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LA SEXUALIDAD CÉLIBE
UN CAMINO DE ESPIRITUALIDAD

INTRODUCCIÓN

¿Qué tiene que ver la vida sexual de un célibe con su vida


espiritual?

La sexualidad es un don divino confiado a los seres humanos; es un


don de Dios, luego si es de Dios ¿cómo puede ser algo malo?, ¿cómo
algo creado por Dios, algo a lo que Dios da el visto bueno puede ser
reprimido y negado? Dios confía este don a los célibes para que éstos
vivan su vida espiritual en relaciones libres, responsables y igualitarias;
Dios nos da este don no para que vivamos nuestra vida espiritual en
constante amargura, sino para que gocemos y para que disfrutemos
de ella sabiamente dentro de nuestra vocación.

La sexualidad es un itinerario salvífico. Abordada desde el prisma


teológico, se puede manifestar que Dios no es sexuado como lo
somos los hombres, no obstante Dios está en la génesis de la
sexualidad humana. Por tanto, la sexualidad humana es una realidad
ambivalente, pero puede ser también un camino privilegiado de
encontrar a Dios. ¿Cómo es esto? Depende de cómo se viva. ¿La
sexualidad como camino de amor a Dios?... Hay que indicar que esto,
por extraño que suene, es posible puesto que Dios es Amor y el
hombre participará de esa dinámica salvífica.

Algunas personas optan por la sexualidad célibe como camino


para vivir y cultivar su vida espiritual

En nuestra sociedad actual, existen muchas personas célibes, por muy


variadas razones. Unas son célibes accidentalmente, porque caen en
el celibato y se quedan en él; otras son célibes a su pesar. De éstas,
algunas, a las que les perturban los largos períodos de inactividad
genital, suelen cambiar su forma de sexualidad. Otras descubren que
el celibato es positivo, a veces apuestan por él, y encuentran que es
una experiencia muy enriquecedora. Las hay que deciden descansar
de las actividades genitales y de las dependencias de otras personas,
y se hacen célibes sin importarles las implicaciones que pueda traer su
nuevo modo de vida.
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Pero otras son plenamente conscientes y célibes muy motivadas


porque han tomado una decisión positiva: asumir el celibato durante
un prolongado periodo de tiempo o para toda su vida. Lo hacen por
muchas razones de tipo humano y religioso. Pero una de estas
razones es dedicar todo su tiempo, además de sus energías afectivas
y sexuales a vivir y cultivar su vida espiritual.

Los movimientos del "nuevo celibato"

Hasta ahora estábamos acostumbrados a que estudiar y hablar de la


sexualidad célibe era propio de las diversas religiones. Pero hoy hay
grupos de personas, predominantemente mujeres no creyentes, que
adoptan la sexualidad célibe, por más o menos tiempo, como una
reivindicación de su sexualidad, para liberarse de los modelos
patriarcales, represivos, machistas y recuperar un campo de igualdad
interpersonal con los varones. Además de dedicarse a cultivar la vida
del espíritu con más libertad. En la actualidad, van naciendo formas de
vida laical no religiosas que implican la sexualidad célibe, con lo que
las fronteras ya no son fijas como para definir la vida consagrada a
partir de esta opción.

I. ¿QUIÉNES SON LAS PERSONAS QUE HAN OPTADO POR UNA


VIDA ESPIRITUAL CÉLIBE?

Son cuatro los campos conceptuales que dan cuenta de las


variedades referenciales y que definen la personalidad espiritual del
célibe: la sexuación que describe el proceso y creación de las
estructuras; la sexualidad que da cuenta de las vivencias y de las
conductas, como sexuadas; la erótica relativa a los deseos amorosos
y el gozo; y, finalmente la amatoria como capacidad o arte que debe
aprenderse y cultivarse. Nos interesa aclararlos y ver las
consecuencias que se desprenden de ellos para la vivencia de la vida
espiritual.

El célibe es una persona sexuada

Hoy hablamos de sexuación para explicar el proceso de cómo nos


vamos sexuando desde que nacemos. El célibe es sexuado o no es
nada. Es hombre o mujer o no es nada. Prescindir de ser sexuado
hoy, a nivel científico, es no tener estructuras, carecer de los
elementos sexuantes que intervienen en nuestra sexuación a lo largo
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del proceso biográfico, pues el célibe es sexuado desde el principio al


fin, impregnado e invadido por ese dinamismo.

La sexuación consiste en uno de esos procesos biográficos a través


del cual los individuos célibes se van sexuando, es decir se van
configurando como masculinos o femeninos; identificándose como
sexos preponderantes con relación al otro y viceversa. Este hecho o
proceso ha suscitado en el célibe poco interés debido a las
distracciones de un modelo que todo lo redujo a reproducción y un
moralismo construido sobre este modelo que ha preferido entretenerse
en la polémica entre la reproducción y placer sexual no aceptado en sí
mismo como bueno. Hoy también tendríamos que añadir a lo anterior
una lucha para la no aceptación de las personas como iguales por las
diferencias de la sexuación y que nos conduce a un des-sexuar a
personas y relaciones mutuas.

El concepto moderno de sexo no es sólo una frontera o línea divisoria,


sino más bien una realidad multifactorial y compleja; estructura ni
exclusivamente biológica ni únicamente social sino, sobre todo,
biográfica y, como tal no un resultado, sino un proceso.

El desarrollo célibe a lo largo de todo el ciclo vital del sexo y género


que derivan, confluyen y se complementan, desde el proceso de
sexuación, en una única realidad, el célibe sexuado, concebido como
sistema funcional autoimplicado en un proceso constructivo
inseparable, a su vez, de un incesante intercambio o feed-back de
vínculos y relaciones ambientales.

El célibe es una persona sexual

La sexualidad humana es una idea, un concepto, un valor de nuestra


cultura. Esta idea, este concepto, obviamente, satisface ciertas
necesidades de nuestro mundo y cultura, pues, de no ser así, nunca
hubiera surgido, ni sobrevivido. Pero esta idea o concepto puede ser
engañoso o informativo a la vez. Hoy por hoy el término "sexualidad
humana" es tan amplio que puede abarcar a todos los aspectos de la
persona. Pero, al mismo tiempo, es tan limitado que puede excluir casi
todos los distintos aspectos de la persona, quedando reducido a pura
biología, reproducción, genitalidad, como ocurría en el pasado.
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La sexualidad humana no es sólo genitalidad, sino que afecta a la


totalidad de la persona, en todas sus instancias. La condición sexuada
no está sólo en los órganos genitales, sino también en todo el cuerpo
y, por tanto en el cerebro, y como no en el corazón. De esa sexuación
deriva toda una manera de encontrarme, relacionarme, comunicarme,
expresarme conmigo mismo, los demás y con todo lo que me rodea. El
celibato no me plantea el renunciar a mi sexualidad, sino a cómo la
vivo, la expreso o la uso. El célibe renuncia a una forma de expresar la
sexualidad: la genitalidad, la coital, al mito genital.

La sexualidad humana se entiende como una expresión, modo o


manera de comportamiento, encuentro, comunicación, una conducta
de relación en la que se conjugan factores de naturaleza somática,
psicológica, afectiva, social, cultural, axiológica, religiosa y higiénica-
sanitaria, integrados armónicamente en el todo personal, resaltando
que el significado sexual se elabora en función de diferentes factores y
no sólo de uno, adoptando la sexualidad un carácter dinámico,
evolutivo, no invariable ni inamovible.

Podemos llegar a creer que nuestra vida sexual está o puede


disociarse del resto de nuestra persona y nuestra vida. Lo que dista
mucho de ser verdad y trae muchas consecuencias negativas. El
olvidar que no está disociada de nuestra vida puede llevarnos a la
falsa creencia que nuestros problemas y desilusiones sexuales
requieren soluciones únicamente sexuales, lo que muchas veces no
viene al caso.

La función erótica no es reducible al mero placer genital

La función erótica sería el tercer pilar, que ha sido ignorado, permitido,


problematizado de muy diversas maneras según las épocas o criterios.
Nuestra cultura ha interpretado muy mal el eros. En gran parte esta
confusión se ha debido a la influencia de Freud que, en sus primeros
escritos, identificó el eros tradicional con la libido. Sigue resultando
incomprensible que cada vez que escuchemos la palabra erótica
pensemos en la literatura pornográfica. En sus últimos escritos Freud
establece una gran diferencia entre la pasión de la libido y la pasión
del eros. La libido es el impulso biológico hacia la genitalidad, hacia el
coito, un acto meramente físico. El eros, en cambio, es la pasión
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amorosa; es la pasión de la relación; es el deseo de felicidad; es el


deseo de placer; es el deseo de unión y comunión con los otros.

El celibato y la pasión amorosa son dos realidades que no se oponen


mutuamente y que valoro mucho en mi vida. Mi energía
afectivo/sexual ha llegado a ser apasionada, mi deseo de unión a
Jesús y a los hermanos de comunidad, ha de tener una dimensión
célibe. La pasión, tal como la experimento, no es algo que considero ni
malo, ni pecaminoso, sino la esencia que define una de las
características de mi espiritualidad célibe de seguimiento a Cristo. Es
un empuje afectivo sexual, un impulso desde dentro, una energía que
me lleva al encuentro, la relación, comunicación, diálogo con Dios y
las demás personas sin la exclusividad de la pulsión genital. Es una
sed intensa de relación, de intimidad con Dios y los hermanos, un
anhelo de vida real que, al mismo tiempo, me afirma y me acepta
como esa persona sexuada y sexual que soy. Es una pasión
afectivo/sexual que, así lo espero, integrará todas mis fuerzas
interiores en un amor de todo mi ser a Dios y a los hermanos
construyendo el Reino. El camino de la sexualidad célibe, a mi
parecer, es de todas formas una pasión amorosa, que constituye un
camino de vida espiritual como puede ser la vocación matrimonial,
tratando de imitar el amor de Cristo desde otras características.

Esta relación afectivo/sexual entre varón y mujer es erótica pero no


coital/genital. Los varones y mujeres que eligen la erótica celibataria
no siguen la corriente común de la humanidad y se enfrentan
directamente a su vida espiritualidad desde una erótica creativa,
diferente a la de aquellos que eligen la intimidad coital con otra
persona. Aceptan en su energía afectivo/sexual una soledad creativa y
se niegan a manipular a Dios o a otra persona, sin abusar de su
individualidad. Hoy que nuestra cultura tiende a imponernos a todos el
mito genital machista en las relaciones amorosas con los demás, este
tipo de vida espiritual célibe que renuncia a ese tipo de erótica se
convierte en uno de los mayores signos proféticos y testimonio
singular para una sociedad y cultura que sólo ve como placentero ese
camino genital/coital. Hoy debemos evitar la confusión de la reducción
de la libido con la pasión del eros. La relación genital no es la única e
inevitable fuente erótica de las diferentes expresiones de la sexualidad
humana. Hay muchas formas de relacionarnos de modo creativo y
placentero con los demás, somos libres de elegir otras formas gracias
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a la sexualidad célibe, que sigue hoy como en el pasado demostrando


con el testimonio de personas que lo eligen y lo viven, aunque no sea
comprendido y sea seguido por muy pocas personas.

Lo que intento sugerir es que una relación afectivo/sexual entre


personas que han elegido consciente y libremente una vida espiritual
célibe, la abstinencia de relaciones genitales, puede ser una expresión
de esa energía afectivo/sexual integrada en la unidad de la persona y
la vocación elegida. Ese deseo sexual, no genital, y esa relación
amorosa de las personas célibes no puede ser el deseo o relación
amorosa de posesión o de tener al otro. Su relación afectivo/sexual
con los otros va dirigida prioritariamente a buscar y avanzar en esa
creatividad ilimitada de comunión amorosa e intimidad que hay en la
relación total y plena entre el hombre y la mujer, además de nuestra
relación con Dios.

La capacidad emocional del célibe

Hasta aquí nos hemos movido en tres campos o conceptos básicos o


fundamentales de la espiritualidad célibe: la sexuación, la sexualidad y
la erótica. Y siguiendo un orden en el que los conceptos siguientes
sólo pueden entenderse desde los anteriores, introduciremos ahora
uno nuevo: el de la amatoria. Y así como la erótica es corolario de la
sexualidad, y ésta, a su vez, de la sexuación, la amatoria es la
consecuencia de todos ellos. Sólo puede ser entendida desde ellos.
Es una capacidad, es un cultivo, es un arte, el arte de aprender a
amar. No se debe confundir el arte de amar con lo que entendemos
por amor. Hay muchas formas de amor. La amatoria célibe sería una
opción diferente de vida afectiva.

Existen tratados o estudios sobre el amor y existen también estudios y


tratados sobre la amatoria. Conviene diferenciarlos. Los estudios
sobre el amor suelen tratar de los sentimientos, o más exactamente
del amor como un sentimiento elaborado desde sus distintas clases de
amor. La amatoria es la facultad emocional de las personas; es un arte
que cultiva y desarrolla nuestras cualidades amorosas; es una forma
de vida afectiva de las personas; es una cultura afectiva, que mediante
un conjunto de preceptos, normas, reglas, disposiciones, habilidades...
desarrollamos para vivir bien las relaciones amorosas. Es una
consecuencia de nuestra condición sexuada, sexual y erótica del ser
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humano, que no puede y debe plantearse al margen de esos tres


pilares.

Como Fromm afirmaba, y en esa afirmación coincido con él, el amor


humano es un arte en la medida en que no es cuestión de suerte, ni
de pasividad, ni de inversión, ni fácil, ni comprable. No es un don que
dan los dioses, sino algo que con trabajo y esfuerzo debemos
desarrollar y cultivar cada uno. Las relaciones afectivo sexuales del
célibe constituyen una forma de vivir y de desarrollar esa capacidad
relacional amorosa, pero es una forma complicada, al prescindir de la
intimidad y expresión del amor genital, aunque desde luego, no la
única forma de vivir las relaciones amorosas de las personas, pero hoy
es muy necesaria para superar el mito machista genital.

II. LA ESPIRITUALIDAD DEL CÉLIBE ES UNA FORMA MÁS DE


VIDA AFECTIVO/SEXUAL

Los célibes no se ven privados de esa vida de amor y de las


expresiones de él por haber elegido no hacer uso de la función genital
de su sexualidad. La energía afectivo/sexual que practica el célibe
renuncia a las relaciones genitales, propias de otros estados de vida,
para dedicarse y conseguir más plenamente las relaciones personales,
impregnadas de amor, que exige de él su especial dedicación al
servicio del Reino de Dios, de sus hermanos y de su vida espiritual. Su
genuina sexualidad célibe no está en oposición a su naturaleza
sexuada, sino que constituye un verdadero prototipo de vida afectiva y
sexual.

El celibato como camino espiritual no renuncia a ser sexuado,


sexual, erótico y menos a amar

La instancia más honda de la sexualidad del proyecto de vida célibe es


la afectividad. La capacidad de amar y de ser amado, que constituye el
núcleo mismo de la persona y del proyecto sexual célibe, y que es por
eso motivo irrenunciable. El campo de la afectividad es todo el célibe,
asume a la persona entera impregnando todas sus acciones. La
afectividad sexual trasciende la esfera fisiológica del célibe, se enraíza
en el ser humano dando sentido, valor y profundidad a todos sus actos
sexuales.
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La sexualidad célibe bajo ningún pretexto, por ninguna razón humana


y religiosa puede desconocerse, olvidarse, ahogarse. Hay que
reconocer con gran sinceridad y honestidad que muchas veces la vida
célibe, por su forma de entender la castidad como abstinencia,
abnegación, represión, vergüenza, desprecio..., la corriente de línea
ascética de renuncia de la sexualidad más que de integrarla y vivirla
por medios positivos, exigida por la línea de una afectividad oblativa y
generosa de amor, la afectividad ha sido reducida a puestos
secundarios, ha sufrido grandes deterioros y no ha sido desarrollada
conveniente en este tipo de vida.

Sólo renuncia al amor genital y lo que implica

La sexualidad célibe no implica, de ninguna manera, la renuncia a la


afectividad y otros tipos de amores. Supone y exige una clara renuncia
a todo amor que vaya en líneas de exclusividad o de exclusivismos. Es
una forma nueva de amar: la forma de amar que Cristo en su persona
eligió para construir el Reino de Dios. La sexualidad célibe es un amor
gratuito, oblativo y personal. Se ama a las personas por sí mismas sin
buscar nada a cambio. Amor que nos permite experimentar en
nosotros la experiencia afectiva del amor con que Dios nos ama a
cada uno de nosotros.

Cuando hablamos de la sexualidad célibe, no pensamos en la


integridad física biológica, genital, en el hecho de no haber ejercido
nunca con el pene voluntariamente, las funciones genitales; tampoco
nos referimos a la comprobación de la integridad del himen; ni
tampoco en no haberse casado. La sexualidad célibe hace referencia
a un ser integrado, unificado, armónico, que todas sus energías se
dirigen a ser localizadas en vivir e imitar el ejemplo de vida sexual de
Jesús. El celibato es un estado de vida espiritual que centra todas sus
fuerzas, como fruto de la integración armónica de su sexualidad en
orden a responder a la empresa del amor a Dios y a los hermanos
aquí en la tierra.

¿La sexualidad célibe es una opción de vida espiritual?...

Una religiosa me definió su vida célibe como: "una forma de vida en la


que puedo expresar mi sexualidad de una forma no genital, pero de
forma diferente, que me hace amar bien a todo el mundo". Yo soy
célibe y, como tal, me siento un hombre sexuado, sexual y erótico.
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Creo que el celibato es un estado sexuado y sexual. Esto me lleva a


preguntarme e investigar la relación entre sexualidad y celibato. Desde
el punto de vista antropológico, habrá que decir que el hombre (no
necesariamente cualquier individuo) puede renunciar a un
determinado tipo de vida sexual, prescindiendo de la genitalidad; pero
no puede renunciar, en cambio, a toda expresión sexual y a toda
forma de amar y ser amado, y por personas concretas; de lo contrario
se juega su equilibrio y felicidad. La vida humana es una llamada,
además, a dar vida, a procrear en sentido amplio. Cuidar del otro,
educarle, ayudarle a crecer, a mejorar, a sanar, a humanizarse más y
más, es dar vida; más aún, éste es el aspecto más sublime de la vida
en cuanto humana.

La vida sexual célibe es una forma de enfrentarse y de vivir el proceso


de sexuación y de sentir y vivir la sexualidad humana, aunque es un
camino de minorías y muy diferente a como se vive en pareja. La
renuncia a la sub parte genital de la parte somática de la sexualidad y
a compartir la existencia con una persona en una amistad en pareja
exclusiva no supone dejar en el olvido la sexualidad de la vida célibe,
un aspecto imprescindible de esta forma de vida. La vivencia de su
sexualidad y el desarrollo de ella es una tarea de la que nadie puede
eximirle.

La relación y diferencia entre lo que significa ser célibe y lo que es la


sexualidad célibe no es clara y es tal vez muy borrosa. Tal como se
estudiaba antes y se hablaba de ella era una abstención y negación de
ella. Por ello es tremendamente difícil poder explicarla a quien no la
vive. Las palabras que usamos en el pasado para hablar de este
campo no son lo suficientemente correctas. No indican lo que
deseamos trasmitir, y las que podemos crear no son comprendidas.
Tal vez porque en el pasado no se nos daba lenguaje apropiado para
hablar de ella y expresarla. No se nos animaba a expresar en voz alta
las sensaciones sexuales que experimentábamos. Las cosas van
cambiando y comenzamos a plantear y discutir temas sobre la
sexualidad dentro de las comunidades célibes. Hoy cada vez tenemos
más claro que tenemos y vivimos un tipo de sexualidad humana y que
esa sensación sexual está entretejida con su práctica célibe.
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El objetivo principal de la sexualidad célibe es integrarla en una


vida de amor

Quizás exista la tendencia hoy a afirmar que esto es algo evidente,


natural, y que no hay necesidad de insistir en ello. Pretenderlo así
sería un error. En efecto, dentro de una perspectiva tradicional del
celibato, la ley primordial no era la de insistir en que la sexualidad
célibe está en arriesgarse a amar, sino en la castidad perfecta. Del
amor sólo se hablaba secundariamente y como por accidente. La
ascesis iba más dirigida hacia los peligros que hacia el desarrollo del
amor.

Hoy urge más reintegrar el amor al primer lugar, otorgándole su más


plena dimensión y colocar las exigencias de la castidad a un segundo
lugar, pero sin abandonar para nada de las exigencias tradicionales. El
celibato debe indicar y considerar al amor como su objetivo
fundamental y devolver a este amor la incalculable potencia espiritual
que es capaz de desarrollar en los célibes.

Esta renovada concepción de la sexualidad célibe como una vida de


amor, nos obliga a proclamar que el primer imperativo de este tipo de
vida sexual es convertir la vida del célibe en un arriesgarse a amar.

Jesús modelo de sexualidad célibe cristiana

La definición de la vida sexual célibe cristiana del religioso en cuanto


opción fundamental de vida hay que buscarla en Jesús, en su
apasionada búsqueda del Reino de Dios. Desde esta óptica es muy
necesario preguntarse cómo vivió Jesús su propia sexualidad, qué
hizo con ella y qué dijo acerca de ella. Si a partir de la encarnación se
hace en todo semejante a los hombres como los demás, también en
su sexualidad. Jesús, en cuanto ser sexuado, sexual y erótico, es un
varón. Se sintió y expresó como un varón en su sexualidad. Y vive su
sexualidad de varón de una manera determinada. La pregunta que
surge de lo dicho es: ¿De qué manera la vive y por qué la vive así?...
La pregunta y la respuesta son esenciales para definir la sexualidad
célibe. El Nuevo Testamento no usa la palabra sexualidad, por ser un
concepto creado por la cultura moderna. Jesús no podía por tanto
usarlo con el contenido que hoy le damos. Pero en Mateo usa la
palabra "eunuco" que nos puede ayudar a comprender el concepto de
Jesús: "Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre,
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y hay eunucos que fueron hecho por los hombres, y hay eunucos que
a sí mismos se han hecho tales por amor del Reino de los cielos. El
que pueda entender que entienda" (Mt 19,12)

La sociedad y la cultura de Jesús centraban el concepto de


"sexualidad" en genitalidad reproductora, y negarse a ella era un
insulto para el varón y la mujer. Pero este concepto no es en el que
usa mi cultura actual. La genitalidad es una sub parte de la parte
somática de la sexualidad y del sexo. No implica al todo del que hoy
nos habla nuestra cultura, del cual no puede prescindir nadie. Pero sí
se puede prescindir de una parte libremente por un bien superior,
como es la construcción del Reino de Dios, esto no plantea ningún
problema. Ya que la parte está siempre en función del todo. Lo grave
es que hoy muchos siguen viendo la parte genital como todo y por ello
no pueden colocar bien las instancias sexuales dentro de la
globalidad.

En Jesús es importante anotar la razón que da por la que no se ha


casado. Si no le ha hecho, no ha sido porque algo o alguien le hayan
impuesto semejante comportamiento. Ni nació impotente, ni ha sido
castrado por nadie. Si no se ha casado, siguiendo la tradición de su
pueblo, ha sido por un motivo bien significativo: el Reino de Dios.
Porque para Él lo primero y más importantes es el Reino, y todo lo
demás esta en función de este objetivo prioritario. El acento no hay
que ponerlo en este tipo de vida sexual, como si se tratara de una
defensa a ultranza de este tipo de vida sexual; todo lo contrario. El
acento hay que ponerlo en el valor de Reino por el que se debe dejar
todo y vender todo.

III. ¿ES LA CASTIDAD LO MÁS IMPORTANTE DE LA


ESPIRITUALIDAD CÉLIBE?

La castidad no es sinónimo de celibato, es sólo uno de sus


componentes. El celibato implica la castidad, que no es simplemente
asunto de integridad física. El celibato es algo que empieza en la
mente. La castidad es una parte voluntaria y activa del celibato y
también parte de un proceso mental. Una de las diferencias
significativas entre celibato y castidad es que esta última, en el caso
de los hombres y mujeres, puede significar que todavía están
buscando cónyuge. A la sexualidad célibe del pasado les han educado
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en darle mucha importancia a la castidad genital. Que ha llevado a


mitificar la expresión genital de la sexualidad humana. Olvidando que
eso no es lo esencial, sino la libertad y autonomía afectiva, que
plenifica la capacidad de amar en un amor inclusivo y no el exclusivo y
posesivo a que nos lleva la sexualidad genital. La autonomía afectiva
nos permite buscar otros caminos para expresar nuestro amor y
permite además a nuestra mente poder controlar nuestra vida
espiritual.

La importancia hay que darla a la gran autonomía, libertad,


independencia afectiva que nos da la vivencia de la sexualidad célibe
para poder vivir otra espiritualidad que no sea la matrimonial. La
castidad es una forma de mejorar las relaciones sexuales de la vida
célibe y sobre todo la vida espiritual de su estado de vida.

La necesidad e importancia de la integración

La integración sexual es necesaria e importante para todos. Sin la


integración es imposible mantener la dignidad del amor sexual. La
integración es algo positivo, no algo negativo. Es la que nos permite
que la sexualidad tienda a los deleites más elevados del amor
humano. La integración puede considerarse un medio de espiritualizar
la sexualidad con el fin de refinar ulteriormente la experiencia del
amor. Para el célibe no es simplemente una cuestión de no hacer
nada. Es una cuestión de saberse enteramente una persona,
manteniendo relaciones sociales con ambos sexos. La sola integración
lo hace posible, triunfando sobre la tentación de limitar el propio
concepto de sexualidad al deseo sexual.

El hombre tiene la posibilidad de verse libre ante su sexualidad y la de


los demás, pero el hombre puede quedar a merced de su sexualidad
por no haber comprendido que su libertad no consiste en hacer lo que
se le antoje, sino lo que debe o quiere hacer realmente con ella. La
libertad sexual no es supresión de ella y de la norma, sino sustitución
de la sujeción instintiva a ella y a la norma por el descubrimiento
reflexivo y la libre elección de esta norma.

El hombre integrado y liberado de la esclavitud a su propia sexualidad


o la de otro, no es para hacer lo que se le antoje, lo que le somete a
las necesidades elementales de la sexualidad, sino para reemplazarla
por una adhesión libre a los valores o proyectos de vida que desea
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realizar para seguir madurando su sexualidad. La integración le


permite una sexualidad casta y ésta a su vez no es para suprimirla o
no vivirla sino para vivirla positivamente y elevarla haciéndole libre
para vivirla dentro de un nuevo proyecto de vida sexual como es el
celibato.

En la integración y el dominio de la sexualidad cerebral humana la


educabilidad de los reflejos sexuales es necesaria. Si puede decirse
que el órgano sexual principal del hombre es su cerebro, es
precisamente porque la sexualidad se refleja en el cerebro en forma
de imagen sensitiva y motriz, y porque podemos evocar esa
sexualidad cerebral, lo que nos permite actuar sobre ella para excitarla
o para frenarla más eficazmente. El hombre moderno, por el influjo del
ambiente, se siente menos capaz para realizarlo a causa de sus
condiciones de vida. Pero en vez de encontrar en ello una excusa para
no integrarla y dominarla, sería más prudente, como nos indica la
corriente de la nueva castidad, ser más conscientes de los peligros de
semejante situación.

¿En qué consiste la sexualidad integrada?...

Según la Real Academia, integrar significa "formar las partes de un


todo, completar un todo con las partes que faltaban"; y normalizar se
define "como regularizar o poner en buen orden lo que no lo estaba,
hacer que una cosa sea normal".

La sexualidad no es algo simple sino muy complejo, y la integración de


sus múltiples componentes es una tarea indefinida. Esta integración
de base en los componentes de la sexualidad, cuando ya no es
experimentada como fracaso, sino buscada como técnica del cuerpo,
hace del erotismo el contrapelo de la ternura. En la ternura, la relación
hacia otro puede más, y ésta puede entonces incorporarse al erotismo
en el sentido de un componente sensual de la sexualidad. En el
erotismo, el cultivo egoísta del placer puede más que el intercambio de
la donación mutua.

El concepto más pleno de sexualidad humana que hemos tratado de


reflejar en este estudio, implica una definición de castidad en términos
más amplios y positivos. La castidad sería el esfuerzo que capacita a
la persona para transformar la potencia de la sexualidad humana en
una fuerza realizadora e integradora de la unidad de la persona y de
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su proyecto de vida. La castidad fomenta la realización del propio ser


sexuado y fomenta la integración personal junto con los demás en la
sociedad. La castidad hace posible el desarrollo intrapersonal e
interpersonal, invitando a dar una respuesta activa a las posibilidades
que ofrece la sexualidad humana.

Quisiéramos explicar los términos castidad e integración, cuyo


significado es con frecuencia mal entendido o desconocido.

Cuando se habla de castidad, se asocia inmediatamente a una imagen


de sexualidad entendida como genitalidad, negada o frustrada, de
modo que una excesiva castidad ha sido considerada por muchos
nociva para el amor y la salud. Pero la castidad se refiere también al
todo sexual, no solo a la sub parte de la parte somática que llamamos
genitalidad. Para poder comprender su significado debemos partir del
análisis del todo sexual y no sólo de una pequeña sub parte.

Al hablar del todo sexual hemos dicho que en él están co presentes no


una de sus dimensiones o instancias, sino todas ellas —la somática, la
psíquica, la afectiva, la social, la axiológica, la religiosa y la sanitaria—,
las cuales integradas unas en otras forman la unidad del todo sexual
en una perfecta armonía. Estas instancias, precisamente por estar
dotadas de una dinámica intrínseca, no se integran entre sí de modo
pacífico y espontáneo, sino que cada uno intenta seguir su dirección y
objetivos diferentes. Unas maduran antes que otras, y todas intentan
poner su primacía sobre las otras por su cuenta y de manera convulsa.
Es, pues, una tarea importantísima de la persona sexuada tratar de
integrar y unificar estas instancias que, en continua lucha y
desacuerdo, la conducirían a un comportamiento no integrado,
armonioso y uniforme.

Una vida espiritual en libertad y madurez exige integración o


castidad

El célibe no puede pretender tener madurez, integración y armonía


psicosexual si no poseemos un sistema personal de autocontrol. Sólo
con el autocontrol caminaremos hacia la total liberación de nuestra
sexualidad, y ese autodominio nos permitirá ser libres ante la
sexualidad de los demás y poder elegir un camino de vida espiritual en
libertad.
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La integración y autocontrol de nuestra sexualidad célibe implica:

1. Actitudes positivas ante nuestra sexualidad célibe.


2. Aceptación de nuestra propia energía sexual.

3. Conocimiento positivo de nuestra sexualidad.

4. Aumento de nuestra capacidad sexual de adaptación.

5. Capacidad de control y poder de dirigir la fuerza sexual


a una opción de vida.

6. Aumento de la capacidad de elección, de opción sexual.

7. Capacidad de canalización de nuestra sexualidad.

8. Capacidad de autovaloración del grado de madurez


sexual que tenemos. Etc.

La comunidad o el grupo social y la sinergia sexual del nosotros


es prioritaria para la integración y vivencia hoy de la vida
espiritual célibe

El devenir de la sexualidad célibe no debe olvidar el fenómeno de la


solidaridad sexual célibe, su maduración, su acabamiento, se lleva a
cabo en cada uno de nosotros, pero también nos supera porque se
efectúa con relación a todos los miembros de la sociedad. De una
manera existencial y radical, todos somos solidarios, responsables de
nuestra realización y madurez sexual. Mi sexualidad, por personal que
sea, no deja de alcanzar a la comunidad social, que se ve perjudicada
si yo no logro esa plena madurez. Del mismo modo que mis actos
sexuales positivos no son míos: aumentan la riqueza de ser de la
colectividad y de la fraternidad, a la cual beneficia en su devenir.

La solidaridad sexual célibe es de suprema importancia para todos los


miembros de la comunidad. Estamos muy acostumbrados a olvidarla y
a verla como algo estrictamente personal. Todavía hoy es frecuente la
creencia de que los actos sexuales del célibe sólo comprometen a
aquel que los realiza. La responsabilidad se ve de ese modo
disminuida y encerrada en el estrecho círculo del individualismo
comunitario. La integración y desintegración, la realización o no
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realización sexual del célibe, son concebidas como algo


exclusivamente personal. De la misma manera, muchos célibes creen
que su opción sexual, en el sentido de su no realización y madurez,
sólo implica a uno mismo y alcanzaría nada más que a él.
Consideramos que nuestra vida sexual nos pertenece, y que los
demás nada tienen que ver con ella. Sin embargo esto no es verdad.
La antropología sexual nos muestra hasta qué punto llega la inmersión
del individuo dentro de la comunidad.

La energía sexual es una fuerza que se siente aumentada o


disminuida, cuando todos empujan juntos en una misma dirección o
no. Es lo que llamamos "sinergia sexual", todos empujando juntos en
una misma dirección. Es una fuerza sexual para lograr sus objetivos,
que no la tiene, ni el yo ni el tú, sino el nosotros sexual. La fuerza
misteriosa de la "sinergia del nosotros sexual", empuja hacia el
crecimiento y desarrollo pleno de nuestra sexualidad, del que cada
uno es el depositario de esa riqueza, o de su pobreza, y forma el
patrimonio sexual común de la fraternidad célibe, y no de forma
puramente pasiva, sino todo lo contrario, de las más activas. Ya que
se logra mejor una meta empujando todos en la misma dirección, que
uno sólo.

La sinergia del nosotros sexual es como un fermento que aumenta y


acelera el movimiento, o como un freno que lo retrasa y le hace
desviarse. Así, el compromiso sexual e individual del célibe se inserta,
de hecho, en el corazón de las fuerzas que unen a toda la comunidad
célibe. Cuando me comporto sexualmente mal, cuando me aparto de
mi sexualidad célibe, no sólo destruyo mi proyecto de vida sexual,
también destruyo en él las energías que la comunidad necesitaba para
su desarrollo. Soy un factor de retroceso para toda la comunidad
célibe. Por todo ello comprendemos que es mejor vivir la sexualidad
célibe en comunidad, que de forma individualista y aislada. Nuestra
vida sexual personal adquiere en esta perspectiva dimensiones
grandiosas.

La sexualidad célibe ha sido por lo general comprendida


principalmente como un sistema de derechos y deberes individuales,
intentando establecer entre los miembros de la comunidad un
equilibrio estático y preocupado únicamente por mantener éste,
olvidando la fuerza de la sinergia sexual del nosotros comunitario.
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Ahora, la comunidad célibe debe comprenderse como la depositaria


de esta fuerza sexual del nosotros, que agitan a toda la comunidad
hacia el logro de sus metas, y de la cual se encuentra en nosotros una
parcela importante, aunque mínima, para poderlo lograr solos. El
nosotros sexual célibe no es una fuerza estática, sino en movimiento,
creadora y por tanto dinámica; el nosotros deja de ser freno, y se
convierte en lo que siempre tiene que ser: una fuerza vital para vivir y
lograr con mayor facilidad la sexualidad célibe.

Según lo que vamos exponiendo, si por medio de mis actos sexuales


me destruyo personalmente, al mismo tiempo y por los mismos actos
destruyo a la comunidad célibe. Cada célibe, con todo su bagaje de
actos realizadores o destructores, está irremediablemente inmerso en
el corazón de la comunidad y, si es lo suficiente libre, responsable y
comprometido como para aceptarlo, descubre su responsabilidad
sexual no sólo ante Dios, sino también, de forma inmediata, delante de
su comunidad célibe en proceso de desarrollo. Ya no soy sólo yo
quien está en juego, sino toda la comunidad de hermanos. No es sólo
mi sexualidad la que realizo o destruyo; destruyo o sirvo a la
sexualidad de toda la fraternidad.

CONCLUSIONES

● La sexualidad es un tema de interés espiritual, sencillamente porque


es un dinamismo esencial del hombre, un asunto vital, personal para el
ser humano.

● La espiritualidad ha intentado degradar la sexualidad, sin darse


cuenta de que ese proceder constituía una censura de Dios que creó
la sexualidad humana.

● La carencia de sexualidad, más bien que el amor, vino a ser en el


célibe la medida de la santidad, y la frigidez, la frialdad sexual se
consideraban como pureza, castidad y desprendimiento. De hecho son
indicios seguros de inmadurez espiritual e indican una persona
incompleta y dominada por el miedo, que no acierta a concebir la
sexualidad como algo digno del hombre, o no es capaz de comprender
el verdadero amor sexuado y sexual.

● La espiritualidad y la sexualidad apuntan hacia el amor. Puede


prescindir de la genitalidad simplemente porque ama a Dios. El célibe
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espiritual integra su genitalidad en su amor, más bien que su amor en


su genitalidad, como hacen muchos. Es precisamente el hombre
dotado de una vida espiritual sana, quien puede renunciar a la
genitalidad por Dios en el que cree y a quien ama.

● La espiritualidad del célibe que integra la genitalidad en la


sexualidad y ambas en el amor le lleva a la unión amorosa con Dios.
La espiritualización de la genitalidad, hace que el célibe se dé cuenta
de que su vida sexual es inseparable de su vida de amor y que su
finalidad es contribuir a la plenitud personal de su amor.

● Se logra la vida espiritual célibe cuando la genitalidad se integra en


el todo sexual y ambas en un amor oblativo de unión a Dios y a los
hermanos por los valores del Reino.

● No existe, ni ha existido a través de los tiempos un lenguaje más


claro y comprensible en la teología espiritual para exponer la relación y
unión de Dios con el alma. Aunque se sientan ofendidas y
escandalizadas las personas religiosas puritanas por estos vocablos
sexuales.

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