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EL CAMINO HACIA LAS SOCIEDADES INCLUSIVAS

EL CAMINO HACIA
LAS SOCIEDADES INCLUSIVAS

Coord.
SANDRA OLIVERO GUIDOBONO

2022
EL CAMINO HACIA LAS SOCIEDADES INCLUSIVAS

Diseño de cubierta y maquetación: Francisco Anaya Benítez


© de los textos: los autores
© de la presente edición: Dykinson, S. L.
Madrid – 2022

N.º 88 de la colección Conocimiento Contemporáneo


1ª edición, 2022

ISBN: 978-84-1122-373-7

NOTA EDITORIAL: Las opiniones y contenidos publicados en esta obra son de


responsabilidad exclusiva de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión de
Dykinson, S.L. ni de los editores o coordinadores de la publicación; asimismo, los autores
se responsabilizarán de obtener el permiso correspondiente para incluir material publicado
en otro lugar.
CAPÍTULO 105

LA GLOBALIZACIÓN DE LA BIOGRAFÍA:
LA (RE)TRADUCCIÓN IDENTITARIA
EN LA MODERNIDAD LÍQUIDA

BÁRBARA CERRATO RODRÍGUEZ215


Universitat d’Andorra

1. INTRODUCCIÓN

En la actualidad la traslación puede considerarse una metáfora de todo


punto acertada para definir el comienzo del siglo XXI. Ello se debe, en
primer lugar, a que se está produciendo un desplazamiento de personas
sin precedentes motivado por las guerras, la represión política o la po-
breza, lo que ha obligado a miles de personas a dejar atrás su hogar, su
lengua y su cultura:
Durante el siglo XX, el exilio ha dejado de ser un castigo exquisito y a
veces exclusivo para individuos especiales —como el gran poeta latino
Ovidio, que fue desterrado de Roma a una remota cuidad del Mar Ne-
gro— y se ha convertido en un cruel castigo de comunidades y pueblos
enteros, a menudo como resultado inadvertido de fuerzas impersonales
como la guerra, el hambre o las epidemias (Said, [1994] 2007, p. 67).

Y en segundo lugar, porque la palabra traslación significa también tra-


ducción, una herramienta indispensable para (sobre)vivir en el mundo
cada vez más interconectado que habitamos actualmente.
A este respecto, cabe hacer una breve referencia también al verbo ale-
mán übersetzen, ya que puede tener dos significados distintos, pero, al
mismo tiempo, estrechamente relacionados. Por un lado, en su forma
inseparable, equivale a traducir. Por otro, si se separa el prefijo über,
expresa la acción de cruzar a la otra orilla o trasladar algo hasta allí. Por
eso, cabe afirmar que ambos significados están vinculados entre sí, dado

215 Miembro del Grup de Recerca en Llengües (GREL) de la Universitat d’Andorra.

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que la traducción nos permite, en última instancia, llevar un texto a la
otra “orilla”.
No obstante, y a pesar de que la traducción implica, como acabamos de
argumentar, una traslación del mensaje es preciso hacer hincapié en el
hecho de que nuestra disciplina nunca va a ser inocua, sino, muy por el
contrario, asimétrica, oposicional y marcada por los choques y los en-
frentamientos. Por consiguiente, puede considerarse un terreno propicio
para estudiar cuestiones que se caracterizan por los conflictos (Bandia,
2018). En este sentido, tanto los exiliados como los traductores tienen
mucho en común, pues “[t]he pain of exile can result in extraordinary
creativity, and is also a means of writing differently, because exiles, like
translators view their world from more than one perspective” (Bielsa y
Bassnett, 2009). O en palabras de Benedetti:
El exilio, cualquier exilio, es el comienzo de otra historia. Es dolor y a
la vez descubrimiento […] Quizá porque de todos modos sobrevivimos
en la diferencia y llenamos la soledad con otras soledades que tratan de
entendernos.
El exilio tiene algo de abandono y de espantos diminutos, de expectati-
vas inalcanzables, de la flor de un día. La claridad se va poniendo oscura
y nos extrañamos a nosotros mismos hasta que la oscuridad se vuelve
clara. No es fácil acostumbrarse a los cambios de ruta; menos aún a dia-
logar con los que están.
Las fronteras, el humo, las aduanas, los sabios que no saben, la esperanza
dormida. Obligado o voluntario, el exilio tiene también algo de patria;
de segunda patria, claro. Y cuando nos propone su alrededor de próji-
mos, entramos en su gracia. Y damos gracias (Benedetti, 2007, p . 106).

Asimismo, el exiliado es capaz de observar la realidad desde una doble


perspectiva, es decir, en función de lo que ha dejado atrás y, al mismo
tiempo, en términos de todo aquello que le rodea. En este sentido, su
similitud con el traductor vuelve a ser evidente, puesto que este último
tampoco ve las cosas como elementos aislados, sino interrelacionados a
partir de la experiencia del mundo que le proporcionan las lenguas entre
las que trabaja.
Traducir significa muchas cosas, entre ellas, poner en circulación, trans-
portar, diseminar, explicar, hacer (más) asequible […] La traducción,
vista aquí como una actividad electiva en el sentido más amplio, era una
profesión de individuos portadores de una determinada cultura interior

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[…] Las opciones que podrían ser consideradas como meramente lin-
güísticas siempre implican asimismo modelos éticos, lo cual ha hecho
de la actividad de la traducción misma el vehículo de valores tales como
la integridad, la responsabilidad, la fidelidad, la osadía y la humildad
[…] Traducir es trasladar, es llevar al otro lado […] La traducción es el
sistema circulatorio de las literaturas del mundo. La traducción literaria,
me parece, es sobre todo una tarea ética, una tarea que refleja y duplica
el papel de la propia literatura, que consiste en extender nuestras simpa-
tías; educar nuestro corazón y entendimiento; crear introspección; afir-
mar y profundizar nuestra conciencia (con todas sus consecuencias) de
que otras personas, personas distintas de nosotros, en verdad existen
(Sontag, 2007, p. 165, 167, 184).

2. OBJETIVOS

En la presente investigación abordaremos el fenómeno de la globaliza-


ción, dado que ha condicionado la forma de entender la traducción en
clave de traslación en nuestra época, un siglo marcado por el desplaza-
miento sin precedentes de personas que huyen de los conflictos bélicos
que están asolando diferentes partes del mundo (Ucrania, Siria, Afga-
nistán, por mencionar tan solo algunos), así como de la pobreza, el ham-
bre, la represión política o religiosa, entre otras causas. Abordamos este
tema porque la globalización configura en gran medida las identidades
en la era contemporánea. Además de la globalización (negativa), abor-
daremos también el cosmopolitismo, un fenómeno que se fundamenta
en la premisa de que todos somos iguales pero diferentes al mismo
tiempo.

3. METODOLOGÍA

Para abordar los objetivos recogidos en el apartado anterior, desarrolla-


remos los planteamientos en torno a la globalización negativa, cuya
meta es difuminar la diversidad y desatar y avivar los conflictos cultu-
rales.
A continuación, repasaremos brevemente el cosmopolitismo, entendido
ya como respuesta a los errores de la globalización y superación de los
mismos. Este concepto probará ser clave para los Estudios de Traduc-
ción en tanto que se trata de un proceso multidimensional caracterizado

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por considerar al Otro igual y distinto al mismo tiempo. Del mismo
modo, aboga por fomentar el desarrollo de solidaridades múltiples, la
creación de actores políticos no estatales y movimientos mundiales que
luchen contra el globalismo.

4. RESULTADOS

Tras la caída del Muro de Berlín en 1989 (Roma, 2001) y el disgrega-


miento del bloque soviético (Beck, [1997] 1998), parecía que nacía un
período situado más allá del socialismo y el capitalismo. Efectivamente,
el término globalización alude no ya al final de la política, sino al fin de
la política dentro de las fronteras del Estado Nacional, lo que implica el
nacimiento de una era de política transnacional. Estos acontecimientos
trajeron consigo que entráramos en la denominada “aldea global” o la
nueva era del “pensamiento único”, en la que la potencia hegemónica
alrededor de la cual gravitaría todo a partir de ese momento sería Estados
Unidos (Roma,2001). Este país dispone de un poderío político y militar
sin precedentes, además del apoyo económico de las multinacionales, lo
que le permite en última instancia poner en marcha una globalización de
corte homogeneizador cuyo objetivo es, en gran medida, disipar las di-
ferencias entre las distintas culturas.
En la actualidad, la globalización, junto con la(s) tecnología(s), permite
que el contacto entre las sociedades y la transmisión de información —
que no de conocimiento— sean casi instantáneos, lo que propicia tanto
la comunicación como la interacción intercultural entre las sociedades
(Castells, 2002; Cronin, 2003). Además, este fenómeno se caracteriza
también por la comprensión espacio-tiempo, la interconexión y la inter-
dependencia, la multiplicidad y la ausencia de integrabilidad, y la liber-
tad de movimientos.
Pese a ello, no debemos dejarnos cautivar por esta visión simplista de la
globalización que solo subraya las presuntas maravillas de este fenó-
meno (la supuesta desaparición de las fronteras y las distancias, la flui-
dez y la transparencia en la comunicación, el conocimiento y la infor-
mación, y el consiguiente acceso a todos estos recursos por parte de
cualquier ser humano). Muy por el contrario, la globalización, y la

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creciente convergencia entre las distintas culturas y civilizaciones que
provoca, puede acarrear en el peor de los casos nuevos conflictos, polí-
ticas reaccionarias y brotes xenófobos. De hecho, la globalización se ha
empleado a menudo como vía para ejercer el poder sobre quienes jamás
han dispuesto de él. Por eso, se le añade frecuentemente el apellido ne-
gativa. Del mismo modo, este fenómeno se entiende habitualmente en
un sentido unidimensional: es decir, como globalización económica, lo
que, a su vez está íntimamente ligado al concepto del globalismo.
Asimismo, la globalización trae consigo la “diferenciación inclusiva”
(Beck, [2004] 2005), que busca las formas de vida transnacionales y la
superación de la división que existe entre las sociedades organizadas a
nivel nacional. Por eso, la globalización puede, al mismo tiempo, nublar
la percepción de la diversidad y ejercer su poder homogeneizador, que,
en última instancia, deja tras de sí un río de desechos que Beck ha deno-
minado “los perdedores de la globalización” ([1997] 2000) y Bauman,
“vidas desperdiciadas”, “ellos”, “residuos humanos”, “superfluos” y
“vagabundos” ([2004] 2005, [1998] 1999). En la era globalizada el ca-
pital, deslocalizado y descentralizado, ya no tiene la obligación forzosa
de cargar con las consecuencias localizadas, de modo que todo apunta a
que los procesos globalizadores acarrean una diferenciación, una segre-
gación y una marginación social progresiva.
Además, la época de la modernidad líquida (Bauman, [2000] 2017) se
caracteriza por la sociedad de consumo. En palabras de Lipovetsky
([1983] 2003): “estamos destinados a consumir, aunque sea de manera
distinta, cada vez más objetos e informaciones, deportes y viajes, for-
mación y relaciones, música y cuidados médicos. Eso es la sociedad
posmoderna”. Para Bauman ([2004] 2005), la espera denota un estigma
de inferioridad, una “vergüenza” en la actualidad, dado que la posición
en la jerarquía social se mide en función de la posibilidad de reducir o,
incluso, llegar a suprimir por completo el lapso que existe entre el deseo
y su satisfacción. Además del consumo, Lipovetsky añade el narcisismo
como rasgo diferencial de la posmodernidad. Una de las consecuencias
de la sociedad de consumo son los “consumidores fallidos” (Bauman,
[1998] 1999).

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La globalización se caracteriza también por aspectos como la volatili-
dad, la vulnerabilidad y la fragilidad que pesan sobre las identidades.
Todo ello supone que quienes tratan de construir su identidad deben de-
dicarse diariamente a lo que Bauman ha denominado “tareas de identi-
ficación” ([2008] 2009). Por consiguiente, la identidad humana se con-
vierte en una tarea: es un proceso continuo de autoconstitución identita-
rio en el que debemos hacernos cargo de las consecuencias y ser capaces
de tejer y mantener lazos con otros individuos autoconstituidos. Asi-
mismo, las tareas de identificación son acciones continuas e inacabadas:
de hecho, se (re)actualizan día tras día. Asimismo, Bauman ([1973]
2014) apunta a que tener una identidad es una de las necesidades huma-
nas más universales. Esta necesidad se debe, por un lado, a que la iden-
tidad personal dota de significado al “yo” y, por otro, a que la identidad
social construye, a partir de la inclusión, aceptación y confirmación, el
grupo de “nosotros”. Para que se considere segura, la identidad social
debe disponer de creadores y autoridades. Por lo tanto, cabe diferenciar
entre las masas y las élites ilustradas, que se convertirán en agentes so-
ciales y ejercerán su capacidad de acción sobre las primeras (id.).
El efecto inmediato de la autodefinición de la identidad es el “desplome
de la confianza en la conducta de los otros, al que pronto seguirán las
dudas de los yoes, cada vez más desorientador respecto a su propio po-
der para diseñar y controlar el curso de sus vidas” (Bauman y Tester,
[2001] 2002, p. 109). Se desecha, pues, la idea de vivir y actuar en los
espacios delimitados por las fronteras espaciales y las sociedades de los
Estados nacionales y se apuesta, por el contrario, por la supresión de
fronteras entre los distintos planos, lo que obliga a los agentes a adap-
tarse a la globalización.
Asimismo, vivimos en un mundo de cambios permanentes en el que ya
no hay lugar para la inmovilidad, pues ser “local en un mundo globali-
zado es una señal de penuria y degradación social” (Bauman, [1998]
1999, p. 9). Vivimos en un estado de movimiento permanente: tanto si
cambiamos de lugar al viajar, emigrar o mudarnos de casa, como si físi-
camente permanecemos en reposo porque, como afirma Vidal (2012),
también cabe viajar con un libro, con una traducción. Para moverse, en-
tonces, cambiar de lugar no es un requisito porque también nos

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movemos cuando navegamos por internet o vemos la televisión. Tanto
es así que puede suceder que “personas que viven aisladas de sus vecinos
estén inmersas al mismo tiempo en espesas redes sociales que traspasan
los continentes” (Beck, [2004] 2005, p. 144). Al hilo de internet y el
tercer espacio cibernético del que habla Bauman, no conviene olvidar
que éste no está a disposición de todos los seres humanos del plantea,
por lo que “no es una puerta sino apenas una grieta estrecha en un grueso
muro” (Bauman, [1998] 1999, p. 95)
A pesar de lo anterior, el término globalidad no implica únicamente la
creación de espacios supranacionales y mercados mundiales, sino tam-
bién la ausencia de barreras para el desplazamiento de personas y bienes,
lo que supone, al fin y al cabo, la consolidación de un sistema de comu-
nicación a escala mundial que difunde textos e imágenes que necesitan
pasar por el tamiz de la traducción para conseguir arribar al otro extremo
del mundo. Sin embargo, la idea de la comunicación instantánea que
impera actualmente ha invisibilizado la traducción, de modo que parece
que los textos se vierten sin problema alguno de una lengua a otra sin
que haya que tener en cuenta aspectos fundamentales como la mediación
y la negociación entre culturas, que siempre deben estar presentes en
cualquier ejercicio de traducción ética (Berman, [1984] 2006).
En relación con esta cuestión, Cronin (2003) ha acuñado el término neo-
Babelian, que alude a un deseo de inteligibilidad mutua e instantánea
entre hablantes de diferentes lenguas, lo cual no implica la terminante
desaparición de la traducción, sino que esta recaiga sobre quienes no
hablan la lengua dominante y, por eso, están obligados a traducir(se)
desde y hacia ella.
En este sentido, Bauman también diferencia entre los “globalmente mó-
viles” y los “locamente sujetos”. Para los primeros, los habitantes del
primer mundo, el espacio ha perdido su carácter restrictivo; los segun-
dos, los habitantes del segundo mundo, están atados a la localidad y sus
consecuencias, puesto que en ningún caso podrán desplazarse (Bauman,
[1998] 1999). En definitiva, y retomando la idea de la fluidez como me-
táfora de la etapa actual de la “segunda modernidad” (Beck, [1997]
1998, p. 30):

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[L]os líquidos […] no conservan fácilmente su forma. Los fluidos […]
no se fijan al espacio ni se atan al tiempo […] los fluidos no conservan
una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y
proclives) a cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el
flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar: ese espacio que
después de todo, solo llenan “por un momento” […] en la descripción
de los fluidos, se cometería un error grave si el tiempo se dejara de lado
[…] Los fluidos se desplazan con facilidad. “Fluyen”, “se derraman”,
“se desbordan”, “salpican”, “se vierten”, “se filtran”, “gotean”, “inun-
dan”, “rocían”, “chorrean”, “manan”, “exudan” […] (Bauman, [2000]
2007, p. 8).

En la época de la modernidad líquida impera el nomadismo, en detri-


mento de la territorialidad y el sedentarismo (Bauman, [2000] 2007).
Dicho de otro modo, para los habitantes del primer mundo, los “turistas”
recuperando el término de Bauman ([1998] 1999), las fronteras se han
derrumbado y, dado que pueden desplazarse a donde quieran y perma-
necer allí cuanto quieran, cada vez albergan menos motivos para que-
darse en un determinado lugar: “vivimos en un círculo extraño cuyo cen-
tro está en todas partes y su circunferencia en ninguna” (ibid., p. 104).
Y esta obligación de permanecer en movimiento que pesa sobre los “tu-
ristas” se debe a que los logros dejan de ser gratificantes en el mismo
momento en el que los obtenemos (Bauman, [2000] 2007). Los residen-
tes del segundo mundo a los que nos referíamos hace apenas unas líneas
“no cambian de lugar, sino que pierden su lugar en el mundo” (Vidal,
2012, p. 24): no son bienvenidos en ningún sitio y, justamente por eso,
los controles migratorios y las leyes de residencia son cada vez más es-
trictos. Como consecuencia, y dado que el mundo que los rodea les re-
sulta inhóspito, no tienen más remedio que desplazarse continuamente.
En relación con la libertad de movimientos, surge la teoría de la topopo-
ligamia que esboza Beck ([1997] 1998) y que, de forma muy sintética,
alude a la globalización de la biografía. El autor la define así:
La globalización de la biografía significa lo siguiente: que los contrastes
y las contradicciones del mundo tienen lugar no solo ahí fuera, sino tam-
bién en el centro de la propia vida, en los matrimonios y familias multi-
culturales, en el trabajo, en el círculo de amigos, en la escuela, en el cine,
comprando en la tienda de la esquina, oyendo música, cenando, ha-
ciendo el amor, etc. (ibid., p. 10).

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Cada vez resulta más evidente que el ser humano vive glocalmente, dado
que su vida se ha tornado una realidad forzosamente abierta y, como tal,
es el lugar de lo glocal. Retomando la teoría de la topopoligamia, este
fenómeno puede producirse entre dos ciudades de un mismo país, entre
distintas culturas, entre distintos continentes o, incluso, en una sola ciu-
dad que aglutina habitantes de todos los rincones del mundo. No obs-
tante, no conviene identificar la topopoligamia con cualquier pluriloca-
lidad, sino que la primera solo se produce en aquellos casos en los que
se traspasan fronteras de mundos separados: en otras palabras, cuando
la movilidad es de carácter transnacional, transcontinental, transétnica,
etc. “Las formas de vida topopolígamas son biografías exageradas, tra-
ducidas, biografías de la traducción que se deben traducir para sí mismas
y para otros sin solución de continuidad para que puedan existir como
vidas ‘entre medias’” (Beck, [1997] 1998, p. 112). Quienes viven ‘entre
medias’, en la diáspora son, entonces, seres traducidos, como diría
Rushdie ([1991] 1992). De hecho, la movilidad interna de la propia vida
les permite a quienes viven traducidos estar aquí y allí simultáneamente,
y, por consiguiente, les permite afrontar y valorar las contradicciones
que envuelven su biografía y que acaban por complementarse entre sí.
Al hilo de lo anterior, resulta relevante señalar también el término pai-
sajes étnicos o etnoscapes (Appadurai, 1997), que alude a aquellas per-
sonas que están en constante movimiento —turistas, inmigrantes, refu-
giados, exiliados, trabajadores extranjeros…— y dejan su impronta en
el mundo actual.
De hecho, parece que en la actualidad ya no existen las ciudades mono-
lingües (Simon, 2012a), dado que se han convertido en lugares de en-
cuentro en el que la mezcla y la convivencia de idiomas desempeñan un
papel de todo punto reseñable. Por consiguiente, hoy en día las ciudades
son multilingües, traslativas y translacionales (Simon, 2012b; Simon,
2018). Por su parte, Simon prefiere el término ciudades translacionales
porque considera que refleja mejor la asimetría que existe entre las len-
guas y el proceso de negociación que garantiza la coexistencia.

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5. DISCUSIÓN

En vista de todo lo expuesto anteriormente, cabe afirmar que el globa-


lismo —la ideología del dominio del mercado mundial, según la cual
este gobierna, y en determinados casos sustituye incluso al quehacer po-
lítico—, obvia la pluridimensionalidad de la globalización y la reduce
simplemente a la dimensión económica. Dicho de otro modo, el globa-
lismo conlleva la supresión de la distinción fundamental entre la política
y la economía, es el “imperialismo de lo económico” (Beck, [1997]
1998, p. 13).
El globalismo, no obstante, no debe confundirse con la globalidad, que
defiende, a grandes rasgos, que vivimos en una sociedad mundial en la
que ya no existen los espacios porque ningún país ni ningún grupo puede
vivir desconectado de los demás.
Asimismo, es preciso tener en cuenta que la supresión de las distancias
de tiempo y espacio a la que nos hemos referido antes tiende a polarizar
—en lugar de homogeneizar— la condición humana. En esta misma lí-
nea, cabría concluir entonces que el espacio está íntima e indisoluble-
mente relacionado con el poder y la resistencia porque “quienes no tie-
nen nada ni siquiera poseen un espacio donde dormir, un techo bajo el
que cobijarse, y tienen que ocupar el espacio público de las ciudades,
desde portales hasta bocas del metro” (Vidal, 2012, p. 21).
Tras el fenómeno de la globalización, el cosmopolitismo trae consigo la
era de la modernidad reflexiva al subrayar las tensiones entre lo global
y lo local, los efectos negativos de la globalización, de la interconexión
y de la interdependencia, y su relación con la violencia. El cosmopoli-
tismo es, por lo tanto, una parte intrínseca de la modernidad, puesto que
ejemplifica el espíritu de la misma al articular una actitud crítica, refle-
xiva y de autoproblematización (Delanty, 2014). Así, el cosmopolitismo
se presenta también como un enfoque crítico ante cuestiones globales y
como una perspectiva respecto a la modernidad que va más allá de los
límites que marcan Occidente y el eurocentrismo (Delanty, 2009). En el
cosmopolitismo prima también el valor de tener en cuenta la perspectiva
del Otro y el acto de situarse uno mismo como ciudadano del mundo en
lugar de como ciudadano de una determinada comunidad. Además, el

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cosmopolitismo considera que el ser humano tiene responsabilidades
que exceden su entorno más inmediato y afectan al resto de grupos e
individuos del mundo (Appiah, [2006] 2007; Delanty, 2014; Brock,
2009). Este fenómeno defiende la existencia, asimismo, de una serie de
principios relacionados con la justicia que deberían compartir todas las
sociedades. No obstante, este cierto universalismo que reviste al cosmo-
politismo no atañe a ningún valor concreto que deban tener en común
todas las sociedades, sino que tiene que ver con aquellos principios que
permiten resolver problemas y aplicar la justicia (Appiah, [2006] 2007;
Delanty, 2014).
Así las cosas, parece que la cosmovisión occidental debería someterse a
una revisión exhaustiva por tres motivos principales: primero, porque la
globalización ha intensificado la interconectividad global; segundo, por-
que ha aumentado el reconocimiento de las críticas poscolonialistas so-
bre el pensamiento político occidental y se han planteado caminos alter-
nativos hacia la modernidad; y tercero, porque los cambios de gran ca-
lado que se han producido en el orden político internacional han provo-
cado que hayamos devenido en un mundo posoccidental donde han sur-
gido nuevos centros de poder político (Delanty, 2009). Por consiguiente,
ya no cabe considerar el mundo global eminentemente occidental (De-
lanty, 2003). En este mismo sentido, Said ([1994] 2007, p. 14) asevera
que las culturas “están demasiado entremezcladas, y sus contenidos e
historias son demasiado interdependientes e híbridos, para someterlas a
operaciones quirúrgicas que aíslen oposiciones a gran escala, básica-
mente ideológicas, como ‘Oriente’ y ‘Occidente’”.
Por todo lo expuesto a lo largo de la presente investigación, cabe subra-
yar que el cosmopolitismo se postula como un firme candidato para su-
plir las deficiencias de la globalización y la cosmovisión occidental, es-
pecialmente en lo que a la teoría social y política se refiere.
Cosmopolitanism has become one of the major expressions of moder-
nity today due to the extent and speed of globalization. It follows, then,
that the solutions to the problems of globalization do not come from
globalization itself but from the immanent cosmopolitan possibilities
within modernity itself (Delanty, 2009, p. 72).

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6. CONCLUSIONES

Traducir(se) es de vital importancia en la era de la globalización en la


que cada vez hay más personas fuera de lugar (Said, 1999) e inmersas
en un proceso de traducción constante e inconcluso, y lo que es más
importante aún, destinado a permanecer así (Bauman, [1973] 2014). En
una época en la que la realidad se caracteriza por la creciente intercone-
xión a escala mundial, la hipermovilidad del capital, la reducción de la
barrera espaciotemporal y la comunicación instantánea, la traslación,
entendida también como traducción, no es una opción, sino, muy por el
contrario, una forma de vida para miles de personas que habitan un con-
texto lingüístico, social y cultural distinto del que proceden. Y justa-
mente por este motivo, la traducción puede considerarse una metáfora
más que acertada para definir el comienzo de este siglo.
Asimismo, en un momento como el actual, en el que la política ya no se
desarrolla en el ámbito de las fronteras nacionales, sino a un nivel trans-
nacional en el que Estados Unidos ejerce su hegemonía, el traductor no
tiene más remedio que desarrollar su labor entre asimetrías de poder no
siempre manifiestas ni evidentes, por lo que debe asegurarse de habitar
una tierra de frontera que le permita reconocer el ejercicio del poder. Sin
embargo, los límites de esta zona instersticial son caducos y, por ende,
también ha de serlo la traducción.
A pesar de que el objetivo último de la globalización, eminentemente
desigual, es la homogeneización de quienes no siguen la senda marcada
por las grandes potencias mundiales y las multinacionales, lo cierto es
que ha surgido una tendencia muy activa en el seno de la sociedad que
aboga por la apertura, la negociación, el intercambio cultural y el respeto
por las tradiciones, lo que ha traído consigo una suerte de “cosmopoli-
tismo vernáculo” en palabras de Bhabha ([1994] 2000) cuyo objetivo es,
grosso modo, solventar las deficiencias de la globalización mediante el
desarrollo de identidades poliédricas y solidaridades múltiples. Y es pre-
cisamente en este “cosmopolitismo vernáculo” donde se enmarcan las
identidades híbridas que habitan una lengua y una cultura diferentes de
aquella donde fueron concebidas, pero que, aun así, se niegan a renun-
ciar a sus orígenes.

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7. AGRADECIMIENTOS/APOYOS

Quisiera agradecer públicamente a la Universitat d’Andorra la financia-


ción de la presente investigación.

8. REFERENCIAS

Appadurai, A. ( ). “Globale Landschaften”, en Beck, U. (comp.) Perspektiven


der Weltgesellschaft. Suhrkamp.
Appiah, K. A. ([ ] ) Cosmopolitismo. La ética en un mundo de extraños.
Katz Editores. Trad. de L. Mosconi.
Bandia, P. ( ). “Translation, Clashes and Conflict”, en Harding, S. A. y
Carbonell Cortés, O. (eds.). The Routledge Handbook of Translation and
Culture. Routledge.
Bauman, Z. ([ ] ). La cultura como praxis. España. Trad. de A. Roca
Álvarez.
Bauman, Z. ([ ] ). La globalización. Consecuencias humanes. Fondo de
Cultura Económica de Argentina. Trad. de D. Zadunaisky.
Bauman, Z. ([ ] ). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica de
España. Trad. de M. Rosenberg en colaboración con J. Arrambide
Squirru.
Bauman, Z. ([ ] ). Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias.
Paidós. Trad. de P. Hermida Lazcano.
Bauman, Z. ([ ] ). El arte de la vida. De la vida como obra de arte.
Paidós. Trad. de D. Udina.
Bauman, Z. y Tester, K. ([ ] ). La ambivalencia de la modernidad y otras
conversaciones. Paidós. Trad. de A. Roca Álvarez.
Beck, U. ([ ] ). ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo,
respuestas a la globalización. Paidós. Trad. de B. Moreno y M. R.
Borrás.
Beck, U. ([ ] ). La mirada cosmopolita o la guerra es la paz. Paidós.
Trad. de B. Moreno Carrillo.
Benedetti, M. ( ). Vivir adrede. Alfaguara.
Berman, A. ([ ] ) La prueba de lo ajeno. Cultura y traducción en la
Alemania romántica. Servicio de Publicaciones y Producción
Documental de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Trad. de
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