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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL

ORIENTE
CARRERA DERECHO

“TRABAJO PRACTICO GRUPAL”

Semestre: “I”
Materia: Sociologia Juridica
Docente: Dra. Maria Osinaga Torrez
Grupo: Nro. 3
Integrantes: Henrry Pilco Mamani
Ruben Poma Quispe
Sergio Milton Orellanos Otondo
Gestión: 2021

Santa cruz – Bolivia


LAS REFORMAS CONSTITUCIONALES Y OTROS ESCENARIOS DE
CONFLICTOS SOCIALES EN BOLIVIA

Introducción

Desde su fundación, el 6 de agosto de 1825, Bolivia no fue regida por una


sola ley fundamental, sino por varias constituciones. Hasta el momento, el
país ha conocido 19 constituciones que han determinado los aspectos
más importantes de su vida pública, estas reformas se realizaron en 1831,
1834, 1839, 1943, 1851, 1861, 1868, 1871, 1878, 1880, 1899, 1931,
1938, 1945, 1947, 1961, 1967, 1994, y 2004. Fueron 17 Cartas Magnas
promulgadas específicamente como Constituciones nuevas o totalmente
nuevas; pero todos los especialistas y abogados constitucionalistas
consideran que hay 19, porque la última del 2 de febrero de 1967 no ha
sido abolida, sino reformada dos veces seriamente en 1994 y
posteriormente en 2004.

En Bolivia, los conflictos sobre la Constitución y el futuro de la democracia


muestran que el país no solamente está dividido entre aquellos que tratan
de proteger el modelo de economía de mercado y quienes replantean el
regreso del Estado como protagonista para el desarrollo, sino que surge
también una sensible crisis de identidad entre aquella Bolivia que intenta
alinearse con la modernidad occidental y globalizada, desatando un
choque con la Bolivia indígena de fuertes identidades culturales, que
busca beneficios materiales inmediatos para escapar de la pobreza.

La cuestión de fondo es por qué, en el curso de tantos esfuerzos


democratizadores y reformadores, la modernidad boliviana es
intensamente rechazada a través de conflictos que destruyen la
legitimidad del Estado, y por qué dicha modernidad no siempre es vista
como progreso y un bienvenido desarrollo en todas sus dimensiones.
Para los pueblos indígenas hay solo una respuesta: la persistencia del
colonialismo interno y los prejuicios raciales que anidan profundamente en
las actitudes, las prácticas políticas y la conciencia colectiva boliviana.

El régimen democrático de los años ochenta y noventa reactivó la


problemática del indio aunque bajo otros parámetros vistos desde la
inclusión social con rostro humano, la deuda social del modelo de
economía de mercado, la persistencia de la pobreza identificada
directamente con la miseria indígena en las área rurales, y los costos de
la modernización que requerían más reformas institucionales donde
puedan combinarse gobernabilidad con participación en la toma de
decisiones. Las reformas exigidas al Estado y a la economía durante los
años noventa no solucionaron para nada la crisis de identidad
colectiva en Bolivia y tampoco superaron la cultura política del
autoritarismo, donde se reproducían la discriminación racial junto a los
patrones imitativos del modelo industrial europeo y las pautas de
ciudadanía democrática occidental.

El debate político contemporáneo en Bolivia gira en torno a qué clase de


democracia emerge después de la crisis del modelo de economía de
mercado y gobernabilidad, a raíz de la caída del ex presidente Gonzalo
Sánchez de Lozada, el año 2003. ¿Qué tipo de identidades sociales
modelan las posibilidades de éxito en un Estado democrático, identificado
con las masas indígenas y los sectores urbano-populares excluidos? Es
aquí donde el liderazgo de Evo Morales y la nueva Constitución intentan
marcar su fortaleza, tratando de convertirse en la renovación cultural para
un nuevo Estado.

Algunos antecedentes en torno a las reformas constitucionales

La problemática indígena, desde el punto de vista de la normatividad


jurídica constitucional relacionada con ella, puede remontarse a la
Constitución Política del Estado de 1826. En ésta, se encuentran
disposiciones que corresponden al momento histórico de nacimiento de
una nueva república, como ejemplos pueden mencionarse las que se
encuentran insertas en los artículos 1 y 2, referidas a que "La Nación
Boliviana es la reunión de todos los Bolivianos", y "Bolivia es, y será para
siempre, independiente de toda dominación extranjera; no puede ser
patrimonio de ninguna persona, ni familia", respectivamente.
A lo largo de todo el texto constitucional de 1826, no se encuentra
ninguna referencia a los indígenas que, sin embargo, son excluidos del
ámbito de participación en el sistema de gobierno "popular
representativo", como la constitución lo denomina de manera expresa. En
efecto, el artículo 14, que establecía los requisitos para ser ciudadano en
Bolivia, estaba redactado de la siguiente manera: "Para ser ciudadano es
necesario: 1o Ser boliviano. 2° Ser casado, o mayor de veintiún años. 3o
Saber leer y escribir; 4o Tener algún empleo, o industria, o profesar
alguna ciencia o arte, sin sujeción a otro en clase de sirviente doméstico".

Resultado concreto: los indígenas, que constituían la mayoría de la


población de la nueva república, no eran considerados ciudadanos.
Aunque no existía ninguna norma concreta que así lo dispusiera, se
encontraban excluidos de ejercer la ciudadanía por doble motivo: no
sabían leer ni escribir y/o estaban sujetos a otro en condición de sirvientes
domésticos.

En el texto de la Constitución Política del Estado de 1826, no había


ninguna otra norma que hiciera referencia a los indígenas y, las
disposiciones relativas a la abolición de la esclavitud u otras similares
tenían un carácter evidentemente genérico que, por lo demás, no se
reflejaba en la práctica. Se había plasmado en el texto constitucional lo
que la realidad política y económica mostraba; Bolivia era un país de los
criollos.

Tuvieron que pasar muchos años, a lo largo de los cuales se produjeron


innumerables hechos históricos relevantes, para que la Constitución
Política del Estado contuviera una referencia a los indígenas. Ello ocurrió
en 1938, cuando los artículos 165 a 167 de la constitución regularon
aspectos relativos al "campesinado", reconociendo y garantizando la
existencia de las comunidades indígenas (artículo 165), disponiendo que
la legislación se sancionaría teniendo en cuenta las características de las
diferentes regiones del país (artículo 166) y encomendando al Estado el
fomento de la educación del campesinado (artículo 167).

La inclusión de estos artículos en la constitución obedeció a las


transformaciones y luchas sociales que tenían lugar en el territorio
boliviano, y también a la vigencia de una nueva corriente en el ámbito
constitucional, la del constitucionalismo social, que se expresó en la
existencia -en las constituciones- de regímenes especiales, como el del
campesinado en el caso que se comenta.

Sin embargo, se debe hacer notar que en relación a la participación


ciudadana de los indígenas, la constitución de 1938 mantenía la
disposición referida a que sólo eran ciudadanos los bolivianos mayores de
veintiún años que sabían leer y escribir. Tuvo que llegar la revolución de
1952, y con ella el voto universal, para que esta situación cambiara.

A nivel constitucional, esta nueva realidad se expresó recién el año 1961,


cuando el artículo 40 de la constitución estableció que "Son ciudadanos
todos los bolivianos mayores de 21 años, cualquiera que sea su grado de
instrucción, ocupación o renta, sin más requisito que su inscripción en el
registro cívico".

De todas maneras, aunque esta constitución contaba ya con una sección


dedicada al "Régimen agrario y campesino", su contenido expresaba las
intenciones homogeneizadoras vigentes en la época, sin mencionar
siquiera la posibilidad de la diversidad cultural o étnica.

Las principales reformas constitucionales

El artículo 98 de la nueva Constitución boliviana establece que “la


diversidad cultural constituye la base esencial del Estado plurinacional
comunitario. El Estado asumirá como fortaleza la existencia de culturas
indígena originario campesinas, depositarias de saberes, conocimientos,
valores, espiritualidades y cosmovisiones”. Se afirma, por lo tanto, que el
patrimonio indígena es la expresión e identidad del Estado en Bolivia,
reconociéndose además el autogobierno de los pueblos indígenas, sus
instituciones y entidades territoriales ancestrales.
La Constitución incorpora un modelo de Estado con una estructura de
autonomías y organización territorial donde emerge un tipo de Estado
federalista. Esta es la parte más novedosa, pues toda la tercera parte del
texto constitucional especifica la reestructuración territorial del Estado,
reconociéndose cuatro tipos de autonomía: departamental, regional,
municipal e indígena, con sus respectivos órganos ejecutivos,
capacidades legislativas, deliberativas y fiscalizadoras.

En las reformas referidas a la organización funcional del Estado, lo más


importante es la composición de las cámaras de diputados y senadores
que amplían la posibilidad de representación indígena, junto con la
elección por voto universal de los miembros del Tribunal Supremo de
Justicia, el Tribunal Agroambiental, el Consejo de la Judicatura y el
Tribunal Constitucional Plurinacional. Se incorporó a la justicia indígena
originaria campesina con el mismo estatus que la justicia ordinaria. Las
funciones otorgadas al Estado para la prestación de servicios sociales y
las funciones económicas se amplían substancialmente.

Las reformas en el sistema de derechos fundamentales, garantías y


acciones de defensa, recuperaron las provisiones de derechos liberales
de primera, segunda y tercera generación, otorgando una protección
importante a los derechos individuales, colectivos y de minorías con
enfoque de género. Estos derechos y garantías, tienen alta prioridad,
razón por la cual representan la base de toda la estructura constitucional;
sin embargo, no está claro si existe la predisposición de todas las fuerzas
políticas para precautelar los derechos mínimos. Oficialismo y oposición
han aprendido a sacar ventajas electorales del desorden. Todos exageran
la crisis, exacerban los conflictos por un frío cálculo, terminando por
acomodarse al acecho de una democracia anómica donde la violación de
los derechos se ha naturalizado.

Democracia y colonialismo interno

La nueva Constitución boliviana de corte e inspiración indigenista intenta


recomponer las tareas pendientes de reconciliación y solución alternativa
de conflictos que el país requiere con urgencia. En Bolivia, el periodo de
reformas de economía de mercado y privatizaciones, llevado a cabo entre
los años 1993 y 2001, marginó sistemáticamente la posibilidad de
reformar la Constitución y generar escenarios de consulta como el
referéndum, lo cual provocó un vacío de legitimidad cuando la sociedad
vio que estaba impedida de beneficiarse materialmente de la
privatización, y aprovechó las ventajas del mismo régimen democrático
para exigir mayores dosis de participación y transformación institucional
con una orientación étnica y permeable a una visión desde las bases.

Dentro del MAS existen tres tendencias: la primera, compuesta por


intelectuales de clase media que responden a convicciones marxistas
tradicionales, donde destaca la propuesta de alinearse con Cuba y las
manifestaciones antimperialistas del régimen venezolano de Hugo
Chávez. La segunda, es el sindicalismo cocalero aglutinado en el
Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP), que obedece
únicamente al mando caudillista de Evo Morales, con una demanda muy
clara: no erradicar las plantaciones de hoja de coca por razones de
soberanía estatal y por la fuerza económica que los productores cocaleros
tienen en el circuito coca-cocaína. La tercera tendencia son las
posiciones indianistas de Consejo Nacional de Ayllus y Markas del
Qullasuyu (CONAMAQ), la Central de Indígenas de Bolivia (CIDOB) y
organizaciones no gubernamentales convencidas de la necesidad de
derrotar las estructuras coloniales bolivianas.

Conflictos sociales
Desde la crisis de octubre de 2003, mejor conocida como la "guerra del
gas", el sistema político boliviano ha sido sacudido por dos movimientos:
por una parte, el movimiento rural campesino-indígena, encarnado por el
líder cocalero en ese entonces Evo Morales y, por otra, el movimiento
regionalista, encabezado por las élites de los departamentos orientales. A
partir de dos trabajos de investigación sobre la conflictividad y las nuevas
configuraciones políticas en Bolivia, desde la elección de Morales, este
artículo se propone dar cuenta de las múltiples expresiones político-
organizacionales generadas por nuevas formas de territorialidad, como
resultado de las demandas sociales y de las recientes reformas
institucionales y normativas a lo largo de la última década. Desde estas
miradas cruzadas, con bases empíricas y perspectivas analíticas, tanto
los movimientos regionalistas como los movimientos indígena-
campesinos, muchas veces considerados fenómenos diametralmente
opuestos e incluso mutuamente reactivos, aparecen como el resultado de
un proceso paralelo y entrecruzado de reconfiguración territorial, a partir
de un alejamiento del ámbito nacional y de la política partidaria, y de un
retorno hacia lo local, donde un nuevo vínculo entre identidades y
territorios se alimenta y prospera.

Guerra del gas

La Guerra del Gas en Bolivia de 2003 es el nombres con el que se


denomina al conflicto social ocurrido en Bolivia durante 2003, el conflicto
se centró en la explotación de las reservas de gas natural que se
descubrieron en el departamento de Tarija, a mediados de la década de
1990 y catalogadas conjuntamente como el segundo yacimiento más
grande de Sudamérica.

El conflicto principal surge por la decisión de gobierno de Gonzalo


Sánchez de Lozada y Carlos Mesa de exportar gas natural por Chile. Las
principales demandas de la guerra del gas era a la no exportación del gas
natural hasta que existiera una política para abastecer el mercado interno,
de la misma manera por los precios bajos a los que se pretendía exportar
el gas, que eran menores de un dólar el millar de BTU. La segunda
demanda era una Asamblea Constituyente, es decir, crear un nuevo pacto
social hacia un nuevo Estado de consenso.
Conflicto social del 2019

La crisis política del Estado en Bolivia de 2019 se produjo el 10 de


noviembre de dicho año después de 21 días de protestas civiles contra el
gobierno del presidente Evo Morales, a quien un sector de la población
acusaba de haber cometido un fraude electoral en las elecciones
generales de octubre de ese año y haber participado como candidato
presidencial en dichas elecciones, habilitada por un fallo favorable del
Tribunal Supremo, en contra de lo decidido por la mayoría de la población
en un referéndum constitucional cuyo resultado había rechazado esta
posibilidad.

Morales había anunciado por la mañana un llamado a nuevas elecciones,


en virtud de las irregularidades denunciadas por la OEA al proceso
electoral. Horas más tarde, el comandante en jefe de las Fuerzas
Armadas le sugirió que renuncie, acción que el presidente tomó casi de
inmediato. También renunciaron el vicepresidente Álvaro García Linera, la
presidenta del Senado Adriana Salvatierra y el presidente de la Cámara
de Diputados Víctor Borda, entre otros funcionarios del MAS, incluyendo
las renuncias de gobernadores de varios departamentos. El 11 de
noviembre asumió la presidencia la senadora Jeanine Áñez, generando
cuestionamientos sobre la legitimidad de su nombramiento, si bien este
fue avalado por la corte constitucional de Bolivia.

Existen desacuerdos sobre la forma en que debe nombrarse a este


episodio. Apoyan la idea de definirlo como un golpe de estado el
presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; el expresidente de
Uruguay, Tabaré Vázquez; el presidente de Argentina, Alberto Fernández,
y el Poder Legislativo de ese país; el de Nicaragua, Daniel Ortega; el de
Cuba, Miguel Díaz-Canel, el gobierno venezolano de Nicolás Maduro y la
cancillería de Rusia. Coinciden en esta definición expresidentes
latinoamericanos como Ollanta Humala de Perú, Lula da Silva de Brasil y
José Mujica de Uruguay. También concuerdan algunos politólogos, como
Andrés Malamud (Universidad de Lisboa), Juan Negri (Universidad de
San Martín) y Jaime Yaffe. El Parlamento del Mercosur en tanto habló de
«golpe cívico-militar» para referirse a lo ocurrido en Bolivia.

Otra parte de los análisis políticos han rechazado la calificación de golpe


de Estado, argumentando que fueron más bien las denuncias de fraude
electoral fueron las que precipitaron la dimisión de Morales, y que la
insurrección fue de carácter popular en respuesta a tal escenario,
avivadas por la represión que suscitó el propio Morales. Realizan este
rechazo el candidato presidencial Carlos Mesa y la oposición boliviana, el
gobierno de Estados Unidos, el gobierno de Brasil a través de su
presidente Jair Bolsonaro, y el secretario general de la OEA, Luis
Almagro, quien indicó, en contrar respuesta, que «en Bolivia hubo un
golpe de Estado cuando Evo Morales cometió fraude electoral». El
canciller de Argentina, Jorge Faurie, declaró públicamente el 11 de
noviembre que «hay un vacío de poder» y que «no están los elementos
para describir esto como un Golpe de Estado». Al respecto, la
Organización de los Estados Americanos, a través de 15 de sus
miembros (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Ecuador, Estados
Unidos, Honduras, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, Venezuela de
Juan Guaidó), evitaron calificar de golpe lo sucedido en Bolivia, y la Unión
Europea, a través de una votación en la Eurocámara, rechazaron llamarle
golpe de estado, con resultado de 234 votos en contra, 41 a favor y 88
abstenciones. También algunos politólogos, como Eduardo Gamarra
(Universidad de Pittsburgh) Escribà Folch (Universidad Pompeu Fabra) y
Fabián Harari (Universidad de Buenos Aires), señalan que no hubo golpe.

El 11 de noviembre el canciller de México Marcelo Ebrard, en nombre del


gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, confirmó que Evo
Morales había aceptado la propuesta de asilo político que López Obrador
le había ofrecido horas posteriores a sugerencia de renuncia a la
presidencia de Bolivia; permitiendo la salida del país del presidente. Se
registraron daños a la vivienda de Evo Morales, así como de sus
familiares y políticos aliados.

En ausencia del presidente y del vicepresidente, la entonces segunda


vicepresidenta de la cámara de senadores Jeanine Áñez se autoproclamó
presidenta del Estado, según previsto en el orden constitucional (aunque
sin aprobación legislativa, solo con el aval del Tribunal Supremo), el día
12 de noviembre. El día 20 de noviembre de 2019, diputados del partido
MAS presentaron un proyecto de ley excepcional para las elecciones
nacionales y subnacionales ante la cámara de Senadores, hecho que,
según algunos medios, representó un reconocimiento de la gestión
transitoria de Jeanine Áñez, conforme a la siguiente cita en el documento:
"La investidura de la actual Presidenta del Estado, Jeanine Añez, surge
de la sucesión constitucional, determinando como objetivo principal de su
mandato, la convocatoria a elecciones generales del país, configurando
inequívocamente su razón de legitimidad en el cumplimiento de este
cometido, inexcusable por su naturaleza transitoria

Antecedentes

Elecciones generales de 2019 y acusaciones de fraude electoral

El 20 de octubre de 2019 se celebró la primera ronda de votación para


todos los cargos gubernamentales. El Tribunal Supremo Electoral publicó
dos series de recuentos poco después de que se cerró la votación. Los
dos recuentos establecidos mostraron que Morales lideraba en menos de
diez puntos porcentuales a las 19:40, momento en el que se detuvieron
las actualizaciones. Una ventaja de menos de 10 puntos da como
resultado otra ronda de votación de segunda vuelta. A las 21:25, sin
actualizaciones, el presidente Morales se declaró ganador; aunque se
esperaba que los votos no contados en las zonas rurales estuvieran a su
favor, la Organización de los Estados Americanos OEA, que observaba
las elecciones, señaló que incluso si Morales ganaba directamente, su
ventaja más allá del umbral de los diez puntos sería insignificante como
para garantizar una segunda vuelta de todos modos. Todos los
organismos internacionales que observaron expresaron su preocupación
por la brecha de un día en el informe de resultados: después de
veinticuatro horas, las actualizaciones se reanudaron, pero con un gran
aumento de Morales con respecto a la primera actualización.

El 21 de octubre de 2019, el Órgano Electoral Plurinacional informó un


recuento aún incompleto y sugirió que con solo el 95.3% de los votos
verificados, Morales tenía un margen muy por encima de los diez puntos
para revertirse lo que evitaba una segunda vuelta y entonces Morales
permanecería en el poder por un cuarto mandato junto con varias
irregularidades y el límite presidencial de dos períodos que el propio
Morales había anulado. Partidos opositores bolivianos, así como
gobiernos extranjeros y observadores internacionales pidieron una
auditoría del proceso y los resultados. La auditoría comenzó el 31 de
octubre, a cargo de la OEA y observada por España, México y Paraguay.

El 6 de noviembre, la oposición boliviana publicó un informe de ciento


noventa páginas que contenía acusaciones de fraude e irregularidades
tales como adiciones erróneas de actos electorales, intercambio de datos
y actos electorales en los que el partido gobernante obtuvo más votos que
los votantes registrados, para enviarlo a la OEA y las Naciones Unidas. El
9 de noviembre opositores bolivianos tomaron los estudios principales de
la radio y la televisión estatales, obligando a suspender los servicios
informativos, desde la tarde manifestantes habían cercado los estudios
reteniendo por unas dos horas a los periodistas, amenazándoles con
destruir sus equipos y cortar las emisiones. Horas después dos medios de
comunicación estatales de Bolivia sufrieron el sábado actos de
hostigamiento por parte de manifestantes en la ciudad de La Paz que
afectaron a miembros de la Defensoría del Pueblo cuando acudieron a
mediar. La sede de la televisión estatal Bolivia TV y de la cadena de radio
Patria Nueva en el centro de La Paz fue objeto de un bloqueo en su
acceso, hasta que trabajadores de estos medios pudieron salir.
Protestas en Bolivia por acusaciones de fraude electoral

Las protestas por el presunto fraude electoral se iniciaron desde la misma


noche del 20 de octubre de 2019 (día de las elecciones generales). Los
manifestantes se concentraron frente al hotel ex Radisson de La Paz,
donde se estaba realizando el cómputo de actas. El candidato opositor
Carlos Mesa, hizo un llamamiento a sus seguidores a concentrarse, para
vigilar que no se produjera fraude electoral, alegando que el tribunal
electoral obedecía al interés del MAS y de Evo Morales, para intentar que
no se llegara a una segunda vuelta.

Sectores universitarios, miembros de la coalición electoral Comunidad


Ciudadana CC liderada por Mesa, y partidos de oposición reclamaron
una revisión imparcial de los votos y la dimisión de las autoridades del
Órgano Electoral Plurinacional de Bolivia. También pidieron el respeto a la
decisión popular manifestada por el Referéndum del 21 de febrero de
2016, en el que el 51.3% de los participantes rechazaron que las
autoridades sean reelectas dos veces de manera continua y una segunda
vuelta electoral.

Partidos afines al MAS se manifestaron reclamando el respeto al voto, se


declararon en «estado de emergencia» y llamaron a apoyar a ese partido
y descartar la segunda vuelta.

Tras varios días de protesta ciudadana, la oposición boliviana había


exigido la renuncia de Morales a la presidencia, hasta que en la mañana
del 10 de noviembre la Organización de Estados Americanos publicó un
informe en el que concluía que hubo serias irregularidades en el proceso
electoral lo cual motivó que el entonces presidente convocara a nuevas
elecciones.

Pedidos de renuncia a Evo Morales


El 31 de octubre de 2019 las asambleas populares de la Paz y Santa Cruz
exigieron la realización de nuevos comicios electorales y esta última pidió
además la renuncia de Evo Morales a la presidencia. Posteriormente, el 2
de noviembre de 2019 el bloque opositor exigió también la renuncia del
presidente, otorgándole un plazo de 48 horas para que la formalice.
El 10 de noviembre de 2019 la Central Obrera Boliviana COB, la mayor
entidad sindical del país y aliada del Gobierno durante los últimos años,
también le pidió a Morales «renunciar, si es necesario» para pacificar al
país.

Conclusiones

Una de las claves del conflicto es esta tensión entre democracia


representativa, democracia directa, colonialismo interno y Estado
Plurinacional, que desde la perspectiva de intereses explícitos hacen
tambalear todo el sistema político. Asimismo, la tensión entre la
democracia plebiscitaria frente a la democracia representativa, expresa
cómo el régimen democrático en Bolivia tiene que apelar a la figura del
referéndum casi para todo. Aquí aparecen muchas limitaciones porque se
levantan espejismos sobre las alternativas de participación que tienden a
complicar las condiciones de estabilidad institucional. Muchas
constituciones no se aprobaron por referéndum como la Constitución
alemana, por ejemplo, y la participación directa tampoco ha solucionado
nada en los momentos de mayores crisis. A pesar de haber logrado una
nueva Constitución, Bolivia sigue presa del pánico y la debilidad
estructural del Estado, que no tiene un escenario institucional duradero y
que, constantemente, es desafiado como la principal fuente de
dominación capaz de cohesionar a toda la sociedad.

Otro conflicto que se muestra claramente en el proceso constituyente


boliviano es el choque entre aquella Bolivia unitaria junto al centralismo
estatal que promueve Evo Morales, y aquella Bolivia donde tienen eco las
demandas descentralizadoras de los nueve departamentos (la división
política y administrativa por ahora). Los encuentros territoriales para que
los constituyentes recojan varias demandas por departamento, realizados
en mayo del año 2007, fueron de la mano con un rumbo hacia el
federalismo. Al mismo tiempo, todos defendían la idea de un Estado
unitario, que hoy día no encaja muy bien con las disputas entre el Estado
Plurinacional y las múltiples autonomías, finalmente aprobadas en la
Constitución.
Sin embargo, tal vez el mayor problema descansa en cómo los
movimientos indígenas en Bolivia ven a la democracia como escenario de
oportunidades para expresar sus demandas pero, simultáneamente, como
el enemigo dentro del mismo horizonte histórico colonial que el país de las
élites blancas no se había atrevido a desmantelar. Estas visiones
fuertemente políticas transmiten una actitud ambigua de los movimientos
indígenas hacia la democracia, pues por un lado reclaman mayor
inclusión y el fin de toda discriminación, pero por otra parte, condenan al
sistema democrático, desahuciando cualquier posibilidad de mejoramiento
o cambio progresivo.
El resultado inmediato es un rechazo precipitado de las políticas públicas
de modernización porque los indígenas niegan la existencia de un
equilibrio entre las reformas institucionales de la democracia liberal, y las
expresiones de lucha donde los dominados tendrían el privilegio por estar
sojuzgados, de tal manera que la conquista del poder para los
movimientos indígenas se transforma en la prioridad, inclusive corriendo
el riesgo de quebrar los aspectos positivos de la cultura occidental y la
democracia representativa. Esto representa una posición unilateral,
generando las condiciones para que los movimientos indígenas
provoquen otro tipo de exclusiones y queden encerrados en una crítica
destructiva.

Bibliografía
libro - Tribunal Constitucional Plurinacional
https://tcpbolivia.bo › sites › default › files ›

Bolivia ha conocido 19 constituciones hasta el momento. | ANF -


Agencia...
https://www.noticiasfides.com › nacional › política

https://es.wikipedia.org/wiki/Crisis_pol%C3%ADtica_en_Bolivia_de_2019
https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Gas_(Bolivia)

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