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*939
Primers edición española. 194c
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Versión española
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FONDO DE CU LTU RA
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N O T A D EL T R A D U C T O R
las páginas del libro, que se mantienen de continuo vivas, llenas de ingerencias.
La cohesión del libro y la soltura en el manejo de los materiales sor. sus ma
yores méritos. El projesor Shotwell, que se cree un historiador científico en el
sentido más estricto, pone un calo: de comprensión en sus páginas, ¿esarrolla
en ellas una riqueza intuitiva, que le convierten en ese artista siempre Lítente en
los grandes intérpretes de la historia.
Ei profesor Shotwell representa con exactitud unos ideales que ahora ve
mos sacudidos hasta lo más hondo. Cree con fervor en el progreso científico y
en sus resultados en los estudios históricos de la última centuria, con ven fervor
lar. grande que tal vez le hace insistir demasiado, a nuestro juicio, en ios defec
tos y limitaciones de los historiadores antiguos; pero la agilidad de ac espíritu
le hace también estar en guardia contra esta actitud, y así nos dice, al hablar
de ¡as limitaciones de Heroaolc, que tal vez las que hoy consideramos supre
mas normas científicas sear. tomadas por épocas posteriores como punios de
vista toscos e imperfectos, tanto como lo fueron los del Padre de la Historia.
Este sentido profundo ¿e ia historicidad, este relativismo de las perspecti
va5. este esfuerzo de compre-visión ¿e las mentalidades de ¿pocas y culturas pa
sadas, son calidades valiosas del profesor Shotwell y de su libro. que no sola
mente viene a llenar un hueco en la producción historiográjica de habla espa
ñola, sino que también, por la variedad y la riqueza de los temas q&s aborda,
puede servn ác punto de partida y de orientación para las investigaciones kis-
tonográficas, llamadas a ocupar un puesto de preferencia en el repertorio de
los temas históricos en nuestros días.
Ramón IG L E S IA
P R E F A C IO
to ocasioné, ¿e escaso empleo une vez pasado el examen. Por este, el peisjesor
Rc-binsor. y sus colaboradores los profesores Edwará P. Cheyney y Dona M u íi-
ro, de la Universidad de Pennsylvania, comenzaron la publicación de urr.c pe
queña serie de manuales titulada Translations ana Rcprints froan thf Chazina! .
Nade podría haber estado más lejos de las primitivas intenciones del autor que
escribir una historia de la historiografía antigua, cosa que este libro .aparece ahora en
parte. Pero la falta de una exposición de conjunto satisfactoria cite abarcase todo ti
campo ce la antigüedad, nos llevó a ampliar el tema y el comentario critico hasta que
¡a obra adquirió su forma presente. Reconozco con franqueza que el tema tratado co
rresponde por derecho propio al historiador de la antigüedad, pertrechado debbiameli!)
no sólo con losclásicos y ¡as lenguas de! Asia occidental, sino también con la erqueo-
logia y cienciasafines. Si alguien así hubiera hecho el trabajo, este volumen se huí-mu.
quedado reducido a! único capítulo primeramente planeado; .por tanto, el historiado'
ce la antigüedad, que señalará aquí, sin duda, ia intrusión de un profano, lume et.
parte ia culpa de lo ocurrido, ya que la falta del libro que ¿l debería haber ha ho
es la que ha motivado la preparación de éste.
Si e! hacer un libro así era ya urna cosa aventurada, las circunstancias en om ,,
preparó para la imprenta le hicieron aun más aventurado desde cí punto de vista
tífico, pues fu¿ preparado a ralos perdidos, cuando la ocasión lo permitía, en meda,
de otros trabajos de índole totalmente distinta, y que ¡levaban consiga grava nipón
labilidades. Una parte de é! fue escrita durante viajes por Europa, sin m¿<libro', ,
los que podían colertene en bibliotecas locases o los ette codia llevar conmigo;
parte está sacada de fragmentos ce lecciones universitarias dadas tiempo atri,, -,
otra estotra ya preparada como una simple introducción a unas selecciones de fuente,
Esto explica, aunque no disculpa, algunas irregularidades en la manera de tratar ¡(„
asuntos, insuficiencias en ¡as notas bibliográficas, - también tí empleo er, muchos t'cs-.u
ce las traducciones ¿e extractos ave encentraba a mano. Si hubiera existido ¡e pcidi
lidad ¿e dar una serie de traducciones ilustrativas del texto por separado e in ».»tu*,,
estos extractos no hubieran aparecido er. la Introducción. N o obstante, por lo genera',
un i-.gero examen podrá descubrir como un sucedáneo de las bibliografías er. ia>. r. ,,¿
que van ai pie, o er, la referencia a algún manual amplio que sirva de punto ¿-
ttda indispensable para continuar ei trabajo en cada caso.
}A M ES T . S H O T W E L l
PRIMEE... =~£Tr
C A P IT U L O I
D E F IN IC IO N Y O B JE T O D E L A H IS T O R IA
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O C asta hace muy poco la histeria, no ha tenido historiadores. Se han escrito
histerias ce casi todas las otras materias cabidas y por haber, de i?, literatura,
de la hlc*soría, de las artes y de las ¿encías, y. sobre toco, de la política. Pero
hasta hace muy pocos años, con excepdcn de algunos libros didácticos, ia historia
de la historia ha quedado sin escribir. Clío, aunque es la más vieja ce las M u
sas, ha estado tan ocupada averiguando ei pasado de sus hermanas que: se ha
olvidado del suyo propio, y parece ser que sus mismos lectores se lo han pre
guntado raras veces. Todavía hoy la denominados "historia de la historia”
dice muy poco a la mayoría de la gente, que parece adivinar en esto algún
tema académico enojoso, para el cual no debería haber tiempo libre en un
mundo atareado; cuando en realidad es la parte de la historia subsana que
primero debería dominarse si sé quiere aprender a juagar el valor del testa.
La razón principal de este -estado de cosas es probablemente la que .aca
bamos de indicar. C lío era una Musa. La historia ha sido considerada por
lo general como una rama de. la literatura. Los historiadores, como maestros
de estilo o ce imaginación creadora, colocados junto a poetas y dramatur
gos. en. vez, de considerárseles como simples historiadores, con un arte y una
denda propios. Tucíáides ha sido leído por k belleza de su griego. T ito Livio
por ia de su latín. Carlyle aparece en ios repertorios bibliográficos al. -kác de
Ruskin, el artista que manejaba la palabra como un pincel D e vez en cusa-
do han aparecido estudios de crítica histórica sobre ios ''grandes maestros” e
investigaciones sobre temas concretos. Pero en tanto que La historia íu é con
siderada como una parte de ís literatura, su propia historia no pudo escri
birse, porque el redescubrtmiento del pasado es ciencia y arte a k vez.
16 HISTORIA DE LA HISTORIA
o los hechos mismos. Decimos cue Cromwel! "hace iiisioiia” aunque nunca
escribió una línea de ella. Decimos incluso que el historiador se limita a re
latar la historia que hacen monarcas y hombres de Estado. La historia en
estos casos no es, evidentemente, el relato, sino La materia que espera ser rela
tada, Se ¿a igual nombre al objeto del estudio y al estudio mismo. La con
tusión es lamentable. Según sabemos, la sociología se ocupa de la sociedad;
la biología, de la vida; jpero la historia se ocupa de la historia! Parece un
juego de palabras.
De los dos significados, el más amplio es relativamente reciente. La idea
de que los hechos y las personas sen históricos por alguna cualidad que les es
propia, aunque nadie ios naya estudiado ni escrito acerca de ellos, no se ¡es
había ocurrido a los antiguos. Para ellos la histeria era lo otro, la investiga
ción y el relato, no la cosa que había de estudiarse o relatarse. Hasta los tiem
pos modernos los hechos mismos no fueron denominados historia. La historia
de un pueblo significó en su origen ia investigación y el relato de un histo
riador, no la evolución de la nación. Significó un trabajo que se ocupaba del
rema, no eí tema mismo. Y éste es, tanto lógica como históricamente, eí em
pleo más correero de ia palabra. Las cosas no son nunca históricas en sí mis
mas. Pueden ser perpetuadas tan sólo de dos maneras: c corno parte del pre
sente en continuo movimiento, como las instituciones, el arre, la rienda, etc.,
cosas permanentes o universales; o en aquella reconstrucción imaginativa que
es misión especial ce] historiador.
H ay cue insistir en esta distinción si hemos de tener una idea ciara sobre
la historia ce ia. historia. Es evidente que con esta designación empleamos
"historia” únicamente en su sentido original y más restringido,.Nos ocupa
mos de los historiadores, sus métodos, sus materiales y sus crohlnaas, y no
con ios llamados ' autores di historia” , excepto en calidad de materiales para
el historiador, no con batallas y constituciones y hechos ’ 'históricos” por s;
reino. Bemlseim (cap. i, ¡.ce. 5) insiste en introducir una cerceta categoría, el conoci
miento c estonio ae ia historia, cae no es ni los Lechos ni su p resentación artistici),
sino !s ciencia ae ¡a investigación (Geschiehtsv isscnschaft). H ay a~r. sugestiva anto
logía de dermi rione? en F. j . T eggart, Prolegomeni io History (Prolegómenos a ia
historia) ( í q i <S), parre m . see. 1 . Véase también J o h a n H u i z i n g a , ''U na definición
de¡ concepto de nisiortf’ en R. Khbsnsicv y H. J. Patón, tá s. Philosophy and Histom :
Essays Presented te Ernst Cassirer (Filosofía t Historia: Ensayos ofrecidos a Ernst
Cassirer) (1936/, pp. 1-10.
HISTORIA DE La HISTORIA
i8
Y conforme la naturaleza -de sus fenómenos se nace más clara para ellos, se
hacen clics mismos m is y más históricos. Los más amplios aspectos históri
cos de la física y de la química a que acabamos de aludir, son asimilados por
el astrónomo, mientras que la "historia natural” en el viejo significado del
término, es el dominio especial del geólogo y del biólogo. Entre ellos y los
historiadores ía conexión se va haciendo directa y fuerte; y hay mucho a fa
vor de la aíirmadón de que. canto por su obra como por su influencia, el más
grande de todos los historiadores ha sido Darwin.
Pero si la historia en sentido objetivo no es todo lo que ha ocurrido, ¿cuán
to es de lo que ha ocurrido? La respuesta a esta pregunta ha dependido ge
neralmente del punto de vista de los distintos historiadores. Todos están dt
acuerdo, por ejemplo, en que el termino "historia” debería limitarse a los
hechos humanos. Y, sin embargo, ía definición nc puede ser tan estrecha,
porque el cuerpo y ci espíritu del hombre pertenecen al mundo animal, y tie
nen antecedentes que llegan mucho más allá de los confines de la. humani
dad, mientras que el medio natural de la vida — alimentos, clima, habitación,
etc.— es parte también de- la historia humana. Si tratamos de limitar aun
más el término a algún tipo determinado de actividad humana, como, por
ejemplo, la política, dejamos fuera campos en los cuales ía expresión del
espíritu humano ha sido con frecuencia de importancia mayor, ios de la cul
tura y las ideas, la literatura, el arte, la ingeniería, la educación, la ciencia
o ía filosofía. ¿Por qué no, pues, evitar confusiones aceptando como histo
ria todo el pasado de la humanidad?
Seto parece haber un requisito indispensable: los datos deben conside
rarse como parte del proceso -de! desarrollo social, no come hechos aislado..
Porque hechos históricos son aquéllos que forman parre de la gran corriente
de relaciones mutuas que es el tiempo.
Esta es todavía historia en el sentido objetivo, el campo que el historia
dor puede llamar suyo propio. Pero una lectura cuidadosa dé nuestra d e fi
nición muestra que hemos ya llegado sin notarlo & considerar la historia en
ci sentido más genuino de la palabra, como la obra del historiador, ya que es
la. actitud adoptada respecto al hecho la que en álam o término -determina
si ha de ser considerado como histórico o no. Ahora Bien, ¿cuál -es, en resu
men, esta acritud histórica? Consiste, como ya hemos indicado, en vti las
cosas en relación con otras, tatito en e! espacio como en el tiempo. La bio
grafía, por ejemplo, se convierte en historia cuando considera al individuo
20 HISTORIA DE EA HISTORIA
La misma palabra "Listarla” * nos viene de estos ionios dti siglo vi, y es
el nombre que dieron a su hazaña. N o significaba un relato sino la busca del
conocimiento y de la verdad. Era para ellos lo que la filosofía fué más tarde
para los atenienses o la ciencia para nosotros. E l historiador era el indagador
crítico. Heredero tenía tanto de investigador y de viajero como de narrador,
y la investigación de toda su vida era "historia” en su dialecto iónico." Y , sin
embargo, el mismo Herodoco indica que e! término puede también, ser apli
cado al relato que ia investigación ha hecho posible,4 no al cuento ingenuo
del narrador faite de critica, claro está, sino a la narración del tipo que él
y sus colegas juiciosamente indagadores podían elaborar. Hasta Aristóteles/’ v
más en especial hasta Poifbio/ nos encontramos el término aplicado defini
tivamente al producto literario en vez de a la investigación que le precede.
Desde Polibio hasta ios tiempos modernos ia historia (latín historia) ha sido
literatura. Es una coincidencia extraña pero feliz que cuando el investigador
científico de hoy retoma de ia literatura a ia ciencia, de escribir libros a
descubrir hechos, vuelve no del campo sino hacia el campo de la historia, tal
como era entendida la palabra por aquellos predecesores de Herodoco, pan
quienes todavía Ja ciencia apenas sí era un sueño, una aspiración.
1 Aristóteles. Retórica, iib. iv, cap. i, sec. 8 (cf. nota en «s. E. M . Cope y J. E
Sandys); Poética, cap. o.
* P.oiibio, Historias, iib. i, cap. 30.
HISTORIA D i LA HISTORIA
A-«-
historiadores eco» una materia definida, sino que, gracias a ios resultados
de sus labores oscuras y pacientes, ha trazado casi el perfil completo de núes
tra evolución. Impartía!, inhumana casi en su fría imparcialidad, sopesando
documentas, acumulando pruebas, señalando la falsedad dondequiera qu se
decubra, s a que importe la creencia venerable que caiga con ella, recon*
tro ye con infinita precaución el roto mosaico del pasado, no para enseñóme»-
leodooes ni para entretenemos, sino simplemente para cumplir ia demanda
del espíritu tíenriísco: encontrar la verdad y exponerla.
Es esta historia científica — esta moderna realización de la vieía histeria
griega— la que isa motivado el desarrollo del grupo de ciencias auxiliares
(entre las cuales la arqueología es la más notable) que han extendido s i
objeto de ia historia mucho más aBá de los simples testimonios escritos u ora
íes. El avance en este sentido durante los siglos xix y xx ha sido una de las
más grandes hazañas científicas de nuestra época. El abismo que separa la
historia ac Egipto cel F'roí. Breasted de la escrita por Heroáoro apenas si
g .t una medida parcial de semejante hazaña. Gracias al mecanismo de que
anora dispone, el explorador científico puede descubrir hoy más historia cr
los montones de desperdicios enterrados en el desierto que ia que podía obte
ner el más grande viajero de la antigüedad de ix>ca de los sacerdotes c<
Tetas.
Esta, historia de la historia científica, desde los griegos hasta nuestros
días es, por lo tasto, e! hile centra! de nuestro relato. Peres ur adecuado
tratamiento histórico de ella no debe limitarse estrictamente a ella sola.- In
cluye también las producciones precientíficas y [35 subsiguientes no cientí
ficas. Todas- ellas pertenecen, más o írsenos, a nuestro tema. D e hecho, cr.
tanto que muestran aígán indicie claro de ese sentido de deoendejicia muñí.';
entre los acontecimientos que antes hemos destacado, son historia, ganando
el puesto por su arre ya que no por su ciencia. N o se cebe omitir, por ejem
plo, la obra de los monjes medievales, aunque registraban acontecimientos
imposibles en anales solemnes sin el menor sentido del absurdo, v aunque
individualmente son ios últimos en merecer el título de artistas. Porque te
nían, después de todo, una visión del proceso de la historia, visión que era
esenckimente artística. .La épica cristiana, en la que transcribían sus prosai
cos renglones, era ur, producto de arte tan genuino como la griega c la babi
lónica. aunque sólo Is imaginación complicada de la fe religiosa podía el?.
HISTORIA DE IA HISTORIA
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sus datos han incluido todo lo que ha pasado por la conciencia de! hombre,
dejando su reflejo o abrasando con su herida. Sus hilos se han roto, se han
cruzado, se han perdido. Su pauta no puede ser descifrada más allá de unos
miles de años, porque, al principio, la lanzadera del tiempo rompía al tejer
la tela de la vida social, y tan sólo podemos sospechar por los girones y des
garraduras las fuerzas que actuaban sobre ella. Lo que sí sabemos, sin. em
bargo, es que, aunque la historia misma, en el verdadero sentido del término,
no se inició sino a medio camino en el proceso de la evolución social, cuando
la memoria colectiva era ya continua, cuando los hechos notables se regis
traban en monumentos, cuando el espíritu crítico trabajaba va — en suma,
cuando la civilización había comenzado— , no obstante, la historia prehistó
rica tiene un interés mayor que el simplemente especulativo; porque la civili
zación siguió la pauta comenzada para ella, y la antropología nos ha mos
trado cuán absurda ha sido nuestra interpretación de lo que el hombre civi
lizado ha estado pensando y haciendo, mientras hemos ignorado su prepara
ción no civilizada, ancestral.
CAPITULO II
L A IN T E R P R E T A C IO N D E L A H I S T O R I A 1*3
si gigante o cuyo Robín H ood no son interrumpidos una vez tras oera por la
curiosead insatisfecha: ¿por qué la mata de habas creció tanta? ¿por qué
Juan 3 t*ería trepar? ¿por qué Robín Hood vicia debajo ce un árbol del
bosque? Muchos Herodotos paternos han naufragado es semejantes aguas.
El pnhiema del filósofo o del científico es el mismo que el nlamsado por el
niño. El drama de la historia se desenvuelve ante nuestros ojos en corma más
sobria: nuestro Robín Hood se convierte en un GaribalaL nuestro Juan que
mató al gigante, en un Napoleón: pero también tenemos que preguntar cómo
la fortuna y el g e n o se combinaron de tal modo que colocaron a Italia me
ridional en manos ¿el uno, y a Europa a los pies del otro. N o solamente es el
problema e! mismo, sino que lo contestamos del mismo modo. A qu í en segui
da to m o s una pista para explicar la naturaleza de la interpretación. Porque
todo el mundo sabe que se responde a los porqués del niño contando otro
catas». Cada relato es, en suma, una explicación, y cada explicación un re
lato. La disculpa del niño que liega tarde a la escuela es que ne ha podioo
encontrar su gorra. No ha podido encontrar su gorra porque estaca jugan
do es el pajar. Cada episodio ha sido una causa y cada causa san episooio
en su biografía. De manera análoga, la mayoría de las -sazonas que damos
para nuestros actos señalan simplemente un hecho o una candieren del estado
de cosas que es en sí mismo una nueva página de histeria. Por último, no
obstante, liega un momento en que el filósofo y el niño se sopasen. La his
teria no son sólo tes hechos. Es la manifestación de la vida, y cetras de cada
hecho hay algún esfuerzo de la inteligencia y de la voluntas, sskntras que
dentro de cada circunstancia existe algún poder de estimulo o de obstruc
ción, De aquí cue se acucia a la psicología y a la economía para, explicar los
hechos mismos. E l niño queda satisfecho si se le. explica la carraca de N apo
león con la palabra "genio” , pero esto simplemente: inicia el pcasicroa para
el psicólogo. El niño que rodos llevamos centro atribuye la derrota a las hon
donadas de W aterloo, pero el economista nos recuerda el Sistema Continen
tal y la revolución industrial que hicieron W aterloo pesióle-
El proceso de la interpretación de la historia, por lo tarta, implica eí
obtener ¡o más posible de la historia, la psicología y la economía: — emplean
do el término economía en su más amplio sentido, como ta base material
efectiva de 1.a vida— . Esto no llega hasta las causas finales, eternamente. Deis
que el universo siga siendo un enigma. Los teólogos y los meta.tari.cos son los
únicos que tratar, de ocuparse de las causas finales como metzt finales. Ei
LA INTERPRETA ClÓN DE LA HISTORIA 29
los lobos, y los propios nervios bastan. Pero el colegio sacerdotal convierte los
espantos de la noche en materia de 5a historia, y siglos después de oue los lo
bos aulladores Han desaparecido de las marismas en torno a Roma, la ciudad
acaricia, hasta el fin de su historia, el mito de su fundación.
Los hombres primero cuentan historias. Luego piensan sobre ellas. Así
pasaron los antiguos de la mitología a la filosofía.. Pero la filosofía es pala
bra muy amplia. Para algunos de nosotros significa la crítica penetrante de
las cosas fundamentales. A otros les parece un galimatías de irrealidades,
í-ero sea lo que sea ahora, la filosofía entró en el mundo antiguo como cien
cia, como análisis crítico, y la historia no era sino otro nombre para ella.
La "encuesta'’ de aquellos logogtaphoi ionios que comenzaron a examinar
Homero en el siglo vi a. J . C-, desafió e interpretó el mito. Así. a través de
toda su historia, k historia ha exigido de quienes la estudian más la negati
va que la aceptación, el escepticismo antes que la fe, a fin de que la histeria
de los hombres y de los imperios sea algo más que un mito. Pero la tenden
cia. a creer y a aceptar ha sido grabada con tanta fuerza en nosotros por pr*
dones colectivas inmemoriales que pocos son los que se han elevado a la inde
pendencia de iuido que fue el ideal de los griegos. La crítica, en ei oler.o
sencido de la palabra, es una interpretación. Desechar una historia quiere
decir que se elabora otra en su lugar. Establecer que ciertas cosas no ocurrie
ron porque ocurrieron otras. A sí los griegos rectificaron los mitos, y al ha
cerlo, hicieron la historia más racional. Los hombres ocuparon más espacio
en ella y ios dioses retrocedieron.
Pueden distinguirse dos fases de la interpretación filosófica de ¡a hi«.io
na, aquélla en que la filosofía es en realidad una teología, y aquélla en que
es ciencia natural. En la primera fase estamos todavía cerca de¡ mito. El
miro atribuye la causa de ios hechos a un misterio de cualquier índole, de,
dados, demonios, ios hados, la fortuna. La filosofía primitiva continúa estos
supuestos, que invaden también ¿a mayoría de las antiguas historia.-, Ei mis
mo Pediría, testarudo, hombre de mundo de gran experiencia, no puede
atribuir por entero a causas naturales ei engrandecimiento de Roma. La for
tuna, la diosa voluble de César, tenía algo que ver en ellos, basas qué pumo
sería difícil decirlo. T ito Litio aceptaba de lleno esta filosofía mírica; cada
desastre tenía su portento, cada triunfo su presagio. Esta era la filosofía
práctica de todos, excepto de los escasos pensadores reposados cuyo escepti
cismo entró en la segunda lase, y que recorrieron todo el camino desde c!
36 HISTORIA £ £ XA HISTORIA
ser «elaborados. Puede trazarse desde San Agustín a Bossuet una serie casi
ininterrumpida de interpretaciones teológicas. Pero algunos, pot ¿o menos,
de la generación que escuchó a Bossuet, iban a contemplar también cómo Bo-
lingbroke y Voltaire aiilaban las armas para el ataque racionalista
Ahora bien, ¿cuál es la debilidad de la interpretacicn teológica cíe la his
toria? Es de la misma índole de la que hemos apreciado en el mito. La inter
pretación queda por completo fuera de la historia. Admítase todo lo que pos
tula la teología, que Roma cayó e Inglaterra ascendió, que América fué des
cubierta, o quedó tanto tiempo sin descubrir, porque '’Dios lo quiere” . Esto
no aumenta en nada nuestro conocimiento del proceso. Satisface tan sólo a
quienes creen en un calvinismo sin restricciones, que son cada vez únenos.
Si el hombre es un set libre, aunque sólo lo sea en grado limitado, puede
encontrar e! sentido de su historia en la historia misma, el único sentido que
tiene algún valor como guía de la conducta o como productor de la luz sobre
sus actos. La investigación inteligente tiene campo kbre dentro de un uni
verso cuyos límites se amplían sin cesar, en el que la naturaleza y no lo sobre
natural ofrece sus fenómenos a un estudio paciente.
Este estudio paciente, sin embargo, no se había hecho todavía cuando los
deístas del siglo xvnr atacaron la estructura teológica, y su filosofía comparte
hasta cierto punto la debilidad de la antigua por su ignorancia de los hechos.
La ley natural pasó a ocupar el puesto que antes tenía la Providencia con sus
intervenciones; ¡2 historia se convirtió en un proceso elaborado por las fuer
zas de la naturaleza en movimiento uniforme, inquieto pero continuo, incon
tenible, inevitable. El proceso comprendía a toda xa humanidad; nada de
pueblo elegido que supusiera injusticia para los no elegidos: nada de milagros
perturbadores de ís armonía de la naturaleza. Esto era ya un progreso hacia
una futura comprensión, porque concentraba la atención sobre la naturaleza
y (-1 sistema evolutivo, pero en sí mismo arrojó escasa luz sobre el- problema,
porque no explicaba los ¿etalies. Donde mejor st ve su iracas;? es donde
aventuró hipótesis con m is aplomo, en su manera de tratar ia religión. N o
les iba bien a los ruóse:o; admitir que la religión — por lo menos ia del npo
antiguo, histórico— era ella misma una de las leyes de la naturaleza, im
plantada cr, ia humanidad desde un principio. Por consiguiente, para ellos era
una creación de loe sacerdotes. N o podía caber negativa más categórica para
sus pretensiones. Y sin embargo, las viejas teologías han probado desde en
tonces acá que tienen por lo menos tantos derechos naturales en la sociedad
LA INTERPRETACIÓN DE LA HISTORIA 39
dades se adaptan ai medio; por esto el medio las moldea a su imagen. Así
pues, la índole de la ludia por la existencia, de la cual surge la inteligencia,
está determinada por las condiciones materiales en las que se empeña.
Esto es bastante inocente. Podría haberse esperado que los filósofos aco
gieran de buen grado la importancia que ios nuevos pensadores daban a la
parte que les faltaba en sus especuladones. Porque no cabe pasar por alto
el hecho de que las influencias del medio sobre la seriedad habían sido igno
radas en gran parte c totalmente antes de que la era científica nos forzase a
fijar la atendón en el manda Pero no ocurrió así. Los hábitos dogmáticos
estaban demasiado arraigados. Si se pretendía que el medio material podía
determinar el carácter del drama ce la historia, ¿porqué no había de poder de
terminar si iba a haber drama o no? Hubo extremistas por arabos lados, y ia
batalla fue tremenda: el realismo y el nominalismo redivivos. U no tenía que
ser, o un hegeíiano, armado de punta en blanco, juramentado, como un ca
ballero para la defensa del derecho divino de ia Idea, o un materialista
regicida con un credo calvinista de la irreligión. E! resultado final fué que
la opinión que cada uno se formaba del adversario los desacreditó a ambos
Las filosofías de la historia terminaron por estar tan desprestigiadas como
el materialismo que ellas combatían.
Ahora bien, la interpretación materialista de la historia r.o implica nece
sariamente que no haya más que materialismo en el proceso histérico, como
tampoco la teología implica que no exista más que el espíritu. Será usa no
vedad para algunos saber que éste era el punto de vista del más famoso de
fensor de la interpretación materialista de la historia, H . T . Buckie, cuya
History o f Civilizetion m Englead (Historia de ia civilización en Inglaterra)
{1857-1861) fue el primer intento hecho para determinar las influencias del
mundo material sobre la formación de las sociedades. Todo el mundo ha. oído
hablar de cómo Buckie desarrolló, con gran acopio de ejemplos, la impor
tancia decisiva de la alimentación, del suelo, y del -aspecto general de ia natu
raleza. Pero pocos parecen haber leído lo que dice, porque de hacerlo hubieran
encontrado que concede a estos tres tactores una influencia cada vez menor
a medida que ia civilización avanza, y que, cor. visión casi hege liana, asig
na a la mente ¿a definitiva supremacía. Dice claramente que "el avance de la
civilización europea está caracterizado por una disminución de ia ict lacada
ce las leyes físicas y un aumento de la influencia, de las leyes mentales” , y
que "¿a medida de la civilización es ei triunfo de ia inteligencia sobre ios
HISTORIA DE LA HISTORIA
P R E H IS T O R IA : E L M IT O Y L A L E Y E N D A
mera vista., puede parecer un criterio muy poco adecuado, yz que las inscrip
ciones suministran, incluso ai arqueólogo literario, tan sóío una débil perdón
¿e las fuentes con oue construye su relato. Pero er. realidad es ce lo más ter
minante que cabe. Marca la división entre las posibilidades del relato referen
te a personas determinadas y los vagos movimientos ce ios pueblos; en una
palabra, la división entre lo particular y io general. Pero hay más todavía:
solamente la escritura, entre rodas las fuentes de ía historia, conserva los acon
tecimientos Los monumentos proporcionar, tan sólo alusiones y referencias
a ellos. Los círculos Ge menhires de Stonehenge indican oue hubo una vez una
tribu numerosa que concentró sus energías para llevar a cabo una gran obra.
Pero no sabemos qué tribu era. ni tampoco qué motivo, religioso o monumen
tal, produjo esta concentración de energía. Todo lo oue tenemos es la obra.
Los propios dibujos, a menos que lleven alguna palabra o signe, no perpetúan
acontecimientos precisos. Los bisontes dibujados por ios hombres cri paleo
lítico pueden ser símbolos mágicos o recuerdos de caza; pero co hav manera
de saber cuál gc las dos cosas. Ei jeroglífico, que es mitad pintura v mitad
escritura, puede disponer su sucesión de símbolos de modo tai que. poniendo
muchos juntos, resulte una especie de relato a manera de película. Pero úni
camente la escritura, ese instrumento m óvil adecuado a! hecho cambiante,
puede registrar los motivos » ocuparse con k acción: y éstos son ios temas
propios de k historia.'
Eí campo dr la prehistoria se une con e! de la historia mecíante la arenco-
logia, que trabaja con celo impardal en ambos, ausquf coa métodos ¿ b -
• iiiii l"n fl campo prehistórico, puesto que faltar, jos documentos, ia arqueo-
lt ij ».• pi«rdi tan so io verificar sus conclusiones por medio de la comparación
ili luí trvos de Las culturas ce pueblos desconocidos con los productos ce cul-
m u i ««, «imitares tie la actualidad. Este es el m étodo comparativo ce la antro-
' »|«mpi , de Ir. aplicación del método comparativo por los primeros antro-
' r ■ un)-..nados ce una critica penetrante de jehn Dewey. véase V i’. I. T homas .
/•■ •••< / • Sccud On.cinr .Fuentes para ei estudio de ios oríeenss sociales),
1 "l'iiii. .- pnr'i • "V id a mental y educación” . U na extensa bibliografía va
*' . tu «i,, i-n. L»s numerosas obras de Frar.z Boas, así como las de sus pritne-
• iln» pfi.poraouan orientación. y ejemplo er, el empleo de ios métodos ccv
"*"■« «i. antropología.
PREHISTORIA: EL MITO Y LA LEYENDA
53
den incluso ser comprobados por los hechos, y resultar ciertos; pero el histo
riador no debería confundir su carácter. Si su entrenamiento en el método
histórico le ha servido de algo, no debería perder de vista el hecho de que los
fenómenos no son nunca exactamente los mismos fuera de su circunstancia,
porque la circunstancia forma parte de ellos. El significado de una institu
ción depende no tanto de su existencia o de su forma como de su empleo.
N o obstante, dentro de limites amplios, y usado con la debida cautela,
el método comparativo puede proporcionar una historia antropológica del
mundo prehistórico. Puede sugerir maneras y costumbres, e incluso — que es
io único cue nos concierne aquí— una visión de la mentalidad de pueblos
que no han conservado su prepk: historia, porque, de un modo general, las
reacciones de todos los hombres en circunstancias similares sos parecidas.
Las narraciones del México antiguo se parecen a las de la antigua Babilo
nia. Los héroes realizan casi las mismas hazañas a través de todo el mundo
serntsalvaie, modificadas tan sólo por las condiciones locales, y los miste
rios de las asambleas olímpicas son revelados en términos identificadles.
Fi termino mito se emplea aquí cor. el sentido preciso de un relato cue canacas
elementos sobrenaturales. Se usa también en inglés er. sentido amplio para designar
tccc el marer-a? legendaria. Les cien»píos citados en e; £>keio»iatie de O xiord se r e a
tan a i comentario acerca de 1: imprecisión d t ideas qut hay en este terreno. Los capí
tulos oasicos sobre mitología ce! libro de E. E. T rio s;. Primitive Culture (Cultura
primitiva j , aunque publicados er, 1671, son todavía dignos de leerse a este respecto
N c obstante, ceedc aquellos días ce iniciación, la antropología h-i llenado con sis
materiales bibliotecas enceras.
HISTOEjA DE LA HISTORIA
M
...... .. #,4 n,-ii*tura1rk La explicación de tsto residí en la. tendencia de! salvaje
. lUtm i¡. uium a todo lo que 1c rodea. E l crepúsculo y las nubes, el fuego.
«I , |Ua Hi,< corrí, las cuevas oscuras, los animales, las cosas o las personas
i mi. qu< sorprende su fantasía y queda incomprendido, a? apto para
........... . rri "presencia’'. en un algo misterioso que reside en ese dominio
•HnlkU .1 1« l.<- cosas sor. fastas c nefastas por derecho propio, sagradas o
■ "-M i... y i, Misn cc modo irresponsable, o, en todo caso, más allá de la
lii" . »„..,,..,1 »ir .. limpie conducta humana. El mundo está tan lleno de es-
■ • "-»«i iiuíin uncí: que incluso las narraciones de hechos de La vida diaria
* ,,, (tuiMir primitivos contienen la cantidad suriciente de mito para re-
I* ■ ,i ... plati' rr. una sociedad racionalista- "Y sin embargo, pueden ser
■ • • -i. "'.i. • •••.‘adera!. — verdaderas para las experiencias de su: autores y
> irpitcr, su relato— .
•I ...... t i común de semejantes mitos es el que ofrece al espíritu de!
• i*i. • grande aventura, eí mito del origen de las cosas. Todos los
■ m i »u versiones del Génesis. Ls curiosidad cue le incita a uno a
1 ■■ « ««•»tu* termina el relato no es menos ávida por averiguar cómo tm-
' ...... .. < pueblos distintos han vivido en condiciones análogas, las
*"••• « su? mundos similares son sorprendentemente parecidas. Pue-
j i *i r, pocos elementos de i libro hebreo ce los orígenes gracias a
" •'■ !'■ mundo salvaje. Pero éste es un problema ¿emasiadu complejo
• ainítórico para que nosotros lo analicemos aquí er. detalle.
• "ii i' i ' i ! mito es un mundo del milagro, er. el rúa! los dioses e inclu-
if transforman ante nuestros ojee, conde, como en un país de
'' ’ . los animales habían, los espíritus invisibles se oven entre el rumor
*"" I<>» árlvoies aprisionan a las gentes, r la berra se las traga. Tan
■ • ni n '. «odas estas cosas ai hombre rivíliraác. que mensa que son
•' <•'■ ii esfuerzo de invención consciente, de la capacidad poética que
■ : o. en ios pueblos primitivos. Peto, por grande que sea e! papel
'• ’ * |‘ *i l.i fantasía rr. los espíritus sencillos, el mito es rara vez, o nin-
• " .»• i»*i- drl esfuerzo individual, consciente, resultado a t una ejepe-
' 1 * 'li'dfl de la inteligencia inquisidora. Es más bien -1 botín de la tribu.
1 I" " i i m *le averiguaciones inmemoriales. El Hechicero o e¡ sacerdote puede
' ' inuolofías v transformarlas, como el poeta puede desarrollar episo-
•' *" M'in.iii* en su leyenda, pero la esfera ce su imaginación creadora nada
1 . tii de libre en el sentido en que Platón pensaba de su libertad.
p r e h is t o r ia : el m it o v la ley en d a
55
Por ejemplo, cuando Homero hace que Atenea tome ia forma ce una colon-
crina no está inventando como pueda haberlo hecho Kiplíng en Los Ubres de
le selva virgen. Atenea, u otra dios?, parecida, se había estado transformando
durante siglos antes de que Homero incorporase el episodio milagroso en su
relato."
En realidad, lo que más sorprende a quien estudia las mitologías, es la
pobreza, y no la riqueza, de la imaginación primitiva. La imaginación tiene
que emplear los materiales de la experiencia para construir sus creaciones, pot
muy fantásticamente que pueda combinarlos, y como la esfera de la expe
riencia dei hombre primitivo es mucho más reducida que la del civilizado
ios mitos que registran estas creaciones, corren por cauces relativamente es
trechos. H ay temas comunes que uno encuentra repetidos, cor detalles cas;
lactíficos, en ¿as tribus mas apartadas, no sólo er. ios mitos cid origen dei
mundo sino en acontecimientos rales como las guerras en ti cielo y les dilu
vios sobre la tierra, y en ios héroes universales que matan dragones, desafiar;
gigantes y salvan a ios débiles mediante proezas y milagros. Artes los antro
pólogos trataban de remontar estos mitos hasta una fuente común, conside
rándolos como una prueba dei origen único de las distintas culturas eme los
conservaban. Pero anora se ha visto que no es necesario la existencia ele seme
jante historia común. La guerra de los dioses en que las divinidades benéfi
cas de la luz y la vida derrotan a las fuerzas demoníacas del mal y del caos
fue un tema autóctono en muchos lugares fuera de las cuencas c.:i N iio y
de! Eufrates. Mitos como ios de M arduk y Horas íucron independientes
entre sí; porque el dios sola: representaba el triunfo del orden y de la vida
sedentaria cuando los primeros agricultores comenzaron a -roturar ios eriales.
a desecar ios pantanos, y a arar ios campos. En una palabra, la historia de
los dioses no fue más que un reflejo de las actividades de la sociedad que los
produjo. En este sentido son una especie de reflejo deformado, divisa, de
la historia, que preservan er. un medio contorsionado, pete vivido, algunas5
5 Un contraste más preciso podría citarse entre ig hatada de Atenes ce! Olíame-
(Hieda, cauto iv, versos 75 ss.) y ia descripción en Mi;con de ía caica de Satán
La descripción át Homero está rasada en ía caica de las estrellas. "Com o un astro
que el hijo de Creaos el artero envía en presagio a los marineros o a ios combatiente#
ot- un gran ejército, astro resplandeciente riel que irradian chispas por miliares, er.» se-
mejante forma se lanza Palas Atenea sobre ia tienta . . . ”
Tales portentos proporcionaban inevitablemente el símil.
HISTORIA DE LA HISTORIA
I»' 'ti uwtr\ dr la historia genera! oe un pueblo. "E l mito es la tdsroria ce sus
uutorr», no la de sus personajes; refiere las vidas, no ce héroe; sobrehuma
no», uim de naciones poéticas.” c
'•»í( origen social y esta autoridad— del mito, que no erzittye la posi-
lol'Jud di creaciones individuales y modificaciones esporádicas, nos permite
i oreprender dos cosas que de otro modo dejarían perpleio a quara se ocupara
*1* m mentalidad primitiva. fcn primer lugar, ese reino del misterio no es
rii'erwnrr.ir misterioso. tes tan parte de ia naturaleza como Lr- demás. Esto
que «1 salvaje nc nene conciencia de que cruza barrera? al pasar de
1«» ir.il a lo imaginario. En segundo lugar, la creencia soda! er. ¿.l relato ¿a a
m i * r p l raciones, en cierro moda, la fuerza de una sugestión ce u uamraíeza
i i-nú, v así se imponen al espíritu con el sentido de las cosas ranales e inevi-
1 »f.i nor lleva en seguida a un hecho más vital para ia hismma de k his-
ii**irf uiir iikío ci contenido de ios mitosi ia tendencia a creer. —~~á bien cue
um. m inicresc por la suerte de los dioses, pero es impío querer saber cerní-
»■ :i> *. rica de ellos. Esta acritud religiosa de aceptación es grandemente res-
I* " ’w b i por ios absurdos cue los mitos contienen, ya crué no es conveniente
i l iM.no los cánones dei sentido común. Pero su significación se extiende
o :«o in..*. allá ce ios limites del mito y de ia prehistoria. Es rodsvía. a aes-
|wi!io «Ir! crecimiento de la crítica y de la ciencia, la actitud ordinaria del
le míiir comente. E! primer impulso al oír un relato cualquiera es aceptarle
««>• ni verdadero.' a menos cue contradiga en sí mismo lo que va ha sido
11 u. o parezca implicar semejante contradicción. La credulidad es una acti*
luí natural del espíriru; la critica es una de las más ¿iridies adquisiciones
Mr ! . i. luirá. Ln importancia de este hecho proporcionara aigur.es de ios re-
iii- principales del razonamiento que sigue.
I .. credulidad del primitivo, sin embargo, tiene más excusa cuc la nues-
11. |'inane el primitivo tiene una diferente apreciación oe los sachos. Nos-
vestigios ác¡ pasado persistían, teniendo menos cié historié. para ios crecentes
que ios escuchaban que para el moderno historiador, quien, al no considerarlos
como manifestaciones sagradas, está libre para traza tsus orígenes humanos.:r
Pero si existe un aspecto divino en el mito, también existe un aspecto hu
mano, y conforme el primero tiende a disminuir o caminar, excepto cuando
está incorporado al ritual y conservado por ios sacerdotes, el segundo, el as
pecto humano, se desarrolla, principalmente gracias a los postas, hasta conver
tirse en ese precursor de )a historia que es la leyenda. Los dioses todavía van
y vienen, siguen celebrando sus asambleas, y parecen desbordar la débil volun
tad ce! hombre: pero, en realidad, los seres humanos son lo?, héroes sobre
quienes se concentran el interés del relato y la simpatía dt los oyentes-, y hasta
los mismos dioses renuncian a su divinidad siempre que io exigen las con
diciones de ia historia.
N o es posible establecer limites precisos entre el mito y la le venda, por
que los mitos entran a formar parte de todas las narraciones primitivas. Sin
embargo, podrá aclarar nuestro examen el considerar como leyendas aquellos
maros que elevan al primer piano el tema humane. Lo legendario- pues, está
entre lo mítico y lo histórico. Según acabamos de ver. e! mito io penetra,
y proporciona ampliamente el elemento dramático, los cambios bruscos, h s
tapidas sorpresas, ia justicia que sigue las huellas del crimen, el hado que
permanece al ionao, y se burla, y es quien mueve los hilos. A sí. con fre
cuencia, como ocurre en Homero, Sa leyenda parece ser en gran escala la
ancruc Egipto), (trac. 1804). p. 553. U n conjuro para los inseadit« rué evidentemen
te' tomado ce una invocación de Iris. ¡a ¿losa de la magia, pidiendo is aveca de Ho-
rvs: "H sjc mío, Horas, arde la montase, no hay agua si!:, yo no estoy allí, coge aguí,
ae ia orilla del río para apagar el fuego/' En relación eos esto deberá recordarse cae
L recitación de ios nombres ce Sos dioses, coa tocios su? atributos, en r; conjuro o k
oración, implicaba una cierta cantidad de saber mitológico.•*
•* Aunque a© sea más que ¡a persistencia de un solo nombre divino, puede ¿.1- h
clave de grandes acontecimientos; las imágenes ac los dioses, las vestiduras y orea-
meatos sacerdotales, pueden conservar vestigios arcaicos que descubren n i ciñas perdi
das ¿c historia. N o necesitarnos salinos de ios rituales judío y cristiano para ver ¡a
persistencia de semejantes restos de! pasado. Todo el calendario de las fiestas reliirio-
sas es un recordatorio ac ia historia sagrada, j . T . S hctwell, "El descubrimiento ¿«1
tiempo” , ea The Jourrutl o j Ph'áosophy, vol. >21 (1015), n¥ te . La reiisúón ha de
mostrado ser ei rr.ás grande depósito de los usos pasados; pero su servicio a ia histo
ria c< el ce un archivero social, más que el de un historiador social.
(.o HISTORIA DE DA HISTORIA
•lr|Mwi(AMM tic i mito, a pesar de todos sus intereses humanos. De hecho el poe-
1«, Ir /oh de ser un audaz innovador que desvía francamente la mirada coiec-
•i<.1 i'l mito, «.-s, en realidad, un conservador de lo ene, en otra íorma, esta-
' *i v.< , achicado. Ei antiguo relato adquiere a sus ojos una especie de sanri-
iliii! que es c! paralelo secular del carácter sagrado que tenía dentro de la
religión.
I n lus creaciones ingenuas de la épica primitiva este papel rundantentai
ih li>» dioce! se ¿2 por descontado; pero una vez que los poetas inician su tra-
I propio de creación consciente en el dominio de la imaginación, su verda-
'l'i.i «,-titud hacia el mito se pone de manifiesto. Solamente La existido un
C'iio porta c!i' espir.ru cien tífico libre de trabas, Lucrecio. iJor lo demás,
i mi hasta hoy, ia mitología del mundo ha sobrevivido en la poesía. Y no
drjnrbt a un lado todo esto como un juego de la fantasía pura, hn
»"'* »Jad de fe. Dante o M illón pueden inculcar al mundo sus sistemas cos-
II■*11. ’»i111- ern tanto éxito, por lo menos, como los teólogos, incluso en los
•Im* dr Goethe la filosofía de la vida no perdió nada por ser expresada áelí-
I" i no jinrntr dentro de los contornos de Sos antiguos mitos populares, y las
: •111 • iones trenos despiertas ponían encontrar más que un símbolo en la
hiMn! . ,itf Fausto. La poesía, en una palabra, puede hawrr tendido un puente
• *•! mito *. ia historia, pero su conexión cor. la or.La más alejada no ha
» i. ti urca, v aunque el pensamiento investigador del mundo civilizado
I i i i'u.mu - c! rúente a la conquista de la realidad, retiene todavía su antiguo
•«ráete».
■ i leyendas, pues, mientras están conservadas por ¡os portas., no señalan
» u un:: s.-ia etapa del avance hacia ia histeria. La poesía, come va indi-
' i •• Lucídidej, es instrumento poco adecuado para narrar te* hechos. Su
' r . <ir otra índole. La belleza o el poder, la fuerza y ia vibración emo-
" ■ i ii sus aspiraciones, ? para lograrlas rechaza is realidsc monótona y
i1'»vi»,!>ir. Sus elementos mídeos son los que menos engañar., pues a sus he*
• humanos se Ies asignan papeles imaginarios; sus nozan as st realizan en
1 1 11 c.ui'o di La fantasía, y. desde siempre este mtinQo. de un moco o ce otro,
' ' do el mundo de lo irreal. Lo; guerreros homéricos, por ejemplo, emplean
11» urinas de bronce de una época va remota en los cías en que ios poemas
' trotaban. Además, el bardo exagera o deforma su relato para agradar
•u auditorio, lo cual quiere decir que cada saetease ante u cue se recita
liu’ tnhin en é' modificaciones. Así pues, aunque muena parte ce un pasado
PREHISTORIA: EL MITO Y LA LEYENDA 6t
primitivo nos ha sido entregada en la épica, en la balada, y en las leyendas
folklóricas elaboradas poéticamente, estas creaciones artísticas pertenecen más
bien a la historia de k literatura que a la histeria de la historia propiamente
dicha.
De todos modos, el poeta primitivo, lo mismo que el sacerdote, conocía el
saber de su tribu. Era tenido en gran estima, no como la persona que simple
mente divierte, como era el juglar errante de épocas posteriores, sino como
un sabio que conocía las relaciones entre los dioses y los hombres, y que podía
sacar suficientes lecciones del pasado para satisfacer las prédicas morales de
un Cicerón o un Cartyie primitivos. Puede haberle faltado la historia en
el verdadero sentido de la palabra, pero conocía a! menos la filosofía que
enseña mediante la experiencia. Porque la parre más importante de su rela
to ie venís de ia tradición, en contraste cgr la parte que él mismo inventa
ba. El primer requisito de un bardo era tener memoria, más que imagina
ción. La imaginación llenaba los huecos, pero el pasado suministraba el tema.
La historia legendaria se conserve gracias a esta tradición oral N o existe,
naturalmente, otra manera de conservaría entre pueblos preliterarios o ile
trados. Pero su amplitud, y la relativa confianza que puede otorgársele, son
•fuente de admiración inagotable para ei historiador. Porque las sociedades
Iletradas, cuantío están abandonadas a sí mismas, sin íes procedimientos mo
dernos pata la conservación deí recuerdo, suplen k 'falta de la lectura con
una amplificación casi increíble del poder de ia memoria. N o es el barco solc.
quien puede recitar su historia. La tradición se convierte en gran escala en he
rencia social, y nada, más sorprendente que ia manera como una tribu o un
clan tepite sus leyendas, generación tras generación. Hora tras hora, casi ais
tras día, el narrador de historias primitivo puede recitar, rio sólo los hechos
ae dioses y hombres, sino las palabras exactas de los antiguo; mitos. De he
cho es ésta, ral vez, una ce las razones principales de la forma poética en
que están moldeados, porque el ritmo y el metro mecer, ís memoria, mientras
la prosa parece saltar la cuerda, .Asi, entre los pueblos primitivos, iodo el re
lato deí pasado tiende a ser expresado en verso — trias c menos— desde las
simples listas de nombres en las genealogías, arregladas con cadencia unifor
me, hasta la épica que arrebata o la balada que conmueve. El pane- de la me
moria está ahora disminuyendo. Lo confiamos a, los libros, y ponemos nues
tras memorias con ellos en ios estantes. Pero todavía hoy podemos comprobar
la jutreza de los métodos, primitivos. Si tratamos de confiar a la memoria une
(• KISTURÍA CE LA HISTORIA
■ Esto tío se da como una teoría general de ios ©riptzws d t ¡2 poeru. irxisíen
.iii !idr' eti el ritmo, además de la ayuda que pieria 2 -a tr.etr.cm.. orno lo inexa
i;í 1 leliietnente la catira. El ritual ramsién desempeña si: papf— ¡rere t! eiraer.ra
• vtr. literatura popular. Pero ios románticos la recargaron cor, ios acEcr»«. de sus rma-
l'msnnnes. v ¡3 hicieron irreal, tanto para representar ¡a? ideas urxmitivas asmo ías
inuderiue. La crítica histórica, que había visto destruios'-- íes leyocia.' a- momeo y
dr 1* Roma monárquica, no estaba dispuesta, a reconocer ci estudie- e n toutiore como
1111.1 ocupación seria. Par último, a caraicnzoí, del siglo xx. ei taéssc.c comparativo,
«Irputado s su vez de sus empleos a is toscos, h? pertruóao a: tssnsruonr avanzar,
* principios cautos y prcmetsdores. en la estimación ds» valer o; ras traatererres.
lr 1 or mitos ¿r las naciones históricas, en especial los de Greca- r Rema. V, en
i"lu*: ere-ala. los del norte de Europa, han sido publicados en variedad ce iot-
f p e 'k l s t o k í a : e l m it o y l a l e v e n ’d a 65
Kay» sir¡ embargo, varios ¿pos de leyenda: el cuento popular que nadie
hizo, que no nació de un cerebro, pero que, como T cp sy en Le cebona ¿sí tío
Tcrií, satisfizo una demanda social hecha a su medida; la leyenda heroi
ca, inventada mucho después de los acontecimientos de que se ocupa, fic
ción elaborada para glorificar a un monarca, a una nación, o a una casa
noble, como los reiatos primitivos de guerras, o las genealogías, que se remon
taban hasta Jos dioses, halagando así a sus afortunados personajes con una
prosapia divina; y, finalmente, ia leyenda etiolcgica que evocaba algún hecho
histórico alegado p2ra explica» cómo algo había llegado a ser del modo que
era, por qué un cierto lugar era sagrado, o por qué se realizaba determinada
ceremonia- Ei relato popular puede ser toscamente comparado con la fiedór.
o.e nuestros días; pero ías leyendas heroicas \ etiológicas hicieron en las so
ciedades primitivas lo que muchos escritos históricos hacen en sociedades más
adelantadas: eiogiaban y magnificaban hombres o instituciones que eran tem
eos en gran estima por el puebio, y explicaban el presente invocando sus orí
genes en el pasado.1 Con frecuencia estas leven ¿as contenían un elemento
considerable de. verdad, pero la dificultad de decidir de cué cíase de leyenda
se trata, y si es primitiva o artificial, hace la tarea del estudioso, que quisiera
extraer ce ella historia verdadera, extremadamente delicada y engañosa. In-
Cítiso los relatos populares genuino:, llegan hasta nosotros elaborados por
sucesiva« generaciones, hasta el punto de quedar oscurecidos en forma tal cus,
con los recursos combinacos de la arqueología, la antropología y la historia,
apenas s; se puede apreciar su valor y su verdadero significado.
B.SS, v han entrado ccr: tanta amplitud en i?, literatura, que hacen casi imposible hacer
un breve resumen en este dominio. Comensaaáo con ios H tm ih iich er í Manuales) v
c iccioni-.nos ¿ c antigiiecaGes clásicas, ei estudioso puede pasarse una vida muy ocu
pada Simplemente con seguir ai corrier.tr áe las obras asespioier que se ocupar; d-
fBtoí asuntos. Sólo una cosa precisa decir aquí, y es que. desde que él método compa
rativo f« t aplicado por vez pnrner?. por M ax MülSer para esclarecer los mitos d»
ijrrscií y Roma — basánaolo, por un lado, er. k filología para los nombres ce ios dio
res. v por otro, sobre los fenómenos naturales (délo, sol. írerce. etc., para.su origen i_.
ri estudio ha hecho grandes progreses. Los arqueólogos antropólogos invadieron vkb
:enrámente el campo en. el siglo xt, y aunque sus primeros intentas de interpretación
pecaron aleo pos- exceso de confianza • fuetes un poco descuidados, car. modificado
cóJxí tv>Us nuestr:-; concepción clel aspecto reugioso deí mundo antiixuo.
10 P*ra una discusión más completa de este punto véase J. W . S m-a ín , ,!¿Q¡;¿ es
historia?*’ en Journa! of Phihsophy. ve!. xx (tqaj), nos. i ¿ 12 v i?. esoeckímentr
pp. i 62 ss.
«M HISTORIA DE L A HISTORIA
< 4iiin>lrr .tiulo como un conjunto el campo del mito y la leyenda, vemos
i|it> «n lit io ti estamos fuera de los límites de la historia propiamente dicha.
I <t I imoi 1« puede incorporarse partes de su contenido, pero difiere de ellos
tu o« m lo. medios como en el fin. N o es materia de la poesía, sino de la
I«»»•■ o in imi ta sobriedad v llaneza, de expresión, como también necesita fron
t i l «» lililí«;, m la fantasía cue corre desenfrenada por la leyenda ha de ser
1«uní« « rata y si la narración ha de ser digna de crédito para el hombre
il«Mm*n ili . :>rt. Además, este relato ha de ser confiados algo más seguro que
1« .....nuil.! incluso que la memoria colectiva en su mejor aspecto. Y final-
ii mi .lila ?.• r conservado con contornos precisos y datos positivos. Así la
jit>i<i.m ,i, i« *.iiir, por medio de los documentos escritos, fuera del dominio
il,' uiu, , ' ' fedición-, que conservan sacerdotes y poetas. La tradición bn-
),,,, * , ,¡.i , .iroru cebe convertirse er, un relato seguro, que tome er. consi-
•Ir • ■ , ,n i ! paso constante de los años. Existen, pues, fuera del mito y de la
#f«i. . i ims indispensables para la historia: la escritura y ¿as matemári-
, 1 , mu ;»ara registrar lo que de otro modo c.1 tiempo cortaría, y las otras
p*,, ii»«i*ii «i tiempo mismo oor medio de la cronología y de los calendarios.
C A P IT U L O IV
E L L IB R O Y L A E S C R IT U R A
r a escritura viene um cdátaaente después áeí lenguaje a m o instrumento
’’ e.ncamaaori Geí Pensamiento. N o obstante, su evolución ha «do «anamen-
1 * Y ;°aa';ía, rnu>’ ^Perfecta. Aun hoy día, si consideramos el múri
ce en su Totalidad, ia mayoría de los hombres y de Lis m oeres tienen cu-
aprencer por medio oe la palabra hablada cualquier cosa que quietan cono,
cer, pues^ xa magia cel altabeto y de sus combinaciones sobre k página Im
presa está todavía fuera de su alcance. Pero los negras australianos. "cu¡ son
\* ° JVi‘. mas ba-10 ac humanidad <we existe, pueden leer las marcas toscas he-
ramas o varitas- de madera por tribus distantes: ios boceábanos
' t“ “"* Í2cíncü0na] — niveí uiferior entre los africanos— pueden hacer
sus pinturas oe cacerías casi comparables a los jeroglíficos egipcios. Desde
-as bastones mensajeros hasta la escritura pictórica el abismo mirece grande.
^ Ci pSS° SJgUiente - ° e Ia escritura pictórica a un a lfa b e to - parece en com
paración pequeño. Pero al contrario, mientras ios cavernícolas de Europa, hace
mez c veinte mu anos, podían dibujar bisontes y renos con una Labilidad
compararle a ia ce los artistas de hoy, cosas tan scndlías como sor k * letras
. umon invención ^ce esos tiempos relativamente recientes en cue las bar
cos mercantes oe Tiro y de Siáón explotaban ya ios mercados á ú M tdlteirá-
r‘e°; “ E CUí r'CC £I mo £encrsi « escritura en ia literatura, 1« documentó*
c ei penocistnn, nc ocupaba en las culturas de k antigüedad — m ¿ q u i- a
¡a griega en su mejor época— el iugar que ocupa hoy.
, Ha ■ Er rf t r: 0bvia Para « to : la falta de papel. Nos bar. enseñado en
ic., manuaic* ce historia los efectos revolucionarios de h. invención de h im
prenta soore k historia del pensamiento occidental, oero e! oaorl es tan micor-
rar.re corno la imprenta. Imagínese lo que pasaría si nuestras' bibliotecas ear¿-
i
' I a literatura sobre este interesante tisnamro ce la historia se remonta casi roda
i In obra capital de Th B ixt, D o antike Btuhvcscn ÍE1 libro tn la antieiiedadri
(i«Ss).
EL LIBRO Y LA ESCRTTURA 6?
“ Hstas tabletas eran también a veces ae plomo o de ceros metale?, e.es eos run
das se ¡¡amaban un díptico. Con frecuencia estaba adornado en las cubiertas cates-
ñas. Muy usados car» k correspondencia, les. dipneo: eran también enviados por ios
cónsules y otros ottsonaies oficiales, ai rs.-d.Dir sus riOtnorsrinenws, para nouriczt a
sus amigos la dignidad y ¿ titule. Ls iglesia cristiana adoptó esta costumbre, y con
servó dípticos con ios sombres del clero, áe los ssaa» y de ¡os m ártir» en sus alteres.
La relación de estos dípticas con los anales medievales. & muy interesante en este
respecto.
(ih HISTORIA DE LA HISTORIA
libres las conjeturas sobre lo que quería decir a! referirse a pópi-oc/* D e he
cho ios griegos estuvieren siempre embarazados por íz escasez del papiro,
oue tenían que importar. Esto explica en parte la amplitud con que su lite
ratura se destinaba a la recitación y no s la lectura en privado, iai papú o
hizo su aparición en la época de los grandes poetas líricos, y a ello se debe
probablemente que hayan sido conservadas las obras de Saxo, Aiceo y Ana-
crconté. La prosa escrita data de fines ¿el sigio vi a. j . c Herodoto compuso
primero su historia para que fuese recitada en público. Tncíchdes parece ha
ber sido el primer griego que escribió un libro largo destinado prtrerentenien-
te a ser leído y no recitado.
La erudición tal ceno la conocemos, o sea e¡ estudie basado sobre textos
escritos, se desarrolló lentamente, como es natura!, en estas condiciones. Tti-
cídides, como Herodoto, hizo ce preferencia sus investigaciones por medio
de encuestas orales. Según parece no hubo ninguna gran biblioteca en A te
nas, ni siquiera bajo Feríeles. La. primera biblioteca pública en dicha ciudad
no se estableció hasta el reinado ce Hadriano. Fué en la misma tiena deJ
papiro donde floreció la primera gran biblioteca griega. La fecha de la fun
dación de las bibliotecas de Alejandría no es completamente segura, pero la
primera fué fundada probablemente por Ptoiomeo Filadtlfo a mediados del
Ligio U! a. J. c., posiblemente a imitación de ia famosa biblioteca c ;. Asurba-
rdpal en el siglo vn a. J. C., o de las bibliotecas de los templos egipcios bajo ios
faraones. M ás tarde hubo famosas bibliotecas en Pórgame y Erese, y A ugu s
to fundó una en Roma. Bajo el Imperio había buenas bibliotecas en todas
las ciudaoes importantes. Así, gracias al papiro, los eruditos pudieren fami
liarizarse ampliamente con. las obras de sus predecesores.
La influencia de estas bibliotecas de Alejandría, y la de sus biblioteca
rios. sobre la literatura y el pensamiento de la antigüedad, fué muy grande.
Incluso las necesidades aparentemente triviales de la distribución en las estan
terías tuvieron resultados muy importantes; poique para disponer sus escri
tos adecuadamente, los partían en pedazos. L?. tira normal de papiro cue po
día ser fácilmente archivada y en la que podían encontrarse con comodidad
I pj’Hi de ¡«piro fué tocavia 'usado en ©me escala curante ls primera parte
,l‘ 1 'i '1' Eut empleado, por ejemplo, tr¡ ia corre pontificia hasta e! sielo xr.
1 1 •' !••• fumino ere mucho más duradero. Los antiguos consideraban como ana re-
..... I"' dr doscientos o trescientos años de antigüedad.
I V C lark. The Cate of Bookj (El cuidado de ios libro; 1. s‘ ed.. 1002,
»*) « ) '
l'iv ■ a t u r d í s h is to r ie , libro xm, cap. 11. San Jerónimo reproduce la Historia
I •• uní ligera variación. Ep. vu and Chromathem (Th. B irt , El libra en le and-
l i n . h d , pp ^0 t i . ) .
E l LIBRO Y LA ESCRITURA
I ,i imitrria asunto del anai o crónica era, por lo cauro, una miscelánea
tu U i|iii entraban la religión, ia guerra, catástrofes, hazañas Legendarias, o
» uniones materiales. Las genealogías, por ejemplo, que ia ignorancia
(»rrpetuaba en el sonsonete de unos versos, quedaban conservaaas
, . m imn urglindad en ¡a escritura. Esras eran especialmente apreciadas per las
, jf i. nuble., t¡niones, a imitación de Í2 realeza, estaban seguras ce llegar hasta
bu iinv.it. pnr el otro extremo. Inútil decir que, aunque proporcionan muchos
tu,Ih mu ni estudioso de hoy. no eran más de fiar que las elaboradas para al-
j'iiiv,' Ji nuestros conciudadanos en ia actualidad.
( 11111, • lo analistas eran, por lo general, los sacerdotes, pronto comenza-
11.n ,t m m registros en los templos, principalmente por instinto de los nego-
■ 111. I din,.icioncs de los faraones o de los reyes es seguro que se anotaban,
i, junto ron rilas, extensas listas de sacerdotes y sacerdotisas er. larga suce-
n,,ii 1% f«. lo más importante de rodo es que anotaron las tiestas de Ies dioses.
• ni tih.i'iv..i lo vuelta de las estaciones con los cambios de la luna y los días
l „ n i y m fastos, co m en za r or. o m edir e l tiem p o. Esto, junto con el propio
,|im ubi ifiiirnto do la escritura, fue el paso más decisivo en la historia de k
lint.in.t v también quizás en la historia de la civilización. Debemos ahora ocu-
i' iiii.i 1ir rilo con algún detalle.
C A P IT U L O V
L A M E D IC IO N D E L T IE M P O
C
~~ tiem po es la base c e la nistorla, com o el espacio io es de la ge o g ra fía , o Ss
m ateria lo es c e ras ciencias risicas, r ia s r a c a e no fu e inventado un me todo
para registrar correctam ente ¡as buenos de su paso, los datos de la historia
íu eron com o una tierra sin m apas o com o una substancia ñor analizar. P ara
nosotros, con nuestros alm anaques, esto nos parece una sencillísim a cues
tión c e oDservación y de aritm ética, una sim ple cuen ta de días, semanas, m e
ses y ü!¡os. P ero cu an co ia historia com enzó, no había ni alm anaques ni
caacncarios para consultar. L as semanas eran desconocidas, los meses se ob
servaban tan sólo por ios temores supersticiosos y las creencias relacionadas
con ios cam bios c e ía ¿una, y ¡os años eran dem asiado grandes e im creciso;
para ser mechaos con a lg u n a corrección. En realidad no h a y m ás que de-s m e
didas dei tiem po c e ras que la m eare prim itiva tiene plena conciencia: d c ía
(> un c ía es igu a l a orre) y la estacón, ( y las estaciones v a r ía n ) . U n ro co
c e reflexión m uestra que. ciencias enteras tuvieron que desarrollarse antes de
que las fechas pudieran ser anotadas en. el m argen de nuestros anales,
aa> que hicieran posible ia astronom ía, y, m ediante ella, u n calen dario este-
fcíeciQo pare los acontem m kntos que retom an, y una cron ología f i l a para
que no ocurren más que una vez.1
5 antropólogos señalan que la m ayor revolución sacia' de la hum ani-
d ¿ c prim itiva se prod u jo cuando los ham bres, estableciéndose en un la g a r
en vez de a n e a r errantes, y acum ulando bienes que im plicaban una previsión
com enzaron a pensar en e! porvenir. Á p a rtir de este oscuro sentido del fu-
' / veri dar ¡s c sun-iey. juego de palabras intraducibie, a base- tic la palabra
r ¡ Ion ainjiry, qur significa 'día ciel sol” y "domingo” . {N . ¿el T.'t
LA MEDICIÓN DEL TIEMPO 79
dondequiera que el traba io continúa sin interrupción, las .semanas son prác
ticamente irreconoábies. Pero los días, ios meses y ios años son diferentes.
Aquí la naturaleza parece señalar ella misma un intervalo. La vuelta de la
rierra sobre su eje, la de la luna en tomo a !a tierra, y la de la tierra en torno
ai sol, parecen proporcionar unidades reales. Fueron éstas indudablemen
te las que primero dieron a los hombres una idea matemática del tiempo.
Pero, cuando se trata de aplicar la íecdón. no resulta tan íáciL
El calendario comenzó con la observación de estos fenómenos celestes.
t : primer cronómetro rué el propio universo. Sus movimientos eternamente
repetidos señalaren los días, meses y años, como nuestros relojes señalan, las
horas. Los días y ios años están así ai par de los minutos y las horas con
h seda diferencia de que son producto de un reloj más grande. Por desgrada,
sin embargo, ios relojes del universo no marchan icusJes. Los días no se
acaptan a ios años, y ios meses no se adaptan n? a unos ni a ctros. El año solar
exacto no son Siquiera 3651/« días, con lo peliagudo que ya sería este múl
tiplo. Son 365 cías, 5 horas, ¿8 minutos y 46 segundos. Nosotros hemos
presciüGido abiertamente de Levar la cuenca de los meses por los cambios ce
ia luna, un ciclo cue no tiene relación con nuestra noche c día. Y sin em
bargo, ésta fue ia ornead durante veinte o treinte siglos en Babilonia, cuna
dr la astronomía. Si nos detenemos un momento a pensar en estas cosas, co
menzamos a damos cuenta ce io complicadas que sor: íss matemáticas que es
tán cetras ce nuestros calendarios y almanaques. Porque también hay que te
ner en cuenca ¿as estrellas con sus revoluciones y sus conjunciones, vendo y
viniendo con toda clase de intervalos, los planetas que zigzaguean a tra
vés cíe ios cicos siguiendo omitas absurdas, fuera de contacto con toco, y.
sin embargo. íormsnoo en alguna manera, en apariencia con el sol v la.
lima, una unidad tica!, componiendo un uta verso. ¡Q u é embrollado problema
a resolver para ¡os asrrcnotnoí babilonios y egipcios! Nunca ios pastores cal
deos, matando ei tiempo er. su soledad e inocencia pastoriles, hubieran sido
rapaces de desarrollar ia ciencia de la astronomía. Este venerable mito to
davía subsiste en iicros respetables: pero 1c cierto es que la astronomía fue
creación de sabios sacerdotes, cié aquellos primeros científicos ? intelectuales
destacados cue ia desarrollaron, a través de la as teología, ai servicio de ia
religión.
Ci calendario se desarrolló en todas partes como un ciclo d e fiestas reli
giosas. Fueron ¡os dioses, v no ¡os hombres, por quiere:- o para quienes ios
IW HISTORIA DE 7.a h is t o r ia
V .... H uttom W ebster. Rsst Deys, a Stvcy ó Eeríy U * an¿ tterdity (Días
•I' ....... U n «radie sobre la ley y ia moral primitivas), ( io :6 ) . para ur, examen
1' «u> o d' li's tabús del rientro.
.ocanos. con su visión característica de ¡as cosas desde el -unto de vista
I'"* ... ,„vinieron ¡os términos: i« <¡¡cs f a t i eran aquellos en que la ocupación esta-
l'enr.ítuu.
LA MEDICION DEL TIEMPO
£:
i- ivuh Mu!, remontan, sin embargo, a la mitad dei tercer milenio en eue en-
un año babilónico de doce meses lunares, oae sumar. días, con
i'o iit,-riio ines intercalado de tiempo en tiempo — harneado así un año de
1^4 lien— para poner otra vez de acuerdo los festivales religiosos y el rnun-
di Im. ocupa nones. N o había certeza absoluta respecto a los años que de-
l'ii.u jlurparw v a los que debían permanecer con su curación norma:. La
■ urtti«t, r«uba en manos de los sacerdotes. Este complicado crien daño se
il'iu m V por toda c! Asiaoccidental, dondecniiera cae la escritura cuneiícr-
inr lUvó rl mensa ie de la cultura babilónica. Fué adoptado per -tí judíos, y
>1Arte dr otro fragmentos de éi incorporados en nuestro calendarlo—
<1.. 1 i> .i luirnos un vestigio positivo dr sus dificultades er. nuestra festividad
iji h Pascua florida.
I'crn (anta observación de la luna acabó por producir un ocio astronó-
tiii. 1■ di .Tan importancia, el de la luna con referencia al sol. Se. descubrió
1 h cu líiriinuevr años la luna retornaba casi a su posimóu inicial coa res*
prêt«' «i (mi período destinado a ser usado para k crcnologia por 1« gñe*
i-.. Idir descubrimiento, sin embargo, no fue hecho hasta k s sigi.es v n
, «11 a )• c... época en que el estudio del universo comenzó a adquirir una
I. 111 ,. m.h calculable, y en que la astrologla — todavía enraizama en la rrU-
J. .,,.-, p ro derivando ya hacia la ciencia— se elevó hasta desplazar las toscas
1un ir i . f dr una casta sacerdotal primitiva y bárbara. Entonces nos encon-
itAinoi con una entraña y feliz interacción de! calendario y la cronología, ria-
, , piifii ni' ui> eclipse o una conjunción de estrellas era neccsamn conocer ei
pn h ’ ó tiempo que había transcurrido entre semejantes ecErses o con-
, m,,nir m el pasado. Así. al mirar hacia adelante para predicar ei futuro,
. I ,irtúlopo se veía obligado a consultar los archives d ti pasada, y cuanto
, ... procuraba la corrección en su calendario, tanto más b necesitaba en
¡ , jn .iif n ales o sacerdotales que le proporcionaban tes daros soóre ios que
ni qui construir. En resumen, las matemáticas comenzaron a dejar ce ser
„ „ uiTij'lr instrumento de la supersriñóa, en el cual b suerte é f los sánse*
, , ,1 «ombmaba con ia. de las estrellas en ue revoltijo de locura. pars aso*
1 1 «11 p»pcl propio como base de un conocimiento dermiáo.
| -«te* constituyó una época er. la historia ¿el pensamiento, -poca ce im*
La asperete.»», para los cronólogos Ce la "Era d.e Nabonasar'’ íué señalad?, per
vez pnraera por Paaoáero. ei creador de la escuela aleisadrina áe cronólogos, a co
mienzos del siglo v a. j . c. Véase H . G eleer , Sextas jiJius Ajrketm s ur.d ¿te byzcr.ñ-
ntsche Chremolcpie (Sexto julio Africano y la cronología bizantina), (1898), segun
da parte, p. 227, que traza ei desarrollo del canon cíe Ptolomeo, pasando por Svsceil’js,
hasta la cronología bizantina, estableciendo asi k conexión enn i?. Edad Trieam.
c Ei oía «1 c a e ia estrella Sirio surgió al amanecer, ai comenzar La crecida de!
Nüo.
*4 HISTORIA DE DA HISTORIA
«IrI ¡.lifvtcr ¿ño dci nuevo calendario.' Poco antes de su muerte, el proíescr
IWfjM, J avanzó la fecha hasta 4236, mientras otros competentes egiptólogos
i* 1 nuil en el siglo xxvii: a. 3. C.. edad aproximada de las pirámides. Qué
• ’"'¡'ino largo y complicado, qué tablas y registros de ciencia sacerdotal es-
' ’ 1 .¡ni j disposición de quienes lo inauguraron, nadie lo sabe. Cuando se com-
|Min rjtr año solar con su error tan sólo poco mayor de seis horas, con el
l' ,"> lunar roscamente incorrecto ce 354 o 355 días, usaco en el resto del
"«lindo durante la mayor parte de 3 .a historia antigua, ello parece indicar
•' h " ¡ni romo un racionalismo helénico que actuara en Egipto a tanta distan-
* antes de los griegos como hoy lo estamos después de ellos. Pero esta im-
I■»«■’ tf'.n de la superioridad egipcia apenas si se ve confirmada ñor un estudie
«" 1* .1 fondo. Porque Egipto, no sólo nc logró mantener su primera promesa
• «> 11 tronomia/ sino que. a! no conseguir rectificar el error ce ur. cuarto de
din mi uño del calendario llegó a no tener correspondencia real con el ano
*"Ut.
1 11 1. ciencia ce la cronología los egipcios-no aportaron la contribución
«I"«- 1 ndia esperarse de la promesa de sus primitivos textos. Los años eran
t'itiii«- ¡cíos. no en sucesión rígida y continua, sino de acuerdo con acontecí-
*1 11 iio* importantes, campañas, reinados de los faraones, o. especialmente.
t'"t l.s recaudación de ¡os impuestos. Cuando el estado estuvo plenamente or-
' n1 adc. lev oficiales de] tesoro "numeraban” las posesiones reales caca eos
\ Jos años del reinado se conocían como "año de la primera numera-
' " I ' . ' ic Cualquier conocimiento que los sacerdotes pudieran haber tcrsiao
''| ’ |*nii>d; implicado en la larga sucesión ce las dinastías egipcias y ~ t-
‘ •"«II Hcrodotc muestran que tenían alguno— , quedó para ei. siglo xx d.
I « ' 1 dc.i mbrollo del problema, y aun queda mucho por hacer en euo.
In 1 -biIonios y asirios tenían 1?. costumbre de nombrar, y nc- oc r.ume-
I >*1, ! . aros Había algún funcionario sacerdotal c real cuyo deber era prc-
' *.«[.• lecha se alcanzó remontándose er. tí cálculo a uartir di una techa conocida
«<< « 1 «n'.lo tercero de nuestra era, cuando un escritor istmo. Censorino, nos dice que
II un solar de Egipto estaba retrasado en dos meses eco. respecto ai ano dei caieoaa-
«iii « orno rite era cerca de un cuarto de cis más corto, i.abia avanzado anualmente
* o <u itidad sobre el ano solar, de tai modo guc er. i<óo años (4X3^5* hanria adc.it:-
i“'l mi ghe entero. Así los dos habían coincidido hacia ¡.40 a. J. C. (becno de. que
• >1.1 rn otras pruebas) y de nuevo cor. intervalos ce 14611 años.
N i «quiera registró les eclipses.
LA MEDICIÓN DEL TIEMPO 85
cismar qué acontecimiento o persona debía dar nombre al año. Había d» ser
el año de la magistratura ral, o e! año en que se había dado tal batalla, o
tomado determinada ciudad. H ay un algo de historia en esto, pero es dema
siado eventual para ser útil. Porque, en primer lugar, nadie sabia hasta que
el funcionario resolvía — quiaá ya a fin de año— lo que el año era. Combí
nese esto con un calendario lunar, y podrá verse el trabajo que aguarda al
erudito que se enfrenta con el problema de las listas de fechas, sumerianas.
que condenen los nombres de los años tal como ¡os registraban los escribas
babilonios.
N i gnegos ni romanos elaboraron por sí mismos ningún cómputo ade
cuado del tiempo. Ei año lunar fue su base, y, a pesar de toda su inventiva,
no pudieron sacar partido de éi. En Grecia se vio fácilmente que los 354 días
ro correspondían exactamente a las doce lunaciones clcl año. sino con un
error por defecto de 8.8 horas. Así pues (si los relatos antiguos son correc
tos), intercalaron un mes cada segundo año solar, ¡o cual aumentó ei toral
a y ' 2 días más de la cuenta justa. Para compensar esta incorrección se su
primía luego cada odio años el mes intercalado. Este ociaeleris, o ciclo iuni-
soiar de ocho años no era czi sí mismo rigurosamente exacto, ni fue siste
mad comen te aplicado. En 432 a. J. C... eí astrónomo Meton propuso el aero
lunisclar de diecinueve años, del que hemos hablado arriba. N o rué adoptan©,
sin embargo, hasta la segunda mitad de la cuarta centuria. U na vez que io
fue. estaba naturalmente destinado a jugar un pape! muy importante en ia
cronología posterior clásica y eclesiástico. N o obstante, el ciclo astronómico
es. en realidad, ligeramente menor de diecinueve años, y por ello fueron ne
cesarias más correcciones. De hecho, mientras ios movimientos de ia luna
siguieron siendo ia base, del cómputo, era seguro que el calendario continua
ría siendo imperfecto.
Los romanos comentaren con un calericaric lunar, pero, como conside
raban afortunados los números impares, mcieron el año de 355 otas en ve:,
cíe 354. Más tarde añadieron cada dos anos un mes de 22 y -5 oías alter
nativamente, intercalándolo entre ci 23 y el 24 de febrero, de mooo que la
duración media resultaba de 366U cuas. Pata eliminar ci día que sobraba
apelaron a un procedimiento tosco — tal vez basado en el antiguo ciclo grie
go de odio años— , ordenando que cada tercer periodo ce oeno anos tuviera
tres, en iugar de cuatro, meses intercalares, y que fueran de 22 días cada uno.
Esto ció ei año de 36v á días. Pero iue deiaco a discreción de los pontiiices
hi HISTORIA DE L A HISTORIA
’ •( .iMi.-unos conocer toao esto acerca de ios orígenes os! calendario pa-
< .«ni.¡¡ciar nuestro examen de la cronología antigua. Tanto en Grecia
’ • >rn Roma — según la costumbre de Babilonia y Egipto— el año llevaba
•I »'"uibri dt ios magistrados. En Roma se designaba por ios cónsules, en
Ai »-•. p..t rl primer arcaste, en España por el primer éforo. etc. Como se
•i d r i l necesario para fines orácricos conservar las listas de el!os. pasamos.
* I .('• tiirses dí Julio César iban a ser dt duración alternativa. i01 impares de 3:
•li 1 1" ’ pares de 30 (excepto febrero). Esto hubiera dado ur. año sencillo para el
• ••• 1 Miti l'ero cuando el octavo mes (quinto en el año antiguo) se consagró a Au-
l..... . ui vanidad ftic lisonjeada añadiéndole un dia para hacerlo tas iargtr c o n io ti
•I. lulm Luego, para evitar que hubiera jumo; tres meses dr 31 días, scpñemiire y
o- .inl r, u redujeron a 30. y a octubre y diciembre se íes asignaron. 31.
LA MEDICION DEL TIEMPO
i-a. vagueóse oe :a ¡dda cit duración del tiempo en ia historia grises puede verse
fw- el hccno de que ia« yeneraeion» it empicaran para caicuiario. correspondiendo
grossv modo s 33 anos, aunque el periodo varía. En Heredóte cftccntwusscs un sis
tema át 25 años.
única -ota seguida de las arcantes atenienses cue he. llegado hasta nosotros
es una^copia conservada en i* historia di- Diódote, pero un cuerpo z: tóente d:: inscrip-
cioc.es ia complementa ahora, y permite si moderno erudito conocer más que ios mis
mos antiguos.
cvpoioéwo cíe Atenas, aplicando ias conelusotaes de Eratóstenes, compuso una
Chrcr.uií ranada en cuatro jiferos, dedicada a Atalo d-r Pórgame. k cual se convirtió
tn s. nu.nua! t u s usaac sobre este asunto, tanto ésta como las obras dt Eratóstenes
»c ium pcroiao. pero quedan íragmeato: conservados por ios cronóSoco? cristianos j u
n o ri.ncanc, Ecseoío, Jerónimo y Gecrgius Syn-tiius. y siguen siendo ocr etío una
base primordial para ¡a anegue cronología griega.
MK HISTORIA DE DA HISTORIA
itprnoticiar El pasado es todo una para nosotros, tan muerto está el ayer
h .iiiii las centurias deí Egipto antiguo. Unicamente gracias a la magia de la
n,r motil podemos evocar su color desvaido, o percibir un eco de sus voces
W|,.<Crtdws. Ver cómo esa memoria se ha convertido en una herencia social
l„ imutitntc, herencia que consagra sus propias posesiones, es eí tema de los
dlyntrntcs capítulos de la. historia de la historia.
CAPITU LO V I
A N A L E S E G IP C IO S
#m** «(> (insto. "El enorme bloque desapareció totalmente, ptro la copia
•>■ lu pnt.1 practicar por un escriba que pasaba una hora ociosa en eí solea-
•i" |Mim <li I templo Ha sobrevivido, y el frágil rollo de cuero en que así ejer-
m í . U i mi pluma nos ha transmitido 1c que la maciza piedra s o pudo pte-
•"* * i " ‘ La piedra había estado allí quinientos años asees de «?ae se hiciera
L ..»pi*, prro ahora la estela y el tembló han desapareado igualmente. Quien
f I # historia r.o puede nunca saber cuánto ha desapareáéc de maneta
iii' ilojj« entre lo qut se hizo en edades distantes. La arqueología, no hay cue
i.li idilio, rs tinri ciencia de las ruinas.
Iiim mido las fuentes tai como las tenemos, e! hecho más desea cace, sigue
•1r ihIii «jilo la historia, la rama de la literatura que peoría esperarse- que
I 1 '"fin m desarrollara, visto que conserva is tradición y que se conrrsparti-
•li |K>fiica es la epopeya, es, no obstante, difícil de encontrar en estas cul-
remotas, excepto cuando un contenido mítico aporta el interés de ma-
'••'idm y milagros, un diluvio universal o algo por el estilo. En todas las ins-
■ i *t'< ion« s del antiguo Egipto no hay una sota obra que puerca designarse
■ " ” ii "historia de Egipto’'. Existen algunos anales que son amplificaciones
•h I#» li' t.T dt nombres reales; y hay noticias ampulosas de faraones ccntcm-
M"' ni» un, [uro rio a necia en ellos rastro de ia idea tic una historia á t las
•, ■ ■■ #» sucesivas de. la civilización egipcia.
I rni opinión oue se ha dado para explicar esta falta ce sjstoria en el
• i ;i|i. iintiguo es cvt el faraón reinante estaba tan pendiente de su propia
t '#i\ili; j que ios cortesanos no se atrevían a exaltar s sus antecesores por no
'»I ijoilj 11 acceso al favor real se lograba más bien cubriendo los muro
h lo* monumento;, con inscripciones que describieran lo que sJ faraón rei-
i tur había hecho o t>odía hacer. Er. todo caso, ningún suceso* ni ¿quiera
■ h lu* grandes monarcas de la dieciocho dinastía se dignó jamás registrar
mu !ui/..iña.'. en forma de historia. Los escribas cortesanos se ocupabas er. -la
'-••rii nú.', provechosa ce narrar acontecimientos o escenas esntemporáneos.
• n i . literatura del Egipto antiguo k historia, tal como nosotros la cnttri-
drtiiot, falta.
I.» mención de "los escribas" recuerda ia sica estima en ota: era tenido su
trabajo. Ere una profesión para hombres ambiciosos, que podían llegar basca
c-1 rango de príncipes gradas a ella. Los escribas hacían ios documentas de!
gobierno o de los nobles, porque todo en las principales instituciones cea
registrado por estos entrometidos precursores ce los modernos leguleyos o
de las compañías industriales. "N ada se hacía bajo el gobierno egipcio sir.
documentos; listas y protocolos eran indispensables incluso para las más sen-
alias cuestiones de negocios. La manía de escribir. . . no es característica
únicamente deí último período; no cate duda <ie croe en los Imperios Anti
guo y Medio los escribas trabajaron tari afanosamente como durante el
N uevo Imperio” .' En el caso de ios textos legales nos encontramos casi cor.
todo el mecanismo moderno. "Los documentos se ponían entonces baic 1?.
custodia, del bibliotecario jefe del departamento a que pertenecían, quien ios co
locaba en grandes vasijas y los catalogaba cuidadosamente. . ,B,1 y asi los
tenía, prontos para ser consultados, en caso de que el señor los sc.li.r-tare
Pero esta burocracia estaba tan completamente en manos del señor cae no
proporciona el punto de partida necesario para esa critica que es el comienzo
del conocimiento histórico. A veces se recurría a los escritos antiguos en ir.
práctica del gobierne, como cuando c! fundador de la dinastía doce, ai de
cidir acerca de ios límites de íes provincias, apele "a lo que estaba escrito en
kss libros y a lo que encontró en los escritos antiguos” "porque tanto era se
que amaba la verdad5’.4 Pero el amor de la verdad por la verdad misma, en
los campos no prácticos de la investigación científica, si dejó para una edad
más tardía.
H ay sigo de medieval en la acritud del Egipto de la última época res
pecto a su propio pasado, un sentido de oscuridad, una impotencis para
'.¿ase inpre} pp. 190-cu. A veces los nombres no «suban seguros bajo ei mS-
ó.ico ce un descendente celoso. ;_a reina biarshepsir., 'u n a Catalina II egioeis’".
horre- de su monumento e> noruhre de su hermano, que ía había orinecido er. el tro
no, A E síMAN, Life ia Ancient Lgypi. p. 43, 1 hutrnes III, 2 su vea, tapiñ e! obelisco
de iu reina. Véase J. H . B keasteu, A Histnry c f Egpyt, pp, 2S2-2S3.
6 Además de ia perdón de PaJermo, existe un fragmento aleo más pequeño #■ «
fc¡ qaíro. Aunque conocida de ios egiptólogos hacía unos cuarenta años, no se hicie
ron estudios minuciosas ce la piedra de Parirm e sr.tes de! siglo La prime-a
referencia de elia fue hecha en 1S66 por E. de P cu ou é er. sus Rtchtrches sur les
mor.uner.is qy'cn peut atSTiüum ¿rus nx premieres dyr.asties áí Menéíbcn (Investi
gaciones sobre ios monumentos que pueden scrihuirse a ias seis primeras dinastías
Ce Manetñon), p. 143, utilizando una impronta que ie habían enviado. La piedra
i. ’ , ÈpÉSïP’
%j¡¿¿gg& ■ &■
¡_A t.^n>RA tí» paj-ew*0
ANAI.ES EGIPCIOS
95
cítate entonces en una colección privada, pero cr, 1S77 pasé a ser propiedad de;
Museo de Palera», donde fue examinada por varios egiptólogos ¡os años subsiguien
tes, sin que se dieran cuenta de su significado. Por último, un estudio ¿e ella, acom
pañado con láminas dei texto, rué publicado en 1S96, por A , P elleceini, en el A»-
ehitic sien to siciliano {nuera serie, xx. 297-316), Trabajando sobre esto, el «ni
ñeare egiptólogo francés E. Nacüie interpretó e! documento como ana "especie de
calendario que contenía donaciones hechas por un cierto número de reves del antiguo
Egipto y la indicación de las fiestas que habían de celebrarse" ("Les plus sociem
ngaatatents égyptiens” (Los monumentos egipcios más antiguos) en I. Ívíaspkec-,
Recrecí! de treraux rcLítifs ó Ls phüoicgk ei ¿ I’archíologie égypticmtes e! airyricr-.Kss
(Colección de trabajos relativos a k filología y a la arqueología egipcias y asirías),
{róye) 5 pp. 112 ss. Pero en 2899 Kaville visitó Faisrmo y ccafroató el teste, pu
blicando lo; resultados — con láminas— en 1903, en la misma serie ívo?. xxv, o vol.
C-: cr la nueva serie). A llí su conclusión era que se trataba is. un fragmente ¿c
aruées religiosos, probablemente compuestos por ios sacerdotes de H racnols. 8;dc
los cuales le cronología, per ¡o menos cr. la primera parte, parece depender es los
periodos o ocios que no corresponden eos t e resnados tic los ¡ r a s 1 (p. S i) . M ien
tras tanto un estudio aun rr.ás cktalkdc había sido emprendido ror ios airmanes H .
Schifer, L. Borchardt v K . Sctiie cuyas conclusiones generales epareeseron en loes
baja el título ” E¿n Bruchstiick akagvptischer Atmzle«’5 ( U a fraguusatc de «nales
ct! anaguo Egipto) en las Abhandivr.gen ¿et KÓr.igUchen prcussitehen Ákadendr oes
W írsemehafien, Philesopnísehe taid hrstc-rhche Ciaste (Actas de ¡a Real Academia
prusiana de Ciencias, Sección filosófica e histórica), loca, con «acelestes reproduc
ciones fotográficas de’ original, La traducción de J. H . B rzasteo es Antier-i Re-
toras o f cgypt, 1. ji-y z . se basa principalmente en. «3 testo de SchSfer. U na íotc-
g r a fk de! anverso de la piedra se encuentra también en B reastep , H islar? 0} Egypl.
ftenss a la p. 46. Véase también ia discusión acerca de ¡a piedra en A. W esgapl. A
Hisícry of the Pheraohs (Historia de ios faraones), (1025), pp. 2 ss.
h is t o r ia de la h is t o r ia
*
w luso entender algunas partes del teste. Pocos problemas puede haber más
' (fresantes para el estudiante Ge historia.
En ¡o alto de ía piedra hay una simple hilera de espacios oblongos, con
niarivamente pocos signos en ellos. L2 parte más baja de cada uno propor
ciona la clave de su significado, porque contiene el signo del rey del bajo
Egipto, una figura que ileva la corona roja y nene una de las insignias rea-
1« , el maya!. Por consiguiente, cada símbolo en el espacio que queda encima
debe de ser el nombre de un rey. Esta hilera, por tanto, es la lista de los
nombres de reyes primitivos ¿ ti bajo Egipto, de cuyos reinados parece ser
que nada había llegado hasta los escribas gc ía quinta dinastía, salvo los
r.ropios nombres reales. En todo case* no hay hechos registrados. Debe ad
vertirse aquí que éstos, como todos los jeroglíficos egipcios, se leen de de
recha a izquierda.
Cor. la segunda hilera o serie, sin embargo, estamos en presencia ce datos
enteramente diferentes. Las lineas diviso: tas que se encorvan en lo alto son
illas mismas signos jeroglíficos de palmeras, que significan años. Si se miran
atentamente podrá verse una marquita cruzada en caca una, úsela ios tres
cuartos de su altura, lo cual establece cor. exactitud su significado.‘ Pero
ni unos cuantos casos la línea sigue derecha, a través de! espacio intermedio,
hasta la serie superior. Estas líneas rectas largas indican el fin de. ios reina
do/., y están acompañadas por algún cómputo especíüco. como muy bien pue
de verse observando un momento los espacios cue están a cada lado de la
primera. A la derecha pueden distinguirse con facilidad seis lunas nuevas,
lina encima de otra, que significan seis meses, un circulo que representa e¡
sol. y siete rayitas que indican siete días. A ia izquierda pueden verse cuatro
meses y trece cías; el símbolo de diez son las dos tajeas unidas por arriba,
rn vez de estar cruzadas come en la numeración remana. Por consiguiente,
aquí hay sin cu ca algún detalle relativo al tiempo en que el reinado terminó.
El nombre del rey se encuentra en ei largo espacio horizontal situado sobre
los registros anuales, aunque tan sólo dos son visibles en este lado del frag
mento. uno al extremo a la derecha sobre ¡a tercera hilera, y el otro a la
izquierda sobre la cuarta.
Las medidas que están en los cus ¿ritos bajo cada registro anual se su-
7 Esto no se veía en las láminas de Peüegrint. neto resalta con claridad en ¡a?
de Scíiafcr V Naville.
A N A LES EGIPCIOS 97
pone que indican la altura de la crecida del Nilo. fcí antebrazo representa
un codo, y las otras indicaciones, manos y longitudes de dedos.
El carácter general del material aquí conservado es de gran interés, mire
uno como quiera ios detalles, porque en este pequeño bloque de piedra es
posible ver cómo 1a historia crece a partir de los datos sucintos de las listas
más primitivas. A l principio hay únicamente hileras de reyes desconocidos,
meros nombres, e incluso éstos son de un extraño sonido arcaico.5" Se supone
que la parte desaparecida puede haber contenido los reyes del alto Egipto
o una lista de ios dioses. Luego, en la segunda línea, encontramos el relato
de un reinado de la primera dinastía, que da los acontecimientos añc por año.
Este anal, el primero de todos, dice lo siguiente:
s La primera linea dice: — pu; Scka; Khayn; Teyú; Ib esS : etc. H ay que re
cordar que el reírte se lee de derecha a izquierda. Ls vocalización es la adoptada por
Breastec: c! alfabeto egipcio anotaba únicamente las consonantes.
51 Fecha de ¡a coronación ce! rey. En este día el nuevo rey sube si- trono. Nótese
k iir.es. que sube derecha separando ios reinados. El nombre de! nuevo rey parece
que estaba más hacia k izquierda, y se ha perdido.
10 Celebrada cada eos anos.
11 Partiendo del supuesto de que e! nombre del rey estaba colocado sobre ¡os
D1 HiSTORiA- DE LA HISTORIA
unir de U mirad de su reinado, y que éste se extendería sobre s-rls más. Schaíer
íj- 1S-) calcula que puesto que el nombre de. este rey no se alcana;a todavía en los
••i ■ q.i- se ven aquí, debe de haber reinado por lo menos dieciséis anos más: y qu:
1» i'iriú. a learutaba. t»r lo menos, esta longitud hacia ia izquierda. D e modo anáio-
V" 1 rtv cuvo nombre anarece al extremo cerecho de la línea sigu ientt debe Sabe'
irin.1,1,. va tanto ccmtsc como el período indicado aquí {13 anos — y cara el nom-
l't< o sean : í en total i.
1 En c! tercer espacio partiendo de la derecha, en la cuarta linea. Dice “ Ade-
1neuij. de H ctvs. Cuarta numeración. Cuatro codos, dos dedos". Como esta numera-
•.n i"n cenia lucar cada segundo año, y ésta es la cuarta bato este rey. e! reinado co-
i’iriuó probablemente siete años antes.
1 L na foeciciór. por mar al Líbano.
1• nombres de ¿os puercas o panes del paiacio de Snefru. Véase j . H
l.iu r n A re-.-*:;
.. r F.fc " ¿ s o f Egypt, s, 65.
anales e g ip c io s
99
,r‘ J. H . B reas nm, Aneient Records o j Egypi, n, ifct ss. I itr.-e i.cj lineas.
10 Ibid., nota.
IOO HISTORIA DE L~A HISTORIA
fruir la estrategia sobre el mapa y seguir el desarrollo día no: día. La des
c r ip c ió n d e la batalla misma, que tiene u e aire algo homérico, es como sigue:-“
M .n thon fue ur. hombre egipcio de raza, pero que se había adueñada de ia den-
ru, (.-riega, como es muy evidente; porque escribió ía historia de su propio país en
tj .rnpna griega, traduciéndola, según é! mismo dice, de sus archivos sagrados; echa
ri roí- a Heredóte- que haya dado, por ignorancia, versiones falsas cr ¡as cuesac-
m egipcias. Ahora bien, este Manethon, en el libro segundo de sa historia cgiocia,
ri' itlx no m de nosotros es ia siguiente manera. Reproduciré sus mismas palabras,
i .t i . m presentara ai hombre mismo por testigo.
"H ubo un rey nuestro, cuyo nombre era Timaus, durante cuyo remado ocurrió,
mi no m- por que-, cue Dios estaba disgustado con nosotras; y vinieron incsperaáa-
mrn'i hombres de innoble cusa de las partes de oriente, oue tuvieron audacia bas-
unte para hacer una expedición a nuestro país, y io dominaren fácilmente por la
huí i'« sin car batalla. Y una vez que tuvieron a nuestros señores sometidos bajo su
(nn'ir quemaron salvajemente nuestras ciudades, y demolieron ¿os templos de ios
¿¡oses, y trataron 2 todos ¡os habitantes de! modo más hostil, porque a unos ¡os ma
taron, y redujeron a esclavitud a las mujeres y niños de los otros. Con c! tiempo
hicieron rey a uno de ellos, cuyo nombre era Salaos. Y residió en M emolas,2'’ e
hizo que tanto el alto como el bayo N i!o pagaran tributo, y puso guarniciones eti ios
lugares que eran más adecuados para ellas. Y reforzó especialmente las partes orien
tales, porque previo que los asirlos, que entonces tenían el poder mayor, ¿escariar,
su reino, y lo invadirían. Y como encontró en e! nomo de Sais una ciudad muy ade
cuada para su propósito (pues estaba al este del brazo de! N iio cercano a Buhaste,
y debido a una noción teológica se llamaba Auarisj, la reedificó, v ia hizo muy
tuerte por los muros que construyó en tomo a ella, y por una guarnición numerosa
de doscientos cuarenta mi: hombres armados que puso dentro de ella para custodiarla.
A llí iba Salatis cada verano, parte para recoger su trigo, y pagar ¡os salarios de
sus se toados, y parte para entrenar a sus hombres armadas, e imponer así respeto
a sus enemigos. Cuando había reinado diecinueve años murió. Después oe él reinó otro,
cuyo nombre era Beorí, durante cuarenta y cuatro años. Después de él reinó otro, lla
mado Apachnas, treinta y seis años y siete meses. Después de ¿i, Apopáis reinó se
senta y un años, y luego Yantas cincuenta años y un mes. Después de todos éstos
reinó Assis cuarenta y nueve años v dos meses. Y estos seis íue.roc ios primeros se
ñores entre aquéllos que tuvieron gran deseo de deshacer Egipto hasta las raíces.
7 oda su nación se llamaban, hyesos, que quiere decir reyes pastores; proique Hyc,
según ei dialecto sagrada, signirica rey, v Sos un pastor y pastores en e! dialecto
ordinario, y de éstos está compuesto Hyesos. Pero algunos dicen que estas gentes
eran árabes.“
Por este extracto que contiene la mayor parte dtl texto conservado por
Joscfo, puede juzgarse el carácter de la historia egipcia de Manethon. Parece
haber sido una labor respetable, una obra de amplia erudición, que se extien
de sobre un estudio comparativo de los ricos materiales que estaban disponi
bles para los hombres de la época helénica; el tipo de historia que uno pudie
ra desear para los estantes de consulta de la gran biblioteca de Alejandría.
Pero, aparte del contenido, la obra parece haber sido menos egipcia que he
lénica.
En conclusión, puede observarse que sí el texto de Manethon es tan bueno
como muestra este ejemplo en ia parte que se ocupa de la historia de los
hyesos, probablemente alcanzaría aún mayor excelencia en ei tema más ge-
ruanamente egipcio de los grandes días del Imperio, para ti cual había a ros
no materiales abundantes. El critico ce Herocoto puede, por tanto, redamar
justamente el tirulo de único historiador de Egipto.
D O C U M E N T O S B A B IL O N IC O S , A S IR IO S Y PE R SA S
I*»« como ellos de nosotros, durante tres milenios por ic rumos, e! pueblo
d< Ihihdonia-Asiria continuó produciendo y estudiando ios ¿aras de ia histo-
'*•" jitro t.i historia misma no ia produjo nunca.1
i u historia de ia historia en Babilonia es muy similar a ia de Egipto.
<•» similar que no necesitamos detenemos mucho en sus detalles. Pero hay
elrmrnto significativo más en ei fracaso de Babilonia; porque desarrolló
1'" do>. elementos que son esenciales para la producción histórica: una curio-
"<J«d f>or el origen de las cosas que ció por resultado una literatura mítica
‘Hr ha logrado importancia duradera en la religión, y un acidado por ¡os
"'»ii» drl pasado que es el primer paso hacia ia crítica histories- Peto la reli-
l'.'hi o la superstición— le cerró el paso a la ciencia.
Tan sóío después de que el cuerpo de Tiamat quedó cortado en tíos for
mando una mitad el cielo y la otra la tierra. determine Marduk crear las
plantas, ios animales y ei hombre/'
que los participantes er. ellos eran sus interesados lectores. A l sabir ai trono
cada rey comenzaba a publicar sus anales, y seguía haciéndoles añadidos
conforme pasaba el tiempo. U na comparación entre las distintas versiones
de los anales de un rey elaborados mediante este método de compilación seria
en si misma un valioso ejercicio de crítica de fuentes para cualquier estu
dioso capacitado del texto-/ pero es dudoso que exista ninguna otra parte de
ia historia de la historia en que el estudiante no especializado se sienta más
desconcertado por la falta de equipo arqueológico que este campo ce las
culturas mesopotámicas. U na apreciación reciente llega a proclamar que "en
ur. sentido muy auténtico, la verdadera historia comienza con los asirlos'’y5
pero juzgados sobre la base del propósito de la historia científica — buscar
la verdad v decirla sin miedo ni servilismo— los anales reales asirlos deja
ban mucho que desear. Como literatura contienen pasajes que son gráficos
v detallados, y nos dan vivas descripciones de Senrtaquerib, Tiglat-Peleser,
Shalmaneser y Esarhaadon, que son ahora tan reales para nosotros como lar-
figuras de ia historia clásica. Pero como narraciones fidedignas están todavía
ai borde de ia leyenda heroica.
Queda sólo por consignar t . intento hecho bajo el último de los grandes
reyes asirios, Assurbanipal (Ó68-62Ó a. J. c.), para sunerar a sus predece
sores v dar a su:- inscripciones algo de! caréete: ce ia historia. El propio rev
era no sólo un conquistador famoso sino ur, propulsor cié la cultura y en
centro 000 entre sus guerras para reunir una gran biblioteca: nos quedan*
milis 20,<kk > tableras para dar muestra, de la actividad de sus escribas, que
copiaron ia gran be ¡encía cuneiforme.30 Sus propias inscripciones abanaonan
Ln frases tersas del estilo más antiguo para hacer un ensayo de histeria en
y u n estilo, el producto más refinado que Asirla pedía dar. Peto e! contenido
»igur riendo e! mismo, y el intento de agrupar los hechos por orden Ge asun
to1 en lugar de la estricta sucesión cronológica lleva a la eonrusión y es más
Ir pérdida qut la ganancia.
A pesar Ge todas sus pomposas afirmaciones de poder, una nota baja per-
»ir.irrite corre a través de la mayoría de los anales reales. Porque, por muy
««■ puro que el rey pueda estar dei dominio del mundo durante su vida, está
inquieto por el futuro. Para salvaguardia de esto se inscriben "piedras ccn-
tnrmorativas” destinadas a las generaciones venideras. Pero incluso las ins-
i ripciones pueden no estar seguras en manos de ios descendientes de uno.
I .a idea es preocupante, y los reyes o suplican o amenazan a quienes han de
morderles. Pocos criminales ha habido en la historia del mundo más despia
dados que Ashur-nasir-pal III, el Tamerlán asirio. que remó Ge 885 a 860
11. J. C.; y pocos anales de los monumentos igualan al relato de sus conquis
tas. que sometieron bato el ooder asirio tí Asia occidental. Pero su huella
sobre el futuro es bastante débil.
.. ¡Oí', vosotros, turaros príncipes entre los reyes, hijos míos . . . no borréis mi
iii’inlirc ave está inscrito {aquí encima), sino paced vuestro propio sombre, ai lado
di! mío!5'
Pero ¡os resriracr.ios de los reyes asirios estaban poco seguros si que caber.
1( tifiados a ios andados cariñosos de sus sucesores- Las maldiciones eran
más eficaces, como también pensaba Shakespeare; y así xa crónica solía con-
1 luir cor ur.a fórmula rotunda, cuyo poder debe haber sido considerable en
1.« tierra de ios presagios y Ge la ciencia augura!. La maldidan «ic Ashur-
nasir-pa! ofrece uns descripción tan realista de Jo que puede ocurrir a ias ins
cripciones reales que debe citarse in extenso.
Era lo más natural que los reyes caldeos volvieran ia vista hacia el ante
rior imperio babilónico. Fueros así llevados a investigar su propia historia
antigua. Entre estos investigadores se cuenta el rey Nabónidus {556-539
a. j . C .) . quien fué éi mismo si no un historiador real, por lo menos un ar
queólogo. Mientras los persas, bajo el rey Ciro, se anexionaban las naciones,
septentrionales y se preparaban allí para dar el golpe al antiguo centro de
civilización, c! rey de Babilonia excavaba las ruinas de su pasado distante
al abrir los cimientos para sus nuevos remplos entre los restos de la ciudad
en que aquéllas estaban. Aunque su hijo Belshazzar, a quien correspondió la
administración del reino, pudo ver ia escritura sobre eí muro. Nabónidus no
se interesó por la guerra, dedicándose a consignar con un entusiasmo de eru
dito hechos tales como e! haber desentenado una primera piedra de Naram-
Sin "que ningún rev antes que yo había visto per espacio de 3200 años/'
Eos escribas de Nabónidus examinaron también las bibliotecas para simar
en sus propios lugares en las listas a los reyes cuyas inscripciones encontraba
é!. y para calcular el espado de años que los separaba de su época. Pero los.
dioses y lo; hombres comparten per igual los honores cr este examen cuida
doso aunoue sin discriminación, oc 10 que va en Babilonia eran tiempos
antiguos.
A los caldeos sucedieron ios persas, cuyo rev Ciro can turó Babilonia
en 538. Los reyes persas continuaron la tradición rea! de Babíior.ia-Asiria,
v uno de los más grandes documentos del mundo es el que. en el pre
cipicio casi inaccesible de Behisnui, relata ios hechos y exalta la gloria de
Darío el grande ante el desierto. Aunque las rutas del desierto son ahora
pevo frecuentadas, esta roca, semejante a un Gibraltat. hace frente a una
gran vía de comunicación entre el Asi? central y Mesopoíasnia. v allí, por
donde tenía que pasar el tráfico entre el Este y el Oeste, sobre Iz superficie
desnuda de la roca, a trescientos pies sobre e| camine, se esculpieron las fi
guras de D arío y de ios "rebeldes’’ que e:l sometió, y ia larga inscrioción
que relata tos acontecimientos de su reinado.1*'
lA il) il,lf D»rici, ri reyi Esco es io cae fué hecho por mi después e t» llegué a
Ml '♦ > I l %|li< w li.in.aba Camb>,ses) el Hijo ¿e C it o , uno oc nuestra estirpe, rué rey
**'I"■ «iti,. , ,,r vo. Esse Oimbyses tenia em hermano. Smerdò de nombre, ce la misma
> il 1.ovino padre que Csmbyses.. Más tarde Cambyses mató a effa S ri eréis,
1 •‘•'"l,. < «n,Kv.cs marò a Smerci.', ei pueblo no supo cue Smerdo, bsbsa sido ase-
*1111.1., J ur(, , 1 pasc a bripte.. Cuando Cambases Huno partido nata Egip-
' l'iiil I > r. volvió hostil, y la mentira se multiplicó en ¡a cerra, ranco e: Persia
........ "■ M u! y m lar otras provincias.1’'
* * *' fnuiitur» arpónente. La nieve y las nubes cubrían sus picachos. te-
1,1 .......... traban cr. tomo a! lugar en cue ias imcnpcioties estarán grabadas
*' la ..... •■ !!., «1 ahur ¡0 vista, pude ver a más de trescientos pies sc-bre el suelo,
"l iilirw .lil p:ar. rey Daría.
f 1! licrinoxi volumen, con notables ilustraciones. The Seuipetares an¿
‘" " • i 11, ,j ¡he grtó 0.1 the rock oí Behiscun (Las rancharas c- mscnp*
" d' I »*n il grande en la roe* de Behistun), publicado aaónimamess. rt :>or el
*"*•" IWit*Mi., (1907). Los aura:es sen L W . K ing y R. C laCM Psar, t. Quienes
t " 1'** * ,,,|, nurvB copia gracias a un trabajo cuidadoso ejecutada' sobre e! terre-
"" ’ ‘ i*iiil'iín R. VI’. Rogees, History of Babylonia aa¿ Assyñs, t, &
1 V k lu í. y R C. T h o m pso n , o f . ei:., reste persa, p e. f-~.
docu m entos b a b il ó n ic o s , a s ir ¡os y PERSAS 117
Si tú ves esta inscripción junto <. estas esculturas, y no las destruyes, sino qat
las guardas mientras vivas, entonces será Auramacda tu amigo, v perpetuaras tu
estime. y vivirás larga vida, y cualquier cosa que desees hacer, Auramazda k hará
prosperar.“ 1
»mii’iirdad; fue líida por hombres como Platón c Isócrares en sus cúsanos cías por
1,1,1.... ,.|,.re» fumo Diodoro y Nicolás de Damasco, poco después ce has días de
1 inin, 1 pot l ucio en la época bizantina; y su información respecte a asirlos, medos
, |.t l l ri, ftic tomada de segunda o tercera mano por Eusebie ve-tros cronistas cris-
(,„•«,•», «m:tenes la transmitieron a Sa Edad Media Niño, por e iturp - rué casi tan
,1,.|.,>t iiintr como Adán — o su contrapartida— en algunas de estas ¿termas historias
/.•I*ido• <■ *<<’ Ubre influenció grandemente a los escritores de las soveuai alejandrinas,
,|in imito lucieron para inflamar ias imaginaciones ce conquistadores rvasteriores; v
M| ,, roiifribuyé a inflamar la imaginación de! mismo Alejandre. Ctesias, comc
| ,,, ,|.,1,11 . puede contarse por esto entre ios historiadores que nicieroc historia escri-
. |,,|.i; \ por cierto iiust-a ia verdad, que tendremos ocasión de comentar muchas
, ,, r ii el curse del presente estudio, de que b importancia de uru historia no
pn depende dr U corrección del relato que contiene.”
11 1 <i» extractos, como ocurre con. Manethon, íutron conservadas per Josefo (Con-
j t um. Iih. 1, seo-, 19 ss.) . y por Eusebio (en el comienzo de su C ~ssni:orv.m lite -
¡ ..„ „ „ i (I ioro primero ce ¡as crónicas), citando a Alejandro Poivniítze. un erudim
,1, ip... .1 dr Sus) Textos y traducción er. I. P. Cor.', Armera Frafr^snís c f r'nof-
. ('luildatar.. Jogyptum . . . and Othcr Tí' ttiets (Antiguos bagro-eroos O í escri-
fruí, ios, caldeos, e g ip c io s... y otros) (2* ed_
I 11, bw [C bcnkonttn líber primus, cap. 2) b resume como ssrue: " Y pn-
...........luí qur b tierra de ¡es babilonios está junto a! río Tigris, y ~ze e; Eufrates
..,,4 por rl medio de ella, y ia tierra produce por sí trigo, cebada, .entejas, mijo
, ,,, i rn lev pantanos y cañaverales del río había ciertas tutees comestibles
|| ,,i,.'.i', "gong” , que tienen b. conristencb del pan de cebada. Dattse.- v manzanas
, |.,, |m I»', otras clases ce i rutas crecer. a!ii también, y hay pescadas r aves de los
,rt,.ip v pantanos. La tierra tiene también comarcas áridas y destenas ( b Arabia);
, ,| otro lado dr la Arahb es montañosa y fértil. Pero en Babilonia se estableció
, 11,1,1 me nusa de gentes extrañas, en b tierra de los cárdeos, v virusa licenciosa-
..............linio los animales cuc no razonan y ei ganado salvaje.”
DOCUM ENTOS BABILÓNICOS, ASIPJOS Y PERSAS I JO
En los primeros años, según dice ■ Serosoj, apareció desde e¡ M ar R oja allí
n e c io en c¡ centro ce. territorio de ios babilonios, un terrible monstruo, cuyo nom
bre era O annes__Y dice de este animal que trataba normalmente con los hombres.
sin tocar nunca el alimento; v enseñó a ¡os hombres ¡a escritura y ¡as distintas artes,
la construcción de ciudades v ¡a fundación de templos; también ia concesión de
¡eveí y los términos ce las fronteras y divisiones. También se ¿ c e que enseñe a los
hombres a cosechar cí trigo y ¡as frutas; y de hecho todo lo que es ce uso para is
vida sociai organizada rué entregado por éi si hombre. Y desde aquel tiempo nada
más ha sido inventado por nadie.*'
Y ai ponerse el se: el monstruo Carines se sumergió ce nuevo en ei mar, y pasó
la no:::e en alta mar. D e modo aut llevaba hasta cierto punto una vina, doble. Y
después aparecieron otros monstruos semejantes de los que dice que trata en ei libro
dt- les reyes. Y dice cue Oannes lis escrito ei siguiente relato de la creación y de ls
cosa pública, y otorgado a! hombre el lenguaje y la aptitud para las a re s.'"
Sería hacerle justicia a Berosc citar, en contraste con estas secciones ¡e-
pnd.-mas y cronológicas, algo ce la última parte, donde está sobre terreno
histórico más firme. Joseío nos da un extracto de ella lo bastante largo para
tntmiar que anuí el autor se elevó a la dignicad de la historia germina.56
I l.iy una descripción de Babilonia en su último esplendor, con los jardines
ni» antes y las otras hazañas de ingeniería, y una crítica de las equivoca-
<iones dt los historiadores griegos que aceptaron eí mito de la fundación de
Babilonia por Semíramis. Pero esto es todo lo que nos queda; vista la relativa
pequenez de! rragmento de historia que conservamos, no estaría ju stifica d ?
que t í o s ocupáramos de él más tiempo. Y con Beroso dejamos Babilonia.
p una verdad en ía cuestión después de too o. Pero puesto que se han limitadc a asig-
tu l 1 1J deminariós ce eso: diez hombres tantas minadas de años, ¿quién habrá cu ;
no considere como mitos relatos semejantes?”
Joseío, Ccm±?¿ £p:c?¿. lih. 2, secs. io-zc.
S E G U N D A PAR TE
H IS T O R IA H EB R E A
C A P IT U L O VIH
EL A N T I G U O T E S T A M E N T O C O M O D O C U M E N T O
H IS T O R IC O
C
U ¡ pagamos de esros pobres y escasas documentos de ios granees imperios
fiel Oriente a ia historia de la pequeña rama semita que se aferró a un terre
no peligroso sobre el paso entre el Eufrates y el Nilo, a ios hebreos de Pa
lestina. nos sorprende en seguida ia riqueza de sus anales nacionales en com
paración con los anteriores. Contrastando ccn ía producción ce egip to o de
Babilonia., la Biblia se ¿estaca como una realización que hace época Obra
elaborada durante muchos siglos, iiena cié muchas cosas que el historiador
rechaza, encierra, no obstarme, la primera obra histórica de importancia ge-
nuiñámente nacional cue ha llegado hasta nosotros.’ La crítica moderna ia
ha despojado ce su distinción exclusiva como revelación especial ce feho-
vs, hs negado ia historicidad de su reiste de ia Creación, y ha destruido
»a aspiración de ias !c yescas de los patriarcas a ser consideradas como au
tenticas. tei gran nombre de Moisés cesaparece como autor del Pentateuco,
}' David se borra deí Labro de ios Salmos. La historio de ]ost se con
vierte en una novela y ei Decaíogc en un enunciado de ideales profetices
a-, -rata-mentó ¿ - los oocumentes nisroricos os los judíos está hecho aquí ibs.L
d punco de vista de ía producción completa, de la Biblia tal como ahora b tene-
nios. LsxO se ¿iscc principatniente por era razón cíe claridad. U n tratamiento más
b-,itor.ee setir, comeiicai ^con los elementos tal cctno existieron en los ¿las más re
motos, y continuar c. retaco como ocurrúi realmente, en lugar d i ? hacia atrás, ana-
uxancio e-i texto coni. cro. í_>ct>eri5 tenerse a mano ei volumen c-- icjuus B ewet. jen
"Records of Civilización - (Archivos de la civilización), The titératvre or thc Q ki
Testammt m iit histories! ¿crdcvment (La literatura de! Antiguo Testamento es su
desarrollo histórico), para completar, y ral vez fwrregir. ias materias tratadas en estas
páginas.
HISTORIA DE I A HISTORIA
IM
- Eí análisis dei texto ¿a¿o aquí estaba basado en ur. examen «fe la crítica bíbli
ca tai como se encostraba en la época en que se escribieran estos cap;ratos. Aunque
se c r e e c h ic los descubrimientos recientes no han desvirtuado les conclusiones aquí
enunciadas, cabe decir que, en general, Esa tendido a cohtirmar el punto de vista
histórico mas conservador frente a conclusiones derivadas solamente o? compro
bación interna.
* BÍS/.ot era la corteza interior del papiro, 7 se aplicaba por esto z\ papú coe cor.
ella se bacía. Luego se aplicó a! ¡ibtc> hecho- de este papel.BiB.-.ío, ¡biblia e., el piuca! <ji
5 ;8 /.íf>-.-. diminutivo p>S/,c;„ Véase suprcy cap. ni.
HISTORIA DE L A HISTORIA
Muurr ” , atribución que descansa sobre una tradición judia posterior/' Con
• >ii» Íi!hi*s liemos de ocupamos de preferencia, pues proporcionan la mayor
I•«»tr dr los problemas históricos fundamentales del Antiguo Testamento;
(«ni el rrlato más hermoso está más bien en el segundo grupo, que incluía,
iiilrtmi' dr los libros de profecías, las cuatro historias. Josué, Jueces, Samuel
V tu-. Reyes.1 La tercera división, ios "Escritos” o "Escrituras", de la cual
»«>ii típicos los Salmos, Job y los Proverbios, contenía también algunas de
l.t> historias posteriores — Crónicas. Ezra y Nehemías.’ v el sorprendente libro
«Ir Daniel— .
Pasemos ahora al primero de estos tres grupos.
EL P E N T A T E U C O
c
L i Pentateuco — c. para incluir Josué, que realmente 1c pertenece, el Hesa-
reuco— esta compuesto de cuatro fuentes principales, que catan desde el si
glo noveno hasta el cuarto, aproximadamente. Tan sólo eos de ellas. las dos
mas antiguas, son propiamente históricas; pero las otras dos. si bien se ocupan
con preferencia de ías leyes y el ritual, han refundido de modo tal el texto de
las más primitivas, que todas cuatro han de ser reñidas en cuenta en un
examen ce ia historiografía hebrea.
El texto más primitivo, que abarca desde ei Génesis hasta los Reves, es
un ilion de leyendas prehistóricas. Habían existido leyendas de Sos patriar
cas de los israelitas, transmitidas por tradición desde ¡a antigüedad más con
tusa. Eran, como las de cualquier otro pueblo primitivo, leyendas tribales de
antepasados y héroes ramosos, entremezcladas con mitos de la religión tribal.
La antropología puede equipararlas con relatos similares de todas las partes
cei mundo. Se mantuvieron vivas, según parece — por 1c menos algunas de.
ellas— por la recitación en los sitares locales y los lugares sagrados ce que
estaba iiene el país. Cada pueblo tenía su altar par?, ios sacrificios a sus
c;'/nudacea. y con frecuencia un lugar destinado a las fiestas que seguían.
Había bosques sagrados y santuarios en lo alto de las colinas, tocas encan
tadas y montones ce piedras; y en torno a cada sirio flotaba alguna levenes
de una época remota, alguna historia de un héroe que había estado ahí i r
cierta ocasión. Si uno iee las narraciones de los patriarcas, incluso en la / t i
ma en que ahora ¡as renemos en el Génesis, le sorprende ia frecuencia con
que se repiten la erección de altares y la consagración de lugares sagrados.
Dondequiera que se hace un juramento, se ofrece un sacrificio o aparece ur.a
visión, se apilan las piedras para un altar, cus:, en la maverit. cr los casos
5
h is t o r ia de l a h is t o r ia
' i'-u., ..templos tic esto, véase Génesis: 12:7, S; 13:4, x£; 16:7-14; 21:12-2:, 3s;
'•»; • r u :o. 2o- 24:62; 2«.:o, 10; 26:25. 52; 28:11-10. 2:113. 46-49; 32:50:
■J‘ ■ 3r»: i 4 20; 48:9; 49:30; 50:3.
1 C I K n » r, Students O íd Testament (El Antiguo 7 'estamento ¿el estudian-
• (5 viv.s., 1004-1914). 1, 8-12, Clasifica las leyendas er: 1». siguientes grupos:
leyendas de clan y ce familia, con ir familia ccn~ tema central, tete-
1 1 1 i n i;, memoria de las tribus nómadas durante cuatro o cisvra centurias. 2. Jns-
' "i"i.-,n,.1e> p v , explicativas dei origen del día de descanso c de ía Pascua de- ios
'i'ho-os 7 D» lugares sagrados, dando el origen de sus n m ó ris. 4. D e origen de
: r<" propios, p. c_ Abraham de ab-hamor.. el paare cc uta, nauldtuá. 5. Rela-
1,1 »i» entretenimiento, p. e , el viaje dc’i criado de A b teas» «3 busca de Rebeca.
' “ r- uuvr.o* eran muy gustados. La obra más sugestiva rurltcack recientemente
* ‘htt cmos asuntes, cue aporta gran riqueza de ermociraknrcí antropológicos para
1 ’ •••ai Is «ortisación de !a leyenda y ei culto judíos, es S - “ . G . F razer . k'otk.
!"u (ór O íd 7 estmr.cn:, (El folklore en el Antiguo Testan'.nn.tri (3 vols., i qt Sj .
Cn-nes:: 12:6, 7.
fv ncsis 26:33, "por cuya causa el nombre de aquella cucan es Beersefca hasta
e*lf día."
Popularmente se cree que ésta es la etimología.
I .1 montaña es Stnsi en los relatos de P y probablemente Horeb en I: v D
EL PENTATEU CO
13 1
1" Se insiste sobre el carácter sagrado del nombre siempre cite ia religión está
investida cor» eí poder de maldecir o bendecir. La antropología suministra prueba:-
de ia universalidad de esta creencia. Las fórmulas de bendición medrante el nombre
sagrado han perdido ía navor parte de su significado primitivo, ¡aero el juramento
todavía conserva el poder de ía maldición.
’ * Exodo j .
*4 HISTO RIA DE L A H ISTORIA
jr«Mt;mrnrc al ser tocadas por la vara de Moisés, según E. Este realce de!
ftiLgro, introducido para exaltar la dignidad y las pretensiooss de jahveh,
*V«'» mj propósito durante codos los siglos siguientes. En tanto que el mila-
JTi> I iic considerado cotr.o signo especial de divinidad, de cuantos más mi-
l'ST’os pudiera envanecerse la Biblia, tanto más auténtica parecía. Ahora, sin
'• ‘hurgo, en una edad científica, cuando los milagros sen repudiados por
Jrt'upio, las románticas adiciones al primitivo relato aportabas por E se
Ituian a disminuir su valor como historia. Se encuentra une- con situación
«nulopa a la de las leyendas medievales de santos, en que km milagros se
oulnplican cuanto más se aparta uno de la fuente original, y st multiplican
<*vi .v ú n una i crmula.
o. ri n-Iaro de j es más de fiar que E en su tratamiento ¿e los episodios
- o tea un refleje más próximo de! mito primitivo— lo mismo cabe decir
d»! tratamiento de la moral. E amortiguó las historias crueles y rudas del
t.vmt'o viejo, cu: J habla expuesto tal como ia tradición las había conser
vóle, U n nivel moral más alto en el presente estaba exigiendo un pasado
no* edificante. En tales circunstancias E, que en apariencia comenzó corno
mn compilación independiente y paralela, tomada de fuentes ánaiogas — o
1« mismas— que J, se convirtió en la base para ur,a revistes de todo el
conjunto ¿c la leyenda. Porque, al igual que los Jahveístas. los Eíohistas
tf/.ba uron en estrecho contacto con los profetas de sus días, v sv texto llegó
.■ rrfletar con precisión ia gran reforma de los profetas Amos ~ Oseas, en la
la religión nacional Eué refundida casi tan corr.pletamettee como cuan-
d el cristianismo se desprendió de ella siete u ocho siglos más tarde. La
A ¡dad tribal —de preferencia un dios guerrero— cue había reemplazado a
l(i* divinidades locales gracias a la ardiente propaganda de los orofetas Jah-
vtíntes, era concebida ahora en términos de pura conducta m oral Su ver
il» dera adoración no era e! sacrificio, sino la vida recta. N íria podía ser
rr.hi. a teño que esto a las ideas de los antiguos tiempos. Entones; jahveh ha
bía »«do el dios fiero e inexorable ce! tabú y del ceremonial: ahora estaba
transformado er; un dios de amee y rectitud. Esta reconstrucri-ós de ia reii-
t tón llevaba consigo una recenstrucciór de la historia, um- reconstrucción
tan e fondo oue ha sido designada por algunos científicos moderaos como
• ! primer ir rento de critica elevada. El antiguo relato tribal rué refundido
pata hacer el pape! de jahveh más adecuado a la nueva ética“ e. inciden-1
talmente, más creíble. Los hombres que escribieron el decálogo — porque los
elogistas fueron los autores de los diez mandamientos— no dudaron, anu
lo que ahora resultaría una alteración en los documentos para que ello les per
mitiera insertarlo como una orden divina.
Durante el siglo séptimo un autor de Judea refundió J y E en un solo
relato conocido por JE — interpolando con bastante descuido las dos versio
nes. sin eliminar contradicciones y repeticiones. Es evidente que el editor se
vio forzado a hacer esta obra chapucera por la vitalidad de las distintas ver
siones, pero él mismo aumentó, en lugar de disminuir, sus dificultades, aña
diendo nuevas variantes de otras fuentes. Siendo su compilación insatisfac
toria. como lo es desde el punto de vista de un producto artístico bien io
grado, e! crítico bíblico le agradece con frecuencia que sea tan pobre como
es: porque la traza de las diferentes versiones que acaramos de examinar,
hubiera sido borrada ac otro modo. Si Judea hubiera producido ur Tucídi-
des para ía perpetuación de su historia nacional, capaz de elevarse hasta h.
altura de su tema, de refundir ios materiales fragmentarios y- toscos en el cri
sol del arte, la historia deí mundo sería alrota más pobre, en lugar de ser
más rica, porque las fuentes se habrían perdido.
>n ♦’Lo esencial de D son los caps, s - n : 12-26; 28.” G . F. M oobe , T h e iite**t*rt
oj th eOla T e s t e r n ó n ! (La literatura del Antiguo Testamento) ( » Q í j ) , p r 5S-5C
• |ft HISTORIA DE L A HISTORIA
lo* (•m in .ik D insistía en que sólo se podía sacrmcar a jan ved er. un ¡u-
l «i il templo de Jerusaléc.1' Les altares locales tienden a la ¿realización
•U 1« di iil.ul -como todavía ocurre— , y por eso deben áesnuamer. y los
miMtinir» que los cuidar deben hacerse sacerdotes de jahveh en su único
l*iiqili<
I i*• irfurmadores tuvieron que encontrar la justificador» para una inno-
1*1 lint i aii «uilaz, ouc rompía hasta las raíces les hábitos ce la vida local, en
uliw Ji Jahveh del tiempo antiguo, y como éstos faltaban, s: vieron
i'l'lij!*ili** » inventarlos para hacer frente a ia situación. La macen narre ce
I* lnvi in uní fur atribuida naturalmente a la fisura más cranáe de las le-
• *••••«• lirlni js, a Moisés. Les textos antiguos (en esneda! E) -va habían
hnliii tli ti ti fHTTtavcz de jahveh sobre una montaña sagrada: D elaboró
• ii* uní 'littiKiotirs con nuevas instrucácnes divinas. Este es el cambio orin-
• l|'il mi 11dundo por D. Es más ley que historia, pero la historia ruvo que
«i"i".iiliii»i « la ley; y D es el autor de la transtormaden gc ia dtrura de
M ..„ti ili.dr la de un prcíets y vidente hasta la del más grande leeíslador
di I* «tu igualad, transforma don. que fué completada por ia siguiente y últi-
•"» il* L> iiiatro grandes contribuciones al Pentateuco."'
I i >1 . nevado que e: culto en los ¡ligares alrcu ce! periodo r r ñ v r - o hubiera
" "b ir*l <■ " jahveh. —os. reformadores deutercnomiccs ueaaror. mucho más
I. lia 1 . n«ion que esta adoración en ¿as cumbre; y a iatas comerá haber sido nun-
'• •' i ....... en la fci'.r. ón de jahveh.
| ' '" i " " "i lS:é. 7- U.I traslado resulte impor-lcie a causa de u s derechos
• L ........* • ■ it.ic eró'-cío de Jesusa.en. E! resultado ta-e ur.a cegracadcu. de estos
....... • lunas, que toé j u nucacó por Ezequie». Este avtida a recna: D ron
• *|*• • t n o c ; muestra; de creer en c¡ «peda, carácter sizraco me: templo.
I *'• i ' ........ o. j ’.ureer antes ¿e ia última parte del sx;o séptimo. Fe« 1c infiuen-
■ '< i 1- * < >1 >ir ¡ a c o n c e p c ió n ge D io s en D es » n c u d & b ie u . ¿en ram e t e! e s tilo
i i " li '« 'i i* n un rl s ig lo s é p tim o .
•1 11' i • ili! IVaieror-osmo sadó - luz en el año dieciocho de' reinad o de jo-
‘ *•i•11 i* i« lata en ? Reves cu. A! reparar el templo pot orden de j asías, K il-
* • .... . »..iridote. lo encontró. ''Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías a
•i 1 *" ...... I 1 libro de ia ley be ha »ado en k casa « jehová. E HTlrías dio el
1: ■■ *•■ •, 1 iii \ levólo . . . 'i levólo Sorban delante d:i rey V cuantío e. rey hubo
1 I«* |•». ibi'.rt r .mro. Ge la ley, rasgó sus vestido*. Luego mancó r- rey . . . d:-
I.!, i piiyoniad jehová por mi y por ti p u e b le ... acerca ce Las palabras
1 ■ 'i l-l'Hi i|,n »r ¡u liallaGo. " l asi consultaron a una “ profetisa", cuten íes ordenó
■ 1 • <immi IVtpués (cap 23) se inició la referes?, derribando ic; citares loca-
EL PE N TA TE U CO 137
Íes. talando ios bosques, y profanando todos ios lugares sagrados cor. huesos ¿i:
muertos o er. alguna c-trs forma. N o es ei episodio menos significativo, deses el
pur.ro de vista de ia historiografía, ia consulta a ia "profetisa’ ' para conocer la vali
dez de ¡a ley.
P- 3 5:
Im penca logias véase más abajo k nata a Neítemias, p. .149, a. 26. P Deva las ge
nealogías desde ia Creación Hasta Abraham como sigue: las generarcele.- de Adán,
l tenevi de N cc, 6:9; de los hijos ce Noè. 10; de Sem, i i : ; oi de Thare. 11:27.
Una comparación entre e! trim er capítulo de: Génesis fde P i cm e¡ secos-
tío (d.i ! I mostrará lo alejada que está Sa última contribución de la princrc no svio
<•1 1 asumo sino lambii:: en cS estilo. En ci uno la creación precede de’ .-árase ce un
I lio 1«tu* permanece alejado de su universe; en el otro. Dios sopla en el coivo cara
,1.! v. 1 ai Hombre y luego se une con ¿1 como un compañero. E! estv.-* de P es
a ñu .1.’cenado a su tema, porque ¡a taira de detalle que hace el resto de su relato
limimi.!" y seco era aquí sitamente adecuada. M as a Scianti su inienn.-'.dac es más
1u. ble
’ Todo sacrificio. excepte e! hecho por ios se cercotes, es ilegitimo. IX aquí que
I' im admita que los patriarcas Hubieran sacrificado nunca.
1 -.ta es una simplificación de! proceso real, porque J y E continuaron circu-
l.uul" mparadaner.te después de esta: Hecho JE. y existen otros eiem-ir.tcs en la
un ,| f.inón no tratados aquí.
EL PEN TATEU CO
hizo especia intente un viaje s ios pueblos fenicios para comprobar un relato
egipcio cié los comienzos de k soaedad humana, en el cual "Hércules” des
empeñaba en cierro modo el papel de jahveh. Si alguna vez está justificada
en el historiador ia especulación con lo que podrís haber ocurrido, se le per
mitirá seguramente el privilegio de conducir ai Padre de la Histeria unas
leguas hacia el interior hasta lerusalén, para discutir el asunto con el autor
del Génesis. N o es probable que la herencia intelectual de las edades sucesi
vas hubiera cambiado mucho con semejante encuentro, porque raa! poorra
haber imaginado Herodcto cae la mezcla de mitos y leyendas trmales que el
historiado: judio estaba editando iba a ser considerada como algo mas que
su valor superficial por toda ia cvilización occidental curante casi eos mi
lenios, como ia explicación — ¡c génesis— del mundo entero: y el judío tam
poco habría entendido la acritud racional de su colega griego, ni ia importan
cia de su encuesta. Pero en los cías en que la religión y -a Historia comenza
ron una vez más a ser estudiadas por el método comparativo, ta! como H e
redóte trató de hacerlo, y ios sacerdotes de Egipto y Babilonia a se: in
terrogados. esta vez en su propia tencua, nada podría igualar en ínteres
para ei crítico de la E olia, a esta conversación imaginaría anotaaa por mano
de Herodotu.
CAPITU LO X
LOS R E S T A N T E S L IB R O S H IS T O R IC O S D E L
A N T IG U O T E S T A M E N T O
Í-L-as fuentes principales de: Pentateuco se continúan en los libros que le si
guen. Las antiguas colecciones de tradiciones. J y E, o narraciones similares,
se entrelazan entre si; los historiadores deureroncraistas las emplean para
predicar su lección de que e! desastre se debe siempre al pecado, y en especial
a la colera de jehová, y luego las manos sacerdotales insertan en lugares ade
cuados del relato secciones — ampliamente imaginativas— que enaltan el pa
pel del sacerdocio. Luego viene la labor de los autores-editores que vierten
la miscelánea en una forma aproximada a la que tiene hoy. labor que no fue
completada hasta más adelante. Como hemos visto va este proceso compues
to de los distintos autores con algún detalle en jo relativo al Pentateuco,
examinaremos brevemente los restantes libros.
Josué está tan intimamente ligado con los emee libros antenotes, que es
ahora habitual tratarlo juntamente con ellos, formando los seis el Hexateu-
co. Lleva ha sta k conquista los mismos elementos que hemos visto en los li
bros dei Pentateuco, o sus continuaciones. El libro se divide con bascante
claridad en dos partes principales: los primeros doce capitules, que tratan de
ja conquista, y los diez siguientes, que se ocupan de la repartición de la tierra,
mientras que un apéndice de los dos capítulos ríñales hace una admonición
de despedida de Josué por el estilo de la de Moisés." D e estas partes, la se
gunda. que describe el repartimiento at las tribus, es sin duda una invención
emanada de la misma índole de imaginación sacerdotal de una época tardía
que P (Libro de los Orígenes) en ei Pentateuco, pero a la imaginación en
' En Deutcrenonsio 33:1-8. Desde luego existen intcrpolsciones en. estas partes.
M* HISTORIA DE I-A HISTORIA
'. i'i,, |tu n!y,: de eiia se apoya cr. material más a n tigü e, especialmente E.
I * ili iii, ahorno totalmente identificado con el espíritu y el estilo ce ios escrito-
*1 iU I I Vutrronomio.
1 " lalin ili (eirdiciac de la facultad mitificado-a se hace aquí m aiuíieíts. Los
1 I■111»i.it rutad hrhituaotv. s e s a ¡imitación de ia imaginación a unas cuantas haza-
" " a ai., mu' :.c repiten inderir-idamente. Las leyendas de los santos son análogas
* » ••• rnuyoria.
A, unii, imirntos posteriores de la histeria hebrea confirman esto.
1 OS RESTANTES LIBROS HISTORICOS DEL AN TICU O TESTAM ENTO 143
sión de razas y eí trato recíproco, costra ios que habían de protestar con tanta
vehemencia ios profetas de I chova. Puede verse, a la luz de su fanatismo
nacional, lo natural que sería para escritores saturados por las ¿cetrinas de
estos profetas admitir la versión exagerada de ía guerra contra la poblador*
nativa de preferencia a la versión verdadera. Esta es, tai vez, ía explicación
de la relativa pobreza histórica del libro de Josué.
E l libre de los jueces conntnzcL. st'giin fiemos visto* cotí los rr£2;rnentos
cue podían haber sido empleados como base para el desbroce de Josué. El
relato propiamente dicho Ge los "jueces’ comienza al concluir este breve re
sumen de la conquista y ce ia muerte de Josué.* En seguida se tropieza con
ía clave Gel libro.' Los israelitas se olvidan continuamente de Jehová o vio-
>an sus tanús: su colera se enciende y ios entrega a sus enemigos que los
despojan; luego surgen jueces" — caudillos guerreros y pequeños señores—
para sacudir el yugo: el puente vuelve a necar y vuelve a ser entregado a los
tiranos; surge ce nuevo un ''juez" cue derriba al opresor y gobierna durante
una generación: otra vez se produce la anarquía, y de nuevo surge un re
dentor, etc. Es un retorno eterno. Semejante historia es sospechosa en su
aspecto. Y lo es todavía más si se observa la cronología, porque ios periodos
de desastre v liberación duran regularmente veinte, cuarenta, ochenta años,
o una cosa así. Si recordamos que esta cronología dura a través de Samuel y
los Reyes, que se asignan cuarenta años a caca uno de los reinados de David
v Saiomon, cifra que se consideraba como ía duración media de una gene-
*a c o r en c: Antiguo i estamento, apreciamos aquí una disposición esque
mática de la historia, demasiado regular y simétrica para ser cierta. Cada lec
ción moral está encuadrada en una generación. N o tenemos que ir muy
lejos para descubrir los principios, sobre los que se construye, eí conjunto,
fci Deutcronotnssta interpretaba las guerras de tribus, y la anarquía de un
pueblo semejante r. los beduinos, como parte del esquema providencial de
.»ehova, y es un hecho significativo que siempre que un teólogo — de cual
quier reugicn ha tratado cíe emplear le. historia pata justificar las relacto-
nes ce Dios con el hombre, ha readaptado la historie de manera tal que su
carácter artificial pueda convencer al lector de que realmente obedecía a un
' jueces z:6. Los versículos 6. 6 y y son repeticiones literales del último capitúl
ele Josué.
jueces 2:11-23.
~ jueces 2:14. 15.
I HISTORIA DE I_A HISTORIA
|•11•» " I ii mam o zl tiempo exacto asignado al gobierno de cada juez, la cro-
i'.'itcc haber sido establecida para tratar de cubrir los cuatrocientos
ti. i» “ la «ñus que, según i Reyes 6:1, transcurrieron entre el éxodo y ia edi-
tiuitcfi d»l templo, aunque el intento no se haya logrado plenamente.
IVrc m la parte principal del libro de los Jueces10 rué vertida en esta
(i ."j por uti escritor deuteronomista en el siglo vi el material empleado
' ‘ |viiuitto, antiguo, legendario, con sus relatos de héroes y hombres semí-
«on frecuencia s n paliativos, con toda su crueldad vengativa y sus
iititiruit, con su exageración fanfarrona, tanto de proezas como de matanzas.
I I «ntuno salvajismo de estos relatos habla en su favor; llevan la marca de su
ni" po. y Tfílcian. a través de toda su ampulosidad, ia época saívaie en que,
ini o ti relato repite plañideramente, "no había rey en Israel.” Fue de segu-
iii .ai éxito para c! compilador de este material reducirlo, aunque sólo fuera
p ni ulmrntf, a tema p2ra sermones. Por fortuna él era todavía ¡o bastante
».ih.'jr para nc> borrar todo el salvajismo de sus antepasados.
f ini riicoi-.rramo' i spi ciaímcnte cor, esto en ¡a obra ce los historiacores crisriaros.
" I l»«t* rl final de! capitulo dieciseis.
'' I m hiucria • de Eli y de Samuel corresponden, en realidad a las de los Jueces.
11.■ ¡ii*ii rn lu forma rn que b.¡. tenemos noy, esta relación se subrava cor. el mensais
i|iir Suimirl pronuncia en i Samuel ic y que forma una conclusión literaria scecuc
• i i i i l libio di ¡o- Jueces, an.'.ioc. a ios ele Noises y Josué, cato por lo menos parece
ni ulhltiiai un citrxtode fuertes.
LOS RESTANTES LIBEOS HISTÓRICOS' DEL ANTIGUO TESTAM ENTO
M5
ríoda ele guerra iniciado por el combare de Saúl con les filisteos: el dios de
is guerra fue entronizado en ia cindadela. Por consiguiente los poetas ulte
riores y sacerdotes de Jehová tuvieron que cambiar relativamente poco en
las fuentes cue llevaban el relato de j hasta su adecuada y triunfante con
clusión. y así tenernos relatos bastante contemporáneos y no alterados.
Con esto llegamos al producto mejor de ia historiografía hebrea. El arte
de narrar ce j no se ejercita ya sobre los viejos e ingenuos relatos del Gé
nesis, sino que trata de personas bien conocidas y de acontecimientos recien
tes, y así en los relatos de Samuel y de David tenemos algo que puede, compa
rarse con los mejores productos de la literatura mundial. Pocas figuras de
¡a antigüedad se destacan más claramente, con toda su humanidad comple
ja, que la de David. Le, tenemos con toda su debilidad y con toda su fuer
za; no tropezó con un moralista alarmado que omitiera mencionar sus defec
tos a expensas de su carácter. La leyenda, que siempre rodea a los grandes
hombres, incluso cuando están vivos. - añadió algo por su cuenta., de tal mo
do que eposas posteriores le dotaron con extraordinarios talentos poéticos,
como dotaren a su hijo ccn extraordinaria sabiduría, pero su uersonalidacl
> el relato de su reinado descansan sobre la sólida base de la histeria.
testa historia detallada, fidedigna, comprende los dos libros de Samuel
y Jos dos primeros capítulos del libro de los Reyes. Pero a partir del reinado
de Salomar, esta sustituida por un tipo de relato muy diferente. Los aconteci
mientos de cuatro siglos están relatados en un espacio igual al que se había
dedicado a la sola vida de David, y este relato sucinto está echado a perder
por los editores deuteronómicos, puesto que ia historia del período que va
desde Salomón hasta el cautiverio de Babilonia está vertida en el mismo
molde que ya hemos visto en los Jueces. Ei desastre es siempre debido til
descuido en ia adoración ae jehová. y de modo más especial s la persisten
cia ce ls antigua adoración en los lugares anos a despecho de la pretensión
ciei templo 'de jerusalén de ser la única residencia de jehová. El resultado de
esta linea de interpretación de la historia llevada al extremo, es que tenemos
mesas una historia de los reyes oue un comentario sobre cí culto a jehová,*
** us fuente ¿e Samuel está tan dentro 'del espíritu ct! T ¿ci Pentateuco y
eme se empiea pera ella el arimo símbolo: pero esto no implica necesariamente un
mtsrr.e autor, su siquiera que e! texto ¿t Samuel tea una continuación d;! 1 <i- 1 •
pane más antigua. Pero sea cual fuere su relación, k concepción y c! esrlb v-n
análogos cue justifican el mismo símbolo para ambos,
ir
HISTORIA DE £A HISTORIA
I•<h<|ti* <1 «mor dedica escasa atención a los reinados que cataloga, excepto
■ uní ln li mvrn fura ilustrar su punto de vista teológico. Así por ejemplo,
Oitul, i|iu t un Jó una gran dinastía en el reino septentrional se despacha
*’i luí vi t: nulo:.,' a pesar de lo cual las inscripciones asirías reconocen su
(■ »»iiili />'■ Ii.i-ta el extremo cíe que llaman Beth-Omri al reino de Israel.
I'iih miii'i eme fundador de la ciudad de Samaría toleró la antcgua adora-
• fui ili lm. !«>cerros de oro, es evidente que nc era figura edificante para una
•iimoiu i Ir ■.ti nacía a probar que semejantes ritos idolátricos provocaban el
di ■ miii ( iin el mismo desaén se ocupa ei libre de los Reyes de los rei-
ii.i |n un rt ivro tanto de Juáea como de Israel. Los historia cores han re-
*1*1 >l>> m u ver .i la tentación de sacar una moraleja de la historia- pero aquí
I* Iiim u im o..'.ina fue trazada como una. moraleja hasta ti punto ce deíormat
lm!, L pr::, vctiva.*1 El hecho de que incluso hoy tan sólo los eruditos bí-
|ilu >> ti m. rapaces de restablecer la perspectiva correcta es comentario su fi
na un a >•<.. de la pobre calidad de estos últimos capítulos ce ia historia
1.1, i.in. I lupii ; \ los críticos han recibido la mayoría ce sus sugerencias oe
.....i |mi(i- inscripciones cuneifonnes y el estudio de los pro re mu— .
I'itu di ver en asando, sin embargo, en esta crónica mudlnda, aparece
'' 1 "ii ni « i v.ición que estimula el interés del historiador, t í reinado de
»........ . u inicrrumpe con ia observación: "Lo demás de los hechos de Ss-
1 . v i . ' ! s la, cosas que hizo, y su sabiduría, ¿no están ese-mas en el 1¡-
*" ' ' Ii’v Ih»-. de Salomón?” ’ 6 Lo mismo al concluir los miaros de Jero-
" " * KMvum: "leí. otros hechos de Jeroboam, qué guerras hizo, v cómo
‘ " '< >!.,••.; escrito cn e¡ }jbro át las historias de los reves ce Israel” ."
•i ,
" '''" i« ' >i( los hechos de Roboam, y todas las cosas que nizc, ¿no están
' ' " ‘,l l"- crónicas ce ios reves ce Tuda.?” La fórmula se repite prác-
llueca Unicamente otra historia hebrea, la que abarca ios tibios de la-.
Crónicas tasaras y ÍNedcmías. Se trata de una sola obra, escrita pn»-
mano, p roba ole me nte después ae 500 a. j . c. fcs un resumen ¿¿ rc-d- J»
historia contemos en ios Loros precedentes, ai menos en lo crie se re fíe r
inmediatamente al reina de Judea y Je-rusalén. Su autor emplea t-1
de los Reyes cíe Judea e Israel” y el "Libro de los Reyes ce Israel” y 0?t,ai*
** Véanse también 1 Reyes 15:23. 31; 16:5. 14. 27; 2 Reyes 8:23; 10:34;
ir.: 14:15, 1% *8> i5:5> t6:ic; 20:20: 27:17, 25; 35:28; 24:5, C;c.
20 Además de estos anales fueron empleadas otras fuentes. Hay vestiros o’e
tradición, y en especial existen las leyendas heroica« de ios rrofetas EHiah y
E; nomr-re Chroniccr, fu¿ !a traducción dada por San Jerónimo dt! ...
hebreo.
■4m HISTORIA t:E LA HISTORIA
fu m ín por t'¡ estilo que han desaparecido.'“ N o cabe caca de que íué un
»«<i fJorr aniño del templo de Jcrusalén, celoso de su preertñnends y espe-
i mln.fine interesado por su liturgia. Son especialmente de notar sus exage-
i ,i , mués de la gloria del reinado de David; pero fuera de esta cuestión la obra
I )« esta época data el desarrollo de! tipo de literatura que ¡<» hebreos llamar-,
M i'h .vh im , reíalos con un proposite moral construidos en taran a acontecimientos
■ i ararte-res históricos. Ei gusto por estos relatos rué en aumenta; j a v centenares ce
• II*’ en *•! T alm ud, que datan en su m ayoría de ios primeros siglos de- cristianismo.
Ur.a posible muestra de exageración es e! dato de que Lü murallas íueran
i "lu luídr.s rr. ■ >:: días. Josefo, apoyándose en otras fuentes, ¿¡ce cae se tasco eos
"•'i'- v cuatro meses (Antigüedades de los Judíos, !ib. xi. cae. y sec- 8). Puede ha*
h« i ndn construida previamente uní muralla, o puede haber si¿:- corrompido el
temo.
* I » digno de notar especialmente su interés por los astnsTor. económicos. Véan*
“ N . ' Tima» «, y ¡as leves codificadas tr. Levínco 25:35^.5.
IO S RESTANTES LlbROS HISTORICOS DEL ANTIGUO TESTAM ENTO 14 9
Nehemias 4:17-21. Mas realista aún es el versículo 25: ,r\ ni va ni mis her
mano:. t i ruis mores, ni k gente de guardia que. me seguía, desnudamos nuestro
vertido: cada uno se desnudaba solamente para lavarse.’’ ¿Es tí. tina! una enmienda
posterior?
-' Se lis señalado cu-’ esta potinca exclusivista de Esdras estaba destinada a lla
mar Lo atención sobre la cuestión de ¡a descendencia, despertando así un interés por
ia.:- genealogías. Vem os el electo de esto en Neóetnias 7 (ver. 6: } , en conde se. da uní
lis-..-, cu- i?;- fam ilias judías que pudiéramos llamar pura sangre, patricias. Se recuer
da a este respecto que F . que se atribuye a la época de Escitas, íu é si autor de las
¡arpa:, pene:logias de ios primitivos libros históricos. Es evidente que los ja cio s res
tablecidos estaban elaborando su ascendencia cor. gran avidez. Deberá notarse, sin
embargo, cu c existe una referencia en Ezequiel 13:9 a kw registros de "ia casa de
Israel” , er sos comienzos de: destierro. V éase jo seío , Contra úb. cap. 5 » .
?• Ei relato de P, basado er. las enseñanzas de Ezeqaicl. Véase supta, pp. 137-38.
Así lo: indios reccn-ícnzaror. su existencia nacional, centrase» en s: mismos, aislados,
con una relación relativamente pequeña con e! inundo pagano.
x jr>£ liitrarusa considerable creció bajo su nombre, y una tradición posterior
llegó a considerarlo como ri restaurador de ia ley. el autor de unos setenta libros,
v finalmente como el último de los escritores del canon del Antiguo Testamento.
»**• HISTORIA D;. LA HISTORIA
Mi* *1 m rijiji parece haber empleado ei Pentateuco, Josué, ios Jueces. Sa-
iim>>i i |i« lo r» fxir este orden, resulta inverosímil que hada 30c 2. j . c , es-
itt« Im mu Iw I iju muo ya compilados en la torma en que ahora ios tenemos.
tal entre ios dos libros es que en ei primero los intereses religiosos se some
tieron s los históricos, mientras que en el segundo no se sometieron a nada.
Es el misino contraste que hemos encontrado repetidas veces enríe un libro
que dice ia verdad y otro que está destinado a la edificación. Peto luego
ia última fase del pensamiento judío precristiano se alejó más y más del inte
rés científico por ios hechos de un pasado que ya no ofrecía triunfos cue
relatar, y se volvió desde la humillación de la realidad hacia la región soña
da de la esperanza, el reino del Mesías. Las dos grandes épocas de David
V de los Macabeos habían producido historias dignas de les hechos cue mis
taban; pero la última época triste de la vida nacional judía se consolaba con
visiones apocalípticas y profecías Ge! futuro. En semejante situación las his
torias germinas, antiguas, sufrieron también. Fueron saqueadas en busca de
textos para sostener ia fe, y la historia sufrió para que la fe pudiese vivir.
E! significado de esta conclusión de nuestro examen de la historiografía
hebrea no debe escapársenos, ni debe ser maí interpretado. Es una triste
paradoja que cuanto más atesoramos ideales tanto más cerca estamos ce
violar ideales para ello. E! historiador se dedica ai descubrimiento y s ¡a
conservación de la verdad. Por verdad entiende un hecho objetivo o un con
junto ce semejantes hechos. Está propenso a olvidar que esta objetividad,
sobre la cual insiste como ia base misma de su realidad, no existe para aqué
llos cue en efecto usan o han usado los hechos. De acutí que cuando encc.cn-
n;. moralistas sublimes saqueando ¡es datos del pasado para sacar partido de
sus morales, pierde el respeto tanto a su historia como s su ¿tica, sin haber
tenido en cuenta la posibilidad de due la actitud no histórica puchera tener
una justificación. Nadie podría pretender que la violación ce las verdades
históricas pudiera disculparse hoy con ninguna base moral: porque en r-ufv-
rrr; estimación o el valor del trabajo científico nc reconocemos — en teoría—
nada más elevado que la verdad. Pero en ei mundo precitrstsfico. en e.i cua’
pocos datos estaban establecidos con absoluta certeza, eí case era diferente.
La idea de la verdad histórica objetiva no podía ejercer mas cue una atrac
ción limitada, puesto que eí medio para la conservación del hecho era tan
imperfecto. Fiemos hablado en otra parte cel estimulo que para la correc
ción en la erudición moderna ejerce ei saber que otros ríos siguen la pis:;-.
Pero la elevación del valor de íes hecnos lleva consigo una cierta uicnpac
dad ahistónca para apreciar por qué habían Ge haber sido tan hperamciiu
M* HISTORIA DE L A HISTORIA
L A FO R M ACIO N DEL C A N O N
O oda vi a nos queda la cuestión ce cómo esta masa de escritos hebreos to
mó ia forma ¿e Antiguo Testamento tal como hoy la conocemos. Eí proce
so fue largo y lento, y una parre de él ya ha sido descrita más arriba. Re
cordamos cómo las leyendas de los dias primitivos fueron vertidas por vea
primera en una narración escrita seguida en el siglo vía o IX a. J. en ¡as
escuelas de los profetas, en forma de j y E. cómo, a fines de i siglo séptimo
se combinaron (J E ): cómo, hacia la misma época, tué preparado en jeru-
salén un código en nombre de Moisés (D ), y promulgado más tarde en ei
cécimooctavo año del reinado ac Josí as (621 &. j . c .), y poco después com
binado con los. relatos anteriores ( J E D ) c ó m o durante el destierro una
nueva lev ritual, referida a la influencia de Ezequiel. rué causante de
una nueva y completa refundición del relato desde un punto oe vista sacer
dotal ( ? ) , y cómo luego, después de varios cambios, todo ei material com
puesto se convirtió en nuestro Hexateuco. Podida esperarse por esto que los
libros de ios judíos continuarían desarrollándose, modificándose -£ acuerdo
con ¿as necesidades cambiantes de épocas sucesivas, y así ocurrió hasta cier
to punto. Pero existió una influencia que se opuse fuertemente al cambio.
Los testos mismos se hicieron sagrados. Ei uso de la Ley — come se itzias.ua
a ios cinco ' libros de Moisés"— por los sacerdotes en la administración, de
justicia puede haber tenido algo que ver con este proceso de cristalización,
pero una razón más profunda reside en ei misterio mismo de "la palabra
escrita", que alcanza una indebida autoridad sobre todas las mentes pnm«-1
1 Prueba incidental di ia alta estima en que eran tenidos ios textos Bismutos es
el que T> se leí incorporara. Porque D apareció su; autoridad.
M HISTORIA RE LA HISTORIA
\ «.1*.r Nrhfmiü* fw o.
LA F O R M A C IÓ N P E L C A N O N
*55
ron medio de saber cómo había sido escrita; y la prueba interna, por la
naturaleza dd texto. Aunque era evidentemente una presunción que envol
vía el peligro de blasfemia, para cualquier hombre emplear el segunde en
serio de modo consciente, ya que entonces se constituía en juez de lo que
podía admitirse cae Dios había dicho y de io que no, lo que no podía ser hc.
dao por el individuo fué hecho por la masa.4 Se llegó 3. un censenan fídehmn,
al "acuerdo entre todos los creyentes", como ocurre con todas las doctrinas
realmente católicas. En este proceso, sin embargo, la prueba exrema de autori
dad fué empleada hasta tal extremo que ilevó realmente a un estudio dei con
tenido de los libros en cuestión. H ay que admitir que los libros estaban ya pre
parados para semejante prueba o se ajustaban fácilmente a ella, im la disposi
ción del tiempo v de ia circunstancia, v en las pruebas milagrosas ae la presen
cia del divino Autor, ios últimos libros hacían declaraciones excesivas, como So
muestra Is literatura apocalíntica. Se emplearon tamcién dos procecim-tp.
tos históricos: adscribir libros a autores va aceptados en el canon como ins
pirados, v antedatar las obras para darles mayores títulos ante ia credulidad
del presente. Salmos escritos tal vez en la época tarcaa de la guerra c? ios
M a cabeos fueron agrupados con otros mas antiguos siendo toaos posto te-
mente posteriores s la época del destierro— , y atribuíaos a David. A ¿salo
món se k atribuyó una sabiduría de épocas posteriores, y per este meció tg
peesía y el proverbio enriquecieron Is historia del pericao res; con mitos
nuevos v sofisticados. Mas interesante todavía pata el historiador es la ante-
da ración de ias profecías, tai como ¡a oci hoco de DaHci. S3.tk.m0s po. su
contenido que rué escrito en los días de Anricco cpipnar.es {175.-JÓ4 «*. J. c.,
r sin embarco afirma proceder de los- cías de Nebucbadnezrrtr. más a t cua
tro siglos antes. Er. conjunto, las exigencias de is ¿« ación produjeron una
perturbadora malversación c t le;: textos. Peo no -‘..a «-f->•*'-« — ele
vada y así se fraguó el canon d d Antiguo Testamento. - ? a m pos «-’ligio-
•' 1 1 N .i oiita m r. Josefc, en su libre Córate A pión (¡ib. J, cap. 8), escrito en a y
' < 'i i < afirma que ti Antiguo 7 estamento 'lene t ¿ libros, mientra*, qüí ¡a
U' l . cutorieaQa nene i 4. cue son: Josué, jueces. Samuel v Reves 'los
• . lita mayores, v ice prcittas Cienores. Ies últimos come un iir--o; v once
¡ •«'irrira. , Sahr.cs. Preverbios. Job, Canta: de los Cantares. Ruth. Ls-
I «le"artes. Esther. Daniel. Esdras y Nthemías juntos. Crónicas. Lcis
......... .. L' '•vp'.-ira: Samuel, Reyes. Escrat y Crónicas, y cenia r e¡ resx- senarsiii-
■ '■ »nii ii'rn u n .<, libros.
' (. I Mooia , j he Literature of the C.d Testament ÍLa berrarum de; Ann
i i" I ni umerili), p. C . A . B r.cos. Genere* inn.sdutlion te he ni
Ul./v A. I e tii’ i i l n t r n ó u . c . o n per.eral al estudie de la; Sagradas Escrituras !. ( 1S09!,
1*1• lift II i artículos rr. Ir. Enciclopedia Británica y e': Diccionario á: .a Biblia cb
I ItMitii”
Ì.A FORMACION DEI. CANON
*5?
Unas, cuantos capítulos en Estiras (4:8 2 6:1$) y Daniel {2:4 a 7', están en
arameo
fc A-.-'ipút-cc¿ti a ¡os judíos, Isfc. sa i, c a p . 2.
'' Latín icl'lucpm tj. setenta, t i nombre, hablando estrictamente, es aDlicabk tan
si...- ¿: Pentateuco. Pero se extendió hasta abarcar el conjunto cci Antigüe T c t a -
r r .m t o .
Los iainosc* HexapL. Eran: (1} el texto hebreo, {2} transliteración del texto
hebreo cr letra; griegas, y (5) versiones griegas de Aquiia, ¡4) de Síatjs)ac3, {«.) df
io:-: Sete.-.tr, ,‘ 6) de Throdoúon; 3. 4 y ó son del siglo n á. c.
L? correspondencia entre Sor. Agustín y San Jerónunc « una harte muy bus-
sativa de ia historiocrafxa cristiana. San Agustín, no íA o ers partidario del texto
traáicicr.íí. sirio también de- is incun-ior. tradicioriai de Jumtíi. loo.:., Primero y Se
gundo ?• lambeos. Eclesiástico, 1 is Sabiduría ce Sa,ornen s.r. D e ccrfj-jna C hr:sii<s-
ne lir n. cap. ó. Escrito en a tr d- J- c
•1» HISTORIA ¡>¿ LA HISTORIA
L IT E R A T U R A H E B R E A A J E N A A LA B IB L IA ; JOSEFO
L- L proceso mismo que acaramos es describir implico que tenemos tan sólo
unr, parte de la literatura de ios judies centro del C3 nor. de las sagradas es
crituras. Nos falta dar un vistazo a io que cueca fuera, y. por último, a la
obra de un historiador puramente secular que escribió en Roma, para el mun
do greco-romano, ¡a historia de las antigüedades indias v ia lucha de ios
judíos por su libertad: Joseío.
Los dos productos más característicos de i pensamiento judío, e! ieeaiis-
a o >• la profecía, que hemos visto coloreando con matices más o menos ¿is-
detos las largas perspectivas de ¡a antigüedad bíblica, continuaron determi
nando la cualidad de ia literatura no bíblica en muy ajw erado Fi
áo fue que dicha literatura consistió grandemente en dos desarrollos corres
pondientes a estos dos intereses: ia elaboración de fe fe,., ^ €* Talmud v ¡-
producción de literatura apocalíptica. Hasta que punto fueron grande*
desarrollos es cosa que las cristianos, en general, i~ ,orar a8SKnSfSte.
emnargo, nadie que estudie la historia del Nuevo Testamento t» ¿rá m -
aPrecf plenamente el sentido del establecimiento de fe primitiva crfem-l'
óaU de las tuerzas con que tuvo que luchar, e Incluso de'las cae se felCoe.
poro. s¡ ao ha penetrado en las enseñanzas de le- . - V ™ »'
euenta dm mcar.ce oe los sueños poéticos, ra p so d ia . <fe fes « n a p i r * ^ ,.
enrnmios inflamadas por ei celo ianárico, que p r e v i e r o n en W ÓHmo
di a? de i judaismo.
Eí gran cuerpo de !a ley W \ como opuesta a fe fev "escrita' df M o¡
scs. tue ««servado, embotado y aiscuudo por Sos rabinos, de! -asm . fe
que ¡a ig«sta cristiana tiene sus cuerpos de leyes eclesiásticas además ¿ ' \
Testamentos Antiguo y Nuevo. Hasta dónde se remontar- en maldad
HISTORIA D£. LA HISTORIA
| miiio «Ir vista litH iai del eclesiástico, de preferencia 2 la interpretación más
i . im .I mi .|rI erudito, y cuando Lurero, y el protestanní-tno tras él, coaviráe-
i mu ni n vio la Biblia hebrea, volviendo así a la posición de San Jerónimo,
i 1,'li u.i vatídica, por su parte, dedaró en Trente que estas coras, es decir,
1 1 |nt |uditli, Sabiduría. Eclesiástico y los Macabeos. eran psrte intrínseca
.i. la» n i aturas canónicas, añadiendo la sanción usuar: ” S: algún hombre
........rpia como sagrados y canónicos estos libros, enteras, con todas sus par
tí • mmo lian sido habitualmente leídos en la Iglesia católica v están conte
ní, los i'ti la antigua ediden latina v u lg a r ... que caiga anatema sobre él.” '
I i .mi vrr cómo los escépticos del siglo xvm invinieron h duda de los
....... .mu- primitivos, preguntando, no ya por qué había d? hrr-trarsc la lista
, 1 , ¡i,ii I.1 inspirados, sino por qué había de considerarse jai-runo de dios
|>n> lurto de inspiradón divina. Semejantes dudas hicieron posible Is
m u í »r-- r«ia I grnuina, que comcr.ro con Astruc en el sigio x v r_ El progreso
,!■ |,i 1,1 v. ia y ce la arqueología proporcionó los materiales rara la doble
, ,, .i ,|i los estudios textuales por un lado y de ia comr-araacn externa con
,i ,, «i,, !i la historia antigua por el otro, logrando el resuitac-r de que aho-
, , ,. 11,•„ i**11vis mas acerca de cómo la Biblia fue recontada croe los mismos
ipu- la copiaron o que los rabinos que la emplearon en el servido
........... «Jr ¡a antigua sinagoga, como también sabemos cvá.s ae la hisco-
,|, ¡ •: irl que los mismos autores que compilaron su última revisión.
L IT E R A T U R A HEBREA AJEN A A LA B IB L IA : JO S E F O
C
'-'i- proceso mismo que acaram os c e describir implico que tenemos tan sólo
ur.ñ parte de la literatu ra de ios ju d íos cen tro del es ñor. de las sagradas es
crituras. N o s fa lta dar un vistazo a lo que queda fu era, y, por últim o, a ia
ubra de un historiador puram ente secular que escribió en Rom a, para el m im
en greco-rom ano, la historia de las antigüedades judías y la lucha de los
indios por su libertad: Josefo.
ivos dos productos m ás característicos de! pensamiento ja d íe, el legalis-
mo y la profecía, que hemos visto coloreando con m atices m ás o menos dis
tintos ias largas perspectivas de la antigüedad bíblica, continuaron determ i
nando ¡a cualidad c e ia literatu ra no bíblica en m uy alto grade Ei resulta -
c e tu é que dicha literatu ra consistió grandem ente en dos desarrollos corros
poncuentes a estos dos intereses: la elaboración de la ley en el T a lm u d y ■ í
producción de literatura apocalíptica. H a sta que punto fueron grandes ce-0*
dcsarre-jios es cosa que lo® cristianos, er. general, ign orar crasam ente: V si»
e.:ioargc, ñame q^e este ais 1- historia del N u e v o T estam en to n o crá nunca
apreciar plenamente el sentido de! establecim iento de la prim itiva crisna»-
“ ‘"E ° \ ? COa *5°* tuvo que luch ar, t incluso de lar cite se incoe-
p c .e . -* »is* --a penetrado e s las enseñanzas de ios rabinos, y sc ha c a o *
*uc‘" a , e-. a ‘f a'"ct, ° £ ^°s sueños poéticos, rapsódiros, d i las imagic.acior-cs
e r - r - v c ... ....ia -ia G a s por «u ¿¿io fan ático, crue prevalecieron en ios últim o
días ú i i jucaism o.
— g ..J , cuerpo de ia j{y o ra l", corno opuesta a la lev 'escrita" ce
je — '.UC. <^-“ Swrv*®w> ím bo rad e y discutido per Jos rabinos, d i! rusnao oic Jo
qi., * tg-iríc C ristin a tiene sus cuerpos de leyes eclesiásticas adem ás de
e.-.«.nen.o_ »r.u^uc y N u tvc,. H a sta dónde se remontar; en realidad **'
•fa« HISTORIA DE LA KISTO MIA
I ■ „ («luí »i» rapacidad para distinguir entre lo erue las cosas son v so c une
•I.M luí u ní f . una característica de rodos ics espíritus poco madures c indisci-
,lt», " - I un lacio; en le política mundial que debe ser tenido en cuerna
a' dar
Mili
,u * |•11r! lasado en ia Sociedad de Naciones. Pueden fácilmente usar el
" *• *•»•»*.*i» iv líinics pero el sentido de los hechos no siempre es el n g-,~
LITERATURA HEBREA A JE N A A LA BIBLIA; JOSEFO
"Y fueron acabados los cielos y ia tierra, y rodo su ornamento.’ * ’ Habiendo re
latado previamente ia creación de ia mente y del sentido., pasa Moisés ahora a
describir ia perfección cae fue- causada por ios dos. "i dice que ni La raerte indivi
sible ni las sensaciones particulares recibieron perfección, sino solamente ideas, una la
idea de ia meare, la otra de sensación. Y, hablando simbólicamente, liana a ¡a men
te cielo, va cut- les naturalezas que pueden únicamente ser comprendidas por el inte
lecto están en el ciclo. Y a la sensación le llama tierra, porque es la scnsaciór la cut
ha obtenido uno constitución corpórea y en cierto sentido terrenal. Los cxnaassatos
de k mente- sor. llamadas las cosas incorpóreos, que son perceptibles únicamente, por
el intelecto. Los de le sensación son las cosas corpóreas, v en u ta palabra, todo' lo
que es perceptible por ¡os sentidos externos.
5 Cas: no conocemos nada de su vida, fuere de uno o dos episodios Nació h--
d a k segunda década antes de Cristo, y estuvo en R oña en -va d r c c.an i n
misión para los judíos alejandrinos. En cambio- sus obras se conservado s"'-
prendeníeinente bier,.
• Cas: nr existen m a m * « « * de sus obras en k s bibliotecas cdctiáítie** mediev*.
les iM . R. J a m e s . T r ,e B ü k k c I A n n q u -.n e s o f P h a o (Las antigüedades bíblicas de
Philo) ( ip iy ) , (Introducción). Este es un sumario «uáo-Phtla ¿ .| P c n ta w 'c o X f —"s
del siglo ; c. j . c.
Génesis 2 :¡.
HISTORIA DE 2 _A HISTORIA
•*'4
"> mab Dios en el día sc>:to su (¿xa que hizo” Sería una señal de gran sim-
l'liixlnil priv.nr que el mundo fué creado en seis cías, ni siquiera en el tiempo; porque
imln iinti|Hi rs únicamente el espacio Ge días y noches., y estas cosas las hace nece-
......munii il movimiento del sol cuando pasa sobre la tierra y bajo la tierra. Pero
• I •..! r» una porción dei cielo, de modo rae uno tiene que confesar cae e! tiempo es
un» m»< poMetior al mundo. Por ello ¿abría cue decir correctamente cae e! mundo
no luí lirado en c¡ tiempo, sino que el tiempo tuvo su existencia a consecuencia
• »I inundo porque es el movimiento de: cielo ei que ha mostrado la naturaleza de!
III |lt|IU
A m pues, r uando Moisés dice "Dios completo su obra er. el día sexto” , debemos
Miirlidrr que está habianáo. no Ge un cierto número de dias, sino cue toma sets
i' nio un numero perfecto. Pues es el primer número cue es igual er. sus partes, en
U inn.iJ rn la tercera y en la serta parres, v puesto que está producido por la roui-
i i.......ni dt dos factores desiguales, das y tres. Y ios números eos v tres exceden
I.' iniinpiimJ.il! que existe en la unidad; porque e! número dos es una Imagen de la
nniicii» dividida en dos narres y disecada como materia Y e! número tres es una
m-ipi ii dr un cuerpo sólido, porque un sólido puede ser dividido Ge acuerdo con
iin.’ división tripartita. Y no menos porque es semejante a los movimientos de los ani-
niidn. my,míeos Porque un cuerpo orgánico es capar naturalmente ce movimiento
• i o i- din-i i iones, adelante, arras, arriba, abajo, a la derecha, y a la Izquierda. Y" er.
"I. lo* acontecimientos desea mostrar cae las razas de los seres mortales, y también
d........ l.iv inmortales, existen de acuerdo cor. sus números apropiados: midiendo ios
nnliíados i inmortales por e!. número siete. Asi pues, habiendo desistido por
>• |*: i liria dr la creación de criaturas morrales en el séptimo día. comentó la forma -
ii. "i dr litros v más divino? seres.” ‘s
l ’liilu ludirus, The ¿ lie gene < of the Sanee Leas {Las alegorías ce las leyes
i .lu ) , hb. I. cap i : (traducción de C. D Y'crigí en 1« Biblioteca Eclesiástica
dt Mulin).
ÍJTERATURA .HEBREA AJENA A LA BIBLIA; JOSEFO 165
duna Divinad' A! leer semejante pasaje recuerda uno las burlas de Heredó
te a los geógrafos que se aferraban s la cosmografía homérica y especial
mente al Océano que circundaba el mundo: pero no hay esfuerzo de ima
ginación que pueda hacerle a uno pensar en Herodoto resolviendo sus difi
cultades con la transmutación de ríos en ideas. La divergencia entre ios ca
minos de la historia y de la filosofía queda asi por fortuna lo suficientemen
te clara en su arranque para que no necesitemos desliarnos más tiempo del
primero de i«, dos.
por .líbanos judíos en 63-64. Luego fué arrastrado a la Gran Rebdióa, lle
gando a ser uno de los caudillos, pero se pasó al campe de Rosna después
dr mi captura, salvando de hecho su vida por haber profetizado que Yespa-
M.mo sería emperador. El favor de los Flavios nunca íe abandonó después
dr esto, a pesar de los constantes ataques que le hicieron ios odios. Esta
.\<ademada y próspera carrera está reflejada en ¡a primera de sus obras,
l.i historia de la Guerra Judia, que fué escrita entre 6 9 y 7 9 d . J. c. v que
r . .1 la vez una historia breve y una apología.
I-cj guerras de los judíos es una obra bien trabajada, gívígcúe en siete
libros, de los cuales los dos primeros relatan la historia de los judíos desde la
captura de Jcrusalén por Anrioeo Epiphanes hasta la guerra de 67 d. J. C.
lio esta parte se apoya en algunos historiadores anteriores, tales como N i
colás de Damasco,1" y no se aparta mucho de ellos. Los libros restantes están
basados en fuentes contemporáneas y experiencia personal y deberían leerse
jumamente con su Autobiografía. Afirma que sometió la historia a Tito,
quien la respaldó, cosa que bien podía hacer, porque joseío le ansuelve de
ruina en la cuerna del templo1' — aunque Tácito indica que ió órdenes
T fn o ,- b
concretas para que se hiciera — y er. gene i hace responsables a les tan áticos,
patriotas judíos descarriados, de í?. responsabilidad efectiva en el desastre
de .su nación. La Providencia está visiblemente de! lado de los vencedores.
Las Antigüedades de los judíos, a las que josefo dedicó la mayor parte
de su trabajo durante veinte años, es obra mucho más ambiciosa, una de las
producciones individuales más extensas de la literatura antigua. En veinte
1 Nicolás de Damasco fue un sabio griego que llegó a ser antro r consetcr.-
(li i iercides el Grande, y que jugó un pape! considerable en k diplomada v la priíri-
1.1 del Próximo Oriente baio Augusto. Sm escritas históricos incluían una biogsrib
de Augusto de !a que sólo quedan pequeños fragmentos, v una Histeria UnAcric
1lrr.:-.i cuarenta y do: libros, que trata de los asirios, lidias, griegos, credos v ¡sosas,
v rjin concentra ia aicnciór. sobre ia historia de Herodes y su tiempo, jotero usó cor
da-i.ics de esta ultima parte, aunque criticando a Nicoias por su relato altamente
chipi'«!.;, v poco fidedigno del rcir.aae. ae su patrono.
1 Se ernio una versión aramea de ella a ios "bárbaros" de Arabia y de más
l( jos, como parte ¿e la propaganda imperial para mostrar lo mótil que era e! ene
cii.iio'.i.cr pueblo se opusiera aJ poder ce Roma. La tidciicsd de esta na—ación rué
•inptignada en sus piornos días y hoy también. En general parece ser correcta, y por
¡i. tmiios, c! autor estaba cor vencido de su verdad. Su elevado mérito literario debe de
liaba contribuido a su vale: propagandístico.
LITERATURA HEBREA A JE N A A LA BIBLIA: JOSEFO 167
ir.reos libros josefo relata, para aquéllos que no están familiarizados con la
Biblia — y la ignorancia deí mundo clásico respecto a los judíos era muy
grande— , la historia de! pasado judío. En la primera parte dt la obra su
íuente principal fu i la Seotuaginta. la versión griega del Antiguo Testa
mento,’ pero además obtuvo datos del cúmulo de tradiciones de que pres
cindían los versados en la ley. También emplea materiales proianos, usando
a Herodcuo, por ejemplo, para la historia de O ro, y muchas fuentes roma
nas para la última parre. Pero las rehace y las acomoda dentro de su relato
de tal modo que es ardua labor de crítica de textos — aspecto en e! cue no
necesitamos entrar— re trazar el proceso de la composición. En los libros
xviu v xix ia historia deriva hacia Roma y es una fuente importante sobre
Calígula y Claudio. Son especialmente valiosos los muchos documentos rela
tivo? a la posición legal de los judíos en el imperio. Esto representa la proxi
midad mayor al trabajo de investigación sistemática de archivo que ofrece el
mundo antiguo.
Como Pohbio, josefo se da cuenta de su debilidad artística: piro espera
poder compensarla por el contenido. Promete, en ei preiacic de las Guerras.
no oculta: nada y no añadir "cosa alguna a ia verdad conocida de las co
sas' . "Lo he escrito", dice, "p a ra __aquéllos que aman la verdad, pero no
para aquéllos que se deleitar (con relaciones ficticias)." "Cuan bueno sea
el estilo deberá dejarse a la decisión de los lectores: pero en cuanto a la
conformidad con ¡os hechos, no tendré escrúpulos en decir trancara en te que.
la verdad ha sido mi única aspiración en todo este trabajo” (líb. vi:, cap. 11).
Frente a sernt jantes protestas se ve uno de mala gana toreado a la conclu
sión de que josefo « a tan poco sincero respecto a su estilo como el contenido
ce su obra, que, como acabamos de ver, estaba muv ccictmac?. para su
propia defensa. Por cue era un escrito: florido, que emoieaba con éxito todos
los recursos de! arte literario de su ¿poca, con tos que estaba familiarizado.
Inventa discursos para los héroes bíblicos, como para los de dias posterio
res: trata d? lograr erecto con ía exageración, empleando las cifras, come
aiguicr. ira dicho de un estadista de nuestra propia época, como si fueran
adietives: ios judíos muertos en jerusaién ascienden * 1.100,000 (Jib. vi,
cap. o ) , mientras qu< Tácito indica 1? ciira extrema de 600.000 como nume
ro total dt ¡os sitiados.1“ Insiste en las calidades dt estadista de Moisés hasta
mu uno siente que exagera un poquito. Pero sus contení pealárseos gustaban
i< i'.ro v esa es su justificación, de modo que incluso tos pequeños to-
wii ' de autodefensa referentes a su torpeza en el maneto de its lengua griega
IMiriIrr. beber contribuido al efecto total, sobre todo porcuc ios combina
•••’inlmrntc coa una súplica piara que se le crea bato su oauabra en aquello
■ mí dice. lómense como etemplo estas palabras finales de sus grandes An-
OyurJuaes:
i,: Este nárralo v el que trata del lesttmcnium Fi a'¡anuir, son del Profesor Swair-
17 R. L a c u e u k . Der jüdisehe Historiker Fiemo Josephus (El historiador judio
riavto je s e f e ) , 192c.
*7» HISTORIA DE s_A HISTORIA
l»**t» L jctualidad ios judíos han considerado por lo general a jo seíc como
un (laiiioi deliberado, mercenario, con dos caras. Fué une. de los ocho o diez
#•'«»141«-, historiadores dei inundo antiguo; pero si d o cavó er¡ ene completo
olvido, como pronto le ocurrió a justo, es a causa de ios crismados, y más
| alármente * causa de una falsiticadón cristiana áirrocksáda en su
lútutrut.
I I valor de Josrfo para ios cristianos se debe pnnopaitntrnr: ai famoso
iftlimoniuin Utrrianum, ei único testimonio pagano ce la « ¿ a -ce Cristo.1“
I"*'*«» «i.i m u noticia de San Juan Bautista en Las Andgiieéade: jiib . xvm,
'«1“ i ií> 19) que concuerda razonablemente con ei rulare evangélico; más
•«"•I«- (lili xk . cap. 197), menciona de pasada a Sastiaso r’eí scrmaco de
I'*«“ qn< fué ¡jamado Cristo” ; y sobre todo está el pasaje de ocho o diee
I""«» (lib. xvm, cap. 63) en que se ocupa ¿ci mismo jesús, teste pasaje
I*« d«J.l origen a controversias muy vivas. Los críticos dei siglo xzx lo pro-
' I.... om i mu vacilar falsificación cristiana, pero ios filólogos de bey no están
' "• »«gitr.is Es desde luego difícil de concebir que Joseio hupiera escrito
1 ' I1■ l . i l u t a l como ahora están, porque iiams. a jesús **un ncarubre sabio.
1 ' 1 «jiir *r !e puede llamar un hombre", relata ta Resurrección a. tercer día.
•1 que venida había sido profetizada, e incluso arirsu-. turé:cítamen-
" II era e l Cristo/’ U n judío tan ferviente como jostro no Cipria hecho
' 11 *■ a Ilimaciones. en especial ia última/5' Pero esto no quiere decir que Jo-
" 1,1 no escribiera nada del testimonium. Los eruditos están llegando a la
•••■«■ni im di que ¡o ocurrido iué que. un escriba cristiano trató de. adaptar el
i’ '' mi .1 los puntos de vista cristiano: insertando unas cuantas -aiabras en
1 >n i.ic pi,r loseta. La colocación dei relato dentro ce ia narración general
"l* v» «-.te : upuesro; es el tercero de una serie ce anee relatos breves sueltos
n.iiiiii dt disturbios, cuatro de ios cuales fueren causados pos judías:
(|mix|IIi m qtiir-o ahora que nos incluyamos entre éstos) quienes han conservado la
mimiiM.' ilr la tradición más antigua y duradera. Porque todas estas naciones Labi-
».i. »i tales aue están menos sujetos a destrucción por el clima y la atmósíe-
•« x liuii minie también especial cuidado en que no se olvide nada de lo cue se
|q#.. »mil i líos. |x>rquc su historia se consideró sagrada, e incluso fue escrita en ¿ocu-
....... .i j»11!• u.i. iKir hombres de ¡a más grande sabiduría. Mientras que diez mil ce.--
Iii'i.miii fian .itiigic el país que ios griegos habitan, y borrado la memoria de
huí'.' iiitr- u n de modo que. comenzando siempre una nueva manera de vivir.
•i*i• 'mu, • «d i uno de ellos que su modo de vida se originaba con ellos mismos. Fué
i a **11.ii 11 ta iil> v con dificultad, cuando llegaren a conocer el uso ce ¡as letras. Por-
• i ■ ..n ,. i> ijii.- quisieran reterir su conocimiento de las letras a la más grande anti-
,m.......i t, rnvjhi icn de que las aprendieron de los fenicios y de Cadmo. Pero nadie
i- . i il,rn .i-u.it a:r.gún escrito conservado desde aquel tiempo, ni en ios temolo;
i. ■ n, •otros monumentos públicos; y, en realidad, existe gran duda subte el
i.* *ii11 i, vn u-son ¡os cue fueron a la guerra de Trova tantos años después v
i ni. |.,..!ili m u saber si los griegos usaron letras en aquel tiempo: y la opinión cue
i iM|.i, i >1«.. x 1:t rr;p.t cercana a ¡a verdad, es que ignoraban la manera presente de
1.. «i 1«. un Ciertamente que no hay ningún escrito entre eiios. que ios griegos
...........I, .i m ido rn cae sea genuino, más antiguo que los poemas de Homero. Y él
l. 11,11. i,., o nte posterior a sitio de Troya: x ellos dicen que incluso é! no dejó
1.. . |, o i- - cierto. fino que su memoria fué conservada en cantares, y que íue-
• . m u ,.,1.. nuis tarde, y que ésta es la razón por ia que se encuentran en eiios
i. ,,, i......i i .i diferencias. Er cuanto a los que se dedicaron a escribir histo-
<ii r 11> .-'i como Cadmo de Miieto y Acusilao ce Argos, y otros cualesquiera
.............. ¡i,. - incnci.nados después de él, no vivieron sino poco antes de ¡a expeci-
. ., , .• t m.-i.i. Además, todos ios que primero filcsutaron sobre cosas criestia-
I.................... riitti los griegos, como Fereciaes el Sino, v Pitágoras. y Thaies, todos
,. ii id rn aue aprendieren lo que sabían Ce ios egipcios y caldeos, y no
, , ,. . . «ii p ito Y éstas son las cosas cue se suponen ser las más antiguas entre
, .„ x i n-iicn g ran dificultas para creer que los escritos atribuidos a aquellos
l............ ton auténticos.
i , i,, x . i m : un absurdo cue los griegos estén tan orgullosos, como si fue-
............... . . | tu Un qu - conociera ¡2 antigüedad, el único pueblo que hubiera trans-
.. ;. |, n -. í.-d .i'n .,1 de aquellos tiempos primitivos de una manera correcta? Es
, ......... ñu. que no pueda colegir de los escritores griegos mismos que no co-
i . ........... |. ■ i . sobre ur.a base sólida cuando comenzaron a escribir, sino que
. ,n •• on su* propias conjeturas respecto a ¡o; hechos? Por consiguiente se
. , 1tiiiiri.ua entre si en sus propios libros, y no dudan en darnos los rcla-
. ,. n i.IntuíI..S de las mismas cosas. Pero seria gastar mi tiempo en \-anc cae
.................. . • Jo;, griego; ¡o que eiios va saben mejor que yo, ia gran discre-
. ,i >ii en»rr Htlánico v Acusilao en sus genealogías. en cuántos casos
I . ig. a I ir :.ido. o cómo Eforo demuestra que Helénico ha dicho nxen-
,. i i ” |>.::ir d< su r.istoria; o cótnc Timeo. de manera análoga, contradice
LITERATURA HEBREA A JE N A A LA BIBLIA; JOSEFO *73
l.i f i . i o al cuidado de registrar por escrito ¡os «stimonios desde k más rem o a
aun,.'.ii .u d . que ¡os sacerdotes fueran encargados de e s a tarea y filosofaran acerca
■ li t 1 rim e ¡os egipcios y babilonios, y los caldeos también entre ¡os babilonios, y
■ iui i" 1 1m in os, que se mezclaron espe.cialmente con los griegos, hicieran uso de ias
lio a ' muro par;, los asuntos de la vida corriente e o s » para conservar la historia de
lie as-•'iio*. públicos, creo que puado omitir cualquier prueba de este- porque todos
• 1...... que es así. Pero trataré de mostrar bresemente que nuestro; antepasados
m u tu o * <1 mismo cuidado en escribir sus documentos (poraue nc quiero decir
..... te •• h u í un cuidado más grande que los otros ce que he hablado), y que éneo*
i.......1 ■ »o rsie oficio a sus sumos- sacerdote; y proietas, y que estos testimonios han
m i' •11.1 i•*.<ribiéndosc hasta nuestros propios cías con el m á triio cuidado, y que. si
tu lu> » ilcniasiado atrevimiento para mi decir esto, nuestra historia seguirá escri-
|.„iinlo»r «'i cu r! futuro.
H IS T O R IA G R IE G A
C A P IT U L O X III
DE HOM ERO A H ER O D O TO
O
^ llegar a Grecia, pensamos en seguida en "Homero” , y después en los:
recientes descubrimientos que bar. reformado nuestras perspectivas de la Kiy
tons griega, aunque en cierto sentido confirman la antigua impresión, tan
vu-j£ come e! mundo. E'¡ arqueólogo ha desenterrado Troyas anteriores a Tro
va, pero nc ns encontrado un Homero prehcmérico. Aunque ahora las cen
turias se extienden más allá de los días de Agamenón en ¡argos milenios, y
los muros arrumados de Cnossos y Hissarlik están marcados por las mareas
crecientes y menguantes de muchas guerras V los movimientos ck oscuros
puepios prehistóricos, no s.e han encontrado vestigios de usa épica minoanse
Se conservan muros con frescos delicados, obras maestras de orfebrería que
r.os hanisr¡ dei esplendor de los señare.;: del mar en Creta c de los ricos señores
ganaderos ce la llanura argiva, pero el tínico gran relato que ios griegos con
servaron ae ese gran pasado íué el de su destrucción. Ers muy poco ío que co
nocían de is antigua civilización que precedió a la suya." En ios poetaas ho-
ménccs sobreviven rastro?, del esplendor de Mierdas, y atisbos idílicos de ios
habitantes de las islas, pero sus héroes son de uaa época posterior y una raes
distinta, sor. griegos dei siglo ix a. j . c. N o obstante lo leves que son, estos
vestigios estar, tan conformes coa el resultado de las excavaciones, que hay
que pensar en alguna fuente que hava. mantenido viva la historia desde lo?
grandes días de Creta (Minoano medio) hasta los de Homero. Además, dos
de ios investigadores más sabios de Greda, Aristóteles y Jifero, todavía siglos
más tarde hablan con tal aparente confianza y razonable corrección de la
5 "Para decir la cosa epigrama ticamente. Homero do sabe casi nada cieí mundo
homérico/7 Rfcvs C arpfmtee . T h e H u m a ttis tíc F «sitie o f A r c b a e o io g y (Ei valor hu
macístico de ¡a Arqueología) ( hjjj), p, 6£.
Ifi ' HISTORIA D€ L A HISTO RIA
I m y >«niformes en que, en sus líneas generales, los poemas homsrxos están ba
tí nhn rn hechos auténticos. El relato de! sitio ce Troya pueae ser una versión
l l'ir dr diversos episodios de la historia de las "migraciones' ntienicas, y ei
ir *10 presenre no ser sino una variante loca! de sagas rivales que e! azar y
l.i cultura ateniense preservaron para la posteridad, pero en .a descripción
Ir la vv-iedad y en el enredo mismo del relato hay mucha pane ce valor tus-
ii’nco genuino. La Iliadc arroja luz sobre ios hallazgos del arqueólogo, ael
misino modo que la arqueología arroja luz sobre la historicidad de la ih a d ci
i> no rn rr.tildad el Estiras de los griegos, lo cierto es que los grandes erudi
to* t»lr iHiidnnos parecen haber sido en definitiva responsables del texto tal
tonto ultora lt> tenemos. Porque no sólo son la litada y la Odisea poemas
tompuiMas, elaborados sobre materiales de orígenes distintos, sino que ios
I■ ritt.is pin- han sobrevivido son tan sólo partes de amplios curios de la saga
Ito tirtu,t. Poetas ¡ocales adaptaron y continuaron los poemas para satisfacer
.1! auditorio. "Toda ciudad que se respetara trató de conectarse mediante sus
ftniiyuo'. clanes con los héroes homéricos.” N o es de extrañar que muchas
i nitl.i, li’ pretendieran ser cuna ce un poeta legendario. ¡Sin duda muchas lo
fueron!
m ln*n hirrj o no ou!pa ác la épica, lo cierto es que los griegos, xsm alertas
!•»•« I* política del presente, se dieron por satisfechos, hasta la dirima parte
•I»I \i i, .mu más tarde, con lo que Homero les natía dichic de sus
iMii'firi I.»n e>, mucho después de que hubieran desarrollado más de una
««»■ <11- i, 4,i.i r rructura política. Estados altamente organizados, con duda-
............ ... curiosos v complicados seguían aceptando las ingenuas cradido-
in d< i pasado, > continuaban edificando sobre el tema genera, todavía
mili», i,nevos para relacionarse con los héroes antiguos.
( uruta trabajo aceptar que no se produjo en Grecia historia autentica, en
iiun . »rnfidu de la palabra, hasta que culminó su civilización. El tema
di |.» j Minuto escritores en prosa continuo siendo, como el ác las poetas,
■ lililí» *- ,».iiit ca que la historia de héroes o clanes nobles. El precio Hero-
ilnii !iu r¡ primer historiador político, e! primero cue se ocupé er forma
iiiiimiiii ,i iii ::i evolución ce los estados y las cuestiones nacionales, v des-
p u f > di o» ’ He rocoto llegó tarde. U n o olvida que los ingenuas relatos
.I. ! ! .i o <■ l.i Historia fueron compuestos cuando la historia griega esta-
i ,. m i. ib, r: la edad de Perides, y por el arrugo ce Sóiocles. Atenas había
imli............i. democracia, las creaciones de hombres rales romo Solón, Clís-
..... .. ■ un!.!- Arístides, pertenecían ya al pasado antes de que se hubiera
i ni ;•!. historia política.
1 . .. M-. o que la historiografía griega tardara tanto en producirse no
lid yi< li> griegos le la its ra cuncsiaatí por su oasaco, rio mri
t es aue
ii . i m ,i.: *.v satisfacía con algo cue no era. historia. Lo cue tiros necesi-
■ imi 4 i. «ir sarro! iar la historia y ci trabajo de ios historiadores «ra espí-
nii .nii.i i éprico. en lugar de una ciega aceptación de la antigua autori-
»14 ' '" :-tu critico hizo por primera vez su aparición en iz s ciudades
il I \ i-*«/ él vieron la iuz, no sólo la historia, sino también era. nueva
i . mi. Ir tu;11 c.;a n t a n u e r a que destaca las producciones de! genio beié-
i. !■ i •. ■ i. ¡a historia anterior de ís mente humana, esa filosorta que era
...i. i i .. ..icturia que era arte.
1 i i i : d e este renacimiento no fué Atenas ni ninguna otro ciudad
■ i. I» »iij 'irme de Grecia. Más hacia el este, conde la costa rocosa de
.... . ir 11, »b.i v sumerge en e! Egeo, estaban las ciudades de ios griegos
i ..... ! * . r>.-;jucha orla de ciudades, uaa docena más o menos e~ la ctixn-
i i i
los estados dei valle del N ilo o del Eufrates. N c tuvieron una gran carrera
de conquistas ni erigieron un imperio. Pocas personas, incluso hoy, han o ig o
hablar de ellas. Y sin embargo, la historia de la civilización tiene con ellas
una deuda naca menor que con Egipto o Babilonia. Fue allí conde despuntó
el pensamiento crítico para el mundo occidental. En ellas comenzó ese espí
ritu de investigación atrevido y libre que llegó a ser el sello de ia mente he
lénica.
Tenían la llave entre el Este y el Oeste. La habían tenido durante varios
siglos antes de que Darío las encontrara en posesión de ella, tentando inso
lentemente, y soportando luego, su cólera. Mucho antes de aquel decisivo
siglo v en que iban a servir de medio para llevar a la guerra el Este y el
Oeste, habían sido ya agentes de otro tipo de intercambio. Porque, justa
mente detrás de ellas, a través de! valle de! Meandro y de las fortalezas mon
tañosas de Frigia y de Lidia, estaba la ruta terrestre de las caravanas que se
extendía por el Asia Menor, a través de las antiguas ciudades hincas, hasta
alcanzar ios bazares ce Asina. Por ella circulaba el tráfico de Oriente a Oc
cidente. Por la costa meridional encontraban barcos fenicios, que traían mer
cancías, y tai vez un alfabeto. A lo largo de las islas, hada el oeste, y costa
arriba hasta el M ar Negro, sus propios barcos iban y venían, dedicándose ai
comercio que había llevado ¡a riqueza a Troya, y fundando sus colonias.
Estaban emparentados con ios dominadores del Atica, y tenían una partici
pación todavía mayor que ia ce Atenas en aquella cultura más antigua que
había floteado en Creta y a lo largo de! Egeo sxstes de los días de Homero
y de las espadas de acero del norte- Eran griegos y compartían la herencia
común. Pero íué de los bárbaros más bien que de la Jricíaáe de donde vino
la inspiración que puse en marcha el nuevo espíritu científico. L n conoci
miento de! mundo extenor a! suy o despertó y alimentó la sea narres por an
conocimiento mayor, y, como ¡as diversidades de civilización se abrían ante
ellos con posibilidades de comparación tales como nunca las habían distin
tado los egipcios o los babilonios, fueren haciéndose más curiosos y más es
cépticos al mismo tiempo. Habían adquirido un punto de vista extemo desde
el cual podían juzgar de sus propias «adiciones. Le ingenua fe primitiva
comenzó a sufrir de una creciente desconfianza, y en este movimiento de
clarificación intelectual hubo quienes atacaron la tradición homérica coa es
píritu en cierto modo análogo al de ios filósofos del siglo xvxn que atacaron
las teologías tradicionales de k cristiandad. Antes de 500 a. J. C., jeeóía-
H ISTORIA ¡Jfc £_*, HISTO RIA
/,'i.i,/,i , !ii> xyjiu, un. xvS6. Cí. lie xves, ¡m. soí para un emplee ana-í-ego.
* (1 . íiurípides íon. iín. 1547., Se con5€rrabs una colección sk e.u-1 para ser-
«J. 1t í i - eneas en la Acrópolis Atfnss. \ eaí-e Heredero. rita.-:ií . Ül. v.
•P <)«.
11 (, M h u a v , /: Hisiory cf ter.i Gr(eh Lita'ature (Historia ¿e la litera
i . . .*11,-j .. «i ugu.il, njie, ti. 113. filosofe Herácuto declaró trecesan* para io¿
I, 11,ir i-rjii amantes deis sabiduría li.oroceooe.Svíiya;) ser indagadores tlptwa;»
,1, ,. «i, li. ci-.nt Vcise frac y,. Hermano D jeus. Fragmente de- Yc*fokret¡ke>
11 t 1■ 111>>-. «Ir 1«*• pre «acráticos) {5' ed, 1034). I, i^9 -
DE HOMERO A KEEODOTO I&7
pero historie continuó en su tarea más humilde, pero más ! undantes tai. de
indagar los hechos. H ay ya una indicación de sus posibilidades científicas en
ei hecho de que al incluir Aristóteles en su filosofía una exposición del mun
do real, vivo, 1c. dio a esta parte de su obra el título de Historia natural. Pata
Aristóteles, sin embargo, el término todavía significaba de preferencia la idea
de "investigación’". Es tan sólo en la obra del último de los grandes historia
dores griegos, Poiibio, donde el término deriva ccn precisión de I2 indaga
ción ai relato. Para Poiibio, atento como estaba al aspecto cent: fice de su
obra, este cambio gradual en el uso puede haber pasado inadvertido; pero no
por ello deja de ser característico de posibilidades acientíficas. Porque si la
historia escapé« a la religión y a la metafísica, fué capturada por la litera
tura.''
Ninguna ¿t estas distinciones, sin embargo, era posible en ia Joma del siglo
sexto. La misma amplitud deí término le mine día a uno pensar en 'historia
como simple historia. Incluso Hcrodoro, aunque ei uso de! término se iba ciñen
do en su época, se hubiera difícilmente imaginado a si mismo como el Pa
dre de la Historia en el sentido ulterior de ia palabra.1' Su "indagación era
geografía también; incluía descripciones de aspectos físicos de los países jun
to con las ocupaciones y obras de sus habitantes. El conjunto de la exposi
ción miscelánea era su "historia” . Pero lo sorprendente es que aquellas par
res que para nosotros son las históricas por excelencia, los relatos de aconte
cimiento; situados más allá de la memoria de su propio tiempo o futra dé
la posibilidad de su propia indagación, son llamados por otro nombre. H ay
algunos de éstos incorporados en su vasto mosaico, lo bastante extenso-; pa
ra ser "historias’' por sí mismos, el de Creso y Lidia, los de Egipto. Seiba,
o Tracia; pero estos relatos de ias cosas realmente pasacas no se denominan
"historias” sino ’’dichos” , toga.
! 'c l'civ.o darnos cuenta de la situación. Egipto había sido hecho accesi-
I>le |k>? Cao'bises. convirtiéndose en la universidad del mundo meciverráneo.
.< hoy estamos descubriendo le mucho que terna que ensenar a los curio
• >. grirpo: y a los asiáticos: pero eí ávido relato de Herodoto nos muestra
i i.inus entrevistas como aquéllas de Tebas habían estado ronceaier.de los sa-
v i.! <i> ■ de Egipto a los helenos semibárbaros. Mecateo había ¡do allí creyendo
ni mis propias tradiciones, "alardeando’' de. ellas, como dice Heredóte. Los es-
pirndoTs de ia ribera desde Sais a Tebas — seiscientas millas de una galería
.1 m u - a p e n a s si habían roto ía costra dt su provincialismo griego. Por
D I HOM ERO A HERODOTO IO I
lo menos podía o fre c e r un rival a la antigüedad e g ip cia en las con cep ciones
imaginativas de las sagas olímpicas. Luego vino el impresionante eSDectácu-
lo de siglos de un pasado humano hecho visible y real, desplegado ante sus
ojos, que dejaba en rid íc u lo ei breve pasado helénico, relativamente insigni
ficante. Es evidente que He es reo había descrito su propia contusión, porque
de nc ser así Herodoto no se habría referido a ella de modo tan explícito.
De ser así, el episodio puede muy bien haberse destacado en su ánimo como
una experiencia de importancia decisiva es la formación de su punto de vista.
N o andaríamos muy descaminados, per lo tasto, si fecháramos — en la me-
¿laa en que estas cosas pueden Techarse— el despertar decisivo de ese tem
peramento crítico, científico, que iba a producir la nueva ciencia de la his
toria, ec la entreviera celebrada con los sacerdotes de Tebas en la oscura
cámara ce! templo. Pero no debemos olvidar que fue el visitante griego, y no
los sabios sacerdotes egipcios, quien apireo la lección. Hasta qué punto el
escepticismo de lo: pensadores de su país había ya predispuesto a Hecateo
para esta acritud critica no podemos decirlo. Además de cue no necesitamos
tratar de '"explicar” la mentalidad de una persona de la que conocemos poco
más de lo que aquí se ha dicho: en especial porque, aun en este poco, vemos
que Hecateo discurría por su cuenta.
Hecateo es el único ce ios logógrafos a quien Herodoto rinde tributo
atándolo como fuente. La erudición moderna se ha interesado en establecer
cuánto es lo que c! Padre de la Historia debe a su predecesor, pero el pro
blema es más de la critica de Herodoto que de la de Hecateo. v es demasia
do detallado para una exposición como esta. La conclusión genera! es que
la deuda de Herodoto era todavía mayor de io que él admitía, y que Hecateo
re sólo 1c había proporcionado notas para su historia, sino también una
guia para sus viajes. De ser esto asi tanto m is es tíc notar el empeño que
ooiie Herodoto en desacreditar v ridiculizar a Hecateo. En repetidas ocasio
nes manifiesta su desden por ios geógrafos que se adhieren a la antigua cos
mografía homérica y creen en ia existencia de una "corriente oceánica* que
bordea e! inundo. Esta actitud de superioridad crítica no es debida a la po
sesión por c! crítico dt una técnica superior er. la investigación, ya .que ¿1
también podía hace: concesiones igualmente grotescas al mito. como, por
ejemplo, cr. los informes de! ave fénix v del hipopótamo: este último tenía,
según Herodoto.10 k pezuña hendida, y crin v cola de caballo. N o era en k
38 Estos informes er. H erodoto estaban probablemente tomados de H ecatec.
loa HISTO RIA DE L A H ISTORIA
" I o- d.v pim íos cae agüen toa del Profesor Sacate.
C<E H O M E R O A H ERO DCTO
! 93
Semejantes obras, que habían dejado ia poesía tan atrás, que ya no sólo
eran prosa sino prosaísmo, fueron tas que sirvieron cíe base a les griegos cíe
ia gran t o oca de Atenas para sus. idea; de la cronología. A falta ¿c docu
mento;-. adecuados. !a historia apenas si se aleaba, incluso en la Hcladc, por
encima del nivel ¿e los anales medievales. Estaba reservado a un He roe oto
de Ha!¡carnoso combinar La geografía con la historia, la narración cor. la
crítica y la literatura, para ganar así para la historia un lugar preciso entre
las artes y las ciencias Ge ia humanidad en todos ios tiempos.
V
fe
CAPITULO XIV
H ER O D O TO
f
L—- a vid.-: de Herodoto coincide casi exactamente con ios años de la hegemo
nía ateniense, esos sesenta años poco más o menos que transcurren entre la
batalla de Salamina y el comienzo del fin de- la%utrra del Peloponeso. N adó
hacia 480 a. j. c. y murió después de 430 a. 3. c. N o se conoce práctica
mente nada de su vida excepto lo que puede deducirse de su propia historia.
Su ciudad nata! fué Haiicamaso, una colonia doria ce la costa de! Asia
Menor, en la que. sin embargo, restos de inscripciones indican que se em
pleaba ti dialecto ionio. As: le fue accesible para su historia la lengua cue
va Había sido consagrada a la literatura en prosa. Pero aunque escribió en su
lengua, no pudo liberarse de un fuerte prejuicio contra los ionios. Son prác
ticamente el único pueblo er¡ todo su relato cor: el que es sistemáticamente
ir. insto. '‘Han edificado sus ciudades en una región en la que el aire y el
clima son los más hermosos de! mundo entero; porque ninguna otra región
ha sino van colmada de dones como jom a, ni encima ni debajo, ni ai este
ni al oeste dt ciia> (lib. 1. cap- 142). Sin embargo, "de codas sus tribus [grie
gas!. la iónica fu» con mucho la más débil y menos estimada, sin que pose
yera un s.,¡„ estado de aietma importancia, excepto Atenas. Los ateniense*
v los otros, estados tónicos del mundo entero llegaron tan lejos en su des
aerado dc-I nombre que de hecho han prescindido de él; e incluso hoy la
ras vería de ellos roe partee que están avergonzados de é P (lib. 1, cap. 143).
:A_ri introduce a rus vednos en 1?. historia, tomando prestada su lengua para
hacerlo: Y puesto a eiío. no lo pasan mejor. Sus ataques a veces se convierten
en escarnios, hábilmente, introducidos por el procedimiento retórico de -apelar
3 otra persona — un escita por ejemplo— para que diga 'Vnr vía de repro
che7' ene los ionios "son lo más bajo y más cobarda de toca la humanidad. . .
rob HISTO RIA D a L A H ISTO RIA
;<ro los más fieles cíe los esclavos'’ (lib. rv, cap. 142). H ay 123 rasgo som
brío, algo de dantesco en esta fuerza ce la antipatía local tare fuera de me
dida con e! aliento Ce simpatía y de interés de que da muestras en todo io
demás. El griego que tanto había viajado no perdió nunca per completo el
r.-mecho partidismo de su ciudad natal. Cierto que, como han señalado los
comentaristas, estos sentimientos antijónicos eran populares en Atenas, que
tenía sus conflictos para mantener sometidos a ios jonios en los días en
que Herodoto buscó su hospitalidad; pero, aunque el aplauso ¿s su auditorio
pueda haberle llevado a afilar sus flechas, las lanza por cuenta propia. El
Halicamaso de su niñez parece haber dejado huellas en sus opiniones.
Es una lástima tener que tocar primero sobre esta muestra ¿ t la oecueñez
tic Herodoto. porque la obra como conjunto se destaca por una amplitud de
•raras concorde con su amplitud de conocimientos. Es de dudar eme la amplitud
de su información no dependiera de la amplitud de espíritu ccn que el autor
viajero recorrió el mundo, de ese claro deseo de ver las cosas como sor., que,
cuando está disciplinado. Deva hacia, la ciencia. Nadie sabe qué disciplinas orien-
laron ís innata curiosidad de Herodoto, pero deben haber sido considerables.
Su obra revela un conocimiento amplio e íntimo de la poesía de la Kéiade. en
especial de Homero/ y tenía prestos a mano a sus predecesores, en el nuevo arte
cié la escritura en prosa, en especia! a Mecateo, para citarlos o referirse a ellos
•legado ei caso. Su educación, por tanto, ha debido ser casi tan extensa corno sus
' ’»ajes, abarcando prácticamente todo el mundo conocido. Unicamente un joven
¡ven nacido y bien acomodado podía equiparse como él 1c hizo cara la tarta de
toda su vida. U na persona así. difícilmente podía mantenerse alelada de la polí
tica en una ciudad griega, y sus viajes pueden haber sido en pane debidos
a que estuviera desterrado. Pero de esto él no nos da indicación ninguna,
v ia noticia de su participación en una. revolución en Halicamaso y ce su
retirada posterior a la Samas jema descansa únicamente en una fuente tar-
' "H erodoto ha bebido en la rúente homérica hasta que todo su ser quedara. im
p u gn ad o con la influencia efe aquí derrisca. En el esquema y ei c¿ ss de su libro,
en la disposición y ei orden de sus parres, en eí tone v carácter ¿ r ios pensaraisr.-
t,>: en diet mil pequeñas expresiones y palabras, aparece e! csrudiosc ¿ r H om ero' v es
mam liento que los dos grandes poemas de ia G reña antigua ie son. por ¡o menos.
ur> familiares como lo es Shakespeare al moderno inglés ca ite .“ G . R a w l -n s c n ,
H>r b litlo ry c j Htrrodotus eá_ 1862}. 1, 6. En adición a este Fiavdinson cita
1* ít rcncias 2 unos quince poetas.
K IK O rrO T O 197
día.* Prácticamc nte todo lo que sabemos de cierto es que hada 447 a. j . c.,
hacia sus cuarenta años, rué a residir a Atenas, a formar parte dei círculo
más. brillante ce hombres de genio que el mundo haya visto jamás, en ía
"corte” dt Pericies; que salió de Atenas cuatro años más tarde ¡443) para
convertirse en ciudadano de la colonia ateniense de i. hurii en Italia, donde
murió, según parece, poco después de 430 a. j . C. Dentro de estas fechas
fueron realizados muchos viajes y ia ardua labor ce una gran composición.
U n cuidadoso- estudio del térro puede mostrar en buena parte cuándo fue
ron realizados ios viajes, pero una verificación tan minuciosa queda futra
de nuestro examen. Lo sorprendente es la extensión de ellos, desde el alto
Egipto ai sur hasta ''Sciria ; en tí iejano norte, desde la Magna Grecia en el
Mediterráneo occidental hasta Babilonia ai oriente, y casi codo ei mundo
comprendido entre estos límites; ia* fechas importan menos.
Pasar de la biografía ce Heredóte a la historia que compuso es como
pasar de un solo artículo en una enciclopedia a la enciclopedia en conjunto.
La primera cosa que le sorprende a uno al abrirla es su amplitud, su com
plicación. la riqueza, de sus informaciones. Semejante obra es demasiado
grande, er todos ¡os sentidos de ía palabra, para ser comprimida dentro
de las escasas paginas de este resumen. Con ella ante nosotros hemos en
trado por fin dentro de las grandes líneas de ia germina histeria de la his
toria. y podemos nacernos a un lado para dejar que la obra de Heredóte
hable por sí misma. La utilidad ce un guía no depende menos de que man
tenga un sdcrtco discreto er. presencia de monumentos umversalmente cono
cidos como tí de que ponga al viajero frente a ellos. Los comentarios que
siguen por tanto, no pretender, ser contribuciones a la erudición, sino suges
tiones. en su mayoría conocidas ce los estudiosos, para la Iterara dei texto
mismo a Ir, luz ce este estudio como un todo, no dejándolo ni totalmente
¡nexpucsao ni permitiendo que quede totalmente sumergido bajo la marea
creciente de la crítica, experta.
.da primera impresión que tía ¿a Historie es !a de una cierta falta ce for
ma. come ei reiste con divagaciones de un buen narrador. Los primeros
parra tos hacen remontar ei conflicto entre el Oriente v el Occidente hasta
ci alba ce ;s. historia, o mejor dicho más allá, hasta el rasero de Helena por
¡os asiáticos, y el de Europa y Medca por los griegos, cor. todas sus coase-
Suiaas. e! erudito bizantino de L sita Edad Media, cuvo léxico conservó mu
chos valiosos detalles de iíiíorrnacóft clásica.
HISTO RIA DE L A HISTO RIA
'"•• ikimn La escena está así Dispuesta para el drama, y si Heroaovo fuera
" " di.un.mugo, hubiera introducido eu seguida a los protagonistas, redu-
' las partes más alejadas de su asunto a simples episodios, como lo hizo
I "• elidí s Pero Herodoto no era un dramaturgo. Aunque, influido tal vez
l,or I M|iiilo, describió la derrota de ios persas como el resultado de un de-
•if’inu divino, consiguiendo así para su obra una unidad dramática funda-
"iriit.il, trató más bien su material como un novelista, pasando de relato a
" I* "" V de país a país. Cada asunto parece sugerir otro, y con apenas un
••iiidriitn! "esto me recuerda” , el narrador Darece sumergirse en cada nuevo
" h’ " 1. neo en descripciones de tierras desconocidas y en ios cuentos fabulosos
d i enfurta! distantes. La mención del ataque de Creso, rey de Lidia, a las
1 md.idc griegas del .Asia Menor, lleva a ur. examen general de la historia
di 1 idi.i \ Je sus vecinos griegos. La conquista de Creso por Ciro, cae si-
i in, abre la puerta a! gran Imperio persa, v pasamos a Egipto. Babilonia y
•'•i'iiii en una lenta descripción de aquel gran mundo "bárbaro"'. Luego el
0 Uio m ciñe a la lucha entre persas y griegos. Los pasajes que tratan de ¡os
1 ' " >"•! en la parte anterior se relacionan ahora con la revuelta de las ciuda-
d**• ji'iu.is contra Darío, y., pasando por la cólera dei Gran Rev, llegamos a
M.ir.iión, y luego a Salamina y a tiempos más recientes. Conforme nos acer-
i .lili'« a este tema central las digresiones desaparecen, el estilo se hace más
din iio, \ »1 autor dispone su abigarrado formación de materiales algo as:
ii'iiin lerjes hizo con su ejército cuando Pasó ante él en acuella grandiosa
i Mirprrndenre revista.
l id la primera impresión que uno rece* de la obra como conjunto,
i" ni una lectura más atenta muestra que de nsngúr modo está tan c es cu i-
diiildiucmi compuesta como parece. Por el contrario, lleva la marca de una
mid ido:..i composición, y encala con pequeño esfuerzo dentro de un pian
■ •o.ri.d arqiiitecrónico que ios filólogos modernos han tenido poca dsficul-
i.id cu ¡icc['t;:r. Aunque la división de la obra er. nueve libros parece a las
i l.ii .r Líber sido hedía por una mano posterior— probablemente, según hemos
o i iiil, mas arriba, para satisfacer las exigencias de las bibliotecas en que
le i-i ii luiiv ue la época helenística la consultaban— , el editor hizo tan bien
mi it..hajo que nadie ha intentado roc'orcrLo. Sin embargo, la división del
o • rn n.tos libros aceptados no ha impedido a los modernos filólogos era-
iiu di riicontrar divisiones "más amplias, más fundamentales y primarias” .
KEP.ODOTO JOC
Estas, según el criterio dei historiador de los historiadores griegos, son como
sigue.
La obra se divide naturalmente en tres secciones, cada una constituida por tre'
partes. La primera sección o triada de libros comprende los reinados de O ro y Cam-
hises y i?, subida ai trono de Darío; is segunda traca dei reinado de Darío; k Ro
cera de! de jeries. La primera se ocupa preferentemente de /isas incluyendo Emr-
to. la segunda de Europa, ia tercera de ía Héisde. La primera muestra el sumen
to y los triunfos de! poder de Persia; la última relata la derrota de Persia por Greda;
mientras que la triada ccnirai representa una descripción animada, el fracaso serta
er. Sema y en Maratón, y el fracaso griego en Joma. C aca una de las nueve subdi
visiones tiene ur. tema principa: que constituye una unidad menor. G ro es el rema
del primer iibm. Egipto el de! segundo, Seria el de! cuarto, b rebelión jonja el del
quinte. Maratón e' del sexto. El séptimo describe 1a invasión ce ¡enes hasta se
victoria en las Termópilas; el octavo relata hasta el cambio de fortuna en Salara m í:
ios triunfos mates ce Grecia en Piares y en Micais ocupan e! noveno. Tan sólo en
;i tercero la unidad es menos destacada; pero hay un interés central er. b revolución
dinástica que puso ? Darío en e! trono. As; b unidad dei conjunto d i b composi
ción se manifiesta claramente en tres parces, cada una ce ¡as cuales es s su vez trí
plice. La scriciLcz con que se dispuso esta simetría arquitectónica, sin ninguna vio
lencia o esquematismo aparente, rué una realización de consumada pericia.
m ill o a r i lo .', t ¡endose entre dientes. De vez en cuando intercala una seca
ol>*rfvdiu>n -como, cuando a! relatar una noticia de que un cierto Scyilias
IikI»« niuiad.. vanas millas por debajo de¡ agua, añade: "M i propia opinión
r» «|ur . . . hizo la tr a v e s ía ... en un bote” (lib. vrn, cap. 8). D e modo aná-
íofc’t’ rinde con frecuencia el comprometerse, como en la cuestión de las
*iiriifr ■. drl ' 'd o . con respe-tro a la cual no había encontrado a nadie entre
uhIi » .i<|m ii<>- con quienes había conversado que manifestara tener ningún
imi .rimii nto. excepto una sola persona. "Era el escriba que llevaba el regis-
• *1 los tesoros sagrados de Minerva en la ciudad de Sais, y no me pareció
•»••• Iml'iar.* en seno cuando dijo que las conocía perfectamente” (itb. lí,
i n|> • H|. I 1-rodoto quiere hacernos saber que podía viajar y escuchar hacien-
d" mu reser..,. : pero hábilmente, a! mismo tiempo, por su deferencia ante
iiurMi. crine.- v ir, franqueza de las confesiones que nos hace, deja una
imptr»ii«n di sencillo candor que aumenta el encanto del relato.
No debe olvidarse hasta qué punto la historia de Heroaoto es una reco-
l'iliiitori di : dicho por otras personas. Hasta sus moralejas son en parre
il' l'ida:- .i lo que obtuvo de sus informadores. Es una enorme masa de mate-
m li ’. obtenida de sacerdotes y viajeros, de la tradición y los documentos,
■ íi filuro!, dt testigos presenciales y de observaciones personales, todo dis-
l'iif.io v cncaudo en un solo plan, pero no elaborado de íorma tal que se
b 'in I.i naturaleza de los originales. Esto, para ti moderno estudioso, no
>' m i iivnor mérito. Por muy parcial y partidario de Atenas cue Merodoto
'orí.: por mucho cue los guías abusaran ce su ignorancia o que «e confur.-
iliriiii l.i-, fuentes, no? dejó ampliamente los medios para que formásemos
linri" Kibrc éi Y este mismo hedió influve mucho cara oue el veredicto.
un ¡uní- ilc es*a érxxa critica, científica, le sea favorable
'** trataba or un trabajo serio. Había largos años de viaje detrás del
• l.iin. \ el autor, con orguüosa sencillez, se proclamaba a sí mismo un sa-
I r la primera linea. Su narración "es ta exposición ce invescgAciones
II ti.i ) ” por alguien que es capaz de hacerlas: el termino historia es
■ i j ¡i. ■■ .ujiii en se sentido técnico preciso. Sus predecesores eran "hacedo-
ii ■ de prosa' pero c: es un ''historiador” . La moderna critica it niega la
-Inútil iiiti en i., forma en cue él ía reclamaba, pero, sin embargo, ie sigue
""i< ndo Ir distinción que le concedió la antigüedad, la de ser a la vez
vi' n i , ior \ un elís eo, el Padre de la Historia. Combinó con el instinto
il l.i i vr.ni'.-icón critica ¡a consumada habilidad del gran artista. Cuando
H E K C D O TO 205
' ‘ «1 «I dr-.ro de obtener la mejor información posible sobre estas materias, tuce
• ' •■' •* « Tiro, en Fenicia, por saber que allí había un templo de Hércules tenido
mi pan veneración,. Visité el templo, y ¡o encontré ricamente adornado con gran
■ 1 .ii ofrendas, entre las cuales había dos pilares, uno ce oro puro, el otro de
...........fii.* cjiir relucían con gran brillo por ia noche. Er. una conversación cu? tuve
I"» »«.rrdotes, pregunté cuánto hacia que su templo había sido edificado, i en-
...... j«w ••.1 respuesta oue ellos también diferían de ios griegos. Me dijeran que
• ' tMiip!, i,.ibía sido edificado er. la misma época en que se había tuneado la ria-
■ ' . (),ii 1.. fundación de la ciudad había tenido luga: eos mil trescientos años
“ " i ' 1 I 11 Tiro supe de otro templo donde el mismo ¿ios era adorado como el Hér-
' "I' i Iiíim 1 M r fui, pues, a Thasos. donde encontré un templo de Hercules cue
1 »'un rdificado por los fenidos que coior.izatcm aquella isla cuando navegamr.
•" * "'■ > i Ir f uropa. También éste era anterior en cinco generaciones a ¡a éoocz. en
"" I liirule« í 1.jo de Anfitrión, había nacido en Grecia. Estas investigaciones tnues-
'■ ■ ' 1.11•.< mi qu- hay un antigüe dios Hércules; y mi opinión propia es que obesa
....... . 1 Mr aquellos grieres cuc edirican y mantienen dos templos de Hércules.
...... ih lo: cuales el Hércules adorado e; conocido p e e' nombre ce Olímpico,
« ó 1 tirirú sicriíicios como a un inmortal, mientras que en ei otro los honores
' ' ' ni, • >. n lo: oue se le deben a ssn héroe.
que no tuviera una percepción clara ce la iínes divisoria cuse separa el mun
do de los hechos del ce la ficción. Pero ¿es en último término la línea tac
precisa come la imagina ia mente puramente científica? S: Herodoto hu
biera sido tan escéptico como Tucídides, habría de jaco lucra de su historia
algunas de sus partes más valiosas, porque algunas de las cosas que para él
resultaban más increíbles contienen atisbos de datos establecidos o hechos
inteligibles por la arqueología. El ejemplo más notable es el comentario de
Herodoto al relato de la circumnavegación de Africa hecha por los fenicios
pot mandato de Ne.cc, el faraón egipcio. " A su regreso declararon — yo por
mi parre no les creo, pero tal vez otros lo hagan— que al navegar a lo largo
de Libia tenían e! sol a mano derecha” (iib. iv. cap. 42). En otro lugar, en
su descripción de Seiba, pone en duda las largas noches nórdicas, tal vez a
causa de la forma exagerada en que le alcanzó la noticia, ia de que los hom
bres allí dormían medio año (lib. re. cap. 25); rehúsa acertar la existencia
de las "Islas del Estaño'', de las que pudiera venir el estaño que ellos em
pleaban,* y afirma expresamente que con referencia al Besuco, "aunque he
hecho ios mayores esfuerzos, nunca he sido capaz de obtener ia convicción
de un testigo de vista de que exista ningún mar en el lado más remoto oe
Europa.1 ' Hubiera dado una idea más pobre, y no una más correcta, del
mundo tal como lo conocían los contemporáneos de Heroccto, si toda esta
'•triaca información hubiera sido seleccionada por nr.? mentalidad dema
siado escéptica. A l lector que no está en guardia se ie rtruerda de conti
g u o ," por insinuaciones, si no abiertamente, que un hecho no estaba defí-
mnvsmcnte estableado por ia simple razón de estar registrado — advertencia
‘gnorada más de la cuenta— y que el lector deberla contribuir también con
• h’ o ¿c la perspicacia crítica que él exigía cié] escritor. Las fuentes emplea-
(hi: por Herodoto han sido analizadas con gran detalle.1' v el resultado
Cí. lib. u, caps. 28, 56-57. 131; lio. 13. caps, r ij, xi6; iib rv. caps.
E' 4->. 06, 105; lib v, cap. 10: Iib. vil, cap. 152.
11 V é an se especialmente las conclusiones de R . vv. M acan . Herc&otus. the to n n t
I ‘ Ith < m d Sixt.‘. Bcekt, I n t r o d u c d c n . voi. 1 , p p . lxx iv sr. v ei a m
. . . . ' c . , . ; . . t ____ j _____- i _
^ 3 ^
.... . ......................................
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exhaustivo ce
* ’
----------- ‘ - '“ U iu jv .n .; c
* ‘ •v er» Pau?v-\\ issows-Kroll, /;¿ule r c ciopäah (Enddcpecia <. v v
* ' . mp. vol. iv. Utso de los probietr.as mas intertsantes tn su «saplen ¿ c ias - jen-
rstii cn su re tato dt ia expedicior. cc Dario a Seida, doade eenite roda mencicc
H ERO DO TO ■2Í>9
de los Balcanes (Üb. iv, caps. 90-93), según parece, como Macan sacíete, porque
serré este punte iba siguiendo una Ícente histórica y no geográfica, que no hacía
mención ce las montañas. Pero este episodio se limita a destacar el «etc. con o-... en
con unto. unifico sus materiales y comme los hechos.
B oisroao. en G. W . B otsford v E. G. S ikler, Heilenic Cr.üizatwr. (La
cvniizsciór» helénica)* p. 2*.
H
i M» h is t o r ia de la h is t o r ia
T U C ID ID E S
• Tuddides ic. 460?-«.. 306) ere- descendiente de una antigua familia macis
par parte de su madre, aunque su padre era ciudadano ateniense. No tenemos prue
ba digna de confianza de ia fecha ¿e su nacimiento, cae algunos remontan hasta
47t, otros hacen descender a 4=5;. sin embargo, se acepta por lo genera! una techa
tardía. Su familia estaba bien de intereses, pues poseía eí derecho ai laboreo de unas
minas en Tracia. Paso en Atenas la primera parte ae su vida, v allí ejercieron sobre
ei gran influencia ios sofistas. En 424 fue elegido como tino de los dos generales qtv-
mancaron una expedición a Tracia, lo cuai parecería implicar una experiencia mitrar
212 H IS T O E lA d h l a h is t o r ia
previa. Sus esfuerzos paca salvar Anfípolis fueron, no obstante, infructuosos, porque
00 consiguió Legar a tiempo; y por esta causa fue desterrado. Durante veinte años
vivió en sus estados erados, y sólo retomó a Atenas después que ¿«a íué derrotada
' 404. No podemos estar seguros de ¡a fecha de su muerte, pero parece probable
que tuvo rugar entre 399 y 396 a. j. c.
■’ ¡.os párrafos que siguen deben mucho a la revisión ¿el Profesor Swain.
Ei-/ypá(fv. Si fuera permitido tratar e! antiguo Áóym como "relatos, historias”
'•1 el sentido periodístico de k palabra (vid svpre p. >8-S), podríamos traducir
••''VYC'Ómv: por ¿a expresión igualmente periodística "dar noticia"', salvo oue estas
¡'tlabra:, can una impresión de ligereza, e incluso de Indiferencia, totalmente nena a
Tuc ídidirs. Tín esie csso rr&ducíríamos su iras? inicial más lircrslubenre cue Jov.t rt:
• u c t d i d c b - , uim ?reruense ¿ i c n o t i c i a de i a gu erra t o v r r fv y .j^ io v la s p t -
guerra, estaba en situación de conocer lo eue na oía ocurrido; nos óicc que
él mismo oyó algunos de los discursos que reproduce; participó en una expe
dición militar como jefe, y probablemente en otras con cargos menos impôt
tantes. Sin embargo, oara la mayor parte ce su información. Tucídiíies de
pendió de) misino tipo de "investigación , que Hérodote empleaba, es decir,
de is iotopía o "indagación*', aunque el hecho ce que se interesara funda
mentalmente por ios acontecimientos contemporáneos simplificó su tarca,
porque eran más fáciles de encontrar testigos que pudieran hablar con auto
ridad. Incluso su destierro fue en cierto modo una suerte, porque ie permi
tió tener relación con espartanos (iib. v, cap. 26), con ¡os cuales discutió
ampliamente acerca de la guerra, y de quienes aprendió eí punto de rosta es
partano. Durante estos años visitó probablemente Sicilia, donde el poder na
val de Atenas se vino abajo.’ En algunos pasajes, como el que discute la
primitiva historia cc Sicilia, se apoyó en escritores más antiguos, y en oca
siones obtuvo copias de la versión oficial de los tratados hecnos en Atenas
u Olimpia.
Tucídides, pues. íué un historiador moderno, más aún que Herodoto.
Nos dice explícitamente que d’ió comienzo s su labor tan pronto como estalló
¡a guerra en 431. y debe por tanto de haber reunido una gran cantidad de
notas antes de la paz de Nucías, diez años mas tarde. Durante ios abor
de relativa paz que siguieron parece que compuso un primer borrador de:
actual relato hasta el cap. 25 del libro v. Luego se reanudaron las hostilidades
cor. ¿s aventura siciliana, la guerra de Decelia en Grecia, y la caída de Atenas
en 404. Tucídides no había publicado probablemente su- primer relate cuando
se reanudó la ludia, y se dedicó entonces a preparar un segando libro, con
una nueva introducción (iib. v, cap. 26), para tratar c t los últimos años de
¿a guerra. Los dos libros se unieron, siendo el primero editado y aumentado
con varios pasajes relativos a la catástrofe de 404, insistiendo en que la lucha
de estos veintisiete años, 431-404. era en realidad una sola guerra. N o obs
tante. Tucídides no vivió lo suficiente para completar su obra... pues el relato
termina con los acontecimientos de 411. La última parte del libro no mani
fiesta e¡ pulimento literario cki resto, y la frase final está incompleta; cas"
podría decirse que ei auto* murió con la pluma en la mano. Desde "luego,
la actual división de la historia en. ocho libros se debe a escribas o eruditos
posteriores.
"* j. B. Busv, The Ancien/ Greek Historiara, p. yf¡.
2l¿ HISTORIA de la h is t o r ia
los planes pura el año siguiente. N o hay más que un propósito en la vida,
que es ver la gi: rra. terminada. El resultado es cae se nos conduce a través
de años entero.' de luchas inconexas, incursiones, escaramuzas, expediciones
por mar y tierra, debates en consejos, estrategia en la batalla, hasta que
nuestros recuerdos están nublados por la variedad de los episodios y ios cam
bios r.n la política, en la dirección y en la fortuna.
Nos espera, sin embargo, una alta tragedia en ls expedición cíe Siaiia.
Todos ios críticos están acordes en que lo mejor cíe i ucídiáes se encuentra
en lo: libros sexto y séptimo, que relatan esta trágica historia con realismo
implacable. St pone el prólogo en el incidente de hielos, con el lenguaje ul
trájame ac los embajadores atenienses, y la conducta todavía mas ultrajan
te de !o generales de Atenas; les primeros proclaman brutalmente que la
fuerza es derecho, los últimos matan a rodos los hombres y venden como
esclavos a la*, mujeres v los niños de la neutral Me los. Luego vienen las pro
posiciones para el ataque de Sicilia, ia. memorable descripción, llena de dra
mática ironía, de la esperanzada partida de ia flota ateniense oe sino funes
to, e! patético relato de Ja campaña de Sicilia, un relato de rerrasos. incom
petencia, traición, pánico, motín, ia pérdida de ios barcos, y ia derrota y
destrucción ¿t! ejercito. La última parce cc la historia, que trata oe ia revo
lución ateniense de 411, no está a ia altura asi resto de! libro. La tama ce
Tucíáides descansa sobre su relato de ia expedición a Sicilia, el de los oríge-
nr: di ir. guerra, v unos cuantos discursos, en especial el pronunciado por
Pendes, en honor de ios muertos durante el prime;' año (iib. E, caps. 35-46).
Str. embargo, nuestro juicio sobre T ucidides no cebe basarse en estas par
tes de! texto, sino en i?, justicia ce su concepción de la historia como un con
junto. v en la medida de su realización. Acerca de su dominio de ios roate-
ri.-tk: v dt su pode: intelectual, el profesor S'vsin dice lo siguiente:
mente* cada episodio encala ccr. exactitud e n su sitio. comparaDÍc, tai ve* 2 una
tropa de hoplitas, que avanza en formación a las órdenes de un capitán segure.
8 C f. i ib. I, cap. 11: "La pobreza fué la verdadera razón cor la que las realiza-
cienes de edades anteriores fueron insignificantes*' [v la guerra de! Pe:opor-eso mucre,
más importante que la de i roya, etc.l.
j ih H ISTORIA D*E I_.A H ISTORIA
•I'uioii « <•■ ,« drama. Aunque todo el tiempo existe una concta-cia orgullos*
•li «|iir l.i AcrópolLs está allí y ¿e que el arte y la literatura ¿e Atenas son
un modelo rcjplanaeaente para el mundo, todas las referencia:-? a ellos están
,r ' r ruínente suprimidas, como no pertinentes a! tema. Tan sote una vez aps-
,r,v realmente Atenas en la historia, ia Atenas hacia la cual épocas posteriores
volvieron la cabeza con admiración y desesperanza, en la oración fúnebre de
IVrirlrj. Fisto es ¡o suficiente, sin embargo, para mostramos so que hemos
pi ulido con ia negativa de Tucídides a escribir la historia ¿e ur, pueblo en
hipar «ir la historia de una guerra. Ninguna ciudad ha recibido famas un trí
bulo más orgulloso ni más elocuente. N o describe ios monumentos, añade
ntto ¿i ellos: porque se yergue como un bloque solitario de presa, puesto en
«I (entro de la tragedia de la guerra, como un Partenón, labraos para alber
ga! no a la diosa mítica de la ciudad sino al espíritu humane- de sus ciu
dadanos.
1 es obras de los antiguos maestros de un arte cualquiera están rodeadas
por una ortodoxia apreciativa.: ios Heréticos ' no las comprender/’. Pero la
lnir|¡H tiene una iusaticación moral, va que no artística, v réremos que rc-
j'i-.tr.u la decepción dei lector de Tucídides que se acerca a £ con la espe-
iíui.m de encontrar en. sus paginas, un cuadro vivo de las ciudades cue hicieron
1.1 piirrr.t. Seguro que el no escribía para nosotros: escribís ñera los atenien-
m ■ c por lo n: t-nos para ios griegos, que daban por samo o lo mué más ir.te-
ici.i conocer noy. Pero queda en pie el hecho ce que a ia cura le falta el
t'-uiii central para nosotros, ivlacho se ha hablado recientemente de la iníluen-
* ic de la tragedia Ge Esquilo scote ia forma en que tucídides c-tr-uso ios r¡ia-
11 (i.i l<-• de su historia, be pretende que rué pata cí — •consciente e inconscicn-
umente— lo que la épica para Kerodoto. Pero cara un público moderno ias
lepl.o- de i.i tragedia parecen extrañamente viciadas. Estamos todo tí tiempo
....... bastidores cuando ¡a matanza se realiza. Los principales, también, pare--
. i r moverse por ei escenario, a veces, en virtud ce motivos im-uficicntes: un
•‘•'lo discurro u observaciones demasiado evidentes determinan ia política de
oo.i «.u.la•:. ¿<as razones auténticas de una gran parte de ¡c. comnleiidac
0 í di,iin.i quedan sin Descubrir, teñamos de menos un buen cesto, conapues-
o. ;i r.-r po'- ric. de ios hombres de negocios del Píreo, cue mu-dieran expli-
1 ' si I u( idir.es n-: desdeñara su acento extranjero, ¿as causas reales de Is
i' 1 ti- ' '!• ia política de A ten as... en términos es economía.
1 Jo nos veríamos tentados a seríala- ¿os defectos cue ríeme Tucídides
TÜCÍDJDES 219
I ‘i ii■■ h|i, .ui.üi ,-c tenía ur estimable escepticismo respecto c les monumentos,
"" I "ni i r oi.iMi'nrs z los modernos arqueólogos, como puede verse en su obser-
■ ti ti, <4:;r i > utieiinrar. naca más que ruinas ¿t las dos ciudades., los hombres
rU CID ID E S ~25
a mano. Pero lia y ur. largo trecho ciesoe este interés de anticuario — pronie-
redor como es— a la investigación sistemática de ios monumentos. Podía tan
sólo Lacer hipótesis sobre las riquezas de Agamenón, sin sospechar lo más
mínimo que las cámaras dei tesoro de Micenas estaban esperando la país
que las desenterrara. Minos no era piara éi más que un nombre tíe !a frontera
entre leyenda e historia; allora las excavaciones de Gnossos io han converti
do en ur. término dentro de ia cronología científica. In ingusa profecía genial
habría podido oredecir que. cuando la investigación fuera lo suficientemen-
« amplia, y ios instrumentos para ella lo suficientemente perfeccionados,
las más insignificantes menudencias de ia antigüedad podrían adquirir la
sigriricación de documentos históricos: eut pecazos de láridas v trozos de
pariros podrían permitirnos reconstruir la historia ce centurias desaparecidas
o avadarnos a corregir el relato ce ios grandes historiadores.
Pero la principa! desventaja del historiador antiguo al tratar ce* pasado
era la falta tír cronologia exacta. Es dindi para nosotros comprender hasta
qué punto era grave esta desventaja. Y sin embargo, cuanto más examinamos
la historia, más se pone de manifiesto que mientras el tiempo no fut- medido,
no fue apreciado Y a liemos visto que se precisaron muchos años de la his
toria babilónica y egipcia para que las matemáticas del calendario pusieran
er. orden los embrollos de días, meses y años, hasta que se hizo posible una
cronología sistemática. En ia Grecia de Tuddides el problema aun no había
sido resuelto, y la perspectiva del pasado era. por consiguiente, confusa e
incierta. El único historiador griego que había intentado establecerla, me
diante una cronología sistemática de Atenas, fue Helénico, y Tucidide; des
cubrió pronto cuán poco fidedigno era su cómputo. Peto es digno de «erarse
que no tratara dt corregirlo ni de mejorarlo. Desistió francamente ¿ d pro-
biema. y recavó en ci más primitivo ce todos los cómputos del riempo, en el
antiguo calendario agricola de las estaciones. Verane e invierne es todo lo que
necesr.a para la guerra más grande de la antigüedad.'*' Más allá de estos añor.
estarían muy- poco dispuestos a creer que Esparta Labia dominado ut. riempi. k mitad
del Pslcponcso, pero aue duplicaría el pode; actual ¿e Atenas (Kb. i, cap. io ) .
10 Ei comentario de 1 ucidides acerca de su empiee de. este metodo còro rdc de
contar ei tiempo es cieno de citarse. "D iez años, cor. ur.a diferencia de ««¡v cuan
to:- cía*, habían pasado desde la invasión de Atica y el comienao de la guerr.i. Qui
nera ette una persona calculara los periodo? de tiempo, en vez ¿e apoyarse er. Lr-
catálogos de ios arconte« o de otros personajes oficiales, euvos nombre» tsueácr. •• •«
H IST O R IA DE L A H ISTO RIA
riiip!f¿ó¡> er. diferentes Ciudades para señalar las fechas Ce accactcimientcs pasaoos.
Porque un acontecimiento ocurrió a comienzos, c a n eciad cs. c cualquiera que
l’iirdj ser e¡ memento exacto, de! término de un? magistratura queda incierto cor.
srme ur.tr moco de calcular. Per; si mide por veranos 1 in’-'iemc'- como se have aqii-,
i (umt;. cae?, verana e invierno como mecíio aña, encentrara c ik a e z veranos y uiez
H'vwtm* transcurrieren en ¡a primera parte ce ia guerra u c . i , czr. 20). fasto tsar.«
indiu.'.d emente su ventaja pare e; cómputo coniemporaneo; pera i ucídiues no •
»,•’< r : calendario de la guerra tenía también que set encataao «ir. ;s cronic« de lo.
»iplo*.
.Síiía una especulación interesante imaginar £ H eroástc escnpieiiuo ;<= Kisto-
o n ciierra del Peloponeso. Sabríamos mucho tais ce la histeria oiecia. ¿n-
* íe'ulf. se mantiene tan ceñido a la guerra misma cae só.o nav currro ¿agresiones-a«
‘•irri.i iunpitud t: toda ia historia después ác cnic cocciuye ¿a imrroducción. A i er-
r i,li>inr en !¿ guerra (iib. i, cap. 05.;, a! inicias su reicto.^ retace«*, en una cligre-
i'oii, u ia historia de Arenas desde las guerras rncCicas (nD. 1. cn.p;-. 89-11 8 ¡ . e\«c-
u'i- esto inserta un breve relato áe! estado de cosas es irzcíz 1;, caps. p C -ro .i.
'"1* descripción de Sicilia (iib. v;. caps. 54-59;, V un2 cr!tycs ¿ s ¿a ira cijo n d-
■ lerrorarnifiifo de ios Pisisrráticas (¡ib. vi, caps. 54-59)- ^ C8®* ®c eStOÍ bien.-
d"i. m hahria visto tentado a insertar un libro.
TL'CIDÌDLS 225
í Vede lúe go, se nos podrá recordar que no debería hacerse responsable
a 1 iirídide.s de estas omisiones, porque él no escribía historia constitucional
tu tli l.i cultura. Pero aquí es adonde vamos. Ei objeto de Tuddides está
hundido por el de una guerra que pocos de nosotros nos cuidaríamos de se-
gc-,i m detalle si no fuera porque eí genio del autor nos obliga a ello, como
un fn.tr*;tro inexorable con quien uno se preparara para algún esamen ímssi-
i m m o l a discrpl’na y el provecho aumentan en e! lector, y ei texto es uno
d' lie, productos más notables de la antigüedad: pero deja sin respuesta las
l’irgumas que már nos interesan.
bu» embargo, ia principal tendencia en su historia política es la de con-
"ilnnr como causas los motivos personales- Para Tuddides éste era un mun
do rn donde los hombres deseaban v trabajaban, por su propia cuenta, me
diante la aplicación de la inteligencia o el impulse de la pasión v encontraban
• I m ió o el fracaso en su propio elemento. La fortuna ' tú p ' era la canti-
d.-ul desconocida, la x en ei problema.; oero ex» concebida en términos de
irhpnín, no de vida. Era el poder inexplicable, la providencia «que está más
•di,. ,|i ¡o cálculos del historiador, la suerte que rige e! rateado primitivo,
i llbir ría ron ias insignias del misticismo filosófico, iucídides no tenía idea
d' que la Fortuna., sustituto del capricho de los dioses, estuviera interesada
rn el precio de las mercancías. Concibiéndola es términos de ¡pisarlo, regis-
'i.ib;i su acción, pero no trataba de explicarla; porque en este no había ex
plicación. Pata nosotros la Fortuna todavía juega su papel principal, pero
•ifiif una sugerencia de economía, e invita a la investigación, pecoue es fun
damentalmente un sinónimo de riqueza. Ei mismo elemento 6 t la historia
u"f significaba un misario para Tuddides está, por tanto, ofreciéndonos
1"' primeros atisbos de la ley natural en un mundo natural en ves de uno es-
l'irttiml, las leves de la oferta v la demanda y roelas sus consecuencias.
1 a: faltas de Tudáides en este terreno no deben ser exageradas, porque
MTÍii absurdamente grotesco esperar ce éi un?, interpretscicn económica de*
** íóesde luego que el moderno historiador er.aier.rra mucha lar cr. numerosos
l"i‘ «ir*. I'rro son principalmente incidentales en la narración.
T U c r o o ES
N o había nada que hacer con semejante pasado sino de jarlo £ un lado,
v dedicarse a 1a gran empresa periodística de salvar el trumao ce los hechas
en oue vivía. Ei escepticismo -podía liberarle de la credulidad pero no po
día forjar les instrumentos para la investigación.
En resumen, la mente ae Tucídides no era rn primitiva ti> moderna; era
antigua. Ningún reconocimiento se tendencias o czpacoactes modernas de
be de cegamos para sus limitaciones. Se movía con ia pnecsióa de una supre
ma autoconcjenda, pero dentro ce límites estrechos tanto es ei tiempo como
rn el espacio, a ¡o largo de fronteras desconocidas. Tara -citar otra ve?, s
Com verá.
7 ucíuidcs viv.o en al momento único de ia historia conocida eme tía visto una
brillante sociedad intelectual, casi emancipada de una religión mocC'unce■ y ai mis-
iii ’ tiempo sin avoca de la ciencia, que apenas si había nacido, c t ningún ¿adu,
p ir o en unos cuantos hombres ce aquella generación, encontraremoi tanta iadepen-
•irncia de pensamiento combinada con una pobreza tan desamparada en el aparato
y mecanismo de; pensar . . . Debemos liberar nuestras mentes de la terminología cien-
< iiíj come también ce la religión y de ia filosofía, si hemos ce arreciar la imoar-
c-.!idad única ce ia mente de Tucídidcs, en movimiento a través de la más enrareci
da dr ia atmósferas entre la edad antigua y la nueva. Descartes, a pesar de todos
»us esfuerzos estaba inconmensurablemente menos libre de preocupaciones metafísi
ca«. ScxTsres parece, en comparación con é l supersticioso.1s
fh J ., pp. 73 -/4 -
"• "Lnsava sobre la historia” .
1 UCIDIDE.s 229
Tucididr.- citaba consentido cié aue las ideas son una tuerza de primera ir.tper-
r.i:u . en i S.v.vta; c: e.su, convicción era continuador ce la mejor trac icón griega.
Po: e*; concibe 1ubi: nrresorici cc-scribñ el tsttdo de ánimo que prevatecía en !as
diícrcrt." «xa'ior.ts. A veces intento ur.r. descripción objetiva cr esta mentaiiáca.
como ai di 1 ■ . .* lo; cfcctot. oc un? o meritabcac revolucionaria cr t^orcjrsr
.* vece: t- * o- dc.v.Dcrui: recuerdos en la inente ce! ¿ectcr, come custico Cesciioi?.
ir salid.', v'■ ; la- ilota rítmense pava Sirucusa; y a veces cenia palabras en ia boca^dc
persona :t ¡vi , tan tes para mostrar le que todo s. r.umdr. estarcí prns-cioc. Inc
nr.o i-v..b..i s . • fuera cuartán • etc- ia cr.fermeaao que diezmaba ? ice; atenienses, pero
si «•' citado ó- ánimo que resultaba de ella, y !o describe briüsntemcntt; ci patrio-
tisrno aren tur expresado en la oración fúnebre ce Pendes, y « optimismo exuc:-
rar.tc Mir.b'j izaüi'i por i?, expedición de SiracuW'-. fueren ¡as fuerzas guc ,hicieron pro
seguir ir. ; .vira, y ni lar. Artigar ce tos mercaderes eztrsuiierc» en e. Piteo, y iz
mentí...dad ir.iocrialist.s. que hice por.íbic ¡c. conducta ultrajante Ge ¡os z .cTurnse; er
Meló:, acarreó la cuida de la ciudad. T ai vez los métodos que emplea Tucídióes
pe.-a describir esto; estados dt úr.nric no son siempre ios mas eficaces pata ios lee-
HISTORIA DE L A HISTORIA
1 luídidr: inició mi historia con la expresión de ur, altivo desdén hacia lo?
'• l.'i'i’ *li los portas de ia juventud de la Hsíade: la prosa, no la poesía,
r‘i i Ivehículo de la verdad. Con este juicio está de acuerdo la crítica rr.odsr-
TUcbOES 231
57 Tasto es así que pueden descubrirse fácilmente los rugares en que t!"’
no había dado el toque final.
CAPITULO XVI
R E T O R IC O S Y E R U D IT O S
Litas. ten evidentes, sino a !?. acción directa de ios dioses. N i 2a kisto na
friega ni !« persa estaban claras para éí en sus tendencias y significación,
f icemos el exacto juicio ác! profesor Bury:
i > v unció adverso del crítico moderno podría parecer eme deja a jeno
íi.i rr poco espado para ser tenido en cuenta en una historia ce la historia.
Pero nc podemos raíamos de él despidiéndolo tan brevemente. Perene el
i ream en ve histórico, en contraste con ei puramente biográfico, nos exige
qn< n tipiunos en cuenta no sólo la estirnadón actual de su obra, sino tatn-
bi'T, .as opiniones de las generaciones sucesivas de lectores que han dado un
veri.:.:ro cisc,oro del nuestro. El mismo contraste entre la elevada estima en
<ltn Jenofonte fue tenido por los antiguos y ia escasa en cus le tienen sus
crináis modernos es en si mismo un hecho de un auténtico significado, tai
v< c . más significativo que nos ofrece la obra de Jenofonte. Para Cicerón,
p i e limpie, y para ei gran mundo cuito a quien él hablaba — y todavía ha-
I !■ ’ Jenofonte era uno de ios grandes clásicos, ¿Por qué?
I n primer lugar estaba su estilo, gráfico, entretenido, armonioso, "más
<hilii que ¡a miel . como decía Cicerón, ai cue no pesaban hechos mai sel.ee-
uoo 4. ii>!. iv hacía aburrido un exceso de losofía. Pero aparte ¿el estilo tenía
mi a ‘ ominadas dotes de retratista y su concreción descriptiva. Si no conse-
l'iii.i captar ¡a conexión interna at los hechos, tanto más destacaba Is perso-
"• ¡I.U.J di los jefes individuaos. Y después de todo, es una pregunta lícita
<o b ipunas etapas de ia historia el saber si los hechos que se c frecen al na-
• son dignos de tenerse en cuenta como los caracteres de los actores.
P<>r «'bruto que pueda haber sido Jenofonte respecto a! proceso de la histo-I
v I ¡v l'VRy. The Anden! Greek Historian!, pp. 151-52,
RETORICOS Y ERUDITOS
2 35
ria, corno escritor de memorias contribuyó ampliamente a lo poco que había
de ese periodismo de clase superior que obtiene su encanto gracias a un inte
rés por las personas. La apreciación de Jenofonte por los antiguos se basaba,
por lo tanto, en cualidades reales, y, aunque son insuficientes para permitir
le mantener su puesto en el presente, cuando los modelos de la histeria refle
jan la visión más amplia de las ciencias sociales y exigen un dominio de las
perspectivas causales, sin embargo, son cualidades que perduran.
Jenofonte nació hacia ios comienzos de la guerra del Peloponeso, y mu
rió cuando e! poder de. Macedonia estaba ya amenazando con cerrar la última
era turbulenta de la libertad griega (c. 430-354 a. j . C .) . De joven, cono
noble ateniense que era. fue discípulo de Sócrates, y conservó sus recuerdos
(Memarcbilic) del maestro en cuatro libros, cue ofrecen los detalles co
rrientes anotados por un observador y no por un pensador, y el lado menos
afostruso de la filosofía de Sócrates. Le perjudica que el relato de Platón erré
junto a él para invitar a ias comparaciones. M uy pocos historiadores, para
no mencionar a los periodistas, podrían salir bien Ebrados con semejante
rival. T ai como son, sin embargo, las Mcmorcbilic resultan un documento
humano inapreciable. Dan también preciosos atisbos de la -vida social de is
época.
De contenido muy distinto es el Á nábasis. una narración ce la guerra
de Ciro el Joven contra Artajcrjes, su hermano, y de la retirada de ios Diez
Mil mercenarios griegos a! servicio de Ciro, Jenofonte fué elegido como ge
neral suyo después de la muerte de Ciro, y su relato — el mejor manual co
nocido para principiantes en tí estudio del griego— sigue siendo una ciara
pintura de jos soldados en marcha y d.e la zona interior que atravesaron.
Además, su descripción de lugares y su geografía tienen, por lo general, el
mérito — más raro de ío que pudiera crerse— cíe ser relativamente correctas.
Sin embargo, el esfuerzo serie de Jenofonte en historiografía a© H*c ti
Anábasis sino la Hellertica, intento de continuación de la historia de - uri-
dides. completando la guerra del Peloponcso desde el otoño de 411 ..... J- c.
v concluyendo en Man tinte en 362. Pero es muy distinta de T u cí aides en su
aspecto y estilo. La narración es viva, y allí oon.de ur¡ simple relato de he
chos complicados pudiere fatigar, intercala descripciones personales parí,
darle mayor vida. En realidad hace esto tan bien que el interés del lector se
mantiene estimulado allí donde, de otro modo podría decaei .Así pues,- aun*
que hay una cantidad desmesurada de este material descriptivo, está mane ja-
H ISTO R IA DE L A H ISTO RIA
«I" Mfi li.il,límente que casi convierte en mérito un defecto. Había también
un# mniM para clin en e! tema mismo. Le faltaba ía amplia t incitante cali-
>'»il tpii .1 inherente a ¡as guerras persas de Herodoto y Is unidad dramática
irvrl.nl« por Tucídides en la lucha contra ía supremacía ateniense. El módu
lo «!c l.i hiMoria griega se iba haciendo más complicado, disminuía eí aísla-
•" muto incluso de los estados más apartados, y su acdón recíproca se hacía
i «.l.i vea mas variada. Si un Tudáides no supo estimar las tuerzas econó-
tiiimn que estaban tras ei azar y la política de su dempo, mal puede censu-
laiii <i Jenofonte porque compartiera la debilidad de toda la antigüedad
a este respecto. La Hclícnica rué escrita cuando estaba desterrado de Ate-
no. v presente la historia posterior de Greda desde eí punto de vista espar-
ninii. 1 o. prloponesios estaban teniendo su "hora, como la habían tenido los
«ifnirn.M';, cuando Tucídides escribía. Pero ía época había dejado de ser
l'i.iiulr. Cuando uno piensa lo cue era Esparta, la aridez intelectual de su
s u rlo . mi inflexible rigor, su militarismo de campanario, justifica de seguro
i ! «temperar la justicia con la caridad al juzgar las limitaciones de visión de
que da mi«'.era un escritor que vivía bajo su dominio; incluso cuando, más
«1i.i clri estrecho horizonte político y cultural, trataba de evocar la inspiración
de un« aventura con. diez mil griegos en Asia, o mejor aún, si atesoraba como
en« posesión duradera los recuerdos personales de Sócrates.
nos ambicioso, y su historia ha sido tratada con dureza por ios admiradores de T u ci-
diaes en e! siglo x a , desde N iebuhr, pasando por G rate y Fiecrrian, hasta Bury; pero
sus escritos histéricos — como ios de muchos modernos (M ichclet. Treitschke. re c u
de) que no lograron alcanzar la más alta aprobación científica— fueren un factor
determinante en e l curso posterior de ios acontecimientos humanos.
Litaban lo. rema; del periodismo moderno: sus intereses eran preferente-
ntf locales, y su literatura era hablada más bien que escrita. En un país
r *
i .i
oratoria. * Además la oratoria, en una dudad griega, era una Tuerza au-
' tinca La calesera ¿e 1?. política apenas si era mayor cae el anfiteatro o el
y era posible dominarla casi tan decididamente ror medio de la voz
' *1> l.i personalidad de un orador. Pero la oratoria no si limitaba a la poli-
’v i i ra un arre cultivado por sí misme. como lo es Ley la música, y "la
i >fr ib.' a escuchar un romeo oratorio, igual que hov vamos a escuchar una
Por esto era inevitable que la oratoria infestara ¡a narración his-
..y e ! \-v cor el lenguaje infestara k oratoria: car. inevitable como que
•> lii*--.*ria?. d:¡ siglo xrx estuvieran ampliamente concebic.ru dentro de ios tér-
'*(•' d: las politices nacionales, o que las deí siglo v>: ittdiivan el examen de
•’ f or.otr-ir v de ias ciencias. La invención de discursos en las historias, que,
1 un !ii-mos visto, tiene sus orígenes en ia primitiva narración de relatos, y
■ >< ’T'ucídides tome de sus predecesores, como una pan?, natura! ce su ex-
•¡vi s, ('invirtió, en la ¿noca siguiente, en una parte definida del oficio
* 1 i i' torlador, no mayor en Grecia que en Roma, cue ira a recibir mucha
1 »’ •. su educación de las manos de los retóricos griegos. Así Tito Livio
" ' ■ ■ ■ ..■ ' y. animado relato con largos discursos, e incuso César, cree era
" 1’ ' •et cae soldado, podría recibir el cargo de haber colocado en
1 • di! •■. ••••:..* alguna arenga innecesaria.
‘ •ii. embargo, como hemos visto en el caso de Tundidos, lo cue anota
1 - i irrce artificio, era con frecuencia, arte genuino. Lo: discursos cue aho
'»«uli.'n tar. fúrilc? e irreales, le daban a k mente antirua el reflejo mis-
‘ <ii la realidad. Debemos tan sólo juzgar al historiador antiguo reviviendo
1 !*•>' «ira del agota o col foro en las pequeñas ciudades mediterráneas, en
1 i ■ •( i;, voz viva era a ia vez periodismo y literatura, y conde el destino de
"•i <•.,[!. nonta cr. cualquier momento decidirse por el peder de una arenga
"'""Ifird o ra . i ’ sin embargo, cabe ilevar la imaginacón histórica demasiado
i ■ •> oirá parte, la tarea deí retórico en el arte genera! o ¿jcirltaa de la elocu-
' ' " 'ia can mnór.i'na ¿e ia educación.
" I L Brm . The Ánden! Greek. Historian!, p. 174.
RETÓRICOS Y ERUDITOS 2?y
lia IVr<> la íromera entre deleite e instrucción es ilusoria. Los relatos homé-
nt (M q,,,. estremecían £ sus oyentes con la recitación ce grandes Lechos, los
u n nih.jli.it> también a m ular las hazañas de los héroes. N o existieron psicó-
li.pw primitivos conscientes del hecho de que el placer de escuchar era debi-
,ln rti parte a la manera como ios oyentes hacían del relato una escuela de
valor al identificarse ellos mismos con ios héroes cuyas hazañas admiraban.
K „ ,,¡,-.r¡intc, la educación gana mediante el entretenimiento en la medida er¡
pin- el lihri juego ce la imaginación, que Ga tanto encanto a ios relates pri
mitivos deja paso al propósito definido de moldear el espíritu de; oyente.
I -,ia como hemos visto, era la diferencia entre el punto de vista ác ríerodo-
io v el de Tucídides. pero el camino cue lleva del entretenimiento a la ins
e r í ! , riñu e s también ei que ileva de la instrucción a ia propaganda.’
I mi »'.lo en los últimos años, y cal vez en gran mecida como resultado de las
<"" " " 'n n .li que surgieron de la Gran Guerra, es cuacan k propaganda x ha con-
'■ 1 ru nacería d<- estudie den úrico. En ninguna otra parte podrís analizarse tas
i "«inemc como en el estudio de k educación antigua, y cíe ia importancia que
' l|* «upaba ¡a tetones. Nada .lustra tanto como ver en. que forma ei tererés del
*: óitívi. de Jas cosas tal como eran a las cosas como debieran de ser. U na vez
■ aleat. ado esta ¿tierna acerad, c¡ paso inmediato es estudiar cómo puede k -
II". i '"'i ai mayor número posible ¿t personas para que tomen sa punte de vista.
< li«-» a «.I embei/erimienro del texto y a k manipulación dei conterudc.. Asi los
........ . limi’r¡adores griegos no se expusieron siguiendo las huellas de Tucídides.
•i"" pfMintió que ¡a» ejemplos de! pasado sugirieran su propia mora!., petes no po-
" *I>■if.r po> satisfechos con un método que, puesto en manes no tan. competen-
Ir h
i■ I' . -
m b un relato caótico y s b sentido. Tenían que moldearlo de modo, tal que
I" 11 i. residíase clara.
RETÓRICOS Y ERUD ITO S
~4J
r Este notable personaje nació de padres acomodados en c! mismo estíos ático que
ó noíomc. en ató. En su juventud fuá alumno de io= sofistas, en especia de Gor-
giiu., v — si hemos de creer una noticia consignada en ti Pedro ce Platón— Sócrates
le predijo grandes ¿¿tos cctno orador v filósofo. Después de ¡a caída de Atenas
pasó una breve temporada er. e! exilio, y ruego, por espado de varios anos, se ganó
la vida escribiendo discursos para otros. La debilidad de su va i impidió que viera
realizada su ambición de convertirse en orador y eses ciscó. Pero en 39a abrió una
escuela ce oratoria, lo cual fue un acontecimiento importante en i» historia de. Gre-
n.r. más dirigentes salieron de aquella escuela, observe- Cicerón, que guerreros del
caballo de Troya. Isócrates no se ¡imite a enseñar a sus alumnos c¿ arre de ia óra
lo:.-;.; les dio también una educación liberal, inspirándoles sus propios ideales litera
rios y políticos. El ideal literario era la creación ce una prosa suave v tal ver sigo
florida, capaz de atraer al pueblo; el idea! ooiíáco era ti panheáer.isir.o. Después de
u u r otros diriges u» le hubieron {aliado. Isócrates acabó por anovar a Ftiipo de Ma-
n ilonia. y nutrió a los oS años, poco después de la victoria cr í~iiipo en Queronea.
'v- s e ir. .-tene» er. ia necesidad de una guerra general de roda Grecia con
tra Persia coi. «' tir ce unir a los griegos, empleando a Fiiip-f como arma c instru
mento. ia ii dr Ivácrate- en una salvación por las armas nos recuerda k tarti.ee de
B-j.marcì.
11 rocío. cap. 17Ó. Diodoro v Estrabóa también se añoraron «a-
piiamí.ntr rn i ' .7—.;, pata ios asuntos que el había tratado, f i , P eter , vi ehrhei.t une
Kuntr • verdad' arte). (1911), pp. 151
■ Le M o a . cor.»'.-ungen tur alien Gesct-khtc <Investigaciones de historia an
u y as). |iooz-:óc« j, i. t f é ss.
í:' F. »libio. H ernias. Ü£>. xa, cap. 28.
,4 Aquí debemos meccionar el fragmento de una Heüentce más valu.sa que la
de Ieriofori te. cae fue publicada en 190S per B. G. Grenfell v A. S. H unr e.n
Oxyrh-,-rhus 1dr»»t i . parre v. pp. 143 ss. Las vestite páginas del rrabsic* que ahora
poseemos muestra:. ai.»t su autor era ur, historiador c t nc pequeña habilidad. E! frac-
mentó. ouc fu» escrito hacia 200 d. l. c., está dedirade £ los accntecitnienros ¿e
M4 H ISTO RIA D E L A H ISTORIA
uno- circioeho meses en 39^'395> *° cuai Prueba que esta hlstcras estaba escrita en
-‘la mucho mayor que la tieilcn ka. U na referencia indica que ® pasaie anterior
•i lia! :a ocupado de ios años finales de ís guerra del Peioponesc: ia cronología está
li»|'iirr.ta por veranos e inviernos, y e! desarrollo general de ia materia recuerda ia
manera dr Tucídiaes. La plenitud y corrección de este relate, su amplitud de visión,
«i comprensión oc la política — en ¡a que superaba grandemnuie a Jenofonte—
imirMran que era un digno alumno dei gran maestro, f í e tenemos pruebas de ia
h’i'l m d de su histeria ni dei fin de! periodo que abarca, pero ee ñaber sido muy .¿r-
I " 1 ! libro probablemente se habrían conservado otros fragmentas- L e parte oue rc-
tinni's de t¡ parece haber sido compuesta entre 387 y 356. Esta Heüer.ica Gxyrbvr-
'’ -como algunas veces se denomina a esta historia— rué una cú las mejores pro-
■fui fioiirs históricas de ia primera mitad ¿ ti siglo iv; por fornans llegó a ser i?,
h '«■ >•<* di Eforo para este periodo, y él nos conservó mucho de íc- trae el historiador
anónimo dería.
1 1 principa! comentario de Cicerón se refiere al contraste entre ier. estñcs; de
li>' 001. alumnos oc Isócrates (Lie cusiere, lifc, ni, cap. a ): "Isócrates., un eminente
iivicMni cíe 1 locuencia. solía espolear a Eioro y tirar de ia nene, a Teopompc; por-
**1 ■ *! mío. Que saltaba todas las barreras en la audacia de sus expresiones, ia repri-
mí.i. a! otro, que dudaba y era tímido, ¡o estimulaba.”
") a Diodoro, eti ei siglo 1 a. j . c., dio noticia de ia pércuás de ios rollos de
1mppinpo. (Biblioteca: histórica-, iifc. xvi, cap. 3, s:ec. S ) .
i rapiñemos en C. M üller , Fragmenta historicorum grcLsc^um (Fragmentos
.Ir U historiadores griegos), (5 vol*., ifc^i-i£y3), 1, 280-333; rv. 643-45.
RETÓRICOS Y ERUDITOS
245
».r .Ir! Mglo iv existen muchos nombres en ios anales de la historiografía grie-
fi1’ A Jj ur.os de ciioí. a juzgar por ios fragmentos que poseemos, eran arrííi-
*' tic ser incluidos aquí. Pero para ¡as personas cuvo intetés está en
litt.-rtr L ciencia y ci arte de la hisroria como un todo, en v-sz de emplearla
('•i« documentar una época determinada, estas fieuras más borrosas de la
f*-« galrr ía de los iiisroriacores pueden ser dejadas a un ia¿r.,
1•K»Mf. su) embargo, un documento de especial interés, tari.ro por su con-
•""<ln t omo per su autor, L e C o n s titu ció n d e A ten e s, que Aristóteles escrí-
l*i" ciilfv 3-e v 32a. Este tratado fué descubierto en 1S90 e r un papiro de
1 tipio, l-.i primera mitad ce! ensayo es un resumen en seseras: páginas de la
huioriit constitucional de Atenas desde los tiempos primitivos;■ hasta las re-
• ’lutiont s de 404.-403; ia segunda mitad describe ía consdmrión tal como
• ». rn los días de Aristóteles, Rígidamente formal, es con probabilidad ia
obr* dr un alumno rehecha oc prisa por ei maestro. Ámense es bastante
ri’drblr como historia, ei especial interés inherente a ella ha originado mu-
• !'•»!• discusiones por corte de los modernos historiadores ce Gt-ecía. y propor-
<ioiih un ejemplo excelente ce la crítica histórica en este terreno. El orofe-
*<’: Sivic.n lia resumido ios resultados como sigue:
AtiMou iv sacó en gran parte ei material histórico para este easari-r de los Attíú-
i de ¡os panfletistas políticos ce! siglo v; mencionó ei nombre ¿± íTerodoto y se
• rM'.'.'ciuin.e’ite a un pasaje de Tucídides, pero su versión ce varios aconíeci-
•ii" Mili-, d.lirre considerablemente de 1? de ellas. As:- en su epáteselo cíe. Harmoüio
I '.miiifiii.T, (cap. i 6 i siguió generalmente a Tucídides (he. 1. cap. e¡o: íib. ví, caps.
I’ l, prri' nc dudo en ampien y rect-ucar esta autorLdad en w -los cera.jes, a
‘r ¡-i lio oí ou; T ucidtnrs hubiera arandctiaac su manera usua. torra alardear de
" 1 írireciori c información especial referente a este episodio. En. ‘--artas ocasiones
1 ■ 't• ti i.-.- m ií-mó <:i trabajo oe rechazar ios cargos lechos 3 So’ ’-- v a otros cor
*'■ ' i'-ir.di rutas, s por che no deta de ser preocupante aue ios prefinas», a Tucídides.
í ' "* ■ iH ‘ perece hr.óer p icícaco una fuente 2 otra porque ios punios de vista
1,1 'iin ■ <11 su ;-uror st parecían a ios suyos prc-pios: pero c-r, enas oes sienes se rnos-
II 1 mui superior a otro;' nistoriaectes antiguos por su gran retrete 2 líos documentos
1ni'iiriiipiij íiueos. Así cito extensamente ¿e un poema escritc por Sti para itistifi-
1 ;ii' reforma-: por desgracia tomó e; Duerna tal como estaca, sin tras inv£?r,ga.ci>
respecto a su verdad — pero ce- será malo reeord?.r ere existen rudsvi?. historia-
h ' (lisiuji.sto: a aceptar ias memo?.as y ¿rPAí?j?iiJr h : estadistas como mentes de eran
't i' 1. 1 i> los caps. 29 a 40. que tratan de ios años 41* ? 405. Aristótr-ss dependió de
muoi.d.id que sólo por el conocemos, quien parece haber eserttu su reíate- poco
‘ l'vpnri di- los «tor.tcchnicntoe narradlos. E! autor era un partidario de Theríimenes, pe
KFTORICOS Y ERUDITOS i4 "
y" Diósenes Laercio (¡ib. v, cap. 1, s£c. * 6 ); cf. P lutarco , Sofá«, -cap. ;- . 'V .
p-TTtNBERoET, Sy.-ioge, r.' cvy. '- case también T k . H omolle "U n otr.-rage -j .
daos le I empie de D clpac’*, en Bulietin de Correspondente Héiienuntc
36o «.
M'1' H ISTO R IA D b L A H ISTO RIA
POLIBIO
L a historia auténtica, por le tanto com ienza con ei terca: lib ro; el pri
mero y ei segundo no son sino un preludio laborioso y m a c e o , dos cm cuenr?
y tres silos cuyos acontecim ientos sin par se propone relatar son Sos o í 220
a ró8 a. j . c. L o cu2* llevaba el relato hasta, el año en e t c el a u tor mismo
fu é llevado a K om a, en que la victoria de P ia ñ a term inó p a ta siemore ron
toda esperanza razonable de independencia para M acedón:-! o Grecia. l.¿>.
profu n d a subjetividad de la visión* de P oiibio se re fle ja en es te plan ti.:,
original. Se propuse detener c i examen de la política donde éí mismo st lis
híu tic iriiidi!, no de un modo consciente por esta razón, sirte porque desde ía
<asa ilr los Escipiones había parecido como s; la conquista romana estuviera
>4 concluida. Se había convertido en un imperialista, y compartía la con-
viinón imperialista en un "destino inevitable.” Desde este punto de vista
concibió su historia. La fortuna— en parte azar, en parte diosa— había "hecho
ni. linar casi todos ios asuntos del mundo en una dirección, forzándolos a
converger sobre uno y el mismo punto.” A sí su historia iba a culminar en ia
unificación de! mundo mediterráneo. Sabía que ía intriga y ia rebelión se
producían aún en ios territorios dominados, pero semejantes cosas, redud-
d ji debidamente por ía distancia, tienen siempre que esperarse al borde de
L perspectiva imperialista. Más tarde, sin embargo, Poiibio vió que ia tarea
»ii I imperialismo no había sido completada, sino tar. sólo bridada por sus
conquistas, y entonces continuó su relato hasta incluir ei incendio de Carra-
y y c¡ saco de Corinto. en cuyos dos acontecimientos habla estado pre-
i r
»eme.
I a razón que Poiibio da para añadir esta última parte es ce interés v de
(•eso Nos proporciona ia clave de su concepción de la misión del historiador.
Podemos también otarlo en su rorma tajante. Está de sobra claro, dice, oue
ru r»os cincuenta y tres años "ei poder romano había llegado a su consuma-
<ion’ , y que el reconocimiento de su supremacía había sido arrancado de
tofos, y sus mandaros obedecidos:
Pero rn verdad, íes juicios de ambos bandos, fundados en los simóles hechos del
m u i' o ti fracaso en el terreno, no son en modo al runo definitivos. Ha. ocurrido con
f u . iiriiciu visc los eue parecían ¿sitos más ser.liados han tenido por consecuencia,
■ ¡o * mala utdizanór., ios desastres mas aplastantes; en cambie, no es icfse-
n< >r ti ve las calamidades más terribles, soportadas con espirito, se hayan conver
tí.t r>. situaciones ventajosas. M e veo obligado, pues, a añadir a mi exposición de
1.. iirrluv una discusión de ia politice ulterior de ios conquistadores. v de su admi-
i • ■ ación de su dominio universal: y también a tratar de los distintos sentimientos
\ opiniones ¿bromeados por erras naciones hacia sus dominadores. Y cebo describir
inm1 irn lo:. (Mistos y aspiraciones de lar distintas naciones, tanto cr. sus vidas priva-
•bi* ' '»no rn su política pública. La actual generación aprenderá en esto si debe evitar
En e! caso de ¡os contemporáneos es difícil obtener una visión interna de sus pro
pósitos; porque., como sus palabras y acciones están dictadas por el deseo de acomo
darse a ias necesidades del momento, y de guardar ías apariencias, ia verdad queda
oscurecidc con demasiada frecuencia. Mientras que ios asuntos del pasado admiren
!a confrontación de ios hechos escuetos; y de acuerdo con este- muestran sin disfraz
los motivos y propósitos de las diversas personas que en ellos participan; y nos ense
ñan de ouc c!a't de gente hay quo esperar favor, benevolencia activa y apoyo, o ai
contrario. Nos dan también muchas oportunidades para distinguir quiénes cor. proba
bilidad nos compadecerían, sentirían indignación ante nuestros agravios, y ¿etenaerían
nuestra causa, facultad cuc contribuye grandemente tanto a la seguridad nacional
como a 1? individual. Por lo tanto, ni quien escribe ni quien lee la historia deberán
limitar su atención a una simple esposición de los hechas: deberán tener er. cuenta
todo lo que ios precedió, acompañó o siguió. Porque si se ie quita a la historia teda
explicación de causa, principio o motivo, y de la adaptación de ios medios a) tur, so
que queda es un mero panorama nada instructivo; v aunque pueda agradar ce mo
mento no tiene valor perdurable {lio. m, cap. 3 ;) .
4 Esta iras»- tan gastada se encuentra ya en la Árs rheíorica (cap. x¡, sec. 2),
atribuida a Dionisio de Halicamaso, en una paráfrasis ce Tucídides, lib. 1, cap- 22.
HISTO RIA D E L A H ISTO RIA
KrUut rr.t." cosas con la esperanza de beneficiar a mis lectores. F ia r dos caminos
I* i« ¡u ir i orina de la humanidad: uno ei de las desgracias propia«, otro el de las
r ir 1 tu, r! primero es ei que menos se presta a error, e! segundo e. menos penoso.
I'"i f'iii liadle elegiría voluntariamente e! primero, porcue hace cae ia reforma sea
• ii'Miun difícil v peligrosa: en cambio, siempre deberíamos buscar el ultime, porque
i‘ iiim u él podemos, sin daño para nosotros mismos, conseguir m visión clara
■ 11' iiii ioi can :11o a seguir. Esto nos obliga a considerar ene eí cor.'c-micntc aóqui-
111 por el estudie de ia historia verdadera e> la mejor de todas las ecucariones para
viii.i (iridie... Porque es la historia, y sóio ir, historia, quien sin envolvemos en
ni, pi ligro re,.:, madurará nuestro juicio y nos preparará para tener runros de vista
Imine, rila Iqu ii is que sea ía crisis o ia situación de ¡os asuntos (iib. z. csd . 35).
Porque así como no admitimos a ias luchas atientas a aquellos actores o atletas
cue nr. han adquirido una posición reconocida o se han entrenado para ¿ ia . tam
poco deberíamos admitir esta constitución platónica a competir por e! premio del mé
rito. a menos cae pueda primero señalar aigúr. resultado genuino v práctico. Hasta
ahora es compararla con. ias constituciones de Esparta, Roma y Cartago, valdría tanto
corno ponerse a comparar una estatua coa persona:- vivas. Aunque ia estatua fuera
impecable como arte, ia comparación de lo inanimado cor. ic vivo cejaría, come es
natural, una impresión de incongrutdad e imperfección en los ánimos de los espec
tadores (¡ií>. vi, cap. 47).
Esto suena menos a griego que & romano. Pero nos asegura de que e!
autor no es hombre que se deje arrastrar al dominio de la teoría mientra-,
e! mundo se ¡e ofrezca lleno de cosas para estudiar. N o pierde el tiempo con
ls$ "causas finales” , a pesar de su constante deseo de plantear la cuestión.*
A k verdad, su propia filosofía de la historia no está definitivamente esta
blecida. Comienza por atribuir a la Fortuna toda la sene de acontecimientos
cue desembocaron en la unidad imperial: pero, aunque rindiendo un tribu
to formal a la diosa de la suerte, en ia práctica la reserva para ios cambios
más inesperados de 'ios acontecimientos, las sorpresas bruscas y lo inexplica
ble ¡T.b. xxrx. caps. 21-22). "N o fue por un mero azar, o sin saber lo qiis
estaban haciendo, como ios romanos dieron su atrevido golpe para ia supre
macía t' el dominio universales, y justificaron su audacia por su éxito. Neo
fue el resultado natural de ia disciplina obtenida en ia dura escueta ae la
dificultad ir el peligro” íub. 1, rao. 63)- La teología ¿ t la fortuna comparte
el destino de todas las demás abstracciones en manos ds Roíibio. N o se inte
resa por ella, sino por los hechos. .f
De acuerdo con esta actitud estaba su método de trabajo. Polipio era un
estudiante más bien que un erudito: un estudiante de ¡os hombres y cel
mundo que ie rodeaba, de preferencia a los libros. Seguro que no escatimó
esfuerzos en sus investigadores, y que esto significó mucha rebusca erudita:
5 Véanse, para ejemplos, Ub. t, caps. 63-64; lia. JE, caps. 7' 9 - etc*
H ISTO RIA DE L A HISTORIA
VruM la observación casual (lib. XVI, cap. 15) de que un documento de Rodas
■■ f , 1M1a m i, lato.
POUSiO
o/
• Véase lió. m, caps. 22 a . Este pasaje da los tartos tíe seis tratados entre Roma
y C arago. Polibic ios había copiado de tabletas ce bronce que se conservaban en ía
tesorería de ¡os cuestores, 3; lado ¿ tí templo de Júpiter Capitolino. Por desgracia,
sin embargo, Pollino parece haber incurrido aquí en lamentable error por su falta
de penetración en ios tortuosos procedimientos de ios diplomáticos — y esto a despe
cho de todas sus pretensiones cc superioridad sobre otros historiadores debida a su
experiencia de Ice hombres— . Acusa severamente a su predecesor Filino, d historia
dor siciliano (iib. m, can. z 6 ) . por decir eme Roma y C a ra g o habían concluido un
tratado er virtud del cual Sos romanos prometían mantenerse alejados de S anda y
los cartagineses c e Italia, y que los romanos habían violado este tn K sár cuando in
vadieron Sicilia a! comenzar Is primera guerra púnica. Polibio afirma taxativamente
que. nunca existió semejante testado. De hecho T ito Livio lo menciona ¿01 veces,
v los historiadores modernos estás virtualmentc unánimes en apoyar s ruino contra
Polibio, E! último parece haber supuesta que si hubiera existido semejante -tratado,
aunque los romanos lo hubieran violado, habrían conservado una copia d t él expues
ta en !s tesorería durante más de cien años, corno recuerdo perdurable de su propia
infamia. Por desgracia Pelimo no fue el último historiador Ce ¡a diplomacia que
cayó en el error de aceptar que los cor omentos diplomáticos publicados en un ''li
bro azul" oficial son necesariamente auténticos y están sin expurgos.
8 Los siguiente# passies sor. especialmente raboto; por sus comentarios sobre el
17
HISTORIA DE LA HISTORIA
<i m; lu.Mor a ese carácter intimo, personal, que es tan poco antiguo. Herodoto
kr kuinrrgu cr. el tema con el abandono de quien sabe cómo contar bien una
l>ijii Instona. Tucídióes trabajaba como un dramaturgo, objetivamente, so
lí» tu mi', u;p sóio ai auditorio el producto acabado. Pero ninguno de los dos
no. invitaba a pasar a su estudie, ni interrumpía el relato de una guerra pa
ta .(iM'tttir métodos ¿entíneos. En cambio, Polibio no puede mantenerse mera
•ii! rrlaio, y una vez en él da rienda suelta a sus sentimientos y puncos de vista.
Nirtnprr pierde ¡os estribos cuando encuentra cosas equivocadas en sus fuen-
i r y una vez caldeado, se vuelve muy charlatán. Poco entrenado — para ser
mi (’negó— en literatura, hombre ce acción convertido en maestro, cor.side-
in mi asunto como un problema, y presenta su trabajo como ías soluciones.
V i moni.: a sus contemporáneos y regaña a sus predecesores1 cuando no es-
Mii «Ir acuerdo con ¿i. io cual ocurre casi siempre. Luego se disculpa por ia
iligu-MÓti, y continúa un poco su relato. Pero las digresiones son mucho más
que »imples justificaciones; porque, en último término. Polibio había medi-
i»'lu profundamente sobre su tarea. Se elevan a la dignidad de un tratado
•oble la historia, ia primera y k más noble exposición de los ideales esentí-
I" para el historiador hecha antes de ios días de Ranke. Realmente son
r-uu digresiones más que su tema principal las que conceden a Polibio un
hipti un rlrvadc en la historia de la historia. ¡Cuán increink le hubiera
p. ii ( i<lo .i él que nadir hubiera leído su Historia por los apartes y no por el
»ii.iitivii d-¡ tema! V , sin embargo, hay personas para quienes el desarrollo
itutriiu (1 , - 1 Imperio romano significa menos que el desarrollo ce': método cien-
til un 1 irspués de todo, el uno pertenece al pasado, sus potencialidades están
i <iv iota ¡mente agotadas: mientras que el otro pertenece ai futuro y a todos
lo» t ir nipos, y es capaz de posibilidades impredecibles.
I mc tratado está esparcido a través de toda la historia, como hemos Indi*
i »- ii. v está ejemplificado en la estructura y el método de trabajo. Polibio
• ■ y< Ij \<uJ.id, que cc ” el ojo de ía Historia.'' e insiste en que t¡ hUtoria-
•I• ' uil» renunciar a todo partidismo, a rodo prejuicio personal, y, coavir-
'"I iiii en i.ir/, proceder a dominar los hechos, tal come ha van ocurrido.
‘ I n lu.irim un hombre asume la actitud moral de un historiador, tiene cue
...... > * 'ni i kÍ «Ir trabajo: lio. n cap., 56; iih. ni. caps. 57-59; lío. IX, cap. r;
bl- " , i» r ]<', lu> ,vvi cap. i?; hb. xrrva, cap. 4; lib. x x m , cap. x. T a l ver !*
1 " b i.d i mui »cubada r- este comienzo de! libro tp.
■i" t I. iim n 7 .’ >c A n r i r u t G rrck H i^ ip risn s, c f . v i .
POLIBIO =59
H IS T O R IA D O R E S G R IE G O S D E L A U L T IM A E P O C A
C T UN que Folihio puede con justicia figurar como el último de ios grandes
historiadores griegos, su nombre no es en modo alguno ei último de ia his-
t ortografía griega. Hubo m udos historiadores, ce distinta importancia, en
tre aquellos intelectuales griegos que se convirtieron en maestros del mundo
romano, y aunque individualmente sus obras tai vez no justifiquen que las
examinemos aquí con detalle, tomadas en conjunto se prestan a algunas ge
neralizaciones de interés.
En primer lugar, el incentivo para escribir historia había dejado de estar
en relación con el piimer estímulo que 1c había producido, el patriotismo
o el sentimiento nacional. El intelectual trasplantado, que vivía en el exilio
en titiras extranjeras, cor dificultad podía llevar consigo su propia antigüe
dad, y aunque lo hiciera, a pacos les importaría tener noticias ce ella. Por
otra parre nc- podía asimilarse las antigüedades del país en que residía con la
misma apreciación sentimental de su participación en la Listona que si. hu
biera nacido centro de su herencia. El resultado rué un cierto despego pal
parte de los últimos estudiosos griegos, que. en algunos casos, parece haber
contribuido 3 ia indiferencia hacia aquellos movimientos ce causa y efecto
cuc habían m ingaco la aguda inteligencia de Poiibio; a?) quedaron conver
tidos en anticuarios más bien diletantes. Por otra parte, este contribuyó
también a tina mayor amplitud de miras que llevó a ios espíritus mejores
más allá de los estreches confines ael patriotismo puramente romano, y íes
dio un vislumbre de la historia universal.
Es difícil decir por qué las ventajas evidentes gí: esta posición de distan-
ciamiento no fueron explotadas mejor. El griego de h? época helenística po
día considerar muchos de ios problemas históricos de la antigüedad con el
H ISTOSIA DE I-A HISTORIA
III mencionar la filosofía griega en relación con esto nos recuerda que
apenas ss hemos hablado .de ella antes. Hemos tratado con certa amplitud
ti- la retórica y de la influencia de Ts6crates; pero ¿que c e n t de is. influen
cia de la filosofía sobre 1 c historiografía griega? Platón apenas s: ha esca
pado con una mención ocasional, y Aristóteles ha entraco en nuestro examen
con poco más que una nota. Y , sin embargo, las más grandes creaciones ce;
pcnr.erujnto griego no podían dejar de afectar la visión ce los historiadores.
..tinque contribuyeran poco directamente. La verdad era un ideal tanto a s
l.i filcsotín como de la historia, y en el reconocimiento de las virtudes so
ciales como fuerzas históricas, o incluso en la calidad pragmática de una oora
romo la dr Polibic. tanto puede haber un índice de la influencia estoica
»obre c! espíritu del escritor como un índice de su poder esc observación ch-
rt ete d» ios hechos.3 Las lecciones oue is historia suministra a quien esta to:
maoc en los principios de semejante filosofía no son las mismas que podna
proporcionar a un Heredero.
Seguir el rastro de estas sugestiones nos llevaría a campos intrincauOi.
n-uv lejos de nuestros límites. La historia c'e la filosofía ¿e la KisiPtiograf;.a
pliega será mejor dejarla al especialista. Este, desde luego, implica quq
iitnrribución de la filosofía c ia "historia fue limitada. Perqué, aunque oíre-
ció puntos ce vista a los historiadores, no fue capar ce proporcionar el
r.uo crítico que es base de la ciencia."Aristóteles, es cierto, miele- t í cam un.
pero la influencia de Platón llevó er, is dirección opuesta* Aunque tue ’-..ia
pian cosa t! haber justificado la supremacía dr la razón, como Jo t . z o : y
ItuJx-t insistido en ¡a identidad de verdad y bondad. Is tendencia spstta---*
dr sus especulaciones unificó ese conjunto de datos cue « el universo
n!f«Iwt<' c. un.i obra de arte que puede parangonarse con ia pom a. En su em-
|»lr«• ri parte del ropaje del pensamiento, como las palabras crismas, y par
le ipa ili la inmortalidad que é! asegura. Incluso Í2 máquina, que suplanta
lo* movimientos áe la mano del trabajador, incorpora el pensamiento en sus
m.eiriluir.«., de igual modo que ei mármol lleva la huella cr ¿a imaginación
■ ir un escultor, o que los colores sobre el lienzo de un pintor conservan la su
pe»! mu de la naturaleza. Sin embargo, por tratarse de una creación social,
i n q u r individua!, su apreciación es más difícil.
I.» filosofía griega no supo ver que el poder ce las ideas se desarrolla
• l*ir un inundo impuro, eí mundo de la vida diana. La irssoria depende
■ NI mtcíinivno que transriere las ideas de Jos cerebros a las substancias mate-
tuli y que permite así que el pensamiento cure mientras ios pensadores
virti«-ii y van. Es preocupante pensar.en lo mucho que depende de la subs
tituí u. Sabemos, por ejemplo, que eí incendio de la bichees ca de ASejan-
ilii.i ti<irruyó para siempre gran parte de la cultura de aqueha antigüedad
irm ou que se había reunido en los papiros de sus estantes. Sabemos, tam-
Imiii, que los últimos clásicos ce Grecia y de Rema perecieron ec. los enmohe-
• tilos rollos cíe papiro que no pudieron durar en el clima áeí Mediterráneo
•i [ i«ntiiona!. A i comercio de libros ce la antigüedad le traía sin cuidado
«I futuro — como ie ocurre a! de hoy— . Pero de no haber sido mor los rollos
ib j’itpiti> en qu«. trataban aquellos astutos mercaderes que traban sus pro
ducto:- ., los muelles dei Píreo y de Ostia, es dudoso que huebra llegado a
1 m u ii l.i literatura de la Grecia y ce la Koma clásicas. Si nc ¿tablera existi-
<li huís materia escriptoris que las tabletas de atolla ¿cómo habría podido
lo rilad tlr Augusto realizar lo que realizó? Imagínese a PcSbio o a Tito
I ivio acumulando los cilindros de arcilla necesarios para escribir sus histo-
11m* O , para llevar el asunto s nuestros propios días, ¿que seriar, la litera-
miii moderna y el periodismo si el arre de fabricar pape! no hubiera sido
tii ulo m Europa por ios árabes? U na imprenta es inimaginab-k sin papel:
v L lo«rarura moderna no puede existir sin ninguno de ios ¿os. Necesita-
ii.ir u'i Ají tur Rcsjrtu > en la mstorta d é la literatura para que nos describa
i min ittiimtrntr y desesperadamente limitado es el pensamiento excepto cuan-
•-i» Mtií |noviero dr mecanismos.
I Inii rxii.ticto dos grandes épocas creadoras en la historia ¿ : nuestra ci-
vilunrión: 1.1 dr la antigua Grecia y la de nuestros días. La. una produjo
it |.. iiMimirnto crítico; la otra lo aplicó a inventar máquinas. A l lado de
HISTO RIADO RES GRIEGOS DL: LA Ú L T IM A EPO CA 20«;✓
estas dos contribuciones a la sociedad secular, rodas las otras sen de menos
importancia. La una puso en actividad esa inteligencia critica sobre la cual
descansa todo nuestro anarato de conocimiento; la otra convirtió a la natu
raleza en aliada nuestra, no sólo por aplicar su poder a hacer nuestro tra
bajo. sino también por proporcionar los medios para extender el conocimien
to mismo, casi hasta el infinito. Y el punto a que esta historia retorna una
y otra vez es que incluso e! genio de un Platón apenas si habría pociáo anti
cipar la porción más pequeña de los resultados que se obtienen por ios tra
bajes lentos y menudos del mecanismo de la ciencia.
Es, tal vez, una sum e para nosotros que se nos evite la tentación de se
guir estas sugestiones en los historiadores helénicos posteriores, nebído a;
carácter fragmentario de los restos literarios de la mayoría de los que po
drían servir para este estudio. N o obstante, tendremos el problema en pie
cuando estudiemos los romanos. Nos falta simplemente per pasar una rápi
da revista a las figuras más destacadas entre aquellos griegos que suministra
ron al mundo culto de su época el tipo de Kisto na que él demandaba.
' I n ii lación con cito deben mencionarse los aon ó grafo s griteos c ::; establéele-
1 "i liiiii>. comparativas de acontecimientos en crónicas universales. L a g £ve ¿ c
iiiii' lucia, puesta por Eratóstenes de A lejandría en el siglo ni a. c .. f u¿
1 ■ Io i»'' Apolodoro dr Atenas, cuyos cuatro libres 4 r crónica.' alcanzaror. basta n o
’ 1 1 M E. u rd e Castor de Rodas reunió ios finos en une tsHa smcrcnísrlca o
■ “"| ■ que terminaba en e¡ año 61 a. j. c. La crónica de Castor t--taha Samada
B 1•"> ( i-rmi importancia más tarde para ¡os cronólogos crisriaros. Esto se acrecía rer-
■ 1 1 •!* file r n F m e h io .
HISTORIADORES GRIEGOS DE L A Ú L T IM A L P O o A 267
rentes países, recortando v aiuscanco l«¡¿ «litoñdaaes según sus exigen cías,
perci dejándolas pare verificar el reisro. A esa* monumento ae erudición,
heterogéneo pero imponente. Diódcro «mamó algunas ae las tantas tes ce ia
retórica, v no e. de extrañar que no consiguiera ñamar la atención ae los
contemporáneos pars quienes escribía. Unicamente más tarde, cuando los sa
bios cristianos comenzaron er el siglo ffl a volver la vista hacia el pasado
pagano en busca de una histeria del mundo entero, y no de Roma solamente,
es cuando Diódoro resultó tener ¡a suficiente importancia para cue se asr.rnj.
rase !a conservación de parte de su historia universal.
Dentro át ¡2 ¡mea de esta* v— 1• • • 1
- tristonas universales. Nicolás de D a
masco escribió ios ciento cuarenta
V cuatro libres de su historia a que más
arriba hemo- i'echo referencia
e‘" r ‘ es pirulo que trata ce jóse! o. El favorito
de Herodes c. Grande supe tar’-Kta, , r , .
„ , , , , ' ganarse el ta v o r ae A u g u sto . v su üe-
rr.uatío reíate de ¡o: aconrecitn’eo-ry;
. . . . contemporáneos parece que no estaba
faltoo dt pulimento meneo, h»« ... , ’ , . , .,
. - ' a - obra tenia m as ae com punción, com o
(a ae D icd o ro . míe cc tristona in-D .^
„ . . . •J'--psiicuentc.
Per une extraña coincidencia c - • - i - , T-
, ... . , * * I?, ctucr.c cuna ce rierodoto is ene
procuto el historiador ene más t-D- 1
, l *ao ias Dosibiliaades aermneas de esta
clase oc estudios por haber « « n - m
i * , , . .
., . . <a5 normas de ia retonca. Dionisio se
riclicnmíso. nance haca m ediar r«> * 1 • < r • ,
" A-° s ocí siglo 1 a. J. c .. fu e a Rom a en d
ano a. 1. c... según ’ lies ^liosamente en ia introducción e su
invt.ru>: veínticos ss..
A r c h a e o lo ü is 1 , •
• . . , ' en va preparación de su gran obra, crac
rué Duplicada en el ano 7 C. 7 . r C. ■ ‘ * . . w, . A *
1 tnovío en ios mejores oremos de Rema,
y su ambicien ere nvaumr con T - - i , < -
, . A-iO Liv.0 por ia riqueza ce su detuiaos
n.io.mac,'.!, (-a- «atígúeeadts romanas. Además procuré satisfacer
c «i.o í £•*■ ••• '-^Tittancia & los orígenes griegos de Roma.
D o s prepósitos tan diferen te
SO!a podían haber sido fundidos mediante h
mas granee c;.paccc.tí
cidcd cre sc j-i p. <• • * v . .
■ ... • •• <->• Un historiador: en ver de esto Dionisio
anorto una cruoicior Itmitaaa • -r
, t " « s recursos de la retonca, iaciuso estos
r‘ v' 505 n.c r “ ‘ . "'"i. " f' év' rQue intercaló expresiones de los clásicos,
rr.i;..^ «.i', o .’-- r<yi€.u. i.Lcm-se adecuadamente a su relato; estudios re-
t *e,‘vt* il"T1 * J,a*nta3 o ti respeto por lo concienzudo y cuida
doso ce su trapa <0.
f(IM latina, el griego se convirtió una vez más, bajo ios A n soninos, en ei
im ili«1 «í< expresión de ia cultura. N o entraremos en ios detalles ¿e este pro-
( |kto sí llamaremos la atendón, aunque sólo sea ce pasada, sobre la
importancia duradera que tienen para ia historia las Vidas ás Plutarco. Po
n o libro* habrán hecho más para determinar ia reputación d* ios caracteres
lioim no.* rti épocas posteriores. Las cuarenta y seis Vides paradlas están dis-
purHfl* por parejas, un romano y un griego, y las personalidades que acscri-
!*mi mn arquetipos de las épocas y costumbres de su medio c ce sus propias
pr<>(r»umc!. y catreras. H ay generales V estadistas, patriotas y legisladores, to
da una galería de las grandes figuras cuyos nombres eran ya más o menos
I'ye iidarios y que ahora quedaron grabados en la imaginación de! mundo
.imio i a ruar res auténticos, vivos. Plutarco era na rural ce Beocia, y, aunque
»*»l> mucho, parece que escribió sus biografías después de su regreso a la
I" o"»“ - ciudad de Queronea, en la que había nacido. Es sorprendente que,
f.. nbiriuio como escribe en esta villa apartada, diera muestras c e un espí-
Hin imo amplio, más universalista que su brillante contemporáneo Tácito,
>!lir «nubil' rn Roma. Es ésta una cuestión sobre la que volveremos más
.o.nulo veamos las influencias que fomentaron el provincialismo en
!■' ' i. !>» 10 ios Césares; pero es bueno reconocer aquí que en Plutarco tene-
.... . •••> "i.'Mon.idor’ genuino en el primitivo sentido de la palabra, un :r¡da-
k " " pot ho veredas del pasado, tan interesado por ia religión comparada
" " " " I"’1 h> mci.. !, y falto únicamente de ios intereses sociales y políticos
•i 1 M iin'. oí estos elementas de la personalidad y el misterio zn los pro-
• • ■ "no complejos de ¡a sociedad, haciendo así la historia.
ultimo, pasando por figuras tan notables come Apiano de Alejan-
J Je m i * .1 descripciones do ias distintas provincias del Imperte en veinti-
' libro . i srrtras bajo Trajano y Adriano, sí han conservado casi ia
..... ' » Arriano de Bitinía, favorito de A dncno y de ios A n toninos,
111 1‘ »».ulo Je I picreto e historiador de ¡as guerras médicas- Breamos al
•*' con Casio Dior. Coceejano, ti historiador de Rema, del si-
» ' '• ■' m N'iri-.s en Bitinía.. hacia 355 d. j . c., y virio murióos años
-• .........."iii> miyns elevados: cónsul, procónsul ce Africa, legado en Dal-
1 ' 1 i*i"'iiu. Murió hacia el año 23^. Su historia de Roma, en ochenta
1,1..... ,,,| l|» 1li''nlui.1 rn decauas a la manera como entonces se conservaba
^ di I r n . I m u , \ aI'.‘.reaba desde la llegada de Entas a Italia hasta e! rer-
M,'l" ib AlrjKiulio Severo. Era un producto dr ¡arcas investicaciones. diez
HISTORIADORES GRIEGOS DE L A Ú L T I M A É PO CA 269
LA H IS T O R IA E N R O M A : O R A T O R IA Y POESLA
l'-un to... Dión Casio de Nicea, quien bajo ios Severos, narró ia historia del
f»urblo romano.” *
Nuestro sentimiento por la pérdida se amortigua probablemente con eí
i'oi rv ronsueío de que si hubiera aparecido un segundo Tácito 7 se hubiera
<n iliradn a! tema más amplio que se ofrecía con el paso de las centurias,
lúíínlmrim hubiera logrado, por grande que fuese su genio, dominar él solo
11». «nimio tan vasto. La historia, como hemos visto claramente per nuestro
«Minen de ia de Grecia, difiere en absoluto ce ia poesía o la filosoiía en que
ni 1r.Mtj un aparato piara ia investigación. La filosofía puede conseguir una
mirvii captación de ios problemas de ia realidad partiendo de un Descartes
uur m- despoja — o trata de hacerlo— de la herencia de pasados sistemas.
I’rto t! historiador nunca puede trabajar aislado. Las condiciones en que
n aba jó 1 1:cidiaes justifican las revisiones en su relato de ia guerra dei Peio-
¡«Mirso que pueden ser hechas por cualquier editor de las más elementales
»<•lfifior.es para textos escolares. Puesto que los romanos no consiguieron
<1"»arrollar un acarara histórico más adecuado para su propósito que el de
lo. griegos era para Tuddides, deberíamos tener, en el mejor de Sos casos,
rl mismo tipo de obra una vez más. Desde Tucídides a Amia.no Marcelino
ii .uiM urrer cas: ochocientos años durante los cuales se desarrolla todo el
«ir.tina dt! mundo clásico. Y , sin embargo, pequeño o nulo rué el progreso
h allo <11 la otra del historiador. Por otra parte, desde los cías de Niebuhr,
«prtuu i¡ haré un siglo, hasta el presente, la perspectiva toca de aquella an-
ugurclnd ha sido rehecha, estableciéndose una multitud de hechos que los
utitipiiiv. historiadores deberían haber conocido. pero que no tenían manera
il< «vrtiguar. No cabe mayor prueba ce que la historia difiere del resto ce
la luir.mira rn que es más aends que arte, en que es un producto soa?.I más
bien que individual.
1 n idra de¡ carácter mediocre que tenían les escritos históricos de los
lutiieiioi. durante la República es manifestada por Cicerón en el único tra-
i,i ! > »ibrc 1« historia s sus posibilidades que ha llegado hasta nosotros de la
111r rj»t urdí latina, b 1 marco es significativo, porque aparece en su tratado De!
( * 'ii‘l i", ütálogo imaginario, situado por Cicerón en ia villa tusculana de1
1 I (.V mivxt 7 /•<• Oriental Religión! in Román Pagjr.itm (Las rebelones orien-
• rn ri píparmmo «nnintij (trac. 1911). p. 7. conde ia deuda cíe Roma al
irme ir rr*i:r.c brillantemente.
( t< Mr«*»M t / o r a í o r . . l:!>. Jll, c n p . i?
la h is t o r ia e n r o m a : o r a t o r ia y p o e s ía
"Bueno, entonces, para proseguir,” c ijo Antonio, "¿ou é ciase Ce. orador, o qué
gran artífice ti. idioma pensáis que se requiere para escribir k h isteria?' ' Para escri
birla como Li Lar: escrito ¡os griegos, un hombre de las dotes más elevadas,’’ c ijo v .s tr
ie ; "para hacerlo como nuestros compatriotas, no se necesita un orador: es sur ice n te
con erre el escritor diga ia verdad.”
"Pero.-5 replicó A ntonio, "pare que no despreciéis a los o e nuestro propio país,
¡os mismos griegos también escribieren er. un principio exECtameníc igual que nuestros
Catón, Píctor y Pisón. Porque k historia no era otra cosa que tina compilación etc
anales; v de acuerdo con esto, a fin ce conservar .ia memoria de ios acontecimientos
públicos, el pontífice máximo poní.': por escrito ios acontecimientos ce cada año, ceses
¡a época más primitiva de R o n s hasta la del pontiricc Pubuo M ucto, y ¡os sacaría er;
limpio en tabletas blancas, que llevaba como un registro en su propia casa, Ge mono
que tocos pudieran inspeccionarlo; y estos registros se ¿Lcrnan anota ios Cr-r^nces A n s
ies. Este modo de escribir lo han adoptado muchos, y. sin m a gu a omstneaito tír- ernio,
nos han dotado simples crónicas de épocas, personas, lugares o acan recamen tos. i ais?
como tuerca, r-or io cante, Pherecities, fd d á sic o . Aausiiao y muchos otros entre ios
griegos, sc-r. Catón. Píctor y Pisón entre nosotros, ninguno e s los cuates sane, c w
¿dom ar ;--.i composición (porque ios ornamentos ce; esl.ío no fueren intreoucidos
entre nosotros sino recientemente), y qut, con tal de que se ennenca :o que relatan,
piensan que la brevedad de la expresión es eí único mérito.”
"N o <". nada extraño,” dijo Antonio, 'que !a historia nc haya ocupado todavía un
l'iir»u> en nuestro idioma: porque ninguno ce nuestros compatriotas estudia elocuen-
im »mu para desplegarla abocando en el i ore; mientras que entre ios griegos, los
Imiulirr» más elocuentes, totalmente apartados de la abogacía, tratar, ce obtener re-
u«iiiliir por otros medios, tales como escribir insoria; porque ¿el mismo H eroáota que
i» ipiirii primero dió lustre a esta dase, ¿ t escritas, sabemos que trunca habló en e!
*"tu, r.o obstante, su elocuencia es tan grande que me deleita extraordinariamente, en
L ilu dida en que puedo comprende! ei griego. Después de ¿i, er. mi opinión, Tucídi-
¿ ,l' lia tuprrado a todos los historiadores er. ei arte ce la composición: porque tiene
""a tíquet» tal de material que casi iguala al número de sus palabra* con ei número
( r ">s pensamientos. Tampoco él, que sepamos, aunque intervino er. ¿a vida pública,
M dedicó al loro; y se dice que escribió sas libres cr. una época en cae no desetr.pt-
carpiv civiles, y en que, como solía ocurrir ere. todos tos hombres eminentes de
ruaba desterrado. Le: siguió F ilis» de Siracusa. quien vivía cu estrecho cortac-
ii.i, el tirano c^iomsio. v Dedico sus ocios- a escribir ¿a historia. mirando, segur,
i'", ,r(iri p reí ere neis s Trie ¡cides. ¿vías tarde, dos nombres de cr cr ¿remo. Teopotr.ro
ior’re. que procedían ce lo que podemos llamar líatn la más noble esencia de retórica,
'ihcwcn »■ i.i historia per las sugestiones ce dt su maestre IIsocrates, v nunca se
.1.
r *Ik a i (ni rri Joro. Por último, surgieron también historiadores entre ios filósofos;
i '' i*' i»• )rnoíorue, el discípulo de Sócrates, v más tarde Cali-tenes.. alumno ce Aris-
' "'(ir* v compañero de .—.¡cicndrc. El último escriño en lornia rmrv retórica; el t>r¿*
" empleo un lenguaje más suave, que no nene la animación ce la oratoria, pero
,,,,r fll,nq»' ,al vc- »<«<* enérgico, es,’ en mi opinión, mucho mas aprudable ”l icifcc:. ’
'I ultimo de rodos ellos, pero, por lo que pienso, con su ch e ei más erad:to. más
n. tirimto* \ en variedad Ge ice as. y so fairc- de adomo en ti e5rL*c. una
' '"•» i.t titulad de clocuenc 13 a esta clase de eserneys. oero no « > :ñ e a c iz forense/’ 1
Muy bastante materia pana reflexionar en este breve «am es. Es un capí-
' 111' ’ ri> miniatura oe hisroria cíe la histeria, el primero y e' ¿meo en la lite—
4 ( í c i kón, D e orciore., lib. n, cap. 13.
’ //>!(/. lili. 1| caps. 13-14.
LA h is t o r ia en r o m a : o r a t o r ia y p o e s ía 277
rstura latina. ¡Y trate de los griegos! Roma no había producido aún una
serie análoga de grandes historiadores. Saiusrio. T ito Livio y Tácito estaban
por venir. Cicerón tan sólo conocía un nombre latino que pudiera comparar
se a les griegos. Catón e! antiguo, y para juzgarlo emplea los modelos helé
nicos. Reconocía que e! campo de la historia es uno por si mismo, y apreciaba
auténticamente su dignidad, pero, después de todo, no le interesaba tanto
como la filosofía. No intentó transmitir a Roma ios ideales de Tuckndes, co
mo lo hizo con Sos de la escuela platónica a la que tanto debía.” Tucídides
es "un sabio y digno narrador de hechos” , pero "nunca fue considerado como
orador,” y empleaba frases difíciles y obscuras en sus discursos; en cuanto a
Jenofonte, aunque "su estilo es más dulce que la miel” , es "lo más diferente
posible del ruidoso estilo dei foro/' Jts por esto un error, dice Cicerón, imi
tar 2 uno u otro, como algunos hacen, en el entrenamiento de un orador.'
Una vez sentadas nuestras premisas, que la historia es un arte útil y que
su principal empleo es proporcionar inspiración c frases para el orador, es
claro que deberían existir reglas para su producción, regias que el oracor
pudiera aplicar con rapidez. Sin embargo, no se encuentran en los tratados
de retórica. Esto lleva a Cicerón a suplir la falta en un pasaje muy citado:
¿Quién ignora que la primera ley para escribir la historia es que el historiador
no debe osar decir nada que sea falso, y la siguiente que. debe osar decir la verdad?
¿Y también que no debe haber sospecha en él de parcialidad ni de animosidad per
sona]''' Estas reglas rundamentales son sin duda conocidas de todos. La superestruc
tura depende ce los hechos y de! estilo. El curso de ios hechos {rerxm talio) requie
re atención ai orden cronológico v descripciones de países; y como, en los grandes
asuntos que son dignos dt recuerdo, buscamos primero ios propósitos, luego las accio
nes, v más tarde ¡os resultados, deberá cambien mostrar qué propósitos aprueba el
escritor; y con respecto a las acciones, no sólo lo que fué hecho o dicho, sino ce qué
manera: y cuando se expone el resultado, todas las causas que han contribuido & él,
lo mismo producidas por azar, prudencia o temeridad. Er. cuanto 3 ios personajes
que intervienen, no só;o deberán relatarse sus acciones, sino la vida y costumbres,
por io menos de aquéllos que sean eminentes en reputación y dignidad. El tipo dt
f O C E R Ó N , De oratore, caps. 3-4. "Confieso que he sise hecho orador (si es que
lo soy, o tai como lo soy/, no en el taller de los retóricos, sino en las obras de k
Academia.” Es la filosofía ía que estimula h imaginación de! gran orador, y ia ima
ginación es el factor principal en La elocuencia (¡no los hechos!).
‘ C icerón , De as atóte, cap. 9. Le admisión ác esta moda es tan significativa
reme e¡ comentario de Cicerón.
HISTORIA DE LA HISTORIA
*7*
l»n*.iMjr y ti carácter del estilo que han de emplearse deben ce ser regulares y con-
nnu >•> que fluyan con una especie de suavidad uniforme, sin,la rudeza ce los císcur-
m» indicíales ni las frases agudas empleadas en e¡ foro, Respecte a tocas estas cues-
•innr- numerosas e importantes observaréis que no existen regias en las tratados de
los telúricos.f
' Tar. sólo la mente científica tiene sentido para la importancia ce lo que es
oscuro. En tanto que la historia se considera tundsmeníairoenre como una ¿e las
artes literarias estas cosas se le escapan.
14 N o es éste e! hipar adecuado rara un examen que abarque la rexonstruc-
eter. de la primitiva historia romana. La base de la crítica histórica íué puesta por Louis
cíe Beaufort en su Dissertetion rvr Finceríituüe des eing prerxiers tildes de Fhistel.re
rcrr.ztve (Disertación sobre la incerridumhre de los choco primeros siglo? de fe his-
áHo H ISTO RIA DE L A HISTO RIA
Si Iil- IryrmLu. de ia Roma prim itiva eran irreales, incluso com o leyendas,
»prua* m ni cesi tam os detenem os para ver ia m anera com o ios poetas épicos
luí niirnm aluaron . \ sm em bargo, esto era historia para io s rom anos, casi,
• ihiijiii' no tanto, como los poemas hom éricos para ios griegos. D e hecho la
♦ pn a dr Ruma fué. como un eco c e la gran vo z hom érica. N o se debió esto
i i '. i .. 11.unenti a ninguna debilidad congènita de Ib im aginación rom ana co
rno w ha supuesto frecuentem ente, ni a que Ies dioses italian os fu eran de
i .itni.iir.-.; abstracta: se debió m ás bien a la ausencia de un a Gran aven tu
ra. N o existía un sentido racial entre los habitan tes del L a d o com o existís
m i ir los griegos; no tenían un m undo ''b á rb a ro " contra el que pudieran
*»P'Lir su concien d a n ad en a i. A d em ás, fu eron conquistados po r los etrus-
'*»», v I.1 ¿poca m ás grand e del período prim itivo transcurrió b a jo reyes ex
tranjero:,. D e aquí que hubiera pocas oportunidades para la epopeya de una
p u n a gloriosa. E n cuanto a la abstracción de las deidades, los dioses de
l" i pueblos prim itivos no son abstractos; allora estam os com en zan do a eom-
p irin ln m ejor los cultos y creencias de la Rom a prim itiva. N o existieron
glandes acontecim ientos divinos, sim plem ente porque los fieles n ad a habían
lie ‘ ho dr heroico; pues el m ito de los dioses es un re fle jo de la historia hum a
na I .v deidades de Rosna eran obscuras, no abstractas. M á s tarde no existió
ln ttr m io a d dr inventar una nueva poesía épica cuando la de G recia hubo
m ío capturada y traíd a a Rom a con el resto dei b o tín /"
El primero cíe los predecesores de Virgilio fué Livio Anárónico (c. z8*<-
204 a. J. C.), un griego de Tarento que tradujo la Odisea 2I latir*. Las
andanzas de Uliscs por los mares occidentales aue bañan las costas de Ita
lia — más que el cerco mismo de Troya— eran el tema sugestivo para los
italianos.. Luego vino N evio (murió c. 190 a. J. c .), romano, cue adaptó
del griego varias obras dramáticas y compuso algunas por su cuenta, cor.
argumentos tomados de ia histeria romana (Rómulo y Reme, una victoria
sobre los galos), y que, hada el fin de su vida, escribió una historia de la
primera Guerra púnica, que él había presendado, en '*'el estilo ce una cró
nica medieval, pero con un armarán mitológico a la manera homérica (Junto
como enemiga, Venus como amiga de los tróvanos, Júpiter y Apolo toman
parte personal en la acdón).” JV Pero quien más cue ningún otro, con la
excepción de Virgilio mismo, fijó la leyenda poética ce los orígenes troya-
nos sobre ia historia romana, fué Ennio (m. 169 a. J. C.), cuyos Anr.aics
fueren puestos por Cicerón en ei mismo plano que la historia de Heredóte
por su ridelidadj1 que T ito Livio empleó como rúente, y que sirvió a V ir
gilio para elaborar su poema. Trazó la historia de Roma desde el desembar
co de Eneas en Italia hasta su propio tiempo a fines del siglo u a. J . c. istmio
era mucho más historiador de lo que en un principio pudiera sospecharse
cade el medio cue empleó, porque utilizó el procedimiento homérico de acu
mular listas y Gatos exactos para registrar materiales, no imaginarios sino
históricos, o. por lo menos, legendarios. Su relato estaba influido pot sus
íntimas relaciones con el viejo Esdpión el Africano, y tiende a ponerse de
parte de los Escipkmes en la política de las grandes familias romanas, as»
como frente a ios Pablos, que tuvieron por abogado al primer historiador
romano — que estudiaremos en el capítulo siguiente— Q. Fabie Pretor. Bu
nio consiguió superar en popularidad a. Pictor, y ia historia de las antiguas
familias tal como se conserve en días posteriores oscureció las hazañas de
ios Fabios. Pero el creador del hexámetro latino — porque es Ennio quien
tiene esta distinción— no permitió que estos intereses de clan oscurecieran
el principal, que era ia historia misma de Roma. Llegamos, por lo tanto, a la
conclusión de que tanto en poesía como en prosa, desde el principio al fin,
I I iiutcr de esta poderosa epopeya naoó cera de Mantua el ¿r.o no, y murió
•1 »u e ) C. Pasó so juventud durante la guerra civil, trabé contiásientc con Me-
1*n»i \ Augusto, que le estimularon en su obra, y escribió su eren poema durante
Se década que siguió s Se ¿alalia de Actium (31 a. j . C .). La isr.ciáa relata une
vez más la Historia, ya narrada tx>r Eimio y otros, de cómo Eneas llevó sus dioses
ancestrales (civilización) ce Troya a Italia, y se convirtió en e! fundador del pueblo
romano. Pero ei poema contiene muchas otras cosas. Es una glorificación de Rom;.,
de su misión universal y óe Augusto; y es una exhortacic^n dirigida a los romanos ce
los dias de Virgilio. Como era natural tratándose de un poeta que escribía en les.
primeros días del Imperio, V irgilio miraba con esperanza hacia un futuro glorióse:
pero su espíritu había, sido muy castigado por las miserias de la guerra civil, y una
corriente de tristeza corre a lo largo de su poema, que le da a la vez un encanto me
ditabundo y una alta seriedad de propósito. Sunt lacrimes rerum et manían mortelle
lar.pun!. ' H ay lagrimas car?, ios males, y las cosas humanas conmueven la mente.’'
En medio de las miserias de su propia época, Virgilio trataba de car ánimos y de
reformar £ su; compatriotas recordándoles su pasado tan glorioso y difícil. Una y
otra vez encuentra ocasión para describir acontecimientos, lugares y personas celebra
dos cr. ia historia romana, y en su poema desfila toda la historia de- la ciudad, desde
Pómulo y Remo amamantados par la loba hasta Octavio en Actium. Rodeados por
peligros y dificultades increíbles, estos hombres, como su antecesor, el ' ’piadoso” Eneas,
habían permanecido fie Les a su deber y habían edificado ia grandeza de Roma. T er.ee
ir.ohs a e i Romcnam censen gentetr, — "de tanta envergadura era la fundación dc¡
pueblo romano” — . N o precisa decir que una grar. parte de la historia así narrada
apenas si era cierra, y que toda ella estaba embellecida para "lograr un mayar eíe-ctc;
pero Virgilio figuraba entre las poetas más cultivados, muy leído en histeria, y — co
mo ios oradores romanes mencionados arriba o c) historiador T ito Livio, que ven
drá más adelante— encontró en los héroes del pasado de Roma una inspiración ade
cuada y un modelo paro los romanos de su propio tiempo. Ei recuerdo de. sus accio
nes debería se- conservado para siempre. Con palabras conmovedoras se dirige a
ios hermanos Niso y Enríalo, oue habían muerto bravamente:
''¡Afortunados lor dosi Si alga pueden mis versos, nunca el tiempo os borrará
Ge la memoria ce los hombres, mientras la estirpe de Eneas habite eí inmóvil peñón
°el Capucho y mantenga su imperio e! señor ce Roma' (hb. ix,-versos 4*6-49),
E sas palabras recuerdan mucho la frase inicia! de Hérodote, pero también evo
can mas remotamente ta expresión de Tucícrides acerca de "una eterna posesión.”
en caos caso la posesión, eterna era ur. relato de hechos que tanto el autor come eí
lector creían ciertos — por lo menos en So esencial— , que estaban bien narrados., v
que parecían tener importancia para la vida de los días en que eran narrados, ES
éxito mostró que el tipo de historia de Virgilio era el más poderoso, y que ¡legó más
cerca que Fundides a producir ur.a posesión eterna. Perfeccionó los grandes rastros
H ISTO RIA DE L A H ISTORIA
<*4
,|t |„ n,,iiu' ¡llosa epopeia romana, y su exposición de ella íu¿ aceptada hasta ios
modrrr.os como ei bosquejo de ia historia de Roma. Historiadores más
ltn;rtaron a completar con detalles este conjunto.
" Virgilio, al morir antes ¿e tener oportunidad de rehacerla, segur, pensaba, us
éis dado instrucciones para que fuen destruida, Fué Augusto quicr. anule est?c
órdenes.
•Hr. HISTO RIA DE LA HISTORIA
cu! ii', hierro y oro fueron descubiertos, y con ellos el peso de la plata y la
iiolliLil ilil plomo, allí donde el incendio abrasó cor. su ardor selvas inmensas sobre
r»«i.lr> intniuñas, o por el rayo enviado del cielo, o porque los hombres, haciéndose
ion>u .11 !<>• liosques, llevaran e! fuego al enemigo para producirle temor; o porque
• .i.iiml,i,!,.- jior la bondad del terreno desearan procurarse campos fértiles y con-
**iin r! pai* en pastos; c para matar las fieras y enriquecerse con la presa. Pues
• », emplearon para la caza los fosos y el luego que el rodear ios bosques con
" l*> y el lanzar los perros. Sea lo que lucre, por cualquier causa que las ¡lamas
il'vinatrn, con horrible crepitar, ios bosques hasta sus raíces profundas, y La tierra
• i ........¿i u! fuero, lo? torrente; de p is a y oro, como también de cobre y de plomo,
uinnhiiii ir. venas hirvicntes v se reunían en tas concavidades del terreno. M ás tarde
* luimhirv a! ver la masa solidificada y brillante sobre la tierra, la cogían cauriva-
•* • i•«ir el encanto de su nitidez y de su suavidad, y vieron que su figura era semt-
i*o' u t¡ L dr lo? huecos. Entonces pensaron que fundiéndola con el calor podrían
l ió* !.• forma y el aspecto que quisieran, y que. martillándola, podrían obtener pun-
i- \ finas, para hacerse armas, talar los bosques, cortar y cepillar la made-
i |vi fin.til.-i v hendiria. Se preparaban a hacer esto no menos con la plata y el oro
■ i"' i'Hi L fuerza v la energía del coi're. En vano; porque su poder cedía vencido,
o l'o.lt.üi rom o ¡os otros s u fr ir la c u ra labor. Entonces se estim ó m ás el cobre, y
•I *ni iiiird-iba t-rado a causa d e su inutilidad, cor. su filo em botado. A h o ra es e!
••luí ilrspitciado ) r! oro ha subido al máxime bono:. A sí cambia el rodar del tietn-
I"i.» ilrMinos dr las cosas. L e que era de valor se convierte en indigna, lueco surge
• <*-*•■ v sulr dr! desprecio, y es más apetecida cada cía, y florece de elogios mar..
*1" 1 rncuentra, y goza de honor maravilloso entre los mortales.2"
V*. .1 i lempo descubre sucesivamente ¡as cosas, y la razón Las eíev? basta las
Mi.ll»« «ir L luz.24
La senda hada estas orillas de la luz. que Lucrecio señalaba, no era por
desgracia seguida por nadie, y estaban plenamente iustincados los punzan
tes versos que intercaló er. el resumen de historia, al tratar de ios orígenes
de la religión, versos que compiten con las más nobles protestas de la razón
frente al misterio en toda la literatura.
¡Oh género humano infeliz! ¡Cuando han atribuido tales hechos a ios dioses.,
añadiéndoles la violenta cóiera, cuantos garrudos para ellos mismos, cuantas penas
para nosotros, y cuántas lágrimas para nuestros descendientes! N o es piedad ningu
na ser visto con frecuencia volviendo ia velada frente hacia una piedra, ni acercarse
a todos ios altares, ni postrarse en el suelo con las manos extendidas hacia el san
tuario de los dioses, ni rociar los airares con mucha sangre de animales, m encadenar,
votos v más r otos. No. sino poder ver tocas las cosas con ánimo tranquilo." *
A N A L IS T A S r o m a n o s e h i s t o r i a d o r e s p r i m i t i v o s
c
U n el último capitulo se destacó el carácter griego de ¡as leyendas latinas de
origen. E.s posible, no obstante, que el gusto por ios materiales históricos en
Roma fuera más fuerte de io que podría sospecharse juzgando por los esca
sos restos que poseemos. Cicerón nos cuenta hasta qué punto jos nobles ro
manos gozaban de verse ensalzados en la poesía. 1 El cuito ancestral de Ro
ma. combinado con esta tendencia aristocrática de las casas nobles a exaltar
sus hazañas, fue, como es natural, una de las fuentes principales de la his
toria romana. Era una fuente contaminada, pero abundante.
Era costumbre [dice Cicerón en otro htgar'j en la mayor parte de las familias
distinguidas, conservar "ar imágenes, sus trofeos honoríficos, y sus memoria*,, ya
para adorno ce un fuñera; si alguien de la familia morís, va para perpetuar Ja tanja
de sus antepasados o para probar su propia nobleza. Pero la verdad de ia historia
ha sido mui corrompida ñor estos ensayos laudatorios, porque se consignabas en
ellos mucha.- cosas que nunca habían ocurrido, tales como falsos triunfos, una pre
tendida sucesión di consulados, y falsas conexiones y distinciones, cuando personas
de rango inferior eran confundidas con una noble. familia de! mismo nombre. Es
como si vo pretendiera ser descendiente de Manió Tubo, que fuá un patricio, y haber
compartido «:1 consulado con Servio Salpreso, cosa de diez años después- de la expul
sión di ios reyes.
5 C icerón-. Prc A reine p od e. caos. 9-11. La descripción cu, aquí se nace dt los
med.-or empicado.-; por ios dignatarios romanos para conservar sus nombres y exalta:
su gloria nos recuerda en sigo las inscripciones, de Egipto y de Babilonia.
2 C icerón , Bruto, cap. 16.
¡9
>V’ HISTORIA P E LA HISTORIA
único término correcto para h historia del pasado. Historie se empleaba tan
sólo propiamente para el relato contemporáneo. Y así encontramos las obras
ac Tácito que tratan de su propia época denominadas Histories y las que
tratan de épocas anteriores Ansíales, aunque estos títulos probablemente no
sean de mano de Táritc.*"
Los anales oficiales, por tanto, parecen baber desempeñado papel con
siderable en la primitiva historiografía romana. De los testantes libros de
ios sacerdotes. Sos Fezsti son. tai vez, los más importantes. Estos comenza
ron por ser listas de días para el calendario, de buena y ce mala suene,
— átes fetsti y dies nejes ti— y como taies subsistieron, a través de una his
toria cambiante, siendo base de la cor lección del calendario, aún a través
de la reforma juliana y hasta la era cristiana. El nombre se empleó también
para denotar las crónicas en forma ce anales, las listas de los años que daban
los nombres de los cónsules, etc. (Festi consulares) y las listas de triunfos
ros y por los rastros que han cejado incluso en el método de Tito Livio
y de Tácito.
Á ia noticia de Cicerón sobre los Armales Maxirni. tan breve como es.
sóic puede comparársele otro pasaje de la literatura latina que ha llegado
hasta nosotros. A i concluir el siglo cuarto de nuestra era, Servio, un gramá
tico que escribió un comentario exhaustivo sobre Virgilio, describió los antier
pontificios como sigue:
’ Per singular dies, no todos ios días, sino cuando ocurría el accnrecímien-o De
aquí que :as acia diurna, c boletín oficia! diario de! tiempo de Tuiio César, no fueran
continuación de los .Anales.
6 Sen-u G ram naliei qm jerunlur ir. Vergilii carmina commeniorii, (Com enta
rios de Servio Gram ático a los poemas de V irg ilio ), editados por G eorge T r.ilo y
H erm ana K a g e n (3 v o k , 1878-1887), ve). 1, ¡ib. I, iin. 373. Este párrafo aparece
tan sóiO en el manuscrito publicado por D an iel en jboo y puede ser obra de ur.
comentador más tardío.
*'"1 historia d e la historia
a la histeria social romana que sólo los modernos científicos han sido en
parte capaces de corregir. Por lo que a Fabio Píctor se rene re. proporcionó
a Polibio Ir. fuente principal para la segunda guerra púnica, a pesar de los
comentarios poco corteses que Poiibio hace sobre él. debidos, tal ver. segur,
hemos sugerido va. a la rivalidad ce Jos Escipiones (patronos ce Poiibio)
con los Fabios (iib. ni, caps. 8-9). T ito Lisio parece haberle inciuido en las
referencias imprecisas a los "escritores más antiguos” , y también se refiere
a él dos veces concretamente como "el más antiguo historiador''' y una como
el contemporáneo fidedigno de los acontecimientos narrados, cuyo nombre
citado en los textos daba autoridad al relato (Iib. i. cap. 44: Iib. n, cap. 40;
Iib. TCxn. cap. 7 ), Después de ios días de Tito Livio dejó ce ser conocido
para ios autores romanos, aunque siguió siendo utilizado per ios historiaco-
res griegos.
Sin embargo, el verdadero padre de ia historia romana rué Marco Porcio
Catón, romano cier. por cien, que combatió ia influencia ce Grecia, aunque
descubriendo un espíritu saturado por ei pensamiento griego, y que, según
Cicerón y Nepote, aprendió el griego cuando renía ya muchos años. Nacido
hacia 234 a. j . C.. tuvo una vida pública muy activa, desempeñando los pues
tos más sitos, v escribiendo con abundancia y seriedad grandes en aquello;
primeros libros de la prosa latina que son sus tratados de agricultura, de ia
guerra, de crarorií., y también de historia. Esta, los siete libros de Origines, rué
una obra nacional, pero repetía los mitos de origen griegos." Los prefacios
a sus libros recuerdan la escuela de Isócrates que Catón, había ridiculizado.'"
y su visión pragmática, su recomendación de la historia para bines prácticos,
aunque muy natural en un romano, se encontraba también en les griegos cié
que profesaba desviarse. Además, aunque mantuvo la forma de anales, la
encontró admirablemente adecuada para intercalar discursos en estilo for
malista — en especial discursos pronunciados por él mismo— y los inserte
con tanta abundancia que formaron con frecuencia -elecciones por sí solos.
Catón era un trabajador concienzudo, cuidadoso; todos los escritores la-
12 Las tres primeros libros testabas las antiguas leyendas i*fe»r.res a los orí ce
nes de Roma y de otras ciudades italianas, mientras que los cuatro últim o trataban
de las dos guerras pánicas y de los acontecimientos de ¡a propia i-poca de Catón;
ios dos siglos v medio primeros de la República fueron, rúes, tratado« irán a 1?
ligera, si es que io fueron.
5,1 Vea?« P iu t a r c o Marcu< Calo, cap. 23.
i«/' HISTO RIA ¿>E L A H ISTO RIA
Mío* |lus romanos] no ponían ahinco en averiguar las causas ¿e ios eclipses ¿ti
mi i *Ir la luna. Porque M . Catón que era iniaugabíe er. su ansia de saber, lia
Iml'lail" ¿' rsu- asunto de un modo impreciso y sin mostrar curiosidad. Sus pala-
l"<* »o el cuarto libro ¿e los O r íg e n e s son éstas: "N o me siento inclinado a trans-
m i o lo cjiir aparece en la tableta del Pontífice Máximo sobre la frecuencia con que
il inpo *ubr di- precio, sobre cuando la iur ¿el se: o de la luna se oscurece por uru
u mi» ratón.*'
l'ut el valioso tratado sobre agricultura que nos ha dejado Catón, pode-
inm lmwy.in.ir que seguía muy ce cerca las cotizaciones de los cereales de la
y por llevar a la tarea de escribir ia historia el entrenamiento de
un Inin11>t< práctico, tenemos toda la razón para lamentar que no hubiera
In ibi. ••>.in,iriirntf lo que aquí rehúsa hacer. La única cosa, sin embargo, que
• I toniimni di nuestro examen enseña, es que la historia refleja ios intereses
m unii di- !u sociedad que la produce, y que la percepción ce los hisroria-
pma I, importancia de los sucesos es relativamente insignificante, ex-
*• | • ni inumo son intérpretes de su propio tiempo. El interés dominante
■ f In- liofili >iri. que rodean a Catón no era ya la agricultura, como en tos
•I'* pn ' invìi- di i estado agrano, sino I2 guerra y la política, y la lucha con
' oí. j ,. A partir de aquí ios triviales episodios de ios anales c e los sacerdo
ti ■ il mii h »i 1 ignorados.
I 1« lie U't indure;, romanos que siguieron, estuvieron de acuerdo con Catón,
*’ " ‘ h ” 11 di be luí contra la invasión griega, y como la re retaca se adueñó
' ' "m di i., situación Catón fue menos leído cada vez. hasta que, en los
dr i nilón, (né car.i olvidado por completo. Es interesante, por esto,
mutuo ( icrró'i defendiendo a Catón, porque ello muestra, la so
lí.!.. .li' ' idi’t que di ! v ¡i.ilicr existido en el primero ce ios historiadores
* • •m * u n t i
Pare 30 criar de hablar ce sus A n tig ü e d a d e s , ¿quién negará que éstas están
adornadas también cor. todas las flores y con todo ei lustre de la elocuencia? Y sin
embargo, apenas si tiene admiradores; lo cuai antes ocurrió con Fiiisto ei Siracusa-
no, e incluso con Tuclciaes. Porque así como el estilo elevado de Teopompo pronto
disminuye la reputación de sus arengas enérgicas y lacónicas,16 que a veces a duras
penas se entendían por su excesiva brevedad; y como Demóstenes eclipsó la gloria
de Lisias; así la elocuencia pomposa y mayestática de los modernos ha oscurecido
al lustre de Catón. Pero muchos de nosotros somos deficientes en gusto v en disc-íí-
nimiento porque admiramos a les griegos por su antigüedad, y por lo que llamamos
su elegancia ática, y nunca hemos apreciado Ja misma cualidad en Catón. Esto fue
lo que distinguió, dicen ellos, a Lisias y a Hipérides. Y o también ¡o poseo, y por
esto los admiro: pero ¿por qué no dejar participar en ello t> Catón? Nos dicen q u e
les gusta el estilo de la elocuencia ática; y su elección es ciertamente juiciosa, con tsl
de q u e no copien únicamente ios huesos secos, sino que se saturen de! espíritu vivo es
esros modelos. Lo que recotaiendan es, para hacerle justicia, una cualidad agradable.
Pero ¿por qué Irán de ser tan admirados Lisias e Hipéndes, mientras que de Catón
se prescinde totalmente? Es cierto que su lenguaje uene un aire anticuado, y algu
nas de sus expresiones son demasiado duras e inelegantes. Pero recordemos que éste
fue el lenguaje de su época; cambíese y modernícese, cosa que c! no podía hacer;
añádanse las ventajas ce cadencia y medida, désele un giro más suave . . . Bien sé trae
no es suficientemente pulido, y qu: debe recurrirse a un modelo más perfecto para
la imitación; porque es ur. autor de antigüedad tai que es el más viejo de Ies cue boy
subsistes cuyos escritas puedan ser leídos con paciencia; y ios antiguos, en general-
adquirieron une reputación mucho más grande en cualquier otro arte que en el de
la palacra ’’ 17
Habla, sin embargo, -otra razón, además de la dureza de! estilo, para el
abandono de la historia de Catón por los contemporáneos de Cicerón. Si
la historia era apreciada en Rema por la aristocracia a causa de la gloria
que proyectaba sobre sus nobles casas, de poco servía para ello conservar lof
Orígenes de Catón. Porque este enemigo acérrimo ce la ciase alta se eseáó
de emitir los nombres de ios caudillos al describir los hechos de las am¡2¿
romanas y. por otro lado, llevó su humor agrio hasta el extremo de conser
var para las rutaras generaciones el nombre de un elefante que se distinguió
por su bravura en la línea ce batalla. *'3
f
_
C A P IT U L O X X I
Y A R R O N , C E S A R Y S A L U S T IO
ni i, v rilo <•. debido. r.o só!c a ia falta de disciplina Histórica- sino también
■i I» In11u «Ir las otras cencías que se ocupan con la evolución humana: las
ilil Ittigtmjr o filológicas; las sociales o antropológicas; las de la religión
ii*tii|'¡unilii. Y sin embargo, correctas o no, estas compilaciones de noticias
nuil hi> ele más fácil lectura para los romanos, y como el lector es por 1c
ynu iiil (oJavia menos crítico cue e! autor, serían probablemente pocos los que
Hivinmi la menor idea de ¡o débil que era en realidad la línea de los Hechos
Im n rstdblcridos. Por e; contrario, al menos desde los días de Varrón, les de
bí liabi i parecido quc estaban envueltos en un mar brumoso, en el cual sólo
bu mas rsprrtos podían orientarse.
Iiil vry nos formaríamos una idea mejor de la situación si las obras de
V al mu Imbuían llegado Hasta nosotros de algún modo análogo a como io
Iih ti rón las de Cicerón. Pero ya sea porque, como sugiere San Agustín,
1« m illón bacía el amador de palabras es más fuerte que Hacia el de he-
iliui,,' c porque los Hechos subieran «dejado de tener sentido por sí mis-
»•*«•* ,ij>rrio• si quedan pequeños fragmentos de los muchos escritos de Va-
unii Nacido en 116 a. J. c., ¿ e z años más viejo que Cicerón. Varrón tuvo
.... i vnln larga y atareada, no de estudioso aislado, sino de hombre de nego-
ii" qur lomó parte activa en ia polínca; era un hombre algo maniático, se-
i’iin inv ¡o indica su miscelánea satírica. La única obra suya que. aquí nos
Mili ir 14 «a mi tratado sobre las Antigüedades Romanas, publicado en ¿ j
ii i i 1 i.m veinticinco libres que trataban de las antigüedades humanas y
iIh . en', «Ir las divinas. Les datos estaban agrupados en amplias secciones
l',i|i. Inn títulos de personas, lugares, ¿pocas y cosas. N o se intentaba está
b il.u lioióricamenre su interdependencia, sino tan sólo acumular hechos cu-
........ I >r manera bastante extraña, mientras que ia oarte que trataba de las
iHiiiiini''. humanas se ha perdido, otras de la sección religiosa., las Anttqui-
Ii4 i, \ ii i uw dn ¡narum. han llegado hasta nosotros a causa del interés eue
imii l.i irnlugia cristiana en combatir a las deidades paganas. E n la Ciudad
di /'i.' i i. San Agustín, se ataban, pata ridiculizarlas, las noticias dadas
p'M Vu11 (.ti sobre los cultos primitivos de Rema. La erudición moderna, co
in| ii n.il> ru ocasiones a Varrón. se aprovecha en conjunto de los dates que
( I pi' pi'ii limaba mejor que lo hicieron ios Padres de la Iglesia, v también me-
i"< ijui !■ >• paganos creventes. A éstos Varrón les proporcionaba una especie
que mi vida valiera la pena de vivirla en aquellos testes días; abre a la i tu
la* «rtcuiidadcs del pasado, y proporciona una guía segura donde todo esta
la antes tan confuso. Itn pocas palabras, el resumen de Atico ha hecho pare
Cicerón lo que el Esquema de H . G . W ells, ha hecho para e! lector moderno
a urca do, llevarle a la cumbre desde la que contemplaba ia extensión del
Tiempo, no con un sentimiento de sumisión, sino azi la confortable seguri
dad dr que ya poseía el mapa para explorarla. La soportan cía del episodio
no reside en que Atico hubiera escrito un manual ce historia general, sino
rn que It hiciera tanta falta a Cicerón.
1.a referencia a esta histeria general nos recuerda las obras de! último
liutorindor griego considerado más arriba, y tal ves podamos anticiparnos
aquí a mencionar el único intento hecho para llevar al latín el esquema de
historia universal que primero hemos visto en Eíoro y Tecpotnpo. Pompeyo
Tiogo, contemporáneo de Tito Livio y mas joven que éL trató la historia
dr! ( lercano Oriente en cuarenta y cuatro libros, esmerilando con Niño e
un luyendo el Imperio de Maeedcnia. El título de la obra, Historie* Philippi-
i,r indica suficientemente e! punto de vista griego, porque la figura culmi-
r.utitc era Filipc de Macedonia. Rema apenas si aparecía indcentalmente, y
i:.,i, bien ral como la veían sus enemigos. Esta no era la clase de historia
utir podía rivalizar con Tito Livio; y hubiera percodc por completo de no
lubrr hecho un cierto M . jurbano Justino una smepsis de ella que esta-
|i.i de'tinada a satisfacer ¡a escasa curiosidad de la Edad M eáis por la gran
ht.toria de! mundo pagano. Potcuc a ¿3 recurrió de prercrencis Orosio,
el discípulo de San Agustín, er busca de materiaks para escribir la his-
rmu de ios sufrimientos de ia era precristiana, que tormo ia contrapartida
histórica dr la Ciudad de Dios . 1
Li comentario de obras como éstas nos lia apartado algo de las líneas
•v iiii-ipalef de la historiografía romana. Pero antes de pasar al primero de
|c>-. grandes historiadores de Roma. Saiusric, cuya figura surge ya ante nos
o t r o s , cebemos detenernos un memento para examinar Ies escritos históricos
de otra clase, producto no de científicos sino de hombres de acción.
1;n la atmósfera polémica de la última época de la República, la mayoría
de los políticos capaces cíe escribir dejaren relatos justificativos de su actua-
( ión. v quienes no podían escribir por ellos mismos emplearon a otros para
* Historiarani adversum paganos ¡ibri sepiera (Los siete libres de las historias
contra ¡o? paganos).
V a RRON j CESAR y SALUSTTO
Desde que era muy joven, como les pasa a muchos, me aficioné a la vida públi
ca, donde muchas cosas me fcercr. adversas. Porque, en lugar de Is vergüenza, la
templanza y el mérito, reinaban ia audacia, !a prodigalidad y la avaricia.. Aunque
mi ánimo despreciase estas malas artes, sin embargo mi juventud poco firme, corrom-
picia por la ambición, se mantenía enrre tantos vicios. Y aunque desaprobaba las
malas costumbres de los demás, también me hacían sufrir la sed de honores, e!
deseo de fama y ía envidia.
Así pues, cuando mi aima descansó de tantas miserias y peligros, v decidí pasar
el resto de mis días alejado de los asuntos públicos, no fué mi plan desperdiciar este
descanso en la onosiaad o en la indolencia, ni consagrar mis días a la agricultura
o a ia caza, ocupaciones serviles; sino que, vuelto a aquellos primeros estudios de que
me había apartado una mala ambición, decidí escribir les hechos del pueblo romano,
por separado, para destacar las cosas que me parecieran dignas de memoria. Tanto
mejor cuanto que mi ánimo estaba libre de esperanza, de miedo, y de relación con
ios partidos políticos.
adíeles, pulió y repulió sus frases, y los discursos que introdujo, aun cuan
do tenía delante el texto,“ fueron vueltos a escribir de acuerdo con lo de
más de su obra. Por fortuna un orador, Cicerón, le evitó el trabajo de hacer
esto con sus propios discursos, volviendo él mismo a redactarlos y arreglán
dolos para la posteridad.
Se mantiene generalmente que uno de los principales méritos de Salustio
es su descripción del carácter, y es cierto que sus caracteres están en su ma
yoría dibujados con una auténtica imparcialidad y son muy reales. Pero las
cualidades que se íes asignan huelen un poco a fórmula: no son cr*iotiios*
dones sutiles del temperamento y la capacidad, que sorprendan prontamen
te a! lector, sino que comparten los elementos de! lugar común cue con
vierten gran parte de la literatura antigua en una especie de indumentaria
escénica.“ Sin embargo, cabe que el clasicista haga caso omiso de esto, por
que el pleno mérito y el encanto del arte de Salustio merecen que se les de
dique más tiempo y más estudio de lo que su asunto justificaría en otra
forma.
Por último, hay dos francas debilidades en Salustio como historiador.
En primer lugar es flojo en cronología y geografía. Todos sus editores han
señalado lo increíblemente descuidado que es en ambos respectos. Emplea
frases vagas para los lapsos de tiempo, e incluso así se equivoca, en tanto
que su geografía de A frica es fantástica., y muestra errores tales como si
tuar cerca de la costa dudadas que deberían estar cuarenta millas hacia el
interior. Esto hubiera chocado a Poítbio, y si Salustio encontró impreciso a
Tuddides es su cronología, nunca éste hubiera fallado, como lo hizo Salus
tio. cuando los datos estaban a mano.
La segunda debilidad de Salustio procedió de las mismas -ventajas de
que gozaba. Capitalista retirado que vivía con elegante holgura, que emplea
ba eruditos para que ie hicieran ia parte dura de la investigación/* no pc-
*■ ' '« por completo ese agudo sentido de ía corrección que se produce ai espe-
titncntar de continuo la disciplina férrea del método cicntúico, Pero además..
'• i.' el mundo como lo vería hoy una persona a través de las ventanas de un
<hi[i de Pal¡ Malí, o ce la Quinta Avenida. Su filosofía, que perfila en su
prrf.icio, es de autonegación. pero es del tipo de autonegación que va bien
i on l.i vida mundana. Le recuerda a uno la de Polonic. N o se enfrenta con
h>» problemas auténticos de un mundo en marcha. Es plácida y segura de si,
ron actitud de censor, pero le falta la captación de lo fundamental.
Llegara o no a terminarse la otra obra de Salustio, una historia de toda
I-i época anterior a la suya,34 tenemos tan sólo vestigios de algunos íragmen-
IO'.. y el hecho de que se prepusiera concentrarse sobre determinados rasgos
principales como regla para la composición histórica, nos hace pensar que
»11 labor en un tema más amplio apenas si nos haría modificar nuestro juicio
.nnca d< é!. N o obstante puede haber sufrido por el hecho de que en ópe
ra- posteriores, particularmente en el último período de la historia imperial,
*in el encanto de su estilo y el poder ce su caracterización lo que conservó
para nosotros lo que tenemos de él, de preferencia 2 algún mérito más sóli
do en la síntesis histórica.
T I T O L IM O
Cp^tmsTRAS que varían las opiniones sobre c-i lugar que Salusco ocupa entre
los historiadores, las relativas a i ito Litio son unánimes. Su lugar prefe
rente nc- se discute. Fué el historiador nacional de Roma, el único cañar de
tratar con éxito la larga e intrincada trama militar y política desde la fun
dación de la ciudad hasta ía del Imperio. Otros trabajaren en las parres:
él abarcó el conjunto. Incluso por ei tamaño su historia fué monumental.
Tiene nada menos que ciento cuarenta y dos libros, y un libro en Tito l it i o
es por si solo una pequeña obra. Pero, dejando a un lado su amplitud,
ía concepción en que se basaba la historia de Tito Litio estaba desarrollada
con consistencia tal, son tan claros y armoniosos los perfiles de su estructura,
que apenas si resulta exagerado decir que la huella que imprimió a la histo
ria de la República duró hasta los cías de Niebuhr v de la crítica del siglo
pasado. H izo remontar la idea de. la misión predestinada de Roma como
centro tniíicador del mundo civilizado hasta las remotas centurias de su
oscuridad, y enlazó pasado, presente y futuro en una perspectiva culminan
te. Er¡ cierto sentido esto era el simple reflejo sobre la historia de ía sran-
deza de la época del escritor. Pero el hecho ¿e que acuelles démeos futran
grandes casi identificó la fe en Roma — que era el credo de T ito Lisio—
con una creencia en el progreso humano o un interés vital oor la sociedad
organizada. A sí el patriotismo de Tito Livio se convirtió en universal, y si
guió sirviendo de inspiración para épocas posteriores incluso cuando el mun
do romano ya había sucumbido. O iga lo que quieta ia crítica respecto a sus
I 1 I«» ule as históricas de la Edad Media. No obstante esta influencia fue más
* *•> imliii rt«, mientras que desde ios días de ios humanistas hasta ios nuestras Tito
I iv«i> Im rrrnhrado ur, puesto entre "ios clásicos” .
T ácito, Anales, lib. iv, cap. 34.
T IT O LIVIO
•ir mezclar a las casas humanas las divinas para hacer más augustas los orígenes de
i«»- pueblos. Y si a algún pueblo es lícito consagrar sus orígenes y aisignarse m ; pa-
t « nadad divina es ai pueblo romano. Porque es tan grande su tierna en la guerra
»»ii«- cuando quiere hacer dei dios Marte el padre de su fundador ?• el suyo propio,
i.nlf» l.i-, gentes ir> soportan del mismo modo que soportan su dome-ración.
Por lo demás, ¡o mismo si se aceptan que si se recitaran estas tradiciones y otras
»<ni« iiirur . no ¡o considero de gran importancia. Los asuntos a ios que cada cual
<u i>rr.i dedicar su atención más aguda son la vida y las costumbres- el saber gracias
•• c|»r liomiircs y a qué procedimientos, en la par y en la guerra, se ha fundado y
u í„i rnj-r.indecidc nuestro imperio. Seguir luego con el espíritu la lenta decadencia
•l< 1« disciplina, el relajamiento de las costumbres que cada ver se precipitan más
hutía Ilegal a estos tiempos nuestros en que ni se soportan ios mudes ni se toleran
•II» rrmedios.
2 <> cor ts principalmente benéfico y fructífero en ei conocimiento de las cosas
(•«»«I«.- r- que se caponen en un cuadro luminoso enseñanzas de tanas ciases de las
•iiií p u n e tomarse las que sean dignas de imitación para ti v pera la república y
■ i.ba/ar»- las oue sean malas en sus principios y en sus resultados. A menos crue me
■ Kravir •■ ! «mor de mi obra, pienso que nunca existió república e¿ mayor, ni más
»i iuiivi tu más u-cunda en buenos ejemplos; ni en la que tanto hayan tardado en
Iwneirai ¡j avaricia y la lujuria, ni donde tanto tiempo fueran borneadas la pobreza
, la frugalidad, mostrando así ouc cuanto menos se tiene menos se desea.
| >,... ■, luce poco las riquezas engendraron la avaricia; y los placeres abundantes,
i «|iriiKi «ic! lujo v desenfreno han penetrado y arruinado todo. Pero estas censuras
t f i ' M t A t i moirstas, aunque sean necesarias, no deben apetecer va en el coirúer.-
... o. t*i. grande obra. Preferiríamos comenza: bajo auspicios favtnrabies, adoptando
I,, i ,i»ri :ubrr dr ios poetas, con ruegos y súplicas a dioses y diosas para que asegu-
i ,.,,11 un rxiu. te¡:.’ » nuestra gran tarea.
" Sin embargo, en ocasiones, Tito Livio parces tener sos dudas. "Aquí-’ abe fue
ron anunciados muchos prodigios, y cuanto más ¡os creían la? gentes sencillas y pia
dosas- tantos más se anunciaban” (lib. xxiv, cap. 10); ' otras cosa? r ; ; anas que la
gente pensaba habet visto u oído eran tomadas por ciertas” (lib. xxis, cap. 4.4);
"en medio de ¡os arares y de las inquietudes de una guerra tan dura, cuando todos
atribuían cada suceso favorable o desgraciado a ¡os dioses, se anunciaban numero
sos prodigios” 4¡ib. xxsui, cap. u ) . A pesar de iodo, reproducía cuidadosamente
la; numerosas noticias de prodigio; que encontraba en ios antiguos anales.
J lft H ISTO RIA DE L A HISTORIA
N.i ifiixro (observa en el lib. xcni, cap. 13) cae ia misma indiferencia que hace
mIuh» iihi Ii - hombres nc crean en ios presagios enviados por los dieses, hace tata-
l .fh ■ ur r».. »1 publiquen los prodigios ir se refieran en los anales. Pero yo, al escrí
ba 1« Iíuiimu de Lh cosas antiguas, nc sé en qué forma me encuentro poseído por
»1 miiiyim r«| íritu. y ur. sentimiento religioso me obliga a no considerar indignas
•I» mi» mullí1 lu cosas que aquellos prudentísimo: varones pensaren que eran dig-
T m i publicadas.
•" III iano. lie rr.stitutione orctañi, lib. x. cap. 1, sec. 10.
T I T O I.IV 3 C
5*7
N o eran Ies discursos le que T ito liv io temía que fatigara a los lectores,
sino la larga sucesión de las guerras mismas. Después de diez libros dedica
dos a ellas cree conveniente exhortar al cansado lector para que siga, como
un deber patriótico: "¿Q ué persona habrá a la que aburra la mucha dura-
den ce las guerras,, por escribir o leer acerca de ellas, si no fatigaron a quie
nes las hacían?" (¡ib. x. cap. 31).
T ito Livio tenía motivos para sus temores. Fué el mayor tributo a su ge
nio que ia antigüedad conservara, hasta bien entrada la Edad Media, un re
pertorio tan vasto de guerras arcaicas. Si tan sólo partes relativamente peque
ñas de la gran obra han llegado hasta nosotros,1 los libros que faltan ne
desaparecieron hasta las épocas oscuras posteriores al siglo séptimo, e incluso
partes de ellos han sido preservadas en extractos por autores más tardíos. Por
qué se conservó el largo relato de tanta lucha sin importancia cuando se per
dieron partes mucho más interesantes, no es posible decirle; pero tal vez el
amor del historiador hacia aquellos días extraños y remotos tuvo algo que
ver con esto.
S: pasamos ahora del arte de T ito Livio a su crítica y empleo de las fuen
tes, en seguida tropezamos con su debilidad. La crítica era contraria a su
naturaleza. El era un narrador. Nos da la impresión de que empleara k
crítica tan sólo de un modo superficial, y porque era la moda. N o establecía
diferencias, entre sus fuentes, y tomaba lo que le cuadraba mejor para el es
quema del relato. U tilizó a Poiibic. pero no de un modo consecuente; tal
vez s Catón, a Licínio Mácer, Autias y Claudio Cuadrigario; pero le servias
los analistas de segunda mano con ral de que contuvieran los datos. Sin lle
gar al extremo de aplicar el adagio se non e vero e hen tróvate. Tico Lirio
no se interesó par las investigaciones en filología ni en el saber de las anti
güedades que la erudición había hecho accesibles en su tiempo. Basta con
decir que no hay indicios de que haya leído a Varean.
H ay en él, sin embargo, muestras de claro sentido de dependencia con
respecto a las fuentes que pudo utilizar. Notable es la diferencia en. el tono
‘ Lo* Í-Jbros que quedan son t-x, X X -X L V , de los cuales xtj y xu:¡ estar, incom
pletos; abarcar la historia de Roma desde el comienzo hasta 293 a. i. c., y desde
218 a i€y. además tenernos las Pericchce o epítomes de todos los libros salvo dos.
que oso-an en tamaño de dos lineas a una. página entera. Existió una abreviación
mucho más completa, ahora perdida.
HISTORIA D E L A H ISTORIA
limpués de i relato cié I incendio de la ciudad por los gales. E libro sexto, que
comienza la nueva era. empieza como sigue:
1 o que interesa hacer notar es que Tito Livio ni siquiera, sueña con po
lín tu duda ti hecho de la magnitud del ejército volseo. visto que sus auto-
te huir >. i ::;n de acuerde en eho. Se limita a echar mano as tre-rias que oue-
diui lontrilunr a radoualizar el relato para hacerlo más vercsrsdL En cambio
• 1 liivotiador moderno debe antes de nada hacer lo que T ito Livic parece no
linl> i lirclio en absoluto, determinar el valor de sus distintas tueztes.
S. [ no Livio no fué un historiador científico, tampoco ooseis la expe-
miiri# rn los asuntos prácticos que Polibio prefería a ía erudición. Su irs-
• '.■ iidml nara ver el valor de este conocimiento más amplio de hombres y
I i'.nr’, sr muestra no sólo en su falta de exactitud geográticz.. a ia que va
>> lii/u referencia v en su deplorable debilidad en asuntes canstimcionales.
T IT O LIVIO
3 I9
T A C IT O
* Piusao, Epístola;, hb. v. carta fe. Véase G. Bosssibb, Txiñtus and Otker Román
Studies (Tácito y otros estudios romanos) (trae. Hutchison, 1003), p. 93.
* Las Historia- fueron escritas nrirnerc, y abarcaban el período de 69 a 96 d. J. c.
en catorce libros; de éstos tenemos ahora únicamente los cuatro primeros y ia mitad
deí quinto, que tratan cíe ios hechos de cerca tíe un bienio. Los Anales, bajo su título
original Á b cxcecru airi Angustí {Desde k muerte dtí divino Augusto), abarcaban
desde los añas 14 a 68 d. j . c. en. «trisé» libros; ahora tenemos ios libros l-iv (14-28),
partes deí V y vi (29, 31-37). y x í -x v í con lagunas ai principio y al fin (47-66),
•’ Bulletin de Corresponderse Helicnique, xsv (tSpo), 621-23.
3*4 HISTORIA DE LA HiSTOElA
6 Plinic e! vicio en su Historie Natura!, lili, vn, cap. 17, menciona a un Comelio
Tácito, caballero romano, administrador de hacienda en la Gaüa belga. Se ha conie-
tu/aáo que fu e padre o tío dei historiador. Véase G. B oissiee, op. cit. - 2.
• Los sentimientos de Tácito hada su clase se exteriorizan en tocas las ocasiones.
Mantiene su dignidad incluso contra ia ciase misma. Por ejemplo, cuando algunos
nccúes se olvidaron de sí mismos hasta e! extremo dr participar en La tarsa imperta!
ce Nerón cor. el fin de mejorar sus fortunas, reprocha por esto al emperador cae
acarreó semejante desgracia a las víctimas. En cuanto a los mismos asedes comenta:
"Com o ys se han muerto, creo que es decido a sus antepasados el tse escribir sus
nombres” (Aua!es, !ib. xiv, cap. 14).
TACTO 325
que los comentaristas cíe Tácito han concentrado casi invariablemente sus
observaciones. Por tamo, no nos detendremos aquí en éi ni en cuestiones
afines, tales como la de! verdadero carácter de Tiberio, ni sobre si la Ger-
manict era principalmente una lección moral para ios romanos, u otros temas
de critica igualmente manidos, fc! mero hecho de que semejantes cuestiones
sigan presentándose a ios lectores de Tácito es una indicación del carácter
de su obra en conjunto.
Los prejuicios sociales de Tácito fueron causantes de algo más que su
parcialidad; ellos originaron los detalles sobre la suerte corrida por persona
jes importantes con ¡os que embaraza su historia imperial. Nadie se preocu
pa hoy mucho por estas víctimas cíe la mala estrella o por estos conspirado
res incautos. Pero el público para quien Tácito escribía tenía un interés per
sonal tan agudo como ei suyo propio en ios interminables relatos de intrigas.
Estos eran como relatos familiares de los propias antepasados, estimulados por
un deseo encubierto de justificación o de venganza. Tácito encontró difícil
decidirse a prescindir de ninguno de estos crímenes, y el resultado rué croe
gran parte de su relato tiene algo de ese ambiente salvaje que tan apropia
do resulta en un Gregorio de Tours. Casi podría pensarse, leyendo semejan
te sucesión de horrores, que la escena era en una corte merovingia, semidviií-
zada, o entre los héroes Nibelungos, en vez dt tener lugar en la corte y capi
tal del mundo. Es demasiado para ser convincente; porque, por ciertos que
fueran ios Lechos, difícilmente podrían convertirse en el tenia central de la
historia.
Tácito se ¿aba cuenta de que no era perfecto un relato de este tipo, pero
no pudo descubrir el remedio. Estaba demasiado cerca de la escena, dema
siado envuelto en las menudencias de la política familiar. Sabía bien que
la escena reñía demasiada gente, que la acdón era una sucesión excesivamen
te larga de intrigas y atrocidades, y de vez en cuando comentaba e.l emba
razo que le producía verse obligado a repetir de continuo historias corno
éstas. Pero, por otra parte, puesto que los sucesos nabisn pasado, y cuesto
que ante sus ojos habían formado ei contenido principal de la historia im
perial, consideraba su obligación no resumirlos. Como .historiador era feliz
recogiendo todos ios hechos que podía, por difícil que esto hiciera la tarea
literaria ce la exposición. Este se ve en comentarios como el que sigue:
"Ne ignoro que numerosos escritores han silenciado los peligros y castigos aue
sufrieron muchas personas, porque su abundancia fatiga, o temiendo que io que ellos
326 HISTORIA DE LA HISTORIA
mismos habían encontrado fatigase y triste no fuer?, también aburrido para sus lec
tores. En cuanto a caí, he encontrado muchos hechos dignos de ser conocidos, aunque
otros escritores hayan prescindido de ¿ios.89
*1
8 Anales, iib. vi, cap. 7. Si no habían sido puestos por escrito deben haberse, re
petido por vía oral. En todo caso una referencia asi muestra lo vagos que son ios
indicios que tenemos sobre las fuentes de Tácito.
9 N o simplemente para entretener, sin embargo. Según él ñuscar- afirma, "consi
deraría indigno de la gravedad de esta obra consignar hechos fabulosos v divertir s
los lectores con cosas fingidas” {Historias, iib. 11, cap. 50), G. S oissier, op. ó;.,
p. 75; H . F u r n E a u x . T h e Aunáis oí Tccit-,.- (2 vols„ a" ec_ iS o f- jp o r ) , i. 40-41.
J° La mejor ilustración de esto es, desde luego, Mero trisen.
11 A n a l e s . Iib. vi, cap. 37 La observación es tanto m is significativa cuanto que á
capítulo en que se menciona ¿a nueva aparición del fénix en Egiaco precede inmecia-
tnente a! relato de las campañas contra los partos. Podría haberse pensado cue esto
ya era diversión suficiente. Pero incluso las guerras exteriores llegar-, también a ser
monótonas. Véase A n a l e s , iib. xvi, cap. 16. "Si tuviera cue relatar las guerras exte
riores y las muertes por el servicie ce la patria con toca su unirermidad, esto me
fatigaría y cansaría a tais lectores, quienes no perdonarían la triste» y la repetición,
a pesar de la gloria de estos sacrificios.” Aquí tenemos, sin duda, una historia cer-
sona!, que no percibe perspectivas más amplias.
TÁCITO 327
Ále coy cuenta de que muchas de estas cosas que he reíataco. o cae he ¿e rela
tar, tal vez parezcan menudas e indignas de ser recordadas; pero r.ac» debe com
parar mis anales con los escritos de quienes se ocuparon de la historia antigua q£¡
pueblo romano. Estos trataban de guerras importantes, de asedios de ciudades, cu
derrotas y capturas de reyes, o, si trataban de asuntos interiores, se arrecian a ]¿
libertad de sus digresiones las discordias cntTe los cónsules y los tribunos, las leyes
agrarias y del trigo, y las luchas entre patricios y piebevos. Mi trabajo es ingrata v
limitado. Una paz constante o muy poco alterada, calamidades en ¡a capital, ut; em
perador poco preocupado por entender sus dominios. Y sin embargo, no será infruc
tuoso examinar estos acontecimientos, sin importancia a primera vista, ck los cusle?.
con frecuencia se originan grandes cambios.
Todas las naciones y ciudades están regidas o por el pueblo, o por lo; nobles, o
por una sola persona. Una forma de gobierno que se constituyera por selección ¿c
estas otras es más fácil de recomendar que de producir; y si se la realizara no sería
duradera. Antiguamente, cuando gobecruibs Sa plebe o cuando los patriaos iban es-
naneo ascendiente, era preciso conocer la naturaleza del pueblo y ios procedimientos
para conauciría prudentemente, y aquéllos que mejor conocían el espíritu dei senado
y ce los granees eran considerados como sabios y conocedores de su época. Asi ahora,
cambiadas las cosas, cuando todo depende dei dominio de uno solo, será bueno anota-
V rererir estos hechos, porque pocos son ios capaces áe distinguir lo que honra de lo
que oegraáa, o ío que es útil de !c que es perjudicial; la mayoría aprenden en las
experiencias ajenas. Fot lo demás, aunque esto sea provechoso, ds muy poto deleite.
La descripción ¿t las costumbres nacionales, las vicisitudes de las batallas, las muertes
de 1er grandes jefes, mantienen y reaniman el ánimo de los lectores. Pero ve tengo
que presentar una sucesión de mandatos tiránicos, de acusaciones continuas, de sirñs-
taces ¿sisas, de condenas a inocentes, de hechos que tienen todos análogo ¿ese;¿iace
y he de luchar contra h monotonía y la fatiga. Además, raro es el que objeta a los
antiguos escritores, y a nadie ic preocupa s: se elogia con más calor 2! ejército roma
no o a; cartaginés. En cambie, viven todavía ¡os descendientes de quienes sufriere-
el suplido c la infamia bajo Tiberio; o incluso, aunque se hayas extinguido las fa-
tmass, encontraréis personas que, por la analogía de ¡as costumbres, se crean a'iKc-
dar si se habla de los- crímenes de otro; . La virtud y la gloria crean, enemigos porque,
por centraste, parecen condenar a sus contrarios. Pero vuelvo a mi rulare.u
tahan con el destino: con una política determinada por las personalidades,
de episodios resueltos por la voluntad de uno solo o por actos de tuerza. De
vez en cuando hay referencias en Tácito al aspecto económico de la política,
pero por lo general son episódicas. La excepción más notable es la descrip
ción de "el pánico de! año 33” ,1' como ha sido acertadamente llamado por
un moderno escritor. Esta fué una crisis social demasiado seria para ser igno
rada. Además afectó .a muchas fortunas privadas. H ay también referencias
a ios peligros del lujo excesivo en Roma, como con ocasión de la carta diri
gida por Tiberio a! Senado sobre este asunto/4 Pero, en conjunto, las cues
tiones económicas son tan escasas y distantes entre sí como las de política
general/' En cuanto al proceso de la evolución social. Tácito es ingenuamen
te conservador. Er; una sociedad tan avanzada como la en que él vivía pre
cisaba una cierta ignorancia deliberada de la historia para insistir, como T á
cito hace, en que:
Los primeros morcaies vivían exentos ce matas pasiones, sin vicios ni crímenes, v
por crio sin castigos ni restricciones. N i eran necesarias las recompensas puesto cue
buscaban la virtud por e’ios mismos: y como nada deseaban contra las costumbres,
nada Ies era vedado por e! temor. Pero cuando se perdió la igualdad, y er, lugar del
recato y ía modestia prevalecieron ía ambición y la fuerza, crecieron ¡05 despotismos,
y er. muchas naciones se perpetuaron.16
1 ' Este comentario de conjunto es válido a pesar de varios pasajes cue podrían
citarse cr. contra áe él, como, per ejemplo, las palabras finales del segundo libro ce
los Anales, releí entes a Arminio: "Es todavía cantado por lo» bárbaros, desconocido
oY lo» griegos, que no admiran más que su propia historia, y no tan ramoso como
debiera entre los romanos, que rebuscan en el pasado y son poco curioso» cíe ios He
chos recientes" (¡ib. a, cap. 88). Pero si Tácito hubiera trabajado con el espíritu de
Herodoto, la Certr.cnia hubiera sido incorporada en la historia como uno de los
l'ogoi.
T Á C IT O 331
Es característico de un historiador así que su mejor obra sea. además de
la descripción dei carácter — como en el maravilloso retrato de Tiberio— . ia
ce las grandes ciudades, cuando los acontecimientos se concentran en un
solo tiempo y lugar de tai modo que no impliquen un problema de pers
pectiva. E i más notable ejemplo de esto es la parte inicial de las Histerias.
en conde ei año revolucionario 69 se describe con un detalle tan gráfico que.
según se ha dicho, no conocemos ningún otro año de ia historia antigua tan
bien como éste. En el rápido sucederse de los acontecimientos, en las reac
ciones emotivas, los súbitos cambios de fortuna, la acción de la multitud
incierta, pero determinante de las fluctuaciones de sus dirigentes, la saíca-
desca dominante peto insegura de sí, y el imperio como premio ce! desorden,
tenemos una escena diseñada con poderosa maestría y cor, escrupuloso cui
dado. Aquí está T á d to en plena ícrma.
Mr acuerdo de haber oído decir a hombres de edad que se había r a to cor. frt-
, umcia en manos de Pisón un documento que él no había divulgado; pero que, según
i¡i< ian su» amigos, contenía cartas de Tiberio con instrucciones rcíerente; s G enni-
iiu o. v que su intención era presentarle, al senado y acusar al emperador v . no hubiera
ii,lo engañado con falsas promesas de Se;ano. Y que Pisón no se mato s a o que lo
»•■ i miaron. N o afirmo ni una cosa ni otra: pero tampoco debo ocultar lo cieno por
quienes vivían cuando yo era jovenr
íen resumen, era inevitable que buena parte de la obra de Tácito tuviese
que depender del testimonio oraL Hasta qué punto ocurrió esto es imposible
afirmarlo de un modo preciso, porque excepto cuando se trata de documen
to: oficiales o cuando sus fuentes no están de acuerdo y debe elegir entre
ellas, no las menciona en particular.2* Debe, no obstante, recomerse que éí
mismo había sido contemporáneo de muchas de las cosas relatadas, porque
tenía unos catorce años cuando murió Nerón, y cuando niño debió escuchar
muchos recuerdos de los días de Tiberio e incluso de Augusto, i-a influen
cia de estos testimonios sobre sus historias debe de ir mucho más allá qc los
simples- episodios que pudieran ser atribuidos a esta c a aquella fuente; de
terminan ampliamente su visión de conjunto.
En cuanto a Í2S fuentes escritas. Tácito echa mano de los principios con
sagrados que hemos visto que seguían sus predecesores, en especial Tito
Livic. Cuando están ce acuerdo acepta la versión, a menos que la contradi
gan informes personales u orales más autorizados. " Y o sigo el consenso de
los aurores; cuando digan cosas distintas las referiré, indicando sus nom
bres.” Pero no sigue estas fuentes ciegamente. Confronta unas con otras,
y no siempre sigue la misma en las distintas partes de sus obras. Cuando no
puede elegir entre fuentes contradictorias manifiesta francamente su per
plejidad. Véase, por ejemplo, un comentario como éste: "Apenas si me atrevo
a afirmar nada sobre ios comicios consulares que entonces se celebraron por
vez primera bajo este emperador, y luego en otras ocasiones, pues hasta tal
punto difieren las noticias que encontramos, no sólo en ios historiadores,
sino también er. los discursos de Tiberio.” ~‘4
Interesa esta cita porque indica que Tácito utilizaba ocasionalmente ma
terial documental asi como también narrativo. Pero sólo una vez citó las
Acia Diurna." porque nunca se le ocurrió explotar sistemáticamente esta
cantera de informaciones; rara vez citó otros documentos Oficiales: en cam
bio consultó las memorias de personajes notables.“ ' El problema crítico de
saber hasta qué punto se apoyaba en las fuentes, si se limitaba a redactar
de nuevo algunos de los mejores relatos históricos anteriores al suyo, o si
ios rehacía completamente, es cosa que difícilmente podrá resolverse, por
que las autoridades que empleaba han perecido prácticamente todas. Está su
ficientemente ciato, sin embargo, que, aunque falto del conocimiento de los
principios de la crítica de ruentes que llevan al moderno historiador a trazar
la historia de sus documentos antes cc aventurarse a relatar ios hechos que
registran, compensó con su gerbo literario las insuficiencias de la ciencia en la
medida en que esto era posible.
Que a pesar de esta desventaja Tácito siga estando en primera línea en
tre todos Sos historiadores dei mundo se debe no sólo a su genio como artífí-
D E S U E T O N IO A A M IA N O M A R C E L IN O
cru p
O t v B o tíos contemporáneos de Tácito ene rivalizaron con él en la parte de
su obra er. que tuvo más éxito: el retrate. Son Plutarco, e! biógrafo griego, y
Suetonio, ei romano. Ellos dos y Tácito usaron hasta cierto punto ¡os mismos
materiales. Es tan grande el parecido entre las vidas de Galba y Otón escritas
por Plutarco, y ia narración de sus reinados hecha por Tácito en las Misio
nas, que ios críticos, después de un minuciosísimo análisis de los dos textos,
no se ponen todavía de acuerdo acerca de si uno de ellos dependió del otro
— y, en este caso, cuál precede— , o de si los dos dependen de una fuente común.
La relación cíe Suetonio con ellos, y en general con T a c to , sigue siendo uno
de ios probíemas más interesantes de la crítica de fuentes. Sea de esto lo
que quiera, la boga de las biografías en esta época es característica de la se
gunda centuria del Impeno. N o es solamente ei interés oor los caracteres
lo que es significativo, pues esto no es peculiar de una época y-pertenece a
rodas. Lo que importa es la concentración del interés sobre ís .individual':-
dad con exclusión de puntos de vista más amplios sociales o políticos; las
personas ya no se sentían capaces de intluir en e.l desarrollo político y social
y por consiguiente no se interesaban mucho por él.
Suetonio Tranquilo (c. 75-160 d. j . c.) £ué, como Tácito, un rumano
de la ciase aita que se dedicó al estudio; no era en ningún modo tan gran
personaje como Tácito, pero tai ves era más erudito que él. Por sus investi
gaciones ros recuerda a Verrón, porque tenía la manía de buscar y anotar
todo género de detalles, peculiaridades físicas, episodios triviales, situaciones os
curas, toda una miscelánea de noticias que pudiera nutrir una enciclopedia
biográfica. Terminó por ocupar- una posición en ia que su curiosidad insa
ciable pudo satisfacerse plenamente, la de secretario de! prefecto del preío-
HISTORIA. D E L A HISTORIA
Percibimos claramente ai leer las í idas de ios Césares cue e! autor ha pretendido
hacer una obra de un nuevo tipo; evitó dar cabida a ¡o que se esc«raba encontrar en
!a historia tal como se ia comprendía antes de él. N c La dispuesto los Lechos por
orden cronológico, lo cual es una regia dei arte de ía historia: la retórica está total
mente ausente: ios puntos ce vista políticos y las reflexiones generales ocupar, espa
cio reducido; no ha tenido ia pretensión de enseñar. Por orre lado, abundan las anéc
dotas, relatadas con sencillez, sin ninguna rebusca ce! efecto ni ¿sé pintoresquismo.
Encontrarnos en sus paginas documentos origina ¡es, cartas espenalmente, cuando arro
jar. alguna luz sobre ei gran personaje cue está escribiendo; ios chistes cue se le
atribuyen, o los hechos a sus expensas; se enumeran ios monumentos cue ha eri
gido o restaurado; los juegos que ha organizado para el pueblo, pasión universal-
mente extendida en acuella época; ios presagios cue han anunciado su muerte, per
qué e¡ autor es muy supersticioso, y sus lectores todavía más; íinslnienre no? pro
porciona su retrato 1 ísico, en ei que nada se emite, desdo sur Cmucasioties hasta el
color de sus cías. Suetorne no nene e! menor e>crúpulo en jndkaraos todas sus de
bilidades. Cesar se echaba eí pelo sobre la frente para ocultar ia rr' Claudio tarta
mudeaba y meneaba la cabeza a. hablar. 'Domic.zna, cue había sido s í t hermoso cuan
do joven, se veía afligido en su última época por un vientre ahulado soportado por
piernas muy delgadas, y se- consolaba diciendo "que nada hay más agradable cue ia
belleza, pero que tampoco hay nada que pase más rápidamente." Aquí, sin duda
alguna, nos encontramos en ¡os antípodas de la antigua historia. Es muy probable que
las obras de este tipo no ocuparan ur. lugar muy alto en las jerarcuías de. formas
literarias establecidas por ios gramáticos de entonces. N i tampoco Fuñió, cue los co-
noció a ios dos, se hubiera atrevido a poner a Sueíonio en el mismo nivel que T á d tc.
Este es un gran personaje, un hombre ser io, un senador, un consol, que "graba para la
eternidad.’’ Suero ruó no es sino un abogado, un estudioso (schoíastkus), que desea
divertir a sus contemporáneos. Y sin embargo, Suetouio ha creado una forma que
durará mientras ei Imperio y él sobrevivan. La historia er. adelante difícilmente podrá
ser escrita salve siguiendo e¡ modelo que él trazó: por el contrario, aunque a Tácito
se le admira siempre, nunca será, imitado. Podría decirse que fué e! último de los
historiadores que escribió a la manera antigua.
2 Ha sitio desechada ia tradición de que esa obra estaba sacada de las de seis
autores. La critica reciente muestra el escaso valor histórico de esta obra compuesta,
que incluye muchos documentas inventados, descubrimiento que obliga a eítremar mu
chas nocas del primer volumen de GíbOc::.
3 T euffei-SchwAPt. Historie ¿c ie literatura ¡atine, vol. n, see. 39c.
21
H ISTORIA D£ LA. H ISTO R IA
33«
En ¡a última parte cel siglo tv, Sexto Aurelio Víctor compuso tura breve historia
tiri Imperio romano en forma ce apuntes biográficos de cada etnperasxr oesde A u
gusto a Constancio { t z 6 i¡ . A ésta se !e antepuso — bien sea per v actor o por
algún editor— una historia ce la República romana de autor desconocen, escrita en
forma parecida, come una serie de biosrafias de romanos discnguidcs o e ;a época:
llevara el adecuado titulo, D e vtris illustribus urbis Romaner (V arotits ¡-estrés Ge ía
ciudad de Roma). M ás tarde se añadió ur¡ breve resumen del período múu primitivo,
Ongo gentis Remenea (Origen Ce! pueblo romano), escrito en ia rorrea narrativa
tórnente, y así toda ia historia de Roma se presentó, en forma preferentemente bio
gráfica, bajo el titulo de Historia Tripes tile. Otro contemporáneo de **»s dos hom
bres fue el erudito cristiano Sar. Jerónimo. M uy superior en coaocinássas y en ha-
bii.dad intelectual a Váctor y a los autores de la Historia Augusta, ccuraraó, sin em
bargo, la tradición ferina de Suetonio. Su obra D e rtris illusmbus serena ia pauta,
y en gran parte estaba tomada, de la de Suetonio del mismo nombre: a r a s de ios es
critos de San Jerónimo fueron del mismo estilo, y así influyo en Ucrsr a la Edad
Media la forma de Suetonio, que adquirió nuevo desarrollo en ¡os -íc— Senctorurr.
(Hechos de ios santos).
Debe hacerse breve mención gc otra producción hisícriograítca que iuí.gó a ser po
pular en estos siglos de decadencia: el epitome. Desde e! momento n a m en que los
griteos habían comenzado a escribir libros voluminosos Rabian ccitnenztdo a existir
epitomes, hechos por conveniencia o por economía. A sí Teopompo resumió a Heredó
te». Tcoírasto resumió parte de las obras de Aristóteles. Bruto resuir.se a 1-oiimo, y Re
tardó en aparecer un epítome de Tito Livio, tai vez en los día? oe i se rie . \ a hemos
visto que curante toca ia antigüedad, ia "invesrigación histórica nc consistió con íre-
cuencia más que en descubrir y resumir historiadores anteriores: pero ios me jores escr -
totes, tales como T ito Livio, ai ocuparse de épocas muy aiejaoas de la suya, extracta
ban a muchos escritores, entretejiendo hechos de fuentes distintas en rea solo relato,
mientra:, que escritores oe segunda fila como Dióaorc añadísr. er. ccasases hecho? to
mados de nuevas fuentes a ios de ia principal que estaban extractzmnn Ahora, er,
cambio, los abrevian ores siguieron un sistema más sencillo: con frecuencia — como en el
caso de Justino— extractaron un solo autor, scíeccicnando episodios ce aquí y de allá
sobre la base ce su interés anecdótico o moral: en otras ocasiones — c a í en los casos
di Flore y Liciar.o. ambos del siglo segundo— seleccionaren cato? ce tres c cuatro
autores, y dispusieren los episodios de acuerdo con un criterio propio cc selección, sien
do asi autores originales a su manera: otras veces completaren ia efees continuándola
hasta su tiempo, pero cr. el mismo estile abreviado, como tuzo Eutrcpsr, quien se las
nricgló para comprimir más de u o o años de historia tomaos — ce?nr Rómulo hasta
Valenti— en unas setenta y cinco páginas. Estas obras se parecían «o cierto modo a
lo* Outlinet (Resúmenes) de esto y de lo otro que han aparecido er 3 a grandes can
tidades en América en ios últimos años, y parece que satisfacían a unía demanda del
público lector de entonces, porque se multiplicaban mientras que ias ostras de los gran
des historiadores iban en decadencia o se perdían per completo. Fiero- Justino y Eu-
DE S U E T O N IQ A A M IA N O M A R C E L IN O
339
trapío fueron ios paganos cue transmitieron e! ccnociraientc de ia historia clásica s la
Edad Media.
EL C R IS T IA N IS M O Y L A H IS T O R IA
C A P IT U L O X X V
LA N U E V A ERA
r
U j os grandes historiadores de la antigüedad hieren escritores de historia
moderna. Herodoto. Tucícides. Poiibio, Tácito, se interesaban por lo aue
había ocurrido a causa ce io que estaba ocurriendo, y en sus días ocurrían
grandes cosas. Herodoto, ai escribir, según él decía, ’ para que ios grandes
y asombrosos hechos de griegos y bárbaros no sean borrados por el tiempo” ,
acumulaba datos en torno a la tremenda crisis que habia tenido lugar media
centuria antes, las guerras médicas. Tucídides, persuadido de que "las épo
cas anteriores no habían sido grandes ni en sus guerras ni en ninguna otra co
sa", consideraba la guerra que habia tenido ante los ojos como el aconteci
miento más grande de la historia del mundo, y dedicó rodas sus energías a
relatarla. También Poiibio. llevado a Roma en is rezaea ce sus ejércitos
victoriosos, vió como cautivo el surgimiento maravilloso del primer imperio
del mundo mediterráneo, y escribió su historia para darle una explicación.
La visión de 1 ito Livio estaba anclada sobre el presente imperial y el pa
triotismo sereno e inteligente que lo había producido. Tácito estaba despro
visto de este entusiasmo generoso, pero sus .intereses no eran los de un anti
cuario; la gran época en que vivía atrajo su observación y le proporcione
tema para su trabajo. Desde el choque de. Oriente y Occidente en las ciu
dades jomas durante el siglo vi a. j . c., que motivo el desparta! de la curio
sidad crítica de hombres y comunidades, hasta el trágico desenlace del drama
tíéi mundo antiguo, casi mil años más tarde, la historia centró su atención
sobre ios grandes acontecimientos y los personajes destacados que dominaban
el mundo en que cada escritor vivía,
Pero hubo un acontecimiento de suprema importancia que no tuve un
Herodoto que reuniera sus detalles, ni un Poiibio eme le diera cabida en la
J44 H ISTORIA DE Z.A HISTO RIA
(listona del mundo cor. penetración científica y agudeza crides-' los oríge
nes deí cristianismo.1 Producto de un entusiasmo oscuro en un escuro y des
preciado pueblo oriental, no logró más que un párrafo desdeñóse (en T áci
to) entre los historiadores paganos. Sus propios escritos no fueron sino po
bres ensayos cíe historia si se comparan con los originados por ceros aconte
cimientos de importancia mucho menor. Cuando los escasos textos de los
dichos y hechos de Jesús estaban tomando la forma en que hoy tas- poseemos,
un Plutarco escribía las biografías de todos los héroes paganas. Pero no apa
reció un Plutarco cristiano hasta pasados tres siglos; y entonces codo lo que
el sabio San Jerónimo pudo conservar para nosotros fueron tres c cuatro pa
sajes sobre las vidas de los principales apóstoles.*
Hubo varias razones para esto. En primer lugar e! cristianismo comenzó
de la manera más humilde, entre ios iletrados. N o irrumpió caz una lla
marada de conquista como ei mahometismo, sino que se arrastró, medio es-
i oiidido, por entre los cimientos de la sociedad. Su misma oscuridad no c e
jaba gran cosa para historiar. Si bien cambiaba las vidas de kss hombres,
isla'- eran demasiado insignificantes para que Ja historia tuviese noticia de
i lia,*.. Sólo en la época actual, después de que la democracia misma ha apren
dido a leer y hs comenzado a pensar, está el historiador empezanda a exami-
i i .ii ¡as fuerzas espirituales que existen en las vidas de las gentes oscuras.
IYt<- incluso hoy no prestamos gran atención a elementos aparentemente tan
rxiranos como las creencias de los inmigrantes extranjeros que viven en cues-
no» barrios bajos — que es la clase que proporcionó la mayoría c t ios príme
lo’ convertidos a! cristianismo— . En todo caso, el mundo greco-romano se
preocupó muy poco por la historia de los judíos, y menos todavía por la de
lo» cristianos.*
1 11 von S ooen, Das ¡ nieles se des apsloiischen Zcitallers di- ¿c- mrnpelischen
( ¡r u b U h lf (El interés de ¡a época de los apóstoles en la historia evangélica), er.
I b r o ii'/ r ifc h e A b b a n i i i u n g e n (Estudios teológicos) (iS ca ), pp. itt- ió c .
La íuerzs motriz que logró esta victoria teológica fue la re. La fe era
la principal exigencia intelectual que el cristianismo hacía a sus convertidos.'
Mediante ella e,’ espíritu podía ver las cosas con una perspectiva que alcan
zaba mucho más allá de ios límites de tiempo y espado, trasca el otro mundo
imaginario que llamamos Eternidad. La fe hizo más otas mover las monta
nas, conmovió todo el ambiente de la vida. Pocos triunfes hubo del espíritu
como los que realizó en los primeros días de la nueva redgión. Pero subsiste
el hecho de que este triunfo se logró en gran parte a casta de la historia.
La fe. como puede verse por la actitud crítica ce los primeros historiadores
realmente conscientes, los griegos jonios, es un impedimento para la historia
genuina, a menos que se mantenga controlada la imaginación que estimula.
El historiador necesita más bien encuadrar su imaginacicr. con el escentirismc
y estar más en guardia contra la credulidad cada vez q ct siente la tenden
cia a creer que en ningún otro momento, lo cual en el ¿ominio de las virtu
des religiosas ha sido en ocasiones considerado como tm. pecado.* Además,
por encuna del hecho de que la fe otorga un premio a Lz credulidad,8 9loes jo
cierto que indica una falta de todo interés serie y real por ios datos históri
cos. Cuando uno ' tiene fe en una cosa"', es porque está dispuesto a utiiizar-
1& para algo de mayor importancia, tan importante que cor. frecuencia cnafi-
do aún está sin realizar puede dar visos de realidad a la condición misma ¿¿
que depende. Asi la "voluntad de creer" puede dominar los fenómenos en
forma no permitida a los historiadores. Ls fe y la histeria científica no vta
bajan a gusto juntas
Si este se ve claro en e! alba de la historia griega, cuando la ciencia pos
vez primera desafió a la fe, se. ve todavía mucho más cismo en esa anritesfe
de las creaciones de la Hélade que constituye el evangelio en opinión tie Szr-
Pablo,19 En ninguna otra parte de la literatura universal existe una apeiadóc
T: la fe como la de San Pablo, y pocos, incluso entre les ¡mandes creado«»
de doctrinas religiosas, han sido más indiferentes que él a ios datos históricos
sobre los cuales esta fe podría parecer descansar en ei orden, natural Ei ayo:-
col de Sos gentiles se cuidaba poco de Sos detalles de la vida de jesús y alar
deaba de su indiferencia.“ Supo de la divinidad de Cristo por un destelle
de revelación que le señaló como uno de los profetas. Luego el desierto, y no
Jerusalén, fue el que le proporcionó el tremendo plan de la doctrina cris
tiana sobre e! que todavía descansa la ortodoxia cristiana, que abarcaba todo
e! drama de la humanidad desde ts Creación y la Caída hasta la Redención,
y la visión de su significado que se le reveló en el camino de Damasco. El
pían estaba basado en la Ley y los Profetas, pero sólo porque el pensamiento
de San Pablo se movía dentro de los términos de sus enseñanzas. Su sistema
no necesitaba verificación, ni siquiera por medio de las fuentes de la Sagrada
Escritura, una vez que pudiera obtener la convicción por medio de la c>:oe.
12
nencia intima.
Por último, la ie de ¡a cristiandad primitiva estaba ampliamente incluida
en una doctrina que centraba la atención, no sobre este mundo sino sobre <•'
mundo que había de venir, y que podía llegar en cualquier momento. >
inmortalidad del individuo era una doctrina compartida por otras religión-*
del mundo pagano; pero únicamente el cristianismo desarrolló — partiendo
de la literatura apocalíptica ce los judíos— el sueño más amplio de un catt-
cüsmo inminente en que ei otro mundo surgiría de un golpe. Aunque es??,
doctrina aparece con toda su fuerza en los circuios cristianos tan sólo dcsc.-
la última parte del siglo 1 hasta la mitad del siglo n, alcanzando todo so
desarrollo en circuios entregados a lo que podría considerarse, incluso por
los eclesiásticos, como una espiritualidad extremada, es indudable que ejerció
una influencia amplia y perjudicial sobre la historiografía cristiana. Nada
hay que destruya tan eficazmente nuestro interés por el pasade como vivir
bajo la amenaza de un gran acontecimiento inminente. N o hubiera ocurrido
lo mismo si cada converso se hubiera limitado a tener una conciencia clara
de la brevedad de su propia sida y de la visión del D ía del juicio. Esta es
todavía, y lo ha sido siempre, una perspectiva para las mentes religiosas, y
por extraño que pueda parecer, no mata por completo el interés por el origen
y la evolución de cosas llamadas a desaparecer tan pronto ante los ojos de la
muerte. Tan grande es el instinto vital que existe en nosotros.“ Pero es co
sa muy distinta que el délo y la tierra y la humanidad toda puedan desapa
recer de golpe como aquellos primitivos cristianos lo esperaban en cualquier
momento. Hace unos años hubimos de atravesar la cola de un cometa, y se
discutió si sus gases mortíferos no podrían exterminar toda la vida del globo
terráqueo. Si la probabilidad hubiera sido mayor, si los astrónomos y hom
bres de rienda hubieran demostrado el hecho con alguna prueba experimen
tal, ¡con qué falta de aliento, con qué mirada hipnótica habríamos observa
do la llegada de la estrella a través de los abismos espádales! Nuestras gran
des industrias incansables se habrían detenido, porque no existiría un ma
ñana que abastecer. Nuestros descubrimientos científicos, nuestras creacio
nes de arte hubieran sido como otros tantos monumentos inútiles en un mun
do deshabitado, y la rienda y el arte no hubieran tenido incentivos para con
tinuar. E l único interes para nosotros todos hubiera sido el crecimiento de
aquel punto luminoso, aquella sentencia veloz, inapelable, universal. Y aquí
se plantea un problema psicológico. Porque de hecho nos espera la misma
amenaza: lo sabemos con certeza absoluta: sabemos que no hay escame. ¿Cuán
tos de los que vieron pasar aquel cometa estarán vivos dentro ¿e cincuenta
años? Todo lo más centre ce un siglo la tierra será e! sepulcro de todos,
exactamente igual que si la raza humana hubiera perecido en uzm gran ca
tástrofe. ¡ Y que poco tiempo es un siglo! Y sin embargo, nuestros molinos
1'í E! influjo ce la creencia en la inmortalidad sobre las perspectivas bis céricas in-
vita aquí nuestra atención, pero el tema es demasiado complejo para ser examinado
rápidamente. Sin duda que la insistencia en un contraste entre e: tiempo v ¿3 eternidad
oscureció el significado de los fenómenos y su encuadramiento en ti tiempo.
EA NUEVA ERA 349
niendo ¡s confianza en pie; pero con ¡a misma autoridad serena con que ¿cea
la conducta a seguir en el crtsente. ialsificará el pasado, es decir, ¡o falsifi
cará a ios ojos de ía ciencia. Ante sus propios oios es señora de las circuns
tancias y dominadora de ios fenómenos, y e! paso de los sislos debe amol
darse a sus normas, y no al revés.
hué, por lo tanto, una calamidad para la historiografía que las nuevas
normas lograran dominar la situación. La autoridad de una re lipón revela
da no sancionó mas que un esquema de la historia en toda la vasta e intrin
cada evolución dei mundo antiguo. U n obstáculo casi insuperable fue eri
gido ante la investigación científica, obstáculo que ha requerido casi dieci
nueve siglos para ser superado.
N o sólo rué alterada la perspectiva, y convertida la alteración en credo,
sino que las severas exigencias de la teología monoteísta levantaren una ba
rrera contra la investigación. El historiador cristiano no podía interrogar a
los caros que se le ofrecían, nc tenía libertad para clic, porque su fuerte
era Ce inspiración divina. A veces salvaba la dificultad encontrando nuevos,
significados a ios datos, y poniéndolos así de acuerdo con el resto de la his
toria, procedimiento empleado por todos aquellos Padres de la Iglesia cava
erudición y perspicacia les puse frente a frente con las dificultades de ía
aceptación literal de las Es en raras. Pero por mucho que se recorrieran ios tex
tos, ios perfiles fundamentales del esquema de la historia pcm ianteen fijos.
En los profetas de jehová, con su elevado fanatismo, y en San Pablo, el
profeta de Jesús, no había más que una visión del mundo, ía dominada ñor
¡a idea de un pueblo elegido y de una especial revelación. La única diferen
cia entre ia visión judía y ia cristiana es que 1c que en una. había sido polí
tica presente era en otra historia del pasado. El apóstol de los gentiles so
renunció ai pasado judío. La historia precristiana era ante sus ojos ia misma
historia estrecha de una Providencia exclusivista que ante los ojos de ¡os anti
guos profetas. Los gentiles no habían participado de las revelaciones cc jeb >
v¿; solamente en el presente y el futuro podían esperar entrar a formar
parte de los procesos esenciales de la evolución histórica. El pasado era para
San Pablo lo mismo que para un fariseo.
Esta actitud exclusivista ¿e.‘ cristianismo con respecto al pasado contras
taba fuertemente con la del paganismo contemporáneo, que se hacia cada veo
más liberal con el aumente cc! conocimiento. Atacar ia histeria del gobierne
de Jehová sobre el mundo era. para un cristiano, sacrilegio, puesto que la
I_A N U E V A ERA 353
historia misma era sagrada. En cambio, un pagano, con todo ur¡ panteón
al que volver los ojos, no te concedía tanto valor a ningún mito, y por este
podía discutirlos todos. Su salvación eterna no dependía de su fe en ellos;
v además que no era mucho lo que le preocupaba su salvación, en último
término. Cuando la creencia en la inmortalidad estaba ligada a la aceptación
de un esquema de la historia, esta aceptación quedaba asegurada. ¿Qué es el
pasado muerto de las vidas de otras personas si se le compara con el futuro
sin fin de la propia vida? La historia se sometió a las exigencias de la eter
nidad.
A l insistir en el tnesianismo de Jesús, el cristianismo se aferró a uno de
ios aspectos más exclusivistas de; pensamiento judío. La historia que impli
caba la prueba de esta pretensión estaba de acuerdo con ur¡ movimiento es
trecho, fanático, nacional. Bien es verdad que el cristianismo abrió e! reine
del Mesías al mundo entero, pero justificó su confianza en e! futuro por una
apelación a los límites más estreches de una fe tribal en el pasado. Y sin
embargo, esta apelación, a pesar de sus limitaciones, fue la fuente de la in
vestigación histórica producida por el cristianismo. Porque, cuando los cris
tianos se. vieron, obligados por los críticos paganos a poner de acuerdo sus
ere tensiones con las de los griegos c los egipcios, los Padres se vieren obligados
a elaborar no ya una teoría de ia historia — su teología se la proporcionaba—
sino un esquema de la cronología. E! mero problema, tan ligeramente aco
metido, ce si Moisés, o los griegos habían de tener la prioridad como legis
ladores, obligó a los apologistas a hacer algún estudio de histeria compa
rada. Aunque en este caso particular lograron un éxito reían vamenre
cii,1" existía un peligre, que vemos bien claro hoy, en confiar demasiada en
ia cronología del Antiguo Testamento, y en especia; en insistir sobre el texto
literal. Por esto la crítica tajante de los contrarios obligó a los Padres a adop
tar el tipo alegórico de interpretación que aprendieron de los mismos grie
gos. v que es tan útil siempre que se precisa aferrarse a un texto dejando
escapar el significado. Encontraremos, pues, las principales, manifestaciones
de la historiografía cristiana durante los tres primeros siglos siguiendo estas
dos líneas de ia alegoría y el simbolismo por un lado, y de la cronología com
parada por orto.
LA ALEG O R IA Y LA C O N T R IB U C IO N DE ORIG EN ES
one conmovieron a los trances« a fines del siglo xix ante el reesserda de iC ye v las
provincias perdidas, o que presr&ron inspiración en una Polonia am argada a k poesía
de M ickiewicz. semejante a ia de los profetas. Era una esperanza: en ur. libertador,
creencia reforzada, más que reprimida, por el fracaso y el desase». T o d o el tris»
drama ce la historia judía puede decirse que concentró su expresión er. la esperanza
mesiánica, una esperanza contra la esperanza misma. El cristianismo, al ofrecerse
como la realización de. esta -speranza, ascendía a un lugar presase en la bisesta
judía, pero era un lugar al que la nación judia er. conjunte r traca lo ha aámtuao.
I A ALEGORÍA Y LA CONTRIBUCIÓN DE ORÍGENES 357
N o hay quien ignore — dice— . que se dedicó con asiduidad sí estudio de lar,
Sagradas Escrituras, que, contrariamente ai espíritu de su época y de su puebla,
aprendió ia lengua hebrea, y tomando la traducción de lo ; Setenta, reunió e s tuna
sola obra las otras traducciones, a saber las de A quíla ce Por.ncus el Prosélito, v
Tcoác-üano e.I E bonita. y Ssttuaaco, un partidario de la misma secta qué también
escribió comentarios sobre el Evangelio según San M a te o , cor. ios que trataba c e
establecer su doctrina. Y además de éstas, una quinta, serta y séptima tra c s c c b s e s
" La influencia de Fiio sobre ios Padres cristianos es cuestión de ui gran interés.
La admiración de ios mejores espíritus hacia el pensador ju d ío se refleja «t ti co
mentario que Ensebio antepone a su lista de las obras de Filo (H'tnaria eccíc.ttarrics,
¡ib. n, cap. i # ) : '"Rico en el lenguaje, comprensivo en ei pensamiento, sublime v ele
vado en sus interpretaciones de 1? Sagrada Escritura, Fno ha producido numerosas
y diversas exposiciones de los libros sagrados” ( A . C . M t G r ife n . Traducción en ia
Librar* o f N icen t and Pcst-N icene Fethers {Biblioteca ce Padres de N ie ta y pos
teriores) .
6 San Jerónimo, D e r i r i s W u s t r i b u s , cap, ya. Tam bién en el o re íaric tic su
D e nomintbus Hebrairi: (D e ios nombres hebreosh San Jerónimo habla de t i como
''O rígenes, & quien todos, salvo ios ignorantes, reconocen come el más grande maes
tro de las iglesias después de ios A üósteiet.”
HISTCSaA DE L A K íSTDIUA
Esta mención oe San Jerónimo resume la muy extenso Hecha por Ensebio
en ei libro sexto Ge su Historia Eclesiástica, al que debe— os ciricimos pa
ra encontrar informes detallados de la vida y la infiuencña de Orígenes, el
único que, aun no siendo historiador en sentido es meto, contribuyó con uno
de los capítulos más notables a la historiografía cristiana.
Orígenes era tan atrevido en sus interpretaciones come cuidadoso en sa
erudición. N o solamente no admitió la verdad litera! es mucha parte ¿el
Génesis, desecnando la explicación de los acontecimientos más oscuros de la
historia de Israel sino que, incluso en el Nuevo Testamente, trató como pa
rábolas o fábulas episodios tales como el del Demonio que he va a jesús a lo
alto at la montana y le muestra los reinos del mundo. I c o lee a Orígenes
sobrecogiüe por la sorpresa. E! más sabio de los Padres del siglo tercero era
un moderno por su espíritu." Sus comentarios sobre la Bebda podrían cas:
pasar como un producto del sigio XK. La época ce Lvell i de Darwm ha
presenciado ti mismo es tuerzo de la ortodoxia mística para salvar el poema
de ia Creación, convirriendo ¡os seis días en períodos geológicos, y e! rela
to ae Adan y Eva en un símbolo del destino humano, d ía ohos sermones
sonre la reconciliación de la ciencia con la religión — ese rema culminante
ce ¡es sermones modernos— podrían ser tomados íntegramente ce Orígenes.
Porque su problema era en esencia el mismo que afronta el ssólogo moderno:
tenía que obtener de un racionalismo que él respetaba la nesradón del escep
ticismo que le era inherente. Como Filo, residente en aouei centro cosmopo
lita de Alejandría, lugar de encuentro de razas y religiones. Orígenes era un
moderno enrre los modernos. Era un griego de finísima inteligencia y am-
plis erudición, uno de los productos más acabados de la gran dispersión he
lénica.5
La interpretación de las Escrituras por medio de la alegoría no es, a los
ojos de Orígenes, una l'biertad sin garantías. Las Escrituras mismas la sancio
nan, alegóricamente. H ay un "significado escondido y secreto” , nos dice,
"en cada palabra aislada, estando escondido el tesoro de la divina sabiduría
en las vasijas vulgares- y sin pulir de las palabras; como lo indica también el
Apóstol cuando dice: 'Tenemos este tesoro en vasijas de barro’.” 5 Este ra
zonamiento parece extrañamente ingenuo cuando se basa en un solo texto,
pero su debilidad se convierte en fuerza cuando se aducen textos suficientes
para producir la impresión de que las Escrituras mismas proclaman realmen
te su propio carácter simbólico. Esto es lo que pretende hacer Orígenes: "Si
la ley de Moisés no hubiera contenido nada que hubiera de entenderse que
tenía un significado oculto, el profeta no habría dicho en su oración a Dios:
'Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.’ ” (Salmos 119:18.) ¿Qué
puede sacarse, pregunta, de la profecía de Ezequiel, si no es por medio de la
aicogría?1 La literatura profètica implica la alegoría en su estructura misma.
Pero la prueba más fuerte de la legitimidad de la interpretación alegórica
es su empico en ei Nuevo Testamente, sobre todo por San Pablo.'
E l critico moderno ve el círculo vicioso en que se mueve semejante razo
namiento. Pero lo ve porque niega el sentido oculto, el saber secreto que
para los "intelectuales” del siglo tercero era ei corazón mismo de los fenó
menos. Ei simbolismo tiene raíces más profundas de lo que uno cree. El po
der misterioso de los números domina todos los pueblos salvajes: ei valor
secreto de las palabras es una doctrina tan universal como el lenguaje. Pro
ceden de edades sir, historia, más alia de Pitágoras y de Heráclito. La im
portancia concedida por el cristianismo al logos — la palabra que se hizo
Dios— no hizo sino poner el sello de la suprema autoridad a un?, fase ¿el
pensamiento que era inteligible para la antigüedad toda. El gnosticismo se
adueñó de esta fase y, al insistir en la existencia de una doctrina interior que
quedaba oculta para los no iniciados, trató de armonizar el cristianismo con
Véase E usebio , Historie eccíesiastica, lib. vi, para ios detalles de la vida de
Orígenes.
c D e principiis. lis. I, cap. I, see. 7.
‘ Contra Celsum , lib. iv, cap. so.
s Ibid., lib. iv, cap. 49.
HISTORIA D C L A HISTORIA
9 Ib íd ; lib. 1, caps. 12 y 10. E í orden de ias citas se ha invertido aquí para una
niavot claridad.
10 Celso tenia también la idea de una evolución común de ¡aeas y costumbres, v
de ias aportaciones de una nación a otra: p. Ja circuncisión venia de Egipto, ibid.,
lib. 1, cap. 22.
HISTORIA DE LA HISTORIA
poiición; pero alguna ocurre que un nombre impardal sea lo bastante atre
vido para reconocer que. aun sin taita suya, no es capaz de ser más correero
nur su adversario. Esto es lo que viene a hacer Orígenes cuando admite el
cargo de Celso de que el reiato del bautismo en el Jordán es tan improbable
que requiere la confirmación dt testigos -de primera mano antes de que éi,
como pagano que piensa, pudiera aceptarlo. A i replicar. Orígenes admite
francamente la escasez de las íuentes para la historia del cristianismo, pero
on ir re saber si Celso está dispuesto a renunciar a la historia pasa na porque tam
bién contiene episodios poco probables. El pasaje es ¿Leño de ser erado porque
muestra cómo el más ilustrado de todos los Padres, el espíritu más sutil y
comprensivo, con una sola excepción, que el cristianismo había afiliado a su
(.uir,a, reconoce ia debilidad de ia historiografía cristiana sin ser capaz de ver
cómo era posible remediarla:
Antes cíe que comencemos nuestra réplica tenemos que observar cue ia tarea ce
mostrar. con respecto a c z s i cufiiqmer hi¿:tcri¿, por cien« oue stre. cue efectivamente
ocurrido, y poner cc manifiesto ur*s concepción inteligente respecto a ella. e¿ una
*1» ¿as empresas mas dilíciies cue pueden intentarse, y en ciertas ocasiones resulta
imposible. Porque supongamos que alguien afirmara oue nunca nacía habido guerra
<Je I roya, ccdíOo principalmente a les relatos inverosímiles en ti cerneos cc n ella, so
bre un cierto A cuilcs hijo de una diosa del mar, Tetis. v de un hombre. Peleo, o
M ^rr s* Saroedor era fino c c z^us, o A scaiafo y lalm eno hijos de Ares, c Eneas de
A . todita; ¿cómo podríamos probar que no había habicc guerra, sobre rodo si cene
mos en cuenta el peso qc las ficciones unidas, no sé cómc. a Is opinión que prevalece
umversalmente de que en efecto hubo una guerra en Ilion entre c ie g o s y tróvanos?
Supongamos también que alguien no creyera en la histeria de Edipo v Vocasta. y
de sus dos hijos Eteocies y Polemices z causa de oue ia esfinge, esnecíe de serr*i-
virgcn, se introducía en e.1 relato; ¿como podríamos demostrar ia realidad de seme
jan tr cosa? \ ae manera análoga ocurre también con Iz historia de ios Epitonos,
aunque no na y un episodio tan maravilloso intercalado en ella, c con. e! regrese- ce
I H c r á c l i c a s . o con otros innumerables acontecimientos Históricos. Pero aauéi cue
■ e ocupa sinceramente cor. historias, y que quisiera también evitar el ¿ fia rse embaucar
por tiias. ejercitara su juicio soore ciiaies aíirmaciones ha ce aceptar, y sobre cuáles
lia de aceptar en sentido figurado, tratando de descubrir ei sentido c e ios autores ¿e
semejantes invenciones, y a cuales afirmaciones no ha de ¿ar fe, pc-r haber sido escri-
ias para satisfacer a ciertos individuos. Y hemos dicho este- a manen, de anticipación
respecto a toda ia historia relatada eti los Evangelios referente a Ie s « , no para in
vitar a ios hombre; agudas a una t e sencilla e irracional sino queriendo mostrar cue
se precisa de sinceridad en quienes hayan de leerlos, y de mucha investigación, y,
LA ALEGORÍA Y LA CONTRIBUCION DE ORIGENES 3Ó3
por decirio asi, de penetración en el significado de ios escritores, para que pueda
descubrirse e¡ objeto con que cada hecho ha sido registrado.*'
Con todo esto Orígenes admite que, ya que las fuentes de la historie
cristiana no pueden ser verificadas mediante testimonios externos, no queda
sino aceptar por la fe sus líneas generales, con la misma fe que el griego
tiene en ia existencia Ge Troya o el romano en los primeros reyes. Pero sien
do un griego — y sobre todo en su manera de argumentar— refuerza su fe
con la razón, y desecha lo que le parece inverosímil. En cierto modo, pues,
estamos en presencia de una especie de Heredóte sofisticado, que elimina ei
mito para favorecer su perspectiva.1-
Si el mundo cristiano hubiera sido — y seguido siendo— tan sofisticado
como Orígenes, ia concepción de la historia bíblica durante los mil quinien
tos años siguientes hubiera sido muy distinta. Pero, aunque el método alegó
rico de interpretación bíblica fue empleado por casi todos los Padres — y
por nadie tanto como pot el papa cuya influencia arraigo con mayor hondu
ra en la Edad Media, Gregorio el Grande— , y todavía constituye ei tema
se conformó en seguida ccn la vida requerida po: las leyes. Pero O rígenes, que ha-
lúa sido educado como un griego en la literatura griega, se convirtió a la negligencia
bárbara, 'i' llevando a ella el conocimiento que había obtenido, le pregonaba por ella,
conduciéndose en su vida, como un cristiano, en oposición a las levas, pero siendo como
un griego en sus opiniones de las cosas materiales y de ¡a Dbrasiáad. y mezclando
las enseñanzas griegas con fábulas extrañas. Porque sin cesar estudiaba a Platón, y se
ocupaba con ios escritos de Num enio y Gromo, Apolófanes, L an cine, M odérate y
N tróm acc, y de aquéllos temosos entre los pitagóricos. Y empleaba ios libros de
Queremon ci Estoico y de Cornutc. Habiéndose familiarizado gracias a elle cor. ia
interpretación figurada a t les misterios griegos, ia aplicó a las Hscrituras judías.’
"Estas cosas las dice Porfirio en el libro tercero de su obra contra ios cristianos.
H abla cor. verdad de la laboriosidad y la sabiduría del hombre, pero m srói leerán en
te dice mentira (porque ¿qué no hará un enemigo de los entram es? i cuando dice
que procedía de ios griegos, y que Ammonio recayó de una vida piadosa en las cos
tumbres paganas. Porque la doctrina de Cristo fu e enseñada a Orísrertes por sus
padres, como hemos mostrado más arriba. Y Am m onio mantuvo la divina filosofía
sin adulteración hasta e! fin de su vida. Sus obras que todavía puedan prueban esto,
pues es celebrado entre muchos por los escritos que nos ha cetario. Por «templo, la
obra tituíada "L a armonía de Moisés y Jesús” , y otras tales cute están en posesión
de los hombres de estudio. Estas, cosas son suficientes para poner de manifiesto la ca
lumnia ce! faiso acusador, y también ía eminencia de Orígenes en las letras griegas.”
L A A LE G O R ÍA V L A C O N T R IB U C IO N DE ORÍGENES 3^5
jes más antiguos de la leyenda griega. Las dificultades que existían para
cualquier contraprueba dieron gran valor a esta afirmación, en especial por
tratarse de una simple formulación matemática de una creencia ya arraigada
en la Iglesia. Pero aunque eí argumento de ia prioridad era habitual desde
los días primitivos del cristianismo, la primera cronología cristiana seriamen
te preparada no apareció hasta mediados del siglo tercero en que Julio A fri
cano escribió su C hro n o g ra p h ic . Era una obra en cinco libres, apoyada en
los escritos de josefo, Manethon, y de los eruditos paganos, que disponía las
eras de 1a antigua revelación en una serie que simbolizaba la creación, misma.
La duración del mundo ha de ser de seis mil años, después de los que ven
drá un Seibath de un milenio. Ei nacimiento de Cristo está situado *=<>oe
años después de Adán, lo cual deja quinientos más hasta el fin. A la mitad
de esta serie de centurias, a los tres mil años de la creación, nos encontra
mos con la. muerte de Peíeg, baic el cual fue dividida la tierra, según se dice
en el Génesis.'
U n ■ esquema como éste es cronología tan sólo por cortesía, y sin embar
go. una mirada a las fechas puestas a lo largo de las páginas de la edición
autorizada ce la Biblia mostrará lo relativamente cercana a él crue ha sido
la fechados de la historia dei mundo hasta nuestra propia época.4 Consi
derada críticamente era una simple variación del simbolismo de Orígenes,
una alegoría del esquema general de la historia en lugar de ser una alegoría
de los detalles. Era simbolismo en una escala más audaz y más amplia, tanto
más convincente porque, al mismo tiempo que proporcionaba el armazón
para los acontecimientos, no tenia que armonizarlos ni explicarlos. Tres in
fluencias principales contribuyeron a su éxito. La ausencia de una cronolo
gía hebrea seguida le dejó el campo libre; la teología demandaba que la his
toria del mundo pudiera centrarse sobre ia vida de Cristo y la venida del rei
nado; y la idea de las eras del mundo estaba de acuerde asa las ideas de ios
sabios paganos que habían alcanzado una rada concepción de la ley natural
rn e! movimiento de la historia. Una manera de tratar ia historia que pu
diera apelar ai gran nombre de Varrón como su contrapartida pagana no
podía ser rechazada fácilmente. Los mejores espíritus de la antigüedad veían
-•-aunque oscuramente— el mundo exterior como un refleio para ia razón
humana; pero ¿qué icea platónica dominó jamás ios fenómenos recalcitran
tes tan bellamente como este esquema de historia cristiana con su simetría
basada en una matemática divina?
Siente uno ia tentación de dedicarse a los sugestivos problemas de file—
•«'fia que plantean estas soluciones tan bruscas ce ia historia del mundo.
IV: o ante nosotros surge una gran figura, un Heredóte entre los logógra-
í >•. de la Iglesia primitiva. Eusebio de Cesárea, el padre eré ia historia de ia
Iglesia, elaboró sobre materiales como éstos ía cronología universal que ha
bí.' de ser en sustancia la de toda ia historia posterior de Europa hasta nues
tro' «lias, v conservó ios fragmentos preciosos de sus predecesores en la más
antigua historia del cristianismo.''
TVsce, Dictionary o f Christian Biography, y en total cier.ro treinta y siete en ios ocho
primeros siglos. Eusebio de Cesárea tornó el sobrenombre de Pan filo desoues de la
muerte de su maestro, por respeto hada é¡.
' S czomen, Historia eclesiástica, iíb, 1, cap. :o.
Eusebío, D e tnetrryribus Palcestints (Los mártires Ce Palestina), cao. a: S an
Jerónimo. D c vH s iHvrtribus (Varones iiusrrcs), caps. 75,
Estas son, por io meaos, ias dos influencias principíales de O rígenes sobre E u
sebio según M c G iííe n y H e in d d . V éase la ed. de M c G if fer t de ia H istorie Ecle
siástica ( Church H istory) , p . 7, y C . F. G . H einríci . Das Vrehristenturn in der
Kirchengesehtchle des Eusebias (Los orígenes dei cristianismo er is H istoria Ecle
siástica ce eusebio}, (189 4 }. Aquí H e iarid presenta la cuestión ton tra el punte, de
vista de r . O v er eeck . O ber die Á niange der Kirchenaeschichssschreibung (Sobre ios
cernientes de ia historiografía ¿c la Iglesia), (189 2 ), de que Eusebio sigue ia Unes
lercrquica. episcopal. en una especie de historia constitucional ce la. Iglesia.
HISTO RIA D S T.A H ISTORIA
I«- n unto I.i de una religión como la ce una iglesia. Su erudición es crítí-
i* y mi crédula. De Orígenes también puede haber procedido ia concepción
l'iw itl qtir convierte ¡a primera historia ce la iglesia en un capítulo de is
f lnKiiflciiín dt un amplio esquema universal, el "sistema” de O íos.* Había
lli|áilii rl tirmpo para que semejante concepción fuera del dominio común.
V . mi rr.i una simple especulación; su reconocimiento por p a ra del Imperio
1« ««i «I«a convirtiendo en un hecho.
Si hubiéramos de buscar las influencias que imprimieron carácter a la his-
Iimi* de l'iisrbio. este triunfo de la Iglesia ocuparía necesariamente el primer
liifm Ninguna historia del cristianismo digna de tal nombre podía apare-
m <lm>iii11 la era de las persecuciones. No porque éstas fueras tan severas
m im continuadas como se ha creído por 1c general. E l misme Ensebio, por
• iimi|.Io, vivió seguro durante la persecución más severa, pudo visitar a Pán-
lili# rn «u prisión — pues Panfilo sufrió el martirio— y trabajó en sus obras
ifol 'gnu» manteniendo contacto personal con el maestro. Pero aunque se ha-
irtii r«agnado las persecuciones, la situación de ía Iglesia no era como para
nninuUr u un historiador. Constantino fue cuien la liberó; en tinos cuantos
«luí» |u«ú de la opresión al poder. Y en h. hora de su triunfe, ¿a erudición
iiltiunn iba n encontrar en un obispo de elevada posición en la corte, un
liifti.ti tmliii no sólo digno de los grandes hechos de santos y mártires, sino
di la nueva posición imperial de la Iglesia.
i imi'bto íué un escritor voluminoso, '“historiador, apologista, topógrafo,
n i j . i», critico, predicador, escritor dogmático.” ' Pero su i ama como his-
i.»iía.luí ili-M'nnsa en dos obras, la Historia eclesiástica y la Crcrcictí. Las dos
•11el» 11iii iiii)iíiriancia decisiva. La primera consiguió para su autor el título
di l'.i.lir di l.i historia de la Iglesia; la otra enmarcó al cristianismo dentro de
U lil»tiirín di ! mundo.
I ,i ('¿n ica fué escrita primero.35 Se compone de tíos partas, la Crono-
" I I (■ H n s'R ict, Das Urchristentum ir. áer Kñcbengeschichte des Eusebias.
t *I
Vi««' " í u.srhio de Cesárea” per J. B. L ightfoot. en Stnith v W ace, Dic-
li." m u i./ ( hintian Bicgraphy. un artículo brillante.
II Si triirre ya a eiia e:; el comienzo óe su H istorie Eclesiástica ( i b . i_. cap.
1«."lililí en I»» I riofer prophartkce (Selecciones p ro fétk a s). ( lo . ci o . i) , y en la
) mingrlice (Preparación evangélica), (iib. s. cap. o ), otee fueron ambas
..........i• unir« dr i i v Cíir.io la Crónica, cuando llegó a manos de San Jerónimo, aícan-
nt.u lm*ln t n . *c conjetura ove debe haber existido una segunda ecidón.
C R O N O LO G ÍA E H ISTO R IA DE L A IGLE SIA: EUSEBIO
373
En el texto actual algunas notas de historia profana están al lado izquierdo, pe
ro esto es debido al hecho de tsue los comentarios sobre la historia profana erar, más
complejos que ios de historia saetada y ss acumulaban por razones de espacio.
Eusebio debía er. gran p an e su pian a Castor, a quier. menciona al comienzo y
al fin de las Listas de Sición, A rgos y Atenas. H . G elzer , Sextus Julius A yican us.
2’ parte, pp. 63 ss. Sobre las relaciones entre Eusebio y ju lio A tn ca n c. sobre cuya
obra estaba basada ia Crónica. véase H . G elzer , o í -. rii.. 2’ parte, pp. 23-107.
En su empleo dei A n tigu o Testam ento, Eusebio prefirió la Septaagm ts porque
ésta era la versión tradidonalm ente usada en desia, pero ía razón con que aefen-
dió su elección es, por tío decir rr.ás, sorprendente, y proyecta una luz tnuv viva sobre
ia antigua crítica histórica. ( 1 ; Com o las dos versiones judías i liebres y sem enta
ría) no están de acuerdo, h ay cu e suponer que las dos están equivocadas y que is
griega c¡ ía correcta. (2) L a versión hebrea dice que los primeros patriarcas tuvieron
sus hijos en edad menos avanzada que los últimos, mientras que is griega cice que
ios tuvieron en una edad más avanzada, lo cual parece más probable. Eusebie sospe
cha que ios judíos reba ia ron las cifras de la edad de los primeros patriarcas para
evitar que los hombres retrasaran la fecha del matrimonio demasiado con la espe
ranza de conseguir así alcanzar la edad de los patriarcas. V éase ía traducción aiema-
374 H ISTO RIA i >e l a h i s t o r i a
na de ia versión armenia (que es todo lo que tenemos) hecha por I. Karst, pp. 37-40
(vol. v de la serie "D ie griechisch-chrisdichen Schriítsteller cer ersten crei Jahrhun-
drr ir” (Los escritores greco-crLstianos ce los tres primeros siglos), vol. >:x). San
Ayu»t;n prefirió también ia Sepruaginta, pero resolvió la cuestión muy sencillamente
invocando la inspiración divina (D e chume D e i (La Ciudad ese Dios, iib. xvm,
cap 4 ?). Cuando San Jerónimo tradujo la Crónica al latín, temó las cifras griegas.,
pero veinte años más tarde, en ia traducción de la V sílgate. marmivo las citras he
breas. Las dos obras, por tanto, diferían en la cronología, pero k variación no era
»«•un, porque ia Crónica — que comenzaba tan sólo con Abraham— . difería marcada
mente de la versión hebrea en un solo lugar referente a ¡a durados del cautiverio en
1 pipto, en lo que sm duda las cifras griegas eran las correctas. Err el Prefacio de la
Crónica, sin embargo, San Jerónimo da las cifras srriegar- de a z in años desde Adán
«I Diluvio (en lugar de 1656) y ce 94c año? (en lugar de 202) desde el Diluvio a
Abruiuun (Euscri: Pamphili ckrcntci cañonee, ta ím e ... Hiercnrav; (Cánones cro
nológicos de Ensebio Panfilo, en la t í n ... por San Jerónimo), ted- J. H . Fotherin-
glum , 1923, p. i s ) .
11 En especia! Georgias Syncelius. Estos cronógrafos conservaron extractos tan
amplio» que José Scalígero pudo aventurar una reconstrucción o ti texto a base ce
clluv ex.iusivamcntc. La primera edición de Scalígero se publicó err 1606. ia segunda
en tó-,8. La versión armenia, con una traducción latina, fue publicada en V enced en
í 818 por J. B. Aucher. El texto en Migue, el del cardenal M si ; 1833), está basado
»obre éste; pero la obra clásica sobre ia crónica es ia de A . S chclote, Euseb'ú ehront-
tvrtim hbri dúo (Los dos libros de las Crónicas de Eusebio) (ved. x, 1875; vol. B,
>M«M ; además ti texto armenio ha sido publicado con traducción alemana por J.
Knr.vt en ¡a gran edición de las obras de Eusebio que está apareaendo en la serie
"I <». escritores greco-cristianos de los tres primeros siglos.” Tiene también ia versión
«Ir San Jerónimo, editada por R. Helm.
1‘ J«>sé Scahgcro se refiere así a ia influencia ce Eusebio: Qsii posi tuscsiun:
irripirnint, oírme seripturr. de íemporibus ariáunx esse censuemr.r. cuoa .-ton hvjus
fonhl’U! irrtgatum esse! (Quienes escribieron después de Eusebio consideraron estéril
todo escrito de cronología oue no procediera de esta fuente). Citado en J. P. M icsh .
1 ‘atioU‘gia Griega. XIX, 14) .
C R O N O L O G ÍA E H ISTO RIA DE L A IGLESIA: E U SEBIO
375
( i,u. de Orígenes de que la. historia pagana había sido ordenada por Jehovah
t.inri> como la historia sagrada encuentra en la Crómica de Ensebio su ex
presión más perfecta; ios hechos hablan por sí solos. Ninguna Tortuna vo
luble podría jamás haber dispuesto con designios tan deliberados el creci
miento y la caída de los imperios. La historia es el depósito, no ce ios argu
mentos, sino de las pruebas, y las pruebas son matemáticas.5*'
N o obstante, el elemento humano del humor entra en escena cuando uno
olwerva el primer párrafo de la obra y ve cuál era la actitud ce! propio
Ensebio.
En el comienzo mismo hago ante tocos esta declaración: ene ñame pretenda,
llevado por su arrogancia, que puede obtencise un conocimiento segure- y acabado
de ¡a cronología. Que esto es así lo aceptará todo el que medite sobre las palabras
incontrovertibles del Maestro a sus discípulos: "N o toca a vosotros saber ios tiempos
o las razones que e! Padre puso en su sola potestad" (Hechos 1 :7 ). Porque me pa-
rrer que E!, como Dios y Señor, pronunció estas palabras decisivas cor. referencia
no vilo al D ía dei inicio, sino con referencia a todos ios tiempos, para poner un treno
a quienes se dedican demasiado audazmente a estas vanas investigaciones.1 *
Hemos dejado poco espacio para la obra por la que Ensebio es más cono
cido, la Historie eclesiástica. Per lo que se refiere a quienes estudian teología
e historia de la iglesia, poco espacio se necesita, porque la obra misma es
En ci principie debo solicitar para mi obra la indulgencia del sabio, porque coa-
tiesa que está más allá de mis fuerzas producir una histeria p e r ío c a y completa, y
puesto que soy el primero que trata del asunto, intento recorrerle c a s o si fuera un
camino solitario y no practicado. Ruege que pueda tener a D ios como guía, y el poder
Servar como ayuda, ya que no soy capaz de encontrar ni las huellas más leves ce
cu.enes recorrieron antes que yo el camino, salvo en breves fragm entos, en los que
uno de un modo y otros de otro nos han transmitido relatos particulares de los tiempos
er. que vivieron. D esee muy lejos alzan sus voces como antorchas, y gritan, como desde
una elevaos y señera torre de vigía, indicándonos adonde debemos ir v cómo debe
mos enderezar ei curso de nuestra obra con firm eza y seguridad. H abiendo, pues,
feunído de las materias mencionadas aquí y allá por ellos todo ic cu s consideramos
de importancia para 1?. obra presente, y habiendo elegido, corno flores de una pra
dera, ios pasajes adecuados de los antiguos escritores, trataremos de englobarlos en
un relato histórico, dándonos por contentos si conservamos ia memoria de ios Uñates
cí los apóstoles ce nuestro Salvador: si no de todos, al menos ce los más renom
brados de ellos en las iglesias más conocidas, y que todavía hasta el tiempo presente
ron tenidas er. honor.
Esta ohra me parece de especial imoortsncia porque no sé de ningún escritor
eclesiástico que se haya dedicado a este asunto; y espero que será m uy útil para
quienes se dediques a la investigación histórica. H e dado ya un epítom e de estas
cosas cu los Cánones Cronológicos que compuse, pero, a pesar ce eso- he emprendido
naufragaron, y que por su propia voluntad se hundieron en ios tor. entes de! diluvie.
Pero daicmos cabida en esta historia en genera! tan sólo a aquellos hechos que pue
den ser útiles. er¡ primer lugar para nosotros y más tarde para la posteridad” i 7 he
Ct'urch hJistory c f Eusehius, ed. A. C . M cG iffert. Sib. vn¡, cap. :
c r o n o l o g ía e h is t o r ia d e la ig l e s ia : E U SE B IO 379
en ia presente obra escribir un relato de ellas tan completo como me sea posible. M i
obra em pezará, como he dicho, con la revelación de Cristo Salvador — que es mas
grande y elevada que la concepción humana— , y con una discusión acerca de Su
divinidad; porque es necesario, ya que derivamos hasta nuestro nombre de Cristo,
para quien se propone escribir una historia de ¡a Iglesia, comenzar con el origen mis
mo de la revelación de Cristo, revelación más divina de ío que muchos piensan.11
taba al ejército cit ios que habían suplicado a D ios, todos los cuales habían estado
a punto dt perecer de sed.
Este episodio es relatado por escritores no cristianos que trataros de aquella épo
ca, y ha sido mencionado también por los nuestros. Los historiadores extraños a la
fe mencionan el prodigio, pero no aceptan que fuera una respuesta a nuestras oracio
nes Pero ¡os nuestros, como amigos de la verdad, relatan el episodio de una manera
•er.cilia y sin artificio. Entre ellos se encuentra Apolm aric, quien dice que desde en
tonce» la legión cuyas oraciones motivaron el m ilagro recibió del Emperador un
titulo adecuado al suceso, siendo llam ada en e! lenguaje de ios romanos la Legión ro
ñante. T ertuliano es un testigo fidedigno de estas cosas. En la A pología de la fe,
q„r «fingió a! Senado romano, y que ya hemos mencionado, conrirm a la historia con
pruebas mayores y más fuertes. Escribe que todavía se conservan cartas del empera
dor Marcos en las que atestigua que su e jército, estando a punco de perecer de sed
tn Alem ania, fué salvado por las oraciones de ios cristianos. Y c o r también que este
emperador amenazaba con la muerte a quienes hacían acusaciames centra nosotros."'
Este deseo de exactitud estaba combinado con una vasta erudición. £u-
sebio había disfrutado eS acceso a la gran biblioteca dt Panfilo en Cesárea,
ruando era joven. Nos dice que también reunió materiales en la biblioteca
dt jerusalén fundada por el obispo Alejandro,"4 y Constantino parece que
it abrió sus archivos.“ ' Pero no es menos lo que aprendió del mundo ajetrea
do en que vivía. N o era un solitario; vivió en el centre de las cosas, política
v eclesiásticamente. Su condición afable le impidió ver las faltas de ios hom
bres, y sus juicios sobre los contemporáneos — en particular sobre Constan
tino— son de escaso valor/0 Pero incluso en el peor de los casos, rara vez
consignó un acontecimiento portentoso sin tomar, come Heroáoto, la pre
caución de dejar ia responsabilidad al relato origina]. No Eav mejor ejemplo
de esto que la descripción, en la V id a de Cor.sianáno, de la visión de la cruz
por cí emperador. Era un episodio muy aprepósito para encontrar en los
círculos cristianos la misma credulidad que encentró en épocas posteriores.
Pero, por muy panegirista cortesano que Eusebia pudiera ser, en cuestiones
dr hecho se pone en guardia. El relato se limita a decir soctiatneatc:
Y mientras que estaba as: rezando con fervorosas súplicas, una señal maravillo
sa se le apareció en e¡ cielo, cosa que hubiera sido difícil de creer si hubiere sido
relatada per una persona distinta. Pero puesto que e! mismo emperador victoriosa
lo m anifestó mucho después a! que escribe esta historia, cuando tuvo la honra de
tratarlo, y ratiíicó su afirm ación con un juramento, ¿quién podría dudar en ca r cré
dito al relato, en especial cuando el testimonio de ía posteridad lo ha establecido como
verdadero? (Jib. 1, cap. 28}.
Durante dos sigios el culto cristiane había estado escondido tras la "dis
ciplina del secreto” . Los no iniciados sabían poco de lo que creían o hacían
los adeptos de este misterio intolerante "después de que se cerraban las puer
ta s ’. Constantino inició el nuevo régimen, al cesar la persecución y el secreto.
Ensebio había vivido durante ios días trágicos ce Diocleciano, y aunque éi
había escapado (hecho que a veces se esgrime en contra suya), sus amigos
más queridos, y, sobre rodo, su gran maestro Pánfilo, habían sido marciriza-
ccs. Libre ahora para hablar, retorna desde la "paz de la Iglesia” a los
años de persecución, con un sentimiento ante los mártires como ei de Homero
hada los héroes o el de la Edad Media hacía los santos milagrosos.2' Des
cribe, no obstante, sus sufrimientos, no como simples materiales para una
biografía heroica, sino como tema de una página gloriosa de la historia, la de
ia gran "lucha pacífica” por cuyo medio ei reino del Mesías había de ocu
par su puesto entre y sobre los poderes de este mundo. Los mártires de P a
les un a están combatiendo las Guerras Pánicas por el reino de Cristo:
Otres escritores de historia consignan las victorias de la guerra, ios trcíeos gana-
dos a ios enemigos, la habilidad ce ios generales, y la bravura viril de los soldadas,
manciiaos con sangre y ccn matanzas innumerables, por amor de sus hijos, de ia
patria y ce nuevas posesiones. Pero nuestra narración del gobierno de Dios consigna
rá en letras imborrables las guerras más pací tinas hechas er. nombre de la paz del
alma, y hablará de hombres que hacen hechos heroicos por ia verdad más que por ia
patria, por piedad y no por ios amigos más queridos. Entregará a una. memoria
perdurable la disciplina v ia fortaleza tan probada de los atletas de Ja religión. los
troieos ganados a los demonios, las victorias sobre enemigos invisibles, y las coronas
colocadas, sobre todas sus cabezas.2*
57 c-
s_. F- G . H einrici , Los orígenes así cristianismo en la Historia Eclesiástica
Ce Eustb » , p. 3,
Antes de que pasemos a la obra de los dos grandes Padres latinos que
contribuyeron a ia Edad Media con la filosofía de la historia y con sus ana
les — San Agustín y San Jerónimo— debemos examinar rápidamente ia
historiografía entre ios Padres griegos de la Iglesia. N o fue éste e! campo
en que los más grandes de ellos produjeron lo mejor de su obra: porque el
amor griego a ia controversia fué dominante en la Iglesia oriental, donde la
herejía y la ortodoxia riñeron su batalla confusa e interminable. C&padocla,
la cuna de los más grandes teólogos, produjo el primero de los sucesores át
Eusebio, Filostorgio. Su Historia de ia Iglesia — así llamada equivocadamen-
t<— , publicada hacia 425, un siglo después de Eusebio, nos es conocida tan
sólo a través de! epítome de! bizantino Focio, el erudito patriarca de Cons-
tantmopla en el siglo nueve. Estos extractes dan muestra de un auténtico in
terés por la historia prorana y de una apología del cristianismo similar a ia
de San Agustín. La crírica reciente 1c ha librado ce! baldón que sus opinio
nes heréticas — las de una secta menor, los eunemios— hablar, arrojado so
bro éí.
Tenemos tan sólo algunos ira omentos de otra obra producida en Cons-
tantinopia hacia la misma época, ía Historia Cristiana de Filipo de Sides,
historia del mundo desde e! punto ce vista cristiano, paralelo bizantino de la
obra contemporánea de Crosio, de la que hemos de ocuparnos. A juzgar por
las referencias que Ge ella tenemos parece haber sido una enorme masa de
toda clase de materiales, que llenaba cerca de un tupiar de rollos de papiro.
Con excepción de los cronógrafos, sobre los que hemos de volver, cubre ia
última fase de la historiografía antigua en la capital griega deí mundo
romano.
Aunque el pasado pagano fué así omitido, la Historia de ia Iglesia fué
continuada, desde eí lugar en que Eusebio la había dejado, por tres histo
riadores que han cubierto cada uno aproximadamente el mismo período,
325-439, llevando así el relato hasta sus propios días. Estos fueron Sócrates,
que nadó y vivió la mayor parte de su vida en Constantinopla; Sozomen,
nacido er. Palestina, pero residente también en la capital; y Tenderete, na
cido en Antioquía y obispo de ia Siria oriental. De estos tres, Sócrates era
el mejor historiador, Teodoreto el mejor estilista, pero el de sustancia más
pobre. Como rodos escribieron hacia la misma época y tuvieron el mismo
fondo, no es de extrañar que un siglo más tarde Casiodoro. el senador ro
mano, monje y erudito, a cuyo celo de recopilador debemos la conservación
de muchos de los antiguos clásicos, tradujera a los tres escritores, reuniendo
sus obras en una sola, llamada la Historia tripartita. En esta forma es como
pasaron a ia Edad Media.
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V.
CAPITULO X X V 7II
L A C I U D A D D E D IO S
r
L , a revolución en la historia de la historia, paralela con ia subida al poder
de ia Iglesia crisriaüa a comienzos del siglo cuarto, alcanzó su culminación
un siglo más tarde en las obras de San Agustín y San Jerónimo. Fué una
revolución en el senado más completo de la palabra; porque no sólo el con
tenido pasó de ser griego o romano a ser judío, sino cue el tono y la actitud*
dejaron de ser científicos al reafirmarse la fe contra los ideales críticos de
Hecateo o de Tucídides. La duda sobre ios relatos aceptados, que lleva a
una crítica de ios testimonios, esrá en el polo opuesto de una erudición
que busca pruebas para creencias que han sido ya pieriamente aceptadas. El
triunfo de la fe, en que se basaba la estructura paulina de la teología, hizo
de la histeria una subordinada de ia religión, como vimos que había ocu
rrido en aquella otra revolución llevada a cabo mucho antes por ios profe
tas de Israel. Para quienes vivieron en un período en que el mundo civilizado,
desorganizado y sin nervio, iba de cara a su ruina definitiva, el principal in
terés intelectual estaba en el apartamiento, como en el neoplatonismo, o en
la interpretación de la vida en términos que desviaban el espíritu de la
impotencia del presente y de ia caducidad de sus instituciones para contem
plar ei poder y la gloria de. un mundo eterno.
Y a hemos visto cómo k historia del pasado pagano iba quedando fuera
del alcance de griegas v romanos, que los grandes historiadores daban pase
a figuras de segunda fila, y que ia caudalosa corriente iba mermándose hasta
que por fin se secaba en ios textos de ios epitemistas. En su lugar se puse ia
historia de la fuerza universa! que iba ocupando el puesto de un paganismo
decadente, y la de ía pequeña porción de la antigüedad de donde había sur
gido, ios judíos. Este proceso, lento en un principio, tenía a sus espaldas la
25
HISTORIA DE L A HISTORIA
La mano más firme que trazó esta línea divisoria entre los dos mundos,
el paganismo gobernado por los poderes de las tinieblas y el cristianismo
regido por la grada divina, fué la de San Agustín, obispo de Hipona en
Artica, cuya vida abarcó los años decisivos de ía segunda mitad del siglo
cuarto y de la primera del quinto. Tanto é! como su contemporáneo San
Jerónimo, se educaron cuando jóvenes en la retórica, y ambos testimoniaron
el atractivo que ios, poetas y ios grandes estilistas ejercían sobre ellos antes
de que se convirtieran ¿el amor de estos vanos deleites al tosco estilo ce las
escrituras, que 'm e parecían,” dice San Agustín en sus Confesiones, "ser
indignas de compararse con la majestuosidad de Cicerón.” "Señor, T ú sa
bes” , escribía San Jerónimo, "que siempre que tengo y que estudio manus
critos profanos, te niego.” Este atractivo de la cultura clásica sobre el joven
retórico brillante que había de moldear la teología del mundo occidental era
tan grande que no fué sino cuando tenía treinta y dos años cuando, influen
ciado por las predicaciones de San Ambrosio recibió el bautismo y entró a
iormar parte del clero cristiano. El conflicto Ge ideales entre su ambicioso
padre, todavía pagano durante la, niñez de Agustín, y su santa madre cris
tiana, Ménica, y su propia reacción ante él, está relatado en sus Confesio
nes, una de la.s autobiografías más reveladoras. Este fué el fondo de la in
tensa sensibilidad que distinguió su apreciación de la religión como guía
para la vida. Fué el más grande de Ies polemistas en una época en que la
teología estaba tomando forma, y en. que la Iglesia que ostentaba el orgullo
so título de católica o universal seleccionaba los elementos en su depósito c :
creenaas. La controversia rué una neta dominante en toas la literatura pa
trística. pero nadie ía llevó a entremos tan heroicos como San Agustín, San
Ambrosio, su maestro, tué más e! hombre de iglesia, episcopal y dueño de sí
mismo; San Jerónimo fué más erudito; y San Gregorio el Grande, su discí
pulo. tuvo espíritu más práctico. Pero entre los grandes Padres de la Iglesia
San Agustín fué el más grande per haber tenido la visión más comprensiva
¿el amplio campo de especulaciones v experiencias en que se movían lar- dis
cusiones teológicas, y, al mismo tiempo, el interés más apasionado por el dra
ma humano. La obra en que San Agustín dio forma más acabada a su con
cepción de este mundo, de lo que le ocurría y por qué, fué el tratado inmor-
3X8 HISTORIA DE L A HISTORIA
Habiendo sido Roma asaltada y saqueada por ios godos, hato su nev Alabee, 5o?.
adoradores de ios. falsos dioses o paganos, c e a c les llamamos comúnmente, intenta
ron atribuir esta calamidad a la religión cristiana, y comenzaron a blasfemar dei s u
dadero Dios con mavor acritud y violencia que de costumbre. Esto rué lo que asirá
nii celo por ia casa de Dios, y me impulsó a emprender la defensa ce la ciudad c-r
Dios contra ios cargos y las tergiversaciones ce sus asaltantes. . .
Esta gran empresa rué, por fin, completada en veintidós libres. D e éstos, los cinc»
primeros refutan a aquéllos que creer, que la religión politeísta es necesaria par® ase
gurarse la prosperidad en este mundo, y que todas estas calamidades agobiantes is a
raido sobre nosotros a causa de su prohibición. En Sos cincc libros siguientes me dugo
n aquéllos que admiten que semejantes calamidades has afectado siempre, y que
wemprc afectarán, a la especie hum ana. . . En estos diez libros, pues, refuto estas
do? opiniones, que son tan injustificadas como opuestas a la religión cristiana.
Pero para que nadie pueda tener ocasión de decir que aunque he retacado k»
credos ele otros hombres he dejado de establecer los inios, dedico a este objeto la se
gunda parte de esta obra, que comprende doce lib r o s... L)e estes doce iiPros, ios
LA CIUDAD DE DIOS 3 S9
cuatro primeros contienen, un relato del origen de estas dos ciudades — Sa ciudad de
Dios y la ciudad del mundo. Los cuatro segundos tratan de su historia c progreso;
los cuatro terceros y últimos de los destino; que han merecido. Y así, aunque todos
estos veintidós libros se refieren a ambas ciudades, los he designado según la ciudad
mejor, llamándoles la G udad de Dios.
H e aquí que ha llegado a mí ur> joven religioso llamado Orosio, que es cr. el
vinculo de la paz católica un hermano, er. la edad un hijo, y en la dignidad un cole
ga presbítero; un hombre de inteligencia rápida, de palabra fácil y de ceio ardiente,
descoso de ser en la casa del Señor un medio que pueda rendir servido para refutar
esas doctrinas falsas y perniciosas con que las almas ce las gentes han sufrido en Es
paña heridas mucho más atroces que las hechas en sus cuerpos per las esoacas de
ios bárbaros. Porque desde la remota costa ocddental de España ha venido con ávido
apresuramiento hasta nosotros, habiéndole impulsado a hacer esto la noticia de que
de roí podría aprender todo íc que quisiera en los asuntos de que quería ser infor
mado.
Comencé * trabajar, y a! principie- iba por mal camino, pues a! volver repetidas
»obre estas cuestiones en mi espíritu, me parecía que los desastres de mi propia
habían desbordado y excedido de todos los límites usuales. Pero abora he des-
•"l 'filo que los días del pasado no sólo fueron tan opresivos como los del presente,
*»>»' t|tu (nerón tanto más desastrosos cuanto más apartados estaban del consuelo de
I* r<l.i(leí*> religión. M i investigación na mostrado, como debía ser, cus la muerte
• I» *ul de sangre prevalecieron curante el tiempo en que la religión que prohíbe
1* matan/.* era desconocida: que al surgir la nueva fe, la antigua se desvaneció; que
'imiuld la antigua se acercaba a su fin, la nueva era ya victoriosa; que las viejas
'•n iiim estarán muertas y aesapsrecetan cuando lí nueva religión reine sois.
I
l a c i u d a d d e d io s
393
comienza con Procas. Desde el primer año del reinado de Niño hasta ia
reedificación de Babilonia por Semíramis transcurren sesenta y cuatro años;
los mismos entre el primero de Procas y la construcción de Roma. Mil cien
to sesenta y cuatro años después de que cada ciudad es edificada, es captu
rada: Babilonia por Ciro, Roma por Aiarico; y la conquista de Ciro tuvo
lugar justamente cuando Roma se convirtió en República. Pero entre Ba
bilonia y Roma, los imperios del Este y del Oeste, otros dos imperios del
Sur y del Norte, Cartago y Macedonia, aparecieron en escena como guar
dianes ce ia juventud de Roma, ''como si tendieran un puente sobre ci esc>a-
cio de años entre un padre anciano y un niño pequeño.”
El esquema de las cuatro monarquías era suficientemente familiar para
sus lectores para que no tuviera que basar una disposición tan racional como
ésta en las visiones apocalípticas de Daniel, lo cual hubiera sido una fuente
muy poco convincente para ios paganos. Es también significativo que Orcsio
se abstenga de añadir el quinto reino, el de la cristiandad, a su exposición
de lo que parecía historia pura y simple. Dentro de un marco fácilmente
aceptable, detalló luego la historia de guerras y calamidades. Como su pro
posito era mostrar cue ei mundo había mejorado desde la venida de Cristo,
empleó las historias escritas para exaltar ios triunfos romanos a fin de mos
trar el reverso de ia medalla: desastre y ruina. Entre sus fuentes, que, en la
prisa de la composición — si es que la razón fué ésta— nunca usó de modo
demasiado correcto, estaban: Justino para los antiguos imperios del próximo
Oriente: Eutropio, cuyo sumario empicó casi enteramente para ia historia
romana de ia época de Augusto; Suetonio y Eutropio para la época poste
rior. junto con material de una docena de autores más. Todos éstos fueron
saqueados para eí reiaro de horrores o para el escenario que servía de marco
a este relato, hasta el punto de que incluso godos y vándalos habían de bri
lla* por contraste con los héroes paganos. Sobre, el fondo negro del pasado,
la historia de. sus propios cías. er. que ei Imperio estaba siendo derribado
por ios bárbaros, parecía no ofrecerle nada que rebatiera su teoría de que la
Ciudad dei Hombre plasmada en el Imperio romano era todavía suscepti
ble de regeneración.
Después de! relato de ia "guerra entre las naciones bárbaras que ahora
se hace diariamente en España" resume su narración, larga, trágica y llena de
miserias, con estas palabras:
/
HISTORIA DE L A HISTORIA
/
lia vista de escas cosas estoy oispuesto a reconocer que los tiempos cutiano; sea»
un censurados como queráis, con tal de que podáis indicarme una época igualmente
«iot ranada desde ia fundación del mundo Lasca el día presente. Mi descripción creo
i|tar la mostrado más con ios ejemplos elegidos que con mis propias palabras, que han
añado innumerables guerras, que muchos usurpadores han sido aniquilados, y las
ir ilnu más salvajes tenidas 2 raya, confinadas, asimiladas o destruidas con poco de-
iiír nmicr.to de sangre, sin verdadera lucha y casi sin pérdidas. A nuestros detrac-
n«r ín queda arrepentirse de su conducta, enrojecer ante la verdad, y creer, temer,
muer v seguir al único Dios verdadero, que puede hacer todas la; cosas, y todos
ruvin actos (incluso aquéllos que creyeron malos) han encontrado que -erar, buenos.
Resulta bien que este capítulo termine con el erudito cuyo texto de la
Biblia es recitado aún en todos los actos de la Iglesia católica: Sar. Jerónimo.
Pues la Vulgata fué, según ya dijimos, la más grande y la más usada de
todas las historias en la cristiandad. Clérigos iletrados la chapurrearon en
sus servicios y los escolásticos detuvieron sus especulaciones en sus fronteras
sagradas. N i el texto de Lutero ni la versión dei rey Jacobo, aunque son
magistrales, pueden compararse con la hazaña histórica de! más grande de
íes eruditos de ia Iglesia latina. Sólo er. nuestros cías la Santa Sede se ha
aventurado a sacar a luz una revisión, y, a pesar de la competencia de la
comisión encargada, formada por personas de muchos países, el texto no ha
ido tomando forma sino lentamente y apenas si comienza a aparecer; el de
San Jerónimo es todavía empleado en las iglesias.
Y a hemos visto en "La formación del Canon'’ cómo San Jerónimo se
puso a trabajar en su gran tarea, pasando de los textos que Orígenes había
coleccionado (los Hexapla) a los textos hebreos, creyendo, erróneamente
según ha resultado, que eran más antiguos que ios de la Septuaginta. Esto
quiso decir que su texto diferia de las versiones entonces empleadas, y enco
mendó a ios rabinos cae trabajaban con y para ¿L la defensa ce ia co
rrección de su versión. Debemos dejar a la crítica bíblica esa combinación
superlativa de análisis textual e histórico, para seguir ios varios hilos que
fueron tejidos en e! cañamazo de la Biblia en el texto latino de San Jeróni
mo. Pero esta crítica, que es is contrapartida moderna del esfuerzo de Sar;
Jerónimo, y que pertenece a la histeria de la historia en nuestros dias, no
ofrece episodios tan dramáticos como el de San Jerónimo escribiendo desde
su celda en Belén.
San Jerónimo nació en una ciudad de la frontera de Dalrnacia hacia 340.
Era por tanto algo más viejo que San Agustín, cuyas aficiones a iz litera
tura romana compartía plenamente. Como A.gustín también, no se dedicó
i la vida religiosa hasta que anduvo por ios treinta años; pero su temoera-
mento impetuoso y ardiente le llevó, no a! episcopado, con todas sus respon
sabilidades mundanas, sino a la vida eremítica, ra! como ia practicaban los
monjes de Siria en'celdas aisladas, medie hambrientos, con los cuerpos ator
mentados por el sufrimiento, abrasados por el sol del desierto, que estudia
ban o copiaban las Escrituras en los intervalos de su meditación. San Jeró
nimo llegó a ser el defensor clásico de esta vida monástica, y es comentario
suficiente sobre la época en que vivió el que fuera capaz de convertir un
3QÓ HISTORIA DE LA HISTORIA
asilo monástico tan duro como ei que habitaba en Belén en un centro im
portante de investigación erudita para su tiempo.
Aunque en apariencia tan aislado del mundo. San Jerónimo, no obstan
te, se mantenía en contacto con todo lo que ocurría en la Iglesia y en e! siglo
mediante su correspondencia y otros escritos. Su comentario sobre el saqueo
de Roma en 410, en que su discípula y amiga Marcela había sido torturada
y muerta, lleva la emocionada nota siguiente (prefacio ai Comentario ¡obre
Ezequicl) ;
N o hay duda de que todas las cosas nacidas están destinadas a morir, y que todo
lo que ha llegado a ¡a madurez debe envejecer T oca obra humana es atacada por
la decadencia, y destruida por el tiempo. Pero ¿quién habría creído que Roma, tan
tas veces victoriosa sobre e! universo, se derrumbaría por fin en pe da sos, a ia vez
madre y sepulcro de sus hijos? Ella que esclavizó e! Oriente se ha convertido a su
vez en esclava, y nobles cargados en ono tiempo de riquezas vienen ahora a pedir a
la pobre Btlcn. En vano trato de rechazar esta visión volviendo a mis libros. Soy
incapaz de prestarles atención.
ion revisiones, habia sido Is mejor desde 1882. Producido después de osee
«no» dr colaboración critxe un gran número de historiadores, es un manual
nuil»)« ns.iblr para el estuchante de historia. Sin embargo, a causa de la am
plitud de sus miras, es poco más que una introducción que ha de comph-
tuir.i ion guias más detalladas. Todas las bibliografías de este tipo quedan
nipulitiiuiHc anticuadas, y necesitan ser revisadas y completadas con teít-
inii id constante a las revistas históricas. El examen más completo de esta
Inri atura periódica es e! que antes suministraban los JeJrresberichte ¿er
(írn hiihtsn'isfenschaft (Anuarios de la ciencia histórica) (3878-1913), cu
yo lugar, desde 192Ó, ha sido ocupado por la Intemetionci Bibliography t¡\
llitlm in il Sacnccs (Bibliografía Internacional de Ciencias Históricas), eái-
lod« por r¡ Comité Internacional de Ciencias Históricas del Congreso IntetA
tiHi tonal de Estudios Históricos. Dentro de estos repertorios universales qnt-
d.tn las guias más concretas para el material de fuentes y la bibliografía ea
inda una de las divisiones aceptadas de la historia. La presente lista no entra,
mu embargo, en este campo de estudios más especializados, sino que se li
mita, rn la mayor parte de ios casos, a obras que, o son importantes er. sí
mismas como contribuciones a la historiografía, o de valor como guías para
1! rM lidiante de historia en general. El investigador proseguirá su camino
1on otras guías.
„Iwri'ii rodo el campo de. ia historia de ia historia, de especia! valor como manual de
irlrrcncia a causa del gran número ce nombres de historiadores y críticos que mende-
11« y caracteriza. E! autor ha escrito otras varias obras sobre el mismo campo ge
nual, rn las que combate ias concepciones más antiguas de ia Historia y presetsa
nlritrM’- históricas de la historia de la civilización interpretada en íes términos de tas
1 iriina'. sociales.
BIBLIOGRAFÍA 401
I d orna más importante de esta índole. E>escribe ía historia como e sa realización del
f«l'ít)tn humano, encontrando la libertad en la teoría y la práctica ce" Estado alemán.
I Ii RUHR, J. G . Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit {Ideas para
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le I -r.it Cc'sircr (Filosofía e Historia: Ensayos ofrecidos a Ernst Cassirer). 1936.
Notable colección de ensayos. Los de más importancia son: J. H uezinga , ' U na üe-
*mu i -ri de! concepto de historia” ; F. G undolf , ''Historiografía” ; C . C . J. W ebe,
" k e l 'f in, filosofía e historia” ; G . G entile , "La trascendencia del tiempo en la his
torie
I am precht . Karl G. What is History? Fire Lectures on thc Modern Science
"/ Hutory (¿Qué es historia? Cinco conferencias sobre la ciencia moderna de la
lin io :» ). 190s. Trad E. A . Andrews de Moderne Geschichtswissenschaft (Cienda
moderna dr la historia) 1904. El auror de la Deutsche Geschichte (Historia alemana),
rn la oiK destaca el pape! de ios movimientos de masas y de la psicología en la his
toria presenta en esta obra un resumen de su teoría.
l.ANCl.ois. Charles V . v Charles S eignobos. lntroduction aux écudes historioues.
1K9N El libro de texto más famoso sobre este tema. Tratamiento sistemático de la
<1un 4 externa e interna de los materiales y de los procesos constructivos de la narra-
rión histórica.
M*iRX. Karl. Z u r Kritik der politischen Oekonomie (Contribución a la crítica de
I« economía política). 1859. Primera parte de una exposición de las teorías de Marx
1(tu* refundidas, fueron desarrolladas en Das Kapital (El capital). La interpretación
rroiu -ríen de la historia, implícita en la filosofía de Marx, está aquí claramente de-
lmr.uL.
N iv in s . Aliar.. T he Gateway !o History (La entrada a la historia). 1038. Es
lod'i lo cur implica el título; pero a través de esta entrada se ver. montañas deicita-
Mr* i si ofrece una guía cuidadosa para su exploración. El viajero es estimulado
111 mi recorrido por medio de elevadas disertaciones.
N oac !. LErich. Geschichtswissenschaft und Wahrheit: Mach der. Schriften von
lohn Dulhcrp-Acton dem Historiker der Freiheit (Ciencia histórica y verdad: Se-
1*ur■ !i>*. rser iros de John Dalberg-Acton. el historiador de la libertad'!. 1935. Noack
ih du cu v años a estudiar a Lord Acton, v en esta obra muestra la deuda de dicho
mil01 * los historiadores alemanes, v en cue difiere de ellos; expone ía relación entre
Mitiiriu. ética v pensamiento religioso.
1'ivi'N‘ T. Henri. De la mcihode compara:isc en histoire. 1023. Breve diserta-
1 mu pronunciada en la sesión inaugura! del Quinto Congreso Internacional de Cien-
1 i a s Histórica;
EIBLTOGRAFIA 403
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(Clio es una Musa, y otros ensayos literarios y pedestres). 1913- 2* ed. 193o- Una
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dor en vez de la del productor. D e especia! interés a causa de su influencia sobre la
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IN D IC E A L F A B E T IC O
1*5>. 33°. 33 B 33A 333; 334. 3;6, 33P- Asiría, lista de reyes, 83; designación de
Animici Maximi, 275: descritos por Ser los años, S4, i i c : historiografía asiria,
vio gramático, 291; 294, 29S. 110.
Amifón, 237. Astrologia, 81, 82, 109. 340.
Antigüedades de ¡os judíos (Josefo ) , ¡66. Astronomía, 77; su origen er, Babilonia, 81;
Antigüedades Romana- (V airó n i, 302. en Alejandría, 83.
Antioco, 173. Astruc, J., 158.
Antioco Epiphanes, 155, 166. Asurbanipa!, biblioteca de, 67; 69, 108, t u .
Antipáter, L. Celie, 2-6. 208-00. Atalo de Pérgamo, 87.
Antoninos, 268. Atenas, 184, 185, 186, 192, 103, 195, 196,
Antropologia, 49, 52, -7 , 129, 133, 155. 197, 200, 20:, 202, 203, 207, 209, 212,
Año, 77, 79; año babilónico limar, 82; año 213, 214, 215, 216, 217; la Atenas de
egipcio solar, 83; sumcracrón de lo? Pericles en Tucidióes, 21?; 219, 221,
años egipcios. 84; designación c e los años 224, 242, 243, 245, 246, 247, 24S, 256,
asirios y babilónicos. 84; año lunar base 276, 328.
de la cronología en Grecia v Roma, 85: Atico. T . Pomponio, 303: su resumen de
designación de los años en Grecia y Ro historia universa!, 303-4.
ma, 86. Atthis (Hciánico), 103.
Apiano de Alejandría. 268, 32“ . Augusto, 267, 282, 283. 285, 204, 306, 312.
Apión, 165; Contra Aplóm, tratado de Fla 3 >5; 323? 33?.< 39?-
vio joseio en que rebate a tos gentiles, Auio Geli*. 293, 296, 337.
>71-74; 345: 353- Aurelio Víctor, Sexto, 338.
Apocalipsis, 37, 155, 159, 349, 350. Autobiografía (Fiavio Joseío), 168-70.
Apocrypha, 158, 161. Autoridad de la palabra escrita, is z : entre
Apolinar!*, 380. los hebreos, 154.
Apcjodoro ce Arenas. 87, 266. 303. Azar, él azar en la conservación de los ma
Apolóíanes, 364, teriales históricos, 89.
Apologistas, 163, 353. 355. 360. 368. 389.
Apóstoles, 344. 349, 345. 35-. Bardes, 144.
Aquila de Ponticus, 3-?-. Babilonia, cuna de las divisiones del riem
Archeologia (Dionisio de Haiícam aso), po, 78; id. de la astronomía, 79, 81; año
babilónico, 82; designación de los años,
Arcala, materia escriptoria. 6c, 105. 120. 84; erigen de la historiografía babilóni
264. ca, 105; su parecido con la de Egipto.
Arístides, 184. 106: mitos babilónicos, 106; codificación
Aristóteles, 21, 35, 172. 187; ¿3 Conti;;li de documentos, 109; lista.? ce reyes, 109;
ción de Atenas. 246-47; 262, 276, 338. inscripciones, roo; 19S, 203, 204, 205,
Arqueología, 23, 49, 5 :, 90, ¡ ca, 126, 180, 289, 393.
207. _ Babylor.ica (Seroso), 118.
Arcajeriex, 235. Bade-, W . F., 161.
Arriano de Birinia, 26S, 33-;. Baruch, 15 c.
Ashur-nasir-pal III, : : t ; maldición de, 1:3. Beaufort. L., 270.
ÍNTD1CE ALFABÉTICO 4*5
sigio rv d. J . e., se usa baio forma de en Tucidides, 228; 238; en Eíoro. 243;
{¡ergemmo, q. v. en Carota. 297: en Salustio. 309; en T i
Cumont, F.; 274. to Livio, 316.
Cuneiforme, escritura, 66. 82, 105, 112. Dirtenberger, W ., 247.
Dotniciano, 322, 323, 336, 368.
D , (Eicuteronomista), 135, 136. 153. Dracón, 173.
Damasco, camino de, 347. Ducange, 187.
Daniei. libro ¿e- 126, 133. 157, 16S. 349,
393- E, (Elobista), 232, 234, 237, 136, 137, 142,
Dsnte, 37, 60, 284. 38S. 142., 253.
D ario el Grande, 125, 198, 199, 200, 203, Eclipses, predicción ac los. 82, 83.
208, 210. Economía, su contribución a la historia.
Darwin. 19, 47, 378. 28, 46; su pape! ignorado por los anti
David. 123, 14;, 144. 145, 247, 148, 251. guos, 34; considerada como base de la
' 5V 35°> 35 1- historia por Carlos Marx, 44.
D e gubernetiov.t D ei (Salviano), 394. Edén, 232. 532, 264, 183, 283.
D e rerum ne ture! (Lucrede), 2S4. Eforo, 172, 279, 243; intenta hacer una
Decalogo. 123, 135. historia genera) del mundo griego, 243;
Deceiìa, guerra ce, 213. 244. 243, 248, 276, 304.
Dei fos, 247. Egipto, año egipcio, 83; numeración de las
Demóstencs. 237, 297. años, 84: anales egipcios, 89; pobreza de
Deuteronomio. 127, 135, 136, 141, 142. ¡a historiografía egipcia, 89, 90, mitos
Deuteronomista, 135, 243, 144. y leyendas, 92; anales reales, 93, 99; io£,
Dewey, John, 52. 200, 203. 206, 289.
Dia, 77, 78, 79: Los irabejos ■» ìos ¿ics. Eisler, R „ 171.
(Hesicdo), 81. Eiohim. 232, 133,
Diàspora, 162, 347, 356, j6S; griega, 248. Eiohista, 132, 133.
D'bujos nrehistónoos, 71. Eneida (Virgilio), 282-84; su contenido
Diels, Hermann. 186. mítico era un sucedáneo de ia historia,
Dics fasti, 80, 293. 282, 284. 292.
Dies tute. 37. Ennic, 28:, 283, 292.
Dies nefasti. So, 293. Epictetc. 268.
Diluvio, mito babilònico de:. 1oS: 131, 232. Epítomes, 338, 3S5.
Diocieciano. 382, 386. Epopeya griega, estorba ia aparición de i*
Diódoro Siculo, 87, 11S, 243, 244. 266-67, historia, 283; fija su interés en los in
33S. dividuos, 283.
Dsógenes Laercio, 247. Eratóstcnes. S-, 266.
Dión Casio de Nicea. 268-69. 274. 337. Erman, A.. 78, 01, 93.
Dionisio de Halicamasc, 243. 267. Erudición, es un conocimiento distinto di
Dionisio de M im o, 192. ia historia, 20; lentitud de su desarro
Dipriccs. 67. llo en la antigüedad, a causa de la esc?
Discursos intercalados. cr. Herodoto, 2:0; ser de materia* cscriptorias. 60: estable
hístc -e í * DE LA HISTOIOA
4'8
¡49, 172, 367, 368: en G reca, 288; Ge Ham ack, A.. 350.
nealogías de Hecateo, 189, 193; 190, Harris, papiro, 91.
102; en Herodoto, 209. Hastings, 156.
Generación sirve para computar el tiem Hatshepsut, 93.
po en Grecia, 87: en el Antiguo Testa Hebreos, importancia y riqueza de su his
mente, 143. 368. toriografía, 123; es expresión social de
Génesis, 54, 106. 108, 124. 127, 129, 130, un pueblo, 124; conclusiones, 151: es
138, 139, 147. 163. 164, 182, 205, 338, critos no bíblicos, 159.
369. Hecateo, 24, 117, 188, 189-92: inicia la
Geografía (Estrabór.j, 263-66. historiografía griega, 1S0; 193, 196, 204.
Geografía (posiáonio ¡ , 265. 241, 385.
Georgias Syncelius. 83, 87, 374. Hechos de los Apóstoles, 347.
G entumía (Tácito), 322, 325, 330. Hechos y dichos memorables (Valerio M á
Gibbon, E., 22, 30, 337, 340, 377. ximo), 278.
Giigamesh, 108, 206. Hechos históricos, 19.
Gnosticismo, 359. Hegei, G . W . F„ 40, 43, 47.
Goethe, J. W ., 60. Heintici, C. F. G., 372, 376-, 381.
Gomperz, T h . 210. Heláiiico de Lesbos, 172. 193, 212. 223.
Gorgias, 242. 2j45> 275-
Greda, retraso con que aparece la historia, Heliogáhalo, 337.
184; aparición ¿el espíritu crítico en las Kelicpolis, 80, 05.
ciudades griegas de! Asia Menor, 1S4 ss.; Helleniea, continuación de la Historia de
ios legógraíos, iSS: en la obra de H e Tueídides hecha por Jenofonte. 235;
rodoto, 190 ss.; 264, 2Ó6; resumen de id. por Teopotnpo, 244: Helleniea de
su historiografía. 269-70; historiografía Calístenes. 247.
griega comparada con 1c romana, 274 ss.: Helleniea Qxyrhynchia. 243-44.
influencia de Grecia sobre Roma, 27c, Herádiro, 1S6, 3S0.
295. Hércules, 206.
Gregorio. San. 363. 387. Herdet, J. G „ 62.
Gregorio Hacianceno, 306. Herodes, 166, 267.
Gregorio de Tours. »37, 324. Herodoto, 16, a i, 2¿' 40. 68, bq, 70,
GrenfetL B. G ., 243. 7 ', 74, 87, 202, 303, JI 7. i r 8, 127: ^32,
Grimm, hermanos, 62. 13S, 139. I t i, 273. roo. 184.
Grote, 237. 286. 187. 188. IpO, IpI.- 193- ios-2 .1 0 ;
Guerras ¿e los judíos (Jcvsefo ¡ , 166. su viaa, 193-97; su Historia: aparente
Guiee iv Histórica! Liier ature. 390. falra de plan. 207-oS; £implitud de la?
digresiones, 108; en real!dad I2 COHIpOí-i*
Hadriano. 160, 268, 209, 336, 33“ . ción está cuidadosamente planeada. 108
H agen. H ., 291. o; las digresiones disminuyen conrormr
Hagiographa, r. Escrituras. Grecia pasa al primer plano, 200; su mé
H all, H . R_ 112. 110. todo, 207 ss.; empleo de las fuentes, 20?,
Hammurabi. 103: código de. too. ss.; creencia en icvs oráculos y en un de-
4=0 HISTORIA DE I-A HISTORIA
"significado” de los hechos, 29; inter Jerónimo, San, 70, 87, 14?; *5®» su ver_
pretaciones filosóficas de la historia, 33; sión de la Biblia, 157-58: 284, 33S, 344,
¡a interpretación cristiana, 33; la inter 357; 35s ; 37 *. 37-; 373- 374; 375; 376;
pretación filosófica en e! siglo xvm, 38; 382, 383, 387, 391, 395-9S; su comenta
Kant, 39; Rankt, 4c; H egcí, 40; la inter rio a la caída de Roma, 396-
pretación materialista, 42; G 'rlos Marx ferusalén, 136, 138, 139, *44- * 45* *47;
y la interpretación económica. 44; inter 148, 149. 353, JÓ3, ióó, 167, 169, 205,
pretación histórica de ¡as interpretaciones 36c.
de la historia, 46. Jesucristo, 170, 344, 347, 352¡ 353; 355;
I n tr o d u c tio n te ¡h e H is t o r y cj H is to r y , 356, 358, 362, 364, 365, 36S, 369, 370,
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Isócrates, 118, 236, 237: su vida, 242; 148, 149, 156, 157, 150, 1Ó2, 165-75; su
maestro de elocuencia, emplea !a historia vida, 165-66; Las guerras de los judíos,
en sus discursos. 242; 243. 244, 245, 262, r66; Antigüedades de ios judias. 166;
276, 295, 298. Autobiografía. 168-70; Contra A pión,
í j t , 267, 353, 369.
Israel, 132. 133, 138, 144. «46, 147. 152,
Josías, 13C, 153.
1 54; 35 E 358; 3é 4 - 3Ó5-
Josué, libre de, 127, 128, 129, 141-43, 144.
*45; *5°-
J {Jahveista), 13X5 *33; *34; *35; *37; Juan, San. 347, 349, 359.
138, 141, 142. 145, 153. Juan Baustists, Sari, 170.
jackscn, A. V . W _ 115.
judas Macabeo, 150.
Jacobo, rey, 395.
Judea, 132, 135, 146, 147-
Jscoby, 208. jueces, libro de los, 12S, 142- 143-44, 145,
Jahveh, 133, 134, 136. 137. 139, 144, 145.
150.
jahveísta, 131, 132, 133, 337- Julio Africano, Sexto, 83, 8“ , ro í, 350.
James, M . R., 163.
30S, 369, 373.
Je, 133, 153.. Juniano Justino. M .. 304, 338, 393.
jebb, R. C_ 237.
juster, j., 3=5.
I ed , 138. 553.
Justino Mártir, 181.
Tehovah, r. Jahveh.
Justo de Tiheriades, 169. 368.
lenófanes, 185, ico.
Jenofonte. 113, 12S. 233-37; su vida. 233;
distinta apreciación de su obra por ios Kant. Emmanuti. influencia de su meta tí
antiguos y 1« modernos, 234 ss.; 242, sica cr, la histeria, 39; 47-
243, 244. 276, 277. Kam ak, templo de, 00, 101.
Jeremías, 128, 150. 349. Karst, j., 374.
ler i es. 197, 109, 201, 203. 209, 210. Kent, C . F., 130.
Jeroboam. 146, 147- King, L. 112, 116.
Teroglíficos. 51, 66. 73- ° 5- Kipling. R_ 55.
4 2 2 HISTORIA DE 3LA HISTORIA
Pags
Nota de! traductor 7
Prefacio 9
C U A R T A P A R T E : H ISTO RIA R O M A N A
Fágs.
X IX . La historia eti Roma: Oratoria y poesía “ 73
XX. Analistas romanos e historiadores primitivos 289
X X I. Verrón, César v Salustio . . . 301
•X X U . Tito Livio ' 3n
•XX III. Tácito ............ 2 I