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LA OBSERVACIÓN EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL DEL TRABAJADOR SOCIAL

Liliana B. Madrid

Introducción

El presente capítulo tiene la intención de involucrar a los estudiantes de trabajo


social en los aspectos constitutivos de la observación en la intervención profesional del
Trabajo Social.
Se estima importante lograr que alumnos y alumnas consideren que la observación
es una práctica que puede estar orientada por fines diferentes: investigación-docencia
(producción de conocimiento), intervención profesional (asistencia, gestión, educación) o
pre-profesionales (prácticas de formación académica). El objetivo es realizar un aporte con
el fin de superar cierto uso “mecánico” de la observación, para avanzar hacia una práctica
profesional en la cual la dimensión instrumental no quede aislada o desvinculada de las
concepciones teóricas, ontológicas y las opciones políticas. En este sentido, tal como se ha
planteado en el capitulo anterior, demanda adherir a la perspectiva ontológica donde las
preocupaciones metodológicas son determinadas a posteriori del objeto concreto
(Montaño, 2000)10.
Es necesario señalar que la observación es una práctica que, junto con otras tácticas
permite, a través de las sucesivas aproximaciones que el profesional realiza al objeto,
reconstruir las manifestaciones de la “cuestión social” en la vida cotidiana de las personas.
Implica superar el apriorismo metodológico y recuperar los aportes desarrollados en los
procesos de reconstrucción de la realidad a fin de contrastarlos nuevamente con la misma,
permitiendo el avance y síntesis en el desvelamiento de los procesos sociales. Se considera
que la observación no es técnica porque no existe control del objeto al cual aplicar métodos
y técnicas sino que se cuenta con conocimientos teóricos e informativos que permiten
intervenir, planteando tácticas y desarrollando estrategias. Al igual que las visitas
domiciliarias que se desarrollarán en capitulo siguiente, la modalidad de observación está
estrechamente vinculada a la posición ético-política, no hay posibilidad de intervención
neutra11.

Agnes Heller, elabora una visión sobre la vida cotidiana que —aunque sumamente
compleja— permite esclarecer las vías de acceso a la identificación de las mediaciones

10
Para ampliar véase capitulo desarrollado por el Lic. Manuel Mallardi.
11
Lo expuesto fue retomado del capitulo de la Dra. Andrea Oliva.

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entre los procesos universales y particulares. La autora explica —con el fin de aproximarse
a la subjetividad de los hombres en la vida cotidiana—, que los individuos desarrollan en
su historia un conjunto de actividades a fin de garantizar su reproducción que constituye
su vida cotidiana y, a su vez, posibilita la reproducción social. De este modo, cada hombre
particular concreto se reproduce de un modo distinto que sus semejantes, aunque en el
marco de su inserción en la división social del trabajo, lo que hace que dichas actividades
(comer, dormir, etc.) sean idénticas sólo en planos elevadamente abstractos.
Consecuentemente, la autorreproducción “…es, por consiguiente, un momento de la
reproducción de la sociedad” (Heller, A. 1977: 20).

La observación de las manifestaciones de la “cuestión social”

El término “cuestión social” tiene una historia de aproximadamente 170 años y


comenzó a ser utilizada en la tercera década del siglo XIX. Surge para dar cuenta del fenómeno
del pauperismo en el que se sumergió la población trabajadora en lo que se constituye como la
instauración del capitalismo en su fase industrial y competitiva. Si bien la desigualdad entre
ricos y pobres se observaba anteriormente, era radicalmente nueva la dinámica de la pobreza
que entonces se generalizaba. “La pobreza crecía en razón directa con el aumento de la
capacidad social de producir riquezas” (Netto: 2003, 57).
A partir de la segunda mitad del siglo XIX la expresión “cuestión social” se instala
en el vocabulario propio del pensamiento conservador. La “cuestión social” pierde su
estructura histórica determinada y es naturalizada. El enfrentamiento de sus
manifestaciones es función de un programa de reformas que antes que nada preserve la
propiedad privada de los medios de producción. Se desvincula cualquier medida tendiente
a problematizar el orden económico social establecido: se trata de combatir las
manifestaciones de la “cuestión social” sin tocar los fundamentos de la sociedad burguesa
(Netto, 2003).
Hoy, algunos autores hablan de la nueva “cuestión social”, pero los problemas
actuales, si bien no manifiestan explícitamente los rasgos propios del proceso europeo del
siglo XIX en plena revolución industrial, son producto de la misma contradicción. Lo que
diferencia los problemas del siglo XIX con los actuales es el menor grado de politización
de este último. “Cuestión social” no es sinónimo de la contradicción entre capital y trabajo
y entre fuerzas productivas y relaciones de producción sino de conflicto político,
determinado por esas contradicciones (Pereyra, 2003).

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En este articulo se entenderá que la
“Cuestión Social” debe ser aprehendida como el conjunto de las
expresiones de las desigualdades de la sociedad capitalista madura, que
tiene una raíz común: la producción social se hace cada vez mas
colectiva, el trabajo se torna cada vez mas social, mientras que la
apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una
parte de la sociedad (Iamamoto: 2003, 41).

Iamamoto (1997) aporta a esta reflexión aspectos importantes a considerar al


momento de aprehender la complejidad de la intervención del trabajo social en las
manifestaciones de la “cuestión social”. Destaca que pensar
…la práctica profesional como socialmente determinada apenas por las
fuerzas dominantes de la sociedad permitiría caer en una perspectiva
“determinista”, según la cual nada nos restaría hacer. Del lado opuesto,
se podría caer en una visión “heroica” de la profesión, cuando esta es
entendida apenas como referida a los intereses de las clases subalternas,
desvinculados de sus relaciones con el bloque de poder. En tercer lugar,
al considerar la práctica profesional como producto exclusivo de sus
agentes, desconociendo los condicionamientos históricos coyunturales,
se corre el riesgo de caer en una perspectiva “voluntarista” de declaración
de buenas intenciones, que serán subvertidas por la realidad de la
práctica. Por lo tanto, aprehender el movimiento contradictorio de la
práctica profesional como actividad socialmente determinada por las
condiciones histórico coyunturales, reconociendo que estas son
mediatizadas por las respuestas dadas por el colectivo profesional –
dentro de los limites establecidos por la propia realidad- es condición
básica para aprehender el perfil y las posibilidades del servicio social
hoy, las nuevas perspectivas del espacio profesional. Lo que define al
servicio social es la conjugación de esos factores contradictorios
(Iamamoto, 1997).

Margarita Rozas Pagaza (2001) entiende a la intervención como un campo


problemático en la medida que se constituye en el escenario cotidiano donde se objetivan
las manifestaciones de la “cuestión social” y que atraviesan la vida cotidiana de los sujetos.
Este punto de partida se diferencia de posiciones que entienden a la intervención desde una
perspectiva instrumentalista o de instrumentalización de técnicas.
La intervención no solo es la constitución de acciones diversas y
desconectadas, por el contrario debe estar fundamentada en bases
teóricas y metodológicas, que superen el carácter normativo e
instrumental de la misma. En esta perspectiva, el concepto de la
intervención en trabajo social es la conjugación del análisis del contexto,
concepto e instrumentos que tienen sentido en función de sus objetivos y
fines (Rozas Pagaza, 2001: 317).

La intervención profesional demanda a la observación, en tanto práctica que


consiste en utilizar los sentidos para indagar fenómenos, hechos o realidades sociales, la

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posibilidad de visualizar en toda su complejidad diversas manifestaciones de la cuestión
social.
Si bien la observación es una práctica que todos los hombres realizan existe
diferencia cuando se estructura desde el sentido común o desde un plano profesional.
Generalmente suele decirse que la primera esta teñida de las subjetividades de quienes
observan y también de quienes son observados, caracterizada por la ausencia de un marco
teórico previo que delimite la acción de observar y que no responde a preguntas o
cuestiones específicas fijadas con antelación. Por el contrario, pensar a la observación
desde el plano profesional señala el acercamiento a la realidad desde una posición definida,
fundamentalmente teórica. Implica una actividad deliberada y consciente, sistemática,
describiendo, relacionando, sistematizando y, sobre todo, tratando de interpretar y captar
significado. La observación se realiza en un marco de “desconfianza” de las propias
convicciones, dudando de ver lo que se ve, contrastando incesantemente datos con datos,
informantes con informantes, interpretaciones propias con ajenas.
Observar en trabajo social no presupone la existencia de un área específica de
intervención profesional, recortada de la totalidad social, como si los fenómenos sociales
se comportaran independientemente uno de otro. La observación en la práctica profesional
del trabajo social debe superar una realidad “recortada”, es decir, la construcción de un
objeto específico de intervención en “lo social” excluyendo de tal objeto los determinantes
económicos, culturales, políticos, etc. porque supone pertenece a otras esferas
profesionales.
Una práctica de estas características no superará la apariencia de los hechos y
tenderá a observar los procesos sociales como “cosas” y desarticulados de una estructura
más amplia. Conocer e interpretar la realidad demanda tener en cuenta las mediaciones
(Guerra, 2000) y no abstraer los fenómenos de las relaciones que los engendran. Caso
contrario, se desarrollará un proceso de naturalización de la realidad social segmentado en
esferas autónomas y considerando los fenómenos como evolución de la naturaleza y no
como construcción de los hombres, práctica considerada deshistorizada. Conocer la
realidad de esta forma condiciona las respuestas y lleva a cambios parciales de la misma
(Montaño, 2000).
La intervención estatal en la era del monopolio soslaya los aspectos económicos e
históricos propios del capitalismo, llevando la cuestión al terreno de las responsabilidades
individuales. Así, los problemas sociales:

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Asumen un carácter compensatorio, no dirigidas a asegurar derechos
universales, sino fundamentalmente como formas de regulación de la
relación capital-trabajo, formas indirectas de salario (ubicadas fuera de
la lógica del mercado y adquiriendo el status de beneficio o dadiva), que
permitan el mantenimiento y la reproducción de la fuerza de trabajo, así
como una forma de legitimación del Estado y de moralización de las
clases subalternas (Parra: 1999, 89).

La estigmatización de la pobreza y la marginación del pobre implican la destitución


de la ciudadanía económica y el cercenamiento del derecho a la libertad sustentada sobre
una concepción de la pobreza como condición de existencia del capitalismo, como un mal
necesario a la sustentación del régimen (Martinelli, 1992: 97).

Observar los fenómenos de la realidad social desde una racionalidad que supere la
segmentación, la naturalización y la dehistorización conseguirá distanciarse de respuestas
a la cuestión social que sólo se enfrentan en sus refracciones (Netto, 1997), sus
manifestación puntuales y superficiales, donde las causas de fondo son ignoradas y las
consecuencias observadas como causas.
La cuestión social es atacada en sus refracciones, en sus secuelas
aprehendidas como problemáticas cuya naturaleza totalizante, si es
asumida consecuentemente, impediría la intervención. De ahí surge la
categorización de los problemas sociales y de sus vulnerabilizados, no
solo con la consecuente priorización de las acciones sino sobretodo con
la atomización de las demandas y la competencia entre las categorías
demandantes (Netto: 1997, 22).

El trabajador social utiliza la observación en su práctica cotidiana, en el desarrollo


de entrevistas, visitas domiciliarias o la confección de informes sociales, fortaleciendo el
proceso de intervención y permitiendo el acceso a la información que los observados o el
contexto inmediato tal vez no expresan de manera directa. Esto implica que el desarrollo
de la observación en el ámbito profesional del trabajo social, para alcanzar el propósito de
su utilización, demanda un trabajo de orientación (objetivos), planificación, marco teórico
de referencia y exposición a criterios de veracidad, objetividad, fiabilidad y precisión. Este
proceso que envuelve a la observación pretende examinar a la realidad tal como ocurre sin
ningún tipo de interferencias, modificación o manipulación.
Lo señalado anteriormente demanda tener presente que quien observa es un actor
social. En ese sentido es necesario discutir la idea del observador como sujeto social e
involucra reflexionar acerca del posicionamiento que asume y en consecuencia las
definiciones que realiza.

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La observación implica un proceso de toma de decisiones. Esto señala que en
función de los objetivos no se observará “cualquier cosa” sino aquellos aspectos que
refieran al tema o problema en cuestión, tanto en términos de investigación o de
intervención y en función del posicionamiento socio-político definido. Indicadores
generalmente considerados en los informes sociales, cuya información proviene de la
observación, en muchas oportunidades son poco o nada significativos ante el problema que
motivó la realización del mismo se lo considere desde uno u otro posicionamiento. El
observar es una actividad social que en tanto practica conduce a considerar la actividad de
observar como una relación social y este aspecto influye en la formulación de las
interpretaciones que se realizan.
La observación no esta exenta de riesgos y peligros respecto a la plenitud y la
perfección de su recogida de información dado que muchos fenómenos no son observables
directamente y están latentes a niveles muy profundos. Por otro lado, también en algunos casos
el fenómeno a observar establece un vínculo emocional con el observador y éste pone en
marcha ciertos mecanismos que lo “ciegan” impidiendo ver lo que realmente existe o le “hacer
ver” lo que en verdad es inexistente. En este sentido, no puede desconocerse la relación cultural
entre observado y observador y el peligro de utilizar un planteamiento cultural propio y
distorsionar con él el conocimiento de la realidad, más aun cuando la noción de cultura que
puede prevalecer remite a un concepto jerárquico.
Es posible advertir que la observación de algunos aspectos representa la existencia
de prejuicios y valoraciones previas sin la información suficiente para realizar afirmación
de ese tipo. Observaciones que se realizan durante una entrevista en el domicilio de un
sujeto, que luego se ven reflejadas en informes sociales y refieren, por ejemplo, al orden
del mobiliario, el estado de conservación o las condiciones de higiene, remiten a
posicionamientos teóricos, políticos, culturales, aunque nada tengan que ver esos aspectos
con el motivo de la intervención.
Informes sociales que se realizan con el fin de solicitar el ingreso a determinado
programa alimentario para una familia deberían motivar la observación sobre aspectos
vinculados a los ingresos económicos, ocupación, cantidad de miembros de la unidad
domestica, tenencia de la vivienda (egresos por el pago de alquiler), situaciones de salud,
vinculación con organizaciones con servicios alimentarios y sus características, acceso a
planes y programas alimentarios -cantidad, calidad, frecuencia y particularidades- para
señalar los aspectos fundamentales que no pueden ser evitados en el proceso de

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observación. La situación de indigencia y/o pobreza se traduce para una familia en límites para
satisfacer, fundamentalmente, las necesidades alimentarias de la unidad domestica, por lo
tanto, estos aspectos señalados que marcan ingresos–egresos y posibilidades de alimentarse
tienen mas trascendencia que la observación sobre el mobiliario, su disposición en el hogar,
higiene, estado de conservación, artefactos que dispone en el hogar (heladera, TV, otros) o los
servicios particulares (telefonía, televisión por cable, etc.).

Observación y conocimiento

El problema de la construcción de conocimiento en las Ciencias Sociales es mayor


en comparación con las Ciencias Naturales, ya que el conocimiento esta determinado
socialmente y tiene validez en cierto contexto histórico-social.
En este sentido, es trascendente afirmar que lo objetivo (tanto en el desarrollo de
prácticas de intervención y/o investigación en el trabajo social) es la realidad social, la cual
no se termina de conocer en una única acción, sino que se utiliza el conocimiento y los
métodos previos para realizar nuevas aproximaciones que permitan profundizar los
conocimientos actuales. Así, la observación contribuye al proceso de conocer la realidad
social ya que permite, a partir de las potencialidades que los diferentes sentidos pueden
aportar, conocer aspectos constitutivos del objeto seleccionado de lo real que se desea
conocer. El criterio de verdad esta definido por la realidad, y no por el método que se utilice
para conocerla. Lo considerado “método verdadero” también puede derivar en
afirmaciones y conclusiones muy diversas en todas las áreas de conocimiento. “En el
proceso de intelección de la realidad hay mucho más que los principios metodológicos”
(Lessa, 2000: 200).
Al mismo tiempo, considerar el método como el criterio de definición de la verdad
termina por conducir a la concepción según la cual el objeto de conocimiento es una pura
construcción de la subjetividad. Por lo tanto, “lo que asumimos por realidad nada más sería
que una imagen creada por nosotros en nuestro propio proceso gnoseológico…” (Lessa,
2000: 200). La verdad significa también aceptar que ésta tiene que ver con algo mas que
el sentido común y que tiene que ver con grupos de sentidos mas intensos, de los que se
puede derivar un discurso que no se limite a duplicar lo existente, sino que conserve la
posibilidad de poder criticar (Villarreal Montoya, 2002).

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La observación en las prácticas de intervención y de producción teórica

La observación profesional es una práctica que se realiza en el marco de la acción


interventiva y, al mismo tiempo, es valida en las prácticas de producción teórica.
El espacio en el que se inserta el trabajador social para establecer vínculo con los
actores, mas allá de los diversos fines, se denomina campo. Este es la porción de lo real
que se desea conocer, tanto en el marco de prácticas de intervención o investigación,
mundo natural y social en el cual se desenvuelven los grupos humanos que lo construyen
y que esta definido por el profesional. Lo real se compone no solo de fenómenos
observables, sino también de la significación que los actores le asignan a su entorno y a la
trama de acciones que los involucra; se integran en él prácticas y nociones, conductas y
representaciones. También incluye, aunque entren en contradicción, prácticas, valores y
normas formales: lo que la gente hace, lo que dice que hace y lo que se supone que debe
hacer (Guber, 1994). El vínculo con los sujetos implica conocerlos, ubicarse en el espacio
y establecer rapport (confianza). Observar y crear rapport requiere necesariamente, en
muchos casos, establecer comunicación con el otro, y esto implicará desarrollar al mismo
tiempo otras tácticas de acuerdo a la estrategia.
El conocimiento critico que surge a partir del encuentro entre sujeto que conoce y
objeto estudiado no debe reproducir la separación profesional entre el denominado
“cientista” (el que conoce) y el que actúa (profesional de campo). En este sentido, es
necesario superar esta separación profesional porque la observación es igual de válida y
trascendente en ambas instancias: es necesaria para la construcción de conocimiento
teórico y situacional, sólo que tendrá funciones diferentes y responderá a necesidades
diversas12.
Conocer la realidad debe superar el desprecio hacia formas de conocimiento
consideradas no científicas por la academia que descalifica la actividad interventiva del
trabajador social. Al mismo tiempo, el trabajo social de campo también debe repensar lo
que identifica como investigación, sistematización de la práctica y diagnostico situacional,
porque la consecuencia es vincular a la teoría solo como un conocimiento instrumental a
partir de la práctica, descalificando la producción teórica de la academia.
Con lo expuesto, se intenta fortalecer la idea de que en el ámbito interventivo, la
producción de conocimiento teórico (científico) casi no es posible ni necesaria; en esta

12
Sobre las diferencias entre conocimiento teórico y situacional, véase Montaño (2003).

40
actividad es fundamental la apropiación de la teoría, como recurso explicativo de los
procesos sociales y la elaboración de conocimiento situacional con el fin de intervenir
critica y efectivamente en los procesos. Así, esta actividad no es subalterna de la actividad
“científica” sino que ellas se comportan como complementarias siendo igualmente de
importante. El profesional de campo no tiene porque ser subalterno del académico, y
viceversa; así como el conocimiento situacional no es menos importante que el
conocimiento teórico y viceversa (Montaño, 2000). Este posicionamiento respecto de la
observación en Trabajo Social refuerza la idea de superar el divorcio teórica-práctica e
intenta dejar de reproducir el concepto de que todo trabajador social debe, para ser critico,
elaborar conocimiento teórico.

Modalidades de la observación13

Pueden identificarse distintas modalidades de observación y su utilización debe


determinarse posteriormente a partir del objeto que se desea estudiar. Éste es el que debe
brindar el material para determinar fundamentos y categorías para apropiarnos de la
realidad en toda su complejidad. Realizar el ejercicio contrario supondrá identificar los
fenómenos sociales como cosas o fenómenos naturales, exteriores, superiores y anteriores
a los hombres (Montaño, 2000). Definir modalidades de observación en función del objeto
que se desea conocer permitirá aprehender la procesualidad, superar la superficialidad
aparente y la realidad fragmentada.
En principio, se identifican dos modalidades de observación:
Observación de la fenosituación14: implica el desarrollo de un comportamiento, el
cual puede considerarse discreto o cuidadoso por parte del trabajador social, con el fin de
conocer situaciones o hechos visibles de la realidad. Expresa el desarrollo de actividades
de observación consideradas visualizables de modo directo por alguno de los sentidos.
Implica percibir, por ejemplo, la disponibilidad de espacio físico cuando la intervención
refiere a una situación de hacinamiento, sin que esto demande preguntar a los sujetos, y
también indagar (probablemente fuentes secundarias) sobre la disponibilidad de servicios
en la zona ante determinados escenarios de salud.
Este tipo de observación tendría la oportunidad de revisar algunas características
de los servicios alimentarios de organizaciones cuando se evalúa el acceso a cantidad y

13
Resulta interesante complementar la lectura de este punto con los aportes realizados en por la Lic. Cecilia
Pérez respecto de los registros escritos en trabajo social.
14
Ver Artículo Mallardi en este texto.

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calidad alimentaria de un niño con diagnostico de malnutrición o la disponibilidad de
planes o programas alimentarios y las posibilidades de provisión que estos señalan para la
familia. La situación demandará volcar los sentidos hacia la visualización de las
características aparentes de la asistencia alimentaria tales como frecuencias de entrega de
los alimentos, criterios de acceso, cantidad y tipo de alimentos, entre otros aspectos
visualizables en la medida que exista conocimiento respecto de la política alimentaria
estatal y de otras organizaciones en la zona donde resida la familia o grupo sujeto de la
intervención profesional. Este tipo de observación puede valerse de diversos instrumentos
capaces de registrar información sobre el problema de estudio.
Observación del proceso: propone un observador cuya actividad se caracteriza por
extenderse en el tiempo pues implica cierto involucramiento con una familia, grupo,
comunidad o institución para desempeñar algunos roles dentro del conjunto, a la par que
ir recogiendo los datos que procura. Como ejemplo de este tipo de observación puede
señalarse la intervención sobre un escenario de salud-nutrición como lo es la malnutrición
en niños. Este implicará el desarrollo, al mismo tiempo de otras tácticas que permitan
advertir sobre concepciones acerca de la salud y la enfermedad, modos particulares de
crecer, adquisición de bienes con el ingreso económico del grupo familiar, definiciones de
quien compra, estrategias de supervivencia, acceso a servicios de salud y percepción de los
usuarios del mismo, entre otros. Esta información solo es accesible en el desarrollo de
estrategias y en este proceso se ejerce una observación que debe superar la visualización
de lo aparente en la búsqueda de lo latente.
Según los medios utilizados pueden diferenciarse entre observación estructurada y no
estructurada. La primera consiste en reconocer y anotar los hechos a partir de categorías de
observación poco estructuradas. La utilización de registros de información que no están
predefinidos otorga la posibilidad de apuntar diversos aspectos considerados pertinentes por el
profesional. Esto dependerá de su posicionamiento respecto del problema y las potenciales
líneas de acción, como así también el marco institucional en el que se encuentre y las
condiciones socio-históricas en curso. La observación deberá dar cuenta de la heterogeneidad
de la vida cotidiana en la búsqueda de lo potencialmente singular de la situación objeto de
intervención. Otorga una ventaja permitiendo la reconstrucción de la situación a partir de
aspectos que el profesional considera necesarios y pertinentes, pero al mismo tiempo estos se
corresponden con su lógica particular. El ejemplo de la indagación en los informes sociales
acerca de la existencia o no de determinados bienes y servicios en

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los hogares pobres tal vez se presente como válido para diferenciar una posición conservadora,
donde la revisión de algunos servicios probablemente definirá la asignación de algún recurso
de asistencia social en cuestión, y otras posiciones que revisarán, por ejemplo estrategias de
acceso y sostenimiento por las cuales disponen del mismo.
La práctica profesional también contiene un tipo de observación denominada
estructurada porque apela a procedimientos más formalizados para la recopilación de
datos, estableciendo de antemano instrumentos y formas de registro. Refiere a la utilización
de formularios que definen qué información será la necesaria para evaluar el acceso a
determinados beneficios, prácticamente sin opción a incorporar aspectos definidos como
pertinentes por el profesional interviniente.

Bibliografía consultada

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