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Eric Medina y Victoria Lombardi

Pase de año 2020/2021

“Sala de internación en emergencia: claroscuros de una rotación en


tiempos de Pandemia”

HIGA Dr. Diego Paroissien - Isidro Casanova, La Matanza

La irrupción del virus en el año 2020 que se convirtió rápidamente en


pandemia, provocó un gran impacto en la sociedad en su conjunto y en los
sistemas de atención de salud en particular; estar bajo la amenaza de muerte,
la posibilidad de contagiar o ser contagiado silenciosamente fue generando
incertidumbre, miedos y angustia.

Transitar una pandemia como trabajadores de salud resulta ser sin duda un
desafío constante y una exigencia enorme que debimos afrontar. Nos ha
tocado vivirla desde el interior de la Sala de Internación de un hospital
interzonal general de agudos (HIGA) dependiente de la Provincia de Buenos
Aires durante el período 2020-2021. En plena emergencia sanitaria por Covid-
19, la dinámica de trabajo se vio inevitablemente alterada.

De manera forzada, y casi repentina, el trabajo que caracterizaba a la sala de


internación de salud mental del hospital sufrió consecutivas modificaciones
como consecuencia de las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional y
Bonaerense, Ministerio de Salud, Dirección del hospital y Servicio de Salud
Mental de acuerdo a la situación epidemiológica tanto del territorio en sentido
amplio como del hospital.

El trabajo asistencial y la formación académica en salud se han visto


modificadas y reestructuradas en función de la pandemia. Se alteraron las
dinámicas de trabajo instituidas, el trabajo en equipo y la grupalidad,
modalidades de intervención, la (no) presencialidad, entre otros.

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Eric Medina y Victoria Lombardi

A continuación tenemos la intención de dar cuenta y compartir nuestra


trayectoria y por qué no las dificultades acaecidas durante nuestro paso por la
sala de internación, como también poder hacer visible las transformaciones
que fue teniendo el dispositivo durante las distintas etapas de la pandemia.

Inicios de la pandemia, irrupción de la emergencia

La salud cobró una preponderancia tal vez nunca antes vista. Hospitales y
centros de salud fueron ubicados en el centro de la escena social y de políticas
públicas. A partir de los lineamientos impuestos por el Ministerio de Salud se
procedió al armado de equipos de trabajo donde se buscó minimizar la
cantidad de personas que circulaban y concurrían de manera presencial al
hospital, aquello funcionaba como una medida de cuidado hacia los
trabajadores y pacientes a fin de poder asegurar una atención permanente en
caso de posibles contagios. La conformación de “burbujas” no sólo permitía
reducir el riesgo de contagios sino que también brindaba la posibilidad de
alternancia en caso de detectarse un caso positivo en algún integrante del
equipo. Sin duda, aquellas medidas de cuidado no solo significaban una
dificultad para responder a las demandas de los pacientes sino que también
operó como obstáculo para el trabajo en equipo y el diálogo entre disciplinas.
Las dinámicas de atención variaron de acuerdo al momento epidemiológico, la
necesidad de aislamiento por caso positivo o contacto estrecho de pacientes
(no existió aquello entre miembros del equipo).

En el dispositivo de internación de salud mental trabajan, de modo


permanente, psicólogos y psiquiatras. Año tras año rotamos los residentes de
segundo año de Psicología y Psiquiatría del hospital como parte de la currícula
obligatoria. Asimismo, asisten a demanda diferentes especialidades médicas y
no médicas, entre ellas las trabajadoras del Servicio Social del hospital
también en carácter de trabajadoras de planta y residentes. De esa manera,
cada psicólogo, psiquiatra, y trabajador social si es llamado, tiene asignado
pacientes de acuerdo a intereses y demanda, conformándose sub-equipos
(duplas o tríos) de trabajo que están a cargo del seguimiento de cada paciente.

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Trabajar en proximidad con el otro y poner el cuerpo parecía algo muy lejano.
Llenos de barreras entre los cuerpos: barbijos, máscaras faciales, alcohol,
distancia social, son algunas de las murallas que parecieran protegernos pero
también es aquello que nos mantenía en alerta y lejanía. Tomamos la pregunta
de Garaventa1 “¿Qué de esta disponibilidad cuando cada uno de nosotros no
está ajeno al flagelo invisible y omnipresente de la peste que nos afecta de
modo acuciante?”1 La proximidad se ha vuelto ominosa y ha producido un
estado de alerta generalizado.

En primera instancia, se conformaron tres burbujas, estaban compuestas por


una psicóloga y un psiquiatra de planta y un residente de cada disciplina. Con
el transcurrir de los meses, por reestructuración del equipo, quedó dividido en
dos burbujas, siempre siguiendo el mismo criterio de clasificación. Dichas
burbujas se mantuvieron hasta noviembre de 2020 aproximadamente. Luego
de aquella fecha, por la consecuente disminución de casos Covid-19 positivos
en el hospital, el staff entero se hacía presente.

“Lo único permanente es el cambio” se escuchaba como frase repetida, a


veces en tono de chiste que condensaba, claramente, nuestra manera de
sentir y percibir esos momentos donde hubo que inventar un saber-hacer.

El período marzo-noviembre 2020, se caracterizó por una gran demanda de


pacientes en la sala de internación (muchos de ellos con reingresos en un
corto período de tiempo), pocos profesionales en presencia, rotación de
equipos cada semana y en algunos períodos rotación de un psicólogo cada
tres días. Eso se traduce en que un psicólogo estaba a cargo del tratamiento
de 12 pacientes agudos durante esos tres días, una vez cumplido dicho
período asistía otro/a psicólogo/a. Por lo tanto, en una semana un paciente
había estado con tres psicólogos distintos y al menos dos psiquiatras. Se
trataba de pacientes, en su gran mayoría, que transitaban un estado agudo
dado que la permanencia en observación en la guardia del hospital era
prácticamente inexistente. Como hospital de agudos de referencia para la zona

1 Garaventa, V. (2020) Pandemia: la urgencia generalizada. Del estar “en guardia” hacia un estar “de
guardia”. De lo impredecible a lo imprescindible. En “El hospital revisitado”.

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oeste del conurbano era prioridad la disponibilidad de camas para los casos
Covid-19 positivos.

Estar bajo la amenaza de muerte, la posibilidad de contagiar o ser contagiado


silenciosamente, el confinamiento de un país entero y el cierre de fronteras ha
alterado inevitablemente ritos, costumbres, prácticas y lazos. El sistema de
salud no ha quedado ajeno a ello, se evidenciaron dificultades para continuar
la tarea hospitalaria de la manera habitual con el desafío de seguir prestando
asistencia en un estado de alarma; tuvimos que inventar nuevas respuestas,
flexibilizar las prácticas y maximizar los cuidados personales y colectivos.

El contexto pandémico había dejado atrás el trabajo cuerpo a cuerpo, la


asignación permanente de un profesional tratante, el encuadre del consultorio,
los talleres, la grupalidad, las reuniones de equipo presenciales, asambleas de
familiares y pacientes, para dar paso al uno a uno rotativo a través de las
llamadas telefónicas, la lejanía corporal y equipos de protección personal
(EPP).

¿Qué efectos trae la alternancia de equipos tratantes y consecuentemente de


analistas? Bajo estas coordenadas no es posible dejar pasar el interrogante
por la transferencia, podría señalar que aquí se observó uno de los mayores
obstáculos de nuestra labor. Freud nos señalaba la importancia de comenzar
con el descubrimiento de la transferencia como punto de partida para el
encuentro del camino de acceso al material patógeno del enfermo, es decir
para dar cuenta de la dirección de la cura. Pensamos como característica
fundamental del diagnóstico en el psicoanálisis el poder pensarlo en
transferencia, que es soportada nada más ni nada menos que por la presencia
del analista que afecta a los cuerpos.

¿Puede el contacto telefónico o la lejanía corporal ser soporte de los cuerpos?


La última enseñanza de Lacan, introdujo la noción de síntoma como
acontecimiento del cuerpo, parlêtre. Tornándose la presencia del cuerpo del
paciente y cuerpo del analista como indispensables, encarnando esa
presencia, en el encuentro que se da en una sesión. Lacan llamó parlêtre,
“donde la función del inconsciente se completa con el cuerpo, pero no el

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cuerpo simbolizado, el cuerpo imaginario, sino con lo que el cuerpo tiene de


real. Así pues la interpretación como perturbación moviliza algo del cuerpo,
exige ser investida por el analista y por ejemplo que él aporte (…) el tono, la
voz, el acento, hasta el gesto y la mirada”. 2 Admitiendo que el síntoma es goce
y que el goce pasa por el cuerpo; la definición de síntoma como
acontecimiento del cuerpo resulta un indicador fundamental. Se trata siempre
de acontecimientos discursivos que dejaron huellas en el cuerpo, que lo
perturban y que producen síntomas en él. Es la incidencia de la lengua en el
ser hablante y, con más precisión, en su cuerpo. Y hablar con su cuerpo es lo
que caracteriza al parletre.

El aislamiento social sin duda ha presentado sus dificultades en las prácticas


de atención. El dispositivo no sólo se caracterizó por la alternancia de
profesionales, sino que también encontramos obstáculos para la atención
virtual, pese a ser considerada en el inicio como única posibilidad. La falta de
recursos (celulares y servicios de internet) hacía imposible la conectividad a
través de la imagen. Se dejaba en evidencia a la voz, en el mejor de los casos,
como la única y principal herramienta.

Como practicantes del psicoanálisis damos cuenta de la importancia de la


escucha, de un trabajo de invención, trabajo artesanal para la instalación de un
tiempo y un espacio que haga posible la subjetivación de la crisis. Las
llamadas (en el mejor de los casos) y la rotación constante de profesionales no
colmaba dicha posibilidad, se empezó a dar paso a encuentros lejanos en el
parque para permitir un encuentro entre los cuerpos, se asignaron nuevamente
equipos de trabajo para cada paciente donde se pueden formalizar
coordenadas y lógicas de trabajo colectivas de modo tal de responder a la
estrategia particular de cada caso y los efectos que determinarían la salida por
la singularidad.

2 Miller, J-A.: La Experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Editorial Paidós, 1 edición, 2003,
Buenos Aires, pág. 136.

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Candela y los vaivenes del trabajo con otros

Candela es una adolescente de 16 años que ingresa a la sala de Internación luego de


permanecer internada una semana en Guardia, dispositivo a la que es traída por su
familia a raíz de presentar episodios de heteroagresividad, especialmente hacia su
padre con quien convive. De acuerdo al relato familiar, desde hace un tiempo atrás,
ella empezó a irse de su casa sin avisarle a nadie a “escaparse” y a utilizar las redes
sociales de manera frecuente para contactarse con personas desconocidas, en su
mayoría hombres adultos, acordando en algunos casos encuentros presenciales. En
uno de esos encuentros conoce a Dario, un hombre de 35 años con quien comienza
una “relación” de noviazgo. En un principio, su familia aceptaba que este hombre la
visitara en calidad de “amigo” pero luego, se opusieron a que ella lo siga viendo. A
partir de esto Candela decide escaparse de su hogar y se pierde todo contacto con
ella. Su padre cuenta que fueron momentos de desesperación, de muchos días
buscándola, pegando carteles, iniciando una búsqueda por medio de las redes
sociales y medios de comunicación; hasta que un dia, una señora que estaba
esperando colectivo en la estación Constitución, la reconoció, llamó por teléfono al
número que había visto en un cartel y pudieron encontrarla. Después de esto, la
convivencia con su familia se vio aún más dificultada. Ella siguió insistiendo en querer
continuar viendo a Diario y entretanto su padre tramitó una orden de restricción
perimetral hacia éste y por otro lado, gestionó a través de institución judicial, un oficio
para evaluación por salud mental de su hija.

Candela le manifiesta a su familia que cuando tenía 14 años había sido víctima de
abuso por parte de una persona cercana, un hombre allegado a la familia. En dicho
momento se realizaron las denuncias correspondientes y ella comenzó a asistir a un
Centro de Atención en Violencia de Género y ASI (Casa Rosa Chazarreta). Al
momento de la internación ella continuaba siendo parte de dicho dispositivo.

Con ese panorama, a partir de entender la complejidad de la situación, debido entre


otras cosas, a la edad de la paciente, las condiciones de vulnerabilidad en que se
encontraba, las posibles fallas en la contención familiar y los varios organismos
intervinientes en el caso, hubo coincidencia en la sala de Internación sobre la
importancia de iniciar un trabajo coordinado con otras especialidades.

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Stolkiner (2009) afirma que el trabajo interdisciplinario supone necesariamente un


trabajo grupal que requiere de la acción cooperativa de los sujetos. La interdisciplina
es, según ella, un posicionamiento que obliga a reconocer la insuficiencia de las
herramientas de cada disciplina para abordar la complejidad de las problemáticas.
Nora Elichiry (2005) por su parte dirá que la interdisciplina se fundamenta en que los
problemas no tienen fronteras. No se trata de una superposición de campos ni de la
pérdida de la especificidad disciplinar, sino que implica promover la producción de
conocimientos, de intercambios y de construcción de saber a fin de evitar un abordaje
fragmentado de la problemática. La interdisciplina, desde su perspectiva, supone
incluir las discusiones,divergencias, críticas y consensos del equipo de trabajo.

El equipo a cargo del tratamiento estuvo conformado por una psicóloga de planta, un
residente de psicología, un residente de psiquiatría y una trabajadora social, con
quien se acordó ir por una determinada línea de trabajo.

Candela presentaba un discurso muy aniñado, mantuvo siempre una actitud tranquila
durante su estadía en la sala, no hablaba demasiado y refería no entender el motivo
de su internación, reclamando de manera insistente por el alta hospitalaria. Decía
estar enamorada de Dario y manifestaba enojo hacia su padre, destacando no querer
volver a convivir con él, a quien acusaba de “violento”.

Se trabajó de manera conjunta en entrevistas individuales con la paciente y familiares,


intentando aclarar algo de esta confusa presentación. Con Candela, por un lado, se
pudo historizar sobre su vida y por otro, indagar sobre el funcionamiento familiar y las
características de sus vínculos. Con el transcurrir de los días, a partir de sus dichos,
se pudo poner en evidencia cierto déficit en el registro de los peligros a los que estaba
expuesta y el estado de vulnerabilidad en que se encontraba. Se pudo trabajar con
ella introduciendo la dimensión del riesgo y la importancia del autocuidado. En tanto
con su padre y abuela se trabajó sobre ciertas dificultades en entender y estar atentos
a las necesidades de Candela y además sobre la posibilidad de puesta de límites que
no impliquen prácticas violentas.

Se pudo recortar como un tema central del padecimiento de la paciente los vínculos,
de a poco este “vincularse con los mayores” que insistió en su presentación fue dando

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lugar a la aparición de gran dificultad a la hora de tratar con jóvenes de su edad y


cierta imposibilidad en mantener amistades y formar vínculos con su grupo de pares.

Debido a dicha dificultad, parte de la estrategia terapéutica se centró en el armado de


redes. Desde el Servicio Social se articula con el dispositivo Envión Podes, apostando
a encontrar allí contención y la posibilidad de generar lazos. Se acuerdan visitas por
parte de los operadores al hospital a fin de conocer a la paciente, pero aquello no fue
posible, el día anterior a dicho encuentro, la trabajadora social se hace presente en la
Sala de Internación y se anoticia que la psicóloga de planta a cargo había decidido
unilateralmente la externación de la paciente, aduciendo que era necesario desocupar
una cama para poder darle lugar a una paciente de mayor gravedad.

¿Cómo es posible que esto haya ocurrido? ¿Por qué la Trabajadora Social no estaba
informada respecto del alta de la paciente?

Probablemente no pueda ubicarse una única causa, los atravesamientos


institucionales se presentan permanentemente e influyen en las decisiones que se
toman sobre todo en momentos de premura y situaciones de urgencia. Una posible
lectura de la situación podría ser que primó la urgencia institucional por sobre el
quehacer profesional. Respecto a la modalidad que adoptó el trabajo, podría pensarse
que hubo un intento de trabajo interdisciplinario que por momentos fue logrado, se
trabajó mucho pero de manera descoordinada. La falta de diálogo y comunicación
entre los integrantes del equipo de trabajo atentó contra las buenas prácticas de
trabajo y el trabajo colectivo.

En los abordajes interdisciplinarios se reconocen y construyen los saberes


disciplinarios y los no disciplinares, a fin de dar con respuestas de modo colectivo y
corresponsable ¿acaso aún estamos frente a una concepción de la atención en
salud/salud mental basada en un abordaje desde una disciplina hegemónica? El
trabajo interdisciplinario basado en la corresponsabilidad es un construir entre todos,
la escucha y sus consecuentes acciones no se recortan a un monopolio disciplinar ni
tampoco de un nombre propio. Sin reconocimiento del otro no hay posibilidad de
trabajo en salud.

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No es posible sin otros

El trabajo fragmentado y la escasez de profesionales en el hospital puso a


cielo abierto la importancia y el carácter indispensable del trabajo en conjunto
con diversos actores tomando a la salud desde la complejidad. El trabajo con
otros implica un movimiento por la tolerancia y respeto hacia las distintas
orientaciones teóricas individuales, permitiendo una coexistencia doctrinaria, el
intercambio y la colaboración. Buscando superar las limitaciones de un mero
ejercicio técnico, en un esfuerzo permanente por comprender y comprometerse
con la salud/salud mental desde la complejidad.

Una rotación atravesada por la Emergencia Sanitaria por Covid 19, donde no
solo estábamos atravezados por las urgencias subjetivas sino también por la
urgencia generalizada, el riesgo al contagio y la premura en las intervenciones
por dicho riesgo.

Trabajar con otros nunca fue una tarea sencilla. La elección de la siguiente
viñeta se debe a la complejidad que significó para el equipo tratante su
abordaje. Donde no solo la premisa de riesgo es la principal línea rectora sino
que también fue necesario agudizar la escucha, propiciar reuniones de equipo
a modo de puesta en común de lineamientos y estrategias de trabajo, realizar
un armado de red familiar y extrafamiliar, velar por una articulación y derivación
sustentable, trabajar interdisciplinariamente e intersectorialmente con
organizaciones de lucha contra la violencia de género, entidades de salud y
asesoramiento legal. Poder trabajar en conjunto, acoplar elementos, saberes y
discursos pareciera ser más la excepción que la regla ¿será momento de
invertirlo? La labor no fue sin dificultades ni obstáculos, pero sí existió el deseo
de orientar su dirección de la cura en torno a la subjetividad propia del
paciente. No todos los actores intervinientes pertenecen al ámbito de la salud
de manera directa pero sí hacen a la salud integral desde el sentido más
amplio que se puede significar.

Marcela tiene 36 años, ingresa a la sala de internación bajo modalidad


voluntaria. Se trata de su segunda internación en la Sala de Salud Mental. La
primera, fue en este mismo hospital en el año 2019, en ambas oportunidades

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ingresa por “intento de suicidio”. Si bien fue traída por la policía y su ex pareja,
en el transcurso de la internación estuvo sin acompañante, la madre asistía
algunas tardes y excepcionalmente pasaba la noche en el hospital. Marcela
estuvo tomada por el llanto en los primeros encuentros, llanto que desbordaba
y era difícil de encauzar con la palabra. Con el transcurrir de los mismos pudo
expresarse poniendo palabras esa tristeza que la tomaba.

Marcela desde sus 15 años estuvo en pareja con R quien ha ejercido violencia
simbólica, psicológica, sexual y física sobre ella. Tienen dos hijos en común,
de 15 y 8 años. Juntos montaron una empresa de estampas, emprendimiento
que en la actualidad está a cargo de R. Días atrás a su ingreso al hospital, R le
manifiesta que contratará a otra persona para el emprendimiento en común ya
que considera necesaria “una mejor imagen para la empresa” expresando que
ella es “gorda” y “fea”. En el transcurrir de los días posteriores y en contexto de
violencia mediante, Marcela llama al 911 en pedido de ayuda. R la tenía
privada de su libertad en su propia casa y ejercía violencia física sobre ella.
Una vez que la policía interviene, Marcela deja el hogar y va a vivir a lo de su
madre. A los pocos días, por asesoramiento de su madre, se acerca a la
comisaría de la mujer para dejar acta de lo sucedido y dar inicio a una causa
legal, pero R se había anticipado a dicho movimiento haciendo una denuncia
previa. Marcela mientras se encontraba viviendo en lo de su madre buscaba
tener contacto con R, finalmente, rompe la medida perimetral que él había
establecido y se acerca al domicilio donde viven R y sus hijos. Es luego de
aquella visita que es encontrada, por policías y R, en las cercanías de las vías
del tren y es trasladada a la Guardia del hospital. Marcela se mantuvo firme,
por un largo período, en su intencionalidad suicida/autolítica. En el transcurso
de la internación, Marcela se contactaba diariamente con R, cada llamada
finalizaba en discusión y violencia verbal.

Respecto a su primer intento autolítico, Marcela lo ubica como acto posterior a


una discusión con R en la que él le manifestó que la “dejaría”, es todo cuanto
puede localizar. Acto posterior a los dichos de R, Marcela se ahorcó en una
habitación de su casa siendo encontrada por R y su hija mayor. Respecto al
segundo acontecimiento, refiere haber dado cuenta, en la visita a su casa, que

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tanto R como sus hijos “podían estar bien sin ella”. Localizamos allí, en el
pasaje al acto, la caída del sujeto y basculación fuera de la escena. Fenómeno
en los que se ve arrojada cada vez que se encuentra frente a la pérdida del
Otro. Pareciendo como única posibilidad de acción la caída de la escena. Un
Otro, representado en su ex pareja, que funcionaría como sostén imaginario.
Rasgo que empuja entonces a pensar en una presentación de índole
melancólica.

Lacan trataba a la melancolía, al igual que a la psicosis, como efecto de la


forclusión, en tanto rechazo del inconsciente. Mientras ubica que la psicosis se
desencadena por el encuentro de un padre, diferentes autores como Colette
Soler, señalan como desencadenante de la melancolía una pérdida, invocada
u observable en los hechos. La pérdida, que es de índole absolutizada,
introduce al sujeto en la mortificación, la líbido se repliega sobre la persona, no
inviste a los objetos, pero a este repliegue se le adiciona “un daño que se
extiende más allá de lo que habitualmente llamamos libido de objeto y que
involucra a la vida misma y a la conservación del organismo”.3

Desde la perspectiva de rechazo del inconsciente, los fenómenos de la


melancolía pueden ser inteligibles, siendo el pasaje al acto suicida el más
visible en Marcela. Colette Soler enfatiza en ordenar los fenómenos de la
melancolía en dos grupos: los fenómenos pertenecientes a la categoría de la
mortificación y aquellos ubicados bajo el delirio de indignidad, esto último no
siempre presente. Podríamos tomar la mortificación como retorno en lo real.

Durante la primera internación, Marcela estableció un vínculo amoroso con otra


persona, sin embargo, decide dar por finalizada dicha relación ya que
“descubrió cosas que no le gustaban de él” prefiriendo optar por “malo
conocido que bueno por conocer”. Bajo ese lema es que insiste en retomar el
vínculo con R. Pasado un tiempo, Marcela pone de manifiesto su intención de
retornar a su hogar junto a R, para ello R le impone una condición: él la
golpeara durante 16 días consecutivos a modo de “castigo” por haber
conformado otra pareja en el transcurso de su internación, “castigo” sobre su
cuerpo aceptado por Marcela, ofreciéndose como resto de R. La demanda
3 Soler, C. (2008) Estudios sobre la psicosis. Buenos Aires, Editorial Manantial, pág. 35.

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amorosa, “puede tener su cara aniquilante, cuando no puede resistir a la


tentación de sometérsele, (...) culpa muda porque no tiene otra manifestación
que estos actos de destrucción, como si la deuda (...) sólo pudiera ser pagada
con el cuerpo”.4

Soler toma como “característica esencial y de la que se sirve como elemento


diagnóstico fundamental: el melancólico subjetiviza la pérdida como “dolor
moral”. (...) Es un sujeto para quien la falta adopta la significación de culpa” 5.
Es bajo la expresión de delirio de indignidad que Marcela elevaría la falta a la
culpa y tomaría la culpa a su cargo como certeza y como no dialectizable.
Marcela se dice culpable de su presente, de su vínculo tormentoso aceptando
el tratamiento sobre su cuerpo que le presta R. De ese modo, es posible
localizar el goce mortífero y el delirio de indignidad como efectos de la
forclusión.

Se trabajó en la introducción del significante “mujer golpeada” a fin de suplir la


fijación en la identificación con el objeto a como desecho, y de esa manera
introducir una identificación con el colectivo de mujeres a modo de poder
restituir la relación con un Otro y favorecer al armado de un síntoma. El apoyo
en aquel significante, atravesado por el fuerte movimiento contemporáneo en
contra de la violencia de género, facilitó un armado más consistente para velar
por su integridad y, asimismo, de soporte para acotar su delirio de indignidad.
De ese modo se introdujo a un Otro social que como custodio y referente de la
norma puede contener al sujeto.

El abordaje en conmover su posición melancolizada, de resto, para llevar a


cabo un movimiento identificatorio a mujer víctima de violencia de género, fue
con la intención de posibilitar una restitución de la relación con un Otro y el
armado de un síntoma. Desde la última enseñanza de Lacan, podemos pensar
al síntoma como abrochamiento, como nudo, como sinthome. Las
intervenciones como agentes de salud, requieren de un abordaje desde el
paradigma de la complejidad. Para ello, fueron necesarias intervenciones

4 Abad Gabriela Alejandra (2009) “Entre el Amor y la Pasión. Caso Mme Lefébre en: Culpa,
Responsabilidad y Castigo. Buenos Aires. Letra Viva, pág. 98.
5 Soler, C. (2008) Estudios sobre la psicosis. Buenos Aires, Editorial Manantial, pág. 36.

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desde diversas disciplinas y actores. El rol de analista también está


atravesado, por la introducción de regulaciones, lecturas, legalidades, que
permitan alguna articulación simbólica y que hagan freno, aunque sea por un
instante, a la deriva mortífera. Introducir regulaciones a lo mortífero,
legalidades respecto a la violencia de género fue parte del trabajo articulador
para poner freno a ese goce insaciable.

Se trabajó de manera conjunta con el Servicio Social del hospital, quienes


encuadraron sus acciones en el asesoramiento y acompañamiento respecto al
proceder legal con base en derechos. Se trabajó con representantes de la Red
de Mujeres de La Matanza quienes establecieron contacto con Marcela de
manera frecuente a modo de generar lazos con la organización. Se trabajó de
manera articulada con el centro de salud al cual Marcela asistía y tomaba
como centro de referencia, velando por la continuidad de su tratamiento
ambulatorio allí, donde garantizarían abordaje interdisciplinario (psicología,
psiquiatría, trabajo social, organizaciones de género). Se convocó a la madre a
participar activamente en el acompañamiento a su hija, quien asumió con el
transcurrir de las intervenciones vinculares un rol activo en la evolución de
Marcela. Por decisión conjunta entre el equipo y Marcela se decidió elevar una
prohibición de acceso a R, quien había irrumpido en el hospital y se
encuadraron pautas para los contactos telefónicos con sus hijos ya que R era
mediador del celular.

La internación, es un dispositivo inserto en la lógica hospitalocéntrica y clínico-


individual, pese al intento de incluir nuevos discursos, muchas veces, resulta
una aprehensión superficial, tendiendo principalmente a un enfoque
multidisciplinario que es aquel caracterizado por una simple yuxtaposición de
áreas del conocimiento, en el cual cada disciplina se dedica a su especialidad
sin que haya una relación ni se evidencien modificaciones o transformaciones
en las disciplinas involucradas.

En tanto enmarcados en una institución asistencial pública, el


entrecruzamiento de discursos es condición de la labor. Sin embargo, en la
labor con Marcela se pudo evidenciar un incipiente acercamiento a la
modalidad interdisciplinaria tomando a la problemática de la paciente como

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centro e incluyendo intercambios disciplinarios a fin de producir


enriquecimiento mutuo y transformación. En definitiva, tal como lo indica Piaget
"nada nos compele a dividir lo real en compartimentos estancos, o en pisos
simplemente superpuestos que corresponden a las fronteras aparentes de
nuestras disciplinas científicas, y, por el contrario, todo nos obliga a
comprometernos en la búsqueda de instancias y mecanismos comunes. La
interdisciplinariedad deja de ser un lujo o un producto ocasional para
convertirse en la condición misma del progreso"6.

La orientación de su tratamiento, más allá de los diagnósticos diferenciales,


consistió en dar cuenta de la singularidad del caso pudiendo localizar los
modos y contextos de desestabilización y así, aportar nuevas estabilizaciones
y reenganches. En esta oportunidad, el trabajo interdisciplinario e intersectorial,
sirvieron para direccionar la cura en vía de un reenganche al Otro en pos de
inventar un sinthome que limite su goce mortífero. Se trata no solo de escuchar
y darle lugar a la singularidad de quien consulta, sino de transmitir en el seno
de la institución sobre la importancia crucial de dar lugar a la singularidad del
caso.

Palabras finales

El paso por la Sala de Internación de Salud Mental de nuestro hospital no deja


de ser un desafío para quienes formamos parte de la residencia de psicología.
Hacerlo en el contexto pandémico lo ha revestido aún más de complejidad.
Incertidumbre y temor. Amenaza de muerte y contagio. Aislamiento social y
protección personal. Urgencias y premura.

Atravesamos un primer período donde la presencialidad era la excepción,


donde el riesgo se circunscribía a la presencia de los cuerpos, donde el
encuentro de la sesión, en el mejor de los casos, era a través de una llamada
6 Piaget, Jean, "La epistemología de las relaciones interdisciplinarias", en Mecanismos del
desarrollo mental, Ed. Nacional de Madrid, pág. 141.

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telefónica que acentuaba la distancia. Luego, una sala de internación donde la


presencialidad volvía a tener protagonismo, donde había un cuerpo a cuerpo
con distancias y barreras, donde el nuevo encuadre de encuentros era al aire
libre. Hasta llegar en los últimos meses a la “nueva normalidad” donde se
pudo volver a entrevistar a los pacientes en consultorios, se retomaron talleres,
actividades artísticas, asambleas de pacientes y reuniones con familiares.

El trabajo interdisciplinar nunca es tarea sencilla, pero acaso ¿es posible un


abordaje sin un tramado con otros? Las prácticas en el hospital sostenidas por
la fragmentación disciplinar y recortes aislados no han brindado respuesta
integral a las demandas actuales. Estamos urgidos por una política de trabajo
que incluya múltiples dimensiones en su complejidad, donde se puedan
sostener tensiones y diferencias disciplinares con corresponsabilidad.

Bibliografía

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Eric Medina y Victoria Lombardi

- Abad, G. (2009). “Entre el Amor y la Pasión. Caso Mme Lefébre en:


Culpa,Responsabilidad y Castigo, Marta Gerez Ambertin comp.

- Elichiry N. (2009) Importancia de la articulación interdisciplinaria para el


desarrollo de metodologías transdisciplinarias. https://www.psi.uba.ar›unidad1
elichiry_importancia_de_la_articulacion.

- Freud, S (1913) Sobre la iniciación del tratamiento. En Obras Completas, Tomo


XII.

- Garaventa, V. (2020) Pandemia: la urgencia generalizada. Del estar “en


guardia” hacia un estar “de guardia”. De lo impredecible a lo imprescindible.
En “El hospital revisitado”, disponible en
https://psicoanalisisalmargen.wordpress.com/2020/07/14/el-hospital-revisitado-
pandemia-la-urgencia-generalizada-por-mirta-guzik-y-viviana-garaventa/

- Lacan, J. (1962-1963). El Seminario, Libro 10: La angustia. Clase IX: Pasaje


al acto y acting out. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

- Laurent, E. Las biopolíticas de la pandemia y el cuerpo, materias de la


angustia. Disponible en: http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-
cero-892.pdf

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