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El ku-klux-klan también conocido como KKK fue un grupo de terroristas,

racistas y violentos, los cuales se dedicaron a acabar con la vida de las


personas de color negro y personas que no estaban de acuerdo a su ideología.
Su partido político es la extrema derecha. El KKK tiene más de 150 años y
sigue existiendo en la actualidad.

fue establecido en el sur de los estados unidos, al terminar la guerra civil en la


Nochebuena de 1865, seis veteranos de guerra se reunieron en Pulaski,
Tennessee. No tenían mucho que celebrar. Todos habían participado en
la guerra civil del lado del sur esclavista, el bando perdedor, y hacía apenas
ocho meses desde que el general Lee había firmado la rendición.

Los estados sureños estaban bajo ocupación militar, y había pasado poco
tiempo desde que la esclavitud había quedado oficialmente prohibida en EE.
UU. No parecía el mejor momento para fundar una organización que iba a ser
sinónimo de racismo hasta el día de hoy: el Ku-Klux-Klan.

Pero, independientemente de cuál fuera su intención inicial, lo cierto es que


tardó muy poco en convertirse en un instrumento de terror. Primero llegaron las
“bromas”, los “sustos” a los afroamericanos que habían ganado su libertad, y
muy poco después la violencia pura y dura

Vestidos con túnicas y máscaras generalmente de color blanco eran utilizadas


para impedir que las tropas federales los identificaran, los participantes del Ku-
Klux-Klan tenían toda suerte de rituales y títulos rimbombantes como “Gran
Dragón” o “Gran Cíclope”. Montados a caballo, con sus antorchas encendidas,
recorrían el sur intimidando a los negros que se atrevían a votar o, con más
audacia todavía, a presentarse a unas elecciones.

Para el verano de 1867, ya habían crecido lo suficiente como para celebrar la


primera gran convención de “el Imperio Invisible del Sur” y escoger a su
primer “Gran mago”. Nathan Bedford Forrestfue un militar estadounidense,
General del Ejército Confederado durante la Guerra de Secesión de los
Estados Unidos y fue el primer Gran Mago del Ku-Klux-Klan desde 1867
hasta 1869.

Mientras el clan se extendía a todos los estados sureños, el país estaba en


tensión.

El gran debate nacional del momento era la llamada “reconstrucción”: el


camino que habían de seguir los estados derrotados para recuperar sus plenos
derechos.

En la disputada elección presidencial de 1868, el KKK se dedicó aún con más


empeño a intimidar votantes. En Luisiana, más de mil afroamericanos fueron
asesinados, y en Arkansas hubo unos dos mil homicidios relacionados con los
comicios. El propio general que había sido elegido líder y “Gran mago” del Ku-
Klux-Klan trató de disolver la organización después de aquellas elecciones por
su tremenda violencia.

Esa campaña de intimidación tan abierta y salvaje acabó por volverse contra el
grupo. En 1871, horrorizado por las historias que llegaban del sur, el Congreso
aprobó una “ley del Ku-Klux-Klan” que permitía al presidente suspender
algunas garantías constitucionales y enviar tropas a combatirlos directamente.

Ulysses S. Grant la usó para detener a cientos de sus miembros y declaró la ley
marcial en nueve condados de Carolina del Sur. El KKK fue desapareciendo en
los siguientes años, aunque los expertos creen que fue más por la consecución
de sus objetivos que por la presión del gobierno en ese entonces.

Durante la década de 1870, el norte fue perdiendo interés en la


“reconstrucción”, y para su segunda mitad, el mismo Partido Demócrata que
había provocado la guerra civil ya gobernaba de nuevo en todo el sur y estaba
construyendo el sistema de segregación que marginaría a los afroamericanos
durante las siguientes décadas.

El 8 de febrero de 1915 se estrenó la primera gran superproducción del cine


estadounidense. El nacimiento de una nación era, básicamente, una película en
la que el héroe era el Ku-Klux-Klan: tres horas de caballeros con túnicas
salvando a jovencitas. Una reinterpretación de la guerra civil en la que los
norteños son opresores y los negros son a la vez malos, tontos... y ni siquiera
son negros. Son actores blancos poniendo gesto de bobos con la cara pintada de
betún, persiguiendo mujeres blancas.

El presidente Woodrow Wilson, el mismo que había impedido trabajar a


funcionarios blancos y negros en la misma oficina, proyectó la película en la
Casa Blanca y se le atribuye haber dicho después: “Es como escribir historia
con luz. Mi único reproche es que es todo terriblemente cierto”.

No era el único que lo pensaba. Mientras lo novedoso del montaje cautivaba a


millones de espectadores, un predicador de Georgia barruntaba cómo
aprovechar el tirón para su causa.

William Joseph Simmons preparó cuidadosamente un plan para resucitar el Ku-


Klux-Klan con el impulso de El nacimiento de una nación. Unos días antes de
su estreno en Atlanta, una de las grandes ciudades del sur, se juntó con algunos
amigos y prendió fuego a una cruz en la cima de un monte para declarar que el
Klan había vuelto.

Luego contrató publicidad para promocionar esa “refundación” en los


periódicos en los que aparecían los anuncios de la película. Por último, el
propio día de la premiere organizó un desfile a caballo junto a sus
encapuchados para “saludar” el acontecimiento.
Con la ayuda de publicistas profesionales, Simmons construyó un “nuevo”
KKK que era más numeroso y más poderoso que el anterior. Se extendió más
allá de su base en el sur incorporando nuevas variantes de odio y
supremacismo.

Además de su desprecio por los afroamericanos, el Ku-Klux-Klan de los años


veinte atacaba a los judíos, a los católicos y en general a los inmigrantes que
habían llegado por millones en los años anteriores. Era un movimiento blanco,
protestante, anticomunista y de clase media acomodada.

En su segunda vida, el klan llegó a los cuatro millones de miembros y tuvo una
gran influencia política. La imagen de 50.000 de sus miembros desfilando por
Washington D. C. en agosto de 1925 es poderosa, pero más aún lo es saber que
miembros del KKK gobernaron algunas ciudades y estados o se sentaron en el
Senado. Todo mientras su organización combinaba la celebración de picnics y
fiestas con sus tradicionales actividades de intimidación: ataques racistas,
agresiones a médicos que practicaban abortos o a mujeres solteras que
quedaban a solas con hombres.

Tal vez fue su discurso moralizante el que hizo que el “segundo klan” acusara
tanto el golpe de David Stephenson. Solo unos meses después de su triunfal
marcha sobre Washington, el KKK tuvo que digerir la incómoda noticia de que
uno de sus líderes más importantes había sido condenado a cadena perpetua por
violar y matar a una chica de veinte años.

Muchos miembros abandonaron la organización horrorizados, y la Gran


Depresión de los años treinta acabó por adormecer una vez más al klan, pero
tampoco esta vez tardaría mucho en despertar.

El primer KKK había nacido en 1865 en el sur de EE. UU. cuando parecía que
los afroamericanos podían alcanzar los mismos derechos que los blancos, pero
desapareció en cuanto se impusieron las leyes de segregación que, en la
práctica, los mantenían sometidos. En la década de 1950, cuando los veteranos
afroamericanos de la Segunda Guerra Mundial empezaron a exigir el fin de ese
sistema, el Ku-Klux-Klan renació casi de inmediato como un movimiento
extremadamente violento de blancos de clase obrera.

Los cincuenta y los sesenta fueron una sucesión de leyes y sentencias judiciales
que prohibían la discriminación sobre el papel, pero los líderes del KKK sabían
muy bien que una cosa es lo que dice la norma y otra muy diferente la situación
real. Un siglo antes, las reformas constitucionales de la posguerra también
habían consagrado la igualdad entre razas, pero sus abuelos las habían
convertido en papel mojado a través de amenazas, agresiones y desobediencia.

En 1951, el Klan puso una bomba bajo la cama del presidente de la Asociación
Nacional para el Avance de las Personas de Color en Florida y lo mató a él y a
su esposa. El día de Navidad de 1956, dinamitó la casa de otro activista en
Alabama que el día anterior había pedido públicamente la desegregación del
transporte público. Salió ileso, pero sufrió otros cuatro intentos de asesinato en
los siguientes seis años y fue linchado junto a su mujer por intentar matricular a
sus hijas en un instituto donde solo había blancos.

Por desgracia, la violencia supremacista contra los afroamericanos que


olvidaban “cuál era su sitio” era un lugar común en el sur desde hacía siglos.
Sin embargo, el Ku-Klux-Klan atrajo mucha más atención y rechazo en todo el
país cuando empezó a atacar a los activistas blancos.

En 1961 se organizaron expediciones de “jinetes de la libertad” en la que


jóvenes blancos y negros viajaban juntos por el sur profundo y trataban de usar
determinados espacios públicos que, por sentencia judicial, ya no podían estar
segregados. Cuando sus dos primeros autobuses llegaron a Alabama, a uno le
prendieron fuego y a otro lo abordó un grupo del KKK que se lio a golpes con
los pasajeros ante la pasividad de la policía. Pero iba a ser mucho peor.

En 1964, dos activistas blancos y uno negro regresaban a Misisipi después de


haber viajado al norte. El KKK los tenía identificados por su tarea registrando a
votantes afroamericanos, y uno de sus miembros, que era policía, los paró en un
control de carretera la noche del 21 de junio. Los detuvo en comisaría el tiempo
suficiente como para que sus compañeros del Klan prepararan la emboscada.
Cuando se marcharon, los sacaron de la carretera y los llevaron a un lugar
apartado para dispararles.

El FBI lanzó entonces una enorme investigación que dio con sus cuerpos en
seis semanas. Como dijo la viuda de uno de ellos, “el asesinato de un negro en
Misisipi no sale en las noticias. La alarma nacional solo ha sonado porque mi
marido y Andrew Goodman son blancos”.

El estado de Misisipi se negó a procesar a los miembros del KKK por asesinato,
así que tuvieron que ser juzgados por el delito federal de violación de los
derechos civiles. Ninguno de los condenados pasó más de seis años en prisión,
y el principal responsable, uno de los líderes del Ku-Klux-Klan en la zona, salió
libre porque uno de los miembros del jurado se negó a condenarle por ser
ministro baptista.

Solo 30 años después del crimen el estado de Misisipi rectificó, reabrió el caso
y lo procesó. Resultó condenado a 60 años por homicidio.

el asesinato de los activistas en 1964 puso el foco nacional en la barbarie del


KKK, menos de un año después otro de sus crímenes acabó de sellar su destino.
Viola Gregg Liuzzo era una mujer blanca, madre de cinco hijos, que dejó su
hogar en Detroit para apoyar la lucha por la igualdad de derechos civiles en
Alabama. Mientras conducía junto a otro activista por la autovía, un grupo de
miembros del Klan disparó contra ellos en al menos 14 ocasiones. La mujer
murió instantáneamente.

Al día siguiente, el presidente Lyndon Johnson se dirigió a la nación por


televisión para anunciar la detención de los responsables y definió al Ku-Klux-
Klan como “una sociedad de encapuchados intolerantes” que no eran leales a
EE. UU. Los llamó terroristas y, en plena guerra, los comparó con los
comunistas de Vietnam del Norte.

El presidente, un sureño del estado segregacionista de Texas, también llamó a


los miembros del Klan a abandonar la organización “antes de que sea
demasiado tarde”. Solo unos meses después, un jurado formado solo por
blancos condenó a los responsables del crimen.

Tal vez fuera por la advertencia del presidente Johnson o porque el crimen puso
al KKK en el punto de mira del famoso Comité de Actividades Antiamericanas
de la Cámara de Representantes, pero la organización empezó una decadencia
que continúa hasta hoy. Con sus problemas, la sociedad sureña ha evolucionado
hasta estar cada vez más lejos del Ku-Klux-Klan, y por eso hoy esa sociedad
secreta es solo un pequeño grupo de racistas violentos disfrazados con túnicas y
capirotes. Lo mismo que antes, pero con menos miembros.

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