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ANÁLISIS DEL POEMA DE WILLIAM WORDSWORTH

“ODA: ATISBOS DE INMORTALIDAD EN


LOS RECUERDOS DE LA PRIMERA INFANCIA”

El romanticismo inglés

Cecilia Ayala

Daiana Brach

Cátedra: Literatura Europea III

Docente: Pablo Solari

Sección Lengua y Literatura

Institución: Instituto Superior de Profesorado N° 4 “Ángel Cárcano”

(2018)
Introducción

El presente trabajo monográfico persigue el objetivo de exponer con claridad las


características generales del movimiento artístico literario denominado romanticismo inglés,
en particular, de la etapa que abarcó la Primera Generación Romántica, cuyo auge fue entre
los años 1798 y 1815. En esta ocasión, se dedicará una especial atención a una composición
poética de uno de sus exponentes inaugurales: William Wordsworth (1770-1850).
Este romántico inglés, evadido en el paisaje rural y el pasado histórico, contribuyó al
movimiento con poemas sobre la vida cotidiana y la naturaleza, y empleó un nuevo lenguaje
literario basado en el sentimiento y lo irracional, la subjetividad y la libertad del artista frente
a toda regla. El desencanto generalizado de los románticos con la organización social
posrevolucionaria se plasmó a menudo en la crítica concreta de la sociedad urbana.
Ahora bien, para el desarrollo de este trabajo se tendrá en cuenta la obra poética de
William Wordsworth titulada “Oda: atisbos de inmortalidad en los recuerdos de la primera
infancia” (1807), y se pretenderá responder al siguiente interrogante: ¿cómo expresa
Wordsworth en dicha composición poética la perfección de la naturaleza, y cómo pone de
manifiesto la categoría romántica de la fuga hacia el pasado, y el concepto de historicismo?
Para dar respuesta a dichos interrogantes, se considerarán algunos de los materiales de
la cátedra de Literatura Europea III, del año en curso, como “El romanticismo alemán y el de
Europa occidental”, de Historia social de la literatura y el arte. Desde el Rococó hasta la
época del cine (s.f.) de Arnold Hauser, como texto bibliográfico principal, cuyos aportes
resultaron de gran utilidad como apoyatura teórica para el fundamento del uso de las
características románticas que ya se mencionaron; “El romanticismo inglés”, artículo de Jaime
Rest que es parte del Tomo I: Romanticismo y Realismo, del CEAL (1969), de donde fueron
extraidos los datos contextualizadores de la vida y obra de Wordsworth que aportan al
análisis; y “Prefacio: el absoluto literario”, de Phillippe Lacoue-Labarthe y Jean Luc Nancy
(1978), que contribuyó a dilucidar los alcances de la imaginación del artista inglés desde las
características del romanticismo.
Con la pretensión de una presentación clara y ordenada de los modos en que se
manifiestan en la oda las diversas características del movimiento romántico en Inglaterra, se
presentará el análisis abordado por versos, referenciados numéricamente en concordancia con
el texto poético anexado. Por último, se expondrán las conclusiones a las que se llegarán
luego del abordaje pretendido.

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En la composición poética “Oda: Atisbos de inmortalidad en los recuerdos de la
primera infancia”, de Williams Wordsworth, se han tomado como ejes, o elementos de
fundamental significación romántica, la naturaleza, la fuga hacia el pasado, y el concepto de
historicismo.

Con respecto al título, paratexto esencial, el poeta inglés anticipa la temática de su


poema. En este sentido, al ser una oda se puede inferir que este subgénero lírico tendrá un
tono elevado o cantado, es decir, presentará una alabanza destinada a la primera infancia, y es
justamente por ello que se vislumbra su inmortalidad a través de los recuerdos. Ya en la
primera estrofa, Wordsworth comienza contrastando la visión del mundo del yo poético,
como niño y como hombre, creando una alabanza a un pasado perteneciente a una infancia
que ha quedado en el recuerdo. Esta especie de fuga en el tiempo posee estrecha relación con
las características del contexto al cual pertenecieron los artistas románticos, período que se
distinguió por las perturbaciones de una profunda transición.

Cabe recordar que, Europa estuvo dominada, hasta 1815, por las repercusiones que
dejó la Revolución Francesa y por la sucesión de guerras que se prolongaron hasta la caída de
Napoleón. Como consecuencia, se vivió un clima generalizado de intolerancia y decepción,
que ocasionó la explosiva atmósfera de 1830. “(…) la restauración que se proponían los
románticos- como todo intento de volver al pasado- estaba inspirada en una nueva
sensibilidad e irónicamente conduciría de manera inevitable a nuevos objetivos”. (Tomo I:
Romanticismo y Realismo, CEAL, 1969).

Debido a esto, el artista romántico realiza una búsqueda de la utopía en sentido pleno,
e intenta refugiarse en espacios lúgubres, como los sueños, los secretos, el inconsciente, lo
fantástico, la niñez, y su retorno a lo imposible de la infancia. A propósito, Arnold Hauser
(1978), vincula la producción artística a las diversas situaciones sociales, hace referencia al
renacer del romanticismo, al recuerdo del tiempo antiguo y al pasado como una preexistencia.

El romanticismo buscaba constantemente recuerdos y analogías en la historia, y


encontraba su inspiración más alta en ideales que él creía ver ya realizados en el
pasado (…) Recuerda el tiempo antiguo y pasado como una preexistencia (…) Es
innegable que la experiencia romántica de la historia expresa un miedo morboso al
presente y un intento de fuga al pasado. Pero nunca una psicosis ha sido tan fructífera.
A ella debe el romanticismo su sensibilidad histórica y su clarividencia y su agudeza
para todo, por lejanamente emparentado que estuviera o por difícil de interpretar que
fuera. (pp. 182-183).

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Es así que, de acuerdo con el análisis del poema escogido, se observa en los primeros
versos de la oda una comparación entre el pasado y el presente. Del verso 1 al verso 5
describe el pasado memorable, un paisaje que quedó atrás, lejano, colmado de gloria y
acompañado de buenas expectativas y sueños por cumplir. Mientras que, a partir del verso 6,
hasta el 9, a modo de comparación con lo ya vivido, ve un presente sin entusiasmo, descubre
que ya nada es ni será como fue. Es por ello que, el yo poético muestra su imposibilidad de
ver lo que antes vio, mediante la añoranza y la melancolía de sus versos. Destaca, entonces, lo
insignificante del presente cotidiano y lo demuestra a través del recurso de la interrogación,
utilizado en los versos 36 y 37, para hacer hincapié en lo que ha perdido a través del tiempo.

Del mismo modo, para enfatizar lo glorioso de este tiempo antiguo, en los versos del
38 al 41, asocia al nacimiento y al espíritu como estrella de vida, pero, que, sin embargo, son
solo sueños que han quedado en el olvido, y cuyo ocaso ha permanecido en otro sitio. En lo
que respecta a los versos siguientes, del 47 al 50, a través de una gran metáfora, compara a la
adultez con una cárcel que comienza a aparecer mientras el niño crece. En este sentido, se
observa a la niñez y a la adultez como etapas antagónicas de la vida y, por ello, esa magnífica
visión que circundaba en la infancia comienza a desvanecerse y a esfumarse en el devenir de
lo cotidiano del hombre, quien no es capaz de percibir la belleza natural.

Como todo romántico, Wordsworth se caracterizó por el culto a la naturaleza en sus


obras poéticas para sacralizar lo natural y encontrar la sensibilidad en los paisajes, como un
rechazo hacia el mundo burgués e industrializado que determinó este período. Cabe
mencionar que, este poeta junto con otros de su clase, como Samuel Taylor Coleridge (1772-
1850) y Robert Southey (1774-1843), fueron llamados “laquistas”, debido a que residían en la
Región de los Lagos, al norte de Inglaterra. Mientras ellos realizaban sus producciones, se
desarrollaba en Europa la Revolución Francesa (1789-1799) y, por sus consecuencias sociales
con ostentosos beneficios para la burguesía y la explotación de las masas empobrecidas, los
escritores ingleses, de principios del siglo XIX, comenzaron a expresar, por medio del arte, su
rechazo a esta sociedad burguesa e industrializada.
Por este motivo, el poeta inglés evoca las emociones originadas por la naturaleza y por
los hechos cotidianos en todas sus composiciones poéticas, reflejando, así, el misterio, la
emoción y la grandeza de lo natural.

Con el género, si podemos decirlo así, se conforma todo un clima Romántico -sobre
todo el que proviene de Inglaterra- es el paisaje frente al que se experimenta el
sentimiento de la naturaleza, o aquel de la grandeza épica, o ambos mezclados: ruinas

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en una naturaleza salvaje. Pero también es romántica la sensibilidad capaz de
responder a ese espectáculo y la de imaginar o mejor recrear- de phantasieren- lo que
evoca. (Lacoue-Labarthe, Nancy, 1978 s.p.).

En los versos 12, 13, 25, 32 y 33, a través del recurso estético de la personificación,
acentúa la sensibilidad especial por lo natural, y la capacidad de presenciar lo divino y
glorioso allí y en la propia de la infancia. Describe, así, un entorno sumamente bello y
romántico. Del mismo modo, muestra el espectáculo que brinda la naturaleza en los versos 19,
20 y 21, con imágenes visuales y sonoras que aluden a un paisaje íntegro, placentero y
colmado de regocijo. En este sentido, se observa que el autor no utiliza a la naturaleza solo
como un escenario para plasmar su arte, sino que en ella encuentra un fuerte simbolismo.

Por ejemplo, en el verso 16, donde metafóricamente se refiere al amanecer presenta el


sol como símbolo de juventud, de otro renacer, donde también la naturaleza resplandece.
Describe así el yo poético una naturaleza divina y se convierte en ese Dios que le da vida al
paisaje. Al respecto dice Hauser:

(..) ahora se descubre en la inspiración, por primera vez, una llama que se enciende
por sí misma, una luz que tiene su fuente en el alma del propio poeta. El origen divino
de la inspiración era ahora un atributo meramente formal y no sustancial; no trae el
alma nada que no estuviera ya allí. De este modo se mantienen ambos principios, el
divino y el poético-individual, y el poeta se convierte en su propio dios (Hauser. s.f.:
266)

Es así que, en toda su oda, el yo poético encuentra en los paisajes, las montañas, el
cielo, el sol, los valles, las praderas, los pájaros, etc. lo verdadero, lo que trasciende lo
meramente físico a través de su imaginación, sus recuerdos y pensamientos más gloriosos. Lo
natural, entonces, propio de la divinidad, resurge como medio para evocar diversos
sentimientos.

Aquí se realiza la siguiente observación, habida cuenta que el afán de los románticos
era desterrar lo propio del clasicismo, pusieron su propia marca en el lenguaje. Ya lo dice
Hauser (s.f.), que la conquista más importante de la revolución romántica fue la renovación
del vocabulario poético. Entonces, durante el período anterior:

Todo lo que sonaba a cotidiano, profesional, arcaico o dialectal estaba prohibido. Las
expresiones naturales y sencillas, usadas en el lenguaje corriente, debían ser
sustituidas por términos nobles, escogidos y “poéticos”, o por paráfrasis artísticas. No

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se decía “guerrero” o “caballo”, sino “héroe” y “Corcel”; no se debía decir “agua” y
“tormenta”, sino más bien “el húmedo elemento” y “el furor de los elementos”.
(Hauser. s.f.,: 215)

Se ejemplifica esta cuestión con los versos 28, 94 y 95, donde poéticamente se refiere a
distintos elementos de la naturaleza con un lenguaje engalanado, que no por eso deja de ser
sencillo y claro.

Sin embargo, esta visión de lo divino del pasado, de la infancia, que va perdiéndose
con la edad, prevalece y resurge en los recuerdos y permite regresar a ese estado mental. Así,
el poeta inglés acentúa este recuerdo en los versos 51, 52 y 53, con una exclamación dirigida
hacia la naturaleza.

Se refiere, también, a la mortal naturaleza del hombre, en relación con el tópico de


historicidad. El yo poético encuentra el ideal de felicidad y plenitud en el pasado y, este, a su
vez, impacta con su realidad que, en cierto modo, ve como un fracaso existencial. Por eso, en
los 69 y 70 reivindica estos recuerdos y los personifica como inmortales. Tal es así que
enfatiza que ni la indiferencia ni la condición de locura, ni la vejez, ni nada podría quitarlos de
su memoria, porque perduran con el tiempo.

En relación a lo anterior, Hauser plantea lo siguiente:

La imagen del mundo hasta el romanticismo era fundamentalmente estática,


parmenídea y ahistórica (…) La idea de que nosotros y nuestra cultura estamos en un
eterno fluir y en una lucha interminable, la idea de que nuestra vida espiritual es un
proceso y tiene un carácter vital transitorio, es un descubrimiento del romanticismo y
representa su contribución más importante a la filosofía del presente. ( Hauser, s.f.:
183)

Pues, entonces, la contribución filosófica más importante del romanticismo se basa en


la conciencia de que el mundo se encuentra en movimiento constante, no es eterno e
invariable. A propósito, Hauser también dice:

El reconocimiento de que hay una especie de destino histórico y de que ‘nosotros


somos precisamente lo que somos porque tenemos detrás un determinado curso vital’
es una conquista del romanticismo. Una ideología de esta clase, y el historicismo que
refleja, eran totalmente ajenos a la Ilustración. La idea de que la naturaleza del espíritu
humano, de las instituciones políticas, del derecho, del lenguaje, de la religión y del
arte son comprensibles sólo desde su historia, y de que la vida histórica representa la

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esfera en que estas estructuras se encarnan de forma más inmediata, más pura y más
esencial, hubiera sido sencillamente inconcebible antes del romanticismo. ( Hauser,
s.f.: 184).

En este eterno fluir de la vida, en los versos 91 y 92 se observa que, a pesar de que ese
resplandor de antaño se ha alejado, es necesario aferrarse a los pensamientos y recuerdos que
perduran, de acuerdo a lo que expresa el yo poético, demostrando que los recuerdos brindarán
la fortaleza necesaria para continuar.

Tal es así que, a partir del verso 84 hasta el verso 90, enuncia que aún sigue
identificándose con ese niño del pasado, todavía conserva el encanto de esos arroyos que se
agitan en los cauces, aun aprecia el brillo de los días, y agradece a la vida de tener la dicha de
seguir contemplándolos.

No obstante, cabe destacar el recurso de lejanía del que William Wordsworth hace
uso, como otra característica de los poetas románticos, que no puede dejar de mencionarse en
este caso, ya que aquella infancia a la que él se refiere, quedó lejos. En los versos 72 y 73
queda en evidencia “lo antaño”, tal como él lo expresa, y “nostalgia y dolor”, como lo define
Hauser a continuación:

Nostalgia y dolor por lo lejano son los sentimientos por los que los románticos
son desgarrados en todas direcciones. Echan de menos la cercanía y sufren por
su aislamiento de los hombres, pero al mismo tiempo los evitan y buscan con
diligencia la lejanía y lo desconocido (…) [Dice Novalis] todo se vuelve
romántico y poético “si se pone en la lejanía”, que todo puede ser romantizado
“SÍ se da a lo ordinario un aspecto misterioso, a lo conocido la dignidad de lo
desconocido y a lo finito una significación infinita”. (Hauser, s.f.: 190)

Entonces, con elementos suficientes para la formulación de conjeturas que se


aproximen a resolver las problemáticas planteadas, se procede a aventurar que, en la oda la
naturaleza es divinizada ante la mirada del artista, dándole vida, como un dios, inspirado en la
belleza del paisaje y alimentado por su imaginación, influenciado por el rechazo de las
consecuencias revolucionarias y del avance del industrialismo, lo cual generó nuevas
necesidades y promovió los conflictos ante el crecimiento urbano y la desocupación, en
contraste con el paisaje rural e idílico que Wordsworth describe bellamente en el poema.
Además, destaca diferencialmente otras características del romanticismo: como la fuga hacia

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el pasado, y el concepto de historicismo a partir del contraste entre la infancia que el yo
poético intenta revivir, y el presente que lo agobia.

Conclusiones

Para concluir, se parte de una idea que gobierna esta monografía, planteando como eje
central que Wordsworth poetiza la naturaleza, ya que la muestra a través de un lenguaje
familiar, directo, profundo y sencillo, con la bondad y la belleza que él mismo imagina a
partir de lo que ve. Se ha dicho en este trabajo que, como un dios, este poeta inglés le da vida
a la naturaleza, a partir de lo que Hauser (s.f.) como lo divino en relación con lo poético-
individual.
De este modo, William Wordsworth, como artista romántico, se caracterizó por el
culto a la naturaleza, destacando la sensibilidad de los paisajes, como un rechazo hacia el
mundo burgués e industrializado que predominó en el siglo XIX. Es por ello que, en la “Oda:
atisbos de inmortalidad en los recuerdos de la primera infancia”, evoca las emociones
originadas por la naturaleza y por los acontecimientos cotidianos, reflejando así, el misterio,
la emoción y la grandeza de lo natural. El artista acentúa la capacidad de admirar lo divino y
lo glorioso de la infancia y describe un bello entorno a través del recurso de la personificación
de la luna y de las cascadas. Presenta a la naturaleza como portadora de un espectáculo único.
En este sentido, se observa que el autor no utiliza a la naturaleza solo como un
escenario para plasmar su arte, sino que en ella encuentra un fuerte simbolismo, generando
una relación imaginaria hombre-naturaleza. Lo natural resurge como medio para evocar
diversos sentimientos y para contrastar con la artificialidad de la razón y el paisaje urbano.
En la oda, esta visión de lo divino está relacionado a un pasado, a la infancia, que se
aleja cada vez más con el avance de la edad, pero prevalece y resurge con los recuerdos,
aunque de manera fugaz. Así, el poeta inglés realza el recuerdo en oposición a la mortal
naturaleza del hombre, lo cual se relaciona con el concepto de historicidad planteado por
Hauser (s.f)
Por último, cabe aclarar que, abordando un solo escrito poético de Wordsworth, no
sería posible lograr resultados de más complejidad que a los que aquí se llegaron, pues el
artista cuenta con medio siglo de producción, lo que equivale a una vasta lista de escritos. Sin
embargo, a través de un buceo minucioso de los materiales bibliográficos referenciados y de

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la vida y otras obras de Wordsworth, se resalta la importancia otorgada a este artista como
uno de los principales precursores del romanticismo inglés por sus innovaciones, sobre todo,
en cuanto a la fuente principal de inspiración: la naturaleza. Asimismo, aportó emociones
sencillas, cotidianas y habituales; y dejó huellas con su desborde sentimental poético, a través
de la exploración de los paisajes, que supo utilizar como medio de lucha en un contexto de
crisis social y política, en pleno siglo XIX.

Anexo

Oda: Atisbos de inmortalidad en los recuerdos de la primera infancia (1807)


(Fragmento)
I

1. En otros tiempos, prados, bosquecillos y arroyos,


2. la tierra y las visiones cotidianas
3. me parecía
4. nimbados con el celeste resplandor,
5. la gloria y la lozanía de un sueño.
6. Ahora ya no es lo mismo que antaño:
7. dondequiera que me vuelva,
8. así en la noche como en el día,
9. ya no me es dado ver lo que antes vi.

II

10. Surge y se disipa el arco iris,


11. la rosa es bella,
12. la luna con deleite,
13. contempla en torno, si despejado está el cielo;
14. en una noche estrellada, los destellos
15. son límpidos y hermosos;
16. el resplandor del sol es un glorioso nacimiento;
17. yo sé, empero, donde quiera que vaya
18. que un resplandor ya se extinguió en el mundo.

III

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19. Ahora, mientras los pajarillos entonan alegres melodías
20. y los corderitos brincan
21. como si danzaran al son del tamboril,
22. solo a mí me invadió una sensación de pena:
23. una queja me brindó oportuno alivio
24. y ya la fortaleza recupero.
25. Desde la sima, resuenan las trompetas de las cascadas,
26. una pena mía no volverá a enturbiar la primavera.
27. Oigo los ecos retumbar en las montañas,
28. los vientos llegan hasta mí desde praderas de ensueño
29. y el mundo íntegro se torna placentero.

IV

(…)

30. ¡Oigo, oigo, oigo jubilosamente!


31. Pero hay un árbol, entre muchos, uno
32. una única pradera que yo había contemplado:
33. ambos evocan algo que se ha perdido;
34. a mis pies, el nomeolvides reitera
35. idéntico recuerdo.
36. ¿Adónde ha huido el resplandor visionario?
37. ¿Dónde están ahora la gloria y el ensueño?

38. Nuestro nacimiento sólo es sueño y olvido:


39. el espíritu que surge con nosotros, estrella de nuestra vida,
40. en otro sitio su ocaso ya tuvo
41. y desde lejos llega.
42. Ni en entero olvido,
43. ni en total desnudez
44. sino arrastrando nubes de gloria, provenimos
45. de Dios, que es nuestro hogar.
46. ¡El cielo nos circunda en nuestra infancia!

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47. Sombras de cárcel comienzan a cernirse
48. apenas el niño va creciendo;
49. pero él ve la luz y ve su fuente
50. y con júbilo la contempla.

(…)

IX

51. ¡Oh júbilo, saber que en nuestras brasas


52. hay lago que perdura,
53. que la naturaleza aún recuerda lo que fue tan fugaz!
54. al pensar en mis años transcurridos, entona
55. perpetuas bendiciones, y no por aquello
56. más digno de alabanza:
57. placer y libertad, la fe sencilla
58. de la niñez, calmosa o alterad, cuando la reciente esperanza aun anida en su pecho;
59. no por eso entono
60. un cántico de encomio y gratitud:
61. canto a estos primeros afectos
62. y a esos borrosos recuerdos
63. que, sean lo que fueran,
64. aun son manantial de luz de nuestro día
65. y faro de nuestra entera visión, que nos elevan, amparan y tornan
66. nuestros años bulliciosos en momentos en el ser
67. del eterno silencio: son verdades que despiertan
68. para no morir jamás,
69. que ni la indiferencia, ni los locos extravíos,
70. ni el hombre, ni el joven, ni lo hostil a la alegría
71. pueden por completo abolir o aniquilar.

72. Pues, aunque el resplandor, tan radiante antaño,


73. se aparte para siempre de mi vista,

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74. aunque nada pudiera restituir
75. a la hierba su esplendor y su gloria a las flores,
76. no he de apenarme, más bien
77. hallaré las fuerzas en lo que aún perdura:
78. La primigenia simpatía
79. Que, habiendo sido, debe ser por siempre,
80. Los apaciguadores pensamientos que nacen
81. Del humano sufrir;
82. La fe que transpone la muerte,
83. Los años que traen consigo la reflexiva mente.

XI

84. Me gustan los arroyos que se agitan en sus cauces,


85. me gustan más ahora que cuando yo brincaba como ellos;
86. el inocente brillo del recién nacido día
87. aún me encanta;
88. las nubes que se agrupan en torno al sol poniente
89. reciben sobrios matices de aquel ojo
90. que siempre vigila nuestra humana mortalidad.
91. Otra etapa se ha cumplido y nuevos lauros se adquirieron.
92. Gracias al corazón mortal que nos da la vida,
93. gracias a su ternura, alegrías y temores,
94. la flor más humilde, al abrirse, puede brindarme
95. pensamientos a menudo demasiado profundos para el llanto.

William Wordsworth

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Bibliografía

Hauser, Arnold (s.f.). “El romanticismo alemán y el de Europa occidental”, en Historia social
de la literatura y el arte. Desde el Rococó hasta la época del cine. (pp. 178-244).
Debate.

Lacoue-Labarthe, Phillippe; Nancy, Jean Luc (1978), “Prefacio: el absoluto literario”, en


L’absolu littéraire. Théorie du romantisme allemand. Paris. Éd. du Seuil.

Rest, Jaime (1969). "El romanticismo inglés", en AA.VV. Historia de la literatura mundial.
La literatura del siglo XIX. Tomo I: Romanticismo y Realismo (pp. 49-71). Buenos
Aires: CEAL.

Wordsworth, William (1968) “Oda: atisbos de inmortalidad en los recuerdos de la primera


infancia”, en Los románticos ingleses. (pp. 29-37). Buenos Aires: CEAL S.A.

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