Está en la página 1de 97

N o y estamos ante un futuro abierto.

Lo que sí se puede intuir


con bastante certeza es que si los institutos de VC no se transfor­
man en familias espirituales seguramente no tendrán ningún
futuro. Porque finalmente, del modo que sea, lo importante, lo
definitivo, es salvar el carisma, no las instituciones. Conocemos
personas célibes que son felices, fecundas, plenas, armónicas,
generosas, cálidas, cariñosas, afectuosas, etcétera."
Tratando de compartir la experiencia personal y la de muchos que
intentan vivir su sexualidad como célibes, el autor va demostrando
a lo largo de su exposición las luchas y victorias que se tienen a la
hora de no reprimir la capacidad de amar, de vincularse profunda­
mente con los otros, y de experimentar también el placer con
nuestros cuerpos siendo coherentes con la opción celibataria.
¡Animémonos a escucharnos!
la s CÁSALA, SM
H umanización y sexualidad
EN LA VIDA CONSAGRADA

Introducción

El seguimiento de Jesús para muchos y muchas


supuso la renuncia al matrimonio. Es decir, la op­
ción por el celibato. En realidad Jesús, que fue tan
exigente y claro en relación con las condiciones
para su seguimiento, y que nunca se manifestó
como demagogo prometiendo el oro y el moro
a sus seguidores, apenas habló del celibato, de la
castidad y de la sexualidad. Algo que estuvo du­
rante siglos en el centro de las preocupaciones de
la Iglesia y de los confesores célibes, jamás consti­
tuyó un gran problema para Jesús.
Hay que reconocer, sin embargo, que la mayo­
ría de los expertos hoy coinciden en afirmar que
Jesús fue célibe. En un contexto cultural donde
permanecer soltero y no tener hijos era casi una
maldición, Jesús optó por “hacerse eunuco por el
Reino de los Cielos”. Desde luego que ello cons­
tituyó una opción profundamente contracultural,
de la cual tenemos pocos antecedentes y ejemplos
en las Sagradas Escrituras.
11
Luis C asalá , sm

En la VC tal vez haya que buscar la razón de la


renuncia al matrimonio en el deseo de imitar de
modo más perfecto el estilo de vida que vivió Je­
sús. Puede también haber influido san Pablo, que
parece ser uno de los pocos apóstoles que opta­
ron por el celibato. En su caso, seguramente, muy
condicionado por su percepción de que la parusía
ocurriría bien pronto. De todas maneras, en la
Iglesia, a pesar de los elogios de la virginidad que
ya aparecen en san Ambrosio (estamos en el siglo
IV después de Cristo) el celibato no se impuso
a los sacerdotes seculares hasta mucho más tar­
de. La opción celibataria siguió siendo para unos
pocos, al igual que ocurriría en otras religiones
de oriente. El celibato no venía de la mano del
ministerio sacerdotal, ni de alguna misión apos­
tólica, sino que tenía que ver, fundamentalmente,
con un llamado personal.
Pero hay que reconocer que ya en el Antiguo
Testamento se pueden encontrar “sospechas” sobre
la sexualidad. Sobre todo con la sexualidad feme­
nina, que es causa de impurezas. A pesar de que
el Cantar de los Cantares es una oda sublime a la
sexualidad humana, poco a poco ser iría colando
algo que no es extraño en muchas religiones. Y es
que parece que “placer” (sobre todo el placer aso­
ciado a la sexualidad) y “religión” no se llevan del
todo bien.
12
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Es verdad que en el principio de los tiempos


Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza,
y los creó varón y mujer. Y además decretó que
no es bueno que el hombre esté solo. Sin embargo,
algo hirió profundamente este querer de Dios, y
se instaló en un lugar muy profundo del incons­
ciente colectivo de la humanidad. Se instaló el
machismo, y así media humanidad, imagen de
Dios, quedó esclava de la otra media humanidad.
La sexualidad funcional y socialmente aceptable
quedaría reducida a cumplir con la función repro­
ductora. La mujer tenía prohibido gozar, al punto
que en muchas culturas se practicó y se practica la
ablación del clitoris. El hombre, en cambio, podía
conseguir placer a través del uso de mujeres que
le ofrecían sus servicios. Es que el hombre “nece­
sita”, se decía.
Y a pesar del mandato divino, escrito con le­
tras de fuego en la naturaleza del ser humano, que
afirmaba que no es bueno que el hombre esté solo,
algunos hombres y mujeres renunciaron al matri­
monio.
Sería muy largo analizar la historia del celiba­
to. Hasta llegar a que algo que era opcional, rasgo
distintivo de los monjes y monjas, se impusiera
obligatoriamente a todo el clero. Desde aquí es
muy fácil dar el paso en falso de pensar que el
matrimonio es un “estado de segunda categoría”
13
Luis Casalá, sm

porque impide, o no favorece, la santidad, el com­


promiso apostólico y la entrega total a la Iglesia.
Lo cierto es que muchísimas veces los elogios
teóricos sobre el celibato y la virginidad, estuvie­
ron excesivamente lejos de la práctica concreta de
los “célibes y las vírgenes”. Ciertos tratados, segu­
ramente escritos con la mejor buena voluntad, ex­
presaban muy poco de lo que vivían aquellos que
por decisión propia, o por decisión eclesiástica, se
comprometían a vivir el celibato. Y no caeré en la
tentación de hacer descripciones morbosas.
Pero entre la obsesión ética que hacía de la cas­
tidad la virtud mayor o el pecado más tremendo,
y la fragilidad propia del ser humano que necesita
afecto y cariño, abrazos y contención, la vivencia
de la sexualidad se constituyó en una de las gran­
des cruces de los religiosos y religiosas y de los sa­
cerdotes. Fuente de culpa y de dudas vocacionales,
fuente de ambivalencias y dobles vidas. Entonces
una de las dimensiones más ricas y de las fuentes
de energía profundas del ser humano se convirtió
en fuente de dolor, pecado y frustración.
En este libro queremos profundizar en algu­
nos temas que tienen que ver con nuestra vivencia
de la sexualidad como célibes. Nótese algo que es
más que un matiz. La sexualidad hay que vivirla.
Nunca reprimirla. Algunos experimentan el lla­
mado para vivirla como célibes. Pero tienen que
vivirla. Nadie puede dejar de ser varón o mujer.
14
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

La primera reflexión tendrá este objetivo. Tra­


tar de dejar sentadas las bases que permiten vivir
la sexualidad sanamente como célibes.
En segundo lugar, profundizaremos en un
tema que tiene una gran importancia para los cé­
libes y también para los que no lo son. Hacer voto
o promesa de celibato no implica renunciar a la
amistad. Amistad con personas del propio sexo o
con las del otro sexo. Pero, ¿es realista pensar que
sean posibles estas amistades? ¿Cuáles serían los
límites y resguardos que habría que tomar? ¿Qué
expresiones de cariño serían lícitas, convenientes,
incluso necesarias?
Por último, queremos ampliar la mirada y ofrecer
una reflexión sobre la “humanización” en la vida re­
ligiosa. Soy consciente de que estamos ante un gran
clamor que se eleva hoy desde muchos religiosos y
religiosas y desde muchas comunidades. Queremos,
necesitamos, una vida consagrada más humana y
humanizadora. ¿Qué ayuda y qué no ayuda a lograr
este objetivo?
El objetivo de estas reflexiones es ayudarnos a
vivir un celibato fecundo, alegre y amoroso.

15
V i v i r la s e x u a l i d a d
COMO CÉLIBES

{ S umario »

No se puede vivir sin sexualidad. La sexualidad


es esencial en nuestra vida. Podemos vivir sin
ejercitar la genitalidad, que es una parte -y no
la más importante- de la sexualidad.
Lo que podemos hacer es decidir cómo quere­
mos vivirla. Obvio que esto es sólo posible en
la medida que tenemos cierto control de nues­
tros deseos, fantasías, necesidades y pulsiones.
Estamos siendo testigos de cómo la sexuali­
dad, a través de la cual se puede manifestar de
modo sublime el amor, puede transformarse
en fuente de muerte. No sólo en el pavoroso
negocio de la trata de personas, sino dentro de
las mismas familias, que es donde se cometen
la mayoría de los femicidios.
Nuestras decisiones acerca de la sexualidad es­
tán sin duda muy condicionadas por múltiples
factores. Desde luego que los primeros son los
hormonales, que tienen que ver con el momen­
to evolutivo que vive nuestro cuerpo. Muchos
de los fenómenos que acontecen a cada mo-
17
Luis Casalá, sm

mentó en nuestro cuerpo son inconscientes. De


allí que pretender un dominio absoluto del mis­
mo es una quimera.
Pero, además, la sexualidad tiene muchísimo
que ver con el cerebro, con la mente huma­
na, que es desde donde intentamos gobernar
nuestra vida. La mayor parte de los problemas
sexuales (la impotencia, la frigidez) tienen más
que ver con la mente que con el cuerpo.
¡Y qué decir de lo afectivo! Una cosa es el “sexo
sin amor” y otra completamente diferente, para
los que han tenido la oportunidad de disfrutar­
lo, “el sexo con amor”.
Lamentablemente nuestros jóvenes, y no tan
jóvenes, hoy buscan mil nuevas sensaciones
para satisfacer su necesidad de felicidad y ple­
nitud y muchas veces acuden al sexo sin códi­
gos para lograrlo. Desde luego que se termina
sumando una nueva frustración.
Los religiosos y las religiosas hemos optado por
vivir nuestra sexualidad sin ejercer la genitali-
dad, sin formar pareja, sin tener hijos propios.
Algunos prefieren decir que hemos sido “arras­
trados” hacia ello por una fuerza interior que
nos convocaba a entregarnos de forma absoluta
e incondicional al Reino. Como lo hizo Jesús.
Esta es una opción liminal. Quiere decir que
está en el límite de lo que la naturaleza hu-

18
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

mana pueda resistir. Es una opción que no es


común, normal, frecuente.
Pero debemos reconocer que es posible. Y el dato
está ahí. Conocemos personas célibes que son fe­
lices, fecundas, plenas, armónicas, generosas, cá­
lidas, cariñosas, afectuosas, etcétera. También co­
nocemos de las otras. Pero el hecho de que existen
las primeras nos exime de una actitud apologética
para defender el celibato por el Reino.
De todas maneras, hay que convenir que esta op­
ción es difícil, exige mucha madurez afectiva, exi­
ge en muchos momentos importantes renuncias,
y que a veces se transforma en una pesada cruz.
En estas primeras reflexiones hemos querido
entrar a fondo en este tema, tratando de com­
partir la experiencia personal y la de muchos
que intentan vivir su sexualidad como célibes,
pero intentando no reprimir su capacidad de
amar, de vincularse profundamente con los
otros, y de experimentar también el placer con
nuestros cuerpos siendo coherentes con la op­
ción celibataria.
Hemos hecho voto de celibato, no de soledad,
ni de renunciar a la condición sexuada, que sig­
nifica vivir como verdaderos hombres y muje­
res, ni hemos renunciado tampoco a disfrutar
de la vida y sus encantos en la medida en que
ello no nos impida seguir a Jesús hasta el final.
------------------- = }
19
Luis Casalá, sm

Quiero compartir unas reflexiones y vivencias


que surgen de mi experiencia respecto al celibato
y la castidad, que he ido descubriendo en estos
últimos años, sobre todo a partir de mi año sa­
bático (2002). Son reflexiones muy personales y
para nada definitivas, dado que en este campo
sigo cada día descubriendo nuevas posibilidades y
riquezas que se pueden disfrutar cuando intenta­
mos vivir saludablemente nuestra sexualidad.
En primer lugar, quiero dejar bien sentado que
no es posible vivir bien la castidad y el celibato
por el Reino sin tener la mente de Cristo. Con ello
quiero decir que se necesita una transformación
muy profunda que supone:
• Liberarse de muchas de las cosas que hemos
aprendido respecto a la sexualidad, al cuerpo y
al placer (des-construir muchos mitos y tabúes
que hemos heredado).
• Ir integrando paulatinamente los criterios bíbli­
cos respecto a la bondad de la creación (bon­
dad de la sexualidad, del cuerpo y del placer)
y penetrando cada vez más en las motivaciones
que Jesús tuvo para hacer la opción de vivir su
sexualidad como lo hizo.
9 Tener una actitud de discernimiento perma­
nente en relación con los criterios del mundo
en lo que se refiere a la sexualidad.
• Y por fin entrar en este terreno sagrado con res­
peto y delicadeza, sabiendo que en definitiva no
20
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

todos pueden entender la opción de ser eunucos


por el Reino, y que, por lo tanto, los que preten­
demos vivirlo debemos convencernos cada día
que poder hacerlo es un don de lo Alto.

La sexualidad siempre conserva


una dimensión de misterio

Tal vez por su íntima conexión con la vida y


con su misterio. Y tal vez por ello, en todas las
culturas ha tenido una íntima conexión, también,
con lo sagrado. Y no siempre se han sabido llevar
bien sexualidad y religión1.
Lo que interesa poner de relieve es que en la se­
xualidad se esconde una fuerza que por momen­
tos aparece incontenible, que ella puede llegar a
producir estados y sensaciones en las que se expe­
rimenta que toda la vida queda en suspenso (mo­
mentos de éxtasis y de orgasmo), donde la razón
y la voluntad, por más poderosas que sean, ya no
tienen poder y dominio. Tal vez éste sea el motivo
por el cual la sexualidad despierte fascinación y
temor a la vez. Y como esa fuerza hunde sus raíces

1. Sería muy interesante hacer un estudio de la relación entre Sexualidad y Religión. A


veces han estado muy unidas (en algunos cultos antiguos se practicaba la prostitución
sagrada). Otras veces se han alejado y mirado sospechosam ente (pero no sólo del lado
cristiano, tam bién en el budismo, hinduismo, la filosofía griega...). En el m undo m usul­
m án, el cuerpo de la mujer, la ablación del clitoris...
21
Luis Casalá, sm

en nuestro inconsciente, tiene profundas raíces


biológicas sobre las cuales no tenemos total co­
nocimiento y sobre las cuales las pretensiones de
dominio de nuestro ego se manifiestan impoten­
tes y desbordadas, no es de extrañar que siempre
se conserve cierto recelo sobre esta dimensión de
nuestra vida. Como frente a muchas otras situa­
ciones, si el recelo conduce al miedo, a la parálisis
y a la represión, ese recelo ha sido un mal conseje­
ro. Pero si nos lleva a una sana desconfianza sobre
nosotros mismos y a ejercitar la virtud de la pru­
dencia (cuando ésta es en serio una virtud), ese
recelo se transforma en un sabio consejero. Con
la sexualidad no se ha de jugar, con ella se debe ser
cauto y cariñoso a la vez. Respetuoso y honesto.
La trivialización o banalización de la sexualidad
en nuestra sociedad, el destape sin más, la rotura
de todas las formas y la ausencia de marcos valo-
rativos en los que vivirlas, no parece que hayan
llevado a nuestra sociedad a formas más saluda­
bles de vivir la sexualidad. Me remito a los consul­
torios de los sexólogos, a la multiplicación de las
situaciones de abuso y violencia sexual, a los viajes
de “turismo sexual”, al comercio de menores, a la
adicción de la pornografía por Internet, etc.
El primer paso para poder vivir bien esta op­
ción, no cabe duda, es la reconciliación profunda
con uno mismo, y sobre todo con el propio cuer-
22
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

po. Pedirle perdón por los abusos con él come­


tidos, por habernos avergonzado de él, y asumir
nuestra condición carnal. Somos cuerpo, no sólo
lo “tenemos”. Ello supone aprender a escucharlo,
estar atentos a sus necesidades y demandas. Reco­
nocer sus mensajes y reconocerle un “saber” del
cual debemos aprender mucho.
El cuerpo no puede mentir, como lo hace, por
ejemplo, nuestra mente, a través de tantos meca­
nismos de racionalización.
Valorar, desarrollar y educar el poder que tene­
mos a en nuestra mente y nuestra voluntad para ve-
hiculizar bien, armonizar, responder, orientar, cana­
lizar, las energías que se guardan en nuestro cuerpo.
Sin creer que somos omnipotentes y que te­
nemos la capacidad de ser absolutamente dueños
de nosotros mismos (nuestra “fragilidad” estará
siempre delante de nuestras narices); tampoco
creer que los mecanismos, las pulsiones, la dimen­
sión más instintiva de nuestra vida, es una fuerza
ciega e incontrolable.
El órgano sexual más importante siempre es el
cerebro. Es muy importante, por ello, ser muy cla­
ro en las motivaciones, en las propias intenciones.
¿Qué estoy buscando de verdad en tal relación,
con tal actividad, con esta u otra opción que afec­
ta mi forma de vivir la sexualidad? ¿Qué es lo que
de verdad quiero y pretendo?
23
Luis CasalA, sm

No se trata sólo de no engañarse a sí mismo (lo


cual ya es muy importante), sino de ir adquirien­
do la “pureza de corazón” como una condición
natural de nuestro modo de ser y actuar.
Es impensable avanzar en el camino de la in­
tegración sana de la sexualidad si no se procura
limpieza e higiene de nuestras intenciones y com­
portamientos. Es decir, una elemental congruen­
cia con lo que uno se siente llamado a vivir.
Cuando esto se da, bien pronto se notan los be­
neficios en la serenidad y la hondura espiritual con
las que se pueden llegar a vivir situaciones afectivas
más comprometidas, expresiones cabales de afecto
y ternura, como también se refleja en los mismos
sueños que revelan el trabajo que se produce en
nuestro inconsciente.
Hay que saber leer y descifrar los mensajes que
llegan desde nuestro cuerpo. Los que son armóni­
cos y entonan con la opción que hemos hecho, y
los que son disarmónicos.
Pero todo debe ser aceptado, a todo hay que
darle la bienvenida, todo trae un mensaje, escon­
de una necesidad, indica en alguna dirección a la
cual, si a lo mejor no debemos caminar, sí debe­
mos prestarle la necesaria atención. Nunca se trata
de reprimir.
Todo lo reprimido a la larga pasa su factura.
Y toda necesidad legítima que no se satisface le-
24
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

gítimamente, de una u otra forma se terminará


satisfaciendo ilegítimamente.
Por tanto hay que dar la bienvenida incluso a
los “malos pensamientos”, a las imágenes descon­
certantes, a los “deseos inconfesables”. Con la ac­
titud de reconocerlos, aceptar que eso también es
parte de nosotros, aunque sin “aferrarse” a ellos,
desarrollando la capacidad de “dejarlos pasar”.

Entender el lenguaje del cuerpo


es importante siempre
Pero de manera especial en el terreno de la se­
xualidad. ¿Por qué se producen en mí ciertas reac­
ciones corporales? ¿A qué se debe? ¿Qué es lo que
despierta en mí esta excitación? ¿De qué me está
hablando? ¿Por qué el contacto con esta persona
me produce tales reacciones corporales mientras
que con otra, aunque el contacto sea más íntimo,
no se me producen?
Sabemos que el cuerpo habla, reacciona y no
miente. Por miedo a esas reacciones muchas veces
luchamos para evitar situaciones que nos compli­
quen. A la larga la experiencia dice que esa huida
es inútil, porque lo que evitamos de una manera
se presentará de otra.
Perder el miedo al cuerpo, confiar más en él,
en su bondad intrínseca, es un camino de libera­
ción. Muchos de los temores fundados en creen-
25
Luis Casalá, sm

cías infantiles y en miedos que nos han metido a


veces so pretexto o con motivaciones religiosas,
nos impiden gozar de legítimas gratificaciones
que a la larga permiten vivir con mayor serenidad
el celibato y la castidad.
La posibilidad de entender este lenguaje ayu­
da a distinguir y poder diferenciar lo meramente
genital de lo sexual y afectivo, lo erótico de lo sen­
sual, y reconocer las múltiples manifestaciones de
la sexualidad.

En este sentido mucho ayuda desinhibir elpropio


cuerpo, sometido a tantas represiones y tabúes
Cuanto más se libera el cuerpo de los prejui­
cios, miedos, pudores exagerados, tanto más él
puede mostrar su bondad y se llega a disfrutar de
toda la capacidad que él tiene de hacernos gozar.
El segundo órgano sexual en importancia es
el tacto .
Especialmente los varones hemos genitaliza-
do nuestra sexualidad. Hemos centrado en esa
dimensión de la sexualidad la fuente del placer.
El cuerpo nos ofrece muchas y variadas formas
de placer. Cuanto más variadas sean las formas
de gozar de la vida, del placer, del propio cuerpo,
menos pendiente se estará de buscar gratificacio­
nes en lo genital. Ello casi podemos establecer­
lo como una ley. Está visto que la curiosidad y
26
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

la obsesión por todo lo sexual, tiene directa re­


lación con el grado de represión de la misma.
Cuanta más represión, temores y tabúes, mayor
obsesión sexual. Esto es lo que sucede paradig­
máticamente en muchos predicadores que se ob­
sesionan con el “sexto mandamiento”.
Un ambiente de naturalidad, espontaneidad,
donde el cuerpo pueda ser sanamente expuesto (que
no es lo mismo que un ambiente erotizado y exhibi­
cionista), es un mejor ámbito para madurar y vivir
la sexualidad que un ambiente represivo y puritano.
Porque cuando se vive esta “naturalidad” y se
puede ver y contemplar el cuerpo sin segundas
intenciones, muchas dimensiones, situaciones y
partes de nuestro cuerpo quedan “deserotizadas”.

El camino para una vivencia gozosa de la sexualidad


en la VC también pasa por la reconciliación, con la
vropia historia sexualy afectiva
Normalmente las grandes dificultades que ex­
perimentamos para vivir el celibato y la castidad
tienen que ver con las heridas del pasado. Cuando
en algún estadio del proceso evolutivo hubo una
herida grave que no fue bien cicatrizada, se produce
una fijación que lleva inconsciente y a veces com­
pulsivamente, a buscar y/o repetir aquellas cosas y
situaciones que generaron la herida, y también a
satisfacer hoy aquello que ayer quedó insatisfecho.
27
Luis Casalá, sm

Una de las herramientas que más ayudan a


desbloquear esos mecanismos es el trabajo de
sanación y reconciliación con el “niño herido”2.
Reencontrarse con ese niño, reconocerlo, pedirle
perdón, expresarle cariño, prometerle cuidado, es
una de las experiencias que más ayudan en el tra­
bajo de crecimiento personal.

El camino de la reconciliación con el propio cuerpo


y la forma de vivir creativamente la sexualidad
desde una opción por el celibato, es un camino en el
que no faltan las dificultades
Aquel que, pretendiendo una “pureza angeli­
cal”, se paralice por miedo a cometer algún error,
que no acepte asumir riesgos, está condenado al
fracaso. Está visto en la historia que los “cátaros”
(los “puros”) terminan siendo más “bestias” (pro­
miscuos) que aquellos a quienes ellos denunciaban.
Por este camino de aceptación y reconciliación
con nuestra historia sexual personal y con lo que
hoy somos y sentimos, aceptando los riesgos, y
aún los errores y caídas, que en este camino haya­
mos tenido o vayamos a tener, iremos pudiendo
disfrutar de nuestra sexualidad con mucha mayor
libertad, y aprovechar las energías que antes sim-

2. Ver; Crecer bebiendo del propio pozo, Carlos Cabarrus. D esdée De Brouwer, Bilbao,
1998, Pág. 104.

28
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

plemente reprimíamos por temor a nuestro cuer­


po y a nuestras pulsiones. Y podremos reconocer
e integrar zonas de nuestra persona y energías,
que antes estaban reprimidas y ocultas, y sin cuyo
aporte la vida perdía dinamismo y vitalidad.
Esta nueva vitalidad aparecerá porque podre­
mos aprovechar las energías que utilizábamos en
guerrear con esas “fuerzas oscuras que habitan
en nuestras sombras”, y porque podremos trans­
formarlas en aliadas, al servicio de nuestro creci­
miento personal y de nuestra misión en el mundo.

De este proceso se puede esperar una renovada


opción por vivir la sexualidad como célibe
Se puede adquirir una nueva valoración por
esta opción que se comienza a comprender como
razonable y como verdadera alternativa para vivir
la sexualidad.
También a experimentarla menos como una car­
ga o como algo sobre lo cual uno debe vivir justifi­
cándose ante los demás como con mala conciencia.
Nuestra opción es legítima, válida, humana, po­
demos sentirnos honestos y bien identificados con
ella. Libremente elegimos vivir nuestra sexualidad así.
Aun reconociendo la dimensión de llamado
y de gracia que la sustenta, no tenemos por qué
sentirnos ni más ni menos que nadie por haber
tomado esta decisión.
29
Luis Casalá, sm

Así se nos regala una mayor serenidad para vi­


virla y en un creciente y saludable dominio de no­
sotros y nosotras mismas, que ya no se funda en la
mera represión.
Y desde luego que también se llega a experi­
mentar el gozo que supone sentirse cada vez más
centrado e identificado con la propia identidad y
orientación sexual.

La posibilidad de vivir alegre, sana y creativamente


la propia sexualidad, tiene que ver con el desarrollo
y la madurez que también haya alcanzado en otras
dimensiones de la vida
No se puede pretender tener un buen nivel de
madurez afectivo y sexual sin un buen nivel de
autoestima. Ni tampoco si se vive en conflicto
permanente consigo mismo y con los demás, o
si no le encuentro ningún sentido al trabajo que
hago, o si me siento frustrado, permanentemente
ansioso o lleno de miedos. Los desequilibrios y
dificultades que experimentamos en el terreno de
la castidad, muchas veces no están hablando de
problemas o de necesidades en ese mismo campo,
sino que se refieren a otros campos o dimensiones
de la vida. Lo mismo que las dificultades que se
experimentan para superar problemas y adiccio­
nes con la comida, con el cigarrillo, con el alco­
hol, con la televisión o la Internet, no tanto son
30
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

problemas en sí mismos, sino que refieren a difi­


cultades y heridas en otros terrenos.
El manejo compulsivo de la sexualidad, so­
bre todo en su dimensión genital, lo mismo que
muchas adicciones, es simplemente una forma de
buscar compensaciones por frustraciones que se
experimentan en otras áreas de la vida.
Por eso no es extraño que personas que llevan
una vida afectiva compensada (que disfrutan del
don de la amistad), que saben trabajar y descansar
equilibradamente, que se sienten felices y realiza­
das en su ministerio (trabajo), que han sabido di­
versificar sus fuentes de placer y de gratificación,
que gozan con el contacto con la naturaleza y
disfrutan de la actividad física, que viven con sus
sentidos abiertos, puedan vivir su sexualidad con
mayor serenidad y equilibrio.

No es difícil darse cuenta de que lo que necesitamos


para serfelices no es la multiplicación de las
experiencias genitales
Mucho más necesitamos de ternura, caricias,
afecto, cariño, acogida. Y, sobre todo, necesitamos
poder compartir nuestra intimidad. Aún los mon­
jes del desierto necesitaban con quien compartir su
proceso personal, y hablar sobre los “demonios” que
más tenazmente los asediaban. Nuestra propia inti­
midad más profunda no es algo que se pueda expo-
31
Luis Casalá, sm

ner alegre o impúdicamente. Pero hablar de ella, te­


ner con quien compartirla es una necesidad humana
básica. Está visto, y esto también se podría postular
como un axioma, que cuanto más capacidad tenga
de hablar de mi sexualidad adecuadamente (muchas
veces el tema es tabú o sale en forma de chistes, iro­
nías, en expresiones de doble sentido), menores se­
rán mis dificultades y trabas para vivirla.

También aprendí que muchas veces puedo,


necesito y es bueno estar solo
La soledad no es aislamiento. Aprender a
gustar la soledad, estar bien y sentirme a gusto
conmigo mismo, aprender a cuidarme y a darme
cariño y un sano cuidado, no ir buscando en los
demás lo que los demás no pueden ni deben dar­
me. En un sentido, crecer en sana independencia
y autonomía. Que se transformará en creciente
interdependencia, sin estar “a la caza” de los de­
más para buscar compensaciones pasajeras, nece­
sitando menos de ellos.

Quisiera hacer una reflexión sobre un fenómeno


típico de la vida afectiva y sexual como es el
"enamoramiento ”
Ante todo hay que decir que no se trata de una
situación que deba buscarse con la idea de hacer
32
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

un experimento. Primeramente porque el ena­


moramiento se da, aparece, llega en determinado
momento, como un regalo, como un don y no
como algo que se puede uno mismo inventar. Pero
también, y tal vez más importante, porque en este
fenómeno siempre está implicado/a otro/a; y con
las personas nunca se debe jugar ni experimentar.
Cuando sucede que alguien me enamora o
me encandila, que no es lo mismo, pero que en
algún sentido puede producir similares efectos,
acontece algo sin duda maravilloso. Todo cobra
otro color, la vida se dinamiza, se despiertan nue­
vas energías, se experimentan sensaciones de todo
tipo que afectan al conjunto de nuestra vida, se
recuperan las ganas de vivir, se adquieren nuevas
motivaciones, la creatividad se desata y se llega a
recuperar la capacidad de hacer poesía, se mira la
naturaleza y a mundo de otra manera.
Hay que decir que esta situación se vivirá y se
resolverá de modos diferentes de acuerdo a mu­
chos factores: a si lo que acontece es recíproco o
no (mutualidad de la relación), al grado de con­
vicción con que uno se encuentre respecto a su
opción por el celibato en ese momento, a la edad
en que ello acontezca, al hecho de que haya sido
la primera vez que a uno le sucede o no, a la ma­
durez afectivo-sexual de las personas implicadas, a
la conciencia moral personal (marco valórico) que
33
Luis Casalá, sm

“permite” o no tales o cuales manifestaciones con­


cretas de afecto, a la posibilidad más o menos real
de que lo que siento se transforme en un proyecto
de vida realizable.
El enamoramiento es una excelente ocasión
para reafirmar la propia opción, ahondando las
motivaciones que me han llevado a vivir mi se­
xualidad como célibe. Siempre exigirá un desga­
rramiento interior fuerte, en la medida que en
este momento la opción no se realiza genérica y
teóricamente, sino que se realiza en carne viva,
con el corazón en llamas. Como nunca se es cons­
ciente de lo que vale v de todo lo que supone
aquello que se dejó.
Pero son muchos los beneficios que deja en la
persona si se logra manejar bien la situación, e
integrarla en el conjunto de la vida. Por de pron­
to hay que decir que volver a sentir (para algu­
nos sentir por primera vez) que somos capaces de
enamorarnos y de enamorar, nos puede sacar de
cierto letargo afectivo, nos hace sentir más vivos,
aumenta la autoestima, nos descubre capacidades
y potencialidades muchas veces dormidas en el
fondo de nuestro ser.
Pero además, es una gran ocasión, —y aquí es
donde enamoramiento y encandilamiento se dan
la m ano- para la integración del ánima o del ani­
mus, según sea el caso. Porque el otro, la otra,
34
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

despierta en nosotros y nos invita a potenciar o


desarrollar dimensiones de nuestra propia perso­
na, de nuestro lado femenino o masculino, cuya
integración es indispensable en nuestro proceso
de maduración psicoespiritual.
Creo que a nivel espiritual, lo mismo que ha­
ber vivido experiencias de persecución permite
que muchos textos de la Palabra se enriquezcan al
descubrirse existencialmente lo que ellos signifi­
can, igualmente la experiencia del enamoramien­
to abre a poder experimentar existencialmente el
amor de Dios en una nueva dimensión. Es esa
dimensión mística, que muchas veces nos llamó
la atención y nos extrañó y pareció lejana, que
encontramos en el Cantar de los Cantares o en
algunas expresiones de los místicos, en las poesías
de san Juan de la Cruz. Difícil entender este len­
guaje sin haber estado algún día enamorados.

Es importante tener en cuenta la provisoriedad de


estas páginas
Ellas responden a un camino, a una historia
y experiencia personal que tal vez es bueno com­
partir, pero nunca generalizar. Nuestro Dios Tri­
no, siempre sorprendente, va llevándonos a todos
desde su Amor hacia su Amor, por sendas nunca
iguales. Ninguna historia de amor es exactamente
igual a otra. Pero cabe decir que hay algunas leyes,
35
Luis Casalá, sm

que él mismo ha inscrito en nuestra naturaleza y


que, normalmente, él las respeta.
En definitiva lo esencial es que cada una de nues­
tras vidas sea una historia de amor y nuestra rela­
ción con él sea eso, ni más ni menos. De un amor
que abarca a todo el corazón, toda el alma, toda la
mente, todas las fuerzas. ¡Imposible si no hubo un
camino de integración de nuestra persona!
Si lo que has leído puede ayudarte a vivir con
más alegría y paz tu opción por vivir tu sexuali­
dad como célibe, y te motiva a ti también a com­
partir con otros/as tus propias experiencias, estas
reflexiones habrán logrado su cometido.

36
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

{ P ara la r e f l e x ió n y
EL EXAMEN PERSONAL Y COMUNITARIO =

• “Es necesario que la VC presente al mundo de


hoy ejemplos de una castidad vivida por hom­
bres y mujeres que demuestren equilibrio, domi­
nio de sí mismos, iniciativa, madurez psicológicay
afectiva”. ¿Cómo se manifiestan estas cualidades
en cada uno de los miembros de mi comunidad?
¿Va creciendo mi comunidad en equilibrio, ini­
ciativa, creatividad, madurez, naturalidad,...
en el ambiente, en las relaciones personales, con
los que nos visitan? ¿Nos “llevamos” bien con
nosotros mismos? ¿Y con los demás?
• Ante la cultura hedonista dominante, ¿cómo
vivimos nuestra afectividad/sexualidad?, ¿Con­
versamos con naturalidad de estos temas en
la comunidad? ¿Manifestamos nuestros senti­
mientos de alegría, tristeza, preocupación, afec­
tos, deseos, inquietudes...? ¿Los integramos a
la oración?
• ¿Hemos superado de verdad el dualismo cuerpo
(malo)/espíritu (bueno)? ¿Tenemos integrada
nuestra persona como unidad? ¿Qué cosas del
cuerpo descubrimos como buenas? ¿Qué cosas
del espíritu descubrimos como malas? ¿Qué co­
sas de nuestra persona y de la comunidad des­
cubrimos como buenas y como malas? ¿Qué

37
ú c & a ix sp C cxact;crL (?C L txv tv ix ^ & v
¿ramilla, nacimiento, pueblo, barrio, amista-
des, juegos, estudios, catcquesis, mi vocación,
amigos, amigas, sueños, gustos, deseos, inclina-
ciones, etc.?¿Conozco yo Jahistoria de Ja vida.
de m is herm anos? / C onversam os d e esto con
los miembros de la comunidad?
• ¿Leo y descifro los mensajes que llegan desde mi
cuerpo, armónicos y disarmónicos? ¿Entiendo
el lenguaje de mi cuerpo? ¿Y el de los demás?
¿Aportamos a la comunidad, sociedad, los va­
lores típicos de nuestra sexualidad masculina
o femenina? ¿Tenemos la “mente de Cristo”
en nuestras relaciones con los demás? ¿Libres,
abiertos, entregados, generosos, cariñosos, ale­
gres? ¿Qué me dicen los que me conocen? ¿Qué
les digo yo? ¿Y en mi comunidad?
=}

38
w m s s m s

S umario *

Una de las cuestiones sobre las que toca hacer


una reflexión más profunda hoy es acerca de
la amistad especial, íntima, entre consagrados.
Nos preguntamos sobre su posibilidad. Pero
también sobre su conveniencia e incluso sobre
su necesidad.
Tiempo atrás la respuesta era fácil y evidente:
“entre santa y santo, pared de cal y canto”. Ob­
viamente que estos refranes surgían de ciertas ex­
periencias, pero además -y es lo peor- reflejaban
una antropología que manifiesta una profunda
desconfianza sobre la naturaleza humana, y una
mirada bien negativa sobre la sexualidad humana.
Es obvio que no se puede ser ingenuo si se quie­
re ser fiel a unos valores, principios y opciones.
Y ello vale para religiosos y laicos, para lo que
tiene que ver con la sexualidad pero también
con otras dimensiones de la vida, para el hom­
bre y la mujer de ayer, de hoy y de mañana.
39
Luis Casalá, sm

La misma psicología nos lleva a sospechar de


nosotros mismos y de nuestras motivaciones e
intenciones. El mundo en que vivimos, no hace
falta meter al diablo en este asunto, nos presen­
ta mil ocasiones y nos ofrece mil excusas para
obrar de modos que no tienen nada que ver con
una propuesta humanizante y evangélica.
Dicho esto: ¿vale la pena meterse en esta aven­
tura de vivir una amistad especial e íntima?
Siguiendo con la opción que he escogido en este li­
bro intentaré responder desde la propia experiencia.
Seguramente compartiendo el camino que vamos
haciendo podremos encontrar respuestas válidas
(y no teóricas), podremos aprender de los errores,
podremos compartir modos, herramientas, estilos,
que favorezcan este modo de relacionarnos.
Básicamente he querido extraer de mi propia ex­
periencia criterios de discernimiento. De ninguna
manera se me ha ocurrido plantear normas, en­
trar en cuestiones morales, ofrecer reglas de com­
portamiento. Lo que sí es oportuno, y es lo que
se hace en cualquier acompañamiento, es ofrecer
elementos para que cada uno pueda discernir.
Estos mismos criterios son flexibles, aplicables
con sus más y sus menos, tal vez incluso sea
discutible. Pero creo que nos debemos ser muy
claros y honestos en estos temas. Por miedo a lo
escabroso, a tener que vernos con viejos tabúes,
con prejuicios que llevamos muy metidos den-
40
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

tro, no nos animamos a hablar de estos temas. Yo


hoy me animo a exponerlos con franqueza, con
toda la transparencia posible, sabiendo que ni en
este ni en ningún campo soy dueño de la verdad.
Como a mí estas amistades me han ayudado a
crecer y a humanizarme de muchas maneras,
me parecería injusto no compartir esta riqueza
con mis hermanos y hermanas que están em­
peñados en vivir su sexualidad como célibes.
-------------------- = }

Introducción y presupuestos3

Mi propia experiencia y las sugerencias de


otros religiosos y religiosas me impulsan a escri-

3. Habría que señalar unos cuantos "presupuestos" m ás teóricos. No es el objetivo de este


trabajo. Para profundizar en este tem a véase:
- Amistades transfiguradas. Amigos y Amigas por el Reino, Bernardo Olivera, ocso. Pu­
blicaciones Claretianas, M adrid, 2000.
- Del mismo autor, un trabajo fotocopiado: integración y armonía para amar. Celibato y
virginidad en un mundo sediento de Amor.
- El amor de la pareja, experiencia del amor de Dios, José Antonio Pagóla. Publicaciones
Idatz, San Sebastián, 2000.
- Besar es orar. La sexualidad como fuente de espiritualidad, W unibald Müller, Sal Terrae
(Breve), Santander, 2005.
- Teología délas formas de vida Cristiana, José Cristo Rey García Paredes; Tomo II, Capí­
tulo 9: "Cuerpo, am or y Belleza: Fundam entos de dos form as de vida", páginas 307-
354. Publicaciones Claretianas, M adrid, 1999.
- Sóbrela amistad, José María Arnalz, Santiago de Chile, 2003. Este trabajo de José María,
de cuya am istad me es dado disfrutar y quien es para mí un interlocutor perm anente en
estos tem as, ojalá algún día sea publicado para que muchos más puedan aprovecharlo.
- La amistad en la vida religiosa, José María Guerrero. Folleto CONEL, publicado por las CONFER,
Conferencias Españolas de Religiosos y Religiosas.
41
Luis Casal A, sm

bir estas reflexiones. Abordo un tema tan delicado


como maravilloso. Un tema sobre el cual la lite­
ratura, al menos en lengua castellana, no abunda.
Somos herederos de aquello que se nos dijo (al
menos a los mayorcitos como yo): “entre santa y
santo pared de cal y canto”.4
Creo que los que no pensamos ni actuamos así
debemos atrevernos a compartir nuestras reflexio­
nes y nuestras experiencias acerca de la amistad
entre religiosas y religiosos.
Lo que comparto es “provisorio”. Absoluta­
mente provisorio. Fruto de mis vivencias. En este
sentido mis afirmaciones son “ciertas”. Porque
están respaldadas por la vida y la experiencia de
la que nacen. Desde otro punto de vista son dis­
cutibles y se deben enriquecer, dado que la expe­
riencia de otros puede añadir y completar muchí­
simas cosas de fondo o de matiz.
Provisorias porque necesariamente estamos ex­
plorando nuevos caminos. Y existen riesgos. Y la
posibilidad de cometer errores, y los cometemos.
Y porque muchas veces se puede ir más lejos. Y
otras veces no. Porque tenemos que vencer mie­
dos y prejuicios.
En este terreno estamos empezando a caminar.

4. Y llevamos como un pesado lastre varios siglos de docetism o (toda m ateria es m ala) y
encratism o (el sexo es malo).

42
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Y mucho de lo que compartiré no es genera-


lizable. Primeramente porque siempre existen
dimensiones de la propia experiencia que son in­
transferibles. Y, además, porque no todo lo que
diga vale para toda amistad entre consagrados.5
Me referiré especialmente (aunque no exclusi­
vamente) a las “amistades especiales (íntimas)”6.
Este tipo de amistad tiene unas exigencias y per­
mite unas expresiones de afecto que no se pueden
generalizar automáticamente a toda relación de
amistad entre consagrados.
El presupuesto básico ya está implícitamente
dicho: creo en la posibilidad de la “amistad espe­
cial” entre religiosa y religioso. Creo que es algo
muy bueno y que es conveniente. Creo, también,
que es posible. ¿Es necesaria? No me atrevo a afir­
marlo de modo general y para todos. Para algu­
nos y algunas puede ser que sí lo sea.
Hablaré de amistad especial. Tal vez para lle­
gar a ella se pasó por el fenómeno del enamora­
miento (mutuo o solamente por parte de uno de

5. Adaro: mi intención no es proponer, sin m ás, un nuevo tipo de relación entre religio­
sos. Deseo una relación m ás intim a, cercana, expresiva... Pero tam bién reconozco que
esa relación debe cultivarse, trabajarse, es fruto de un proceso y tiene determ inados
requisitos.
6. No es fácil hallar la expresión adecuada. En general preferiré "am istad especial", dado
que la palabra "íntima", en algunos contextos sugeriría, un tipo de vínculo incom pati­
ble con la opción por el celibato, porque, entre otras cosas, legitim aría las relaciones
genitales.

43
Luis Casal A, sm

los dos). O tal vez todavía no se llegó a ello y


nunca se llegará.
Distingo claramente entre “enamoramiento”
(más aún “encandilamiento”, que es generalmen­
te la fase previa) y “amistad especial”. El enamo­
ramiento siempre tiene una gran dosis de refe­
rencia a uno mismo: el otro o la otra hacen que
se movilicen muchas cosas en la zona de nuestras
propias sombras.
En cambio, la amistad especial no es egocén­
trica. El bien, la alegría, la felicidad del otro son
nuestra alegría. Se caracteriza por el olvido de sí.
Y, desde luego, la amistad especial es necesaria­
mente mutua (recíproca); mientras el enamora­
miento puede ser de un solo lado.
También quiero señalar que esta relación entre
religioso y religiosa se vive en un contexto socio-
cultural determinado. En occidente7, en general,
se está redefiniendo la relación entre el varón y la
mujer. Sobre todo a partir de la emergencia de la
mujer como sujeto social en igualdad de condi­
ciones con el varón en todas las dimensiones de
la vida.

7. Hablo de "occidente" reconociendo sus muchas diferencias culturales. Por ejemplo entre Bolivia
y Canadá,... son dos mundos absolutamente diferentes. También habría que añadir las Influencias
del contexto de la propia "cultura congregational': Sin duda algunas más "abiertas" a permitir e
incluso a fomentar esta vivencia; y otras muy cerradas y recelosas frente a ella.

44
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Por tanto:
• La relación entre religiosa y religioso necesaria­
mente está influenciada y condicionada por lo
que vamos descubriendo y viviendo acerca de
lo que es “ser mujer” y “ser varón”, tanto en su
identidad más profunda como en su posicio-
namiento social.
• Lo que exploramos y vivimos en estos vínculos
entre varones y mujeres marcados por la op­
ción por el celibato, debería ayudar a mostrar
nuevas posibilidades de vincularnos de una
manera más sana, igualitaria, liberadora, los
varones y las mujeres en la sociedad. Nuestra
forma de vivir la sexualidad está llamada a ser
una profecía que anuncie lo que pueden y de­
ben ser las relaciones entre mujeres y varones,
y denuncie toda forma de relación que no res­
pete la dignidad de la persona humana.
También me parece importante señalar a nivel
de los presupuestos iniciales algo que tal vez algu­
nos no compartan: me posiciono y hablo desde mi
convicción de que el voto de celibato por el Reino
excluye formar cualquier tipo de pareja, y también
las relaciones genitales, que normalmente implican
un tipo de encuentro mutuo que es más bien pro­
pio de la pareja. Quiero aclarar que no estoy regre­
sando a la tercera vía que se proponía años atrás
para la relación entre consagrados, que llegaba a
45
Luis Casalá, sm

aceptar y/o legitimaba la posibilidad de expresar el


cariño mutuo a través de la genitalidad, pero sobre
todo proponía una amistad casi de pareja.
“El que encuentra un amigo ha encontrado un
tesoro”. Pues soy consciente también que estoy
hablando de un milagro. De algo que no se com­
pra ni es fruto de alguna transacción. La amistad
es siempre un don, un regalo maravilloso, algo
mágico, que desde luego hay que cultivar, pero
que no se puede forzar ni inventar.
Como creyentes afirmamos que es un don de
Dios, es algo que él desea que nosotros vivamos.
Como consagrados es muy importante, desde los
inicios de la relación, discernir si esa amistad vie­
ne de Dios y a Dios nos lleva, o si es una simple
“afición humana”.

Advertencias

Quiero señalar algunas cosas que me pare­


cen muy importantes antes de entrar en los de­
talles más concretos. Decía que estas reflexiones
eran “provisorias”, como indicando que lo que
afirmo no se puede generalizar a la ligera. Por
eso ahora señalaré cómo las circunstancias con­
cretas en que se da esa amistad pueden exigir
unas u otras formas de relación, ciertos diferen­
tes cuidados, etc.
46
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Ejemplos:
• No es lo mismo esa amistad íntima cuando los
religiosos se ven cada seis meses y viven en di­
ferentes ciudades, que la que pueden vivir otros
dos que trabajan juntos ocho horas por día.
• Influye también el momento y la actitud con
que cada uno vive su opción por el seguimien­
to de Jesús en la vida consagrada y la opción
por el celibato. Cuando los dos tienen clara
su opción y están logrando vivir su compro­
miso de celibato con madurez y alegría, con
un grado razonable de satisfacción interior, es
distinto que cuando ambos o uno de los dos
está en crisis. Por eso, también es muy dife­
rente si la amistad es con alguien que no hizo
una opción por el celibato, ni desea vivir su
sexualidad como célibe. Es decir si esa amistad
es con un laico o laica8.
9 La edad influye mucho. Es diversa la situación
y la relación de amistad entre consagrados de
la misma edad, o cuando la diferencia de edad
es grande. Y también es diferente este tipo de
amistad íntima si ambas personas tienen 30
años o si tienen 60.
Quiero señalar que algunos afirman que recién
a partir de los 40 (o mediana edad) se dan los

8. No entro en este tem a. Ni digo si, ni digo no. Sim plem ente yo me refiero en estas
reflexiones a la am istad entre consagrados.

47
Luis Casalá, sm

requisitos de madurez psíquica y religiosa como


para sostener este tipo de relación, sin menosca­
bo de la opción consagrada que cada uno quiere
llevar.9
• Influye mucho, también el grado de madurez
psicoafectiva de ambos. Es diferente cuando
ambos tienen un grado alto de autoconoci-
miento; una gran capacidad de “darse cuenta”
de lo que viven, de lo que sienten y de lo que
les pasa en el cuerpo; un razonable dominio
de sí mismos; una sana autoestima; las nece­
sidades afectivas básicas asumidas y “normal­
mente” satisfechas; y las heridas del pasado
suficientemente trabajadas e integradas. Por
supuesto también influyen las experiencias se­
xuales que ambos hayan tenido previamente.
¿Tantas exigencias y requisitos previos? En cier­
to sentido, sí. Aunque también es verdad que mu­
chas de estas cosas se consiguen en la misma rela­
ción, porque, si ella es auténtica, será sanadora.
Pero no se puede dejar de afirmar que hay mí­
nimos de madurez personal que se necesitan para
establecer una relación adulta (en la VC o fuera
de ella).

9. Lo notable estaría, entonces, en que este tipo de am istad especial recién se recibe cuando
se tiene asumida la soledad que conlleva la opción celibataria. ¡Es un don de la soledad!
Tener bien asumido e integrado el celibato es un requisito esencial para recibirla.

48
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Criterios de discernimiento

Ahora, entrando más a fondo en el tema, seña­


laré algunos criterios de discernimiento que consi­
dero importantes para evaluar y “monitorear” este
tipo de amistades entre consagrados y consagradas.

Tener claras las “intenciones”

En realidad aquello que maneja todo (o casi


todo) a nivel de las relaciones con los demás y en
concreto a nivel de nuestra sexualidad, es el “cere­
bro”. Las creencias, las mensajes recibidos, los mie­
dos, los prejuicios, la “higiene mental”, los deseos,
etc., están en el origen de cómo se pueda vivir la
sexualidad (en la vida célibe o en la matrimonial).
La mayor parte de las disfunciones sexuales no
tienen su origen “en el cuerpo”, sino en la “ca­
beza”. Ser claro y honesto con lo que se busca y
desea en una relación, en unas u otras expresiones
de cariño... es algo elemental.
En lo que hace a la intención con que se expre­
sa físicamente el cariño, su rectitud debe mante­
nerse antes, durante y después de cada encuentro.

La mutualidad o reciprocidad

Es un gran criterio para establecer la salud de


una relación. ¿Hasta dónde es recíproca? Quie-
49
Luis Casalá, sm

ro decir: hasta dónde existe un flujo de dar y


recibir. No sólo dar, ni sólo recibir. La amistad
supone ambas cosas. Supone una “igualdad” (si­
metría) que no se da en otro tipo de relaciones
amorosas (por ejemplo entre padres e hijos; ni
entre maestros y discípulos, etc.).
La relación de amistad exige que exista la ma­
yor “sincronía” posible. Es difícil dar cariño si el
otro no está dispuesto a recibirlo; difícil compar­
tir la propia intimidad si el otro no está dispues­
to a escuchar.
Por eso es tan importante estar atentos a lo
que cada uno necesita y busca en cada momen­
to. De este modo se pueden tener en cuenta y
respetar las necesidades y fronteras de la otra
persona, el momento por el que cada uno está
pasando. Conjuntamente se plantean los lími­
tes de la relación y hasta dónde se puede llegar
tanto en el compartir como en las expresiones de
afecto. En este sentido, cuando el amor es autén­
tico, espontáneamente lleva a cuidar y respetar al
otro; a desear su bien, su felicidad y a evitar (casi
obsesivamente) todo lo que pueda lastimarlo, y
todo lo que pueda ser o parecer usarlo para la
satisfacción de los propios deseos.

50
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Esta relación
(con sus manifestaciones de afecto incluidas),
¿me y nos hacefecundos?
En primer lugar, en cada uno de nosotros:
¿produce “vida”, alegría, paz; llena de energía, de
ganas de vivir?
Pero también: ¿se hace fecunda en los que nos
rodean? ¿Brota de nosotros una energía, un amor
que se irradia a otros? ¿Se multiplica la vida a
nuestro alrededor? ¿Nos envía a la misión?
Esta relación, ¿nos abre a los demás o nos encierra
en nosotros mismos?
¿Es una relación abierta, inclusiva? Este cri­
terio tiene que ver con el anterior. Y vale para
todo auténtico amor de amistad. Pero tiene una
importancia especial para los y las religiosos en
cuanto que el compromiso de celibato no es pri­
meramente una “renuncia” sino un compromiso
de amar a todos y a todas. Nuestro voto de celi­
bato por el Reino es un sí al amor.
Todo aquello que nos encerrase en nosotros
mismos, que nos impidiese ser íntegros, cohe­
rentes, con este llamado que hemos sentido a un
“amor universal”10, como el del Dios Padre/Ma-

10. Es verdad que am ar a todos puede ser am ar a nadie. Es de dudosa calidad un amor
universal que no tenga en cuenta, que no aterrice, en nom bres y rostros concretos. El
"amor universal" no es un am or im personal, anónim o, indefinido y difuso.
51
Luis Casalá, sm

dre que hace salir el sol sobre buenos y malos, no


nos hace bien, y nos dificulta vivir la gran opción
existencial de nuestra vida: que todos y todas que­
pan en nuestro corazón.

Esta relación, ¿es transparente?


Debería ser posible conversar con un tercero
todo lo que vivimos en esta relación. Malo sería
que tuviéramos cosas que “esconder”. Desde luego
que hay cosas que no pueden ventilarse, especial­
mente los secretos que él o la otra nos confían. Pero
es muy sano saber que cada uno tiene algún refe­
rente, acompañante, confidente con el cual puede
contrastar cómo va viviendo la relación, las cosas
que suceden en ella, los sentimientos que se van
suscitando, las dudas, los riesgos que se asumen.
La existencia de estas personas, más allá de lo
que puedan “aconsejar”, nos obligan a objetivar la
relación, a poner luz en algunas situaciones más
complejas o que por alguna razón tenderíamos a
“ocultar”. El mero hecho de obligarse a contar a
otro todo lo que se vive, funciona como un “con­
trol” en algunas situaciones.11

11. La confrontación con un/a acompañante es algo que da muchísima luz y paz. Lo ideal sería
que tam bién las respectivas comunidades de uno y otro conocieran este vínculo. Es lo ideal,
aunque algunas veces por ese "contexto cultural congregacional"al que aludí antes, no es po­
sible. Obviamente no es necesario que conozcan todos los detalles, pero sí la existencia de esa
amistad especial, aunque no puedan comprender totalm ente el grado de intimidad que exis­
ta. Si bien cuesta, el ejercicio déla transparencia es muy sano, para cada uno y para la relación.

52
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Esta relación, ¿es coherente


con nuestras opciones existenciales?
Cuando los amigos han optado por vivir el
celibato por el Reino, la relación, en todas sus
dimensiones, debe ser coherente con ese llamado
que han sentido y con esa opción libre que han
hecho. A causa del Reino, atrapados por el Reino
y por Jesús, han decidido volcar todas sus energías
(¡todas!) a la construcción de ese Reino por el que
Jesús entregó su vida. Si la relación de amistad
potencia sus energías, la alimenta, unifica, si pro­
duce más ganas de vivir y de entregarse, entonces
esa amistad será sana, muy sana. Si, en cambio,
dispersa, distrae, divide, debilita, el compromiso
y la entrega generosa, esa amistad no es “coheren­
te” con la opción existencial. ¡Convendrá cambiar
la opción y/o será necesario repensar esa amistad!

Esta relación, ¿me hace sentir más libre?


Sin duda la mística de nuestros votos religiosos
apunta (en la espiritualidad de la mayoría de los
Institutos) a ganar en libertad. Libertad para la
misión, incremento de la disponibilidad, dejarse
poseer por el Espíritu y dejarse conducir a donde
él quiera, para servir, etc. Y todos aquellos que
han intentado vivir a tope el compromiso de sus
votos, la han experimentado, de una u otra ma-
53
Luis Casalá, sm

ñera. Vivir ios consejos evangélicos de castidad,


pobreza y obediencia sumerge, en un proceso de
liberación personal muy honda y comprometen
en un proceso de liberación de los demás.
De ahí que un criterio de discernimiento apun­
te a evaluar cuánto más libre me hace esta relación.
Y no me refiero sólo a no quedar atado al amigo, y
a evitar cualquier tipo de relación de dependencia
incompatible con el misterio de la vocación perso­
nal. Esto es importante, como lo es, en el fondo,
para cualquier amistad dentro o fuera de la Vida
Consagrada. Una relación simbiótica, de depen­
dencia mutua o unilateral, no es una relación sana,
humana y humanizadora.
Me refiero también a una libertad más hon­
da: liberación de muchos miedos, de prejuicios,
de actitudes inmaduras que brotan de heridas
del pasado, que el amor incondicional del ami­
go sana.

Las expresiones de cariño


En este punto, tal vez más que en ningún otro,
los factores personales y la madurez psicoafectiva
permiten unas expresiones y desaconsejan otras.
Doy por supuesto que:
• Reconocemos, valoramos y agradecemos el
placer y el erotismo como algo bueno, dinami-
zador, querido por Dios.
54
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

• Valoramos y amamos nuestros cuerpos como a


nosotros mismos: porque nosotros somos nues­
tros cuerpos.
• La sexualidad es una fuerza, una energía vital,
que debemos vivir a fondo12. Y que la sexua­
lidad no se identifica con la genitalidad. La
sexualidad marca y condiciona toda nuestra
vida. La genitalidad es, apenas, una dimensión
de la sexualidad.
• Es bueno y necesario que el amor se exprese con
todo nuestro ser, con toda nuestra persona.

Las expresiones de cariño deben brotar del conjunto


de la relación. Nunca deben ser algo “aislado”y/o
buscado por sí mismo
Estas expresiones siempre son signo o manifes­
tación del amor, de la comunión mutua, del grado
de intimidad y comunicación que se ha ido cons­
truyendo.
Brotan y son consecuencia de una comunión
afectiva que se va afianzando en la medida que el

12. Estas cosas hoy pueden parecem os muy evidentes. Para el que desee refrescar su
mem oria y darse un paseo por lo que la iglesia decía sobre estas cuestiones hasta hace
muy poco tiem po, es Interesante leer: Trayectoria de la sexualidad conyugal en el catoli­
cismo, de Emilio García Estébanez, Ediciones Nueva Utopía, Madrid, 2004. Nadie puede
gloriarse de estar liberado de algunos o m uchos de esos "m ensajes" que han quedado
grabados en nuestro inconsciente, y que siguen condicionando nuestra conducta sexual
y nuestras actitudes frente al sexo.

55
Luis Casalá, sm

diálogo y la comunicación han acrecentado el mu­


tuo conocimiento.
Sin duda que un mayor conocimiento y cariño
mutuo reclaman mayor intimidad en las expresio­
nes físicas del amor.
Este es el principal criterio de discernimiento.
No se trata de medir la intensidad de una caricia,
ni de delimitar las zonas del cuerpo que quedan ve­
dadas, ni de establecer el tiempo que debe durar. A
lo que siempre hay que estar atento es a si ese gesto
brota del conjunto de la relación (de la intimidad
compartida, del afecto mutuo, del momento es­
pecial que se está viviendo), o si se está buscando
primera o directamente el “contacto corporal”, el
placer o la satisfacción sexual en sí misma.
En este sentido conviene decir que puede ha­
ber expresiones: inapropiadas, inoportunas, incon­
gruentes, inadecuadas, etc. Pero sólo son inmorales
cuando son buscadas como un fin en sí mismas,
especialmente cuando se usa al otro para buscar la
propia gratificación.

El lenguaje de cuerpo debe ser coherente


con lo que se vive a nivel del conjunto de la relación
Hay que decir que no faltan momentos en que
el cariño (el amor) y la comunicación sean tales
(o pueden llegar a ser tales) que naturalmente se
desee, se necesite, una fusión más plena (o total).
56
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Porque a lo que el instinto sexual reclama (y


decimos no por nuestra opción celibataria) se
suma el deseo de una mayor fusión que está ins­
crita en la dinámica de todo amor verdadero.
Entonces, cuando surge este “deseo de más”,
hay que reconocerlo, aceptarlo y distinguir bien
entre lo que deseamos y lo que queremos13.
No es raro que ambos consagrados necesi­
ten un honesto diálogo con el fin de ponerse de
acuerdo sobre cuáles expresiones físicas le ayudan
y cuáles no, y en qué medida.14

Las expresiones de cariño deben ser congruentes


con la decisión de no ejercer la genitalidad
Si se desea ser íntegro y coherente con la op­
ción de vivir la sexualidad como célibe, se debe
nevitar todas aquellas expresiones, modos de con­
tacto, caricias, etcétera, que apunten de manera
más o menos explícita a ejercitar la genitalidad en
la relación.

13. En algunos m om entos uno desearía m atar a alguien..., pero en realidad no queremos
hacerlo. 0 desearíam os comer tal com ida..., pero por determ inadas razones no queremos
hacerlo, porque optam os por el ayuno... En esos m om entos que pueden ser ciertam ente
delicados cuando se suscitan ciertos "deseos", hay que volver al querer (que es una forma
de expresar cuál es nuestro "deseo más profundo") ten er clara y renovar nuestra opción
fundam ental, y ser coherentes con ella.
14. Agustín Rivarola, SJ, en su sugestivo artículo: Ordenarse en el querer, aplica las "Re­
glas ignacianas del com er” a las expresiones afectivas. De paso agradecerle a Agustín sus
m últiples sugerencias que enriquecieron grandem ente estas reflexiones mías.

57
Luis Casalá, sm

Este criterio no tiene que ver, primeramente,


con una cuestión “moral”. Ni tampoco se trata
solamente de evitar los riesgos que tiene “jugar
con fuego”. Más bien tiene que ver con la salud
mental.15
Lo más sano siempre será lo que sea más con­
gruente con las opciones existenciales que se han
tomado libremente y se desean vivir con integridad.

Ello no quita que se puedan producir


“movimientos genitales” no buscados ni
deseados directamente

Casi necesariamente el cuerpo reacciona y vi­


bra; se expresa, goza y disfruta con la relación y
con las expresiones de cariño que en ella se van
dando.
No se puede dejar de decir que una relación
de amistad especial es necesariamente “erótica”
en cuanto que produce placer. No puede ser so­
lamente erótica, pero no puede dejar de serlo.
El cuerpo no es un “convidado de piedra” en la

15. Es muy im portante que la decisión de no ejercer la genitalldad esté explícitam ente
dicha entre los dos am igos. Vale la pena recordar lo que cualifica un gesto físico (cari­
cia, beso, etc.) es la intención. Y volvemos al tem a de los "contextos": si bien en nuestra
cultura tan erotlzada hay gestos que ya llevan sellada su significación, es posible -con
m adurez y disciplina- resignificar muchas de esas expresiones. Por ejem plo, es muy sa­
nador dar y recibir un abrazo sin ninguna intencionalidad de posesión, por m ás que el
gesto físico de abrazar ya induce a interpretar que hay una posesión.

58
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

relación de amistad. Los amigos se aman y se


expresan el amor como seres humanos, es decir
como seres con cuerpo, con sexo, con afecto,
con espíritu. Toda la persona entra en juego en
la relación.
Ahora bien, si por una parte estas reacciones
corporales sirven como “alarmas” o indicadores
de que el compromiso en la relación está siendo
mayor, por otra parte hay que permitirse vivirlas
con naturalidad y alegría; siendo el gran criterio
de discernimiento si estamos buscando o no di­
rectamente este tipo de goce o de gratificación.
Más claro aún: estar atentos a si estamos “usan­
do” al o a la otro para conseguir una gratificación
egocéntrica16.

Un criterio importante para el manejo de la


relación a nivel de las expresiones de cariño es la
capacidad de conservar “el dominio de sí”
Sabemos bien que a nivel de lo sexual-geni-
tal-instintivo hay una frontera más allá de la cual
“la voluntad no funciona”. Existen mecanismos
hormonales, sustancias químicas, etc., que gene­
ran una muy sana reacción corporal, y ponen a
punto la pulsión sexual para que ella pueda ma-

16. Sobre este punto son interesantes las observaciones de Anselm Grün en: Te deseo
un amigo. Verbo Divino, Navarra (España), 2003. Especialmente en las páginas 51-58,
donde relaciona: "eros-filia-ágape".

59
Luis Casalá, sm

nifestarse y ejercerse naturalmente (sin necesidad


de manejo ni control por parte del cerebro ni de
la voluntad), y así se llega al éxtasis del orgasmo.
Este excelente mecanismo biológico (y el pla­
cer que genera), inventado por el buen Creador,
es muy funcional para una pareja de enamorados
que no se propone vivir el celibato. Para los que se
proponen vivir el celibato, esa frontera del descon­
trol no es bueno ni conveniente traspasarla.
En ella17 existen mecanismos de alerta, de cen­
sura, que nos advierten del peligro. Es convenien­
te recordarnos que hay algunas cosas que adorme­
cen esos guardianes: el alcohol, ciertos ambientes
y espectáculos, determinados horarios, relaciones.
La coherencia con la opción existencia! exige (hay
que decirlo con claridad), vigilancia y ascesis.
¿Cuáles son los límites precisos de la caricia, del
beso18y del abrazo?
No es fácil decirlo, ni existen criterios que se
puedan generalizar sin más. Porque ello depende­
rá de muchos factores entre los que señalo:
• Los conceptos y preconceptos, juicios y prejui­
cios con que hayamos sido educados en rela­
ción con la sexualidad.

17. Aquí m e estoy refiriendo a "fronteras" sanas. No a las que a veces nos autoim pone-
mos por nuestros miedos, prejuicios, etc.
18. Acerca del beso, puede consultarse con provecho el sugerente trabajo de Monseñor Víctor
Manuel Fernández: Sáname con tu boca. El arte de besar, Editorial Lumen, Buenos Aires, 1995.

60
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

• La historia sexual de cada uno.


• Nuestro marco valorativo y el sentido que le
demos a uno u otro gesto.
• Los miedos en relación con nuestro propio
cuerpo y los temores que tengamos respecto a
la manifestación de los afectos.
• La madurez afectiva, el dominio de sí, la edad,
también son factores muy importantes.
• Los acuerdos mutuos que se hayan podido
establecer respecto a los gestos que se van a
permitir; las fronteras o límites personales que
no se deben traspasar porque ello significaría
violentar la intimidad del otro; el respeto y
la sensibilidad para darse cuenta de lo que el
otro desea y/o necesita en cada momento.
• La virtud de la prudencia (que no es miedo).
La verdadera prudencia es una virtud que ayu­
da a evaluar los posibles riesgos, aquello que
puede poner en peligro el marco valorativo y
las opciones existenciales de cada uno.
Pero además hay otras cuestiones que ir resol­
viendo, y muchas de ellas tienen que ver con el
sentido común:
• ¿Cuáles son los gestos “normales” de cariño
entre marido y mujer; entre amigos y amigas;
entre hermanos y hermanas; entre padres e
hijos; en una pareja de novios; entre dos ena­
morados; entre compañeros de escuela y/o de
61
Luis Casalá, sm

trabajo? Esto no se puede determinar hoy fá­


cilmente en una cultura en la que las costum­
bres evolucionan rápidamente.
• ¿Qué gestos y expresiones podrían prestarse a
confusión para los que nos vieran, dándoles a
entender algo que en realidad no somos?
• ¿Dónde y en qué contexto o ambiente social
nos sentiríamos libres para expresarnos el ca­
riño de determinada manera; y en qué con­
texto o situaciones nos preocuparía que los
demás nos vieran por lo que pudieran decir
o pensar?

Los frutos que se esperan de esta relación

Confirmarse en la “bondad”del propio cuerpo.


Poder disfrutar de él. Perderle el miedo
Reconciliarnos con él. Mayor libertad para
“mostrar” el propio cuerpo y “mirar” el de los
demás, efecto directo de la mayor “naturalidad”
con que se vive y experimenta todo lo que se
refiere a él.
Esto se vive con mucha mayor evidencia en
el caso de que la persona haya sido educada en
el esquema “sexo-tabú”, que produce normal­
mente miedos, curiosidades y formas alterna­
tivas (normalmente no sanas) de entrar en el
62
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

“misterio del sexo”. Además de un mecanismo


de “erotización” malsana de aspectos, situacio­
nes, expresiones de cariño, forma de vincularse
con el otro sexo que en sí son sanas o normales,
pero que quedan erotizadas como fruto de una
educación represiva.

La satisfacción de necesidades humanas


profundas, que producen a su vez la calma
y la quietud en las dimensiones más
instintivas de la sexualidad
El desorden sexual es muchas veces (la mayo­
ría) fruto de desarreglos cometidos en otras di­
mensiones de la vida. El “sexo” funciona muchas
veces como “droga” que tapa sensaciones nega­
tivas, calma la ansiedad, hace olvidar la soledad,
descarga las tensiones...
Cuando se experimenta amor auténtico, com­
pañía, el goce de poder compartir la propia inti­
midad, menos necesario se hace recurrir a “tapar
agujeros” con la sexualidad genital.
Y, entonces, se aquieta la necesidad de pi­
cotear afectos femeninos y/o masculinos aquí
y allá. Es decir: se estabiliza la relación con el
otro sexo.

63
Luis Casalá, sm

La capacidad de “soltar”, desprenderse,


de enviarse mutuamente a la misión y proyecto
personal de cada uno
Las expresiones más íntimas de cariño entre
célibes son el beso, el abrazo y la caricia.19 Estos
gestos suponen una comunión profunda, un gra­
do muy íntimo de fusión y de cercanía que nos
hacen uno.
Pero esa “unidad” (en razón de la propia voca­
ción y misterio personal de cada uno) debe rom­
perse para que cada uno pueda vivir su primera
pasión: Dios y las cosas de Dios.
Por eso así como nos agarramos, también de­
bemos soltarnos. Y no sólo soltarnos, sino enviar­
nos a cumplir la misión que hemos cada uno des­
cubierto y nos sentimos llamados a vivir.
Este soltarse por momentos puede suponer un
desgarrón, pero a la larga es la garantía de que esa
amistad responde y respeta el misterio de la voca­
ción personal de ambos.
Por tanto, el fruto debe ser un mayor entu­
siasmo, energía, ganas para vivir la misión que
tenemos encomendada.

19. Una religiosa y sexóloga expresaba esta obligación de expresar el am or hacia los
dem ás hablando del "voto de tocar". Cencinl señala que: "hay que aprender a acariciar
sin penetrar ni poseer".

64
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

El descubrimiento y la vivencia de que


a través del amigo nos llega y se nos comunica
el amor de Dios
El otro o la otra como sacramento de ese
amor. Amor que nos sana, nos libera, nos con­
firma, nos llena de alegría y de energía. El ami­
go como instrumento terapéutico a través del
cual Dios nos sana.
No hay duda que no hay nada más terapéutico
que el amor incondicional. Así es el amor de Dios
y por eso nos sana y nos salva. La amistad íntima
expresa, permite vivir y sentir, “da cuerpo" a ese
amor de Dios.
Este pequeño poema de Miguel d'O rs citado
por José Antonio Pagóla en su librito: El amor de
la pareja, experiencia del Amor de Dios, lo dice de
una manera preciosa:
Con tu mirada tibia/
Alguien que no eres tú me está mirando./
Siento/
confundido en el tuyo otro amor indecible./
alguien me quiere en tus “te quiero”.
Alguien/
acaricia mi vida con tus manos y pone /
en cada beso tuyo su latido.
65

I
Luis Casalá, sm

Confirmarnos en nuestra propia vocación:


Dios es el tesoro del que opta por vivir el celibato
por el Reino
Dios es el que puede saciar nuestra sed de amor
más absoluta e íntima. El es la fuente, el manan­
tial, que puede regalarnos Vida en abundancia,
que puede calmar y satisfacer nuestros deseos más
hondos de amor, de plenitud, de comunión.
De esta manera experimentamos la sensación
de que nuestras “fronteras se ensanchan”, de que
los límites y barreras que nos imponíamos o nos
imponían para expresar y manifestar nuestro amor
se amplían. Podemos amar y expresar el amor con
más libertad, ternura, confianza, seguridad. De
manera más encarnada y expresiva.
Porque el Dios que sacia nuestra sed de amor
es el mismo que se experimenta y se encarna en el
amor al prójimo.

Descubrir lo que es el amor


El amor tiene muchos modos y expresiones.
Establece muchos tipos de vínculos. Y nos mar­
ca y afecta en diferentes niveles de profundidad
según el tipo de amor que sea. El amor de amis­
tad íntima, cuando se logra expresar adecuada­
mente con el lenguaje del cuerpo, hace vibrar,
conmueve, permite gozar, genera una comunión,
plenifica de una manera tal, que toda la persona,
66
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

el cuerpo y el espíritu quedan como saciados y


transfigurados; y se llega a sentir, vivenciar y com­
prender de una manera nueva, original, única lo
que es el amor.
Y a disfrutar de los “frutos del amor”: la ale­
gría, el buen humor, la capacidad de relativizar
los problemas y dificultades de la vida cotidiana,
la paciencia, el optimismo, la “productividad”, la
energía, las ganas de comunicarse, etc.

Se puede esperar, lógicamente, el crecimiento y la


maduración, el desarrollo, de la dimensión femenina
del varón y de la dimensión masculina de la mujer
Una relación verdaderamente mutual (recípro­
ca) conduce naturalmente a ello; se experimenta
cómo nos complementamos mutuamente.
Y, por supuesto, otro fruto nada despreciable
es que el varón se siente realmente varón, y la mu­
jer realmente mujer.

Conclusión

En cualquier relación de amistad los amigos


conservan su identidad personal, que no se dilu­
ye en la relación. Y se debe estar atento a los fe­
nómenos de absorción de uno por parte del otro.
El otro no nos pertenece. Cuando nos referimos
a una amistad entre consagrados esto salta a la
67
Luis Casalá, sm

vista con más evidencia: “el otro o la otra son de


Dios”. Eso hace que se experimente un fuerte
llamado a cuidarlo y respetarlo como algo sa­
grado. Está claro que toda vida es sagrada, pero
en esta relación este aspecto se explícita de un
modo más obvio.
En relación con lo anterior no está de más se­
ñalar, aunque no pueda detenerme ahora a anali­
zarlo, que la relación de amistad supone un proce­
so, y que éste pasa por diversas etapas.
Más arriba expresé que pudo haberse dado por
parte de uno de los dos, o de los dos al mismo
tiempo, o en cada uno en diferentes momentos, la
experiencia del “enamoramiento”.
Pero hay otras situaciones más íntimas y me­
nos visibles que van jalonando etapas importantes
en la relación, que pueden experimentarse sincró­
nicamente o no.

Esas situaciones tienen que ver, sobre todo,


con la gradual toma de conciencia de lo que esa
concreta relación de amistad va significando
en la vida de cada uno
Así, de a poco, se deberá decidir hasta dónde nos
permitiremos cultivar la relación cuando comen­
zamos a darnos cuenta de que ella comienza a in­
volucrarnos afectivamente y que esto implica correr
riesgos; invertir tiempo y energías; abrir más y más
68
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

el corazón; superar miedos por posibles relaciones


anteriores que no se hayan vivido satisfactoriamente;
darse cuenta y estar atentos a los sentimientos y a los
movimientos interiores que se despiertan; discernir
posibles apegos, exageraciones, dependencias (mu­
tuas o unilaterales), etc.
Y, también, que no siempre es fácil y automático
situar esta relación, que tiene mucho de espontáneo,
“mágico”, agradable, envolvente, con el conjunto
de la vida y de la opción existencial (vocacional) de
cada uno.
Finalmente, el objetivo final es llegar a una “rela­
ción equilibrada” -que libera, que envía a cada uno
a su misión, que sea compatible con las opciones
existenciales personales, que supere los riesgos que
se señalaban más arriba- pero no es sencillo lograrlo.
Sin embargo, si se quiere disfrutar de esta ex­
periencia, hay que atreverse a recorrer este cami­
no: hacer el esfuerzo y asumir los riesgos.

Quisiera concluir refiriéndome a Jesús


Él se permitió aceptar gestos de cariño y de
ternura muy íntimos por parte de varias mujeres.
La Escritura reiteradamente deja constancia de
ello (Mateo 26, 6-13; Lucas 7, 36-50; Marcos 14,
3-9; Juan 12, 1-8). Esos contactos físicos inclu­
yeron besos, caricias, ungüentos, perfumes, etc.
Cuando los leemos con detenimiento y hacemos
69
Luis CasalA, sm

“composición de lugar” metiéndonos en la esce­


na, no dejan de sorprendernos.
Pero, además, tuvo una relación de especial
intimidad y afecto con María Magdalena. Sin
duda se puede hablar de una amistad especial en­
tre ellos, que hizo de María Magdalena testigo y
acompañante privilegiada de la crucifixión, del
entierro y de la resurrección. Cuando Jesús resu­
citado se encuentra con ella (Juan 20, 10-18), al
ser llamada por su nombre, el acento y el tono
de voz de Jesús, bastan para que María reconozca
a su Amado Rabboni. La reacción inmediata no
se hace esperar: el abrazo, querer retenerlo. Pero
una amistad de este tipo no estaba destinada a
quedar encerrada en sí misma: “Suéltame. Ahora
toca otra cosa. Yo debo ir al Padre, tú debes ir a
mis hermanos”. El amor se hace inclusivo, se hace
tarea, misión, compromiso en y con la historia, se
abre a los demás.
¡Qué bueno sería que en la VC nos atreviéramos
más a cultivar amistades que nos humanicen! Y que
así seamos más felices, más fieles a nuestra vocación
y más fecundos. Esto deseo para cada uno de noso­
tros en un tiempo especial en el que la vida religiosa
necesita refundarse. Que, entre las muchas cosas que
hoy nos hacen falta, no nos falte el don de la amistad.
Para que esta pueda nacer ts\ fidelidad creativa a
lo que constituye nuestra identidad más profunda
70
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

dentro de la Iglesia: ser un camino gozoso para vi­


vir el Evangelio de Jesús, cuyo corazón es el Amor.
Es éste mi gran deseo al terminar estas reflexiones,
con un corazón agradecido hacia todas y todos
aquellos que me regalaron poder experimentar lo
que he intentado trasmitir20.

Algunos criterios para hacer


un juicio ético sobre las manifestaciones
de afecto y sobre el goce del placer en las
amistades íntimas entre religiosos

Tomo estos criterios del libro Amistades transfi­


guradas, de Bernardo Olivera, o.c., páginas 91-93.
• Placer aceptable: en el marco de las amista­
des que estamos tratando. Retomo el tema
de los diferentes niveles de la sexualidad y de
las necesarias restricciones en las amistades
heterosexuadas. Lo hago desde la categoría
experiencial del placer y de las causas que lo
ocasionan, esto nos permitirá discernir di-

20. Este regalo me perm ite releer hoy toda mi vida como una "historia de amor", en la
que muchos y muchas han dejado sus huellas am ándom e y enseñándom e a amar. Esta
historia comienza en mi propia familia biológica y está llena de nombres de am igos y
am igas, de religiosos y religiosas, y de laicos y laicas, creyentes y no creyentes, de ricos
y pobres, de com patriotas y extranjeros, que me perm iten sentir hoy al m undo entero
como"m¡ casa”. Las am istades que hoy disfruto, que están en el origen de las reflexiones
que com parto, no serían posibles sin todos esos rostros y esos nom bres que son uno de
los mayores tesoros que llevo en mi corazón.

71
Luis C asalá , sm

ferentes tipos de placer y elaborar criterios


de aceptación o de negación. Trataré de ser
claro, aunque evitando hablar de más.
• Placer inherente a la sexualidad primaria: se
refiere al sentirse bien de un varón ante la
presencia de una mujer hermosa e íntegra
y al sentirse a gusto de una mujer ante un
varón atractivo y virtuoso. Es el placer pro­
pio del amor sexuado. Es causa de una vi­
vificación del dinamismo humano a modo
de primavera interpersonal. No hay duda
que se trata de un placer aceptable y cuya
ausencia haría pensar en la falta de salud de
quienes nunca lo experimentan.
• Placer relacionado con la sexualidad genital:
resulta de la estimulación de la misma, por
los medios que sean. Aquí puede ayudar la
siguiente distinción proveniente de la rela­
ción entre placer y voluntad:
> Placer directamente querido: es el placer que
se busca o se acepta cuando se hace presen­
te. Como ya he dicho repetidas veces, es to­
talmente incompatible con la amistad entre
consagrados.
> Placer indirectamente querido: es conse­
cuencia indirecta de otra acción querida o
consentida (por ejemplo: un abrazo cariño­
so a un amigo o amiga que parte de viaje y
72
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

estará ausente por mucho tiempo...) Volve­


remos enseguida a hablar de esto.
Placer implícito a la sexualidad afectiva:
dejando de lado manifestaciones estéti­
cas, espirituales y funcionales, nos intere­
sa ahora el placer afectivo ocasionado por
manifestaciones físicas de afecto o la simple
intimidad de la mutua presencia. También
en este caso podemos establecer una doble
distinción:
Placer simple: no genera ningún tipo de
placer genital. Es un fin en sí mismo y no
existe ninguna otra intención ulterior. Es
compatible con la amistad entre personas
consagradas que desean seguir siendo tales.
Placer relacionado: Casi se identifica con
el placer genital indirectamente querido.
Dado que los seres humanos no tenemos
un dominio absoluto sobre nuestra afecti­
vidad y fisiología, nos encontramos algunas
veces ante situaciones inevitables: es casi
imposible no sentir alguna vez algún placer
genital como consecuencia de otras accio­
nes honestas y queridas.
Hemos de aprender a vivir en paz y sin fo­
calizar la atención en ese placer no direc­
tamente querido. Este placer causado indi­
rectamente por ocasionales manifestaciones
73
Luis Casalá, sm

de afecto o la mutua presencia no parece


absolutamente inaceptable entre amigos
consagrados al Señor y su Reino. Quienes
buscan placer genital no se contentan con
estas sencillas muestras de afecto.
Pero, ¿cuándo lo remoto se convierte en
próximo y lo indirecto en directo...?
La prudencia, la modestia y la castidad con­
sagrada enseñan a ser moderados según las
circunstancias, las personas y las sensibili­
dades habituales o del momento.
Unos criterios vivenciales del cruce de fron­
teras podrían ser los siguientes:
• Vivencia de ser arrastrado por una fuerza
más poderosa que uno y que va quitando
libertad para detener la acción.
® Mayor focalización de la conciencia en el
placer experimentado que en la persona del
otro.
• Búsqueda instintiva del cuerpo ajeno como
fuente de placer...
Cualquier persona consagrada, que desee
seguir siéndolo tal, sabrá no acercarse dema­
siado a esta frontera que lo arrastrará irreme­
diablemente más allá de sí misma”.

74
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

{ P ara la reflexión
PERSONAL Y COMUNITARIA =

• ¿Tengo “amistades especiales”? ¿Las compar­


to con los miembros de mi comunidad? ¿Me
siento feliz, libre, alegre, con más energía, paz,
abierto a los demás, con más ganas de vivir y
entregarme a la misión? ¿Hablo de ellas, com­
parto mis sentimientos? ¿Los otros miembros
de la comunidad también tienen “amistades
especiales”? ¿Las comparten? ¿Me siento có­
modo con ellas?
• En mis relaciones con los/las demás, ¿son claras
mis intenciones? ¿Conservo el dominio de mi
persona? ¿Mi cerebro maneja la situación? Las
manifestaciones de cariño ¿provienen del con­
junto de la relación? ¿Son signo del amor? ¿Me
manejo con prudencia, con sentido común?
¿Discierno con alguien mis sentimientos y mues­
tras de ellos? ¿Son enriquecedoras para todos?
• ¿Estas amistades hacen más fecunda mi vida
y la de mi comunidad? ¿En qué se nota? ¿Nos
hace sentirnos más libres? El ambiente abierto
¿atrae a otros a compartir nuestra vida, nuestra
misión, nuestros ideales? ¿Veo y siento que mi
comunidad se va transformando en más hu­
manizada y humanizadora
------------------- = }

75

I
¿ Q ué h u m a n i z a y q u é
DESHUMANIZA EN LA VIDA
CONSAGRADA?

{S umario =

Uno de los grandes cuestionamientos que se le


hacen hoy a la vida consagrada es si este modo
de vivir la vida humana y el evangelio nos hace
varones y mujeres felices.
La respuesta debería darla la misma vida de los
religiosos.
Es obvio que si viéramos religiosos y religiosas
felices, fecundos, llenos de paz y de alegría, ya
estaría respondida la pregunta.
Pero muchas veces no es así.
En la VC hay mucha enfermedad, y ella es sín­
toma, con mucha frecuencia, de una profunda
insatisfacción interior, de modos de relación
que no son sanos, de estilos de vida que no son
compensados, que no tienen en cuenta las nece­
sidades fundamentales y básicas de la persona
humana.
Parecería que Jesús sigue llamando a un segui­
miento especial en esta forma de vida. Cuando
77
Luis Casalá, sm

de verdad se produce un encuentro con Jesús


no puede dejar de suscitarse la pregunta por la
posibilidad de dejar todo por él. Pero cuando
los jóvenes se acercan a nuestras comunidades,
muchas veces su instinto de vida les dice que
allí no podrán ser felices. Que entre nosotros
hay demasiados formalismos, exigencias, tra­
diciones, “siempre se hizo así”, demasiado peso
de las obras e instituciones, demasiada persona
mayor y enfermos, y que será muy difícil llevar
allí una vida plena.
Y como sigue habiendo abandonos de com­
pañeros y compañeras de camino que toman
otros rumbos, esas pérdidas nos conmueven y
hacen sospechar que hay algo que anda mal.
Algunos de nuestros mayores nos alientan con
su palabra, pero sobre todo con el testimonio
de su vida. Nos muestran que el camino es po­
sible. Que se puede llegar hasta el final y ser
una persona realizada y feliz.
Otros hermanos mayores son fuente de des­
aliento y desesperanza. Son agrios, duros, se
instalan en la crítica permanente y sólo buscan
una vida cómoda, burguesa, donde estén satis­
fechos hasta sus mínimos caprichos.
Por eso es tan importante la reflexión sobre
aquello que nos humaniza o deshumaniza en la
VC. Tal como es el sesgo que he querido darle
78
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

a este libro, escogí un camino testimonial. Nos


sobran páginas sesudas y textos que citan otros
textos. Nos falta compartir de modo más fra­
ternal y sencillo nuestra vida. De este hondo
compartir puede surgir una VC nueva.
--------------------- = }

La finalidad de estas reflexiones es compartir


una experiencia personal. Desde hace tiempo se
puede percibir en la vida consagrada un profundo
anhelo reclamando “humanización”. Esto signi­
fica que este camino de seguimiento de Jesús de­
bería humanizarnos cada vez más, y ayudarnos a
que podamos humanizar en un mundo inhuma­
no y deshumanizante. Y, por supuesto, también
está expresando que a veces sucede lo contrario.
Ciertos estilos, costumbres, reglamentos, formas,
“culturas congregacionales” ni humanizan ni ayu­
dan a humanizar a nadie.
En cierto momento me propuse hacer yo mis­
mo el ejercicio de pensar, en mis largos 45 años
de VC, qué elementos de la misma me ayudaron
a crecer en humanidad y cuáles no. Es ésta la ex­
periencia que quiero compartir.
Pero antes de hacer esta confesión es importan­
te establecer tres presupuestos que son como el
punto de partida de mi reflexión.
79
Luis C asalá, sm

1. Lo que nos humaniza y/o deshumaniza a los


religiosos no es diferente de lo que humaniza
y/o deshumaniza a los laicos. Y ello por dos
razones:
Primeramente, porque lo que a todos nos des­
humaniza es la no satisfacción de las necesidades
humanas básicas, y éstas son las mismas para los
laicos y para los consagrados, aunque el modo de
satisfacerlas sea diverso. Los religiosos somos seres
humanos, de carne y hueso. Nuestra consagración
no nos exime de satisfacer nuestras necesidades
humanas.
De modo que la primera pista para preguntar­
nos por lo que humaniza o no es estar atentos a
ver cómo y en qué medida nuestro estilo de vida,
nuestra espiritualidad, nuestras culturas congre-
gacionales, satisfacen o no nuestras necesidades
humanas básicas: seguridad, pertenencia, amor,
sentido, autonomía, necesidad de ser fecundos,
“de ser cuidados”, etc.
En segundo lugar, porque el efecto deshuma-
nizador de la sociedad en la que vivimos nos afec­
ta a todos por igual. No nos resguardan los muros
del convento. Hoy el estilo, el ritmo de vida y
las exigencias del mundo moderno, “quiebran” las
personas. Pero este burn out no es algo que afecte
solo a laicos o a religiosos. Nos afecta a todos, se-

80
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

guramente con sus matices propios en uno o en


otro caso21.
2. Sin embargo es verdad que hay algo diferente
en la VR en relación con la humanización. Y
esta diferencia consiste en haber hecho op­
ciones “liminales” (fronterizas) en el modo
de vivir la vida cotidiana (somos personas
que renunciamos, por ejemplo, a elegir con
quién convivimos) y en el modo de vivir
nuestras pulsiones (sobre todo en relación
con la sexualidad).
Entonces: no ser coherentes con esas opciones,
no vivirlas a fondo, conformarnos con una cómo­
da mediocridad resulta ser una fuente de deshu­
manización. Sobre esto quisiera decir dos cosas:
a. En primer lugar hay que decir que en la op­
ción vocacional por la VR se pone muy en
evidencia la “atracción del Padre”. Desde
luego que esta “atracción” vale para todos y
todas, como dijo Jesús: nadie puede venir a
m í si el Padre no lo atrae (Juan 6, 44).
Sin embargo, podemos convenir en que en
la psique de la persona consagrada existe
un “chip especial” que tiene que ver con la
“espiritualidad”, una sensibilidad particular
por las cosas de Dios, por el misterio, por

21. Libro interesante al respecto: El cansancio de los buenos, Roberto Almada, Ciudad
Nueva, Buenos Aires, 2012.

81
Luis Casal A, sm

la trascendencia, por las preguntas últimas,


por el sentido de la vida; un gusto por el
silencio y la meditación, etc. Repito: todas
y todos los seres humanos tenemos este
“chip”, pero algunos lo tienen más desa­
rrollado. Así como otros y otras tienen más
desarrollado el sentido estético, o son más
apasionados por la justicia; o les encanta in­
vestigar; otros son “locos” por la vida al aire
libre, el deporte, la ecología, por coleccionar
monedas, etc.
Entonces es obvio que perder este chip “es­
piritual” -y/o que se haya quemado- y seguir
perteneciendo a una estructura u organiza­
ción que privilegia estas dimensiones de la
vida, necesariamente conduce a la esquizo­
frenia y a la vaciedad. Un/a religioso/a sin
pasión por las cosas de Dios es un burócrata,
una caricatura, ha hecho renuncias muy im­
portantes a cosas buenas y muy profundas
de la vida, y se ha quedado vacío, sin nada,
b. En segundo lugar hay que señalar algo que
tiene que ver con el modo de vivir la sexua­
lidad. Esta es una fuerza que nos impulsa a
salir de nosotros mismos, a ponernos en co­
municación con los demás, a completarnos
con lo que nos falta como personas sexuadas
(incompletas), a salir de la soledad, y sobre
82
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

todo a amar. Pues bien, cuando esta pulsión


y/o energía no se canaliza debidamente, ob­
viamente la consecuencia es la deshumaniza­
ción. Que puede ocurrir de dos maneras:
por el lado de la represión que genera frial­
dad, infecundidad, rigidez, posturas funda-
mentalistas, críticas duras, insensibilidad,
fariseísmo, etc.
O bien por el lado del desborde, por ca­
minos non sanctos. A veces, “socialmente
aceptables” como el trabajo o el “activismo”.
Otras veces, obviamente malos: envidias,
celos, apegos, “dobles vidas”, adicción a la
pornografía por Internet; e incluso a través
de actos delictivos: abusos de diferente tipo.

No es posible un proceso de humanización


o de re-humanización sin espacios de
comunicación, donde se puedan tejer
relaciones sanas y sanadoras

En relación con esto quiero decir tres cosas:


a. Desde la antropología cristiana, aún la más
tradicional, se postula que el ser humano es
un ser en relación. Aunque esto hoy lo esté
confirmando la “antropología relacional”,
no es ningún gran descubrimiento. Lo que
nos va haciendo crecer, y lo que finalmente
83
Luis Casalá, sm

va determinando el modo en que crezcamos


(= en el que nos humanicemos), son los vín­
culos que vamos tejiendo, especialmente
desde nuestra infancia.
b. En espacios o ámbitos en los cuales pode­
mos ser nosotros/as mismos/as, sacándonos
las caretas, sintiéndonos bien, sin tener ne­
cesidad de “armaduras”, en espacios donde
nos sentimos queridos y valorados por lo
que somos y no por la imagen que damos,
se crece y nos humanizamos.
Esto es fundamental para el desarrollo de
la autoestima. No hay posibilidad de cre­
cimiento humano sin autoestima, sin au­
to-aceptación, sin valorarnos a nosotros
mismos, sin creer que nuestra vida vale y
que ¡vale la pena cuidarla! Obviamente
sólo entonces estaremos listos para cuidar
a otros/as.
c. Cuando hice mi experiencia de “entrena­
miento” como formador, en Guatemala,
con Carlos Cabarrus, el primer día él nos
dijo que en esa experiencia el gran tera­
peuta era ¡el grupo! Tanto el grupo grande
-“la caravana”- como las “comunidades de
vida”, donde podíamos compartir todo. Y
esto fue así.

84
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Ahora paso a contarles qué he ido descubrien­


do como más humanizador en la VR; y por otro
lado cuáles considero que son los principales obs­
táculos para lograr la humanización. Partiré por
lo deshumanizador dejando las “buenas noticias”
para el final.

Riesgos y obstáculos que descubro


en el camino de la humanización en
la vida religiosa

Un modo de orar y celebrar:


la oración rutinaria y repetitiva que
va matando elfuego sagrado
Lo que nos mueve, motiva, y nos trajo a la VR,
es “el chip” al que antes me referí. Si ese chip se
pierde, se atrofia, estamos perdidos. Pero resulta
que en muchas comunidades se reza en “piloto
automático”, nos “sacamos la misa de encima” lo
antes posible, simplemente “recitamos” oracio­
nes, pero realmente no oramos, no hay verdadera
experiencia de Dios.
Por tanto si no se generan espacios, oportuni­
dades, lugares, tiempos, etc., en los que se reavive
ese fueguito sagrado, no tenemos futuro como
religiosos/as.

85
Luis Casalá, sm

Por otra parte, es muy curioso ver que religio­


sos “demasiado humanos22, que resultan ser muy
eficaces a la hora de administrar, terminan siendo
fríos, calculadores, individualistas, egocéntricos,
superficiales, consumistas, etc.
Lo que quiero decir es que es imposible soste­
ner una VR alegre, significativa, entusiasta y “con­
tagiosa”, sin una profunda experiencia de Dios.

Un modo de comunicarnos:
no poner en palabras —los silencios
Hay un modo de comunicarnos que humani­
za y otro que no. Desde luego que hay diferentes
niveles en la comunicación.
Cuando en una comunidad no se puede hablar
de lo que sentimos, y sólo compartimos “pareceres”
sobre temas más o menos profundos, con seguri­
dad no hay una auténtica comunicación humana.
Sin menospreciar ningún nivel de comunica­
ción (aún el hablar del tiempo o de la novela pre­
ferida es mejor que ciertos silencios que se cortan
con machete), la comunicación que humaniza es
la que nos permite compartir algo de nuestra in­
timidad.

22. A veces muy secularizados, sin verdadera y profunda experiencia de Dios, y que nor­
m alm ente term inan abandonado la pastoral porque no les dice nada hablar de Jesús.

86
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

El callar, que muchas veces lleva a que se


hable por detrás; el tragarnos lo que sentimos;
el no poder expresar con palabras o con gestos
nuestros sentimientos, aquello que no duele, nos
moviliza y nos preocupa, es fuente de deshuma­
nización.
Cuando en alguna comunidad no nos comu­
nicamos, por miedo, por vergüenza, por estar cal­
culando las posibles reacciones de los demás, por
temor a que se divulgue algo de mi intimidad y
se manosee, etc., esa comunidad está invitando
a que nos pongamos una armadura por miedo a
sufrir si nos mostramos vulnerables. Obvio que
esto no ayuda a crecer.

Una cierta espiritualidad:


el afán perfeccionista —la insistencia en el deber ser
Yo he sido formado con una espiritualidad que
atendía al “deber ser”, a la perfección o al per­
feccionismo, a una cierta “santidad”, que no me
ayudó a integrar mi realidad más profunda.
El mundo de las sombras, los “bajos fondos”,
las pulsiones, esa dimensión más instintiva de la
vida, muchas veces se ha negado, ocultado, repri­
mido.
A la mayor parte de mi generación no se nos
formó en una “espiritualidad desde abajo”, que
87
Luis Casalá, sm

nos ayudase a estar atentos al “lenguaje de nues­


tros perros”23, y al lenguaje de nuestro cuerpo.
Entonces acontece que no podemos poner
nombre a lo que nos pasa, a lo que sentimos y
pensamos; y nos avergüenza sentir y/o pensar
y/o desear y/o soñar, toda esa parte de nuestro
mundo interior. Todo esto muchas veces incluso
queda oculto a nosotros mismos; y otras veces se
deposita, con un gran sentimiento de culpa, en el
confesionario.
Esa espiritualidad que cultivó un “personaje”,
una imagen idealizada que no existe, no existió y
no existirá (por tanto ni Dios puede amarla) con
seguridad no humaniza, porque no ayuda a inte­
grar todas las dimensiones de la vida, incluyendo
la sexualidad.
A veces desde la formación se han escondido
ciertas cosas, ciertos episodios de nuestra vida, en
los sótanos, por temor a no ser considerado dig-
nos/as de la VR.
Por otro lado, no niego que hoy día algunas
espiritualidades new age conducen al narcicismo
espiritual, a vivir mirándonos al espejo, a fortale­
cer el ego, que es un gran enemigo del crecimiento
espiritual y de la verdadera humanización.

23. Para profundizar sobre este tem a ver Anselm Grün, Una espiritualidad desde abajo.
http://unlrprofescatolicos.files.w ordpress.com /2010/04/esplrit_abajo_a_grun.pdf

88
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

La “identificación’(en algunos caso: “apego”) con el rol


A veces se puede dar por no querer soltar el
poder. Tal vez por no saber hacer otra cosa y tener
miedo a enfrentar otra situación y/o compromiso.
Pero al quedar identificada con el rol, la per­
sona se pierde, se muere, se mimetiza con el “per­
sonaje”. El “sacerdote” se termina comiendo al ser
humano. No se termina de integrar correctamente
la identidad sacerdotal con la identidad personal.
Pero también muchas veces las mismas comu­
nidades no ayudan porque “etiquetan” e identi­
fican a la persona con su rol. En los casos de los
superiores y administradores es más evidente.

Y algunas otras cosas


que mencionaré escuetamente:
Vivir la obediencia de un modo infantil e infan-
tilizante, generando dependencias y pasando por
encima de la propia conciencia. Perdiendo el sen­
tido crítico y la capacidad de discernir.
No tomar elpulso a lo que cuesta la vida. Tener
todo resuelto en el convento. No preocuparnos
por el costo de la vida. No tener ninguna pre­
ocupación en relación con la subsistencia, con
el futuro, como la inmensa mayoría de la gente,
porque la institución nos garantiza todo: comida,
techo, salud, ancianidad...
89
Luis Casalá, sm

El activismo que nos lleva a vivir corriendo y


-lógicamente- nos impide tejer relaciones, víncu­
los sanos, profundos, que nos nutran (porque esto
necesita tiempo); vínculos tanto hacia adentro
como hacia afuera de la comunidad. El activismo
nos impide escuchar cómo la vida también clama
en nuestras comunidades.

Qué es aquello que me ayudó


a humanizarme

Los espacios donde puedo mostrarme como soy,


como alguien de carne y hueso
Desde el inicio dejé sentado que mi experien­
cia me enseñó que una comunidad puede ser muy
terapéutica.
Pero para ello es necesario que la comunidad
cree y facilite espacios de diálogo personal, pro­
fundo, muy honesto, en el cual cada integrante
pueda manifestarse como es, con mucha libertad.
Reconozco que esta especie de desnudamiento
en presencia de los hermanos de la propia comu­
nidad no es nada fácil. Por el contrario a veces
resulta más sencillo en otros ámbitos más amiga­
bles, o bien en espacios buscados y creados explí­
citamente para compartir y sanar.
Porque lo que finalmente sana, humaniza,
ayuda a crecer, nos llena el corazón de felicidad
90
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

y de paz, es sentirnos aceptados y queridos como


somos. No hay alternativa para ello. Es la condi­
ción sine qua non.
Por eso puedo afirmar que cuando en la YR
encontré una comunidad que me aceptó y quiso
como soy, donde pude mostrarme como soy, con
mis heridas y debilidades, con mis miedos y frus­
traciones, con mis dudas (a veces incluso con mi
pecado), donde no tuve que competir con nadie
ni se me comparó con nadie, se produjo un pro­
fundo proceso de humanización.
La razón es simple: me ayudó a algo básico y
esencial: integrar mi historia personal, integrando
mis heridas, adquiriendo la capacidad de recono­
cer y asumir mi vulnerabilidad.

El cultivo de una espiritualidad


que haga crecer la interioridad personal
Así como una espiritualidad “enlatada” no me
ayuda a crecer, una espiritualidad “personalizada” es
una fuente inmensa e inagotable de humanización.
Básicamente porque crecer en espiritualidad es
crecer en interioridad.
Es evidente que la persona crece al aumentar su
autoconocimiento y la capacidad de reconocer sus
deseos y necesidades más profundas; al poder llegar
a niveles de conciencia cada vez más hondos; al po­
der des-identificarse de los propios sentimientos,
91
Luis Casalá, sm

pensamientos, sensaciones y creencias, y del “yo-


ego” que hemos construido, seguramente para so­
brevivir. De esta manera se puede llegar al “obser­
vador”, a eso más hondo que hay en cada uno de
nosotros, desde donde se es capaz de ser consciente
y observar los sentimientos, pensamientos, etc.
Me permito citar a Martínez Lozano que habla
de la importancia de educar a los niños en la inte­
rioridad: “Para que, a la vez que construyen y afir­
man su identidad psicológica (el yo), aprendan que
son infinitamente más que él y, gracias a la práctica
de la atención, sean capaces de vivir en el presente
y de reconocer su identidad más profunda, aquella
identidad compartida, en la que experimentamos,
simultáneamente, la plenitud de ser y la unidad
con todos y con todo”. Y también afirma: “Porque
negar o no tener en cuenta la dimensión espiritual
es reducir al ser humano, olvidando precisamen­
te aquello que lo constituye en su verdad última.
El cultivo de la auténtica espiritualidad no es una
huida del mundo real; no es tampoco la adhesión
a una confesión religiosa, a unas creencias o dog­
mas. Es la práctica que conduce nada menos que a
experimentar y vivir lo que realmente somos. Por
eso, sólo esta experiencia nos garantiza encontrar
nuestra casa, hallarnos a nosotros mismos en aquel
lugar, donde hacemos la experiencia de unidad
con todos y con todo, donde todo está bien. Uni-
92
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

camente ahí nos encontramos -más allá de nuestro


pequeño yo- con nuestro verdadero ser. Y eso lo
cambia todo... ¿Cómo privar a los niños del descu­
brimiento y vivencia de esta dimensión (interior,
profunda, espiritual, transpersonal...) en la que,
frente al vacío nihilista, propio del yo, se juega la
plenitud de la vida? Como decía Kierkegaard, en
un ingenioso juego de palabras, me habría ido al
fondo si no hubiera ido al Fondo.”
El cultivo de una espiritualidad profunda es,
por una parte, una fuente permanente de huma­
nización en la medida que nos lleva a encontrar­
nos con lo más profundo de nosotros mismos. Por
otra parte ,es uno de los aportes más importantes
que podemos hacer como religiosos al mundo en
que vivimos.
“Quizás nos estamos haciendo cada vez más
conscientes de que el olvido de esa dimensión
profunda conduce a una anemia espiritual in­
soportable “(Mónica Cavallé), que hace que “la
epidemia más grave del mundo moderno sea la
superficialidad (Raimon Panikkar), cuya conse­
cuencia es la egocentración y el vacío.” Y es tam­
bién un aporte indispensable para ir más allá de
este “mundo chato” (Ken Wilber)24.

24. Se puede profundizar el tem a en un artículo interesante de M artínez Lozano: "Una


búsqueda espiritual creciente". De allí he tom ado las citas: h ttp ://feadulta.com /es/bus-
cadoravanzado/item /2945-una-b% C 3% BA squeda-espiritual-creciente.htm l

93
Luis Casalá, sm

Creo que la YR nos ofrece un marco excepcio­


nal para crecer en interioridad, en espiritualidad y
en humanización con los tiempos y espacios que
nos ofrece para la meditación y el retiro, etc.

El encuentro con el mundo del dolor


No tengo dudas que las oportunidades que la
YC me ofreció para encontrarme con el mundo
del dolor me han humanizado. Entrar en contac­
to con el misterio del sufrimiento, de la injusticia
social, de la opresión, de la enfermedad física y
mental; poder ver, escuchar, tocar, acariciar, oler
esos lugares donde la vida clama, ha sido una
fuente de incalculable valor para reencontrarme
con mi propia humanidad y con mis límites.
Claro que son encuentros duros, difíciles, des­
agradables. Experiencias de las cuales, en el mo­
mento en que ocurren, uno muchas veces quisiera
escapar. Pero hoy, a la distancia, no las cambiaría
por nada del mundo. No por esas situaciones en sí
mismas, que no son deseables, y que obviamente
Dios no quiere, sino por la huella que han dejado
en mí por la ayuda que me brindaron para poder
ponderar lo que en la vida es importante y lo que
no, para sentirme estimulado para agradecer mis
propios dones, todo lo que yo recibí como gracia,
y entonces sentirme invitado a vivir la vida con
una actitud de agradecimiento y alabanza.
94
¡S eamos claros y h o n e s t o s !

Asumir responsabilidades - Hacerse cargo de las cosas


Desde muy joven la VC, mi congregación, me
llamó para asumir responsabilidades importantes:
la dirección de un colegio, ser párroco a los cinco
meses de haber sido ordenado, etc. Pero incluso a
otras cosas más sencillas, como ser profesor de un
curso de adolescentes de 15 años cuando yo tenía
21 y mis estudios a medio camino.
Tengo que reconocer que tener que cumplir
un horario, aprender a programar una asignatu­
ra, cumplir con requisitos académicos, saber eva­
luar a mis alumnos, aprender a pararme frente a
ellos siendo amigo y manteniendo la disciplina,
enfrentar a los padres en las reuniones que el cole­
gio organizaba, todo ello me invitó/me exigió un
crecimiento bastante repentino. En ese momen­
to, mis compañeros y amigos de mi misma edad
estaban disfrutando de su juventud universitaria
sin asumir ningún compromiso; y yo estudiaba y
trabajaba.
El trabajo hace crecer. Trabajar es una fuente
de salud. Amar y trabajar como diría S. Freud y
también Fromm. Ora et labora es la máxima de la
vida contemplativa.
Tengo la sensación de que algunas veces esto se
ha descuidado en la VC, en favor de otro tipo de
presencias o actividades; pero ello nos ha privado
de experimentar en carne propia la “ley del traba-
95
Luis Casalá, sm

jo” que es parte de la condición humana desde los


inicios de la creación.
Como religiosos no estamos exceptuados de
pasar por allí si queremos de verdad humanizar­
nos y compartir en serio la condición de los más
pobres.
Ser responsables, hacernos cargo de las cosas,
dar la cara frente a determinadas situaciones, ren­
dir cuenta de lo que hemos hecho, asumir tareas
y ministerios y ser capaces de hacerlo de modo
eficaz, todo esto hace parte del camino que nos
lleva a crecer en humanidad.
Así se desarrollan nuestras capacidades inte­
lectuales, nuestra voluntad, nuestra capacidad de
colaborar con otros, etc.

El Reino y las añadiduras:


recibirán cien veces más
Nunca me importaron mucho estas prome­
sas de Jesús. Y desde luego que mi opción por la
VC no tuvo que ver con ellas. En realidad Jesús
mismo me encandiló de tal manera que todo lo
demás se hizo secundario sin mayor necesidad de
hacer grandes renuncias. Obviamente que no es­
tuve exento de la tentación de la nostalgia y de
mirar hacia atrás. Y también experimenté cuánta
verdad hay en las palabras de Jesús: el que quiera
seguirme que renuncie a sí mismo y tome su cruz.
96
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

Pero sinceramente nunca entendí bien ni siquiera


qué significarían esas “añadiduras” (Mateo 6, 33),
ni se me ocurrió pensar ni hacer cálculos mate­
máticos con el “cien veces más” (Mateo 19, 29).
No obstante, con el paso del tiempo fui expe­
rimentando y comprendiendo algo del sentido de
esas palabras. Y desde luego que no tienen que
ver con cuestiones materiales, seguridades de todo
tipo, facilidades para viajar, estudiar, etc., que
desde luego sobreabundan en la VC.
Para mí, ese ciento por uno, esas añadiduras
que acompañan este modo de vivir el evangelio
que es la VR, tienen que ver con los vínculos hu­
manos que me ha posibilitado construir y vivir, las
relaciones que he podido y puedo disfrutar. Rela­
ciones con compañeros y compañeras de camino,
con hermanos y hermanas del corazón, con ami­
gos y amigas, con padres y madres que me alen­
taron con su testimonio y su palabra, con hijos e
hijas que me permitieron ejercer mi paternidad y
sentirme fecundo.
Confieso que puedo decir que tengo el cora­
zón lleno de nombres de gente querida en muy
diversos lugares del mundo. Aún los mismos que
no me cobijaron con su ternura ni me honraron
con su amistad, incluso aquellos que me han he­
rido, forman parte de una inmensa red de la que
me siento parte. He, por fin, comprendido por
97
Luis Casalá, sm

qué Jesús comparaba tantas veces el Reino con


una red.

En camino hacia el final - la sabiduría


de envejecer

A veces se ha insistido que la VC es anticipo


de la escatología, que nuestra opción celibataria
nos identificaba de alguna manera con los ángeles
o al menos con lo que sería la futura vida de la
humanidad en el cielo.
Sin embargo, esto no tiene mucho fundamento.
Desde el Antiguo Testamento, pasando por Jesús, y
concluyendo con el Apocalipsis, para hablar de la
“escatología” han sido más ilustrativas las imágenes
de unas bodas, o de un banquete de bodas, que la
imagen de un hombre o una mujer solitaria.
Por otra parte, la misma historia pone de ma­
nifiesto cuán preocupada ha estado la VC por los
hombres y mujeres de carne y hueso, cuánto ha
hecho por la promoción humana, para satisfacer
las necesidades materiales y espirituales del ser
humano en este mundo.
Al mismo tiempo, hay que señalar que la VC
también nos ayuda a envejecer y caminar hacia el
destino de todos: “nuestras vidas son los ríos que
van a dar a la mar, que es el morir”.
98
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

La perspectiva de la “muerte” siempre estuvo


de una u otra manera en la VR, a través de muchas
simbologías, atravesando espiritualidades muy di­
versas. Algunas de ellas no han sido sanas cuando
invitaron a menospreciar el presente para apostar
por el “más allá”, olvidando que Dios justamente
nos está aguardando en “el aquí y el ahora”.
Somos conscientes que la VC envejece25; y no­
sotros envejecemos con ella. A veces entre lamen­
tos por lo mal que estamos, los pocos que somos,
la pésima pirámide de edades de nuestra provin­
cia, etc.
Y envejecemos rodeados de ancianos, lo cual
por momentos resulta patético por las situaciones
obvias que se pueden observar en cualquier geriá-
trico. No necesitamos poner una calavera sobre la
mesa para recordarnos que “todo pasa”.
Desde luego que esta situación es una exce­
lente oportunidad para desarrollar la paciencia, la
indulgencia, el servicio desinteresado y hasta -por
momentos- el sentido del humor.
La buena noticia es que envejecer no es una
enfermedad. Es parte de la condición humana
que hay que asumir y es un tiempo de oportuni­
dades nuevas, excelentes.

25. Carlos Bermejo: Envejecimiento en la vida religiosa, D esdée De Brouwer.


h ttp : //w w w . c a sa d el llb ro .c o m /e b o o k -e n v e je c im ie n to - e n - la - v i d a -re í ig io -
sa-ebook/9788433036506/2129791

99
Luis Casalá, sm

Realmente no tomamos conciencia plena de que


somos mortales hasta que comienzan a notarse las
“fallas” en nuestro cuerpo, con esas primeras “gote­
ras” que son imposibles de arreglar. Porque cuando
solucionamos un problema, aparece otra gotera,
dolor, molestia, enfermedad, contractura, etc.
Recién allí, aunque hayamos visto mucha
muerte a nuestro alrededor, tomamos conciencia,
sentimos, caemos en la cuenta, experimentamos
que nosotros nos vamos a morir, que yo me voy a
morir. Y el tiempo se nos pasa cada vez más rápi­
do, como en el reloj de arena: cuanto menos arena
queda, más rápido parece que cayera.
Es muy hermosa la perspectiva que nos pre­
senta el documento Vita Consecrata en relación
con la “edad avanzada” en la VR:
La edad avanzada presenta problemas
nuevos, que se han de afrontar previamente
con un esmerado programa de apoyo espi­
ritual. El progresivo alejamiento de la acti­
vidad, la enfermedad en algunos casos o la
inactividad forzosa, son una experiencia que
puede ser altamente formativa. Aunque sea
un momento frecuentemente doloroso, ofre­
ce sin embargo a la persona consagrada ancia­
na la oportunidad de dejarse plasmar por la
experiencia pascual, conformándose a Cristo
crucificado que cumple en todo la voluntad
del Padre y se abandona en sus manos hasta
100
¡ S eamos claros y h o n e s t o s !

encomendarle el espíritu. Este es un nuevo


modo de vivir la consagración, que no está
vinculado a la eficiencia propia de una tarea
de gobierno o de un trabajo apostólico.
Cuando al fin llega el momento de unir­
se a la hora suprema de la pasión del Señor,
la persona consagrada sabe que el Padre está
llevando a cumplimiento en ella el miste­
rioso proceso de formación iniciado tiempo
atrás. La muerte será entonces esperada y
preparada como acto de amor supremo y de
entrega total de sí mismo.(VC 70).
Lo que para la Iglesia en su conjunto ha sido
una maravillosa novedad -la renuncia del Papa, el
hecho de que los cargos no se abandonen hasta la
edad de la jubilación, la cuestión de los “ascensos”
(normalmente se asciende de una capilla a una
parroquia)- ha sido bastante diferente en la VC.
Los/as religiosos/as -normalmente- servimos por
un tiempo y luego volvemos al llano.
Esto nos regala la posibilidad de adquirir una
inmensa sabiduría y nos ayuda a caminar hacia
un proceso de envejecimiento que consiste fun­
damentalmente en “asencillarnos”, a simplificar,
a despojarnos, a soltar, desnudarnos de cargos y
honores, preparándonos así para nuestra pascua,
para el despojo total que es la muerte.
101
P ara c o n t i n u a r
PROFUNDIZANDO LO LEÍDO 27

• Invitamos a volver a la sabiduría evangélica vi­


vida por los pequeños (cf. Mt 11, 25): «Es la
alegría que se vive en medio de las pequeñas
cosas de la vida cotidiana, como respuesta a
la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios:
Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate
bien [...] No te prives de pasar un buen día (Eclo
14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye
detrás de estas palabras!».28
• La actual debilidad de la vida consagrada de­
riva del haber perdido la alegría de las «pe­
queñas cosas de la vida».29 En el camino de la
conversión, los consagrados y las consagradas
podrían descubrir que la primera llamada -lo
hemos recordado en la carta Alegraos- es la lla­
mada a la alegría como acogida del pequeño y
búsqueda del bien: «Sólo por hoy seré feliz, en
la certeza de que he sido creado para la felici-

27. Textos tom ados de Escrutar. A los Consagrados y Consagradas que caminan tras los
signos de Dios, Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de
Vida Apostólica, Claretiana, Buenos Aires, 2014.
28. FRANCISCO, Exhort, ap. Evangelii gaudium (24 de n oviem bre de 2 013), 4.
29. ibidem.

105
Luis CasalA, sm

dad, no sólo en el otro mundo, sino también


en éste».30
• Esta es una actitud cristiana: la vigilancia. La
vigilancia sobre uno mismo: ¿qué ocurre en mi
corazón? Porque donde está mi corazón está
mi tesoro. ¿Qué ocurre ahí? Dicen los padres
orientales que se debe conocer bien si mi cora­
zón está turbado o si mi corazón está tranqui­
lo. [...] Después ¿qué hago? Intento entender
lo que sucede, pero siempre en paz. Entender
con paz. Luego, vuelve la paz y puedo hacer la
discussio conscientiae. Cuando estoy en paz, no
hay turbulencia: “¿Qué ha ocurrido hoy en mi
corazón?”. Y esto es vigilar. Vigilar no es ir a la
sala de tortura, ¡no! Es mirar el corazón. Tene­
mos que ser dueños de nuestro corazón. ¿Qué
siente mi corazón, qué busca? ¿Qué me ha he­
cho feliz hoy y qué no me ha hecho feliz?31

30. JUAN XIII, Decálogo de la serenidad, en II (¡¡órnale dell'anlma, LEV, Cittá del Vaticano
2014, pág. 217.
31. FRANCISCO, Discurso a los R ectores y a los alu m n o s de los Colegios Pontificios y
R esidencias sacerd otales de Rom a, Roma (12 de m ayo d e 2014).

106
Í ndice

Prefacio ................................................................. 5
Presentación
de la colección........................................................ 7

Humanización y sexualidad
en la vida consagrada........................................... 11
Vivir la sexualidad
como célibes......................................................... 17

Amistades especiales entre


consagrados y consagradas.................................... 39
¿Qué humaniza y qué deshumaniza
en la vida consagrada?........................................... 77

Para continuar profundizando lo leído............... 105

También podría gustarte