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Luis C a s a l á , s m

¡Seamos claros
y honestos!
Humanización y sexualidad

Editorial Claretiana
V ivir la sexualidad

COMO CÉLIBES

Sum a r io =

No se puede vivir sin sexualidad. La sexualidad


es esencial en nuestra vida. Podemos vivir sin
ejercitar la genitalidad, que es una parte -y no
la más im portante- de la sexualidad.
Lo que podemos hacer es decidir cómo quere­
mos vivirla. Obvio que esto es sólo posible en
la m edida que tenemos cierto control de nues­
tros deseos, fantasías, necesidades y pulsiones.
Estamos siendo testigos de cómo la sexuali­
dad, a través de la cual se puede manifestar de
modo sublim e el amor, puede transformarse
en fuente de muerte. No sólo en el pavoroso
negocio de la trata de personas, sino dentro de
las mismas fam ilias, que es donde se cometen
la mayoría de los femicidios.
Nuestras decisiones acerca de la sexualidad es-
tán sin duda m uy condicionadas por múltiples
factores. Desde luego que los primeros son los
hormonales, que tienen que ver con el momen-
io evolutivo que vive nuestro cuerpo. Muchos
de los fenómenos que acontecen a cada mo-
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Luis C a s a l á , sm

mentó en nuestro cuerpo son inconscientes. De


allí que pretender un dominio absoluto del mis­
mo es una quimera.
Pero, además, la sexualidad tiene muchísimo
que ver con el cerebro, con la mente hum a­
na, que es desde donde intentam os gobernar
nuestra vida. La mayor parte de los problemas
sexuales (la im potencia, la frigidez) tienen más
que ver con la mente que con el cuerpo.
¡Y qué decir de lo afectivo! Una cosa es el “sexo
sin amor” y otra completamente diferente, para
los que han tenido la oportunidad de disfrutar­
lo, “el sexo con amor”.
Lamentablemente nuestros jóvenes, y no tan
jóvenes, hoy buscan mil nuevas sensaciones
para satisfacer su necesidad de felicidad y ple­
nitud y muchas veces acuden al sexo sin códi­
gos para lograrlo. Desde luego que se term ina
sumando una nueva frustración.
Los religiosos y las religiosas hemos optado por
vivir nuestra sexualidad sin ejercer la genitali-
dad, sin formar pareja, sin tener hijos propios.
Algunos prefieren decir que hemos sido “arras­
trados” hacia ello por una fuerza interior que
nos convocaba a entregarnos de forma absoluta
e incondicional al Reino. Como lo hizo Jesús.
Esta es una opción lim inal. Q uiere decir que
está en el lím ite de lo que la naturaleza hu­

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¡S eamos claros y honestos!

mana pueda resistir. Es una opción que no es


común, normal, frecuente.
Pero debemos reconocer que es posible. Y el dato
está ahí. Conocemos personas célibes que son fe­
lices, fecundas, plenas, armónicas, generosas, cá­
lidas, cariñosas, afectuosas, etcétera. También co­
nocemos de las otras. Pero el hecho de que existen
las primeras nos exime de una actitud apologética
para defender el celibato por el Reino.
De todas maneras, hay que convenir que esta op­
ción es difícil, exige mucha madurez afectiva, exi­
ge en muchos momentos importantes renuncias,
y que a veces se transforma en una pesada cruz.
En estas primeras reflexiones hemos querido
entrar a fondo en este tema, tratando de com ­
partir la experiencia personal y la de muchos
que intentan vivir su sexualidad como célibes,
pero intentando no reprim ir su capacidad de
amar, de vincularse profundam ente con los
otros, y de experim entar tam bién el placer con
nuestros cuerpos siendo coherentes con la op­
ción celibataria.
I lemos hecho voto de celibato, no de soledad,
ni de renunciar a la condición sexuada, que sig­
nifica vivir como verdaderos hombres y muje­
res, ni hemos renunciado tampoco a disfrutar
de I.» vida y sus encantos en la medida en que
• lio 1 1 0 nos im pida seguir a Jesús hasta el final.
= }
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Luis C a s a l á , sm

Quiero com partir unas reflexiones y vivencias


que surgen de mi experiencia respecto ai celibato
y la castidad, que he ido descubriendo en estos
últimos años, sobre todo a partir de mi año sa­
bático (2002). Son reflexiones m uy personales y
para nada definitivas, dado que en este campo
sigo cada día descubriendo nuevas posibilidades y
riquezas que se pueden disfrutar cuando intenta­
mos vivir saludablem ente nuestra sexualidad.
En primer lugar, quiero dejar bien sentado que
no es posible vivir bien la castidad y el celibato
por el Reino sin tener la m ente d e Cristo. Con ello
quiero decir que se necesita una transformación
m uy profunda que supone:
• Liberarse de muchas de las cosas que hemos
aprendido respecto a la sexualidad, al cuerpo y
al placer (des-construir muchos mitos y tabúes
que hemos heredado).
• Ir integrando paulatinamente los criterios bíbli­
cos respecto a la bondad de la creación (bon­
dad de la sexualidad, del cuerpo y del placer)
y penetrando cada vez más en las motivaciones
que Jesús tuvo para hacer la opción de vivir su
sexualidad como lo hizo.
• Tener una actitud de discernim iento perma­
nente en relación con los criterios del mundo
en lo que se refiere a la sexualidad.
• Y por fin entrar en este terreno sagrado con res­
peto y delicadeza, sabiendo que en definitiva no
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¡S eamos claros y ho nesto s!

todos pueden entender la opción de ser eunucos


p or el Reino , y que, por lo tanto, los que preten­
demos vivirlo debemos convencernos cada día
que poder hacerlo es un don de lo Alto.

La sexualidad siempre conserva


una dimensión de misterio

Tal vez por su íntim a conexión con la vida y


con su misterio. Y tal vez por ello, en todas las
culturas ha tenido una íntim a conexión, también,
con lo sagrado. Y no siempre se han sabido llevar
bien sexualidad y religión1.
Lo que interesa poner de relieve es que en la se­
xualidad se esconde una fuerza que por momen­
tos aparece incontenible, que ella puede llegar a
producir estados y sensaciones en las que se expe-
i ¡menta que toda la vida queda en suspenso (mo­
mentos de éxtasis y de orgasmo), donde la razón
y l.i voluntad, por más poderosas que sean, ya no
i u nen poder y dominio. Tal vez éste sea el motivo
|>nt el cual la sexualidad despierte fascinación y
ti mor a la vez. Y como esa fuerza hunde sus raíces

l Srtirt m uy Interesante hacer un estudio de la relación en tre Sexualidad y Religión. A


* n n li.tn estado m uy unidas (en algunos cultos antigu os se practicaba la prostitución
«ittyuil*) Otras veces se han alejado y m irado sospechosam ente (pero no sólo del lado
itlM U iin , tam bién en el budism o, hinduism o, la filoso fía g rie g a ...). En el m undo m usul­
m án ri i uorpo de la m ujer, la ablación del d íto ris ...

21
Luis C a s a l a , sm

en nuestro inconsciente, tiene profundas raíces


biológicas sobre las cuales no tenemos total co­
nocimiento y sobre las cuales las pretensiones de
dom inio de nuestro ego se manifiestan im poten­
tes y desbordadas, no es de extrañar que siempre
se conserve cierto recelo sobre esta dimensión de
nuestra vida. Como frente a muchas otras situa­
ciones, si el recelo conduce al miedo, a la parálisis
y a la represión, ese recelo ha sido un mal conseje­
ro. Pero si nos lleva a una sana desconfianza sobre
nosotros mismos y a ejercitar la virtud de la pru­
dencia (cuando ésta es en serio una virtud), ese
recelo se transforma en un sabio consejero. Con
la sexualidad no se ha de jugar, con ella se debe ser
cauto y cariñoso a la vez. Respetuoso y honesto.
La trivialización o banalización de la sexualidad
en nuestra sociedad, el destape sin más, la rotura
de todas las formas y la ausencia de marcos valo­
rad vos en los que vivirlas, no parece que hayan
llevado a nuestra sociedad a formas más saluda­
bles de vivir la sexualidad. M e remito a los consul­
torios de los sexólogos, a la m ultiplicación de las
situaciones de abuso y violencia sexual, a los viajes
de “turismo sexual”, al comercio de menores, a la
adicción de la pornografía por Internet, etc.
El primer paso para poder vivir bien esta op­
ción, no cabe duda, es la reconciliación profunda
con uno mismo, y sobre todo con el propio cuer­
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¡S eamos claros y ho nesto s!

po. Pedirle perdón por los abusos con él come­


tidos, por habernos avergonzado de él, y asumir
nuestra condición carnal. Somos cuerpo, no sólo
10 “tenemos”. Ello supone aprender a escucharlo,
estar atentos a sus necesidades y demandas. Reco­
nocer sus mensajes y reconocerle un “saber” del
cual debemos aprender mucho.
El cuerpo no puede mentir, como lo hace, por
ejemplo, nuestra mente, a través de tantos meca­
nismos de racionalización.
Valorar, desarrollar y educar el poder que tene­
mos a en nuestra m ente y nuestra voluntad para ve-
hiculizar bien, armonizar, responder, orientar, cana­
lizar, las energías que se guardan en nuestro cuerpo.
Sin creer que somos omnipotentes y que te-
ncmos la capacidad de ser absolutam ente dueños
de nosotros mismos (nuestra “fragilidad” estará
siempre delante de nuestras narices); tampoco
\leer que los mecanismos, las pulsiones, la dim en­
sión más instintiva de nuestra vida, es una fuerza
• lej;;» e incontrolable.
I I órgano sexual más importante siempre es el
»i rcbio. Es m uy importante, por ello, ser muy cla-
m en las m otivaciones , en las propias intenciones.
( )ué estoy buscando de verdad en tal relación,
• on i .ti actividad, con esta u otra opción que afec-
1 1 mi forma de vivir la sexualidad? ¿Qué es lo que
llr id.id quiero y pretendo?
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Luis C a s a l á , sm

No se trata sólo de no engañarse a sí mismo (lo


cual ya es m uy im portante), sino de ir adquirien­
do la “pureza de corazón’’ como una condición
natural de nuestro modo de ser y actuar.
Es impensable avanzar en el cam ino de la in­
tegración sana de la sexualidad si no se procura
lim pieza e higiene de nuestras intenciones y com­
portamientos. Es decir, una elemental congruen­
cia con lo que uno se siente llamado a vivir.
Cuando esto se da, bien pronto se notan los be­
neficios en la serenidad y la hondura espiritual con
las que se pueden llegar a vivir situaciones afectivas
más comprometidas, expresiones cabales de afecto
y ternura, como también se refleja en los mismos
sueños que revelan el trabajo que se produce en
nuestro inconsciente.
H ay que saber leer y descifrar los mensajes que
llegan desde nuestro cuerpo. Los que son arm óni­
cos y entonan con la opción que hemos hecho, y
los que son disarmónicos.
Pero todo debe ser aceptado, a todo hay que
darle la bienvenida, todo trae un mensaje, escon­
de una necesidad, indica en alguna dirección a la
cual, si a lo mejor no debemos caminar, sí debe­
mos prestarle la necesaria atención. Nunca se trata
de reprimir.
Todo lo reprimido a la larga pasa su factura.
Y toda necesidad legítim a que no se satisface le­
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¡S eamos claros y honestos!

gítim am ente, de una u otra forma se term inará


satisfaciendo ilegítim am ente.
Por tanto hay que dar la bienvenida incluso a
los “malos pensamientos”, a las imágenes descon­
certantes, a los “deseos inconfesables”. Con la ac­
titud de reconocerlos, aceptar que eso también es
parte de nosotros, aunque sin “aferrarse” a ellos,
desarrollando la capacidad de “dejarlos pasar”.

lintender el lenguaje d el cuerpo


es im portante siem pre
Pero de m anera especial en el terreno de la se­
xualidad. ¿Por qué se producen en m í ciertas reac-
i iones corporales? ¿A qué se debe? ¿Qué es lo que
despierta en m í esta excitación? ¿De qué me está
hablando? ¿Por qué el contacto con esta persona
Míe produce tales reacciones corporales mientras
<|iie con otra, aunque el contacto sea más íntim o,
lio se me producen?
Sabemos que el cuerpo habla, reacciona y no
miente. Por miedo a esas reacciones muchas veces
lin liamos para evitar situaciones que nos compli-
' |» m i i . A la larga la experiencia dice que esa huida
• •<mui il, porque lo que evitamos de una manera
•" pn sentará de otra.
Perder el miedo al cuerpo, confiar más en él,
• i i mi bondad intrínseca, es un cam ino de libera-

• i"u Muchos de los temores fundados en creen-


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Luis C a s a l á , sm

cías infantiles y en miedos que nos han metido a


veces so pretexto o con motivaciones religiosas,
nos im piden gozar de legítimas gratificaciones
que a la larga permiten vivir con mayor serenidad
el celibato y la castidad.
La posibilidad de entender este lenguaje ayu­
da a distinguir y poder diferenciar lo meramente
genital de lo sexual y afectivo, lo erótico de lo sen­
sual, y reconocer las m últiples manifestaciones de
la sexualidad.

En este sentido m ucho ayuda desinhibir e l propio


cuerpo, som etido a tantas represiones y tabúes
Cuanto más se libera el cuerpo de los prejui­
cios, miedos, pudores exagerados, tanto más él
puede mostrar su bondad y se llega a disfrutar de
toda la capacidad que él tiene de hacernos gozar.
El segundo órgano sexual en im portancia es
“el tacto”.
Especialmente los varones hemos genitaliza-
do nuestra sexualidad. Hemos centrado en esa
dim ensión de la sexualidad la fuente del placer.
El cuerpo nos ofrece m uchas y variadas formas
de placer. Cuanto más variadas sean las formas
de gozar de la vida, del placer, del propio cuerpo,
menos pendiente se estará de buscar gratificacio­
nes en lo genital. Ello casi podemos establecer­
lo como una ley. Está visto que la curiosidad y
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¡S eamos claros y honestos!

la obsesión por todo lo sexual, tiene directa re­


lación con el grado de represión de la misma.
C uanta más represión, temores y tabúes, mayor
obsesión sexual. Esto es lo que sucede paradig­
m áticam ente en muchos predicadores que se ob­
sesionan con el “sexto m andam iento”.
Un ambiente de naturalidad, espontaneidad,
donde el cuerpo pueda ser sanamente expuesto (que
no es lo mismo que un ambiente erotizado y exhibi­
cionista), es un mejor ámbito para madurar y vivir
la sexualidad que un ambiente represivo y puritano.
Porque cuando se vive esta “naturalidad” y se
puede ver y contem plar el cuerpo sin segundas
intenciones, muchas dimensiones, situaciones y
partes de nuestro cuerpo quedan “deserotizadas”.

FJ camino para una vivencia gozosa de la sexualidad


cu la VC también pasa p o r la reconciliación , con la
propia historia sexual y afectiva
Normalmente las grandes dificultades que ex-
pt-i ¡mentamos para vivir el celibato y la castidad
lim en que ver con las heridas del pasado. Cuando
• n .ilgún estadio del proceso evolutivo hubo una
!n i Ida grave que no fue bien cicatrizada, se produce
illlti fijación que lleva inconsciente y a veces com-
l'iiUlvamente, a buscar y/o repetir aquellas cosas y
'tui.i« iones que generaron la herida, y también a
Mir.l.u ei hoy aquello que ayer quedó insatisfecho.
27
Luis C a s a l á , sm

Una de las herramientas que más ayudan a


desbloquear esos mecanismos es el trabajo de
sanación y reconciliación con el “niño herido”2.
Reencontrarse con ese niño, reconocerlo, pedirle
perdón, expresarle cariño, prometerle cuidado, es
una de las experiencias que más ayudan en el tra­
bajo de crecimiento personal.

El cam ino de la reconciliación con e l propio cuerpo


y la form a de vivir creativam ente la sexualidad
desde una opción p o r e l celibato, es un cam ino en el
que no fa lta n las dificultades
Aquel que, pretendiendo una “pureza angeli­
cal”, se paralice por miedo a cometer algún error,
que no acepte asumir riesgos, está condenado al
fracaso. Está visto en la historia que los “cátaros”
(los “puros”) terminan siendo más “bestias” (pro­
miscuos) que aquellos a quienes ellos denunciaban.
Por este cam ino de aceptación y reconciliación
con nuestra historia sexual personal y con lo que
hoy somos y sentimos, aceptando los riesgos, y
aún los errores y caídas, que en este camino haya­
mos tenido o vayamos a tener, iremos pudiendo
disfrutar de nuestra sexualidad con m ucha mayor
libertad, y aprovechar las energías que antes sim ­

2. Ver, Crecer bebiendo del propio pozo, Carlos Cabarrús. Desd ée De Brouwer, Bilbao,
1998 , Pág. 104.

28
¡S eamos claros y honestos!

plemente reprimíamos por temor a nuestro cuer­


po y a nuestras pulsiones. Y podremos reconocer
e integrar zonas de nuestra persona y energías,
que antes estaban reprimidas y ocultas, y sin cuyo
aporte la vida perdía dinamismo y vitalidad.
Esta nueva vitalidad aparecerá porque podre­
mos aprovechar las energías que utilizábamos en
guerrear con esas “fuerzas oscuras que habitan
en nuestras sombras”, y porque podremos trans­
formarlas en aliadas, al servicio de nuestro creci­
miento personal y de nuestra misión en el mundo.

De este proceso se p u ed e esperar una renovada


opción p o r vivir la sexualidad com o célibe
Se puede adquirir una nueva valoración por
esta opción que se comienza a comprender como
razonable y como verdadera alternativa para vivir
l.i sexualidad.
También a experimentarla menos como una car-
C,.i o como algo sobre lo cual uno debe vivir justifi-
•.mdose ante los demás como con mala conciencia.
Nuestra opción es legítima, válida, humana, po-
i leí nos sentirnos honestos y bien identificados con
rll.i I ibremente elegimos vivir nuestra sexualidad así.
Aun reconociendo la dim ensión de llamado
V <l« gracia que la sustenta, no tenemos por qué
leiu irnos ni más ni menos que nadie por haber
unn.ido esta decisión.
29
Luis C a s a l á , sm

Así se nos regala una mayor serenidad para vi­


virla y en un creciente y saludable dominio de no­
sotros y nosotras mismas, que ya no se funda en la
mera represión.
Y desde luego que también se llega a experi­
m entar el gozo que supone sentirse cada vez más
centrado e identificado con la propia identidad y
orientación sexual.

La posibilidad d e vivir alegre, sana y creativam ente


la propia sexualidad, tiene que ver con e l desarrollo
y la madurez que tam bién haya alcanzado en otras
dim ensiones de la vida
No se puede pretender tener un buen nivel de
madurez afectivo y sexual sin un buen nivel de
autoestim a. Ni tampoco si se vive en conflicto
permanente consigo mismo y con los demás, o
si no le encuentro ningún sentido al trabajo que
hago, o si me siento frustrado, perm anentem ente
ansioso o lleno de miedos. Los desequilibrios y
dificultades que experimentamos en el terreno de
la castidad, muchas veces no están hablando de
problemas o de necesidades en ese mismo campo,
sino que se refieren a otros campos o dimensiones
de la vida. Lo mismo que las dificultades que se
experim entan para superar problemas y adiccio­
nes con la comida, con el cigarrillo, con el alco­
hol, con la televisión o la Internet, no tanto son
30
¡S eamos claros y honestos!

problemas en sí mismos, sino que refieren a difi­


cultades y heridas en otros terrenos.
El manejo compulsivo de la sexualidad, so­
bre todo en su dimensión genital, lo mismo que
muchas adicciones, es sim plem ente una forma de
buscar compensaciones por frustraciones que se
experimentan en otras áreas de la vida.
Por eso no es extraño que personas que llevan
una vida afectiva compensada (que disfrutan del
don de la am istad), que saben trabajar y descansar
equilibradamente, que se sienten felices y realiza­
das en su ministerio (trabajo), que han sabido d i­
versificar sus fuentes de placer y de gratificación,
que gozan con el contacto con la naturaleza y
disfrutan de la actividad física, que viven con sus
sentidos abiertos, puedan vivir su sexualidad con
mayor serenidad y equilibrio.

No es d ifícil darse cuenta de que lo que necesitam os


pitra ser felices no es la m ultiplicación d e las
i \per iencías genitales
Mucho más necesitamos de ternura, caricias,
-H*«i«», cariño, acogida. Y, sobre todo, necesitamos
l'tnli'i compartir nuestra intimidad. Aún los mon-
|» s drl desierto necesitaban con quien compartir su
.......»>personal, y hablar sobre los "demonios” que
tn i . irn.i/mente los asediaban. Nuestra propia inti-
inlil ni más profunda no es algo que se pueda expo­
31
Luis C a s a l á , sm

ner alegre o impúdicamente. Pero hablar de ella, te­


ner con quien compartirla es una necesidad humana
básica. Está visto, y esto también se podría postular
como un axioma, que cuanto más capacidad tenga
de hablar de mi sexualidad adecuadamente (muchas
veces el tema es tabú o sale en forma de chistes, iro­
nías, en expresiones de doble sentido), menores se­
rán mis dificultades y trabas para vivirla.

También aprendí que m uchas veces puedo,


necesito y es bueno estar solo
La soledad no es aislam iento. Aprender a
gustar la soledad, estar bien y sentirme a gusto
conmigo mismo, aprender a cuidarm e y a darme
cariño y un sano cuidado, no ir buscando en los
demás lo que los demás no pueden ni deben dar­
me. En un sentido, crecer en sana independencia
y autonom ía. Que se transformará en creciente
interdependencia, sin estar “a la caza” de los de­
más para buscar compensaciones pasajeras, nece­
sitando menos de ellos.

Quisiera hacer una reflexión sobre un fen óm en o


típico d e la vida afectiva y sexual com o es el
“enam oram iento ”
Ante todo hay que decir que no se trata de una
situación que deba buscarse con la idea de hacer
32
¡S eamos claros y honestos!

un experimento. Primeramente porque el ena­


moramiento se da, aparece, llega en determinado
momento, como un regalo, como un don y no
como algo que se puede uno mismo inventar. Pero
también, y tal vez más importante, porque en este
fenómeno siempre está implicado/a otro/a; y con
las personas nunca se debe jugar ni experimentar.
Cuando sucede que alguien me enamora o
me encandila, que no es lo mismo, pero que en
.ilgún sentido puede producir similares efectos,
acontece algo sin duda maravilloso. Todo cobra
otro color, la vida se dinam iza, se despiertan nue­
vas energías, se experim entan sensaciones de todo
tipo que afectan al conjunto de nuestra vida, se
rec uperan las ganas de vivir, se adquieren nuevas
motivaciones, la creatividad se desata y se llega a
temperar la capacidad de hacer poesía, se m ira la
naturaleza y a mundo de otra manera.
I lay que decir que esta situación se vivirá y se
i* solverá de modos diferentes de acuerdo a mu-
• líos factores: a si lo que acontece es recíproco o
no (m utualidad de la relación), al grado de con-
vltt ión con que uno se encuentre respecto a su
o|u Ion por el celibato en ese momento, a la edad
• n q u e ello a c o n te z c a , al h e c h o de qu e h a y a sid o

I.» p r i m e r a v e z q u e a u n o le s u c e d e o n o , a la m a ­

llín i / ilei t iv o - s e x u a l d e las p e r s o n a s i m p l i c a d a s , a

I• m iih icn c ia m o r a l p e r s o n a l (m a r c o v a ló r ic o ) q u e

33
Luis C a s a l á , sm

“perm ite” o no tales o cuales manifestaciones con­


cretas de afecto, a la posibilidad más o menos real
de que lo que siento se transforme en un proyecto
de vida realizable.
El enamoramiento es una excelente ocasión
para reafirmar la propia opción, ahondando las
motivaciones que me han llevado a vivir mi se­
xualidad como célibe. Siempre exigirá un desga­
rram iento interior fuerte, en la medida que en
este momento la opción no se realiza genérica y
teóricamente, sino que se realiza en carne viva,
con el corazón en llamas. Como nunca se es cons­
ciente de lo que vale y de todo lo que supone
aquello que se dejó.
Pero son muchos los beneficios que deja en la
persona si se logra manejar bien la situación, e
integrarla en el conjunto de la vida. Por de pron­
to hay que decir que volver a sentir (para algu­
nos sentir por primera vez) que somos capaces de
enamorarnos y de enamorar, nos puede sacar de
cierto letargo afectivo, nos hace sentir más vivos,
aum enta la autoestima, nos descubre capacidades
y potencialidades muchas veces dormidas en el
fondo de nuestro ser.
Pero además, es una gran ocasión, - y aquí es
donde enamoramiento y encandilam iento se dan
la m ano - para la integración del ánim a o del áni-
mus, según sea el caso. Porque el otro, la otra,
34
¡S eamos claros y honestos!

despierta en nosotros y nos invita a potenciar o


desarrollar dimensiones de nuestra propia perso­
na, de nuestro lado femenino o m asculino, cuya
integración es indispensable en nuestro proceso
de maduración psicoespiritual.
Creo que a nivel espiritual, lo mismo que ha­
ber vivido experiencias de persecución permite
que muchos textos de la Palabra se enriquezcan al
descubrirse existencialm ente lo que ellos signifi­
can, igualmente la experiencia del enam oram ien­
to abre a poder experim entar existencialm ente el
amor de Dios en una nueva dimensión. Es esa
ilimensión mística, que muchas veces nos llamó
la atención y nos extrañó y pareció lejana, que
encontramos en el C antar de los Cantares o en
.ilgunas expresiones de los místicos, en las poesías
de san Juan de la Cruz. D ifícil entender este len-
l'.u.ije sin haber estado algún día enamorados.

/.1 importante tener en cuenta la provisoriedad d e


oías páginas
I llas responden a un cam ino, a una historia
v experiencia personal que tal vez es bueno com-
|Milir, pero nunca generalizar. Nuestro Dios Tri­
no, siempre sorprendente, va llevándonos a todos
»I*'mIc s u Amor hacia su Amor, por sendas nunca
ile,s. Ninguna historia de am or es exactamente
I|iimI . i otra. Pero cabe decir que hay algunas leyes,
35
Luis C a s a l á , sm

que él mismo ha inscrito en nuestra naturaleza y


que, normalm ente, él las respeta.
En definitiva lo esencial es que cada una de nues­
tras vidas sea una historia de amor y nuestra rela­
ción con él sea eso, ni más ni menos. De un amor
que abarca a todo el corazón, toda el alma, toda la
mente, todas las fuerzas. ¡Imposible si no hubo un
camino de integración de nuestra persona!
Si lo que has leído puede ayudarte a vivir con
más alegría y paz tu opción por vivir tu sexuali­
dad como célibe, y te motiva a ti también a com­
partir con otros/as tus propias experiencias, estas
reflexiones habrán logrado su cometido.

36
¡S eamos claros y honestos!

{ P ara la r e f l e x ió n y

EL E X A M E N P E R S O N A L Y C O M U N IT A R IO »

• “Es necesario que la VC presente al mundo de


hoy ejemplos de una castidad vivida por hom­
bres y mujeres que demuestren equilibrio, dom i­
nio de sí mismos, iniciativa, madurez psicológica y
afectiva ” ¿Cómo se manifiestan estas cualidades
en cada uno de los miembros de mi comunidad?
¿Va creciendo mi comunidad en equilibrio, ini­
ciativa, creatividad, madurez, naturalidad,...
en el ambiente, en las relaciones personales, con
los que nos visitan? ¿Nos “llevamos' bien con
nosotros mismos? ¿Y con los demás?
• Ante la cultura hedonista dominante, ¿cómo
vivimos nuestra afectividad/sexualidad?, ¿Con­
versamos con naturalidad de estos temas en
la comunidad? ¿Manifestamos nuestros senti­
mientos de alegría, tristeza, preocupación, afec­
tos, deseos, inquietudes...? ¿Los integramos a
la oración?
Hemos superado de verdad el dualismo cuerpo
(maJo)/espíritu (bueno)? ¿Tenemos integrada
nuestra persona como unidad? ¿Qué cosas del
i uerpo descubrimos como buenas? ¿Qué cosas
di I espíritu descubrimos como malas? ¿Qué co-
n . i s de nuestra persona y de la comunidad des­

ab rim o s como buenas y como malas? ¿Qué

37
Luis C a s a l á , sm

hacer para integrar cada día más mi persona y la


de mi comunidad?
¿Conocen mis hermanos la historia de mi vida?
¿Familia, nacimiento, pueblo, barrio, amista­
des, juegos, estudios, catequesis, mi vocación,
amigos, amigas, sueños, gustos, deseos, inclina­
ciones, etc.? ¿Conozco yo la historia de la vida
de mis hermanos? ¿Conversamos de esto con
los miembros de la comunidad?
¿Leo y descifro los mensajes que llegan desde mi
cuerpo, armónicos y disarmónicos? ¿Entiendo
el lenguaje de mi cuerpo? ¿Y el de los demás?
¿Aportamos a la com unidad, sociedad, los va­
lores típicos de nuestra sexualidad masculina
o femenina? ¿Tenemos la “mente de Cristo”
en nuestras relaciones con los demás? ¿Libres,
abiertos, entregados, generosos, cariñosos, ale­
gres? ¿Qué me dicen los que me conocen? ¿Qué
les digo yo? ¿Y en mi comunidad?
=}

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