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Recibido: 30 Abril 2020 Revisado: 12 de mayo de 2020 Aceptado: 13 de mayo de 2020

DOI: 10.1002/pon.5418

CORRESPONDENCIA CLÍNICA

Sobre el papel del psicólogo clínico en tiempos de COVID-19, con

especial referencia a la experiencia adquirida en oncología
pediátrica

Carlos Alfredo Clerici1,2 | Maura Massimino3 | andrea ferrari3

1Departamento de Oncología y Hemato-

Oncología, Universidad de Milán, Milán, Italia Abstracto
2SSD Psicología Clínica, Fondazione IRCCS Objetivo: La pandemia de COVID-19 parece estar convirtiéndose en un experimento de salud mental
Istituto Nazionale dei Tumori, Milán, Italia
a escala planetaria, socavando los cimientos de nuestro ser humano, obligándonos a mantenernos
3Unidad de Oncología Pediátrica, Fondazione IRCCS
Istituto Nazionale dei Tumori, Milán, Italia
físicamente separados unos de otros e induciéndonos a ver a otras personas como una amenaza

Correspondencia
Andrea Ferrari, Unidad de Oncología Pediátrica,
Fondazione IRCCS Istituto Nazionale dei Tumori, Via G.
Venezian, 1, Milán 20133, Italia. Correo electrónico:
andrea.ferrari@istitutotumori.mi.it
potencial.
Métodos: En el mundo de la oncología pediátrica nos hemos encontrado con nuevos retos. En
este artículo, discutimos las dificultades encontradas para realizar sesiones de apoyo
psicológico mientras se cumplen las reglas de distanciamiento físico, así como el uso de
máscaras protectoras e incluso guantes; o mientras usa las modernas telecomunicaciones de
comunicación remota.

Resultados:A los motivos clásicos de las solicitudes de apoyo psicológico se han sumado otros

problemas novedosos, como son: menos recursos relacionales de las familias en el hogar, menos

posibilidades de socialización, estancias hospitalarias con un solo progenitor, suspensión de todas las

actividades docentes y grupales en el internado, las dificultades económicas provocadas por la

pandemia, los crecientes niveles de conflictualidad familiar y la ansiedad generalizada. Conclusiones:

Es fundamental encontrar nuevas soluciones que puedan implementarse rápidamente,

reconfigurando la forma en que humanizamos nuestras salas de hospital.

PALABRAS CLAVE

COVID-19, oncología pediátrica, apoyo psicológico, comunicación a distancia, distanciamiento

social

La pandemia de COVID-19 y el confinamiento posterior parecen estar convirtiéndose (trabajo remoto). Mientras tanto, los departamentos de oncología pediátrica

en un experimento de salud mental a escala planetaria, socavando los cimientos han tenido que reorganizar su logística y actividades, adoptando medidas

mismos de nuestro ser humano, lanzando un ataque a nuestros pensamientos, restrictivas para minimizar los riesgos de infecciones intrahospitalarias para

obligándonos a mantenernos físicamente separados unos de otros e induciendo que pacientes y personal. Entre las diversas medidas adoptadas para limitar el

veamos a otras personas como una amenaza potencial. acceso a las salas a educadores, profesores e incluso voluntarios (en parte para

En el ámbito de la psicología clínica, en ausencia de una guía basada en la evidencia cumplir con la legislación del gobierno central), incluso la presencia física de

para orientar nuestros esfuerzos en una dirección particular, los profesionales y servicios han psicólogos clínicos en las salas se ha reducido mucho en muchos casos.1

tomado medidas en gran medida espontáneas para responder a la situación. Las pocas reglas

y recomendaciones compartidas se han referido principalmente a cómo protegernos, limitar Estos cambios se han implementado, a menudo con cierta dificultad,
nuestro contacto directo con los pacientes tanto como sea posible, ampliar nuestro uso de e incluso en ocasiones con cierto grado de confusión (en parte debido a
herramientas para mantenernos en contacto con la ayuda de las tecnologías de la las diversas recomendaciones emitidas por diferentes asociaciones
comunicación e Internet. profesionales). En algunos casos, ha habido signos de una dialéctica

1374 © 2020 John Wiley & Sons, Ltd. wileyonlinelibrary.com/journal/pon Psico-Oncología. 2020;29:1374–1376.
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desalineación entre dos éticas, la ética del trabajo (donde trabajar de forma
remota solo puede compensar parcialmente la ausencia física del profesional) y
la ética de la salud (y las reglas gubernamentales) centradas en proteger a las
personas y a la comunidad limitando los movimientos de las personas (que
actualmente se ve como nuestro única defensa contra la propagación de la
epidemia).
En el mundo de la oncología pediátrica, donde siempre se ha
prestado gran atención a la necesidad de dar apoyo psicológico a los
pacientes y sus familias, nos hemos encontrado con nuevos retos. Incluso
en nuestras salas, donde ya estamos acostumbrados a usar máscaras
protectoras cuando trabajamos con pacientes inmunodeprimidos, nos
hemos encontrado con muchas dificultades.
Cuando ha sido posible la permanencia presencial en las salas,
los psicólogos clínicos han tenido que realizar sesiones de apoyo
psicológico cumpliendo las normas de distanciamiento físico, así
como usando mascarillas protectoras e incluso guantes. Pronto se
hizo evidente que estas medidas de distanciamiento interfieren con
nuestros esfuerzos por capturar señales no verbales, nuestra
capacidad para interpretar emociones y nuestras posibilidades de
fomentar la empatía. Una máscara sobre la cara puede facilitar
malentendidos y puede aumentar el miedo de los niños hacia el
personal de salud. Cuando cualquier contacto físico es una fuente
potencial de contagio, ya no podemos saludar a alguien con un
apretón de manos. Se ha vuelto imposible usar el contacto físico
como un signo tangible de participación emocional en el dolor de
otro. Junto a nuestra empatía, ahora hay un miedo corrosivo a otras
personas.
El enfoque alternativo que utilizamos ha sido el de brindar apoyo
psicológico de forma remota utilizando las telecomunicaciones modernas.
Varias experiencias nos han enseñado que esto podría ser “mejor que nada”,
pero no es lo ideal. Hemos observado que el uso de herramientas de tecnología
de la comunicación fue útil para las conversaciones con los pacientes que ya
estaban bajo nuestro cuidado: en estos casos, el hecho de que ya había una
relación médico-paciente establecida permitió limitar la incomodidad y conducir
a una discusión productiva. Para los nuevos pacientes, realizar la primera
entrevista de forma remota parecía extremadamente difícil. Además de los
diversos problemas que genera hablar de temas íntimos y delicados a través de
la pantalla de la PC o el teléfono inteligente, también hay otro aspecto a
considerar: mantener una conversación en línea implica que dos personas
establezcan una conexión desde el interior de sus propios mundos domésticos.
Tanto para el psicólogo como para el paciente, esto dificulta recrear la
sensación de estar en un tiempo y lugar suspendidos durante la sesión. Se
corre el riesgo de que se contamine la neutralidad del entorno y se distraiga la
atención analítica con pensamientos relativos a la vida del hogar.
Hay que tener esto en cuenta, dado que en los últimos días hemos
escuchado propuestas de servicios de consulta psicológica online para
pacientes o sanitarios públicos como una posible forma de cubrir las
necesidades actuales, ya que está claro que nada volverá a ser como antes para
a veces. Además, es importante subrayar cómo este tipo de propuestas han
sido calificadas con entusiasmo por los medios de comunicación.
Si bien es esencial encontrar nuevas soluciones que puedan
implementarse rápidamente, no debemos subestimar la complejidad y
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Puntos clave
• La pandemia de COVID-19 parece estar convirtiéndose en un
experimento de salud mental a escala planetaria, socavando los
cimientos de nuestro ser humano, obligándonos a mantenernos
físicamente separados unos de otros e induciéndonos a ver a otras
personas como una amenaza potencial.
• En ausencia de una guía basada en la evidencia, las
recomendaciones para los psicólogos clínicos se han centrado
principalmente en cómo protegernos, limitar el contacto directo
con los pacientes (usar mascarillas y guantes), ampliar nuestro
uso de las tecnologías de la comunicación.
• Llevar a cabo sesiones de apoyo psicológico mientras se
cumplen las reglas de distanciamiento físico o se utilizan
modernas telecomunicaciones remotas interfiere con nuestros
esfuerzos por establecer una relación genuina y efectiva y
fomentar la empatía.
• La emergencia del COVID-19 ha generado una gran
necesidad de apoyo psicológico; en oncología pediátrica nos
hemos encontrado con problemas novedosos.
• Es fundamental encontrar nuevas soluciones que puedan implementarse
rápidamente, reconfigurando la forma en que humanizamos nuestras salas
de hospital.
particularidades de la interacción entre médico y paciente, o corre el riesgo de
empobrecer el valor de los esfuerzos de apoyo psicológico clínico.
La emergencia actual ha dado lugar a una gran necesidad de apoyo psicológico.
Las unidades familiares a menudo están bajo un gran estrés. La sociedad está
mostrando una necesidad generalizada y profundamente arraigada de un sentido de
humanidad. El miedo a la muerte está impregnando nuestra vida diaria. Aquellos que
enferman de muerte por COVID-19 mueren solos y los dolientes ni siquiera pueden
celebrar un funeral para despedirse. La literatura científica ya informa sobre las
consecuencias psicológicas de la pandemia en la población general y las medidas
colectivas adoptadas para contenerla. Los efectos incluyen niveles crecientes de
desmoralización, ansiedad, desesperación, depresión y trastornos del sueño, y existe
el riesgo de un empeoramiento de la salud mental en pacientes con trastornos
psiquiátricos.2-7
En oncología pediátrica hemos aprendido hace mucho tiempo lo
importante que es cuidar a nuestros pacientes (y sus familias) y atender
sus solicitudes de apoyo, por ejemplo, la dificultad de adaptación al
diagnóstico, el cumplimiento de los tratamientos, la relación problemas
en la familia, el afrontamiento de una enfermedad terminal, la angustia
emocional y los problemas de adaptación en los sobrevivientes. El cuidado
es particularmente exigente para los adolescentes, que necesitan sentir
que su independencia y sentido de libertad, su imagen corporal y su
sexualidad, sus relaciones y bienestar, y sus proyectos de futuro, no se
ven frenados por su enfermedad, o no. al menos en su totalidad.8
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En la era del COVID-19, todas las razones clásicas detrás de las solicitudes
de apoyo psicológico se han visto agravadas por otros problemas novedosos.
Podemos reportar una larga y variada lista:
• menos recursos relacionales para las familias en el hogar: la ausencia de los
abuelos, así como el poco contacto con los amigos, representan verdaderas
luchas que fragilizan a las familias; las limitaciones para el ocio y el ejercicio
son desafíos estresantes para los pacientes jóvenes;
• menos posibilidades de socializar a través de actividades escolares: estas se
han trasladado a plataformas en línea, que están mal adaptadas
(especialmente para pacientes con dificultades, como la nuestra); una
madre nos contó cómo no podía manejar la carga adicional de seguir la
actividad escolar de sus hijos, y al mismo tiempo su trabajo a través del
trabajo inteligente, y cómo esto le llevó a un profundo sentimiento de culpa;
• estancias hospitalarias con un solo progenitor: podríamos citar el
ejemplo reciente de un padre angustiado que llevó a su mujer e
hija al hospital, despidiéndose como si fuera la última vez que
esperaba verlas con vida;
• la interrupción de las actividades de los grupos de apoyo psicosocial, como
los que generalmente se implementan para los adolescentes9,10o para los
padres, que también pierden, por las reglas de distanciamiento social, ese
apoyo que les da la red informal de relaciones espontáneas entre padres y
entre pacientes durante su estancia en la sala;
• la suspensión de todas las actividades docentes y grupales en planta,
que cumplen un importante propósito de contención emocional para
pacientes y padres;
• las dificultades económicas provocadas por la pandemia, que se convierten en un motivo
más de importante preocupación para las familias;
• los crecientes niveles de conflictualidad familiar y ansiedad generalizada
(percepción de enfermedad, hipocondría) en muchos padres, y también en los
operadores, que reaccionan a la amenaza invisible del virus, y un problema cada
vez mayor de ideación suicida en algunos padres que luchan por adaptarse.
A todas estas cuestiones se suma una carga emocional extra para los
trabajadores sanitarios, expuestos no solo a un mayor estrés profesional sino
también a situaciones personales más difíciles (sus hijos en casa desde el
colegio, preocupaciones por su propia salud y preocupación por sus mayores).
padres). Con todo, la complejidad de la situación escapa en parte a nuestros
intentos de tratarla objetivamente, lo que plantea un gran desafío para la
atención del paciente.
Todo lo que podemos decir por ahora es que probablemente necesitemos
reconfigurar la forma en que humanizamos nuestras salas de hospital, al
menos a corto o mediano plazo. Tendremos que ser flexibles, considerar
métodos no convencionales, evaluar sus fortalezas y debilidades, indicaciones y
contraindicaciones, pero también prestar atención al valor de la relación única
entre el médico y el paciente. Se necesitarán consideraciones científicas,
antecedentes culturales y capacidad para compartir para ver la mejor manera
de ofrecer apoyo psicológico.
CLERICIY AL.
para los pacientes y sus familias como antídoto al menos para sus miedos, si no
para el virus.
PAPEL DE LA FUENTE DE FINANCIAMIENTO
No se recibió apoyo financiero para esta presentación.
CONFLICTO DE INTERESES
Los autores declaran que no existe conflicto de intereses.
DECLARACIÓN DE DISPONIBILIDAD DE DATOS N /
A
ORCIDO
andrea ferrari https://orcid.org/0000-0002-4724-0517
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Cómo citar este artículo: Clerici CA, Massimino M, Ferrari A.
Sobre el papel del psicólogo clínico en tiempos de COVID-19, con
especial referencia a la experiencia adquirida en oncología
pediátrica. Psico-Oncología. 2020;29:1374–1376. https://doi. org/
10.1002/pon.5418