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EKPYROSIS Y PALINGENESIA

Concepto

Según los estoicos, las catástrofes periódicas que destruyen el mundo acontecen por
fuego o por inundación: tales desastres se deben al cese de la krasis (mezcla en que persiste
la identidad de las sustancias mezcladas) y el dominio total del pneuma bien en su estado
ígneo bien en el líquido.
En ese momento, el animal cósmico muere para que de esa muerte surja uno nuevo.
Como todo animal, el cosmos dispone de un determinado periodo de vida transcurrido el
cual debe disolverse. Si este proceso de disolución se consume como ekpyrosis
(conflagración), ello se debe a la concepción de Zenón acerca de la esencia ígnea de la
materia primigenia y del logos cósmico.
Los estoicos piensan que en el curso del periodo de conflagración hay dos fuegos: uno
destructivo y otro productivo, que se contraponen para transformar la catástrofe en
regeneración (palingenesia). Séneca describe el proceso imaginando un fuego monstruoso
que todo lo consume y que al hacerlo se consume a sí mismo: su temperatura descendería y
en este descenso el mismo fuego primordial mutaría en los restantes elementos. Sólo ese
fuego primordial es inmortal; los demás dioses (los astros celestes, el mismo mundo
generado a partir del fuego) perecen en el sentido de que son reabsorbidos en el fuego
primordial.

El cosmos estoico

Los estoicos entendían “cosmos” en tres acepciones: a) el dios mismo (fuego


primigenio, sustancia universal) es cosmos imperecedero; b) la disposición de los astros, su
constante y cíclica reordenación en virtud de la incesante transformación de los elementos;
c) el fuego transformador y las cosas transformadas. El cosmos muere y no muere, muere
en sus formas aparenciales, pero no muere en su más íntima e ígnea estructura.

Séneca: la historia y la naturaleza

Séneca opina que la contemplación de la historia conduce a conocer los constantes


cambios de fortuna, así como el permanente subir y bajar de los individuos y los Estados, lo
cual tiene virtualidades consolatorias, si es que el observador ha alcanzado el punto de vista
adecuado, el de la consideración del cosmos que sólo pueden ofrecer las investigaciones
naturales: los procesos históricos y los naturales pueden y deben considerarse de la misma
forma, como cursos de muerte y renacimiento.

Séneca: el diluvium
En las Cuestiones Naturales, Séneca piensa la destrucción final como diluvium: describe
el progresivo deterioro y licuefacción de la naturaleza, que acontece cuando la divinidad así
lo resuelve; lo cual no implica que sea libre de decidirlo, puesto que en el origo mundi
habita la semilla de su aniquilación. Aunque al final de la inundación emerge un nuevo
mundo y una nueva civilización, el proceso eterno de destrucciones y renacimientos
reproduce el único mundo y la única historia que conocemos.

La racionalidad de la realidad y la moralidad estoica

La razón habita oculta incluso en la aparente irracionalidad más absoluta; de lo


contrario, resultaría insoportable el dolor de la presencia del mal. La realidad está ordenada
según razón y quien conoce y se somete a este orden, el sabio, puede elevarse sobre los
azares y pesadumbres de esta vida: cabe enfrentarse con serenidad al destino porque la
realidad es racional. La moral estoica concierne al acontecimiento, consiste en quererlo
como tal, en querer lo que sucede en tanto que sucede; pero pocos tienen una modalidad
de conciencia que les permita vivir de esa manera; habría que ser, en efecto, sabio.
Séneca habla del mundo como una ciudad que lo abarca todo, ligada a leyes fijas y
eternas, “que cumple infatigablemente las normas de los cuerpos celestes”. El proceso
también abarca a la naturaleza. Pero es indiferente que el mundo se acabe o no se acabe y
resurja o no resurja: todo ello no afecta a lo que importa, la rectitud moral de la conciencia,
al alcance sólo de muy pocos.

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