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Comunicación Política 100 X 100
Comunicación Política 100 X 100
PO LÍ TIC A
1 0 0 X 1 0 0
MARIO RIORDA | GINA SIBAJA QUESADA
COMUNICA CIÓN
POLÍTICA
10 0 X 1 0 0
MICROENFOQUES SOBRE LA METAMORFOSIS
DE LA COMUNICACIÓN POLÍTICA
Riorda, Mario
Comunicación política 100 x 100: microenfoques sobre la metamorfosis de la
comunicación política / Mario Riorda; Gina Sibaja Quesada; compilación de
Mario Riorda; Gina Sibaja Quesada. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
La Crujía, 2023.
Libro digital, PDF
H
oy. Los adversarios se transforman en enemigos. Los
antagonismos son indisolubles aunque puedan ser
legítimos, sentencia Chantal Mouffe (2021). La per-
sonalización, con o sin partidos. Los discursos dogmáticos
como prédicas religiosas. La vida política como un escenario
de fractura expuesta. La desinformación a escala industrial
y la sobreabundancia de información que no informa. Deter-
minismo radical de las palabras sobre la realidad. Discursos
más simples, donde el foco son las personas y los hechos des- 5
contextualizados en los que pierden terreno los argumentos.
Aceleracionismo como modo de lograr posicionamiento con el
fin de ser los primeros. Pesimismo ideológico. Mucha oferta
política trabaja desde el escepticismo social y el desencanto.
Grupos sociales unificados con intereses comunes definen tri-
balismos radicalizados que hostigan. Es la era de la protesta
perpetua, afirma la politóloga Devashree Gupta (2017). Nadie
se calla, ni quienes ganan, ni quienes pierden. Los movimientos
se desarticulan tan rápidamente como se articulan, generando
frustraciones sociales y consensos precarios. Antagonismos
constantes, popularización del discurso, sentimentalidad do-
minante. Y la inteligencia artificial ya está presente en cada
espacio. Estos elementos —y muchos más— definen una co-
municación política distinta y, por ende, una política diferente.
Por todo esto, nos importa el razonamiento crítico. Y suma
si son muchas personas con ideas divergentes. Razonar crí-
ticamente para interpelarnos, alertarnos y visibilizar el rol
de la comunicación política. Es por ello que invitamos a cien
personalidades iberoamericanas del ámbito de las ideas a es-
cribir —decir lo que opinan— sobre la metamorfosis de la
comunicación política en las últimas décadas a través de un
microtexto.
La reflexión breve no es sencilla. Cómo reunir en pocas
líneas escritas el análisis y la síntesis de lo concreto sin correr
el riesgo de irse por las ramas o, más simple, sin hablar de
lo que realmente se quiere decir. A veces las palabras justas
no aparecen. Sin embargo, el resultado de este encuentro
—porque este libro es un encuentro— asombra y alegra.
6 Y ustedes, lectoras y lectores, van a descubrir opiniones
distintas, deliberaciones. Algunas parecerán frases sueltas,
aunque todas, cada una de ellas, tienen en su esencia un
propósito común: convocarnos a repensar y reconstruir
las nuevas formas de comunicación política, quizás la que
queremos y necesitamos.
Agradecemos a las cien personalidades que expusieron sus
ideas desinteresadamente y con humildad. Sin el aporte de
cada una de ellas, estas páginas no se hubieran encontrado en
este lugar.
P
ocas veces como ahora, la disolución de los vínculos de-
mocráticos de una sociedad se ha visto de manera tan
clara. Con una potencia recargada por el constante
avance de las nuevas tecnologías, vivimos en un presente dis-
tópico con sociedades desanimadas. Ello representa un punto
de inflexión para quienes creemos en la profesionalización de
7
la comunicación política. Aprender a hablar y conversar con
quien no piensa como uno y con sociedades descreídas es un
aporte crítico para el sostenimiento de la cultura democrática
y de la democracia misma. Corresponde a la dirigencia em-
prender ese camino.
C
azar, recolectar, sembrar y pescar definieron la prehis-
toria. La Edad Antigua es equiparable a escribir y creer.
Callar fue lo usual en la Edad Media. Pensar, cuestionar e
inventar son sinónimos de modernidad. Y a nuestros tiempos,
¿qué verbo los define? Las redes sociales trajeron consigo el
bloquear que es separar con muros, expulsar y acallar a quien
9
inquieta y perturba. Bloquear es romper conexiones, aniqui-
lar la otredad, matar simbólicamente… es quebrar el espejo.
Se bloquea no por valor sino por miedo. Se bloquea en las re-
des pero también en los mares y fronteras. ¿Llegará la era de
tolerar y aceptar?
P
RESIDENTA. —Según los datos vamos muy mal, cae-
mos en picada tras el escándalo de mi segundo.
ASESOR. —Estamos respondiendo por tierra, mar y
aire, pero ha sido tan jugoso que nos está costando situar otro
tema en la agenda. 11
PRESIDENTA. —¿Y el programa de acompañamiento la-
boral para las familias en riesgo social? ¿Por qué no hablamos
de lo que estamos haciendo respecto de ese tema?
ASESOR. —Nadie se acuerda ya de eso. En su momento se
presentó el programa, pero no hemos contado nada más. Aho-
ra parecería oportunismo.
PRESIDENTA. —¡Si hubiéramos mantenido el foco de la
comunicación en lo que estamos haciendo!
L
a comunicación política es artífice del contexto histó-
rico. Los procesos políticos contemporáneos incluyen
nuevos actores; articulaciones sociales que adquieren
sentido político.
Los feminismos en Argentina adquirieron relevancia públi- 13
ca y política con #NiUnaMenos, movimientos ascendentes,
intergeneracionales, transversales, organizados en red y
articulados en nuevas formas de militancia sin adhesión par-
tidaria; mujeres y disidencias que difieren en las nociones
sobre lo que el feminismo es, pero que comparten el mismo
sentimiento emancipatorio.
No todo es color de rosa. Son épocas de consensos preca-
rios, Estados indiferentes y movimientos antigéneros. Los
debates futuros serán entre discursos que promuevan las di-
versas acciones del Estado.
L
a metamorfosis de la comunicación política en las
últimas décadas ha sido radical, especialmente con el cre-
cimiento de las redes sociales que, si bien democratizan
la participación y permiten el surgimiento de nuevas voces,
también fomentan la fragmentación y la desinformación. 17
Este fenómeno presenta un escenario donde la inmediatez
y la polarización son protagonistas. Como advierte Manuel
Castells, la comunicación política se convirtió en una lucha
por la atención, lo que conlleva un riesgo de simplificación
y radicalización del discurso. Es esencial promover el pensa-
miento crítico y la empatía para contrarrestar estos efectos y
fortalecer la unidad en la diversidad.
L
a democracia en América Latina enfrenta significativos
problemas: la disminución de la confianza ciudadana y
el alejamiento de las instituciones políticas. Conceptos
como desafección, cinismo político y ausencia de confianza
son actitudes políticas de nuestro tiempo. La desafección po- 19
lítica, producida por la ausencia de confianza institucional,
marca un distanciamiento entre legitimidad del sistema y su
escasa eficacia. La investigación académica ha consignado
que la comunicación política, en particular, la exposición a
los mensajes políticos en campaña, provocan actitudes como
apatía, desinterés, indiferencia y alejamiento de lo político.
Aunque también existe evidencia de que estimulan el debate
y la participación.
L
a producción y distribución técnicamente mediatizada de
información es un fenómeno contemporáneo al desarrollo
de sociedades con crecientes niveles de participación
democrática. Los entornos digitales que pusieron en crisis el
sistema mainstream se basan en la intermediación algorítmica 21
de vidas e identidades. Las lecturas deterministas que anulan
la capacidad de agencia social frente a la omnipotencia
mediática y los análisis apologéticos del tecno-optimismo
constituyen un continuum de sesgos en la investigación de las
dos épocas. Situarse en la contradicción y la evidencia es el
desafío para la comprensión material de procesos en los que
se articulan poder, dominación y resistencias.
L
a digitalización de la comunicación dio lugar a una
distribución diferente de los contenidos, los cuales ya
no están limitados a un envase mediático, sino que se
diluyen en conversaciones que tienen lugar en las redes.
La comunicación política enfrenta aquí un doble desafío: 23
primero, pasar del discurso unidireccional a un contenido
transmedia, abierto a la participación de la ciudadanía; y
segundo, ir más allá de las burbujas de pre-
ferencias de los ciudadanos promovidas
por los algoritmos para ampliar sus
audiencias e introducirse en sus con-
versaciones con propuestas valiosas
que generen capital simbólico.
N
ostalgia.
Recordar lo perdido.
El pasado como aprendizaje para no volver a errar.
Añoranza de aquel espíritu de la transición democrática.
De la altura política. 25
Del esfuerzo para llegar a acuerdos desde el diálogo.
Del entendimiento, ajeno a toda inquina y rencor.
Discrepancia con el discurso del oponente, defendiendo su
derecho a expresarse.
Loa a la elegancia, a la clase en política y al respeto en la
forma de comunicar.
Decoro en las sedes de la soberanía nacional.
Valores y, ante todo, calidad humana como baluarte de los
principios democráticos que la sociedad demanda a gritos.
Luchemos por ello.
V
ivir una pandemia no hizo mejor a esta humanidad,
pero sí representó cambios en el fondo de lo público
a la hora de comunicar. La incertidumbre se volvió
un ingrediente constante. Líderes y gobiernos deben leer
el cuidado como prioridad, porque hoy la acción de cuidar 27
conecta a las audiencias desde sus necesidades prioritarias.
Desde la ética y la percepción, cuidar al otro, al planeta
e incluso a los animales, no es solo ideal sino un factor que
está dejando atrás algunos estilos de liderazgo del pasado. En
ecosistemas digitales hoy prima lo audiovisual por encima del
texto y las acciones de cuidado en contraste con la agresión.
DE
SIN
FORMACIÓN
Y en plena era de la desinformación nos dimos cuenta de que el
problema no estaba en la falta de información, sino en la falta
de formación
29
y en la deformación de la verdad.
L
a palabra de las mujeres ha irrumpido con fuerza en
las últimas décadas. De permanecer en los márgenes
de la visibilidad, ahora alzan sus voces resignificando y 31
acuñando conceptos, colocando en las agendas públicas sus
experiencias, necesidades e intereses, en clave de derechos.
Han creado símbolos: los pañuelos blancos de las
Madres de Plaza de Mayo, los lilas y verdes demandando
autonomía sobre sus cuerpos. Las consignas #NiUnaMás,
#UnVioladorEnTuCamino, #VivirSinMiedo son expresiones
de ese poder comunicativo.
Esta fuerza discursiva ya no puede ser ignorada, porque al
nombrar problematiza, politiza y cuestiona que se les siga re-
legando y desconociendo sus innegables logros.
E
ntre argucias, troles y vendettas se mueve la comunica-
ción gubernamental. Se rompe el equilibrio de poderes y
aumenta la popularidad presidencial. Los medios están
bajo asedio y arden las redes.
—¡No sabemos bien qué estudiar!, si la realidad incierta o 33
las conductas amañadas —dijo un estudiante.
—Nos movemos entre la búsqueda de la verdad retorcida y
la mentira exaltada —pensó la profesora.
Fin de la clase. Estamos envejeciendo en compañía del mito
de la edad de oro y del ChatGPT, mientras observamos el
desprecio político por las personas y la quiebra de las institu-
ciones, a punta de hackeos.
L
os nuevos tiempos traen una mirada ecosistémica en la
que cada parte impacta en las demás. Hacer política es
generar consensos, además debe ayudar a cocrear pro-
yectos con actores antes impensados. Hoy todos tienen voz
propia y se visibilizan a través de las redes sociales. 35
Ganar elecciones, gobernar, superar crisis, posicionarse,
batallar desde la oposición, todo se logra comunicando. Sin
embargo, la comunicación política debe ir más allá de los me-
ros objetivos electorales o de gestión: debe garantizar una
democracia saludable, defensora de la división de poderes y
amiga de un debate público de calidad.
E
s habitual encontrar en el debate académico, político
y social que se manifieste una preocupación sobre una
desafección política cada vez más común en buena 37
parte de las democracias. Una época de cinismo reflejada en
mayores niveles de desconfianza, alejamiento ciudadano de
la política y una opinión pública crítica y desilusionada con
el desempeño del sistema. Ahora bien, esta visión pesimista
no debe opacar la realidad de que manifestaciones como el
escepticismo o el sentimiento de recelo hacia la clase política,
más allá de visualizar una apatía ciudadana, pueden redundar
en mayor implicación y compromiso ciudadano buscando el
cambio del sistema político.
E
n 2017, una canción de Luis Fonsi se convirtió en un hit
casi planetario. Su letra, subidita de tono, llama a una
mujer a dejarse respirar en el cuello, despacito.
La referencia no es apología, pero cuestionar, analizar, sen-
tir y actuar despacito tiene utilidad política.
La prisa posee rango mandatorio: los dispositivos del ya
39
colonizan, los algoritmos dilucidan en segundos aquello de-
seado, la inteligencia artificial propone saberes sin proceso y
politizar es un espectáculo manipulador de minuto o menos.
Desacelerar, observar, encontrar verdades entre la paja y
tejer redes en comunidad, una forma justa y amable de practi-
car la democracia. Despacito.
L
legamos al Órgano Electoral de un país centroamericano,
un edificio imponente de estilo grecorromano con
columnas dóricas. En la entrada destaca la enorme
escultura de una etiqueta #dalelikealaDEMOCRACIA. En el
Centro de Monitoreo Digital, los nombres Mark Zuckerberg, 41
Bill Gates y Steve Jobs, en vidrio biselado, identifican los
salones. La pared de un enorme estudio está cubierta con
pantallas de cristal líquido. Un grupo de personas está atento
a ellas. Digitan en sus laptops sin perder de vista sus celulares.
De repente, uno suena. El ringtone es un loop de Real Phantom
que repite: te falta calle, te falta calle.
E
s gracioso: me gusta. No habla como el resto: compartir.
Qué bien viste: me encanta. Deja en ridículo a los demás:
me divierte. Lo acusan de tener cuentas en paraísos
fiscales: me enoja.
Delante de la papeleta recordó algunos vídeos que habían 43
recorrido su pantalla, pero era incapaz de poner en pie pro-
puesta alguna sobre salud, economía o educación. Entristeció:
se rio. Alguien le había dicho que la vida es sentimiento: este
me hace reír. Su bolígrafo recorrió la línea junto a aquel nom-
bre, dobló la papeleta y la introdujo en la urna.
Sintió el vacío: volvió a las redes.
L
os partidos políticos ya eran atajos cognitivos para la de-
cisión del voto. Hoy, lo son los candidatos. Personalizar
permite a la política saltar la barrera de la desafección
con los partidos. La mediatización, que empezó en los 70 con
la televisión, se convierte ahora en celebrificación cuando son 45
los propios políticos quienes deciden qué comunicar a tra-
vés de sus redes. A mayor conocimiento del político, mayor
favorabilidad. Las redes, como elemento transformador ex-
ponencial de la personalización, ponen el foco en líderes y en
seguidores. En tiempos personalizados y polarizados, ya no
importa tanto qué se dice sino quién lo dice.
A
ntes, el resultado de un partido no dependía de la
euforia de espectadores en las tribunas, sino de la con-
versación estratégica dada en la cancha.
La comunicación digital y las redes permitieron a los fanáti-
cos bajar de la tribuna a la cancha para jugar con el equipo. Ese 47
exceso de jugadores desordenó el partido y el caos se apoderó
del juego de la política y pasamos a la era del enfrentamiento.
Desarrollos como ChatGPT, avatares y el machine learning
entran también a jugar. ¿Contribuirá la inteligencia artificial
a reordenar el caos? ¿O este será cada vez mayor? Saque sus
conclusiones.
L
a tecnología ha tenido un impacto significativo en la
comunicación política en las últimas décadas. El uso de
redes sociales y diversas aplicaciones ha transformado
las estrategias de comunicación política y los mecanismos de
construcción de discursos capaces de persuadir a la ciudadanía 49
respecto a sus opciones partidistas con fines electorales. La
aparición de herramientas como el ChatGPT-3, en noviembre
de 2022, obliga a pensar en que este impacto se intensificará
aún más.
Esta tecnología genera textos persuasivos basados en
millones de datos, lo que abre nuevas posibilidades para la co-
municación efectiva de los políticos y sus audiencias.
E
n la infraestructura que describe la interconexión de
plataformas, los circuitos que nos permitieran hablar
de la liberación de la comunidad hoy la fragmentan. La
interacción desespacializada con el otro, con el ausente, se ve
jaqueada por formas opacas de perfilado, definidas a partir 51
del enjambre de datos personales y filtros que diariamente
construyen los ciudadanos en sus redes y su procesamiento
interesado. La comunicación así personalizada desafía las lógi-
cas conocidas para el reconocimiento de la multiplicidad de
asuntos y contrariedad de voces constitutivas de la vida en co-
mún y, consecuentemente, demanda nuevas condiciones para
el debate público radicalmente democrático.
L
a comunicación política pasó de ser un discurso en pla-
za pública, para una multitud anónima, hecho por un
personaje inalcanzable y dueño de la verdad, a ser una
comunicación en tiempo real por múltiples canales que se vi-
raliza o muere en un clic. Ahora, el político busca parecerse a
su electorado, una persona común y corriente. Para eso debe
53
conocer más a quien se dirige. Género, edad y profesión no
son suficientes. Eso obliga a los políticos a pasar de la genera-
lidad a la particularidad del metro cuadrado. El protagonista
ya no es el político, es la gente y su cotidianidad.
P
oco han cambiado los objetivos de la comunicación
política: impulsar decisiones, superar adversarios,
ganar votos y adeptos.
Más allá, muta y se transforma.
Los públicos son blancos móviles, dispersos y volátiles;
los medios, senderos que se bifurcan; los entornos y actores,
55
orgánicos y difusos; las preferencias, anclajes volátiles; los
diagnósticos, retos continuos.
Controlar acciones y flujos, siempre difícil, es casi impo-
sible: la complejidad del sistema se acelera. Las estrategias
robustas y metódicas se mantienen como eje, pero su nueva
gran tarea es guiar el abordaje de lo contingente.
En síntesis, bases sólidas y rumbo claro, pero rutas flexibles.
U
na ola recorre América Latina: el cuestionamiento de
las elecciones. Es incendiaria, peligrosa y expansiva.
Numerosos actores partidarios, ante la derrota y la
decepción, se concentran en cuestionar los resultados de
sus propios comicios. Perder pateando la puerta. Los datos
publicados por LAPOP (Proyecto de Opinión Pública de
57
América Latina) y Latinobarómetro muestran un aumento
de la desconfianza en cómo se organizaron estas elecciones.
Polarización con inseguridad, dinamita.
Pero hay una salida. Las autoridades electorales han per-
feccionado procesos, con tecnología, eficiencia y consensos.
Una mejor nafta para una mejor democracia. Confiar en las
elecciones es confiar en quienes las hacen. ¿Por dónde empe-
zar? De arriba hacia abajo.
L
os avances tecnológicos que derivaron en una explosión
de plataformas sociales desintermediaron y democra-
tizaron el acceso, generando la ilusión de una futura
participación ciudadana más activa. La traslación a espacios
digitales de debates, sin el contexto adecuado para ser realiza- 59
dos, incrementó la desinformación y una polarización que no
contribuye a la construcción de una democracia más partici-
pativa. En pleno advenimiento de la mayor revolución que la
humanidad ha enfrentado, vale la pena repensar mecanismos
de construcción de discursos que en entornos digitales permi-
tan entendimientos sólidos, en lugar de instigar reacciones
primarias en el viaje ilusorio de la visibilidad a fuerza de likes.
E
l pasacalle pende de un hilo.
El big data trama los inminentes resultados.
Los políticos trenzan estrategias.
En un poste, el volante flamea indefenso.
Un candidato habla por una red social.
Debajo de un puente, el paredón con pintadas callejeras.
61
El opositor hila un discurso agrietado.
Una señora teje a crochet escuchando radio AM.
En un comité se urden alianzas.
Un aislado folleto se suelta de un despintado semáforo.
Un joven inicia un hilo en una nueva red social.
El mismo joven entra al cuarto oscuro. Lleva la boleta ya
preparada.
El hilo depende de un pasacalle.
L
a comunicación política ocupa un lugar relevante en
las cuestionadas democracias latinoamericanas. Sin
embargo, lejos de ser una dimensión clave en su fortale- 63
cimiento, aparece demasiadas veces ligada a operaciones, fake
news o discursos de odio.
En tiempos liminares, la comunicación política está
llamada a asumir el compromiso de construir un espacio
público vibrante, una democracia capaz de alojar los distintos
desacuerdos que la atraviesan, y de ser soporte destacado de
las diversas visiones de la historia, las disputas democráticas
por la significación del presente y de la reconstrucción de las
ilusiones necesarias de un futuro más igualitario para todos.
S
iempre hemos creído que la comunicación tiene que
ver con mi mensaje porque lo que yo voy a decir es lo más
importante. De esa manera también se ha guiado la comu-
nicación política, por el menosprecio a lo que dice quien está
del otro lado. 65
Quien escucha, quien entiende, quien dialoga, está ganan-
do en la comunicación política.
Escuchar pasa por activar más sentidos; requiere de una
técnica que estimule a las partes en el diálogo, que conecte
mentes y corazones, que descifre la interacción digital. La
comunicación política hoy debe informar —lo contrario a
desinformar— pero, sobre todo, debe escuchar.
M
e robo un término del politólogo Eitan Hersh: political
hobbyism. Hoy, el debate político está dominado por
ciudadanos que han encontrado un nuevo pasatiempo,
que siguen la cosa pública como hinchas peleando sobre si fue
penal o no. Con la misma actitud. Con el mismo adanismo. Y 67
con la misma tendencia —histriónica, inevitable— a extre-
mar las posturas. Pero con consecuencias muy, muy distintas.
Hace unos quince años, cuando la tecnología nos embarcó
en este escenario, muchos lo confundimos con una verdadera
democratización, con la formación de un ágora contemporá-
nea, con la entrega del fuego de los dioses. ¡Qué equivocados
estábamos!
S
e dice que las redes sociales digitales son las grandes pro-
tagonistas de la comunicación política, especialmente en
elecciones. En campañas urbanas, incluso, lo digital es lo 69
que más se destaca.
Nuestros países no son solo ciudades grandes, tampoco se
puede ignorar la gente que no entra en Internet. Es real la ex-
clusión digital.
¿Qué redes son siempre protagonistas de la comunicación
política? Las presenciales, las charlas, los ojos en los ojos y,
como decimos aquí, los encuentros para el mate. Las que con-
sideran a las personas —no a los instrumentos—. Esas redes
no cambiaron, no van a cambiar.
L
os gobernantes se quejan de que cada vez es más difícil
gobernar. Existe la convicción acerca de que gobernar
al igual que comunicar solo sería arte y no exige ni
teoría ni método. Los hechos demuestran que construir
legitimidad para las decisiones públicas está resultando cada 71
vez más complejo.
Las dirigencias políticas piensan que solo basta, para hacer
comunicación de gobierno, con la improvisación, la experien-
cia, la intuición o la profesión. Existen ciencias, técnicas de
gobierno y también la comunicación gubernamental. Si las éli-
tes quieren conseguir resultados distintos es hora de que dejen
de ignorarlas y las incorporen urgentemente en sus prácticas.
S
i queremos que nos elijan debemos hacer que nos vean.
Esta consigna trajo aparejados muchos de los males de
la comunicación política. Con el fin de destacar y ha-
cernos visibles todo pareciera valer, se nos olvida que además
de hacernos ver, es necesario que nos quieran. Y para que nos
quieran deberíamos ser buenos.
73
La política le exige a la comunicación más de lo que está
dispuesta a ser. Y así no funciona. No basta con parecer, necesi-
tamos algo más que carisma, necesitamos capacitación, eficacia,
honestidad, autenticidad y mucha empatía. Si somos buenos,
entonces será más fácil que nos quieran y elijan también.
E
n la actual sociedad digitalizada, en la que técnicamen-
te es posible la democracia participativa, se echan en
falta mayores cuotas de participación. Es deseable una
implicación de la ciudadanía en la toma de decisiones. Una
meta que se alcanzaría si institucionalmente se implemen- 75
taran políticas efectivas de participación y con un mayor
compromiso ciudadano, por ejemplo, involucrándose en or-
ganizaciones sociales.
Cuando se cuestiona el comportamiento de líderes políticos,
incluso de partidos o sindicatos, debe resaltarse que, aunque
haya comportamientos reprochables, cualquier organización
que permita la implicación de la ciudadanía debe ser preserva-
da. Son la base de la democracia, aunque esta sea imperfecta.
L
eer el periódico cada mañana es un hábito que nos
enseñaron nuestros abuelos para estar informados.
Estar al día de la actualidad política era y es esencial
para generar una opinión y para debatir entre iguales. Hoy,
si compramos el periódico cada mañana, ¿estaremos infor- 77
mados al final del día? La actualidad política y la imperiosa
velocidad a la que nos movemos nos dice que no. Necesita-
mos más. Necesitamos estar en redes y consumir prensa,
pero esta vez no escrita, digital. Solo así estaremos actuali-
zados, informados y, sobre todo, adentrados en la ola digital,
en la ola de la información veloz.
L
a verdad como bien propio (lo que creo que es verdad).
Descontextualización, radicalidad y dogmatismo
mezclado con aceleracionismo (todo rápido).
La libertad (de elegir) puesta en jaque, tergiversada.
La representación política alterada (alguien pierde chances). 79
Autoritarismo (para pujar contra el disenso).
Tendencias gregarias, conductas tribales.
Identidades nacidas en la violencia de fracturas sociales ex-
puestas.
Nada nuevo, todo público y a mayor escala.
Sí es nueva la ausencia de límites entre lo público y lo privado.
¿Es auténtica toda esta comunicación política? Sí.
La usan y pagan.
Deliberada y masiva.
S
e acabaron las ideologías, los partidos, las democracias,
los políticos. Menos mal que la comunicación soluciona.
La comunicación se erige como el modo más efectivo
para promover soluciones afectivas a las indignaciones.
Así, tenemos políticos que van de héroe de telenovela a 81
superhéroe y de cura a influencer. Los de telenovela aman al
pueblo y luchan por quererlo a lo AMLO, los superhéroes
salvan a su pueblo, sin consultarlo, ya que ellos no tienen
tiempo para la gente. Que quien quiera los siga, su misión es
salvar su patria a lo Bukele. Triunfa la comunicación y pier-
de la democracia.
L
a comunicación política actual está dominada por la
emergencia del autoritarismo y el relanzamiento de pro-
clamas neoliberales con renovada fuerza. Este signo de
época, enlazado con otros fenómenos emergentes, nos lleva a
reflexionar sobre las posibilidades de la comunicación política 83
en la era de la inteligencia artificial. Un estilo comunicacional
basado en la indignación vociferante y la apelación constan-
te a la emoción se consolida, caracterizado por la selectividad
temática y motivacional. La reciente incorporación de herra-
mientas de inteligencia artificial abre nuevas dimensiones a
las estrategias de desinformación y fake news, inaugurando el
tiempo del ciborg textos en tanto híbrido comunicacional.
L
unes, reunión con equipo de campaña. Revisamos algu-
nas propuestas: terminar con la corrupción, inaugurar
la decencia, trabajar por los más pobres; dicen que es
una nueva forma de hacer política, alejada de lo de siempre.
Hay que probar algo diferente pues lo tradicional ya no es 85
suficiente. ¿Qué hacer? Depende, porque si se trata de un
candidato fuera del circuito o tiene pocas posibilidades
de ganar una elección, podemos implementar estrategias
de engagement a través de reels y tiktoks. Sí, porque el ser
contrario al sistema, interactuar y probar nuevos lenguajes,
aún no se ha inventado. Toda una gama de estrategias para
convencer a los interesados.
L
a comunicación se tragó a la política y la política, tan
preocupada en la conquista y mantenimiento del poder,
se olvidó de su ejercicio. Se volvió gestión de la actualidad
y argumentario, sin pasado ni futuro, en permanente
contradicción. Micromanagement de crisis permanente; mezcla 87
de soluciones de impacto mediático, a corto plazo, y de promesas
tan inmediatas como perecederas. Y el ciudadano, como no se
fiaba, se refugió en sus propias convicciones.
La fe en la democracia fue sustituida por la democracia
como acto de fe y la democracia de las ideas se volvió demo-
cracia de las creencias.
D
adme un balcón y seré presidente, decía Velasco Ibarra,
político ecuatoriano del siglo pasado. Hoy, ese balcón
no sería suficiente frente a una sociedad que exige
mayor cercanía, en una relación que la virtualidad ha desa-
cralizado; mayor inmediatez ante la vorágine de la cobertura 89
en vivo y multicanal. Condicionado por estas demandas, el
balcón —convertido en estructura gubernamental— ha faci-
litado mensajes pero sin fondo, sin un mito de gobierno. La
comunicación, presa de su propia evolución, se olvida de que
la atención responde al contenido que soluciona problemas
reales. El balcón de la comunicación se sostiene en la política.
H
annah Arendt señala: “Cuando la diferencia entre la
verdad y la mentira se convierte en una mera cuestión
de poder y astucia, de presión y repetición infinita, 91
las falsedades más monstruosas se transforman en hechos
incuestionables”. Así, la verdad pende de un hilo, el de los va-
lores y el del ejercicio ético.
Entonces, cuando la diferencia entre lo verdadero y lo falso
se vuelve tan sutil, la democracia perece aún más, si impera
una estrategia oficial de falsedad y opacidad. Las realidades
inexistentes toman vigencia al servicio de intereses espurios y
la mentira se convierte en el disfraz del totalitarismo.
E
s común leer críticas a la comunicación política como
fuente de inautenticidad. Se reclama que las y los líderes
abandonen las encuestas y los focus y sigan sus conviccio-
nes. Me gustaría ofrecer la idea contraria: que el estudio del
mercado político tiene una dimensión democrática. La política 93
busca transformar la realidad social a partir de la persuasión
pública, de la interpelación colectiva hacia un otro al que se
busca convencer. ¿No es democrático conocer a ese otro, pre-
guntarle cuáles son sus demandas? Hay una línea fina entre
autenticidad y solipsismo, y la comunicación política bien en-
tendida actúa contra lo último.
Y
a no importaba quién había hecho la foto, la filtró o
decidió publicarla. Era la vergüenza de la revelación,
el estar desnudo ante el festival de la deshonra.
Convertido en el más inmoral de los inmorales.
La corrosión del ácido sulfúrico sobre el lustre reputacio-
nal de una carcasa vacía. Nada quedará sin esa carcasa, que da
95
sentido a la representación.
Por un momento, todas las injusticias se vuelven contra su
creador y lo castigan con furia.
Nubes semánticas anuncian la estigmatización final. La
mácula de tuco que se destaca en el banquete de los pecadores.
La antropofagia de la supervivencia burguesa.
E
n este 2023 nos sumergimos en la marea de cambios que
introdujo el impacto exponencial de la inteligencia arti-
ficial. El poder como lo conoció el siglo xx es un recuerdo
lejano. La mayor parte de nuestras historias, melodías, imá-
genes, leyes y políticas están moldeadas por una inteligencia
no humana, y al político profesional solo le queda el sensemar-
97
keting: la habilidad para dotar de sentido comunicacional a la
interacción entre las personas. En la era de la incertidumbre,
el sensemarketing es la herramienta de comunicación política
que permite crear conciencia situacional. Un aroma a lo que
antes se conoció como realidad.
E
l auge de las nuevas tecnologías de la información
ha evidenciado un cambio estructural en la forma de
expresarse desde la política. Ahora es común hablar de
política pop, de la teatralidad, la baja institucionalidad.
Comunicar es generar emociones, dejando a un lado los 99
planes de gobierno de los partidos. Lo importante es el like,
el espectáculo dirigido por el showman, que todo lo puede y
lo ve. Este es el caso de Bukele, Uribe o Fujimori, quienes, a
pesar de sus distancias en tiempo y espacio, tienen la misma
narrativa basada en la creación de un enemigo en el interior
de sus países.
L
a lenta hegemonía que alcanza el relato extremista
coloca a la comunicación política en una inédita encru-
cijada, en la que deja de ser el espacio de interacción
entre los políticos, medios y opinión pública. Preparada para
impulsar la influencia de las ideas fuerza y sus símbolos, el
complejo temático comunicación/política se ha escindido.
101
Asistimos a una irrefrenable descomunicación, por lo menos
de la que hasta ahora habíamos conocido. En este nuevo mo-
mento, la politización del odio no podría considerarse una
forma democráticamente válida de comunicar, lo que inter-
pela a los sistemas políticos a actuar para frenar eficazmente
estos relatos.
L
a narración de lo político estructurada en función de los
algoritmos. Algoritmos potentes, ajustados a provocar
deseo en la ciudadanía. TikTok vino a anunciar la muerte
de una era, la de las redes sociales. Una revolución que se agotó
en apenas una década. Las redes de recomendación premian 103
la estructura, el formato y lo aleatorio. Que se adapte, que
use la música, el paso, el ritmo. Y para una política que desde
hace años no tiene capacidad de articular futuros colectivos,
limitarse a lo que la red habilita como lenguaje es confortable
e inútil. Lo político como tendencia, en loop.
S
i los años 80 y 90 vieron el auge de la profesionalización,
con gurús y spin doctors desarrollando técnicas de
persuasión, desde el 2010 asistimos a la transgresión
disruptiva del sentido colectivo de realidad como estrategia
electoral. El auge de las redes sociales ha dado paso a sociedades 105
de atención fragmentada, facilitando el surgimiento de
realidades alternativas, datos falsos y conspiraciones. Hay que
inundar la zona de mierda, explicaba el estratega de Trump, Steve
Bannon. Aunque la disrupción esté en boga, el tiempo muestra
que el contenido políticamente sustantivo es ineludible para
construir proyectos de largo aliento. No hay atajos.
L
a política es la disputa por el sentido. Para que un fe-
nómeno social adquiera significado político debe ser
construido discursivamente.
A lo largo de la historia, un terremoto ha sido explicado como
un castigo de los dioses, un fenómeno natural o la corrupción
de un gobierno incapaz de tomar medidas para que en México
107
no mueran miles de personas cada vez que tiembla la tierra. El
sismo es un hecho objetivo, sin embargo, la interpretación que
del mismo se construya es una decisión política. Por eso, la po-
lítica es la disputa por el sentido y los significantes.
E
l conflicto de las campañas es que así como se entrena la
política se entrenan los electores. Cuando estos perciben
el artificio todo se desmorona, como un truco de magia
revelado. Es cada vez más tormentoso llegar a las audiencias.
Ante esto, la profesionalización es la apuesta y la respuesta,
partiendo del condicionante de que la vida de cualquier re-
109
ferente se encuentra infinitamente expuesta. Los canales se
multiplican, la inmediatez reduce el margen de error. La lucha
por la percepción le gana a la realidad. Llegar al alma del vo-
tante, entender qué le aflige, qué lo motiva, ¡esa es la cuestión!
N
uestras relaciones e interacciones digitales acaban
definiendo lo que pensamos. La tecnología y los algo-
ritmos, así como el modelo de negocio de la atención
de las plataformas, nos resguardan en nuestras creencias y
prejuicios. Con la polarización, el dato es fácilmente manipu-
lable y provoca que haya tantas verdades (y mentiras) como
111
burbujas. La inteligencia artificial y su enorme capacidad
para substituir al ser humano o crear contenidos verosímiles
aumentan esta realidad. Las campañas electorales se han vuel-
to competencias por ver quién representa, cuenta y defiende
mejor su verdad. Ese es el nuevo combate y el desafío para
nuestras democracias.
E
n el mundo se vivencian una serie de fenómenos nuevos
que han llevado a un cambio sustancial en las formas
de comunicación política. El aceleramiento en la tem-
poralidad de las comunicaciones, así como la aparición de
partidos y políticos de tendencias populistas generaron un
marcado deterioro del debate público. La vulgaridad, el ci-
113
nismo y la chabacanería fueron normalizados en el discurso
político. Se rompieron los tabúes sobre las formas apropiadas
de comunicación y eso abrió el espacio para que la conquista
de audiencias y votos se haga por medio de la vulgarización
de los discursos.
Q
ue el liderazgo femenino no existe es una obviedad. No to-
das las líderes gestionan de la misma manera por el hecho
de ser mujeres, no eligen al mismo equipo, no impulsan
las mismas políticas públicas y tampoco comunican igual.
Que las campañas electorales son distintas en función del
género de los candidatos también es obvio.
115
Ellas se enfrentan a más obstáculos: situación personal, dis-
criminación en medios de comunicación, así como partidos
políticos y sociedades profundamente estereotipadas.
Mejoremos la profesión para mejorar nuestras sociedades
enfrentándonos a los retos que ya existen: análisis con perspec-
tiva de género, la inteligencia artificial y la desinformación.
L
a comunicación política en un régimen democrático
es imprescindible. En México, la estrategia de comu-
nicación del autodenominado gobierno de la Cuarta
Transformación se centra en la mañanera, un proceso de in-
formación unilateral —como puesta en escena— donde el 117
presidente es director, protagonista y quien marca la agenda
política y mediática del país de una forma que incita a la con-
frontación.
Más que ejercicio comunicativo es un acto propagandísti-
co con metáforas y eufemismos. Mediante la representación
que él hace de la realidad busca influir, persuadir y manipular
a sectores específicos, moldeando así la opinión pública para
obtener credibilidad y legitimidad.
L
a horizontalidad y apertura de redes y nuevos medios
iban a mejorar la calidad de la conversación pública. La
ciudadanía iba a estar mejor informada y preparada para
opinar y votar, fortaleciendo el funcionamiento de nuestras
democracias. 119
Este ideal está lejos de la realidad. En los medios y en las
redes reinan respuestas sencillas a cuestiones complejas. Los
conocimientos valen lo mismo cuando son resultado de una
experiencia personal o de décadas de investigación. Las emo-
ciones sustituyen ideas y argumentos. Dos bandos hablan,
pero no escuchan.
Como nunca antes, la democratización de la conversación
pública puso en peligro a la democracia misma.
M
ás allá de la indiscutible optimización de tiempo y
esfuerzos que ofrece la inteligencia artificial, habría
que tomarla con cautela. Hacer un copy paste en el
engranaje democrático podría ser peligroso. La inteligencia
artificial trabaja sobre lo constituido; releva, procesa y pre-
senta información existente. No produce realidad, sino que
121
reproduce realismo. Esto quiere decir que puede sumergirnos
en un loop infinito de lo similar. Paradójicamente, almacena
en su profundidad una dosis de neofobia. Es lo nuevo lo que
clausura la novedad, lo imprevisto, la creatividad, lo espon-
táneo. Otra vez, la arrogancia del hombre diciendo hasta acá
llegó la historia.
H
ace 25 años veíamos que las sociedades se fragmen-
taban y que íbamos hacia la comunicación de nichos;
las empresas nos indicaban el marketing uno a uno:
personalización total. Pero no teníamos las herramientas
necesarias, internet era un mundo nuevo y la gran mayoría
hacia un copy paste de lo tradicional. Seguíamos viendo las
123
mil segmentaciones en medios tradicionales: demasiado caro
para tan poco. Hasta que llegaron las redes y todo voló por los
aires. Ya nada volvió a ser igual. Nos volvimos digitales, expo-
nenciales, de a dos segundos, sin textos, empáticos. Porque el
medio es el mensaje.
S
olo los muy ingenuos creíamos que los políticos no re-
presentaban a los ciudadanos, sino apenas a sus propios
intereses. Pero las evidencias dan cuenta ahora de que 125
tampoco se representan a sí mismos, sino que se autosuplan-
tan sucesivamente en los medios al modo de hologramas,
fantasmas, espectros; ya no se trata de actos de habla sino de
habla sin actos, ventrílocuos, para volverse inmunes a toda
crítica, traslúcidos ante cualquier impugnación de la persis-
tente realidad y con el único desafío de volverse memes. Pues,
siempre es mejor ser recordado en una versión ridícula de sí
mismo que olvidado en una reverente. Y así nos va.
E
l rol de los medios masivos en la política se transformó
de forma dramática, convirtiéndose en un actor más
que lucha por el dominio de la agenda informativa. Para
recuperar su poder, los actores mediáticos encontraron nue-
vas maneras de competir en el entorno digital. 127
Por ejemplo, colonizan el espacio digital asociándose con
empresas tecnológicas que invierten capital y motivan a pro-
ducir contenido novedoso y convergente. Además, actores
políticos y corporativos adquieren medios digitales con me-
nor inversión y transparencia. Este escenario genera sombras
para la democracia. Sin embargo, existen luces, proyectos
mediáticos que empoderan ciudadanías y generan comunidad
sobre agendas específicas.
L
as relaciones entre la verdad y la política son una his-
toria vieja y complicada, sentenció Hannah Arendt.
Entramos en una era donde la verdad se ve pulverizada
por campañas hipermediáticas de relativización de los hechos
en detrimento de razones. Las redes sociales proporcionan
un canal de difusión de hechos alternativos que se imponen.
129
Es la era de la posverdad. La informática abre camino a una
nueva forma de guerrilla no sangrienta de la falsificación, en
palabras de Umberto Eco. El discurso político está inflado por
algoritmos en un ecosistema donde las narrativas se adaptan
a las convicciones de los ciudadanos.
E
s una estrategia de nivel superior para coordinar y guiar
estrategias específicas, tácticas y acciones operativas en
diferentes áreas y niveles de forma coordinada, holísti-
ca y simultánea. Sirve para crear planes específicos y para que
una organización identifique dónde quiere estar en el futuro.
Desarrolla un gran plan donde se identifican acciones estra-
131
tégicas y subestratégicas en diferentes niveles, manteniendo
la dirección correcta con metas precisas basadas en el pensa-
miento sistémico y la idea de que todos los elementos están
interconectados y son interdependientes; con el objetivo de
alcanzar el poder en diversos ámbitos o universos físicos,
mentales y tecnológicos en tiempo real.
L
os metaversos se están configurando como la siguiente
evolución de internet, el medio de comunicación más
disruptivo de nuestra historia. La convergencia de desa-
rrollos en inteligencia artificial, realidad virtual y blockchain,
permite la creación de espacios inmersivos que desafían la se- 133
paración entre lo virtual y lo analógico.
La cantidad de datos, emociones y dinero que se volcarán
allí no tiene paralelo en nuestra historia. ¿Volveremos a dejar
un espacio tan importante en manos de empresarios y progra-
madores? La comunicación política no puede limitarse a ser
de usuarios cínicos, tiene que disputarlos para construir meta-
versos abiertos y basados en derechos.
V
ivimos un tiempo marcado por el impacto de redes digi-
tales. Por cómo modifican las relaciones con otros seres
humanos, la producción y la naturaleza. Pero en el entu- 137
siasmo, aún sabemos poco de sus impactos. Mientras adoptamos
tecnologías por el progreso que conllevan, también intuimos
estar frente a un Frankenstein que amenaza. En política las
adoptamos para democracia directa, transparencia y control
ciudadano, mientras tanto la contraparte: nos encontramos
con desinformación, populismo y antidemocracia. Parece ur-
gente hacer uso de las redes en el sentido que prometen y a la
vez defender con regulación la convivencia democrática que
tanto esfuerzo y tiempo ha costado.
U
n número creciente de personas entiende el mundo
de forma binaria (nosotros versus ellos). Nuestras
megaidentidades nos unen (nosotros) y nos dividen
(ellos/los otros) con fuerza progresiva (polarización afectiva
difundiéndose por multipantallas y canales). 139
Comunicar hacia adentro de nuestras tribus es sencillo y
rápido (emociones, códigos y marcos compartidos), así como
rentable electoralmente. El reto de la comunicación política
no partidista está en conectar distintas tribus y reconstruir la
idea de sociedad (con todos).
Las coincidencias (emociones, fundamentos morales y me-
tas sociales) son los insights sobre los que se deben diseñar las
estrategias multinivel de cara a erosionar la creciente polari-
zación afectiva y promover la cooperación.
P
olarización, discursos de odio, desinformación. La es-
fera pública parece estar enfrentando problemas que
amenazan la democracia. La visibilización de estos fe-
nómenos coexiste con la masificación de las redes sociales.
Es muy tentador, en el ciclo de Sísifo de cada nueva tecno-
logía, afirmar que WhatsApp hizo presidente a Bolsonaro, o
141
Twitter profundizó la grieta. Pero sabemos que polarización,
discursos de odio y desinformación son parte de la política
latinoamericana desde el siglo xix. Usemos las herramien-
tas que desarrollamos a lo largo de doscientos años, como la
negociación, la inclusión y el escepticismo, para canalizar el
conflicto de manera productiva y democrática.
L
a mentira se extiende más rápido que la verdad. Las redes
sociales están llenas de desinformación. Las personas
creen en casi todo lo que ven en internet. Las noticias
falsas influyen en el voto de las personas.
Convencidos de estos mitos, políticos, periodistas y ex- 143
pertos insisten en que combatir la desinformación salvará
nuestras democracias. Pero la historia y los datos dicen otra
cosa: el verdadero desastre es el derrumbe del sistema preca-
rio de producción, transmisión y recepción de información
que teníamos. En lugar de luchar contra la desinformación,
deberíamos enfocarnos en cómo mejorar el acceso al periodis-
mo de calidad.
L
a verdad no existe sin un marco de interpretación, pero
este no puede ser una megaidentidad homogeneizante
de alineamiento acrítico. Pasa.
En el debate del siglo xxi, el mundo se divide en buenos y
malos: dime dónde te ubicas y te diré quién eres. Ninguna 145
falta hacen argumentos ni datos. Los otros son culpables. La
acusación a los nuestros es pura manipulación. Las trincheras
ideológicas echan leña al fuego donde se consumen energías
necesarias para fortalecer el estado de derecho y concentrar
recursos en una gestión pública muy urgente. Escuchar, infor-
marse y debatir son actos de resistencia democrática.
D
iseñar estrategias partiendo del conocimiento de la opi-
nión pública está ahora al alcance de cualquier campaña
y se produce en un contexto de enorme complejidad so-
cial. Más volatilidad, identidades más débiles y una creciente
demora en la decisión del voto. La irrupción de nuevas formas 147
de administración de cuestionarios y su combinación abara-
tan y democratizan el acceso a una valiosa información.
Las amenazas: la sustitución del debate público por la in-
triga en la carrera de caballos, y la proliferación de estudios
con intereses espurios y dudosa validez. La cura: incorporar
analistas para filtrar, organizar y comprender un océano de
información.
L
a innovación tecnológica ha tenido impactos extendidos
y transformadores en la política. Implica nuevas coor-
denadas para su funcionamiento, un cambio en tránsito
aún en las canchas donde la política se juega, obligando a adap-
tar sistemas, metodologías y herramientas. 149
Pasamos de un paradigma que organiza la política en torno
al territorio, usando como sistema la organización y la movi-
lización, y opera mediante el discurso, a otro que la organiza
en torno al espacio simbólico, usando como sistema la comu-
nicación y priorizando la imagen. En síntesis: pasamos de la
centralidad organizacional a la centralidad comunicacional de
la política.
S
iempre recuerdo el libro Redes de indignación y esperanza,
de Manuel Castells, donde analizó, casi en tiempo real,
el impacto de las redes sociales en la movilización de la
ciudadanía durante la primavera árabe. En menos de diez
años, hemos pasado del casi tierno optimismo de Castells al 151
realismo pesimista de Byung Chul Han en No cosas. ¿Cómo ex-
plicarlo? Aunque en Panamá el uso político de las redes llegó
tarde, un estudio reciente sobre el #NoALaReelección señaló
que la clave no está en las nuevas posibilidades tecnológicas
sino, como siempre, en la comprensión de los actores políticos
detrás de ellas.
L
a pobreza dejó de ser un sustantivo y pasó a ser un mo-
dificador indirecto. Ya no es el centro de las denuncias
disidentes, sino que acompaña, adjetiva, ilustra los ar-
gumentos de otras disidencias nuevas, contemporáneas,
tiktokeables.
Es una cuestión de formatos, no de importancia. Loïc
153
Wacquant afirma que la pobreza ha estallado en complejidades
casi imposibles de asir, tanto por la academia como por la
gestión. Inasible, ingobernable, casi innombrable, tan real
en sus impactos cotidianos como esquiva a la comunicación,
llorando con las manos en la cara, en algún no-lugar entre un
viejo significante vacío y un meme en Instagram.
“
En el enfrentamiento, la Revolución se fortalece…”. La
longevidad de regímenes como Cuba, Nicaragua, China,
Venezuela o Rusia interpelan respecto a la capacidad para 155
cultivar proyectos iliberales y salvaguardar el poder. La resi-
liencia caracteriza la adaptación de los autoritarismos para
conseguir legitimidad apelando al sharp power y la difusión de
aprendizajes, junto a la resignificación de estándares legales
internacionales en medio de la competencia geopolítica y el
Covid-19. Más allá de la resiliencia, los sistemas autoritarios
se robustecen. El resiliente resiste los choques. Lo antifrágil
mejora gracias a los factores estresantes. ¿Es hora de hablar
de la antifragilidad autoritaria?
L
a polarización afectiva es una profunda escisión en-
tre propuestas políticas que hacen imposible el diálogo
y la convivencia democrática. En la Argentina, la po-
larización actual no es partidaria ni ideológica, tampoco se
inscribe fácilmente en las tradiciones antagónicas del pasado. 157
Asistimos a un nuevo escenario de afectación o afectividad
política, con una gran intensidad emocional, especialmente
de emociones negativas. Las emociones negativas atraviesan
los cuerpos, más que las ideas, en forma de furia o desazón.
Vivimos tiempos de negatividad y rechazo que no anclan en
opciones racionales o ideológicas sino puramente emociona-
les. Hoy la política pasa, más que nunca, por los cuerpos.
L
os partidos ya no compiten con otros partidos. No
compiten solo por las ideas, compiten por la atención.
Compiten contra apps con miles de ingenieros detrás.
La primera batalla es la atención. Y las apps les enseñaron el
camino: la facilidad de procesamiento y el placer inmediato.
Puedes elegir otro camino si quieres, pero nadie te va a ver.
159
La consecuencia la vemos cada día: contraposición, polari-
zación como efectos directos de la lógica de app; una sociedad
que pasa de agente a paciente. ¿Podemos esperar que un parti-
do que debe competir con otro cambie esa dinámica? Entonces
depende de ti.
E
l gran avance de la comunicación política ha sido la pro-
fesionalización de los discursos, gracias a quienes los
escriben, más conocidos como logógrafos.
Un buen discurso exige tres principios:
El primero, contar con expertos. Las ideas de los discursos 161
son responsabilidad del político. La forma en la que se estruc-
turan los argumentos son tareas del asesor.
El segundo, el discurso no puede ser mera retórica. Un dis-
curso no es ornamentación: es el principio de la acción.
El tercero, un discurso debe estar correctamente esce-
nificado ante los medios de comunicación. A través de ellos
llegamos a millones de cabezas y de corazones.
L
os faraones tenían escenografías descomunales. Los
legisladores tienen un community manager para comuni-
car su representación y obtener legitimidad. Hasta los
regímenes engendro que conocimos —violentos, sin escrúpu-
los— necesitaban comunicar para estabilizar su dominación.
Emperadores, reyes, autócratas o demócratas lograron
163
obediencia. Hoy, una elección democrática es lo más perfecto
que conocemos, pero siempre hubo algún tipo de elecciones en
las que las personas debían ser persuadidas. Ya lo dijo Virginia
Woolf: “No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas
imponer a la libertad de mi mente”. Ese lugar que llamamos
mente es, al final, el soberano de la historia.
H
oy la comunicación política corre por las plataformas:
Google, Twitter, TikTok, streaming. Ahí se encuen-
tran los públicos de la política. Y en el territorio al que
se convoca por internet y se transmite por internet. Muchos
políticos siguen pensando en los medios hegemónicos. Pero 165
eso les llega a las audiencias por las redes sociales, satiriza-
do por otros usuarios. Este sistema mediático-digital está
colonizado por públicos afectivos, cuya sensibilidad muta
vertiginosamente, acostumbrados a reclamar en grupúsculos
cuando sienten su identidad agredida. Los políticos son torpes
migrantes ahí. Reunir mayorías en un contexto fragmentado
es hoy el desafío de la comunicación política.
L
o que se pensó que era el reino de la libertad de expresión,
esa arena donde no interviene el mercado ni el Estado,
terminó siendo el escenario de señalamientos, injurias
y ataques. Las redes sociales y la idea de una opinión pública
más abierta ha sido un fiasco; por el contrario, estas se han 167
convertido en el escenario donde los usuarios (bots y perfiles
falsos) se encargan de difamar, agredir y violentar, logrando
así desviar las corrientes de opinión, cerrando la participa-
ción y provocando el silencio y la autocensura. Una libertad
que finalmente terminó en opresión.
L
a democracia representativa adoptó su forma defini-
tiva entre los siglos xviii y xix, cuando la tecnología del
vapor y los movimientos revolucionarios engendraron
la moderna sociedad de masas e industrializada. Esa inter-
faz política fue diseñada para una sociedad donde los diarios 169
impresos eran el medio de comunicación dominante y la opi-
nión pública se construía al ritmo matinal de la prensa. La
democracia representativa no fue pensada para una sociedad
gaseosa donde la información circula de forma frenética por
las redes digitales. No basta actualizar la comunicación política:
debemos rediseñar desde sus fundamentos las interfaces polí-
ticas del siglo xxi.
I
’m Nature. I will go on. I’m prepared to evolve. Are you? Reza
conservation.org. Crisis, cambios, colapso inminente.
3.8 billones de años de sabiduría exponen una humanidad
arrogante y necia con la Mother Nature. El antropoceno es
insostenible: explotación y acumulación ilimitada, aparente 171
eficiencia circular, colapsan el sistema.
Regenerar es la alternativa. La vida creando condiciones
propicias para la vida. Rediseñar nuestra presencia terrenal.
Lograr una reconexión bio-geofísica singular y local cocrean-
do con los saberes milenarios.
Rediseñar instituciones hacia el cuarto sector híbrido con
impacto positivo social, económico y ambiental; relaciones
y comunicación, bioinspiradas en modelos ecosistémicos de
buen vivir.
S
i el valor público por excelencia es la confianza, sin duda
su carencia afecta la buena calidad de la convivencia.
Los correlatos de la desconfianza: la intolerancia, la
negativa a aceptar como válidos los argumentos y hasta la exis-
tencia misma del otro, así como el odio inagotable vertido en las
tóxicas redes sociales —potenciado ad infinitum por la desinfor-
173
mación— nos están minando el andamiaje democrático.
Para revertir esta degradación, debemos persistir colecti-
vamente en la convicción de que las reservas mayoritarias del
ADN democrático podrán detenernos antes de caer en el pre-
cipicio al que la deriva populista está decidida a conducirnos.
E
l Consejo Supremo de la Expurgación tenía ahora igual
número de representantes de izquierda y de derecha, y
había llegado a adoptar por unanimidad sus sentencias
inapelables, entre ellas la depuración total de El Quijote, del
que solo quedaba la frase En un lugar de cuyo nombre no quiero
acordarme, pues en la última sesión había sido suprimida la
175
referencia a la palabra Mancha, ya que aun tratándose de un
lugar geográfico evocaba la suciedad y el error, lo oscuro y
licencioso, la deshonra y la imperfección, contrario a la regla
de la pureza total impuesta con celo intransigente.
E
l agotamiento de las narrativas tradicionales se exhibe
entre estertores. El del storytelling for export que
mecaniza la identidad y enunciaciones divorciadas de
la realidad. Los de la institucionalidad fatua, desbordada por
una agenda social encendida de urgencias. La emergencia,
expresada en una crisis de representatividad extendida, nos
177
invita a recordar el principio: sin propósito no hay mensaje.
Compartir el para qué es la clave de tu identidad política. El
deseo y su consecución transforman. Volverlo un bien común
es el desafío de las nuevas narrativas. Que expresen el sentido
de tus acciones. Que se piensen con la gente adentro.
E
l adolescente Álvaro Conrado susurró en su agonía: “Me
duele respirar”, después de recibir un balazo en el cuello
por parte de un francotirador de la dictadura. Con esa
frase resumió la tragedia que se sufre en Nicaragua.
Otro rostro: el obispo encarcelado.
La sotana.
179
La voz profética: “No me voy…”.
Testimonio del pastor que cuida de sus ovejas.
El encierro. El ultraje.
La fe.
La voz que derriba paredes y resuena en las venas de la red
y las pantallas.
La grey se enardece.
El poder tiránico, enloquecido.
Y la esperanza palpita.
E
l cerebro humano se equivoca más de lo que se creía. Las
neurociencias lo demostraron. Los sesgos cognitivos
afectan nuestro razonamiento.
Son base de falacias, de teorías conspirativas, de polariza-
ción, de discursos de odio. Constituyen el centro de estudio 181
urgente de la comunicación política.
Las personas discuten, desde la emoción, sobre valores que
otros/as no comparten y a los que aceptan como evidencias
irrefutables. De ahí, la dificultad para lograr consensos.
Evitarlos es difícil: son parte del cerebro. Sin duda, la
sugerencia es prestar atención a nuestro pensamiento y ser
flexibles con nuestras creencias y con quienes piensan distinto.
L
a comunicación política no opera en el vacío. Sea para
organizaciones civiles, gobiernos, instituciones o par-
tidos políticos, el contexto importa. Asistimos a la
redefinición de la credibilidad. Esta se halla en medio de una
disputa en la que la constatación de veracidad no es más ya 183
el elemento determinante, sino la percepción a partir de las
condiciones de sobrevivencia e intereses propios. Todo se
somete a estos criterios. Con la emergencia de partidos polí-
ticos zombis, ya ni siquiera taxi, en Latinoamérica se atiende
hoy una ciudadanía que antepone su propia versión de la rea-
lidad a los hechos.
N
o se trata de tecnología. Nos define el lenguaje con el
que hablamos y pensamos. Lo que afecta nuestra socia-
bilidad nos condiciona.
Fue lento el proceso para aprovechar la imprenta y su pa-
radigma extendido a los medios, el cual nos dio libertad para 185
elegir qué leer entre lo que otros publicaban.
Los considerados espectadores ahora podemos publicar.
Nos incorporamos como usuarios en #conversacionespubli-
cadas y pasamos del decir al poder explicar. Este entorno de
redes y móviles permite escuchar mejor, destilando el big data
que resulta de que todo se pueda recuperar. La hiperconecti-
vidad también permitirá entender mejor lo que se espera de
nosotros.
L
a situación despierta en el espectador sensación de
impotencia. La misma que siente el coordinador de
la campaña electoral para permanecer en la Unión
Europea. Una ciudadana está participando de un focus group.
Anticipa que va a votar por la salida del Reino Unido basada
en datos de dudosa veracidad. El coordinador irrumpe en
189
la sala, se enoja con la participante, le grita, le muestra
argumentos sostenidos en datos confiables, se da cuenta de
que choca contra una pared emocional. Brexit, the uncivil war.
Bienvenidos a la era de la posverdad. La política democrática
es ya una de sus principales víctimas.
L
a comunicación política es más veloz que las políticas
públicas. Lo viral encandila y vela problemas estruc-
turales. Pero la velocidad, que estimula compromisos
superficiales con los contenidos de las comunicaciones, es
engañosa. Uno de los cambios socioculturales y tecnológi-
cos inherentes a la era digital es el almacenamiento de todas
191
nuestras acciones en plataformas y redes. Su registro y apro-
vechamiento comercial por parte de las compañías como
Google, Meta, TikTok o Twitter, como su explotación por
parte de gobiernos, son la contracara de la liviandad de los
intercambios en las redes sociodigitales. Todo queda guarda-
do en la nube. Y pesa.
L
as mujeres estamos en una carrera en contra del tiempo,
las adversidades, las viejas prácticas y el sistema mis-
mo. La baja representación política de las mujeres está
asociada a una menor visibilidad, una cobertura sexista de los
medios y a la existencia de sesgos cognitivos que privilegian el
liderazgo masculino.
193
Sin embargo, las mujeres están demostrando que son líde-
res efectivas, cercanas y empáticas. En un contexto político
mundial donde la democracia está en riesgo, el estilo de lide-
razgo y la comunicación que hacen Jacinda Ardern, Nicola
Sturgeon, Sanna Marin o Mette Frederiksen, son un ejemplo.
E
n la política siempre han existido tendencias especta-
cularistas, últimamente magnificadas por los cambios
tecnológicos. Pero respecto del impacto de internet en
la política, ya no hay optimismo: no ha contribuido a proveer
información de calidad, ni fortalecido la deliberación pública,
ni fomentado mecanismos de cooperación. Todo lo contrario.
195
Adicionalmente, las redes sociales exacerbaron las exigencias
particularistas de la ciudadanía. Y los medios tradicionales
consumen esa droga, que los degrada también a ellos. La de-
mocracia lleva a la competencia en su ADN, pero ¿cuántos
enfrentamientos soporta la democracia? ¿Podrán las demo-
cracias resolver los problemas globales que requieren dosis
extremas de cooperación?
E
n este momento de la comunicación política, la falta de
responsabilidad de los políticos y la lógica del y tú más
han generado una polarización que divide en vez de
unir. En lugar de aceptar la responsabilidad de sus acciones,
los políticos utilizan la estrategia de culpar al otro para ganar 201
poder y apoyo. Esta dinámica alimenta la desinformación y la
manipulación, dando lugar a una nueva era en la que la verdad
es relativa y la confianza es difícil de encontrar. ¿Quién será
el primero en tomar la responsabilidad y cambiar esta situa-
ción? Por las dudas: ¡Y tú más!
S
i cada ser humano designara a un chatbot como su re-
presentante en la esfera pública, con instrucciones
relativamente claras para escribir, gustar y compartir
mensajes sobre flores, pájaros o políticos, ¿qué tipo de encua-
dres serían característicos de nuestra ficción comunicativa?
¿Qué tipo de fusión de agendas definiría nuestras prioridades
203
sociales?
El AI de Marvin Minsky es un cerebro humano donde cada
neurona es remplazada por una versión sintética y, por tanto,
indistinguible del original. Con la llegada de ChatGPT, esferas
públicas híbridas o sintéticas son inevitables. ¿Qué teoría co-
municativa describirá esta esfera pública 2.0?
D
écadas de inoculación masiva de doble vínculo y co-
municación paradojal Batesoneana (sé espontáneo)
activan la desmentida. ¿Verdad que es todo mentira?
Atrapados sin salida.
Defensa psíquica fallida, se rehúsa reconocer la realidad de 205
una percepción traumatizante, dolorosa, sosteniendo el enga-
ño de la percepción y conciencia; simultáneamente una parte
del Yo sabe, otra no quiere reconocerlo. Repudia el efecto que
la realidad le inflige a una creencia, aferrándose a creer lo
inexistente como verídico.
“Ya lo sé... pero aun así”, “síganme, no los voy a defraudar”.
Como resultado, confusión, ansiedad, impulsividad, vio-
lencias, culpa, indefensión aprendida, identificación con
líderes mesiánicos y más.
2. Bloqueados ............................................................ 9
Rosaura Chinchilla Calderón
3. Comunicación de políticas:
el riesgo de Communication Gap ................................... 11 207
Cristina Moreno