame. "¡Sí! Ese soy yo." La capacidad de
describir con y para el paciente la experiencia fisiológica de ciertas emociones o los efectos
de ciertos eventos (por ejemplo, un trauma extremo) puede ser enormemente tranquilizador,
normalizador y, por lo tanto, validado. Predecir con precisión los efectos secundarios de los
medicamentos o las intervenciones es otro ejemplo.

Validando Emociones

La comprensión y la validación de las emociones es fundamental en cualquier psicoterapia.


Paradójicamente, este es especialmente el caso cuando el enfoque de la terapia es ayudar
al individuo a aprender a regular mejor, es decir, cambiar, las respuestas emocionales. Al
validar las emociones, el terapeuta le comunica al paciente que sus respuestas emocionales
son válidas, ya sea porque no podría ser de otra manera debido al aprendizaje o la biología
(nivel cuatro) o porque son respuestas razonables o normativas a los eventos precipitantes;
se basan en interpretaciones lógicas o sólidas o en el procesamiento de eventos (nivel
cinco). El papel de la validación aquí tiene dos funciones: eliminar las inhibiciones para un
procesamiento posterior del material emocional y reducir los factores ambientales que
mantienen una expresión emocional intensa. En la primera instancia (eliminando
inhibiciones), la validación usada con criterio puede cortar las habilidades de los pacientes
para invalidar sus propias emociones primarias (en el sentido de las primeras en la cadena
de eventos). La auto-invalidación de las emociones puede funcionar como un
comportamiento de escape, deteniendo las emociones no deseadas. Dado que la
auto-invalidación es a menudo automática e inmediata, también puede interrumpir las
experiencias emocionales antes de que se procesen lo suficiente. Cuando esto sucede, la
emoción primaria ocurre repetidamente en respuesta a los mismos eventos precipitantes, a
menudo de una manera más intensa. El paciente no aprende a responder de manera
diferente ni a modular la intensidad de la emoción. Las emociones que ya no son
respuestas razonables a los eventos no cambian. Aunque hay muchas posiciones teóricas
sobre lo que implica el procesamiento emocional, se están acumulando datos de que la
activación de las emociones apropiadas a los eventos precipitantes es crucial para disminuir
las respuestas emocionales disfuncionales. Por ejemplo, Foa (Foa , EB, Riggs, DS, Massie,
ED & Yarczower , M (1995): El impacto de la activación del miedo y la ira sobre la eficacia
del tratamiento de exposición para el TEPT. Behavior Therapy, 26, 487-499) ha descubierto
que solo los pacientes que expresan miedo facialmente al recordar una violación mejoran
con los tratamientos de exposición. Aquellos que pasan por alto el miedo y van directo o
rápidamente a la ira no mejoran.

Es igualmente importante que el terapeuta también valide la emoción secundaria, es


decir, la respuesta emocional a la emoción. Por ejemplo, los pacientes a menudo se sienten
culpables, avergonzados, enojados consigo mismos o entran en pánico si experimentan
enojo o humillación, se sienten dependientes del terapeuta, comienzan a llorar, a
lamentarse o tienen miedo. Son estas respuestas emocionales a las emociones las que a
menudo son las más debilitantes para el consultante.

Rara vez es útil responder a lo que parece ser una emoción injustificada instruyendo
al paciente que no tiene por qué sentirse así. Con frecuencia, los terapeutas se sienten
tentados a hacer esto cuando los pacientes responden emocionalmente al terapeuta. Por
ejemplo, si un paciente llama al terapeuta a su casa (de acuerdo con el plan de tratamiento)
y luego se siente culpable o humillado por llamar al terapeuta, es una tendencia natural que
el terapeuta responda a esto diciéndole al paciente que no necesita sentirse de esa manera.
Esto debe reconocerse como una declaración invalidante por parte del terapeuta. Si bien el
terapeuta puede querer comunicar que llamar al terapeuta es aceptable y comprensible,
también es comprensible que el paciente se sienta culpable y humillado.

En el segundo caso (validación para reducir la expresividad emocional), comprender


la función comunicativa de las emociones puede ser útil para orientar al terapeuta hacia la
validación. Muchos terapeutas creen que validar una emoción en aumento solo empeorará
las cosas, es decir, la emoción se descontrolará más. Este es sólo el caso a veces y
depende de si el consultante espera que la comunicación alivie o resuelva la situación que
provocó la emoción. Validar la tristeza de una pérdida irrecuperable puede aclarar el hecho
realzado de la pérdida y, por lo tanto, experimentar tristeza, aumentando así la intensidad
emocional. Validar la ira hacia el terapeuta por negligencia repetida al disculparse y
prometer (de manera creíble) terminar con la negligencia sirve para reducir la ira. Estar de
acuerdo con el paciente en que una situación amenazante es realmente temible y dejar de
instar al paciente a que se enfrente a la situación probablemente producirá un alivio del
miedo, no una escalada. Una vez que las emociones se escuchan y responden como
válidas, la intensidad emocional generalmente disminuirá y puede desaparecer por
completo. La validación de las emociones puede ser auto-verificable para el paciente
cuando el mensaje terapéutico es que las percepciones del paciente de los eventos que
precipitan la emoción son válidas o la respuesta emocional es normativa para la situación
descrita. El aumento resultante en un sentido de previsibilidad o control, analizado
anteriormente cuando se habla de la autoverificación, a menudo es tranquilizador y
regulador de las emociones.

Algunos pacientes, por supuesto, distorsionan con frecuencia, a veces exageran y, a


veces, recuerdan de forma selectiva. Con estos individuos, es común que las personas que
los rodean, incluidos los terapeutas, asuman que sus pensamientos y percepciones siempre
son defectuosos o, al menos, cuando hay un desacuerdo, es más probable que el individuo
esté equivocado. Tales suposiciones son especialmente probables cuando no se dispone de
información completa sobre los eventos que precipitan la respuesta emocional del individuo,
es decir, los estímulos que desencadenan la reacción del individuo no son públicos.
Especialmente cuando una persona está experimentando emociones intensas, es fácil para
otros asumir que el individuo está distorsionando de alguna manera. Las cosas no están, o
no pueden ser, tan malas como dice la persona. La trampa aquí es que las suposiciones
reemplazan a la evaluación; las hipótesis y las interpretaciones sustituyen al análisis de los
hechos. La interpretación privada de la otra persona, incluida la del terapeuta, se toma
como una guía para los hechos públicos. Tal escenario replica el entorno invalidante que
muchas personas tienen o experimentan actualmente en sus vidas.

Las emociones intensas pueden precipitar pensamientos, recuerdos e imágenes


congruentes con las emociones. Por el contrario, los pensamientos, los recuerdos y las
imágenes pueden tener una poderosa influencia en el estado de ánimo. Por lo tanto, una
vez que comienza una respuesta emocional intensa, a menudo se establece un círculo
vicioso en el que la emoción desencadena recuerdos, imágenes y pensamientos e influye
en las percepciones y el procesamiento de la información que, a su vez, retroalimenta la
respuesta emocional, manteniéndola en marcha. En tales casos, las distorsiones de las
percepciones, los recuerdos y las interpretaciones de la información pueden cobrar vida
propia y pueden influir en muchas, si no en la mayoría, de las interacciones y respuestas de
los individuos a los eventos. Sin embargo, no todos los pensamientos, percepciones,
expectativas, recuerdos y suposiciones relacionados con el estado de ánimo son
disfuncionales, malinterpretados o distorsionados. Este punto es crucial en la realización de
psicoterapia.

Muy a menudo, la invalidación de los sentimientos por parte del terapeuta surgirá de
los intentos ansiosos del terapeuta de ayudar al paciente a sentirse mejor de inmediato. Se
debe oponer resistencia a tales tendencias, ya que son contrarias a un mensaje importante
que la terapia intenta comunicar, a saber, que las emociones negativas y dolorosas no solo
son comprensibles sino también tolerables. Además, si el terapeuta responde a las
emociones negativas por parte del paciente ignorándolas, diciéndole al paciente que no
necesita sentirse de esa manera o enfocándose demasiado rápido al paciente en cambiar
las emociones, el terapeuta corre el riesgo de comportarse de una manera idénticos a otros
en el entorno natural del paciente. El intento de controlar las emociones mediante la fuerza
de voluntad o de "pensar feliz" y evitar los pensamientos negativos es una característica
clave de los entornos invalidantes. El terapeuta debe asegurarse de no caer en esta trampa.

¿Por qué validar?

Dentro de esta amplia categoría de qué validar, las pautas más específicas para la
focalización de la validación dependerán siempre de la función de validación prevista en el
momento particular en que se utilice. Es decir, la validación terapéutica debe ser
estratégica. El piso estratégico de la terapia es una de las características que diferencia a la
terapia de otras relaciones comunes. Por lo tanto, el terapeuta debe tener en todo momento
una visión clara de una serie de factores que se describen más detalladamente a
continuación, pero que incluyen: los temores del paciente de que el cambio en la terapia no
será posible o empeorará las cosas (validación como aceptación para equilibrar el cambio),
el nivel de autovalidación del paciente o, a la inversa, auto-invalidación, castigo o ataque
(validación para fortalecer la autovalidación), la relación del comportamiento que ocurre
actualmente o que se informa con los objetivos de vida del paciente (validación para
fortalecer el progreso clínico) , la comprensión del paciente de su propia conducta y el
conocimiento sobre la conducta en general (validación como retroalimentación), la
sensación del paciente de ser comprendido por el terapeuta (validación para fortalecer la
relación terapéutica).

Validación como aceptación para balancear el cambio

Primero, como se señaló anteriormente, la validación en la psicoterapia funciona para


equilibrar las estrategias de cambio de la psicoterapia. La validación funciona como
aceptación y verificación de las opiniones de los pacientes sobre sí mismos y su propio
mundo. Como tal, es probable que tenga el doble efecto de reforzar las percepciones del
paciente sobre la predictibilidad y el control y, al menos cuando las opiniones personales
verificadas son positivas, tiende a aumentar el afecto positivo (Swann y Stein-Seroussi,
1992). Un enfoque incesante en el cambio, por el contrario, puede aumentar las
percepciones de imprevisibilidad y pérdida de control, aumentando el miedo, la ansiedad y/o
la ira hasta tal punto que el procesamiento de nueva información se interrumpe y la terapia
se detiene prácticamente. La cantidad de validación necesaria por unidad de enfoque de
cambio variará entre los pacientes y para un paciente en particular a lo largo del tiempo. Al
inicio de la terapia, antes de que se haya formado una relación fuerte, la validación puede
ser el principio de la intervención. Más tarde, una vez que el paciente se sienta seguro con
el terapeuta y con los métodos y la dirección de la terapia, un enfoque sostenido en el
cambio terapéutico puede ser posible con una mínima atención a la validación activa. Sin
embargo, la autorrevelación, importante en todas las psicoterapias, solo puede ocurrir
cuando el paciente no se siente amenazado o abrumado por el énfasis del terapeuta en el
cambio. Generalmente, el paciente que es no verbal, inseguro y que tiende a retraerse
cuando se le confronta necesitará una mayor tasa de validación para cambiar que el
paciente combativo que, aunque igualmente vulnerable y sensible, puede "mantener el
rumbo" cuando se siente atacado. Para todos los pacientes, cuando el estrés en el entorno
(tanto dentro como fuera de la relación de terapia) aumenta, el cociente de
validación/cambio también debe aumentar en consecuencia. Del mismo modo, cuando se
abordan temas particularmente sensibles, en particular temas en los que el paciente es
vulnerable a la pérdida del control emocional, se debe aumentar la validación. Incluso
dentro de una sesión en particular, se puede esperar que varíe la necesidad de validación
del terapeuta. La validación puede ser un breve comentario o digresión mientras se trabaja
en otros temas o puede ser el foco de la mayor parte de la sesión con solo un pequeño
esfuerzo dedicado a provocar o fortalecer el cambio. La terapia con los pacientes puede
compararse con empujar a un individuo cada vez más hacia el borde de un acantilado. A
medida que la parte posterior del talón de la persona roza el borde, la validación se usa
para empujar a la persona hacia atrás desde el precipicio hacia el terreno seguro donde el
terapeuta está al servicio de reanudar para regresar al borde.
Validación para enseñar la autovalidación

En segundo lugar, la validación terapéutica funciona como un primer paso en la adquisición


y el fortalecimiento de habilidades en la auto-observación sin prejuicios y descripciones
peyorativas de uno mismo (es decir, para enseñar la autovalidación). La experiencia de
desconfiar de uno mismo es intensamente aversiva cuando es de larga data y omnipresente
o cuando ocurre con respecto a un tema de importancia de vida o muerte donde no hay una
fuente de información más autorizada. Como mínimo, como señaló G. Mark Williams
(comunicación personal), al menos debe confiar en su propia decisión sobre a quién creer: a
usted mismo o a los demás. El objetivo aquí es ayudar a los pacientes a aprender a confiar
en sí mismos y en sus propias reacciones a los eventos. A menudo señalo a los pacientes
que un objetivo principal en la terapia es ayudarlos a aprender a confiar (en lugar de
cambiar) en sus propias respuestas. Este objetivo se basa en la noción de que muchas de
las respuestas primarias o iniciales de los pacientes son de hecho válidas; A menudo, es la
respuesta secundaria de invalidar la respuesta inicial lo que crea tanto dolor y problemas
para las personas. Este punto de vista es muy similar a los puntos que Greenberg (Rice, L &
Greenberg, L (Eds.) (1984): Patrones de cambio: Análisis intensivo del proceso de
psicoterapia. New York: Guilford Press) ha mencionado con frecuencia, con respecto a los
roles de las emociones primarias y secundarias y que se discutirán más adelante. Esta
función de validación es similar a la función de la empatía en la psicoterapia centrada en el
paciente, señalada por Greenberg y Elliott en el capítulo 1 de este libro.

La validación del terapeuta de las respuestas del paciente funciona de dos formas
para aumentar la autovalidación. En primer lugar, modela la validación apropiada, es decir,
cómo responder a uno mismo de una manera validante. A veces, puede simplemente
modelar cómo pensar de manera no defensiva y no crítica a través de las propias opiniones,
emociones o acciones para llegar a una conclusión sobre su validez. En segundo lugar, en
la medida en que la validación terapéutica se refuerce, también se puede utilizar para
reforzar la autoconfianza del paciente. Sin embargo, es muy importante reconocer que la
validación de las respuestas del paciente no enseña ipso facto la autovalidación. Es posible
utilizar inadvertidamente la validación como reforzador de la desconfianza en uno mismo.
Esto es más probable que ocurra cuando la auto-denigración u otros actos de desconfianza
en uno mismo son seguidos regularmente por la validación del terapeuta. En particular, es
importante que el terapeuta no utilice estrategias de validación inmediatamente después de
conductas disfuncionales que se mantienen por su tendencia a provocar la validación del
entorno. La validación se utiliza mejor cuando sigue una instancia o informe de
comportamiento que es válido y debe fortalecerse. En este caso, por lo tanto, la validación
es una respuesta a los propios actos del paciente (aunque sean tentativos al principio) de
confianza en sí mismo o indicaciones de confianza en su propia veracidad o juicio.

Validación para fortalecer el progreso clínico

En tercer lugar, la validación funciona para reforzar comportamientos distintos de la


confianza en uno mismo que el terapeuta desea fortalecer. Esto es cierto, por supuesto,
solo cuando la validación del terapeuta es un refuerzo para el individuo. Aunque es probable
que sea un refuerzo para la mayoría, es crucial evaluar sus funciones para cada paciente
individual. Al reforzar, es importante que el terapeuta proporcione validación supeditada a
los comportamientos que representan el progreso clínico y no valide inmediatamente
después los comportamientos disfuncionales que se mantienen por su tendencia a obtener
la validación del entorno. Surge la pregunta: ¿se puede validar un comportamiento que no
se desea reforzar? Es decir, ¿tiene sentido validar un comportamiento disfuncional o que
usted y el paciente quieren cambiar? La respuesta es sí y no. Depende de cómo entregue la
validación y, especialmente, de qué la rodee. Tomemos el caso de la empleada que me
cuenta que se enoja y llora (¡de nuevo!) cuando su jefe rechaza una solicitud importante,
bloqueando una vez más su capacidad para tener éxito en su trabajo. Podría validar su
comportamiento de llanto diciendo que es razonablemente común que las mujeres
respondan de esa manera. Mientras que los hombres cuando están enojados tienen más
probabilidades de intensificar su agresión verbal, las mujeres tienen más probabilidades de
llorar. Por lo tanto, puedo comentar que su comportamiento es una expresión "normal" de
frustración (que, debo agregar, también era comprensible dado el comportamiento de su
jefe) y esperable; ella no es "patológica" ni débil. (Entre paréntesis, también podría decirle
que la agresión verbal puede ser más aceptable en el lugar de trabajo que llorar solo porque
los hombres inventaron las reglas para el comportamiento aceptable en el lugar de trabajo
en primer lugar). Sin embargo, lo más probable es que luego continúe y valide su frustración
consigo misma por el llanto (de nuevo), lo que confirma su opinión de que, si no aprende
otra forma de manejar la ira, no es probable que progrese tanto como quiere en su
compañía. En resumen, el mensaje sería "tu comportamiento es perfectamente
comprensible y no es patológico, pero tiene que cambiar de todos modos". Entonces, ¿qué
comportamiento evidente se están reforzando aquí? Analizaría la interacción anterior de la
siguiente manera. Primero, hablarme de llorar y llorar cuando estoy frustrado se ve
reforzado cuando me comunico en esencia "¡pero, por supuesto! Las mujeres lloran cuando
están frustradas; eso es normal, no se preocupen por eso". Esa comunicación también sirve
para debilitar (o castigar) su tendencia a castigarse y juzgarse negativamente cuando llora.
Valido el llanto como parte de una respuesta biológica normal a la frustración y la ira. A
continuación, cuando me comunico, en esencia, "pero, por supuesto, también estoy de
acuerdo con usted en que esto es frustrante y tiene que cambiar". Estoy fortaleciendo su
determinación de dejar de llorar durante las interacciones con su jefe y también estoy
reforzando su evaluación de la efectividad de su propio comportamiento. Estoy validando su
criterio empresarial: las mujeres llorando en la oficina no es una receta para romper el techo
de cristal. Lo que no se refuerza aquí es una postura de no autoaceptación por parte del
paciente. Sin embargo, podría incluso validar eso comentando que es completamente
comprensible a la luz de su historial de aprendizaje previo. Como puede ver el lector, la
primera validación (llorar es normal) es una instancia de validación de nivel cinco y la
segunda validación (también lo es la autoculparse debido a un aprendizaje defectuoso) es
una validación de nivel cuatro.

Validación como retroalimentación

Muy estrechamente relacionado con la validación como fortalecimiento, aunque ligeramente


diferente, está el papel de la validación al dar retroalimentación a los pacientes sobre sí
mismos y su propio comportamiento. Aunque todos los comportamientos pueden validarse
en el nivel cuatro (es decir, todos los comportamientos son en principio comprensibles), no
todos los comportamientos son válidos en el nivel cinco (es decir, no todos los
comportamientos están justificados por eventos actuales o por su efectividad para lograr las
metas deseadas). Sin embargo, ambas comunicaciones (nivel cuatro y nivel cinco) son
excepcionalmente importantes. Ambos dan información. La validación en el nivel cuatro les
enseña a los pacientes una forma de pensar sobre sí mismos que no juzga y también les
ayuda a descubrir los probables factores de desarrollo que influyen en su comportamiento
actual. Tales historias, es decir, aquellas que nos cuentan cómo nuestro comportamiento fue
aprendido o influenciado por factores biológicos, es importante para muchos a la hora de
construir un significado para sus vidas. De esta manera, la validación es un proceso de
cambio en lugar de una estrategia puramente de aceptación. En la validación de nivel cinco,
el terapeuta le informa al paciente que las respuestas y los patrones de respuesta
específicos son eficaces para lograr los resultados deseados o las metas de la vida (es
decir, son “apropiados para el fin en vista”); que los comportamientos cognitivos (por
ejemplo, creencias, opiniones, expectativas, percepciones) están "bien fundamentados de
hecho, o establecidos en principios sólidos, y completamente aplicables al caso o las
circunstancias". La validación de las respuestas fisiológicas proporciona información sobre
la "solidez y la fuerza" del funcionamiento biológico del individuo; se identifican y destacan
las respuestas fisiológicas normales del consultante a los eventos y su influencia en otros
sistemas de respuesta. Para muchos pacientes, se necesita urgentemente información
sobre la idoneidad, la normalidad (en el sentido de normativo o esperado) y la razonabilidad
de su comportamiento. Muchos o bien no han recibido dicha información mientras crecían o
viven actualmente en entornos “enloquecedores” donde es difícil mantener la orientación en
relación con su propio comportamiento. Para algunos pacientes, de hecho, esta información
sobre la función de validación es todo lo que realmente se necesita de la terapia. Esto
podría ser especialmente cierto para los pacientes que están aislados y/o son diferentes de
quienes los rodean, por ejemplo, las únicas mujeres en un entorno de trabajo
exclusivamente masculino, el liberal que acaba de mudarse a una región muy
conservadora, el único miembro altamente emocional de una familia muy apacible.

Validación para fortalecer la relación terapéutica

Finalmente, la validación funciona para crear una relación terapéutica positiva y de apego.
Esta función de validación es principalmente un subproducto de las funciones anteriores.
Como se señaló anteriormente, cuando el terapeuta valida las respuestas y las
características del paciente que encuentra admirables y deseables, se puede esperar algún
aumento en el afecto positivo. De manera similar, cuando el terapeuta valida las opiniones
negativas del paciente sobre sí mismo, particularmente cuando también se brinda alguna
esperanza de cambio positivo como resultado de la terapia, el sentido de control y
previsibilidad del paciente también aumenta, lo que también conduce a estados
emocionales más positivos. La validación acá tranquiliza y calma al paciente. También se
puede esperar un resultado similar si el terapeuta valida las percepciones del paciente
sobre los problemas en la terapia per se o con aspectos de la conducta del terapeuta. La
validación en tales casos es el primer paso para ofrecer la esperanza de que se puedan
realizar cambios favorables. La adherencia al tratamiento, en cada caso, se logra al asociar
la relación terapéutica con un afecto más positivo. Desde una perspectiva de refuerzo, el
terapeuta se asocia con resultados positivos, por lo que adquiere una valencia positiva y un
atractivo.
REFERENCIAS

1. Beck, AT & Freedman, A, & Associates (1990). Cognitive Therapy of Personality


Disorders. NY: Guilford Press.

2. Beck, AT, Rush, AJ, Shaw, BF, & Emery, G (1979). Cognitive Therapy of Depression.
NY: Guilford Press.

3. deMello, A. (1990) Awareness. New York: Doubleday.

4. Foa, EB, Riggs, DS, Massie, ED & Yarczower, M (1995). The impact of fear
activation and anger on the efficacy of exposure treatment for PTSD. Behavior
Therapy, 26, 487-499.

5. Greenberg, LS & Elliott, RK (in press). Differential empathic responding. In AC


Bohart & LS Greenberg (Eds.), Empathy and Psychotherapy: New Directions to
Theory, Research, and Practice. Washington DC: American Psychological
Association.

6. Linehan, MM (1993). Cognitive Behavioral Treatment of Borderline Personality


Disorder. NY: Guilford Press.

7. Linehan, MM, Armstrong, HE, Suarez, A, Allmon, D, & Heard, HL (1991).


Cognitive-behavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients.
Archives of General Psychiatry, 48, 1060-1064.

8. Linehan, MM & Heard, HL (1993). Impact of treatment accessibility on clinical course


of parasuicidal patients: In reply to RE Hoffman. [Letter to editor]. Archives of
General Psychiatry, 50, 157-58.

9. Linehan, MM, Heard, HL & Armstrong, HE (1993). Naturalistic follow-up of a


behavioral treatment for chronically parasuicidal borderline patients. Archives of
General Psychiatry, 50, 971-974.

10. Linehan, MM, Tutek, DA, Heard, HL, & Armstrong, HE (1994). Interpersonal
outcome of cognitive behavioral treatment for chronically suicidal borderline patients.
American Journal of Psychiatry, 151, 1771-1776.

11. Merriam Webster Staff (1991). Webster’s Ninth New Collegiate Dictionary and
Thesaurus. On-Line: University of Washington Information Navigator.

12. Rice, L & Greenberg, L (Eds.) (1984). Patterns of change: Intensive analysis of
psychotherapy process. New York: Guilford Press.

13. Rogers, CR (1957). A theory of therapy, personality, and interpersonal relationships,


as developed in the client-centered framework. In S. Koch (Ed.), Psychology: A
Study of a Science (Vol. 3). New York: McGraw-Hill.

14. Rogers, CR & Truax, CB (1967). The therapeutic conditions antecedent to change: A
theoretical view. In CR Rogers (Ed.), The Therapeutic Relationship and its Impact.
Madison: University of Wisconsin Press.
15. Safran, JD & Segal, ZV (1990). Interpersonal Process in Cognitive Therapy. NY:
Basic Books.

16. Simpson, JA & Weiner, ES (1989). Oxford English Dictionary, 2nd edition. On-Line:
University of Washington Information Navigator.

17. Swann, W. B. & Stein-Seroussi, A. & Giesler, R. B. (1992) Why people self-verify.
Journal of Personality & Social Psychology. 62, 392-401

18. Wilbur, K. (1995). Sex, Ecology, Spirituality: The Spirit of Evolution. Boston, MA:
Shambhala Press.

También podría gustarte