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Ku Klux Klan, el odio bajo las

capuchas blanca
Creado en 1866 entre amigos que buscaban diversión, el Ku Klux Klan
(KKK) pronto se convirtió en la organización terrorista que canalizó el
odio supremacista blanco en Estados Unidos. Su influencia política y
social, especialmente en su apogeo en los años veinte, cuando contó con
millones de afiliados y simpatizantes, fue inapelable. Con miles de
víctimas a sus espaldas, su huella racista sigue siendo palpable.

Reunión del Ku Klux Klan en Munice (Indiana) en 1922. Fuente:


Garaoihana (Wikimedia)

Corría la primavera de 1866. En la pequeña localidad de Pulanski


(Tennessee), seis jóvenes que habían luchado juntos en las filas
confederadas durante la guerra civil estadounidense (1861-
1865) decidieron crear un club social con el ingenuo propósito de
encontrar algo de diversión para llenar su tiempo libre. Tras descartar
nombres como “Los felices seis” o “El club social de Pulanski”, los
veinteañeros, de familias acomodadas y que conocían el alfabeto
griego propio de las fraternidades universitarias, optaron por algo más
potente: Ku Klux (del griego kuklos, ‘círculo’), al que añadirían Klan
para hacerlo más pegadizo.

A cada uno de los jóvenes le fue asignado un rango y una siniestra


indumentaria: túnica oscura y máscara y capucha blancas. Con ella
pretendían dotar de un ambiente tétrico a sus reuniones y de paso
añadir un componente atemorizador a sus bromas y trastadas públicas.
Pronto decidieron reclutar a nuevos jóvenes, quienes se comprometían
a guardar el secreto sobre el club, sus extraños rituales y sus miembros.
Así, no tardarían en surgir nuevos dens, o clanes locales, en ciudades y
estados vecinos. De manera inocente nacía la que se convertiría en la
organización terrorista más atroz de la historia de Estados Unidos y,
probablemente, la que mayor calado ha tenido en la sociedad
estadounidense.

Resentimiento sureño: el KKK de la posguerra


La guerra civil estadounidense, o guerra de Secesión, abrió una brecha
muy profunda en el país. Once estados sureños habían proclamado la
independencia como los Estados Confederados de América para
mantener la esclavitud, que los estados del norte querían abolir. Entre
los sureños creció el odio hacia el norte, más rico e industrializado, por
su intromisión en el modelo productivo rural y esclavista del sur.
Durante y después de la guerra, los terratenientes sureños vieron cómo
los negros, hasta entonces su mano de obra gratuita, abandonaban el
campo y emigraban al norte, haciendo tambalear su modelo
económico.

https://elordenmundial.com/mapas/geopolitica-estados-unidos/
La línea imaginaria que separa el norte y el sur de Estados Unidos se
corresponde en gran medida con la de la guerra de Secesión.
Los antiguos amos, muy perjudicados económicamente por la
abolición, rechazaron ferozmente estos cambios; también quienes
defendían la pureza y preeminencia de la raza blanca en Estados
Unidos. El trato hostil hacia los antiguos esclavos fue aumentando tras
la guerra a medida que se les iban reconociendo derechos como la
educación, la propiedad o el voto, que no siempre se harían efectivos. Y
el Ku Klux Klan, que no había nacido para ese propósito, se convirtió
en el encargado de canalizar ese odio racista. Fue así cómo la
organización de Pulanski dio el giro hacia el terror.

Todo comenzó cuando el den número dos de Athens (Alabama),


horrorizado por la creación de una escuela para educar a
negros, reaccionó raptando y arrojando a un arroyo helado a un
estudiante en 1866. A partir de entonces, este den adoptó el objetivo de
mantener la supremacía blanca. Multitud de klanes a lo largo de los
once estados de la antigua confederación no tardaron en unirse bajo el
mismo propósito.

En marzo de 1867, mientras la violencia incrementaba, el Gobierno


federal reorganizó el sur en diferentes distritos militares gobernados
por generales norteños bajo el pretexto de reunificar el país en el
llamado “periodo de la Reconstrucción”. Los estados afectados lo
interpretaron como una humillación y una amenaza a su orden social,
político y económico, y el Ku Klux Klan comenzó a ser concebido como
un elemento necesario para la resistencia.

A pesar de sus esfuerzos por mantener cierta coordinación, el KKK de


este periodo nunca fue una organización centralizada, sino más bien un
vago conjunto de bandas criminales bajo un mismo propósito. Las
componían hombres blancos de entre 18 y 35 años de edad de clase
media y alta, que eran las mayores damnificadas por la abolición de la
esclavitud. Entre ellos se encontraban también muchos veteranos
confederados de la guerra civil que veían en el Klan una oportunidad
para revivir la excitación de la guerra asumiendo muchos menos
riesgos. Otros se unían al Klan por diversión, para formar parte de una
institución que perseguía, según su perspectiva, una causa noble,
patriota y piadosa con la que se sentían identificados y que dotaba de
sentido a sus vidas.

El Klan practicaba diversas formas de violencia. Eran muy comunes los


asaltos nocturnos a hombres, mujeres y niños negros, a los que
increpaban, amenazaban de muerte o raptaban. Las palizas,
flagelaciones, torturas y asesinatos se hicieron habituales en el sur a
finales de la década de 1860. La violencia racial de este tiempo contaba
con un claro componente político y, de hecho, aumentaba en las
campañas electorales. Solo en el estado de Luisiana se registraron 1081
muertos y cientos de heridos durante la campaña de 1868, aunque no
todas las víctimas fueron afroamericanos ni se pueden atribuir al Klan.
La criminalidad afectaba también a los miembros y simpatizantes
blancos del Partido Republicano. Al contrario que ahora, esta
formación era entonces más popular en el norte que en el sur por su
rechazo a la Confederación y por ser republicano Abraham Lincoln, el
presidente que abolió la esclavitud en 1863.

Con todo, los objetivos prioritarios del Klan eran las figuras políticas
negras más influyentes, capaces de agitar el sentimiento identitario
afroamericano. Lo que no podían conseguir con violencia lo hacían
mediante boicots que condenaban a las víctimas al más profundo
ostracismo: noticias falsas en periódicos, campañas de descrédito,
asaltos a sus hijos en las escuelas, amenazas de muerte, negación de
créditos en bancos o destrozos de sus propiedades.

Las acciones del Klan contaban en muchas ocasiones con la


connivencia de las autoridades locales y de miembros del Partido
Demócrata, entonces fuerte en el sur. Los políticos locales a menudo
rechazaban el control militar impuesto por el Gobierno federal y creían
justa la lucha del KKK. Además, muchos de ellos tenían vínculos con el
Klan, cuya creciente popularidad le había hecho ganar influencia
política, o preferían no posicionarse en su contra por temor a
represalias. En apenas tres años, el “Imperio Invisible”, como también
era conocido el KKK, contaba ya con más de medio millón de
miembros y se había cobrado miles de víctimas mortales. Esta exitosa
trayectoria llamó la atención del Ejército y el Gobierno federal, que con
la vuelta de los republicanos a la presidencia en 1869 empezó a tomar
cartas en el asunto.

En 1870, bajo la presidencia de Ulysess S. Grant, excomandante


general del Ejército norteño al final de la guerra civil, la Decimoquinta
Enmienda reconoció el derecho a voto de los afroamericanos. Un año
más tarde se aprobó la Ku Klux Act, una ley que definía la violencia del
Klan como una rebelión contra el país y permitía al presidente
proclamar la ley marcial en las áreas más problemáticas. Estas leyes
propiciarían una mayor implicación del ejército y más arrestos de
miembros del Klan. El KKK acabaría siendo desmantelado en los
primeros años de la década de 1870, si bien la violencia continuaría en
los años siguientes de manera más esporádica.

A pesar de su aparente derrota, muchos de los objetivos del Ku Klux


Klan se habían cumplido ya entonces. Su influencia contribuyó a que,
tras la Reconstrucción, continuaran en el poder local y estatal en
algunos estados del sur Gobiernos favorables a la segregación racial y el
régimen socioeconómico anterior a la guerra. La gran mayoría de los
negros siguieron sufriendo marginalidad y segregación, que quedaron
institucionalizadas con las posteriores leyes Jim Crow bajo la
doctrina “separados pero iguales”.

Renacimiento, auge y caída


La semilla que había dejado el Klan de la Reconstrucción floreció con
más fuerza que nunca gracias a otra guerra. Desde principios del siglo
XX, y especialmente durante Primera Guerra Mundial, se produjo una
nueva oleada de migrantes negros desde el sur hacia las zonas
industrializadas del norte, a las que también llegaron en
masa inmigrantes provenientes de Europa. Para extender su mensaje el
nuevo Imperio Invisible contó con el apoyo de los comunicación de
masas y en concreto de Hollywood, que fue un aliado tan inesperado
como determinante para su rebrote. El éxito en todo el país de la
película El nacimiento de una nación (1915), que glorificaba a los
caballeros del Klan de la Reconstrucción, hizo reverdecer el
romanticismo y la nobleza asociados al KKK, que no tardaría en ser
oficialmente reinaugurado.

El Klan alcanzaría su cima en la década de los veinte. En ese ascenso


fue crucial la puesta en marcha de un departamento de propaganda
dirigido por especialistas, que permitió que la cifra de afiliados llegara
a entre tres y ocho millones por todo Estados Unidos. Además, los
recursos del KKK eran entonces millonarios, gracias a las cuotas de sus
miembros y las donaciones. Se hizo común ver a grandes empresarios,
miembros de las fuerzas del orden, jueces y políticos formar parte de la
organización a sabiendas de que ello les aseguraba un gran número de
apoyos. El Klan comenzaba a abarcarlo todo. Su organización era muy
superior a la de antaño, y su influencia social, política y económica,
implacable.

Desfile del KKK por la avenida de Pensilvania, en Washington D. C., en


1926.
Con el auge del Imperio Invisible también creció la violencia racista,
dejando cientos de muertos y un incontable número de torturados,
heridos e intimidados. El nuevo Klan asumió nuevas ideologías:
abandonó el discurso norte-sur y centró sus energías en un odio racista
que ahora abarcaba todo lo que no fuera estadounidense, blanco y
protestante. Dependiendo de la región, ese ideario era
predominantemente antinegro, anticatólico, antisemita, antilatino,
antijaponés, antieuropeo o anticomunista.

Sin embargo, si el ascenso del Klan fue vertiginoso, su caída fue


fulminante. La Gran Depresión hizo estragos en la organización y
marcó el punto final de su época dorada. El KKK quedó aletargado
durante décadas y solo regresó a la primera línea a finales de los
cincuenta en contra del movimiento por los derechos civiles. Sin
embargo, los klanes de esta tercera versión del Imperio eran más bien
un disperso conglomerado de pequeños grupos que actuaban por su
cuenta y que manifestaban su rechazo al fin de la segregación con actos
de terror que incluían bombas y asesinatos selectivos. Uno de los
atentados más graves ocurrió en 1963 en una iglesia baptista
afroamericana de Birmingham (Alabama). La explosión provocó la
muerte de cuatro niñas y decenas de heridos, lo que desataría una
protesta masiva con repercusión en todo el país y reforzaría el apoyo
social al Acta de Derechos Civiles, aprobada en 1964. A partir de la
década de los setenta el Klan comenzó un paulatino declive que
perdura hasta hoy.

El Klan del siglo XXI


Aunque languideciente, el KKK, que jamás ha sido catalogado por el
Gobierno estadounidense como una organización terrorista, está lejos
de desaparecer. Según el Centro Legal para la Pobreza Sureña,
organización que se encarga de registrar la actividad de organizaciones
que promueven el odio en Estados Unidos, todavía hay alrededor de
cincuenta klanes activos con entre 5.000 y 8.000 miembros en total, la
mayoría en los antiguos estados sureños confederados.

Aunque el Klan es mucho menos violento que antaño, no es infrecuente


que sus miembros participen en asesinatos, tiroteos, asaltos e
intimidaciones. No obstante, son sobre todo fuertes en internet y su
actividad fuera del mundo virtual es muy reducida y se centra en
ceremonias privadas tradicionales, como la quema de cruces. Los actos
públicos son cada vez menos recurrentes, y en 2019 se pudieron contar
con los dedos de una mano. Destaca la marcha de apenas una decena
de miembros en Dayton, (Ohio), que generó un masivo rechazo local,
y un picnic en Madison (Wisconsin) que duró veinte minutos ante las
protestas de grupos antirracistas.

Los pequeños grupos —la mayoría con menos de veinticinco miembros


— que componen la dispersa amalgama del Ku Klux Klan actual están
muy descoordinados e incluso rivalizan entre ellos. Aún así, presentan
patrones comunes, como participar en los homenajes a la extinta
Confederación y en las protestas en contra de la retirada de los
monumentos que honran a sus héroes, como sucedió en los disturbios
de agosto de 2017 en Charlottesville (Virginia). Los miembros del KKK
también se están incorporando a eventos organizados por otros
movimientos supremacistas o de extrema derecha, como los actos
contra la comunidad LGTB y la lucha contra el movimiento Black Lives
Matter. En junio de 2020, en el contexto de las protestas por la muerte
del afromaericano George Floyd a manos de un policía blanco, un
autodenominado líder del Klan trató de arrollar con su coche a un
grupo de manifestantes, hiriendo a uno de ellos.

No obstante, el declive del Imperio Invisible puede resultar engañoso.


En primer lugar, porque ha trasladado su actividad a internet, donde
rivaliza con otros grupos supremacistas por captar nuevos adeptos
dentro del movimiento alt-right, que se maneja mejor en la red y
es más popular entre los jóvenes. A pesar de la dificultad para obtener
nuevos miembros, según la Liga Antidifamación más de la mitad de los
klanes activos han sido creados o refundados en los últimos años, lo
que da muestras de la intermitencia, pero también resiliencia, de una
organización que se resiste a desaparecer.

El hecho de que haya en Estados Unidos una amplia amalgama


de grupos supremacistas, como neonazis, neoconfederados, skinheads,
antimusulmanes o segregacionistas, puede también considerarse una
victoria el KKK, que tanto hizo por mantener vivo el credo
supremacista en la sociedad estadounidense. Para practicar y difundir
este credo ahora se prescinde de lo arcaico: ya no se necesitan rituales
tétricos para congregar y atraer a fieles, ni capuchas para pasar
desapercibido. La comunidad y el anonimato se encuentran fácilmente
en internet.

Por todo ello, aunque el KKK es prácticamente imperceptible en la


actualidad, su herencia de rencor racial todavía sigue muy viva en la
sociedad estadounidense. Las ascuas del odio siguen candentes en un
país que ya ha visto cómo el Ku Klux Klan ha renacido varias veces. Dar
por extinguido al Imperio Invisible sería tan imprudente como
subestimar su legado.

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